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El Areíto de Anacaona en Folklorismo en Cosas de

mi Tierra
Artículo en “Folklorismo” por Eduardo Sánchez de Fuentes editado en 1928 por Imprenta
“Molina y Compañía”, Ricla, Num 55-57 en La Habana.

“Para el historiador Pedro Mártir Oviedo, los areítos eran las rimas o romances que
entonaban los naturales de nuestra Isla. Cantaban y bailaban a un tiempo mismo,
recordando sus historias con el recitado del monótono canto con que se acompañaban, y
que era interpretado por todos, en forma de coro, o individualmente, por el guiador de la
danza o relato, cuyas palabras repetían todos, hasta que el bastonero o director terminaba su
historia. Tomándose las manos unas veces y trabándose otras de brazo a brazo, seguían
todos el ritmo de la música con el cuerpo, dando algunos pasos adelante y atrás. El relato
duraba a veces desde uno a otro día, y según el testimonio del padre Las Casas, los areítos
constituían sus fiestas y danzas. (1)

“Según la opinión de José Miguel Macías, no eran otra cosa que sus danzas coreadas, tal
como lo han practicado los pueblos de la antigüedad. Recuérdese el chorus del Lacio,
equivalente al chorós de los helenos.

“Antes de tratar del areíto de Anacaona (2) diremos que fue esta una famosa cacica de la
Maguana, y que exceptuando la opinión de López de Gomara, que la señala como "hembra
absoluta y disoluta," los historiadores han reconocido en ella dotes de inteligencia y de
bondad, mencionándola como celebrada poetisa, que, entre los suyos, componía los areítos
que se cantaban en sus fiestas. El padre Las Casas dice: "Fue una muy notable mujer, muy
prudente, muy graciosa y palanciana en sus hablas y artes y meneos, y amicísima de los
cristianos." (3)

“Siguiendo al ilustre escritor y lexicógrafo doctor Alfredo Zayas y Alfonso, en la obra ya


citada, Lexicografía Antillana, diremos que según cuenta Martín de Anglería, al ocurrir la
muerte de su poderoso hermano Mayobanex, exigió de la mujer de este, llamada
Guanatabenequena, considerada como la más hermosa de la Isla, que se hiciera enterrar
viva con el cuerpo de aquél, conforme a la costumbre existente entre ellos, de hacerlo así la
más bella o la más amada de las mujeres del jefe difunto.

“El propio cronista Pedro Martín de Anglería, con motivo de una fiesta ofrecida al
Gobernador de La Española, que fue a buscar tributos del cacicazgo de Behequio, por
Anacaona (flor de oro), expresase en los siguientes términos, no sólo del talento artístico y
de la belleza de la infeliz reina mártir, sino de sus tesoros: "Poetisa inspirada y oradora
elocuente, la bellísima haitiana ha dejado, según los cronistas, fama entre estos por sus
espléndidas fiestas, y el mismo Oviedo, muy parco en las celebraciones, también la
encomia por sus cualidades." "Sus tesoros consistían en vasos, platos, fuentes y utensilios
semejantes," hechos de una madera muy negra, con exquisitas "labores y figuras talladas o
grabadas por los indios de Guanabá," que vivían al poniente de La Española. (4)
“W. Robertson manifiesta que la provincia llamada Xaraguá, donde está situada Leogane, y
que llega al extremo occidental de la Isla, estaba por entonces sometida a la cacica
Anacaona, la que era muy respetada por los aborígenes.

“Según el testimonio de los historiadores de la conquista, esta reina, "la inteligencia más
clara y la más bien dispuesta de la Isla," como dice Delmonte, halagó siempre a los
españoles, demostrando así la inclinación que sentían las mujeres de América por los
europeos.

