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"Amorosos Amorales"

Antonio González Caballero

Comedia-farsa escrita en un acto impulsivo e incontenible con dos bochornosas escenas a


cuál más exagerada. La primera, desgraciadamente se desarrolla a base de puro diálogo en
puro bla-bla-bla. La segunda, también, pero con el aliciente de que son diálogos en circuito
cerrado y eso, al menos, la hace más llevadera.

PERSONAJES:

DAMA OBSERVANDO....40 A 45 AÑOS

DAMA BORDANDO.......35 A 40 AÑOS

CARLOS.... SIMPLEMENTE CARLOS (COMO DE 18 A 19 AÑOS)

Escenografía: Dos sillas

Época: Posiblemente la actual (Como está escrita en la década de los ochenta, pues
posiblemente a esa época me refiero)

Lugar de la acción:
Obviamente el escenario donde se represente y, supuestamente, en la elegantísima mansión
de la multimillonaria Dama bordando, repleta de objetos de arte, muebles costosísimos, joyas
par doquier, etc, claro que solamente ella y su amiga las verán pues ellas viven en su mundo
y nosotros en el nuestro, el cual es tan real que como está hoy la situación, con dos sillas que
veamos en el escenario ya está bien. ¿Para qué queremos entonces nuestra imaginación sino
para momentos de crisis económica y teatro pobre?

Aclaraciones necesarias:
Para principiar ni el autor ni el género de la obra importan demasiado dado la baja calidad de
la misma (apenas si estructura, argumento más débil que un fakir después de un año de
ayuno, personajes desdibujados e irreales, moralidad naufragante y muchas más cosas que
sería largo enumerar), y tanto pudo haberla escrita Pito Pérez como Pedro Páramo o Isabel
Mina y ser clasificada coma farsa, sainete, o disparate; lo mismo da pues si una obra es mala,
así la hubiera escrito Shakespeare, mala se queda.

Según el autor, (si es que algún desquiciado trató de dirigirla) lo más probable será
que al tercer o cuarto ensayo abandone el trabajo y se largue a Acapulco a gozar de mejor
vida. Se aconseja a la actriz que desempeñe el papel de Dama Observando, observe lo más
lejos posible a la otra (si pudiera, a tres cuadras del teatro, así podrá huir a tiempo y no
exponerse al ridículo), y a la que desempeña el papel de Dama Bordando, que si sabe en
realidad bordar, piense seriamente en la conveniencia de pedir trabajo en algún taller de
costura como bordadora (eso le dará muchas más satisfacciones y mayores ganancias que el
de trabajar en esta cosa que pretende ser obra de teatro).
En cuanto al vestuario, teniendo en cuenta que el ser humano se viste y se desviste,
(sin nunca cansarse) desde hace millones de años (y nunca lo hace en forma definitiva) los
actores tienen mucho material de donde escoger. Así que pueden salir vestidos con los trajes
de la época que se les antoje (o de la que tengan a la mano. Sería curioso ver a una de ellas
vestida según la moda cortesana de Luis XV, a la otra como princesa egipcia de antes de
Cristo y a él de guerrero águila azteca (o de Pinocho. Una de cal, otra de arena y la de Tarzán
(?) (Si fue chiste del autor, fue muy malo. En fin que quedan en absoluta libertad de ponerse
encima la que sea. En caso de que el presupuesto (si lo hay) sea tan limitado que no alcance
para comprarse un traje completo según X moda elegida, pueden hacerse interesantes
combinaciones, ejemplo: peluca de algodón tipo juez inglés, saco sport actual (el mejor del
actor), faldita escocesa, alpargatas y una boina vasca. Esta mezcolanza dará a la obra un tono
de esoterismo que mantendrá ocupados a los críticos tratando de descifrar el simbolismo y
los apartará del juicio tan severo que se merece aparte de que le dará involuntariamente cierta
originalidad y mucho espectáculo pues no es usual ver frecuentemente una a mujer vestida
digamos, de monja con un tocado en la cabeza hecho con viejas plumas de avestruz
encontradas en el desván de la utilería y calzada con las botas de un leñador canadiense, o
una chica vestida con traje de china poblana envuelta en el primoroso abrigo de Mink que
logró le prestara su prima la rica (En ese caso se le aconseja a la actriz se vaya de sirvienta
con la prima rica y hará su agosto pues si la prima es tan estúpida como para prestarle su
abrigo de Mink, ¿qué más no podría permitirle hacer?). Otra sugerencia, (¿Otra más?) Sería
usar diferente vestuario en cada representación. Crearía cierta expectación entre el público
pues siempre habrá gente curiosa (y que no tiene en que ocuparse) que aunque la obra no les
guste vayan diariamente a verla tan solo para enterarse que fachas usan los actores cada día.
También pueden cambiarse varias veces de trajes durante la representación. Esto lo
efectuarán sin darle importancia al hecho y sin discontinuar el texto ni decrecer el ritmo de
la obra. (Se nota la inseguridad del autor acerca de su obra que inventa cuanta cosa se le
ocurre con tal de que el público se fije en todo menos en la obra. Le doy la razón, yo haría
la mismo de estar en su caso) La última sugerencia acerca del vestuario será que, si en la
época que se represente (si es que se representa) hiciese demasiado calor pueden los actores
desembarazarse de ropa ( y de inhibiciones) e imitar hasta el último de los detalles a nuestros
padres Adán y Eva y salir a escena tal como ellos lo hacían en el paraíso antes de comer
manzanas. (Esta proposición es la que nos parece más acertada pues tanto a los críticos
como al público, los mantendrán bastante interesados en el espectáculo y posiblemente por
este único motivo la obra sea un verdadero éxito.
Acerca del maquillaje, sería curioso hacerlo incongruente con el traje. ¿Se imaginan
a una chica vestida de ángel con la cara pintada como el payaso Brozo? ¿o a un hombre
vestido de soldado norteamericano con cara de Drácula?
Finalmente durante todas las representaciones es muy recomendable tener listos y a
la mano tres formidables paracaídas (?), así no sufrirán en casa de que la obra se les cayera.
(Ah! otro pesado-chiste).
Gracias.
(De nada)
y ahora sí...

ÚNICO ACTO

Primera escena:

(Ojo: Al concluir esta, principiará la segunda, y pase lo que pase no habrá más. Yo
se los garantizo, y en caso de que el autor deseara a la mera hora aumentar más, yo les juro
que haré uso hasta de la fuerza si fuese necesario pero... no habrá más.

Al abrirse el talón (si lo hay) el público (si existe) verá que una mujer observa de pie,
obsesionada y enfermizamente, a otra que borda obsesionada y enfermizamente.

