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Parkinson, Alzheimer y Literatura.

La reorientación de los
estudios literarios en el Perú
Dorian Espezúa Salmón
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen

Sostendré aquí que la Literatura, como disciplina científica, sufre, por un lado, una
especie de Parkinson debido a la decadencia o degeneración de sus investigaciones
y a la pérdida del equilibrio disciplinario que permite el descontrol de sus
movimientos; y, por otro lado, siendo una disciplina joven, sufre de una
enfermedad senil debido a que ha olvidado su función, su lugar y hasta su nombre.
Así, la Literatura, entendida como disciplina que forma parte de las llamadas
“ciencias humanas”, se fue enfermando gradual y silenciosamente en los últimos
treinta años en el Perú, no solo porque involucionó disciplinariamente, sino, y
sobre todo, porque perdió de vista su razón de ser hasta llegar al grado de la
acinesia cuando no al estado de coma. En el momento actual no es exagerado
afirmar que la Literatura ha olvidado su origen y el quehacer que le da sentido a su
existencia como disciplina científica. Sin embargo, a diferencia del Parkinson y
del Alzheimer, es posible rastrear el derrotero y las causas de la degeneración
literaria y eso es lo que intentaremos hacer a lo largo de este texto.

Palabras clave: estudios literarios, posmodernidad, escuelas de literatura, plan de


estudios.

La ignorancia engendra más confianza de la que con frecuencia engendra el


conocimiento: son aquellos que saben poco, y no aquellos que saben mucho, los que
afirman positivamente que tal o cual problema jamás podrá ser resuelto por las ciencias.

Charles Darwin

Sería posible describir todo científicamente, pero no tendría ningún sentido; carecería
de significado el que usted describiera a la sinfonía de Beethoven como una variación
de la presión de la onda auditiva.

Albert Einstein

La ciencia es básicamente la inoculación contra los charlatanes.

Neil de Grasse Tyson


Presentación

¿Qué relación establezco entre el Parkinson (enfermedad con la que convivo


hace más de diez años), el Alzheimer (un tipo de demencia común que espero
no padecer) y la disciplina literaria (profesión en la que me gradué y titulé como
bachiller, licenciado, magíster y doctor en Literatura en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos)? El Parkinson, cuya etiología o causa se
desconoce, es una enfermedad crónica y degenerativa producida por la muerte
de neuronas de la sustancia negra que producen dopamina. La ausencia de
dopamina (un neurotransmisor importante en el circuito de los ganglios basales
cuya función primordial es el correcto control de los movimientos) produce,
básicamente, disfonía (disminución de la sonoridad de la voz), disquinesia
(trastornos de movimiento), bradicinesia (lentitud, escasez e incapacidad para
iniciar movimientos) y rigidez. Cuando hay una marcada reducción del nivel de
dopamina, se altera la información en el circuito de los ganglios basales y esto
se traduce en temblor, rigidez, lentitud de movimientos e inestabilidad postural,
entre otros síntomas. El Alzheimer, por otra parte, es una enfermedad
neurodegenerativa que causa problemas con la memoria, la forma de pensar, el
carácter o la manera de comportarse. No se conocen las causas que producen
Alzheimer, pero se sabe que mueren células nerviosas y que se atrofian ciertas
zonas del cerebro.

Intentaré dialogar con dos posturas. La de la mayoría de los licenciados en


Educación que enseñan en la UNFV y que corporativamente prefieren aceptar
pasivamente la imposición de un plan de estudios mal estructurado y desfasado
elaborado sin criterios técnicos y por profesores secundarios que no deben
enseñar ninguna materia en la universidad sin haber obtenido un título de
segunda especialidad o un grado académico de magíster o doctor en Literatura
con tesis. Estos profesores, que prefieren el silencio y la mantención del status
quo mientras no se metan con sus privilegios ganados por méritos políticos más
que académicos, seguramente reclamarán se me sancione por describir la
realidad y por emitir mi opinión públicamente. Sin embargo, espero que puedan
responder a mis descripciones objetivas con ideas razonables en beneficio de
su Facultad, de su Departamento académico y de su Escuela profesional sin caer
en la bajeza de meterse con la vida personal. Mi postura será criticada también
por algunos jóvenes licenciados en Literatura que son parte del problema
cuando no causantes directos de la desacreditación académica de una Escuela
que en veinte años no ha podido consolidarse y que, salvo el esfuerzo de algunos
profesores y estudiantes que la hacen visible participando en congresos
nacionales e internacionales, no cuenta con los requisitos mínimos como para
ser acreditada o licenciada.

Por otro lado, intentaré dialogar con la postura escéptica de aquellos que
defienden el subjetivismo, el relativismo o el fenomenalismo y se arrogan la
representación de las actuales, modernas, innovadoras, nuevas, etc.,
perspectivas sobre las “ciencias humanas” en general y sobre la Literatura en
particular. Dicha postura desacredita la larga tradición racionalista de la
investigación científica calificándola de vieja, superada, desfasada o errónea
como si el racionalismo hubiera sido cancelado como método científico. Es
curioso, por paradójico, que estos investigadores, cuya ocupación principal es
la difusión de sus opiniones personales sobre diversos tópicos de la cultura y no
la investigación literaria, pregonen una cultura de diálogo desacreditando o
ninguneando el discurso de quienes pretenden que sean sus interlocutores. Los
adjetivos calificativos usados en sus textos prueban textualmente la existencia
de un discurso dogmático y pragmático que asume tener la razón que le niega
al otro. La coherencia argumentativa lo aguanta todo, la coherencia científica
solo aguanta la razón que se confronta con la realidad para construir
conocimientos.

Las ciencias humanas en la era de la posciencias

No es casual que las posciencias, que relativizan y cuestionan el conocimiento


científico que pretende ser objetivo, racional y con validez universal, estén
estrechamente vinculadas a la epistemología posmoderna. Por lo tanto, es
lógico que los seguidores de la posciencia defiendan un tipo de investigación
que toma en cuenta los condicionamientos sociales, políticos, psicológicos,
éticos, culturales o históricos. La posciencia se opone a lo que denominan
“epistemología gris”. “formalismo histórico”, “concepción heredada” o
“ciencia tradicional” que pretende comprender el mundo físico, biológico o
humano estableciendo leyes, en la medida de lo posible, al margen de cualquier
tipo de condicionamiento. “Sin embargo, en el siglo XX la ciencia ha debido
aceptar la inestabilidad, el azar, la indeterminación, los procesos irreversibles,
la expansión del universo, la discontinuidad, la evolución de las especies, las
catástrofes, el caos, así como el estudio riguroso de los sistemas simbólicos, del
inconsciente y de los intercambios humanos” (Díaz La posciencia 18). Así, la
posciencia se ubica dentro del paradigma científico que relativiza el
conocimiento científico haciéndolo dependiente de factores externos y
subrayando la imposibilidad de conocer objetivamente cualquier objeto de
estudio.

En este texto defenderé la tesis de que la Literatura como disciplina científica


debe y puede establecer conocimientos racionales y científicos sobre los textos
literarios que estudia. En ese sentido, la Literatura es inteligible. La ciencia de
la Literatura debe establecer leyes objetivas; si esto no es así, debemos quitarle
el rótulo de ciencia. El conocimiento objetivo considera que los hechos son
hechos independientemente de las variables, emociones, percepciones, deseos
o capacidades cognitivas del sujeto cognoscente. En ese sentido, me opondré a
algunos postulados de la llamada teoría de la recepción o teoría del efecto
estético que, en nombre del “horizonte de expectativas”, relativizan el
conocimiento objetivo de un texto literario.

En efecto, la Literatura forma parte de las ciencias humanas, conocidas también


como ciencias del espíritu o ciencias de la cultura, que se definen de manera
oscura e inexacta como aquellas “ciencias que se ocupan del conocimiento del
hombre”. La definición de ciencias humanas, epistemológica más que
gnoseológica, designa a un extenso grupo de ciencias y disciplinas cuyo objeto
de estudio es lo humano del Hombre, es decir, las manifestaciones humanas
como el lenguaje, el arte, el pensamiento o la cultura. Las llamadas ciencias
humanas se definen equivocadamente oponiéndolas a las ciencias no humanas,
formales, naturales o duras como si la Biología o la Física no fueran también,
además, ciencias humanas. Etiológicamente, todas las ciencias son humanas;
teleológicamente, todas las ciencias tienen que producir conocimiento objetivo.
No obstante, la definición de ciencias humanas no es gnoseológica por cuanto
es difícil conocer y definir “humano”, “hombre”, “espíritu”, “cultura” o
“literatura”.

Está claro que las ciencias humanas no son divinas ni demológicas porque, si
fueran así, no serían humanas. Creer que hay algo sobrenatural, que no puede
ser explicado con la razón, es situarse en un modo de pensar las ciencias
humanas felizmente ya superado que se corresponde con el pensamiento
premoderno. Racionalizar la Literatura es finalmente la razón de ser de los
Estudios Literarios. Así, la superstición y el irracionalismo son los principales
enemigos de la ciencia de la Literatura. Sin embargo, cabe recordar aquí los
planteamientos platónicos sobre la Poesía que consideraban al poeta un ser
poseído por las Musas y, por lo tanto, un médium. Desde el punto de vista
platónico la poesía auténtica (que se opone a la poesía técnica o falsa),
entendida como acto creativo, tiene su origen en la divinidad o los demos.
Ahora bien, dar cuenta de la creación o explicarla requería de la anamnesis.

En la antigüedad, las denominadas ciencias del espíritu o de la cultura no


existían. Por ejemplo, en el esquema gnoseológico de la ciencia aristotélica no
aparecen las ciencias humanas. En este modelo, los saberes se dividen según
los tres grados de abstracción (que corresponden, respectivamente, a la Física,
a la Matemática y a la Metafísica). No existen ciencias humanas porque el
“Hombre” no constituía objeto de estudio de ninguna ciencia. En el esquema
aristotélico, las “ciencias prácticas” (la Ética, la Política) y las “ciencias
productivas” (Arte, Retórica, Poética) son las que más se acercan a las
contemporáneas ciencias humanas. Como se ve la Poética es una ciencia
productiva o técnica. No hay que olvidar que la Poética, aunque incompleta y
referida a la tragedia, es el primer tratado sistemático de lo que hoy se conoce
como teoría literaria porque delimita un campo de estudio (la poesía) y dentro
de ese campo un objeto de estudio específico (la tragedia) para desarrollar
conceptos que lo expliquen racionalmente. Así, el primer texto que estudia de
modo científico la producción “literaria” surge en una época donde no existían,
por lo menos nominalmente, las ciencias humanas ni la Literatura. La Poética
de Aristóteles es la prueba irrefutable de que un método científico racional
produce conocimientos objetivos sobre su objeto de estudio.

Ya en el periodo escolástico, la división propuesta es la de ciencias divinas o


sobrenaturales, también conocidas como ciencias de participación de la luz
divina y ciencias no divinas o humanas que incluyen a las modernas ciencias
naturales que no son divinas. La distinción de Ibn Hazm de Córdoba entre
ciencias comunes a todos los pueblos y ciencias particulares a cada pueblo nos
parece relevante por cuanto la Matemática, la Física o la Medicina serían
ciencias generales que establecen leyes universales mientras que la Lingüística,
la Antropología o la Literatura serían ciencias particulares de cada pueblo
porque se ocupan del estudio de una lengua, de una cultura o de una Literatura.
Esto podría correlacionarse con la opinión de quienes reclaman la elaboración
de una teoría literaria latinoamericana porque consideran que no puede haber
una “teoría” literaria universal debido a que sus postulados son aplicables a una
Literatura particular propia del mundo occidental. En cambio, no se puede
reclamar la elaboración de una Matemática latinoamericana porque dicha
disciplina postula leyes de carácter universal.

¿Es la Literatura una ciencia común a todos los pueblos o es una ciencia
particular de cada pueblo? Creo que la Lingüística, como la Literatura, pueden
ser consideradas ciencias particulares si es que estudian una lengua o un texto
literario en concreto y, al mismo tiempo, pueden ser consideradas ciencias
comunes si es que estudian “universales lingüísticos” o “universales literarios”
comunes a todas las lenguas y literaturas. Es cierto que cada lengua, región,
cultura o persona producen manifestaciones literarias particulares que no son
permanentes porque evolucionan constantemente; no obstante, la Literatura
como ciencia tiene que dar cuenta de los elementos comunes y constantes a
todos los textos literarios, independientemente de los condicionamientos
circunstanciales, si es que quiere ser considerada una ciencia. Hago notar aquí
que la definición de texto literario implica, en este momento, una reducción más
que una ampliación del corpus de textos considerados literarios, dado que no
todos los textos son o deben ser estimados como literarios.

La aparición de las ciencias humanas es un acontecimiento moderno y, por lo


tanto, reciente. Muchas de estas ciencias o disciplinas están en proceso de
realizar su cierre categorial que implica delimitar su campo de estudio de
manera que una disciplina científica se diferencie de la otra. La mayoría de estas
ciencias surgen a partir del siglo XIX hijas del Trívium (Gramática, Retórica y
Dialéctica), de las Letras o de la Humanidades. Algunas de estas ciencias, como
la Lingüística, han logrado precisar con mayor rigor científico su campo, su
objeto de estudio, su metodología y sus conceptos; otras, en cambio, pueden ser
calificadas de pseudociencias como el psicoanálisis, la futbología, la
politología, la mariología o las ciencias de la información. Entonces, la
cientificidad de las ciencias humanas depende de la precisión con la que se
define el campo de estudios, el objeto de estudios, la metodología y los
conceptos generados en y por la disciplina. La Literatura, en tanto Estudios
Literarios, es considerada por sus propios miembros de tres maneras: como una
posciencia, como una disciplina que tiene pretensión de cientificidad o como
una disciplina científica. ¿Son o no son los Estudios Literarios una disciplina
científica?

Desde un punto de vista temático, las ciencias humanas, entendidas como


aquellas que estudian lo “humano del Hombre”, se definen como el
conocimiento del hombre por el hombre o como autognosis. Este conocimiento
solo se puede dar por reflexividad en tanto el hombre busca el conocimiento de
sí mismo. Sin embargo, el conocimiento científico supone la oposición del
sujeto y el objeto de conocimiento dado que el conocimiento científico es
conocimiento objetivo o no es conocimiento (Bueno “En torno al concepto de
‘ciencias humanas’” 1978: 12-46). Este conocimiento científico supone
también un método científico que, aunque no sea infalible ni autosuficiente, es
una característica de todas las ciencias. Así: “[…] donde no hay método
científico no hay ciencia” (Bunge La investigación científica 29). Desde esta
concepción del conocimiento, las ciencias humanas tal y como son concebidas
por la posciencia, no son científicas por cuanto el objeto de conocimiento es el
sujeto cognoscente mismo y porque no necesariamente se cumple con las reglas
del método científico.

Para objetivar al sujeto hay que cosificarlo u objetivarlo de manera que las
ciencias humanas, más que “descubrir” al sujeto, lo encubren. De modo que no
es posible una ciencia del hombre porque el “Hombre” no es objeto categorial
de ninguna ciencia. La autognosis científica, es decir, el conocimiento del
hombre, es imposible porque no se puede obligar al sujeto a que se haga objeto
de su conocimiento o a que se exteriorice. En ese sentido, las ciencias humanas
son imposibles o utópicas. Pero, si segmentamos y objetivamos las
manifestaciones humanas podemos conocer gradualmente aspectos concretos
del campo de lo humano. El conocimiento de lo humano del Hombre requiere
de la colaboración de todas las ciencias (donde se incluyen a las ciencias
naturales o formales y, por supuesto, a las denominadas ciencias humanas).

