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Serrano Marin Vicente - Absoluto y Conciencia. Una Introduccion A Schelling PDF
Serrano Marin Vicente - Absoluto y Conciencia. Una Introduccion A Schelling PDF
U na in tro d u c c ió n a S ch ellin g
0
V IC EN TE SE R R A N O M A R ÍN
P R Ó L O G O D E F É L IX D U Q U E
PLAZA Y VALDES
□□□
ABSOLUTO Y CONCIENCIA
Una introducción a Schelling
PLAZA Y VALDES
□□□
Primera edición: 2008
© Vicente Serrano Marín, 2008
© Plaza y Valdés Editores
Derechos exclusivos de edición reservados para Plaza y Valdés Editores. Queda prohi
bida cualquier Forma de reproducción o transformación de esta obra sin previa autori
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ISBN: 978-84-96780-50-7
D. L.: SE-4768-2008
Ilustración de la portada: Caspar David Friedrich, El monje en el mar (1808-1809),
óleo sobre lienzo.
Impresión: Publidisa
I ndice
H
ay un término alemán bien expresivo y quizá, por ello mis
mo, bien difícil de traducir: ungeheuer. Si lo considerásemos
como sustantivo {das Ungeheuer) habría que verter, sin más:
«el monstruo». Ahora bien, dado que la raíz negada, -gehetter, remite
lo ordinario y común, la versión más etimológicamente apegada al té
mino, visto ahora como adjetivo, sería: «descomunal». Sólo que algo
que está «fuera de lo común» puede ser en efecto «monstruoso» (si
mienta a lo por él calificado como algo terrible y nocivo) o «portentoso»
y aun «maravilloso» (cuando califica a algo como excesivamente bello, y
aun sublime: más allá de toda razón). Los griegos disponían al respecto
de un vocablo parejo: to deinón (de donde procede, sin ir más lejos, la
voz «dinosaurio»: saurio terrible). Así califica al hombre el segundo está-
simo de la Antigona sofoclea, pues que éste habría sabido dominar las
fuerzas de la naturaleza e incluso mantenerse trabajosamente en la del
gada y sutil línea que separa a los dioses celestes de los infernales, sin pe
recer en el empeño. Lo llama, en efecto, tb deinótaton, como insinuando
que el hombre es lo más terrible y aun monstruoso (pues que se escapa
de todo orden prefijado), pero a la vez e indisolublemente lo más por
tentoso y prodigioso (pues que él encuentra salidas para todo sin sujetar
se a nada ni dejarse subyugar por nada, salvo cuando se enfrenta a la
aporta última, irresoluble: la muerte).
10 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
unos y por los otros, hasta ser convertido en Santo por Holderlin:
«San Platón, mucho hemos pecado contra ti»). Un movimiento que, a
través justamente de Schelling (por lo que hace al misticismo ruso y al
socialismo utópico francés) y de Hcgel (por lo que hace a... todo), se
ha extendido por el ancho mundo, disfrutando de tan excelente salud
para aclimatarse a todas las tierras que lo mismo crece vigoroso en
Estados Unidos y China que en nuestros pagos, antaño resecos y aho
ra punteados gozosamente aquí y allá con obras como la presente. Pe
ro no sólo romanticismo e idealismo bebieron del Neckar, de la Saale
y del Rin para luego alimentar con sus ondas por recónditas y a veces
suterráneas vías el Moscova y el Sena, el Támesis (y si no preguntadles
— mediante ejercicios espiritistas o lectura de sus obras— a Royce, a
Bradley, a Stirling, a Collingwood y tutti quantí) y hasta el Manzanares.
Recuérdese la Klassik de Goethe, de Herder y de Schiller, la buscada
armonía del Arte y la Naturaleza a través de la Grákomanie, del impulso
formidable de una soñada Grecia ejemplificada en obras maestras, en
divinas estatuas (la mayoría de las cuales eran copias romanas): una
Grecia revivida, para pasmo todavía de los turistas que asedian la berli
nesa Isla de los Museos, en los prodigios arquitectónicos de Schinkel y
Lenné o en las exquisitas (si bien algo relamidas para el gusto actual) es
culturas de Schadow, Rauch y Chr. Fr. Tieck (el hermano de Ludwig, el
prodigioso autor de El gato con botas). Y más tarde, ya como despedida
de Grecia, pero portándola rota en un corazón ya cercado por el nihi
lismo, las pinturas de Friedrich y de Carus, prolongadas hasta el tiro en
la sien del busto marmóreo de la Mémoire, de Magritte.
Pero no sólo eso: los mentados años noventa vivieron la «exporta
ción» al suelo alemán de la Revolución Francesa y de sus consecuen
cias. Una exportación también ella doble y antitética: de un lado, la
entrada a borbotones de los refugiados aristócratas (denostados más
tarde, en el momento de la vuelta y la revancha, por Hegel, con la do
nosa sentencia: «Aquellos que nada olvidaron, y nada aprendieron»);
por otro, la fervorosa acogida de los principios revolucionarios por
parte de la intelectualidad alemana, empezando por el propio Kant,
por Fichte (con sus contundentes panfletos de 1793) y por Wieland, y
12 A bso lu to y c o n c ien c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n c
ideal, o bien como un mundo del arte (en el sentido lato de lo artifi
cial, de lo producido y no natural».
Una Identidad, pues, que no se nos aparece jamás directamente
(nada más natural, por otra parte), sino sólo — diríamos con Spino-
za— a través de sus atributos. Aparece, en efecto, en su zafarse a sí
misma-, aparece desapareciendo (ya se ve de dónde bebe Heidegger con
su ser y su eseyer). Pero en todo caso se nos aparece al desaparecer para
nosotros, o sea, para ese ser inaudito, increíble que somos en el fondo
todos nosotros: un ser capaz de reconocerse como siendo en lo otro de
sí sólo en el acto de conocer eso otro. Tal ser es el hombre: el último
vastago de la naturaleza y a la vez un ser libre, en cuanto ejecutor de su
propio destino. Ahora bien, precisamente por ello, el hombre no es un
mero soporte, un portador y un portavoz de una supuesta marcha
triunfal de la razón en la historia. El hombre es, más bien, el ser que
pregunta no tanto por la razón abstracta, supuestamente radicada en
la mente, cuanto por la razón de ser y por la razón del ser, es decir, por
el fundamento de toda realidad. El hombre, en efecto, es aquel ser
que, en cuanto noumenon, debiera ser fin y fundamento de toda la
naturaleza —de acuerdo al dictum de Kant—, mientras que, muy al
contrario, está escindido, separado de ella, viéndose a sí mismo como
algo extraño a la naturaleza, la cual, a su vez, se presenta en su hondón
como algo impenetrable para el hombre; y ello, justamente allí donde
la naturaleza habría de plegarse al pensar y al obrar del hombre: en la
historia, ese lugar móvil en el que el hombre debiera reconocerse a sí
mismo.
Además, frente a lo que cabría razonablemente esperar, es sobre to
do en la historia donde los individuos se ven arrastrados por un poder
tan inescrutable como, por lo común, aparentemente insensato. Toda
la desazón romántica, todo el escándalo del supuesto progreso ilustra
do se acumula en las amargas reflexiones de Schclling: «Bien lejos
pues de que el hombre y su quehacer hayan hecho comprensible al
mundo, es más bien el hombre mismo el que resulta el más incom
prensible de todos los seres (das Unbegreiflichste), él quien me empuja
inevitablemente a abrigar la opinión de que todo ser está profanado
18 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Scu ellin c
In t r o d u c c i ó n
So b r e e i. m é t o d o : d e W o i .f f a K a n t
11 Cf. Martina Thom, «Emleitung» a Mases Mendelssohn. Schrifien über Religión ssnd
Aufltlarung. p. 36.
•2 Cf. S. Tac, Spinoza en AUemttgne, pp. 24-25.
Cf. Mendelssohn, «Morgenstundcn», en GesammelteSchrifien, III, 2, pp. 10-17.
La v o lu n ta d d el sistema 31
...se ha nutrido del pensam iento wolffiano. La relación del pensam iento kan
tiano con W olff no es algo extrínseco, accesorio o genérico^.
