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LOS EVENTOS NARRADOS EN ESTE LIBRO SON REALES.

NOMBRES Y LUGARES HAN SIDO CAMBIADOS PARA


PROTEGER A LOS DE LORIEN QUE PERMANECEN
ESCONDIDOS.

EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.


ALGUNAS DE ELLAS BUSCAN DESTRUIRNOS.
Archivo Perdido #12:

El Guardián
Pittacus Lore
TRADUCCIÓN POR:
ELLOS CAMINAN ENTRE NOSOTROS
https://www.facebook.com/ecenmexico
En Lorien viví en la casa de mi abuelo a las afueras de la
ciudad, en el dormitorio de la Academia de Defensa, en el
sótano del apartamento frente al Eilon Park― incluso en un
Kabarak en los territorios lejanos, unos pocos años después
de que mi hermano muriera, cuando era feliz de estar
perdida y desconectada de la Ciudad Capital y todo lo que
era. Ninguno de esos lugares existe ahora que los
Mogadorianos han destruido mi planeta. Ahora, solo tengo
a la Tierra, un mundo en donde no soy sólo una extraña,
sino una de las últimas personas de mi raza.
He estado en este planeta por casi dos años, pero no
estoy segura de que alguna vez me sienta como en casa. Casi
lo logré cuando renté una cabaña en las afueras de Nueva
York por un breve periodo de tiempo hace un par de meses
atrás. Gracias a los Mogs, esta también dejó de existir.
Parece, que eventualmente todos mis hogares son
destruidos. La muerte parece perseguirme a donde sea que
voy, llevándose a las personas que más me importan. Por
esta razón tengo como prioridad mantenerme sola, lejos de
la gente.
Así es como terminé comprando un terreno excluido
en el que nunca había puesto un pie, localizado en Alabama.
Está anocheciendo cuando veo la propiedad por
primera vez con mis propios ojos, frente a mi veo una
enorme puerta de acero forjado que se abre a un largo
camino rodeado por árboles.
El nombre Rancho Yellowhammer está deletreado en
letras oxidadas en la cima de la puerta. La entrada se ve
imponente, pero no es más que un adorno. Como medida de
seguridad, da risa. Ni si quiera existe un candado. La cerca
de cada lado está igual de mal, la cual consiste en unas
pocas tiras de alambre de púas: una barrera que mantendrá
alejado solo a los animales perdidos. Me pregunto si los
antiguos dueños en realidad se sentían seguros con estas
patéticas cuerdas de metal. Posiblemente, supongo. Pero,
probablemente ellos nunca imaginaron que sus enemigos
vendrían desde el cielo en vez de por tierra.
Yo sé más.
De todas formas, la entrada y la cerca no son
completamente inservibles. Las dos me servirán para
instalar cámaras que vigilarán el perímetro. Quizás algunas
armas operadas por control remoto, sólo en caso de que los
Mogadorianos logren encontrarme aquí.
Con un pequeño empujón, las puertas de acero forjado
se mueven, haciendo chillar a las viejas bisagras. Regreso a
mi todoterreno y conduzco por el camino. La casa está
localizada en un pequeño camino pasando la entrada, y se
encuentra más o menos escondida entre los árboles y
montañas. Afuera sólo se pueden observar anchas vigas de
madera. Ignoro el pequeño garaje de autos a un lado y
manejo por la hierba hasta la entrada de la casa. El
amarillento césped se alza hasta mis tobillos, cubiertos por
negras botas, cuando lo piso. Rodeo lo casa,
familiarizándome con el área, manteniendo mis ojos
abiertos en caso de que aparezca algo fuera de lo ordinario y
trato de hallar problemas con la seguridad. No hay nada
raro hasta lo que puedo observar, sólo encuentro más
alambre de púas, campos vacíos y un pequeño cobertizo en
la parte trasera. Estoy sola aquí. No hay nadie que me
moleste mientras trabajo. No tengo ningún compromiso
que no sea mi trabajo.
Aunque este lugar también explote en llamas, no habrá
ningún herido, sólo yo.
Subo por una escalera rota y me dirijo a la entrada en
donde hay un gran sobre colgado con una fina cinta
adhesiva. Lo despego y saco varios papeles que indican que
ahora soy la dueña de Yellowhammer. En realidad, ninguno
de estos documentos tiene mi nombre ―no le he dicho a
nadie mi nombre real, Lexa, desde que descubrí que los
Mogadorianos han estado en la Tierra cazando Lorics. No es
que yo signifique algo para un Mog, realmente. No soy
Pittacus o ninguno de los Ancianos. Pero soy cuidadosa.
El Rancho Yellowhammer, es ahora propiedad de una
corporación falsa que yo he creado, subsidiaria de otra
organización también de mi propiedad, todo el papeleo
hecho de manera que sea imposible de rastrear.
Últimamente he comenzado a reunir identidades, he
sido docenas de personas en estas semanas, algunas veces
en la vida real y otras en el mundo virtual. Era solo Julie
cuando compré el gran todoterreno negro en Pensilvania.
Pedí prestado a un tal Phil su dirección IP cuando intenté
hackear los datos de la CIA. Creo que fue Lindsey la que
compró todas las armas de fuego en Kentucky y Patti la que
compró todo el equipo computarizado en Tennessee. Tomo
nombres de meseras, portadas de revistas y conversaciones
que escucho mientras viajo, cambio mis alias a diario, a
veces cada hora. Organizar datos en información siempre ha
sido mi fuerte, así que cambio entre estas identidades sin
vacilar. Guardando a Julie, Lindsey y Patti lejos en mí
cabeza cuando termino con ellas, en caso de que deba volver
a usarlas.
A la gente a la que compro de las tiendas de empeño y
artículos electrónicos nunca sospechan que no soy quien
digo ser. Y si lo hacen, no dicen nada. Es asombroso como
se hace la mínima cantidad de preguntas cuando estás
dispuesto a pagar algo con un valor mayor al precio. Y,
gracias al casi primitivo internet y sus sistemas de seguridad
usados por los bancos en este planeta, es fácil que el dinero
venga y vaya si eres bueno con los unos y ceros y sabes
moverlos como yo sé. En las pasadas semanas, he obtenido
minúsculas cantidades de dinero de bancos alrededor del
mundo. Dinero es una de las pocas cosas de las cuales tengo
mucho. Dinero, preguntas e ira.
Sacudo el sobre, y un juego de llaves cae sobre mi
palma abierta.
El rancho fue difícil de conseguir. Sabía que quería
algo lo más lejos posible de las áreas habitadas, o incluso de
los pueblos más cercanos. Los sitios como este eran fáciles
de ubicar, pero me tomó un tiempo encontrarlo. Alguien
que quisiera deshacerse de su propiedad en un apuro, y sin
habernos conocido en persona. Todo lo que necesité fue
mover algo de dinero, crear nuevas firmas y de repente ya
era la dueña de una parte de este planeta.
Echo otro vistazo alrededor de la entrada, y no puedo
evitar pensar cuanto Zophie hubiera amado este lugar. Ella
pasó muchas noches en una vieja cabaña en Nueva York,
afuera en la brisa con una taza de té, viendo al vacío.
Probablemente pensando en su hermano, Janus. En esos
días en los cuales aún había esperanza de que se encontrara
vivo.
Un ligero dolor atraviesa mi pecho. Esta sensación ya
me es familiar, el dolor que viene cuando pienso en Zophie
o Janus o mi hermano, Zane, se encuentra fijo en mi
memoria. No importa cuánto trate de olvidarlo y mantener
las memorias enterradas, siempre logran llegar a mí. Me
recuerdo a mí misma que no es tristeza lo que debería estar
sintiendo, sino ira. Eso, al menos, lo puedo usar. Fue mi
combustible en Lorien, cuando no quería nada que no fuese
derribar a los Ancianos y desarraigar nuestra sociedad.
Ahora, la ira contra los Mogadorianos es lo que me
mantiene activa la mitad del tiempo. Un enorme deseo por
venganza en el nombre de todos a los cuales he perdido.
Pero para hacer sufrir a los Mogs, necesito ponerme a
trabajar; sacudo mi cabeza un par de veces y abro la puerta.
Adentro, la casa está cubierta de polvo, todos los
muebles cubiertos por mantas blancas. El cráneo de un gran
animal con cuernos cuelga encima de la chimenea. ¿Por qué
la gente de la Tierra escoge decorar su casa con animales
muertos? No tengo idea.
Matar por deporte era un delito inconcebible en
Lorien, pero basándome en unas cuantas historias que he
escuchado en tiendas de artículos de caza, supongo que no
es muy raro aquí en la Tierra.
Solo puedo imaginar cuál hubiese sido la reacción de
Crayton si él hubiese estado aquí conmigo, conociendo su
apego por la Chimæras. Siento una punzada en mi pecho
cuando me pregunto en dónde se encontrará. ¿Estarán él y
Ella a salvo? ¿Cuánto habrá crecido desde la última vez que
la vi?
Otra vez, empujo estos pensamientos lejos de mi
mente y sigo.
Saco las mantas blancas de la mesa y las pongo sobre el
cráneo, escondiéndolo. Luego exploro las otras
habitaciones. El refrigerador en la cocina tiene una
congeladora enorme, lo que significa que mis viajes al
supermercado no serán tan frecuentes. El clóset del pasillo
puede servir como un pequeño arsenal, donde se pueden
apilar algunas de las armas que he conseguido últimamente.
Dejo los muebles de las demás habitaciones cubiertos y
busco la oficina, localizada al final de un pasillo que pasa
por toda la casa. Aquí será donde pase la mayor cantidad de
mi tiempo ―el santuario de en mi nueva base de
operaciones.
Comienzo a descargar las cosas del todoterreno.
Hasta hace poco he viajado con pocas cosas,
mayormente porque los Mogs destruyeron casi todo lo que
tenía en este planeta mientras buscaba una pista para
encontrar a la Garde.
Por unas cuantas semanas he viajado sin rumbo,
atravesando los Estados Unidos, una extranjera en un
mundo que no es mío. Pensé en buscar al resto de mi gente:
la Garde y los Cêpans de la otra nave.
Según Janus, se han dispersado. Eso fue lo que dijo
poco después de que los Mogadorianos lo ejecutaran en
cámara y me enviaran el vídeo. La evidencia que he
descubierto en línea parece contener pruebas de esto. He
encontrado pistas de ellos aquí y allá: fotos de un hombre
viejo y un pequeño niño con un cofre Loric tratando de
conseguir un pasaje a otro continente, reportes de hombres
tatuados persiguiendo a un niño en Canadá. No estoy
segura por qué se han dividido, pero en mayor parte están
cubriendo sus huellas muy bien, manteniéndose fuera del
mapa. Supongo que sus Cêpans son competentes, en el
mayor de los casos. Siendo imposible hallarlos, lo que es
bueno para ellos, pero no para mí al tratar de localizarlos.
Hay algo muy grande detrás de esto, pero no puedo
saber qué es exactamente. ¿Por qué los Mogs están detrás
de estos niños? ¿Por qué gastar tantos recursos tratando de
destruir a los últimos Lorics?
Estas son las preguntas que he estado tratando de
contestar, mientras hago lo más que puedo tratando de
mantener a la Garde fuera del radar. Si veo algo en el
internet que puede relacionarse con ellos, trato de borrar
todo o destruir el código de acceso. Pero mantenerme en
movimiento también se ha hecho difícil a mí para poder
seguir con esto. Por eso estoy aquí ahora. Es una base de
operaciones para una guerra venidera. Porque si los Mogs
están aquí en la Tierra, es probable que solo sea cuestión de
tiempo para que hagan lo mismo que hicieron con mi hogar.
La mayoría de las cajas están llenas de computadoras y
equipos que he comprado en mi viaje por este país. Cuando
todo esta apilado en la oficina, comienzo a armar equipos,
desarmar máquinas y reconectándolas para que sean más
eficientes, construyendo un sistema que incorporará a la
computadora que creé en Egipto y tecnología Loric. La
computadora personalizada está bien, pero la máquina que
estoy construyendo me brindará más poder de
procesamiento y más espacio. El trabajo es tedioso, pero me
mantengo concentrada. La noche cae y el sol sale. Pauso por
unos cuantos minutos para ir por agua y estirar mis piernas.
Cuando mi cabeza empieza a doler por la concentración por
tanto tiempo, tomo un descanso y camino un poco afuera,
tomando nota de todos los lugares en los cuales puedo
añadir cámaras y seguridad una vez que la computadora
esté funcionando. Algo un poco más complicado que un
alambre de púas.
Este lugar tomará bastante trabajo, pero por el tiempo
que pase será un fuerte de conocimiento y poder. Planeo
recolectar hasta la más mínima información sobre los Mogs.
Esos bastardos que destruyeron mi planeta, que
mataron a mi amigo, pagarán. Descubriré qué es lo que
traman y ayudaré a los Lorics a destruirlos.
De alguna manera.
Abro hasta la mitad las oxidadas puertas de un gran
establo en la parte trasera. Chillan como si no hubiesen sido
movidas en un largo tiempo. La luz se filtra por una sección
de techo faltante, iluminando unos montones de paja y unas
cuantas herramientas colgadas en una pared.
El lugar no es mucho ―es más, luce como si una buena
movida pudiese tirarlo al suelo― pero servirá.
Con un poco de suerte, pronto tendré una nave aquí.
La que trajo a los Garde escogidos y a sus Cêpans a este
planeta ―tal vez el último transporte Loric del universo.
Porque por cualquier cosa por la que estén aquí los
Garde, van a necesitar toda la ayuda que puedan conseguir.
Ellos están siendo cazados. Estamos siendo cazados. Y
cuando dominen sus Legados y decidan que es tiempo de
pelear contra los Mogadorianos, ellos necesitarán la nave.
Diablos, los llevaré hasta los Mogs yo misma.
Una vez que mi supercomputadora de escritorio– o al
menos lo que pasaría por una en este planeta– está
instalada en la oficina, me pongo a trabajar.
Comienzo con la información que tengo de parte de
Zophie y Janus. No es mucho, pero para eso estoy aquí para
arreglarlo.
Ya que he demostrado que encontrar a la Garde es casi
imposible, he decidido tomar un camino diferente. Un
tiempo atrás, cuando todavía estábamos a la deriva por el
espacio en la nave, Zophie mencionó que Pittacus Lore
había establecido un contacto para la Garde aquí en la
Tierra. Si pudiese encontrar a esa persona, quizá pueda
darle sentido a lo que está pasando. Incluso él o ella pueden
saber dónde se encuentra la nave de Janus.
Y hay la posibilidad de que tal vez Pittacus haya
sobrevivido a la caída de Lorien. ¿Quién sabe dónde estaban
los Ancianos cuando nuestro planeta fue destruido? Incluso
podría estar aquí, en la Tierra. Y su contacto podría saberlo.
Concentro mi información en una simple pregunta:
¿Cómo pudo Pittacus Lore lograr que un humano ayudase a
los Lorics?
Me paso innumerables horas pensando en esto,
tratando de entrar en la cabeza de un Anciano. ¿Habrá
buscado a un gran pensador? ¿O un líder militar? O habrá
escogido a alguien extremadamente rico con los recursos
necesarios para proteger hasta el último de nuestra especie.
Estas preguntas sólo conducen a más preguntas, sin
embargo: ¿Qué idiomas terrestres hablaba Pittacus?
¿Cuántos contactos podría él haber tenido en este planeta?
En mi tiempo en la Academia de Defensa de Lorien, trabajé
en la mejora de tecnologías de la Tierra, pero nunca me
pregunté cómo las tecnologías se les fueron entregadas a
estos seres. Por primera vez en mi vida, me arrepiento de
haber salido de la ADL después de la muerte de mi
hermano. Si no lo hubiera hecho, tal vez tendría más
información ahora con la cual trabajar.
Apenas duermo y rara vez dejo la oficina. Con cortinas
oscuras en las ventanas, apenas me doy cuenta si esta
oscuro o no afuera. Finalmente me doy cuenta de que estoy
buscando en el camino equivocado. Quizás Pittacus no
encontró un contacto en la Tierra. Tal vez alguien en la
Tierra lo encontró a él.
Esto es algo que puedo usar, algo más cortó. Empiezo a
hurgar en las iniciativas de la Tierra sobre contacto con
otros planetas. Son relativamente pocas, y estoy
sorprendida, no por primera vez, sino por lo extraño que es
pensar que tu pequeño mundo con suciedad y hierba y agua
es el único capaz de sustentar vida. En el curso de los días
sigo pistas que no van a ninguna parte. Entro a algunas
cuentas de correo electrónico y realizo un seguimiento al
historial de navegación de una docena de astrofísicos, los
cosmólogos, astronautas―incluso algunos teóricos de
conspiraciones descabelladas. No descubro nada acerca de
Lorien o Pittacus Lore.
Por último, me tropiezo con un candidato prometedor.
Encuentro información acerca de un hombre llamado
Malcolm Goode, quien fue franco en su creencia de
extraterrestres, tanto que aparentemente le costó su trabajo
en un centro educativo que no suena como la ADL. Más
importante, publicó varios artículos detallando sus intentos
para transmitir mensajes a otros planetas.
Sus investigaciones y métodos, aunque primitivos, son
seguros.
Una vez que tengo un nombre y un poco de historia, no
me toma mucho tiempo encontrar a Malcolm Goode. Parece
que vive en un pequeño pueblo en el Estado de Ohio.
Indago más y encuentro un email vinculado a su nombre.
Desde allí es poco el trabajo para hackear su cuenta, donde
examino cuidadosamente su correo diario de lo que parece
ser una vida tranquila.
A excepción de un correo electrónico que descubro y
que me lleva a una foro en línea privado. Ha estado inactivo
por años, y los correos parecen inofensivos. Aun así, sigo
indagando, hasta que encuentro un mensaje eliminado en la
bandeja de mensajes:

¿Hola? ¿Malcolm? ¿Aún hay alguien aquí? ¿Ha habido


más contacto con Pittacus?–Ethan

Considero tratar de contactarme con Malcolm por


internet o por teléfono, pero creo que si Pittacus en persona
habló con él, probablemente ha jurado guardar el secreto.
No quiero arriesgar a que desaparezca por mí, por lo que me
cambio y guardo un arma en mi todoterreno y comienzo a
manejar desde Alabama hasta Ohio para llegar el día de
mañana. Odio dejar Yellowhammer desprotegido, pero esta
búsqueda tiene más prioridad.
Malcolm vive en las afueras de un pueblo llamado
Paradise. Cuando llego, me estaciono en la calle y veo su
casa por un tiempo, tratando de obtener una idea acerca de
quién es este hombre. A través de mis binoculares lo veo
pasando por las ventanas, junto a una mujer y un niño, de
unos seis o siete años, si tuviera que adivinar. Su esposa y su
hijo, asumo, recuerdo que lo mencionó en algunos de sus
emails. Lo veo regar algunas flores en el patio delantero, y
luego lavar y secar los platos en la cocina. Su existencia
parece perfectamente ordinaria, tan normal que en lo que a
mí respecta tengo el hombre equivocado.
Cuando su mujer se va y el niño corre hacia el patio
para jugar, hago mi movimiento. Me pongo detrás de una
camioneta en la entrada de Malcolm. Unos segundos más
tarde estoy de pie en el porche de su casa, golpeando la
puerta. Mantengo una de pistolas de Raylan metida en el
bolsillo de mi abrigo largo y negro. La llevo conmigo a
donde quiera que vaya, por si acaso.
Malcolm Goode abre la puerta con una sonrisa. Su pelo
es un poco ondulado y despeinado, oscuro. Sus ojos son
brillantes, cejas levantadas.
—¿Puedo ayudarle? —Pregunta, empujando sus
gruesas gafas en la nariz. Está un poco flacucho, y soy
mucho más alta que él. Bueno, si esto va mal y él termina
descontento porque me presenté en su puerta, voy a tener
esa ventaja sobre él.
Voy directo al grano.
—Estoy aquí por Pittacus Lore.
Hace una pausa antes de responder.
—Creo que está en la casa equivocada.
—Los dos sabemos que eso no es cierto, —le digo, pero
no en inglés. Utilizo el lenguaje de Lorien. Se siente tan
extraño en mi lengua al principio. No he dicho ni una
palabra de mi pueblo en meses. Malcolm se sorprende
cuando hablo. Sus ojos se quedan en blanco por un instante,
y luego parpadea mucho, me mira con una mezcla de
confusión y asombro. Esto es exactamente el tipo de
reacción que estoy buscando.
—¿Qué idioma es ese? —Malcolm pregunta en voz baja,
poco convencido—. Nunca la he oído antes.
Vuelvo de nuevo a inglés.
—Sé quién eres, Malcolm Goode.
Él empieza a cerrar la puerta, pero mi pie está
obstruyendo el camino antes que consiga cerrarla.
—Escucha, —digo con firmeza—. No tengo ninguna
intención de lastimarte. Sólo estoy en busca de información.
—No sé de lo que estás hablando, —dice, tratando de
poner mi pie fuera de la puerta.
Pongo mi mano en la puerta, flexionando los dedos y
haciéndola abrirse un poco. Malcolm debe sentir la
resistencia, sus fosas nasales se dilatan.
—Sólo quiero respuestas, —le digo.
—No sé nada, —alza la voz ahora, al borde del pánico—
. Si no te vas ahora llamare a la policía.
—¿Y qué les dirás? —Le pregunto—. ¿Que vine
preguntando acerca de un Anciano Loric? No quieres que
algo así se escriba en un reporte. Los Mogs vendrían
directamente a ti.
El rostro de Malcolm se pone blanco. Él deja de
empujar con fuerza la puerta.
—Ya están aquí, —continúo—. Los Mogadorianos. Él te
dijo acerca de ellos, ¿no? Pittacus debe haber sabido lo que
iba a sucederle a Lorien, si habló de eso contigo de
antemano. Los Mogs están en este planeta. Han venido a la
Tierra. Sólo quiero respuestas.
Malcolm me mira. Él busca mi cara. Puedo verlo
haciendo cálculos en su cabeza, tratando de averiguar qué
hacer a continuación.
—¿Cómo sé que no eres un Mogadoriano? —Pregunta.
—Malcolm, si alguna vez hubieras visto uno de esos
bastardos, te darías cuenta de que es la pregunta más
insultante que jamás me han hecho.
Él asiente un poco.
—Por lo que he oído... puedo imaginarlo.
—Yo sé de los que vinieron de Lorien. Los nueve Garde
y sus mentores. Soy una amiga. Si no lo fuera, habría
aparecido con un ejército.
Después de unos momentos quita el resto de su peso
de la puerta, abriéndola lo suficientemente para que pueda
pasar. Mientras que él asoma la cabeza por la puerta
delantera y mira a su alrededor, investigo la primeras
habitaciones en su casa, mirando el entorno, preparándome
para cualquier cosa. El hecho de que este hombre fue
elegido por uno de los Ancianos no significa que sea de fiar.
No por mí, al menos, no cuando apenas tengo fe en los
propios Ancianos. Meto mi mano en el bolsillo de mi
chaqueta, lista para sacar mi arma a la primera señal de que
Malcolm no quiera cooperar.
Pero lo hace. Él me hace pasar a su despacho. Oscuros
estantes de madera se alinean en las paredes. Están llenos
de libros, archivos y documentos de todo tipo apilados uno
encima del otro sin orden alguno. Por un momento me
acuerdo de mi pequeño apartamento en el sótano de Lorien,
lleno con todo tipo de material informático y varios
proyectos electrónicos.
Malcolm se asoma por la ventana y ve en el patio
trasero, donde su hijo corre alrededor con alguna gran nave
o avión. Cuando él parece estar satisfecho de que el niño
está a salvo, cierra las persianas y se vuelve hacia mí.
—¿Cómo pudiste…? —Comienza.
—Un antiguo mensaje de un foro, —le digo.
—Pero...lo abandonamos mucho antes de que la nave
aterrizara. Y sólo he hablado en código. Cualquier cosa
visible fue eliminada.
—Nada se borra realmente de internet, Malcolm. Un
día tu gente se dará cuenta de eso. Si te sirve de consuelo,
me tomó bastante tiempo encontrarlo.
Niega con la cabeza.
—Pero fuimos muy cuidadosos. Nunca mencionamos
detalles reales. Todo estaba reservado para las reuniones
cara a cara.
—Alguien no siguió las reglas, —le digo.
Él considera esto por un momento, y luego su rostro
cambia a un ceño fruncido.
—Pensé que me había librado de... —suspira—. Nada se
elimina realmente. —Frunce los labios un poco—. Ethan.
Siempre me imaginé que acabaría siendo un problema. Es
por eso que lo excluimos antes de que la nave aterrizara.
—¿Cómo te reclutó Pittacus? —Pregunto—. ¿Mediante
los mensajes enviados al espacio?
Me mira con curiosidad antes de asentir.
—He hecho mi investigación sobre ti, —explico—.
¿Sigues en contacto? ¿Podría hacerle llegar un mensaje a él?
Las cejas de Malcolm se levantan en asombro, y luego
su mirada cae al suelo.
—Lo siento, —dice—. Pero Pittacus está muerto.
Estas palabras aterrizan en mis oídos, pero las siento
en mi cerebro, mi estómago se tuerce tan fuerte que casi me
desmayo. Esto siempre había sido un posible, sino un
probable, escenario. Sin embargo, al oír esto tomo un poco
de aire para mis pulmones. Siempre he querido a los
Ancianos fuera del poder, pero nunca muertos. En realidad
no. Somos cada vez menos.
—¿Estás seguro? —Pregunto.
—Muy seguro, —dice. Mira a la ventana con vista al
patio trasero y luego de nuevo a mí.
—¿Qué pasa con un hombre llamado Loridas? —
Pregunto.
—Otro de los ‗Ancianos‘, ¿sí? Por lo Pittacus me dijo...
creo que todos ellos se han ido también, —asiento
lentamente—. ¿Había alguien más en la nave que no sean
los nueve niños y sus tutores?
—No. Bueno, hubo un piloto también, pero él tomó la
nave para ocultarla. No estoy…
—Janus, —le digo—. Su nombre era Janus. Está
muerto también.
Me aparto de él, tomando unos pasos hacia una pared
de estanterías mientras asimilo toda esta información.
—¿Quién eres? —Pregunta—. Hablas su lengua. ¿Eres
de Lorien también?
Estoy a punto de responder cuando lo veo, escondido
bajo unas pocas páginas de papel suelto en la estantería.
Una Tablet blanca.
La reconozco; es Loric. Un dispositivo de rastreo
utilizado para vigilar naves, inventario y, a veces incluso
personas, dependiendo de la forma en que esté programado.
Si está aquí...
Doy unos pocos pasos y la Tablet ya está en mis manos,
los papeles encima de ella caen al suelo.
—¿Él te dio esto? —Pregunto.
—Pittacus lo hizo, sí, —Malcolm dice—. Aunque
lamento decirte que no me dio ninguna instrucción aparte
de mantenerla a salvo. Estaba herido y... ¿sabes lo que es?
Saco mi laptop de la mochila y encuentro un cable
conector de una de las viejas bases de datos Lorics. Lo
deslizo dentro del puerto en la parte inferior de la Tablet
blanca, y lo conecto a mi computadora. En cuestión de
segundos tengo un mapa de la Tierra en el dispositivo.
—¿Cómo lo hiciste…? —Se calla.
—Soy buena con las computadoras, —murmuro—. Y he
utilizado esto una vez o dos veces en Lorien.
Hay luces azules parpadeando en todo el planeta.
Luces azules que representan personas. Diez en total.
¿Pueden ser éstos los nueve Garde y uno más? ¿Quizás Ella?
Teniendo en cuenta los poderes de sus padres, no me
sorprendería si haya desarrollado Legados desde el
principio.
¿O hay algo más que no estoy considerando?
Y hay dos triángulos también. Un triángulo está en
Egipto, mi nave estrellada. El segundo se encuentra en el
suroeste de los Estados Unidos. La otra nave. Mi pulso se
acelera hasta que puedo sentir la sangre en mis sienes.
—¿Conoces esta área? —Pregunto.
Malcolm se inclina sobre mi hombro.
—Vamos a ver. Eso parece ser... ¡Oh! —Resopla un
poco—. Sí. Creo que ahí es donde se supone que la Base de
Dulce se encuentra. Una operación secreta del gobierno. La
mayoría de las personas están más familiarizadas con el
Área 51, pero esto no es una trampa turística como Roswell.
—Dulce, —me digo a mí misma. Eso tiene sentido. Si el
Gobierno estadounidense tropezó con la nave de Janus,
probablemente querrían mantenerla oculta. Al menos eso
significa que no está en manos Mogs.
—¿Qué hay en Dulce? —Malcolm pregunta.
—Esto es perfecto, —le digo, ignorándolo—. Voy a
recuperar la nave. Con esta Tablet puedo reunir a la Garde
también.
—No puedes, —Malcolm dice, moviendo la cabeza
rápidamente—. Tienen que permanecer separados.
—No tendrán oportunidad contra los Mogs si están
solos, —le digo.
Algo pasa en el rostro de Malcolm, sacude la cabeza un
poco.
—No sabes acerca del hechizo de protección que
pusieron en ellos, ¿verdad? —Pregunta.
Entrecierro mis ojos.
—Creo que tú y yo tendremos una muy larga charla,
Malcolm Goode.
Sabía que los Ancianos planeaban algo cuando enviaron a la
Garde al planeta.
Incluso he llegado a pensar que de alguna manera
arriesgaron las vidas de jóvenes Lorics en nombre de un
bien mayor ―la clase de cosas que yo esperaría de los
gobernantes de Lorien. Nunca imaginé que les darían a
estos nueve niños un orden en el cual morirían y lo
llamarían protección. En términos de supervivencia, tal vez
tiene algún sentido, pero lo único que puedo hacer es
pensar en el pobre y desafortunado niño que fue elegido
para ser Número Uno. ¿Qué clase de carga es esa para llevar
contigo siempre?
Estos nueve Garde ―de alguna manera están para ser
los salvadores de nuestro pueblo. Eso ayuda a explicar por
qué los Mogadorianos han venido a la Tierra: Si los Garde
que escaparon algún día traerán de vuelta el poder de
Lorien, no sería una locura pensar que podrían de alguna
manera llegar a derrotar a esos que destruyeron nuestro
planeta para empezar. Por supuesto que los Mogs quieren
eliminarlos.
Ahora es obvio por qué se separaron. La razón por la
cual se alejaron tanto unos de otros, estos pequeños
puntitos en mi pantalla que se encuentran alrededor de este
planeta. He sido cautelosa para reunirlos, pero ahora veo
con seguridad que eso sería peligroso para todos. Los Mogs
podrían coordinar un solo ataque, y de esa manera los
matarían a todos de una sola vez. Es mejor que
permanezcan separados, al menos por ahora, o al menos
hasta que sean mayores y más fuertes, con Legados para
luchar. Espero que sus Cêpans sean expertos ―espero les
hayan dado a los Mentores más fuertes y capaces de nuestro
planeta.
Debo dejarlos ser, y por mucho que deteste hacerlo,
debo confiar en la sabiduría de los Ancianos y en las
capacidades de los Cêpans.
Incluso buscar a la Garde por mi cuenta significaría
correr el riesgo de llevar a los Mogs directo hacia ellos, sin
importar cuán cuidadosa sea. Eso me deja con una meta
clara.
Iré a la Base de Dulce a por esa nave.
—Llevaré esto conmigo, —digo bajando la mirada hacia
la Tablet blanca.
—¿Qué? —Pregunta Malcolm—. No. ¿Por qué? No
puedes.
—No tienes opción, —le respondo, la Tablet es Loric,
me pertenece.
—Pittacus me dijo que la protegiera. Él dijo que podría
llegar a ser útil.
—Exactamente. Va a ser útil cuando la use.
—No. —Malcolm cierra sus dedos sobre su puño y se
planta frente a mí—. Es mi responsabilidad. He sacrificado
