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AUTOEFICACIA PERCIBIDA (TEMA III)

La autoeficacia percibida se define como las creencias que las personas poseen sobre sus
capacidades (Bandura, 1987); el foco está puesto en qué tan capaces se consideran para
desempeñar una tarea y ser efectivos en la ejecución de la misma.

En base a dichas creencias, se organizan y ejecutan acciones para poder alcanzar el


rendimiento deseado. Generalmente las personas tienden a desarrollar y permanecer en
actividades que se consideran capaces de lograr y desestiman aquellas para las que creen que no
cuentan con la habilidad necesaria. Por lo tanto, el concepto de autoeficacia no hace referencia a
los recursos de los que realmente se disponga, sino a la opinión que uno tenga sobre lo que se puede
hacer con ellos (Bandura, 1987). En efecto, no se trata solamente de que el individuo sea capaz, sino
también de que se considere capaz de utilizar recursos y habilidades propias ante diversas
circunstancias.

Creencias de eficacia

Alguien puede sentirse autoeficaz para desempeñarse en tareas específicas, y al mismo


tiempo, considerarse ineficaz en otras. Por lo tanto, las personas no se definen a sí mismas como
autoeficaces o no autoeficaces, sino que lo hacen dependiendo del ámbito o tarea que pretendan
enfrentar. (Bandura)

Específicamente en relación al envejecimiento las investigaciones sugieren que, con el paso


de los años, la autoeficacia tiende a disminuir.

De hecho, suelen afirmar que, en la vejez, si bien hay ganancias y pérdidas, estas últimas
aumentan mientras que las primeras disminuyen generando una menor sensación de autocontrol
(Baltes, Lindemberg, & Staudinger, 2006; Lachman, Neupert, & Agrigoroaei, 2011). Lachman, y Firth
(2004) consideran que esto se produce debido a una mayor cantidad de situaciones que los
individuos no pueden controlar, ya sea por una disminución en las capacidades físicas, cognitivas o
funcionales. Sin embargo, las evidencias al respecto no son claras.

Para los adultos mayores, la autoeficacia se asocia al sentimiento de poder ser capaces de
participar en la solución de conflictos que surgen en la vida cotidiana, lo cual permite crear
estrategias de afrontamiento necesarias frente a las adversidades.

Quienes no perciben niveles adecuados de autoeficacia tienden a mostrar una baja


autoestima y sentimientos negativos sobre sus posibilidades de superar aquellos estresores propios
de la vejez; para ellos resulta más difícil motivarse con las capacidades que poseen y así lograr sus
metas.

En consecuencia, realizan una valoración negativa de su vida. Contrariamente, las personas


mayores con elevada percepción de eficacia generan pensamientos motivadores hacia la acción.

Con frecuencia se supone que por el sólo hecho de poseer una edad avanzada, las personas
ya no son capaces de elegir y decidir de manera adecuada y racional; en ocasiones, familiares o
cuidadores deciden por el adulto mayor sin considerar su opinión, incluso cuando la misma afecta
directamente a su calidad o forma de vida (Arias, 2013). En instituciones para adultos mayores,
generalmente suelen presentarse mayor cantidad de experiencias que elevan la dependencia y
desalientan el dominio personal, impactando en una reducción del control personal y de la
autoeficacia percibida.

Suele ocurrir que médicos o enfermeros sean quienes se ocupen de la administración de las
medicaciones en un determinado horario, sin brindar al residente la posibilidad de recuerdo y
responsabilidad sobre la misma, aun en personas que no presentan deterioro cognitivo. Este tipo
de situaciones, reducen la capacidad de control de la persona por sobre su ambiente, afectando las
propias creencias de eficacia para el desarrollo de tareas (Welch, & West, 1995). El cuidado
excesivo, fundado principalmente en evitar todo tipo de riesgo, limita progresivamente sus
elecciones, restringiendo alternativas y generando entornos poco favorables que, en lugar de
propiciar el desarrollo, lo impiden. De este modo, la persona mayor va paulatinamente perdiendo
el control de su propia vida y las elecciones se reducen a repetir diariamente ciertas rutinas en las
que nada les resulta motivador o placentero.

Limitar al adulto mayor en la toma de decisiones, cuando éste se encuentra en pleno uso de
sus facultades, es sinónimo de vulnerar la capacidad de control sobre su propia vida, lo cual puede
impactar negativamente sobre su bienestar.

Por su parte, el ambiente en el cual el adulto mayor se desarrolla tiene gran importancia a
la hora de aumentar o disminuir las creencias de eficacia.

Una persona que se encuentre en condición de dependencia para la realización de sus


actividades de la vida diaria probablemente cuente con escasas o nulas oportunidades de dominio
y control sobre su entorno, impactando sobre sus creencias de eficacia (Welch, & West, 1995). Por
lo tanto, resulta importante conseguir que el ambiente brinde posibilidades adecuadas a la persona,
a fin de mantener su autonomía y seguridad.

Autoeficacia para envejecer

El concepto de autoeficacia para envejecer es: El hecho de confiar en las capacidades


personales propicia la generación de nuevas metas que signifiquen un desafío a la persona,
poniendo en marcha las estrategias necesarias para alcanzarlas.

Asimismo, poseer elevadas creencias de eficacia implica considerar que se cuenta con las
capacidades necesarias para poder controlar y dominar el ambiente; es decir, que es posible llevar
a cabo las acciones tendientes a modificar el propio entorno con la finalidad de obtener resultados
satisfactorios.

Desarrollo de las creencias de eficacia percibida

Las creencias de eficacia pueden aprenderse, mejorarse e incrementarse; para ello es


necesario conocer, en primera instancia, el proceso a través del cual se construyen.

