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Magíster en Historia
Seminario de investigación I
Historia y Memoria en el mundo Atlántico
Título:
“Si el paraíso no figura en los mapas de América es porque nadie precisa con
certeza su ubicación1”.
A fines de la Edad Media, los europeos conocían una pequeña parte geofísica
de nuestro planeta, pero ya desde la época helénica existía en Europa la idea de un
mundo exótico y desconocido fuera del antiguo continente, esta idea de lo extera
Europea vivía en el inconsciente colectivo, mezclando lo real con lo fantástico hasta
ya entrado el siglo XVII, cuando la exploración extra-europea estuvo avanzada.
1
ROJAS-MIX, p.50.
2
SANFUENTES, pp. 29-30
3
SUBIRATS, p. 175.
4
Ídem, p. 175.
Lo maravilloso y la idea de un Paraíso en la tierra
5
MAGASICH y DE BEER, p.22
ROJAS-MIX, Op. Cit, p.50
6
La idea de la existencia terrena del cielo estuvo inserta en la mentalidad
colectiva europea, desde la tradición heleno-románica, en donde las especias que
sólo se daban en el Lejano Oriente cruzaban a Europa a través de viajes que se
realizaban en forma constante y progresiva. Esto ocurrió -con altos y bajos, pero
regularmente- hasta fines de la Edad Media, en donde solo la gran expansión
otomana mermó esta situación. “Transitaban por vía terrestre -la famosa ruta de la
seda- o bien la vía esencialmente marítima que consistía en hacer cabotaje desde
el golfo de Bengala hasta el mar Rojo o el golfo Pérsico y desde allí, por caravanas
terrestres, las especias alcanzaban el Mediterráneo7”, y es que como señalan
Magasich y de Beer (2001) tras la apropiación de Anatolia y de los Balcanes, los
otomanos liquidaron el agonizante Imperio Bizantino con la toma de Constantinopla
en 1453, y las posesiones cristianas del próximo oriente no lograron sobrevivir a la
expansión turca.
Mitos como la existencia del Paraíso Terrenal, la fuente de la juventud, las
siete ciudades de Cíbola, El Dorado, las minas del Rey Salomón, la ciudad
encantada de los Césares, entre otros, estaban fuertemente enraizados en el
imaginario colectivo del pueblo europeo a causa de las creencias paganas que
provenían desde la época helénica y por la tradición de los viajeros y comerciantes
que transitaban hacia y desde el Oriente. Estas creencias antiguas fueron
reforzadas con el cristianismo y no solo continuaron en el medioevo tardío, si no
que se potenciaron extrapolaron hacia el nuevo mundo, actuando como un
verdadero imán para explorar el nuevo mundo por conocer.
Las creencias inciden directamente en el comportamiento del ser humano, y
en este caso, fueron una motivación real para el desarrollo de la exploración. Los
mitos vivientes en la imaginación colectiva del pueblo europeo, situaron en las fases
desconocidas del orbe toda clase de lugares maravillosos y en donde se
encontraban todo tipo de riquezas y seres fantásticos.
Los grandes descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI produjeron
un momento único en la historia, cuando los hombres creyeron alcanzar las tierras
mitológicas8”. La búsqueda de lo maravilloso constituye para la profesora Olaya
Sanfuentes (2008) el mayor y más importante atractivo para llevar a cabo los viajes
de exploración. “Atraen la atención los relatos de mundos lejanos recién
descubiertos y los cuentos fantásticos que ocurren en lugares inexistentes9”.
Otro punto influyente en la masificación de las ideas imaginarias es que para
finales de la era medieval se comenzó a generar en la nobleza una curiosidad
intelectual que apreciaba el buen gusto por la buena lectura y las buenas bibliotecas.
Existía el deseo de conocer sobre lo natural, la fisionomía de la tierra y sobre el
pasado de los hombres. Se publicaron además grandes y bellos manuscritos sobre
las hierbas (herbarios), los minerales (lapidarios) y los animales (bestiarios).
