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MARC BLOCH - Introducción A La Historia (El Análisis Histórico) PDF
MARC BLOCH - Introducción A La Historia (El Análisis Histórico) PDF
en la que no todas las civilizaciones están de acuerdo. tros por el intervalo de varias generaciones, hay que despojarse,
casi, de su propio yo. Ahora bien, para echarle en cara lo que Puede admitirse que el jefe de unos ejércitos que entabla una
hizo basta seguir siendo uno lo que es: el esfuerzo es evidente- batalla hará lo posible por ganarla. Si la pierde, y las fuerzas en-
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mente mucho menor. ¡Cuánto más fácil no es escribir en pro o en frentadas eran aproximadamente iguales, podrá decirse que ma- A La Historia
contra de Lutero, que escrutar su alma; creer al papa. Gregorio niobró mal. ¿Le sucedía eso muchas veces? No se apartará uno
VII contra el emperador Enrique IV o a Enrique IV contra Grego- del más escrupuloso juicio de hecho observando que sin duda no Marc Bloch
rio VII que desentrañar las razones profundas de uno de los ma- era un estratega de primer orden. O figurémonos una mutación
yores dramas de la civilización occidental! Véase, fuera del plano monetaria cuyo objeto era, supongamos, favorecer a los deudo-
individual, la cuestión de los bienes nacionales. Rompiendo con res a costa de los acreedores. Calificarla de excelente o deplo-
la legislación anterior, el gobierno revolucionario resolvió vender- rable sería tomar partido en favor de uno de los dos grupos y, por
los por parcelas y sin subasta; era, sin duda posible, comprome- ende, transportar arbitrariamente al pasado una noción comple-
ter gravemente los intereses del Tesoro. En nuestros días, ciertos tamente subjetiva del bien público. Pero imaginémonos que, por
eruditos se han levantado vehementemente contra esa política. casualidad -cosas más raras se han visto-, la operación destina-
¡Qué valor si hubiesen osado hablar en ese tono en la Conven- da a aligerar el peso de las deudas dé el resultado contrario. "Sa-
ción! Lejos de la guillotina, divierte esa violencia sin peligro. Me- lió mal", diremos, sin ir con ello mis allí de certificar honradamen-
jor sería averiguar qué se proponían realmente los hombres del te una realidad. El acto fallido es uno de los elementos esenciales
año III. Deseaban, ante todo, favorecer la adquisición de la tierra de la evolución humana. Como de toda psicología.
por los campesinos; al equilibrio del presupuesto, prefirieron dar
ventajas a los campesinos pobres, garantizando su fidelidad al Hay más aún. ¿Por casualidad nuestro general condujo volunta-
orden nuevo. ¿Tenían o no razón? Acerca de ello, ¡qué me impor- riamente sus tropas a la derrota? No se dudará en proclamar que
ta la tardía decisión de un historiador? Sólo le pedíamos no su- ha traicionado, por la sencilla razón que así se llama su gesto. Y
gestionarse con su propia elección hasta el punto de dejar conce- habría, de parte de la historia, una delicadeza un poco pedante al
bir que entonces hubiera sido posible otra. Sin embargo, la lección no aceptar el concurso del sencillo y claro léxico de uso común.
del desarrollo de la humanidad es muy clara: las ciencias se han Después, quedará por averiguar lo que la moral corriente de la
mostrado tanto más fecundas y, por ende, tanto más serviciales época o del grupo pensaban de un acto de esta naturaleza. La
según abandonaban más deliberadamente el viejo antropocentris- traición puede ser, a su manera, un conformismo: testigos son de
mo del bien y del mal. ¿Quién no se reiría hoy si un químico apar- ello los condotieros de la vieja Italia.
tara a un lado un gas malo, como el cloro, y a otro, un gas bueno,
como el oxígeno? Si la química hubiese adoptado en sus princi- Una palabra domina e ilumina nuestros estudios: "comprender".
pios esa clasificación, muy difícil hubiera sido sacarla de ahí, con No digamos que el buen historiador está por encima de las pasio-
gran daño para el conocimiento de los cuerpos. nes; cuando menos tiene ésa. No ocultemos que es una palabra
cargada de dificultades, pero también de esperanzas. Palabra,
Sin embargo, tengamos cuidado de no insistir demasiado en la sobre todo, llena de amistad. Hasta en la acción juzgamos dema-
analogía. La nomenclatura de la ciencia de los hombres tendrá siado. ¡Es tan fácil gritar: "Al paredón"! No comprendemos nunca
siempre sus rasgos particulares. La de las ciencias del mundo fí- bastante. Quien difiere de nosotros, sea extranjero o adversario
sico excluye el finalismo. Las palabras: éxito o fracaso, habilidad político, pasa, casi necesariamente, por un ser de malos antece-
o inhabilidad no llegarían a representar, en el mejor de los casos, dentes. Aun para conducir las luchas inevitables, sería necesario
más que el papel de ficciones, siempre peligrosas. Pero pertene- un poco más de inteligencia en las almas; con más razón para evi-
cen, por el contrario, al vocabulario normal de la historia. Porque tarlas, si se está a tiempo. A condición de renunciar a sus falsos
la historia está en relación con seres capaces, por su propia na- aires de arcángel, la historia debe ayudarnos a salir de este mal
turaleza, de fines conscientemente perseguidos. paso. Es una vasta experiencia de las variedades humanas, un UNTREF VIRTUAL | 2
largo encuentro entre los hombres. Tanto la vida como la ciencia, falta de tener un papel en los acontecimientos políticos, no su-
tienen el mayor interés en que este encuentro sea fraternal. friera por lo menos sus consecuencias. ¿Quién osará volver a tra- Introducción
zar todas estas actividades diferentes sin escoger ni reagrupar los A La Historia
documentos que nos presentan el entrelazamiento de intereses
II. De La Diversidad De los Hechos Humanos A La de cada vida, individual o colectiva? Sería sacrificar la claridad, no Marc Bloch
Unidad De Las Conciencias al orden verdadero de lo real -que está hecho de afinidades natu-
rales y de ligaciones profundas-, pero sí al orden puramente apa-
Comprender no es una actitud pasiva. Para elaborar una ciencia rente del sincronismo. Un cuaderno de experimentos de laborato-
siempre se necesitarán dos cosas: una materia y un hombre. La rio Llevado minuto a minuto no se confunde con el diario.
realidad humana, como la del mundo físico, es enorme y abiga-
rrada. Una sencilla fotografía, aun suponiendo que la idea de es- De la misma manera, cuando, en el curso de la evolución huma-
ta reproducción mecánicamente integral tuviera un sentido, sería na, creemos discernir entre ciertos fenómenos lo que llamamos
ilegible. ¿Diremos que entre el pasado y nosotros interponen ya un parentesco, ¡qué entendemos por ello sino que cada tipo de
los documentos un primer filtro? Es verdad quo sirven para elimi- institución, de creencias, de prácticas o aun de acontecimientos
nar, muchas veces de cualquier manera; pero, por el contrario, casi nos parece expresar una tendencia particular y hasta cierto pun-
nunca organizan nada conforme a las necesidades de un entendi- to estable del individuo o de la sociedad? ¿Podrá negarse, por
miento ávido de conocimiento. Como todo sabio, como todo cere- ejemplo, que, a través de todos los contrastes, existe algo común
bro que no hace sino percibir, el historiador escoge y entresaca. En entre las emociones religiosas? De lo que, necesariamente se
primer lugar descubre los semejantes para aproximarlos. desprende que se comprenderá siempre mejor un hecho huma-
no, sea el que sea, si se poseen ya datos de otros hechos de la
Tengo a la vista una inscripción funeraria romana: texto monolítico, misma índole. El uso que hizo de la moneda la primera edad feu-
establecido con un solo fin; sin embargo, nada más variado que los dal, como patrón de valores mucho más que como medio de pa-
testimonios a granel que allí esperan la varita mágica del erudito. go, difiere profundamente de las normo fijadas por la economía
occidental hacia 1850; los contrastes entre el régimen monetario
¿Nos interesamos por el lenguaje? Las palabras, la sintaxis nos de mediados del siglo XIX y el nuestro no son menos fehacien-
dirán el estado del latín, tal y como se esforzaban por escribirlo en tes; pero si un erudito no hubiese dado con la moneda sino hacia
ese tiempo y en ese lugar, y, a través de ese texto y de esa lengua, el año 1000, no creo que lograra fácilmente darse cuenta de las
nos dejará entrever el habla cotidiana. ¡Va, por el contrario, nues- originalidades propias de su empleo en esa fecha. Es lo que jus-
tra predilección hacia el estudio de las creencias? Estamos en el tifica algunas especializaciones, en cierta manera verticales, en
centro de las esperanzas de ultratumba. ¿Preferimos el sistema el sentido, desde luego, infinitamente modesto en el que las es-
político? El nombre de un emperador, una fecha jurídica, nos lle- pecializaciones pueden ser legítimas; es decir, como remedio
narán de satisfacción. ¿Es la economía? Tal vez el epitafio nos re- contra la falta de extensión de nuestro espíritu y contra la breve-
velará un oficio desconocido. Y no lo cito todo. En vez de un docu- dad de nuestros destinos.