Por lo anterior y en contra de los postulados de aquellos que niegan el


conocimiento de lo real-humano, nosotros creemos que todo saber es
aproximativo a ese real desconocido que, sin embargo, se hace cada vez más
preciso y conocido porque no hay manera de agotar la adecuación del saber a
su objeto de estudio. Asumimos que todo saber es fractal porque el estado del
conocimiento científico actual no puede dar cuenta del campo total de la
experiencia humana. Lo que hay que conocer de lo real (desconocido) es como
un gran continente cuyas costas apenas podemos ver desde el barco de la ciencia
actual (Casenave, Diccionario de la ignorancia 2000). Es lógico suponer que en
eso que nos falta por conocer existan objetos de estudio desconocidos que
requerirán de disciplinas nuevas para su investigación; también es lógico
suponer que varias “zonas” de ese continente tienen que ser exploradas por un
equipo multi o interdisciplinario que intente explicar racionalmente dicha zona.
Finalmente, es posible que haya que transgredir o desaprender los
conocimientos de la ciencia actual para explicar eso real por conocer. No
obstante, para explicar lo real, que no nos es dado por adelantado, necesitamos
partir del conocimiento actual establecido disciplinariamente, que es
insuficiente, limitado y discontinuo, para después elaborar hipótesis inter, multi
o transdisciplinarias que nos permitan racionalizar lo real desconocido. La
mayor parte de lo real todavía nos es desconocido; pero al menos sabemos que
existe. Que lo real sea desconocido no significa necesariamente que sea
imposible de conocer. Que el objeto por conocer esté en constante cambio no
implica necesariamente que este sea incognoscible.

Desde otro punto de vista se ha definido a las ciencias humanas como “ciencias
hermenéuticas” (Heidegger, Gadamer o Ricoeur) en oposición a las ciencias
factuales. La tesis defendida es que como no es posible conocer lo humano,
entonces solo nos queda comprenderlo e interpretarlo. ¿Es la hermenéutica una
ciencia? ¿La hermenéutica ofrece análisis gnoseológicos precisos? Todas las
ciencias son hermenéuticas porque interpretan signos naturales o artificiales.
Sin embargo, la hermenéutica se aplica a textos de la Filosofía, de la Religión
o de la Literatura y casi nadie considera a las Matemáticas ni a la Lógica formal
como ciencias hermenéuticas, debido a que la interpretación se aplica allí donde
hay ambigüedad y donde es imposible establecer un sentido definitivo. Las
ciencias de la comprensión hermenéutica no son gnoseológicas, sino
epistemológicas.

Por un lado, en el intento de vigilar, respetar o aclarar el sentido textual, la


hermenéutica, inevitablemente, produce confusión que nos lleva a más
confusión y peor si consideramos que la hermenéutica no debe hacerse sobre el
texto como objeto sino sobre la interrelación del sujeto con el objeto
manifestada en una “experiencia de lectura”. ¿Puede producir la hermenéutica
conocimiento objetivo sobre la experiencia de lectura? Por otro lado, la
hermenéutica ha desarrollado conceptos operacionales que nos permiten
precisar los significados y sentidos textuales impidiendo, en la medida de lo
posible, que se manipule o prostituya el sentido textual. En esa línea, la
interpretación de textos literarios tiene que ser una subdisciplina de la Literatura
que, mediante la aplicación de métodos científicos, aclare y no oscurezca la
significación del texto interpretado.

Desde un punto de vista metodológico son ciencias humanas aquellas que


contienen en su campo al sujeto operador y aquellas que, mediante algunos
procedimientos y operaciones, simulan el fenómeno estudiado, lo reconstruyen
científicamente a “escala” o reproducen analógicamente los componentes
formales del objeto por conocer. Así, por ejemplo, el sujeto gnoseológico se
disfraza de lo que va a estudiar o se mimetiza con la cultura que estudia, intenta
reconstruir el horizonte de sentido de un texto y elabora una realidad virtual que
simule el sitio arqueológico descubierto o el acontecimiento histórico. De modo
que el conocimiento depende de los procedimientos de reconstrucción del
campo que contiene al sujeto operador. El problema con estas metodologías es
que el sujeto operador que habla una lengua se cree también un sujeto
gnoseológico lingüista, el que vive en sociedad se siente sociólogo, el que se
hace preguntas se considera filósofo, el que conoce otras culturas se asume
antropólogo, etc. En resumen, todos se sienten con la capacidad de opinar sobre
lo que hacen porque son el objeto de su propio conocimiento.

Las ciencias naturales o formales, en cambio, anulan la reconstrucción a escala


para lograr el conocimiento objetivo. Sostener que las ciencias humanas no
pueden producir conocimiento objetivo es contribuir a la negación de la
condición científica de las ciencias humanas y afiliarse a los cuestionamientos
hechos por la posciencia que a saber son: 1. Que no se pueden establecer leyes
que se apliquen a todos los seres humanos. 2. Que no pueden hacer predicciones
exactas para poner a prueba las teorías. 3. Que no se pueden establecer leyes
(como las leyes de la naturaleza), porque los objetos de conocimiento son
cambiantes, están en movimiento o no son constantes. 4. Que no se pueden
medir los datos estadísticamente. 5. Que hay una relación entre el objeto de
conocimiento que es un hombre y el sujeto de conocimiento que también es un
hombre. 6. Que su objeto de estudios no puede ser estudiado como en las
ciencias formales porque no se pueden controlar las variables y repetir los
experimentos. 7. Que están impregnadas de valores y que son normativas. La
tarea no consiste en relativizar más de lo que ya está el conocimiento científico
de las ciencias humanas, sino en precisarlo para hacer que ese conocimiento sea
objetivo y racional.

Cuestionamiento a los postulados de la posmodernidad

En esta parte haremos un cuestionamiento a los postulados defendidos por la


posmodernidad que siguen estando vigentes en las cuatro Escuelas y
Departamentos de Literatura que existen en el Perú (UNSA, PUCP, UNMSM
y UNFV) y que, según mi punto de vista, han significado un estancamiento
cuando no un retroceso en el desarrollo de la Literatura entendida como
disciplina científica, es decir, con campo de investigación, con objeto de estudio
propio, con un(os) método(s) adecuado(s) para el estudio de ese objeto y con
conceptos desarrollados en y para la disciplina. Salvando los aportes que
permiten mejores análisis de los discursos en general, la posmodernidad ha
producido muy pocos conocimientos relevantes para el desarrollo y
fortalecimiento de la disciplina literaria porque: “El progresivo alejamiento de
la realidad objetiva conduce al rechazo de la verdad como correspondencia con
esa realidad, al escepticismo relativista y finalmente al nihilismo” (Torre,
Visión de la realidad y relativismo posmoderno, 2010: 14).

Estos aportes en el análisis del discurso pudieron haber servido para fortalecer
la hermenéutica o la interpretación de textos literarios. Esto no fue así, puesto
que la posmodernidad niega la posibilidad de conocer el significado de un
significante. Por lo tanto, los aportes de los métodos posmodernos, fueron
utilizados para diseminar la significación de un texto o para especular sobre lo
mismo. Para la hermenéutica posmoderna el texto no tiene sentido, al texto
puede otorgársele un sentido, el sentido del texto depende de la recepción, el
texto genera un sentido o es imposible determinar el sentido de un texto.
¿Pueden o no verificarse, demostrarse o comprobarse, verdades en los textos
literarios?

Así como la religión es el opio del pueblo, la posmodernidad es la anestesia de


la ciencia. La aplicación de los postulados de la posmodernidad a los Estudios
Literarios ha producido discursos que relativizan todo, que son antiesencialistas
y pragmáticos. Cosa más grave es la consideración posmoderna de que no existe
una disciplina literaria. En esa lógica, la Literatura tendría fronteras indefinidas,
objeto de estudio inestable, métodos imprecisos y campo de estudios
desconocido, de modo que no cumpliría con ningún requisito para ser
considerada una disciplina científica. Por lo tanto, desde la perspectiva de
quienes niegan el cierre categorial de las disciplinas científicas, es muy cómodo
o fácil sostener que la Literatura es multi-inter-transdisciplinaria sin considerar
que, para que lo sea, primero tiene que ser una disciplina.

Con una oposición dogmática a la ciencia, a la verdad, al significado y a la


objetividad, no es difícil comprender la relativización o negación de todo
conocimiento científico y, por consiguiente, su estancamiento. Los
fundamentos de este irracionalismo y relativismo los podemos encontrar, según
Esteban Torre, en la sesgada utilización posmoderna de la teoría de la
relatividad propuesta por Albert Einstein, la teoría del caos o teoría del “efecto
mariposa” de Edward Norton Lorenz, el teorema de la incompletitud o de la
indecibilidad defendido por Kurt Gödel o el principio de incertidumbre o de
indeterminación postulado por Werner Karl Heisenberg. A esto hay que
sumarle los postulados del filósofo Karl Popper quien pone en duda los
conceptos de verdad y verificabilidad cuando postula que más que verificar una
proposición, hay que comprobar si puede ser falsada o refutada; la idea de que
el conocimiento científico es relativo y es construido socialmente se la debemos
a Thomas Khun y su teoría de las revoluciones científicas; el anarquismo
metodológico donde todo vale y todo sirve se lo debemos a Paul Feyerabend;
el nihilismo se lo debemos a Richard Rorty, quien retoma lo planteado por
Nietzsche en el sentido de que no hay hechos, sino interpretaciones.

De manera que hemos pasado de una firme postura disciplinaria y racional a


una inestabilidad y degeneración parkinsonianas que se ha encargado de
intentar negar los evidentes avances de la ciencia y de la tecnología. El
Alzheimer se grafica bien en el hecho de que los profesionales en Literatura han
olvidado la existencia de la Literatura porque han dejado de leer y estudiar
novelas, cuentos o poemas. Los Estudios Literarios actuales le prestan más
atención a textos discutiblemente literarios o evidentemente no literarios. En
efecto, el Alzheimer crónico ha permitido el olvido de qué es, cómo se formó,
cuáles son los límites y cuáles son los fines de la disciplina literaria.

Conviene aquí definir algunos conceptos básicos que serán utilizados a lo largo
de este texto con ejemplos literarios. Lo disciplinario hace referencia a una
disciplina científica que cuenta con objeto de estudio definido y que ha
desarrollado métodos y conceptos adecuados para dar cuenta de ese objeto. Así,
el objeto de estudio de la disciplina literaria es, como acertadamente sostuvo
Jacobson a inicios del siglo XX, el texto literario que ha sido estudiado, por
ejemplo, con el método formalista y que tiene conceptos propios como
desautomatización, extrañamiento, metáfora o verso alejandrino. Lo
interdisciplinario alude al estudio de un objeto que pertenece a dos o más
disciplinas que tienen métodos de aproximación diferentes a dicho objeto. Este
sería el caso del ensayo como género discursivo y objeto de estudio reclamado
tanto por la Literatura como por la Historia, la Sociología o la Antropología. Lo
multidisciplinario o pluridisciplinario remite al estudio articulado de un objeto
que pertenece a una disciplina específica hecho desde el punto de vista de otras
disciplinas con sus respectivos métodos de aproximación. Corresponde poner
el ejemplo del estudio de un texto literario hecho desde la perspectiva de la
Antropología, Sociología, Historia, Lingüística, Derecho o Pedagogía con sus
respectivas herramientas metodológicas y conceptos disciplinarios. Lo
transdisciplinario indica una visión holística de un fenómeno que requiere la
articulación de todas las disciplinas necesarias y la transgresión de las fronteras
disciplinarias a través de la incorporación de saberes considerados no
científicos. Aquí encajan como ejemplos los estudios sobre las manifestaciones
de la cultura en general que hacen uso de todos los conceptos y métodos
provengan de donde provengan. Lo antidisciplinario señala tipos de “estudio”
que no tienen campo, objeto de estudio, métodos o conceptos definidos y que
pueden ser realizados por cualquier sujeto que se crea capaz de opinar sobre
cualquier tópico sin rigor científico. Estamos frente a la lógica que sostiene que
todas las lecturas son interpretaciones válidas.

Ahora bien, el objeto de estudio de la Literatura que a saber es el texto literario,


como lo sostuvo Jacobson, es variable porque su evolución depende de la
“creación” literaria hecha por un humano operador del discurso llamado autor.
En ese sentido, la Literatura es una disciplina que tiene que reformular y ajustar
sus métodos continuamente para dar cuenta del objeto de estudios que es
cambiante porque es un producto humano. Sin embargo, vale hacer una
precisión respecto a este objeto de estudios: una cosa es el texto literario en
abstracto que es una entelequia teórica, otra cosa es el texto literario concreto y
materializado a través de la escritura y otra cosa es el texto literario en continua
transformación. En ese sentido, el objeto de estudios de la teoría literaria es el
texto literario en abstracto; el objeto de estudios de la crítica literaria es el texto
literario en concreto sobre el que hay que emitir un juicio de valor; y el objeto
de estudios de la historia literaria es la evolución del texto literario. El objeto
de estudio de la Literatura se puede transformar tanto como se pueda sin dejar
de ser literario o sin dejar de poseer la literariedad tanto como el virus de la
influenza puede transformarse cada año sin dejar de ser el virus de la influenza.

María del Carmen Bobes Naves afirma que: “Los métodos adecuados para
lograr el conocimiento científico deben tener en cuenta el estatus ontológico de
los objetos que analizan. Comprender el ser de la obra literaria es decisivo para
lograr conocimientos científicos sobre ella” (Crítica del conocimiento literario
19). En efecto, la autora, al preguntarse si es posible un conocimiento científico
sobre las obras literarias, reconoce que estas “obras literarias” son el objeto de
estudio de la Literatura entendida como disciplina científica. Más adelante, en
ese mismo texto se lee: “Determinar el objeto de estudio y el método para
estudiarlo son pasos previos y centrales de toda investigación” (Crítica del
conocimiento literario 26). Que se establezca una relación entre el sujeto
cognoscente y el objeto cognoscible, no significa que el objeto de estudio de la
Literatura sea esa relación entendida como experiencia de lectura.

La disciplina literaria existirá como tal mientras seamos capaces de identificar


al texto literario como tal. Por lo tanto, la disciplina se transformará o morirá si
es que ponemos en duda la existencia de nuestro objeto de estudio asimilando
o incorporando dentro de nuestro campo de estudios a textos dudosamente
literarios o claramente no literarios. En ese caso, se justifica la aparición de
estudios que trascienden el campo disciplinario literario de manera que ya no
sean propiamente literarios. ¿Por qué se le teme tanto a los Estudios Literarios
disciplinarios si son la condición previa para realizar estudios inter-multi-
transdisciplinarios?

Degeneración o evolución de la literatura

La posmodernidad, que considera que todo es discurso y lenguaje, asume que


cualquier discurso puede ser considerado literario porque se puede encontrar en
él algún indicio de literariedad. Esto ha permitido ampliar el corpus de lo que
se entiende por Literatura hasta el punto en que la Literatura como disciplina
prácticamente desapareció de las Escuelas y Departamentos de Literatura que
existen en el Perú para dar paso a los estudios del discurso o a los estudios
culturales que son campos que surgieron articulando disciplinas, pero que,
ahora, con la incorporación a la academia universitaria han pasado a ser
transdisciplnarios y peor aún antidisciplinarios. Desde mi punto de vista, tanto
los estudios culturales como los estudios del discurso, por tener campos de
estudio prácticamente inabarcables, solo pueden hacerse conjugando el trabajo
disciplinado y disciplinario de un equipo de investigadores provenientes de
varias disciplinas como explicaremos más adelante.