Bandura (1977) parte de la premisa de que la expectativa sobre la propia eficacia determina
si un comportamiento será iniciado, cuánto esfuerzo será puesto en marcha y cuánto tiempo se
persistirá en una situación aún frente a la presencia de un obstáculo o de situaciones adversas.
Desde esta perspectiva, las personas crean y desarrollan autopercepciones acerca de sus
capacidades y, las mismas, se convierten en el medio a través del cual alcanzar las propias metas.
Asimismo, estas capacidades permiten ejercer control sobre los propios pensamientos y
sentimientos, así como sobre las motivaciones y las conductas.

las personas poseen cuatro fuentes de información para generar creencias de eficacia. La
primera de ellas consiste en los logros de ejecución; esta fuente posee una alta influencia debido a
que se basa en las propias experiencias de dominio.

Las experiencias de dominio, en la cual la persona puede participar activamente, han sido
las que han demostrado más efectividad a la hora de aumentar los propios niveles de eficacia. El
éxito repetido en determinadas conductas hace que se aumenten las creencias de eficacia para el
desarrollo de la tarea en cuestión, reduciendo el peso del impacto que puedan generar experiencias
negativas ocasionales.

Resulta esperable que las experiencias de dominio, en cualquiera sea la actividad que se
desarrolle, aumenten la eficacia percibida y faciliten el éxito en futuros desempeños en ese mismo
dominio.

La segunda de las fuentes consiste en las experiencias vicarias. El hecho de observar a otros
ejecutando acciones sin consecuencias adversas genera la expectativa de que es posible realizarlas
si uno intensifica y persiste en sus esfuerzos. Las personas se convencen a sí mismas de que si otros
han podido alcanzar una meta, es probable que ellas, al menos, logren mejorar su propio
rendimiento. De ese modo, es posible que los observadores tengan una base suficiente como para
incrementar su propio sentimiento de eficacia.

La tercera fuente es denominada persuasión verbal. Este proceso refiere a la opinión


positiva de los otros respecto a las habilidades que uno posee; es decir, que las personas tienen la
tendencia a mejorar sus creencias de eficacia y realizar tareas exitosamente si otro las convence de
que es posible que alcancen una meta. De todos modos, este tipo de creencias favorables tienden
a ser más débiles y vulnerables frente a situaciones adversas por no tener bases experienciales en
su consolidación.

La cuarta de las fuentes refiere a la activación de diferentes emociones que brindan


información respecto de las capacidades personales y de la percepción de autoeficacia en relación
a los propios recursos para enfrentarla.

A lo largo de toda la vida, pero fundamentalmente en la vejez, un aspecto central para el


incremento de la sensación de autoeficacia es el fortalecimiento de la red de apoyo social que
funciona como sostén tanto instrumental como emocional, y como base para el mantenimiento de
creencias favorables sobre las competencias personales.

Influencia de los estereotipos

Si bien los adultos mayores están alcanzando edades avanzadas con buenas condiciones de
salud, físicas y mentales, y la visión acerca de la vejez incluye cada vez más aspectos positivos (Arias,
2011), esto aún no resulta suficiente para desnaturalizar ciertos estereotipos negativos sobre esta
etapa de la vida.

Las imágenes y representaciones implícitas sobre el envejecimiento abarcan tanto teorías


sociales como experiencias personales que se vinculan con el desarrollo individual.
Por lo general, tienden a reflejar una imagen negativa sobre la vejez, poniendo en relieve
los cambios percibidos como pérdidas, en lugar de centrarse en las continuidades. Esto puede traer
como consecuencia percepciones distorsionadas sobre el proceso de envejecimiento. Estas teorías
ejercen su influencia a la hora de realizar autoevaluaciones, proporcionando referencias para el
proceso de comparación con parámetros sociales. Un factor esencial que determina los resultados
de la misma, es el grado de control que se percibe respecto al proceso de envejecimiento.

De hecho, durante la vejez es necesario implementar mecanismos de compensación de


pérdidas que permitan una adaptación favorable (Baltes, & Baltes, 1990; Baltes, 1996), y que, al
mismo tiempo, propicien el mantenimiento de creencias sobre la propia eficacia en niveles
elevados. Ajustarse a las metas resulta beneficioso y adaptativo siempre y cuando se realice en base
a las pérdidas reales de recursos físicos, mentales o sociales. Sin embargo, resultaría perjudicial si
se hiciera a partir de teorías implícitas del envejecimiento que sostengan percepciones erróneas y
que, por lo tanto, podrían disminuir las expectativas de ejecución. Es más probable que los adultos
mayores tengan éxito si evalúan sus destrezas y habilidades de un modo realista, en lugar de tomar
como propias teorías culturales de una declinación continua.

Así las experiencias de dominio o de fracaso pueden tener consecuencias en la percepción


de las propias posibilidades. Las personas que poseen elevados niveles de autoeficacia tendrían una
tendencia a lograr mejores resultados porque establecen para sí mismas metas más desafiantes y
persisten frente a los fracasos. Así, una baja autoeficacia contribuye a desalentar las expectativas
de metas y resultados.

Aquellos adultos mayores influidos por estereotipos sociales negativos probablemente no


se fijen metas que representen retos y, por lo tanto, es poco factible que experimenten éxito y
dominio. Por el contrario, se ha demostrado que las metas que representan un desafío, pero son
alcanzables, aumentan la persistencia y la ejecución en una amplia variedad de dominios.

