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Wfi Barcelonés
BIBLIOTECA

n.° 3^mk

ASI-
Prest.
I

LA

ENEIDA.
Es propiedad del Traductor y Editor.
LA ENEIDA

DE

VIRGILIO.

TRADUCIDA

POR

EL L. D. F. V.

BARCELONA :
IMPRENTA DE D. í. M. DE GRAU,
CALLE DE BIPOLL.
1842.
r.
PRÓLOGO.

Entre el manantial inagotable de riquezas


literarias , que los antiguos han legado á la
posteridad, descuellan las obras del príncipe de
los poetas latinos Publio Virgilio Maron. Con
ellas entusiasmó á sus conciudadanos y logró
inmortalizar su nombre recabando de la poste
ridad justos y bien merecidos aplausos. Como
amigo predilecto de Octavio Augusto parece que
se empeñó en suavizar el carácter y mejorar tas
costumbres de este príncipe que con sus cruel
dades agravaba á cada paso la desgracia de los
pueblos que , destrozados ya por las continuas
guerras civiles , gemian bajo el yugo de su ti
ránica dominaeioiu
Esta idea le inspiró sin duda los sublimes
j dulces versos de sus Geórgicas, habiendo tras
lucido ya su llama poética en las Bucólicas que
fué, segun se cree, la primera obra que composo.
Constante en su proyecto emprendió otra com
posicion mas árdua ; su gran poema, la Eneida.
En elfa se propuso entrañar todos los aconteci
mientos del imperio de Augusto á quien tomó
por héroe de su primorosa epopeya. Sabida es
la oportunidad de que sea nacional el asunto
«n esta clase de poemas, de lo cual nos dió
ejemplo el grande Homero , y Virgilio supo
en esta parte imitar con tal grado de perfec
cion al príncipe de los poetas griegos, que bay
quien opina, y no sin fundamento, que ex
cedió al original. Enlazar el origen de Ro
ma con la destruccion de Troya , dar un co
lorido de legitimidad á la usurpacion de Au
gusto trasmitiéndole la herencia del piadoso
Eneas , tronco de la dinastia de los reyes que
debian fundar y gobernar la ciudad eterna ;
hacer del vengador interesado de Ce zar y del
afortunado vencedor de Antonio el sucesor de
estos reyes , encadenar los romanos al imperio
vu
del príncipe que , habiendo prodigado la sangre
de los pueblos , quería por fin asegurarles las
ventajas de la paz y cubrir, si cabe decirlo, con
el manto de la demencia las trazas que tenia
de verdugo : consagrar, digámoslo asi, los pla
nes de nn hábil político con la sancion di; los
dioses romanos que en otro tiempo habian sido
tambien dioses de Ilion ; enaltar el amor á la
monarquia moderada en un pais, víctima de
las disensiones intestinas , secundar los esfuer
zos del monarca para consolar por medio de
nti suave dominio á los Romanos aflijidos por
la pérdida de su libertad ; amoldar los espíri
tus á la coyunda de Augusto , ó tal vez ablan
dar esa alma de hierro endurecida, ó mas bien
templada en la sangre de los proscritos é indu
cirla al olvido de las injurias , al temor de los
dioses y á la moderacion del poder ; tales fue
ron las miras de Virgilio : la eleccion de su
héroe lo justifica, y si esta misma eleccion reve
la el arcano de una ingeniosa y "perpetua alu
sion al carácter que atribuye al príncipe tro-
yano, modelo de piedad para con los dioses , su
padre y la patria, y humano con los vencidos j
VIII
debe concederse al poeta un tributo de recono
cimiento. Virgilio loando á Octavio y no atre
viéndose á revelar sus crueldades , coopera á
la feliz mudanza que se anuncia en este gran
culpable j le enseña á merecer el nombre de
Augusto por su semejanza con Eneas prote
gido por su madre Venus y querido de Júpi
ter , con Eneas que contrariado por los destinos
está sin embargo de acuerdo con ellos en pro
de la grandeza de la reina del mundo que de
be salir de las ruinas del Ilion.
Segun parece , el imperio de Priamo solo
sirve en la Eneida de accesorio. En el primer
libro Venus ruega al padre de los dioses por la
felicidad de Roma y este se complace en reve
lar á su bija el esplendor y la magnificencia
que la destina de un modo que eclipsa todo lo
que Ilion tenia de magestuoso en los tiempos
de su mayor fortuna. Por esto , y por que
rer asegurar el predominio de Roma so
bre todo el Universo , el Soberano del Olimpo
arranca á Eneas de los brazos de la apasionada
Dido. Roma interviene con Anibal y Cartago
en las enérgicas imprecaciones de la desespera
IX
da reina. Roma ocupa una gran parte del libro
5.* y casi todo el 6.° '
En el momento en que la guerra estalla con
tra los troyanos y los rútulos , el Tiber , el
palacio latino , los habitantes de Italia que se
aprestan al combate, las ceremonias practicadas
en la apertura del templo de Jano, los Sabinos
abuelos de Roma , todo nos habla de ella : el
canto octavo nos pinta el manantial del Tiber
y la humilde cuna de la Señora del mundo ;
la loma tarpeya y la plaza del capitolio en
los parages dó gobierna el bondoso Evandro.
Virgilio aun no satisfecho con sus intere
santes recuerdos nos hace descender al origen
de Roma representándonos con vivos colores
sus combates , sus progresos , sus ceremonias re
ligiosas y nos conduce al apogeo de su gloria
despues de la batalla de Accio y de la sumision
del Eufrates. Finalmente Roma representada en
el broquel de Eneas parece presidir á los tra
bajos de su primer fundador que vá á comba
tir para darla el imperio del orbe. En los tres
últimos libros se columbran Roma y Cartago
cubiertas de un velo tan sutil que facilmente
deja percibir sin la menor ficcion los usos y
costumbres del pueblo reí.
Sabido es que Virgilio lomó por modelo
de su epopeya la Iliada de Homero, y con este
motivo dice un célebre humanista francés que,
si Homero ha formado á Virgilio , esta es su
mejor obrá. : '
Delille añade que uno de los espectáculos
interesantes y dignos de observarse es la im
presion del genio sobre el genio. «< Me com
plazco en representarme , dice, al poeta lati
no , en el momento mismo en que ha leido por
primera vez la Iliada , lleno de la inspiracion
que acaba de recibir , meditando un poema que
debe procurar un nuevo triunfo sobre la Grc-
eia y evocando del olvido á Eneas confundida
entre la muchedumbre de guerreros troyanos, si
un nombre citado por Homero puede quedar
sepultado en el olvido. Me complazco en ver á
este joven poeta leyendo en el teatro los pri
meros ensayos de su Eneida entusiasmando i
la soberbia Roma con la relacion de sus vic
torias , á Augusto con la de sus triunfos y de
*u gloria. Me complazco en ver al rival de Ho
XI
mero acogida por una aclamacion universal,
haciendo olvidar á los romanos las representa
ciones teatrales, los gladiadores y las pantomi
mas para gozar las pinturas de sus brillantes
destinos. De esje modo se expresa el inspirado
Delille y en efecto debemos convenir con di en
que, atendido el orgullo nacional de los romanos
manifestado en todas sus acciones y en todos
sus monumentos de un modo grandioso y sor
prendente, ei triunfo deVirgiliofué tancompleto,
que casi nos atrevemos á asegurar que podia for
mar época en aquellos tiempos tan fecundos en
acontecimientos. El asombroso entusiasmo, que
produjo la Eneida en el ánimo de Augusto y
toda su corte, es difícil de describir. Los
aplausos del pueblo se confundieron con los
del tirano, y cada uno por su parte miró á Vir
gilio como un genio sobrenatural que saca del
abatimiento al oprimido al paso que exaltan
do el poderío del opresor, le dá consejos y le
inclina á emprender la marcha sublime de la
virtud que hasta entonces babia desconocido q
mejor diré desechado. Desengañémonos : la luz
de la razon es tan radiante y tan bella que hat
XII
ce desaparecer facilmente las sombras de la
vana teoria , á la par que la virtud anonada
el crimen y transforma con frecuencia al cri
minal , arrancándole de raiz la mala semilla
que infestaba su corazon y estos efectos se deben
tambien á menudo á la poesia y á la elocuencia.
Cuéntase que Virgilio trabajaba aun en la
composicion de su Eneida, cuando Augusto an
heloso de saber lo que de él decia , le rogó , le
instó y por fin le mandó que leyera lo que hasta
entonces tuviese escrito. En vano trató de resis
tir Virgilio, alegando que debia corregirlo y que
aun no lo consideraba digno de la atencion de
Augusto : tuvo que ceder y entonces recitó los
libros 2.° 4.° y 6.* He manifestado ya el entu
siasmo que debió causar en los concurrentes y
en particular en el ánimo de Augusto su lectura,
aunque la tradicion tan solo nos revela el efecto
que produjo en el corazon de Octavia madre del
Príncipe el episodio de la muerte del jóven Mar
celo. Octavia habiendo oído el tierno elogio de
su hijo, quedó extasiada , y apenas volvió de su
asombro , cuando mandó que se entregasen á
Virgilio diez sextercios por cada uno de los 32
XIII
versos de que se compone dicho episodio. Enor
me era la suma en aquella época ; mas Virgilio
preferia los sufragios de Augusto , los aplausos
de los ilustres escritores que le rodeaban, y las
lágrimas de una tierna madre á todos los te
soros de la tierra. , .
Cuatro años necesitó para concluir los úl
timos seis libros de su Epopeya , y poco sa
tisfecho aun de su obra, queria condenarla á las
llamas. Asi mandó que se ejecutase en los pos
treros momentos de su vida , pero felizmente
sus herederos se limitaron á suprimir algunos
versos que parecian imperfectos sin permitir
que se hiciese en los demas la menor varia
cion.
En la Eneida descubrimos toda la correccion
y los progresos del siglo de Augusto. No ha
llamos en ella contiendas de heroes por una
esclava , ni violentos dicterios y lenguage torpe,
sino que el poema empieza con la mayor mag
nificencia con Juno formando el designio d«
impedir que Eneas se establezca en Italia ; y
con el mismo Eneas que se nos presenta con
toda su flota en medio de una tormenta des
XIV
crita por Virgilio con el mas elevado estilo
poético. Atendido bien todo lo que se ha di
cho, casi podriamos afirmar sin temor de equi
vocarnos , que la Eneida es el modelo mas ca
bal de una historia ó fábula épica. La unidad
de acción está perfectamente guardada , por
que desde el principio al fin se tiene siempre
á la vista el establecimiento de Eneas en Ita
lia ordenado por tos dioses. Los episodios están
bien encadenados con el asunto y el enredo del
poema está felizmente formado por el plan de
la antigua máquina. La cólera de Juno produce
todos los contratiempos que embarazan á Eneas
en su empresa y enlaza las operaciones de los
dioses con las de los hombres por todo el dis
curso del poema. En estos puntos principales
Virgilio condujo su obra con mucha propiedad
y manifestó su arte y su juicio. Tantas bellezas
brillan en la Eneida, que justamente han gran
jeado á Virgilio la reputacion de todos los siglos:
y hasta el dia mantienen en equilibrio la ba
lanza entre su fama y la de Homero. La cali
dad qne mas sobresale en Virgilio es la ter
nura. Naturaleza le habia dotado de una sensi
bilidad exquisita : se penetraba de todas las
circunstancias patéticas en las escenas que des
cribió : sabia de una sola pincelada traspasar el
corazon.
Esto en un poema épico es un mérito que
se acerca al de la sublimidad , é interesa en
extremo á todos los lectores. La muerte del
anciano Príamo , el encuentro de Eneas con
Andrómaca y Heleno , los episodios de Palan-
te y Evandro , de Niso y Eurialo , de Lauso y
Mezencio , todos prueban el gran talento de
Virgilio para escilar la ternura. Las batallas de
Virgilio no tienen quizas tanto fuego y sublimi
dad como las de Homero ; pero la bajada al in
fierno es un episodio tan interesante que aven
taja mucho al de Homero en su Odisea. La anti
guedad no presenta en esta parte cosa igual
al libro 6." de la Eneida. La escena y los obje
tos son grandes y notables y llenan el ánimo de
aquel augusto respeto que debe inspirar la
vista del mundo invisible. Corre por toda la
descripcion cierta sublimidad filosófica que el
ingenio platónico de Virgilio y las ideas en
grandecidas del siglo de Augusto le hicieron
XvI.
sostener con una magetad muy superior á la
que podia desplegar Homero atendidas las ideas
de su tiempo. La suavidad y belleza de los nú
meros de Virgilio en toda la serie de su obra
son tan conocidas que es escusado detenerse en
elogiarlas. Finalmente si algunos lunares pue
den notarse en la Eneida de Virgilio, todos sor,
disimulables por no haber podido dar la última
mano á tan maravilloso poema.
Tal es la obra que acabo de traducir y que
someto á la censura del público. Su aprobacion
será para mí la mayor recompensa del sacri
ficio hecho á favor de los jóvenes consagrando
la primavera de mis dias al espinoso ministerio
de Profesor de Humanidades.

t i
DK

VIRGILIO.

Eneas parle do Sicilia, siete aíios despues de haber sa


lido de su patria: Éoto a instancia de Juno levanta
una tempestad y arroja los trovanos á las costas de
Africa. Venus madre de Juicas sé queja á Júpiter do
las desgracias del héroe : aquel la consuela descu
briéndola los hados de su hijo , y envía a Mercurio
Eara inclinar á Dido reina de tartago á que le reci-
a en su palacio. Entra lineas cubierto de una nu
be que extendio Vénus a su rededor, y recibido fa
vorablemente manda venir á su hijo Ascanio con re-
falos para la reina ; pero Vénus para infundir en
•ido el amor á Eneas, y defenderle de Juno envia á
Cupido en vez de Ascanio. Dido hace a los trovanos
un suntuoso convite y sobre mesa pide á Eneas quo
le cuente sus aventuras.

Yo soy aquel que en ofro tiempo canté tonadas


pastoriles al son del caramillo , y habiendo salido
(le las selvas, dediqué mis cantinelas al ávido la
brador que las escuchó embebecido, y obligué los
campos á recompensar sus fatigas : mas ahora can-
18 U ENEIDA.
tó los sangrientos combates y las proezas de aquel
varon , que forzado por el deslino á dejar el suelo
patrio , se dirigió el primero desde Troya á Italia
y á las playas de Lavinio. Objeto de la vengan
za de los dioses y del implacable rencor de Ju
no i experimentó muchas adversidades por mar y
tierra.
Dióle tambien mucho que sufrir el sañudo Marte
hasta que hubo transportado sus dioses al Lacio,
y erigido allí una ciudad que fue la cuna del nuevo
Imperio de los latinos , de donde salieron los reyes
de Alba y los fundadores de la soberbia Roma.
Dime , Musa . á qué divinidad ofendió el prín
cipe troyano , ó por que motivo la reyna de los
dioses resentida obligó á un varon insigne por su
piedad á pasar por tantas aventuras, y á padecer
tantos infortunios. ¿Cabe en celestes ánimos tan
grande furor?
Cartago , fundada en otro tiempo por una colo
nia de tirios sobre las costas de Africa opuestas á
las de Italia , frente la embocadura del Tiber , fué
una ciudad opulenta y belicosa habitada por Juno,
segun dicen, con preferencia á las demas regiones y
á la misma Samos. Alli tuvo sus armas y su carroza,
y si hubiese podido trocar los decretos del destino;
aquella ciudad su favorita hubiera sido con el tiem
po señora del mundo. Mas sabia que una nacion
oriunda de sangre trovaría derrocaria los muros
de Cartago; que de allí un pueblo belicoso y triun
fante pasaria á destruir la Libia extendiendo su
dominio por todo el mundo, y que asi lo tenian
decretado las Parcas. Esto la tenia alarmada , y
se acordaba de la primitiva guerra por ella sus
citada contra los troyanos y á favor de los grie
gos sus favoritos. Además agitaban su pecho otros
incentivos de indignacion y de resentimiento. El jui
cio de Páris tan injurioso á su beldad , la raza
odiosa , y el honorífico rapto de Ganimedes estaban
profundamente grabados en su memoria. Asi aquel
malhadado resto de la nacion troyana escapado de
I.IB. I. 19
los furores del cruel Aquilea y de la Grecia conju
rada , iba errante por mucho tiempo de mar eu mar,
juguete del destino , y blanco de la ira de una
diosa resentida . que sin cesar lo alejaba de Italia.
Tan difícil era fundar el imperio romano ! La Ilota
trovaría gozosa de su partida estaba aun á la vista
de las costas de Sicilia y apenas hendia las espu
mosas olas ; cuando Juno instigada por su eterno
odio esclamó : deberé yo abandonar mi empresa , y
el caudillo de los troyanos fugitivos aportará á Italia
á pesar mio ? Que ?... los hados me harán desistir ?
i No pudo Palas incendiar la escuadra de los grie
gos y sumergirlos en el mar por la sola culpa y fu
ror de Ayax Oíleo ? Ella lanzó un rayo de lo alto
de las nubes, destruyó los navios, escitó una tempes
tad horrorosa , y envuelto en un torbellino de lla
mas , y lanzado sobre la punta de un peñasco Ayax
espiró á sus ojos. Mas yo reina de los dioses, yo es
posa y hermana de Jupiter , es posible que persiga
vanamente por tantos años una sola nacion ! y quien
en adelante querrá adorar á Juno , incensar sus al
tares y ofrecerla víctimas ?
Revolviendo estos pensamientos de venganza en
su espíritu enardecido , Juno se transportó á las islas
Eólias , morada de los furiosos vientos , patria de
los nublados y do las tempestades. Alli reina Éolo
el cual tiene encadenados dentro de una vasta y pro
funda caverna los vientos luchadores y las ruidosas
borrascas. Ellos irritados gimen en sus prisiones,
hacen resonar con sus mugidos el monte que los en
cierra. Aquel Dios empuñando el cetro , sentado
sobre la alta cumbre de un monte , apacigua su fu
ria y se opone á sus tentativas.
Si por un momento dejase de vigilarlos , sus
rápidos esfuerzos revolvieran la mar , la tierra y
y los cielos. La sabiduria de Jupiter para precaver
este peligro , los ha sumergido en oscuros cala
bozos y cargado del enorme peso de los mas altos
montes. Ademas les ha dado un rey que segun
sus órdenes supiese ó retenerlos cautivos ó poner
20 LA ENEIDA.
los en libertad. Juno se dirigió á aquel dios con
aire suplicante ; Éolo , dijo , vos á quien el pa
dre de los dioses y rei de los hombres ha hecho
arbitro de la calma y de la tempestad , una es
cuadra surca el mar toscano : es la de mis ene
migos, es la de los tróvanos vencidos que quie
ren aportar á Italia y establecerse allí. Desencade
nad los vientos , sumergid ó dispersad aquellos bu
ques . y su tripulacion sea el juguete de la tempes
tad. Tengo catorce ninfas de una belleza estremada:
Deyopeia que aventaja á todas en hermosura será
la recompensa del servicio que me habreis hecho.
Yo os uniré coii ella para siempre , y los hijos que
nacerán de este feliz enlace serán hermosos como
su madre.
Diosa , contestó Éolo ; vuestro es el mandar y
mio el obedecer. Si Júpiter me proteje , si los vien
tos y las borrascas están sometidas á mi poder , si
me veo admitido en la mesa de los dioses , á vos
debo agradecerlo.
Dijo, y al momento habiendo girado su lanza, la
empujó contra una parte lateral del monte. Todos
los vientos á tropel salen impetuosamente de sus
cuevas , recorren la tierra y la mar y escitan una
tempestad horrorosa. Desaparece el dia , los espe
sos nublados roban el ciclo á los trovanos , y los
sepultan en las tinieblas. Los clamores de los mari
neros , el rechinamiento de las maromas , la noche
derramada sobre las ondas , los repetidos relámpa
gos de que está inflamado el aire , el trueno que re
tumba en ambos polos, todo ofrece ia imagen de
una muerte inevitable.
En aquel momento Eneas se estremece, enervan-
se sus miembros , hiélase su sangre : ¡ Venturosos !
esclama levantando sus trémulas manos hacia al cie
lo, venturosos los troyanos, que perecieron bajo los
soberbios muros de su patria combatiendo por ella
á la vista de sus padres ! ¡ O bravo Diomedes el mas
intrépido de los griegos ! que no espirase yo á los
fdos de tu espada en los campos de Troya, dó pere
liB. I. 21
ció el impávido Hector en manos do Aquilea , dó el
grande Sarpedon perdió la vida , dó el Simois re
vuelve en sus aguas los ensangrentados cadáveres,
los broqueles y los capacetes de tantos ínclitos guer
reros ! Mientras dura esta esclamacion, la tempestad
aumenta, y el aquilon luchando con las velas des
pliega sus furores , alza las olas hasta las nubes y
quebranta los remos. La proa de los navios se tuer
ce , y ellos prestan el costado á las olas que , co
mo altas montañas , los sepultan. Unos se ven le
vantados hasta las nubes : otros parecen sumergidos
en el hondo seno de la mar. Tres veces fueron lan
zados por el Noto sobre bancos de arena , y contra
los escollos á flor del agua que llamamos altares.
Tres fueron arrebatados por el Euro hacia las
Syrtes y al llegar á la arena se encallaron. Aquel
en que iba el fiel Orante con los licios recibió una
oleada que sumergió su popa en las aguas. Cae de
«abeza el piloto ; el navio fluctua repetidas veces y
sepúltase por fin en los golfos de Neptuno. Apenas
un pequeño número de los de la tripulacion logra
salvarse á nado ; se ven en torno de ellos los res
tos del naufragio. Todos los navios en fin cascados
y entreabiertos hacen agua de todas partes , y están
á punto de ser engullidos. Entretanto Neptuno per
cibió el desorden que reinaba en su imperio % y el
trastorno de las ondas. Sorprendido. é indignado le
vanta su magestuosa cabeza sobre las aguas : avista
la flota de los tróvanos dispersada, y el cielo y la
mar conjurados contra ella.
El hermano de Juno reconoció al momento el do
lo y los rencores de la Diosa. Llama á los vientos
y asi los conjura : « raza temeraria , quien te ins
pira tan grande osadia ? vientos , sin mi permiso
osais turbar el cielo y la tierra , y revolver mi im
perio ? Si os trato como mereceis mas
conviene calmar el piélago embravecido : un aten
tado semejante no quedará otra vez impune. Re
tiraos inmediatamente y decid á vuestro rei , que
el imperio de los mares no le pertenece , que y o soy
22 í.A ENEIDA.
el arbitro soberano, y que á mi tan solo ha sido dado
el temible Tridente. Conténtese Éolo con reynar en
sus peñascos , y ejercer su poder en vuestros os
curos calabozos.»
Al decir esto , la tempestad cesa , los nublados
se disipan , y el sol aparece de nuevo. La ninfa
Cymotoe y Triton se esmeran en salvar los navios
encallados. Neptuno mismo los levanta con su tri
dente , y los hace pasar seguros en medio de las
Syrtes ; apacigua por fin el mar agitado , y se des
liza con su ligera carroza por la tranquila super
ficie.
En un tumulto popular cuando los espíritus es
tán mas enardecidos , cuando el furor que transpor
ta un populacho amotinado le pone las armas en
las manos , cuando las piedras y tizones encendi
dos vuelan por todas partes ; si se Ies presenta
un varon respetable , callan , escuchan y cálmase
de repente la sedicion. Asi la presencia de Nep
tuno sentado en su carroza , y espaciando su vista
sobre el vasto Imperio, calma las ondas enfureci
das. Los troyanos , cuyas fuerzas estaban abatidas
por la tempestad , tratan de abordar á la ribera
mas cercana , y tuercen sus proas hacia las costas
de Libia. Divisan una bahia bastante profunda , y
á su entrada una isla que pone las naves al abrigo
de los vientos , y forma naturalmente un puerto :
las olas se estrellan contra las riberas de aquella
isla. A derecha é izquierda hay unas grandes rocas,
de las cuales dos que parece tocan el cielo , man
tienen la calma en este puerto. A un lado se levan
ta un espeso bosque en forma de anfiteatro. En
frente se descubre una gruta , de la que sale una
agua dulce al rededor de la cual hay sitios forma
dos por la naturaleza en piedra viva : es la habita
cion de las ninfas de aquellos lugares. En aquella
rada los buques no necesitan áncoras ni cables pa
ra preservarse de la impetuosidad de los vientos.
Eneas llega allí con siete navios preservados del
naufragio , saltan en tierra presurosos sus eompa—
liB. I. 23
ñeros con el deseo de recorrer el pais , lasos eu
estremo se echan luego sobre la playa. Mientras
descansaban , Acales sacó centellas da las venas
de un pedernal , y por medio de algunas hojas secas
y algunas otras materias combustibles , encendió
prontamente fuego. Al instante sacan de las embar
caciones los víveres mareados y los instrumentos
de hacer pan , asan el trigo y le muelen. Enton
ces Eneas sube á un peñasco, y tiende la vista sobre
las espaciosas llanuras de la mar para descubrir al
gunos de los buques librados de la tempestad ó el
de Anteo ó el de Cuíco, ó el de Capis. Nada descubre,
solo atisva tres ciervos errantes en la ribera , se
guidos de otros muchos que pacian en el valle. Pá
rase , toma el arco y las flechas que llevaba el fiel
Acates , y mata los tres primeros orgullosos por el
alto ramage de sus cuernos : persigue inmediata
mente á los otros en los bosques y no cesa hasta
haber derribado siete , es decir , un número igual
al de los navios. Vuelve luego en busca de sus com
pañeros , reparte entre ellos la caza , y les haca
distribuir vino de aquel que el bondadoso rey Aces-
tes les habia regalado en abundancia al salir de
Sicilia , y para alentarlos les habla en estos tér
minos: vosotros sabeis, mis camara Jas, cuantos
infortunios hemos sufrido hasta ahora , y que mu
chas veces hemos sido mas dignos da lástima que al
presente : confiemos que el cielo pondrá fin á nues
tras desdichas: vosotros habéis pasado cerca de los
resonantes peñascos que circuyen el formidable es
collo de Escita ; vosotros habeis costeado la funes
ta ribera habitada por los crueles Cíclopes , y ha
beis arrostrado otros mil peligros : reanimaos -, y
léjos de vosotros la cobardia : quizás llegará tiem
po en que os será dulce el recuerdo de todos vues
tros sufrimientos. Triunfando de mil obstáculos,
debemos aportar á Italia á donde nos llaman los
destinos : allí los oráculos de los Dioses nos ase
guran una suerte tranquila y placentera , y allí re
novaremos los muros de nuestra patria.
24 I.A ENEIDA.
Soportad , pues , los contratiempos con magnani
midad , y conservaos para un venturoso porvenir.
Asi Eneas disimulando su inquietud , con aire se
reno y tranquilo oculta el profundo dolor que tras
pasa su corazon.
Los Troyanos aprestan las viandas que Eneas les
habia distribuido ; unos desuellan los ciervos , otros
los cortan á pedazos y asan sus miembros todavia
palpitantes , otros hacen hervir una parte en cal
deros de bronce. Poco despues echados sobre la
yerba acallan el hambre que les aprieta , y el vino
esquisito repara sus decaidas fuerzas. Habiendo sa
tisfecho esta necesidad , lamentan la pérdida de sus
amigos : fluctuando entre la esperanza y el temor,
oía se figuran que habrán resistido á los esfuer
zos de la tempestad , y ora creen que sepultados en
las olas , son insensibles á sus lágrimas. Eneas llo
ra particularmente á Oronte , Amico, Gyas, Lico y
Cloanto. Júpiter observaba de lo alto del cielo lo
que acontecia en la tierra. Los mares y sus costas,
los paises diversos y sus numerosos habitantes se
ofrecian á sus atentos ojos. Despues de haber ex
tendido la vista por todas partes , la fijó sobre los
reinos de Africa. Entonces Vénus asomándose á él
con aire triste y derramando lágrimas . hablóle de
esta manera: poderoso arbitro de los dioses y de los
hombres , que estremeceis el universo con vuestros
rayos , en que os han ofendido mi hijo Eneas y los
troyanos? Cual es su crimen ? Despues de haber su
frido tantos trabajos, es justo que tengais cerrados los
caminos del orbe, porque quieren dirigirse á Italia?
Vos habeis prometido que se establecerian allí , y
que saldria de ellos un pueblo poderoso á quien to -
da la tierra prestaria vasallage. Quien ha podido,
padre mio , haceros cambiar de resolucion ? Esta
esperanza me consolaba de la ruina de Troya , y
de la dispersion de sus moradores ; sin embargo se
prolongan sus desdichas. Durarán ellas aun mu
cho - tiempo ? Antenor escapado de la furia de los
«riegos pudo penetrar en los golfos de Iliria, inter
LIB. I. 25
narse en el pais de los liburnos , y atravesar la
fuente del Timavo que saliendo impetuosa de un
monte por nueve aberturas semejante á un mar
inunda las campiñas con sus estrepitosas aguas. Él
fundó una colonia de troyanos en aquella region,
edificó la ciudad de Padua , puso nombre á los pue
blos sometidos , y allí reina" tranquilo en sus nuevos
estados. Y nosotros que somos hijosvuestros, nosotros
á quienes destinais celestes honores , víctimas eter
nas de una diosa irritada, despues de haber per
dido la mayor parte de nuestros buques , somos ar
rojados lejos de Italia , y lanzados á unas costas
enemigas. Asi recompensais la piedad , y restable
ceis el Imperio de los troyanos ?
El padre de los dioses sonriéndose con aquel ai
re " de dulzura con que serena los cielos , abrazó á
su hija y la contexto : no te alarmes , reina de Cy-
lera , los deslinos de los troyanos por quienes te in
teresas no se trocarán. Verás los muros de Lavi—
iiio levantados como lo he prometido, verás tu hijo
Eneas coronado de gloria y elevado un dia al ran
go do los inmortales. Mas para tranquilizarte del
todo , voy á descubrirle los arcanos de su des
tino. Llegará á Italia , y allí sostendrá una guer
ra peligrosa : domará pueblos feroces, los congre
gará en una ciudad , les dictará leyes , y reinará
pacificamente tres años en el Lacio. El joven As—
canio su hijo llamado hoy Julo , é lio cuando sub
sistia el Ilion, sucederá á su padre, y reina
rá treinta años. Construirá y fortificará la ciudad
de Alba , donde sus descendientes reinarán tres
cientos años , hasta que una vestal hija de un rei
de Alba despues de haber tenido comercio con el
dios Marte alumbrará dos gemelos. El uno do los
dos llamado liómulo cubierto con la piel de una
loba su ama , fundará un nuevo pueblo á quien
pondrá su nombre , como á la ciudad que construi
rá y será consagrada al Dios Marte. La pujanza y
duracion de este Imperio no tendrán límites. Juno
misma , la enemiga mortal de los troyanos , que
26 LA ENEIDA.
hoy dia arma contra ellos el cielo , la tierra y la
mar , será su protectora y les favorecerá como yo.
Tal es mi voluntad. Despues de un cierto número
de lustros , los descendientes de los troyanos so
juzgarán la Grecia : Ptia , Micenas y Argos obede
cerán á la posteridad de Asáraco, Julio César vas
tago de aquella ilustre prosapia y que tomará el
nombre de Julo hijo de Eneas, dilatará sus conquis
tas hasta el Océano ; y la gloria de su nombre se
elevará hasta los astros. Tu misma le recibirás un
dia en el cielo cargado de los despojos de Oriente,
y le verás invocado como un dios por los morta
les. Entonces siglos de paz sucederán á la ferocidad
guerrera. El candor, la probidad , la religion , un
nuevo Homiílo con Remo su hermano dictarán le
yes á los pueblos sometidos á su imperio. Las puer
tas del templo de la guerra estarán cerradas: la hor
rible discordia sentada sobre sus crueles armas con
las manos atadas á la espalda, cargada de cien ca
denas de bronce , con la boca teñida de sangre
bramará de corage. Ordena al mismo tiempo á
Mercurio que marche á Cartago para que sean bien
recibidos allí los troyanos y para que la reina Dido
que ignoraba su destino , no les rehuse un asilo.
Mercurio hiende los aires , vuela hacia Libia y
ejecuta la orden del padre de los dioses : al ins
tante los fenicios dóciles á la voluntad de Júpiter,
se despojan de su natural fiereza , y su reina va
disponiéndose favorablemente para recibir á los fe
lices estrangeros que llegan a sus estados. Mas el
piadoso Eneas que habia pasado la noche en una
cruel inquietud , al rayar el alba determinó ir per
sonalmente á reconocer el pais para saber si era
habitado por hombres, ó solamente por fieras, y ha
cer de ello relacion á sus compañeros; porque aun
no habia descubierto sino tierras incultas. I'one su
armada en seguridad á lo largo de la costa bordada
de buques y de frondosos árboles; intérnase en el
pais seguido solamente del fiel Acates, blandiendo con
su mano dos dardos armados de un ancho hierro.
iiB. i. 27
Apenas estaba en medio del bosquo , citando
se le presentó su madre Vénu9 en traje de cazado
ra , vestida y armada como una doncella de Es
parta , cual pintan la célebre amazona Harpilyce
reina de Tracia espoleando un caballo mas veloz
que la corriente del Ebro.
Su cabellera ondeaba á merced del viento,
llevaba en sus espaldas un arco y una aljaba,
y su ropage estaba plegado hasta sus desnudas
rodillas : « guerreros » dijo , habeis visto en este
bosque alguna de mis compañeras cubierta con una
piel de lince , llevando una aljaba en la espalda,
ó persiguiendo á un espumoso jabalí ? » « Ninguna
de tus compañeras se ha ofrecido á nuestros ojos,»
contexto Eneas ; mas que nombre te daré ? ¿ eres
acaso mortal ? tu voz y tu aire indican algo mas.
Eres hermana de Apolo ? O á lo menos una ninfa
de estos bosques? Compadécete de nuestras des
dichas , y dinos en que pais estamos. La furia da
los vientos y de las olas nos ha lanzado á esta
orilla en la que andamos errantes sin conocer el
pais ni sus moradores: diosa, dignate alumbrarnos;
te prometemos derramar al pié de tus altares la
sangre de mil víctimas.
« Estos honores no me corresponden, replicó Ve
nus ; la costumbre de las doncellas de Tiro es lle
var una aljaba , y su calzado ordinario es un co
turno de púrpura. Estais en el Reino de los feni
cios, cerca de la ciudad construida por Dido ,
princesa nacida de la sangre de Agenor : el pais
comarcano es la Libia habitada por una nacion fe
roz y guerrera. Dido para sustraerse de la cruel
dad de su hermano, ha conducido una colonia
de tirios á estos lugares dó ella funda un nuevo
imperio ; la historia de esta princesa es muy pro
lija ; y suprimiré muchos pasages para contárosla
brevemente. »
Belo rey de Tiro habia enlazado su hija Dido
con Siqueo el mas rico de los fenicios, quien
la amaba tiernamente : era doncella cuando se
28 LA ENEIDA.
desposó , y los primeros auspicios del himeneo pro
tegieron esta union : muerto el padre, subió al trono
de Tiro el inhumano Pigmalioíi , otro hijo de Belo.
Este príncipe cegado por la pasion á las rique
zas sorprendió un dia á Siqueo , á quien odiaba , al
tiempo que hacia secretamente un sacrificio , y
le asesinó al pié del altar sin curarse del dolor
que su hermana tendria por la pérdida de un es
poso tan amado , y ocultó largo tiempo aquel
asesinato, lisongeando á su hermana de una vana
esperanza y haciéndola creer que pronto volveria
á ver su esposo. Mas la sombra de Siqueo privado
de los honores del sepulcro apareció en sueños á
Dido con un semblante pálido y desligurado : mos
tróla el altar al pié del cual habia sido inmolado,
descubrióla su pecho herido de un golpe mortal , y
la reveló el oculto crimen perpetrado en su pala
cio. Al mismo tiempo la aconsejó que se alejase
de su patria y se llevase consigo los tesoros ocul
tos de mucho tiempo en el par.ige que le indicó.
Estas cosas hicieron tal impresion en Dido que
dispuso la huida y buscó compañeros para la
empresa ; se reunieron con ella todos los que
aborrecian al tirano : aseguróse de los buques que
habia en el puerto y se embarcó con las riquezas
de Siqueo y las del avaro Pigmalion. El gefe de la
empresa fué una muger. Abordaron á estos lugares
en que veréis cuanto antes levantarse una nueva
ciudad : para fijar su recinto han comprado tanto
territorio cuanto puede contener la piel de un buey
dividida en correas lo que ha hecho dar á la ciu-
dadela el nombre de Byrsa. Mas vosotros estrange-
rosw añadió ella, quienes sois ? de donde venís?
y cual es el término de vuestro viage? « O diosa , »
contestó Eneas suspirando , y sacando la voz de lo
íntimo de su corazon ; si os contase nuestros in
fortunios desde su origen, y si os dignaseis escuchar
los , la noche habria sucedido al dia antes que yo
hubiese acabado esta triste historia. Tal vez habréis
oido hablar de la famosa Troya : restos fugitivos
liB. I. 29
de sns desventurados habitantes , y errando de mar
en mar á discrecion de los vientos , hemos sido lan
zados á esta costa por una violenta tempestad. Yo
soy aquel Eneas que hace profesion de una piedad
singular en orden á los dioses . y llevo conmigo en
las naves á los Penates librados del poder de los
enemigos , y mi nombre es conocido en el cielo.
Mi designio es aportar á Italia , y fijar mi domicilio
en aquella region que ha dado el ser á mis padres
hijos del supremo Jove. Inspirado por mi madre
Vénus y siguiendo mi destino , me embarqué en el
mar de Frigia en una armada de veinte navios , de
los cuales apenas siete han podido escaparse del
furor de las olas. Arrojado del Asia y de la Euro
pa , desprovisto de todo , me hallo aquí en medio
de los desiertos de la Libia como infeliz descono
cido. »
« Cualquiera que seas, interrumpe Vénus , no pu-
diendo sufrir mas querellas, no eres aborrecido de
los dioses , puesto , que has llegado cerca de los
muros de Cartago. Continua tu ruta , y encamína
te al palacio de la reina : tu flota está en segu
ridad , no tardarás en ver á tus compañeros : di—
gote la verdad , á no ser falaz el arte de los ago— -
reros que aprendi de mis padres. »
Mira estos doce cisnes que vuelan alegres , a los
cuales una águila precipitándose sobre ellos de lo al
to de las nubes , habia dispersado : ahora vuelan
agrupados , y parece que buscan ó han escogido
ya el sitio en que deben descansar. Asi como
ellos forman un circulo en el aire , cantan y ba
ten las alas satisfechos de haberse librado del peli
gro ; asi tus navios dispersos se hallan ahora reu
nidos en el puerto dó entran á vela tendida. Parte,
y apresúrate para llegar cuanto antes al término
de este camino.
Dijo , y al volverse , so cabeza apareció radian
te: sus cabellos esparcieron por el aire el dulce olor
de la ambrosia : su ropage se abajó hasta cubrir
sus plantas ; y por su trnza conocióse claramente ser
30 LA ENEIDA.
diosa. Eneas al reconocer á su madre exclama:
«¿porque tambien vos, cruel , engañais tantas ve
ces con ilusorias imágenes á vuestro hijo ? Porque
no me permitís estrechar vuestra mano , oiros ha
blar sin disfraz, y responderos?» Al querellarse se
adelanta en direccion á Carlago con su querido
Acates. La Diosa despues de haberlos envuelto en
una nube para librarlos de las miradas y curiosidad
de los tirios, vuela hácia Pafos.
Allí en un templo dó tiene cien altares erigidos
humea eternamente el incienso , y el aire está em
balsamado del olor de mil recientes llores. Entre
tanto Eneas y Acates siguieron una senda que
conducia á la nueva ciudad.
Ya habian subido al collado que la domina , y
desde donde se descubren sus alcázares. Eneas mi
ra con pasmo tantos edificios levantados en lugar-
de las cabanas que habia allí en otro tiempo : Pás
mase á vista de las magníficas puertas , del pavi
mento de las calles enlosadas , y de la bulliciosa
muchedumbre de laboriosos habitantes, de los cua
les unos elevan las murallas de la ciudadela , otros
hacen rodar enormes piedras ; estos piden terreno
• para construir una casa , y aquellos trazan el
plan de ella. Eligen tribunales y magistrados, y
forman el respetable cuerpo del Senado. Aquí ex
cavan el puerto , allí echan los cimientos de un
teatro , y entallan gruesas colunas para formar sus
decoraciones.
Asi en la primavera, en un dia sereno, las abejas
sacan afuera los recientes enjambres y se desparra
man por las floridas campiñas. Las unas se ocupan
dentro en amasar la miel , y en llenar sus celdillas
de aquel dulce néctar , las otras reciben el botín do
las que llegan , ó forman una coluna volante para
batir los perezosos é importunos zánganos , y ale
jarlos de sus colmenas. Todas se aplican al trabajo,
y su miel compuesta de tomillo perfuma los alre
dedores.
« Felices , exclamó Eneas considerando los tra—
LIB. I. 31
bajos de los Tirios , felices aquellos que Ten levan
tarse los muros de su ciudad. » Al decir esto entra
en Cartago , donde á favor de la nube que le cu
bre se mezcla con la plebe sin ser visto. Habia en
medio de la ciudad un bosque delicioso ; los Feni
cios arrojados por la tempestad en otro tiempo á
esta costa se dirigieron primeramente á descansar
en aquel parage : escavando la tierra hallaron la .
cabeza de un belicoso caballo, que ellos miraron co
mo una señal de la voluntad de Juno que les man
daba detenerse en aquel punto , pues les habia
anunciado que la ciudad que construyesen so baria
ilustre por las armas. Allí Dido hacia construir un
templo magnífico consagrado á la diosa , al cual
subíase por unas gradas que conducian á un vestí
bulo guarnecido de láminas de bronce , cuyo metal
ornaba las vigas , el dintel y las puertas.
Un espectáculo que se ofreció entonces á los ojos
de Eneas , al aguardar la llegada de la reina , cal
mó sus inquietudes y reanimó sus esperanzas. Mien
tras que consideraba todas las magnificencias del
templo , y admiraba los trabajos de la nueva colo
nia , divisó una serie de pinturas en que estaban
representados los combates que se trabaron al pié do
los muros de Troya , y todos los acontecimientos da
aquel famoso asedio : allí se veian Priamo los Atri-
das, y el fiero Aquiles temible para entrambos. A
este aspecto no pudo Eneas contener las lágrimas.
«¿En que pais estamos, mi caro Acates? dijo,
¿ en que lugar son ignoradas nuestras desdichas ?
Hete ahí el desafortunado Priamo. La virtud es
aquí recompensada, y las desgracias encuentran co
razones sensibles. Alentémonos : la fama de Troya
será nuestra salud en estos lugares. Entre tanto
aquellas vanas imágenes continuaban arrancándoles
suspiros y lágrimas. En una parte veíanse huir á los
Griegos que guerreaban en torno de la ciudad , aco
sados por la juventud troyana. En otra descollaba
el fiero Aquiles distinguido por su penacho y per
siguiendo á los troyauos despavoridos , montado so
32 LA ENEIDA.
bre su carro. Reconoce los pabellones blancos de
Reso , y no puede mirar sin verter copiosas lágrimas
el campo de aquel rey de Tracia, presa del furor de
Diomedes, que habiéndole atacado al primer sueño se
bañó en la sangre de sus soldados dormidos, y cogióle
sus caballos antes que hubiesen gustado los pastos de
Troya y bebido de las aguas del Xanto. Vése cerca
de allí el joven y temerario Tróilo , que habia osa
do retar al indomable hijo de Peleo ; Tróilo inerme
es arrastrado por sus caballos. Su cuerpo va sus
pendido fuera do su carro , su cabeza hacia abajo,
sus cabellos barriendo el polvo , el dardo de que es
taba herido trazando en la tierra un largo surco , y
su mano empuñando aun las riendas de sus alazanes.
Tambien las matronas troyanas, destrenzado
el cabello , abatidas , é hiriéndose los pechos, iban
al templo de Palas con aire suplicante , para ofre
cer un manto á la Diosa que no se dignaba mi
rarlas. Descubriase ademas el inexorable Aquiles,
que despues de haber arrastrado tres veces en torno
de los muros de Ilion el cadáver de Hector vícti-
tima de sus manos , le vendia á un subido precio.
Eneas lanza un profundo suspiro al ver el carro , los
despojos, el ensangrentado cadáver de su amigo, y
al anciano Priamo sin armas suplicando humilde
mente al vencedor que le restituyese los restos de su
hijo : en fin , vése retratado á sí mismo combatiendo
contra los capitanes de Grecia. Vé las tropas de la
India y de la Etiopia acaudilladas por el atezado
Memnon. La fogosa Pentesylea al frente de un ba
tallon de amazonas armadas de ligeras rodelas en
forma de luna , ceñida de una banda bordada de
oro sugeta en el pecho descubierto, veiase en la re
friega atacando osadamente los guerreros. Al tiem
po que Eneas miraba con pasmo todas aquellas pin
turas , la hermosa Dido acompañada de la juven
tud de Cartago entraba en el templo : y parecia la
diosa de los bosques danzando en las orillas del
Eurclas . en las colinas del Cinto , ó en medio do
las ninfas de los montes , cuando vá coa la aljaba
LIB.-I. 33
en la espalda descollando con su cabeza sobra
todas las ninfas de su comitiva. Su aire magestuoso
y sus gracias colman de gozo á su madre Latona.
Asi dejóse ver en medio de sus vasallos la reina
de Cartago animándoles con su presencia á la cons
truccion de los muros del naciente imperio.
Rodeada de su guardia se adelantó hasta la mi
tad del templo, y junto al santuario de la diosa ,
sentóse sobre un elevado trono.
Ordenaba los trabajos ; mandaba sortear la
distribucion de las obras, ministraba al mismo tiem
po justicia á sus vasallos y les prescribia leyes sa
bias y justas ; cuando de repente Eneas vió lle
gar ente una muchedumbre de tirios . á Antéo,
Sergesto, Cloanto y algunos otros troyanos que la
tempestad habia separado del resto de la escuadra.
A vista de esto, llenos de pasmo, de temor y de júbilo
Eneas y Acates ardian en deseos de darles un abra
zo ; mas su incertidumbre en orden á la disposicion
de los Tirios no les permitió satisfacer su impacien
cia. Envueltos en la niebla que les hacia invisibles,
resolvieron observar lo que pasaria . y escuchar lo
que dirian los troyanos tocante á la suerte de sus
compañeros y al estado de la flota. Vieron pues como
se avanzaban aquellos diputados con grande clamo
reo hacia el templo para implorar el amparo de
la reina.
Habiéndose presentado á ella , y obtenido la ve
nia , llionéo el mas respetable , empezó con sere
nidad : « gran reina . que por la proteccion de
Júpiter habeis fundado en estos sitios una nue
va^ ciudad , cuya rectitud ha conquistado los co
razones de una nacion bárbara , en vuestra pre
sencia teneis los míseros troyanos, juguete delas fu
riosas olas por las cuales han sido lanzados á vues
tras costas; Ellos os suplican que mireis compasiva
los restos de su naufragio, y no destruyais sus navios.
Dignaos proteger unos hombres que reverencian á
los dioses, y no seais insensible á sus desventuras,
No hemos venido para talar la Libia , ni como un
34 LA ENEIDA.
enjambre de piratas- para saquear vuestras tierras y
cargarnos <)e botin : unos infelices vencidos no tie
nen bastantes fuerzas ni audacia para intentar tan
temerarias empresas. Hay una region llamada por los
griegos Hesperia , célebre por la antigüedad y valor
de sus moradores y por la feracidad de sus campi
ñas. En otro tiempo Enotro fundó alli una colonia, y
la dió su nombre, y segun dicen , Italo rey de aquel
mismo pais la denominó con el suyo. Allí nos dirigia
mos para establecernos en aquel territorio , cuando
de improviso el borrascoso Orion escitando una des
hecha borrasca , lanzó noestros buques sobre ban
cos de arena y sobre rocas , y nos dispersó á todos.
Un pequeño número ha llegado á las costas de Li
bia- Pero que hombres habitan esta ribera ? Hay en
todo el orbe un pais tan bárbaro ? Batidos por la
tempestad, á viva fuerza se nos impide el desem
barco , se nos rehusa un asilo. Libios, si despreciais
á los hombres , temed á lo menos á los dioses sabe
dores del bien y del mal. Nosotros teniamos un cau
dillo nombrado Eneas, príncipe el mas recomenda
ble por su piedad , rectitud y valor. Si vive toda
via . si las olas no le han engullido , contad en su
vivo reconocimiento. No os pesará , ó gran reina,
de habernos prevenido con vuestros beneficios. Te
nemos aun recursos en la Sicilia , dó reina Acestes
oriundo de sangre troyana : no os demandamos
otra gracia que la libertad de sacar á tierra nues
tras galeras cascadas para repararlas , y el permiso
de proveernos de remos para dirigirnos en seguida
hácia Italia . dado que podamos encontrar de nue
vo nuestro gefe y demas cantaradas ; pero nosotros
hemos perdido toda esperanza , si el mar de Libia,
ó caro Príncipe , le ha sepultado en su seno , y
si tu hijo Ascanio ha fenecido contigo , nuestro de
signio es regresar á Sicilia de donde venimos , y
establecernos en los estados del rey Acestes. « Asi
peroró llioneo en nombre de los Troyanos que le
acompañaban. » Dido con aire grave y modesto con
testó brevemente. « Troyanos , diji> , cesad de alar
LiB. I. 3o
maros. El temor de una sorpresa en los principios
de un nuevo establecimiento , me obliga á poner
guardias en las fronteras de mi reino para prohibir
la entrada á los estrangeros. » ¿ Quien no lienc no
ticia de los trovanos y su famosa ciudad ? ¿ Quien
no ha oido hablar del largo silio que sostuvo , y del
denuedo de sus ilustres defensores ? Tiro no esiá
tan distante do Troya , y los fenicios no son tan
groseros , que no hayan tomado interes en aquel
memorable suce-o. Así , ya formeis el designio de
dirigiros á la grande Hesperia dó reinó Saturno , ya
os guste regresar á Sicilia y haceros vasallos de
Acestes , yo os dejaré marchar libremente y mis so
corros os facilitarán el viage. ¿ Quereis domiciliaros
aquí ? La ciudad que estoy construyendo será vues
tro asilo : sacad á la arena vuestras naves : os ten
dré el mismo afecto que á los tirios. ¡ Pluguiese al
ciclo que hubiese conducido tambien aquí á vuestro
príncipe el mismo viento que os ha lanzado á esta
ribera '. Voy á enviar á lo largo de la costa y has
ta los confines de la Libia sujetos de confianza pa
ra descubrir si está estraviado en algun bosque ó
detenido en alguna ciudad.
Eneas y Acates alborozados con esta respuesta
deseaban con impaciencia rasgar la nube : hijo de
Venus , dijo entonces Acales , ¿ que opinas ? Ves
recobrados nuestros buques y compañeros : solo he
mos perdido uno sumergido á nuestros ojos : la
prediccion de Venus se ha cumplido respeto da
todos los otros. »
Rásgase en aquel mismo instante la nube y se
disipa , y Eneas aparece radiante semejándose á un
dios por su magestuoso continente. Vénus su madre
habia ornado su cabeza de una hermosa cabellera,
y derramado sobre su semblante y sus ojos las gra
cias y la vivacidad de la juventud. Así la mano
del artífice emplea el oro para embellecer el marfil,
la plata ó el mármol.
Eneas , cuya presencia sorprendió á todos los
concurrentes , se adelantó hacia la reina : yo soy,
36 LA ENEIDA.
dijo, Eneas, de quien estais ansitwa ; que he lograd»
libertarme del furor del mar Libio. Sensible á las
desgracias de Troya teueis á bien , generosa prince
sa . recoger sos deplorables reslos , y recibir en
vuestros estados un pueblo fugitivo , desprovisto de
todo socorro y blanco de todos los reveses de la for
tuna. No es posible manifestaros nuestra justa gra
titud : ni todos los tro) anos dispersos en el orbe
podrán jamás corresponder debidamente á vuestros
beneficios. ¡Ojalá que los dioses siempre remunerado-
res de la justicia y de la humanidad os recompensen
dignamente ! Ojalá que esperimenteis en vuestro in
terior el placer inherente á las acciones virtuosas !
¡ Que gloria para los autores de vuestro nacimiento!
En cualquier parte á donde vaya para establecerme,
mientras quo los rios correrán hacia la mar , mien
tras las sombras circuirán los montes , mientras
los astros brillarán en el firmamento , vues
tro nombre , ó reina , estará siempre en mi me
moria , y no cesaré de publicar vuestras alabanzas
y beneficios. Concluido este discurso . Eneas alargó
la mano á su amigo Uionéo , á Seresto y á los de
mas troyanes.
Dido pasmada de la repentina aparicion del prín
cipe y de sus desdichas , permaneció algun tiempo
sin responder, mas luego hablóle del modo siguien
te : «hijo de una Diosa, que desgracia te persigue y
te ha hecho venir á una casta estrangera ? » Eres tú
aquel Eneas á quien Anquises y Venus dieron el ser
en las márgenes del Simois? j-o me acuerdo que
Teucro desterrado de Salamina por su padre Tela
mon , vino en otro tiempo á Siilooia á implorar el
ausilio de Belo., rogándole le permitiese fundar
una ciudad en la isla de Chipre , que mi padre
habia conquistado á fuerza de armas. Entonces su
pe las desgracias de Troya , tu nombre y el de los
reyes de (¿recia. Teucro , aunque enemigo vuestro,
hacia justicia al valor de los troyanos , y gloriába
se de ser descendiente de la estirpe de sus antiguos
reyes. Vosotros pues, ó estrangeros, por quienes me
LIB. I. 37
intereso, venid á descansar en mi palacio. Habien
do arrostrado , como vosotros , grandes peligros, he
logrado por fin establecerme en este territorio. Mis
adversidades me han ensenado á socorrer á los des
graciados.
Proferidos estos acentos . se levanta y acompaña
á Eneas á su palacio , al mismo tiempo manda ha
cer sacrificios en todos los templos. Envia á los
troyanos que se habian quedado á bordo , veinte
toros , cien marranos , cien corderos gruesos , con
otras tantas ovejas y vino esquisito en abundan
cia. Preparase un banquete opíparo : los salones
están tapizados de estofas de púrpura bordada. Pé
nense mesas en medio del palacio : órnanse de
un precioso ajuar de plata y vasos de oro cincela
dos que representan todas las proezas de los ascen
dientes de Dido.
Eneas , instigado por la ternura paternal , en
vió al activo Acates á la flota , para informar á
su hijo , objeto de su amor y ds sus cuidados , de
lo que ocurria en Cartago , con orden de conducir
le á la corte. Mandó al propio tiempo que trajesen
de los buques muchos objetos preciosos, salvados del
incendio de Troya , para regalarlos á la reina ; á
saber , un rico manto de oro , primorosamente re
camado, y un velo bordado de hojas de acanto aza
franado , regalos que habia hecho Leda á su hija.
Helena, que los llevó á Troya al huir de Esparta
con su indigno amante. Ademas un cetro que llevaba
Ilione, la mayor de las hijas de Priamo , su collar
de perlas y su corona de oro ornada de dos circu
los de piedras preciosas. Acates cumplimentó las ór
denes de su príncipe, y marchó inmediatamente á
bordo de los navios.
Entre tanto Vénus revuelve en su mente nue
vos pensamientos y medita un golpe de su arte.
Para prevenir la inconstancia de la reina , la per
fidia de los cartagineses, y mas todavia las estrata
gemas de la vengativa Juno , quiere que su hijo Cu
pido tome la forma del joven Ascanio , y lleve
38 LA ENEIDA.
Jos presentes á la reina . para inflamar su corazon.
«Hijo mio, dice á Cupido . tú que constituyes lodo
mi poder y desprecias el rayo de Júpiter , hoy dia
recurro á tí , é imploro tu valimiento. Sabes que tu
hermano Eneas, objeto del odio de Juno, vá erran
te por la mar de ribera en ribera , y no pocas
veces has sido partícipe del sentimiento que me cau
sa su infortunio. Actualmente está en la corte de la
reina de Cartago , que le ha hecho un recibimien
to favorable , y temo que una ciudad toda consa
grada á Juno no sea para los trovanos un fatal asi
lo : La implacable diosa no se dormirá en esta co
yuntura. Para precaver sus designios, es preciso hijo
niio, fascinar á la reina , é inspirarle tan ardiente
amor á Eneas, que Juno misma no pueda trocar su
corazon. Tal es mi proyecto ; escucha lo que debes
hacer para llevarle a cabo. Ascanio , á quien amo
tiernamente, prepárase por orden de su padre á par
tir en direccion á Cartago , á donde debe llevar los
presentes que Eneas destina para üido , á los cuales
las llamas de Troya y las olas del mar han perdo
nado. Yo voy á trasladarle dormido á los montes de
Cytera ó á ios sagrados bosques de ldalia , para que
no sepa el artificio que quiero emplear y su presencia
no desconcierte mis planes. Toma pues, hijo mio,
por una sola noche la forma y el semblante de aquel
muchacho de tí conocido , y cuando Dido en medio
de las delicias del banquete y de la alegria que ins
pira el licor de f,ieo , te acariciará . te abrazará y
te estrechará entre sus brazos, infunde un fuego se
creto en su alma y derrama en su corazon la pon
zoña del amor.
Cupido obedece , baja sus alas y toma gozoso la
traza de Ascanio á quien Vénus sumerge al ins
tante en las dulzuras del sueño. Le coge entre sus
brazos , y le transporta á las florestas de ldalia, dó
le reclina de modo que la blanda mejorana le abra
za con sus flores de suave fragancia , y con sus ho
jas de apacible sombra. Cupido acompañado de Aca
tes se pone en camino con los presentes destinados
un. I. 39
para Dido. Cuando entró en la sala do celebraban
el banquete , la Reyna acababa de reclinarse en un
lecho á la mesa bajo un pabellon soberbio apoyada
en almohadas de estofa de oro , en medio de Eneas
y de otros troyanos echados sobre lechos de púrpu
ra. Presentan los pages agua á manos, sacan el pan
de los canastillos , y traen manteles finísimos. Cin
cuenta mugeres dentro del palacio cuidaban de re
glar el servicio, y de encender perfumes en honor
de los dioses penates. Cien doncellas y otros tantos
donceles ponian las viandas y las mesas. Los mag
nates tirios en gran número fueron invitados á esta
fiesta . los cuales se reclinaron en pintados lechos.
Magníficos parecieron los presentes de Eneas ,
sobre todo el manto de oro y el velo bordado
de hojas de acanto ; mas la belleza y las gra
cias del fingido Ascanio deslumbran toda la concur
rencia. El fuego de sus ojos , su tez brillante , la
dulzura de su voz encantan á los tirios.
La malhadada Dido . presa del funesto amor
admira ya los presentes del padre , ya las gracias
del hijo. Estos objetos que la inflaman no bastan á
saciarla.
El mentido Ascanio despues de haber abrazado
á su padre que le acarició tiernamente como á hijo
suyo , dirígese á la reina : ella lo mira con ojos li
jos , grabasele su imagen en el pecho , le es
trecha en su seno ; ¡ princesa desastrada , pues no
sabe que tenga entre sus brazos al mas formidable-
de los dioses ! Fiel á las órdenes de su madre el
amor paulatinamente borra en el espíritu de Dido
la memoria de Siqueo, y enciende en su helado co
razon la llama del mas vivo ardor. Al fin del convi
te presentan grandes copas y las llenan de vino. A
este aspecto la algazara de los convidados hace
resonar los dorados artesones de las espaciosas sa
las , donde arañas suspendidas esparcen de todos
lados una luz tan brillante que convierte la no
che en claro dia. La reina pille una gran copa de
oro guarnecida de perlas de la que el anciano Be—
40 LA ENEIDA.
lo y sus sucesores asaban para las libaciones. El
silencio reemplaza al bullicio : entonces la reina
dirige á Júpiter la siguiente plegaria : poderoso Dios
que presidis á la hospitalidad , haced este dia tan
venturoso para los tirios como para los troyanos,
y que nuestros últimos nietos le conserven en la
memoria. Oigan nuestros votos Baco padre de la
alegria , y Juno nuestra protectora ; y vosotros , ó
tirios , celebrad conmigo esta fiesta memorable.
Dijo , y derramó esquisito vino sobre la mesa , y
despues de esta sagrada libacion aplicó ligeramente
la cepa á sus labios, y luego la entregó á Bicias in
citándole á beber; Bicias la tomó y en un momento
la dejó agotada : todos los demas convidados tirios y
troyanos, bebieron en pos de é!. El crinado Jopas
cantaba al son de la lira de oro las sublimes lec
ciones del sabio Atlante , y el curso de la luna, los
eclipses del sol, el origen de los hombres y de los
animales, la causa de las tempestades y de los relám
pagos , las influencias del Arturo, y de las lluviosas
Hyadas, y de los dos Iriones ; porque en el invierno
el sol se apresura á bañarse en el océano , y por
que las noches de estio son tan tardias , los tirios
y troyanos aplaudian sus cantos que los tenian
embelesados. Entre tanto Dido conversando con
Eneas sobre varias materias , bebia á largos sorbos
el ponzoñoso amor.
Hablándole largamente ya del anciano Priamo,
ya del bravo Hector : preguntábale como iba arma-
mado el hijo de la Aurora cuando voló á socorrer
á Troya , y cuales eran aquellos preciosos caballos
que Diomedes tomó á Reso : en fin , le interrogaba
sobre las famosas empresas del grande Aquiles. Aun
mas , dá cabal satisfaccion á nuestra curiosidad,
dijo ella ; manifiéstanos do que estratagema se va
lieron los griegos para sorprender la ciudad do Tro
ya : cuéntanos todas las aventuras que le han ocur
rido por tierra y por mar en estos siete años que
vas errante sobre las olas recorriendo tantas ri
beras.
LIB. II. 41

LIBRO SEGUNDO.

Refiere Eneas la ruina de Troya , su huida llevandose


consigo los dioses penates, a su padre , a su hijo y A
su muger , la cual se perdio por el camino antes ijue
llegase al monte Ida , en donde debian reunirse to-.
dos los fugitivos pasando por diversas sendas.