“El día a día es arduo y la cotidianidad se torna difícil de sobrellevar en la
Europa de finales de la Edad Media. En este contexto, no es extraño que el hombre
7
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.9
Íbid, p.9.
8
9
SANFUENTES, Op. Cit, p.28
entonces quiera amenizar su vida con relatos que excitan su imaginación y lo
transportan a tierras lejanas10”.
Cabe destacar que el texto más traducido y difundido, inmediatamente
después de la Biblia a finales del medioevo fue el Romance de Alejandro, una
discutible historia de las hazañas del gran conquistador macedonio, escrita en el
siglo III de nuestra era y evidentemente deformada por las ficciones fantásticas. Si
bien este texto presenta una escritura pretenciosa, fue altamente popular y su éxito
fue duradero. Estos relatos cargados de maravillas se sumarían a la enorme difusión
que alcanzarían a fines de la Edad Media los textos de Marco Polo y Sir John
Mandeville. En efecto, el libro de los Viajes de Sir John Mandeville, escritos en latín,
francés e inglés en la segunda mitad del siglo XIV fue uno de los más leídos de la
época. “(…) se conservan aún 250 manuscritos originales y 180 ediciones en 10
idiomas incluido el gaélico, pese a las innumerables pérdidas y destrucciones11”. El
entusiasmo por la literatura de viajes fantásticos era tal que generó la aparición de
invenciones literarias sobre caballería mitológica, en donde se alternaban las
descripciones fantásticas de grandes duelos y batallas entre caballeros y
monstruos, en lugares encantados habitados por seres maravillosos, a finales del
siglo XV y principios del siglo XVI. “Se conoció uno de nombre Palmerín de Oliva,
pero la serie de tres libros de caballería titulados Amadís de Gaula marcaron los
gustos literarios de la época de los descubrimientos (…) La primera edición
conocida data de 1508 (…) En éste se habla de una isla llamada California, situada
cerca del Paraíso Terrenal, poblada de mujeres negras que vivían casi como las
amazonas12”.
“En ningún caso osan contradecir las Escrituras. Los organizadores de los
descubrimientos adhieren sin duda las tradiciones medievales, pero no se contentan
10
Ídem, p.30
11
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.7
12
Ídem, p.17
con la afirmación del dogma. No les basta evocar el Paraíso Terrenal: es necesario
saber en qué meridiano y paralelo se encuentra y qué forma especial tiene el orbe
en ese lugar13”.
Para el sociólogo Fernando Ainsa (1998) el espíritu de aventura que motivaba
a los viajeros o lo que Ernest Bloch denominaba utopías geográficas tenía que ver
con descubrir algo deseado desde antes de ser encontrado, porque ya antes de ser
un hecho comprobado científicamente, lo era poéticamente. “Se sospecha entonces
que, contra toda teoría cientificista el descubrimiento no destierra la imaginación,
sino que, por el contrario, la excita y la motiva (…) El encuentro con el Nuevo Mundo
es, pues, también el resultado de la culminación de un presentimiento y un <<soñar
despierto>> presente en el imaginario clásico y medieval”.14
Llegaron tiempos en que los sueños místicos tenían la posibilidad de hacerse
una realidad. “Los portugueses avanzan inexorablemente hacia la India mientras
que en varios círculos científicos se acaricia la idea de alcanzarla navegando hacia
el Poniente. Por una u otra vía los navíos zarpan hacía el lugar más recóndito y
escondido de la Tierra que habría de revelar sus riquezas y misterios15”.
13
Ídem, p.18
14
Ainsa, pp. 44-45
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.18
15
Extrapolación al Oriente americano
Entre los siglos XIII y XIV se produjo un enorme contacto con lo Oriental, sin
embargo, no se sabía con certeza sobre sus límites más extremos.
“No se sabe exactamente donde termina: ¿cuáles eran los límites de la China
y del Japón, dominados respectivamente por Cathay y Cipango? En esta
geografía difusa se sitúan reinos maravillosos y civilizaciones incomparables.