CONCLUSIONES

La posibilidad de decidir sobre la propia vida juega un rol fundamental a la hora de percibir
control sobre el entorno personal. Resulta indispensable no vulnerar dicha capacidad en el adulto
mayor, y más aún cuando la persona se encuentra en pleno uso de sus facultades. Exceptuando los
casos en los cuales un serio deterioro cognitivo pueda ocasionar dificultad en la toma de ciertas
decisiones, las personas mayores deben continuar manteniendo el control de sus vidas y elegir el
modo en que quieren vivirla (Arias, 2013). La frustración de las necesidades de autonomía puede
llevar a la reducción de la autoeficacia, por lo tanto, es indispensable propiciar ambientes en los
cuales las oportunidades de dominio se vean favorecidas.

La inclusión de aspectos positivos en el estudio de los procesos de envejecimiento implica


centrarse en los recursos y en las posibilidades de cambio, así como en las estrategias que permiten
mantener elevados niveles de bienestar y satisfacción, aún al enfrentar pérdidas.

El desarrollo de espacios que fomenten creencias positivas sobre el propio envejecimiento,


así como de herramientas que permitan incrementar y afianzar la propia eficacia al envejecer,
constituyen componentes indispensables para lograr un envejecimiento saludable.
Específicamente, la implementación de dispositivos que favorezcan la autonomía y el
empoderamiento en dicho grupo de edad, aumentará sus posibilidades para cuestionar y resistirse
a estereotipos que limiten y coarten sus capacidades.

Además, se sentirán más útiles, y más valorados y creerán y confiarán más en sus propias
capacidades, posibilitándoles un mejor ejercicio de roles, funciones y derechos (Iacub, & Arias,
2010). De este modo, conseguirán una mejor imagen de sí mismos con la cual posicionarse frente a
la vida, y así poner en marcha todos sus recursos y habilidades, para lograr un envejecimiento
competente que explote el desarrollo de las propias creencias de eficacia en diversos dominios.

PERCEPCIÓN DE CONTROL (TEMA III)


INTRODUCCIÓN

La teoría del ciclo vital tiende a considerar la vejez como una etapa más del desarrollo del
individuo.
2.1 La imagen corporal en la vejez

La imagen corporal se fue convirtiendo en negativa a medida que fueron haciendo su


aparición en las enfermedades.
3. La percepción de control en ancianos
ERÓTICA Y VEJEZ (TEMA IV)
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
Otra patología más habitual en la vejez, es la diabetes, Parkinson, artritis reumatoidea y demencia.

Flores Colombino señala que el acto sexual en los casos de demencia, produce un efecto
tranquilizante y refuerza la autoestima.
JUBILACIÓN Y TIEMPO LIBRE (TEMA V)
DESARROLLO ADULTO Y ENVEJECIMIENTO (TEMA III)
LA IDENTIDAD EN LA MEDIANA EDAD

Wahl y Kruse (2005) proponen dos formas de análisis: uno de tipo descriptivo, que estudia los
significados de la edad cronológica o las opiniones comunes acerca de la posición que ocupa la
mediana edad en el curso de la vida; y el otro, evaluativo, focaliza las percepciones y vivencias de
las personas de mediana edad, así como la importancia que le otorgan a los acontecimientos y
experiencias en esta etapa.
A nivel descriptivo, no existen factores biológicos o funcionales claramente diferenciables que
permitan delimitar la mediana edad. A los fines prácticos, se define como el período vital entre los
40 y los 60-70 años, donde la elección de estas edades es producto de cambiantes reglas al interior
de una sociedad, entre las que se ponen en juego variables sociopsicológicas, económicas y
culturales. La mediana edad puede tomarse generalmente como el punto final de la juventud o
temprana adultez y como el inicio de la vejez (Neugarten, 1999; Dittmann-Kohli, 2005).

Sin embargo, una de las referencias sociales clave de la mediana edad, que permitió distinguirla
como una etapa de vida separada y distinta, se produce con el declive en la edad de tener hijos y la
aparición de la abuelidad en etapas tempranas (Neugarten, 1999; Wahl y Kruse, 2005). Del mismo
modo, la institucionalización del curso de la vida (Kohli, 1986) redefinió la noción de mediana edad
en la medida que le dio un límite preciso a una época que aparecía como el final de una etapalaboral.
Ambos cambios ubican al sujeto en una nueva relación frente a los ideales sociales y una redefinición
de objetivos personales.

Al haberse vuelto más borrosas las diferencias etarias en la actualidad, en algunos países con
mayores niveles de bienestar, o en las clases más acomodadas, aparece una mediana edad
extendida hacia lo que denominaríamos la vejez.

Esta etapa vital se organiza según circunstancias sociales altamente cambiantes, tales como la
jubilación, o la ida de los hijos, que podrá originar el denominado “síndrome del nido vacío”. No
obstante, es importante destacar la presencia de algunos cambios biológicos, considerados propios
de la edad, que afectan las facultades y capacidades, y que interfieren directamente la ejecución de
planes y obligaciones, o que conmueven la imagen personal, que inciden en el reconocimiento del
envejecimiento personal.

Toda esta serie de cambios a nivel de lo social, lo biológico y lo psicológico han hecho necesario
reconocer una nueva etapa vital con características específicas, que lindan y se anudan de un modo
muy especial con la vejez.

A nivel evaluativo, existen percepciones de cambio que se relacionan fundamentalmente con


situaciones de ruptura con un cierto equilibrio anterior que pone en juego un nuevo sentido de la
identidad personal.

Toda esta serie de circunstancias puede llevar a que en determinadas edades se ponga en duda una
serie de roles y expectativas sobre el sujeto y sobre el sí mismo. Por lo cual, una vez que se ocasionen
dichos cambios, se volverá necesaria la compleja tarea de reconstruir la identidad, es decir volver a
establecer un nuevo concepto del sí mismo, de sus capacidades y redefinir los objetivos y
aspiraciones personales.