mento suelto, consideremos ahora, bien conocido por documentos
múltiples y diversos, un momento cualquiera en el desarrollo de una Hay más. Si se olvidara ordenar racionalmente una materia que
civilización. De los hombres que entonces vivían no había ninguno nos es entregada en bruto sólo se llegaría, en fin de cuentas, a
que no participara casi simultáneamente en las múltiples demos- negar el tiempo, y, por ende, la historia misma. ¡Sabríamos com-
traciones de la vitalidad humana, que no hablara, que no se hicie- prender cierta fase del latín si la separáramos del desarrollo ante-
ra entender de sus vecinos, que no tuviera sus dioses, que no fue- rior del idioma? Determinada estructura de la propiedad, ciertas
ra productor, traficante o simple consumidor; no había quien, a creencias, no eran, con seguridad, hechos salidos de la nada. En UNTREF VIRTUAL | 3
la medida en que su determinación tiene lugar de lo más antiguo con provecho el objeto de un estudio único y no agota ninguna
a lo más reciente, los fenómenos humanos se gobiernan, ante de ellas. ¿Bastará alguna vez enumerar, unos tras otros, los artí-
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todo, por cadenas de fenómenos semejantes. Clasificarlos por culos de cualquier derecho familiar para penetrar auténticamente A La Historia
géneros es, pues, poner de manifiesto líneas de fuerza de una en la vida de la familia, trátese de la pequeña familia matrimonial
eficacia capital. de "hoy, con sus perpetuas sístole y diástole, o del gran linaje Marc Bloch
medieval, esa colectividad cimentada por tan tenaz red de senti-
Algunos dirán que las distinciones así establecidas, cortando a mientos y de intereses? Parece que; a veces, se ha creído así;
través de la vida misma, no existen sino en la mente, pero no en con tan decepcionantes resultados que aún hoy nos es imposible
la realidad, donde todo se mezcla. Y surgirá la palabra "abstrac- rehacer la evolución íntima de la familia francesa.
ción". De acuerdo. ¡Pero por qué temer a las palabras? Ninguna
ciencia puede prescindir de la abstracción, como tampoco, desde Hay, sin embargo, algo exacto en la noción del hecho Jurídico, en
luego, de la imaginación. Es significativo, dicho sea de paso, que cuanto distinto de los demás; y es porque en muchas sociedades
los mismos ingenios que pretenden desterrar la primera mani- la aplicación y en una gran parte la elaboración misma de las re-
fiesten generalmente hacia la segunda igual malhumor. Es, de glas de derecho, han sido obra de la incumbencia de un grupo de
ambas partes, el mismo positivismo mal comprendido. No hay hombres relativamente especializado y en este papel (que sus
excepción acerca de ello en las ciencias humanas. ¿En qué es miembros podían, desde luego, combinar con otras funciones so-
más "real" la función clorofílica, en el sentido del más extremo ciales) suficientemente autónomo para poseer sus propias tradi-
realismo, que la función económica? Únicamente las clasificacio- ciones y, muchas veces, hasta la práctica de un método de razo-
nes que descansaran en falsas similitudes serían funestas. Es de namiento particular. En suma, la historia del derecho podría no
la incumbencia del historiador probar en todo momento las suyas tener existencia aparte, como no fuera la historia de los juristas;
para cobrar mejor conciencia de sus fundamentos y, si hay lugar lo que no es; para una rama de la ciencia humana, tan mala ma-
a ello, revisarlas. En su común esfuerzo por poner cerco a lo real, nera de existir. Comprendida así, lanza sobre fenómenos muy di-
pueden partir de puntos de vista muy distintos. versos, pero sometidos a una acción humana común, luces muy
reveladoras en su campo necesariamente limitado.
He aquí, por ejemplo, la "historia del derecho". La enseñanza y el
manual, que son admirables instrumentos de esclerosis, han vul- Un género de división: completamente distinto está representado
garizado el nombre. Sin embargo, ¿qué recubre? Una regla de por la disciplina que nos hemos acostumbrado a llamar "geogra-
derecho es una norma social, explícitamente imperativa; sancio- fía humana". Aquí, el ángulo de visión no se le pide a la acción
nada, además, por una autoridad capaz de imponer el respeto de una mentalidad de grupo, como es el caso muchas veces in-
que se le debe con la ayuda de un sistema preciso de coacciones sospechado, de la historia del derecho. Tampoco se toma, como
y de penas. Prácticamente, tales preceptos pueden regir las ac- sucede en el caso de la historia religiosa o de la historia económi-
tividades más diversas; pero no son los únicos que las gobiernan: ca, de la naturaleza específica de un hecho humano; creencias,
obedecemos constantemente, en nuestra conducta diaria, a códi- emociones, efusiones cordiales, esperanzas e inquietudes que
gos morales, profesionales, mundanos, muchas veces más impe- inspira la imagen de fuerzas trascendentales para la humanidad;
riosos que el Código a secas. Por otra parte, las fronteras de éste esfuerzos para satisfacer y organizar las necesidades materiales.
oscilan sin cesar; y por estar o no comprendida en él, una obliga- Aquí, la encuesta se centra sobre un tipo de vínculos comunes a
ción socialmente reconocida puede recibir mayor o menor fuerza un gran número de fenómenos sociales. La "antropogeografía"
o claridad, pero evidentemente, no cambia de naturaleza. En el estudia las sociedades en sus relaciones con el medio físico: in-
sentido estricto de la palabra, el derecho es, pues la envoltura de tercambios en doble sentido, como es natural, en los que el hom-
realidades en sí mismas demasiado variadas para suministrar bre obra sobre las cosas al mismo tiempo que éstas sobre él; en UNTREF VIRTUAL | 4
este caso pues, no se tiene ni más ni menos que una perspecti- Es evidente que las conciencias tienen sus separaciones inte-
va, cuya legitimidad se prueba por su fecundidad, pero que otras riores, que algunos de entre nosotros se muestran habilísimos en
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perspectivas deberán completara Tal es, en efecto, y en todo or- forjar. Infatigablemente, Gustavo Lenótre se extrañaba de hallar A La Historia
den de investigaciones, el papel del análisis. La ciencia no des- tantos buenos padres de familia entre los terroristas. Aun si nues-
compone lo real sino para mejor observarlo, gracias a un juego tros grandes revolucionarios hubiesen sido los auténticos bebedo- Marc Bloch
de luces cruzadas, cuyos rasgos se combinan y se interpenetran res de sangre humana cuya pintura cosquilleaba tan agradable-
constantemente. El peligro empieza, únicamente, cuando cada mente la conciencia de un público tan blandamente aburguesado,
proyector pretende verlo todo él solo, cuando cada cantón del sa- este estupor no haría sino traicionar una psicología de cortos al-
ber se cree una patria. cances. ¿Cuántos hombres conllevan varias vidas, en tres o cua-
tro planos diferentes, que lu desean distintas y que logran a ve-
Sin embargo, desconfiemos una vez más de postular no sé qué ces que lo sean?
paralelismo falsamente geométrico entre las ciencias de la natu-
raleza y una ciencia humana. De lo que veo desde mi ventana, Sin embargo, de ahí a negar la unidad fundamental del yo y las
cada sabio toma lo suyo, sin ocuparse mucho del conjunto; el físi- constantes interpretaciones de sus diversas actitudes hay mucho
co explica el azul del cielo; el químico, el agua del regato; el bo- trecho. ¿Eran extraños entre sí el Pascal matemático y el Pascal
tánico, la hierba. Dejan el cuidado de recomponer el paisaje, tal cristiano? ¿No cruzaban jamás sus caminos el docto médico Fran-
como se me aparece y emociona, al arte, si es que el pintor o el çois Rabelais y el maestro Alcofribas, de pantagruélica memoria?