21 Ya liemos citado la posición a este respecto de II. Timni en su obra (iott unddie
h'reiheit, para quien fue la polémica lo que condujo a Reinhold al estudio de la filosofía de
Kam, más tarde a la publicación de las Cartas sobre ¡afilosofía kantiana (cf. p. 406) y que
constituiría en definitiva el motivo de la elaboración de su Pilosofia fundamental. La
polémica le habría evidenciado hasta su extremo la polarización vivida entre sentimiento
y razón, y a partir de Kant cree Reinhold encontrar la solución en este punto. Dos
observaciones caben a este respecto, la primera es que, sea cieña o no la importancia
concedida por Timm al escrito de Jacobi, la cuestión de la relación entre religión y razón
no es exclusiva de éste. Como tal es uno de los temas centrales de la Ilustración alemana,
remontándose hasta W olff y le había ocupado ai propio Reinhold con anterioridad a la
polémica (cf. H. ('¡liwitzky, «Kart Lconhard Rcinholds erster Standpunktwcchsel», en
Philosophie ata ciñera Prinzip. p. 29). La segunda observación, más importante para el
aspecto que nos ocupa, recae sobre lo improbable de que, aun admitiendo la importancia
de la polémica para su adhesión al kantismo, la noción de sistema y de primer principio
las haya tomado de Spinoza, a propósito de la polémica. Contta ello habla el hecho de
que Spinoza no aparezca mencionado desde esc punto de vista, a diferencia de ieibniz o
Wolff (cf Bernhard Mensen, «Reinhold zur Fragc des crsten Grundsarzes der
Philosophie», en Philosophie aus einem Prinzip, p. 109). Por otra parte, si lo que le llevó a
Kant fiie la necesidad de salvar el abismo entre una religión racional integral y un salto
mortal hacia la creencia, no parece que el modelo de Spinoza, tal como lo presenta
Jacobi, le indicara el mejor camino en esa dirección. Por todo ello creemos que de existir
alguna relación entre el pensamiento de Reinhold y la obra de Jacobi, ésta debería situarse
más en el ámbito del David Hume que en el de la obra desencadenante de la polémica.
36 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
33 Exigencia que marca las obras de Fichte y Schelling, pero no tanto ya la de Hcgel,
que se muestra más sutil.
IA VOLUNTAD DEL SISTEMA 41
Fic h t e y Spinoza
36 FW, I, p. 101.
37 Marcial Gueroult, L ’e volution et la estructure de la doctrine de ta Science, 1, pp. 164-
46 A bsoluto y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h h lu n g
de esa solución depende nada menos que la validez del principio mo
ral kantiano. Y en la Reseña a Creuzet41 nos habla de una más alta le
gislación capaz de unir ambos mundos. «
Cuando, a partir de motivos kantianos, y desde Reinhold, en
cuentre finalmente la solución al problema de esa escisión, no es de
extrañar que vuelva sobre la figura de Spinoza, tan en candelera ya en
esos años a través de la polémica sobre el panteísmo, y quien en pala
bras de su maestro Kant compite en el rigor de las pruebas con los
matemáticos. Y ello con la ventaja añadida de que al fundar Fichte su
principio de unidad en la libertad eliminaba Fichte el carácter odioso
de la unidad spinozista: el panteísmo.
Ciertamente, también Leibniz y Wolff habían pensado la unidad.
Pera carecía de sentido que un kantiano como se reclamaba Fichte
volviera al pensamiento de aquellos. Por otra parte Jacobi había acu
sado de spinozista la filosofía de Wolff, y Mendelssohn y Maimón ha
bían mostrado el carácter spinozista de Leibniz. Sintiéndose en la
culminación del pensamiento de Kant, como se sentía Fichte, el in
terlocutor no podía ser otro que Spinoza. Pero eso no significa que los
elementos del sistema de Fichte provengan de Spinoza, antes al con
trario.
De manera que es la unidad la que, una vez alcanzada al maigen
de la filosofía de Spinoza, le permite a Fichte presentar la filosofía de
Spinoza como su verdadero interlocutor, dando así lugar al malenten
dido al que nos referíamos más arriba.
En la Fundamentación del 94 vuelve a decimos:
Asi, Spinoza pone elfundamento de la unidad de la conciencia en una sus
tancia... y afirma esto porque está obligado a suponer algo absoluto primero,
una más alta unidad^-.
4' Hay una versión española publicada en la revista Andbasis el año 1994.
ídem, p. 121.
50 A bso lu to Y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
In t r o d u c c i ó n
Un s im n o z is m o e s t é t ic o
6 la obra de Winkle citada establece una clara conexión entre ese spinozismo de
Hamburgo y el Lessing editor de los Fragmentos de Rcimarus (cf. op. cit., pp. 81 y ss.), y
en cuanto a la relación, resulta indudable con el Sturm und l)rang a pesar d d carácter
contradictorio que manifiesta. Gulyga habla en este sentido de Lessing a la vez como
critico y como predecesor del Sturm und Drang (cf. op. cit., p. 37). Johen Schmidt
también considera problemática la proximidad de Lessing a ese movimiento (cf Die
Geschichte der Genie-Gedankem in der detaschen literam r, Phitosophie und Politik, 1750-
1950, I, p. 91). Por su pane, Timin introduce a Kdclmann y a Schmidt bajo el epígrafe
Weltliihe JJieoiogic der Rdigjáse Sturm-und-Drang, y señala dilectamente la influencia de
éstos sobre Herder y Goethe (cf. Gott und die Freiheit, pp. 160-164), y en otro momento
de la obra afirma que el mayor influjo del spinozismo de lessing se ejerció sobre Herder y
Goethe (cf op. cit., p. 275).
7 Herders Sammtliche Werke, V, p. 226.
S pin o za 57
Una afirmación que avalaría más bien la tesis de que el primer co
nocimiento que Goethe tiene de Spinoza se corresponde casi con el
momento en que Jacobi desencadena la polémica, lo que a su vez vie-89
8 «Dichiung und Wahrhcit», en (¡oethes Werke, IX, p. 494. Hay traducción
castellana en J. W. Goethe, Memorias deI joven escritor, Buenos Aires, Hspasa (jipe,
1951. p. 45.
9 «Aus der Zeit der Spinozastudien Goethe», en Wilbelm Diltheys gesammebe
Schrifien, 11, p. 391. la misma afirmación se repite en otros términos en la página 407,
pero la única prueba que ofrece para justificar tales afirmaciones es remitirnos a la carta de
Herder a jacobi del 20 de diciembre de 1784. En efecto, en esa carta se puede leer:
«Desde que te luiste Goethe ha leído a Spinoza», Jaban Gottfried Herder Brieje
Gesamtausgabe ¡763-1803, p. 91. Semejante afirmación prueba, todo lo más, que en
efecto Goethe ha leído a Spinoza en ese tiempo, pero ello no implica que no lo haya leído
con anterioridad, y en todo caso no parece permitir la reiterada categórica afirmación de
Dildiey. Todo lo más permite afirmar que, según Herder, Goethe ha leído |>or esas fechas
a Spinoza.
58 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e iíin g
Spinoza desde la ausencia de Jacobi. Ello parece indicar que Jacobi les ha obligado a
reconsiderar la obra de Spinoza, y que ambos se han ratificado en sus previas
convicciones. Kl propio Herder dice refiriéndose a la lectura por pane de Goethe: «es una
piedra de toque de que le ha entendido (a Spinoza) como yo le entiendo».
20 Y en este sentido resulta muy interesante a la hora de valorar el spinozismo de
Herder frente al de Jacobi/lessing de la década de los ochenta, el hecho de que la
concepción shakespeariana de Herder, vinculada a la recepción de Spinoza, se contraponga
a la de lessing. Cf. Jodien Sdimidt, np. cit., p. 169.
21 El spinozismo de lessing está lejos de ser incuestionable. En primer lugar
depende de la autenticidad que concedamos a la entrevista relatada por Jacobi. Y a este
respecto, la intención polémica dd escrito debería, cuando menos, introducir alguna
reserva sobre esa autenticidad. Ciertamente, mediante una presentación spinozista de
62 Abso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
Icssing, Jacobi lograba un éxito decisivo en sus intereses contra la razón ilustrada. El
esfuerzo de un Iessing por hacer compatible la religión y la razón recibía un duro golpe al
aparecer bajo el aspecto del odiado spinozismo. En este sentido, Iessing era un excelente
umbral para llegar hacia el pumo de flotación de la Ilustración misma. Cf. sobre este
punto, Harald Schultze, «Das Jacobi-Gcsprach — cin geheimes Glauaubensbckcnntnis
Lessings?», en Lessing und Spinoza, pp. 109-110. Por otra pane, y aun en el caso de que
pudiera probarse la autenticidad de la entrevista con Jacobi, no deja de ser arriesgado
deducir el spinozismo a panir de las afirmaciones allí contenidas, algunas de ellas muy
vagas, incluida la fundamental «los conceptos onodoxos de la divinidad no son válidos ya
para mí». Su concepción trinitarista nada tiene de ortodoxo, y sin embargo parece en
todo incompatible con el autor del Tratado ttolágico-politko. Estamos ante uno de los
pocos casos en la historia de la filosofía en que la literatura parece haber construido
exclusivamente a partir de un texto de naturaleza en gran parte ficticia, y a partir de
afirmaciones no contrastadas de un autor ya fallecido, y transcritas por otro que se opone
a ¿I.