Advertimos ciertas características descritas por numerosos autores que se refieren a esta temática
en términos de un “momento paradójico”, ya que al tiempo que se produciría una estabilización
económica y afectiva, se daría un momento de ruptura con este equilibrio que emerge desde las
preocupaciones por el sí mismo, entre las que se subrayan los cambios corporales, que Bromley
(1974) llamó los azares biológicos (aparición de síntomas físicos) o las modificaciones en el aspecto
físico; en el rendimiento psicofísico; en el ámbito laboral y otros que suponen una transformación
del posicionamiento personal y en relación con los otros (a nivel relacional o de la cadena
generacional).
3.2. Los roles familiares

“El síndrome del nido vacío”: La elaboración de esta pérdida dependerá del tipo de relación de
objeto que se estableció, de las posiciones relativas al género, más o menos tradicionales, así como
de los diversos roles (laborales o sociales) que se lleven a cabo.

Resulta importante destacar que aquellos que viven el “síndrome del nido vacío” pueden no
manifestar afectos demasiado elocuentes relativos a la ida de los hijos, aunque existen otras esferas
que pueden verse amenazadas, como la relación de pareja, el propósito vital, los significados del sí
mismo, etc.

Actualmente, y de manera contemporánea con el “síndrome del nido vacío”, aparece la ida más
tardía de los hijos, lo cual genera en los padres una sensación de cansancio por tener que ocuparse
de estos en edades que se supone ya deberían haberse ido. El reclamo es que les brindaría más
recursos para ocuparse de la pareja o de sí mismos. Hecho que nos muestra la variabilidad cultural
y los efectos en la subjetividad de una época.

La abuelidad suele aparecer como uno de los logros de esta etapa vital, ya que se puede recuperar
una posibilidad de vínculo afectivo intenso, renovar la relación con los hijos, reparar situaciones que
no se pudieron compartir con estos, y sentir que la vivencia de finitud y de pérdidas físicas se
compensa con la continuidad que brindan los más jóvenes. Aunque no siempre se producen estos
resultados; también es posible hallar celos y envidia, tanto de lado de los padres como de los hijos,
por perder un espacio sin sentir que los nietos representen una recuperación.

3.3 La menopausia

La perspectiva tradicional de la menopausia la concebía como un momento de grandes cambios en


la vida de la mujer a partir del cual no solo surgirían síntomas físicos, sino que se auguraban grandes
cambios en la personalidad.

La cantidad de mujeres que ve la menopausia como un fenómeno neutral o de transición biosocial


positiva está aumentando. A diferencia de la preocupación de las mujeres de mediana edad por el
cuidado de sus padres, parejas e hijos, la menopausia aparece como un hecho menor, ya sea
insignificante o positivo.

Las gerontólogas feministas sugieren que la menopausia permitiría nuevas identidades y elecciones,
y la entrada a una fase de la vida sin género con posiciones de género menos estereotipadas.

Dillaway (2005) relativiza la noción de límite que genera la menopausia, remarcando que las mujeres
actuales viven más de la mitad de su vida sin ser reproductivas, lo que relativiza pensarlo como una
experiencia del envejecer.

IDENTIDAD Y ENVEJECIMIENTO (IACUB)

La Identidad Narrativa:
VARIANTES CONFIGURATIVAS DE LA IDENTIDAD

LA IDENTIDAD RETROSPECTIVA
EL DESARROLLO PERSONAL Y SOCIAL DURANTE LA VIDA ADULTA Y LA VEJEZ
3.2Atribuciones causales
EMOCIONES Y ENVEJECIMIENTO (MARQUEZ)
HACIA UNA VEJEZ COMPETENTE: UN DESAFIO A LA CIENCIA Y A LA SOCIEDAD
¿Qué es ser viejo hoy? Los viejos son considerados personas enfermas, incapaces, improductivas.
Hasta ahora se ha incrementado la esperanza de vida. Pero, ¿cómo vive la vida que vive? Una buena
parte de los ciudadanos de mas de 65 años soportan mala salud, con escasos recursos económicos
y con falta de vínculos afectivos.

Hasta ahora la vejez ha sido considerada por los distintos expertos de esas disciplinas como una
edad de déficits. Las personas de edad sufren la pérdida de sus seres queridos y, en ocasiones, se
ven abocadas a la soledad y el abandono.

Ahora bien, esta visión totalmente negativa del envejecer, ¿es la única posible? Déficits y pérdidas
¿Son invariantes en el desarrollo humano?

1.Evolución de los roles y estereotipos sobre la vejez


Redes sociales de las personas mayores
Este capítulo se orienta a: 1) presentar el modelo teórico del apoyo social, describir los distintos
tipos de fuentes de apoyo y analizar su impacto sobre el bienestar integral de las personas mayores;
2) trabajar en la evaluación y mapeo de la red de apoyo social y 3) brindar herramientas para el
diseño de intervenciones en variadas situaciones y contextos.

X. 2 ¿Qué se entiende por apoyo social?

El apoyo social es “la ayuda, ya sea emocional, instrumental o de otra índole, que se deriva de un
determinado entramado social” (Fernández Ballesteros, Izal, Montorio, González y Diaz Veiga, 1992,
p.177) y cumple un papel sumamente importante puesto que ayuda a “proveer sentido a la vida”,
aporta “retroalimentación cotidiana acerca de las desviaciones de la salud”, propicia una serie de
“actividades personales que se asocian positivamente con sobrevida” (Sluzki, 1996, p. 81) y que se
orientan al cuidado y a la promoción de la salud.

El modelo del apoyo social sostiene que la participación activa en los espacios sociales y la
integración familiar y comunitaria incrementan el bienestar y elevan la calidad de vida. En este
sentido, distintos organismos internacionales han remarcado la importancia que reviste el hecho de
que las personas mayores mantengan una participación comunitaria activa y se encuentren
integradas socialmente:

Entre sus principales fundamentos podemos destacar que el modelo del apoyo social:

• Se centra en el estudio de los aspectos sociales.