todo por ayudar a tu gente. Mi vida, mi familia. Pittacus me
ordenó que mantuviera a salvo la Tablet para la Garde, y eso
es lo que haré. Uno de los Cêpan, creo que su nombre Loric
es Brandon, dijo que vendría por ella si llegara a haber
problemas, o cuando su chico llegara a la edad de empezar a
desarrollar sus poderes o como sea que ustedes los llamen
Mi mano se mueve hacia el arma que tengo. No quiero
ser ruda con Malcolm, tiene razón al decir que ha
sacrificado demasiado, solo para ayudar a mi pueblo
después de todo, pero no dejaré este artefacto tecnológico
en las manos de alguien que no sabe ni siquiera cómo usarlo
correctamente.
Se oyen pasos provenientes el pasillo, volteo y veo al
hijo de Malcolm allí parado. Un robot de plástico está en el
suelo frente a él, también usa una camiseta con una imagen
de Saturno en ella, el sexto planeta de este sistema solar,
reconozco sus anillos; los he visto de cerca, en mi viaje a
este mundo. El chico es blanco y delgado y tiene cabello
rubio arenoso y aunque en nada se parece físicamente a
Zane, hay algo en su expresión, llena de curiosidad, que
inmediatamente me hace pensar en mi hermano. Me duele
un lugar dentro de mí que pensaba ya había empezado a
sanar.
—Sam, —dice Malcolm, relajando su postura—. Ve
afuera, ¿sí?
Sam mantiene la mirada en mí, Malcolm pasea su
mirada entre el niño y yo unas cuantas veces antes de ir a
donde está el y sacándolo fuera de mi vista.
Pienso en el hecho de que su familia en un pequeño
pueblo de Ohio probablemente ha salvado a lo que queda de
mi gente, y también sobre cómo había pensado en sacar mi
cañón y obligar a Malcolm a darme la Tablet. ¿Qué diría
Zophie? ¿Qué diría Zane?
No soy un matón Mogadoriano. No amenazaré a un
hombre y a su hijo, si los Cêpans esperan que la Tablet
blanca esté en Paradise, no puedo simplemente llevármela a
Alabama.
—Tu hijo puede quedarse, —digo, mientras dejo el
aparato de rastreo sobre el escritorio de Malcolm y empaco
mis cosas—. Debo ponerme en marcha.
Malcolm se ve confundido, pero asiente.
—Dile a quien quiera que venga por la Tablet que la
nave en Egipto está destruida, —exclamo mientras me dirijo
hacia la puerta principal pasando al lado de Malcolm y su
hijo.
—Espera, —me dice—. ¿Quién eres? ¿Cómo llegaste
aquí? Ni siquiera me has dicho tu nombre ¿Adónde vas?
—Nuevo México, —Me detengo en el porche, y volteo
hacia él—. Malcolm, toma esta visita como una advertencia.
Te he encontrado, me tomó solo un tiempo, pero lo hice, y
eso significa que los Mogs…—Le doy una mirada a Sam, que
se esconde tras la pierna de su padre—. Que otros podrían
ser capaces de hacerlo también, otros que no son tan
amigables como yo.
Malcolm me mira fijamente, asintiendo levemente.
—Mantén a tu familia segura, —le digo, mientras que
salgo al jardín de los Goode—. Y la Tablet también, al menos
esconde la maldita cosa, lo último que necesitamos es que
eso caiga en manos enemigas.
Malcolm está todavía en el porche cuando salgo de la
calzada de su casa. Sam se queda bajo el marco de la puerta,
y mientras avanzo por la carretera agita su mano
despidiéndose de mí.
El camino de Paradise a Dulce es largo. Grandes campos
verdes eventualmente le abren paso a planicies que parecen
extenderse más allá del horizonte. Hago una parada para
descansar en un motel en Kansas por un par de horas,
apenas durmiendo, por primera vez desde que llegué a la
Tierra sé exactamente dónde está la nave de Janus. Eso, y
porque me preocupa el cómo voy a ir por ella.
Investigo cualquier cosa que pueda encontrar de esta
―base secreta‖ en internet. La mayoría de ello parece ser
teorías conspirativas y rumores ―aunque, teniendo en
cuenta que Malcolm era visto como uno de esos charlatanes
por sus colegas, tal vez no debería juzgar tan
precipitadamente. Parece ser que la mayoría cree que esta
base es alguna clase de Centro de Investigación, por lo que
tengo la esperanza de que no estará demasiado vigilado. Tal
vez seré capaz de infiltrarme en sus comunicaciones una vez
me encuentre cerca y así hacerme una idea de cómo es la
seguridad en su interior ―algo que no me atrevo a hacer
dentro de la insegura red del hotel.
Quizás. Tal vez. Tengo muchas dudas, y tengo que
recordarme a mí misma que es algo que no puedo apurar,
no puedo simplemente atravesar una valla o saltar sobre
una entrada y asaltar la base, precipitarme a esta situación.
Solo un idiota ―o alguien muy ingenuo― lo haría.
Me hago una idea del área en la que supuestamente
está la base por fotografías y mapas online, y luego trato de
dormir. La mañana siguiente me levanto antes del
amanecer y conduzco entre las montañas de Colorado, que
eventualmente abren paso al árido terreno de Nuevo
México.
Una vez que veo una valla metálica, cubierta con
alambre de púas y signos de advertencia sobre pasar o
tomar fotografías me doy cuenta que estoy en el lugar
correcto.
El perímetro de la base es apenas visible desde el
trecho en el que estoy. Ya es media tarde y no estoy
conduciendo de manera discreta por todo el desierto en mi
gran todoterreno negra, y no quiero probar mi suerte
acercándome más a la cerca. En cambio, me dirijo al pueblo
cercano llamado Dulce, y pago una semana por adelantado
en un motel barato. Escondo la mayoría de mis cosas en una
pequeña habitación en mal estado en caso de que me las
arregle para conseguir la nave y deba dejar mi auto atrás.
Me quedo con algunas armas, alisto algunas provisiones
extra de una tienda de artículos deportivos. Lentes de visión
nocturna, y algunos alicates, solo por si acaso.
Regreso en la noche a la base, aparco a unos
ochocientos metros de la valla y vigilo el perímetro con mis
nuevos lentes. No veo ninguna cámara o alarma. No es
hasta que me acerco más que logro ver la punta de los
edificios y algunos patios de la base. Me mantengo de pie a
algunos metros de la cerca y observo.
Y veo cosas que no puedo siquiera empezar a
comprender.
La base es propiedad de las agencias de Gobierno de
Los Estados Unidos ―eso es obvio, por la información que
encontré en internet y las señales por toda la cerca que me
advierten que me estoy acercando a un ―campamento
militar.‖ También logro ver muchos vehículos con placas y
marcas gubernamentales. Hay también un puñado de
personal armado, vestido de camuflaje rondando.
Pero eso no es lo que hace que me quede boquiabierta
y me provoque un temblor en las manos.
Hay una nave aparcada al lado de una gran torre de
vigilancia. No es una nave Loric, pero las reconocería de
inmediato a todas. Cientos de esas llenaron el cielo durante
la invasión de Lorien, derramando fuego y muerte por todo
mi planeta, soltando batallones de soldados que masacraron
a mi gente.
Es una nave Mogadoriana.
—Mierda, —susurro—. ¿Qué están haciendo los Mogs
aquí?
Mi mente piensa en las opciones, ya sea que los Mogs
se han apoderado de esta base y de alguna manera están
forzando a los humanos a trabajar para ellos o…
Logro tragar una mezcla de ira e incredulidad.
O los Mogs y el gobierno Estadounidense están de
alguna manera trabajando juntos.
Esto se acaba de tornar mucho más complicado.
Lentamente bajo mis lentes de visión nocturna,
tratando de ordenar mis pensamientos con lo que he visto,
solo hasta entonces es que oigo los pasos detrás de mí.
—¡Manos arriba! —Un hombre grita. Luces se encienden.
Escucho algunos ruidos metálicos detrás de mí.
Un vistazo sobre mi hombro me dice que no son Mogs.
Cuatro hombres en uniforme policial marrón forman un
medio círculo detrás de mí, inmovilizándome contra la
alambrada. Sus armas están apuntando a mi espalda, pero
estas tiemblan un poco. Ellos lucen casi aterrorizados.
Tomo un momento antes de moverme, revisando mis
opciones. He obtenido una escopeta en el asiento trasero y
el cañón de Raylan en el bolsillo de mi abrigo. Podría tratar
de huir…
Pero estos son humanos. Ellos probablemente solo
están haciendo su trabajo. ¿Cuáles son las probabilidades de
huir de aquí sin matar accidentalmente a alguno de ellos?
Una parte de mí dice que no me debería importar –que
yo escape sería por el bien de los restantes Lorics. Pero eso
suena tan horrible como algo que los Ancianos dirían. Y no
soy una Anciana.
Recuerdo por segunda vez en las últimas veinticuatro
horas por qué me gusta trabajar detrás de escena.
—¡Dije, manos arriba donde pueda verlas! —La misma
voz grita.
Volteo lentamente, subiendo mis manos. Los oficiales
miran asustados primero, pero no estoy segura de por cual
parte de mi apariencia están sorprendidos. Tal vez el hecho
de que no soy un hombre. Lo he venido a saber al igual que
en Lorien, la gente de la Tierra no acostumbra a que una
mujer sea tan alta. Después del instante de sorpresa, sin
embargo, hay una ola de alivio que apresuro sobre ellos. El
del sombrero grande –él que supongo está a cargo– se
acerca, poniendo su linterna en mi cara. Él mira hacia mí
reciente cabeza afeitada, luego mira a mis ojos por un
momento.
—¿Qué está haciendo aquí afuera? —Él pregunta.
—Excursión, —respondo.
Él deja salir un gruñido, pero puedo ver su postura
suavizarse. Los otros bajan sus armas un poco más.
—Esto es propiedad del gobierno, —dice—. Está
prohibido el paso no se lo tome a la ligera.
—Estoy a este lado del alambrado, —digo.
El ríe burlonamente.
—Lo que la pone bajo mi jurisdicción. Ahora, conozco a
la mayoría de los del condado de Rio Arriba, y
definitivamente nuca la he visto antes, lo cual significa que
necesitamos familiarizarnos. ¿Por qué no me empieza
diciendo porque estaba husmeando en la noche con esas
gafas de caza?
Él señala a uno de sus hombres. El oficial se mueve
detrás de mí y me golpea antes de que pueda protestar. Él
saca el cañón fuera de mi bolsillo.
—Que… —él susurra, envolviendo sus dedos en la
empuñadura.
Él obviamente nunca antes había sostenido un cañón y
no se da cuenta de lo sensible que es el gatillo, porque el
arma se dispara con un sonido electrónico y hace un hoyo
en mi neumático delantero del lado del conductor. El
todoterreno se inclina mientras el neumático se desinfla.
—Mierda, —murmuro.
De repente, todos me están apuntando de nuevo, y el
hombre del sombrero grande atrapa mis manos en mi
espalda. Pienso en resistirme, pero no hay manera que
pueda superarlos ahora. Uno de los hombres empieza a
hacerme preguntas sobre algún comisario de quien nunca
he oído, pero el líder lo calla.
—Nadie habla con ella hasta que hasta que estemos en
la estación. Esta es mi interrogación.
—¿Quiere que mantengamos patrullando el perímetro?
—Uno de los oficiales pregunta.
—Luces apagadas, —el hombre en el sombrero asiente
con la cabeza—. Manténganse silenciosos. No quiero a nadie
viéndolos en cualquier lado del alambrado. —Él se voltea
hacia mí—. Tiene derecho a permanecer en silencio…
Mi mente corre a toda prisa mientras intento recordar
todo lo que he aprendido acerca del sistema de justicia
estadounidense. Cualquier delicado conocimiento puede ser
útil.
—¿Qué crimen he cometido para cargar con esto? —
Pregunto en tanto el me empuja hacia un carro que apenas
puedo ver en la oscuridad—. No he hecho nada malo.
—Posesión ilegal de un arma de fuego, —dice el
hombre—. Y sospechosa de homicidio a un oficial de policía.
Ato cabos de lo que puedo desde el fondo del carro
policiaco basándome en la conversación entre el hombre del
sombrero –el sheriff del condado– y uno de sus suplentes.
Aparentemente dos oficiales fueron a investigar reportes de
luces bizarras cerca a la base, lo cual no es extraño en esta
zona. Pero algo salió mal. Solo un oficial volvió, su cuerpo
lleno de huecos cauterizados por algún arma desconocida.
Antes de caer en coma, él dijo algo sobre un hombre con
tatuajes en su cabeza y ojos negros.
No es de extrañarse la reacción tan fuerte con el
disparo del cañón.
Pánico se empieza a colocar en mi pecho una vez que el
shock de ser arrestada se desvanece. No tengo
identificación. Ni siquiera soy humana. Y estoy esposada en
la parte trasera de un coche de policía con una capa gruesa
de rejilla de metal separándome del asiento delantero.
Tengo que escapar de esto de alguna manera.
Tan rápido como atravesamos Dulce, sirenas suenan
fuerte y luces brillan, intento resolver dónde estamos en
relación con el motel donde está mi computador y las
verdaderas armas escondidas. El pueblo es pequeño,
entonces no me toma mucho obtener mi localización –sin
embargo eso también significa que no hay muchos lugares
para esconderme si logro escapar de la custodia de la
policía. Una vez diviso el aviso del motel en la distancia,
memorizo las vueltas que hacemos.
Ellos me llevan a una pequeña estación en el centro del