“Estableciéronse en su territorio los secuaces de Roldán, gente depravada y pendenciera, y


a virtud de disidencias ocurridas entre éstos y la cacica, cuyos excesos no lograron refrenar,
la acusaron de haber fraguado un plan para exterminar a los españoles. Aunque Ovando
conocía a los denunciantes y le inspiraban poco crédito sus quejas, marchó hacia Xaraguá
con trescientos infantes y setenta jinetes. Para evitar el fracaso de sus malévolos planes,
propaló entre los indios la noticia de que iba a visitar a Anacaona, con la que se sentía
obligado por las atenciones de que hacía derroche con sus compatriotas. Esta reunió para
recibirlo a los principales hombres de su comarca, y al frente de ellos salió a darles la
bienvenida. Los festejos en honor de los visitantes duraron varios días, con bailes y juegos
preferidos por los naturales. Ovando, en medio de esta armonía aparente, meditó un plan
para exterminar a la cacica y a los que la acompañaban. So pretexto de ofrecer a los indios
una fiesta o parada a la europea, avanzó -dice Zayas- con sus tropas, en arreos de guerra,
hacia la casa en que Anacaona y los jefes que la escoltaban estaban reunidos. La infantería
tomó posesión de las avenidas que conducían a la ranchería. Los jinetes rodearon la casa,
produciendo estos movimientos de los españoles la admiración de los naturales, que
contemplaban el espectáculo sin asomos de temor. A una señal convenida, los pérfidos
hispanos requirieron sus espadas y cayeron sobre los indefensos indios, destrozándolos.
Anacaona fue hecha prisionera, la casa fue incendiada y los que escaparon con vida
perecieron inicuamente, sin defensa, devorados por las llamas.

“A la infeliz reina reservó el destino una ignominiosa suerte, pues conducida en cadenas a
La Española, tras la formalidad de un juicio amañado ante jueces hispanos, fue condenada a
la horca por los mismos que la ultrajaron. (5)

“Don Antonio Bachiller y Morales, en su interesante obra Cuba Primitiva (6) inserta el
areíto de Anacaona, que el llama areíto antillano y que, fielmente copiado, reproducimos
aquí.

“Ampliando nuestras noticias acerca de este único testimonio de la musicalidad de los


indoantillanos, (7) diremos que el citado escritor manifiesta que "de las Antillas no se
encuentra otra cosa," añadiendo que se supone que este areíto sea de Haití.

“Don Miguel Rodríguez Ferrer, en su obra titulada Naturaleza y civilización de la grandiosa


Isla de Cuba, (8) y con referencia al historiador Oviedo, menciona como los areítos más
nombrados, "el de San Juan de Puerto Rico, durante el que se resolvió por los indígenas un
levantamiento y la muerte del valeroso Salazar, y el de Anacaona, en Santo Domingo, que
fue una de las fiestas más esplendentes de aquella princesa india, tan viciosa como
desgraciada." (9)
Aya bomba ya bombay (bis) La massana Anacaona (bis) Van van tavana dogay (bis) Aya
bomba ya bombay (bis) La massana Anacaona (bis) (Letra del "areíto")

“Como se ve, no están de acuerdo los historiadores de la conquista acerca del origen de este
areíto. Nosotros pensamos que la referencia de Oviedo puede estimarse como una alusión a
las fiestas de los naturales, que se llamaban así, desde luego, porque en ellas se bailaban y
cantaban los areítos, y también pudiera ser que este de Anacaona fuera de La Española,
importado a nuestra Isla por dicha reina.

“Por otra parte, reconocidas por todos los que nos hablan de la conquista las envidiables
dotes intelectuales de esta infortunada cacica, bien pudieron ser otros areítos escritos por
ella los que se cantaron en Santo Domingo y en Haití con ocasión de las fiestas
mencionadas, y éste que nos ocupa bien pudo ser producto de su numen en esta Isla, ya que
nuestros aborígenes, como casi todos los indios de las Antillas, eran apasionados por el
canto y el baile, y sólo se les atribuye como otra distracción el batey o juego de pelota. (10)

“Rubén M. Campos, el notable escritor y crítico mexicano, nos habla de los cantos y bailes
primitivos de los aztecas, (11) y vemos cómo los areítos también fueron cultivados por
éstos en igual forma que lo hicieron nuestros siboneyes.