Reina el silencio . y todos se disponen á escu


char atentamente la narracion de Eneas que desde
su alto lecho empieza así ; mándasme . 6 'reina,
renovar un doloroso recuerdo , describiendo la des
truccion de Troya , y la deplorable caida de un po
deroso imperio ; catástrofe fatal de la que he sido
testigo ocular, y en la que he tenido gran parte.
¿ Quien de los Myrmidones ó de los Dólopes, ó de los
soldados del duro Ulises podria contener las lágrimas
al mentar tan trágica historia? Mas aunque la noche
avanzada ya , y las estrellas cercanas al ocaso , nos
convidan al reposo , aunque no puedo sin horror y
sin lágrimas traer á la memoria tan terribles imá
genes ; sin embargo , ó princesa , ya que os inte
resan nuestros infortunios, y demandais que os haga
una pintura del dia postrimero de Troya , voy á
complaceros.
Los capitanes de Grecia fatigados do un asedio
de tanta duracion , contrariados por el destino, y
rechazados en continuos ataques ; recurrieron á
una estratagema : construyeron por inspiracion de
Palas un caballo enorme , alto como un monte,
42 LA ENEIDA.
compuesto de tablas de abeto , artificiosamente en
lazadas , propalaron que era una ofrenda por ellos
consagrada á aquella diosa para obtener un feliz
regreso. Sacaron por suerte los soldados que debian
encerrarse en las tenebrosas cavidades de aquel ca
ballo. Hay frente de Troya una isla llamada Téne-
dos , famosa y rica durante el reinado de Priamo,
mas su magnífico puerto destruido ahora , no ofrece
nías que una rada poco segura para las naves. Tras
aquella isla desierta fueron á esconderse los grie
gos. Nosotros creímos que se habian ido para re
gresar á Micenas : los troyanos todos por tanto
tiempo sumergidos en la tristeza se entregan á la
alegria : ábrense las puertas de la ciudad : re
corren la campiña , y ven con placer todos los pues
tos abandonados por los griegos. Aquí , decian , es
taban acampados los Dolopes ; allí tenia su pa
bellon el formidable Aquiles : aquí se trababan los
combates : allí estaban anclados los buques.
Sin embargo el fatal presente ofrecido á
Minerva atraia la atencion del pueblo que no de
jaba de admirar aquel coloso. Timetes el primero
por traicion , ó por que tal fuese el malhadado
destino de Troya , dijo, que convenia hacerle en
trar en la ciudad, y colocarle en la ciudadela; pero
Capys , y los mas sensatos fueron de parecer que
convenia echar en el pielago aquella máquina sos
pechosa, ó incendiarla ; ó á lo menos abrir los costa
dos y sondearla.
Mientras que el pueblo incierto no sabia que
resolver, vióse venir corriendo con entusiasmo de
lo alto de la ciudadela á Laocoonte acompañado
de un gran número de troyanos : « infelices ciu
dadanos » gritó desde lejos, habeis perdido el juicio?
Creeis que los enemigos están distantes? Pensais
que los griegos pueden hacer regalos sin artificios !
Ésta idea teneis de Ulises ? estad segui os que dentro
el cuerpo de este caballo hay soldados escondidos, ó
que es una máquina de guerra para derrocar nues
tros muros, para dominar nuestras casas, ó para
liB. II. 43
ejecutar alguna sorpresa. Creed , troyanos , que es
un lazo que se os arma ; no os fieis del caballo :
yo temo los griegos, mayormente cuando hacen
dádivas. Dicho esto , lanzó con todo esfuerzo una
larga pica contra uno de los flancos del caballo : se
clavó allí, y sus profundas cavidades retumbaron con
Ja violencia del golpe. A no sernos el cielo contrario,
á no estar ciegos , habriamos seguido aquel ejem
plo : hubiéramos abierto con el hierro la máquina
fatal. Muros de Troya , soberbio palacio de Priamo,
vosotros subsistiriais aun.
Entre tanto una tropa de pastores, con des
compasados gritos , conducia al Rey un joven con
las manos atadas á la espalda. Aquel desconocido
se habia dejado prender ¡á proposito con el desig
nio de entregar la ciudad de Troya á los enemigos;
decidido á perecer ó á ejecutar la estratajema. La
curiosidad habia agrupado en torno de él un in
menso gentio, y el nuevo cautivo servia de ju
guete á la juventud troyana. Escuchad reina , á
que punto llega la perfidia de los griegos y juz
gad por este rasgo de lo que es capaz aquella Na
cion. Cuando el jóven inerme vióse en medio
de aquella concurrencia de frigios que le rodeaban,
afectando turbacion , ; ay ! esclamó , dó podré
refugiarme ? Que recurso me queda ? yo no pue
do estar seguro entre los griegos, y de otra parte los
troyanos van á matarme. Estas esclamacionos con
movieron los ánimos y calmaron la impetuosidad
del pueblo. Le exhortamos á que nos declarase su
pais y su nacimiento, que dijese lo que sabia, y
nos manifestase si podia darse crédito á sus pala
bras.
Recobrado del susto, dice, ó rey, cualquiera que
sea el resultado , voy á descubriros la verdad. Yo
confesaré desde luego que soy griego : si la fortuna
ha hecho desgraciado á Si non ; almenos no le hará
impostor. Vos quizas habreis oido hablar del famoso
Palamedes, descendiente de Belo á quien los griegos
quitaron la vida, so color de traicion, porque con
4* LA ENEIDA.
denaba la guerra declarada á los troyanos; ahora
lamentan su pérdida : mi padre que era pobre y
pariente suyo me puso á su lado desde mis prime
ros años , y de orden suya le acompañé al sitio de
esta ciudad. Mientras vivió Palamedes , y la Gre
cia floreció por sus consejos , yo me vi respe
tado ; mas desde que aquel príncipe fué victima
del pérfido Ulises , ( nada os digo que no sea públi-
blico ) he arrastrado una vida miserable y obscura,
llorando sin cesar la muerte del ilustre amigo in
justamente condenado. ¡ Insensato ! no supe ca—
callar : amenazó un dia vengar su muerte cuando
volveria á la Grecia si se me presentaba ocasion
favorable ; en fin , yo me hecho por mis discursos
el mas cruel de sus enemigos.
Héteos alli el origen de mis desdichas : Ulises
ha intentado mil veces delatarme : me ha deni
grado con calumnias, y atacado con sus armas
ordinarias. Ha persuadido finalmente á Calcante....
pero de que sirve entreteneros con la molesta re
lacion de mis infortunios ? Si mirais á todos los
griegos con el mismo ojo , es inútil que prosiga
mi discurso. Matad me : vosotros complacereis al rey
de Itaca , y los dos hijos de Atreo os pagarán á
buen precio mi suplicio.
Aumentando nuestra curiosidad estas palabras
le preguntamos porque no habia seguido el ejército en
su retirada ; pues no teniamos sospecha alguna de
su perfidia, ni del negro artificio de los griegos.
Sinon con fingido pavor , prosiguió de este modo :
los griegos enojados de tan larga guerra habian
deseado muchas veces levantar el asedio y vol
verse á su patria , y ojalá que lo hubiesen veri
ficado! Mas cuando ellos estaban á punto de em
barcarse, el mal tiempo y los vientos contrarios
los arredraban principalmente desde que fué cons
truido este monstruoso caballo, cubrióse el cielo de
nublados, y oyéronse repetidos truenos. Vacilantes
sobre el partido que debiamos tomar enviamos á
luí. ii. 45
Eurypylo á consultar á Apolo que desdo su san
tuario pronunció esle triste oráculo : « griogos »
cuando os embarcasteis para ir á Troya , in
molasteis una virgen para lograr un viento fa
vorable , si quereis obtener un feliz regreso inmolad
uu griego.
Divulgada esta respuesta del dios en el cam
pamento , pasmáronse los ánimos de todos y un
helado temblor discurrió por la médula de nues
tros huesos por no saber quien debia ser inmo
lado. L lisos instó á Calcante que declarase pu
blicamente la voluntad de los dioses. Muchos mo
anunciaban en secreto el designio de un artificio
so enemigo , y la suerte quo me preparaba. Calcan
te guardó silencio por espacio de diezdias, y man
teniendose oculto, rehusó nombrar al que debia ser
sacrificado , no queriendo , segun decia , causar la
muerte á nadie. Forzado fmalmente por los clamo
res de Ulises, y de concierto con el, declaró que
Sinon era el destinado por el oráculo. El ejército
se alegró al ver que recaía sobre mí la suerte que
cada uno se temia.
Habia ya llegado el dia funesto : ya estaba
preparado todo para el sacriücio : ya tenia mis sie
nes cubiertas con las sagradas vendas, üs diré la
verdad : rompí mis ataduras , me escapé de la
muerte y me escondi á favor do las tinieblas entre
el cieno y la ova de un lago , aguardando que el
ejército se embarcase , dado que tomara aquella
resolucion. Los griegos se marcharon : yo he perdi
do toda esperanza de ver á mí patria , á mi caro
padre , y á mis dulces hijos en quienes ellos venga
rán quizás mi fuga, y les harán perecer. Os conjuro
en nombre de los dioses que conocen la verdad de
todo lo que digo, y en nombre de la justicia,
si la hay todavia en la tierra, que os apiadeis de
un desdichado digno de mejor suerte.
Enternecidos por sus lágrimas le concedimos la
vida. Priamo mismo maniló quitarle las esposas,
y le habló así con dulzura : seas quien fueres,
46 LA ENEIDA.
olvida -desde ahora á los griegos : serás nuestro ;
pero dime la verdad de cuanto voy á pregun
tarte. Por que los griegos han construido es
te prodigioso cahallo T Quien les ha dado este con
sejo ? Que pretenden ? Es un voto ó es una máqui
na de guerra ? Sinon amaestrado en el arte de fingir,
é instruido en la escuela de los griegos , alzó sus
manos libres al cielo , y esclamó : astros eternos ,
divinidades inviolables, santos altares, fatal cuchi
lla de la que me escapé , y vosotras vendas por
mi llevadas en calidad de víctima , yo os pongo
aquí por testigos : séame permitido violar una ley
sagrada , aborrecer mis opresores , y revelar aquí
todos sus secretos : ya no estoy sujeto á las leyes
de mi patria. Tu ahora ó Troya , si te digo la ver
dad , si le hago un servicio importante , si te sal
vo, cumple la palabra que me has dado.
Cuando los griegos emprendieron la guerra con
tra Troya , su principal esperanza se fundaba en
los socorros de Palas. Mas desde que el impio Dio-
medes y Clises inventor de maldades degollaron
la guardia del templo de la diosa , arrebataron su
augusta imagen , y osaron tocarla con manos en
sangrentadas ; los griegos vieron de dia en dia des
vanecerse sus esperanzas , y debilitarse sus fuerzas,
y Palas les retiró su apoyo. Les atestiguó su indig
nacion con manifiestos prodigios. Apenas su estatua
estuvo en los reales , cuando se vieron salir lla
mas de sus ojos : un sudor se extendió por todo
su cuerpo : y tres veces se levantó blandiendo
su lanza y embrazando su éjida. A vista de esto
Calcante esclamó : huid , griegos , huid , regresad á
vuestra patria. Si no volveis á la Grecia á tomar
nuevos auspicios para conducir otra vez la estatua
de Palas, que vuestros buques transportaron á Gre
cia , no sereis jamas dueños de Troya.
Entended pues , Troyanos prosiguió Sinon , que
los griegos han vuelto á su pais unicamente
para apaciguar á los dioses, y venir otra vez ¡i
sitiaros cuando menos lo pensareis : asi lo ha clis
LIB. IT. V7
pnesto Calcante. Se les ha persuadido que constru
yesen este caballo para expiar la profanacion do la
imagen de Palas. Calcante ha querido que fuese de
una"magnitud estraordinaria , para que no pudiese
entrar por las puertas de vuestra ciudad, do reem
plazaría al Paladion , y tendría el mismo efecto en
cuanto á la duracion de vuestro imperio. Si los
troyanos, decia. se atreven á causar algun daño á
es'.e caballo consagrado á la diosa ; su ruina es
inevitable ( ¡ojalá que los dioses hagan recaer sobre
él tan funesto presagio ! ) si al contrario ellos colocan
en medio de sus muros aquel monumento sagrado,
los frigios aliados con todos los pueblos del Asia iran
un dia al Peloponeso á llevar el fuego de la guerra,
y á sojuzgar á nuestros descendientes. El discurso
del perjuro Sinon nos persuadió y los que no habia
mos sido vencidos por Diomedes , ni por Aquiles,
ni por un sitio de diez años , ni por una flota de
mil buques, fuimos domeñados por la perfidia y por
las fingidas lágrimas de un miserable impostor.
Un nuevo y mas espantoso prodigio nos acabó
de deslumbrar , y nos heló de terror. Laocoonte á
quien la suerte habia hecho sacerdote de Neptuno,
sacrificaba aquel dia un grueso toro sobre el altar de
aquel Dios. Durante la ceremonia , dos espantosas
serpientes ( me horrorizo al contarlo ) salieron , es
tando el mar en calma , de la isla de Ténedos , y
se avanzaron hacia el puerto. Su cabeza erguida y
de color de sangre descollaba sobre las ondas , el
resto de sus cuerpos formando inmensos circuios se
deslizaba por la superficie de las aguas , y hendia
con grande estruendo las espumosas olas. Lanzáronse
sobre la playa y se asomaron con ojos centellantes
y con terribles silvidos. El pueblo consternado hu
ye, las dos serpientes van en derechura á Laoco
onte , y se arrojan sobre sus dos tiernos hijos
para devorarlos. Su padre armado de dardos vue
la á socorrerlos , y entonces se echan sobre él , le
constriñen , se repliegan en torno de su cuerpo , y
levantan sus orgullosos crestas por encima de su
48 LA ENEIDA.
cabeza. Bañadas sus vendas de sanguaza y negra
ponzoña , hace vanos esfuerzos para desasirse , y
levanta hacia el cielo espantosos clamores Así mu
ge un toro cuando escapa del altar herido por un
golpe mal asegurado. Los dos dragones deslizándose
se retiraron luego al templo de la guerrera Palas,
y entrando en el santuario de la diosa , se escon
dieron bajo sus plantas y bajo la órbita de su éjida.
Entonces un nuevo terror señoreóse de todos los
troyanos : decian altamente que era un castigo que
Laocoonte tenia merecido por haber osado insul
tar con sacrilega mano el caballo sagrado ofrecido
á Palas. El pueblo gritó que convenia sin dilacion
conducirle al lugar que le estaba destinado, y
suplicar á la Diosa que nos fuese propicia. Al mo
mento derribamos una parte de los muros de la ciu
dad. Todos pusimos manos á la obra ; los unos le
vantaron el coloso sobre tablas de madera sostenidas
por ejes y ruedas ; los otros ataron su cuello con
sogas para tirarle. La fatal máquina llevando un
ejército en su seno atravesó los muros: los don
celes y las doncellas en torno cantaban himnos y
se apresuraban á tocar las cuerdas que servian pa
ra conducirla. Entró por fm en la ciudad. ¡O Ilion !
morada de los dioses ¡ ó mi cara patria ! ó mu
ros célebres por tantas proezas ! Cuatro veces se de
tuvo el caballo en la entrada , y cuatro veces
percibimos el estruendo de las armas. Sin embargo
¡ ó delirio ! proseguimos sin alarma nuestra empre
sa , y colocamos aquel monstruo fatal dentro del
sagrado alcázar. Casandra predijo entonces nuestras
desventuras; mas Apolo nos hizo despreciar todas
sus predicciones. Aquel dia ornamos nuestros tem
plos de guirnaldas como en un dia festivo sin sa
ber ¡ ay ! que debia ser el último de nuestros dias.
Entre tanto el cielo cambia y la noche salien
do del Océano envuelve en sus sombras, el cielo, la
tierra y el lazo fatal , que los griegos nos habian
tendido. Los troyanos echados por los muros se en
tregan al sueño. Entonces la Ilota griega aprove
1.1 n. II. 49
ehandose del silencio que reinaba , y de la clari
dad de la luna, partió de Ténedos y se adelantó
hacia la ribera de Troya que le era tan conocida :
el navio de Agamenon llevando un faro estaba á su
frente ; desembarcan sin ruido : al mismo tiempo
el pérfido Sinon conservado por los dioses para
nuestra desgracia abre furtivamente las puertas del
caballo de madera , y dá salida á los griegos que
estaban allí escondidos. Tesandro , Esténelo, lili-
ses, Atamante, Toas, Pirro, Mucaon. Menelao. Epeo
inventor de la estratajema bajan por medio de una
cuerda , se desparraman por la ciudad sepultada en
el vino y en el sueño: deguellan la guardia, se pose
sionan do las puertas, las abren, é introducen el ejér
cito enemigo en los muros. Era la hora de la noche,
en que los hombres fatigados de los trabajos diur
nos empiezan á entregarse al sueño, dulce regalo de
los dioses. Me pareció- distinguir el rostro abati
do de Hector con bí* ojos anegados en un torren
te de lágrimas y tal como le hahia visto en otro
tiempo con los pies atravesados . atado por medio
de una correa al carro del desapiadado Aquiles.
indignamente arrastrado al rededor de nuestros mu
ros, y todo cubierto de sangre y de polvo. ¡ Ay '.
en que estado le veia , cuan diferente de aquel
Hector que venció á Patroclo , y se puso los des
pojos de Aquiles . y con la tea en lo mano incendió
la escuadra de los griegos ! Su escuálida barna
y sus cabellos estaban teñidos de sangre y su cuerpo
llevaba aun todas las cicatrices de las heridas que
recibió bajo los muros de Troya. Me parecia con
las lágrimas en los ojos dirigirle eslas tristes pa
labras : príncipe , la gloria y el mas firme apoyo
de los troyanos , porque has estado tanto tiempo
ausente, ¿ de que region vienes ó suspirado Hector T
despues de la pérdida de tantos troyanos, que han
perecido en los combates, despues de tantos infortu
nios que hemos experimentado durante tu ausencia,
cual te volvemos á ver. Porque esta sangre y este
polvo desfiguran lu sereno rostro ? De donde vienen
50 lA ENEIDA.
estas heridas de que estás cubierto , y que estoy
mirando ? Hector nada contexto á estas inúti--
les preguntas ; sino que despidiendo profundos
suspiros, huye, me dijo, líbrate de las llamas.
El enemigo está dentro los muros , no hay sal
vacion para Troya ; bastante hemos combatido
por ella y por Priamo , si hubiera podido salvarse
lo hubiera sido por mi brazo. Troya te confia sus
dioses tutelares : ellos te acompañen en tu retirada :
establécelos en una famosa ciudad que construirás
á la otra parte de los mares. Así me habló - y al
propio tiempo llevóse del fondo del santuario la
estatua de Vesta con su vendage sagrado , y el eter-
fuego conservado en su templo.
Entre tanto el desórden y el estrago reinaban en
nuestros muros, y toda la ciudad retumbaba con hor
ribles clamores. El ruido que aumentaba á cada
instante , penetró hasta la casa de mi padre An—
quises , aunque estaba situada en un lugar retirado ,
y circuida de árboles. Despertado con sobresalto me
levanté , subi á la torre y escuché atento. Como
cuando una mies es devorada por la llama , im
pelida por el viento furioso , ó como cuando un
campo es inundado por un torrente que de lo alto
de los montes se precipita en los valles, desarrai
ga de cuajo los árboles y arruina los trabajos de
los labradores ; el pastor inquieto colocado en la
cumbre de un peñasco ignora e indaga la causa
del ruido que le pasma,
Entonces comprendi lo que ocurria en la ciudad
y la traicion de los griegos: ya la casa de Deífo-
bo era presa de las llamas que se habian comuni
cado á la casa de Ucalegonte : El promontorio Si—
geo estaba alumbrado por los fuegos prendidos en
todas partes.
Percibi al mismo tiempo gritos confusos y el
sonido de las trompetas. En aquel mismo instante
enfurecime ; ardi por combatir ; tomé las armas
sin deliberar con animo de juntar guerreros , de
correr á la ciudadela para defenderla y de tener á
LiB. TI. 51
lo menos la gloria de morir con las armas en la
mano.
Apenas habia yo bajado , Panleo Sacerdote de
Apolo se ofreció á mis ojos : él habia pasado al
Iraves de los enemigos, llevando en una mano los
sagrados vasos de su templo , y sus dioses domés
ticos, y con la otra arrastrando su pequeño nieto
y azorado huia hacia la mar. « Panteo , escla—
mé al verle , cual es el estado de nuestros nego
cios ? » « Tenemos todavia algun fuerte para nues
tra defensa ? » Ay ! me contestó , el dia último
de Troya , dia inevitable ha llegado ; fué el Ilion,
fueron los trovanos y su grande gloria. El inexo
rable Júpiter hace triunfar á Argos, y todo se
rinde á los griegos en nuestra ciudad incendiada.
£1 caballo funesto introducido en nuestros muios
vomita soldados , el pérfido Sinon con la tea en la
mano hace mofa de nuestra credulidad : la ciudad
esta inundada de tantos enemigos , cuantos la Gre
cia jamas envió á nuestras riberas. Los unos estan
posesionados de las puertas . los otros ocupan los
desfiladeros , el acero mortífero brilla en todas
partes; En medio del desorden y de las tinieblas
los que custodiaban las puertas apenas han hecho
resistencia.
Enardecido por este discurso de Pantheo, y lleno
de corage inspirado por los Dioses , me arrojé en
medio de las armas y de las llamas . por todas
partes á donde me sentia llamado por el tumulto,
por los gritos de los vencedores ó vencidos , y por
el furor que me transportaba. Habiendo percibido
con la claridad de la luna á Rífeo , á ÍUto, uno de
los mas famosos guerreros , Hypanis, Dymas y Co-
rebo de Mygdon; dijeles que me siguiesen : Corebo
esclavo de un insano amor á Casandra habia venido
á Troya pocos dias antes para ofrecer su brazo al
rei con cuya hija contaba desposarse. ¡ Desventu
rado amante que no quiso jamás dar crédito á los
vaticinios de su esposa !
Viendo aquella tropa determinada á combatir,
52 LA ENEIDA.
«guerreros, les dije, lástima me dá vuestro corage
impotente » : « Veis el triste estado á que está redu
cida Troya. Los dioses protectores de este impe
rio han abandonado sus templos y aliares : no os
lisongeeis de salvar una ciudad incendiada : yo
voy sin embargo á afrontar todos los peligros : si
estais igualmente decididos , muramos atacando los
vencedores , la desesperacion es el único recurso de
los vencidos.
Estos acentos los inflamaron de un nuevo ardor :
semejantes á los lobosacosados del hambre, que salen
de su manida en una obscura noche , para arrebatar
la presa que aguardan sus cachorritos hambrientos;
nos lanzamos en medio de mil dardos afrontando
la muerte y atravesamos la ciudad favorecidos por
las tinieblas. Quien es capáz de espresar la car
niceria de aquella noche cruel? Quien podrá verter
bastantes lágrimas para llorar tan horroroso desas
tre? Una ciudad poderosa y célebre fué reducida á
cenizas, y sus habitantes sin piedad sacrificados
formaban montes de cadáveres en las calles, en las
casas y en los templos. Sin embargo los troyanos
íio son los únicos que perecen bajo el acero ven
gador : su corage se despierta, y los vencedores son
algunas veces víctimas de los vencidos : óyense
por dó quier lamentables voces , la muerte ofreco
en todas partes su pavorosa imagen.
El primero de los griegos que se ofreció á nues
tros ojos fué Andrógeo al frente de un numeroso
batallon , y tomándonos por griegos ; « amigos » nos
dijo , que lentitud es la vuestra ? Los otros han ya
cogido su botín , y vosotros apenas llegais del puer
to i Con nuestra respuesta equívoca conoció luego
su error , y quiso retirarse , semejante á un viage—
ro , que ha pisado una serpiente oculta entre los
espinales , el cual al instante huye del reptil , al
ver que levanta con erguidez su cabeza , y que se
hincha y le amenaza ; así retrocedió Andrógeo :
nosotros nos arrojamos sobre él y sobre su tropa , y
los circuimos. Despovoridos y no sabiendo á dó
LIB. n. 53
refugiarse , la mayor parte sucumbieron á nuestros
golpes : la fortuna protejió nuestros primeros es
fuerzos. Entonces Corebo alentado, «mis amigos,
dijo , sigamos la senda que nos traza la fortuna :
troquemos los escudos y vistámonos con los arne—
ses.-de los griegos: ¿que importa en la guerra que
}a victoria se deba á la astucia ó al valor ? Nues
tros enemigos mismos van á proveernos de armas.»
Toma inmediatamente el casco , el broquel y la es
pada de Andrógeo. Su egemplo es seguido de Rifeo
de Dimas y de toda nuestra comitiva ; cada uno se
arma a la griega. Así disfrazados nos mezclamos
con los griegos , y apesar de los dioses enemigos de
Troya , trabamos muchos combates con ventaja :
un gran número de enemigos cayó bajo nuestros
golpes. Los unos corrieron hacia el puerto para sal
varse , algunos otros acosados de un vergonzoso te
mor volvieron á entrar dentro del caballo. Cuando
los dioses son adversos . ¡ ay ! vana es toda espe
ranza. Héteos ahí que Casandra se ofreció entonces
á nuestros ojos arrancada del templo de Palas , con
los cabellos esparcidos , levantando los ojos hacia el
cielo ; los ojos digo , porque sus manos estaban ata
das con esposas. Corebo no pudo sufrir este espec
táculo , y furioso arrojose sobre los raptores de su
amante , todos le seguimos y arremetimos con él.
Entonces los troyanos.que estaban apostados en
la cúpula del templo , engañados por la forma de
nuestros broqueles y penachos , tiraron sobre no
sotros y nos sepultaron á dardos. Al mismo tiempo
los griegos avergonzados de ver que se les arreba
taba la cautiva, se reunieron y se arrojaron contra
nosotros : Ayax , los dos Atridas , y todos los Dólo-
pes nos arrollaron. Así los vientos impetuosos lu
chan unos contra otros, agitan los bosques, y re
vuelven el imperio de Neptuno. Aquellos mismos,
que habiamos puesto en derrota y dispersado por la
ciudad , vuelven á la carga , perciben nuestro dis
fraz y la diferencia de nuestro lenguage.
Huimos pues, atacados por todas partes, y for—
54 LA EKEIOA.
zados á replegarnos por causa del número ; Corc
ho sucumbe el primero á los golpes lie Paneleo an
te el altar de Minerva, Rifeo el mas justo de los
trovanos fué tambien muerto , y los dioses no
respetaron sus virtudes. Hipanis y ílimas pere
cieron por las manos de sus conciudadanos , y
á tí , ó Panteo , no pudieron salvarte ni tu pie
dad, ni la ínfula de Apolo. Cenizas de Ilion , ma
nes de los troyanos. testigos sois de haberme es-
jiuesto á todos los tiros del enemigo en aquella no
che fatal, de haber afrontado los mas inminentes
p ligros , y de que hice lo bastante para perder la
vida, si los hados hubiesen dispuesto que allí
feneciera. Yo me retiré en fin , acompañado de Hi
to y de l'elias , el primero avanzado en dias , y el
otro herido por U-ises marchaba con dificultad. En
tonces un grande estruendo nos llamó al palacio de
Priamo.
Nosotros vimos una pugna tan terrible, que pa
recian estar allí en masa todos los griegos, que no
habia combates en otros puntos , y que allí solo
reinaba In mortandad y el estrago. Los unos for
mando una especie de tortuca . sitiaban la puerta
«leí palacio, los otros montando las escaleras con una
mano se abroquelaban , y con la otra hacian todos
los esfuerzos posibles para asirse de las alturas.
Los Troyanos por su parte trataban de derrocar
á los asaltadores arrojándoles encima fragmentos de
las torres y de los techos.
En el terrible lance en que se hallaban , y re
ducidos á la desesperacion , no les quedaba otro re
curso. Las doradas vigas y soberbios ornamentos
de la morada de nuestros antiguos reyes, eran ar
rancados y arrojados sobre el enemigo : otios coa
espada en mano guardaban las primeras puertas,
y estrechamente cerrados impedian la entrada.
Aquel espectáculo reanimó mi coraue , volé al
instante en socorro del palacio real . y alentó á
los defensores que estaban á pique de sucumbir.
Habia una puerta secreta que daba la comu—
MB. II. 55
nicacion con la morada del rei á varios edificios
situados en su recinto : por aquella puerta la desven
turada Andrómaca acostumbraba en otro tiempo di
rigirse s.a comitiva al retrete de Priamo su suegro,
y al de Hecuba , llevando entre sus brazos su caro
hijo Astyanacle.
Entré por es!a puerta desconocida al enemigo, y
subí hasta la azotea , desde donde los infelices Tro-
yanos en vano lanzaban dardos. Habia allí un tor
reon estimadamente alto desde donde se descubria
toda la ciudad . y desde donde durante el sitio , di
visábamos lo que ocurría en el campo y en la ar
mada griega.
Emptendimos arrancar todo el maderaje de aquel
torreon para arrojarle sobre los enemigos. Cayó con
horrible estruendo , y aplastó un gran número de
ellos, mas otros los reemplazaron.
Hicimos tambien llover sobre los asaltadores un
granizo de piedras y toda suerte de materias
Frente la grande puerta del palacio , Pirro
que dirigia el ataque, hacia relucir su lanza, y
se distinguia por el brillo de su armadura. Se
mejante a una serpiente que á vuelta de la prima
vera sale de un lugar oscuro , donde hinchada de
zumos venenosos se ha mantenido oculta en los ri
gores del invierno : ahora revestida de una nueva
piel , y rejuvenecida brilla á los rayos del sol , mué
vese ligera , enróscase con agilidad , levanta su al
tiva cabeza y vibra su lengua de tres puntas. Pirro
seguido del grande Périfas , de Automedonte escu
dero de Aquiles y de toda la juventud de Ciros ins
ta el ataque del vestíbulo , y arroja fuego hasta las
cumbres. Toma el mismo una hacha de dos cortes,
rompe la puerta de firme madera guarnecida de bron
ce , quebranta los goznes, y hace una ancha aber
tura que descubre a los enemigos el interior del pa
lacio , sus largos salones y toda la estancia de Pria-
mo y de nuestros antiguos reyes.
Sin embargo un peloton de I royanos estaba apos
tado tras la puerta del vestíbulo , pura prohibir la
56 LA ENEIDA.
entrada de Mm lugar en que solo reinaban el terror
y la confusion, y en donde por todas partes se oian
gemidos. Las mugeres despavoridas despedian las
timeros ayes , iban errantes de una parte á otra por
el vasto palacio , abrazaban las puertas y estampa
ban en ellas ósculos de ternura.
Pirro en los combates tan fogoso como su padre
r!á el íltin:o asalto : ni las barreras ni los que de
fienden las puertas pueden resistir á los repetidos
golpes del ariete , derrumban la puerta , todos los
Atrincheramientos son vanos obstáculos : la fuerza
ábrese paso, los enemigos entran impetuosamente,
penetran , sacrifican á cuantos se les presentan,
y en un instante los soldados inundan todo el pa
lacio. Con menos furia se desborda un raudo rió
que rompe sus diques , y cuyas olas allanando las
campiñas arrastran los rediles y rebaños. Yo vi al
furibundo Pirro y á los dos Atridas entrar en el pa
lacio . y bañarse allí con la sangre de los míseros
vencidos : yo ví á Hécuba sumergida en la deses
peracion , en medio de cien nueras desconsoladas y
la sangre de Priamo apagando el fuego que él mis-
no habia consagrado. Aquel suntuoso palacio dó se
alojaban las cincuenta hijas del rey , aquel palacio
enriquecido con el oro y los despojos de los bárba
ros fué totalmente destruido en aquella noche fatal.
Todo lo que perdonaban las llamas era presa del
ávido soldado. Mas quizá deseais , ó princesa , que
yo os haga una pintura del triste fin del malhadado
Priamo. Cuando él vió la ciudad de Troya en ma
nos de los griegos, y al enemigo vencedor en me
dio de su palacio , armóse de un hierro inútil , y
cubrióse de un peto , cuyo peso no estaban acos
tumbradas á sostener sus débiles y trémulas espal
das. Adelantóse en este estado hacia el enemigo de
cidido á morir con las armas en la mano. En un
átrio del palacio habia un grande altar consagrado
á los dioses Penates y sombreado por un antiguu-
]jurel. Allí al pié de aquel altar estaban refugia—
das Hécuba y sus hijas como tímidas palomas ater—
LIB. íi. 57
radas por una violenta tempestad. Estaban inmó
viles al rededor del altar que tenia» abrasado. Hé—
cuba viendo al anciano reí armado como un jóven
guerrero : « infeliz esposo » dijo , que mania to
ha inducido á armarte así ? Que pretendes ? No te
nemos hoy dia necesidad de tal socorro ni de se
mejante defensor. Héctor mismo, Héctor mi hijo
no podria preservarnos de la suerte que nos ame
naza. Ven por fin á refugiarte con nosotras en es
te asilo. Este altar nos salvará la vida ó la perde
remos juntamente. Al propio tiempo detuvo al an
ciano y le hizo sentar á su lado.
Entretanto Polites uno de los hijos de Priamo
huia por las salas del palacio acosado de Pirro que
le habia herido , y estando para serlo segunda vez,
cayó cerca del altar y espiró á las plantas del rei
y de la reina. Priamo á punto de espirar tambien,
no pudo contener su ira : a bárbaro » dijo á Pirro ,
si hay justicia en el cielo castigadora de los críme
nes ; los dioses venguen la accion inhumana quo
acabas de cometer.
Tu has osado matar un hijo delante de su padre;
en otro tiempo Aquiles , de quien te vanaglorias de
ser hijo, no se portó así conmigo. » «Yo fui á en
contrarle en su tienda : enternecido de verme pos
trado á sus pies, me dió generosamente el cuerpo
"- - , desfigurado de mi hijo Héctor : fiel á su palabra y
al derecho de gentes me dejó partir libremente. Di
ciendo esto Priamo con débil mano arrojó contra
Pirro un dardo que apenas tocó su broquel y
ca,yó á sus pies. « Vete á quejarte con mi padre ,
respondió Pirro; cuéntale mis vergonzosas acciones,
y dile que su hijo desdora su sangre. » Dicho esto
sin respeto al altar, se arrojó desapiadado sobre el
infeliz anciano , cuyos pasos vacilaban sobre el
mármol inundado con la sangre de su hijo : con
una mano asió sus canas , y con la otra sacando
su espada la envainó en su pecho. Tal fué el fin de
de Priamo , de aquel poderoso rey de Asia á quien
tantos pueblos estaban sometidos : en una sola no—
O» |.A ENEIDA.
che v¡ó su trono derribado y su imperio destruido
y su capital reducida á cenizas ; los griegos le des
cabezaron , y su cuerpo tendido en la playa yaco
contundido con los demas cadáveres. Yo me horro
rizó á la vista de aquel respetable anciano sacrifi
cado á mi vista. Aquel trágico espectáculo me re
novó la idea de mi padre.
Me representé la situación de Creúsa mi esposa
á la cual habia yo abandonado , la de mi hijo As-
canio , y de toda mi casa que iba á ser saqueada.
Nadie avisté á mi rededor en estado de ayu
darme : mis compañeros me habian abandonado.
Lasos de sobrevivir á la desgracia de su patria
habianse precipitado de lo alto del palacio , ó
atravesado las llamas. Iba errante y solo, y á
favor de los fuegos encendidos extendia mis mira
das , cuande percibí á Helena en el santuario de
Vesta ; en donde estaba escondida. Aquella indigna
muger , la furia de Argos y de Troya , la causa de
todos los infortunios de mi patria y de la suya . se
lisonjeaba de que en aquel asilo escaparia de la
venganza de los trovanos y de los griegos . y que
allí estaría á cubierto del resentimiento de Meneláo.
Al verla me sentí transportado de furor, y á poco
mas hubiera vengado en ella todos nuestros desas
tres. « Que ? » me decia yo , esta muger causa de
tan funesta guerra vá á ser acompañada á Espar
ta como en triunfo, y seguida de nuestras matronas
convertidas en esclavas suyas verá segunda vez
allí su esposo, su casa, su familia, sus hijos,
sus padres ? ¿ y esto despues que Troya ha
sido reducida á" cenizas , Priamo inmolado , y esta
ribera tantas veces inundada con la sangre de los
trovanos ? Justo es que perezca ; porque si no es
glorioso matar á una muger , á lo menos seré
aplaudido por haber muerto un monstruo y ven
gado mi patria.
Enfurecido me entregaba á estos movimientos ,
cuando Venus apareció de repente á mis ojos mas
brillante que nunca , y tal como acostumbra dejar
lIB. tt. 69
se ver de los inmortales , y habiéndome tomado el
brazo me habló asi : « hijo mio » que objeto encien
de tu cólera ? De donde viene este furor ? Hasta
que punto has olvidado "nuestros intereses? Que?
no piensas en tu padre Anquises por su vejez im
posibilitado de defenderse , ni en Creúsa tu esposa,
ni en tu hijo Ascanio ? »
Ellos están cercados de todas parles , y si
no hubiese procurado preservarlos , babrian "ya
perecido ó por el fuego ó por el hierro. No tienes
qne culpar ahora á Helena ni á l'áris : los dioses
irritados , son los que causan la ruina de Troya
y destruyen este imperio. Yo disiparé la nube que
esconde á tus débiles ojos un terrible espectáculo ;
pero haz lo que diré luego , y no resistas á mis
órdenes. En aquel parase en que vés un monton
<le piedras, y tanto polvo y humo, Neptuno con
su tridente sacude los muros con redoblados
golpes , y arranca de cimientos toda la ciudad.
Ocupa la puerta Scea , y Juno enfurecida con es
pada en mano convoca las tropas enemigas. Pa
las con su formidable éjida sentada sobre una
rutilante nube está en la cumbre del Alcazar. Jú
piter mismo anima á los griegos , favorece su de
nuedo . y suscita los dioses contra los troyanos.
Retírale pues , hijo mio , huye , y no quieras ha
cer una resistencia vana : no te abandonaré y te
conduciré seguro á casa de tus padres , dijo , y de
sapareció. Yo vi entonces las furias , y todos los
dioses enemigos de Troya empeñados en arruinarla.
Parecióme ya que ardia todo el Ilion y que Troya
obra de Neptuno iba á desplomarse. Así en la
cumbre de un alto monte gime un fresno salvage
con los repetidos golpes do las segures. El árbol
resiste y sacude su agitada cima ; mas á fuerza de
aquellos golpes sucumbe , hace un estallido , cae y
rueda con estruendo hacia los valles.
Tomé pues el partido de dirigirme á la casa de
mi padre , y protegido por Venus pasé sin riesgo
al- traves de los fuegos enemigos. Al llegar allí,
60 Lk ENEIDA.
mí padre á quien deseaba principalmente salvar
y poner en seguridad en los montes vecinos ; decla
ró que no queria' sobrevivir á su patria ni abando
nar su casa. « Huid , nos dijo , vosotros que aun
estais en la flor de la edad y que teneis el vigor de
la juventud. Si los dioses hubiesen querido prolon
gar mi vida , hubieran conservado estos lares. Basr
tante y aun. demasiado es para mi haber visto una
vez esta ciudad saqueada, y haber sobrevivido á una
catástrofe semejante. Dejadme morir aquí ; pronun
ciad sobre mi cuerpo el último vale , y mar
chad. Yo sabré librarme de la vida, y el enemigo
para arrebatar mis despojos me hará este servicio.
No es mucho ser privado de los honores del sepul
cro. Desde que el rayo del soberano padre de los
dioses y de los hombres me ha hecho sentir sus fue
gos , objeto del odio celeste, he, arrastrado una vida
inutil. Asi hablaba y persistia en sú resolucion.
Creúsa mi esposa , mi hijo Ascanio , y toda la
familia derramaban copiosas lágrimas. Le conjura
mos que no sucumbiese al hado , le representamos
qne su pérdida envolveria la de todos nosotros : na
da le movió, nada pudo hacerle variar de opinion,
ni inducirle á dejar su morada.
Era tal la desesperacion en que me puso la re
sistencia de mi padre , que deseaba morir , y resol
ví buscar la muerte entre los enemigos , pues
¿ que otro partido podia ,omar ? ¿ que recurso me
quedaba ya. ¡ Ah ! padre mio . le dije , has po
dido concebir que yo huyese sin tí ? Has podido
creerme capaz de tamaño crimen ? Si los dioses
quieren que no se escape un solo troyano . si tu
mismo has querido juntar la ruina entera de tu fa
milia á la de tu patria , abierta está la puerta por
donde entrará sin dilacion la muerte en estos luga
res. Pronto aparecerá Pirro teñido con la sangre de
Priamo , Pirro que acaba de inmolar al hijo á los
ojos del padre , y el padre al pie del altar o Oh ma
dre mia , para que viese fenecer toda la familia mo
habéis preservado del hierre y del fuego de los
liB. II. 6t
enemigos? Para que fuese triste espectador dula
muerte de mi padre , de mi esposa y de mi hijo
para verlos inmolar el uno en la sangre del otro?
traedme las armas : la muerte es el recurso de los
vencidos : dejadme volver contra los griegos, dejad
me conbatir otra vez : á lo menos hoy no moriremos
todos sin venganza. Volvi á tomar mi espada y mi
broquel, y salí. Creúsa me detuvo arrojándose a mis
pies y presentándome mi hijo : si vas en pos de la
muerte , me dijo, permítenos que te acompañemos;
pero si crees que tu brazo puede salvarnos , en lu
gar de ir al combate defiende nuestra casa : defien
de un padre , un hijo , una esposa de ti amada.
Con sus clamores y gemidos resonaba todo el
palacio : cuando ofrecióse repentinamente un pro
digio á nuestros ojos. Sobre la cabeza del jo
ven Ascanio vimos resplandecer una ligera llama
que vagueaba al rededor de su frente y de sus ca
bellos. Nos sorprendimos , turbados le socorrimos
y procuramos apagar con agua aquel celeste fue
go ; mas Anquises conmovido de este espectáculo,
y regocijado del presagio , levantó los ojos y las
manos al cielo : Júpiter potente , esclamó , si nues
tras plegarias pueden moveros , miradnos propicio,
y si nuestra piedad merece vuestro socorro , dignaos
otorgárnosle y confirmar en nuestro favor este feliz
presagio.
Apenas hubo acabado la plegaria cuando per
cibióse á la izquierda el fragor del trueno : al mis
mo tiempo vimos en medio de las tinieblas precipi
tarse sobre nuestro palacio una estrella brillante
que, despues de haber tocado ligeramente la torre,
trazó en el aire un largo surco de luz , y espar
ciendo por todos lados un humo sulfuroso ; anduvo
á perderse en el bosque del monte Ida. Mi padre
vencido por todos estos prodigios levantóse instan
taneamente , invocó los dioses y adoró la sagrada
estrella. Vamonos, dijo, no balanceo ya ; iré á don
de bien os parezca. Dioses de mi patria , conservad
mi familia y sobre todo á mi nieto. Este augurio
62 LA ENKIDA.
viene de vosotros : á vosotros toca cumplirle. Ced»
pues , ó hijo mio , y no rehuso ya acompañarte en
tu fuga.
Entre tanto el ruido y la claridad del incendio
y los torbellinos de llamas empezaban á amenazar á
nuestra morada. Avisé á mi padre que era tiempo-
de huir. Poneos , le dije , sobre mis espaldas; seréis
para mi una dulce carga : suceda lo que sucediere
ó pereceremos, ó nos salvaremos juntos. Mi hijo As-
canio vaya á mi lado , y tu, ó Creusa, sigúeme , y
no me pierdas de vista. Vosotros mis domésticos ,
escuchad atentos cuanto voy á deciros.
Al salir de la ciudad se encuentra en una
altura un antiguo templo de Ceres abandonado,
y cerca de aquel templo un antiguo cipres , que la
religion de nuestros padres ha conservado. Allí
debemos acudir todos por diferentes caminos. Vos,
padre mio , llevad los vasos sagrados y los dioses
patrios. Yo cuyas manos estan teñidas dé sangre no
puedo tocarlos , hasta que me haya purificado en
una fuente de agua viva. Dicho esto me revestí de
una piel de leon y me abajé para facilitar á mi pa
dre el ponerse sobre mis hombros. Mi hijo á
quien lomé de la mano iba á mi lado con pa
sos desiguales. Creusa me seguia y pasamos pop
uuas sendas opacas; yo que poco antes afrontaba
todos los riesgos, yo que impávido marchaba con
tra los batallones enemigos , ahora tiemblo al me
nor ruido ; un soplo me espanta , temo por mi pa
dre y por mi hijo.
Ya me acercaba á la puerta de la ciudad y creia
haberme escapado de todos los peligros, cuando
repentinamente oí en pos de mi ruido de pisadas:
vuelvp mi padre la cabeza y esclama: huye hijo-
mio , huye , se acercan : he visto relucir escudos y
brillar armas. Entonces turbóse mi razon , tomé
sendas desconocidas y dejé el camino ordinario. Ay!
yo no se porque fatalidad perdi mi cara Creusa.
Ignoro si se extravió , ó si cayó de cansancio. Des
líe entonces nunca mas la vi , ni advertí su pérdi
LIB. n. - 63
da hasfa que llegué á la eminencia Jó está situado
el templo de Ceres. Reunidos allí lodos los troya-
nos, vimos que faltaba Creusa. Cual fué la sorpre
sa y el embarazo de toda la familia ! Cual fué mi
dolor ! A quien de los dioses y de los hombres no
me querelle ? Troya reducida a cenizas nada habíá
ofrecido á mis ojos que causase en mi alma tan pro
funda impresion. Escondo á mi padre , á mi hijo ,
y á mis dioses en un valle , y los recomiendo á
mis compañeros. Tomo otra vez las armas y regre
so á Troya decidido á arrostrar do nuevo todos los
peligros Llegué cerca la puerta de la ciudad por don
de habia salido , y me adelanté hacia las calles por
donde habia pasado. Miraba por todas partes , las
tinieblas y el silencio mismo infundian terror. An
duve hasta la casa de mi padre , suponiendo posi
ble que Creusa hubiese vuelto allí. Encontré que
los enemigos se habian señoreado de ella , y la ha
bian incendiado. Yo la vi toda circuida de llamas,
que el viento levantaba hasta las nubes. Me diri
gí hasta el palacio del rei y hasta la ciudadela.
En los pórticos del templo de Juno los griegos ha
bian amontonado todo su bolin bajo la guardia de
Úlises y Fenix. Habia allí muebles preciosos , me
sas destinadas para los sacriíicios , copas de oro,
soberbias estofas , con una muchedumbre de tími
das matronas y de niñas, infelices cautivos reu-
iddns en el mismo sitio y puestos en larga fila. Yo tu
ve la osadia de llamar en alta voz á Creusa en las
calles y repetir muchas veces su nombre. Mis pasos,
mis clamores fueron inútiles.
Al recorrer la ciudad , presentóseme el triste si
mulacro y la sombra de Creusa , de una magni
tud superior á su talle. Aquel espectro me llenó
de pasmo , erizáronse mis cabellos y mi voz que
dó pegada á la garganta. O dulce esposo , dijo—
me , por que te abandonas al sentimiento ? Los
dioses lo mandan asi , Júpiter no quiere que Creu
sa te acompañe en tu luga. Andarás largo tiempo
errante por la mar , y arribarás linalmente á Italia,
LA ENEIDA.
pais fecundo en héroes que el Tíber baña con sn man
sa corriente. Allí empozarás á ser venturoso , allí
fundarás un reino, y allí obtendrás la mano de una
princesa. Deja de llorar á Creúsa , yo no veré las
soberbias moradas de los Cíclopes , ni de los Dólo-
pes : princesa troyana y nuera de la diosa Vénus,
no seré esclava de las matronas griegas. Cybe-
Jes me retiene en estos lugares. A dios , caro es
poso: continua en amar á nuestro hijo Ascanio.
Dicho esto desapareció y me dejó , sin darme tiempo
para articular una sola palabra. Tres veces quise
abrazarla . tres veces no hize mas que asir una
sombra vana , una fantasma que se escapaba . tan
ligera como el viento , tan fugitiva como un sueño.
Habiendo pasado así la noche, anduve en bus
ca de mis compañeros , y pasmado vi que su nú
mero habia crecido considerablemente. Una turba
de hombres y de mugeres de toda edad y de todas
clases, turba digna de compasion, habia acu
dido en aquel lugar , todos cargados de lo que ha
bian podido llevarse , y dispuestos á seguirme i
donde quisiese conducirlos.
Va la estrella de la mañana empezaba á co
lumbrarse encima del monte Ida. Los Griegos eran
dueños de la ciudad y no habia esperanza alguna
de socorrerla. Habiendo pues cargado mi padre so
bre mis hombros me retiré hacia el monte con mi
comitiva.
LIBRO TERCERO,

Parte Eneas de las cosIas de Troya , pretende esta


blecerse en Tracia , mas prodigios estraordinaiios
le ordenan dirigirse á la tierra de sus mayores que
se persuade ser la isla de Creta ; pero una peste le
obliga a mudar de idea : por último los dioses le
inspiran qne debe dirigirse á Italia , pasa por Ac-
cio , do celebra una solemnidad y juegos en honor
de Jupiter. Arriba luego á Urépano, y una tempestad
le conduce á Cartago , do se hace esta narracion.

Despues que plugo á los dioses arruinar uno d<?


los imperios de Asia , derrocar el trono de Priamo
y destruir una prosapia digna de mejor suerte ;
cuando la soberbia Troya obra de Nepturio ofrecia
tan solo los restos humeantes de sus edificios devo
rados por las llamas ; nosotros por diferentes presa
gios fuimos obligados á marchar á diferentes puntos
en busca de regiones desierlas , do pudiesemos es
tablecernos.
Reunimos las fuerzas posibles , equipamos una
escuadra cerca de la ciudad de Antandro al pié del
monte Ida , sin saber á donde nos condujera el des
tino , ni dó pudiéramos lijar. ios. Apenas empelaba
la estacion de las flores , cuando mi padre Anquí—
ses dió orden de hacernos á la vela hacia donde
quisieran los hados. Derramando amargas lágrimas
abundoné las riberas de mi patria y á quella tierra
que habia dado el ser á Troya. Parto cual prófugo
por la mar con los dioses tutelares de mi casa y d»
mi pais , con mi hijo y mis cantaradas.
G6 LA ENEIDA.
Frente de Troya hay un vasto territorio consa
grado á Marte , dó habitan los Traeios : allí rei
nó en otro tiempo el belicoso Licurgo.
Aqnellos pueblas eran nuestros amigos , y sus
dioses estaban aliados con los nuestros mientras nos
halagaba la fortuna. Allá me dirijo , y en la cor
va playa echo los cimientos de una ciudad con ha
dos adversos , y llamo á los moradores Encadas de
mi nombre. Ofrecia sacrificios á mi madre Venus y
á los dioses prolectores de la obra empezada , é in
molaba á Júpiter un grueso toro. A corta distancia
habia un montecillo cuya cumbre estaba poblada de
cerezos silvestres y de espesos arrayanes. Acerquéme
con ánimo de arrancar algunos arbustos para enra
mar el aliar dó debia celebrarse el sacrificio. Mas,
( ¡ O prodigio espantoso y admirable ! ) de la cor
teza del primer arbusto que desarraigué fluyeron
gotas de negra sangre quo mancharon la tierra.
Estremecime de horror , y helose mi corazon cons
ternado. Interné arrancar otro para indagar la se
creta causa de un efecto tan sorprendente, y la san
gre corrió tambien de este segundo arbusto.
Entonces revolviendo en la mente mil pensa
mientos ; hice votos á las ninfas de los bosques , y
al dios Marte que preside á los góticos climas.
Conjureles que trocasen el presagio , y nos fue
sen propicios ; mas habiendo intentado con mayor
esfuerzo arrancar otro arbusto, y apoyado mis ro
dillas contra la opuesta tierra, ( no sé si lo diga)
percibi gemidos y lastimeros aves que al pare
cer salían dol fondo de un sepulcro , y una voz
lúgubre penetró mis oidos : « Eneas porque la
ceras á un mísero ? » « Respeta mí tumba y no
profanes tus piadosas manos : yo soy un prín
cipe troyano , y mia es la sangre que corre del
tronco de estos arbustos. ¡ Ay ! huye de ese litoral,
morada de la avaricia : yo soy Polidoro sepultado
en este lugar por nn monton de dardos que me hU
rieron , y hechando raices han retoñado en él. Es
tas voces me pasmaron , llenáronme de pavor , em
MB. iii. 67
barbaronme la voz y erizaronse mis cabellos.
El desventurado Priamo desconfiando ya dél
exito de la guerra de Troya . y viendo asediada la
ciudad , envió secretamente el joven Polidoro con
una cuantiosa suma de dinero al rei de Trácia para
que le educase en su corte. Aquel pérfido viendo
las desgracias de Troya, hízose partidario de Aga
menon y del ejército vencedor , asesinó a Polidoro
y apoderose del depósito. ¿ Exs?crable sed de oro :
que crímenes nos haces perpetrar á los mortales ?
cuando mi turbacion se hubo desvanecido . dirigime
al padre y á los principales de mis compañeros . k
quienes referí el prodigio visto , y los insté á mani
festar su parecer en orden á él. Todos unanimemen
te opinaron , que convenia alejarnos de una impía
ribera , dó eran así violados los derechos de la hos
pitalidad , y hacernos inmediatamente á la vela.
Celebramos pues las exequias á Polidoro. levanta
mos en honor suyo un cenotafio , y erijimos á sus
manes lúgubres altares ornados de cintas azules y
de ramas de cipres. En torno lloraban , segun cos
tumbre , destrenzado el cabello , las matronas tro—
yana<. Derramamos vasos de espumosa leche , y co
pas llenas de sangre de las víctimas : cerramos el
alma de Polidoro en el sepulcro , y habiendola lla
mado tres veces en altas voces , le dimos el último
vale. Luego que la estacion pareció oportuna pa
ra navegar, y los vientos soplaron prósperamente,
nos dispusimos para partir. Reunidos en la orilla
del mar echamos los buques al agua , nos aleja
mos del puerto , y luego desaparecen las tierras y
las ciudades
En medio del mar Ejeo elévase la isla Delos,
querida de Neptuno y de Doris madre de las nerei
das ; era en otro tiempo una isla flotante que el
piadoso Apolo hizo inmovil fijandola entre las islas
de Giaro y de Mycone , dó burla los asaltos de los
vientos. Alli voy , y su apacible y seguro puerto nos
recibe rendidos de cansancio, y habiendo desembar
cado veneramos la ciudad de Apolo. Anio rei de la
68 LA ENEIDA.
isla , y sacerdote de Febo se nos presenlo con la
cabeza ceñida de vendas y de una corona de laurel,
reconoce á mi padre Anquises su antiguo amigo, alár
ganos la mano en señal de hospitalidad y entramos
en su corte. Reverenciaba el templo de Apolo cons
truido de antiguo marmol : ó Timbreo, dije concéde
nos un asilo, nna ciudad murallada, otro Ilion dó se
establezca y perpetue el pueblo troyano escapado de
los griegos y del desapiadado Aquiles. ¿ A quien he
mos de seguir ? ¿ Dó mandas dirigirnos y fijar nues
tro domicilio? Danos un augurio é inspíranos , ape
nas pronuncié estas palabras , cuando vimos de
rcpeuta temblar la tierra . estremecerse las puer
tas del templo , el laurel de Apolo , y lodo el
monte : ahñóse el santuario y percibióse una voz
imponente : nos prosternamos . y ved ahí el orá
culo salido de la sagrada trípode : « belicosos des
cendientes de Dardano , la tierra que ha produci
do á vuestros antepasados , gustosa os recibirá en
su fértil seno : buscad vuestra antigua madre. Allí
dictarán leyes á todo el orbe los hijos de Eneas y
toda su posteridad. » Esta respuesta del dios nos
llenó de alborozo ; nos preguntábamos cual era
aquel pais á donde debiamos dirigirnos segun el
oráculo de Apolo , y de donde eramos oriundos.
Entonces mi padre repasando lan antiguas tradicio
nes , « oid , dijo , primados , y sabed el fundamen
to de vuestras esperanzas , Creta isla del grande
Júpiter está situada en medio del mar, y allí está
el monte Ida y la cuna de nuestra nacion. Aquella
isla consta de cien famosas ciudades , y de muchos
y florecientes estados : si me acuerdo bien de lo que
me contaron cuando joven, de ella salió Teucro en
direccion á Frigia, dó resolvió fundar una colonia en
et promontorio Reteo : aun no existia la ciudad de
Troya y su alcazar, y los colonos habitaban el fon
do de los valles. Teucro llevó á Frigia las ceremo
nias y los misterios del culto de Cybeles , venerada
en la selva Ida y las danzas de los Coribantes. y
la costumbre de representar aquella diosa en un car
liB. m. 6!)
ro tirado de leones. Vamos pues y sigamos la ru
ta trazada por órden del cielo : hagámonos propi
cios los vientos y marchemos en direccion á la isla
de Creta.
Si Júpiter nos es favorable dentro tres dias lle
garemos a'H, pues no esta distante.
Dicho esto , inmoló un toro á Neptuno y otro á
Apolo , una oveja negra á los vientos borrascosos y
y otra blanca á los felices céfiros. »
Se nos anunció que Momeneo destorrado del
reino de so padre habia abandonado á Creta , que
se habia llevado consigo la tropa , y el pais estaba
sin defensa.
Dejamos los puertos de Delos, y volamos por el
piélago : costeamos la isla de Nasos consagrada
á Baco . la verde Donisa, Oléaro, la cándida Paros,
las Cycladas esparcidas por las líquidas llanuras, y
\arios mares sembrados de numerosas islas. Los
marineros á poifia gritaban alborozados y se ani
maban mutuamente al trabajo , deseosos de ver
cuanto antes á Creta patria de sus abuelos. Boga
mos viento en popa . y por fin arribamos á las an
tiguas playas de los Curetes.
Ya nuestros buques estaban casi todos traslada
dos á la árida playa : ya los jóvenes estrataban da
celebrar himeneos en el pais : ya cultivaban las tie
rras : yo señalaba á cada uno el terreno en que
debia construir su domicilio , y les dictaba leyes -,
cnando de repente infestando el aire una funesta y
pútrida corrupcion , acompañada de la muerto ,
atacó los hombres , los árboles y las mifses. Mis
compañeros ó eesalaban los últimos alientos, ó
languidecian á mis ojos. El Sirio empezaba á abra
sar los estériles campos : secábanse las yerbas , y
la mies enfermiza nos entregaba á los horrores del
hambre. Mi padre me exhortó á que fuese de nuevo
por el piélago á consultar el oráculo de Delos , y á
pedirle perdon de haber mal entendido su respues-"-
ta y á suplicarle que nos libertara del terrible azota
que nos afligia, y que nos duclaiae el medio opor
70 LA ENEIDA.
tuno para librarnos de él , y nos instruyese del
lugar á donde nos mandaba dirigir.
Era de noche , y el sueño reinaba en todos los
seres animados. Parecióme , mientras dormia, tener
ante los ojos las sagradas eñgies de los dioses , y
los Penates frigios que me llevé de Troya y libré
de las voraces llamas , á los cuales veia claramen
te á favor de los rayos de la luna que pasando por
mis ventanas alumbraban mi retrete. Entonces
al parecer me desvanecian las solicitudes habián
dome en estos términos : « lo que Apolo te diria en
Delos , te lo dice aquí por medio de nosotros , y
nos envia á tus lares. » « Nosotros despues del in
cendio de Troya hemos seguido á tí y tus banderas,
nosotros por tí guiados hemos recorrido con las
naves la procelosa mar , nosotros mismos levanta
remos hasta el cielo la gloria de tus descendientes, y
la ciudad que edificarán dictará leyes á todo el orbe. »
No te ciñas á fundar una pequeña ciudad para tan
grandes moradores ni te arredren las fatigas de un
Fargo viage. » « Deja esta isla ; Apolo Delio no te
persuadió que vinieses á estas playas ni que fijases
en Creta tu residencia. » Hay un país que los Grie
gos llaman Hesperia , célebre por la antiguedad y
bravura de sus moradores y por la fertilidad de sus
tierras. » « En otro tiempo le poblaron los Enntrios,
hoy dia se llama Italia del nombre de Halo su cau
dillo. «Aquel país está destinado para nosotros; de
él han salido Jasio , y Dárdano autor de vuestra
prosapia. » « Ea , levántate , y dá parte á tu padre
de este vaticinio irrevocable. » Marcha en busca de
Corito y del territorio ausonio Júpiter te veda es
tablecerte en los campos do Creta. »
Esta aparicion de los dioses de Troya me
dejó atónito . pues no era quimérica , sino que
los veia con la cabeza ceñida de una saarada ven
da . y distinguia sus facciones. Entonces un sudor
gélido bañó todo mi cuerpo. Salto del lecho , le
vanto las manos al cielo, imploro su favor, y ha
go una libacion de vino sobre las llamas : concluí
L1B. III. 71
do el sacrificio voy alegre á participar á mi padre
Anquises esta prodigiosa aparicion , qac le refiero
por orden. Reconoció al punto su error causado
por nuestro doble origen , y confesó que se habia
equivocado en la interpretacion del oráculo de De
los relativamente á las antiguas regiones. « Hijo mio.
agitado por los hados de Troya . esclamó . sola
mente Casandra me predecia tales sucesos. » « Aho
ra me acuerdo como vaticinaba que tales eran los
destinos de nuestra descendencia, y que muchas
veces me habló de Hesperia y de Italia. » « Mas
quien creyera que los troyanos hubiesen de dirigir
se á las costas de Hesperia , ó quien habia de dar
crédito entonces á los vaticinios de Casandra ? Obe
dezcamos á Febo , y sigamos los mejores consejos
que acaba de darnos. » Asi dice, y todos nos some
temos gustosos á sus órdenes. Abandonamos tam
bien este pais , y habiendo dejado allí algunos en
fermos desplegamos las velas , y surcamos las espa
ciosas llanuras deNeptuno
Despues de habernos engolfado en alta mar,
cuando ya no se divisaban las tierras, sino de to
das partes cielo y agua ; entonces apareció sobre
mi cabeza un ceruleo nublado , acompañado de la
noche y de la tempestad, y la mar se puso horroro
sa por las tinieblas. Al punto los vientos empujan
el agua , y se levantan crecidas olas : somos agita
dos en dispersion por las vastas llanuras de Nep—
tono ; las nubarrones cubren et dia, y una tenebrosa
lluvia arrebata la luz : rásganse las nubes y des
piden continuos relámpagos. Perdemos el rumbo , y
andamos errantes á merced de las furiosas olas. El
mismo Palinuro dice que no puede distinguir el dia
de la noche en el cielo , ni conocer el derrotero
en medio de las olas. Asi pues vagueamos por la
mar tres dias , inciertos por las oscuras tinieblas,
y tres noches sin divisar los astros. Finalmente en
el cuarto dia primeramente nos pareció que salia
del seno de las aguas una tierra , y que columbra
bamos á lo lejos montes y el humo de los hogares.
72 LA ENEIDA.
Amainamos velas y comenzamos á remar : Ja tri-'
putacioo hiende ardorosa las ondas . y barre con
los remos la cerúlea superficie.
Libertado del furor de las olas abordé á una de
las islas qne los griegos llaman Estrófadas , y que
eslan situadas en el grande mar Jonio.
Allí habitan la cruel Celcno y las otras arpias
desde que fueron echadas de la mesa y del palacio
de Fineo : jamas la ira de los dioses hizo salir del
infierno monstruos mas horribles y un azote ma9
formidable. Estos terribles avechuchos tienen cara
de doncella siempre pálida á causa del hambre ;
sns palas estan provistas de corvas uñas y ¿u ex
cremento es muy hediondo. Apenas habiamos des
embarcado , cuando divisamos pingues halos de
bueyes y rebaños de cabras en las praderas dó pa
cian libremente. Arremetimos á estos rebaños , y
despues de haber ofrecido una parte de nuestra
Í>resa á Júpiter y á los demas dioses , compusimos
echos de céspedes sobre la rihera, y comimos sus
opimas carnes. Al instante las harpias desprendién
dose de los montes , y haciendo resonar el aire con
e! espantoso ruido de sus alas, precipitanse sobre
nues: ras viandas, y las arrebatan en parte ensuciando
las restantes con su inmundo contacto. Sus grazni
dos eran tan insoportables como su hedor. Para li
brarnos de ellas fuimos á colocarnos debajo de una
excavada roca , en una especio de gruta rodeada
de una frondosa arboleda ; allí compusimos de nue
vo las mesas y restablecimos los attares.
Otra bandada desprendida de sns ocultos es
condrijos viniendo de diferentes puntos , y exten
diendo sus ruidosas alas , volotea entorno de nues
tras mesas , y arrebata tambien con sus corvas u-
ñas é inficiona con su halito nuestros manjares.
Entonces mando á mis compañeros que tomen las
íirmas para guerrear contra aquella infame turba.
Obedecen puntualmente mis órdenes , y esconden
ltajo la verba sus espadas y escudos. Pues luego que
saliendo de los montes hicieron retumbar las libe
uB. tlf. 73
beras con el batir de sus alas ; Miceno colocado
sobre una altura dá la señal con sn bocina : nues
tros soldados se arrojan sobre aquellas asquerosas
aves del piélago , les presentan un unevo combato,
y tratan de herirlas : pero sus plumas las hacen
Invulnerables y remontándose otra vez con raudo
vuelo abandonan su presa medio devorada , y de
jan horribles vestigios.
Celeno , la principal de las harpias , colocada
sobre la punta de una encumbrada roca , nos hizo
percibir estas funestas palabras : « raza de Laome-
donte , despues de haber muerto nuestros hatos de
bueyes y nuestros novillos , pretendes todavia ha
cernos la guerra y desterrarnos injustamente del
reino de nuestro padre ? » « Escachad , troya nos , á
la mas formidable de las furias . y retened bien en
la memoria lo que voy á deciros: lo sé de Apolo á
quien lo ha revelado el poderoso Júpiter. Os dirigís
á Italia é invocados los vientos, llegaréis á sus cos
tas y entrareis en sus puertos sin la menor oposi
cion ; pero no os será dado murallar la ciudad que
pretendeis edificar allí , antes que una cruel ham
bre os obligue á comer vuestras mesas en castigo
de la hostilidad que acabais de cometer contra no
sotras. » Dijo, y de un vuelo se escondió en el bos
que vecino. Quedamos despavoridos y helados , des
fallecieron nuestros ánimos : ya no tratamos mas do
hacer la guerra á las harpias , sino de pedir á ellas
la paz con votos y plegarias , ya fuesen diosas,
ya funestas y asquerosas aves. Anquises estendien
do sus manos desde la playa invoca los grandes dio
ses , y les destina grandes sacrificios: «O dioses,
dice , preservadnos de la calamidad con que se nos
amenaza , ó dioses , alejad este infortunio y apla
cados proteged un pueblo piadoso. » Manda al ins
tante desamarrar las naves y calar velas.
Bogamos con viento próspero, y huimos por las olas
siguiendo el rumbo trazado por el piloto y por el
viento. Va divisamos en medio del la mar la selvosa
Zacynto, y Duliquio, Same y Neritos de altos riscos.
74 LA ENEIDA.
Nos alejamos de los escollos de Haca dó reinó
Laértes , y detestamos aquella execrable patria del
desapiadado lilises. No tardó en ofrecerse á nuestra
vista el promontorio del proceloso Léucate y el
templo de Apolo temido de los navegantes. Fatiga
dos nos dirigimos á esta costa y entramos en la pe
queña ciudad construida sobre aquella punta : ancla
mos las naves, y bordaron la ribera en un instante.
Habiendo pues llegado por fin á este pais con
tra nuestra esperanza , haremos un sacrificio á Jú
piter y colmamos de víctimas los altares , y enno
blecemos el promontorio de Accio con la celebra
cion de los juegos troyanos. Nuestros jóvenes des
nudos y frotados con aceite ejercen las palestras
del suelo patrio : rebozan de júbilo por haber nave
gado á vista de tantas ciudades griegas, y haberse
abierto paso por medio de los enemigos.
Entre tanto el sol acaba su curso anual y el
gélido invierno infesta la mar con los aquilones.
Fijo en la puerta del templo de Apolo un bro
quel de bronce que llevaba el famoso Abante , y
noto el hecho con esta inscripcion ; « Eneas puso
aqui estos despojos cogidos á los griegos vencedo
res de Troya. » Mando luego á los compañeros que
abandonen el puerto y ocupen los escaños. Los re
meros á porfía azotan las aguas , y barrea las lí
quidas llanuras.
Presto perdemos de vista las altas torres de los
Feacos, y costeamos la isla de Epiro, y entramos
en el puerto Caonio , y nos dirijimos á la escelsa
ciudad de Butroto. Sobre la marcha adquirimos una
noticia que nos pareció increible. Nos dijeron que
Heleno hijo de Priamo reinaba en Grecia y ocupa
ba el solio de Pirro , nieto de Éaco , y se habia
desposado con la viuda Andrómaca enlazada asi
por segunda vez con un príncipe troyano. Me pas
mé y mi pecho se encendió en admirable deseo de
saber de Heleno las circunstancias de tan grande
acontecimiento , y me alejo del puerto dejando los
buques anclados en la ribera.
L1B. III. 75
Casualmente aquel mismo dia Andrómaca ofre
cia dones fúnebres en celebracion de las exequias
<)e Hector su primer esposo cerca de la ciudad da
Butroto en un bosque sagrado que bañaba un ar—
royuclo , al cual ella pusiera el nombre de Simois,
y evocaba los manes de su caro Hector hacia un
cenotafio que le habia erigido en medio de dos al
iares , objeto que alimentaba su dolor . y la hacia
derramar copiosas lágrimas. Al verme llegar , y al
reconocer las armas troyanag á mi rededor . pas
mada de tan prodigiosa vision cayó desmayada , y
el calor se retiró de sus huesos ; y recobrando pop
fin el aliento al cabo de mucho tiempo , eres tú,
esclama, el hijo de Venus ? ¿ es una realidad lo que
veo ? ¡ O una ilusion de mis ojos ! ¿ Vives aun ? O
«i la vital luz se retiró de tí ; ¿donde está Hec
tor ? Dijo y lloró , é hizo resonar el bosque y
las riberas con sus tristes clamores. Turbado al
verla desatinada , apenas pude abrir los labios
para proferir entre sollozos estas pocas pala
bras: realmente vivo ; pero arrastro una vida llena
de peliaros , de sobresaltos y miserias extremas : no
lo dudes es el mismo Eneas quien te habla. ¡ Ay !
cuales han sido tus aventuras desde la pérdida do
tan insigne esposo ? O que fortuna bastante digna
de tus meatos ha vuelto á visitarte? O viuda da
Hector eres acaso esposa de Pirro ? Inclinó su ros
tro y con humilde acento esclamó : ¡ feliz mas que
las otras la hija de Priamo , que todavia virgen fué
inmolada sobre la tumba de Aquiles junto á los so
berbios muros de Troya, porque no ha sido sortea
da por los enemigos , ni como cautiva ha subido al
tálamo de un orgulloso vencedor ! Yo desde el in
cendio de mi patria , arrastrada por diversos mares,
habiendo padecido los dolores del parto en el cau
tiverio , he tenido que sufrir la soberbia de la es
tirpe de Aquiles. y á su orgulloso hijo quien pren
dado despues de Hermíone , nieta de Leda é hija
de Menclao rei de Esparta, para enlazarse con ella
uae unió cou Heleno tambien cautivo. Mas Orestes
70 U KKK1DA.
ardiendo en vivo deseo de su arrebatada consorte,
y agitado por las furias de su crimen , ataca á su
rival en el templo , y hallándole desapercibido le
asesina al pié de los altares patrios. Por la muerte
de Pirro una parte del reino ha tocado por suerte
á Heleno , que del nombre de Caon troyano á lla
mado Caonia todo el pais á sus leyes sometido , y
Pergamo c Ilion al alcázar construido sobre este
monte. Pero que vientos y que hados han dirigido
tu navegacion ? O que dios te ha hecho aportar á
estas costas de tí desconocidas ? Que ? tu hijo As—
canio existe acaso y respira el vital aire ? Él nació
cuando Troya... siente mucho la muerte de su ma
dre "? El ejemplo de so padre y de su tio Héctor le
escitan acaso á seguir sus huellas y las de todos los
héroes sus ascendientes? Andrómaraen medio de ese
tierno coloquio , no cesaba de llorar y de enterne
cer , cuando el rei Héleno hijo de Priamo salió de
la ciudad seguido de una numerosa corte , y reco
noció á sus caros conciudadanos, y nos condujo go
zoso á.su palacio despidiendo á cada palabra arro
yos de lágrimas. Me adelanté hacia la ciudad , y
aunque pequeña me pareció una imagen de Troya.
Al entrar en ella di ósculos á la puerta hecha so
bre el modelo de la puerta Scea , y vi un árido ria
chuelo llamado Xanto. Mis camaradas se alboroza
ron tambien á vista de la ciudad aliada. El rei los
recibió bajo espaciosos pórticos. En medio del pala
cio comieron en platos de oro , y bebieron muchas
copas de vino. Pasamos muchos dias en aquella cor
te , y los favorables vientos nos invitaban á nave
gar. Antes de embarcarnos emprendi á Héleno fa
moso adivino : « príncipe , le dije , tu que eres in
térprete de los dioses, á quien Apolo inspira por las
trípodes , y ramas de sagrado laurel , tu que lees
en los astros y entiendes el lenguaje de las aves y
los auspicios de su vuelo ; dignate ahora instruirme
sobre el porvenir ; porque la religion que me haca
emprender este viaje , me anuncia un término feliz,
y todos los dioses ma persuaden que vaya á Italia
ltB. ui. 77
y desembarque en sus lejanas costas. Solamente Cé-
leno nos amenaza un acaecimiento fatal , nos pro
nostica que el cielo irritado nos enviará una cruel
hambre. ¿ Que peligros debo evitar primero ? ¿ Co
mo podré superar los obstáculos que se opongan á
mi empresa ? Entonces Héleno , habiendo sacrifica
do algunos novillos segun costumbre , suplica la ve
nia á los dioses , desala las vendas de su sagrada
cabeza , y me conduce á los umbrales de tu templo,
6 Febo, sintiéndome penetrado de un religioso res
peto. En seguida el sacerdote inspirado abre sus di
vinos labios y pronuncia esle oráculo : Veo clara
mente , que bajo celestes auspicios has emprendido
esta navegacion inspirada por el soberano de los
dioses , que es el árbitro de los destinos y ordena
los vaivenes de los mortales. Voy sin embargo á
decirte algo concerniente á tu viaje , para que pue
das con mayor seguridad arribar á la costa de Au—
sonia , las parcas me prohiben saber lo demas , y
y Juno hija de Saturno me veda decirlo. Primera
mente sepas que la Italia , la que miras como un
pais de Epiro . y á donde crees llegar muy lueo¡o
está todavia distante, y has de recorrer un camino
difícil é inmenso antes que llegues allí. Has de sur
car largo tiempo los mares de Sicilia y Ausonia y
y has de pasar los lagos infernales y la funesta isla
de Circe , antes qne puedas fundar una ciudad en
pais seguro. Pero atiende la señal con que recono
cerás la parte de Italia , dó debes establecerte , y
acuerdate bien de cuanto te diré. Cuando hallarás
una cerda blanca echada debajo de los árboles de
la ribera, rodeada de treinta lechoncitos blancos;
aquel será el lugar dó has de edificar la ciudad y
el término de todas tus fatigas. No temas la predic
cion de Celeno , los destinos te darán el medio de
eludirla , y Apolo, á quien implorarás, no te rehu
sará su proteccion. No obstante evitarás las costas
de Italia situadas frente de Epiro ; porque son todas
pobladas de pérfidos griegos. Alli están los Locros
soldados de Ayas , que fundaron una colonia : alli
78 i* E?mtoA.
habita Ido"moneo . que fundó otra en los campos de1
Salenlo : en aquellas comarcas Filoctetes rei de Me
libea edificó Ta pequeña ciudad de Petilia. Cuando
habrás llegado á Italia y cumplirás los deberes de
la religion celebrando sobre la, ribera un sacrificio ;
no te olvidos de cubrir la cabeza con un velo de
púrpura , para que ningun objeto hostil te ocurra
durante la ceremonia y turbe los auspicios. Obser
va esta costumbre tu y tu pueblo , y haz que los
descendientes piadosos la conserven tambien. Cuan
do habras llegado á la costa de Sicilia , y verás en
sancharse el estrecho de Peloro , dirígete hacia la
izquierda doblando los promontorios , y evita la ri
bera y las olas de la derecha. Segun dicen , la Ita
lia y la Cicilia unidas en otro tiempo formaban un
solo continente ; mas ¡ cuantos cambios produce la
duracion de los siglos ! una recia tempestad rompi»
el istmo que unia aquellas dos regiones, y abrió á las
olas un paso estrecho entre la una y la otra. Allí
hay dos escollos formidables. Ocupa la parle dere
cha Escila, monstruo que habita las cavidades de
una peña , y cuando ve pasar buques por aquellas
inmediaciones , saca la cabeza fuera de su caverna
y los absorve para destruirlos. Desde la cabeza has-
to la cintura es una virgen de belleza seductora ;
eljreslo de su cuerpo es un disforme pez con cola de
delfín y vientre de lobo. Caribdis es el otro mons
truo que ocupa la parte izquierda , y tres veces al
dia engulle las olas en un profundo abismo y otras
tantas veces las vomita y arroja contra el cielo.
Huye de aquellos funestos escollos ; mas vale hacer
una larga vuelta doblando el promontorio de Pa—
quino, que asomarte á la formidable Escila , y ver
aquel monstruo siempre rodeado de perros marinos,
que hacen resonar las peñas comarcanas con sus
espantosos ladridos. Ademas si tienes alguna con
fianza en mi , ó hijo de Vénus , si me crees inspi
rado de Apolo , sigue el importante consejo que te
inculcaré una y mil veces. Haz lodo lo posible para
atraerte el favor de Juno : no escasees las súplicas,
liB. III. 79
ni los votos, ni las ofrendas para apaciguarla : este
es el único medio para que puedas entrar victorio
so en Italia despues de haber dejado la Sicilia.
Cuando hayas desembarcado allí y llegado á la ciu
dad de Cumas , cerca de los lagos Lucrino y Aver
no circuidos de r-onorosos bosques ; en el fondo de
una gruta encontrarás una Sibila , que anuncia á
los hombres los secretos del porvenir , y escribe sus
oráculos sobre voladoras hojas. La virgen pone en
orden los vaticinios , y quedando cerrada en la
cueva . déjalos ante la puerta escritos en las
hojas , que permanecen inmobles en sus luga
res .y no se apartan del puesto dó los ha co
locado ; pero cuando el viento al abrirse la puer
ta entra , y turba las hojas , no cuida mas de re-
cojer los vaticinios que vuelan por la espaciosa
cueva , ni de juntarlos ó restablecerlos al primitivo
órden. Los que van á consultarla , frustrados de su
esperanza , regresan muchas veces sin respuesta
maldiciendo la sacerdotisa y su habitacion. Sin em
bargo no des por perdido el tiempo y el trabajo
que emplees en visitarla : aunque la estacion sea
favorable para navegar , y aunque tus compañeros
eslén impacientes ; no te descuides de visitarla , y
ruégala que pronuncie ella misma sus predicciones.
Te describirá los diferentes pueblos de Italia ; te
pronosticará las guerras que hayas de sostener , y
el modo de arrostrar los peligros y superar todos
los obstáculos . y si la tratas con respeto , te impe-
petrará una feliz navegacion. Hete ahí , añadió , lo
que puedo revelarte. » Parte príncipe , y con tus
proezas eleva la gloria de nuestra patria.
Despues que el arúspice hubo proferido estas
palabras amistosas , maridó llevar á mis naves un
precioso ajuar de oro , de plata y de marfil , vasos
de bronce de Dódona , una cota de malla con tres
lizos de oro guarnecida de anillos y un insigne
casco ornado de penachos , armas que habian sido
de Pirro. Tambien prodigó presentes á mi padre,
y nos regaló caballos y guias : suplió les remeros ,
80 LA ENEIDA.
y juntamente dió armas á mis cantaradas. Entre
tanto á fin de aprovechar el viento favorable man
dó calar velas mi padre Anquises á quien el inter
prete de Apolo dijo ; ilustre esposo de Venus,
querido de los dioses . y dos veces por ellos liberta
do de las ruinas de Troya , hete ahí la Italia , que
no está distante, despliega todas las velas para abor
dar en breve á sus costas. Pero muchas riberas has
tíe costear todavia , antes de ejecutar el desembar
co en la parte de Ausonia que te designa Apolo.
Venturoso padre de un héroe insigne por su piedad,
parte , los vientos te llaman ¿ porqué retardo la
partida con mis razonamientos ? Así mismo Andró-
maca triste por la última despedida regala á As—
canio vestidos de varios colores y recamados de oro,
una clámide frigia y varias estofas bordadas que
no ceden en valor á los regalos de Heleno, y asi
habla: recibe ó muchacho estos recuerdos de mis
manos : toma estos últimos testimonios del amor
que te profesa la viuda de Héctor. Acepta los pos
treros regalos de los tuyos , ó única efigie que me
resta de mi Astianacle. Así tenia los ojos , así las
manos, así las facciones del rostro: ah! si vivie
ra, seria de la misma edad. Yo no pude sin verter
lagrimas despedirme : vivid felices esclamé , voso
tros á quienes la fortuna ha cubierto de dichas :
nosotros esperimenlamos las vicisitudes de los hados.
Vosotros teneis una mansion fija y tranquila, sin
haber de surcar los mares, ni buscar la Italia cu
yas riberas parece que se alejan de nosotros : te
neis ante los ojos la consolante imagen de Troya y
del Xanto , obra de vuestras manos , y quieran
Jos dioses que esta nueva Troya tenga mejores
auspicios qne la otra , y no se vea tan expuesta al
furor de los griegos ! Si algun dia puedo establecer
me sobre las riberas del Tíber, y fundar allí la ciu
dad por los dioses prometida ; vuestros vasallos y
los mios formarán una sola nacion : nuestro comun
origen, y nuestras comunes desdichas deben unir
nuestros descendientes, justo es que un dia la Ita
lia y Epiro no sean mas que un mismo estado.
IIB. III. SI
Partimos on fin hacia los montes Oraunios po
co distantes, desde donde hasta Italia hay un pe
queño trecho para los que costean la mar. Entre
tanto el sol cae, y los opacos montes se obscurecen.
Saltamos en tierra á la milla del agua, habiendo
sorteado los que debian quedarse para el servicio <f,i
la flota, refrigera mos nuestros cuerpos en la sec.i
arena : el sueño bañó nuestros fatigados miembros.
Aun la noche cuya carroza es tirada por las horas
no habia llegado á la milad de* su catrera, cuando
el activo Palinuro se levantó del lecho , y observó
todos los vientos y aplicó los oidos para percibir el
mas leve aire ; notó todos los asiros que corrian por
el silencioso cielo, la ursa las lluviosas Hyadas, los
dos trionos y la brillante armadura de Orion. Al
ver (pie todo prometia bonanza en el cielo sereno ,
dió desde la popa una clara señal : pusimos en mo
vimiento la escuadra , desplegamos las velas , y
proseguimos la marcha.
Ya la aurora naciente habia hecho desaparecer
las estrellas ; cuando divisamos de lejos la cumbre
de los montes de Italia , que nos pareció á flor del
agua. Acales el primero esclamó : Italia, Italia:
todos los compañeros alborozados en alia voz salu
daron la Italia. Mi padre Anquises colm ado en la
alta popa de su navio tomó entonces una anchuro
sa copa y coronóla do llores y llenóla de vino , ó
invocó á los dioses con esta plegaria : « árbi—
• tros de la tierra y de los mares , conducidnos
hacia esta costa , y otorgadnos un viento favorable.
Al instante el viento hincha las velas, y columbra
mos luego de mas cerca un puerto y en el monto
un templo consagrado á .Minerva. Recogen las velas
los compañeros , y tuercen las proas hacia las ribe
ras. El puerto espaesto al sol naciente forma una
especie de arco cuyas dos puntas son dos escarpa
dos peñascos dó se estrellan las bullidoras olas, los
cuales do ambos lados á guisa de dos muros se ade
lantan hacia la mar y ocultan el puerto, y el tem
plo está distante de la playa.
82 M ENEIDA.
Allí avistó en los prados cuatro caballos blancos
como la nieve que pacian la yerba , y este fué el
primer agüero. « O tierra que nos has de hospedar,
esclamó Ánquises, tu nos designas guerra ; para la
guerra se arman los caballos ; pero sin embargo
se dejan domar, se Ies acostumbra á llevar el yugo
y á tirar la carroza , y esto anuncia que la paz su
cederá á la guerra. »
Al mismo tiempo invocamos la diosa de los com-
bates adorada en este pa-s cuya vista nos colmó de
júbilo : nos cubrimos la cabeza con un velo frigio
ante sus aras, y segun los sabios consejos de He
leno . hicimos los sacrificios prescritos á Juno ado
rada en Argos. Al instanto que fueron terminadas
las ceremonias religiosas hechas por orden continuo,
torcimos las puntas de las velíferas antenas y deja
mos aquel sospechoso territorio habitado por griegos.
A la salida de aquel puerto se divisa el golfo de
Tarento , segun dicen , edificado por Hércules : en
frente descuella el templo de la diosa Lacinia y los
alcazares de Caulon , y el navífrago promontorio
Scylaceo.
" Despues lejos de la playa se columpia el Etna
de Sicilia : y oimos á larga distancia los terribles
bramidos de la mar y el estruendo que hacen las
olas al estrellarse contra aquellos escollos y riberas
que baten de conlino : allí hay unos bajios dó las
arenas saltan y se levantan del fondo del mar con
fundiendose con las bullidoras olas. Al ver aquello,
mi padre esclamó : « héteos ahi aquella Caribdis,
aquellos escollos, aquellas espantosas rocas predi-
chas por Heleno. Remad muchachos á porüa y
salid del peligro. »
Obedecen puntualmente, y Palinuro es el pri
mero que tuerce hácia la izquierda la rechirante
proa : toda la cohorte remando á porfia y favoreci
da por los vientos sigue el mismo rumbo.
Una ola tan alta como un monte nos levanta
hasta el cielo , y la misma al abrirse parece nos
hunde en los profundos abismas. Tres veces reso—
L1B. III. 83
naron los escollos situados entre las cóncavas pe
ñas : tres veces vimos empajada la espumosa ola y
rociados los astros. Entre tanto rendidos de cansan
cio nos abandonaron el viento y el dia , y nave
gando con incierto rumbo llegamos á la costa de
los Cíclopes. E1 puerto en que nos detuvimos es di
latado y está al abrigo de los vientos, pero junto á
él truena el Etna con horríficas ruinas : vomita de
vez en cuando hacia el cielo una negra nube, torbe
llinos de pez , de humo y de ardientes pavesas , y
levanta globos de llamas y lame los astros : algu
nas veces regoldando arranca de su seno peñas y
las entrañas destrizadas del monte y con horrisono
fragor amontona en el aire las derretidas peñas y
y bulle en sus hondas cavidades.
Aquel monte , segun fama , es la tumba de En
célado semiabrasado por un rayo . y el vasto Etna
puesto encima de su cuerpo exala fuego por sus ro
tas fraguas, y siempre que Encélado se gira , hace
estremecer toda la Sicilia con tumulto , y envuelve
el cielo con torbellinos de humo. Ocultos en las
selvas aquella noche padecimos infandos prodigios,
sin atinar la causa de aquel espantoso fragor.
Ni resplandecian los astros , ni el ciclo brillaba
con el esplendor etéreo , sino que los nublados os
curecian el aire , y .la importuna nocho encerraba
la luna dentro de una procelosa nube. Ya rayaba
la Auvora del dia siguiente, y habia desterrado del
cielo las húmedas tinieblas; cuando de repente sale
de las selvas un hombre desconocido de rara figura,
macilento en extremo , cubierto de andrajos, y en
ademan suplicante tiende las manos hacia las ribe
ras. Le miramos ; era sórdido, y llevaba una barba
poblada, su vestido estaba trabado con espinas;
aquel infeliz era un griego enviado en otro tiempo
á Troya con el ejército de su patria. Así que vió
los trages y las armas de Troya ; hizo alto por un
momento azorado al vernos , y contuvo el paso :
luego corriendo se dirigió á las playas con súplicas
y lágrimas , y exclamó : « ó troyanos , os conjuro
81 LA ENEIDA.
por los astros-, por los dioses y por esta luz del
cielo por la cual vivo , que me saqueis de aqui y
-me lleveis á dó quier ; esto me bastará. » « Confies;)
que soy de la flota- griega, y he invadido el suelo
de Troya con las armas en la mano.» «Si esto e.i
á vuestros ojos un crimen enorme , arrojadme al
mar y sumergidme en sus profundidades. Si perez
co en manos de hombres, dulce me será la muer
te. » Dijo , y prosternado, tenia estrechamente abra
zadas nuestras rodillas. Incitámosle á decir quien
era , de que prosapia descendia . y que nos con
tase sus aventuras. Anquises , sin aguardar su res
puesta , le tiende la mano , y con este ademan
amistoso le alienta.
El , depuesto por fin su temor; «mi patria, dice,
es Itaca , fui compañero del malhadado Ulises , y
mi nombre es Aqueménides ; partí á Troja por ra
zon de la indigencia de mi padre Adamasto ( y
ojalá que me hubiera contentado con su fortuna ).
« Aqui los compañeros al huir apresurados do ios
horrorosos umbrales de la vasta caverna del Cíclo
pe , distraidos me dejaron en aquella mansion es
pantosa. » « Es opaca , profunda , espaciosa , llena
de sanguaza y carnc-s sanguinolentas : el Cíclope es
de tan colosal estatura, que toca los elevados astros:
{ ó dioses ! librad la tierra de tan pernicioso mons
truo ) su aspecto es tan terrible que nadie osa mi
rarle ni hablarle. » « Engórdase con las entrañas y
•negra sangre de los infelices que caen en sus ma
nos. »
« Yo mismo le vi como estrellaba contra una
roca, á dos compañeros de armas asidos con sus ma
nos descomunales inundando con su sangre los um
brales de la caverna en medio de la cual estaba
•echado: vi como devoraba sus miembros que des
tilaban negra sangre y como crujian palpitando aun,
bajo sus dientes. » « Este atentado no quedó impune,
ni le sufrió Ulises, ni se olvidó de quien era en latí
apurado lance. » Pues, luego que el Cíclope harto y
beodo inclinó su corva cerviz, yació cu la cavei
un. m. tK
na , y eMendió sus colosales miembros , regoldan
do sanguaza y las viandas juntamente con vino
sanguinoso, sepultado en el suefio ; nosotros despues
de Saber invocado á las potentes deidades, y des
pues de sorteado el modo de atacarb ; rodeámosle á
un tiempo por todas partes , y barrenamos con nw
agí; lo dardo su descomunal ojo único que se ocul
taba bajo su torva frenle . ojo que parecia un cscu-
do argólico ó el disco solar , y gozosos vengamos fi
nalmente la muirte de nuestros camarailas. » « Pero
huid, oh míseros, huid y corlad la maroma da
vuestros buques amarrados en la ribera, » « Pues
cual y cuan arando Polifemo encierra las ovejas
en las cavidades ds su cueva . do las ordeña ; lales
y lan grandes cien otros formidables Cíclopes viven
cerca de estas corvas playas . y divagan por esas
altos montes. » « Tres veces la luna ha concluido su
carrera desde que vivo en las selvas , entre las ca
vidades de las rocas do se guarecen las fieras , y
desde una gruta observo á los agigantados Cíclopes
y me estremezco al ruido de si:s pies y al eco de
su voz. » «c Son mi alimento las frutas silvestres , á
saber , las hayas , las cerezas . y tambien las raices
de las yerbas. » « Dirigiendo la vista á todas partes
vi primeramente esta flota qne se asomaba á las ri
tieras y resolví entregarme á ella cualquiera que
fuese : bástame haber escapado de esta nefanda raza
de sisantes. »
« La muerte recibida de vuestras manos será para
mí menos sensible que de las suyas.» Apenas habia
proferido estas palabras , cuando vimos bajar de un
alto monte en madio de sus rebaños al enorme Po
lifemo que se avanzaba hacia el mar cuyo camino
le era conocido : monstruo espantos» , disforme , co
losal , privado de la luz. L-n pino despojado de las
ramas s isliene su mano y asegura sus pasos. Las
•vejas lanígeras le siguen ; esíe era su finido di
vertimiento y el consuelo de su misaria : de su cue
llo pende una zam;xiña. Daspues qne tocó las altas
olas, y liego á la mar ; primer¿medie lavó la sangre
Rfi LA ENEIDA.
que fluia del ojo- taladrado , rechinando sus dientes y
lanzando gemidos ya se paseaba por medio de la mar
y el agua aun no bañaba sus altos costados. Despavo
ridos huimos á toda prisa de allí habiendo admitido
al suplicante que lo tenia merecido , y sin ruido
cortamos los cables y remamos á porfia. Polifemo
nos percibió , y retrocedió al oir nuestro murmullo.
I'ero como no le fué posible alcanzarnos ni pudo
adelantándose vencer la resistencia de las olas jo
njas , lanzó un clamor tan terrible que el mar y
todas las olas temblaron , y resonó la Italia hasta
sus entrañas estremecida, y retumbó el Etna en sus
hondas cavidades. Mas la turba ciclópea evocada
de las selvas y de los altos montes corrió al puerto
y cubrió la playa. Vimos A los hermanos del Etna
en vano erguidos con su torvo ojo levantando hasta
al cielo sus altas cabezas : turba horrorosa : semejan
tes á las encumbradas encinas ó á los coniferos ci—
preses que se divisan en la alta selva de Júpiter ó en
la floresta de Diana.
El terror obligó á mis compañeros á recoger
presurosamente los cables y á soltar las velas á dis
crecion de los vientos favorables ; mas por otra
parte los- preceptos de Heleno nos inducen á no diri
girnos entre uno y otro escollo, es decir entre Esc.i-
la y Caribdis dó la pérdida es casi inevitable : resol
vimos retrogradar.
Mas he aquí que el Boreas empieza á soplar
de parte del estrecho del promontorio de Peloro :
paso mas allá de las embocaduras de Pantagia de
roca viva , y los golfos de Mcgara y la baja Tapso.
Dábanos noticia de estos lugares Aquemenides com
pañero del desgraciado Clises que volvia á pasar
por las riberas ya antes por el atravesadas.
Frente del undoso Plemirio hay una isla opues
ta al golfo de Sicilia : sus primeros moradores la
llamaron Ortigia. Segun fama , el rio Alfeo que
baña las campiñas de Elide , enamorado de tí . ó
Afeiusa , se abrió un camino secreto bajo la mar,
•y se dirigió á Ortigia para mezclar allí sus aguas con
las tuyas.
liB. ITT. 87
Adoramos los grandes dioses de aquella region
como se nos habia mandado , y de allí me dirijo á
las fértiles campiñas que el rio Eloro fecundiza con
sus inundaciones. De aquí costeamos las altas rocas
y los peñascos prolongados de Paquino , y á lo le
jos se columbra Camarina siempre inmóvil por ha
lierio dispuesto los hados ; y los campos Geloos y la
grande Gela llamada del nombre del rio. Luego el
encumbrado Agragas en otro tiempo feraz en
magnánimos caballos ostenta desde lejos sus gran
diosos muros. Tambien paso por tí con el favor de
los vientos , ó Celino abundosa de palmeras ; y
traspaso los vados Lili heos peligrosos por los ocul
tos escollos. Luego entro en el puerto de Drépano
pais desagradable.
Aquí agitado por tantas borrascas del mar . ¡ay!
pierdo á mi padre Anquises, soláz de todos mis cui
dados y desdichas. Aquí ma abandonas , bondos¡
simo padre , ¡ ay ! en vano libertado de tantos peli
gros.
Ni el vate Heleno al anunciarme muchas cala
midades me habia vaticinado esta dolorosa pérdida,
ni la misma Celeno.
Aquí halló el fin de las penalidades de la vida, este
fué el término de su larga navegacion. Habiendo
salido de aqui los dioses me condugeron á vuestras
playas.
Así referia Eneas sus destinos y sus viages en
medio de un concurso atento. Selló fmalmente sus
labios y concluida la plática , se retiró para descan
sar.
m LA ESCIDA.

