Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DERECHO COMERCIAL
TOMO I
Volumen 1
ACTOS DE COMERCIO
NOCIÓN GENERAL DE EMPRESA
INDIVIDUAL
Y COLECTIVA
5a edición actualizada
EL AUTOR
Concepción, julio 1989.
PREFACIO DE LA QUINTA EDICION
En las postrimerías del siglo XX y en la perspectiva del siglo XXI, se han producido
una serie de cambios en los contenidos del Derecho Comercial, tanto en el plano legislativo
como en el doctrinario y jurisprudencial. Nuestra obra por estar destinada básicamente a la
consulta y estudio, debe recoger las reformas e incorporarlas en los diversos tomos que la
componen.
Al igual que la edición anterior el texto se presenta dividido en cuatro tomos.
En el Tomo I –dividido en dos volúmenes– destinado a tratar de la organización
jurídica de la empresa mercantil, hemos puesto al día el tema de la protección del
consumidor de acuerdo con la Ley Nº 19.496, publicada en el Diario Oficial de 7 de marzo
de 1997, haciendo un análisis sistemático de la nueva normativa, su ámbito de aplicación,
los conceptos esenciales definidos por ella, los derechos y deberes de los consumidores, las
cláusulas abusivas en los contratos de adhesión, las organizaciones de defensa de los
derechos de los consumidores, los procedimientos administrativos y judiciales, las
sanciones aplicables y el Servicio Nacional del Consumidor.
Asimismo, en el Tomo I, se actualiza el régimen sancionatorio de las sociedades
solemnes, como son todas las comerciales, de acuerdo con la Ley Nº 19.499, de 11 de abril
de 1997, distinguiendo entre nulidad de pleno derecho y nulidad saneable, las causas que la
producen y los efectos jurídicos que ellas originan, los vicios de fondo, los vicios que no
requieren de saneamiento, el procedimiento para sanear una sociedad viciada y, en general,
las otras reformas que esta misma ley introduce respecto de las sociedades colectivas,
sociedades de responsabilidad limitada y sociedades anónimas.
En lo relativo a las sociedades anónimas, que están tratadas en el Tomo I, se hace un
nuevo análisis de los derechos de los accionistas y del interés social. Fundamentalmente se
desarrolla el tema del conflicto de interés en el seno de las sociedades anónimas, materia
que no había sido desarrollada en ediciones anteriores de la obra y que ha cobrado
actualidad en estos últimos tiempos en nuestro país, donde se ventila un caso de gran
relevancia, en el que hemos dado nuestra opinión a modo de informe en derecho.
Tratándose también de las sociedades anónimas, hemos desarrollado el tema del uso de
información privilegiada y sus consecuencias, tanto en el aspecto civil como penal, que no
ha sido analizado hasta ahora en obras de consulta y estudio sino en monografías y
publicaciones periódicas de difícil acceso.
Por último, en lo que concierne al Tomo I, se incorpora una nueva sección, dentro del
capítulo de las sociedades anónimas, relativa a la concentración y colaboración empresarial.
En ella analizamos las formas jurídicas que reviste el fenómeno de concentración, las
fusiones y divisiones de sociedades, como así también las principales figuras de
colaboración entre empresas, tanto del derecho angloamericano como europeo continental,
es decir, los contratos de Joint Venture y les groupements d’intérêt économique,
respectivamente.
En el Tomo II, relativo a los títulos de crédito y los contratos mercantiles,
incorporamos nuevos estudios acerca de la desmaterialización de los títulos valores y de la
contratación electrónica, aprovechando nuestra experiencia como delegado de Chile ante la
Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, donde
participamos en la elaboración de leyes modelo y de convenciones internacionales sobre la
materia. En especial comentaremos la Ley Modelo de Naciones Unidas sobre
Transferencias Internacionales de Crédito y la Ley Modelo de Naciones Unidas sobre
Comercio Electrónico, con el propósito de dar a conocer los avances que en el plano
internacional se han producido en el derecho que regula el comercio entre los estados.
En el Tomo III, relativo al Derecho de Quiebras, incluimos nuevos desarrollos acerca
de los aspectos doctrinarios de la quiebra y en especial nuestras reflexiones en torno a la
quiebra transfronteriza (Cross Border Bankruptcy), incluyendo el análisis de la Ley Modelo
de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional sobre
Quiebra Transfronteriza, aprobada en Viena en 1997.
Finalmente, en el Tomo IV, relativo a las operaciones mercantiles modernas,
incorporamos otras formas de operar que han aparecido en el contexto de la economía
globalizada.
EL AUTOR
Concepción, enero de 1999.
Sección I
Nociones preliminares
Párrafo I
La producción y el consumo de bienes
1. Introducción. El derecho comercial es la disciplina jurídica que rige una parte de la
actividad económica, el comercio y las relaciones que nacen de su ejercicio. Es preciso en
consecuencia comenzar por el análisis del origen del comercio y su evolución, para
continuar con la formación histórica de las normas que lo regulan y las doctrinas acerca de
su fundamento.
A partir del momento en que la economía cerrada, en la cual cada grupo humano
satisface totalmente sus necesidades, resulta inapropiada en la organización de la sociedad,
surge el fenómeno del intercambio de bienes o trueque, que si bien es cierto no puede
calificarse aisladamente como actividad mercantil, no es menos cierto que constituye su
origen. En efecto, si un grupo humano tiene carencia de determinados bienes, pero al
mismo tiempo produce en exceso otras cosas, buscará otro grupo con el cual iniciar un
trueque que permita a ambos complementarse en la satisfacción de sus respectivas
necesidades. Así, de un modo embrionario, se ha manifestado una forma de división del
trabajo y la formación de una economía en la cual no sólo se producirá para satisfacer
necesidades grupales, sino para realizar nuevos intercambios. De esta suerte nace el
comercio, mediante la ejecución de actos que consistieron primero en el simple cambio de
valores reales por otros de igual naturaleza, para luego perfeccionarse mediante cambio de
valores reales por representativos, cuando se inventa la moneda como medida común,
dándose origen a la compraventa.
Más tarde aún se logrará el cambio de valores representativos por otros de igual
naturaleza, y en la actualidad los intercambios tienden a efectuarse a través de mensajes
electrónicos y de anotaciones en cuentas.
Párrafo II
El cambio, la intermediación y el lucro
2. La noción de comercio. Además de los actos de cambio, la actividad comercial
supone una interposición entre productores y consumidores. Esta intermediación no es otra
cosa que el acercamiento de los bienes del productor al consumidor. Es el comerciante
quien pone a disposición de los consumidores los bienes producidos; es él quien realiza los
actos de intermediación, contribuyendo de esta suerte a acelerar el proceso de la
producción.
El comerciante, al ejecutar su misión de intermediario entre quienes producen los
bienes y quienes los necesitan para satisfacer sus necesidades, presta un servicio que
normalmente debe ser retribuido mediante la obtención de una ganancia o lucro. El ánimo
de lucro es, en consecuencia, un elemento de la actividad comercial, pero que por sí solo no
basta para caracterizarla. Es preciso la comparecencia de la intermediación en el proceso
productivo. Así, ciertas actividades profesionales suponen la persecución de bienes
lucrativos, pero por no contar con el otro elemento no pueden ser consideradas como
actividades mercantiles.
El comercio puede definirse señalando que se trata de una actividad de intermediación
entre productores y consumidores realizada con propósito lucrativo. Vale la pena tener
presente que el comercio, en sentido económico, comprende solamente la circulación o
distribución de las riquezas, excluyendo el proceso de la producción, en tanto que, en
sentido jurídico, la actividad comercial comprende no sólo la distribución o circulación de
los productos, sino también su producción misma. En este sentido, Ripert ha dicho: “El
industrial en sentido jurídico del término es un comerciante”. Sin embargo, la agricultura, la
actividad extractiva en general (minería), los servicios prestados por los profesionales
liberales, si bien son parte de la actividad económica, no quedan comprendidos dentro de la
esfera de aplicación de esta disciplina jurídica. Pero en la legislación nacional de quiebras,
el deudor que ejerce una actividad comercial, industrial, minera o agrícola, queda sujeto a
un régimen más riguroso, en el cual resulta más fácil la declaratoria y las consecuencias de
la quiebra son más vastas.
Párrafo II
Nociones de derecho comercial y doctrinas sobre su contenido
8. Noción de derecho comercial. Por derecho comercial entendemos el conjunto de
normas jurídicas que regulan la actividad comercial que se determina calificando de
mercantiles ciertos actos u operaciones y los sujetos que se dedican a ella. En términos más
amplios, su objeto es reglamentar el comercio, los sujetos activos del mismo, la
organización jurídica que adoptan, las personas e instituciones que los auxilian,
instrumentos de que se valen para la circulación de los bienes, valores y servicios, lo que se
logra a través de las múltiples normas de carácter nacional e internacional.
El derecho comercial es una de las ramas del derecho cuyo desarrollo y evolución se
está produciendo casi a la par de los progresos del mundo contemporáneo, gracias a la
agilidad con que han reaccionado los legisladores frente a los requerimientos que plantea la
realidad económica, como asimismo a la importante labor que a nivel internacional realizan
organismos expertos en la materia, con la finalidad de facilitar los intercambios comerciales
y unificar la legislación mercantil existente.
9. Características del derecho comercial. Esta rama jurídica se caracteriza por ser
progresiva, uniforme e internacional. Su carácter progresivo se debe a que la especulación y
el espíritu del lucro que guía todas sus operaciones le dan tal movilidad para satisfacer sus
necesidades, que esta rama del derecho de continuo exige reglas jurídicas nuevas, en
armonía con los progresos experimentados. De ahí que el derecho comercial tenga una
evolución siempre rápida y constante, porque la costumbre es la primera manifestación
externa de la necesidad de nuevas instituciones jurídicas adecuadas al progreso
experimentado.
La uniformidad se debe al hecho que las prácticas mercantiles se repiten y se
desarrollan en forma similar en los diversos países, y cuando no es así, la uniformidad se
logra mediante acuerdos, tratados y convenciones. Esto último le da el carácter
internacional, pues el comercio se desarrolla con prescindencia de las fronteras. En la
elaboración de normas mercantiles internacionales uniformes, destaca la labor efectuada
por la COMISION DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DERECHO MERCANTIL
INTERNACIONAL, cuya sigla en español es CNUDMI, aunque es más conocida por la
sigla de su denominación en inglés UNCITRAL.
10. El Derecho Comercial Internacional. Para encauzar jurídicamente al comercio
internacional se requiere de un derecho especial que lo regule, éste es el derecho comercial
internacional, donde se ve reafirmado el principio de la autonomía de la voluntad, hasta el
punto de ser ella uno de los factores que más han contribuido a la uniformidad que este
derecho presenta en la actualidad. Ha sido el reconocimiento de este principio lo que ha
permitido la formación progresiva de un derecho uniforme, nacido a impulsos de las
exigencias de la práctica mercantil internacional y asentado, aparte de los convenios
internacionales, en las condiciones generales y contratos tipo elaborados por las empresas
interesadas en el comercio exterior, así como en las prácticas y costumbres mercantiles.
La afirmación progresiva de este nuevo sector uniforme del derecho comercial es un
fenómeno importante que está superando la diversidad de sistemas económicos y sociales y
la tradicional distinción de sistemas jurídicos. Para el logro de esta deseada uniformidad,
dedican sus mejores esfuerzos organismos internacionales de carácter privado, como la
Cámara de Comercio Internacional y la International Law Association y organismos de
carácter intergubernamental, como el Instituto Internacional para la Unificación del
Derecho Privado, y el Consejo para la Ayuda Económica Mutua. Para la coordinación de
las tareas de esos diferentes organismos se ha creado en el seno de las Naciones Unidas una
comisión especial, la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional, que tiene por misión específica promover la uniformidad de este derecho.
Junto a ella trabaja la Conferencia Permanente de La Haya sobre Derecho Internacional
Privado.
Los métodos utilizados por estos diversos organismos para el logro de su principal
objetivo son variados, destacando:
–la elaboración de leyes tipo sobre determinadas materias, que se proponen como
modelo a los Estados de la comunidad internacional, y que al ser adoptados por algunos de
ellos, logran, a lo menos parcialmente, identidad de regímenes jurídicos;
–la elaboración de un texto de ley, destinado a regir en los países que al efecto
suscriban un tratado que los obligue a ponerlo en vigor dentro de su respectivo territorio. La
ley así formada puede delimitar su campo de aplicación, exclusivamente, a las relaciones
internacionales, o puede regir tanto éstas como las que surjan en el interior del país. El
ejemplo más interesante de esta última solución lo constituye la llamada Ley Uniforme de
Ginebra o Convención de Ginebra, adoptada por muchos países, entre ellos Chile,
constituyendo el núcleo del derecho cambiario, en materia de cheques y letras de cambio; y
–la incorporación del texto de una ley a una convención internacional, que al ser
ratificada por un estado convierte en derecho interno el contenido de tal ley.
12. Objeto del derecho comercial. Esta disciplina jurídica tiene por objeto regular un
sector de la actividad económica, el comercio, las personas naturales o jurídicas que lo
ejercen organizadas como empresa, los sujetos e instituciones que los auxilian y los actos,
contratos y operaciones que ejecutan o celebran para llevar a cabo el tráfico de bienes,
valores y servicios.
No siempre el dominio del derecho comercial estuvo determinado en esta forma; pasó
por diversas etapas en su generación. Antes de constituir una rama especial estuvo
confundido con el derecho común, nació como el derecho profesional de los comerciantes,
para convertirse más tarde en el derecho de los actos de comercio, llegando a ser en
nuestros días un conjunto de normas que rigen la empresa comercial y los empresarios
individuales o colectivos de comercio.
Párrafo III
El derecho comercial confundido con el derecho común
13. Análisis. Las reglas jurídicas relativas a la actividad comercial tienen su origen
muy remoto. Las más antiguas aparecen en el Código de Hammurabi, de origen babilónico-
persa, año 2000 a. de C., que contiene disposiciones sobre el contrato de depósito,
comisión, mutuo, navegación interior.
Las leyes de Rodas, de origen fenicio, fueron adoptadas por los romanos sobre todo en
lo relativo al derecho marítimo, que constituía su principal reglamentación. Sin embargo,
los romanos, que alcanzaron un desarrollo jurídico notable, base del actual sistema de
derecho romanista imperante en Europa y Latinoamérica, no consideraron el comercio
como un derecho especial. Quedó comprendido o confundido dentro del derecho común jus
gentium y en ninguna parte se distingue la actividad comercial de la actividad civil. El
derecho comercial, en un comienzo, forma parte del derecho que se ocupa de reglamentar
las grandes instituciones de las relaciones privadas de los hombres, como la familia, la
sucesión, la propiedad, los contratos, es decir, del derecho común o derecho civil.
A partir del siglo XI, con la aparición de las corporaciones, asociaciones de
comerciantes, el derecho comercial comienza a destacarse con caracteres propios, y la
costumbre mercantil pasa a ser norma jurídica gracias a su observancia por las
corporaciones y a su sanción por los cónsules. Estos últimos, junto con proteger a los
miembros de las corporaciones, organizaban los mercados y ferias y administraban la
justicia entre los comerciantes. El derecho comercial surge como una rama independiente
cuando se hizo imposible reglamentar, por el derecho común, las relaciones nacidas del
ejercicio del comercio, que requerían de formas propias, como letras de cambio, bolsas de
comercio, bancos, etc.
Párrafo IV
El derecho comercial como derecho de los comerciantes
Párrafo VI
El derecho comercial como rama jurídica que regula la empresa
20. Concepción moderna. En nuestros días las operaciones comerciales se realizan
“en serie”, van encadenadas unas a otras y para lograr efectuar esas “operaciones masivas”
es menester desarrollar una actividad continua y permanente, no ocasional ni aislada o
eventual, y para desplegar esa actividad se requiere una organización adecuada: la empresa.
Por eso, teniendo en cuenta los supuestos concretos de la realidad actual, para algunos
autores el derecho comercial “es aquel que regula y ordena la actividad económica
constitutiva de empresa” y el derecho ordenador de la organización y de la actividad
profesional de los empresarios.
Concebido el derecho comercial como el conjunto de normas que rigen la actividad de
la empresa, no por ello deja de ser un derecho regulador de los actos de comercio,
esencialmente contractuales. Regula entonces los actos que integran la actividad
profesional del empresario, el tráfico organizado en empresas. Cuando un acto pertenece a
la categoría de la actividad empresarial, adquiere sin más el carácter de acto comercial y
con ello se dispone de un criterio para determinar el dominio de aplicación de esta
disciplina jurídica. Los conceptos de empresa y de empresario se han convertido en
nociones básicas o centrales del derecho comercial contemporáneo.
Dentro de la tendencia de quienes conceptúan así al derecho comercial, un autor
italiano dice que “es el derecho de la economía organizada” y que “la empresa es la persona
económica que el derecho comercial regula”.
Se critica esta concepción diciendo que las actividades ocasionales quedarían excluidas
y que no se trataría del derecho de la empresa, sino del derecho de determinadas empresas,
lo que no corresponde a la realidad, porque los actos aislados no relacionados con empresa
alguna quedan también dentro del dominio de la ley mercantil.
Con todo, la noción de empresa constituye un fundamento adaptado al derecho
comercial para armonizarlo con la realidad económica actual.
Párrafo VII
El derecho de la empresa
22. Tendencia actual. La evolución del derecho comercial demuestra que su
fundamento es cambiante, por tratarse de una disciplina jurídica que se ocupa de
reglamentar fenómenos económicos y que debe adaptarse a los requerimientos que estos
últimos plantean a los juristas para que se les encauce dentro de los marcos del derecho.
Aun cuando la noción del derecho mercantil, como conjunto de reglas que regulan la
actividad constitutiva de empresa, sólo comienza a tener consagración legislativa, tendencia
de la cual no es completamente ajeno el derecho chileno, puede decirse en doctrina que ya
se encuentra superada por quienes postulan la creación de un derecho de la empresa. En
efecto, estudiado el fenómeno empresa en su conjunto, se advierte que para una adecuada
reglamentación del mismo se requiere de normas jurídicas pertenecientes a las diferentes
disciplinas conocidas, porque en él se comprenden aspectos de derecho laboral (relaciones
de la empresa con su personal), de derecho administrativo (concesiones, normas sanitarias,
de instalación de industrias, etc.), de derecho tributario (aspecto impositivo), de derecho
penal (sanción de delitos cometidos con ocasión de la actividad empresarial), de derecho
civil (responsabilidad extracontractual) y, naturalmente, de derecho comercial
(organización jurídica y actos y contratos celebrados por la empresa).
Al ser así, se postula que es preferible ir lisa y llanamente a la formulación de un
derecho de la empresa, como conjunto totalizador de normas que regulen el nacimiento,
organización y funcionamiento de la empresa como entidad, sujeto o célula viva de la
actividad económica de nuestros días.
La tendencia que estamos señalando comporta el desaparecimiento del derecho
comercial, que vendría a quedar comprendido, en gran parte, por el contenido de la nueva
rama jurídica. Implicaría también cercenar de las otras disciplinas mencionadas los aspectos
que hemos indicado, que pasarían a integrarse al derecho de la empresa. Si bien es cierto
que en el plano del derecho positivo son lentos los avances para acoger esta nueva doctrina,
no es menos verdadero que, en el campo académico, son numerosas las Facultades de
Derecho, particularmente en Francia, que ya han instituido un Doctorado en Derecho de la
Empresa, destinado a entregar al jurista los conocimientos suficientes para actuar como
jurista o consultor de empresa. Existen además numerosas asociaciones o agrupaciones de
juristas de empresa que han recibido formación superior para desempeñarse en ella.
La tarea de formular y sistematizar los contenidos del nuevo derecho de la empresa es
de suyo compleja, si se tiene en cuenta el objetivo totalizador que en él se pretende
alcanzar. Sin embargo, insistimos que en el plano académico esto está prácticamente
funcionando en Europa y en el orden legislativo los avances se advierten claramente en
materia de derecho sobre sociedades, como técnica jurídica de organización de la empresa,
y en el plano penal, en el que se sistematizaron las reglas que sancionan la conducta de
quienes administran empresas, haciéndolas responsables de delitos tipo cometidos en el
ejercicio de esas funciones y de las consecuencias patrimoniales de la quiebra o de la
liquidación judicial de ellas. Puede decirse, sin incurrir en afirmaciones temerarias, que en
Europa, particularmente en Francia, existe un derecho penal de la empresa.
Sabemos que esta idea de crear un derecho para la empresa demora en plasmar
legislativamente en nuestro medio, sobre todo si se tiene en cuenta que nos hemos quedado
en la etapa del derecho comercial como regulador de los actos objetivos de comercio; pero
no podemos desconocer algunos avances en este sentido, como la definición de empresa
que se contiene en el nuevo Código del Trabajo. También conviene recordar que la Ley Nº
18.046, al declarar mercantiles por la forma a las sociedades anónimas, aunque se dediquen
a objetos civiles, está reconociendo que este tipo societario es la estructura jurídica de la
gran empresa comercial y, por esa vía, se abre la puerta a la noción de empresa.
Párrafo VIII
El derecho comercial en Chile
23. Fuentes legales. Las fuentes de inspiración de la legislación chilena mercantil son,
sin duda, el Código de Comercio francés de 1807 y el Código de Comercio español de
1829. Antes de la emancipación política y durante una buena parte de la vida republicana,
rigió en nuestro país la legislación comercial española, especialmente la Ordenanza de
Bilbao. Después de la independencia surgen algunas leyes mercantiles nacionales, entre las
cuales destacan las llamadas Leyes Marianas, que contienen disposiciones relativas a la
policía marítima.
Más tarde se intentó adoptar el Código español de 1829, sin que la iniciativa llegara a
concretarse. Fue así como en la administración Bulnes se encomendó la redacción de un
Código de Comercio a un jurista argentino, residente en el país, don Gabriel Ocampo, quien
elaboró un proyecto después de siete años de trabajo. Al término de esta labor se nombró
una Comisión Revisora, que introdujo algunas modificaciones, no del todo felices.
El Código de Comercio chileno comenzó a regir desde el 1º de enero de 1867. Para un
autor nacional, “es superior en el método al Código de Comercio francés, por cuanto éste se
refiere a los actos de comercio, elemento sobre el cual construye toda la concepción del
derecho comercial, sólo de manera incidental al tratar de la jurisdicción comercial”.
Tiene el mérito de haber reglamentado por primera vez en el mundo el contrato de
cuenta corriente mercantil, inspirado en las enseñanzas de Delamarre y Le Poitvin. El
contrato de seguro terrestre fue también reglamentado, aun cuando su modelo, el Código
francés, sólo trataba del seguro marítimo, lo que constituye otro aspecto innovador del
Código chileno.
Con posterioridad al Código de Comercio de 1867, se ha dictado una gran variedad de
leyes que regulan la materia mercantil, dentro de las cuales podemos citar las siguientes:
Ley Nº 3.918, de 14 de marzo de 1923, sobre Sociedades de Responsabilidad Limitada;
Ley Nº 4.287, de 23 y 29 de febrero de 1928, sobre Prenda de Valores Mobiliarios en favor
de los Bancos; Decreto con Fuerza de Ley Nº 251, de 22 de mayo de 1931, sobre
Compañías de Seguros, por haber sido derogado respecto de las sociedades anónimas y
bolsa de comercio por las leyes Nos 18.046 y 18.045, ambas de 22 de octubre de 1981;
Decreto con Fuerza de Ley Nº 252, de 4 de abril de 1960, sobre Ley General de Bancos;
Ley Nº 4.702, de 6 de diciembre de 1929, sobre Compraventa de Cosas Muebles a Plazo, y
Decreto con Fuerza de Ley Nº 707, de 7 de octubre de 1982, que fija el texto refundido,
coordinado y sistematizado de la Ley de Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques.
