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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE UNO
GENESIS: ESQUEMA GENERAL
Y PENSAMIENTO CENTRAL
¡Alabado sea el Señor por la Biblia! ¡Alabado sea el Señor por la vida, la vida divina, la vida eterna, que
contiene este libro! ¡Y alabado sea el Señor por habernos brindado la oportunidad de tener un estudio-vida
de Su Palabra divina con una congregación tan grande! Si Dios quiere, a partir de hoy, 6 de abril del 1974,
continuaremos este estudio-vida que nos llevará por toda la Biblia, libro tras libro, cada fin de semana. Que
el Señor nos conceda Su bendita presencia y Su rica unción en todo nuestro estudio.

UN LIBRO MARAVILLOSO
La Biblia es un libro maravilloso. ¡Es el “libro” por excelencia! Fueron necesarios 1600 años para terminarlo,
empezando con Moisés, el profeta más grande que Dios tuvo, y terminando con el apóstol Juan. La Biblia
fue confirmada 300 años más tarde (397 d. de C.) en el concilio de Cartago en el norte de Africa. Poco
después, la Iglesia Católica impidió que el pueblo tuviese acceso a la Biblia. La Biblia quedó sellada por casi
mil años, desde el siglo sexto hasta el siglo quince. La historia le dio a ese período el nombre de la Edad
Media o el Oscurantismo. La sociedad humana cayó en tinieblas porque no tuvo acceso a la Biblia, la cual
contiene toda la luz divina.

Más adelante Dios usó a Martín Lutero para divulgar la Biblia durante la Reforma. Por esos mismos días se
inventó la imprenta, que permitió la impresión de la Biblia. Aunque se publicó bastante, la Biblia no quedó
muy abierta. Sin embargo, le damos las gracias al Señor por haber abierto Su Palabra repetidas veces
mediante muchos maestros destacados en estos últimos cinco siglos. Permanecemos en la senda trazada por
ellos y les estamos agradecidos. No obstante, le damos muchísimas gracias al Señor por habernos abierto la
Biblia de una manera tan clara, proporcionándonos así un rico estudio-vida de la Palabra viva.

EL ALIENTO DE DIOS
¿Qué es la Biblia? Sabemos que la palabra “Biblia” significa “el libro”. Pero ¿qué es este libro? La Biblia
misma dice que “toda la Escritura es dada por el aliento de Dios” (2 Ti. 3:16). La Biblia es el aliento de Dios.
No es simplemente la palabra o el pensamiento de Dios, sino Su mismo aliento. Todo lo que exhalamos es
nuestro aliento, y este aliento procede de nuestro ser. Por lo tanto, la Biblia, como aliento de Dios, es algo
exhalado desde el ser de Dios. La Biblia contiene el elemento mismo de Dios. Todo lo que Dios es se
encuentra en este libro divino. Dios es luz, vida, amor, poder, sabiduría y mucho más. Todo eso constituye
el ser de Dios y fue exhalado y plasmado en la Biblia. Cada vez que abrimos este libro con un corazón abierto
y con un espíritu abierto, podemos tocar inmediatamente algo divino: no sólo pensamientos, conceptos,
conocimiento, palabras o frases, sino algo más profundo: tocamos a Dios mismo.

EL ESPIRITU Y LA VIDA
El Señor Jesús dijo que las palabras que El pronuncia son espíritu y son vida (Jn. 6:63). ¿Podemos imaginar
que la Biblia como Palabra de Dios es el Espíritu? No son simplemente palabras escritas en papel, sino algo
más elevado, más profundo, más completo y más rico; son Espíritu y son vida. Y la Biblia nos dice que el
Espíritu es Dios mismo (Jn. 4:24) y que la vida es Cristo (Jn. 14:6). No estoy diciendo que la Biblia sea Dios
mismo, sino que el Señor Jesús declara que lo dicho en la Biblia es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo,
el Señor, quien es vida para nosotros. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto con Dios
mismo y recibimos vida, si estamos en la posición correcta y si estamos abiertos en nuestro corazón y
espíritu.

Cuando llegamos a la Palabra divina, prácticamente todo nuestro ser participa. Debemos llegar con un
corazón que busca a Dios, con una mente clara y sobria, y con un espíritu abierto. Si abrimos nuestro espíritu
a Dios y a Su Palabra, podemos tocarlo a El mismo en cada página impresa. No se trata de leer simplemente
con nuestros ojos, de entender con nuestra mente, ni de buscar con nuestro corazón, sino de tocar a Dios en
nuestro espíritu. Si ejercitamos todo nuestro ser de esta manera, no sólo recibimos una revelación, sino que
algo del elemento divino, revelado y comunicado por Su Palabra será trasmitido en nuestro espíritu.
Por tanto, Efesios 6:17-18 dice que debemos recibir “la palabra de Dios... con toda oración y petición”.
Debemos tomar lo que dice la Biblia no sólo leyéndolo y estudiándolo, sino también con toda oración.
Debemos leer y estudiar la Biblia con oración, es decir, debemos ejercitar nuestro espíritu para tener
contacto con el Señor por medio de la oración hecha con la lectura de la Palabra divina.

LA REVELACION PRINCIPAL DE LA BIBLIA


La Biblia revela principalmente la vida. La vida es el punto central de toda la Biblia. Pero ¿qué es la vida
o quién es la vida? La respuesta se encuentra en la palabra del Señor Jesús. El dice: “Soy la vida”, y “He
venido para que tengáis vida”. La Biblia es la revelación de Cristo como vida. Cada vez que abrimos la Biblia,
debemos entender que entramos en contacto con Cristo como vida nuestra.

La Biblia entera es un libro de vida, y esta vida es la persona misma de Cristo Jesús, una persona divina y
viviente, la cual es nuestra porción. Cuando abrimos la Biblia, debemos entrar en contacto con El. No
debemos repetir la triste historia del pueblo judío que escudriñaba las Escrituras porque pensaba encontrar
vida en ellas, pero no quería acudir al Señor Jesús (Jn. 5:39-40). Nosotros no debemos acercarnos a la Biblia
sin tocar al Señor. Cada vez que abrimos la Biblia debemos decir: “Señor Jesús, Tú tienes que estar aquí;
éste no es un libro cualquiera, sino Tu revelación. No me gusta leer este libro sin tener contacto contigo. No
me gusta oír algo de ese libro sin oírte a Ti. No me gusta leer ese libro sin verte a Ti. Me agrada ver Tu rostro.
Quiero ver en las páginas lo que Tú eres. Oh Señor Jesús, ilumina Tu Palabra y unge cada línea para que te
pueda tocar”. Necesitamos un espíritu así para tocar la Palabra viva.

Después de ser creado el hombre, fue puesto delante de dos árboles en el huerto de Edén: el árbol de la vida
y el árbol del conocimiento. Si el hombre hubiese comido del árbol de la vida, habría recibido la vida divina,
la vida de Dios, representada por el árbol de la vida. No obstante, el hombre fue tentado y tomó del árbol del
conocimiento, el cual representa una fuente que no era Dios, sino Satanás. Esto dio por resultado la muerte.
Vemos el mismo principio al allegarnos a la Biblia. Podemos tomar la Biblia como un libro de vida y tener
contacto con ella usando nuestro espíritu y orando al Señor para recibirlo como vida mediante Su palabra,
o podemos hacer de la Biblia un libro de conocimiento al acercarnos a ella únicamente con nuestra mente,
buscando conocimiento en la letra. Esto nos trae muerte, mas nada de vida. En 2 Corintios 3:6 se nos
advierte que “la letra (es decir, las Escrituras impresas) mata, mas el Espíritu vivifica”. No debemos hacer
de la Biblia solamente un libro de letra que nos mata. Debemos tomar la Biblia teniendo contacto con el
Señor Espíritu para que sea Espíritu y vida para nosotros.

OTRAS FUNCIONES DE LA BIBLIA


Además, tenemos algunos versículos que nos muestran que la Biblia tiene muchas otras funciones. La Biblia
tiene la sabiduría que nos puede hacer salvos (2 Ti. 3:15). Contiene la función de producir fruto como una
semilla. Por medio del contenido de la Biblia, podemos volver a nacer, ser regenerados (1 P. 1:23). Después
del nuevo nacimiento, las palabras contenidas en la Biblia son leche y comida para nosotros y nos nutren y
nos hacen crecer en el Señor (1 P. 2:2; Mt. 4:4). Por tanto, debemos comer la Palabra (Jer. 15:16), es decir,
ingerirla ejercitando nuestro espíritu mientras leemos la Biblia.

Además, la Biblia nos puede dar la mejor enseñanza y puede perfeccionar al hombre de Dios (Ro. 15:4; 2 Ti.
3:16-17). Si pertenecemos al Señor y deseamos ser perfectos, ciertamente podemos recibir perfección por
medio de Su palabra divina.

EL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia se compone de dos Testamentos: el Antiguo y el Nuevo. El Antiguo Testamento es principalmente
una predicción de Cristo, pues anuncia con palabras sencillas, sombras, tipologías y muchas figuras al Cristo
que vendría.

En Lucas 24 el Señor Jesús nos dice en dos ocasiones que el Antiguo Testamento fue escrito en torno a El
(vs. 27, 44). Podemos dividir el Antiguo Testamento en tres secciones principales: Moisés (que significa la
ley), los profetas y los salmos. El Señor afirmó que cada sección del Antiguo Testamento contiene algo acerca
de El. En Juan 5:39, el Señor también dice que las Escrituras, el Antiguo Testamento, dan testimonio de El.
En Hebreos 10:7, dijo: “En el rollo del libro (es decir, el Antiguo Testamento), está escrito de Mí”. Por
consiguiente, el Antiguo Testamento es principalmente un relato que profetiza acerca de Cristo como el todo
para el pueblo de Dios.

GENESIS
Ahora podemos iniciar nuestro estudio-vida de Génesis. El título original de ese libro era: “En el principio”.
La Septuaginta, o sea, la traducción del Antiguo Testamento al griego, adoptó el título de Génesis, una
palabra latina que significa dar nacimiento, origen. Génesis produce el nacimiento de todo, da origen a todo.
Génesis es el libro que contiene todas las semillas de las verdades divinas. Todas las verdades divinas de
toda la Biblia fueron sembradas en ese libro.

I. EL ESQUEMA GENERAL
Cada libro de la Biblia presenta un esquema general. El esquema general de Génesis es el siguiente:

Dios creó, Satanás corrompió, el hombre cayó


y Jehová prometió salvar.
¡No olvide jamás estos cuatro puntos!

El libro de Génesis contiene 50 capítulos, pero es muy sencillo: está dividido en tres secciones. Los capítulos
1 y 2 constituyen la primera sección, los capítulos del 3 al 11, la segunda, y los capítulos del 12 al 50, la tercera.
Cada sección empieza con un nombre. Los nombres de la primera y de la tercera sección son maravillosos,
pero no el nombre de la segunda sección. En la primera sección, leemos “Dios”, en la segunda sección, “la
serpiente” y en la tercera sección, “Jehová”. Dios creó, la serpiente corrompió, y Jehová llamó.

¿Qué creó Dios? Dios creó los cielos y la tierra. Pero eso no es todo. Finalmente Dios creó al hombre porque
los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre para Dios. Una vez que Dios
terminó la creación, el insidioso, la serpiente, se infiltró para corromper. Corrompió verdaderamente la
creación por medio de la rebelión, de principio a fin. El capítulo once presenta toda la rebelión del linaje
caído. No había esperanza. Sin embargo, había esperanza porque Jehová vino y llamó a Abraham para
empezar algo nuevo. ¡Aleluya! Dios creó, y la serpiente corrompió; pero Jehová llamó.

¿En qué sección está usted? Puedo testificar que hace cincuenta años yo me encontraba en la segunda
sección, pero hoy estoy en la tercera sección. Hace cincuenta años estaba corrompido por la serpiente, pero
ahora he sido llamado por Jehová.

Al parecer los primeros dos capítulos son el relato de la obra creadora de Dios. Más adelante, en los 48
capítulos siguientes, encontramos las biografías de ocho personas destacadas: Adán, Abel, Enoc y Noé, que
forman un grupo de cuatro, y Abraham, Isaac, Jacob y José, que forman otro grupo de cuatro. Cada grupo
pertenece a un linaje diferente. Los primeros cuatro pertenecen al linaje adámico, y los últimos cuatro al
linaje de Abraham. En el libro de Génesis encontramos dos padres: Adán, el padre del linaje creado, y
Abraham, el padre del linaje llamado.

¿Pertenece usted al linaje creado o al linaje llamado? Todos los llamados son hijos de Abraham. Gálatas 3
nos dice que todo aquel que cree en Jesucristo es hijo de Abraham (vs. 7, 29). ¡Aleluya! Originalmente fuimos
creados, pero ahora somos llamados. En 1 Corintios 1:24 se declara que para los llamados, Cristo es poder
de Dios y sabiduría de Dios. Ya no somos el linaje que Dios creó, sino el que llamó, y lo seremos para siempre;
somos llamados a participar de Cristo y a disfrutar de El.

II. EL PENSAMIENTO CENTRAL


Cada libro de la Biblia presenta un pensamiento central. El pensamiento central de Génesis es el siguiente:

Cristo es la esperanza y la salvación del hombre caído, y Dios hará que el hombre caído cumpla Su
propósito por medio de Cristo.
Cuando entendemos clara y completamente el libro de Génesis, podemos ver que presenta a Cristo como la
esperanza y la salvación del hombre caído. Por medio de Cristo, Dios hará posible que el hombre caído
cumpla Su propósito.

Génesis es un libro cuyo centro es Cristo, y Cristo es la vida para los que El restauró desde la caída. ¿Por qué
este libro nos presenta el relato de la creación en los primeros dos capítulos? ¿Por qué nos proporciona las
biografías de ocho personas en los cuarenta y ocho capítulos siguientes? Necesitamos una comprensión
profunda. Los primeros dos capítulos son el relato de la creación, pero este entendimiento es superficial. El
pensamiento implícito allí está centrado en la vida. Esos dos capítulos constituyen un relato de vida. Son
demasiado sencillos y breves para ser un relato apropiado de la creación. Dios no tenía la intención de que
Génesis 1 y 2 fuese un relato de la creación, sino una revelación de la vida.

Considere estos capítulos. Primero, afirman que Dios creó el universo, y que éste fue arruinado y quedó
vacío, desierto y lleno de tinieblas. Luego, el Espíritu de Dios vino a cernirse a fin de producir vida. Después
del Espíritu de vida, llegó la luz para producir también la vida. Después fue hecho el firmamento para dividir
las aguas de muerte. Luego la tierra surgió de las aguas de muerte. La tierra apareció con el propósito de
generar vida, e inmediatamente brotó toda clase de vida vegetal. Luego surgió la vida animal en el agua, la
vida animal en el aire, y la vida animal sobre la tierra, y finalmente surgió la vida humana. Después de la
vida humana viene la vida divina, representada por el árbol de la vida. Por consiguiente, podemos ver que
estos dos capítulos, en realidad, no son el relato de la creación, sino de la vida.

¿Qué podemos decir de la biografía de las ocho personas? Si volvemos a leer Génesis con detenimiento, nos
sorprenderá el hecho de que estas biografías no hablan mucho de las obras de esos hombres. Más bien
relatan su vida, su conducta y su andar con Dios. La Biblia nos dice poco de lo que hizo Adán, pero menciona
cuánto vivió: 930 años. Si quisiéramos escribir la biografía de Adán, necesitaríamos centenares de páginas
para contar sus actividades y todo lo que hizo. No obstante, Génesis nos cuenta solamente la manera en que
Adán anduvo en la presencia de Dios.

Llegamos a Abel, y luego a Enoc. Lo único que dice Génesis acerca de Enoc es que caminó con Dios, y que
finalmente fue arrebatado a la presencia de Dios. Esto es maravilloso. Quisiera ser ese tipo de persona, sin
hacer nada y sin ser nada, solamente caminando con el Señor hasta el día que El me llame a Su presencia.

Usted se preguntará: ¿No hizo Noé alguna obra? Sí, hizo una obra, pero no conforme a sí mismo ni tampoco
para sí mismo. Lo hizo todo conforme a la revelación de Dios y para cumplir el propósito de Dios. Pasamos
a Abraham, Isaac, Jacob y José. Nos resulta difícil encontrar alguna buena obra en Abraham, en Isaac o en
Jacob. Parece que José, el hijo de Jacob, hizo algo, pero si observamos el relato, nos daremos cuenta de que
las actividades de José fueron la parte reinante de Jacob. José gobernó como rey.

En realidad, Génesis no es un libro que habla de la creación ni tampoco de biografías. Es un libro de vida.
Dios usa el relato de la creación para mostrar la vida. Usa las biografías de ocho personas para mostrar cómo
El necesita una vida que cumpla Su propósito. En este libro la última vida fue la de Jacob, aquel que
finalmente fue llamado Israel, príncipe de Dios. Esta es la intención de Dios: obtener un Israel. Todos
debemos ser llevados a la posición en la cual Dios pueda considerarnos Su Israel. Se trata enteramente de la
vida. Por tanto, Génesis se centra en la vida, y esta vida es Cristo.

III. EL CONTENIDO
Ahora llegamos a lo que es el contenido de Génesis.

A. El deseo de Dios y Su propósito, 1:1—2:3


La obra creadora de Dios no sólo cumple Su deseo y Su propósito, sino que también revela el deseo que El
tiene en el universo y manifiesta Su propósito en la eternidad. Todo lo que hacemos expresa nuestro deseo.
A pesar de nuestro silencio, lo que hacemos manifiesta nuestro propósito. Cuando Dios creó los cielos, la
tierra llena de tantas cosas, y finalmente al hombre a Su propia imagen y con autoridad sobre todas las cosas
creadas, El tenía ciertamente un propósito. Con Su creación podemos ver que El tenía un deseo y un
propósito.
1. La creación original de Dios, 1:1

a. El motivo

Según Efesios 1:5, 9, el motivo de la creación original de Dios fue Su deseo y Su beneplácito. Dios llevó a
cabo la creación original para cumplir Su deseo y satisfacer Su beneplácito. El deseó crear y le agradó
hacerlo; por tanto, El lo hizo para complacerse a Sí mismo.

b. El propósito

Existen dos aspectos en el propósito de Dios al crear. Primero, el propósito de Dios en Su creación es
glorificar a Su Hijo (Col. 1:15-19). Aunque no encontramos en Génesis 1 y 2 la expresión Hijo de Dios ni el
nombre Cristo, vemos en Romanos 5:14 que Adán prefiguraba a Cristo. Adán, creado a la imagen de Dios,
tipificaba a Cristo. En Adán podemos ver algo de Cristo. El propósito de Dios en Su creación consiste en
glorificar a Su Hijo Jesucristo.

Segundo, la creación manifiesta a Dios mismo. Los cielos y la tierra nos dan a entender algo de Dios, y el
hombre nos muestra algo de Dios. Dios es manifestado en el hombre, particularmente por medio de Cristo
Su Hijo. Cristo es la corporificación de Dios (Col. 2:9). Cuando Cristo es glorificado en el hombre en medio
de la creación, Dios también es manifestado.

¿Por qué creó Dios los cielos? ¿Cuál era Su propósito? Si leemos la Biblia con atención, veremos que los
cielos existen por causa de la tierra. Aun los científicos pueden comprobar eso. Por tanto, muchas cosas que
pertenecen a los cielos son indispensables para la tierra: el resplandor del sol, el agua y el firmamento son
vitales para la tierra. Entonces, ¿para qué sirve la tierra? La Biblia enseña que la tierra existe para el hombre.
Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu en el hombre. Los cielos
fueron creados para la tierra, la tierra para el hombre, y el hombre para Dios. Dios creó al hombre como
entidad corporativa para que lo contuviera a El, lo expresara y lo glorificara.

c. La base

La base de la creación es la voluntad y el plan de Dios (Ef. 1:10). Apocalipsis 4:11 nos dice claramente que
todas las cosas fueron creadas conforme a la voluntad de Dios. Dios tiene una voluntad, y conforme a esta
voluntad El concibió Su plan. Conforme a esa voluntad y plan, El creó todas las cosas.

d. El medio

El medio de la obra creadora de Dios fue el Hijo de Dios (Col. 1:15-16; He. 1:2b) y la Palabra de Dios (He.
11:3; Jn. 1:1-3). La Biblia nos muestra claramente que Dios creó los cielos y la tierra por medio de Cristo
como Hijo de Dios y como Su Palabra. El Hijo de Dios y la Palabra de Dios son uno solo.

Todos debemos entender que el propósito central y eterno de Dios gira totalmente en torno a Su Hijo, Cristo.
La Biblia enseña que cuando Dios creó los cielos y la tierra y todas las demás cosas, El lo hizo por medio de
Cristo y por Cristo. Todo fue hecho por medio de Cristo, por Cristo, y en cierto sentido, en Cristo. Desde la
creación, todas las cosas subsisten en Cristo. Cristo es el eje que sostiene todas las partes del universo.

Hebreos 1:3 dice que Cristo sustenta todas las cosas por la palabra de Su poder, y en Colosenses 1:17 vemos
que todas las cosas subsisten en Cristo. Aparentemente la tierra está colgada sobre la nada, pero en realidad
es sustentada por Cristo. Si un solo planeta se saliese de su órbita normal, se produciría una terrible colisión.
Pero el Señor lo sostiene todo. ¡Aleluya!
¿Por qué Cristo lo sostiene todo? Lo sostiene todo para Su gloria, para Su Cuerpo. Si los cielos se
desintegrasen y la tierra cayera, entonces ¿dónde estaríamos y dónde estaría el Cuerpo? Tenemos una buena
tierra donde vivimos y caminamos, y los cielos nos sirven. Cuando necesitamos el resplandor del sol, los
cielos lo mandan. Cuando necesitamos la lluvia, ésta llega. Cuando necesitamos el aire, ahí está. No hay aire
en la luna, pero alrededor de la tierra está el firmamento, el aire. Los cielos sirven a la tierra, y la tierra nos
sirve a nosotros, y nosotros estamos aquí para el Cuerpo y somos el Cuerpo. Cristo ama al Cuerpo. Por causa
de Su Cuerpo, El sostiene todo el universo. ¡Aleluya!

e. El proceso

Job 38:4-7 revela el proceso de la obra creadora de Dios. Los cielos y todas sus huestes y ángeles fueron
creados primero. La tierra, probablemente con algunos seres vivos, fue creada en segundo lugar. Decimos
“probablemente” porque no hay ninguna declaración específica de ello. Algunos pasajes de la Palabra nos
permiten hacer deducciones. Job 38:4-7 afirma que cuando Dios puso el fundamento de la tierra, ya estaban
allí las estrellas y los ángeles (los hijos de Dios). Esto demuestra que los cielos con todas las estrellas y los
ángeles fueron creados en primer lugar, y que la tierra fue creada después.

1) En el principio

Ahora llegamos al primer versículo del primer capítulo: “En el principio...” En la Biblia la frase “en el
principio” se usa de dos maneras, la primera vez en Génesis 1:1 y la segunda vez en Juan 1:1. El principio
mencionado en Juan 1:1 fue anterior al principio mencionado en Génesis. El principio mencionado por Juan
es el principio en la eternidad, un principio sin ningún comienzo. El principio de Génesis 1 fue el comienzo
del tiempo, el cual empezó con la creación. Juan se refiere a la eternidad, mientras que Génesis se refiere al
tiempo.

2) Dios crea

En el principio Dios creó. Es bastante interesante observar que en esta frase el sujeto “Dios” está en plural y
el verbo “creó” en singular. ¿Significa eso que existen varios Dios es? Indudablemente ésta es una semillita
de la Trinidad. Dios es uno, pero a la vez es triuno. En el mismo capítulo (v. 26) El se llama a Sí mismo
“nosotros”: Dios dijo: “Hagamos al hombre”. Dios es uno, pero el pronombre usado es “nosotros”. No
podemos explicar eso. Dios es uno, y sin embargo es triuno. El Dios Triuno vino para crear.

Génesis 1 y 2 usa tres verbos distintos acerca de la creación y la restauración: crear, hacer y formar. Crear
significa traer algo a la existencia de la nada. Sólo Dios puede crear. Nosotros no podemos crear. Sólo
podemos hacer. Hacer significa usar algo que ya existe para producir algo distinto. Dios no creó la luz en el
primer día, ni creó la tierra en el tercer día, porque la luz ya existía y la tierra se encontraba sepultada bajo
las aguas profundas. En el primer día, Dios no creó sino que mandó. Dios dijo: “Sea la luz”, y la luz fue. En
el tercer día, Dios mandó que la tierra sepultada saliese de las aguas muertas. Esto no fue un acto de creación,
sino algo que hizo. Más adelante, Dios dio al hombre un cuerpo físico. Fue una formación. Dios formó al
hombre del polvo.

La obra creadora de Dios se halla en el versículo 1 y Su obra de restauración empieza en el versículo 3. No


dice que Dios hizo los cielos, ni que Dios formó la tierra. Dice que Dios creó los cielos y la tierra.

3) La creación demuestra
la existencia de Dios

La creación declara la gloria de Dios, y demuestra por ende que El existe. Los cielos declaran la gloria de
Dios, y el firmamento, el espacio, muestra la obra de Sus manos (Sal. 19:1-2). Aunque el poder divino y la
Deidad son invisibles, el hombre puede entenderlos mediante las cosas hechas. El hombre puede entender
y no tiene excusa (Ro. 1:20). Considere la creación; ¿cómo podría uno decir que Dios no existe?
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOS
LA REBELION Y LA CORRUPCION DE SATANAS
2. La rebelión y la corrupción de Satanás
Llegamos ahora a la rebelión y la corrupción de Satanás. Estudiar este tema ahora puede sorprender. Hemos
considerado la obra creadora de Dios y de repente pasamos a la rebelión de Satanás. ¿Qué significa esto?
Debemos empezar a abordar ese asunto con una mente sobria a fin de entenderlo claramente.

Muchos cristianos sinceros piensan que el tema de los primeros dos capítulos de Génesis está en 1:1. Se les
ha dicho que esos dos capítulos presentan el relato de la creación, y que el tema está contenido en el primer
capítulo y el primer versículo. No obstante, si el versículo 1 es el tema, ¿por qué el versículo 2 empieza con
“Y”? “Y” significa que se produce algo, y que después sigue otra cosa. “Y” es una conjunción que enlaza dos
cosas: la primera sucede y la segunda viene luego. Aun la gramática muestra que el versículo 1 no es el tema,
sino parte de la descripción. Describe el primer acontecimiento de una serie. “En el principio creó Dios los
cielos y la tierra. Y...” Esto significa que después de que Dios creó, sucedió algo.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía”. La
versión Concordant de Génesis traduce el versículo de esta manera: “Sin embargo, la tierra vino a ser un
caos y estaba vacía”. La versión Concordant no dice “Y”, sino “Sin embargo”. En el principio Dios creó los
cielos y la tierra. Sin embargo, la tierra vino a ser un caos y estaba vacía. Un caos es una confusión. La tierra
vino a ser un caos: desordenada y vacía. Si usted construye algunas viviendas y nadie las ocupa, entonces se
dice que están vacías. Podemos traducir esta frase “un caos y vacía” o “desolada y vacía”. Algo ocurrió entre
los versículos 1 y 2, y eso hizo que la tierra quedara desolada y vacía.

a. El origen de Satanás
Satanás fue un ángel que Dios creó antes de crear la tierra. El libro de Job (38:4-7) nos dice que cuando Dios
midió los cimientos de la tierra, los hijos de Dios (los ángeles) daban voces de alegría. Esto demuestra que
Dios creó los ángeles antes de crear la tierra. En Ezequiel 28, vemos que Satanás no era uno de los ángeles,
sino el principal arcángel, el jefe de todos los ángeles.

Ezequiel 28 describe la posición que Satanás tenía en el universo antes de su rebelión y corrupción. Todo
ese capítulo parece hablar del rey de Tiro. No obstante, el versículo 13 dice: “En Edén, en el huerto de Dios
estuviste”. Si leemos el contexto, nos daremos cuenta de que éste no era el huerto de Edén en el cual fue
puesto Adán. Este Edén no estaba sobre la tierra, sino en los cielos, en el santo monte de Dios.

“De toda piedra preciosa era tu vestidura”. El estaba vestido de piedras preciosas. G. H. Pember dijo que
esto hace referencia a su morada. Su morada estaba hecha con piedras preciosas.

“Los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación”.
Antiguamente los instrumentos musicales como los tamboriles y las flautas estaban destinados a los reyes
(Dn. 3:5; 6:18). Esto indica que Satanás era un rey, y que ocupaba la posición más elevada de ese universo.
Esta fue la razón por la cual aun el Señor Jesús lo llamó “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31). El apóstol
también lo llama “el príncipe de la potestad del aire” (Ef. 2:2). Lucas 4:5-6 también confirma esto. “Le llevó
el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y el diablo le dijo: A Ti te
daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy”. ¿Era
eso una mentira? Si lo hubiera sido, el Señor Jesús habría reprendido a Satanás. El Señor no lo reprendió;
por tanto, debe de ser un hecho. Satanás, el diablo, le dijo al Señor que todos los reinos del mundo y toda su
gloria le habían sido entregados. Satanás dijo también: “a quien quiero la doy”. ¿Cuándo entregó Dios todas
estas cosas a Satanás? Esto se produjo ciertamente antes de Adán, antes del mundo de Adán. Al leer la plena
revelación de la Biblia, podemos ver que Dios nombró a Satanás como cabeza de ese universo, y que Dios
entregó en su mano todas las cosas creadas en los cielos y sobre la tierra. Por tanto, él se convirtió en “el
príncipe del mundo”. Su posición y rango eran tan elevados que ni aun “Miguel el arcángel ... se atrevió a
proferir juicio de maldición contra él” (Jud. 9). Miguel era uno de los arcángeles (Dn. 10:13). El hecho de
que no se atrevió a reprender a Satanás demuestra que el rango de Satanás era superior al suyo. Por tanto,
podemos deducir que Satanás debe de haber sido el arcángel más elevado.

Leamos el versículo 14: “Tú, querubín grande, protector”. Satanás era el “querubín grande, protector”. Esto
significa probablemente que él cubría (véase Ex. 25:20) el arca de Dios en los cielos (Ap. 11:19). “Yo te puse
en el santo monte”. Dios hizo eso. Dios ungió y designó al arcángel para cubrir Su arca. Ezequiel nos dice
que los querubines llevan la gloria de Dios (9:3; 10:18) y que están muy cerca del trono de Dios (10:1; 1:26).
Esto demuestra que Satanás, antes de su rebelión, cuando era el querubín ungido que cubría el arca de Dios,
debe de haber tenido una posición muy cerca de Dios, llevando la gloria de Dios. Ezequiel también nos dice
que los querubines son los cuatro seres vivientes que Dios usa de una manera particular (10:20). Los cuatro
seres mencionados en Ezequiel son semejantes a los de Apocalipsis (Ez. 1:10; cfr. Ap. 4:7) que tomaban la
iniciativa entre las criaturas para adorar a Dios. Esto revela que el Satanás de hoy, el adversario de Dios,
originalmente el querubín ungido, debe de haber sido designado especialmente por Dios como cabeza entre
todas Sus criaturas, y que llevaba Su gloria y conducía a los demás a adorar a Dios. Esto parece indicar que
el arcángel ungido tenía también el sacerdocio. Es posible que haya sido el sumo sacerdote en la adoración
universal de Dios.

“En el santo monte de Dios, allí estuviste”. Indudablemente esto se produce en los cielos. “En medio de las
piedras de fuego te paseabas”. En Exodo 24:10, 17, Moisés, Aarón y muchos otros vieron debajo del trono de
Dios piedras preciosas que tenían la gloria de Dios, semejantes al fuego ardiente. Estas deben de ser las
piedras de fuego. Así podemos deducir que el querubín ungido tenía el privilegio particular de moverse en
la esfera donde se hallaba la gloria de Dios.

Además de Ezequiel 28, Isaías 14:12 nos ayuda también a ver el origen de Satanás. Nos dice que Satanás era
el “Lucero, hijo de la mañana”. Así como el lucero es la principal estrella, Satanás debe de haber sido el líder
de todos los ángeles. El título “hijo de la mañana” muestra que él existía desde temprano, desde el comienzo
del universo. Por tanto, Satanás, desde los primeros días del universo, era la cabeza de los ángeles, y brillaba
como el lucero.

El origen de Satanás era maravilloso. El era el querubín ungido de Dios, aquel que estaba más cerca de Dios,
y que tenía la posición más elevada en la creación de Dios. No sólo tenía el reinado, sino también el
sacerdocio, la misma posición que nosotros los redimidos de Dios tendremos para siempre (Ap. 5:9-10;
20:4-6). Pero fue despojado de su posición y de su oficio cuando se rebeló contra Dios. Ahora Dios nos ha
escogido como Sus sacerdotes y reyes, para que asumamos la posición y el oficio que tenía Satanás, lo
avergoncemos y glorifiquemos a Dios.

b. La rebelión de Satanás
Ezequiel 28:15 indica que Satanás era perfecto en sus caminos desde el día en que fue creado. Por supuesto,
Dios no creó un Satanás maligno. Dios creó un arcángel bueno y perfecto. Sin embargo, en cierto momento
este arcángel, el querubín ungido, se rebeló contra Dios.

1) La causa
Satanás se rebeló contra Dios por el orgullo de su corazón. Ezequiel 28:17 indica que su corazón se había
elevado debido a su belleza él corrompió su sabiduría a causa de su resplandor. El estaba, “lleno de sabiduría,
y acabado de hermosura”; él era “el sello de la perfección” (Ez. 28:12) lo cual significa que tenía la plena
medida en todo y que no le faltaba nada. Pero él contempló su belleza y se enorgulleció. El miró su resplandor
y se corrompió. Poner los ojos en lo que Dios ha hecho por nosotros y olvidarnos de Dios mismo siempre
nos incita a enorgullecernos. El orgullo fue la causa de la rebelión de Satanás. Por tanto, el apóstol nunca
permitía que un “recién convertido” fuese puesto como anciano de la iglesia, “no sea que cegado por el
orgullo, caiga en la condenación del diablo” (1 Ti. 3:6). El diablo puede usar todas las virtudes y cualidades
naturales, y todos los dones espirituales para volvernos orgullosos. Incluso el apóstol Pablo podía exaltarse
desmedidamente por “la excelente grandeza de las revelaciones” (2 Co. 12:7). El diablo orgulloso sigue
rondando la tierra, buscando devorar a los orgullosos (1 P. 5:8). La única manera de resistirle consiste en
humillarnos, en vestirnos de humildad; porque “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”
(1 P. 5:9, 5-6). El Señor Jesús es un buen ejemplo de esto. Satanás se exaltó a sí mismo, pero el Señor Jesús
“se humilló a Sí mismo” (Fil. 2:8). Por tanto, el Señor venció a Satanás, y éste no tenía nada en El (Jn. 14:30).
2) El propósito
El propósito de la rebelión de Satanás era exaltarse a sí mismo para ser igual a Dios. En Isaías 14:13-14,
vemos que en cinco ocasiones Satanás se refiere a sí mismo en el momento de la rebelión. “[Yo] subiré ...
levantaré mi trono ... en el monte del testimonio me sentaré ... sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo”. Satanás quería ser igual a Dios. Este fue el propósito de su rebelión contra Dios.

La causa de todas las rebeliones relatadas en la Biblia es la ambición de una posición. La rebelión de Babel
(Gn. 11:4), la rebelión de Datán, Abiram y los doscientos cincuenta príncipes israelitas (Nm. 16:1-3), y la
rebelión de Absalón (2 S. 15:10-12), fueron causadas por la maligna ambición de obtener una posición. Sin
embargo, el Señor Jesús “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo ... por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:7, 9).

3) El proceso
Satanás inició la rebelión contra Dios con la maligna intención de derribar la autoridad de Dios (Ez. 28:15-
18; Is. 14:13-14).

El no se rebeló solo, sino que fue acompañado de gran parte de los ángeles que se rebelaron bajo su mando.
En Apocalipsis 12:4, 9 descubrimos que una tercera parte de las estrellas del cielo, o sea una tercera parte
de los ángeles, lo siguieron. (En Apocalipsis las estrellas representan a los ángeles.) En Mateo 25:41 el Señor
Jesús se refirió al “diablo y sus ángeles”. Efesios 2:2 describe a Satanás como el “príncipe de la potestad del
aire”, y Efesios 6:12 nos revela que los principados y potestades están en el aire. Estos principados y
potestades eran los ángeles que estaban bajo el mando de Satanás y que gobernaban el universo
preadamítico. Por tanto, son las potestades de los aires. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, la mayoría
de sus ángeles lo siguió en su rebelión, convirtiéndose así en los ángeles caídos, los espíritus malignos. Ahora
en el universo existen dos categorías de ángeles: los buenos y los malos. Los ángeles buenos permanecen
con Dios; los malos están aliados con Satanás en contra de Dios.

Los seres vivos que estaban en la tierra en aquel tiempo, y que más tarde se convirtieron en los demonios de
esta tierra, también se unieron a Satanás en su rebelión.

Si leemos los cuatro evangelios veremos que en esta tierra hay otra clase de espíritus: los demonios. ¿Quiénes
son los demonios y qué son? La mayoría de los cristianos se imaginan que los demonios son idénticos a los
ángeles caídos, pero según Efesios, los ángeles caídos viven en el aire, y no en la tierra. Los cuatro evangelios
revelan que, hablando con propiedad, los demonios nunca entran en el aire, sino que se mueven sobre la
tierra o entran en el agua, su morada. Recuerden el incidente del hombre poseído por muchos demonios
(Mt. 8:28-32). Cuando el Señor Jesús expulsó a los demonios, éstos le pidieron permiso de entrar en una
piara. Después de entrar en los cerdos, se precipitaron al mar, donde les gusta permanecer.

Mateo 12:22-27 y 43-45 tiene muchas cosas que confirman este punto. En este pasaje descubrimos que
Satanás tiene un reino diabólico y que él es el “príncipe de los demonios”. Leamos el versículo 43: “Cuando
el espíritu inmundo [el demonio] sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla”.
El demonio que fue echado fuera del hombre ciego y mudo buscaba descanso y no lo podía encontrar en
lugares secos. Esto demuestra que el lugar de reposo, la morada, de los demonios se encuentra en el agua.
El versículo 44 nos relata lo que les sucede cuando no hallan agua. “Entonces dice: Volveré a mi casa de
donde salí...” Esta “casa” es el cuerpo físico del ser humano. La morada de los demonios es el agua, y su
morada temporal es el cuerpo humano.

Hechos 23:8-9 demuestra que los demonios no son ángeles caídos. En estos dos versículos vemos que los
ángeles y los espíritus están clasificados como seres diferentes. Aun los antiguos fariseos judíos ponían a los
demonios y a los ángeles en categorías separadas. Si leemos los cuatro evangelios detenidamente,
descubriremos que los demonios también son llamados espíritus malignos. Los ángeles son espíritus y los
demonios también lo son.

¿Quiénes son los demonios? ¿Por qué a los demonios les gusta entrar en el agua o en el cuerpo humano? En
el famoso libro de G. H. Pember Earth’s Earliest Ages [Las primeras eras de la tierra], él llevó a cabo
un estudio notable y profundo sobre el tema. La geología y la arqueología han descubierto que la tierra no
tiene sólo seis mil años, sino que ha existido mucho más tiempo. El concepto según el cual la tierra sólo tenía
seis mil años de edad, partiendo de Adán, llevó a algunos ateos y a algunos cristianos modernistas a decir
que había un error en Génesis 1. Los arqueólogos han descubierto fósiles de huesos que tienen miles y miles
de años. Sin embargo, el señor Pember encontró la respuesta. Entre Génesis 1:1 y 1:2 transcurre un período
que él llamó el intervalo. Nadie puede determinar cuánto duró ese intervalo. De todos modos, debe de haber
sido un período muy prolongado. Después de examinar este asunto cabalmente, Pember dedujo que en
cierto momento después de la creación original, Satanás y sus ángeles se rebelaron. Además Pember dedujo,
basándose en el relato bíblico, que en la edad preadamítica existían en la tierra algunos seres vivos que
tenían espíritu, y que dichos seres también se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Por consiguiente,
Satanás, junto con sus ángeles caídos y estos seres, fueron juzgados por Dios. Después de ser juzgados por
Dios, estos seres perdieron sus cuerpos y se convirtieron en espíritus incorpóreos. Esta es la razón por la
cual los demonios procuran entrar en un cuerpo físico.

El agua con la cual Dios los juzgó vino a ser el abismo donde los demonios deben vivir. Pember también
demostró que debajo del agua se halla el lugar que llaman el abismo. La traducción griega de Génesis 1:2
usa la palabra “abismo” en vez de “profundidad”. El abismo constituye la morada de los demonios.

Un día, mientras Jesús navegaba por el mar, un fuerte viento empezó a soplar, y se levantó una gran
tormenta. El Señor Jesús no oró; El mandó al viento que se detuviese y a la tormenta que callase (Mt. 8:23-
27). ¿Por qué el aire se llenó de viento y una tempestad agitó el agua? Porque había ángeles caídos en el aire
y demonios en el agua. Sabían que Jesús iba a la otra orilla para echar fuera demonios (Mt. 8:28-32). Hoy
en día, el aire sigue lleno de ángeles caídos y la tierra llena de demonios.

Nosotros los hijos de Dios deberíamos conocer estos asuntos del universo y particularmente de la tierra. Los
ángeles malignos siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Los demonios, otra clase de seres, son
espíritus incorpóreos que viven en el agua y obran en la tierra. Satanás es el príncipe de este mundo, el cual
incluye la tierra y el aire. En el reino de Satanás se hallan los ángeles caídos, en el aire, los demonios, en el
agua, y los seres humanos caídos sobre la tierra.

4) El resultado
a) Satanás fue juzgado por Dios
La rebelión de Satanás produjo el juicio de Dios. Dios no podía tolerar ninguna rebelión entre Sus criaturas.
Inmediatamente después de la rebelión de Satanás, Dios pronunció Su juicio sobre él. “Se halló en ti maldad.
A causa de la multitud de tus calumnias ... pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de
entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón ... corrompiste tu sabiduría ... yo
te arrojaré por tierra ... con la multitud de tus maldades ... profanaste tu santuario...” (Ez. 28:15-18). “Mas
tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (Is. 14:15).

b) Los cielos y la tierra fueron juzgados


Indudablemente los cielos y la tierra se degradaron por la rebelión de Satanás. Dios reprendió a Satanás:
“Profanaste tu santuario” (Ez. 28:18). Por tanto, los cielos y la tierra también fueron juzgados por Dios. Job
9:5-7 relata que Dios arrancó los montes con Su furor, e hizo temblar sus columnas; mandó que el sol no
saliera, y selló las estrellas. ¿Cuándo hizo Dios todo eso? No podemos encontrar nada de esto en la historia
de la humanidad. Debe de haber ocurrido antes del mundo de Adán, cuando Dios juzgó los cielos y la tierra
a causa de la rebelión de Satanás y de sus seguidores. El juicio de Dios impidió que las estrellas
resplandecieran. La tierra se cubrió de tinieblas. El hecho de que la tierra, después de ser juzgada por Dios,
fuese sepultada debajo de las aguas profundas comprueba que Dios debe de haberla juzgado inundándola
con agua. Por tanto, “la tierra quedó desolada y vacía (heb.)”, sepultada debajo de las aguas profundas, y
cubierta de tinieblas (Gn. 1:2).

Isaías 45:18 nos dice que Dios no creó la tierra como un lugar desolado. Job 38:4-7 muestra que Dios creó
la tierra con orden. Dice que cuando Dios “fundaba la tierra”, ordenó las medidas de la tierra y “extendió
sobre ella cordel”, “cantaban juntas las estrellas del alba y gritaban de gozo todos los hijos de Dios” (los
ángeles). Cuando Dios fundaba la tierra, ordenó sus medidas y extendió sobre ella cordel. Esto significa que
El la creó con orden. Por tanto, cuando las estrellas del alba la vieron, se regocijaron y profirieron alabanzas,
y cuando los ángeles la vieron, dieron voces de júbilo. ¿Cuándo sucedió eso? Debe de haber sucedido en
Génesis 1:1, y no en Génesis 1:2. ¿Cómo podían cantar las estrellas del alba y los ángeles regocijarse cuando
la tierra quedó desolada y vacía?
Cada vez que las palabras “desolada y vacía” son usadas juntas en el Antiguo Testamento, denotan el
resultado de un juicio. Lo vemos en Jeremías 4:23, en Isaías 24:1 y 34:11. Todo lo que Dios juzga queda
desolado y vacío. La tierra quedó desolada y vacía porque fue juzgada por Dios.

Las tinieblas que estaban sobre la faz del abismo también eran una señal que indicaba que el universo de
esa era había sido juzgado, porque las tinieblas provienen del juicio de Dios (cfr. Ex. 10:21-22; Ap. 16:10).

Por tanto, la tierra mencionada en Génesis 1:2 no se encontraba en la misma condición en que fue creada
originalmente por Dios. Dios la creó con orden, pero “quedó desolada y vacía”. La expresión “quedó” es la
misma que aparece en Génesis 19:26, donde vemos que la esposa de Lot “se volvió” una columna de sal. No
era una columna de sal, sino que se convirtió en una. Según esto, la tierra no estaba desolada y vacía
originalmente, sino que se volvió así.

c) Los ángeles rebeldes y los demonios


fueron juzgados
Cuando Dios juzgó a Satanás y al universo que estaba debajo de él, también debe de haber juzgado a los
ángeles que lo siguieron y a los seres vivientes que estaban sobre la tierra en aquella época, los cuales se le
unieron en su rebelión. Después de ser juzgados los ángeles rebeldes, se convirtieron en las “huestes
espirituales de maldad” que están en el aire (Ef. 6:12) y los seres vivientes vinieron a ser espíritus
incorpóreos, los demonios moraban en el agua con la cual fueron juzgados.

Aunque Satanás, los ángeles rebeldes y los demonios fueron juzgados por Dios, siguen activos y laboran hoy,
porque todavía no se ha ejecutado el juicio sobre ellos. Un día se cumplirá totalmente (Ap. 12:12; Mt. 8:29;
Lc. 8:31). Hoy Satanás todavía puede ir a Dios para acusar al pueblo de Dios (Job 1:6-12; 2:1-7; Ap. 12:10).
Todavía anda por la tierra “buscando a quien devorar” (1 P. 5:8), sigue cegando a la gente (2 Co. 4:4), para
engañarla (2 Co. 11:14) y cargar sus corazones (Hch. 5:3), y ganar ventaja sobre nosotros (2 Co. 2:11). El
sigue siendo el “hombre fuerte”, que arrebata los bienes (Mt. 12:29). Los ángeles rebeldes siguen siendo “los
gobernadores del mundo de estas tinieblas” (Ef. 6:12; cfr. Dn. 10:20), (algunos ángeles caídos están ahora
encarcelados hasta el juicio, 2 P. 2:4; Jud. 6) y los demonios siguen siendo los espíritus inmundos e inicuos
que obran sobre la tierra (Mt. 12:43-45). Se debe ejecutar el juicio sobre todos ellos.

Dios ya juzgó a Satanás y a sus seguidores. Sin embargo, eso no significa que Dios haya ejecutado Su juicio
en el momento en que lo pronunció. Una cosa es dictar sentencia, y otra es llevar a cabo la condena. Dios
juzgó a Satanás y a sus seguidores antes de que Adán fuese creado, pero la ejecución de este juicio sigue
adelante. La ejecución del juicio de Dios no será llevada a cabo por Dios mismo. Dios no hará eso. Ningún
juez ejecuta el veredicto por su cuenta. El necesita ejecutores.

¿Quién ejecutará el juicio de Dios sobre Satanás y sus seguidores? Los ejecutores serán los cristianos, la
iglesia, los creyentes vencedores. ¿Por qué no se ha ejecutado el juicio sobre Satanás y sus seguidores?
Porque Dios espera que la iglesia se levante. El Juez ha dictado Su juicio, pero El está esperando que los
ejecutores lo lleven a cabo. En Apocalipsis 12 vemos que los vencedores ejecutarán el juicio que Dios
pronunció sobre Satanás. Además, día tras día en nuestros hogares, cada vez que somos victoriosos, nuestra
victoria es una ejecución de este juicio. Dios ha declarado Su juicio sobre el rebelde. Sin embargo, este juicio
no será llevado a cabo hasta que la iglesia se levante para hacerlo. Ahora es el tiempo de llevar a cabo el juicio
de Dios sobre Satanás.

Hoy la iglesia debe orar para “atar al hombre fuerte” y “saquear su casa” (Mt. 12:29), combatir los espíritus
de maldad que están en el aire (Ef. 6:12), y echar fuera los demonios (Mt. 17:21) cada vez que los veamos en
acción perjudicando a la gente. Dios ha juzgado a los demonios y los ha confinado al agua, pero necesita que
la iglesia traiga la era en la cual el mar ya no exista (Ap. 21:1), y los demonios que ahora están confinados
allí vean el juicio ejecutado sobre ellos (Ap. 20:13: no es posible que los muertos que se hallan en el mar sean
seres humanos; deben de ser los demonios).

El Señor Jesús, cuando estuvo en la carne como hombre, empezó a ejecutar el juicio de Dios. El “se manifestó
para destruir las obras del diablo” (1 Jn. 3:8). El Señor dio “autoridad” a Sus discípulos (Lc. 10:19) sobre
todo el poder del enemigo. Cuando los discípulos echaban demonios, Satanás caía del cielo (Lc. 10:17-20).
Cristo, por medio de Su muerte en la cruz, destruyó al diablo (He. 2:14). El hirió la cabeza de la serpiente
antigua. Ahora nosotros, como Cuerpo Suyo, debemos proseguir esta ejecución, y destruir la cola de la
serpiente. Mediante la obra ejecutora de la iglesia, el diablo será “arrojado a la tierra” y sus ángeles serán
“arrojados con él” (Ap. 12:9). Más tarde él será atado y arrojado en el abismo (Ap. 20:2-3). Finalmente, será
“arrojado en el lago de fuego” (Ap. 20:10). Entonces, la ejecución del juicio de Dios sobre Satanás y sus
seguidores estará completa.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TRES
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(1)
EL PROCESO
Ya vimos que el primer versículo del capítulo 1 describe plenamente la obra creadora de Dios. “En el
principio creó Dios los cielos y la tierra”. También vimos la rebelión de Satanás en la segunda mitad del
versículo 2. “Y la tierra quedó desolada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (heb.). El
versículo 2a contiene cinco puntos principales: el hecho de que la tierra fue convertida en algo diferente de
lo que era originalmente, la desolación y el vacío; las tinieblas y el abismo. Tenga presentes estos cinco
puntos. Después del juicio sobre la tierra a causa de la rebelión de Satanás, la tierra quedó desolada y vacía.

