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Anhelo ser un adorador que sea un ejemplo a seguir por los demás, no
sólo con mis labios, sino con mi vida. Dios dejó muy claro que la adoración
y la justicia son inseparables.
Para que éstas vayan siempre juntas, hay tres cuestiones no resueltas
dentro del corazón de los adoradores insaciables. Primero, sólo hemos
vislumbrado la gloria de Dios, unas pocas gotas del océano de su
esplendor. Vivimos con una constante sed, deseando más de Él en
nuestras vidas. Segundo, vivimos sabiendo que somos personas
quebrantadas, sanadas en parte pero aún muy frágiles. Somos
adoradores "inconclusos", que anhelamos que su obra en nosotros sea
concluida. Por último, estamos como peregrinos en una tierra extranjera,
dolorosamente conscientes de los problemas que nos rodean y los
muchos corazones que aun no han descubierto a Jesús. Mirando a través
de los "lentes" del cielo, nuestros corazones se duelen por introducir al
Reino de Dios en esas situaciones.