Vale la pena destacar que en los últimos tiempos, ante la dificultad de promulgar un
nuevo Código de Comercio y frente a la necesidad de adecuar algunas materias contenidas
en él a los requerimientos que plantea la actividad mercantil de nuestros días, se han
dictado leyes comerciales especiales que ya no forman parte de este cuerpo legal. Así
ocurre con la Ley Nº 18.092, de 14 de enero de 1982, sobre Nuevas Normas de Letra de
Cambio y Pagaré. Lo mismo acontece con la Ley Nº 18.046, de 22 de octubre de 1981,
sobre Sociedades Anónimas, que deroga las normas contenidas en el Código de Comercio,
en el Decreto con Fuerza de Ley Nº 251, de 1931, y en el Código Civil, relativas a las
sociedades de este tipo, cuyo reglamento actual es el Decreto Supremo de Hacienda Nº 587,
de 13 de noviembre de 1982. Otro tanto sucede con la Ley Nº 18.045, de 22 de octubre de
1981, sobre Mercado de Valores.
En fin, conviene precisar que la institución de la quiebra sigue regulándose fuera del
Código de Comercio, en virtud de la Ley Nº 18.175, de 28 de octubre de 1982, que
modifica la Ley de Quiebras y fija su nuevo texto.
Mediante la Ley Nº 18.680, publicada en el Diario Oficial de 11 de enero de 1988, se
sustituyó el Libro III del Código de Comercio, “Del Comercio Marítimo”, y se le
reemplazó por el actual Libro III, “De la Navegación y el Comercio Marítimos”.
24. La estructura del Código de Comercio. Nuestro Código ha seguido un plan muy
lógico. En primer lugar, consta de un Título Preliminar, que tiene seis artículos. Es muy
importante, porque se refiere a materias que dominan todo el Código de Comercio. Tiene
un doble objeto: establecer la base misma del derecho comercial, su objeto, y determinar
cuáles son los actos de comercio. Tiene también por finalidad señalar sus fuentes, los
principios que deben aplicarse en materia mercantil.
El texto del mismo Código esté dividido en cuatro Libros:
Libro I: “De los Comerciantes y de los Agentes del Comercio” (arts. 1º a 95);
Libro II: “De los Contratos y Obligaciones Mercantiles en General” (arts. 96 a 822);
Libro III: “De la Navegación y el Comercio Marítimos” (arts. 823 a 1250), y
Libro IV: “De las Quiebras”, derogado y sustituido por la Ley Nº 18.175.
25. Análisis del artículo 1º del Código de Comercio. “El Código de Comercio rige
las obligaciones de los comerciantes que se refieran a operaciones mercantiles, las que
contraigan personas no comerciantes para asegurar el cumplimiento de obligaciones
comerciales, y las que resulten de contratos exclusivamente mercantiles.”
La disposición del artículo 1º del Código de Comercio es curiosa, extraña para ser la
primera de este cuerpo legal. Está mal ubicada y al parecer no tenía razón de existir. Sin
embargo, hay en este precepto una idea que, como veremos al analizarlo, es de vital
importancia.
Por su ubicación y por la forma de su redacción, parece que el objeto del artículo 1º fue
dar una idea de las materias de que trata el Código de Comercio, además de señalar su
alcance. Al emplear la palabra “rige” está indicando “objeto” del Código. Sin embargo, el
legislador no fue afortunado al redactarlo y presenta varias inexactitudes y deficiencias. En
el Proyecto del Código de Comercio actual el artículo 1º estaba ubicado a continuación del
artículo 8º, que enumeraba los actos de comercio. Durante la discusión del Proyecto se
cambió la ubicación del artículo 8º, pasando a ser el actual artículo 3º del Código, que
enumera los actos de comercio, y el entonces artículo 9º pasó a ser el primero de la
codificación mercantil.
Para analizar el artículo 1º del Código de Comercio, lo dividiremos en tres partes,
según su contenido.
a) Primera parte: “El Código de Comercio rige las obligaciones de los comerciantes
que se refieran a operaciones mercantiles…”
Esta primera parte de la disposición citada es redundante e induce a error. Las
obligaciones que nacen de las operaciones mercantiles son siempre mercantiles. En
segundo término, induce a error porque parece dar a entender que sólo rige los actos de los
comerciantes, quedando excluidas de sus normas las obligaciones de los no comerciantes
que se refieran a actos mercantiles. Esto no es verdad, porque el derecho comercial chileno
es real y objetivo, rige los actos de comercio por su naturaleza y con exclusión de la
persona que los ejecuta.
El artículo 8º del Código comprueba lo dicho anteriormente al expresar: “No es
comerciante el que ejecuta accidentalmente un acto de comercio; pero queda sujeto a las
leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto”. Es evidente la contradicción entre este
precepto y la primera parte del artículo 1º del Código de Comercio.
b) Segunda parte: El Código de Comercio rige “…las que contraigan personas no
comerciantes para asegurar el cumplimiento de obligaciones comerciales…”
Esta es la parte que justifica la existencia del artículo 1º. Aquí encontramos el
fundamento de la teoría de lo accesorio. Desgraciadamente la norma es insuficiente, porque
se refiere a obligaciones accesorias contraídas por personas no comerciantes para afianzar
obligaciones mercantiles. Pero si se aplica a los no comerciantes, con mayor razón debe
aplicarse a los comerciantes.
En efecto, si una persona, comerciante o no comerciante, conviene una obligación
accesoria (fianza o prenda), para asegurar el cumplimiento de una obligación principal
mercantil, la garantía, que en sí misma es de carácter civil, se convierte en acto de comercio
por aplicación del principio de lo accesorio contenido en el artículo 1º, segunda parte, del
Código de Comercio.
El principio o teoría de lo accesorio está consagrado también en el artículo 3º Nº 1
inciso 2º, en el sentido que todo aquello que auxilia, complementa o accede a una actividad,
profesión o acto principal civil o comercial adquiere, en su caso, ese carácter. Así, por
ejemplo, la compra de envases que efectúa un agricultor para vender los quesos o la
mantequilla que produce, aun cuando se vendan con el producto mismo, es un acto civil,
porque accede una actividad o profesión de esta naturaleza como es la agricultura. En
cambio, si un comerciante compra alfombras, cortinas, equipos de luces y sonido para
engalanar su establecimiento, la adquisición de estas cosas muebles, que no están
destinadas a volverlas a vender, se convierte en acto de comercio por aplicación del
principio de lo accesorio.
El artículo 1º, segunda parte, del Código de Comercio, contiene la teoría de lo
accesorio, en el sentido que el aforismo tiene en el derecho civil, es decir, lo accesorio
sigue la suerte de lo principal. En cambio, el artículo 3º Nº 1 inciso 2º del mismo cuerpo
legal consagra la accesoriedad en sentido más amplio de auxilio o complemento de una
actividad, profesión o acto principal.
c) Tercera parte: El Código de Comercio rige “…las (obligaciones) que resulten de
contratos exclusivamente mercantiles”.
En esta última parte de la disposición que comentamos, tampoco el legislador ha sido
afortunado en cuanto a la redacción de la misma. En verdad, parece olvidar la existencia de
los actos mixtos o de doble carácter, que no son exclusivamente comerciales ni
exclusivamente civiles, cuyo origen emana del enunciado del artículo 3º del Código de
Comercio, cuando expresa que “son actos de comercio, ya de parte de ambos contratantes,
ya de parte de uno de ellos…”
BIBLIOGRAFIA
I. Tratados, manuales y obras generales
ASCARELLI, TULIO: Introducción al Derecho Comercial, Edicar, Bs. As., 1974, pp.
14 a 20 y 45 a 75.
AVILES C., GABRIEL: Derecho Mercantil, 6a ed., Barcelona, 1959, pp. 1 a 12.
EYZAGUIRRE E., RAFAEL: Derecho Comercial, Ed. Universitaria, Santiago, 1958,
pp. 1 a 5 y 13 a 19.
GARO, FRANCISCO: Derecho Comercial, Depalma, Bs. As., 1956, pp. 3 a 8 y 11 a
24.
GARRIGUES, JOAQUIN: Curso de Derecho Comercial, 5a ed., Madrid, 1968, pp. 4 a
8.
GUYENOT, JEAN-PIERRE: Cours de Droit Commercial, Ed. Licet, París, 1970, pp.
11 a 20.
HAMEL, JOSEPH: Traité de Droit Commercial, Dalloz, París, 1954.
HALPERIN, ISAAC: Curso de Derecho Comercial, Depalma, Bs. As., 1967, pp. 3 a 8
y 21 a 23.
LEMEUNIER, FRANCIS: Principes et Pratique de Droit Commercial, París, 1968, pp.
1 a 11.
MALAGARRIGA, CARLOS S.: Tratado Elemental del Derecho Comercial, T.E.A.,
Bs. As., 1951, pp. 1 a 11.
MANTILLA M., ROBERTO: Derecho Comercial, 3a ed., Porrúa, México, 1956, pp. 3
a 20.
MARRIAGA, RAFAEL: Derecho Comercial, 3a ed., Bogotá, 1961.
MUNITA, ENRIQUE: Derecho Comercial, Ed. Universitaria, Santiago, 1956, pp. 1 y 2
y 5 a 7.
OLAVARRIA AVILA, JULIO: Manual de Derecho Comercial, 3a ed., Barcelona,
1970, pp. 11 y 12 y 42 a 45.
PALMA ROGERS, GABRIEL: Derecho Comercial, Ed. Nascimento, Santiago, 1941,
pp. 7 a 13.
RIPERT, GEORGES: Traité Elémentaire de Droit Commercial, 7a ed. por René
Roblot, París, 1972, pp. 1 a 4 y 9 a 20.
RIVERA, ALBERTO: Derecho Comercial, Ed. Sanna, Bs. As., 1957, pp. 7 a 17.
RODIERE, RENE Y HOUIN, ROGER: Droit Commercial, Précis Dalloz, 6a ed.,
París, 1970, pp. 1 a 9.
ROCCO, ALFREDO: Principios de Derecho Mercantil, Madrid, Revista de Derecho
Privado, 1931.
SATANOWSKY, MARCOS: Tratado de Derecho Comercial, Bs. As., 1957, pp. 116 a
147.
TOBOADA, ANTONIO: Derecho Comercial, Bs. As., 1955, pp. 1 a 7 y 112 a 120.
VARELA VARELA, RAUL: Derecho Comercial, Ed. Universitaria, Santiago, 1959,
pp. 8 y 9 y 19 a 24.
VARANGOT, CARLOS: Derecho Comercial, Bs. As., 1953, pp. 7 a 16, 30 a 49 y 126
a 132.
VIVANTE, CESAR: Tratado de Derecho Mercantil, Reus, Madrid, 1932, pp. 17 y 18 y
21 a 46.
URIA, RODRIGO: Derecho Mercantil, 19a ed., Marcial Pons, Madrid, 1992, pp. 3 a 5.
II. Obras especializadas, artículos de doctrina y jurisprudencia
ARANEDA D., HUGO: Curso de Economía Política, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1967, pp. 7 a 15.
DAY, CLIVE: Historia del Comercio, Fondo de Cultura Económica, México, 1941, 2
volúmenes.
MOSSA, LORENZO: Historia del Derecho Mercantil en los siglos XIX y XX. Ed.
Revista de Derecho Privado, Madrid, 1948.
GUYENOT, JEAN-PIERRE: Contribución al estudio del Derecho Comercial
comparado. Ediciones Jurídicas Europa-América, Bs. As., 1971, pp. 11 a 46.
BOCCARDO, JERONIMO: Historia del comercio, de la industria y de la economía
política, Bs. As., 1942, pp. 1 a 439.
Sección III
Fuentes del derecho comercial
Párrafo I
Aspectos generales
26. Noción de fuentes del derecho. Las fuentes del derecho son los modos o formas a
través de los cuales éste se exterioriza. En el sistema de derecho romanista, al cual
pertenece nuestro ordenamiento jurídico, la fuente por excelencia es la ley. Dentro de esta
última se comprende la legislación interna representada por los códigos y leyes especiales y
los tratados internacionales, que al ser ratificados por el Estado, tienen fuerza obligatoria de
ley. Junto con la ley se consideran asimismo fuentes del derecho la costumbre, la
jurisprudencia de los tribunales, en determinados casos, y la doctrina de los autores. Los
contratos tipos pueden estimarse también como fuente generadora de normas, como lo
indicaremos más adelante.
En el derecho comercial chileno las fuentes formales son el Código de Comercio y las
leyes comerciales que lo complementan, el Código Civil y las costumbres mercantiles. Sin
embargo, en el derecho comercial contemporáneo, y en especial en el derecho comercial
internacional, los tratados y convenciones internacionales ocupan un lugar destacado como
fuente creadora de normas jurídicas mercantiles, lo que se advierte claramente respecto de
otras disciplinas jurídicas cuyo carácter nacional se presta con menor facilidad al
establecimiento de reglas internacionales comunes. El tratado de Roma de 1957, que dio
origen a las Comunidades Económicas Europeas, fue la base de la formación del derecho
comunitario europeo, que en la actualidad se ha consagrado a través de Directivas de la
Comisión y del Tratado de Maastricht, que crea la Unión Europea.-
Párrafo II
Las leyes mercantiles
28. Noción de leyes comerciales. Son todas aquellas reglas que regulan la materia
comercial, por lo que dentro de ellas debemos considerar no sólo el Código de Comercio,
sino, en general, todas las leyes que lo complementan o modifican, contenidas tanto en
otros Códigos como en leyes especiales.
Cuando exista una materia regida por el Código de Comercio y al mismo tiempo por
una ley especial, sin duda debe aplicarse preferentemente esta última, siguiendo las reglas
de hermenéutica contenidas en el Código Civil. Ahora bien, si se trata de un vacío en una
ley mercantil especial, debe aplicarse en forma predominante el Código de Comercio y no
el Código Civil, de acuerdo con la regla de interpretación que indica que los pasajes
oscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, “particularmente si
versan sobre el mismo asunto” (art. 22 inc. 2º del Código Civil).
Por disposición del artículo 2º del Código de Comercio, las normas contenidas en el
Código Civil se aplican con antelación a la costumbre mercantil, contrariamente a lo que
ocurre en otros países, en que esta última prevalece sobre el derecho común, como es el
caso particular de Italia.
Cuando una situación no está regida por la ley comercial ni por el derecho común, debe
recurrirse a las costumbres mercantiles, que, siendo fuentes formales de esta disciplina
jurídica, suplen el silencio del legislador cuando cumplen con determinadas exigencias que
este mismo ha impuesto.
Párrafo III
La costumbre comercial
29. Concepto de costumbre. La costumbre es la repetición constante y uniforme de
ciertas conductas realizada con la convicción de que con ella se satisface una necesidad
jurídica que debe ser sancionada más tarde por el juez o por la ley. Tradicionalmente se
distinguen en la costumbre dos elementos: uno objetivo, la repetición de ciertas prácticas, y
otro subjetivo, la convicción que la repetición de esas prácticas se ajusta a las necesidades
existentes y que debería ser sancionada como ley.
33. Diferencias entre la costumbre del derecho civil y la costumbre mercantil. Los
principales aspectos en los cuales difieren son los siguientes:
a) La costumbre civil sólo rige cuando la ley se remite a ella, en cambio la costumbre
comercial suple el silencio de la ley;
b) El Código Civil no señala los requisitos de los hechos constitutivos de la costumbre,
en tanto que el Código de Comercio sí lo indica en el artículo 4º;
c) El Código Civil no establece los medios de prueba para acreditar los hechos
constitutivos de la costumbre, en tanto que el Código de Comercio sí lo hace en los
artículos 5º y 825.
34. Costumbre interpretativa. Tiene su base legal en los artículos 6º del Código de
Comercio y 21 del Código Civil. De conformidad con lo previsto en el artículo 6º del
Código de Comercio: “Las costumbres mercantiles servirán de regla para determinar el
sentido de las palabras o frases técnicas del comercio y para interpretar los actos o
convenciones mercantiles”. Se trata de una costumbre que no es fuente formal del derecho,
porque no suple el silencio de la ley, sino que sirve de regla para determinar el sentido o
alcance de las palabras o frases técnicas del comercio y para interpretar los actos de
comercio.
La jurisprudencia ha establecido respecto a este tipo de costumbre lo siguiente: “La
costumbre interpretativa bancaria da un mismo sentido a las expresiones renovar, prorrogar,
reaceptar. Prorrogar el plazo de vencimiento o renovar –y es el significado natural de este
último– quiere decir reanudar una cosa interrumpida. Por ende, con el acto de renovar un
documento no se crea una situación jurídica nueva, sino que se reanuda la existente,
prorrogando el plazo de vigencia primitivo, sea que éste se encuentre vencido o pendiente”.
Párrafo IV
Los tratados y convenciones internacionales
36. Los tratados como fuentes del derecho comercial. El derecho comercial en la
actualidad debe responder a las exigencias que plantea el comercio internacional. Mientras
se mantuvo como un derecho consuetudinario fue fácil su aplicación fuera de las fronteras
de un determinado país. Pero en el mundo en que actualmente vivimos los derechos
nacionales se han diversificado como consecuencia de las diferentes codificaciones, al
mismo tiempo que los negocios se han internacionalizado gracias a los medios de
comunicación más expeditos y debido al desarrollo de las comunidades económicas
internacionales en el último tiempo.
El principio de la autonomía de la voluntad es uno de los factores que más han
contribuido a la uniformidad que hoy presenta el derecho regulador de las relaciones
económicas internacionales. Gracias a este principio se ha logrado la creación progresiva de
un derecho uniforme, que surge de las exigencias de la práctica mercantil internacional y
que está contenido en Tratados y Convenciones Internacionales, convirtiéndose estos
instrumentos en una importante fuente del derecho comercial moderno, al mismo tiempo
que constituyen la materia de una rama especializada del mismo, que es el Derecho
Comercial Internacional, en el cual se está superando la diversidad de sistemas económicos
y sociales y la tradicional distinción de sistemas jurídicos o de familias de derecho.
La Cámara de Comercio Internacional y la International Law Association, organismos
de carácter privado y entidades intergubernamentales como el Instituto Internacional para la
Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT) y el Consejo para la Ayuda Económica
Mutua, junto con la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional y la Conferencia Permanente de La Haya sobre Derecho Internacional
Privado, han desarrollado una destacada misión en torno a la uniformidad del derecho
regulador del comercio internacional, a través de la elaboración de leyes modelo,
convenciones y tratados internacionales, como por ejemplo la Ley Uniforme de Ginebra
sobre Letra de Cambio y Cheque, adoptada por muchos países, entre ellos Chile.
En particular la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil
Internacional (CNUDMI) ha elaborado leyes modelo y convenciones internacionales sobre:
compraventa internacional, letras de cambio y cheques internacionales, arbitraje comercial
internacional, transporte marítimo, responsabilidad de los empresarios de terminales de
carga, transferencias internacionales de crédito y contratación pública internacional.
37. Las condiciones generales de los contratos como fuentes del derecho
comercial. Se discute en la actualidad si las condiciones generales de los contratos pueden
considerarse fuentes del derecho, porque el contrato en sí es una fuente creadora de
obligaciones, pero no de derecho objetivo. No obstante que el artículo 1545 del Código
Civil dispone que las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las
partes contratantes, este precepto sólo expresa la fuerza vinculante del contrato, pero no
permite ver en el mismo una expresión de derecho positivo.
Ahora bien, si el contrato, como acuerdo de voluntades generador de obligaciones, no
es fuente de derecho, no podemos olvidar que como consecuencia de la aparición de las
grandes empresas y del tráfico en masa, la mayor parte de la contratación mercantil
moderna (el seguro, el transporte, las operaciones bancarias, etc.) se hace sobre la base de
contratos tipo, en pólizas o documentos impresos preestablecidos, que moldean el
contenido de los futuros convenios en una serie de cláusulas o condiciones generales que
rara vez sufren modificaciones, al menos importantes, al tiempo de ser firmados los
singulares contratos. El principal efecto de la tipificación de los contratos mercantiles
consiste, cabalmente, en ir borrando el elemento objetivo y uniforme incorporado de
antemano a las condiciones generales, las cuales vienen a funcionar, prácticamente, a modo
de preceptos de carácter abstracto que, dotados de una cierta coacción, se imponen con
carácter general a quienes necesitan contratar con los empresarios.
Con lo expuesto, volvemos a preguntarnos sobre si estas condiciones generales
constituyen o no verdadera manifestación de derecho objetivo, es decir, fuentes del
derecho. Hoy en día, predomina en la doctrina una clara tendencia a concederles este
carácter. Claro que para establecer tal calidad, habrá que tener en cuenta el modo en que las
condiciones generales han sido formuladas. Cuando estén dictadas e impuestas a las partes
por una autoridad pública, investida de poder normativo, esas condiciones adquieren el
carácter de normas de observancia necesaria para quien decida contratar (tanto los
empresarios como los clientes), y en consecuencia serán de derecho objetivo. A la misma
conclusión se llega si se trata de condiciones impuestas indirectamente por esas
autoridades, mediante delegación a los empresarios de su facultad normativa, con reserva
de la subsiguiente aprobación, ya que entonces esa aprobación también les confiere fuerza
vinculante y hace igualmente obligatorio para ambas partes el contenido del contrato.
En cambio, no tendrán ese carácter aquéllas acordadas por el grupo o sindicato, porque
esas condiciones, aunque sean de observancia obligatoria para aquéllos, no tienen esa
fuerza frente a los clientes. Y tampoco podemos ver manifestaciones de derecho objetivo en
las condiciones generales formuladas singularmente por cada empresario como fruto de su
libre y autónoma voluntad, por grande que sea su predominio en el mercado y extenso el
círculo de su clientela. La obligatoriedad de las condiciones generales formuladas de estas
dos últimas maneras no puede tener más que un fundamento bilateral, es decir, contractual;
obligará cuando se acepten, pero no porque tengan valor de norma de derecho que
necesariamente haya de ser respetada al contratar.
TITULO I
LOS ACTOS DE COMERCIO
Diversos criterios han existido durante la evolución seguida por el derecho comercial
en el tiempo para explicar cuál es la materia comercial a la cual se aplican sus normas o qué
constituye, en otros términos, su objeto.
Capítulo I
NOCIONES GENERALES SOBRE EL ACTO DE COMERCIO
Sección I
Conceptos y elementos del acto de comercio
40. Concepto y elemento del acto de comercio. Recordemos simplemente que en su
origen el derecho comercial fue el derecho de los comerciantes, de quienes ejercían esta
profesión y se agrupaban en gremios y corporaciones. Más tarde, como consecuencia de los
principios libertarios de la Revolución Francesa, se suprimen los gremios y corporaciones,
decretándose la libertad de comercio; el derecho comercial busca su fundamento en el acto
de comercio, sin consideración de la profesión de la persona que lo ejecuta. Pero la noción
del acto de comercio no logra ser definida ni precisada en cuanto a los elementos que la
integran y las legislaciones positivas incorporan en los textos el criterio objetivo mediante
una enumeración de los actos que la ley considera como mercantiles. Posteriormente se
trata de encontrar el fundamento de esta asignación en la noción de empresa: el carácter
formal de la empresa mercantiliza los actos que de ella se derivan. Ripert critica esta idea,
diciendo que mediante ella se vuelve al concepto subjetivo del derecho comercial
(profesión) y además porque la empresa no marca exclusivamente las profesiones
comerciales, porque hay empresas civiles. Escarra y Rault admiten que la empresa es una
noción que sirve para determinar el contenido del derecho comercial.
