Está en la página 1de 26

Cerro Matoso: mina rica, pueblo

pobre
En tres décadas de explotación de la mina de níquel Cerro Matoso se han hecho
ventas por 11.000 millones de dólares. Con tan fabulosa fortuna, ¿por qué los
pueblos que la rodean siguen en la miseria y sus habitantes se quejan de extrañas
enfermedades?

Es una paradoja. La Unión Matoso, el


pueblo más miserable de Colombia,
está a los pies de Cerro Matoso, la
mina de níquel a cielo abierto más
grande del continente y la cuarta en el
mundo. Desde este pueblo cordobés
se observan las volquetas que arrojan
en la ladera toneladas de escoria, el
polvo sobrante del proceso de
purificación del ferroníquel. Lo
derraman en lo que hace tres décadas
era una montaña verde, en la que Luis
Simón Márquez Flórez, 51 años de
edad, cazaba animales, cultivaba y se
bañaba en aguas diáfanas. "¿Quién
iba a imaginarse que había más
riqueza en las entrañas de la
montaña?", dice.
En 1963, él vio los inicios de la
exploración y 19 años después
empezó a observar la explotación de
la mina que en este tiempo ha pasado
por diversos dueños. Hoy es
propiedad de BHP Billiton, la
compañía minera más grande del
planeta. En este tiempo, según datos
suministrados por la empresa, Cerro
Matoso ha exportado 910.000
toneladas de níquel, que en ingresos
brutos equivalen a 20,9 billones de
pesos (11.000 millones de dólares). A
Márquez Flórez no le caben en la
cabeza estas fabulosas cifras y
desconoce que la planta produce
50.000 toneladas anuales de
ferroníquel que se exporta a las
principales metrópolis del mundo. Lo
que sí sabe es trabajar la caña flecha,
cultivo silvestre y materia prima para
hacer el sombrero vueltiao, como los
que llevaban los deportistas
colombianos en la ceremonia de
inauguración de los Juegos
Olímpicos. A eso se dedican los 520
habitantes de aquí. "Es un trabajo
doloroso por causa de la escoria que
arrojan de la mina", dice. Según sus
testimonios, el viento lleva el polvillo
hasta ellos. Penetra en sus pulmones,
en sus ojos, en su piel. Se posa sobre
sus techos y escurre con la lluvia a
las canaletas y a los tanques de agua
de consumo. La compañía, por su
parte, niega que emita escoria y
destaca que "en sus 30 años de
operaciones, no ha recibido nunca
una sanción por incumplir la
legislación ambiental colombiana".

Dayro Romero, concejal de San José


de Uré, habitante de La Unión Matoso,
dice que hace poco hablaron con el
presidente de la empresa, Ricardo
Escobar, el primer colombiano en 30
años en dirigirla, y le dijeron que
tenían que responder por el alto grado
de contaminación por la escoria que
está cayendo en su pueblo y por el
grave impacto ambiental de la región.
Escobar, según ellos, tomó nota de la
situación y prometió averiguar si
había irregularidades.

Los pobladores dicen que aguantan el


dolor con estoicismo. Aquí no hay un
puesto de salud, ni alcantarillado, ni
siquiera agua pura para lavar las
heridas. Carecen de cualquier servicio
público. "La mayoría de mis 120
alumnos viven a diario con rasquiñas
y gripas interminables", dice Eleidis
Romero, la profesora de la escuela
San Luis. Un estudio de la
Universidad de Antioquia, que ha
hecho exámenes médicos, dirigido al
director de relaciones laborales de la
empresa, dice: "Es importante
observar que las mediciones
ambientales realizadas presentan un
nivel superior al permisible".

Márquez Flórez se muestra cansado.


