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El Guardián
Pittacus Lore
TRADUCCIÓN POR:
ELLOS CAMINAN ENTRE NOSOTROS
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En Lorien viví en la casa de mi abuelo a las afueras de la
ciudad, en el dormitorio de la Academia de Defensa, en el
sótano del apartamento frente al Eilon Park― incluso en un
Kabarak en los territorios lejanos, unos pocos años después
de que mi hermano muriera, cuando era feliz de estar
perdida y desconectada de la Ciudad Capital y todo lo que
era. Ninguno de esos lugares existe ahora que los
Mogadorianos han destruido mi planeta. Ahora, solo tengo
a la Tierra, un mundo en donde no soy sólo una extraña,
sino una de las últimas personas de mi raza.
He estado en este planeta por casi dos años, pero no
estoy segura de que alguna vez me sienta como en casa. Casi
lo logré cuando renté una cabaña en las afueras de Nueva
York por un breve periodo de tiempo hace un par de meses
atrás. Gracias a los Mogs, esta también dejó de existir.
Parece, que eventualmente todos mis hogares son
destruidos. La muerte parece perseguirme a donde sea que
voy, llevándose a las personas que más me importan. Por
esta razón tengo como prioridad mantenerme sola, lejos de
la gente.
Así es como terminé comprando un terreno excluido
en el que nunca había puesto un pie, localizado en Alabama.
Está anocheciendo cuando veo la propiedad por
primera vez con mis propios ojos, frente a mi veo una
enorme puerta de acero forjado que se abre a un largo
camino rodeado por árboles.
El nombre Rancho Yellowhammer está deletreado en
letras oxidadas en la cima de la puerta. La entrada se ve
imponente, pero no es más que un adorno. Como medida de
seguridad, da risa. Ni si quiera existe un candado. La cerca
de cada lado está igual de mal, la cual consiste en unas
pocas tiras de alambre de púas: una barrera que mantendrá
alejado solo a los animales perdidos. Me pregunto si los
antiguos dueños en realidad se sentían seguros con estas
patéticas cuerdas de metal. Posiblemente, supongo. Pero,
probablemente ellos nunca imaginaron que sus enemigos
vendrían desde el cielo en vez de por tierra.
Yo sé más.
De todas formas, la entrada y la cerca no son
completamente inservibles. Las dos me servirán para
instalar cámaras que vigilarán el perímetro. Quizás algunas
armas operadas por control remoto, sólo en caso de que los
Mogadorianos logren encontrarme aquí.
Con un pequeño empujón, las puertas de acero forjado
se mueven, haciendo chillar a las viejas bisagras. Regreso a
mi todoterreno y conduzco por el camino. La casa está
localizada en un pequeño camino pasando la entrada, y se
encuentra más o menos escondida entre los árboles y
montañas. Afuera sólo se pueden observar anchas vigas de
madera. Ignoro el pequeño garaje de autos a un lado y
manejo por la hierba hasta la entrada de la casa. El
amarillento césped se alza hasta mis tobillos, cubiertos por
negras botas, cuando lo piso. Rodeo lo casa,
familiarizándome con el área, manteniendo mis ojos
abiertos en caso de que aparezca algo fuera de lo ordinario y
trato de hallar problemas con la seguridad. No hay nada
raro hasta lo que puedo observar, sólo encuentro más
alambre de púas, campos vacíos y un pequeño cobertizo en
la parte trasera. Estoy sola aquí. No hay nadie que me
moleste mientras trabajo. No tengo ningún compromiso
que no sea mi trabajo.
Aunque este lugar también explote en llamas, no habrá
ningún herido, sólo yo.
Subo por una escalera rota y me dirijo a la entrada en
donde hay un gran sobre colgado con una fina cinta
adhesiva. Lo despego y saco varios papeles que indican que
ahora soy la dueña de Yellowhammer. En realidad, ninguno
de estos documentos tiene mi nombre ―no le he dicho a
nadie mi nombre real, Lexa, desde que descubrí que los
Mogadorianos han estado en la Tierra cazando Lorics. No es
que yo signifique algo para un Mog, realmente. No soy
Pittacus o ninguno de los Ancianos. Pero soy cuidadosa.
