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Enzo Traverso

do durante mucho tiempo circunscritas a sus descendientes sin encon-


trar expresión en el espacio público (Buruma, 1994).Laemergencia
de
china y de corea del Sur como grandes potencias económicas ha trans-
formado esta memoria en elemento de relaciones diplomáticas entre
es-
tos dos países y Japón, obligando a este último al reóonocimiento
de sus
crímenes y a la presentación de excusas oficiales.
Estas consideraciones son válidas, en buena medida, para la me_
moria de la guerra de Argelia. El reconocimiento reciente dó los críme-
nes del ejército francés entre 1954 y 1962 permite ciertamenre
hablar
de una <<vuelta de lo reprimido> figáda a lai etapas de elaboración
del
pasado colonial f¡ancés. Pero no hay duda de que este reconocimiento CAPÍTULO TERCERO
está también vinculado a la emergencia de una memoria argelina
-más
exactamente beur*- que se expresa ahora en el interior dé la sociedad EL HISTORIADOR, ENTRE JUEZ
francesa, donde los descendientés de los antiguos colonizados constitu-
yen una minoría importante. El reconocimieñto de la masacre Y ESCRITOR
del 17 de
octubre de 1967, en el corazón de ra capital, no ha sido negociado entre
el gobierno francés y las autoridades argelinas (contrariarñente a la
ma- MEMORIAY ESCRITURA DE LA HISTORIA
sacre de Sétif en mayo de r945;Beaugé,2005). Es esencialmente
sim-
bólico, a algunas declaraciónes de responsables políticos, a
9e.1ed1ce_ El <giro lingüístico> bajo la cual se reagrupan un con-
una decisión de la justicia y a una placa conmemorativa cblocada
en -etiqueta
junto de corrientes intelectualei nacidas en Estados Uñi¿ós, a finales
presencia del alcalde de la capital, pero ha hecho su camino
en la socie- de los años sesenta, del encuentro entre el estructuralismo
dad francesa. Se trata, sobre todo, de la consecuencia de un amplio francés y la
mo- Filosofía analítica y el pragmatismo anglosajones- tuvo
vimiento donde se han conjugado ras luchas de una gener aciónbeurpor un impácto
feculdo en la historiografíicontemporáiea t. permitió
romper ta dico_
la igualdad y para reapropiarse de su propio pasado óon los esfuerzos'de
tomía quo separaba hasta entonces la Historia de las ideas
una historiografía poscolonial capaz de integrar lavoz delos coloniza- áe la Histo_
ria social, así como superar los límites simétricos de una Historia
dos en su relato del pasado. !
también podríamos añadir, con la resis- pensamiento autorreferencial y de un historicismo
del
fundado en la ilu-
tencia de una pequeña minoría de archiveros que, enfrentados a raje-
sión de que.la.interpretación histórica se reduciría al simple
rar_quía de su corporación, siempre al servicio de ra razón reRejo áe
de Estaáo, los acontecimientos del pasado con un modo riguroso
pusieron la verdad histórica por encima de sus cÍüreras (v. de objetiváción
Stora, y de contextualización.,El linguistic turn hasuürayado
r99l)11.I.a emergencia de esta memoria poscoloniar ha revu"ito lu rn"- la importancia
de la dimensión textual del s"aber histórico, reconociendo que
moria de la izqtierda francesa que siempre había ignorado la masacre la es_
tructura de la Historia es_una práctica discursiva que incorpora
de octubre de 1961, ocultándola con la cbnmemoruiión de sus propiás siempre
una parte de ideología, de representaciones y Oe
mártires: las nueve víctimas de ra tnanifestación de charonne et's ¿á re- cOOigos iiterarios ire-
redados, que se refractan en él itinerario individual
brero de 1962. Así fue reenviada a los orvidos de la memoriu, qu"."u"- de"un autor. I_o qu"
ha permitido establecer una dialéctica nueva
lan su sumisión a un imaginario colonial, con una jerarquiá que Jaua entre realidad e interpie_
tación, entre textos y contextos, redefiniendo las fronteras
más valor a la vida de los anticolonialistas franceseJ que á la d-e los de la Histo_
na- ria intelectual y cuestionando de manera saludable el estatuto
cionalistas argel inos. del his_
toriador, cuya implicación multiforme en su obieto de estudio
no se
de la trad.: Hijos de inmigrantes argelinos nacidos
Ir N.
r
en Francia.