No así los niños semidesnudos, con
evidentes signos de desnutrición, que
caminan por las seis vías sin
pavimentar. En lugar de asfalto están
cubiertas de saprolita, un material
también de desecho de la mina con
alta cantidad de níquel, duro y filudo.
Es extraño el niño que no se vea
cortado por andar por las calles. A
pesar de esto, sonríen. Nunca han
visto otra realidad. Parecen vivir en la
Edad Media aunque al frente tienen
una industria con alta tecnología y
unas instalaciones que consumen
tanta energía eléctrica como toda
Barranquilla.
La Unión Matoso y la mina de Cerro
Matoso están a 90 minutos de
Montelíbano. Los une una carretera
que atraviesa paisajes de espléndidas
sabanas, salpicadas por colinas en
donde pasta el ganado a la sombra de
los árboles. Abundan las variedades,
cebús y búfalos bien alimentados. Sin
embargo, en el casco urbano de este
municipio de 85.000 habitantes se
acaba el paisaje de postal: entre la
maleza y los olores fétidos se ven
inconclusas la plaza de mercado y el
matadero municipal. El alumbrado
público es deficiente, no hay
alcantarillado y el agua no es potable.
La versión que pasa de boca en boca
es que la plata de la mina se extravió
en la maraña de corrupción local y
regional. La compañía muestra sus
libros contables en los que dice que
ha girado durante los 30 años de
operaciones al Estado colombiano 1,5
billones de pesos por concepto de
regalías.

¿Cómo se esfumó tan astronómica


cifra? ¿Qué político responde? Nadie.
Un caso que simboliza esta respuesta
es el del liberal Moisés Náder
Restrepo, elegido en cinco ocasiones
alcalde de Montelíbano. En estos
periodos acumuló 64 investigaciones
de la Procuraduría por derrochar las
regalías pero nunca fue sancionado.
"Más vale malo conocido que bueno
por conocer", dice un estudioso de la
política local para explicar por qué la
gente insiste en reelegirlo, "Saben
que él ha sido perverso pero los
demás han sido peores", concluye. El
municipio ha sufrido el azote de los
narcos y los paras. Hoy el fantasma
de las bacrim gravita en toda la
región.
Enfermos por el trabajo

Aunque la plaza de mercado y el


matadero parecen reliquias detenidas
en el tiempo, algunos pobladores
tienen preocupaciones más urgentes.
A Julio Enrique Acosta Arcia, de 53
años, según consta en su registro
médico, le encontraron diez
elementos tóxicos en su cuerpo tras
haber trabajado en la mina durante 23
años. Le han hecho 14 cirugías, le
descubrieron un cáncer y hoy está en
una silla de ruedas. Cree que la
empresa ha mejorado en seguridad
industrial, pero a él, que fue uno de
los pioneros, le tocó una época en
que esta era "bastante rudimentaria".

Acosta lidera a 80 exempleados que,


según la acción de grupo que hoy
hace trámite en un juzgado de
Montería, fueron retirados de la
empresa por enfermedades
respiratorias, problemas motrices,
erupciones cutáneas y accidentes de
trabajo. Federman de la Ossa, de 64
años, ingresó en 1971 y se retiró en
2000 con diagnóstico de enfermedad
pulmonar. Vive en El Varal, Pueblo
Nuevo, y permanece en una hamaca,
junto a siete medicamentos que debe
consumir las 24 horas. SEMANA hizo
un recorrido por la zona y encontró
otros casos dramáticos. En Pica Pica,
a 40 minutos de Planeta Rica, vive
Alfaro Osorio, de 55 años, con
enfermedad pulmonar crónica. En
Montería, Emilio Soto, quien ingresó a
Cerro Matoso en 1980 y se retiró en
2007 cuando le diagnosticaron una
dermatitis de contacto crónica. Su
cuerpo era una llaga purulenta que
producía repugnancia en sus
compañeros de trabajo, quienes se
lavaban las manos después de
saludarlo, decían que estaba podrido,
creían que tenía sida.