El Rancho Yellowhammer, es ahora propiedad de una
corporación falsa que yo he creado, subsidiaria de otra
organización también de mi propiedad, todo el papeleo
hecho de manera que sea imposible de rastrear.
Últimamente he comenzado a reunir identidades, he
sido docenas de personas en estas semanas, algunas veces
en la vida real y otras en el mundo virtual. Era solo Julie
cuando compré el gran todoterreno negro en Pensilvania.
Pedí prestado a un tal Phil su dirección IP cuando intenté
hackear los datos de la CIA. Creo que fue Lindsey la que
compró todas las armas de fuego en Kentucky y Patti la que
compró todo el equipo computarizado en Tennessee. Tomo
nombres de meseras, portadas de revistas y conversaciones
que escucho mientras viajo, cambio mis alias a diario, a
veces cada hora. Organizar datos en información siempre ha
sido mi fuerte, así que cambio entre estas identidades sin
vacilar. Guardando a Julie, Lindsey y Patti lejos en mí
cabeza cuando termino con ellas, en caso de que deba volver
a usarlas.
A la gente a la que compro de las tiendas de empeño y
artículos electrónicos nunca sospechan que no soy quien
digo ser. Y si lo hacen, no dicen nada. Es asombroso como
se hace la mínima cantidad de preguntas cuando estás
dispuesto a pagar algo con un valor mayor al precio. Y,
gracias al casi primitivo internet y sus sistemas de seguridad
usados por los bancos en este planeta, es fácil que el dinero
venga y vaya si eres bueno con los unos y ceros y sabes
moverlos como yo sé. En las pasadas semanas, he obtenido
minúsculas cantidades de dinero de bancos alrededor del
mundo. Dinero es una de las pocas cosas de las cuales tengo
mucho. Dinero, preguntas e ira.
Sacudo el sobre, y un juego de llaves cae sobre mi
palma abierta.
El rancho fue difícil de conseguir. Sabía que quería
algo lo más lejos posible de las áreas habitadas, o incluso de
los pueblos más cercanos. Los sitios como este eran fáciles
de ubicar, pero me tomó un tiempo encontrarlo. Alguien
que quisiera deshacerse de su propiedad en un apuro, y sin
habernos conocido en persona. Todo lo que necesité fue
mover algo de dinero, crear nuevas firmas y de repente ya
era la dueña de una parte de este planeta.
Echo otro vistazo alrededor de la entrada, y no puedo
evitar pensar cuanto Zophie hubiera amado este lugar. Ella
pasó muchas noches en una vieja cabaña en Nueva York,
afuera en la brisa con una taza de té, viendo al vacío.
Probablemente pensando en su hermano, Janus. En esos
días en los cuales aún había esperanza de que se encontrara
vivo.
Un ligero dolor atraviesa mi pecho. Esta sensación ya
me es familiar, el dolor que viene cuando pienso en Zophie
o Janus o mi hermano, Zane, se encuentra fijo en mi
memoria. No importa cuánto trate de olvidarlo y mantener
las memorias enterradas, siempre logran llegar a mí. Me
recuerdo a mí misma que no es tristeza lo que debería estar
sintiendo, sino ira. Eso, al menos, lo puedo usar. Fue mi
combustible en Lorien, cuando no quería nada que no fuese
derribar a los Ancianos y desarraigar nuestra sociedad.
Ahora, la ira contra los Mogadorianos es lo que me
mantiene activa la mitad del tiempo. Un enorme deseo por
venganza en el nombre de todos a los cuales he perdido.
Pero para hacer sufrir a los Mogs, necesito ponerme a
trabajar; sacudo mi cabeza un par de veces y abro la puerta.
Adentro, la casa está cubierta de polvo, todos los
muebles cubiertos por mantas blancas. El cráneo de un gran
animal con cuernos cuelga encima de la chimenea. ¿Por qué
la gente de la Tierra escoge decorar su casa con animales
muertos? No tengo idea.