¿Por qué los estudios culturales o los estudios del discurso desplazaron a los
Estudios Literarios? La respuesta a esta pregunta tiene que ver, en el caso
peruano, con la importación de una moda académica difundida desde las
universidades metropolitanas a las que asisten para obtener su PHD los
egresados de nuestras universidades. En efecto, la dependencia académica o la
colonialidad del saber (Quijano “Colonialidad del poder…” 2003) tiene un
esquema piramidal en el que el reconocimiento académico se obtiene en las
universidades metropolitanas para luego ser difundido en las principales
universidades que funcionan en Lima a donde acuden a “capacitarse” los
profesionales de las universidades del interior que, a su vez, capacitan a los
profesionales de las provincias y distritos en cada una de las regiones del Perú.

La difusión de estas modas epistemológicas que construyen redes


internacionales es la prueba evidente de la debilidad de nuestra comunidad
científica literaria, incapaz de desarrollar una agenda de investigación propia
que se dedique al estudio de lo que Antonio Cảndido llamó, en mil novecientos
setenta y dos, “obras estéticamente válidas” en vez de estar fascinada con el
estudio de lo que el crítico brasileño llamó “obras estéticamente anacrónicas”
directamente relacionadas con textos de la industria cultural (Candido
“Literatura y subdesarrollo” 1972). Nada impide que un licenciado en
Literatura estudie textos fronterizos o textos foráneos al campo literario; pero,
¿hemos agotado la investigación sobre los textos literarios como para ampliar
nuestras investigaciones a otros tipos de textos cuyo estudio corresponde a otras
disciplinas o a un conjunto de disciplinas científicas?

La ampliación del corpus de lo que ahora se quiere entender por Literatura (que
también puede verse como deformación, distorsión, desequilibrio o evolución)
tiene dos causas: una endógena y otra exógena. La primera obedece a la
experimentación continua e inevitable, por parte de los escritores, que mezclan
géneros y transgreden tradiciones heredadas de modo que producen obras
híbridas y desconcertantes para la crítica y teoría literaria en lo que podría
denominarse “evolución autónoma de la producción literaria” que está
íntimamente relacionada con la morfogénesis y la genética textual. Este
fenómeno puede ser ejemplificado con todos los experimentos de la Vanguardia
y, específicamente, con El pez de oro de Gamaliel Churata que es, como todos
saben, un texto generológicamente complejo.

La segunda causa, que es más agresiva e invasiva, se debe más bien a la


incorporación arbitraria de prácticamente todo discurso producido en cualquier
código semiótico al campo literario evidenciado claramente con la inclusión del
discurso de los cómicos ambulantes al corpus literario (Vich, El discurso de la
calle 2001). A esta segunda causa se le puede denominar “afiliación arbitraria
de cualquier discurso”. La ampliación del corpus (distorsión o deformación) de
lo que se acepta hoy por Literatura obedece más a causas exógenas que
endógenas y, prácticamente, no hay parámetros, límites ni fronteras en ese
territorio de todos y de nadie. El resultado: la Literatura es una monstruosidad.
Claro que pensar la monstruosidad puede ser fascinante y puede tomarse como
un reto.

Conviene detenernos un instante en el problema de si el hipertexto (Landow


Teoría del hipertexto 1997) es o no Literatura y para intentar responder a esa
pregunta, vale la pena mencionar sus cinco características fundamentales que a
saber son: 1) Es un texto multisemiótico conformado no solo por lenguaje
escrito, sino fundamentalmente por la oralidad, las imágenes fijas o en
movimiento, el sonido, etc. 2) Es un texto que permanentemente es una
enunciación que nunca se materializa en un enunciado por su continua
manipulación e intervención. 3) Es un texto que tiene diversos autores como
son los diseñadores gráficos, los ingenieros, los programadores, los narradores,
etc. 4) Es interactivo porque requiere la participación física del “jugador” a
través de prótesis que les permiten interactuar en esos mundos virtuales. 5) Es
altamente inmersivo pudiendo ir gradualmente de la concentración, la
implicación imaginativa, el encantamiento a la adicción (Ryan La narración
como realidad virtual 125). Ahora bien, estas características son propias de
textos no literarios. ¿Por qué?
Tomando en cuenta que (como explicaré más adelante) la Literatura se define
ontológicamente por ser producto de un trabajo estético, por ser plasmada en
escritura y por ser ficcional, podemos concluir que el hipertexto no es Literatura
aunque tenga algunas características propias de la literatura. Y no es Literatura
porque no se puede considerar que algo sea lo que no es. Me explico, un texto
histórico no es literario aunque tenga elementos ficcionales como una
enciclopedia médica no es literatura porque utilice metáforas para describir las
enfermedades. Otra cosa es que el texto histórico y la enciclopedia médica sean
considerados textos literarios de manera arbitraria. El hipertexto no es
Literatura porque hay un predominio de otros códigos semióticos sobre la
escritura, porque no necesariamente hay un trabajo estético con la escritura,
sino, más bien, con la imagen fija o en movimiento y porque existen hipertextos
no ficcionales por ejemplo en los museos u hospitales. En ese sentido, puede
haber hipertextos que tengan más elementos literarios que otros sin ser
plenamente literarios.

Estamos frente al cine si el soporte del texto es fundamentalmente la narración


con imágenes que construyen un mundo posible inexistente; estamos frente a la
Literatura si el soporte material del texto es prioritariamente la escritura
ficcional; estamos frente a la Historia si el soporte básico es la imagen o la
narración escrita factual; estamos frente al hipertexto si es que el soporte físico
es la realidad virtual factual o ficcional, etc. Es claro que la Literatura puede
incorporar imágenes, que el hipertexto puede incorporar la escritura ficcional y
que el cine puede incorporar textos de carácter factual y no por eso dejan de ser
Literatura, cine o hipertexto.

La tecnología no es causa de la evolución literaria porque la escritura será


siempre escritura sea plasmada en papel, en piedra o en computadora. La
tecnología cambia el soporte de la obra, pero no cambia la tarea de hacer con la
escritura un poema o una novela estéticamente relevante. En ese sentido, la
teoría literaria debe revisar los postulados aberrantes que sostienen que se puede
hacer Literatura con imágenes, poemas visuales sin palabras o cuadros pintados
con sonidos. Todos los códigos semióticos se pueden incorporar a la Literatura
mientras haya un predomino de la escritura. Cuando se da el predominio de otro
código, estamos frente a un texto de otra naturaleza que, para ser explicado,
requiere de otro especialista. Cuando no se puede distinguir el predominio de
ningún código semiótico, requerimos de la confluencia de diversos especialistas
para caracterizar la naturaleza de ese texto que, inevitablemente, tiene que ser
bautizado.

¿Cuáles son los fundamentos de la práctica desarrollada por la “crítica


cultural”? Lo primero que hay que reconocer es que estos simpatizantes de la
nueva izquierda han pasado, en términos marxistas, de preocuparse de los
conflictos en la estructura (económicos) a estar obsesionados por nuevas formas
de conflictos propios de la superestructura (ideológicos y culturales). Ya no se
habla de la lucha de clases ni de la distribución de la riqueza porque los obreros
viven felices en el mundo neoliberal; ahora se debate sobre la defensa de la
igualdad de la heterogénea superestructura sin considerar que las diferencias
son inherentes a las ideologías y culturas. Como se anula el conflicto de clases
en la estructura, entonces, en su lugar, se crean y resaltan los conflictos que las
minorías sociales tienen con el sistema que los contiene.

Sin más, los fundamentos son: 1. El reconocimiento de campos no delimitados


o abandonados por las disciplinas que conforman las ciencias humanas. Una
especie de territorios liberados donde ninguna disciplina ha puesto su bandera
y donde cualquiera puede explorar. 2. La aparición de textos que no pueden ser
objeto de estudio específico de ninguna disciplina que, por lo tanto, pueden ser
calificados como fronterizos o intermedios. 3. El requerimiento de un método
plural, flexible, en movimiento que ayude a explicar el texto indeterminado. 4.
La intención política de poner al mismo nivel de los discursos académicos a los
discursos considerados periféricos, marginales o subalternos. No obstante,
como explicaremos más adelante, no hay que perder de vista que la “crítica
cultural” se aplica a textos de la cultura que no son necesariamente textos
literarios.

Por otro lado, los estudios del discurso fundamentan su práctica en el hecho de
que cualquier discurso de la cultura es un relato, una narración, un discurso que
puede ser analizado e interpretado por todas las disciplinas que se ocupan del
estudio de la comunicación, de la información y del lenguaje. Cabe aquí
formular algunos interrogantes: ¿Todos los textos fronterizos o indeterminados
deben y pueden ser considerados Literatura? ¿Los discursos culturales son
discursos literarios? Con estos criterios se amplió el corpus literario hasta el
punto de incluir a discursos no literarios solo por el hecho de ser expresados
con lenguaje. Si no podemos definir un texto literario, por lo menos tenemos
que saber reconocer un texto no literario y un texto condicionalmente literario.
Si no podemos hacer eso, entonces ya no tenemos disciplina literaria. Eso
significaría que el Alzheimer nos ha derrotado.

La degeneración de la Literatura -que desde otro punto de vista puede


considerarse evolución- puede ser ejemplificada con el proceso que evidencia
el cambio en su concepción y definición. Así, se pasó de una concepción
minimalista, restringida, canónica y constitutiva de la Literatura (manifestada
por ejemplo en novelas, cuentos y poemas) a una concepción fronteriza,
intersticial o ambigua de lo literario (que se observa en el teatro, el cine o el
ensayo) para, posteriormente, incluir géneros discursivos ajenos al campo
literario (como las crónicas periodísticas, los diarios, los testimonios, los
epitafios, la fotografía o los expedientes judiciales) en lo que ahora se conoce
como la definición maximalista de lo literario que ha llegado al extremo de
considerar a la Física, a la Matemática, a las Artes plásticas, a la Música, a la
Historia, a la Filosofía, al Periodismo o a la Antropología como géneros
literarios.

Esta voraz ampliación del corpus de lo que se considera como literario da por
sentado que cualquier texto (entendido como cualquier producción que pueda
leerse o como cualquier conjunto sígnico coherente) puede ser estudiado como
Literatura. En esta lógica, la Literatura no es una disciplina científica, sino un
campo indeterminado, inestable, inconsistente o débil conformado por
diferentes objetos de estudio disímiles que se analizan con una mescolanza de
métodos derivados de varias disciplinas. Por tanto, la Literatura ya no tiene un
campo de investigación, un objeto de estudios definido; tampoco desarrolla
métodos adecuados para dar cuenta del fenómeno literario, para establecer
relaciones entre los textos literarios y explicar su evolución, para enunciar leyes
o principios y para producir conocimientos útiles para el hombre. La “crítica
cultural” es una práctica hermenéutica que no produce saber, un ejercicio libre
de interpretación, una arbitraria y continua experimentación con el ensamblaje
de conceptos y métodos de manera antidisciplinaria.

Desde otra perspectiva, la desaparición de la disciplina literaria puede


considerarse una ganancia más que una pérdida por cuanto la Literatura sería
una especie de zángano que se apodera y vive de todos los discursos y de todos
los métodos provenientes de todas las disciplinas integrándolas a su invadido e
indefinido campo. Esta idea concuerda con aquellos que sostienen que no hay
nada “literario” en los Estudios Literarios o con aquellos que defienden la idea
de que los Estudios Literarios se ocupan de cualquier texto hecho con algún tipo
de lenguaje donde esté expresada una cultura. Es obvio que a las otras
disciplinas no les afecta esta intromisión en el normal desarrollo de su agenda
disciplinaria porque no se les ocurre poner en duda su existencia como
disciplina científica.

Estamos frente a la figura del charlatán que cree tener competencia para opinar
sobre performances, pintura o música. La prueba de esto está en las tesis
de nuestros estudiantes que en estos tiempos versan sobre comics, canciones,
danzas, cuadros, representaciones, recetas de cocina, artículos periodísticos,
cine, caricatura, o prácticamente cualquier discurso de la cultura (Miranda
Catálogo de tesis de la Facultad de Letras 2003). Sin embargo, no hay que
perder de vista que cuanto más se extiendan las fronteras de lo literario, más
cerca estaremos de su desaparición como disciplina ya que tanto el objeto como
el método se vuelven indeterminados. Como correlato contrario está la tesis de
que cuanto más se fortalezcan y precisen las fronteras de la disciplina literaria
-o de cualquier otra- que produzca conocimientos útiles para la humanidad, más
garantizaremos su existencia y supervivencia como disciplina científica. Esa ha
sido la razón por la que la comunidad antropológica ha desterrado a los estudios
culturales de su campo disciplinario y decretado su decadencia e impertinencia
(Reynoso Apogeo y decadencia de los estudios culturales 2000).

Inter-multi-disciplinariedad con disciplinariedad

Está claro que una defensa de las disciplinas no impide realizar estudios inter o
multidisciplinarios; por el contrario, contribuye a fortalecerlos. La integración,
diálogo o colaboración disciplinaria presupone necesariamente la formación
sólida de los investigadores colaboradores en su respectiva disciplina. En otras
palabras, lo inter o multidisciplinario existe solo a partir de lo disciplinario
porque son disciplinas las que se integran y dialogan interdiscursivamente entre
sí. Nadie, en su sano juicio, puede defender el aislamiento, la cerrazón, la
endogamia, el ensimismamiento, la clausura o el encierro disciplinario. Pero,
tampoco nadie, formado disciplinariamente, puede proponer que se realicen
estudios multi-trans-interdisciplinarios sin la existencia previa de disciplinas.
Aquel que habla de todo sin fundamento científico es un charlatán. La
colaboración disciplinaria depende de las competencias que tengan los
investigadores de cada una de las disciplinas convocadas. Las “zonas de
indeterminación” disciplinaria tienen que ser indagadas por un equipo de
investigadores que hagan dialogar sus métodos y conceptos para dar cuenta del
nuevo fenómeno descubierto.

Dos animales simbolizan este proceso: el erizo y el zorro (Berlin, El erizo y el


zorro 2016). Los erizos escarban profundamente en su especialidad sin dejar de
estar informados de otras disciplinas, tienen ideas penetrantes que les permiten
ver lo esencial en la complejidad y discernir patrones fundamentales. Son los
erizos los que simplifican lo complejo a través de un concepto básico, una idea
que organiza el caos, un principio, una teoría o una ley que explica un
fenómeno. Los zorros transitan superficialmente por el amplio territorio de
todas las disciplinas sin profundizar en ninguna, ven el mundo en su
complejidad, tienen muchas metas, quieren conocerlo todo, son dispersos,
difusos y nunca integran su pensamiento en un concepto total o una visión
unificada.