pueblo. Supongo que Dulce no necesita mucha presencia
policial. El comisario me empuja fuera del asiento trasero y
me escolta a través de las puertas del frente dentro de un
pequeño lobby, donde una mujer con audífonos está
sentada detrás de un escritorio desordenado. La pared
trasera es sobre todo cristal helado.
La mujer actualiza a los hombres sobre la condición de
los oficiales heridos –la cual no parece buena– y luego soy
llevada por una puerta giratoria.
El resto de la estación es más grande, un amplio cuarto
flanqueado con escritorios de madera. Mis ojos escrutan
alrededor. Hay un gabinete de armas en la esquina trasera
del salón, pero tiene candado. Las persianas están abajo
sobre las ventanas, y me maldigo silenciosamente por no
revisar si había bares allí mientras aún estábamos afuera.
—¿Quiere que Tony la custodie? —El sustituto
pregunta. Señalando a la parte trasera de la estación, donde
puedo ver a un hombre durmiendo dentro de una pequeña
celda—. Él probablemente será trasladado mañana.
—Sólo espósala en una silla por ahora, —el sheriff
responde—. Quiero abrirle proceso en el libro.
Mi esposa izquierda es liberada de mi muñeca y
sujetada a la agarradera en el frente de un pequeño
archivador metálico que tiene una taza de café vacía en la
cima. El comisario apunta hacia un taburete al lado, y a
regañadientes me siento, halando las esposas como puedo,
probando la resistencia del archivador. Pero es firme. No
hay manera de arrastrarlo fuera de aquí. Acepto las
circunstancias. El suplente voltea en la cafetera antes que
hacía uno de los escritorios. Él arroja mi cañón confiscado
—ahora sellado en una bolsa para evidencia— encima de
una pila de papeles.
—Por el libro, —él murmura, tomando asiento—.
Seguro.
El policía escribe en el computador, el sheriff viendo
sobre su hombro. Por su conversación entiendo que ellos
están describiendo algún tipo de reporte sobre mi arresto.
Los computadores de mesa que ellos tienen aquí lucen
antiguos, y por un segundo pienso sobre cuán fácil sería
hackearlos y robar cada información que quiera. Pero eso es
el menor de mis intereses justo ahora. Eventualmente, el
sheriff camina.
—¿Nombre? —Pregunta
Lo miro fijamente. Ninguno de nosotros parpadea. No
sé cuánto continúa esto… ¿minutos? Finalmente el habla de
nuevo.
—Señorita, puedo hacer esto toda la noche, pero
eventualmente usted podría estar cansada o tener hambre.
¿Yo? Yo acabaré enviando al policía a traerme una
hamburguesa de queso. Ahora, no irá a ningún lugar en
ningún momento, así que será mejor si coopera para que
podamos hacer que esté más cómoda.
Nuestro empate continua. Él se sirve una taza de café
fresco, nunca despegando sus ojos de mí, incluso cuando él
toma un trago. La única cosa que nos interrumpe es cuando
la mujer del escritorio llega a través de la puerta giratoria.
—Em, Sheriff, —ella dice, claramente preocupada
sobre algo—. Hay dos hombres que insisten en…
Antes de que ella pueda terminar, la puerta giratoria se
abre de nuevo y dos hombres con trajes negros entran. El
primero es mayor, con delgado cabello blanco y una nariz
ancha. El segundo hombre tiene la piel oscura, como yo, con
un fino bigote que recorre su labio superior.
—Agente Especial Purdy con el Buró Federal de
Investigación [FBI], —el primer hombre dice, sosteniendo
alguna identificación que no puedo ver—. Tengo unas
preguntas para su detenida.
—Ahora espere solo un condenado minuto, —el sheriff
dice, empezándose a dirigir hacia el hombre—. ¿Cómo
diablos sabe al menos que habíamos arrestado a alguien? —
Purdy sonríe.
—Estamos siempre vigilando, Sheriff.
Por supuesto ellos lo están… si el gobierno está
trabajando con los Mogs afuera, entonces ellos están
gustosamente monitoreando todo tipo de comunicación.
Estaba a lo mejor siendo escaneada o filmada todo el tiempo
que estuve afuera del alambrado, incluso si no hubiera visto
ninguna cámara.
Demasiado para ser cuidadosa. Otra vez me recuerdo
que debería volver a Yellowhammer, seguramente detrás de
la pantalla de un computador.
El suplente y el Sheriff tienen una acalorada y
silenciosa discusión al frente del salón. Purdy camina hacia
mí. Él empuja hacia atrás su chaqueta y mostrándome una
pistola antes de cruzar sus brazos sobre su pecho.
—Ahora, ¿Por qué no juega a la pelota y empieza
diciéndome su nombre? —Pregunta.
—Señor, —el otro hombre—. ¿Agente especial? —Dice.
Purdy voltea y encuentra a su compañero sosteniendo
la bolsa con mi cañón. Él asiente, y el hombre se lo guarda
en su bolsillo. Luego Purdy deja salir un silbido y pone su
atención en mí. Cuando se inclina para acercarse, puedo
oler el café añejo en su aliento, y algo más. Algo rancio.
—Es poderosa la pequeña arma que tenía con usted, —
él dice—. ¿Dónde la consiguió?
No digo nada. A él no parece importarle.
—Gracias por traerla, chicos, —Purdy dice, señalando
al Sheriff—. Pero estoy oficialmente encargándome de esta
investigación. —Él me sonríe—. Usted y yo vamos a tener
una larga conversación en la base después.
—¿De qué está hablando? —El Sheriff pregunta—. Esa
mujer es nuestra sospechosa, y si usted piensa…
—Usted puede discutir conmigo todo lo que quiera,
pero creo que esta mujer posiblemente tiene información
sobre actos terroristas planeados contra este país. Y si usted
piensa que esto significa que el gobierno está dejándola en
las manos de la policía de este pueblucho, es delirante.
Puedo prácticamente oír el regocijo escurrirse en las
palabras de Purdy mientras él empuja la condición de los
otros. El Sheriff hace una cara de desprecio, pero no dice
nada. Todavía su mano en su cadera, cerca de su arma. El
otro agente resopla y camina hacia los oficiales.
Silenciosamente entro en pánico. No puedo volver a
esa base. No como una prisionera. No si los Mogs están
involucrados. Ellos descubrirán de alguna manera que soy
Loric y me usarán, me destruirán, como le hicieron a Janus.
Sé mucho más. Sobre Ella y Crayton. Sobre la Tablet
blanca. Ellos no pueden entrar en mi cabeza. Y no sé si soy
lo suficientemente fuerte para resistir cualquier tortura que
usaron para hacer a Janus derramar todos sus secretos.
Tengo que escapar. He intentado no herir a ninguna de
las personas de este planeta —ellos solo están atrapados en
medio de todo esto. Pero no creo que Purdy cuente. Si él
está trabajando en la base, él está trabajando con los Mogs.
No me importa lastimarlo; de hecho, pienso que me sería un
gran placer hacerlo.
Él se inclina de nuevo.
—Espero que disfrute su último par de minutos de aire
fresco. Porque si no empieza a cooperar, procuraré que
usted nunca vuelva a poner un pie en la superficie otra vez.
Tengo una sola oportunidad.
—Esto es por Zophie, —murmuro.
Y luego intento un desesperado escape.
Mi bota se conecta con el estómago de Purdy. Mientras se
tambalea hacia atrás, me deslizo de la silla, me agacho tanto
como puedo y salto hacia delante, tirando fuerte contra las
esposas. El cajón cuadrado del archivador tira fuerte y cae
detrás de mí. Las esposas se hunden en mi carne como el
archivador las atrapa, pero continúo en un fluido
movimiento, empujando al metal con mis dos manos. Es mi
gran suerte en la vida que el archivador esté lleno de
suministros de café y no archivos realmente; soy capaz de
moverlo. Se balancea sobre mi cabeza en un arco en
expansión, amenazando con desgarrar mi mano de mi
cuerpo.
Hay un fuerte golpe metálico cuando el borde del cajón
se estrella contra la cara de Purdy. De repente hay sangre en
todos lados.
—¡Mi nariz! —Purdy gatea a ciegas al escritorio detrás
de él—. ¡Ella rompió mi maldita nariz!
Él medio colapsa en una silla con ruedas. El otro
agente tiene mi cañón, así que me abalanzo por el arma de
Purdy y luego me deslizo sobre la baldosa del suelo, el ahora
—cajón vacío se arrastra detrás de mí. Es lo suficiente para
hacer que el Sheriff y su suplente se pongan a cubierto.
Purdy saca un walkie-talkie fuera del bolsillo de su
chaqueta y grita en él. De repente hay un grito proveniente
del vestíbulo, y puedo ver un par de figuras oscuras en el
otro lado del cristal helado antes de que entren disparando
a través de la puerta giratoria: dos Mogadorianos.
Mierda.
No vacilo en disparar unas balas sobre el escritorio a
los Mogs, solo lo suficiente para mantenerlos a raya. La
reacción violenta del arma es más fuerte de lo que esperaba
y no logro en realidad golpear a ninguno de mis objetivos.
Fuego de cañón llena el aire y hacen trizas los
monitores, papeles y cuadros sobre el escritorio. Escucho un
aullido detrás de mí. Tony, el tipo en la celda de retención,
está en el suelo, manos sobre su cabeza.
—¡Tony! —Grito. Él reacciona genuinamente al oír su
nombre, pero mira arriba centra sus ojos en mí. Apunto a
mis esposas—. ¿La llave?
El sacude su cabeza, con los labios temblando. Nos
tengo tiempo para esto, no voy a salir de aquí arrastrando
un archivador de sesenta centímetros detrás de mí, y desde
lo que puedo intuir, Tony es algo ordinario en esta estación.
Si él no me ayuda a salir, mis opciones son perder mi mano
o tratar de dispararle a las esposas.
Disparo dos tiros más sobre mi hombro y luego volteo
a ver a Tony, apuntando el arma hacia él.
—La llave, —digo firme y directamente.
Su dedo tiembla mientras él apunta al escritorio a unos
metros lejos de mí.
—S…segundo cajón, —dice.
Hay una pauta en los disparos del cañón. Me asomo
por la esquina del escritorio para ver que el Sheriff y el
suplente tienen ambos la mirada fija en los Mogs. A su vez,
los sanguinarios bastardos miran de un lado a otro entre los
hombres de la ley y Purdy como si preguntaran qué
deberían hacer.
—Maldita sea, —Purdy grita. Está agachado en un lado
del gabinete, un pañuelo ensangrentado yace sobre su nariz.
El otro agente está agachado al lado, cubriéndolo—. Se
suponía que no verían nada de esto. ¿Cuántos desastres voy
a tener que limpiar esta noche?
Uso la confusión y salgo disparada al siguiente
escritorio. Disparos de cañón acribillan el cajón del
archivador llenándolo agujeros. Abro el escritorio y escarbo
en un grupo de pequeños paquetes de papas y barras de
dulces hasta que encuentro una pequeña llave.
Tal vez la suerte está de mi lado.
Arrojo las esposas al suelo y doy una fugaz mirada a mi
muñeca, que está herida y profundamente roja. Estoy a
punto de cerrar el cajón del escritorio cuando veo otras
llaves —las llaves de un carro con una etiqueta en ellas que
dice 013.
Me las embolso, solo en el caso —si puedo llegar al
estacionamiento, el número trece posiblemente será mi
modo de salir de aquí. Voy a tener que escapar de este
pequeño pueblo de alguna manera, y si este lugar está
atestado de Mogs, definitivamente no podría ser capaz de
irme a pie.
En el otro lado de la estación, los policías han notado
que los Mogs de ojos negros y tatuados están disparando
cañones que justamente se parecen a los que mataron a sus
colegas, y lanzan todo tipo de preguntas a los bastardos. La
policía apunta sus armas a ellos. Uso eso para mí beneficio:
disparo una bala que da directo al pecho de uno de los
Mogs. Este deja salir un gemido, y luego es solo una pila de
cenizas en el suelo.
Los oficiales gritan confundidos. Purdy ordena al otro
agente que acabe conmigo, y disparo una bala en su
dirección. La cafetera mayormente llena encima del
archivador se rompe, desparramando vidrios y líquido
hirviente sobre la cabeza del otro agente. Él lanza gritos de
dolor en tanto que aviento el archivador que había estado
atado a mí unos segundos antes. Rompe una ventana a un
costado de la oficina, sin protección por fuera.
—Maldición, —Purdy grita—. Encárguese de ellos.
Atraparé a la mujer.
El Mog restante llega a los policías en unos pocos
saltos y balancea un grueso puño hacia ellos. El sheriff cae
en una celda. Corro a la ventana, disparando detrás de mí
en la dirección de Purdy hasta que el arma hace clic. No le
atino. Aun así lo hago cubrirse, lo cual me compra unos
segundos extra. Salto afuera a través de la ventana rota.
Vidrios cortan mi cuerpo, rozándome en varios puntos, pero
no es nada serio. Al menos, no comparado con lo que
pasaría si me llevaran los Mogs.
Afuera, el aire esta frío, y corro rápido hacia el pequeño
estacionamiento en la parte trasera de la estación donde veo
un puñado de carros de policía. Jalo las llaves etiquetadas
con un 013 fuera de mi bolsillo, lista para realizar mi escape.
Pero no hay un carro 013.
Maldición.
Estoy a punto de hacer a una huida desesperada
cuando diviso dos motocicletas de policía estacionadas
contra un lado de la construcción. Grandes, gigantescas
bicicletas. Una de ellas tiene el #13 pintado a un costado.