Matar por deporte era un delito inconcebible en
Lorien, pero basándome en unas cuantas historias que he
escuchado en tiendas de artículos de caza, supongo que no
es muy raro aquí en la Tierra.
Solo puedo imaginar cuál hubiese sido la reacción de
Crayton si él hubiese estado aquí conmigo, conociendo su
apego por la Chimæras. Siento una punzada en mi pecho
cuando me pregunto en dónde se encontrará. ¿Estarán él y
Ella a salvo? ¿Cuánto habrá crecido desde la última vez que
la vi?
Otra vez, empujo estos pensamientos lejos de mi
mente y sigo.
Saco las mantas blancas de la mesa y las pongo sobre el
cráneo, escondiéndolo. Luego exploro las otras
habitaciones. El refrigerador en la cocina tiene una
congeladora enorme, lo que significa que mis viajes al
supermercado no serán tan frecuentes. El clóset del pasillo
puede servir como un pequeño arsenal, donde se pueden
apilar algunas de las armas que he conseguido últimamente.
Dejo los muebles de las demás habitaciones cubiertos y
busco la oficina, localizada al final de un pasillo que pasa
por toda la casa. Aquí será donde pase la mayor cantidad de
mi tiempo ―el santuario de en mi nueva base de
operaciones.
Comienzo a descargar las cosas del todoterreno.
Hasta hace poco he viajado con pocas cosas,
mayormente porque los Mogs destruyeron casi todo lo que
tenía en este planeta mientras buscaba una pista para
encontrar a la Garde.
Por unas cuantas semanas he viajado sin rumbo,
atravesando los Estados Unidos, una extranjera en un
mundo que no es mío. Pensé en buscar al resto de mi gente:
la Garde y los Cêpans de la otra nave.
Según Janus, se han dispersado. Eso fue lo que dijo
poco después de que los Mogadorianos lo ejecutaran en
cámara y me enviaran el vídeo. La evidencia que he
descubierto en línea parece contener pruebas de esto. He
encontrado pistas de ellos aquí y allá: fotos de un hombre
viejo y un pequeño niño con un cofre Loric tratando de
conseguir un pasaje a otro continente, reportes de hombres
tatuados persiguiendo a un niño en Canadá. No estoy
segura por qué se han dividido, pero en mayor parte están
cubriendo sus huellas muy bien, manteniéndose fuera del
mapa. Supongo que sus Cêpans son competentes, en el
mayor de los casos. Siendo imposible hallarlos, lo que es
bueno para ellos, pero no para mí al tratar de localizarlos.
Hay algo muy grande detrás de esto, pero no puedo
saber qué es exactamente. ¿Por qué los Mogs están detrás
de estos niños? ¿Por qué gastar tantos recursos tratando de
destruir a los últimos Lorics?
Estas son las preguntas que he estado tratando de
contestar, mientras hago lo más que puedo tratando de
mantener a la Garde fuera del radar. Si veo algo en el
internet que puede relacionarse con ellos, trato de borrar
todo o destruir el código de acceso. Pero mantenerme en
movimiento también se ha hecho difícil a mí para poder
seguir con esto. Por eso estoy aquí ahora. Es una base de
operaciones para una guerra venidera. Porque si los Mogs
están aquí en la Tierra, es probable que solo sea cuestión de
tiempo para que hagan lo mismo que hicieron con mi hogar.
La mayoría de las cajas están llenas de computadoras y
equipos que he comprado en mi viaje por este país. Cuando
todo esta apilado en la oficina, comienzo a armar equipos,
desarmar máquinas y reconectándolas para que sean más
eficientes, construyendo un sistema que incorporará a la
computadora que creé en Egipto y tecnología Loric. La
computadora personalizada está bien, pero la máquina que
estoy construyendo me brindará más poder de
procesamiento y más espacio. El trabajo es tedioso, pero me
mantengo concentrada. La noche cae y el sol sale. Pauso por
unos cuantos minutos para ir por agua y estirar mis piernas.