22 H. A. KorfF, en su Geist drr Goethezeit. Vcrsuch einer iderlien Entwicklung der
klassisch-romamischen l.iteraturgachichtc, considera esa concepción de la naturaleza como
totalidad como la idea fundamental del Sturm und Drang (cf. 1, pp. 99-100), si bien
matiza sus raíces spinozistas en la medida en que reproduce la óptica de Dilthcy y
reconoce la presencia de Spinoza a partir de los años odíenla, significándola como una
especie de tránsito del «sentimiento de la naturaleza» a la «filosofía de la naturaleza» (cf.
II, p. 17).
S pinoza 63
es del Sturm und Drang, lo que toma de Spinoza es más una visión
estética que una filosofía en sentido estricto2425, una concepción fun
damental en la que la naturaleza como totalidad sigue desempeñando
el papel decisivo29. En la sección siguiente veremos cómo es la com
binación de esos dos elementos, el filosófico especulativo a partir de
Kant-Fichte, y el de la concepción estética de la unidad y totalidad a
partir del spinozismo, la que explica la peculiar evolución del pensa
miento de Schelling.
Sobre el origen de esta «nueva» recepción de Spinoza en Tubinga
parece evidente que hay que vincularla tanto a la polémica originada
por Jacobi, como al hecho de que los protagonistas de la misma sean
en principio poetas con inclinaciones filosóficas: Conz26, Stáudlin,
Holderlin..., una de cuyas referencias fundamentales no puede ser otra
que la de la generación precedente, aquella que en la década de ios
setenta había hecho la primera gran revolución literaria de Alemania.
En este sentido, y al margen de la influencia directa del propio
Goethe o de Herder, el papel de Schiller como mediador parece indu
dable27*. Suavo, poeta y ávido lector de Kant, justamente en los as
pectos estéticos, próximo al Sturm und Drang, amigo personal de
Conz, modelo y genio protector del joven Holderlin, aunque la pre
sencia de Spinoza en su obra no sea comparable a la de Goethe, todo
24 £1 propio Dilthcy reconoce como uno de los rasgos más propios de la concepción
del joven Goethe el rechazo de la transcendencia presente en Prometeo, y la aíirmación de
una causalidad inmanente (cf. op. cit,, p. 396), que será, como veremos, uno de los
puntos decisivos de la concepción estético-filosófica de Holderlin, y estrechamente
vinculada de un modo explícito al spinozismo.
25 A fines del pasado siglo pasado, Grunwald afirmaba que sin Goethe, Herder y
Schiller no hubiera habido escuela romántica, ni un Schdling o un Hcgel (cf. Spinoza in
Detucksland. p. 112), para después de señalar que Goethe no consideraba a Spinoza como
teólogo ni como mctafisico, sino como interprete de la naturaleza (ídem., p. 120)
26 Poeta ¿I mismo y amigo personal del joven Holderlin, y lo que es más signifi
cativo, traductor del Tratado teológico- político de Spinoza.
27 En la obra ya citada, afirma Grunwald un tanto retóricamente que si Goethe es el
Castor del spinozismo alemán, Schiller es el Polux (cf. op. cit., pp. 126-127). lo cierto es
que faltan datos para confirmar tal spinozismo. Se suele citar la influencia de Haller en
este sentido. Cf. el propio Grunwald, op. cit., ibíd.
S p in o z a 65
T ubinga
34 Obras clásicas del siglo X IX se hacen ya eco de la Felariva anticipación por pane de
Holderlin de motivos filosóficos que aparecerán más tarde en Schelling y Hegcl. Es d
caso de la obra de Rudolf Haym, Die Romantische Schule. Ein Beitrag zur Geschichte des
deutschen Geistts, pp. 301-306. En el mismo sentido cabe atar la biografía de Hegel de
Kart Rosenkranz, op. cit., pp. 25 y 26. A partir de los anos veinte de este siglo, autores
como Ernst Cassirer, Wilhclm Bolín, Kun Hildebrant o Johancs Hofímcistcr han
debatido sobre la imponancia filosófica de Holderlin. Sobre las posiciones de cada uno de
ellos véase D. Hcnrich, Kbnstellationen. Probieme und Debatten am Ursprung der
idealistischen Philosophie, pp. 53 y 54.
33 Algunos ejemplos significativos en este sentido son: Hannelore Hegel,
«Reflexión und Einhcit. Sinclair und der fíundder Geister», en Hegel-Studien, Bciheft
17 (1977); Panajotis Kondylis, Die F.ntstehungder Dialektik. FineAnalysedergeistigen
Fntwicklung von Holderlin, Schelling und Hegel bis 1802, Stuttgart, Klett-Kotta.1979;
Christoph Jamme, «Ein ungclehrtcs Buch. Die philosophische Gcmcinschaft
zwischen Holderlin und Hegel in Frankíurt 1797/1800», en Hegel-Studien, Bciheft
23 (1983); Wolfgang Janke, «Holderlin und Eichtc. Ein Bivium zum unbekanntcn
Gott (1794-1805)», en Transzendentalphilosophie ais System. Die Auseinandersetzung
zwischen 1794 und 1806, herausgegeben von Albcrt Maus, Hatnburgo, Félix Meiner,
1989; Margarcthe Wegenast, Holderlins Spinoza-Rezeption und ihre Bedeutungfur die
Konzeption des «Hyperion», Tubinga, Max Nicmeycr Vcrlag, 1990. O el programa
que puso en marcha en los ochenta el propio Dieter Henrich, que encuerna una
primera aportación en la obra arriba citada, Komtellationen, que reúne algunos de sus
primeros trabajos más importantes sobre Holderlin. Con posterioridad ha seguido
publicando obras de gran calado y que se han hecho imprescindibles, la ultima
Grundlegung aus dem lch. Untersuchungen aus der Vorgschichte des Idealismus.
Tübingen-Jena, 1790-94, Frankíurt, Suhrkamp, 2004. F.n castellano cabe mencionar
las obras ya citadas de J. L. Rodríguez García, Friedrich Holderlin: el exiliado en la
tierra, Zaragoza, Universidad, Prensas Universitarias, 1987, 2 vols., y la obra de
Felipe Martínez Matzoa, De Kant a Holderlin, Madrid, Visor, 1992, además de las ya
S p in o z a 69
54 C f. W . G . J a c o b s , of>. d n , p p . 11 y ss.
Capítulo 3
Holderlin
A
l parecer, y a tenor de sus propias manifestaciones, el primer
contacto de Holderlin con la filosofía de Fichte se produce
durante su estancia en Waltershausen, es decir, una vez termi
nada su estancia en Tubinga. Lo cierto es que ese primer contacto con
la Doctrina de la ciencia de Fichte provoca en Holderlin unas sorpren
dentes consideraciones. En carta a Hegel de febrero de 1795 relata del
siguiente modo su primera reacción ante el pensamiento fichteano:
Al principio se me hizo sospechoso de dogmatismo. Si se me permite conjetu
rar, parece haber permanecido o permanecer aún en la encrucijada, pretende
ir más allá del hecho de conciencia en la teoría, lo que muestran muchas de
sus expresiones, y lo que, ciertamente, resulta ser mucho más transcendente
aún que lo que los metqftsicos han pretendido hasta ahora cuando han queri
do ir más allá de la existencia del mundo
Lo que resulta notable de estas palabras es que Fichte, quien re
petidamente había manifestado que no existen más que dos siste-
' StA, 6. p. 155.
78 A b s o l u t o y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e l l in g
evidencia más bien que sólo desde éste resulta comprensible la posi
ción de Holderlin6.
Para esta segunda posibilidad de interpretación, el concepto de
dogmatismo que Holderlin está usando aquí vendría explicado en dos
momentos. El primero de ellos precede a la expresión «Su absoluto Yo
(= a la sustancia de Spinoza)», y en él Holderlin plantearía en térmi
nos generales en qué consiste ese dogmatismo. La palabra clave sería
aquí el término «transcendente», pues del sistema de Fichte nos dice
que parece pretender ir más allá del hecho de conciencia, lo que resulta
aún más transcendente que el proceder de los metafísicos cuando
pretendían ir más allá de la existencia del mundo. Es decir, el dogma
tismo de Fichte tendría en común con cualquier otro tipo de dogma
tismo su pretensión de transcendencia. Pero en este primer momento
nos está ya presentando Holderlin un rasgo específico del dogmatismo
fíchteano, resumibie en el hecho de que su carácter transcendente no
pretende ir más allá de la existencia del mundo, como los anteriores
metafísicos, sino más allá de la conciencia. Y precisamente esa especi
ficidad del dogmatismo fíchteano, el ser un dogmatismo de la con
ciencia, podríamos decir, es lo que le hace más transcendente que la
pretensión de los antiguos metafísicos.