“Sobre la letra que reproducimos del de Anacaona, nos dice Macías que está escrita en el
español que hablaban los indios, y añade: "Véase cómo lo hubiera dicho el marinero
Rodrigo de Triana: ¡Haya bomba! ¡Ya bomba hay! La macana floranrea! Ven, ven, tovana
(de tova, como pavana de pava) do hay," etc.

“En las fiestas epitalámicas, épicas o rememorativas, constituía el areíto el espectáculo de


nuestra indiada, observando las mismas reglas que los aztecas para la formación de los
círculos en que se dividían.

“Nuestros aborígenes llamaban tequina al que los dirigía en estos bailes, y según reza la
historia, por regla general era un indio viejo el que asumía este cargo.

“Teniendo presente que los indios de América utilizaron, generalmente, la escala


pentafónica, (12) según la opinión de notables especialistas en estos interesantes estudios
(13) que nos relatan, confirmando esta aseveración, los descubrimientos hechos en los
países americanos, de instrumentos primitivos, como las autaras o quenas halladas en las
huacas de la cota peruana, las ocarinas de Centro América y las pequeñas flautas hechas de
huesos de animales y de tosca madera, pertenecientes, entre otras razas y tribus, a los
quechuas, aymaras, antisanos, tupíes, chibchas, araucanos; a las diversas tribus indianas de
los Estados Unidos del Norte; a los aztecas, (14) yaquis, mayas, quichés, etc., de México; a
los indios de las Antillas, etc., es fácil comprender que se dude de la autenticidad de este
areíto, que, como hemos visto, está dentro de la escala heptafónica, hoy en uso.

“Alegan también los impugnadores del mismo, en abono de su teoría, el hecho de que ni la
letra ni la música de los cantos de los siboneyes han sido conservadas, (15) bien porque los
contemporáneos no les prestaron atención, bien porque los indios no quisieron revelar sus
tradiciones a los enemigos de su raza y religión, lo que hace inexplicable la supervivencia
de esta composición indiana. Con relación a este particular, diremos que realmente es
inexplicable la carencia de todo testimonio de esta clase, aunque una minuciosa busca
practicada por un experto, en el Archivo de Indias, en Sevilla, tal vez diera alguna luz sobre
el particular.

“Rodríguez Ferrer dice que estas danzas, aunque con grandes modificaciones, producto de
la civilización, "aún ha podido contemplarlas en los campos de Cuba tras varios siglos
transcurridos desde que las vieran por primera vez los españoles." "La raza india ha
desaparecido, agrega, pero la danza ha quedado. Todavía, según lo pude presenciar en la
parte oriental (es en esta región donde ha perdurado cierta supervivencia india), en Mayarí,
a la margen del río Sevilla y en la parte occidental, por las vegas de la Consolación del Sur,
eran incansables sus guajiros cuando se entregaban por noches enteras a esta danza,
recitando ciertos cantos, en los que hay también una voz que hace de solo y muchas otras
que hacen el coro, como allá en los pasados tiempos. ¡Legado tradicional de unos a otros!"

“Nosotros, situados en un plano de lógicas consecuencias, opinamos que, dada la amplia


referencia de los historiadores acerca de este areíto que estudiamos, y teniendo en cuenta
las razones que apuntamos en este trabajo, no se puede impugnar, sin una base convincente,
su autenticidad. Hay que tener presente, y esto lo consignan todos los cronistas de la época
(el primero Bartolomé de las Casas), que "los cantos y bailes de los indios de Cuba eran
más suaves, mejor sonantes y más agradables que los de Haití."

“Todo induce a creer que nuestros indios adoptaron la escala heptafónica de los españoles,
y es seguro que antes de la conquista cultivaron, como todos los indoantillanos, la
pentafónica, atributo de muchos pueblos primitivos, pero desconocida en España.

