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La cultura familiar y los valores familiares son importantes para entender las dinámicas familiares, ya
que van a influenciar el modo en que sus miembros perciben, procesan y elaboran la información de
su entorno, y modulan la percepción, la actitud y los comportamientos que tienen frente a los
acontecimientos y sus circunstancias.
Entonces al hablar de cultura familiar nos referimos a las características que las personas más
allegadas a nosotros nos transmiten a lo largo del tiempo que convivimos e interactuamos con ellos,
algunos ejemplos son las creencias religiosas, los patrones, normas, costumbres, mitos entre otros,
esta experiencia cultural marca un momento clave en la formación de los significados con los que
vamos desarrollando la identidad personal. Dentro de la cultura el niño entra en un proceso de
desarrollo de la observación, la experiencia que tenemos a lo largo del camino recorrido, la imitación,
y la comunicación.
La cultura se debe entender como una variación del comportamiento adquirida y mantenida a partir
del aprendizaje social, tornándola como algo convencional en la naturaleza, que no depende de
determinaciones voluntarias de los individuos, y que muy difícilmente puede llegar a modificarse
debido a un consenso social. Este comportamiento se transfiere de una generación a la siguiente a
través del marco institucional de la familia, pues los comportamientos del padre son aprendidos por el
hijo debido a un natural comportamiento de mimesis característico en la infancia. Es decir el infante
reproduce los comportamientos que observa de sus padres, es así como características del
comportamiento trascienden de un modo vertical de una generación a otra creando lo que se podría
determinar como una tradición cultural familiar.
Es claro que cada familia en una sociedad determinada tiene unos patrones de conducta específicos e
irrepetibles en la misma sociedad, de manera que cada individuo representa una tradición que se ha
forjado durante generaciones y que si bien pueda que cambie, evolucione o se modifique de acuerdo a
un contexto determinado, muy difícilmente desaparecerá, pues en muy pocas ocasiones los individuos
tratan de cambiar algo de su propia cultura por una razón de conciencia y lo logran.
Cada grupo familiar está compuesto de una variedad de normas, idiomas, tradiciones, valores de toda
índole (religiosos, morales y sociales) que identifican su cultura. La realidad de esta afirmación llegó a
mi vida luego de que mi esposo y yo nos casamos, porque comprendimos que debíamos tomar lo
mejor de las familias de donde procedíamos para poder comenzar a formar la nuestra. A partir de ese
punto mi esposo me dijo una frase que se ha convertido en un lema para nosotros: “Cada familia tiene
su propia cultura”. El desafío actual es, entonces, crear culturas familiares que solidifiquen las bases
principales del hogar, a fin de que nuestros hijos sepan a dónde acudir cuando tengan problemas que
enfrentar, o cuando busquen respuestas a preguntas serias y vitales.
En este tenor, los siguientes puntos describen los aspectos fundamentales de la cultura familiar que te
pueden ayudar a crear tu propia cultura familiar:
Las tradiciones
Las tradiciones que han formado parte de una familia son de vital importancia para que el niño se
sienta identificado con aspectos que se dan en determinada ocasión celebratoria, y logre establecer
firmes recuerdos sobre dichas costumbres. Por ejemplo, nuestra familia celebra cada día festivo de los
países de donde provenimos; sin embargo, al festejo y su manera de llevarlo le agregamos nuestro
toque familiar. Eso hace que nuestros hijos se expongan a ideas únicas y auténticas que luego podrán
continuar o cambiar cuando, en el futuro, estén en posibilidades de formar su propio hogar.
Dentro de la familia existen valores morales que deben ser enseñados y fomentados en el hogar,
porque es el primer “centro educativo” de los hijos. Además de esta responsabilidad, hay una doble
protección para ellos al enseñarles los valores familiares, porque cuando están fuera de la vista de los
padres, al defender los valores inculcados están apelando a la comprensión de los demás y su respeto
hacia algo que va más allá de ellos: su propia familia. Hace poco me sentí muy dichosa cuando uno de
mis hijos tuvo que defender la importancia de decir la verdad y de ser honesto ante una propuesta
inconveniente de uno de sus compañeros en la escuela. Cuando se le preguntó por qué tenía que decir
la verdad, y se le insultó por hacerlo, él dijo: “Yo digo la verdad porque en mi familia no mentimos, y
ese es un valor familiar en casa”. Los demás niños se quedaron sin poder articular palabra. ¿No te
sentirías dichosa u orgullosa si tus hijos comenzaran a defender los valores principales de tu familia, y
los demás sintieran respeto por eso? De suceder tal cosa más a menudo, el mundo sería bastante
diferente a como ahora lo conocemos. A veces se requiere sólo una persona para demostrar que es
posible hacer lo correcto, y al enseñarles valores los hijos pueden ser los primeros en poner el
ejemplo.
El idioma
La lengua materna que cada familia ha heredado es una gran parte de la cultura familiar. Existen
familias donde esta lengua es complementada por un segundo idioma, cuando los parientes se casan
con personas extranjeras. En nuestra familia hay una gran mezcla de idiomas, entre ellos el inglés, el
español, el francés, el portugués, el italiano y el sueco; sin embargo, los idiomas que más han
predominado son el inglés y el español. Para nuestros hijos ha sido importante poder practicar y
desarrollar su lengua materna y, al mismo tiempo, aprender una segunda lengua, porque de este
modo les es posible comunicarse con sus abuelos y tíos, que son monolingües.
Toda familia tiene su propio platillo (o tal vez más de uno) que les gusta disfrutar cuando se reúnen; en
nuestro caso nos ha resultado muy útil preparar un recetario familiar, donde los confites y secretos
culinarios de las abuelas se han ido transmitiendo de generación en generación.
La importancia de fomentar esta cultura familiar en nuestros hijos es tan vital que hace que se sientan
respaldados y puedan desarrollar su propia identidad personal a partir de la familiar, lo cual no sólo
será fundamental para la época en que empiecen con su formación académica, sino durante toda su
vida.