DAMA OBSERVANDO: Ooh ;Ooh! Qué asombroso. Llevo seis horas observando a esa
pilluela y cada hora me maravilla más y más pues de esa silla no se ha movido. Sólo se ocupa
de bordar y de respirar, pero... ¡Dios mío! ¿Qué es lo que borda? ¿Desbordadas fantasías?
¡No! Ella borda, no desborda. ¿Sembrará acaso con su hilo sobre la tela constancias de su
propia identidad? ¿O se ejercita en clavar su aguja sobre esa pobre tela imaginando que ella
es la aguja, y la tela toda la sociedad? ¡Ah, no, no! De tan dulce chicuela no puede provenir
tal maldad... no y no. ¿Atrapa quizás antiguos juramentillos de amor? Es posible. Aunque, lo
más probable es que se refugie en la costura para no enloquecer al pensar en la terrible
desgracia que le ocurrió apenas anteayer. (Suspira fatalista. En grabación se escucha la voz
de una mujer que canta,( puede ser la voz de la cantante más de moda o de la que al director
le fascine, tanto el trozo de un aria de opera o una canción actual, siempre y cuando sea
voz de mujer), la Dama Bordando abrirá y cerrara la boca simulando ser ella la que canta).
DAMA OBSERVANDO: ¿Canta? ¡Canta! ¡Dios mío! ¿Cómo justificar que cante cuando...
Oh, estoy con tanto conjeturar deshecha, he quedado completa y absolutamente perpleja!
DAMA BORDANDO: (Para sí) ¡Ay! Qué desdichada soy y pensar que apenas ayer era tan
feliz. (Resignada) Hoy, con el corazón sangrando, estoy cantando. (Sigue cantando).
DAMA OBSERVANDO: Como las ansias de desentrenar tangos misterios no me las puedo
contener, se me acaba de ocurrir, entrar. (Decidida se acerca a la otra unos pasos hasta
simular llegar a una puerta imaginaria) Y, para ello, es necesario, tocar. (Con la boca emite
el sonido de tocar) Toc, toc, toc.
DAMA BORDANDO: ¡Ooh! ¿Qué Rin, rin, rin oigo por ahí? ¿Será la voz de mi corazón
que pide pan y no le dan?
DAMA OBSERVAND: Tarda en comprender que ya llegue, insistiré: ¡Toc, Toc, Toc!
DAMA BORDANDO: Es el Rin, Rin, Rin de alguien que a mi puerta está. (sobresaltada)
Ay... si fuera el que les diré. Mi bordado no está terminado. (Muy nerviosa se acerca a la
supuesta puerta) ¿Quién es?
DAMA OBSERVANDO (Para sí) Esta traviesa espera que yo responda: "La vieja Inés",
pero como no estoy para juegos, rotunda emitiré un categórico: "Yo", sin más. (A ella) Yo.
DAMA BORDANDO: ¿Yo? ¡Ah! ¡Gracias a Dios no es él! Soy yo. Tenía razón, es la voz
de mi corazón. (Tranquilamente va a sentarse y sigue bordando).
DAMA OBSERVANDO: Que reticente es para abrir y con ello, el deseo por entrar se me
agudiza más: ¡Tooc, Tooc, Toooc!
DAMA BORDANDO: ¿Otra vez la voz de mi corazón con su Rin, Rin, Rin?
DAMA OBSERVANDO: ¡Toc, Toc, Toc!
DAMA BORDANDO: ¡Cállate insensato y dejarme terminar antes de que él se aparezca par
aquí!
DAMA OBSERVANDO: En estos casos, paciencia y constancia son necesarias... Toc, toc,
toc, toc, toc...
DAMA BORDANDO: ¡Oh, qué insistencia! Iré de nuevo a ver y si sigo siendo yo, vas a ver
corazón... Vas a ver (acercándose de nuevo a la puerta imaginaria) ¿quien toca?
DAMA OBSERVANDO: (Para sí) Como las babas se me queman por entrar, cederé.
(A la otra} ¡La vieja loca!
DAMA BORDANDO: ¡Ah, es usted! (Inmediatamente la dama observando abre la puerta)
¡Mua, muh, mua! ¡Qué feliz me hace el verla observándome!
DAMA OBSERVANDO: ¡No, no, no! La felicidad es mía al verte bordando. Mua, mua,
mua!
DAMA BORDANDO: ¡Ah, ah no, no, es de usted y únicamente de usted de quien yo recibo
la felicidad, al ver como sus miradas se posan sobre mi bordado. ¡Mua, mua, mua!
DAMA OBSERVANDO: Refrena tu lengua picaruela, si tú no bordaras... mua, mua, mua...
¿Cómo podría yo ser feliz?
DAMA BORDANDO: ¡Calle, calle usted por piedad! Admita, mua, mua, mua, que si soy
capaz de ser feliz es porque usted es capaz de mirar.
DAMA OBSERVANDO: ¡No, no, no! ¡Mua, mua, mua!
DAMA BORDANDO: ¡Mua, mua, mua! ¡Sí, sí, sí!
DAMA OBSERVANDO: ¡Qué no!
DAMA BORDANDO: ¡Siií!
DAMA OBSERVANDO: ¡Necia!
DAMA BORDANDO: ¡Obtusa!
DAMA OBSERVANDO: ¡Ingrata!
DAMA BORDANDO: ¿Ingrata yo? ¡Estúpida usted!
DAMA OBSERVANDO: ¿Estúpida yo?
DAMA BORDANDO: ¡Usted!
DAMA OBSERVANDO: ¿Por qué estúpida yo?
DAMA BORDANDO: Pues porque de felicidad está tupida usted y no lo admite... ¿Por qué
ingrata yo?
DAMA OBSERVANDO: Pues porque, según San Agustín: ”Ingrata presencias más
felicitaciones tuyas”.
DAMA BORDANDO: ¿Mías?
DAMA OBSERVANDO: ¡Sí! ¡Ooh, oh! ¡Qué gratas presencias in a very bravísima donna!
DAMA BORDANDO: Donas and a tea at five o' clock si vous voulez. ¿Okey?
DAMA OBSERVANDO: ¡Oh yeah!
DAMA BORDANDO: For this deber usted coming to the sala ¿Will you?
DAMA OBSERVANDO; Oui mademoiselle (pasa a imaginaria sala) C'est un plaisir, j'aime
votre living room, vous etes 1'exemple de bon gout et reffinage par excelencia.
DAMA BORDANDO: Entonces, charlaré y sentaré y a la mejor hasta manyaré.
DAMA OBSERVANDO: Que te parece si decimos todas estas cosas en español que es
el idioma que mejor dominamos?
DAMA BORDANDO: Acepto pero... ¿Con derivaciones alvaradeñas quizás?
DAMA OBSERVANDO: No. Son demasiado fuertes. Norteñas mejor.
DAMA BORDANDO: ¡Ora huerca! Mi madre era de Sonora.
DAMA OBSERVANDO: ¡Oohf! ¡Que sonora madre tuviste! La mía era campechana y mi
padre tenía las cejas juntas.
DAMA BORDANDO: Las de mi padre estaban tan separadas que para comunicarse una con
la otra, tenían que escribirse. (suspira) Murió con una ceja en el comedor y la otra en el jardín,
junto a la piscina...¿A qué debo el honor de tenerla en esta su casa?
DAMA OBSERVANDO: ¿Mía esta casa? ¡Ah, gracias, gracias! La acepto encantada pues
desde hace años he anhelado tener una así. Abriré una puerta para comunicar el pasillo con
la recámara, mandaré retapizar todos los muebles y pondré en esta sala una gran lámpara de
pie, para que no se canse. Las escrituras puede mandármelas a esta dirección. (Le da una
tarjeta)
DAMA BORDANDO: ¿Esta dirección, corresponde a... su casa?
DAMA OBSERVANDO: Aja
DAMA BORDANDO: Ay... ¿qué me dice de su casa?
DAMA OBSERVANDO: ¿Aquél tiene mi casa?
DAMA BORDANDO: ¿No es... mi casa?
DAMA OBSERVANDO: Que yo sepa, no.
DAMA BORDANDO. (Muy nerviosa) ¿No?
DAMA OBSERVANDO: Pues no. EstẠa nombre de mi marido, que es tu marido.
DAMA BORDANDO: Gracias Puede quedarse con él pues a pesar de ser multipolar teniente
del ejercito de demolición económica del país, es panzón.
DAMA OBSERVANDO: Bueno, la lucha se le hizo pues... ¡ay, querida, no sabes como su
presencia afea mi casa que es tu casa...!
DAMA BORDANDO: (Arrebatándole la palabra) ¡La tomo! ¡La tomo! Siempre anhele
tener tu casa. Pondré un elevador en cada closet, cancha de tenis en el baño...
DAMA OBSERVANDO: ¿En cuál de mis dos casas?
DAMA BORDANDO: Pues la que usted me acaba de ofrecer, la antiguamente suya y ahora
mía.
DAMA OBSERVANDO: ¿Sí? Yo me refería a esta casa, la que me acabas de regalar.
DAMA BORDANDO. Entonces ¿Esta es mi casa?
DAMA OBSERVANDO: (Triste) Sí. Puedes quedártela. Así, se rompió una gasa y cada
quien en su casa. Ay ¿qué es lo que bordas querida?
DAMA BORDANDO: ¡Un pañuelo! (le enseña su bordado)
DAMA OBSERVANDO: ¡Espléndido! Con cuanta fidelidad has reproducido los jeroglíficos
egipcios... ¡ Hum, qué delicia!
DAMA BORDANDO: (Sonríe traviesa) No son jeroglíficos...
DAMA OBSERVANDO: ¿No?... ¡Ya sé! Una enorme tela de araña en un desván.
DAMA BORDANDO: (Ríe) No.
DAMA OBSERVANDO: ¿La selva lacandona?
DAMA BORDANDO: (Ríe alegre) ¡;No, no! Son... dos humildes iniciales. (Inocente) ¿No
se notan?
DAMA OBSERVANDO: ¡Asombroso! ¿Quién creería que con dos letras lograra alguien dar
la impresión de haber bordado todo el alfabeto?
DAMA BORDANDO: Honor que usted hace a mis dos únicas letras. Eso es lo bueno de
bordar; principia una a meter y sacar la aguja y pinchas aquí, pinchas allá y sigues pinche,
pinche y pinche sin freno ni medida hasta quedar saturada de puras pinches puntadas.
DAMA OBSERVANDO: (Devolviéndole el bordado) ¡Ah! Si yo supiera bordar vertería
sobré un almohadón las flores que recibí cuando cumplí quince años y al mostrarlas gozosa
diría: "Fui feliz una vez". (Queda pensativa).
DAMA BORDANDO: ¡Si pudiera yo mover los ojos de aquí para allá como usted.
Fisgoneando los "¿Qué más ves?" o metiendo la nariz en Cuál-Quién "; “Qué te importa!",
Graciosa contestaría: "Corrupta torta". Y sería feliz pues sabría cosas tan misteriosas como
¿por qué el viento no le levanta las faldas a las montañas? ¿Con qué tipo de oraciones
chirriaban los grillos en el siglo dieciséis..? ¿dónde queda la silla donde solía sentarse mi
mama? (Suspira melancólica) Desafortunadamente no puedo fisgonear, tengo que bordar par
necesidad.
DAMA OBSERVANDO: ¿Con tus millones? ¿Por necesidad? ¿Acaso tus fabricas, tus
empresas arrojan puros números rojos?
DAMA BORDANDO: ¡Oh, no! No podrían arrojar puros, nunca fumo. En cuanto a números
rojas, no soy comunista. A diferencia del país yo sí soy rica.
DAMA OBSERVANDO: ¿Que necesidad te obliga pues?
DAMA BORDANDO: La de terminar este pañuelo antes de que se presente él... Pero... ¡Oh,
que fastidio! Este hilo no se deja aprehender.
DAMA OBSERVANDO: Pensará que eres de la judicial y que al ser aprehendido la obligarás
a confesar que es hebra, saga ó listón, con el simple expediente de meterlo en un barril con
agua o dándole toques eléctricos en los genitales.
DAMA BORDANDO: ¡Oh! ¡Pobrecillo hilo! Ahora comprendo porque está tan tenso.
Yo también le temo muchísimo a los barriles y a los genitales; cargados con dinamita pueden
convertirse en polvorines y con cualquier chispita explotan y quedas convertida en polvorón
o en embarazada.