Según sus testimonios, adquirieron


estas enfermedades por inhalar
gases, por manipular reactivos, por
trabajar en los hornos en la refinería y
por entrar en contacto con el material
particulado que emite la planta en los
procesos metalúrgicos del
ferroníquel. La empresa tiene una
versión muy distinta. "En los 30 años
de operación, 39 personas han
presentado enfermedades calificadas
como profesionales. De estas, 29
casos corresponden a algún grado de
pérdida auditiva".

¡Peligro! ¡Peligro!

El níquel, dice la hoja de advertencia


que va adherida a los costales de
exportación, "es un material
peligroso, puede producir cáncer,
reacciones alérgicas cutáneas, es
dañino para los pulmones tras
exposición repetida o duradera; no
inhalar polvo ni humo". Lo advierte
Cerro Matoso a sus clientes. Sin
embargo, los mineros viejos dicen: "A
nosotros nunca nos lo dijeron".

En la década de los ochenta no había


una preocupación por el tema de
salud ocupacional, a pesar de que la
International Agency for Research on
Cancer (IARC), clasifica al níquel y
sus compuestos en el grupo A1 de
agentes cancerígenos. El pasado
martes 24 de julio murió de cáncer
Hildebrando Turizo, tenía 60 años, se
lo habían diagnosticado hace diez
años, fue operador de refinería y de la
planta de recuperación. Cuando los
periodistas de SEMANA lo visitaron en
la clínica IMAT de Montería, el 13 de
julio, contó que a él nunca le dijeron
que "el níquel podía producir cáncer.
El agua de consumo en la planta -
aseguró- contenía minerales como
hierro, cobalto, níquel, saprolita verde
y café y azufre. La extraían de los
yacimientos del cerro".

A la mayoría de los exempleados el


trato que han recibido de los
directivos de Cerro Matoso los ha
desconcertado. Los extrabajadores
consultados por SEMANA coinciden
en afirmar que los médicos que les
hacen los exámenes siempre hablan
bajito, y las clínicas y laboratorios
donde se los practican nunca les
entregan los resultados sino que los
envían a salud ocupacional de la
empresa porque son "exámenes
privados".

Pero si la empresa, como consideran


los exempleados, ha sido indolente
ante las enfermedades, la
aseguradora del régimen de
pensiones, a pesar de las evidencias,
no ha aceptado que las enfermedades
han sido contraídas en las labores
que desempeñan. Por eso quedan sin
trabajo y sin pensión. "Nosotros
ignorábamos lo nocivos y venenosos
que eran los materiales a los que
estábamos expuestos. Yo entré
caminando a Matoso y salí inválido",
dice Acosta.

En este mes de septiembre se vence


el plazo de la concesión a la compañía
que explota la mina. BHP Billinton
aspira a renovar el contrato por 30
años. El presidente Juan Manuel
Santos, quien trabaja en impulsar la
economía con lo que llama "la
locomotora de la minería", tomará la
decisión. El mandatario ha dicho en
varios ocasiones que debe "haber
absoluta igualdad entre lo que se
extrae y lo que se reinvierte en la
gente". Además, ha precisado que
cualquier explotación debe hacerse
con sostenibilidad y respeto hacia el
medio ambiente. El ministro de Minas,
Mauricio Cárdenas, valida esta
premisa: "No vamos a permitir
explotación que no beneficie a las
comunidades de los municipios en
donde están las minas". Gabriel
Alberto Calle Demoya, el actual
alcalde de Montelíbano, espera que en
Cerromatoso no se siga ratificando
ese presagio que dice: "Pueblo de
mina, pueblo de ruina".

