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Arch Argent Pediatr 2007; 105(2):134-142 / 134

Artículo especial

Filosofía de la enfermedad:
vulnerabilidad del sujeto enfermo
Dr. Gonzalo Pérez Marc*

La enfermedad como nicas pasibles de ser evaluadas en forma


representación múltiple objetiva, tampoco es menos cierto que la
Intentar precisar el concepto de enfer- percepción de ese fallo (o carencia, o de-
medad mediante una definición única y fecto) es del todo subjetiva. No sólo el
abarcadora es, desde el inicio, una em- dolor o la angustia son experiencias que el
presa sumamente dificultosa. No sólo enfermo asimilará y expresará de manera
por las múltiples concepciones existen- absolutamente personal, sino que tam-
tes, según la disciplina desde la que se bién deberá asumir el rol que su propia
afronte su análisis, sino también debido sociedad (que incluye al médico tratante)
a la multiplicidad de marcos teóricos le asignará en su carácter de “persona
desde los que es posible llevar a cabo enferma”. Es este carácter subjetivo -de-
dicha investigación. La disparidad exis- sarrollado y sostenido en mayor medida
tente al respecto, no sólo entre diferentes por la sociedad en su conjunto- el respon-
sociedades o culturas, sino incluso entre sable directo de la construcción de una
diferentes agentes relacionados, implica metáfora de la enfermedad que influirá sus-
la necesidad del reconocimiento de va- tancialmente en su evolución.
riadas posibilidades de estudio. Afección, dolencia, padecimiento, in-
La caracterización de la enfermedad disposición, mal, trastorno, daño, son to-
puede realizarse desde múltiples pers- dos sinónimos con los que se describe a la
pectivas, que, en ciertos casos, se comple- enfermedad de forma elemental en los
mentan y, en otros, se oponen de manera diccionarios generales y en los libros de
irreconciliable. Sin duda, todos coincidi- empleo exclusivamente médico.
ríamos en que no es posible equiparar la En muchos de estos últimos, simple-
concepción que el enfermo tiene sobre su mente no se define a la enfermedad como
propio padecimiento con la del médico entidad, sino que sólo se alude al enfermo
que lo trata. Sin embargo, ambos agentes en cuanto “paciente que se relaciona con
podrían sostener percepciones similares el médico”. Es notable que en todos estos
de lo que implica “sentirse enfermo” o libros (manuales de medicina clínica, dic-
sobre cómo sería más beneficioso “acom- cionarios médicos, revistas de divulga-
pañar” a una persona enferma. ción científica) el médico sólo se enfrenta
La forma elemental de la enfermedad a la enfermedad únicamente a través de la
difiere de manera notable según se distin- mediación que representa el paciente en-
ga su carácter objetivo o su carácter subje- fermo. Se comprende, entonces, que no
tivo. El paciente y el médico son quienes haya interés de introducir al lector en el
más se relacionan con la primera de las conocimiento de la patología en sí misma,
concepciones: el paciente es el portador sino sólo en la relación que aquél debe
de cierta patología psicológica u orgánica sobrellevar con quien la sufre: son múlti-
que debe ser objetivada mediante dife- ples las consideraciones acerca del ideal
rentes estudios y análisis requeridos por respecto de la práctica del arte de curar.
el médico. En una segunda instancia, este Sin embargo, la casi totalidad de las
último instaurará un tratamiento deter- referencias a dicha práctica médica se cen-
minado e intentará, en una tercera instan- tran en la enfermedad como “versión”,
* Servicio de Pediatría
del Hospital Francés.
cia, objetivar también los resultados obte- “afección” o “vivencia” del paciente, sin
nidos con dicho tratamiento. mención alguna sobre el vínculo que el
Correspondencia: Sin embargo, si bien es cierto que el profesional tratante pueda tener con ésta,
gperezmarc@yahoo.com.ar enfermo presenta ciertas alteraciones orgá- ya sea en tanto sujeto expuesto a sufrirla,
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cuanto a espectador privilegiado del padecimiento es de lejos, obviamente, lo más tranquilizador


ajeno. Este trabajo intenta proponer a la enferme- tanto para el espíritu humano como para el grupo
dad como un concepto múltiple, que incluye aspec- social”1 Es por esto que nuestro análisis se centra
tos necesariamente relacionales: enfermedad-pacien- exclusivamente en la enfermedad en cuanto repre-
te, enfermedad-médico, enfermedad-sociedad y socie- sentación múltiple, que admite la necesaria influen-
dad/médico-paciente. Todos ellos son díadas con una cia de la instauración de un tratamiento particular
dinámica intrínseca sustentada en rasgos particu- en cada caso, pero que lo relega a un lugar secun-
lares que afectan la estructuración de la identidad dario en su construcción. Esta representación
del sujeto enfermo. Es precisamente esta articula- múltiple, no sólo involucra las posiciones asumi-
ción la que intentaremos explorar y describir en das por el paciente, el médico tratante y la socie-
este trabajo. dad que los incluye frente a la patología orgánica
o psicológica, sino también las diversas etapas o
Las formas elementales fases que el enfermo atraviesa en el devenir de su
En su libro Antropología de la Enfermedad1, enfermedad. La multiplicidad no está dada sólo
François Laplantine postula formas elementales por la cantidad de los agentes, sino también por la
de la enfermedad y de su curación. A las primeras calidad de relación del agente principal con su
las denomina “modelos etiológicos”, a las segun- experiencia mórbida.