Sobre 1a masacre der 1 7 de octubre de i96 1, v. ErNauor (200r y GneuouarsoN
) presentación sintética sobre <<el giro lingüístico>> v.
(200 r ). ^^^^t^P^Tlllu.buena DossE,
2003: 201 -226. Acerca de suimpacto en la Historia social, ct. Erey, 7992.
5r.l Enzo Traverso El hisroriador enlre juez. y escritor 59

puede ignorar más. Esta corriente también ha conocido desarrollos dis- ba de añadir que no se podía olvidar la relación con lo dado: <<el dis-
cutibles, miles de veces denunciados (y sobre los que se ha centrado, de curso histórico pretende dar un contenido verdadero (que depende de
manera casi exclusiva, su recepción en la Europa continental). La más su verificabilidad) pero bajo la forma de una narracióu (1975: 13)'
extendida de estas derivas metodológicas ha sido, según Roger Char- White tiene nzón al advertir contra la ilusión positivista de fundar la
tier, la tendencia a <la peligrosa reduóción del mundo*social iuna pura Historia sobre una pretendida autosuficiencia de los hechos. Sabemos
construcción discursiva, a puros juegos de lenguaje> (1998: 1 1). Los por ejemplo que los archivos principales fuentes del historia-
partidarios más radicales del linguistic turn han expulsado así la bús- dor- -las y <<neutro>> de lo real, porque
no son nunca un reflejo inmediato
queda de la verdad que orienta la escritura de la Historia, olvidando pueden también mentir- p61 sllo requieren siempre un trabajo de deco-
que <<el pasado que trata como objeto es una realidad exterior al dis- dificación y de interprelacióna. El error de White consiste en confundir
curso, y que su conocimiento puede ser controlado> (Chartier, 1998: lanarración histórica (la construcción de la Historia poi un relato) y la
16). Llevando al extremo ciertas premisas de este movimiento, han lle-
.ficción histórica (la invención literaria del pasado; LaCapra,20Ol:1-
gado a defender una especie de <<pantextualismo>> que Dominick La- 41) s. Como mucho podríamos considerar la Historia, según Reinhart
Capra califica de <<creacionismo secularizado>> (2004b:513): la Histo- Koselleck, como una <<ficción de lo factual>> (1997: 110). En efecto, el
ria no sería más que una construcción textual, constantemente historiador no puede esquivar el problema de la <<puesta en texto>> de su
reinventada según los códigos de la creación literaria. Pero la Historia reconstrucción del pasado (Robin, 2003: 229), pero si quiere hacer
no puede ser asimilada a la literatura, porque la construcción histórica Historia nunca podrá arrancarla de su pedestal factual. Dicho sea de
del pasado debe restringirse a la realidad y su argumentación no puede paso, aquí reside toda la diferencia entre los libros de Historia sobre el
dejar de lado, si fuera necesario, la exhibición de pruebas. por ello no genocidio judío y la literatura negacionista, porque las cámaras de gas
es admisible la afirmación de Roland Barthes de que <<el hecho no tie- siguen siendo tnhecho antes de convertirse en el objeto de una cons-
ne más que una existencia lingüísticu (1984: 175). Tampoco el relati- trucción discursiva y de una <<puesta en intriga históricu (historical
vismo radical de Hayden White que, considerando los hechos históri- emplotment)6. Es precisamente el desarrollo del negacionismo lo que
cos como artefactos retóricos reconducibles a un <<protocolo ha conducido a FranEois Bédarida a volver, a lo largo de los años no-
lingüístico>, identifica la narración histórica con la invención literaria, venta, sobre <<un ciedo desprecio>> que los historiadores tendían a ma-
fundiándose las dos sobre las mismas modalidades de representación. nifestar frente a la noción de hecho durante las décadas precedentes,
Según White, <<las narraciones históricas [son] ficciones verbales cu- <<exhortándoles con intensidad a no re chazar el bebé-objetividad con el
yos contenidos pueden ser tanto inventados como encontrados y cuyas agua del baño positivisto (Bédarida,F.,2003:51). El cuestionamien-
formas están más cerca de la literatura que de la cienciu (1985:82)2. to del historicismo positivista, con su tiempo lineal, <<homogéneo y va-
Barthes y White expulsan el problema de la objetividad del contenido cío>>, su causalidad determinista y su teleología que transforma la ra-
del discurso histórico. Si la escritura de la Historia toma siempre la for- zón histórica en ideología del progreso, no implica, por ello, el rechazo
ma de un relato, es cualitativamente diferente detnaficciónnoveles- de toda noción de objetividadfáctica en la reconstrucción del pasado.