El horno mortal de Cerromatoso


Las devastadoras consecuencias en la salud por la manera de sacar el
niquel, podrían poner a la minera a reconocerle a USD$ 400 millones a
3.000 indígenas de Córdoba
En los cabildos indígenas aledaños a la multinacional minera Cerro Matoso S.A.,
nacieron tres niños sin ano y uno sin pene ni vagina. Pero en el año 2011 casi no
nacen; de 36 embarazos, 14 fueron abortos. Así mismo, otros menores han
llegado al mundo con deformaciones congénitas: labio leporino y piel que se
descascara son las más frecuentes. El futuro de esta población es incierto.
Mientras el presente de un centenar de trabajadores de la compañía ya está
echado: cáncer, perforaciones de tabique, dermatitis severa, sordera, asma,
trastornos de columna y enfermedades citogenéticas están matando a la gente. La
situación se tornó tan grave que un buen grupo de los afectados contacto una
asesoría legal de gran calado: la firma de abogados de Abelardo de la Espriella.
Todo empezó en los años sesenta. Al municipio de Montelíbano (Córdoba) llegó un
extranjero para hacerse rico. Pero no llegó a un baldío, aquellas tierras que
comprenden el Alto San Jorge, eran habitadas desde hace cinco siglos por los
indígenas del pueblo Zenú y luego por campesinos mestizos los cuales vivían de
sus cosechas de maíz, arroz, ñame, yuca y una gran variedad de siembras
frutales. Pescaban en sus cristalinos ríos y cazaban algunos animales silvestres. De
pronto comenzaron a observar que el forastero, a quién apodaron ‘Mister Jama’,
levantó un campamento en el cerro que quedaba al lado de la cuenca del río San
Jorge. El extraño cada fin de semana extraía bultos de tierra que bajaban en
canoas por la quebrada Uré -que desembocaba en el San Jorge- hasta sacar el
material a buen puerto.
PUBLICIDAD
inRead invented by Teads
Alguien preguntó que qué estaban haciendo y le contestaron que posiblemente ahí
había una mina de Oro. ‘Mister Jama’ también inició una apropiación del territorio
aledaño al cerro, él les puso el precio y cambió algunas plazas de tierra por carpas
y por ropa usada. Los campesinos confiaban en el autoinvitado. Pasarían diez años
de sacar tierra y mandarla a quién sabe donde para analizarla, de tal suerte que
los gringos llegaron con el recado que efectivamente aquel cerro no tenía una mina
de oro, pero si tierra rica en Níquel. Fue la primera vez que los indígenas
escucharon esa palabra. En 1970 comenzaron a llegar los primeros buldózer y las
primeras volquetas junto a trabajadores foráneos que agrandaron el campamento
y alquilaron casas en Montelíbano.
Lo primero que hicieron fue abrir camino, incluso los propios indígenas ayudaban a
echar la tierra roja que bajaban del mismo cerro para asentar el suelo. Tierra
envenenada. Un día ‘Mister Jama’ desapareció pero a él lo remplazarían ingenieros
de cascos amarillos y uniformes, la cosa iba en serio. Años más tarde los líderes
indígenas sabrían que en 1979 el Gobierno de Julio César Turbay le dio una
concesión a las compañías Conicol S.A y Billington Overseas Ltda., para la
extracción de metales a cielo abierto en el Cerro Matoso.
En el gobierno de Julio César Turbay se le otorgaron los primeros permisos de
explotación de Níquel a Cerro Matoso