das, “modelos terapéuticos”. Luego de su lectura
se hace evidente la necesaria correspondencia, en Identidad y enfermedad
casi todos los casos, de un modelo etiológico con uno La cuestión de la identidad se ha desarrollado
terapéutico. La relevancia de esta clasificación es- de muy diversas formas en la filosofía contemporá-
triba en que cada uno de los modelos describe a la nea. El debate principal ha girado, quizás, en torno
perfección la tensión existente entre dos formas a la noción de “identidad personal”. Al respecto,
determinadas de comprensión de la enfermedad. Amélie Rorty describe las cuestiones sobre las que
Los agentes están dados, no sólo por el enfermo y se centran actualmente las principales contro-
su médico, sino también por la totalidad de la versias: el análisis de la diferenciación de las
sociedad dentro de la cual se desarrolla la relación categorías, de la diferenciación entre los indivi-
entre los anteriores. Laplantine distingue diferen- duos, y de identificación y reidentificación de las
tes representaciones de la enfermedad que se en- personas. Esta autora alude a la noción de “identidad
frentan conceptualmente: esencial” constituida por aquellas características per-
1. La enfermedad –y su naturaleza física– como sonales que “identifican a una persona como siendo
centro de la medicina (modelo ontológico), en por esencia lo que es”.2 Descripta, tanto acerca de
contraposición a las medicinas enfocadas en el personas individuales como de grupos humanos,
hombre enfermo (modelo relacional o funcional). se encuentra ligada necesariamente a las contin-
2. La enfermedad como intervención exterior o ex- gencias históricas, sociales y políticas. Al igual
trañeza del sujeto (modelo exógeno), en oposi- que otros autores (Ricoeur, Arendt), Rorty entien-
ción a la concepción de la enfermedad con ori- de como requisito primordial (pero no exclusivo)
gen en el propio individuo (modelo endógeno). en la mayoría de las culturas, a la continuidad
3. La enfermedad como enemigo positivo (modelo espacio-temporal del individuo. Pero toda identi-
aditivo) o la enfermedad como carencia (mode- dad es también el relato de esa temporalidad. Según
lo sustractivo). Arfuch, el proceso del devenir del sujeto se define
4. La enfermedad percibida en su sentido negativo por nuestra utilización de los recursos discursivos:
(modelo maléfico) frente a la experiencia mórbida el lenguaje, la historia y la cultura estructuran una
como valor positivo (modelo benéfico). narración, una representación en el tiempo del
Si bien, como afirmáramos, Laplantine descri- individuo. La acción y el discurso son los elemen-
be exhaustivamente a los modelos terapéuticos, tos a partir de los cuales los hombres revelan
también es cierto que estos últimos están determi- quiénes son: su identidad está implícita en sus
nados casi en su totalidad por los modelos palabras y sus actos.
etiológicos. Dice el autor: “En efecto, se estima Sin dudas, la reflexión acerca del carácter narra-
que para intervenir con eficacia y perdurabilidad, tivo de la identidad alcanza su punto más alto en la
se debe conocer previamente la causa de la enfer- obra de Paul Ricoeur. En su libro Sí mismo como otro,
medad. El proceso lógico –que consiste en identi- la indagación involucra al propio proceso de indi-
ficar y designar con claridad al adversario, hacer- vidualización del sujeto, explora cómo se posibilita
lo nominalmente responsable de la enfermedad– el reconocimiento del “sí mismo” al estar atravesa-
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do por esa “otredad” que implica la temporalidad. te entre la persona enferma -aquí, personificando
La identidad se construye como una bipolaridad a la perfección su rol de paciente- y la narración
dialéctica entre dos modelos de permanencia formal de su carácter de enfermo.
temporal del individuo: a) la identidad concebida ¿Qué es lo que sucede, entonces, con un indi-
como un conjunto de disposiciones durables que viduo acuciado por una enfermedad cuyo relato
distinguen a una misma persona (carácter), y b) la particular es trazado por otros? ¿Qué posibilidades
identidad en tanto fidelidad a sí mismo, constitui- le caben a este individuo en este nuevo camino de
da como la capacidad de “mantenerse” en el trans- identificación, de constituirse en un sujeto moral
curso del tiempo. La resolución del problema le capaz de “controlar” la progresión de su propia
proporciona la identidad narrativa: es ésta la que historia de vida?