DAMA OBSERVANDO: ¡Cierto, ciertísimo! Ya lo he podido comprobar las tres veces
que la píldora me falló. Dos fueron hombrecitos y el tercero está demasiado pequeño como
para poderlo observar.
DAMA BORDANDO: ¡Pero si ya cumplió los veintidós!
DAMA OBSERVANDO: ¿Tú crees? ¡Ese muchacho nunca cumple lo que promete!
DAMA BORDANDO: Entonces será un excelente político.
DAMA OBSERVANDO: Le faltan dotes de camaleón. A decir verdad no encuentro en mi
familia ninguna ilusión... Decirle que cumplí los dieciséis y que las quince flores de anís se
marchitaron; vivo en un desierto y me muero de sed.
DAMA BORDANDO: Aún tiene el placer de observar a los demás.
DAMA OBSERVANDO: ¿Placer de observar? ¡Ah, eso sí que no! Lo hago por cumplir
con mi deber. Es un trabajo duro, enloquecedor...
DAMA BORDANDO: Renuncie usted.
DAMA OBSERVANDO: ¡Imposible! Estoy atada, crucificada, no tengo ya retención.
DAMA BORDANDO: Ay, ¿cómo se llama esa empresa tan tirana para la cual trabaja?
DAMA OBSERVANDO: Mi propia curiosidad, y cuando se despierta ruge dentro de mí,
araña mi sistema nervioso, no me deja estar.
DAMA BORDANDO. Pobre, pobre de usted.
DAMA OBSERVANDO: ¡Oh! En estos momentos se me acaba de despertar. ¿no oyes sus
Bramidos? ¿Los desgarros me causa?
DAMA BORDANDO: (Muy impresionada) ¡Sí! ¡Sí! ¡Por Dios, satisfaga usted su curiosidad
de inmediato que la polvareda que levanta no la puedo soportar! ¿Qué, qué desea saber?
DAMA OBSERVANDO: Algo respecto a ti.
DAMA BORDANDO: ¿ Dónde compré mis zapatos de tacón? ¿La marca de mis polvos
de arroz? ¿Qué?
DAMA OBSERVANDO. ¿Eres acaso la misma chica que visité antier? ¿Sí o no?
DAMA BORDANDO: Sí...
DAMA OBSERVANDO: Aquella lloraba copiosamente ante el cadáver de su marido y
tú no. ¿ Por qué, por qué tú no?
DAMA BORDANDO: ¿Qué otra cosa podía yo hacer anteayer? Todos los parientes de
mi marido estaban presentes y... y como comprenderá en cuanto se alejaron, mi llanto cesó
como par encanto, pero le aseguro a usted que soy la misma. Créame usted.
DAMA OBSERVANDO. Usted... usted... ¡Ya sé! Lo que me causa tal desazón es saber
porque no me has hablado de tú hoy, la de antier sí lo hacia.
DAMA BORDANDO: Perdón por la majadería. Le hablare a usted hoy de mí. Pues verá:
anoche soñé algo horrible.
DAMA OBSERVANDO: ¿Que fue lo que soñaste? ¿Se puede saber? Aunque no se pueda
me lo tienes que decir porque sentí un gran amago... ¡Ay, oh! ¡La curiosidad ataca de nuevo!
DAMA BORDANDO: Pues... me encontraba en un siniestro lugar donde estaba a punto de
efectuarse un pavoroso ritual.
DAMA OBSERVANDO: ¿Azteca? ¿Druida? ¿Masón? ¡Anda, di!
DAMA BORDANDO: Había bastante gente reunida y muchas velas, muchas velas...
DAMA OBSERVANDO: ¿De barco?
DAMA BORDANDO. No, no lo creo, estaban prendidas.
DAMA OBSERVANDO: ¿Del techo?
DAMA BORDANDO: Velas, velas... alguien me susurro: "Vela tú también". Efectivamente
vi a una joven qua era conducida al lugar del sacrificio...
DAMA OBSERVANDO: ¡Qué horrible! Ay, ¿Y que sacrificio se le impuso? ¿No comer
dulces en primavera? ¿No llorar en días nublados? ¿Sacar a su perro a pasear?
DAMA BORDANDO: Algo mucho peor.
DAMA OBSERVANDO: ¡No ver televisión!
DAMA BORDANDO: La joven debía ser entregada a un monstruoso animal para que la
destruyera, la aniquilara, la exterminara...
DAMA OBSERVANDO: ¡Qué espantoso! ¿Por qué? Si es la mismo que hace el hombre con
el medio ambiente.
DAMA BORDANDO: Dándose importancia apareció el horrendo ser y apenas la tuvo a su
alcance le introdujo...
DAMA OBSERVANDO: Ya sé que. Evita mencionarlo.
DAMA BORDANDO: Un anillo en el dedo al tiempo que le dijo. "Te tomo por esposa".
Empavorecida desperté temblando.
DAMA OBSERVANDO: ¡Oh! ¡Pobrecita! Te compadezco; efectivamente fue una horrible
pesadilla.
DAMA BORDANDO: Desearía me dijera: ¿A qué peligros esta expuesta una chica que
sueña con casamiento?
DAMA OBSERVANDO: A todos, incluyendo las diez plagas de Egipto, los jinetes del
Apocalipsis y las dos guerras mundiales.
DAMA BORDANDO: ¡Justo la que sospechaba!
DAMA OBSERVANDO: Ten en cuenta que en tu sueño pones de manifiesto un vehemente
deseo de autodestrucción. Ganas irrefrenables de que un fulano baile un jarabe zapateado
sobre tus más elementales derechos humanos y una invisible atracción por hacer picadillo
todos tus ideales.
DAMA BORDANDO. ¡Uy, es espeluznante! Pero siendo usted una mujer casada, ¿No cree
que el matrimonio ofrezca alguna compensación?
DAMA OBSERVANDO: Sí, la de quedarse viuda cuanto antes.
DAMA BORDANDO: Esa ya la sé pero,¡Por caridad, no me deje usted en este estado de
terror! Dígame al menos las ventajas que reporta ser casada, ¡Ande usted!
DAMA OBSERVANDO: Bueno; seré justa a imparcial. En primer lugar, se aprende
a ver a la humanidad como lo más imperfecto de la creación. Se obtiene de vez en cuando,
un poco de diversión; claro que cuando más divertidas nos hallamos, nuestros maridos se
agotan y se quedan dormidos pero vale una cosa por la otra pues un marido con los ojos
cerrados es un bien inapreciable. El matrimonio es también la única institución que le permite
a la mujer ser infiel y así poder revelarse contra el sistema sin ser tachada de terrorista y
finalmente: es la cura adecuada para esa terrible enfermedad llamada... amor.
DAMA BORDANDO: Tales descripciones me han puesto la carne de gallina y fruncido mi
bordado. Guarde silencio, se lo ruego.
DAMA OBSERVANDO: Esta bien, guardemos un minuto de silencio por todos aquellos que
hemos caído en la cama matrimonial.
DAMA BORDANDO: Ris, ris, ris,...
DAMA OBSERVANDO: ¿A que se debe ese ruido? ¿Se aproxima un huracán?
DAMA BORDANDO: En nuestro silencio sólo se escucha mi bordar.
DAMA OBSERVANDO: Plip, plap... plip, plap... plip...
DAMA BORDANDO: ¿Que oigo? ¿Habrá goteras clandestinas?
DAMA OBSERVANDO: En nuestro silencio sólo se oye mi pestañear.
(AMBAS: DAMA OBSERVANDO y DAMA BORDANDO: Ris, ris... plip, plip, plap,
plap...ris, ris...
DAMA BORDANDO.-¡Oh, no, no! ¡Basta ya de tortura! ¡Es imposible para nosotras los
mujeres guardar un minuto de silencio!
DAMA OBSERVANDO: ¡Es antinatural! Se nos paraliza el corazón.
DAMA BORDANDO. ¡Rápido! ¡Rápido! Hablemos de la que sea, de la que sea...
DAMA OBSERVANDO: ¿Quién es la desgraciada mujer que se casa en tu sueño?
DAMA BORDANDO: No tiene rostro.
DAMA OBSERVANDO: Pues, ponle uno.
DAMA BORDANDO: Yo, ni a mi peor enemiga me atrevería a desearle tanto mal.
DAMA OBSERVANDO: ¿Y a tus amigas solteras?
DAMA BORDANDO: Todas merecen casarse, ¡son odiosas!
DAMA OBSERVANDO: Afortunadamente tú y yo estamos salvadas de tamaña catástrofe.
DAMA BORDANDO: ¿Por qué?
DAMA OBSERVANDO: ¡Pues porque yo estoy casada desde hace dieciocho años y tú hace
apenas tres días enviudaste!
DAMA BORDANDO: ¡No puede ser!
DAMA OBSERVANDO: . Tres días: lunes, martes y miércoles.
DAMA BORDANDO. A mí me parecen ya diez años.
DAMA OBSERVANDO: ¡Tienes razón! Has encontrado la explicación perfecta para
entender los cuatrocientos siglos que llevo soportando al mamut de mi marido.
DAMA BORDANDO: Yo no creo que la viudez inmunice a una chica contra el matrimonio.
DAMA OBSERVANDO: Sí, mi vida, sí. Pues habiendo recobrado tu libertad, no estarás
dispuesta a cambiarla par un plato de lentejas.
DAMA BORDANDO: Perdóneme amiga mía pero habemos personas a las que las lentejas
nos apasionan y sentimos la urgente necesidad de servirnos otro plato apenas terminamos el
primero y deseamos devorar incluso un tercero inmediatamente después de consumir el
segundo.
DAMA OBSERVANDO: No me explico que puede llevarlas a cometer tales excesos...
¿Mongolismo? ¿Paranoia? ¿Diabetes?
DAMA BORDANDO: Simplemente que el paladar añora el delicioso sabor de las lentejas.
DAMA OBSERVANDO: ¿De-li-cio-so? ¿Cómo es posible que le hayas encontrado "un
delicioso sabor” a ese horrible plato de lentejas que fue tu Barrabás?
DAMA BORDANDO. No me refería a ”mi segundo plato de lentejas" sino al primero: a
Plácido Sosiego.
DAMA OBSERVANDO. ¿Que no estaban un tanto apolilladas esas tus primeras lentejas?
DAMA BORDANDO: ¡Oh, no! Mi Plácido me transportaba al éxtasis asi fueran seis, siete
o más veces al día.
DAMA OBSERVANDO: Con sus ochenta y cinco años a cuestas. ¡Extraordinario!
DAMA BORDANDO. Es que me adoraba. Bastaba con que yo se la pidiera para que en la
sala, en su oficina, en el jardín, donde estuviéramos, él aceptara extenderme sobre su
escritorio o donde podía, seis, siete o más cheques. Hasta que un día hurgando en un cajón,
su mano tocó distraídamente lo que la mano de un marido no debe tocar ni distraídamente y
si la toca, jamás debe ver y si lo ve nunca debe leer y si la lee debe negarse rotundamente a
creer.
DAMA OBSERVANDO: ¡El diario de su mujer!
DAMA BORDANDO: ¡Exacto! La primera página empezó por abrirle los ojos, la segunda
le cerró el bolsillo y la tercera lo infartó.
DAMA OBSERVANDO: ¿Tan revelador era tu diario?
DAMA BORDANDO: Y divertido también, la prueba es que mi Plácido murió con una
sonrisa en los labios. Como le hizo tanta gracia se lo dediqué y piadosamente lo coloqué
sobre su pecho. En el panteón, cuando vi que cubrían el ataúd con tierra comprendí lo que
mi fiel campañero había significado para mí... ya no volvería a estar a mi lado nunca, el dolor
de la separación fue tan intenso que caí de rodillas gritando desesperada pero ya nadie iba a
devolvérmelo jamás. ¡Oh, pobre, pobrecito de mi querido, queridísimo diario! Mi fiel
compañero! Al que le confesé las inolvidables noches pasadas junto a mis amantes. Cuando
quise ponerme de pie, no pude. Las piernas se negaron a obedecerme, intenté de nuevo pero
