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Ilo es una ciudad del suroeste del Perú, capital de la provincia

homónima en la Región de Moquegua, situada a orillas del


Océano Pacífico al sur de la desembocadura del río Osmore y al
norte de Punta Coles.

Esta provincia tiene una extensión de 1 380,59 kilómetros


cuadrados y se divide en tres distritos: Ilo. El Algarrobal.
Pacocha.
El departamento de Moquegua cuenta con 20 distritos,
distribuidos en 3 provincias: la provincia de General Sánchez
Cerro, Ilo y Mariscal Nieto. A continuación se enumeran los
distritos de cada provincia, sus capitales y la población total de
cada uno de ellos, según el censo de 2005.
La Glorieta de Ilo, que desde siempre ha sido fuente de inspiración para
sus visitantes, cumple este año 102 años de existencia. Uno de los
principales conocedores de este atractivo es Nicolas Valdez Caso, quien
cuenta como se ideó esta obra que se pereniza aún en el tiempo.
Aunque existen una variedad de presentaciones (puede ser de
pescado o mixto), su preparación es simple: trozos de pescado y/o
mariscos, cebolla cortada en juliana, jugo de limón, sal y ají según el
gusto del comensal. Todo mezclado por unos minutos para luego
presentarlo con rodajas de camote, lechuga, choclo desgranado y
yuca.
La actividad pesquera tiene un fuerte impacto en la economía
local, aún más que la actividad metalúrgica, pues no solo ha
sido la actividad tradicional y el principal sostén de la población
ileña sino también un atractivo permanente para los grupos
migrantes que han arribado a nuestra tierra en busca de
mejores oportunidades.
DOMINGO NIETO Y MARQUEZ.

AMERICO GARIBALDI GHERSI.


Cuenta la leyenda que en una época de nuestra historia, un
gobernante del valle tenía tres hermosas hijas a las cuales
protegía como lo más valioso que tenía, disponiendo para ellas un
contingente de cuidadoras que debían pagar con su vida si algo les
pasaba. En uno de sus frecuentes paseos llegaron hasta el mar en
donde a lo lejos divisaron unas raras embarcaciones que nunca
habían visto y de las cuales, luego de acercarse hacia la costa,
descendiendo en un bote pequeño, unos hombres de barbas largas
y con cuerpos que brillaban con el sol. Mientras todos retrocedían
ante estas personas, la curiosidad de las niñas las empujo a
acercarse lo más posible al borde de aquella playa, desobedeciendo
los llamados del anciano que siempre las acompañaba. Uno de ellos,
aparentemente un intérprete, las invitó a subir pero conforme
avanzaban empezaron a convertirse en grandes peñascos de
acuerdo al tamaño de cada una de ellas. El anciano al tratar de
protegerlas inició un ritual que las transformó en rocas
confundiéndose con el resto del roquerío y formando una pequeña
poza natural entre ellas. Por mucho tiempo y luego de castigar a
quienes no pudieron proteger a las hermanas, se dice que desde el
valle salían constantes romerías con el padre a la cabeza,
invocando a los dioses le devuelva a sus hijas.

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