resuelve el dilema entre la identidad entendida en La historia clínica es un documento que inclu-
el sentido de un mismo (ídem) y la identidad enten- ye necesariamente la anamnesis realizada por el
dida en el sentido de un sí mismo (ipse). profesional de la salud al paciente (que en casos
Así, es la dimensión narrativo-discursiva-lite- como los de la psicología y la psiquiatría depen-
raria la que configura a la identidad. El lenguaje es de fundamentalmente de éste), pero es escrita y
necesariamente dialógico,3 en cada enunciación el concebida casi en su totalidad por los médicos.
sujeto “comparte” el lenguaje con siglos previos Esta “ausencia” del sujeto en el proceso de con-
de enunciaciones. Todo lo expresado es dicho en formación de su narración clínica llega al extremo
un contexto histórico y social que forma parte de de la sustitución de uno por otro: son frecuentes
un devenir constante. Esa multiplicidad de voces las ocasiones en que un médico descree de la
es la que permite a Arfuch introducir a la otredad palabra del paciente porque ésta no concuerda
en el “corazón mismo del lenguaje”.4 Es evidente totalmente con lo documentado antes por otro
que entonces la construcción de la identidad no profesional en la historia clínica.
puede menos que sustentarse en la diferencia que En estas situaciones, el enfermo advierte no
ese otro partícipe de mi lenguaje me impone. Se ya su extrañeza respecto al relato, sino que éste
abre de esta manera todo un nuevo terreno a se contrapone a su propia historia: la escisión es
explorar: ¿cómo es que se constituye la identidad aquí completa. El que el sujeto va a ocupar el sitio
del sujeto enfermo, teniendo en cuenta esa doble de coautor y no el de autor en esa dinámica que
experiencia de otredad que implican las relaciones implica su relación con su propio relato en tanto
sujeto-enfermedad y sujeto-cuerpo? enfermo: la historia clínica, relato pormenorizado
de la relación sujeto-enfermedad, no es “escrita”
Identidad narrativa e historia clínica por el sujeto en ningún caso. Éste constituye, en
Si comprendemos entonces a las personas como última instancia, sólo el agente de todo el proceso.
entes sociales e históricos cuya formación de la Sus consecuencias no son menores; el enfermo
subjetividad es eminentemente narrativa, no po- no puede sino comprender que la propia noción
demos dejar de soslayar el papel que juega la de pertenencia de sus experiencias a sí mismo
historia clínica en la conformación de la identidad entrañan un sentido ambiguo: su historia de vida
del sujeto enfermo. Al fin y al cabo, la estructura se ha visto afectada trascendentalmente por la
narrativa de la identidad se construye mayormen- enfermedad pero la construcción de esta nueva
te alrededor de la pregunta ¿quién es?: su respues- historia, la narración de su identidad modifica-
ta no es sólo el relato que ese quién lleva adelante, da, no recae en sus propias manos sino en las de
sino también aquel concebido por los demás (por una multiplicidad de autores que lo determinan
la sociedad en pleno) acerca de él. Y en el caso del ahora de forma novedosa.
enfermo -fundamentalmente en el de los enfer- La identidad narrativa representa la integra-
mos graves o crónicos-, esa narración se confor- ción de las acciones del sujeto en un proyecto
ma, en gran medida, a partir del registro escrito u global, en un plan de vida. Es este último el que
oral de toda la progresión de la patología: la necesariamente se ve modificado durante el pade-
historia clínica. Esta es de carácter exclusivamente cimiento de una enfermedad invalidante o de
formal y se encuentra regida por una normatividad gravedad potencialmente mortal. En este contex-
que el enfermo habitualmente ignora y que la to, la redacción de la historia clínica por parte –
determina en su legalidad. Aun más, la multipli- exclusiva– de los médicos, habitualmente caracte-
cidad de agentes participantes y, en muchos ca- rizada por su rigidez y distancia con respecto al
sos, responsables de la continuidad de este registro, paciente, no hace más que acrecentar la sensación
acrecienta de forma notoria la “distancia” existen- de éste como agente y autor secundario de su
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propia historia. Llegado a este punto, el sujeto “angustia” (el malestar indeterminable a nivel físi-
enfermo se encuentra en un estado de indefensión co), es el síntoma esencial de toda enfermedad, lo
absoluta, librado casi totalmente a la voluntad de que el individuo sufre, padece; es decir, lo que lo
los profesionales tratantes quienes, en general, no transforma en paciente-enfermo. No existe reque-
son conscientes de la situación y por ende no rimiento más desesperado por parte del enfermo
llevan a cabo acción alguna tendiente a revertirla. hacia su médico que el de la supresión del dolor.