• Posee un importante interés preventivo.

• Sostiene una concepción de salud positiva.

• Se interesa de manera fundamental por las problemáticas de personas en situación de fragilidad.

• Se centra en el trabajo con los recursos y las potencialidades.

• Persigue el logro de cambios a partir de la implicación activa de los involucrados en el problema y


apunta al potenciamiento y desarrollo tanto a nivel individual como grupal, institucional y
comunitario.

X. 2. 1. ¿Cuáles son las fuentes de apoyo para las personas mayores?

Entre las fuentes de apoyo social podemos distinguir las formales y las informales, con
características muy diferentes, mientras las primeras trabajan con reglas formales y con
procedimientos estandarizados, las segundas lo hacen con reglas implícitas y actividades
espontáneas (Froland, Pancoast, Chapman y Kimboko, 1981).

Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca (2002) plantean que los apoyos brindados por fuentes
formales pueden provenir del ámbito público o privado, poseen una estructura burocrática y
objetivos orientados a ofrecer ayuda en determinadas áreas específicas.

Ambas fuentes de apoyo son importantes y necesarias pero, en muchos casos, la intervención
exclusiva o escasa de alguna de ellas o la participación desbalanceada de ambas pueden brindar una
respuesta insuficiente o inadecuada.

X. 2. 2. la complementariedad entre las fuentes de apoyo social formales e informales

De acuerdo con Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca (2002) para cumplir las metas de una vejez
activa, con independencia económica y sin discapacidades es necesario no sólo que el Estado asuma
un rol activo en mejorar las condiciones de vida, sino que además se potencien las redes informales
y los apoyos familiares. Refiriéndose a este tema señalan que las políticas pueden ser de gran
utilidad si permiten y amplían “las posibilidades de que el sistema formal sea complementado por
el informal y se aproveche su enorme potencial” (Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca, 2002, p.
24).

X. 3. la red de apoyo social

La red de apoyo social cumple un papel central durante la vejez, ya que está conformada por
relaciones familiares y no familiares que brindan efectiva o potencialmente uno o varios tipos de
ayuda -compañía social, apoyo emocional, ayuda práctica, económica o guía cognitiva y consejo-
(Sluzki, 1996). Si bien la persona no recibe permanentemente estas ayudas, puede disponer de ellas
en situaciones críticas y, fundamentalmente, puede desarrollar soluciones creativas frente a
conflictos y problemas. La red de apoyo social puede ser evaluada en lo que respecta a sus
características estructurales, su funcionalidad y los atributos de los vínculos que la componen.

Las características estructurales aluden a:

• El tamaño de la red (cantidad de personas que la conforman).

• La densidad (grado de interrelación entre los miembros).

• La distribución (tipo de vínculos según ubicación en los cuadrantes y círculos del mapa de red).

• La dispersión (distancia espacial entre los miembros).

• La homogeneidad o heterogeneidad (similitud o diferencia de características sociales, culturales y


demográficas entre los miembros de la red) (Sluzki, 1996, p. 45).

En lo referente a las funciones de la red, Sluzki (1996) incluye:

• La compañía social.

• El apoyo emocional.

• La guía cognitiva y consejos.

• La ayuda material, de servicios y el acceso a nuevos contactos.

Finalmente los atributos de los vínculos aluden a sus:

• Funciones prevalecientes.

• Multidimensionalidad (si el vínculo brinda más de un tipo de ayuda).

• Reciprocidad.

• Intimidad.

• Frecuencia de los contactos.

• Historia.

X. 3. 1. la evaluación de la red de apoyo social

En la actualidad disponemos de múltiples instrumentos que facilitan la exploración y la valoración


de la red de apoyo social y que pueden ser administrados a las personas mayores en el espacio de
una entrevista.

La Entrevista Estructurada de Fuentes de Apoyo Social (Vaux y Harrison, 1985) es un instrumento


que permite evaluar la red de apoyo social de un modo completo, exhaustivo y minucioso.

Este instrumento evalúa tanto las características estructurales y funcionales como los atributos de
los vínculos que componen la red de apoyo social, identificando cinco formas de apoyo: emocional,
social, práctico, económico y de orientación cognitiva y consejo. Se pide al entrevistado que nombre
a las personas que le brindan los distintos tipos de apoyo describiéndoles situaciones típicas a modo
de ejemplificaciones que faciliten la identificación de las relaciones en cuestión.
El mapeo de la red de apoyo social

El mapa consiste en una representación gráfica que incluye a todas las personas que la conforman
y permite demarcar cuatro sectores que diferencian el tipo de relaciones en:

1) Familiares.

2) Laborales o escolares.

3) De amistad.

4) Relaciones comunitarias y/o servicios de salud.

¿La disrupción de la red de apoyo social es un hecho generalizado en la vejez?

Sin embargo, encontramos personas mayores que, aún luego de su jubilación, de migrar durante la
vejez o, de su ingreso a una residencia, poseen redes amplias, funcionales y suficientes. Por otra
parte, se observan reiterados casos en los que las personas mayores no sólo mantienen sus vínculos
sino que también incorporan nuevas relaciones durante esta etapa de sus vidas.

En la vejez el bienestar se vuelve una prioridad por lo que se evitan situaciones conflictivas o
negativas y se seleccionan las que involucran a determinadas relaciones familiares y de amistad que
ya han sido vivenciadas y que resultan placenteras. Por lo tanto, las relaciones positivas se
mantienen estables con la edad y las negativas se reducen en la medida en que ésta aumenta
(Akiyama, Antonucci, Takahashi y Langfahl, 2003).