Las tinieblas constituyen otro indicio de juicio. Exodo 10:21-22 y Apocalipsis 16:10 muestran que las
tinieblas son resultado del juicio de Dios. Hubo tinieblas cuando Dios trajo Su juicio sobre Faraón, y habrá
tinieblas cuando El ejerza Su juicio sobre el anticristo. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2a aluden al juicio
de Dios.

Además, sabemos que la luz acompaña la vida y que las tinieblas siempre representan la muerte. Donde está
la vida, allí está la luz; donde hay muerte, allí hay tinieblas. Lo contrario también es cierto: donde hay
muerte, hay tinieblas. Por tanto, las tinieblas de Génesis 1:2 muestran también que la tierra se encontraba
en una condición de muerte.

La palabra “abismo” representa las aguas profundas. En la Biblia, el agua tiene dos significados y simboliza
dos cosas distintas, una positiva y otra negativa. En el sentido positivo, el agua representa siempre algo
viviente. El agua que corre trae vida a la gente y satisface su sed. En el sentido negativo, el agua representa
la muerte. Por ejemplo, cuando fuimos bautizados en agua, esa agua representaba la muerte. Las aguas del
mar Rojo y las aguas del río Jordán también representan la muerte. El agua mencionada en Génesis 1:2 no
representa la vida, sino la muerte. Por consiguiente, concluimos que la tierra se encontraba bajo muerte. La
tierra no sólo estaba desolada, vacía y carente de sentido, sino que estaba llena de muerte y bajo la misma.
Dios llegó en medio de esta situación.

3. Dios restaura y crea algo más: 1:2b—2:3


Génesis 1:2b no se refiere a la creación original (que fue completada en el versículo 1), sino a la restauración
que Dios realizó. Dios iba a restaurar lo que había sido destruido e iba a crear algo más. Por ejemplo, esta
vez Dios creó al hombre. Dios no restauró al hombre, sino que lo creó. Génesis 1:2b—2:25 es un pasaje de la
Palabra divina que nos muestra la restauración del universo destruido y una creación adicional.

Leamos el versículo 4 del capítulo 2: “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados,
el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. La mayoría de la gente presta poca atención a este versículo;
sin embargo, es muy significativo. Nos muestra la obra creadora original de Dios y también Su obra
restauradora. La primera mitad del versículo dice: “...los cielos y la tierra cuando fueron creados...” Observe
que los cielos se mencionan primero y luego la tierra, y que el verbo usado aquí es “crear”. En la segunda
mitad del versículo leemos: “...en el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. Aquí el verbo usado no
es “crear” sino “hacer”. Como hicimos notar en el primer mensaje, crear significa producir algo a partir de
la nada, y hacer significa trabajar con una substancia existente a fin de producir otra. Debemos ver que
originalmente los cielos y la tierra fueron creados. Luego, la segunda mitad del versículo dice: “...en el día
en que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos”. ¿Ha notado usted el cambio en la secuencia? Primero,
Dios creó los cielos y la tierra; luego, El hizo la tierra y los cielos.
En Génesis 1:1 Dios creó: “En el principio creó Dios los cielos [primero] y la tierra [luego]”. Más adelante,
desde el versículo 3 hasta el final del capítulo 1, el Señor hizo la tierra y los cielos. “Jehová Dios hizo la tierra
y los cielos” (Gn. 2:4b). Si volvemos a leer el capítulo 1, veremos que en el tercer día el Señor restauró la
tierra. Dios no creó la tierra, porque ésta ya existía; estaba sumergida en las aguas. Por tanto, el Señor
recobró la tierra en el tercer día. Además, en el cuarto día, el Señor recobró el cielo, es decir, los cielos. Por
tanto, en la restauración, no se mencionan primero los cielos y luego la tierra, sino primero la tierra, y luego
los cielos. Sin embargo, en la creación, primero existieron los cielos y luego la tierra. Podemos ver ambas
cosas en Génesis 2:4.

Como recalcamos en el primer mensaje, los primeros dos capítulos de Génesis parecen ser el relato de la
creación, pero el pensamiento implícito está estrechamente relacionado con la vida. Esta es la razón por la
cual algunas personas consideran que los capítulos 1 y 2 de Génesis son demasiado sencillos, demasiado
breves para ser el relato de la creación. Estamos de acuerdo. Como relato de la creación, es demasiado
sencillo. Pero sabemos que la Biblia no es un relato de la creación, ni un relato histórico, ni un relato de
ninguna clase. La Biblia en su totalidad es un libro de vida. Toda la Biblia está centrada en la vida. Si leemos
el primer capítulo de Génesis con detenimiento y recibimos la luz del Espíritu Santo, nos daremos cuenta de
que es un capítulo que trata exclusivamente de la vida. Fue escrito desde el punto de vista de la vida.

Usted dirá que la palabra “vida” no se encuentra en ese capítulo. Es cierto. Pero podemos encontrar muchos
puntos que pertenecen a la vida. Cuando Dios restauró la tierra en el tercer día, se produjo toda clase de vida
vegetal. Luego se manifestó la vida animal en el agua, la vida animal en el aire, la vida animal sobre la tierra,
la vida humana y, finalmente, en el capítulo 2, la vida divina. ¡Aleluya! La vida es el centro de estos dos
capítulos. Con esta perspectiva, ciertamente podemos entender el relato de Génesis 1.

a. El proceso
1) El Espíritu vino, 1:2b
La creación original de Dios fue arruinada por la rebelión de Satanás y luego juzgada por Dios mismo.
Después del juicio de Dios, sólo quedaron tinieblas sobre la faz del abismo. Eso presenta una condición de
muerte. En medio de dicha condición la Biblia dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”
(heb.). ¿No es esto maravilloso? El Espíritu se cernía. ¡Aleluya! El Espíritu se cernía igual que una gallina se
cierne sobre sus huevos para empollarlos. Cuando la Biblia empieza a hablar del Espíritu, no dice: “el poder
del Espíritu”, “la potencia del Espíritu”, sino “El Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Esto
significa que El se estaba preparando para generar vida. Necesitamos ver que lo que consta en Génesis 1 se
relaciona con la vida, con el evangelio de Dios y con lo espiritual. Tenemos una clara evidencia de esto en 2
Corintios 4:6. Pablo dice: “El mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo”. Esto se refiere indudablemente al capítulo uno de Génesis. Basándonos en este versículo,
debemos tener presente que todo lo narrado en Génesis 1 se relaciona con la vida. Por este versículo vemos
que debemos interpretarlo todo conforme a la vida.

Debemos recordar la condición en que estábamos antes de ser salvos. Estábamos desolados y vacíos,
nuestras vidas carecían de sentido, y estábamos rodeados de tinieblas. Dentro de nosotros había un abismo,
un pozo sin fondo. Y en este abismo había un enjambre de demonios que nos incitaban a enojarnos, a
apostar, a ir al cine y a hacer muchas otras maldades. Estábamos desordenados y vacíos, y cubiertos de
tinieblas y de muerte.

Pero, ¡aleluya! Un día, una persona viviente empezó a cernerse sobre nosotros, a operar dentro de nuestro
corazón, a cernerse sobre la muerte y el abismo que estaban dentro de nosotros. No se trataba de algo
psicológico ni ético, sino de una persona viviente y activa dentro de nosotros, que laboraba con ternura y
delicadeza como una gran gallina que se cierne sobre los huevos en su nido. Esta es la obra del Espíritu Santo
que se cierne y que regenera.

El Señor Jesús dijo (Jn. 16:8-11) que cuando viniese el Espíritu Santo, reprendería, convencería al mundo
(o sea, la humanidad) de pecado (relacionado con Adán), de justicia (relacionada con Cristo), y de juicio
(relacionado con Satanás). El reprendería cerniéndose, es decir, con mucho cariño, sin ninguna violencia.
En todo el universo existen solamente tres personas: Adán, Cristo y Satanás. El Espíritu Santo obra dentro
de nosotros, convenciéndonos de que nacimos en Adán y que no tenemos más que pecado, que de ninguna
manera podemos escaparnos del pecado y de la influencia de Adán a menos que creamos en Cristo. El
Espíritu Santo se cernerá dentro de nosotros y nos dirá: “Mira, Jesús murió en la cruz por ti y El ya hizo todo
lo que Dios requiere. Ahora la verdadera justicia está en El. Si tú te vuelves a El y crees en El, lo podrás
recibir como tu justicia. El pasó por la encarnación, por la vida en esta tierra, por la crucifixión y por la
resurrección. Fue aceptado por Dios y está a Su diestra. El está allí como prueba de que tú estarás libre del
pecado y obtendrás justicia si crees en El. Si no haces eso, irás con Satanás al juicio de Dios”. Al cernerse el
Espíritu Santo, usted quedará plenamente convencido y dirá: “Señor Jesús, no tengo nada que decir, pero
te doy las gracias”. De ese modo usted es regenerado y nace de nuevo, nace del Espíritu (Jn. 3:6-7). ¡Aleluya!

El Espíritu de Dios vino. Esta venida es el primer requisito para generar vida. El Espíritu vino a cernerse
sobre las aguas de muerte que cubrían la tierra, y se movió para que esa vida pudiese ser generada.

2) La Palabra vino, 1:3a


La Palabra de Dios vino a traer la luz. Este es el segundo requisito para generar la vida. En el versículo 3
leemos: “Y dijo Dios...” Dios habló: era la Palabra de Dios. Hablar no es algo insignificante. Supongamos que
subo a la plataforma y me quedo callado mientras ustedes me miran y yo los miro a ustedes. ¿Qué es eso?
Es muerte. Si soy una persona viviente, no puedo permanecer en silencio durante una hora. Mientras viva,
debo hablar. Cuando hablo, ello indica que estoy vivo, y mis palabras serán algo viviente. Dios habló y la
Palabra de Dios trajo la luz. “Y Dios dijo: Sea la luz”. La Palabra divina siempre produce la luz. ¡Aleluya!

Considere su propia experiencia. Primero, el Espíritu se cierne sobre usted. Luego le habla. Por medio de
Sus palabras, usted recibe una Palabra viva, y ésta lo ilumina en su interior. Cuando Dios habla, manda que
la luz resplandezca en las tinieblas. “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es
el que resplandeció en nuestros corazones...” ¡Aleluya! El hablar de Dios produce luz.

El Señor Jesús dijo que todo el que oye Su Palabra y cree tiene vida (Jn. 5:24). Si escuchamos la Palabra del
Señor y creemos, tenemos vida. Jacobo 1:18 declara que Dios nos regeneró con Su Palabra.

3) La luz vino, 1:3


Ahora llegamos al tercer requisito para generar vida: la luz, la cual vino para disipar las tinieblas que cubrían las aguas
de muerte. Alabado sea el Señor. Esto es realmente significativo. Puedo testificar que cuando fui salvo, pasó
exactamente eso: primero, vino el Espíritu; luego, vino la Palabra de Dios; y en tercer lugar, vino la luz. Fui iluminado
dentro de mí. Algo resplandeció en mi interior. Creo que usted también ha experimentado esto.

Además de 2 Corintios 4:6, tenemos Juan 1:4, 5, y 9. “En el principio era el Verbo ... En El estaba la vida, y la vida
era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:1, 4-
5). Las tinieblas nunca podrán vencer la luz. La luz siempre disipa las tinieblas. Cuando viene la luz, las tinieblas
huyen.

¿Quién es la luz y qué es la luz? La luz es Cristo, el Verbo vivo de Dios. Cuando Cristo vino como la verdadera luz
que resplandece en las tinieblas, las tinieblas no pudieron vencerlo. El es la verdadera Luz.

Debemos recordar las tres venidas: la venida del Espíritu, la venida de la Palabra o el Verbo, y la venida de la Luz.
Después de estas venidas, se producen tres separaciones, tres divisiones.

4) La separación entre la luz y las tinieblas, 1:4-5


La primera separación se produjo entre la luz y las tinieblas. Este fue el cuarto requisito para generar la vida. Esa
separación tuvo como fin mostrar la distinción entre el día y la noche, apartando así la luz. Esto es difícil de entender,
así que usaremos un ejemplo para aclararlo.

Inmediatamente después de ser salvo, usted no tenía ningún discernimiento y no podía distinguir entre la luz y las
tinieblas. Pasó el tiempo y siguió adelante con el Señor. Gradualmente se produjo una separación dentro de usted, y
tuvo el discernimiento de decir: “Esto es luz y aquello es tinieblas. Guardaré la luz, y desecharé las tinieblas”. Antes
de ser salvos, no teníamos ni un solo día; vivíamos en una noche de veinticuatro horas. Estábamos continuamente en
la noche, una noche oscura, nublada y sin estrellas. Pero, ¡alabado sea el Señor! Desde el día de nuestra salvación, algo
empezó a amanecer. Es el día.
Quizás su primer día fue solamente de cuatro horas, y luego anocheció de nuevo. No importa cuán largo haya sido,
usted tuvo su primer día. ¡Alabado sea el Señor! Después de diez horas de noche, usted vino a una reunión y en esa
reunión vio la aurora. Fue un nuevo día y usted gritó: “¡Aleluya!” Luego fue a estudiar o a trabajar, y volvió a
anochecer. ¡No se desilusione! La tarde es una señal de que la mañana vendrá. También, cuando usted está en la
mañana, prepárese para el regreso de la tarde. En Génesis 1:5 no dice mañana y tarde, sino tarde y mañana, porque
salimos de la noche. “Y fue la tarde y la mañana el primer día”. ¡Alabado sea el Señor!

Para los jóvenes, la noche siempre se alarga, mas para la gente mayor la noche se acorta. Mis experiencias me muestran
que tengo un día espiritual más largo que el suyo. Mi día espiritual consta de diecinueve horas y mi noche espiritual
de solamente cinco. Cuando entremos en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25). Usted debe crecer. Tal
vez su día sólo dure diez horas y su noche catorce. Usted debe crecer para que sus días se alarguen y se acorten sus
noches.

Necesitamos la separación entre el día y la noche, el discernimiento entre la luz y las tinieblas. En 2 Corintios 6:14
Pablo pregunta: “¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?” Esta palabra debe de referirse también a Génesis 1.
Dios separó la luz de las tinieblas; así que no intente mezclarlas. La luz no tiene nada que ver con las tinieblas. ¿Qué
clase de comunión puede tener la luz con las tinieblas? Esto indica que nosotros somos hijos de luz y que no debemos
unirnos en yugo ni mezclarnos con la gente que vive en las tinieblas. Debemos mantener la separación. Ellos son hijos
de las tinieblas, y nosotros somos hijos de la luz. Todos debemos decir: “¿Qué comunión puede haber entre la luz y las
tinieblas?” Esta es una verdadera separación. Si conservamos este requisito, tendremos más luz.

5) La separación entre las aguas


que están bajo la expansión
y las aguas que están sobre ella, 1:6-8
Pasamos al quinto requisito para generar vida: separar las aguas de vida al hacer una expansión. Las aguas
que están sobre la expansión deben estar separadas de las aguas que se encuentran debajo de la expansión.
Separar la luz de las tinieblas es algo bastante objetivo; separar las aguas que están sobre la expansión de
las que están debajo de la expansión, resulta bastante subjetivo. Necesitamos una segunda separación:
separar lo celestial de lo terrenal (Col. 3:1-3). Las aguas que están debajo de la expansión representan lo
terrenal, mientras que las aguas que están sobre la expansión representan lo celestial. Algunas cosas quizás
no sean oscuras, pero son terrenales, y no celestiales.

Supongamos que mientras hablo, llevo un sombrero vaquero, y estoy vestido como vaquero, con botas y
todo. Esto no es algo de las tinieblas, sino algo terrenal. Supongamos que yo uso una corbata ancha, de 20
centímetros de ancho, de color verde, rojo, azul, violeta y amarillo vivo. Si usara eso, demostraría que me
falta la expansión.

¿Qué es la expansión? Es simplemente la atmósfera, el aire que envuelve la tierra. Sin la atmósfera no se
podría generar ninguna vida sobre la tierra. No hay vida en la luna porque no hay ninguna expansión
alrededor de ella. Dios creó la expansión alrededor de la tierra para que ésta produjera vida. Después de ser
salvos, no sólo tenemos luz dentro de nosotros, sino también aire, expansión. Algo ha entrado en nosotros
para separar lo celestial de lo terrenal, las cosas de arriba, las que Dios aprueba, de las cosas de abajo, las
que reprueba. ¿Qué es eso? Es la obra separadora de la cruz. Después de ser salvos y de avanzar con el Señor,
experimentaremos la cruz. La cruz hace una separación. Separa lo natural de lo espiritual, lo santo de lo vil,
y lo celestial de lo terrenal. Hebreos 4:12 nos revela que la Palabra viva puede separarnos hasta el punto de
partir nuestra alma y nuestro espíritu. Puedo decir o hacer algo bueno, pero esa palabra o ese hecho no se
origina en el espíritu, sino en el alma. No hay nada malo desde el punto de vista moral, ético o humano. Sin
embargo, en términos espirituales, no procede de Dios, ni de los cielos. No procede del espíritu, sino del
alma, de la tierra. Por tanto, necesitamos otra separación; no solamente una separación entre la luz y las
tinieblas, sino también un discernimiento entre el espíritu (las cosas de arriba) y el alma (las cosas de abajo).

¿Ha observado usted alguna vez en Génesis 1 que cada día Dios, después de completar algo, lo miró y lo halló
bueno, con excepción del segundo? No ocurrió eso el segundo día. Génesis no dice que Dios vio las aguas y
el aire y dijo que eran buenos. ¿Por qué? Porque el aire está lleno de ángeles caídos y las aguas están plagadas
de demonios. Recuerde que los demonios moran en las aguas. En el segundo día, algo no era bueno: había
ángeles caídos en el aire y demonios en el agua. Debemos entender que no hay nada bueno en nosotros, aun
cuando la cruz lo haya separado. Nada de lo que procede de nosotros es bueno. Dios no puede decir que eso
es bueno.

6) La separación entre la tierra


y las aguas, 1:9-10
Después del segundo día, pasamos al tercero: el día de la resurrección. En el tercer día, el día de resurrección,
surgió la tierra seca que estaba debajo de la expansión, para que se generase la vida. Este es el sexto requisito
para generar la vida. En toda la Biblia, el mar representa la muerte, y la tierra representa a Cristo mismo. La
Biblia nos dice que al final, después de que Dios haya laborado en muchas generaciones, el mar será
eliminado. Después de la rebelión de Satanás y del juicio de Dios sobre Su creación original, lo único que
quedó fue las aguas. Luego Dios vino a hacer Su obra restauradora mediante el Espíritu que se cernía,
mediante la Palabra viva y mediante la luz separadora. En el segundo día, la expansión separó las aguas, y
en el tercer día Dios reunió las aguas que estaban bajo la expansión para que apareciera la tierra seca, a fin
de producir la vida. Esto significa que Dios había obrado sobre las aguas para confinarlas y fijarles límite.
En Jeremías 5:22 descubrimos que Dios trazó límites al mar. Ahora Dios sigue obrando para eliminar el mar
porque allí se encuentran los demonios. El mar representa algo demoníaco, algo diabólico. Finalmente,
cuando Dios concluya Su obra, ya no existirá el mar. En el cielo nuevo y la tierra nueva solamente habrá
tierra, y no habrá mar (Ap. 21:1). El mar, que representa la mayor parte del reino de Satanás, habrá sido
eliminado. ¡Alabado sea el Señor!

La tierra seca surgió para producir vida, para generar vida. En el tercer día, Cristo salió de la muerte. Cristo
salió de la muerte en resurrección con el único fin de generar vida. ¡Aleluya!

Aunque usted sea salvo, las tinieblas interiores no han sido disipadas, las aguas no fueron separadas ni
confinadas, y lo mortífero no ha sido limitado. A medida que usted avance con el Señor, gradualmente las
aguas de muerte que están en su interior serán confinadas, limitadas y luego eliminadas. Dentro de usted,
surgirá la tierra seca, la cual es Cristo, Cristo en resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que fuimos
regenerados por la resurrección de Cristo. Sin el Cristo resucitado, no se puede generar vida alguna.

La tierra fue separada de las aguas. La tierra representa la vida, y las aguas la muerte. Separar la tierra de
las aguas significa separar la vida de la muerte.

Mientras crecemos en el Señor, aprendemos a distinguir la luz de las tinieblas, a separar lo celestial de lo
terrenal, y a separar la vida de la muerte. Aunque mis palabras podrían no tener nada de las tinieblas ni
nada terrenal, podría hablar sin vida. Podría estar desprovisto de vida. Mis palabras podrían ser sencillas y
propias, sin nada de tinieblas ni nada mundano, y aun así podría estar lleno de muerte. Por lo tanto, debo
orar: “Señor Jesús, retira todas las aguas de muerte que haya dentro de mí para que aparezca la tierra seca
y se produzca la vida”. Al hablar no se debe expresar nada de tinieblas, nada de esta tierra y nada de muerte.
Nuestras palabras deben contener la tierra seca que produce vida.

Es posible que en su vida familiar no haya nada de tinieblas, nada mundano, y que tampoco haya nada de
vida. Cuando alguien entra en su casa, quizás no vea nada oscuro ni mundano, pero tampoco verá vida. Todo
lo que verá allí será muerte. Pero espero que cuando yo vaya a visitarlo a usted, sólo vea vida. Cristo, la tierra
seca, debe surgir en su casa. Cristo se manifiesta produciendo vida en su casa.

En la tierra seca no hay tinieblas ni aguas de muerte. Sólo tenemos la tierra seca llena de toda clase de vida.
Por lo tanto, deseo recalcar que lo que Génesis revela es exclusivamente un asunto de vida.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CUATRO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(2)
EL PROCESO
En el último mensaje abarcamos seis puntos, que incluían tres venidas y tres separaciones. El Espíritu vino,
el Verbo de Dios vino y la luz vino. Como resultado, se produjeron tres separaciones: la luz se separó de las
tinieblas; las aguas de arriba se separaron de las aguas de abajo; y la tierra seca se separó de las aguas de
muerte. Con estas tres separaciones la tierra seca salió de las aguas de muerte en el tercer día, el día de
resurrección. El Señor Jesús es la tierra seca que salió de las aguas de la muerte. Resucitó para regenerarnos.

En el Antiguo Testamento, la tierra representa a Cristo como fuente que genera. Esta tierra fue sepultada
debajo de las aguas de muerte y volvió a subir en el tercer día. Según lo revela el relato del Antiguo
Testamento, de esta tierra brotó toda clase de vida: la vida vegetal, la vida animal y la misma vida humana.
El hombre fue hecho del polvo de la tierra. En tipología, eso significa que toda clase de vida procede de
Cristo.

Después de la caída de la humanidad, durante la época de Noé, la tierra volvió a quedar cubierta de las aguas
de muerte (Gn. 7:17-24), lo cual significa que el hombre estaba separado de Cristo. La humanidad estaba
separada del deleite de la buena tierra. Después la tierra fue recobrada de nuevo (Gn. 8:13-17, 22). La tierra
fue recobrada hasta el día de la rebelión de Babel, cuando el hombre cayó aún más, y toda la humanidad se
rebeló contra Dios (Gn. 11:1-9). De modo que Dios llamó a un linaje con Abraham como padre para que
entrara en la tierra elevada, la buena tierra de Canaán (Gn. 12:1, 5, 7). Esta buena tierra representa también
a Cristo. Abraham fue llamado a salir de Babel e ir a la buena tierra. Hemos sido llamados a salir de la
rebelión para entrar en Cristo, nuestra buena tierra (1 Co. 1:9). Ahora esta buena tierra nos pertenece y está
lista para producir vida.

7) La vida vegetal es generada


La vida vegetal fue generada en la tierra. La vida inferior, una vida sin consciencia de sí, llegó a la existencia
(Gn. 1:11-13; cfr. Mr. 4:8; Os. 14:5-7). Esta es la obra generadora de vida y sucedió el tercer día, después de
que la tierra saliera de las aguas de muerte. En aquel tiempo, no había ningún crecimiento de vida, sino sólo
la forma más inferior de vida, una vida que no estaba consciente de sí. Si hablamos al pasto o a los árboles,
el pasto no podrá entender y los árboles no reaccionarán, por no tener ningún sentimiento, ninguna
percepción de sí. No tienen ningún sentimiento, pensamiento ni voluntad porque son vidas desprovistas de
consciencia. Esta es la vida más inferior de todas.

Cuando recibimos a Cristo, El salió de las aguas de muerte que había en nosotros. Cristo surgió, y nosotros
ahora tenemos la vida, la vida que genera. Somos salvos y tenemos la vida. En el momento de ser salvos,
recibimos vida, pero la vida que llevábamos adentro era muy insignificante. El relato de Génesis presenta
eso con la vida del pasto, la vida de las hierbas, y la vida de los árboles frutales.

Aun en la vida vegetal existen tres niveles: el pasto, la vida vegetal inferior; las hierbas que producen
semillas, o sea un nivel más elevado; y los árboles frutales, un nivel todavía superior. Si leemos Génesis 1:29-
30, veremos que Dios le dio al hombre las hierbas y los árboles frutales para su subsistencia. Luego Dios dio
el pasto a los animales y al ganado para proporcionarles el alimento.

Cuando usted llegó a ser cristiano, recibió vida, pero esa vida era muy inferior. Tal vez la vida que hay en
usted es semejante al pasto; es vida y crece, pero es inferior. Aun comparado con otra vida vegetal, el pasto
es bastante inferior. Aunque la semana pasada usted quizás se parecía al pasto, hoy ha crecido un poco más
y ha llegado a ser la hierba que produce semilla. Espero que después de dos meses, usted sea un árbol que
dé fruto. ¿Con qué se compararía usted: con el pasto, la hierba o los árboles? Supongamos que el Señor
mismo le pregunta: “¿Y qué me dices de ti? ¿Te pareces al pasto, a las hierbas o a los árboles?” Hoy en día
usted puede ser una hierba, pero después de cierto tiempo tal vez se parezca a un árbol que produce frutos.
Sin embargo, cuando llegue a ser árbol, no se conforme. Este no es el último versículo del capítulo uno; es
algo que sucedió en el tercer día.

8) Aparecen los portadores de luz


En el cuarto día, no vemos el crecimiento de vida, sino la aparición de luces firmes y bien cimentadas (Gn.
1:14-17). Aunque la luz apareció el primer día, no era tan prevaleciente, ni tan firme. En el cuarto día, no
sólo vinieron las luces, sino también los portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. Estas son luces más
estables, más sólidas y más disponibles. Este es el primer requisito para el crecimiento de la vida.
Supongamos que usted no es solamente pasto o hierba, sino también árbol. En esta etapa usted recibe más
luz. Aunque tiene la luz del primer día, necesita que algo suceda en el cuarto día. Usted debe recibir
luminares más elevados, más completos, más ricos, más estables y más disponibles. En 1 Juan 1:5-7 se nos
dice que después de ser salvos, necesitamos más luz, y que debemos andar en la luz.

Génesis 1:14-19 no habla de las luces de una manera vaga, sino de una forma muy definida: el sol, la luna y
las estrellas. En tipología, el sol es Cristo. Cristo es nuestro sol. Malaquías 4:2 nos revela que Cristo es el Sol
de justicia y que Sus alas traen sanidad. Su resplandor son Sus alas, y con el resplandor viene la sanidad. La
segunda mitad de este versículo nos dice que todos creceremos bajo el resplandor de Cristo. Lucas 1:78-79
también nos dice que Cristo es nuestra aurora, el amanecer. ¡Aleluya! Jesús el Señor es nuestro sol. El es la
“gran luz” que ha resplandecido en las tinieblas y en la sombra de la muerte (Mt. 4:16).

El Señor Jesús compara también a los santos vencedores con el sol (Mt. 13:43). Ellos son uno con el Señor
hasta el punto de resplandecer como el sol algún día, igual que El.

Entonces, ¿quién es la luna? La luna es la iglesia. Aunque es difícil encontrar un versículo bíblico que indique
que la luna es la iglesia, tenemos una base para afirmar que la iglesia es la luna. Recuerde el sueño de José
en el que vio el sol, la luna y las once estrellas (Gn. 37:9-11). El sol era su padre, la luna era su madre, y las
estrellas sus hermanos. Basándonos en este hecho, podemos decir que la iglesia como esposa, la novia de
Cristo, es representada por la luna. Hoy en día, la iglesia es la luna. ¿Qué es la luna? La luna es un astro que
no tiene luz propia, pero refleja la luz. La iglesia por sí sola no tiene luz. Pero ¡aleluya!, la iglesia fue hecha
de tal manera que reflejara la luz de Cristo. Además, la luna sólo puede reflejar luz durante la noche. Hoy en
día, en la edad de la iglesia, estamos en el período nocturno. Mire el mundo. ¡Cuán oscuro está! Aunque la
iglesia se encuentra realmente en la noche oscura (las iglesias locales son los candeleros que resplandecen
en esta noche oscura, Ap. 1:20), ella puede reflejar la luz de Cristo. No obstante, con frecuencia la iglesia
(igual que la luna) no es muy estable y pasa por altibajos. La iglesia puede ser la luna llena, la media luna o
la luna nueva. Cuando no hay luna, las estrellas resplandecen. ¡Aleluya!

No solamente tenemos el sol y la luna, sino también las estrellas; no solamente tenemos a Cristo y la iglesia,
sino también a todos los santos vencedores. Daniel 12:3 dice que aquellos que vuelven muchos a la justicia
resplandecen como estrellas. Si vamos a ayudar a la gente a ser salva, si vamos a volver a la gente de las
tinieblas a la luz, si vamos a recobrar a todos los descarriados, debemos ser las estrellas resplandecientes.
Apocalipsis 1:20 nos revela que las iglesias son los candeleros que brillan en las tinieblas y que los ángeles
(los seres vivientes en las iglesias) son las estrellas resplandecientes. El Señor dijo que los santos son “la luz
del mundo” (Mt. 5:14), y Pablo dijo que los santos resplandecen “como luminares en el mundo” (Fil. 2:15).

Después de crecer en vida y pasar del pasto al árbol, nosotros no deberíamos quedar satisfechos, pues era
solamente el tercer día, y no el último. Debemos seguir adelante y pasar al cuarto día para disfrutar a Cristo
como el amanecer, para disfrutar a la iglesia como la luna resplandeciente, y para disfrutar a muchos buenos
santos como estrellas brillantes, a fin de crecer en vida.

Si la luna no resplandece, no diga que la luna no está allí. La luna sigue siempre ahí. Del mismo modo, no
diga que no hay iglesia; la iglesia sigue presente. El problema es éste: de algún modo la iglesia está cubierta,
y no está en una posición correcta con relación al sol. Por tanto, no refleja ninguna luz. Aunque surja un
problema en la iglesia, ésta sigue presente.

Cuando hay un problema con relación a la iglesia, las estrellas deben brillar. Entre nosotros, muchos
debemos ser estrellas resplandecientes. Debemos tener contacto con Cristo, con la iglesia y también con los
santos que resplandecen. Debemos relacionarnos con muchos santos. Cuando usted acude a un hermano o
hermana viviente, ¿no siente mucha luz? Y cuando usted entra en su presencia, ¿no se halla bajo una especie
de resplandor? Eso es luz. Esta luz nos ayudará a crecer en vida.

9) Se estableció un gobierno
Las luces que Dios hizo en el cuarto día fueron establecidas “para señorear en el día y en la noche” con su resplandor
(Gn. 1:18a). La luz no sólo resplandece, sino que también rige con su resplandor. Donde hay resplandor, hay gobierno.
Las tinieblas traen confusión, pero la luz regula. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno y la reglamentación de
las luces del cuarto día.
Los luminares del cuarto día también separan la luz de las tinieblas (Gn. 1:18b). La separación entre la luz y las tinieblas
ya se había producido (Gn. 1:4), como vimos en el mensaje tres. Ahora, el gobierno del resplandor de las luminarias
del cuarto día fortalece esa separación. Para crecer en vida, necesitamos el gobierno de los luminares y también que la
separación sea fortalecida. Este es el segundo requisito para crecer en vida.

10) Los seres vivos que están en el agua


fueron generados
En el quinto día, llegó a la existencia la vida inferior, que tiene la consciencia más primitiva (Gn. 1:20-22). Aunque
todas las especies de la vida animal tienen cierto nivel de consciencia, algunas son más elevadas y otras menos. Primero
se mencionan los peces, la vida animal que tiene la consciencia más rudimentaria. Todos hemos experimentado eso.
Supongamos que algunos peces nadan en un río y nosotros nos acerquemos a ellos. Se asustarán y huirán. Pero si
esparcimos comida en el agua y nos alejamos, todos los peces regresarán. Esa vida es más elevada que la vida de los
árboles y que la vida vegetal (Ez. 47:7, 9). Aunque no es muy elevada, es más elevada. Esta es la primera etapa del
crecimiento de vida.

Los peces del mar viven en el agua salada. En principio, el agua salada no fomenta el crecimiento de nada; al contrario,
mata y prácticamente impide que crezcan las plantas. El agua salada mata la vida. No obstante, los peces pueden vivir
en el agua salada. El agua puede ser salada, pero los peces nunca serán salados, a menos que estén muertos. Esto es
bastante significativo.

Toda la humanidad, la sociedad humana en su totalidad, se parece a un gran mar. No obstante, nosotros los cristianos
estamos llenos de vida. Podemos estar llenos de vida, cohabitar en esta sociedad y no ser salados por ella. Pero una
vez muertos, seremos salados. Los chinos acostumbraban comer mucho pescado salado. Primero, mataban a los peces,
y luego los ponían en sal hasta que estuviesen bien salados. Cuando los peces vivían, la sal no los afectaba, pues podían
vivir en el agua salada. Es maravilloso. Nosotros los cristianos, quienes llevamos la vida de Cristo, podemos vivir en
esta sociedad oscura y maligna. No obstante, si morimos, seremos salados. Hoy en día, si usted está lleno de vida y
uno de sus compañeros lo invita a ir al cine o a usar narcóticos, usted dirá: “No”. Nada podrá afectarlo. Pero si usted
está muerto, lo llevarán al cine como oveja al matadero. Una vez sacrificado, usted estará muerto, consumirá narcóticos,
y hasta heroína. Usted será salado. Pero ¡aleluya!, nosotros nunca podremos ser salados porque tenemos vida. La vida
repele toda la sal procedente del mar. Esa vida puede sobrevivir en cualquier situación mortífera. Esta vida sobrevive
en medio de un entorno de muerte. Esto es bueno, pero hay más todavía.

11) Los seres vivos que vuelan por el aire


fueron generados
Después de los peces, fueron creadas las aves, las cuales vuelan por el aire, en el quinto día (Gn. 1:20-23). Esta es la
vida más elevada con la consciencia de sí más elemental. La vida de las aves es más elevada que la vida de los peces.
Los peces pueden vivir en las aguas de muerte, pero las aves pueden trascenderlas. Después de convertirse en pez,
usted debe crecer hasta llegar a ser un ave. Cuando sus compañeros de clase le digan: “Vamos al cine”, usted volará.
Nadie lo podrá afectar; usted trascenderá a esas cosas. No sólo repelerá la sal, sino que la trascenderá.

En cuanto a todo lo que se menciona en el primer capítulo de Génesis hay un versículo que indica que se trata de una
tipología. Por ejemplo, el Señor Jesús dijo a Pedro que sería pescador de hombres (Mt. 4:19). Al decir esto el Señor
Jesús, comparó a los hombres con los peces del mar. Tenemos también Isaías 40:31 donde vemos que aquellos que
confían en el Señor serán como águilas que se elevan y se remontan por encima de las cosas. Esta es una vida más
elevada. Muchos pueden testificar que a menudo se han elevado. Podemos hallarnos en toda clase de situaciones, pero
con un poco más de crecimiento no sólo sobrevivimos en circunstancias adversas, sino que las trascendemos. Nos
alejamos y nada nos puede afectar. ¡Aleluya! Muchas veces deseaba ser un ave. Un día descubrí que yo era realmente
un ave. Era un águila con dos alas grandes. ¡Aleluya! Un águila puede elevarse y remontarse sobre los obstáculos de
esta tierra. Esto es admirable. No estoy hablando de algo que ignore ni de algo que no se halle en la Biblia. Lean Isaías
40:31. Podemos ser el águila. Esta es la segunda etapa del crecimiento de vida. Esto es maravilloso, pero todavía hay
más.

12) Los seres vivos que andan sobre la tierra


fueron generados
En el sexto día llegó a la existencia la vida más elevada con la consciencia más desarrollada (Gn. 1:24-25).
Esta vida puede realizar obras sobre la tierra. Génesis 49:9 habla del león, comparando a Judá con un león
que puede llevar a cabo muchas cosas. En 1 Samuel 6:7, 12a se habla de dos vacas usadas para tirar del carro
que trasportaba el arca. Estos versículos muestran que los animales y el ganado pueden realizar tareas sobre
esta tierra. Su consciencia es más elevada que la de los peces, y más elevada que la de las aves, y pueden
llevar a cabo actividades sobre esta tierra. Esta es la tercera etapa del crecimiento de vida.

Llevamos a Cristo dentro de nosotros como vida nuestra. A partir del pasto, el nivel de esa vida subirá y
alcanzará la condición de hierba y luego de árbol. Entonces estaremos en otro plano, el plano de la vida
animal. En ese nivel, primero seremos peces, creceremos gradualmente hasta llegar a la condición de aves,
y finalmente creceremos aún más y seremos una vaca, con una vida más elevada, más fuerte y con más
significado.

Debemos ver lo necesaria que es la luz. En el primer día, tuvimos la luz del Espíritu y de la Palabra. Al seguir
adelante, necesitamos las lumbreras del cuarto día. En el cuarto día, las luces vienen de Cristo, de la iglesia
y de los santos resplandecientes. Por estar bajo la iluminación de Cristo, de la iglesia y de los santos
resplandecientes, no sólo tenemos la regeneración que la vida produce, sino el crecimiento de la vida. La luz
del primer día sirve para generar la vida; las luces del cuarto día facilitan el crecimiento de vida. Las luces
del cuarto día vienen principal y directamente de Cristo, y también de la iglesia y de los santos
resplandecientes. Si deseamos crecer en vida después de haber recibido la vida eterna, debemos
relacionarnos primero con Cristo, luego con la iglesia, y en tercer lugar con los santos que están llenos de
vida. Estando bajo este resplandor, nos hallamos en el proceso de crecimiento.

En cuanto al proceso de crecimiento, no estoy hablando de algo teórico. Sé a qué me refiero porque yo mismo
he pasado por todas estas etapas. Hace cuarenta y nueve años, yo era una brizna de pasto. Luego crecí y pasé
de pasto a hierba. Más tarde llegué a ser un árbol. Después de cierto tiempo, fui un pez, capaz de vivir en
cualquier situación adversa. Luego alcancé un nivel donde podía elevarme a los cielos. Cuando se presentaba
un problema o venía persecución o dificultades o aflicciones de parte de mi madre o de mis hermanos en la
carne, de mi esposa e hijos, e incluso de mis hermanos en el espíritu, lo trascendía todo. Esto es real.

A menudo su amada esposa le hace la vida difícil. Si usted todavía no es un ave, se quedará allí para discutir
y alegar. Una vez que usted llegue a ser un águila, si su querida esposa le causa disgustos, el esposo que es
un águila volará. Este esposo-águila permanecerá en el aire observando, hasta que la esposa diga: “Alabado
sea el Señor”. Entonces el esposo-águila volverá. Usted puede decir cuándo es un pez y cuándo es un águila.
Si no ha tenido ese tipo de experiencias, le aseguro que algún día será un águila. El águila no tiene que luchar.
Cuando surge una dificultad, se eleva por el aire. Es difícil atraparla. Cuando hay aflicción, dificultades o
problemas, el águila vuela. Esta es una verdadera victoria, una victoria que trasciende las circunstancias.
¿No desea usted ser un águila?

No obstante, a veces cuando yo era un águila y me resultaba fácil volar, el Señor me decía: “No te alejes.
Quédate para que formes parte del ganado. Debes ser una vaca. Produce leche para alimentar a otros o
llévalos como carga. Cuando tu esposa te cause disgustos, no te vayas; dale leche. Aliméntala y llévala a
cuestas”.

Es posible que su cónyuge sea el agua de muerte para usted, la cual lo mata y lo sala. Si usted es un árbol o
una hierba, ciertamente será muerto, pero si ha crecido y ha pasado de planta a pez, vivirá. Anteriormente,
vi muchos jóvenes que iban muy bien antes de casarse. Pero cuando se casaron, fueron muertos. Los maridos
recién casados fueron muertos por las esposas recién casadas, y éstas fueron muertas por aquéllos. Sin
embargo, también vi a algunos santos queridos que habían crecido hasta ser un pez viviente. Las esposas no
se preocuparon por lo salados que estaban sus maridos, y los maridos no se preocuparon de cuán saladas
estaban sus esposas. Siguieron viviendo. Después de cierto tiempo, crecieron y pasaron del nivel de pez al
nivel de águila. Cada vez que pasaban por dificultades, simplemente las trascendían. Después de crecer más
y más en vida, empezaron a ver que escaparse no constituía una vida más elevada. Entendieron que debían
quedarse en la tierra a fin de producir leche para sus queridos parientes y llevarlos a cuestas. Cuando usted
llegue a esta etapa, si su querida esposa le causa disgustos, usted no contestará nada. Simplemente la llevará
sobre sus hombros como una carga. Mientras su esposa discute con usted, usted la llevará sobre sus hombros
y le dirá: “Voy a llevarte a los cielos”.

En 1 Samuel 6 vemos un carro que lleva el arca del Señor. Usted necesita llevar parte del peso del arca. Debe
hacer algo, y desarrollar una actividad sobre esta tierra. No huya. La que llaman vida celestial no es la vida
más elevada. Cuando usted llega a ser muy celestial, debe volver a la tierra. No se limite a elevarse; más bien
crezca de tal modo que descienda.

El Señor Jesús era Dios, pero vino a la tierra a ser una vaca para cumplir el propósito de Dios. El vino para
ser sacrificado y llevar todas nuestras cargas. Cada vez que alguien lo perseguía a El, El llevaba a ese
perseguidor sobre Sus hombros y decía: “Te llevaré a los cielos”. ¿Qué clase de vida es ésta? Esto es
maravilloso.

Ahora podemos ver que todo lo mencionado en el primer capítulo de Génesis está relacionado con la vida.
Le pido que lleve todos estos versículos y todos los puntos incluidos en este mensaje al Señor en oración.
Dígale: “Señor, tengo la vida. Pero Señor, Tú sabes que necesito las lumbreras del cuarto día. Ya tengo la luz
del primer día, pero necesito las luces del cuarto día. Señor Jesús, te necesito como el sol. Necesito tener
contacto directo contigo. Quiero estar en Tu presencia día tras día. Quiero estar bajo Tu resplandor. También
necesito la iglesia, la luna. Y además necesito las estrellas. Necesito a los santos vencedores, aquellos que
resplandecen, que vuelven muchos a la justicia. Necesito a aquellos que vuelven a la gente de las tinieblas a
la luz”. Si usted tiene contacto con el Señor como el sol, con la iglesia como la luna, y con algunos santos
como estrellas resplandecientes, tendrá las luces del cuarto día. Crecerá por medio de esas luces. El plano
de vida que usted tiene pasará de la vida vegetal a la vida animal. Usted crecerá día tras día. Luego podrá
resistir cualquier situación de muerte y podrá trascender toda oposición, distracción o tentación.
Finalmente, usted regresará a la tierra por sí mismo para cumplir la voluntad de Dios. ¡Esto es maravilloso!

Sin embargo, ésta no es la vida que tiene la consciencia de sí más elevada, sino una vida con una elevada
consciencia de sí. Debemos seguir adelante hasta la última parte del sexto día. Como veremos en un mensaje
posterior, al final del sexto día viene la vida que tiene la más elevada consciencia de sí misma, la vida
humana, una vida que expresa la imagen de Dios y que tiene dominio sobre todas las cosas para Dios.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCO
LAS LUMBRERAS DEL CUARTO DIA
(UN PARENTESIS)
Antes de estudiar la creación del hombre, debemos considerar, a modo de paréntesis, el asunto de las lumbreras del
cuarto día. Génesis 1 relata que en el primer día de la restauración Dios llamó a la luz. El primer día fue un día de luz
y esa luz puede ser llamada la luz del primer día. En el cuarto día, Dios hizo algo más en cuanto a la luz. El hizo los
portadores de luz: el sol, la luna y las estrellas. La Biblia no dice qué clase de luz había en el primer día, y no
necesitamos adivinarlo. La luz del primer día no era muy sólida, ni fuerte ni definida. No se le dio una designación
específica; fue llamada simplemente “luz”. No obstante, las luces del cuarto día: el sol, la luna y las estrellas, eran
definidas y sólidas, firmes y disponibles.

Si prestamos atención al relato de Génesis 1, veremos que la restauración que Dios efectuó junto con Su creación
adicional se cumplió en seis días. El fin de estos seis días no era la creación original. Dios llevó a cabo la creación
original en el versículo 1 de Génesis 1. Después de la creación, se produjo un gran cambio que sucedió en alguna parte
del versículo 2 del capítulo 1, y Dios juzgó el universo. Después de ese juicio, transcurrió un largo período. Luego
Dios vino a restaurar y a crear algo más. Esta restauración, con su creación adicional, fue llevada a cabo en seis días,
que podemos dividir en dos secciones: los primeros tres días son la primera sección; y los últimos tres, la segunda.
Cada sección empieza con un día de luz. El primer día tuvo su luz, y el cuarto día tuvo las suyas. En el primer día, Dios
convocó la luz. En el cuarto día, restauró el sol, la luna y las estrellas. Esto tiene mucho significado.

Estos días de luz marcan el comienzo de la creación de vida que Dios llevó a cabo. Toda la Biblia revela que la luz es
indispensable para la vida. Una vez más, vemos que la obra creadora de Dios está completamente centrada en la vida.
Todo lo que Dios creó e hizo giraba en torno a la vida y tenía como fin la vida. Por consiguiente, la luz es necesaria.
La luz y la vida siempre van a la par. Por el lado negativo, las tinieblas y la muerte siempre van juntas. Antes de que
Dios hiciera Su obra restauradora, las tinieblas cubrían las aguas de la muerte, lo cual indica que las tinieblas y la
muerte eran uno. La muerte es abstracta y nadie puede verla. Por tanto, la Biblia usa el agua para representarla. La
profundidad del océano describe la muerte. Antes de que Dios efectuara Su obra de restauración, había solamente dos
cosas: las tinieblas y la muerte.
Dios es vida y luz, todo lo opuesto a la muerte y las tinieblas. El Dios de luz no puede tolerar las tinieblas; ésta es la
razón por la cual vino a disiparlas. Del mismo modo, el Dios de vida no puede tolerar la muerte; por eso vino a sorberla.
Cuando lea la Biblia, no adopte una posición científica; enfóquela desde la perspectiva de Dios. Si leemos la Biblia
desde el punto de vista de Dios, cada línea se llenará de luz y de vida porque la Biblia es un relato del Ser divino, quien
es luz y vida. El Dios de luz y de vida eliminó las tinieblas y la muerte.

En el primer día, Dios mandó que la luz viniese y la luz vino. Luego Dios separó la luz de las tinieblas. Esa separación
puso un límite a las tinieblas. El Dios de luz parecía decir a las tinieblas: “Tinieblas, escuchadme. Vosotras prevalecéis
desde hace mucho tiempo y llenáis todo el universo. Ahora Mi luz viene para limitaros. Sólo podréis dominar durante
la noche. No queda sitio para vosotras en el día. Os pongo límites. Separo la luz de vosotras. Jamás podréis volver a
ocupar todo el universo. Pues el universo me debe pertenecer por lo menos la mitad del tiempo”. ¡Aleluya!

Esto era bueno; sin embargo, era bueno a medias. Todavía queda cierta medida de tinieblas. Dios sigue eliminando
esta parte oscura hasta que lleguemos a Apocalipsis 21 y 22, donde leemos la siguiente declaración: “Allí no habrá
noche” (21:25b). ¡Aleluya! Vendrá el día cuando no habrá noche.

Dios limitó las tinieblas el primer día y, según ese mismo principio, limitó las aguas de muerte el tercer día. En Jeremías
5:22 leemos que Dios usó la arena, es decir, las partículas de roca más finas para limitar las aguas de muerte. Dios dijo
a las aguas de muerte: “Estos son vuestros límites. No podéis ir más allá”. Por lo tanto, apareció la tierra seca, y separó
la tierra del mar. Después del primer día de restauración de la creación, la mitad era luz y la otra mitad tinieblas;
después del tercer día, la mitad era tierra y la otra mitad agua. Dios sigue obrando para eliminar la segunda mitad de
la noche y la segunda mitad de las aguas de muerte. En los nuevos cielos y la nueva tierra, el mar ya no existirá (Ap.
21:1); en la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25b; 22:5). Esto significa que tanto las tinieblas como la
muerte serán totalmente eliminadas.

Examínese a sí mismo. ¿Qué medida de tinieblas tiene usted? ¿cuánta muerte lleva? Usted debe contestar al Señor. Si
usted crece continuamente en la presencia del Señor, un día podrá decirle a Satanás: “Satanás, no tengo ninguna noche.
Mi día dura veinticuatro horas. No contengo nada del agua de muerte. En toda mi vida cristiana, en todas partes y en
cada rincón, sólo se ve tierra seca. El mar ya no está”. Todos debemos ser así.

