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Secreta ría de Cul tura /Di recci ón Genera l de
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Centro de Cultura Digital
Narrativas y poéticas digitales en
América Latina.
Producción literaria en el capitalismo
informacional
Carolina Gainza Cortés
Narrativas y poéticas
digitales
en América Latina.
Producción literaria en el
capitalismo informacional
Índice
Narrativas y poéticas digitales en
América Latina
Prólogo. Experiencias digitales
Prácticas literarias en tiempos digitales
Capítulo 1
1.1 Tecnologías y creatividad.
Nuevas formas de producción
cultural
1.2 La cultura de las redes
1.3 Textualidades digitales
1.4 Literaturas extendidas: El
hipertexto digital como metáfora
de la red
1.5 Producciones digitales:
software, códigos y algoritmos
1.6 Significaciones, circulación y
recepción en la era digital
Capítulo 2
2.1 Estéticas digitales
2.2 Estructuras laberínticas
2.3 Convergencias textuales: blog
novelas interactivas
2.4 Narrativas rizomáticas:
hipertextualidades
2.5 Literatura hipermedia: Poéticas
y narrativas lúdicas
2.6 Hipermedias colectivos:
Experiencias colectivas de
escritura
2.7 Poéticas algorítmicas:
interacciones humanas-no humanas
2.8 Recapitulación: Textualidades
parlantes y polifónicas
Capítulo 3
3.1 Ensamblajes digitales-
literarios: formas de transmisión
del conocimiento y la cultura
3.2 ¿La ruptura de la jaula de
hierro?: El autor y la propiedad
sobre la obra
3.3 Políticas autorales en la
literatura digital: ¿prácticas
subversivas?
3.4 Literatura digital y cultura libre
(In)conclusiones
¿Subjetividades posthumanas? Hacia una
agenda de investigación en el terreno de
la recepción
Bibliografía
A mis hijos, Nicolás y Eloísa,
que viven más de cerca la
experiencia digital que yo,
les agradezco por acompañarme en
esta travesía de pensar el presente e
imaginar el futuro
Prólogo. Experiencias
digitales
Septiembre 2018
La construcción de la noción
moderna de artefacto estético no se
puede por tanto desligar de la
construcción de las formas
ideológicas dominantes de la
sociedad de clases moderna, así
como, en realidad, de toda una
nueva forma de subjetividad humana
apropiada a ese orden social. Es
este fenómeno —y no tanto el
hecho de que los hombres y las
mujeres descubrieran súbitamente
el supremo valor que supone el
hecho de pintar o escribir poesía—
el que provoca que lo estético
desempeñe una función tan singular
dentro de la herencia intelectual de
nuestro presente. Mi tesis, sin
embargo, es que lo estético,
entendido en cierto modo, también
proporciona un poderoso e inusual
desafío y una alternativa a estas
formas ideológicas dominantes,
razón por la cual se revela como un
fenómeno eminentemente
contradictorio (53-54)
No obstante, la impronta de lo
digital y de la cultura de la internet
en la literatura escrita en blogs ha
sido lo suficientemente profunda
como para obligar al replanteo de
una serie de conceptos
socioliterarios, narratológicos y
estéticos que han comenzado a
significar algo distinto de lo que
significaron en épocas pasadas […]
Entre estos elementos se podría
señalar: la posibilidad de
coproducir colectivamente una
ficción o un texto en una página
web, de ocultar la voz autoral tras la
máscara del anonimato o de la
seudonimia, de crear personajes que
interactúen con la audiencia, de
narrar historias por entregas dentro
de un contexto de continuos
intercambios con los lectores, de
añadir imágenes, sonidos y/o videos
al texto escrito, de problematizar el
estatuto real o ficcional de una
historia y de acceder a un
instrumento de publicación
instantánea (como el blog), sin
necesidad de pasar antes por un
denso filtro de censuras y
mediaciones. (14-15)
La circularidad de la narrativa es la
metáfora de una historia donde “los
vicios cambian de actores y que
destruyen lo poco que debía quedarse”
(Tierra de extracción, “sueño”). Así,
las historias se repiten en Menegrande y
hablan de problemáticas presentes en
Venezuela y Latinoamérica en general:
explotación de los recursos naturales,
pobreza, la precariedad de la vida,
dependencia y la dominación de las
transnacionales. Como Thea Pitman
describe en su análisis de la novela,
“Esta es una novela que trata de
Venezuela, el estado nación y su
inserción en la economía global por
medio de la industria del petróleo”
(223). En consecuencia, la novela
presenta una visión crítica sobre la
situación económica de ese país y de
Latinoamérica frente a las economías
dominantes, contexto en el cual, nuestros
países son convertidos en terreno de
extracción de recursos, no solo naturales
y económicos, sino que también
culturales. Al comienzo de “fácil” se
señala: “La tierra de extracción no solo
ofrece la riqueza de sus suelos a los
saqueadores, también permite que se
asalte a su gente. Se extrae el oro, pero
también las vidas; junto al petróleo, los
valores; a los autos robados, la moral; a
la biodiversidad, el querer; al billete, la
razón. Para extraer se compran las
almas. Nada más fácil” (Tierra de
extracción, “fácil”).