Se puede afirmar, entonces, que si bien el tamaño de la red tiende a reducirse en la vejez, el número
de relaciones íntimas y el apoyo emocional del cual se dispone es relativamente estable a lo largo
de la vida y hasta las edades más avanzadas.

X. 4. los vínculos en la vejez

X. 4. 1. ¿Por qué motivos se pierden vínculos en la vejez?

Estudios recientes en los que se indagaban tanto la pérdida de relaciones durante la vejez como los
motivos que las originaban, se comprobó que casi la totalidad de las personas mayores que
conformaron las muestras había perdido al menos un vínculo luego de cumplidos los 60 años.

El motivo mencionado más frecuentemente fue la muerte de familiares y de amigos.

En segundo lugar, mencionaron como motivo de pérdida de vínculos la elección voluntaria de no


continuar la relación con algunas personas.

En tercer lugar expresaron haber perdido vínculos como consecuencia de migraciones.

La jubilación también fue mencionada como motivo de pérdida de relaciones.

Estas dos últimas situaciones también son consistentes con la teoría de la selectividad
socioemocional, que afirma que las relaciones que se pierden en la vejez son las periféricas y que
por el contrario el núcleo de relaciones más íntimas se mantiene aún en edades muy avanzadas.

X. 4. 2. ¿En la vejez se incorporan nuevos vínculos a la red?


Como se ha expresado anteriormente, además de las pérdidas, la situación de la red de apoyo social
en la vejez se consideraba agravada porque se suponían dificultades tanto para mantener activos
los vínculos que aún se poseían como para poder incorporar nuevas relaciones.

Recientemente, se han desarrollado estudios focalizados en la exploración de los cambios tanto por
pérdidas como por ganancias de vínculos producidos en la red de apoyo social durante la vejez y se
observó que, si bien las primeras son frecuentes, las personas mayores también incorporan vínculos
durante esta etapa de la vida.

Los incluidos más frecuentemente son los amigos, la pareja y los nietos (Arias, 2015). En general, la
conformación de una pareja o el establecimiento de un fuerte vínculo de amistad modifican
notablemente su estado de ánimo y mejoran su situación de vida.

Estos hallazgos muestran que los apoyos sociales no son invariablemente escasos e insuficientes
durante la vejez y que, además, es posible y frecuente incorporar nuevos vínculos significativos. Los
adultos mayores no sólo mantienen relaciones que han sido establecidas en etapas anteriores de
sus vidas, sino que continúan generando nuevas e incorporando muchas de ellas a sus redes.
Seguramente los motivos que en algunos casos tienden a generar disrupción de la red durante la
vejez no se reduzcan al aumento de la edad y sea necesario incluir otras variables individuales,
familiares, culturales y sociales que expliquen esa situación.

Finalmente, se destaca el dinamismo que la red de apoyo tiene en la vejez y que se caracteriza no
sólo por la pérdida o selección de algunos vínculos, sino también por la incorporación activa de
nuevas relaciones.

Esta renovación de la red en diversos modos da cuenta de los recursos que poseen las personas en
la vejez para afrontar los cambios, continuar desarrollándose y lograr elevados niveles de bienestar
en esta etapa de la vida.

A partir de lo expuesto, resulta evidente que, contrariamente a los supuestos de soledad,


aislamiento, quietud y repliegue en la vejez, las personas mayores demuestran una participación e
integración en la comunidad no sólo activa y diversificada, sino además creciente. La amplia
demanda, que sobrepasa en muchos casos los cupos en las distintas propuestas, y la inscripción en
listas de espera demuestran una gran motivación, ya sea para seguir aprendiendo como para
plantearse nuevos proyectos y desafíos.

X. 4. 3. ¿Cuáles son los vínculos centrales durante la vejez?

La exploración de las redes en las personas mayores ha permitido identificar a los hijos, a la pareja
y a los amigos como los tipos de vínculos más frecuentemente incorporados y por lo tanto también
se pudo concluir que los mismos constituyen una importante fuente de apoyo social durante la
vejez.

Dentro de los dos tipos de vínculos mencionados se presentaba una gran diversidad interna. A partir
de los hallazgos de variados estudios, a continuación se describen los tipos de relaciones más
incluidos, tanto entre los familiares como entre los no familiares.

Vínculos familiares
Entre los vínculos familiares se destacan de manera predominante la inclusión de la pareja y de los
hijos. Tanto los hijos como la pareja cumplen una función central durante la vejez e inciden
fuertemente sobre el bienestar de las personas mayores ya sea positiva o negativamente. Estos
vínculos pueden ser o bien fuente de gran satisfacción o de importante malestar, de acuerdo con el
tipo de relación que se mantenga con los mismos.

Con respecto a los hijos, en los casos en que las personas mayores poseen una buena relación con
ellos, los consideran una fuente muy importante de gratificación y de ayuda mutua. Tanto el sentirse
apoyado, acompañado, cuidado y querido por sus hijos como la posibilidad de recíprocamente
brindarles a ellos apoyo, compañía y cuidados, proporciona gran bienestar a las personas mayores.

Los casos contrarios correspondieron a las personas que si bien poseían hijos no los incluyeron en
sus redes de apoyo social porque la relación con ellos no era satisfactoria. Estas personas de edad
manifestaban angustia y malestar por dicha razón. El sentirse abandonado, olvidado o maltratado
por los hijos fue mencionada como una de las principales fuentes de dolor y desánimo. Entre estos
casos contrarios también se encontraron aquellos en que los hijos mantienen una relación de
indiferencia hacia sus padres.

