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Índice
Durante el tiempo en que las provincias de Argentina formaban parte del Virreinato del Perú,
las guarniciones militares de las distintas gobernaciones estaban muy escasamente dotadas
en lo militar. Para la defensa contra los ataques indígenas debían contar casi exclusivamente
con los aportes voluntarios de los pobladores. Algunas ciudades, como Buenos Aires, capital
de la Gobernación del Río de la Plata tenían reducidas guarniciones militares, destinadas a la
defensa contra ataques extranjeros.
Desde 1680 en adelante, la corona española se esforzó por aumentar la dotación de Buenos
Aires y su gobernación para defenderla de la amenaza que representaba la fundación por
parte de Portugal de la Colonia del Sacramento, ubicada en la margen norte del Río de la
Plata. Ese esfuerzo fue en aumento en los años siguientes, y con fuerzas venidas de la
Península se fundó la ciudad de Montevideo.
Bajo el gobierno de José de Andonaegui se formó un cuerpo de caballería para la defensa de
la frontera indígena, los Blandengues de Buenos Aires, que defendían distintos puntos del
interior de la provincia de Buenos Aires;1 a ellos que se unirían posteriormente cuerpos
similares en Santa Fe y Montevideo. Otros cuerpos especializados en la defensa contra los
indígenas, especialmente de la región chaqueña, eran los Partidarios de la Frontera, cuerpo
de milicianos a sueldo.2
El gobernador Pedro de Cevallos reforzó la guarnición con la llegada de más de 600 hombres,
con los que intentó la conquista de Colonia. En 1764, el mismo Cevallos creó el Regimiento
Fijo de Buenos Aires, un cuerpo de infantería permanente en su mayoría conformado
por criollos, que gozaban de los mismos beneficios y privilegios que los soldados españoles. 3
El regimiento fue aumentado con sucesivas incorporaciones de fuerzas venidas desde
España.4 Pese a que su nombre indicaría que era un regimiento que debería permanecer fijo
en la capital de la gobernación, en años posteriores tuvo guarniciones destacadas en
Montevideo, la Fortaleza de Santa Teresa, en Córdoba, Santa Fe, Maldonado, islas
Malvinas e isla Martín García.
En 1770 se creó el Regimiento de Dragones de Buenos Aires, también llamado Regimiento
Fijo de Caballería. Poco después se creó el Real Cuerpo de Artillería. 5 A principios de 1771, la
guarnición veterana de Buenos Aires contaba con un total de 3151 hombres: 6
En 1776 el exgobernador Cevallos conquistó a Portugal la isla de Santa Catalina y Colonia del
Sacramento, aunque fue obligado a devolver la primera por la paz de San Ildefonso.7 Traía
consigo el nombramiento de primer virrey del Virreinato del Río de la Plata con capital en
Buenos Aires, a cuya guarnición agregó más de mil efectivos. 8
En los años siguientes, las fuerzas virreinales tuvieron una actuación marginal en las
campañas en que fueron aplastadas las revoluciones de Túpac Amaru II en el Perú y
de Túpac Catari en el Alto Perú.9 En 1801 tuvieron una actuación poco destacada ante la
ocupación portuguesa de las Misiones Orientales por parte de Portugal.10
Las innovaciones más destacadas de los años del virreinato estuvieron relacionadas con la
organización jerárquica del Ejército, con el Virrey como comandante nominal, reemplazado en
el control inmediato de las fuerzas militares por un inspector general del Ejército, y un
comandante general de la Frontera para la prevención de ataques indígenas. En 1801 se
produjo una profunda reorganización de las milicias, dirigida por el inspector de Armas Rafael
de Sobremonte.11
Invasiones Inglesas[editar]
Artículo principal: Invasiones Inglesas
Ante la inminencia de una invasión inglesa, el virrey Rafael de Sobremonte pidió urgente
ayuda a España, que rechazó su pedido. Suponiendo que los británicos intentarían ocupar
Montevideo —pues era un mejor puerto y una ciudad amurallada— envió hacia esa ciudad las
escasas fuerzas veteranas de Buenos Aires.
El 25 de junio de 1806, se inició la Primera Invasión Inglesa, 1600 ingleses, comandados
por William Carr Beresford, desembarcaron en la zona de Quilmes. El intento de defensa a
cargo del teniente coronel con 500 hombres fue rápidamente disuelto por la superioridad
aplastante en armamento y táctica de los invasores. También fracasó el intento de defender la
línea del Riachuelo pergreñada por el virrey Sobremonte, que viendo eso se dio a la fuga
hacia Córdoba. La ciudad de Buenos Aires fue ocupada sin mayor resistencia por una tropa
notoriamente exigua, dejando en evidencia la incapacidad del Imperio Español para defender
sus colonias.
En secreto se formaron un conjunto de fuerzas milicianas en los alrededores de la ciudad,
donde se unieron a los Blandengues de las cercanías, bajo el mando de Juan Martín de
Pueyrredón. Mientras tanto, las fuerzas apostadas en Montevideo fueron conducidas hasta la
capital por el coronel Santiago de Liniers, que desembarcó en San Isidro con 1600 hombres.
Allí se reunió a las fuerzas de Pueyrredón y otros voluntarios, con los que inició la marcha
sobre Buenos Aires. Tras ser rechazada su intimación, obtuvo una completa victoria el 12 de
agosto en el centro de la ciudad, en el hecho conocido históricamente como Reconquista de
Buenos Aires, causando 417 muertos y tomando 1200 prisioneros a los británicos, incluido el
gobernador Beresford.
Formación de las milicias[editar]
El virrey Sobremonte debió delegar el mando militar y político en Liniers, que se abocó a la
formación de milicias locales. Una Junta de guerra convocó al pueblo a alistarse al ejército en
cuerpos separados según su provincia y lugar de origen. Hacia fin de año, se habían enrolado
más de 7000 hombres,12 divididos en los cuerpos de:13
Patricios-1806.
Arribeños-1806.
Cantabros o Montañeses-1807.
Andaluces-1806.
Artilleros-1806.
Revolución de Mayo[editar]
Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta.
Debido a este decreto, se considera que al 29 de mayo de 1810 como la fecha de nacimiento
del Ejército Argentino.
La ciudad de Montevideo era la más próxima amenaza para el nuevo gobierno, sólidamente
sostenida para la causa realista por la guarnición naval, y dominando sin problemas toda
la Banda Oriental desde el Río de la Plata y el río Uruguay. Los planes de la Primera Junta
para atacar Montevideo fueron pospuestos. A principios de 1811, Francisco Javier de Elío,
nombrado virrey del Río de la Plata, se hizo fuerte en Montevideo y aumentó su agresividad
frente a Buenos Aires,56 mientras se ganaba el repudio de la población local con medidas
impopulares.57
El 28 de febrero de 1811, la población oriental inició la Revolución Oriental con el Grito de
Asencio. A partir de ese momento, y guiados por el oficial oriental José Artigas,
los gauchos de la campaña controlaron gran parte de la Banda Oriental, obteniendo las
decisivas victorias de San José y Las Piedras.58
Finalizada la lucha en Paraguay, la Junta Grande —sucesora de la Primera Junta— envió a la
Banda Oriental a los 1134 hombres del ejército de Belgrano. Poco después reemplazó a éste
—que fue sometido a un juicio— por el coronel José Rondeau,59 que puso sitio a Montevideo y
Colonia en mayo, aunque no pudo forzar su rendición por el dominio naval de los realistas
sobre el Río de la Plata.
El virrey Elío respondió llamando en su auxilio a las tropas portuguesas del Brasil,
que invadieron el norte de la Banda Oriental en el mes de julio, derrotando a las fuerzas
milicianas orientales y dominando gran parte de ese territorio. 60
La noticia de la derrota de Huaqui forzó a la Junta a intentar estabilizar la situación en la
Banda Oriental. El Primer Triunvirato, que sucedió a la Junta, llegó a un armisticio con Elío por
el cual se le dejaba el control de la Banda Oriental y parte de la actual provincia de Entre Ríos.
El 12 de octubre, Rondeau levantó el sitio y se retiró hacia Buenos Aires. 61
La población oriental se negó a acompañar esta decisión y —siguiendo a Artigas en el
llamado Éxodo Oriental— se estableció masivamente en las orillas del río Uruguay, desde
donde continuó la guerra contra Portugal. 62 Desde ese momento, las fuerzas orientales
dirigidas por Artigas dejaron de considerarse parte del Ejército Argentino. Pronto exigirían que
las tropas enviadas desde Buenos Aires actuaran como sus auxiliares. 56 En junio del año
siguiente, tras la firma del Tratado Rademaker-Herrera, las fuerzas portuguesas abandonaron
la Banda Oriental.60
En Buenos Aires, el gobierno decidió quitar al Regimiento de Patricios sus privilegios de milicia
voluntaria, lo que causó el Motín de las Trenzas, sangrientamente aplastado. Desde entonces,
las milicias originadas en las Invasiones Inglesas pasaron a ser consideradas tropas de
línea.63
Por su parte, Elío regresó a España, siendo sucedido por Gaspar de Vigodet. Éste —que sólo
ejercía como gobernador— se vio obligado a lanzar ataques sobre las costas del río Paraná
para abastecer a la ciudad. Para defender esas costas fue enviado el general Belgrano a la
villa de Rosario. En febrero de 1812, éste creó una escarapela celeste y blancapara
identificación de sus tropas, que fue aceptada por el Triunvirato. Dando un paso más, el 27 de
febrero hizo jurar a sus tropas una bandera con los mismos colores, acto que fue censurado
por el gobierno. El mismo día, Belgrano fue puesto al frente del Ejército del Norte. 54
Segunda Campaña al Alto Perú[editar]
Artículo principal: Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú
La actitud agresiva de Vigodet fue interpretada como una ruptura del armisticio, de modo que
el Triunvirato dispuso una intervención del ejército, comandado por Manuel Sarratea. Éste
logró que parte de las tropas de Artigas se unieran a su ejército, con lo cual los desacuerdos
con éste se incrementaron.67
El ejército de Rondeau regresó a la Banda Oriental y el 20 de octubre puso nuevamente sitio a
Montevideo. A fines de diciembre fue atacado en la Batalla de Cerrito, pero logró una amplia
victoria. Poco tiempo después del combate, Artigas se unió nuevamente al sitio con sus
fuerzas, aunque siguió considerándolas separadas del Ejército nacional. 61
El 3 de febrero de 1813 las tropas de San Martín obtuvieron la victoria en el combate de San
Lorenzo sobre una expedición al río Paraná;68 desde entonces, los realistas limitaron sus
incursiones y pasaron a depender exclusivamente de su abastecimiento por mar. Por ello el
gobierno organizó la segunda escuadra naval, que —al mando de Guillermo Brown— obtuvo
una serie de victorias y cerró el cerco.
Rondeau fue reemplazado en el mando del sitio por Carlos María de Alvear, que elevó el
número de tropas a 4000 hombres. El 20 de junio, completamente cercada, Montevideo fue
ocupada por las tropas patriotas, cayendo en su poder también una gran cantidad de soldados
que fueron incorporados al Ejército Argentino —más de 5000 hombres— y mucho armamento,
especialmente artillería de gran calibre.69
Tercera Campaña al Alto Perú[editar]
Artículo principal: Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú
Bajo el mando de Rondeau, el Ejército del Norte fue muy eficazmente aprovisionado –
especialmente con armamento capturado en Montevideo – pero perdió en disciplina y moral.
