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Universidad Adolfo Ibáñez

Magíster en Historia
Seminario de investigación I
Historia y Memoria en el mundo Atlántico

Título:

“El Paraíso Terrenal en el Orinoco”

Profesor: Rodrigo Moreno


Estudiante: Andrea Uribe

-25 de Julio de 2018-


Presentación

“Si el paraíso no figura en los mapas de América es porque nadie precisa con
certeza su ubicación1”.

A fines de la Edad Media, los europeos conocían una pequeña parte geofísica
de nuestro planeta, pero ya desde la época helénica existía en Europa la idea de un
mundo exótico y desconocido fuera del antiguo continente, esta idea de lo extera
Europea vivía en el inconsciente colectivo, mezclando lo real con lo fantástico hasta
ya entrado el siglo XVII, cuando la exploración extra-europea estuvo avanzada.

“La importancia del mundo de lo maravilloso, universo que constituía un


aspecto fundamental, tanto de la realidad como de la mente del hombre de
la Edad Media europea. Era un campo amplio, <<demasiado amplio>>, que
abarcaba desde objetos y lugares cotidianos, hasta fenómenos insólitos,
descripción de ámbitos extraños y remotos, como riquezas fabulosas
orientales, infiernos y paraísos”2.

Esta investigación girará en torno a la búsqueda del mito fundacional del


mundo cristiano occidental que validaba la existencia del Jardín del Edén o del
Paraíso en la tierra y que se constituyó como el centro principal de la geografía
imaginaria medieval.
Se pretende dar cuenta a través de fuentes escritas, iconográficas y de
revisión de bibliografía especializada de la fusión de las ideas mítico medievales
imago mundi con las ambiciones de los grandes exploradores. Se intentará
demostrar que Cristóbal Colón fue tributario de estas ideas y como en una época
convulsa en cuanto al conocimiento científico y en donde convivían las mentalidades
heredadas del imaginario con los nuevos descubrimientos geográficos, los
descubridores del Nuevo Mundo confrontaron estas dos cosmovisiones del mundo.
Tras el tercer viaje de Colón, entre 1498 y 1500, en el que llegó al golfo de
Paria entre la isla de Trinidad y Venezuela, que nombró como Tierra de Gracia y en
donde vio el brazo occidental de la desembocadura del río Orinoco señaló
claramente sus convencimientos sobre haber llegado al Paraíso3”. En una carta
dirigida a los Reyes Católicos, “la visión colombina del paraíso ya parece traspasar
(…) el límite de la simple metáfora y del relato literario4”, pues el almirante describe
paisajísticamente este lugar con características geográficas proféticas que
explicitaban la certeza de un descubrimiento mítico y paradisíaco.

1
ROJAS-MIX, p.50.
2
SANFUENTES, pp. 29-30
3
SUBIRATS, p. 175.
4
Ídem, p. 175.
Lo maravilloso y la idea de un Paraíso en la tierra