ca 3. No se trata de negar la dimensión creadora de la éscritura, ya que Pierre Vidat-Naquet ha planteado el problema en términos muy claros,
el acto de escribir implica siempre, como lo recordaba Michel de Cer- escribiendo que <<si el discurso histórico no se uniera, por tantos inter-
teau, la construcción de una frase <recorriendo un lugar supuestamen-
te blanco, la páginu (De Certeau, 1975: l2). Pero De Certeau no deja- a Sobre la relación de los archivos con la escritura de la Historia, v. Covnn' 2001.
s A partir de consideraciones análogas Paul Rlcoeun califica de <antinómico> el
par <relato histórico/relato de ficción> (2000: 339).
2 Esta tesis había sido formulada en Wnns, 1973: xi-xii,
5-7, 427 . para una pre- 6 Sobre este debate v. las contribuciones recogidas en FnmolÁNopn (1992a)' es-
sentación criticade las resis de Whire, v. Cs¡nrr¡n (1998: 108-125) y KeNsruNnx pecialmente el debate entre H. White (<Historical Emplotment and the Problem of
(1993:213-295).
3 Entre los numerosos análisis críticos de la Truth>: pp. 37 -53) y Carlo Ginzburg (<Just One Witness)>: pp. 82-96). Ginzburg capta
concepción de la Historia de White, en las tÑs de white una nueva versión de la Filosofía idealista del joven Benedetto
v. MoucuaNo (1984: 465-476), Crr nrmn (1998: 108-128), RrcoEUR (2000:320- Croce expresada en su obra, de 1893, filulada la storia ridotta sotto iI concetto Sene'
339) y, sobre todo, Ev¿.Ns (1999: 65-68). rale dell'arte (pp. 87-89).
60 En?.o Traverso El historiado4 entre juezy escritor 61

mediarios como se quiera, a lo que llamaremos, por falta de algo me- mil judíos, hombres, mujeres, niños, morían juntos, asfixiados en una
jor, 1o real, estaríamos siempre en el discurso, pero este discurso deja- cámara de gas del crematorio II de Auschwitz, si yo la hubiera encon-
ría de ser histórico> (1987: I48-I49). trado, no sólo no la hubiera exhibido sino que la hubiera destruido. No
soy capaz de decir por qué. Es natural>> (Lanzmann, 1994: viii). Afir-
El relativismo radical de Hayden Whiie parece coincidir de mane-
mar de una manera tan perentori a q.ue Shoah es la Shoah significa sim-
ra paradójica con el fetichismo del relato memorial, opuesto a cual-
plemente reducir esta última a una construcción discursiva, a un relato
quier archivo de lo real, que defiende incansablemente Claude Lanz-
moldeado por el lenguaje, en el que el testimonio ya no envía a una re-
mann, el realizador de Shoah. Esta extraordinaria película ha sido un
alidad fáctica originaria y fundadora, sino, al contrario, donde la me-
momento esencial, a mitad de los años ochenta, tanto para la integra-
ción del genocidio de los judíos en la conciencia histórica del mundo
moria se sostiene a sí misma, constituyéndose en acontecimiento.