Por esos años comenzó la incomodidad. Partes del cerro empezaron a ser
dinamitadas y su tierra extraída con retroexcavadoras. Las ondas explosivas se
empezaron a escuchar a 15 kilómetros a la redonda. Pero lo que más aturdía era
el ruido ensordecedor de la maquinaria pesada trabajando. “Veinticuatro horas con
un sonido de ultratumba bruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu”, cuenta uno de sus
habitantes. Una banda sonora que ha durado hasta nuestros días. Durante aquella
época los habitantes comenzaron a sufrir problemas respiratorios, pero creían que
eran propios de su naturaleza. Las volquetas y camiones levantaban el polvo que
los indígenas se tragaban y que los dejaban rucios, blancos, “monos” como ellos
mismos recuerdan.
Al tiempo, tal vez los empresarios se dieron cuenta que era mejor tratar de
primera mano el material en su mina que mandar bultos de tierra para extraer el
Níquel en otro lugar. Entonces construyeron el primer horno donde se originaron
los verdaderos problemas. Las emanaciones de gases con partículas tóxicas para el
ser humano cubrieron el aire de Montelíbano, Puerto Libertador y San José de Uré.
De manera invisible se respiraba aire contaminado y las diminutas partículas
también caían en las aguas de los ríos que consumían los locales. Pero debieron
pasar muchos años para que los resultados fueran desastrosamente evidentes.
Lo primero en cambiar fue el paisaje de la zona. Las comunidades más cercanas
debieron abandonar sus tierras porque ya no tenían agua. La quebrada Zaino
Macho de un momento a otro fue cubierta por la basura de la planta. De hecho, a
la hora de extraer el Níquel, el material deja sobras a las cuales llaman ‘escoria’.
Los trabajadores de Cerro Matoso empezaron a tirar su escoria en el costado sur
de la planta, justo por donde pasaba la quebrada. Un día la montaña de escoria
colapsó y tapó un kilómetro de aquel cauce. La comunidad más afectada fue la de
Pueblo Flecha, que jamás pudo volver a beber aquellas aguas que en otrora eran
diáfanas como el viento. Lo mismo sucedió con la quebrada Aguas Claras, donde la
compañía empezó a verter las aguas hirvientes con las que limpiaban el material
extraído.
El cacique mayor Israel Aguilar Solano, nació hace 54 años en estas tierras. Él
puede dar fe de todo cuanto ha cambiado y ha sucedido por culpa de Cerro
Matoso. Por ejemplo los habitantes de Pueblo Flecha, Puente de Uré, Boca de Uré y
de otros sectores tuvieron que empezar a cavar pozos para extraer agua apta para
el consumo humano y para su aseo personal. A mediados de los noventa les quedó
prohibido bañarse en las aguas de sus ríos porque de manera inmediata
presentaban reacciones alérgicas en la piel.

Así se ve el derramamiento de agua contaminada en la quebrada Uré, denuncias


que ha realizado el Cacique Israel Aguilar

En el año 1997 se realizó el primer estudio de impacto de salubridad, pero


curiosamente no se hizo con los habitantes de Montelíbano sino con los propios
trabajadores de Cerro Matoso. La compañía de Riesgos Profesionales Colmena
practicó exámenes médicos a 258 empleados buscando identificar qué
enfermedades podía haber ocasionado el Níquel después de tener contacto tanto
tiempo. Los resultados fueron desahuciadores: hallaron 142 casos de
enfermedades nasales, 59 pulmonares y 58 personas con problemas
dermatológicos. Al contrario de lo que se pensaba, el Gobierno de Ernesto Samper
no tomó cartas en el asunto sino que amplió el área de concesión para extracción
minera, pasando de 545 hectáreas a más de 52 mil localizadas en los municipios
de Montelíbano, Puerto Libertador y Planeta Rica en Córdoba, más los municipios
de Tarazá y Cáceres en Antioquia.
Cuatro años más tarde, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el
Cáncer (IARC) clasificó al Níquel dentro del grupo A1 de los agentes cancerígenos
para el ser humano. Por aquellos mismos días la CVS de los Valles del Sinú reveló
-ya de manera científica- que el río San Jorge y el aire de la zona tenían presencia
de Níquel, Cromo y Mercurio. El cacique Israel Aguilar de inmediato trató de
ponerse al frente y buscó directamente a los responsables y dirigentes de la
multinacional. La comunidad indígena elevó un oficio buscando soluciones para
mitigar la contaminación, pero jamás obtuvieron respuesta.
Pasarían los días, meses y años y la voz del cacique solo hacía eco en aquella
montaña matona. En cambio Cerro Matoso pasó a ser la cuarta mina de
explotación de Níquel del mundo. Tal vez por aquella razón la compañía anglo-
australiana BHP Billiton -la empresa minera más grande del mundo- en el año
2005 compró el 99% de las acciones quedándose con todo el poder de aquella
tierra rica en minerales. La empresa saltó de tener 500 trabajadores a 3000, pero
tan solo 600 de ellos tienen contratación directa. Se calcula que Cerro Matoso en
30 años ha generado ganancias totales por 8.9 billones de pesos.
Riqueza para unos miseria para otros. El mal que trabajadores y locales se habían
tragado por años comenzó a hacer sus efectos. Cáncer, problemas de piel, cuadros
respiratorios de gravedad, recién nacidos con deformaciones y una mina de
síntomas extraños. En efecto, ya en el gobierno Santos, el DANE advirtió que entre
los años 2009 y 2011 se incrementó el cáncer y las enfermedades respiratorias de
manera alarmante en Montelíbano. Fue entonces cuando la comunidad y gran
parte de extrabajadores buscaron a De La Espriella Lawyers | Enterprise que inició
una serie de investigaciones basadas en estudios de profesionales y expertos en
campos de la medicina y de la investigación biomédica. Los resultados son
espeluznantes.