La Edad Media impuso a las ciencias geográficas la aceptación de los


designios sagrados. “La cultura se convirtió en patrimonio de ciertas órdenes
religiosas que aceptaban, tal cual, sin crítica ni discusión, todo episodio y lugar
descrito en las Escrituras5”. En ese contexto, la localización del Paraíso Terrenal
alimentaba la imaginación popular.
En algún lugar debía estar el retorno al jardín perdido del Edén y si bien la
nueva generación de exploradores poseía un ímpetu científico, marcando la llegada
de una nueva era, que aplicaba la lógica de los vientos, de las corrientes marinas,
de los velámenes y de la construcción naval, de la astronomía y de la cartografía,
coexistía a su vez con una visión medieval de un mundo fantástico. Dentro de estas
fantasías, la creencia de la existencia de lo paradisíaco en la tierra, fue innegable.
El génesis decía que Jehová había plantado el Jardín del Edén en la zona
oriental del mundo y tomando la idea de que Colón había encontrado la ruta de
Marco Polo por el Oeste esta idea cobraba sentido, pues tanto la geografía bíblica
como la medieval situaban el paraíso en el extremo oriente del planeta.
Con la llegada de Colón a América, -aunque aún no se tuviera la idea del
nuevo conteniente-, el cielo en la tierra adquirió una portentosa importancia
iconográfica para la pintura europea, y aunque no fuese de manera explícita,
muchas de sus representaciones estaban relacionadas con las tierras del nuevo
continente. Esto se ve reflejado en las representaciones exóticas en las pinturas,
demostrando así la intención de expresar algo exótico, distinto de lo oriental, pero,
aun así, evidentemente extra-europeo.
El objetivo de incorporar elementos ajenos a la Europa y al Oriente
conocidos, era justamente sembrar en los espectadores un extrañamiento y
curiosidad. Como lo es el caso del famoso grabado en cobre de Durero (1504) de
Adán y Eva. Allí, sobre “la pareja desnuda, campea un papagayo; ¡como para decir
<< ¡Atención, esto no es Europa!>> (…) Mientras el alemán ejecutaba este grabado,
datado en 1504, pudo haber estado influido por las noticias de que se había
encontrado el paraíso en América, lo que no sería extraño, pues, como sabemos,
estaba atento a las noticias del Nuevo Mundo6”.
Durante el siglo XVI y los primeros años del XVII el tema del Paraíso en el
arte, especialmente en la pintura, fue ampliamente trabajado. Se desarrollaba como
un paisaje exótico, distinto de lo conocido, distinto de lo tradicional y en donde los
seres humanos se mezclaban con lo maravilloso. Para Rojas-Mix (2015), los
primeros en introducir estos elementos, fueron Bosch (el Bosco) y Durero.

Ver anexos Nº1, 2 y 3

5
MAGASICH y DE BEER, p.22
ROJAS-MIX, Op. Cit, p.50
6
La idea de la existencia terrena del cielo estuvo inserta en la mentalidad
colectiva europea, desde la tradición heleno-románica, en donde las especias que
sólo se daban en el Lejano Oriente cruzaban a Europa a través de viajes que se
realizaban en forma constante y progresiva. Esto ocurrió -con altos y bajos, pero
regularmente- hasta fines de la Edad Media, en donde solo la gran expansión
otomana mermó esta situación. “Transitaban por vía terrestre -la famosa ruta de la
seda- o bien la vía esencialmente marítima que consistía en hacer cabotaje desde
el golfo de Bengala hasta el mar Rojo o el golfo Pérsico y desde allí, por caravanas
terrestres, las especias alcanzaban el Mediterráneo7”, y es que como señalan
Magasich y de Beer (2001) tras la apropiación de Anatolia y de los Balcanes, los
otomanos liquidaron el agonizante Imperio Bizantino con la toma de Constantinopla
en 1453, y las posesiones cristianas del próximo oriente no lograron sobrevivir a la
expansión turca.
Mitos como la existencia del Paraíso Terrenal, la fuente de la juventud, las
siete ciudades de Cíbola, El Dorado, las minas del Rey Salomón, la ciudad
encantada de los Césares, entre otros, estaban fuertemente enraizados en el
imaginario colectivo del pueblo europeo a causa de las creencias paganas que
provenían desde la época helénica y por la tradición de los viajeros y comerciantes
que transitaban hacia y desde el Oriente. Estas creencias antiguas fueron
reforzadas con el cristianismo y no solo continuaron en el medioevo tardío, si no
que se potenciaron extrapolaron hacia el nuevo mundo, actuando como un
verdadero imán para explorar el nuevo mundo por conocer.
Las creencias inciden directamente en el comportamiento del ser humano, y
en este caso, fueron una motivación real para el desarrollo de la exploración. Los
mitos vivientes en la imaginación colectiva del pueblo europeo, situaron en las fases
desconocidas del orbe toda clase de lugares maravillosos y en donde se
encontraban todo tipo de riquezas y seres fantásticos.
Los grandes descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI produjeron
un momento único en la historia, cuando los hombres creyeron alcanzar las tierras
mitológicas8”. La búsqueda de lo maravilloso constituye para la profesora Olaya
Sanfuentes (2008) el mayor y más importante atractivo para llevar a cabo los viajes
de exploración. “Atraen la atención los relatos de mundos lejanos recién
descubiertos y los cuentos fantásticos que ocurren en lugares inexistentes9”.
Otro punto influyente en la masificación de las ideas imaginarias es que para
finales de la era medieval se comenzó a generar en la nobleza una curiosidad
intelectual que apreciaba el buen gusto por la buena lectura y las buenas bibliotecas.
Existía el deseo de conocer sobre lo natural, la fisionomía de la tierra y sobre el
pasado de los hombres. Se publicaron además grandes y bellos manuscritos sobre
las hierbas (herbarios), los minerales (lapidarios) y los animales (bestiarios).
“El día a día es arduo y la cotidianidad se torna difícil de sobrellevar en la
Europa de finales de la Edad Media. En este contexto, no es extraño que el hombre