Se trata de que el licenciado en Literatura sea una mezcla de erizos y zorros


como consecuencia de la heterosis (fenómeno de la genética -traducido como
“vigor híbrido”- que indica el cruce de dos especies diferentes cuyos hijos salen
superiores a los padres). Esto significa que el licenciado en Literatura,
fundamentalmente, debe conocer bien su especialidad para, posteriormente,
dialogar con profesionales de otras disciplinas, sin pretender el imposible de ser
especialista en todas las disciplinas. Esto no impide que estudie una segunda
especialidad o posgrados en otras especialidades. Pero, tenemos que abandonar
la arrogancia narcisista de los posmodernos que creen saber de todo sin haberse
especializado en nada cuando en su discurso monológico se liberan de toda
atadura ontológica, ética, estética y epistémica descalificando el discurso del
otro que tiene una posición contraria. Es una contradicción hablar de diálogo,
de participación, de solidaridad o de cooperación partiendo de la defensa
dogmática de una posición que desacredita, ningunea o silencia el discurso del
otro. No hay diálogo sin humanismo como no hay comunicación sin
racionalidad. El diálogo, que implica respeto y consideración, no se da si no se
parte del principio de que el otro puede tener la razón. En ese sentido, los
discursos revelan las posiciones conflictivas o democráticas de sus
enunciadores.
Es más, dentro del enorme campo literario, existen erizos que se especializan
por ejemplo en la producción de un escritor, de una región o de una época, y
zorros que tienen visiones panorámicas de la literatura peruana, latinoamericana
o mundial en general. La heterosis de zorros con erizos presupone una doble
competencia que permita estudiar la producción literaria de cualquier escritor
ubicándolo dentro del proceso literario en el que se inscribe. Lo que quiero
advertir es que es muy difícil que un licenciado en Literatura domine todas las
ramas del árbol literario por lo que es muy pretencioso aparentar que se domina
todas las ramas del bosque cultural. Otra cuestión, muy diferente, es lo
transdisciplinario que presupone a un sujeto que domina todas las disciplinas.
Sin embargo, un hombre con semejante conocimiento enciclopédico, que solo
puede calificarse como sabio, no existe en el siglo XXI. En tal sentido, me
parece que no debemos pretender formar profesionales transdisciplinarios
puesto que esa tarea es imposible y que, por el contrario, sí debemos garantizar
la formación disciplinaria para, posteriormente, integrarla a los estudios inter o
multidisciplinarios.

Estudios transdisciplinarios

Particularmente me parece arto discutible la pertinencia literaria de muchos de


los cursos o materias que llevan el rótulo de “estudios” (estudios de género,
estudios poscoloniales, estudios andinos, estudios culturales, estudios del
discurso, etc.) porque, primero, hacen estudios antidisciplinarios en los que un
“sabio” pretendida y pretenciosamente transdisciplinario vende la imagen de
conocer todas las categorías, provengan de donde provengan, para explicar un
objeto de estudios que por su naturaleza requiere de la colaboración de
investigadores provenientes de varias disciplinas; segundo, porque la Literatura
es solo una de las múltiples disciplinas (tal vez la menos considerada) que se
requieren para estudiar tan amplios y complejos campos de saber; tercero,
porque los conceptos y las categorías con las que trabajan no son literarias de
manera que usan la Literatura como un laboratorio para poner a prueba la
aplicabilidad de las “ideologías” subyacentes en esos “estudios”. Los sacerdotes
de estos cursos se defenderán y justificarán diciendo que sí estudian "textos
literarios" con “metodologías” y “teorías” que están de moda en las academias
metropolitanas. Y justamente ese es el problema: las metodologías y teorías que
emplean para estudiar cualquier texto de la cultura que pasa por texto literario.
Los cursos que tienen el rótulo de “estudios” tienen una clara ideología detrás
heredada del relativismo posmoderno donde no se puede abogar por nada y
tampoco se puede llegar a ningún "deber ser" debido a que todo "puede ser".
Esta ideología, que se identifica actualmente como "marxismo cultural" (una
reinterpretación de la Escuela de Frankfurt), se manifiesta en un procedimiento
que consiste en ubicar cualquier ámbito del hacer humano en el que hay una
distribución desigual del capital simbólico; identificar a los que les "va mejor"
como opresores y a los que no como oprimidos; ponerse del lado de los
"oprimidos" y en contra de los "opresores"; y hablar por, hablar de, hablar
como, hablar sobre las prácticas de los oprimidos para ocupar un lugar
dominante en el culturalismo académico. En ese sentido, si estudiamos Crimen
y castigo en vez de ver videos de "Risas y salsa" (el más famoso programa
cómico que emitió la televisión peruana) en una clase de literatura, estamos
invisibilizando prácticas artísticas marginales, y, por lo tanto, estamos
oprimiendo al subalterno.

Así, esta ideología ha servido para equiparar a Julio Ramón Ribeyro con
Mónica Cabrejos, a Manuelcha Prado con Óscar Colchado o a Hilaria Supa con
Sócrates Zuzunaga por poner tres ejemplos. Desde esa perspectiva, cualquier
valoración, jerarquía o simple categorización en diferentes dominios sería
discriminadora y opresiva en principio. Ya no se trata solamente de que "todo
puede ser literatura". Ahora también hay que considerar que el culturalista (una
especie de soldado de la justicia cultural) está convencido que debe luchar para
que los discursos subalternos que han sido oprimidos o marginados sean
considerados literarios ocupando la posición principal o central dentro de la
disciplina literaria. Para ello, paradójicamente, dejan la discusión literaria para
centrarse en una discusión socio-política. El resultado: cualquier discurso
marginal de cualquier naturaleza es considerado discurso literario.

Considero que uno de los problemas en cuestión es que existe un afán por hacer
gala del dominio de la teoría cultural (aunque este dominio teórico sea un
sancochado de todo) y un descuido en la utilización de la teoría literaria de
modo que se termina opacando el texto considerado literario. O, en el caso más
grave, dicho texto termina siendo el pretexto para validar la teoría aplicada. Sin
embargo, debemos tener presente que las categorías y los conceptos fueron
desarrollados para explicar un fenómeno dentro de una disciplina y que, por lo
tanto, es muy difícil aplicarla en otra disciplina sin procesos de adaptación y
transducción (La formación de conceptos en ciencias y humanidades, 2006). En
efecto, la categorías sexualidad o inconsciente son trabajadas esencialmente en
el campo disciplinario de la Psiquiatría, las categoría poscolonialidad y
subalterno corresponden básicamente a la Historia, la categoría andino
corresponde a varias disciplinas pertenecientes a la ciencias sociales, la
categoría cultura corresponde fundamentalmente a la Antropología, la categoría
discurso es trabajada básicamente por la Lingüística.

Es fácil constatar, por lo tanto, que lo que hacemos en Literatura es hablar de lo


que el profesor-investigador considera que es Literatura con categorías no
literarias que lindan con ideologías provenientes de otras disciplinas o
antidisciplinas. Al licenciado en Literatura se le preguntará seguramente sobre
categorías como metonimia, poema, soneto, narrador, endecasílabo, diégesis,
mimesis, novela, etc., y difícilmente sobre eutanasia, clonación, inflación o
condimentos. El licenciado en Literatura debería dar cuenta de tópicos inter o
multidisciplinarios desde el punto de vista de la especialidad en la que es
competente sin atribuirse la competencia en disciplinas en las que no está
formado. Doy por sentado que todos entendemos que muchas categorías,
especialmente de las ciencias humanas, pueden pertenecer a dos o más
disciplinas y que, además, todos podemos distinguir las categorías nativas de
las categorías inmigrantes o trasplantadas dentro de una disciplina.

Como era de esperarse el resultado de la ampliación del corpus literario por


causas exógenas ha sido funesto no solo porque se ha incluido en el canon textos
discutiblemente literarios (Tómese como ejemplo el reciente otorgamiento del
Premio Nobel de literatura 2016 al cantautor estadounidense Bob Dylan y el
otorgamiento del Premio Nobel de literatura 2015 a la periodista bielorrusa
Svetlana Aleksiévich) sino fundamentalmente porque la disciplina literaria está
desapareciendo o ha desaparecido, puesto que es integrada a los estudios del
discurso en general y a los estudios culturales en particular como hemos dicho.
En este sentido se parecen mucho el Parkinson y la Literatura puesto que se
desconoce la manera de reintroducir la dopamina en el cerebro. Así, de facto,
nos quedan dos opciones: o asumimos que la Literatura es o puede ser cualquier
discurso cultural o asumimos que la Literatura es equivalente a las Letras o
Humanidades sin considerar que existen ramas disciplinarias de las Letras o
Humanidades que no son Literatura.
La literatura terreno de todos y de nadie

La lectura y comentario de un texto literario es algo que todo lector puede hacer,
aunque no necesariamente disfrutar, porque la Literatura, como producción
textual estética, puede ser leída por cualquiera que tenga la competencia para
hacerlo. Ya Horacio, allá por el año veintitrés a. de C., hablaba de la dualidad
docere-delectare dando a entender que un texto literario puede ser útil para
complacer, para aprender o para las dos cuestiones a la vez. No obstante, creo
necesario tener claro que una cosa es la lectura y opinión particular hecha por
un individuo cualquiera que solo lo afecta a él, y otra cosa es la lectura
profesional hecha por un licenciado en Literatura que emite una opinión con
rigor científico destinada a orientar la lectura de los demás. Eso no quita la
posibilidad de que, por ejemplo, un autodidacta emita un juicio con coherencia
y pertinencia. Lo que ocurre es que, en este momento, nuestras lecturas están
tan desacreditadas, por aquello de “todo vale” y “todo sirve”, que importan lo
mismo las opiniones comunes y las opiniones especializadas emitidas por
sujetos que supuestamente están formados disciplinariamente en Literatura. De
hecho, todos hemos leído lecturas descabelladas hechas por licenciados en
Literatura.

Si la lectura de un texto consiste en entender su significación y la


interpretación de textos literarios debe producir conocimientos objetivos sobre
lo interpretado, entonces me parece anticientífico el planteamiento que defiende
la huida de la interpretación o la “erótica del arte” (Sontag Contra la
interpretación 2007). Esta concepción de la literatura y el arte sostiene que el
texto literario como el texto artístico no tiene que tener necesariamente
elementos que sean cognoscibles racional y objetivamente por lo que el lector
solo debe disfrutar del placer estético. Así, en el arte, existirían textos que no
tienen la mínima intención de reunir los clásicos requisitos de la textualidad y
que, por el contrario, buscan solo provocar una reacción estética sustentada en
las sensaciones y sentimientos que provoca el texto anulando la comprensión
racional. Los que consideran que el arte en general -y la Literatura en particular-
no puede ser interpretado racional y lógicamente se inclinan por la posición que
defiende la “erótica del arte”.
Una posición radical y contraria, con la que no estamos de acuerdo, es la
sostenida por Jesús G. Maestro quien afirma rotundamente que quien lee
Literatura no aprende nada:

La literatura no proporciona conocimientos: los exige, nadie aprende nada leyendo


literatura. Ha leído bien: nadie aprende nada leyendo literatura. Que nadie espere que la
Literatura le informe sobre lo que no sabe, porque la Literatura no lo hará. A la literatura
hay que llegar, y hay que acudir, con conocimientos procedentes de otras ramas del saber.
La Literatura exige el concurso de otras ciencias categoriales. Porque la Literatura exige
conocimientos, no los proporciona (Crítica de la razón literaria 2960).

Y no estoy de acuerdo porque no se puede considerar que la Literatura no brinde


algún tipo de información o que no sea un “sistema de ideas disfrazado de
fábula” como el mismo teórico español señala. ¿Qué sentido tiene leer algo que
no te proporciona algún tipo de conocimiento por más irrelevante que este sea?
¿Cuándo uno lee a Cervantes no aprende nada? ¿Un texto literario no es,
además, un texto informativo de la cultura que lo produce como hemos
sostenido?

Sostener que el texto literario no es inteligible ya sea apoyándose en la “erótica


del arte” o en la imposibilidad de aprender nada de la lectura, es colaborar con
la tesis posmoderna según la cual la Literatura no es una disciplina científica
porque no ha desarrollado conceptos o categorías que expliquen racional y
lógicamente el texto literario. Es claro que se lee con y desde una serie de
conocimientos previos que son los que me permiten leer de la manera en que
leo; pero eso no quiere decir que no pueda entender o aprender de lo que leo.
Que muchas veces el plano cognitivo de un texto requiera del auxilio de otras
ciencias para ser evidenciado es otra cosa. En consecuencia, debemos distinguir
dos tipos de conocimientos que proporciona la literatura. El conocimiento
susceptible de ser captado por cualquier lector y el conocimiento “disfrazado”
que puede ser mejor explicado por el crítico literario.

No debe sorprender, por tanto, que cualquier profesional de cualquier área del
saber se sienta con la capacidad de opinar con propiedad sobre Literatura ya
que considera que este es un terreno de todos o de nadie. Esta es la única
profesión en la que un economista, un abogado, un antropólogo, un filósofo, un
sociólogo, un ingeniero o un médico (sin licenciatura en Literatura) puede
escribir un artículo científico sobre Literatura que sea aceptado por la
comunidad literaria. En ese sentido, nuestro campo es muy democrático. Claro
que la especialización no está dada necesariamente por el título profesional y
que existen autodidactas más competentes que los profesionales en Literatura,
pero son la excepción y no la regla. Además, asumo que la competencia literaria
puede alcanzarse estudiando una segunda especialización, una maestría o
doctorado en Literatura. ¿Tiene sentido otorgar una licenciatura (permiso para
ejercer una profesión) en Literatura cuando cualquiera, de facto, hace teoría,
crítica e historia literaria? Desde mi punto de vista, no se puede hacer Estudios
Literarios sin formación científica.

Es imposible, en cambio, que un licenciado en Literatura enseñe medicina o


derecho sin que tenga el título de médico o abogado, aun así haya cursado
estudios de posgrado en dichas especialidades. Una condición por la cual a un
biólogo o un físico se le permite dictar cátedra en Literatura es que se haya
especializado, mediante cursos de posgrado o de modo autodidacta, en la
disciplina literaria. La otra forma de que, por ejemplo, un antropólogo dicte
cátedra en Literatura o que un historiador asuma un curso de narratología es que
todos los que estudiamos ciencias humanas tengamos un bachillerato o
licenciatura en Letras / Humanidades / Estudios Culturales / Análisis del
Discurso que nos uniformice y nos dé competencias que no tenemos. Con esta
lógica, tampoco debería sorprendernos que los futuros premios Nobel de
Literatura sean entregados a historiadores, antropólogos o futbolistas.

¿Hasta cuándo los Estudios Literarios estarán subordinados por las ciencias
sociales o por la Filosofía? ¿Hasta cuándo la Literatura será el laboratorio para
probar o no la pertinencia de categorías provenientes de otras disciplinas?
¿Hasta cuándo la Literatura será un campo sin límites, bordes ni fronteras donde
cualquiera pueda entrar sin salvoconducto? ¿Hasta cuándo la disciplina literaria
será la única que cuestiona su propia existencia y la única que incorpora como
académicos a especialistas en otras áreas? En el campo literario pasa lo mismo
que en las filiales de la Real Academia de la Lengua Española que han
incorporado en su seno a ilustres profesionales que saben tanto de la lengua
española como sé yo de nanotecnología. En el campo literario pasa lo mismo
que en el Periodismo donde existen periodistas profesionales formados
académicamente, periodistas autodidactas con una competencia extraordinaria
y personas que se creen periodistas por haber publicado artículos en diarios.
¿Debe desaparecer el Periodismo como profesión?