El derecho positivo chileno contenido en el Código de Comercio de 1865 recoge el
criterio objetivo de la mercantilidad, enumerando en su artículo 3º los actos que la ley
considera como mercantiles. El criterio del legislador chileno descansa en gran medida en
la idea de lucro que caracteriza al acto de comercio, pero los otros elementos, como la
intermediación entre productores y consumidores, la aceleración del proceso productivo, la
noción de empresa, no están totalmente ausentes.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿qué importancia tiene determinar el carácter civil o
comercial de un acto? Diversas razones sirven de fundamento a esta distinción, cuyo
estudio haremos por separado.
Sección II
Los actos de comercio en el derecho positivo nacional
Párrafo I
Problemas que plantea la reglamentación vigente
42. Como ya hemos indicado, nuestro derecho positivo no define la noción de acto
de comercio. Así lo expresa el legislador en el Mensaje con que se acompañó el Proyecto
de Código para su aprobación por el Congreso Nacional: “El proyecto ha huido del peligro
de las definiciones puramente teóricas, y en vez de definir los actos de comercio, los ha
descrito prácticamente, enumerándolos con el debido orden, precisión y claridad”. La
enumeración está contenida en el artículo 3º del Código de Comercio, que comprende 20
numerandos. Aparte de los contemplados en el artículo 3º existen otros actos de comercio
señalados en otras disposiciones del mismo Código, que tendremos ocasión de comentar
más adelante.
Antes de tratar los actos de comercio contenidos en el artículo 3º del Código de
Comercio, veremos algunos problemas que se plantean en relación con la forma como ellos
están reglamentados en nuestra legislación. Estos problemas son los siguientes:
a) Rol de la voluntad de las partes para determinar el carácter del acto;
b) La teoría de lo accesorio;
c) Los actos mixtos o de doble carácter, y
d) La mercantilidad de los inmuebles.
Párrafo II
El rol de la voluntad de las partes
43. En virtud del principio de la autonomía de la voluntad, las personas pueden
celebrar toda clase de contratos y de conformidad a las cláusulas que ellas acuerdan.
Ahora bien, este principio de la autonomía de la voluntad no tiene intervención alguna para
determinar si el acto es civil o comercial, por cuanto, aunque los contratantes convengan
expresamente en que el acto sea mercantil, no adquirirá este carácter si no es de aquellos
que la ley considera tales. Esto equivale a decir que en nuestro derecho la mercantilidad
está determinada por la ley, lo que se traduce también en una limitación al principio de la
autonomía de la voluntad. Tal limitación se justifica en la medida que el derecho comercial
es un derecho de excepción que contiene disposiciones particulares en materia de prueba,
de capacidad, etc., las que siendo de orden público no pueden ser derogadas por la voluntad
de las partes, porque significaría, en buenas cuentas, dejar a la elección de ellas la
legislación aplicable al acto.
Párrafo III
La teoría de lo accesorio
44. Se trata de un principio fundamental que informa al derecho comercial y, por
qué no decirlo, al derecho privado en general.
El principio de la accesoriedad en derecho comercial sirve para extender o limitar la
noción de acto de comercio.
El artículo 3º en su Nº 1º dice, en general, que comprar para vender es un acto de
comercio; así, el agricultor que compra novillos flacos para engordarlos y luego venderlos,
no ejecuta, como pareciera a primera vista, un acto de comercio, sino un acto civil, por ser
accesorio de su actividad principal agrícola. En este caso el principio de accesoriedad limita
la noción de acto de comercio. Sin este principio, la compra del caso que hemos propuesto
debería ser acto de comercio.
Por el contrario, la compra de camionetas de reparto hecha por un comerciante dueño
de un autoservicio, sin ánimo de revenderlas, sino como auxilio a su actividad mercantil, a
pesar de tener por sí sola el carácter de civil, se excluye del artículo 3º Nº 1º; es comercial
por ser accesoria de la actividad comercial. En este evento, el principio de accesoriedad
tiene la función de extender la noción de acto de comercio.
Hasta el momento no se ha precisado qué significa la accesoriedad. Significa auxilio,
complemento de otra actividad. No debe confundirse con la accesoriedad jurídica, porque el
principio de lo accesorio es más amplio y es de carácter práctico. En el ejemplo de la
compra de camionetas está claro que accesoriedad significa complemento o auxilio de la
actividad.
Indudablemente que dentro del concepto de la accesoriedad queda comprendida
también la accesoriedad jurídica, que aparece consignada en la segunda parte del artículo 1º
del Código de Comercio, de tal suerte que si la obligación jurídica principal es mercantil, lo
será también la obligación jurídicamente accesoria.
Párrafo IV
Actos mixtos o de doble carácter
47. Los actos de comercio descritos en el artículo 3º lo pueden ser para ambas
partes o sólo para una de ellas. Así lo expresa el mismo artículo 3º diciendo: “Son actos
de comercio, ya de parte de ambos contratantes, ya de parte de uno de ellos”, reconociendo
la existencia de actos mixtos o de doble carácter; v. gr., la compra de una camisa que una
persona hace a un comerciante, constituye un acto civil para ella, en tanto que para el
comerciante este acto es mercantil, la venta, porque está precedida de una compra
comercial. Para el que compra la camisa el acto es civil; para la persona que la vende es
mercantil, con lo cual queda de manifiesto el doble carácter del acto.
Cuando estamos en presencia de los actos mixtos, suelen presentarse problemas con
respecto a:
1) Legislación de fondo aplicable, y
2) Prueba de la obligación.
1) Legislación de fondo aplicable. Puesto que la ley reconoce que el acto puede ser
civil para una parte y mercantil para la otra, es que la legislación civil se aplica a una de las
partes y la comercial a la otra. Se aplicará la legislación que corresponda a la persona
obligada según sea la calidad del acto para ella. En el ejemplo dado se aplica la ley civil al
comprador y la mercantil al vendedor. En suma, se aplica la ley del obligado. Así lo ha
estimado también la jurisprudencia de los tribunales.
2) Prueba de la obligación. Hemos visto las diferencias que existen en materia de
prueba en la legislación civil y en la comercial. En este caso es necesario atender a la
naturaleza del acto que se trata de probar. Así, cuando se trata de acreditar la existencia de
una obligación que pesa sobre una de las partes, para la cual el acto tiene el carácter de
civil, deberá probarse siguiendo las reglas que en esta materia contiene la legislación civil.
A la inversa, cuando se quiere probar la existencia de una obligación respecto de la parte
para la cual el acto es de comercio, se aplican las normas especiales contenidas en el
Código de Comercio.
Párrafo V
El problema de la mercantilidad
de los inmuebles
48. Tradicionalmente la doctrina nacional se inclina por considerar que los bienes
inmuebles están excluidos de la mercantilidad, es decir, que los actos que recaen sobre
ellos no son actos comerciales y, por lo mismo, no están regidos por la legislación
mercantil.
Así, en su tiempo, Gabriel Palma sostuvo que: “No es mercantil la compra de un
inmueble, aun hecha con el ánimo de revenderlo. Todos los actos referentes a inmuebles
quedan fuera de la legislación mercantil y este es un principio de legislación universal que
tiene dos excepciones…”. Más adelante el mismo autor agrega: “La razón de esta exclusión
radica en que el comercio necesita rapidez en sus operaciones y los inmuebles están sujetos
a muchas trabas y formalidades que se oponen a la celeridad que caracteriza a los actos de
comercio. Además, los inmuebles no se adaptan fácilmente a las necesidades, no son
transportables ni tienen precio corriente que los represente en las operaciones mercantiles.
“Las dos excepciones a que se alude anteriormente son: el Código italiano de 1882,
que incluye entre los actos de comercio la compra de un inmueble con ánimo de revenderlo.
No incluyó todas las compras de inmuebles: no es acto de comercio la compra de
inmuebles hecha con el ánimo de arrendarlos. Y el Código portugués moderno.”
La opinión de Raúl Varela no se aparta de la anteriormente expuesta, al expresar: “La
venta de cosa inmueble no es acto de comercio. Ulpiano, considerado como el segundo
jurista de Roma, expresaba la idea diciendo que ‘la palabra mercadería pertenece sólo a las
cosas muebles’ y bien se sabe que la ley comercial ha considerado desde antiguo como acto
de comercio las operaciones especulativas sobre mercaderías”.
Nos parece criticable la idea que el acto de comercio es inherente a la naturaleza
mueble de la mercadería, porque hay muy buenas razones para extender la legislación
mercantil a operaciones sobre inmuebles, ya que éstos son susceptibles de la misma
especulación que los muebles. En el último cuarto del siglo XX, los Códigos de Comercio
han incorporado los bienes raíces al dominio de la legislación comercial, como ocurre por
ejemplo con el Código de Comercio de Colombia, de 1974, cuyo artículo 20 Nº 5 considera
acto de comercio “la adquisición de bienes a título oneroso con destino a enajenarlos en
igual forma, y la enajenación de los mismos”. No distingue entre bienes muebles e
inmuebles, con lo cual estos últimos quedan comprendidos en la materia comercial.
El Código de Comercio chileno, en virtud de una reforma introducida por el D.L. Nº
1.953, de fecha 15 de octubre de 1977, acerca los inmuebles a la mercantilidad, en el
número 20 del artículo 3º, agregado precisamente por el citado texto, al declarar que son
actos de comercio “Las empresas de construcción de bienes inmuebles por adherencia,
como edificios, caminos, puentes, canales, desagües, instalaciones industriales y de otros
similares de la misma naturaleza”. Es evidente que no se mercantilizan las transacciones u
operaciones sobre inmuebles, pero la actividad de la construcción de bienes raíces por
adherencia, cuando se lleva a cabo a través de empresas de construcción, pasa a tener el
carácter de comercial, con todas las consecuencias que ello implica, particularmente
respecto de la quiebra, que será la de un sujeto que ejerce actividad comercial, según el
artículo 41 de la Ley Nº 18.175.
Sin duda hace falta en Chile una reforma de fondo que declare comercial la actividad
empresarial inmobiliaria, para estar en armonía con el tráfico mercantil moderno, en el cual
los inmuebles son objeto de negociación masiva y permanente al igual que los muebles. En
este sentido la legislación francesa incorporó al dominio mercantil las actividades
empresariales de “promoción inmobiliaria”, esto es, aquellas que consisten en la
adquisición de terrenos, la urbanización y loteo de los mismos, la construcción de edificios
y la posterior venta de los apartamentos.
Mientras no intervenga la deseada modificación legal, debemos conformarnos con los
avances que se han hecho por la vía de establecer el carácter comercial de la actividad de
construcción de inmuebles por adherencia realizada por empresas y admitir que ciertos
actos relativos a esta clase de bienes pueden quedar sujetos a la legislación comercial por
aplicación del principio de lo accesorio.-
Capítulo II
LOS ACTOS MERCANTILES EN EL CODIGO
DE COMERCIO
Párrafo I
La clasificación de los actos mercantiles
50. Los actos de comercio señalados en el artículo 3º del Código de la materia
pueden agruparse de la siguiente forma, de acuerdo al lugar en que se ejecuten:
a) Actos relativos al comercio terrestre, que son los indicados entre los Nos 1º al 12
inclusive del artículo 3º del Código de Comercio;
b) Actos relativos al comercio marítimo, señalados en los Nos 13 al 19 del mismo
precepto legal.
De acuerdo con el criterio de mercantilidad empleado, pueden clasificarse en:
a) Actos para cuya calificación se atiende a la intención de la persona que los ejecuta:
los comprendidos en los Nos 1º al 4º del artículo 3º del Código de Comercio;
b) Actos que se califican de mercantiles por ser ejecutados por una empresa: los
indicados en los Nos 5º a 9º inclusive y el Nº 20 del artículo 3º del mismo cuerpo legal;
c) Actos que son comerciales en todo caso, sin atender a la intención de la persona que
los ejecuta ni a su carácter de empresa: los enumerados en el artículo 3º Nº 10 del Código
de Comercio. A estos últimos se les denomina también actos formales de comercio;
d) Actos que para calificarlos de mercantiles se atiende al criterio de intermediación:
los indicados en los Nos 11 y 12 de la disposición citada.
Párrafo II
Análisis de los actos enumerados en el artículo 3º del Código de
Comercio
51. Compra y venta mercantil. De conformidad con este precepto legal: “Son actos
de comercio, ya de parte de ambos contratantes, ya de parte de uno de ellos: 1º La compra y
permuta de cosas muebles, hecha con ánimo de venderlas, permutarlas o arrendarlas en la
misma forma o en otra distinta, y la venta, permuta o arrendamiento de estas mismas
cosas”.
Este Nº 1º del artículo 3º del Código de Comercio comprende dos partes, que deben ser
estudiadas en forma separada. Una de ellas se refiere a la compra mercantil y la otra a la
venta de este mismo carácter, considerando las exigencias diferentes para cada tipo de acto
jurídico.
52. La compra mercantil. Para que la compra tenga carácter comercial es menester,
de acuerdo al Nº 1º del artículo 3º, que se reúnan los siguientes requisitos:
1) Que verse sobre cosas muebles;
2) Que la compra sea hecha con el ánimo de vender, permutar o arrendar estas mismas
cosas obteniendo una ganancia o lucro comercial.
1) Que verse sobre cosas muebles. Pertenecen a la categoría de los muebles aquellos
bienes que pueden transportarse de un lugar a otro sin que pierdan su individualidad, sin
dejar de ser lo que son. Se dividen en muebles por naturaleza y muebles por anticipación;
estos últimos son aquellos que encontrándose unidos a un inmueble, son considerados
muebles por la ley, para el efecto de constituir derechos sobre ellos en favor de otra persona
que el dueño.
La cosa debe ser mueble para el comprador para que cumpla con esta exigencia. Puede
también recaer sobre un mueble por anticipación, como cuando se compra un bosque para
venderlo convertido en tablas o maderas elaboradas.
Por el contrario, está claro que se ha excluido de la mercantilidad a los inmuebles o
bienes raíces, que aunque se compren con ánimo de venderlos, no se ejecuta un acto de
comercio. La razón de esto se encuentra en el hecho de que el legislador del Código de
Comercio excluyó a los inmuebles como objeto del acto de comercio, por una parte, y, por
la otra, atendida la significación misma de la voz comercio, en sentido etimológico, que se
refiere a mercaderías o cosas muebles. Además, las transacciones sobre inmuebles están
sujetas por la legislación civil a una serie de formalidades que se oponen a la celeridad que
requieren los actos mercantiles.
La exclusión de los inmuebles de la mercantilidad es un principio casi universal en el
derecho comercial, no obstante que en la actualidad se advierte, cada vez con mayor
intensidad, la tendencia a incorporar a los bienes raíces como objeto de actos de comercio,
tendencia que ha plasmado en algunas legislaciones, como en el caso del artículo 75 Nº 11
del Código de Comercio de México, que señala: “…las compras y ventas de inmuebles
cuando se hagan con dicho propósito de especulación comercial”; el Código italiano de
1882 establecía que era acto de comercio la compra de inmueble con ánimo de venderlo;
igual principio establece el Código portugués moderno.
2) Que la compra sea hecha con el ánimo de vender, permutar o arrendar esas mismas
cosas obteniendo una ganancia o lucro comercial. Es justamente esta intención, este ánimo
del comprador, la que constituye la mercantilidad del acto, y la que lo coloca como
intermediario en el proceso de circulación de bienes. Esta intermediación y aceleración son,
como sabemos, elementos de mercantilidad.
Basta que falte el ánimo de vender, arrendar o permutar las cosas muebles compradas
para que él no sea comercial.
La intención o ánimo debe existir al momento de efectuarse la compra. No es preciso
que la intención se realice en la práctica; basta que ella exista al tiempo de la compra. Los
hechos posteriores no modificarían en nada el carácter que el acto tenía; así, si una persona
compra una cosa mueble con ánimo de venderla y más tarde advierte que ella le hace falta y
no la vende, tal compra es comercial. A la inversa, si se compra la cosa sin el ánimo de
venderla, arrendarla o permutarla y más tarde la cosa se vende, arrienda o permuta, no por
eso el acto deja de ser civil.
¿Quién deberá probar la mercantilidad del acto? El que alega que el acto es de
comercio, precisamente porque el derecho comercial tiene un carácter excepcional frente al
derecho civil. ¿De qué forma probará? Por los medios probatorios que la ley franquea,
cobrando interés, en esta parte, las presunciones; así, por ejemplo, si un particular compra
1.000 quintales de trigo, se presumirá que los compró para venderlos y no para
consumirlos, habida consideración de la cantidad.
Otra duda que se presenta en esta materia es saber si basta que la compra se haga con el
ánimo de vender, arrendar o permutar, o es necesario, además, que exista intención de
obtener con ello ganancia o lucro mercantil. El Código de Comercio chileno en el artículo
3º Nº 1º nada dice al respecto; lo mismo ocurre con el Código de Comercio francés, que es
su fuente; sin embargo, siempre se ha entendido que el ánimo de vender debe ir
acompañado del afán de obtener una ganancia; de lo contrario se transformaría en acto
civil. Esto último aparece claro cuando el sujeto que realiza la compra no es un
comerciante; por ejemplo, las compras hechas por sociedades cooperativas para vender a
sus asociados al precio de costo, las compras hechas por el Estado o por instituciones de
beneficencia, etc., son todas compras civiles.
Con todo, vale la pena considerar que en virtud del principio de lo accesorio, ciertos
actos a título gratuito se convierten en actos mercantiles, como por ejemplo la llapa.
53. Venta mercantil. Cuando la compra es mercantil, la venta también lo es, pues
constituye la realización del propósito del comprador que adquirió la cosa (compró o
permutó) con ánimo de venderla.
Para que la venta sea mercantil debe ir precedida de una auténtica compra mercantil.
Don Gabriel Palma Rogers expresa al respecto: “Es mercantil la venta cuando las cosas
se han adquirido (comprándolas o permutándolas) con ánimo de venderlas, permutarlas o
arrendarlas, con intención, con esperanza de lucrar con ellas. De donde se desprende que la
venta de cosas que no han sido compradas con el objeto de comerciar con ellas no es acto
mercantil, o, en otros términos, esta venta constituiría un acto meramente civil…”
Consecuencia de todo lo dicho es también el hecho de que si las cosas son adquiridas a
título gratuito (legado, donaciones, etc.) y posteriormente son vendidas con ánimo de lucrar
con ellas, esta venta será civil y no comercial.
Las ventas realizadas por los agricultores o por mineros son ventas civiles. Toda venta
de la producción de un fundo es civil, aunque se venda transformada, por ejemplo, en vino,
en harina, porque el agricultor no ha comprado o permutado los productos.
Por aplicación de lo dicho debe concluirse también que las ventas de productos
obtenidos por medio de la caza y la pesca son civiles. Igualmente lo son las ventas que el
pintor, el escultor o el escritor, etc., realizan de sus obras.
Para el nuevo comprador el acto puede ser civil o comercial, según sea su intención.
No debemos tampoco olvidar el principio de lo accesorio.
58. Actos ejecutados por empresas. El artículo 3º, en sus numerandos 5º al 9º y 20,
toma en consideración el elemento empresa para calificar de mercantiles las actividades que
quedan comprendidas en dicha enumeración. Hemos tenido ocasión de señalar que el
derecho comercial moderno rige la actividad económico-mercantil constitutiva de empresa,
siendo esta última la actividad profesional de carácter económico destinada a intervenir en
el mercado de bienes y servicios.
Entendemos que lo que el artículo 3º Nos 5º al 9º y 20 del Código de Comercio califica
de mercantil es la actividad que se desarrolla en los rubros que la norma comprende por las
entidades organizadas como empresa. De consiguiente, cuando una empresa se organiza
jurídicamente bajo algunas de las formas que el derecho comercial ofrece, sea empresa
individual o colectiva (diversos tipos societarios), y se dedica a alguna de las actividades
contempladas en la enumeración ya citada, adquiere el carácter de comercial. La actividad
o el servicio prestado por la empresa organizada constituye para ella un acto de comercio.
Trataremos separadamente de los diversos actos de comercio en cuya calificación es
determinante la noción de empresa.
61. Fondas, cafés y otros establecimientos semejantes. Una vez más el criterio
seguido por el legislador es que la explotación de estos rubros se realice bajo la forma de
empresa. Es la actividad del empresario que organiza los diferentes medios, humanos y
materiales, para ponerlos a disposición del cliente, lo que configura el acto de comercio.
La enumeración que el Código formula de estas empresas es simplemente enunciativa,
porque alude a “otros establecimientos semejantes”. Sin duda que dentro de este mismo
tipo de empresas quedan incluidas las que se dedican al giro de hoteles, restaurantes, drive-
in, discotecas, café-concerts, etc. El empresario cumple en ellas las mismas actividades
señaladas anteriormente.
De esta suerte, para el empresario el acto que ejecuta en la explotación de su empresa
es un acto de comercio. Para el cliente, el acto será civil o comercial según la actividad
principal que auxilie o complemente accesoriamente. Otro tanto ocurre respecto de quienes
contratan con las empresas de fábricas, manufacturas, almacenes, tiendas y bazares.
62. Las empresas de transporte por tierra, ríos o canales navegables. De acuerdo
con el artículo 3º Nº 6º del Código de Comercio: “Son actos de comercio, ya de parte de
ambos contratantes, ya de parte de uno de ellos:
…6º Las empresas de transporte por tierra, ríos o canales navegables”.
Este número contiene una omisión: sólo alude al transporte por ríos y canales
navegables y no se refiere a los lagos navegables. Se trata de un olvido del legislador al
redactar el Nº 6º, ya que las reglas de transporte terrestre se aplican a la navegación
lacustre. Así lo confirman el epígrafe del Título V del Libro II y el artículo 166 del Código
de Comercio. Debe entenderse incluido el transporte lacustre en el artículo 3º Nº 6º de
nuestra codificación mercantil.
Es totalmente ajeno a esta disposición el transporte marítimo, que tiene reglas
completamente diferentes. Es transporte marítimo el que se realiza por mar y por ríos
cuando el puerto es terminal o cabeza de comercio marítimo.
La norma que comentamos se refiere al transporte hecho por empresas. El transporte en
sí mismo es un acto civil: en sí el transporte es, por una parte, arrendamiento de servicios y,
por otra, contrato de depósito. En consecuencia, el transporte individual (por ejemplo, el
que realiza un taxista) es un acto civil. Pero cuando es realizado por empresas toma el
carácter de acto de comercio.
El artículo 166 del Código de Comercio define el contrato de transporte diciendo: “El
transporte es un contrato en virtud del cual uno se obliga por cierto precio a conducir de un
lugar a otro, por tierra, canales, lagos o ríos navegables, pasajeros o mercaderías ajenas, y a
entregar éstas a la persona a quien vayan dirigidas”.
Los incisos 2º, 3º, 4º, 5º y 6º se refieren a las personas que intervienen en el contrato.
La definición dada pone en evidencia el hecho ya mencionado de que el contrato de
transporte es una combinación de arrendamiento de servicios y de depósito.
El inciso final de este artículo es muy importante por dos razones:
1) Da al transporte el carácter de industria, y
2) Es la única disposición del Código de Comercio que refiriéndose al empresario de
transporte proporciona elementos para elaborar el concepto jurídico de empresa en el
derecho mercantil nacional. Ha correspondido a la doctrina de los autores, y no es un
pequeño mérito, elaborar una noción de empresa sobre la base de tales elementos y de otros
que es necesario considerar a tal efecto.