poeta tienen a bien encargarse de ello. Y es que el paisaje, cómo Aun cuando los papeles alternativamente interpretados por un ac-
unidad, existe únicamente en mi conciencia, y lo propio del méto- tor único parecen oponerse tan brutalmente como los personajes
do científico, tal como estas formas del saber lo practican y por estereotipados de un melodrama, puede que, bien mirada esta an-
su éxito lo justifican, es abandonar deliberadamente al contempla- títesis, sea únicamente la máscara de una solidaridad más profun-
dor, para no querer conocer sino los objetos contemplados. Los da. Se ha ridiculizado no poco al elegiaco Florián que, a lo que pa-
lazos que nuestro espíritu teje entre las cosas les parecen arbi- rece, zurraba a sus queridas. Quién sabe si no esparcía tanta
trarios; los rompen adrede para establecer una diversidad que les dulzura en sus versos para consolarse de no haberla logrado en
parece más auténtica. Ya, sin embargo, el mundo orgánico pro- su conducta. Cuando el mercader medieval, después de haber vio-
pone a sus analistas problemas singularmente más delicados. El lado, a lo largo de todo el día, los mandamientos de la Iglesia acer-
biólogo puede, para mayor comodidad, estudiar aparte la res- ca de la usura y el precio justo, iba a arrodillarse beatamente ante
piración, la digestión y las funciones motoras; no ignora que, por la imagen de Nuestra Señora y después, en el crepúsculo de la
encima de todo ello, existe el individuo, del que debe dar cuenta. vida, acumulaba piadosas fundaciones limosneras; cuando en los
Pero las dificultades de la" historia son todavía de otro tipo, por- "tiempos difíciles" el gran fabricante construía hospitales con el
que, en último recurso, su materia, es precisamente las concien- dinero ahorrado en los miserables salarios de niños desarrapados,
cias humanas. Las conexiones que se ligan a través de ellas, las ¿buscaban únicamente uno y otro, como suele decirse, la contrat-
contaminaciones, hasta las confusiones de las cuales son la ba- ación de un vil seguro contra los rayos celestes, o la satisfacción,
se, constituyen, a sus ojos, la realidad misma. con esas explosiones de fe o de caridad, sin decírselo demasia-
do, de secretas necesidades del corazón que la dura práctica co-
Luego el homo religiosus, el homo oeconomícur, el homo politi- tidiana les había condenado a reprimir? Hay contradicciones que
cus, toda esa retahila de hombres en us, de la que se podría alar- se parecen mucho a evasiones.
gar la lista hasta el infinito, son cómodos fantasmas, y el peligro
sería grave si los tomáramos por otra cosa. El único ser de carne ¿Pasamos de los individuos a la sociedad? Como ésta, consi-
y hueso es el hombre, sin mis, que lo reúne a la vez todo. dérese como se la considere, no puede ser, después de todo, no UNTREF VIRTUAL | 5
digamos una suma (lo cual sería quedarse corto), sino por lo me- En 1837, Michelet explicaba a Sainte-Beuve: "Si yo no hubiera
nos un producto de las conciencias individuales, nadie se extraña- hecho entrar en la narración sino la historia política, si no hubiese
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rá de encontrar en ella el mismo juego de perpetuas interaccio- tenido en cuenca los elementos diversos de la historia (religión, A La Historia
nes. Es un hecho cierto que, desde el siglo XII a la Reforma por derecho, geografía, literatura, arte, etc.), mi conducta hubiese si-
lo menos, las comunidades de tejedores fueron uno de los terre- do muy distinta. Pero se necesitaba un gran movimiento vital, Marc Bloch
nos privilegiados de las herejías. He aquí una hermosa materia porque todos estos elementos diversos gravitan juntos en la uni-
para una ficha de historia de la religión. Coloquemos, pues, cui- dad de la narración." A su vez, en 1800, Fustel de Coulanges de-
dadosamente esta tarjeta en su fichero. En otros, vecinos, bajo el cía a sus oyentes, en la Sorbona: "Suponed cien especialistas
título ahora de "historia económica", dejemos constancia de una repartiéndose, en lotes, el pasado de Francia. ¿Creéis que al fin
segunda cosecha de notas. ¿Creeremos haber terminado ya con hubieran hecho la historia de Francia? Lo dudo mucho. Les fal-
las bulliciosas sociedades de artesanos de la lanzadera? Toda- taría, por lo menos, la vinculación de los hechos, y esta vincula-
vía tendremos que explicarlas, no por la coexistencia de lo religio- ción es también una verdad histórica." "Movimiento vital", "vincu-
so y lo económico, sino por su entrelazamiento. Sorprendido por lación": -la oposición de las imágenes es significativa. Michelet
esa "especie de certeza, de seguridad, de tranquilidad moral" que pensaba y sentía bajo las especies de lo orgánico, como hijo que
parecían haber gozado algunas generaciones inmediatamente era de una edad en la que el universo newtoniano parecía el mo-
anteriores a la nuestra, Lucien Febvre descubre, ante todo, dos delo acabado de la ciencia. Fustel recibía sus metáforas del es-
razones: el imperio que ejerció sobre las inteligencias el sistema pacio. El acuerdo fundamental entre ellos ofrece, por esa razón,
cosmológico de Laplace y la "anormal fijeza" del régimen moneta- un sonido más completo. Estos dos grandes historiadores eran
rio. Pocos hechos humanos hay de naturaleza en apariencia más demasiado grandes para ignorar que, igual que un individuo, la
opuesta que éstos. Sin embargo, contribuyeron a dar a la actitud civilización no tiene nada de un rompecabezas mecánicamente
mental de un grupo su tonalidad entre todas característica. ajustado; el conocimiento de los fragmentos estudiados sucesi-
vamente, cada uno de por sí, no dará jamás el del conjunto; no
Sin duda, estas relaciones en escala colectiva no son sencillas, dará siquiera el de los fragmentos mismos.
como no lo son en el seno de cualquier conciencia personal. Na-
die se atrevería ya a escribir hoy, sin más, que la literatura es "la Pero el trabajo de recomposición no viene sino después del aná-
expresión de la sociedad"; por lo menos no lo es de ninguna ma- lisis. Digámoslo mejor: no es sino la prolongación del análisis, su
nera en el sentido en el que un espejo "expresa" el objeto refleja- razón de ser. En la imagen primitiva, contemplada más que ob-
do. Puede traducir reacciones de defensa al igual que un acuerdo. servada, ¿cómo discernir los vínculos, cuando nada era distinto?
Arrastra, casi inevitablemente, gran número de temas heredados, Su delicada trama no podía aparecer sino después de haber cla-
de mecanismos formales aprendidos en la práctica del taller, anti- sificado los hechos en agrupamientos específicos. Del mismo
guas convenciones estéticas, que son otras tantas causas de re- modo, para seguirle siendo fiel a la vida en el constante entrecru-
traso. En una misma fecha -escribe sagazmente H. Focillon- lo po- zamiento de sus acciones y sus reacciones, no es necesario pre-
lítico, lo artístico, lo económico no ocupan [yo preferiría "no ocupan tender contemplarla entera, en un esfuerzo generalmente dema-
forzosamente"] la misma posición en sus curvas respectivas." Pero siado vasto para las posibilidades de un solo sabio. Nada más
es de esos desajustes de los que, precisamente, saca la vida so- legítimo, nada más saludable muchas veces que centrar el estu-
cial su ritmo casi siempre descoyuntado. De la misma manera, dio de una sociedad en uno de sus aspectos particulares, o aun
en la mayoría de los individuos, en las diversas almas -para ha- mejor, en uno de esos problemas precisos que plantea tal o cual
blar el lenguaje pluralista de la antigua psicología- tienen rara vez de estos aspectos: creencias, economía, estructura de las clases
una edad idéntica. ¡Cuántos hombres maduros conservan toda- o de los grupos, crisis políticas... Por ese razonado escoger los
vía recovecos de su infancia! problemas no serán sólo más firmemente planteados, sino que, UNTREF VIRTUAL | 6
por lo general, habrá mayor claridad en los hechos de contacto y venciones netas y especiales que acaban reemplazando a las
de intercambio o condición, tan sólo, de querer descubrirlos. ¿De- significaciones de origen confuso y estadístico, no ha llegado
Introducción
seamos conocer de verdad en su propia mercancía, a esos gran- todavía para la historia." Así habla Paul Valéry. Pero si es verdad A La Historia
des mercaderes de la Europa del Renacimiento, vendedores de que esa hora de la exactitud no ha sonado todavía, ¿es imposi-
paños o especias, acaparadores de cobre, mercurio o alumbre, ble que llegue alguna vez? ¿Y, sobre todo, por qué tarda tanto? Marc Bloch
banqueros de emperadores y reyes? Recordemos que se hacían
retratar por Holbein, que leían a Erasmo o a Lutero. Para com- La química se ha formado su material de signos y hasta sus pala-
prender la actitud del vasallo medieval hacia su señor tendremos bras: "gaz" es, si no me equivoco, uno de esos raros vocablos au-
que informarnos también de su actitud hacia Dios. El historiador ténticamente inventados que posee la lengua francesa; y es que
no sale nunca del tiempo, pero por una oscilación necesaria, que la química tenía la gran ventaja de dirigirse a realidades incapa-
ya el debate sobre los orígenes nos ha hecho ver, considera ces, por su naturaleza, de nombrarse a sí mismas. El lenguaje de
unas veces las grandes ondas de fenómenos emparentados que la percepción confusa, que desechó, no era menos exterior a las
atraviesan la duración de parte a parte, y otras el momento huma- cosas, y, en este sentido, menos arbitrario que el de la observa-
no en que estas corrientes se estrechan en la intrincada maraña ción clasificada y controlada con la que lo ha sustituido; dígase vi-
de las conciencias. triolo o ácido sulfúrico, el cuerpo mismo no entra ahí para nada.