fue inútil. En tan apurado trance un hombre al que no conocía se acerca solicito, y al ver que
no me podía levantar, gentil dijo: ”Deme la mano”, yo acepté y al día siguiente nos casamos.
Fue un bello gesto de mi Barrabás pero para desgracia no fue el único, los gestos siguió
haciéndomelos y delante de todos. La culpa no era de él sino del cascarrabias de su carácter.
DAMA OBSERVANDO: En su delicioso ”Funeral Party" se murmuraba que murió
carbonizado de pasión por... tu dinero.
DAMA BORDANDO: No es verdad. Mi dinero jamás le quemó las manos, lo gastaba antes;
la muerte se la produjo un problema de dicción... Ese día celebrábamos Barrabás y yo nuestro
primer aniversario de bodas, él quiso comprarse un buen regalo, le di un cheque y salió de la
casa apresuradamente. Yo decidí acostarme un rato pero no habían pasado ni cinco minutos
cuando regresó, había olvidado el cheque. Al verme en la cama se puso furioso y principió a
lanzarme una serie de insultos: yo le sugerí tomara un baño, eso lo calmaría y además al
desnudarse él, los tres quedaríamos en las mismas condiciones.
DAMA OBSERVANDO: ¿Los... tres?
DAMA BORDANDO: Sí, yo, mi marido y Carlos.
DAMA OBSERVANDO: ¿Carlos?
DAMA BORDANDO: El amable joven que en esos momentos me visitaba y que muy
sobresaltado buscaba desesperado sus calzones. No me explico como mi desnuda serenidad
y compostura enfurecieron más al berrinchudo de mi Barrabás; el caso es que miles de
palabrotas almacenadas por años en su cuerpo salieron presurosas de sus escondites y
tomaron el camino de su boca tratando cada una por ser la primera en ser pronunciada. Sus
cuerdas vocales no le daban abasto para registrar tantas sonoridades ni su garganta para
expulsarlas. Pronto se originó un terrible embotellamiento que derivó en tumulto y...
¡Sobrevino el caos! Unas obscenidades eran aplastadas contra su gaznate por las que se abrían
paso a codazos, otras nacían dramáticamente asfixiadas o pisoteadas y luego el momento en
que su cuello no pudo resistir tanta sobre maldición y empezó a agrietarse.
Cuando llegó el medico apenas pudo salvar algunas cuantas injurias sumamente maltrechas,
las demás murieron masacradas junto con mi marido.
DAMA OBSERVANDO. ¡Qué barbaridad! ¿Y qué fue de esas pobres obscenidades
sobrevivientes?
DAMA BORDANDO: Están siendo atendidas en un hospital. Las más graves puede ser que
no se salven. A dos o tres, parece que las darán de alta pronto.
DAMA OBSERVANDO. Menos mal. ¿Y... en cuanto a Carlos?
DAMA BORDANDO: ¿Él? Encontró sus calzones debajo de la cama.
DAMA OBSERVANDO: Aún le profeso afecto.
DAMA BORDANDO: ¡Ay! Perdóneme usted por la blasfemia que estoy a punto de
pronunciar pero... ¡Lo amo!
DAMA OBSERVANDO: (Escandalizada) ¡Ooh!
DAMA BORDANDO: Y le suplico me trate con indulgencia y no me desprecie cuando le
haga la siguiente concesión. Deseo casarme con él.
DAMA OBSERVANDO. (Horrorizada) ¿Qué dices, desgraciada?
DAMA BORDANDO: (Hincándose) ¡Oh, por piedad! ¡compréndame y... no me delate!
Considere que soy una chica inexperta (le besa las manos). ¡Piedad!
DAMA OBSERVANDO: (Retirándola); ¡Qué asco! ¡Casarte con el que amo! (Pausa)
Bueno, tomando en cuesta que poseo un amplísimo criterio, olvidaré lo que oí pero procura
no repetir tales herejías, podrían llevarte a los tribunales y nadie te absolverá, pues con tus
ideas corruptas pones en peligro la moral pública. Recuerda; al único que se nos permite amar
es al amante porque corriendo el riesgo de perderlo, hay que luchar par conservarlo; pero al
marido... ¡Uf! Al marido, ante el fastidio de conservarlo, hay que luchar a brazo partido por
perderlo. Lo que tú y Carlos pueden hacer es... seguir revoloteando maripositas, volando
papalotitos.
DAMA BORDANDO. (Levantándose furiosa) ¡Fuera de mi casa! ¡largo de aquí! ¿Cómo se
atreve a sugerir tal obscenidad entre Carlos y yo sin antes habernos casado? ¿Como? (La va
persiguiendo por todo el escenario) Y no se meta en mi cocina ni se siente en mi sillón, no
en la sala se detenga ni en el baño se refugie. ¡Salga, salga del salón! ¡Ah! Pero antes, regrese
cobardona, ¡ande! venga, venga para acá socarrona, examine mi bordado, ¡véalo bien! (Dama
observando, vencida por la curiosidad se acerca y revisa el pañuelo al revés y al derecho).
DAMA OBSERVANDO: Sigue igual de garabateado, no lo entiendo.
DAMA BORDANDO. ¡Mírelo bien! Es tan casto como yo.
DAMA OBSERVANDO: (Sorprendidísima); ¡Es verdad! Nunca antes había observado un
tejido más estrafalariamente puro e inocente... pero, ¿Cómo lo has logrado si no has tenido
empacho en tener varios amantes estando casada?
DAMA BORDANDO: Pues, porque me era lícito tenerlos. Mi estado me lo permitía, por
eso.
DAMA OBSERVANDO: Por más que observo... no entiendo...
DAMA BORDANDO. (Fría) Siéntese y se lo explicaré. Soy una mujer de conducta
irreprochable, fiel a la norma moral qua prohíbe realizar cualquier acto carnal fuera del
matrimonio. Encontrándome actualmente soltera mi conciencia no me permite entregarme
por el momento a nadie, así deseé como deseo a Carlos... ¡Ay de mí! Pero, ya casada con
Carlos nada me impedirá ser de él o de alguno otro si lo quisiera puesto que en el matrimonio
los actos carnales están permitidos, bendecidos y aprobados (se levanta), ya aclarada mi
posición y antes de que se retire; ¿Puedo pedirle un favor?
DAMA OBSERVANDO: Hazlo, pero ten cuidado, no vaya a ser la gota de hiel que colme
la miel porque si soporté tus refunfuños y arrebatos, tus pellizcos, tus manazos, fue debido a
que pertenezco a la liga del Santo Job.
DAMA BORDANDO: A mí no me va ni me viene si ese Santo usaba ligas o brassier, el
trasvestismo es cosa muy personal, yo únicamente le pregunté si podía pedirle un favor.
Contésteme, sí o no.
DAMA OBSERVANDO. Abusas de mi curiosidad, únicamente por saber cuál es, lo haré.
DAMA BORDANDO. Que si algún día nos volvemos a encontrar me hable usted
exclusivamente de usted.
DAMA OBSERVANDO: ¡Clara que sí, pequeña! Te hablaré de mí: (Toma asiento y
entusiasmada) Yo como tú fui educada con gran severidad dentro de la más estricta moral.
Nunca robo en domingo ni en días festivos, jamás miento en vano; no asesiné a mi padre ni
a mi madre aunque ganas no me faltaron y no me atrevo a fornicar con el hombre de mi
prójima a menos qua ella lo permita o él lo desee. (Viendo la frialdad de la otra) Bien, me
retiro. Debo observar a otras personas. Que te cases con Carlos y que una rápida separación
bendiga tu abyecta unión.
DAMA BORDANDO: No habrá tal.
DAMA OBSERVANDO: {Devolviéndose) ¡Bellisima criatura! ;Mua, mua! ¡Recapacitaste!
Sabía que en el fondo eras buena.
DAMA BORDANDO: Carlos es quien se niega rotundamente a casarse.
DAMA OBSERVANDO: (Sin poderlo creer) ¡No! ¡Pe... pe... pero, es... mons...truo... so!
¿Quién cree ser él para contrariar el deseo de una mujer? ¡De una mujer! Si nosotras somos
la merécelo todo, no en balde la palabra ”MUJER" la escribió Dios con mayúsculas y en
letras de oro en el firmamento; en cambio la palabreja hombre, si es que a algún clemente se
le ocurrió garabatearla, la habrá hecho en el átomo de cualquier gusano. No, pequeña. Limpia
tus lagrimas y barre tus ventanas de cualquier ciclón, no permitas que un hombre te cause
enojos, menos apuración, y aparta de ti todos los problemas derivados del pantalón.
DAMA BORDANDO: Pero es que Carlos está considerado entre los cuatro grandes de
México.
DAMA OBSERVANDO. ¿Si? ¡Ah! ¿Acaso es...?
DAMA BORDANDO: (Interrumpiéndola) ¡Es el más importante!
DAMA OBSERVANDO: ¿Y quienes son los otros tres?
DAMA BORDANDO: El petróleo, la deuda externa y la corrupción, pero Carlos representa
el problema principal según yo.
DAMA OBSERVANDO: Ay, según tú... ¿el tal Carlos estudia o trabaja?
DAMA BORDANDO. Estudia.
DAMA OBSERVANDO: ¿Qué cosa?
DAMA BORDANDO: Ciencias ocultas, yo creo, porque nadie sabe qué.
DAMA OBSERVANDO: ¡Ah!
DAMA BORDANDO: ¿Ah? (Alarmada) ¡Ah! Ese "¡Ah!” suyo me acaba de recordar un
¡Ah!" mío olvidado.
DAMA OBSERVANDO:¡Ah! Ay, ¿cuál "Ah!" tuyo es ése?
DAMA BORDANDO: El ";Ah!" del latido de mi corazón que con su tic-tac me anuncia que
van a dar las seis, hora en que Carlos quedó de llegar. Debo de terminar este bordado a como
de lugar, es lo único que lo puede amansar pues es un hombre volcánico, violento y vitriolo...
tic, tac, tic, tac... ¡Ah! El tiempo vuela. ¡Quince para las seis! (Se pone a bordar desesperada).
DAMA OBSERVANDO: ¿Qué razones da el muy infecto para rechazarte?
DAMA BORDANDO: No sé, no sé... es su secreto y a nadie lo dirá... tic, tac, tic, tac... ;Ah!
Diez para las seis. Viene a exigirme lo acompañe a la alcoba sin importarle que carezco de
un marido que bendiga nuestra unión pues es un bellaco...
DAMA OBSERVANDO. ¿Así de bello?
DAMA BORDANDO: Bárbaro...
DAMA OBSERVANDO: ¡Hum! ¡Con barba!
DAMA BORDANDO: ...y brutal.
DAMA OBSERVANDO: ¡No está mal! Entre más brutos mejor los manejamos.
DAMA BORDANDO. Tic, tac, tic... ¡cinco para los seis! ¡Termínate bordado, termínate!
¡tic, tac, tic, tac!
DAMA OBSERVANDO: Si deseas tener éxito, se dura con él, imprudente, intolerante,
egoísta y dogmática. Esas son algunas de las virtudes qua los hombres consideran
indispensables para la madre de sus hijos.
DAMA BORDANDO: ¡Tic, tac, tic, tac...! ¡Tres para las seis! ¡Ya oigo sus pasos! Como sea,
remato, corto y termino (Troza el hilo con los dientes y saca del bastidor la tela) porque; tan,
tan, tan, tan, tan, tan, ya son las seis y...
CARLOS: (Entrando a escena)... ¡Toc, toc, toc! ¡Ya llegué! (Al público) Y por tan glorioso
motivo: ¡Fin de la primera escena! ¡Cambio de luces!