Indudablemente el artículo 3º en su Nº 6º se refiere a esta empresa del artículo 166,
inciso final: cuando el acto es ejecutado por la empresa en el ejercicio de su actividad
siempre mercantil, cualesquiera que sean el objeto del transporte y la naturaleza de la cosa
transportada.
Sin embargo, la disposición del artículo 171 del Código de Comercio parece
encontrarse en abierta contradicción con lo que acabamos de expresar. Dicho artículo
preceptúa: “Las disposiciones del presente Título son obligatorias a toda clase de
porteadores, cualquiera que sea la denominación que vulgarmente se les aplique, inclusas
las personas que se obligan ocasionalmente a conducir pasajeros o mercaderías”. O sea,
esta disposición, ubicada en el Título V del Libro II, está indicando que el transporte
ejecutado ocasionalmente por cualquier persona, aunque no sea empresario, queda sujeto a
las disposiciones de dicho Título. De aquí podría deducirse que el acto ejecutado por el
porteador no empresario sería mercantil. Pero la contradicción es sólo aparente, porque si
bien la ley expresa que el acto queda sometido al Título V, esto no le hace perder la
calificación que legalmente le corresponde: se trata de un acto civil que se rige por el
Código de Comercio (Título V). ¿Qué objeto tiene entonces distinguir si se trata de un acto
civil o de un acto de comercio cuando en definitiva queda sujeto al Código de Comercio? A
la inversa de lo que ocurre con el arrendamiento, que no tiene normas en el Código de
Comercio y se rige, por lo mismo, por el Código Civil, aunque sea un acto de comercio, en
este caso estamos frente a un acto civil que por carecer de reglamentación en el Código
Civil se sujeta a las normas del Código de Comercio. Pero lo referente a calificación
profesional, a la prueba, etc., se rige por el Código Civil.
Ahora bien, hemos establecido ya que el transporte es acto de comercio para la
empresa; ¿y para el cargador? Para darle calificación legal al acto respecto del cargador
debemos aplicar la teoría de lo accesorio. De manera que sólo será mercantil cuando
accesoriamente contribuya a la ejecución de un acto de comercio. Ejemplo: una persona
que compra y vende frutos del país y le encarga a un porteador la conducción de una
partida de trigo de un fundo a sus bodegas, ejecuta el cargador un acto mercantil. Por la
inversa, será civil todo acto independiente de otro comercial o que acceda a uno civil; v. gr.,
una mudanza, el transporte del trigo de un fundo al molino del mismo, etc.
Con respecto al transporte aéreo, las normas que lo rigen son el Decreto con Fuerza de
Ley Nº 221, sobre Navegación Aérea, del año 1931, y el Decreto con Fuerza de Ley Nº
241, de 1960, ambos modificados y en parte derogados por el Decreto Ley Nº 2.564, de 22
de junio de 1979, relativo a normas sobre aviación comercial.
65. Las empresas de seguros terrestres a prima. De acuerdo con el artículo 3º Nº 9º:
“Son actos de comercio, ya de parte de ambos contratantes, ya de parte de uno de ellos:
…9º Las empresas de seguros terrestres a prima, inclusas aquellas que aseguran
mercaderías transportadas por canales o ríos”.
Se refiere este número al seguro terrestre, ya que el marítimo se rige por otras reglas.
El artículo 512 del Código de Comercio define el seguro como “un contrato bilateral,
condicional y aleatorio por el cual una persona natural o jurídica toma sobre sí por un
determinado tiempo todos o alguno de los riesgos de pérdida o deterioro que corren ciertos
objetos pertenecientes a otra persona, obligándose, mediante una retribución convenida, a
indemnizarle la pérdida o cualquier otro daño estimable que sufran los objetos asegurados”.
Como podemos ver, el seguro es un contrato de indemnización que tiene por objeto
compensar la ocurrencia de ciertos riesgos: accidentes, incendios, etc. El seguro jamás
puede significar jurídicamente ganancias; es eminentemente indemnizatorio
(compensatorio).
En mérito de estas razones, el seguro no es en sí un acto de comercio. Por lo tanto, el
seguro ocasional, caso bien hipotético, nunca será un acto de comercio en sí mismo.
El artículo 3º en su Nº 9º se refiere a la empresa de seguros; dice que el seguro
contratado por una empresa de seguros es un acto de comercio. Se establece así no sólo por
la intermediación entre la empresa y el cliente, sino porque la empresa hace posible la
existencia del seguro: el seguro sólo puede establecerse desde el punto de vista económico
en base a una empresa, pues sólo ésta puede asumir una multiplicidad de riesgos y contratar
una multiplicidad de seguros (diferenciación de los riesgos).
El artículo 3º Nº 9º expresa que son actos de comercio los ejecutados por empresas de
seguros a prima.
En virtud de lo dispuesto en el artículo 4º del Decreto con Fuerza de Ley Nº 251, de
1931, en su texto actual fijado por la Ley Nº 18.660, publicada en el Diario Oficial de 20 de
octubre de 1987, el comercio de asegurar y reasegurar riesgos a base de prima, sólo puede
hacerse en Chile por sociedades anónimas nacionales de seguros y reaseguros, que tengan
por objeto exclusivo el desarrollo de dicho giro y actividades que sean afines o
complementarias de éste. Agrega la disposición legal citada que sin perjuicio de lo anterior,
cualquiera persona natural o jurídica puede contratar libremente en el extranjero, de
conformidad a la normativa sobre operaciones de cambios internacionales, toda clase de
seguros, a excepción de los seguros obligatorios establecidos por ley y aquellos
contemplados en el Decreto Ley Nº 3.500, de 1980.
Las compañías de seguros se dividen en dos grupos. Al primer grupo pertenecen las
que aseguran los riesgos de pérdida o deterioros en las cosas o el patrimonio. Pertenecen al
segundo grupo las compañías que cubren riesgos de las personas o que garanticen a éstas,
dentro o al término de un plazo, un capital, una póliza saldada o una renta para el asegurado
o sus beneficiarios (art. 8º del D. F. L. Nº 251).
No pueden organizarse entidades aseguradoras destinadas a cubrir riesgos
comprendidos en los dos grupos mencionados. Sin embargo, las compañías tanto de uno
como de otro grupo pueden cubrir riesgos de accidentes personales y los de salud.
La antigua clasificación del seguro atendiendo a su forma de organización, que
distinguía seguros mutuos y seguros comerciales, no puede hacerse en la actualidad, en
virtud de la nueva normativa sobre la materia fijada por la Ley Nº 18.660, de 1987, que
modificó al Decreto con Fuerza de Ley Nº 251, de 1931. Los seguros en nuestros días han
devenido prácticamente todos comerciales, toda vez que el artículo 7º de la Ley Nº 18.660
establece que las entidades mutuales que con anterioridad a su entrada en vigencia estaban
autorizadas para asegurar, pueden continuar sus negocios quedando sujetas a su propia
legislación y al Decreto con Fuerza de Ley Nº 251, lo que implica que en el futuro las
mutuales no pueden organizarse para llevar a cabo la actividad de seguros.
Por otro lado, desaparece la distinción entre seguros a cuota y seguros a prima, por
cuanto de ahora en adelante sólo pueden contratarse seguros a prima. En estos últimos el
asegurado paga un precio determinado por la transferencia del riesgo a la empresa
aseguradora.
En resumen, para el asegurador, que sólo puede estar organizado como empresa,
sociedad anónima nacional de seguros, el convenir un seguro constituye un acto de
comercio. Para el asegurado, la mercantilidad del seguro debe determinarse atendiendo al
principio de lo accesorio. Cuando el seguro contratado accede, auxilia, complementa o
garantiza una actividad, un acto o una profesión principal comercial, es de carácter
mercantil; en caso contrario es un acto civil para el asegurado, con lo cual el seguro puede
ser mixto o de doble carácter: comercial para la empresa aseguradora y civil para el
asegurado.
66. Los actos formales de comercio. Nos corresponde ahora tratar un grupo de actos
que siempre tienen el carácter mercantil, para ambas partes, lo que excluye la posibilidad de
actos mixtos y la aplicación del principio de lo accesorio. La naturaleza comercial proviene
de la forma, del empleo de títulos de crédito respecto de los cuales se ejecutan determinadas
operaciones (emisión, endoso, aceptación, aval, etc.), cualesquiera que sean su causa u
objeto y las personas que en ellas intervengan. Se les denomina actos formales de comercio
o actos mercantiles per se.
El artículo 3º Nº 10 del Código de Comercio, en su texto actual fijado por el artículo
108 de la Ley Nº 18.092, de 14 de enero de 1982, declara mercantiles: “Las operaciones
sobre letras de cambio, pagarés y cheques sobre documentos a la orden, cualesquiera que
sean su causa y objeto y las personas que en ellas intervengan, y las remesas de dinero de
una plaza a otra hechas en virtud de un contrato de cambio”.
La letra de cambio nació como un documento accesorio al contrato de cambio y más
tarde se convirtió en el medio de ejecución y de prueba del mismo. El contrato de cambio
está definido en el artículo 620 del Código de Comercio, como “una convención por la cual
una de las partes se obliga, mediante un valor prometido o entregado, a pagar o hacer pagar
a la otra parte o a su cesionario legal cierta cantidad de dinero en un lugar distinto de aquel
en que se celebra la convención”. Los elementos del contrato son fundamentalmente: el
objeto, que consiste en pagar o hacer pagar una cantidad de dinero; el precio, que es el
valor prometido o entregado; la distancia loci, que es lugar distinto de aquel en el que se
celebra la convención, en el que debe pagarse la cantidad de dinero. Intervienen en esta
convención el librador, quien contrae la obligación de pagar o hacer pagar la cantidad de
dinero; el librado, que es la persona a quien se ordena que pague la cantidad girada, y el
tomador o beneficiario, que es aquel a quien debe pagarse el dinero o a su cesionario legal.
El contrato de cambio se perfecciona por el solo consentimiento de las partes y puede
probarse por cualquiera de los medios que admite el Código de Comercio.
Ahora bien, como indicamos, la letra se emplea como un instrumento de ejecución del
contrato de cambio, pero no es la única forma de llevarlo a cabo, porque bien puede ser con
el uso de un pagaré domiciliario u otro instrumento. Cuando la letra de cambio se utiliza
para ejecutar el contrato de cambio, librador y beneficiario deben ser siempre dos personas
distintas y además debe constar el elemento distancia loci. Pero la letra de cambio, además
de servir para realizar el contrato de cambio, una vez que se le incorporó la aceptación del
librado, la cláusula a la orden y sobre todo cuando se permitió que el librador pudiera ser
también beneficiario de la misma, entró a cumplir otras funciones, como la de servir de
medio de pago, que reemplaza el dinero; medio de circulación, porque mediante su endoso
se transfiere la prestación contenida en ella; medio de crédito, en tanto contiene una
prestación futura que puede cambiarse en una presente mediante el descuento.
En la letra de cambio pueden intervenir, en general, las siguientes personas:
– Librador: Quien emite el documento;
– Librado: Persona a quien se ordena que pague la cantidad determinada o
determinable de dinero;
– Aceptante: Es el librado que admite pagar la letra firmándola en el anverso;
– Endosante: El que transfiere el documento por endoso;
– Endosatario: Quien adquiere la letra por endoso, y
– Aval: Persona que interviene para garantizar el pago del documento por alguno de los
obligados.
a) Operaciones sobre letra de cambio. La ley declara mercantiles por su forma las
operaciones sobre letra de cambio, pero no señala expresamente cuáles. A continuación
indicamos las principales operaciones que pueden efectuarse sobre letra de cambio:
1) Giro, emisión o libramiento: Es el acto por el cual el librador crea la letra;
2) La aceptación: Es la declaración unilateral de voluntad del librado que admite la
orden contenida en la letra y se obliga a su pago;
3) El endoso: Mecanismo que emplea el beneficiario o el portador, para transferir el
documento, para darlo en cobro o para constituirlo en garantía, mediante acto escrito al
dorso o su sola firma;
4) Aval: Es un acto escrito y firmado en la letra de cambio, en una hoja de
prolongación adherida a ésta, o en documento separado, por el cual el girador, un endosante
o un tercero garantiza, en todo o en parte, el pago de ella.
Además de estas operaciones existen otras, como la prórroga, la reaceptación, el pago,
el protesto, etc., que también deben considerarse formalmente comerciales.
b) Operaciones sobre pagarés. Tal como ocurre con la letra de cambio, la Ley 18.092,
de 14 de enero de 1982, no define el pagaré, sino que se limita a enunciar las formalidades
de su emisión. El pagaré es un documento escrito por el cual la persona que lo firma
(suscriptor) se confiesa deudora de otra (beneficiario) de una cantidad determinada o
determinable de dinero y se obliga a pagarla en la época señalada.
A diferencia de la letra de cambio, que contiene una orden dirigida a otra persona, por
lo que deben intervenir a lo menos dos en su emisión, el pagaré es una confesión o
reconocimiento de deuda que hace el suscriptor, quien puede señalar el beneficiario
nominativamente, con la cláusula “a la orden” o bien “al portador”.
Las principales operaciones sobre pagarés son la suscripción, el endoso, la garantía o
aval, el pago y la prórroga.
c) Operaciones sobre cheques. El cheque es un documento por el cual la persona que lo
gira se compromete a pagar una suma de dinero, para el caso que el banco contra el que se
emite no lo pague por cualquier causa. El cheque se vincula con el contrato de cuenta
corriente bancaria, pero como título de crédito tiene eficacia independientemente de él. En
virtud del contrato de cuenta corriente el titular deposita dinero o valores a la vista en un
banco y esto lo faculta para emitir órdenes de pago, que la institución de crédito debe
cumplir.
Como operaciones sobre cheques podemos citar: el giro o libramiento, el endoso, la
cancelación, el pago, la revalidación y el protesto. Incluso la cesión de un cheque
nominativo mediante el mecanismo de cesión de crédito es una operación de carácter
comercial.
d) Operaciones sobre documentos a la orden. Al mencionarse estos documentos en el
artículo 3º Nº 10 del Código de Comercio, se ha extendido el ámbito de la mercantilidad
formal. De tal suerte que la emisión, circulación, garantía y pago de otros documentos a la
orden, que no sean letras de cambio, ni pagarés ni cheques, constituyen ahora un acto de
comercio formal. Así, por ejemplo, la emisión, endoso, cancelación y pago de un
certificado de depósito a la orden, son actos mercantiles “per se”. Otro tanto ocurre con
otros documentos a la orden: bonos o debentures, carta orden de crédito, carta de porte,
conocimiento de embarque, etc.
e) Remesas de dinero de una plaza a otra hechas en virtud de un contrato de cambio. La
ley otorga naturaleza comercial a las remesas que se efectúan de una plaza a otra hechas en
virtud de un contrato de cambio. Como ya lo viéramos, el contrato de cambio es consensual
y puede ejecutarse de varias maneras, una de las cuales es el empleo de una letra de
cambio. Puede efectuarse mediante el uso de otros documentos, como simples órdenes de
pago, incluso a través de un giro postal o telegráfico. Reunidos los elementos del contrato
de cambio, cualquiera sea el medio empleado para ejecutarlos, las remesas de dinero de una
plaza a otra son operaciones comerciales formales.
70. Actos de comercio marítimo. Los actos de comercio que hemos estudiado
corresponden al comercio terrestre. Los Nos 13 al 19 inclusive del artículo 3º se refieren a
los actos de comercio marítimo que se califican de mercantiles sin considerar para nada el
principio de la accesoriedad ni la existencia de actos mixtos o de doble carácter. Así lo
expresa, por lo demás, el artículo 3º en su Nº 16. No debe olvidarse que el origen del
derecho comercial arranca del derecho marítimo.
Párrafo III
Criterio seguido por el legislador para determinar la mercantilidad
71. Se ha expresado con anterioridad que nuestro legislador huyó de la definición
del acto de comercio y prefirió hacer la enumeración contenida en el artículo 3º.
Interesa saber si esta enumeración obedece a una idea central, ya que al iniciar estos
estudios expresamos que existen diversos elementos elaborados por la doctrina, integrantes
de la noción del acto de comercio, tales como el ánimo de lucro, interposición o
intermediación entre productores y consumidores; aceleración del proceso productivo,
factor empresa, etc. ¿Cuál de ellos tomó en consideración nuestro legislador al hacer la
enumeración del artículo 3º? El elemento considerado es la intermediación, que tiene gran
interés en determinar cuando ella existe, ya que no estando definido el acto de comercio,
puede llegarse a la aplicación del derecho comercial por analogía, para lo cual debe saberse
precisamente cuál es el principio que informa la enumeración de los actos mercantiles. La
intermediación se aprecia en el artículo 3º en los siguientes aspectos:
1) Intermediación en la circulación de la riqueza. Está contenida en los Nos 1º, 2º y 3º
del artículo 3º del Código de Comercio.
2) Intermediación en el trabajo. Se halla establecida en los Nos 5º, 6º, 7º, 8º, 9º y 20 del
artículo 3º, donde se considera el factor empresa. La empresa organiza los factores de la
producción: naturaleza, trabajo y capital, para obtener un producto, sirviendo de esta suerte
de intermediaria entre el trabajo, y el capital y público consumidor.
3) Intermediación en el crédito. Se encuentra contenida en el Nº 11 del artículo 3º, y
existe entre los dueños del dinero que depositan sus capitales en el banco y los que solicitan
los créditos a través de éste. El banco sirve de intermediario en la oferta y demanda de
dinero.
4) Actos formales de comercio. En ellos no hay verdaderamente interposición, ya que
el legislador sólo considera la forma que estos actos toman, sin atender a la finalidad que
con ellos se persigue, ni al principio de lo accesorio. Son siempre mercantiles y, como ya
dijimos, se encuentran consagrados en el artículo 3º Nº 10.
Finalmente, conviene destacar que existen actos que, por servir como auxiliares a la
actividad mercantil, se consideran actos de comercio; por ejemplo, el mandato.
72. Actos de comercio no mencionados en el artículo 3º. La enumeración que de los
actos de comercio hace el artículo 3º del Código de Comercio no es completa. Hay algunos
actos que tienen este carácter y no se encuentran señalados en ella.
Esta omisión, a la que ha querido dársele una importancia que no tiene, la doctrina la
explica señalando que era imposible comprender en una enumeración todos los actos de
comercio, posición por la cual también se inclina la jurisprudencia de los tribunales. Los
actos omitidos en el artículo 3º son los siguientes:
a) Las sociedades. Omisión que se encuentra salvada por el precepto contenido en el
artículo 2059 del Código Civil, que expresa que sociedades comerciales son “las que se
forman para negocios que la ley califica de actos de comercio”.
Seguramente el Código no incluyó las sociedades en el artículo 3º, pues éstas son
personas y sujetos de derecho y en dicha disposición trataba de enunciar los actos
constitutivos de la actividad mercantil para que ellas mismas puedan constituirse.
b) El contrato de cuenta corriente mercantil. Tampoco señaló el legislador este contrato
en su enumeración y lo trata en los artículos 602 y siguientes del Código de Comercio. Su
omisión se debe, a juicio de Olavarría, al hecho de que este contrato es “intrínsecamente
civil, aunque puede asumir características mercantiles”.
c) El Código de Comercio ha reglamentado el mutuo en forma diferente al Código
Civil. No obstante, para determinar la mercantilidad hay que recurrir al principio de lo
accesorio.
d) Los contratos accesorios. El problema para la calificación de estos contratos se
encuentra resuelto en el artículo 1º del Código de Comercio; debe atenderse a la naturaleza
de la obligación principal a la que acceden. Así, la fianza y la prenda serían mercantiles
según sea comercial el contrato principal cuyas obligaciones garantizan.
74. Presunción sobre el carácter de los actos. Conforme al artículo 3º del Código de
Comercio, que establece el carácter excepcional del derecho comercial, los actos deben
presumirse civiles, a menos que se pruebe que son mercantiles. Esto es muy importante
porque el que alega mercantilidad, o sea, desea sustraer un acto del derecho civil, debe
probarlo. Frente a la regla general (derecho civil) debe probar la excepción (derecho
comercial).
75. Presunción de los actos de comerciantes. El Proyecto del Código estableció una
disposición que hacía presumir mercantiles los actos de los comerciantes. El Código de
Comercio no consagró esa disposición. También ha sido derogada por la Ley Nº 18.092,
sobre Letra de Cambio y Pagaré, la norma del artículo 767 inciso final del Código de
Comercio, que presumía actos de comercio las libranzas o pagarés de comerciante a
comerciante, aunque no llevaran la cláusula “a la orden”. Asimismo, tampoco tiene
vigencia la regla del artículo 8º de la Ley Nº 17.066, de 1969, que presumía comerciales los
actos de los comerciantes inscritos en el Registro que ella había creado. El Título I de la
Ley Nº 17.066 fue derogado por la Ley Nº 18.000, de 5 de junio de 1981, que autorizó
además al Registro Nacional de Comerciantes Establecidos para transformarse en
organización gremial o para que acuerde su disolución. En el hecho, esta institución no se
transformó en organización gremial sino que acordó su disolución.
TEMAS DE DISCUSION, DE DISERTACION, DE
INVESTIGACION Y CASOS PRACTICOS
1) Incidencias tributarias del carácter mercantil de un acto o contrato.
2) Los actos formales de comercio ejecutados por mujeres casadas en régimen de
sociedad conyugal.
3) La accesoriedad civil y lo accesorio comercial.
4) ¿Los actos o contratos sobre inmuebles pueden convertirse en comerciales por
aplicación de la teoría de lo accesorio?
5) Carácter civil o comercial de las agroindustrias.
6) La jurisprudencia sostuvo: “El encargo de vender un fundo es acto de comercio
porque constituye corretaje” (Gaceta, 1915, 2º sem., Nº 483, p. 1295). ¿Qué reflexiones le
merece este fallo?
7) La jurisprudencia sostuvo: “El mandato conferido a un corredor de comercio para la
compraventa de propiedades raíces constituye un acto civil y no de comercio” (C. Suprema,
27 de abril de 1918, Gaceta, 1918, 1er sem., Nº 38, p. 114). ¿Qué comentario le sugiere esta
sentencia? En relación con el fallo anterior (6), ¿cuál cree usted que es ajustado a derecho y
por qué?
TITULO II
ORGANIZACION JURIDICA DE LA EMPRESA
76. Ideas generales. Hemos señalado, a propósito de las nociones del derecho
comercial y las doctrinas sobre su contenido, que en la actualidad nuestra disciplina jurídica
se ocupa fundamentalmente de reglamentar la actividad económica constitutiva de empresa.
La actividad económica, para ser eficiente y poder adaptarse a los imperativos de
producción masiva y demanda en gran escala, necesita adoptar una organización
determinada, que no es otra que la empresa.
La empresa económicamente organizada requiere, a su turno, una organización,
revestimiento o estructura jurídica que le permita cumplir con la función que está llamada a
desarrollar. Corresponde a nuestra rama proporcionar las diversas formas o ropajes
jurídicos que la empresa puede adoptar para su funcionamiento, de acuerdo con su
naturaleza y con su importancia económica. Cuando se trata de una persona que ejerce la
actividad constitutiva de empresa, el derecho comercial se encarga de establecer un estatuto
jurídico al cual está sujeto el empresario individual. Este estatuto jurídico contiene los
derechos, deberes y obligaciones que le corresponden por su carácter de tal. Pero si se trata,
por el contrario, de un grupo de personas que desarrollan la actividad mercantil bajo la
forma de empresa, diversas posibilidades de estructura jurídica les son ofrecidas por esta
disciplina. Podrán organizarse jurídicamente constituyendo una simple comunidad o
sociedad de hecho, formar una sociedad de personas de responsabilidad limitada, una
cooperativa o una sociedad de capitales.