7
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.9
Íbid, p.9.
8
9
SANFUENTES, Op. Cit, p.28
entonces quiera amenizar su vida con relatos que excitan su imaginación y lo
transportan a tierras lejanas10”.
Cabe destacar que el texto más traducido y difundido, inmediatamente
después de la Biblia a finales del medioevo fue el Romance de Alejandro, una
discutible historia de las hazañas del gran conquistador macedonio, escrita en el
siglo III de nuestra era y evidentemente deformada por las ficciones fantásticas. Si
bien este texto presenta una escritura pretenciosa, fue altamente popular y su éxito
fue duradero. Estos relatos cargados de maravillas se sumarían a la enorme difusión
que alcanzarían a fines de la Edad Media los textos de Marco Polo y Sir John
Mandeville. En efecto, el libro de los Viajes de Sir John Mandeville, escritos en latín,
francés e inglés en la segunda mitad del siglo XIV fue uno de los más leídos de la
época. “(…) se conservan aún 250 manuscritos originales y 180 ediciones en 10
idiomas incluido el gaélico, pese a las innumerables pérdidas y destrucciones11”. El
entusiasmo por la literatura de viajes fantásticos era tal que generó la aparición de
invenciones literarias sobre caballería mitológica, en donde se alternaban las
descripciones fantásticas de grandes duelos y batallas entre caballeros y
monstruos, en lugares encantados habitados por seres maravillosos, a finales del
siglo XV y principios del siglo XVI. “Se conoció uno de nombre Palmerín de Oliva,
pero la serie de tres libros de caballería titulados Amadís de Gaula marcaron los
gustos literarios de la época de los descubrimientos (…) La primera edición
conocida data de 1508 (…) En éste se habla de una isla llamada California, situada
cerca del Paraíso Terrenal, poblada de mujeres negras que vivían casi como las
amazonas12”.

Ver anexo Nº4

Con la llegada del siglo XV y la formación de las nuevas naciones europeas


moderna y la consolidación de las lenguas nacionales, de la pasión por el
conocimiento, por el arte y el humanismo, se vive una época convulsa y difusa entre
el pensamiento antropocéntrico-científico y las mentalidades heredadas del
imaginario medieval.
El regreso de los “clásicos” establece un canon controversial en el que se
introducen los antiguos conceptos geográficos, como por ejemplo La geografía de
Tolomeo. Ello sumado a las fuentes de informaciones bíblicas y a los
descubrimientos marítimos que expandían cada vez más los límites del mundo
conocido, influenciaron fuertemente el pensamiento de destacados humanistas
como Bruni Vespucci (tío de Amerigo Vespucci), Toscanelli (iniciador intelectual del
proyecto de Colón), Nicolli y Piccolomini (futuro Papa Pío II).