En algún lugar de Asia debía encontrarse el paraíso16”. Para el siglo XV “las
creencias milenarias en lugares mitológicos van a emigrar de las comarcas
inaccesibles del Oriente al nuevo mundo17”.
La fascinación del medioevo por las tierras orientales era tal, que la ambición
de Colón por descubrir una nueva ruta de acceso a ellas, configuró tal vez, el último
gran viaje medieval movilizado por el sueño de aprehenderlas. Si bien
desconocemos el real entendimiento del almirante hacia el final de sus días con
respecto al descubrimiento de un nuevo continente, lo cierto es que América fue
develada al mundo europeo en forma parcial y paulatina, con ideas preconcebidas
que se desplazaron desde el mundo exótico que conocieron antes.
Disociada con su propia identidad y asociada en cambio con la identidad
mitológica de lo oriental, América era parte de una comparación difusa.
“Lentamente, a través de la convivencia que aminora las diferencias e influidos por
un espíritu más científico que empieza a aflorar hacia mediados del siglo XVI, los
europeos irán descubriendo este continente nuevo, en su particularidad y riqueza
propia18”.
El viaje medieval es esencialmente un viaje hacia Oriente, ya sea en el plano
físico, como en el plano ideológico. La fascinación por las tierras orientales motivó
a los grandes exploradores a soñar con ellas. En la búsqueda de un mejor acceso
hacia estos lugares, Colón llegó a un nuevo continente y aunque no sepamos a
ciencia cierta sobre qué tan enterado estaba de ello al momento de su muerte, la
creencia popular nos hace creer que tal vez murió creyendo que habría llegado a
las Indias.
La atracción medieval por lo oriental se puede ejemplificar en forma concreta
gracias a una conocida arista de la Historia de la Edad Media: el comercio de
especias. El historiador Paul Freedman (2010) trabaja profundamente sobre este
tópico medievalista que en una simple vista nos parece icónico, pero que, si se
analiza en profundidad, permite realizar reflexiones profundas y ciertamente
desmitificadoras. Para el autor, el mito de la valoración medieval por las especies
por sus propiedades de conservación en la carne, es al menos, una explicación
bastante simple. “Cualquiera que fuera capaz de pagar las especias podía conseguir
con facilidad carne más fresca que la que compran hoy los habitantes de las
16
ROJAS-MIX, p.15.
17
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.7
18
SANFUENTES, Op. Cit, p.21
ciudades en los supermercados locales19”. La popularidad de las especias implica
una explicación más profunda que uso meramente culinario y que se relaciona con
el prestigio y fascinación por la notoriedad del origen atractivo y misterioso de ellas.
“Ellas se consideraban drogas y medicinas preventivas en una sociedad que
padecía epidemias terribles. Las especias no solo se consideraban curativas si no
saludables para lograr el equilibrio corporal (…) El olor de las especias se extendía
por las casas que se ambientaban mediante la quema de productos aromáticos,
como una especie de precedente de la aromaterapia. También las iglesias estaban
impregnadas del olor de las especias20”.
Las características simbólicas de las especias asociadas a lo medicinal, a lo
culinario, a las fragancias o a la santidad, se atañen directamente con el encanto
del lugar magnífico del que provenían. “Se suponía que el jardín del Edén, el paraíso
terrenal, estaba perfumado con especias y funcionaba como la verdadera casa de
estos maravillosos productos (…) La localización del paraíso en Oriente, conforme
a la mayoría de los geógrafos cristianos, multiplicó las ya de por si atractivas
imágenes que de la India y de Asia oriental se tenían en Occidente21”. La
procedencia asiática de las especias confirmaba sus cualidades mágicas y que
según las creencias cristianas medievales como la leyenda de los Tres Magos o
Reyes de Oriente que visitaron al niño Jesús llevando especies con ellos confirmaba
la atracción mística y sagrada de los frutos orientales.
19
FREEDMAN, p.16.
20
Ibíd., p.17
21
Ibíd.
