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Pero si hablamos de aquel día, de aquel primer día en que Marcelo

escuchó por vez primera la historia de la boca del muchacho, cuando la


cosa era tan confusa que sólo se acertaba en el número de muertos y de
supervivientes, y en aquel presunto del que sólo habían aparecido las
iniciales en el periódico, RFM, de quince años, madrileño de Vallecas,
que por no se sabe qué extrañas razones acabó con la vida de dos
personas y un perro en la finca en la que vivía con su madre y su
hermana, que dejó malherido a su mejor amigo y también a una chica; si
hablamos de aquel día en que Marcelo Román se acercó hasta el centro
de menores donde se había internado al chico, más por protegerlo que
por cualquier otra cosa, por quitarle de en medio de periodistas y de
curiosos, porque así lo dispuso el fiscal de acuerdo con su madre, que
decía “¡mi hijo, mi pobre hijo!”, que se sentía más culpable que él incluso,
y que le preguntó al fiscal si le podía llevar comida al reformatorio. “Ya
no existen los reformatorios, señora, llévele usted comida si quiere, pero
el chaval va a comer estupendamente, y va a descansar, y va a pensar, y
le ayudaremos a encontrar una solución”. Si hablamos de aquel día,
exactamente el 22 de octubre, diez días después de que ocurrieran los
hechos, ocho días después de que RFM entrara en el centro, dejara su
mochila en una habitación con dos camas, saludara con un gesto de la
cabeza al chaval con el que iba a compartir el cuarto. Si hablamos de
aquel 22 de octubre en que Marcelo y Román se montaran en la misma
barca, entonces sabremos cuál fue la primera versión del chico, la
primera vez que consiguió un relato ordenado, porque con el fiscal no lo
había conseguido. Para empezar no le entraba en la cabeza eso de que un
fiscal podía estar de su parte y no en su contra, y se había puesto tan
nervioso, que el fiscal le había dejado en manos de la psicóloga. Diez días
habían pasado. Allí no había rejas, ni había guardias, ni su compañero de
cuarto lo había amenazado con una navaja en el cuello. La palabra
abogado defensor después de todo era reconfortante y Ramón Fortuna
tragó saliva y recordó aquella tarde.

El vira Lindo, El otro barrio

1. ¿Cuáles son los elementos de los actos de comunicación que se


rememora en este fragmento?
2. Señala el tipo de texto y la modalidad textual de este fragmento.
3. ¿Cuáles son las funciones del lenguaje presentes en este
fragmento?
4. El fragmento hace referencia a los temores del muchacho al entrar
en el reformatorio. ¿De dónde provienen?
5. Explica el significado en el texto de la expresión “se montaran en
la misma barca”.
6. Señala la estructura de estas palabras extraídas del texto:
supervivientes, malherido, reformatorio, estupendamente,
ordenado, nerviosos, abogado defensor, reconfortante
7. Analiza morfológicamente (persona, número, tiempo y modo) las
formas verbales extraídas del texto: era, habían aparecido, acabó,
ocurrieran, saludara.
8. Elige dos palabras del texto y demuestra en ellas la doble
articulación del signo lingüístico.l

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