En palabras simples, hemos perdido el horizonte disciplinario de los Estudios


Literarios porque la extensión de lo literario, entendido como la apertura del
cierre categorial (Maestro, Contra las musas de la ira 2014) propio del campo
literario, trajo como consecuencia la diseminación de la disciplina literaria hasta
el punto en que muchos han decretado su muerte. Los licenciados en Literatura
que sufren de Alzheimer salieron un día de su casa a pasear por su barrio y no
regresaron jamás porque perdieron el rumbo, porque olvidaron quiénes son,
porque ya no saben a qué se dedican y hacia dónde van.

Sin exagerar, se puede afirmar que las ciencias humanas, definidas opaca y
ambiguamente como aquellas que se ocupan del conocimiento del hombre, han
perdido su disciplinariedad científica al intentar articular postulados, conceptos,
categorías, métodos, teorías en un magma antidisciplinario o cuanto más
transdisciplinario que no produce conocimiento útil y que se deleita en el
discurso. ¿Cómo van a producir conocimiento si niegan la posibilidad de
conocer lo real? Si antes costó mucho esfuerzo que cada una de las disciplinas
de las ciencias humanas decretara su autonomía, ahora creemos que es muy
fácil articularlas nuevamente sin considerar sus respectivos desarrollos
disciplinarios y sus especializaciones. En efecto, la Lingüística, la Antropología
o la Sociología surgieron como ciencias solo a partir de la segunda mitad del
siglo XIX cuando establecen sus respectivos objetos de estudio y métodos de
investigación. La Literatura se establece como disciplina científica en la
primera década del siglo XX.

Creo que una de las causas del retroceso de las Humanidades se debe a que no
han sabido mantener y desarrollar sus campos disciplinarios produciendo
conocimientos que impacten en la sociedad y al surgimiento de antidisciplinas.
Los profesionales no disciplinarios, que cuestionan a la ciencia y que por lo
mismo están en expansión, hallan en los estudios transdisciplinarios su tabla de
salvación y un espacio adecuado para el desarrollo de sus posiciones
especulativas, relativistas y nihilistas. Estamos viviendo tiempos en que los
erizos literarios (prácticamente una especie en extinción) son mal vistos por
defender y profundizar en sus fronteras disciplinarias. Por el contrario, los
zorros, que gozan del reconocimiento académico y de la fama son aquellos
sacerdotes que difunden e interpretan el discurso de los profetas, especialmente
si consideran que todo es un discurso críptico que solo ellos pueden explicar.
El hecho de que trabajemos con discursos no implica que nos quedemos
regodeando el discurso sin producir conocimientos. La consecuencia de esta
actitud permitió que en Perú, por ejemplo, a nivel secundario se fusionaran la
lingüística, la literatura y la filosofía en un curso disolvente llamado
Comunicación que cuenta con un plan lector donde priman obras estéticamente
anacrónicas y se dejan de lado los textos literarios.

No nos debe sorprender entonces que los estudiantes de primaria y secundaria


lean como buena literatura lo que sus profesores –capacitados por nosotros-
hacen pasar como textos literarios. De ahí la percepción de la comunidad que
considera que el literato es un todoterreno, un doxósofo, un sofista en sentido
negativo, un parlanchín que puede hablar sin propiedad de Antropología,
Política, Educación, Economía, Psiquiatría, Ciencia, Sociología o Historia. El
literato no consciente de su finitud cree, equivocadamente, tener la capacidad y
la competencia académica para analizar e interpretar cualquier discurso de la
cultura sin considerar que es muy difícil, y más en este tiempo de
súperespecialización, que un licenciado en Literatura domine varias o todas las
disciplinas de las ciencias humanas como para hacer estudios
transdisciplinarios. Es más, existen literatos (que fungen de filósofos, de
psicoanalistas, de historiadores, de sociólogos, de lingüistas, de sexólogos, de
científicos o de todo eso junto) que pretenden con su discurso solucionar los
problemas de la humanidad sin considerar que esa es una tarea que trasciende
la disciplina literaria. La Literatura, por muy importante que sea, no tiene como
función primordial solucionar los problemas de una nación. Cabe aquí formular
una pregunta de base: ¿existe la Literatura o se ha convertido en un significante
vacío que puede ser llenado con cualquier significado?

Con la ampliación del corpus hemos pasado de intentar definir y delimitar lo


literario a identificar cualquier discurso como literario de modo que ahora la
tarea consiste, paradójicamente, en identificar un discurso que no sea
considerado literario. No se trata de enfrentar la hiperespecialización a lo
interdisciplinario, debido a que lo primero es parte y condición de lo segundo;
se trata de enfrentar paradigmas disciplinarios a experimentos
antidisciplinarios. Además, actualmente, las cuatro Escuela de Literatura que
funcionan en el Perú están muy lejos de una formación disciplinaria y más lejos
aún de una hiperespecialización. ¿En qué rama de la literatura están
especializados nuestros estudiantes de pre y posgrado? Repito que lo grave de
esto es que sin especialización es difícil que seamos convocados a integrar
equipos de investigación inter o multidisciplinaria a no ser que nos convoquen
para asuntos de redacción o corrección de estilo. Muchos prefieren formar parte
de la tribu literaria para conocer y estudiar ese territorio o campo que ser
diluidos en campos abiertos llamados Cultura, Discurso, Letras o Humanidades,
dado que siendo parte de mi tribu puedo dialogar con propiedad utilizando mi
lenguaje, mis métodos y mis esquemas cognitivos con miembros de otras tribus
para construir realmente puentes inter o multidisciplinarios.

Una revisión de los proyectos de investigación presentados en el Instituto de


Investigaciones Humanísticas perteneciente a la Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la UNMSM nos indica que la mayoría de sus miembros no
“investiga” sobre asuntos relacionados con la Literatura, sino sobre tópicos
históricos, antropológicos, sociológicos, filosóficos, lingüísticos aplicados a lo
que el investigador-profesor considera un texto literario. Si no somos capaces
de delimitar las fronteras disciplinarias de la Literatura, entonces está
justificada su desaparición mediante la integración en lo que genéricamente se
llama Letras o Humanidades que es casi lo mismo que integrarla a los estudios
culturales o a los estudios del discurso. Debemos, entonces, preguntarnos si la
Literatura como disciplina alguna vez se consolidó, si ha muerto, si está
moribunda o está a punto de ser entregada a sus verdugos con los “besos de
judas” provenientes de sus propios integrantes. ¿Es pertinente, necesario o
imprescindible defender la Literatura o, en su defecto, debemos integrarla o
subordinarla a otras disciplinas en nombre de lo inter o multidisciplinario?
¿Debemos asumir que los sinónimos de Literatura son discurso, texto, letras,
humanidades o manifestación cultural?

Teoría del discurso y teoría literaria

Un corpus de todo tipo de discursos da como resultado inevitablemente una


teoría del discurso en general que no es necesariamente una teoría literaria. Para
que una teoría literaria sea posible es requisito indispensable que existan textos
literarios y para definir un texto como literario se debe definir primero qué es
la Literatura. La lógica es simple: sin textos literarios no existen los estudios
literarios y sin estudios literarios no se justifica la existencia de una disciplina
literaria y, por tanto, de una Escuela y Departamento de Literatura. Así, por
ejemplo, para definir el testimonio como un género literario primero tenemos
que establecer los parámetros básicos para definir ontológicamente la
Literatura. Lo mismo tiene que hacerse en el campo antropológico si es que se
quiere definir el testimonio como discurso antropológico. La salida más
cómoda es considerar al testimonio como un género híbrido que tiene elementos
ficcionales y no ficcionales y que, por lo tanto, requiere de un estudio inter-
multi-transdisciplinario. Los licenciados en Literatura somos especialistas en
encontrar la literariedad en cualquier discurso y, paradójicamente, no podemos
definir la Literatura. Lo que es indudable es que el testimonio es un discurso de
cultura y como tal produce un texto de cultura que puede ser leído desde
diversas disciplinas como la antropología, la sociología, la filosofía o la
literatura, como también puede ser estudiado articulando diferentes disciplinas.

Es necesario tener claro que la Literatura es un discurso de la cultura, pero no


todo discurso de la cultura es Literatura. Por lo tanto, considero que se debe
tomar el toro por las astas volviendo a poner en agenda la pregunta fundamental
planteada por los formalistas rusos hace una centuria: ¿qué es lo que hace que
una obra sea considerada una obra literaria? No se trata, sin embargo, de
responder con discursos orientados a relativizar la respuesta o a negarla;
tampoco se trata de seguir apelando a la fenomenología o a la teoría de la
recepción que no tiene nada de teoría; se trata de hacer el esfuerzo de encontrar
una respuesta a partir de la investigación.

¿De qué hablamos cuando hablamos de Literatura? ¿Cuál es el objeto de estudio


de la Literatura? ¿Hablamos e investigamos sobre los textos literarios o
hablamos e investigamos sobre nuestra “experiencia” de lectura? Se ha
sostenido que el objeto de estudios de la literatura no es un objeto ni un sujeto,
sino el producto de la interrelación entre objeto y sujeto que se da en una
“experiencia de lectura”. Pero, no puede haber experiencia de lectura sin el
objeto que genera dicha experiencia así como no puede haber generación de
sentido sin significantes. Afirmar que la experiencia literaria (que es
intransferible, subjetiva y difícil de sistematizar) es el objeto de estudios de la
literatura equivale a afirmar que el objeto de estudios de la Sociología es la
experiencia social o que el objeto de estudios de la Historia es la experiencia
histórica. Además, podemos tener adecuadas o fallidas, buenas o malas,
traumáticas o provechosas experiencias de lectura provocadas por textos de
diferente naturaleza. Así, la experiencia de lectura de un texto literario es
diferente a la experiencia generada por un texto de historia o de filosofía, de
manera que la experiencia de lectura depende del objeto leído. El objeto de
estudio es el texto literario y no los efectos que estos causan en los lectores. En
ese sentido, una manera de negar la existencia del objeto de estudios de la
literatura es apelar a la “experiencia literaria” que depende de quién sea el
lector, es decir, de la teoría de la recepción o teoría del efecto estético, de la
fenomenología o de la hermenéutica.

Desde mi punto de vista, existen tres elementos que son indesligables de un


texto literario: la ficción, la escritura y la elaboración estética. Respecto de la
ficción se puede afirmar que todo texto literario es ficcional, pero no todo texto
ficcional es literario. En efecto, se puede sostener que el cine y la literatura son
ficcionales, pero no se puede sostener de ninguna manera que el cine es
literatura o que la literatura sea cine a pesar de que compartan elementos
comunes. La misma lógica se puede aplicar al teatro. Siguiendo a Genette
(Ficción y dicción 1993), un texto literario (la novela que ha incorporado todo
tipo de géneros dentro del mundo representado) es constitutivamente ficcional
porque a nadie se le ocurriría lo contrario, es decir, a nadie, con formación
literaria, se le ocurriría leer una novela como un documento sociológico,
antropológico o histórico como se hizo en el famoso debate sobre Todas las
sangres donde los científicos sociales evaluaron la novela de Arguedas como si
fuera un documento antropológico y no como lo que es: una novela (Espezúa
Todas las sangres en debate 2011). Sin dejar de ser considerados discurso
ficcionales, los textos literarios son tomados por otras disciplinas para discutir
problemas jurídicos, filosóficos, religiosos, sociales o culturales y a nadie se le
ocurre considerar a una novela como discurso fáctico. Es más, muchos de los
conceptos desarrollados por otras disciplinas para explicar fenómenos
humanos, sociales o culturales tiene su origen en la Literatura. Por el contrario,
un testimonio entendido como un discurso de la cultura que no necesariamente
es literario sería condicionalmente ficcional, esto quiere decir que puede ser
leído como discurso ficcional o como discurso no ficcional.

Con relación a la escritura, inherente al trabajo literario que es per se un trabajo


con la escritura, debemos por lo menos poner en duda si el discurso oral grabado
por antropólogos o recopiladores de la tradición oral y luego transcrito debe o
no ser considerado literario porque siguiendo esta lógica cualquier discurso oral
debería ser considerado como discurso literario tal y como se hace hoy en los
congresos sobre etnoliteratura o tradición oral. En estos se evidencia que basta
y sobra que el discurso esté enunciado en una lengua indígena para que este sea
asumido como literario. Tengo la impresión de que los discursos orales
asumidos como literatura, es decir, con valor estético (mitos o leyendas por
ejemplo), son pocos y que, por la carencia de discursos orales asumidos como
literarios, se toma cualquier discurso oral como si este fuera literario. Esto se
parece mucho a una de las causas del fracaso del proyecto de elaboración de
una teoría literaria latinoamericana por cuanto se amplió tanto el corpus de lo
que en América Latina se considera literario que se terminó por plantear
categorías culturales para el estudio de la Literatura latinoamericana. En otras
palabras, la ampliación del corpus literario se ha hecho introduciendo discursos
que no son literarios. El reto que tienen los profesores y estudiantes interesados
en esta área es justamente establecer los parámetros que permitan distinguir un
discurso oral que no es literario de un discurso oral asumido como literario. De
lo contrario, también tendremos que aceptar, como ya se está haciendo, que
todo discurso oral es Literatura.

La consideración de que la oralidad es escritura se la debemos en gran parte a


Derrida que ha disociado los significados de los significantes de manera que el
significado del significante escritura puede ser pensamiento u oralidad. En
consecuencia el pensamiento es una forma de escritura, la oralidad es otro tipo
de escritura y la escritura es un tercer grado de manifestación de la escritura; en
suma, no hay discurso ni sujeto ágrafo. La ampliación de lo que normalmente
se entiende por escritura ha permitido, más para mal que para bien, incluir en el
campo literario a discursos expresados en cualquier código semiótico. Así,
ahora entendemos que la escritura es cualquier recurso nemotécnico que nos
permita recuperar información. Esta concepción es la base para que muchos
académicos presenten ponencias sobre “escritos” con dibujos, con ruinas, con
sonidos, con trazos, con fotos, con imágenes, con vestigios, etc. Surgen aquí
preguntas inevitables: ¿cuántos textos del corpus de lo que ahora se estudia
como Literatura no fueron concebidos como textos literarios?, ¿los
testimoniantes tienen la intención de hacer literatura? Todo indica que no y que
esa pretensión proviene de los investigadores, recopiladores o transductores que
asumen ligeramente que todo discurso es o tiene elementos literarios.
El aspecto relacionado con la elaboración estética se refiere a la voluntad
operatoria que sobre el discurso ejecuta el autor cuando planifica, estructura,
escribe, corrige, moldea, extraña, desautomatiza o simplemente trabaja sobre el
discurso con una pretensión estética. Por lo tanto no se debe aceptar la premisa
de que el quechua es una lengua poética por naturaleza tal y como la asumen
algunos “poetas quechuas” que no trabajan estéticamente sus textos. No existen
lenguas poéticas, racionales, afectivas, etc. Tampoco me parece acertada la tesis
que sostiene que no hay ninguna diferencia entre el lenguaje cotidiano y el
lenguaje literario porque las metáforas dela vida cotidiana son metáforas
muertas que funcionan como frases lexicalizadas que han dejado de funcionar
como metáforas vivas.

Negar la diferencia equivale a negar la existencia de dialectos de una lengua y,


es más, equivale a borrar por desconocimiento la enorme contribución de los
formalistas rusos en este terreno. Por la informalidad en la enunciación oral, por
ser a veces discursos improvisados, por ser discursos pretendidamente no
ficcionales, por ser discursos carentes de escritura, me parece que varios de los
discursos con los que trabajamos en las Escuelas de Literatura no son literarios
y que, por lo tanto, hacemos estudios culturales o estudios del discurso y no
estudios de Literatura. Lo digo a riesgo y con la convicción de que no podemos
seguir considerando que todo discurso es literario. El hecho de que todavía no
podamos definir la literariedad no nos otorga la licencia para asumir que todo
es Literatura porque si todo es Literatura, entonces nada es Literatura.

