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EL MITO AZTECA DE LA CREACIÓN

Por los caracteres y escrituras y por relaciones de los viejos y de los que en tiempo de su
infidelidad eran sacerdotes y papas, por lo que dijeron los señores principales a quienes se criaba
en los templos y enseñaba la ley para que la difundiesen; juntos ante mí, con sus libros y figuras
antiguas, muchas de ellas, untadas con sangre humana, relataron el inicio.

Parece que tenían a Tonacatecuhtli, quien tuvo por mujer a Tonacacihuatl (conocida
también como Xochiquetzal). Ellos fueron señor y señora de nuestra carne y se criaron en el
decimotercer cielo, de cuyo principio no se supo jamás.

Engendraron a cuatro hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo, nombrado así porque nació
colorado. Los Uexotzinco y Tlaxcala, lo tenían por su dios principal y le llamaron Camaxtli.

Al segundo hijo lo nombraron Tezcatlipoca negro, el peor de los tres porque fue el que
más mandó y pudo porque nació negro en medio de todos los seres y cosas.

Al tercero llamaron Quetzalcoatl, conocido también como “Noche y viento”, mientras que
al último y más pequeño lo llamaron “Señor del Hueso” o “La culebra con dos Cabezas”, a quien
los mexicanos tuvieron como su dios principal y denominaron Huitzilopochtli.

De los cuatros hijos de la primera pareja (Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl), Tezcatlipoca


negro era omnipresente, conocía todos los pensamientos y los corazones; así es que lo llamaron
Moyocoya, cuyo significado es el de todopoderoso.

Su hermano menor, Huitzilopochtli (dios del pueblo mexicano) nació sin carne, con los huesos
desnudos. Así se mantuvo durante los seiscientos años de quietud entre los dioses, etapa en la
que nada hicieron.

Pasado el largo período, los cuatro hijos de Tonacatecuhtli se juntaron para ordenar lo
que habrían de hacer y la ley que tendrían. Convinieron en nombrar a Quetzalcoatl y
Huizilopochtli para que impartieran las órdenes. Entonces, por comisión y parecer de los otros
dos, hicieron el fuego, después medio sol que como no estaba entero alumbraba poco y luego
hicieron al hombre -Oxomoco- y a la mujer llamada Cipactónal. Les dieron la orden de que no
holgaran, sino que trabajaran siempre. A él lo mandaron a labrar la tierra mientras ella hilaba y
tejía. De esta primera pareja humana nacieron los macehuales. Cipactónal recibió el don de la
curación a través de ciertos granos de maíz que le fueron entregados por los dioses para la cura,
las adivinanzas y hechicerías como acostumbran a hacer hoy día las mujeres.

Terminada su tarea con los primeros hombres, los dioses hicieron los trescientos sesenta
días del año que dividieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. Luego crearon a los dioses
que habitaron el infierno: al “Señor del Inframundo” y a su señora, la “Señora del Inframundo”. Les
llegó la hora de crear los cielos y comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para abajo
para continuar con la creación del agua en la que criaron a un pez grande que llamaron Cipactli,
parecido al caimán. Se juntaron los cuatro hermanos (hijos de la primera pareja) y crearon a Tláloc
y a Chalchiutlicue, quienes fueron dioses del agua, a los que se les pedía cuando tenían de ella
necesidad. Como estaban los cuatro juntos, hicieron del pez Cipactli la tierra, a la cual llamaron
Tlaltecuhtli, portándola como deidad, sostenida por el pescado que la había engendrado. Otros
dijeron que la tierra fue creada por los dioses Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, quienes bajaron a tierra
a la diosa del cielo. Ella tenía las articulaciones completamente cubiertas de ojos y bocas con las
que mordía como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran había agua (que nadie sabe quién
creó) sobre la cual la diosa caminaba. Cuando vieron esto, los dioses se dijeron: “Es necesario
hacer la tierra”, y diciendo esto se convirtieron los dos en grandes serpientes. Transformados, una
de las serpientes agarró a la diosa de la mano derecha y el pie izquierdo y la otra de la mano
izquierda y el pie derecho, jalaron tanto que la partieron por la mitad. Con la parte de atrás de los
hombros hicieron la tierra, y la otra mitad la llevaron al cielo.