Si queremos ser tales, necesitamos las luminarias del cuarto día. La luz del primer día sólo elimina la mitad de nuestras
tinieblas y la mitad de nuestra muerte. Las luces del cuarto día nos llevarán a otro mundo donde no hay ni noche ni
mar.

Todas las verdades bíblicas fueron sembradas, como las semillas, en el libro de Génesis, particularmente en el primer
capítulo. Génesis 1:14-18 es una semilla maravillosa de la luz revelada en toda la Biblia. Según el principio de vida,
las luces del cuarto día no sirven para generar la vida, sino para hacerla crecer. En el tercer día, quizás al final de ese
día, después de que el Señor llamase a la tierra seca y que la tierra surgiera de las aguas de muerte, se generó la vida.
En aquel entonces había luz, aire y tierra, tres elementos necesarios para generar vida. Después de que apareció la tierra
seca, se generó la vida vegetal. Aunque Dios no estaba contento al final del segundo día (El no dijo que era bueno),
ciertamente se alegró al final del tercer día cuando vio la luz, el aire, la tierra seca y toda la vida vegetal. Dios vio el
pasto, las hierbas y los árboles, y dijo que eso era bueno. Antes de ese momento, no se había creado la vida sobre la
tierra.

La vida fue generada empezando con la vida vegetal. Pero ésta era una vida inferior, la vida con una consciencia de sí
muy rudimentaria, incapaz de caminar, de hablar y de entender a Dios. Dios puede hablar a un lirio mil veces, pero el
lirio no puede contestarle porque la vida de un lirio es demasiado rudimentaria. Pese a que la vida estaba presente,
necesitaba desarrollarse. Se necesitaban las lumbreras del cuarto día para que la vida creciera. La luz del primer día
sirvió para generar vida; las lumbreras del cuarto día sirven para fomentar el crecimiento de la vida. En el cuarto día,
las lumbreras sólidas estaban preparadas; no se hizo otro trabajo.

Muchos de los jóvenes aquí presentes han recibido la luz del primer día, pero dudo mucho que ustedes hayan entrado
en las lumbreras del cuarto día. Las luces del cuarto día son distintas de la luz del primer día. La luz del primer día era
indefinida; las lumbreras del cuarto día son definidas. Ahora debemos ver qué prefiguran el sol, la luna y las estrellas
en tipología.

I. EL SOL: CRISTO Y LOS SANTOS


El sol representa a Cristo y también a los santos, quienes resplandecerán como el sol en el reino. Malaquías
4:2 dice que Cristo es el sol de justicia. Sus alas (es decir, Su resplandor) sanan de la muerte. Sin Su
resplandor hay muerte; cuando aparece Su resplandor, se es sano de la muerte. Lucas 1:78-79 revela que el
nacimiento de Cristo fue la verdadera aurora de la humanidad. Mateo 4:16 nos dice que cuando Cristo vino
al mar de Galilea, El apareció como una gran luz. El pueblo que estaba sentado en las tinieblas vio una gran
luz. La luz brilló sobre aquellos que estaban sentados en la región y en la sombra de muerte. Esa luz era
Jesús. Mateo 13:43a nos dice que los santos vencedores resplandecerán como el sol en el reino venidero.
Aunque podemos ser una estrella hoy en día, es demasiado temprano para brillar como el sol. Tenemos que
esperar el día de la restauración para brillar así. En el reino, muchos santos resplandecerán como el sol. Hoy
en día Cristo es el sol; mañana los santos vencedores también serán el sol.

II. LA LUNA: LA IGLESIA


La luna es la iglesia. En el sueño de José, su padre fue asemejado al sol, su madre a la luna, y sus hermanos
a las estrellas (Gn. 37:9). La iglesia es la novia, la esposa, de Cristo. Por consiguiente, la luna es un figura de
la iglesia (cfr. Cnt. 6:10).

En Apocalipsis 1:20 se nos dice que las iglesias locales son candeleros. Las lámparas son necesarias por la
noche, no en el día. Apocalipsis 1:20 demuestra claramente que la era de la iglesia no es un día sino una
noche. La iglesia como candelero brilla en la noche. Pero el candelero mismo no brilla; lo hace la lámpara.
Los siete candeleros se encuentran en el capítulo 1 de Apocalipsis y las siete lámparas en el capítulo 4. Las
siete lámparas son los siete Espíritus (Ap. 4:5). La iglesia es el candelero, y el Espíritu es la lámpara sostenida
por el soporte. Si a la iglesia le hace falta el Espíritu, será un candelero sin luz. En dicho caso se convertirá
en una piedra de tropiezo. Pero el candelero con la lámpara brillante es algo maravilloso. Podemos tener la
iglesia como candelero, pero ¿qué podemos decir de la lámpara? Necesitamos la lámpara. Algunos dirán:
“Tengo el Espíritu Santo como lámpara. No me preocupa el candelero”. Si usted dice eso, está equivocado.
Pues la lámpara está sobre el candelero. Si ahora, en la era de la iglesia, usted desea tener la luz de los siete
Espíritus, necesita las iglesias. Las siete lámparas están en los siete candeleros.

Durante la era de la iglesia, está de noche, y durante la noche no tenemos acceso directo al sol, a la luz de
Cristo. Necesitamos que nos sea reflejada. Necesitamos que la luna refleje la luz del sol; necesitamos que la
iglesia refleje la luz de Cristo. Sin la iglesia sería difícil ver la luz de Cristo. Cuando llegamos a la iglesia y
ésta no está menguando, ciertamente recibimos luz.

Al examinar la historia, vemos que hubo un largo período durante el cual la iglesia estaba menguando.
Cuando la luna está menguando, es el momento propicio para que brillen las estrellas. Durante la Edad
Media o el Oscurantismo las estrellas brillaron. Martín Lutero era una estrella. Antes y después de Lutero,
muchas otras estrellas importantes brillaron debido a que la luna estaba menguando. Hace dos siglos,
Zinzendorf y los llamados hermanos moravos practicaban la vida de iglesia. Aunque su luna no era una luna
llena, por lo menos era una luna creciente, que le recordaba a la gente que la iglesia estaba presente. Un siglo
más tarde, surgieron algunos hermanos en Inglaterra y la luna creciente aumentó hasta llegar casi a ser luna
llena. Filadelfia, la iglesia, estaba allí. No obstante, no duró mucho tiempo. Existe un proverbio según el cual
la luna empieza a menguar cuando está llena. En un período de setenta años, que abarca el fin del siglo
diecinueve y el principio del siglo veinte, podemos ver algunas estrellas como Andrew Murray, la señora
Penn-Lewis y A. B. Simpson. Durante aquel tiempo, hubo estrellas sin luna; no existía la vida de iglesia. La
luna estaba menguando y las estrellas brillaban.

¡Alabado sea el Señor! Hoy en día, si no tenemos una luna llena, por lo menos tenemos una luna creciente.
En las iglesias no debemos esperar ver gigantes espirituales. Si hay gigantes, esto significa que la luna está
menguando. Cuando la luna aumenta y crece, las estrellas no deberían ser tan visibles. No quiero ser una
estrella grande, sino un hermano pequeño. Cuando tenemos la luna, tenemos poca necesidad de estrellas.

Si acudimos al sol pidiéndole que nos alumbre durante la noche, estamos locos. El sol nos dirá: “No acuda a
mí. Vaya a mi reflejo. Vaya a la iglesia si desea recibir la luz que procede de mí. La iglesia refleja Mi luz”.
Debemos recordar que es de noche; no ha llegado el día. Necesitamos la iglesia. El Espíritu habla a las
iglesias. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:22). Debemos ir a las iglesias y
obtener la luz del sol indirectamente.
Muchos santos queridos dicen: “No me interesan las iglesias, sólo me interesa Cristo”. Puedo garantizar que
todo aquel que diga eso no crecerá. Es posible que los que afirman esto tengan la luz del primer día, pero
carecen de las lumbreras del cuarto día. Si usted les pregunta a los santos, ellos le dirán que sólo empezaron
a crecer cuando entraron en la iglesia. Cuando volvemos sinceramente nuestro corazón a la iglesia, recibimos
indirectamente la luz adecuada de Cristo.

Como muchos pueden testificar, cada vez que nos incomodaba la iglesia y que la rechazábamos, estábamos
totalmente en tinieblas. Cuando usted le vuelve la espalda a la luna durante la noche, su rostro queda en
tinieblas. Pero cuando nos volvemos a la iglesia y somos uno con ella, el resplandor llega inmediatamente.

Algunos dirán que ponemos demasiado énfasis en la iglesia y descuidamos a Cristo. Pero ¿cómo podría
brillar la luna sin la luz del sol? Sin Cristo, la iglesia no tiene ninguna luz. El resplandor de la luna durante
la noche es simplemente el reflejo de la luz solar. La luz de la iglesia no es más que el reflejo de Cristo. A los
que hablan tanto acerca de Cristo sin tener contacto con la iglesia adecuada les resultará difícil obtener la
luz verdadera y práctica necesaria para el crecimiento en vida. Para crecer en vida, necesitamos la luz de la
luna, la cual constituye una parte principal de los luminares del cuarto día. Cuanta más vida de iglesia
tengamos, más Cristo tendremos, más luz recibiremos y más crecimiento en vida experimentaremos.

III. LAS ESTRELLAS: CRISTO Y LOS SANTOS


Las estrellas son Cristo y los santos. Aunque Cristo es el verdadero sol, El no aparece como el sol durante
esta edad nocturna. El resplandece como una estrella, como la estrella resplandeciente de la mañana (Ap.
22:16b). Cristo mismo es una estrella. Los santos vencedores también son estrellas. En 2 Pedro 1:19 se nos
exhorta a prestar atención a la Palabra segura hasta que se levante dentro de nosotros la estrella de la
mañana, la cual es Cristo. Apocalipsis 1:20 no sólo declara que las iglesias son los candeleros que brillan con
el Espíritu, sino que también los ángeles de las iglesias, es decir, los que tienen el liderazgo o los mensajeros,
son las estrellas que brillan. Daniel 12:3 afirma que aquellos que vuelven a muchas personas del camino
incorrecto a la justicia resplandecerán como estrellas. En Mateo 5:14, descubrimos que los creyentes hoy en
día son la luz del mundo; y Filipenses 2:15 dice: “En medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo”. Todos estos versículos muestran que los santos que están en el camino correcto y tienen la posición
adecuada son estrellas.

IV. GOBIERNAN PARA QUE HAYA DISCERNIMIENTO


Las lumbreras del cuarto día gobiernan para que haya discernimiento. El discernimiento procede de la luz.
Sin las luminarias del cuarto día, resulta difícil discernir los objetos. Todos necesitamos este discernimiento
para crecer en vida. Los jóvenes necesitan el discernimiento para saber adónde deben ir, qué deben decir y
hacer, qué procede de Dios y qué es de Satanás, qué está en el espíritu y qué está en el alma. Incluso los
jóvenes de secundaria necesitan discernir con cuáles compañeros de clase deben relacionarse y a quiénes
deben evitar.

El discernimiento procede de la luz. Cuando la luz resplandece, gobierna. Si estoy en un cuarto oscuro,
tropezaré. Sin luz no hay dirección ni gobierno ni discernimiento. Pero si me encuentro bajo el resplandor
de la luz, puedo discernir el camino que debo seguir.

Ustedes los jóvenes que están cursando la escuela secundaria, son diferentes de todos los demás estudiantes
porque ustedes son hijos del día. Los demás alumnos siguen en las tinieblas. Cuando usted hable con su
maestro, sabrá qué decirle. Usted tiene discernimiento. Para los padres, la mejor manera de cuidar a sus
hijos es ponerlos en las manos del Señor. Entonces tendrán la luz, y ésta los gobernará. Esta dirección que
les da la luz, proporcionará a los hijos el mejor discernimiento. Nunca caerán en la tentación de consumir
drogas. El discernimiento es la mejor protección.

Repito que este discernimiento procede del resplandor, y el resplandor de la luz no es más que el gobierno.
Si usted lee Génesis 1:14, 16, 18 y Efesios 5:8-11, 13-14 y ora al respecto hasta que estos versículos entren en
usted y hasta que la luz brille sobre usted, sabrá lo que debe reprobar, lo que debe aceptar, lo que debe recibir
y lo que debe rechazar. La Primera Epístola de Juan 1:5-7 constituye una porción que nos indica con claridad
que Dios es luz, que si tenemos comunión con El estamos en la luz, y que cuando andamos en la luz
conocemos la diferencia entre las tinieblas y la luz. Así, tenemos el gobierno con el discernimiento.
V. COMO SEÑALES: PRINCIPALMENTE AL VIAJAR
El sol, la luna y las estrellas son señales. Estas señales sirven principalmente mientras viajamos.
Antiguamente los marineros navegaban guiados por las estrellas. Hoy en día, conducimos nuestros
automóviles conforme a las señales de tránsito. Por lo tanto, las señales sirven para viajar.

Los fariseos y los saduceos acudieron al Señor Jesús, y le pidieron que les mostrase una señal del cielo (Mt.
16:1-4). El Señor [llamándolos necios,] les dijo: “Al atardecer, decís: Hará buen tiempo; porque el cielo tiene
arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo tiene arreboles y está sombrío. Sabéis
discernir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos no podéis”. [Dándoles a entender:] “Yo soy la
señal; soy como Jonás. Vosotros no veis la señal porque no tenéis la luz”. Los discípulos también acudieron
al Señor en el monte de los Olivos y le preguntaron acerca de la señal de Su venida, la señal del fin de esta
era (Mt. 24:3).

No sólo tenemos estos versículos, sino que también vemos en Apocalipsis 12:1 una gran señal en el universo:
la señal de una mujer con el sol, la luna y las estrellas. Para poder movernos apropiadamente por este
universo, tenemos a esta mujer como una gran señal. Esta mujer está relacionada de alguna manera con la
iglesia. No estoy diciendo que la mujer sea la iglesia, sino que la iglesia constituye una parte importante de
esa mujer. Si hemos de conducirnos y actuar en este universo, necesitamos conocer a esa mujer.

Ella tiene su origen en Génesis 3. En la Biblia vemos muchas mujeres. Satanás entró en el linaje humano por
medio de una mujer, y el Señor Jesús también entró en el género humano por medio de una mujer.
Finalmente la Biblia tiene su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual es una mujer, la novia de Cristo.
¡Aleluya! Todos formaremos parte de esa mujer. Por consiguiente, todos debemos conocer la mujer de
Apocalipsis 12. Ella es una mujer bíblica, una mujer universal que abarca toda la Biblia. En realidad, ella
empezó en Génesis 2 con Eva, no en Génesis 3, y luego va de Génesis 2 a Apocalipsis 22. Si usted conoce a
esa mujer, conocerá las señales. Ella es una señal muy prominente. Constituye una señal para que el pueblo
de Dios sepa si debe continuar o detenerse. Por carecer de esa mujer, muchos cristianos no saben qué hacer.
No tienen la manera de seguir adelante. Necesitamos una señal, una señal que proceda de las lumbreras del
cuarto día.

VI. PARA LAS ESTACIONES: DESIGNADAS POR LA LUNA,


ESPECIALMENTE PARA EL CRECIMIENTO
Las señales sirven para trasladarse uno, y las estaciones propician el crecimiento. Las palabras que el Señor
Jesús pronunció sobre la cosecha muestran que las estaciones sirven para fomentar el crecimiento (Jn.
4:35). Eclesiastés 3:1-8 nos dice que hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Esto se refiere
a las estaciones. Las estaciones son necesarias para el crecimiento. Si usted es agricultor, debe conocer las
estaciones. ¿Sembraría usted la semilla en invierno o descansaría en verano? Las estaciones nos indican
cuándo debemos arar, cuándo sembrar, cuándo cosechar y cuándo descansar. En Apocalipsis 22:2 vemos
que el árbol de la vida lleva fruto cada mes. Las estaciones se designan por los meses, y los meses son
determinados por la luna.

Debemos leer varios versículos en Levítico sobre este punto (Lv. 23:2, 5, 6, 24, 27, 34, 39, 41). Estos
versículos indican que en el primer mes del año el pueblo celebraba una fiesta. La fiesta se relacionaba
también con las estaciones. En el primer mes se celebraba la fiesta de la Pascua. Después venía la fiesta de
los panes sin levadura, luego la fiesta de las primicias, y después la fiesta de las siete semanas, llamada la
fiesta de Pentecostés. Estas cuatro fiestas se celebraban durante la primera mitad del año. En el primer día
del séptimo mes, tenían la fiesta de las trompetas, y en el décimo día del séptimo mes, la fiesta de la
expiación. Se celebraba además la fiesta de los Tabernáculos en el decimoquinto día del séptimo mes. Cada
una de estas siete fiestas se celebraba conforme a los meses.

Sin un tiempo de crecimiento, usted nunca podría celebrar una fiesta. Sin crecimiento, ¿qué va a festejar
usted? En tiempo de fiesta, el pueblo de Israel traía sus riquezas: vacas, corderos, uvas y todos los productos
del crecimiento. La fiesta de los Tabernáculos era particularmente una fiesta en la que se disfrutaba la
cosecha. El Señor dijo que debemos reunirnos en Su presencia y disfrutar la cosecha; ésta es una fiesta. La
fiesta es el resultado del crecimiento, y este crecimiento está estrechamente relacionado con la luna, la
iglesia. Si no tenemos la iglesia, carecemos del elemento de la fiesta. Pocos cristianos celebran la fiesta
porque no tienen la luna. No disfrutan plenamente a Cristo como fiesta porque no tienen la iglesia.
Necesitamos la iglesia para designar las estaciones que determinarán el crecimiento y las fiestas.

Números 28:11 habla de la luna nueva, y Números 29:6 menciona los meses. Estos versículos están
relacionados con los meses.

Jeremías 8:7 habla de la cigüeña que conoce el tiempo señalado para volar. También habla de la tórtola, la
grulla y la golondrina, que conocen su tiempo, su estación. El Señor dijo que Su pueblo no conoce las
estaciones. Es la situación de hoy. Los cristianos no tienen ni verano ni primavera; no tienen la primera luna,
ni la última luna; no tienen ninguna luna. No tienen ninguna estación: ni primavera, ni otoño, ni verano, ni
invierno. En cierto sentido, pasa lo mismo cada día. Por consiguiente, no tienen ninguna posibilidad de
crecer ni de festejar, porque carecen de las lumbreras del cuarto día.

No obstante, cuando estamos en la vida adecuada de iglesia, la iglesia designará los meses, los meses traerán
las estaciones, y las estaciones nos proporcionarán las fiestas. Tendremos todas las fiestas.

VII. PARA LOS DIAS:


ESTABLECIDOS POR LA ROTACION DE LA TIERRA
A FIN DE CREAR NUEVOS COMIENZOS
Tanto los días como los años están relacionados con el sol. La tierra pasa por dos clases de movimientos en
relación con el sol: la rotación de cada día y la translación de cada año. La vuelta que da en un día es llamada
rotación; el movimiento que lleva a cabo en un año es llamado translación. Todos sabemos que la rotación
de la tierra se efectúa en un día y que la translación sucede en un año. Las palabras “para días” (Gn. 1:14b)
significa que la tierra gira continuamente para crear nuevos comienzos. ¡Aleluya! Cada día es un nuevo
comienzo, pues cada día tenemos un amanecer. Cada día tenemos una madrugada. Cristo, como sol, nos da
un nuevo comienzo día tras día. Cada mañana, el avivamiento matutino debe ser nuestro amanecer, un
tiempo en el cual la luz del alba se levanta dentro de nosotros para que tengamos un nuevo comienzo.

En Números 28:3-4, descubrimos que cada mañana debemos presentar holocaustos. Cada día es un nuevo
comienzo. Lamentaciones 3:22-23 revela que las misericordias y compasiones del Señor son nuevas cada
mañana. En 1 Tesalonicenses 5:4-8 se nos dice que no somos hijos de la noche, sino hijos del día.

VIII. PARA AÑOS:


ESTABLECIDOS POR LA TRANSLACION ANUAL
DE LA TIERRA A FIN DE
CREAR COMIENZOS MAS IMPORTANTES
Las revoluciones anuales de la tierra alrededor del sol producen principios más importantes. Esto es
verdaderamente maravilloso. Estamos en Cristo y estamos en la iglesia. Por consiguiente, tenemos el sol y
la luna, que nos traen las estaciones, los días y los años.

Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, el Señor le dijo que ése sería el principio de un nuevo año (Ex.
12:2). Cuando fuimos salvos, aquello también fue el comienzo de un nuevo año, el año de nuestro
renacimiento, una verdadera revolución en nuestra vida. Mi primera revolución se produjo en 1925, el año
en que fui salvo. La segunda fue en 1931, el año en que fui reavivado. Menos de un año después, en julio del
año 1932, tuve otra revolución: vi la iglesia. Eso cambió toda mi vida cristiana. En mi vida cristiana he tenido
numerosos años nuevos, además de éstos. Año tras año, Cristo como sol verdadero nos da un nuevo
comienzo.

Ninguna cosecha puede crecer si no ocurren las estaciones, si no transcurren los días y los años. Todas las
cosechas crecen mediante las lumbreras del cuarto día. Por una parte, somos la cosecha de Dios; por otra,
somos la labranza de Dios. Necesitamos la luna que designa las estaciones para nosotros y necesitamos el
sol que designa los días y los años.

Génesis 8:13 nos dice que Noé volvió a la tierra el primer día del primer mes. El tuvo un nuevo comienzo el
primer día del primer mes, otro comienzo en la nueva tierra. Exodo 40:2, 17 revela que el tabernáculo fue
erigido el primer día del primer mes, otro comienzo. ¿Por qué Dios no ordenó al pueblo que levantara el
tabernáculo en el vigésimo noveno día del cuarto mes, sino en el primer día del primer mes? Para marcar
un nuevo comienzo. En 2 Crónicas 29:17 y Ezequiel 45:18 se nos dice que el pueblo purificaba y santificaba
el templo en el primer día del primer mes. El regreso de Babilonia empezó el primer día del primer mes,
según Esdras 7:9. Todos los cristianos necesitan estos cuatro comienzos: la llegada a la nueva tierra, el
levantamiento del tabernáculo de Dios, la purificación del templo de Dios, y el regreso del cautiverio. Todas
estas cosas son nuevos comienzos en la vida cristiana, los cuales son necesarios para el crecimiento en Cristo
y deben producirse en “el primer día del primer mes”.

IX. SOMBRAS DE CRISTO


Todos los días, las señales, las estaciones y los años son sombras. Cristo es la realidad (Col. 2:16-17). Cristo
es el día santo, Cristo es la nueva luna, Cristo es el día de sábado, Cristo es el comienzo del año, Cristo lo es
todo. Cristo es su nuevo comienzo, un comienzo más importante que un año y más pequeño que un día.
Cristo es la nueva luna.

X. LAS LUCES FORTALECEN


En el milenio, la edad del reino, la luz de la luna equivaldrá a la luz del sol, y la luz solar se intensificará siete
veces, como de siete días (Is. 30:26). El Espíritu intensificado de Dios llega a ser los siete Espíritus; el sol
intensificado se convertirá en la luz solar siete veces intensificada. Esto se producirá durante la edad del
reino, el tiempo de restauración, cuando Dios sane a Su pueblo. No obstante, ahora tenemos un anticipo. En
algunos santos la luna resplandece como el sol. Para mí, la vida de iglesia es semejante al sol, mucho más
fuerte que la luna ordinaria. Tengo una luna brillante, tan resplandeciente como el amanecer, y el sol tiene
una luz siete veces intensificada.

XI. FINALMENTE NO HABRA NOCHE


En la Nueva Jerusalén no habrá noche (Ap. 21:23, 25b; 22:5). En esa ciudad no se necesitará ni sol ni luna
ni luminares porque el Dios Triuno será su luz. Si leemos detenidamente el Apocalipsis, veremos que fuera
de la Nueva Jerusalén, fuera de la ciudad, todavía habrá día y noche, pero dentro de ella no habrá noche.
Tendremos a nuestro Dios Triuno como la luz perfecta y única que brilla sobre nosotros. Los días constarán
de veinticuatro horas de luz.

No obstante, hoy en día necesitamos las lumbreras del cuarto día. Necesitamos particularmente la luna y las
estrellas que reflejan la luz del sol. Esa es la manera en que crecemos. Espero que el Señor le hable a usted
acerca de su crecimiento, para que su crecimiento en vida se produzca con los luminares del cuarto día. La
luz del primer día fue necesaria para generar la vida, para que usted volviera a nacer. Sin embargo, usted
necesita las lumbreras del cuarto día para poder crecer.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SEIS
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(3)
EL PROPOSITO
En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más elevada con la consciencia de sí
más desarrollada. El último mensaje era un paréntesis, y en este mensaje continuaremos
nuestro estudio con el proceso restaurador de Dios y con la creación adicional.

13) El concilio de la Deidad


Génesis 1:26 revela que hubo un concilio celebrado por la Deidad y entre la Deidad. Decimos “entre” porque
Dios es triuno. En términos humanos, podemos decir que existen tres Personas en la Deidad, un Dios de
tres Personas. No puedo explicar esto. Sólo puedo decir que Dios es triuno, que tenemos un solo Dios de tres
Personas. Hubo un concilio celebrado por las tres Personas de la Deidad, y se tomó una decisión. Este
concilio y la decisión tomada en él inició la madurez de vida. Después de crear el ganado, las bestias y los
reptiles en la primera parte del sexto día, Dios no procedió inmediatamente a crear al hombre, sino que tuvo
un concilio para hablar del tema. Leamos Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre...” Si
leemos este versículo detenidamente, veremos que hubo una especie de concilio. Dios dijo: “Hagamos...”
Dios es uno; sin embargo, el verbo usado aquí es plural. Esto demuestra que Dios es triuno. No dice: “Voy a
hacer...” La palabra “hagamos” significa tengamos comunión. Aunque usted quizá piense que deduzco
demasiado, de todos modos tenemos la expresión “hagamos” en la Biblia.

Después de crear todo lo que mencionamos anteriormente, Dios necesitaba de todos modos crear al hombre
como la vida creada más elevada a fin de expresarse a Sí mismo y expresar Su imagen y semejanza. Para
cumplir esta obra, necesitamos que el Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu) obre en el hombre. Los
libros bíblicos que vienen luego lo comprueban plenamente.

Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el pasto, las hierbas y los árboles
al final del tercer día, antes de las lumbreras del cuarto día. Después de éstas, creó los peces y las aves en el
quinto día. En la primera parte del sexto día, Dios creó el ganado, representado por el buey, las fieras
representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto, hubo tres representantes de la vida vegetal
y cinco de la vida animal. Nos podría parecer que toda la tierra estaba llena de vida. No obstante, no había
una vida madura.

La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día, después de seis mil años,
ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida humana. No se menosprecie. Usted es muy grande, más
elevado que el pasto, las hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado, las bestias y los reptiles.
Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de vida. Por consiguiente, el Dios
Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la vida. El Dios Triuno decidió crear la vida más elevada.

14) El hombre fue generado como centro


El hombre fue generado como centro; es una vida más avanzada y tiene una consciencia de sí más elevada.
Esta es la madurez de la vida que tiene la imagen de Dios y que puede ejercer el dominio de Dios. En esta
tierra el hombre es el centro. Como lo hemos hecho notar anteriormente, los cielos fueron creados por causa
de la tierra, y la tierra por causa del hombre. Todo lo que está en el cielo: la luz del sol, la lluvia y el aire, es
necesario para el crecimiento de la vida sobre la tierra. Sin la luz del sol, la lluvia y el aire, la vida no podría
existir en la tierra. Por tanto, los cielos son necesarios para esta tierra, y la tierra, con toda clase de vida, es
necesaria para el hombre. Todos sabemos que los minerales son indispensables para las plantas, las plantas
para los animales, y las plantas y los animales para el hombre, y el hombre está destinado para Dios. Por
tanto, el hombre es el centro.

Los cielos fueron cimentados y la tierra fue preparada. Todo estaba listo para que el hombre llegase.
¡Alabado sea el Señor! Dios no creó al hombre para pedirle luego que esperase a que El cimentara los cielos
y preparase la tierra para él. Por el contrario, después de que Dios estableció los cielos, preparó la tierra y
tuvo todo listo, el hombre vino a existir. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre vino al final pero era y
sigue siendo el centro.

Eso es idéntico a un matrimonio según la costumbre oriental. En ese matrimonio, el marido prepara todo y
al final llega la novia. La novia no llega y luego espera que todo esté preparado. Después de que todo está
listo, aparece la novia. Del mismo modo, la tierra entera es el lugar de la boda de Dios. Dios lo ha preparado
todo para Su boda. ¿Quién es la novia? La novia es el hombre.

El hombre es la madurez de toda vida creada. Sin el hombre, no hay madurez. Considere el pasto. Es verde
y tierno, pero le hace falta la forma, la apariencia. No tiene rostro. Las hierbas, que incluyen el maíz y el
trigo, son plantas más desarrolladas en su forma. Sin embargo, tampoco tienen rostro. Los árboles son más
grandes, y llevan fruto y también semillas; no obstante, ninguno de ellos tiene un rostro para expresarse.
Después de estos tres niveles de vida vegetal, aparecen los peces, el primer nivel de vida animal. El pez sí
tiene un rostro con dos ojos, pero no se puede distinguir claramente su cabeza, pues los peces no tienen
cuello. Las aves sí tienen rostro y también un cuello que se puede distinguir; poseen ojos, oídos y una especie
de boca, algo más parecido al rostro humano. El ganado, los caballos y los bueyes tienen rostros más
parecidos al rostro humano. Después del ganado, tenemos las bestias, y específicamente el león. El rostro
de un león se asemeja bastante al rostro de un hombre. Aunque la afirmación de Darwin de que el hombre
desciende del mono es una insensatez, no podemos negar que los rostros de algunos animales se parecen al
rostro del hombre. No obstante, por mucho parecido que tengan los rostros de las aves, del ganado, de las
bestias, de las águilas, de los bueyes y de los corderos con el rostro humano, de todos modos no son hombres.
Les hace falta mucho y son inferiores. No son la madurez de la vida creada.

Ezequiel 1:5 y 10 habla de los cuatro seres vivientes. Estos son semejantes al hombre. Cada uno tiene cuatro
caras: de frente tienen rostro de hombre, en la derecha tienen cara de león, en el lado izquierdo tienen el
rostro de un buey, y en la parte posterior, cara de águila. Detrás tienen el rostro de un águila porque no se
parece mucho al de un hombre. Los rostros del león y del buey son más parecidos al rostro humano. No
obstante, la cara humana es la expresión suprema. Por tanto, la vida humana es la madurez de toda vida
creada, pues puede expresar a Dios y ejercer el dominio de Dios.

Lo más llamativo y maravilloso de la vida humana es su consciencia de sí. Tenemos efectivamente la


consciencia más elevada. La consciencia que tenemos de nosotros mismos es más desarrollada que la de los
peces, las águilas, los bueyes y los leones. En cuanto a ser consciente de sí, la vida humana es la más elevada.
Debemos gritar: “¡Aleluya!” En el universo y en la tierra, se generó al hombre. El hombre fue creado y posee
una vida que tiene la más elevada consciencia de sí, una vida capaz de expresar a Dios y representarlo. ¡Esto
es maravilloso! La creación del hombre fue tan crucial e importante que el Dios Triuno celebró un concilio
antes de llevarla a cabo. El cielo había sido restaurado. Los cielos fueron establecidos para servir a la tierra.
La tierra seca apareció a fin de generar la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Mire al cielo; tenemos
el sol, la luna, las estrellas, la lluvia y el aire. Considere la tierra: vemos el pasto, las hierbas y los árboles.
Tenemos las aves en los aires, los peces en el agua, y el ganado, las bestias y los reptiles sobre la tierra. Como
centro de todo eso, se encuentra el hombre, el cual expresa a Dios y lo representa. Después de crear al
hombre, Dios descansó. El quedó satisfecho.

b. Los puntos centrales


Ahora llegamos a los puntos centrales de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional.

1) Recobrar la tierra
Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn. 1:9, 26, 28). Mientras la tierra se
hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba ninguna posibilidad de generar vida ni de ejercer dominio. Para obtener
ambas cosas necesitaba recobrar la tierra.

2) Obtener al hombre
El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios mismo y en juzgar al enemigo de Dios
(Gn. 1:26-28). Más adelante profundizaremos en esto.

3) Generar vida
El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios pudiera expresarse y ejercer Su
dominio. Recuerde estos tres puntos centrales: recobrar la tierra, obtener al hombre y generar vida. Aunque las cosas
creadas por Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios sólo menciona la vida y lo relacionado con ella, porque la
restauración y creación adicional se centraban en la vida. Toda la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la
tierra, creó al hombre y produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo.

c. El propósito
Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional. Es sumamente importante.

1) Obtener al hombre para que exprese a Dios


El propósito principal de la obra restauradora de Dios y Su creación adicional fue obtener al hombre, un hombre
corporativo, que lo expresara a El (Gn. 1:26, 27). El hombre que Dios creó era un hombre corporativo. Dios no creó
muchos hombres. El creó a la humanidad colectivamente en una sola persona, Adán. Dios creó a Adán, quien era un
hombre corporativo, un hombre colectivo. El día que Adán fue creado, fuimos creados todos. Si usted tiene treinta
años de edad, no diga que fue creado hace treinta años. Usted nació hace treinta años, pero fue creado hace seis mil
años. Aunque quizás yo haya nacido cuarenta años antes que usted, fuimos creados al mismo tiempo. Cuando Adán
fue creado, todos fuimos creados porque todos fuimos creados colectivamente en él. Estábamos incluidos en Adán.
Dios no creó un hombre individual, sino un hombre corporativo que lo expresara a El. En el versículo 26 Dios dijo:
“Señoreen” (heb.); aunque se trata de un solo hombre, el verbo es plural. Esto demuestra que ese hombre es un hombre
corporativo. En este versículo, el verbo plural indica que Dios es triuno, y el complemento plural indica que el hombre
es corporativo. Dios creó al hombre corporativo a Su propia imagen y semejanza para que éste le expresara.

a) Con la imagen de Dios interiormente


En Génesis 1:26 dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...” Aquí encontramos dos
cosas: la imagen y la semejanza. Todos los estudiosos serios de la Biblia concuerdan en que la imagen se refiere a algo
interno y la semejanza a algo externo. Todos tenemos algo interior: el intelecto, la voluntad y la parte emotiva.
Exteriormente, tenemos la semejanza, la forma física.

(1) La imagen de Dios es Cristo


En 2 Corintios 4:4 y en Colosenses 1:15 se revela que la imagen de Dios es Cristo. Cristo es la imagen del Dios
invisible. Dios es invisible; no obstante, tiene una imagen. El Dios invisible tiene una imagen visible. A Dios nadie lo
vio jamás, pero Cristo lo ha dado a conocer (Jn. 1:18). Todos nosotros hemos visto a Cristo de un modo u otro. Pedro
lo vio. Juan lo vio. Después de Su resurrección, lo vieron quinientos hermanos al mismo tiempo (1 Co. 15:6). El es
realmente la imagen de Dios. Hebreos 1:3 declara que Cristo es la imagen visible de la Persona de Dios.

(2) El hombre fue creado a la imagen de Cristo


El hombre, por haber sido creado a la imagen de Dios, la cual es Cristo, fue creado a la imagen de Cristo. En Génesis
1:26, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen...” Pero en el versículo 27 dice: “Creó Dios al hombre
a Su imagen”. Indudablemente “Su imagen” aquí significa la imagen de Cristo. Así que, el hombre fue hecho a la
imagen de Cristo.

(3) Adán tipificaba a Cristo


Romanos 5:14 revela que Adán, el primer hombre, tipificaba a Cristo, era figura de El. Si tomamos la fotografía de
una persona, esa imagen es la figura de la persona o el tipo de ella. Adán era la fotografía de Cristo. Cristo era la imagen
de Dios, y Adán era la fotografía de Cristo. Así como la fotografía es la expresión de cierta imagen, también el hombre
fue hecho para ser la expresión de la imagen de Dios, la cual es Cristo.

Usemos un guante como ejemplo. Un guante es hecho a la imagen y semejanza de la mano. Tanto la mano como el
guante tienen cinco dedos. El guante fue hecho a la imagen de la mano para que un día la mano pudiese entrar en el
guante. La mano llena el guante, y el guante expresa la mano. ¿Por qué fue hecho el hombre a la imagen de Cristo?
Porque Dios quería que algún día Cristo entrara en el hombre y se expresara por medio de éste. Romanos 9:21 y 23
nos revela claramente que el hombre fue hecho como una vasija, es decir, como un recipiente. El hombre no es ni un
cuchillo, ni un martillo, ni una herramienta; es una vasija, un recipiente. Romanos 9:21 y 23 añade que el hombre fue
hecho como vaso de honra para contener a Dios, para contener la gloria de Dios. En 2 Corintios 4:7 se afirma que
tenemos este tesoro en vasos de barro. Esta vasija es semejante al guante; un día la mano entra en él; el contenido entra
en el recipiente. Somos simplemente una vasija que debe contener a Cristo.

(4) Cristo fue hecho a la semejanza del hombre


Un día Cristo vino para tomar la semejanza del hombre (Fil. 2:6-8). El hombre fue hecho a la imagen de
Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre. ¿No es eso maravilloso? ¿Quién es conforme a quién?
Es algo mutuo. El hombre fue hecho conforme a Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre para
que mediante Su muerte y resurrección, el hombre pudiera obtener la vida de Dios. Esto es un misterio; no
obstante, es un hecho. ¡Aleluya! Todos hemos obtenido esta vida.

(5) El hombre puede ser transformado


y conformado a la imagen de Cristo
Nosotros por tener la vida divina podemos ser transformados y conformados a la imagen de Cristo (2 Co.
3:18; Ro. 8:29m). Aquí tenemos dos cosas: la transformación y la conformación. La transformación es
interior y la conformación es exterior.

Tenemos un intelecto, una parte emotiva y una voluntad, los cuales fueron hechos conforme a Cristo. Sin
lugar a dudas, Cristo tiene el mejor intelecto, la mejor voluntad y la mejor parte emotiva. Nuestro intelecto,
nuestra voluntad y nuestra parte afectiva no son muy reales. Considere nuevamente el ejemplo de la mano
y el guante. La mano humana tiene un pulgar y cuatro dedos, y el guante tiene también un pulgar y cuatro
dedos. No podemos negar que el pulgar de un guante es un pulgar, pero cuando lo comparamos con el pulgar
de la mano, encontramos una gran diferencia. Compare su intelecto con el de Cristo. Nuestro intelecto se
parece al pulgar vacío de un guante. El intelecto de Cristo es semejante al pulgar de una mano humana.
Tenemos sabiduría, pero vemos nuevamente que nuestra sabiduría es semejante al pulgar vacío del guante,
y la sabiduría de Cristo se parece al pulgar de la mano. No obstante, un día el pulgar de la mano entrará en
el pulgar del guante y ¡ambos pulgares llegarán a ser uno! Uno es la apariencia, la expresión; el otro es la
realidad, el contenido. Nuestra sabiduría es simplemente lo que contiene la sabiduría de Cristo; es la
expresión de la sabiduría de Cristo. ¿Tiene usted amor? Sí, todos tenemos amor, pero nuestro amor es
semejante a un guante vacío. Esposas, no esperen amor de sus esposos. Aun cuando su esposo la ama, ese
amor es vacío. ¡Alabado sea el Señor porque ese amor está vacío! Está vacío para que entre el amor de Cristo.

Pero esto no siempre resulta fácil. El amor de Cristo debe obrar a fin de entrar en nosotros. Los dedos de un
guante pueden estar torcidos o doblados y, por ende, resistir la entrada de la mano que procura penetrar.
Del mismo modo, necesitamos cierta disciplina para que el amor de Cristo entre en nosotros. Un día el amor
de Cristo entra en el amor vacío del marido. En ese momento, usted disfrutará del verdadero amor, el amor
de Cristo, por medio del amor vacío de su marido. ¡Alabado sea el Señor!

Todo lo que tenemos, todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es simplemente un molde vacío, cuya
única utilidad es ser un envase para mantener todo lo que Cristo es, todo lo que tiene y todo lo que puede
hacer.

Cristo está en nosotros. La vida de Cristo continuamente lleva a cabo una obra transformadora dentro de
nosotros. Nuestro amor, nuestras emociones y nuestros pensamientos son inadecuados. Nada de lo que
tenemos por naturaleza es adecuado porque está vacío y es limitado. La esencia, el elemento, de Cristo debe
entrar en todo lo que somos. La sabiduría de Cristo debe entrar en nuestra sabiduría vacía e impartirnos Su
mente (Fil. 2:5). Nuestra mente debe ser el recipiente de la mente de Cristo; la mente de Cristo debe llenar
la nuestra. Entonces, nuestra mente será transformada a la imagen de Cristo. En 2 Corintios 3:18 dice que
todos nosotros, a cara descubierta contemplamos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor y somos
transformados a Su imagen. Esta es la transformación interior. Esta transformación interior también llegará
a ser la conformación interior. Seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:29m).

(6) Nuestro cuerpo será transfigurado


a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo
Fuimos hechos conforme a Cristo. Un día Cristo vino y tomó la semejanza de nuestra forma. Lo recibimos a
El, y El entró en nosotros. Este Cristo está ahora en nosotros, y lleva a cabo la obra de transformación, no
sólo transformándonos a Su imagen, sino también conformándonos a Su propia forma. Finalmente, El
vendrá a fin de transfigurar nuestro cuerpo físico a la semejanza de Su cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Con el
tiempo, seremos plena y completamente lo que El es (1 Jn. 3:2b). Cuando El se mire a Sí mismo, dirá: “Todos
vosotros sois como Yo”. Cuando nos miremos, diremos al Señor Jesús: “Todos somos como Tú, y Tú eres
como nosotros”. No habrá ninguna diferencia. Todos seremos como Cristo, y Cristo será idéntico a nosotros.
Cristo y nosotros, nosotros y Cristo, tendremos la misma imagen y la misma semejanza. Este era el propósito
de Dios al crear al hombre para expresarse a Sí mismo. En cierto sentido, la creación del hombre fue
completada, pero el proceso de transformación continúa. Estamos ahora bajo el proceso de transformación,
esperando Su regreso.

b) Con la semejanza exterior de Dios


El hombre fue creado no solamente a la imagen interior de Dios, sino también en Su semejanza exterior.
Todas las demás cosas de la creación concuerdan con “su propio género”. Sin embargo, el hombre no fue
creado conforme al género humano, sino a la semejanza de Dios. Así como la imagen alude al ser interior de
Dios, la semejanza debe de referirse a la forma externa de Dios.

La relación entre Dios y el hombre es un misterio. Por una parte, la Biblia dice que Dios es invisible; por
otra, afirma que aun antes de la encarnación de Jesús, El apareció varias veces como hombre en el Antiguo
Testamento. Varias veces Cristo apareció con cuerpo humano. Mientras Abraham estaba sentado a la
entrada de su tienda, vio que tres hombres venían (Gn. 18:2a). El Señor y dos ángeles se le aparecieron.
Abraham invitó a los tres hombres a su tienda y les sirvió una buena comida. Todos comieron con él. Dios
comió con Abraham, y ambos conversaron mucho. Esta es la razón por la cual a Abraham se le llamó amigo
de Dios (Jac. 2:23). Si leemos Génesis 18, veremos que el relato de ese pasaje trata de una comunión entre
amigos. Dios era amigo de Abraham. Después de cierto tiempo, el Señor despidió a los dos ángeles, y El
permaneció con Abraham. Este estuvo delante del Señor, como delante de un amigo (Gn. 18:16a, 22). Ese
era Cristo antes de Su encarnación.

La segunda vez que Cristo apareció en forma de hombre fue en el caso de Jacob en Peniel. Un hombre vino
para subyugar al fuerte Jacob (Gn. 32:24). De hecho, ¡era Dios quien estaba luchando con Jacob! Dios en
forma humana estaba luchando con Jacob. Jacob era muy fuerte y Dios no pudo subyugarlo hasta que le
tocó el muslo, y Jacob quedó cojo. Jacob le pidió que le declarara su nombre. Dios dijo que no le preguntara
Su nombre y que le dejara bendecirlo. Finalmente, Jacob se dio cuenta de que se había encontrado con Dios
cara a cara (Gn. 32:28-30). Peniel significa la faz de Dios. Dios apareció como hombre allí, como un hombre
verdadero. Si El no hubiera sido un hombre de verdad, ¿cómo habría podido luchar con Jacob?

En otra ocasión (Jos. 5) Dios apareció con cuerpo humano. En esa oportunidad Josué sentía la gran
responsabilidad de vencer a Jericó. Posiblemente era al día siguiente que el ejército de Dios saldría a
combatir contra Jericó, y Josué, su líder, sentía la carga de aquella batalla. Creo que él estaba considerando
la situación por la tarde cuando de repente vio a un hombre. Josué le preguntó: “¿Eres de los nuestros o de
nuestros enemigos?” El hombre dijo: “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora” (Jos.
5:13-14). El hombre dijo también a Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo”
(Jos. 5:15). En ese lugar estaba Dios.

Todos estos casos nos muestran que el Señor Jesús, antes de Su encarnación, apareció varias veces en la
forma corpórea de un hombre. Esto es realmente misterioso.

El pasto, las hierbas y los árboles no tienen ningún rostro. A partir de la vida animal, hemos visto que los
peces tienen rostro, pero no muy parecido al rostro humano. Luego vinieron las aves, el ganado y las bestias.
Más tarde vino el hombre, cuyo rostro es muy parecido al de Dios. Esto es un misterio. De todos modos, se
nos dijo claramente que fuimos hechos a la imagen de Dios. Esta es la razón por la cual tenemos sabiduría,
voluntad y emociones, tal como Dios, pero sin la realidad. Lo que tenemos es sólo las expresiones.
Necesitamos el contenido.

También tenemos una forma, la forma de la imagen, igual que una fotografía. Sin embargo, la fotografía
carece de realidad. Cuando el hombre fue creado con la forma de Dios y a Su imagen, no tenía la realidad de
Dios. Después de ser creado el hombre, seguía necesitando recibir a Dios. El hombre no tenía la realidad de
Dios ni Su vida, aunque sí tenía la forma y la imagen de Dios. El hombre fracasó. Entonces el Señor vino en
forma de hombre. El murió en esta forma y resucitó para elevar esta forma. Su muerte y resurrección nos
permiten recibirlo fácilmente. Hemos recibido y obtenido esta vida divina, y por dicha vida podemos tener
la realidad de Dios. La vida divina obra ahora en nosotros para transformar nuestra vida vacía en la forma
divina de realidad. En esto consiste la transformación. Finalmente seremos conformados a Su imagen. La
Biblia es la revelación de este misterio. Es muy importante, crucial y esencial que veamos la imagen de Dios
y Su forma, en las cuales y conforme a las cuales fuimos creados. Todos debemos ver cómo Cristo fue esa
imagen y cómo tomó forma de hombre para que lo recibiésemos a El como vida y realidad nuestras.
Finalmente seremos mezclados El y nosotros, y llegaremos a ser uno. Seremos Su apariencia y expresión; El
será nuestra realidad y contenido. El y nosotros seremos uno. El será como nosotros y nosotros seremos
como El. Entonces, expresaremos a Dios en todo el universo.

Ahora podemos ver por qué Dios creó los cielos y la tierra y por qué creó la vida humana. Este es el
significado y el centro del universo. Si no vemos eso, no podemos entender cuál es el significado del universo
ni para dónde vamos. Hoy en día, conocemos el significado del universo y sabemos dónde estamos y adónde
vamos. Estamos aquí para expresar a Dios, y salimos a Su encuentro para ser uno con El.

Cuando fuimos salvos, la vida divina que entró en nosotros era semejante al pasto. Creció hasta ser hierbas
y árboles. Después creció hasta llegar a un plano de vida más elevado: los peces, las aves, el ganado y las
fieras. Podemos expresar a Dios sólo cuando alcanzamos la cima de la vida creada. Necesitamos la vida
humana. Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7 nos revelan que de los nueve aspectos de la vida, descritos en
Génesis 1, sólo cuatro son representados en la presencia de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Estos
cuatro están en la presencia de Dios, y representan a todas las criaturas que se encuentran delante de El.
Ezequiel y Apocalipsis no mencionan el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, ni los reptiles. En la
eternidad no habrá mar y, por consiguiente, no habrá peces. Ciertamente no habrá animales que se
arrastren. Lo que estará representado en la presencia de Dios será el hombre, el ganado, el león y el águila.
Todos debemos crecer hasta llegar al plano de vida más elevado, es decir, al plano del ganado, el león y el
águila. Debemos seguir adelante a la madurez de vida, que está representada por la vida humana. Esta vida
es lo único que puede expresar a Dios. Esta vida es lo único que puede tener dominio por Dios. Esta es
nuestra meta. Debemos crecer cada vez más y pasar de la vida vegetal a la vida animal, y de la vida animal a
la vida humana.

PALABRA ADICIONAL
Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis, particularmente en el
capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del
primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en
los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos.
Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna
otra fuente de luz. Dios mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se
desarrolló plenamente en Apocalipsis 22.

Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”. La
imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra
“imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera
tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el que se sienta en el trono es
semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén,
estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde
todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios.
Esta es la expresión de la imagen de Dios.

Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres vivientes
de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro rostros; el rostro
frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de león, y el rostro lateral
izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis,
veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro seres tiene un solo rostro. El primero no es de
hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y
un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un
becerro, y en Apocalipsis el becerro debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante,
la Biblia menciona primero el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que
nosotros los cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos.

En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar el águila.
El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis. Esta es la razón: el
orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro evangelios. En Mateo
tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es decir, el becerro. En Lucas tenemos
al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad,
los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que
tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación
de la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo.
Pero observe la diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios.
En Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una mejoría,
pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la apariencia de los cuatro
seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto significa que los cuatro seres vivientes
de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son,
pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es. Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como
esclavo, como hombre y como Dios mismo. Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una
expresión en Su creación. Así que en este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan
todas las clases de vida en todos los niveles, para expresar a Cristo.

Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los animales
que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra.
Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz es Cristo,
y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas
son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles
son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000
personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y
se olvidan de los dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo
que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo 19:4
revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El
liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v.
37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas, pero vosotros no queréis
venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león
(Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la
mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es
todo.

Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como las hierbas
y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está
calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe
avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves. Entonces empieza a estar calificado
para expresar a Cristo.

La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono de Dios.
Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas
delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los
árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y el hombre.

Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas para
expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni
los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a su suerte
por la eternidad. Van al lago de fuego.

Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la
apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su rostro.
Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro,
pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un cuello más largo para que
nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y
de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con
el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible.
¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.

En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve a la gente
como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio como el león. El es
un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la vida humana para expresar
a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del águila. Cuando tenemos estas cuatro
podemos expresar plenamente a Cristo.

Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado un gran
desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que
finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo.
Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es como jaspe, igual que la
apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SIETE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(4)
EL PROPOSITO
Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida humana es la vida creada más
elevada. Nunca debemos olvidar las nueve entidades vivas mencionadas en Génesis 1: el pasto, las hierbas,
los árboles, los peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se arrastran, y el hombre. El hombre
es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1, cuando Dios llegó al momento de crear al hombre,
tuvo un concilio. Este concilio celebrado en la Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto
es bastante significativo. Eran necesarias las tres Personas de la Deidad para crear al hombre. Los demás
libros de la Biblia desarrollan el tema de la obra que llevó a cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo: “Señoreen” (heb.).
Dios no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo singular, pero señoreen está
en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...” ¿Había un solo Dios o varios dioses? ¿Había
un solo hombre o varios hombres? Nuestro Dios es único, pero es triuno. El hombre es uno, pero es
corporativo. ¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis 1:26. Dios dijo: “hagamos” y “señoreen”. La
palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno; el verbo “señoreen” revela que el único hombre es
corporativo. El Dios Triuno creó un hombre corporativo.

2) Obtener al hombre
para que ejerza el dominio de Dios
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un hombre corporativo para
que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo “señorear” incluye más que autoridad. Señorear significa
tener autoridad para gobernar y establecer un reino y también significa tener un reino como esfera en la cual
ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual gobernar, no tengo ningún señorío,
ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el hombre...” Al hombre se le dio dominio sobre todas las cosas.
Recuerde las palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en su Biblia.

Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis 1. Debemos considerar un
poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen es una expresión. Dios creó al hombre a Su imagen
con la intención de que el hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser expresado. El necesita una
expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y
recibió autoridad para representar a Dios y señorear. Somos la expresión de Dios y somos Sus
representantes. Los jóvenes deben asirse particularmente de estas dos palabras con estas dos revelaciones
fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al restaurar y formar Su creación adicional era doble:
obtener al hombre corporativo para que lo expresara y para que ejerciera Su señorío.

a) La esfera:
Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con esta esfera:

(1) Sobre todo lo que hay en los mares


El hombre debe señorear sobre los mares. Los mares son la morada de los demonios (Mt. 8:32; 12:43). Por
tanto, la esfera del señorío de Dios debe incluir los mares.

(2) Sobre todos los seres del aire


El hombre debe señorear sobre todos los seres que vuelan por el aire, donde están Satanás y sus ángeles (Ef.
2:2; 6:12). Existen potestades malignas en los aires con Satanás como cabeza. Efesios 2:2 describe a Satanás
como príncipe de las potestades del aire.

(3) Sobre todo lo que hay sobre la tierra


El hombre debe señorear sobre todo lo que hay en la tierra, el campo de las actividades de Satanás. Satanás
está muy activo en la tierra (Lc. 4:5-6). Así que aquí en Génesis 1:26 dice específicamente que el hombre
debe señorear “en toda la tierra”. La tierra fue usurpada por Satanás. Por consiguiente, debe ser gobernada
por el hombre, el representante de Dios.

Recuerde que la esfera del dominio que Dios confió al hombre incluye tres secciones: los mares, la morada
de los demonios; el aire, el lugar donde están Satanás y sus ángeles; y la tierra, el campo de actividades de
Satanás.
Cuando el Señor Jesús estuvo sobre esta tierra, tuvo que vencer a Satanás, a los ángeles caídos o a los
demonios por dondequiera que iba. Esta fue la razón por la cual el Señor Jesús reprendió el viento y las olas
durante una tempestad. El viento procedía de los ángeles caídos que estaban en el aire, y las olas venían de
los demonios que estaban en el agua. El Señor dijo al viento: “¡Calla!” y a las olas “¡Aquietaos!” En seguida
el viento cesó y las olas se calmaron. Los ángeles caídos y los demonios fueron sometidos y dominados por
el Señor Jesús. Si sabemos cómo leer la Biblia, veremos que en los cuatro evangelios, el Señor Jesús ejerció
la autoridad de Dios sobre los mares, el aire y la tierra. Esta es la esfera del dominio que Dios confió al
hombre.

b) La intención:
El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era la intención de Dios al dar
señorío al hombre?

(1) Vencer al enemigo de Dios


El primer aspecto de la intención de Dios es vencer a Su enemigo, Satanás, tipificado por los seres que se
arrastran (Gn. 1:26). En la Biblia lo que se arrastra es demoníaco, diabólico y satánico. En el último mensaje,
destacamos el hecho de que sólo los cuatro seres vivientes, los cuales representan a toda la creación, están
presentes delante del trono de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Los seres que se arrastran como
las serpientes o los escorpiones no están representados delante de Dios. En la Biblia, Satanás es tipificado
por la serpiente (Gn. 3:1). En Apocalipsis 12:9, Satanás es llamado “la serpiente antigua”. El se ha envejecido
desde que apareció por primera vez en Génesis 3.

En la creación original, Dios tenía un solo propósito: expresarse a Sí mismo. Pero debido a la rebelión de
Satanás, Dios tiene ahora otro propósito: vencer a Su enemigo. Cuando Dios creó al hombre, tenía estos dos
propósitos. Por consiguiente, El creó al hombre a Su propia imagen para que lo expresara, y le dio señorío
para que venciera a Su enemigo. Ambas cosas se deben cumplir. Necesitamos la imagen de Dios para poder
expresarle, y necesitamos Su señorío para someter al enemigo.

Debemos expresar a Dios y vencer a Satanás en nuestra vida de familia. Muchas veces cuando el esposo llega
a casa, la esposa no expresa a Dios, sino a la serpiente. La cara de la esposa tiene la apariencia de una
serpiente insidiosa. A menudo el marido también expresa a la serpiente. He aprendido eso por experiencia.
A veces, cuando vi a Satanás expresado en los miembros de mi familia, no dije ni una sola palabra. Iba a mi
cuarto, me arrodillaba y oraba: “Señor, ata a la serpiente”. Muchas veces me di cuenta de que yo mismo
expresaba a la serpiente. Corría de nuevo a orar: “Oh Señor, perdóname. Ata a la serpiente”. En muchas
ocasiones, no se ejerce la autoridad divina de Dios, sino que se expresa el poder maligno de Satanás. Hace
poco, me enteré de que muchos hermanos jóvenes viven en casas de hermanos solteros. No obstante, me
temo que aun en dicha casa exista la posibilidad de que se exprese la imagen de Satanás, y no la de Dios, de
que se ejerza el poder maligno y no la autoridad de Dios. Todos debemos entender que ahora Dios quiere
llevar a cabo esta doble meta: expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo. En realidad, no es el esposo de
usted el que se enoja, sino la serpiente. No es su esposa la que dice algo para provocarlo, sino la serpiente.
No se enoje con su esposo y no se enfade con su esposa. No es culpa de su cónyuge. Debemos vencer a la
serpiente que está detrás de nuestro cónyuge. Intercambiar ofensas nunca vencerá a Satanás. Cuanto más
alegamos, más terreno gana Satanás. La única manera de vencer a Satanás es arrodillarnos, orar, invocar el
nombre de Jesús, y pedir que El ate a la serpiente.

(2) Recobrar la tierra


El segundo aspecto de la intención de Dios al dar señorío al hombre es recobrar la tierra (Gn. 1:26-28). El
hombre ha de señorear sobre la tierra, sojuzgarla y conquistarla. Puesto que es necesario conquistar la tierra,
queda implícito que el enemigo ya está allí, que se libra una guerra. Por consiguiente, debemos luchar y
conquistar.

Los jóvenes que se están preparando para casarse deben entender que el matrimonio es una batalla. Muchos
de nosotros sabemos eso por experiencia. Aun cuando estábamos en nuestra luna de miel, estábamos en el
campo de batalla, peleando con nuestro cónyuge. Si no luchábamos exteriormente, lo hacíamos
interiormente. Cada área de la vida, la vida escolar, el trabajo y la vida familiar, constituye un campo de
batalla. El enemigo nunca duerme. El está alerta todo el día, no sólo en la vida de familia, sino también en
la vida de iglesia. Aun en la vida de iglesia, Satanás y todos sus mensajeros están ocupados. En la tierra se
está librando una guerra. La intención de Dios es recobrar la tierra.

Satanás usurpó y sigue usurpando a la tierra. Mire la sociedad actual. Mire cómo el enemigo sigue usurpando
toda la tierra.

Dios desea recobrar la tierra. La tierra se ha convertido en un lugar crítico, un lugar que Satanás desea
conservar en su poder y que Dios quiere recuperar. La batalla se libra por la tierra. El que obtenga la tierra
será el ganador. Si Satanás puede conservar la tierra en su mano, tendrá la victoria. Si Dios la puede
recuperar, obtendrá la victoria. El Señor Jesús no ha regresado porque la tierra todavía se encuentra bajo la
usurpación de Satanás. Esta es la razón por la cual Dios necesita la iglesia. La iglesia debe pelear la batalla
para recobrar la tierra, si no toda la tierra, por lo menos algunos lugares donde el Señor Jesús pueda poner
Sus pies, algunos frentes de ataque donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies. La tierra es un lugar crucial.

Este punto quedó plenamente demostrado en el salmo 8. Este salmo empieza con las palabras: “¡Oh Jehová,
Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra!” También termina de esta manera. Sin lugar
a dudas, el nombre del Señor es admirable en los cielos, pero en cierto sentido, el nombre del Señor no es
admirable en esta tierra. Su nombre no es excelente entre tantas personas caídas. Debemos orar:
“Santificado sea Tu nombre” (Mt. 6:9). El nombre del Señor debe ser santificado sobre esta tierra. El
problema no está en los cielos, sino aquí en la tierra.

Dios desea que Su reino venga a esta tierra y que Su voluntad se cumpla en la tierra (Mt. 6:10). Ahora
podemos entender la oración que el Señor Jesús estableció. El dijo: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu
reino”. Indudablemente esto se refiere a venir de los cielos a la tierra. La oración continúa: “Hágase Tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La voluntad de Dios se cumple ahora en los cielos; sin
embargo, en esta tierra existen muchos obstáculos que impiden que se cumpla. Debemos orar: “Santificado
sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Debemos
pelear para recobrar la tierra.

En el milenio la tierra será el reino de Dios. Eso se revela en Apocalipsis 11:15. Cuando el Señor Jesús venga
a inaugurar el milenio, toda la tierra se convertirá en el reino de Dios. Entonces Dios recuperará la tierra.

En la eternidad la morada de Dios bajará de los cielos a la tierra nueva (Ap. 21:1-2). Muchos cristianos
sueñan con ir al cielo. Es un buen sueño e indudablemente todos nosotros estaremos allí. Sin embargo, Dios
desea descender a la tierra. Nos gustan los cielos, pero a Dios le agrada la tierra. Nosotros estamos subiendo,
y El está bajando. ¡Aleluya! Déjenme decirles la verdad: cuando vayamos al cielo, el Señor dirá: “Hijos Míos,
descendamos; bajemos para señorear en la tierra”. En la eternidad los cielos no serán la morada de Dios. La
morada de Dios será la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra nueva. Esto
demuestra que Dios desea poseer la tierra.

Satanás, el usurpador, no sólo será derribado de los aires, sino que también será expulsado de la tierra.
Según Apocalipsis 12:9, Satanás primero será derribado del aire y echado a la tierra, y después será atado y
expulsado de la tierra y echado en el abismo (Ap. 20:2-3). No habrá más contaminación espiritual.
Tendremos aire fresco, y la tierra estará limpia de toda corrupción. Esto se producirá durante el milenio. Al
final del milenio, Satanás será echado en el lago de fuego (Ap. 20:10). Después del milenio, tendremos la
eternidad, donde estará la morada eterna de Dios en la tierra nueva. Dios desea poseer la tierra.

(3) Traer la autoridad de Dios


El tercer aspecto de la intención de Dios al dar el señorío al hombre es traer Su autoridad para que se ejerza
en la tierra. El hombre debe ejercer la autoridad de Dios para que el reino de Dios venga a la tierra, a fin de
que en la tierra se cumpla la voluntad de Dios, y la gloria de Dios se manifieste. Todo eso ocurrirá en la tierra.
Dios nunca estará satisfecho con un reino solamente en los cielos. Tampoco le complacerá ver que Su
voluntad se cumpla solamente en los cielos, ni ver Su gloria expresada solamente en los cielos. El desea que
todas estas cosas sucedan en la tierra. Esta es la responsabilidad de la iglesia hoy. En la iglesia tenemos el
reino de Dios. En la iglesia se cumple la voluntad de Dios. En la iglesia se expresa la gloria de Dios. ¡Aleluya!
Tenemos un anticipo. Ahora podemos ver por qué Dios dio señorío al hombre sobre todo lo que está en los
mares, en el aire y en la tierra. La intención de Dios es eliminar al enemigo, recobrar la tierra y manifestar
Su gloria.

(4) El cumplimiento
¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta intención. Satanás sabe eso
mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que inmediatamente después de la creación del hombre,
Satanás se infiltró a fin de destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito. El hombre cayó. Sin
embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para entrar en el hombre y hacerse uno
con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no
cumplió el propósito de Dios, pero el segundo hombre sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el
segundo hombre también lo es. Adán era la cabeza del primer hombre corporativo, y Cristo es la cabeza del
segundo hombre. El propósito de Dios es cumplido por el segundo hombre.

(a) Con Cristo:


El cumplimiento del propósito de Dios al dar señorío al hombre empezó con Cristo.

aa. Cuando vino Cristo, llegó el reino de Dios


En el Nuevo Testamento, la predicación empieza de una manera particular, de una manera opuesta a
nuestros conceptos. Dice: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Las palabras
“se ha acercado” significa “ha venido”. Cuando Cristo vino, llegó el reino de Dios. Cristo trajo el reino. Ese
pequeño hombre llamado Jesús era el reino de Dios. Muchos cristianos piensan que el reino no llegó cuando
Jesús vino. Tienen la idea de que el reino fue suspendido y la edad de la iglesia empezó cuando el pueblo
judío rechazó a Jesús y al reino. Creen que la iglesia no es el reino, que después de la edad de la iglesia, el
reino será establecido con el regreso de Jesús. En la Biblia hay cierta base para afirmar esto y en cierto
sentido está correcto, pero sólo parcialmente. Romanos 14:17 nos dice que la iglesia actual es el reino. La
vida de iglesia es el reino. En cierto sentido, el pueblo judío rechazó el reino. En otro sentido, el Señor
estableció el reino al establecer la iglesia. Nunca podemos separar la iglesia del reino. En Mateo 16:18 el
Señor Jesús dijo a Pedro: “Pedro, tú eres una piedra, y sobre Mí mismo, la roca, edificaré Mi iglesia. Las
puertas del Hades no prevalecerán contra esta iglesia”. Inmediatamente después de eso (v. 19), el Señor
Jesús dijo: “A ti te daré las llaves del reino”. En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, Pedro estableció
la iglesia al usar las llaves del reino que abrieron la puerta a los judíos y a los gentiles para que entraran en
el reino. Por tanto, cuando la iglesia empezó, allí estaba el reino. La iglesia es el reino. Indudablemente el
reino se manifestará plenamente en el futuro. Sin embargo, la realidad del reino está aquí ahora. Esta es la
vida de iglesia.

bb. Cristo echó fuera demonios


para introducir el reino de Dios
Los cuatro evangelios nos muestran que Jesús encontraba demonios adondequiera que iba. El nunca pudo
tolerar demonios y los echaba inmediatamente. En Mateo 12:28 Jesús nos dice que el hecho de que El echara
demonios correspondía a la venida del reino. Eso era el dominio de Dios. Adán fracasó y no introdujo el
reino, pero cuando Jesús vino, El introdujo el reino echando demonios. Echar demonios equivale a traer el
reino de Dios.

cc. Cristo dio a Sus discípulos


autoridad sobre el poder del enemigo
Cristo dio también a Sus discípulos autoridad sobre todo poder de Satanás. En Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: “Os
doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo”. Las serpientes y los escorpiones
están en plural, lo cual indica que son muchos. En el versículo 18 del mismo capítulo vemos a Satanás. En el versículo
20 vemos los espíritus, es decir los demonios. Las “serpientes” representan el poder satánico, y los “escorpiones”
representan el poder demoníaco. Satanás, las serpientes y los escorpiones tienen poder, pero nosotros tenemos
autoridad. Nuestra autoridad supera su poder. Hay muchos potentes automóviles en las calles. No obstante, cualquier
policía, aun el más pequeño, tiene autoridad sobre ellos. Cuando él dice: “¡Alto!”, ellos se detienen. Los automóviles
tienen poder, pero el policía tiene autoridad. Satanás y sus demonios tienen poder, pero nosotros somos los policías de
Dios. Debemos dar a Satanás el mandamiento: “¡Detente!” Cuando Jesús dio a Sus discípulos esta autoridad y ellos la
usaron para expulsar demonios, se entusiasmaron. No obstante, el Señor Jesús les dijo: “No os regocijéis de esto ...
regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Cuando Jesús vino, llegó el reino. Cuando Jesús echó
fuera demonios, trajo el reino de Dios. Además, Jesús hizo eso mediante Sus discípulos. El les dio autoridad para echar
demonios, y ellos lo hicieron.

dd. Cristo recibió toda autoridad


Cristo, después de la resurrección, recibió toda la autoridad en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18). Como el Señor
Dios, El tenía autoridad antes de Su resurrección. Como el hombre llamado Jesús de Nazaret, se le comisionó toda la
autoridad en los cielos y en la tierra después de Su resurrección. Jesús es el verdadero Adán. A El se le confió el
dominio de Dios.

(b) Con la iglesia, que incluye a los santos:


aa. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia
El cumplimiento de la intención de Dios al dar dominio al hombre, tiene que ver con Cristo como Cabeza y con la
iglesia, la cual incluye a todos los santos, el Cuerpo. El cumplimiento de la intención de Dios no está solamente
relacionado con la Cabeza, sino también con el Cuerpo. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia (Mt.
16:18). La Biblia no dice que las puertas del Hades (las cuales representan el poder de Satanás) no prevalecerán contra
los santos; mas prevalecerán contra ellos si están separados o son individualistas. Usted debe ser edificado, hecho parte
de la iglesia. El Cuerpo edificado con Cristo nunca puede ser vencido por Satanás. Satanás nunca puede prevalecer
contra la iglesia edificada.

bb. Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo


Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo (Mt. 16:19; 18:18). En Mateo 16:19 se habló a Pedro; en Mateo
18:18 se habla a cada creyente. La Iglesia Católica asevera que Pedro tenía la autoridad de representar a Cristo. Se
basan en Mateo 16:19. No obstante, debemos decirles que también tenemos Mateo 18:18. Pedro no fue el único en
recibir la autoridad de atar y desatar, también nosotros la hemos recibido. A todos los creyentes se les dio la autoridad
de atar y desatar. Hoy en día, la iglesia, constituida de todos los santos, tiene la autoridad de atar y desatar. A menudo,
no deberíamos orar solamente, sino atar y desatar.

cc. Dios aplastará a Satanás


bajo los pies de los santos
En Romanos 16:20 dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Pablo dijo: “en breve”. No
sé que pensaba Pablo cuando dijo eso hace diecinueve siglos. Nos puede parecer que ha transcurrido mucho tiempo
desde aquel entonces. Sin embargo, nosotros creemos que no ha pasado tanto tiempo. Dentro de poco, Satanás será
aplastado. El verbo “aplastar” no significa solamente golpear o quebrantar, sino también someter. Satanás debe estar
debajo de nuestros pies. En nuestra vida de familia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida matrimonial,
Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida de iglesia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. Tenemos
que decirle: “Satanás, tú debes estar debajo de nuestros pies”. Aquí y ahora Satanás debe estar debajo de nuestros pies.

dd. Los santos deben luchar contra el enemigo


En 2 Corintios 10:3-5 y Efesios 6:11-13 se nos exhorta a luchar contra el enemigo. No sólo peleamos, sino que
luchamos. Luchar es más difícil que pelear. Debemos luchar contra las potestades malignas de los aires.

ee. Los santos vencedores


tendrán autoridad sobre las naciones
Los santos vencedores tendrán autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26-27) y en el milenio serán reyes que regirán con
Cristo en toda la tierra (Ap. 20:4, 6). Para entonces, Dios señoreará plenamente en esta tierra. Este será el cumplimiento
de lo que El deseaba conseguir en Génesis 1.

ff. Todos los santos reinarán por la eternidad


Finalmente todos los santos regirán como reyes sobre la tierra por la eternidad en la Nueva Jerusalén. En ese tiempo,
Satanás, los ángeles malignos del aire, y el mar con todos los demonios serán echados en el lago de fuego (Ap. 20:10,
13-14; Mt. 25:41). Toda la contaminación desaparecerá. El aire, el agua y la tierra fueron contaminados. Cuando llegue
la eternidad, desaparecerá toda contaminación. Todo estará limpio, y el señorío de Dios prevalecerá allí. Se ejercerá la
autoridad de Dios en la tierra. En esa esfera, la imagen de Dios se expresará plenamente y Su gloria se manifestará
totalmente. Ese será el reino eterno, el dominio de Dios.
Génesis 1 es un vivero. Todas las semillas de la verdad fueron sembradas allí. Vimos que la palabra “luz” fue sembrada
en Génesis 1 y desarrollada en toda la Biblia hasta llegar a Apocalipsis 22, donde ya no se necesitan el sol, la luna ni
luminar alguno. Dios mismo es la luz. Del mismo modo, la palabra “imagen” aparece por primera vez en Génesis 1 y
se desarrolla en toda la Biblia hasta que vemos la Nueva Jerusalén llevar la imagen de Dios y expresarle. Según el
mismo principio, la palabra “señorío” también necesita la explicación de toda la Biblia. Pasamos de la palabra
“señorear” en Génesis 1 a Apocalipsis 22:5, donde vemos que todos los santos reinarán con Dios por la eternidad. Ese
será el cumplimiento final del señorío de Dios.

El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió el dominio de Dios para representarle y vencer a
Su enemigo. Hoy en día, la iglesia es la parte más importante del segundo hombre. La responsabilidad y el deber de la
iglesia son, por un lado, expresar a Dios y, por otro, vencer al enemigo de Dios. Este es nuestro deber. Debemos asumir
esta responsabilidad.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE OCHO
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(5)
LA MAXIMA CONSUMACION
d. La máxima consumación
En este mensaje llegamos a la máxima consumación, al punto culminante de Génesis 1. Debemos recordar
varios pasos en el proceso de restauración y creación adicional que Dios llevó a cabo. El Espíritu se cernía
sobre las tinieblas y la muerte. La luz vino, y creó una separación entre la luz y las tinieblas. Dios hizo la
expansión para separar las cosas de arriba de las cosas de abajo. Luego Dios llamó a la tierra seca a salir de
las aguas de muerte. En la tierra seca se generó la vida vegetal. Después de la vida vegetal, se produjeron las
lumbreras del cuarto día y resplandecieron sobre la tierra. Luego vino la vida de los peces, la vida de las aves,
del ganado, de las bestias y de todo lo que se arrastra. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre es el
punto culminante de la creación de Dios porque lleva la imagen de Dios. Esto no es algo insignificante.

1) Dios fue expresado y representado


El hombre es la expresión de Dios porque lleva la imagen de Dios. El tiene también el señorío de Dios. Al
hombre le fue confiado el señorío sobre los mares, sobre el aire, sobre la tierra y, particularmente, sobre
todo lo que se arrastra. El hombre tiene poder, autoridad y señorío porque es semejante a Dios. El hombre
lleva la imagen de Dios; por tanto, tiene autoridad. El punto culminante en la creación de Dios es el hombre,
el cual lleva la imagen de Dios y lo representa con Su autoridad sobre todas las cosas.

Cuando el hombre mira a Dios y Dios mira al hombre, ven que se parecen. Si tomo una fotografía de usted,
usted se parecerá a la foto, y la foto se parecerá a usted. Del mismo modo, Dios puede decir: “Hombre, te
pareces mucho a Mí”. El hombre contestará: “Dios, Tú te pareces mucho a mí. Tú y yo somos muy parecidos”.
Asimismo, cuando el hombre viene de la presencia de Dios, él gobierna todas las cosas creadas y tiene
potestad para gobernar. Esto es tener señorío, esto es el reino.

En el capítulo 1 de Génesis, las dos palabras clave son imagen y señorío. Usted puede olvidarse de lo que se
arrastra y de los peces, pero no olvide al hombre con la imagen y el señorío. El hombre no fue hecho a la
imagen de una serpiente ni de un escorpión, sino a la imagen de Dios. Este es el punto culminante: el hombre
lleva la imagen de Dios y ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío.

La imagen y el señorío fueron sembrados como dos semillas en Génesis 1. No obstante, estas dos semillas
requieren toda la Biblia para crecer y desarrollarse. La cosecha, o sea la plena madurez, se encuentra en
Apocalipsis 21 y 22. Toda la Nueva Jerusalén expresa a Dios, expresa el semblante de Dios. La Nueva
Jerusalén también ejerce la autoridad de Dios para mantener el señorío de Dios por la eternidad. Ahora
ambas semillas van creciendo dentro de usted y dentro de mí. La imagen de Dios y la autoridad de Dios
crecen continuamente dentro de nosotros.
Considere el caso de una pareja recién casada. El marido ama a la esposa, y la esposa ama al marido. Aunque
ella ama al marido, dice dentro de sí: “Aunque te amo, no eres más que un joven travieso”. Doctrinalmente
es correcto decir a la esposa que su marido es su cabeza. No obstante, la esposa pensará: “Sé que mi marido
es mi cabeza, pero en realidad él es un joven malcriado. Me cuesta trabajo respetarlo”. Un día el marido es
salvo, y la vida divina entra en él. Esta es la semilla, y la semilla crece en este joven día tras día, mes tras
mes. Es probable que después de dieciocho meses, la esposa mire a su marido y diga: “Indudablemente debo
respetarle. Antes él no era más que un joven malcriado. Pero ¡mírenlo ahora! Es bien serio. No es tan
descuidado. Ahora tiene sobriedad”. No es necesario que el esposo imponga la autoridad y diga: “Debes
saber que ahora soy un esposo cristiano. Debes someterte a mí”. El marido no necesita decir eso. Cada vez
que la esposa lo mire, se dará cuenta de que las palabras del esposo tienen peso, que hay algo precioso y
valioso en él. Ella lo respetará espontáneamente. Anteriormente ella discutía. Ahora ella lo respeta y lo
honra, y considera todo lo que dice porque ahora él lleva la imagen de Dios, y de esta imagen viene la
autoridad divina. Este es el señorío.

Muchas personas han leído el libro de Watchman Nee Autoridad espiritual. Usan ese libro únicamente de
esta manera: “Nosotros somos los ancianos de la iglesia. Somos los líderes de un grupo de cristianos. Somos
la autoridad de Dios”. Si ustedes dicen eso, ya no tienen la autoridad de Dios. No llevan la imagen de Dios.
Cuando el Señor Jesús vino, nunca tuvo una actitud autoritaria hacia la gente ni le pidió que se sometiera a
El. Jamás hizo semejante cosa. Pero mientras estuvo en esta tierra, llevaba la imagen de Dios. También tenía
la autoridad de Dios. La autoridad siempre procede de llevar la imagen de Dios.

La máxima consumación consiste en que Dios es expresado y representado. No existe nada superior a eso.
Cuando Dios es expresado y representado, ése es el punto culminante.

El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarlo a El. Esto es un asunto de vida. El propósito de la
vida y la imagen es expresar a Dios. Dios le dio al hombre señorío sobre todas las cosas para que lo
representara. Este es un asunto de autoridad. Si usted desea representar a Dios con autoridad, debe expresar
a Dios en vida. Todo el relato bíblico constituye una sola narración, la historia de los santos que expresaron
a Dios y lo representaron. Ahora vamos a considerar dieciocho casos que se extienden a lo largo del Antiguo
Testamento y del Nuevo.

a) El caso de Abraham:
Empezamos con Abraham. Esto no significa que antes de Abraham no hubiese ningún hombre que expresara
a Dios. Hubo por lo menos tres hombres notables: Abel, Enoc y Noé. No obstante, si leemos su historia, no
encontramos ningún relato en el cual sometieran al enemigo o hubiesen vencido algo. Antes de Abraham no
hay ningún relato de alguien que hubiese sometido al enemigo. Abraham construyó un altar para tener
contacto con Dios (Gn. 12:7). Cuanto más contacto tenga usted con Dios, más llevará la imagen de El. Cuanto
más mire a Dios, más se parecerá a El. Construir un altar para acercarse a Dios significa ser transformado
cada vez más a Su imagen. Abraham no construyó una torre. Los habitantes de Babel no construyeron un
altar para tener contacto con Dios; construyeron una torre para hacerse un nombre (Gn. 11:4). Esto se llama
orgullo. No obstante, Abraham fue llamado a salir de ese entorno; él construyó un pequeño altar y allí tuvo
contacto con Dios. Cuanto más tocaba a Dios, más se parecía a Dios. La Biblia nos dice que finalmente Dios
llegó a ser amigo de Abraham y que Abraham fue llamado el amigo de Dios (Jac. 2:23). Si usted lee Génesis
18, verá que Dios no se presentó a Abraham como el Creador ni como el Todopoderoso; se presentó a él
como un amigo. Dios y Abraham tuvieron comunión como dos amigos que conversaban. En aquel tiempo,
Abraham se parecía cada vez más a Dios. Por tanto, leemos que Abraham venció a los enemigos (Gn. 14:17).

b) El caso de José:
José fue la última persona cuya historia leemos en Génesis. El llevó una vida santa y victoriosa (Gn. 39:11-
12). Llevó una vida que se parecía mucho a Dios. Dios era santo; José era santo. Dios era victorioso; José era
victorioso. José llevaba la imagen de Dios. El fue un hombre que cumplió la intención de Dios. La historia
de José es la historia de una vida santa y victoriosa, una vida que finalmente llegó a ser la autoridad
gobernante. José regía sobre todo Egipto (Gn. 41:39-45). En el capítulo uno de Génesis, vemos a un hombre
hecho por Dios a Su imagen y al cual se le comisionó el señorío de Dios. En los últimos capítulos de Génesis,
también vemos a un hombre que realmente expresaba a Dios y lo representaba, y gobernaba sobre toda la
tierra.
c) El caso de Moisés:
Moisés no fue un gran político. Fue un hombre que se mantuvo en contacto con Dios. Después de tener
contacto con Dios, su rostro brillaba con la gloria divina (Ex. 34:29-30). Cuando el rostro de Moisés
resplandecía con la gloria de Dios, él llevaba la imagen de Dios. Por tanto, Moisés se convirtió en un hombre
de autoridad. El tenía la autoridad de gobernar sobre toda la casa de Israel (He. 3:2, 5). También tenía la
autoridad de vencer al enemigo (Ex. 14:30-31). No peleó la batalla con ametralladoras ni bombas atómicas,
sino con una pequeña vara. Esta vara no sólo representaba el poder, sino también la autoridad. Moisés usó
esa vara y dijo al mar Rojo: “Abre el camino”, y se separaron las aguas. Esto era autoridad. Moisés era un
hombre que llevaba la imagen de Dios y representaba a Dios con la autoridad divina.

d) El caso de Israel con el tabernáculo:


Después de Moisés, tenemos al pueblo de Israel. Israel era un pueblo llamado a ser un reino de sacerdotes
(Ex. 19:6). Israel no fue llamado a ser un reino de reyes, sino un reino de sacerdotes. El sacerdocio está
estrechamente relacionado con la imagen de Dios. El reinado está relacionado con la autoridad de Dios.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, vemos estos dos oficios: el sacerdocio y el reinado. El
sacerdocio sirve para que tengamos contacto con Dios y para que llevemos la imagen de Dios; el reinado
sirve para que representemos a Dios y ejerzamos Su autoridad. Más adelante veremos que los cristianos
fueron llamados a ser sacerdotes y reyes. El destino del reino de Israel consistía en ser un reino de
sacerdotes. Debían relacionarse con Dios hasta que, como Moisés, sus rostros brillaran con la gloria de Dios.
No se fije en el lado negativo del pueblo de Israel. Mire el lado positivo. En cuanto al arca del tabernáculo,
los israelitas fueron los sacerdotes que vencieron a Jericó (Jos. 6:1-21). Si usted vuelve a leer Josué 6, se dará
cuenta de que la nación de Israel no peleó la batalla con espadas ni con lanzas. Día tras día, ellos llevaban el
testimonio y hacían sonar los cuernos de carneros. Luego gritaron, lo cual significa que alabaron a Dios. Y
Jericó cayó. No pelearon la batalla como soldados ni como guerreros. Pelearon la batalla como sacerdotes.
Mientras usted es sacerdote, está calificado para vencer al enemigo.

Esposas, ¿por qué pierden ustedes la guerra en su vida de familia? Porque no tienen el rostro de un
sacerdote. Quizás tengan el rostro de un escorpión o de una tortuga o de una serpiente. Si no expresan el
rostro de un sacerdote, ya han perdido la guerra. Maridos, nosotros somos la cabeza, pero ¿qué clase de
cabeza somos: la cabeza de un escorpión? El marido que tiene una cabeza de escorpión nunca podrá ser una
cabeza apropiada. Usted debe tener una cabeza con rostro de sacerdote, en el que resplandezca la gloria de
Dios. Si tenemos el rostro de un sacerdote, ganaremos la victoria en nuestra familia. Quisiera hacerles una
pregunta a los hermanos que viven en la casa de los hermanos solteros. ¿Qué clase de rostro tienen ustedes?
¿Tienen el rostro de un sacerdote que refleja la gloria del Señor o el rostro de un ratón? Debemos ser
sacerdotes. Entonces someteremos todo lo que nos rodea. Mientras usted tiene rostro de sacerdote, tiene
autoridad. Jericó será sometida.

e) El caso de Aarón con la vara que floreció:


El caso de Aarón es muy interesante. Aunque la intención de Dios era hacer de toda la nación de Israel un
reino de sacerdotes, la nación le falló a Dios. Por tanto, de toda la nación Dios llamó una sola tribu, los
levitas, a ser una tribu de sacerdotes. La cabeza de esa tribu era la casa de Aarón. En cierto tiempo, el pueblo
de Israel murmuró y se rebeló en contra de Aarón, diciendo: “¿Está Dios solamente contigo y no con
nosotros?” Entonces Dios pidió que cada una de las doce tribus trajera una vara con el nombre de la tribu
escrita en ella. La vara representa la autoridad. La vara de Aarón fue la única vara que reverdeció (Nm. 17:2-
10). Echó almendras. En Palestina, lo primero que florece en la primavera es el almendro. En tipología, las
flores del almendro representan la vida de resurrección. Después del invierno, lo primero que florece es el
almendro; ésta es la vida de resurrección. La vara de Aarón era un pedazo de madera muerta. De la noche a
la mañana, este pedazo de madera muerta floreció. Se convirtió en una vara floreciente, donde brotaron
almendras, y no manzanas ni uvas. Esto significa que sobrevivió con la vida de resurrección. Donde hay vida,
hay autoridad. Donde hay vida divina, hay autoridad divina. Donde está la vida, está la imagen, y la imagen
trae el señorío. Por consiguiente, Aarón tenía la vida de resurrección que expresa a Dios. Por tanto, Aarón
tenía la autoridad de representar a Dios.

Ancianos de las iglesias locales, líderes de todos los grupos de servicio, hermanas que llevan el liderazgo,
tengan muy presente: para ser un líder en las iglesias entre el pueblo de Dios, ustedes deben reverdecer.
Deben florecer con la vida de resurrección. Todos somos únicamente pedazos de madera muerta. La
autoridad de esta vara de madera muerta depende del florecimiento de la vida de resurrección de esa madera
muerta. Si usted tiene la intención de ser un líder en un servicio determinado, esperaremos para ver si la
madera muerta se pudre o reverdece. Si retoña con la vida de resurrección, demostrará que la autoridad está
allí. Ya no es un pedazo de madera muerta, sino una vara de autoridad.

f) El caso de Josué y Caleb:


Vemos el mismo principio en el caso de Josué y Caleb. Ellos siguieron al Señor con plena determinación
(Nm. 14:24). El Señor mismo testificó que Caleb lo seguía plenamente. Por consiguiente, ellos derrotaron al
enemigo (Nm. 14:6-9). Cuando seguían al Señor, tenían la imagen. Entonces estaban en una posición de
autoridad.

g) Los casos de los jueces:


Me agrada Jueces 5:31. Este versículo dice que en la época de los jueces, algunos amaban al Señor. Aquellos
que amaban al Señor brillaban como el resplandor del sol. Por tanto, vencieron al enemigo. Cada vez que
una persona brillaba como el sol, se obtenía la victoria sobre el enemigo y toda la nación descansaba. Todo
el libro de Jueces es un libro de repeticiones. Cada vez que alguien amaba al Señor y brillaba como el sol, se
obtenía la victoria por medio de él. La nación entera disfrutaba de reposo por medio de él.

h) El caso de David:
David era un hombre según el corazón de Dios. Si usted lee 1 Samuel 13:14, verá que originalmente Saúl era
el rey. Sin embargo, no tenía un corazón conforme al corazón de Dios. El perdió el trono, y Dios encontró
otro hombre cuyo corazón era conforme al Suyo. Indudablemente David tenía la imagen de Dios. El venció
al enemigo (1 Cr. 22:8a).

i) Los casos de los reyes:


Vimos ya el sacerdocio. Ahora llegamos al reinado. Cada vez que los reyes eran uno con el Señor, vencían al
enemigo (2 Cr. 14:2-14). Cuando no eran uno con el Señor, eran vencidos. Perdían la autoridad. En otras
palabras, cada vez que los reyes se conformaban a la imagen de Dios y lo expresaban a El, tenían la autoridad
de vencer a los enemigos. Ahora tenemos el sacerdocio y también el reinado. No olvide jamás que el
sacerdocio corresponde a la imagen y el reinado al señorío. Ahora somos sacerdotes que han de ser
semejantes a Dios y, al mismo tiempo, somos reyes que han de representar a Dios, ejerciendo Su autoridad
sobre los enemigos.

j) El caso de Daniel:
Daniel era un cautivo en Babilonia, un muchacho que estaba en el palacio del rey. No obstante, llevaba una
vida santa, una vida que expresaba a Dios (Dn. 1:8). Por consiguiente, él llegó al poder. El tenía autoridad
sobre el mundo de aquellos tiempos (Dn. 6:28).

k) El caso de Jesús:
Cuando Jesús estaba en esta tierra, El expresaba a Dios. Adondequiera que iba, expresaba a Dios. El era un
hombre auténtico y típico, pero expresaba continuamente a Dios. Por tanto, El obtuvo autoridad sobre todas
las cosas (Mt. 28:18). Zacarías 6:13 nos dice que Jesús tiene dos oficios, el sacerdocio y el reinado. El era
sacerdote y rey. Hoy en día El sigue siendo el Sumo sacerdote y el Rey de reyes. El es Aquel que expresa a
Dios, Aquel que lo representa. El lleva la imagen de Dios y mantiene la autoridad de Dios. Este es Jesús.

l) El caso de los dos hijos de Zebedeo:


Un día, la madre de los hijos de Zebedeo acudió a Jesús con sus dos hijos, para orar (Mt. 20:20-23). Ella
hizo una buena oración, pidiendo que sus dos hijos se sentaran a ambos lados del Señor en el reino. Puede
ser que todos hayamos orado allí. El Señor Jesús contestó su oración, pero no de la manera que ella pidió.
El Señor Jesús dijo: “Has orado pidiendo que tus hijos estén a cada lado Mío. Ahora debes saber que esto no
depende de Mí; depende del Padre. Pero sí te puedo decir una cosa: debes sufrir. Debes beber lo que Yo
beberé y sufrir lo que Yo sufriré”. Esto significa que si ustedes desean tener autoridad, deben tener vida.
Sufrir significa obtener vida. Sin muerte, no puede haber vida. Sin sufrimiento, no hay vida. La vida siempre
proviene del sufrimiento. Si deseamos obtener autoridad, debemos ganar vida por medio del sufrimiento.

m) Los casos de los apóstoles:


Todo el libro de Hechos y todas las epístolas nos muestran que los apóstoles eran personas que llevaban la
imagen de Dios. Por consiguiente, tenían constantemente la autoridad de Dios. Tenían la imagen de Dios y
ejercían Su autoridad. No debemos considerarlos simplemente buenos predicadores o grandes maestros.
Esto es demasiado insignificante. Ese no es el punto culminante. Debemos considerarles como personas que
llevaban la imagen de Dios y ejercían la autoridad divina.

n) El caso negativo de los siete hijos de Esceva:


Los siete hijos de Esceva vieron cómo Pablo echaba fuera demonios en el nombre de Jesús (Hch. 19:13-16).
Imitaron a Pablo, diciendo a los demonios: “Te echamos en el nombre de Jesús, el que Pablo predica”. Los
demonios no se vencen tan fácilmente. El demonio dijo: “Yo conozco a Jesús y conozco también a Pablo,
pero ¿quiénes son ustedes que se atreven a echarme? Saltaré sobre ustedes”. En vez de vencer a los
demonios, fueron derrotados por ellos. Si usted no tiene la imagen, nunca tendrá la autoridad. Los demonios
saben y usted mismo también lo sabe. Si usted no tiene vida, no tiene autoridad. Si usted no lleva la imagen,
nunca podrá ejercer el señorío.

o) El caso de los creyentes en la era de la iglesia:


Apocalipsis 5:10 y 1 Pedro 2:9 nos revelan que hoy en día los cristianos son sacerdotes reales. Por una parte
somos sacerdotes, y por otra, somos reyes. No obstante, debemos relacionarnos con Dios para tener la
verdadera imagen que lleve la gloria de Dios en vida. Entonces tenemos la autoridad que representa a Dios.
Pero la mayoría de los cristianos pierden de vista eso. No parecen sacerdotes y, por ende, no son reyes. Si
usted no tiene la imagen, perderá la autoridad. Alabado sea Dios porque en el transcurso de los siglos ha
habido y sigue habiendo algunos santos que tienen contacto con Dios, que se mantienen en el verdadero
sacerdocio. Tienen autoridad y ejercen el reinado.

p) El caso de los santos vencedores en el milenio:


Durante el milenio, la era del reino venidero de mil años, los santos vencedores serán sacerdotes y reyes (Ap.
20:4, 6). Serán sacerdotes que expresan a Dios y reyes que lo representan.

q) El caso de todos los santos


en el cielo nuevo y en la tierra nueva:
En la eternidad, todos los santos servirán a Dios como sacerdotes (Ap. 22:3b-4). Expresarán a Dios y tendrán
la imagen de Dios. Los santos también regirán como reyes, y representarán a Dios con Su autoridad (Ap.
22:5b).

r) El caso de la Nueva Jerusalén:


Finalmente, la Nueva Jerusalén tendrá la apariencia de Dios. Apocalipsis 4:3a nos dice que la apariencia de
Dios es semejante al jaspe. Al final, la pared de toda la Nueva Jerusalén será de jaspe (Ap. 21:18a). La ciudad
entera tendrá la apariencia de Dios (Ap. 21:11). Entonces la ciudad ejercerá la autoridad de Dios (Ap. 21:24,
26). En la eternidad, todo el cuerpo de los santos redimidos llevará la imagen de Dios para expresarlo, y
ejercerá Su autoridad para representarlo. Esto será el punto culminante y la máxima consumación.

No tenemos que esperar ese día. Todos podemos tener un anticipo ahora. Podemos disfrutar de la imagen
de Dios y de Su señorío. Hoy somos sacerdotes y reyes. Debemos mantener nuestra primogenitura. Aquí
expresamos a Dios con Su imagen y aquí lo representamos con Su señorío. ¡Aleluya! ¡Qué posición es ésta y
qué responsabilidad!, y a la vez ¡qué disfrute! ¡Alabado sea el Señor! Somos sacerdotes de Dios y somos reyes
Suyos. Llevamos la imagen de Dios y tenemos Su señorío. Ahora somos aquellos que constituyen la iglesia,
quienes expresan a Dios y quienes representan a Dios. ¡Aleluya! Sí, tenemos la imagen y el señorío.

Espero que todos podamos ver que la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del señorío. El hecho de que
estos dos puntos sean la cumbre del relato de Génesis 1 no es algo insignificante. Ese capítulo empezó con
las tinieblas, el vacío, la desolación y las aguas de muerte. Luego el Espíritu se cernía, la luz separaba, y la
expansión dividía. La tierra seca apareció para generar vida. Luego vino la vida más baja, la vida inferior, la
vida elevada y la vida creada más elevada: el hombre. Considere todas las formas de vida. Ni el pasto, ni las
hierbas ni los árboles tienen rostro. Un pez sí tiene rostro pero no se distingue muy bien. El rostro de un ave
es más fácil de distinguir. Luego tenemos el ganado y las fieras. Por último, tenemos el rostro humano. Todos
debemos reconocer que el rostro humano es el más distintivo. Este rostro es la cara que lleva la imagen de
Dios. A este rostro, es decir a esta expresión, le fue encomendada la autoridad de Dios.

Su parecido lo determina todo. El parecido con un escorpión indica cierta relación con los demonios. La
semejanza a una serpiente tiene cierta relación con Satanás. Pero la similitud con un hombre se relaciona
con la imagen de Dios. Un hombre auténtico tiene autoridad.

¿Qué es el verdadero hombre? Un verdadero hombre es un sacerdote de Dios. Si usted es sacerdote, entonces
es rey. Si usted está en el sacerdocio, ciertamente tiene el reinado. Esto significa que si usted tiene la imagen
de Dios en vida, ciertamente tiene la autoridad de Dios para ejercer Su señorío.

Toda la Biblia relata el desarrollo de la imagen y del señorío. En Génesis 1 vemos a Adán, hecho a la imagen
de Dios y con el señorío de Dios, pero eso sólo es una pequeña semilla. Seguimos con Abraham, quien fue la
primera persona que maduró y desarrolló algo de la imagen y de la autoridad de Dios. El se mantenía en
contacto con Dios y venció al enemigo. Luego llegamos a José, una persona muy madura. Mientras leemos
la historia de José, vemos a un hombre que lleva la imagen completa de la santidad y de la victoria de Dios.
Vemos al hombre José ejerciendo autoridad. En aquel tiempo, la autoridad no era el Faraón de Egipto, sino
José. José gobernó sobre toda la tierra. Mientras seguimos en el Antiguo Testamento, vemos que Dios llamó
al pueblo a ser una nación de sacerdotes. La nación entera debía tener contacto con Dios y de llevar la imagen
de Dios como sacerdotes Suyos. Por consiguiente, debían ser reyes en toda situación. No necesitaban pelear.
Toda situación debía ser sometida a sus pies. Luego llegamos a los reyes y los profetas. Finalmente, llegamos
a Jesús. El es todo un sacerdote y también un rey. En El está el sacerdocio que expresa a Dios y el reinado
que lo representa. Cristo es la Cabeza. Después de El tenemos el Cuerpo, compuesto de todos los santos
redimidos. Como Cuerpo, somos iguales a la Cabeza, como sacerdotes llevamos la imagen, y como reyes
ejercemos la autoridad. Hoy en día somos sacerdotes para Dios y reyes sobre toda situación. Expresamos a
Dios en la vida de iglesia y lo representamos a El en cada situación. Más adelante vendrá el milenio, la
plenitud de los tiempos, durante el cual todos los santos vencedores serán literalmente los reyes que
expresen a Dios con Su imagen, y los reyes que representen a Dios con la autoridad de El, y tendrá pleno
señorío sobre esta tierra. Finalmente tendremos la eternidad. En la eternidad veremos una consumación
maravillosa: la Nueva Jerusalén. Esta será la verdadera cumbre. Nada puede ser más elevado y más
completo que esto. Toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, tendrá la imagen de Dios y ejercerá el señorío de
Dios. ¡Aleluya! Este es el relato de la Biblia. La Biblia relata el desarrollo de la imagen de Dios y Su señorío.
Dios será eternamente expresado y eternamente representado por Su pueblo redimido.

PALABRA ADICIONAL
Volvamos al libro de Mateo y leamos el último versículo del capítulo 16 y los primeros dos versículos del
capítulo 17. El Señor Jesús dijo: “De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la
muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino. Seis días después, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante
de ellos, y resplandeció Su rostro como el sol, y Sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. En estos
versículos, vemos la venida de Jesús en Su reino. El resplandor de Jesús en la transfiguración constituye la
venida del reino. Donde está el resplandor de Jesús, allí está el reino. Este resplandor es la imagen de Dios
que llevamos. La imagen está presente, y el señorío aparece inmediatamente. Cuando resplandece la gloria
de Dios, no necesitamos ejercer señorío a propósito. La autoridad de Dios está allí.

