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Cuando la conocí, al primer segundo que la vi, supe que era
ella la mujer a quien amaría por toda la eternidad, dicen que el
amor se cruza solo una vez en tu vida y que si la pierdes nunca
más la vuelves a encontrar, la incógnita está saber en qué
momento te has topado con el amor de tu vida, y no con error
de la misma, muchas veces he deseado que exista algún
mecanismo que me permita descubrir aquel ínfimo detalle, sin
embargo, ese es uno de los tantos misterios que existen en la
vida y que seguramente jamás serán resueltos, fuera de todo
aquello en ese preciso instante estaba seguro que aquella
mujer era la indicada; se llamaba Laura, de apellido hermosa,
divina la llamaban, aunque el término “diosa” le caía grandiosa,
se vestía de rosa pero no de un rosa cualquiera sino de aquella
que la hacía clamorosa, todo en ella era perfecto sin embargo
tanta perfección no podía ser posible, seguramente era muy
celosa o jugadora, aunque talvez la imperfección estaba ligada
más con la inteligencia, o se trataba de modales, o educación,
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Hasta que llegó el día que uno jamás desea que llegue,
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“yerno”, todo iba muy bien hasta que un día empezaron los
reclamos, “ayer te vi andando con una chica, ¿quién era?”, era
mi compañera señora, estábamos haciendo un trabajo de la
universidad, respondí, “vi que aquella chica era muy melosa,
no deberías darle mucha confianza”, “¿porque no haces ese
trabajo con mi hija?”, “no le estas dando demasiada
importancia a mi hija”, “porque no la presentas ante tus papás”,
“me han dicho que tienes vergüenza de tomarle la mano a mi
hija”, “me han contado que te han visto en la discoteca”,
“porque no sales a la discoteca con mi hija”, “¿cuándo piensan
formalizar?”, “¿Cuántos hijos piensan tener?”, estas solo eran
unas de las tantas interrogantes y reclamos que me hacía mi
querida suegra, no podía creer la capacidad que tenía de meter
sus narices donde no le importaba, era un verdadero infierno
tratar con ella, por lo que no dude en marcharme de aquel lugar.