Por su parte, el ejército realista del Alto Perú, al mando de Joaquín de la Pezuela, avanzó
hacia el sur. Pero, enfrentado a los gauchos de Güemes, con su retaguardia amenazada por
la acción de las Republiquetas y obligado a enviar parte de sus fuerzas a aplastar la Rebelión
del Cuzco, terminó por retirarse hacia el norte. Fuerzas auxiliares —sólo parcialmente
asimilables al Ejército Argentino— obtuvieron la victoria en la Batalla de La Florida y
controlaron Cochabamba.70
En enero de 1815, tras rechazar el reemplazo de Rondeau por Alvear, el Ejército volvió a
avanzar hacia el Alto Perú. Una pequeña derrota en el Combate del Tejar retrasó las
operaciones, que se reiniciaron en abril.61 No obstante, los gauchos de Güemes abandonaron
la campaña acompañando a su jefe, que fue electo gobernador de Salta. 34
Una primera derrota del Ejército del Norte en la Batalla de Venta y Media obligó a Rondeau a
retirarse hacia Cochabamba, donde fue derrotado completamente el 29 de noviembre de 1815
en la Batalla de Sipe Sipe.71
Los restos del Ejército se retiraron hacia San Miguel de Tucumán, dejando definitivamente la
defensa del norte a Güemes y sus gauchos. Una efímera e inútil campaña en el año 1817,
comandada por Gregorio Aráoz de Lamadrid, sería el último intento del Ejército del Norte
contra el Alto Perú.72 Desde entonces, sería gradualmente desmantelado, perdiendo tropas en
beneficio del Ejército de los Andes, y dedicado progresivamente a participar en la guerra
civil.73
Durante los primeros meses de 1819 no hubo enfrentamientos civiles en las Provincias
Unidas. Pero el nuevo Director Supremo, el general Rondeau, decidió librarse de los federales
con ayuda de los portugueses que ocupaban la Banda Oriental. Al enterarse, Artigas encargó
a Ramírez y López que atacaran al Director Supremo en la propia provincia de Buenos Aires.
Por su parte, Rondeau ordenó al Ejército de los Andes y al Ejército del Norte que se
trasladaran a Buenos Aires, para atacar Santa Fe. San Martín desobedeció abiertamente,
mientras Belgrano renunció al comando del Ejército del Norte, aunque este se trasladó hacia
Buenos Aires bajo el mando de Francisco Fernández de la Cruz.73
Pero la autoridad del Director se derrumbaba rápidamente: la mayor parte del interior de la
provincia de Córdoba estaba en manos de montoneros. En el mes de noviembre se sublevó la
pequeña guarnición del Ejército del Norte que había quedado en Tucumán y llevó al gobierno
a Bernabé Aráoz, que incorporó esas fuerzas a las de su provincia. A principios de enero
siguiente se sublevó el Batallón N.º 1 de Cazadores de los Andes en San Juan, nombrando al
jefe de la revuelta, Mariano Mendizábal, gobernador de la Provincia de San Juan, separada de
la de Cuyo. Esto restó un buen número a los efectivos que iban a participar en la campaña
libertadora del Perú.80
El 8 de enero de 1820, el Ejército del Norte se sublevó en Arequito, negándose a seguir
participando en las guerras civiles; no obstante su declarada intención de regresar al frente
norte, esas fuerzas quedarían incorporadas a la Provincia de Córdoba, donde el jefe de la
sublevación, Juan Bautista Bustos, sería nombrado gobernador.73
De modo que Rondeau había perdido toda su autoridad fuera de la Provincia de Buenos Aires;
no obstante, marchó a enfrentar a Ramírez y López al frente de 2000 hombres. El 1 de enero
chocó con 1600 federales en la Batalla de Cepeda: ante un error táctico de Rondeau, una
rápida carga de caballería federal alcanzó para dispersar por completo la caballería directorial,
incluido el general Rondeau. El resto del ejército se dirigió a San Nicolás de los Arroyos,
desde donde se embarcaría hacia Buenos Aires. 73
Anunciando que no iban en tren de conquista, sino a salvaguardar sus instituciones, los jefes
vencedores avanzaron hacia la capital. En la capital, el general Soler declaró depuesto a
Rondeau y el Congreso de Tucumán se declaró a sí mismo disuelto el 11 de febrero. Por
presión de López y Ramírez, fue electo gobernador Manuel de Sarratea, que el 23 de febrero
firmó con los caudillos el Tratado del Pilar. A partir de ese momento, cada provincia se
gobernó por sí misma, y los restos del ejército nacional en las provincias, incluida la de
Buenos Aires, fueron incorporados a las mismas. 76
Como fuerza nacional, la única que se salvó fue la parte del Ejército de los Andes que estaba
acantonada en Chile, más las que San Martín alcanzó a retirar hacia ese país tras la
revolución en San Juan.
Poco antes de la Batalla de Cepeda había ocurrido otra novedad significativa: Artigas había
sido derrotado definitivamente en la batalla de Tacuarembó y había evacuado la Banda
Oriental hacia la Mesopotamia. La ocupación de la Provincia Oriental por parte de Portugal era
definitiva, y esta sería poco después incorporado al Reino Unido de Portugal, Brasil y
Algarve como Provincia Cisplatina.81
En el año y medio que siguió a la disolución del poder central, Ramírez derrotó y exilió
definitivamente a Artigas, y López derrotó y causó la muerte de Ramírez. Por su parte, Buenos
Aires quedó sometida a una profunda anarquía durante diez meses. Los tratados
de Benegas y del Cuadrilátero estabilizarían las relaciones entre las provincias, pero
fracasarían en reorganizar el poder central. 82
A partir de 1816, la defensa de la provincia de Salta había quedado en manos del gobernador
Güemes, mientras el ejército de Rondeau se retiraba hacia Tucumán, donde se encargó de la
protección del recién formado Congreso de Tucumán. En el mes de agosto sería —fue
reemplazado como comandante del ejército por el general Belgrano. Este tampoco pudo
lanzar ningún ataque hacia el norte. Por el contrario, su ejército se vio disminuido porque
muchas tropas y oficiales fueron trasladados al Ejército de los Andes. 73
Por su parte, el Congreso declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sud
América el 9 de julio de 1816. Fue un gesto muy significativo, teniendo en cuenta que a esa
fecha las Provincias Unidas eran el último país que seguía enfrentando al imperio español en
América.
En septiembre de 1816, tras el nombramiento de Pezuela como virrey del Perú, asumió el
comando el general José de la Serna, que al frente de un gran ejército se lanzó a una
ambiciosa invasión de las Provincias Unidas a fines de octubre. Fue obligado a retroceder por
las sucesivas victorias de los gauchos de Güemes. 31
Belgrano intentó ayudar a Güemes enviando desde Tucumán una expedición al mando del
coronel Lamadrid, con 350 hombres, para cortar las líneas de comunicación realistas.
Lamadrid obtuvo algunas victorias, la principal de ellas el 14 de abril de 1817 en La Tablada,
junto a Tarija, por lo que se lanzó al interior del Alto Perú. Llegó a atacar la ciudad
de Chuquisaca; pero fue derrotado y debió retirarse. Regresó a Tucumán a fines de julio de
1817. Esa fue la última ofensiva del Ejército del Norte en el Alto Perú. 83 Durante los años
siguientes, los gauchos de Güemes se las arreglaron solos para rechazar varias invasiones
más, aunque menos masivas que la de 1817. Si bien el Ejército del Norte no aportó tropas,
algunos oficiales pasaron a servir en las fuerzas salteñas.34
Expedición Libertadora a Chile[editar]
Artículo principal: Expedición libertadora a Chile
En enero de 1817 iniciaron el Cruce de los Andes 5350 hombres. 2334 eran tropas de
infantería, dividida en cuatro batallones, con cuatro compañías de fusileros, una compañía de
granaderos y una compañía de volteadores cada uno. Los 1395 hombres de caballería estaba
compuesta de cuatro escuadrones, un regimiento entero de Granaderos a Caballo y un
escuadrón escolta. La artillería, servida por 258 hombres, estaba compuesta de 17 piezas. El
resto de los hombres eran tropa auxiliar, que conducía 7250 mulas de silla, 1929 mulas de
carga y 1200 caballos de batalla. También se habían incluido equipamiento para facilitar el
paso por la cordillera, entre ellos puentes colgantes, un hospital portátil y ganado en pie. 94 En
honor a la participación chilena en la campaña, ésta se hizo bajo la Bandera del Ejército de los
Andes, no de la Bandera Argentina.95
El cruce se realizó simultáneamente por seis rutas distintas: las dos principales estaban al
mando del general Las Heras —que cruzó por el Paso de Uspallata— y el propio San Martín,
que lo hizo por el paso de Los Patos. Ambas columnas se unirían para atacar la ciudad
de Santiago de Chile.96 Otras cuatro columnas debían operar al norte y al sur de las
principales, por los pasos de Come Caballos (al mando de Francisco Zelada), Guana (al
mando de Juan Manuel Cabot), Portillo (al mando de José León Lemos)97 y Planchón (al
mando de Ramón Freire).98
Las columnas de Cabot y Freire ocuparon algunas plazas en el norte y sur del país,
manteniendo parte de las tropas chilenas alejadas de la capital. Por su parte, las dos
columnas principales debieron despejar su camino con varios combates menores —
en Achupallas, Las Coimas y Guardia Vieja— antes de unirse el 9 de febrero en Los Andes.
De Chacabuco a Maipú[editar]
El 12 de febrero, las dos columnas principales unidas chocaron con las fuerzas realistas del
coronel Rafael Maroto en la Batalla de Chacabuco; pese a que el general chileno Bernardo
O'Higgins se apresuró y puso en peligro las fuerzas patriotas, cuando éste pudo poner en
juego todas sus tropas la victoria quedó del lado de San Martín. Los realistas perdieron 500
muertos y 600 prisioneros, frente a 130 muertos y 180 heridos patriotas. 99
Dos días después, el Ejército de los Andes entró en Santiago y O'Higgins fue nombrado por el
cabildo «Director Supremo del Estado de Chile», iniciando el período conocido como la Patria
Nueva. San Martín fue nombrado comandante del «Ejército Unido Libertador de Chile», una
agrupación militar formada por las unidades del «Ejército de los Andes» más las formaciones
chilenas que se incorporaron.100
Los realistas se fortificaron en Concepción, apoyados por la marina de guerra fondeada en el
cercano puerto de Talcahuano, cuyo comandante era el coronel José Ordóñez. Hacia allí fue
enviada una avanzada al mando de Las Heras, que derrotó a Ordóñez en los combates
de Curapaligüe y Gavilán. Los realistas se replegaron sobre la fortificada Talcahuano. 85 A
mediados de ese año, O’Higgins puso sitio a Talcahuano con algo más de 2000 hombres,
pero la ciudad estaba bien abastecida por mar desde el Perú y resistió. Por ello O’Higgins
pretendió asaltar Talcahuano el 6 de diciembre con 3700 hombres, pero la operación fracasó y
los atacantes —especialmente las fuerzas de Las Heras— sufrieron graves bajas.101
En enero de 1818 desembarcó en Talcahuano el general realista Mariano Osorio, con 3000
hombres de refuerzo y 12 piezas de artillería; sumados a los 1600 hombres de Ordóñez, volcó
la relación a su favor, obligando a O’Higgins a retroceder. San Martín se unió a las fuerzas de
éste cerca de Talca, pero el 19 de marzo fue sorprendido por un ataque nocturno en la Batalla
de Cancha Rayada.102
La Batalla de Maipú.