Colón ha llegado al paraíso
22
SANFUENTES, Op. Cit, p.64
23
ROJAS-MIX, Op. Cit, p.17
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.36
24
Ya en mayo de 1498 regresará por un tercer al mando de tres carabelas en
una nueva ruta completamente desconocida. Navegará desde las Canarias hasta
las islas del Cabo Verde y luego se irá en dirección al Suoreste, en donde modifica
levemente el rumbo tras encontrarse en una zona de calor extenuante hacia el
Noroeste, en donde cree alcanzar las costas más extremas de Oriente. Es en ese
momento, en donde aproximándose a la costa americana, a la altura de lo que hoy
es Venezuela en donde sus navíos fueron arrastrados por las masas de agua dulce
desde donde desemboca el río Orinoco en el Océano Atlántico, generando en el
almirante grandes impresiones. Colón se encontró con habitantes menos morenos
que los africanos (supuestamente en las mismas latitudes), con un clima temperado
a diferencia del cálido este, a causa de estar en una altitud mayor, lo que quedaba
probado ya que solo al descender de enormes montañas podrían fluir aguas tan
magníficas y poderosas.
Colón reafirmaba las ideas de encontrarse en la India y señalaba además
una nueva forma de la Tierra, la cual no sería redonda, sino más bien como una
pera y específicamente en el hemisferio occidental y al sur de la línea del Ecuador
(línea del equinoccio) habría una protuberancia parecida al pezón de un seno
femenino.
“Yo siempre leí que el mundo, tierra y agua hera esférico y que las
autoridades y experiencias que Ptolomeo y los otros escribieron de este sitio
daban y mostraban por ello, así por ecrises de la luna y otras demostraciones,
que hacían de oriente hasta occidente como de la elevación del polo de
setentrión en austro. Agora vi tanta disformidad como ya die; y por eso me
puse a tentar esto del mundo, y hallé que no era redondo en la forma que
escriben, salvo que es de la forma de una pera que sea toda muy redonda,
salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto, o como quien tiene
una pelota muy redonda y en lugar de ella fuese como una teta de mujer allí
puesta y que esta parte de este pezón sea la más alta o propicia al cielo, y
que esta sea debajo dela línea equinoccial y en esta mar océano en fin de
oriente. Llamo yo fin de oriente a donde acaban todas las tierras e islas25”.
Allí en la cima, allí en Oriente, la providencia habría plantado una copia del
Edén. Es en este momento en donde el mito se concretizó para el gran navegante
genovés. Colón cree haber llegado al Paraíso Terrenal y lo describe al regreso de
su tercer viaje, en una carta dirigida a los Reyes Católicos, relatando en ella sus
conjeturas:
25
Carta de Colón a los reyes católicos sobre el tercer viaje, extraída de SANFUENTES, Op.
Cit, p.68
yo dixe, y creo que lo pueda salir de allí sea agua, bien que sea lexos y venga
a parar allí donde yo vengo, y faga este lago. Grandes indicios son estos del
Paraíso Terrenal, porqu`el sitio es conforme a la opinión d`estos sanctos e
sacros theólogos. Y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás
leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así adentro e vezina con la
salada; y en ello ayuda asimismo la suavíssima temprançia. Y si de allí el
Paraíso no sale, parece aun mayor maravilla, porque n creo que sepa en el
mundo de río uno tan grande y tan fondo26”.
Colón creía que sus carabelas navegaban ascendiendo hacia el cielo, gracias
a la acción de Dios, o más bien, se sentía como una especie de mensajero de la
divina Providencia, por lo que se empeñó en convencer a las autoridades de ello.
Para lograrlo de un modo creíble recurrió a teorías teológicas que sustentaban al
Orinoco como un territorio idean y “desde donde surgían los cuatro ríos que bañan
al mundo27”. Su visión estaba sostenida por todos los componentes fundamentales
del mito del Jardín del Edén: un clima temperado, la cumbre de una montaña y la
altitud y los cuatro ríos míticos presentes en las Sagradas Escrituras.