Como Shoah se desarrolla en una sucesión de diálogos buyo tema es el
occidental como para la integración del testimonio entre las fuentes del
propio Lanzmann, revela también la postura narcisista de su autor que
conocimiento histórico. Los trabajos sobre la memoria recibieron con
se considera, en último extremo, como un elemento consustancial del
esta película un importante impulso y, sin duda, no sería exagerado
acontecimiento.
afirmar que el estatuto del testimonio en la investigación histórica no
ha sido el mismo después de esta obra. Pero este resultado no ha satis- Añadamos que Lanzmann no se limita a sustituir la memoria por el
fecho a Lanzmann, que ha llegado a considerar su película como un acontecimiento, lo opone a la Historia, es decir al relato del pasado que
acontecimienlo que sustituye poco a poco al acontecimiento real, has- apunta su interpretación. <<No comprender>>, escribió, ha sido su <ley
ta recusar el valor de los <<archivos>, es decir de las pruebas fácticas de oro>> durante los años de preparación de Shoah.' una <<ceguera> que
que quedan de este acontecimiento (por ejemplo, las fotos del extermi- reivindica no sólo como condición del <<acto de transmitin> implícito a
nio realizadas por el Sonderkc¡mmando de Auschwitz en agosto de su creación, sino también como postura epistemológica que opone (a
7944; Lanzmann, 2001: 29)i . Ha defendido este punto de vista varias la pregunta del porqué, con la sucesión indefinida de frivolidades aca-
veces, y, sobre todo en 2000, durante una reposición de su película: démicas o de las canalladas que no cesa de inducir>> (Lanzmann, 1990:
<<Shoah no es una película sobre el Holocausto, no es un derivado, no 279).Esta postura lleva a la regla que los nazis habían impuesto en
es un producto, sino un acontecimiento original. Guste o no a muchos Auschwitz: Hier ist keinWarum (aquí no hay porqué), regla que Primo
[...] mi película no sólo forma parte del acontecimiento de la Shoah: Levi encontraba <<repulsiva>> (1997a 23) pero que Lanzmann ha deci-
contribuye a constituirla como acontecimiento> (Lanzmann, 2000: dido interiorizar como su propia <ley>>. Es difícil no ver en esta inter-
15). De esta manera, primero Lanzmann ha erigido en <<monumento>> dicción del <<porqué> una sacralización de la memoria (algunos dicen
su propia expresión- los testimonios recogidos en S/¿o¿zñ. Des- una forma de <religiosidad seculan>;LaCapra,1998: 100) de matiz
-es
pués, ha opuesto su <<monumento>> al <<archivo>>, calificando de <<inso- ciertamente oscurantista. Se trata de una interdicción normativa de
portable pedantería interpretativa> el esfuerzo desplegado por los his- la comprensión que golpea al corazón del mismo acto de escritura de
toriadores para analizar cieftos documentos heredados del pasado. Por la Historia como tentativa de interpretación, lo que Levi llamaba <<la
fin, su películaha sustituido al acontecimiento real, de1 que, incluso, ha comprehensión salvadora>> (Ia salvazione del capire) y que constituía a
reivindicado el derecho a destruir las pruebas. En el sentido de una hi- sus ojos el fin de todo esfuerzo de rememoración del pasado (Levi,
pérbole provocadora que había causado un gran impacto en el estreno 1997b:1367).
de la película de Steven Spielberg La lista de Schindler.' <Y si hubiera
Otra forma de sustitución de la realidad histórica por la memoria es
encontrado que existía una película película secreta porque es-
-una sugerida por uno de los filósofos más originales de estos últimos años,
taba estrictamente prohibido- rodada por un SS mostrando cómo tres
Giorgio Agamben. En Lo que queda de Auschwitz, interroga la <apo-
7 Se trata de un comenta¡io a la exposición <Mémoire des camps> (cf. CHÉnoux, ría>> de la exterminación de los judíos, <<una realidad tal que excede ne-

2001). La posición de Lanzmann ha sido desarrollada por WATcMAN (2001: 47-83) y cesariamente sus elementos fácticos>, creando así una divergencia
por PecNoux (2001: 84-108). Sobre este debate v. la obra fundamental de Drol-Hu- <<entre los hechos y la verdad, entre la constatación y la comprehen-
BERMAN (2003), así como el exceleirte ensayo de Aeour y CHÉnoux (2001 ). sión> (Agamben, 1998: 8). Para salir de este atolladero, acude a Primo
Enzo Traverso I,ll historiador entre juezy escritor 63

l,r;vi, que en Los hundidos y los s"alvados presentaba al <<musulmán>> lo real- constituye la trama. Fundar la críÍica del negacionismo sobre
detenido de Auschwifz que había llegado al último estado de ago- una parecida metafísica del lenguaje (de inspiración existencialista y
-el
