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Jaime Chabaud
Perdonajes
RODOLFO 30 años
MACUA 50 años
Atardece. Escuchamos un lejano jadeo acompañado de breves gritos. Silencio. El salón con mesas,
barra, pista de baile, la rocola y un hombre sentado se ven más nítidamente cuando entra
MACUCA con paso irregular y enciende la luz neón
Macuca deja las botellas sobre la barra. Todolfo mira el lugar: mal pintado, desastre, el tiempo,
vidrios rotos…
Macuca: hombre, muchacho, así de pronto… (pausa.) Claro, cómo no… (Pausa) Pues,
francamente… Aunque por supuesto que tienes un airecillo a… (Pausa) No, no te recuerdo
Macuca: ¡El giro…! M´ijo, si estás tan grandote, tan fuertote… no eres tú… ¡No puedes ser tú…!
Macuca: ¡Pus sí, cómo no, Girito! Pero a ti te ha mal mejorao el tiempo… ¡estás espantoso…!
Macuca: Cómo se ve que el tiempo es canijo… desconoce a las gentes… ¡Sólo estoy jodiendo,
escuincle…! (silencio largo) Vienes tan chulo, tan guapísimo, tan buenote, tan… tan… tan…
Se oyen los mismos ruidos del principio. Rodolfo mira a Macuca, que parece no haber oído y trae
un par de cervezas, las destapa.
Macuca: Se está lamentando otra vez. Hacía mucho tiempo que no, pero ya ves, Giro, te ha de
haber oído llegar…
Rodolfo: No sonaban a lamentos, doña Macu… (Silencio) ¡carajo, doña, pero si por usted no pasan
los años, sigue igualita de guapa y señorona…!
Macuca: Y jija de mi pinche madre, ya lo sé… Y necia… Y mala puta… (silencio) y tú… (pausa) Tú
igual de mentiroso. ¿Qué te trajo por aquí?
Rodolfo: Está guapísima. Mis ojos no miente.
Macuca: Pero mi espejo sí. Él no es ojete como la bola de buitres que me malogra mis gustos…
(Silencio) ¿ME quieren muerta?
Macuca: Muerta mis calzones… ¿Así me quieren…? Pus, me aguanto. (silencio. Se levanta y lo
observa) Estás hecho un señor.
Macuca: Hay que celebrarla con unos tragos. Ven. Déjame que te bese.
Macuca: Chamaco cagón. Te fuiste con quinientos pesos de la caja. ¿Crees que ya se me olvidó?
Hace quince años.
Macuca: No señor: Ah, qué tú, que cargaste con la lana sin decir siquiera adiós… (Silencio largo.)
Con lo que te queríamos las muchachas y yo… (Pausa. Corrige) Te queremos.
Macuca: Me acabas de decir guapa y luego lueguito sacas el cobre… (Silencio largo. Rodolfo sirve
de nuevo) ¿Eso eres? ¿Eso te han hecho los pesos?
Macuca: El negocio está ahorita en la cresta, pinche Giro: hay nuevas muchachas… ya están por
venir, en no más de una semana, y…
Rodolfo: Quizá éste sea el último chance, doña Macu, venda…
Macuca: Sólo eres un ojete más… ¿De qui´´en vienes…? ¿Quién te paga…?
Macuca: Dije no, Ya sabía yo. Pero, ¿Para qué quiere más? ¡Viejo avaro, mal bicho e hijo de puta!
Macuca: Lo dicho: Toma mis ojos, Giro, cuervo de mierda… Aquí te enseñamos lo que era un
tenedor y un plato… Lo que era un calzón y una teta y un ombligo y una panocha… (Le rompe la
copa en la cabeza) ¡Yo misma te tomé en mis brazos y te hice hombrecito…! ¡y luego te di a la
Soranita, a la que no debía darte nomás que por cariño, por tarada te di a la prohibida…! (silencio
largo) ¿Epigmenio Ibarra…?
Macuca: ¿Te volviste marica… ¿Le andas hurgando las almorranas o qué mierdas?
Rodolfo: Cálmese, doña Macu… Soy su jefe de seguridad… de don Epigmenio… su brazo derecho.
Macuca: Pistolero a sueldo es más corto y más claro. (Pausa. Las lágrimas saltan) Eras tan bonito a
los quince. Cuando te hicimos tu estreno temblabas todito, de pies a cabeza.
MAcucha: vaya que sí, no paraste en toda la noche, uno, dos, tres y cuatro ¡Stop! Y luego otra
vez… Dios nos cogiera confesadas… Eras cómo una maquinita.
Rodolfo: YA no me acordaba
Rodolfo: ¡Le puse entonces el apodo de “la Ticher”! Claro que acuerdo.