“El hecho de que el areíto de que nos ocupamos haya llegado hasta nosotros con su letra y
leyenda acerca del motivo que determinó su composición, ¿no es un dato que más bien
debe inclinarnos en el sentido de su legitimidad, si, como hemos visto, la reina Anacaona
fue amiga de los españoles y estos celebraron siempre su clara inteligencia, según el
parecer de diversos historiadores? Por las palabras anteriormente citadas de los que nos
hablan de aquella época, se adivina que los haitianos continuaron utilizando la escala de
cinco sonidos, o distintas escalas pentafónicas (ya que no eran iguales las que cultivaron los
indios de América), por lo que eran mejor sonantes los cantos siboneyes escritos dentro de
una gama más rica, de siete sonidos.
“Conviene advertir que la página musical a que venimos refiriéndonos presenta una
morfología concordante con la música del siglo XV, ostentando un ritmo determinado. (16)

“El ilustre folklorista argentino don Carlos Vega nos dice, en una magnífica conferencia
pronunciada en el Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires, sobre "La música
de los incas," que debió pasar mucho tiempo antes de que los naturales de aquella región
adoptaran una nueva nota, producto de la influencia europea, y agrega que en ese término
es cuando se produce una sutil influencia estructural.

“Opina el notable musicógrafo que "desde que los españoles descubren a los incas en 1534,
hasta que los aniquilan y deshacen, transcurre un período fecundo para la música autóctona
de su país. El creador incaico conoce cada vez mejor la música de los conquistadores y se
aprovecha de sus enseñanzas con ventaja. La consecuencia es un género mixto en que no ha
desaparecido la fragancia aborigen, no obstante aproximarse a los efectos sonoros
preferidos por la cultura europea. El artista indio enriquece su técnica con nuevos recursos
que, lejos de amenguar el encanto tradicional, concurren a intensificar y embellecer la
noble expresión primitiva."

“Ese fenómeno de mixtificación, de verdadero injerto, ha ocurrido, sin duda, en todos los
contornos de la América española, y la música de nuestros aborígenes, si perdió su pureza
con la conquista, al adoptar una escala distinta, y acaso una nueva forma, conservó cierto
encanto de primitivismo, cierto perfume que ha perdurado dentro de la policromía de
nuestro cancionero.

“Estimamos, por tanto, que este areíto fue escrito por los indios cuando ya la conquista
abrió a sus actividades y gustos nuevos horizontes.

“Es innegable que los conquistadores introdujeron en la música indiana, aunque ésta diera
preferencia al ritmo (como la de todos los pueblos primitivos), notables cambios o
diferencias. Aludiendo el tantas veces mencionado historiador Rodríguez Ferrer al aporte
ardoroso de los españoles, en cuanto al canto y al baile que hubo de amalgamarse con el
factor reposado del indígena, dice que en aquél existían las supervivencias de la danza
árabe, "con quien había compartido, por no pocos siglos, no sólo los campos de batalla,
sino sus zambras y sus torneos." De antiguo -según don Julio Monreal-, "tanto la danza
como el baile se venían acompañando en la Península con romances y estrillos cual la
Danza del Cascabel, agitada y picante. Mas fuesen en bailes o contradanzas donde se
cantasen ciertas tonadas de las que nos habla Esquivel y Navarro en sus discursos, es lo
cierto que algunas de estas tenían por sobrenombre las Folías, el Villano, el Canario otras
por el estilo, que fueron, sin duda, las primeras que hubieron de bailar los castellanos en
Baracoa, en Santiago de Cuba y en las demás villas de la Isla;" y que sirvieron, decimos
nosotros, de materia prima para la amalgama que forzosamente hubo de producirse en la
música cubana de aquellos días.

“Según Herrera, el primer areíto que se escribió con argumento europeo fue el mandado
hacer por el Cacique Comendador en obsequio de Nuestra Señora la Virgen, Madre de
Jesús. Y esta noticia confirma lo que venimos aseverando. Si los indios llegaron a
componer sus areitos con argumento europeo, ideado por los españoles, ¿por qué ha de
negarse que los compusieron también dentro de la escale que éstos les habían enseñado? No
debemos olvidar que el siboney, por su carácter bondadoso y obediente, debió, sin
protestas, adoptar los procedimientos musicales de los que fueron sus dueños y señores y
los sometían a una nueva lengua y a una nueva religión.