Muy otro es el problema de una ciencia humana. Para dar nom-
bres a sus actos, a sus creencias y a los diversos aspectos de su
III. La Nomenclatura vida de sociedad, los hombres no han esperado a verlos conver-
tirse en el objeto de una investigación desinteresada. La historia,
Sería muy poca cosa limitarse a discernir en un hombre o en una pues, recibe en su mayor patee su vocabulario de la materia mis-
sociedad los aspectos principales de su actividad. En el interior ma de su estudio. Lo acepta ya desgastado y deformado por un
de cada uno de esos grandes grupos de hechos es necesario un dilatado uso; es, además y por otra parte, ambiguo, como todo
nuevo y más delicado esfuerzo de análisis. Hay que distinguir las sistema de expresión que no sabe de un esfuerzo severamente
diversas instituciones que componen un sistema político, las di- concertado de los técnicos.
versas creencias, las prácticas, las emociones de que está hecha
una religión. En cada uno de estos aspectos, y aun en los conjun- Lo peor es que estas prestaciones carecen de unidad. Los docu-
tos, hay que caracterizar los rasgos que unas veces acercan y mentos tienden a imponer su nomenclatura: el historiador; si los
otras separan a las realidades de un mismo orden... Problema de escucha, escribe al dictado de una época cada vez diferente. Ade-
clasificación inseparable, a la luz de la experiencia, del problema más, por otra parte, piensa según las categorías, de su propio
fundamental de la nomenclatura. tiempo y, por ende, con las palabras de éste. Cuando hablamos
de patricios, un contemporáneo del viejo Catón nos hubiese com-
Porque todo análisis requiere, de buenas a primeras, como herra- prendido, pero si el autor evoca el papel de la "burguesía" en las
mienta, un lenguaje apropiado; un lenguaje capaz de dibujar con crisis del imperio romano, ¿cómo traduciría en latín la palabra o
precisión el contorno de los hechos. Un lenguaje, sobre todo, que la idea? Así, dos orientaciones distintas dividen, casi necesaria-
aun conservando la flexibilidad necesaria para adaptarse progre- mente, el lenguaje de la historia. Veámoslas una tras otra.
sivamente a los descubrimientos no tenga fluctuaciones ni equí-
vocos. Y precisamente ahí es donde nos duele a los historiado- Reproducir o calcar la terminología del pasado puede parecer, de
res. Un agudo escritor, que no nos quiere mucho, lo ha visto con buenas a primeras, un camino bastante seguro. Sin embargo,
claridad: "Este momento capital de las definiciones y de las con- tropieza en su aplicación con múltiples dificultades.
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Primero, porque el cambio de cosas está muy lejos de producir intervalo, ¿dónde desaparece el esclavo frente al siervo?. Es el
siempre cambios paralelos en los nombres. Tal es la condición na- eterno sofisma del montón de trigo. De todas maneras, nos ve-
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tural del carácter tradicionalista inherente a todo lenguaje, al igual mos, pues, obligados, para hacer justicia a los hechos, a sustituir A La Historia
que la falta de inventiva que padecen la mayoría de los hombres. su lenguaje por una nomenclatura, si no del todo inventada,
cuando menos retocada y desplazada. Marc Bloch
La observación es valedera hasta para la maquinaria, tan sujeta,
sin embargo, a modificaciones muchas veces radicales. Cuando Recíprocamente, sucede que los hombres varían, en el tiempo o en
mi vecino me dice: "Salgo en coche." ¿Debo entender que habla el espacio, con independencia de cualquier variación en las cosas.
de un vehículo arrastrado por un caballo o de un automóvil? Úni-
camente la experiencia que pueda tener de antemano acerca de A veces son causas propias de la evolución del lenguaje las que
su caballeriza o de su garage me permitirá contestar. Aratrum producen la desaparición de la palabra, sin que de ningún modo
designaba, en un principio, un instrumento de labranza sin ruedas; varíe el objeto o el acto, porque los, hechos lingüísticos tienen su
carruca, el que las tenía. ¿Cómo saber, si doy en un texto con la coeficiente propio de resistencia o de ductilidad. Comprobando la
vieja palabra, aparecida antes que la segunda, que no ha sido desaparición, en las lenguas romances, del verbo latino emere, y
sencillamente mantenida para referirse a un nuevo instrumento? su sustitución por otros verbos de orígenes muy diferentes -ache-
Inversamente, Mathieu de Dombasle, llamó charrue a un instru- ter, "comprar", etc...-, hace tiempo, un erudito creyó poder dedu-
mento que había imaginado y que, aunque sin ruedas, era, en cir de ello las conclusiones más amplias e ingeniosas acerca de
verdad, otra especie de arado. las transformaciones que habían afectado el régimen de intercam-
bios en las sociedades herederas de Roma. ¿Por qué no se pre-
Sin embargo, esa fidelidad al nombre heredado aparece todavía guntó si ese hecho indiscutible podía ser tratado como un hecho
más fuerte desde el momento in que se consideran realidades aislado? Nada más común, sin embargo, en los idiomas salidos
de orden menos material. Y es que las transformaciones, en ése del latín, que la desaparición de las palabras demasiado cortas;
caso, se operan casi siempre demasiado lentamente para ser la anemia de las sílabas átonas las había hecho casi indistintas.
perceptibles a los hombres a quienes afectan. No sienten la ne- El fenómeno es de orden estrictamente fonético y divierte el error
cesidad de cambiar la etiqueta porque se les escapa el cambio de haber tomado una aventura de la pronunciación por un rasgo
del contenido. La palabra latina servur, que dio al francés serf, ha de la civilización económica.
atravesado los siglos, pero al precio de tantas alteraciones suce-
sivas que entre la condición, así designada, del rervur de la anti- En otras partes son las condiciones sociales las que se oponen
gua Roma y el siervo de la Francia de San Luis existen muchas al establecimiento o al mantenimiento de un vocabulario uniforme.