LIBRO CUARTO.

J)ido movida del mérito y desgracias de Kneas, se


aficiona i él : intenta detenerle en su ciudad , pero
hahiendole mandado SIercurio por dos veces de par
te de Júpiter que se encamine á la Italia, obedece, y
Uido se da la muerte.

Mas la reina ya de mucho tiempo herida de


una desazon importuna alimenta en el fondo de
su corazon una secreta llama que la devora.
El alto valor y el ilustre nacimiento del Prín
cipe truj ano ocupan sin cesar su pensamiento.
La imagen de aquel héroe está profundamente
gravada en su corazon : acnérdass de todas sus pa
labras , y la turbacion de su espíritu agitado la pri—-
va de las dulzuras del sueño. Alumbraba la Aurora
siguiente la tierra con los primaros rayos del luminar
dia . y habia desterrado del cielo las húmedas
sombras ; cuando instigada por su pasion habló do
i-Sta suerte á Ana cara confidente tíe sus pensa
mientos : « Ana hermana mia , que imágenes per
turban mi alma incierta é interrumpen mi sueño ?»
« ¿ quien es este estrancero nuevamente llegado á
nuestro pais? « ¡ Cnan noble es su continente ! »
« Que intrepidez . que serenidad en lis combales! »
« Creo , no sin [fundamento q¡to es de la sangre de
los dioses : el temor hace traicion á la* almas igno-
Mes. » « ¡ Ay! » « ¡Cuan agitado ha sido por los des
tinos!» «¡Cuantos combates nos ha referido en
un. iv.
los cuales lia hecho prodigiosas hazañas ! » « Desdi?
que la muerte de Siqueo burló mi primitivo omor. si
yo no hubiese formado la firme é invariable reso
lucion de no atarme mas a! lazo conyugal ; si el
tálamo y la tea del himeneo no hubiesen Mesado
á fastidiarme ; quizás el pudiera inducirme á come
ter una falla » Si : te lo confesaré . hermana mía ,
desde la muerte de Siqaei mi malhadado esposo ,
desde que mi hermano sa!picó con su sanare los
dioses Penales; este príncipe es el único que ha
podido vencer la insensibilidad de. mi alma, y ha
hecho vacilar mi virtud : reconozco las centellas
de mi primera llama.» «Pero quiero que la tierra
me abra sus abismos , ó que el rayo del padre de
los dioses me precipite en la mansion de las som
bras, de las pálidas sombras leí Erebo, y de la noche
profunda ; antes que te viole, ó pudor, y quebran
te tus derechos. » « El primero á quien fué unida
mi suerte llevóse mis amores á la tumba : perma—
manezcan allí con él encerrados y consérvelos c'ot-
namente. » Pronunciados esos acentos , sus ojos la
inundaron el seno con un torrente de lágrimas.
« Hermana mia , á quien amo mas que la vida,
respondió Ana, serás la única increpada de abis
mar en la tristeza la primavera de tus dias ? » «¿No
querrás experimentar las dulzuras do la prole . ni
los favores de Venus?» ¿Crees que las cenizas ó
Jos manes encerrados en la tumba son sensibles á
osla constancia ? » « Sea asi : demos que hasta aho
ra tu dolor fe haya hecho insensible á lodos aque
llos que pretendieron tu mano , ya en la labia . ya
en Tiro, que hayas desdeñado al prepotente Yarbas,
y que ningun otro príncipe de la guerrera Africa
corazon ; combatirás lo—
davia contra una pasion que le lisongea ? » ¿No
consideras , hermana mia , en que pais te has esta
blecido ? » « Por una parte te hallas rodeada de in
domables Gétulos , de feroces Munidas y sitiadn por
las inaccesibles Syrtes • por otra hay una region de
sierta por su aridez limítrofe de los Barceos que
90 LA ENEIDA.
en todas partes dejan rastro de sus furores. » « Te
mentaré la guerra que Tiro te prepara, y las ame
nazas de tu hermano ? »
«Creo verdaderamente que el haber el viento
arrojado la flota troyana á estas riberas se debe
atribuir á la proteccion de los dioses y á un favor
especial de Juno. » « ¡ Ah hermana mia ! » « Como
veras florecer esta ciudad y dilatarse tu imperio ,
si dás la mano á este príncipe!» « Cuan gloriosa
volverá Cartago apoyada en las armas troyanas! »
Implora solamente el favor de los dioses, y habién
doles ofrecido sacrificios, trata bien á esosestran-
geros , é indúcelos á permanecer largo tiempo en
esos lugares ; para que reparen las averias de sus
buques ; mientras que las tempestades reinan en
el piélago , y el lluvioso Orion hace intolerable el
aire. »
Este discurso inflamó un corazon del cual el
amor se habia señoreado , hizo nacer en él la es
peranza y desterró el pudor. Primero se encaminan
á los templos y á los altares , é imploran la protec
cion de los dioses : inmolan , segun costumbre, ove
jas escogidas á la legifera Céres, á Febo , al padre
Lieo y sobre todo á Juno que preside á los lazos
conyugales. La hermosa Dido empuñando una copa
derrama vino en medio de las astas de una can
dida baca ; ó se pasea al derredor de aquellos al
tares cargados de ofrendas y ante las imagenes de
los dioses, y renueva de dia los sacrilicios , y es
cudrinando con avidez victimas abiei las , consul
ta sus entrañas palpitantes.
¡ O ignorancia de los arúspices ! ¿ de que sir
ven los votos y los altares para calmar los furores
del amor ? Entretanto el grato fuego consume las
medulas , y el corazon mantiene eternamente su
secreta herida. La mísera Dido no cesa de ar
der , y desatinada vaguea por toda la ciudad.
Cual cierva atravesada de una saeta disparada de
lejos por im pastor que persiguiéndola la ha sor
prendido en las créticas selvas , y herido sin su—
LiB. Iv. 91
!>erlo clavando en ella la volátil flecha : la mí
sera corre huyendo al traves de las selvas y de lus
bosques cretenses: la mortífera saeta permanece
clavada en su costado. Dido ahora acompaña
á Eneas á ver los muros , y le manifiesta lá
opulencia Sidonia y la ciudad que está edificando,
empieza á hablar é interrumpe al momento su dis
curso. Ahora al ponerse el Sol le convida á un
mismo festin , desea locamente que le reiale otra
vez las desdichas de Troya y escucha con igual
avidez cuanto la refiere. Despues cuando salieron,
y el ocaso de la luna y de los astros los invitaron
al sueño . sola en el desierto palacio se entris
tece , y échase en el lecho en que aquel ha-
hia lomado asiento : le mira y le oye en su au
sencia , ó acaricia en su regazo á Ascanio prendada
de la imagen de su padre, para ver si podrá eludir el
¡ufando amor. Las almenas comenzadas no se levan
tan , la juventud no se ejercita en las armas, que
dan interrumpidos los trabajos del puerto y
de las fortificaciones : todas las obras están sus
pendidas . no solo las grandes eminencias de los
muros, sino tambien las máquinas que tocan el cie
lo. Luego que la cara esposa de Júpiter vió á Dido
así emponzoñada , sin que la fama se opusiese á sa
loco amor, emprende á Venus y la habla en estos
términos : « reportais , en verdad una gloriosa vic
toria y grandes despojos tú y Cupido , y es muy
honroso para dos deidades haber fascinado á una
muger. » Yo no desconozco el temor y las sos
pechas que os han inspirado los muros de mi so
berbia Cartago.» Mas cuando tendrán fin vuestras
alarmas ? ¿ A donde vamos á parar con tan gran
de contienda ? « ¿ No seria mejor concluir un tra
tado de eterna paz cimentada por un himeneo ? »
« Ahora acabas de lograr lo qne has deseado con
tanto ahinco : Dido está abrasada del amor que ha
penetrado sus medulas. Gobernemos pues los dos
pueblos de Cartago y de Troya, confundidos y reu
nidos bajo unos mismos auspicios. Permítase á Dido
32 l.A ENEIDA.
\ivir bajo las levos de un esposo (Viuio y los lirios
te sean confiados pnr dote de su reioa. »
Venis la contexto asi ; ( pues conoció el artifi
cio de Juno y que ella no la hablaba de este modo,
sino para transferir al Africa el imperio de Italia
promelido á su hijo) ¿qiien seria tan insensato
que desdeñase tus pactos , ó quisiese mas guerrear
contra tí ? Solo falta saber si la fortuna promueve
el proyecto que me subieres ; pero los hados me ha
cen dudar que Júpiter quiera que los tiri >s y troya-
nos tengan una misma ciudad, ó formen una misma
nacion, ó se alien con e! himeneo. Tu eres su e -posa :
tu puedes con tus ruedos obtener de él es-a gracia.
Parte , yo seguiré tus pasos.
«Esto queda á mi cargo repuso la reina de los
dioses ; atiende, y le informaré brevemente del mo
do de realizar mi proyecto. Eneas y la mísera Dido
quieren ir á cazar al "bosque . cuando el sol matu
tino despedirá sus primitivos rayos y alumbrará con
ellos al orbe. Cuando los caballeros correrán , y
con las redes obstruirán las selvas, yo haré caer
de una borrascosa nube un terrible aguacero mez
clado con granito, y estremeceré con el rayo y
trueno todo el cielo. Huirán los cazadores envueltos
en una tenebrosa noche. La reina de Cartago y el
príncipe Iroyano irán juntos á refugiarse en una
cueva : estaré presante, y si tu lo consientes, uniré
á Dido con Eneas por medio de un lazo indisolu
ble , de suerte que ella será suya para siempre. El
dios Himeneo estari allí. «La diosa de Cylera sin
oposicion asintió á su demanda, y la artimaña
de Juno la provocó á risa.
Entretanto la Aurora levantándose abandonó el
océano. -VI amanecer la juventud escogida sale de
las puertas. Los caballeros masilios acuden con las
sutiles redes, con los perros, coi los venablos . y
ron todos los instrumentos de caza. Los primados
de Cartago aguardan en la puerta del palacio que
la reina salga de su retrete . su saberhio corcel
brilla con un jaez de oro y con una gualdrapa de
LIB. Iv. 93
púrpura , y tasca fieramente el freno cubriéndolo
de espuma. Sale por fm acompañada do una nume
rosa corte ; su manto do estofa de Tiro do varios
colores está ricamente bordado , una durada aljaba
ilota sobre sus espaldas , la trenza de sus cubillos
está enlazada con hilos de oro , y un broche dol
mismo metal sujeta su ropaje purpúreo. Forman su
escolla los príncipes frigios y el joven Ascanio trans
portado de júbilo: júntase á tan numerosa comitiva
el mismo Eneas que descuella entro todos por su
belleza. Cual Apolo cuando deja la fria Licia y las
riberas del Xauto , y se dirige á Delos su nativo
suelo : los pueblos danzan á su llegada , los Cre
tenses , los Driopes, y los Agalirsos que se pintan
el cuerpo aglomérense al derredor do sus altares :
el Dios se pasea sobre la cumbre dol monte Cinto
coronado de laurel ; sus largos cabellos están añu
dados con un cordon de oro y sus espaldas orna
das con la sonorosa aljaba : tal iba Eneas con igual
magostad y hermosura. Cuando hubieron llegado á
las alias montañas y penetrado en las inaccesibles
guaridas de las fieras , héteos ahí que una manada
de cabras silvestres arrojándose de la cumbre de un
risco i huyeron por las colinas : por otra parte los
ciervos atraviesan corriendo las despejadas llanu
ras, y al huir se agolpan formando rebaños polvo
rosos, y abandonan los montes. Mas el joven As
canio por medio de los valles sobresale ufano en
cima de un arrogante alazan , y ora toma la de
lantera á unos , ora á otros , y arde en deseos de
que se le presente un espumoso jabalí entre aque
llos tímidos rebaños , ó que baje del monte un rojo
leon.
Entretanto el cielo empieza á retumbar con hor
rorosos truenos : síguesa una tempestuosa lluvia
mezclada de granizo. Los tirios y los troyanos v el
nieto de Vénus huyendo eu diversas direcciones,
buscan chozas'dó guarecerse : caudalosos torrentes se
precipitan do lo alto de los montes.
DiJo y el principe troyano se retiran á una mi>
91 LA KNEIDA.
ma cueva. Al instante la tierra y Juno dan la se
ñal : los relámpagos alumbran sus amores , y el
cielo se hace partícipe del consentido enlace, y
las ninfas abollan desde la cumbre del monte. Aquel
dia fué funesto para la reina , y la primera causa
de su desastrada suerte : ni el horror del crimen ni
la infamia la arredran ; ya no trata de ocultar el
amor y palia su flaqueza con el nombre del hime
neo.
Al instante la Fama recorre todas las grandes
ciudades de la Libia ; la fama es el mas veloz de
todos los males: su agilidad la vigoriza y el correr
redolila sus fuerzas. Al principio es pequeña y tí
mida . luego se remonta por los aires , paséase por
el suelo , y esconde la cabeza entre las nubes. La
tierra su madre irritada por el furor de los dioses
la produjo , segun cuentan , y es la postrera her
mana de Sceo y Encélado : sus pies son ligeros y
rápidas sus alas : es un monstruo horrible y des
comunal : cuantas plumas tiene en su cuerpo , tan
tos ojos abiertos vijilan bajo ellas , ó maravilla,
tantas lenguas , tantas bocas hablan , tantas orejas
levanta. De noche vuela por medio del cielo y por
la sombra da la tierra rechinando , ni permite que
el dulce sueño halague sus ojos. De dia está parada
cual centinela , ó en la cumbre de un alto techo, 6
en las elevadas torres ,y aterroriza las grandes ciu
dades ; tan tenaz en anunciar lo Ungido y lo malo
como lo verdadero. Ella entonces alegre llenaba
los pueblos de vai ios rumores y referia juntamente
lo hecho y lo omitido : que Eneas troyano babia
llegado , que la bella Dido se dignaba tomarle por
esposo : que ahora ellos pasaban el largo invierno
en la molicie y en las fiestas olvidados de los reinos
y hechos presa de un amor lascivo. La infame diosa es
parce á cada paso estas nuevas en boca d8 lo* pueblos
Luego dirige el vuelo hacia el rei Yarbas, é inflama
su ánimo y atiza todas sus iras con varias nuevas.
Hijo de Júpiter Amon y de una ninfa del pais de
los Garamantas habiu erigido en sus vastos domi
liB. iv. 95
nios cien magníficos templos al padre de los dioses
autor de su nacimiento , y cien altares , dó man
tenia un fuego perenne é inmolaba sin cesar en ho
nor de los dioses víctimas cuya sangre inundaba
el suelo . y habia ornado con guirnaldas de varios
colores las puertas de aquellos santuarios.
Irritado y fuera de sí por la fatal nueva de los
amores de Dido y Eneas , dirijió , segun dicen , en
medio de las estatuas da los dioses y ante los alta
res con aire suplicante y tendidas las manus esta
larga plegaria á Júpiter: «ó Jove omnipotente, en
obsequio del cual los maurusios . que celebran sus
convites tendidos en lechos de varios colores aho
ra derraman el licor báquico , ves lo que está pa
sando ? ¿ Acaso es vano , ó padre , el temor que
tenemos cuando vibras los rayos? ¿Acaso los re
lámpagos que se desprenden de las nubes acompa
ñados de truenos en vano aterrorizan los ánimos de
los mortales que perciben su fragor? Una muger que
vagabunda está fundando una pequeña ciudad en
terreno comprado en esta region . á quien hemos
facultado para habitar la ribera , á quien hemos
impuesto las leyes del lugar , ha rechazado nuestro
himeneo y admitido en el reino á Eneas en calidad
de esposo. Y ahora aquel nuevo Páris con su afe
minada comitiva llevando el turbante lidio alado
junto á la barba y con sus perfumados cabellos goza
de la presa : al paso que nosotros llevamos dona
tivos á tus templos y fomentamos una vana repu
tación, a
El omnipotente oyóle suplicando en esta forma,
y estando asido á las aras , inclinó los ojos hacia
la ciudad real y hacia los amantes olvidados del
honor y de la gloria.
Entonces habla así á Mercurio , y le comunica
estas órdenes : « parte inmediatamente , hijo , llama
los céfiros y bate las alas : habla al caudillo troya-
no que ahora está detenido en Cartago do Tiro sin
considerar las ciudades que los hados le han con
cedido , y al travos de los aires llévale mi resolu
96 LA ENEIDA.
cion. Su hermosísima madre nos habia dado de él
oira idea y bajo otro respeto libertóle dos veces
do las armas de los ¡{riegos: ella habia prometido
que este habia de poseer la Italia llena do reinos y
ávida de guerras, que probaria que su origjn era
do la nob!e sangre de Teucro , y someteria á su i.n
perio toda la redondez de Ja tierra.»
«Si ningun esplendor de tamañas glorias le muo-
vc , ui emprende la ardua senda que le ha de con
ducir á la gloria . acaso envidia á su hijo Ascanio
la ciudad de Roma? ¿Que intenta? ¿O conque
esperanza permanece en una nacion enemiga , ni
piensa en la posteiidad itálica ni en los campos la-
vinios ? Que se embarque : es decirlo todo , comu
nícale esa deliberacion nuestra.»
Así dijo : Mercurio se preparaba á cumplir la
órden del gran l'adre. Primeramente pénese los ta
lares de oro que ya sobre la tierra ya sobre la mar
le llevan volando tan raudo como el viento.
Luego toma su vara , con la cual saca de los
infiernos las pálidas almas , y arroja otras á los
tristes abismos : dá y quita los sueños , y abre los
ojos cerrados por la muerte. Con esta arma empu
ja los vientos y atraviesa las túrbidas nubes.
Ya volando divisa la cumbre y los esceisos cos
tados del duro Atlante , que con su cabeza sostíena
el cielo, de Allante, digo, cuya pinífera cabeza
siempre rodeada de negras nubes es azotada por los
vientos y las lluvias. Cubre sus hombros un manto
de nieve ; ademas los rios se de.-prendeu de h\
barba de aquel anciano , hórrida barba , siempre
yerta por el yelo que la cubre.
Aquí primeramente se paró Mercurio batiendo
en equilibrio sus alas : de aquí desprendido con
todo el cuerpo se arrojó hacia las olas parecido
á una ave de aquellas que en torno de las riberas
cerca de los escollos dó se anidan los pe^es vuela
bajamente rozando le superficie del mar.
No de otra suerte el dios cylenio viniendo del
Allante abacio maternal volaba entre el cielo y la.
LIB. IV. 97
tierra , y hendia el aire y la arenosa playa de la
Libia. Al punto que con sus alígeros pies tocó
las chozas , vió á Eneas fundando los alcázares y
construyendo los techos quien llevaba la espada
ornada de jaspe, y resplandecia con la toaa de púr
pura de Tiro pendiente de sus hombros , rega
lada por la opulenta Dido que habia distingui
do las telas con el sutil oro. Al punto le emprendo
v le dice : « tu ahora echas los cimientos de la so
berbia Carlago y fundas la hermosa ciudad atento
complacerá Dido¡ay! ¡olvidado de tu reino y
e tus intereses'. El mismo rei de los dioses, qua
con su poder rige el cielo y las tierras , me cnvia
á tí desde el espléndido Olimpo : él mismo ma
manda que te comunique estas sus órdenes al tra
ves de los sutiles aires : que intentas, ó con que es
peranza pierdes el tiempo en la region líbica ? Si
ningun esplendor de tan grandes negocios te mueve,
ni tu mismo emprendes la senda árdua que conduce á
tu gloria , atiende á Ascanio que crece , y á las es
peranzas de Julo tu heredero , á quien se debon el
imperio itálico y el suelo romano. »
Habiendo Mercurio proferido estas palabras, hu
yó del humano aspecto en medio de la pláti a , y
desapareció desvaneciéndose por el ligero aire. Mas
Eneas lleno de estupor por tan sorprendente vision
enmudeció, y los cabellos se le espeluzaron de hor
ror, y la voz pegóse á su garganta. Desea salir hu
yendo y abandonar la dulce region aterrado por uii
pviso tan terminante y por la órdeu de los dioses.
¡ Ay ! ¿ que hará ? ¿ con que acentos osará razonar
inte la reina su amante ? ¿ de que tomará el exor-«
dio de su discurso ? Revuelve en su espíritu mil pen
samientos sin adoptar ninguno. Despues de haber
vacilado mucho tiempo , parecióle mas oportuno el
siguiente proyecto. Llama á Mnestheo , á Sergesto
y al fuerte Cloanto y les manda que apresten se
cretamente la escuadra, y congreguen los'compaño-
ros en la playa , y preparen las armas y disimulen
cual sea la causa de tan subita mudanza.: que entra
98 I A ENRIDA.
tanto mientras la bondosa Dido ignora y no sos
pecha la interrupcion de tan grandes amores , tan
teará el modo de insinuarse en su corazon , y el
tiempo mas oportuno para hablarla y el modo mas
seguro de llevar á cabo el proyecto. Al instante to
dos obedecen alegres , y ejecutan lo mandado.
Mas la reina presintió el dolo ( ¡quien es capaz
de burlar á una amante ! ) y conoció la primera el
futuro tumulto temiéndolo todo hasta lo mas in
fundado. La misma Fama anunció á Dido los pre
parativos de la flota , y que se disponia á la par
tida. Enfurécese , desatinada y enardecida recorre
como una Bacante toda la ciudad, cual sacerdotisa
de Baco incitada por las tumultuosas Bacanales que
celebrándose de tres en tres años la estimulan oído
el nombre de Baco, y Citeron la invita con el cla
mor nocturno.
Finalmente con serenidad habla en estos tér
minos : « tambien , ó pérfido , esperaste poder celar
tan criminal atentado y huir secretamente de mis do
minios? ¿ ni te retiene nuestro amor , ni la diestra,
que en otro tiempo me alargaste , ni Dido que ha
de perecer con muerte cruel? Aun mas: ¿prepa
ras la armada en invierno y te apresuras á nave
gar por el piélago en medio de los aquitones de
sencadenados ? ¡ Cruel ! ¡ que ! ¿ cuando no busca
rás una region estrangera y moradas desconocidas,
sino que subsistiese el antiguo Ilion , por ventura
con la armada regresarias á Troya por la procelo
sa mar ? ¿ Huyes acaso de mi ? Conjurote por estas
lágrimas que vierto y por tu diestra , ( pues nada
mas me reservé ya mísera ) por nuestras bodas, por
el himeneo comenzado ; si algun mérito contraje
contigo , ó si alguna gracia tuve á tus ojos , apiá
date de mi casa , que perecerá , si la abandonas ; y
si tienen aun cabida en tí los ruegos, desecha esta
resolucion. Por tí los pueblos de Libia y los reyes de
los Numidas me odian, y los tirios me son enemigos;
por tí mismo se ha estinguido en mi el pudor y la pri
mitiva reputacion , por la cual sola locaba los as
LJB. Iv. 99
trns: ¿á quien me dejas para morir, ó huesped?
puesto que este solo nomine te queda do esposo.
¿Que aguardo ? ¿ Acaso que Piguiaünn derrumbe
mis muros , 6 que el gétulo Yárbas me arrastre
cautiva ? Al menos si antes de la fuga, hubiese re
cibido de tí alguna prole , si algun E-ieasito me
divirtiese en el palacio, que te representase tan so
lo con el semblante, en verdad no pareciera del
todo seducida ó abandonada. »
Asi habló: él por orden de Júpiter tenia los ojis
inmóviles , y obstinado reprimia á duras penas el
dolor que traspasaba su pecho. Por fin ilió esta
breve contextacion : « Yo , ó reina , jamas negaré
los muchos beneficios que me has dispensado, y que
puedes enumerar con palabras: ni me pesará el re
cuerdo de Elisa , mientras me acordaré de mi mis
mo , mientras el espíritu vivificirá mis miembros.
Diré algo relativo al asunto. Ni yo esperé cubrir
con el silencio mi partida , no lo imagines , ni me
enlazó jamas contigo con vínculo conyugal , ó vina
aquí para estas nupcias. Si los hados me permitie
sen vivir á mi placer , y i^glar los negocios á mi
arbitrio, primero volviera á habitar la ciudad tro-
yana con los dulces restos de mi nacion , y estuvieran
dn pió los altos palacios de Priamo. y con mi propia
mano hubiera edificado otra vez pura los vencidos Lis
m irallas del Ilion. Mas ya Apolo Grinéo y los orácu
los licios me han mandado que fuese en pos de la
Italia , de la grande Italia : este es el amor , esta la
Íiatria. Si los baluartes de Carlago y el aspecto de
á ciudad líbica te retienen, ó Fenisa , ¿ porque has
de envidiar por fin , que los tro) anos se fijen en la
Italia ? Tambien nosotros podemos ir en pos de
reinos estrangeros. La túrbida imagen de Anquisos
mi padre me importuna en sueños , siempre que la
noche cubre las tierras con las húmedas sombras,
siempre que salen las lúcidas estrellas. Me impor
tuna el joven Ascánio y la injuria hecha á su cara
cabeza , á quien privo del reino do Hesperia y de
las campiñas que le han concedido tos hados. Aho—
100 Li RNRIDA.
ra tambien ha llegado de parte del mismo Júpiter
el mensajero de los dioses, (atestiguo á entrambos }
y ha traido sus órdenes por el sutil aire : yo mismo
vi al dios en deslumbrante luz entrar en los mu
ros , y be percibido con estos oidos su voz. Cesa
de conmover á mi y á li misma con eslas quere
llas : á mi despecho me encamina á Italia. »
Al decir esto, Dido le mira torvamente revol
viendo acá y acullá su vista , y le registra por al
gun tiempo lodo con los ojos sin decir una palabra,
y asi le habla airada : « ni es tu madre la diosa Vé—
mis . ni Dárdano ti autor de tu familia , sino que el
Cáúcaso horrible te ha abortado entre sus duros
riscos, y las tigres de Hircania te han alimentado
con su leche. Pues, ¿ porque disimulo? ¿que cosa
mas fatal puede haber para mi ? ¿ Acaso ha gemi
do al ver mi llanto ? ¿ Acuso me ha dado una
sola mirada ? ¿ Acaso enternecido ha derramado
una sola lágrima ó se ha compadecido de su aman
te? ¿Puede dar mayores señales de crueldad? Ya
ni la grande Juno , ni Júpiter miran esto sin in
dignacion. ¿ Donde está la fidelidad ? Acogí á Eneas
espulsado del litoral é indigente ; necia le hice
partícipe de mi reino ; salvé sus naves perdidas,
y arranqué sus compañeros de los brazos de la
muerte. ¡Ay! enardecida me siento arrebatada
por las furias. Ahora el vate Apolo , ahora los orá
culos de Licia , ahora el mensajero de los dioses en
viado por el mismo Jove trae por el aire hórridos
mandamientos. Como si este trabajo ocupase á los
dioses , y este cuidado interrumpiese su tranquili
dad. Ni te detengo , ni desvanezco lo que has ale
gado en tu justificacion : vé , encamínale á Italia
con el auxilio de los vientos : busca los reinos por
las olas. En verdad si algo pueden los justos dio
ses , espero que pagarás las penas merecidas en
medio de los escollos , y mas de una vez clamarás
á Dido por su nombre. Te perseguiré aunque au-
sante con los negros fuegos , y despues que la fria
muerte habrá separado el cuerpo del alma , mis
UB. IT. 101
sombra se le ofrecerá por todas parles : me paga
rás lo merecido, ó improbo. Lo sabré, y esta nue
va de tus penas llegará á mi eu los profundos
abismos.
Dicho esto , interrumpe el discurso , y afligida
huye de la lúz y se aleja de la vista de Éneas de
jándole al tiempo que intentaba decir muchas co
sas y el miedo embarsaba su voz. Las doncellas la
sostienen, y la conducen desmayada á su retrete
ornado de mármol , y ia colocan en el lecho.
El piadoso Eneas aunque desea dar un calman
te á su dolor consolándola , y alejar sus cuidados
con dulces palabras ; exhalando muchos suspiros y
enternecido su corazon á causa del amor ; sin em
bargo ejecuta las órdenes de los dioses y se dirige á
su flota.
Mas entonces los trovanos ponen manos á la
obra y sacan de toda la playa las altas naves :
vuelan por el piélago, y los marineros llevan los
remos aun verdes y íos robles cortados en las selvas
aun informes por el afan de la huida.
Veianse salir precipitadamente de toda la ciu
dad. Y asi como las hormigas arrebatan un monton
de trigo para tener provision en el invierno y se
meten en los escondrijos: el negro escuadron so
adelanta por los campos , y lleva la presa por an
gostos senderos al través de las yerbas : las unas
restribando con sus hombros empujan los crecidos
granos, las otras ordenan las lilas y espolean á las
morosas; todo el sendero hierve con su actividad.
Que pensabas entonces , ó Dido , al presenciar
tales espectáculos? ó que gemidos lanzabas al ver
desde lo alto del alcázar como las riberas de todas
partes hervian, y como todo el mar era atronado
con tamaños clamores ? Improbo amor . á que no
obligas los corazones mortales? Otra vez vese pre
cisada á derramar copiosas lágrimas , otra vez tan
tea si podrá vencer á Eneas con sus ruegos , y
enternecer su corazon con la súplica ; para que no
le qnede nada por probar antes de librarse en vano
á la muerte.
102 LA ENEIDA.
«Ana, dice, vés que movimientos tan activos
se ejecutan en toda la ribera?» «Todos los troya-
nos están allí agrupados: ya las velas invitan á
los vientos , y los marineros alborozados han aña
dido coronas á las popas.
Ay ! si hubiera podido presentir tan funesta des
gracia ; tambien habría podido sostenerla. » Sin
embargo , ó Ana , hazme este único favor que voy
á pedirte : pues aquel pérfido solía respetarte , y
y aun comunicarte todos sus secretos : tu sola co
nocias la ocasion oportuna y el modo de insinuar
te en su corazon.» « Parte , hermana , y rendida-
habla al soberbio enemigo : no he jurado yo con,
los griegos en AulMe derrocar la nacion troyana,
ni envié una flota contra sus moradores, ni arran
qué excavando las cenizas y la sombra de su padre
Anqniscs. » «¿ Porque se hace soido á mis razona
mientos ? » A dó se despeña ? Conceda esta postre-*
ra gracia á una mísera amante : aguarde el tiempo
oportuno para la partida y vientos favorables. »
« No pretendo ya el antiguo'himeneo que ha viola^
do. ni que desista de su pretension de fijarse en el
bello Lacio , ni que abandone el concedido reino, d
Solo le pido un corto tiempo , descanso y la dila
cion necesaria para apagar la llama del amor ; has
ta que vencida , mi suerte desgraciada me ense
ñe á familiarizarme con mi dolor. » « Este es el
postrimero beneficio que le pido : apiádate de ta
hermana : cuando me le haya otorgado le dejaré
partir, y aun colmaré con mi muerte los votos del
ingrato. » En estos términos hacia la plegaria , y
la infeliz hermana lleva una y mil veces á Eneas
tales llantos ; mas el se hace insensible á las lá
grimas, sordo á las palabras é inexorable.
Los destinos se oponen á los deseos de Dido y
el cielo cierra á Eneas sus plácidos oidos. Y como
cuando los bóreas alpinos se empeñan á porfia, ya
por una parte, ya por otra, en derrumbar con sus
soplos a una robusta y añosa encina ; percibese en
tonces el rechinamiento , y siendo profundamente
LiB. Iv. 103
conmovido 'el tronco, debajo las hojas desparece la
tierra; al paso q.io la encina permanece clavada en
las peñas y sus raices hündense hacia los ahismos
tanto como se elevan al cielo sus cimas : no de otra
suerte el héroe es instigado por todas partes con
razonamientos continuos , y su magnánimo corazon
es traspasado con las saetas del mas vivo dolor ;
sin embargo su espíritu permanece inmóvil , y las
lágrimas fluyen infructuosamente.
Mas entonces la infeliz Oidd aterrada por loé
hados clama por la muerte: le es importuno el
mirar la bóveda celeste. Para consumar mas facil
mente su proyecto y para desasirse de una vida
ya insoportable ; reparó al poner las ofrendas en
los altares dó se quema el incienso , un espectá
culo horrible , á saber como la sangre do las víc
timas se ennegrecia , y el vino derramado se troca
ba en asquerosa sangre. A nadie refirió esta vision
espantosa , ni siquiera á su propia hermana.
Ademas en medio del palacio habia un santua
rio de mármol dedicado á los manes de su esposo
al cual daba una admirable veneracion ceñido de
blancas estofas , y de festivos foilages.
Desde aquí la pareció oir la voz de su marido
que la/llamaba cuando la noche cubijaba las tierras
bajo su tenebroso manto , y el solitario buho la
pareció que desde el techo del palacio se querella
ba con funestos graznidos y prolongaba sus voces
lúgubres á guisa do llanto.
Y á mas de esto los augurios de los antiguos va
tes la llenau de horror con espantosos avisos. El
mismo feroz Eneas la turba en medio de sus furo
res entre sueños , y siempre la parece hallarse sola
y abandonada , y que sin compañia vá por lar
gos caminos , y busca los cartagineses en las so
ledades. Asi cumo el insano Pentbco ve las cater
vas de las furias , y dos Soles y dos Thebas que se
le ofrecen : ó á la manera que el hijo de Agame
non , el famoso Orestes tantas veces representado
cu los teatros, .cuando huye de su madre armada
]04 LA ENEIDA.
de teas y negras culebras , y cuando las vengado
ras furias se presentan erguidas ante la puerta. Asi
pues, luego que Dido sucumbiendo al dolor anidó
en su pecho las furias , y decretó su muerte , ella
misma medita en sus adentros el t iempo y el modo,
y hablando á su triste hermana , cela en su sem
blante la fatal resolución , y despeja la frente con
mentida esperanza.
« Ana , dice , dá el parabien á tu hermana, he
hallado un modo artificioso que revocará el infiel
á su primitivo amor ó medicará el mio. Cerca los
términos del océano y del ocaso del sol , hay la re-
muta region de los etiopes , dó el colosal Atlante
sostiene con los hombros la bóveda del cielo tacho
nada de refulgentes astros. De allí se me ha mani
festado ser oriunda la sacerdotisa de los Masilios
cuslodiadora del templo de las Hespéridas , la que
con miel y soporífera dormidera alimentaba un dra
gon que guardaba los sagrados árboles del jardin
de liéspero. Esta promete que con sus hechizos li
bra del quebranto á los corazones que la place li
brar, y a otros les infunde negras inquietudes, que
retiene el agua en los rios, y hace retroceder las es
trellas , y evoca las infernales sombras. Vieras co
mo remuge la tierra bajo sus plantas , y que los
quejigos descienden de los montes. O querida her
mana . atestiguo á los dioses , á tí y á tu cara ca
beza, que yo me libro á mi pesar á las mágicas
artes. Tu silenciosamente, al sereno, en el interior
del palacio construye una pira , y pon encima las
armas de Eneas que el infame ha dejado suspendi
das en el tálamo , y todos los despojos y el lecho
conyugal en que pereci. Pláceme borrar todas las
reliquias de aquel malvado, que asi me lo prescri
be la maga. »
Pronunciando estos acentos , cierra los labios :
al propio tiempo la palidéz cubre su semblante. Con
todo Ana no sospecha que la hermana oculte su
muerte bajo aquellas ceremonias , ni puede conce
bir eu su pecho tal desesperacion > ni teme turnee
L1B. Iv. 105
ínas funesto que el que pasó en la muerte de Si-
queo. Prepara pues lo que se le ha encargado. Mas
la reina , construida la hoguera de teas y de tizones
de encina , al sereno , en el interior del palacio ci
ñe el lugar de guirnaldas y le corona con hojas fú
nebres : pone encima los vestidos y el acero aban
donado y la imagen de Eneas, decidida á suicidarse.
En torno están los altares y la Maga con los cabe
llos sueltos atruena con sus plegarias á trescientos
dioses, y al Erebo y al Caos y á Hécate de tres
nombres y las tres cabezas de la doncella Diana.
Habia derramado tambien las supuestas aguas
del lago Averno. Busca las velludas yerbas corta
das con la hoz de bronce á la claridad de la luna,
y el zumo de negro veneno. Busca tambien el hi-
pómanes arrancado del naciente potro sustraido á la
avidez de su madre.
La misma Dido decidida á morir desnuda de un
pié , con el ropage desceñido cerca los altares ates
tigua con la salsamola y con sus pias manos á los
dioses y á los astros que asistian á su desastrada
muerte : ademas si algun dios justo y agradecido se
interesa por los amantes enlazados con vínculo de
sigual , á este implora.
Era noche y los mortales fatigados en la tierra
se entregaban á las dulzuras del sueño , y las sel
vas y los ' tumultuosos mares se libraban al reposo :
cuando los astros muévense en medio de su carre
ra ; cuando todo el campo está sumergido en pro
fundo silencio , los brutos y las aves de mil co
lores , y los habitantes de los dilatados lagos
y todos los que moran en las campiñas , ya
ciendo con el silencio de la noche aliviaban sus
cuitas con el sueño, y los corazones olvidados de
los trabajos.
El corazon empero de la desventurada Fenisa .
no daba alivio á sus pesares, ni podia jamas conci
liar el sneño , ni la placentera noche daba con
suelo á su pecho : acrecentábanse sus desazones, y
renaciendo otra vez el amor , se enfurecia y agí—
106 lA EKKIBA.
taba fluctuando en un mar de inquietudes.
Asi pues ínstase ella misma y revuelve en su'
interior estos pensamientos : ¿ que debo hacer aho
ra ? ¿ Acaso para ser otra vez despreciada tantearé
los primeros amantes ? ¿ Y rendida pretenderé las
bodas de los Numidas á quienes ya tantas veces he
desdeñado y he rehusado tomar por esposos ? ¿ Acaso
pues seguiré las naves troyanas y las postreras ór
denes de los teneros ? ¿ Acaso porque me aprovecha
haberles antes socorrido . y porque la gratitud cor
respondiente á tan benéfica accion se anida toda
via en sus pechos ? Mas , supongamos que yo quie
ra seguirles, ¿quien de ellos me [crnitiiá y a—
ceptará burlada en sus naves ? ¡ Ay ! no sabes aca
so , mísera , ni conoces todavia Ta perfidia de los
t royanos ? ¡ Que , si esto sucede ! ¿ Acaso sola hu
yendo seguiré a sus marineros triunfantes ? ¿ Acaso
ceñida de cartagineses y de toda la comitiva de los
míos , los perseguiré ? ¿ Y otra vez arrastraré hacia
la mar , y mandaré que suelten las velas á los
vientos á mis vasallos que tan dificultosamente ex
traje de la ciudad de Tiro vecina á Sidonia ? Mue
re mas bien . como mereces , y termina con la es
pada tu dolor. Tú , ó hermana , conmovida por mis
láarimas , tú la primera oprimiste á tu hermana
amante con estas miserias , y me expones al enemi
go. ¿Acaso no mo era decoroso vivir en la viudez
como insensible al amor , y desprenderme de talos
cuidados ? He faltado á la fidelidad jurada á las ce
nizas de Siqnpo. »
Tan grandes querellas arrancaba del fondo de
su corazon. Eneas ya resuelto á partir dormia en
la alia popa despues de haber dispuesto todo lo
necesario para la marcha. Al dormir se le ofre
ció la imagen de un dios apareciéndole otra vez
. con la misma forma , y de nuevo le pareció que
le increpaba asi , semejante á Mercurio en todo ,
en la voz , en el color , y en el oro de sus cabellos
y en la hermosura de sus juveniles miembros. « Hijo
de Veuus, dijo , puedes acaso conciliar el sueño
liB. rv. 107
en fan critica situacion ? ¿ No ves cuantos jiesgos
te están rodeando ? » « ¡ Insensato ! » ¿ Ni percibes
el soplo de los plácidos céliros ? » « E'la desespe
rada medita en su mente dolos y un crimen espan
toso agitándose con varios movimientos de ira. Ni
huyes de aquí presuroso, mientras está en tus ma
nos? Luego verás agitarse la mar con los remos ,
y resplandecer con funestas teas , luego verás abra
sadas las riberas , si no has emprendido la marcha
antes de rayar la aurora. Parte pues , supera to
dos los obstáculos : una mugar es siempre varia y
mudable. »
Habiendo hablado así, confundióse con las ne
gras tinieblas. Mas entonces Eneas azorado de aquel
espectro que se le apareciera de improviso , des
piértase, é increpa á sus amigos; « despertaos al ins
tante , ó compañeros , dice , y sentaos en los esca
ños : desplegad al momento las velas : sabed que
un dios enviado del alto cielo nos exhorta por se
gunda vez á partir presurosos y á cortar las maro
mas. Seguímoste , ó santo dios , cualquiera que se
as , y otra vez gustosos obedecomos á tus mandatos.
¡O! asístenos, y benigno ayúdanos, y vuelve pro
picios los celestes astros. »
Dijo , y desemvayna la fulmínea espada y con
sus filos corta las maromas. El mismo entusiasmo
señoréase al momento de todos ; las arrebatan y
se precipitan : dejan las riberas , bajo las naves
ocúltase la mar ; remando á porfia azotan las es
pumosas ondas, y barren los espacios cerúleos.
Ya la Aurora dejando el azafranado lecho de
Titon , alumbraba las tierras con sus primeros ra-,
yos. Así que la reina vió desile una atalaya el na
ciente albor del dia , y que la flota huia con velas
iauales . y advirtió desocupados los puertos y va
cias las riberas y sin remeros, golpeándose mil ve
ces el hermoso pecho y arrancando el oro de sus
cabellos: «ó Júpiter, esclama, se marchará aquel
estrangero, despues de haber insultado nuestro rei
no ? ¿ Mis ciudadanos no empuñarán las anuas ni
108 LA ENEIDA.
formados en masa le perseguirán , ni otros sacarán
las naves de las playas ? Id veloces , arrojad teas,
desplegad las velas , 'agitad los remos. ¡ Que digo !
¡ ó donde estoy. . . . ! ¿ Que locura turba mi mente 1
Mísera Dido. ahora te urgen los hados crueles. Éra
te decoroso hacer esto entonces cuando entregabas
tus cetros á Eneas. Mira la diestra , y la palabra
dada ! Mira el que dicen lleva consigo los patrios
penates . y que sostuvo sobre los hombros á su pa
dre encorvado bajo el peso de los años ! No pude
lacerar su cuerpo arrebatado , y arrojar sus miem
bros por las aguas ? ¿ No pude entregar á los filos
de la espada á sus compañeros y al mismo Asea—
nio y ofrecerle en la mesa á su padre para comi
da ? ¡Que! ¿Acaso era dudoso el éxito de aquella
pugna ? Enhorabuena. ¿ A quien habia de temer
una vez destinada á morir ? Hubiera incendiado sus
reales , y llenado de fuegos sus buques : hubiera
quitado la vida al padre y al hijo y á su gente : ya
misma me hubiera precipitado sobre ellos. Sol , que
con tu luz descubres todas las obras de los morta
les , y tú , Juno , conciliadora y partícipe de los
himeneos , y tú , Mecate proclamada por las ciuda
des de noche eu las encrucijadas , y vosotras , fu
rias vengadoras, y dioses amigos de la moribunda
Dido, oid cuanto voy á decir, y aplicad aqui vues
tro rigor que tienen merecido los malvados, y
atended á mis preces. Si es necesario que Eneas,
aquel pérfido, toque los puertos y aborde á las tier
ras , y si la voluntad de Jove lo exije , y está de
cretado este término de su navegacion ; al menos
agitado por la guerra y por las armas de un pueblo
belicoso, espulso de las fronteras, alejado del abra
zo de Ascanio , implore socorro , y presencie las
indignas muertes de los suyos ; y cuando sucum
biere á las condiciones de una paz onerosa, no dis
frute del reino ó de la vida deseada, sino que mue
ra prematuramente y quede insepulto en medio de
la arena. Estos son mis deseos , despido estos pos
treros acentos juntamente con la sangre. Vosotros
UB. iv. 109
tambien , ó tirios , odiad y perseguid su estirpe y
toda su descendencia , y ofreced estos dones á mis
cenizas: jamas el amor, jamas la concordia reine en
estos pueblos. Nazca de mis huesos un vengador,
que persiga con el hierro y la llama las colonias
troyanas.
Ahora y en lo sucesivo y en todo tiempo en que so
ofreceran fuerzas deseo luchen riberas con ribe
ras , mares con mares, armas con arma:! , por fin
los mismos nietos con nietos.
Entonces brevemente habló á Barce ama de Si—
queo , pues la negra tierra tenia á la suya en la
antigua patria : « ó querida ama , avisa á mi her
mana que venga. Dila que se apresuro a rociar el
cuerpo con agua del rio , y que traiga consigo re—
ses y las expiaciones prescritas. Así venga , y tú
misma ciñe la cabeza con la sagrada venda. Estoy
resuella á cumplir los sacrificios que he empezado
en honor de Pluton, y á poner fin á mis desdichas,
y entregar al fuego el busto del caudillo troya no. •
Expresóse así : ella iba presurosa con el afecto
correspondiente á una ama provecta. Mas Dido tré
mula y azorada por sus hórridos designios , revol
viendo sus ojos sanguinolentos, y lívidas y trémulas
sus mejillas, y pálida por la muerte próxima penetra
en el interior del palacio , y furibunda sube á lo
alto de la pira , y desenvaina el acero del troyano *
destinado para otros usos.
Despues que vió el ropage de Eneas y el lecho
de ella conocido , habiéndose parado un poco para
llorar y discurrir , arrojóse sobre el lecho , y profi
rió estas postreras palabras : « dulces reliquias
mientras los destinos y los dioses lo permitian , re
cibid esta alma , y libradme de estos quebrantos.
Viví , y terminé la carrera que me habia ofrecido-
la fortuna , y ahora mi simulacro descenderá , no
sin gloria , á la mansion de las sombras. El bárba
ro troyano desde la mar presencie estas llamas , y
llévese consigo ese presagio de mi muerte. »
Dijo i y en medio de tales palabras las doñee—
110 LA ENEIDA.
lias la ven precipitada sobre el acero , y es!e espu
moso de sangre , y las manos ensangrentadas. El
clamor se esparce por el profundo palacio, la Fama
corre furiosa por la conmovida ciudad ¡ las casas
retumban con los gemidos y abullidos de las mu—
geres , y el aire resuena con grandes plañidos , co
mo si toda la antigua Tiro se desplomase invadida
por los enemigos, y como si las llamas furiosas se
esparciesen por los edificios de los dioses y de los
hombres. Oyó esta fatal nueva su hermana exáni
me , y despavorida por el presuroso correr de la
gente , lacerando su rostro con las uñas y el pacho
con los puños , se arroja en medio de todos, y lla
mando á la moribunda Dido por s i nombre, esclama :
«esto fué aquello, ó hermana ? ¿ Me engañabas con
este dolo ? ¿ Esto me preparaba esta pira . esto los
fuegos y los altares ? ¿ De que ms querellaré pri
meramente yo abandonada ? ¿ Por ventura al mo
rir has despreciada la compañia de tu hermana ?
Si me hubieses invitado á !los mismos funerales, el
mismo dolor y esta misma hora hubieran cortado
con el hierro el hilo de nuestra vida. Erigí tam
bien con estas mis manos la fatal hoguera , y lla
mé en alta voz á los dioses patrios , paraque yo
inhumana estuviese ausente de tí asi yaciendo 1 Has
perdido , ó hermana , á mí , á tí , al pueblo , á los
ancianos fenicios y á la ciudad. Tracdme el agua
para lavar s is heridas , y si vaguea todavia algun
postrer aliento le recojeré con mis labios.» Dicho esto
subió á las mas altas gradas, y habiendo estrecha
do en su seno á la hermana semi-muerta , la aca
riciaba con gemidos , y con el vestido limpiaba la
negra sangre. Ella habiendo intentado levantar los
tardos ojos , desmaya otra vez; rechina bajo su pe
cho la herida que se habia dado. Tres veces se le
vantó manifestándose apoyada sobre el codo . tres
veces volvió á caer en el lecho y con vagabundos
ojos buscó la luz del alto cielo y gimió despues de
hallada. Entonces la prepotente Juno , compadeci
da del prolijo dolor , y de la dificil muerte , envió
. . liB. Iv. 111
á Iris del ciolo , paraque separase la alma que
luchaba para desprenderse de los miembros. Porquo
como no moria naturalmente , ni con muerte me
recida , sino precoz , é inflamada de subito furor ,
Proserpiua aun no le habia quitado la dorada ca
bellera , ni habia condenado su cabeza al Orco
estigio. Asi pues. Iris rocifera . presentando por la
parte opuesta al sol mil varios colores , vuela por
el cielo con sus azafranadas alas, y párase sobre su
cabeza : « yo segun la orden que tengo . ofrezco á
Pluton esta sagrada cabellera , y te libro de este
cuerpo. » Asi dice, y con la diestra corta sus cabe
llos , y juntamente todo el calor se disipa , y la
yida huye hacia los aires.

'
112 U ENEIDA.

LIBRO QUINTO.

Al salir de Cartago una recia tempestad obliga á Eneas


a tomar segunda vez puerto en Sicilia, donde celebra
los juegos por el aniversario de su padre. A instan
cia de la ninfa Iris las matronas troyanas pegan fue
go á las naves , quémanse cuatro , y Jupiter liberta
las demas con una lluvia. Eneas llega felizmente á
Italia favorecido de Venus y de Neptuno.