Los otros dioses se enteraron y se enojaron mucho, entonces para recompensar a la diosa
de la tierra por el daño que le habían hecho, los dioses descendieron todos del cielo y ordenaron
que de ella salieran los frutos necesarios para la vida de los hombres: de sus cabellos hicieron los
árboles y flores, de su piel las pequeñas hierbas y flores, de los ojos hicieron los pozos, las fuentes
y las pequeñas cavernas, de la boca los ríos y grandes cavernas mientras que de los agujeros de la
nariz y de los hombros, los valles de las montañas y las montañas mismas respectivamente. La
diosa lloró algunas veces durante las noches, incansablemente. Quería comer corazones de
hombres y únicamente callaba cuando se los daban; y sólo llevaba fruta si estaba rociada con
sangre humana. (*)

(*) Versión de Andrés Manrique de Mitos y leyendas de los aztecas, incas, mayas y muiscas;
compilado por Walter Krickeberg; ed. Fondo de Cultura Económica.

EL MITO DE WIRACOCHAAN

Wiraccocha, principial divinidad inca, creó el mundo. Luego, se alejó a una misteriosa distancia y
envió a Wiraccochan, su mensajero, quien emprendió una larga caminata. Mientras caminaba,
Wiraccochan educaba a los pueblos. Antes de dejar la tierra, llegó al pueblo de Tambo u
Ollantaytambo que floreció gracias a sus divinos conocimientos. Aquí, una versión del mito de
Wirraccochan como enviado del gran Wiraccocha y como guía de los antiguos incas.

Antes que los Incas reinasen, cuentan que en el principio, Wiraccocha crió un mundo
oscuro y luego de ordenar el cielo y la tierra crió una raza de gigantes. A estos les mandó que
viniesen en paz para que lo sirviesen, mas como no fueron recíprocos con él, los convirtió en
piedras, enviándoles a la vez un diluvio general al cual llaman Unu Pachacuti, que quiere decir "el
agua que transformó el mundo".
Pasado el diluvio y seca la tierra, Wiraccocha determinó poblarla por segunda vez y para
hacerlo con más perfección determinó criar luminarias que diesen claridad, para esto fue al gran
lago Titicaca y mandó allí que salieran el Sol, la Luna y las estrellas y subiesen al cielo para dar su
luz al mundo. Y dicen que la Luna tenía más claridad que el Sol, por lo que este al tiempo que
subían le echó un puñado de ceniza en la cara y que desde esa vez quedó la Luna con el color que
ahora tiene.

Y luego de que todo esto pasó, en la dirección Sur, apareció el enviado de Wiraccocha, que
era un hombre de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y en su persona mostraba gran autoridad,
llamándolo Wiraccochan o Tunupa. Vestía una túnica andrajosa que le daba hasta los pies: traía el
cabello corto, una corona en la cabeza y un báculo como los que llevaban los sacerdotes y
astrónomos antiguos. Dicen también que llevaba a cuestas un bulto en el que transportaba los
dones con los que premiaba a los pueblos que lo escuchaban. Y dicen que este hombre tenía gran
poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras cerros grandes. Hacía también cosas
mayores por que dio ser a los hombres y animales, y que, en fin, por su mano vino notable
beneficio.

Luego se dirigió a Tiahuanaco y en este lugar dibujó y esculpió en una losa grande todas las
naciones que pensaba criar; después de esto, inició su peregrinaje obrando maravillas por el
camino de la serranía, mandando salir a los pueblos de sus Paqarinas diciendo: "Gente y naciones
oigan y obedezcan que yo les mando salir, multiplicar y henchir la tierra". Y a su vez todos los
lugares obedecieron y así unos pueblos salieron de los suelos, otros de los lagos, fuentes, valles,
cuevas, árboles, peñas y montes. A la vez que esto sucedía, pintaba a cada pueblo el traje y vestido
que habrían de llevar y así mismo dio a cada nación la lengua que habría de hablar, sus cantares y
las semillas. Y así en este camino de los Andes y montañas de la tierra fue dando y poniendo
nombres a todos los árboles grandes y pequeños, tanto como a sus flores y frutos, mostrando a la
gente los que eran buenos para comer y los que no y los que eran buenos para medicina y,
asimismo, puso nombre a todas las yerbas e indicó el tiempo en el que habrían de florecer y
fructificar. También dio orden a los hombres sobre cómo vivir, hablándoles amorosamente con
mucha mansedumbre, amonestándole para que fuesen buenos, y los otros no se hiciesen daño ni
se injuriasen; luego les enseñó cómo cultivar; para esto rompía la tierra con la punta de su báculo
quedando está dispuesta para sembrarse, y así con su sola palabra hacía nacer el maíz y los demás
alimentos.