más diferencias que semejanzas. Tantas, que los historiadores En sociedades muy divididas, como las de nuestra Edad Media,
prefieren reservar la palabra "siervo" para referirla a la Edad Me- era frecuente que instituciones absolutamente idénticas fuesen,
dia. Si se trata de la Antigüedad hablan de "esclavos". Dicho de según los lugares, designadas con términos muy distintos. En
otra manera: al calco prefieren, en esta ocasión la equivalencia, nuestros días, todavía las hablas regionales se distancian mu-
no sin sacrificar a la exactitud intrínseca del lenguaje un poco de cho entre sí, hasta en la designación de los objetos más comu-
la armonía de sus colores; porque el término que trasplantan así nes y las costumbres más universales. En la provincia del centro
a un ambiente romano no nació sino hacia el año 1000, en los donde escribo estas líneas, se llama village (aldea) a lo que en
mercados de carne humana donde los cautivos eslavos parecían el norte sería denominado hameau (caserío); la aldea del norte
dar el modelo perfecto de la sumisión absoluta, ya completa- es aquí un "burgo". Estas diferencias verbales presentan, por si
mente extraña a los siervos indígenas de Occidente. El artificio mismas, hechos muy dignos de ser atendidos. Si conformara a
es cómodo, mientras se atenga uno a los extremos, pero en el esto su propia terminología, el historiador no comprometería sólo UNTREF VIRTUAL | 8
la inteligibilidad de su discurso, sino que haría imposible hasta su del siglo XVIII, pretende que siervo en francés, o palabras de
trabajo de clasificación, que figura entre sus primeros deberes. sentido parecido en otras lenguas occidentales, sean empleadas
Introducción
para designar el chriepostnoi de la antigua Rusia zarista. Difícil- A La Historia
Nuestra ciencia no dispone; como las matemáticas o la química, mente podía hallarse una semejanza peor: allá, un régimen de
de un sistema de símbolos aparte de todo idioma nacional. El adscripción a la gleba poco a poco transformado en una verdade- Marc Bloch
historiador habla exclusivamente con palabras, con las palabras ra esclavitud; entre nosotros, una forma de dcependencia perso-
de su país. Si se encuentra con realidades que sólo se expresan nal que, a pesar de su rigor, estaba muy lejos de tratar al hombre
en una lengua extranjera tiene, por fuerza, que traducir. Para ello como una cosa desprovista de todos los derechos; la pretendida
no hay obstáculos serios mientras las palabras se refieren a co- servidumbre rusa no tuvo casi nada de común con nuestra servi-
sas o acciones corrientes: esa moneda corriente de los vocabu- dumbre medieval; sin embargo, decir por las buenas chriepostnoi
larios se cambia fácilmente a la par. Al contrario, tan pronto como no nos serviría de gran cosa. Porque existieron en Rumania, en
aparecen instituciones, creencias, costumbres que participan más Hungría, en Polonia y hasta en la Alemania occidental, tipos de de-
profundamente de la vida propia de una sociedad, la transposi- pendencia campesina estrechamente emparentados con el que se
ción a otra lengua, hecha a semejanza de una sociedad dife- estableció en Rusia. ¿Habrá que hablar en cada caso rumano, hún-
rente, se transforma en una empresa llena de peligros, ya que garo, polaco, alemán o ruso? Una vez más se escaparía lo esen-
escoger un equivalente es postular una semejanza. cial, que es restituir las relaciones profundas de los hechos expre-
sándolos por medio de una nomenclatura apropiada.
Nos resignaremos, pues, sin remedio, a conservar el término ori-
ginal, sin perjuicio de explicarlo? Así habrá que hacerlo a veces. En este caso, la etiqueta fue muy mal escogida. Un marbete co-
Cuando, en 1919, se vio en la Constitución de Weimar que el Es- mún, sobreimpuesto en consecuencia a los nombres nacionales,
tado conservaba el viejo nombre alemán de Reich, no faltaron en en vez de copiarlos, no es menos necesario. Una vez más, la
Francia publicistas que exclamaran: "¡Extraña Republica que per- pasividad está prohibida.
siste en llamarse Imperio!" La verdad es que no solamente Reich
no evoca de por si la idea de un emperador, sino que asociado a Muchas sociedades han practicado lo que podría llamarse un bi-
las imágenes de una historia política perpetuamente oscilante en- lingüismo jerárquico. Se enfrentaban dos lenguas: una popular y
tre el particularismo y la unidad, esta palabra tiene un sentido tan otra culta. Lo que se pensaba y lo que se decía corrientemente
específicamente alemán que no tolera la menor tentativa de tra- en la primera se escribía exclusivamente o con preferencia en la
ducción en un idioma donde se refleje un pasado nacional com- segunda. Así, en la Abisinia de los siglos XI al XVIIr se escribía
pletamente distinto. el gheez y se hablaba el amhárico. Así, los evangelios nos han
conservado en griego, que era entonces la gran lengua de la cul-
Sin embargo, ¿cómo generalizar esta reproducción mecánica, tura de Oriente, dichos que hay que suponer intercambiados en
verdadera solución de menor esfuerzo? Aun dejando aparte toda arameo. Así, más cerca de nosotros, la Edad Media, durante mu-
preocupación de propiedad idiomática, no hay duda que sería cho tiempo, no se administró, no se relató a sí misma más que
molesto, confesémoslo, ver a los historiadores empedrando sus en latín. Heredados de civilizaciones muertas o pedidos presta-
frases de palabras extranjeras a imitación de esos autores de dos a civilizaciones extranjeras, estos idiomas de letrados, de
novelas campesinas que, a fuerza de escribir en jerga, llegan a clérigos y de notarios debían, necesariamente, expresar muchas
producir un lenguaje donde el campo no se reconoce mejor que realidades para las que no fueron creados originalmente. No lo
la ciudad. Renunciando a todo intento de equivalencia, muchas conseguían más que con la ayuda de todo un sistema de trans-
veces se perjudicaría a la misma realidad. Un uso que viene, creo, posiciones de inevitable torpeza.
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Sin embargo, por esos escritos -dejando aparte los testimonios nos proponían en esas palabras eran el resultado de una sabia
materiales- conocemos a una sociedad. Es evidente que donde elaboración, muchas veces exageradamente influida por la tradi-
Introducción
triunfó tal dualismo de lenguaje las sociedades se nos aparecen, ción. ¡Qué sorpresa, tal vez, si en vez de quebrarnos la cabeza A La Historia
en muchos de sus rasgos principales, como a través de un velo sobre la enredada terminología (probablemente artificial) de los
de aproximaciones. A veces, hasta se interpone una pantalla su- censos y de las capitulares carolingias, pudiéramos pasearnos Marc Bloch
plementaria. El gran catastro de Inglaterra que hizo establecer por un pueblo de ese tiempo y escuchar a los campesinos ha-
Guillermo el Conquistador -el famoso "Libro del Juicio" (Domer- blando entre sí de sus condiciones de vida o a los señores de las
day Book)- fue obra de intelectuales normandos, y no describie- de sus súbditos! Sin duda, esta descripción de la práctica cotidi-
ron solamente en latín instituciones específicamente inglesas, ana por sí misma no nos daría tampoco toda la vida, porque las
sino que las repensaron primero en francés. Cuando tropieza tentativas de expresión, y por ende de interpretación, que salen
con esas nomenclaturas por sustitución de términos, no le queda de los doctos o de los hombres de leyes, constituyen también
más remedio al historiador que rehacer el trabajo al revés. Si las fuerzas concretamente eficaces. Ahora bien, sería al menos al-
correspondencias fueron escogidas fácilmente, y ante todo apli- canzar una fibra profunda. ¡Qué enseñanza, si pudiésemos llegar
cadas con constancia, la tarea será relativamente fácil. No habrá a sorprender en los labios de los humildes sus verdaderas ple-
mucha dificultad en reconocer a los condes reales tras de los garias, fuesen al dios de hoy o al de ayer! Suponiendo, claro está,
"cónsules" de los cronistas. Se da, desgraciadamente, con casos que ellos mismos supiesen traducir, sin mutilarlos, los anhelos de
menos favorables. ¿Qué era el colonial de nuestras cartas pue- su corazón.
blas de los siglos XI y XII? Es una cuestión desprovista de senti-
do. La palabra, en efecto, no dejó heredero en la lengua vulgar Porque ahí reside, en última instancia, el gran obstáculo. Para un
porque ya no evocaba nada vivo y la palabra misma no represen- hombre, nada es más difícil que expresarse acerca de sí mismo.
taba más que un artificio de traducción empleado por los notarios Pero no hallamos menos dificultad para dar nombres, exentos a
para designar, en un hermoso latín clásico, condiciones jurídicas la vez de ambigüedad y de falso rigor, que describan las fluidas
o económicas muy distintas. realidades sociales que forman la trama de nuestra existencia.