Cuatro departamentos y escuelas de literatura

No concibo una universidad sin Facultad de Letras, de Humanidades o de


Ciencias Humanas. Las universidades que carecen de dicha Facultad, no
merecen llamarse universidades. Es lamentable que en el Perú abunden las
universidades tecnológicas o científicas y que solo cuatro de las ciento cuarenta
y dos universidades cuenten con Facultades dedicadas a las carreras
profesionales de ciencias humanas. Tal vez esto, sumado a la pobre formación
humanística que se imparte en los colegios donde han desaparecido cursos
como Filosofía y Literatura, explique en parte la deshumanización de las
personas, el crecimiento de la delincuencia, la corrupción institucionalizada, el
cinismo intelectual o el achoramiento del peruano. Sin embargo, si revisamos,
a grosso modo, las carreras que ofertan estas cuatro universidades que cuentan
con dichas Facultades, donde se incluye la carrera profesional de Literatura,
encontraremos similitudes y diferencias notables que vale la pena evidenciar.

Lo primero es que las Facultades dedicadas a la formación e investigación en


ciencias humanas están conformadas por disímiles carreras profesionales no
necesariamente articuladas entre sí. La Facultad de Humanidades de la UNFV
está integrada por Literatura, Lingüística, Filosofía, Arqueología, Antropología
e Historia. La Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNSA ofrece las
carreras profesionales de Lingüística, Literatura, Filosofía y Artes con mención
en Música o Plásticas. La Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la
UNMSM tiene las siguientes Escuelas académico-profesionales: Arte,
Conservación y Restauración, Danza, Bibliotecología y Ciencias de la
Información, Comunicación Social, Filosofía, Lingüística y Literatura. La
Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP consta de las carreras
profesionales de Trabajo Social, Lingüística y Literatura, Humanidades,
Historia, Geografía y Medio Ambiente, Arqueología, Filosofía y Ciencias de la
Información.

Una rápida lectura de la diversidad de carreras que nos ofrecen las cuatro
universidades nos indica que no hay acuerdo sobre cuántas y cuáles deben ser
las carreras profesionales que se imparten en las Facultades de Ciencias
Humanas. Esto indicaría que no hay consenso sobre el campo. Así, muchas
carreras pertenecen en otras universidades a las Facultades de Ciencias
Sociales; otras pertenecen a las Facultades de Ciencias de la Comunicación; y
otras pertenecerían a las Facultades de Arte. Las únicas carreras profesionales
comunes en las cuatro universidades son Filosofía, Lingüística y literatura. En
lo que sigue, focalizaremos nuestra atención en la carrera profesional de
Literatura.

La PUCP otorga un bachillerato en Humanidades y una licenciatura en


Lingüística y Literatura con mención en Literatura Hispánica o Lingüística. Sin
embargo, las dos menciones otorgadas, demuestran que en la práctica son dos
disciplinas diferentes que requieren especializaciones y mallas, programas o
diseños curriculares diferentes. La Literatura y la Lingüística comparten un
mismo campo y tienen en común el estudio de algunos aspectos relacionados
con el lenguaje; no obstante, poseen objetos de estudio y metodologías de
investigación diferentes. Está claro que la Lingüística es la disciplina
indispensable con la que se debe relacionar la Literatura. Sin embargo, eso no
explica la razón por la cual la PUCP sigue otorgando una licenciatura en dos
especialidades aunque se haga la mención en una de ellas.

La UNSA otorga el grado de bachiller y la licenciatura en Literatura y


Lingüística sin hacer menciones específicas, de manera que ese título
profesional indicaría que el licenciado egresado de la universidad arequipeña
estaría capacitado en las dos disciplinas y no en una. La UNSA es la única
universidad que otorga un título en dos profesiones por lo que se entiende que
este licenciado es competente en ambas disciplinas, al punto que puede
desempeñarse en ambas profesiones. Pero, en realidad, existen dos planes o
programas de estudios diferentes orientados o a la Lingüística o a la Literatura,
de modo que implícitamente se reconoce la autonomía de cada disciplina. Si,
en promedio, la formación profesional básica de un licenciado en Lingüística o
Literatura dura ocho semestres académicos sin contar los dos semestres de
estudios generales, ¿por qué, entonces, siguen otorgando un grado y un título
en las dos disciplinas?

La UNMSM y la UNFV otorgan bachillerato y licenciatura en Literatura. La


Lingüística es, en estas dos universidades nacionales, una disciplina y carrera
profesional diferente y autónoma. Como hemos dicho, la Lingüística y la
Literatura comparten el estudio del lenguaje, pero eso no equivale a sostener
que comparten el mismo objeto de estudios y los mismos métodos por lo que
su vinculación tiene que darse a través de investigaciones inter o
multidisciplinarias. La diferencia está en que, en la Facultad de Humanidades
de la UNFV, son profesores de Lengua, y Literatura, sin estudios de posgrado
en la especialidad, los que en su mayoría (de)forman a licenciados en
Lingüística y Literatura.

La brecha entre la UNMSM y la UNFV no se debe al potencial intelectual de


sus estudiantes, sino a la carencia de licenciados en Literatura de probada
competencia académica y a la ignorancia supina de algunos licenciados en
Educación en la especialidad de Lengua y Literatura que, desde su creación
hasta hoy, lamentablemente dirigen, no por méritos académicos, la Escuela de
Lingüística y Literatura en la UNFV. Estos licenciados en Educación, que no
tienen idea de lo que son los Estudios Literarios, que no tienen producción
intelectual reconocida ni siquiera en el ámbito local y que tampoco tienen
grados académicos de posgrado en la especialidad, son los encargados de
evaluar la competencia de los licenciados, magísteres o doctores en Literatura.
Formulo aquí una pregunta dirigida a quien esté en el cargo de Decano de la
Facultad de Humanidades en la UNFV: ¿Quién debe dirigir la Escuela de
Lingüística y Literatura? Obviamente, no me refiero a dirigir la Escuela hacia
la desacreditación y el desprestigio académico para lo cual han demostrado una
capacidad y creatividad superlativas al programar sistemáticamente cursos de
titulación masiva en vez de fomentar la investigación.
Un eslogan de la UNFV puede servir para graficar un defecto común a las
cuatro universidades: “La Villarreal es para los villarrealinos”. Este eslogan
hace referencia a que el requisito básico para enseñar en la Villarreal es haber
estudiado en la Villarreal. Lo mismo se puede decir, en mayor o menor grado
de permeabilidad, de las otras Escuelas o Departamentos de literatura donde se
da la “endogamia académica”. En efecto, pocos son los especialistas en
Literatura que son profesores o investigadores permanentes en una universidad
donde no hayan estudiado. Así, los postulantes a una cátedra tienen que
“llevarse bien”, “sintonizar” o “concordar” con los postulados de los profesores
que decidirán a quién nombran o a quién no.

Otra es la disciplina pedagógica que forma docentes tanto en las Facultades de


Educación como en los Institutos Superiores Pedagógicos donde antes se
capacitaba al profesor en la especialidad de Lengua y Literatura y en cuyas aulas
ahora se prepara al profesor de Comunicación. El campo disciplinario de un
licenciado en Educación es el proceso enseñanza-aprendizaje. En cambio, un
licenciado en Literatura se dedica a los Estudios Literarios (teoría, crítica e
historia literaria). La enseñanza de Literatura ha sido reducida cuando no
anulada de los planes de estudio tanto de la formación básica como de la
educación secundaria. En los centros académicos de formación pedagógica, el
profesor de Lengua y Literatura o el profesor de Comunicación recibe una
pésima formación en las disciplinas que va a enseñar (20% de la malla,
programa o diseño curricular) y una óptima preparación en materias propias de
la disciplina pedagógica (80% de las materias impartidas). Como era de
esperarse este profesor, cuya especialidad es la pedagogía, sabe cómo enseñar,
pero sabe poco respecto a qué va a enseñar puesto que no es propiamente un
especialista en Lingüística, Literatura o Ciencias de la Comunicación. No
sorprende entonces que estos profesores, obviamente avalados por especialistas
en ciencias humanas con pensamiento posmoderno y poscientifico, hayan
aceptado pasivamente la muerte de las dos especialidades en las que más mal
que bien fueron instruidos. Tampoco sorprende que acepten planes de lectura -
elaborados por ellos mismos- donde los textos excluidos son justamente los
constitutivamente literarios.

¿Y en qué se capacitan generalmente los docentes? En metodología, en


currículo, en didáctica, en gestión educativa o en problemas de aprendizaje, es
decir se superespecializan en el cómo y descuidan la capacitación en el qué, es
decir, en lo que se refiere a los contenidos que van a enseñar. En efecto, la jerga
de las corrientes pedagógicas es tan abundante y complicada que terminan
distrayendo al profesor de su función principal que es la enseñanza de
conocimientos. Sin conocimientos no hay competencias ni habilidades; sin
conocimientos básicos no se puede “aprender a aprender”. No es posible que,
refiriéndonos al curso actual de Comunicación que se imparte en el colegio, en
once años de que dura la primaria y secundaria, los egresados no terminen
sabiendo leer, escribir, hablar o escuchar correctamente. Y claro que sin esos
conocimientos básicos son imposibles de lograr competencias o habilidades
como redactar un ensayo o saber dialogar. Ninguna formación básica puede
evadir la formación cognitiva, es decir, que, por ejemplo, sin conocimientos de
ortografía y de puntuación es imposible escribir y leer. ¿Qué se ha hecho en
once años? Seguramente muchas cosas, pero no se ha internalizado un “saber”
que es el abc de la Comunicación. El conocimiento está en todas partes, pero la
apropiación y el uso que se hace de ese conocimiento solo lo pueden hacer
aquellos que lo han aprehendido con esfuerzo intelectual.

Por mi formación y experiencia pedagógica en el nivel secundario sé que la


Pedagogía también ha perdido su horizonte disciplinario puesto que, a esta
disciplina no le corresponde solucionar los problemas económicos,
psicológicos, médicos, de desnutrición o de familias disfuncionales que,
indiscutiblemente, afectan el proceso de aprendizaje y enseñanza. Esos
problemas deben ser asumidos por psicólogos, trabajadores sociales, médicos y
nutricionista que deben enfrentar el problema de manera conjunta inter o
multidisciplinariamente. Las ciencias de la educación tienen que reorientar su
objeto de estudio a la adquisición y el desarrollo del conocimiento. Para
conseguir ese fin, tienen que desarrollar métodos y técnicas de aprendizaje que
permitan aprehender dichos saberes. No hay que olvidar que la riqueza de las
naciones ya no está en los recursos naturales, sino en el conocimiento que es
producto de la investigación científica.

Por eso, celebro la existencia de la maestría en Lengua y Literatura que oferta


la Unidad de Posgrado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la
UNMSM donde se brinda a los docentes (y también a traductores, intérpretes y
comunicadores) una preparación actualizada en el qué y no en el cómo enseñar.
Tampoco hay que olvidar la tarea de que la Lingüística y la Literatura regresen
a ser parte sustancial en la formación integral del ser humano y eso pasa por
recuperar la autonomía y el espacio perdido en el programa curricular
establecido por el Ministerio de Educación.

Salvaguardar los estudios literarios

Por lo expuesto y en contra de la propuesta de estudios orientada a abrir el


campo literario que puede muy bien traducirse en la disolución de la disciplina
literaria a través de la fusión de postulados, métodos o categorías provenientes
de todas las llamadas ciencias humanas que tendría por finalidad otorgar un
bachillerato en Letras o una licenciatura en Humanidades, propongo defender
los Estudios Literarios fortaleciendo y desarrollando los fundamentos que nos
permitieron consolidar la disciplina literaria conformada básicamente por la
teoría literaria, la crítica literaria y la historia de la literatura. En tal sentido,
planteo salvaguardar los Estudios Literarios en la orientación y agenda
esbozada por aquellos que hicieron el esfuerzo de pensarla como una disciplina
científica diferenciada y delimitada respecto de otras disciplinas que conforman
las ciencias humanas y con las cuales, inevitablemente, dialoga.

No se trata de un regreso al pasado ni tampoco de una negación de la evolución


de los discursos literarios; no se trata de una defensa del inmanentismo que
desliga el texto de su contexto; tampoco se trata de desligarse de los problemas
propios de la sociedad reduciendo el estudio del texto literario solo a sus
aspectos formales. Por el contrario, estudiar Literatura es acercarse a la
comprensión de los problemas históricos, sociales y culturales transcritos en el
texto literario o aludidos por él. En términos de Antonio Cornejo Polar (La
formación de la tradición literaria en el Perú 1989), no se pueden explicar la
Literatura separándola de la “totalidad contradictoria” del mundo en que se
inserta. Para el profesor sanmarquino formado en la Universidad Nacional de
San Agustín de Arequipa es necesario tomar en cuenta los acontecimientos
históricos, sociales y culturales que repercuten y se manifiestan en los textos
literarios. Así, la totalidad contradictoria está sustentada en el principio de que
ninguna manifestación discursiva permanece al margen de la dialéctica
histórico-social y se opone, por lo tanto, al textualismo o al innatismo que
defienden la tesis de que cualquier discurso puede ser analizado prescindiendo
de la serie social. No creo necesario enfatizar en que desde la Literatura también
se pueden y se deben abordar estos temas, pero desde y con nuestras propias
categorías. La literatura es cultura, se inscribe en ella, recibe sus influencias;
pero su modo de desarrollo es o debe ser propio, autónomo. Se trata de
redisciplinar los Estudios Literarios.

El Parkinson como el relativismo posmoderno solo afecta la actividad motora


del cuerpo, de manera que se ha detenido el avance de la consolidación de la
disciplina literaria. Me explico, la Literatura, entendida como disciplina, es
decir, como Ciencia de la Literatura se desprende -y forma parte- de las ciencias
humanas, ciencias del espíritu o ciencias de la cultura al establecer su propio
campo disciplinario que, paradójicamente, hoy estamos a punto de perder con
un retorno a las matriz de la que nos hemos desprendido. En ese sentido, volver
a las Letras o Humanidades significa regresar a lo indeterminado, a lo caótico,
a lo indefinido que solo se puede volver razonable desde el trabajo conjunto de
las diferentes disciplinas que la conforman o desde los aportes particulares de
una de esas disciplinas. Insisto en la tesis que sostiene que los trabajos inter y
multidisciplinarios serios solo pueden hacerse o desde el trabajo conjunto de
investigadores procedentes de varias disciplinas o desde el trabajo individual
de un sujeto transdisciplinario que domina todas las disciplinas involucradas en
la investigación. Lo demás, que es lo de menos, entra en el casillero de estudios
antidisciplinarios que pueden ser comprendidos, si se quiere, como estudios
experimentales.

Surgen inevitablemente otros interrogantes aquí: ¿Se puede formar en cinco


años de estudio a un sujeto que domine todas las disciplinas de las llamadas
ciencias humanas como para otorgarle un bachillerato en Letras o
Humanidades? ¿Se puede formar un Licenciado en Literatura en cinco años
considerando la cantidad de ramas de la Literatura que se dejan de lado por
darle mayor importancia a materias de carácter inter-multi-transdisciplinario?
La respuesta a ambas interrogantes es no. Y peor aún si se pretende que el
estudiante lleve cursos de varias disciplinas durante cuatro años para solo en el
quinto año recibir la formación en la disciplina que ha elegido estudiar.