Parece evidente entonces determinar, desde el punto de vista jurídico, la noción de
empresa, sus elementos y características, para ocuparse más tarde de las diversas formas
jurídicas que el derecho comercial ofrece para el funcionamiento de la empresa. Una parte
del derecho comercial, el derecho de sociedades, responde al imperativo de proporcionar
los mecanismos jurídicos para encauzar la actividad mercantil constitutiva de empresa.
Capítulo I
LA NOCION DE EMPRESA
Sección I
Concepto jurídico de empresa
77. Nos interesa precisar el significado jurídico del término empresa, por cuanto
durante mucho tiempo se sostuvo que en derecho comercial podía emplearse la noción
económica de este concepto. Muchos juristas han hablado, en derecho, de la empresa
como organización de los factores de la producción (capital y trabajo), con propósitos
lucrativos. Otros, aún influidos por la noción económica, ven en la empresa un organismo
vivo y dinámico integrado por la actividad del empresario, el trabajo de los auxiliares de
éste y de los bienes instrumentales necesarios para conseguir el fin perseguido. Pero la
concepción organicista, que dominó durante el primer tercio del siglo XX, si bien sigue
siendo válida en el plano económico, no satisface las exigencias del derecho y está siendo
superada.
La doctrina de los autores de derecho comercial, analizando desde el ángulo jurídico la
totalidad del “fenómeno empresa” como unidad económica orgánica, comenzó por separar
el aspecto subjetivo del aspecto objetivo de este fenómeno; comenzó a distinguir entre la
actividad del sujeto organizador y el conjunto de medios instrumentales por él organizados
para realizar esa actividad, centrando la idea de empresa sobre el primer aspecto, es decir,
la actividad del sujeto que organiza los diversos factores, y la noción de establecimiento
comercial sobre el segundo aspecto, esto es, los instrumentos materiales e inmateriales
puestos al servicio de la empresa. Así surge, con esta separación de aspectos o elementos, la
concepción jurídica de la empresa, como forma o modo de actividad económica.
La idea de empresa como actividad del empresario parece consagrarse en el Código de
Comercio español, cuando en varios de sus preceptos denomina “empresa” al objeto o
actividad a que se dediquen las sociedades.
Párrafo I
Caracteres de la empresa en sentido jurídico
78. Las características que distinguen la actividad constitutiva de empresa son las
siguientes:
a) La actividad habrá de ser de orden económico, en el sentido más amplio pero
también más riguroso del término “económico”, que permite distinguir la actividad
empresarial de las puras actividades artísticas o intelectuales.
b) Actividad organizada, es decir, planificada, dirigida a conseguir una unidad de
acción de acuerdo con el proyecto racional. De ordinario –como bien advierte Uría–, la
actividad organizada se manifiesta hacia el exterior en la coordinación y utilización estables
de medios materiales y trabajo ajeno, que dan nacimiento a un organismo económico y
operante.
c) Actividad profesional, en el sentido de que debe ser continuada, sistemática, con
tendencia a durar y con propósito de lucro permanente que constituya medio de vida, capaz
de permitir la distinción de esta actividad empresarial con otras actividades económicas
organizadas, que no se ejercitan profesionalmente.
d) El fin perseguido por esta actividad así caracterizada deberá ser la producción de
bienes o servicios, o el cambio de los mismos en el mercado, y no el goce o consumo
directo por el productor o su familia. Sólo ejecuta una actividad empresarial quien produzca
o cambie para satisfacer la demanda del mercado. Esta finalidad es precisamente la que
explica y justifica que el derecho se ocupe de regular la actividad empresarial, velando por
los intereses de la economía y por los intereses de los terceros ligados al funcionamiento de
la empresa.
La empresa, en sentido jurídico, es entonces el ejercicio profesional de una actividad
económica organizada con la finalidad de actuar en el mercado de bienes o servicios. Este
concepto es suficientemente amplio para comprender tanto a la gran empresa desarrollada
con poderosos medios instrumentales, como a la pequeña empresa poco menos que
reducida a la actividad del empresario.
Como hemos indicado, la noción jurídica de empresa supone un sujeto que organice y
ejercite la actividad empresarial. Este sujeto es el empresario, a quien podemos
conceptualizar diciendo que se trata de una persona física o jurídica que, por sí o por medio
de delegados, ejercita y desarrolla en nombre propio una actividad constitutiva de empresa,
adquiriendo el carácter de titular de las obligaciones y de los derechos nacidos de esa
actividad.
Párrafo II
Caracteres de la empresa en sentido económico
79. La empresa es una de las formas que puede revestir la explotación, unidad
económica que reúne y organiza los factores productivos.
La empresa reúne, organiza y combina los factores productivos bajo las siguientes
características:
a) El empresario no aporta los factores productivos. Los dueños de los recursos,
trabajadores, capitalistas, venden por dinero el servicio de sus recursos a los empresarios,
quienes los compran para producir bienes. En el taller artesano, que es otra forma que
puede revestir la explotación económica, el artesano es dueño de los factores productivos
que combina y del producto que elabora. No se plantea el problema de la distribución del
ingreso, pues todo el ingreso es del artesano.
b) La empresa adquiere los factores productivos en el mercado y al precio que arroja el
libre juego de la oferta y la demanda. Si el precio lo fija la autoridad, el mercado
desaparece. Lo anterior no envuelve ningún juicio acerca de la conveniencia o
inconveniencia de dicha intervención.
c) La empresa actúa en función del mercado. El bien que la empresa produce con los
factores que adquiere y organiza, lo vende en el mercado y al precio que allí se forma.
d) La empresa no combina factores productivos apreciados en especie, ni persigue la
obtención de un producto apreciado también en especie. La empresa combina precios de
factores productivos y sólo le interesa el precio del producto, bien o servicio que vende.
e) La empresa tiene una sola finalidad, que lo es también del sistema de que forma
parte: el logro de ganancia máxima. La empresa procura que exista la mayor diferencia
posible entre el precio que recibe de los consumidores de sus productos y el precio que
debe pagar a los dueños de los agentes productivos. Para la empresa no interesa satisfacer
una necesidad económica, sino la satisfacción de las necesidades solventes, o sea, con
poder de compra. Sin embargo, en el hecho, la empresa no siempre logra la ganancia que
persigue.
Esta última característica hace resaltar una abierta contradicción entre la finalidad de la
empresa (el logro del máximo beneficio) y la función que las empresas deben cumplir en
conjunto (satisfacer las necesidades de la sociedad en que operan).
Finalmente, conviene precisar que como toda otra forma de explotación económica, la
empresa requiere de alguien que la dirija, el empresario. En sentido económico, el
empresario se define como la persona que adopta las decisiones y manda con autoridad.
Párrafo III
La idea de empresa en el derecho nacional
80. En el Código de Comercio –excepción del artículo 166 inciso final, que da una
noción de empresario, de la cual puede inferirse la de empresa– no encontramos una
definición legal de este concepto.
Con fines tributarios la Ley Nº 17.073, de 31 de diciembre de 1968, definía la empresa
como “todo negocio, establecimiento u organización de propiedad de una o varias personas
naturales o jurídicas, cualquiera que sea el giro que desarrolle, ya sea éste comercial,
industrial o agrícola, minero, de explotación de riquezas del mar u otra actividad”.
Asimismo excluía del concepto “las actividades meramente rentísticas, tales como el
arrendamiento de inmuebles de cualquiera naturaleza, la obtención de rentas de capitales
mobiliarios, intereses de crédito de cualquier clase u otras rentas similares, realizadas por
personas naturales, comunidades u otro tipo de organización que no tenga personalidad
jurídica”. Esta definición cumple solamente con el objetivo de orden fiscal para el cual fue
establecida por el legislador, pero no contiene un concepto jurídico de la empresa.
En el Decreto Ley Nº 1.006, publicado en el Diario Oficial de 3 de mayo de 1975, que
contenía el Estatuto Social de la Empresa, en el Título II, relativo a las empresas y su
autoridad, se definía la noción de empresa en los siguientes términos: “Constituye empresa,
para los efectos de la presente ley, la entidad destinada a la producción o comercio de
bienes o a la prestación de servicios que, persiguiendo una finalidad económica y social, se
encuentra organizada con el concurso de trabajadores e inversionistas bajo una dirección
común”.
A pesar de que se trataba de una legislación especial destinada a regir las relaciones
laborales entre la empresa y sus trabajadores, la definición del artículo 8º de este decreto
ley, que acabamos de transcribir, contiene algunas características de la noción jurídica de
empresa. Encontramos en ella, en primer término, el desarrollo de una actividad económica,
en estricto sentido del término, lo que permite distinguir la actividad empresarial de las
puras actividades artísticas o intelectuales. Por otra parte, la actividad constitutiva de
empresa es una actividad organizada, es decir, planificada, destinada a conseguir una
unidad de acción, de acuerdo con un proyecto racional. Esta actividad organizada se
manifiesta hacia el exterior en la coordinación y utilización estables de medios materiales y
de trabajo ajeno, que dan nacimiento a un organismo económico y operante. Esta última
característica de la actividad empresarial, y por ende de la noción jurídica de empresa, ya la
encontrábamos en la definición que del empresario de transporte da el artículo 166 inciso
final del Código de Comercio, diciendo que “el que ejerce la industria de hacer transportar
personas o mercaderías por sus dependientes asalariados y en vehículos propios o que se
hallen a su servicio, se llama empresario de transportes, aunque algunas veces ejecute el
transporte por sí mismo”. De esta norma se desprende que para ser empresario de
transportes se exige desplegar una actividad organizada y profesional.
Con todo, la definición que comentamos no logra distinguir perfectamente los aspectos
objetivos y subjetivos que constituyen el “fenómeno empresa”. Si bien es cierto que
reconocemos en ella el mérito de esbozar ciertas características de la noción jurídica, no
pasa de ser un concepto económico de empresa.
Vale la pena destacar también que en su artículo 2º el Decreto Ley Nº 1.006, sobre el
Estatuto Social de la Empresa, enumeraba además las diversas formas jurídicas que ésta
podía revestir: “Las empresas pueden adoptar las estructuras jurídicas que estimen más
adecuadas a sus actividades y finalidades; podrán, por tanto, y sin que esta enunciación sea
taxativa, revestir el carácter de empresas individuales, cooperativas de trabajo, cooperativas
de usuarios, sociedades de personas, comunidades, sociedades anónimas o cualquiera otra
forma, sometiéndose, en cada caso, a los requisitos exigidos por la legislación pertinente”.
Nos llama la atención, sin embargo, la disposición del inciso 2º de este mismo artículo 2º,
que decía que cualquiera que fuera la estructura jurídica de la empresa, debía cumplir con el
requisito de ser económicamente eficiente para la sociedad a que servía y socialmente justa
para quienes la conformaban, toda vez que no se precisaba en ninguna parte qué debe
entenderse por “empresa económicamente eficiente para la sociedad a que sirve”, ni lo que
significa “socialmente justa para quienes la conforman”, ni la autoridad que debía calificar
la existencia de estos requisitos.
Conviene precisar que el Decreto Ley Nº 1.006 fue derogado con la promulgación de
un nuevo Código del Trabajo, contenido en la Ley Nº 18.620, publicada en el Diario Oficial
de 6 de julio de 1987.
El Código del Trabajo, en su artículo 3º inciso final, define el concepto de empresa en
los siguientes términos: “Para los efectos de la legislación laboral y de seguridad social, se
entiende por empresa toda organización de medios personales, materiales e inmateriales,
ordenados bajo una dirección, para el logro de fines económicos, sociales, culturales o
benéficos, dotada de una individualidad legal determinada”.
Aun cuando el concepto se define para los efectos de la legislación laboral y de
seguridad social, no deja de constituir una manifestación legislativa expresa que acoge la
idea de empresa.
En la Ley Nº 18.175, de 28 de octubre de 1982, sobre quiebras, en los artículos 124 y
siguientes, se contemplan normas para la enajenación del todo o parte del activo de la
quiebra como un “conjunto o unidad económica”. Si bien no se define el concepto de
unidad económica, es evidente que está muy cerca de la noción de empresa, porque lo que
se pretende es evitar que el conjunto se desintegre o sufra menoscabo económico, como
ocurría al venderse separadamente los distintos bienes que lo componen.
Finalmente, el artículo 1º inciso 2º de la Ley Nº 18.046, de 22 de octubre de 1981, al
establecer que la sociedad anónima es siempre mercantil, aun cuando se forme para la
realización de negocios de carácter civil, está reconociendo que la gran empresa comercial
chilena se organiza jurídicamente bajo esta forma societaria.
Sección II
Concepto jurídico de empresario
81. La idea jurídica de empresario difiere también de la noción económica que la
identifica con la persona que directamente y por sí misma asocia, combina y coordina
los diferentes factores de la producción, interponiéndose entre ellos para ajustar el
proceso productivo al plan previsto de antemano. En derecho, por el contrario, no se
exige que el empresario despliegue una actividad directa y personal. Basta que la actividad
se desempeñe en nombre del empresario aunque de hecho se desarrolle por personas
delegadas. El empresario, actúe o no personalmente, es quien responde frente a terceros y
quien adquiere para sí los beneficios que la empresa produzca. “No hay derechos y
obligaciones de la empresa sino derechos y obligaciones del empresario.”
El empresario puede ser persona física (empresario individual) o persona jurídica
(empresario colectivo o social). Las sociedades dotadas de personalidad jurídica pueden
desarrollar una actividad constitutiva de empresa y ser, en consecuencia, empresario. Dicho
de otra manera, la sociedad dotada de personería moral constituye una forma jurídica de
organización de la empresa.
Salvo situaciones excepcionales, difíciles de imaginar, el empresario no puede
desarrollar su actividad sin el concurso de un conjunto de bienes materiales e inmateriales
conocidos en el derecho italiano con la expresión técnica de azienda, en el derecho francés
con el nombre de fonds de commerce y en nuestro derecho con la denominación de
“establecimiento de comercio”. Conviene distinguir la noción de establecimiento de
comercio de la idea de empresa.
Sección III
Clasificación de la empresa
83. Empresa comercial y empresa civil. La empresa, desde el punto de vista jurídico,
es una actividad económica organizada con la finalidad de actuar en el mercado de bienes y
servicios. Con tal propósito una empresa puede dedicarse al ejercicio de actividades tanto
civiles como mercantiles.
Para calificar a una empresa de comercial es necesario que la actividad que ella
desarrolle sea una actividad de índole mercantil, es decir, que contenga los elementos de
cambio, intermediación y lucro que caracterizan a esta última. Toda empresa cuyo objeto
sea otro que la actividad mercantil, debe ser considerada como civil. La explotación de un
predio agrícola es una actividad económica, pero no constituye una actividad comercial,
porque no concurren en ella los elementos de cambio, intermediación y lucro. La empresa
que se dedique a este objeto será, en consecuencia, una empresa de carácter civil.
Profundizando el análisis, se plantea de nuevo aquí el problema de la aplicación de la
legislación comercial, según que la actividad constitutiva de empresa se considere
comercial o civil. De acuerdo con el criterio objetivo que ha plasmado en la legislación
chilena, las empresas son comerciales cuando tienen por objeto la realización de alguno de
los actos que la ley considera mercantiles. Por otra parte, el propio artículo 3º del Código de
Comercio, que enumera los actos de comercio, dedica algunos preceptos a empresas que,
por estar comprendidas dentro de dicha enumeración, se consideran comerciales.
Finalmente, dejamos establecido que, en el derecho chileno, la determinación del
carácter comercial o civil de una actividad escapa a la voluntad de los individuos; siendo la
ley la que realiza dicha calificación, de nada vale que se deje establecido, por ejemplo, que
la empresa tendrá el carácter de civil cuando para la realización del objeto para el cual se ha
formado debe ejecutar actos que la ley considera mercantiles; la empresa tiene el carácter
de comercial prescindiendo de la voluntad de sus titulares.
Capítulo II
EL EMPRESARIO INDIVIDUAL DE COMERCIO
85. Generalidades. Ya hemos indicado que el derecho comercial tiene por misión el
estudio de una parte de la actividad económica –el comercio en sentido jurídico–, de los
sujetos que la ejercen, los instrumentos o medios de que se valen y actos jurídicos que
celebran.
Sabemos también que nuestra disciplina jurídica está llamada a proporcionar las reglas
legales de organización de la empresa. Cuando la actividad mercantil constitutiva de
empresa se ejerce por una persona natural, por un empresario de comercio, la legislación
comercial le impone una serie de obligaciones al mismo tiempo que le reconoce ciertos
derechos, lo que en su conjunto constituye el estatuto jurídico del comerciante individual.
Resulta obligado entonces el estudio de este estatuto jurídico, pues constituye la forma legal
bajo la cual puede ejercerse la actividad comercial en este caso.
Queremos advertir que empleamos la denominación de “empresario individual de
comercio” para ser consecuente con las nuevas tendencias que inspiran nuestra rama
jurídica, pues, como bien apunta Felipe de Solá Cañizares, “el comerciante es el sujeto del
derecho comercial tradicional; el empresario lo es del derecho comercial después de la
evolución en la que se ha construido jurídicamente la noción de empresa”.
Sección I
El estatuto jurídico del empresario de comercio
86. Noción de estatuto. El empresario individual está sometido a un conjunto de reglas
jurídicas que determinan los requisitos o condiciones para que tenga carácter de tal, las
obligaciones a que está sometido y los registros en que debe estar inscrito. Este conjunto de
normas constituye el estatuto jurídico del comerciante, empresario individual, que
trataremos a continuación.
Párrafo I
Requisitos para establecer la calidad de comerciante
87. Concepto de comerciante. El derecho comercial chileno se funda en el concepto
objetivo de los actos de comercio, los que si bien es cierto no están definidos en el Código
de Comercio, se encuentran enumerados en su artículo 3º en una enunciación que no es
taxativa. El comerciante se define entonces a partir de la idea del acto de comercio, siendo
considerado como tal quien realiza habitualmente actos de esta naturaleza.
De acuerdo con la disposición del artículo 7º del Código de Comercio, “son
comerciantes los que, teniendo capacidad para contratar, hacen del comercio su profesión
habitual”. Analicemos la definición dada por el Código de Comercio chileno, que parte de
la noción clásica de los profesionales del comercio y que no se refiere en general a todos
los que lo ejercen.
Análisis de los requisitos. Para ser comerciante, de acuerdo con nuestra ley positiva, se
requiere reunir tres condiciones: capacidad para contratar, dedicarse al comercio y hacer de
él su profesión habitual.
a) Capacidad para contratar. Se trata de capacidad de ejercicio, esto es, de la aptitud
legal para ejercitar los derechos de que se es titular y para contraer obligaciones
válidamente. No puede ser de otra forma, puesto que se trata de personas que van a
dedicarse al comercio.
b) Dedicarse al comercio. Teniendo en cuenta el carácter objetivo del derecho
comercial chileno, esto significa ejecutar actos de comercio. Se dedican al comercio
quienes ejecutan los actos mercantiles enumerados en la legislación positiva. La calidad del
comerciante no nace de la voluntad de las partes, sino que proviene de la ley. Cuando la
persona ejecuta los actos que ella califique de comerciales, tiene el carácter de comerciante.
c) Hacer de los actos de comercio su profesión habitual. Este requisito de la
habitualidad es muy importante, aunque no está definido en la ley; se trata de una cuestión
de hecho que debe decidir el juez. Cabe preguntarse, sin embargo, si es necesaria la
repetición de los actos para considerar que ellos determinan una profesión habitual. De
manera general, podemos señalar que sí es necesaria la repetición de los actos comerciales,
porque se estima que su ejecución constituye una profesión habitual, aunque en el fondo,
como observa Ripert, hay aquí una redundancia: la profesión implica el hábito de ejecución
de ciertos actos.
En cualquier caso, no es indispensable la repetición de los actos comerciales, pues la
ejecución de un solo acto puede dar a la persona el carácter de comerciante; por ejemplo,
un individuo compra un establecimiento de comercio que más tarde cierra sin haber
realizado ninguna venta. El ánimo profesional está a la vista; luego el individuo es
comerciante. Por otra parte, no debe pensarse que siempre que se ejecutan actos de
comercio la persona tiene el carácter de comerciante, pues a la repetición de dichos actos
debe acompañarse el ánimo profesional; así, el propietario de un edificio de rentas firma
habitualmente letras de cambio, lo que constituye un acto de comercio formal, pero no es
comerciante.
Una sentencia de la Corte Suprema de Chile ha definido, interpretando el artículo 7º
del Código de Comercio, la expresión “profesión habitual”. Ella dice: “Esta expresión
(habitualidad, profesión habitual) supone la consagración constante de negocios propios del
comercio y el ánimo de aplicar al giro de ellos una atención habitual”.
Tampoco se requiere que el ejercicio del comercio sea notorio u ostensible ni que
constituya la única profesión de la persona.
Aparte de los requisitos que se desprenden de la definición del artículo 7º, existe otra
exigencia o condición para determinar la actividad del comerciante. Se trata de la actuación
en nombre propio que se deduce de los principios generales del derecho privado y que
algunos autores nacionales consideran que no es necesaria.
Para ser comerciante se requiere entonces ejecutar los actos mercantiles en nombre
propio y no en representación de otra persona. Cuando una persona ejecuta un acto en
representación de otra, los efectos de este acto, es decir, los derechos y obligaciones que se
generan, se radican en el patrimonio del representado y no en el del representante. Si un
mandatario celebra actos de comercio en nombre de su mandante, no tiene la calidad de
comerciante por no actuar en nombre propio. Los representantes de las sociedades
comerciales no son por este solo hecho comerciantes, ya que actúan en representación de la
sociedad, que como persona jurídica posee un patrimonio propio en el cual se radican los
efectos de los contratos celebrados por sus mandatarios-representantes.
Por último, diremos que según el artículo 8º del Código de Comercio chileno “no es
comerciante el que ejecuta accidentalmente un acto de comercio, pero queda sujeto a las
leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto”. Esta disposición, que confirma el
carácter objetivo del derecho comercial chileno, reitera la exigencia de la ejecución de actos
con espíritu profesional para traer la calidad del comerciante.
Párrafo II
La capacidad para ejercer el comercio
90. Normas de capacidad en el Código de Comercio. Aparte de la disposición del
artículo 7º, que exige a los comerciantes capacidad para contratar, esto es, para obligarse
por sí mismos sin el ministerio o la autorización de otra persona, el Código de Comercio
chileno sólo contiene algunas normas especiales relativas a los menores y a las mujeres
casadas que se dediquen a la actividad mercantil.
Toda persona natural capaz de obligarse por sí sola puede, en consecuencia, dedicarse
al comercio y adquirir la calidad de empresario comercial, a menos que la ley le imponga
alguna restricción. A continuación trataremos las reglas especiales de capacidad contenidas
en la codificación comercial. Veremos separadamente la situación de los incapaces, de los
menores que administran su peculio profesional o industrial y de la mujer casada.
Párrafo III
Las prohibiciones y limitaciones para comerciar
94. Principio. Si bien es cierto que aún existe en nuestro régimen jurídico-económico
el principio de libertad de comercio, en el último tiempo se han venido imponiendo tales
restricciones fundadas en intereses de orden general, que reservan ciertas actividades
comerciales al Estado o a las empresas públicas dependientes de él. En consecuencia, el
Estado, ejerciendo la dirección de la economía nacional, controla particularmente
determinadas ramas de comercio (se habla entonces de comercios reservados) o bien toma
ciertas medidas limitando el ejercicio del comercio para ciertos individuos. Veamos estos
diversos aspectos separadamente.