Este proceso determina la conformación, por par- Así, la objetivación de este dolor por parte del
te del sujeto sufriente, de una identidad particular médico en el contexto de la subjetividad de su
atravesada por la enfermedad y sustentada por la relación con el paciente constituye el cierre del ciclo
extrañeza respecto del propio relato de su reciente orgánico-relacional del rasgo clínico de la enferme-
“vida enferma”. dad. Rasgo dialógico que, como vemos, implica
una dinámica entre dos extremos no opuestos sino
Rasgos constitutivos comunes continuos. Esta continuidad de lo subjetivo en la
Hemos progresado hasta proponer la existen- objetividad y de lo objetivo en la subjetividad está
cia de una identidad determinada del sujeto en- dada por el dolor, que adquiere su carácter de nexo,
fermo crónico o grave. Sin embargo, nada hemos tanto como síntoma de una determinada anomalía
dicho acerca de las características específicas de orgánica como en su necesidad de “lectura” y
esta identidad, ni del porqué del estado de inde- resolución por parte del médico. Esto nos ubica
fensión en que se ubica al individuo que la expe- frente a nuestro próximo desafío: la descripción del
rimenta. Si bien cada caso particular es incontras- ámbito en el que se desarrollará ese intento por
table con otro, creemos que existen rasgos esen- mitigar el dolor. Este ámbito no puede ser otro que
ciales comunes que constituyen de forma dinámi- el que se circunscribe a partir de la relación médico-
ca la identidad del sujeto enfermo. Describiremos paciente, el extremo subjetivo del rasgo clínico.
tres rasgos principales: el rasgo clínico, el rasgo Pocos aspectos de la medicina han sido tan
metafórico y el rasgo tecnológico. tratados y con tanta profundidad como esta rela-
ción. Al respecto, puede decirse que han alternado
El rasgo clínico dos paradigmas éticos claramente diferenciados: el
Definimos al rasgo clínico como la articulación que dominara la práctica médica hasta mediados
dialógica entre objetividad y subjetividad repre- del siglo XX, centrado en el médico y basado en una
sentadas, en su aspecto objetivo, por la enfermedad radical asimetría entre éste y su paciente; y el que lo
en cuanto afección orgánica o psicológica, y en su reemplazara, con su acento puesto en la autonomía
aspecto subjetivo, por la relación médico-paciente. del paciente y basado en un modelo contractual
Ambos aspectos incluyen de forma sustancial a la que involucra a ambos agentes. En este último,
definición clásica del término: "Clínico: a) Se desig- médico y enfermo comparten –idealmente– la au-
na con él la parte práctica de la medicina, o sea su toridad y la responsabilidad médica.
aplicación al tratamiento de enfermos";5 que se Las críticas actuales apuntan al lugar sobre-
amplía a un diálogo bidireccional entre los agentes dimensionado que adquiere el concepto de auto-
implicados en la práctica médica: enfermedad, su- nomía del paciente, derivado de la percepción de la
jeto que la padece y médico que la trata. La persona enferma como socialmente aislada y
objetivación de la enfermedad aparece como una desencarnada.6 Por lo tanto, todo intento de análi-
necesidad del sujeto en el proceso de comprensión sis de la relación debería centrarse, tanto en las
de su nuevo estado de “enfermo”. posiciones de ambos participantes como en el
El nombre de la enfermedad implica el descu- discurso que la rige. La imposibilidad del médi-
brimiento de su causa y de su origen, y marca el co de actuar como un observador ético imparcial
inicio de la demanda –del enfermo a su médico– y el riesgo de malinterpretación del discurso por
para su resolución. Sin embargo, la faceta “orgáni- parte de los agentes impiden, desde el inicio, una
ca” u objetiva de la enfermedad se expresa, habi- lectura unicista de la relación.
tualmente, a partir de la más subjetiva de las sensa- Nos preguntaremos entonces, cuál es la posi-
ciones: el dolor. Pero no hay contradicción alguna ción del médico y cuál la del enfermo dentro de esa
en este punto sino que, por el contrario, confirma lo articulación que postuláramos como responsable
que sostenemos en este estudio: que la noción de del éxito de cualquier tratamiento, ya sea de tipo
“diálogo” entre objetividad y subjetividad encuen- curativo o paliativo. En general, la enfermedad
tra en el dolor su encrucijada. El dolor, en sus dos comprendida como alteración biológica por el médi-
formas, como “malestar corporal” o como mera co es vivenciada por quien la padece como un
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acontecimiento psicológico y social. La distorsión en- conforman el modelo biomédico dentro de nues-
tre ambas ópticas es insalvable en tanto el médico tra cultura (occidental, cristiana y contemporá-
no emprenda el giro valorativo que implica la con- nea) se rigen mayoritariamente por la antinomia
cepción del paciente como un individuo humano y etiología-terapéutica, en donde la primera debe en-
no como un cuerpo en deterioro. Giro que, por otra contrar –en todos los casos– una opción de la
parte, ocurre de manera espontánea cuando el segunda. No importa cuál sea el rol del agente en
médico es el que asume la posición de enfermo. ese diálogo que se establece a partir de la enferme-
Aquí, su rol de médico se ve desplazado en la dad entre médico y paciente, ambos se encuadran
dirección contraria: "los intercambios entre el pen- dentro de la misma concepción paradigmática,
samiento científico y el no científico se efectúan en colaboran en su extensión a toda la sociedad y la
ambos sentidos",7 la relación médico-paciente es la fortalecen a través de las épocas: se trata de un
resultante directa del compromiso establecido por cuerpo enfermo, de un mero organismo fisiológico, que
ambos integrantes desde sus ópticas particulares. disfunciona y debe ser reparado por la ciencia.