Entre tanto Eneas ya estaba en alta mar . re


suelto á proseguir el viage , y con el viento hendia
las negras olas mirando hacia la ciudad que ya
resplandece non las llamas que abrasaban á Oido.
Ignórase la causa que haya escitado tan grande in
cendio ; pero los acerbos dolores , la violacion del
ardiente amor , y el saber los trovanos lo que pue
de una muger furiosa los inducen á formar los mas
tristes augurios. Despues que las naves estuvieron
internadas en la mar, sin aparecer ya tierra alguna,
sin divisarse otra cosa que cielo y agua , una ceru
lea nube que llevaba la noche y la tempestad pa
rose sobre su cabeza, y el piélago se puso horroroso
por las t¡nieblas. El mismo piloto Palinuro desde la
alia popa , esclama : « ¡ ay ! porque tan ominosos
nublados han ceñido el cielo ? O que nos amenazas,
ó padre Neptuno?» Dicho esto, manda luego que to
men los instrumentos náuticos y remen á porfia , y
tiende oblicuamente las velas al viento , y dice :
« generoso Eneas. aunq:ie Júpiter me lo prometiera,
no esperara llegará Italia con esta temperie 'del
MR. v. 113
cielo. Los vientos mudados braman transversal-
mente, y soplan por la parte del turbulento ocaso,
y el aire condensandose se transforma en nubes.
Ni podemos luchar contra , ni adelantar : obedez
camos ya que la fortuna vence , y torzamos el
rumbo á donde nos llama.
Juzgo que no están distantes los Pieles reinos de
Erix tu hermano , y los puertos de Sicilia ; si ahora
no me equivoco en la contemplacion de los astros
ya observados. Entonces el piadoso Eneas dice :
« ciertamente veo que los vientos exijen esto ya
mucho tiempo, y que en vano lachas contra ellos.
Cambia el rumbo con las velas. Acaso pnede haber
para mi una tierra mas agradable y á dó q:iiera
mas aportar con las cansadas naves , que aquella
que me conserva al troyano Acestes , y contieno
en su seno los huesos de mi padre Anquises. » Ha
biendo dicho esto , tienden hacia el puerto , y los
céliros favorables hinchan las velas : la veloz es
cuadra se adelanta por la mar , y finalmente ale
gres los compañeros abordan á la conocida playa.
Mas Acestes de lejos desde la alta cumbre de un
monte habiendo admirado la llegada de los buques
aliados ; viene á nuestro encuentro , hórrido por los
dardos y por la piel de una osa líbica : so madre
troyana alumbró á este concebido del rio Crimiso.
El no olvidado de los antiguos padres , se congra
tula de que hayamos vuelto , y alegre nos recibo
segun su rústica opulencia , y alivia nuestras fati
gas tratándonos como amigos. Habiendo el dia si
guiente con su claridad desterrado las estrellas del
primer oriente , Eneas convoca á sus enmaradas á
una asamblea desde toda la playa , y desde la al
tura do un montecillo asi les habla : « magnánimos
(royanos descendientes de la noble sangre de los
dioses ; hoy hace un año que enterramos los restos
y los huesos de mi divino padre , y dedicámosle fú
nebres altares. Y si no mt equivoco hoy es el dia que
siempre tendré por triste, siempre por digno de mi
veneracion ; así lo quisisteis, ó dioses. Pues si pasa-'
114 LA ENEIDA.
se este (lia desterrado en las islas Jétulas , 6 ínter -
copiado por el mar argólico ó en la ciudad de Mi-
cenas ; sin embargo celebrara los anuales votos y
solemnes ceremonias segun el debido rito, y colma
ra los altares de congruas ofrendas. Ahora gus
tosos nos hallamos entre las cenizas y los hue
sos del mismo padre, ciertamente no sin delibera
cion , ni sin voluntad de los dioses segun opino , é
impelidos por los vientos entramos en los amigos
puertos. Apresuraos pues , y hagamos todos un
alegre sacrificio : pidámosle vientos prósperos , y
que permita . que yo en la ciudad edificada todos
los años celebre estos sacrificios en templos dedica
dos á honra suya. Acestes oriundo de Troya os ofre
ce dos bueyes por cada nave : invitad al banquete á
los penales patrios, y á los que venera Aces
tes que nos hospeda. Ademas si la nona Aurora
ofrece á los hombres un dia sereno, y con nu
merosos rayos alumbra el orbe , propondré á los
trovanos la pugna de las veloces naos. Y el que
corra ligero, y el que confia en sus fuerzas, ó es
mas diestro en arrojar dardos y ligeras saetas . ó el
que ose pugnar con el duro cesto vengan todos, y
aguarden los premios correspondientes á su victoria.
Entretanto estad religiosamente atentos al sacrifi
cio que va á celebrarse , y cada cual corónese de
hojas. »
Habiendo hablado asi , . cubre su cabeza con el
mirto dedicado á su madre : lo mismo hacen Elimo,
Acestes , Ascanio y todos los demas jóvenes troya-
nos.Eneas
. iba desde la asamblea al sepulcro en me
dio de una numerosa comitiva. Allí segun costum
bre derrama en el suelo dos copas de esquísito vi-
po , dos de leche reciente , dos de la sangre de las
víctimas , y esparce flores purpúreas , y profie
re estos acentos : « salve , santo padre , yo os salu
do otra vez, cenizas en vano recobradas, alma y
sombra paterna. No me fué dado buscar en tu com
pañia la Italia , y los campos prometidos por los ha
Liíi. v. 115
dos , y el Tiher ausonio. cualquiera que él sea. »
Esto habia pronunciado, cuando una lúbrica ser
piente descomunal sacó del íntimo del sepulcro sie
te circulos, siete voluminosas roscas ; rodeando con
aire tranquilo la tumba, y deslizándose entre las aras:
cerúleas manchas ilustraban su espalda , y el fulgor
distinguido con puntas de oro encendia sus escamas :
á la manera que el arco en las nubes presenta mil
colores diversos herido por los rayos del sol opues
to. »
Eneas al verla quedó lleno de estupor : ella por
fin deslizándose con un largo surco entre los vasos
y las tersas copas, gustó las viandas y sin daño
volvió otra vez á meterse en la profundidad de la
turni a , y dejó las aras cuyas viandas habia proba
do. Tanto mas Eneas prosigue el sacrificio incoa
do en honor de su padre, dudando si debe creer que
sea un genio tutelar del país , ó destinado al servi
cio de Anquises : inmola segun costumbre , cinco
ovejas y otros tantos cerdos , é igual número de
novillos de negras espaldas: y liba vino de las
copas , y llama el alma del grande Anquises y sus
manes evocados de los abismos.
Igualmente sus amigos ofrecen llenos de júbilo
donativos cada uno segun su estado , y los aglome
ran sobre los altares , é inmolan novillos. Otros dis
ponen vasos de bronce por órden , y echados sobre
la yerba ponen fuego debajo los asadores , y tuestan
las entrañas.
Llegó el suspirado dia , ya los caballos de
Faetonte llevaban la nona Aurora con serena lum
bre , y la fama y el nombre del ilustre Acestes
habian atraido muchos vecinos : ocupan la playa
alborozados unos para ver los trovanos , y otros
tambien aprestados para el certámeu.
Primeramente los premios se ponen á los ojos
do todos, y en medio del circo : sagradas trípodes y
verdes coronas y palmas , premios destinados á los
vencedores; y armas y vestidos de púrpura teñidos,
cuantiosas sumas de plata y oro : y del medio de
116 -- LA RNEIDA.
una altura la trompeta anuncia los indicaclos jue
gos. Cuatro saleras iguales en la extension de los
remos , escogidas de luda la armada , empiezan el
primer combate.
Mnestheo agita con forzudos remeros la rauda
Pristis , Mnestheo digo, luego Italo, que dió nom
bre á la familia de Memio , y Gias la grandiosa
Quimera de enorme mole parecida á una ciudad ; á
la cual los jóvenes troyanos empujan con triple mo
vimiento de sus brazos , y levantan los remos
de tres órdenes. Tí Sergesto, del cual toma denomi
nacion la familia Sergia , monta la voluminosa
Centauro, y Cloanlo de quien te originas, ó Clu—
encio romano , rige la cerúlea Escita.
A lo lejos en la mar frente una espumosa ribe
ra está situado un peñasco que á veces sumergido
es azotado por las olas , cuando los tempestuosos
coros esconden las estrellas , mus en la bonanza
calla y se levanta sobre la tranquila superficie
de las aguas . como un campo , y sirve de agrada
ble asilo á los cuervos marinos.
Aquí Eneas planta un verde ramo de encina
para término , que sirva de señal á los marineros,
desde donde sepan regresar, y describir en torno
largos giros. Despues sortean los puestos, y los
mismos gefes desde las popas brillan á lo lejos in
signes con el oro y con la púrpura : los demas jó
venes se coronan con hojas de álamo . y resplande
cen sus espaldas desnudas y frotadas con aceito :
ocupan los bancos , y aguardan la señal con los
brazos apoyados en los remos , y el miedo que los
agita , y el ardiente deseo de la gloria fatigan sus
palpitantes corazones.
Luego, cuando suenala clara trompeta, sin di
lacion todos se desprenden de sus posiciones : el
náutico alarido hiere las estrellas, las olas espu
man agitadas por los brazos : con igual ímpetu im
primen los sulcos en las aguas, y ábrese toda la
mar arrancada por los remos y proas de tres pun
tas. No tan raudos los carros mvaden el campo eu
LIB. V. 1 17
el certamen olímpico, y se desprenden dela carcel
dó estaban encerrados. Jamas los conductores sa
cuden con tanta celeridad las ondeantes riendas do
los uncidos caballos, cuando con el látigo en la
mano pendientes se extienden para azotarlos.
Entonces todas las selvas resuenan con los
aplausos y algazara de los espectadores que se in
teresan por los combatientes , y las riberas y coli
nas retumban con el eco.
Gias el primero adelanta á todos , y vuela por
las olas entre los aplausos de la concurrencia : á
quien sigue luego Clnanto mejor provisto de remos
pero la nave mas tarda por su mole le retiene.
Despues de ellos á igual distancia porfían en tomar
se la delantera Pristis y Centauro. Y ora ante
cede Pristis , ora la voluminosa Ontauro la pre
cede vencida ; ahora ambas corren juntas y con
prolongadas quillas cortan las ondas. Y asomá
banse ya al escollo y rozaban el término , cuando
Gias que era el primero y vencedor en medio de
la mar , increpa con estas palabras á Menetes pi
loto de su nave : ¿porque te inclinas tanto hacia la
derecha ? » Dirige acá el curso , sigue la costa y
permite que los remos froten con la izquierda los
peñascos, otros corran por llana mar. »
Dijo; pero Menetes temiendo los ocultos escollos
tuerce la proa hacia las ondas del piélago. ¿ A don
de te retiras desviado ? « Otra vez le revocaba Gias
repitiendo con clamor , encamínate hacia los pe
ñascos , ó Menetes, y entretanto vé á Cloanto que
amenaza su espalda y casi le alcanza. Cloanto
pasando por el interior rae la via izquierda entre
la nave de Gias y los sonorosos escollos, y de re
pente pasa mas allá de Gias que antes habia sido
el primero , y navega seguro traspasado el término.
Mas entonces un vivo dolor encendióse en las
médulas del joven, y las lágrimas bañaron sus me
jillas, y olvidado de su dignidad y de la vida de
sus compañeros desde lo alto de la popa precipita
en la mar al tardo Menetes. Rige en seguida el ti
118 U ENEIDA.
mon y hare las veces fie piloto , y exhorta los ma -
riñeros, y tuerce la proa hacia las orillas del térmi—
no. Menetes despues que gravado por las ondas á
duras penas logró por fin salir del fondo de la
mar, ya canoso, empapado en agua su vestido su
be á lo alto de un escollo y siéntase sobre la árida
superficie.
Los troyanos sueltan risotadas al verle caer y
nadar y redoblan la risa al ver como vomitaba las
salobres olas.
Entonces los dos postreros, Sergesto y Mnesteo
concibieron fundadas esperanzas de superar al mo
roso Gias.
Sercesto se adelanta , y asómase á un escollo :
él sin embargo no adelanta con toda la nave sino
en parte , y Pristis su competidora alcanza con la
proa lo restante de ella.
Mas Mnesteo paseándose en medio de su nave
entre los mismos compañeros los entusiasma en es
tos términos : ahora , ahora remad , ó compañeros,
á quienes en el último trance de Troya escogí
para acompañarme : ostentad ahora aquella robus
tez, aquellos brios que os cubrieron de gloria en
las gétulas sirtes y en el mar Jonio y en las peligro
sas ondas de Malea. No deseo ya* la primacia yo
poco antes victorioso . ni pretendo vencer. Sin em
bargo ojalá que pudiese ! Mas venzan aquellos á
quienes lo concediste . ó Neptuno. Roburicémonos
de regresar los últimos: poned en esto la mira ó
ciudadanos , y alejad esta afrenta.
Reman ellos á porfia , la acerada nave se estre
mece al impulso de los remos, y la mar se revuel
ve : entonces el continuo resuello bate los miem
bros y los secos labios de los remeros : el sudor
fluye á rios de todas partes.
La misma fortuna ofreció á los marineros la
gloria deseada. Porque mientras Sergesto ardoroso
empuja la proa hácia los escollos , entre estos y
Mnesteo , y se desli/.a su proa por ansosto espa
cio i el mísero se encalla en unos escollos ocultos
LIB. Y. 119
bajo del agua. Conmuévense las peñas , y quié-
branse con estruendo los remos chocando con un
agudo peñasco de cuya punta queda pendiente la
estrellada proa. Levántause los marineros, y pá
ranse con grande clamoreo , y hechan mano de
los palos guarnecidos de hierro y de las pérti
gas de aguda punta y recogen los reinos que
brados que sobrenadan esparcidos por la mar.
Mas Mnesteo gozoso y mas ardiente por aquel su
ceso con el veloz impulso de los remos y con los
vientos invocados corta facilmente las ondas y
navega por la espaciosa mar. Cual paloma . que tie
ne la habitación y el nido en la cavidad de una pe
ña , repentinamente desprendida de la cueva huy<¡
volando hacia los campos y azorada bate con es
truendo las alas golpeando su escondrijo : luego re
montando el vuelo por el aire tranquilo atraviesa
la fluida via sin mover sus ligeras alas.
Asi Mnesteo , asi su misma Pristis al huir
hiende con estruendo el espacio del mar asignado, asi
el mismo ímpetu la lleva volando , y primeramente
pasa delante de Sergesto que luchaba contra el alto
escollo y por los ocultos bagios , y en vano implo
raba auxilio . y tanteaba nadar con los quebrados
remos. Despues alcanza á Gias y á la misma quime
ra de vasta magn ilud : ella cede , porque está fal
ta de piloto; y solo resta ya Cloauto para ser
vencido cerca del mismo término. A este sigue
Mnesteo y le acosa contendiendo con todas las fuer
zas.
Mas entonces crece el clamoreo , y todos con
aplausos le entusiasman , y el aire suena con los
fragores. Aquellos se indignan si no conservan la
gloria propia , y el honor ya adquirido , y quisie
ran trocar la vida por la victoria. Estos se animan
con el suceso : pueden vencer , por que les parece
que pueden.
Y quizás hubieran merecido iguales premios, y_
hubieran sido las naves igualmente victoriosas ; si
Cloauto tendiendo la mauo bácia el mar , no nu—
120 l.4 rxEiDA.
hiese apelado á las preces é invocado á los dioseí
con votos « ó dioses que teneis el imperio del pié
lago cuyas llanuras recorro , yo os ofreceré gozoso
en esta ribera ante los altrres un candido toro
obligado con voto . y arrojaré las entrañas en las
salobres olas . y derramaré vino puro. »
Dijo, y desde las profundidades de la mar óye
le lodo el coro de las Nereidas y de Forco, y la vir
gen Panopea, y el mismo pidre Portuno con su
mano gigantesca empuja la nave , que corriendo
mas rauda que el viento y que la ligera saeta , se
dirige bácia la tierra y se mete en lo íntimo del
puerto.
Entonces el hiji de Anquises, llamados todos
segun costumbre , declara con grande voz de un
pregonero vencedor á Cloanto y corona su cabe
za con verde lauro , y le da á escoger tres novillos,
y báquicos licores de por junio con un grande talento
íle plata, que eran los premios destinados para las
naves. Mas á los mismos gefes repa to singulares do
nes: al vencedor Cloanto una clámide recamada de
oro , en torno de la cual la púrpura melibea muy
densa corre con dos giros y el real muchacho Gañí—
niedes en ella bordado . ardiente , semejante al que
no puede respirar , persigue corriendo y con el
dardo á los ligeros ciervos en el selvoso Ida á
quien volando el armígero de Jove arrebata hacia
las nubes.
En vano sus provectos ayos tienden las manos
al cielo , y los ladridos de los perros parecen en
cenderse en el aire. Mas despues á este Mnesteo
que con sus brios obtuvo el segundo lugar, le d;i
una loriga guarnecida de anzuelos y orna la de tres
lizos de oro para q'ie *ea su decoro y arm.idura en.
la guerra. El mismo Eneas victorioso habia cogido
esta á Demoleo junto al rápido Simois y no lejos del
Ilion famoso.
Apenas los ministros Fe^eo y Sagaris la podian
llevar sobre su.> hombros por la espesura de sus
LIB. v. 121
mallas : mas Domoleo arma lo con ella en otro
tiempo ahuyentaba los trovanos despavoridos. DA
los terceros premiosa Gias á saber dos calderos de
bronce y vasos hechos de plata cincelados con varias
figuras. Va por tanto remunerados todos , y ufanos
por sus premios iban coronados de roj;is cintas;
cuando Sergesto, á duras penas extraido del escollo,
despojado de un orden do remos que habia perdido
se adelanta con su galera escarnecida y sin glo
ria. Cual culebra interceptada en la eminencia d9
un camino, traspasada oblicuamente por una rueda
de bronce , ó herida de una pedrada por un via—
gero : en vano huyendo mueve las prólijas roscas
que forma su cuerpo : en parte feroz , y con ojos
centellantes y erguida levanta su sibiloso cue
llo ; la parle débil por la herida la retarda al en
roscarse y plegar sus miembros , tal parecia la tar
dia galera empujada por loí remos: sin embargo á
favor de las velas logra entrar en el puerto.
Eneas, gozoso por haber salvado la nave y la
tripulacion , dá á Seraesto el galardon prometido.
Dale una sierva instruida en el arte de Minerva,
cretense de nacion, llamada Fóloe, y dos infantillos
que de ella tenia.
El piadoso Eneas , concluida esta lucha , se ade
lanta hasta un carneo verde rodeado por todas
partes de selvas situadas en las corvas colinas , y
en el fondv del valle habia una especie de antitea
tro , dó e! héroe se colocó en medio de un inmen
so genlio , y sentóse en un puesto preparado. Allí
invita con el valor de los premios á los que tal vez
quieran competir en la corrida. Retínense de todas
partes los troyanos, y Sicanos interpolados con ellos:
Niso y Eurialo los primeros. E nialo brillante por
su belleza y robusta juventud ; Niso por el honesto
amor hacia el muchacho ; á quienes sigue despues
Diores joven de la esclarecida estirpe del rei Pria—
1110. En pos de este van juntos Salio y Patron ; de
los cuales el uno es de Acarnania , el otro Arcadio
de la sangre del pueblo Togeo.
122 LA KNKiDA.
En seguida dos jóvenes sicilianos Elimo y Pa-
nopea avezados á las selvas, compañeros del ancia
no Acestes. Ademas mnchos celados por la oscuri
dad de su linage . en medio de los cuales Eneas
habló así: «atended cuanto voy á decir, y ale
gres gravadlo en vuestra memoria. Todos los que
ns encontrais aquí seréis remunerados : os daré á lle
var dos dardos de Creta radiantes por la tersura de
su hierro , y una segur cubierta de plata cincela
da : este premio será igual á todos; Los tres prime
ros recibirán otros regalos , y serán coronados del
pálido olivo. El primer vencedor recibirá un caba
llo ricamente enjaezado. El segundo una aljaba
amazonia , y llena de saetas tracias rodeada de una
ancha banda de oro. y abrochada por una hebilla
de redondas perlas. El tercero váyaso satisfecho con
tste yelmo argólico. »
Dicho esto , toman el puesto . y oida la señal ,
emprenden al punto la corrida y dejan la linea
escapándose con la velocidad de un tempestuoso
viento : atienden á la par al término de su carrera.
Jíiso corre ante todos y precede á una distancia
considerable á sus rivales mas rápido que el Euro y
que el alígero rayo.
Despues de el , bien que á largo trecho sígnese
Salio. Alga distante despues de este último viene
Eurialo seguido de Elwno. Junto á este corre al
punto Diores . y ya roza con su talon el de su
competidor asomándose á uno de sus hombros : y
h quedase mas largo espacio le aventajaria ó de
jaria indecisa la victoria.
Estaban para llegar al fm de la carrera y fati
gados , cuando el malhadado Niso cae cu la húmeda
sangre , pues quo casualmente derramada habia
tenido la tierra y las verdes verbas.
Allí el joven ya ufano como vencedor no aseguró
el pió quo vacilaba en la tierra comprimida ; sino
que inclinado cayó sobre el mismo asqueroso cie
no y la sangre de las víctimas.
Sin embargo no se olvidó de Eurialo ni de su
LIB. w • 123
amistad ; pues levantándose en el lúbrico lugar se
opuso á Salio , y esto yació boca arriba en la den
sa arena. Salta Enrialo , y victorioso con el favor
de su amigo ocupa el lugar primero y vuela con el
aplauso y aclamacion de los espectadores. Sucede
despues Elimo y luego Dioros tercer vencedor. En
tonces Salio atruena con grandes clamores á todo
el grande teatro , y en presencia de los magnates
pide <jue se le restituya la gloria arrebatada dolo
samente. El favor y las decorosas lágrimas y la vir
tud mas graciosa pintándose en su hermoso cuerpo
protegen á Eurialo. Le favorece , y con alta voz le
proclama Diores , que sucedió el tercero en la vic
toria , y en vano mereció el último galardon si la
primera gloria se restituye á Salio. Entonces dice
el príncipe Eneas : « teneis vuestros premios se
guros , o jóvenes , y nadie mudará el orden de
la victoria. Séame lícito apiadarme de la des
gracia de un amigo inocente. Habiendo hablado
asi , regala á Salto una grande piel de un leon
gétulo oneroso por su melena , y por sus uñas
guarnecidas de oro. Entonces esclama Niso : si ta
maños regalos se dan á los vencidos, y te compade
ces de los que cayeron ; qué dones darás corres
pondientes á Niso que hubiera merecido por el va
lor la primera corona á no haberse tambien opues
to á mi la misma adversa fortuna que se opuso á
Salio ? Y al tiempo que decia esto manifestaba el
semblante y los miembros afeados por el húmedo
cieno.
El bondoso príncipe troyano sonrióse , y man
dó que le trajesan un broquel , obra de Didi-
maon arrebatado á los Griegos de las puertas dedi
cadas á Neptuno. Da este insigne premio al joven
esclarecido. Luego que fueron terminadas las corri
das .- y distribuidos los premios ; « ahora , dice , si
alguien tiene valor y ánimo en su pecho , pre
séntese , y levante los brazos con las manos ala
das. »
Asi dice ; y propone dos premios del certamen :
121 LA ENEIDA.
para el Vencedor un novillo cubierto de oro y de
cintas , para el vencido una espada y un hermoso
yelmo para su consuelo-. Al instante Dáres levanta
el semblante con su descomunal robustez , y al le
vantarse arranca de los espectadores un estraodina-
rio aplauso ; era el único que solia luchar con Páris,
y él mismo junio al sepulcro , dó yace el arando
Hector , hirió á Bufes ilustre pnr sus victorias que
a; jactaba de haber nacido de la familia Bobricia do
Amico , y le postró moribundo en la roja arena.
Tal levanta Dares la cabeza erguida como el pri
mer combatiente , y ostenta sus fornidos hombros,
y alzando alternativamente los brazo* azota con re
petidos golpes el aire. Búscasele un rival - y nadie
de tan numerosa concurrencia osa presentarse con
tra ese luchador . y atar los cestos rn sus manos.
Alegre pues y confiando llevarse entre todos la
palma , se presentó á los pies de Eneas , y sin di
lacion cogió con la izquierda una asta del toro , y
así babló : « basta cuando habré de aguardar ? »
« Hasta cuando debo ser retenido ? » « Mandad , Se
ñor , que me lleve el premio. »
Juntamente todos los trovanos le daban aclama
ciones y exiaian se le diera la recompensa.
Entonces Acestes increpa con energia á Entelo
que estaba sentado cerca de él en un lecho de ver
de grama : « Entelo , dice . que en vano fuiste en
otro tiempo el mas denodado de los héroes ; acaso
permitirás con tanta calma que se lleve tamaños
premios sin conbatir ? » ; Donde está ahora aquel
dios Erix en vano llamado por nosotros tu maestro?»
« ¿Donde está la fama esparcida por toda la Sicilia,
y aquellos despojos pendientes de tus techos?»
Contesta el Siciliano . « no me ha desamparado
el amor á la alabanza , ni la gloria ha sido desva
necida por el temor , sino que la helada sangre no
puede sufrir el peso de los años , y las fuerzas
exhaustas hiélanse en el cuerpo. » « Si ahora tu
viese aquel vigor juvenil que tuve en otro tiempo y
de que se vanagloria este insolente con excesiva
LID. v. 155
confianza . me hubiera presentado á la pugna . cier
tamente no instigado por el premio del hermoso no
villo ; pues , no me curo de recompensas. »
Habiendo dicho esto , ai roja en medio dos cestos de
peso enorme con los cuales el fogoso Erix soüa ar
mar sus manos para la pugna , y ceñir los brazos
con la dura piel.
Pasmáronse Ies espectadores ; tan grandes eran
las pieles de buey que en siete dobleces estaban yer
tas con el plomo é hierro que las cubria. Pasmóse
el mismo Dares mas que todos, y rehusa altamente
combatir , y el generoso hijo de Anquises revuelve
acá y acullá los macizos cestos y sus descomunales
y voluminosas ataduras. Entonces el viejo Entelo ar
rancaba del pecho estas palabras: «;(Jue! si alguien
de vosotros hubiese visto los cestos y las armas del
mismo Hércules , y el fatal certamen acontecido en
este mismo litoral. » « Erix tu hermano llevaba en
otro tiempo estas armas : todavia las vés mancha
das con sangre y cérebro esparcido. » « Con los mis
mos peleó contra el formidable Hércules : con estos
solia luchar yo cuando la sangre férvida me daba
robustéz , y la ínvida senectud no blanqueaba es
parcida por ambas sienes. » « Mas si Dures troyano
rehusa estas mis armas, y si esto place á Eneas y me
rece la aprobacion de Acestes , pugnemos con armas
iguales. Depongo por tu causa los cestos de Erix,
depon la timidez : tú arroja tambien los cestos tro
ya nos. »
Dicho esto , arroja de los hombros su capa for
rada de dos dobles , y desnuda sus nervudos miem
bros , sus descomunales huesos y brazos , y se pre
senta erguido en medio del campo. Entonces el hijo
de Anquises apartó los cestos desiguales , y ató con
iguales armas las manos de entrambos combatien
tes. Al momento los dos se presentaron erguidos y
de puntillas , é intrépidos levantaron las manos ha
cia el alto aire.
Apartan del golpe sus altas cabezas , y mez
clan manos con ruanos, y se provocan al certamen,
12G LA ENEIDA.
el uno mas valiente por su agilidad y por la loza—
nia de su juventud ; el otro robusto por sus vastos
miembros , pero sus rodillas inertes vacilan y tiem
blan , y la dificil respiracion agita sus corpulentos
miembros. Aquellos formidables combatientes en va
no se amenazan para herirse ; dánse repetidos gol
pes en sus cóncavos costados , y sacan del pecho
sonidos espantosos ; sus manos vaguean "de contino
cerca las orejas y las sienes, y las mejillas resue
nan con los terribles golpes. Entelo párase , ceñudo
é inmóvil en la misma actitud , solo elude los gol
pes con el cuerpo y ojos vigilantes. El otro , cual
guerrero cuando invade una ciudad con máquinas,
ó sitia ron un ejército un montuoso castillo , quien
dolosamente acecha ora esta entrada , ora aquella,
y todo el lugar . y con frustrado intento le apremia
con varios asaltos. Entelo levantándose ostenta la
diestra , y la sostiene levantada ; el otro raudo
aparta de la cabeza ron prevision el golpe descar
gado, y escapándose con ligereza, buje. Entelo azota
los aires , y el mismo pesado cae por su propia mo
le sobre la tierra con grande estruendo , como al
guna vez un carioso pino arrancado de raiz se des
ploma en el Erimanto ó en el vasto Ida. Los tro—
yanos y los jóvenes de Sicilia se levantan im
pulsados de diversos afectos : los clamores llegan
al cielo, y Acestes el primero acude, y apiadado
levanta de la tierra á su amigo coetáneo.
Mas esta caida no retarda ni acobarda al héroe ;
vuelve mas ardoroso á la pelea y la ira revoca su
robuztéz : ademas el furor y la fortaleza experi
mentada iullama sus fuerzas , y ardiente persigue
por todo el campo al fugitivo Dares descargándole
con ambas manos redoblados golpes. Ni para , ni
sosiega : con cuan espeso granizo retumban los te
chos en una recia tempestad , tan espesos golpes
descarga sin cesar el héroe y agita a Dares. En
tonces Eneas no permitió que el furor pasase mas
adelante , y que Entelo se enfureciese con áni
mo sañudo , sino que mandó teiminase la lucha,;
LIB. v. 127
sacó al laso Dares consolándolo con palabras . y
dijo : «infeliz, ¿que mania tan grande se apoderó
de tu ánimo ? ¿ no experimentas una robustez es—
traordinaria, y los dioses mudados? Cede á un dios.»
Asi dijo , é interrumpió la pelea. Mas los líeles
compañeros de Dares llévanle á las naves arras
trando sus débiles rodillas, y meneando de ambas
partes su cabeza , y arrojando por la boca sanare
cuajada y los dientes mezclados con ella, y por or
den de Eneas toman el capacete y la espada , y
dejan para Entelo el loro y la palma.
Entonces el vencedor engreido y ufano con el
toro , dice : « hijo de Venus, y vosotros ó tioyanos,
escuchad , y sabreis cual fué mi robuzléz en la ju
ventud y de que muerte habeis librada á Dares. »
Asi habló , y se presentó derecho en frente del
toro, deslinado para premio del certamen, y erguido
habiendo retirado el brazo, descargó los duros ces
tos en medio de sus asías, y los hundió en sus hue
sos habiendo rolo el cerebro. El buey se estremece
con el golpe , y cae moribundo. El encima de la
víctima proliere estas palabras salidas del fondo de
su corazon : « ó Erix , te inmolo por la muerte do
Dares esta vida mas aceptable : aquí victorioso de
pongo mi arte y los cestos. »
Al punto Eneas invita á los que gusten conten
der con saetas, y propone premios : con su grande-
mano levanta el mástil de la nave de Seresto , y
suspende encima una paloma que voloteaba en una
cuerda atravesada para acestarla con las flechas.
Juntáronse los pretendientes, y un yelmo de bronce
recibió las suertes echadas, y con aplausos sale en
tre todos Hypocoonte hijo de Hírtaco , á este sígne
se Mnesteo poco antes victorioso en el combate
naval , Mnesteo coronado de verde olivo. El ter
cero es Euricion tu hermano , ó nobilísimo l'ánda-
daro , que en otro tiempo por habérsete mandado,
turbaste la alianza , y vibraste el primero tu dardo-
contra los griegos.
El último y en lo hondo del capacete quedé'
128 LA ENEIDA.
Acesles , qne osó lambiea lomar parte en el ejer
cicio juvenil.
Aquellos varones , cada uno por si , encorvan
con robustas fuerzas los flexibles arcos, y sacan
flechas de las aljabas. Y la saeta del joven hijo do
Ilírlaco hiere la primera el leve aire silvaudo por
el cielo y llega al mástil , y fíjase en el lado del
mastil opuesto. Estremecióse este , y el ave azorada
batió sus trémulas alas y toda la comarca resonó
con bulliciosos aplausos. En seguida el ardiente
Mnesteo parose con el arco doblado acostándolo
hacia arriba , y apuntó la saeta á parque los ojos ;
mas el mísero no pudo alcanzar con el hierro la
paloma : tan solo cortó los nudos y las cuerdas de
lino con las que pendia del alto mastil atada de un
pié. Aquella ave huyó volando hacia los vientos y
negras nubes. Entonces el veloz Euricion cogiendo
la saeta ya mucho tiempo asestada , con el arco ar
mado invocó á su hermano Pándaro , y ha-*
hiendo mirado la paloma ya gozosa en el aire li
bre , y que batia con aplauso las alas , la traspasa
entre las oscuras nubes. Cae y perece en los celestes
astros y al deslizarse lleva la saeta que la ha tras
pasado. Acesles quedaba solo sin poder aspirar á la
victoria ; vibró no obstante la saeta hacia el alto
aire , ostentando á la vez su industria y el sonido de
su arco. Entonces ofrecióse á los ojos un prodigio re
pentino y que habia de servir de grande agüero : un
extraordinario evento lo aclaró despues , y los ter
ríficos vates declararon la tardia prediccion.
Pues la saeta volando inflamóse entre las altas
nubes , y con el fuego notó su rumbo , y consumi
da desvanecióse en los tenues vientos : á la manera
que de vez en cuando las estrellas que caen del
cielo atraviesan los aires, y volando arrastran en
pos de sí una larga cabellera. Los guerreros trova
nos y de Sicilia quedaron atónitos , y oraron á los
dioses, y el grande Eneas no despreció el agüero ;
sino que . abrazando á Acesles , le orna de grandes
donativos ) le dice : « acéptalos padre , pues con la
LIB. v. 130
es prodigios el soberano del Olimpo quiso que re
cibieras un honor estraordinario. »« Tendras esta
prenda del mismo anciano Anquises : á saber , una
copa cincelada de varias figuras que en otro tiempo
Ciseo regaló á mi padre , como preciosa dádiva , y
cual prenda y monumento de su amor. »
Habiendo dicho esto , corona su cabeza de ver
de lauro , y declara á Acestes primer vencedor en
tre todos. Y el benigno Euricion no envidió la vic
toria que le correspondia por haber derribado el
solo la paloma en el alto aire. Llévase el segundo
premio el que cortó la cuerda y el postrero aquel
que con la ligera saeta traspasó el mástil. Mas
poco antes de concluirse los juegos, llama á Epylí-
des ayo y compañero del muchacho Ascanio y le
dice en secreto. » Ea parte , y di á Ascanio si tie
ne ya consigo presto el escuadron de muchachos , y
si ha reglado la corrida de los caballos , que traiga
aquí las compañias en honor de su abuelo , y se
ostente en las armas. » El mismo manda que se re
tire del circo toda la gente esparcida . y que deso
cupen el campo. Llegan los jóvenes y á vista de sus
padres brillan igualmente sobre los corceles frena
dos , y al verlos equitar toda la juventud de Sicilia
y de Troya les prodiga aplausos de admiracion.
Todos llevan una corona sobre sus peinados cabe
llos: empuñan dos lanzas de cerezo armadas de hier
ro , y algunos ornan su hombro con bruñidas alja
bas. Un rico collar de oro desciende hasta el pecho.
Tres son las compañias de á caballo y tres los ofi
ciales que van á su frente , cada una se compone
de doce muchachos que siguen á su caudillo y res
plandecen en distintas filas y sus sefes son iguales,
lina de las compañias pueriles y festivas es capi
taneada por el pequeño Priamo que lleva el nom
bre de su abuelo , tu ínclita prole , ó Polites , que
ha de propagar la itálica progenie ; este vá monta
do en un caballo tracio de dos colores y de Cándi
das manchas , candidas son sus manos y cándida la
frente que levanta.
9
130 LA l-.NKIDA.
El segando gefe es Atys tronco de los Acios la
tinos : el pequeño Atys tiernamente amado de Julo.
El postrero y el mas hermoso de todos es Julo ,
quien monta un caballo sidonio . regalado por Dido
en memoria y testimonio de su amor. Su juvenil
tropa vá montada en caballos de Sicilia regalados
por el anciano Acestes. Los troyanos recibenlos
con aplauso y con alborozo , al verlos solícitos de,
gloria , y reconocen los semblantes de sus antiguos
padres. Cuando ledos con sus corceles hubieron
paseado en torno de los espectadores ostentandose
á los suyos, desde lejos Epy lides con clamoreo
hizoles señal viéndolos apercibidos y chasqueó
el látigo. Corrieron juntos en una misma linea, y
luego los tres jefes dividieron el escuadron en com
pañias ; y otra vez avisados volvieron á seguir el
mismo camino y presentaron las lanzas en ademan
hostil. Despues empiezan otros cursos y otros recur
sos desde lugares opuestos , é implican alternativa
mente giros con giros , y jugando sus armas pre
sentan un simulacro de batalla. Y ora huyen, ora
vuelven las lanzas como enemigos , ora marchan
iguales como si hubiesen hecho la paz. A la mane
ra que el laberinto en la alta Creta tenia , segun
dicen, en otro tiempo un camino cubierto de oscu
ras paredes y mil inciertas y dolosas sendas que le
hacian muy intrincado y dificultaban la salida; asi
los hijos de los troyanos corriendo embarazan el
curso y mezclan las huydas y las peleas jugueteando
semejantes á los delfmes que nadando por la llanura
del mar Carpathio y Líbico hienden las olas y jugue
tean entre ellas. Ascanio al murallar á Alba—longa,
el primero renovó esta costumbre de correr y estas
pugnas, y enseñó á los antiguos latinos á ejerci
tarlas. Del mismo modo que Ascanio y con el la
juventud troyana lo practicaron , los Albanos lo
enseñaron á su posteridad ; mas de aquí la grande
Roma recibió y retuvo el juego patrio , y los mu
chachos que ahora le ejercen se llaman Troya y
escuadron Irojano. Tales fueron los juegos celebra»
LIB. v. 131
dos en honor del santo padre de Eneas. Aquí la
fortuna hizo sentir á los trovanos su pérfida incons
tancia.
Mientras con diversos juegos celebraban el ani
versario de Anquises , Juno hija de Saturno envió
la ninfa Iris desde el cielo á las naves troyanas y
al descender la favoreció por medio de los vientos,
intentando muchas cosas y no estando aun satisfe
cho su antiguo rencor. Aquella virgen presurosa
describiendo un arco de mil colores sin dejarse ver
de nadie desciende rápidamente por los aires. Re
para la grande concurrencia á los juegos, y recor
riendo las playas observa los puertos vacios y las
naos abandonadas. Mas las troyanas á lo lejos
separadas en la desierta playa lloraban la muerte
de Anquises, y todas llorosas miraban la profunda
mar. Todas razonaban del mismo modo. ; ay t que
hayamos de surcar aun tantas olas y tanta mar!
Claman por una ciudad ; les cagsa tedio padecer la
aspereza del piélago. Asi pues Iris amaestrada en
el arle de dañar métese en medio de ellas , y deja
la forma y el airo de diosa , Transfórmase en Béroe
anciana esposa de Doryclo Ismario, que en otro
tiempo tenia nobleza , fama y prole ; mas asi se
mezcla en medio de las matronas troyanas. O in
felices esclama las que perdonó el acero de los
griegos en la guerra bajo los muros de la patria '.
¡O generacion desventurada ! Que muerte le reser
va la fortuna ? Siete años ha que Troya fué destrui
da : desde entonces vagamos por mil mares y por mil
tierras , y por mil escollos inhabitables mientras
por las vastas llanuras de Neptuno buscamos la
Italia que huye, y somos arrastradas por las olas.
Aquí están los confines de Erix hermano do
Eneas y Acestes nuestro huesped. Quien veda á nues
tro príucipe el fundar una ciudad? » ¡O patria, y
penates en vano libertados de los enemigos ! Acaso
nunca mas habrá unos muros que tengan el nom
bre de Troya t
En ninguna parte veré los rios hectóreos > el
132 ENEIDA.
Xanto y el Simois? Ea pues conmigo incen
diad las infaustas naos, pues me ha parecido en
sueños que la sombra de Casandra profetisa me
alargaba teas encendidas , y me decia : « buscad
aqui á Troya , aquí teneis vuestra patria. El tiem
po es urgente : estos presagios tan grandes no ad
miten demora. Mirad estos cuatro altares erigidos
á Neptuno : el mismo dios nos suministra brios y
teas. Al decir esto arrebata un tizon encendido , y
habiendo levantado la diestra con toda furia le vi
bra y le arroja. Animáronse ias troyanas y sus co
razones quedaron atónitos.
Aquí una de muchas que era la mas provecta
en edad , llamada Pyrgo, ama real de todos los hi
jos de Priamo , dijo : no es esta Béroe , ó matronas,
no es la esposa troyana de Doriclo : reparad los
indicios de una pulcritud divina , y los ojos relu
cientes , cual es su vigor , su semblante . su metal
de voz, ó su traza de andar. Vo misma habiéndome
separado mucho tiempo ha de Béroe , la dejé en
ferma y senlimentada por no poder asistir á los
solemnes sacrificios celebrados en honor de Anqui-
ses. »
Así habló , mas las matronas primero empeza
ron á mirar las naves con ojos malévolos , inciertas
y dudosas entre el mísero amor de la presente re
gion , y los reinos que las invitaban con los desti
nos, cuando la diosa Iris levantose por el aire con
alas equilibradas y en su marcha trazó un grande
arco entrelas nubes. Mas entonces pasmadas de los
prodigios é impelidas de furor , vociferan y arre
batan el fuego del interior de los altares : algunas
despojan las aras y arrojan las ramas y las teas :
Vulcano á rienda suelta vá apoderándose de los
escaños y de los remos y de las pintadas popas de
abeto. Eumelo lleva al sepulcro de Anquises y á
los asientos del teatro la triste nueva del incen
dio de las naos ; y los mismos espectadores co
lumpian las negras pavesas mezcladas con el hu—
luo.
liB. y. 133
Y Ascanio el primero, como alegre regia la
corrida eqiiestre , corrió de aquel modo á los reales
dó reinaba el tumulto espoleando su corcel . y sus
ayos pasmados no pueden retenerle , y esclama :
« que nuevo furor es este. ¡ O míseras ciudadanas !
Adó , á dó os despeñais? So incendiais á los ene
migos , ni los hostiles reales de los griegos , sino
-vuestras esperanzas. Miradme , yo soy vuestro As
canio. »
Acaba de decir esto, y echa en tierra el capa
cete que llevaba en el "simulacro militar. Vue
la allá Eneas, y juntamente el pueblo troya-
Bo ; pero despavoridas huyen en todas direc
ciones hacia las remolas playas , y ocultamente
buscan las selvas , y las cavernosas rocas dó
quiera que están : las pesa su atentado y la vida
tambien, y calmado su furor reconocen á sus con
ciudadanos , Juno es arrojada de su animo. Sin em
bargo las llamas y los incendios no perdieron por
esto su fuerza : la estopa despidiendo un perezoso
humo se alimenta bajo el húmedo leño, y un den
so fuego consume las higas . y el estrago cunde en
todas las partes de las naos abrasadas , y el trabajo
de los varones y las olas echadas encima no bas
tan á estinguir las llamas.
Entonces el piadoso Eneas empieza á lacerar la
vestidura que pendia de sus hombros , y á invocar
el ausilio de los dioses y á levantar las manos.
« Júpiter omnipotente , esclama , si no odias á los
troyanos todos sin escepcion , si tu antigua clemen
cia se extiende á las desgracias humanas , concede
ahora á la escuadra evitar el incendio , ó Padre,
y preserva de la ruina los débiles restos de los tro
yanos : ó si lo merezco , entrégame á la muerte
con el infesto rayo y aquí oprímeme con tu diestra,
lo único que resta. » Apenas habia dicho esto cuando
se forma una rara y furiosa tempestad de lluvia y
las alturas de la tierra y los campos se estremecen
con el trueno ; un túrbido aguacero condensado
por los negros austros se precipita de todo el cielo
134 LA B.NEIDA.
Íi las naos se llenan de agua , y se humedecen los
eños semiquemados hasta que todo el fuego queda
apagado y libertadas del incendio todas las naves
menos cuatro devoradas por las llamas. Mas el pa
dre Eneas conmovido por esta triste calamidad
revolvia en su pecho grandes cuidados, y formaba
mil pensamientos deliberando . si permaneciera en
los campos de Sicilia sin atender á los hados , ó si
se dirigiera á las regiones itálicas. Entonces el
anciano Nautes, único á quien Palas Trilonia inspi
ró é hizo célebre por sus muchos vaticinios, abrió
los labios para decir ó lo que amenazaba la grande
ira de los dioses, ó lo que exigia la serie de los ha
dos. Y habiendo consulado á Eneas , le habla en
estos términos : « ó hijo de Venus marchemos á dó
nos llaman y revocan los hados. Venga lo que
viniere el sufrimienlo ha de triunfar de toda for
tuna. Tienes al troyano Acestes oriundo de los
dioses : rocibele y lómale gustoso por consejero :
entrégale aquellos que sobran perdidas las naves ,
y aquellos que se cansan de la ardua empresa y
de tus negocios , y elige los mas provectos ancia
nos , y las matronas lasas de navegar , y todos los
enfermos y temerosos de los peligros ; y permite
que ellos fatigados ediliquen una ciudad en este
pais. La llamarán Acesta con el permiso de Aces
tes. Estas palabras del anciano amigo impresiona
ren á Eneas ; mas despues su ánimo se abismó en
toda suerte de ansiedades. Y la negra noche ocupa
ba el Polo ron su carroza de dos caballos ; cuando
le pareció que la imagen de su padre Anquises ba
jada del cielo de repente proferia estas palabras:
ó hijo mas caro que mi vida mientras vivia ; hijo
agitado por los hados troyanos ,* vengo aquí por
órden de Júpiter que ha apartado el incendio
de tu flota , y por fin se ha compadecido de tí
desde el alto cielo. Sigue los prudentes consejos
que acaba de darte el anciano N;mtes : transporta
á Italia los jóvenes escogidos , valientes y briosos ¡
una nacion fuerte y áspera de costumbres ha de
LiB. v. 138
ser por tí vencida en el Lacio. Con todo baja
primero á las infernales mansiones , y por el pro
fundo Averno busca mis coloquios , ó hijo ; pues
no habito en el tartaro , mansion de los malévolos
y de las tristes sombras ; si no que moro en el Elí
seo en compañia de los virtuosos. La casta Sibi
la te guiará aquí habiendo vertido sanare de negras
víctimas. Entonces aprenderás toda tu posteridad,
y las ciudades que te será concedido editicar.
Mas ahora la húmeda noche llega á la mitad
de su carrera y el sol naciente
ofende con el soplo de sus caballos. Asi habia ha
blado y cual humo se desvaneció por el aura leve.
Eneas dijo despues : á dó corres? á dó te escondes?
de quien huyes ó quien te veda d arme un abrazo ?
Al decir esto suscita el fuego sepultado en la ce
niza , y humilde venera con pio farro , y con per
fumes de incienso los Lares de Troya y los sagra
rios de Vesta.
Al momento convoca á sus amigos y primera
mente á Acestes , y declara la orden de Júpiter
y los avisos de su caro padre y el proyecto quo
tiene ya formado. Este es adoptado sin demora , y
Acestes no rehusa los mandatos. Destinan las ma
tronas á la ciudad y dejan la plebe gustosa de
quedarse y á todos los que no son amantes de la
gloria. Algunos rehacen los escaños y reparan en
las naos las averias del fuego : acomodan remos y
cables : son pocos en número pero muy intrépidos
y llenos de ardor marcial. Entre tanto Eneas des
cribe el espacio de la ciudad con el arado y dis
tribuye las casas por suerte : manda que llamen á
esto espacio Ilion, y á estos lugares, troyanos.
Acestes oriundo de Troya se alegra de sus nuevos
vasallos , asigna el foro , y convocados los ancia
nos establece leyes. Entonces Eneas erige en honor
de Venus adorada en Chipre un templo vecino á las
estrellas en la cumbre del monte Grix ; y en honor
de su padre Anquises instituye un sacerdote , y lo
dedica una dilatada selva junto á su sepulcro, y ya
136 i.a rmüoa.
todo el pueblo habia banqueteado por espacio de
nueve dias , y se habian celebrado los sacrificios
solemnes, cuando los plácido.* vientos allanaron
las olas, y el recio austro soplando invitó otra vez
á la mar. Levántase grande llanto por las corvas
riberas : los ciudadanos se abrazan de dia y de no
che. Va las mismas matronas, y los mismos, á quie
nes la vista del mar parecia en otro tiempo hór
rida , é intolerable su fuerza , quieren partir y ar
rostrar todos los padecimientos del viage.
El bondoso Eneas los consuela con amistosas pa
labras , y llorando los recomienda á su consanguí
neo Acestes. Luego manda á los suyos que inmolen
tres becerros á Eri\ y una cordera á las tempesta
des , y que desalen los cables por orden. Llevando
en las sienes una corona de olivo , y levantado de
puntillas en la proa sostiene una copa y arroja las
entrañas á las salobres aguas y derrama vinos puros.
Navegan viento en popa : los compañeros azo
tan á porfia la mar y barren su llanura. Mas Ve
nus entretanto agitada de inquietudes, habla á Nep-
tuno despidiendo del fondo de su pecho estas que
rellas : « la áspera iracundia y el insaciable ren
cor de Juno me obligan á recurrir á todas las
preces , ó Neptuno. Ni el tiempo duradero , ni pie
dad alguna bastan á aplacar á esta ; ni descansa
vencida por la orden de Júpiter , ó por los hados :
no le basta haber consumido con su odio ¡ufando
una ciudad en medio de los pueblos de Frigia y
haber castigado sus restos con todo género de pe
nas : persigue las cenizas y los huesos de la difunta
Troya ; ella sabrá los motivos de tan grande furor.
Tu mismo eres testigo de la recia tempestad que
suscitó poco antes en las olas líbicas ; confundió to
dos los mares con el cielo en vano confiada en los
vientos eolios : osó esto en tu imperio. ¡ O crimen !
Ahora ha instigado á las mugeres troyanas á incen
diar feamente las naves , y obliga á los ciudadanos,
perdida parte de la flota , á dejar aquellas mugeres
en pais estrangero. Respeto á lo domas , ruego que
LIB. v. 137
sea permitido á los troyanos confiarte por las olas
las velas seguras ; séales permitido llegar al Tiber
laurentino : pues pido cosas concedidas , puesto
que las parcas les conceden aquellas ciudades.
Entonces el hijo de Saturno arbitro de los pro
fundos mares profirió estos acentos : « ó Venus, muy
justo es que confies en mi imperio de donde has rcr
cibido el nacimiento ; tambien tengo esto merecido;
muchas veces atajé los furores y la rabia cruel
del ciclo y do la mar. Ni paso menos cuidado do
tu Eneas en las tierras, pongo por testigos al Xanto
y al Simois. Cuando Aquiles persiguiendo los escua
drones troyanos aterrados los empujaba hacia los
muros, y entregaba á la muerte muchos millares, y
los rios gemian llenos de cadáveres , y el Xanto no
podia hallar paso y desahogarse en el piélago ; en
tonces liberté en una hueca nube á Eneas que lu
chaba con el denodado hijo de Peleo , no siendo
¡guales los dioses y las faenas , aunque deseaba ar
rancar desde los cimientos las murallas de la per
jura Troya construidas por mis manos. Róstame
ahora tambien la misma voluntad en orden á Eneas,
depon el miedo : llegará seguro al puerto del Aver
no , como deseas. Solamente echará menos un ami
go sumergido en la mar ; una sola cabeza pere
cerá por muchas.
Despues que el padre Neptuno recreó con estas
palabras el alegre pecho de la diosa , ata los caba
llos á la carroza , y les impone espumosos frenos
para domar su fiereza , y les suelta todas las rien
das. Vuela ligero por encima de las ondas en su
carroza cerúlea : las olas se amansan , y la mar
hinchada allana sus aguas bajo las sonorosas rue
das : los nublados huyen de todo el aire. Aparecen
entonces varias deidades marinas , las disformes ba
llenas , y el coro del anciano Glauco , y Palemon
hijo de Ino , y los veloces Tritones y todo el ejérci
to de Forco , Tetis y Melite y la virgen Panopea,
Nesee , Ispio , Talia , y Cymodoce ocupan los es
pacios izquierdos. Entonces á su vez la blanda ale.
138 i.x H.vEinA.
gria ocupa el incierto ánimo de Eneas: manda
prontamente levantar todos los mástiles, y aplicar
las manos á las velas. Juntamente todos estendieron
los rabies de las velas, y al instante aflojaron ya los
izquierdos ya los derechos senos de ellas ; al propio
tiempo tuercen y retuercen las altas puntas de las
antenas : los vientos favorables dan impulso á la es
cuadra.
Palinuro ante todos guiaba la apiñada flota , los
demas recibieron orden de dirigir el rumbo hacia
él. Y la húmeda noche había llegado ya cerca la
mitad del espacio celeste ; los remeros tendidos en
tre los duros escaños bajo los remos habian entre
gado los miembros al tranquilo sueño . cuando Mor-
féo deslizándose rápidamente de los celestes astros,
hendió el tenebroso aire y fugó las tinieblas bus
cándole . ó Palinuro , y llevando á tí inocente los
sueños funestos , y el dios sentóse en lo alto de la
popa parecido á Forbante , y pronunció estos acen
tos : « ó Palinuro, hijo de Jasio. la misma mar em
puja las naves, los vientos soplan con equilibrio,
el tiempo convida á descansar. Merlina la cabeza, y
hurta al trabajo tus fatigados ojos. Yo mismo haré
tus veces por algun tiempo. »
A quien Palinuro conlexta abriendo apenas los
ojos : « ¿ acaso quieres que ignore la faz del mar
tranquilo y de las quietas ondas ? ¿ Acuso que mo
fie de ese monstruo ? ¿ Porque he de entregar á
Eneas A los dolosos asirás aun despues de haber si
do tantas veces engañado por la ilusoria serenidad
del aire ? »
Tales palabras proferia sin abandonar el timon
al cual estaba fuertemente asido , y dirigia los ojos
á las estrellas. Mas Morféo sacude sobre sus dos
sienes uu ramo empapado en el rio Lethuo , é in—
pregnado de la virtud estygia , y relaja á pesar
suyo sus fluctuantes ojos.
Apenas el sueño improviso hahia sobrecogido
los primeros miembros , cuando Morfóo echandose
encima de Palinuro le empujó con parlj de la po
LIB. V. 1"9
pa quebrarla y con el timon , precipitándole en la»
líquidas ondas al tiempo que imploraba repetidas
veces sin fruto el auxilio de sus amigos, ti se re
montó por el aura leve.
La flota corre por el golfo de Neptonn con igual
seguridad , y se adelanta conforme lo habia prome
tido el arbitro de los mares. Aun mas habiéndose
ya adelantado , raia los escollos de las sirenas en
otro tiempo ásperos y blanquecidos por los huesos
de muchos : entonces los roncos peñascos resonaban
desde lejos con las olas que continuamente los ba
tian : cuando Eneas reconoció que la nave fluctua
ba sin piloto , y él mismo la gobernó por las oscu
ras ondas lanzando muchos gemidos , y conmovidrc
su ánimo por la pérdida del amigo : « ó Palinuro,
exclamaba , que confiaste demasiado en el cielo y
en la tierra , yacerás insepulto en ignotas riberas.
140 LA ENEIDA.

LIBRO SEXTO.

Baja Eneas por aviso que en sueSos le dá sií padre An-


quises á los infiernos a ver a su posteridad. La Sibila
de Cumas , intérprete de los dioses , le acompaña y
enseña las penas de los reprobos con todo lo quede
la otra vida creian los paganos , y registra con su
padre las almas que en ajelante seran célebres en
el imperio romano.

Así habla enternecido , y deja correr libremente


la flota , y por (in aborda á las costas de Cumas.
Los marineros tuercen las proas hacia la mar ;
luego anclan las naves, y las encorvadas popas bor
dan las riberas.
Los ardorosos jóvenes saltan á la arena Itálica :
unos buscan las centellas del fuego latentes en las
venas del pedernal ; otros recogen leños de las opa
cas selvas dó se guarecen las fieras . y manifiestan
los rios hallados.
Mas el pio Eneas se dirige á un alto templo dó
preside el alto Apolo, y al interior de una vasta ca
verna , dó tiene su espantoso retrete la Sibila á
quien el vate Celio inspira grande aliento é inteli
gencia , y declara el porvenir. Ya entran en las
selvas y en el dorado templo de Diana. Dédalo,
segun afirma la Fama , huyendo del reino de Mi
nos osó liarse al aire con ligeras alas , huyó hacia
el frígido septentrion por via insólita , y volando
paróse por Un sobre el alcázar de Cumas. Luego de
LIB. vI. 141
haber llegado á estas regiones, te consagró sus alas,
ó Apolo , y te erigió un vasto templo. En las puer
tas estaba esculpida la muerte de Andrógeo . y los
siete donceles que los atenienses eran obligados á
dar en castigo todos los años ; ¡ ó lástima '. vese la
urna de donde sacábanse las suertes. La isla de
Creta que descuella sobre la mar se divisa en frente.
Aquí está el amor insano de Pasifae por el toro, y
su fraudulento enlace, y el biforme Minotauro, mo
numento de la nefanda Venus. Aquí está aquel la
berinto tan intrincado. Compadeciéndose Dédalo del
grande amor de la hija del rey , explicó á Teseo los
enredos y los circuitos de las paredes rigiendo con
un hilo sus inciertos pasos. Tambien tú . ó Icaro
tendrias un lugar distinguido en tan grande escul
tura , si lo hubiese permitido el amor : dos veces
intentó exprimir en el oro aquella desgracia : dos
veces el buril cayó de sus paternales dedos. Pero
los troyanos hubieran contemplado mas tiempo
aquellos primores del arte , á no haber re
gresado Acales enviado de antemano por Eneas á
M Sibila , y en su compañia Deífobe hija de Glau
co sacerdotisa de Apolo y de Diana , que dice es
to al rei : « no es tiempo de satisfacer la curiosidad
con estos espectáculos : mejor será inmolar ahora
siete novillos de intacta manada , y otras tantas
ovejas escogidas segun costumbre. Habiendo la sa
cerdotisa hablado á Eneas en estos términos, invita
á los trovanos al alto templo , y ellos cumplen sin
dilacion sus mandatos acerca el sacrificio. Hay en
Cumas una grande roca excavada en forma de gru
ta , á dó conducen cien anchurosas entradas y cien
puertas : de donde salen otras tantas voces que son
las respuestas de la Sibila. Habian llegado á la bo
ca de la gruta , cuando la virgen dijo : « tiempo es
ya de consultar los oráculos ; el Dios . ved ahí el
Dios. Al proferir estos acentos ante las puertas, de
repente demudó el semblante y el color ; desorde
náronse sus cabellos , latió su pecho , y su cora
zon enfurecido entumecióse de rabia , y empezó á
142 LA ENEIDA.
parecer mayor , y su voz mas que humana , desde
que fué arrebatada del espíritu del Dios ya presen
te , y dijo : ¿ tardas en recurrir á los votos y á las
preces , ó Eneas troyano ? ¿ tardas ? No se abrirán
las grandes puertas de la lenifica gruta hasta que
bayas emitido preces. Dicho esto selló los labios.
Un gélido temblor corrió por los duros huesos de
los troyanos , y Eneas dirigió á Apolo la siguiente
plegaria emanada del íntimo de su corazon : « ó Fe-
bo que siempre te has apiadado de los infortunios
acerbos de Troya , que dirigiste la saeta troyana y
la mano de Páris contra el cuerpo de Aquiles : por
tí inspirado penetré en tantos mares que ciñen gran
des tierras y en las naciones de los masilios muy
remotas , y en las riberas vecinas á las Syrtes. Aho
ra finalmente tocamos las playas de Italia , que se
retira de nosotros. Hasta aquí háyanos persegui
do la adversa fortuna. Tiempo es ya de perdo
nar á la generacion troyana , ó dioses , y diosas
todas á quienes se oponia Troya , y la grande glo
ria de los troyanos. Y tú , santísima Sibila ,
que prevés lo futuro , permite á los troyanos y á
los dioses vagabundos y á las deidades de Troya
agitadas , que se fijen en el Lacio : no pido reinos
que no sean debidos á mis destinos. Entonces erigi
ré á Febo y á Diana templos de sólido marmol , y
fiestas que se llamarán Apolinares. Tambien te
destino un grande santuario en nuestros reinos, pues
yo allí reservaré tus oráculos y los secretos destinos
declarados á mi nacion , y te dedicaré varones es
cogidos, ó sauta virgen , solo te pido por favor que
no escribas li,s vaticinios en las hojas para que con
fundidos no vuelen hechos el ludibrio de los rau
dos vientos, ruégote que tu misma pronuncies los
oráculos. » Asi puso fin á su plegaria.
La terrible Sibila , porque uo puede sacudir á
Febo del pecho , se enfurece , pero tanto mas el
Dios fatiga su rabiosa boca, y domando la fiereza
de su corazon, la dispone para proferir los oráculos.
Abren&e por propio movimiento las cien grandes
LIB. vI. 1
puertas de la gruia , y envian hacia el aire estas
respuestas de la Profetisa : « ó tú , que evadiste los
inminentes riesgos del piélago , otros mas graves te
aguardan en tierra. Los trovanos penetrarán en el
re no Lavinio , echa del corazon esta solicitud : pe
ro les pesará de haber allí penetrado. Veo guerras,
hórridas guerras, y al Tiber espumando con copiosa
sangre. No te faltará el Simois, ni el Xanto , ni
los ejercites griegos : ya está preparado en el La
cio otro Aquiles . tambien hijo de una diosa . y en
todas partes estará presente Juno enemiga de los
troyanos. Entonces tú deque naciones itálicas y do
q ie ciudades no implorarás socorro en tus apuros ?
La causa de tan grandes calamidades será otra vez
una muger que dará hospedaje á los Frigios . y otra
vez los estrangeros tálamos. Tu no cedas á las ad
versidades ; sino al contrario muestrate mas ani—,
moso de lo que permitirá tu fortuna. Una ciudad
griega, lo que no piensas, será tu principal recurso.
Tal fué el oráculo proferido desde el fondo del
santuario por la atronadora voz de la Sibila , tales
fueron las terribles verdades por ella auguradas en
términos oscuros : Apolo no dejaba de agitarla,
y es1 aba entregada á los mas violentos transportes.
Cuando sus sentidos recobraron la calma , y el
silencio reemplazó á sus furores ; Eneas soltó estos
acentos : « divina profetisa , no son para mi nuevos
los trabajos y peligros por ti anunciados : todo lo
he previsto, y á todo estoy dispuesto. Una sola
gracia te demando : ya que la puerta de los infier
nos está , segun dicen en estos lugares en que el
Aqueronte desbordándose forma un lago ; séame
permitido descender á aquellas lóbregas mansiones
para ver á mi caro padre : muéstrame el camino y
ábreme las sagradas puertas. Él atravesó las llamas
cargado sobre mis hombros: yo le arranqué de los
brazos del enemigo : él me acompañó en mis via-
ges, y sostuvo impávido todas las fatigas de la
mar , siendo débil y de extrema vejez, y él es el que
me exhortaba á que implorase rendido tu pro—
144 LA ENEIDA.
leccion. Dígnate , ó sania virgen , tomar interés
por un padre y por un hijo : la lo puedes lodo,
y no en vano te confio Hécate la guarda de los bos
ques sagrados del Averno. » « Si pudo Orfeo con
su canora citara penetrar hasta los abismos para
evocar los manes de su cara esposa. » « Si Castor y
Pollux. vuelven alternativamente á la tierra , y se
redimen reciprocamente ; porque he de mentar á
Teseo y al grande Alcides ? tambien soy oriundo
del supremo Jove.
Esta era la plática de Eneas asido del altar :
cuando la Sibila empezó á hablar en la siguiente
forma: «O hijo de Anqnises, descendiente de los
dioses, facil es bajar á los infiernos: de dia y de
noche está abierta la puerta del negro Pluton ,
pero retrogradar y volver á las sublimes auras ,
ahí está la dificultad , ahí el trabajo. »
Pocos hijos de los dioses amados del justo Jú
piter , ó elevados hasta el cielo por su generosa
virtud han podido lograrlo. Todos los intervalos
estan ocupados de selvas , y el Cocyto de negra y
torcida corriente los circuye. Con todo , si tan-
grande amor , y tan vehemente deseo tienes de
atravesar dos veces los rios estigios, y de ver dos
veces el negro Tártaro , y si le place emprender
un vano trabajo ; oye lo que has de hacer antes
de todo. En medio de un espeso bosque, en el
fondo de un tenebroso valle hay un arbol copu
do que lleva un ramo de oro flexible en cuanto
á las hojas y á la corteza, consagrado, segun fama,
á Proserpina. Preciso es que esté guarecido con es
te ramo el mortal que quiera penetrar en el impe
rio de Pluton. La hermosa Proserpina ha mandado
que se la presentase este donativo. A penas le
arrancan del árbol , cuando retoña otro del mismo
metal. »
Búscale pues con ojos ávidos , y habiéndole ha
llado , arráncale con la mano con lodo respeto :
porque si los destinos te llaman , el mismo espon
tanea y facilmente se desprenderá del árbol : de lo
uB. vr. ÜS
contrario no podrás superarle con fuerza alguna,
ni corlarle con el duro hierro. Ademas yace exá
nime el cadáver de un amigo tuyo , ¡ay! ¡lo igno
ras! é infesta con su muerte toda la flota mientras
requieres las respuestas , y suspenso estas junto á
mi puerta. Depon primeramente á este en su
correspondiente morada , y sepúltale. Despues lleva
al ara negras víctimas : estas sean las primeras ex
piaciones. Asi verás finalmente las selvas estigias,
region inaccesible á los vivientes. ».
Asi habló , y cerró los labios : dejando Eneas la
caverna , parte con semblante triste , clava los ojos
en el suelo, y revuelve en su interior los misteriosos
orácu!os : á su lado vá el fiel Acates y fija los pies
agitado de iguales inquietudes. Razonaban entre sí
de varias materias : á saber , cual seria el compa
ñero cuya muerte auguró la Sibila, cual el cadá'
-ver que se habia de sepultar. Mas ellos luego que
se reunieron con los suyos, divisan en la árida ri— -
bera el cadáver de Miseno víctima de alevosa
niuerte , de Miseno hijo de Éolo el mas diestro pa
va entusiasmar á los combatientes y para infundir
les el ardor marcial con el bélico sonido de la
trompeta. Este habia sido compañero del grande
Hector al lado del cual iba en las batallas famoso
por la trompeta y por su lanza. Desde que Aquilas
victorioso mató á Hector , como héroe muy gene
roso se habia agregado á Eneas troyano, no habien
do seguido menos ínclito caudillo. Pero ahora
mientras inadvertido sonaba casualmente la concha
marina atronando los mares , y provocaba con el
sonido los dioses al combate , un ínvido Triton ,
si puede creerse , le sumergió en las espumosas olas
habiendole cogido entre los escollos. Asi pues to
dos en torno se querellaban con penetrantes clamo
res y mas que todos el piadoso Eneas. Ejecutan
llorando las órdenes de la Sibila sin dilacion , y
á porfia levantan una hoguera casi tan alta
como el cielo. Van á una añosa selva , dó habia
profundas guaridas de fieras ; caen los pinos , re—
IO
156 LA ENEIDA.
suena la encina con los golpes de la segur , y su
cumben los troncos de fresno : las cuñas rompen el
hendible roble, hacen rodar de los montes creci
dos quejigos. Tambien Eneas el primero entre tales
maniobras incita á sus compañeros, y se arma con
iguales instrumentos. Entre tanto medita esto en su
angustiado corazon mirando la espaciosa selva y á
solas dicte : « ojalá que ahora se ofreciese á mis
ojos el ramo de oro en tan dilatada selva ; puesto
que , ó . Miseno , la Sibila ha proferido oráculos
demasiado ciertos en orden á tí.
Apenas habia pronunciado estas palabras, cuando
dos palomas que casualmente volaban por el aire ,
pasaron delante de el , y posaron en la verde
tierra. Entonces el insigne héroe reconoce las ave9
de su madre , y gozoso asi las ruega : « guiadme, si
hay algun camino , y desde el aire dirigid mi rum
bo hacia la selva, dó el precioso ramo sombrea la
fecunda tierra : y lú , ó diosa madre mia , no me
desampares en las incertidumbres. »
Dice, y contiene el pie, explorando que indi
cios darian , y á donde se dirigieran. Ellas paciendo
se adelantaron tanto con varios saltos cuanto
los mas pespicaces ojos de los observadores podian
alcanzar. Despues asi que llegaron á la orilla del
fétido Averno , levántanse con ligereza, y deslizán
dose por las ténues auras, páranse en nn lugar
ameno sobre un árbol de dos formas , desde donde
el resplandor del oro de color diferente se traslucia
entre las liga
Cual ramas.
no producida por el propio arbol res
plandece en las selvas con sus recientes hojas , y
ciñe con sus doradas yemas los redondos troncos
de los árboles ; tal era la forma del ramo de oro
que ondeaba en la opaca encina , asi la lámina
resonaba mecida por el apacible céfiro. Coge al
punto Eneas el ramo con tanto afan que le pare
ce tardar en seguirle , y llévale á la mansion de la
Sibila.
Mientras tanto los troyanos con igual actividad.
UB. vI. 1 V7
lloraban en la playa á Miseno , y preparaban las
exequias á su triste ceniza. Erigen primero una
grande pira de resinosas teas, y de astillas de
encina : ornan sus costados con fúnebres ramas ,
y en la parte anterior colocan lugubres cipreses y
encima sus relucientes armas. Unos presentan agua
cálida que hervia en calderos de bronce y lavan
y ungen su yerto cadáver. Derraman copiosas lá
grimas , despiden luego penetrantes gemidos , colo
can en el lecho sus miembros llorados y sobre ellos
su ropage purpúreo y el uniforme que acostumbra
ba lucir en las batallas. Unos se colocan bajo del
grande féretro, triste ministerio , y vuelto el rostro
alargan la tea puesta debajo segun antigua costum
bre : queman en abundancia el incienso y las car
nes . y las copas del aceite vertido.
Despues que se deslizaron las cenizas , y. la llama
cesó . regaron con vino las reliquias y áridas pave
sas , y Corinéo encerró en una urna de bronce sus
huesos recogidos. El mismo tres veces se paseó por
el rededor de los compañeros con el agua expiato
ria . esparciendo sobre ellos tenue rocio con un
ramo de feliz olivo y los expió y profirió los últimos
acentos. Mas el pio Eneas erigió un grandioso pan
teon y en él colocó sus propias armas y el remo,
al pié de aquel elevado monte que ahora se llama
Miseno y conserva de muchos siglos este nombre.
Hechas estas ceremonias, cumple inmediatamen
te los mandatos de la Sibila. Habia una profun
da caverna de anchurosa abertura , de viva ro
ca i defendida por un negro lago y por umbro
sas selvas sobre la cual no podian las aves volar
impunemente , tal vapor saliendo de sus negras
bocas se levantaba hacia la celeste bóveda , por lo
que los griegos dieron al lugar el nombre de Aver
no. Allí primeramente presenta á las aras cuatro
novillos de negras espaldas , y el sacerdote derra
ma vinos sobre sus cabezas . y cortando las cerdas
mas altas del medio de sus astas , las arroja en
las sagradas llamas como primicias del sacrificio,
148 LA ENEIDA.
invocando en alta voz á Hécate potente en el cielo
y en los inflemos.
Otros los deguellan y reciten en sus copas la
cálida sangre. El mismo Eneas inmola con el ace
ro una cordera negra en honor de la madre de tas
furias , y de su grande hermana , y á tí una vaca
infecunda , ó Proserpina. En seguida hace nocturnos
sacrificios al rey estígio , y ofrece sobre ios altares
todos los toros y derrama tambien aceite sobre las
entrañas encendidas. Mas ved ahí que al rayar el
dia empezó la tierra á remugir bajo sus pies , y
empezaron á agitarse las colinas de las selvas , y al
acercarse Hécate pareció que ahullaban las furias.
«Lejos, ó profanos , lejos , clama la profetisa , y
salid de todo el bosque. Y tú emprende el camino
y echa mano al acero : ahora te son necesarios ,
Eneas , el valor y la constancia. »
Sin hablar mas , métese furiosa en lo profundo
de la caverna : Eneas la sigue con intrepidez. O
dioses arbitros de las almas , y mudas sombras,
y Caos y Flegetonte , vastas regiones dó reinan
la noche y el silencio , séame lícito contar lo
o ido y revelar los arcanos envueltos en los tene
brosos abismos de la tierra. Iban solos de noche,
por la profunda y lóbrega caverna , por el vasto
imperio de Plulon , dó moran las sombras y los si
mulacros. Viajaban semejantes al que atraviesa un
opaco bosque , cuando la luna cubierta de nublados
despide una luz débil y falaz , el cielo está encapo
tado y la noche ha robado el color á los objetos.
Ante el mismo vestíbulo y en las primeras gar
gantas fijaron su morada los llantos y vengadoras
cuitas, y allí habitan las pálidas enfermedades, y
la triste senectud , y el miedo y el hambre instiga
dora del mal , y la torpe indigencia , monstruos
horribles . y la muerte y el trabajo , y el sueño
consanguíneo de la muerte y los funestos gozos. En
el umbral de enfrente moran la mortífera guerra,
y las Euménides con sus férreos lechos y la discor
dia insana cuya cabellera formada de víboras está.
irá. yi. 149
sujeta con vendas teñidas de sangre. En medio
extiende sus ramos y añosos brazos un olmo opaco
y descomunal , dó segun dicen habitan los vanos
sueños encima de las hojas. Ademas están en las
puertas muchos otros monstruos como los Centau
ros , las biformes Escilas , Briareo de cien manos,
la hidra Lernea que despide espantosos silvidos.
Ja Quimera armada de llamas , las Górgonas , y las
Harpias y Gerion de tres cuerpos.
A vista de aquellos objetos Eneas repentina
mente azorado desnuda presuroso la espada , y
presenta sus filos á los monstruos que se ofrecen.
Y si la docta Sibila no le hubiera advertido que
eran vanas imágenes que voloteaban por las tinie
blas en forma de espectros ; hubiera atacado y heri
do sin provecho las sombras con el acero. De aqui
empieza el camino que guia á las aguas del infernal
Aqueronte. Aquel golfo túrbido y profundo rebosa y
descarga toda la arena en el Cocyto. Caronte bar
quero horrible y esquálido reina sobre estas aguas y
rios. Lleva una barba canosa y muy poblada , sus
ojos centellean , su sórdida vestidura añudada pen
de do los hombros. Empuja el mismo el negro esqui
fe con una pértiga y le ayuda con velas, y transpor
ta las'sombras de los cuerpos. Ei viejo, pero su robus
ta y lozana senectud indica que es un dios. Aquí
acudia toda la turba estend ¡endose por las ribei-as ;
las matronas, los varones, y los denodados guerreros
privados de la luz, los muchachos, las doncellas y los
jóvenes echados á las piras en presencia de sus pa
dres : tantos como las hojas que caen de los árbo
les en las selvas por el primer frio del otoño, ú
como las aves que se aglomeran en la tierra cuan
do el invierno las arroja mas allá de la mar y las
obliga á buscar los cálidos paises.
Rogaban á porfia que los pasase primero , y ten
dian las manos deseosos de la ribera opuesta, mas
el áspero barquero ora recibe estos , ora aquellos ; y
arroja á otros de la playa. Eneas dice pasmado y
conmovido con cite tumulto : « dime, ó virgen , que
150 LA -ENEIDA.
significa tanta concurrencia al rio , ó que piden es
tas almas, ó porque diferencia estas se retiran de la
ribera y aquellas cortan con los remos las pálidas
aguas ? o Asi le contexto brevemente la anciana sa
cerdotisa :
a Hijo de Anquises , prole sin duda de los dioses,
ves los profundos lagos del Cocyto y la estigia la
guna que impone respeto á los dioses en sus jura
mentos que temen violar. » « Toda esta turba que
ves es indigente é insepulta , aquel barquero es
Caronte : aquellos que transporta son los sepultos, »
«Ni se les permite pasar las riberas horribles y las
sonantes ondas . hasta que sus huesos descansan en
la tumba.» «Cien años vagan y volotean en torno
de estas riberas : entonces por fin admitidos son
llevados allende de los deseados ríos. « El hijo de
Anquises paróse y contuvo el paso excogitando
muchas cosas y compadeciéndose de su acerba situa
cion. Vé allí tristes y privados del sepulcro á Leu-
caspis y á Oronte gefe de la esquadra de los licios,
á quienes navegando desde Troya por los procelo
sos mares el Austro sumergió sepultando la nao
juntamente con la tripulacion. Se dirigfa hacia él
Palinuro , aquel que poco antes en el mar líbico
al observar los astros cayó de la popa precipita
do en medio de las olas.
Cuando Eneas a duras penas le reconoció en
las espesas tinieblas, le dirige el primero estas pa
labras : «ó Palinuro, que dios te arrebató de noso
tros , y te sepultó bajo las profundas aguas ? »
« Dímelo pronto, porque Apolo nunca antes experi
mentado falaz con esta sola respuesta engañó mi
mente ; cuando me vaticinó que evadirías los pe
ligros del piélago y llegarias á la costa itálica : á
caso es esta la fé de sus promesas? «Mas el con
testó : ó caudillo hijo de Anquises , ni te engañó el
oráculo de Febo , ni dios alguno me sumergió eu
la mar. « Pues casualmente al caer , arrastré con
migo el timon arrancado con violencia . del cual
estaba estrechamente asido , y con el cual dirigía
LIB. v. 151
el rumbo. « Pongo por testigos á los ásperos mares
de no haber temido tanto perder yo la vida co-
ruo el sumergirse tu nave falta de limon y de
piloto al levantarse tan encrespadas ondas. » El
récio Austro me sostuvo tres ásperas noches sobre
las espaciosas llanuras de Neptuno: apenas al
. cuarto dia avisté la Italia levantado por una im-
. petuosa oleada. »
« Poco á poco nadando me asomaba á la tierra
y llegaba ya á un lugar seguro , cuando oprimido
del peso del agua en que estaba empapado mi ves-
. tido , al tiempo que me asia de la punta de un es
carpado escollo , una gente inhumana me arreino-
tió con el acero creyéndome un rico náufra
go. « Ora mi cadáver está entre las ondas , y los
vientos le empujan hacia la playa. «Mas yo te supli
co por la grata lumbre del cielo y por las auras,
por tu padre, por la esperanza del creciente Asca-
nio , líbrame de estos males , ó invicto gefe , ó en-
tiérrame , ya que está en tus manos , dirígete al
puerto Velino, ó alárgame tu diestra y transpórta
me allende del rio para que al menos despues de
la muerte descanse en placidas mansiones : si hay
algun medio , si alguno te ha mostrado tu madre ;
pues opino que no emprendes este viage al traves
de tantos rios y de la estigia laguna sin autoriza
cion de los dioses. »
Dice , y la Sibila contexta : « ó Palinuro á que
viene tan impio deseo ? tu insepulto verás el lago
eslígio y el formidable rio de las furias . y pasarás
á la otra ribera sin permiso de los dioses ? Cesa de
esperar que los ruegos truequen los destinos. Mas
para consuelo de tu acerbo dolor grava en la me
moria lo que voy á decirte. Los vecinos pueblos de
Lucama instigados por celestes prodigios expiarán
tus huesos en sus pueblos y ciudades , y te erigirán
un sepulcro y llevarán ofrendas á él , y el lugar
conservará eternamente el nombre de Palinuro. »
Este augurio calmó sus inquietudes , y desterró
al&un taulu el dolor y la tristeza de su corazon :
152 LA ENEIDA.
huéllase de que aquel pais lome su nombre. -
Prosifiucn pues el viage empezado , y acércanse
al rio. Y así que el barquero les vió desde lejos
atravesar la muda selva , y que se asomaban á la
ribera , asi los emprende el primero y animosa
mente los increpa ; « cualquiera que seas , tú que
con las armas en la mano te asomas á nuestros
rios , dime sin dilación : « ¿ á que vienes ? y desde
luego detente. Esta es la morada de las sombras, del
sueño , y soporífera noche : no puedo transportar
non mi esquife á los vivientes por el estigio lago.
Ni me holgué de haberlo verifleado con Alfides
cuando vino aquí , ni con Teseo y Pirithoo aunque
fuesen hijos de los dioses y héroes invencibles. Aquel
encadenó al Cerbero arrebatándole del solio de Plu-
ton , y le arrastró trémulo ; estos osaron arrancar
del tálamo del mismo rey á su esposa. Respon
dió brevemente la sacerdotisa de Apolo: «aquí
no hay tales asechanzas: no te amedrentes,
ni estas armas amagan violencia : bien puede
en cuanto á nosotros el Cerbero con sus conti
nuos ladridos atronar desde su cueva las incorpó
reas sombras ; bien puede la casta Proserpina cus
todiar la puerta de su tio. Eneas troyano ilustre
por su piedad y denuedo , desciende á las profundas
sombras del Erebo para ver á sn padre. »
Si la imagen de un varon tan piadoso no te
mueve , al menos reconoce este ramo que te
muestro , llevábale antes oculto bajo su vestidura.
Entonces el fiero corazón de Caronte se calmó, y no
se dijeron mas palabras. Él admirando el vene
rable don del fatal ramo , que no habia visto de
mucho tiempo . empuja la negra barca y se asoma
á la ribera. Al momento arroja las otras almas
sentadas en los prolongados escaños , evacua los
tablados , y admite en su seno al grande Eneas.
Gime el sutil esquife bajo el peso de los nave
gantes , y bebe mucha agua por las rendijas. Trans
porta luego ilesos á Eneas y á la Sibila y los deja
LIB. vI. 153
en el informe limo , y en la verde grama. El des
comunal Cerbero atruena esta region ladrando con
sus tres gargantas echado en la misma cneva opues
ta. La Sibila al columbrar los cuellos del Cerbero
que ya se erizaban con las serpientes , le arroja
una torta condimentada con miel y varias frutas.
Él abriendo las tres gargantas furiosas por el ham
bre , la devora , y echado en el suelo extiende sus
vastos miembros por toda la cueva , y se rinde al
sueño. »
Adormecido el centinela , Eneas entra y rápida
mente atraviesa la ribera del rio invadeable. Per
cibiéronse al punto voces y grandes vajidos , á sa
ber las almas de los infantes que lloraban en el
primer umbral á quienes el dia fnnesto arrebató
privados de la amable vida y arrancados del pecho
de sus madres con una muerte precoz. Junto á estos
se hallan aquellos que la injusta calumnia entregó á
la muerte. Mas la asignacion de estas moradas no
se hace sin juicio y sin suerte. Minos como juez agita
la urna : él mismo junta las sombras , é investiga
las vidas y los crímenes. Luego ocupan los vecinos
lugares aquellos infelices que inocentes se quitaron
la vida fastidiados de vivir. ¡ Oh ! ¡ como quisieran
ahora en el mundo sobrsllevar la pobreza y los du
ros trabajos ! Védanlo los destinos : y la odiosa la
guna los implica con sus tristes brazos y nueve
veces los circuyo y los aprisiona.
No lejos de aqui se muestran patentes en todas
direcciones los llorosos campos : llámanlos así. En
ellos unas ocultas sendas esconden á los que el cruel
amor consumió con su lela! veneno , y una selva
de mirtos por todas partes los rodea , ni las inquie
tudes los dejan despues de la muerte. Aquí repara
á Kedra y á Procris , y á la triste Enfile que ma
nifiesta las heridas que recibiera de su desapiadado
hijo , y á Evadne y Pasífae. En su compañia están
Laodamia y Ceneo en otro tiempo convertida en
mancebo , ahora hembra y otra vez transformada
en su antigua figura por el destino. Entre ellas Dido
151 Ll ENEIDA.
fenicia recien llegada despues de haberse dado la
muerte , vagaba en el dilatado bosque. Luego que
el héroe troyano estuvo cerca de su espectro , y la
reconoció al traves de las tinieblas : cual columbra
ó cree haber columbrado alguien á la luna despun
tando entre las nubes al principio del mes ; vertió
lágrimas y el dulce amor le arrancó estos acentos.
« ¡ Dido infeliz ! Ora veo cierta la noticia que
penetró mis oidos, de haber el acero corlado
el hilo de tus dias al impulso de tu propia mano.
¡ Ay ! Yo soy el autor de tu muerte. Juro por los
astros , por los dioses , y por la fé , si la hay en las
profundidades de la tierra , que á despecho , ó Rei
na , salí de tu ribera. Mas las órdenes de los dioses
que me inducen ahora á vagar por estas sombras,
por esos lugares hórridos, esquálidos, tenebrosos
y profundos me indujeron con su autoridad á de
jar tus dominios. Ni pude persuadirme que mi par
tida hubiese de causarte tan vehemente dolor. Pá
rate , y no te hurtes á mis ojos. ¿ De quien huyes ?
Esta es la última vez que el destino me permite
hablarte. »
Con tales acentos procuraba Eneas ablandar la
ira de Elisa que le miraba con torva vista, y el
mismo se incitaba al llanto. Ella con ademan hostil
tenia los ojos fijos en la tierra. Mostróse insensible
á los dulces acentos de Eneas, cual pedernal ó roca
de Marpeso. Dasapareció por fin huyendo cual ene
miga hacia las espesuras do las selvas , dó Siqueo
corresponde á su amor y solaza su inquietud.
Sin embargo Eneas vivamente agitado por su
acerba muerte la sigue de lejos bañando en lá
grimas sus mejillas, y lamenta su desgracia. Luego
prosigue el camino concedido . y habian llegado á
unos campos remotos, dó moran separadamente los
ínclitos campeones. Aquí se le ofrece Tideo , aquí
el famoso guerrero Partenopeo , y la sombra del pá
lido Adrasto. Aquí están los troyanos que tantas
lágrimas costaron á sus compatricios por haber
perecido en las batallas. A todos los cuales viéndolos
LIB. VI. 153
en larga serie, suspiró: sobre todo al distinguir ¿Glau
co , á Medonle , á Tersíloco , á los tres hijos da
Antenor , á Polibctes sacerdote de Ceres , y á Ideo
que aun manejaba los carros y las armas. Rodeante
por todas partes numerosas almas. No las satisface
el haber visto una vez á Eneas : plácelas perma
necer largo tiempo , y acercarse mas á él , y pe
dir las causas de su venida.
Mas los gefes griegos y las falanges de Agame
non cuando vieron á Eneas y sus armas esplenden
tes al traves de las sombras ; empezaron á azorar
se y á temblar , unos volvieron la espalda como en
otro tiempo cuando corrieron á refugiarse á las
naos ; otros despidieron una débil voz que no aca
baron de articular.
Aquí divisó á Deífobo hijo de Priamo mutilado
de todos los miembros, cruelmente lacerado su ros
tro , el rostro digo y las manos , y las sienes des
pojadas de las orejas , y la nariz truncada con
afrentosa herida. Con dificultad pues pudo recono
corle trémulo , y ocultando las vergonzosas heridas
y primero le habla con voz que le era conocida :
« belicoso Deífobo progenie de la noble sangre de
Tcucro , quien osó ecsigir de ti tan crudo suplicio ?
Quien pudo asi desfigurarte ? Por el rumor que lle
gó á mis oidos supe que en la postrera noche de
Troya laso por el destrozo de griegos que tu dies
tra hizo, espiraste sobre un monton de cadáveres
confundidos. » « Yo mismo entonces en el litoral
Reteo te erigí un cenotafio , y tres veces llamé tus
manes en alta voz. El pais conserva tu nombre y
armas. No pude , ó amigo, verte y al partir sepul
tarte en el suelo patrio. »
El hijo de Priamo responde entonces : nada
omitiste , ó amigo ; has cumplido todos los deberes
correspondientes á Deífobo y á la sombra de su
cadáver ; pero mi suerte y el funesto crimen de
Helena Lacedemonia me sumergieron en estos in
fortunios: Ules monumentos me dejó ella. Pues
156 LA ENEIDA.
no ignoras como pasamos la última noche entre
falsos gozos , y conviene demasiado que de ello nos
acordemos ,- cuando el fatal caballo subió á los al
tos muros y abortó tan crecido número de guerre
ros. Ella fingiendo danzas , guiaba cerca las orgias
á las matronas furiosas : ella en medio de todas
levantaba una gruesa tea , y desde el alto alcázar
invitaba á los griegos. Entonces el funesto tálamo
aliviaba mis fatigas y mis inquietudes con el sueño,
y un dulce y profundo descanso parecido á una
muerte tranquila embargaba mis miembros. Entro-
tanto mi digna esposa saca del palacio todas las
armas y quita de mi cabecera la ñel espada. Llama
á Menelao y le abre la puerta de mi morada. Asi
creia hacer á su amante un grande beneficio , y
poder borrar de este modo la infamia del crimen
primitivo. Porqué te delengo ? Arrójanse sobre mi
tálamo : júntaseles por compañero Ulises instigador
de maldades. Dioses dad la merecida paga á los
griegos, si son justos los suplicios que les impreco.
Pero dime pronto : que aventuras te han llevado
aquí en vida ? Vienes acaso arrojado por una tem
pestad , ó por orden de los dioses ? Acaso alguna
otra suerte te obliga á venir á esas mansiones tris
tes y tenebrosas , y á esos lugares dó reina el tu
multo?»
En esta vicisitud de coloquios la Aurora con
sus rubicundos caballos en el espacio aéreo ya
habia transcurrido la mitad de su carrera , y qui
zas hubieran razonado todo el tiempo concedido,
pero la Sibila avisóle y le habló brevemente : Ene
as . la noche se acerca : nosotros pasamos el tiem
po llorando. Aquí hay dos caminos. El derecho se
extiende hasta el palacio del grande Pluton ; por
este nos dirigimos al Elíseo ; mas el izquierdo con
tiene los suplicios de los impios , y guia al Tártaro,
mansion de los perversos. »
Deífobo contexta : «no te irrites, respetable Sacer
dotisa : me retiraré, pondré fin á la plática, y regre
saré á las tinieblas. A dios príncipe , gloria de los
LIB^rI. 157
trovanos , goza de una suerte mas venturosa. Dijo,
y desapareció» Eneas subitamente mira hacia atras
y al pié de una peña de la izqnierda repara una
espaciosa ciudad ceñida de tres muros , á la cual
el rio Flegetonte rápido circuye con fuegos abra
sadores y revuelve sonorosas peñas. Una puer
ta que hay en frente es grandiosa , y la sostienen
colunas de diamante . de suerte que ni los hom
bres, ni los dioses la pueden derribar. Levántase ha
cia lo alto una férrea torre , y Tisífone sentada y
ceñida con una capa sanguinolenta custodia el
umbral velando noche y dia. De aquí empezaron
á oirse los gemidos y á resonar los rudos golpes :
entonces el rechinamiento del hierro y de las ca
denas hirió los oidos de Eneas que se paró lleno de
estupor, y atendió al estruendo. Uime, que suerte da
crímenes hay allí , ó sacerdotisa ? ó con que supli
cio son castigados ? De donde salen los terribles
plañidos, que se levantan hacia los aires? Enton
ces la Sibila respondiole : « ínclito adalid de los
(royanos, ningun mortal puro puede entrar en la
mansion del crimen ; mas cuando Hécate me con
fió la guarda de las infernales selvas ; ella me de
claró los tormentos que los dioses destinan á los
ímprobos, y me hizo seguir todos estos lugares.» Ra-
damanto cretense gobierna este cruelísimo imperio,
y castiga y oye los dolos , y obliga á confesar todos
los crímenes perpetrados por cualquiera en el mun
do sin haberlos expiado antes de morir , confiando
vanamente en el disimulo. Al momento la vengado
ra Tisífone armada de un látigo azota á los reos
insultándoles , y con la mano izquierda les presen
ta torvas serpientes. Entonces por fin ábrense
las puertas rechinantes por el horrísono gozne Pro
sigue la Sibila : Ves que satélite ocupa el Vestíbu
lo ? Que espectro guarda los umbrales ? La hidra
cruel está aquí dentro sentada , horrible por sus
cincuenta gargantas. Ademas el mismo Tártaro es
tan profundo , que para los que descienden allí
el camino es dos veces tan largo como de aquí á
la mansion de la luz. Allí los Titanes antiguos hijos
158 M ENEIDA.
de la tierra postrados por el rayo se revuelcan en
el fondo del abismo. Allí vi tambien á los dos hijos
de Aloeo agigantados , quienes osaron derrumbar
con sus propias manos el alto cielo y destronar al
seberano Júpiter. Vi tambien á Salmóneo rigoro
samente castigado por haber intentado remedar
los rayos y los truenos. El montado sobre un coche
de cuatro caballos , y blandiendo un hachon encen
dido , corria ufano por los pueblos de Grecia y
por medio de la ciudad de Elide y exigia la ado
racion debida á los dioses . insano ! él pretendia
remedar con unas ruedas de bronce y con el ím
petu de los caballos las tempestades y el trueno
inimitable. Pero el padre omnipotente al traves
de los opacos nublados vibró un rayo ( no echó
mano de vanas antorchas y humosas teas como Sal
móneo ), y habiéndole envuelto en un denso tor
bellino, lanzóle al abismo. Vi tambien en el número
de aquellos criminales á Ticio hijo de la tierra
madre comun quien con su descomunal cuerpo ocu
pa nueve jornales de tierra , y un enorme buitre
royendo de continuo con el corvo pico sn hígado
y las entrañas fecundas para las penas, las registra
para devorarlas , y nunca se aparta de sn profun
do pecho : ni tienen descanso alguno sus fibras que
se reproducen sin cesar. Porqué he de mentar á los
Lápilas á Yxion y á Piritoo amenazados de un
grueso peñasco pendiente sobre sus cabezas en
ademan de aplastarlos. Otros sentados sobre sober
bios y voluptuosos lechos, tienen ante sus ojos una
mesa cubierta de esquisitas viandas ; mas á su lado
la mas formidable de las furias armada de un tizon
ardiente los espanta con su atronante voceria. »
« Allí están aquellos que odiaron A sus hermanos
durante su vida , ó azotaron á su padre , ó engaña
ron á su cliente, 6 los que solos gozaron de las ri
quezas adquiridas sin dar parte de ellas á los suyos,
que son los mas , y los que fueron muertos por
adulterio, y los que siguieron guerras injustas, y
no temieron ser infieles á sus dueños ; ellos encerrar
I.TB. TI. 159
dos aguardan el suplicio. No quieras saber que cas
tigo les está reservado , ó que modo y que suerte
les ha condenado. Unos revuelven un grande peñas
co , y penden de los rayos de una rueda puesta en
movimiento : el mismo Teseo está sentado , y lo
estará eternamente , y el infeliz Flegias dá á todos
consejo , y en medio de las tinieblas con grande cla
moreo dice : « aprended la equidad , avisados , y
á no despreciar á los dioses. Este vendió su patria,
y la sometió á un tirano feroz , hizo y abrogó le
yes por el mezquino interes. Aquel invadió el tála
mo de su hija , y los himeneos prohibidos. Todos
osaron infandos crímenes , y los pusieron en ejecu
cion. Aunque tuviera cien bocas , y cien lenguas
con una voz de hierro , no podría describirte todos
los crímenes ni todos los tormentos. «Despues que la
anciana Sacerdotisa hubo proferido estos acentos,
dijo : «ahora prosigamos nuestro camino, y termine
mos cuanto antes la carrera empezada. Yo descubro
unos muros fabricados en las fraguas de los cíclo
pes, y unas puertas sobre la opuesta bóveda, dó los
dioses nos mandan deponer el ramo de oro. « Asi
habia hablado , y caminando juntos por los te
nebrosos espacios , toman la senda del medio,
y se acercan á las puertas. Eneas ocupa la entra
da , y esparce el cuerpo con agua reciente , y fija
el ramo en el umbral opuesto. Hecho por fin esto,
y entregado el ramo á Proserpina , llegaron á unos
lugares alegres , y á unos amenos vergeles , y á las
felices mansiones de las dichosas selvas. Aquí un
aire libre mece los campos y los viste de una pur
púrea luz , y los moradores conocen su sol y sus
astros. Unos ejercitan sus miembros en las palestras
gramíneas . juegan á porfía , y luchan en la roja
arena: otros danzan y cantan. Tambien el vate
tracio con su larga vestidura canta al son de su
lira de siete cuerdas, y la toca ya con los dedos, ya
con el plectro de marfil. Aquí está la antigua pro
sapia de Teucro prole esclarecidisima , héroes mag
nánimos nacidos en tiempos mas felices ; entre ellos
160 LA ENEIDA.
lio y Asárnco y Dárdano fundador de Troya. Admi
ra de lejos las armas y los vacios carros de varones.
Están las lanzas clavadas en tierra , y los caballos
pacen libremente por los campos. El amor que
tuvieron en vida á los carros y á las armas , y el
mismo cuidado , que pusieron en alimentar rollizos
caballos , le conservan situados debajo la tierra.
Mira hacia la derecha é izquierda y verás á otros
que banquetean sobre la grama , y cantan á coros
alegres himnos en una odorífera selva de laurel,
desde donde el caudaloso Eridano al traves de ella
corre hacia la tierra. Aquí moran aquellos que guer
reando por la patria recibieron heridas , y los que
fueron sacerdotes puros durante su vida , y los pios
vates que hablaron cosas dignas de Apolo , y los
que ornaron su vida con las artes que inventaron,
y los que se hicieron acreedores á la gratitud do
los demas dispensándoles beneficios. Todos estos lle
van sus cabezas ceñidas de nevadas vendas. A quie
nes la Sibila habló de esta manera al verlos agru
pados á su al derredor , sobre todos á Museo ; por
que una numerosa turba rodea á este y le admira
ra descollando con sus altos hombros : « ó almas
afortunadas , y tu , bondosísimo vate , decid , en
que region , en que lugar está Anquises ? Por su
causa hemos venido aquí y atravesado los grandes
rios infernales. « Entonces el héroe la conteitó así
brevemente : nadie de nosotros tiene fija mansion :
habitamos en umbrosas selvas y en amenas riberas,
y en praderias siempre lozanas por los rios. Sin
embargo si os instiga el deseo de ver á Anquises
subid á esta colina , y os guiaré á él por facil sen
da. »
Asi dijo , y tomó la delantera , y desde arriba
manifestó los "campos amenos : despues descienden
de la alta colina. Mas el padre Anquises en un pro
fundo y verde valle miraba en todas partes las al
mas separadas y las que habian de volver á la luz
del mundo considerándolas atento , y casualmente
reconocia toda la muchedumbre de los suyos , y los
liB. vI. 161
caros nietos , los Indos , las fortunas , las costum
bres y los hechos de aquellos hombres. Y cuando
vió á Eneas que por pai'te opuesta y al traves de
los prados se asomaba ; gozoso alargó ambas manos
y fluyeron las lagrimas por sus mejillas y dijo :
« veniste por fin y tu piedad de la que no duda
ba tu padre superó los obstáculos del viage ! O hi
jo , porque tierras y porque mares agitado y al tra
ves de cuan grandes peligros te oigo ! Cuanto temí
que los reinos de Africa no te pusieran algun obstá
culo ! Eneas dijo : vuestra sombra , ó padre, vues
tra triste sombra muchas veces vista me indujo á
venir á estos lugares. Mis buques están en el mar
tirreno. Permitidme, ó padre, permitidme que estre
che vuestras manos y os dé un abrazo. Al decir esto
bañaba juntamente sus ojos con torrentes de lágrimas.
Tres veces intentó abrazar su cuello . tres veces la
sombra en vano asida escurrióse de sus manos cual
ligero viento y cual sueño fugaz. Entretanto Ene
as divisa en un valle secreto una selva retirada y
los matorrales que hacian ruido agitados por los
vientos y al rio Leteo que pasa al traves de aquellas
plácidas mansiones. Innumerables gentes y pueblos
volaban al derredor de este rio ; asi como en los
prados en un dia sereno de estio las abejas se
apegan á diferentes flores y vagan en torno
de los candidos lirios y toda la campiña suena con
el susurro. Eneas no sabiondo lo que era aquello,
pásmase luego que lo vé é indaga las causas :
cuales son aquellos rios , ó cuales los hombres que
ocupan las riberas en tan grande multitud. Enton
ces Anquises su padre dijo : las almas , á quienes
por el hado son destinados oíros cuerpos , beben
eternos olvidos y licores seguros en la corriente del
Leteo. Vo ciertamente de mucho tiempo deseo men
tarte cuales sean y referirte nuestra posteridad pa-
raque sea mas cumplido tu gozo cuando hayas ha
llado la ilalia. O padre, dice Eneas , acaso se ha de
creer que algunas almas ilustres de aquí vuelvan
á la luz y vivifiquen otra vez Ioj tardos cuerpos?
11
1G2 , LA ENKIBA.
Que deseo de vivir tan insano tienen los míseros ?
Anquises responde: ó hijo, voy á esplicártelo y á
desvanecer tus dudas y asi lo aclara todo por or
den.Primeramente un espíritu anima el cielo , la
tierra , los mares y el lúcido globo de la luna y
los astros , y una inteligencia difundida por todos
los miembros mueve toda aquella mole y méz
clase con aquel grande cuerpo. De allí se originan
los hombres, los animales, las aves , y los mons
truos marinos. Tienen aquellas almas un vigor igneo,
y un origen celeste , en cuanto los cuerpos nocivos
no las gravan y los terrenos y moríales miembros
no embotan aquel vigor. De aquí las almas temen
y desean, se entristecen y se alegran ¡ ni miran al
cielo encerradas en las tinieblas y en la oscura
cárcel. Ademas cuando pierden la vida no se reti
ran de las míseras todos los males, ni todas las
mancillas corpóreas y es absolutamente necesario
que adhieran todavia á ellas de un modo estraño
muchos lunares contraidos en el mundo. Por esto
son atormentadas con penas y esperimenlan los
castigos correspondientes á sus pasados crímenes.
Unas penden expuestas á los ligeros vientos; otras
lavan en un lago inmenso el crimen de que estan
inficionadas , ó le purifican con las llamas. Todos
padecemos . cada uno tiene sus atormentadores.
Despues somos trasladados al espacioso Elíseo y
pocos obtenemos los alegres campos , cuando el
duradero tiempo ha borrado las mancillas contrai
das y ha dejado purificada el alma. Al cabo de mil
años Dios las llama todas en gran número al
rio del olvido para quo olvidadas de lo pasa
do vuelvan á ver la elevada bóveda del cielo y
empiezen de nuevo á vivilicar los cuerpos. Esto
dijo Anquises y acompaña á su hijo con la Sibila
al medio de una crecida y bulliciosa muchedumbre,
y toma una altura desde donde pueda considerar
en larga série á todos los que estan en frente y re
gistrar sus_ semblantes al acercarse. « Ahora pues,
dice Anquises explicaré la gloria que algun dia ha
LID. vI. 163
de seguirse á la prole troyana , los descendientes
de la itálica estirpe que nos están destinados, al
mas ilustres y que sucederán á nuestro nombre , y
te manifestaré tus destinos. Ves aquel joven apoya
do sobre nna radiante lanza? El ocupa por suerte
el espacio mas vecino á la lumbre , el primero ve
rá la luz celeste partícipe de la sangro itálica,
se llamará Silvio , nombre albano , tu postrera
prole á quien Lavinia tu esposa alumbrará en
el ocaso de tus dias quien será rey y padre de re
yes , por el cual nuestra prosapia reinará en Alba-
longa. Este que se halla á su lado es Procas honor
de la nacion troyana , en pos siguen Capis y Numi-
tor, y Eneas Silvio que te representará en el nom
bre igualmente ilustre por las armas y piedad si por
fin empuña algun dia el cetro del Alba. Repara
cuanta robustez ostentan estos jóvenes ! Mas los
que tienen la cabeza ceñida de la civica corona
de encina te fundarán en los montes á Nomento
y á Gabios y la ciudad Fidena : ellos erigirán los
alcázares de Colacia, Pomecia, Castro de Inuo, Bola
y Cora. ( Estos nombres teoian entonces aquellas
tierras, ahora son desconocidas.) Aun mas: Ró-
mulo hijo de Marte , á quien alumbrará Uia de la
estirpe de Asáraco , se asociará con su abuelo. Ves
como descuellan sobre su cabeza dos penachos, y
como el padre de los dioses ya le señala con su es
plendor ? Sepas, ó hijo, que aquella inclita Roma
bajo su imperio dictará leyes á todo el universo y
engendrará ciudadanos iguales á los dioses y ella
sola murallará sus siete montes. Afortunada por la
prole desus ciudadanos , cual se pasea Cy beles con
su carroza por las frigias ciudades coronada de
torres gozosa por el alumbramiento de Dioses,
abrazada con cbn nietos, todos celestes, todos
moradores del Olimpo. « Dirige aquí tus ojos,
observa esta nacion y tus Romanos. Este es el
César y toda la progenie de Julo que aparecera
bajo la alta bóveda del cielo. Este es aquel varon,
de quien muchas veces oyes decir que le esta
164 LA ENKIDA.
prometido , Augusto César hijo de los dioses que res
taurará en el Lacio los siglos de oro en aquellas
regiones dó gobernó Saturno y propagara su im
perio allende de los garaníanlas y do los indios.
Aquella tierra está situada mas allá de los astros y
mas allá de la ruta del sol y del año dó Atlan
te celífero con sus hombros agita el cielo sembrado
de rutilantes estrellas. En su espectacion ya ahora
los reinos caspios y la tierra Rleotica tiemblan par
los oráculos de los dioses y las siete embocaduras
del Nilo atónitas se conmueven. Ni Alcides corrió tan
tas tierras á pesar de haber muerto la cierva de pies
do bronce y pacificado las selvas de Enmanto y
estremecido con el areo la hydra Lernca ; ni Baco
que victorioso rige su carro con las riendas de pám
pano empujando los tigres desde la alta cumbre de
Nisa. Y aun dudamos eternizar la virtud con los
hechos ? O el temor nos impide establecernos
en la Ausonia ? Y quien es aquel que está lejos
distinguido con el ramo de olivo llevando las cosas
sagradas? Reconozco los cabellos y la canosa bar
ba del rey romano que será el primero en asegurar
la ciudad con leyes enviado al vasto imperio desde
los pequeños Cures que habitan una misera tierra. A
quien despues sucederá Julo que turbará la paz de
la patria y concitará á las guerras los ciudadanos
pacilicos y el ejercito no acostumbrado á los triun
fos. Junto á el siguese el jactancioso Anco que ya
ahora apetece con deínasiada avidez el aura popu
lar. Quieres ver tambien á los Reyes Tarquinios y
la gloriosa alma de. Bruto el vengador y las fasces
recobradas ? Este el primero recibirá el imperio
consular y las severas segures y por la honesta
libertad aunque padre inmolará á sus hijos promo
vedores de una nueva guerra. Mísero ! de cualquier
modo que interpreten este hecho sus descendientes;
el amor á la patria y el inmenso deseo de la glo
ria ti imitarán en el. Ademas mira allá lejos los
Decios y los Drusos y Torquato fiero por la segur
y á Camilo recobrando los estandartes: aquellas
LiB. vI. 165
almas que ves resplandecer con iguales armas con
cordes ahora y mientras habitan el tenebroso im
perio ¡ ay '. si llegan á la vital lumbre cuan terri
ble guerra , cuan sangrientos combates concitarán
entre si ! El suegro bajando de los Alpes y del Al-
cazar de Moneco , el yerno apoyado por los pue
blos orieniales. O muchachos, no os acostum
breis á tan funestas discordias : no convirtais
vuestros brios contra las entrañas de la patria. Y
tú el primero, tú que traes el origen del cielo,
nieto mio , abstente y arroja las armas de la mano.
El, domeñada Corinto , victorioso empujará su car
roza hacia el alto Capitolio claro por la muerte de
los Aquivos. El derrumbará Argos y Micenas de
Agamenon y al mismo nieto de fiaco prole del
armipotente Aquiles : despues de haber vengado á
los troyanos sus ascendientes y la violacion del
templo de Minerva. « Quien te pasara en silencio,
ó grande Caton, ó á tí, ilustre Coso ? Quien callará
la generacion de Graco ? O los dos rayos de la guer
ra, los Escipiones azote de la Libia? O á Fabricio
glorioso por su desinterés, ó á tí que sembrabas en
k)s surcos , Serrano ? A donde me arrebatas fatigado,
ó Fabio ? Tu eres aquel Fabio máximo, el solo que
reparas el imperio con tu prudente lentitud. No dudo
que oíros serán mas habiles para formar al vivo es
tatuas de bronce y para entallar en el mármol ex
presivos rostros ; defenderán mejor las causas y
describirán con el radio las vueltas del cielo y
esplicarán el curso de los asiros : tú , ó Romano,
procura gobernar los pueblos con autoridad , es
tas serán tus artes y establecer condiciones de
az y perdonar á los sometidos y debelar á los so-
erbios. »
Asi dice el padre Anquises y añade esto á Eneas
y á la Sibila que le escuchaban con admiracion :
mirad como se pasea Marcelo insigne por los opi
mos despojos y como victorioso se levanta sobro
todos los varones. Este , suscitándose una san
grienta guerra , asegurará el imperio do Liorna con
166 LA ENEIDA.
s\i caballería,' prosternará los cartagineses y til
rebelde galo y dedicará al padre Quirino los ter
ceros despojos arrebatados. Entonces Eneas viendo
pasearse un joven egregio por su belleza y esplenden
tes armas, bien que su frente era poco serena y
sus ojos estaban fijos en el suelo , dijo : quien es , ó
padre , aquel que acompaña al varon que se
pasea ? Es por ventura su hijo ? O quizás alguno
de la numerosa serie de nuestros descendientes?
Que estrépito de compañeros le rodea ! Que seme
jante á Marcelo ! Mas la negra noche con sus tris
tes tinieblas volotea en torno de su cabeza « En
tonces el padre Anquises prorumpiendo en llanto
exclamó : ó hijo , no quieras aprender de mi el
penetrante dolor de los tuyos ; los hados no harán
mas que mostrarle á la tierra y cortarán el hilo
de su vida. O dioses , la nacion romana os pareció
que seria demasiado pujante si hubiese conserva
do mucho tiempo ese precioso vástago. Aquel cam
po cercano á la grande ciudad de Marte cuantos
gemidos costará á los romanos ! O Tiberino , que
exequias verás al fluir allende de su recien
te panteon ! Ni muchacho alguno de la estirpe ilia
ca hará concebir tan grande esperanza á los abue
los latinos, ni Roma se gloriará tanto de otro
ciudadano suyo. O piedad , ó fe antigua , y diestra
invencible en los combates , nadie impunemente
se le hubiera opuesto al empuñar las armas , ora
hubiese arremetido á pie á sus contrarios , ora hubie
se espoleado su espumoso bridon. Ay muchacho
deplorable ! si de algun modo evitas la dureza de
los hados , tu serás Marcelo. Dadme lirios á manos
llenas , derrámaré purpúreas flores y á lo menos
ornaré con estos dones la sombra del nieto y
cumpliré este vano oficio. »
Asi discurren de una á otra parte por toda la
region en los vastos espacios del aire y todo lo
registran con los ojos. Habiendo Anquises acom
pañado su hijo por todos aquellos lugares é infla
mado su ánimo en deseos de la gloria futura , mués
LIB. vI. 167
trale en seguida las guerras que despues ha de
hacer y le declara los pueblos laurenlinos y la
ciudad del rei latiuo y el modo de arrostrar cual
quier trabajo.
Dos puertas tiene el sueño : la una segun dicen
es de cerezo y por ella se permite libremente la
salida á las veraces sombras , la otra brillante por
que consta de cándido marlil ; y por esla los dioses
infernales envian al mundo los falaces sueños.
Entonces Anquises se despide de Eneas y de la Si
bila y los envia por la puerta de marfil. El se
encamina á las naos y va en pos de sus compañe
ros. Entonces rayendo rectamente el litoral tiende
hacia el puerto de Cayeta. Echa áncoras desde la
proa y borda la ribera con las popas.
168 LA ENEIDA.