(Breve intermedio musical, el cual los actores aprovechan para cambiarse de ropa sin salir
del escenario, o para tomar un refresco, para bailar o saltar, ponerse a platicar,... en fin,
que cada quien hará la que quiera si el director no ordena otra cosa. Lo importante es que
los actores se expansionen y el público los mire embobado.)
(Cuando lo consideren oportuno):

DAMA BORDANDO: (Al público) A continuación la segunda escena de esto obra.


DAMA OBSERVANDO: (Dirigiéndose a dama bordando como actriz, no como personaje)
Y por favor querida, como mi marido me va a llevar al teatro, llévate la escena rápido. Corta
si puedes algunos parlamentos, el caso es salir hoy más temprano. ¿Sí?
DAMA BORDANDO: Esta bien.
DAMA OBSERVANDO: Gracias.
DAMA BORDANDO: No hay de que. Carlos: ¡Principiamos!
(La música cesa. Luces normales)
CARLOS: (Tornando su posición ante la puerta imaginaria) Toc, toc, toc.
DAMA BORDANDO: ¿Escuchó usted un rin, rin, rin?
DAMA OBSERVANDO: No.
DAMA BORDANDO: ¿No?
DAMA OBSERVANDO: Yo oí un toc, toc.
CARLOS: ¡Rin, rin, rin!
DAMA BORDANDO: Tiene razón, es un toc toc. Con permiso, voy a abrir. (Llega hasta
Carlos) ¿Quién?
CARLOS: ¿Quién que?
DAMA BORDANDO: ¿Quién toca?
CARLOS: Pues el que está tocando. ¿Podría ser otro?
DAMA BORDANDO: Si abro, ¿A quien veré?
CARLOS: A mí.
DAMA BORDANDO: ¿A mí? ¿Es acaso alguien con un espejo el que a mi puerta está?
CARLOS: Ábreme inmediatamente y déjate de payasadas, a tu edad no te quedan.
DAMA BORDANDO: ¡Carlos! ¡Eres tú {A la otra) ¡Ya esta aquí! (Abre la puerta)
CARLOS: ¿Aquí están las musarañas? ¿Se limpiaron las lagañas? (Ambas asienten)
Entonces, ambas ranas podrán admirarme iguanas damas.
DAMA OBSERVANDO: ¿Ese es el léxico que usa comúnmente?
DAMA BORDANDO: Sí. Es parte de su atractivo animal.
CARLOS. ¡Ah! ¡Qué bueno! ¡Qué rete-bueno!
DAMA OBSERVANDO y DAMA BORDANDO. ¿Qué?
CARLOS: (Sacando de una bolsita, una papa frita) Esta papa. ¿Gustas?
DAMA OBSERVANDO. Caballero, el ofrecerme una papa frita significa una broma,
una metáfora o todo la contrario?
CARLOS: Es flechazo, apantallada y todo la contrario. ¿Qué te parece?
DAMA OBSERVANDO: Que lo mejor es todo la contrario.
CARLOS: ¿Y si la ves desde el ángulo contrario?
DAMA OBSERVANDO: Como siempre existirá la que queda al frente, es decir, la contrario
de lo contrario, pues, podemos elegir la contrario, si lo contrario de lo contrario no es de
nuestro agrado pero, no habiendo sido presentados y siendo yo una mujer casada, no es
prudente proseguir tan íntima conversación.
DAMA BORDANDO: (Tratando de hacerse notar) Toc, toc, toc...
DAMA OBSERVANDO y CARLOS: ¿Rin, rin, rin?
DAMA BORDANDO: ¡Toc, toc, toc!
CARLOS. (A dama observando) Órale, contesta tú, sirve para algo.
DAMA BORDANDO: (Simulando tomar un teléfono) Sí... diga.
DAMA BORDANDO: Deseo hacerles saber pública y notorio que existo.
DAMA OBSERVANDO: (A Carlos) Dice que existe.
CARLOS: Ya lo sabíamos.
DAMA OBSERVANDO: Que ya lo sabíamos. De todos modos, gracias por recordárnoslo.
DAMA BORDANDO: También les recuerdo que Carlos no me saludó y que se han dedicado
a platicar sin tenerme en cuenta a mí, a pesar de que ambos están en "mi casa", que en este
caso y en los próximos hasta que me muera, es "mi casa", ”mi casa", "la mía”.
DAMA OBSERVANDO: (Confusa) Un momentito... Señor Don Carlos... creo que el
mensaje es para usted... (Le pasa el supuesto teléfono), ahora se lo paso. (Para sí) ¡Su casa!
¡Qué maña de presumir algo que a nadie le importa! "¡Su casa!" ¿Esta casa? ¡Como si
estuviera tan hermosa! Es la casa, esta casa, la casa qua jamás ha deseado tener... (Sigue
murmurando)
CARLOS: (Al teléfono) Sé breve, estoy ocupado. ¿Qué quieres?
DAMA BORDANDO: Sin más rin, rin ni toc, toc, te notifico que me encuentro enojada y
antojada. (Avanza hacia él).
CARLOS: Eso ya la sé. Estás furiosa por haberte enamorado de mí y antojada de casarte
conmigo, pero... ¡Qué obsesiva eres! Y, qué bueno que hayas tocado tú, precisamente tú, el
tema del matrimonio pues vine expresamente a comunicarte que de casamiento ni esperanzas
y hoy te brindo la última oportunidad para que decidas si seguimos destendiendo camas o ya
no.
DAMA BORDANDO: Mi cama permanecerá tendida mientras no me case. Ya la sabes.
Además, mi rabia proviene por la forma en que me tratas y si estoy antojada, muy antojada,
no es de ti sino de tu papa frita.
CARLOS: ¿Quieres una papa frita desgraciada? ¡Pues gánatela! Pasemos a la recámara y
prosigamos lo que interrumpió... ya sabes quién.
DAMA BORDANDO: ¡Jamás! ¡Ve a perder los calzones a otra parte!
CARLOS: Entonces, siéntate en alguna parte y ponte a respirar para que no te aburras. (A
dama observando): Tú, ¿Cómo le haces para estar tan guapa?
DAMA OBSERVANDO: Por favor le ruego a usted me hable únicamente de usted.
CARLOS: ¿Si? ¿Qué dijiste? Hasta el güey ya cayó y va a contarme el rollo de su vida, pero,
¡Nones para los simplones y listones para los cabrones! Si quieres saber yo qué onda, métete
en mi mar proceloso y nada... nada sabrás porque soy Carlos, el "no se sabe que ondón". (A
dama bordando) Tú no me veas, no estoy hablando contigo.
DAMA BORDANDO: Y tú no me mires cuando sentada respiro para no aburrirme.
DAMA OBSERVANDO: Y usted no voltee a mirarla cuando está hablando conmigo.
DAMA BORDANDO: (A dama observando y a Carlos) Ustedes no volteen para mirarme
cuando hablen entre sí.
DAMA OBSERVANDO: El trato me parece equitativo. Ninguno volteará a otra parte cuando
hable con su interlocutor ¿Aceptado?
CARLOS: Y si yo quiero hablar conmigo mismo, ¿Qué debo hacer?
DAMA BORDANDO: Pedirnos perdón y ponerte de cara al rincón. ¿Te parece bien?
CARLOS: ¡Clarines saltarines y cabrones saxofones!
DAMA OBSERVANDO: (A dama bordando) ¿Oí bien?
CARLOS: Y si no, tápate los oídos, así, aunque quieras oyes mal.
DAMA BORDANDO: ¡Pido la palabra! Véanme a mí. (Coloca el pañuelo bordado a la
altura de su cara} Carlos, contempla esta belleza.
CARLOS: (Voltea a mirar a dama observando) Desde que llegué a esta casa, que ojalá fuera
mi casa, mis pupilas no se cansan de contemplarla y de mis pinches labios brota un delicado
elogio: ¡qué buena estás mamasota!
DAMA BORDANDO: ¡No se vale! ¡No es justo! En estos momentos yo soy la interlocutora
y debes ver mi belleza. (Carlos se acerca, baja el pañuelo y le mira la cara)
CARLOS: ¡Guácala! Si algún día la hubo, no dejó rastros.
DAMA BORDANDO: (Furiosa, coloca el pañuelo frente a la nariz de Carlos) ¡Esta belleza!
¡Esta! La otra, la tengo escondida hasta que no te resuelvas a casarte conmigo. Entonces, ¡La
destaparé y te deslumbraré!
CARLOS: (Haciendo caso omiso del bordado) No trates de rehuir el problema y contesta:
¿Vamos o no vamos a seguir siendo lo que fuimos?
DAMA BORDANDO: Antes debes contemplar este hermosísimo pañuelo que he bordado
para ti, vida mía.
CARLOS: ¡Vida tuya! Olvídalo. Mi vida es mi vida y de nadie más. (A dama observando)
¿Verdad preciosa?
DAMA BORDANDO: Acuérdese del trato, mírela a ella.
CARLOS: Esta bien (A dama bordando) Ya estoy viendo tu trapo. ¿Ahora qué?
DAMA BORDANDO: Interpreta lo que entre puntada y puntada expreso.
CARLOS: ¡Paletas, pantaletas y cabrones requesones! ¿Significa algo "esto”? ~¡Hum!... ¿La
batalla de Waterloo? ...No, es algo peor... ¿El diluvio universal? No, tampoco... es algo más
terrible... ¡Ya sé! : México después del temblores
DAMA BORDANDO: ¡Pero si es una "C" y una ”P”, tonto, la "C" es Carlos y la
P...SYMBOL 183 \f "Symbol" \s 4 \h
CARLOS: ¡Entendí el mensaje! ¡Rabones camarones y cabrones por ramplones! Si me
quieres decir pendejo sé más directa.
DAMA BORDANDO: Esa no es la intención, es otra...
CARLOS: No me vas a decir que es mi apellido, soy Sánchez, no Panches. Sí, que no panche,
todo tiene su límite.
CARLOS: (Agresivo a dama bordando) ¿Por qué me quieres panchar, eh?
DAMA BORDANDO: (A ambos) La "P” es la letra inicial de "mi" nombre.
DAMA OBSERVANDO y CARLOS: Ya lo sabíamos.
DAMA BORDANDO: Y que he colocado muy románticamente entrelazado al tuyo.
CARLOS: Entrelazado es lo mismo que encadenado. Ustedes las mujeres lo único que