Finalmente, también en el nivel discursivo de la
relación se refleja la dicotomía sobre las percepcio- El rasgo metafórico
nes de la enfermedad. Mientras que el enfermo se La metáfora atraviesa la enfermedad. Y esto
vale de imágenes y resabios del lenguaje científico sucede siempre, en todo tipo de patologías: graves,
previamente tamizados por la cultura popular, el leves, crónicas o agudas. Su carácter es tanto posi-
médico parte de un cientificismo estricto y desarro- tivo como negativo y permite la estructuración de
lla un proceso de simplificación y metaforización simbolizaciones que pueden orientar al sujeto a
de los conceptos, que son comprendidos por el una reformulación favorable de su enfermedad,
paciente de forma personal y en la mayoría de los como se ha comprobado en diversos estudios con
casos, caótica. El diálogo transcurre así a través de pacientes portadores de VIH o enfermos de cán-
una trama de significación y resignificación con- cer,8,9 pero habitualmente la configuran de una
ceptual que distorsiona la relación discursiva forma oscura. Todo enfermo conoce la angustia
bidireccional. que implica sentirse un poco más cerca de la muer-
Sin embargo, no todo es desentendimiento y te. Eso es lo que significa, en definitiva, el “sentirse
diferencia en este “ir y venir” entre médico y enfermo”: el inicio de un camino que, en menor o
sujeto enfermo. La convergencia entre ambos es- mayor medida, de forma más rápida o más lenta,
pectros se produce en un nivel superior que per- conduce directamente al fin de la existencia. Podría
mite la existencia y el funcionamiento –aunque argumentarse que infinidad de enfermedades o
imperfecto– de la relación: el del modelo biofísico de heridas de carácter leve quedan al margen de
la enfermedad. Y suscribimos el modelo biofísico en nuestras disquisiciones.
la medida en que consideramos a la enfermedad Sin embargo, podríamos preguntarnos ¿qué otra
como un “problema” que afecta sólo al cuerpo que cosa significan el temor o la sensación de malestar
lo padece. Cuerpo y no persona: el sujeto como –así sean mínimos– que experimentamos en cada
recipiente de una causa patológica -exógena o uno de los casos anteriores, sino la certeza de que
endógena- de resolución puramente entrópica. estamos “un poco menos vivos” que en los instan-
Quizás, sea ésta una visión extremista o demasia- tes previos al padecimiento? En tanto campo de
do desesperanzada, pero es un correlato seguro acción de la metáfora muerte-castigo-culpabilidad-
de la tendencia dominante en la medicina científi- rechazo, la enfermedad la resignifica más allá de su
ca contemporánea y en el inconsciente colectivo capacidad de dar a ciertas cosas los nombres de otras
de los pacientes. Como lúcidamente Laplantine cosas.10 Dicha relación metáfora-enfermedad inicia
nota , el discurso biomédico prevalece en la cons- su construcción a partir del individuo enfermo y
trucción del particular lenguaje que constituye la desde éste se desplaza al resto de la sociedad, que
relación paciente-enfermedad-médico. Tanto en la abastece de una compleja red y la restituye al
el dominio de la epidemiología como en el del individuo de la forma más nociva: la de la extrañe-
diagnóstico, la cuantificación (la administración za y el rechazo.
de la prueba mediante la medida) es comprendida Es por esto que la metáfora merece incluirse
por nuestra sociedad como criterio de validez o como uno de los rasgos constitutivos básicos de la
falsedad. En el ámbito de la medicina no existe identidad del sujeto enfermo. Presenta múltiples
sitio alguno para las dimensiones conceptuales formas, algunas contemporáneas, otras sucesivas,
accesorias: la dimensión es única e irremplazable, pero siempre socava un relato de la enfermedad
incuestionable. La serie de representaciones que que, como ya hemos visto, se halla herido por diver-
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sas armas. A continuación, se describen las formas de manera alguna la realidad de su estado: factor
metafóricas más comunes:* esencial en la imposibilidad de resolver los temores
1. La enfermedad como castigo: desde la literatura y las angustias que conlleva el sentirse enfermo y, al
presocrática hasta nuestros días, la enfermedad mismo tiempo, un extraño en el propio relato.