LIBRO SEPTIMO.

De Cumas desembarra en Ostia. El reí latino tenia


una hija única destinada por el oraculo para un es—
trangero , eli^e por yerno a Kneas , se Tale de la
interna! Alecto para estorbar este enlace : insta
esta a Juno que la pretenda , se prepara para la
guerra y Juno convoca sus aliados.

Tambien tá , ó Cavela ama de Eneas , al mo


rir inmortalizaste nuestras riberas, y abora el lugar
dé yacen tus restos conserva de ti la memoria y
tn nombre indica que tu sepulcro existe en la gran
de Hesperia , si esto es algun honor. Mas el piado
so Eneas , celebradas las exequias de su ama se
gun costumbre y habiéndola erigido un magnifico
panteon , cuando los túmidos mares se calmaron,
continua la navegacion y abandona el puerto. So
plan por la noche favorables vientos y la esplen
dorosa luna protege el curso , brilla la mar con
sus trémulos rayos. Hienden las riberas vecinas al
promontorio Circeo dó la opulenta hija del sol ha
ce .resonar de continuo un inaccesible bosque con
sus cantos , y retirada en su palacio suntuoso en
ciende el odorífero cedro para disipar con su lum
bre las nocturnas tinieblas y con su agudo peine
recorre las sutiles telas. Desde aquí se perciben los
rugidos de los leones que luchan contra las cade
nas en medio de la noche y el gruñido de
los javalíes y los bramidos de los osos y los ahulli
LIB. vil. 169
dos de los descomunales lobos á los cnales Circe
cruel diosa con sus potenles hierbas transformó <le
hombres en Mera-. Para que los piadosos trovanos
no sufriesen igual suerte llevados á aquel puer
to, ni fuesen lanzados á tan funestas playas,
Nepluno hinchó las velas con piósperos vientos y
aceleró el curso y empujó los buques allende do
este espumoso vado. Va la mar estaba encendida de
lumbre y la Aurora azafranada desde el alto cielo
resplandecia en sus dos rosados caballos; cuando
los vientos se adormecieron subitamente y los
remos lucharon en la quieta mar. Entonces Éneas
divisa desde la líquida llanura un bosque por
el cual el Tiber de grata y rápida corriente
y de doradas arenas se despeña hacia la mar :
diversas aves acostumbradas á las riberas y al cau
ce del rio al derredor y encima con sus gorjeos
recreaban el cielo y volaban por la selva. Eneas
manda a sus compañeros que tuerzan el rumbo
y empujen las proas hacia la playa y gozoso pene
tra en el opaco rio.
Ahora , ó Eralo , infúitdeme aliento para cantar
que reyes , que acontecimientos se verificaron en
el Lacio , cual fué la situacion de aquel pais an
tiguo cuando por primera vez el ejército troya-
no con sn flota desembarcó en la costa itáli
ca y cual fué el origen de la guerra entre la
tinos y Iroyanos. Tu , ó diosa , inspírame : can
taré hórridos combates , celebraré los ejércitos y
los reyes que la ira concitó á la mortandad y las
huestes tirrenas y la Italia toda respirando guerra.
L-u asunto mas grave llama mi atencion . un tea
tro mas vasto se ofrece á mis ojos. El rei latino ya
provecto en edad regia en profunda paz los cam
pos y plácidas ciudades. Segun tradicion era hijo
de Fauno y de Marica ninfa lurentina : Pico habia
sido padre de Fauno, hijo tuyo, ó Saturno, tú eres
el tronco de esa progenie. El rei latino carecia de
prole varonil por disposicion de los dioses y solo
habia tenido un hijo que feneció en la primera
170 í.A ENEIDA.
infancia. No le quedaba mas que ana hija he
redera de sus vastos dominios y el único apoyo
de su réain alcázar. Como la joven reina estaba en
aptitud de celebrar el himeneo , veiase el objeto
de los votos de muchos príncipes del Lacio y de
toda la Ausonia. El mas gentil de lodos sus aman
tes era Turno ilustre por la nobleza de todos sus
ascendientes á quien la reina Amata deseaba ar
dientemente enlazar con su hija ; pero los dioses
se oponian á este himeneo por medio de espantosos
portentos
En el recinto mas retirado del palacio habia
un laurel que un religioso respeto conservaba de
mucho tiempo. Habiéndole el rei encontrado en el
sitio escogido para construir su alcázar , le consa
gró á Apolo, y de esto laurel, segun dicen , toma
ron nombre los laurentinos sus vasallos. Un enjam
bre de abejas (cosa prodigiosa) atravesando los
aires con grande susurro , paróse en la mas alta
de sus ramas , y con las patitas entrelazadas que
daron ellas pendientes de la frondosa rama. El
arúspice dijo al momento : « veo un príncipe es-
t ra naero , que se acerca á nuestras riberas: le veo
seguido de un numeroso pueblo procedente de la
misma parte que este enjambre y destinado á rei
nar en este supremo alcázar. Ademas mientras la
virgen Lavinia al lado de su padre celebraba un
sacrificio y quemaba perfumes sobre los altares ;
el fuego prendió su herniosa cabellera y la sono
rosa llama se apoderó tambien de su preciosa coro
na do perlas : entonces humeando viose que estaba
ceñida de lumbre rutilante y que el fuego se
extendia por todo el palacio. Esto empezó á infun
dir terror y admiracion. Los vates agoraron que
Ja princesa tendría un brillante destino , pero que
su gloria seria fatal á su pueblo que por ella ha
bría de sostener una guerra fatal. El rei aterrado
por estos prodigios parte á consultar los oráculos
ile su fatidico padre Fauno y consulta las selvas
situadas bajo la alta Albúnea que siendo la princi
liB. va. 171
pal de las selvas resuena con una fuenle sagrada,
y opaca exhala un hedor mefítico. Los pueblos de
Italia y eu particular los Eootrios en sus dudas re
curren á este oráculo. Cuando el sacerdote ha ofre
cido allí las víctimas, y descansado sobre las pieles,
en el silencio de la noche vé mil fantasmas que
volotean á su derredor ; oye diferentes voces y
goza del coloquio de los dioses celestes é infernales.
El rei para disipar sus dudas en orden á la suerte
de la prineesa sacrificó en este bosque cien ovejas
al dios Fauno y se echó sobre sus pieles exten
didas. Una voz repentina salida del fondo del bos
que le hizo percibir estos acentos: «ó progenie mia,
guárdate de enlazar tu hija con algun príncipe del
Lacio y de consentir en el himeneo proyectado.
Está para llegar un yerno estrangero que con su
prosapia elevará nuestro nombre hasta las estrellas,
y sus descendientes verán sometidos á sus leyes to
dos los pueblos que el sol alumbra. El mismo rey
latino tuvo á bien propalar esta respuesta de su
padre Fauno y esos oráculos por él comunicados
en el silencio de la noche ; mas ya la fama con
raudo vuelo recorriendo las ciudades itálicas los ha
bia desparcido ; cuando la juventud troyana abordó
con sus naves á la amena ribera del Lacio. Eneas
y los principales caudillos y el hermoso Ascanio
van á descansar á la sombra de un encumbrado
árbol , preparan comestibles , y en la grama po
nen tortas de trigo debajo las viandas como el
misino Júpiter se lo sugeria , y llenan aquel sue
lo de frutas silvestres. Allí , acabados los demas
manjares , y no satisfechos aun se vieron obliga
dos á comer las tortas; Ascanio por chanza,
dijo : ola comemos hasta las mesas. Aquella es-
presion fué la primera que indicó el término
de los padecimientos, y el padre fué el pri
mero que la percibió , y admiró : meditó á so
las el oráculo y al momento dijo : salud , ó
tierra debida á mi por el destino , salud, ó penates
de Troya. « Aquí está nuestra morada , aquí nues—
172 LA ENEIDA.
tra patria. Ahora me acuerdo que mi padre Anqui-
ses me comunicó estos arcanos de los destinos : hijo,
decia, cuando el hambre le obligue en remotas
riher.is á comer las mesas por falta de alimentos,
entonces fatigado concibe la esperanza de haber
hallado una mansion cierta y no dudes en esta
blecerle allí y en edificar y murallar la primera
ciudad. Esta es aquella hambre pronosticada ; estos
casos estremos nos estaban destinados para poner fin
á nuestras desdichas. Ea pues al rayar el dia todos
indaguemos estas regiones, sus habitantes y ciudades,
y penetremos en lugares distantes del puerto. Ahora
verted las copas en honor de Jove y con preces
invocad al padre Anquises y otra vez traed vino
á las mesas.
Luego de haber dicho esto , ciñe la cabeza con
un verde ramo , ora al genio del lugar y á la
Tierra la primera de la; deidades y á las ninfas y
á los dioses aun desconocidos : despues invoca por
órden á la noche y á los astros que aparecen en
ella y a Júpiter Ideo y a Cibeles y a Venus que
habita el cielo y á Anquises morador del Erebo.
Entonces Júpiter tronó tres veces estando el cielo
sereno y desde lo alto ostentó una nube rutilante
por el oro y por los luminosos rayos , sacudiéndo
la con su propia mano. Al momento por el ejérci
to troyano se esparce el rumor de haber llegado el
dia de construir la ciudad á ellos destinada. A por
fia renuevan los festines y gozosos por los grandes
presagios disponen copas y las coronan de vino,
cuando el dia siguiente circundó las tierras con sus
primeros rayos , separados exploran la ciudad y
los términos y las ritieras de esta nación ; indagan
que estos son los estanques de la fuente de Numico.
que este es el rio Tiber y que aquí moran los
generosos latinos. Entonces el hijo de Anquises
ordena que cien oradores escogidos de todas clases
vayan á la magnítica ciudad del rei todos corona
dos ron ramos de olivo y que le lleven magníficos
presenles y demanden la paz par los troyauos.
LIB. vil. 173
Al ¡lisiante ejecutan sus órdenes y marchan á pasos
redoblados. Eneas mismo desenhe los muros a—
briendo un foso y echa los cimientos de la ciudad
y en la ribera circunda la primera habitacion
con valladares y almenas. Ya los jóvenes concluida
la carrera estaban á la vista de las torres y de los
encumbrados edificios latinos y se asomaban á los
muros. Ante la ciudad los muchachos y los jóvenes
en la primera pubertad se ejercitan en los caballos
y rijen carros en la arena , ó arman lentos arcos
y vibran flexibles saetas y se provocan a correr y
a tirar flechas . entonces un mensajero de á caballo
anuncia al canoso rei que han llegado grandes va
rones en trage desconocido. El manda que los
acompañen al palacio y siéntase en el solio de sus
mayores en medio de los cortesanos. Habia en la
parte mas elevada de la ciudad un palacio augusto,
espacioso , ornado de colunas , mansiou de Pico
laurentino , respetable por las selvas y la religion
de los mayores. Allí comenzaban los reyes á tomar
el cetro y levantaban por primera vez las fasces :
esta curia les servia de templo , este lugar estaba
destinado para los sagrados convites : aquí los pa
dres de la patria habiendo inmolado un cordero so-
lian sentarse en prolongadas mesas. Estaban tambien
por orden en el vestíbulo las eligies de los antiguos
padres todas de añoso cedro: entre ellas Italo y el
rei Sabino plantador de viñas que empuña una hoz
encorvada y el viejo Saturno y la imagen do
Jano Bifronle y otros reyes desde el origen mas
remolo que habian recibido gloriosas heridas bata
llando por la patria. Ademas pendian de los sagra
dos umbrales muchas armas, carros tomados, corvas
segures , y penachos y grandes desechos de puer
tas , y dardos y broqueles y proas arrancadas do
buques enemigos. El rei sentado empuñaba el
báculo quirinal é iba vestido con la pequeña tra
bes y con la izquierda embrazaba una rodela de
Pico domador de caballos á quien su amante
Circe arrebatada de un desmedido deseo habicn—
174 L.A ENEfOA.
ik>le tocado con su vara de oro y transformado con
sns hechizos le convirtió en ave y pintó sus alas
de varios colores. El rei latino en el interior de aquel
templo sentado en el trono de sus abuelos convo
có á los trovanos y habiendo entrado les habló
primero con estos dulces acentos : ó trovanos ( pues
no ignoramos vuestra prosapia y vuestra gloriosa
ciudad y conocidos dirigisteis por la mar vuestro
rumbo á estas costas ) decid que demandais , que
causa llevó por tantos mares al litoral itálico vues
tra flota , ó que necesidad ? Si penetrasteis en las
riberas de nuestro rio, dó habeis tomado puerto, por
haberos extraviado , ó á impulsos de una tempestad
de las muchas que suelen padecer los navegantes
por alfa mar ; no huyais de este hospedaje, y enten
ded que los latinos son el pueblo de Saturno que
es justo no por el freno de las leyes , sino por na
tural inclinacion y por conservar las costumbres de
aquel antiguo Dios. Y en realidad me acuerdo (aun
que e» tradicion muy antigua ) que los auruncos
mas ancianos me narraban que Dárdano nacido en
estas campiñas llegó á las ciudades de Frigia y á
Samos de Tracia que hoy dia se llama Samotracia.
Ahora el áureo palacio del estrellado cielo le recibe
en su sólio habiendo partido desde aquj de la tirre-
na ciudad de Corito y aumenta el número de los
dioses y se le han erigido aras. «Dijo y le contexta
1 lidneo : ó rei eximia prole de Fauno , ni una negra
tempestad nos obliga agitados por la mar á poner
nuestras plantas en vuestro reino , ni un astro ó
una ribera nos hizo perder el rumbo. Todos espresa-
mente y gustosos venimos á esta ciudad lanzados de
aquellos reinos que en otro tiempo alumbraba el
sol al salir de una extremidad del Olimpo. Nuestra
estirpe es oriunda de Jove , la juventud troyana se
gloria de tener á Júpiter por padre: Eneas nuestro
rei, vástagodel supremo tronco de Jove nos envia á
vuestra corle. Si la última tierra céla alguien inter
poniendo el oceano ; si la zona tórrida extendida en
medio de las cuatro zonas le separa de los demas
liB. vii. 175
hombres , hasta este ha oido habl.tr del bélico
torrenle que saliendo de la cruda Micenas in
vadió los campos de Troya , y porque fatalidad
trabáronse reñidamente la Europa y el Asia. Des
de aquella catástrofe agitados por inmensos mares
pedimos por los dioses patrios una pequeña ciudad
y una ribera segura y agua y aire comuna todos.
Lejos de infamar vuestro reino propagaremos vues
tra gloria y será eterna nuestra gratitud á tan gran
de beneficio, ni pesará á los ítalos el haber admitido
á los troyanos en su seno. Juro por los hados de
Eneas , y por su diestra poderosa ya en la té , ya
en la guerra, ya en las armas, si alguien la experi
mentó , que muchos pueblos , muchas naciones ,
pidieron y anhelaron nuestra alianza : no nos des
deñeis , poique espontáneamente llevamos en la
mano cintas , y usamos el idioma de suplicantes.
La voluntad y los decretos de los dioses nos obli
garon á buscar vuestra region. Dárdano vuelve
aquí de donde salió y por orden de Apolo
nos encaminamos al Tiber toscano y á las sagra
das corrientes de la fuente de Numico. Ademas,
Eneas os ofrece pequeños dones de su primitiva
fortuna , reliquias salvadas del incendio de Troya.
Con esta copa de oro Auquises su padre hacia liba
ciones ante los aliares : este era el ornato de Pria-
mo , cuando segun costumbre dictaba leyes á los
pueblos convocados , y el cetro y la sagrada tiara
y les vestiduras, labor de las matronas troyanas.
Durante el discurso de llioneo, el rei tenia el
rostro fijo mirandole , y estaba inmovil meneando
sus atentos ojos. Ni la pintada púrpura , ni el cetro
de Priamo mueven tanto al rei , cuanto atiende al
enlace de su hija , y medita en su interior el orácu
lo del antiguo Fauno , que este es aquel yerno es-
trangero destinado por los hados , y que es llamado
á reinar con igual poder que de aquí saldrá una
progenie ilustre por sus virtudes que con su poderio
sojuzgará todo el orbe. Finalmente alegre dice : los
dioses hagan propicios nuestros proyectos y sus
176 LA ENEIDA.
(íugurios. Varon troyano , te sera concedido lo qué
deseas. Ni desecho vuestros dones : reinando yo en
el Lacio , no os faltará la fecundidad de los feraces
campos, ni la abundancia de Troya. Venga el mis
ino Eneas, si tanto desea vernos, si anhela unirse
conmiuo con el derecho de hospedage y llamarse
aliarlo y no tema los benévolos semblantes. Seráme
suficiente para la alianza haber tocado la diestra
de vuestro rei. Ahora participadle mis designios.
Tengo una hija que no puedo enlazar con alguien
de nuestra nacion, sin contrariar los oraculos emiti
dos del sagrario patrio y los prodigios emanados
del cielo. Todos anuncian que está reservado esto
al Lacio ; á saber, que vendrá un yerno estrangero
cuya posteridad elevará nuestro nombre hasta las
estrellas. Segun opino este es a quien pillen los
hados y esto deseo si son verdaderas mis conjetu
ras.
Habiendo el rei hablado así . elijió cien caballos
de los trescientos nítidos que brillaban en sus sober
bias caballerizas. Al momento manda dar por or
den á los troyanos alazanes cubiertos de púrpura y
de varios tapetes. Los jaeces de oro penden esten
diéndose hasta los pechos : de oro van cubiertos y
oro tascan sus dientes. Manda dar á Eneas ausente
una carroza y dos caballos avezados al yugo de
origen celeste que exhalan fuego por las narices,
de la raza de aquellos que la ingeniosa Circe hur
tó al sol su padre y los unió con otra casta. Los
trujanos despues de tales presentes y mandatos del
rei regresan montados en los caballos y repor
tan la paz. Mas la sañuda esposa de Jove regresa
ba de Argos é iba remontada por el aire y de
lejos desde el Caquino de Sicilia divisó á Eneas go
zoso con su escuadra frigia. Repara que los trovanos
levantan edificios , que ya confian en la region y
que ya han abandonado los buques. Paróse allí a
impulsos de un dolor intenso : luego meneamlo la
cabeza . arrancó del pecho estas palabras : « oh
raza odiosa y hados de los (royanos opuestos á mi
liB. vil. 177
voluntad ! Acaso pudieron perecer en los campos
Sigeos ? Acaso vencidos pudieron ser cautivados ?
Acaso las llamas de Troya pudieron devorarlos ?
No se abrieron paso por medio de los enemigos y
de los fuegos? Mas creo que ya mi pujanza yace
de cansancio , ó que satisfecha depuse mi rencor.
Aun mas : osé perseguirlos entre las aguas expulsos
de su patria , y oponerme á ellos mientras prófugos
vagaban de mar en mar. Se han agotado contra
ellos las fuerzas del cielo y de la mar. De que me
sirvieron las Syrtes , ó Escila, ó la vasta Caribdis?
Estan refugiados en el lecho del Tiber tan suspira
do burlando mis furores y los de la mar. Pudo des
truir Mavorte la cruel nacion de las Lá pitas : el
mismo padre de los dioses entregó la antigua Cali—
donia al furor de Diana. En que habian delinqui
do los lapitas y los calidonios ? Y soy vencida por
Eneas yo esposa del supremo Jove despues de
haber hecho todas las tentativas y puesto en mo
vimiento todos los resortes. Si mi poderio no es su
ficiente . no dudaré invocar á las otras deidades :
si los dioses celestes se hacen sordos a mis votos,
suscitaré los del Averno. Si no me es dado ale
jarlos del Lacio , y si Lavinia segun los destinos ha
de ser indispensablemente esposa de Eneas ; puedo
al menos diferir y poner obstáculos á tan grandes
negocios ; puedo arruinar los pueblos de ambos re
yes. El yerno y el suegro hagan la alianza con este
premio de los suyos. Princesa , tendrás por dote
la sangre de los Rútulos y troyanos y Belona está
detinada para presidir á tu himeneo. Ni Hécuba
bija de Ciseo fué la única que llevó teas conyuga
les en el seno : el hijo de Venus vendrá á ser otro
Páris y otra tea perniciosa contra la renaciente
Troya. Dicho esto , se desliza furibunda hacia las
tierras y evoca de la mansion de las furias y de las
infernales sombras á la. funesta Alecto cuyas deli
cias son las tristes guerras , las iras , las asechan
zas y los crímenes mas nefandos. Este monstruo es
aborrecido de su mismo padre Plutou y de sus pro*
J2
178 LA ENEIDA.
pias hermanas : tantas formas toma , tan horribles
son sus figuras, tantas sierpes germina la cruel.
Juno la alienta con este discurso : ó virgen hija
de la noche , concédeme una gracia propia de tu
oficio, á saber, que no ceda lugar nuestra gloria ó
fama vencida y que los trovanos no puedan fas
cinar al rei latino so pretexto de himeneo y quo
no invadan la Italia. «Tu puedes concitar luchas
entre los hermanos mas concordes y turbar con
odios las familias , tú introducir en las casas azotes
y mortíferas teas : tienes mil nombres , mil artes
nocivas : sacude tu ánimo fecundo en ardides , des
barata la paz concluida , siembra causas de guer
ra ; haz que la juventud quiera armas y armas pi
da y armas empuñe. Luego Alecto armada
con los venenos de Medusa se encamina al Lacio
y al magnífico alcázar del Rey laurentino y ocu
pa el quieto umbral de Amala á quien una mugeril
solicitud é ira agitaban frenética por la llegada
de los Teucros y por los himeneos de Turno. La
furia arroja contra esta una sierpe arrancada do
sus cabellos cerúleos y metiéndola en su seno la in
troduce hasta lo profundo del corazon ; paraque este
monstruo trastorne toda la familia. La sierpe se
desliza insensiblemente entre sus vestes y tersos
pechos y sin advertirlo le comunica el furor in
fundiéndola un halito viperino : aquella descomu
nal sierpe ya parece un collar de oro enroscándose
en su cuello , ya una cinta de larga venda que im
plica sus cabellos, ya lúbrica vaga por sus miem
bros. Cuando el primer veneno que en ella in
trodujo , alteró sus sentidos y encendió las medu
las de sus huesos sin haber todavia escandecido su
ánimo y todo su corazon ; entonces razonó mas
tranquila y como acostumbran las madres y derra
mando un arroyo de lágrimas por la hija y por los
himeneos del troyano exclamó : estás ya decidido ó
príncipe , á desposar Lavinia con los prófugos tro
vanos ? No te apiadas de tu hija , ni de tí mismo ?
Ni te compadeces de una madre á quien aquel pér-
LIB. vII. 179
fido pirata abandonará al primer viento huyendo por
el piélago con la virgon arrebatada ? No es así
como penetró en Esparla el pastor frigio y arre
bató á Helena hija de Leda hacia la ciudad tro-
yana ? Que será tu sagrada fé ? ¿ que el antiguo
amor á los luyos y la diestra tantas veces ofrecida
á Turno nuestro deudo ? Si el yerno del rei latino
ha de ser un estrangero , si esta es fu deliberacion,
si te urgen los oráculos de ta padre Fauno , en
verdad reputo estrangera toda region distante
de nosotros y no sujeta á nuestro dominio y asi
interpreto los oráculos de los dioses. Ademas si
el primer origen de la familia de Turno se indaga,
padres de Turno son lnaco y Acricio reyes do
Grecia. Despues de haber en vano interpelado al
rei latino con estos razonamientos , le vé persistir
en su contraria opinion y luego que la furiosa
ponzoña de la sierpe hubo penetrado en lo intimo
de sus entrañas señoreandose de toda ella ; enton
ces la mísera conmovida por estrañas imágenes
furiosa en extremo corre por las calles de la vasta
ciudad como alguna vez el trompo rodando á im
pulsos del látigo á quien los muchachos amantes
del juego agitan en vasto circulo por los espacio
sos atrios. El trompo empujado por el azote vaguea
con giros diversos : la turba ignorante se sorpren
de y el inberbe escuadron ve admirado el versa
til box cuyo movimiento se aviva con los golpes
repetidos. La reina con igual celeridad vaga por
medio de las ciudades y de los pueblos feroces.
Luego habiendo osado un crimen mas infando,
y transportada de un furor mas vehemente ; huye
y oculta la hija en los umbrosos montes para
privar á los troyanos de este himeneo , ó para
retardar las teas conyugales gritando enfurecida :
Evoe Baco y diciendo en alta voz , que tu solo
eres digno de la muchacha , ó Lyeo , circula el
rumor de que por ti lleva la muchacha los tiernos
tyrsos , que circuye con coros tu imágen , que cria
la cabellera dedicada á tí y el mismo ardor impe-.
180 LA ENEIDA.
le á la vez á buscar nuevos hogares á todas las
matronas cuyo pecho estaba inflamado por las
furias. Abandonan sus habitaciones , entregan á
los vientos sus cuellos y cabelleras ; otras empero
hinchen el aire de trémulos ahullidos y cubiertas
de pieles blandean lanzas ornadas de pámpanos.
La misma reina en medio de todas furiosa em
puña un ardiente pino y celebra las bodas de su
hija y de Turno revolviendo sus ojos sanguinolentos
y subitamente clama con rabia : oa matronas la
tinas, escuchadme todas cuantas sois. Si vuestros
piadosos pechos anidan algun afecto á la mísera
Amata , si os solicita el cuidado de la autoridad
maternal , desatad las cintas de vuestros cabellos
y celebrad conmigo las orgias. Así por las selvas,
por las solitarias guaridas de las fieras Alecto
agita fuertemente á la reina con los furores de
Baco.
Cuando la furia creyó haber estimulado bastan
te las primeras iras y turbado toda la familia y el
proyecto del rei latino ; al momento con sus negras
alas se dirige á los muros del Rútulo audaz cuya
ciudad, segun dicen, fundó Dánae para los colonos
de Acrisio á la cual llega pronto á favor de un
raudo viento. Aquel lugar fué llamado por los
antiguos. Ardua y ahora conserva el insigne nom
bre de Árdea ; pero su fortuna fué. Allí Turno en
tenebrosa noche ya estaba en medio del sueño en
su magnífico palacio. Alecto depone su feroz sem
blante y sus miembros de furia , toma la forma de
una anciana y sulca con rugas su disforme
frente : cúbrese de canas y las sugeta con vendas
y en ellas envuelve un ramo de olivo : transfór
mase en Cálibe antigua sacerdotisa de Juno y de
su templo y se presenta al joven insinuándose con
estos acentos: Turno permitirás que se frustren tan
tos trabajos y que tus reinos se transfieran á los
Teucros que son estrangeros. El roi desecha el
himeneo y los premios adquiridos á costa de tu
sangre y busca para heredar su reino á un es
UB. vIt. 181
trangero. Ve ahora , escarnecido , exponte á Inú
tiles peligros. Ve , triunfa do los Etruscos ; protege
con la paz á los latinos. La misma omnipotente
Juno hija de Saturno me ha mandado decirte estas
cosas mientras duermes en tranquila noche. Ea
pues cuida que los jóvenes se armen y salgan de
las puertas á la guerra y abrasen á los gefes frigios
estacionados junto al ameno rio y á sus pintados
•buques : el grande poder de los dioses me manda
esto : el mismo rey latino si no consiente en las
nupcias prometidas ; sienta por fm tu valor mar
cial. Sonriendose entonces el joven , contexta á la
profetisa : no ignoro, como piensas, que la flota ha
penetrado en el Tiber : no me supongas tan gran
des causas de temor; no se ha olvidado de nosotros
la reina Juno. Pero , ó madre , tu vejez extrema é
imbécil para el examen de la verdad te agita con
vanos cuidados y engaña tus augurios con falso
miedo sobre las guerras de los reyes. Cuida de
los simulacros y los templos do los dioses; adminis
tren las guerras los varones á quienes toca este
cuidado.
Estos acentos exasperan á Alecto ; mas un
repentino temblor invade los miembros del joven
sus ojos quedan yertos al ver como la furia eriza
sus silvadoras sierpes y como se transforma en la
figura mas horrorosa. Entonces Alecto vibrando
sus fulminantes ojos rechaza al vacilante Turno
que pretendia hablar largamente y arranca dos
culebras , chasquea el látigo y snella ostas voces
dictadas por su furor: yo soy aquella muger ca
duca á quien la senectud imbecil para conocer
la verdad alucina con terror pánico en orden á
las guerras de los reyes. Atiende ! vengo de la
mansion de mis funestas hermanas , traigo guerras
y muerte. Dico y arroja una tea contra Turno,
fíjala bajo su pecho despidiendo denegrida luz.
El grande temor le ahuyenta el sueño y un sudor
desparcido por todo el cuerpo baña sus huesos y
miembros. íil escandecido pide armas y armas
182 LA ENEIDA.
busca por el lecho y por el palacio. Hierve en su
pecho la pasion á las armas y la insana rabia de
ja guerra y á demas la ira. Como cuando la llama
producida por ramosos leños circuye con grande
chisporroteo un caldero de bronce y el agua que
hay en ella salta á borbotones hirviendo con vio
lencia y espumando rebosa por no caber ya den
tro y un negro vapor se levanta hacia el aire.
Turno declara á los príncipes guerreros el rompi
miento de la alianza con el rei latino y su delibe
racion de marchar contra él : les manda tomar las
armas para que defiendan la Italia y lanzen al ene
migo de sus fronteras y dice que el solo basta para
hacer frente á los latinos y trovanos. Proferidos por
Turno estos acentos é invocados los dioses á su fa
vor , los Rütulos mutuamente se concitan á la guer
ra. A este inflama la eximia belleza y la juventud
del joven príncipe ; á aquel la nobleza de sus
antepasados reyes, al otro sus proezas marciales.
Mientras Turno inspira á los Rútulos audacia y
brios, Alecto con precipitado vuelo se transfiere ai
campo troyano y atisba sin ser visto un lugar en
la playa dó el pulcro Ascanio perseguia las fieras
con asechanzas y corriendo. Aqui la virgen del
Cocyto infun le á los canes un furor repentino é
introduce en sus narices un olor conocido, para que
ágiles persigan nn ciervo que fué el primer origen
de la desastrosa guerra y encendió en los cam
pesinos el fuego marcial. Habia un ciervo de una
rara hermosura y do ramosos cuernos á quien
arrebatado de las ubres de su madre criaban los
hijos de Tirreo y su mismo padre , principal encar
gado de los ganados y de las vastas posesiones del
rei. Silvia su hermana estimando locamente á este
ciervo, ornaba su cabeza de llores, le peinaba
cuidosa , y con frecuencia lavábale en fuentes
cristalinas. Docil y domesticado se dejaba tocar y
acariciar y solia comer á la mesa de su atno : de dia
paseábase libremente por los bosques y de noche,
aunque tarde , volvia siempre á su casa. Los perros
LIB. TU. 183
de Ascanio furiosos le acosaron bailándolo des
carriado , despues de haberse lavado en la corriente
de un rio, al tiempo que aliviaba su calor en la
fresca ribera. Ei mismo Ascanio inflamado en
deseos de cubrirse de gloria habiendo encorvado el
arco, le disparó una saeta que guiada por
Alecto y empujada con grande rechinamiento
traspasó el vientre y los hijares del ciervo. Este
herido huye á su habitacion y gimiendo entra en
su establo , sanguinolento , semejante al que im
plora socorro á quejidos hace resonar toda la
morada. Silvia hiriendo los hombros con sus manos,
pide auxilio antes que todos , y convoca á los duros
campesinos. Ellos llegan de repente , porque la
furia los exaspera oculta en las selvas : esto armado
con un tizon ardiente , aquel con un ñudoso y
grueso palo : el furor convierte en armas lo que al
buscarlas se ofrece á cada uno. Tirreo . como casual
mente hendia con las segures una encina dividien
dola en cuatro partes escandecido convoca á todos
los labradores con la cuña en la mano. La furia
cruel desde su atalaya habiendo observado la oca
sion de dañar, sube á la alta cumbre del establo,
y desde allí suena la bocina pastoril y con ella
forma un sonido infernal que estremece todas las
selvas y los mas arraigados árboles. Oyóle tam
bien dende lejos el lago de Diana, oyole el rio Nar
blanco de corriente sulfúrea y las fuentes Velinas,
y las matronas tímidas estrecharon los infantes
contra sus pechos. Entonces los agrícolas indóciles
arrebatando las armas acuden de todas partes
corriendo hacia la voz que despide la infernal bo
cina y la juventud troyana vuela en masa á socor
rer á Ascanio. Se ordenan en batalla , ya no se
pugna á lo rústico con duros palos ó con tizones
quemados, sino que batallan con aceros desnudos,
y divísase una densa mies de espadas y de armas
de metal que heridas por los rayos del sol brillan
y emiten su esplendor hacia las nubes. Como cuan
do las olas empiezan á espumar agitadas por el
184 LA ENEIDA.
primer viento ; luego la mar *e levanta poco á
poco y eleva mas las aguas y por fin desde
su profundidad llega á salpicar los astros. El
jóveu Almon que era el mayor do los hijos de
Tirreo es prosternado por una sonorosa saeta ante
la primera fila, recibe una herida bajo la garganta
y la sangre le obstruye la via del órgano de la voz
y la respiracion. En torno de el son prosternados
otros muchos ; entre los primeros el anciano Gale-
so al tiempo de presentarse para conciliar la paz :
este era el mas justo de todos los Italos y el mas
rico en posesiones. Cinco rebaños de ovejas y cinco
halos pacian en sus prados y cien arados surcaban
sus tierras. Durante este combate en que Marte se
mostraba neutral , la furia colmados sus votos y
encendida la guerra con la efusion de sangre, dejó
la Italia , y remontándose por los espacios aéreos,
victoriosa emprende á Juno y la dice con arro
gancia : Ya está consumada la discordia por medio
de una guerra fatal : bien puedes permitir que
hagan alianza. Va he salpicado los trovanos con
ilálica sangre: si te placo, concitaré á la guerra
las vecinas ciudades sembrando rumores y abra
saré los pechos con la llama de Marte , para que
de todas partes acudan al subsidio del Lacio, des-
desparciré las armas por los campos. Responde
Juno: basta de error y de dolo, bastantes incenti
vos de guerra hay : trábanse reñidos choques ; las
armas están ya teñidas de sangre. La insigne
prole de Venus y el mismo rei latino cele
bren tales enlaces y tales himeneos. El mismo Jú
piter no permitiera que vagaras tan libremente
sobre los celestes espacios. Retírate y si algo que
da por hacer , déjalo á mi cargo. La hija de Satur
no habia proferido estos acentos , cuando ella des
plegando sus alas rechinantes á causa de las cule
bras, se dirigió á la region del Cocyto abandonan
do las etéreas mansiones. Hay un lugar en medio
de la Italia al pié de escarpados montes , insigne y
famoso en muchas regiones , á saber los valles
I-IB. VII. 183
Aireando. Este lugar por ambas partes está rodeado
de frondosos árboles que forman una opaca selva
y en medio hay un fragoso torrente que bate con
estruendo las rocas , cuado sale impetuosamente en
remolinos. Aqui se columpian la horrible gruta y
los respiraderos del fiero Pluton y un anchuroso
sumidero , dó desborda el Aqueronte , descubre
sus pestíferas gargantas por las cuales la cruel fu
ria hundiendose en los abismos , dejó fmalmente
libres al cielo y á la tierra de su odioso aspecto.
Entre tanto la hija de Saturno con igual activi
dad añade á la guerra la última mano. Todos los
pastores desde el campo de batalla se dirigen á la
ciudad y llevan los cadáveres de Almon y de Gale-
so é invocan á los dioses y ruegan con vivas ins
tancias al rei latino. Preséntase Turno y en medio
de los cadáveres abulta el terror de la mortandad
y del incendio y dice que los troyanos son admi
tidos como aliados en los dominios del rei latino
al paso que él es lanzado del Lacio. Entonces
aquellos , cuyas madres
furor recorren danzando las selvas inaccesibles,
acudiendo de todas partes se aglomeran y fatigan
á Marte, pues mucho prestigio tiene en ellos el
nombre de Amata. Al momento todos, contra los
agüeros y contra los destinos y á despecho de los
dioses claman por la nefanda guerra. A porfia
circundan el alcázar del rei latino que inmó
vil , cual roca en medio del piélago , se resiste :
cual roca digo del piélago que atacada con grande
fragor por las embravecidas olas que braman en
torno de ella se mantiene (irme con su propia
mole : en vano los escollos y espumosos peñascos
rebraman al derredor y la ova empujada se arrima
á su lado. Mas viendo el rei que es imposible revo
car el insano designio de la tumultuosa plebe y
que se cumplen los votos do la vengativa Juno á
su placer, habiendo repetidas veces atestiguado á
los dioses y vacias auras; ay! somos vencidos
exclama y el ludibrio de una borrasca. Oh mise—
186 LA ENEIDA.
ros , vuestra sangre será la paga del sacrilegio que
acabais de perpetrar. O Turno , tu eres uno de los
mas culpables y recibirás el condigno castigo , con
tardios votos implorarás á los dioses. Para mi
apercibido está el reposo y á la vista tengo el puer
to : no tendré otro sentimiento que morir desgra
ciadamente.
Sin decir una palabra mas encerróse en su re
trete y depuso el cetro. Habia una costumbre en el
Lacio , cual las ciudades Albanas retuvieron co
mo solemne perpetuamente , y que observan ahora
los romanos arbitros del orbe , cuando concitan al
dios marte á los primeros combates , ó intentan de
clarar guerra á los Getas, ó á los Hircanos, ó á
los Arabes , ó á los indios, ó á los pueblos de la
Aurora , ó á los Parthos. Hay dos puertas de la
guerra asi llamadas , religiosamente respetadas por
el miedo que infunde el fiero Mavorte : cien cerro
jos de bronce y barras de hierro perennes las asegu
ran y Jano las custodia sin a usentarse nunca del
umbral. Cuando los senadores resuelven la guerra,
el mismo consul , insigne por la trabea quirinal y
por el cinto gabino , abre sus rechinantes goznes y
anuncia las hostilidades : entonces los demas jóve
nes le aplauden y las trompetas responden con su
ronco sonido. El rei latino se veia forzado á decla
rar la guerra á los troyanos y á abrir las funestas
puertas ; mas rehusó tocarlas y huyó con horror
del torpe ministerio y se escondió én el fondo de
su palacio. La reina de los dioses hija de Saturno
deslizandose del cielo , con su propia mano empujó
las puertas que se resistian y habiendo girado el
quicio rompio los ferrados postigos de la guerra.
La Italia , antes tranquila é inmovil . arde ahora.
l:nos quieren ir á pie por los campos . otros se
embravecen montados en soberbios caballos y
levantan el polvo: todos piden arma;, unos lim
pian los tersos broquoles y los espléndidos dardos
y aguzan las segures y les place llevar los estan
dartes y oir el sonido de las trompetas. Asi puos
lid. ni. 187
cinco grandes ciudades renuevan las armas en los
yunques : la potente Atina y la soberbia Tíboli y
Ardea y Crustumerio y la turrigera Antena. Unos
fabrican capacetes y broqueles , otros construyen
lorigas de bronce y botines de plata. Cesa el amor
á la reja , á la hoz , y al cultivo : vuelven á forjar
en las fraguas los aceros de sus padres y suenan ya,
las bocinas, entrégase el símbolo á los guerreros.
El' uno presuroso extrae el morrion de su hogar,
el otro unce al carro relinchantes caballos y em
braza el escudo y viste la loriga con tres lizos
de oro y ciñese la fiel espada.
Ahora , ó Musas , abridme el Helicón , y dadme
aliento para cantar los reyes que tomaron parte
en esta guerra , los ejércitos que bajo sus órdenes
inundaron las campiñas , los varones que florecian
ya entonces en la Italia que me dió el ser y los
pueblos que lucharon contra los troyanos. Vosotras,
ó diosas , lo teneis presente y podeis narrarlo ;
apenas ha llegado á nosotros una tradicion confu
sa. El fiero rei de los tirrenos Mezencio desprecia-
dor de los dioses es el primero que se pronuncia
contra Eneas y comparece al frente de un ejército.
Acompáñale su hijo Lauso el mas hermoso de to
dos, á escepcion de Turno, Lauso domador de ca
ballos y vencedor de fieras que manda mil solda
dos de la ciudad Agilina . digno de ser mas feliz en
el reino paterno y de no tener por padre á Me
zencio. En pos de estos el pulcro Aventino hijo dol
hermoso Hércules ostenta en los campos un carro
distinguido con la palma y caballos vencedores y
lleva en el escudo la insignia de su padre, á saber,
cien culebras y la hidra circundada de sierpes. Rhoa
sacerdotisa alumbróle furtivamente en la selva del
collado Aventino ; despues que Hércules victorioso
por la muerte de Gerion llegó al país laurentino , y
lavó las terneras de la Iberia en el rio Tirreno.
Sus combatientes para guerrear llevan picas y chu
zos y pugnan con azadones sabinos , él mismo á
pié sacudiendo la piel de un leon descomunal de
188 LA ENEIDA.
horrible melena y de cándidos dientes ceñida en
la cabeza penetraba en el regio alcázar terri
ble cubriendo sus hombros con el traje hercú
leo. Dejan á Tíboli, ciudad asi llamada del nombre
de Tiburto su hermano, Catilo y el bravo Coras
jóvenes argivos y van á la vanguardia en medio de
las armas. Como dos centauros hijos de las nubes
cuando descienden de la alta cumbre de un monte,
abandonando rápidamente a Omole y al nevoso
Otris : entonces la selva al correr les franquea el
paso y los arbustos ceden con grande fragor. Ni
faltó Cóculo fundador de la ciudad prenestina que
segun antigua tradicion fué hijo de Vulcano nacido
entre las agrestes reses y hallado en los fuegos.
Este vá rodeado de una rústica legion compuesta
de prenestinos y gabinos y de los que moran en las
márgenes del gélido Anio y en las rocas Hérnicas
bañadas con rios y en la opulenta Anagnia y en
tus orillas ó padre Amaseno. No todos llevan ar
mas . ni sonantes escudos ó carros ; la mayor parte
arrojan balas de lívido plomo ; algunos llevan dos
dardos y cubren su cabeza con una piel de rojizo
lobo : llevan el pié izquierdo desnudo y en el de
recho una abarca. Mesapo domador de caballos
prole de Neptuno contra quien nada podia el fuego
ni el hierro concita de repente á las armas sus va
sallos que de mucho tiempo no conocian la guerra,
y de nuevo empuña la espada. Arma los fesceninos,
los justos faliscos, los habitantes del Soracte y
de las campiñas llavinias y de las márgenes del
lago Cimino con el monte y de las selvas Capenas.
Iban afileradns y aclamaban á su rei , como alguna
voz los nevados cisnes en un dia sereno cuando re
gresan de pacer y trinan con sus prolongados cue
llos haciendo resonar el rio y la laguna asiática.
Nadie hubiera creido que fuesen un ejército armado,
sino una alta nube de roncas aves que venia de alta
mar hacia las playas. Clauso de la antigua genera
cion de los Sabinos capitaneaba un numeroso es
cuadron y aun él mismo equivalia a un escuadron :
liB. vII. 189
de él ahora la tribu y la estirpe Claudia se propaga
por el Lacio , desdo que Roma en parte fué conce
dida á los sabinos. Seguianle los Amiternos que for
maban una cohorte numerosa y los antiguos Cu
res , los habitantes de Erelo y de la olivífera Mu-
tusca , los ciudadanos de Nomento y los moradores
de las márgenes del lago Velino , y de las hórridas
peñas de Tétrica y del monte Severo y de Cas-
peria y de Fórolo y de las riberas del rio Hime-
la y del Fábaris y del Tiber : los que habitan en
la nevada Mursia y los nortinos y los pueblos del
Lacio y los de las orillas del Alia nombre funesto.
Tantos eran cuantas olas agitadas en el mar de
Africa cuando el tempestuoso Orion se esconde en
las aguas en el invierno ; ó cuantas son las espigas
que el sol dora en el verano en las campiñas del
Hermo ó de la Licia. Suenan los broqueles y la
tierra se estremece con el pisoteo. De otra parte
Haleso de Agamenon enemigo del nombre troyano
unce los caballos al carro y manda un grueso
ejército sacado de mil pueblos indómitos : á saber,
de los que cultivan las colinas Másicas fértiles en
-vino y de los que enviaron los padres Auruncos
de sus elevados montes y de los que habitan eu
las cercanias del mar Sidicino y de los que pueblan
á Cales y los moradores de Volturno rio vadoso y
los duros Satículos y el escuadron de los Oseos le
acompañan tambien. Sus armas son pequeños dardos
pero acostumbran atarlos con una flexible correa :
llevan en la mano izquierda una cetra y para pelear
de cerca se valen de alfanges. Ni te pasaré en silen
cio , ó Ébalo hijo , segun dicen , de Jelon y de la
ninfa Sebétis cuando ya anciano gobernaba Cá-
preas , reino de los Teléboos ; mas el hijo no satis
fecho del reino paterno ya entonces domeñaba mu
chos pueblos Sarrastes y las campiñas que riega
el Sarno y á los que habitan en Rufas , en Bátu—
tulo y en los campos de Celena y dentro los muros
de la frugífera Abolla. Suelen vibrar dardos como
los teutónicos y llevan morriones hechos de la cor
190 LA ENKIDA.
leza del alcornoque , y broqueles de bronce y es
plendentes espadas. Tambien á tí la montuosa* Nur-
sa te envió á la guerra ó Ufente , insigne por la
fama y por la felicidad en las batallas , á tí , digo,
á quien principalmente obedecen los Equícolas ás
peros y avezados á cazar en las selvas ; estos cul
tivan una tierra esteril armados y siempre les
place amontonar nuevas presas y vivir de la rapi
ña. Ademas viene tambien el generosísimo Umbron
enviado del rei Arquipo sacerdote de los Marrubios,
con el casco ornado de hojas de feliz olivo : este so-
lia adormecer las víboras y las hidras de halito
pestífero cantando y tocándolas y mitigaba su fu
ror y tenia habilidad para curar sus mordeduras,
pero no pudo medicar la herida del dardo troyano,
ni los soporíferos cantares , ni las yerbas cogidas
en los montes Marsos le sirvieron contra las esto
cadas. Tu muerte fué llorada por la selva de An
gina , por el Fúcino de cristalinas aguas y por los
líquidos lagos. Venia tambien Viibio hijo de Hipó
lito insigne en la guerra á quien su madre Aricia
envió ilustre educado en las selvas de Egeria junto
á la húmeda ribera dó hay un altar célebre
consagrado á Diana. Pues segun cuentan Hipólito
calumniado por su madrastra y maldecido por su
padre Teseo fué arrastrado y despedazado por sus
propios caballos que á vista de un monstruo mari
no que los envestia huyeron azorados ; mas volvió
á ver el cielo y los astros resucitado con medici
nales yerbas por Esculapio á instancias de la sen
sible Diana. El padre omnipotente , indignado de
que un mortal fuese evocado de los abismos á la
luz de la vida , lanzó con un rayo á las aguas esti-
gias al hijo de Apolo inventor de tal medicina y arte,
lias Diana escondió á Hipólito en lugares secretos
y enviole á la ninfa Egeria , para que en las itáli
cas selvas viviese desconocido y se llamase Virbio
cambiando ol nombre. Por esto los caballos do
fuertes cascos son expelidos del templo y de las
selvas consagradas á Diana porque aterrados por
liB. vII. 191
los monstruos marinos arrojaron á la playa al car -
ro y al joven. El hijo de este Virbio con todo
empujaba los ardientes caballas en la llanura del
campo é iba corriendo á la* batallas. £1 mismo
Turno de sobresaliente belleza se pasea entre los
primeros empuñando las armas y descuella con
toda la cabeza. Su capacete elevado guarnecido do
tres penachos sostiene la quimera que por sus
fauces despide los fuegos del Etna : tanto mas ella
brama y amenaza con las crueles llamas , cuanto
mas se encrudecen los combates con la efusion do
sangre. En su terso broquel llevaba á lo cincelada
en oro con las astas levantadas ya cubiertas de cer
das , ya baca ( famosa historia ) y Argos que guar
daba á la virgen é Inaco su padre que saca un
rio de la urna cincelada. Una nube de infantes
acompaña á Turno y de varios puntos de las cam
piñas acuden á reunirse con él escuadrones que
llevan escudos y la juventud griega y los aurun—
eos y los rútulos y los sicanos antiguos y los
sacranos y los labicos que llevan pintados
broqueles y los que cultivan tus selvas , ó Ti-
ber y la sagrada ribera de Numico y surcan con
el arado los collados rútulos y el monte Circeo á
cuyos campos preside Júpiter Anxur y los vecinos
del bosque consagrado á la diosa Feronia : en fin
los pueblos de las márgenes del negro lago de
Satura y del gélido Ufente que se abre paso al
traves de unos profundos valles y se sumerge en el
mar. A mas de esto se presenta Camila de la na
cion de los Volscos acaudillando un escuadron de
caballería y catervas relucientes por las armas
de bronce , célebre guerrera , desde su puericia
acostumbrada , no á las labores mugeriles , sino á
sufrir las asperezas de Marte y á dejar atras en
su corrida á los mismos vientos. Ella hubiera vola
do por encima de las tiernas espigas sin quebran
tarlas ni tocarlas, y hubiera caminado por las
llanuras de Neptuno sin mojar sus pies con las tú
midas olas. Toda la juventud saliendo de los boga
192 LA ENEIDA.
res y de los campos y la turba de matronas la
admiran y contemplan sus pasos atendiendo con
pasmo á la gracia con que el real manto purpúreo
cubre sus tersos hombros; y al modo con que lleva
su cabellera sujeta con un broche de oro y á la
manera de llevar la aljaba licia y el mirlo pas
toral armado de una aguda punta.
UB. vIII. 193

LIBRO OCTAVO.

Advertido en sueños Eneas por el dios del rio Tiber,


pasa a la ciudad de Evandro a pedir socorro y sé
une con los vasallos de Mezencio opresor de Tosca-
na. Venus le trae un escudo do estaban gravadas
las hazañas de varios héroes y especialmente de
Augusto.