buscan es pescarlo a uno y... ¿Para qué? ¡Para subirnos en un pedestal y darnos de comer en
la boca! ¡Mandarinas, tallarines y cabrones macarrones! Para que las mantengamos de por
vida.
DAMA BORDANDO: Carlitos, yo dejaré que te trepes arriba del librero antiguo y cuando
llaguen visitas, orgullosa los mostraré diciendo:"A ambos los compré en la lagunilla”.
CARLOS: Eso dices ahora pero en cuanto nos hallamos casado harás lo mismo que han hecho
las mujeres durante años y años desde que Diosito, al ver coma la tal Eva a mi noble papá
Adán hasta la hoja de parra le había quitado, muy enojado le dijo: "Tú, mujer, destapa adanes,
desde ahora ararás la tierra, irás a trabajar a las Fabricas y ganarás el pan con el sudor de tu
frente", pero la tal Eva, al fin mujer, se puso a llore y llore y alzaba las manitas pidiendo
perdón y chillaba más fuerte y más y más y hasta los animalitos del Paraíso se tapaban las
orejas, pero ella seguía berreando como sólo las mujeres pueden berrear y se sacudía, se
retorcía y todita se cimbraba, y el piso estaba todo encharcado de lagrimas; hasta que mi
pobrecito papá Adán, tan noble como sólo los hombres podemos ser, se conmovió y... ¡Y ahí
va el güey a suplirla! Desde entonces el marido tiene que sacarle los tamales de la hornilla a
la mujer y la mujer en pago le marca sus iniciales en el. cachete con un fierro candente para
que todos sepan que es suyo. Luego, lo obliga a encadenarse a ella de por vida con esa
asquerosa cosa que inventó y se llama "anillo matrimonial" condenándolo a tener que
mantenerla y soportarla durante años y años y añísimos hasta que la muerte los separe y como
ellas se quitan los años pues, quien se separa es él, y así, qué chiste. ¡No! Yo no resistiría
años y añísimos de matrimonio.¡No!
DAMA OBSERVANDO: Usted no debe tener a los años y añísimos de matrimonio. Tenga
en cuenta que a mi amiga le basta y le sobra un año para enviudar.
DAMA BORDANDO: Carlos, si te casas conmigo esperaré pacientemente el tiempo que sea
necesario para enviudar. Te juro que no te apresuraré y cuando te llegue la inevitable, te
enterraré con todo y librero, así no te sentirás solo en el panteón.
DAMA OBSERVANDO: ¡Oh, el amore! Lo que hace el amore. Esta pobre mujer está
dispuesta a renunciar a su título de ”La Viuda Anual" del que es campeona.
CARLOS: Pruebas más contundentes de abnegación no podré encontrar en ninguna otra
mujer, pero si desconfía de que cumpla con su palabra, yo mismo me encargaré de que
entierre ese horrible librero junto con usted.
DAMA BORDANDO: Además, ¿por qué habría yo de "arar" la tierra si soy multimillonaria?
Conmigo encontrarás el oro y el moro.
CARLOS: ¡ Ya hasta has pensado en ponerme los cuernos con un moro, malvada!
DAMA OBSERVANDO: ¡Es usted repugnante! ¡Aparte de intransigente, racista! ¡Uff
CARLOS: Señoras, no puedo seguirlas escuchando. Me retiro. Buenas tardes. (Digno da
media vuelta y se dirige a supuesta puerta. Se detiene y volteando hacia dama bordando,
brusco) Pero te advierto que cruzando esta puerta nunca mas me verás y... fíjate bien donde
me encuentro, a tres pasos de la puerta, a tres. ¿Aceptas ser para mí lo que yo quiero que seas
para mí y no que yo sea para ti lo que tú quieres que yo sea para ti? (Silencio) ¿No? Entonces
daré mi primer paso hacia el umbral de la indiferencia. (Lo da) ¿Has reflexionado en el
peligro que te amenaza? Otros dos pasos y perderás al. Hombre que amas. Conste que no me
hago responsable de tus actos cuando te des cuenta que ya no me tienes, si te suicidas o te
vuelves loca, allá tú. (Silencio) Ni modo. Mi siguiente paso. (La da) Fíjate bien, tus pasos
están contados desgraciada y va a llegar la hora en que cualquier pesquisa que hagas para
encontrarme será inútil porque con sólo dar mi tercer paso me habré vuelto un verdadero y
colosal ojo de hormiga. (Levanta el pie) ¡Ahí va! A la una... a las dos... a las dos y media... a
las dos tres cuartos... y... te recuerdo infame que a las tres me esfumaré y me iré lejos, muy
lejos, lejísimos y nunca, jamás, volverás a saber de mí. (A dama observando) Tu sí, a ti te
mandaré una postal. Con suerte esta misma noche recibirás la primera. {A dama bordando)
Pero tú, maldita: ¡Golondrinas para las catrinas y sabañones para los cabrones! Cae de cabeza
en mi olvido, bórrate de mi futuro y si quieres, sigue respirando pero...¡A mí qué! Tres.
(Brinca y sale de escena).
DAMA BORDANDO. (Con un grito desgarrador) ¡Caaarlos! ¡Oh, mi Carlos! ¡Lo he
perdido! Querida, aconséjeme usted. Si corro tras él, lo alcanzo, me le hinco e incluso dejo
que me arrastre por el piso...¿No me degradaré demasiado?
DAMA OBSERVANDO: El vestido se te mancharía... aparte de eso, no se perdería gran
cosa.
DAMA BORDANDO: Entonces, el suicidio es lo mejor. ¡Me estrangularé con mi pañuelo
Y que el mundo interprete mis propias puntadas! (Se arrolla el pañuelo al cuello).
DAMA OBSERVANDO: ¡Dios mío! ¿Estás resuelta a hacerlo?
DAMA BORDANDO: Desde luego y solo suspenderé mi suicidio en caso de que se me
dificulte respirar. No antes. (Empieza a apretar el nudo. Lo suelta) Ya terminé. ¿Qué le
pareció mi suicidio? (Aplaudiendo) ¡Perfecto! Así deberían ser todos los suicidios.
DAMA BORDANDO: Y ahora, principia el llanto. Llorar hasta que sea la hora de cenar.
(Principia a gemir) ¡Carlos, Carlos!
CARLOS: (Asomando la cabeza) Ultima oportunidad. ¿Sí o no?
DAMA BORDANDO: (Conteniendo súbitamente el llanto y fría) No.
CARLOS: Entonces, como yo ni tronco ni bronco, no brinco ni tranco, mejor chitón y cuenta
nueva, cabrón. El Carlos, tu amante, ya se fue y a ese no la vas a volver a ver porque quien
sabe por donde andará ya. (A dama observando) Hola preciosa. (A dama bordando) El que
ves en estos momentos "soy otro Carlos", el que clama y reclama lo que por legitimo derecho
le pertenece...
DAMA BORDANDO: ¿Mi mano? Tómala.
CARLOS: Ni el Carlos antiguo ni este moderno, queremos casarnos, la que queremos es...
DAMA BORDANDO: ¡Ya sé! El Carlos "ahora", es un Carlos soñador y romántico que
desea llevar en su corazón una prenda mía. Ten mi pañuelo y llévalo durante toda tu vida en
el corazón como una reliquia sacrosanta pues ya ha sido mojado con mis lagrimas y
bendecido con mi suicidio.
CARLOS: ¡Este engendro todo sarpullido de lutos!¿Para que lo quiero?
DAMA OBSERVANDO: Recuerde que los hombres desean dos cosas de nosotras las
mujeres: su cuerpo o un fetiche que lo substituya. Mi amiga le ofrece generosamente lo
segundo como un bálsamo curativo ante la pérdida de la primero.
CARLOS: No quisiera eso
DAMA BORDANDO: Pues lo primero, sólo si te casas lotendrás.
CARLOS: Tampoco lo quiero
DAMA OBSERVANDO: ¿No?
DAMA BORDANDO: ¡Ni... un pedacito!
CARLOS: Lo que yo Carlos actual quiero, es...
DAMA BORDANDO: Qué cosa? Si todo te lo he dado. Por ti me he privado hasta de mi
segundo marido. ¡Qué es lo que deseas puto?
CARLOS: Algo que me haría transitar por la calle con la frente en alto los domingos...
DAMA BORDANDO: Mi bendición. Híncate y te la daré.
CARLOS: ¡Enchiladas conejos para los cabronas pendejos! Quiero mi tenis amarillo.
(Asombro de ambas) El que olvidé el lunes pasado cuando Barrabás nos sorprendió y me vio
sin mis... Tenis.
DAMA BORDANDO: Te daré todo, todo cuanto me pidas menos mi cuerpo ni tu tenis... y
aunque me los pidas mil veces en mil tonos, cualquier día del año, en las circunstancias más
extrañas, yo, mil y una vez diré: ¡No, no, no!
CARLOS. ¿No? ¿Por qué no?
DAMA OBSERVANDO: Nosotras las mujeres, somos delicadas, sutiles, etéreas, en una
palabra, femeninas y nuestra alma es una dulce, exquisita... un pastel. Por eso, nosotras, las
mujeres, a un perrito, a un lorito, a una paloma o al pétalo de una flor... lo adoptamos y lo
guardamos en el fondo de nuestro corazón. Ahí reposa, se petrifica, mitifica .
CARLOS: Convierten su corazón en un desván, que nunca barren, ni desalojan, seguramente
entre tanto tiliche tendrás mi tenis guardado. Exijo qua lo saques y me lo devuelvas.
DAMA BORDANDO. ¡No¡ ¡Eso no! ¡Nunca!