Pues bien, en un segundo momento Holderlin trataría de explicar
por qué un dogmatismo de la conciencia es aún más transcendente
que el de los antiguos metafísicos. Y ese segundo momento es el que
se inicia con la expresión «Su absoluto Yo (= a la sustancia de Spino
za)». Situar el Yo en el lugar de la sustancia de Spinoza, caracterizarlo
con los rasgos de ésta, es decir, como conteniendo toda realidad, con
JU IC IO Y SER
'< Ibíd.
'5 StA, 4, p. 216.
>6 FW, l, p. 263.
HOlderun 87
ídem, p. 116.
HOLDERLIN 89
27 StA, 4, p. 217.
94 A b s o l u t o y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e ix in g
In t r o d u c c ió n
L a f o r m a c ió n p r e f ic h t e a n a d e S c h e l l in g
Pero antes de desplegar con algún detalle ese proyecto explicativo, de
bemos volver sobre algunos datos de la vida y el desarrollo intelectual
del joven Schelling. Y comenzaremos por recordar que, si bien es
cierto que su presencia en el Stiji y su contacto con Hólderlin y Hegel
resultan decisivos para interpretar en clave spinozista su punto de
partida, no lo es menos que Schelling, el más joven de los tres, es el
último en llegar al Stiji y el último en salir de él12. Eso quiere decir
que su desarrollo intelectual en ese periodo, las lecciones a las que
asiste, los temas sobre los que trabaja, su formación, en definitiva, no
coinciden enteramente con la de sus compañeros. Este dato tal vez no
tendría por qué ser relevante en otro periodo de la historia de la filo
sofía, pero en el que nos ocupa una diferencia de dos años puede re
XIX, una tendencia a reconocer predominantemente la presencia de Spinoza en el llamado
periodo de la Identidad, en el que esa presencia es manifiesta y evidente, y a menospreciar
esa presencia en los primeros escritos. Ejemplo en este sentido es la Disertación de Rosa
von Schirnhofer, que con el signilicaiibo tirulo Vergleich zwischen den labren SeheUing’s
und Spinoza's (Zíirich, 1889), limita ese análisis al periodo de la identidad. De hecho,
para esc periodo se acuñó el término «neospi nozismo». Dado que la presencia de Spinoza
es una constante en Schelling desde los primeros escritos, parece inevitable considerar que
el llamado «ncospinozismo» en tomo a 1801 hunde sus raíces en esos primeros escritos, y
en consecuencia parece obligado tener al spinozismo como un importante hilo conductor
a la hora de seguir la trayectoria de Schelling.
12 Schelling entra en octubre de 1790 (cf. Horst Fuhrmans, F. W. J. Schelling Briejr
und Dokumente, Band 1,1775-1809, p. 9), y sale en noviembre del 95 (cf. ídem, p. 55),
mientras que tanto Hólderlin como Hegel habían entrado en 1788 y dejan Tubinga en
1793.
SCHELLING: LECTOR DE FlCHTE 105
17 Sobre este pumo puede verse nuestro artículo «Sobre Hólderlin y los comienzos
del Idealismo alemán», en Anales del Seminario de historia de k filosofía, 10 (1993), pp.
173-194.
108 A bso lu to v c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
A sí nada puede ser m eram ente puesto, m ás que aquello m ediante lo cual es
puesto todo lo dem ás, nada puede ponerse a s i m ism o, sino sólo aquello que
contiene una m eram ente y originaria m ism idad, y que es puesto no porque
ei*2 puesto, sino porque es lo que pone**.
*2 la negrita es nuestra.
43 SCHW, I, p. 56.
44 I.o que Schelling reconoce más tarde en carta a Fichte de 3 de octubre de 1801.
C'-f. FSC’HBW, p. 138. Una acertada descripción de esta situación nos la vuelve a ofrecer
F. Duque, en su la era áe la critica, p. 255, en particular en la nota 498.
118 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
forma de ¡afibsqfia en general d Comentario del Timeo de Platón (cf. op. cit., p. 29).
Capítulo 5
De camino hacia lo incondicionado
La t e n s i ó n e s e n c ia l d e l e s c r it o S o b r e e l Yo
7 Este primer principio aparece definido a lo largo del escrito en términos muy
próximos a los de la sustancia de Spinoza, en términos de unidad (cf. SCHW, I, p. 106),
totalidad (ídem, p. 110), sustancia (ídem, p. 116), absoluta potencia (ídem, p.120),
eternidad (ídem., p. 126); y en muchos casos con alusiones directas a Spinoza (cf., entre
otros, ídem., pp. 109,118, 120 y 127-128 en nota); y siempre mediante argumentos que
muestran un claro paralelismo con los de la Ética.
126 A b s o l u t o y c o n c i e n c i a . U n a i n t r o d u c c i ó n a Sc u e l l i n g
8 SCHW, I, p. 76.
D e c a m in o hacia lo in co n d ic io n a l » 127
9 ídem, p. 78.
128 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
•1 Fji este sentido afirma Tilliene que la indiferencia teórica de los dos sistemas,
criticismo y dogmatismo, está ya prefigurada en Sobre el Yo. Cf. Schelling...., I, p. 75.
DE c a m in o HACIA l,0 in co n d ic io n a l » 131
O tra carta a h e g e i.
12 Lautli considera esta caira un resumen del escrito (cf. Die Entstehung..., p. 17). En
el mismo sentido, Tillietre, op. cit., I, p. 73.
D Briefe und Dokumente, II, p. 65.
132 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
Para mi, el más alto principio de lafilosofía es el puro absoluto Yo, esto es en
tanto mero Yo, aún no condicionado por objeto alguno, sino puesto por li
bertad. El alfa y omega de todafilosofa es la libertad
Ese Todo, ese Absoluto, parece, pues, concebido en Schelling en
términos de libertad. Con ello no sólo es Piel a Fichte, sino a sus pro
pias convicciones que son también las de una época que exalta la li
bertad. Pero hay que preguntarse ahora por qué Schelling necesita de
un rodeo semejante para afirmar la libertad. Y la respuesta a esta pre
gunta debe tener en cuenta:
1. Que está tratando de mostrar a Hegcl el proceso por el que se
ha hecho spinozista, intentando evitar la sorpresa que ha podi
do producir en su amigo una información semejante.
2. Que el sistema de Spinoza aparece en el contexto de la época,
resultado a la vez de dos siglos de teología y de la configuración
kantiana y Pichreana, como un sistema que niega la libertad.
3. Que según el sistema de Fichte, y al que formalmente se adhie
re Schelling, no hay más que dos sistemas, siendo el de Spinoza
el más opuesto al suyo.
¿Podemos considerar que, en efecto, al afirmar Schelling la libertad
en esos términos, se ha liberado de la supuesta contradicción que pa
rece atravesar la carta? ¿No parece que, ateniéndonos a la formulación
de Fichte, de la que Schelling se hace eco aquí una vez más, hace defi
nitivamente insalvable esa contradicción? ¿Cómo puede Schelling ha
berse hecho spinozista, es decir, haberse adherido a un sistema que
niega la libertad, y decir a la vez que la libertad es el alfa y omega de la
filosofía?
Parece difícilmente creíble que un pensador de la ralla de Sche
lling, y aun en una carta, incurra en absurdos tan manifiestos. «No te
sorprendas», le había dicho a Hegel, lo que demuestra hasta qué
“ Ibíd.
136 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e iiin c
por qué establecía Schelling esa diferencia. Si lo Absoluto era libre por
definición: ¿por qué el Yo absoluto debe convertirse en principio, y
precisamente en virtud de la libertad, alfa y omega de la filosofía? La
respuesta pasa por un elemento kantiano que Schelling quiere aquí
conciliar con Spinoza. La noción de objeto pertenece a la filosofía teó
rica, separada por un abismo de la filosofía práctica. El Objeto abso
luto no puede ser principio porque su comprensión rebasa el marco
kantiano y es transcendente en este sentido. Por más que el Dios de
Spinoza, un Dios libre por definición, lo que no puede haber pasado
por alto Schelling, sea el suyo, su descripción no puede hacerse en el
ámbito de la representación, en el ámbito de la filosofía crítica, en el
de la primera Crítica, que es en el que Schelling se ha situado. Para
llegar de nuevo al Dios de Spinoza hay que salir del ámbito de la fi-
nitud, y eso sólo es posible «para nosotros» desde la praxis, es decir, a
partir del Yo absoluto. Pero el resultado último no es otro que el de,
paradójicamente, negar la propia personalidad, la finitud. Si ese re
sultado fuera alcanzable, lo que Schelling niega en esta carta, entonces
el Yo absoluto dejaría de tener sentido, pues no existiría ya un «para
nosotros», una finitud, y por tanto tampoco la consiguiente distinción
entre filosofía teórica y filosofía práctica, sino sólo Dios, infinito. Ni
Objeto absoluto, ni Sujeto absoluto, sino Absoluto sin más. La sus
tancia de Spinoza, es, pues, el Dios de Schelling, pero desde el marco
kantiano ese Dios sólo encuentra su expresión en el Yo absol uro.