Ese es mi camino fuera de aquí.
Me toma algunos segundos darme cuenta dónde van
las llaves. Luego simplemente presiono cualquier cosa que
se pueda mover hasta que finalmente golpeo un interruptor
sobre el manubrio derecho que enciende esta maldita cosa.
El motor se revoluciona cuando giro uno de los controles
―no es diferente a algunos vehículos que haya visto en
Lorien— y la maldita maquina entera casi sale disparada
por en medio de mis piernas, chocando la pared junto a
esta.
—Guau, —murmuro, tratando de recuperar mi balance
de nuevo.
Un disparo suena detrás de mí, y el protector de
plástico transparente en el frente de la moto se rompe
―Purdy yace fuera de la estación ahora con una nueva arma
apuntando en mi dirección. Inmediatamente lamento haber
dejado mi cañón atrás. Luce como que está teniendo
problemas para concentrarse. Un archivador en la nariz
puede hacer eso, supongo. Aun así, no estoy tomando
ninguna oportunidad. Giro el manubrio otra vez y conduzco
hacia adelante, muy rápido primero. La moto se tambalea, y
se siente como que voy a caer. Pero sigo avanzando,
lentamente acelerando hasta que puedo decir que el
impulso me sostiene en el lugar. Ni siquiera trato de
descifrar cómo encender la luz delantera mientras tomo mi
camino de vuelta a la habitación del motel, recordando la
ruta que habíamos tomado para llegar a la estación en
primer lugar.
Los pocos minutos que me toma cruzar el pueblo se
sienten como horas, y estoy segura que en cada vuelta voy a
ser interceptada por una línea de Mogs. Pero las calles están
silenciosas, dándome una oportunidad de preguntarme
cuan infiltrados están los Mogs en los Estados Unidos ―o
todos los países, en realidad. ¿Qué tanto le han lavado el
cerebro a este planeta?
¿Incluso es rescatable la Tierra?
Mis pensamientos vuelven a lo oficiales de policía. No
hay manera de que Purdy los deje vivir. Aprieto mis dientes
hasta que mi mandíbula duele. Si hubiese venido aquí, ellos
seguirían vivos.
O tal vez no. Ellos estaban investigando la base,
después de todo. Ellos debieron haber presentido que algo
estaba mal allí. Posiblemente sólo era una cuestión de
tiempo antes de que los Mogs y el FBI hicieran algún tipo de
movimiento. Yo simplemente apresure las cosas. Pronto
probablemente Dulce será nada más que un pueblo
fantasma.
Debo parecer salvaje en el momento que llego al motel,
porque cuando camino dentro de la recepción para decirle a
la recepcionista que perdí mis llaves, ella da un salto. Pero
me entrega un repuesto. Entonces solo pasan un par de
minutos antes empacar mi portátil y haber guardado mis
pertenencias en un bolso de reserva y estar afuera en la
carretera otra vez, dejando Dulce y a esos bastardos Mogs
atrás. No puedo quedarme ―ellos estarán buscándome
ahora, y no hay un lugar para esconderse en este diminuto
pueblo desierto. Tengo llegar tan lejos como pueda, antes de
que los refuerzos que Purdy seguramente llamó arriben.
Conduzco a través de la oscuridad, el viento de la
noche azotando contra mi cara, y mientras avanzo por las
calles, no puedo contener una risa que, contra todo
pronóstico, de alguna manera me las he arreglado para
escapar. Mi abrigo aletea detrás de mí con el viento, y sin
aviso, mis pensamientos llegan a mi hermano, Zane. Me
pregunto si esto es lo que él sentía cuando estaba volando.
Solo unos kilómetros después que el shock empieza a
irse y me doy cuenta que la nave de Janus ―no, ya no es
más suya― que mi nave está siendo retenida por lo
posiblemente es un verdadero ejército de Mogadorianos y
agentes del gobierno.
¿Cómo se supone que la recuperaré?
No es difícil regresar a mi base una vez que salgo de Dulce.
Abandono la motocicleta policiaca en la primera
ciudad a la que llego, pensando que me veo un poco fuera de
lugar en ella para no levantar sospechas. Subo a un autobús,
el primero que se dirija al este. El desierto desaparece
lentamente en praderas verdes.
En Texas consigo un nuevo vehículo. Opto por una
motocicleta propia esta vez. Tomaré otra todoterreno más
tarde, pero por ahora quiero sentir el viento en mi cuerpo,
escucharlo apresurarse por el casco negro que compraré,
ahogando todo pensamiento acerca de qué supone que
tengo que hacer ahora que la Grade no puede ser reunida
esta vez y que mi nave está siendo vigilada por fuerzas a las
que probablemente nunca podré derrotar sola. No en una
pelea, al menos. No puedo evitar pensar en el hecho que la
presencia Mog en la Tierra es mucho, mucho más profunda
y expansiva de lo que jamás había imaginado.
O ¿lo es? Tal vez Dulce es una anomalía. Puede ser el
único lugar donde los Mogs y el gobierno están trabajando
de la mano. Esos podrían ser los únicos Mogs en este
planeta, por todo lo que sé. La información limitada que
poseía de Janus y la nave significaba que debería haber
estado en la parte Noreste del país. Sin embargo los Mogs o
el FBI –quienquiera que la haya encontrado– la llevó a
través del país. ¿Por qué llevarla hasta Nuevo México, a
menos que aquel fuera el único lugar donde pudieran
esconderla?
Más preguntas. Cada vez que una es respondida,
surgen cinco más.
Tiene que haber algo que yo pueda hacer. No puedo
sencillamente sentarme en este planeta por los próximos
años esperando a que el último Garde desarrolle sus
Legados, esperando que ellos resurjan como máquinas de
guerra imparables.
Estoy cerca de la frontera Texas-Arkansas cuando me
doy cuenta que mis metas no han cambiado tanto. Claro, la
nave es un retroceso, pero mis otras preocupaciones –
descifrar qué diablos están haciendo los Mogs en este
planeta– aún son relevantes. Sólo que ahora el enfoque ha
cambiado. En lugar de estar preocupada por lo que están
haciendo aquí, debería estar tratando de averiguar cómo
están operando. Tal vez Dulce es solo el comienzo de su
campaña en este plantea. Si es así, quizá aún haya tiempo
para detenerlos. Si los Mogadorianos apenas están
infiltrando el gobierno, quizá aún hay tiempo para salvar a
la humanidad.
Lo único que tengo que hacer es descubrir a qué
profundidad está la corrupción y entonces exponerla. De
alguna manera es lo mismo que intentaba hacer en Lorien.
Solo que ahora no es mi gente a la que intento poner en
acción, pero enteramente a otro planeta. Uno que no tiene
ni una idea acerca de que hay más seres vivos inteligentes a
través del universo, pero que ya se han infiltrado en la
Tierra.
Pero, ¿cómo convenzo a un mundo lleno de personas
que podrían no estar exactamente abiertas a la idea de que
no están solos en esta galaxia?
Cuando regreso a Yellowhammer, con su inútil puerta
y colinas, voy directamente a la oficina. Escribo una carta a
la raza humana sobre quiénes son los Mogadorianos y que
el gobierno de la Tierra podría estar infiltrado por estos
monstruos sanguinarios. Doy una explicación detallada de
lo que vi en Dulce. Cuando termino, dejo mis dedos sobre el
teclado. Puedo crear los rumores. Puedo manipular los
códigos de manera que este artículo este en la página frontal
de cada sitio popular en el internet. Nadie sería capaz de
ignorarlo. Podría unirlo a la evidencia que he reunido hasta
ahora sobre los Mogs y Lorics en la Tierra para que los
humanos me ayuden a proteger a mi gente.
Pero dudo. Pienso de nuevo en lo que estoy haciendo.
Incluso si no mencionara nada de los Lorics, subir esta
información es un acto hostil en contra de los Mogs.
Exponerlos seguramente tendrá consecuencias.
¿Qué pasaría si en el intento de advertir a la Tierra
sobre lo que está sucediendo, empujo a los Mogs a actuar
por su cuenta? A invadir, o conquistar. O la Garde a salir de
su escondite, mucho antes de que estén listos.
¿Y si inadvertidamente comienzo una guerra
interplanetaria?
Observo mi pantalla por lo que se siente como mucho
tiempo. Eventualmente guardo el documento pero no lo
hago público. Me doy cuenta que estoy pensando en una
escala mucho muy grande. Antes de intentar poner a toda la
raza humana de mi lado, puedo empezar con unos cuantos.
Buscar a aquellos que ya piensan que puede haber vida en
Marte o Júpiter o escondida en el Cinturón de Orión. Sé que
están ahí. He leído sus mensajes en foros y cuartos de chat.
He inspeccionado sus publicaciones en blogs, tratando de
averiguar si se están volviendo locos o si tal vez si los
encuentros cercanos que han vivido eran con los Lorics o los
Mogs. Malcolm es prueba de que existen, de que son
apasionados y que pueden ayudar –aunque habiéndolo
visto con su hijo, no creo que quisiera empujarlo a poner en
más peligro a su familia.
Puedo reunir una pequeña tropa de informantes y
espías. Personas a las que puedo mandar a realizar
investigaciones mientras yo me mantengo fuera del radar.
Complicadamente estaré eligiendo a los mejores candidatos,
pero haciendo valer mi tiempo. Encontraré aquellos sin
familia. Personas sin compromisos o uniones sentimentales.
Personas como yo. Lenta pero seguramente, puedo
introducirlos a lo que estoy haciendo realmente –al
verdadero enemigo.
Son mi comienzo. Justo como Pittacus comenzó con
Malcolm. Hay creyentes a través de todo este planeta. Solo
necesito encontrarlos.
Mientras fortifico la seguridad del rancho y sus
alrededores, creo una página. Parece lo suficientemente
normal –como una docena más de páginas dedicadas a
probar la existencia de los aliens, sólo que esta está creada
con mi código, programado para reunir la información de
quien sea que la visite. Con ese tipo de información puedo
ganar a quien sea. Y quién sabe: si los Mogs entran, tal vez
pueda rastrearlos a ellos también.
La llamo Aliens Anónimos.
Cuando llega el momento de crear mi propia identidad
en el sitio, pauso, mirando el cursor parpadeando en la
pantalla encendida. No necesito solamente un nombre de
usuario, pero sí una nueva identidad. Alguien a quien pueda
establecer como una figura digna de confianza, para de esta
manera juntar aliados. Una persona que pueda ser por
mucho tiempo.
Pienso en la Garde y en lo que voy a hacer.
Después de unos segundos escribo una sola palabra:
GUARD.
Lentamente el Rancho Yellowhammer comienza a cambiar.
Comienzo con la instalación de cámaras a través de la
propiedad, junto con algunas trampas y armas automáticas
ocultas. Una vez que el perímetro se siente seguro, me
concentro en el interior de la casa. Sello las ventanas de la
oficina, fortificando las paredes, volviéndola una habitación
segura. Reemplazo la puerta normal con una puerta de
impacto que se abrirá solo cuando mi huella digital este
escaneada y la escondo detrás de una sábana que quito de
una de las camas extra y he colgado sobre el muro. Si
alguien revisara la casa, probablemente no tendrían ni idea
de que hay una habitación detrás, a menos que realmente
comenzaran a tomar medidas. Si alguna vez fuera atacada,
la habitación me protegería. Al menos por un tiempo, lo
suficiente para que recargara mis armas y realizara unas
pocas operaciones de último minuto en las computadoras.
El único punto débil cuando termino las remodelaciones es
el piso. Ahí es donde coloco la pequeña bomba, activada con
control remoto que construí con materiales que compré en
las partes más oscuras del internet.
La bomba es para emergencias, en caso de que el resto
de mi seguridad falle, aunque es extraño pensar en ella de
esa manera. No es protección para mi realmente, es para la
Garde. Si algo fuera a suceder –si pareciera que estoy a
punto de perder el rancho- solo unos cuantos clics en un
programa y podría asegurar que todo mi trabajo e
información estallara en flamas. Preferiría verlo destruido
que en manos de un Mog.
Incluso aunque sé mejor que tratar de reunir a los
otros Lorics, hago mi mejor esfuerzo para servir como su
guardián. Continuo borrando historias que suenen incluso
remotamente conectadas a ellos, guardando copias para mí
misma para que de alguna manera yo pueda mantener un
sentido de donde podrían estar algunos de los Garde.
Por la mayoría, no encuentro mucho. Espero que eso
signifique que la Garde se ha acomodado seguramente,
escondidos. Estableciendo identidades nuevas. Volviéndose
más fuertes.
Aunque soy diligente, no puedo evitar pensar que me
estoy perdiendo cosas. Soy solo una persona y este planeta
es mucho más grande que Lorien. Aun así, hago mi mejor
esfuerzo. Los usuarios de Aliens Anónimos son útiles
algunas veces, mi equipo de informantes va creciendo. Me
han apuntado algunos eventos o piezas en las que pareciera
que los Mogs se han involucrado. Aunque es difícil revisar
cada uno de ellos. Muchos de los usuarios que visitan la
página son lunáticos o trolls, un término que he aprendido y
continuamente presenciado en acción desde que Aliens