En ese largo peregrinar, dicen que también halló algunas naciones rebeldes que no habían
cumplido con su mandato, por lo que los convirtió en piedras, en figuras de hombres y mujeres
con el mismo traje que traían. Estas conversiones fueron hechas en Tiahuanaco, Pucara y Jauja. En
dichos lugares se encuentran unos bultos de piedras grandes y en algunas otras partes dicen que
tienen tamaños casi gigantes.

Y es así como llegó a la provincia de Cacha habitada por los Canas, y éstos, como no lo
conocían, salieron armados y dispuestos a matarlo. Entonces Wiraccochan, al observar esta
actitud, hizo que cayese fuego volcánico sobre ellos. Y los canas, por el temor de verse quemados,
arrojaron sus armas y lo veneraron. Viendo esto, Wiraccochan tomó su báculo y paró el fuego;
luego, puso orden entre ellos. En memoria de este hecho le edificaron un suntuoso adoratorio y
hoy en día, aún se puede ver el cerro de Cacha con su enorme quemadura que consumió las
piedras de tal manera que ellas mismas se hacen testigos de este hecho, por que quedaron tan
quemadas que se las pueden levantar como si fuesen madera liviana.

Dicen que después de este suceso llegó al pueblo de Urcos, y subió a un cerro alto desde
donde mandó saliesen de él los naturales de Urcos, por lo que con el tiempo le erigieron en este
lugar un rico adoratorio, edificando en este un escaño de oro fino y una imagen a semejanza suya.

Luego Wiraccochan prosiguió su camino y llegando a cierto sitio crió a un señor al cual
puso el nombre de Alcaviza y al lugar por nombre Cusco; dejando el mensaje que después de este
señor vendrían los Incas Orejones a quienes todos respetarían.

Este Wiraccochan a quién los pueblos llamaban también Tunupa, Tarapaca, Wiraccochan
pachayachicachan, Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc Pachacan; que quiere decir el enviado de
Wiraccocha, su fuente, el predicador, el encargado del presente o el conocedor del tiempo, dicen
que se dirigió al pueblo del curaca Apotambo (Señor de Tanpu, Tambo u Ollantaytambo), a donde
llegó cuando se celebraban unas bodas. Fue en esas circunstancias que el Curaca escuchó sus
razonamientos y predicamentos con mucho amor, mas su pueblo no lo hizo así, por lo que
Wiraccochan los reprendió con amor afable. Y, luego de esto, en un gesto de reciprocidad, entregó
el báculo que portaba y en el que se encontraban grabados todos sus conocimientos, al curaca
Apotambo. Pasado esto, en memoria de Wiraccochan labraron una montaña a imagen y
semejanza suya, a la cual veneraron muchísimo.

Luego, este Wiraccochan prosiguió su camino haciendo sus obras hasta que llegó a la línea
equinoccial cerca al Ecuador, donde queriendo dejar esta tierra, informó a la gente sobre las
muchas cosas que habrían de suceder. Les dijo que con el tiempo habrían de venir gente diciendo
ser Wiraccochas y a los cuales no les deberían de creer. Y dicho esto se metió al mar caminando
por sobre el agua como si fuese su espuma..."

Dicen que pasado el tiempo y luego de que el pueblo de Tambo u Ollantaytambo floreció
gracias a los conocimientos dejados por Wiraccochan, el báculo dejado por él, se transformó en
oro fino en el momento en que nació uno de los descendientes de Apotambo llamado Manco
Capac quién vino a ser el primer Inca, y con este báculo de oro pasado los años se dirigió a las
partes altas de una serranía para fundar la que con el tiempo sería la capital del Imperio de los
Incas: el Cusco. (*)

(*) Fuente: Fernando E. Elorrieta Salazar y Edgar Elorrieta Salazar, El valle sagrado de los incas.
Mitos y símbolos, Sociedad Pacaritanpu Hatha, pp.13-16
EL MITO GUARANÍ SOBRE EL ORIGEN DEL LENGUAJE HUMANO

Los guaraníes habitaban en el sur de Brasil, Paraguay y el noreste argentino. Se distinguieron por
ser enérgicos guerreros y cazadores. Fueron parcialmente evangelizados por los jesuitas. A su
estirpe, aún presente principalmente en el Paraguay, pertenece este mito sobre el divino origen
de las voces que intercambian los hombres.