96. Las medidas relativas a determinado giro comercial. Se trata aquí de una
reserva de la actividad mercantil a favor de ciertos profesionales, de algunas formas de
sociedades, o a la condición de ser persona natural o jurídica de nacionalidad chilena.
Las siguientes actividades comerciales son reservadas en el derecho chileno en favor
de las personas que se indican:
a) La actividad bancaria. Reservada a sociedades anónimas que cumplan con la Ley de
Bancos (D.F.L. Nº 252, de 4 de abril de 1960).
b) El seguro. Reservado a sociedades anónimas nacionales de seguros según el artículo
4º del Decreto con Fuerza de Ley Nº 251 de 20 de mayo de 1931.
c) La actividad de martillero. Sólo pueden ejercerla las personas naturales o jurídicas
que aparecen inscritas en el Registro Nacional de Martilleros (art. 7º de la Ley Nº 18.118).
d) La intermediación sobre valores. Sólo puede hacerse por corredores de bolsa o por
agentes de valores y por los bancos y sociedades financieras (arts. 24 y 25 de la Ley Nº
18.045, sobre Mercado de Valores).
e) El comercio de farmacia. De conformidad con lo que establecía el artículo 123 del
Código Sanitario (D.F.L. Nº 226, de 15 de mayo de 1931), sólo los farmacéuticos o
químicos farmacéuticos podían dedicarse al comercio de farmacia. También podrían
hacerlo las sociedades legalmente constituidas en que formara parte como socio uno o más
de estos profesionales. La dirección técnica de la farmacia siempre debía estar a cargo de
un químico farmacéutico. En la actualidad, el Libro Sexto del Código Sanitario, cuyo texto
fue modificado por el Decreto Ley Nº 1.085, publicado en el Diario Oficial de 10 de julio
de 1975, distingue claramente entre la empresa comercial y el establecimiento de salud
farmacia. Siendo así, el control técnico y la administración de la farmacia como
establecimiento de salud están a cargo de un profesional químico farmacéutico, pero existe
plena libertad para que cualquier persona natural o jurídica pueda instalar farmacias, con tal
que cumpla con las disposiciones legales y reglamentarias. Hay libertad para instalar la
empresa comercial cuyo giro es la explotación de una farmacia, pero esta última, en cuanto
establecimiento de salud, debe quedar bajo la dirección técnica de un farmacéutico. Así lo
corrobora el artículo 4º del Reglamento de Farmacias, Droguerías, Almacenes
Farmacéuticos, Botiquines y Depósitos Autorizados, contenido en el Decreto Supremo del
Ministerio de Salud Nº 466, publicado en el Diario Oficial de 12 de marzo de 1985.
Finalmente señalamos que el acceso a las actividades de corredor de propiedades y de
productos y a sus respectivos registros es libre para toda persona mayor de edad,
legalmente capaz, no declarada en quiebra o sujeta a convenio con sus acreedores y que no
haya sido condenada ni se encuentre actualmente procesada por delito que merezca pena
aflictiva (art. 13 del Decreto Ley Nº 1.953, de 11 de octubre de 1977, publicado en el
Diario Oficial de 15 del mismo mes y año). En virtud de ese texto legal se derogó toda
disposición legal o reglamentaria que estableciera otros requisitos o limitaciones al
ejercicio de las actividades de corredor de propiedades y de productos.
Sección II
Las obligaciones de los comerciantes
98. Razón de ser de las obligaciones. La ley ha impuesto ciertas obligaciones que
pesan sobre las personas que ella califica de comerciantes, a quienes nosotros
denominamos empresarios individuales de comercio. Tales obligaciones tienen por
fundamento los actos y contratos que los comerciantes celebran con los terceros, las
exigencias propias del comercio en materia de prueba de las obligaciones y de publicidad
de estas mismas.
Las obligaciones profesionales que deben cumplir los empresarios de comercio son
fundamentalmente cuatro: la obligación de llevar ciertos libros de contabilidad, la de
inscribir determinados documentos en el Registro de Comercio, la de inscribirse en
registros especiales determinados, que no afecta a todos, y la de pagar patente municipal,
que tampoco es de orden general. Las estudiaremos separadamente.
Párrafo I
La obligación de llevar libros de contabilidad
99. Fundamento y alcance. Se trata de una obligación que el artículo 25 del Código
de Comercio impone “a todo comerciante”. Se trata de un deber establecido en el interés
del comerciante, pues la contabilidad es un elemento indispensable para determinar el
resultado de las operaciones que el comerciante realiza día a día. El derecho comercial
considera importante esta exigencia, por cuanto la contabilidad revela la situación de la
empresa a los terceros, lo que determina a éstos brindar confianza a los comerciantes y
otorgarles créditos. La contabilidad deja constancia y comprueba los valores que el
comerciante posee, al mismo tiempo que hace constar y comprobar lo que él adeuda. La
contabilidad interesa además en derecho comercial por cuanto ella constituye un elemento
para calificar la quiebra de un comerciante de fortuita, culpable o fraudulenta. Por lo
mismo, los libros de contabilidad sirven como medios de prueba, no en igual forma que los
instrumentos privados regidos por el Código Civil, que hacen prueba en contra de quienes
se presentan, sino en favor de la persona que los presenta. En el Mensaje con que se
acompañó el Proyecto de Código al Congreso Nacional para su aprobación se dice que
“considera la contabilidad como el espejo en que se refleja vivamente la conducta del
comerciante, el alma del comercio de buena fe”.
De acuerdo con la legislación chilena, existen libros de contabilidad que el comerciante
debe llevar obligadamente y otros libros que puede facultativamente llevar. Existen,
entonces, libros obligatorios y facultativos. Por otra parte, los libros de contabilidad deben
cumplir con ciertas exigencias formales y además deben llevarse con cierta regularidad
externa. Veamos primeramente la distinción en los libros de contabilidad y luego las
exigencias que éstos deben cumplir y el secreto de la contabilidad.
100. La clasificación de los libros de contabilidad. Hemos dicho que hay una
distinción entre libros obligatorios y facultativos. Los primeros son aquellos que el
comerciante está obligado a llevar, en tanto que los segundos son aquellos que el
comerciante puede llevar en número y forma que desee. ¿Cuáles son unos y otros?
102. 1) El libro diario. En él “se asentarán por orden cronológico y día por día las
operaciones mercantiles que ejecute el comerciante, expresando detalladamente el carácter
y circunstancias de cada una de ellas” (art. 27 del Código de Comercio). Es sin duda un
libro importante que constituye la base de la contabilidad.
107. Requisitos de los libros de contabilidad. Los requisitos que deben observarse al
llevar los libros de contabilidad dicen relación con el idioma y con el timbraje, rubricación
y visación a que están sometidos.
108. a) Idioma en que deben llevarse los libros. El artículo 26 del Código de
Comercio establece que los libros deben llevarse en idioma castellano.
114. b) La exhibición parcial. Ella procede en los casos en que en un juicio sea
necesario el conocimiento de determinados asientos contables. Debe decretarse por el juez
a petición de parte interesada. Se limita sólo a las operaciones contables que digan relación
con el juicio; se practica por el juez personalmente en presencia del dueño y en el lugar en
que se llevan los libros de contabilidad (art. 43 del Código de Comercio).
He aquí la obligación de los comerciantes de llevar libros de contabilidad. Algunas
leyes especiales y el mismo Código de Comercio exigen a determinados comerciantes la
obligación de llevar otros libros que los estudiados.
115. Valor probatorio de los libros de contabilidad. Los libros de contabilidad son
instrumentos privados. Consecuencialmente, el valor probatorio de ellos se rige por el
artículo 1704 del Código Civil. Esta es la regla general. Sin embargo, los libros de
contabilidad, en ciertas condiciones, en atención a la función mercantil que desarrollan,
constituyen una excepción a las reglas del Código Civil: hacen prueba en favor de la
persona que los presenta.
El principio general contenido en el artículo 1704 del Código Civil es que los
instrumentos privados, los libros de contabilidad, hacen prueba en contra de la persona que
los lleva. Esto porque en derecho nadie puede crearse una prueba a su favor. No obstante,
los libros de contabilidad hacen prueba en favor de quien los lleva siempre que se reúnan
ciertas condiciones.
116. Requisitos que deben cumplir los libros de comercio para tener valor
probatorio. Las exigencias están contenidas en el artículo 35 del Código de Comercio y
son las siguientes:
a) Juicio entre comerciantes;
b) Causa de comercio, y
c) Que los libros se lleven de acuerdo al artículo 31 del Código de Comercio.
a) Que se trate de un juicio entre comerciantes. Esta exigencia es lógica, ya que si se le
permite a un comerciante hacer uso en su favor de los libros de contabilidad, es preciso que
su contendor pueda contar con un medio de prueba igual, y esto sólo puede ocurrir si el
contendor es comerciante. De esta manera quedan en igualdad de condiciones.
Existen dos situaciones bien interesantes: si una de las partes es la sucesión de un
comerciante o si una de las partes fue comerciante y dejó de serlo, ¿pueden hacer uso de
este medio de prueba a su favor? La respuesta es afirmativa, siempre que se reúnan todos
los requisitos del artículo 35. Ejemplo: la ex Feria Rioseco de Concepción tenía un cliente
con un crédito de $ 1.000.000 en compraventa de animales. El cliente falleció sin cancelar
la deuda. Con todos sus clientes la ex Feria celebraba un contrato de cuenta corriente
mediante el cual se le daba un crédito para compra de animales que debía pagar en tal
plazo. En consecuencia, en este contrato las obligaciones no son líquidas y, por lo tanto, no
puede cobrar ejecutivamente la deuda. Al morir el cliente la Feria podría haber llamado a
reconocer deuda a los herederos, pero éstos eran 11 y por lo tanto era imposible reunirlos.
Debió iniciar un juicio ordinario y en ese juicio se hicieron valer los libros de contabilidad.
Se alegó por los herederos que ellos no eran comerciantes, pero se dijo que no importaba,
porque eran herederos de un comerciante y, en consecuencia, podían hacerse valer los
libros si se reunían los requisitos legales.
b) Cuando la cuestión controvertida debe solucionarse aplicando la legislación
comercial, estamos ante un juicio o causa de comercio. En otros términos, la causa se
refiere a un derecho u obligación nacido de un acto de comercio.
Pero puede suceder que el acto sea mixto o de doble carácter. Se ha entendido que el
acto debe ser de comercio para las dos partes, que se trate de un derecho reglamentado por
el Código de Comercio para ambos litigantes. En suma, en un juicio en que haya distinta
ley de fondo para cada parte no cabe la prueba en favor de quien lleva los libros.
Lógicamente hay prueba en contra (art. 1704 del Código Civil).
c) Que los libros se lleven regularmente, o sea, que se cumpla con el artículo 31 del
Código de Comercio.
117. Relación de los libros de contabilidad con la prueba testimonial. Los artículos
1708 y 1709 inciso 1º del Código Civil establecen una limitación a la producción de la
prueba testifical diciendo que no se admite prueba de testigos respecto de una obligación
que haya debido constar por escrito; y que deben constar por escrito los actos y contratos
que contengan la entrega o promesa de una cosa que valga más de dos unidades tributarias.
Pero el artículo 1711 del Código Civil establece una excepción a esta limitación diciendo
que cuando haya un principio de prueba por escrito, puede hacerse valer la prueba testifical,
entendiéndose por principio de prueba por escrito “un acto escrito del demandado o de su
representante, que haga verosímil el hecho litigioso”.
Se ha planteado el problema de saber si un comerciante puede hacer uso de la prueba
testifical alegando tener en sus propios libros de contabilidad un principio de prueba por
escrito. La jurisprudencia ha declarado reiteradamente que esto no es posible, ya que en el
artículo 1711 se exige que el principio de prueba por escrito emane de la otra parte. El
citado artículo dice en la parte pertinente: “…un acto escrito del demandado o de su
representante…”
119. Prueba de los libros de contabilidad en contra del comerciante que los lleva.
El artículo 38 dispone: “Los libros hacen fe contra el comerciante que los lleva, y no se le
admitirá prueba que tienda a destruir lo que resultare de sus asientos”.
Esta regla prácticamente confirma la norma del artículo 1704 del Código Civil, que es
un principio universal en materia de prueba.
El artículo 38, en su parte final, expresa que no se admitirá prueba tendiente a destruir
lo que resultare de los libros. Esto pone en evidencia que este medio probatorio se asimila a
la confesión, ya que el artículo 402 del Código de Procedimiento Civil establece igual regla
respecto de esta probanza. Se puede sostener que se trata de una verdadera confesión
escrita.
Para que opere la norma del artículo 38 no es necesario que haya ni juicio entre
comerciantes, ni causa de comercio, ni libros regularmente llevados.
El artículo 39 del Código de Comercio contiene una norma muy importante: la
indivisibilidad de este medio de prueba. Se trata del mismo efecto estudiado en la
confesión: si se acepta lo favorable, debe aceptarse forzosamente lo desfavorable. Así, v.
gr., supongamos que XX demanda a Z, comerciante, exigiéndole el pago de una obligación
emanada de un contrato mercantil. Z niega el contrato y es obligado por XX a exhibir sus
libros de contabilidad; aparece de ellos que existía el contrato, pero que se había pagado la
mitad de la obligación. Si XX acepta como prueba los libros de Z, debe admitir todo lo que
arrojen dichos libros, tanto lo favorable como lo desfavorable. Evidentemente, XX puede
rechazar esta prueba en su totalidad y hacer uso de otros medios probatorios a su favor.
120. Los libros de contabilidad como presunción. Si los libros de contabilidad, por
cualquier motivo, no hacen prueba, sirven, junto con otros medios probatorios, de base a
una presunción judicial. De aquí que es aconsejable presentar los libros aunque no hagan
prueba.
121. Valor probatorio de los libros facultativos. Los libros auxiliares no hacen
prueba con independencia de los libros obligatorios. Esta es la regla general contenida en la
primera parte del artículo 40. Esta regla es lógica, pues los comerciantes no están obligados
a llevarlos, y porque se trata de simples complementos de los libros obligatorios.
Excepción. Cuando los libros obligatorios se hayan perdido sin culpa del comerciante,
los libros auxiliares harán prueba, siempre que hayan sido llevados en regla. Lógico es que
el comerciante tiene el onus probandi de la pérdida fortuita de los libros.
En todo caso, estos libros pueden servir de base de una presunción judicial.
Todo lo dicho es en relación con el valor probatorio en favor del comerciante. Nada
dice la ley sobre el que tengan en contra de él. Rige, entonces, ampliamente el artículo 1704
del Código Civil.
Valor probatorio del libro copiador de cartas. Sabemos en la práctica que este libro no
existe hoy en día.
El artículo 47 establece que sólo podrá pedirse la exhibición de las cartas relacionadas
con el asunto litigioso y que se hayan dirigido las partes.
122. Crítica al sistema de nuestro Código. Nuestro cuerpo legal tiene a su favor el
hecho de haber reconocido los libros de contabilidad como una obligación para los
comerciantes. Más aún, tiene el valor o mérito de haberles atribuido valor probatorio.
Pero, indudablemente, es incompleto, porque:
1) No ha uniformado los sistemas de contabilidad.
En la práctica hay sistemas que tienen principios diferentes; así, el sistema
norteamericano es diferente al inglés.
2) Falta la visación de los libros de contabilidad, es decir, la revisión periódica de los
libros por una autoridad competente, para comprobar la autenticidad de los asientos. No
basta que los libros sean llevados regularmente; es menester que lo que se exprese en ellos
sea verdad.
3) No hay una sanción inmediata y efectiva para quien lleve irregularmente sus libros,
o para quien no los lleve. La sanción establecida por la ley tributaria es para los efectos
impositivos y nada más. La única sanción que establece la ley es, como veremos
oportunamente, indirecta: se refiere a la prueba y a la quiebra.
4) El Código debió exigir que los libros de contabilidad fueren siempre llevados por
profesionales. Hoy en día la Ley del Colegio de Contadores exige que, a partir de
determinados montos, la contabilidad lleve la firma de un contador.
Esta exigencia es muy importante en materia de quiebra; v. gr., sabemos que en juicio
de calificación de la quiebra los libros de contabilidad son el centro del proceso; ellos
determinan si la quiebra ha sido culpable, fortuita o fraudulenta. Ahora bien, en la práctica,
estos procesos terminan en su inmensa mayoría en el sobreseimiento, debido a que el
desorden existente en los libros impide determinar a los peritos si ha habido o no malos
manejos.
Párrafo II
La obligación de inscribir ciertos documentos en el Registro de
Comercio
123. Objeto. Con el objeto de resguardar los intereses de los terceros que contratan con
los comerciantes, ciertos actos por ellos celebrados están sujetos a una determinada
publicidad.
Esta publicidad consiste en la inscripción de estos actos o mejor dicho de los
documentos en que ellos constan, en un registro especialmente creado para este efecto.
De conformidad con lo prevenido en el artículo 20 del Código de Comercio, en la
cabecera de cada departamento se llevará un registro en que se anotarán todos los
documentos que, según el Código de Comercio, están sujetos a inscripción. Lleva el
registro el conservador de comercio, que en la generalidad de los casos es el mismo
Conservador de Bienes Raíces.
Veamos, someramente, cuáles son los documentos que deben inscribirse en el Registro
de Comercio.
124. a) Los documentos que deben inscribirse. Ellos están enumerados en el artículo
22 del Código de Comercio, aunque en otras disposiciones del mismo texto se impone a los
comerciantes igual obligación respecto de otros documentos. A continuación veremos los
casos contenidos en el artículo 22 recién mencionado.
De acuerdo con dicho artículo, las inscripciones deben hacerse en extracto y por orden
de número y fecha. Ellas son las siguientes:
1) Las capitulaciones matrimoniales, el pacto de separación de bienes a que se refiere
el artículo 1723 del Código Civil, inventarios solemnes, testamentos, actos de partición,
sentencias de adjudicación, escrituras públicas de donación, venta, permuta u otra de igual
autenticidad que imponga al marido alguna responsabilidad a favor de la mujer. Se trata de
documentos de los que resulta en contra del marido y en favor de la mujer una
responsabilidad de orden económico. El fundamento de esta obligación de inscribir tales
documentos radica en el hecho de que si el marido es comerciante es necesario dar a
conocer las responsabilidades que éste tiene respecto de su mujer, pues ellas en el fondo
limitan su capacidad para recibir créditos.
2) Las sentencias de divorcio o separación de bienes y las liquidaciones practicadas
para determinar las especies o cantidades que el marido deba entregar a su mujer divorciada
o separada de bienes. El fundamento es el mismo que el señalado en el caso anterior.
Además, cuando la mujer es comerciante, puede conocerse así cuáles son los bienes de su
propiedad.
3) Los documentos justificativos de los haberes del hijo o pupilo que está bajo potestad
del padre, madre o guardador. Se trata de una situación similar a la examinada en el Nº 1.
El artículo 219 Nº 11 de la Ley de Quiebras contiene la sanción en caso de omisión de la
exigencia de inscripción de los tres primeros casos del artículo 22 del Código de Comercio.
Estamos frente al caso de personas que administran bienes que están obligadas a restituir
más tarde cuando el hijo de familia o el pupilo sean capaces. Es necesario proceder a la
inscripción de tales documentos para impedir que los terceros sean inducidos a error sobre
la solvencia de los padres o tutores comerciantes. La sanción en el evento de no cumplirse
esta obligación está contenida en el artículo 219 Nº 11 de la Ley de Quiebras; al igual que
para los otros dos casos anteriores, la quiebra se presume culpable.
4) Las escrituras de sociedad, sea colectiva, en comandita o anónima, y las en que los
socios nombren gerente de la sociedad en liquidación. Esta obligación incumbe también
respecto de las escrituras de disolución de sociedades que se efectúen antes de vencer el
término estipulado; las de prórroga de éste; el cambio, retiro o muerte de un socio; la
alteración de la razón social, y, en general, toda reforma, ampliación o modificación del
contrato (art. 7º Nº 4º del Reglamento del Registro de Comercio). Ella también pesa
respecto de las sociedades de responsabilidad limitada creadas por la Ley Nº 3.918, de
1923. Además de ser una formalidad de publicidad, esta inscripción constituye una
solemnidad inherente a los contratos y actos indicados.
5) Los poderes que los comerciantes otorguen a sus factores o dependientes para la
administración de sus negocios. La importancia de esta inscripción radica en el hecho de
que ella permite saber quién es el mandatario del comerciante y los poderes de que está
investido. Aunque la ley no lo dice, las escrituras en que se revoque el nombramiento de
estos mandatarios deben también inscribirse, pues esta inscripción cumple la misma
finalidad de publicidad.
Párrafo III
La obligación de inscribirse en determinados registros
Párrafo IV
La obligación de pagar patente municipal
128. Patentes municipales. El Decreto Ley Nº 3.063, publicado en el Diario Oficial de
29 de diciembre de 1979, contiene el nuevo texto de la Ley de Rentas Municipales,
derogando la ley anterior Nº 11.704, de 1954.
De conformidad con el artículo 23 de la actual Ley de Rentas Municipales, el ejercicio
de toda profesión, oficio, industria, comercio, arte o cualquiera otra actividad lucrativa
secundaria o terciaria, sea cual fuere su naturaleza o denominación, está sujeto a una
contribución de patente municipal. Grava con el mismo tributo de patente municipal las
actividades primarias o extractivas cuando en la explotación media un proceso de
elaboración de productos, aunque éstos provengan exclusivamente del predio rústico (ej.:
aserradero) y cuando los productos que se obtienen de estas actividades primarias se
venden directamente por los productores en locales, quioscos, aunque sea dentro del mismo
predio y aunque no constituyan actos de comercio.
Sección III
La intervención del Estado en la actividad económica mercantil
Párrafo I
Legislación antimonopólica
134. La intervención del Estado chileno en la actividad económica tiene una
tradición secular. Escapa al propósito de nuestro texto trazar una evolución legislativa de
las diversas manifestaciones u organismos que la han tenido a su cargo.
La especial relevancia que adquiere la regulación de la libre competencia en el modelo
de economía social de mercado, aplicado en la actualidad en nuestro país, nos obliga a
dedicar algunas reflexiones al análisis de las principales normas que regulan la competencia
comercial, en particular el Decreto Ley Nº 211, de 22 de diciembre de 1973, y el Decreto
Ley Nº 280, de 24 de enero de 1974.
135. Antecedentes legislativos. La Ley Nº 13.305, de 1959, en su Título V (arts. 172 a
182) creó, por primera vez en nuestro país, un conjunto de normas destinadas a sancionar
las prácticas monopólicas.
Como principio general la Ley Nº 13.305, de 1959, estableció: “No podrá otorgarse a
los particulares la concesión de ningún monopolio para el ejercicio de actividades
industriales o comerciales. Sólo por ley podrá reservarse a instituciones fiscales,
semifiscales, públicas, de administración autónoma o municipales el monopolio de
determinadas actividades industriales o comerciales” (art. 10).