“En nada puede debilitar nuestra opinión el hecho de que ellos, antes del descubrimiento,
utilizaran su escala pentafónica. Es sabido, como hemos apuntado antes, que los incas,
aztecas, mayas, olmecas, huancas, quichés, iroquois, mandan, hidotsa, ute, teton sioux
(éstos últimos aun pueblan determinadas regiones de los Estados Unidos de América del
Norte) y los de las otras razas y tribus ya mencionadas anteriormente, cultivaron diversas
escalas de esta clase, concordantes algunas de ellas con las establecidas por Helmholtz.
Ahora bien repetimos que todo induce a creer y la supervivencia del areíto de Anacaona
confirma nuestro aserto que nuestros indios llegaron a escribir sus areítos con la gama de
sonidos -para ellos de toda novedad- de los españoles debido, entre otras razones, al
mimetismo, tan corriente en las razas primitivas.

“Lo verdaderamente sensible es que los areítos que pudiéramos llamar puros -y no nos
referimos solamente a los de Cuba, sino a todos los compuestos por los indoantillanos- no
se hayan conservado. ¡Cuantas bellezas debieron encerrar los cantos de aquellos seres
sencillos y apasionados! No ha ocurrido otro tanto con algunos testimonios de ritmos
africanos, antiquísimos, que de generación en generación han llegado hasta nosotros.

“En síntesis: este areíto debe pertenecer a la época en que la influencia española fructificó
en todos los órdenes entre nuestros indígenas. Los que compusieron en sus días felices,
antes de la opresión y del castigo de sus descubridores, que en un triste día los convirtieron
de reyes y caciques en esclavos y servidores, desaparecieron, como desapareció de nuestro
suelo tan infortunada raza, constituyendo el español y el mestizo el vehículo, el nexo, que
ha hecho llegar a nosotros este ejemplo de su primitiva musicalidad.

“Si en esa extinguida raza reconocieron todos los historiadores notables facilidades para las
improvisaciones de esta índole, debió ser abundante esa producción desconocida, ya que
siempre hubo entre los siboneyes quienes se destacaron por su inventiva o por su ingenio,
componiendo bellos romances que afectaban formas melódicas diversas, según el asunto o
argumento que los inspirase.

“Convengamos, pues, en que para declarar apócrifo este areíto, cuya autenticidad se ha
pretendido discutir, es necesario fundar tal declaratoria en sólidos argumentos, en hechos y
razones que prueben claramente su ilegitimidad.

“Y las deducciones que hemos aducido en favor de su autenticidad son bastante lógicas
para apoyar el testimonio de Bachiller y Morales, quien, dado el prestigio de su nombre y
sus conocimientos históricos, no es presumible que cometiera el error de presentarnos un
diamante falso engarzado dentro de la valiosísima joya que constituye su citada obra.

“(1) Diccionario Cubano. J. M. Macías. 1885. Sobre la etimología de la palabra areíto dice
este notable escritor que sabiéndose que en los mismos formaban los indios círculos, para
cantarlos y bailarlos, es fácil inferir que "areíto se deriva de aro, y es por lo mismo una
derivación de arito." A nosotros se nos ocurre preguntar si se les dio este nombre después
del descubrimiento, pues de otro modo no se explica la deducción del diccionarista. Añade
el escritor que para aquellos que consideran que estos cantos debieron figurar en sus
guerras, como ocurre hoy con las músicas militares, puede admitirse que procede del griego
areithoos, os, on, "ardiente en el combate;" voz compuesta de arés, tos, Marte y de thóos,
pronto, ágil.”