Anónimos comenzó.
Pero hay algunos que son creyentes, quienes me dan
información útil y siguen mis sugerencias cuando digo que
deberían investigar su teoría y reportarme los resultados.
Me mantengo a distancia de ellos, poniendo a uso su data
sin navegar demasiado en las particularidades de su vida.
Ellos trabajan conmigo, pero estoy sola. Algunos de ellos
pierden el interés. Uno o dos desaparecen completamente.
Me digo a mí misma que ellos también se han aburrido.
Igualmente, rastreo los movimientos de mi enemigo,
tratando de pensar como un Mogadoriano. Aprendo acerca
del avistamiento de extrañas astronaves en West Virginia,
las descripciones parecidas a algunas de las naves
Mogadorianas que he visto, y en pandillas tatuadas vistas en
varias del mundo. Ha sido más difícil conseguir información
acerca de su participación con el gobierno de los Estados
Unidos de lo que esperaba. El FBI y otras agencias tienen
firewalls como nada que haya visto antes –demasiado
avanzadas para este planeta. Asumo que, junto con lo que
sea que los Mogs hayan prometido a los Estados Unidos,
también les están ofreciendo tecnología. Me recuerda al
sistema de Lorien, pero incluso más avanzado.
Impenetrable. Me contengo de presionar demasiado, por
miedo a que su tecnología me rastree de maneras que nunca
he imaginado. Lo que necesito es una entrada, como cuando
la red falló en Lorien y pude insertar mi propio hardware en
el sistema.
Aunque, no sé cómo voy a lograr eso, porque lo último
que quiero es entrar a una base Mog nuevamente.
La nave nunca está muy lejos de mis pensamientos.
Dibujo planos escribo en ellos todo lo que recuerdo acerca
de los sistemas de computadora y a construcción de naves
durante mi tiempo en la ADL. Trato de estimar en qué
condiciones podría estar después de ese largo viaje de
Lorien a la Tierra. Dudo que sus cristales de poder pudieran
soportar otro vuelo intergaláctico, y así trato de averiguar
cómo podría adaptar el centro de poder de la nave para
funcionar con el sistema de combustibles disponibles en
este planeta. Mi investigación me lleva más hacia la
ingeniería de lo que mi entrenamiento en ADL actualmente
me llevó, y es en su mayoría hipotético. Aun así, comienzo a
construir unos adaptadores preliminares y fuentes de poder
secundarias.
Me mantengo lo más informada posible respecto a
Dulce. Parece que mis miedos se han vuelto realidad. El
sheriff y los oficiales que dejé atrás se encontraron muertos,
y la culpa es asignada a carteles de drogas que pasaban por
el área. Pronto, después de eso, el pueblo se disipa y
desaparece. Un inversor privado compra la mayoría del
terreno. Rastreo los fondos a unas cuentas falsas. Es obvio
que o los Mogs o el FBI son responsables. Logro hackear un
satélite que me da imágenes de la base durante el día –
después un programa se utiliza para desencriptar las
imágenes- pero no es ni detallado ni muy útil. Aun así,
mantengo en uno de mis monitores la transmisión a todo
momento. Si mueven mi nave, quiero saberlo. Obtengo
algunos transportadores Mog moviéndose en video. Guardo
estos videos y los añado a mi bomba de información
creciente: un paquete digital de información que he reunido
sobre los Mogs, acerca de su historia en Lorien e incluso mi
propia carta acerca de lo que le ocurrió a mi planeta y mi
experiencia en Dulce. La Tierra aún no está lista para esta
información. La Garde no está lista para que esto sea
revelado. Pero algún día próximo lo estarán.
El tiempo pasa. Colecto información. Me gusta pensar
que estoy ayudando, pero no estoy segura.
Dos años pasan y decido dejar el Rancho
Yellowhammer. Me siento muy cómoda en la construcción
de madera, muy familiarizada con las colinas. De repente el
lugar comienza a sentirse claustrofóbico. O lo abandono
completamente –aún podría ser útil- pero reúno la gran
parte de mi equipo y toda mi información y me voy a una
locación aislada en los bosques de Oregón. Es ahí donde
finalmente consigo un vistazo a los archivos personales del
Agente Purdy gracias a su incompetente asistente, a quien le
gusta trabajar en cafeterías públicas con poca protección de
internet. Logro meterme en el correo electrónico de Purdy y
leer algunos mensajes detallando una operación con el
nombre código ProMog. Es mencionado indiferentemente,
pero comprendo que tiene algo que ver con la infiltración
Mog en el gobierno. Tomo algunas capturas de pantalla y
guardo algunos archivos, pero después de unos minutos en
su correo, mi computadora se vuelve loca. Se estrella, de
una manera que nunca he visto antes. Temo que me han
descubierto.
Dejo Oregón minutos después, nunca mirando atrás.
Me mudo constantemente después de eso, creando
casas seguras alrededor del país. Entre más profundo
investigo, menos segura me siento quedándome en un solo
lugar por mucho tiempo. Pero cambiar de locación tiene sus
desventajas. Estoy en medio de una mudanza cuando un
post en un blog se desliza por las ranuras:
Nueve, ahora ocho. ¿Está el resto de ustedes
ahí?
Para el momento en el que lo veo y elimino es
demasiado tarde. Rastreo la dirección IP de la persona que
lo publicó a una dirección física en Londres. Después de
aquello solo me toma minutos descubrir que una niña de
doce años fue descubierta asesinada en ese mismo lugar
poco después de la publicación.
Una de la Garde, sin duda. Si las cuentas son correctas
significa que ella era Número Dos. Si ella está muerta
significa que también Uno lo está, y más probablemente sus
Cêpans.
Nuestros números siguen bajando.
Y nuestros aliados desapareciendo. Mantengo el rastro
de Malcolm Goode, pero no mucho después de haberme
reunido con él, desaparece, dejando su camioneta y sus
lentes en el estacionamiento de una tienda en Paradise.
Regreso al tablero de mensajes que utilicé para encontrarlo
la primera vez e intento rastrear a los otros con los que se
correspondía. Sus comunicaciones de años me llevaban a
fines sin salida o, más seguido, personas desaparecidas.
Las autoridades no parecen tener ni una idea de donde
podría estar Malcolm –ellos proponen que él pudo haberse
ido por su cuenta– pero no tengo duda alguna de que los
Mogs o el FBI lo rastrearon. Cuando leo esta noticia, algo
dentro de mí se retuerce, y lo único que puedo ver es la cara
del pequeño niño, parado fuera de la oficina de Malcolm,
mirándome. Al menos el resto de los Goodes parecen estar a
salvo. Me estremezco al pensar que los Mogs podrían estar
usándolos para extraer información de Malcolm. Considero
regresar a Paradise y llevarlos a una de mis casas seguras.
Pero, ¿Irían? Y si no, ¿Los llevaría contra su voluntad?
¿Debería arriesgarme en absoluto para volver a Ohio?
No. No es mi posición o rol en todo esto. Yo coordino
detrás de escena. Le advertí a Malcolm que lo encontrarían.
Hice lo que pude. Él debió haberse ido.
Cuando no estoy mudándome o investigando, junto
armas, municiones, suplementos médicos, dinero en
efectivo –cualquier y todos los recursos que podrían ser
útiles. Pongo trampas en todas las casas, a las que ya no
considero mías pero como lugares que la Garde podría usar
un día.
Cuando estén listos. Cuando sean fuertes.
Un día próximo harán un movimiento, y yo estaré
observando, esperando finalmente exponer a los
Mogadorianos en la Tierra y ayudar a los últimos de mi
gente a destruirlos.
Por el momento los Mogs hacen su gran juego en Paradise,
años han pasado y me he asentado en una nueva base: una
vieja planta de huerta y procesamiento de pecanas en
Georgia.
Es tan obvio para mí cuando leí los informes –tanto
públicos como aquellos que encuentro en los archivos del
Departamento de Policía de Paradise– que este es un
incidente Mog. Algo grande. Los Mogs simplemente no
atacarían una escuela secundaria sin una razón.
Especialmente no una que se encuentra en el pequeño
pueblo donde Malcolm Goode vivía.
Vuelvo a pensar en lo que Malcolm me había hablado,
de uno de los Cêpans diciendo que volvería a Paradise
cuando su Garde fuera mayor de edad. Cuando encuentro
un video en YouTube sobre un chico de nombre John
Smith, básicamente, volando fuera de una casa en llamas,
mis suposiciones se confirman. Al menos uno de la Garde se
enfrentó a los Mogs en Ohio.
Escribo una gran historia en Aliens Anónimos
proponiendo que el incidente en la Secundaria de Paradise
está relacionado de alguna manera con la actividad
extraterrestre. No menciono Mogs o Lorics por su nombre.
El truco para ejecutar este blog es jugando tonto y nunca
mostrando lo que sé en realidad. Estoy lanzando el cebo,
tratando de encontrar alguien que tenga más información.
El sitio web ha crecido hasta tener una base de usuarios
dedicada en estos años, y por lo general no necesita
demasiado tiempo para que alguien muerda el anzuelo.
No entiendo la historia hasta que un usuario de
nombre JOLLYROGER182 me contacta a través del sitio.
Me dice lo que pasó en la escuela y de los ―Extraterrestres
malvados” que él y algunos de sus amigos enfrentaron.
En muy poco tiempo, deduzco que su verdadero
nombre es Mark James basado en la información que él da
(amor al futbol americano, nombre de su ex novia), con la
que cruzo con la información que encuentro en los Archivos
del Departamento de Policía de Paradise sobre el incendio
en la residencia James. Él piensa que está siendo cauteloso,
pero su actividad en internet es un libro abierto para mí
hasta que le enseño como bloquear su dirección IP y enviar
mensajes encriptados.
No es hasta que descubro que él conoció a Número
Cuatro y Número Seis, que me intereso más. No solo estoy
conectada, finalmente, con alguien que ha tenido contacto
directo con algunos de mi gente, sino que las historias de
Mark suenan como si la Garde finalmente se uniera. No
puedo evitar sentir una gran oleada de adrenalina sabiendo
que después de todos estos años, el trabajo y la planificación
que han estado haciendo por fin podría ser útil, que
podemos exponer a los Mogs y al FBI pronto.
Al principio, Mark es solo otro informante. Me quedo
muda y finjo entusiasmo cuando por primera vez veo las
palabras Mogs y Lorics, como si nunca las hubiese
escuchado antes.
Él parece lo suficientemente inofensivo, y asumo que
su interés morirá eventualmente hasta que él menciona que
su ex novia Sarah Hart, está saliendo con el Numero Cuatro.
Cuando leí esto, casi no pude creer lo que veía. Aquí está mi
posible enlace directo a la Garde. Trato de conseguir
cualquier información lo que pueda sobre el paradero de
Cuatro, pero parece que ni Mark ni Sarah saben adónde él y
Seis fueron cuando salieron de Paradise. Se siente como si
algo grande estuviese a punto de pasar. La Garde y los Mogs
están saliendo a la luz. La guerra esta finalmente sobre
nosotros.
Hay algo más también. El FBI inicia un seguimiento a
Mark y Sarah. Un agente le da a Mark un número de
contacto, el cual luego me lo pasa.
Llamo al número, usando un teléfono satelital y una
voz cambiada solo para asegurar mi anonimato.
Tengo a alguien que reconozco en el otro lado de la
línea.
Agente Especial Purdy.
Mi sangre comienza a hervir. Me gustaría poder llegar
a través del teléfono y golpearle la nariz otra vez. En
cambio, cuelgo y destruyo el teléfono. Purdy parecía tener
mucha autoridad en Dulce, y yo no quiero correr el riesgo de
que me rastreen usando métodos que no conozco. No puedo
ser demasiado cuidadosa.
Y entonces, todo se intensifica rápidamente. Sarah
desaparece. Mark se asusta. Su preocupación y pasión están
desenfrenadas. Trata de encontrarla de cualquiera manera,
su desesperación para descubrir la verdad acerca de lo que
ha estado pasando se enfrenta con la mía. Me encuentro
hablando con él con mucha más frecuencia que con mis
otros contactos. Tal vez sea porque se ha convertido en
personal para él también. Admiro su pasión.
Durante sus investigaciones, descubre, imprimiendo
copias de un boletín ahora extinto llamado Ellos Caminan
Entre Nosotros, una publicación que había estado
alimentando de información y fondos por años, trabajando
para exponer a los Mogs poco a poco. Él sugiere que
cambiemos el nombre del Sitio a Ellos Caminan Entre
Nosotros para atraer a los lectores del boletín. Estoy de
acuerdo. Es una buena idea.
Desafortunadamente, Mark no siempre es el chico más
inteligente. Su exceso de celos es problemático. Él saca un
truco en el que se cuela en el Departamento de Policía en
busca de pistas y ve un Mog por sí mismo –la asociación
Mog y FBI en acción. Mark probablemente debería haber
terminado bajo custodia o muerto, pero con algún tipo de
suerte se las arregló para escapar.
Con la laptop de Purdy.
Mark me escribe un mensaje después de robarla.