¿Cómo podemos resplandecer con la gloria de Dios? Debemos leer 2 Corintios 3:18: “Mas, nosotros todos, a
cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en
gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Me encanta la expresión “a cara descubierta”. Al
transfigurarse el Señor Jesús, Su rostro resplandecía como el sol resplandeciente. Sin embargo, la cara
mencionada en 2 Corintios 3:18 no es solamente el rostro exterior, sino el rostro interior. Todos tenemos
una cara exterior y una cara interior. La cara exterior es simplemente la expresión del rostro interior. La
cara exterior es nuestro ser exterior, y la cara interior es nuestro ser interior. La cara es la expresión que
muestra todo nuestro ser, la manifestación de todo nuestro ser. Entre nosotros nadie lleva un velo sobre su
cara exterior, pero me temo de que muchos entre nosotros tienen algunos velos sobre su cara interior.
Necesitamos una cara descubierta.
Lo religioso y lo santo, así como lo pecaminoso y lo mundano pueden constituir un velo para nosotros. Si
usted estudia el contexto de 2 Corintios 3, verá que el velo mencionado allí corresponde particularmente a
la letra del Antiguo Testamento. Aun la Biblia puede constituir un velo. Incluso la letra de la Biblia puede
ser un velo que nos cubra y nos evite ver al Señor viviente. Si la letra de la Biblia puede ser un velo para
nosotros, entonces cualquier cosa puede ser un velo: su esposa, su marido, sus amigos, sus hijos, su ego, sus
hermanos y hermanas, su comportamiento bueno o malo, su celo, sus obras para Dios, o sea, todo. Todas
las cosas, en tanto que no sean el Señor mismo, pueden convertirse en un velo. No importa cuán santo sea
algo, cuán celestial, cuán espiritual y cuán religioso, puede ser un velo, si no es el Señor mismo. Tal vez usted
siga bajo esta clase de velo. Esta es la razón por la cual está sentado aquí, pero no puede ver al Señor.

En 2 Corintios 3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta, contemplamos como un espejo. Somos un
espejo. Por ser un espejo, contemplamos. Lo que contempla un espejo, es lo que refleja. Debemos tener una
cara descubierta que contemple y refleje la gloria de Dios, así como Moisés cuando contempló la gloria de
Dios durante cuarenta días, y la gloria de Dios resplandecía desde el cutis de su rostro. Cuando él descendió
del monte, resplandecía, y brillaba con la gloria de Dios. Todos debemos ser así. Todos debemos olvidar todo
lo malo, lo bueno, lo santo, lo profano, lo religioso, lo irreligioso, lo espiritual, lo no espiritual. Debemos
echar a un lado todo lo que no es el Señor mismo. Debemos percatarnos de la astucia del enemigo. Satanás
puede usarlo todo para desviarlo a usted e impedirle que contemple al Señor. Lo único que Satanás no puede
usar es al Señor mismo.

El Nuevo Testamento contiene por lo menos cuatro libros escritos particularmente acerca de las cosas que
obstaculizan a la gente y le impiden contemplar al Señor, cosas que ponen un velo sobre la gente para que
no tenga contacto con el Señor ni lo disfrute a El. El libro de Gálatas habla de la ley, de la religión y de la
tradición. Todo eso constituye un velo de separación. La ley fue dada por Dios y era santa. Inclusive el Nuevo
Testamento dice que la ley es santa (Ro. 7:12). No obstante, hasta la ley puede separarlo a usted de Cristo, e
interrumpir el disfrute que tiene de Cristo (Gá. 5:4). Podemos ser separados de Cristo, no solamente por los
libros inmorales, sino por la ley que Dios dio. ¿Cómo? Porque el rostro de uno puede volverse a la ley en vez
de volverse a Cristo. Por consiguiente, la ley se convierte inmediatamente en velo. La ley forma siempre una
religión, y la religión tiene largas tradiciones. De modo que, tenemos la ley, la religión y las tradiciones, las
cuales forman capas que lo aíslan a uno de la electricidad celestial, la cual es el Señor mismo.

Colosenses es otro libro. En Colosenses se usa la palabra filosofía. En Colosenses la palabra filosofía denota
en realidad el gnosticismo. El gnosticismo era una filosofía muy elevada, una composición de las filosofías
griega, egipcia y babilónica, además de la filosofía del cristianismo, la cual incluía la filosofía judía. Era
realmente una mezcla. Aquella filosofía, el producto más elevado de la cultura humana, se infiltró en la
iglesia primitiva, y causó un gran obstáculo. Aunque la filosofía puede resultar buena y ser el mejor producto
de la cultura humana, se convierte en velo porque no es el Señor. Debe ser aniquilada.

Llegamos a otro libro, el libro de Hebreos. Si usted lee dicho libro, verá que presenta una lista de todo lo
bueno del judaísmo. El libro de Hebreos nos muestra que todas las buenas cosas del judaísmo deben ser
consideradas como tipos, figuras y sombras de Cristo.

Supongamos que usted antes de visitarme me manda una fotografía suya. Estimaré esa fotografía porque le
amo a usted. Esto es de esperarse; simplemente amo su fotografía. Ahora usted viene a visitarme
personalmente. En lugar de mirarlo a usted, sigo mirando a su fotografía y amándola. Su fotografía se
convierte en velo para mis ojos. Usted dirá: “Necio, tira la fotografía. Mírame a Mí”.

Antes de que Jesús viniese, Dios usó el Antiguo Testamento para presentar a Su pueblo muchos cuadros de
Cristo desde varios ángulos. Sin embargo, los judíos se fijaron simplemente en los cuadros, no sólo vistos
desde cuatro ángulos, sino desde treinta y dos direcciones distintas. Eso los absorbía y les impedía ver a
Cristo. Cristo se encuentra fuera de ese cerco. Los judíos vieron muchas cosas acerca de Cristo, pero no
pudieron ver al propio Cristo. Por tanto, el libro de Hebreos fue escrito para comunicarles a todos los
creyentes judíos que debían abandonar los cuadros, todo el sistema del judaísmo y mirar a Cristo. Considere
al Apóstol y Sumo Sacerdote, Jesucristo (He. 3:1). Olvídese de Moisés, de los ángeles y de Josué. Considere
solamente a nuestro Apóstol Jesucristo. Considere a nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo. Mírelo a El; no lo
mire solamente, sino que ponga sus ojos en El (He. 12:2). Apártese de las cosas judías. Apártese de la Biblia
y mire a Jesús mismo.
Tenemos un libro más, 1 Corintios. En 1 Corintios, Pablo nos advirtió que aun los dones espirituales, tales
como el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas, las sanidades y los milagros, pueden ser velos para
el cristiano. ¿Ve usted la sutileza del enemigo?

La ley, la filosofía, el judaísmo con sus escrituras y enseñanzas, y los dones espirituales, son buenos, pero se
han convertido en velos que cubren la cara de muchos cristianos genuinos. Todos debemos decir al Señor
Jesús: “Señor Jesús, te amo. Estimo la Biblia porque te revela a Ti, pero nunca dejaré que la Biblia se
convierta en un velo. Te amo, Señor Jesús. Te amo a Ti personalmente, te amo directamente, te amo de
manera muy íntima. Te amo besándote. No me agrada que estés alejado. Quiero verte cara a cara. Señor,
quiero incluso besarte”. Creo que muchos de ustedes ya han entrado en esta experiencia, pero todos debemos
ser preservados en esta experiencia. Debemos decirle al Señor: “Señor Jesús, aprecio los dones porque me
ayudan a tocarte, pero si los dones llegan a ser un velo, los abandonaré. Te amo sólo a Ti, Señor. Te amo
personal, directa e íntimamente. Te amo de una manera tal que puedo besarte en cualquier momento. No
existe ninguna distancia entre Tú y yo, ninguna distancia, ninguna separación y ningún aislamiento. Estoy
directa e íntimamente en Tu presencia”. Si usted actúa así, subirá al monte de la transfiguración. Será
transfigurado y resplandecerá.

Entre nosotros son muchos los que pueden dar testimonio de sus padres. Cuando salían de su cuarto después
de pasar tiempo en la presencia del Señor, sus rostros resplandecían, dándonos testimonio de que ellos
habían estado con el Señor. Este resplandor subyuga toda criatura rebelde. Somete al marido, a la esposa, a
los hijos y a toda clase de circunstancias. Este resplandor es el reino; es el señorío. El señorío proviene del
resplandor. Jesús apareció en Su reino cuando se transfiguró. El resplandeció como el sol. El tenía la imagen
y tenía el señorío.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE NUEVE
DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS
(6)
LA MAXIMA CONSUMACION
Continuamos con el tema de la máxima consumación. Como vimos en el mensaje anterior, el primer punto
de esta consumación era Dios expresado y representado. Este era el punto culminante. Basándonos en ese
punto, consideraremos varios puntos adicionales.

2) Dios bendijo al hombre


para que fructificara
Dios bendijo al hombre para que éste fructificara, se multiplicara, llenara la tierra y la conquistara (Gn.
1:28). Esto no es algo insignificante. Antes de tener a un hombre que lo expresara y lo representara, Dios no
tenía ninguna posibilidad de derramar Su plena bendición. Dios es rico y es rico en bendición, pero antes de
la creación del hombre no existía ningún ser que recibiera Su plena bendición. Dios no tenía ninguna
posibilidad ni oportunidad de bendecir plenamente a Sus criaturas. Génesis 1 relata que Dios sólo empezó a
bendecir cuando los seres vivos llegaron a existir (Gn. 1:22). No obstante, la vida humana está en el nivel en
el que puede recibir plenamente la bendición de Dios. Después de crear al hombre, Dios pudo ver en la tierra
un ser vivo que llevaba Su imagen y tenía Su señorío. Inmediatamente Dios le concedió al hombre Su plena
bendición.

Bendición es una buena palabra. Muchos hablan de la bendición de Dios. A menudo hemos orado: “Oh
Señor, bendícenos”. Pero si deseamos recibir la bendición de Dios, debemos satisfacer los requisitos. Una
vez más, los requisitos son: llevar la imagen de Dios y tener Su señorío. Si en la casa de usted se expresa la
imagen de Dios y Su señorío, puede estar seguro de que allí también estará la bendición de Dios. La
bendición de Dios siempre viene con Su imagen y Su señorío. En otras palabras, la bendición de Dios siempre
va adonde se encuentren Su expresión y Su representación.

La bendición de Dios está siempre con el sacerdocio y con el reinado. Vemos esto en el caso de Melquisedec.
El era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, y bendijo a Abraham (Gn. 14:17-19). La bendición siempre
va acompañada del sacerdocio y del reinado. Si la iglesia busca la bendición de Dios, debe tener el sacerdocio
y el reinado. ¿Qué significan el sacerdocio y el reinado? Significan simplemente la imagen de Dios y Su
señorío. El sacerdocio expresa la imagen de Dios, y el reinado manifiesta Su señorío. Mientras ejerzamos el
sacerdocio para tener contacto con Dios, contemplar a Dios y reflejar la imagen de Su gloria, tendremos el
reinado. La bendición de Dios vendrá inmediatamente.

Dios bendijo al hombre para que éste fuese fructífero, se multiplicara y llenara la tierra. La bendición es la
fructificación, el aumento, la multiplicación y el llenar de la tierra. Supongamos que Adán, el hombre
corporativo, hubiese sido hecho a la imagen de un escorpión o de una serpiente, y que Dios hubiese
bendecido al escorpión y a la serpiente para que se multiplicaran y llenasen la tierra. La tierra se habría
llenado de escorpiones y de serpientes. ¡Qué horrible sería la tierra! En tal caso, yo preferiría no haber
nacido. Supongamos que usted tiene doscientos escorpiones en su cuarto y doscientas serpientes en su salón.
Aquello no sería una bendición, sino una maldición. Pero Dios creó al hombre a Su imagen, y le dio autoridad
a fin de que ejerciera el señorío para el Todopoderoso en la tierra. Dicho hombre estaba listo para recibir la
bendición de Dios. La bendición de Dios consistía en capacitar a ese hombre para que fuese fructífero. Uno
se multiplicaría en diez, diez en ciento, ciento en mil, mil en cien mil, cien mil en un millón, un millón en un
billón, hasta que toda la tierra se llenase de rostros hermosos que expresaran y representaran a Dios.

Aunque los seres humanos están caídos, les queda algo maravilloso. Lo maravilloso que tienen es la imagen
de Dios. Hay personas que quieren a los perros, pero el amor por un perro es muy diferente del amor por un
ser humano. Por muy bueno que sea un perro, no es tan digno de amor como un ser humano. Se puede amar
a todos los seres humanos porque cada ser humano lleva la imagen de Dios. Por muy caídos que estén los
seres humanos, todos ellos llevan la imagen de Dios.

En la vida de iglesia actual, somos el verdadero hombre que lleva la imagen de Dios y que ejerce el señorío
de Dios. En la vida de iglesia estamos listos para que Dios intervenga y nos conceda Su bendición. La medida
de bendición que Dios da depende de cuánto lo expresemos y lo representemos. Si lo expresamos y lo
representamos de una manera apropiada, ciertamente recibiremos Su plena bendición, la cual se relaciona
con la multiplicación y con llevar fruto.

Ahora quisiera compartir acerca de la predicación del evangelio. En el campo cristiano, incluso en la
predicación del evangelio, todo se ha deteriorado por la práctica deficiente de los siglos pasados. La
verdadera predicación del evangelio no es solamente una obra exterior. La verdadera predicación del
evangelio consiste en llevar fruto como resultado de la vida interior. En Mateo, Marcos y Lucas el Señor
Jesús nos exhortó a ir a predicar el evangelio y a hacer discípulos a las naciones, pero en Juan dijo que
debemos llevar fruto. La predicación es una cosa, pero llevar fruto es otra. La verdadera predicación del
evangelio no consiste en convencer a la gente con doctrinas, ni en someter sus ideas y cambiar sus conceptos.
La verdadera predicación del evangelio consiste en ministrar vida a los demás. La fructificación es el reboso
de las riquezas de la vida interior. Considere la rama de un árbol lleno de savia vital. La rama rebosa de vida
y este reboso produce vida. El fruto es el resultado de la riqueza interior de la vida. Debemos entender que
la predicación del evangelio debe consistir en llevar fruto y que llevar fruto proviene de la bendición de Dios.
Aunque debemos orar por la predicación del evangelio, no se trata simplemente de esforzarnos. Debemos
recibir la bendición de Dios. Si una iglesia desea aumentar, ciertamente debe predicar el evangelio. No
obstante, si la predicación del evangelio no se encuentra bajo la bendición de Dios, no obtendremos nada,
por muchos esfuerzos que hagamos. El fruto ganado no tendrá cara de hombre, sino de escorpiones. Usted
puede traer mucha gente, pero cuando Dios mire a esas personas, le dirá: “Este es un escorpión, ése es una
serpiente, y aquél es una rana. Efectivamente trajiste muchas personas, pero pocos tienen el rostro adecuado
que me exprese a Mí”. ¿Qué clase de personas va a traer usted? ¿Personas con rostro de escorpión o personas
con hermosos rostros que expresen a Dios mismo? El fruto que usted lleva es una expresión de lo que usted
es. Si usted es un manzano, nunca podrá producir naranjas. Si es un melocotonero, nunca podrá producir
plátanos. Para producir plátanos, debe ser un platanero. Si usted es un árbol de conocimiento, no espere
llevar el fruto de la vida. El árbol de vida es el único que puede producir vida. Todos debemos esforzarnos
por predicar el evangelio, pero consideremos lo que somos. Si somos hechos a la imagen de Dios y si tenemos
el señorío de Dios, ciertamente conduciremos a otros a la imagen de Dios y al señorío de Dios. Todas las
iglesias locales necesitan aumentar en número, pero jamás usen artimañas, ya que pueden producir
“moabitas” en lugar de fruto apropiado.

Dios le prometió a Abraham una simiente. Dios estaba probando a Abraham hasta que a éste se le agotara
la energía natural. Entonces El le dio descendencia. Mientras Abraham estaba siendo probado por Dios, a
su esposa se le ocurrió un buen plan (Gn. 16:1-2). Y dicha propuesta dio resultado. Sin embargo, no produjo
a Isaac, lo que Dios deseaba, sino a Ismael, a quien Dios rechazó. Estos dos nombres, Isaac e Ismael,
empiezan con “Is”. Se parecen mucho. Todas las iglesias necesitan incrementarse, pero no imiten a Sara. No
produzcan ismaelitas.

También tenemos el caso de las dos hijas de Lot (Gn. 19:30-38). ¿Recuerda usted cómo hablaron de llevar
fruto? Dijeron: “Es posible que nuestro padre no tenga ningún descendiente. Hagamos algo para ayudarle a
producir un heredero”. Hicieron algo, y funcionó. Produjeron a los moabitas y a los amonitas. Muchos
cristianos actuales producen ismaelitas, moabitas o amonitas. Más nos vale no tener ningún descendiente
de ésos.

Debemos ser hombres que lleven la imagen de Dios y que ejerzan Su autoridad. Entonces estaremos bajo la
bendición de Dios, y así seremos fructíferos y nos multiplicaremos. Los rostros humanos con la imagen de
Dios llenarán la tierra. Este es uno de los puntos de la máxima consumación. No se imagine que la
predicación del evangelio es algo pobre. Debe ser algo elevado. La predicación del evangelio debe ser el
punto culminante, y no debe producir ni ismaelitas ni moabitas ni amonitas, sino Isaacs.

Nosotros los cristianos siempre tenemos un sueño vano. Citamos el relato de Hechos donde dice que 3000
fueron salvos el día de Pentecostés y que 5000 fueron salvos en otra ocasión. Aunque este dato aparece allí,
la multiplicación de los seres humanos no puede producirse con demasiada rapidez. Pueden necesitarse
veinte años para producir una generación. Uno no puede obtener una generación en cinco años. A los cinco
años, una persona todavía es un niño. Incluso a los quince años de edad es un adolescente. Generalmente se
necesitan veinte años para producir una generación de seres humanos. Resulta fácil hacer flores artificiales.
En una sola noche podemos llenar este cuarto de reunión con flores, pero todas serán artificiales. Sin
embargo, para cultivar un huerto se necesita tiempo. Si usted mira un huerto por la mañana, presentará
prácticamente el mismo aspecto que el día anterior. Pasará lo mismo el día siguiente, y cada día se parecerá
al día anterior. Se pueden necesitar varios años para cultivar árboles que lleven fruto. Pero, ¡aleluya!, una
vez que crecen, se multiplican. Esta es la vida de la iglesia. Todas las iglesias necesitan incrementarse, pero
no queremos el aumento como el de los hongos, que se produce de un día para otro. Necesitamos el
incremento que proviene de la imagen y del señorío de Dios bajo Su bendición. Esto requiere tiempo.

3) El hombre y los demás seres vivos


quedaron satisfechos
Decir que el hombre estaba satisfecho no es algo insignificante (Gn. 1:29). Supongamos que Adán hubiese sido creado
sin que tuviera nada de comer. Supongamos que Dios hubiese dicho a Adán: “Te creé, pero no he preparado tu comida.
Haz el favor de esperar un día o dos”. Ese no fue el caso. Todo fue preparado antes de que Adán llegase a la existencia.
Dios había hecho árboles que eran buenos para comer. Cuando Adán salió de la mano creadora de Dios, ya tenía
comida a su disposición. El quedó satisfecho. Adán no sólo estaba satisfecho, sino que todos los seres vivos también
lo estaban (Gn. 1:30). Más adelante veremos que el verdadero descanso proviene de la satisfacción. ¿Podemos
descansar si tenemos hambre? Mientras tengamos hambre, nunca podremos descansar. El descanso depende de la
satisfacción. ¡Aleluya! El hombre comió y estaba satisfecho.

4) Todo era muy bueno


Génesis 1:31 dice que Dios miró todo lo que El había hecho y vio que era bueno en gran manera. Antes del sexto día,
Dios no dijo: “Bueno en gran manera”; solamente dijo: “Bueno”. ¿Por qué dijo Dios “bueno en gran manera” en el
sexto día? Porque Adán fue creado a la imagen de Dios y había recibido el señorío de Dios. Nadie murmuraba y nadie
tenía hambre. Dios podía decir: “¡Bueno en gran manera!” Esa fue la cumbre. Después de que Dios dijera eso, vino el
séptimo día, el día de descanso.

5) Dios descansó, Dios estaba satisfecho


Dios descansó porque estaba satisfecho (Gn. 2:1-3). Este fue el último aspecto de la máxima consumación; Dios
descansó y quedó satisfecho.

a) El motivo del descanso


Dios descansó porque Su gloria se manifestó debido a que el hombre llevaba Su imagen y a que Su autoridad estaba a
punto de ser ejercida. Satanás, el enemigo de Dios, iba a ser aniquilado por Dios. Mientras el hombre exprese la imagen
de Dios y venza al enemigo de Dios, Dios puede reposar. Lo importante no era el hecho de que Dios hubiese terminado
Su obra, sino que Su obra era un hombre que llevaba la imagen de Dios y que subyugaba al enemigo de Dios. Por estos
dos hechos, Dios descansó.

b) La miniatura del descanso: el reposo de la creación


El descanso que hubo después de la creación fue un pequeño descanso, un descanso en miniatura. En este reposo, el
hombre tenía la imagen de Dios y podía ejercer el señorío de Dios. Estos dos factores fueron la causa del descanso,
pero un descanso en una escala muy pequeña.

c) Los tipos del reposo


Todo lo mencionado en Génesis 1 y 2 es una semilla. En los mensajes anteriores vimos que la luz, la imagen y el
señorío son semillas. El descanso también es una semilla, la cual necesita toda la Biblia para crecer y desarrollarse. La
semilla del descanso es sembrada en Génesis, y la cosecha de esta semilla se halla en Apocalipsis. En Apocalipsis
vemos la consumación del reposo.

La Biblia presenta algunos tipos del descanso. El sábado del Antiguo Testamento tipifica el descanso (Ex. 20:8-11).
El hombre era un testimonio, una expresión, de Dios. El hombre también estaba sometido a la autoridad de Dios. La
autoridad de Dios se ejercía sobre el pueblo que guardaba el sábado. Por tanto, era una especie de descanso.

El día del Señor en el Nuevo Testamento también constituye un tipo de descanso (Ap. 1:10; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2). El
día del Señor tipifica el descanso venidero. La iglesia, constituida de los santos, libera la vida del Señor y expresa a
Dios mismo. Este es el descanso que tenemos ahora. Mientras Dios pueda ser expresado, hay descanso. La iglesia,
compuesta de los santos, ejerce la autoridad del Señor, la cual vence a Su enemigo. Si liberamos la vida del Señor y
ejercemos Su autoridad, tenemos descanso desde ahora. Por el contrario, si discutimos y luchamos, no tendremos
ningún descanso porque no estaremos liberando la vida del Señor. Si no ejercemos autoridad sobre el enemigo, no
tendremos ningún descanso.

d) El anticipo del descanso


El reposo que experimentamos ahora es un anticipo del descanso porque el reposo pleno todavía no ha llegado.

(1) En los santos


En los santos la vida de Dios fluye, y Dios mismo es manifestado. En tanto que la vida de Dios fluya y Dios mismo
sea manifestado, habrá descanso. Este es un anticipo del descanso venidero. Usted puede experimentar este reposo aun
cuando esté en su trabajo. Cuando usted permite que la vida de Dios fluya y cuando deja que Dios sea expresado, tiene
el sentido del descanso. No obstante, si usted se ha apartado del fluir de la vida de Dios, no tendrá paz en su interior.
Usted no tendrá ningún descanso. Cuanto más discuta con su esposa, más problemas gástricos tendrá. Incluso puede
producirse una úlcera, lo cual indica que no hay ni vida ni descanso. Por el contrario, si libera la vida de Dios cada vez
que su esposa le cause disgustos, tendrá un anticipo del descanso.

En los santos se ejerce la autoridad de Dios y el enemigo de Dios es vencido. Cuando su esposa lo molesta, no ejerza
su autoridad como cabeza. No le diga: “¿No sabes que yo soy la cabeza?” Si dice eso, perderá su rostro humano y
expresará el rostro de una serpiente; se convertirá en un escorpión. Cuando su esposa lo moleste, acuda al Señor como
sacerdote. Deje que la vida fluya y se libere. La autoridad y el señorío estarán allí, el enemigo será sometido, y tanto
usted como su esposa tendrán descanso. Todos hemos experimentado eso.

(2) En la iglesia como Cuerpo


En la iglesia como Cuerpo, Dios se expresa y Satanás es vencido (Ef. 1:23; 3:19b; 6:11-13). Donde y cuando quiera
que Dios es expresado y Su enemigo es vencido, viene el anticipo del descanso. Ocurre lo mismo en nuestra vida
familiar, en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida personal. Si usted compra algo que no le ayuda a expresar a
Dios ni a vencer a Satanás, perderá el anticipo del descanso. Si usted expresa a Dios y vence a Su enemigo en todo lo
que haga y adondequiera que vaya, tendrá un agradable anticipo del reposo venidero.

No alegue ni murmure en la vida de iglesia. Una noche recibí una llamada telefónica que me informaba acerca de cierta
iglesia que se encontraba en una condición lamentable. Había dos personas en la línea telefónica, uno confirmaba lo
que el otro decía acerca de la condición lamentable y enfermiza de la iglesia. Dejaron de hablar y querían oír lo que yo
iba a decir. Dije inmediatamente: “No hablen así. Olvídense de esta conversación. Si ustedes dicen que la iglesia está
mal, ciertamente la iglesia estará mal porque ustedes son malos. Si ustedes afirman que la iglesia es maravillosa, la
iglesia ciertamente será maravillosa porque ustedes son maravillosos. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es ustedes. Cuando
ustedes dicen que la iglesia es mala, se condenan a sí mismos”. Continué hablando con los hermanos diciéndoles que
debían estar conscientes de la astucia del enemigo. Dijeron: “¿Qué haremos? ¿A quién iremos?” Contesté: “No acudan
a nadie. ¡No hablen! Sólo vayan a las reuniones de la iglesia y alaben al Señor”. Preguntaron: “¿No debemos orar?”
Dije: “Sí, deben orar, pero no oren de manera negativa. Oren de manera positiva. La iglesia no tiene problemas. La
iglesia es gloriosa. La iglesia no necesita que ustedes oren así: ‘Oh Señor, tenemos un problema’. Ustedes son el
problema. Cuanto más oren acerca del problema, más se convierten en el problema. No creen un problema y no sean
un problema. Vayan a las reuniones de la iglesia, alaben al Señor, y oren de manera positiva”.

Todos debemos percatarnos de los ardides del enemigo. De ahora en adelante no hablen de la condición de la iglesia.
Simplemente vayan a las reuniones de la iglesia y alaben al Señor. La iglesia es la iglesia. Por tanto, tenemos descanso.
Cuando hablen de la condición de la iglesia, perderán su descanso. No tendrán el anticipo del reposo. Si van a las
reuniones de la iglesia y alaban al Señor, sin duda recibirán el anticipo del descanso.

e) El cumplimiento del descanso:


el reposo del milenio
El cumplimiento del descanso es el reposo del milenio, es decir, el reino de mil años. El libro de Hebreos nos revela
que existe un reposo prometido para el pueblo de Dios, y todos nosotros debemos esforzarnos por entrar en ese reposo
(He. 4:1, 3, 9, 11). Si no nos esforzamos por entrar en dicho reposo, lo perderemos. La manera de entrar en ese descanso
consiste en experimentar el anticipo ahora. Si tenemos el anticipo, ciertamente entraremos en el pleno disfrute. Si no
tenemos el anticipo de ese descanso ahora, perderemos el pleno disfrute que está por venir. Durante el descanso del
milenio, los santos serán semejantes a Cristo, y expresarán la gloria de Dios (1 Jn. 3:2; Col. 3:4; 1 Ts. 2:12). Los santos
reinarán con Cristo (Ap. 20:6).

f) La consumación del reposo


La consumación del reposo es el descanso en el cielo nuevo y la tierra nueva. Todos los redimidos expresarán como
un solo Cuerpo la gloria de Dios por la eternidad (Ap. 21:11, 23). Del mismo modo, todos los redimidos reinarán como
un solo Cuerpo para Dios por la eternidad (Ap. 22:5b). Eso será la consumación del descanso. En Génesis 2 el descanso
era solamente tipología; la consumación se tendrá en la Nueva Jerusalén. Todos quedarán satisfechos. Todos tendrán
descanso porque Dios mismo estará satisfecho y Dios mismo hallará descanso allí. Hoy en día la vida de iglesia
constituye una miniatura de la Nueva Jerusalén. La vida de iglesia es un anticipo del pleno disfrute. El descanso final
incluye principalmente dos cosas: la expresión de la imagen de Dios y el ejercicio de la autoridad de Dios.

g) El hombre también descansó con Dios


Si usted lee Génesis 1 detenidamente, verá que después de crear Dios al hombre, no le pidió que hiciera nada. Dios
habló simplemente de la comida del hombre (Gn. 1:29).

(1) El séptimo día de Dios


fue el primer día del hombre
Según el calendario bíblico, un día no empieza por la mañana, sino por la tarde. Creo que el hombre fue
hecho por la tarde del sexto día. Cuando el hombre salió de la mano creadora de Dios, entró inmediatamente
en el séptimo día. Para Dios el séptimo día fue el día de reposo (Gn. 2:2-3). El séptimo día de Dios fue el
primer día del hombre. Esto significa que Dios lo había preparado todo para el disfrute del hombre. Después
de ser creado el hombre, no se unió a la obra de Dios, sino que entró en el reposo de Dios. ¡Aleluya! No se
imagine que usted debe hacer algo. Dios no necesita que usted haga algo. Dios posee muchísimas riquezas y
desea que usted se acerque y disfrute de ellas. ¡No labore! Si usted intenta laborar, Dios dirá: “Hijo insensato,
no tengo ninguna obra para ti, pero tengo grandes riquezas que puedes disfrutar. Ven y únete a Mí en Mi
reposo. Mi día de sábado es tu primer día. He trabajado durante seis días. Ahora ven y únete a Mí en el
descanso como tu primer día. Unámonos y descansemos”. Eso fue lo que el hombre hizo.

He dedicado mucho tiempo tratando de saber lo que hizo el hombre después de ser creado. Me enteré de
que no hizo nada más que comer y descansar. ¿No es eso maravilloso? Después de ser salvos los creyentes,
se imaginan que deben hacer algo. Olvídense de las actividades. Vengan a comer a Jesús. Vengan y sean
saciados. Vengan a unirse a Dios en Su descanso. Dios dirá: “Hijito, olvídate de tus acciones. Olvídate de tu
labor. Yo lo he hecho todo. Para Mí, es tiempo de descansar. Ven y únete a Mí en Mi descanso”.

En 1936 estaba yo en la obra en el norte de China, con una intensa carga por la obra del Señor. La labor era
dura y las pruebas y circunstancias difíciles. Yo viajaba en bicicleta por los suburbios, la echaba al suelo, caía
con todo mi peso y gritaba: “¡Señor, ayúdame!” Estaba molesto y perturbado. Un día, antes de dar un
mensaje, recibí una palabra que me decía: “¿Sabes que el primer día del hombre es el séptimo día de Dios?
El séptimo día de Dios fue el primer día del hombre. ¿Por qué laboras tanto, hijo necio? Desiste de ello.
Abandona tu obra. Todo lo que necesitas hacer es venir y unirte a Mí en Mi descanso”. Aquel domingo por
la mañana di un mensaje en el cual dije que el séptimo día de Dios fue el primer día del hombre. Le dije al
pueblo: “¡Aleluya! Hoy es mi primer día. Durante varios meses he laborado mucho, pero ahora dejo mi obra.
Ya no voy a laborar. Ahora empiezo a descansar con Dios. Su séptimo día es mi primer día”. Tal vez usted
pregunte: “¿Qué diremos del día que viene después del séptimo?” Fue el primer día de la semana, el día del
Señor, un nuevo descanso y un nuevo sábado. ¡Alabado sea el Señor!

(2) El sábado fue hecho para el hombre


Los fariseos obligaban a todo hombre a dedicarse por entero al sábado. El Señor los condenó y les dijo que
estaban totalmente equivocados. Dijo que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado
(Mr. 2:27). ¡Aleluya! El destino del hombre no es la labor sino el sábado.

(3) El hombre descansa porque Dios descansa


Cuando Dios está satisfecho, usted está satisfecho. Cuando usted está satisfecho, eso demuestra que Dios
está descansando. El está satisfecho.

(4) El hombre descansa


cuando la obra de Dios llega a Su meta en él
No labore. Ocúpese de una sola cosa: que Dios alcance Su meta. ¿Cuál es la meta de Dios? La meta de Dios
es expresar Su imagen y ejercer Su señorío. Cuando usted expresa la imagen de Dios y ejerce Su señorío para
vencer a Su enemigo, El alcanza Su meta. Dios dirá: “Estoy satisfecho”. Entonces usted dirá: “Dios, yo
también estoy satisfecho”. De modo que usted descansa con Dios.

Todos los reposos mencionados anteriormente se deben al hecho de que Dios ha logrado Su meta y a que el
hombre disfruta del descanso con Dios. ¡Alabado sea el Señor! Esto es maravilloso.

Me alegra mucho que el Señor nos haya permitido compartir estos nueve mensajes sobre Génesis. En estos
mensajes podemos ver que el relato divino se centra exclusivamente en la vida. Génesis 1 y 2 es simplemente
un bosquejo. Las biografías de los ocho hombres (Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José) lo
describen plenamente. Finalmente veremos que Jacob y José van unidos. En realidad los dos son un solo
hombre: Jacob llega a ser Israel, el príncipe de Dios, y lleva la imagen de Dios; José llega a ser aquel que
gobierna por encima de todo, ejerciendo el señorío de Dios. Al final de Génesis, vemos un hombre doble: un
aspecto (Jacob) expresa la imagen de Dios, y el otro aspecto (José) ejerce el señorío de Dios. Allí se expresa
la imagen de Dios, se ejerce la autoridad de Dios, y hay descanso. ¡Aleluya!

Toda la Biblia, con todas sus historias, biografías y enseñanzas, se centra en la vida. Esta vida producirá la
expresión de Dios y la representación de Dios. Dios será manifestado y Su enemigo será vencido. ¡Aleluya!
Entonces habrá un descanso final en este universo. Damos las gracias a Dios por el Antiguo Testamento y
por el Nuevo. Sin el Nuevo Testamento, resultaría difícil entender las alegorías, tipologías, figuras y sombras
del Antiguo Testamento. Pero sin el Antiguo Testamento, sólo tendríamos las palabras directas del Nuevo
Testamento. Nos faltarían los cuadros. Alabado sea el Señor porque tenemos ambos testamentos. Tenemos
los cuadros y también las palabras claras que nos permiten conocer nuestra condición: tenemos la imagen
de Dios y el señorío de Dios, y estaremos en el descanso de Dios. Debemos recordar las cinco palabras
cruciales que hemos abarcado hasta ahora: imagen, señorío, bendición, satisfacción y reposo. Cuando
llevemos la imagen de Dios, que lo expresa a El, tendremos Su señorío, el cual lo representa. Entonces Su
plena bendición estará sobre nosotros, y nosotros estaremos satisfechos. Finalmente Dios y nosotros
descansaremos con plena satisfacción bajo Su bendición con Su imagen y Su señorío.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DIEZ
EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO
(1)
En los mensajes anteriores abarcamos el primer punto crucial del libro de Génesis: el deseo y propósito de Dios. Esto
fue revelado en Génesis 1:1—2:3. El deseo y propósito de Dios consiste en tener un hombre corporativo que lo exprese
a El en Su imagen y lo represente con Su autoridad. Ahora debemos preguntarnos: ¿Cómo puede el hombre expresar
a Dios en Su imagen y representarlo con Su autoridad? Esto nos trae al segundo punto de ese libro.

B. El procedimiento que Dios usa


para cumplir Su propósito, 2:4-7
El capítulo 2 de Génesis revela la manera en que Dios cumple Su propósito. Esta es la razón por la cual tenemos el
segundo relato de la creación que aparece en Génesis 2. Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, me confundían
estos dos relatos de la creación del hombre. Génesis 1 nos proporciona un relato de la creación. ¿Por qué necesitamos
otro relato en Génesis 2? El Señor me dio la respuesta posteriormente en mi ministerio. Aunque el relato de la creación
que consta en Génesis 1 revela el propósito de Dios al crear el hombre, no nos muestra la manera en que cumple este
propósito. Por consiguiente, necesitamos el segundo relato, el cual revela la manera, el procedimiento, que usa Dios
para cumplir Su propósito. Después de ver el propósito en el capítulo 1, debemos ver el procedimiento en el capítulo
2. Este procedimiento es completamente revelado en Génesis 2, empezando con el versículo 5 y continuando hasta el
final del capítulo. Si leemos este pasaje a la luz de toda la Biblia, veremos los tres pasos de este procedimiento. Podemos
abarcar un solo paso en este mensaje; veremos los dos otros en los mensajes siguientes. No obstante, antes de considerar
el primer paso, queremos hacer notar que el medio por el cual Dios cumple Su propósito es la vida.

1. Por la vida
Dios va a cumplir Su propósito por medio de Su propia vida. ¿Cómo puede alguien expresar a otra persona si no tiene
la vida de ésta? Un perro no puede expresar a un gato porque no tiene la vida del gato. Un perro tiene la vida de un
perro, y ésa sólo sirve para expresar la vida de un perro. Según el mismo principio, un gato nunca podrá expresar a un
perro. Si pensamos de otro modo, estamos fuera de la realidad. ¿Cómo pueden los seres humanos expresar a Dios?
Sería imposible sin la vida de El. Si un perro ha de expresar a un gato, debe de existir la posibilidad de inyectar la vida
del gato en el perro. Cuando el perro reciba la vida del gato, le será fácil expresar espontáneamente al gato. El destino
del hombre es expresar a Dios. ¿Podemos hacer eso? Nos resulta imposible hacerlo con nuestra vida porque no es más
que una vida humana. Dios es trascendente. Nuestra vida es demasiado inferior para expresarlo a El. Si hemos de
expresar a Dios, necesitamos Su vida. Si tenemos la vida de Dios, lo expresaremos a El espontánea e
inconscientemente. Al tener Su vida, expresamos Su imagen. La vida es el medio por el cual se cumple el propósito de
Dios. Esta vida no es nuestra vida natural, sino la vida divina y eterna de Dios.

La autoridad también está relacionada con la vida. Una mesa o una silla no pueden tener autoridad, porque la autoridad
está siempre relacionada con cierta vida. Mírese usted mismo. Cuanto más vida posee, más autoridad tiene. Los seres
humanos tenemos autoridad sobre los animales porque tenemos más vida que ellos. Incluso en las relaciones humanas,
podemos verificar ese principio: cuanto más vida posee una persona, más autoridad tiene. Si soy más maduro que
usted, tengo autoridad sobre usted. Si un adolescente acude a mí, no necesito amenazarlo. El se pondrá
espontáneamente bajo mi autoridad. Esta autoridad no me fue conferida por el presidente de los Estados Unidos. Me
vino con los años. Si usted tiene 110 años de edad y yo 70, me pondré bajo su autoridad. Su edad le confiere la
autoridad. Si queremos representar a Dios con Su autoridad, necesitamos Su vida.

Si usted ha de representar a cierta persona en la sociedad, debe poseer una vida casi idéntica a la de ella. Supongamos
que usted está invitado a representar al presidente de los Estados Unidos. Usted debe tener la misma cantidad de vida
que él. Si su vida es inferior, no podrá representarlo. La norma de su vida debe corresponder a la vida del presidente.

Este es el principio fundamental y lógico que debemos acatar: nunca podremos expresar a Dios o representarle por
nuestra propia vida. Considere su vida. Su vida no puede expresar a Dios; todo lo que puede expresar es a usted mismo.
Hasta cierto punto, una esposa no está calificada, por lo que a la vida respecta, para representar a su marido, porque su
vida no es tan elevada como la de su esposo. Me pregunto si las hermanas estarán de acuerdo con eso. En todo caso,
cada uno de nosotros debe reconocer que nuestra vida natural no puede expresar ni representar a Dios. No sólo nuestra
vida caída es inadecuada para eso, sino que aun la vida creada que tuvimos al principio también era inapropiada. Como
lo veremos en el próximo mensaje, ésta es la razón por la cual Dios, después de crear al hombre, lo puso frente al árbol
de vida, lo cual indica que el hombre debía poseer una vida más elevada que la anterior.

Algunas personas preguntarán: “¿No nos creó Dios a Su imagen?” Sí, Dios nos creó a Su imagen. Entonces esas
personas dirán: “Si ya tenemos la imagen de Dios, ¿por qué no podemos expresarle?” Podemos decir que el hombre
creado a la imagen de Dios es semejante a la fotografía de una persona. Supongamos que usted toma una fotografía
del hermano John y la muestra a los demás diciendo que es el hermano John. En cierto sentido, usted tiene razón, pues
ése es el hermano John. Sin embargo, la fotografía no es el hermano John, sino la fotografía de él. Aunque la fotografía
revela los rasgos, la apariencia y la persona del hermano John, no contiene la vida de él. Puede mostrar algo del hermano
John, pero no lo puede expresar a él. Para expresar al hermano John, la fotografía debe tener su vida; ésa es la única
manera. El hombre fue creado a la imagen de Dios, pero era una fotografía que mostraba algo de Dios pero no tenía
Su vida. Aunque el hombre fue hecho a la imagen de Dios, no tenía Su vida. Dios deseaba que el hombre participara
de la vida representada por el árbol de vida. El hombre falló en eso. Ahora, al creer en Cristo, hemos sido traídos de
nuevo a participar de esa vida. Todos nosotros recibimos la vida eterna. Así que, no tenemos ninguna otra posibilidad
de expresar a Dios a Su imagen y de representarlo con Su autoridad si no participamos de Su vida. Muchos versículos
de la Biblia confirman esto.

a. La vida conforma los creyentes


a la imagen de Dios y los introduce en la gloria
La Biblia afirma que es la vida la que conforma los creyentes a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:2, 6, 29). Podemos
ser conformados a la imagen del Hijo de Dios únicamente por la vida. Romanos 8:2 habla del “Espíritu de vida”, y el
versículo 6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. Por medio de la vida del Espíritu podemos ser conformados
al Hijo de Dios. Está bastante claro. Del mismo modo, es Cristo como vida quien nos introduce en la gloria de Dios
para expresar a Dios. Colosenses 3:4 nos revela que Cristo nuestra vida nos introducirá en la gloria de Dios a fin de
que expresemos a Dios. Esto confirma que sólo por la vida de Dios podemos expresar a Dios.

b. La vida de resurrección confiere autoridad


La Biblia también muestra que fue la vida floreciente de resurrección la que confirió autoridad a la vara de Aarón (Nm.
17:8). Las doce varas que representaban a las doce tribus de Israel fueron colocadas en la presencia del Señor durante
una noche. Cada vara era un pedazo de madera seca y muerta. Durante la noche, la vara de Aarón floreció, lo cual
significa que la vida de resurrección había autorizado a la vara para reinar sobre el pueblo. Por consiguiente, la vida
confiere autoridad. Si usted desea llevar el liderazgo en la iglesia, necesita muchísima vida. Los ancianos son asignados
no solamente por el nombramiento exterior sino por la autorización interior en vida. Todos los ancianos deben ser
maduros en vida y estar calificados para gobernar por esta vida reinante. Es el mismo caso con los diáconos, las
diaconisas y los que se responsabilizan de los grupos de servicio. Solamente la vida puede conferir autoridad.

Apocalipsis 20:4 revela que la vida vencedora de resurrección introduce a los creyentes en el reino con Cristo durante
el milenio. La vida de resurrección nos introduce en el reinado con Cristo porque procede del trono de Dios. El trono
de Dios representa la autoridad. Vemos un cuadro de eso en Apocalipsis 22:1, donde el agua de vida sale del trono de
Dios. Por tanto, la autoridad y la vida están relacionadas. El río de vida está relacionado con el trono de Dios. Si
tenemos este trono como nuestra fuente, estaremos en el agua de vida. Si estamos en el agua de vida, ésta nos llevará
al trono de Dios, dándonos la autoridad que procede de Su trono. La vida trae autoridad. Todos debemos ver que se
requiere la vida de Dios para representarlo a El.

2. El primer paso: crear al hombre


como vasija que contuviera a Dios como vida
El primer paso del procedimiento que Dios usó para cumplir Su propósito fue crear al hombre como vasija para que lo
contuviera a El como vida. Me agrada la palabra vasija. ¿Se da cuenta de que usted, como ser humano, es una vasija?
Una vasija es semejante a una botella o a una taza. Hoy, mientras yo estaba con el Señor, me regocijaba por ser una
vasija. Pensé: “Hombre, eres exactamente igual a una botella. Tu boca se parece a la boca de una botella. El propósito
de la botella es contener algo, no a sí misma. Eres una vasija diseñada para contener a Dios”.

Esta no es idea mía. Esto fue presentado inicialmente en Génesis y recalcado por Pablo en Romanos 9 donde escribió:
“¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿No te das cuenta de que eres barro? El alfarero tiene autoridad soberana
para moldear el barro y hacer las vasijas”. Romanos 9:21, 23 revela que Dios creó al hombre como un vaso. Somos
vasijas que pueden contener a Dios como vida.

Por consiguiente, después de que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de vida. El árbol de vida era comestible.
En Juan 6 el Señor Jesús dijo que El era comestible, que El era el pan de vida (Jn. 6:35). De modo que todos podemos
comerlo a El. Además, contenemos todo lo que comemos porque entra en nuestro ser. Nuestro ser es simplemente una
vasija que contiene todo lo que comemos. Todo lo que comemos no sólo está en nosotros, sino que es asimilado hasta
ser el elemento mismo que nos constituye. Incluso se convierte en nosotros mismos. Por tanto, los dietistas dicen:
“Usted es lo que come”. No sólo somos vasijas, sino que somos vasijas que comen, vasijas que asimilan lo que comen.
Dios desea que lo comamos a El. Si le decimos a Dios que queremos comerlo, El se alegrará. Somos las vasijas que lo
comen y lo asimilan. Finalmente, Dios se convertirá en nosotros. ¡Alabado sea el Señor! Fuimos hechos vasijas para
contener a Dios como vida.

Romanos 9:21, 23 nos dice que somos vasijas para honra, vasijas de misericordia preparadas para gloria. Esta es nuestra
porción. No me menosprecien. Soy una vasija para honra y no para deshonra. Un día estaré lleno de gloria y estaré en
la gloria expresando al Dios de gloria. Todos nosotros somos vasijas de misericordia preparadas para gloria.

a. El trasfondo
En primer lugar, debemos entender el trasfondo del primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.

1) Dios no había hecho llover sobre la tierra


Aprecio mucho la Biblia. He permanecido con la Biblia durante 50 años exactamente y ahora la quiero más que nunca.
Al llegar a Génesis 2:4-7, quisiera dirigir unas palabras a los jóvenes. Cuando yo era un cristiano joven, me confundía
Génesis 2, pues no me parecía muy bíblico. Creía que la Biblia debía ser clásica, pero Génesis 2 no me parecía muy
clásico. Por ejemplo, en Génesis 2:5 dice: “Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra”. Me preguntaba por
qué estaba eso incluido en la Biblia. No pensaba que eso fuera importante. Luego el versículo 5 añade: “No había
hombre para que labrase la tierra”. ¿Qué significa eso? No me parecía nada bíblico. La primera parte del versículo 5
dice: “Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. ¿Qué significa
eso? Pensaba que sonaba como las expresiones de un niño de cuarto año de primaria. Además, el versículo 6 nos dice
que “subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra”. No me parecían palabras bíblicas. Muchos
dirán: “Romanos 8 es un buen pasaje. Parece que así debe ser la Biblia. Pero no me gusta Génesis 2, porque no contiene
nada del espíritu ni de la mente ni de la vida. Sólo habla de hierbas, plantas y vapor. No obstante, Génesis 2:5-6 forma
parte de la Biblia, y sin estos versículos la Biblia quedaría incompleta. La Biblia necesita estos dos versículos de
Génesis 2 para ser perfecta. Es bastante significativo ver lo que revela este pasaje.

No menosprecie ningún renglón de la Biblia, porque ella procede de la boca de Dios. Toda palabra, toda frase, toda
expresión y toda oración salieron de Su boca. Leer una frase de la Biblia es algo serio. Lo puede comprobar al leer
Génesis 2:5-6 una y otra vez con un espíritu de oración. Si usted ora y lee estos versículos de esta manera, será nutrido.
No obstante, si hace lo mismo con las líneas de un periódico de Los Angeles o de Santa Ana, estará muerto. Existe una
gran diferencia entre los escritos seculares y la santa Biblia. En ésta todas las palabras son santas; vienen de Dios.

Dios no había hecho llover sobre la tierra. Esto significa que Dios no había mandado que Su Espíritu se mezclase con
el hombre, quien iba a ser hecho del polvo de la tierra. En Joel 2:23, 28-29, vemos que la lluvia se presenta como
alegoría del Espíritu de Dios.

Algunos cristianos nos critican por usar demasiadas alegorías para interpretar la Biblia. No obstante, debemos entender
que es necesario alegorizar al interpretar la Biblia porque gran parte de ella, y particularmente Génesis 1 y 2, está
escrita en lenguaje figurativo. Pablo mismo usó alegorías para referirse al Antiguo Testamento. En 2 Corintios 4:6, él
habla del Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz. Esto se refiere indudablemente a Génesis 1. El
hecho de que el Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz resplandezca ahora en nosotros, significa
que la obra de Dios en Génesis 1 constituye una alegoría de lo que El está haciendo en nosotros hoy. En Gálatas 4,
Pablo usó a Sara, la esposa de Abraham, y Agar, la concubina de Abraham, como alegoría. Pablo se refirió
simbólicamente a estas dos mujeres como a dos pactos. Por consiguiente, la mejor manera de entender al Antiguo
Testamento es usar alegorías.
En los cuatro evangelios, el Señor Jesús usó alegorías para casi todo. Lo hizo con todos los tipos, sombras y figuras
del Antiguo Testamento. Dijo que El era Salomón, David, el sábado, la luz, el alimento, el aire, la puerta, el pastor y
los prados. El lo era todo. Por consiguiente, debemos emplear alegorías al referirnos a la Biblia. Le animo a hacer eso.