Ver anexo Nº5

“En ningún caso osan contradecir las Escrituras. Los organizadores de los
descubrimientos adhieren sin duda las tradiciones medievales, pero no se contentan

10
Ídem, p.30
11
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.7
12
Ídem, p.17
con la afirmación del dogma. No les basta evocar el Paraíso Terrenal: es necesario
saber en qué meridiano y paralelo se encuentra y qué forma especial tiene el orbe
en ese lugar13”.
Para el sociólogo Fernando Ainsa (1998) el espíritu de aventura que motivaba
a los viajeros o lo que Ernest Bloch denominaba utopías geográficas tenía que ver
con descubrir algo deseado desde antes de ser encontrado, porque ya antes de ser
un hecho comprobado científicamente, lo era poéticamente. “Se sospecha entonces
que, contra toda teoría cientificista el descubrimiento no destierra la imaginación,
sino que, por el contrario, la excita y la motiva (…) El encuentro con el Nuevo Mundo
es, pues, también el resultado de la culminación de un presentimiento y un <<soñar
despierto>> presente en el imaginario clásico y medieval”.14
Llegaron tiempos en que los sueños místicos tenían la posibilidad de hacerse
una realidad. “Los portugueses avanzan inexorablemente hacia la India mientras
que en varios círculos científicos se acaricia la idea de alcanzarla navegando hacia
el Poniente. Por una u otra vía los navíos zarpan hacía el lugar más recóndito y
escondido de la Tierra que habría de revelar sus riquezas y misterios15”.

13
Ídem, p.18
14
Ainsa, pp. 44-45
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.18
15
Extrapolación al Oriente americano

Entre los siglos XIII y XIV se produjo un enorme contacto con lo Oriental, sin
embargo, no se sabía con certeza sobre sus límites más extremos.

“No se sabe exactamente donde termina: ¿cuáles eran los límites de la China
y del Japón, dominados respectivamente por Cathay y Cipango? En esta
geografía difusa se sitúan reinos maravillosos y civilizaciones incomparables.
En algún lugar de Asia debía encontrarse el paraíso16”. Para el siglo XV “las
creencias milenarias en lugares mitológicos van a emigrar de las comarcas
inaccesibles del Oriente al nuevo mundo17”.

La fascinación del medioevo por las tierras orientales era tal, que la ambición
de Colón por descubrir una nueva ruta de acceso a ellas, configuró tal vez, el último
gran viaje medieval movilizado por el sueño de aprehenderlas. Si bien
desconocemos el real entendimiento del almirante hacia el final de sus días con
respecto al descubrimiento de un nuevo continente, lo cierto es que América fue
develada al mundo europeo en forma parcial y paulatina, con ideas preconcebidas
que se desplazaron desde el mundo exótico que conocieron antes.
Disociada con su propia identidad y asociada en cambio con la identidad
mitológica de lo oriental, América era parte de una comparación difusa.
“Lentamente, a través de la convivencia que aminora las diferencias e influidos por
un espíritu más científico que empieza a aflorar hacia mediados del siglo XVI, los
europeos irán descubriendo este continente nuevo, en su particularidad y riqueza
propia18”.
El viaje medieval es esencialmente un viaje hacia Oriente, ya sea en el plano
físico, como en el plano ideológico. La fascinación por las tierras orientales motivó
a los grandes exploradores a soñar con ellas. En la búsqueda de un mejor acceso
hacia estos lugares, Colón llegó a un nuevo continente y aunque no sepamos a
ciencia cierta sobre qué tan enterado estaba de ello al momento de su muerte, la
creencia popular nos hace creer que tal vez murió creyendo que habría llegado a
las Indias.
La atracción medieval por lo oriental se puede ejemplificar en forma concreta
gracias a una conocida arista de la Historia de la Edad Media: el comercio de
especias. El historiador Paul Freedman (2010) trabaja profundamente sobre este
tópico medievalista que en una simple vista nos parece icónico, pero que, si se
analiza en profundidad, permite realizar reflexiones profundas y ciertamente
desmitificadoras. Para el autor, el mito de la valoración medieval por las especies
por sus propiedades de conservación en la carne, es al menos, una explicación
bastante simple. “Cualquiera que fuera capaz de pagar las especias podía conseguir
con facilidad carne más fresca que la que compran hoy los habitantes de las

