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El Pensamiento Moderno

es un lugar común relacionar de manera estrecha el Humanismo con la Declaración de Derechos


Humanos. Es decir, las sociedades democráticas modernas se hacen eco de los grandes
pensadores de la libertad de pensamiento, como Locke, Rousseau, Kant hasta Rawls, los cuales no
conciben una sociedad justa sin el respeto a la libertad y a los derechos fundamentales del
hombre. No obstante, el concepto de “Humanismo” surge en un contexto histórico totalmente
diferente, en el Renacimiento; el humanismo se desarrolla de manera excepcional en la Academia
florentina con Ficino, Pico della Mirandola y otros autores.

El concepto de Humanismo en el Renacimiento no es totalmente ajeno al pensamiento actual; sin


embargo, lo que más choca al hombre democrático de nuestro tiempo es la estrecha relación que
existía en el Renacimiento entre el humanismo y los estudios literarios. No obstante, si sustituimos
la palabra “literatura” por la palabra “educación”, el concepto renacentista de humanismo
recupera su pleno sentido (nos viene a la memoria el Emilio de Rousseau), aunque el
Renacimiento hace especial hincapié en los Studia Humanitatis, es decir, en los estudios literarios
que corresponden a las Humanidades, o sea, con los contenidos de las escuelas de humanidades
más que con los valores humanos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos. ¿Existe
alguna relación profunda que se nos escapa entre leer a Séneca o a Plutarco y reconocer a través
de la razón que todos somos libres e iguales ante la ley? El humanismo tal y como lo entendemos
en la actualidad, y según está recogido en la Declaración de Derechos humanos, no está vinculado
totalmente con la formación humanística. No niego que los modernos recurren a menudo a los
antiguos y a la cultura humanística para apoyar sus argumentos; En el Renacimiento, el
Humanismo está íntimamente asociado con el arte de la retórica y de la elocuencia que se
remonta a los sofistas griegos. La Ilustración continúa el antropocentrismo renacentista, pero, a
partir de Descartes, se produce una separación radical entre el hombre y la naturaleza que dará
lugar a la aparición del sujeto como nueva figura de la modernidad.

La modernidad surge culturalmente con la irrupción del humanismo y filosóficamente con la


venida de la subjetividad. A lo largo de su admirable Individuo y cosmos en la filosofía del
Renacimiento, Cassirer se dedica a mostrar cómo la revolución cartesiana, que confirma “la
costumbre de situar en el Cogito cartesiano el comienzo de la filosofía moderna”, ha sido
preparada por las diversas corrientes humanistas de la filosofía del Renacimiento.

El humanismo contemporáneo se enfrenta principalmente con el problema del Historicismo, es


decir, con la muerte de todos los valores, incluidos los derechos humanos, en el momento en que
la historia se convierte en todo real a partir de Hegel, y destruye el ámbito de los valores
intemporales y eternos.
Leo Strauss, considera que la modernidad se define a partir de la nueva figura del
sujeto. Sostiene que la crítica de la modernidad tiene como principal objetivo
superar la metafísica de la subjetividad; por consiguiente, superar el humanismo
es considerado como un paso necesario para superar los males de la modernidad,
como los colonialismos y los totalitarismos.

La modernidad surge del humanismo, y por otra, desemboca en los totalitarismos,


es muy tentador identificar los totalitarismos modernos con las ilusiones del sujeto
y del humanismo. Este argumento anti humanista ha recibido merecidas críticas
por parte de los defensores de los Derechos humanos, pues rechazar el
humanismo implica, renunciar a los derechos del hombre como uno de los logros
más importantes e irrenunciables de la modernidad.

Los conservadores defienden el sometimiento y la obediencia a un poder superior


a las voluntades individuales, pero, a falta del fundamento divino, recurren a otra
forma de exterioridad: la sociedad. Los conservadores se oponen a la libertad de
los modernos, y, por tanto, a los valores de la modernidad como la libertad y la
igualdad. El humanismo defiende la idea de libertad contra cualquier poder
trascendente que impida al hombre liberarse de las ataduras de la tradición y de la
naturaleza.