ha sido considerada como pena o sanción: tanto
en la forma de posesión demoníaca o de acción El rasgo tecnológico
de agentes naturales (en la antigüedad) como Con la aparición de las tecnociencias y la disolu-
en la de consecuencia de una vida malsana (en ción del principio de separación entre “técnica”
la actualidad cristiana: alcohólicos, fumadores, (en tanto ciencia aplicada o conocimiento del ha-
promiscuos). En todos los casos, los comporta- cer) y ciencia, el desarrollo de las técnicas biológicas
mientos considerados como “peligrosos” o biotecnologías aparece como el resultado de un
conllevan el “pago” posterior con la moneda proceso lógico que incluye, como especificación
salud: la enfermedad es justa pena por la de las anteriores, a las tecnociencias biomédicas. Éste
trasgresión cometida. es el marco ideal para la naturalización de la
2. La enfermedad como expresión del carácter: el en- diferencia antropológica (el hombre como un mero
fermo es quien “crea” a la enfermedad, es la “componente natural” más), causa directa de la
víctima la que modela el mundo de manera modificación del objeto de estudio y acción de la
enfermante. Se destacan la característica mental tecnociencia. La transición sujeto-objeto se pro-
de la patología y la “voluntad” del sujeto para duce naturalmente: ya no hay un hombre (sujeto)
enfermarse. Es el enfermo quien, al no expresar que observa y actúa-domina a un objeto inanima-
sus emociones –al “reprimirse”– favorece el do de la naturaleza, sino que ahora es ese sujeto el
“crecimiento” de la enfermedad dentro suyo. que se vuelve objeto de acción por parte del hom-
3. La enfermedad como insulto: el “ser enfermo” es bre mismo. La tecnología orgánica asume enton-
sinónimo de trastorno mental o de perversidad. ces como su objeto de dominio al que es su propio
Una situación es “enfermante” o “enfermiza” productor; se inicia así una nueva etapa en la que
cuando se vuelve intolerable. La metáfora gana el hombre es abordado no sólo como sujeto, sino
en agresividad y virulencia. también como “complejo biofísico contingente y
4. La enfermedad como muerte: la enfermedad deja modificable en su genoma, su cuerpo o su cerebro,
de ser parte posible de la vida. Se delimita la desde la concepción hasta la muerte, pasando por
contraposición vida-muerte/enfermedad, un los procesos de la senescencia”.11
ámbito donde convivir con la enfermedad es Quizás, el ámbito del accionar médico sea el
sentirse muerto. plano donde estas características se expresan de
5. La enfermedad como guerra: el sujeto enfermo se manera más notoria. “Hay que observar que para
constituye en un mero “campo de batalla” en el el médico la materia en la que ejerce su arte, la que
que se desarrolla el combate entre el agente “elabora”, es en sí misma el fin último: el organis-
patógeno (el agresor) y el sistema inmunitario mo humano vivo como objeto de sí mismo. El
(o las defensas) del paciente. Es por esto que, paciente, ese organismo, es el alfa y omega en la
en el caso de enfermedades como el SIDA que estructura del tratamiento”.12 Es claro que esto
afectan fundamentalmente al sistema inmu- implica la necesaria identificación por parte del
nitario, la batalla ya se considere como perdida médico con el mismo objeto de su acción en el arte
desde su inicio. Como en un relato de ciencia de curar. Esta premisa que inicialmente puede
ficción, el “invasor” toma posesión del cuerpo y sugerirse como evidente, adquiere aún mayor
lo somete a su antojo. importancia si se tiene en cuenta que la salud sólo
Así, la metaforización de la enfermedad (en cual- se convierte en “fin“ en presencia de la enferme-
quiera de sus formas) entraña un rasgo decisivo en dad. Es decir, en ningún caso la salud es un obje-
la construcción identitaria de quien la padece. La tivo por sí misma en ausencia de la anterior. Esto
estigmatización que implica tanto a nivel social replantea una vez más la relevancia del carácter de
como individual no hace más que continuar el pro- enfermo en la construcción, no sólo de la relación
ceso de debilitamiento de la identidad y la acentua- médico-paciente sino de los cimientos mismos de
ción de la vulnerabilidad del sujeto. Éste queda toda técnica biomédica. Así, el trato del médico con
inmerso en un mundo fantástico que no representa su objetivo en tanto igual lo coloca en una posición
inédita con respecto a la historia de la técnica, que
* Modificado de Sontag S. La enfermedad y sus metáforas. lo conmina a un accionar centrado en la
Madrid, Taurus 2003. intencionalidad ética y responsable.