Pese a la pérdida de gran cantidad de armamento, San Martín retrocedió hasta Santiago y
reorganizó nuevamente el Ejército unido. Quince días más tarde, el 5 de abril, en la Batalla de
Maipú, la superioridad táctica de San Martín dio a los 5050 patriotas la victoria más absoluta
frente a los 5300 realistas. Estos perdieron 2000 muertos y 3000 prisioneros, mientras los
patriotas tuvieron 1000 muertos: fue la batalla más sangrienta de las guerras de
independencia de la Argentina y de Chile. 103 La independencia de Chile quedaba asegurada.
Durante los años siguientes, las tropas realistas se mantuvieron en distintos puntos del sur de
Chile, en continua retirada; las fuerzas argentinas ejercieron como auxiliares de las chilenas,
pero fracasaron en sus repetidos intentos de ocupar Chillán.104 Cuando esta ciudad fue
finalmente ocupada, la última participación del Ejército Argentino en la guerra de
independencia chilena ocurrió en la Batalla del Bío Bío en enero del año 1819.105 De allí en
adelante, la defensa de la causa del rey en Chile estaría en manos de las partidas irregulares
de origen chileno, que continuarían una guerra de guerrillas. La respuesta del ejército chileno
a esta estrategia, la llamada guerra a muerte,106 no contó con participación argentina, ya que
las fuerzas de este origen se concentraron en el norte del país para preparar la campaña
libertadora del Perú.
Expedición Libertadora al Perú[editar]
Lograda la independencia de Chile, el Plan Continental de San Martín pasó a la etapa
siguiente: el ataque directo a Lima. La estrategia de San Martín era embarcar el Ejército Unido
Libertador del Perú – formado por el Ejército de los Andes y parte del Ejército de Chile – y
desembarcarlo en las cercanías de la capital.
Pese al enorme esfuerzo del gobierno, la escuadra chilena era claramente insuficiente para
enfrentar la flota española del Pacífico, por lo que San Martín contrató varios buques en Gran
Bretaña, y al marino Thomas Cochrane para dirigir la escuadra. Durante el año 1819,
Cochrane debilitó a la escuadra española en varios ataques, preparando la campaña. 107
Por otra parte, para 1820 las fuerzas realistas totales en Perú sumaban 24 000 hombres,
divididas entre el Alto Perú (7000), el Perú (8000) y el litoral marítimo,
desde Arica a Guayaquil (9000).108 San Martín jamás podría trasladar tropas suficientes para
hacer frente a semejante enemigo, por lo que decidió reunir aportes y simpatías en territorio
peruano. La idea consistía en desembarcar en el sur del Perú, atrayendo al enemigo hacia él,
enviar una campaña a conquistar parte del interior, y reembarcar el resto del Ejército hacia el
norte del país, esperando que la campaña militar y propagandística surtiera efecto.
Tenía a su favor un factor inesperado: el primer día del año 1820 había estallado una
revolución que había iniciado el llamado Trienio Liberal en España, que se debilitó en luchas
entre absolutistas y liberales.109
En cambio, jugaba en contra la falta de apoyo del gobierno rioplatense, disuelto en febrero.
Los oficiales del Ejército de los Andes firmaron el Acta de Rancagua, por el que declararon
que, pese a que el gobierno que había conferido su autoridad a San Martín ya no existía, éste
seguiría siendo su comandante.110
Campaña del Perú[editar]
El 20 de agosto partió de Valparaíso la Expedición Libertadora del Perú, con 4118 soldados y
296 oficiales, de los cuales unos 750 eran rioplatenses, bajo el mando del general San
Martín.111 Desembarcaoron a principios de agosto en Paracas, cercana a la villa de Pisco, y
desde allí partió una división al mando del general Juan Antonio Álvarez de
Arenales a internarse en la Sierra.
La campaña de la Sierra fue muy exitosa, y demostró que podía atravesar el Perú sin
oposición. Obtuvo una victoria importante en la Batalla de Pasco el 6 de diciembre, antes de
reincorporarse al ejército de San Martín.112
Por su parte, San Martín se reembarcó y se trasladó por mar a Huaura y luego en Ancón, al
norte del Perú, donde inició negociaciones diplomáticas con el virrey. Aprovechando
hábilmente las divisiones entre los realistas —que llevaron al reemplazo del virrey Pezuela por
De la Serna— San Martín forzó el abandono de Lima por parte de los realistas. La capital fue
ocupada sin lucha, y el 28 de julio San Martín declaró la Independencia del Perú. Seis días
más tarde, San Martín era nombrado Protector del Perú.113 También las ciudades
de Guayaquil114 y Trujillo115 se pronunciaron por la independencia.
Pero no todo el Perú había sido liberado. Una serie de combates menores, como la captura
de Callao, el Combate de Mirave y otros116 no lograron avances consistentes en el sur del
Perú, donde De la Serna contaba con el poderoso ejército del Alto Perú y la lealtad de la
población.
Mientras tanto, la ciudad de Guayaquil había solicitado la protección de Simón Bolívar —que
acababa de terminar la campaña de independencia de la Gran Colombia— para terminar con
el poderío realista en Quito. Pese a la habilidad del general Antonio José de Sucre, que
asumió el mando de las fuerzas de Guayaquil, la campaña no logró el éxito esperado. Por ello,
San Martín envió auxilios a Sucre, con los que éste logró terminar la campaña. Las fuerzas
argentinas —en particular los Granaderos de Juan Lavalle, vencedor en la Batalla de
Riobamba y la infantería de José Valentín de Olavarría— tuvieron una participación muy
destacada en la victoria final, obtenida en la Batalla de Pichincha, del 24 de mayo de 1822.117
Fin de la Guerra de Independencia[editar]
Viendo que no lograba vencer a los realistas sin ayuda externa —el gobierno porteño se había
desentendido completamente de la guerra118— y que sólo Bolívar se la podía aportar, San
Martín se entrevistó con él en Guayaquil el 26 de julio. Ante la imposibilidad de conciliar las
estrategias respectivas, San Martín presentó su renuncia y encargó al libertador del norte
concluir la campaña.119
Las fuerzas argentinas pasaron a depender del ejército de Bolívar. Antes de ser
completamente absorbidas, una parte de las mismas —1700 rioplatenses junto a 1390
peruanos y 1200 chilenos— participó en la Campaña a Puertos Intermedios, que terminó en
un desastre tras las derrotas en las batallas de Torata y Moquegua.120
Gran parte del resto de las fuerzas de origen rioplatenses —en respuesta al retraso de los
pagos y su situación de extrema pobreza— se sublevó y entregó la ciudad de El Callao a los
realistas.121
El resto de las fuerzas rioplatenses, unos pocos cientos, tuvieron una actuación destacada en
las batallas de Junín y Ayacucho, con las que terminó la guerra de independencia en el
Perú.122
Una última campaña sobre el Alto Perú, comandada por el general Arenales en su carácter de
gobernador de la Provincia de Salta no tuvo efecto alguno en el final de la guerra en esa
región, que se produjo el 1de abril de 1825, con la muerte del general Pedro Antonio
Olañeta en el Combate de Tumusla.123
"El juramento de los treinta y tres orientales" por Juan Manuel Blanes.
Desde la disolución del gobierno central en 1820 despareció el Ejército Argentino. Cada
provincia, completamente autónoma de las demás, tenía su propio ejército, en parte derivado
de desprendimientos del Ejército nacional, además de sus milicias, dedicadas a proveer
seguridad a las zonas rurales. El último resto del ejército expedicionario al Perú, las tropas del
Regimiento de Granaderos a Caballo, llegó a Buenos Aires a mediados de 1826, y fue disuelto
a los pocos días.124
La Banda Oriental había sido incorporada al Imperio del Brasil como Provincia Cisplatina con
la anuencia de una parte de su población, mientras los militares que habían combatido contra
la invasión portuguesa permanecían en el exilio, o bien eran severamente vigilados por el
gobierno ocupante.
El 19 de abril de 1825 se inició desde Buenos Aires la campaña de los Treinta y Tres
Orientales, liderados por Juan Antonio Lavalleja, que aspiraban a independizarse del Brasil y
reincorporarse a las Provincias Unidas. En pocos días, sumaron el apoyo de miles de
compatriotas, que se unieron al ejército y derrotaron a los brasileños en la Batalla de
Sarandí.125 A continuación pusieron sitio a Montevideo, y el 25 de agosto, el Congreso de La
Florida declaraba la anexión a las Provincias Unidas.126
En Buenos Aires estaba reunido, desde el año anterior, el Congreso General Constituyente,
con la misión de reunificar las Provincias Unidas. Pese a la simpatía que despertaba el
movimiento emancipador oriental, éste no contaba con medios para apoyarlo, al menos hasta
tanto se organizara un poder central, que a su vez debería esperar la sanción de una
constitución. Pero prevaleció el apoyo popular a la campaña, y el 25 de octubre la Provincia
Oriental fue oficialmente reincorporada a las Provincias Unidas. 127 En respuesta, el día 10 de
diciembre el Imperio anunció la declaración de guerra a las Provincias Unidas, que fue
respondida el 1 de enero de 1825 por el Congreso. 128
La provincia de Buenos Aires había creado un «Ejército de Observación», que se instaló en
Entre Ríos. No era un ejército nacional, pero tenía una misión en cierto sentido nacional. 129
El 8 de febrero, el Congreso decidió —considerando que una guerra nacional debía ser
llevada adelante por un gobierno nacional— crear un poder ejecutivo, con la denominación de
Presidente de las Provincias Unidas, cargo para el que nombró a Bernardino Rivadavia. Este
gesto cayó mal en las provincias interiores, que reclamaron que no se hubiera sancionado
antes una constitución. A esa reacción se debe que el apoyo de las provincias interiores a la
campaña militar fuese muy exiguo. Por otro lado, la intromisión el los asuntos internos de las
provincias de varios oficiales que habían sido enviados al interior a reclutar soldados impidió la
incorporación de tropas de muchas provincias al Ejército nacional. Las posteriores acciones
del Congreso, en particular la sanción de la Constitución Argentina de 1826, de neto
corte unitario, rechazada por la mayoría de las provincias del interior, disminuyeron aún más el
aporte de las provincias al esfuerzo bélico. 130131
Campaña del Ejército Republicano[editar]
El presidente organizó un ejército casi enteramente en los alrededores de Buenos Aires,
aunque al mismo se le adicionaron las tropas acantonadas en Entre Ríos y algunos
contingentes venidos de las provincias interiores. El día 31 de mayo, un decreto de Rivadavia
creaba el Ejército Argentino, que sería conocido por los historiadores como Ejército
Republicano, como contraste con el Ejército Imperial.
