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Homilía en el Primer

Aniversario de
María Inés Riascos
Textos Bíblicos:
Romanos 6,3-9
Juan 6,37-40

(EI vacío de la muerte)


Hemos venido a realizar una cosa extraña. Hemos venido a celebrar un
año de la muerte de nuestra hermana María Inés. Pero… ¿ES POSIBLE
CELEBRAR LA MUERTE?

¿TIENE ALGUN SENTIDO HACERLO? Porque lo cierto es que la


muerte es un acontecimiento catastrófico y trágico. Cuando la muerte
llama a las puertas de nuestra casa, o bien a las de la casa de un pariente,
de un amigo, de un compañero, de un vecino, lo hace para
ARRANCARNOS LA PRESENCIA VIVA DE UN SER AMADO. Ni el
más claro y piadoso recuerdo podría llenar el vacío que deja la muerte. La
frialdad del cadáver hace más penetrante la ausencia del ser amado: no
hay palabra humana que pueda despertar el más pequeño brillo de los
ojos o la floreciente sonrisa de los labios.
Cuando la muerte se acerca definitivamente a nuestra existencia, viene
para robarnos el don más preciado: la vida. Y CON LA MUERTE LO
PERDEMOS TODO: las personas que amamos, el mundo en el cual
hemos vivido, el tiempo que más o menos hemos aprovechado para hacer
tantas cosas. Incluso, parece que quiera arrancarnos de las manos de
Aquel que es la Fuente de la Vida: el mismo Jesús, que desde la
cruz, exclamó: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".

(Dios nos hace entrar, por la muerte, en posesión de toda nuestra vida)
¿Tiene algún sentido, pues, celebrar la muerte?
Repasemos el mensaje de las lecturas que acabamos de proclamar.
El evangelio de Juan ha afirmado claramente que los que creen en Jesús
no se pierden, sino al contrario, ganan la vida eterna y el último
día resucitarán.
No se pierden. POR LA MUERTE, YO PIERDO LA VIDA, Y CON
ELLA LO PIERDO TODO, PERO YO NO ME PIERDO. ¿Por qué? Dice
Jesús: "Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que cree en el Hijo
tanga vida eterna". Ello quiere decir que por la fe hemos sido introducidos
en el dominio del Señor Resucitado, que POR LA FE PERTENECEMOS
A CRISTO. San Pablo nos ha recordado que por el bautismo, que es el
sacramento de la fe, hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo, para
emprender una nueva vida.
La muerte no me puede perder. Pero, ¿qué pasa con María Inés que ha
muerto? El evangelio nos ha hablado de la vida eterna. ¿Otra vida, quizás?
Porque nosotros, los seres humanos, estamos hechos para vivir esta
vida: ¡y cómo nos aferramos a ella! Pero, ¿qué es esta vida? ¿No les parece
que vivir es ir perdiéndolo todo? Si la vida la medimos por los años
¡cuantos más tenemos, menos nos quedan!
Imagínense que corren por un lleno en todas partes de plantas de limón:
poco a poco, irán perdiendo trozos de ropa, y quizás trozos de piel y de
sangre, por el camino.

De la misma manera, vivir es ir llenando nuestra existencia de


experiencias, de hechos, de cosas y de personas. Y Jesús ha dicho: "Esta es
la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga la
vida eterna". No una vida larga, ni tan solo otra vida, sino LA VIDA
MISMA: QUE CUANDO MUERAN ENTREN EN POSESION DE SU
VIDA, DE TODO LO QUE HAN PERDIDO, DE TODO LO QUE
HAN AMADO.
Celebramos entonces un año del acontecimiento definitivo dentro de la
Vida de María Inés, ella ha entrado en posesión de todo lo que durante su
vida les fue, nos fue entregando.
(Nuestra vida: como la resurrección de Jesucristo)

Pero como ocurre esto ¿De qué manera? Honestamente no lo sé, pero Jesús
ha hablado de resurrección. Ello quiere decir que el encuentro del ser
humanos, que muere, con su propia vida, es EL RESULTADO DE
AQUELLA ACCION NUEVA Y ULTIMA DE DIOS, QUE LO
RENUEVA TODO.
El aspecto más aniquilador de la muerte es que rompe los lazos con
los vivos. Pero Jesús ha dicho: "Y yo lo resucitaré en el último día". Ello
quiere decir que llegará un día en que todos los pueblos y todos los seres
humanos participarán del convite de la plena comunión entre ellos. Y
esta fe, y esta esperanza, hacen que, ahora mismo, cuando celebremos el
aniversario de la muerte de una hermana nuestra, no tengamos que decir
"adiós", sino "hasta luego". Porque creemos en Jesucristo, muerto y
resucitado, por ello podemos ahora celebrar la muerte de nuestra
hermana.
Celebremos ahora la Eucaristía. Nuestra hermana participa también, de
alguna manera, del destino mortal del pan y del vino que ofrecemos. Pero
en la Eucaristía celebramos la muerte del resucitado: y el pan y el vino,
que contienen la presencia viva de Cristo, anuncian la resurrección de
nuestra hermana.

Finalmente esta celebración debe ser buena noticia para todos ustedes,
porque en definitiva la Pascua de María Inés esconde un gran mensaje
para todos, el cual con cariño se los trasmito al final… lo que importa no
es cuanto vivimos, sino, si vivimos plenamente, el bien que pudimos
hacer, los amigos que hicimos, el amor que compartimos en el camino.
¡Animo a todos!... Todos somos hojas en el viento, vamos y
venimos, pero mientras estemos aquí, tenemos la tarea de vivir
al máximo y fidelidad como le vimos vivir a María Inés
inspirada por la Palabra del Señor. Amen.

Su hermano, Richard Paúl Cortes López, OFM

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