Asi que Turno desde la (orre de la cindadela de


Laurento hubo desplegado el estandarte marcial,
asi qne mandó tocar las trompetas é hizo vo
lar sus caballos por la llanura y resonar su
broquel golpeándole con su lanza ; el furor se
ñoreóse de todos los espíritus : todo el La
cio se puso en movimiento y los fogosos jóvenes
mostraron su entusiasmo guerrero. Mesapo. llfente
y el impio Mezencio principales adalides del ejér
cito latino levantan tropas de todos puntos y des
pueblan las campiñas. Venulo es enviado á la ciu
dad del grande Diomedes para demandarle socorro
y notificarle que los troyanos con su flota habian
abordado al Lacio capitaneados por Eneas quien
pretendia establecer allí sus dioses vencidos y pro
palaba que los destinos le llamaban al imperio de
Italia , que muchos naturales del pais seguian su
partido y que su nombre resonaba mas y mas en
el Lacio , que Diomedes mejor que Turno y que
el mismo rei latino comprendia las miras del tro—
yano y á lo que aspiraba si la fortuna secundara
sus proyectos.
13
194 LA ENEIDA.
Eneas , instruido de cuanto ocurria en el Lacio,
fluctua en un mar de inquietudes; mil pensa
mientos agitan su espíritu , forma mil proyectos
inciertos , parecidos á los rayos del sol ó de la
luna reflejados por la trémula superficie del agua
agitada en un vaso de bronce : la inconstante luz
-volotea en todas direcciones hasta herir los arteso
nes de una alta techumbre. Era noche y todos los
moradores de la tierra y del aire estaban sumergi
dos en un profundo sueño , cuando el gefe de los
troyanos abrumado por el peso de la funesta guer
ra tendiose sobre la ribera dal Tiber y se rindió
al reposo. El dios del rio bajo la forma de un
anciano salió al parecer de su lecho atravesando
los álamos con las espaldas cubiertas de un azula
do velo de fina tela y coronado de cañas y para
calmar las desazones de Eneas soltó estos dulces
acentos , « príncipe de la progenie de los dioses,
suspirado en el suelo laurentino y en las campiñas
del Lacio , tú por quien debe renacer en estos
climas el Ilion y gozar de una existencia perenne,
hete aqui el lugar en que debes fijarte y establecer
tus penales : no te arredre la guerra que te ame
naza , la cólera do los dioses está mitigada. Para
que no creas que es una ilusion mi anuncio, halla
rás en esta ribera una Cándida marrana echada
al pié de una encina y rodeada de treinta le—
choncillos blancos que chupan sus ubres. Allí debes
edificar tu ciudad ; allí hallarás el termino de tus
trabajos : este presagio te indica que al cabo de
treinta años Ascanio tu hijo levantará los muros de
Alba. Mi vaticinio es cierto : ora quiero informarte
brevemente de las medidas que debes tomar para
llevar á cabo tu empresa : escúchame atento. El rei
Evandro condujo á estas regiones una colonia de ar-
cadios y construyeron en los montes una ciudad lla
mada Palanteo de Palante su abuelo. Como están en
continua guerra con los latinos , facil to será aliarte
con ellos. Yo mismo te conduciré á su corte y
apoyaré los esfuerzos de tus remeros al subir hacia
L1B. vIH. 195
mi fuente. Levántate, hijo dé Venus, y al amane
cer con tus preces y votos aplaca la cólera de Ju
no : cuando habrás triunfado me tributarás honores:
yo soy el dios del Tiber cuyas aguas queridas del
cielo corren á lo largo de esta ribera y riegan las
feraces campiñas. Mi palacio está en el fondo de
este rio y mi fuente baña los muros de muchas
célebres ciudades. Dijo y zabullóse en el seno de
las aguas : la noche y el sueño abandonaron á
Eneas quien levantose y tendiendo los ojos hacia
el sol que enviaba los primeros rayos , sacó religio
samente con sus manos agua del rio y soltó estos
acentos : ninfas de Laurento, Náyades, cuyas fuen
tes forman los rios , y tú , dios del Tiber recibid á
Eneas sobre vuestras aguas y por fin preservadle
de los peligros. Ya que eres sensible á nues
tras desdichas de dó quiera que salgas , cualquie
ra que sea tu curso , ó hermnso rio , rei de la
aguas itálicas , siempre te rendiré mis homenages
séme propicio y tu pronto socorro justifique tu
promesa. Asi habla , y elige dos galeras do dos ór
denes de remos , las guarnece de escelontes
remeros y las provee de armas y soldados.
Entonces una candida marrana f ó prodigio ! ) coa
treinta candidos lechones se ofrece á sus ojos
echada sobre la yerba en la orilla del rio : Eneas
la inmola á ti , ó grande Juno , ofreciéndote sa
crificios y la coloca ante tus altares con todos
sus hijuelos. El dios del Tiber, cuyas aguas habian
estado agitadas toda la noche , las sosegó por la
mañana y las puso tan tranquilas como si luesen
un estanque ó una quieta laguna ; para que los
remeros las hendiesen con facilidad. Asi pues ace
lera la carrera con próspero rumor. Las naves de
abeto corren por las ondas que se admiran á la
par que las selvas de aquel insólito espectáculo , á
saber , de los broqueles que resplandecian á lo le
jos y de las pintadas naves que pasaban por el rio
Ellos remando noche y dia pasan al traves de los
bosques siguiendo los varios circuitos del rio. El
196 LA ENEIDA.
sol eslaba en medio de su carrera, cuando de lejos
percibieron muros , un fuerte y algunos edificios
que los romanos han convertido en soberbios pala
cios. Entonces allí no habia mas que una mísera
ciudad dó residia el reí Evandro. Al punto tuercen
proas y se acercan á las murallas. Aquel dia el rei
Arcadio casualmente ofrecia un sacrificio en honor
de Hércules y de otros dioses en compañia de su
hijo Palante , del modesto senado y de los mas
distinguidos guerreros, que incensaban los altares,
y la sangre de las víctimas humeaba al pié de las
aras. Al ver las altas galeras y los trovanos
que se acercaban atravesando la umbrosa selva y
remando sin violencia ; aquel espectáculo inespera
do les infunde pavor y todos se levantan abando
nando las mesas *, mas el intrépido Palante les
prohibe la interrupcion de las ceremonias y el
mismo arrebatando una lanza corre al encuentro
de los troyanos y desde un lejano collado clama :
«'ó jóvenes , que causa os ha inducido á esplorar
incógnitos caminos? adonde vais? cual es vuestra
patria ? venis aquí como amigos ó como invaso
res ? Entonces Eneas desde lo alto de la popa , le
muestra un ramo de pacifico olivo y le contenta :
ves á los troyanos á quienes prófugos han expulsa
do los latinos con la guerra mas feroz declarándo
se enemigos. Vamos en busca de Evandro , refié
rele esto y dile , que han venido príncipes de
Troya electos á implorar su alianza. Admirado Pa
lante del nombre de una nacion tan famosa repuso :
cualquiera que seas ó estrang?ro , desciende á esta
ribera y ven á conferenciar con el rei mi padre y
entra como huesped en nuestro suelo patrio. Junta
mente tendióle la mano y estrechó largo tiempo su
diestra. Adelantándose penetran en una selva y se
retiran del rio. Entonces Eneas amistosamente perora
ante el rei diciendo : ó el mas bondoso de los grie
gos , la fortuna me ha conducido á vuestra corte
con el ramo de olivo y sagradas cintas para
implorar vuestro socorro. Aunque seais un príncipe
LIB. vIH. 197
griego y un arcad¡o pariente de los Atridas, estos tí
tulos no me inspiran desconfianza : la rectitud de mi
corazon las órdenes de los dioses, un origen comun,
vuestra fama por fin me han inducido á demandar
vuestra alianza. Dárdano fundador de Troya era, se-
gun confiesan los griegos , hijo de Electra , hija de
Atlante sobre cuyos hombros se apoya el cielo.
Vos descendeis de aquel mismo Atlante , pues que
la hermosa Maya su hija , segun tradicion , alum
bró sobre el monte Cyleno á Mercurio que os
dió el ser : asi nuestro tronco es comun. Por esto,
no me be valido de embajadores , sino que en per
sona he venido sin temor á implorar vuestro apo
yo. Los rútulos que os hacen la guerra , nos
la declaran tambien , si pueden arrojarnos del
pais que ocupamos ; cuentan avasallar facilmeute
toda la Italia y domeñar las costas de los dos ma
res. Señor , recibid mi fe y dadme en cambio la
vuestra : mando guerreros entusiastas , insignes por
sus proezas.
Dijo Eneas ; Evandro consideraba atento sus
ojos, su aire y todo su continente. « Inclito troya-
no , exclamó , que placer es el mio al recibirte en
mi reino y al ver en tí una viva imagen de An-
quises tu ilustre padre '. « Tú me recuerdas el metal
de su voz y todas sus facciones. « Tengo presente que
Priamo viajando en otro tiempo hacia Salamina pa
ra ver los estados de Hesione su hermana llegó
hasta las heladas fronteras de Arcadia. « Yo en la
flor de mis dias veia con admiracion los caudillos
troyanos y sobre todo á Priamo ; mas Anquises
deslumbraba todos los demas de su comitiva. « Yo
ardia en deseos de hablarle y estrechar amistosa
mente su mano. « Llegueme á él y gustoso le acom
pañé á las murallas de Fenéo. « Al despedirse re
galóme una magnífica aljaba cargada de Hechas lí—
cias , una clámide recamada de oro y dos frenos
del mismo metal que están en poder de mi hijo Pa-
lanle. « Asi la suspirada alianza data ya de mucho
198 LA ENEIDA.
tiempo : mañana al amanecer os daré tropas au
xiliares y toda suerte de provisiones. « Entretanto
ya que llegais al celebrar un sacrificio anual que
no me es posible diferir, dignaos como amigos tomar
parte en él y desde ahora acostumbraos á las mesas
de vuestros aliados. »
Dicho esto , manda traer vino y las viandas
que en la mesa se habian servido , convida los tro-
vanos á sentarse sobre lechos de grama y á Eneas
sobre un lecho de acebuche cubierto de una piel de
leon. El gran sacerdote y los donceles escogidos
presentan asadas las entrañas de las víctimas y
los dones de Ores en canastillos y los de Baco en
copas. Eneas y toda su comitiva comen la espalda
de un grueso toro y las entrañas expiatorias. Aca
bado el feslin , el rei Evandro dice , no una vana
supersticion , ni la ignorancia de los antiguos ritos
nos mueven á celebrar este sacrificio , sino la gra
titud á un dios que nos preservó de inminentes pe
ligros , en honor del cual todos los años renovamos
esta fiesta. « Observa este monto escarpado , estos
agudos peñascos , esta mansion inhabitada , esas
enormes piedras esparcidas y todas estas espantosas
ruinas. « En el recinto de esta montaña habia en
otro tiempo una profunda caverna inaccesible á los
rayos del sol , dó humeaba continuamente la san
gre humana , de cuyas puertas pendian cabezas lí
vidas teñidas de sanguaza : era la mansion de Caco
semi-hombre . de colosal estatura , hijo de Vulcano
y su boca vomitaba torbellinos de llamas. « Fuimos
finalmente librados de aquel monstruo por un hé
roe que llegó á estos climas. « Alcides ilustre ven
gador , ufano por la derrota y por los despojos de
Gerion de tres cuerpos , habia conducido á nuestro
pais grandes toros que pacian en nuestros valles y
riberas. « La vista de aquellas hermosas manadas
encendió la pasion de Caco quien aprovechando
la ocasion arrebató los cuatro toros mas bormo-
. sos y otras tantas terneras escogidas y para no ser
descubierto con las pisadas , las tiró por la cola y
L1B. vIII. 199
á reculonos las arrastró á su tenebrosa caverna dó
las guardaba encerradas. « Ningun indicio podia .
conducir allí al que las buscase ; sin embargo Al-
cides engordados ya sus hatos , resolvió la partida
y al marchar una de las terneras encerradas en la
cueva de Caco respondió á los mugidos con que
las bueyes de Hércules hacian resonar los bosques
y las colinas y asi dejó frustradas las esperanzas del
raptor. « Alcides irritado toma sus armas y su ñu
dosa masa y corre hacia el fragoso monte. « Aque
lla fué la primera vez que los pueblos comarcanos
vieron temblar á Caco quien turbado y mas li
gero que el viento huye hacia la caverna en alas
del terror. Habiéndose encerrado en ella y rotas
las cadenas fabricadas por Vulcano , dejó caer una
roca enorme que pendia de ellas y fortificó la en
trada : llega Hércules furioso y mira á todas partos
buscando la entrada y rechinando de corage. Tres
vueltas dá lleno de furor por todo el monte Aven-
lino : tres veces acomete sin provecho los umbra
les de roca ; tres veces laso siéntase en el valle.
Sobre la cresta del monte habia un peñon agudo y
aislado dó anidaban las aves de rapiña situado al
dorso de la cueva de Caco y pendiente á la iz
quierda del Tiber. Hércules por la derecha empúja
le con tanta violencia que le desquicia precipitán
dole en el rio , retumba el cielo , estreméconse las
riberas y retrocede hacia su fuente el rio espanta
do por el horroroso estruendo que hace al despe
ñarse. Por primera vez la luz penetra en la anchu
rosa morada de Caco y quedan patentes sus tene
brosas cavernas. Como si las entrañas de la tierra
sacudidas se abriesen hasta sus abismos y á nues
tros ojos se hicieran patentes las mansiones infer
nales , el pálido imperio de los muertos odiado
por los dioses y el horrible báratro y temblaran
los manes aterrados á vista de la luz. Con la claridad
del dia que penetra en la profunda caverna Alci
des divisa á Caco temblando y despidiendo espan
tosos ahullidos y al verle lo asesta dardos y toda
200 T A ENRIDA.
suerte de armas , descargandole una lluvia de tron-
. eos de árboles y de piedras descomunales. Mas
(ó prodigio! ) el monstruo viéndose sitiado sin
escape , saca de su pecho una espesa humareda
mezclada con centellas y esparce el fuego y la no
che en su caverna haciéndose invisible á su enemi
go. Escandecido Alcides arrójase en la caverna al
traves del opaco torbellino de Huma y de humo,
coge á Caco sin hacer caso de los fuegos que vomi
ta , le comprime, le arranca los ojos y le estruja.
Derriba la peña que cerraba la caverna y quedan
patentes las bacas y todos los hurtos del foragido.
Arrastra su cadáver fuera de la cueva y los comar
canos no se hartan de ver su faz terrible , sus
ojos amenazantes y su pecho cubierto de un pelo
semejante al de las lleras y su boca que poco antes
despedia llamas. Desde aquella memorable victoria
para expresar al vencedor nuestra gratitud todos
los años celebramos en honra suya una fiesta ins
tituida por Poticio ; la familia Pinaria encargada
de guardar el depósito de las ceremonias de este
culto erigió en medio de este bosque un altar que
entre nosotros ha tenido y tendrá el nombre del
mayor de los altares. Celebrad pues con nosotros
ó Troyanos . esta fiesta de Hércules . coronad vues
tras sienes de hojas , invocad como nosotros este
dios que será tutelar de una y otra nacion : las ro
pas pasen de mano en mano y prodiguese el licor
de Baco.
Dijo y cubrió su cabeza con ramos de álamo
consagrado á Hercules y tomó una copa y llenóla de
vino del cual derramó un poco sobre la mesa. Esta
libacion fué imitada con alborozo por todos los
convidados que invocaron al mismo tiempo lodas
las divinidades del Olimpo. Entre tanto el véspero
sube hacia el horizonte y comparece Policio á la ca
beza de los sacrificadores vestidos con pieles de
leon armados de teas segun costumbre. Al mo
mento renuevan las mesas y nuevos platos carga
dos de viandas ocupan las aras. Los Salios coro—
LIB. vIII. 201
nados de álamos rodean los altares del dios dó
humea el incienso y formando dos coros uno do
donceles y otro de ancianos cantan las alabanzas
de Alcides y sus memorables trabajos. Dicen que
en su primera infancia estrujó dos serpientes pre
sentadas por su madrastra , que saqueó dos lamosas
ciudades Troya y Ecaüa : que por orden del rei
Euristeo y por voluntad de Juno arrostró mil tra
bajos : vos sois , decian , indomablo guerrero,
el vencedor de los Centauros hijo de una nube Hi
len y Folo: vos derrotasteis al formidable toro de
Creta y al vasto leon de la selva Neinea ; vos
llevasteis el terror hasta los lagos estigios, vos
consternasteis )al Cerbero echado en su cueva so
bre un monton de huesos medio roidos. Nada os
infundió pavor , ni Tifeo con las armas en la mano,
ni la hidra Lernea con todas sus cabezas os hizo
perder la serenidad. Salud, ó verdadera progenie de
Júpiter agregado á los dioses como honor suyo,
venid prósperamente á nosotros y séd propicio á
nuestros sacrificios. Tales cosas cantan con himnos;
ademas añaden la caverna de Caco y al mismo
exhalando llamas. « Todo el bosque y las colinas re
tumban con sus sagrados cánticos. Luego regresan
á la ciudad concluidas las ceremonias. Evandro
abatido por el peso de la edad iba apoyado sobre
Eneas y su hijo Palante y con sus discursos alivia
ba la fatiga del camino. Eneas observa gustoso
aquel pais que le encantaba y alegre le registra
todo con sus ojos y se instruye de las tradiciones
y antigüedades de la nacion. Los Faunos y Ninfas
del pais habitaban estos bosques en otro tiempo , le
decia Evandro á quien podemos mirar como el pri
mer fundador de Roma : entonces estos lugares
estaban poblados de salvages sin costumbres , sin
leyes , duros como las encinas de los cuales habian
nacido ; ignoraban la agricultura , no sabián a—
montonar riquezas ni usar con moderacion de las
adquiridas : vivian de Ja caza y de los frutos silves
tres. Saturno destronado por su hijo Júpiter huyó
202 LA ENEIDA.
del Olimpo y se refugió en estos paises. Este reu
nió los hombres feroces esparcidos por los montes,
les dió leyes y quiso que el pais se llamase Lacio,
por haberse escondido en él con seguridad. Segun
cuentan , eu su reinado existió la edad de oro ;
sus pacificos vasallos eran gobernados con dulzura.
Esta edad degeneró insensiblemente y los hom
bres se entregaron al furor de la guerra y á la
sed de las riquezas. Entonces los Ausonins y luego
los Sicanios invadieron este pais que mudó muchas
veces el nombre. Finalmente el Tiber colosal guer
rero le conquistó y los Italos dieron su nombre á
este rio llamado antes Albula. Yo expulso de mi
patria y errante de mar en mar f;ií lanzado á estas
costas por la prepotente fortuna y el inevitable
destino que fijaron aquí mi permanencia segun los
respetables avisos de la ninfa Carmenta mi madre,
y las insinuaciones de Apolo. » Apenas habia diebo
esto Evandro, cuando hizo notar á Eneas un altar
erigido en honor de Carmenta y el sitio dó existo
la puerta llamada Carmental por los Romanos en
memoria de aquella profetisa que la primera auguró
la gloria de los descendientes de Eneas y de la
famosa l'alanteo. Despues le mostró el bosque dó
Rómulo dabia establecer un asilo é hízole ver al
pie de una roca el Lupercal consagrado al dios
Pan por los Arcadios que le adoraban en el monte
Lyceo. Hácele observar el bosque de Argileto y
le atestigua la tumba de Argos su huesped y le
cuenta su muerte. De allí conduce á Eneas al
monte Tarpeyo dó existe el magnífico capitolio,
entonces cubierto de horribles breñas. No obstante
era ya un sitio sasrado que inspiraba respeto y
terror á los campesinos: un dios incógnito, decia
Evandro , haliita en este monte. Los arcadios
creen haber visto en él á Júpiter golpeando su
negra égida y conmoviendo los nublados. Ves,
añadió los restos de estas dos ciudades, Jano fundó
este alcázar , Saturno aquel , este se llamaba Janí-
culo , aquel Saturnio.
LIB. vIH. 203
En medio de estos coloquios se aproximaban
al palacio de Evandro fallo de riquezas y de orna
to y á cada paso veianse toros en aquel campo dó
existe la famosa plaza de Roma y la magnífica
calle de las Quillas. Al llegar allí , Evandro dijo :
« hete ahí la morada dó alojóse el grande Alcides ;
por estos umbrales entró. Desprecia á su ejemplo
el fasto y el lujo , disimula nuestra pobreza y no
seas menos accesible que él. Dijo é introdujo al
héroe en su alcázar e hízole sentar sobre hojas
cubiertas con la piel de una líbica pantera. Lle
ga la noche y cubre la tierra con sus hoscas
alas.
Venus , alarmada por los amagos del Lacio y
de toda la Hesperia , recurre á Vulcano y sentada
en el lecho de oro al lado de su esposo escita su
ternura con estas palabras : mi caro esposo , mien
tras los reyes de Grecia asediaban ol Ilion y echa
ban fuego á sus alcázares destinados á perecer,
no te inportuné por los miseros trovanos , ni recur
rí á tu arte , ni imploré tu socorro aunque me
interesaba por los hijos de Priamo y vertia lágri
mas por los padecimientos de Eneas. Ahora por
orden de Júpiter se halla en las fronteras de los
rútulos , permite que implore tu valimiento siem
pre de mi respetado : una madre te pide armas pa
ra su hijo. Tetis y la esposa de Titon pudieron
enternecerte con sus lágrimas. Mira la alianza
formada contra mi , mira cuantos pueblos muralla-
dos aguzan el hierro para destruir á los troyanos
mis amigos. Dice y abraza tiernamente á su esposo
estrechandole con sus nevados brazos ; Vulcano
hasta entonces insensible siente renacer súbita
mente su primitivo ardor hacia su esposa : un fuego
no desconocido penetra en sus venas y se comuni
ca á sus medulas : asi el relámpago que se despren
de de una inflamada nube en un momento pasa del
uno al otro polo. Vénus percibe con placer el fru
to de sus caricias y el triunfo de sus gracias cuya
influencia conocia. El dios que no habia cesado de
20i LA EKKIDA.
amarla , contexfa : porqué buscas remotas can
sas, que se ha hecho la confianza que tenias en
mi, ó Diosa? Aun entonces hubiera provisto de
armas á los troyanos , si lo hubieses solicitado. Ni
Júpiter, ni los destinos hubieran impedido que
subsistiese Troja y Priamo hubiera reinado
otros diez años. Mas ya que has de sostener una
nueva guerra te ofrezco, ó Diosa , todos los recur
sos de mi arte , todo lo que pueden mis fuegos y
fuelles operar sobre el hierro y sobre el electro :
deja de poner en duda tu valimiento con tus sú
plicas.
Dicho esto, la dio vivos y plácidos abrazos y
durmióse tranquilamente sobre su seno. Cuando la
noche en medio de su carrera habia disipado el
primer sueño , á la sazon en que una muger labo
riosa busca en los trabajos de Minerva los medios
de subsistir, levántase antes de rayar el dia, susci
ta el fuego adormecido bajo la ceniza y reparte
largas tareas á sus sirvientas para que trabajen á
la luz de una lámpara , para poder conservar la
castidad del lecho conyugal y educar á su pequeña
prole ; no de otro modo ni con menor diligencia
Vulcano se levanta del dulce tálamo para trabajar
en sus fraguas. Entre la Sicilia y la isla de Liparo
una de las Eolias descuella una isla circuida de
peñascos cuya cumbre vomita espantosos torbelli
nos de llamas y de humo. Bajo de ella hay una
cueva profunda dentro de la cual están las caver
nas del Etna minadas por las fraguas de los Cíclo
pes que de continuo hacen gemir los yunques con
sus enormes martillos. Allí un fuego abrasador
animado por los fuelles encandece el hierro que
resuena y centellea con los repetidos golpes de los
operarios. En esta isla ardiente habita Vulcano,
del cual se llama Vulcania. Aq'ii entonces el dios
del fuego bajó del elevado Olimpo. Los Cíclopes
ejercian su oficio en la vasta cueva , Brontes,
Estéropes y el desnudo Piracmon tenian entre
manos un rayo de aquellos que Júpiter en gran
llB. VIH. 205
número dispara desde el cielo , en parte acaba
do , en parle imperfecto. Le habian añadido tres
rayos de lluvia , tres de acuosa nube , tres
de refulgente llama y de alado viento. Entonces
mezclaban en él los terríficos fulgores y el fragor y
el miedo y las iras con las secuaces llamas. En
otra parte fabricaban á toda priesa para Marte
un carro y las veloces ruedas con las cuales con
cita los varones y las ciudades y pulian una horrí
fica egida de que va armada la belicosa Palas,
ornada de láminas de oro y de escamas de serpien
tes y en medio del broquel veiase la cabeza de
Medusa enlazada de culebras y arrojando espanto
sas miradas aunque separada del tronco. Dejad
vuestros trabajos , ó Cíclopes , dijo Vulcano y
escuchad mis órdenes. « Habeis de forjar armas pa
ra un ínclito guerrero ; trabajad con ardor , desple
gad todas las fuerzas y toda vuestra habilidad :
apresuraos. Esto solo dijo y ellos obedecen al mo
mento y distribuyen entre todos la obra. Corren
arroyos de oro y de bronce y el homicida acero se
liquida en las inmensas fraguas. Forjan un vasto
broquel de siete láminas impenetrable á los dardos
de los latinos : unos reciben el aire en grandes
fuelles y le hacen salir impetuosamente , otros
templan en el agua el reluciente acero : toda la
caverna retumba con los golpes descargados sobre
los yunques: ellos levantan alternativamente y á
compas sus nervudos brazos y con las tenazas gi
ran la metálica masa. Mientras el dios de Lemnos
hace fabricar estas armas la naciente luz y el
canto de las aves pendientes del humilde techo de
Evandro despiertan á este príncipe. El anciano
levántase: toma su túnica y su calzado etrusco,
cíñese su espada con el talabarte y cúbrese con la
piel de una pantera. Sale de su retrete acompaña
do de dos perros su fiel escolta y dirígese al aloja
miento de Eneas acordándose de la conferencia
que tuvieron antes de irse á descansar y de la pa
labra que se dieron. Asi mismo Eneas se habia
206 LA ENEIDA.
levantado á la madrugada. Aquel iba al lado de
Palante , este al de Achates. Ambos príncipes so
encuentran, estréchanse la mano y por fin siéntan
se en medio del palacio y entablan un libre colo
quio. Evandro empieza : ilustre principe de los tro-
yanos , en vida del cual nunca creeré acabado el
imperio de Troya : el socorro, que puedo darte , no
es suficiente para una guerra tan importante : mi
reino es poco dilatado , por una parte nos limita
el Tiber, por otra nos estrechan los Rútulos ha
ciendo incursiones hasta nuestros muros. Pero
quiero procurarte tropas auxiliares de una nacion
numerosa y opulenta ; parece que los destinos te
han conducido á este pais para aprovechar una
inesperada coyuntura. Cerca de aqui sobre un
monte hay una ciudad muy antigua llamada Agila
fundada por una colonia de lydios, pueblo guerrero
que surcando los mares, vino á establecerse sobre
los montes de Etruria. Esta ciudad , que floreció
largo tiempo, ha gemido bajo la coyunda del sober
bio y cruel Mezencio que la conquistó. Contaré la
sangre por su orden derramada y todas sus barba
ries ? Los dioses descarguen todo el peso de su
justa venganza sobre este cruel mónstruo y toda
su posteridad. Complaciase eu extender los vivos
sobre los cadáveres juntando sus bocas , sus ma
nos y todos sus miembros ; suplicio horroroso y
nuevo ! Asi con una muerte lenta en medio de
una infeccion espantosa hacia morir á los vivos
abrazados con los muertos. Mas por fin los ciuda
danos exasperados se sublevan contra el tirano,
toman las armas , asedian su palacio , pasan las
guardias á cuchillo y pegan fuego á sus altos te
chos. En medio del estrago se escapa y se pone
en salvo refugiándose en el territorio de los rútu
los y se acoge bajo la proteccion de Turno. Toda
la Etruria transportada de un justo furor está so
bre las armas y exige la entrega del opresor para
hacerle perecer. Hete ahí las numerosas tropas do
las cuales quiero procurarte el mando : sus bajeles
LIB. vm. 207
agrupados bordan las riberas del rio y solo aguar
dan la señal. Un arúspice canoso los detiene di
ciendo : « lidios escogidos, que heredasteis ol valor
de vuestros antepasados , un justo resentimiento
os arma contra Mezencio ; mas los dioses prohiben
que en esta guerra os comande un gefe de Italia ;
escoged generales estrangeros. El ejército etrusco
detenido por esta orden del cielo no osa entrar en
campaña. Tarconte su gefe me ha enviado embaja
dores invitándome á tomar el mando y la corona
y el cetro y las reales insignias de la Etruria ; mas
la edad ha helado la sangre de mis venas y soy
demasiado viejo para comandar y trabar refriegas.
Yo podria proponer mi hijo en mi lugar , pero su
madre era bija del rei de los sabinos , y por esta
parte no es estrangero. Principe, tu nacimiento, tu
edad , los dioses mismos te llaman á tomar el
mando de estas tropas ; seas su caudillo como lo
eres de los troyanos. Yo quiero que mi hijo mi
esperanza y mi consuelo te siga y aprenda bajo tu
direccion los duros ejercicios de Marte y se acos
tumbre á ver con admiracion tus hazañas y á imi
tarlas desde sus primeros años. Te daré doscientos
caballos arcadios escogidos y él en su nombre le
ofrecerá otros tantos. Apenas habia dicho esto y
Eneas y Acates permanecian en un triste silencio
representándose los peligros de la guerra que
habian de sostener , cuando la diosa de Cytera dió
les súbitamente una señal favorable. Un grande
estruendo y una radiante luz se difunden por los
aires , la tierra parece que tiembla y percibese el
sonido de una trompeta etrusca. Levantan los ojos,
renace y acreciéntase el ruido. Entonces ven
hacia una parte del cielo puro y sereno brillar
armas al traves de una nube , las cuales despiden
en su choque un terrible fragor. Todos se pasman ;
solamente Eneas permanece impávido por recono
cer el sonido de las divinas armas y el cumpli
miento de la promesa de Venus. No os azoreis de
este prodigio , dice á EVandro : el Olimpo me lia.
208 LA ENEIDA.
nía. Venus me lo anunció prometiendome que si
me declaraban la guerra , ella misma de lo alto
del cielo me traería armas forjadas por Vulcano.
Oh cuanta sangre regará los campos de los míse
ros laurentinos ! Temerario Turno , como va á ser
castigada tu osadia ! Y tu dios del Tibor , cuantos
broqueles , cuantos cascos , cuantos cadáveres re
volverás en tus ondas! Rompan ahora la alianza
jurada y convoquen sus falanges. »
A estos acentos Eneas se levanta y con
la juventud troyana vá en compañia de Evan—
dro á suscitar el fuego adormecido en las aras :
rinde sus homenages á los lares y á los pena
tes, y habiendo inmolado ovejas escogidas segun
costumbre , parte hacia los buques do encuen
tra otra vez á sus compañeros de los cuales nom
bra los mas bravos para seguirle al ejército de los
etruscos : los otros por orden suya bajan tranquila
mente el rio dirigiéndose al campo para llevar al
joven noticias de su padre y notificarle el exito de
su viage. Evandro regaló caballos á lodos los tró
vanos que debian acompañar su gefe al ejército de
Etruria y á Eneas un soberbio corcel cubierto do
una piel de leon armada de uñas de oro. Espárce
se en las pequeñas ciudades el rumor de que la
juventud arcadia va á montar á caballo para hacer
guerra al reí de los etruscos. Ya las madres alar
madas redoblan sus votos por el regreso de sus
bijos : el espanto crece á la par que el peligro y
la imagen de Marte les parece mas horrorosa.
Evandro viendo á su hijo presto á partir, abráza
le tiernamente y no pudiendo comprimir el llanto,
asi le habla: « hijo mio , si Júpiter me restituyera
los juveniles años , si tuviese aquella edad en que
yo hice trizas del ejército de los prenestinos ba
jo los muros de su ciudad y pegué fuego á un
monton de broqueles y mi brazo precipitó á los
abismos á su rei Hérilo á quien la ninfa Feronia
su madre , ( ó prodigio inaudito ) habia dado
tres almas y tres armaduras ; tres veces se le había
MB. vin. \ 209
de quitar la vida ; esta mano le arrancó todas sus
almas y le despojó de todas sus armas ; si tuviese
repito el mismo vigor, ó hijo mio, no te dejaria ir solo:
el odioso Mezencio que insulta á mi débil edad no
hubiera vertido inhumanamente tanta sangre . ni
habría despoblado su capilal de tantos ciudadanos. O
dioses y sobre todo lú , soberano Júpiter rei de los
dioses , apiadaos del rei de los Arcadios y oid los
votos de un padre. Si vuestra voluntad y los desti
nos conservan á mi hijo . si vivo para verle y
abrazarle otra vez , os demando que prolongueis
mis dias y mis quebrantos ; mas si tú , ó Fortuna,
me preparas el golpe mas terrible , permitidme , ó
dioses poner fin á mi vida mientras temo y estoy
sumergido en la incertidumbre del porvenir , mien
tras abrazo á mi caro hijo, único consuelo de mi
triste vejez, y antes que una espantosa nueva pene
tre mis oidos.
Tal era la sensible despedida de Evandro asido
de su hijo. El anciano á estos acentos padece un
desmayo y sus donceles le transportan á su retrete.
Ya la caballeria troyana y la de los arcadios habian
salido fuera de la ciudad : Eneas en compañia de
su fiel Acales marchaba al frente con su estado
mayor. Halante en medio de ellos se distinguia por
su clámide y por la brillantez de sus armas seme
jante á la estrella de la mañana que mas querida
de Venus que los otros astros bañada todavia de
las aguas del Océano muestra su cabeza sagrada
en lo alto de los cielos fugando las tinieblas. Las
matronas pávidas habian acudido á los muros y
no perdian de vista la polvareda que levantaban
Jos brillantes escuadrones. Ellos se dirigen por el
sendero mas corto , al traves de los opacos
bosques y luego entran en una llanura y marchan
en orden de batalla voceando y haciendo resonar
toda la campiña con el galopeo de sus soberbios
alazanes. Cerca del rio que baña los muros de Cére-
ra hay un dilatado bosque consagrado por la reli
gion de los antiguos habitantes y rodeado de cali-
i4
210 AL EKEIDA.
na* pobladas de nhetos. Supónese que los Pelaseos,
que fueron los primeros griegos establecidos en la
Ansonia sobre las fronteras del Lacio, consagraron
este bosque á Silvano que preside á los campos y
á los rebaños y le dedicaron una fiesta. Tarconte y
los tirrenos bajo sus órdenes estaban estacionados
en este bosque y desde lo alto de una colina podia
divisarse todo su ejército extendido en la llanura:
Eneas y la juventud belicosa escogida llegan á es
ta altura y fatigados rehacen sus cuerpos y sus
caballos.
Venus entre tanto aparece sobre una nube lle
vando las armas destinadas á su hijo y al verle
descansando á la orilla del rio , ofrécese á sus
miradas y le habla asi : hijo mío , hete ahi el pre
sente que te prometí ; hele ahi las armas que Vulca-
no te ha fabricado : bien puedes ahora atacar coa
intrepidez á los soberbios laurentinos y al guerre
ro Turno. Dice y abraza á su hijo y deja las ra
diantes armas en frente de él al pié de una encina.
El presente de la diosa encanta los ojos de Eneas
que ledo por tan grande honor no se cansa de
contemplar, menear y admirar el llameante casco
y su formidable penacho , la mortífera espada , la
loriga de bronce sanguínea y descomunal , pareci
da á una radiante nube penetrada de los rayos del
sol ; las ligeras grebas de oro y de electro , la lanza
y sobre todo el broquel obra maravillosa que no
se puede describir. En él Vulcano instruido de los
oráculos y del porvenir habia exprimido los mas
famosos eventos de la historia de Roma; en
él habia rspresentado los gloriosos descendientes
de Ascanio , los combates , los triunfos de los Ro
manos. En una gruta consagrada á Marte veiase
una loba tendida sobre la verde grama , dos infan
tinos gemelos chupando sus ubres saltaban sin te
mor en torno de la fiera á quien miraban como ma
dre y ella volviendo la cnbeza los acariciaba con
su lengua. Allí cerca columbrábase la nueva ciu
dad de Roma , las Sabinas arrebatadas contra el
liB. vIII. 211
derecho de gentes en medio de los grandes juegos
del circo y la guerra luego suscitada entre Kú-
mulo y el anciano Tacio rei do los austeros Sabi
nos. Estos dos príncipes renunciando á la guerra
aparecian luego en pie y armados delante el altar
de Júpiter con una copa en la mano inmolando
una víctima y jurándose mutuamente una alianza
perenne. Mas allá en un bosque caballos rápidos
descuartizaban por orden de Lulo los miembros de
Mecio , ( infiel Albano, porque no guardabas tus
juramentos ? ) Las breñas estaban teñidas con su
sangre.
En otro punto aparece Porsena pretendien
do restablecer á Tarquinio destronado y estrechando
á Roma con un asedio espantoso. Los Romanos
combaten con ardimiento en defensa de su liber
tad : Porsena con ojos amenazantes espuma de có
lera á vista del impávido Cocles que rompe un
puente á sus ojos y á vista de la osada Clelia que
habiendo roto sus cadenas huye por delante de él
y atraviesa el Tibor nadando. En lo alto del bro
quel habia el templo de Júpiter erigido sobre el
monte Tarpeyo y el alcázar régio de Rómulo, cu
bierto de paja : en frente parecia Manlio encargado
de custodiar el capitolio. Un ganso volando sobre
los pórticos dorados del templo anunciaba la alar
ma con el batir de sus argentadas alas y con sus
penetrantes gorgeos avisaba á los Romanos de la
aproximacion do los galos que deslizándose al tra
vés de los bosques con el favor de las tinieblas
iban á sorprender la ciudadela. Eran remarcables
por su blonda cabellera , por el oro que brillaba
sobre sus rayados sayos y por el albor de su cue
llo ornado con cadenas de oro. Todos llevaban dos
dardos en una mano y en la otra un largo bro
quel que les cubria todo el cuerpo. En otro lado
veíanse los Salios danzando y los nudos Lupercos
y los sacerdotes de Júpiter con sus bonetes ornados
con borlas de lana. Percibianse los pequeños bro
queles bajados del cielo y las matronas romanas re
comendables por su castidad que tiradas blanda-*
212 LA ENKiDA.
mente por los carruajes se paseaban por la ciadad
ostentando los objetos del culto público. Vulcano
bahia representado lejos de allí el profundo impe
rio del Dios de los muertos , las prisiones del Tár
taro y los suplicios de los culpables. V á tí, ó Cali-
lina , pendiente de un encumbrado escollo y te
miendo el aspecto de las furias y a los piadosos se
gregados de los impios y á Caton dictándoles leyes.
En medio del broquel estaba esculpido en oro un
vasto mar agitado por los vientos , los delfines na
dando en circulo barrian con sus colas la líquida
llanura y hendian las argentadas olas. Parecian en
alta mar dos flotas enemigas atacándose con sos
aceradas proas en el combate de Accio. Toda la
costa de Leucate veiase poblada de buques de
guerra dó hormigueaban las huestes cuyas ruti
lantes armas encendian las ondas. Augusto César
estaba en pié sobre la popa de su navio teniendo
bajo sus estandartes al pueblo romano , á los dioses
patrios y á las divinidades del Olimpo , dos rayos
salian de sus sienes y la estrella del César su pa
dre resplandecia sobre su cabeza. £1 bravo Agripa
favorecido de los vientos y de los dioses ceñido de
una corona naval parecia acaudillando el ala iz
quierda. Antonio vencedor de los pueblos de la Au
rora estaba en frente de la flota enemiga arrastran
do en pos de sí una tropa de bárbaros sacados de
las riberas del mar rojo y de las orillas del Nilo,
los Bactros y otros pueblos orientales le seguian,
en pos iba ¡ oh verguenza ! con sus naos la reina
de Egipto su esposa. Veiase el encuentro de dos
armadas y el espumoso seno de las olas de todas
partes despedazado por los remos y por las proas.
A vista de tamaños navios parecia que las Cicladas
nadaban sobre las aguas ó que los montes luchaban
entre sí. Mil fuegos , mil dardos vuelan de una á
otra parte , el nuevo estrago tiñe los campos de
Píeptuno. La reina en medio de su ejército manda
avanzar sus buques al son del sistro egipciaco sin
reparar aun las dos sierpes que la aguardan al re
gresar. Una tropa de dioses monstruosos acaudilla-
liB. vIH. 213
dos |>or el ladrador Anuláis luchan osadamente con
tra Neptuno , Venus y Minerva : Mavorte cincelado
divísase en medio de los combatientes infundién •
doles la saña : las crueles furias volotean por los
aires y los alientan : la discordia arrastra con al
borozo su rasgado manto y siguela Belona armada
de un látigo sangriento. Apolo mira el combate des
de la cumbre del promontorio de Accio y arma su
arco : á tal aspecto el egipcio , el indio , el árabe
y el sabeo huyen despavoridos. La reina conster
nada implorando el socorro de los vientos escápase
á vela tendida. Vulcano habiala representado páli
da por la futura muerte , entre la mortandad y su
navio empujado por el Yápigo : el dios del Nilo de
enorme talle apiadado de la desgraciada desarolla
todos los pliegues de su ropage y abre su azulado
seno para recibir á los vencidos y librarlos de la
persecucion. Cesar regresando á Roma recibe tri
plicados los honores del triunfo y para cumplir su
voto , manda erigir en la ciudad trescientos alia
res : todas las calles resuenan con las aclamacio
nes y los aplausos : todos los templos están llenos de
matronas romanas sin verse mas que altares y víc
timas inmoladas. En el vestíbulo del templo de Apo-
lo construido de candido marmol
aceptar los presentes de diversas naciones y los
consagra al dios fijándolos on las puertas de su
templo : las naciones sojuzgadas vense marchar en
larga hilera tan diversas en armas y trage como en
sus idiomas. Allí habia esculpido Vulcano á los Nó
madas , á los desceñidos africanos , á los Lélegas, á
los Cardios y á los saeliferos Gelonos. Veiase el Eu
frates con una corriente menos altiva , percibianse
los Morinos que habitan una estremidad del orbe y
el Rin de dos brazos y los Daas indómitos y Ara—
xes que no sufre puente.
Tales eran los objetos gravados por Vulcano
sobre el divino broquel : Eneas gozoso admira tan
primorosa obra : mas el porvenir está velado para
él : toma y carga sobre sus hombros la gloria y los
destinos de su posteridad.
214 LA ENEIDA.

LIBRO KOI.

Durante esta ausencia de Eneas , Turno avisado de la


ninfa Iris sitia á los trovanos , pega fuego i las
naves , las que Cibeles convierte en ninfas. Los tro
vanos tratan de enviar á llamar á líneas . á lo cual
se ofrecen Niso y Eurialo rompiendo por medio de
los enemigos. Ataca Turno el campamento ; Pandarei
y Bicias abren las puertas luego que entra Turno,
quien viéndose oprimido de la multitud , se arroja
de una muralla al rio y salva su vida a nado.

Mientras pasa esto en uno y otro campo , la hi


ja de Saturno hace descender a Iris sobre la tierra
en busca del bravo Turno. Este príncipe reposaba
entonces en el valle de un bosque consagrado á Pi-
lumno uno de sus ascendientes. Iris le emprende y
con sus labios de rosa le dice : « Turno , la rueda
del tiempo le ofrece hoy lo que ningun dios osara
prometerte. « Eneas ausente de sus buques y de su
campamento se dirige al monte Palatino en busca
del rei Evandro y se ha internado en el pais de
Corito fronterizo de la Etruria. « Allí reune cam
pesinos para formar un ejército de lidios. « ¿ Porque
vacilas ? « Tiempo es de poner en movimiento tus
carruages y caballos ; parte presuroso á meter en
el campo enemigo el terror y la confusion. « Dijo y
despiojando sus alas con equilibrio remóntase hacia
el cielo y al hender los aires traza en las nubes un
grandioso arco. Reconócela el joven , levanta las
liB. ix. 215
manos al cielo y sin perderla de vista habíala en
estos términos : « Iris ornamento del Olimpo , ¿ que
divinidad te ha mandado bajar al suelo sobre una
rutilante nube ? « ¿ De dó procede esta repentina
serenidad ? « Veo abirse el cielo y errar las estre
llas : ríndomo á tan grande presagio y voy á cum
plir tus órdenes, ó dios, cualquiera que seas que
me ordenas combatir. « Al punto asómase al rio,
toma agua , purifícase , implora el favor del cielo y
le dirige mil votos.
Va marcha en orden de batalla todo el ejército
de los rútulos ricamente vestido y provisto de ca
balleria. La vanguardia vá al mando de Mesapo y
la retaguardia es acaudillada por los hijos de Tir-
reo. En el centro resplandece Turno con sus armas
descollando sobre todos los otros guerreros. Destilan
estas tropas semejantes á las aguas del tranquilo
Ganges engrosado por siete apacibles riberas ó a las
aguas del Ndo cuando recoge sus fértiles ondas di
fundidas por los campos y entra otra vez eii su
lecho. Columbran los tróvanos á lo lejos una densa
nube de polvo que oscurece las campiñas. Caico que
estaba de faccion clama el primero desde una
opuesta altura : « ó ciudadanos , que negro torbe
llino ! á las armas , á las armas ! subid á los mu
ros , mirad al enemigo , alerta ! » Es contentado con
terrible clamoreo , métanse dentro de las puertas y
coronan las murallas. Eneas como diestro general
les habia prescrito antes de partir que un ningun
evento saliesen de sus trincheras para presentar ba
talla y les habia mandado que se ciñesen á defen
der el campo. Asi aunque el honor y su valentia los
concitan á marchar contra el enemigo , obedecen,
cierran las puertas y prontos a defenderse le aguar
dan á pié firme sobre los muros y sobre las almenas.
Turno dejando el grueso del ejército que avan
zaba lentamente , aparece de improviso al frente
de veinte caballos escogidos montando un corcel
mosqueado y llevando un dorado casco sombreado
por un penacho purpúreo.
216 LA ENEIDA.
Jóvenes , dice á sus guerreros , quien (fe voso
tros á mi lado arremeterá primero al enemigo T
¡Mirad, y vibrando un dardo , le dispara contra et
aire en señal de ataque y altivo hatee correr su
bridon por la llanura contigua á la ciudad. Los
intuios prodigan aplausos á su rei y le victorean
en alta voz. Arfmiraiise de que tos trovanos no
osen salir de sus trincheras y creen que la cobar
dia los induce á rehusar el combate. Turno furio
so da una vuelta por los muros y busca por dó
penetrar en la ciudad. Cual lobo que en una noche
boii ase.isa rueda entorno del aprisco y mientras
los corderillos balan seguros bajo sus madres , él
f1 -io, acosado del hambre y sediento de sangre allu
lla de rabia y desesperacion ; tal parece Turno
transportado de furor á vista del campo enemigo en
donde no puede penetrar. Que hará ? Como forza
rá la entrada ? Como atraerá los trovanos á la lla
nura ? Su Ilota estaba anclada en el canal del Ti—
ber defendida por el rio y por una parte de las
murallas. Turno asómase á los buques é instiga á
sus guerreros á incendiarlos : la presencia de su
rei los alienta , á su ejemplo ármanse de teas
ardientes y de tizones encendidos.
Decidme , Musas , que dios preservó la flota
troyana de tan crueles incendios ? quien apartó de
las naos tan crecidas llamas ? El hecho es antiguo,
pero su memoria es indeleble.
Cuando Eneas hacia construir sus buques en el
bosque del monte Ida con el designio de atravesar
los mares , Cybeles , segun dicen , razonó con Jove
en .estos términos : « tu madre , hijo mio , le de
manda una gracia en reconocimiento del imperio
del cielo del cual eres á ella deudor. En la cumbre
del Ida hay un vasto y sombrio bosque de pinos
y de acebuches que es el objeto de mis delicias :
allí los frigios me ofrecian sacrificios. He tenido
á bien que Eneas cortase allí árboles para construir
una flota : ahora estoy alarmada hijo mio por esto
sagrado bosque. Calma las zozobras de tu madre
LIB. IX. 217
y concédeme la gracia que te pido : los navios allí
formados puedan resistir al furor de las olas y de
los vientos : sea para ellos una ventaja haber sali
do de un monte mio. »
« O madre , la responde el soberano del Olim
po , quieres acaso forzar los destinos ? Quieres que
jas naos de un mortal gozen del derecho de la
inmortalidad , y que Eneas en medio de los peli
gros no tenga que temer? Que dios ha podido
conceder jamas tal prerogativa ? Sin embargo cuan
do la Ilota baja penetrado en las playas de Auso—
nia y el principe troyano pisará los campos lau-
rentinos ; yo transformaré las naves libradas del
naufragio en diosas del mar , cual Doto y Gala-
tea que nadando parten las espumosas ondas.
Dice y lo jura por el rio de su hermano y por
las riberas de ardiente betun, inclina la cabeza y
estremece todo el Olimpo.
El dia de cumplirse este evento llegó y la par
cas hilaron los instantes que debian precederle :
el furor de Turno hizo presentir á la madre de los
dioses que era tiempo de preservar la flota de las
llamas. Viose de repente brillar una luz extraordi
naria y una gruesa nube pasó con rapidez de la
Aurora al Ocaso : los coros de los Coribantes hicie
ron resonar los aires y una voz imponente penetró
los oidos de los troyanos y de los rútulos : frigios,
no os alarme el incendio de vuestras galeras : mas
facil será á Turno abrasar los muros que esta sa
grada flota. Galeones . nadad y convertios en maríti
mas deidades , obedeced á la madre de los dioses.
Rompen las naves al instante sus cables y como
delfmes ( oh prodigio ! ) zabúllense en el seno del
mar, aparecen otra vez y ofrecen á los ojos la for
ma de Ninfas. El temor y la sorpresa domeñan á
los rútulos , Mesapo mismo pásmase y lúrbanse
sus caballos : el Tiber bramando se para y retro
cede hacia su fuente. Solo Turno permanece impá
vido , aun echa en caía á los otros su cobardia y
los alienta con. el sitíenlo discurso : « este prodigio,
218 LA ENEIDA.
dice , no es favorable á los trovanos, el mismo Júpi
ter los priva de su ordinario recurso ; los rútulos
no tendrán que combatir , ni que abrasar sus naos;
ya no pueden huir . no les queda mas que la tierra
de la cual somos dueños: cien pueblos de Italia
están armados para destruirlos. Ninguna mella me
hacen los oráculos propicios de que se jactan ;
ellos han llegado á los feraces campos de Ausonia,
es todo lo que Venus les ha prometido. Son mis des
tinos exterminar con el acero una nacion criminal
que pretende arrebatarme una esposa : los Atridas
no son los únicos resentidos de una afrenta seme
jante : Micenas no es la única ciudad que sabe
vengarse. No les basta haber perecido una vez ?
Debia bastarles haber delinquido antes para tener
aversion á las mugeres. Estas trincheras , estos fo
sos , débiles barreras entre ellos y la muerte , en
vano los animan. No han visto los muros de Troya
devorados por las llamas aunque fuesen obra de
Nepluno ? Quien de vosotros . bravos guerreros,
quiere venir conmigo á destruir esos muros y á
for/ar este campo do reina el terror ? No necesito
las armas de Vulcano ni una flota de mil velas ;
declárese toda la Etruria á su favor , no tendrán
que temer de mi parte ni las sorpresas nocturnas,
ni el cobarde hurto del paladion , ni el degüello de
la guardia del templo ; no nos ocultaremos en las
cavidades de un caballo de madera ; en medio del
dia quiero abrasar su nueva ciudad. No tendrán
que habérselas con griegos á quienes Hector resistió
diez años defendiendo á Troya. Ahora pues ya que
ha trascurrido la mayor parte del dia, cantaradas,
emplead el resto en alivio de vuestras fatigas y
estad apercibidos para dar mañana el asalto.
Entretanto Mesapo recibe orden de poner
centinelas ante las puertas del campo troyano y de
hacer fuegos en torno de los muros : catorce
oficiales estan encargados cada uno con cien hom
bres de dar y relevar las guardias. Todos van
soberbiamente vestidos y brillantes penachos onde
LIB. IX. 219
an sobre sus cascos ; los unos estan de guardia y
los otros tendidos sobre la yerba pasan la noche
jugando y bebiendo alumbrados por los fuegos. Los
troyanos por su parte ocupan las murallas estando
sobre las armas y observan el continente de los
rútulos y alarmados del sitio que les amenaza vi
sitan cuidadosos todas las puertas del campo y
construyen puentes de comunicacion entre las
obras de defensa. Todos van armados de dardos y
reciben las órdenes de Mnesteo y del ardiente
Seresto á quienes Eneas confiara el mando dado
el ataque del campamento. Sacan á suerte los que
han de entrar de guardia á su vez y cada uno vigi-
La guardia de una de las puertas estaba confia
da á Niso hijo de Hirtaco joven valiente que desde
el Ida abundoso en caza siguió el partido de Eneas;
era diestro en tirar el arco y en arrojar dardos;
con el estaba Eurialo el mas gallardo de todos los
teneros que guerreaban y estaban en la flor de sus
dias. Amábanse con ternura y nunca se separaban
en el calor de las refriegas. Niso dice á su amigo :
caro Enrialo, el ardor quo siento es una inspira
cion del cielo , ó solo un deseo natural ? Fastidiado
de esta inaccion tiempo ha que ardo por combatir
ó por distinguirme con alguna proeza. Ves la con
fianza de los rútulos sepultados en la embriaguez
y en el sueño : sus fuegos están casi apagados y un
profundo silencio preside á su campo. Escucha lo
que pienso. Tanto los gefes como los soldados
deseamos con ardor el regreso de Eneas ó á lo me
nos recibir noticias de él. Yo nada pido por mí , la
gloria es la mejor recompensa y si mu prometen
por tí lo que pediré creo poder abrirme á lo largo
de esa colina una ruta hacia la ciudad de Palan-
teo.
Eurialo tan amante de la gloria como Niso, respon
dió : acaso desdeñas asociarme á una gloriosa empre
sa ? Podria dejarle arrastrar solo tamaños peligros ?
Otros son los sentimientos que me inspiró mi padre
220 LA KNEIBA.
el denodado Ofeltes habiendo yo nacido en el sitio
de Troya y crecido entre los combates y los ries
gos : desde que llevo las armas siguiendo á Eneas
y desde que tratas conmigo acaso me has visto
cobarde ? Este corazon , ó Niso , sabe despreciar
]a muerte y gustoso comprara con la sangre el
honor á que aspiras.
Nunca dudé de tu valentia , repuso Niso , ni
fuera justo : asi Júpiter y todos los dioses favorables
á mi designio me dejasen volver triunfante. Mas en
una empresa tan arriesgada si algun dios enemigo
ó algun accidente me hace perecer quisiera al
menos caro Enrialo, que t me sobrevivieses: tu
tierna juventud hace mas preciosa tu existencia que
la mia. Vive para redimir mi cadaver si pierdo la
vida en esta expedicion y para tributarme los
honores del sepulcro y si la fortuna no lo permite,
para levantarme al menos un cenolatio y celebrar
mis exequias. Yo no quiero causar un sentimiento
á tu madre que de tantas es la única que magn ni-
ma ha seguido á su hijo hasta aqui y rehusado que
darse en el reino de Acesias.
Vanas son las escusas que alegas , repitió En
rialo ; mi resolucion es irrevocable , marchemos al
momento. « Despierta á los soldados de la guardia,
estos le reemplazan y con Niso parte en busca de
su rci.
Era noche y el sueño hacia olvidar á todos los
animales sus penas y cuidados. Los principales ge-
fes de los troyanos y los mas intrépidos guerreros
deliberaban sobre el modo de salir de tan crítica
situacion. Estaban en pié con un broquel en la ma
no y apoyados sobre sus prolijas lanzas y trataban
de elegir un mensagero para Eneas. Niso y Eurialo
se presentan y suplican con encarecimiento que se
les escuche sobre un negocio importante diciendo
que los momentos son preciosos. Asean io viendo su
presura . les manda adelantar y permite á Niso que
hable. El hijo de llírtacu dice : « escuchadnos fa
vorablemente , Señares , y no juzgueis por nuestra
LIi», ix. 221
edad de lo que vamos á proponer. « El silencio , el
sueño y el vino domeñan á los rúlulos, todos sus
fuegos están casi apagados ; si nos permitís aprove
char la ocasion , iremos en busca del rei á los mu
ros de Palanteo y pronto le vereis cubierto de la
sangre de sus enemigos y cargado de sus despojos.
Cazando bemos recorrido muchas veces la orilla do
este rio y observado hacia la puerta mas vecina al
mar un camino cómodo para una sorpresa , el cual
se divide y conduce á la ciudad de Evandro si
tuada entre opacos valles. « Dioses de Troya , es-
clamó el anciano y sabio Atetes . vosotros no que
reis perder del todo á los troyanos , ni dejais de
protegerlos habiéndoles da-lo jóvenes guerreros de
tanto ardimiento : á estas palabras estrecha sus ma
nos , los abraza y baña sus rostros con lágrimas.
« ¿ Como podremos pagaros , les decia , el servicio
que vais á rendirnos ? « Vuestra virtud y la justicia
de los dioses serán los primeros autores de vuestra
recompensa : contad en seguida con la munuficen-
cia del rei y estad seguros que el joven Ascanio su
hijo no olvidará tan meritoria accion. « Bravos
guerreros , interrumpió el joven príncipe , en nom
bre de los dioses protectores de la descendencia de
Asáraco y por el santuario de la cándida Vesta os
conjuro que vayais en busca de mi padre y le revo
queis : en vosotros fundo mi esperanza y felicidad :
su presencia desvanecerá nuestra alarma. « Por re
compensa te daré dos vasos de plata cincelada que
adquirió mi padre en la loma de Arisha y dos trí
podes , dos grandes talentos de oro y una copa an
tigua regalada por Dido. « Si el cetro da Italia pue
de pasar á nuestras manos y si podemos sortear los
despojos de nuestros enemigos , viste el soberbio
corcel de Turno y su brillante armadura ? Yo te
prometo , Niso, que ni su caballo, ni su broquel,
ni su casco ornado de un rojo penacho entrarán en
el sorteo del botin , desde ahora son tuyos. « A es
tos presentes añadirá mi padre doce matronas esco
gidas , muchos cautivos con sus armas , en fin este
222 LA ENEIDA.
campo perteneciente al rei latino. « Y tú ó virtuoso
Eurialo cuya virtuosa juventud es respetable , cuya
edad apenas sobrepuja á la mia , desde hoy serás
mi amigo , mi confidente y compañero de mis fati
gas en la guerra y en la paz. « Si sobrevivo á tan
gloriosa empresa , repuso el joven guerrero, no des
mentiré jamas mi valentia : una sola gracia os des
mando , Señor , que la prefiero á cuanto me pro
meteis : tengo una madre oriunda de la antigua es-¿
tirpe de Priamo que me ha seguido á estos climas
sin que hayan podido detenerla las riberas de Tro
ya, ni la ciudad de Acestes. « Yo le oculto el peli
gro que voy á arrostrar y parto sin abrazarla : á la
noche y á vuestra mano , Señor , pongo por testi-^
gos de que no puedo resistir á sus lágrimas. « Os
conjuro , pues , que la consoleis en mi ausencia y
la sostengais en tan cruel abandono : permitid que
me lleve esla dulce esperanza y afrontaré impávido
todos los peligros. »
La asamblea enternecida con este discurso no
pudo contener el llanto y tan bello egemplo de
piedad filial causó una viva impresion al jóven As—
canio. « Yo te prometo que haré cuanto merece la
generosidad de tu empresa , dijo á Eurialo , miraré
tu madre como mia : solo le faltará el nombre de
Créusa ; sea cual fuere el éxito de esta espedicion,
será bien recompensada por haber dado á luz un
guerrero tan denodado. « Cuanto te prometo al re-*
gresar, lo prometo á tu madre y á toda su familia'.
« Lo juro por mi cabeza , por la cual acostumbraba
jurar mi padre. »
Asi habla el joven príncipe anegados en lágri
mas sus ojos y al mismo tiempo le regala su espa
da que tenia el puño de oro y la vaina de marfil
obra de Licaon célebre artífice de Creta. Mnesteo
regala á Niso una piel de leon y Aleles trueca el
casco con el suyo. Asi armados Niso y Eurialo em
prenden la marcha y at partir son acompañados
hasta la salida del campo por los gefes troyanos,
guerreros de diferente edad que hacían mil votos
t». ix. 223
por su regreso. Ascanio cuya prudencia y reflexion
sobrepujaban á su edad Ies encarga de comunicar
en nombre suyo muchas cosas á su padre ; vanas
palabras que los vientos se llevan y regalan á las
nubes.
Niso y Eurialo salen de las trincheras y á favor
de las tinieblas penetran en el campo enemigo de
dó no saldran sin haber vertido copiosa sangre. Eii
todas partes columbran soldados que el vino y el
el sueño han tendido sobre la yerba, carros levanta
dos á lo largo de la ribera y sus conductores echa
dos entre las riendas y las ruedas , armas esparci
das acá y acullá y vasos coronados de vino. Niso
dice á Eurialo : « es preciso desplegar nuestro ar
rojo , la ocasion nos invita , yo me adelantaré por
allí , tú observa de lejos si el enemigo viene á sor
prendernos por detras. « Voy á pasar á cuchillo á
cuantos encuentre y te abriré una fácil senda. « En
mudece y con espada en mano arrójase sobre el so
berbio Ramnes que tendido bajo un magnífico pa
bellon dormia profundamente , príncipe amado de
Turno por su habilidad en el arte de los agoreros ;
mas toda su ciencia no pudo libertarle de una
muerte alevosa. Sorprende en seguida tres esclavos
de Remo echados cerca de sus armas, los inmola
con su page de armas y con el conductor de su
carro que dormia en el asiento con la cabeza recli
nada sobre sus caballos. Niso con el filo de su acero
le corta la cabeza y hace sufrir á su dueño la misma
suerte; su cadáver sangriento inunda su lecho y baña
la tierra con su sangre : Lamiro , Lamo y el bello
Serrano tienen el mismo destino. Este postrero
acababa de rendirse al sueño despues de haber pa
sado jugando una gran parte de la noche , feliz si
hubiese prolongado el juego hasta el amanecer!
Niso en el campo de los rútulos es cual hambriento
leon que ejerce sus furores en medio de los rediles :
arrastra y despedaza el débil ganado que no bala
de miedo víctima temblorosa de su hambre cruel
y de su gargauta sangrienta.
224 LA ENEIDA.
El furor fie Enrialo no cede al de Niso , mil
guerreros vulgares caen á sus golpes : sorprende á
Fado. Ebeso, Reto y Abaris: Beto no dormia y
presenciaba la muerte de sus camaradas ; temiendo
isual suerte, escóndese tras de un vaso descomunal.
El joven troyano le descubre al levanlar la cabeza
y le envaina la espada en el pecho ; antes de reti
rarla Reto espira y vomita su alma con olas de
sangre y de vino. Alentado por estas proezas En
rialo marcha hacia las tiendas de Mesapo dó los
fuegos estaban casi extinguidos y pacian libremente
la yerba los caballos ; mas Niso viendo que el
furor de la carniceria transportaba demasiado á su
«mitto : basta , le dijo , el día que se acerca nos es
contrario ; suficiente sangre se ha derramado , ya
nos hemos abierto paso al traves de los enemigos.
Dejan muchas plateadas armas y preciosos vasos
y soberbias estofas. No obstante Enrialo toma los
jaeces de Ramnes y su banda guarnecida de clavos
.de oro, era un presente que en otro tiempo envió
á Rémulo de Tíboli el opulento Cédico para estre
char mas los vínculos de la hospitalidad. Rémulo
al morir lególa á su nieto y muerto este , los ró
tulos en una guerra se apoderaron de ella que por
suerte tocó á Ramnes. Eurialo la coge y la carga
en vano sobre sus espaldas : toma tambien el casco
de Mesapo ornado de un brillante penacho ; salen
al punto uno y otro del campo y se ponen en se
guridad.
Entre tanto trescientos ginetes que habían salí-
do de Laurento y se habian adelantado á la infan
teria para unirse con Turno y llevarle nuevas del
ejército acampado á alguna distancia iban al man
do de Volscente armados de largos broqueles y se
acercaban ya á los reales y á las trincheras de sus
aliados ; cuando columpiaron á los dos jóvenes tro-
yanos que se encaminaban hacia la izquierda. Co
mo la noche empezaba á disiparse , el brillante
casco de Mesapo descubrió al imprudente Eurialo.
No me equivoco, gritó Volscente, desde su escua
LIB. IX. 22$
dron : alto , jóvenes , que motivo os lleva ? quienes
sois ? á <ló vais ? Niso y Euriaio ain responder bo
yen y mótense en un bosque confiando escapar con
el auxilio de la obscuridad.
Volscente entonces divide tu tropa práctica
en el pais y ocupa todas las salidas del bosque.
Habia allí una hórrida selva poblada de breñas y
de frondosas encinas ; apenas se percibian algu
nos senderos angostos y poco trillados. La oscuri
dad y el peso de los despojos de que iba carga
do Euriaio le detienen en su fuga y el temor le
desvia. Niso se adelanta sin saber si le sigue Euria
io ; ya habia atravesado el bosque y no tenia que
temer de los enemigos : ya estaba allende de aque
llos lugares llamados despues Albanos del nombre
de la ciudad de Alba. Entonces tenia allí soberbias
majadas el reí latino. Párase y sus ojos buscan en
vano á su amigo. Euriaio, exclama, dó estás ? infe
liz de mi , por donde te buscaré ? Sigue sus prime
ras huellas , intérnase otra vez en los opacos y
espinosos senderos que habia recorrido ; va errante
por las silenciosas breñas : de repente oye en pos
de sí un ruido de caballos y voces confusas hieren
sus oidos : vuelve la cabeza y divisa á Euriaio que
perdido por razon de la noche oscura y de la sel
va falaz y turbado por un tumulto repentino
habia caido en poder de los enemigos y en va
no intentaba escaparse. Que hará ? con que ímpe
tu , con que armas osará libertar á su amigo? Ata
cará solo á esa tropa numerosa y buscará una
muerte heroica ? Arma su arco y levantando los
ojos hacia el astro de la noche : Diosa esclama , tú
que brillas en el cielo y presides á los bosques , si
mi padre Hírlaco le hizo por mi ofrendas , si colgué
en las bóvedas de tus templos los despojos de las
fieras , haz que disipe este escuadron y guia los
dardos que voy á disparar. »
Dice y con todas sus fuerzas arroja un dardo
que atravesando las sombras hiere la espalda de
Sulmon , quiébrase y traspasa sus entrañas. Cae
15
22fi LA ENEIDA.
Sulmon , vomita olas de sangre , solloza , palpita
y espira. La tropa atónita mira en vano á todas
partes. Alentado con esto Niso levanta el brazo y
lanza otro dardo que silvando atraviesa las sienes
de Tago. Volscente escandecido busca el autor de
ambos disparos y uo sabe á quien culpar. Vuélvese
á Eurialo : tu muerte, dice , vengará la de estos dos
guerreros ; avánzase hacia él para herirle con la
espada. A ^al espectáculo Niso se turba , se desati
na , no puede permanecer oculto ni presenciar uri
espectáculo tan doloroso. Yo soy , esclama , yo soy
el culpado, rútulos, yo debo ser la víctima de
vuestro furor, este nada osó , ni pudo: lo juro por
el cielo y por estos astros , su crimen es haber
amado con exceso á su infeliz amigo. Mientras
habla , la espada de Volscente hiere con ímpetu el
costado y el Cándido seno de Eurialo. Cae mori
bundo , despide arroyos de sangre y su cabeza se
inclina sobre sus espaldas. Asi fenece una flor recien
te cortada por la reja del arado : asi inclinan su la
so cuello las dormideras batidas por la lluvia. Preci
pítase Niso en medio de los enemigos , busca á Vols
cente, en solo Volscente se para ; rodeante, desvianle,
oponen un dique á su furor. Nada le detiene, vibra su
fulmíneo acero y le envaina en la boca de Vols
cente que voceaba y muere matando á su enemigo.
Transido de mil golpes cae sobre el cadáver de
Eurialo y fenece satisfecho de haberle vengado.
Venturosos amigos ! si algo pueden mis versos , ja
mas sereis borrados de la memoria de los hombres
mientras la posteridad de Eneas ocupará el capito
lio y dictará leyes al universo.
nos , extienden sobre sus largos broqueles el cadá
ver de Volscente y llorando su muerte le trasla
dan á su campo dó escita el llanto la vista de
Ranmos , de Serrano , de Numa y de otros gefes
que habian sucumbido aquella misma noche. Acu
den los rótulos de todas partes y agrúpanse al
derredor de los muertos y heridos que aun respiran
uB. ix. 227
y ven humoar todavia la sangre recien vertida.
Reconocen los despojos y el brillante almele de
Mesapo y los jaeces á tanta costa recobrados.
Ya la Aurora dejando el lecho de Titon de
nuevo esparcia su luz sobre la tierra y los rajos
del -ííaciente sol descubrian los objetos , cuando
Turno armado manda atacar el campo enemigo :
al momento todos los gefes reunen sus tropas y
con sus arengas concitan el entusiasmo de los
combatientes. Ademas fijan en la punta de das
lanzas las cabezas de Níso y de Eurialo , horrible
trofeo seguido de la griteria de todos los soldados.
Los aguerridos troyanos llevan todas las fuer/as á
la izquierda de su campo , pues el rio cubre la de
recha : los unos bordan los atrincheramientos,
los otros coronan las almenas: las dos cabezas
sangrientas se ofrecen á sus miradas y se entriste
cen reconociéndolas al momento y viendo que des
tilaban negra sangre.
La fama esparce en un instante por la ciudad
tan deplorable nueva que penetra los oidos de la
madre de Eurialo ; sus fuerzas y su calor la aban
donan . el huso y la labor se escapan de sus ma
nos : al recobrar los sentidos , desgreña sus cabellos
y con ahullidos hinche los aires y fuera de si corre,
sube á los muros y se adelanta hasta las primeras
filas -. ni teme mezclarse con los soldados, ni expo
nerse á los dardos de los sitiadores ; eres tú el que
yo veo , mi caro Eurialo , exclama , tú elsoláz de
mi vejez , pudiste inhumano asi desampararme ?
Antes de arrostrar tan inminentes peligros , no po
dias despedirte de mi ? Ay '. Tu cuerpo tendido en
tierra estrangera ha de ser presa de los perros y de
las aves? Siendo yo tu madre no he podido
acompañar tu cadaver hasta el umbral de nuestra
casa , ni cerrar tus ojos , ni lavar tus heridas , ni
cubrirte con el vestido que de dia y de noche te
elaboraba solazando las pesadumbres de mi triste
vejez. A donde iré ? Dó hallaré tus restos ? Ésto,
caro hijo , será lo único que podré ver de ti ? Para
228 li ENEIDA.
esto corrí tantas tierras y tantos mares? Crueles
rútulos, si todavia os resta alguna piedad , arrojad
contra mi todos vuestros dardos , apresuraos á dar
me la muerte, y tú padre de los dioses, gran Júpi
ter, apiádate de mi , caiga tu rayo sobre esta cabe
za de tí odiada y precipítame en los abismos ya
que de otra suerte no puedo cortar el hilo de mi
cruel vida.
Su llanto enterneció todos los corazones y arran
có gemidos de todos los troyanos. Por orden de
Ilioneo y de Ascanio que lloraba amargamente arre
batan á esa inconsolable madre Ideo y Actor y la
acompañan á su hogar.
El penetrante sonido de las terribles trompetas
percibese á lo lejos y el aire todo resuena con la
voceria de los rútulos. Va los Volscos forman con
sus broqueles la tortuga militar y se adelantan pa
ra llenar los fosos y arrancar la estacada. Otros se
aproximan á los muros para escalarlos por la par
te más débil y menos defendida. Los troyanos dies
tros en esta clase de combates y amaestrados por
el largo sitio que sostuvieron contra los griegos
emplean todá suerte de armas contra los sitiadores.
Ya con largas pértigas rechazan á los enemigos,
ya arrojan sobre ellos enormes peñas para romper
su tortuga que burla todos los esfuerzos de los sitia
dos ; mas luego tienen que sucumbir porque una
peña descomunal rodada y precipitada por vigoro
sos brazos de lo alto del muro cae sobre la. tortuga,
la rompe , aplasta centenares de soldados y disipa
toda la falange. Entonces los fieros rútulos descon
certados renuncian á este ciego ataque y solo tra
tan de disparar dardos contra los sitiados para
desalojarlos de los muros.
Por otra parte Mezencio cuya vista inspira hor
ror blandiendo un hachon etrusco que envia á lo
lejos el humo y la llama se avanza para pegar fue
go a las empalizadas. Mesapo famoso domador de
caballos , hijo de Neptuno zapa los muros y pide
escalas para dar el asalto.
Mi. ix. 229
Musas y sobre todo tú , Caliope , sostened mi
voz para cantar los estragos que hizo Turno en es
ta jornada : decidme cuantos guerreros lanzó su
brazo al sombrío imperio de Pluton : desenvolved
conmigo los grandes sucesos de este sitio quo voso
tras , o Musas , teneis presentes y podeis descri -
bir. . ..
Habia una elevada torre de madera de muchos
estadios en ventajosa posicion la que procuraban
con todo esfuerzo desquiciar los sitiadores. Los tro—
yanos la defendian con vigor y arrojaban por las
ventanas contra los enemigos una continua lluvia
de piedras y de dardos. Turno arroja un blandon
contra esta torre y la incendia ; Vulcano sobro las
alas del viento se apodera de las tablas y de los
postigos carcomidos. Los teucros consternados refu-
gianse á tropel hacia la parte que perdona el fuego
y huyen en vano de la muerte que los persigue :
mientras se empujan y precipitan hacia el lado
opuesto á las llamas ; la torre sobrecargada repen
tinamente cae y todo el cielo retumba con el fra
caso. Al caer son aplastados por las ruinas del
edifício y heridos por sus propias armas y traspasa
dos del pecho por el duro leño. Helenor y Lico
son los únicos que logran salvarse : Helenor el mas
provecto era hijo del rei de Meonia y de la escla
va Lyclmnia que le habia alumbrado secretamente
en un bosque y enviado al sitio de Troya contra
las leyes de la milicia : iba ligero con la espada
desnuda y sin gloria con una blanca adarga. Lue
go que se vió en medio de los enemigos y rodea
do de rútulos y latinos, cual fiera que asaltada por
un grupo de cazadores se lanza contra los dardos
y afronta una muerte segura saltando por encima
de los venablos ; tal Helenor arrójase en medio de
los enemigos al traves de los mas apiñados dardos
hollando la muerte. Lico mas ligero atraviesa los
escuadrones enemigos y se escapa huyendo hacia
los muros ; ya los toca, ya los escala , ya se ase
fie 6us cantaradas , cuando Turno le alcanza y victo
230 LA RHMM.
rioso le increpa diciendo : insensato ! pensabas eva
dirte de mis manos ? Al mismo tiempo le arrebata
con furia arrastrando con él una gran parte del
muro.
Como cuando el águila se precipita sobre una
liebre ó sobre un cisne cógele entre sos garras y
se le llera hacia las nubes , ó cual lobo audaz
cuando arrebata del redil un cordero á quien su
madre llama con redoblados balidos. Esta proeza
de Turno arranca cien aclamaciones de los solda
dos que arremeten al instante y llenan de tierra
los fosos , al paso que otros arrojan teas encendidas
á las almenas. Mientras que Lucecio incendia una
puerta , Ilioneo le echa una enorme peña que le
aplasta : Liger diestro en arrojar dardos prosterna
á Emation , y Asilas habil en disparar saetas que
engañan desde lejos derriba á Conuco. Ortigio es
inmolado por Ceneo , este por Turno quien mata
á la vez á Itis , á Cleonio, á Dioxipo, á Prómolo,
á Ságaris y á Ida que defendia los baluartes. Capis
de un flechazo traspasa á Priverno que herido ya
por la lanza de Temí la habia arrojado su broquel
y aplicado su mano á la herida , cuando la aligara
Saeta de Capis hendiendo los aires atraviesa su ma
no , penetra se pecho y le roba la respiracion
y la vida. El hijo de Arcente distinguiase por la
belleza de su rostro , por el brillo de sus armas y
por su clámide de púrpura ibérica ricamente borda
da : su padre antes de exponerle á los azares de
la guerra habiale educado cuidadosamente sobre la
orilla del rio Symeto en un bosque consagrado á
Marte dó ahora se venera el opimo y propicio
altar de Palico. Mezencio . depuestas las armas,
empujó una rechinante honda haciéndola rodar tres
veces entorno de su cabeza y con el cálido plomo
dividióle la cabeza postrándole en la dilatada are
na.
Ascanio antes el terror de las rieras fugitivas
«ntonces por primera vez , segun narran . vibró
una saeta y con ella derrocó al valiente Nuoiano
va. ix. . 231
llamado por sobrenombre Rémuto el cual estaba
recien desposado con la hermana menor de Turno.
El orgulloso por la nueva alianza con un rei, voci
ferando vomitaba mil denuestos ante las primeras
Glas contra los trovanos. « Cobardes , gritaba . no
os correis de veros nuevamente sitiados y de poner
muros entre vosotros y la muerte ? Heos ahí los
que con las armas en la mano quieren arrancarnos
una esposa. Que dios , mejor diré , que locura os
trajo á Italia ? No hallareis aquí los hijos de Aireo
ni al fanfarron l-Iises , sino varones naturalmente
robustos que bañan sus hijos apenas nacidos en los
rios y los endurecen en los hielos : recorrer los
bosques , perseguir las fieras , domar caballos , dis
parar dardos, ved ahí los juegos de nuestra infan
cia. Nuestra juventud sobria y laboriosa cultiva
la tierra ó expugna las ciudades con las armas :
siempre empuñamos el hierro . con el dardo agui
jamos nuestros bueyes uncidos al arado : la tarda
vejez no abate nuestras fuerzas, ni el vigor; cu
brimos las canas con un morrion , continuamente
arrebatamos despojos y vivimos de bolin : trovanos
vosotros llevais bajo vestidos de color brillante co
razones femíneos que no respiran mas que danzas,
vuestras túnicas de largas mangas y vuestras mitras
ornadas de cintas anuncian vuestra molicie. Id,
Frigias , id á danzar sobre el Díndimo do acostum
brais oir el sonido de la flauta frigia. Este instru
mento y los tamboriles de vuestra Diosa Idea os
llaman : renunciad á las armas y ceded el hierro
á los varones. »
Ascanio no pudo sufrir tan insultantes bravatas;
flechó su arco y estando para dispararle hizo á
Júpiter esta plegaria. Dios omnipotente , favoreced
á mi audaz ensayo ; os haré ofrendas solemnes en
vuestros templos , os inmolaré un candido novillo
de doradas astas , tan grueso como su madre , que
ya dé cornadas y escarbe la arena. »
En señal de oirle , estando el cielo sereno,
Júpiter hace retumbar el trueno á la izquierda,
232 LA ENEIDA.
"suena el arco letal , huye la saeta , vuela , silva,
hiere la cabeza de Rémulo y traspasa sus dos sie
nes. Insulta al denuedo con tus sarcasmos , dice
Ascanio , hete ahi la contextacion de los cobardes
frigios dos veces vencidos en sus muros. Cierra los
labios y los troyanos le victorean con general
aplauso , se alborozan y ensalzan hasta los asiros
su ardimiento.'El crinado Apolo que desde una ele
vada nube observa el ejército de los rútulos y el
campo de los troyanos ; ánimo, muchacho, dijo al
victorioso Julo , este es el camino del cielo , ó pro
genie divina de quien descenderan muchos dioses :
la generacion de Asáraco con derecho terminará
todas las guerras deparadas por el destino : el
imperio de Troya es limitado para tí. »
A estos acentos desciende de la nube , corta
los aires y asómase al jóven príncipe bajo la figu
ra del anciano Butes antes escudero de Anquises
y fiel guarda de sus umbrales , entonces ayo de
Ascmio : Apolo remeda perfectamente al anciano
en la voz , en el color , en las canas y en sus ar
mas sonoras. « Hijo de Eneas , dice al joven trans
portado de ardor , basta haber vencido al intrépi
do Numano , tú debes este glorioso ensayo al favor
de Apolo quien no envidia que le iguales en destre
za ; sin embargo cesa , magnánimo muchacho , de
exponerte á los combates. Dicho esto, Apolo desa
parece en medio del coloquio y se remonta por
los aires. Los magnates frigios reconocen _ al dios
con el ruido de su aljaba y de sus flechas Siguiendo
pues los avisos de Febo, reprimen el ardor marcial
de Julo , le alejan de los peligros y prosiguen com-
Latiendo y afrontando los riesgos. Levántase un
clamoreo por las trincheras y los muros. Arman los
arcos , mil saetas parten , mil dardos vuelan , toda
la tierra queda sembrada de Hechas , los cascos y
los broqueles resuenan con los golpes recibidos , el
combate se encrudece : asi por la parte del ocaso
lus lluviosos hedos azotan las campiñas con proce
losas lluvias ; asi el formidable Júpiter concitando
LIB. u. 233
los austros levanta una hórrida tempestad , rompo
los nublados y arroja un espantoso granizo sobro
la tierra.
Pándaro y Bicias hijos de Alcanor Ideo alum
brados por Hiera en un bosque consagrado á Jove
guerreros tan allos como los montes y los abólos
confiando en su bravura y en sus armas abren la
puerta que custodiaban y convidan al enemigo á
penetrar en el campo. Con el casco en la cabeza
y espada en mano se mantienen firmes á los dos
lados de la puerta frente do las torres que la flan
quean semejantes á dos encinas del Pado ó del
Atesis que levantan sus cabezas á las nubes burlan
do el furor de los vientos: los rútulos viendo abier
ta una puerta del campo la atacan en masa. Quer-
cente , el brillante Equícola el fogoso Tmaro y
el marcial Hemon al frente de sus huestes se arro
jan sobre los dos hermanos , mas son puestos en
fuga ó perecen al pie de los dos gigantes. Este es
pectáculo redobla el furor de los combatientes : los
troyanos se alientan se aglomeran en esta puerta
y ardiendo por combatir osan saltar la barrera.
Los rútulos dan parte do la salida de los sitiados
á Turno , que en otro lado cargaba vigorosamente,
añaden quo se engríen con el reciente estrago.
urno escandecido abandona su ataque y corre á
la puerta abierta y embiste á los dos formidables
hermanos. Antes de llegar mata á Antífates hijo
natural del gran Sarpendon y de una Tebana , el
primero que sí ofrece á sus golpes; arrójalo un dar
do italico , que atraviesa su estómago , penetra su
hondo pecho y clávase en el pulmon y arranca
olas de espumosa sangre. Igual suerte hace sufrir
á Mérope , á Enmanto y Afidno ; luego embiste
al ardoroso Bicias que "centellea con sus ojos y
brama de corage : no le ataca con dardo, pues no
hubiera bastado para matarle sino con la temible
falárica arrojada con tanto ímpetu como un rayo
de Júpiter , el broquel de Bicias cubierto con dos
pieles y su fiel loriga guarnecidas de duplicadas
234 LA ENKID*.
escamas de oro no pueden resistir á la violencia
del golpe terrible. Cao exánime sobre su escudo y
hace resonar la tierra. Asi sobre la ribera de Bayas
cae en la mar una grande masa de peñas arroja
das para formar nn poderoso dique , ellas re
vuelven las ondas y levantan una negra arena
del fondo de los abismos haciendo retumbar la
isla de Próquita y de Inárime por orden de Júpiter
echada sobre el cuer¡>o de Tifeo para quien esta
isla sirve de lecho sepulcral. Entonces Mavorte
alienta á los latinos é inspira la huida á los troya-
nos infundiéndoles pavor. Aquellos se reunen de
todos lados á vista del enemigo fuera de los muros,
alentados por el numen de las batallas.
Pandara viendo á su hermano prosternado , re
chazados los trovanos c inminente el peligro apoya
sus fornidos hombros contra la puerta de la ciudad,
hace rodar sus goznes á pesar de los esfuerzos de
los sitiadores y llega al punto de cerrarla dejando
fuera de los muros á muchos enmaradas compro
metidos en un sangriento choque. Sin embargo en
tran muchos con él . sin advertir el insensato que
el rei de los rútulos le seguia y que le dejaba
penetrar en la ciudad cual sangriento tigre en me
dio de un tímido rebaño. El terrible estruendo de
gus armas, el rojo penacho que ondea sobre su al
mete , los relampagos que despide su broquel , su
continente hostil y su colosal estatura le dan á
conocer. A su aspecto los Iroyanos se turban; mas
Pándalo se alboroza escandecido por la muerte de
su hermano , no está aquí . le diñe , el palacio de
Amata cuya hija pretendes : no son estos los muros
de Ardea lu patria : mírate rodeado de enemigos,
ya no puedes evadirte.
Turno sereno le contexta sonriendo : si el
valor se anida en tu pecho , ven á pelear contra
mi : luego contarás á Priamo que hallaste un nue
vo Aquiles. Apenas profirió estas palabras , cuando
Pándaro con toda furia le dispara una terrible
lanza que tenia la corteza en su ñudoso mango :
li», ix. 235
mas el golpe piérdese por los aires desviado por
Juno y el dardo clávase en la puerta. No evitarás
asi , dijole Turno , el golpe que voy á descargarle ;
es otro brazo que el tuyo este, cuya destreza y vi
gor vas á experimentar.
Dice y alzando la formidable cimitarra le des
carga un golpe tan violento que hiende su cabeza
y divide sus mejillas imberbes. Su cabeza hendida
cae sobre sus dos espaldas, su cerebro se derrama
sobre sus armas y estremécese la tierra con la caí
da del coloso. A este espectáculo los troyanos
consternados huyen , y si Turno hubiese atinado en
abrir las puertas para franquear la entrada á sus
tropas, aquel dia hubiera <lado lin á la guerra y
á la nacion troyana. Mas Turno déjase transpor
tar por la sed de sangre , mata á Falaris y á Ci
pes á quien corta una rodilla : coge sus dardos,
anéjalos contra los fugitivos : acrecienta sus
fuerzas y vigor , inmola á Halis y Fegeo , traspa
sando su adarga , sube á la muralla y ataca y der
riba á Noemon , Alcandro. Halio y Prítanis que
no sabian su entrada en la ciudad. Lynceo
le arremete y convoca á sus compañeros , mas
Turno asómase á la muralla y de un golpe hace
volar su cabeza y casco. Inmola tambien á Amico
el mas famoso cazador de su tiempo y el mas habil
para emponzoñar dardos : persigue á Clicio hijo
de fiolo y á Creteo favorito de las musas , quien
prendado de la armonia de los versos y de las
gracias de la música solia cantar al son de la lira
las corridas de los caballos y los marciales cho
ques.
Finalmente los dos gefes Mnesteo y Seresto
noticiosos de los estragos que hacia Turno en el
campo acuden y divisan al enemigo que ponia en
dispersion á los defensores de los muros. A donde
huís , muchachos , grita Mnesteo, ¿teneis otros mu
res que estos? Un solo hombre dentro la ciudad
causa tamaño desorden y siega impunemente la flor
de nuestros guerreros? O cobardes, ni el rubor,
236 LA ENEIDA.
ni la compasion os instigan á cumplir los deberes
que os imponen la patria, los dioses y el magnánimo
Eneas ?
Estas palabras despiertan el corage de los tro
yanos, se aglomeran y hacen frente al enemigo.
Turno evita el combate y so retira poco á poco
hácia el rio , los troyanos se agolpan para atacarle,
despiden descompasados gritos y le persiguen con
ardor. Asi un leon formidable acosado por un grupo
de cazadores rugiendo ceja y lanza espantosas mi
radas , su cólera y su bravura le impiden huir,
quisiera, mas no le es dado, precipitarse contra todos
los cazadores y huir al través de los dardos- y de
los venablos.
El impávido Turno vacilante y furiofo retrocede
con lentitud y con despecho ; dos veces rechaza el
grueso de los enemigos , dos veces fuga lejos de los
muros una numerosa banda de troyanos , mas
aglomerado todo el ejército para embestirle , Juno
no osa ponerle á cubierto de tantos brazos reunidos.
Júpiter envia la ninfa Iris á su esposa para comu
nicarle en su nombre órdenes terminantes, dado que
Turno no salga presuroso del campo troyano. Este
príncipe repara entonces que su fuerza y su valor
le abandonan.
Apenas puede levantar el brazo para herir, ape
nas con su broquel puede resistir á los terribles
golpes que le descargan. Su casco y todas sus armas
resuenan con los dardos y las piedras, y no pueden
ya resistir. Su penacho es derribado y su broquel
no basta á rechazar tantos golpes. El fulminante
Mnesteo á la cabeza de sus guerreros casi no le
deja respirar ; en tin , cubierto de sudor , de san
gre y de polvo y casi sin aliento arrójase armado
en el rio. El Tiber le recibe en su seno , le sostiene
sobre su mansa corriente, lava su sangre y le resti
tuye gozoso á su ejército.
LlB. t. 237

LIBRO DECIMO.

No pudiendo Júpiter reconciliar a Venus y Juno en


el consejo de los dioses, lo abandona todo al destino.
Vuelve Eneas con sus tropas , encuentra sus naves
convertidas en ninfas que le participan el peligro
de los suyos. Chocan los dos ejércitos y trabase una
refriega en que muere Palante. Eneas quita la vida
á muchIsimos , entre los cuales hubiera perecido
Turno , si Juno avisada por Júpiter no le hubiese
libertado de su espada con una estratagema, y no le
hubiera conducido á Ardea.