Los términos más usuales no son nunca más que aproximacio-
Esta oposición entre dos idiomas forzosamente diferentes no re- nes, aun los términos de la fe que nos inclinaríamos a creer de
presenta, en verdad, más que el caso extremo de contrastes co- sentido estricto. Mirando el mapa religioso de Francia, véase cuán-
munes a todas las sociedades. Hasta en las naciones más unifi- tas matizadas distinciones está obligado a hacer un sabio como
cadas, como la francesa, cada pequeña colectividad profesional, Le Bras para sustituir la etiqueta demasiado simplista de "católico".
cada grupo caracterizado por la cultura o por la fortuna, posee su Hay ahí bastante materia para hacer reflexionar a los historiado-
sistema de expresión particular. Más no todos los grupos escri- res que desde lo alto de su credulidad (a veces y más frecuente-
ben, o no escriben tanto, o no tienen la misma posibilidad de ha- mente, tal vez, de su incredulidad) sentencian tajantemente acer-
cer llegar sus escritos a la posteridad. Todo el mundo lo sabe: es ca del catolicismo de un Erasmo. Otras realidades, muy vivas, no
muy raro que el acta de un interrogatorio judicial reproduzca lite- han hallado las palabras que necesitaban. En nuestros días un
ralmente las palabras pronunciadas; el secretario, casi espontá- obrero habla con facilidad de su conciencia de clase, por débil que
neamente, ordena, aclara, restablece la sintaxis, ennoblece las ésta sea. No creo que este sentimiento de solidaridad razonada y
palabras que juzga demasiado vulgares. Las civilizaciones del armada se haya manifestado nunca con más fuerza ni mayor cla-
pasado tienen también sus secretarios: cronistas y ante todo ju- ridad que entre los jornaleros de las provincias del norte, hacia el
ristas. La voz de esos secretarios es la que ha llegado hasta no- fin del Antiguo Régimen; diversas peticiones, algunos cuadernos
sotros antes que ninguna otra. Tengamos mucho cuidado de no de 1789 nos han conservado angustiosos ecos de ellos. Ese sen-
olvidar que las palabras que usaban, que las clasificaciones que timiento, sin embargo, no podía entonces nombrarse, porque ca- UNTREF VIRTUAL | 10
En la confusión de nuestras clasificaciones cronológicas se ha Mientras nos limitamos a estudiar, en el tiempo, cadenas de fenó-
deslizado una moda que creo bastante reciente y por ello más in- menos emparentados, el problema es, en suma, sencillo. Es a esos
vasora y, en todo caso, muy poco razonada. De buena gana con- fenómenos mismos a quienes conviene pedir sus propios perío-
tamos por siglos. dos. ¿Una historia religiosa del reinado de Felipe Augusto? ¿Una
historia económica del reinado de Luis XV? ¿Por qué no: "Diario
Durante mucho tiempo extraña a toda denominación de un nú- de lo que pasó en mi laboratorio bajo la segunda presidencia de
mero exacto de años, esta palabra tenía originariamente también Grévy", por Louis Pasteur? ¿O, inversamente: "Historia aplicada
sus resonancias místicas; acentos de la Cuarta Égloga o del Dies de Europa, desde Newton huta Einstein"?
Trae. Tal vez no se hubieran amortiguado del todo en la época en
que, sin gran preocupación de precisión numérica, la historia se Sin duda, se ve muy claro por qué han podido seducir las divisio-
entretenía complacida en "el siglo de Pericles" o en el de "Luis XIV". nes sacadas uniformemente de la sucesión de imperios, reyes o
Pero nuestro idioma se ha tornado mucho más severamente ma- regímenes políticos. Tenían no sólo el prestigio que una larga tra-
temático. Ya no nombrarnos los siglos según sus héroes. Los dición suele asignar al ejercicio del poder, "a esas acciones -de- UNTREF VIRTUAL | 15
cía Maquiavelo- que tienen el aspecto de grandeza propio de los cernos estas coincidencias, no tenemos el derecho de recha-
actos de gobierno o del Estado". Un advenimiento, una revolución zarlas porque sí; pero no aparecerán, en su caso, más que a con-
Introducción
tienen su sitio fijo, en el tiempo, un año, un día antes o después; dición de no haber sido postuladas de antemano. Evidentemente, A La Historia
ahora bien, el erudito gusta, a lo que dicen, de "fechar finamente". las mareas están en relación con las lunaciones; para saberlo,
Encuentra en ello, con el apaciguamiento de un instintivo horror sin embargo, hubo que determinar separadamente las épocas Marc Bloch
a lo difuso, una gran tranquilidad de conciencia. Desea haberlo del flujo y las de la luna.
leído todo, haberlo compulsado todo, en cuanto a su tema se re-
fiere. ¡Qué a gusto se encontraría si ante cada legajo de archivo ¿Trátase, al contrario, de caracterizar las etapas sucesivas de la
pudiese, con el calendario en la mano, hacer la distribución: an- evolución social considerada en su integridad? Es un problema
tes, durante, después! de nota dominante. Aquí no se puede sino sugerir las vías por las
cuales deba establecerse, al parecer, la clasificación. No olvide-
Sin embargo, tengamos cuidado de no sacrificarlo todo al ídolo mos que la historia es todavía una ciencia que se está haciendo.
de la falsa exactitud. El corte más exacto no es forzosamente el
que pretende conformarse con la más pequeña unidad de tiempo Los hombres nacidos en un mismo ambiente social, en fechas
-en cuyo caso habría que preferir el segundo al día, como el año vecinas, sufren necesariamente influencias análogas, en particu-
a la década-, sino el mejor adaptado a la naturaleza de las cosas. lar durante su período de formación. La experiencia prueba que
Pero cada tipo de fenómeno tiene su medida particular y, por su manera de comportarse presenta, con respecto a grupos sen-
decirlo así, su decimal específica. Las transformaciones de la siblemente más viejos o más jóvenes, rasgos distintivos general-
estructura social, de la economía, de las creencias, del compor- mente muy claros; y ello hasta en sus desacuerdos, que pueden
tamiento mental no podrían plegarse sin deformación a un crono- ser agudísimos. Apasionarse por un mismo debate, aunque sea
metraje demasiado exacto. Cuando escribo que una modifica- en sentidos opuestos, es todavía parecerse. Esta comunidad de
ción muy profunda de la economía occidental, marcada a la vez huellas proveniente de una comunidad de edades forma una
por las primeras importaciones en masa de trigos exóticos y por generación.
el primer gran desarrollo de las industrias alemana y norteame-
ricana se produjo más o menos entre 1875 y 1885, hago uso de A decir verdad, una sociedad es rara vez uniforme. Se descom-
la única aproximación, que autoriza este tipo de hechos. Una pone en medios diferentes. En cada uno de ellos las generacio-
fecha que pretendiese ser más exacta traicionaría la verdad. De nes no siempre se superponen: las fuerzas que obran sobre un
la misma manera que una estadística de promedio decenal no joven obrero ¿actúan con igual intensidad sobre un joven campe-
es, en sí misma, más grosera que una media anual o semanal, sino? Añádase, aun en las civilizaciones más compactas, la lenti-
sino que, sencillamente, expresa otro aspecto de la realidad. tud con que se propagan ciertas corrientes.
Por otra parte, de ninguna manera es imposible, a priori, que en Mi padre, nacido en Estrasburgo, en 1848, solía decirme: "Duran-
la experiencia se complementen las fases naturales de fenóme- te mi adolescencia se era romántico en provincias, cuando ya Pa-
nos de orden aparentemente muy diverso. ¿Es exacto que el ad- rís había dejado de serlo." Muchas veces, como en este caso, la
venimiento del Segundo Imperio introdujo un nuevo período en la oposición se reduce, ante todo, a una falta de sincronización.
economía francesa? ¿Tenla razón Sombart al identificar la ex- Hablamos de tal o cual generación francesa -pongamos por ejem-
pansión del capitalismo con la del espíritu protestante? ¿Está en plo-, evocamos una imagen compleja y no sin discordancias,
lo justo ThierryMaulnier al descubrir en la democracia la "expre- pero de la que, como es natural, retenemos ante todo los autén-
sión política" de ese mismo capitalismo (temo que, en realidad, no ticos elementos directores.