Muchos elementos en esta narrativa
nos recuerdan al realismo mágico. Solo
por dar un ejemplo, la historia de las
hermanas Fuentealba es digna de Cien
años de soledad, de Gabriel García
Márquez. Miriam Fuentealba se marcha
de Menegrande para romper el molde
que aprisiona a las mujeres del Mene, y
solo vuelve al pueblo para poder probar
que lo logró. Sus dos hermanas, Cecilia
y Cristina no hablan. Cecilia “dejó de
hablar porque le aburría tanto como las
películas” (Tierra de extracción,
“hermanas”). Por su parte, Cristina está
paralizada físicamente. El lenguaje
visceral es el que permite la
comunicación de las tres hermanas. Por
otro lado, está el tema sexual ligado a la
explotación. Quienes llegan al Mene
(palabra indígena que significa petróleo)
extraen y se van. No solo extraen el
petróleo, sino que también la vida de sus
habitantes. Hay una analogía entre la
tierra y la mujer, donde “nadie que no la
humillara podía ser su dueño” (Tierra
de extracción, “Vuelta”). El análisis de
Thea Pitman apoya la conexión con el
realismo mágico: “Los sobretonos
proféticos y barrocos también coinciden,
como lo hacen los temas de los viajes y
de la sexualidad prodigiosa, de
encuentros culturales o sexuales, y la
resultante heterogeneidad y coexistencia
de mundos radicalmente diferentes que
constituyen Latinoamérica” (225). Sin
embargo, para la autora es mucho más
importante el hecho de que Chiappe “ha
transferido exitosamente el mundo
garcía-marquezano al medio digital y ha
explotado las facetas adicionales del
nuevo medio con buen resultado, en
particular su habilidad para manipular
temporalidades complejas” (225). Sin
embargo, más allá de su posible
relación literaria con García Márquez,
Chiappe inserta problemáticas
latinoamericanas en la producción
digital y, por otro lado, abre espacio a la
literatura digital latinoamericana en un
mundo donde las formas de colonización
persisten en los contenidos y los
lenguajes que predominan en el
ciberespacio.
El elemento lúdico presente en las
obras analizadas da cuenta de un cambio
al nivel de la relación entre el formato
digital y las formas de lectura.
Habíamos anticipado, en los análisis de
la literatura hipertextual e hipermedia
digital, cómo la lectura se transforma en
un juego para el lector, donde este debe
construir la narrativa por medio de la
activación de los códigos que la
componen. La literatura hipermedia
utiliza más ampliamente los recursos de
las tecnologías digitales al incorporar
elementos visuales, auditivos y
animaciones, cada uno de los cuales
posee su propia narrativa. El lector
arma su propio relato o poema a partir
de la activación y conexión de los
diferentes elementos programados en
código, presentados ante el lector como
una imagen, una palabra, un procesador
de texto, un sonido, entre otros. El lector
es un jugador y la literatura se convierte
en un juego, donde se produce un
proceso de retroalimentación entre
humanos y máquina. Ambos son agentes
actantes, donde la tecnología transforma
al sujeto y este, a su vez, la afecta al
activarla para que se desplieguen sus
acciones. Las narrativas hipertextuales e
hipermediales no existen sin un lector
que ejecute códigos y les entregue un
significado.
Sin embargo, esta activación de
códigos que permiten al lector realizar
diversas conexiones no lo convierten en
autor, tal como analicé respecto al
hipertexto digital. El autor o los autores
siguen cumpliendo su rol creador y
ejerciendo su autoridad simbólica sobre
el texto, en cuanto son los que piensan o
crean los elementos contenidos en los
códigos, los argumentos, las imágenes,
la música y los demás recursos que
componen una obra.47 Los autores —y
uso el plural porque las obras
hipermedia constituyen creaciones
colectivas— siguen ejerciendo su
autoridad cuando definen los caminos de
lectura y piensan los recorridos. No
obstante, la función de lectura se
modifica en el momento en que el lector
estructura la obra, tanto
interpretativamente como materialmente,
al armar, conectar, disponer los enlaces
y jugar. No es un autor porque no afecta
el proceso de construcción de la obra
“primaria”, pero sí la afecta en sus
potencialidades futuras, en cuanto
significado y en sus posibilidades de
extensión. La transformación principal,
entonces, se encuentra primero en el
cambio de función del lector y, segundo,
en la relación que los sujetos establecen
con el nuevo formato de transmisión de
conocimiento e ideas, el cual abre un
nuevo mundo de percepciones y
creación de significados a partir de la
experimentación con el lenguaje digital.
2.6 Hipermedias colectivos:
experiencias colectivas de escritura
Imagen 18,
El libro flotante de Caytran Dölphin, versión
web.