El ministro de guerra, Carlos María de Alvear equipó generosamente al Ejército, y fue
posteriormente nombrado su comandante. Asumió el mando en septiembre Durazno. El
grueso del Ejército fue trasladado por agua hasta la Provincia Oriental, y al mismo se le
incorporaron las tropas de Lavalleja. No obstante, si bien actuaron como avanzada del Ejército
Republicano, las tropas orientales se manejaron con gran autonomía.
Tras una serie de choques menores, las tropas brasileñas quedaron divididas en dos cuerpos:
una parte defendía la ciudad de Montevideo, y la otra estaba ubicada al noreste de la
Provincia Oriental, tanto en territorio de ésta como en la vecina Provincia de Río Grande de
San Pedro.
Con la intención de definir la guerra, en los primeros días de 1826 el general Alvear avanzó en
busca del ejército imperial al mando de 12 000 hombres. La rápida marcha que realizó para
introducirse entre las dos divisiones imperiales que se retiraban lentamente se frustró por el
mal tiempo que obligó al Ejército Republicano a permanecer varios días inactivo en Bagé.
Unido el Ejército Imperial, Alvear partió finalmente en su búsqueda, y tras dispersar a las
divisiones volantes en Bacacay, y Ombú, lo obligó a presentar batalla en Ituzaingó el 20 de
febrero. Este enfrentamiento entre 7700 republicanos y 6300 brasileños fue una victoria
brillante del Ejército Argentino. 132
Pero la negligencia de Alvear en perseguir al enemigo hasta destruirlo completamente
malogró los beneficios de la victoria. El ejército imperial se repuso, y el argentino comenzó a
sufrir penurias, particularmente falta de alimentos, uniformes y municiones.133 Aún se pudieron
obtener dos victorias más, en Camacuá y Yerbal, pero el Ejército se vio obligado a adoptar
una posición defensiva sobre el río Yaguarón.134
El Ejército Argentino quedó bajo el mando del jefe de los orientales, Lavalleja; bajo su mando
reinó la indisciplina, y la falta de pago generalizó las deserciones. 135
Disolución del Ejército[editar]
La permanencia del Ejército Imperial cerca de la frontera norte de la Provincia Oriental impidió
reforzar el sitio de Montevideo, que por otra parte era eficazmente sostenida por la escuadra
brasileña. La guerra naval, conducida del lado argentino por Guillermo Brown, permitió obtener
varias victorias notables, como las de Los Pozos, Juncal y Carmen de Patagones, la
desproporción en armamento naval era demasiado grande a favor del Imperio. Bastaron unas
cuantas derrotas, como las de Quilmes y Monte Santiago, para cerrar un estricto bloqueo
naval sobre Buenos Aires y el Paraná.136
Presionado por el bloque brasileño, por los comerciantes ingleses y por la misión diplomática
de John Ponsonby, ministro plenipotenciario de Gran Bretaña, Rivadavia encomendó
a Manuel José García llegar a una paz honorable con el Imperio. Éste decidió por su cuenta
firmar una Convención Preliminar de Paz el 24 de mayo de 1827, que desde el punto de vista
argentino equivalía a una rendición, ya que la República Argentina —ya se llamaba
oficialmente así, desde la sanción de la Constitución de 1826— renunciaba a la Provincia
Oriental.137 La pésima acogida de la noticia de la Convención Preliminar en la opinión pública
y en el Congreso obligó a Rivadavia a rechazarlo, y aún así se vio obligado a renunciar. En su
lugar fue electo gobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego, que intentó continuar la guerra,
aunque debió enfrentar presiones en su contra aún más fuertes que las que había sufrido
Rivadavia.
Con la intención de obligar al Imperio a negociar desde una posición menos dominante,
Dorrego ordenó —más exactamente autorizó— una campaña dirigida por Estanislao López
y Fructuoso Rivera para reconquistar las Misiones Orientales, ocupadas por Portugal en 1801.
La campaña fue un éxito,138 pero causó una reacción negativa en el emperador Pedro I, que
decidió continuar la guerra a cualquier costo y rechazar cualquier consideración que tuviera en
cuenta la situación en las Misiones Orientales.
Mientras tanto, Lavalleja se iba convenciendo progresivamente que la única opción posible a
la recuperación de la Provincia Oriental por el Imperio era su independencia, y presionó a sus
diputados y al propio gobernador porteño en ese sentido.139 Dorrego terminó por rendirse a la
evidencia y en agosto de 1828 firmó la Convención Preliminar de Paz con el Imperio, que
creaba el Estado Oriental del Uruguay.140
Las tropas orientales pasaron a ser el ejército del nuevo estado, y las argentinas —cuyos jefes
se sentían traicionados por Dorrego— regresaron a Buenos Aires en dos divisiones. La
primera en llegar, comandada por Juan Lavalle, estaba formada por tropas porteñas, y fue
utilizada para derrocar a Dorrego. Tras la guerra civil que siguió, terminó por ser unificada con
el ejército de la Provincia de Buenos Aires por su vencedor, Juan Manuel de Rosas.141
La segunda división, comandada por José María Paz, se dirigió al interior, donde fue utilizado
para derrocar el gobernador cordobés Juan Bautista Bustos y derrotar a sus aliados,
especialmente al riojano Facundo Quiroga. A lo largo de la segunda guerra entre unitarios y
federales en el interior, tanto Paz como Quiroga comandaron ejércitos interprovinciales, y
ambos anunciaron que lo hacían en nombre de todo el país. No obstante que la victoria quedó
en definitiva en manos de Quiroga, no volvió a organizarse ningún ejército argentino. El Pacto
Federal, que fue firmado por todas las provincias argentinas en 1831, organizaba las
relaciones entre las provincias; en lo militar, establecía que el mando de cualquier ejército inter
o supraprovincial quedaría al mando del gobernador de la provincia en que se combatiese.142
Causas[editar]
En 1836 se formó la Confederación Perú-Boliviana gobernada por el general Andrés de Santa
Cruz, que estaba compuesta por los actuales países de Perú y Bolivia, incluyendo algunos
territorios que actualmente pertenecen a Chile. La misma, con intenciones expansionistas,
representó una amenaza para Chile, quien le declaró la guerra. Incitado por el gobierno
chileno, y debido a la cuestión de Tarija —que había sido anexada a Bolivia en años
anteriores— y al apoyo de los oficiales de Santa Cruz a campañas de invasión por parte de
exiliados unitarios, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, rompió relaciones
con la confederación el 13 de febrero de 1837,143 y declaró la guerra al mariscal Santa Cruz el
19 de mayo.144
De acuerdo al Pacto Federal, el mando debería haber recaído en el gobernador de
la Provincia de Jujuy, pero el 8 de mayo, Rosas, en su carácter de encargado de las
relaciones exteriores y guerra, nombró comandante del Ejército del Norte al gobernador de
la Provincia de Tucumán, Alejandro Heredia, en su carácter de general de mayor antigüedad
del noroeste del país. Dado que no pretendía participar personalmente en la guerra, éste
nombró jefe de Estado Mayor a su hermano, general Felipe Heredia, gobernador de
la Provincia de Salta.145
Ejército Argentino del Norte[editar]
Al comenzar la guerra, no existía un ejército organizado, de modo que hubo que improvisar
todo: la base del llamado Ejército del Norte fueron los ejércitos de las provincias de Tucumán y
Salta y las tropas de frontera de Jujuy. Como primera medida adicional, fueron movilizados
trescientos hombres —cien voluntarios sin conocimiento militar y doscientos milicianos—
alcanzando a iniciar la campaña apenas cuatrocientos hombres. 146 Más tarde se llegarían a
movilizar hacia el frente hasta 3500 soldados. 147
Posteriormente se movilizaron tres divisiones, al mando de Felipe Heredia, Gregorio
Paz y Manuel Virto y Pablo Alemán.
Las operaciones[editar]
Pese a las órdenes de Santa Cruz de quedar a la defensiva mientras intentaba rechazar el
ataque chileno, el general alemán Otto Philipp Braun al servicio de Santa Cruz tomó la
ofensiva y a fines de agosto ocupó La Quiaca y el cercano pueblo de Cochinoca. Unido a la
división de Francisco Burdett O'Connor, ocuparon Humahuaca unas semanas más tarde.148
Al día siguiente, el general Felipe Heredia, contraatacó en el Combate de Humahuaca y —
según fuentes argentinas— volvió a vencer el día 12 a las fuerzas del teniente
coronel Fernando María Campero Barragán en el Combate de Santa Bárbara, unos cuatro
kilómetros al norte de Humahuaca.149 Fuentes bolivianas afirmaron que la batalla fue un triunfo
de su país.150
Una serie de rebeliones en las provincias del norte argentino obligaron a Heredia a retirar sus
tropas del frente. Pero a principios del año siguiente, ante una nueva ofensiva boliviana,
Heredia envió al norte a 3500 hombres. La columna al mando del coronel Virto fue derrotada
en el Combate de Iruya el 11 de junio. La columna de Paz logró llegar a las inmediaciones
de Tarija, pero fue seriamente derrotada en el Combate de Montenegro el 24 de junio, por lo
que ambas fueron obligadas a retirarse.151
La guerra no tuvo consecuencia alguna: si los historiadores argentinos la califican como un
empate,147 los bolivianos la elevan a la categoría de gran victoria. 152 Aunque la Confederación
Perú-Boliviana logró anexar efímeramente algunas poblaciones del norte argentino. El
asesinato de Alejandro Heredia, el derrocamiento de sus partidarios en las provincias del norte
y la derrota y caída de Santa Cruz causaron el final de la guerra. Las poblaciones hasta el río
La Quiaca fueron restituidas a la Argentina, pero Tarija y Tupiza quedaron en manos
bolivianas cuando este país se separó definitivamente de la Confederación. 147
La Organización Nacional[editar]
Poco después del final de la guerra contra Bolivia estalló nuevamente la guerra civil,
enfrentándose una vez más federales y unitarios. El gobernador Rosas, en tanto encargado de
las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, asumió la dirección de la lucha contra
los unitarios y organizó poderosos ejércitos, delegando el mando de los mismos a diversos
jefes, en particular a Manuel Oribe, presidente derrocado del Uruguay. El ejército de Oribe
tenía pretensiones de representar a toda la Confederación, pero estaba formado como
producto de una alianza. Tras la derrota de los unitarios en la Argentina, gran parte de este
ejército invadió el Uruguay y tuvo una participación destacada en la Guerra Grande; no
obstante, las tropas argentinas que participaron en la misma lo hicieron como ejércitos
provinciales, en particular de Buenos Aires y Entre Ríos 141
En 1851 las alianzas cambiaron nuevamente, y el general federal Justo José de
Urquiza organizó el Ejército Grande, como resultado de la alianza de las provincias de
Corrientes y Entre Ríos, el Partido Colorado uruguayo y el Imperio del Brasil. Al frente del
mismo, Urquiza derrotó a Rosas y comenzó la Organización Nacional. 153
Asumida la presidencia en 1854, Urquiza no sólo encontró que no tenía ejército nacional —la
base de su fuerzas militar residía en el poderoso ejército entrerriano— sino que el Estado de
Buenos Aires se negaba a reconocer su autoridad nacional. De modo que dedicó muchos
esfuerzos en refundar el Ejército de la Confederación, sobre la base de las fuerzas militares
provinciales.
