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UNIVERSIDAD FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN


SEMINARIO DE LITERATURA COLOMBIANA
PRESENTADO A GERMÁN DIEGO CASTRO

María Fernanda Ruiz


20102160071

Los cuentos de Juana


Álvaro Cepeda Samudio
Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1980
Ilustraciones de Alejandro Obregón

Tanto Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972) como Roberto Burgos Cantor (1948-) son
dos escritores de la Costa caribe. Sus obras, distanciadas por el tiempo, suelen
reconocerse dentro del canon de literatura clásica colombiana.

Las pinceladas de Cepeda Samudio y Burgos Cantor

Aunque a Burgos cantor se le identifique con un tono más contemporáneo, a él, a su


escritura le pertenece un estilo descriptivo; casi tan Barroco como el de Gabriel García
Márquez, o una temática y el manejo del espacio, muy regional, como la de Cepeda
Samudio. Esta pequeña reflexión no pretende abarcar la obra completa de los dos
escritores, dada su magnitud; esto sobre todo con el cartagenero Burgos Cantor, que
desde 1965 se le vienen conociendo publicaciones constantes, pues de Cepeda Samudio
la literatura colombiana lo perdió prematuramente, y como obra suya tenemos para
recordarlo Todos estábamos a la espera, Casa grande, y Los cuentos de Juana.
Mi intención es enfocarme en Los cuentos de Juana (1972) de Cepeda Samudio y
Quiero es cantar (1998) de Burgos Cantor, pues Las dos obras hacen parte del género
narrativo del cuento; y sin embargo, en Los cuentos Juana, podemos encontrar una
propuesta distinta a una recopilación de relatos enlazados por temas, espacios o estilo
del autor. Se trata de 21 partes que si bien se podrían leer independientemente como
cuentos, y causar el mismo gozo, son una historia. La historia de Juana, que empieza
con una niña cuya fantástica realidad ubica Cepeda Samudio entre Ciénaga,
Barranquilla, Santa Marta, Sabanilla y Nueva York. El tiempo no se nombra: no hay
fechas, ni horas que permitan darle una estricta linealidad a la historia. No obstante,
sabemos que aprendió a leer a los 3 años con el único libro que había en su casa: la
biblia; que a Juana los padres de la iglesia le robaban los cabellos de oro, así como
también, se cuenta que a los 14 años le crecieron tanto los senos que no hay sujetador
que aguante y que a los 18, Juana, ya tiene edad suficiente para casarse. Cuando Juana
termina por suicidarse el relato se prolonga. Para el lector Juana no muere, continua
remembrándose en la voz de Cepeda Samudio. Ya no hay diálogo. En realidad, hay muy
poco- en su infancia- En la mayoría de relatos el estilo es indirecto. Una especie de
guión cinematográfico donde Cepeda Samudio es una cámara cuyos ojos miran a Juana
en cada cuento desde un ángulo distinto. El tema es la libertad.

Ahora, lo que concierne a los cuentos de Burgos Cantor, no es sólo la diferencia


generacional lo que separa al barranquillero. La narrativa es distinta. A Burgos Cantor
le interesan los espacios: Sí. Sin embargo, en sus cuentos, son los personajes los que se
narran: se ubican en un ambiente caluroso, de color, de olor, de alegría, pero también de
fatalidad. Los cuentos de Burgos Cantor son más reflexivos; una especie de monólogo
interior en el que los personajes ponen partes de su vida o su vida misma a
consideración del lector. Son voces que hablan desde lo cotidiano de un caribe que no se
llora. Se celebra. Los muertos, las pérdidas o el olvido al que parecen estar condenados
los pueblos desde donde ocurren los relatos, no son motivos de drama, sino recursos
para la historia ficcional que pretende ser reflejo de una realidad cuya mayor premisa es
sobrevivir. Sobrevivir para contarse y trascender.

El estilo de Burgos Cantor es denso, pero no lento. Tiene un ritmo casi musical que se
mueve al son de las múltiples descripciones que hace el autor. Este escritor puede ser
tan minucioso y exuberante en la descripción de un lugar como en la de un sentimiento
o un recuerdo. Se trata de los pensamientos en los que, en cada relato, se encubra cada
personaje y no de las acciones. Siempre es la costa caribe. En Lo amador y otros
cuentos, así como en la Ceiba de la memoria el espacio es Cartagena.

Quiero es cantar, obra de cuentos a la que dije al principio que iba referir, trascurre en
distintos pueblos del litoral. Son cinco relatos que presentan la voz íntima de personajes
que se ven enfrentados a situaciones de injusticia, soledad, amor y enfermedad. Todos
quieren liberarse del miedo que los ata. Para unos es el qué dirán, mientras que para
otros es una tierra cuyos muertos no los dejan partir, o el miedo a lo que viene. En
Lubrican, tercer cuento, el cuerpo se trasforma y cuando justifica esa trasformación,
pone en duda si eso que somos, ese cuerpo, es en realidad designio o decisión. La
decisión por tomar parte por una u otra identidad es la temática del libro. Burgos Cantor
hace que los personajes cuenten esto a manera de recuerdo. Pues, en esta dirección, en
la obra de Burgos, es condena y también única salvación del ser humano ante la
eminente amenaza de una existencia desprovista de sentido. Por lo que, en este sentido,
Quiero es cantar, así como muchas de las obras del autor, son critica social contra de la
falta de memoria nacional y los dogmas ante la diferencia. Sin miedo a equivocarme, la
mejor descripción de los personajes, la hace el mismo escritor, a través de la voz de
Zoila, personaje del primer cuento, cuando dice que los seres humanos somos pequeños
cometas errantes en busca de fundamento.

La portada de Quiero es cantar no es un hecho gratuito. Tanto las pinceladas como las
descripciones, tienen como propósito intentar conjurar ese mundo interior de personajes
cuyas intenciones no son claras: son diversas, conflictivas, trágicas. El ser no se define,
se describe, se pinta a sí mismo.

Quiero es cantar.
Roberto Burgos Cantor
Editorial Planeta, Bogotá, 1987.
Ilustraciones de Lorenzo Jaramillo.

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