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero, de una pequeña porción de su propia divinidad,


de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que se
engendrasen llamas y tenue neblina.

Habiéndose erguido (asumido la forma humana),de la sabiduría contenida en su propia


divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el origen del lenguaje humano.

Creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su
propia divinidad.

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse


conocimiento de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano (o: es el
fundamento del futuro lenguaje humano) e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que formara
parte de su propia divinidad.

Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, de la sabiduría contenida en su


propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora concibió el fundamento del amor (al
prójimo).

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse


conocimiento de las cosas, y en virtud de su sabiduría creadora el origen del amor (al prójimo)lo
concibió.

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, habiendo creado una pequeña
porción del amor, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría
creadora el origen de un solo himno sagrado la creó en su soledad.

Antes de existir la tierra en medio de las tinieblas originarias, antes de conocerse las cosas
el origen de un himno sagrado lo creó en su soledad (para sí mismo).

Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano; habiendo creado,


en su soledad, una pequeña porción de amor; habiendo creado, en su soledad, un corto himno
sagrado, reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe del fundamento del lenguaje
humano; sobre a quién hacer partícipe del pequeño amor(al prójimo) sobre a quién hacer
partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado.
Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y
en virtud de su sabiduría creadora creó a quienes serían compañeras de su divinidad.

Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y


en virtud de su sabiduría creadora creó al ( a los) Ñamandú de corazón grande (valeroso).

Lo creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el sol). Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas originarias, creó al Ñamadú de corazón grande.

Para padre de sus futuros numerosos hijos, para verdadero padre de las almas de sus
futuros numerosos hijos creó al Ñamandu de corazón grande. (*)

(*) Fuente: Orígenes. Argentina; compilación de mitos de guaraníes, tehuelches, matacos y tobas,
onas, pampas, araucanos y collas, de Miguel Biazzi y Guillermo Magrasi, ed. Corregidor

EL ORIGEN DEL COSMOS (WISHÓKAR)

Mito de la creación de los aborígenes mapuches (Patagonia)

Al principio solo existían dos cosas: Kóoch, que siempre estuvo y una oscuridad absoluta
que no dejaba que las cosas existiesen. Tanto tiempo pasó Kóoch en medio de las sombras y su
soledad era tan grande que empezó a llorar por tan enorme pena. Y lloró tanto y tan sinceramente
por su profundo dolor que sus lágrimas formaron el Arrok, el Mar Amargo de las tormentas y las
tristezas.

Más tarde, aún en medio de tanta pena, pudo advertir como crecía la enorme cantidad de
agua que había llorado y entonces suspiró. Así creo a Xóchem, el viento, que inmediatamente
comenzó a correr arrastrando a las tinieblas y preparando el camino para la llegada de la luz. Así
fue como todo se iluminó y nació la alegría en Kóoch. Entonces tuvo ganas de seguir creando los
restantes elementos que le permitieron luego modelar el mundo en el que finalmente vivirían los
hombres

Un día, en medio del mar que sus lágrimas habían creado, Kóoch quisó contemplar su
obra y vio que la luz no era suficiente. Enojado, levantó su brazo y sucedió que rasgó de lado a
lado el velo de la penumbra y encendió así una gran chispa de fuego: Kóoch había creado el sol al
que llamó 'xaleshem' cuya calidez al entrar en contacto con las aguas, creó las nubes y el viento,
que empezó a jugar con ellas corriéndolas por todo el cielo, con su risa alocada creo el trueno
(katrú) y ellas, que lo amenazaban con la mirada, crearon el relámpago (lüfke).

Un día Kóoch volvió a aburrirse, por eso pensó que su obra no estaba aún terminada.
Entonces hizo elevar parte de la tierra que se encontraba debajo del mar y formó una isla en la
cual modeló montañas y llanuras separadas por valles y cañadas. Todos sus hijos, el sol, el viento,
las nueves admiraron la belleza de la isla y comenzaron a derramar sus bondades sobre ella, lo
cual dio como reslultado la formación de ríos, arroyos, lagos... el nacimiento de los peces, las
plantas, los árboles y las aves.

Pero sucedió que los primeros hijos de Kóoch sintieron al final, celos de esta nueva
creación y en ocasiones destaban su furia sobre la isla castigando duramente a árboles y otros
habitantes. Entonces Kóoch decidió reprenderlos hablándoles con firmeza y así la luz continuó
brillando para el deleite de la creación.

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