Militarmente, el territorio quedó dividido en cinco Divisiones Militares, y
varios caudillos provinciales de influencia regional, como el caso del sanjuanino Nazario
Benavídez, del puntano Pablo Lucero, o del mismo Urquiza, asumieron el mando de estas
divisiones. La educación militar brillaba por su ausencia, excepto en el arma de artillería,
cuyos oficiales jóvenes recibían educación especial en el Colegio de Concepción del Uruguay.
Las fuerzas de línea tuvieron un leve incremento entre 1854 y 1861, pasando de 2950 a 4325
hombres. No obstante lo exiguo de estas fuerzas, el Ministerio de Guerra y Marina insumía
entre el 30 y el 50 % del presupuesto de la Confederación. 154
De todos modos, la reunión del Ejército de la Confederación para operaciones a gran escala
resultó una tarea demasiado grande para su gobierno. Las fuerzas que combatieron contra el
Estado de Buenos Aires en la Batalla de Cepeda (1859) estaban estructuradas sobre las
tropas de línea y milicias de Entre Ríos, San Luis y Santa Fe; dos años más tarde, para
la Batalla de Pavón, el presidente Santiago Derqui sumó a estas fuerzas un gran contingente
reunido en la Provincia de Córdoba.155
La Batalla de Pavón llevó a corto plazo a la disolución de la Confederación, a la que siguió la
invasión del interior por el ejército porteño. Sobre la base de este ejército invasor se fundaría
—esta vez en forma definitiva— el Ejército Argentino. Parte de los ejércitos provinciales, como
los casos de Córdoba y Santa Fe, fueron incorporados al ejército nacional aún antes del
ascenso de Bartolomé Mitre a la presidencia. Otra parte continuó como milicias provinciales,
rebautizadas como Guardias Nacionales. Por último, algunas de las milicias provinciales
fueron sistemáticamente destruidas en la invasión porteña, como fue el caso de las
montoneras del Chacho Peñaloza.156
En 1865, el Ejército Argentino estaba formado por unos 6000 hombres, repartidos por la
mayor parte de las fronteras con los indígenas. Sus oficiales eran antiguos participantes de las
guerras civiles, hombres de clase media a quienes les atraía la vida de cuartel y pequeños
hacendados con experiencia en la lucha contra los indios. 157
Los soldados «de línea» tenían tres orígenes distintos: la mayoría eran gauchos condenados
al servicio por «vagos y mal entretenidos», es decir, que habían sido sorprendidos
desplazándose por el campo sin la papeleta de conchabo.158 A estos se agregaban todo tipo
de condenados, lo que reemplazaba la ineficacia de las cárceles. Por último se le sumaba un
cierto número de voluntarios extranjeros –con gran preponderancia de los italianos– que se
enrolaban por tres años.157
Durante todo el tiempo en que las fuerzas militares permanecieron libres de luchas
internacionales y civiles, la actividad militar se concentró en la lucha contra los indígenas del
sur y del Chaco. Por la importancia numérica de los combatientes y por el interés directo que
en la lucha tenía el gobierno de Buenos Aires, los más peligrosos eran los distintos pueblos
que poblaban la región pampeana y el norte de la Patagonia oriental. Eran los llamados
pampas y ranqueles, etnias de origen mayormente tehuelche y pehuenche, cultural y
políticamente absorbidos por los mapuches.
La relación con los indígenas del sur había sido de paz desde fines del Virreinato, hasta el año
1820, en que varios grupos indígenas, aprovechando la anarquía, comenzaron a lanzar
ataques en distintos puntos de la Provincia de Buenos Aires. También tuvo un papel
destacado la participación en estos ataques de José Miguel Carrera, militar chileno que ayudó
a estos indígenas en sus malones a cambio de su colaboración en la campaña a Chile que
planeaba.
La respuesta del gobernador Martín Rodríguez reinauguró la secular lucha por la frontera sur,
que pronto se extendió a las demás provincias. No obstante que el enemigo era común, no
hubo coordinación alguna entre las provincias afectadas, que se defendieron y contraatacaron
con sus milicias provinciales únicamente. Durante la segunda mitad de la década de 1820 la
situación se agravó por dos factores: la participación de los hermanos
Pincheira, realistas devenidos caciques, y el avance de la frontera sur en la provincia de
Buenos Aires.159
Tras el final de la guerra civil de 1828–1831, se organizó la llamada Campaña de Rosas al
Desierto. Originalmente había sido planeada como una campaña combinada entre las
provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires. Teóricamente el comando
correspondía a Facundo Quiroga, pero en la práctica las tres columnas actuaron por
separado, sin coordinación alguna. Las columnas de Mendoza y de San Luis – Córdoba
llevaron adelante un avance acotado, y debieron regresar por falta de alimentos. La columna
de Buenos Aires, en cambio, dirigida por el general Rosas, alcanzó con éxito los objetivos
planeados, ocupando todo el valle del río Negro e incluso más allá. Pero, en definitiva, se trató
de una campaña del ejército y milicias de la provincia de Buenos Aires, no de un ejército
nacional.160
Durante los años siguientes, las relaciones con los indígenas fue manejada por Rosas por
medio de la política de pago de raciones y regalos a los caciques indígenas que lograran
mantener disciplinados a sus guerreros. Sin embargo, dado que los ranqueles tenían fronteras
con cinco provincias, fueron muy difíciles de cooptar.
El trato pacífico con los indios se mantuvo hasta la Batalla de Caseros, tras la cual los
gobiernos del Estado de Buenos Aires suspendieron los pagos a los caciques. Por otro lado, el
presidente Urquiza sostenía económicamente a los indígenas para mantener ocupado y
debilitar al ejército porteño. El resultado fue la ruptura permanente con los indígenas, que se
lanzaron a una serie de campañas de saqueo sobre la provincia, dirigidos por el cacique
mayor Juan Calfucurá, que contaba con varios miles de guerreros. Varios sucesivos
contraataques de las fuerzas de Buenos Aires chocaron con la capacidad operativa de los
indígenas, que lograron una gran victoria sobre el futuro presidente Mitre en la Batalla de
Sierra Chica, del 30 de mayo de 1855.
Desde entonces, la defensa contra los indígenas estuvo centrada en la que pudieran sostener
la multitud de pequeños fortines diseminados por toda la frontera y guarnecidos por gauchos
condenados a servicio sin ninguna preparación y con una carencia permanente de casi todo lo
necesario para frenar los avances indígenas. Pese a que se trató de campañas puramente de
una de las provincias, cabe citar estas campañas como antecedente histórico el Ejército
Argentino porque la mayor parte de este sería formado —a partir de 1862— por oficiales que
habían hecho su trayectoria militar en la frontera indígena de la provincia de Buenos Aires. 161
La situación en las provincias del sur de la Confederación era similar, con la diferencia de que
los ranqueles tenían una mejor relación con su gobierno, por lo que la línea de fortines tenía
una función principalmente disuasiva. Por otro lado, también los oficiales que hacían la
guarnición en los fortines de la Confederación fueron incorporados al Ejército nacional
después de la Batalla de Pavón. 159
A partir de 1865 y hasta 1870, la Guerra del Paraguay interrumpió las operaciones contra los
indígenas. Aun así, en 1867 se promulgó la ley N.º 215, que preveía llevar la frontera sur a los
ríos Negro y Neuquén.
La primera etapa de la guerra consistió en la exitosa invasión del Mato Grosso por fuerzas
paraguayas.163 A continuación, López solicitó autorización al presidente argentino Bartolomé
Mitre para que sus tropas atravesaran la provincia de Corrientes rumbo a Uruguay.164 Mitre
denegó tal petición, y en respuesta López declaró la guerra a Argentina: 165 En abril de 1865,
tropas paraguayas ocuparon la Ciudad de Corrientes.166 A principios de mayo, representantes
de Argentina, Brasil y Uruguay firmaron el «Tratado de la Triple Alianza» contra el mariscal
López.167168
La primera resistencia la dirigió el gobernador Manuel Lagraña, que reunió en las cercanías de
la capital correntina alrededor de 3500 voluntarios, unido poco después al caudillo
correntino Nicanor Cáceres, que aportó 1500 veteranos. Ante la superioridad numérica de los
paraguayos —unos 25 000 hombres— debieron retirarse hacia el sur.
El presidente Mitre ordenó reunir todas las fuerzas disponibles, tanto de línea como de la
Guardia Nacional, en Rosario y Buenos Aires. Una pequeña división del Ejército de línea llegó
por el río Paraná al mando de Wenceslao Paunero y reconquistó la ciudad de Corrientes el 25
de mayo. Pero ante la llegada de nuevas divisiones paraguayas optó por reembarcarse
hacia Goya. Allí se puso al mando de todas las tropas enviadas hacia el norte por el río
Paraná, llegando a reunir 3600 hombres.169 Esta fuerza era insuficiente para hacer frente a la
invasión paraguaya, pero el presidente López decidió no continuar su avance hasta destruir la
escuadra brasileña apostada frente a Corrientes, cosa que intentó el 11 de junio, en la Batalla
del Riachuelo. La derrota de la escuadra paraguaya cortó el avance hacia el sur de las tropas
paraguayas, que se retiraron hacia la ciudad de Corrientes.170
El avance hacia el sur obedecía a dos propósitos: la primera era apoyar la reacción a favor de
Paraguay que López esperaba encontrar en Corrientes y Entre Ríos. Si bien hubo correntinos
que lucharon en el bando paraguayo, fueron muy escasos; los soldados entrerrianos se
negaron a luchar contra quienes consideraban sus aliados naturales, pero no pasó de una
actitud pasiva.171
La otra razón era que se esperaba que los invasores se unieran con una segunda columna de
12 000 paraguayos, que había avanzado desde Encarnación, buscando llegar a territorio
uruguayo. Divididas en dos columnas, estas fuerzas ocuparon el 5 de agosto la ciudad
de Uruguayana, en territorio brasileño, mientras una fracción ocupaba Paso de los Libres, en
el lado correntino del mismo río Uruguay.172 Para continuar su camino esperaban la llegada de
la columna del Paraná, que nunca llegó.
El presidente Mitre se estableció en Concordia, donde se le unieron fuerzas brasileñas y
uruguayas. Al mando de la vanguardia, formada principalmente por argentinos y uruguayos, el
dictador Venancio Flores obtuvo el 17 de agosto la victoria de Yatay. A continuación, los
aliados pusieron sitio a Uruguayana, que terminó por rendirse el 16 de septiembre. 172
Las fuerzas paraguayas abandonaron Corrientes, adoptando posiciones defensivas en la
región paraguaya ubicada entre los ríos Paraná y Paraguay. Los aliados tardaron muchas
semanas en cruzar la provincia y ocupar la ciudad, al norte de la cual organizaron sus
cuarteles. Tras la retirada, las fuerzas paraguayas intentaron algunos contraataques al sur del
río Paraná, durante los cuales obtuvieron una victoria en la Pehuajó. Su único resultado fue
retrasar la invasión a territorio paraguayo, que no pudo ser evitada. 172
Fuerzas argentinas en la guerra[editar]
Caballería y artillería del Ejército de la República Argentina (L'Illustration, n.º 1132, 1864.).
A estas fuerzas se deben agregar tres batallones de italianos y 4500 correntinos de caballería
que formaron la primera resistencia al frente de los coroneles Sosa, Hornos, Cáceres, y otros.