tamiento físico y de aniquilación psicológica, reducido a un esqueléto cstruituralis ta a la vez; LaCapra, 2004a: 112) es una operación dudo-
incapaz de pensamiento y de palabra- como el <<testigo integálr. Ét sa, que corre el riesgo de conser.¿ar intacta la <<apoúo> de Auschwitz al
es, escribía Levi, el verdadero testigo, el que ha tocadoll abiJno y no
tiempo que priva a la verdad de su base material. Y se puede entender
ha sobrevivido para contarlo, de quienes lós supervivientes de los cam-
también el malestar con el que los supervivientes de Auschwitz, los
pos serían, en el fondo, sus portavoces: .,Nosotros, hablamos en su lu-
testigos realmente existentes, han acogido Lo que queda de Auschwitz'
gar' por delegación>> (Levi, 1986: 1056). Mientras que Levi al evocar la Mesnard y Claudine Kahan han subrayado con razón-est9 al-
Philippe
-del
figura del <<musulmán>> quería subrayar el carácter precario, subjetivo, pectó problema como conclusión de su crítica: <<La escucha de 1o
de los relatos hechos por los testigos realmente exisientes, los supervi-
que puedén decir los supervivientes, como pueden deciilo, da lugar
vientes, los que no habían visto a <<la Gorgona>, o dicho de otra *urr"- el libro de Agamben- a una glosa sobre el silencio que les es así
ra, los que habían escapado a las cámaras de gas, en cambio Agamben -en
impartido. En lugar de estos últimos, Agamben presenta al musulmán,
transforma el <<musulmán> en paracligma de ros campos nlzis. La único testigo válido a sus ojos, ser sin referencia partir del cual
prueba irrefutable de Auschwitz y larefiitación última dLl negacionis- -a
Agamben puede, precisamente, construir su propia referencia-, aban-
mo, escribió como conclusión de su obra, reside precisu*"nié en esta donado por la identidad, cuya existencia se reduce al espacio que ocu-
imposibilidad de testificar. Según Agamben, Ausihwitz es <<de lo que pa, en e1 lenguaje, su imagen casi transparente>> (Mesnard y Kahn,
es imposible testificar>> y los supervivientes de los campos de
la muer- 2001: t25).
te hablando en el lugar del <<musulmán>>, el que no puedé hablar, no son
qg"_ 1os testigos de esta imposibilidad del testimonio (Agamben,
TT
1 998: 1 53). A sus ojos, el núcleo profundo
de Auschwit, no ."-"n"u"n- VERDADY JUSTICIA
tra en la exterminación sino en la <<producción, del (musulmán,, esta
figura híbrida entre la vida y la muerte (non-uomo; Agamben, 199g: En la compleja relación que la Historia establece con la memoria
47). Por ello es un icono de todo esto (tomando como
fretexto la mo- se inscribe el vínculo que las dos tienen con las nociones de verdad y
destia de la que hace prueba Levi cuando indica los timites de su pro-
de justicia. Este vínculo se hace cadavez más problemático con la ten-
pio testimonio). Pero a esta visión de los campos nazis como lugares de
deñcia, hoy creciente, de una lectura judicial de la Historia y de una
dominación biopolítica sobre los detenidos, reducidos a la ,.rñda des- <judicialización de la memoria>> 8. Desde ahora, en el centro de nuestra
nuda>> (nuda vito),le falta espesor histórico. Agamben parece olvidar
cbnciencia histórica, la visión del siglo xx como siglo de la violencia
que la gran mayoría de judíos exterminados en los campos nazis no
ha conducido a menudo a la historio grafía a trabajat con categorías
eran <<musulmanes>), porque no fueron enviados a las cámaras de gas analíticas tomadas del Derecho penal. Así, los actores de la Historia
cuando estaban al límite de sus fuerzas sino el mismo día de su llegída quedan, cadavezmás, reducidos a interpretar papeles de ejecutores, de
al campo (Robin, 2003:250). Si Agamben ha podido descuidar uírr"- víctimas y de testigos (cf. Hilberg, 1993)e. Los ejemplos más conoci-
cfo evidente, es precisamente porque erto .ro constituye a sus ojos dos que ilustran esta tendencia son los de Daniel J. Goldhagen y de
1a1
el.núcleo del problema. Toda su.argumintación parte del postulado se- Stéphane Courtois. El primero ha interpretado la Historia de laAlema-
gún el cualTa prueba de Auschwitz no reside en el hechb de la exter-
nia moderna como el proceso de construcción de una comunidad de
minación verdad que sería descalificada a sus ojos por el hiato ejecutores (Goldhagen, 1997). Al cambiar los hábitos del historiador
que separa-unael acontecimiento de su comprehensión-, sinoi.r la impo, pbr los del fiscal, el segundo ha reducido la Historia del comunismo al
sibilidad de su enunciación, encarnada en el <<musulmán>. Si Ausch- desarrollo de una empresa criminal, para la que ha reclamado un nue-
witz ha existido no es tanto porque tenía cámaras de gas, sino porque vo proceso de Nuremberg (Courtois, 1997).
