Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Las virtudes cristianas más puras son aquellas forjadas en el crisol de la adversidad” —
John MacArthur.
En nuestra cultura estamos obsesionados con hacer todo rápido y con eficiencia. Por eso
detestamos aquello que sentimos que nos retrasa. No nos gustan los conflictos, las
presiones, las frustraciones, las decepciones, las enfermedades — y todo evento que afecte
el “orden” de nuestros planes
Creemos que son lo peor que nos pueden pasar, pero la verdad es que Dios ha hablado algo
diferente.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados”
Aunque ese es un pasaje muy popular que utilizan hasta los inconversos (aunque no sea
dirigido a ellos), sé que es uno de los versículos más difíciles de creer en toda la Biblia. Si
lo creyésemos como deberíamos, nuestras vidas fuesen diferentes. Confiaríamos más en
Dios y tendríamos mayor gozo.
Se trata de una promesa maravillosa con fuerte implicaciones para toda la vida. El siguiente
versículo enseña que todas las cosas nos ayudan a bien a los que amamos a Dios, los que
hemos sido llamados por Él…
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:29-30)
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32)
He dicho anteriormente que Romanos 8 significa mucho para mí. Esta es una muestra del
por qué: Lo que el apóstol Pablo habla aquí, es que todo lo que pasa en nuestras vidas son
regalos de Dios para que cada día seamos más como Jesús mientras estamos en este mundo.
Ese es el propósito para el cual Dios nos ha escogido, llamado y justificado por pura gracia
y para Su gloria. De hecho, ya Dios nos ve en el futuro, glorificados en el cielo. Si Dios nos
ha dado a Su Hijo, ¿Cómo no nos dará con Él todas las cosas para hacernos como Él?
¡Ay de nosotros por quejarnos tanto! Nada en el universo es más absurdo que quejarnos de
cosas que suceden para nuestro bien. Creo que cuando estés en el cielo, verás todas tus
dificultades y circunstancias de ahora y dirás “Todo eso lo necesitaba. Gracias, Dios”.
Esto es algo personal, y muy importante para mí. Es una de las lecciones que aprendí en el
2014y necesito seguir aprendiendo.
Por la gracia de Dios, puedo decir que: En medio de todas las cosas aparentemente malas
que he atravesado, Dios me ha enseñado más de Su Palabra como nunca antes. Muchos
pasajes de la Escritura fueron como nuevos para mí cuando pude entenderlos mejor, gracias
al Espíritu Santo, en medio de las situaciones que viví.
La Palabra dice que Dios no solo hace eso conmigo, sino en todos los cristianos, de muchas
formas y conforme a Su voluntad perfecta. Eso es asombroso.
Hechos 14:22: “… Para entrar en el reino de Dios nos es necesario pasar por
muchas tribulaciones”
Filipenses 1:29: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que
creáis en él, sino también que padezcáis por él”.
1 Tesalonicenses 1:6: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor,
recibiendo la palabra en medio de gran tribulación…”
1 Tesalonicenses 5:18: “…den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su
voluntad para ustedes en Cristo Jesús”.
Romanos 8:35-37: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (…) Antes, en
todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
2 Corintios 1:3,5: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre
de misericordias y Dios de toda consolación (…) Porque de la manera que abundan
en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo
nuestra consolación”.
Eso también explica el Salmos 119:67,71. Allí el Salmista agradece a Dios haber sido
humillado por él, y por tanto sufrido, porque así pudo comprender más la Palabra.