Si no son suficientes cinco años, entonces son menos suficientes cuatro tal y
como proponen aquellos que quieren reducir los semestres de estudio
argumentando la articulación de los estudios de pregrado con los de posgrado
en el supuesto de que en el posgrado se alcance la especialización. Entonces,
qué pasará con los que decidan no hacer estudios de posgrado. ¿Tendrán
disciplina o especialidad? Si el estudiante requiere especializarse en otra
disciplina puede llevar una segunda especialización, que dura cuatro semestres
académicos, en lo que quiera. Lo que pasa es que las unidades de posgrado no
programan cursos de segunda especialización y sí maestrías inútiles para la
formación disciplinaria y la investigación científica.

Porque en la educación secundaria técnicamente se debe formar a los


estudiantes en las materias básicas para desenvolverse en el mundo actual y
porque considero que en la universidad no se deben repetir materias propias de
la formación escolar a no ser que sea para profundizarlas, propongo que se
dicten dos semestres de estudios generales donde se brinden cursos de carácter
inter o multidisciplinario para que, a partir del segundo año, se forme
disciplinariamente al estudiante en pre y posgrado. Eso no se contradice con el
interés del estudiante de especializarse en las disciplinas que quiera y pueda.
Programando más cursos generales corremos el riesgo de formar un sabelotodo,
un todoterreno, un doxósofo, un zorro, un charlatán o parlanchín que no sea
especialista en Literatura y que, en consecuencia, no merezca el título de
licenciado en Literatura.

Creo que otorgar un bachillerato y una licenciatura en Letras o Humanidades


significaría un retroceso al periodo en que todas las disciplinas estaban
integradas en el enorme campo de las Letras o Humanidades y desconocer el
desarrollo de las diferentes ramas disciplinarias que, formando parte de las
ciencias humanas, consiguieron su autonomía al establecer un campo de
investigación, un objeto de estudios propio, un método adecuado para su
estudio y unos conceptos o categorías surgidos en y para explicar fenómenos
de cada una de esas ciencias.
Tal vez, por un lado, a los licenciados en Literatura nos falta hacer ejercicios de
humildad y, por otro lado, creo que en vez de contribuir a licuar la disciplina
literaria dentro del jugo de las Letras o las Humanidades, debemos, por el
contrario ayudar a su cierre categorial, es decir, a establecer sus fronteras, su
objeto de estudio y sus métodos. Volver a conectar las disciplinas que forman
parte de las Letras no implica negar sus autonomías ni borrar sus fronteras
disciplinarias por más que estas sean difusas o invisibles. La nueva articulación
solo puede hacerse a partir de la conformación de equipos inter o
multidisciplinarios que trasciendan la arrogancia transdisciplinaria y, más
precisamente, antidisciplinaria.

Mi propuesta se basa en el hecho de que, por ejemplo, actualmente en nuestras


Escuelas de Literatura el psicoanálisis ha remplazado a la teoría literaria. El
psicoanálisis ni es teoría ni es ciencia porque es una pseudociencia, es decir,
“un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean ingenuamente o
maliciosamente, dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni el
planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos” (Bunge La
investigación científica 54). Y no es ciencia, porque sus hipótesis son
incontrastables. En cambio la Psicología y la Psiquiatría son indiscutiblemente
ciencias. Es muy curioso que, desde el punto de vista de algunos licenciados en
Literatura, el psicoanálisis se asuma como “científico”; mientras que, desde el
punto de casi todos los psiquiatras, se asuma que es pura “charlatanería”.

Desde mi punto de vista, el psicoanálisis puede ser asumido a lo sumo como un


método de interpretación que puede ser aplicado con mucho cuidado al estudio
parcial de algunos discursos asumidos como literarios. El límite metodológico
está dado por la imposibilidad de demostrar las hipótesis planteadas sobre los
textos literarios. En sentido estricto el psicoanálisis se aplica a una persona real
que acude a terapia porque hay algo que lo perturba. Por eso, es preciso anotar:
1) que el psicoanálisis no puede usarse para analizar un personaje siempre
construido de manera finita e incompleta, 2) que no pueden pasar los traumas
del autor al texto literario, 3) que un texto literario no tiene traumas, 4) que no
se le puede pedir al texto literario que nos cuente en formas diversas su historia,
5) que las hipótesis, formuladas a partir de la “puntuación” de los lapsus
lingüísticos o grietas del lenguaje, no pueden ser contrastadas, 6) que no se
puede curar a un texto con la palabra porque el texto no está enfermo de nada
y, por lo tanto, no tiene cómo racionalizar, comprender y superar lo que le pasa,
etc. Así que formulo aquí otra pregunta inevitable: ¿Por qué razones se
considera al psicoanálisis como teoría literaria? Pasan también por teoría
literaria, cuando están lejos de serlo, los estudios de género o los estudios
poscoloniales que se desprenden de los estudios culturales.

Por otra parte, sustento mi propuesta con la prueba fáctica de que en muchos
cursos o materias impartidas en nuestras Escuelas académico profesionales se
usa la Literatura solo para estudiar aspectos antropológicos (cultura e
identidad), aspectos históricos (nación y poscolonialidad), aspectos ideológicos
(género y raza), aspectos filosóficos (ser y acontecimiento) descuidando
completamente el estudio formal del texto literario que se correlaciona con su
contenido. Así, se subordina lo literario a disciplinas como la Historia, la
Antropología, la Filosofía de donde provienen las categorías “ideológicas” que
luego aplicamos a la Literatura. De manera que muchos de nosotros asumimos
que no existen conceptos o categorías propias en la disciplina literaria como
para dar cuenta de la Literatura. ¿Sufrimos o no de Alzheimer?

Ya no se lee ni estudia Literatura en las Escuelas y Departamentos de Literatura


del Perú; se lee filosofía, psicoanálisis, género, etc. Cito a Mateo Díaz: “Para
decirlo de un modo llano: hoy es mucho más probable que un estudiante de
literatura conozca algo de Foucault o Lacan —o al menos haya interiorizado la
necesidad de conocerlos para desempeñarse exitosamente en el campo de la
investigación literaria— a que haya oído alguna vez el término
´encabalgamiento´ o sea capaz de definir una metonimia” (“El repliegue de la
crítica” 2017). Nos hemos olvidado de la Literatura de tal modo que tenemos
diagnosticado de golpe un Alzheimer terminal.

En las Escuelas de Literatura del Perú, salvo honrosas excepciones de


catedráticos que no mencionaré aquí, no se imparten sistemáticamente cursos
fundamentales como Narratología, Teoría de la lírica, Genealogía textual,
Poética, Teoría de la ficción, Estilística, Literatura comparada, Genología,
Historia de las Literatura o Teoría de lo fantástico que son materias más
vinculadas al campo literario; no se programan seminarios monográficos sobre
Palma, Arguedas, Vargas Llosa, Melgar, Alegría, Valdelomar, Ribeyro, Adán,
Churata, Eielson o Vallejo por mencionar a algunos referentes literarios
peruanos; tampoco contamos con cursos monográficos sobre autores
latinoamericanos como Borges, Rulfo, Huidobro, Cortázar, Fuentes o García
Márquez y ni qué decir de los clásicos de la literatura mundial; no contamos
con materias donde los estudiantes aprendan las propuestas teórico-
metodológicas de los formalistas rusos, de los estructuralistas o de los teóricos
y críticos literarios peruanos y latinoamericanos; no se imparten cursos de
especialización sobre las Vanguardias, el Modernismo o el Indigenismo
literario; pero sí tenemos cursos que de hecho son seminarios camuflados sobre
filósofos, semiólogos o psicoanalistas de moda que, casualmente, obedecen más
al interés del profesor que a los fines de la formación profesional del estudiante.

Ni qué decir de cursos inútiles para la formación de un licenciado en Literatura


como Defensa nacional o Práctica pre-profesional que se dictan en la Facultad
de Humanidades de la UNFV donde además los estudiantes no pueden elegir
libremente cursos electivos ni cátedras paralelas. Pongo el parche: no estoy
diciendo que unos cursos sean más importantes que otros, estoy diciendo que
unos son más relevantes e imprescindibles que otros en la formación de un
licenciado en Literatura. Se trata de un orden de prioridades.
Tal como veo el asunto tenemos tres alternativas correspondientes con sus
respectivas concepciones de lo literario: 1) Asumimos que todos los cursos
actuales son igual de importantes por lo que cada profesor debe defender sus
cursos a capa y espada así estos cursos no tengan que ver mucho con la
Literatura. En este caso, la reforma del plan de estudios debe ser boicoteada o
asumida con indiferencia. 2) Asumimos que debe darse una reorientación del
plan de estudios priorizando la formación disciplinaria de los estudiantes de
Literatura. 3) Asumimos que la Literatura ha muerto y que el estudiante debe
ser formado en todas las disciplinas con cursos heterogéneos en un plan de
estudios totalmente flexible que permita que el estudiante de Literatura curse
materias incluso en otras Facultades.

Sostengo que el programa de estudios debe primero cubrir los cursos


fundamentales para la formación de un licenciado en Literatura en un esquema
que no descuide ninguno de los cursos imprescindibles en la formación
profesional y, secundariamente, complementar esa formación básica con cursos
o materias provenientes de otras disciplinas afines al campo literario o con
materias que son producto de modas epistemológicas como los estudios
culturales. Lo que no se debe hacer (y se hace lamentablemente) es poner lo
secundario en el lugar de lo primario. La lógica que considera que todos los
cursos son importantes corresponde con una concepción maximalista de la
literatura vinculada más a los estudios del discurso en general que pone en
riesgo la existencia misma de lo literario. No creo que sea un problema mayor
decidir, por consenso dialógico y fundamentado, cuáles son los cursos básicos,
primarios y secundarios en la formación de un licenciado en Literatura.
Tampoco es tan difícil distinguir entre lo prioritario y lo importante.

Si se trata de definir los espacios que hay para luego elegir los cursos primarios
y secundarios que deben llenar dichos espacios sin descuidar, reitero, la sólida
formación disciplinaria del licenciado en Literatura, creo innecesario (o
secundario) la enseñanza de cursos generales que se imparten en la enseñanza
secundaria. Desde mi punto de vista, la universidad no debe perder el tiempo
llenando los vacíos cognitivos de los ingresantes o nivelando su disímil
preparación: esa es una tarea por la que la dirección de educación secundaria
del Ministerio de Educación debe responsabilizarse. Creo, sin embargo,
necesario impartir cursos de formación general que no se brindan en la
educación secundaria como, por ejemplo, Antropología, Sociología y,
especialmente, Teoría de la ciencia. Menciono esto último porque una de las
razones por las que los alumnos creen en los postulados absurdos de la
posmodernidad es por su pobre formación científica. No se puede sustentar
científicamente que el agua es un discurso (Ferraris Manifiesto del nuevo
realismo 2013) o que el Parkinson y el Alzheimer sean puro discurso.

Los estudios de género, al igual que los estudios culturales y postmodernos en


general, son anticientíficos o poscientíficos. Crean una lógica fallida, desde la
cual creen que los seres humanos no tenemos una naturaleza ni un cerebro
donde existen programas puestos allí por la evolución. Creen que somos
páginas en blanco y que la sociedad nos moldea. Su anticientificismo se hace
notar en la diferenciación que hacen entre sexo y género, proponiendo que el
segundo término es netamente social. Si hacemos un gráfico estadístico para el
99.7% de las personas su sexo y su género son exactamente lo mismo. Eso es
prácticamente lo más cercanos que podemos estar científicamente a una
distribución bimodal. Pero ellos van a usar ese 0.3% de personas para
"demostrar" que todo es un "espectro" como les gusta decir. Una analogía sobre
este tema sería la proposición: "Los seres humanos tienen dos brazos". Ellos
dirán, existen seres humanos que nacen sin un brazo (un porcentaje igual o
menor que los transexuales), y otros los pierden en accidentes. Además, ¿qué
es un brazo? Ese brazo es más corto, ese otro más largo, etc., etc. Por lo tanto,
la cantidad de brazos que tiene un ser humano es un "espectro".

Por estos motivos, considero, por ejemplo, que el curso de Biología puede ser
mejorado para tratar específicamente la teoría de la evolución aplicada a los
seres humanos. Además, considero indispensable, para no perder de vista lo
real, que deba llevarse un curso de Física. El resto de los espacios puede
aprovecharse para cubrir los “huecos” en la formación profesional del
licenciado en Literatura. El sentido común, que da origen y es superado por la
investigación científica, indica que un médico no puede dejar de llevar
anatomía, que un lingüista no puede dejar de dominar fonética y fonología, que
un químico no puede evadir el conocimiento de las propiedades de los
elementos químicos, etc. ¿Por qué permitimos entonces que un licenciado en
Literatura no domine los postulados de los formalistas rusos, los conceptos de
la narratología, los aportes de la estilística o que no lea Literatura?

Nuestro plan de estudios no debe perder de vista el mercado laboral que va


cambiando con los tiempos y que nos obliga a considerar cursos
extracurriculares o diplomados en corrección de estilo, edición de libros,
promoción cultural, didáctica de la Literatura, cibernética y Literatura, taller de
narrativa o taller de poesía. Los estudiantes elegirán el lugar laboral que
ocuparán dentro del campo literario y, por lo tanto, los cursos que quieran
llevar. Esto nos obliga a repensar el perfil del egresado de la carrera profesional
de Literatura por cuanto puede ser al mismo tiempo profesor, editor, promotor
cultural o guía de un taller de creación. Sin embargo, el perfil profesional básico
que, desde mi punto de vista, debe priorizarse es el de ser un investigador
competente que opine con rigor científico sobre el fenómeno literario. Yo, por
ejemplo, que soy graduado y titulado en tres disciplinas (Educación, Lingüística
y Literatura) que no siempre puedo articular muy bien, tengo mucho cuidado
para opinar sobre disciplinas en las que soy un ignorante y de las que apenas
estoy informado a través de cursos generales. Por lo tanto, mi opinión sobre las
disciplinas en las que no he sido formado carece de competencia por varias
razones y debe ser tomada con mucha cautela.

Por otra parte, el plan de estudios debe concordar con los estudios de posgrado.
Siendo coherentes con nuestra propuesta considero que, por ejemplo, en la
UNMSM la maestría en escritura creativa debe desaparecer cuando no
convertirse a lo mucho en un diplomado por su nulo aporte en investigación.
Lo mismo opino de la maestría en estudios culturales ya que no logró articular
catedráticos y planes de estudios inter o multidisciplinarios orientados al
estudio de textos literarios. Creo que debe ser un imperativo categórico
oponerse radicalmente a la estafa que consiste en imponer cursos de género,
filosofía o de psicoanálisis en las maestrías o doctorados en Literatura. Y
también considero impertinente abrir maestrías por modas epistemológicas o
razones de mercado. Por el contrario, las maestrías y doctorados deben estar
orientadas a producir conocimiento a través de la investigación en las líneas de
interés establecidas por la comunidad académica.