los supervivientes han podido restituir una voz al ,,mus-ulmánr, él ,,t"r-
tigo integral>, arancándole de su silencio. una vez más, la Historia es 8 V. la introducción de Rousso (2001: 43).
reducida a una construcción lingüística cuya memoria de e Esta tendencia ha sido subrayada por EvaNs,2002a: 344.
-disociada
64 Enzo Traverso El historiador entre juezy escritor 65

En el fondo, la relación entre justicia e Historia es una vieja cues- Esta mezcla de géneros parecía exhumar el antiguo aforismo de
tión (v. la intervención de los más eminentes historiadores france- Schiller, retomado por Hegel, sobre el tribunal de la Historia: <Die
ses en el proceso contra Zola en 1898; v. Jeanneney, 1998: 24, y Du- Weltgeschichte ist das Weltgericht> (<la Historia del mundo es el tribu-
moulin, 2003: 163-176), otra vez ala orden del día por una serie de nal del mundo>>), aforismo que secularizaba la moral y la idea de justi-
procesos a los que numerosos historiadores han sido convocados en cia, situándola en la temporalidad del mundo profano, convirtiendo al
calidad de testigos. Sería difícil comprender los procesos contra Bar- historiador en su guardián (Schiller, 1992: 420) 11. Se puede interrogar
bie, Touvier y Papon en Francia, el proceso contra Priebke en Italia, o sobre la pertinencia de esta sentencia a propósito de procesos que, le-
incluso las tentativas de instrucción de un proceso contra Pinochet, jos de juzgar un pasado cumplido y cerrado, susceptible de ser con-
tanto en Europa como en Chile, sin ponerlos en relación con la emer- templado desde lejos, no son más que momentos de elabqración de <<un
gencia, en el seno de la sociedad civil de sus países y de la opinión pú- pasado que no quiere pasar>>. Sin embargo, han tomado los rasgos de
blica mundial, de una memoria colectiva del fascismo, de las dictadu- una Némesis reparadora de la Historia para las víctimas constituidas en
ras y de la Shoah. Esos procesos han sido momentos de rememoración parte. Contra este adagio hegeliano era inevitable oponer otro: el histo-
pública de la Historia, donde el pasado ha sido reconstituido y jtzga- riador no es un juez, su tarea no consiste en juzgar sino en comprender.