Abrese de par en par el alcazar del omnipoten


te Olimpo y Júpiter congrega en él á los dioses al
derredor de su trono sembrado de estrellas , desde
donde el padre de los dioses y reí de los hombres
divisa el campo troyano y el ejército latino. Todos
los dioses toman asiento en los espaciosos salones
y Júpiter ante todos razona de esta suerte : grandes
ciudadanos del cielo , porque habeis trocado la
resolucion ? A que vienen esa parcialidad y ese odio
ue os dividen? Habia yo vedado qne los pueblos
e Italia guerreasen contra los troyanos ; de donde
procede esta discordia que á pesar de mi prohibi
cion reina entre las dos naciones ? Que terror ha
hecho tomar las armas á unos y otros? Y los ha
concitado á batirse ? No prevengamos el tiempo
fatal. Dia vendrá en que la Italia será teatro de
una sangrienta guerra , cuando la feroz Cartago
abriéndose paso por los Alpes amagará la ruina
238 LA EfiKlD.I.
del Capitolio. Entonces os será permitido dar libre
curso á vuestras enemistades y talar aquel territo
rio : cesad ahora de concitar disturbios y reinen
la alegría y la paz entre vosotros.
La hermosa Venus tomó la palabra para con—
textor á su breve discurso y peroro así : ó Rei eter
no de los dioses y de los hombres , único de quien
podemos implorar socorro , ves como lo» rútulo»
nos insultan , como Turno brilla en medio de sus
numerosas falanges engreido por el exito de sus
batallas? Los trovanos no estan seguros en sus for
tificaciones dó penetra el rútulo y combate contra
ellos sobre sus mismos muros y sus fosos estan inun
dados de sangre. Eneas ausente ignora lo que
ocurre ; la nacion troyana ha de estar siempre si
tiada ? « Apenas están erigidos los muros de la nne-
va Troya y un ejército ya los asedia. « Diomede»
sale otra vez de los campos etolios para reforzar á
los sitiadores. En verdad segun opino , réstame ser
otra vez herida y siendo tu hija estoy expuesta á
los tiros de un mortal profano. « Si los troyanos
invadieron la Italia sin ta autorizacion y contra
tu voluntad , reciban el competente castigo y no
los auxilies ; mas si lo hicieron obedeciendo á tan
tos oráculos que el Cielo y los Manes les daban ;
¿ quien puede ahora violentar tus mandatos ó es
tablecer nuevos deslinos ? « Mentaré acaso el incen
dio de las naos en la costa de Sicilia y la deshecha
borrasca levantada por Éolo ó los viaees de Iris
á la tierra? «Ahora Juno concita tambien el in
fierno , único resorte que no habia movido y Alecto
enviada súbitamente á la region superior ha des
plegado su furor en medio de las itálicas ciudades.
No me mueve la ambicion de reinar ; aspiré á ello
cuando me fué propicia la fortuna ; dá la victoria á
quien te plazca. « Si ninguna region hay dó tu es
posa permita un asilo á los troyanos , ó Padre , por
las humeantes ruinas de Troya te conjuro que al
menos me dejes arrancar de los brazos de Mavorte
á mi nieto Ascauio. « Eneas , si te place , sea el
LIB. x. 239
juguete de ignotas olas y siga el rumbo que le tra
zo la fortuna ; mas pueda yo defender á Julo y
extraerle de los furores de Marte. « Tengo Ama-
tunta . Pafos , Cytera é Idalia ! viva allí sin gloria,
depuestas las armas : manda á Cartago que oprima
la Italia con duro yugo , Ascanio no hara oposicion
á las ciudades fenicias. ¿ Que ventaja sacó Eneas de
haber sobrevivido á los estragos de la guerra y
huido al traves de los fuegos argólicos ? Y de que
le sirve haber evadido tantos peligros del mar y de
la tierra mientras los trovanos van en busca del
Lacio y de una ciudad que otra vez ha de perecer.
¿ No les hubiera sido mas ventajoso quedarse entre
los escombros de su patria y en el suelo dó existió
el Ilion ? ¡ O Padre ! le conjuro que vuelvas á los
míseros el Xanto y el Simois y les permitas que
otra vez edifiquen la ciudad destruida.
Entonces Juno escandecida la interrumpe : «por
que me obligas á romper un profundo silencio y á
descubrir el dolor que mi pecho anida ? « ¿ Quien de
los hombres ó de los dioses instigó á Eneas á la guer
ra y á declararse enemigo dsl rei latino ? « Fué á
Italia á impulso de los hados y de la profetisa Ca—
sandra . sea asi. « Por ventura le persuadimos que
abandonase su campo ó fíase su vida á los vientos?
« ¿ Por ventura le aconsejamos que confiase á un
muchacho la administracion de la guerra y la de
fensa de su ciudad , ó que solicitase la fidelidad
etrusca y turbase los pueblos pacificos ? ■ ¿ Que
dios , que infesta potencia nuestra le empujó á este
dolo ? « ¿ Donde aparece en este negocio Juno y la
ninfa Iris enviada por el aire ? « Es indigno que los
Italos circunden con las llamas la nacion de Tro
ya y que subsista en el suelo pátrio Turno nieto de
Pilumno y prole de la diosa Venilia ? ¿ Y que será
violentar los trovanos con negras teas á los latinos
y oprimir con férrea coyunda las regiones agenas
y llevarse las presas y seducir á los suegros y ar
rebatar las esposas del seno de los esposos y pedir
la paz con el olivo en la mano y amenazar con una
240 LA ENEIDA.
escuadra fornida de soldados ? « Tú puedes arran
car á Eneas de las manos de los griegos y envol—
verle con una nube y con las vanas auras y trans
formar las naos en ninfas, y es un crimen el haber
yo apoyado algun tanto los rútulos contra él.
« Eneas está ausente sin saber el peligro de la ciu
dad , enhorabuena. « Tienes Pafo é ldalia y la
alta Cytera ; por que solícitas una ciudad potente en
la guerra y unos corazones belicosos ? « ¿ Acaso ha
pretendido arrancar desde los cimientos el frágil
reino de Troya ? « ¿ Yo ? ¿O aquel que afrontó los
troyauos contra los griegos ? « ¿ Quien suscitó la
guerra entre la Europa y el Asia y dirimió la alian
za con un amor clandestino ? « ¿ Acaso el adúlte
ro troyano tomó á Esparta instigado por mi ?
¿ Acaso le suministré armas y fomenté la guerra
con los amoríos ? Entonces era decoroso temer pa
ra los tuyos : tus querellas ilegítimas ya son tar
dias é insolentes y vanas las contiendas que pro
mueves. >,
Así razonaba Juno y todos los dioses con mmv-
mullo manifestaban diversos pareceres, como cuan
do en las selvas murmuran los primeros vientos
que allí soplan y despiden confusos silvos présagos
de la borrasca que amenaza á los navegantes. En
tonces el Padre omnipotente , arbitro soberano del
universo despliega sus labios: al perorar él guarda
silencio toda la asamblea de los dioses, y enmudece
la tierra estremecida desde los cimientos á la par
que la region suprema : los zéüros se adormecen y
la mar .allana sus ondas. Escuchad é imprimid
en la mente cuanto voy á decir. « Ya que no es
dado á los latinos aliarse con los troyanos , ya que
vuestra discusion es interminable, desde hoy sea cual
fuere la suerte del troyano y del rútulo y la espe
ranza que alimente , los trataré sin diferencia : tan
to si_ el asedio de la naciente Troya es nocivo á
los Italos, como si es efecto de un pernicioso error
Ale los troyanos y do infaustos auspicios. Ni eximo
á los rútulos de los deslinos. El daño ó la felicidad
LIs, x. 241
«le cada uno será el fruto de sus principios. El re i
Júpiter será imparcial y se cumplirán ios destinos.
Lo afirmó por el rio de su hermano estigio, por
las riberas del torrente de betun y negra vorágine y
el movimiento de su cabeza hizo temblar todo el
Olimpo. Tal fué el fin de los razonamientos: en
tonces Júpiter se levanta del aureo solio y jos dio-,
ses le acompañan hasta los umbrales de su alcázar
llevándole en medio de todos.
Entre tanto los rútulos atacan todas las puertas
para destruir á los teucros é incendiar los muros ;
mas la legion troyana ciérrase y se mantiene den
tro de los baluartes sin esperanza de evadirse. Los
miseros en vano vigilan en las altas torres y ciñen
los muros con un puñado de guerreros. Asio hijo do
ímbraco y Timotes hijo de Hicetaon y los dos Asa
meos y el anciano Tibris con Castor son los prin
cipales defensores : los dos hermanos de Sarpedon-
te y Claro y Hemon de la noble Lycia los acompa
ñan. Acmon de la ciudad de Lirneso tan preclaro
como su padre Clicio ó su hermano Mnesteo con to
da su fuerza arroja un enorme peñon contra los si-,
liadores. Otros defienden con empeño la ciudad ya
con darJos , va con piedras, ya con teas, ya con
saetas. Ascamo dignísimo objeto del amor de Ve
nus en medio de los combatientes llevando descu
bierta su hermosa cabeza brilla cual perla que dis
tingue el rutilante oro y sirve de adorno al cuello
ó á la cabeza , ó cual marfil por la mano de uu
artífice engastado al box ó al terebinto de Oricia.
Sus largos cabellos flotan sobre . su cándida cerviz
sujetos con un anillo de oro. O ¡smaro , belicosos
pueblos te vieron dirigir dardos y emponzoñar sae
tas , joven magnánimo natural de Lydia dó se cul
tivan feraces campiñas y el Paciolo las riega con
su áurea corriente. Guerreaba tambieu allí Mnesteo
cubierto de gloria por haber arrojado á Turno do
los muros y Capis que dió nombro á la ciudad do
Capua. El combate era reñido ; mas Eneas, á media
noche hendia la mar ; pues habiendo dejado *
242 LA ENEIDA.
Evandro . penetra en los reales etruscos y se pre
senta al Rey y le manifiesta su nombre y su estir
pe y sus pretensiones y lo que puede ofrecerle y la
coalision de Mezencio con el violento Turno, y las
Vicisitudes humanas y junta las preces á las refle
xiones : Tarconte sin dilacion mancomuna sus fuer
zas y hace alianza con Eneas.
Los lidios no impedidos por los hados se embar
can fiándose á un caudillo estrangero segun la or
den de los dioses. La nao de Eneas ocupa la de
lantera y su proa está ornada de leones frigios.
Descuella encima el Ida , monte gratísimo á los
prófugos troyanos. El héroe se halla aquí sen
tado y medita á solas los vaivenes de la guerra y
Palante á su lado izquierdo ya pregunta de los as
tros que guian á los viajantes por la noche , ya de
los padecimientos de Eneas por tierra y por mar.
¡ O Musas , abrid ahora el Helicon y sugerid
me aliento para cantar que ejército sigue á Eneas
desde Toscana y ocupa las naves y surca el piéla
go. Másico el primero hiende las líquidas llanuras
con su acerada Tigris y á su mando lleva mil jóve
nes procedentes de Jos muros de Clusio y de la ciu
dad Cosa : sus armas son saetas . ligeras aljabas en
los hombros y el letal arco. Juntamente boga el
navio del torvo Abante ; todo su ejército resplan
dece con insignes armas y en la popa lleva un do
rado Apolo ; Populonia su patria le habia suminis
trado seiscientos jóvenes aguerridos y trescientos
Elba isla célebre por las inexhaustas minas de hier
ro : el tercero es Asylas aquel intérprete de los
hombres y de los dioses á quien obedecen las en
trañas de los animales y los astros del cielo y los
cantos de las aves y los fuegos del présago rayo :
lleva consigo mil guerreros apiñados y con horro
rosas hasfas. Pisa ciudad toscana oriunda de Pisa
situada en las márgenes del Alfeo los habia some
tido á Asylas ; sigue el bellísimo Astur , fiado en. el
caballo y en las pintadas armas. Este acaudilla tres
cientos soldados decididos á seguirle procedentes de
LID. X. "213
Cérera y de las campiñas que riega el Muñon y de
la antigua Pirgo y de la intempestiva (iiavisca. No
te pasaré en silencio ó Cínira el mas ínclito cam
peon de los Ligares , ni á tí Cupavo acompañado
de pocos, que llevas en tn almete plumas de cisne.
El amor es el crimen de vuestra familia y la in
signia tomada de la transformación de vuestro pa
dre ; pues , segun fama , Cigno sentimentado por la
muerte de su caro Faetonte para aliviar su pesadum
bre cantaba entre los copudos álamos , en que fue
ron transformadas las hermanas de su amigo , y en
la vejez los dioses convirtieron sus canas en plu
mas y cun ellas se remontó por los aires prosiguien
do sus cantares. Su hijo habiendo seguido en lo flo
ta algunas compañias de iguales varones , empuja
con los remos la grandiosa Centauro así llamada,
porque un centauro está en la proa pintado en ade
man de amenazar al agua y elevado parece que
arroja á las olas una gruesa peña á la par que
hiende la profundidad de las aguas con la prolija
quilla. Tambien el célebre Ocno hijo de la fatidica
Manto y del Tiber capitanea un ejército pátrio ; él
es , ó Mantua , quien dióte muros y el nombre de
su madre. Mantua es egregia por sus ascendientes
bien que no son todos de una misma estirpe , tiene
tres tribus y cada una entraña cuatro pueblos , ella
es la capital de aquellas poblaciones , la robustez
le viene de la sangre etrusca. Ademas Mezencio
concita contra sí quinientos de aquella region á los
cuales el Mincio, que tiene por padre á Benaco, co
ronado de verdes cañas llevaba hacia la mar en
naos contrarias al tirano. Los acaudilla Auleles
gefe respetable que monta una galera dó cien re
meros hacen espumar las azotadas ondas. Un Tri
ton pintado en la proa atruena la mar cerúlea con
la trompeta de concha y sumergido hasta la cin
tura parece un hombre con su. vellosa frente , su
vientre remata en priste , bajo su pecho semífero
murmuran las espumosas ondas.
Tantos adalides selectos en treinta naos iban
Í>t4 LA KM'!DA.
al socorro de la nueva Troya y con sus acerada*
proas surcaban los campos de Nepttmo. Y habiase
retirado ya la lumbre y la benéfica lana tocaba ta
mitad del cielo con su noctivaga carroza ; Eneas
mismo sentado modera su timon y dirige las velas,
porque la solicitud no le permite descansar. En
medio de la carreta ofrécese á sos ojos el coro de
sos compañeras ; es decir , las ninfas que la bené
fica Cybeles transformó en diosas de la mar : na
daban juntas y dividian las ondas cuantas naves
aceradas habian antes ocupado la playa. Recono
cen dende léjos á su Rei y le rodean danzando. Cy-
modocea la mas elocuente de todas con la diestra
ase la popa siguiendo de cerca, y saca fuera la es
palda y con la izquierda vá nadando por la tran
quila superficie y dice á Eneas ignorante de esto :
« ó progenie de los dioses , vigilas acaso ? Vigila
y suelta las maromas á lns velas. « Nosotras somos
las naves por tí fabricadas de pino del monte Ida;
ahora ninfas del mar. Como el pérfido Rútulo con
el hierro y con el fuego nos perseguia para echar
nos á pique, nos vimos forzadas á romper las maro
mas y andamos por el piélago en tu busca. » La ma
dre Cybeles compadecida de nosotras trocó nuestra
forma y nos concedió el ser ninfas y el vivir
bajo las aguas. «Mas el joven Ascanio está encer
rado dentro los muros y los fosos y en medio de las
armas y de los latinos belicosos. Ya la caballeria
arcadia unida á los denodados Etruscos ocupa las
posiciones prescritas : Turno está decidido á opo
nerles sus escuadrones para que no lleguen á la
ciudad. Ea pues levántate y al rayar la Aurora
manda desde luego á los aliados que se armen y
embraza el escudo impenetrable que te fabricó Vul-
cano ornando con el oro sus extremidades. El dia
de mañana verá grandes montones de cadáveres ró
tulos , si dás crédito á mis palabras.
Dijo y al marchar empajó con la diestra la ele
vada popa sabiendo bien el modo de empajarla ;- la
nao corre por las aguas mas veloz que el dardo y
LIB. 1. 24a
que la saeta igual á los vientos en ligereza. Luego
las otras aceleran el curso. El mismo troyano hijo
de Anquises se admira no sabiendo la causa ; sin
embargo alienta á los suyos con este presagio. Le
vantando luego sus ojos hacia las bóvedas del
cielo, hace esta breve plegaria.: « ó Diosa Idea
madre.de los dioses, cuyas delicias son el Díndy—
mo y las turrígeras ciudades y los leones uncidos
de dos en dos al yugo y dóciles á los frenos , tú
me instigas al combate, secunda el auspicio, y asís-
te á los frigios con próspero curso. »
Esto solo dijo y el dia , fugada la noche , ya
alumbraba de lleno. Primero manda á los compa
ñeros que sigan sus banderas y esciten sus ánimos
á la pelea y se aperciban para el combate. Ya tie
ne ante los ojos á los troyanos y á las fortificacio
nes de la ciudad estando en la elevada popa ea
pié y al punto levanta el broquel con su iz
quierda.
Los troyanos desde los baluartes despiden un,
clamoreo que hiere las estrellas , la esperanza acre*
cen'-ada despierta su corage , vibran dardos. Asi
las grullas del rio Estrimon despiden trinos bajo las
negras nubes y atraviesan el cielo gorgeando y hu
yen de los austros con alegre clamor. Pero esto co
menzó á maravillar á Turno y á los caudillos íta
los hasta que divisaron las naos dirigidas hacia la
playa y todo el mar por ellas ocupado. En la ca
beza de Eneas resplandece la cimera del yelmo y.
el resplandor se difunde á los penachos y el áureo
broquel despide rayos de fuego. Como cuando los
sanguíneos cometas de noche arrojan un triste res
plandor ó cuando el ardiente Sirio nace amenazan
do á los hombres la aridéz y las enfermedades y
contrista el cielo con su luz siniestra.
Con todo el osado Turno no perdió la esperanza
de ocupar la ribera é impedir el desembarco. Alien
ta los suyos con palabras y los entusiasma dicien
do : «ó varones , os viene á la mano la ocasion,
apetecida con votos: el mismo Marte os invita.:.
246 , Li híeids.
cada ano acuérdese ahora de su esposa y de su fa-*
milia y traiga á la memoria los preclaros hechos y
Fas alabanzas de sus mayores : impávidos volemos
á la mar. mientras se tumultuan y vacilan sus pri
meros pasos al saltar á la arena.» « La fortuna pro-
teje á los osados. »-
Dice esto y medita sobre la eleccion de los que
atacarán con él. i Eneas y de los que proseguirán
el asedio dela ciudad. Entretanto Eneas echa puen
tes para desembarcar. Muchos observan el reflujo
de la mar tranquila y se exponen de un salto á
fos lugares vadosos, otros con el favor de los re
mos sallan á la arena.
Tarconte habiendo explorado las riberas por
donde no espera vados y las olas no se estrellan
con estruendo . sino que la mar lame blandamente
la costa con su flujo , empuja de repente la proa
y anima á sus camarades diciendo : « ahora . ó jó
venes electos , remad á poriia , levantad , llevad
fas naos y hended esa tierra hostil y la misma qui
lla hagase camino. Con tal que tomemos tierra, no»
rehuso quebrantar la nave en el puerto.» •
Habiendo Tarconte dicho esto , sus compañeros
se levantan sobre los remos y empujan los espu
mosos buques hacia la playa latina , hasta que las
proas penetran en la arena y todas las naves se
estacionan en ella sin lesion alguna , menos la
tuya , ó Tarconte , porque encallada en un banco
de arena al pender de un escollo vacilando largo
tiempo suspendida y agitando las ondas rómpese y
abandona la tripulacion en medio de las aguas : los
fragmentos de los remos y los escaños que nadan
por las ondas se oponen á los remeros y la mar
refluyendo los arrastra en pos de sí.
Turno no pierde el tiempo , sino que activo
lleva todo el ejército contra los troyanos y le po
ne en orden de batalla en frente de ellos. Suenan
las trompetas , Eneas el primero arremete las tur
bas agrestes , principio del combale y deshace los
latinos matando i Teron que siendo el mas deseo
LIB. x. , 247
manal le embiste animosamente! Eneas con la
espada traspasa su costado y su loriga recamada,
de oro y las láminas de su acerado broquel. Al
instante da la muerte á Licas sacado de su madre
ya muerta y á ti consagrado, ó Apolo, por haber
podido en su infancia evadir el peligro del hierro.
Allí cerca prosterna al valeroso Ciseo y al colosal
Gias que derribaban las tilas enemigas con - stt
clava. De nada les sirvieron las armas hercúleas,
ni las robustas manos y su padre Melampo com
pañero de Alcides, mientras la tierra le propuso los
árdaos trabajos. Eneas vibrando una lanza frigia,
la mete dentro la boca del vocinglero Faro¿ Tu tam
bien, ó mísero Cidon, mientras perdido ibas en pos do .
Clicio tu amigo en cuyas mejillas apuntaba el. bo
zo , hubieras yacido derrocado por una mano 1ro-,
yana no solícito de los amores de los jóvenes que
siempre eran tus delicias ; á no haber salido al
encuentro de Eneas la apiñada turba de hermanos,
hijos de Forco ; estos son siete y siete dardos vi-?
bran , mas unos son rechazados por el capacete y
el escudo sin hacer lesion , otros desviados pop
Vénus rasgan ligeramente el cuerpo de Eneas. Este
dice á su fiel Acates : « suminístrame las armas qoe
en los campos de Troya se fíjaron en los cuerpos
de los griegos , mi diestra no vibrará un solo dar--
do de estos sin herir á los rútulos. » Entonces toma
una grande lanza y la vibra ; ella volando traspa
sa el acerado escudo de Meen y penetra á la vez
su loriga y conserva el ímpetu suficiente para herir
á Alcanor que con la diestra sostiene á su mori
bundo hermano , penetra su brazo y su mano lángui- -
da queda pendiente del hombro por medio de los
nervios. Entonces Numitor habiendo arrancado el
dardo del cuerpo de su hermano , embistió á Eneas,
pero no le fué dado vulnerarle y tan solo hirió
levemente el muslo del magnánimo Acates.
Clauso confiado en su juvenil vigor viene.de los
Cures y desde lejos hiere á Driope con su fuerte-
pica clavada bajo la barba y á la vez arrebata
218 LA ÍNEtBA.
á su enemigo, miehtras habla, In voz y el- aliento
traspasando su garganta. Él golpea la tierra con la
frente y vomita esposas olas de sangre. Prosterna
tambien de varios modos á los tres descendientes
da la sublime raza del Boreas naturales de Ti-acia,
y á los tres que envió á la guerra su padre Idas y
su patria la ciudad Ismara. Salen al encuentro
Haleso y las turbas auruncas ; aparece tambien
Mesapo hijo de Neptuno , vistoso por su caballe
ria ; ora estos , ora aquellos porfían en recha
zarse . pugnase en la misma frontera de Italia.
Como los vientos opuestos luchan en el espa
cioso aire con iguales ánimos y fuerzas ; no cede á
ellos la mar , no las nubes , no los vientos entre
sí ; queda indecisa largo tiempo la batalla y perse
veran luchando contra todo ; asi los ejércitos tro-
yanos y latinos encuéntrense , trábase pié con
pió y hombre con hombre. Alas en otra parte dó
un torrente habia hasta gran trecho arrastrado
piedras y árboles arrancados de las riberas, al avis
tar Palante á los arcadios no acostumbrados á guer
rear á pié que iban cejando acosados por los latinos
y apeados por la aspereza del pais , ya con ruegos
ya con palabras picantes , inflama su ardimiento,
único medio de salir airoso de tan apurado lance,
x A dó huís , 6 compañeros , por vosotros mismos
( exclama ) y por vuestras gloriosas hazañas , por
el nombre de Evandro vuestro rei y por las victo
rias obtenidas y por mi expectacion que ahora se
levanta émula de la gloria paterna : no huyais :
hemos de abrirnos camino al traves de las enemi
gas haces , por medio de aquel apiñado grupo que
nos acosa : este es el camino que la patria traza á
vosotros y á vuestro gefe Palante. No son dioses
los que nos persiguen ; son mortales como nosotros,
tenemos tantas manos y almas como ellos. Ved
como el piélago nos opone una barrera insuperable ;
ya no tenemos tierra á dó huir ; iremos á la mar
ó á Troya ? »
Dice y se arroja en medio de los espesos enemi
liB. *. 249
¿os. Lago es el primero que se le presenla arras
trado por adversos destinos : al levantar este un
enorme peñon, la pica de Palante traspasa su espi
nazo de por medio y la retira de entre sus huesos
dó estaba clavada. iiisbon no logra coger á Palante
en esta operacion como esperaba , porque este al
verle venir furioso y desatinado por la cruel muer
te de su camarada, le previene y le sepulta el acero
en su túmido pulmon. Luego acomete á Heleno y
Anqucmolo de la antigua generacion de Reto,
Anqucmolo que osó violar el tálamo de su madras
tra. Tambien vosotros perecisteis en los campos
rútulos , ó Laride y Timbro , hijos de Dauco , her
manos gemelos tan semejantes que vuestros padres
no os sabían distinguir y Ies era grata la equívo-
cion ; pero Palante puso entre vosotros crueles
distintivos ; porque de Un golpe . Timbro , te cortó
la cabeza la espada de Evandro , y la diestra bus
ca á tí su dueño , ó Laride , y los dedos se mueven
moribundos y empuñan aun el acero. El dolor á
la par que la verguenza concitan contra el enemi
go á los Arcadios entusiasmados con la exhortacion
, y las hazañas de su gefe.
Entonces Palante traspasa á Releo que huia á
lo lejos montado sobre un carro tirado por dos
caballos : este fué el único espacio y tiempo que
retardó la muerte de lio ; porque Palante desde
lejos habiale arrojado la robusta lanza y Reteo
pasando por medio la recibió al huir de ti , ó pre
clarísimo Teutra y de tu hermano Tires, y sacudi
do del carro, moribundo hiere con sus talones los
campos de los rútulos. Y asi como en el eslio, soplan
do los vientos á placer , el pastor por las selvas
desparce los incendios y apoderándose de los espa
cios medios la hórrida fuerza de Vulcano , se extien
de á la vez por las vastas campiñas y el pastor col
mados sus votos , contempla alborozado las llamas
victoriosas ; no de otro modo toda la fuerza de los
aliados se aglomera en un punto para socorrerte ,
ó Palante ; mas el aguerrido Haleso corre contra los
280 11 ENEIDA.
que tiene en frente y se abroquela. Este mata á
Ladon y á Féreto y á Demódoco ; corta con la
fulgente espada la diestra de Estriaron levantada
contra su garganta : vulnera con una pedrada la
frente de Toas y dispersa sus huesos mezclados
con cerebro sanguinolento. El padre de Haleso pre
viendo esta desgracia de su hijo , habiale ocultado
en las selvas ; mas cuando la muerte cerró los ojos
del anciano , las Parcas echaron sus manos sobre
Haleso y le destinaron á las armas de Palante.
Este le arremete habiendo hecho esta plegaria : « ó
padre Tiber, concede ahora feliz éxito y camino
por el pecho del osado Haleso al dardo que voy á
asestar ; una de tus encinas llevará estas armas y
los despojos de ese formidable guerrero. » El dios
Tiber oyó sus preces. ■ '
Mientras Haleso cubre á Imaon , el infeliz ofro*
ce su inerme pecho al arcadio dardo. Pero Lauso
que era uno de los mas preclaros combatientes , no
permite que la pérdida de tan insigne gefe sea el
terror del ejército. Primero mata á Abante que
está á su frente , á Abante digo una de las mas
fuertes colunas del ejército hostil. Es prosternada la
prole arcádica , son prosternados los etroscos , y
vosotros ó teucros , que habiais resistido al furor
de los griegos , sois prosternados tambien. Mézclanso
los dos ejércitos con gefes y fuerzas iguales ; los
postreros comprimen la multitud de los luchadores
la cual impide el manejo de las armas y de las
manos. Por una parte amenaza y ataca Patente,
por otra embiste Lauso casi de te misma edad ;
ambos hermosos , mas el destino les habia negado
el regreso á su patria. Sin embargo el rei del espa»
cioso Olimpo no permitió que luchasen entre sí (
luego fueron víctimas de un enemigo mas famoso.
Entre tanto la benévola hermana de Turno le
avisa, y el rápidamente pasa por medio de la turba
para auxiliar á Lauso. Al ver á sus compañeros,
grita : « tiempo es que desistais de batallar , yo solo
quiero batirme con Patente ; Patente es debido á
L1B. t. - 251
mi soto brazo ; ojala que su padre estuviera presen
te. »
Dijo , y en cumplimiento de sus órdenes reti
ráronse del campo sus cantaradas ; mas el joven
Palante admirado ya de la retirada de los rútulos,
ya de ta orgullos» orden de su rei, pásmase , tija su
atencion en este, extiende sos ojos por su agigantado
cuerpo todo lo registra con sus fieras miradas , y
á tas Soberbias palabras de Su adversario asi con--
texta : luego seré celebrado , ó por haber arreba
tado tos despojos opimos ó por una muerte es
clarecida : mi padre esta apercibido para una y otra
fortuna ; déjate de amenazas.
Dicho esto , se adelanta hasta la mitad del-
campo. A los Arcadios se les hiela la sangre en el
Corazori. '
Turno salta de su carruage , quiere batirse de
mas cerca y á pié , y cual corre un león cuando
desde una elevada atalaya avista en los campos le
janos un toro que se ensaya en las peleas ; tal pa
rece Turno al dirigirse hacia Palante. Este cre-:
yendo poder alcanzarle con su lanza, empieza á em
bestirle primero con fuerzas desiguales explorando
si la fortuna secundara su osadia , y así habla
al grande cielo : « ó Alcides , órote por ta hospita
lidad de mi padre y por las mesas dó fuiste reci
bido como peregrino , seas propicio á mi osada em
presa ; Turno moribundo vea como le arrebato sus
armas ensangrentadas y sus ojos exánimes me su
fran vencedor. » Hércules oye al joven y comprime
el profundo dolor que traspasa su corazon y emite-
lágrimas infructuosas. Entonces el padre de Hér
cules suelta á su hijo estas dulces palabras : « para
cada uno hay un dia fijo , el espacio de la vida es
para todos angosto é irreparable ; mas acrecentar
la gloria con los hechos es efecto de la virtud. Tan
tos hijos de dioses sucumbieron en torno de los ele
vados muros de Troya ; aun mas , pereció tam
bien Sarpedon mi hijo ; tambien sus hados recla
man á Turno y acércase el termino de su vida. »
252 LA ENEIDA.
Dijo y dió ana mirada á los campos de los rútulos.
Palante con grandes fuerzas arroja su lanza y de
senvaina su refulgente espada : el hasta volando
cae en la estremidad alta de la armadura que
cubre los hombros de su rival y abriéndose paso
por el borde del escudo hiere por fin levemente al
corpulento Turno. Entonces este blandiendo mucho
tiempo un dardo de aguda punta de hierro . échale
contra Palante y dice : « mira si mi dardo será mas
penetrante. » Apenas habia pronunciado estas pa
labras i cuando el dardo con ímpetu traspasa el
broquel de Palante fornido de muchas láminas de
hierro y de bronce puestas sobre una piel de toro
de muchos dobles y atraviesa su dura loriga y su
grande pecho. En vano estrae Palante de la herida
el cálido dardo , la sangre y el alma salen por un
solo y mismo camino. Cae sobre la herida . resue
nan las armas sobre él, y muriendo, con boca san
guinolenta muerde lá enemiga tierra.
Turno precipitándose sobre él, dice : « Arcadios,
no os olvideis de narrar á Evanlro lo que voy á
decir ; le remito Palante como lo merece : cual
quiera que sea la gloria del sepulcro y el con
suelo de las exequias , esto concedo : no le costa
rá poco el hospedage dado á Eneas. » Habiendo
dicho esto , pisoteó el cadáver con el pié izquierdo,
arrancándole la grandiosa banda y la historia cri
minal en ella pintada , á saber , la turba de jóve
nes alevosamente asesinados en la noche conyugal
y los tálamos ensangrentados ; obra del diestro Eu-
ricion cincelada en oro, y Turno habiéndose apo
derado de este despojo, ya triunfa y se alboroza. ¡ Oh
necios mortales que ignoran el destino y el porve
nir y no saben guardar moderacion en la prospe
ridad! Tiempo vendrá en que Turno quisiera com
prar al mas subido precio el no haber tocado á Pa
lante y entonces odiará estos despojos y el aciago
dia en que los arrebató.
Mas sus compañeros apiñados entre lamentos y
lloros acompañan á Palante .colocado sobre ua
LIB. je. 253
broquel ; ó Palante , que has de regresar á ta pa
dre para abismarle en el dolor y el llanto al paso
que le cubrirás da honor ! Este primer dia que le
\ió guerrear presenció tu muerte, pero despues de
haber dejado grandes montones de cadáveres rótu
los. Ño llega á Eneas un confuso rumor, sino ana
noticia cierta de tan sensible catástrofe ; le cuen
tan que los suyos distan poco de una total ruina,
que se hallan dispersados y se hace urgente el so
correrlos. Siega con la espada todo lo que tiene
cerca y furioso ábrese paso con el hierro al través
de una crecida turba buscando á tí , Turno , en
greido por el nuevo estrago.
Palante , Evandro , todo se ofrece á sus ojos,
principalmente las mesas á las que asistió por pri
mera vez como huesped y las diestras enlazadas.
Coge vivos á cuatro jóvenes hijos de Sulmon y á
otros tantos educados por Ufente para inmolarlos
á las sombras de Palante y regar con la sangre de
los cautivos las llamas de la pira. Luego enristran
do de lejos la enemiga lanza contra Mago, este as
tuto se abaja y el hasta temblando vuela por en
cima y Mago abrazando sus rodillas dice en tono
suplicante : « por el alma de tu padre y por las
esperanzas que te dá Julo que vá creciendo , órote
me salves la vida para mi padre y para mí.
Tengo un magnífico palacio y escondidos en las
cavidades de la tierra talentos de plata cincelada y
mucho oro labrado y sin labrar : no depende de
mi la victoria de los troyanos , una sola vida no
los expone á tan grandes peligros. »
Dijo y Eneas le contexta : « reserva para tus
hijos los muchos talentos de oro y plata que refie
res : Turno es el primero que ha roto estos comer
cios de la guerra quitando la vida á Palante. «Esto
sienten los manes de mi padre Anquises y esto
siente Julo. » Dicho esto , con la izquierda arreba
ta su yelmo y sepulta la espada en la cerviz incli
nada del suplicante. Allí cerca estaba Emónides
sacerdote de Apolo y de Diana todo luciente
254 LA BNEHJA.
con so vestidura y sus lustrosas armas quien cubria
sus sienes con las ínfulas y con las sagradas vendas.
Eneas habiéndole arremetido le persigue por et
campo y echandose sobre él que habia resbalado,
le sacrifica y le «prime con grandes tinieblas. Se-
resto carga sobre sus hombros las armas de la víc
tima , trofeo destinado á tí . ó Marte reí de la guer
ra. Céculo nacido de la estirpe de Vulcano y Cim
bron salido de los montes de los Warsos renuevan
el combate y Eneas se embravece contra ellos. De
un golpe corta la izquierda de Anxur y con el
hierro toda la órbita de su broquel. Este habja pro
nunciado á su favor un oraculo y creia que tendria
virtud su vaticinio y tal vez levantaba su ánimo
hasta el cielo y se prometia canas y largos años.
Tárquito hijo de la ninfa Driope y de Fauno mo
rador de las selvas orgulloso por sus brillantes ar
mas hace frente á Eneás enfurecido. El héroe , tor
cida la lanza de Tárquito, impide su loriga y su
enorme broquel , luego echa por t¡erra la cabeza
de su adversario que en vano le suplicaba y queria
hablarle largamente y empujando su cálido tronco
habla así sobre él en idioma hostil : « 6 tremenda
enemigo , yace ahora aquí : tu bondosa madre no
tendrá la dicha de enterrarle ni depositará tu ca
dáver en el patrio sepulcro : serás presa de las aves
de rapiña , ó la mar le sorberá en su profundo se
no y los hambrientos peces lamerán tus heridas. »
Al momento percibe á Lícas y á Anteo que capi
taneaban la vanguardia de Turno y al fuerte Numa
y al blondo Cameeles hijo del magnánimo Vols—
cente el agrícola mas opulento de los Ausonios y
que reinó en- la silenciosa A míela. Cual Egeon que
segun dicen tenia cien brazos y cien manos y cin
cuenta pechoi y arrojaba llamas por otras tantas
fauces cuando hacia resonar cincuenta escudos
iguales y blandia otras tantas espadas guerreando
contra Júpiter tonante; así Eneas victorioso se em
bravece por toda la llanura desde que ha templado
gu acero en la sangre de los contrarios. Arremete á
uw. Xi - '. 255
los cuatro caballos que tiran el carroage de Ni feo
y á los opuestos pechos , pero ellos al ver dende
lejos venir á Eneas y que se enfurece cruelmente,
despavoridos perdiendo terreno sacuden á su señor
y arrastran el carruage hacia la playa. Entre tanto
Lúcago mélese en medio con su carro tirado por
dos Cándidos caballos regidos por . su hermano Li-
ger, al paso que Lúcago ardoroso blandea -su ful
minante acero. Eneas no pudo sufrir tanta soberbia
y tanto furor ; los arremete y oponiendo la lanza
levántase erguido Liger : « no ves aqui . dice , los
caballos de Diomedes ni los campos frigios:; en
estas tierras terminará la guerra con tu muerte. »
Tales son las palabras que suelta el insano Liger,
mas el caudillo troyano sin conlextar le arroja un
dardo. Lúcago como inclinado y pendiente para
azotar á los caballos los aguijaba con su lanza , al-
estirar el pié izquierdo preparándose para la lucha,
recibe una herida de Eneas en la ínfima estremi-
dad del esplendoroso broquel y el hasta penetra en
su ingle izquierda. Derribado de su carruage cae en
el suelo moribundo y se revuelca , mas el piadoso
Eneas le dirige estas picantes palabras : « Lúcago,
ni los caballos fugitivos te han hecho traicion t ni
sombras vanas te han alejado de los enemigos ; tú
mismo saltando de las ruedas abandonas las rien
das del carruage. » Dicho esto , coge los dos caba
llos uncidos al carro ; su hermano digno de lástima
derrumbado tambien tendia sus inermes manos di
ciendo : « por tí mismo , por tus padres que te die
ron á luz tan esclarecido , Príncipe troyano , per
dóname la vida y apiádate de un suplicante. » Eneas
le contesta: «no le expresabas así antes : muere,
y no desampares á lu hermano. » Luego abre con
la punta de la espada el pecho dó se esconde el
alma. ¡ - •, - i t
Tales estragos hacia por los campos el caudillo
troyano enfureciéndose cual torrente impetuoso ó
cual negro torbellino. Finalmente el joven Ascanio
y la juventud en vano sitiada , salen dejando sus
256 LA ENEIDA.
trincheras. Entre tanto Jove habla á Juno : « ó her
mana mia y esposa muy amada > acaso Venus sos
tiene las fuerzas de los troyanos como creias ? ¿ Ni
tu opinion te ongaña ? Aquellos varones no tienen
ardimiento para la guerra y un ánimo bravo y ave-r
zado á los peligros ? » Juno snmisa le contexta : « Ó
esposo bellísimo , porque solicitas á ana esposa do
liente y que tiembla al oir tus duros acentos ? Si
mi amor tuviese en tí el valimiento que tuvo en
otro tiempo y que debiera tener, pudiendolo lodo,
me concedieras sin duda que pudiese libertar á
Turno del combale y reservarle ileso para su pa
dre Dauno. Ahora perezca y sea víctima del acero
troyano. » Sin embargo él trae el nombre de nues
tra estirpe y Pilumno es uno de sus abuelos y mu
chas veces colmó de donativos con liberal mano
las puertas de tus templos. El rei del Olimpo re
pone brevemente : « si pides que difiera la muerte
que amenaza á Turno y crees que puedo así de
cretarlo ; apártale con la huida y sácale de las ma
nos de Libitina : es la única gracia que puedo con
cederte. Mas si tus preces envuelven alguna pre
tension mayor y si piensas poder mudar y trans
ferir toda la guerra, alimentas una esperanza aérea. »
Juno llorando exclama : al menos si tacitamente
concedieras lo que rehusas otorgar de palabra y si
esta vida permaneciese cierta á Turno ! Mas ahora
un acerbo trance está destinado al inocente ó bien
ignoro la verdad y ojalá que me equivocase por un
terror pánico y trocaras tus inexorables decretos,
nna vez que puedes. » Dijo y al punto descendió
del elevado cielo envuelta en una nube borrascosa
por el aire , y dirigióse al ejército troyano y á
los reales latinos : luego arma una ligera sombra
sin fuerzas, de hueca nube en forma de Eneas
( cosa estupenda á la vista ) y remeda su bro—.
quel y los penachos de su divina cabeza ; dale va
nas palabras y metal de voz sin espíritu, y esprín
me su traza de andar.
Como aquellos simulacros que volotean , segua
Lin. x. ¿57
fama . despues do la muerte ; ó como los sueños que
engañan á los sentidos de los que duermen. Mas el
espectro alegre salta erguido ante las primeras lilas
y reta á Turno y le insulta llenándole de imprope
rios. Este le amenaza y de lejos vibra el hasta so
nante ; el fantasma se retira dando la espalda. Tur
no creyendo que Eneas huia , turbado concibe una
vana esperanza. Dice : « á do huyes. Eneas ? « No
abandones á la esposa prometida : esta mi diestra
te dará la tierra buscada al través de los mares.
Asi vociferando le persigue y blandea el acero Tul-
mineo , sin advertir que los vientos se llevan su
placer. Casualmente habia una nave arrimada á la
margen de una alia peña con escaleras estendidas
y puente preparado : era aquella en que iba mon
tado el rei Osinio de la region Clusina. El simula
cro de Eneas fugitivo métese pávido en esta nao es
condiéndose en sus cavidades : Turno con igual acti
vidad le amenaza y supera todos- los obstáculos y
pasa volando el elevado puente. Apenas habia lle
gado á la proa , cuando la hija de Saturno corta
la maroma y bace correr la velera nave por la hin
chada mar. Entonces Eneas llama al combate á
Turno ausente . mata á muchos guerreros que so
ofrecen á sus ojos Ya no busca el fantasma mas es
condrijos , sino que remontando el vuelo se confun
de con una nube opaca al paso que ei viento em
puja á Turno por medio del piélago. El mira á to
das partes ignorante de lo que ocurria é ingrato al
beneficio de la vida que se le salvaba y levanta á
los astros sus manos , diciendo : « U Padre omnipo
tente , tan criminal me has juzgado , y asi quisiste
castigarme ? » « A donde me arrastran ? » « Do don-
donde he salido ? » ¿ QijfeHuga , y cual me volver
rá !.... ¿Acaso veré aun los muros laureutiuos ó mis
campamentos ? » ¿ Que dirá aquel numeroso ejérci-
cito que ha militado bajo mis estandartes ? ¿Que
dirán tantos valientes á quienes , ¡ oh maldad ! he
dejado abandonados á una muerte cruel? Va los
veo vacilantes ó dispersos ya oigo los gemidos de los
»7
258 LA ENEIDA.
moribundos. » Que haré ? » « O que abismo de la
tierra bastante profundo me engullirá ? » ¡ O vien
tos , apiadaos de mi , yo os arato espontaneamente ;
empujad la nave contra los escollos y peñascos ; ar
rojadla á los ásperos vados para qne ni los rótulos,
ni la fama puedan saber mi vergonzosa huida. »
Asi diciendo fluctua en un mar de pensamien--
tos , ya furioso por tal mengua quiere traspasar
se con la espada , ya arrojarse al mar y nadando
dirigirse á las sinuosas playas y volver á batirse
con los troyanos , tres veces tienta ambas cosas,
•tres veces Juno le contiene y compadecida repri
me sil frenesí. Adelántase hendiendo los mares fa
vorecido por las olas y el flujo del mar, y es lleva
rio á la antigua ciudad de Dauno su padre.
Mezencio por instigacion de Jove , lleno de ar
dor le reemplaza en el mando y ataca á los tro
yanos. Los etruscos le embisten y á sola su persona
dirigen los tiros ; contra él solo quieren todos de
sahogar su odio y sepultarle bajo un monton de
dardos. Cual peñasco que sobresale al vasto mar
expuesto á las furias de los vientos y á la rabia de
las olas quien resiste á toda la violencia y á todas
las amenazas del cielo y (le la mar, permanecien
do inmóvil ; tal parece Mezencio y prosterna á He-
tiro hijo de Dolicaon y á Látago y al fugitivo Palmo,
pero á Látago con una gruesa peña le rompe la boca
y todo el rostro ; á Palmo le deja revolcar entre las
sombras de la muerte habiendo roto su rodilla y dá
á Lauso sus armas para llevarlas y los penachos
para fijarlos en su almete. Mata tambien á Evan-
dro frigio y á Mimas coetáneo y compañero de
Páris á quien Teano alumbró de Amyco en aquella
misma noche en que la reina hija de Ciseo habien
do soñado que llevaba en su seno una tea , alum
bró á Páris que murió en la ciudad paterna ; pero
Mimas sin pensarlo yace en el suelo laurentino.
Y cual javalí acosado por los mordaces perros des
de los altos montes, nutrido en una selva poblada
de cañas y escondido muchos añoí en el pinífero
tIB. x. 2S9
Vésolo ó en las margenes de la laguna laurentina ;
cuando ha caido en las redes, grueñe con fiere
za y espeluza las cerdas de los hombros , na
die osa enfurecerse contra él . ni asomársele ;
lodos de lejos le acosan con dardos y con ala
ridos, él impertérrito hace fíenle á todas partes
rechinando con los dientes y sacude los dardos de
la espalda ; asi nadie de los que con razon odian
á Mezencio osa medir la espada con él : le persi
guen de le lejos con dardos y alta voceria. Aeren
te griego de nacion , habia venido de la antigua
region do Corito , prófugo , dejando incompletos los
himeneos. Al verle Mezencio desde lejos turbando
sus falanges , con un rojo penacho y con la púrpu
ra de la esposa ofrecida ; como muchas veces nn
hambriento leon que á impulsos de una estrema
hambre registra los altos rediles , si divisa casual
mente una cabra fugitiva ó un ciervo de altos cuer
nos ; se alboroza , abre sus crueles fauces y levan
ta su melena y arrójase sobro las entrañas de la
res y tifie con la sangre su disforme boca; así gozo
so Mezencio arremete á los apiñados enemigos. Es
prosternado el mísero Acronte y muriendo hiere
con sus talones la negra tierra é infesta con la
sangre los quebrados dardos. El mismo Mezencio se
desdeña de matar á Orodes huyendo y hacerle
una herida improvisa arrojándole un dardo ; corre
h su encuentro y se acara con él atacándole fren
te por frente, no mas astuto, pero si mas denodado.
Luego aprelando un pié sobre su garganta y apo
yado sobre la lanza con que le ha traspasado : « ó va
rones, dice, mirad cual yace el grande Orodes uno de
los enemigos mas formidables. » Sus compañeros le
aclaman y entonan en honor suyo un himno marcial.
Aquel al morir esclamó : ó vencedor, cualquiera que
eres , no te gozarás mucho tiempo , ni dejaré de ser
vengado ; igual suerte te aguarda tambien y luego
morderás la misma tierra. Mezencio le responde
con una sonrisa mezclada de furor : « ahora mue
re ; Júpiter disponga de mi. » Al decir esto sacó el
2G0 LA BNRIDA-
hasta de sn cuerpo ; un acerbo descanso y nn soe—
fio de hierro le oprimen los ojos y ciérranse para
una noche eterna.
Cédico deguella a Alcátoo, Sacrator a Hydaspes
y Raponte á Partenio y á Orses de extremada
robustez : Mesapo mata á Clonio y Ericefes Lycao-
nio ; á aquel derrocado por un resbalon de su indó
mito corcel , á este estando ambos apeados. Agis
Lycio babia atacado á Mesapo : á este sin embargo
prosterna Valero que habia heredado el valor de
sus ascendientes : Salio derriba á Atronio y es pros
ternado á su turno por Nicalces diestro en arrojar
dardos y engañosas saetas.
Ya el fiero Mavorte igualaba los llantos y la
mortandad de ambos partidos: vencedores y ven
cidos igualmente mataban y morian , ni huian nnos
ni oíros. Los dioses en el palacio de Jove so com
padecen del vano furor de una y otra parte , y de
que los mortales sufran tamaños trabajos. Por una
parte se interesa Venus , por otra Juno hija de
Saturno. La pálida Tisífone se encrudece en medio
de los numerosos combatientes. Mezencio blandean
do una lanza descomunal penetra turbulento en
el campo ; cuan grande Orion saca los hombros
«obre las olas , cuando ¡inda á pié abriéndose cami
no al través de los vastos estanques de Nereo , ó
cuando llevando un añoso quejigo de los altos
montes , se pasea por la tierra y esconde su cabe
za entre las nubes ; tal parece Mezencio al inter
narse con sus «normes armas en el campo ele bata
lla.
Eneas habiéndole columpiado en medio da sus
ftlas. resuelve atacarle; el firme, intrépido aguarda
al fiero enemigo y permanece inmóvil enn su mole,
y habiendo medido el espacio á dó podia alcanzar
.su lanza , dice : « la diestra que es mi dios y esta
iiinza que vibro me protejan ahora. Te prometo,
Lauso, que tu mismo serás el trofeo de Eneas,
vestido con los despojos dei raptor. »
Asi dice y de lejos vibra la sonora lanza : ella
LiB. x. 261'
volando es rechazada por el broquel de Eneas y
traspasa los ¡Jares y el costado del egregio Anlor.
compañero de Hércules que habiendo salido da
Argos habiase adherido á Evandro y domiciliado en
una ciudad itálica. El infeliz es prosternado por
una herida agena . mira al cielo y al espirar acuér
dase de Argos su querida patria.
El piadoso Eneas dispara su lanza , la cual
atraviesa el broquel compuesto de tres láminas de
acero , de telas de lino y de tres pieles de toro y
por su estremidad clávase en la ingle de Mezencio
y pierde su fuerza. Al punto Eneas gozoso , vista
la sangre del rei etrusco , desnuda la espada y ardo
roso arremete á su enemigo azorado. Lauso at ver
esto lanzó un profundo gemido arrancado por el
amor filial y las lágrimas bañaron sus mejillas. Si
la posteridad ha de dar crédito á tan alto hecho,
no pasaré en silencio tu acerba muerte y tus heroi
cas acciones , ni á ti mismo ó joven , digno do
lauro inmortal.
Mezencio retrocediendo débil, é impedido se aleja
ba arrastrando con el broquel la enemiga lanza : el
jóven corre y se interpone con las armas ofrecien
do su pecho á la espada de Eneas levantada para<
descargar un golpe y le retarda y le sostiene : los.
compañeros le ayudan con un alarido, mientras el.
padre se retira cubierto con la adarga del hijo , y -
\ibran dardos rechazando de lejos al enemigo : Ene--
as se escandece y se mantiene abroquelado. Y eo—
mo cuando las nubes arrojan un espeso granizo,
todos los agrícolas huyen y kis viageros se escon
den bajo un ribazo ó en la cavidad de un peñasco
á la margen de un rio mientras llueve, para prose
guir su trabajo al serenarse ; asi Eneas abrumado
de todas partes por los dardos sostiene toda la nu
be de armas hasta que cesa de tronar , increpa á
Lauso y le amenaza diciendo : como es que corras,
en busca de la muerte y porque osas mas de lo.
que permiten tus fuerzas ? Incauto ¡ Vas á ser víc--
tiiua de tu piedad*.
2G2 LA E.NEIDA.
Él sin embargo insano se goza , crece el furor,
y el ardimiento del adalid trova no y las parcas
recogen los postrimeros hilos de la vida de Lauso.
Eneas con vigoroso brazo traspasa su rodela y la
túnica de oro , labor de su madre , envaina en su
cuerpo todo el acero , la sangre inunda su seno y
su alma triste vuela á la mansion de las sombras.
Éneas al ver el cadaver de Lauso y la palidez de su
rostro desfigurado por los rasgos de la muerte, lanza
un hondo suspiro arrancado por la compasion y alár
gale su diestra y tan bello ejemplo de piedad filial
afecta vivamente su corazon. «Un mancebo infeliz,
exclama : que podrá darte Eneas digno de tan he
roica virtud ? Reten tus queridas armas y sé lleva
do al sepulcro dó reposan las cenizas de tus mayo
res, si esto es capaz de interesarle. Será un lenitivo
para tu acerba muerte el ser víctima del magná
nimo Eneas. Luego alienta á sus atónitos compa
ñeros y levántale del suelo chorreando la sangre
sobre sus hermosos cabellos.
Su padre junto á la corriente del Tiber lava
su herida y alivia su cuerpo apoyado al tronco de
un arbol : su acerado yelmo pende de otro árbol
lejano y sus armas macizas yacen en un prado.
Rodéanle donceles escogidos : él triste , anheloso,
reclina la cerviz cubriendo el pecho con su pobla
da barba. Pregunta muchas cosas sobre Lauso y
remite mil confidentes que le revoquen y le comu
niquen las disposiciones de su afligido padre. Mas
sus compañeros llorando llevaban sobre las armas
el cadáver de Lauso héroe ilustre . víctima de una
gloriosa herida. Mflzencio reconoce de lejos el gemi
do , presagiando la catástrofe ; afea sus canas con
«1 inmundo polvo , tiende ambas manos al cielo
y arrójase sobre su exánime hijo , exclamando :
« tanto he podido, ó hijo, apreciar lo vida que por
mi te dejase exponer á la diestra de Eneas habién
dote dado el ser? Acaso estas tus heridas me han
salvado y por tu muerte vivo ? Ay ! Ahora me es
duro el destierro, ahora he recibido una herida;
MB. je* - - 263
profunda. Yo mismo , hijo , con mis crímenes he,
mancillado tu nombre, pues el odio de mis vasallos,
me echó del solio y me despojó del cetro paterno.:
La patria, y mis ciudadanos tenian derecho de odiar
me como criminal y de hacerme sufrir la muerte
mas horrorosa y llena de oprobio : ahora vivo y no
abandono los hombres , ni la luz ; pero voy á dejar-
la.
Al decir esto, levántase á pesar de la herida,
y sin abatirse manda que le traigan el caballo :.
este era era su ornamento y su consuelo , por esto,
salia victorioso de todos los combates : habla al
triste corcel : Rebo le dice, bastante hemos vivido,
si puede decirse que sea larga la vida mortal : vic
torioso llevarás hoy aquellos sangrientos despojos
de Eneas y su cabeza y vengarás conmigo la muer
te de Lauso , ó caerás juntamente , si no podemos
vengarnos.
Asi dice y se hace colocar sobre su caballo,
toma muchos dardos, cubre su cabeza con el fulgida
yelmo ornado de una cola de caballo y corrienda;
hiende las falanges. La verguenza , el dolor , la
desesperacion , el amor paternal , el furor y el
corase agitan su corazon y le arrastran á la vengan
za. Reta tres veces á Eneas en alta voz : el heroe
le reconoce y lleno de júbilo ora diciendo : ojalá)
que Júpiter y Apolo inspiren á Mezencio el deseo-
de combatir contra mi.
Dice y se avanza empuñando su lanza: Mezen
cio repone: ó cruel, piensas arredrarme habiendo-
do muerto mi hijo ? Has hallado el único modo
de perderme: ni temo la muerte, ni respeto los
dioses : cesa de amenazarme , vengo á morir y
primero te ofrezco estos presentes. Dice y vibra
nn dardo , luego otro y otro , y gira en torno de
Eneas que con su aureo broquel rechaza todos
los tiros. Tres veces equita hacia la izquierda del
héroe que se mantiene á pié firme , tres veces lo
arroja dardos , lies veces él los para y se-
clavan en su escudo de bronce. Por fin fastidiado
261 LA ENEIDA.
de perder tantos momentos y de arrancar tantos
dardos de su escudo y de ser hostigado luchando
en desigual combate , discurre mucho y resuelve
arrojar su lanza entre las huecas sienes del belicoso
bridon : el bruto cabriolea , azota el aire con sus
pies . cae sobro el ginete y le oprime un hombro.
Los troyanos y latinos atruenan el cielo con sus
alaridos. Eneas corre y desenvaina el acero y dice:
do está el feroz Mezencio y su intrepidez? El
etrusco recobra sus espíritus , mira al cielo y
replica : « enemigo acerbo porque me insultas y me
amenazas con la muerto ? No es crimen el matar
me, ni he vuelto á la pelea para que me perdona
ras . ni Lamo hizo contigo tan vergonzoso tratado.
Solo te pido , si alguna gracia se concede á los
vencidos, que me dejes recibir los honores del sepul
cro. Sé cuan áspero odio me profesan mis vasallos :
te conjuro que atajes ese furor y me envíes á la
tumba de mi hijo. » Dice y recibe en su garganta el
golpe previsto y arroja su alma con olas de san
gre que inundan sus armas.
L1B. XI. 265

LIBRO UNDECIMO.

Consiguen los latinos suspension de armas para enter


rar los muertos : inclinase á la paz el rci latino.
Turno se opone y se ofrece a pelear él solo con
Eneas : sabe que este quiere atacarle por dos pun
tos , da el mando de la caballeria a Voluso , Mesa-
po y i la valerosa Candila , éntrase en una embosca
da y rese obligado á dejarla por la muerte de Ca
mila y huida de los rútulos : Eneas le persigue
y entrada la noche , se colocan los ejércitos a la
vista de Laurento , los troyanos para sitiarla y los
rútulos para defenderla.

Entre tanto la Aurora levantándose deja el Océa


no. Eneas victorioso al amanecer cumple los votos
hechos á los dioses , aunque le urge la solicitud de
sepultar á sus compañeros , y la muerte de Pelan
te turba su corazon. Manda fijar en un collado una
elevada encina despojada de sus ramas, dó pone las
espléndidas armas y los despojos del caudillo Me-
zencio , trofeo á tí consagrado , ó grande dios de 4a
guerra : acomódale los penachos teñidos de sangre
y los dardos de aquel guerrero quebrantados junto
con la loriga golpeada y abierta por doce puntos y
ata á la mano izquierda el broquel de acero y sus
pende en el cuello la banda que sostiene la espada
de marfil. En seguida rodeado de los gefes exhorta
á sus tropas victoriosas : « compañeros , dice , he
mos reportado una grande victoria : cesad de te
mer. Ya veis las primicias de la guerra : estos son
266 LA ENEIDA.
los despojos de un rei soberbio . de Mezencio , vio-
lima de mi bruzo. Ora hemos de atacar al rei de
los latinos dentro sus muros » Preparad las armas
y anhelad el combate animosos : nada entorpezca
vuestra actividad y no vacileis ni temais , cuando
los dioses nos permitan enarbolar los estandartes
y ponernos en campaña. Ora enterremos los ca
dáveres de los compañeros insepultos : único ho
nor que les espera bajo el hondo Aqueronte. Id,
tributad las postreras honras á los ínclitos guerre
ros q'ue con su sangre nos compraron esta region
y primero Palante sea remitido a la triste ciudad
de Evandro ; Palante , que sin desconocer el valor
fué víctima de una muerte cruel en el aciago dia
en que comenzó á guerrear.;)
De este modo habla llorando y se dirige á los
umbrales , dó guardaba el cadáver de Palante el
anciano Acetes antes escudero de Evandro , ora
con auspicios menos faustos ayo del mancebo. Ro
deante todos los donceles . los trovanos y las tro-
yanas taciturnas con los cabellos "despartidos segun
costumbre. Al entrar Eneas en las sublimes puer
tas , todos despiden tristes alaridos , las matronas
golpean sus pechos y el palacio resuena con el
llanto. El mismo Eneas al ver la cabeza del cán
dido joven sostenida por una almohada y su aspec
to y la herida de su terso pecho . con los ojos ar
rasados en lágrimas dice : « es posible , ó joven dig
no de lástima . que la fortuna mi favorita te arre
batase para que no me vieras reinar, ni fueses con
ducido en triunfo al palacio paterno ? No eran es
tas las esperanzas que di á tu padre Evandro al
despedirme , cuando abrazado conmigo me envió al
rei de los etruscos y temiendo me avisó que habria
de guerrear con una nacion poderosa y aguerrida.
El ora frustradas sus esperanzas , tal vez hace por
el regreso del hijo votos y colma de ofrendas los al
tares , mientras llenos de pesadumbre tributamos un
inútil honor al joven fenecido no sujeto ya á los dio
ses celestes. ¡ Oh mísero ! presenciarás el lúgubre eu
LIB. xi. 267
tierro de Palanle : esle es nuestro regreso, estos los
triunfos esperados, esta mi grande confianza : con
todo Evandro no le verás afrentosamente herido, ni su
vida torpemente salvada te instigará á llamar la
muerte. ¡ Ay de mi ! que coluna has perdido ó Ita
lia y tambien tú ó Julo ! »
Habiendo Eneas dicho esto entre lagrimas,
manda quitar el cadáver y envia mil varo
nes electos de todo el ejército que prosigan la pos
trimera pompa y asistan al llanto paternal para
solazar algun tanto el penetrante dolor de su in
fausto padre que lo tenia bien merecido. Otros di
ligentes componen un féretro en forma de
cuna , le cubren de hojas y le entretejen con
ramas de encina y de mimbrera. Allí depositan al
joven sobre el estrado rústico cual tierna violeta ó
lánguido jacinto cojido por los dedos de una donce
lla, sin haber perdido aun su esplendor, ni su belle
za, bien que no le nutre ya la tierra, ni le suminis
tra su vigor. Entonces Éneas saca dos vestidos de
púrpura recamados de oro, elaborados en otro tiem
po por Dido Sidonia, quien con mucho primor habia
distinguido el tejido con el oro sutil. Triste cubre al
joven con uno de estos , como postrer ornamento
y vela con el otro sus cabellos destinados á las lla
mas. Y ademas amontona muchos dones de la ba
talla laurentina y manda llevar los despojos en lar
ga serie , añade caballos y dardos arrebatados al
enemigo. Ata tambien de manos á la espalda los
cautivos que el padre de Palante habia de inmolar
á las sombras de su hijo para regar la hoguera
con su sangre, y manda que los mismos gefes lleven
trofeos de armas y que se inscriba en ellos el nom
bre del enemigo vencido y despojado.
El mísero Acetes camina á duras penas por su
nimia vejez, y ora golpea su pecho , ora araña sus
mejillas y cae en tierra midiéndola con todo su
cuerpo. Arrastran tambien carros bañados en la
sangre de los rútulos. En seguida Eton caballo be
licoso , depuestos los. ornamentos , sigue llorando y
2f.H LA ENEIDA.
baña su cabeza con crecidas lágrimas. Otros llevan
el hasta y el almete de Palante ; lo demas está en
poder de Turno. En pos vá la triste comitiva , los
trovanos , los caudillos etruscos y los arcadios con
las hastas vueltas.
Habiendo pasado todo el séquito funerario;
Eneas párase y arrancando un hondo gemido,
exclama : otros llantos nos depara todavia la
infausta suerte de la guerra. Salud eterna , ó máxi
mo Palante , eterna salud.
Sin decir una palabra mas , se encamina á los
escehos muros y se dirige á su campo. Ya habian
llegado los oradores de la ciudad del rei latino
cubiertos con ramos de olivo y pedian permiso para
enterrar los cadáveres, que yacian diseminados por
los campos, diciendo: que la guerra no se hacia con
los vencidos y privados de la vital lumbre : que
perdonase á los que habia llamado en otro tiempo
huéspedes y suegros. Eneas compasivo les concede el
permiso que justamente reclaman y ademas añade :
ó latinos! que fortuna indigna os implicó en tan
funesta guerra? y por que rehusais nuestra alianza ?
Acaso pedis la paz para los que han fenecido en el
campo de batalla ? En verdad yo quisiera aun
darla á los vivos. Ni hubiera venido aquí , si los
destinos no me hubiesen designado esta region dó
establecerme , ni hago guerra con los latinos. Vues
tro rei rompió los derechos de la hospitalidad y
prefirio aliarse con Torno. Mas justo fuera que es
te se expusiese á la muerte. Si quiere terminar la
• guerra con su mano y expulsar a los trovanos, se
riale decoroso medir sus armas con las mias ; vivie
ra de los dos aquel á quien los dioses ó su diestra
salvaran la vida. Id y levantad hogueras para abra
sar los míseros ciudadanos que han perecido. »
Eneas habló : ellos tácitos se pasmaron y se
dirigian reciprocas miradas. Entonces el anciano
Drances , siempre infesto al joven Turno por sus
odios y; acriminaciones , así conlexta : ó Príncipe
truyauo grande eu la fama y mayor en los hechos.
LiB. xi. 269
con que loores os ensalzaré basta el cielo? Que
admiraré en vos con preferencia , la justicia ó las
bélicas hazañas ? Nosotros gratos al beneficio que
acabais de dispensarnos, llevaremos una noticia
exacta de lo que habeis dicho, á la ciudad patria y
procuraremos aliaros con el rei latino , si la fortuna
depara alguna ocasion : búsquese Turno otros alia
dos. Aun mas nos causará placer levantar los
muros que os prometen los hados y llevar sobre
los hombros las peñas de la ciudad troyana. »
Dijo y todos unánimes repetian lo mismo
con voz sumisa. Hicieron treguas por doce dias y
en este intermedio los troyanos y latinos sin peli
gro vagaban confundidos por los montes y las sel
vas. La segur de dos cortes hace resonar el alto
fresno , arrancan pinos que tocan las estrellas : de
continuo son derribados con las cuñas los odoríferos
cedros y las encinas ; los carros rechinantes no
cesan de llevar quejigos.
Ya la fama présaga de tamaño dolor penetra
los oidos de Evandro y recorre todo el palacio y
toda la ciudad ; aquella misma que poco antes nar
raba por el Lacio las victorias de Palante. Los
arcadios á tropel acuden á las puertas de la ciudad
y segun antiguo rito arrebatan fúnebres antorchas
que alumbran con larga serie de llamas el camino,
y los espaciosos campos. La numerosa turba de
troyanos , que venia de la parte opuesta , junta á
estos sus dolientes filas. Las matronas al ver
entrar todas aquellas funerarias turbas en la ciudad,
con sus clamores la atruenan toda. Nadie es capaz
de contener á Evandro ; corre al través de la co
mitiva, se avanza hasta el féretro, cae sobre Palante
y abrázale llorando y gimiendo y á penas el dolor le
deja abrir los labios, cuando exclama : ó Palante, no
diste estas promesas á tu padre ; al decir que serias
mas cauto en fiarte al sañudo Mavorte. No ignora
ba lo que podia el amor de un joven á la gloria en
la guerra y aquel dulce honor de la primera pugna.
O míseras primicias de un joven y acerbos ensa
270 . LA ENEIDA.
yos de ln guerra vecina y preces mias y votos
de ningnn dios escuchados ! Y tú , virtuosísima
esposa , feliz por tu muerte y por no haber sobre
vivido á tan grande llanto ! Yo al contrario vivien
do he superado mis deslinos para sobrevivir á mi
hijo. Ojala que los rútulos me hubieran sepultado con
sus dardos siguiendo el ejército aliado. Hubiera
gustoso perdido la vida y esa pompa me restituye
ra al palacio en vez de Palante. Ni os culpo á vo
sotros , tróvanos , ni la alianza que hicisteis con
migo, ni el hospedage que os franqueé ; esta calami
dad estaba reservada á mi senectud. Con todo si
una muerte precoz estaba destinada á mi hijo es
para mi un consuelo que haya sucumbido abrien
do las puertas del Lacio á los troyanos con la
muerte de muchos millares de Volscos. Yo ., Pa
lante , no te honraré con otra pompa que esta,,
conque le honran el piadoso Eneas , los ilustre»
troyanos , los caudillos etruscos y lodo el ejército
toscano. Ellos llevan grandes trofeos de los que tu
brazo prosternó. Tú despojo, ó Turno , fuera tam-'
bien materia de un gran trofeo , si Palante hubie
se tenido igual edad y un igual vigor. Pero, misero!
porque retraigo á los frigios do la pugna ? Id , y
decid á vuestro rey : que solo prolonga mi vida la
esperanza que me inspira su diestra que, como el en
tiende , debe inmolará Turno en obsequio mio y de
Palante ; porque ambos lo merecemos y es el único
modo de endulzar mi pesadumbre. No deseo gozos,
ni debo ; solo quiero llevar á los profundos abismos
la plausible noticia de haber sido vengado.
La Aurora con su lumbre otra vez complacia á los
míseros mortales convidándoles de nuevo á las tare
as y á los trabajos. Ya el príncipe Eneas , ya Tar-
ronte han erigido piras en la sinuosa ribera ; cada
uno, segun la costumbre de sus mayores, lleva
allí los cadáveres de los suyos y metiendo debajo
humosas teas convierten el dia en noche con la
densa humareda. Tres veces vestidos con las ruti
lantes armas los infantes dan la vuelta en torno
tIB. xi. 271
de las hogueras , tres veces los ginetes andan al
derredor de las tristes llamas y despiden ahu-
llidos. El llanto riega el suelo y las armas. E1
clamoreo de los varones y el sonido de las boci
nas hieren la bóveda celeste. Los unos echan al
fuego los despojos de los latinos que fenecieron ;
los capacetes , los hermosos aceros , los frenos y
las veloces ruedas : otros las prendas conocidas de
las víctimas, sus broqueles y sus infaustos dardos.
Inmolan en torno muchos novillos , marranos, y
reses arrebatadas de los campos. Luego observan
por toda la playa como arden los cadáveres de
sus amigos y se van consumiendo las hogueras ;
ni pueden apartar de allí los ojos hasta que la
húmeda noche cambia el ciclo distinguido con los
fulgentes astros. Igualmente los infelices latinos
erigen muchas hogueras en otra parte y unos entier-
ran un crecido número de varones , otros los toman
y llevan á los vecinos campos y los remiten á sus
respectivas ciudades. Queman un gran monton de
guerreros confundidos sin. contarlos, ni honrarlos.
Entonces de todas partes los campos espaciosos
relucen á porha con los espesos fuegos. Ya habia
rayado el tercer dia-, dolientes derribaban la
alta ceniza y los huesos confundidos en las piras y
cubrian todos aquellos restos con un monton de
cálida tierra ; pero el principal fragor y el llanto,
eran dueños del palacio y de la ciudad del Reí lati
no : allí las matronas y las míseras nueras, allí las
dolientes hermanas y los huerfanos execran la
infausta guerra y los himeneos de Turno : quieren
que el mismo con las armas dirima la lid , puesto
que pretende el imperio de Italia y el supre
mo poder.
El acerbo Drances acaba de exasperar los ánimos
y atestigua que solo Turno es llamado y pedido al
combate. No obstante muchos manifiestan interes á
favor del joven y la grande autoridad de la reina le
proteje á la par que su fama y sus trofeos. Eu
medio de estas discusiones , en el calor del debate
272 LA ENEIDA.
acaban de llegar los tristes legados con la respues
ta del grande Diomedes : dicen que han sido inú
tiles todos sus trabajos, que nada han podido reca
bar de él los donativos , ni el oro , ni las encare
cidas preces: que los latinos han de buscar otros
socorros , ó pedir la paz al rei troyano. Esta triste
nueva consterna al rei latino. La ira de los dioses
y los recientes sepulcros , que están ante sus ojos,
le persuaden que Eneas es secundado por los desli-
Asi pues convoca en su alcázar un grande Con
sejo de los grandes del reino. Ellos se congregan y
á tropel acuden al régio palacio. El Rei latino por
ser él mas anciano y por tener el cetro , siéntase
en medio de todos con nublada frente. Luego man
da á los legados recien llegados de la corte Etóli—
ca que dén una relacion exacta de su negociacion.
Reina el silencio y Venulo obedeciendo empieza do
este modo : « ciudadanos , hemos visto á Diomedes
y los reales argivos y hemos evadido todos los
peligros del largo viaje , y tocado la mano que
derribó el Ilion. Aquel vencedor construia en los
campos del Gárgano de Yapigia la ciudad Argíi jpa
del nombre de su patria. Habiendo entrado y ob
tenido la venia para hablar, ofrecimosle donativos,
le declaramos nuestra patria y nombre , quienes
nos han intimado la guerra y la causa que nos
conducia á Arpos. Él contexto tranquilo : « ó pue
blos Telices dó reinó Saturno , antiguos ausonios,
que fortuna turba vuestra tranquilidad y os incita
á desusadas guerras ? « Cuantos talámos con el hier
ro las campiñas de Troya ( paso en silencio lo que
padecimos luchando contra sus elevados muros y
los varones que tragó el Simois j hemos expiado
nuestros crímenes con infandos suplicios sabidos de
todo el orbe y nuestros infortunios arrancarian lá
grimas al mismo Priamo. Bien lo sabe la funesta
estrella de Palas y los escollos de Eubea y el ven
gador Cafáreo. Desde aquella espedicion de Troya
fuimos lanzados á diversas riberas ; Menelao híjo
i.iB. xi. 373
ile Aireo vive expulso junto á Jai colunas de Pro-
tea ; Mises tuvo que ver los ciclopes del Etna.
¿ Mentaré la corta duracion del reino de Pirro y ol
destierro de Idomeneo ? ¿ Hablaré de los Locros qao
pueblan la ribera líbica ? El mismo rei de Micenas
caudillo de los grandes Aquivos cavó en el primer
umbral de su palacio, víctima de su nefanda esposa:
despues de baber sojuzgado el Asia un adúltero le
insidió. Haré mencion del castigo que me lucieron
sufrir los dioses al regresar á mi patria . privándo
me de ver á mi cara esposa y á la pulcra Calido-
nia ? Aluna tambien me. hostigan monstruos pas
mosos á la vista : mis compañeros perdidos vola
ron por los aires y convertidos en aves ván erran
tes al derredor de los rios y llenan las peñas da
tristes quejidos. ¡ Oh crueles tormentos de los mios !
Mas ya debia temer esto desde que insano arremetí
con la espada cuerpos celestes y vulneré la diestra
de Vénus. No me instigueis á tales pugnas. Desde
que cayó Troya, no quiero guerrear contra los tro-
yanos , ni acordarme , ni alegrarme de las
catástrofes pasadas. Llevad á Eneas los dones qua
me habeis traido de vuestra patria. Medi mis ar
mas con las suyas poderosas y trabé choques con
él : creedme , yo tengo experimentado cuan terri
ble es al levantar su broquel y al vibrar su lanza.
Si Troya hubiese producido otros dos varones tan
ínclitos como él , antes el troyano hubiera venido
á guerrear contra las ciudades argivas y la Grecia
tendria que lamentarse trocados sus deslinos. Todo
el tiempo que se tardó en expugnar los muros de la
pertinaz Troya, la mano de Hedor y la de Eneas
detuvieron la victoria do los griegos y la hicieron
retroceder hasta el año décimo. Ambos eran mag
nánimos , ambos denodados : éste mas ventajoso en
piedad. Aliaos con él, ya que se os concede, y guarT
daos de medir vuestras armas con las suyas. « O
rei el mas bondoso de los reyes, acabais de oir la
respuesta de Diomedes y su parecer sobre tan for
midable guerra- »
18
271 LA K.NF.IDs.
Luego que los embajadores hubieron dicho eslo,
un murmullo variado salió do los balbucientes la
bios de los ítalos. Como cuando los peñascos atajan
los impetuosos rios ; entonces , obstruido el cauce,
ellos susurran y las cercanas riberas retumban con
el estrépito de las ondas. Apenas se calmaron los
espíritus y serenáronse los semblantes ; el Rei , in
vocados los dioses , desde su alto sólio asi perora :
« en verdad , ó latinos , quisiera y hubiera sido mas
Ventajoso , haber deliberado antes sobre la salud
del reino y no convocar consejo en estas críticas
circunstancias en que los muros estan cercados de
enemigos. O ciudadanos , es difícil lidiar con la es
tirpe de los dioses y con varones invictos á quienes
no fatigan los combates y que no dejan las armas
despues de vencidos. Si habéis constituido alguna
esperanza en el socorro de los filolos , dcponedla :
cada uno confie en sus fuerzas , pero sabeis cuan
débiles son estas. Tambien veis y paipais la triste
situacion de nuestros negocios. A nadie inculpo ; ha
beis desplegado todo el valor posible ; so ha pugnado
con todas las fuerzas del reino. Escuchad y os ex
pondré con brevedad el dictámen de mi dudosa mente.
Tengo un territorio antiguo vecino al Tiber , exten
dido por el occidente allende de las fronteras de Si
cilia. Los auruncos y rútulos le cultivan y con el ara
do sulcan sus colinas y usan de sus asperezas para
los pastos. Cedamos á los teucros todo aquel terreno y
el alto monte cubierto de pinos : hagamos proposi
ciones de paz y concluyamos con ellos un tratado
de alianza. Establézcanse allí, si tanto lo apetecen y
edifiquen ciudades. Mas , si quieren ir á otras re
giones y alejarse de nuestra tierra, construyamos
para ellos veinte naos ó mas si las necesitan : to
dos los materiales se hallan cerca de las aguas,
ellos prescriban el número y la forma de las na
ves ; nosotros suministremos operarios y todos los
náuticos instrumentos. Ademas pláceme que cien
oradores latinos de los mas preclaros vayan á
entablar proposiciones amistosas á los troyanos y
Lid. n. 27S'
que lleven en sus manos ramos pacificos y dona
tivos de marfil y talentos de oro y una silla y la
toga , insignias de nuestro imperio. Vosotros deli
berad sobre el bien del Estado y sacadnos de tan
apurada situacion. »
Entonces Drances , enemigo declarado de Turno
y de sus ideas , opulento y mas elocuente aun , pe
ro cobarde , bien quo reputado por gran consejero,
potente en sediciones, por parte de su madre de na
linage preclaro é hijo de un padre incógnito , le-»
yántase y acusa á Turno y aguija su cólera dicien
do : «ó bondoso ttei , acabais de persuadirnos lo
que á nadie se oculta , ni necesita del apoyo'de mi
voz. Todos confiesan que saben las exijencias de
nuestra crítica situacion , pero no osan decirlo. Dé
permiso para hablar y deponga su hinchazon aquel
á cuyos adversos auspicios y siniestros designios se
debe ( pues lo diré , aunque me amenazo con el
hierro y con la muerte ) el que hayamos visto pe
recer tan ínclitos guerreros y la ciudad sepultada,
en el dolor, mientras él ataca los reales frigios con-i,
fiando,, en la huida y provoca al cielo con las ar
mas. O el mejor de los monarcas , á los presentes
destináis á Eneas añadid otro : á saber, la l'riu-
vuestra hija , que eon un digno himeneo ci
mentará una alianza eterna entre los troyanos y
latinos : no temais la violencia de nadie. Mas si
Turno es tan formidable , tratemos de persuadirle y
conjurémosle que permita al Rei usar de su dere
cho y que renuncie al suyo por amor á la patria.
¿ Porque tantas veces arrojas á manifiestos peligros
los míseros ciudadanos , ó tú , que eres el origen y
la causa de las terribles catástrofes que sufren los
latinos ? Nos es perniciosa la guerra : todos te pe
dimos la paz , ó Turno , y tambien á Lavinia su
mas segura prenda. Yo á quien reputas enemigo ( y
en verdad no curo de serlo ) mírame rendido á tusi
pies ; apiádate de los tuyos , depon el ceño y retí-i
rate del Lacio ; bastantes estragos hemos presen-;
ciado fugados- por -Eneas y bastante hemos talado-
276 Li RNE1IM.
las espaciosas campiñas. O si la gloria le enlusias-r
ma . si tu pecho anida lanío ardimiento , si final
mente amas tanto ese alcázar que pretendes por
dote ; osa , y animoso «pon tu pecho al dol enemi
go. A saber , para que Turno lo^re la esposa real,
seamos nosotros prosternados por los campos, al
mas ignobles , turba insepulta y no llorada : y tú,
si tienes algun valor , si el arrojo patrio brilla en
tí , mira á tu rival en frente quo le está ya retan
do. »
Este discurso exaspera la violencia de Turno ;
lanza un gemido y salen de la profundidad de su
pecho estas espresiones : « siempre , ó Drances, eres
afluente en palabras cuando la guerra pide brazos,
y convocado el supremo Consejo asistes el primero ;
pero la Curia no ha de llenarse de palabras que
pomposas haces volar impunemente , mientras las
trincheras alejan al enemigo y la sangre no inunda
los fosos. Truena pues con tu elocuencia , como
acostumbras , y acusame de cobarde , Drances , ya
que tu diestra ha prosternado tantos montones de
cadáveres troyamos é ilustras á cada paso los campos
oon tus trofeos. » Quieres explorar tu valor y ardi
miento , cerca estan los enemigos que por todas
partes circundan los muros. Vamos á acometerlos í
En que te paras? Acaso el bélico denuedo estará
siempre en tu soberbia lengua y en tus fugaces
plantas T Acaso, infame, he sido yo pueslo en fuga ?
Me echará en cara el haber sido rechazado aquel
que viere al Tiber hinchado con la sangre frigia y ,
toda la estirpe de Evandro extinguida con la muer
te de Palante y destruido el ejército de los arca-
dios ? Bicias y el colosal Pándaro no asi me haa
experimentado , ni mil otros que en solo un dia
victorioso lanzé á los abismos encerrado dentro
los muros de los enemigos y circuido de sus baluar
tes. Es perniciosa á nosotros la guerra , dices,
augura esto ó insano, al caudillo de Troya y á
tus intereses : no dejes de alarmarlo todo y de
ponderar la potencia de una nacion dos veces ve»-
LIB.il.- 277
eida y de menguar el poderio del reí del Lacio.
Ahora á vista de las armas troyanas tiemblan loi
capitanes de los Mirmidones y Diomedes y Aqui-
les hijo do Larisa y el rio Aufido retrocede huyen-
do del golfo Adriático á la sazon que el infama
acusador simula temer mis denuestos y con el
miedo exaspera su acriminacion. Deja de azorarte,
esta mi mano no te arrancará esa alma tan vil:
quede contigo y permanezca en este tu pecho. Va
vuelvo á vos y á vuestra deliberacion , ó gran
Príncipe , si nuestras armas no os inspiran ya espe
ranza alguna , si tan abandonados somos , si una
sola dispersion nos ha enteramente abatido y si
ningun favor podemos esperar de la fortuna, ore
mos la paz y alarguemos nuestras inertes manos,
Mas oh ! si nos restase algun vestigio del ardor pri-
milivo... Feliz en sus trabajos y el mas egregio da
todos quien para no ver tal mengua cayó espi
rando y mordió la tierra. Si nos restan empero
fuerzas y juventud aun ilesa y ciudades y nacio*-
nes itálicas para nuestro subsidio , si los troyanos
haii comprado la victoria á costa de sangre , si
han tenido pérdidas y un estrago igual ha reinado
en todos, porque cobardes desmayamos en el primer
umbral de la guerra ? Porqué el temblor dome
ña nuestros miembros antes de sonar la bocina. El
tiempo y las difereutes coyunturas cambian feliz»
mente la faz de los negocios y la fortuna jugue—
tea volando de una á otra parte y muchas veces
levanta á los que antes abatió. No vendrá á socor
rernos el rei de los Étolos? Pero tendremos á nuestro
favor Mesapo y el afortunado Pilumnio y los cau
dillos que tantas naciones han enviado, ni poca
gloria acompañará á los escogidos del Lacio y de
los campos laurenlinos. Milita tambien por noso
tros Camila de la egrégia generacion de los Volscos
acaudillando un escuadron de caballeria y cater
vas de fúlgidas armas. Y si los troyanos á mi
solo provocan y os parece bien y tanto obsto al
interes general , no me aborrece tanto la victorij
278 L4 EFiüíDA.
que rehuse cualquiera tentativa por tamaña espe
ranza. Iré animoso contra Eneas , aunque aven
taje al grande Aquilea y lleve armas iguales fabri
cadas por Vulcano. Yo Turno igual en valor á
mis ascendientes inmolo esa vida á vosotros y al
suegro latino : á mi solo reta Eneas? Asi sea; antea
que Drances fenezca conmigo , si la ira de los dio
ses nos destinan á la muerte , ó participe de mi
gloría , si alguna se ha de adquirir con tan ardua
empresa.
Durante estos acalorados debates sobre materias
dudosas , Eneas levanta reales y mueve su ejército.
Llega presuroso al regio alcazar con grande tumul
to un mensagero y consterna la ciudad , diciendo :
que los troyanos en orden de batalla y el ejército
etrusco descienden del Tiber é inundan todas las
campiñas.
Al momento túrbanse los ánimos y agítanse
los pechos de la plebe domeñados por el furor.
Corren á las armas : la juventud despide un bélico
alarido , los senadores lloran y se lamentan hundi
dos en la tristeza : luego un horroroso clamoreo
se difunde por los aires con varios pareceres.
Como cuando una bandada de aves posa en
una selva profunda, ó cuando los roncos cisnes des
piden trinos en el rio de Padusa abundante de peces
en medio de las parleras aguas. O ciudadanos, gri
ta Turno aprovechando la ocasion, convocad con
sejo y ociosos propalad la paz , mientras los enemi
gos armados invaden nuestro reino.
Dicho esto , escurrese y rápido aléjase del pala -
cio. Tú , ó Volnso , manda á las catervas de los
Volscos que se armen : acaudilla tambien los rúlu-
los, Mesapo . Coras y Calilo desplegad por los
campos la caballeria. Unos ocupen los desfiladeros
que hay sobre el camino de Laureolo , otros de
fiendan las torres, otros militen bajo mis órdenes.
Los ciudadanos á tropel corren á los muros : el
mismo rei abandona la asamblea y sus grandes pro
yecte» y turbado por tan críticas circunstancias
LId. u. 279
difiere la deliberacion para tiempo mas oportuno y
se increpa vivamente de no haber gustoso admitido
en la ciudad y adoptado por yerno al troyano
Eneas. Unos abren fosos ante las puertas , otros
forman parapetos. Al ronco sonido de la marcial
bocina las matronas y muchachos vuelan á coronar
los muros : á todos llama la necesidad extrema.
Dirígese al templo y al supremo alcázar de Palas
con grande comitiva la reina llevando donativos y
Á su lado vá la princesa Lavinia causa de tamaña
calamidad fijando en el suelo sus bellos ojos. Siguen
las matronas y llenan el templo de humoso incien
so y desde la sublime puerta emiten dolorosas vo
ces: ó virgen Tritonia , armipotente que presides
á la guerra , rompe , claman , con tu mano las ar
mas del raptor frigio , prostérnate y perezca bajo
nuestros muros.
Turno furioso ármase para !a pugna ; ya llera
la loriga rútula escamada de bronce . las grebas
de oro y la espada : aureo resplandece y baja
corriendo del alto alcázar con la cabeza descubier
ta : se alboroza y con la esperanza ya sobrecoja
al enemigo. Cual corcel que huye de las caballeri
zas , rotas sus ataduras , libre se pasea ufano por
el campo , ó se dirige á los pastos y á los hatos
de las yeguas , ó salta corriendo hacia el rio dó
acostumbra bañarse y petulante relincha irguiendo
la cerviz, eus crines undulan por el cuello y pol
las espaldas.
Camila seguida del escuadron de los Volscos
sale á su encuentro y al pié de las mismas puer^-
tas apéase con su tropa y dice: Turno, si es
permitido confiar en el valor propio , oso de
cir , que no temo atacar la caballeria de los tro—
yauos y de los etruscos. Permite que yo em—
píezc el ataque ; tu apuesta la infanteria junto á
los muros y defiende la ciudad. Contexta Turno
fijando los ojos en la terrible princesa : ó virgen,
gloria de Italia , que gracias podré darte ? Como
recompensaré tus beneficios ? Pero ya que tu arror
la i M im.
jo es superior á todo, consiento en repartir conti
go los árduos trabajos de esta jornada. Sé, dice , y
toor los exploradores me consta, que el astuto Eneas
fia destacado un grupo de caballeria ligera para
batir los campos y que al frente del ejército él vie
ne por los montes á sorprender la ciudad. Voy á
ponerle una emboscada en el crucero de un bos
que por donde ha de pasar y ocuparé militarmente
las dos gargantas. Tú, reunidas las banderas, opon
te á la caballeria etrusca. El impetuoso Mesapo
ira contigo y tambien las catervas del Lacio y do
Tíburno : tú desempeña el cargo de un general.
Asi dice y concita á Mesapo y á sus gefes amigos
á la pelea y el mismo arremete al enemigo. En
un sinuoso giro hay un valle apto para los dolos
y bélicas asechanzas de todos lados rodeado de opa
cos árboles : allí conducen un estrecho sendero y an
gostas fauces y malignas entradas. Sobre él en una
atalaya y en la cúspide del monte hay una llanura
incógnita y un seguro asilo , ya quieras atacar por
la derecha ya por la izquierda , ó amenazar desde
las cumbres y hacer rodar enormes peñas. El joven
Turno marcha allá por conocidos trámites y ocupa
la posicion y todas aquellas ásperas alturas.
Mientras esto sucede, Diana hija de Latona
habla á Opís. una de las ninfas de su comitiva y
de su sagrada turba y saca estos acentos inspirados
por la tristeza : ó virgen , va á una guerra san
grienta y en vano se escuda con nuestras armas
"Camila mi predilecta compañera, por que este amor
no es nuevo para Diana , ni ha inclinado mi cora
zon con improvisa dulcedumbre. Métabo destronado
por la envidia y por su despotismo al salir dela an
tigua ciudad llamada Priverno huyendo por medio
de sus enemigos, llevose á su hija por compañera del
destierro y llamóla Camila de su madre Casio i la
mudada una parle del nombre. El llevándola en el
-seno trepaba las prolongadas cumbres de unas sel
vas secretas , las hostiles armas le urgian de todos
punto» y acosábanle los Volscos cercándolo de sol
lIB. xt. 281
dados. En medio de la huida , el caudaloso Ama-
seno robosaba por sus altas riberas ( lan copiosa
habia sido la llovia ! ) él queriendo nadar vése
relen ido por el amor á la niña y (eme perder su
amada cania. Por fin á duras penas toma esla
resolucion despues de haber formado mil pensa
mientos. Encierra la hija dentro la corteza de un
alcornoque , átala bien al medio de su descomunal
lanza que como guerrero empuñaba su robusta
mano , firme por sus ñudos y sólida por ser de le
fio secado y vibrandola con su colosal diestra , asi
habla al cielo : ó virgen Diana, benéfica habitado
ra de las selvas , como padre de esta niña la con
sagro á tu servicio : ella huyo del enemigo por los
aires empuñando tus dardos por primera vez: ó
Diosa, te conjuro que la recibas por tuya ahora
que la Do á los dudosos vientos. Dice , y arroja su
pica con esfuerzo, suenan las aguas , huye la mísera
Camila sobre el raudo rio en hasta rechinante.
Entonces Métabo acosado ya do mas cerca por un
grupo numeroso , échase al rio y victorioso extrae
del limo y de las yerbas su lanza y su niña consa
grada á Diana. Ni vivió en las ciudades , ni dentro
los muros , ni se hubiera fugetado á la vida civil
por sus ásperos modales : así es que pasó una vida
pastora) en las soledosas breñas. Alli entre bosques
y entre las hórridas guaridas de las selvas alimen
taba su hija con la leche de una yegua silvestre
exprimiendo sus ubres en los labios de su tierna
hija. Luego que la niña estampó sus plantas en el
suelo ; cargó sus manos en un dardo agudo y
ató el arco y las saetas á su tierno hombro. En
vez del áureo ornato de los cabellos , en vez del
manto que se extiende hasta las plantas , una piel
de tigre pende de su cabeza y de sus espaldas, Des
de entonces acostumbróse á disparar pueriles dardos
con su tierna mano y á menear la honda al derredor
de su cabeza y á prosternar las grullas y los Cándi
dos cisnes del rio Esfrinion. Muchas matronas
-etruscas en vano la pretenden por esposa de sus
282 LA RNBIDA.
hijo* ! contenta del culto único de Diana fomenta
con decoro un amor eterno á la virginidad y á las
armas. Ojalá que no estuviese herida del amor á
esa guerra en que osa lidiar contra los trov anos ;
ora fuera querida de mi y una de mi comitiva.
Ea pues, ó ninfa, ya que los crueles destinos la
apremian , desciende del cielo y dirígete al Lacio,
dó se traba una reñida lucha con adversos auspi
cios. Toma y extrae de la aljaba una vengadora
saeta : cualquiera que vulnere el cuerpo de Camila
á mi consagrado, ya fuere troyano, ya rúlulo, sea
víctima al momento de esta saeta. Yo descenderé
en una nube y llevaré á su patria las armas y el
cadáver de tan infausta guerrera , para que sea allí
sepultada.
Asi habló Diana : la ninfa deslizandose por las
sutiles auras, suena envuelta en una oscura nu
be. Entre tanto todo el ejército troyano , los cau
dillos etruscos y toda la caballeria dividida en com
pañias iguales se asoman á los muros laurentinos :
relincha por todo el campo el caballo brincador y
lucha contra sus estrechas riendas vuelto acá y á
colla : las bastas erizadas parecen una mies de
hierro y las fúlgidas armas hacen resplandecer las
campiñas.
Tambien Mesapo , los veloces latinos , Coras,
Catilo y la caballeria de Camila aparecen for
mados en batalla y retirando los brazos arrojan
lejos sus hastas, disparan dardos y arde el llegar de
los guerreros y el relinchar de los alazanes. Ya am
bos ejércitos se mantienen firmes puestos á tiro de
lanza , despiden un súbito alarido , espolean los
briosos corceles , á la vez asestan una lluvia de
dardos semejante á la nieve y cubren el cielo de
tinieblas. Al momento Tirreno y el fogoso Acónteo
eneuéntransc enristrando sus lanzas y los primeros
se atacan con ruidoso fragor y rompen los pechos de
los bridones empujándolos entre sí. Acónteo derri
bado á fuer de rayo ó de una piedra impelida con
una máquina cae á larga distancia y entrega la
LiB. «. 283
vida á los vientos. Los ejércitos latinos se conster
nan y vueltas las espaldas cúbrenlas con sus bro
queles y huyen hacia los muros. Los troyanos los
persiguen : Asilas el primero se echa encima de
ellos con sus escuadrones. Ta llegaban á las puer
tas . cuando los latinos despiden un alarido y ha
cen girar agilmente sus caballos. Huyen los troya
nos y se retiran á rienda suelta.
Como el mar cuando con el flujo y reflujo ora
vuélvese á las tierras y espumando arroja las olas
sobre los peñascos y baña las últimas arenas si—
nuándose , ora retrocede precipitado y absorve los
peñascos con el reflujo y abandona la playa des
hinchandose. Dos veces los etruscos art ojan hacia la
ciudad á los rútulos fugados ; dos veces rechazados
cejan resguardando sus hombros con los broqueles.
Mas cuando en el tercer choque mézclansc los ejér
citos y pelean mano á mano los varones , entonces
óyense los gemidos do los que sucumben y nadan
en la sangre las armas y los caballos moribundos
mezclados con los ginetes : el combato es reñido.
Orsíloco no osando embestir á Rémulo , arroja la
pica contra su caballo y le clava el hierro bajo la
oreja ; el bruto herido cabriola , se pone furioso y
derriba al gincte.
Calilo prosterna á Yolas y á Herminio grande ei»
alma y cuerpo y en tas armas , quien llevaba en
su descubierta cabeza una blonda cabellera y des
nudos los hombros, sin temer los dardos, ni las he
ridas. El hasta de Calilo lo traspasa las fornidas es
paldas y la doble herida redobla su dolor. Tor
rentes de sangre corren de una y otra parto
y el hierro arranca la vida á los combatien
tes que buscan con las heridas una muerte gloriosa.
La amazona Camila armada con la aljaba paséase
ufana en medio de los estragos y lleva un pecho
descubierto para pelear. Ya dispara continuos dar
dos , ya infatigable arrebata con la diestra una ro
busta segur : suenan en sus hombros el arco de
ero y las saetas de Diana. Ella combato huyendo
281 LA ttEftM.
Y ases1 a las saetas fugaces, si afguna tMf ha de huir:
A su lado van la virgen Larina , Tula y Tarpeia
blandiendo una acerada segur , muchachas ítalas
elegidas por la misma Camila como doncellas da
honor en la guerra y en la paz. Parecen las ama
zonas Inicias cuando siguen las márgenes del Ter—
modonle y pugnan con pintadas armas al mando
de su reina Hipólites , ó de la belicosa Pentesile»,
quien montada en su carruage acaudilla las muge—
riles catervas, quo despiden fuertes ahullidns y saU
(an de alegria armadas con broqueles en forma de
luna. O virgen belicosa , ¿quien es capaz de con
tar los que espiran á tus golpes ? Primero inmola á
Eumenio hijo de Clicio á quien con su lanza de
alielo traspasa el pecho patente. Él cae vomitando
olas de sanare y en ellas se revuelca mordiendo la
tierra. Luego derrumba á Liris y á Paaaso , al uno
mientras cayendo lira la brida del caballo , al otro
mientras vuela á su auxilio y alárgale su inerte
diestra , caen juntos precipitadamente : Amastro hi
jo de Hipotas Terco y Harpálico y üemofoonte y
Cromis sufren la misma suerte : cuantos dardos vi
bra la doncella , tantos trovanos derrumba; Omito
cazador corre desde lejos con desasadas armas mon
tado sobre un caballo de A pulla á quien una piel
de novillo cubre los anchos hombros. La grande
abertura de la garganta y las quijadas de un lobo
con sus dientes candidos cubren su cabeza y un
dardo pequeño y rústico arma su mano : él vá en
medio de las catervas y descuella con toda la ca
beza. Camila traspasa á este interceptado ; pues no
era dificil , desbaratado su escuadron , y con ánimo
hostil dicele : « pensaste , ó etrusco , cazar fieras
en las selvas ? lia llegado el dia en que una muger
con las armas venga vuestro orgullo. Sin embarga
Teferirás á las sombras de tus padres esta no pe
queña gloria, que has sido víctima de Camila. »
Inmediatamente mata á Orsíloco y á Bules dos
I royanos colosales : á Bules le hiere con el dardo
'entre la loriga y el morrion y la rodela y tras
liB. xi.. 285
pasa sa garganta : huye y dando una grande
vuelta engaña á Orsíloco y con olio giro mas bre
ve persigue al que la perseguia ardoroso. Luego al
zando el brazo descarga la hurle segur por las ar
mas y por los huesos de este guerrero que la ro
gaba y suplicaba mucho : la herida esparce su cá
lido cerebro por el rostro. Sale á su encuentro y
al verla, queda pasmado de improviso el belicoso
hijo de Auno morador del Apenino, hombre distin
guido mientras los destinos le permitian inventar
estratagemas. Viendo que no puede evadir el en
cuentro, ni rechazará la reina que lo amenaza, re
corre á sus dolos y dice : « ¿que gloria es para una
muger confiar en el robusto caballo ? Deja el veloz;
cuadrúpedo y vén a batirte conmigo de cerca en
el llano y prepárate para el certamen pedestre :
luego conocerás á quien será nociva la vanaglo
ria. » Asi dice , ella furiosa é indignada entrega el
caballo á una compañera y está á pié firme con ar
mas iguales é impávida con el acero desnudo y la
esplendorosa rodela. El joven creyéndose victorio
so con el dolo, huye sin dilacion, y fugaz se esca-
pa á rienda suelta y con el ferrado talon espolea
su corcel. « Fraudulento y orgulloso Ligur, en vano
has puesto en juego la astucia de tu patria : tu sa
gacidad no te volverá sano al doloso Auno. » Di
ce y corriendo toma la delantera al caballo y arre
batado el freno , combate de frente y vierte la san
gre de su enemigo. Con la facilidad con que el hal
con consagrado a Marte desde un alto risco persi
gue volando á una paloma sublimada hasta las nubes,
cojida la aprieta y lacera con sus corvas uñas : en
tonces la sangre y las plumas arrancadas caen por
el aire.
Jupiter sentado en su estrellado trono no vé con
indiferencia tales estragos. Escita al sangriento
combate al toscano Tarconte y conmueve su ira con
fuertes estímulos. Asi pues Tarconte entre lo* es
tragos y las huestes que cejan aguijonea su bri
don y llena de entusiasmo á los ginetes con va
•286 U knkiiu.
rias alocuciones llamando á cada uno por su nom
bre y convoca los fugitivos A la pugna.» O Tirrenos,
que nunca os dolereis bastante ! ó siempre cobar
des , grita , que temor , que pereza, tan grande do
meña vuestros ánimos ? Una muger os dispersa y
fuga vuestras catervas ? Porque empufiais el hierro
y estas inútiles armas ? Sin embargo no sois indo
lentes para los placeres, ni para las pugnas nocturnas
ó para aguardar las comilonas y los brindis de una
opípara mesa , cuando la encorvada flauta de Baco
dá la señal de las danzas : ved ahí vuestra pasion,
vuestro ardor se señala cuando un favorable anís—
pice anuncia un banquete sagrado y la opima víc
tima os invita al fondo de los bosques. Dicho esto,
espolea su corcel y hollando la muerte se arroja en
medio de los enemigos y transportado de furor co
ge á Yenulo , le abraza , le estrecha , le arranca
del caballo y lo arrebata hacia su seno. Levántase
un alarido hasta el cielo y todos los latinos vuel
ven los ojos : el ardoroso Tarconte vuela por el
campo llevando á Vénulo armado : luego arranca
el hierro de su hasta y busca una parte descubier
ta para herirle mortalmente. Él resistiéndose aparta
de su garganta la diestra de Tarconte y repelo la
violencia con la violencia.
Y como el águila alzando el vuelo lleva una
sierpe entre sus pies y ásela con sus uñas ; ella he
rida se enrosca y eriza las escamas y se empina y
silva ; el águila con su corvo pico la despedaza por
mas que se resista y juntamente vuela ; asi Tarcon
te ufano lleva la presa del escuadron Tiburtino.
Los etruscos embisten concitados por el ejemplo y
proeza de su caudillo.
Arunte destinado á morir corre en torno da
Camila con una saeta y con mucha astucia ex
plora la ocasion de sorprenderla. Sigue por to
do á la fogosa virgen ya al frente de su escuadron
ataque la caballeria hostil , ya regrese victoriosa,
el joven no la pierde de vista y astuto enristra su
lanza y estudia el momento favorable para ano—
liB. II. 287
jarla ' con seguridad y sin ser visto. Cloreo con
sagrado á Cybeles y en otro tiempo su sacer
dote resplandecia de lejos insigne por sus armas
frigias y aguijaba un espumoso alazan cubierto de
una piel guarnecida de doradas escamas da
bronce en forma de plumat. Él vistoso por su man
to de púrpura peregrina vibraba con el arco licio
saetas de Creta : el dorado arco sonaba en sus
hombros y llevaba este vate un áureo yelmo :
ademas una clámide de lino azafranado con un
broche de oro fúlgido y con sonantes pliegues, una
túnica bordada y unos botines frigios. La reina ó
para fijar en los templos las armas trovarías ó para
lucir con los áureos despojos del cautivo en la ca
za, ciega persigue á este con preferencia á todos
los demas enemigos é imprudente arde por todo
el ejército en mugeril deseo de la presa y de los
despojos. Arunte no dejando escapar la ocasion,
vibra insidiosamente un dardo y ora á los dioses
diciendo : ó Apolo que proteges al sacro Soracte á
quien principalmente veneramos , en honor del
cual encendemos leños de pino y nuestros sa
cerdotes sin temor huellan las ascuas ardientes,.
concede , padre poderoso , que borre esa men
gua de nuestras armas. No pido despojos ó trofeos
de la vencida doncella : los demas hechos me cu
brirán de gloria , volveré gustoso á mi patria, aun
que no adquiera honor , con tal que acabe con este
monstruo pestífero.»
Apolo oyólo y le concedió el cumplimiento de
una parte de su voto y disipó la otra por el aura
leve. Otorgóle el dar una muerte improvisa á Ca
mila turbada ; mas no regresar á su noble patria
y las nubes esparcieron la voz por los vientos. Al
disparar su lanza, los escuadrones la oyen silvar y
convierten sus ánimos y todos los Volscos fijan sus
miradas en la reina. Esta no percibe el rechinamien
to del dardo hasta que se clava bajo su pecho des
cubierto y bebe su virgínea sangre. Sus compañe
ras corren presurosas y sostienen á su moribunda
288 LA ENEIDA.
princesa : Arante mas atónito qne los otros -boye
acompañado del gozo y del temer. Ya no osa mas
fiarse en su lanza . ni oponerse á las armas de la
virgen. Y cual lobo que , habiendo muerto un gran
de novillo, al pensar en su audaz hecho, se escon
de en los elevados montes, antes que le alcancen
los dardos hostiles y meneando su li émula cola la
esconde bajo del útero y se interna en las selvas;
tal Arunle turbado se escabulle y gozoso por haber
escapado métese en medio de los soldados. Ella
muriendo arranca el dardo . mas la punta de hierro
queda junto á las costillas hondamente clavada
entre los huesos. Cae pálida , cierra sus ojos helados
por la muerte, huye el carmín de sus mejillas.
Antes de espirar dice á la mas fiel de sus com
pañeras á quieD comunicaba todos sus secretos :
Aca hermana , pude hasta ahora luchar, la cruel
herida me acaba y extiende á mi derredor un negro
velo. Huyo y lleva á Turno estos postrimeros avisos:
dilo que me reemplaze en la pe'.ea y aleje de la
ciudad á los troyanos. Por fin , salud. Dice y deja
las riendas cayendo á pesar suyo : los Crios de la
muerte cunden por todo su cuerpo , reclina el cue
llo, suelta las armas, y su alma doliéndose con ge
midos parte al imperio de las sombras. Un grande
alarido hiere los dorados astros : encrudécese la
batalla con la muerto de Camila. Acometen en ma
sa todos los troyanos y los gefes etruscos y las alas
del Arcadio Evandro.
Opis exploradora de Diana está largo tiempo
sentada en la cumbre de un alto monte é inmovil
observa la batalla y al ver á Camila fenecida en
medio de los Volscos que gemian desesperados,
suspira y del íntimo del pecho emite estas
palabras : ó virgen , demasiado cruel es el su
plicio que has llevado , por haberte atrevido
á lidiar contra los troyanos , en vano has venera
do á Diana en las desiertas breñas y llevado en
los hombros nuestras aljabas. Sin embargo lu diosa
no te abandona en el trance postrero, ella quiero
LIB. xi. 289
que ta muerte celebrada en todas las nociones tea
vengada sin esplendor. Pronto será inmolado quieu
te ha muerto.
Al pié de un escelso monte habla el grandioso
sepulcro de Derceno antiguo rei de Laurento bajo
un monton de tierra cubierto de umbrosas encinas.
La bella ninfa llega allí con raudo vuelo y desde
aquella altara divisa á Arunte fúlgido con sus ar
mas y en vano engreído y le dice : porqué te des
vias T Ven aca , ven á morir ; ven á recibir la
recompensa que mereces por la muerte de Camila.
Por Ventura ha de caberte el honor de morir con
In saeta de Diana ? Dice y como amazona tracia
saca de la aljaba una veloz saeta : arma el arco,
le asesta y le dispara.
Luego Arunte percibe el rechinar de la saeta
y el sonido del aire y el hierro clávase en su cuer
po. Los compañeros sin advertirlo déjanle en el
ignoto polvo espirando y lanzando los postreros
gemidos. Opis con sus alas se remonta al Olimpo.
La caballería ligera de Camila huye ante todos
habiendo perdido la reina. Los rótulos turbados
huyen , huye el fuerte Atinas y los caudillos disi -
pados y las haces deshechas buscan lugares seguros
y corren hacia los muros girando sus caballos. No
pueden resistir á los tróvanos que les hostigan es
parciendo la muerte y huyen llevando en sus tré
mulos hombros los arcos aflojados y los caballos
Corriendo baten el polvoroso campo. Llega hasta
los muros una negra polvareda y las matronas
golpeando sus pechos desde las atalayas levantan
hasta los astros sus tristes alaridos. Los que llegan
primero á las puertas no cerradas se ven oprimidos
por la turba hostil que se echa encima con su
escuadron : ni evitan la funesta muerte , en el mis
mo umbral , en los muros patrios y dentro sus ho
gares espiran transidos. Unos cierran las puertas
sin atreverse á franquear la entrada á los amigos
que piden ser admitidos dentro de los muros y ori
gínase un funesto estrago de los que protegen las
»9
290 LA E.NEIIH.
entradas y de los que so arrojan sobre las armas.
De tos excluidos uuoi caen, qu los fosos , acosados
por los enemigos á vista do sus padres que derra
man ligrimas , otros guiados por la desesperacion
empujan con furor los caballos y porfían, en rom
per las barradas puertas. En tan fiero trance las
matronas mismas animadas por el ejemplo de CtmU
ta é instigadas por el verdadero amor á la patria,
presurosas desde los muros arrojan dardos y se ar
man de palos endurecidos con el fuego y desean
las primeras morir en defensa de los muros.
Entre tanto Turno en las selvas recibe de Acá
la fatal noticia de aquel tumulto, de la derrota de
los Volscos , d« la amenaza de los enemigos qua
con el favor de Marte todo lo talaban y del pavor
que domeñaba toda la ciudad.
Furioso abandona por inspiracion de Javo
las colinas ocupadas y las breñosas, selvas. Ape
nas habia salido de la emboscada y pisaba los,
campos , cuando Eneas penetra en los desfiladeros*
atraviesa el eollado y deja la opaca selva. Asi arn—.
bos presurosos corren con toda furia, hacia los mu
res á corta distancia el uno del otro : Eneas di vis»
de lejos los polvorosos campos y el ejército lamen-
tino ; Turno reconoce á su denodado rival y per
cibe la marcha de su infanteria y el relincho de
los caballos. Al momento volvieran á batirse si el
rosado Febo no lavase ya en el mar de Iberia sus
lases .caballos permitiendo que la noche tomase
sos pasos al dia. Ambos descansan en sus realas
ante la ciudad y ciñen los muros.
as -