DAMA OBSERVANDO: Sea consecuente con el alma femenina, conózcala, nosotras las
mujeres, nos encariñamos con las cosas más inútiles del mundo, la prueba es que somos
capaces de amarlos a ustedes los hombres. Para demostrárselo, ahí le va un botón: Con que
paciencia los cuidamos cuando los muy "valentones" "fanfarrones” los ataca un catarro
infeliz, pues en dicho trance se portan peor qua si sufrieran de lepra, tisis o de la más drástica
operación.
DAMA BORDANDO. ¡Protesto! ¡Objeción! Eso no es verdad.
CARLOS: ¡He aquí una sabia entre mil! Continua querida.
DAMA BORDANDO: Lo que yo deseo aclarar es que no tengo en mi corazón guardado
ningún zapato. Si me pusiera a almacenar objetos tan superficiales, tan usados, no tardarían
en acusarme de ropavejera. Es todo.
CARLOS: ¡Si no la guardaste, quiere decir que lo tiraste! ¡Malandrina! ¿ Cómo te atreves a
disponer de las propiedades de los demás? ¡Ése era mi tenis de los domingos!
DAMA BORDANDO: No lo tiré y le ruego Carlos, no use el tú conmigo sino el usted puesto
que al que trato ahora es otro Carlos, uno que según usted, no conozco así que comprenda
caballero que ya no existen lazos entre tú y yo.
CARLOS: ¿Podría entonces indicarme a dónde puedo pasar a recoger mi tenis amarillo?
DAMA BORDANDO: Con todo gusto, al más allá.
CARLOS: ¿Hasta qué colonia lo mandaste?
DAMA BORDANDO: Al panteón. Lo puse a mi Barrabás en su pecho.
CARLOS: (Horrorizado) ¿Por qué hiciste eso, sacrílega?
DAMA BORDANDO: Pensé qua sobre su traje negro, le iría bien una nota de color.
CARLOS: Pues, ¿Sabes qué? Es lo más espeluznante que he escuchado en toda mi vida. Ese
horror sólo cabe en la cochambrosa mollera de una mujer.
DAMA OBSERVANDO: ¡Tiene razón! En las de ustedes sólo germinan ideas tan elevadas
como la de crear exquisitos campos de concentración, artística tortura china, la encantadora
inquisición o acciones tan altruistas y humanitarias como la de Hiroshima. Sí, Carlos, ese
horror, el de tirar dos basuras en un cajón, sólo cabe en la mente de una mujer.
CARLOS: Digan lo que quieran, yo, en lo personal, siento nauseas al imaginar que "tú"
Barrabá ande presumiendo mi tenis de lujo en el cielo mientras yo, aquí en la tierra sin nada
que ponerme los domingos, pero... ¿Para qué quejarme? ¿De qué valen las protestas o las
suplicas en un país donde el pobre siempre pierde y cuando arrebata, los intermediarios se lo
quitan? Es por demás; {Suspira triste) tendré que comprarme otro par. (Silencio) El amor es
un lujo muy caro, ahora lo sé. (Va a salir aplastado por la pena)
DAMA OBSERVANDO: ¡Alto ahí! No se mueva. Usted no saldrá de aquí hasta que nos
haya explicado satisfactoriamente cuál es la razón por la que usted se niega a disfrutar del
tálamo superficial con cada tipa.
CARLOS: Jamás. "Eso", nadie lo sabrá nunca, así me manden al rincón y disparen metralleta
sobre mí.
DAMA OBSERVANDO: Pues yo ya lo sé.
CARLOS: ¿Usted? ¡Ja, ja, ja! Que eras de pasta jactanciosa, no hay duda. Que discurseas a
más no poder, ya lo sé y que no eres de mal ver, pero, ¿Quién te dijo descarada que en la
pristina de mis pantalones puedes tú hurgar?
DAMA OBSERVANDO: Mi profesión.
CARLOS: ¿ Cuál?
DAMA OBSERVANDO: Soy observatriz recibida y óigalo bien, la razón por la que no deseo
casarme es de carácter económico y es por eso que...
CARLOS: (Muy nervioso) No prosigas... Espera un momento... (A dama bordando}Rin, rin,
rin... (Como si hablara par teléfono)
DAMA BORDANDO: (Siguiendo el juego) ¿Si? Diga...
CARLOS: Llamada confidencial de persona a persona ¿Es usted la chica que borda?
DAMA BORDANDO: Ajá.
CARLOS: ¿Está sola en su casa?
DAMA BORDANDO: Con una amiga nada más.
CARLOS. Pero... No nos escucha ¿Verdad?
DAMA BORDANDO. Oh, no. Ella... se está bañando.
CARLOS: ¿Tú le dijiste que mi problema era de carácter económico?
DAMA BORDANDO: ¿Yo? No. A mí nunca se me hubiera ocurrido que tuvieras carácter y
menos uno tan económico.
CARLOS: Gracias. (Cuelga. A dama observando) ¿Cómo me descubriste?
DAMA BORDANDO: Fácil. Noté que ante la pérdida de su amado tenis, a usted se le partía
el corazón y si para alguien es valiosa una chancla vieja es porque... es más pobre que un país
después de haber pagado los intereses de su deuda externa.
CARLOS: Es verdad. No puedo subir al metro porque apenas me alcanza para un centímetro.
Una bolsita de papas fritas es mi único alimento al día. (A dama bordando sincero) Por eso
no te ofrecí matrimonio. Espero que ambas comprendan que al carecer de dinero en forma
tan dramática, el matrimonio me está prohibido.
DAMA OBSERVANDO. Yo diría que algo puede hacerse al respecto.
CARLOS: ¿Sí? ¿Me invitas al cine?
DAMA OBSERVANDO: De la vida debe tomar una nueva perspectiva.
CARLOS: Ay, ¿y si la nueva resulta peor que la antigua? Mejor fuéramos al cine ¿No?
DAMA OBSERVANDO: Tenga confianza en nosotras. ¡Únase a nosotros ;Sí, ¡únasenos!
CARLOS: ¡Me parece bien! Unir senos. ¿Los tuyos primero? Conste que a mí me gustan
más separados pero ¿ quién entiende a las mujeres? ¿Por qué quieres que te los unan, eh?
DAMA OBSERVANDO: Dije: Únasenos a nosotros y haga la que le digamos. ¡Firmes. De
cara al rincón! ¡Ya! (Carlos de mala gana obedece) Sólo con usted mismo. Díganos, ¿qué es
la que ve?
CARLOS: Veo... veo el jardín más a toda madre que pueda haber... la veo a ella sentada al
borde de una fuente de azulejos y rodeada de flores... me acuerdo de cuando veo tras los
cristales de los escaparates las elegancias expuestas y... siento la mismo. Brinco la pinche
barda y corro hacia ella para abrazarla bajo el árbol más grande de todo el mundo. ¡Carajo
escarabajo! Su marido me sorprende pisando el pasto. ¡Pinche suerte del que por vez primera
trata de cortar una flor.
DAMA OBSERVANDO: ¡Atención! Ahora: véase usted.
CARLOS. (Como si hablara a su imagen reflejada en un espejo) ¡Hola Charlie! ¡Eres
estupendo! ¡Genial! Dame un beso... pero; ¡Cabrones nubarrones y montañas! ¡Qué jodido
estás! Pobrecito. No tienes ni para tragar. No te preocupes, Charlie, es la crisis. ¿O. K?
DAMA BORDANDO: Y, a mí ¿Cómo me ve?
CARLOS: Pues... si me invitaras al cinito, en la oscuro, comiendo palomitas, por fuerza te
vería bastantes cosas pero... ¡No podrá ser! ¡Oh, Dios mío. Qué tragedia es saberse uno, un
exquisito flan y no tener ni siquiera un plato para poderme servir a una que me quiera probar.
DAMA OBSERVANDO: {A dama bordando) Las corvas se me fruncen, el alma se me
derrite... Qué será del señor Carlos cuando cumpla cincuenta si ya tiene cien y por él nadie
daría ni diez.
DAMA BORDANDO: Yo doy por él un millón. (va hacia él, lo acaricia) Carlos, si te casas
conmigo pondré en el banco a tu nombre los millones que desees.
CARLOS: ¡Imposible! (Digno) Desde muy pequeño fui educado dentro de las más severas.
disciplinas morales. Un hombre no debe aceptar jamás dinero de su esposa. Si por ser tu
amante me los das, los acepto a la de ¡Ya!, pero como mi esposa... Jamás capataz.
DAMA BORDANDO: ¿Por qué Carlos, por qué?
CARLOS: Recibir dinero de las queridas, al hombre le da distinción, la confiere dignidad.
Todos lo admiran, lo envidian pues sabe manejarse en el amor con calidad y si gana mucho
es genial. Un deslumbrante Don Juan. A quien se critica es a la mujer por comprar amor,
más... ¡Ay del hombre que vive del dinero de su esposa! Todos lo condenan, lo
desprecian, no pasa de ser un vividor y peor todavía si ella es tan fea como tú y el tan joven
y tan hermoso como yo.
DAMA BORDANDO: Ya sé. Buscaré a alguien que se case conmigo, tú volverás a ser mi
amante y seremos muy felices los tres. ¿Esta bien?
CARLOS: (Furioso) ¿Tú de otro además de mí? ¡Estás loca! No permitiré que nadie meta
mano en lo que es mío y de nadie más. Te amo por haber sido una esposa que se supo
conservar siempre pura.
DAMA OBSERVANDO: Ay ¿Y Barrabas y Placido?
DAMA BORDANDO: Mi Barrabas la noche de bodas, y todas las siguientes, se las pasó
contando mi dinero olvidando que antes fue mi amante. Y, mi Plácido, su nombre lo describa
perfectamente, por eso tuve que escribir mi diario con hechos totalmente ciertos y en los que
relate mis numerosos amores pero... juro por todos los cielos que mis maridos nunca me
mancillaron. He sido una esposa intocada.
CARLOS: (A dama observando) ¿Lo oíste? Pues grábatelo bien en la cinta magnética. Esta
mujer como casada es toda una virgen. Yo sería el primero de los maridos que la hiciera sua.
¿Cómo te quedó el ojo chiquita?
DAMA OBSERVANDO: Cuadrado. El hombre siempre gana cuando con un sol tapa al gato
y con el otro al garabato.
CARLOS: No hay
¿Ninguna? (Pausa. Rabiosa) ¡Chin..!¡Cascarones preguntones para tragones bien cabronesl
DAMA OBSERVANDO y CARLOS: ¿Qué? (Silencio. dama bordando apenada baja la
cabeza)
CARLOS: ¡Amada mía!(Corre hacia ella y la abraza apasionado) Era la prueba que
esperaba de ti. Que no te importara rebajarte hablando como yo. ¡El milagro de amor que yo
anhelaba! (La besa) ¡Ahora puedo confesarte que te amo locamente!
DAMA BORDANDO: ¡Esto soluciona todo! (Enfática) Cabrones cotorrones para pen...