16
ROJAS-MIX, p.15.
17
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.7
18
SANFUENTES, Op. Cit, p.21
ciudades en los supermercados locales19”. La popularidad de las especias implica
una explicación más profunda que uso meramente culinario y que se relaciona con
el prestigio y fascinación por la notoriedad del origen atractivo y misterioso de ellas.
“Ellas se consideraban drogas y medicinas preventivas en una sociedad que
padecía epidemias terribles. Las especias no solo se consideraban curativas si no
saludables para lograr el equilibrio corporal (…) El olor de las especias se extendía
por las casas que se ambientaban mediante la quema de productos aromáticos,
como una especie de precedente de la aromaterapia. También las iglesias estaban
impregnadas del olor de las especias20”.
Las características simbólicas de las especias asociadas a lo medicinal, a lo
culinario, a las fragancias o a la santidad, se atañen directamente con el encanto
del lugar magnífico del que provenían. “Se suponía que el jardín del Edén, el paraíso
terrenal, estaba perfumado con especias y funcionaba como la verdadera casa de
estos maravillosos productos (…) La localización del paraíso en Oriente, conforme
a la mayoría de los geógrafos cristianos, multiplicó las ya de por si atractivas
imágenes que de la India y de Asia oriental se tenían en Occidente21”. La
procedencia asiática de las especias confirmaba sus cualidades mágicas y que
según las creencias cristianas medievales como la leyenda de los Tres Magos o
Reyes de Oriente que visitaron al niño Jesús llevando especies con ellos confirmaba
la atracción mística y sagrada de los frutos orientales.

19
FREEDMAN, p.16.
20
Ibíd., p.17
21
Ibíd.
Colón ha llegado al paraíso

Si bien, es el viaje tercero de Colón en el que mayormente pueden


encontrarse alusiones hacia el mito del cielo terrestre, es pertinente aclarar que
realizó cuatro viajes hacia el continente americano. El más conocido es el primero,
en donde tras sesenta días de difícil navegación desde el puerto de Palos, avistó el
11 de octubre de 1492 lo que suponía eran las regiones más orientales de las Indias
y a las que había legado gracias a una nueva ruta occidental. Este viaje le permitió
descubrir y comenzar con el conocido proceso español de nombrar, fundar y tomar
posición de los territorios en nombre del rey, pero no le significó las grandes
ganancias económicas que se esperaban. “Colón volvió de las Indias sin las
bodegas de las naos atestadas de oro, pedrería y especies, como se esperaba
encontrar en esta expedición hacia oriente. Tampoco trajo consigo súbditos del
Gran Khan, sino indios de La Española. En vez de brocados de seda, trajo máscaras
hechas de hueso de pescado. En lugar de colmillos de elefante o de unicornio, se
presentó con papagayos verdes22”.
En septiembre de 1493 se llevó a cabo el segundo viaje, partiendo esta vez
desde Cádiz, al mando de una flota ampliamente superior de 17 navíos. Este viaje,
a diferencia del anterior, no tuvo mayores contratiempos de navegación,
desembarcando de buena manera en la isla de Domínica. Para Magasich y de Beer
(2002) la misión estaba centrada en la tarea de gobernanza. Colón tuvo que
iniciarse en la difícil labor de gobernar, actividad en la que era un novato. Esto queda
demostrado al tener en cuenta el lugar poco propicio en donde se funda la primera
ciudad europea en América, Isabela. Allí inundaban las plagas de insectos, la
vegetación indomable, las lluvias torrenciales y los nativos reacios a trabajar en
búsqueda de oro para el reino español. Los conquistadores, ávidos de conseguir
fortunas opulentas, no tardaron en tener conflictos relacionales.
En cuanto a la ambición fabulosa de Colón cabe destacar que encontrar el
Cipango, el Cathay y el Mongi estuvo entre los objetivos de este segundo viaje.
“Bautizó <<jardínes de la Reina>> a un archipiélago cercano a Cuba, porque serían
las islas que Marco Polo situaba en las costas legendarias. Así lo afirmaba Molinari,
que parece dar fé a Roncière, quien en 1924 anunció haber descubierto la Carta
navegatoria atribuida a Colón, atestiguando que el genovés quería llegar a Antilla o
a Isla de las Siete Ciudades23”.