do en una sala de tribunal. En el curso de las audiencias, historiadores En su Apología de Ia historia, Marc Bloch ha dado una formulación
fueron convocados para <<testificar)>, es decir para esclarecer gracias a clásica: <<Cuando el erudito ha observado y explicado, su tarea ha ter-
sus competencias el contexto histórico de los hechos concernidos. minado. Todavía le queda al juez dictar sentencia. ¿Imponiendo silen-
Ante la Corte han prestado juramento declarando, como cualquier tes- cio a toda inclinación personal, la pronuncia según la ley? Se creerá
tigo: <juro decir la verdad y nada más que la verdad> (v. Baruch, 1998: imparcial. Lo será, en efecto, en el sentido de los jueces. No en el sen-
11-16) r0. Este <testimonio>> sui generis planteaba, por supuesto, cues- tido de los eruditos. Porque no podría condenar o absolver sin tomar
tiones de orden ético, pero renovaba también preguntas más antiguas partido por una lista de valores que no proceden de ciencia positiva al-
de orden epistemológico. Volvía a poner en causa la relación de la jus- guna> (Bloch, L974:118; Carr, 196l: cap.I). Pero habria que recordar
ticia con la memoria de un país y la del juez con el historiador, con sus también que, en Una extraña derrola, Bloch no se abstuvo de juzgar y,
modalidades respectivas de tratamiento de las pruebas y el estatuto di- con riesgo de preconizar una visión desfasada (e ilusoria) de la histo-
ferente de la verdad, según que fuere producida por la investigación riografía como ciencia <axiológicamente neutro>, se está obligado de
histórica o declarada por el veredicto del tribunal. Con el problema de reconocer que todo trabajo histórico conlleva también, implícitamente,
distinguir los ámbitos respectivos de la justicia, de la memoria y de la un juicio sobre el pasado. Sería falso no ver más que arrogancia tras el
Historia, Henry Rousso ha rechazado testificar en el proceso contra aforismo hegeliano sobre la Historia como <<tribunal del mundo>>. Pie-
Papon justificando su decisión con argumentos rigurosos y clarifica- rre Vidal-Naquet recuerda en sus memorias la impresión que le causó
dores. <<La justicia se plantea la pregunta de saber si un in- el pasaje sobrecogedor de Chateaubriand que atribuye al historiador la
diviuo es culpable -afirma-
o inocente: la memoria nacional es el resultado de noble tarea de <<la venganza de los pueblos>>, <<cuando, en el silencio de
una tensión entre recuerdos memorables y conmemorables y olvidos la abyección, sólo se escucha el resonar de las cadenas del esclavo y la
que permiten la supervivencia de la comunidad y su proyección al fu- voz del delator>>. Antes de ser fuente de una vocación, recuerda, este
turo; la historia es una empres4,de conocimiento y de elucidación. Es- deseo de redención y de justicia fue para él una <<razón de vivi> (Vi-
tos tres registros pueden sobreponerse, y es 1o que ha ocurrido en los dal-Naquet, 1995 : I 13 -II4) 12.
juicios por crímenes contra la humanidad. Pero era, de entrada, inves-
tirlos de una carga insoportable: no podían estar de igual manera a la La más lúcida contribución sobre esta espinosa cuestión es la de
altura de los requerimientos respectivos de lajusticia, de la memoria y Carlo Ginzburg (1991), con ocasión del proceso Sofri en Italia. El his-
de la historia>> (Rousso, 1998:97 v. también Conan y Rousso, 1996: toriado¡ subraya Ginzburg, no puede erigirse en juez, no puede emitir
235-2s5). r
I
V. Kosellncr, 1 990: 50; y también, para una actualización del problema, BrN-
10
s¡io, 1999.
Cf. sobre este tema DurlroulrN (2003) y Fnrr, veN Laer y Srou-ers (2000). f 2 Este pasaje ha sido extraído de Cnrr¡eunnr¡N¡, 1946: 630.
66 Enzo Traverso IiL historiador entre juezy escritor 6'7

sentencias. Su verdad de su investigación- no tiene un ca- la víctima, el contexto en que ha actuado, así como la actitud de los tes-
-resultado
rácter normativo; es imparcial y provisional, jamás definitiva. Só1o los tigos que han asistido al crimen, que han reaccionado, que no han sabi-
regímenes totalitarios, donde los historiadores quedan reducidos al do impedirlo, que lo han tolerado o aprobado. Estas consideraciones
rango de ideólogos y propagandistas, poseen una verdad oficial. La ¡rueden reforzar la decisión de los historiadores que no han aceptado
historiografía no resulta jamás fijada, porque en cada época nuestra mi- <testificar>> durante el proceso de Papon. Sus motivaciones son tan vá-
rada sobre el pasado a partir de nuevos cuestionamien- lidas como las de quienes han acudido a la citación de los jueces. Ellos
tos, sondeado con la -interrogado
ayuda de categorías de análisis diferentes- se lo han hecho para no sustraerse, en tanto que ciudadanos, a un deber cí-
modifica. Sin embargo, el historiador y el juez comparten un mismo vico que su oficio hacía en su opinión más imperativo. Por una parte,
fin: la búsqueda delaverdad y esta indagación de la verdad necesita de su <<testimonio>> ha contribuido amezclat los géneros y a conferir a un
pruebas. La verdad y la prueba son las dos nociones que se encuentran veredicto judicial el estatuto de una verdad histórica ofrcial, transfor-
en el centro del trabajo deljuez y del historiador. La escritura de la His- rnando una Corte en <tribunal de la Historia>>. Por otra parte, ha podi-
toria, añade Ginzburg, implica además un procedimiento argumentati- clo esclarecer un contexto y recordar hechos que corrían el riesgo de
vo selección de hechos y una organizacióndel relato- cuyo pa- quedar ausentes tanto de las actas del proceso como de la reflexión que
-una sigue siendo la retórica de origen judicial. La retírica es <<un
radigma lo ha acompañado en la opinión pública.