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Al respecto, es revelador el pensamiento de sujeto-cuerpo y sobre la sociedad en cuanto inclu-


Hans Jonas acerca de la medicina: “con la meta yente del mundo médico.
inequívoca de la lucha contra la enfermedad, la Comprendida la enfermedad por la cultura
curación y el alivio, se ha mantenido hasta ahora occidental como afectación por un elemento ex-
éticamente incuestionable y expuesta tan sólo a la traño y hostil a quien la padece (enfermedades
duda de su capacidad en cada momento. Pero infecciosas, excesos de consumo, estrés, etc.), la
hoy, con medios de poder enteramente nuevos – otredad se instala a partir de la afirmación de esa
su parte de ganancia en el progreso general cien- introducción (de un otro en mí) con un fin patológico
tífico-técnico–, puede plantearse objetivos que es- determinado. Esta concepción de la “enfermedad
capan a esa incuestionable beneficencia; incluso como un otro” es la primera de las formas en que
puede perseguir sus fines tradicionales con méto- la alteridad extiende su problemática a la de la
dos que despiertan la duda ética”.13 Debe ser clara identidad del enfermo, y da origen a la segunda
la percepción del médico respecto del carácter de forma, íntimamente relacionada con ésta: la del
ese ejercicio del poder humano que significa su “enfermo como un otro”. Es evidente que ante la
participación de la técnica biológica y acerca del aceptación de una enfermedad cuya patogenia es
constante riesgo de automatización que su aplica- eminentemente exógena respecto del individuo,
ción conlleva, que no puede separarse en ningún su tratamiento también se efectuará de manera
caso de la acción colectiva. De esta manera, su pura y exclusivamente externa. Esto implica la no
expansión se propone como probablemente des- participación del enfermo en el proceso de cura-
mesurada y carente de control, y ubica a la activi- ción y el necesario requerimiento de un otro encar-
dad médica en la contradicción que supone la gado de llevarlo a cabo: el médico. Como produc-
ampliación de su campo de acción y la limitación to del modelo médico teórico causalista-
de sus recursos materiales. En este contexto, el mecanicista imperante, las dos primeras formas
sujeto enfermo no puede menos que verse inclui- de la otredad eluden las características sociales,
do en una dinámica sobre la que no posee control históricas y culturales que toda interrelación en-
alguno pero que se centra en su persona y su tre paciente, enfermedad y médico presenta. Así,
enfermedad: se reitera su impedimento para la la enfermedad considerada como alteridad expre-
delimitación de un espacio propio, de un relato sa el hecho de ese sentirse otro que el sujeto enfer-
que lo tenga no sólo como actor sino también mo padece respecto a las normas vigentes en su
como autor. De allí la relevancia que se le otorga propia sociedad.
aquí al rasgo tecnológico, al que consideramos -al La tercera forma de otredad se reduce al pro-
igual que a los rasgos clínico y metafórico- como uno pio cuerpo del enfermo. Como vimos, en nuestra
de los responsables de las lesiones que modifican sociedad la patología no se comprende como una
desde el mismo contacto inicial entre el sujeto y su conmoción del individuo en su totalidad, sino
enfermedad, la posibilidad de una construcción sólo como una afección de su cuerpo o, incluso, de
voluntaria de su identidad narrativa. una determinada parte suya. Así, el cuerpo es
experimentado como un otro: no se enferma el
La cuestión del otro en el sujeto enfermo sujeto, es su organismo el que ha enfermado.
Dentro del paradigma biomédico previamente
descripto, en el cual el modelo etiológico-terapéutico Enfermedad y exclusión
se sostiene en causales de enfermedad de origen Este atravesamiento por la otredad –en sus tres
ontológico, exógeno o maléfico, la cuestión del formas de la enfermedad, la sociedad y el cuerpo–
otro y de la alteridad se afirma como prioritaria en que el enfermo sufre durante su padecimiento, es
la adecuada comprensión del relato de identidad de uno de los componentes sustanciales de los rasgos
la persona enferma. No existe aquí intención de constitutivos que delineáramos previamente. La
resumir el tratamiento teórico que esta cuestión cuestión del otro se vislumbra constantemente en el
ha recibido por parte de la filosofía, dado que la marco de la relación médico-paciente (u otro-sí
comprendemos como una estructura compleja mismo), ya sea en la metáfora social acerca del otro
dentro de la cual se entretejen infinidad de concep- enfermo o en la aplicación reparadora de las tecno-
tos metafísicos, gnoseológicos y éticos. El enfoque logías sobre el cuerpo disfuncional.