Cuando mi cabeza empieza a doler por la concentración por
tanto tiempo, tomo un descanso y camino un poco afuera,
tomando nota de todos los lugares en los cuales puedo
añadir cámaras y seguridad una vez que la computadora
esté funcionando. Algo un poco más complicado que un
alambre de púas.
Este lugar tomará bastante trabajo, pero por el tiempo
que pase será un fuerte de conocimiento y poder. Planeo
recolectar hasta la más mínima información sobre los Mogs.
Esos bastardos que destruyeron mi planeta, que
mataron a mi amigo, pagarán. Descubriré qué es lo que
traman y ayudaré a los Lorics a destruirlos.
De alguna manera.
Abro hasta la mitad las oxidadas puertas de un gran
establo en la parte trasera. Chillan como si no hubiesen sido
movidas en un largo tiempo. La luz se filtra por una sección
de techo faltante, iluminando unos montones de paja y unas
cuantas herramientas colgadas en una pared.
El lugar no es mucho ―es más, luce como si una buena
movida pudiese tirarlo al suelo― pero servirá.
Con un poco de suerte, pronto tendré una nave aquí.
La que trajo a los Garde escogidos y a sus Cêpans a este
planeta ―tal vez el último transporte Loric del universo.
Porque por cualquier cosa por la que estén aquí los
Garde, van a necesitar toda la ayuda que puedan conseguir.
Ellos están siendo cazados. Estamos siendo cazados. Y
cuando dominen sus Legados y decidan que es tiempo de
pelear contra los Mogadorianos, ellos necesitarán la nave.
Diablos, los llevaré hasta los Mogs yo misma.
Una vez que mi supercomputadora de escritorio– o al
menos lo que pasaría por una en este planeta– está
instalada en la oficina, me pongo a trabajar.
Comienzo con la información que tengo de parte de
Zophie y Janus. No es mucho, pero para eso estoy aquí para
arreglarlo.
Ya que he demostrado que encontrar a la Garde es casi
imposible, he decidido tomar un camino diferente. Un
tiempo atrás, cuando todavía estábamos a la deriva por el
espacio en la nave, Zophie mencionó que Pittacus Lore
había establecido un contacto para la Garde aquí en la
Tierra. Si pudiese encontrar a esa persona, quizá pueda
darle sentido a lo que está pasando. Incluso él o ella pueden
saber dónde se encuentra la nave de Janus.
Y hay la posibilidad de que tal vez Pittacus haya
sobrevivido a la caída de Lorien. ¿Quién sabe dónde estaban
los Ancianos cuando nuestro planeta fue destruido? Incluso
podría estar aquí, en la Tierra. Y su contacto podría saberlo.
Concentro mi información en una simple pregunta:
¿Cómo pudo Pittacus Lore lograr que un humano ayudase a
los Lorics?
Me paso innumerables horas pensando en esto,
tratando de entrar en la cabeza de un Anciano. ¿Habrá
buscado a un gran pensador? ¿O un líder militar? O habrá
escogido a alguien extremadamente rico con los recursos
necesarios para proteger hasta el último de nuestra especie.
Estas preguntas sólo conducen a más preguntas, sin
embargo: ¿Qué idiomas terrestres hablaba Pittacus?
¿Cuántos contactos podría él haber tenido en este planeta?
En mi tiempo en la Academia de Defensa de Lorien, trabajé
en la mejora de tecnologías de la Tierra, pero nunca me
pregunté cómo las tecnologías se les fueron entregadas a
estos seres. Por primera vez en mi vida, me arrepiento de
haber salido de la ADL después de la muerte de mi
hermano. Si no lo hubiera hecho, tal vez tendría más
información ahora con la cual trabajar.
Apenas duermo y rara vez dejo la oficina. Con cortinas
oscuras en las ventanas, apenas me doy cuenta si esta
oscuro o no afuera. Finalmente me doy cuenta de que estoy
buscando en el camino equivocado. Quizás Pittacus no
encontró un contacto en la Tierra. Tal vez alguien en la
Tierra lo encontró a él.