Mark: Ellos tienen a Sarah en Dulce. En la Base


Secreta de ECEN!
Mark: Yo voy tras ella. Tengo que. Me voy de
Paradise. Vamos a destrozarlos de par en par.

Casi me río. Por supuesto que es donde está.


Empiezo a escribirle de nuevo, advirtiéndole que Dulce
no es viable. Eso es muy peligroso. Pero como estoy
mirando a mi alimentador Vía Satélite desde la base, noto
algo extraño. Hay un problema técnico muy sutil en la
esquina inferior de la pantalla. Sigo mirando y me doy
cuenta de que he estado buscando en un bucle de los
mismos 20 segundos de imágenes una y otra vez, de la señal
del satélite.
Mierda. Maldigo a mí misma. No me percate que me
hayan hackeado, pero no sé cuánto tiempo he tenido la
señal falsa corriendo en mi monitor. ¿Porque? ¿Es esto una
simple precaución? ¿O hay algo más que eso?
Me toma unos minutos para encontrar un camino
alrededor del repitente video, y finalmente el estado actual
de Dulce está a la vista. Hay humo saliendo de la base, y
parece que varios edificios se han derrumbado.
Algo ha sucedido muy, muy recientemente en Dulce. Y
necesito saber qué.
Se forma una idea en mi cabeza. Mark James va a
Dulce. No es como que seré capaz de sacarle esa idea de la
cabeza. No cuando Sarah está involucrada. Puedo ayudarlo
a lo largo del camino. Dándole suministros. Guiarlo. A
cambio de que me diga cómo es que la Base pasó a lo que es
ahora. Qué pasó ahí. Además, si lo toman bajo custodia
necesitara alguien afuera que trate de salvarlo.
Y por lo que respondo:
Yo: Ten cuidado. El lugar esta probablemente lleno de
Mogs y agentes del FBI. No hagas nada estúpido.
Solo toma unos segundos para que me responda.
Mark: No soñaría con eso.
A Mark le toma varias horas para conseguir
desbloquear la Laptop de Purdy, y me maldigo por no
insistir que me envíe la maldita laptop directamente a mí.
Es probablemente el mismo firewall que frio uno de mis
equipos en Oregón.
Probablemente fuimos sacados de la máquina para
bien, o al menos hasta que pueda imaginar mi camino
alrededor de la seguridad Mog– así mi atención se centra en
asegurar que Mark llegue a la Base de Dulce con vida para
que me diga qué demonios sucedió allí. Para asegurarme
que esto suceda, armo un pequeño paquete de auxilio y nos
conocemos en persona en una gasolinera abandonada en
Colorado, frontera con Nuevo México.
Me las arreglo para llegar a solo unos minutos antes de
que él lo haga, después de manejar mi motocicleta toda la
noche, yendo mucho, mucho más rápido de lo que es legal y
seguro. Es imposible convencerlo de esperar unos pocos
días, insistiendo en ir directamente a Dulce. No es que lo
culpe, es que no ha pasado mucho tiempo desde que yo
estaba en su posición.
Le doy una caja llena de suministros –incluso una de
las granadas PEM de Raylan que he estado llevando
conmigo de base en base todos estos años. Lo hice firmar
una hoja falsa de confirmación. Yo desempeñaba el papel de
mensajero.
Él no piensa dos veces acerca del hecho que no puedo
ser GUARD una vez que me ve. Estaba lista para jugar el
papel, pero supongo que después de referirse a mí como
amigo un centenar de veces en las últimas semanas, él
nunca dio ningún pensamiento de que su socio podría ser
femenina. Yo no lo corrijo. Si por alguna razón él termina
detenido en Dulce y no pueda sacarlo, va a ser mejor para
mí si él no me puede identificar.
Él se ve diferente en persona que en las fotos que he
rastreado de él en línea. Los acontecimientos de Paradise y
la desaparición de Sarah pensar en su rostro. Me encuentro
extrañamente preocupada por él.
—Deberías salir de la carretera y dormir un poco, —
digo—. Te ves como una mierda.
No me quedo para conversar. En lugar de eso,
compruebo en un hotel en la frontera de Colorado y espero
a que Mark me informe. Una parte de mi siente que debí
alertarlo más, pero me digo a mí misma otra vez que él
estará bien. Esto no es como Zophie, cuando la dejé sola,
pensando que Janus pudiese estar vivo. Mark es muy
consciente de los peligros que está enfrentando.
El sol está saliendo cuando por fin me llega un mensaje
de él. Casi había perdido la esperanza de que él siguiera
siendo un hombre libre.

Mark: Dulce es un destrozo. El FBI lo abandonó.


Sarah se fue. Creo que John y los otros la sacaron.
Yo: ¿Entraste y saliste y nadie te vio? Estoy
impresionado.
Mark: Nah. Me encontré con la Agente Walker de
Paradise. Ella me dejó ir. Creo que le ha dado la
espalda a los Mogs.

Si la Base de Dulce ha sido abandonada, ahora es el


momento de recuperar mi nave. Suponiendo que no la
movieron mientras el bucle de video estaba en mi monitor.
Los pensamientos me llenan de calidez, la sangre bombea a
través de mis venas. Además, si los agentes del FBI en la
base se han puesto en contra de los Mogs, significa que al
menos algunos de los seres humanos están empezando a ver
qué trabajando junto a esos monstruos es una sentencia de
muerte para la raza humana. No se limitan a seguirlos
ciegamente.
Tal vez haya esperanza para esta especie, después de
todo, pienso.
Y al hacerlo, me doy cuenta, quizás por primera vez, el
respeto que tengo por Mark. Alguien que ha luchado por sus
amigos y su planeta todo este tiempo. Tratando de salvar a
su pueblo del horrible juego final que los Mogs están
tratando de promulgar. Y aquí yo que he estado
reteniéndole información. Usándolo para mis propios fines.
Como un peón. Cuando se llega a esto, no soy mejor que
uno de los Ancianos. Tal vez pueda compensar eso. Me
pregunto qué es lo que vamos a hacer ahora que Sarah no
está donde él pensó que estaba.

Yo: ¿Adónde vas ahora?


Mark: No tengo una maldita idea. No puedo ir a casa.
Los malos del FBI me siguen buscando.