El gobierno solicitó posteriormente 1150 soldados más a las provincias del interior para
remontar los cuerpos de línea. Muchos gobernadores organizaron esos contingentes
enganchando a la fuerza a sus enemigos políticos, lo que daría lugar a repetidas
sublevaciones.176
Las fuerzas de línea destinadas a la guerra en noviembre de 1865 eran ocho generales, 241
jefes, 2059 oficiales, 5402 suboficiales y 16 812 soldados, número que se aumentó en abril de
1866 hasta 25 000.177 En comparación con los demás beligerantes, en el caso argentino
resulta llamativo que en total se movilizaron algo menos de 30 000 hombres, es decir que la
gran mayoría de los mismos ya habían sido movilizados antes de cumplirse un año del
comienzo de la guerra.178
En el momento de realizarse el censo argentino de 1869, se contaron 6276 militares
argentinos en Paraguay. 179
De los otros aliados, Brasil llegó a movilizar un total de 139 000 hombres a lo largo de toda la
guerra,180 mientras que Uruguay aportó inicialmente 3166 hombres, llegando a lo largo de la
guerra a enviar al frente 5583.181
Frente a estas fuerzas, Paraguay contaba 7000 soldados en armas poco antes de iniciarse la
guerra; su población fue movilizada en su totalidad, excediendo las previsiones de 64 000
potencialmente movilizables mediante la incorporación de ancianos y adolescentes, e incluso
niños.182
Armamento y estrategia[editar]
Las fuerzas aliadas permanecieron en las cercanías de Corrientes entre el 28 de octubre —
fecha de su entrada en la ciudad— y el 5 de abril de 1866, dedicadas a incorporar nuevos
contingentes, recibir instrucción y aceitar su sistema de aprovisionamiento. Para los
conocimientos militares de la época, se consideraba imprescindible contar con una diferencia
numérica abrumadora —al menos de tres a uno— para operar con posibilidades de éxito en
una ofensiva contra posiciones atrincheradas como las que esperaban hallar —y
efectivamente encontraron— los aliados en Paraguay.183
La ventaja numérica de los aliados era acompañada por la superioridad de sus armamentos,
ya que la mayor parte de las armas eran fusiles de retrocarga y cañones «rayados», frente a
una mayoría de fusiles a chispa y cañones de bronce lisos en el ejército paraguayo. Sin ser
especialmente brillantes, los oficiales aliados resultaron más eficaces que los paraguayos,
debido a que el presidente López insistía en tomar personalmente la mayor parte de las
decisiones sin consultar a sus asistentes.
El bloqueo del Río de la Plata por parte de la escuadra brasileña impidió la llegada a Paraguay
de gran cantidad de armamento de superior calidad que ya había sido comprado en Europa. 184
Las únicas ventajas en armamento que tenían los paraguayos era la fundición de Ibicuy, en la
que podían fabricar algunos miles de armas blancas y de fuego, 176 un mejor estado de sus
caballos, y —sobre todo— un profundo conocimiento de la geografía de la zona donde se
luchó la guerra.185
El Ejército Paraguayo hizo un uso intensivo de las defensas terrestres fortificadas, que
costaron muchos miles de vidas a sus enemigos. A eso se le suman algunos avances
técnicos, como la comunicación telegráfica entre la capital y el frente de guerra, y el ferrocarril,
que por estar alejado del principal teatro bélico tuvo un uso muy marginal. Mientras Brasil y
Paraguay utilizaron el telégrafo durante la contienda, tanto Argentina como Uruguay
continuaron utilizando chasques para sus comunicaciones militares. Desde entonces, el valor
militar del telégrafo fue comprendido por muchos oficiales argentinos que participaron de la
guerra.
La Guerra en territorio paraguayo[editar]
En mayo de 1868, el gobernador federal de Corrientes, Evaristo López, fue derrocado por una
revolución unitaria, que contó con la simpatía del gobierno nacional. En defensa de López, el
general Nicanor Cáceres se alzó en armas en el sur de la provincia. Pero tras algunos triunfos
de Cáceres, Mitre decidió enviar en ayuda de los liberales a varias unidades del ejército en
operaciones en Paraguay, con lo que asignaba el título de gobierno legal uno surgido de una
revolución. Cáceres fue obligado a retirarse a Entre Ríos. 200
En Entre Ríos, el general Urquiza sostuvo su alianza con el gobierno nacional a lo largo de
toda la década de 1870, y aportó tropas reclutadas a la fuerza a la impopular Guerra del
Paraguay. El 11 de abril de 1870, poco después del final de la Guerra del Paraguay, el
general Ricardo López Jordánse lanzó a una revolución contra Urquiza, de la que resultó la
muerte del expresidente y la elección del jefe revolucionario como gobernador. El
presidente Domingo Faustino Sarmiento reaccionó enérgicamente y declaró la guerra al
caudillo federal. A continuación, gran cantidad de tropas veteranas del Paraguay invadieron
Entre Ríos, ocupando rápidamente las ciudades y las zonas aledañas.
López Jordán contaba con más de 10 000 soldados, pero no podía enfrentar al superior
armamento del Ejército nacional. Se refugió en el interior de la provincia, valido de la
superioridad de sus caballos, pero con el paso del tiempo se vio obligado a aceptar combates
francos con los nacionales. Fue vencido en octubre en la Batalla de Santa Rosa, perdiendo
progresivamente el control de la provincia. Por ello abrió un nuevo frente, invadiendo
Corrientes, donde contaba con la simpatía de los federales expulsados tres años antes, pero
el 26 de enero de 1871 fue completamente derrotado por el gobernador correntino Santiago
Baibiene en la Batalla de Ñaembé. A fines de febrero, López Jordán huía al Brasil.171
El desplazamiento sistemático de los federales causó el regreso de López Jordán, que se
produjo en mayo de 1873. En poco más de una semana contaba con un ejército de casi
16 000 hombres, que incluía gran cantidad de infantería y artillería. El ministro de Guerra,
coronel Martín de Gainza, fue nombrado jefe de las fuerzas de intervención, organizadas en
tres divisiones al mando del general Julio de Vedia y de los coroneles Luis María
Campos y Juan Ayala. Durante seis meses la provincia volvió a estar dividida entre federales,
que controlaban el interior, y nacionales, que controlaban las costas de los ríos. Las fuerzas
nacionales —en especial las mandadas por Ayala— cometieron toda clase de abusos contra
la población, y los prisioneros fueron muchas veces ejecutados. El 9 de diciembre, López
Jordán fue vencido en la Batalla de Don Gonzalo por los generales Gainza y Vedia. El día de
Navidad, López Jordán cruzaba nuevamente el río Uruguay hacia el exilio. 201
En 1876, López Jordán volvería a intentar insurreccionar la provincia, pero no lograría reunir
más de ochocientos hombres y cayó prisionero a los pocos días. El Partido Federal estaba
definitivamente vencido en toda la Argentina.202
Luchas entre liberales y autonomistas[editar]
Artículo principal: Enfrentamientos entre liberales y autonomistas en la Argentina
Tras el final de las luchas contra los caudillos federales, el partido de Mitre se lanzó
repetidamente a la lucha para intentar desplazar a los presidentes Sarmiento y Avellaneda,
acusando a este último de haber llegado a la presidencia por el fraude y de pretender
avasallar la autonomía de las provincias. Varias provincias vieron sucederse golpes de cuartel
y revoluciones, pero en general no estuvieron involucradas tropas nacionales.
En cambio, al estallar la Revolución de 1874 en el interior de la Provincia de Buenos Aires, fue
el Ejército nacional el encargado de aplastarla, lo que consiguió el coronel teniente
coronel José Inocencio Arias, venciendo el 26 de noviembre en la Batalla de La Verde al
propio expresidente Mitre. Esta vez fue Mitre quien no consiguió vencer —pese a su enorme
superioridad numérica— la resistencia de un enemigo mucho mejor armado y parapetado. 203
Al mismo tiempo se había sublevado el general José Miguel Arredondo en la frontera de San
Luis y Córdoba. Avanzó hasta la ciudad de Córdoba y desde allí retrocedió hacia el sudoeste,
ocupando a fines de octubre la ciudad de Mendoza. La razón por la que Arredondo no intentó
unirse a Mitre en Buenos Aires era la división del Ejército de Línea organizada por el
coronel Julio Argentino Roca, que se interpuso entre ambos ejércitos y luego persiguió a
Arredondo hasta Mendoza, donde lo derrotó en la Batalla de Santa Rosael 7 de diciembre.
También hubo una sublevación mitrista en Corrientes, pero fue derrotada sin lucha por fuerzas
nacionales llegadas desde el Chaco al mando de Manuel Obligado.204
El más firme apoyo del mitrismo en el interior era el general Antonino Taboada, cuya familia
gobernaba la provincia de Santiago del Estero desde 1851. Si bien no participó en la
revolución del 74, el presidente Avellaneda decidió no correr riesgos y apoyó una revolución
en su contra. Para ello envió dos batallones nacionales de línea, lo que decidió a los
opositores a derrocar violentamente a los Taboada en marzo de 1875. Las tropas nacionales
participaron en el saqueo de los bienes de la familia gobernante y sus aliados, y también en la
represión de los últimos grupos de montoneros que actuaban en su favor. 205
Durante los años siguientes, hubo revoluciones en Corrientes y Santa Fe, pero el Ejército
nacional no tuvo participación en ellas.