Schelling, como Kant y como Fichte, olvida aquí la dimensión prácti
ca del pensamiento de Spinoza y ve en ella sólo un conjunto de enun
ciados teóricos. Juzga a Spinoza desde Kant, pero en lugar de acusar
de dogmatismo, como Kant, al Dios de Spinoza, lo hace abandonar el
terreno de la filosofía teórica, el del objeto, y le da la forma del Yo ab
soluto de Fichte.
En realidad el propio Schelling confirma en Sobre el Yo, y de un
modo explícito, que es la concepción de la filosofía teórica la que le
impide partir del Objeto absoluto. Si se supone que Dios, en la medi
da en que es determinado como objeto, es fundamento real de nues
tro saber, entonces cae él mismo, en cuanto objeto, en la esfera de
142 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
nuestro saber finito, y no puede ser para nosotros el más alto punto
del que depende este saber. Pero tampoco podemos saber ni nos sirve
lo que Dios supiera sí mismo, sino qué es para nosotros en relación a
nuestro saber28. Y la respuesta ya la conocemos: Dios es para nosotros,
en relación a nuestro saber, el Yo absoluto.
...probar objetivamente que el Yo es incondicionado significa probar que es
condicionado29.
El Yo, en cuanto debe ser incondicionado, tiene que estar fuera
de toda esfera de lo objetivo. Así lo confirma en una nota a pie de
página:
Dios no puede serpara mi elfundamento real de todo mi saber, en la medida
en que es determinado como objeto, porque a través de ello él mismo cae en la
esfera del saber condicionado. Si por el contrario no fuera determinado co
mo objeto sino como Yo, entonces sería en todo casofundamento real del sa
ber. Pero una tal determinación de Dios es imposible en lafilosofía teórica...
Debo admitir necesariamente que Dios es para si absoluto fundamento real
de su saber, pero no para mi, pues para mi, en la filosofía teórica, no es de
terminado como yo sino como objeto30.
En definitiva, no niega la divinidad del Dios spinozista, ni su li
bertad; niega únicamente, acorde siquiera en eso con Kant y Fichte,
que sean posibles para nosotros esa libertad y esa divinidad, y, por
tanto, que sea accesible en términos de objeto. Si queremos presentar
ese fundamento último del saber y del ser, el Yo, tal como viene defi
nido en el comienzo mismo de la obra, debemos hacerlo en términos
del Yo absoluto.
«¡Entre tanto me he hecho spinozista..., pero no te sorprendas!», le
ha dicho a Hegel. Mi Dios es el Dios de Spinoza, pero no te sorpren
El absoluto y í a c o n c ie n c ia
como algo que es, sino como algo que debe ser producido por nosotros... Sólo
hay dos sistemas completamente consecuentes, el crítico que reconoce esos li
mites, y el spinozista que los sobrepasa.
Expresiones todas ellas de las que no parece aparrarse Schelling en
la carta que comentamos, ni en el primer parágrafo del Sobre el Yo. Y
sin embargo, esa coincidencia es una vez más formal y superficial. El
hecho de que Spinoza piense esa unidad desde la filosofía teórica —
según Fichte— es una consecuencia de su punto de partida mismo.
No reside en ello, pues, el argumento central que diferencia ambos
sistemas. Esa cuestión, la del carácter teórico, aparece en el texto de
Fichte como un término medio que conduce a la conclusión de que
sólo hay dos sistemas, criticismo y dogmatismo, y de que este último
sobrepasa las fronteras de la filosofía de Kant. La premisa mayor, el
punto de partida de Fichte es que el Dios de Spinoza:
...niega completamente la conciencia pura... Para ¿L el Yo no es simplemente
porque él es, sino porque otra cosa es... Separa la conciencia pura y la empíri
ca. La primera la sitúa en Dios, que de suyo nunca es consciente, puesto que
la conciencia pura nunca llega a ser empírica, y sitúa la última en las modifi
caciones de la divinidad2.
Por tanto, nos viene a decir Fichte, se sitúa en un terreno en el que
no es posible contradecirle, pero que carece de fundamento, pues
«¿qué le autoriza entonces a salir de la conciencia empírica?». Y a con
tinuación vuelve a aparecer aquella expresión según la cual el error de
Spinoza es haber buscado el primer principio en la filosofía teórica y
que parece ser un diagnóstico coincidente con el de Schelling.
Ahora bien, hemos mostrado más arriba que el punto de partida y
la originalidad de Schelling respecto de Fichte es que sitúa el proble
ma del primer principio en el ámbito de la filosofía teórica de Kant.
¿Cómo explicar entonces que el Yo absoluto de Schelling, en los tér
minos que venimos de ver, aparezca precisamente por exigencias de la32
32 FW.I.pp. 100-101.
D e ca m in o hacia lo in c o n d ic io n a d o 145
35 SCHW. I. p. 89.
36 Idem, pp. 90-91.
37 M. Frank afirma a este respecto: «...esto es, la autocondencia sólo puede
D e c a m in o hacia lo in co n d ic io n a l » 149
In t r o d u c c ió n
N
o es tan sencillo, sin embargo, concretar ei contenido de las
discrepancias entre Hólderlin y Scheliing. A nuestro enten
der éstas pueden derivar únicamente de la ambigüedad que
preside el Sobre el Yo. Pues ambigüedad aquí significa precisamente
que Scheliing no acaba de decantarse por el sistema de Spinoza, sino
que lucha por mantenerse en el marco fkhteano, y de hecho sigue va
liéndose de la terminología de éste para caracterizar un principio que
como sabemos está bien alejado del Yo Pichteano1. En realidad po
dríamos decir que Sobre el Yo, al presentar el principio de la filosofía
en términos spinozistas, inaugura inmediatamente un nuevo proble
4 Tillicttc considera indisociables las dos obras, Sobre el Yo y las Cartas sobre
Dogmatismo y Criticismo, aportando estas últimas un esclarecimiento de la primera (cf.
Schelling..., I, p. 89). A nuestro entender, más que de un esclarecimiento cabe hablar de
una prolúndización y de un paso más en el desarrollo de la problemática allí iniciada, lo
que conducirá a Schelling, a pesar de la aparente solución práctica, a un claro alejamiento
de Fichte. F.n este sentido señala 1-auth que las Careas sobre Dogmatismo y Criticismo
señalan un claro tránsito hacia el «idealismo dogmático» por contraposición al «idealismo
crítico» de Fichte (cf. Die Entstehung. p. 24). Para Tillicite, en cambio, esta obra
representa un claro acercamiento al criticismo.
E n t r e D o g m a t is m o y c r it ic is m o 157
5 SCHW, I, p. 225.
158 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
* Sí'H W , I, p. 217.
160 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
11 Para Meier, en cambio, las ('.artas sobre Dogmatismo y Criticismo suponen una
preferencia del punto de vista gnoseológico-practico frente al ontológico. Cf. op. cit., p. 24.
162 Absoluto yconciencia. Una introducción a Schelung
T e o r ía y p r a x is
>4 Ibíd.
15 fdem. p. 221.
164 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a sch ellin g
•6 Ibíd.
*7 Hankopf señala a este respecto que ambos sistemas se dan en un ámbito
fenoménico, que contrapone a una presupuesta realidad metafísica anterior a ellos. Cf.
Studien zu Schelling Dialektik, p. 20.
E n tre D o g m a t ism o rauriasM O 165
M íbíd.
17 0 ABSOLUTO Y CONCIENCIA. UNA INTRODUCCIÓN A SCHELUNG
31 SCIHW, I, p. 243.
32 En este semillo señala Tillicite que la cana octava está escrita después del
encuentro con Scltelling. Cf. L'Absolu et la phibsophie. Essais sur Schelling, p. 68.
33 Cf. parágrafo 15 de Sobre el Yo.
180 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . Una in t r o d u c c ió n a S c iie l u n g
contradicción entre los distintos sistemas, o más bien deben cesar como siste
mas contradictorios en lo Absoluto
Y, a continuación, presenta ambos sistemas en términos análogos a
epicureismo y estoicismo, es decir, los dos sistemas en torno a los
cuales Kant había hecho establecido su dialéctica de la razón prácti
ca»
La conclusión final de la obra es, sin embargo, que esa unidad úl
tima sólo alcanzable en el terreno de la praxis, la realiza de un modo
acabado el criticismo343536.