Los habitantes de Pueblo Flechas, Puente de Uré y Boca de Uré han sido los más
afectados por la contaminación ambiental

En el año 2012 se encontraron diez casos de cáncer. Por ejemplo, Hildebrando


Turizo, quien trabajó durante 25 años en el departamento de calcificación de Cerro
Matoso S.A., hace 11 meses lo mató un cáncer de nasofaringe. Hace dos meses a
Jorge Luis Cogollo, quien trabajó más de 20 años en la mina, también lo mató un
cáncer de las mismas características. Hace 10 meses el laboratorio clínico ABO de
Montería, detectó daños de gravedad en el ADN de 13 exempleados de la
compañía. Otro estudio arrojó que la escoria que vierten en la quebrada Zaino
Macho tiene un porcentaje de más de 50% de silicio, resultado que concuerda con
las mediciones internas que tiene la compañía en su poder y a las cuales tuvo
acceso la firma de abogados. Como si fuera poco el material tóxico se ha
empezado a filtrar en el subsuelo, contaminando los únicos afluentes de agua de la
que se proveen los locales, es decir los pozos subterráneos.
Así mismo, el genetista Milton Quintana Sosa, Director de la Unidad de
Investigación, Desarrollo e Innovación en Genética y Biología Molecular de la
Universidad Simón Bolívar, realizó un análisis en 30 personas: encontró que el
90% tenían daños genéticos debido a la exposición del Níquel. De igual forma se
halló que 14 de los pacientes tenían rastros de metales en su sangre. Para los
expertos la cadena del ADN en la región de Montelíbano se rompió.
Para confirmar lo anterior el equipo de abogados acudió a los reconocidos
investigadores brasileros Juliana Da Silva y Joao Pegas Henríquez, expertos en
biología molecular quienes se llevaron algunas muestras para ser analizadas en el
vecino país. Según resultados parciales, el daño genético en la gente es
considerable. De igual forma encontraron serias coincidencias entre las patologías
sufridas por los extrabajadores de Cerro Matoso y los indígenas de la zona.
Sin embargo la multinacional siempre ha negado los impactos ambientales y físicos
que ha causado la explotación de Níquel en Córdoba. Incluso, según lo relata el
abogado Javier De La Hoz, hace un año las dos partes se sentaron para promover
un estudio ambiental en la zona. La propia compañía fue la que propuso a la
Universidad del Norte para realizar los análisis, pero cuando los investigadores
enviaron el proyecto de cómo iban a realizar el procedimiento, Cerro Matoso S. A.
no avaló el proyecto ni se volvió a sentar con los demandantes. Todo indica que la
compañía minera avala sus pruebas ante el Ministerio del Medio Ambiente
enviando resultados que dicen que el aire de Montelíbano contiene 10 micras de
contaminación del metal, lo que los salva en Colombia, pero niegan someterse a
exámenes más estrictos avalados internacionalmente los cuales tan solo permiten
que el aire contenga apenas dos micras de material particulado.
Con todos los argumentos anteriores, El 15 de agosto del 2014, el abogado
Abelardo De La Espriella formuló una denuncia penal contra Cerro Matoso S.A., por
los delitos de: contaminación ambiental, daños a los recursos naturales, lesiones
personales con perturbación funcional del sistema respiratorio de carácter
permanente y, además, deformidad física. El abogado le solicitó a María Constanza
García, presidente de la Agencia Nacional de Minería, la inmediata caducidad del
contrato de la compañía británica y el cierre de la mina por el incumplimiento
desde 1997 de las normas de carácter técnico y operativo relacionadas a la
higiene, la seguridad de los trabajadores y habitantes de Montelíbano y la
conservación de los recursos renovables y del medio ambiente.
El abogado Abelardo De La Espriella (Derecha) ha retado a Carlos Gustavo Arrieta
(Izquierda) para que divulgue cuánto recibe por honorarios para defender a la
multinacional Cerro Matoso S.A.