sea exactamente el mismo)? Por muy dudosas que puedan pare- UNTREF VIRTUAL | 16
En cuanto a la periodicidad de las generaciones, es evidente Gracias a Lucien Febvre, conocemos bien la historia de la pala-
que, a pesar de los sueños pitagóricos de algunos autores, no bra, inseparable, sin duda, de la historia de la idea. No se despren-
Introducción
tiene nada de regular. Según la cadencia más o menos viva del dió sino lentamente del juicio de valor. Más exactamente, se pro- A La Historia
movimiento social, los límites se estrechan o se separan. En la dujo una disociación. Todavía hablamos (aunque con menos se-
historia hay generaciones largas y generaciones cortas. Sólo la guridad, ¡ay!, que nuestros mayores) de la civilización en sí como Marc Bloch
observación permite darse cuenta de los puntos en los que la un ideal, y de la difícil ascensión de la humanidad hacia sus no-
curva cambia de orientación. Pertenecí a una escuela donde las bles cualidades; pero también de civilizaciones, en plural, que
fechas de ingreso facilitan las referencias. Pronto me di cuenta son sencillamente realidades. Admitimos ahora, si se me permite
de que, desde muchos puntos de vista, me sentía yo más cerca- hablar así, la existencia de civilizaciones de no civilizados. Es que
no a las promociones que me habían precedido que a las que me hemos reconocido que en una sociedad, sea la que sea, todo se
siguieron casi inmediatamente. Nos hallábamos, mis camaradas liga e interdetermina: la estructura política y social, la economía,
y yo, en el punto extremo de lo que puede llamarse -así lo creo- las creencias, las manifestaciones más elementales lo mismo que
la generación del caso Dreyfus. La experiencia de la vida no ha las más sutiles de la mentalidad. ¿Como llamar a este complejo,
desmentido esta impresión. "en el seno del cual -escribió ya Guizot- vienen a reunirse todos
los elementos de la vida de un pueblo, todas las fuerzas de su exis-
Sucede, en fin, que forzosamente se interpenetran las genera- tencia"? Creado por el siglo XVIII para expresar un bien absoluto,
ciones, pues no siempre los individuos reaccionan de la misma el nombre de civilización, a medida que las ciencias humanas se
manera respecto de las mismas influencias. Entre nuestros hijos, hacían más relativistas, se plegó, naturalmente, sin perder su an-
desde hoy, nos es bastante fácil discernir, en general y según las tiguo sentido, a este nueve sentido realista. De lo que fue, conser-
edades, a generación de la guerra de la que vendrá a ser, única- va únicamente su significación única, una como resonancia de
mente, la de la postguerra. Con una reserva siempre: en las simpatía humana cuyo valor no es despreciable.
edades que no son todavía la adolescencia casi madura y que,
sin embargo, han pasado de la primera infancia, la sensibilidad La oposición entre civilizaciones aparece claramente desde el
respecto de los acontecimientos del presente varía mucho con momento en que; en el espacio, el contraste se tiñe de exotismo:
los temperamentos personales; los más precoces serán verda- ¿se negará hoy que existe una civilización china y que difiere en
deramente "de la guerra" y los demás permanecerán en la orilla gran manera de la europea? Pero en los mismos lugares el acen-
opuesta. to mayor del complejo social puede también modificarse, más o
menos lenta o violentamente. Cuando se ha operado la transfor-
La idea de generación es, pues, muy flexible, como todo concep- mación, decimos que una civilización sucede a otra. A veces, hay
to que se esfuerza por expresar, sin deformarlas, las cosas hu- una sacudida llegada del exterior que se acompaña, por lo gen-
manas. Pero responde también a realidades muy concretas para eral, de la inserción de nuevos elementos humanos: así entre el
nosotros. Hace mucho que la vemos utilizada como instintivamente Imperio Romano y las sociedades de la Alta Edad Media. A
por disciplinas cuya naturaleza las llevaba a rechazar, ante cua- veces, por el contrario, se trata de un sencillo cambio interior: por
lesquiera otras, las viejas divisiones por reinados o por gobier- ejemplo, la civilización del Renacimiento, de la que tanto hemos
nos: así, la historia del pensamiento o la de las fuerzas artísticas. heredado y de la que, sin embargo, cualquiera estará de acuer-
Parece destinada a dar, cada vez más, el primer jalonamiento a do en pensar que ya no es la nuestra. Estas tonalidades diversas
un análisis razonado de las vicisitudes humanas. son, sin duda, difíciles de expresar. No podrían serlo por marbe-
tes demasiado elementales. La comodidad de las palabras aca-
Pero una generación no representa más que una fase relativa- badas en ismo (Typilmw, Konvtntionalismus) arruinó el ensayo de
mente corta. Las fases más largas se llaman civilizaciones. descripción evolutiva, tan inteligente, que intentó antaño Karl UNTREF VIRTUAL | 17
Lamprecht en su Historia de Alemania. Era ya el error de Taine, tos de verano. Será, pues, perfectamente legítimo decir que si las
en quien tanto nos extraña hoy una especie de realidad personal leyes de la mecánica celeste fuesen diferentes, si la evolución de
Introducción
limitada a la "concepción dominante". Sin embargo, el que cier- la Tierra hubiese sido otro, si la economía alpestre no se fundara A La Historia
tos esfuerzos hayan podido fracasar no justifica la renunciación. en la trashumancia, no hubiese habido caída. Sin embargo, si se
Compete a la investigación introducir en sus distinciones una preguntara cuál fue su causa, cualquiera contestaría: el tropezón. Marc Bloch
exactitud y una finura cada vez mayores. No es que este antecedente fuese más necesario al aconteci-
miento; muchos otra lo eran en el mismo grado. Pero entre todos,
En resumen, el tiempo humano seguirá siendo siempre rebelde ése se distingue por varios caracteres muy marcados: fue el últi-
tanto a la implacable uniformidad como al fraccionamiento rígido mo, era el menos permanente, el más excepcional en el orden
del reloj. Necesita medidas concordes con la variabilidad de su general del mundo; en fin, en razón misma de esa generalidad
ritmo y que acepten muchas veces, porque así lo quiere la reali- menor, su intervención parece ser la que hubiera podido evitarse
dad, no reconocer por límites sino zonas marginales. Sólo al pre- más fácilmente. Por estas razones, nos parece ligado al efecto de
cio de esta flexibilidad puede esperarse que la historia adapte una manera más directa y difícilmente escapamos al sentimien-
sus clasificaciones a las "líneas mismas de lo real", según dijo to de que él solo lo produjo. A los ojos del sentido común, que,
Bergson, lo que es propiamente el fin último de toda ciencia. hablando de causa, rara vez se despoja de cierto antropomorfis-
mo, este componente de última hora, este componente particular
e inopinado, viene a parecerse al artista que da forma a una ma-
V teria plástica ya perfectamente preparada.
En vano pretendió el positivismo eliminar de h ciencia la idea de En su práctica corriente no procede de otra manen el razonamien-
cansa. Quiéralo o no, todo físico, todo biólogo piensa en términos to histórico. Los antecedentes más constantes y más generales,
de preguntas o respuestas. Los historiadores no podrían escapar por necesarios que sean, quedan sencillamente subentendidos.
a esta ley común del espíritu. Unos, como Michelet, todo lo enca- ¿Qué historiador militar pensará en incluir entre las razones de
denan en un gran "movimiento vital" en vez de explicar en forma una victoria la gravitación, de la que dependen las trayectorias de
lógica; otros hacen gala de su aparato de inducciones e hipótesis; los obuses, o las disposiciones fisiológicas del cuerpo humano,
en todas partes está presente el lazo genético. Pero no porque el sin las que los proyectiles no herirían mortalmente? Los antece-
establecimiento de relaciones de causa a efecto constituya una dentes algo más particulares, pero dotados todavía de cierta per-
necesidad instintiva de nuestro entendimiento se ha de suponer manencia, forman lo que se ha convenido en llamar las condicio-
que su búsqueda puede ser abandonada al instinto. Si la meta- nes. La más especial, la que en el haz de las fuerzas generadoras
física de la causalidad está aquí fuera de nuestro horizonte, el representa, en cierta manera, el elemento diferencial, recibe prefe-
empleo de la relación causal como herramienta del conocimien- rentemente el nombre de causa. Se dirá, por ejemplo, que la infla-
to histórico exige incontestablemente conciencia crítica. ción del tiempo de Law fue la causa del alza global de los precios.
