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El secreto del
Mediterráneo
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Título original: El secreto del
Mediterráneo
Bárbara Pastor, 2008
TEΣΣAΡΕΣ
TEΣΣAΡΕΣ
En el momento de apoyar el
pincel, se cerró el tiempo…
El día 6 de junio de 1505, al
toque de las 13 horas, empecé a
dar el color rojo. En el
momento de apoyar el pincel, se
cerró el tiempo y se oyó la
campana convocando a los
hombres al tribunal… Se
entenebreció el tiempo y llovió
hasta la caída del día
torrencialmente. Parecía de
noche. Entonces aparecieron los
cuatro…
—¿Eso es todo?
—¿Qué representan esos signos? —
Margarita Palou no se dejó intimidar.
—No son signos, son letras.
Símbolos…
—¿Son cruces?
—No, no son cruces.
—Parecen letras griegas —dijo
alguien.
—Efectivamente, es la letra griega
chi.
—¿Qué sentido tiene repetir tantas
veces la misma letra?
—Tantas veces, no. Nueve veces…
Y de eso nos hablará mañana Fabrizio
Ubriachi, que ha venido desde Florencia
para investigar qué hay oculto en el
mural de la catedral. Mañana procurad
ser puntuales, porque el profesor estará
aquí a las diez de la mañana. Espero que
haga un sol radiante. Nos va a hacer
falta.
18
Ex Deo nascimur;
in Jesu morimur;
reviviscimusper Spiritum
Sanctum.
XPO FERENS
XPO FERENS
X… P… O…
Primavera soñada,
estío embrujado,
otoño añorado,
invierno desnudo.
¡Ay del vértigo de la muerte que
no espera!
Te rodean poco a poco la mano
y la espada.
Honda, bien honda será la
herida, ahogando
para siempre el espíritu de
Raixa y
las voces, las voces, las voces
de Raixa.
XPO
ΤΕΣΣΑΡΕΣ
XRYSOS
Oro, el número cuatro… XPO FERENS,
así firmaba Cristóbal Colón camuflando
su verdadero nombre, y sobre todo su
significado. Una vez nombrado
Almirante Mayor de la Mar Océana en
las Capitulaciones de Santa Fe, Colón
incluyó un anagrama junto a su nombre,
además de varias letras dispuestas en
forma piramidal separadas por puntos.
De cuantas interpretaciones se han dado
a lo largo de estos siglos, parece la más
aceptada una que relaciona el nombre de
Cristóbal Colón con su etimología de
«El que lleva a Cristo, el hijo de
María». Pero no es cierta.
—¿Qué significan esas letras? —La
pregunta contenía el galimatías más
complejo de la historia.
—No hay tal Cristo en esas letras…,
sino oro. El que lleva el oro. Nadie se
dio cuenta de que la letra P no es una P,
sino la letra mayúscula R en griego.
—Pero…
—Molferrut estuvo siempre
obsesionado por los números. Detestaba
la literatura, pero dominaba el cálculo
hasta extremos inimaginables. En su
biblioteca llena de códices y
manuscritos que acumulaba como simple
mercancía encontraron el Diario del rey
Herodes abierto por una página
estremecedora. La página en la que
Herodes toma la decisión de matar a su
esposa. A su lado, la página del libro I
de Reyes, en la dedicación del templo
de Salomón…
«Y dijo Salomón: “Habitarás en la
oscuridad. Yo he edificado una casa que
será tu morada para siempre”».
»Cuando Salomón hubo construido
la casa, transportó hacia ella los objetos
que había consagrado su padre, la plata,
oro, vasos, y los entregó al tesoro del
templo…».
CRISTÓFOL
MOLFERRUT
MANE…
THECEL…
PHARES…
Políticos, reyes, emperadores y
papas. Todos con su dedo levantado
advirtiendo al adversario. Bancos,
empresas, instituciones y embajadas.
Confusión de lenguas, discusión de
razas.
Bonnín se dio la vuelta
definitivamente.
Había concluido una obra que
representaba su tierra y su mar
Mediterráneo. A través de figuras de
barro, plasmó el universo humano,
demasiado humano.
La música de Verdi sonó de nuevo.
El coro de Nabucco suplicaba en vano.
Y yo, temblando, miré a Fabrizio
buscando algo que creía perdido.
Me devolvió la mirada. De sus ojos
negros brotó una lágrima que recogí en
un beso. El último compás de Verdi
acompañó el gesto de amor que nos
fundió en un abrazo. Busqué el rostro de
Marquet, en el centro del escenario. Su
mano manchada de barro daba el último
trazo a la palabra que ejecutó la
amenaza de Babilonia.
Las cruces abiertas se cerraron para
siempre. Y el mundo vegetal se abría
camino hacia un campo exhausto. El
barro pedía ser devuelto a su líquido
elemento.
Marquet levantó la cabeza mirando
al cielo estrellado. Abrió la boca, y
como hiciera un día con las gárgolas
centenarias, selló la suya propia con
arcilla napolitana. Ante un público que
apenas distinguía entre realidad y
espectáculo, con arcilla y plomo líquido
iba asfixiando lentamente su garganta.
En pocos segundos, cayó exánime en
medio de un escenario lleno de barro. El
barro del que estamos hechos los seres
humanos.
Expiró ante la vista de todos el
nuevo Mesías del arte. En aquel instante,
comprendí el significado de las palabras
con que empezaba uno de sus cuadernos:
Ésta es mi obra. Nadie la
robará jamás.
Quien se atreva a llevársela,
tendrá que derribar la
catedral…
Καβιαρ
Κα… κια
βι… αστα
αρ… γυρια
Su significado no tardó en llegar, incluso
para quienes no habían visto una letra
griega en su vida. A medida que
aparecía la sílaba Ka…, Fabrizio
susurraba cadáver…; al aparecer la
sílaba Bi, susurró Bios, y yo completé la
tercera parte… ars.
El arte de convertir vida en muerte.
O, lo que era lo mismo en términos
griegos, el arte de hacer dinero a costa
del sufrimiento ajeno.
La infamia de la historia, el peso del
silencio, la búsqueda de venganza por la
muerte de su amigo, a quien conocía
desde su más tierna infancia. Todo ello
se hizo visible, ante un público que
acudió al Hotel Son Mar para ver un
espectáculo nuevo.
De pronto, movidas por la brisa del
mar que no estaba lejos, las letras
dieron la vuelta. Y ante la sorpresa de
todos apareció un mensaje que nadie
esperaba.
ρα… βι
ακ…
Καβ ιαρ