La Revolución de 1880[editar]
Artículo principal: Revolución de 1880
La última de las guerras civiles argentinas fue la Revolución de 1880 en Buenos Aires. En ella
se enfrentaron la poderosa Guardia Civil de la Provincia de Buenos Aires y el Ejército
Argentino. El presidente Avellaneda atacó la ciudad antes de que los porteños reunieran el
poderoso ejército que habían organizado a lo largo de un año, pero fracasó en impedir la
entrada en la ciudad capital de las tropas venidas desde el interior de la provincia. Esto obligó
a choques de grandes magnitudes, en las batallas de Puente Alsina, Barracas y los Corrales,
de los días 20 a 23 de junio. Más de 10 000 porteños resistieron eficazmente el avance del
Ejército, pero en definitiva terminaron por admitir su imposibilidad de resistir nuevos ataques;
vencido en el campo de batalla, el Ejército Argentino había demostrado que no había sido
derrotado en forma definitiva y había perdido muchos menos efectivos en la lucha. Como
resultado de esta guerra se produjo la Federalización de Buenos Aires, ciudad que fue
separada de la provincia del mismo nombre.206
Una última revuelta mitrista, ocurrida en la Provincia de Corrientes, fue vencida por la simple
superioridad numérica, de armamento, movilidad y táctica por el coronel Rufino Ortegaal frente
de una división del Ejército nacional.207
El nuevo ministro de Guerra, Julio Argentino Roca, obtuvo autorización para lanzar la definitiva
conquista del «Desierto» por medio de la ley N.º 947, del 4 de octubre de 1878, que se fijaba
el mismo límite de la ley de 1867, los ríos Negro y Neuquén.210
Previo al avance masivo fueron lanzadas una serie de ofensivas hacia el territorio indígena,
que permitieron tomar numerosos prisioneros, entre ellos los
caciques Catriel, Epumer y Pincén.211 Las tribus, ya debilitadas por la campaña de Alsina,
quedaron prácticamente destruidas: 4341 indígenas fueron capturados o muertos. La
superioridad técnica del Ejército Argentino resultó concluyente, especialmente por la utilización
del fusil Rémington y el telégrafo.212
De modo que, cuando en el mes de abril de 1879 partió la campaña de 6000 soldados en
cinco divisiones, las tribus no opusieron resistencia alguna y se entregaron o huyeron hacia la
actual Provincia del Neuquén. De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y
Marina de 1879, fueron tomados prisioneros cinco caciques principales, 1271 indígenas de
lanza y 10 513 indios de chusma. Muertos resultaron un cacique principal y 1313 indios de
lanza, más un número indeterminado de indios de chusma.213
Campañas finales[editar]
Pese a que la orden era llegar hasta el Neuquén, los coroneles Napoleón Uriburu y Ortega
decidieron tomar posesión de la margen derecha de ese río, avanzando una centena de
kilómetros, con la excusa de la falta de pastos en la margen izquierda y de la presencia de
indígenas no sometidos en la cuenca del Agrio.214
Una vez electo presidente, Roca decidió lanzar una nueva campaña en la cuenca del río
Limay, llegando al lago Nahuel Huapi], en 1881. La formaron 1700 hombres, y la comandó el
general Villegas. Causó 85 indios de lanza muertos y alrededor de 200 prisioneros.215
Otra campaña fue dirigida por el mismo Villegas al año siguiente, alcanzando nuevamente el
Nahuel Huapi, que fue militarmente ocupado. Poco después se rendía el cacique Manuel
Namuncurá, hijo de Calfucurá. En los dos años siguientes fueron lanzadas algunas
expediciones más, y el Combate de Apulé fue el último enfrentamiento armado contra
mapuches en territorio argentino, en las nacientes del río Senguerr.216
El primer día de 1885 se rindió el cacique general Sayhueque, junto a todos sus caciques
menores, 700 hombres de lanza y 2500 indios «de chusma». La guerra había terminado.217
El primer paso hacia la profesionalización del Ejército se dio en junio de 1870, cuando un
decreto del presidente Sarmiento, siguiendo la Ley 357 del año anterior, creó el Colegio Militar
de la Nación. Su primer director fue el húngaro Juan Czetz, y su primer alumno inscripto fue el
después jefe de policía Ramón L. Falcón. Su primer sede fue el caserón de Palermo de San
Benito, antigua casa del gobernador Rosas, hasta que fue trasladado, a fines de ese siglo, a la
localidad de El Palomar. Los egresados del Colegio Militar participarían como oficiales
subalternos en la Conquista del Desierto y en la represión de la Revolución del 80,
desplazando progresivamente a los militares de las guerras civiles y las campañas al Desierto,
e incluso a los veteranos del Paraguay. 223
Desde la última década del siglo XIX, los militares —técnicamente más preparados que sus
antecesores— comenzaron a incursionar en disciplinas ligadas a la ingeniería: muchos de
ellos exploraron los confines del país —la Patagonia y la región chaqueña— levantando
mapas detallados, estudios de geodesia, prospecciones mineras y construcción de
caminos.224
A finales del siglo siglo XIX, los conflictos de límites con los países vecinos —especialmente
con Chile— forzaron una modernización acelerada del armamento y disciplina del Ejército,
ante la inminencia de un probable conflicto armado con ese país. De esos años data la
multiplicación de instalaciones militares en zonas fronterizas, especialmente en la
Patagonia.225 Así como la Armada Argentina contribuyó poderosamente a la población de las
costas patagónicas, las zonas interiores de la Patagonia deben buena parte de su impulso
poblacional a la acción del Ejército.226
Revoluciones radicales[editar]
Soldado de infantería (L'Univers illustré, 1890).
En julio de 1890 estalló en Buenos Aires la Revolución del Parque, que respondía a las
denuncias de autoritarismo y corrupción del gobierno de Miguel Juárez Celman, con la
población convulsionada por una grave crisis económica. La organizó la Unión Cívica, fundada
en el mes de abril por Francisco A. Barroetaveña, Leandro N. Alem y Aristóbulo del Valle, a la
que había adherido Bartolomé Mitre. El general Manuel J. Campos, amigo de Mitre, fue
nombrado comandante de la Revolución, y una Logia formada por oficiales le aportó el apoyo
de una gran cantidad de regimientos y batallones de infantería y artillería. Por estar ubicado
cerca de la Casa de Gobierno se eligió como centro de reunión de las tropas rebeldes el
Parque de Artillería —ubicado en la actual Plaza Lavalle— que daría nombre a la Revolución.
En varios puntos de la ciudad se organizaron catones de civiles, pero la clave estaba en el
apoyo militar.227
Tropas del gobierno descansan en la Plaza Libertad, a unos trescientos metros de la Plaza Lavalle,
luego de su primer encuentro con los insurgentes. (The Graphic, 1890).
La revolución estalló el 26 de julio, con 1300 soldados implicados y más de 2500 civiles
armados. Los revolucionarios tomaron la iniciativa, pero el general Campos ordenó que
quedaran dentro del cuartel, adoptando una posición defensiva. Todo indica que Campos se
había confabulado con Roca para hacer fracasar la revolución. 228 Eso permitió al
general Nicolás Levalle, ministro de Guerra, reunir las tropas leales y atacar repetidamente en
los días siguientes. Pese a que su primer ataque fue rechazado, esos ataques debilitaron las
posiciones rebeldes y el día 29 los revolucionarios capitularon. 229 La revolución había costado
entre 150 y 300 muertos, y varios miles de heridos. Su consecuencia fue la renuncia de Juárez
Celman y la institucionalización de la Unión Cívica Radical como principal partido opositor,
aunque el gobierno siguió en manos del Partido Autonomista Nacional.230
Una nueva revolución, mucho mejor organizada, estalló en 1893, dirigida por Del Valle
e Hipólito Yrigoyen. Tuvo ramificaciones en gran número de ciudades: en dos revueltas
sucesivas, las divisiones revolucionarias del Ejército tomaron el gobierno en San Luis, Santa
Fe, Temperley, La Plata, Corrientes, Rosario y Tucumán. El propio Alem fue proclamado
presidente en Rosario, pero el primer día de octubre la revolución estaba vencida. 231
La tercera y última revolución radical, la de 1905, fue dirigida personalmente Yrigoyen —Alem
y Del Valle habían muerto— en las ciudades de Buenos Aires, Bahía
Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, además de los cuarteles de Campo de Mayo. Había
sido cuidadosamente organizada, y fueron implicados muchos oficiales, pero fue aplastada
con gran facilidad por el gobierno.232 La represión que siguió alcanzó a numerosos grupos
obreros y socialistas, aunque no habían tenido relación con el alzamiento. También hubo una
persecución rigurosa de los militares implicados, que fueron separados del Ejército y
condenados a severas penas de prisión. 233
No obstante, a partir de la segunda década del siglo XX d. C., buena parte de los oficiales del
Ejército pertenecía a una generación de hijos de inmigrantes que adhirió masivamente al
radicalismo, y ellos mismos lo apoyaron.234
Pasarían muchos años antes de que volviera a estallar una revolución que dividiera a los
militares entre leales y revolucionarios; el fracaso de estas tres revoluciones cohesionó la
unidad interna del Ejército.
Ricchieri y el servicio militar[editar]
En septiembre de 1900, el presidente Julio Argentino Roca nombró Ministro de Guerra al
coronel Pablo Ricchieri, reemplazando en el cargo al general Luis María Campos. El
reemplazo de este oficial formado esencialmente en los campos de batalla por el profesional
Ricchieri marcó el punto de partida para la organización profesional del Ejército Argentino, que
duraría hasta pasada la mitad del siglo XX d. C..235
La profesionalización del Ejército se basó en la modernización del armamento, del Colegio
Militar de la Nación, de la Escuela Superior de Guerra y de la Escuela de Suboficiales.
Además, se adquirieron la mayor parte de las bases militares del Ejército, más alejadas del
centro de las ciudades que las anteriores; el objetivo era evitar que un ejército con los
cuarteles dentro de la ciudad fuera instrumento para revoluciones militares. 236 Entre los
terrenos adquiridos por Ricchieri se cuentan Campo de Mayo, al norte de Buenos Aires,
adquirido por ley del 6 de agosto de 1901; Campo General Belgrano, en Salta; Campo
General Paz, en Córdoba; Campo Los Andes, en Mendoza; y Paracao, en Entre Ríos.
Organizó el ejército, dividiéndolo en siete regiones militares, con organizaciones internas
propias. Reorganizó también el Ministerio de Guerra. Refundó el Regimiento de Granaderos a
Caballo que había creado el general San Martín, para funcionar como escolta del presidente
de la Nación.
Definió claramente la misión de las Fuerzas Armadas del país, afirmando que su única función
era defensiva, y de ninguna manera debían ser utilizadas para mezclarlas en contiendas
políticas. De todos modos, también introdujo la idea de que parte de su misión era el
«mantenimiento del orden y el respeto a la ley», 237 línea argumentativa que sería utilizada
para justificar los sucesivos golpes de estado a que se vería sometido el país durante medio
siglo.
Pero, sobre todo, en la organización del servicio militar obligatorio, que fue establecida
originalmente a través de la «Ley Ricchieri», que fue aprobada por el Congreso en diciembre
de 1901, tras un duro debate que duró seis meses. Lleva el número 4301 entre las leyes
argentinas.238
En la práctica, el servicio militar ya había sido instaurado en el año 1896, en que el
ministro Guillermo Villanueva había movilizado —por decreto— más de 25 000 conscriptos en
las capitales de provincias, excepto los de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires,
que recibieron su instrucción en la Sierra de Cura Malal, en el sudoeste de la provincia de
Buenos Aires.239
El servicio militar obligatorio prestó otros útiles servicios al desarrollo de la todavía joven
Nación, al difundir la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley. Por otro lado, las listas y
libretas de enrolamiento fueron rápidamente utilizadas como documentos de identidad, tanto
para identificación de las personas, como para la confección de padrones electorales. De esta
manera, fue un paso previo a la futura sanción de la Ley Sáenz Peña en el camino a la pureza
del sufragio y la representatividad de los gobiernos surgidos de los mismos. Por otro lado, en
los cuarteles se instalaron escuelas para los conscriptos, que colaboraron en la lucha contra
el analfabetismo y la integración de los hijos de inmigrantes.240
El primer cuarto del siglo XX[editar]
Durante los años que siguieron a las revoluciones radicales, el Ejército alcanzó un alto grado
de profesionalismo. Su imagen y su formación militar estuvieron inspiradas en el que se
consideraba el mejor ejército de la época: el Ejército Imperial Alemán; el profesionalismo
predominante en éste permitió mantener al Ejército alejado de las disputas políticas, mientras
colaboraba en el desarrollo de la población y las comunicaciones en el país.