Este tipo de relaciones no aporta apoyo emocional, ni compañía social. Sin embargo, en algunos
casos cumplen funciones de obligatoriedad en situaciones de crisis o emergencia: se encargan de
gestionar los cuidados en caso de enfermedad y de brindar ayuda económica si es necesario.
Constituyen de esta forma una fuente potencial de ayuda específica en casos de urgencia (Arias,
2004).

Por su parte, la pareja ocupa un lugar muy importante y central en la vejez. Proporciona,
mayoritariamente, apoyo emocional, compañía y orientación / guía cognitiva, mostrando
características de mucha intimidad y confidencialidad. Estos hallazgos son coincidentes en múltiples
estudios que muestran la presencia de estos atributos en relación a la pareja en la vejez.

Con respecto a los hermanos, en el estudio realizado en el 2004 aproximadamente un tercio de las
personas entrevistadas los incluyeron en sus redes. Si bien se trata de vínculos que en general
brindan gran apoyo a las personas mayores, no fueron incluidos con mayor frecuencia debido a que,
por ser también mayores, ya han fallecido.

Vínculos no familiares

Entre los vínculos no familiares las personas mayores incluyeron, fundamentalmente, a los amigos.

El mantenimiento de relaciones de amistad con personas de la misma edad con las que han
compartido muchos sucesos de vida genera una gran gratificación, a partir del reconocimiento y
confirmación mutuos, así como de la posibilidad de recordar juntos sucesos que han compartido en
el pasado. Esta oportunidad de rememorar anécdotas de épocas anteriores de la vida fue valorada
positivamente por las personas de edad avanzada.

La incorporación de vecinos en la red de apoyo social fue poco frecuente (n:15). Excepcionalmente,
algunas personas mayores incluyeron en su red a los sacerdotes. Para finalizar, únicamente una
persona de edad incluyó a su apoderado dentro de su red de apoyo social (Arias, 2005).
En síntesis, si bien las personas mayores incluyen variados tipos de vínculos en sus redes de apoyo
social, la pareja, los hijos y los amigos fueron identificados como los vínculos centrales y entre
aquellos que les proporcionan los mayores niveles de alegría y de satisfacción. Como puede
observarse a partir de lo anteriormente descripto, aunque estos tres tipos de vínculos tengan en
común su centralidad dentro de la red, los mismos presentan variadas diferencias tanto en sus
atributos como en lo referido a las funciones de apoyo que cumplen principalmente. Esto permite
que resulten complementarios en las ayudas que brindan a las personas mayores.

Por lo anteriormente dicho, la inclusión de vínculos variados dentro de la red permite disponer de
fuentes de apoyo que puedan satisfacer las distintas necesidades de un modo dinámico en el que
cada una aporte las ayudas específicas más acordes con sus posibilidades y posición en la red (Arias
y Polizzi, 2012a; 2012b). La disponibilidad de apoyo social es más sólida cuando los vínculos no se
limitan sólo a la familia o a los amigos, sino que incluyen a ambas fuentes.

X. 5. Variabilidad en la composición de las redes de apoyo social en la vejez

Las redes de las personas mayores presentan una amplia variabilidad tanto en sus características
estructurales como en la funcionalidad y en los atributos de los vínculos que las conforman. En el
estudio anteriormente referido (Arias, 2004) se observó que mientras algunas redes mostraban una
composición variada, ya que la conformaban diferentes tipos de vínculos, otras resultaban de
distribución sumamente homogénea concentrando gran cantidad de funciones en escasos vínculos
de un solo tipo de relación.

Estas variaciones dependían de una serie de aspectos como el estado civil, la posesión o no de hijos
y nietos, el tener pareja, hermanos y el grado de participación social. Mientras las redes de las
personas casadas estaban conformadas fundamentalmente por familiares y menos amigos, pudo
observarse que en general la red social de las personas solteras que no poseían pareja ni hijos,
estaba formada fundamentalmente por amigos de diversos grados de intimidad, por hermanos y
por algún sobrino (Arias, 2004).

En general, al efectuar el mapeo de las redes se notaba que los cuadrantes correspondientes a
relaciones comunitarias y servicios de salud, y a relaciones laborales y/o de estudio, aun cuando
presentaban algún miembro, en la mayoría de los casos se encontraban más despoblados
(fundamentalmente este último). Las personas que participaban en actividades culturales o
intelectuales presentaban mayor cantidad de relaciones con compañeros de estudios que las que
no participaban en ese tipo de actividades. Finalmente, las que desarrollaban una fuerte
participación social en variados espacios de intercambio con otros adultos mayores presentaban
una gran cantidad de relaciones comunitarias.

X. 6. Impacto del apoyo social sobre el bienestar de los adultos mayores

Con respecto a la relación de las redes sociales y el bienestar psicológico, variados estudios han
mostrado la incidencia de la falta de redes y de apoyo social sobre la aparición de síntomas
depresivos, tanto en el caso de las personas mayores que viven en hogares particulares, (Antonucci,
Fuhrer y Dartigues, 1997; Forsell y Winblad, 1999 ; Chou y Chi, 2001; Vanderhorst y Mc Laren, 2005)
como en los otros.
De manera complementaria, diversas investigaciones comprobaron la relación de la posesión de
redes sociales adecuadas con el incremento de la satisfacción vital, así como con el bienestar en el
final de la vida de enfermos terminales (Prince-Paul, 2008).

Por otra parte, las personas mayores que presentan déficits en lo que respecta a sus redes de apoyo
han mostrado una mayor tendencia al abuso de drogas y de alcohol y se ha identificado a la
insatisfacción con el apoyo social del cual se dispone como una de las variables predictoras de la
ideación suicida en las personas mayores.