En su artículo 173 la ley citada sancionó como contrarios a la libre competencia: “Todo
acto o convención que tienda a impedir la libre competencia dentro del país, sea mediante
convenios de fijación de precios o reparto de cuotas de producción, transporte o de
distribución, o de zonas de mercado, sea mediante acuerdos, negociaciones o asociaciones
para obtener reducciones o paralizaciones de producción, sea mediante la distribución
exclusiva, hecha por una sola persona o sociedad, de varios productores del mismo artículo
específico o por medio de cualquier otro arbitrio que tenga por finalidad eliminar la libre
competencia, será penado con presidio menor en cualquiera de sus grados, y con multa de
uno por ciento del capital en giro de los autores”. Agregaba esta misma norma: “En el caso
de personas jurídicas, si se tratare de reincidencia, además de la multa señalada en el inciso
1º y de la responsabilidad penal que sea imputable a sus representantes, podrá el tribunal
aplicar, como pena accesoria, la cancelación de la personalidad jurídica, la revocación de la
autorización de existencia si se trata de una sociedad anónima o de una agencia de sociedad
anónima extranjera, o la disolución anticipada en los demás casos…”
La disposición del artículo 175 de esta misma ley creaba una comisión que tenía a su
cargo el estudio o resolución de todas las actuaciones o hechos que pudieran dar lugar a la
aplicación de su Título V y de las denuncias, reclamaciones, solicitudes o consultas que
pudieran formular las autoridades, las entidades públicas o privadas y los particulares sobre
las mismas materias.
Las normas de la Ley Nº 13.305, de 1959, se mantuvieron en vigencia hasta el 21 de
diciembre de 1973, porque su Título V fue expresamente derogado por el Decreto Ley Nº
211, de 22 de diciembre del mismo año.
Aparte del hecho de que esta legislación antimonopólica de 1959 no tuvo gran
aplicación en la práctica, fue criticada porque no definió claramente los actos contrarios a la
libre competencia y porque carecía de mecanismos funcionales (Acusador Público o Fiscal)
que permitieran su aplicación, sobre todo para hacer efectivas las sanciones de carácter
económico.
Párrafo III
Instituciones del Decreto Ley Nº 211
146. La nueva legislación antimonopolios pretende ser más ágil que la establecida
en la Ley Nº 13.305, de 1959, en cuanto a la aplicación de sus preceptos y la sanción de
las prácticas contrarias a la libre competencia. Con tal propósito el Decreto Ley Nº 211,
de 1973, creó las siguientes instituciones: las Comisiones Preventivas Provinciales, la
Comisión Preventiva Central, la Comisión Resolutiva y la Fiscalía.
Las Comisiones Preventivas Provinciales se constituyen, como su nombre lo indica, en
cada provincia. El Decreto Ley Nº 211 se encarga de señalar la composición y atribuciones
de estas Comisiones.
La Comisión Preventiva Central se constituye en Santiago, según las normas del
artículo 15 inciso final del Decreto Ley Nº 211 en relación con el artículo 21 del mismo
texto legal. La ley se encarga de establecer asimismo la composición y las facultades de
este organismo.
La Comisión Resolutiva se constituye en la capital de la República y está integrada por
un Ministro de la Corte Suprema designado por los tribunales de justicia, quien la presidirá;
el Director del Servicio Nacional del Consumidor, el Superintendente de Valores y
Seguros, el Superintendente de Bancos; el Director Nacional de Impuestos Internos y por el
Fiscal Nacional de Quiebras.
Son atribuciones y obligaciones de la Comisión Resolutiva: supervigilar la aplicación
del Decreto Ley Nº 211 y el correcto desempeño de los organismos que establece e impartir
instrucciones generales a que deban sujetarse; conocer a requerimiento del Fiscal las
situaciones que pudieren importar infracciones al decreto ley y pronunciarse sobre ellas,
pudiendo aplicar diversas sanciones (modificación de contratos o su término, modificación
o término de sociedades o corporaciones, declarar inhabilidades temporales, aplicar multas,
ordenar al Fisco el ejercicio de la acción penal, dictar instructivos de carácter general para
los particulares, emitir informes, etc.).
La Fiscalía, por último, tiene su sede en Santiago y está a cargo de un jefe superior, el
Fiscal, quien será designado por la Comisión Resolutiva y sólo podrá ser removido por la
Contraloría General de la República previo sumario administrativo. En casa provincia habrá
un Fiscal delegado que depende directamente del Fiscal.
El Fiscal tiene las siguientes funciones: instruir las investigaciones que estime
necesarias para verificar las infracciones al Decreto Ley Nº 211, tanto de oficio como a
petición de parte; actuar como parte, representando a la colectividad, ante la Comisión
Resolutiva y los tribunales de justicia. Ante la Corte Suprema podrá defender los fallos de
la Comisión Resolutiva o impugnarlos; requerir de las Comisiones Preventivas y Central el
ejercicio de cualquiera de sus funciones; velar por el fiel cumplimiento de los fallos que
dicten la Comisión Resolutiva o los tribunales de justicia respecto de las materias atinentes
al Decreto Ley Nº 211; solicitar de las Comisiones Provinciales la adopción de las medidas
preventivas respecto de las investigaciones que se encuentre realizando la Fiscalía; evacuar
informes que le solicite cualquiera de las Comisiones; solicitar la colaboración de cualquier
empleado público o de las empresas donde el Estado tenga participación; exigir el examen
de toda documentación y elementos contables o que estime necesarios; solicitar
informaciones a particulares; ejercitar la acción penal, por sí o por delegados, cuando se lo
ordene la Comisión Resolutiva, etc.
Párrafo IV
La protección del consumidor
148. Ámbito de aplicación. Según lo previsto en el artículo 2º, sólo quedan sujetos a
la ley que nos ocupa “los actos jurídicos que, de conformidad a lo preceptuado en el Código
de Comercio u otras disposiciones legales, tengan el carácter de mercantiles para el
proveedor y civiles para el consumidor”.
La aplicación de la ley se funda en los denominados actos mixtos o de doble carácter,
que surgen del enunciado del artículo 3º del Código de Comercio, cuyo análisis hemos
realizado precedentemente al tratar de los actos de comercio. El consumidor puede invocar
la protección que contempla esta ley cuando el acto o contrato que ejecuta o celebra tiene
respecto de él la naturaleza de acto civil, siendo éste al mismo tiempo un acto de comercio
para el proveedor.
De esta suerte podemos afirmar que las materias de que trata la Ley Nº 19.496, de
1997, que establece normas sobre protección de los derechos de los consumidores, no
quedan de lleno dentro del marco del derecho mercantil nacional, particularmente respecto
de los consumidores, por cuanto para ellos el acto o contrato debiendo tener naturaleza
civil, no queda bajo la vigencia del Código de Comercio ni de la legislación comercial
complementaria.
En virtud del artículo 2º inciso 2º, las normas de la ley que comentamos son aplicables,
asimismo, a los actos de comercialización de sepulcros o sepulturas y a aquellos en que el
proveedor se obligue a suministrar al consumidor el uso o goce de un inmueble por
períodos determinados, continuos o discontinuos, no superiores a tres meses siempre que lo
sean amoblados y para fines de descanso o turismo.
Por último, la norma legal citada en su último inciso previene que sus reglas no serán
aplicables “a las actividades de producción, fabricación, importación, construcción,
distribución y comercialización de bienes o de prestación de servicios reguladas por leyes
especiales, salvo en las materias que estas últimas no prevean”.
La ley del consumidor no se aplica a los servicios que se rigen por leyes especiales
como los que prestan las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) o las Instituciones
de Salud Previsional (ISAPRES), los servicios financieros de entidades bancarias y
financieras, los de trasporte aéreo, etc. Sin embargo, la normativa que analizamos es
aplicable en aquellos aspectos que dichas leyes especiales no reglamenten, tales como, por
ejemplo, la publicidad.
Durante la discusión de esta ley en el Congreso Nacional se sostuvo que ella debe ser
autosuficiente, esto es, bastarse por sí misma para regular una situación determinada, pero
que habría que entender que ella tiene carácter supletorio sólo respecto de aquellas materias
que otras leyes especiales no tratan específicamente. La función supletoria de sus normas
tiene el mismo fundamento que el artículo 2º del Código de Comercio, que señala que: “En
los casos que no estén especialmente resueltos por este Código, se aplicarán las
disposiciones del Código Civil”. En consecuencia, la ley sobre derechos del consumidor
tiene el carácter de ley especial en relación con las normas generales, pero al mismo tiempo
es ley general, respecto de normativas específicas que regulan la provisión de determinados
bienes o la prestación de ciertos servicios que tengan una regulación legal definida. Así, por
ejemplo, tratándose del contrato de transporte aéreo, cuya regulación especial es el Código
Aeronáutico, también quedará regido por la Ley Nº 19.496, en lo relativo a la publicidad o
pago a plazo, al no haber norma específica sobre estas materias en el aludido cuerpo de
leyes y, además, por ser esta última normativa posterior a dicho Código.
153. Infracción del precio exhibido. Sabemos que en el sistema económico imperante
en nuestro país el Estado no fija los precios de los productos y servicios, sino que ellos se
forman en el mercado. Este precio que genera el mercado los operadores económicos los
dan a conocer ya sea informando acerca de él, exhibiéndolo junto a los productos en sus
establecimientos y mediante la publicidad. Ahora bien, de conformidad con lo previsto en
el artículo 18 de la ley que comentamos, constituye infracción a sus preceptos el cobro de
un precio superior al exhibido, informado o publicitado. Esta figura estaba sancionada
asimismo en la Ley Nº 18.223, de 1983, que regía anteriormente en la materia. La
infracción se mantiene en la nueva normativa, porque la conducta del proveedor es
censurable, toda vez que induce a error al consumidor, que se decide a comprar el producto
o requerir la prestación del servicio basado en el precio conocido por él y luego se le cobra
uno superior.
Sección I
Los agentes dependientes del empresario de comercio
159. Aspectos generales. Ya indicamos que lo que caracteriza al empresario de
comercio es fundamentalmente la circunstancia de ser él quien asume el carácter de titular
de los derechos y responsable de las obligaciones que se generen a propósito de la actividad
constitutiva de la empresa. Pero no es necesario, dijimos también, que el empresario asuma
por sí mismo la actividad comercial; puede hacerlo por delegados que actúen en lugar y a
nombre de él. La complejidad creciente de los negocios hace necesaria la presencia de un
personal que colabore con el empresario de comercio. Cuando se requiere que este personal
pueda actuar en lugar del principal, se recurre a la forma jurídica de la representación y del
mandato. Debemos, pues, referirnos previamente a estos dos aspectos antes de analizar
derechamente la misión de los auxiliares dependientes.
160. a) La representación. Es una figura jurídica en virtud de la cual lo que una
persona ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla,
produce respecto del representado iguales efectos que si hubiera contratado él mismo.
De acuerdo con lo expresado, dos son las fuentes de la representación: una, la
convención y la otra, la ley. En Derecho Comercial la fuente más fecunda de esta ficción es
la convención de las partes. La representación legal la encontramos en el caso del capitán
en una nave, ya que representa al naviero respecto de ella y a los cargadores respecto de la
carga. Para que se produzca el efecto principal de la representación, esto es, para que los
derechos y obligaciones nacidos del contrato celebrado por el representante se radiquen en
el patrimonio del representado se requiere la concurrencia de dos presupuestos: capacidad
para representar y contemplatio domine.
Capacidad para representar. El mandato no confiere naturalmente al mandatario más
que el poder de efectuar los actos de administración (art. 2132 del Código Civil). Para todos
los actos que salgan de estos límites se requiere poder especial (mismo artículo).
Por su parte, el artículo 340 del Código de Comercio dice: “Los factores se entienden
autorizados para todos los actos que abrace la administración del establecimiento que se les
confiare, y podrán usar de todas las facultades necesarias al buen desempeño de su encargo,
a menos que el comitente se las restrinja expresamente en el poder que les diere”.
Contemplatio domine. Consiste en el hecho de hacer saber a la parte con la que se
celebra el contrato que el representante actúa en nombre del representado. Este principio,
propio del derecho civil, se cumple en la práctica poniendo antes de la firma del
representante “por poder de” o “por orden de”.
En derecho comercial la regla general está contenida en el artículo 328 del Código de
Comercio, que expresa: “Los factores o dependientes que obraren en su propio nombre
quedan personalmente obligados a cumplir los contratos que ajustaren; pero se entenderá
que los han ajustado por cuenta de sus comitentes en los casos siguientes:
1º Cuando tal contrato corresponda al giro ordinario del establecimiento que
administran;
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté comprendido
en el giro ordinario del establecimiento;
3º Si el comitente hubiere ratificado expresa o tácitamente el contrato, aun cuando se
haya celebrado sin su orden;
4º Si el resultado de la negociación se hubiere convertido en provecho del comitente”.
“En cualquiera de los casos enumerados en el anterior artículo, los terceros que
contrataren con un factor o dependiente pueden, a su elección, dirigir sus acciones contra
éstos o contra sus comitentes, pero no contra ambos” (art. 329 del Código de Comercio).
162. c) Las especies de mandato comercial. El artículo 234 del Código de Comercio
señala que hay tres especies de mandato comercial: la comisión, el mandato de los factores
y mancebos o dependientes de comercio y la correduría, tratada en el Título III del Libro I.
De la comisión y de la correduría trataremos en la Sección II.
Párrafo I
Mandato de los factores o gerentes de comercio
164. Forma y prueba de este mandato. Los factores deben ser investidos de un poder
especial otorgado por el propietario del establecimiento cuya administración se le
encomienda.
El poder será registrado y publicado en la forma prescrita en el Párrafo I, Título II del
Libro I, artículo 339. Esto significa que el mandato debe otorgarse por escritura pública
para los efectos de la prueba y que se trata de uno de los actos que deben inscribirse (art. 22
Nº 5º del Código de Comercio).
165. La capacidad. Pueden ser factores no sólo las personas que tengan la libre
administración de sus bienes sino también, de acuerdo con el artículo 13 del Código del
Trabajo, los que sean capaces para celebrar el contrato de trabajo, esto es, los mayores de
18 años y los menores de 18 años pero mayores de 15, siempre que obraren con el
consentimiento de su representante legal o de las personas que los tengan a su cuidado.
Respecto a los menores de 15 años, además, es necesario que hubieren cumplido con la
obligación escolar.
166. Las facultades y deberes del factor. El mandato de los factores tiene por objeto
confiarle a una persona la administración de un negocio. De lo que se desprende que son de
la naturaleza de este contrato todas las facultades de administración (art. 340 del Código de
Comercio).
Todo mandato implica actos de administración, pero las facultades pueden restringirse
por la voluntad del mandante, de suerte que, para calificar los poderes, es necesario tener a
la vista el instrumento en el cual se ha conferido el mandato.
En la práctica, pueden presentarse tres situaciones con respecto a las facultades de los
factores, a saber: 1) que el comitente en su mandato se limite sólo a reproducir el contenido
de la disposición del artículo 340 del Código de Comercio; 2) que le dé al factor menos
facultades que las indicadas en dicho precepto legal, y 3) que amplíe las facultades del
artículo 340, otorgándole más poderes que los allí consignados.
El Código de Comercio ha exigido, como ya dijimos, escritura pública para la
celebración de este contrato; pero vale la pena destacar que la omisión de dicho instrumento
no acarrea la nulidad del acto con respecto a los terceros (art. 24 del Código de Comercio).
La omisión de la inscripción del contrato tampoco anula el acto frente a terceros. La
escritura pública y la inscripción tienen por objeto permitir que los terceros se enteren de
las limitaciones o modificaciones conferidas a los factores en cuanto a sus facultades, de
suerte que, si no cumple con esta formalidad de publicidad, siendo el mandato nulo entre
mandante y mandatario, no podrán alegarse las limitaciones en contra de los terceros y el
acto celebrado en virtud de este mandato obligará al mandante si se ha ejecutado dentro de
las facultades que la ley confiere a los mandatarios, aunque en el caso concreto de que se
trate no las tenga.
170. Las prohibiciones del factor. Guardan relación con la naturaleza del encargo que
se le confía y son una consecuencia de él. En general, puede decirse que les está vedado
ejecutar por su cuenta los mismos actos cuya ejecución se les ha encomendado, lo que
equivale a decir que se les exige dedicación exclusiva a los negocios que el mandato
comporta. De no existir esta prohibición, resultaría que el mandante o principal podría
verse fácilmente perjudicado por la competencia desleal que pudiera hacerle su propio
factor, sin recibir ninguna sanción. Esta prohibición dura lo que rige el mandato; no puede
extenderse más allá, porque carecería de valor.
Si el factor contraviene esta prohibición y como consecuencia de ello se produce un
daño para el principal, está obligado a una indemnización de acuerdo con las reglas
generales. Ejemplo: mal uso de una patente o de una marca de fábrica. La contravención
tiene señalada, por lo demás, una sanción en el mismo artículo 331 del Código de
Comercio, que expresa que por el hecho de contravenir a la prohibición se aplican al
comitente los beneficios que produzcan las negociaciones del factor o dependiente,
quedando las pérdidas de cargo exclusivo de ellos.
Finalmente, diremos que en la práctica resulta más conveniente establecer la
prohibición contractualmente que dejar esto entregado a la reglamentación legal.
La segunda prohibición consiste en que no puede delegar el mandato, salvo
autorización expresa al respecto en el instrumento constitutivo del poder. Esta prohibición
se justifica porque el contrato es intuito personae.
Existe un caso en el cual debe hacerse una delegación forzosa: cuando el factor del
demandado actúa ante los tribunales de justicia y requiere de un abogado habilitado para el
ejercicio de la profesión. Sin embargo, esta delegación es más aparente que verdadera, por
cuanto delega el poder para los efectos de que el profesional represente a su principal en el
juicio de que se trata.
En general, podría producirse la delegación del poder cuando fuera necesaria para la
buena administración del negocio encargado de acuerdo con el artículo 340 del Código de
Comercio, pero se ha estimado que esta delegación sólo puede existir para casos
expresamente señalados y no puede tener un carácter general.
171. La terminación del mandato de los factores. La causal más común por la que se
pone término al mandato es la revocación que de él hace el mandante. En materia civil
existe amplia libertad para revocar el mandato, aunque recientemente, y en especial en
Francia, ha surgido la tendencia que sostiene que sólo se puede revocar el mandato siempre
que no resulten perjuicios para el mandatario. En derecho comercial es discutible, sobre
todo si se tiene en cuenta que el mandato de los factores participa de las características de la
prestación de servicios y del mandato propiamente tal. El Código de Comercio distingue
dos situaciones:
1) Contrato a plazo fijo. El artículo 332 expresa que “no es lícito a los factores o
dependientes ni a sus principales rescindir sin causa legal los contratos que hubieren
celebrado entre sí con término fijo…”
Por su lado, el artículo 333 del Código de Comercio señala cuáles son las causales que
justifican la terminación del contrato por parte del principal. Otro tanto hace el artículo 334
del mismo cuerpo legal, que indica las causales que autorizan al factor o dependiente para
poner término al contrato.
2) Contrato sin término fijo. No teniendo plazo determinado el desempeño del mandato
de los factores o dependientes con sus principales, cualquiera de ellos podrá darlo por
terminado, avisando al otro con un mes de anticipación. El principal, en todo caso, podrá
hacer efectiva, antes de vencer el mes, la despedida del factor o dependiente, pagándole la
mesada que corresponde (art. 335 del Código de Comercio). (Véase el artículo 155 letra f)
del Código del Trabajo.)
Párrafo II
Los dependientes de comercio
172. Concepto. Es muy semejante su situación a la de los factores, a tal punto que la
mayoría de las disposiciones legales son comunes para ambos. Sin embargo, conviene tener
en vista que en el dependiente se acentúa más el carácter de empleado, sujeto a un vínculo
de subordinación o dependencia, que en la característica de mandatario que tienen los
gerentes o factores.
En una definición más práctica que jurídica el artículo 237 expresa que son
dependientes “los empleados subalternos que el comerciante tiene a su lado para que le
auxilien en las diversas operaciones de su giro, obrando bajo su dirección inmediata”.
La regla general es la de que “los dependientes no pueden obligar a sus comitentes, a
menos que éstos les confieran expresamente la facultad de ejecutar a su nombre ciertas y
determinadas operaciones concernientes a su giro” (art. 343 del Código de Comercio).
Para ser dependiente de comercio hay que tener capacidad para celebrar el contrato de
trabajo de conformidad con lo prevenido por el artículo 13 del Código del Trabajo.
Sección II
Los agentes auxiliares independientes
Los agentes auxiliares independientes que colaboren con el empresario en el ejercicio
de la actividad mercantil son principalmente: los comisionistas, los corredores de comercio,
los agentes de negocios y los martilleros.
El estudio de la misión de estos colaboradores independientes supone, en algunos
casos, como en el de los comisionistas, el análisis del vínculo jurídico-contractual que
permite realizarla, esto es, el contrato de comisión comercial. Dedicaremos un párrafo
especial al estudio de la comisión y otro separado para tratar los otros agentes auxiliares
independientes.
Párrafo I
La comisión mercantil
176. Definición del contrato. De conformidad con lo prevenido en el artículo 235 del
Código de Comercio, el mandato comercial toma el nombre de comisión cuando versa
sobre una o más operaciones mercantiles individualmente determinadas. La comisión es,
entonces, una especie de mandato comercial. Según la definición legal, para que exista la
comisión mercantil deben reunirse los siguientes requisitos:
– Que se trate de una o más operaciones mercantiles, y
– Que dichas operaciones estén individualmente determinadas.
En nuestro derecho, la mercantilidad de la comisión se determina atendiendo a la
naturaleza del acto que se encomienda y no a la intervención que puede caberle al
comisionista.
Tanto la comisión mercantil como el mandato civil son contratos consensuales, vale
decir, que se perfeccionan con el solo consentimiento de las partes que concurren a
formarlos.
181. Derechos del comisionista. Los principales derechos del comisionista son los
siguientes:
1) Derecho de remuneración. La comisión es por naturaleza asalariada (art. 239 del
Código de Comercio). La remuneración se determina:
a) Por las partes en el contrato suscrito;
b) Si las partes no hubieren fijado las cuotas de retribución, el comisionista podrá
exigir la que fuere de uso general en la plaza en que hubiere desempeñado el encargo, y en
su defecto, la acostumbrada en la plaza más cercana.
No resultando bien establecida la cuota usual, el juzgado fijará la suma que deba
abonarse al comisionista, calculándola sobre el valor de la operación, incluso los gastos
(art. 275 del Código de Comercio).
2) Derecho a provisión de fondos. El comitente debe proveer al comisionista de los
fondos y efectos necesarios, cuando la comisión requiera de ellos (art. 272).
3) Derecho a la devolución de anticipos, gastos e intereses que hubiere significado la
comisión. Este derecho puede hacerlo efectivo el comisionista una vez que haya cumplido
con el encargo y rendido cuenta justificada de él. Aun antes de cumplir con el encargo
también puede el comisionista exigir que se le paguen al contado sus anticipos, intereses y
costos, para lo cual deberá rendir cuenta justificada con documentos. Los intereses que se le
deben son los corrientes.
4) Derecho de retención y solidaridad. El comisionista tiene derecho para retener las
mercaderías consignadas hasta el preferente y efectivo pago de sus anticipos, intereses,
costos y salario, concurriendo estas circunstancias: 1º) que las mercaderías le hayan sido
remitidas de una plaza a otra; 2º) que hayan sido entregadas real o virtualmente al
comisionista (art. 284 del Código de Comercio).
El Nº 1º del artículo 284 recién citado, al hablar de “mercaderías remitidas de una plaza
a otra”, se refiere al hecho de que debe existir distancia entre el lugar en que se entregaron
y el lugar en que las tiene el comisionista; no se exige que el comitente y el comisionista
vivan en ciudades diversas.
Respecto del Nº 2º del mismo artículo 284 del Código de Comercio debe decirse:
a) Hay entrega real cuando las mercaderías están a su disposición, y
b) Hay entrega virtual cuando el comisionista, antes que las mercaderías se hallen a su
disposición, pudiere acreditar que le han sido expedidas con una carta de porte o con un
conocimiento (art. 286).
