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Historia de la Filosofia del siglo XX 12/IV/2019

El 30 de marzo murió definitivamente el tiempo del individualismo. El nuevo tiempo no


en vano se llama época popular. El individuo particular es sustituido por la comunidad
del pueblo. Si yo en mi consideración política sitúa al pueblo en el centro, la primera
consecuencia es que todo lo demás, lo que no es pueblo, solo puede ser medio para el fin.
Por tanto, en nuestra confirmación tenemos de nuevo un centro, un punto fijo en la fuga
de las apariciones […] a saber, el pueblo como en sí, el pueblo como el concepto de la
inviolabilidad, al que todo ha de servir y subordinarse

Lo que en verdad une a todas estas concepciones es el presupuesto no meditado de que


la comunidad es una «propiedad» de los sujetos que une: un atributo, una determinación,
un predicado que los califica como pertenecientes al mismo conjunto. O inclusive una
«sustancia» producida por su unión. En todo caso se concibe a la comunidad como una
cualidad que se agrega a su naturaleza de sujetos, haciéndolos también sujetos de
comunidad. Más sujetos. Sujetos de una entidad mayor, superior o inclusive mejor, que
la simple identidad individual pero que tiene origen en esta y, en definitiva, le es
especular (Esposito, R., Communitas).

Es evidente que nosotros existimos indisociables de nuestra sociedad, si se entiende por


ello no nuestras organizaciones ni nuestras instituciones, sino nuestra sociación, la cual
es mucho más que una asociación y algo muy distinto de ella (un contrato, una
convención, un agrupamiento, un colectivo o una colección), es una condición
coexistente que nos es coesencial (Jean Luc Nancy, prefacio de Immunitas).

«En todas las reconstrucciones artísticas, literarias, filosóficas e incluso teológicas de la


génesis -piénsese en el mito de la torre de Babel, la confusión de lenguas que hace
indistinguibles las voces particulares- lo que empuja a la comunidad al remolino de la
violencia es precisamente la indiferencia, la ausencia de una barra diferencial que,
distanciando a los hombres, los mantenga a salvo de la posibilidad de la masacre. La
masa, y por tanto la multitud indiferenciada, está destinada en cuanto tal a la
autodestrucción. Este es el supuesto previo de los grandes mitos de fundación, que la
filosofía política moderna no solo asume sino que reformula en términos todavía más
explícitos. Dominado por el deseo ilimitado de todo y por el miedo de ser muerto, el
hombre del origen no puede sino autodestruirse». (Esposito, R.: Comunidad y violencia,
conferencia pronunciada en CBA el 5 de marzo de 2009).

Esto significa que la negación no es la forma de sujeción violenta que el poder impone a
la vida desde fuera, sino el modo esencialmente antinómico en que la vida se conserva a
través del poder. Desde este punto de vista, bien puede aseverarse que la inmunización
es una protección negativa de la vida. Ella salvaguarda, asegura, preserva al organismo,
individual o colectivo, al cual es inherente; pero no lo hace de manera directa, inmediata,
frontal, sino por el contario, sometiéndolo a una condición que a la vez niega, o reduce,
su potencia expansiva (Esposito, R., Bíos).

«Ius, iuris: El derecho de hacer alguna cosa, derecho, privilegio, facultad, poder,
autoridad: suum ius suis legibus obtinere, ehercitar los propios derechos según las
propias leyes, CIC.; (nobilibus) in hos eadem omnia sunt iura, quae dominis in servos,
los nobles tienen los misms derechos sobre la plebe que tienen los padronos sobre los
esclavos, CAES. B. G. 6, 13, 2; de suo iure decedere, renunciar a hacer valer el propio
derecho, CIC.; ius agendi cum populo, cum plebe, derecho de convocar al pueblo (nei
comizi centuriati), la plebe (nei comizi tributi), CIC.; optimo iure esse, gozar de la
plenitud de derechos, CIC.; aequo iure esse, gozar de plena paridad de derechos (dicho
de la ciudad federada), CIC.; conservare iura belli, observar los derechos de guerra, CIC.;
ius est belli ut…, es derecho de guerra que…, CAES.; patrium ius, patria potestad (que
concedía el derecho de vida y de muerte sobre los miembros de la familia), LIV.; sui iuris
esse, depender solo de sí mismo, ser independiente, CIC. e a.; aliquem sui iuris facere,
hacer sujeto a alguno, VELL. 2, 108, 2; aliquem proprii iuris facere, hacer independiente
a alguno, IUST.; suo iure, bien con razón, con razón, CIC,; optimo iure, con las mejores
razones, justamente, CIC.; alicui ius est y el infinitivo., alguno tiene el derecho de…,
CIC» Castiglioni, L. y Mariotti, S., Vocabulario della lingua latina, op. cit., p. 706.

«Un cuestionamiento descontructivo que comienza, como fue el caso, por desestabilizar
o complicar la oposición entre nómos y physis, entre thésis y physis, es decir, la oposición
entre la ley, la convención, la institución, de una parte, y la naturaleza, de otra, junto con
todas aquellas oposiciones que estas condicionan, como por ejemplo, y no es más que un
ejemplo, derecho positivo y derecho natural (la differance es el desplazamiento de esta
lógica oposicional); un cuestionamiento desconstructivo que comienza, como fue el caso,
por desestabilizar, complicar o recordar las paradojas a propósito de valores como lo
propio y la propiedad en todos sus registros, el valor de sujeto, y por tanto de sujeto
responsable, de sujeto del derecho y de sujeto de la moral, de la persona jurídica o moral,
de la intencionalidad, etc., y de todo lo que se sigue, un cuestionamiento desconstructivo
como este, digo, es un cuestionamiento sobre el derecho y sobre la justicia». (Derrida, J.:
Fuerza de ley, Madrid, Tecnos,1997, p. 21).

Solo de este modo –en el punto de cruce y de tensión entre las reflexiones
contemporáneas que más se han adentrado en este camino– será posible trazar los
primeros lineamientos de una biopolítica finalmente afirmativa: ya no sobre la vida, sino
de la vida. Esto es, una que no superponga a la vida las categorías ya constituidas, y, a
estas alturas, destituidas, de la política moderna, sino que inscriba en la política misma
el poder innovador de una vida repensada sin descuidar su complejidad y articulación.
Desde este punto de vista, la expresión «forma de vida» –precisamente aquello que la
biopolítica nazi excluía mediante la absoluta sustracción de la vida a toda calificación–
debe entenderse más en el sentido de una vitalización de la política que en el de una
politización de la vida, aunque al final ambos movimientos tiendan a superponerse en un
único plexo semántico (Esposito, R., Bíos).

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