arte de la persuasión nacido en los tribunales> (Ginzburg, 1 99 1 ); es ahí
<Moralizar la Historio>: esta exigencia avanzada por Jean Améry
que, ante un público, se ha codificado la reconstrucción de un hecho
(1971) en sus sombrías meditaciones sobre el pasado nazi se halla en el
mediante palabras. No se puede desatender, pero ahí se detiene la afi-
origen de los procesos evocados anteriormente. Las víctimas y sus des-
nidad. La verdad de la justicia es normativa, definitiva y coactiva. No
cendientes los han vivido como actos simbólicos de reparación. Ade-
trata de comprende¡ sino de atribuir responsabilidades, absolver a los
más, ellos luchan para que estos procesos tengan luga¡ como hoy en
inocentes y castigar a los culpables. Comparada a la verdad judicial, la
Chile hacen los supervivientes de la dictadura de Pinochet y sus des-
del historiador no es sólo provisional y precaria, es también más pro-
eendientes. No se trata de identificar justicia y memoria. pero. a menu-
blemática. Resultado de una operación intelectual, la Historia es analí-
do, hacer justicia significa también devolver la justicia a la memoria.
tica y reflexiva, intenta sacar a la luz las estructuras subyacentes de los
La justicia ha sido, a 1o largo del siglo xx menos desde Nurem-
acontecimientos, las relaciones sociales en las que están implicados los
berg, si no desde el asunto Dreyfus- un momento-al importante en la
hombres y las motivaciones de sus actos 13.
lormación de una conciencia histórica colectiva. La imbricación de la
Es decir, se trata de otra verdad, indisociable de la interpretación. Historia, de la memoria y de la justicia es el centro de la vida colectiva,
No selimita a establecer los hechos, pero intenta situarlos en su con- el historiador puede operar las distinciones necesarias, pero no puede
texto, explicarlos, formulando hipótesis y buscando causas. Si el histo- negar esta imbricación; debe asumirla, con las contradicciones que sur-
riador adopta, para retomar la definición de Ginzburg, un <<paradigma gen de ella. Charles Péguy había tenido la intuición de ello ante el
indiciario> (1986), su interpretación no posee la racionalidad implaca- asunto Dreyfus, cuando escribía que <<el historiador no pronunciajui-
ble, mensurable e incontestable de las demostraciones de Sherlock cios judiciales; no pronunciajuicios jurídicos; casi se podría decir que,
Holmes. incluso, no pronuncia juicios históricos; elabora constantemente jui-
cios históricos; está en un trabajo constante>> (Péguy, 1987: 1228)14. Se
Los mismos hechos verdades diferentes. Ahí donde la
podría ver aquí una profesión de relativismo; en realidad es el recono-
justicia cumple su misión"ng"rrdrun
al designar y condenar al culpable de un cri-
cimiento del carácter inestable y provisional de la verdad histórica que,
men, la Historia comienza su trabajo de búsqueda y de interpretación,
más allá del establecimiento de los hechos, contiene su parte de juicio,
intentando explicar cómo se ha convertido en criminal, su relación con
indisociable a una interpretación del pasado como problema abierto
más que como inventario cerrado y definitivamente archivado.
13 Lo que llevaba a George Duev, quizá
de modo algo apresurado, a escribir que
<la noción de verdad histórica se ha modificado [...] porque la historia en lo sucesivo se
interesa menos en los hechos que en las relaciones>> (199 l: 78). ra Ese texto está incluido en Henroc y REver-, 2001: 184.

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