X. 7. Intervenciones basadas en el apoyo social a las personas mayores

Las intervenciones pueden hacerse a nivel comunitario, institucional, grupal e individual y con
distintos fines: promoción de la salud, prevención o asistencia (Arias, 2006, 2013). El trabajo desde
el apoyo social además de apuntar a la resolución de problemáticas concretas produce un beneficio
adicional que se refleja en la autoconfianza, en la propia competencia, en la colaboración, la
solidaridad y la pertenencia.

En lo que respecta a los niveles de intervención, en el comunitario pueden desarrollarse programas


de intervención dirigidos al entorno social próximo o al entorno social distante (Fernández
Ballesteros, Izal, Montorio, González y Diaz Veiga, 1992). Los primeros pretenden
fundamentalmente fomentar las relaciones sociales próximas del adulto mayor: familia, vecindario,
comunidad, con el objetivo de que permanezca en su comunidad de residencia.

Entre los programas de intervención dirigidos al entorno social distante podemos mencionar los de
voluntariado, que pretenden la creación de lazos sociales, y los grupos de apoyo mutuo y autoayuda,
caracterizados por la reciprocidad de la asistencia.

Las metas de los grupos de apoyo son incrementar las habilidades de afrontamiento de sus
miembros (mediante el refuerzo positivo, la empatía y el apoyo), la mejora de las habilidades y de
la comprensión personal y la educación (mediante el feedback, orientación y guía).

Los grupos de apoyo suelen ser de composición bastante homogénea ya que sus integrantes poseen
problemas comunes. Se basan en los beneficios terapéuticos que se producen al compartir
experiencias similares. Los grupos de educación para pacientes, los de transición (situaciones de
crisis y pérdidas), los psicoeducacionales, los de crecimiento personal, son ejemplos de este tipo de
dispositivos terapéuticos basados en el apoyo social.

Las intervenciones pueden orientarse a fortalecer las relaciones con los familiares y amigos, así
como a fomentar el establecimiento de vínculos de intimidad al interior de la residencia. En este
sentido, como se ha expuesto anteriormente, es importante considerar a los profesionales de la
salud y al personal de servicio que trabaja en ella como un recurso social de importancia, ya que con
mucha frecuencia son incluidos como proveedores de apoyo y suelen ocupar un lugar central en la
vida de las personas mayores que allí viven (Arias, 2004).

El trabajo conjunto de la institución, la familia y la comunidad posibilita la articulación entre las


fuentes de apoyos formales e informales y prioriza la inclusión de los propios adultos mayores como
factor clave en el logro de los objetivos propuestos.
A nivel individual es importante la valoración de cada caso, la reconstrucción de su historia de vida
y de los lazos que conforman sus redes de apoyo social. Como se ha mencionado previamente, la
evaluación y el mapeo de la red aportan conocimiento anticipado de las posibilidades funcionales
de una red de apoyo frente a situaciones de crisis que puede enfrentar la persona mayor y
elementos que pueden ayudar a diseñar alternativas de intervención adecuadas para cada caso
particular.

La incorporación de nuevos vínculos reviste tal importancia que en algunos casos la inclusión de tan
solo una única relación puede producir un cambio radical en la percepción subjetiva de bienestar.
Para las personas que se encuentran aisladas socialmente, que carecen de vínculos que le otorguen
apoyo social y tienen sentimientos de mucha angustia, el establecimiento de un vínculo de
intimidad, en general la conformación de una pareja o el establecimiento de un fuerte vínculo de
amistad, modifica notablemente su estado de ánimo y mejora su situación de vida.

X. 8. la accesibilidad a los recursos de apoyo: sistematización y difusión

Sin embargo, la existencia de los apoyos, de la infraestructura y del equipamiento requerido no es


suficiente. Es sumamente importante la sistematización y la difusión de los recursos de apoyo
formales e informales disponibles en una comunidad para garantizar el conocimiento y la adecuada
utilización de los mismos.

Esto implica, además, que tanto desde el ámbito público como desde el privado, los profesionales
trabajen interdisciplinariamente de modo que puedan valorar de manera integral las problemáticas
de las personas mayores y brindar alternativas de acción que involucren a los apoyos formales e
informales en variadas formas de complementariedad y de acuerdo con las características
particulares de la o las personas en cuestión.

En síntesis, el trabajo desde el apoyo social fortalece y revaloriza a las personas de edad,
implicándolas de manera protagónica en el logro de entornos favorables que mejoren su calidad de
vida.

X. 9. Conclusiones

El apoyo social es un modelo en construcción que brinda, por una parte, fundamentos teóricos,
desarrollos de investigación y resultados de experiencias realizadas y, por otra, la oportunidad de
pensar estrategias creativas que permitan dar respuesta a necesidades o problemáticas que
involucran a personas mayores y a los profesionales en el desarrollo de sus prácticas.

LA PROMOCIÓN DEL EVEJECIMIENTO ACTIVO


Algunos autores, con la intención de definir este concepto, se han centrado en la identificación de
indicadores de salud, entendida esta como salud físiza, mental y social.
Para Rowe y Kahn, el envejecimiento con éxito se identifica con una baja probabilidad de enfermar
y de discapacidad asociada, con un alto funcionamiento cognitivo y físico y un alto compromiso con
la vida. Cada una de ellas hace posible el mantenimiento de las demás.
Los beneficios sobre la salud física: bienestar psicológico, efectos positivos sobre el humor, y el
hecho de que personas mayores físicamente activas presentan menores síntomas de tipo ansioso y
depresivo.
Funcionamiento cognitivo

La importancia de las relaciones para el bienestar en el ciclo de la vida


3.EL PROGRAMA VIVIR CON VITALIDAD
4.CONCLUSIONES
BIENESTAR, ADAPTACIÓN Y ENVEJECIMIENTO: CUANDO LA ESTABILIDAD
SIGNIFICA CAMBIO
(TEMA VI)

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