A dicha demanda los directivos de Cerromatoso no se hicieron esperar con su


defensa. El Presidente de la compañía contrató como apoderado al abogado Carlos
Gustavo Arrieta, quien no ha dejado de insistir en que la actividad de la compañía
no tiene relación con las enfermedades de los habitantes de la zona y mucho
menos con las deformaciones genéticas de los habitantes de la región. Arrieta ,
afirma que De La Espriella busca indemnizaciones “por supuestos daños que no le
son atribuibles a la compañía” y que la falta de fundamentos de aquella acción
legal emprendida por los indígenas y por los trabajadores serán demostrados en
un largo proceso. De La Espriella, por su parte, lo ha retado para que haga público
el valor de los honorarios que recibe por defender la multinacional minera.
A su vez, el Cacique Israel Aguilar Solano, con voz serena le exige a la compañía
que asuman que los han estado envenenando. En una posición conciliadora les
pide que se sienten los extrabajadores, asesores legales e indígenas con los
directivos de la empresa para buscar procedimientos de explotación minera limpia,
de tal suerte que la empresa se comprometa a no seguir causando estragos. Israel
a pesar de tener tan solo tercero de primaria ha estudiado de manera seria el
tema y sabe que en Chile una compañía de Níquel fue obligada a instalar filtros en
las chimeneas de sus hornos, aunque costarán más 85 millones de dólares. En
medio de esta situación dramática, el gobierno Santos, a través del Ministerio de
Minas y Energía en cabeza en aquel momento de Federico Rengifo, abrió la opción
de prolongarles la concesión del año 2029 hasta el 2044, es decir 30 años más.
Por ahora la firma de abogados Lawyer | Enterprise tiene el poder de 100
extrabajadores y de 2400 indígenas. Cerro Matoso S.A. sigue negando la
contaminación aunque a sus camiones les han puesto avisos que advierten “la
sospecha” de que el Níquel puede causar cáncer, alergias cutáneas y puede ser
dañino para los pulmones. El Cacique Israel Aguilar, no logra conciliar el sueño
pensando en que él es la voz de 3.500 familias, es decir más de 16 mil habitantes.
Por su parte el abogado De La Espriella dice que “Cerro Matoso no debería
llamarse así, sino ‘Cerro Mañoso’ porque envenenan a la gente, la matan y hacen
toda clase de entuertos para no responder”.
*Este artículo fue publicado hace cuatro años, recién el abogado De la Espriella
interpuso la demanda que acaban de ganarle a la Multinacional. La Corte
constitucional obliga a la minera australiana a indemnizar a 3.000 indígenas
No hay sustento técnico-científico en
decisión de la Corte Constitucional,
según Cerro Matoso
La productora de ferroníquel enfatizó que no hay pruebas que comprueben una
relación directa entre las afectaciones a la salud de personas de la comunidad que
coexisten en torno a la compañía y las operaciones de la misma.

