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RESUMEN

Una niña trepa todos los días su árbol preferido para esconderse a leer y vivir experiencias
maravillosas. Este no es un simple árbol, es un ciruelo que le da poderes mágicos y, con el
paso del tiempo, la ayudará a desarrollar su imaginación.

LIBRO

A los nueve años yo tenía un ciruelo que me daba poderes mágicos. Todos los días trepaba por su tronco
con una bolsita y llevaba dos manzanas y un libro. Me instalaba en una rama gruesa y curva. Que era mi
asiento, abría el libro, daba grunch un mordisco, y empezaba una fiesta en mi imaginación.

Me convertía en una princesa que se casaba con un príncipe azul, en un dragón guardián de un puente
levadizo, en un pato patuleco y feo, en un sastre muy valiente, en un gigante pesado y egoísta, o en un
gato que usaba botas.

Cuando estaba arriba del ciruelo yo podía transformarme en lo que esta leyendo. Un día, justo mi
hermano mayor iba pasando por ahí, se me soltó una manzana a medio comer y le cayó en la
cabeza. miró enojado hacia arriba… pero vio solamente hojas y ramas.
Además, arriba del ciruelo yo era invisible. Yo era mágica en un árbol mágico. Pero llegó el invierno.

Desde mi dormitorio, con la frente pegada al vidrio, vi aparecer al viento. Se paseo por el jardín dando
vueltas de carnero levantando tierra hasta que se detuvo frente al ciruelo que comenzó a agitarse como si
fuera un cascabel. Las ramas se movian para detenerlo y todas las hojas que antes me saludaban pasaron
volando por mi ventana hasta desaparecer. El viento de invierno ganaba la batalla: mi ciruelo estaba
quedando desnudo.

Desde mi ventana pude ver la rama gruesa y curva que era mi asiento. ¡Ahora todos verían mi lugar
secreto y yo dejaría de ser invisible!. Por primera vez en la vida sentí un nudo en la garganta. Que al
principio pensé que era otra de mis amigdalitis, pero no. Era algo muy distinto porque parecía que mi
garganta quería llorar. Cuando llegó la lluvia a acompañar al viento, caminé por la casa buscando el
consuelo de mi mamá. La encontré sentada en su cama escribiendo.

Puse mi mejor voz de pena:


Mamá…

¿ Que mijita?
dijo sin levantar la cabeza de la hoja. Solo escribía y escribía. Entonces me vino toda la curiosidad:
-
¿ Que está escribiendo? Esta vez ella miró, dejo el lápiz a un lado y respondió muy lentamente:

Un poema.

Que linda encontré la palabra poema Como yo seguí inmóvil y con los ojos muy abiertos, mi mamá toco la
cama para que me sentara junto a ella.

¿ Y cómo se escribe un poema? pregunte.

Se escribe con las palabras de todos los días para decir las cosas que sentimos.

¿ Se puede escribir sobre cualquier cosa? quise saber.

Sobre lo que quieras.

¿ De la lluvia y un ciruelo por ejemplo?

Anda a mirar la lluvia y escribe…


me dijo con cariño…

Esa misma tarde, mientras se deshacían en el cielo las nubes y caía la lluvia sobre mi ciruelo sin hojas,
escribí por primera vez. Si esta tarde de invierno mi mamá no me hubiese hablado de poesía, yo jamás
habría escrito. Para eso fueron necesarios el viento y mi ciruelo. ¿Y saben? Escribí que la poesía ayuda a
deshacer los nudos de la garganta.

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