Así las cosas, la pregunta clave es si coinciden los principios de
dogmatismo y criticismo con el principio de la filosofía. Es evidente
que no, como Schelling señalará más tarde en la ya citada carta. La
conclusión es evidente y confirma que ha abandonado momentánea
mente su problema, la presentación de su filosofía a partir del incon
dicionado. ¿Pero qué relación guarda la conciencia con el principio?
Al comienzo de nuestra consideración de las Cartas sobre Dogma
tismo y Criticismo nos habíamos referido precisamente a las discrepan
cias entre Hólderlin y Schelling. Pues, bien, las Cartas muestran bien
claramente en qué terreno se mueven. Las afirmaciones de Schelling a
lo largo de la obra parecen contrariar directamente cada una de las
afirmaciones decisivas de Juicio y Ser de Hólderlin y, sin embargo, no
deja de ser paradójico que, como afirmamos más arriba, el presu
puesto desde el que tales afirmaciones se hacen coincide, en lo fun
damental, con el presupuesto compartido por Hólderlin, según el cual
el principio, «ser», es anterior al juicio, es decir, a la escisión entre su
jeto y objeto. Esa idea es reiterada por Schelling a lo largo de las Car
tas, y sólo desde ella puede afirmar la oposición entre dogmatismo y
criticismo, como resultado de la separación originaria. Por ello cabe
afirmar que las Cartas sobre Dogmatismo y Criticismo, lejos de resolver
la tensión fundamental que atraviesa el pensamiento de Schelling, no
34 SCHW, I, p. 253.
35 Cf. ibid.
3* Cf. ídem, p. 259.
E n t r e D o g m a t ism o y c r itic ism o 181
In t r o d u c c ió n
3 ídem, p. 277.
4 ídem, p. 278.
La in v e n c ió n filosófica o a . E sp ír it u 189
5 íd e m , p . 2 9 1 .
190 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
6 íd e m , p p . 2 8 5 - 2 8 6 .
L a in v e n c ió n filosófica d el Esrítaru 191
7 íd e m . p . 2 8 6 .
192 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
8 ídem, p. 289.
L a in v e n c ió n filo só fic a d e l E s p ír it u 193
G e is t
® íd e m , p p . 2 8 9 -2 9 0 .
194 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
Más aún: llamo Espíritu (GeistA a lo que es su propio objeto. El Espíritu de
be ser objeto para sí mismo, en la medida en que no es Objeto sino Sujeto
absoluto, para el que todo (también él mismo) es objeto101,
De la definición dada queda claro que al menos cumple dos de las
condiciones exigidas:
— parece capaz de expresar la identidad Sujeto-Objeto.
— parece evitar la identificación de lo Absoluto con el Objeto ab
soluto spinozista.
Sin embargo, también parece aproximarse demasiado a una con
cepción donde la prioridad se da al otro extremo posible, a un Sujeto
absoluto, lo que sería incompatible con un principio de identidad más
alto que criticismo y dogmatismo, es decir, más elevado que los dos
posibles sistemas basados en el Sujeto y en el Objeto absolutos. Ahora
bien, a pesar de que en el texto últimamente citado Schelling utiliza la
expresión Sujeto absoluto, y a pesar también de que en su descripción
recoge una estructura análoga a la de la autoconciencia, el término
Geist parece justamente evitar la noción de sujeto11, para transferir
precisamente aquella estructura a una entidad prerreflexiva que Sche
lling alcanza en su búsqueda de un principio de identidad:
El Espíritu puede ser sólo captado en su acción, se da por tanto sólo en un
devenir, o por mejor decir, él mismo es un eterno devenir12.
Pero ese devenir no es otra cosa que la infinita oposición entre su
jeto y objeto que define el ámbito finito. Sin objeto no hay sujeto y
viceversa. En la medida en que el Geist hace posible la escisión, no
H a c ia la n a t u r a l e z a
*5 Félix Duque ve cu esta obra «los rasgos fecundos del fatuto sistema», si bien
no deja de denunciar ciertas contradicciones y limitaciones en esa noción de espíritu.
C'f. La era de la crítica, p. 268. Limitaciones caracterizadas a su vez por Arturo Lcyte
como tentativas. C.f. op. cit., p. 45.
*6 ídem, p. 306.
200 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
•9 ídem, p. 294.
2® ídem, p. 299.
202 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
Pues bien, la misma pieza que había servido para explicar la uni
dad en el ámbito de la teoría, y que era condición de posibilidad de la
conciencia, así como solución al problema teórico en general, esa
misma pieza es la que permite explicar la noción clave de la parte
práctica de la filosofía:
Aquella autodeterminación del espíritu se llama querer... Obrar meramente
significa querer. Por tanto, el espíritu sólo en el querer es inmediatamente
consciente de su actuar, y el acto de querer en general es la más alta condi
ción de la autoconciencia21.
Una consideración superficial de esta afirmación parece aproxi
marnos una vez más a la concepción fichteana. Sin embargo, esa pro
ximidad a Fichte se limita únicamente al hecho de reproducir el mis
mo modelo explicativo. La diferencia decisiva está en que ese modelo
se aplica y se proyecta a una concepción distinta. Fichte afirma ese
querer originario en el ámbito de la praxis y desde ésta es capaz de es
tablecer las condiciones de posibilidad de la teoría. Schelling, en cam
bio, obtiene teóricamente ese querer originario y a partir de él explica
también la práctica. Y ese distinto punto de partida tiene consecuen
cias decisivas. En otro momento hemos tenido ocasión de ver cómo lo
decisivo de la concepción fíchteana frente a Reinhold, y el verdadero
motor de la Doctrina de la ciencia, estaban en el carácter teórico del
principio de Reinhold y en la imposibilidad de alcanzar una concep
ción de la libertad desde la teoría, lo que obligó a Fichte a explicar la
teoría a partir de la libertad. Schelling, en efecto, parece hacer suyo el
modelo de Fichte, pero lo hace suyo en el ámbito teórico y lo hace
depender de una concepción ontológica previa, para la cual el pro
blema es la explicación de la unidad prerreílexiva del principio en el
seno de la finitud. Ello quiere decir que en Schelling, a diferencia de
Fichte, la explicación de la praxis es derivada, mientras que lo origina
rio se sitúa más allá de teoría y praxis, en un principio ontológico co
21 ídem, p. 319.
I.A INVENCIÓN FILOSÓFICA D VL.ESPIRnV 203
U na n u e v a c ie n c ia
33 ídem, p. 689.
34 Una repercusión considerable si tenemos en cuenta que la filosofía de la
naturaleza le ocupó relativamente poco tiempo, como destaca TUIiette. Cf. Schelling..., I,
p. 127.
33 El nombre completo de la ohra es Einleitung zu dem Entw urf cines Systems der
Naturphilosophic, oder über den Begriffder spekuiitiven Physik und die innere üiganisation
cines Systems dieser Wisscnschaft, y fue publicada en 1799. SCHW, 11» pp. 269-326.
36 íd e m , p . 2 7 3 .
210 A bso lu to y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sch ellin g
48 ídem, p. 14.
49 ídem, p. 13.
50 Ibíd.
51 O una época en el sentido de detención de lo absoluto, en los términos que usa
para referirse a época el libro de A. I.eyte. Cf. ios épocas de Schelling, p. 49.
L a in v e n c ió n filosófica del E sp ír it u 217
In t r o d u c c ió n
R
esulta indiscutible que la filosofía de la naturaleza constituye
el punto de ruptura entre Fichte y Schelling, o más bien el
motivo y el detonante a partir del cual Schelling se distancia
de Fichte. El modelo clásico de origen hegeliano, según el cual Sche
lling se aparta en un determinado momento del pensamiento de
Fichte, y al que nos hemos referido ya repetidamente, ha contribuido,
a partir de ese dato, a interpretar la filosofía de la naturaleza como una
especie de novedad en la trayectoria de Schelling, una etapa de su
pensamiento1. Nuestros análisis de las obras precedentes de Schelling
1 la imagen clásica y dominante del pensamiento de Schelling ha sido, desde la
segunda mitad del siglo XIX, la de una especie de «Proteo» que va cambiando de sistema
en épocas sucesivas, sin excesiva conexión entre ellas. Clásica es en este sentido la
determinación epocal realizada por Mctzgcr, quien sin embargo admitía ya la existencia
de dos motivos fundamentales c inalterados de su pensamiento, en concreto los que
denominaba el motivo monista, que vinculaba al spinozismo, y el especulativo, que
vinculaba a una concepción ontológica (cf. W. Metzger, Dte Epochen dtr Scheliingschen
Philosophie. Ein problemgtschichtlicher Versuch, p. 2). Esa imagen de la filosofía de
Schelling ha sido afortunadamente superada, para dejar paso a otra en la que
mayorítariamente se ve el pensamiento de Schelling como una unidad evolutiva. En otro
222 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a S c h e u jn g
La ruptura c o n Fich tf .