26
Carta de Colón a los reyes católicos sobre el tercer viaje, extraída de MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.37
27
SANFUENTES, Op. Cit, p.69
28
Carta de Cristóbal Colón al papa Alejandro VI informando de sus viajes y solicitándole religiosos para
enviarlos a evangelizar las tierras descubiertas.
SANFUENTES, Op. Cit, p.69
29
Así como Colón, otros grandes exploradores se sintieron atraídos por
confirmar las ideas, maravillosas y en especial, sobre la existencia real del cielo en
el orbe terrestre, aunque, por cierto, ninguno tuvo tanto ímpetu como lo tuvo el gran
navegante genovés, quien tal vez, murió convencido de ello.
El propio Americo Vespucci pretende, señaló al menos en tres ocasiones
alusiones hacía lugares paradisíacos, en el año 1500 mientras bordeaba las
regiones ecuatoriales del continente americano. “Los árboles son de tanta belleza y
de tanta suavidad que pensábamos estar en el Paraíso Terrenal y ninguno de
aquellos árboles ni sus frutas se parecían a los nuestros en estas partes30”.
Los protagonistas de los grandes descubrimientos geográficos, tuvieron, sin
lugar a dudas, motivaciones místicas que fueron más allá de la mera ambición
material o de obtener fama. Las configuraciones del mundo, en donde, por una
parte, estaba la idea de que las vastas e inexploradas tierras no exploradas podían
ser interpretadas a través de las escrituras bíblicas y, por otra parte, asomaba el
espíritu empírico y racional tan propio de la época renacentista. Ambos ideales se
equidistaban en la mente de hombres como Colón, Vespucci, Thevet o el conocido
cronista de la expedición magallánica Piagafetta. En especial, como se mencionó,
en el caso de Colón.
Todos estos exploradores tuvieron aspiraciones de conocer lo desconocido,
pero, además tuvieron en común las ansias de encontrar el mito fundamental del
mundo occidental por “localizar el lugar donde la divina providencia plantó el Paraíso
Terrenal, mito esencial y fundamento doctrinal del mundo judeo-cristiano y
musulmán, lugar primigenio en donde el creador decidió inaugurar la especie
humana31”.
30
Anotación de Amerigo Vespucci extraída de MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.39
31
MAGASICH y DE BEER, Op. Cit, p.21
Anexos
Anexo Nº1
En el famoso Jardín de las Delicias del holandés Jheronimus Bosch y cuya datación
no se ha determinado con claridad, pero que se sitúa principalmente entre 1500 y
1505, se representa el árbol de la sabiduría bajo el que se encuentran Adán y Eva
bajo las características de la especie americana ágave. Se sabe que Cristobal
Colón, ya desde su primer viaje llevó a Europa numerosas especies animales y
vegetales. Imagen extraída de Rojas-Mix (2015), p.52
Anexo Nº4
Portada de una de las ediciones en español (1524) sobre los viajes de John
Mandeville en donde se observa un esciápode, un ácefalo y un ciocéfalo. Imagen
extraída de sitio web Biblioteca digital nacional de España.
Anexo Nº5
Mapa reconstruido de Toscalleni (data de 1474) del cual se cree Colón habría tenido
conocimiento antes de su viaje. Imagen extraída de Rojas-Mix (2015), p.37
Anexo Nº6
Anexo Nº7
Anexo Nº9
Ilustración que revela el ascenso de una carabela hacia el cielo. Esta idea de
navegación en altura se inspira probablemente de las ideas de Colón (Proximidad
hacia el Paraíso Terrenal). Imagen extraída de Magasich y De Beer (2001), p.39
Fuentes y bibliografía
Fairfield, William. (1885) Paradise found, the cradle of the human race at the North
Pole: a study of the primitive world. Boston: Hoyfhton, Mifflin.
Gil, Juan. (1989). Mitos y utopías del descubrimiento: El Pacífico. Madrid, España:
Alianza Editorial
Polo, Marco. (2017). El libro de las maravillas del mundo. Madrid, España: Abada
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