Educado en el respeto obsesivo por el orden social jerárquico, el Ejército veía con malos ojos
la tendencia populista de los gobiernos de Yrigoyen, especialmente el segundo, iniciado
en 1928, que rechazaba las tendencias aristocráticas que habían dominado el gobierno
de Alvear.234
A partir de la década de 1920, el auge de formas de derecha política ligadas
al totalitarismo generaron la aparición de grupos con simpatías con el fascismo y
el corporativismo en el Ejército. Un grupo de inspiración derechista, pero con ideales elitistas,
dirigido por el general Agustín Pedro Justo se desarrolló también en esta década, nucleándose
en la Logia General San Martín.241234
Si bien ambas corrientes no participaban de un sustrato ideológico común, las dos llevaban en
su seno el desarrollo del militarismo, dejándose de lado el largo período en que el Ejército se
consideró alejado de las disputas políticas. Por otro lado, dirigentes e intelectuales destacados
viraron paulatinamente hacia el apoyo al militarismo, como es el caso de Leopoldo Lugones,
con su insistencia en que había llegado «La Hora de la Espada» en América Latina. 242
A fines de la década, con la victoria de Yrigoyen contra los sectores liberales dentro del
radicalismo, los partidos conservadores perdieron definitivamente la esperanza de recuperar el
poder por medio de las elecciones. La crisis económica global que comenzó en el
año 1929 daría finalmente la oportunidad a los militares de regresar a la acción política.
Petróleo y acero, Mosconi y Savio[editar]
El general Enrique Mosconi ejerció como director de la División Aeronáutica del Ejército
entre 1920 y 1922. Durante esos años tomó conciencia de la dependencia extrema en que
estaba la defensa del país respecto a la provisión de combustibles, que dependía enteramente
de compañías extranjeras, que cortaban el suministro con cualquier excusa y hasta para
presionar por la política económica. Dedicó muchos esfuerzos a convencer a sus superiores
de la necesidad imperiosa del autoabastecimiento de combustibles fósiles, al menos en el
plano militar.
El presidente Hipólito Yrigoyen nombró a Mosconi presidente de la recientemente fundada
empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, y durante los 8 años siguientes dedicó gran
esfuerzo a la exploración y puesta en explotación de yacimientos. A medida que pasaban los
años, Mosconi se fue convenciendo de la necesidad de un monopolio integrado de explotación
de petróleo.243
Años más tarde, a fines de la Década Infame, el general Manuel Savio fue nombrado director
de la Dirección General de Fabricaciones Militares, con la que se buscaba el
aprovisionamiento militar sin depender de la importación de armamento y municiones. Bajo su
dirección, Fabricaciones Militares alcanzó un enorme crecimiento y diversificación. Su aporte
más significativo fue el comienzo de la extracción de hierro por la empresa estatal Altos
Hornos Zapla, que posteriormente, ya durante la presidencia de Juan Domingo Perón, se
comenzó a industrializar como acero en la empresa Somisa.244
Fabricaciones Militares también desarrolló los comienzos de la industria química, con plantas
en Río Tercero y Tucumán, y produciendo azufre para uso industrial en Mina La Casualidad,
en la Puna.245
De ese modo se inició la industria pesada en la Argentina, impulsada por el Ejército.
Golpes de Estado[editar]
Artículo principal: Golpes de Estado en Argentina
En 1962, luego del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi, se enfrentaron dos facciones
de las Fuerzas Armadas, los azules —mayoritarios en el Ejército y con apoyo de la Fuerza
Aérea—, que abogaban por permitir una participación limitada del peronismo en la política; y
los colorados —una minoría importante en el Ejército, con apoyo principalmente de
la Armada—, que clamaban la necesidad de su eliminación. Finalmente triunfó la facción azul,
perdiendo la Armada influencia política.
El 24 de marzo de 1976 los jefes de las Fuerzas Armadas Argentinas ejecutaron un golpe de
Estado derrocando a la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón. Asumió una
junta de los Comandantes de las tres ramas: el teniente general Jorge Rafael Videla, el
almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier general Orlando Ramón Agosti, comandantes
generales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea respectivamente. 246
Esta dictadura llevó a cabo terrorismo de Estado mediante secuestros, desapariciones
forzadas, torturas y asesinatos de personas presuntamente vinculadas a organizaciones
guerrilleras o militantes. Una gran cantidad de estas personas asesinadas fueron enterradas
en fosas comunes o arrojadas al mar en aviones militares. 246
Las políticas de Videla llevaron a internas entre las Fuerzas Armadas. El almirante Emilio
Massera, junto a Guillermo Suárez Mason y Luciano Benjamín Menéndez eran quienes
dirigieron los campos de concentración más crueles de la dictadura. Massera junto al
vicealmirante Rubén Jacinto Chamorro y el capitán Jorge Eduardo Acosta («El Tigre»)
dirigieron el campo de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el más temido.246
Al no poder ocultar tantos cadáveres, se inventó el método de los «vuelos de la muerte», que
consistía en sedar a uno o más detenidos, subirlos a un avión y arrojarlos al mar o al Río de la
Plata; decenas de estos cadáveres aparecieron posteriormente en la costa atlántica y en
la Bahía de Samborombón.246
Artículos principales: Conflicto del Beagle y Operación Soberanía.
En 1977 se dio a conocer el Laudo Arbitral de 1977 que otorgaba las islas Picton, Nueva y
Lennox a la República de Chile y el norte del canal de Beagle correspondía a Argentina. La
junta militar argentina rechazó este laudo e inició despliegues militares al sur del país para
atacar a Chile. Se ejecutó la Operación Soberanía en la noche del 21 al 22 de diciembre de
1978, que posteriormente se abortó cuando la junta aceptó la mediación papal.
Guerra de las Malvinas[editar]
Artículo principal: Guerra de las Malvinas
La dictadura cívico-militar recuperó las islas Malvinas el 2 de abril de 1982 para recuperar
prestigio político. El 3 de abril fueron recuperadas las Islas Georgias del Sur. El 3 de abril, la
primer ministra Margaret Thatcher envió una flota al Atlántico Sur.247
El Ejército participó de la Operación Rosario que consistió en la ocupación de las Malvinas y
que se realizó el 2 de abril de 1982.248
El Ejército Argentino sufrió las bajas de 16 oficiales, 35 suboficiales y 143 conscriptos, en total
194. Sin embargo, miles de soldados se suicidaron por los traumas sufridos en guerra.246
Vuelta a la democracia[editar]
La derrota militar en las Malvinas determinó el final de la última dictadura cívico-militar. Se
produjo la recuperación de la democracia en Argentina en 1983. En las elecciones
presidenciales de 1983 triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín.
El nuevo gobierno firmó el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile en 1984. Así
pues, se solucionó el Conflicto del Beagle, que había llevado a ambos países al borde de la
guerra en 1978.
Durante los años 1980 el Ejército Argentino se vio en una grave crisis institucional, que afectó
sus capacidades militares.249
Alzamientos carapintadas y ataque al regimiento de La Tablada[editar]
Artículo principal: Carapintadas
El 23 de enero de 1989 un grupo de militantes del Movimiento Todos por la Patria atacó al
cuartel del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 ubicado en La Tablada (Buenos Aires). El
Ejército y la Policía recuperaron el establecimiento. Hubo 41 muertos, 32 guerrilleros, nueve
militares y dos policías.249
Reorganización[editar]
Entre mediados de la década de 1980 y principios de los 1990 el Ejército fue sometido a una
reorganización. Los Cuerpos de Ejército I y IV fueron disueltos en 1984 y 1991
respectivamente y sus unidades dependientes pasaron a la órbita de otros Cuerpos. A
principios de 1985 fue disuelta la VII Brigada de Infantería.
Los Cuerpos de Ejército II, III y V fueron convertidos en las Divisiones de Ejército 1, 2 y 3,
respectivamente.250
En 1991 se produjo una reorganización que implicó cambios de asiento de algunas unidades y
la disolución de otras, en concreto, se disolvieron los Regimientos de Infantería 17, 21 y 37.249
Desde la constitución del Estado Argentino en 1862, el jefe del Ejército fue el ministro de
Guerra y Marina, designado por el presidente. Los sucesivos ministros fueron: Juan Andrés
Gelly y Obes (1862-?), Wenceslao Paunero (?-1868), Martín de Gainza (1868-1874), Adolfo
Alsina, Julio Roca, Carlos Pellegrini, Benjamín Victorica, Nicolás Levalle, Eduardo
Racedo, Benjamín Virasoro, Joaquín Viejobueno, Aristóbulo del Valle, Luis María
Campos, Eudoro Balsa.
En 1898, Julio A. Roca desdobló al ministerio, creando el cargo de ministro de Guerra,
separado del de Marina. Los sucesivos ministros fueron: Luis María Campos, Pablo
Ricchieri, Enrique Godoy (1904-1906), Rosendo Fraga, Rafael Aguirre, Eduardo
Racedo, Gregorio Vélez (1910-1914), Ángel Allaria (1914-1916), Elpidio Gónzalez (1916-
1922), Agustín Justo(1922-1928), Luis Dellepiane (1928-1930), Francisco Medina (1930-
1932), Manuel Rodríguez (1932-1936), Basilio Pertiné (1936-1938), Carlos Márquez (1938-
1941), Juan Tonazzi(1941-1942), Pedro Pablo Ramírez (1942-1943), Edelmiro Farrel (1943-
1944), Juan Perón (1944-1945), Eduardo Ávalos (1945), Humberto Sosa Molina (1945-1949).
Esta situación cambió en 1949, cuando Perón reformó la ley de ministerios, creando el cargo
de Ministro de Ejército, el cual comandaba la fuerza y era independiente del ministro de
defensa. El primer ministro de Ejército fue Franklin Lucero, que se mantuvo en su cargo hasta
1955. Luego, el presidente de facto Lonardi nombró en el cargo a Justo Bengoa y Arturo
Ossorio Arana, que se mantuvo en el cargo hasta 1957. Ese año, Aramburu nombró a Víctor
Majó, que lo acompañó hasta 1958. Frondizi reformó nuevamente los ministerios, eliminando
el cargo de ministro de Ejército, por lo que la jefatura del arma, pasó a la órbita del Ministerio
de Defensa y se creó el cargo de comandante en jefe del Ejército.
En 1962, el presidente José María Guido designó comandante en jefe a Juan Carlos Onganía,
que retuvo ese cargo hasta 1965. En ese año Illia designa jefe a Pascual Pistarini, que se
sublevaría contra él en 1966, siendo luego reemplazado por Julio Alsogaray. En 1968, es
nombrado como comandante en jefe Alejandro Lanusse, que retendría ese cargo hasta
abandonar la presidencia en 1973. El gobierno peronista de ese año designa como jefe militar
a Leandro Anaya y en 1975 a Alberto Numa Laplane. Disidencias internas en la fuerza hacen
que Laplane sea desplazado a poco de asumir y en su lugar, Isabel Perón designa jefe al
golpista Jorge Videla, que retiene el cargo hasta 1978, cuando se retira del arma. Su
aliado Roberto Viola es nombrado hasta 1981, cuando asume la presidencia de facto y es
reemplazado por Leopoldo Galtieri, bajo cuya jefatura se produce la Guerra de Malvinas. Tras
la derrota, en 1982, es nombrado jefe Cristino Nicolaides. En 1983, con la vuelta de la
democracia, Raúl Alfonsín asumió la presidencia y nombró jefe del Estado Mayor General
a Jorge Arguindegui, en 1984 a Ricardo Pianta, en 1985 a Héctor Ríos Ereñú, en 1987 a José
Caridi y en 1988 a Francisco Gassino.