La existencia de un medio económico francés ya homogéneo y bien
Supongamos que un hombre camina por el sendero de una mon- ligado será únicamente una condición. Porque esas facilidades de
taña, tropieza y cae en un precipicio. Se necesitó, para que su- circulación que, al prodigar los billetes por todas partes, sólo permi-
cediera este accidente, la concurrencia de gran número de ele- tieron el alza, habían precedido a la inflación y la sobrevivieron.
mentos determinantes. Entre otros, la existencia de la fuerza de
gravedad, la presencia de un desnivel, resultado, a su vez, de Nadie puede dudar que en esta discriminación reside un princi-
largas vicisitudes geológicas; el trazado de un camino, destina- pio fecundo de investigación. ¡Para qué insistir sobre sus antece-
do, por ejemplo, a poner en comunicación un pueblo con sus pas- dentes casi universales? Son comunes o demasiados fenóme- UNTREF VIRTUAL | 18
nos para que merezcan figurar en la genealogía de ninguno de ellos trusión de esas fuerzas exteriores parece más brutal, su acción
en particular. Demasiado sé, de antemano, que no habría incen- sólo se ejerce orientada por el hombre y su espíritu. El virus de
Introducción
dios si el aire no contuviera oxígeno; lo que me interesa, lo que la peste negra fue la causa de la despoblación de Europa, pero A La Historia
pide y justifica un esfuerzo de investigación, es determinar cómo la epidemia sólo se propagó tan rápidamente por ciertas condi-
ha prendido el fuego. Las leyes de las trayectorias valen para la ciones sociales -es decir, en su naturaleza profunda, mentales- y Marc Bloch
derrota y para la victoria; las explican las dos; son, pues, inútiles sus efectos morales se explican únicamente por las predisposi-
para la explicación adecuada de la una o de la otra. ciones particulares de la sensibilidad colectiva.
Pero no se podría elevar a lo absoluto sin peligro una clasifica- Sin embargo, no sólo hay psicología de la conciencia data. Le-
ción jerárquica que no pasa de ser, en verdad, sino una comodi- yendo ciertos libros de historia se creería que la humanidad está
dad del espíritu. La realidad nos presenta una cantidad casi in- compuesta únicamente de voluntades regidas por la Lógica, para
finita de líneas de fuerza que convergen todas hacia un mismo quienes sus razones de obrar no tuvieran jamás el menor secre-
fenómeno. La elección que hacemos entre ellas puede, en la to. Frente al estado actual de las investigaciones acerca de la
práctica, fundarse en caracteres muy dignos de atención; no por vida mental y sus oscuras profundidades, hay una prueba más
ello deja de ser una elección. Existe, por ende, mucho de arbitrario de la eterna dificultad que experimentan las ciencias para seguir
en la idea de una causa por excelencia opuesta a las sencillas siendo exactamente contemporáneas unas de otras. Es, igual-
"condiciones". El propio Simiand, tan riguroso y que intentó pri- mente, repetir y amplificar el error, sin embargo tantas veces de-
mero (creo que en balde) definiciones más estrictas, parece ha- nunciado, de la vieja teoría económica. Su homo oeconomicus
ber acabado por reconocer el carácter completamente relativo de no era sólo una sombra vana porque se le suponía ocupado ex-
esta distinción. "Una epidemia -escribe-tendrá como causa, para clusivamente de sus intereses: la peor ilusión consistía en imagi-
el médico, la propagación de un microbio y, cono condición, la nar que él pudiera adquirir una idea tan clara de esos intereses.
suciedad y la mala salud, engendradas por el pauperismo; para Napoleón decía ya: "No hay nada más raro que un propósito." ¿Se
el sociólogo y el filántropo, el pauperismo será la causa y los fac- creerá que la pesada atmósfera moral en que estamos sumergi-
tores biológicos la condición." Es admitir de buena fe la subordi- dos en este momento señala en nosotros únicamente al hombre
nación de la perspectiva al ángulo propio de la averiguación. de las decisiones razonables? En historia, se falsearía gravemen-
te el problema de las causas si se le redujera, siempre y en todas
Tengamos cuidado, porque la superstición de la causa única, en partes, a un problema de motivos.
historia, es a menudo la forma insidiosa de la búsqueda del cul-
pable: es decir, del juicio de valor. ¿De quién es la culpa o el méri- Por otra parte, ¡qué curiosa antinomia en las actitudes sucesivas
to?", dice el juez. EI sabio se contenta con preguntar: ¿Por qué?", de tantos historiadores! ¿Se trata de asegurarse de si tuvo verda-
y acepta que la contestación no es tan sencilla. Prejuicio del sen- deramente lugar un acto humano? No saben cómo extremar los
tido común, postulado de lógico o tic de magistrado instructor, el escrúpulos. Ahora bien, si pasan a las razones que motivaron ese
monismo de la causa no sería más que un estorbo para la expli- acto, se satisfacen con cualquier apariencia, fundada de ordina-
cación histórica, que busca haces de ondas causales y no se es- rio en uno de esos apotegmas de psicología trivial, ni más ni me-
panta de que sean múltiples, ya que la vida los muestra así. nos ciertos que sus contrarios.
Los hechos históricos son, por esencia, hechos psicológicos. Es, Dos críticos de formación filosófica, Georg Simmel en Alemania
pues, en otros hechos psicológicos donde hallan normalmente y François Simiand en Francia, se divirtieron desenmascarando
sus antecedentes. Sin duda los destinos humanos se insertan en algunas de esas peticiones de principio. Los hebertistas, escribe
el mundo físico y sufren su peso. *Sin embargo, allí donde la in- un historiador alemán, primero se pusieron de completo acuerdo UNTREF VIRTUAL | 19
con Robespierre porque se doblegaba a todos sus deseos; des- agua decida, más que otra cosa, del habitat. Lo seguro es que no
pués se apartaron de él porque lo juzgaron demasiado poderoso. lo decide necesariamente. No es imposible que los hebertistas
Introducción
Es -observa en sustancia Simmel- sobrentender estas dos pro- hayan auténticamente obedecido a los motivos que les atribuía A La Historia
posiciones: una acción bienhechora provoca el reconocimiento, y su historiador. El mal fue considerar esta hipótesis como cierta
no nos gusta que nos dominen. Sin dudas .estas dos proposi- por adelantado. Había que probarlo. Y, una vez obtenida esta Marc Bloch
ciones no son forzosamente falsas, ni forzosamente justas tam- prueba -que no debe considerarse sectariamente impracticable-,
poco, porque ¿no podría sostenerse con igual verosimilitud que todavía había que preguntarse, ahondando más en el análisis,
una sumisión demasiado grande a las voluntades de un partido por qué, entre todas las actitudes psicológicas concebibles, fue-
exija en él más desprecio que gratitud por esa debilidad? Y, por ron éstas las que se impusieron al grupo. Porque, dado que una
otra parte, ¿no se ha visto jamás a un dictador ahogar hasta la reacción de la inteligencia y de la sensibilidad no es nunca inde-
menor veleidad de resistencia mediante el temor que inspira su pendiente, exige, si se produce, que se esfuerce uno en descu-
poder? De la autoridad decía un escolástico que tiene "nariz de brir sus razones. Para decirlo todo en una palabra, las causas, en
cera, que lo mismo se tuerce a la izquierda que a la derecha". Lo historia más que en cualquier otra disciplina, no se postulan ja-
mismo sucede con las pretendidas verdades psicológicas del más. Se buscan...
sentido común.
Reflexiones Para Un Lector Interesado En El Método Como conclusión, Bloch proyectaba escribir un Estudio acerca
del Papel de la Historia en la Ciudad y en la Enseñanza. Y pen-
a la que siguieron cierto número de páginas que se conservan saba consagrar un apéndice a la .Enseñanza de la Historia.
manuscritas y que componen un capitulo titulado: Nacimiento de
Francia y de Europa. Las diferencias que presenta este programa con el que finalmen-
te ejecutó el historiador no necesitan ser subrayadas. Si, en ge-
Los acontecimientos que Bloch relató en su Extraña Derrota in- neral, la materia prevista para los cinco primeros capítulos se
terrumpieron ese trabajo. Y cuando, de vuelta en Francia, des- vuelve a en contrar en Los cuatro primeros capítulos acabados
pués del trágico circuito Dunkerque-Londres-Bretaña, Bloch se de la Apología, es evidente que Bloch debla tratar todavía del
puso de nuevo a trabajar, fue para componer su Apología de la azar, del problema del individuo, del problema de los "actos y
Historia*.¿Desde cuándo exactamente? No puedo decirlo con hechos determinantes" y, por último, de ese problema de la "previ-
precisión. Dispongo de una primera fecha: léese al pie de la con- sión" al que debía consagrar todo un capítulo. En suma, podemos
movedora página que Bloch compuso en recuerdo mío. "Fou- ver, según todos estos datos, que poseemos más de las dos ter-
gières, Creuse, 10 de mayo de 1941 1 Y en una hoja suelta inser- ceras partes de la obra que quedó inconclusa. Tal vez no sea
ta en uno de los legajos se lee lo que sigue: inútil transcribir aquí este fin de programa no ejecutado:
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