CARLOS: ¡Es suficiente! Ya sé que de verdad me amas pero no es necesario abusar. Ahora,
contéstame. ¿Puedes estando soltera tener relaciones conmigo?
DAMA BORDANDO: No. Mi única moral me lo impide. Ay, ¿tú aceptarías ceder aceptando
dinero de tu esposa?
CARLOS: ¡Jamás! Va en contra de todas mis reglas morales. El destino nos ha metido una
zancadilla del carajo. ¡Pinche destino!
DAMA BORDANDO: Nuestras conciencias nos dominan y nos exigen... la separación.
(Trágica) ¡Valor! (Con un gran esfuerzo se separan)
CARLOS: (Anegado en llanto) ¡Valor!
DAMA BORDANDO: (Anegada en llanto) Rin, rin, rin...
CARLOS: (Contestando) ¿Si?
DAMA BORDANDO: Adiós. (Cuelga)
CARLOS: Toc, toc, toc...
DAMA BORDANDO: (Desconectando) Diga...
CARLOS: Adiós. (Cuelga)
DAMA BORDANDO: ¡Nooo! (Va hacia Carlos) Ten mi pañuelo para que te suenes.
CARLOS: Tú primero.
DAMA BORDANDO: No, tú.
CARLOS: ¡Hagámoslo al mismo tiempo (Ambos se suenan fuertemente con el pañuelo)
DAMA BORDANDO: Y ahora: ¿Un ritual para poner punto final a la nuestro?
CARLOS: ¿Un ritual? Por mí; lombriz codorniz.
DAMA BORDANDO: Entonces: ¡Raaas! (Rasga el pañuelo) Yo conservaré junto a mí
corazón esta mitad, la que tú usaste. ¡Aunque me denigren por ropavejera!.
CARLOS: Iguanas ranas, yo con mi mitad haré un calzón que usaré toda mi vida, nunca me
lo quitaré.
AMBOS: (Despidiéndose con la mano, débilmente) ¡Bye! (Él avanza hacia la derecha, ella
hacia la izquierda, ambos con intención de hacer mutis. Casi para llegar a piernas, si las
hay...(NOTA DEL EDITOR: Debemos aclarar que el autor se refiere a ”piernas teatrales",
no a las del público, si lo hay, ni a las de los actores en caso de ser representada esta obra)...
Se detienen y voltean a verse por última vez. Extienden sus brazos anhelantes. Lanzan un
grito de dolor y vuelven a sonarse con sus pañuelos)
DAMA OBSERVANDO: ¡Basta! ¡Basta ya! No puedo seguir presenciando un idilio tan
sonado. Tendré que pasar del simple papel de mirona a otro más atractivo... Empezaré a
bordar y... ojalá no me salga mal esta puntada. Vamos a ver; si usted, Carlos, tuviera un
magnifico empleo, ¿Se casaría con ella?
CARLOS: ¡Andarines mandarines!
DAMA OBSERVANDO: Pues yo le ofrezco uno muy bien remunerado. Sea usted mi
amante. Soy una firma seria. Me respalda el bandido de mi marido que como capitalista
ejemplar exprime a sus trabajadores en una licuadora que él mismo inventó, así que, si no
cumple a satisfacción conmigo, se las verá negras con él. Por otra parte, tendrá un cuarto
propio con tres teléfonos y baño. Secretaria bilingüe y un "ofice boy" para lo que se le pudiera
ofrecer. Entrará diariamente a mi recámara a las ocho de la noche y saldrá las diez,
disponiendo de media hora para comer ostiones. Yo me encargaré de asegurarlo socialmente
presentándolo a mis amigas y así podrá obtener algunas prestaciones y cada año nos
repartiremos las utilidades. Tendrá además un seguro contra posibles fallas mecánicas pero
si estas se presentan y perduran más allá de un mes; podrá cobrar el seguro y se procederá a
su jubilación.
DAMA BORDANDO: (Quedo a Carlos) Te conviene, acepta.
CARLOS: (Nervioso) Ay, y si pierdo el trabajo... ¿con qué te mantengo?
DAMA BORDANDO: Yo te daré magnificas cartas de recomendación para que busques
Otro. (Silencio)
CARLOS: ¿Otro? Mejor otra.
DAMA OBSERVANDO: ¿Acepta sí o no? {Silencio)
CARLOS: Rin... rin... rin...
DAMA BORDANDO: (Simula contestar) Bueno...
CARLOS: Llamada confidencial de persona a persona. ¿Es usted la chica que borda?
DAMA BORDANDO: ¡Aja!
CARLOS: Un tal Carlos le quiere hablar, no cuelgue. (Pausa) ¡Amada mía! Soy Carlos...
¿Cómo está el clima por allá? ¿Ha llovido? (Bajando la voz) ¿Sigue la tipa aquella
bañándose?
DAMA BORDANDO: Ya terminó pero no nos escucha, está a punto de almorzar un
suculento bistec.
CARLOS: Bien. El mensaje confidencial es... cabronamente confidencial. ¿Lo podrás
soportar?
DAMA BORDANDO: Depende que tan cabrón sea.
CARLOS: Pues, ahí va... A tu Carlos lo acaba de atropellar una proposición de trabajo que
le hizo una mujer y se nos está muriendo de miedo.
DAMA BORDANDO: Ay ¿por qué mejor no de risa? Para Carlos un trabajo así es pan
comido.
CARLOS: ¿Tú crees?
DAMA BORDANDO: Claro. Va camino de ser un "international Playboy".
CARLOS: Porque... él no... no está muy seguro de triunfar.
DAMA BORDANDO: ¿No? Qué raro... si él este tipo de situaciones las maneja con la mano
en la cintura.
CARLOS: Eso es lo malo. Que nada más con la mano en la cintura y no con los órganos
reproductivos.
DAMA BORDANDO: ¿Que quieres decir?
CARLOS: ¡Cómo me viste en la cama?
DAMA BORDANDO: Desnudo.
CARLOS: Que si te gustó mi actuación.
DAMA BORDANDO: ¡Estabas actuando el terror que sentiste cuando entro Barrabás! ¡Oh,
querido! Siempre supe que eras un valiente.
CARLOS: No, no... (Bajando la voz) mi actuación en... la Kamasutra...
DAMA BORDANDO: ¿Cuál?
CARLOS: (Desesperado) ¿ Qué si me porte bien contigo?
DAMA BORDANDO: Pues, supiste desnudarte muy eróticamente, en cuanto a la demás, ya
no hubo "demás", en ese momento entró Barrabás y la función terminó. ¿Por qué estás tan
inseguro? No entiendo.
CARLOS: Porque... ¿Qué crees? Esa fue la primera vez en toda mi vida que... que Carlos ha
intentado cortar una flor.
DAMA BORDANDO: ¡Carlos! ¿Nunca antes la has hecho de jardinero?
CARLOS: No, nunca.
DAMA BORDANDO: ;Ah, carajos! ¡Está cabrón!
CARLOS: ¿Me permites practicar un poco contigo? Nada más para asegurarme que si sirvo.
DAMA BORDANDO: ¡No! No vuelvas a lo mismo. Ya sabes que eso no puede ser.
CARLOS: Entonces; ¡Renacuajos tan carajos! Cómo voy a saber si puedo desempeñar bien
el trabajo que me ofrecen.
DAMA BORDANDO. No te preocupes; tus implementos de jardinería según vi son de
primera y... si están nuevecitos...
DAMA OBSERVANDO: ¡Mucho mejor! Pues me está ofreciendo el idiota manjar que el
hombre generalmente exige a la mujer, por mí no hay problema.
CARLOS: ¿No? Entonces, acepto ir de blanco a tu alcoba mamacita y ponerme a trabajar
bien duro. ¿Cuándo principio?
DAMA OBSERVANDO: Desde hoy mismo, si gusta.
CARLOS: (A dama bordando) ¡Querida! ¡Mañana podremos casarnos!
DAMA BORDANDO: ¡Mi amor! Sabía que el mundo no podía cerrársete... Dios aprieta
pero no ahoga. (A dama observando) Amiga mía; seré eternamente su deudora.
DAMA OBSERVANDO: Gracias a ti, pequeña. Me has enseñado a bordar y... de puntadita
en puntadita estoy segura de rejuvenecer a aquellas marchitas flores que recibí cuando cumplí
los quince anos...
DAMA BORDANDO: Yo, principiaré a esparcir miraditas igual aquí y par allá a ver si
descubro la silla en que solía sentarse mi mama.
CARLOS: Y yo... ¡Ajos y carajos! Qué feliz estoy gracias a la felicidad (A dama bordando)
que tú me das siendo feliz conmigo (A dama observando) y, gracias por hacerme feliz al
darme oportunidad de ser yo con ella tan feliz.
DAMA OBSERVANDO: Perdón, perdón, pero la felicidad es mía al contemplar su felicidad
nacida de poder hacerla feliz haciéndome usted a mí, feliz.
DAMA BORDANDO: Y yo, soy muy, muy feliz viendo a mi Carlos tan feliz porque puede
hacerla feliz a usted con tal de hacerme a mi feliz y par consiguiente yo puedo hacerlo feliz
a él.
CARLOS: ¡Ah! ¡De felicidad estamos hasta los bordes repletos! (A dama observando) ¡De
felicidad tupida tú, (A dama bordando) tupida tú también y tupido yo pues! In gratas
prescencias felicitas mua (besa a dama bordando) ¡Mua! (besa a dama observando) ;Mua!
DAMA BORDANDO: Sí, y lograda en la forma más limpia inimaginable, sin traicionar
nuestras conciencias ni perder nuestra integridad moral. (Todos ríen y se abrazan entre sí)
DAMA OBSERVANDO: Toc, toc, toc... Carlitos, van a dar las ocho.
CARLOS: (A dama bordando) Nos vemos querida. Me voy a trabajar, deséame suerte.
DAMA BORDANDO: La tendrás. Lo sé.
DAMA OBSERVANDO: ¿Sí? ¡Ay, que emoción! Apúrese, apúrese. (Lo toma del brazo)
Vamos a llegar tarde.
DAMA BORDANDO: (A dama observando) Ay... ¿el teatro con tu marido?
DAMA OBSERVANDO: Es el que voy a tener que hacer de aquí en adelante. (Ríe)
(Dama Bordando y Carlos inician mutis)
DAMA BORDANDO: ¡Momento! Antes: Rin, rin, rin... Hagamos algo muy simbólico y
teatral. ¿Si? (Los otros asienten) (La dama observando saca de su costurero una manzana
roja) Nos la comeremos entre los tres.
(Música alegre. Danzando y riendo, se entrelazan ofreciéndose mordiscos de manzana. Las
luces descienden poco a poco y antes de hacer mutis ellas arrojaran el corazón de la
manzana al escenario y a obscuras, salvo por un seguidor que alumbra, lo que quedó de la
fruta. Para recibir los aplausos, si los hay, los actores reaparecen por la puerta del foyer
arrojando a la gente, si la hay, confeti, pues como sus personajes son amorosos y amorales
ellos han deseado dar al público una muestra de felicidad muy amorosa pero sumamente
amoral en forma de diálogos y trílogos en circuito cerrado pues esa es la finalidad de estos
amorosos amorales).

TELÓN

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