“(2) "Flor de Oro," palabra compuesta de ana, "flor", y caona, "oro." Alfredo Zayas.
Lexicografía Antillana. 1914. Habana. Pág. 29. Las Casas dice que Caonabo, su marido
(nombre formado por el sustantivo caono y la terminal abo), quiere decir "abundancia de
oro." Era éste quien señoreaba las minas.”

“(3) Historia de las Indias, vol. 11, pág. 40.”

“(4) Cuba Monumental, Estatuaria y Epigráfica. Eugenio Sánchez de Fuentes. Habana,


1916, pág. 9.”

“(5) De la Enciclopedia Universal Europea y Americana, de Espasa e hijos, de Barcelona,


agrega el Dr. Zayas, extractamos lo que sigue: "Muchos de los areítos o romances
históricos que cantaban los naturales de la Isla eran producto de la inspiración poética de la
bondadosa reina (Anacaona). Alonso de Ojeda prendió al rey Caonabo, que murió en un
barco que lo conducía a España. Anacaona se retiró de los estados de su hermano
Behequio, adonde a poco llego Bartolomé Colón para obligar a éste a que pagara tributo.
Ella aconsejo la transigencia a su hermano, dispensando afectuosa acogida a los españoles,
y se presento ante ellos en una litera conducida por indios y adornada con diamantes y
brazaletes de flores naturales rojas y blanca. En 1500, el español Hernando de Guevara se
enamoro de Higuata, hija de Anacaona, que vio con beneplácito estos amores, a los que por
celos se opuso Roldán, acusando a éste de haber conspirado contra él. Tres años más tarde,
muerto Behequio, fue proclamada Anacaona reina de Xaraguá, y Ovando, que en unión de
Bobadilla gobernaba tiránicamente la Isla, marchó con trescientos infantes y setenta jinetes
bien armados a Xaraguá. Anacaona dispuso grandes fiestas en honor de los españoles, etc.,
etc." (Este relato finaliza de igual modo que se ha transcrito en el texto.”

“(6) La segunda edición de esta obra fue publicada en la Habana en 1883.”

“(7) Influencia de los ritmos africanos en nuestro cancionero. Eduardo S. de Fuentes.


Habana, 1927. Pág. 15.”

“(8) Tomo II, pág. 164.”

“(9) Dice G. F. de Oviedo, en su Historia General y Natural de Indias: "En el areíto que esta
cacica o reina dio al Comendador Fray Nicolás de Ovando en Haití o Santo Domingo,
andaban en la danza más de trescientas doncellas, todas criadas suyas, mujeres por casar,
porque no quiso que ni hombre ni mujer casada (o que hubiera conocido varón) entrasen en
la danza y areíto."
“La redacción de esta nota, inserta en la mencionada obra de R. Ferrer, confirma nuestra
apreciación de que también se llamaban areítos las fiestas donde éstos se cantaban.”

“(10) Según la opinión de Bartolomé de Las Casas que en 1512 recorrió la Isla en compañía
del capitán Pánfilo de Narváez, y según las aseveraciones de los escritores ya citados, Pedro
Mártir y Oviedo, Rodríguez Ferrer, Pichardo, Zayas y otros, eran nuestros indios tan
aficionados al baile, que lo practicaban durante días enteros y quedaban a las veces
rendidos de fatiga.”

“(11) El Folklore y la Música Mexicana. Rubén M. Campos. Página 28. México. 1928.”

“(12) Véase en el apéndice.”

“(13) Tales como Alice Cunningham, fletcher J. Walter Tewkwes, Tilmore, Frances
Densmore, Helen H. Roberts, Marguerite Beclard d'Harcourt, P. Pozzi, Theodor Baker, Dr.
Boas, J. Acosta, etc.”

“(14) Estos llamaban a los areítos mitotes o batocos.”

“(15) Historia de Cuba, por el Dr. Ramiro Guerra. Pág. 105, tomo I. Habana, 1922.
Segunda edición.”

“(16) El ritmo es atributo de las razas primitivas. H. de Bulow; Estética y crítica musical.
Fr. E. de Ugarte. Pág. 18.

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