Ver anexos Nº6 y 7

“Colón regresa a España con el objetivo de organizar la expedición destinada


a encontrar las regiones donde el oro abunda y establecer contactos con el reino
del gran Khan de Catay, motivos económicos que justifican la empresa24”.

22
SANFUENTES, Op. Cit, p.64
23
ROJAS-MIX, Op. Cit, p.17
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.36
24
Ya en mayo de 1498 regresará por un tercer al mando de tres carabelas en
una nueva ruta completamente desconocida. Navegará desde las Canarias hasta
las islas del Cabo Verde y luego se irá en dirección al Suoreste, en donde modifica
levemente el rumbo tras encontrarse en una zona de calor extenuante hacia el
Noroeste, en donde cree alcanzar las costas más extremas de Oriente. Es en ese
momento, en donde aproximándose a la costa americana, a la altura de lo que hoy
es Venezuela en donde sus navíos fueron arrastrados por las masas de agua dulce
desde donde desemboca el río Orinoco en el Océano Atlántico, generando en el
almirante grandes impresiones. Colón se encontró con habitantes menos morenos
que los africanos (supuestamente en las mismas latitudes), con un clima temperado
a diferencia del cálido este, a causa de estar en una altitud mayor, lo que quedaba
probado ya que solo al descender de enormes montañas podrían fluir aguas tan
magníficas y poderosas.
Colón reafirmaba las ideas de encontrarse en la India y señalaba además
una nueva forma de la Tierra, la cual no sería redonda, sino más bien como una
pera y específicamente en el hemisferio occidental y al sur de la línea del Ecuador
(línea del equinoccio) habría una protuberancia parecida al pezón de un seno
femenino.

“Yo siempre leí que el mundo, tierra y agua hera esférico y que las
autoridades y experiencias que Ptolomeo y los otros escribieron de este sitio
daban y mostraban por ello, así por ecrises de la luna y otras demostraciones,
que hacían de oriente hasta occidente como de la elevación del polo de
setentrión en austro. Agora vi tanta disformidad como ya die; y por eso me
puse a tentar esto del mundo, y hallé que no era redondo en la forma que
escriben, salvo que es de la forma de una pera que sea toda muy redonda,
salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto, o como quien tiene
una pelota muy redonda y en lugar de ella fuese como una teta de mujer allí
puesta y que esta parte de este pezón sea la más alta o propicia al cielo, y
que esta sea debajo dela línea equinoccial y en esta mar océano en fin de
oriente. Llamo yo fin de oriente a donde acaban todas las tierras e islas25”.

Ver Anexo Nº8

Allí en la cima, allí en Oriente, la providencia habría plantado una copia del
Edén. Es en este momento en donde el mito se concretizó para el gran navegante
genovés. Colón cree haber llegado al Paraíso Terrenal y lo describe al regreso de
su tercer viaje, en una carta dirigida a los Reyes Católicos, relatando en ella sus
conjeturas:

Yo no tomo qu'el Paraíso Terrenal sea en forma de montaña áspera, como


el escrevir d'ello nos amuestra, salvo qu'el sea en el colmo, allí donde dixe la
figura del pelón de la pera, y que poco a poco andando hazia allí desde muy
lexos se va subiendo a él, y creo que nadie no podría llegar al colmo, como

25
Carta de Colón a los reyes católicos sobre el tercer viaje, extraída de SANFUENTES, Op.
Cit, p.68
yo dixe, y creo que lo pueda salir de allí sea agua, bien que sea lexos y venga
a parar allí donde yo vengo, y faga este lago. Grandes indicios son estos del
Paraíso Terrenal, porqu`el sitio es conforme a la opinión d`estos sanctos e
sacros theólogos. Y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás
leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así adentro e vezina con la
salada; y en ello ayuda asimismo la suavíssima temprançia. Y si de allí el
Paraíso no sale, parece aun mayor maravilla, porque n creo que sepa en el
mundo de río uno tan grande y tan fondo26”.

