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Ejemplo de pragmatismo individualista

Para darte un ejemplo: si un edificio estuviera amenazado de colapso y declares que sus
deteriorados cimientos tienen que ser reconstruidos, un pragmático respondería que tu
solución es demasiado abstracta, extrema, imposible de demostrar, y que lo que hay que hacer
es darle prioridad inmediata a la necesidad de poner adornos en las barandillas de los
balcones, porque eso hará que los inquilinos se sientan mejor.
En otra época un hombre no haría afirmaciones de este tipo por temor a ser justamente
considerado como un loco. Hoy en día, el pragmatismo no sólo le ha dado permiso para
hacerlo y le ha liberado de la necesidad de pensar, sino que ha elevado su defecto mental a
una virtud intelectual, le ha dado el derecho a prescindir de los pensadores ( de los ingenieros
de la construcción) por ser ingeniosos, y le ha dotado con una cualidad típicamente moderna:
la presunción de quien está limitado por lo concreto, de quien se enorgullece de no ver el
incendio forestal, o el bosque, o los árboles, mientras estudia un centímetro cuadrado de la
corteza de un tronco de árbol podrido.
Este ejemplo ilustra la forma de pensar los pragmatistas declarando que la filosofía debe ser
práctica, y que la práctica consiste en prescindir de todos los estándares y principios
absolutos; que no hay tal cosa como una realidad objetiva o una verdad permanente, que la
verdad es lo que funciona, y que su validez sólo puede ser juzgada por sus consecuencias,
que ningún hecho puede ser conocido con certeza de antemano, y que cualquier cosa puede
ser probada a ver qué pasa; que la realidad no es firme, sino algo fluido e indeterminado, que
no existe tal cosa como una diferencia entre el mundo externo y la consciencia (entre lo
percibido y el percibidor), sólo una masa indiferenciada que tiene la etiqueta de experiencia,
y que todo lo que uno desea que sea verdad es verdad, todo lo que uno desea que exista,
siempre que funcione o que haga que uno se sienta mejor.
Por sí misma la ética pragmatista no tiene absolutamente ningún contenido. Insta a los
hombres a que persigan lo práctico, pero se abstiene de especificar cualquier conjunto de
valores rígidos que pudiera valer para definir ese concepto. Como resultado, los pragmatistas
a pesar de repudiar todos los sistemas de moralidad, se ven obligados, si quieren soñar con
poner en práctica su enfoque ético, a apoyarse en códigos de valores formulados por
moralistas que no son pragmatistas. Como regla general, el pragmatista se apropia de estos
códigos sin admitir que lo hace; los acepta por un proceso de presión, absorbiendo
moderadamente los despojos culturales que han dejado las teorías morales de sus
predecesores, mientras sigue protestando de lo inservibles que son esas teorías.
Entonces, ¿qué le queda al hombre? La sensación, el deseo, el capricho, el alcance y lo
concreto del momento. Dado que ninguna solución a ningún problema es posible, la
sugerencia, presunción o mandato de cualquier persona es tan válida como la de cualquier
otro, siempre que sea lo suficientemente concreta y limitada. Los dos puntos centrales de la
ética pragmatista son: un rechazo formal de todos los estándares fijos, y una aceptación
incondicional de los estándares predominantes.

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