Ahora vamos a usar la alegoría de Génesis 2:5-6 donde vemos que Dios no hizo llover sobre la tierra. Esto significa
que Dios todavía no había mandado Su lluvia celestial, Su Espíritu, sobre la tierra. Cuando la lluvia baja a la tierra,
empapa el suelo y se mezcla con él a fin de producir la vida. Ahora podemos ver el punto: el hecho de que no había
lluvia antes de que el hombre fuese creado significa que el Espíritu de los cielos todavía no se había mezclado con algo
hecho de polvo para producir la vida.

2) No había hombre que labrase la tierra


“No había hombre para que labrase la tierra” significa que no había ningún hombre que trabajase en coordinación con
Dios al unir la labor humana con la divina (cfr. 1 Co. 3:9). Muchos cristianos son demasiado espirituales. Cuando son
“superespirituales” se convierten en superficiales. Son espiritualmente superficiales cuando dicen: “No debemos hacer
nada. El Espíritu lo hace todo”. Ese es un concepto equivocado. Si usted no hace nada, Dios no puede hacer nada, pues
El necesita que la labor humana coopere con la labor divina. ¿Para qué sirve la lluvia si no hay ningún hombre que
labre la tierra? Si usted como hombre ha labrado la tierra, tiene derecho a orar: “Señor, aquí estoy. Manda la lluvia”.
Entonces Dios mandará la lluvia. Pero supongamos que no hay ningún hombre sobre la tierra que pida la lluvia y que
algunos ángeles digan: “Oh Dios Jehová, ¿por qué no mandas la lluvia?” Dios contestará: “Si mando la lluvia, se
estropeará. Estoy esperando que haya un hombre que cultive la tierra. Cuando haya hombre que labre la tierra, mandaré
la lluvia”.

En estos días, la iglesia se preocupa por la predicación del evangelio. Pero supongamos que no hay ningún cristiano
en Anaheim que labore con Dios y que algunos ángeles en el aire oren: “Oh Dios Todopoderoso, salva a la gente de
Anaheim. Envía Tu voz y todos se arrepentirán”. Dios contestaría: “Eso es una insensatez. Si no hay nadie en Anaheim
que labore conmigo, ¿cómo puedo salvar a la gente?” ¿Se acuerdan de la historia de Cornelio? Aunque un ángel se le
presentó con un mensaje, el ángel no podía predicarle el evangelio (Hch. 10:1-8). El ángel dijo a Cornelio: “Necesitas
mandar a buscar a Pedro y pedirle que venga. No puedo labrar la tierra porque soy un ángel. No estoy calificado para
ello. Está establecido que sean los seres humanos quienes prediquen el evangelio. Ellos están calificados para hacerlo.
Pídele a Pedro que venga”.

Mientras no había ningún hombre en la tierra para que labrase la tierra, Dios no podía mandar la lluvia. No había
ningún hombre que laborase con Dios coordinando la labor humana con la divina. Debemos laborar en coordinación
con la labor divina de Dios. Debemos orar día y noche por nuestros parientes y nuestros amigos. Debemos trabajar en
ellos. Entonces llegará la lluvia. Si no cooperamos con Dios labrando la tierra, nunca vendrá la lluvia. Dios no
desperdicia Su lluvia. Cuando llega, viene para producir la vida.

3) No había brotado de la tierra ninguna vida


“Y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese” significa que todavía
no había ninguna vida, pues la vida no había crecido de la tierra. No había nadie que labrase la tierra y no había caído
lluvia; por lo tanto, era imposible que hubiera vida.

4) Subía de la tierra un vapor


“Sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra” (v. 6). Esto significa que sólo salía algo de
la tierra para labrar la tierra; nada descendía de los cielos para que la tierra produjera vida.

Estos cuatro puntos constituyen el trasfondo de la creación del hombre. Si abordamos estos versículos de una manera
alegórica, los consideraremos dignos de estar en la Biblia. Aprecio mucho Génesis 2:5-6. Ahora podemos entender
que necesitamos la lluvia y que Dios nos necesita. Dios necesita nuestra colaboración. Entonces la lluvia bajará de los
cielos para mezclarse con el polvo de la tierra a fin de producir la vida.

b. La manera: Génesis 2:7


Pasemos ahora a considerar la manera en que Dios creó al hombre. Dios creó al hombre exactamente igual que una
botella, con un cuello y una boca. ¡Alabamos al Señor porque tenemos boca! ¿Cómo podría uno vivir sin ella? Dios
nos hizo de esta manera.
1) Formar el cuerpo del hombre
con el polvo de la tierra
Dios formó el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra para que el hombre tuviese un cuerpo que fuera su expresión
exterior y como un órgano con el cual tener contacto con lo material. Dios hizo al hombre del polvo y no de oro. El
oro no puede producir vida. Si usted siembra una semilla en oro, la desperdiciará. Pero en el polvo puede crecer vida.
Si siembra semilla en la tierra, la semilla crecerá. No somos hombres de oro, sino de polvo. Me alegro de ser un hombre
de polvo. Soy un vaso de barro. ¡Aleluya!

Nuestro cuerpo fue formado del polvo para que fuera nuestra expresión exterior. Cuando tengo tiempo, me agrada
mirarme en el espejo, y examino especialmente mi cara. Cuanto más me miro, más estoy convencido de que Dios me
hizo. Ninguna otra persona en todo el universo podría haber moldeado esta criatura maravillosa. El estilo de los
automóviles estadounidenses puede ser mejorado y cambiado cada año, pero nadie puede mejorar el diseño del ser
humano. Nuestros oídos fueron perfectamente diseñados para escuchar. ¡Cuán horrible sería nuestra condición si los
miembros de nuestro cuerpo fuesen puestos en otra parte! ¿Qué pasaría si nuestra nariz estuviese sobre la frente y al
revés? La lluvia y el polvo entrarían en ella. Dios diseñó intencionalmente la nariz para que mirase hacia abajo a fin
de que sólo entrase el aire. Aunque mi nariz no es muy atractiva, sigo apegado a ella. Dios la diseñó para mí.

Debemos considerar muchas cosas acerca del cuerpo humano. En Eclesiastés 12:3 Salomón menciona las muelas,
diciendo que cuando un hombre envejece, las muelas cesan porque habrán disminuido. Los dientes incisivos son los
que cortan los alimentos, y las muelas son las que los trituran. Cuando comemos un pedazo de carne, nuestros dientes
lo cortan, y la lengua lo empuja hacia las muelas donde es triturado y llega a ser una substancia digerible. Eclesiastés
enseña que las muelas cesan porque una persona mayor generalmente tiene menos dientes. ¿Quién nos diseñó de esta
manera? ¿Quién diseñó nuestros incisivos, nuestras muelas y la saliva segregada, con los cuales trituramos los
alimentos? Indudablemente Dios lo hizo.

El hombre fue creado por Dios. Fue diseñado por el mejor artista. No preste atención a la teoría de la evolución. Hasta
la ciencia médica puede confirmar que el cuerpo humano contiene todos los elementos que hay en el polvo, tales como
la sal, el azufre, el cobre y el hierro. Dios formó un cuerpo humano maravilloso a partir de ese polvo. No tengo palabras
para describir esto. Mírese a sí mismo. Mire sus hombros, sus brazos y los cinco dedos de cada mano. Con los cuatro
dedos y el pulgar el hombre puede hacerlo todo. ¿Qué podríamos hacer si tuviéramos cinco pulgares en cada mano?
No podríamos usar los utensilios para comer. Si examina su cuerpo humano, descubrirá que es una botella viviente.
Verdaderamente fuimos hechos por Dios.

2) Infundir el aliento de vida


en la nariz del hombre
Dios infundió el aliento de vida en la nariz del hombre para que éste tuviese un espíritu, que es el recipiente, el órgano
en el cual puede recibir a Dios a fin de relacionarse con El y con lo espiritual (Jn. 4:24; Ro. 1:9). Dentro del radio hay
un receptor. Cuando ese receptor se daña, las ondas de radio no pueden llegar a su destino. Del mismo modo, nuestro
cuerpo es un recipiente exterior y dentro de nosotros se encuentra un espíritu que Dios hizo como receptor para que
éste percibiera a Dios, como las ondas de la radio celestial. Por medio de este órgano podemos tocar las cosas
espirituales. Toco la pizarra usando mi mano. Percibo los olores con mi nariz, y los colores con mis ojos. Escucho los
sonidos con mis oídos. Todas estas cosas materiales pueden ser percibidas por los sentidos de nuestro cuerpo físico. El
universo también contiene cosas espirituales. Dios está en este universo, y El es Espíritu. No lo podemos percibir por
medio de nuestros sentidos físicos. Es insensato negar la existencia de Dios porque no podemos percibirlo físicamente.
Pretender que algo no existe porque no podemos sentirlo es una necedad. Aunque existen muchas ondas en la
atmósfera, no podemos percibirlas sin un receptor. Del mismo modo, no podemos detectar la realidad de Dios sin el
receptor apropiado, nuestro espíritu humano. Si nuestro espíritu no funciona bien, no podremos percibir a Dios.
Debemos sintonizar nuestro espíritu. Debemos ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios. Hay en nosotros un órgano
que la Biblia llama el espíritu del hombre.

a) El aliento de vida y el espíritu del hombre


La palabra hebrea que se traduce “aliento” en Génesis 2:7 es neshamah, y se traduce “espíritu” en Proverbios 20:27.
Esto significa que el aliento que se menciona en Génesis 2:7 es el espíritu humano, y éste es la lámpara del Señor.
Antiguamente la gente usaba lámparas de aceite. La lámpara contenía aceite que era quemado para producir luz. Dentro
de nosotros tenemos una lámpara que puede contener el Espíritu de Dios como el aceite. Aunque tenemos esta lámpara
en nosotros, aún así necesitamos que el aceite divino entre en ella, permitiendo que la lámpara arda y brille. Proverbios
20:27 afirma que el espíritu del hombre escudriña todas las partes internas de nuestro ser. Cuando Dios, el aceite, entra
para encender nuestra lámpara, somos iluminados y examinados. La Biblia nos enseña claramente que el aliento de
Dios se ha convertido en nuestro espíritu humano y que nuestro espíritu es la lámpara de Dios, la cual le contiene como
el aceite y nos da luz.

b) El espíritu del hombre fue formado


especialmente por Dios
El espíritu del hombre fue formado especialmente por Dios (Zac. 12:1; Job 32:8). Zacarías 12:1 dice que Dios extendió
los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo existen tres cosas igualmente
importantes: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos fueron creados para la tierra, la tierra para el
hombre, y el hombre tiene un espíritu creado para Dios. Dios creó los cielos para la tierra. Sin los cielos, nada podría
crecer en la tierra. La tierra sirve para el hombre, y el hombre tiene un espíritu dentro de sí que puede contener a Dios.
Por consiguiente, el hombre es el centro del universo, y el centro del hombre es su espíritu. Esto es muy importante. A
los ojos de Dios, si el hombre no tuviese espíritu, sería una cáscara vacía. Sin el hombre en esta tierra, ésta se hallaría
vacía y los cielos serían inútiles. Alabamos al Señor porque los cielos sirven a la tierra, la tierra sirve al hombre, y el
hombre tiene un espíritu con el cual puede recibir a Dios. Alabado sea el Señor porque “¡hay un espíritu en el hombre!”

c) El espíritu del hombre es el lugar


donde el Espíritu de Dios obra y donde el Señor mora
El espíritu del hombre es el lugar donde obra el Espíritu de Dios. Romanos 8:16 afirma que el Espíritu de Dios da
testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por consiguiente, el Espíritu Santo obra con el espíritu humano. En 2
Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor Jesús está ahora con nuestro espíritu. El mora allí.

3) Hacer al hombre como un alma viviente


Dios hizo al hombre como un alma viviente para que tuviese un alma, la cual sería la persona, la personalidad
y el órgano con el cual habría de relacionarse con la esfera sicológica. Entre nuestro cuerpo exterior y nuestro
espíritu interior está nuestra alma, nuestra persona. Con el alma tenemos contacto con las cosas sicológicas.
Anteriormente mencioné algunas cosas físicas y algunas cosas espirituales; ahora quisiera hablar de lo
sicológico. Tomemos como ejemplo la alegría. La alegría no es ni material ni espiritual; es sicológica. Si
acude a mí y ve que no estoy contento con usted, ¿cómo sabrá que no estoy contento? Lo sabrá por medio
de su alma, su parte sicológica. Queda muy claro que Dios nos ha hecho de tres partes: un espíritu, un alma
y un cuerpo.

4) Hacer al hombre como un ser tripartito:


espíritu, alma y cuerpo
Dios hizo al hombre como un ser tripartito. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice claramente que tenemos espíritu,
alma y cuerpo. Hebreos 4:12 dice que nuestro espíritu puede ser separado de nuestra alma. ¿Por qué nos
creó Dios de esta manera? Simplemente para que seamos una persona maravillosa. Somos maravillosos
porque somos tripartitos. Los seres humanos no son sencillos. No se consideren como algo sencillo. En el
alma tenemos la mente, la parte emotiva y la voluntad. En el cuerpo, tenemos muchos miembros. En la
medicina se necesitan varios años para estudiar el cuerpo humano y aún así uno no llega a conocerlo muy
bien. En nuestro espíritu tenemos la conciencia, la intuición y la comunión. Dios nos creó de una manera
tan maravillosa porque quería que fuésemos Su recipiente. No fuimos hechos con ningún otro propósito.
Nuestro cuerpo existe para que seamos un vaso viviente que contenga a Dios. Si hemos de ser esa vasija, no
sólo necesitamos el espíritu interiormente, sino el cuerpo exteriormente, el cual nos capacita para vivir en
la tierra, ejercitando nuestro espíritu a fin de tocar a Dios, de ingerirlo, contenerlo e incluso asimilarlo.
¡Alabado sea el Señor porque fuimos hechos de manera maravillosa y tripartita!

Por causa de los jóvenes, quisiera usar un ejemplo. Supongamos que usted es pobre. Se esfuerza por ganar
dinero, principalmente para satisfacer sus necesidades físicas. Con el tiempo consigue una buena casa,
buena comida, excelente ropa y el mejor medio de transporte. Una vez satisfechas sus necesidades básicas,
empieza a desear música, deportes y esparcimiento. Esto satisface las necesidades sicológicas de su alma.
Aunque usted pueda darse toda la recreación que desee, al estar solo en su casa por la noche, siente en lo
más recóndito que está vacío. Todavía necesita algo. Entonces piensa: “Lo tengo todo. ¿Qué más quiero?
Tengo un buen automóvil, una buena casa, buena esposa y buenos hijos, y todo el esparcimiento que quiero”.
No obstante, en lo profundo de su ser, algo dice: “Todavía tienes una necesidad”. En lo profundo de su ser,
algo está reclamando, solicitando e incluso suplicando. ¿Qué es eso? Es su espíritu. Esta parte de su ser, su
espíritu, necesita a Dios.

Tenemos tres clases de necesidades, a saber, físicas, sicológicas y espirituales, porque nuestro ser consta de
tres partes. En la sociedad humana la gente se preocupa por las dos primeras necesidades y descuida la
tercera. Esta es la razón por la cual la iglesia está aquí, pues sólo la iglesia puede ayudar a la gente a satisfacer
la tercera necesidad. Aunque quizás tengamos el mejor disfrute material y la mejor satisfacción sicológica,
de todos modos algo falta. Usted necesita deleite espiritual, necesita a Dios. Usted necesita ser satisfecho en
lo profundo de su ser. Por tener una satisfacción interior, no me preocupan mucho el automóvil ni la casa.
Mi espíritu está satisfecho con Dios, pues fue hecho para contenerlo a El.

Dios, a fin de cumplir Su propósito, primero hizo al hombre como vaso que lo contuviera a El como vida. El
hombre fue hecho de una manera muy específica, no solamente con un cuerpo para subsistir físicamente y
con un alma para expresarse, sino también con un espíritu como órgano con el cual relacionarse con Dios y
como recipiente en el cual recibir y retener a Dios. El alma del hombre es su persona y toda su personalidad.
Es una persona completa. No obstante, la intención de Dios al crear el hombre no era que el hombre se
expresase consigo mismo. La intención de Dios era que el hombre, como ser creado completo, lo tomara a
El como vida y lo expresara en todos los aspectos de su personalidad. Por consiguiente, además del alma, el
hombre necesita un órgano específico con el cual tocar a Dios: el espíritu humano.

Como subrayamos anteriormente, todo lo descrito en Génesis es una semilla que se desarrollará en los
demás libros de la Biblia. Lo mismo sucede con los asuntos que hemos considerado en este mensaje: el
hombre como vasija que puede contener a Dios, el espíritu humano como órgano que toca a Dios, etc. Todos
estos puntos son sembrados como semillas en Génesis y se desarrollarán completamente en el Nuevo
Testamento como cosecha. Necesitamos muchos versículos del Nuevo Testamento para dar una definición
completa de estos asuntos, pero de momento detengámonos aquí.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE ONCE
EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO
(2)
En los diez mensajes previos vimos claramente en la Palabra santa que el propósito eterno de Dios consiste
en expresarse a Sí mismo por medio del hombre y en conferirle a éste Su autoridad para que ejerza Su
dominio sobre la tierra. Vimos también que la vida es el medio que Dios usa para cumplir Su propósito.
Como primer paso en el cumplimiento de Su propósito, El creó al hombre de una manera muy específica,
pues lo formó como una vasija que le contuviera a El, y no como un instrumento que laborara para El.
Romanos 9 expresa claramente que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra como vaso de misericordia
para honra y gloria a fin de que contuviera a Dios mismo. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un
órgano especial: el espíritu humano. Nunca debemos olvidar Zacarías 12:1 donde leemos que Dios extendió
los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo se necesitan tres cosas
para cumplir el propósito de Dios: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Nuestro espíritu es
sumamente importante; es tan vital para cumplir el propósito de Dios como lo son los cielos y la tierra.
Aunque el espíritu del hombre no es tan vasto como los cielos ni tan ancho como la tierra, es el aspecto más
crucial de nuestro ser.

En Job 32:8 se afirma: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Todos saben que el hombre tiene un
corazón, una mente, una voluntad y una conciencia, pero pocos entienden que el hombre tiene un espíritu.
No nos referimos al Espíritu Santo de Dios, sino al espíritu humano del hombre. Tenemos este órgano.

Consideremos los órganos de nuestro cuerpo físico: tenemos los órganos del oído, la vista, el olfato, el gusto
y del tacto. Con mis ojos puedo ver muchos colores distintos. Si estuviese ciego, no podría comprobar la
existencia de estos colores. Aunque los colores de todos modos existirían, yo no podría percibirlos, pues un
objeto determinado sólo puede ser percibido por el órgano designado específicamente con ese propósito.
Mientras yo hablo, los oídos de ustedes pueden percibir el sonido de mi voz. Si ustedes no tuviesen oídos,
pensarían que mi voz no existe. Sucede lo mismo con nuestro olfato. Aunque haya un aroma fragante en este
cuarto, necesitamos el olfato para olerlo.

Dios no creó solamente nuestros órganos físicos, sino también nuestros órganos psicológicos. ¿Cómo
podemos determinar la existencia del pensamiento? Comprobamos que existe el pensamiento por la función
de nuestra mente. Del mismo modo, podemos sentir el gozo por el órgano afectivo de la alegría que se suscita
en nuestra alma. Comprobamos la existencia del pensamiento y del gozo por los órganos correspondientes
que están en nuestra alma.

Además de nuestros órganos físicos y psicológicos, Dios creó un órgano espiritual: el espíritu humano.
Aunque resulta difícil entender qué es nuestro espíritu, podemos saber algo al respecto por medio de la
función de nuestra conciencia. Aunque pocas personas entienden qué es el espíritu humano, todos conocen
el significado de la conciencia. Según la Biblia, la conciencia es el órgano principal de nuestro espíritu
humano. ¿Dónde está nuestra conciencia? No es fácil determinarlo. De hecho, también es difícil ubicar
nuestra parte emotiva, nuestra mente y nuestro corazón. En realidad, tenemos dos corazones, uno físico y
otro psicológico. Es fácil ubicar nuestro corazón físico, pero resulta difícil encontrar nuestro corazón
psicológico. No podemos negar que tenemos ese corazón, pero no podemos determinar dónde está. Ocurre
lo mismo con nuestra conciencia. Aunque no podemos ubicarla, sabemos que existe porque nos acusa o nos
excusa constantemente. Nuestra conciencia protesta continuamente contra nuestro razonamiento y
nuestras emociones. Por ejemplo, en la escuela algunos jóvenes tienen la tentación de robar cuando piensan
que los demás son ricos, que lo tienen todo y que ellos son pobres. Por consiguiente, deciden robar de los
demás, tratando de justificar su acción. La mente está de acuerdo, las emociones asienten, y la voluntad
decide. No obstante, cuando el joven está a punto de cometer el robo, su conciencia protesta: “No hagas eso;
no está correcto”. Aun cuando él no le haga caso al sentimiento de su conciencia y robe todo lo que quiera,
la voz de su conciencia lo condenará durante mucho tiempo. Esta voz interior no viene de la mente, ni de la
parte emotiva ni del corazón, sino de la conciencia, y ésta es la parte principal de nuestro espíritu.

Ahora debemos relacionar eso con un asunto muy importante acerca de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es una
substancia espiritual. En Juan 4:24 Jesús dice que Dios es Espíritu. Esta mesa que está a mi lado está hecha
de madera; la madera es su substancia. Asimismo, Dios es Espíritu; la substancia de Su ser divino es Espíritu.
El órgano por el cual podemos percibir ese ser divino es nuestro espíritu humano. Si intentamos
experimentar a Dios sin ejercitar nuestro espíritu, será como intentar percibir colores sin usar la vista. Si
usamos el órgano equivocado, es imposible percibir a Dios. Alabamos a Dios porque en Su creación El formó
un espíritu dentro de nosotros. Por ser hechos como vasijas para contener a Dios, necesitamos nuestro
espíritu como receptor correspondiente.

El receptor de nuestro cuerpo físico es nuestro estómago. Si tuviéramos boca pero careciéramos de
estómago, nos resultaría imposible recibir comida para abastecer todo el cuerpo. El estómago no es
solamente un receptor, sino también un órgano digestivo que asimila la comida y la distribuye a las células
de la sangre. Finalmente, la substancia de la comida digerida y asimilada se convierte en nuestros tejidos
orgánicos. Dios tiene la intención de depositarse en nosotros. ¿Cómo lo puede hacer? El lo hace al ser nuestra
comida. El mismo Señor Jesús nos dijo que El venía como el pan de vida (Jn. 6:35). El dijo también: “El que
me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Esto significa que Jesús no es solamente nuestro
Salvador, Redentor y vida, sino también nuestra provisión de vida. El es el pan de vida. Dios desea infundirse
en nosotros al ser alimento que podemos recibir. ¿Qué órgano usaremos para ingerir a Dios? Nuestro
espíritu humano.

Debemos orar. La oración no consiste solamente en pedir a Dios que haga cosas por nosotros. Esta idea de
la oración es demasiado superficial. Orar es respirar. Cada vez que clamamos: “Oh Padre celestial” o
invocamos: “Oh Señor Jesús”, estamos respirando. Cuando respiramos, inhalamos aire. Asimismo, cada vez
que oramos a Dios ejercitando nuestro espíritu, recibimos Su ser divino en nuestro espíritu. Dentro de
nuestro espíritu lo contenemos a El y, en cierto sentido, lo asimilamos y distribuimos Sus elementos divinos
a todo nuestro ser. De este modo Dios entra en nosotros como vida. Nosotros los seres humanos fuimos
hechos por Dios de una manera muy específica: fuimos hechos como vasijas que tienen un receptor, nuestro
espíritu humano. Este fue el primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.

3. El segundo paso: el hombre


recibe a Dios como vida, 2:8-17
Ahora llegamos al segundo paso. Casi nadie puede llevar a cabo algo en un solo paso. Por consiguiente,
después de crear Dios al hombre como vasija con un espíritu humano que lo recibiera y lo contuviera, dio
otro paso al poner al hombre delante del árbol de la vida.

a. Puso al hombre frente al árbol de la vida


Como relaté en el mensaje anterior, cuando yo llevaba poco tiempo como cristiano, me confundía Génesis 2
porque para mí no parecía tener el estilo clásico que se esperaba de la Biblia. Me recordaba el juego de
algunos niñitos que hacen objetos de barro y los colocan frente a otros. No obstante, según Génesis 2 Dios
puso al hombre frente al árbol de la vida. ¿Qué es la vida? La vida es misteriosa. Incluso los médicos y los
biólogos son incapaces de definir la vida. Aunque la vida es misteriosa, Génesis 2 la presenta de una manera
palpable y sólida como el árbol de la vida. Tal vez anhelemos conocer el significado del árbol de la vida, pero
no debemos apresurarnos. No debemos acercarnos a algo tan misterioso como la vida de una forma
apresurada y superficial. Es fácil hablar de un pizarrón, pero resulta muy difícil hablar de la vida. De
momento debemos ver simplemente que Dios puso al hombre frente al árbol de la vida.

Cuando yo era joven y leía los dos primeros capítulos de Génesis, me preguntaba por qué Dios no le había
ordenado a Adán que lo adorara como Creador. Pensaba que Dios debía haber dicho a Adán: “Soy tu creador.
Debes adorarme por la mañana, al mediodía y por la tarde. Debes adorarme por lo menos siete veces al día.
Debes inclinarte, arrodillarte y postrarte delante de Mí. Escribiré algunas alabanzas para que practiques la
manera de adorarme”. Este era mi concepto. Yo pensaba que poner al hombre delante del árbol de vida sin
hacer nada era algo insensato. Además, creía que después de crear a Eva, Dios debió darles un sermón sobre
el matrimonio, diciendo: “Adán, debes agradecerme por darte esa querida esposa. Debes prometerme que
la amarás para siempre. Eva, como esposa de Adán, te ordeno someterte a él”. Me parecía muy lógico que
Dios pusiera esos requisitos. Bajo la influencia del cristianismo, y particularmente de las ceremonias de
boda, me imaginé que Dios daría un sermón sobre el matrimonio a la primera pareja. Sin embargo, Dios no
les dio tal discurso. Sólo parecía decirles: “Tengan cuidado con la comida. Deben comer correctamente. No
me preocupa el amor ni la carencia de amor que tengas por tu esposa, ni me preocupa tu sumisión o falta de
sumisión a tu marido. La adoración no me interesa mucho. Me preocupa lo que coman. Si comen mal,
estarán mal. Si comen del árbol erróneo, morirán. Adán, debes entender que no es tan importante lo que
haces, sino lo que eres. Serás lo que comes. Si comes muerte, te convertirás en muerte; si comes vida, serás
vida. No se trata de hacer sino de ser. Cuídate en lo que comes”. Al principio de mi vida cristiana, me
molestaba eso. Francamente, en aquel tiempo no me gustaba Génesis 2. Apreciaba el capítulo 1, que describe
la obra creadora de Dios, pero pensaba que el capítulo 2 parecía una caricatura para niños.

Después de crear al hombre, Dios lo puso delante de un árbol. Dios no le pidió al hombre que obedeciera
diez leyes y requisitos. No había ningún mandamiento, sino una colocación. Dios puso al hombre delante
del árbol de la vida; El quería que el hombre comiera de ese árbol. Más adelante en ese mensaje, veremos el
significado del árbol de la vida.

1) “Al oriente”:
el lugar de la gloria resplandeciente
Según Génesis 2:8 estaba ubicado “al oriente”. Cuando leemos Génesis 2, debemos entender que este relato
está escrito en un lenguaje figurativo y que estas figuras deben ser entendidas en su sentido simbólico. En
el mensaje diez dije que ver el lenguaje simbólico de la Biblia no es algo equivocado, pues aun el apóstol
Pablo hizo una alegoría con respecto a Sara y a Agar (Gá. 4:22-26). Por consiguiente, debemos usar la
simbología para entender Génesis 2. En la Biblia “al oriente” se refiere a la dirección de la gloria
resplandeciente porque la luz gloriosa del sol viene del oriente (Ez. 43:2). Esto es muy significativo. Cada
vez que nos reunimos y tenemos la presencia del Señor, sentimos en lo profundo de nosotros que esta
reunión es gloriosa. Después de esa reunión, usted irá a casa y le hablará a su esposa de la gloria que
experimentó.

2) “En el Edén”: un lugar delicioso


Dios puso al hombre en el Edén. En hebreo, la palabra Edén significa delicia. Por tanto, Edén es un lugar
placentero, un lugar de deleite y de esparcimiento. No se imagine que es incorrecto divertirse.
Indudablemente las diversiones pecaminosas y mundanas de hoy no son sanas, pero la diversión en Dios
ciertamente es correcta.
3) En “un huerto”:
un lugar hermoso y agradable
Dios puso al hombre en un huerto, y no en una fábrica ni en una escuela ni en una catedral. El lo puso en un
huerto, un lugar que no sólo es agradable y hermoso, sino también un lugar donde crecen cosas. Un huerto
no es un patio donde la gente juega, ni una fábrica donde se trabaja, ni una escuela donde se estudia, ni un
hospital donde se es aliviado, ni una catedral donde se adora. Un huerto es un lugar en el cual se cultiva, un
lugar para producir vida. La idea central de Génesis 1 y 2 es la vida. A Dios no le preocupa mucho la educación
ni la adoración. El se interesa por el crecimiento. Por tanto, puso al hombre en un huerto. La vida de iglesia
no debe parecerse a una escuela ni a una catedral; la vida de iglesia debe ser un jardín. En 1 Corintios 3:9
Pablo dice: “Sois labranza de Dios”. En 1 Corintios 3, el pensamiento que Pablo expresa es idéntico al que
presenta Dios en Génesis 2, pues una labranza es un lugar en el cual se cultiva. El huerto exhibe cosas
hermosas puesto que produce vida. Por el contrario, resulta difícil encontrar belleza en una fábrica. El lugar
más agradable y más hermoso es un huerto lleno de plantas multicolores que crecen allí. ¡Alabado sea el
Señor porque el hombre fue puesto en un huerto!

4) Con todo “árbol”


En el huerto lo más importante son los árboles. En las Escrituras, el concepto del árbol es crucial. Cuando
las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, mencionan también el árbol. Del árbol
depende si el hombre vivirá o morirá, si vivirá eternamente o perecerá (cfr. Gn. 2:16-17; 3:1-3, 22, 24; Ez.
47:12; Ap. 22:2, 14, 19). El concepto del árbol es absolutamente vital para el destino del hombre.

a) “Delicioso a la vista”: para complacer al hombre


Al hacer todo árbol delicioso a la vista (Gn. 2:9), Dios quería complacer al hombre y hacerlo feliz. La
intención de Dios no era que el hombre trabajase, sino que fuera totalmente satisfecho y complacido. Esto
va en contra de nuestro concepto religioso, que se centra en la adoración a Dios. Cuando llevaba poco tiempo
como cristiano, vi a muchos adoradores de Dios con caras largas. Pero a Dios no le interesa esa clase de
adoración. A El le preocupa nuestra felicidad. Esta es la razón por la cual dice en los Salmos en varias
ocasiones: “Aclamemos alegremente a Jehová” (Sal. 95:1; 100:1). Dios se complace en nuestras caras
sonrientes. Le agrada ver que estamos complacidos y satisfechos con El. No piense en lo que usted ha hecho
por Dios ni en lo que debería hacer por El. Usted debe considerar lo alegre que está en el Señor. Romanos
14:17 dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Usted debe regocijarse en la
presencia de Dios. Si usted no se alegra en la presencia de Dios y si no está feliz, eso significa que está
equivocado en cuanto a El. Todo lo que haga por Dios se le convertirá en una pesada carga si no siente
ninguna alegría. Usted no tiene por qué llevar esa carga; necesita alegría. Debe estar alegre, complacido y
plenamente satisfecho por Dios y con Dios.

b) “Bueno para comer”:


a fin de satisfacer al hombre
Génesis 2:9 indica que los árboles eran buenos para comer. Observe que la Biblia no dice que los árboles
eran buenos para producir materiales, pues el concepto de Génesis no incluye labores ni realizaciones
humanas. Por consiguiente, no se menciona ningún material para obras manuales. El concepto de Génesis
2 se centra plenamente en la vida. Por consiguiente, dice que los árboles eran buenos para comer porque la
comida está relacionada con la vida. Sin alimento, no podemos vivir. El alimento mantiene nuestra vida y
nos satisface.

c) El “árbol de la vida” era el centro


El árbol de la vida estaba en medio del huerto. Si estudiamos el relato de Génesis 2, nos daremos cuenta de
lo siguiente: con excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal, el único árbol que se nombra es el
árbol de la vida. No conocemos los nombres de los demás árboles, pero sí sabemos que había un árbol que
se llamaba el árbol de la vida. Esto demuestra que el árbol de la vida constituía el centro.

(1) El centro del universo


El árbol de la vida es el centro del universo. Conforme al propósito de Dios, la tierra es el centro del universo, el huerto
de Edén es el centro de la tierra, y el árbol de la vida es el centro del huerto de Edén. Debemos ser conscientes de que
todo el universo gira en torno al árbol de vida. Aparte de ese árbol, no hay nada más crucial para Dios y para el hombre.
Es muy significativo ver que el hombre fue puesto en el huerto delante del árbol de la vida.

(2) Capacita al hombre


para que reciba a Dios como vida
Este árbol capacita al hombre para que reciba a Dios como vida. ¿Cómo podemos comprobar eso? Los siguientes libros
de la Biblia revelan que Dios es vida. Por tanto, el árbol de la vida que estaba en el huerto demostraba que Dios desea
ser nuestra vida en forma de alimento. Conforme al Evangelio de Juan, un día Dios se hizo carne (Jn. 1:1, 14). En El
estaba la vida (Jn. 1:4). La vida que exhibía el árbol de vida en Génesis 2 era la vida que se encarnó en Jesús, quien
era Dios en carne. Jesús nos dijo que El mismo era vida (Jn. 14:6). Además, Juan 15 nos dice que Cristo es un árbol,
la vid. Por una parte, El es un árbol; por otra, El es vida. Cuando juntamos todos estos pasajes de Juan, vemos que
Jesús es el árbol de vida. Jesús dijo que El es el pan de vida, lo cual significa que El vino a nosotros como el árbol de
la vida en forma de alimento.

No es fácil entender la Biblia. Déjenme hacer una pregunta: ¿Qué tan alto era el árbol de la vida? Si me lo preguntan
a mí, contestaré que no era más alto que yo. Doy esta respuesta porque Adán, quien fue puesto delante del árbol de la
vida, probablemente no era más alto que yo. Si el árbol de la vida tuviese una gran altura, su fruto habría estado fuera
de nuestro alcance. Adán y Eva no tenían ni escalera ni instrumento alguno para coger el fruto de ese árbol. Por
consiguiente, creo que el árbol de vida no era muy alto.

Jesús, por ser el Dios todopoderoso, es altísimo, pero cuando vino a nosotros como comida El fue humilde. El era un
pan. Incluso fue las migajas que caen debajo de la mesa (Mt. 15:21-27). Este Jesús que vino a nosotros como vida en
forma de alimento no era alto ni grande; El era pequeño y humilde. Todo lo que comemos debe ser más pequeño que
nosotros; de lo contrario, no podríamos ingerirlo. Aun cuando nuestra comida sea más grande que nosotros, debemos
cortarla en pedazos lo suficientemente pequeños para poderla ingerir. Por tanto, Jesús vino a nosotros como vida en
forma de comida. El dijo: “Soy el pan de vida”, y: “El que me come, él también vivirá por Mí”. Dios en el Hijo es el
árbol de vida bueno para ser comido. Día tras día podemos alimentarnos de El. Podemos comerlo a El.

(3) Tipifica a Cristo


El árbol de vida tipifica a Cristo quien imparte vida al hombre y quien lo complace y lo satisface (cfr. Jn. 15:1; Ex.
15:25). Cristo nos imparte la vida divina, nos complace y nos satisface. Muchos de nosotros podemos dar testimonio
de eso. Podemos decir: “¡Aleluya! Jesús me ha impartido vida. El me satisface siempre”. Este es el árbol de la vida.

5) Con un “río”
Cerca del árbol hay un río (Gn. 2:10). Puesto que éste es un árbol de vida, el río también debe ser de vida. Al final de
la Biblia vemos también un río de vida que fluye y un árbol de vida que crece (Ap. 22:1-2). Al principio y al final de
la Biblia encontramos el árbol de vida y un río que fluye con agua viva. En las Escrituras, el concepto del río también
es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, también mencionan el río.
Recibir a Dios como vida, disfrutar de la grosura de Dios, satisfacer la sed, ser regados, crecer y regocijarnos son cosas
que dependen completamente del río (cfr. Sal. 36:8-9; 46:4; 65:9; Ex. 17:1-7; Jl. 3:18; Zac. 14:8; Jn. 4:14; 7:37-38;
Ap. 22:1-2).

Si usted recibe al Señor Jesús, en seguida sentirá que en lo profundo de su ser algo lo riega. Algo fluye dentro de usted.
¿No ha tenido usted esta experiencia? Cada vez que dice: “Señor Jesús, te amo” o cada vez que ora al Señor, significa
que lo recibe una vez más; usted siente que algo fluye dentro de usted. Cada mañana debe tomar a Cristo como su
desayuno, al mediodía El debe ser su almuerzo, y por la noche lo debe comer como cena. Usted debe comer a Cristo
por lo menos tres veces al día. Si hace eso, el agua de vida lo regará a usted interiormente. Nunca estará seco. Quizás
usted trabaje en una oficina todo el día y llega a casa, cansado y extenuado del trabajo, sintiéndose bastante seco. Si
toma a Jesús como su cena, brotará agua viva dentro de usted. “Salía de Edén un río para regar el huerto”. Este fluir
evacuará muchas cosas viejas de su ser. Nuestra experiencia y el relato divino que consta en la Biblia nos dicen que
este río es necesario.

Aunque Génesis 2 parece ser un relato de la creación, en realidad fue escrito según la experiencia de vida. El árbol de
vida y el río que fluye indican que cada vez que recibimos a Jesús como alimento, ese alimento imparta la vida divina,
una vida que riega y fluye. En Apocalipsis 22:1-2 vemos que el río de vida con el árbol de vida que crece en él, procede
del trono de Dios. Este cuadro es una prueba adicional que demuestra que el árbol de la vida y el río de vida representan
la experiencia genuina de la vida. Cada vez que ingerimos a Dios en Cristo como vida nuestra, tenemos este río que
fluye dentro de nosotros para regarnos y obrar en gran manera dentro de nosotros.

a) Regar, satisfacer la sed y emanar vida


Este río fue hecho para regar el huerto a fin de que en éste crecieran productos llenos de vida.
Indudablemente satisfacía también la sed del hombre para que éste pudiese sobrevivir. Todo eso significa
que el río producía el fluir de la vida. En nuestra vida física debemos beber mucha agua para mantener la
circulación de nuestra sangre. El fluir de nuestra vida física depende del agua. Del mismo modo, día tras día
debemos tomar el agua de vida para mantener el fluir de la vida divina dentro de nosotros. Esto nos
proporciona la circulación espiritual de la vida divina.

b) Brota de Edén
El río fluye de Edén, lo cual significa que brota de Dios. En Apocalipsis 22, el río de agua de vida procede del
trono de Dios. Es también un fluir que procede de Dios mismo. Dios, la vida misma, es la fuente de agua
viva, y fluye a nosotros para que le disfrutemos.

c) Un solo río se convierte en cuatro brazos


Este río es un solo río. ¿Tiene usted dos ríos? Aunque aquí puede haber mil creyentes, de todos modos
tenemos un solo río porque todos procedemos de la misma fuente: Dios el Creador. La fuente es una sola;
por tanto, el curso también debe ser uno solo.

Este río único se dividió en cuatro brazos (Gn. 2:10-14). ¿Qué significa eso? Esto significa que el río procede
de Dios, quien es la fuente y el centro, para llegar a los hombres en todas las direcciones. En la Biblia el
número uno es el número de Dios, el Creador, pues El es único. El número cuatro representa al hombre, la
criatura. Puesto que los hombres viven en las cuatro direcciones, el único río de Dios fluye en todas las
direcciones para llegar hasta ellos.

(1) El primer brazo


El nombre del primer brazo es Pisón, que significa “correr libremente” (cfr. Is. 55:1; Ap. 22:17). Este río fluye
sin costo alguno, pues es gratuito. Fluye a la tierra de Havila, que significa “hacer crecer”. Este brazo del río
fluye libremente para que crezca todo lo que contiene vida (cfr. Ez. 47:9, 12).

Este fluir también contiene oro, el cual representa la naturaleza divina (cfr. 2 P. 1:4). Si usted no experimenta
esto, no entenderá lo que significa; si tiene alguna experiencia, podrá decir: “Amén”. Cuando la vida de Dios
fluye en nosotros, nos trae el oro, la naturaleza divina. En el mensaje anterior dije que no me gusta ser un
hombre de oro y que prefiero ser de polvo porque en el oro no crece la vida. En la perspectiva del crecimiento
en vida, resulta muy bueno ser hombres de polvo. No obstante, necesitamos que el elemento del oro nos sea
añadido. Con el tiempo, llegaremos a ser hombres de oro. En 1 Corintios 3 Pablo nos amonesta a ser
cuidadosos con nuestra obra de edificación, y nos pide que usemos los materiales adecuados, de los cuales
el primero es el oro. Además, en Apocalipsis 1 se nos dice que las iglesias son candeleros de oro. Los
candeleros no son hechos de barro, sino de oro. En Romanos 9, somos polvo; en Apocalipsis 1, somos oro.
¿Cómo puede el polvo ser reemplazado por el oro? La vida divina debe fluir dentro de nosotros para
impartirnos el oro. Sucede lo mismo con el oro físico que se encuentra frecuentemente en un río. Antes de
experimentar a Cristo como el fluir de vida, no teníamos nada de la naturaleza divina, nada de oro. Ahora
tenemos oro en nosotros por el fluir de la vida divina. Dentro de nosotros se ha introducido algo precioso y
de peso, el elemento mismo de Dios.

El fluir del río también produce la perla. En esta ocasión no tenemos tiempo para definir la perla; diremos
solamente que se trata de una substancia que procede de una transformación. Representa al nuevo hombre
regenerado (cfr. Mt. 13:45) porque la perla no es un elemento creado sino una substancia que ha sido
transformada.

Además, el fluir del río produce la piedra de ónice, que representa al hombre transformado, el cual expresa
la gloriosa imagen de Dios (cfr. Ap. 4:3; 2 Co. 3:18). Ahondaremos más en este tema en el mensaje siguiente.
El primer brazo, Pisón, significa que el río de vida fluye libremente, haciendo crecer todas las cosas y
trayendo consigo tres clases de materiales preciosos: el oro, la perla y las piedras preciosas. Si leemos toda
la Biblia, veremos que estos materiales se encuentran en la Nueva Jerusalén. Los materiales traídos por el
fluir del río de vida sirven para edificar la morada de Dios. Sólo pueden ser traídos por el fluir de la vida
divina. En otras palabras, la vida divina que fluye en nosotros hace de nosotros los materiales para el edificio
de Dios. Este es el significado del primer brazo del río.

(2) El segundo brazo


El segundo brazo se llama Gihón, que significa turbulencia de aguas. Las turbulencias implican plenitud (cfr. Jn. 4:14;
7:38). Este río corre como una inundación poderosa. Supongamos que tenemos varias gotas de agua. Esa cantidad de
agua no puede generar una turbulencia. Si queremos tener una turbulencia como las cataratas del Niágara, necesitamos
una enorme cantidad de agua. La turbulencia del agua indica su plenitud.

Este río fluye hacia Cus. Cus es el antiguo nombre hebreo que designa a Etiopía, y significa rostro negro, lo cual
representa la naturaleza maligna e inmutable de los pecadores (cfr. Jer. 13:23; Ro. 7:18). Yo era cusita antes de ser
salvo; era negro, pecador y maligno. De hecho, todos éramos cusitas; éramos muy negros, y nuestra naturaleza era
maligna. Desde la perspectiva humana, esta naturaleza jamás puede cambiar. Alabado sea el Señor porque la
turbulencia de las aguas divinas nos regenerarán y nos transformarán en otra persona. El fluir del río divino es tan rico
y fuerte que puede cambiar nuestra naturaleza maligna, e incluso puede glorificarnos. Aunque los cusitas no pueden
cambiar la piel de su rostro, nuestro cutis negro y maligno tiene la posibilidad de ser plenamente transformado por la
turbulenta corriente del fluir de la vida divina.

(3) El tercer brazo


El tercer brazo se llama Hidekel (el nombre hebreo del Tigris), que significa rápido, lo cual implica poder (cfr. Fil.
3:10; Ef. 1:19-20). El agua que fluye con rapidez tiene poder. El Hidekel fluye hacia Asiria, que significa plano, lugar
habitado. Esto nos indica que el fluir del agua viva llega al lugar en donde mora la gente (cfr. Jn. 10:10b; 7:37).

(4) El cuarto brazo


El cuarto brazo es llamado Perat (el nombre hebreo del Eufrates), que significa dulce, fértil o fructífero (cfr. 2 Co. 2:14;
2 P. 1:3-8, 11; Gá. 5:22-23). ¡Alabado sea el Señor! El último brazo del fluir de agua viva nos trae dulzura, y nos hace
fértiles y fructíferos. Hace poco hablábamos de llevar fruto. ¿Cómo podemos llevar fruto? Sólo por el fluir del río de
vida que corre dentro de nosotros. Mientras la vida fluya adentro, nos traerá dulzura, y nos hará fértiles y fructíferos.
¡Esto es maravilloso!

Si juntamos los cuatro brazos del único río, tenemos un cuadro completo del Nuevo Testamento. Necesitamos todo el
Nuevo Testamento para definir los cuatro brazos del único río de la vida divina.

Una vez más, quisiera decir que todo lo que encontramos en el libro de Génesis es una semilla, el crecimiento de la
semilla está en el Nuevo Testamento, y la cosecha se halla en el libro de Apocalipsis. La semilla del río que fluye es
sembrada en Génesis 2, el crecimiento se produce en los siguientes libros de la Biblia, y la cosecha se encuentra en el
libro de Apocalipsis. Necesitamos toda la Biblia para hallar el verdadero significado del cuadro en Génesis 2. Dios en
Su Hijo Jesucristo es vida para nosotros en forma de alimento. Si lo ingerimos a El, no sólo hallamos satisfacción, sino
que esta vida se convertirá en un río que corre dentro de nosotros. Esta agua será un torrente que fluye en nosotros para
regenerarnos, transformarnos y hacernos dulces y fructíferos. Con este fluir seremos el oro, la perla y las piedras
preciosas con los cuales se edificará la morada de Dios, la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! Así cumple Dios
Su propósito eterno. No obstante, no es más que el segundo paso. Abarcaremos el tercer paso en el mensaje siguiente.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE DOCE
LA TRANSFORMACION PARA LA EDIFICACION
EN EL FLUIR DE VIDA
En este mensaje quisiera considerar, a modo de paréntesis, los materiales preciosos que se revelan en varios
pasajes de la Biblia. Génesis 2:10-12 menciona tres categorías de esos materiales: el oro, las perlas y la piedra
de ónice. Apocalipsis 21 habla de oro, de perlas y de variedades de piedras preciosas (vs. 11-14, 18-21). Si
leemos Exodo 28:6-21, descubriremos que unas piedras de ónice engastadas en monturas de oro fueron
colocadas sobre los hombros del efod, y que sobre el pectoral que llevaba el sumo sacerdote se montaron
doce piedras preciosas. En 1 Corintios 3:12 también se mencionan los materiales preciosos. Pablo dice que
debemos mirar cómo sobreedificamos la iglesia, que debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas.
Aunque Pablo reemplaza las perlas por la plata, las otras dos substancias siguen siendo las mismas. El Señor
Jesús habló de piedras cuando dijo a Pedro que éste era una piedra para la edificación de la iglesia (Mt.
16:18). Más adelante Pedro, en su primera epístola, dijo que todos somos piedras vivas con las cuales se
edifica una casa espiritual (1 P. 2:5).

También debemos prestar atención a una palabra sumamente crucial en el Nuevo Testamento:
transformación. Esta palabra es traducida acertadamente del griego en Romanos 12:2 donde dice que
debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente [y en 2 Corintios 3:18, donde dice]:
“Transformados en la misma imagen”. De modo que en el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida
transformación se usa por lo menos dos veces. El equivalente en nuestro idioma es “cambio metabólico”. La
transformación no es meramente un cambio exterior, sino un cambio orgánico, un cambio metabólico.
Transformar significa convertir una substancia de una forma y elemento en otra forma y elemento. Las
piedras preciosas son producidas por el proceso de transformación. Este es el significado de la
transformación.

Muchos cristianos no saben que la Biblia habla de la transformación. Así que dedicaremos este mensaje a
dicho asunto. En los mensajes anteriores vimos el propósito eterno de Dios, el cual consiste en expresarse a
Sí mismo y en expresar Su dominio por medio del hombre. En Su deseo de cumplir ese propósito, Dios creó
al hombre de una manera específica como una vasija que lo contuviera a El como vida. Por consiguiente,
Dios creó al hombre con un espíritu humano para que éste se relacionara con El, lo recibiera, lo retuviera y
lo asimilara en todo su ser. Después de crear al hombre de esta manera, Dios lo puso en un huerto en cuyo
centro estaba el árbol de vida. Junto con el árbol de la vida se encontraba un río de agua viva, y en la corriente
de ese río había oro, perlas y piedras de ónice. Génesis 2 lo describe claramente.

¿Qué significa esta descripción? Sabemos que la Biblia es muy económica; en ella no se desperdicia un solo
párrafo, frase o palabra. Cada palabra es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16). Por tanto, debemos conocer
la razón por la cual Dios usó casi un capítulo entero para describir un huerto, un árbol, un río y tres
materiales preciosos. ¿Qué significa todo eso?