La minera Cerro Matoso, respecto a la decisión de la Corte


Constitucional sobre la acción de tutela interpuesta por las comunidades
indígenas y afrodescendientes vecinas a las operaciones de la mina,
aseguró que la compañía no comparte el contenido de la decisión de
la Corte Constitucional.

La minera rechazó las conclusiones de la Corte emitidas, pues aseguró


que nom tienen “sustento técnico-científico que comprueben relación
entre las afectaciones a la salud de personas de la comunidad y la
operación de la compañía”.

El fallo de la Corte ordena lo siguiente: “una revisión detallada de los


diversos hallazgos descritos permite corroborar las denuncias de los
accionantes, respecto a las múltiples afecciones que padecen quienes
habitan en cercanías del complejo minero. Contrario a lo sostenido por la
empresa Cerro Matoso S.A., existe una delicada situación de salud
pública en la zona, la cual se caracteriza por
graves enfermedades cutáneas, pulmonares y oculares, entre otras”.

Por lo tanto, Cerro Matoso interpuso un incidente de nulidad en


contra de la sentencia ya que, a través de la misma, se modifica la
jurisprudencia de la Sala Plena de la Corte en cuanto a los
requisitos que se deben cumplir para ordenar una indemnización de
perjuicios vía tutela.

Lea también: Consultas previas y paros los dolores de cabeza de la


industria de minas y energía
Según la minera, la sentencia se aparta de lo señalado por sentencia de
unificación jurisprudencial de la Sala Plena de la Corte Constitucional
entre otras, por las siguientes razones:

Se debe probar un nexo causal directo


No se probó que Cerro Matoso actuara de
entre el derecho violado y el accionante,
manera arbitraria teniendo en cuenta que
que en este caso no se demostró, pues la
siempre actuó dentro de la ley en legitima
sentencia se basó en una relación de
confianza de la institucionalidad del
causalidad probable.
Estado de Derecho Colombiano, y nunca
ha sido sancionado por temas ambientales.

Adicionalmente, la empresa dedicada a la minería destacó que la


decisión del Alto Tribunal no está ligada con el debido proceso. “Porque
si se hubiera tenido en cuenta todo el material probatorio allegado al
expediente, se hubiera llegado a una conclusión muy diferente a la que
se llegó. Adicionalmente, se atribuyó al proceso de revisión de tutela de
única instancia, la potestad de atribuir responsabilidad por daños no
probados de manera directa, aun cuando este procedimiento está
diseñado por naturaleza, no para indemnizar, sino para proteger
derechos fundamentales”.

En la versión de Cerro Matoso, la Corte Constitucional interpreta de


manera errónea el reporte médico emitido por el Instituto
Colombiano de Medicina Legal.Según la compañía, en el reporte no se
estableció una relación de causalidad directa entre las afectaciones
encontradas en la población y la operación de Cerro Matoso, y que hay
otros factores que claramente están impactando la salud de los
pobladores.

Puede interesarle: La industria le apuesta al ahorro eléctrico

La empresa recordó que desde 2013, a través del Ministerio de Salud,


han intentado dar inicio a un estudio de salud ambiental con la
Organización Panamericana de la Salud de las Naciones Unidas que dé
claridad sobre los determinantes de la salud de las comunidades
cercanas a la operación industrial de Cerro Matoso, sin que lo exigiera la
oposición compuesta por las comunidades.

En resumidas cuentas, Cerro Matoso está evaluando el alcance de la


decisión y hará uso de los diferentes recursos jurídicos de la
legislación colombiana y tratados internacionales para la protección
de sus derechos y los de sus accionistas.

También podría gustarte