Esto es algo que puedo usar, algo más cortó. Empiezo a
hurgar en las iniciativas de la Tierra sobre contacto con
otros planetas. Son relativamente pocas, y estoy
sorprendida, no por primera vez, sino por lo extraño que es
pensar que tu pequeño mundo con suciedad y hierba y agua
es el único capaz de sustentar vida. En el curso de los días
sigo pistas que no van a ninguna parte. Entro a algunas
cuentas de correo electrónico y realizo un seguimiento al
historial de navegación de una docena de astrofísicos, los
cosmólogos, astronautas―incluso algunos teóricos de
conspiraciones descabelladas. No descubro nada acerca de
Lorien o Pittacus Lore.
Por último, me tropiezo con un candidato prometedor.
Encuentro información acerca de un hombre llamado
Malcolm Goode, quien fue franco en su creencia de
extraterrestres, tanto que aparentemente le costó su trabajo
en un centro educativo que no suena como la ADL. Más
importante, publicó varios artículos detallando sus intentos
para transmitir mensajes a otros planetas.
Sus investigaciones y métodos, aunque primitivos, son
seguros.
Una vez que tengo un nombre y un poco de historia, no
me toma mucho tiempo encontrar a Malcolm Goode. Parece
que vive en un pequeño pueblo en el Estado de Ohio.
Indago más y encuentro un email vinculado a su nombre.
Desde allí es poco el trabajo para hackear su cuenta, donde
examino cuidadosamente su correo diario de lo que parece
ser una vida tranquila.
A excepción de un correo electrónico que descubro y
que me lleva a una foro en línea privado. Ha estado inactivo
por años, y los correos parecen inofensivos. Aun así, sigo
indagando, hasta que encuentro un mensaje eliminado en la
bandeja de mensajes:
Fin.
AGRADECIMIENTOS
Hola. Por cuarta vez.
Bien, realmente no sé ni siquiera qué decir en esta ocasión
porque muchos chicos se han pasado de guays con nosotros
debido a las circunstancias que se presentaron en esta
traducción. No saben lo agradecido que estoy con ellos.
Antes que seguir con una ñoñada de mi parte y ponerme
cursi, sentimental o enojón, quisiera mencionar y reconocer
el esfuerzo que tanto, Samuel Llano, Jesse Alexander y Majo
Flores, quienes sin ser parte del equipo de traducción de
ECEN, nos ayudaron con la mitad del trabajo. Sin ustedes
chicos, no lo habríamos logrado. Gracias.
Y bien. Ya se viene The Fate of Ten y como lo hicimos desde
hace casi un año cuando tradujimos La Venganza de Siete,
esta vez lo haremos de nuevo. No sé hasta cuántas personas
llegará nuestra traducción, pero para todos aquellos que
hayan llegado hasta este pedazo del archivo, quiero
hacerles la invitación a ayudarnos en el proceso de
traducción del sexto y penúltimo libro de la saga
(necesitamos de todo), que por si no lo sabían estamos a un
año todavía de que todo esto termine. Quienes estén
interesados en apoyar a ECEN, fans traduciendo para fans,
están cordialmente invitados a mandarnos un mensaje a
nuestra página en Facebook o a nuestro Twitter
(@ECENLorics)
Gracias al equipo de traducción, esta ocasión conformado
por: Cynthi Altamirano, Mayra Marín, el tío Isaac Crespo y
La Chica Que No Debe Ser Nombrada. Lo logramos una vez más.
Se me olvidaba, Karlette. Envidio esos dotes de
manipulación que tienes tú.
Nos vemos en la siguiente, Lorics.
—Samuel Maldonado. [Samuu.]
Postdata: Que no me olvidé de ti, José Páez.
Postdata 2: Si creen que el archivo termina aquí, se
equivocan, sigan leyendo. Sólo no se traumen. ¿Vale?
Prólogo
(Traducido por: Carolina Guillen)