La Biblia entera constituye la revelación de Dios, y la mayoría de las semillas de esta revelación fueron
sembradas en Génesis 1 y 2. Por ejemplo, Dios, el hombre y la vida son algunas de las semillas sembradas
en Génesis 1 y desarrolladas en toda la Biblia. Las semillas sembradas en Génesis crecen en los siguientes
libros de la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento, produciendo un cultivo en las epístolas y una
cosecha en Apocalipsis. Casi todo lo que se siembra en Génesis 1 y 2 es segado y forma una gran cosecha en
el libro de Apocalipsis.

Basándonos en ese principio, consideremos algunos puntos que aparecen tanto en Génesis como en
Apocalipsis. En Génesis 2, vemos el árbol de la vida en medio del huerto. Luego descubrimos un río que
corre junto al árbol y produce oro, perlas y piedras de ónice. El escenario en que se encuentra todo esto es
un huerto, y un huerto representa las cosas naturales que Dios creó. En un huerto, podemos ver el
crecimiento de las cosas creadas.

Cuando llegamos a Apocalipsis 21 y 22, no encontramos un huerto sino una ciudad. Una ciudad no es creada
sino edificada. En Génesis 2 vemos la creación; en Apocalipsis 21 y 22 descubrimos el edificio. En la ciudad
también tenemos el árbol de la vida. Por tanto, la Biblia empieza y termina con vida. Además, en la ciudad
encontramos un río de agua viva que sale del trono de Dios. Esto corresponde al río que había en el huerto.
Además, en Apocalipsis encontramos las tres categorías de materiales preciosos, no en un estado natural,
sino edificados como una ciudad de oro, perlas y piedras preciosas. Por consiguiente, la semilla sembrada
en Génesis es la cosecha segada en Apocalipsis. El crecimiento de la semilla y el desarrollo de la cosecha se
encuentran entre Génesis y Apocalipsis. Este no es nuestro concepto humano; es la revelación de la Palabra
divina contenida en los primeros capítulos de la Biblia y en los últimos.

Al principio de la Biblia vemos un huerto, y al final, vemos una ciudad. Entre el huerto y la ciudad transcurre
un largo proceso, y se debe llevar a cabo una extensa obra. No obstante, la semilla sembrada en el huerto
llega a ser la cosecha en la ciudad. Esta semilla incluye el árbol de la vida, un río y los tres materiales
preciosos. En el período de cosecha de Apocalipsis, los materiales ya no se encuentran en un estado natural,
sino que llegan a ser un edificio bien entretejido. La Nueva Jerusalén es un edificio de oro, perlas y piedras
preciosas.

Si leemos Apocalipsis 21 y 22 detenidamente, descubriremos que la Nueva Jerusalén es una montaña de oro.
No es un edificio de barro. Esta montaña de oro también es una ciudad de oro. De manera que el oro es el
sitio, el terreno, sobre el que se edifica la ciudad. Las piedras preciosas constituyen el muro de la Nueva
Jerusalén, y en este muro cada puerta es una perla enorme. El sitio donde se alza la Nueva Jerusalén es de
oro, el muro se compone de piedras preciosas, y cada una de las doce puertas es una perla. Por consiguiente,
esta ciudad está hecha de los materiales preciosos que se encuentran en estado natural en el huerto. En
Génesis las substancias preciosas se hallan en el huerto; en Apocalipsis constituyen una ciudad.

Esta no es mi interpretación. Entre Génesis y Apocalipsis tenemos 1 Corintios. En 1 Corintios 3, Pablo dice
que como arquitecto él puso el único fundamento, Jesucristo, y que todos debemos mirar cómo
sobreedificamos. ¿Qué materiales usamos en la edificación de la iglesia? Pablo nos exhorta a edificar con
oro, plata y piedras preciosas. (Más adelante veremos la razón por la cual él sustituyó las perlas por la plata).
Así podemos ver que no sólo la Nueva Jerusalén es edificada con oro, perlas y piedras preciosas, sino que
también la iglesia en esta era debe ser edificada con oro, plata y piedras preciosas, y no con madera, heno y
hojarasca. Como lo veremos, el oro contrasta con la madera, la plata está en oposición al heno, y las piedras
preciosas a la hojarasca.

Cuando vi eso al poco tiempo de hacerme cristiano, me entusiasmé. Vi un huerto en Génesis 2, en el cual
había materiales preciosos. Vi una ciudad en Apocalipsis, construida con esos mismos materiales. Entre
Génesis y Apocalipsis vi una iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas. Vi que la iglesia se compone
de todo el pueblo redimido, y que esta composición es un edificio. ¿Quién es el oro, la plata y las piedras
preciosas? Usted y yo. Nosotros los redimidos de Dios somos los materiales con los que se construye el
edificio espiritual de Dios.

En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios también tenía un pueblo, los hijos de Israel. La persona más
prominente entre ellos era el sumo sacerdote, el cual los representaba en la presencia de Dios. Cada vez que
él entraba en la presencia de Dios para interceder por el pueblo, tenía que llevar dos placas en los hombros
y un pectoral. En las placas de los hombros se encontraban dos grandes piedras de ónice sobre los cuales
estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. En el pectoral se encontraba un hermoso marco
de oro fino, e incrustadas en ese marco se hallaban doce piedras preciosas en cuatro hileras de tres cada una.
Las doce piedras del pectoral corresponden al número doce en la Nueva Jerusalén. El número doce en la
ciudad y en el pectoral se compone de cuatro por tres. Por ejemplo, el pectoral tiene cuatro hileras de tres
piedras, y la ciudad tiene cuatro lados con tres puertas en cada lado, cuyo producto es doce en el pectoral y
también en la ciudad. Así que, el número de las piedras engastadas en el pectoral del sumo sacerdote era el
número de la Nueva Jerusalén. Además, en estas doce piedras estaban grabados los nombres de las doce
tribus de Israel. En Apocalipsis 21 encontramos los nombres de las doce tribus sobre las doce puertas de la
ciudad. Esto es muy significativo.

Consideremos el significado de eso. En el Nuevo Testamento, vemos una iglesia construida de oro, plata y
piedras preciosas. En el Antiguo Testamento vemos al pueblo de Dios compuesto de oro y de piedras
preciosas convertido en una entidad completa. A los ojos de Dios, el pectoral del sumo sacerdote formaba
parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén venidera. Del mismo modo, la iglesia edificada con oro, plata y
piedras preciosas también forma parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén. En el Antiguo Testamento,
vemos a Israel con las doce tribus. En el Nuevo Testamento tenemos la iglesia con los doce apóstoles. Por
consiguiente, Israel y la iglesia constituyen la Nueva Jerusalén. Los nombres de las doce tribus de Israel se
encuentran en las doce puertas de la Nueva Jerusalén, y los nombres de los doce apóstoles de la iglesia están
sobre los doce cimientos de la ciudad. Este edificio abarca toda la Biblia desde el principio, con el huerto de
Génesis, hasta la conclusión, con una ciudad en Apocalipsis. Entre el huerto y la ciudad se encuentran dos
pueblos: Israel y la iglesia. Tanto Israel como la iglesia tienen doce nombres. Finalmente, todos fueron
transformados en oro, plata o perlas, y piedras preciosas. Por lo tanto, el huerto, la ciudad y los dos pueblos
están relacionados con las tres categorías de materiales preciosos.

En la Biblia, entre el huerto y la ciudad, existen solamente dos pueblos: Israel y la iglesia, representados por
el oro y las piedras preciosas, construidas como la morada de Dios, pero estos dos pueblos disfrutan también
de la vida y del río. En Salmos 36:8-9 se nos dice que los hijos de Israel disfrutaban la fuente de vida y el
torrente de las delicias de Dios. En Juan 6 y 7 se indica que los que constituyen la iglesia disfrutan el pan de
vida y los ríos de agua viva. Así que, la Biblia no sólo menciona continuamente los materiales preciosos, sino
también la vida y el río que aparecen al principio y al final.

¿Por qué se encuentran las perlas en Génesis 2 y en Apocalipsis 21 y la plata en 1 Corintios 3? En 1 Corintios
3 vemos la plata porque en tipología la plata representa la redención. La redención aniquila el pecado. Si no
existiese el pecado, no habría necesidad de redención. En el huerto de Génesis 2 no había ningún pecado, y
por la eternidad en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 el pecado estará desterrado. El pecado entró en
Génesis 3 y será completamente eliminado en Apocalipsis 20. Por consiguiente, no encontramos pecado ni
en Génesis 2 ni en Apocalipsis 21. Por tanto, en estas situaciones no se necesita la redención, o sea, la plata.
Allí no es necesaria la plata, la cual trae redención, sino la perla, que tiene que ver con la regeneración. La
redención consiste en eliminar el pecado, y la regeneración, en traer la vida divina. La plata representa la
redención que aparece entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 debido al gran problema del pecado, el cual requiere
la redención. En la era actual necesitamos la plata.

Con este trasfondo, llegamos al tema de la transformación. Ya vimos que Dios tiene un propósito, y para
cumplirlo creó al hombre como vasija que lo contuviera a El, poniendo en él un espíritu humano. El Señor
Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu y que los que desean adorarle deben adorarle en
espíritu (Jn. 4:24). Si hemos de adorar a Dios, debemos usar el órgano apropiado. Por ejemplo, no podemos
beber agua con nuestros oídos; lo hacemos con nuestra boca. Dios es el agua viva. Si queremos beberlo como
nuestra agua viva, debemos ejercitar nuestro espíritu para tocarlo a El. Cuando ejercitamos nuestro espíritu
para tocar a Dios el Espíritu, en realidad estamos bebiendo a Dios como el agua viva (Jn. 4:24, 14). De
manera que Dios hizo al hombre con un espíritu para que éste se relacionara con él y lo adorara.

Dios es vida. Dios mismo es el árbol de la vida. Cuando El se hizo carne, se reveló como vida y como el
suministro de vida. Cristo es el pan de vida (Jn. 6:35). Todo lo que comamos lo asimilará nuestro ser. Esto
es muy significativo. Dios viene a ser vida para nosotros en forma de comida. Debemos recibirlo a El
comiéndole. Una vez en nosotros, Dios se hace el fluir de vida dentro de nosotros. Una comida adecuada
requiere algo sólido y algo líquido. Juan 6 trata del pan de vida que debemos comer, y Juan 7 habla del agua
viva que debemos beber. Si tenemos pan sin agua, nos será difícil comerlo. ¿Cómo podemos digerir y
asimilar nuestra comida sin agua? Necesitamos el fluir de la vida. En Génesis 2 vemos el árbol de vida que
podemos comer y el río que fluye para que lo bebamos. Empezamos con la comida y seguimos con el agua.
Cuando recibimos al Señor como alimento, lo tenemos también como el agua que fluye dentro de nosotros.

I. HACE QUE EL HOMBRE TENGA


LA NATURALEZA DIVINA: EL ORO
En el mensaje once vimos que esta corriente de agua viva produce tres clases de materiales. El primero es el
oro, el cual tipifica la naturaleza de Dios. Todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en afirmar que en
tipología el oro representa la naturaleza divina. El oro no es una substancia transformada, sino un elemento
natural. A diferencia del oro, la perla y las piedras preciosas son materiales transformados, pues han pasado
de una forma a otra. El oro es un elemento creado y nunca puede ser transformado ni alterado. Esto es
significativo. El hierro o el acero pueden cambiar con el paso de los años, pero el oro permanece inmutable.
Es el elemento más fuerte e inalterable. Por consiguiente, el oro es muy costoso y valioso. Por eso en la
tipología Dios usó el oro en representación de Su naturaleza divina. La naturaleza divina fue introducida en
nuestro ser. El elemento de oro nos fue añadido (2 P. 1:4; 1 Co. 3:12; Ap. 21:18, 21).
Cuando usted adore a Dios u ore a El durante cierto tiempo, se sentirá como de oro. Sentirá que resplandece,
que es valioso y que tiene peso. El oro tiene mucho peso. Antes de orar de esta manera, usted estaba ligero
y liviano. Pero después de orar dos horas, tendrá en su interior un elemento precioso, resplandeciente y de
peso. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cuando ora a Dios el Padre o invoca el nombre del Señor Jesús,
la vida divina fluye dentro de usted produciendo oro.

Ahora me gustaría hablar con las hermanas acerca de ir de compras. Supongamos que ustedes oran dos
horas. Después de orar, se sienten preciosas y con peso. Luego van a las tiendas, y se olvidan del oro interno.
Si ustedes compran de esa manera, sentirán que su oro se esfuma y desaparece. Aunque permanece algo
dentro de usted, tiene la sensación de que ha desaparecido. Por el contrario, suponga que desea ir de
compras después de haber orado por dos horas, y que en su interior el oro divino no está de acuerdo. Si
usted responde: “Amén, Señor. No iré”, sentirá que el peso del oro ha aumentado dentro de usted. Si
andamos continuamente en el espíritu, sentiremos que el oro interior se incrementa constantemente. La
naturaleza divina se incrementará dentro de nosotros.

¿Cuánto “oro” lleva usted por dentro? Tal vez algunos tengan que reconocer que tienen muy poco. Si oramos
y andamos en el espíritu, el oro interior se incrementará cada día. El fluir de la vida divina nos añadirá más
naturaleza divina. Aunque fuimos hechos del polvo, la intención de Dios es impartirnos Su oro mediante el
fluir de Su vida. De esta manera empieza el proceso de transformación.

La transformación requiere que un nuevo elemento sea añadido al elemento original. Supongamos que soy
una persona de tez pálida. Si usted me maquilla, eso será una decoración exterior, y no una transformación
interior. Si deseo cambiar verdaderamente, se me debe añadir un nuevo elemento. ¿Cómo puede hacerse
esto? Por mi alimentación. Si ingiero comidas sanas día tras día, pasaré por una transformación interior, un
cambio metabólico en vida. Cuando sucede un cambio metabólico, se añaden nuevos elementos y los viejos
elementos son evacuados. En esto consiste la trasformación.

II. HACE QUE EL HOMBRE SEA REGENERADO:


LA PERLA
¿Qué representa la perla? La perla era lo que Dios tenía en mente originalmente, pero fue reemplazada por
la plata en 1 Corintios debido a que se hizo necesaria la redención. Cuando yo era joven, no sabía a qué se
refería la Biblia cuando mencionaba la perla. Pero después de pasar por muchas experiencias con el Señor,
entendemos ahora el significado de la perla.

Considere cómo se forma una perla. Una ostra que vive en el mar es herida por un grano de arena. La ostra
segrega un jugo vital alrededor del grano de arena hasta convertirlo en perla. Cristo es la ostra que vivía en
el océano de este mundo. Nosotros somos los granos de arena que lo hieren y después de herirlo,
permanecemos en Su herida. Su vida segrega Su esencia de vida, que nos envuelve en capas sucesivas.
Finalmente, después de estar totalmente envueltos con esta secreción de vida, nos convertimos en una perla
(Mt. 13:46). Esta es la experiencia de la regeneración. Originalmente, éramos granitos de arena, pero nos
hemos convertido en perlas por el jugo vital de Cristo, que envolvió nuestro ser. Cada puerta de la Nueva
Jerusalén es una perla y representa la entrada al reino de Dios (Ap. 21:21). El Señor Jesús dijo que si no
nacemos de nuevo no podemos entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5; cfr. Tit. 3:5). Todos nacimos de nuevo y
podemos entrar en el reino. Además, por ser perlas, llegamos a convertirnos en la entrada misma.

Después de entrar en la Nueva Jerusalén por la puerta de perla, nos encontramos en la calle de oro (Ap.
21:21). Esto significa que andamos conforme a la naturaleza divina y que la naturaleza divina llega a ser
nuestro camino. La regeneración es nuestra puerta, y la naturaleza divina es nuestro camino. No pregunte a
los demás qué debería hacer. El Señor Jesús es su camino (Jn. 14:6). Usted sólo debe andar siguiendo la
calle de oro, la naturaleza divina que está dentro de usted. Hermanos, ¿se cortan ustedes el pelo conforme a
la naturaleza divina? Hermanas, ¿van ustedes de compras según la naturaleza divina? Estoy convencido de
que el camino de oro nunca conduce a un cine. Cuando usted vaya en dirección al cine, se encontrará en el
camino de polvo. Todos debemos andar por el camino de oro. Estar en la calle de oro consiste en tocar la
naturaleza divina, la naturaleza de Dios.

III. HACE QUE EL HOMBRE SEA TRANSFORMADO


A LA IMAGEN DE CRISTO: LAS PIEDRAS PRECIOSAS
Aunque tengamos las puertas de perla y la calle de oro, aún así no tenemos un muro edificado que exprese
la imagen de Dios. El muro de la Nueva Jerusalén no es solamente una línea de separación entre lo santo y
lo común, sino también un edificio que expresa la imagen de Dios. En Apocalipsis 4:2-3, el Dios que está
sentado en el trono tiene la apariencia del jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén y la primera piedra del
cimiento de la muralla también son de jaspe (Ap. 21:18-19), es decir, tienen la misma apariencia que Dios.
Aunque hemos pasado por la puerta de la perla y andado por el camino de oro, aún así anhelo ver alrededor
de nosotros un muro edificado que abrace todo lo referente a Dios, y que excluya todas las cosas mundanas,
y que exprese la imagen de Dios. Este muro es edificado por la transformación (2 Co. 3:18; Ro. 12:2a; 1 Co.
3:12a). Los materiales de la muralla son piedras preciosas transformadas (Ap. 21:11, 18a, 19-20). Sólo
quienes son transformados pueden ser juntamente edificados.

¿De dónde vienen las piedras preciosas? Una piedra preciosa es el producto de la transformación. Todas las
piedras preciosas provienen de otros materiales. Algunas de ellas se formaron a partir de rocas ígneas como
producto de la presión y el calor. Otras se formaron de rocas sedimentarias por la presión y por corrientes
de agua. Todas se convirtieron en piedras preciosas. El diamante (Ex. 28:18) se forma a partir del carbón
por el calor y la presión. Bajo presión extrema e intenso calor, el carbón se convierte en diamante. Estos son
los principios de la transformación de las piedras preciosas. ¡Necesitamos el fuego, el fluir del agua viva, y
la presión!

Después de entrar por la puerta de perla y caminar por la calle de oro, quizás piense que anda bien con el
Señor en todos los aspectos. Con relación a la puerta y a la calle, usted anda bien con El. Mientras anda por
el camino de oro, quizás no tenga ningún problema con el Señor, pero surgirán otras dificultades. Por
ejemplo, siendo un hermano joven, puede aspirar a tener una esposa que sea una buena hermana. Del mismo
modo, las hermanas esperan tomar por esposo a un buen hermano joven. No obstante, los casados pueden
testificar que el matrimonio es un deleite y al mismo tiempo un sufrimiento. El marido es una fuente de
sufrimiento para la esposa, y la esposa es una fuente de sufrimiento para el marido. Aunque usted quizás le
proporcione deleite a su esposa, también le causa sufrimiento. Hacemos cuanto sea posible por complacer
a nuestra esposa, pero no podemos evitar que sufran por nuestra causa. Aunque el matrimonio constituye
una causa de padecimiento, no podemos ir muy lejos sin él. Nuestro matrimonio no está en nuestras manos,
sino que está dominado por el soberano Señor conforme a Su economía. Aparte del sufrimiento causado por
el matrimonio, hay muchos sufrimientos más. Junto con el camino de oro, se encuentran muchos dolores y
espinas punzantes.

En su cocina, usted tiene muchos electrodomésticos. Entre ellos tiene un horno y una estufa. Es difícil
cocinar adecuadamente sin estufa ni horno. En cierto sentido, la iglesia es un huerto. En otro sentido, la
iglesia es un comedor y una cocina. Sin la cocina, el comedor estaría vacío. La cocina de la iglesia tiene una
gran estufa con muchos compartimientos. Todos nosotros cabemos en esa estufa. Puedo testificar por
experiencia propia que en la iglesia somos verdaderamente pasados por fuego a fin de que seamos
transformados. Los hermanos encargados se queman continuamente el uno al otro. Los maridos queman a
sus esposas, y las esposas a sus maridos. Este es el fuego de Dios que nos transforma.

Fuimos hechos vasijas de barro. Aunque estas vasijas son útiles, su material, el barro, no está al nivel de la
Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén no tiene ningún ladrillo, sólo piedras transformadas. Necesitamos una
gran presión, un intenso fuego y el fluir de la vida para poder ser transformados en piedras preciosas. Cuanto
más presión, más fuego y más corriente experimentemos, más preciosos llegaremos a ser.

IV. PARA LA EDIFICACION


DE LOS REDIMIDOS DE DIOS
Pablo nos exhortó a edificar la iglesia en la debida forma. La mayor parte de la obra que se lleva a cabo entre
los cristianos no es de oro, ni de plata, ni de perlas, ni de piedras preciosas, sino de madera, de heno y de
hojarasca. Mientras el oro en tipología representa la naturaleza divina, la madera representa nuestra
naturaleza humana. Por tanto, la madera es lo opuesto al oro. Nos gusta decir que todos somos humanos,
especialmente cuando cometemos errores. Sin embargo, no debemos tomar nuestra humanidad como
pretexto. Nuestra humanidad debe ser una humanidad resucitada, pues la humanidad natural no está
calificada para edificar la iglesia de Dios. La edificación de la iglesia requiere una humanidad transformada,
y no una humanidad de madera.
El heno está en contraste con la plata. La Biblia nos dice que toda carne es como heno (Is. 40:6; 1 P. 1:24).
El heno representa la gente que se ha hecho carne. El heno no es tan sólido como la madera; es débil y frágil.
De modo que el heno representa la naturaleza caída del hombre.

El último aspecto que Pablo menciona en 1 Corintios 3:12 es la hojarasca. La hojarasca es el tallo que queda
después de ser trillado el grano de una cosecha. La hojarasca que proviene del suelo, es opuesta a la piedra
preciosa, la cual es una substancia transformada. En 1 Corintios 3:12 se presenta un vívido contraste. La
madera es un árbol sin fruto, y la hojarasca es un cultivo sin grano. No debemos ser madera ni hojarasca,
materiales que serán quemados y que son inútiles para edificar la iglesia de Dios.

Para edificar la morada del Señor necesitamos el oro divino, la perla regenerada y las piedras preciosas
transformadas. Cuanto más materiales preciosos tengamos, más fácilmente podremos ser edificados
espontáneamente. Si experimentamos el oro, la perla y las piedras preciosas, no sólo seremos los materiales
preciosos, sino también un edificio entretejido que constituye la morada de Dios en nuestro espíritu (Ef.
2:22). Por consiguiente, la transformación es indispensable para el edificio de Dios. Debemos orar acerca de
estos asuntos y tener comunión al respecto para que el Señor nos introduzca a todos en la realidad de la
transformación por causa de Su edificio.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE TRECE
LOS DOS ARBOLES
(1)
En los mensajes anteriores hablamos del propósito eterno de Dios y de algunos puntos relacionados con la
manera en que lo lleva a cabo. Dios cumple Su propósito primeramente al crear al hombre como una vasija
que lo contuviera a El como vida y luego al ponerlo en un huerto delante del árbol de la vida, lo cual indica
que Dios anhela que el hombre participe del fruto de ese árbol. No obstante, junto con el árbol de la vida,
Génesis 2:9 y 17 menciona el árbol del conocimiento del bien y del mal. Por consiguiente, debemos prestar
mucha atención al significado de estos dos árboles.

b. Permite que el hombre tenga


libre albedrío, 2:16-17
Aunque Dios deseaba que el hombre comiera del árbol de la vida, no lo forzó a hacerlo. Dios tampoco puso
al árbol de la vida dentro del hombre, sino que le dio libre albedrío; le dio la libertad de escoger. Cuando las
madres alimentan a sus niños, parecen forzarlos a tomar el alimento. No obstante, el pequeño todavía tiene
su libre albedrío, pues a menudo rechaza la comida que le ponen en la boca. La madre desea que su niño
coma, pero debe reconocer que él tiene su libre albedrío.

Dios creó al hombre con la libertad de escoger. ¿Por qué hizo Dios eso? Dios es grandioso. El no es pequeño.
Sólo una persona insignificante obliga a otros a aceptar su opinión. Si usted obliga a los demás a seguirlo a
usted, eso demuestra que usted es una persona mezquina. Si usted es un gran hombre, nunca obligará a la
gente a aceptarlo. Siempre proporcionará la posibilidad de elegir, diciendo: “Si usted me ama, me puede
aceptar. Si no tiene interés en mí, bien puede olvidarme”. Ningún hombre grande u honrado se impone a
otros. Del mismo modo, Dios es grande. El es tan atractivo por ser el Dios de gloria. Dios no puso al hombre
exclusivamente delante de Sí, obligándolo así a escogerlo a El. Lo puso delante de dos árboles,
confrontándole a elegir.

Cuando yo era un cristiano joven, eso me molestaba. Decía: “¿Por qué puso Dios al hombre en esa situación
peligrosa? Si yo fuese Dios, habría quitado el árbol del conocimiento del bien y del mal. Habría dejado el
árbol de la vida, habría puesto al hombre delante de él, y habría levantado una pared de protección para
preservarle. ¿Por qué no hizo Dios eso? ¿Por qué puso Dios el árbol del conocimiento del bien y del mal en
el huerto como tentación? Todos los problemas provienen de allí. ¿Por qué Dios no lo quitó? Si lo hubiera
hecho, eso nos habría evitado muchos problemas”. Yo no era el único que tenía estos interrogantes. Muchos
jóvenes me hacían la misma pregunta. No obstante, si Dios no le hubiera dado al hombre la libertad de
escoger, lo habría obligado a tomar del árbol de la vida. Dios es demasiado grande para hacer eso. Dios es
honesto y atractivo. El necesita el segundo árbol para poder exhibir Su grandeza y demostrar cuán atractivo
es.

Según el libro de Job, Satanás, el adversario de Dios, acusó a Job delante de Dios. El parecía decir: “¿Por
qué te adora Job? El te adora sólo porque lo bendices. Si le retiras todas estas bendiciones, te rechazará y
blasfemará contra Ti en Tu presencia” (Job 1:9-11). En otras palabras, Satanás dijo al Señor que El sobornaba
a Job para que le adorase y si no lo hacía, Job lo abandonaría. Por tanto, Satanás calumnió a Dios y a Job.
Dios parecía contestarle: “Haz lo que quieras. Sólo te ordeno que preserves su vida. Te demostraré que Job
no ha sido sobornado, sino que está atraído por Mí. Job me adora por su propia cuenta”.

Dios es el mismo hoy en día. El nunca obliga a nadie a aceptarlo. Cuando el Señor Jesús vino, no forzó al
pueblo a seguirlo. El se presentó al pueblo, pero siempre respetó la elección de las personas. El Señor parecía
decir: “Si tú me quieres, puedes aceptarme. Si no me quieres, olvídate de Mí”. Algunos de nosotros podemos
tener la idea de que la misericordia del Señor nos obligó a creer en El. Estoy de acuerdo hasta cierto punto.
Su misericordia nos ha conquistado, persuadiéndonos a recibirle. No obstante, puedo testificar firmemente
que si usted me obliga a rechazarlo, seguiré tomándole a El. Jamás lo abandonaré. ¿Por qué ha habido tantos
mártires a lo largo de los siglos? El Señor Dios se hizo a un lado, permitiendo así que Su pueblo escogiera,
para que fuese revelada la verdadera condición a Su enemigo. Dios parecía decir: “Haz cuanto puedas,
Satanás. Mi pueblo sigue escogiéndome a Mí”. Nuestro hermano Watchman Nee estuvo en la cárcel veinte
años, desde 1952 hasta su muerte, en 1972; en ese período fue puesto a prueba y tentado. El nunca cambió
de parecer porque su Señor era muy adorable y atractivo. Recibimos al Señor Jesús, no por haber sido
forzados o presionados, sino por haber sido llamados por Su gloria y atraídos por Su virtud (2 P. 1:3). Todos
podemos confesar que a pesar de todo lo que nos ofrezca la gente, jamás renunciaremos al Señor Jesús.
Nuestro Señor es muy querido, precioso y atractivo. Hemos hecho de El nuestra única preferencia.

El mismo principio se aplicó en el huerto de Edén donde Dios puso a Adán delante de dos árboles, que
denotaban dos fuentes. Dios deseaba que el hombre lo escogiera a El, el árbol de vida.

1) El árbol de la vida
a) Representa a Dios
El árbol de la vida era un símbolo que representaba a Dios como la fuente correcta (cfr. Sal. 36:9; Jn. 1:4; 10:10b;
11:25; 14:6; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). Si leemos solamente Génesis 2, no podremos entender el significado del árbol de la
vida. Sin embargo, el Evangelio de Juan revela concretamente la vida representada por el árbol de la vida. En Juan 1:4
dice: “En El estaba la vida”, y Juan 15:5 nos dice que el Señor Jesús es la vid [un árbol]. Si juntamos estos dos
versículos, nos daremos cuenta de que Cristo es el árbol de la vida. Jesús, la corporificación de Dios, es el árbol de la
vida. Por consiguiente, el árbol de la vida mencionado en Génesis 2 es un símbolo de Dios como fuente de vida.

Aparte de esa fuente, hay otro árbol, otra fuente en el universo: la muerte. Sin embargo, ese árbol no se llama el árbol
de la muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. Tal árbol existe en este universo. Estos dos árboles se
oponen el uno al otro; el árbol de la vida denota a Dios como la fuente de la vida, y el árbol del conocimiento representa
a Satanás como la fuente de la muerte. Así como Dios es la fuente de la vida, Satanás es la fuente de la muerte. Por
consiguiente, en Génesis 2 descubrimos dos fuentes representadas por dos árboles.

En este estudio-vida, hemos destacado en varias ocasiones que casi todo lo que consta en Génesis 1 y 2 es una semilla
de la revelación divina. Los dos árboles son tales semillas. Junto con las demás semillas sembradas en Génesis 1 y 2,
estas semillas crecen en los siguientes libros de la Biblia y son segadas como cosecha en el libro de Apocalipsis. En
Apocalipsis 20:10, 14 vimos que la muerte es echada al lago de fuego. En Apocalipsis 22:2, vemos que la vida mora
en la Nueva Jerusalén. Al principio de la Biblia, encontramos la vida y la muerte, y al final de la Biblia vemos
nuevamente la muerte y la vida. Entre los dos extremos de la Biblia, podemos ver dos líneas: la de la muerte y la de la
vida. Ambas líneas empiezan en el libro de Génesis y terminan en el libro de Apocalipsis. La muerte empieza con el
árbol del conocimiento del bien y del mal y termina en el lago de fuego. La vida empieza con el árbol de la vida y
termina en la Nueva Jerusalén. Antes de ser salvos, estábamos en la línea de la muerte. Después de ser salvos, fuimos
puestos en la línea de la vida.

b) Su contenido, naturaleza y resultado


La primera de estas dos elecciones fue el árbol de la vida, que denotaba a Dios mismo como vida. El contenido del
árbol de la vida es la vida; es vida sencilla, pura y absoluta. La naturaleza de este árbol y el resultado de ese árbol
también son vida. La vida es el contenido, la naturaleza y el resultado. Todo es vida.

c) Su principio: ser dependiente


El árbol de la vida representa el principio de la dependencia. Quizás muchos de ustedes no entiendan claramente el
principio de la dependencia. Permítanme usar el ejemplo de lo que sucede cuando una persona se gradúa. Prácticamente
todos los que leen este mensaje se han graduado en alguna escuela, ya sea la primaria, la secundaria o la universidad.
Aunque podemos graduarnos en estas escuelas, jamás podremos graduarnos en un restaurante. Podemos graduarnos
en los estudios, pero nunca en la comida. Además, tampoco podemos graduarnos en beber agua o en respirar. Les
animo a que estudien mucho y se gradúen en sus estudios tan pronto como puedan. Sin embargo, jamás los alentaría a
graduarse y dejar ya de respirar, pues si lo hacen morirán. ¿Qué significa esto? Significa que el conocimiento nos hace
personas independientes y que la vida exige dependencia. Obtener ciertos conocimientos nos permite graduarnos y
actuar independientemente. Por ejemplo, quizás yo no sepa cocinar. Después de estudiar culinaria bajo la supervisión
de un experto, con el tiempo obtendré el conocimiento, llegaré a ser independiente y capaz de cocinar sin la ayuda de
mi instructor. No obstante, en lo que atañe a la vida, jamás podemos ser independientes. Constantemente dependemos
de la vida. He respirado desde el día en que nací, y sigo respirando veinticuatro horas al día. Nunca “me he graduado”
en la respiración. Nunca podría ser independiente de la respiración y seguir viviendo. No podría llegar a decir: “Ya he
practicado bastante la respiración. Ahora soy un experto. Les puedo enseñar a ustedes cómo respirar, pero yo ya no
necesito hacerlo”. Por muy mayores que seamos, seguiremos dependiendo siempre de la respiración porque la
respiración es un asunto relacionado con la vida.

Cuando Dios llamó a Abraham a salir de Ur de los caldeos, no le dio un mapa. Dios no le dijo: “Abraham, aquí tienes
un mapa para tu viaje. Quiero que salgas de Ur en Caldea y te llevaré a la buena tierra. Este mapa es muy detallado. Si
sigues la ruta correctamente, llegarás a tu destino”. Dios simplemente le dijo que saliera de su tierra, de su parentela y
de la casa de su padre. Dios no le dijo a Abraham adónde debía ir. ¿Por qué actuó Dios de esta manera? Dios lo condujo
de esta manera porque, antes de llamar a Abraham, el linaje humano se había apartado de Dios. El hombre había
rechazado la presencia de Dios y vivía en total conformidad con el conocimiento, y no conforme a Dios como vida.
Así que Dios intervino y llamó a Abraham a salir de esa situación y a volver a El. No le dio un mapa ni indicaciones,
porque Su intención era que Abraham viviera y prosiguiera continuamente en Su presencia. La presencia de Dios era
el mapa. La presencia de Dios era la guía, las instrucciones. Si Abraham le hubiera preguntado a Dios: “Señor, dime
adónde debo ir mañana”, El habría contestado: “Hijo, duerme bien y quédate en paz. No te preocupes. Mañana Yo seré
tu guía. Seré tu mapa viviente”.

A ningún conductor le gusta ir con otro que esté diciéndole por dónde ir. Pero si usted es el conductor del automóvil
celestial, necesita un copiloto. Si tiene al Dios vivo como copiloto, no necesitará un mapa. El será su mapa viviente y
su guía viviente. En realidad, usted dejará de ser el conductor y lo dejará conducir a El. Usted puede sentarse cerca de
El y disfrutar Su conducción, diciendo: “¿Por qué debo esforzarme y dar vueltas? Señor Jesús, obra Tú. Señor, conduce
Tú en mi lugar. Déjame simplemente disfrutar Tu conducción”. Esto es lo que significa depender de la vida.

Por el contrario, supongamos que aprendo todas las doctrinas, conozco todos los libros de la Biblia y preparo centenares
de mensajes que me servirán para ministrar durante toda la vida. Si fuese una persona así, sólo podría darles el árbol
del conocimiento. El conocimiento no requiere nuestra dependencia. Cuando ustedes adquieren conocimiento y lo
almacenan en su memoria o en sus cuadernos, pueden apartarse de la presencia del Señor y seguir laborando para El.
Cuando tienen conocimiento, no necesitan depender del Señor Jesús. El Señor podría estar en el tercer cielo y ustedes
en una región lejana de la tierra; pero ustedes seguirían dirigiendo su ministerio.

La vida actúa de una manera totalmente opuesta a esto. A menudo sentía la carga de hablar en una próxima reunión.
Por ejemplo, una vez oré toda una tarde y una noche, diciendo: “Señor, dame una palabra. Oh Señor, ¿cuál es Tu
carga?” Aunque sentía una carga, no tenía una guía clara en cuanto al contenido de la carga. Tenía que hablar aquella
noche. Cuando entré en el salón de reuniones, no tenía nada que decir. Mientras la congregación cantaba y oraba, sentía
una carga, pero todavía no tenía palabras. Seguí orando: “Señor, ¿cuál es Tu carga? ¿Cuál es Tu mensaje? Oh Señor,
¿qué me quieres decir?” Aunque ya era tiempo de dar el mensaje, todavía no sabía lo que debía decir. Subí a la
plataforma y dije: “Abramos la Biblia...” En aquel momento todavía no sabía cuál libro debía abrir. Entonces dije: “...y
leamos el libro de Génesis”, aunque no sabía cuál capítulo. Entonces dije: “capítulo tres”, pero no sabía cuál versículo.
Fue entonces cuando entendí que debía empezar el mensaje con Génesis 3:15, donde leemos que la simiente de la
mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Brotó un mensaje de vida. Desde el principio hasta el fin tuve que depender
del Señor. No tenía ningún conocimiento. Lo único que podía hacer era depender del Señor viviente. Este es el principio
del árbol de la vida.

Podemos aplicar este principio a la enseñanza acerca del matrimonio dada en Efesios 5. Las esposas cristianas conocen
el versículo de Efesios 5 que las exhorta a someterse a sus maridos. Los esposos cristianos conocen el versículo que
los exhorta a amar a sus esposas. Sin embargo, las esposas y los esposos fallan y no cumplen los requisitos de estos
versículos, porque toman a Efesios 5 como el árbol del conocimiento, y no como el árbol de la vida. Maridos y mujeres,
no deben vivir conforme al árbol del conocimiento. Deben vivir por el árbol de la vida. Ustedes las esposas deberían
decir: “Señor, no sé cómo someterme a mi marido. Señor, aun cuando supiera, no podría hacerlo. Me olvidaría de eso.
Señor, no usaré mis esfuerzos ni mi energía para cumplir este requisito. Señor Jesús, me quedo simplemente en Tu
presencia. Quiero permanecer en Ti y disfrutarte las veinticuatro horas del día”. Si usted hace eso, instantáneamente
desde su ser interior brotará la sumisión. Será el rebosamiento del deleite que tiene de Cristo como su vida interior.
Esto es depender del árbol de la vida.

¿En qué consiste el principio del árbol de la vida? Su principio es la dependencia. Todos debemos ser dependientes.
No siga el camino del conocimiento, pues el resultado sería la muerte.

2) El árbol del conocimiento


del bien y del mal
La segunda opción era el árbol del conocimiento (Gn. 2:17), que estaba en oposición al árbol de la vida.
Observe que a este árbol se le llamó el árbol del conocimiento del bien y del mal, y no simplemente el
conocimiento del mal. Tanto el conocimiento del bien como el conocimiento del mal vienen del mismo árbol.
No importa que el conocimiento sea del bien o del mal. Mientras sea conocimiento, no pertenece al árbol de
la vida; pertenece al árbol del conocimiento.

a) Representa a Satanás y todo lo ajeno a Dios


Aunque el árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, no lo representa directamente.
Primero representa todo lo que esté fuera de Dios y luego representa a Satanás indirectamente, porque
Satanás está escondido detrás de las cosas que están fuera de Dios. A Satanás le gusta esconderse. Por tanto,
el árbol del conocimiento lo representa indirectamente.

Satanás no es tan franco como Dios. Dios es muy franco y siempre da la cara. En cambio, Satanás es astuto,
y procura mantenerse siempre oculto. Si Satanás desea perturbarle, no lo hará abierta y francamente. Lo
hará con astucia, y actuará por medio de su esposa o mediante el mundo, como por ejemplo por medio de
una tienda. A veces Satanás hasta usa la Biblia, obrando a través de la letra de las Escrituras para perseguirlo
a uno. Recuerde cómo los judíos religiosos, o sea, los fariseos y los escribas, usaron la Biblia para condenar
a muerte al Señor Jesús (Jn. 19:7). El árbol del conocimiento no representa directamente a Satanás debido
a que él es astuto. Representa todo lo que está fuera de Dios, incluyendo las cosas buenas, lo bíblico y lo
religioso. Satanás puede usar cualquier cosa, buena o mala, mientras no sea Dios mismo.

Las cosas ajenas a Dios caen en tres categorías: el conocimiento, el bien y el mal. Supongamos que usted
tiene la intención de hacer cierta buena acción. Sin embargo, en lo profundo de su espíritu tiene la sensación
de que no la debe tocar ni hacer. No está seguro de este sentir interior que le prohíbe hacerlo y va a uno de
los ancianos, diciendo: “Hermano, mire esta buena acción que tengo en mente y que pienso hacer. Es muy
buena. ¿Por qué no tengo paz para hacerla?” Es posible que el anciano diga: “No importa si usted siente paz
o no. Usted deber hacerla porque es una buena obra”. Si el anciano le da esa respuesta, ciertamente será un
anciano de conocimiento, alguien que no conoce el principio de la vida. Todo anciano verdadero debería
decir: “Hermano, nunca debemos seguir el árbol del conocimiento del bien y del mal. El principio que nos
rige no es el bien ni el mal, lo correcto ni lo incorrecto. Es la vida”. No usen el principio del bien y del mal;
más bien cooperen con el principio de la vida. Si usted no tiene paz interior, eso significa que el Espíritu de
vida no está de acuerdo con lo que intenta hacer. Usted debe cooperar con El. Si lo hace, recibirá vida. ¿No
ha tenido usted esa clase de experiencia repetidas veces? Cada vez que usted actuó conforme al bien, recibió
muerte; experimentó la muerte. No obstante, cuando actuó conforme a la vida interior, recibió más vida.

El árbol del conocimiento representa primeramente todo lo que usa Satanás, sea bueno o sea malo. No
representa a Satanás directamente, porque a él le gusta mantenerse oculto. Cuando Satanás entró en el
hombre, no lo hizo de manera franca. Entró en forma de serpiente. Al principio de la Biblia, la serpiente era
muy astuta y aparentemente muy atractiva (Gn. 3:1), muy diferente a las horribles serpientes que están bajo
la maldición de Dios. Mientras Eva conversaba con la serpiente, no se percató de que Satanás estaba en la
serpiente. En eso consiste el principio de la apariencia de Satanás: él nunca se muestra tal como es, sino que
se presenta sutilmente.

Encontramos otro ejemplo de la apariencia engañosa de Satanás en el caso de Pedro en los evangelios. Pedro
era un discípulo honrado y fiel, y amaba mucho al Señor. Cuando el Señor habló de que sería crucificado,
Pedro dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!” (Mt. 16:21-23). El Señor
Jesús se volvió, y le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!” Aparentemente Pedro era el que
hablaba; en realidad, lo hacía Satanás en Pedro. Satanás estaba también en Judas cuando éste traicionó al
Señor Jesús. Judas estaba lleno de Satanás y fue llamado “diablo” (Jn. 13:2, 27; 6:70).

Con todos estos ejemplos, podemos ver que Satanás nunca actúa de frente. Es siempre astuto y usa a los
demás para cubrirse. Usted dirá: “Esto no proviene de Satanás, sino de mi esposa; o esto proviene de mi
querido esposo”. Sin embargo, la mujer y el marido fueron usados por Satanás. Por consiguiente, debemos
tener cuidado.

b) Su contenido
Todo lo que contiene el árbol del conocimiento está fuera de Dios. Inclusive la letra de la Biblia, inspirada por Dios, y
de la ley, dada por Dios, pueden ser usadas por Satanás como parte del árbol del conocimiento. Aun la experiencia de
Cristo que usted ha tenido hoy puede convertirse en el árbol del conocimiento mañana. Ya he presentado la experiencia
de dar un mensaje sobre Génesis 3:15 en completa dependencia del Señor. Aquel mensaje estaba lleno de vida. No
obstante, supongamos que me invitan a hablar en otra ciudad, y que razone así: “Di un buen mensaje sobre Génesis
3:15. Creo que volveré a dar el mismo mensaje”. Si hago tal cosa, ese mensaje se convertirá en el árbol del
conocimiento. Hace dos meses ese mensaje era el árbol de la vida; si lo repito ahora en forma de conocimiento, llegará
a ser el árbol del conocimiento. Usted puede tener una experiencia similar después de hacer una oración viviente al
Señor. Tal vez una noche usted haga una oración viviente dependiendo del Señor. Esa oración fue excelente y viviente,
pero decide repetirla, palabra por palabra, en la siguiente reunión de oración. Se llevará una sorpresa: la oración que
antes procedía del árbol de la vida llega a ser el árbol del conocimiento. Por lo tanto, aún una oración llena de vida
puede convertirse en el árbol del conocimiento.

Tomemos un ejemplo de nuestra vida familiar. A menudo los padres instruyen a sus hijos, diciendo: “¿No ves que Juan
es tan bueno? ¿Por qué no actúas así?” Si el comportamiento de Juan proviene de su dependencia al Señor, proviene
del árbol de la vida. Si otro niño imita a Juan, su imitación no pasa de ser el árbol del conocimiento. Debemos aplicar
eso a nosotros mismos. Si actuamos de cierta manera conforme a la vida y luego repetimos esa acción según el
conocimiento derivado de nuestra primera experiencia, esa repetición se convierte en el árbol del conocimiento.

Hasta la Biblia puede ser dos árboles para nosotros. Si usted depende del Señor y ejercita su espíritu mientras toca la
Palabra, la Biblia le será el árbol de la vida. Pero si ejercita su mente e investiga la Biblia como un libro literal, ésta
vendrá a ser para usted el árbol del conocimiento. Podemos hacer de la letra de la Biblia el árbol del conocimiento. El
Señor Jesús dijo a los judíos: “Escudriñáis las escrituras ... pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-
40). Escudriñar simplemente las Escrituras equivale a acudir al árbol del conocimiento; tocar al Señor por medio de la
Palabra es acudir al árbol de la vida. No convierta la Biblia en el árbol del conocimiento. Consérvela siempre como el
árbol de la vida. El factor determinante es éste: ¿depende usted del Señor cuando lee la Biblia? Si no depende de El,
todo lo que puede obtener es el árbol del conocimiento. Si usted depende de El, todo lo que reciba será el árbol de la
vida. No se imagine jamás que los dos árboles mencionados en Génesis 2 forman parte de una historia pasada. Génesis
2 no es un relato anticuado, sino una revelación viviente, actual y divina de dos principios.

c) Su naturaleza y su resultado
La naturaleza y el resultado del árbol de la vida son vida porque proceden de un árbol de vida. Sin embargo, la
naturaleza y el resultado del árbol del conocimiento del bien y del mal son muerte porque el conocimiento, el bien y el
mal pertenecen a la muerte y traen consigo muerte. Todo lo que no sea vida pertenece a la muerte y da por resultado
la muerte. En realidad, el árbol del conocimiento del bien y del mal es el árbol de la muerte; sin embargo, no es llamado
el árbol de la muerte, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. La muerte no está solamente detrás del mal,
sino también detrás del conocimiento y detrás del bien. El título del árbol del conocimiento del bien y del mal es
sutilmente engañoso porque a Satanás siempre le gusta mantenerse oculto. Satanás tiene el imperio de la muerte (He.
2:14). El árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, puesto que en realidad es el árbol de la muerte.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CATORCE
LOS DOS ARBOLES
(2)
En el mensaje anterior vimos que el árbol del conocimiento del bien y del mal representa a Satanás, el cual
tiene el poder de la muerte, que contiene todo lo que está fuera de Dios, y que el resultado y la naturaleza
que posee son la muerte. Ahora debemos ver en qué consiste el principio de este árbol.

d) Su principio: ser independiente


Si conocemos cuál es el principio sobre el cual opera el árbol de la vida, también sabremos cuál es el principio
del árbol del conocimiento, pues es contrario al principio del árbol de la vida. El principio del árbol de la
vida es la dependencia; el principio del árbol del conocimiento es la independencia. Todo lo que hacemos,
dependiendo del Señor, se halla en el principio del árbol de la vida. Todo lo que hacemos
independientemente del Señor se encuentra en el principio del árbol del conocimiento.

Todas las personas quieren ser independientes. No obstante, nunca deberíamos independizarnos del Señor.
La independencia espiritual conduce a la muerte. Si somos independientes, nos matamos a nosotros
mismos.

Independizarnos del Señor significa tener un aislamiento que nos separa del Señor, que interrumpir la
corriente de la electricidad divina. Aunque tengamos una central eléctrica con una potencia tremenda y
aunque todo el equipo necesario sea instalado correctamente, todo eso será inútil si el interruptor está
apagado. Este aislamiento corta el fluir de la electricidad. El menor aislamiento, incluso una capa tan fina
como el papel, puede detener el fluir. La independencia es un aislamiento espiritual que nos desconecta de
la vida de Dios. No se considere un experto en asuntos espirituales. Por mucho tiempo que haya funcionado
la electricidad, seguirá necesitando funcionar sin aislante. Lo mismo sucede en la esfera espiritual. Nunca
diga: “Tengo mucha experiencia en Cristo. He ejercitado mi espíritu durante muchos años y no necesito
seguir haciéndolo”. Nunca deberíamos adoptar esa actitud. Debemos depender continuamente del Señor.
No se independice nunca del Señor viviente. Un segundo de independencia significa la muerte.

3) Los dos principios se aplican


El principio del árbol de la vida y el principio del árbol del conocimiento del bien y el mal se siguen en toda
la Biblia. Todas las cosas negativas que la Biblia menciona se hallan en la línea del árbol del conocimiento,
y todas las positivas están en la línea del árbol de la vida. Llamo a la primera línea, la línea del conocimiento
y a la segunda, la línea de la vida. Si seguimos estas dos líneas, nos llevarán por todas las Escrituras.

Primero el hombre fue incitado a comer del árbol del conocimiento y, como resultado, cayó. Los
descendientes del hombre caído no dependían de Dios. Dependían de su conocimiento. En Génesis 4 vemos
que la primera cultura humana fue inventada, y esa cultura se desarrolló hasta convertirse en el mundo
corrupto de los días de Noé. En tiempos de Noé, Dios juzgó la tierra con el diluvio. Los descendientes de Noé
llegaron a ser otro linaje, pero éste seguía sin depender de Dios. Con el tiempo surgió la segunda cultura
humana, la cultura que erigió la torre y la ciudad de Babel. Entonces Dios llamó a Abraham a salir de ese
linaje caído. Así podemos ver el desarrollo de las dos líneas. En realidad, la línea de la vida empezó con Adán,
quien cayó y fue redimido, y siguió a través de Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y muchos israelitas.
En la línea de vida vemos la tienda de Noé, la tienda de Abraham, el tabernáculo y el templo. La línea del
conocimiento empezó con Caín y continuó por todo el pueblo impío. En la línea del conocimiento vemos las
ciudades de Enoc, Babel y Sodoma, las ciudades de los tesoros de Faraón, y Babilonia, la cual capturó las
cosas en la línea de la vida.