LIBRO DUODECIMO.

Consternados los latinos , Turno te resuelve i pelear


cuerpo a cuerpo con Eneas . pero la ninfa J-ntnrua
por instigacion de Juno lo deshace todo : levántase
un tumulto en que es herido Eneas por querer apa
ciguarle, mueren muchos trovanos, mas curad»
Eneas milagrosamente por Venus vuelve en busca do
Turno y no encontrándole, pega fuego á la ciudad da
¿.aiirento , muere desesperada la reina Amata , vuel
ve Turno al combate con Eneas que le ronca y qui
ta la vida.

Viendo Turno que los latinos desmayados por


sus derrotas reclaman ya el cumplimiento de sus '
promesas y que todos dirigen á él solo las miradas,
lejos de abatirse se encoleriza y alienta. Cual leon
africano que herido del pecho por el venatorio ban
do , hace ostentacion de sus fuerzas y se alboroza
agitando su melena é impávido rompe el venablo y
ruje con boca sangrienta : tal parece Turno avi
vando la llama del furor. Habla luego al rei latino
y empieza turbulento : « no hay dilacion en Turno,
no hay porque los cobardes troyanos retracten su
palabra y rehusen cumplir el concierto. «Voy á- li
diar : ofrece sacrificios , ó Padre , y haz la alianza.
O esa diestra lanzará á los abismos al troyano pró
fugo del Asia y solo rebatiré con la espada la que
rella comun ( los latinos sean meros espectadores )
ó él nos domeñará vencidos y Lavinia lo dará la
mano. » • j
292 U ENEIDA.
El rei conlexta con serenidad : « ó jóven mag
nánimo, cuanto mas braro eres, tanto mas debo in
teresarme por tí y atender á lodos los peligros que
te rodean. Tienes el reino de tu padre Dauno y
muchas ciudades expugnadas por tu brazo : yo to
amo y tengo tesoros á tu disposicion : no faltan
doncellas nobles en el Lacio y en los pueblos lau-
renlinos. Permite que te hable sin lisonja y prés
tame atencion. « No podia enlazar mi hija con al
guno de los primitivos amantes y lodos los dioses
y sagrados intérpretes me lo prohibian. Vencido
por el amor que te profeso y por - los lazos do la
sangre y por .las lágrimas de mi triste esposa, rom
pí lodos los vínculos ; arrebaté mi hija á Eneas á
quien la habia ofrecido y emprendi una guerra im
pia. Desde entonces ves , ó Turno , las calamidades
y* las guerras que me persiguen y los trabajos que
tú mismo padeces: habiendo perdido dos grandes ba
tallas , apenas defendemos con esta ciudad la es
peranza de Italia : el .Tibor humea todavia con
nuestra sangre y nuestros huesos blanquecen las
vastas campiñas. ¿ Porque tantas veces he de va
cilar y ser el juguete de una loca inconstancia ? Si
estoy "apercibido á trabar alianza con los troya-
nos", muerto Turno, no seria mejor terminar la
guerra viviendo él? ¿Que dirán los rútulos mis
deudos? ¿Que dirá el reslo de la Italia si ( lo que
no quieran los dioses ) siendo deudo mio . te ex
pongo á la muerte por pretender á mi hija ? Con
sidera los vaivenes de la guerra , compadécete de
ta canoso padre á quien ya triste separa lejos de
nosotros Ardea tu patria. »
Este discurso lejos de calmar la violencia de
Turno , la acrecienta y exaspera mas. Así que puede
hablar empieza diciendo : « yo os conjuro , ó bon
doso Monarca , que depongais esta solicitud y me
dejeis arrostrar una muerte gloriosa. Tambien noso
tros . ó Padre , sabemos arrojar dardos y esgrimir
el acero y corro La sangre de las heridas que hace
mos. No siempre estará á su lado su madre Venus
LIB. xii. 293
pdra cubrirle con una niebla mugeril huyendo y para
esconderse ella misma en la vana oscuridad. La rei
na derrama lágrimas azorada de la nueva pugna
que se prepara y á punto de espirar retiene al yer->
no irritado : Turno, dice, por estas lágrimas y por el
respeto qué me tienes te conjuro que no midas luá
armas con las de Eneas. Tú eres la única esperanza
de mí senectud , mi consuelo en los quebrantos , la
gloria de este imperio , el heredero de mi esposo y
el único apoyo de esta corte deleznable. Tu suerte-
en la pugna será mia , ó Torno , si pereces, al mo
mento dejaré esa luz odiosa , ni veré cautiva á
Eneas en calidad de yerno.»
Lavinia bañados sus ojos en llanto pereibe loá
acentos de su madre , el rubor colora sus mejillas,
on fuego secreto circula por sus venas. Su rostro
parece un marfil embellecido con el color de púr
pura;, aun ramillete de rosas y de lirios. El amor
enagena á Turno y la joven atrae sus miradas. Es^-
to le entusiasma para la lid y dice brevemente á
Amata : dejad , 6 Madre , dejad de arredrarme cori
vuestras lágrimas , y con tan- infausto augurio, pacs
estoy decidido a batirme arrostrando todos los pe
ligros del combate , ni me es libre diferir la muer
te, rdmon , parte y Heva al rei de los troyanos es
ta mi resolucion queno le placerá : » dile que ma-
fiana al rayar la Aurora se abstenga de atacar át
tos rútulos , que las tropas de ambos partidos des
cansarán , que nuestra sangre terminará la guerra,
y que la mano de Lavinia será disputada en el
campo de batalla. » A estos acentos se retira brus
camente á su morada , demanda su carro y sus
bridones y se huelga viendo su ardor : eran mas
ligeros que el viento , roas Cándidos que la nievo do-
la raza de aquellos que Oritia regaló en otro tiem—-
po al rei Pilumno. Sus conductores presurosos los
rodean y halagan con las manos sus pechos, y pei
nan sus crines. Cubre luego sus hombros- con una-
loriga recamada de oro y de cándido oricalco : aco
módase la espada y el broquel y el almete de ro—
3y* LJt I9IU1.
jos penachos , aquella espada «pie fabricó Vulcano
para Dauno su padre y la templó en las aguas esti—
gias. Toma una gruesa lanza arrimada á una coluna
en medio de su palacio , despojo del aurunco Actor,
y la blandea vociferando : « tú que has sido fiel
siempre á mis votos , secunda ahora el esfuerzo de
mi brazo : llevóte en otro tiempo el famoso Actor,
hoy te empuña la diestra de Turno penetra la co
raza de ese frigio afeminado , haz que le postre y
que afee con el polvo sus cabellos rizados con el
cálido hierro y empapados en mirra. »
Tal es el frenesí de Turno , su rostro centellea
y llamas de fuego salen de sus ojos. Cual novillo
que lanza terríficos mugidos incitandose al combate
y despierta su corage golpeando un árbol con las
astas y desafía los vientos con sus golpes y hace
Talar la arena.
Eneas terrible por la armadura materna prepá-
raso tambien á la pelea y suscita su ardimiento
belicoso holgandose de que se dirima la guerra
con el desafio propuesto. Consuela á sus amigos
y al tímido y triste Ascanio , manifestándoles los
destinos y manda llevar al rei latino una respuesta
determinada y proponer condiciones de paz.
Apenas el naciente dia doraba las cumbres de
jos montes , apenas los caballos del sol empezaban
á salir del profundo piélago soplando la luz con sus
anchas narices ; cuando losrútulosy troyanos seña
laron de consuno el lugar en que debian batirse los
dos príncipes junto á los muros laurentinos , levan
tan en medio del campo altares de céspedes y ho
gueras en honor de las divinidades de ambas nacio
nes : los sacerdotes , ceñida la cabeza con un velo
de lino y coronados de verbena, llevan agua y fue
go para el sacrificio.
Luego sale el ejército de los ítalos y los escuadrones
fon sus picas llenan las puertas : los troyanos y etrus-
«os con variedad.de armas dejan sus reales , arma
do* como si «1 erado Marte los Uauiaee á la lid otta
lie. nr. 295
vez. Los caudillos espléndido* por el oro y por la
púrpura corren en medio de las Tilas Mnesteo hijo
de Asáraco , el generoso Asilas Mesapo domador de
caballos prolede Neptuno. Al sonido de la trom
peta se retira cada uno á su puesto , todos fijan
en el suelo sus lanzas y deponen sus adargas. Las
numeres llevadas de la curiosidad : los caducos an
cianos y el inerme pueblo llenan las torres y las
nzoleas de las casas : otros se encaraman en las
alias puertas.
Juno de la cumbre del monte que ahora se lla
ma Albano ( no tenia entonces nombre , ni ho
nor , ni fama ) observaba el campo y los dos
ejércitos y la ciudad del rei latino. Al momento
'dice á Juturna que preside a los estanques y sono
rosos rios pues asi recompensó sus favores Júpiter
monarca del Olimpo : ninfa gloria de los ríos que
rida de mi corazón , tú sabes que siempre le he
distinguido entre las ninfas do este pais que subie
ron al tálamo del ingrato esposo y he consentida
en que fueses elevada al rango de las deidades.
Escucha una nueva fatal para ti , pero no me la
imputes. En cuanto la fortuna lo ha permitido y
las parcas no se oponian á la prosperidad del La
cio , he protegido á Turno y á tu ciudad : ora co
nozco que va á luchar con aciagos auspicios y se
a 'prca el dia fatal en que será víctima de un brazo
hostil. Yo no puedo ver sin horror el tratado que
vá á concluirse y la pugna que le seguirá. Si i pue
des servir á tu hermano , osa emprenderlo : te está
decoroso , quizas la tentativa será feliz y cesarán,
nuestras desventuras.
Apenas hubo hablado , cuando Juturna derramó
nn torrente de lágrimas y golpeó su hermoso pecho
nna y mil veces. No es tiempo de llorar , prosiguió
Juno , sino de salvar un hermano , si es posible :
no hay que perder tiempo ; rompe este funesto tra
tado y haz que la guerra continúe : Juno te lo
aconseja. Dicho esto , deja á la Ninfa sumergida en
4a incerlklumbre , en la turbacion y en el dolor.
996 La Kttuttt.
Entro tanto salen los reyes : el latino con granr
de aparato montado sobre una cuadriga con la
frente ceñida de una rutilante corona de oro de
doce ra) os , ornamento del sol su ascendiente :
Turno vá montado sobre un coche tirado por dos
candidos corceles empuñando dos dardos guarneci
dos de un ancho hierro. Eneas padre de los ro
manos se adelanta hacia el mismo paraje con la
divina armadura acompañado de su hijo As-
canio, segundo troncó de la grande estirpe roma
na. Asi que llegan al medio del campo, el
gran sacerdote con la blanca vestidura hace avan
zar las víctimas , á saber, un marranillo y. una
ovejila y las coloca ante las aras encendidas. En
tonces los saciilicadores vueltos hacia el oriento
esparcen la mola y con la espada corlan las
altas cerdas de las víctimas y hacen libaciones so
bre las aras. Eneas desenvaina el acero y vuelto
al oriente dice : Sol, y tú, Italia, que tantos trabajos
me cuestas , Padre de los dioses , hija de Saturno,
ya mas propicia , te lo conjuro , inclito Mavorte
dios de los combates , ciudadanos del Olimpo , dio
ses de las fuentes y de los ríos , divinidades del
mar, os invoco á todos y os pongo por testigos
de mi juramento: si Turno es vencedor, mar—
«-haremos (romo es justo) á la ciudad de Evandro ;
Julo saldra de estos campos y los troyanos no guer
rearán mas contra los latinos ; mas si Marte me
es propicio y me dá la victoria ( como lo espero
y ojalá que los dioses secunden esta esperanza ) no
exijo la obediencia de los ítalos ni me arrogo su
imperio : ambas naciones belicosas celebren una
eterna alianza sometidas á las mismas leyes , les
daré mis dioses y mi religion , mi suegro árbitro
de los negocios de la guerra prosiga gobernando
con soberano imperio á sus pueblos ; los troyanos
me construirán una ciudad y Lavinia la dará
nombre.
Tal fué el juramento de Eneas: el reí de los
latinos levantando «I cielo ims ojes y su diestra,
LID. XH. 297
dice : ó Eneas, juro lo mismo por los asiros, por
la mar , por la tierra , por los dos hijos de Latona,
por el bifronte Jano , por los dioses del Averno y
por los sagrarios del ceñudo Pluton. Oigame Júpi -
ter que con él rayo sanciona los tratados. Yo toco
estas aras y los fuegos que hay en medio de ellas y
atestiguo á los dioses que los ítalos nunca violarán
esta paz : en todo evento serán fieles á este tratado
y nada trocará mi resolucion ; aunque la mar
inundase la tierra y el cielo se hundiera en los
abismos del tartaro ; subsistiria mi palabra. Ella es
tan infalible como es cierto , que este cetro ( pues
casualmente le empuñaba con su diestra ) nunca so
revivirá de ramas ni de hojas habiendo sido ya
separado del árbol que le produjo y despojado por
el hierro de su follaje y de sus ramas y por la
mano de un artífice ornado de brillante metal y
entregado por cetro á los reyes latinos.
Así fué jurada solemnemente la alianza entre
los dos reyes, en presencia de los caudillos. Luego
segun costumbre deguellan las víctimas destinadas
á la llama y arrancan sus entrañas aun palpitantes
y cubren los altares de ofrendas.
El combate parecia desigual á los rótulos ya de
mucho tiempo y sus ánimos se agitaban con varios
movimientos : al ver de mas cerca que las fuerzas de
los dos rivales son desiguales, crece la agitacion.
Turno pensativo, cabizbajo, humilde, livido y páli
do acaba de conmover los corazones de los rútulos
asomándose con toda veneracion al altar y los
interesa mas á favor suyo. Viendo Juturna que es
ta idea se robustecia y que el vacilante pueblo iba
perdiendo la confianza , mézclase entre los soldados
bajo la figura de Camertes, guerrero insigne por su
alto nacimiento, por las hazañas de su padre y por
fia valor personal. Habiendo sembrado en el ejér
cito diversos rumores , dice : rútulos, no os correis
de ver un varon solo arriesgando su vida por todos,
siendo tantos como somos? Nuestro ejército es
aeaso mas débil que el enemigo? Veis todas sus'
293 , i.a KMnoi.
Tuerzas : reunidos citan aqui los teucros , los arca-
dios y este miserable puñado de Etruscos : apenas
hay uno contra dos de los nuestros. Turno en ver
dad con la fama subirá á los dioses á coyas aras se
consagra é inmortal correrá de boca en boca ; no
sotros, frios espectadores del combate, perdida la
patria , tendremos que sujetarnos á unos dueños
feroces.
Este discurso hizo una viva impresion en las
tropas : crece la turbacion y el murmullo circula
por las filas. Los mismos laurentinos y latinos que
confiaban ya en la paz y en la salvacion del esta
do , ahora quieren batallar y exigen la disolucion
del tratado apiadándose de la inicua suerte de Tur
no. A esto añade Juturna otro empuje mayor con
un prodigio muy oportuno para turbar y fasci
nar á los ítalos. Mientras una águila volando por
la region etérea perseguia una bandada do aves
aquátiles que balian con estrépito sus alas ; de re
pente lanzandose á las aguas arrebata avidamente
un eximio cisne con sus corvas uñas. Aliéntanse
los ítalos y todas las aves ( espectáculo admirable)
vuelven caras gorgeando , cubren el aire con sus
alas y formando como una densa nube acosan al
enemigo por el aire hasta que cediendo vencido
por la violencia de ellas y por el mismo peso del
cisne , suelta la presa sobre el rio y huye á escon
derse entre las nubes. Veneran los rútulos el pro
digio con aclamaciones y despliegan sus manos y
el agorero Tulumnio dice el primero: esto, esto
era lo que muchas veces pedi con votos : admito
el auspicio y reconozco á los dioses ; yo , - yo os
aconsejo que empuñeis el hierro , ó rútulos, á quie
nes este odioso estrangero atierra con las armas,
como imbéciles aves y á la violencia devasta
vuestras riberas : él huirá á vela tendida : concor
des reunid los escuadrones y defended batallando
al príncipe que nos quieren arrebatar.
Oice y avanzando enristra una lanza contra los
enemigos que tiene á la vista : ella rechina y cor
liB. xii. 299
tera divide el aire ; al mismo tiempo levántase un
grande alarido , pertúrbanse las filas ordenadas y
el tumulto enardece los ánimos. Hallándose en
frente por casualidad nueve gallardos hermanos á
quienes una fiel esposa tirrena habia alumbrado á
Gylipo arcadio , el basta volando traspasa las cos
tillas de ano de ellos por donde las dos extremida
des del talabarte estaban unidas con un broche y
prosterna en la roja arena aquel jóven deslumbrante
por su gentileza y por el brillo de su armadura.
Sus hermanos, falange animosa y dolorida, nnos
desenvainan los aceros , otros cojen armas arroja
dizas y acometen á ciegas : contra ellos se arrojan
los escuadrones laurenlinos , luego embisten otra
vez en gran número los trovanos , los etruscos y
los árcades con pintadas armas. Otra vez domeña á
todos el mismo anhelo por la pelea. Despojan los
altares, se esparce por todo el aire una confusa
nube de dardos y amenaza una lluvia de hierro,
arrojan las copas y los fuegos. El mismo rei latino
huye llevándose los dioses desairados por la viola
cion del tratado ; otros atan á los carros sus caba
llos ó de un brinco montan á sus corceles y ame
nazan con las espadas desnudas.
Mesapo deseoso de romper el concierto mon
tado se dirige contra Aulestes rei etrusco que lle
vaba las reales insignias y le sorprende : él reti
rándose cae de reves dando en las aras de cabeza
y de hombros , corre con su pica el ardiente Mesa-
sapo y desde su alto caballo hiérele gravemente
con su basta descomunal despreciando sus plegarias,
y dice : «ha recibido ya el golpe : esta víctima es
mas acepta á los grandes dioses que las otras ofre
cidas. Corren los ítalos y despojan sus miembros
cálidos todavia. »
Corineo arrebata del ara un tizon medio que
mado y corriendo arrójale ardiente en el rostro de
E-buso, que venia á atacarlo y á darle una herida :
su poblada barba enciéndese y despide hedor. Co
rineo echándose encima , coge con la izquierda ta
300 LA KNtlftA.
cabellera del enemigo turbado y cargando «obre el
la rodilla , le postra y dale una estocada.
Podalirio persiguiendo espada en mano á Also
pastor que en la vanguardia huia entre las armas
le acosa , él, retirada la segur, corta de por medio
la barba y la frente del opuesto enemigo y espar--
ce el cérebro por toda su armadura : el acerbo
descanso y el sueño férreo le embargan los ojos y
los cierran para una noche cierna.
Mas el piadoso Eneas con la cabeza descubier
ta tendia su diestra inerme y clamaba á los suyos:
« ¿ á dó os despeñais ? ¿ A que viene esa repentina
discordia ? ¡ Oh ! reprimid las iras : ya está hecha
la alianza y establecidas todas las condiciones, á mi
solo es lícita la pugna , dejadme lidiar y deponed el
miedo : yo haré firmes los tratados con mi brazo :
estos sacrificios son garantes de la palabra de Turno.»
Entre estos acentos y exclamaciones una saeta re
chinando con sus alas llega hasta Eneas: no cons
ta quien la arrojó, ni con que ímpetu, ni quien di»
ú los rútulos tan grande gloria , si la suerte ó al
guna deidad : la fama de tan ilustre hecho quedó
sepultada y nadie se glorió de haber herido á Eneas.
Viendo Turno que el héroe se retiraba del ejér
cito y que sus gefes estaban turbados, férvido arde
en súbita esperanza : pide caballos y armas y ani
moso sube de un salto á su carruage y toma las
riendas : corriendo mata muchos guerreros valero
sos , vuelca muchos medio muertos ó con su carro
huella los escuadrones ó vibra contra los fugitivos
los dardos arrebatados. Cual Marte sanguinoso cuan'
do junto á las corrientes del frígido Ebro enfure
cido hace resonar el broquel y suscitando guerras
espolea sus indómitos caballos : ellos por las vastas
llanuras corren mas que el céfiro y los austros : la
remota Tracia se estremece con el batir de' sus
alazanes voladores : el pálido terror , la ardiente
cólera y la peligrosa estratagema siguen su- carroza
y forman su escolta ; tal en medio del combate
Turno ufano empuja sus caballos que humean, da
uB. xii. 301
sudor , insulla sin piedad á los enemigos prosterna
dos y los pies de sus corceles esparcen la sangre
mezclada con el polvo.
Va han sido víctimas do su brazo Eslénalo. Tá-
maris y Folo : éste muerto de lejos, aquellos de
cerca ; de lejos mata tambien dos hijos de ímbraso
Glauco y Lades educados en Licia por su mismo
padre , quien (lióles armas iguales y les enseñó á
combatir de cerca y á correr con su caballo mas
rápidos que los vientos.
En otra parte distinguese en medio de los com
bates Eumedes, ilustre hijo del famoso Dolon : tie
ne el nombre de su abuelo y la habilidad del pa
dre quien en otro tiempo para explorar los reales
griegos osó demandar en recompensa los caballos de
Aquiles. Diomedes remunerd de otra suerte su he
roísmo y le hizo perder por siempre el deseo de
poseer los corceles del gefe de los griegos. Al verle
Turno fuera de las lilas , le arroja un ligero dardo,
hiérele, para sus corceles , corre, le alcanza, aprie
ta el pié sobre su cuello , le arranca su fulgente
espada, la sumerge en su garganta y dice : « ea, va-
ron troyano , mide tendido los campos y la Italia
que pretendias conquistar guerreando : tales pre
mios reservo á los que osan provocarme con el
hierro : asi construyen las ciudades. » Mata á Butes
con un dardo : igual suerte sufren Cloreo , Sibaris,
Pares , Tersíloco y Timetes que habia caido de la
cerviz de un falso bridon. Cual Bóreas que esca
pando de Tracia bate con furor sus alas por el mar
Egeo , empuja las olas y ahuyenta los nublados ;
tal parece Turno fugando los escuadrones y rompien
do las enemigas haces : corre impetuoso y el aura
mece su penacho flotante. Fegeo no sufre sus ame
nazas y su furor. Se opone al carruage y con la
diestra tuerce las cabezas de los briosos alazanes,
que espumaban tascando «I freno. Mientras es ar
rastrado y pende de las riendas , Turno con su
lanza penetra su doble loriga . y rasga la superficie
de su cuerpo. Fegoo abroquelado le amenaza con
302 Li IKEID1.
el acero y clama socorro ; mas el carro impetuoso
le derrumba : Tumo 1» persigue , le corta la cabe
za y deja el tronco en la arena.
Durante los estragos que Turno hace pos los
campos, Mnesteo, el fiel Acates y Asean ¡o , acom
pañan á tos reales á Eneas ensangrentado , quien*
afirma sus pasos coi) so larga pica. Irrítase y por
fía en arrancar la punta del dardo quebrándole y-
pide el modo de curarle mas pronto , que abran la
herida con la ancha espada y descubran el honda
escondrijo del dardo y le pongan luego en estado
de combatir. Ya llega Yapis hijo de Yaso predilec
to- de Apolo . quien en otro tiempo gustoso le co
municó sus artes y sus dones ; la ciencia augura!,
la música y las veloces saetas. Él para prolongar-
la vida á su padre desahuciado quiso mas: saber las-
virtudes de las yerbas y el uso de fa) medicina ; la
que prefirió á las artes mas brillantes. Eneas esta
ba en pié sufriendo los' mas vivos- dolores apoyado-
sobre su pica descomunal sin inmutarse por las lá
grimas de los muchos amigos que le rodeaban , ni
por los gemiitos de Ascanio que estaba á su lado. >
El anciano Yapis , retorcido su manto á fuer de
médico , en vano compene á toda prisa muchos me
dicamentos con virtuosas yerbas de Febo y con
mueve el dardo con su mano y coge el hierro con
la tenaza. La- operacion no surte efecto : Apolo au- -
tor de la medicina no le subviene ; sin embargo
en- los campos crece mas y mas el fiero horror y el
peligro es mas vecino. Ya vén todo el aire cubier
to de polvo : asómunse los ginetes de Turno y en
medio de los reales cae una lluvia de saetas ; le- -
vántase al cielo un triste alarido de los jóvenes •
que luchan y fenecen en el rudo choque.
Venus compadecida del injusto dolor del hijo, co
ge del Ida cretense el dictamo planta de velludas
hojas que hace las flores purpúreas , no descono- -
« ida de las cabras monteses cuando llevan las lige
ras saetas clavadas en la espalda. Venus envuelta -
ími una opaca nube lleva el dictamo , echale en ,
fcW- xii- 303
les fulgentes vasos en que Yapis tenia varias yerbas
en infusion y mezcla la salutíferá ambrosia y la
fragante panacea. El anciano Yapis sin saberla íava,
la herida con aquella agua y al momento huye- e)
dolor del cuerpo de Eneas, la sangre se restaña,
la saeta sale sin ninguna violencia y el héroe co
bra todo su vigor. Apresuraos , traed armas á vues
tro príncipe, en que os parais?
Asi clama Yapis y el primero inspira ardor
marcial á los concurrentes añadiendo : esto no ea
obra humana , ni propia de la industria de los
médicos , ni te vuelve la sajud mi mauo , ó Eneas,
un dios mas potente obra esta curacion y te envia
á mayores lauros.
Eneas ávido de lidiar pénese las grebas de oro.
no puede sufrir dilacion , blandea su lanza, embra
za el escudo , viste la loriga , abraza á Ascam»
con las armas puestas á su derredor , besa al
traves del yelmo sus labios , y dice : ó muchacho
aprende de mi el desprecio de los peligros y el
sufrimiento de los reveses de la fortuna : otros te
enseñarán el goce de sus favores : á tí defiende mi
brazo : tú cogeras el fruto de mis trabajos. Cuando
seas provecto , acuérdate , hijo mio, de cuanto hoy
bago por tí : los ejemplos de tu padre y de tu,
tio Hector te alienten en el camino de la virtud y.
de la gloria y nunca olvides las hazañas de tus
mayores.
Dice y sale de lás puertas erguido blandiendo
una gruesa lanza : salen tambien con mucha tro
pa Anteo , Mnesteo y todo el ejército deja á
toda prisa los reales. Levántase una densa pol
vareda y tiembla la tierra con el pisoteo , Turno
desde una colina opuesta los vió venir , los vieron
les latinos y un helado temblor penetró lo íntimo
de sus huesos. Juturna ante todos los latinos per
cibió y reconoció el sonido y huyó azorada. Eneas
vuela y lleva en pos de si un apiñado escuadron
par el espacioso campo. Cual torbellino cuando en
una recia tempestad se arroja á las tierras por nía- ,
304 LA ENEIDA.
dio del mar , ay ! los míseros agrícolas se horrori
zan previendo la calamidad que amenaza á los
árboles y el estrago á la mies y la destruccion ds
todo : vuelan ante él los vientos y llevan el so
nido á las riberas-, tal el adalid frigio impele el
ejército contra sus enemigos: sus guerreros se
aglomeran cerrando las filas. Timbreo ataca con la
espada al grave Osiris, Mnesteo deguella á Arque—
fio , Acates á Epulon y Gias á Ufente. Cao el céle
bre agorero Tolumnio que arrojó ante lodos su
lanza contra los trovanos. Hiere al cielo un alari
do : los rútulos á su vez huyen y hacen volar el
polvo en todas direcciones. Eneas no se digna matar
los fugitivos , ni los que se ofrecen á su encuen
tro , ni persigue los que de lejos asestan dardos: so
lo corre en busca de Turno al traves de la polvare
da : á este solo reta. Juturna azorada arroja entre
las riendas á Melisco cochero de Turno y le aban
dona lejos del timon , pénese en su lugar y con
las manos rige las riendas y remeda en todo á Melis
co , en la voz , en la forma y en las armas,
Cual negia golondrina que vuela por los atrios
de un grandioso palacio buscando alimentos para
sus hijuelos que la llaman desde su nido y ora
chirrea en los dilatados pórticos, ora por las orillas
de los rios y de los estanques ; tal parece Juturna
conduciendo al hermano por medio de los enemi
gos y mostrándole á los ejércitos como en triunfo :
no le permite combatir y siguiendo diversas direc
ciones le aleja siempre de Eneas. El héroe con
igual ligereza sigue las evoluciones de su rival vue
la á su alcance y con grande clamor le llama
entre los rotos escuadrones. Siempre que fija los
ojos en él y corriendo casi alcanza los ligeros caba
llos , Juturna tuerce la carroza. Oh! que hará
Eneas ? En vano fluctua en un mar de movimien
tos varios combatido sin cesar de diversos pensa
mientos. Mesapo corro á su encuentro y con brazo
vigoroso y diestro dispárale, uno de los Jos dardos
que llevaba ; Eneas se para, se arrodilla se abro
un. tlf. 305
quela , el hasta toca la cimera de su yelmo y der
riba su penacho. £1 adalid troyano se esoánéee»
-viéndose dolosamente atacado sin que le soadado
alcanzar á su rival fugitivo: atestigua, repetidas Ve
ces á Jove y á los altares violados , arremete los
enemigos y terrible con el furor de Marte causa
cruel estrago matando á discrecion y suelta todas
las riendas á su furor.
¿ Quien de los dioses , quien podrá dar bastante
fuerza á mi voz para cantar los estragos de Eneas
y de Turno , sus diversos combates y la muerte de
ios insignes guerreros inmolados por ambos adali
des? O Júpiter, acaso te plugo ver como batalla
ban tan fieramente unos pueblos que han de estar
eternamente aliados T
Eneas arremete un gefe de los rútulos llamado
Sucron , le hunde la espada entre las costillas y
le hiere moitalmente. A vista de esto los. troya-
nos se reunen y cierran las filas. Tumo viendo
que Amico le embiste salta del coche , le alcanza
con su larga pica y le hace caer del caballo : tras
pasa á Diores con el acero , corta sus cabezas y
las fija en su carro y las lleva chorreando la san-.
gre. Eneas inmola á la vez á Talo, Tánais y al
fuerte Cetégo y al triste Onytes tebano hijo de
Peridia. Turno mata á dos hermanos salidos de Licia
y de los campos de Apolo y al jóven Menetes arca-
dio que en vano odiaba las guerras : era de una
familia pobre y hasta entonces no se habia ejerci
tado sino en pescar sobre, las orillas del lago de
Lerna , ni conocia las dignidades de los magnates
y su padre sembraba campos alquilados. Como dos
fuegos arrojados en las extremidades de una árida
selva y en las ramas de laurel . ó dos impetuosos
torrentes que se despeñan de los altos montes y
corren hacia la mar asolando cuanto hallan á su
paso , asi Eneas y Turno destruyen cuanto se ofre
ce á sus golpes , ora , ora fluctua en su pecho la
ira , ora son víctimas de sus brazos mil guerreros
antes invencibles. Eneas con un peñon enorme ar
20
3fB LA ENRIDA.
rojado cual torbellino derrumba á Murrano que se
jactaba do ser descendiente do los reyes del Lacio
y siempre cacareaba sus ilustres nombres y su al
to nacimiento : cao bajo el limon y las riendas, im
pelido por las ruedas y lo pisotean sus furiosos ala
zanes sin acordarse que sea su dueño.
Hylo osa atacar á Turno con aire furioso , mas
este príncipe con un dardo rpmpe su dorado casco
y le traspasa ambas sienes. Ni te libró de Turno
iu diestra , 6 Creteo , el mas denodado de los grie
gos , ni los dioses propicios protegieron á Cupento
arremetido por Eneas : él ofreció su pecho al hier
ro , ni el acerado broquel pudo defenderle. Tambien
te ven perecer los campos laurenlinos , ó Eolo , y
cubrir gran trecho de tierra con tu espalda , mue
res tú á quien no pudieron vencer las falanges grie
gas , ni Aquiles destructor do los reinos de Priamo.
Aqui estaba. destinado tu postrimero trance: tie
nes un alcázar .magnífico al pié del Ida, otro en
la ciudad de Limoso , la, tumba en el suelo do Lau
reolo. V.
Mézclanse todos los ejércitos latinos y troyanos:
Mnesteo ) el ardiente Scresto , Mesapo domador da
caballos , el valeroso Asilas , la infantería etrusca,
la caballería de Evandro ,. todos pelean con denue
do , ni paran , ni sosiegan : luchan reñidamente.
Entonces Vénus inspira á su hijo el designio de
atacar la ciudad de Laurento á toda prisa y de
aterrar con súbito estrago á los latinos. Eneas mira
á todas partes , busca á Turno en medio de las re
motas catervas, divisa la ciadad libre de tan cruda
pelea é impunemente tranquila. Inflámale luego la
imagen de ana pugna mas gloriosa. Llama á Mnes
tco , á Sergesto y al valeroso Seresto sus principales
caudillos y sube á una colina dó se reunen los guer
reros troyanos que agrupados no dejan los broqueles
ni los dardos. El en medio de ellos, levantado en la
cumbre de la colina asi perora : <i cumplid sin di-
lacion mis órdenes : Júpiter será nuestro defensor ;
nadio se acobardo «1 oir mi súbito proyecto. Si los
LIB. X1L 967
enemigos no quieren recibir el yugo y obedecer i
mis órdenes , boy arruinaré la ciudad , causa de la
guerra y el mismo reino del Latino y arrasaré los
humeantes techos. » ¿ Debo aguardar mas tiempo
que Turno vencido y despojado de toda esperanza
tome por fin el partido de combatir contra mi so
lo ? Esta ciudad es la capital de los enemigos y es
ta expugnacion ha de poner término á la nefanda
guerra.- Traed presto teas y reclamad con los fue
gos el cumplimiento del tratado.
Asi dice y todos entusiasmados se forman en
coluna y atacan en masa las murallas de Lauren
te. Al punto aparecen escalas y fuegos. Unos arre
meten las puertas y matan á los que encuentran ;
otros disparan dardos y oscurecen el aire con sae
tas. Eneas entre los primeros estiende su diestra
hacia los muros é increpa en alta voz al rei y po
niendo por testigos á los los dioses , dice : « que á
despecho se vé obligado á combatir , que los ítalos
ya dos veces son enemigos , que esta es la segun
da violacion del tratado. » Nace la discordia entra
los tímidos ciudadanos ; unos piden que se abran á
los troyanos las puertas y que el mismo rei se di
rija á los muros ; otros toman las armas y vuelan
á la defensa de las murallas.
Como cuando un pastor descubre un enjambro
en una cóncava roca dó introduce amargo humo :
las abejas azoradas vuelan por el interior de sus
celditas y aguzan las iras susurrando. El negro he
dor se difunde por sus moradas ; percibese en las
cavidades de la roca un sordo marmullo y salen
hacia los aires torbellinos de humo.
Un triste accidente acaba de consternar á los
malhadados latinos y sepulta toda la ciudad en
el dolor. La reina viendo asomar el enemigo á las
casas , que los muros están infestados , que las lla
mas vuelan hasta las almenas, que ni el ejército ru
tolo , ni las huestes de Turno se columbran ; la
infeliz conjetura que éste ha perecido en el campo
de batalla y agitada da un repentino dolor , confie
303 li ENEIDA.
ta que ella es criminal, la causa- y el origen de
tamaños desastres . y desatinada habiendo soltado
muchos acentos dictados por un triste furor , re
suelta á morir , rasga su manto purpúreo . y con
un lazo termina indignamente sus dias. Las corte
sanas oyen con dolor la fatal nueva : Lavinia mesa
sus dorados cabellos y araña sus rosadas mejillas,
se entrega á la desesperacion y las demas en pos
de ella : con sus plañidos resuena todo el palacio;
Cunde por toda la ciudad tan funesta noticia : to
dos los ciudadanos desmayan : el Monarca rasga la
régia púrpura atónito por la muerte de su esposa
y por el estrago que amenaza á la capital ; afea sus
canas con el sórdido polvo y se increpa mucho por
no haber antes admitido al campeon troyano y por
no haber trabado alianza con él adoptándole ge
nerosamente por yerno.
Entre tanto Turno combatiendo en lo remota
del campo , persigue algunos dispersos menos ac
tivo y menos gozoso por la celeridad de sus caba
llos. El viento lleva á sus oidos los alaridos présa
gos de la confusion y del terror : percibe las sordas
voces y el triste murmullo de los laurentinos. ¡Ay
de mí ! ; que turbacion y que llanto domeñan la
ciudad ! ¡ que espantosas voces salen de sus muros !
Asi exclama y azorado está en pié comprimiendo
las riendas. Su hermana que bajo la forma de
Jdelisco regia con las riendas los caballos de su
carruage , le contesta : « Turno , hostiguemos á los
tro) anos por el primer camino que nos abre la
victoria. : Laurento ya tiene defensores. Eneas ata
ca los ítalos y traba combates : nosotros tambien
matemos á los troyanos sin piedad. No saldreis del
combate con menos tropa , ni con menos gloria que
vuestro rival.
Turno responde : ó hermana , ya te conocí,
desde que turbaste dolosamente la alianza y le
enredaste en esta pugna y en vano pretendes
fascinarme, aunque seas diosa. Quien te per
suadió que descendieras del Olimpo á padecer tao
liK XII. - 309
grande* trabajos ? Acaso para presenciar la cruel
muerte de tu infeliz hermano? Pues que bago? O
que esperanza de salvacion me resta ja ? He visto
perecerá Murrano mi íntimo amigo, campeon ilus
tre , victima de una gloriosa herida , quien ha fe
necido llamándome. Pereció el mísero Ufenle para
no ser testigo de nuestra infamia ; sus armas y sus
euerpo están en poder de los trovanos. Dejaré
arrasar los edificios de la ciudad. Esto solo falta
para colmo de nuestras desdichas. Ni rebatiré pele
ando las acriminaciones de Drances? Volveré las
espaldas y esta tierra verá á Turno fugitivo ? Tan
sensible es el morir ? Vosotros , ó Manes . sédme
propicios ya que los celestes dioses me son desafec
tos. Puro y libre de esta mancilla descenderé á
vuestras mansiones sin empañar el lustre de mis
preclaros ascendientes.
Apenas acabó de hablar , cuando Sages monta
do en un espumoso bridon corre por medio de los
enemigos herido del rostro por una saeta y llama
á Turno por su nombre : Turno , grita , vos sois
nuestra única esperanza : apiadaos de los vuestros :
Eneas truena con las armas y amenaza que der
ribará y arruinará los altos alcázares de los ítalos,
y las teas ya vuelan hacia los baluarles. Los sem
blantes y ojos de los latinos se dirigen á vos : el mis
mo rei lituliea sobre la eleccion del yerno y no sabe
con quien trabar alianza. Ademas la reina vuestra
íntima amiga acaba de darse la muerte, atónita hu
yendo de la luz. Mesapo.y el ardiente Atinas son los
únicos que defienden las puertas rodeadas de espe
sos escuadrones y los desnudos aceros parecen una
mies erizada de hierro: vos os paseais con la carro
za por la desierta grama.
Turno afectado por este discurso, y por la funes
ta situacion de sus negocios se pasma , párase , se
pone pensativo : el pudor, la desesperacion, el sen
timiento , la furia , el amor , y el denuedo perso
nal agitan su corazon. AI disiparse las tinieblas y
al serenarse su ánimo turbado , vuelve haciales
íitO LA ENEIDA.
muros tus ojos centellantes y desde la carroza dá
una mirada á la grandiosa ciudad. Llegaba hasta
el cielo al traves de los tablados un volcan do
fuego apoderado de una torre que el mismo habia
mandado construir sobre ruedas y altos puentes.
O hermana , exclama : ya , ya los destinos vencen;
no quieras retenerme ; marchemos á dó me llaman
Júpiter y la adversa fortuna. Estoy resuelto á
pelear mano á mano con Eneas, estoy decidido á
sufrir todas las amarguras de la muerte : no me
verás en adelante sin gloria , antes de morir ,
déjame soltar las riendas al furor que me do-
mella.
Dice y salta al punto del carrnage y pasa furio
so al través de los enemigos y de las armas y aban
dona su triste hermana y corriendo aceleradamen
te deshace las bandas enemigas.
Cual enorme risco que se desprende de la cum
bre de un monte arrancado por los vientos , ó des
gajado por un aguacero, ó desquiciado por la mano
poderosa del tiempo , cae con estruendo y dando
saltos rueda hacia el suelo arrastrando en pos
de si los árboles , los ganados y los hombres ; asi
Turno por medio de las falanges hostiles desbara
tadas corre á los muros de la ciudad dó la sangre
vertida inunda la tierra y el- aire silva hendido
por las saetas ; hace una seña con la mano y gri
ta : absteneos ya, rútulos y vosotros, latinos,
suspended las armas : cualquiera que sea la suerte
de esta lucha es mía : mas justo es que yo solo
cumpla por vosotros el tratado terminando esta
lid con mi espada. <
Todos los que estaban en medio retíranse y
desocupan el campo. Eneas al nombre de Turno
abandona los muros y las altas torres, supera ve
loz todos los obstáculos saltando de gozo y hace
resonar espantosamente su armadura. Cuan grande
es Atos ó Erix ó el Apenino cuando suena con el
movimiento de las encinas y se goza levantando
hácia las auras au nevada cabeza. Los rútulos,.
LIB. ta. 811
los troyanos, todos fialos , los que defendian los
baluartes y los qne batian con «1 ariete los mu
ros miran á porfía á los dos campeones y deponen
las armas. El mismo rci latino se pasma al ver eo-4
mo aquellos dos héroes de distintas regiones so
atacaban y lidiaban con el hierro. Ellos cuando
los campos estuvieron desocupados , quedando due
ños de la espaciosa llanura atacándose rapidamen
te y enristrando desde lejos sus lanzas empiezan
la pugna haciendo resonar sus acerados broque
les : gime la tierra , descarganse repelidos golpes;
la fortuna y el valor brillan en ellos á la par.
Como en la grandiosa Sila ó en el alto Taburno
cuando dos toros afrontándose lidian reñidamente ;
los tímidos pastores huyen , el ganado enmudece
de miedo, y las mugidoras terneras estan observan
do quien dominará á todo el ganado : ellos se dan
repetidas cornadas con toda furia y luchando se
abren mil heridas , bañando sus hombros y cervi
ces con la sangre y toda la selva retumba con sus
mugidos ; asi Eneas y Turno chocan con los escu-¡~
dos vjej fragor es tan grande que hinche la esfera.
* _ Jupiter toma unas fieles balanzas y pono ert
cada una de ellas los destinos contrarios de am
bos adalides para esplorar á quien le saldrá mal
el combate , ó á que parte se inclina la muerte.
Turno dá un brinco y se empina con todo el
cuerpo levantando cuanto puede la espada cre
yendo que Esto le seria impune y la descarga con
tra el héroe. Los troyanos y latinos claman atóni
tos y ambos ejércitos quedan azorados. La infiel
espada se rompe y desampara á Turno en medio
del furioso golpe sin quedarle otro recurso que
huir. Huye mas veloz que el Euro al ver inerme'
su mano y el puño del acero desconocido.
Segun cuentan, Turno inadvertido montando
á su carroza para el primer combate , tomó presu
roso la espada de su cochero Metisco en vez de la
de su padre. Ella le bastó mientras los troyanos le
presentaban las espaldas en su fuga : mas dando
312 LA RREIBA.
con las armiis de Volcano , como obra de un mor
tal-, quebrose cual fragil hielo: los fragmen
to!) brillan en la roja arena. Turno hoye á
los remotos campos y da mil vueltas confusas y
dudosas. Los trovanos apiñados le ciñen de todas
partes : y aqui encuentra una laguna que le detie
ne , allí los altos muros que le cercan. Eneas no
menos fogoso le persigue y con su planta oprime
la del estremecido rival . bien que alguna vez las
rodillas le impiden y no le dejan correr á causa de
la herida. Semejante á un can de Umbría que ha
lla A un ciervo despavorido al verse entre las altas
riberas de un rio y las cuerdas guarnecidas de ro
jas plumas con las cuales el cazador le cerca : él
huye y rehuye por mil caminos, mientras que el
can corre á su alcance y mas ligero le acosa con
las fauces abiertas : ya le coge , ya le parece
que le tiene , ra hace crujir sus dientes como si le
mascara y le muerde en vano.
Entonces levántase un alarido y las riberas y
lagos responden con su eco y todo el cielo retumba.
Turno huyendo reprende á la vez todos lns rúlulos
llamando a cada uno por su nombre y pide la co
nocida c;pada. Eneas amenaza con la muerte y con
una ruina inevitable á cualquiera que le obedez
ca : infunde nuevo terror á sus tímidos enemi
gos amenazando que arruinará la ciudad y aun
que herido hostiga á su rival. Dan cinco vueltas en
teras y otras tantas revueltas en varias direcciones,
pues no son ténues ó festivos los premios que se pi
den, la vida y la sangre de Turno son el objeto de la
contienda. En medio del campo habia un acebu-
che de amargas hojas consagrado á Fauno protector
de los laurentinos y muy venerado de los marine
ros que libres del naufragio solian fijar en él sus
dones y colgar sus vestidos ofrecidos en voto.
Los troyanos sin respeto cortaron aquel árbol
sagrado para poder combatir mas expeditos. Eneas
tenia clavada allí su lanza : el ímpetu , con que la
arrojó, hízola penetrar en la tenaz raíz que la rete
nia. H héroe se detiene y quiere arrancarla , para
perseguir con ella á su adversario á quien no po
dia alcanzar corriendo. Turno despavorido excla
ma : « ó Fauno , apiádate de mi : te lo conjuro , y
tú , ó bondosa tierra , retén el basta ; si os he tri
butado siempre los debidos cultos profanados por
Eneas con las armas. » Dijo , y no en vano imploró
el auxilio del Dios , pues Eneas no puede superar
la tenacidad del árbol empleando todas sus fuer
zas y mucho tiempo en arrancar su lanza. Mien
tras con ardor hace todos los esfuerzos posibles , la
hermana de Turno otra vez transformada en el co
chero Metisco , corre y le vuelve la espada. In
dignada Vénus de la osadia de Juturna , va y ex
trae de la profunda raiz el hasta de su hijo. Ambos
campeones altivos y alentados por sus armas, éste
ufano por la espada , aquel bravo y orgulloso por
su lanza , se acaran anhelosos de batirse.
Jove razona ante Juno que desde una rutilante
nube era espectadora de la lid : « ó consorte, ¿cuan
do tendrá fin esta contienda ? ¿ Que resta finalmen
te T Conoces y confiesas que Eneas ha de ser ele
vado al rango de los dioses , y que los destinos le
subliman hasta los astros. ¿ Que maquinas? ¿O con
que esperanza permaneces en las heladas nubes ?
¿ Acaso es decoroso .que un mortal vulnere el cuer
po de un Dios ? ¿ O restituir á Turno la espada ar
rebatada y reanimar á los vencidos ? ¿ Porque sin tí
que podria Juturna ? Cesa por fin ahora y cede á
mis preces y no devore tus entrañas tan vivo do
lor. Abre con frecuencia los dulces labios para co
municarme tus pesadumbres. Hemos llegado al fin
de las tentativas. Has podido hostigar á los troya-
nos por tierra y por mar , escitar una guerra cruel,
infamar la corte del rei latino y convertir el hime
neo en llanto : te vedo el hacer mas tentativas- »
Asi peroró Jove : la bija de Saturno contextó taci
turna : « ¡ ó supremo Dios ! á despecho he abando
nado á Turno y á las tierras por acatar tus decre
tos : de otra suerte no me vieras sola en la region
3U LA BNItDA. '
aérea , fria espectadora de un combato odioso : ce
ñida de fuegos estuviera en el mismo ejército y lla
mara á los trovanos á marciales lides. Confieso ha-,
ber persuadido á Juturna quo auxiliase á su infe
liz hermano : yo aprobé que osase mayores tenta
tivas para salvarlo , pero no que disparase dardos,
ni asestase el arco : lo juro por el inexorable ori
gen de la estigia fuente por la cual sola temen
jurar los dioses celestes. Ahora cedo y dejo las . pug
nas que odio. Pidote por el Lacio y por la dignidad
de los reyes latinos lo que ninguna ley de los ha
dos prohibe , á saber , quo cuando establecerán ya
la paz con fausto himeneo , ( asi sea ) cuando lia
rán las leyes y los conciertos de la alianza na
mandes que los latinos muden su idioma , ni que
pierdan el antiguo nombre , ni que se hagan troya-,
nos y se apelliden tales ó varíen el traje. Subsista
eternamente el Lacio, subsistan los reyes de Alba y
la romana posteridad tan respetable por su denuedo.
Troya cayó ; permite que su nombre quede sepultaT
do bajo sus escombros. »
Júpiter sonriendo contexta : « tú eres hermana
de Jove y la segunda prole de Saturno, ¿ y revuel
ves en tu corazon tan crecidas olas do rencores ?
Ea , mitiga ya el furor que te arrebata ; conceda
lo que demandas y me rindo gustoso á tus votos.
Los ítalos conservarán el lenguage patrio y las cos
tumbres y el nombre que tienen ; los troyanos vi
virán con ello» unidos por los lazos del himeneo i
tendrán el mismo culto y las mismas ceremonias
sagradas ; en fin serán todos latinos y de un solo
idioma. Verás que la posteridad procedente de la
sangre itálica unida con la do los teucros aventaja-,
rá en piedad á los hombres y á los dioses mismos i
ni habrá nacion alguna que te rinda tantos home-
nages. » Juno pareció satisfecha y la alegria sucedió
á sus negras inquietudes.
Entre tanto deja la nube y desaparece. Hecho
esto Júpiter forma otro proyecto y se propone im
pedir a Juturna do socorrer á su hermano. Segua
un. nr. 315
dicen, hay dos deidades funestas llamadas Diras á
las cuales la noche intempesta abortó junto con
Megera de un solo y mismo parto y en lugar d«
cabellos puso en sus cabezas lazadas de serpientes,
y les dió veloces alas. Estas están ante el solio ,de
Jove y en el vestíbulo de aquel severo rei y esci-
lan el miedo á los míseros mortales , cuando el reí
do los dioses les amenaza con horrorosa muerte ó
con las dolencias , ó consterna con guerra á las
ciudades criminales. Júpiter cnvia desde el alto
cielo una do aquellas furias y manda , que con
raudo vuelo se presente á Juturna como infausto
aguero. La Dira vuela y se desliza con ímpetu á
las tierras cual emponzoñada saeta de las que arro
jan los Partos ó los Cretenses , que rechinando
vuela al traves de las sombras y de improviso ha->
ce una mortal herida; tal parece la hija de la
noche descendiendo á las tierras. Al divisar el
ejército troyano y el de Turno, se transforma al
instante en un avechucho de aquellos que por la
noche sobre los sepulcros ó sobre los desiertos
techos despiden ingratos graznidos al traves de las
tinieblas. La furia bajo esta forma vuela y revuela
mil veces rechinando al derredor del rostro de Tur
no y azota con las alas su broquel. El miedo ener
va sus miembros , espelúzame sus cabellos y pégase
la voz á su garganta. La infeliz Juturna al perci
bir desde lejos el vuelo y el rechinamiento de la
furia desgreña sus cabellos , araña sus mejillas y
con plañidos golpea su pecho , como hermana del
campeon y exclama • O Turno , que socorro puedo
darte tu hermana ? O que me resta, ya infeliz de
mi ? Con que artificio prolongaré tus dias ? Puedo
oponerme por ventura á tal monstruo? Voy, voy
á dejar el ejército. No añadais terror á quien está
temblando, ó infaustas aves, conozco el batir y el
sonido letal de vuestras alas , ni se me ocultan las
severas órdenes del grande Jove. Asi paga mis fa
vores? Porque me ha hecho inmortal ? Porque me
ha quitado la humana condicion T Ora podria y»
316 LA ESEIDi:
terminar tan acerbos dolores y acompañar a1 infe
liz Turno al traves de las sombras, si fuese mor
tal. Nada me será dulce sin ti . ó hermano , ojalá
que la tierra abriese sos profundas cavidades y
me franquease camino hasta el imperio de las
sombras aunque diosa. Asi la ninfa se expresa,
cúbrese con un verde velo , lanza muchos gemi
dos y zabullese en la profundidad del Tiber.
Éneas blande su descomunal lanza cuyo man
go era el tronco de un árbol y persigue á Turno y
dice con fiereza : hasta cuando evitarás el comba
te 6 porque te retractas ya ? No hemos de combatir
corriendo sino de cerca con las duras armas. Toma
todas las formas y emplea todo tu valor y astucia :
remóntate . si quieres á los encumbrados astros y
ocúltate en las hondas cavidades de la tierra. »
Turno responde sacudiendo la cabeza : no me
arredran tus bravatas , fiero enemigo : los dioses y
Júpiter están contra mi y me infunden terror.
Enmudece y columpia nna peña descomunal
y antigua que casualmente yacia en el campo
puesta por límite para dirimir las lides de los
agrícolas. Dificilnu nte la llevarian sobre la cerviz
doce varones escogidos , cuales produce ahora la
tierra. Turno se empina , se adelanta y la arroja
contra su adversario cogida con trémula mano ;
pero ni se conoce al correr , ni al embestir
ni al levantar y revolver la enorme roca. Vacilan
sus rodillas , hiélase su sangre : la peña hendiendo
el aire . no atraviesa el intervalo que hay desde
Turno á Eneas , ni conserva el ímpetu necesaria
para herirle.
Asi como de noche estando sumergidos en un
profundo sueño nos parece que vamos á correr y
débiles desmayamos en medio del ímpetu : que
remos hablar y no tenemos fuerza ni voz ; asi la fu
ria niega á Turno un feliz exito en todas sus ten
tativas. Revuelve, en su interior mil pensamien
tos : mira á los rútulos y á la ciudad y el- temor
embarga sus pasos, tiembla á vista, del, hasta
ülB. XII.' : 317-
contra él enristrada , ni vé á - A6 refugiarse , ni
sabe como atacar á su rival ,. ni divisa su carroza
regida por su hermana.
Eneas explorando el momento favorable y vien
do á Turno vacilante , arrójale su lanza con toda
furia. Jamas hacen tan terrible estruendo los peñas
cos que la ballesta arroja contra los muros ; jamas
el rayo despide tan horrísono estallido. El hasta
llevando la cruel muerte vuela , cual negro torbe
llino, y abre las estremidades de la loriga y traspa
sa las siete láminas del broquel y rechinando pene
tra de por medio el muslo de Turno. Este campeon
hercúleo cae herido en tierra doblando la rodilla. Los
rutolos despiden gemidos y todo el monte comar
cano remuge y las espaciosas y profundas selvas
responden á la voz. Él abatido y suplicante ten
diendo su diestra y sus ojos , dice : merecida ten
go la muerte , ni te pido clemencia: usa de tu dere
cho. Si puede causarte compasion un padre desa
fortunado , oro que te compadezcas del canoso
Dauno casi de la misma edad que el luyo y vivo
ó muerto , del modo que mas le plazca , restituye
me á los mios. Has vencido y los rútulos han vis
to como rendido te alargaba las manos. Lavinia es
tu esposa. No pase tu odio mas adelante.
El héroe queda suspenso con las armas en la
mano volviendo los ojo* y quedando inmóvil. Las
expresiones" de Turno iban enterneciendo mas y
mas su corazon vacilante, cuando divisó' en el hom
bro do Turno la grande é infausta banda del jóven
Palante ornada con clavos de oro, aquella banda qua
Turno junto con la vida le habia arrebatado y la lle
vaba como un insigne trofeo. Al percibir Eneas aque
llos despojos, monumento de un acerbo llanto, enfu
recido y formidable produce estos acentos dictados
por su furor : « es posible que te perdone viéndote
ornado con los despojos de mi íntimo amigo T Pa
lante , Palante te inmola con esta estocada y cas
tiga tus crímenes. Al decir esto, hunde fogoso el
acero en el pecho de Turno : el frio de la muerte
318 LA ENEIDA.
se pasea por sos miembros y su espirita escande
cido buyo gimiendo al imperio de las sombras. »

FIN.

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V
's.
'

«¿Sí

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