9 Ibíd.
10 Para lautli, una primera discrepancia y confrontación se habría dado ya en la
Segunda Introducción a la Doctrina de la ciencia (cf. ü ie Entstehung, p. 41). En el mismo
sentido, Xavier Tilliette, «Erste Fichte-Rczcption. Mit besonderer Bcríicksichiigung der
intcllectuellen Anschauung», en Der Transzendentale Cedanke. Die gegenwórtige
DarsteUungder Phibsophie Fichtes, p. 539.
I d e n t id a d 227
11 FSCHBW.p. 105.
12 Para Lauth, esa oposición no la expresa Schelling hasta el Sistema del Idealismo
trascendental. Cf. Die F.ntstehung..., p. 68.
13 FSCHBW.p. 105.
228 A b so lu t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
■ 6 ídem, p. 107.
>7 Ibíd.
I d e n t id a d 231
el Yo de la intuición intelectual o el de la autoconciencia sólo es la más alta
potencial8.
Sin embargo, previamente había afirmado Schelling que también
él, como Fichte, hace residir y depender la actividad ideal y real en
uno y el mismo Yo19, para hacer comprender que la distinción entre
filosofía de la naturaleza y filosofía transcendental no depende de una
confusión entre actividad ideal y real del Yo, sino de un fundamento
más alto. Y ese fundamento más alto consiste precisamente en que ese
uno y el mismo Yo es considerado desde el punto de vista objetivo
como naturaleza, respecto de la cual el Yo de la autoconciencia apare
ce como una más alta potencia.
En apenas tres líneas, y en tres líneas donde se juega lo decisivo de
las diferencias entre Fichte y Schelling, el Yo aparece con dos sentidos
distintos. En primer lugar como la unidad en el interior de la cual se
produce roda actividad, incluida la de la naturaleza. En segundo lugar,
como la más alta potencia respecto de ésta última, en definitiva como
un desarrollo de la propia naturaleza. Y en este último punto hace
descansar Schelling, como un fundamento más alto, la diferencia en
tre filosofía de la naturaleza y transcendental. Si nos atenemos a la
primera acepción del Yo, debemos pensar que estamos todavía dentro
del pensamiento de Fichte. Pero entonces: ¿por qué Schelling vuelve a
distinguir entre el Yo como más alta potencia y la naturaleza, y hace
residir en esa distinción el fundamento de la oposición entre filosofía
de la naturaleza y la transcendental?
La respuesta la da el propio Schelling en esa misma carta y la da
como resumen del curso de su propio pensamiento durante los últi
mos años:
Le presento brevemente el curso de mis pensamientos, tal como han sido desde
hace años, hasta que he llegado alpunto en el que ahora me hallo20.
18 ídem, p. 108.
l ‘> Ibid.
20 Ibid.
232 ABSOLUTO YCONCIENCIA. UNA INTRODUCCIÓN A SCHELUNG
Y desde ahí encara Schelling nada menos que una valoración y una
consideración general de qué ha de entenderse por la Doctrina de la
ciencia. En sí misma, nos dice Schelling, es una ciencia acabada y
perfecta, respecto de la que no hay nada que añadir o quitar. Y a con
tinuación:
Pero la Doctrina de la ciencia (ciertamente pura, tal como ha sido presenta
da por usted) no es todavía lafilosofía misma. Para ella vale lo que usted di
ce, si yo le he entendido bien, es decir, se comporta de un modo meramente ló
gico, no tiene nada que ver con ¡a realidadZ1.
La filosofía exige dar un paso más allá, encontrar un elemento
material, y es ahí donde aparece la naturaleza:
Mientras que lo que yo quiero llamarfilosofia es la prueba material del Idea
lismo. En éste hay que deducir la naturaleza con todas sus determinaciones, y
ciertamente en su objetividad, en su independencia, no a partir del Yo que es
él mismo objetivo, sino a partir de lo subjetivo y filosofante. Esto ocurre en la
parte teórica de ¡afilosofia22.
Aquel primer Yo aclara ahora su contenido y su sentido. Pertenece
como tal a una ciencia formal, estrictamente lógica, preparatoria, que
constituye sin duda una ciencia propedéutica, pero no todavía la filo
sofía propiamente dicha. Para llegar a la filosofía es necesario partir de
esa ciencia previa, y por tanto del Yo, entendido en el primero de los
sentidos, justamente en el que Schelling comparte con Fichte en la
medida en que comparte con él también la Doctrina de la ciencia. To
da ciencia debe partir de la Doctrina de la ciencia en tanto ciencia de la
finitud, pero no puede detenerse ahí. Si quiere presentar el funda
mento real del saber ha de acudir al Absoluto, bien que desde la fini-
tud, pero al Absoluto. Y el Absoluto en la fmitud es lo que constituye
el elemento material. Su obtención exige abstraer del acto subjetivo
2) Ibíd.
22 ibíd.
I d e n t id a d 233
que constituye la filosofía misma, exige por tanto una abstracción res
pecto de la Doctrina de ¡a ciencia:
Surge mediante una abstracción de ¡a Doctrina de la ciencia general Se
abstrae de ¡a actividad subjetiva (intuyente), aquella que pone al Sujeto-
Objeto como idéntico consigo mismo en la autoconciencia, y mediante cuyo
idéntico poner » a Yo (...]. Después de esa abstracción queda el concepto (me
ramente objetivo) del puro Sujeto-Objeto. Éste es el principio de lo teórico, o
como creo poder denominarlo con razón, de la parte realística de ¡a filoso
fé .
Schelling no niega, pues, la Doctrina de la ciencia. Ella es condi
ción del filosofar, ella nos pone en la situación del filósofo, pero una
vez en esa situación es preciso encontrar el elemento material, el ob
jeto, la naturaleza, y ello exige abstraer del propio actuar que nos ha
conducido hasta allí, algo así como una epoché respecto de la propia
actividad inaugural de la filosofía. En este sentido el Yo inicial debe
desaparecer para dejar paso a la naturaleza, al elemento material de la
filosofía, en tanto expresión de lo Absoluto en la finitud, lo que cons
tituye la parte teórica de la misma. En este sentido estaríamos, por el
momento, ante dos ciencias: una ciencia preparatoria en la que apare
cería el Yo inicialmente, y una segunda ciencia, la parte teórica de la
filosofía, que mediante abstracción de la propia actividad subjetiva
hace surgir ante nosotros la naturaleza. Pero a éstas hay que añadir to
davía una tercera, aquella en la que el Yo de la autoconciencia, de la
intuición intelectual, vuelve a aparecer a partir del propio elemento
material como una más alta potencia, la pane práctica de la filosofía:
El Yo sujeto-Objeto de la autoconciencia, o como también le llamo el poten
ciado sujeto-objeto, es sólo la más alta potencia de aquel. Es el principio de la
parte idealistica (hasta ahora llamada práctica) de la filosofía, la cual in
cluso obtiene sufundamentación de aquella parte teórica**.423
23 ídem, pp. 108-109.
24 ¡bíd.
234 A bso l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a S c h e l l in g
25 Algo que, sin embargo, es perfectamente coherente con su trayectoria, toda vez
que, como hemos señalado repetidamente, su «comprensión» de Fichte y su tratamiento
del primer principio es desde el comienzo teórico, (Tente al carácter práctico que define el
Idealismo fichtcano.
26 Ibíd.
I d e n t id a d 235
M FSCHBW.p. 125.
y> Ibíd.
I d e n t id a d 239
38 ibíd.
39 Cf. ibíd.
40 Ibíd.
I d e n t id a d 241
41 Cf., en este sentido, Gucroull, op. cit., II, pp. 38-39. I-auth afirma en este sentido,
en la Introducción a la versión de la Doctrina de ¡a ciencia de los años 1801-1802, que: «a
partir de todo esto se sigue que el sistema de Schelling (y sobre rodo su toma de posición
en la crítica a Fichte en su extensa cana de 3 1 de mayo/7 de agosto) motivó a Fichte a
escribir la nueva presentación de la Doctrina de la ciencia en discusión con el sistema de la
Identidad, si bien sin citar a Schelling, y con los argumentos de Hegel, tal como frieron
expuestos entre otros lugares en la cana de Schelling del 3 de octubre», en: «F.inleitung» a
J. G. Fichte, Darsteliung der Wissenschafislehre. Aus den Jahren 1801/02, XXIV.
242 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
42 SCHW, III. p. 4.
I d e n t id a d 243
43 Y que se exprésala así en el Panorama: «¿Was ist denn am Ende das Reale in
unscm Vorsielliingen?», SCHW, I, p 227.