Encontramos las mismas dos líneas en el Nuevo Testamento. Aunque el Antiguo Testamento y la ley se
encontraban originalmente en la línea de la vida, los judíos fanáticos los consideraban mero conocimiento
y los pusieron en la línea del conocimiento. Los fariseos usaron al Antiguo Testamento como simple
conocimiento. Cuando vino el Señor Jesús, los líderes religiosos estaban en la línea del conocimiento. Sólo
el Señor Jesús estaba en la línea de la vida. Luego trajo a Sus discípulos a la línea de la vida. En el día de
Pentecostés, Sus discípulos condujeron mucha más gente a la línea de la vida. Por tanto, en aquel tiempo la
religión judía estaba en la línea del conocimiento, y la iglesia estaba en la línea de la vida. Sin embargo, poco
después la iglesia se degradó, y cayó del Cristo viviente al conocimiento bíblico muerto, y así surgió el
cristianismo. La iglesia se hallaba en la línea de la vida, pero el cristianismo estaba en la línea del
conocimiento. Apocalipsis 17 nos revela que finalmente el cristianismo llegará a ser la Babilonia religiosa, y
Apocalipsis 18 dice que el sistema mundial conducirá a la Babilonia política. La gran Babilonia tendrá dos
aspectos: el aspecto religioso y el aspecto político. En todos los aspectos, la gran Babilonia es la culminación
de la línea del conocimiento. Entre los cristianos de todos los siglos, los vencedores nunca pasaron de la
línea de la vida a la línea del conocimiento. Ellos permanecerán en la línea de la vida hasta el fin, hasta que
esa línea desemboque finalmente en la Nueva Jerusalén. La gran Babilonia y todas las cosas ajenas a Dios
serán arrastradas por un río de fuego (Dn. 7:10) al lago de fuego (Ap. 20:10, 14-15; 21:8). En el transcurso
de las edades, todas las cosas positivas mencionadas en la Biblia serán llevadas adelante por el río de agua
de vida (Ap. 22:1) a la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén, una ciudad de agua (Ap. 21:10—22:4) será
contraria al lago de fuego. Al final de la Biblia vemos un lago y una ciudad: el lago es el lago del fuego que
produce la sed como consumación final de la línea del conocimiento; la ciudad es la ciudad del agua que
apaga la sed como consumación final de la línea de la vida. Por tanto, al final del libro de Apocalipsis
encontramos la cosecha de la simiente del árbol del conocimiento y del árbol de la vida.

¿En cuál línea está usted? ¿En la línea de la vida o en la línea de la muerte? Recuerde que Dios es franco.
Por ser Dios, la vida también es franca. Por el contrario, la muerte es engañosa. La muerte no se manifiesta
como muerte; aparece como conocimiento. La vida es simplemente vida; su contenido, naturaleza y
resultados son vida. La muerte es conocimiento. A todos les gusta el conocimiento. Hasta los niños pequeños
lo anhelan. Nos asedian con muchas preguntas. Si uno contesta una sola pregunta, ellos responden con más
preguntas porque dentro del hombre existe un anhelo por el conocimiento. El hombre codicia el
conocimiento. Incluso muchos cristianos lo codician. Aunque la palabra “conocimiento” puede ser un buen
término, detrás y debajo del conocimiento yace la muerte. La letra mata porque la letra es conocimiento (2
Co. 3:6). La letra de la Biblia mata cada vez que la Biblia es separada del Dios viviente. La religión ha
separado la Biblia del Cristo vivo. Por tanto, la Biblia puede matar y propagar la muerte.

La muerte está escondida debajo de muchas cosas buenas, ocultándose inclusive debajo de nuestras mejores
intenciones. Muchos queridos cristianos han muerto por las buenas intenciones de otras personas. Aunque
usted puede tener una intención excelente, Satanás se oculta debajo de ella, y Satanás es muerte. Todos
sabemos que la muerte se esconde detrás de las cosas malignas. Por ejemplo, en Las Vegas los casinos de
apuestas evidentemente son malignos y mortíferos. No obstante, visitar una catedral parece ser algo bueno,
mucho mejor que visitar un casino. Sin embargo, la muerte se encuentra en ambos lugares. La diferencia
está en la apariencia, y no en la realidad, porque la muerte está presente y prevalece tanto en las cosas buenas
como en las malas. La muerte es solapada.

Ahora sabemos en cuál línea debemos estar. Debemos mantenernos en la línea de la vida.

4) Palabras adicionales
Todavía tengo la carga de compartir más acerca de los dos árboles con base en el Evangelio de Juan. El
Evangelio de Juan es un libro de vida. En ese evangelio, se le presentan muchos casos humanos al Señor, y
casi todos los casos están relacionados con la religión, la enseñanza o con preguntas acerca de lo correcto y
lo incorrecto. Como veremos, en ninguno de los casos el Señor Jesús contestó ni con un sí ni con un no.

La mujer samaritana le preguntó al Señor acerca del lugar adecuado donde se debía adorar; ¿se debía adorar
en el monte de Samaria o en Jerusalén? (Jn. 4:20). El Señor Jesús contestó que no se trataba del lugar
apropiado o equivocado, sino que era un asunto del espíritu. Preocuparse por contestar con un sí o un no
equivale a enredarse en el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor dijo que Dios es Espíritu y que
debemos adorarle, no en un lugar correcto, sino en nuestro espíritu. Así como Dios el Espíritu es vida y
tenemos contacto con El y lo recibimos como el agua viva en nuestro espíritu, también esta adoración se
basa en el principio del árbol de la vida.

Un día el Señor vio a un hombre que había nacido ciego (Jn. 9:1). Los discípulos, afectados por los conceptos
naturales y religiosos le preguntaron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (v. 2).
Escuche la respuesta del Señor: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino que nació así para que las obras de
Dios se manifiesten en él” (Jn. 9:3). La respuesta del Señor indica que la gente siempre evalúa las situaciones
conforme al sí o al no, a lo correcto o a lo equivocado, que son el fruto del árbol del conocimiento del bien y
del mal, pero el Señor Jesús siempre conduce a la gente al árbol de la vida, que es Dios mismo.

Cuando Nicodemo acudió al Señor con enseñanzas religiosas, el Señor le contestó que él necesitaba nacer
de nuevo, por medio de la vida divina. No era un asunto de enseñanza ni de conocimiento intelectual, sino
de regeneración, de que la vida divina entrara en el espíritu.

Si leemos todo el libro de Juan, veremos que el Señor Jesús nunca contestó ni con un sí ni con un no. Cuando
la gente le sugirió que actuara, El se negó a hacerlo. Cuando se agotó el vino en las bodas de Caná, y cuando
la madre de Jesús quería que solucionara ese problema, El se rehusó. No obstante, cuando ella dejó de pedir,
El transformó el agua en vino (Jn. 2:3-9). Durante la fiesta de los Tabernáculos, los hermanos del Señor lo
desafiaron a que fuese a Judea. El Señor les pidió que fuesen ellos, pero que El no iría. Sin embargo, después
de que Sus hermanos fueron a la fiesta, El también fue (Jn. 7:1-10). Del mismo modo, cuando informaron al
Señor que Su amigo Lázaro estaba enfermo, no fue a verlo (Jn. 11:1-6). El permaneció otros dos días donde
estaba. Luego, el Señor decidió volver a Judea, y Sus discípulos no querían (Jn. 11:7-8). ¿Por qué el Evangelio
de Juan presenta al Señor actuando de esa manera? Porque el Evangelio de Juan es un libro de vida. El
Señor quería adiestrar a Sus discípulos a deshacerse de lo correcto y de lo incorrecto, del sí y del no, es decir,
a rechazar al árbol del conocimiento del bien y del mal, y a acoger plenamente la vida, la cual es Dios mismo.

Encontramos otro caso en el capítulo ocho, donde una mujer pecaminosa fue traída al Señor (Jn. 8:1-11).
Pillaron a esa mujer en el acto mismo del adulterio. Los fariseos dijeron al Señor que Moisés había mandado
que una persona así fuese apedreada. Entonces preguntaron al Señor: “¿Qué dices?” Aunque lo presionaron
para que diera una respuesta positiva o negativa, El no contestó de esa manera. El dijo: “El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. ¿Qué significa eso? Significa que el Señor
dirigió la atención de ellos a Dios, pues en todo el universo Dios es el único que no es pecaminoso. La
respuesta del Señor calló a los fariseos. Entonces el Señor dijo a la mujer: “Ni Yo te condeno; vete, y no
peques más”. Este caso revela que no se trata de la ley ni del conocimiento, sino de tocar al Dios vivo.

Como hice notar previamente, cuando Dios llamó a Abraham, El no le dijo adónde debía ir. Si Dios hubiera
hecho eso, Abraham habría recibido conocimiento. Pero Dios intencionalmente no le dio a Abraham
ninguna información a fin de que éste se mantuviera constantemente en contacto con El. La presencia viva
de Dios era su mapa, su guía.

Muchos libros cristianos nos explican la manera de hacer las cosas. Cuando leemos los libros, podemos
aprender la manera correcta. Por ejemplo, en cuanto a ser uno crucificado juntamente con Cristo, los libros
nos exhortan a considerarnos muertos. Si hacemos de eso un simple método, pertenecerá al árbol del
conocimiento. ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la religión? El conocimiento, o la religión, significa ser
bueno y hacer el bien, adorar a Dios y laborar para El sin tener Su presencia viva. Todo el bien hecho para
Dios sin Su presencia es religión. Para nosotros, cierta cosa puede ser vida y al mismo tiempo conocimiento.
Si experimentamos la presencia del Dios viviente al hacerla, será vida; pero si la hacemos sin la presencia de
Dios, será simple conocimiento muerto. No nos puede ayudar ningún método. Necesitamos al Dios vivo.

¿Qué es la vida? La vida es Dios mismo. ¿Cuál es el principio de la vida? El principio de la vida consiste en
depender de Dios en todo. Si usted depende de Dios, todo es vida.

5) Un triángulo
Cuando Adán estaba delante de los dos árboles, se encontraba frente a Dios y a Satanás. Esto formó un
triángulo entre el hombre, Dios y Satanás en el universo. La lucha entre Dios y Satanás se desarrollaba en el
hombre. Escoger a Dios o seguir a Satanás depende netamente de la decisión del hombre. Este triángulo se
encuentra ahora dentro de nosotros. Anteriormente Satanás estaba en el huerto fuera de Adán; ahora está
en nuestra carne. Antes, Dios también estaba en el huerto, fuera del hombre; ahora está en nuestro espíritu.

En el mensaje diez hicimos notar que el hombre es tripartito; él tiene espíritu, alma y cuerpo. El espíritu es
nuestra parte más profunda, el cuerpo es nuestra parte exterior, y el alma, la parte principal de nuestro ser,
está situada entre ellos. Como resultado de la caída, Satanás, el árbol del conocimiento, se introdujo en la
carne del hombre. Por haber creído nosotros en Cristo, Dios, el árbol de la vida, entró en nuestro espíritu.
Por consiguiente, los dos árboles que antes estaban en el huerto fuera del hombre se encuentran ahora
dentro de nosotros: uno en nuestra carne y el otro en nuestro espíritu. Si leemos detenidamente Romanos
7, veremos que Pablo dijo que en su carne no mora el bien, sino el pecado. El pecado es realmente la
naturaleza maligna de Satanás. Decir que el pecado mora en nuestra carne significa que Satanás, el maligno,
está en nuestra carne. Romanos 8:16 demuestra que Dios está en nosotros y dice que el Espíritu de Dios da
testimonio juntamente con nuestro espíritu. Por tanto, todo cristiano verdadero es un huerto de Edén en
miniatura. La mente de su alma representa su yo, el pecado de su carne representa a Satanás, y el Espíritu
que está en su espíritu representa a Dios. Igual que en el huerto de Edén, las tres partes forman un triángulo
dentro de nosotros.

La semilla de este triángulo fue sembrada en Génesis 2, y el crecimiento de la semilla se encuentra en


Romanos 8, donde afloran los dos árboles. Romanos 8:6 indica que la mente puesta en la carne es muerte y
que la mente puesta en el espíritu es vida y paz. En Génesis 2 los dos árboles eran objetivos; en Romanos 8
son subjetivos. Nunca deberíamos decir que estos dos árboles ya no están en nosotros. Mientras usted lee
este mensaje, ellos están dentro de usted. En el pasado, yo deseaba desarraigar al árbol del conocimiento en
mi carne, pero cuanto más lo intentaba, más permanecía conmigo. Finalmente descubrí Romanos 8. Vi que
otro árbol mora en mi espíritu. Por consiguiente, en Romanos 8, encontramos el huerto de Edén actual.
Romanos 8:2 menciona la ley del Espíritu de vida, que nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Por
tanto, en Romanos 8, descubrimos dos leyes: la ley de vida y la ley de muerte. Estas dos leyes son los
principios de los dos árboles que están en nuestra experiencia subjetiva.

Quiero decir algo particularmente a los jóvenes que lean este mensaje. Espero que temprano en su vida
cristiana aprendan a disfrutar al Señor como su árbol de vida. Al oír el testimonio de un hermano más
experimentado en el Señor, no intente imitarlo. Si lo hace, se volverá al árbol del conocimiento. Sólo necesita
tener contacto con el Señor constantemente, y el Señor será su árbol de vida. Como resultado, usted amará
espontáneamente al Señor y a Su Palabra. Su amor emanará al tocar usted al Señor como su fuente viviente,
como su árbol de vida. Cuando yo era joven, amaba al Señor y le buscaba, pero nadie me pudo brindar esta
ayuda. En la vida de iglesia hoy ustedes están rodeados de hermanos y hermanas que los alientan a disfrutar
al Señor como su árbol de vida.

c. Exhorta al hombre a llevar la responsabilidad,


a cooperar con Dios, 2:15
Dios exhortó al hombre a labrar el huerto a fin de que la vida creciera para que se cumpliera el primer aspecto
del propósito de Dios, es decir, expresar a Dios a Su imagen. Labrar la tierra traería el crecimiento del árbol
de la vida. ¿Qué significa labrar la tierra? Este asunto de labrar la tierra fue sembrado como semilla en
Génesis 2 y desarrollado en Mateo 13. En Mateo 13, el Señor Jesús dice que la tierra es el corazón humano.
Además, en Mateo 13 el árbol de la vida es el propio Señor Jesús como la semilla que El siembra en nuestro
corazón. Labrar la tierra significa desatar y romper nuestro corazón duro, abrir nuestro corazón a los cielos
a fin de que la lluvia descienda para que la vida crezca en nosotros. Cuando Dios le ordenó al hombre que
labrara la tierra, daba a entender que el hombre debía estar abierto, quebrantado y preparado para que el
árbol de la vida entrara en él.

Junto con este mandato, Dios le dio al hombre una orden: el hombre no sólo debía labrar la tierra, sino que
también la debía guardar. Dios le pidió al hombre que protegiera el huerto del enemigo a fin de que se
cumpliera el segundo aspecto de Su propósito, es decir, vencer a Satanás por la autoridad de Dios. El árbol
de la vida requiere que la tierra sea labrada, y el árbol del conocimiento necesita que la tierra sea guardada.
Debemos labrar la tierra para que Dios pueda entrar en nosotros. No obstante, puesto que Satanás también
desea invadirnos, debemos guardar la tierra, sin dejar ninguna apertura para el árbol del conocimiento.
Labrar la tierra equivale a abrirnos al árbol de la vida; guardar la tierra consiste en cerrarnos al árbol del
conocimiento.

d. Le advierte al hombre; le prohíbe algo, 2:17


Génesis 2:17 nos dice que Dios le dio al hombre una advertencia y una prohibición. Dios quería que el
hombre sólo lo tocara a El y recibiera vida, y que no tocara las cosas ajenas a Dios a fin de que no recibiera
muerte. Es como si Dios dijera a Adán y a Eva: “No toquen el árbol del conocimiento; sólo toquen el árbol
de la vida. Si comen del árbol de la vida, me recibirán a Mí y tendrán Mi vida. Si comen del árbol del
conocimiento, tomarán a Satanás y recibirán su muerte”. Esto no era solamente un mandamiento, sino una
advertencia. Debemos entender que en todo el universo existen dos fuentes: la primera es la fuente de la
vida, y la segunda es la fuente de la muerte. Tenga cuidado con la fuente que toca. Si toca a Dios, obtiene la
fuente de la vida y recibe vida. Si toca a Satanás, obtiene la fuente de la muerte y recibe muerte.

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE QUINCE
LA LINEA DE LA VIDA EN LAS ESCRITURAS
En este mensaje siento la carga de compartir, a modo de paréntesis, acerca del principio sobre el cual se basa
el árbol de la vida en las Escrituras. Hemos dicho reiteradas veces que casi todo lo que contienen los primeros
dos capítulos de Génesis se sembró allí como semilla, y que esa semilla crece gradualmente en los siguientes
libros de la Biblia, y aparece como la mies en el Nuevo Testamento y madura como la cosecha en el libro de
Apocalipsis. Este es un principio fundamental de la Palabra divina. Dios fue muy económico al escribir la
Biblia, y no desperdició ni una sola palabra. El usó cada palabra de manera exacta. Además, la revelación de
Dios es la misma a lo largo de las Escrituras. Por consiguiente, todo lo que encontramos al principio de la
Biblia lo hallamos por toda la Biblia y también al final.

El relato de los dos árboles en Génesis 2, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento, no constituye una
mera historia antigua, pues estos dos árboles todavía están ante nosotros hoy. Si leemos detenidamente la
Biblia, descubriremos que en toda ella se presentan dos líneas: la línea del árbol de la vida y la línea del árbol
del conocimiento. Podemos referirnos brevemente a éstas como la línea de la vida y la línea del
conocimiento. Estas dos líneas empiezan en el libro de Génesis y continúan en los siguientes libros de la
Biblia hasta llegar a su destino. Como dijimos en el mensaje trece, la línea de la vida conduce a la Nueva
Jerusalén, donde aparece nuevamente el árbol de la vida. El río de agua viva también se encuentra en la
Nueva Jerusalén, pues fluye por toda la ciudad. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén, una ciudad de agua viva,
es la máxima consumación de la línea del árbol de la vida. La línea del conocimiento concluirá con el lago
de fuego, que presenta un marcado contraste con la Nueva Jerusalén. Esta es una ciudad de agua viva; el
lago es un lago de fuego ardiente.

La revelación bíblica nos muestra dos corrientes que proceden del trono de Dios. La primera es la corriente
de agua viva, y la otra es la corriente de fuego. La corriente de agua viva es revelada en Ezequiel 47 y
Apocalipsis 22. En Ezequiel el agua viva proviene de la casa de Dios; en Apocalipsis 22 el agua viva procede
del trono de Dios. En Daniel 7:9-10 vemos otra corriente, una corriente de fuego, que sale del trono de Dios.
El agua viva sirve para avivar y regar, pero la corriente de fuego sirve para traer juicio. Esta corriente va por
todo el universo trayendo juicio. El río de agua procede del trono de Dios y llevará consigo todas las cosas
positivas a la Nueva Jerusalén. La corriente de fuego proviene del trono de Dios y arrastrará todas las cosas
negativas al lago de fuego. Al comienzo de la Biblia se inician dos líneas: la línea de la vida y la línea del
conocimiento. Al final de la Biblia vemos dos resultados, dos consumaciones: la ciudad de agua viva y el lago
de fuego ardiente.

¿Dónde está usted y adónde va? ¿En cuál línea se encuentra usted? Ciertamente la línea de la vida es la línea
correcta, y la línea del conocimiento es la línea equivocada. Nosotros los redimidos estamos en la línea
correcta, la línea de la vida. No obstante, es posible que nuestro andar y nuestra labor, es decir, la manera
en qué vivimos y laboramos para Dios, se encuentre en la línea equivocada. Aunque estemos en la línea de
la vida, nuestro andar y nuestra labor pueden hallarse en la línea del conocimiento. Primero la Biblia exhorta
a apartarse de la línea del conocimiento y a permanecer en la línea de la vida o regresar a ella. Cuando somos
salvos, somos salvos para siempre, y nuestra salvación está asegurada por la eternidad. No obstante, la Biblia
nos amonesta en cuanto a nuestro andar cotidiano y nuestra labor para el Señor. En Gálatas Pablo nos
exhorta a andar en el Espíritu (5:16) y a sembrar para el Espíritu (6:7-8). De no ser así, todo lo que hagamos
será consumido por el fuego. En 1 Corintios 3, Pablo nos exhorta a nosotros los edificadores de las iglesias a
tener cuidado y a construir con los materiales apropiados. Si edificamos la iglesia con oro, plata y piedras
preciosas, esta obra será preservada hasta llegar a ser la Nueva Jerusalén, porque ésta es una ciudad
construida con oro, perlas y piedras preciosas. Por otra parte, Pablo nos advierte que la madera, el heno y la
hojarasca sólo sirven para ser quemados (1 Co. 3:12-15). Todo lo que sea construido con esos materiales será
arrastrado por la corriente de fuego y echado al lago de fuego. De modo que debemos cuidarnos a nosotros
mismos, nuestro andar y nuestra labor. Nosotros debemos permanecer en la línea correcta, y nuestro andar
y nuestra labor cotidianos también deben hallarse en la línea correcta. Entonces tanto nosotros como
nuestra labor entraremos en la Nueva Jerusalén. Debemos entender claramente estas dos líneas. En este
mensaje quiero compartir acerca de la línea de la vida, y en el mensaje siguiente, acerca de la línea del
conocimiento.

A menudo me ha inquietado el hecho de que el árbol de la vida apareció sólo por poco tiempo en Génesis 2
y que fue cerrado el acceso a él al final de Génesis 3. Aparentemente el acceso al árbol de la vida le quedó
cerrado al hombre; en realidad, en el transcurso de los siglos y por medio de la redención prometida, se ha
abierto el acceso para que el pueblo de Dios toque el árbol de la vida, lo disfrute y lo experimente. En palabras
muy sencillas quisiera ahora enumerar muchas de las personas que se hallan en la línea de vida. No
empezamos con Adán, quien cayó y fue redimido. Empezamos con Abel.

I. ABEL: SE RELACIONABA CON DIOS SEGUN DIOS


La vida de Abel se caracterizó por el contacto que mantuvo con Dios conforme al camino fijado por Dios
(Gn. 4:4). No diga que en tanto que usted tenga contacto con Dios todo está bien. ¿De qué manera tiene
contacto con Dios: a su manera o a la manera de El? Existen tres pueblos que afirman tener contacto con
Dios: los judíos, los musulmanes y los cristianos. Los judíos tienen contacto con Dios conforme a su propio
camino. Conforme a Romanos 10:2-3, los judíos quieren establecer su propia justicia y no se someten a la
justicia de Dios. Esto significa que ellos se relacionan con Dios conforme a su propia idea. Los musulmanes
muestran aún más devoción en su propia manera de adorar a Dios. Si usted visita una mezquita musulmana,
encontrará que los musulmanes se muestran bastante piadosos, y adoran a Dios postrándose. Muchos de
los que se llaman cristianos, incluyendo a los católicos, llevan a cabo su servicio para Dios conforme a su
propio concepto, y no por medio de la redención de Cristo ni en el Espíritu.

¿Cuál es el origen de la manera humana de tocar a Dios? La fuente es la conflictiva mente del hombre, la
cual no puede producir más que conocimiento. Por consiguiente, los hombres tienen contacto con Dios por
medio del conocimiento, y no por la vida. Sin embargo, Abel se relacionó con Dios de la manera que Dios
deseaba. Como lo veremos en el mensaje siguiente, Caín, su hermano mayor, tenía contacto con Dios, pero
según su propio camino. El camino de Dios es la vida; el camino de Caín fue el conocimiento. Todos debemos
tener cuidado. Aunque usted diga que está entregado absolutamente a Dios, quizás lo esté según su propio
camino. Usted se acerca a Dios de la manera que usted se inventa, y esa manera no es más que conocimiento.
No siga ese camino. Debemos observar el ejemplo de Abel y relacionarnos con Dios desechando nuestros
pensamientos, nuestras opiniones y nuestros conceptos; debemos decir: “Señor, me relaciono contigo según
Tu camino. No te toco a Ti por mis pensamientos, conceptos o conocimiento. Señor, Tú eres mi camino”. Si
hacemos eso, disfrutaremos a Dios como el árbol de la vida. Abel participó de Dios como el árbol de la vida.
El comió verdaderamente del fruto de ese árbol.

II. SET Y ENOS:


INVOCABAN EL NOMBRE DEL SEÑOR
Quizás usted desconozca los nombres de Set y Enós. Set y Enós fueron parte de la tercera y la cuarta
generaciones de la humanidad respectivamente, aunque la Biblia los considera como una sola. Después de
habérsele dado muerte a Abel, la línea de la vida parecía haber terminado. No obstante, Set y Enós fueron
levantados para continuarla. Estas dos generaciones tienen una característica extraordinaria: empezaron a
invocar el nombre del Señor (Gn. 4:26). No sólo oraron, sino que invocaron el nombre del Señor. Si usted
lee el texto original del hebreo y del griego, verá que la palabra invocar significa gritar, y no solamente orar.
Aunque todos los cristianos oran, pocos oran invocando. La mayoría oran calladamente, incluso en silencio.
No obstante, la tercera y la cuarta generaciones de la humanidad aprendieron que para tocar a Dios,
necesitaban clamar a El a gran voz e invocarle. No argumente diciendo que Dios no es sordo, que El puede
oírnos de todos modos. Aun el Señor Jesús oró con un gran clamor en el huerto (He. 5:7). En la época de Set
y Enós, los hombres aprendieron a orar a Dios invocándole. Si usted lo invoca, descubrirá que eso hace una
gran diferencia. El apóstol Pablo dijo que el Señor es rico para con todos los que le invocan (Ro. 10:12). Si
usted quiere disfrutar de las riquezas del Señor, debe invocar Su nombre.

Suponga que usted ayuda a un nuevo converso a tocar al Señor en oración. El ora: “Jesús, Tú eres el Hijo de
Dios. Moriste por mí. Te tomo como mi Salvador. Gracias”. Aunque ésta es una buena oración, le resultaría
mejor invocar al Señor a gran voz. Si él dice: “Oh Señor Jesús, gracias por morir por mí”, su espíritu será
avivado y tocará al Señor de una manera viva.
Aunque la tercera y la cuarta generaciones de la humanidad descubrieron la manera de invocar el nombre
del Señor, esta manera de invocarle se perdió gradualmente. Hoy en día, muchos cristianos la descuidan y
hasta la menosprecian. Sin embargo, ningún cristiano puede evitar invocar el nombre del Señor. En los
períodos de paz y de tranquilidad, usted puede guardar la compostura, y no estar dispuesto a quedar mal
invocando al Señor. No obstante, en tiempo de dificultades, quizás después de un accidente automovilístico
o en tiempo de enfermedad repentina, le invocará espontáneamente, diciendo: “Oh Señor”. No es necesario
enseñar a otros a invocar al Señor. Un día lo invocarán. Cuando pasen por problemas, necesitarán invocar
el nombre del Señor. Invocar el nombre del Señor consiste simplemente en disfrutarle y en comerle como el
árbol de la vida.

III. ENOC: CAMINABA CON DIOS


La vida de Enoc se caracterizó por el hecho de que él caminaba con Dios (Gn. 5:22, 24). No se nos relata que
él laborara por Dios ni que hiciera proezas para Dios, sino que caminó con Dios. Esto es significativo. Si
usted desea andar con una persona, debe amarla. Si usted no me cae bien, nunca andaré con usted. Primero
usted me cae bien, luego lo amo, y entonces caminaré continuamente con usted. El hecho de que Enoc
anduviera con Dios demuestra que amaba a Dios. El amaba el simple hecho de estar en la presencia de Dios.
El Señor Jesús reprendió a la iglesia en Efeso porque ellos hacían muchas obras para Dios pero habían
perdido su primer amor (Ap. 2:2-4). El Señor no quiere ver tantas buenas obras; El desea ver nuestro amor
para con Dios. Suponga que una esposa lleva a cabo muchas buenas obras para su marido, sin estar nunca
en la presencia de éste. Ciertamente el marido dirá: “No quiero que estés ocupada y apartada de mí. Quiero
una esposa que esté conmigo todo el tiempo”.

Enoc caminaba con Dios. Si leemos cuidadosamente Génesis 5:21-24, veremos que Enoc empezó a caminar
con Dios a la edad de sesenta y cinco años y siguió caminando con El durante trescientos años. El caminó
con Dios día tras día durante un período de trescientos años. Finalmente, fue como si Dios le dijera: “Enoc,
has caminado conmigo suficiente tiempo. Déjame traerte a Mí”. A muchos cristianos les fascina hablar del
arrebatamiento y de la venida del Señor. ¿Se da cuenta usted de que el arrebatamiento exige que usted ame
al Señor y viva en Su presencia? Debemos amar al Señor. “Señor Jesús, Te amo. Quiero vivir en Tu presencia.
Quiero andar contigo porque Te amo”. Esta actitud de amor es la preparación, la condición y la base del
arrebatamiento. ¿Por qué razón fue arrebatado Enoc? El fue arrebatado porque anduvo con Dios durante
trescientos años. Enoc nos presenta un excelente ejemplo.

IV. NOE: CAMINABA CON DIOS


Noé siguió los pasos de Enoc y también caminó con Dios (Gn. 6:9). En realidad, él anduvo con Dios más de
trescientos años. Por haber caminado Noé con Dios, recibió una visión de lo que Dios quería hacer en esa
era. Noé recibió la visión del arca, mediante la cual ocho miembros del linaje caído fueron salvos. Así como
Noé, nosotros no deberíamos actuar conforme a nuestro concepto. Todo lo que hacemos y toda nuestra labor
debe concordar con la visión que recibimos al andar con el Señor. Al andar diariamente con el Señor,
llegaremos a ver Su deseo, Su intención y Su voluntad. Entonces laboraremos y serviremos conforme al
deseo de Dios, y no conforme a nuestros pensamientos. Noé disfrutó a Dios al andar con El.

V. ABRAHAM: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS


E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR
Abraham fue más extraordinario que Noé. Como subrayamos en el estudio-vida de Romanos, Abraham
recibió una infusión con la aparición del Dios de gloria. Mientras Abraham estaba en Ur de Caldea, el Dios
de gloria se le apareció y lo atrajo (Hch. 7:2). Génesis nos revela que Dios se apareció a Abraham varias veces
más (Gn. 12:7; 17:1; 18:1). Abraham no era un gigante de fe en sí mismo; él era tan débil como nosotros. El
Dios de gloria se apareció a Abraham repetidas veces, e infundió en él Sus elementos divinos, lo cual le
capacitó para que viviera por la fe de Dios. La experiencia de Abraham se parece a una batería que opera
bien después de ser cargada, pero que necesita ser cargada cada cierto tiempo. Resulta muy interesante
estudiar la historia de Abraham según las apariciones de Dios. Dios llamó a Abraham a salir de Ur de Caldea
y le mostró el camino apareciéndosele repetidas veces. Como ya dije, cuando Dios llamó a Abraham a salir
de Ur, no le dio un mapa ni instrucciones. Abraham anduvo conforme a las apariciones de Dios. Si las
apariciones de Dios se producían en cierta dirección, Abraham simplemente se movía en esa dirección. De
esta manera, Abraham disfrutó de las riquezas de Dios.
Además de experimentar las apariciones de Dios, Abraham invocaba el nombre del Señor (Gn. 12:7-8). Isaac,
el hijo de Abraham, y Jacob, su nieto, también invocaban el nombre del Señor. Puesto que estas tres
generaciones eran la misma, Dios fue llamado el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esto significa que
Dios es el Dios de Su pueblo, el cual vive según la aparición de Dios e invoca Su nombre. Mientras Abraham
vivía según la aparición de Dios e invocaba el nombre del Señor, lo disfrutaba a El como el árbol de la vida.
Génesis 18 nos dice que Dios se apareció a Abraham mientras éste estaba sentado a la entrada de su tienda,
y permaneció con él como medio día, y hasta comió con él. De manera que la Biblia dice que Abraham fue
llamado amigo de Dios (Jac. 2:23). En Génesis 18, Dios y Abraham conversaron y comieron juntos como
amigos.

Indudablemente todos nosotros deseamos disfrutar así al Señor. No obstante, nuestra porción actual es
mucho mejor que la experiencia de Abraham mencionada en Génesis 18. En Apocalipsis 3:20 el Señor Jesús
toca a la puerta. Si alguien oye Su voz y abre la puerta, el Señor entra en él y cena con él. Día tras día, podemos
tener un banquete con el Señor. Abraham cenó con el Señor durante aproximadamente medio día, pero
nosotros podemos tener un continuo banquete con El. Podemos encontrarnos con el Señor al desayuno, al
almuerzo y a la cena. Nuestra porción es más elevada y más rica que la de Abraham.

Abraham disfrutó a Dios como el árbol de la vida. ¿Qué es el árbol de la vida? El árbol de la vida es la
provisión de vida que sustenta nuestra vida en la presencia de Dios. Abraham disfrutaba a Dios de esa
manera.

VI. ISAAC: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS


E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR
Isaac, como hijo de Abraham, se relacionó con Dios de la misma manera que su padre. El también vivió en
la aparición de Dios e invocó el nombre del Señor (Gn. 26:2, 24-25). El no sólo heredó todas las bendiciones
de su padre, sino también su manera de disfrutar a Dios.

VII. JACOB: VIVIA EN LA APARICION DE DIOS


E INVOCABA EL NOMBRE DEL SEÑOR
Jacob, la tercera generación del linaje llamado, fue finalmente guiado por Dios a no vivir por su propio
camino, un camino de suplantación, sino por el mismo camino que siguieron su abuelo y su padre, que
consistía en relacionarse con Dios. Después de ser disciplinado por el Señor durante un tiempo considerable,
él aprendió a vivir en la aparición de Dios y a invocar el nombre del Señor (Gn. 35:1, 9; 48:3). Para él, éste
no era solamente el método que había heredado, sino también el camino por el que lo condujo la disciplina
de Dios.

VIII. MOISES: VIVIA EN LA APARICION


Y LA PRESENCIA DE DIOS
Moisés fue una persona muy interesante. Nació cuando los israelitas se encontraban bajo la persecución de
los egipcios. Dios lo puso soberanamente en el palacio de Faraón, y fue criado como miembro de la familia
real, como hijo de la hija de Faraón. Moisés se enteró de los sufrimientos que infligían los egipcios a su
pueblo; probablemente se lo dijo su nodriza, quien era su verdadera madre. Indudablemente estos informes
despertaron el corazón de Moisés. Quizás Moisés haya dicho: “Los egipcios han perseguido a mi pueblo.
Haré algo para ayudar a mi pueblo”. Aunque Moisés tenía un buen corazón, éste era un corazón de
conocimiento, un corazón de muerte. El caso es el mismo con muchos cristianos hoy. Muchos tienen un
buen corazón. Son despertados y quieren hacer algo por Dios. Sin embargo, Moisés actuó a su manera y con
su propia fuerza. Esto dio por resultado el fracaso, y él quedó terriblemente desilusionado. Finalmente,
Moisés se dio cuenta de que no podía hacer nada; estaba desanimado hasta el punto que desistió. Fue como
si dijese: “Todo el interés de mi corazón estaba en mi pueblo, pero Dios no me ayudó. Dios no valoró mis
esfuerzos. Puesto que Dios no está conmigo, me olvidaré de esta situación y me iré al desierto”. Aunque él
se preocupó por el bienestar de los hijos de Israel, quedó desilusionado por su fracaso y huyó al desierto,
donde llegó a ser un pastor de ovejas, solitario y abatido. Moisés, el hombre que había sido enseñado en toda
la sabiduría de los egipcios y que era poderoso en palabras y en obras (Hch. 7:22), ahora era un pequeño
pastor en el desierto, un hombre vencido y rechazado.
Un día, cuando Moisés estaba desilusionado, Dios vino y se le apareció en la visión de una zarza que ardía
sin consumirse (Ex. 3:2, 16). Moisés se sorprendió y se acercó para ver la zarza. Aparentemente Dios le decía
a Moisés: “Moisés, debes ser como esta zarza ardiente. No ardas por ti mismo ni actúes por tu propia cuenta.
Tuviste un buen corazón, pero actuaste de manera equivocada”. Podemos usar el ejemplo de un automóvil
moderno. Si queremos echar a andar el automóvil, sería insensato empujarlo. Esto nos cansaría; y eso sería
todo lo que conseguiríamos. Debemos usar la gasolina como fuente de energía. Cuando se quema gasolina,
el auto se mueve. Debemos usar el automóvil de esta manera. Del mismo modo, Moisés aprendió a
abandonar su propio conocimiento, su propio camino, su propia energía y sus propias actividades. Moisés
empezó a vivir, como lo hicieron sus antepasados, en la presencia y la aparición del Señor. El dejó de actuar
por sí mismo. De ahí en adelante, fue uno con Dios. Para dirigir a los israelitas en su viaje, el Señor le dijo:
“Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Y él dijo al Señor: “Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no
nos saques de aquí” (Ex. 33:13-15). Esto demuestra que Moisés conocía la necesidad de obrar para el Señor
en Su presencia. El actuaba en la presencia del Señor.

Después de que Moisés hubo sacado de Egipto a los hijos de Israel, Dios lo llamó a la cima del monte, donde
permaneció cuarenta días. Mientras se encontraba allí, fue totalmente inundado con la gloria shekinah de
Dios. Mientras bajaba por la ladera del monte, la gloria de Dios resplandecía en su rostro (Ex. 34:29). En
esa cima Moisés experimentó el pleno disfrute de Dios como el árbol de la vida. A pesar de haber
desaparecido para los incrédulos el árbol de la vida, apareció a Moisés, y éste disfrutó a Dios como el árbol
de la vida en el monte de la gloria.

Moisés, igual que Noé, recibió una visión del edificio de Dios. Mientras se encontraba en la gloria en el
monte, Dios le dio un modelo detallado de Su morada sobre la tierra (Ex. 25:9). Si somos uno con Dios
mientras ministramos y laboramos para El, nuestra obra no será un trabajo, sino un disfrute. Cuando hablo
por el Señor, lo disfruto en gran manera. Cuando termino un mensaje, me siento satisfecho. En realidad, la
ministración que pertenece a Dios y concuerda con El constituye una especie de comida para el ministro.
Así sirvió Moisés a Dios y así le disfrutó.

IX. LOS HIJOS DE ISRAEL:


VIAJABAN EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
Cuando hablamos de los hijos de Israel, es fácil tener una mala impresión de ellos. Si nos acordamos de la
manera en que adoraron al becerro de oro en el desierto, pensaremos que eran despreciables. No obstante,
en el universo todo tiene dos lados. Por ejemplo, tenemos el día y la noche. Además, en todas las casas hay
una sala y también un lugar para echar la basura. En la Biblia podemos ver lo positivo y lo negativo,
dependiendo de lo que miremos. Por ejemplo, Abraham, que era tan bueno, tenía una concubina y no era
tan admirable como pensamos. Pero no debemos mirar lo negativo sino lo positivo. Sucede lo mismo cuando
llegamos a la historia de los hijos de Israel.

Durante cuarenta años los hijos de Israel anduvieron en la presencia del Señor (Ex. 13:21-22; Nm. 14:14).
Tenían la columna de nube durante el día y la columna de fuego por la noche. Los israelitas no viajaban
conforme a sus opiniones, sino que simplemente seguían la columna. En realidad, no eran dos columnas,
sino una sola. En el día, la columna era semejante a una nube, y por la noche, a un fuego. Durante el día Dios
hacía sombra al pueblo, y los protegía de los abrasadores rayos del sol. Durante la noche, El les daba la luz
que iluminaba su camino. Esta columna era Dios mismo. Por consiguiente, durante los cuarenta años que
los hijos de Israel vagaron por el desierto, disfrutaron de la presencia de Dios. También comieron del maná,
la comida celestial, día tras día, lo cual indica que disfrutaron a Dios como el árbol de la vida. De modo que
aun en el desierto vemos la línea del árbol de la vida. A pesar de nuestro concepto negativo acerca de los
hijos de Israel en el desierto, ellos experimentaron el árbol de la vida, disfrutando a Dios día tras día.

¿No sería maravilloso experimentar esa columna de nube, esa columna de fuego y ese maná celestial en el
condado de Orange hoy en día? No obstante, nuestra porción es mucho mejor. Tenemos el Espíritu Santo
como columna de nube, y la Biblia como columna de fuego. También tenemos al Señor Jesús como nuestro
maná celestial. Mientras viajamos por el desierto del condado de Orange, el Señor está presente con
nosotros, y lo disfrutamos a El como el árbol de la vida.

X. JOSUE: VIVIA Y LABORABA


EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
Cuando Dios llamó a Josué, lo alentó, y le aseguró que estaría con él del mismo modo que había estado con
Moisés (Jos. 1:5-9). El Señor exhortó a Josué a ser fuerte y valiente, pues el Señor estaría con él adondequiera
que fuese. Josué era una persona que disfrutaba a Dios. Mientras disfrutamos de la presencia de Dios,
podemos ser un Josué hoy en día. Dios no está lejos de nosotros; El está con nosotros todo el tiempo. Por
tanto, nosotros, como Josué, podemos vivir, andar y laborar en la presencia del Señor.

XI. GEDEON: LUCHABA


EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
La característica más sobresaliente de Gedeón era que libraba las batallas en la presencia de Dios (Jue. 6:12,
16). El no sólo vivía, andaba y laboraba en la presencia del Señor, sino que luchaba junto con la presencia
del Señor. Todos debemos ser así. En cierto sentido, nuestra vida cotidiana es un andar, en otro sentido es
una labor, y en otro sentido también es una lucha. Debemos estar en la presencia del Señor al andar, al
laborar y al luchar. Estar en la presencia del Señor significa simplemente disfrutar al Señor como el árbol de
la vida. Gedeón disfrutaba a Dios como el árbol de la vida.

XII. SAMUEL: ORABA E INVOCABA AL SEÑOR


Samuel fue otra persona admirable en el Antiguo Testamento, un hombre que oraba continuamente por los
hijos de Dios. La Biblia relata que Samuel dijo al pueblo que él no pecaría contra el Señor dejando de orar
por ellos (1 S. 12:23). Cuando Samuel supo que el rey Saúl había ofendido a Dios, se entristeció y lloró delante
del Señor toda una noche (1 S. 15:11). Por consiguiente, la Biblia se refiere a Samuel como un hombre que
invocaba al Señor (Sal. 99:6) y como un hombre que permanecía en la presencia de Dios (Jer. 15:1). Todo
eso nos revela que Samuel era una persona que oraba continuamente, que invocaba el nombre del Señor, y
que permanecía en la presencia de Dios. Al permanecer en la presencia del Señor y al invocar el nombre del
Señor, él disfrutaba al Señor, pues participaba de El como el árbol de la vida. Esta motivación y este deleite
hicieron de él una persona tan notable en la historia humana.

XIII. DAVID: CONFIABA EN DIOS, RECURRIA A EL,


Y DISFRUTABA DE LA VIDA DE DIOS
David era un hombre que confiaba en Dios y recurría a El (1 S. 17:37, 45; 30:6). El secreto de la vida de David
consistía en que él deseaba morar continuamente en la casa de Dios y contemplar Su hermosura (Sal. 27:4,
8, 14). Esto significa que él disfrutaba de la presencia de Dios. Además, disfrutaba a Dios como la grosura y
como el torrente de Sus delicias (Sal. 36:8-9). David dijo: “Contigo está el manantial de la vida”. Esto
demuestra que aun en aquellos tiempos David disfrutaba de la vida de Dios como el árbol de la vida y como
el río que fluía dentro de sí. Este disfrute hizo de él ese gran rey de los hijos de Israel.

XIV. DANIEL: ORABA A DIOS


Todos conocemos la historia de Daniel. No obstante, la mayoría de los cristianos sólo sienten curiosidad en
cuanto a las profecías de Daniel. Desean saber sobre la gran imagen de Daniel 2, la imagen que tenía cabeza
de oro, hombros de plata, abdomen de bronce, piernas de hierro y dedos de barro. También quieren conocer
las bestias que salen del mar en Daniel 7. Todos los jóvenes se interesan por estos asuntos. Aunque pasé
mucho tiempo estudiando estos puntos hace años, finalmente llegué a valorar más los otros aspectos del
libro de Daniel. Ahora me agrada el libro de Daniel porque allí veo a un hombre que oraba constantemente
al Señor y tenía un contacto continuo con El (Dn. 6:10-11; 9:3-4; 10:2-3, 12). Daniel 6 nos enseña que Daniel
era preeminente entre los gobernadores y príncipes en el reino de Darío. Los demás gobernadores y
príncipes le tenían envidia y planearon intrigas en su contra, tratando de destruirlo. Cuando Daniel se enteró
de esto, acudió al Señor y oró. La meta de la conspiración de ciento veinte gobernadores consistía en hacer
tambalear la relación que tenía Daniel con Dios. No obstante, Daniel abrió sus ventanas hacia Jerusalén y
oraba tres veces al día. Al leer la profecía de Jeremías, Daniel se enteró de que el período de exilio sería
setenta años y de que el cautiverio iba a terminar; entonces empezó a orar (Dn. 9:2-3). Luego recibió otra
visión y oró sin detenerse durante tres semanas hasta que recibió la respuesta (Dn. 10:1-3, 12). La vida de
oración de Daniel procedía de una vida santa. El llevaba una vida santa en la tierra pagana de Babilonia. Por
ejemplo, Daniel se negó a participar de la comida del rey, la cual era ofrecida a los ídolos y luego usada para
alimentar al rey y a su gente (Dn. 1:8). El rechazó esa comida y disfrutaba mucho a Dios. El disfrutaba a Dios
como el árbol de la vida.
XV. JESUS: COMO HIJO DE DIOS
VIVE POR DIOS
Al llegar al Nuevo Testamento, vemos que la primera persona en la línea de vida del Nuevo Testamento fue
el Señor Jesús. Jesús no sólo disfrutaba el árbol de la vida, sino que El mismo era el árbol de la vida. El dijo
que venía del Padre y que vivía por el Padre (Jn. 6:57). El no vivió conforme al conocimiento ni al
aprendizaje. El vivía, andaba y laboraba conforme al Padre que obraba dentro de El (Jn. 14:10).

XVI. LOS CREYENTES NEOTESTAMENTARIOS:


VIVEN POR EL SEÑOR
Nosotros los creyentes neotestamentarios tenemos un destino: permanecer en el Señor y permitir que El
more en nosotros (Jn. 15:5). Esto significa que disfrutamos al Señor. El Señor Jesús nos dijo que debemos
comerle a El, y que todo aquel que lo coma vivirá por El (Jn. 6:57; 14:19). Debemos comer al Señor Jesús
porque El es nuestro pan de vida, nuestro árbol de vida. El árbol de la vida es la vida presentada en forma
de alimento. En Juan 6 el Señor se presentó como la provisión de vida también en forma de alimento,
diciéndonos que El es el pan de vida (v. 35) y que Su carne es comestible (v. 55). Si lo comemos a El, lo
tomaremos como nuestra vida y como nuestra provisión de vida por la cual vivimos. Este es el verdadero
disfrute del árbol de la vida.

XVII. PABLO: VIVIA AL SEÑOR


Entre todos los creyentes neotestamentarios, Pablo fue el ejemplo por excelencia de un hombre que vivía al
Señor. En Gálatas 2:20, dijo que Cristo vivía en él y que la vida que él vivía la vivía por la fe del Señor Jesús.
Pablo dijo que él mismo había sido crucificado y sepultado, y que era Cristo quien vivía en él. Finalmente
Pablo pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Cristo era su vida y su provisión de vida, porque
Pablo disfrutaba a Cristo como él árbol de la vida.

XVIII. LA IGLESIA COMO CUERPO DE CRISTO:


VIVE POR CRISTO COMO VIDA
La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Es imposible que el cuerpo no disfrute de la cabeza. El cuerpo no puede ser
separado de la cabeza, pues esa separación significaría la muerte. La iglesia entera es el Cuerpo de Cristo,
depende de Cristo y vive por Cristo como vida (Ef. 1:23; Col. 3:4). Por lo tanto, podemos ver que la iglesia
puede disfrutar a Cristo como el árbol de la vida.

XIX. LA NUEVA JERUSALEN: SUSTENTADA


POR EL RIO DE VIDA CON EL ARBOL DE LA VIDA
Al final de la Biblia vemos la consumación del árbol de la vida: la Nueva Jerusalén. En el centro de esa ciudad
hallamos el río de vida, que sale del trono de Dios y del Cordero, y en el cual crece el árbol de vida que lleva
fruto cada mes (Ap. 22:1-2). Nuestro destino y nuestra porción eterna será el disfrute del árbol de la vida y
el agua de la vida. La Biblia concluye con una promesa y un llamado. La promesa se encuentra en Apocalipsis
22:14 donde leemos: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida”.
Vemos el llamado de Apocalipsis 22:17 donde leemos: “El que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente”. Por tanto, toda la Biblia termina con comer y beber, es decir, con disfrutar a Dios como el
árbol de la vida y con beberlo como el agua de la vida. Esta es la consumación de la línea de la vida.

¿Qué debemos hacer ahora? No debemos hacer nada. Sólo debemos permanecer en la línea del árbol de la
vida, disfrutando a Dios como nuestra vida y como nuestra provisión de vida. Dios se ocupará de todo. Al
disfrutar al Señor como nuestra provisión de vida, nuestra vida cotidiana, nuestro andar, nuestra labor y la
edificación de las iglesias serán el resultado de ello. Entonces todo lo que tengamos se conformará al
elemento divino, al elemento de Dios, y no a nuestros conceptos. Ahora vemos el camino que debemos
tomar. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que todos sigamos la línea de la vida.

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