Debemos agregar que para que se haga efectivo el derecho de retención del artículo
284 del Código de Comercio, deben concurrir los siguientes requisitos:
1) Que se haya declarado judicialmente el derecho de retención,
2) Que las cosas que se retienen hayan llegado al comisionista en virtud de una
relación contractual que lo autorice para pedir retención.
Por último, diremos que la comisión conferida por muchos comitentes produce entre
ellos obligaciones solidarias a favor del comisionista, del mismo modo que la aceptación
colectiva de varios comisionistas produce obligación solidaria a favor del comitente (art.
290 del Código de Comercio).
183. Reglas especiales respecto de ciertas comisiones. Estas son las relativas a:
– Comisión para comprar. En este caso aparece de manifiesto la operación
encomendada y es perfectamente determinada: la compra de algo. Se aplican las mismas
reglas generales de la comisión, pero existe una norma especial contenida en el artículo 296
del Código de Comercio, que expresa: “No podrá comprar efectos por cuenta de su
comitente a mayor precio del que tuvieren en la plaza los que se le han pedido, aun cuando
el comitente le hubiere señalado otro precio más alto.
Contraviniendo a esta prohibición, el comisionista abonará al comitente la diferencia
entre el precio de plaza y el precio de la compra”.
– Comisión para vender. Al igual que en el caso anterior, se trata de una operación de
comercio determinada: la venta. Se aplican también las reglas generales de la comisión. El
artículo 312 del Código de Comercio contiene una norma de carácter especial: “El
comisionista deberá verificar la cobranza de los créditos de su comitente en las épocas en
que se hicieren exigibles, y no haciéndolo, responderá de los perjuicios que causare su
omisión”.
– Comisión para el transporte. El artículo 318 del Código de Comercio la define
señalando: “Comisionista de transportes es aquel que, en su propio nombre pero por cuenta
ajena, trata con un porteador la conducción de mercaderías de un lugar a otro”. Combina
elementos del contrato de transporte y de la comisión. Se le aplican, de la misma manera
que en los casos anteriores, las reglas generales de la comisión o mandato mercantil.
Como regla de tipo especial, el artículo 321 del Código de Comercio le exige al
comisionista de transportes asegurar las mercaderías que remitiere por cuenta ajena,
teniendo orden y provisión para hacerlo, o dar pronto aviso a su comitente si no pudiere
realizar el seguro por el precio y condiciones que le designaren sus instrucciones.
El inciso 2º de este artículo agrega: “Ocurriendo la quiebra del asegurador, pendiente el
riesgo de las mercaderías, el comisionista deberá renovar el seguro, aun cuando no tenga
encargo especial al efecto”.
Párrafo II
Los corredores de comercio y los martilleros
184. Los corredores. Definición. Se encuentran definidos en el artículo 48 del Código
de Comercio, que señala a la letra: “Los corredores son oficiales públicos instituidos por la
ley para dispensar su mediación asalariada a los comerciantes y facilitarles la conclusión de
sus contratos”.
De acuerdo a lo expresado en la definición legal, la función primordial del corredor es
mediar, esto es, acercar a las partes para que concluyan sus negocios. La mediación, que es
siempre asalariada, no sólo se limita a poner en contacto a las partes, sino que además
contribuye enormemente a la preparación y celebración misma del contrato.
En nuestro derecho positivo los corredores tienen el carácter de oficiales públicos, lo
que equivale a decir que deben ser nombrados por el Presidente de la República. No
obstante, el artículo 80 del Código de Comercio deja abierta la posibilidad para que existan
corredores particulares y privados que no requieran de este nombramiento y que
consecuencialmente no tienen el carácter de oficiales públicos. De ahí que en la práctica la
correduría sea ejercida en nuestro país por corredores privados y sean escasos los
corredores nombrados por el Ejecutivo.
Los corredores de comercio son comerciantes, ejecutan actos mercantiles de acuerdo
con lo prevenido en el artículo 3º Nº 11 del Código de Comercio.
Según las clases de negocio en que presten su mediación, los corredores se clasifican
en: corredores de bolsa, de seguros, marítimos, etc.
Como ya quedó dicho, existen en nuestro país corredores públicos, los nombrados por
el Presidente de la República, y privados, personas que de acuerdo a lo prescrito en el
artículo 80 del Código de Comercio se dedican a esta actividad. Estos últimos son los que
en la realidad prestan su mediación a los comerciantes, por lo que nos dedicaremos a ellos.
185. El corredor privado. Desempeñan el mismo papel que los públicos, esto es,
prestan su mediación en los negocios de los comerciantes. Para que estemos en presencia
de la actuación de un corredor es necesario que se reúnan dos presupuestos.
a) La mediación debe ser relativa a actos de comercio (art. 48), y
b) La mediación debe ser prestada a comerciantes (arts. 7º y 48).
186. Principios legales aplicables. Se les aplican las disposiciones que se refieren a
los corredores oficiales o públicos, pero sólo en aquella parte que dice relación con la
esencia de la función que prestan. La jurisprudencia de nuestros tribunales ha dicho: “Al
corredor de comercio que no es oficial público porque no tiene nombramiento del
Presidente de la República, le son aplicables, sin embargo, las disposiciones del Título III
del Libro I del Código de Comercio en cuanto son compatibles con la circunstancia de
carecer de dicho nombramiento, ya que el mencionado Código autoriza a cualquiera
persona que reúna las condiciones legales para ejercer libre ante esta clase de mandato
comercial, sin exceptuarlas expresamente de las obligaciones impuestas a los corredores”.
189. Libros que debe llevar el corredor. Los corredores están obligados a llevar un
registro foliado en el cual deben asentar, día por día, por orden de fechas, todas las
compraventas, seguros, préstamos a la gruesa y, en general, todas las operaciones
ejecutadas por su mediación (art. 56 Nº 3º Código de Comercio).
Los registros de los corredores no prueban la verdad del contrato a que ellos se
refieren; pero estando las partes de acuerdo acerca de la existencia del contrato, se estará,
para determinar su carácter y condiciones, a lo que conste de los mismos registros (art. 60).
191. Los martilleros. Definición. “Son martilleros las personas naturales o jurídicas
inscritas en un registro en conformidad a esta ley, para vender públicamente al mejor postor
toda clase de bienes corporales muebles” (art. 1º de la Ley Nº 18.118, de 22 de mayo de
1982).
El ejercicio de la actividad de martillero público se encuentra actualmente
reglamentado por la Ley Nº 18.118, de 22 de mayo de 1982.
Capítulo IV
LA EMPRESA COLECTIVA
Sección I
Las reglas generales sobre las sociedades comerciales
194. Objeto. La empresa colectiva encuentra su organización jurídica en las diversas
formas de sociedades comerciales. Cuando el objeto o la actividad que se pretende explotar
con la empresa no supone la inversión de grandes capitales, los empresarios tienden a
asociarse entre sí, sea determinados por razones de parentesco familiar, de amistad o de
confianza profesional, en sociedades caracterizadas precisamente por esta consideración de
la persona. Pero si la empresa requiere grandes sumas de dinero, es necesario recurrir al
ahorro público, sin consideración de las personas que lo entreguen, formándose así
sociedades de capitales.
Pero aun antes de elegir una forma societaria determinada, interesa saber cómo
organizarse en sociedad, cuáles requisitos deben reunirse, bajo qué condiciones jurídicas
nace este ente diverso de los socios que lo componen y que se llama sociedad. Una vez
reunidos los requisitos, cuáles son las consecuencias que de ellos derivan cuando nace esta
forma de organización, cómo actúa ella frente a los terceros para desarrollar su actividad
jurídica. Siendo un ente diverso de los miembros que lo componen, la ley atribuye el
beneficio de la personalidad jurídica para actuar en la vida jurídica.
El estudio del contrato de sociedad, sus requisitos esenciales, la persona jurídica que él
origina, los diversos tipos de sociedades existentes y sus características comunes y
diferenciales y las ventajas y desventajas de ellas, forman un conjunto de normas conocidas
como las reglas generales comunes de las sociedades comerciales, que trataremos a
continuación.
Plan de desarrollo. Esta Sección I relativa a las reglas generales comunes de las
sociedades comerciales es dividida en dos párrafos: el Párrafo I tratará del concepto y
requisitos de la sociedad; el Párrafo II se destinará al estudio de los diversos tipos de
sociedades.
Párrafo I
El concepto y los requisitos del contrato de sociedad
Generalidades. Cuando dos o más personas se juntan para llevar a cabo una empresa
de la cual todos van a soportar los mismos riesgos y gozar del provecho, se habla de una
sociedad.
195. 1) Definición de sociedad. De acuerdo con la disposición del artículo 2053 del
Código Civil chileno, tomado del artículo 1832 del Código Civil francés: “La sociedad o
compañía es un contrato en que dos o más personas estipulan poner algo en común con la
mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan.
La sociedad forma una persona jurídica, distinta de los socios individualmente
considerados”.
203. c) El objeto. De acuerdo con el Código Civil (art. 1460), todo contrato debe tener
por objeto una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer. El objeto de un contrato
es, en consecuencia, la prestación que se compromete a dar un contratante (el conjunto de
derechos y obligaciones que éste genera). Debemos distinguir el sentido que se da a la
noción de objeto en el derecho común, esto es, la entrega del aporte, del sentido que se da
en el derecho de sociedades, en que el objeto es la realización de la empresa (por ejemplo,
la fabricación de aviones).
El objeto que debe figurar en los estatutos sociales es la actividad a que se dedica la
empresa. Debe tratarse de un objeto lícito, es decir, que no sea contrario al orden público o
a las buenas costumbres, porque en caso contrario la sociedad sería nula.
204. d) La causa. Es el fin perseguido por la sociedad que en la práctica se confunde
con el objeto. La causa debe ser igualmente lícita, no debe ser contraria a la ley, al orden
público o a las buenas costumbres. Toda empresa que se considere ilícita para los
comerciantes individuales lo será también para una sociedad. Ejemplo: una sociedad creada
para dedicarse al contrabando.
Debe considerarse, bien entendido, el fin real de la sociedad y no solamente el fin
aparente que puede ser lícito (una sociedad puede tener un fin perfectamente lícito, pero en
realidad ejercer una actividad ilícita).
Vistos en esta forma los requisitos relativos a todo contrato que debe reunir el de
sociedad, trataremos a continuación los que le son propios.
205. 2º) Requisitos especiales del contrato de sociedad. Para que haya sociedad es
necesario que se aporten en común ciertos bienes con la mira de repartir los beneficios que
provengan de la explotación de tales bienes. Pero además se requiere que las personas que
se unen en sociedad tengan la intención de compartir en un pie de igualdad las vicisitudes
que la realización de la empresa pueda presentar.
Los requisitos especiales de la sociedad son, entonces: los aportes, los beneficios, la
intención de formar la sociedad; esta última se conoce con la expresión de affectio
societatis.
Veremos separadamente cada uno de los elementos especiales del contrato de sociedad.
206. a) Los aportes. La sociedad es un contrato en que dos o más personas deciden
PONER ALGO EN COMUN, con la mira de repartir los beneficios que de ello provengan
(art. 2053 del Código Civil).
Para que haya sociedad se requiere, en consecuencia, PONER ALGO EN COMUN, lo
que quiere decir que los contratantes deben aportar alguna cosa a la sociedad: esto
constituye los aportes. Pero, además, de acuerdo con el artículo 2053 del Código Civil,
estos aportes SE EFECTUAN CON LA MIRA O PROPOSITO DE REPARTIR LOS
BENEFICIOS que de ello resulten, lo que equivale a decir que cada uno de los contratantes
debe tener en mente no sólo la idea de realizar beneficios, sino también de repartirlos.
A cambio de su aporte (en dinero, en especies o en trabajo) el socio PASA A SER
TITULAR de una PARTE SOCIAL. Esta parte puede ser una acción en las sociedades
anónimas o una parte de interés en las sociedades de personas. El conjunto de las partes
sociales debe corresponder al conjunto de los aportes y a su valor en el momento en que
ellos fueron efectuados.
207. 1) El capital. El capital social está constituido por el conjunto de los aportes o
partes sociales. El valor nominal corresponde al valor de los aportes en el momento en que
éstos han sido efectuados. El capital así constituido representa una deuda de la sociedad
respecto de los socios, porque la sociedad debe el valor de los bienes que han sido
aportados por éstos. Siendo deuda, debe figurar en el pasivo en el balance de la sociedad.
Por otra parte, el capital social constituye el derecho de prenda general en el que los
acreedores de la sociedad harán efectivos sus créditos. Por eso debe permanecer fijo,
intangible, e igual al valor de los aportes de origen. Esto explica el hecho de que los socios
no puedan retirar durante la existencia de la sociedad los aportes que han efectuado.
El capital social así definido debe distinguirse del activo social. En el momento en que
la sociedad se constituye por los aportes, el capital social corresponde al activo social; es en
efecto con ese capital que se van a comprar las máquinas, las mercaderías, etc. Pero, con el
correr del tiempo, este activo va a evolucionar: él podrá aumentar de valor o disminuir
según que la sociedad obtenga beneficios o pérdidas; en cambio, el capital social
representado por los valores de los aportes de origen no varía.
210. 1) La búsqueda de beneficios. Antes que nada conviene precisar qué debe
entenderse por beneficio. La noción de beneficio o utilidad puede darse en un sentido
restringido y en un sentido amplio. En sentido estricto se trata de un enriquecimiento
efectivo o de una ganancia positiva. En sentido amplio es toda ventaja material apreciable
en dinero, tanto una ganancia positiva cuanto la economía de un gasto.
Un fallo famoso de la Corte de Casación francesa da una noción intermedia del
beneficio diciendo que beneficio “es no solamente una ganancia pecuniaria, sino toda
ganancia material que aumenta la fortuna de los socios”. No es necesario que la utilidad sea
pecuniaria, si ella es apreciable en dinero, pero debe consistir en un enriquecimiento
positivo y no en una simple economía.
Es así como no son beneficios las ventajas materiales, aun apreciables en dinero, que
no tienden a aumentar el patrimonio de los socios, permitiéndoles solamente hacer
economías o reducir sus gastos. Los seguros mutuos en que varias personas soportan los
siniestros que puedan sobrevenirles mediante el pago de una cotización no constituyen
búsqueda de un beneficio; lo mismo ocurre en las sociedades cooperativas de consumo, que
revenden a sus miembros sus mercaderías sin buscar beneficios, en la mira de vender más
barato, eliminando con su organización los intermediarios.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha dejado sentir la tendencia a ampliar la
noción de beneficio, considerándose como sociedades los grupos cuya finalidad es
simplemente la de evitar una pérdida, sin buscar, por lo tanto, un beneficio, con el objeto de
someter a estos grupos al mismo régimen jurídico de las sociedades. Así, se aplica, en
Francia, el régimen de las sociedades a las cooperativas de producción, de créditos y de
consumo; a los grupos que tienen por objeto la construcción, la adquisición o la
administración de inmuebles divididos en apartamentos; a las “sociedades de
profesionales”, aunque no puedan distribuir beneficios entre sus miembros. De una manera
más neta aún se quiebra la rigidez de las categorías jurídicas tradicionales con la creación,
en el derecho francés, de los grupos de interés económico, cuyo gran mérito es el ofrecer, a
la colaboración entre las empresas, un marco jurídico que no es ni el de la asociación ni el
de la sociedad. Aquí, persiguiéndose como finalidad el desarrollo de la actividad económica
de sus miembros, la búsqueda de un beneficio no es esencial.
211. 2) Cuándo hay beneficios. Normalmente debería saberse cuándo hay beneficio
con sólo la disolución de la sociedad, pero prácticamente los beneficios son distribuidos
cada año al fin de cada ejercicio, teniendo en cuenta el balance que contiene los resultados
económicos de la sociedad. La cuenta de ganancias y pérdidas sirve de antecedente
contable para estos fines.
217. La participación de los socios debe hacerse sobre un plano de igualdad. Todo
vínculo de subordinación está excluido porque de existir se estaría en presencia de otro
contrato diferente del de sociedad. Es cierto que hay dirigentes en la sociedad (directores,
presidentes del directorio), pero ellos no son patrones de los socios sino sus mandatarios, y
en este carácter deben rendirles cuentas de su actuación. En la práctica, los socios están a
merced de los dirigentes sociales en la medida en que ellos se encuentran en la
imposibilidad de ejercer su derecho de control.
La affectio societatis es, en resumen, una voluntad de unión de parte de los socios que
implica una organización y una convergencia de intereses para correr un riesgo común: el
destino de la empresa.
La jurisprudencia de nuestros tribunales, en fallo de 22 de abril de 1965 de la Corte de
Apelaciones de Concepción, publicado en Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo
LXII, sección 4a, página 479, ha señalado: “es elemento de la esencia del contrato de
sociedad la affectio societatis, esto es, la intención clara, precisa y definida de asociarse
permanentemente y no de manera accidental o transitoria ni menos fingiéndose asociados
ante terceros, para lograr determinado lucro, constituyéndose en el contrato una persona
jurídica, que es distinta de los socios individualmente considerados”.
Párrafo II
La personalidad jurídica
Dijimos que en la sociedad debíamos distinguir dos aspectos: el contrato que le da
origen y la persona jurídica distinta de los socios individualmente considerados que surgen
de él. Nos interesa analizar bajo qué condiciones existe la personalidad jurídica, lo que
supone el estudio de su noción y las consecuencias que de ella se originarían.
Sección II
Los diversos tipos de sociedades
228. Enumeración. Tomando en cuenta el objeto de la sociedad, es decir, la naturaleza
de la actividad o empresa que ella explota, las sociedades pueden clasificarse en sociedades
civiles y comerciales.
Por otra parte, las sociedades pueden clasificarse, de acuerdo con sus caracteres
formales, en colectivas, anónimas, en comandita y de responsabilidad limitada. Las
características formales que se toman en cuenta para agrupar las sociedades de este modo
son: la responsabilidad de los socios, la forma de administración, la razón social y la
cesibilidad de los derechos de los socios.
Sin embargo, pensamos que la clasificación más importante entre las sociedades
comerciales es la que distingue entre sociedades de personas, sociedades de capitales y
sociedades de carácter mixto.
Veamos separadamente cada una de estas clasificaciones y sus caracteres jurídicos
distintivos.
Párrafo I
Sociedades civiles y comerciales
229. Elementos de clasificación. El elemento que sirve de base para formular esta
clasificación es, como dijimos, el objeto para el cual la sociedad se ha pactado.
Ahora bien, de acuerdo con el artículo 2059 del Código Civil, si el objeto de la
sociedad es la realización de algún acto de aquellos que la ley califica de comerciales (art.
3º del Código de Comercio), la sociedad es comercial. Por el contrario, si el objeto social
no está constituido por actos de comercio, la sociedad es civil, con excepción de la sociedad
anónima, que es siempre mercantil, aun cuando se forme para la realización de negocios de
carácter civil (art. 1º inc. 2º de la Ley Nº 18.046).
Basta que uno de los actos que constituyen el objeto social sea un acto comercial para
que la sociedad tenga el mismo carácter. De esta suerte, la mercantilidad de la sociedad es
obra de la propia ley; nada vale que las partes expresen en los estatutos que la sociedad
tendrá el carácter de sociedad civil si se dedica a realizar alguna de las actividades que la
ley califica de actos de comercio en el artículo 3º del Código de Comercio. La
jurisprudencia de nuestros tribunales ha señalado a este respecto: “El hecho de habérsele
dado equivocadamente a la sociedad en el encabezamiento de la escritura social, el nombre
de comercial, de que se hayan llenado algunas de las formalidades, no son causa para que
pierda su verdadero carácter civil. La ejecución de actos de comercio por parte de la
sociedad tampoco la hace perder su carácter civil, porque la ley para clasificar la sociedad
no considera los actos que ellas pueden realizar durante la vigencia del contrato, sino los
negocios para que ha sido formada”.
Párrafo II
Sociedades colectivas, anónimas, en comandita y de responsabilidad limitada
234. Criterio de las finalidades atípicas. Las finalidades económicas antes señaladas
conforman el esquema clásico de los motivos que inducen a formar sociedades. Pero a lo
largo de la vida de las grandes sociedades esos motivos dejan paso a otros bien diferentes.
La adquisición de acciones y, por tanto, la entrada de nuevos socios se inspira en
consideraciones de otra naturaleza. La persona que compra acciones en la Bolsa de
Comercio no piensa en ser socio activo en la sociedad, sino en hacer una inversión rentable
con su dinero o bien una especulación bursátil revendiendo a mayor precio las acciones que
compró. Estas finalidades atípicas surgen asimismo en el momento de la constitución de la
sociedad. Es frecuente que se emplee la forma jurídica de las sociedades mercantiles con
fines de protección o de comodidad personal. A la inversa, puede ocurrir también que los
socios no deseen utilizar el ropaje jurídico de la sociedad en las relaciones externas, sino
sólo en su aspecto interno; en tal caso se habla de sociedad interna por oposición a la
sociedad externa o ad extra. En la vida real suelen distinguirse, de acuerdo con estos
motivos atípicos presentes en el momento fundacional, dos tipos de sociedades:
a) La sociedad interna, que es aquella que no se manifiesta hacia el exterior y en la que
el gestor responde personalmente, puesto que no aparece como gestor social, y
b) La sociedad ficticia, que funciona ad extra como verdadera sociedad, pero que está
destinada a cubrir la actividad comercial de una sola persona que, mediante este sistema,
aspira a obtener el beneficio de la responsabilidad limitada.
235. Criterio económico-jurídico. De acuerdo con él, las sociedades se dividen en
individualistas o de personas y colectivistas o de capitales, atendiendo a la gestión social, o,
más propiamente, según la relación que exista entre la administración del negocio y la
calidad del socio.
a) Sociedades individualistas o de personas son aquellas en que los socios como tales
tienen derecho a la gestión. En ellas la propiedad de la empresa en sentido económico y su
dirección se reúnen en unas mismas manos. Es lo que Garrigues califica de
autoorganicismo. La gestión del negocio y la representación corresponden a los socios de
acuerdo con el contrato social, sea a todos los socios (sociedad colectiva), sea a un grupo de
ellos (sociedad en comandita).
b) Sociedades colectivistas o de capitales. En este tipo de sociedades el socio como tal
no tiene derecho a la gestión social. En ellas la propiedad y la dirección de la empresa están
radicadas en diferentes manos (organicismo de terceros). El prototipo de estas sociedades
es la sociedad por acciones. Claro está que en las sociedades anónimas los socios pueden
ser nombrados como miembros del órgano de gestión e incluso en muchos casos la calidad
de socio es condicionante para formar parte de él.
El aspecto jurídico fundamental de la distinción entre sociedades individualistas y
colectivistas no se encuentra en el predominio de uno de los dos factores económicos de la
empresa (capital o trabajo), sino en las consecuencias jurídicas de esa apreciación
económica, o sea, la cesibilidad del carácter de socio, negada en las sociedades de tipo
personalista y admitida en las sociedades de tipo capitalista. La cesibilidad o incesibilidad
del carácter de socio son, respectivamente, las consecuencias jurídicas de factores
económicos diversos: en las sociedades de personas, la capacidad de trabajo que cada socio
representa para los demás; en las sociedades de capitales, el aporte pecuniario del socio,
que es esencialmente fungible.
Párrafo IV
Ventajas y desventajas de las diferentes clases de sociedades
INDICE
Prólogo de la segunda edición
Bibliografía
Bibliografía
PRIMERA PARTE
LOS ACTOS DE COMERCIO Y LA ORGANIZACION
JURIDICA DE LA EMPRESA
Bibliografía
Bibliografía
Bibliografía