recae entonces sobre aquellas particularidades que El sujeto enfermo es un extraño respecto de sí
se evidencian exclusivamente en el contexto de la mismo, de la sociedad en la que vive y de su
relación individuo-enfermedad-sociedad, con es- estado de paciente. Y esta extrañeza se desdobla
pecial centro sobre el enfermo en tanto díada en rechazo y exclusión por parte de su mundo
Filosofía de la enfermedad: vulnerabilidad del sujeto enfermo / 141

externo, es decir, la sociedad en pleno. El hecho Cabe entonces preguntarse ¿cuál es el resultado
de que la medida de la normalidad se ubique del de este curso de acontecimientos y simbolismos
lado de la sociedad no enferma evita la inclusión que recaen sobre el sujeto desde su contacto inicial
de todos los afectados por alguna de las enferme- con la enfermedad? ¿Y qué respuesta puede dar la
dades graves o crónicas -es decir, de una anor- filosofía práctica desde la ética para contrarrestar
malidad extrema- en aquel “campo de apari- sus efectos? En la respuesta a la primera pregunta
ción” esencial para la existencia humana en tanto se halla implícita la revelación de la segunda: es el
individualidad explícita y no mera “cosa viva o sujeto moral frágil el producto final de este proceso.
inanimada”: la exclusión, el aislamiento, imposi- Este sujeto que por su afección plantea la cuestión
bilitan la acción humana14 y degradan al sujeto de su nueva identidad desde su reivindicación o su
en su mismidad. Es absolutamente comprensible rechazo, hecho este último que sucede en la gran
que en una sociedad que percibe a la enfermedad mayoría de los casos, se ubica en el marco de un
como “aberración” biológica, psicológica, social, gran malentendido entre su demanda y su expe-
política y económica, sean los enfermos quienes riencia de la enfermedad por un lado y la visión que
deban cargar con el peso de la culpa por la de ella tienen todos los que no la padecen (incluido
anormalidad que representan. el médico tratante) por otro.
Este es el corolario del minucioso “proceso de Así, la exclusión es vivida como desocialización
distinción y distanciamiento”15 que la propia socie- y la subjetivación del sufrimiento como des-reali-
dad lleva a cabo: la creación de un grupo de exclu- zación.16 Este otro excluido es el otro del “no-
sión dentro del cual las historias de vida de sus poder”, ese otro que no posee poder de decir,
participantes parecerían no formar parte de las de poder de obrar ni de construir de manera coheren-
nadie más. Queda expuesta una vez más la dificul- te su propia historia de vida desde la enfermedad
tad para construir un relato propio por parte del que lo aqueja.17 La comprensión de la enfermedad
enfermo que refleje la adecuada conjunción entre como sujeto de angustia para el ser humano y el
agentes y pacientes, y trasunte la capacidad para reconocimiento de la vulnerabilidad intrínseca
formar parte del mundo que lo rodea. que el fenómeno vida conlleva, tal vez sean las
mejores armas que la filosofía pueda esgrimir en
el intento por revertir la metáfora generalizada
CONCLUSIONES acerca de la enfermedad.
El sujeto moral frágil ¿Es posible pensar al sujeto enfermo como
Durante la progresión de este trabajo se recorrie- poseedor de una verdadera individualidad libre?
ron los diferentes factores actuantes en la formación Es precisamente a la afirmación de ese interrogan-
de una identidad debilitadora del sujeto enfermo. te a la que deben dirigirse todas nuestras intencio-
Desde una aproximación filosófica y social se descri- nes analíticas. El no desconocimiento de la enfer-
bieron, inicialmente, las características del concepto medad como “un aspecto insoslayable, importan-
enfermedad para luego identificar como narración te y constitutivo de la condición humana y el
o relato de una historia de vida al proceso por el que reverso obligado de la salud”18 y como una de las
una identidad se va construyendo. En el caso del formas específicas de vulnerabilidad, es el punto
individuo sufriente de una enfermedad, se desa- de partida de toda crítica al modelo tradicional
rrollaron ciertos rasgos constitutivos comunes: la del sujeto de la bioética.
clínica, la metáfora y la técnica en tanto limitantes de Este reconocimiento de la diferencia debe ser la
la acción e identificación del sujeto y propiciadoras afirmación de un “nosotros” social, cuya fuerza se
de una concepción sociocultural errónea y nociva sostiene en la solidaridad que implica la disposi-
de la enfermedad. ción a reconocer aquello que “resuena” dentro de
Finalmente se evidenció cómo esa alteridad cada uno de los individuos (es decir, la experien-
resultante de la particular edificación identitaria cia de la enfermedad) ante la presencia de eso
del sujeto enfermo resultaba en su exclusión del mismo en otros seres humanos. La amistad, el
campo de aparición, a partir de un complejo proceso amor y el cuidado son las normas que nos deben
de distanciamiento y distinción del resto de la guiar en el tratamiento y la inclusión del otro, del
sociedad, lo que permitió evidenciar cuán lejos se enfermo, del vulnerable: de ese sujeto moral frágil
está aún de la concepción de ese otro en tanto cuya posibilidad de conformación de una identi-
poseedor de una historia, una identidad y una dad narrativa se determina en contradicción pura
construcción afectivo-emocional singulares. con sus intereses. ■
142 / Arch Argent Pediatr 2007;105(2):134-142 / Artículo especial

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