Colón creía que sus carabelas navegaban ascendiendo hacia el cielo, gracias
a la acción de Dios, o más bien, se sentía como una especie de mensajero de la
divina Providencia, por lo que se empeñó en convencer a las autoridades de ello.
Para lograrlo de un modo creíble recurrió a teorías teológicas que sustentaban al
Orinoco como un territorio idean y “desde donde surgían los cuatro ríos que bañan
al mundo27”. Su visión estaba sostenida por todos los componentes fundamentales
del mito del Jardín del Edén: un clima temperado, la cumbre de una montaña y la
altitud y los cuatro ríos míticos presentes en las Sagradas Escrituras.

Ver anexo Nº9

Pero el tercer viaje no termino bien para el almirante. Sus pretensiones


políticas de ser Almirante de la Mar Océano no se concretaron. Su mala gestión en
el arte de gobernar provocó situaciones difíciles entre los colonos. La anteriormente
citada, profesora Olaya Sanfuentes (2008), señala que fue humillado por los reyes
al serle denegada su tan ansiedad calidad de almirante y virrey y que pese a que
se conservaron sus títulos y pertenencias fue llevado a España en condiciones
hostiles.
A pesar de ello, sigue con las ideas de querer demostrarle a toda la
cristiandad que él ha encontrado el Paraíso Terrenal.

(…) “Hice navegación nueva hazia el austro, adonde yo fallé


tierras infinitíssimas y el agua de la mar dulce. Creí y creo
aquello que creyeron y creen tantos sanctos y sacros theólogos,
que allí en la comarca es el paraíso terrenal28”.

A pesar de las humillaciones, logra obtener la autorización para emprender


su último y cuarto viaje en 1502. “En esta expedición recorrió las costas de
Honduras, Nicaragua y Costa Rica. El almirante, sin embargo, creía estar cerca de
la provincia de Ciguara, empeñándose hasta el último momento en su idea de
estar en Oriente29”.

26
Carta de Colón a los reyes católicos sobre el tercer viaje, extraída de MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.37
27
SANFUENTES, Op. Cit, p.69
28
Carta de Cristóbal Colón al papa Alejandro VI informando de sus viajes y solicitándole religiosos para
enviarlos a evangelizar las tierras descubiertas.
SANFUENTES, Op. Cit, p.69
29
Así como Colón, otros grandes exploradores se sintieron atraídos por
confirmar las ideas, maravillosas y en especial, sobre la existencia real del cielo en
el orbe terrestre, aunque, por cierto, ninguno tuvo tanto ímpetu como lo tuvo el gran
navegante genovés, quien tal vez, murió convencido de ello.
El propio Americo Vespucci pretende, señaló al menos en tres ocasiones
alusiones hacía lugares paradisíacos, en el año 1500 mientras bordeaba las
regiones ecuatoriales del continente americano. “Los árboles son de tanta belleza y
de tanta suavidad que pensábamos estar en el Paraíso Terrenal y ninguno de
aquellos árboles ni sus frutas se parecían a los nuestros en estas partes30”.
Los protagonistas de los grandes descubrimientos geográficos, tuvieron, sin
lugar a dudas, motivaciones místicas que fueron más allá de la mera ambición
material o de obtener fama. Las configuraciones del mundo, en donde, por una
parte, estaba la idea de que las vastas e inexploradas tierras no exploradas podían
ser interpretadas a través de las escrituras bíblicas y, por otra parte, asomaba el
espíritu empírico y racional tan propio de la época renacentista. Ambos ideales se
equidistaban en la mente de hombres como Colón, Vespucci, Thevet o el conocido
cronista de la expedición magallánica Piagafetta. En especial, como se mencionó,
en el caso de Colón.
Todos estos exploradores tuvieron aspiraciones de conocer lo desconocido,
pero, además tuvieron en común las ansias de encontrar el mito fundamental del
mundo occidental por “localizar el lugar donde la divina providencia plantó el Paraíso
Terrenal, mito esencial y fundamento doctrinal del mundo judeo-cristiano y
musulmán, lugar primigenio en donde el creador decidió inaugurar la especie
humana31”.