Macuca: Porque ésta, tu vieja, estudiaba inglés en las mañanas… Mi plan era abrir “El Palmira” al
mercado extranjero. ¡Pendeja…! (Silencio) Les enselaba a las muchachas una palabra nueva en
inglés cada día. Y tú te la pasabas espiando para ver que se te pegada:
Macuca: Qué buenos tiempos aquellos (Pausa) Tan buenos como éstos, porque ¿sabes lo que
quiero hacer? (silencio) estuve a punto de regalártela… y no se me pegó la gana, aunque te morías
por ella… y me arrepiento… Hice mal… (silencio) Eras puro goteo por ella… (Silencio) Pero también
era negocio y el diputado daba treinta mil y, ya lo sé, te morías por ella… (Silencio) El sonido del
oro puede ser más poderoso que el del amor y el de la compasión… Se me endureció el corazón
aunque te morías por ella, ya lo sé… (Silencio) Yo entonces no era compasiva, todavía no me
sangraba el corazón… (Silencio) Era… sigo siendo un pedazo de mierda…
Rodolfo: Tengo una cuarenta y cinco en el saco y ni se me antoja meterle seis tiros, doña Macu…
(Silencio) Eso fue lo que me pidió don Epigmenio: que le metiera cinco tiros nomás… (Silencio)
Está también jodida como yo… (Silencio) No vale un carajo… no calemos un carajo…
Macuca: La prometí… y te fuiste antes de que fuera tuya… La volviste loca porque ella se moría
igual por ti… (Silencio) La soranita se hacía agua por tus miserias… ¡Qué pendejo, me cae…! No
supiste esperar… (Silencio largo.) De todo pasó… (Silencio) ¿Tú crees que me lo perdono,
Rodolfo…? (Silencio. La luz se enrarece) Se me endureció el corazón porque, yo lo sé, la amabas,
habrías dado tu sangre por ella… (Silencio. La luz vuelve a su estado natural) O levanto o me hundo
con mi changarro, Giro… No voy a regalarles nada a esos putos…
Rodolfo: (Saca la escuadra y la pone sobre la mesa) ¿Con qué dinero, doña Macu?
Macuca: Dos, pero viene media docena de Guadalajara. ¡Además me debes quinientos pesos y de
esa época!
Rodolfo va a la barra, toma otra botella y copas. Regresa, se sienta y sirve. Sube los pies en otra
silla.
Rodolfo: Dijo que brindáramos. (Pausa) ¿Qué pasó con la Rosenda que tenía como dieciocho
cuando lo de mis quince?
Macuca: En la cárcel.
Rodolfo: ¿Y la Carola?
Rodolfo: ¿Y la Taconcitos?
Rodolfo: Lo siento
Macuca: Él todavía sigue por ahí, circulando. Ya sabes, la “justicia” (Pausa) Todas las muchachas se
peleaban por ti. (Pausa. Ambos beben) Te querían tanto que cuando te fuiste lloraron. “Soranita”
no se repuso: se tiró a morir. Hasta ahí fue nuestra época de oro.
Oímos otra vez un lejano jadeo acompañado de gritos breves. La silla sobre la vual tiene los pies
Rodolfo se derrumba intempestivamente, haciéndose añicos. Macuca y Rodolfo se miran en
silencio.
Macuca: Lo son
Rodolfo: Porque la aprecio. Necesito que acepte, que se retire a una vida sin zozobras…
Macuca: Y sin putas… (Silencio. Le da la botella) Tú no puedes tirarme… (Pausa) Bebo como un
pozo sediento… (pausa) Desde hace años… ni lo intentes… (Silencio. Toma la pistola escuadra y se
la pone en la mano) ¿Crees que le temo a la muerte…? No, m´ijo le temo a la vida inútil… (Silencio)
A la vida que es siempre huida. A la vida estéril… ¡Jálale…! (Silencio) ¡Qué puto eres…!
Silencio. Rodolfo saca el cargador del arma. Una música y gemidos extraños se dejan oír.
Macuca: ay, m´ijo. En esto he trabajado toda mi piruja existencia. No sé vivir de otro modo. ¿Tú
crees que no sé?
Rodolfo va a la rocola, guarda el arma, selecciona una melodía y mete una modea. No suena nada.
Macuca lo sigue con la mirada. Hay un cambio lumínico y temporal.
Rodolfo: No vayas, me dije… Es tu futuro el que cuelga de un hilo, también me dije… Don Epi no te
lo va a pasar… Pero la vieja te ha de querer todavía, me repetí… tu cuello o el ajeno, me contesté,
y no me quedó de otra que remontar el pasado y manejas la troca hasta acá.
Se escuchan los jadeos y los gritos, ahora muy cercanos, amplificados. Rodolfo saca su pistola
escuadra. Macuca va hasta el joven, le quita la pistola, el saco y la sobaquera y da una patada a la
rocola. Entra música de los años setenta y ochenta del siglo xx mientras desaparece macuca y la
iluminación cambia por una tenue luz rojiza. En otra actitud, Rodolfo se mete tras de la barra,
limpia unos vasos y sirve un trago. Entra si renguear Macuca, borrachísima y pintarrajeada, con un
vestido putañero con algunas lentejuelas. Va a la barra y jala del cuello de la camisa a Rodolfo.