244 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a S c h e l l in g
transcendental. Una vez hecho esto y sólo entonces, es decir, una vez
en el interior de la filosofía transcendental, cabe hablar de un Abso
luto, pero no ya en términos ontológicos y dogmáticos, sino de un
Absoluto en términos de absoluta certeza, de evidencia inmediata, de
condición última del saber mismo:
La intuición es ella misma absoluto saber, firmeza, imperturbabilidad e in
mutabilidad de la representación, la Doctrina de la ciencia es precisamente
la intuición de la unidad de esa intuición.
Estamos ante los mismos rasgos que caracterizaron el Yo desde los
primeros escritos fíchteanos, si bien, como decimos, la terminología
ha evolucionado y el lenguaje en cierto modo se ha depurado. Y la ex
presión más adecuada para designar, en esta nueva formulación trans
cendental, el principio del filosofar es justamente el Sehen que Fichte
oponía en la carta al Seyn. En la Doctrina de la ciencia de 1801 el
Sehen aparece caracterizado en estos términos:
El saber es un ser para si y en si, y vive en sí, segobierna y se comprende a si
mismo. Ese ser para si es la circunstancia luminosa viva, y ¡afuente de todas
las apariciones en ¡a luz, el absoluto sustancial Ver en cssanto taL La tarea no
es que tú pienses que sabes de un objeto, y que concibas ahora tu conciencia
(a partir del objeto) como subjetiva, y el objeto como objetivo, sino que viva e
internamente captes que ambos son uno y se penetran mutuamente, y que
sólo a partir de esepenetrarse puedes tú diferenciar ambos**.
El Sehen, como el Yo de las Meditaciones Personales del año 1794,
delimita el campo del saber y es a la vez principio de unidad y condi
ción de posibilidad del saber mismo. Sujeto y objeto surgen sólo en la
medida en que el campo del filosofar ha sido abierto y son inmanen
tes a esa operación del mismo modo que el Yo y el No-Yo eran inma
nentes a la Tathandlung, tal como era formulada en los primeros es-512
51 ídem. p. 9.
52 ídem. p. 19.
248 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a S c i iel l in g
Y en el parágrafo 4:
La más alta ley para el ser de la Razón y para todo ser, puesto que fuera
de ¡a Razón no hay nada [...], es la ley de la Identidad
Ciertamente, desde el punto de la Doctrina de la ciencia, que
Schelling acepta únicamente como propedéutico, también Schelling
habría admitido que la reflexión que implica todo pensar es anterior a
la Identidad, en la medida en que la reflexión es la circunstancia de la
fínitud, y la fínitud el lugar de la filosofía. Pero semejante anterioridad
no es ontológica, ni de fundamento. Una vez en el campo de la filo
sofía, la única prioridad pensable corresponde a la Razón y a la Iden
tidad en cuanto fundamento de la fínitud, de la escisión y de la refle
xión misma. La diferencia, pues, está en que el Sehen de Fichte es, a la
vez que acto inaugural de la filosofía, fundamento absoluto en sí
mismo, es lo que es y porque es. En la medida en que Fichte se «detie
ne» ahí, en esa medida puede reprocharle Schelling que su punto de
partida es el punto de partida de la reflexión y puede caracterizar su
idealismo como subjetivo.
Podría pensarse que el carácter absoluto asignado por Schelling a la
Razón hace equiparable a ésta con el Saber absoluto de Fichte en
1801, y que en realidad la disputa recae únicamente en una diferencia56
55 sc:h w . iii. p. II.
56 ídem, p. 12.
250 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U n a in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
57 ídem, p. 13.
58 ídem. p. 17.
59 ídem, p. 18.
I d e n t id a d 251
Y ese conocimiento es una identidad de la Identidad. Es aquí don
de Schelling sitúa el saber. No sólo hay un fuera del saber, sino que el
saber mismo se da en el interior de una instancia que no es exclusiva
mente saber ni prioritariamente saber. El conocer presenta la Identi
dad, es el Absoluto bajo el aspecto de la forma. Expresión esta que
concuerda con aquella afirmación del Esbozo de un sistema de filosofía
de ¡a naturaleza, según el cual el punto de vista de la reflexión es sólo
una expresión formal de la filosofía. El conocimiento entendido como
forma de la Identidad, como identidad de la Identidad, implica preci
samente la reflexión, la escisión:
La absoluta Identidad no puede conocerse a si misma de modo infinito,
sin ponerse infinitamente como sujeto y objeto^.
Estamos ya muy lejos del marco transcendental fíchteano donde
el acto constitutivo de la subjetividad es el único absoluto reconoci
do. Como ya había hecho en el Panorama, Schelling traslada el mo
delo de la subjetividad a una instancia transubjetiva que ahora ya no
necesita denominar Geist, y a su vez hace depender ese modelo de
un Absoluto anterior ontológicamente a la propia reflexión, con lo
que ésta ni es subjetiva ni es fundamento, sino sólo el aspecto formal
del Absoluto6061, la identidad de la Identidad. Nos acercamos sin du
da al momento culminante de la trayectoria del joven Schelling, a
aquel en el que el programa filosófico trazado un tanto vagamente
en el año 94 encuentra ya un cumplido desarrollo. Si el fin declara
do de aquel programa era dar cuenta de la Pmitud a partir de un
principio absoluto, la Presentación de mi sistema de la filosofía ha pre
sentado finalmente el principio y ha establecido el puente entre el
principio y la finitud, sin renunciar por ello a la máxima «de lo infi
nito a lo finito no hay tránsito». El paso último en esa dirección ha
60 ídem, p. 19.
61 En nota explica Schelling que una diferencia cuantitativa es aquella que no lo es
en cuanto a esencia, sino en cuanto a la forma. Y justamente la diferencia cuantitativa es
la única que hace posible diferenciar entre sujeto y objeto. Cf. ídem, p. 23.
252 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na i n t r o d u c c ió n a S c h e l l in g
62 ídem, p. 21.
63 Ibíd.
M Ibíd.
I d e n t id a d 253
f'5 Fuhrmans afirma en este sentido: «Suscitado e influido por Fichte..., influido
profundamente por la visión del cosmos de Goethe, no sin estímulos de Hegel, siempre a
su lado, determinado en un principio por Fiolderlin, pero finalmente guiado (tur el
sistema de Spinoza, esbozó Schelling en este momento su propio sistema, el primer gran
sistema del Idealismo objetivo, un sistema que nunca más abandonó», Briefe un
Dokummte, I, p. 231.
66 SCHW, III, p. 22.
254 A b so l u t o y c o n c ie n c ia . U na in t r o d u c c ió n a Sc h e l u n g
67 Ibíd.
68 Idem, p. 23.
IDENTIDAD 255
mente a la vez el más alto Ser, mientras que el ser condicionado (como por
ejemplo las cosas corporales particulares) expresa siempre una determinada
diferencia delpensary el intuir...*®.
Y unas líneas más abajo explica las nociones (en el absoluto) de in
diferencia cualitativa y de diferencia cuantitativa (en la finitud) como
clave, para a continuación, ocuparse de la noción de Sehen, de la que
confirma su carácter meramente subjetivo, su naturaleza meramente
provisional, y su incapacidad para ser primer principio.
El tono de los párrafos finales es el de alguien que afirma su inde
pendencia frente a Fichte. Después de una cortés referencia a la nueva
presentación de la Doctrina de la ciencia del propio Fichte, que Sche-
lling dice esperar con impaciencia, le pide que lea con atención su
sistema antes de juzgarle, y afirma a continuación:
Que mifilosofía es otra que la suya, es algo que considero como un mal me
nor, que debo soportar necesariamente
Y como remate le da a conocer la aparición del libro de Hegel so
bre las diferencia entre ambos.
Con ello y de esta manera Schelling da por concluida su condición
de seguidor y colaborador de Fichte. El momento, como no podía ser
de otro modo, es aquel en el que ha alcanzado finalmente a presentar
su principio, el «ser», el Absoluto. A la Presentación de mi sistema de la
fibsofia seguirán otras obras en las que todavía se ocupará de sus rela
ciones con el sistema de Fichte, pero Schelling culmina en este mo
mento el primer gran periodo de su producción. El giro que supondrá
el año 1804 tendrá su razón de ser en parte en el sistema mismo, pero
será ya ajeno a Fichte. El segundo gran sistema idealista posrkantiano
ha llegado a un nivel de madurez suficiente como para afirmar su au
tonomía y se revela como bien distinto al de Fichte tanto en su proce
dencia como en sus resultados.
69 FSCHBW, p. 133.
70 ídem. p. 141.
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