Ni los valores sociales, ni con el conservadurismo que se opone a las


transformaciones de las sociedades modernas que buscan su propio bien a través
de la capacidad humana de perfeccionarse a sí mismas; La sociabilidad del
hombre no se opone a la libertad individual, ni la perfectibilidad del hombre se
opone a la defensa de un mundo humano compartido. La disputa entre liberales y
comunitaristas no corresponde exactamente al dilema del humanismo de acuerdo
al pensamiento moderno.
1. El pensamiento moderno puede distinguirse por LA PÉRDIDA DEL CENTRO;
antes el cosmos y la sociedad humana inmóvil, se concebían protegidos en un
orden finito con su lugar determinado según las relaciones dadas en relación a un
centro. Copérnico anuncia la ruptura de dicho modelo arquitectónico cerrado, al
dejar de ser la tierra el centro, sin embargo todavía no aclara si el mundo es finito
o infinito, pero, Giordano Bruno, describe un mundo infinito sin centro ni
perifera, en el que el pensamiento se encuentra en un espacio inconmensurable
en el cuál navegamos en una pequeña partícula sin saber a dónde vamos, lo que
luego causaba horror a Kepler y a Pascal. Lo importante no es conocer el lugar
natural que corresponde a cada cuerpo sino las relaciones que tiene con
otros. Las funciones del movimiento de un cuerpo en relación al movimiento de
los otros. Esto repercute en las creencias religiosas que Nicolás de Cusa llega a
pensar que todas son válidas. Son importantes de considerar algunas
características de la época tales como que se amplía el comercio y consolida la
burguesía y aparece la banca que hacían grandes préstamos a los reyes y
propician el desarrollo industrial y artístico en Florencia, Italia., dando lugar a
una idea de la historiamovilidad social humana inédita, pues empieza a tomar
importancia la virtud personal por encima de la condición social, como lo que
Maquiavelo llamó “hombres nuevos” cuyo lugar no está dado, sino que es
producto de lo que emprenden como los soldados de fortuna o condotieri
italianos, los aventureros (los Sforza, los Médici) y los conquistadores españoles.
Por una parte inseguridad y desamparo, por la otra euforia de la acción, de la
empresa y el entusiasmo de la libertad. Luis Vives inventa La fábula del hombre

2. Dos ideas se oponían la De la miseria de la vida humana del Papa Inocencio III,
y De la dignidad del hombre, de Giovanni Pico della Mirandola. Según Manneti
otro humanista italiano del Renacimiento que precedió a Pico, la grandeza del
hombre está en la actividad creadora que desempeña en el mundo y su dignidad
se muestra en el trabajo que despliega para la construcción de la ciudad terrena.
LA IDEA DEL HOMBRE en la edad moderna lo representa como un pequeño
mundo, un microcosmos que reproduce o refleja el universo, el todo y es por tanto
en sí mismo un pequeño todo formado de distintos órdenes y de muchos
niveles. El hombre no es parte del todo, es un todo porque según Nicolás de Cusa
no es que posea todas las propiedades o características, sino que tiene en él la
potencia, es decir, la posibilidad de llegar a ser cualquier cosa que elija, mientras
que los demás seres no pueden ser más que lo que ya son. Pico habla de la
elección de vida y la dignidad humana radica para él en ejercer la libertad (el libre
arbitrio) dentro de un cuerpo natural; el hombre es el único ente de la naturaleza
que no está limitado por ella porque cuenta con la posibilidad de darse a sí mismo
su ser histórico.

A propósito de lo anterior, Luis Vives presenta la parábola teatral La fábula del


hombre, a quien nadie le ha dado un papel e imita todo y que culmina en que los
dioses llevan a tan grande mimo a su palco y comparten con él la vida divina; ésta
se contrapone al tema del “gran teatro del mundo” en el que la vida humana es
como una representación teatral en la que cada quién ya tiene su papel asignado
por el autor de la comedia que es Dios. Para Vives el hombre no tiene una morada
fija, ni naturaleza propia, al igual que el dios debe hacer todo por sí mismo,
fraguarse su propio ser. En pocas palabras, el hombre de la edad moderna se
distingue porque:

a) no tiene esencia, su condición humana no está en el orden del haber sino en el


del hacer, se hace a sí mismo, elige su ser y se transforma de acuerdo a su
deseo. Es actividad transformadora.
b) corresponde más al campo de la posibilidad que al de la realidad; el hombre es
apertura de posibilidades. Sólo la existencia humana tiene la posibilidad de la
voluntad libre de ser y hacer lo que proyecta más allá del mundo natural en el
mundo de la cultura.
c) está sujeto al riesgo, a la inseguridad de la libertad, es lo que con su virtud forja
de sí. Por lo mismo tiende a buscar dotarse una condición y morada fija, cobijarse
en un orden establecido y así se ampara en la familia, en los prejuicios, en la
sociedad, en el orden establecido.
d) Es trascendencia entendiendo por ello, el paso del orden de las naturalezas
fijas al mundo de la posibilidad, es paso de la naturaleza a la cultura.
3. La idea de la cultura.
4. La idea de la historia.
5. La idea del alma.
6. La idea de la naturaleza.
7. La idea de la magia y de la ciencia.
8. Características del pensamiento moderno.
9. La crisis de la modernidad.
10. ¿Hacia una nueva figura del mundo?

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