En ese sentido, los estudios de posgrado deben ser estudios de especialización


orientados a la investigación. Por otro lado, creo necesario fortalecer la maestría
y el doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana que se imparte en la
UNMSM reformulando el plan de estudios que actualmente es una repetición
de los contenidos impartidos en el pregrado. Para nadie es un secreto que los
estudios de posgrado no son atractivos para los egresados de nuestras Escuelas.
Planteo aquí dos preguntas adicionales: ¿En qué se diferencian las cuatro
Escuelas de Literatura que existen en Perú? ¿Cuál es la particularidad o
especialidad que ofrecen los estudios literarios en la PUCP, la UNMSM, la
UNFV y la UNSA? ¿Cuál es la oferta de especialización de sus posgrados?
¿Cuáles son sus líneas de investigación?

¿Tenemos líneas de investigación o dependemos de la agenda metropolitana?


Una línea de investigación es un eje temático, un área de investigación o un
tema de interés estratégico para un investigador, para una Facultad, para la
universidad o para la sociedad. En ese entender, podemos clasificar de cuatro
modos las líneas de investigación: 1) Como una parte del campo disciplinario
donde se encuentran los temas por los que un investigador demuestra pasión,
interés, predisposición, habilidades y competencias. 2) Como un eje temático o
área de interés de un grupo de investigadores generalmente de carácter
interdisciplinario pertenecientes a una Facultad. 3) Como un área de
investigación de interés institucional que integra a investigadores de diferentes
Facultades. 4) Como en tema de investigación interinstitucional ejecutado por
un equipo integrado por profesionales de diferentes universidades o centros de
investigación. Estas definiciones se corresponden con cuatro tipos de líneas de
investigación:
Primero: con la línea de investigación al interior de una disciplina. Por ejemplo,
el estudio de la novela puede articular a investigadores que, al interior de la
Literatura, tengan diferentes enfoques metodológicos como la narratología, la
retórica, la teoría de la ficción, la estilística, la generólogía, la historiografía
literaria o la sociocrítica. Entonces, al interior de nuestra disciplina las líneas de
investigación pueden estar fundamentadas en el estudio de un género, de una
época o periodo literario, de una corriente, escuela, tendencia o movimiento
literario, de un tópico de la literatura o de un método de interpretación.

Cabe anotar aquí que de las tres áreas que conforman los Estudios Literarios, la
que no exhibe productos de investigación es la teoría literaria porque no
trabajamos con corpus de obras literarias para generalizar, formular y contrastar
hipótesis, elaborar conceptos o plantear una categoría que explique el fenómeno
estudiado. La crítica literaria tiene porcentualmente mayores investigaciones
por su carácter aplicativo. En cambio, la historia de la literatura tiene muy pocos
investigadores porque es inter o multidisciplinaria y que requiere la
colaboración de un conjunto de especialistas o de un licenciado en Literatura
formado disciplinariamente en Historia.

Segundo: con las líneas de investigación inter o multidisciplinarias al interior


de una Facultad donde se manifiestan problemas para establecer áreas comunes
de investigación que respondan al interés y competencias de los colaboradores.
Deduzco que estas áreas tienen que ver, en el caso de la Facultad de Letras y
Ciencias Humanas de la UNMSM, con el interés por áreas geográfico-
culturales como la andina, amazónica, costeña, de estudios afroperuanos, de
estudios nekei o tusan. Sin embargo, no contamos con líneas de investigación
que den cuenta de, por ejemplo, la relación entre cognición y lenguaje, entre
estética y gnoseología o entre ficción y realidad. Debido al aislamiento de las
distintas carreras profesionales que forman parte de la Facultad, no existe un
interés por establecer líneas de investigación transversales que permitan realizar
estudios inter o multidisciplinarios.

Tercero: con las líneas de investigación que convocan a especialistas


provenientes de diversas Facultades y que establecen relaciones, por ejemplo,
entre la neurología y el lenguaje, entre la materia y su representación, entre la
ecología y la tecnología o entre la biología y la ideología de género. ¿Cuántos
de nosotros hemos participado en un proyecto de investigación conformado por
médicos, ingenieros, historiadores, antropólogos y literatos?

Cuarto: con líneas de investigación interinstitucionales conformadas por


investigadores afiliados a diversos centros de investigación. Generalmente se
establecen en este nivel las líneas de investigación macro discursiva y los
convenios de cooperación interinstitucional. Sus intereses tienen que ver con el
calentamiento global, con la ecología, con el impacto de la tecnología, con
como el futuro de las humanidades, con la realidad virtual, con la clonación y
la tele transportación.

Por otra parte, conviene tomar en cuenta que no tenemos líneas de


investigación establecidas porque no tenemos investigadores en sentido
estricto, es decir, profesionales cuya única ocupación es investigar. Un
investigador es aquel que busca y encuentra respuestas y no quien constata o
verifica la aplicabilidad de un método de interpretación de textos literarios.
Investigador, en las universidades peruanas, no es un sustantivo, sino un
adjetivo que se aplica, por ejemplo, al “profesor investigador”. Sin
investigadores, es imposible que se establezcan líneas de investigación en
Literatura. En consecuencia, las investigaciones responden a los intereses y
capacidades personales de los profesores-investigadores que generalmente
pasan por “investigación” la divulgación de una teoría novedosa, el
redescubrimiento de un autor olvidado, la interpretación de un texto literario, la
ubicación de la producción de un autor desconocido dentro de la historiografía
literaria o la demostración de algo ya evidente.

Haciendo a un lado el problema de la insuficiente, pobre o nula investigación


literaria, afirmamos que ningún plan de mejora o potenciamiento de las
Escuelas o Departamentos de Literatura, que incluye la mejora del plan de
estudios, funcionará bien con profesores que dedican la mayor cantidad de su
tiempo a ganar dinero en “universidades negocio”. El hecho de que estemos
mal pagados no justifica que nos portemos como visitantes o turistas en la
universidad donde tenemos tiempo completo. La universidad pública está
siendo desmantelada no solo porque sus mejores cuadros han sido contratados
con mejores salarios por universidades que no investigan, pero que pagan bien
la hora trabajada. Así, por ejemplo, la casi totalidad de los catedráticos de las
Escuelas de Literatura del Perú tienen dos o más trabajos para garantizar un
salario mínimo vital. Lo grave de esto es que esos mismos catedráticos se
dedican más a las universidades empresa y menos a las tres universidades
nacionales donde existen Escuelas profesionales de Literatura. Para nadie es un
secreto que nuestros licenciados en Literatura pelean los cursos de redacción,
lenguaje y comunicación en dichas universidades empresa con licenciados en
Lingüística, licenciados en Educación o licenciados en Ciencias de la
Comunicación y que, por lo tanto, no les queda mucho tiempo para dedicarse a
investigar en el campo disciplinario en el que fueron formados
profesionalmente.

Muy pocas son las universidades empresa en las que se mantiene uno o dos
cursos de Literatura; en la mayoría de estas universidades privadas la Literatura
forma parte del curso de comunicación, redacción o lengua. Es claro que, en
vez de promover la apertura de más cursos de Literatura, muchos de nosotros
renunciamos a nuestra profesión entrando en el juego de las universidades
negocio. Es evidente que un licenciado en Literatura se gana la vida leyendo,
hablando, escribiendo e investigando. Si los cursos de Literatura desaparecen
de los colegios y las universidades, entonces nos quedaremos sin los puestos de
trabajo que ahora tenemos; si la investigación literaria se detiene, la disciplina
literaria corre el riesgo de desaparecer. En palabras simples, estamos perdiendo
espacios que son imprescindibles para el desarrollo de la Ciencia Literaria. No
se podía esperar otra cosa por cuanto nosotros mismos ponemos en duda la
existencia de la disciplina literaria; no podía ser de otro modo porque nosotros
mismos hemos integrado la Literatura a los estudios culturales, a las ciencias de
la comunicación o al análisis del discurso.

Los planes de estudio deben tener en cuenta el “horizonte de expectativas” de


los estudiantes que demandan tácitamente ser formados en la especialidad por
ellos elegida. Si fuera de otro modo hubieran elegido otra profesión. En ese
sentido, los contenidos impartidos deben considerar primero el interés supremo
de la formación profesional actualizada en la disciplina profesional ofertada por
la universidad. No puede ser posible que sean los profesores los que
arbitrariamente impongan contenidos en las materias que imparten zurrándose
en las sumillas establecidas en la malla, programa o diseño curricular de modo
que, por ejemplo, se enseñe filosofía, género y psicoanálisis en vez de
Literatura. Es más, muchos docentes usan a los alumnos como conejillos de
indias para hacerlos leer y debatir libros con temas de interés para ese profesor
en particular estén o no conectados con la Literatura. Y ya hemos dicho que
todo discurso puede ser asumido como literario desde una perspectiva
posmoderna.

Además, hay que escuchar a los alumnos cuando tachan una, dos, tres, cuatro o
cinco veces a un profesor y no proteger la mediocridad con un falso espíritu de
cuerpo que perpetúa el error por muchos años. Si protegemos a un profesor
tachado por los alumnos, el error es de los profesores y de sus órganos de
gobierno que consideran que los estudiantes pasan, pero los aliados políticos
quedan. La solución es simple: el profesor cuestionado debe ser cambiado e
invitado a preparar un curso en el que demuestre mayor competencia. Para
evitar eso, propongo que existan cátedras paralelas en los cursos cuestionados
y que se promueva la rotación quinquenal de profesores con el objetivo de evitar
el enquistamiento en una cátedra y promover la renovación de enfoques
metodológicos.

Una comunidad académica debe debatir lo que produce. Eso es lo que entiendo
por cultura de diálogo. No puede ser posible que nos desconozcamos entre
nosotros mismos, que no leamos lo que escribimos. A lo mucho monologamos
con los colegas afiliados a nuestra orientación teórica o metodológica quienes
celebran con bombos y platillos nuestros escritos. Pero, cuando se trata del
debate, de la confrontación con otras perspectivas, nos hacemos los
desentendidos, desacreditamos la opinión contraria o simplemente nos
aislamos.

Parafraseando un eslogan del Fondo Editorial de la UNMSM según el cual la


universidad es lo que publica, podemos decir que nosotros somos lo que
escribimos y que, por lo tanto, desconocer lo que escribimos, significa
desconocernos entre nosotros mismos. Tenemos que crear espacios de
encuentro para dialogar o debatir sobre los temas que investigamos para luego
dialogar y debatir con colegas de universidades extranjeras, especialmente
latinoamericanas. Solo así garantizaremos la producción de conocimiento
relevante y las redes académicas necesarias que nos permitan colaborar e invitar
a colaborar en diversas revistas indizadas e indexadas.

Por ejemplo, cuando un colega sanmarquino o villarrealino publica un libro


sobre Estudios Literarios o defiende sus tesis de maestría o de doctorado, es
ignorado o ninguneado por los otros colegas o criticado por aquellos que no
encuentran ningún aporte valioso en ese libro o en esa tesis. Es lamentable que
la academia y la comunidad literaria desconozcan las investigaciones de todas
las universidades debido a que no se suele realizar reseñas críticas de las tesis
de pregrado, de maestría y de doctorado. Las revistas de letras han perdido la
costumbre de reseñar y difundir las tesis que son defendidas en cada Facultad.

¿Podemos hablar después de un Humanismo participante? Si queremos que


haya un progreso continuo en la calidad de nuestras investigaciones y
publicaciones, tenemos que colaborar con el otro haciéndole notar sus errores
y resaltando sus virtudes y aciertos. Una manera de fortalecer la comunidad
académica es leyéndonos entre nosotros mismos para organizar grupos de
investigación interinstitucionales en comunes áreas de interés. El
desconocimiento y la descalificación automática de la producción del colega no
contribuye a la consolidación de una comunidad académica científica.

Finalmente, los nuevos planes de estudios deben fortalecer la investigación


seria y rigurosa a través de una secuencia de cursos articulados entre sí para no
caer en los mediocres estándares exigidos por universidades privadas donde las
tesis de pre y posgrado en Literatura han suprimido la exigencia disciplinaria,
el marco teórico y el estado de la cuestión convirtiéndose en poco más o menos
que un ejercicio libre de interpretación de cualquier discurso redactado en un
promedio de cincuenta páginas.

¿En qué partes de la tesis se demuestra la “investigación”? Indudablemente en


la recopilación, el procesamiento y la sistematización de lo que se conoce como
antecedentes o estado de la cuestión. Si no se conoce lo que se ha investigado
antes sobre lo que yo quiero investigar, ¿de dónde parte mi investigación y cuál
sería su aporte?
Para evitar que las tesis en Literatura den como resultado una interpretación
coherente, pero sin sustento científico, se requiere que el tesista domine el
marco teórico adecuado con el mayor rigor disciplinario posible. De otro modo,
no estamos frente a investigaciones científicas aunque tengan el rótulo de tesis.

A la universidad privada le interesa tener la mayor cantidad de titulados y


graduados, a nosotros nos debe seguir interesando la calidad de los nuestros.
No hay que ceder en la exigencia que demanda la investigación científica. Una
universidad que no investiga no merece llamarse universidad. Por eso, me
opongo a los cursos de actualización o de titulación que, por ejemplo, han
permitido que el 80% de titulados como licenciados en Literatura egresados de
la UNFV “paguen” para obtener el título presentando un trabajo que no merece
llamarse ni monografía. Y critico abiertamente a aquellas autoridades que ven
en estos cursos la posibilidad de conseguir ingresos económicos a costa del
desprestigio de la Facultad donde ellos trabajan.

Bajar el nivel de la investigación de los estudiantes, en cuanto calidad se refiere,


repercute directamente en su formación profesional. No debemos aceptar
modalidades de titulación o de graduación como el informe profesional, la
presentación de una monografía que pasa por tesis, los cursos de titulación, las
tesis elaboradas por dos o más estudiantes o las llamadas tesinas.
Particularmente, no entiendo la deontología de aquellos profesores que
programan, dictan, asesoran o son jurados de estos cursos de titulación, pero los
he escuchado hablar de ética profesional.

Finalmente, reclamo que para fortalecer la investigación literaria se debe, en lo


posible, orientar el plan de materias impartidas al estudio de textos constitutiva
más que condicionalmente literarios. De otro modo, corremos el riesgo de
perdernos en el enorme campo de las Letras o Humanidades aun así nos den un
título o un grado con mención en Literatura.

Cacharpari
Las ideas expresadas en este discurso escrito no ficcional (de ninguna manera
literario) proponen una reorientación de la formación profesional del licenciado
en Literatura y buscan llamar la atención sobre el actual estado de los planes de
estudios de las carreras profesionales de Literatura fundamentalmente en las
universidades nacionales. Partiendo de un diagnóstico referido a, básicamente,
dos Departamentos y Escuelas de Literatura, me permito sugerir algunas
soluciones radicales que permitan enfrentar el complejo problema de la
desaparición de la disciplina literaria y el preocupante retroceso de las ciencias
humanas.

Por otro lado, estos planteamientos son una invitación a repensar la naturaleza
y fines de los estudios de Literatura. Desde mi punto de vista, es urgente hacer
ejercicios de memoria que nos permitan recordar de dónde venimos, cómo
nacimos, cómo evolucionamos, cuándo maduramos y para qué existimos como
disciplina literaria. Así, este documento (que ha generalizado muchos aspectos
corriendo el riesgo de perder de vista la particularidad de lo singular) constituye
una propuesta y como tal está sujeta a recibir críticas, correcciones,
reformulaciones, adhesiones o cuestionamientos. Su intención es dialogar con
otras propuestas para que, por consenso razonable y democráticamente, se
establezcan los más convenientes lineamientos de los nuevos planes de estudios
de las Escuelas y Departamentos de Literatura en las universidades peruanas.

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