30
Anotación de Amerigo Vespucci extraída de MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.39
31
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.21
Anexos

Anexo Nº1

En el grabado del Paraíso de 1504, Durero incluye un papagayo, como para


significar que la escena ocurría en tierras exóticas. Al igual que otras dos especies
de monos, también hechos por él y que figuran en el Devocionario del Emperador
Maximiliano (1514), reconocibles como primates americanos dada la forma prensil
de su cola. Durero ilustraría posteriormente un plano de la ciudad de Tenochtitlán
en la edición de las Cartas de Cortés publicada en Nuremberg en 1524, lo que
confirma su interés por las noticias sobre el descubrimiento. Imagen extraída de
Rojas-Mix (2015), p.51
Anexo Nº2

Imagen extraída de Rojas-Mix (2015), p.51


Anexo Nº3

En el famoso Jardín de las Delicias del holandés Jheronimus Bosch y cuya datación
no se ha determinado con claridad, pero que se sitúa principalmente entre 1500 y
1505, se representa el árbol de la sabiduría bajo el que se encuentran Adán y Eva
bajo las características de la especie americana ágave. Se sabe que Cristobal
Colón, ya desde su primer viaje llevó a Europa numerosas especies animales y
vegetales. Imagen extraída de Rojas-Mix (2015), p.52
Anexo Nº4

Portada de una de las ediciones en español (1524) sobre los viajes de John
Mandeville en donde se observa un esciápode, un ácefalo y un ciocéfalo. Imagen
extraída de sitio web Biblioteca digital nacional de España.
Anexo Nº5

Mapa reconstruido de Toscalleni (data de 1474) del cual se cree Colón habría tenido
conocimiento antes de su viaje. Imagen extraída de Rojas-Mix (2015), p.37
Anexo Nº6

La llamada Carta de Charles de la Roncière, historiador francés especialista en


cartografía, le atribuye a Cristóbal Colón una carta marítima portulana, no exenta de
polémicas, como la propia carta de navegación del almirante. Proveniente de su
propio diario de viajes transcrito por Bartolomé de Las Casas el 25 de septiembre
de 1492. Sin embargo, no se ha podido comprobar la autenticidad de su origen. En
la parte superior se ilustra el Paraíso en el Oriente y en la cima de las montañas.
Imagen extraída de Rojas-Mix (2015)

Anexo Nº7

Ampliación de la imagen anterior.


Imagen extraída de Magasich y De Beer (2001), p.38
Anexo Nº8

Representación de la idea del orbe de Cristóbal Colón. Contenida originalmente en


el libro Paradise Found de William Fairfield Warren de 1885.

Anexo Nº9

Ilustración que revela el ascenso de una carabela hacia el cielo. Esta idea de
navegación en altura se inspira probablemente de las ideas de Colón (Proximidad
hacia el Paraíso Terrenal). Imagen extraída de Magasich y De Beer (2001), p.39
Fuentes y bibliografía

Ainsa, Fernando. (1998). De la edad de oro a El Dorado. D.F, México: Fondo de


cultura económica.

Beltrán, Rafael. (2002) Maravillas, peregrinaciones y utopías: literatura de viajes en


el mundo románico. Valencia: España: Ediciones Universidad de Valencia.

Biblioteca digital nacional de España. Sitio web:


http://www.bne.es/es/Micrositios/Exposiciones/BNE300/Exposicion/Seccion1/sub2/
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Fairfield, William. (1885) Paradise found, the cradle of the human race at the North
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