Quizás es la descarga de adrenalina que bombea a


través de mí o un pequeño hincón de culpa por no ser
completamente honesta con él, sea cual sea la razón, sé que
debo ayudar a Mark, y puedo guiarlo desde lejos.
Le mando un mensaje de vuelta, dándole instrucciones
para conducir hacia Alabama. Conozco el lugar en el que se
puede ocultar por un tiempo y continuar su obra: El Rancho
Yellowhammer. Solo ha pasado un tiempo desde que he
estado en la propiedad, por lo que le digo que se tome su
tiempo para llegar, para hacer un espacio para él tan pronto
como sea posible. Lo último que necesito es que Mark
James entre antes a los terrenos de Yellowhammer solo
para ser volado por una trampa defensiva que me olvide de
desactivar.
Tomo rumbo hacia la Base de Dulce, voy por mi nave.
Paso al lado de media docena de todoterrenos negras a
toda velocidad en medio del desierto alejándose, a unos
ocho kilómetros del perímetro de la Base de Dulce. A esto lo
llamo yo sincronización fortuita del tiempo ―Sí estos son
los agentes del FBI que Mark mencionó, entonces realmente
han abandonado el lugar.
De igual manera, aún tengo mis reservas sobre esta
misión.
Hace una mañana radiante, solo por una razón no
puedo confiar más en el refugio que me ofrece la noche, y el
recuerdo de lo que sucedió la última vez que traté de
infiltrarme en esta base está fresco en mi mente. Pero no
volveré a tener una oportunidad como esta. ¿Quién sabe
cuánto tiempo pasará antes que los Mogs o el resto del FBI
se den cuenta que nadie en esta base está respondiendo?
Además, esta vez estoy preparada.
Me detengo en una parte de la cerca que ha sido
destruida alrededor de la base, y saco de mi maleta algunas
herramientas ―binoculares con visión térmica que me
permiten leer señales de calor a través de hasta quince
centímetros de acero. No veo nada en ellos, o al menos nada
que pueda identificarse como un humano o Mog. Hay
algunos incendios y luces por las que puedo pasar, pero
nada que surgiera que están vigilando la base.
De todas maneras me muevo con precaución y aparco
mi motocicleta cerca de un hoyo que se ha hecho en el techo
de la primera planta subterránea de la base que ha
empezado a colapsar sobre sí misma. Echo un vistazo al
rededor y veo algunos Humvees quemados y una torre de
vigilancia derrumbada. Mark cree que la Garde liberó a
Sarah, y si eso es verdad entonces seguramente se han
estado fortaleciendo.
Me meto de un salto a la base y saco una tableta
electrónica diseñada por mí, en parte computadora y en
parte rastreador ―un dispositivo que puede afinarse en la
frecuencia de una nave Loric dentro de un rango a
determinada distancia. No estaba segura si funcionaría
hasta este momento, pero un Ping me indica que sí, la nave
de Janus sigue aquí abajo, en algún lugar, esperando por
mí.
Dejo salir un suspiro de alivio.
Los agentes deben de haber dejado el lugar bastante
deprisa, ya que cada oficina que paso está hecha un
desastre, con archivos esparcidos por todos lados. También
varias terminales de computadoras de gran tamaño se ven
dañadas, como si al abandonar el sitio, el FBI no quisiera
que nadie más tuviera la información que guardaban. Ese es
un asunto que puedo entender. Tendré que volver de nuevo
y ver si puedo rescatar algo de información una vez haya
encontrado lo que realmente vine a buscar.
Me abro camino hacia abajo por varios pisos, después
de un rato llego a un pasillo oscuro, con las luces
completamente dañadas. Es el único lugar que he visto en
toda la base donde todas las puertas están completamente
cerradas, me abro paso por el corredor lentamente, en la
punta de mis pies, realmente esforzándome por no hacer
ningún tipo ruido, paso junto a una puerta con una pequeña
abertura por la que echo un vistazo cuidadosamente.
Un hombre me devuelve la mirada desde dentro.
Suelta un grito de repente y golpea con su puño la
puerta, lleva puesta una camisa blanca manchada de sangre,
de repente se oye un estruendo desde todas las puertas en el
pasillo. En ese momento me doy cuenta que debí haber
llegado a algún tipo de calabozo o área de detención. El
sonido que producen los golpes es ensordecedor, haciendo
eco sobre cada superficie del corredor y dando por pérdida
toda esperanza de poder explorar lo que queda de la base de
una manera silenciosa.
Así que me lanzo a correr.
Paso junto a algunos laboratorios y cubículos de
oficina antes de finalmente abalanzarme y abrir una puerta
que me llevará en todo su esplendor y su gloria pasada,
hacia la nave.
La embarcación es grande, del tamaño de una casa,
pero con la capacidad de deslizarse y girar sin esfuerzo a
través del aire. El metal del casco externo aún reluce,
incluso después de todos estos años, hecho con un material
nativo de Lorien. Sus curvas están perfectamente formadas,
sigue elegante y aerodinámica.
Me quedo sin aliento.
Hay todo tipo de cables conectados a la tapa del casco
que cubre los cristales que proveen de energía a la nave.
Encuentro una terminal de computadora en el lado opuesto
de la habitación y presiono un botón, trayendo toda la
estación a la vida―ahora que estoy aquí es fácil averiguar
sus contraseñas. Trato de buscar algún tipo de diario o
sistema de reportes, descargando todo lo que puedo a mi
propia tableta durante el proceso. Hasta dónde puedo ver,
los investigadores han tratado de averiguar cómo duplicar
los cristales de energía para usarlos en sus propias
máquinas de guerra. Sus archivos muestran que se las han
arreglado para cargar los cristales ya usados al menos un
poco, pero eso es todo, y la carga que implementaron solo
sirve por periodos muy cortos de tiempo, dudo que pueda
salir de la atmósfera terrestre en la nave.
Eso está bien por ahora, en este instante solo quiero
salir de aquí.
Con algo más de búsqueda encuentro los controles que
al parecer operan alguna clase de muelle. Los enciendo y a
unos veinte metros sobre mi cabeza el techo comienza a
abrirse en dos. Arena, tierra y escombros caen dentro. Por
unos pocos centímetros esquivo una montaña de ladrillos y
lo que parece ser la rueda de una Humvee que viene
cayendo.
Por un instante me detengo, y sacudiendo mi cabeza
pienso en lo terrible que sería morir justo en el momento en
el que encuentro la nave que he buscado por tanto tiempo.
Las puertas del hangar sobre mí se abren
completamente, doy unos cuantos pasos hacia mi premio y
espero. Todavía puedo oír un sonido zumbando, pensé que
era el mecanismo de la compuerta, pero cada vez se hace
más fuerte.
Es entonces cuando veo la punta de una nave
Mogadoriana justo sobre el borde del hangar. En tan solo
unos segundos veo como media docena de burlonas y
pálidas caras me observan y apuntan con sus armas hacia
mí.
Logro agacharme justo detrás de la estación de
computadora en el momento que el aire se llena de disparos
de sus cañones. A mí alrededor caen chispas que me
queman la piel mientras la terminal es destruida. Maldigo
en voz baja ―ojalá los controles en cortocircuito no
sobrecarguen los cables conectados a la nave.
Soy un blanco fácil en mi posición actual, la manera
más rápida de mantenerme con vida sería intentar cruzar la
sala y volver adentro de la base, al menos allí tengo muchos
más lugares donde ponerme en cubierto. Pero debo asumir
que los Mogs ya deben haber empezado a filtrarse por los
pasillos y escaleras del complejo, y sin alguna idea cercana
de cuántos alienígenas bastardos han aterrizado a nivel del
suelo, esta base podría convertirse pronto en una trampa
mortal. Un lugar donde puedo ser acorralada fácilmente.
Además, ahora que he encontrado esta nave, no pienso
dejarla fuera de mi vista.
Así que alcanzo mi mochila y saco uno de los muchos
juguetes que he adquirido y aprendido a usar desde la
última vez que me enfrenté cara a cara con un
Mogadoriano: una poderosa y compacta ametralladora
semiautomática. Las armas terrestres pueden ser
ineficientes y rudimentarias, pero practicando en los
graneros y en los bosques alrededor de mis muchas casas de
seguridad he sido testigo de que tan devastadoras pueden
ser.
Si logro entrar a la nave y encenderla, podría ser capaz
de salir de aquí con vida, si no… Bueno, esa no es una
opción realmente. Pienso en Janus y Zophie, y recuerdo
cómo, cuando llegue por primera vez a este planeta pensé y
me convencí de que nosotros tres estaríamos montando esta
nave de nuevo juntos. Ahora lo mejor que puedo hacer es
reclamarla por ellos. Por Lorien.
Me pego contra el suelo lo que más puedo, hecho una
ojeada sobre la punta de la terminal de computadora que
está echando chispas y disparo. Algunos Mogadorianos que
descendían en zigzag por una escalera metálica desde la
superficie son alcanzados y desgarrados, convirtiéndose en
nubes de polvo que se filtran en el hangar. Los otros
rápidamente se ponen a cubierto, y utilizo el elemento
sorpresa del momento para darme un descanso, lanzando
mi mochila por encima de mí, y básicamente lanzándome a
mí misma debajo de la nave en el centro de la sala, usándola
como protección. Los disparos de los cañones de los
Mogadorianos queman el suelo de cemento a mí alrededor,
fallando por los pelos de darme, pero de alguna manera me
libro de ellos.
Logro acceder a un interruptor de bloqueo manual
para la escotilla de embarque, una rampa de metal sale
desde la parte de atrás de la nave. Uno de los Mogs que está
en la parte de arriba salta, se desliza sobre la nave y cae al
suelo.
Oigo un crujido cuando aterriza, y cuando se levanta,
uno de sus brazos cuelga sin fuerzas a su costado. Eso no lo
detiene de seguir adelante tambaleándose hacia mí,
disparando. Varios de sus compañeros siguen a su líder y yo
apenas soy capaz de apañármelas para subir por la rampa,
disparando a ciegas hacia atrás todo el tiempo. Corro,
tratando de evitar sus cañones, pero algunos disparos
alcanzan mi mochila, la he reforzado con Kevlar,
principalmente para proteger mi laptop y mis aparatos
adentro, pero detiene los disparos de atravesar mi cuerpo,
de igual manera la fuerza del impacto me envía de bruces
hacia la rampa, ruedo y les disparo, salgo corriendo a toda
velocidad hacia un panel con pantalla táctil en la pared justo
dentro de la nave, hago polvo a uno de los Mogs que me
siguen mientras que me las arreglo para tocar la pantalla y
lograr que la rampa empiece a cerrarse en solo un par de
segundos ―los pocos años de entrenamiento que tuve en la
Academia de Defensa de Lorien vuelven a mí en un
momento de peligro.
Otro Mog que está ya en la rampa tropieza hacia
adelante mientras que esta se recoge. Se ve lanzado hacia
adentro de la nave. El interior de la cabina puede
programarse con todo tipo de divisiones holográficas y
―paredes‖ pero en este momento es solo un gran y vacío
cuarto. No hay lugar en el que él pueda esconderse y es un
montón de cenizas antes de que logre siquiera levantarse
del suelo. Me dirijo corriendo hacia el frente de la cabina,
mis manos vuelan sobre botones y pantallas, frente a mí un
Mog logra treparse a la nariz de la nave y lanza golpes con la
culata de su cañón contra el ventanal polarizado de la
cabina. Le llevara un rato del demonio intentar romper el
vidrio reforzado ―trato de no prestarle atención.
—Vamos, vamos, vamos, —me repito a mí misma al
mismo tiempo que los controles empiezan a parpadear,
encendiéndose. Luego cobran vida, como si fueran
impulsados por mi propia voluntad. Los cristales aún tienen
algo de energía en ellos.
Puedo sentir los motores encendiéndose, el
tranquilizador zumbido y la sutil vibración que satura la
nave completamente. Programo los protocolos de auto-
despegue, lo que debería al menos elevarme al cielo, donde
podré programar una ruta o tomar el control por mí misma.
El Mog en el vidrio frontal lucha por equilibrarse mientras
que la nave comienza a sacudirse y elevarse del suelo, chilla
al tiempo que se tropieza hacia atrás, cayendo en el suelo de
concreto.
Está funcionando, pienso, saldré de aquí.
Mis ojos se abren mientras que llego al nivel del suelo.
Justo frente a mi está la pequeña nave Mogadoriana que
divisé desde abajo, pero también veo una gran nave que
debe ser usada para la movilización de tropas alrededor del
planeta ―demasiadas tropas. Los Mogs están reunidos
rodeando de la nave, todos ellos con la mirada fija en mi
nave plateada. Se quedan congelados por solo un instante
antes de abrir fuego, lo que parece ser un cañón en la nave
más grande voltea hacia mí. ¿Quién sabe qué tipo de
artillería puede tener una embarcación como esa?
Mis manos revolotean sobre los menús en el monitor
frente a mí hasta que encuentro lo que parece ser un
registro de las armas de la nave, la mayoría de
embarcaciones en Lorien estaban desarmadas, pero creo
que los Ancianos equiparon esta con cada armamento que
fuera capaz de llevar. Armas de las que nunca he oído
hablar. Me pregunto, de nuevo. ¿Qué tan lejos llevaron su
planeación y hacia cuanto tiempo sabrían que los Mogs
vendrían por nosotros? De todos modos no tengo tiempo
para detenerme y reflexionar, porque aún tengo armas a mi
disposición, así que toco un ícono de lo que parece ser algún
tipo de proyectil-granada y fijo el blanco en la nave
enemiga.
Una pequeña esfera de energía sale dispara justo desde
la parte de abajo de la cabina, se queda pegada a un lado de
la imponente embarcación Mogadoriana, nada sucede.
Mierda.
Puedo ver el cañón Mog encendiéndose y reuniendo
energía a su alrededor. Toco de nuevo la pantalla donde está
la lista de armas.
—No me digas que eres una réplica, hija de…
La esfera hace explosión en una ola de energía que
empuja hacia atrás mi propia nave. El piloto automático nos
estabiliza, y luego tomo el control y piso el acelerador,
volando alto hacia el cielo, lejos, lejos de Nuevo México,
gritando a todo pulmón mientras paso como un rayo por el
aire. Reviso mi radar, pero no hay nadie siguiéndome, doy
un par de rondas para examinar el daño causado a cientos
de metros por debajo del cielo despejado. La nave Mog no
existe ya.
No queda nada que pueda seguirme ―solo humeantes
pedazos de retorcido metal.
La adrenalina corre dentro de mí, llenando mi cabeza
con una calidez confusa.
—Lo hicimos, —digo sin darme cuenta de que las
palabras están saliendo de mi boca—. Tenemos la nave.
La verdad no estoy segura a quien le estoy hablando,
quién está dentro de ese tenemos, no sé si me dirijo a
Zophie o a los otros Garde que están propagados en el
planeta, o incluso a Mark, mi compañero involuntario en
esta operación en Dulce.
Durante el camino de vuelta me detengo en el Rancho
Yellowhammer, dejando la nave en el patio trasero al lado
del viejo establo. El lugar parece igual desde la última vez
que lo vi, tal vez con algo más de plantas. Encuentro una de
las llaves escondidas en un panel corredizo a un lado de la
casa y entro, dejando a un lado la cobertura que sigue en los
muebles. Re-programo la puerta que lleva a la oficina
secreta para que se abra con la huella digital de Mark, que
tengo en mis archivos gracias al sistema biométrico de ID
en la laptop que le envié.
Una vez dentro de la oficina hago un inventario de las
armas que están organizadas en estanterías colgadas en una
pared, y luego inicio el sistema de seguridad, asegurándome
que todas mis cámaras se encuentran aún en
funcionamiento. Algunas trampas con cables controladas
desde la base todavía están activadas alrededor del rancho,
pero las desactivo para que Mark no tenga que encontrarse
con trampas automáticas justo apenas llegue. Además
podré enseñarle como activarlas nuevamente después, una
vez se encuentre instalado.
Mantengo la bomba que está debajo de la oficina
preparada, lista para detonar en caso de que la casa de
seguridad caiga en manos enemigas, solo por si acaso.
Este será un buen hogar para Mark, al menos de
momento, hasta que logre decidir qué hacer con él, o hasta
que se las arregle para ponerse en contacto con Sarah y el
resto de la Garde.
Me pregunto si debería esperar aquí a que llegue, para
revelar mi identidad personalmente, después de todo, tengo
la nave y la situación tiene un buen curso.
Pero reconozco esta sensación. El pensamiento de que
finalmente las cosas están saliendo a mi manera y que todo
encaja en su lugar. Cada vez que me he permitido relajarme
por esta esperanza, las cosas han tomado un rumbo terrible,
gente ha muerto, mi mundo ha sido destruido y me he visto
obligada a reconstruirlo.
Solo necesito algo más de tiempo. Para reparar la nave
y pensar mi siguiente movimiento. Y él debe recuperarse
también, no estoy lista para liderar a mi protegido hacia la
batalla, no aún.
En la mañana tomaré la motocicleta que está guardada
en el viejo granero e iré al pueblo por algo de provisiones
frescas para Mark: comida, agua y munición extra. Un
pequeño gesto de agradecimiento por ser mi primer par de
ojos en la Base de Dulce. Por ahora, sin embargo, garabateo
una nota con un delgado rotulador negro en la parte de
atrás de una carpeta, y la dejo al lado de un rifle para que él
pueda encontrarla más tarde.
Espero que estés listo para la guerra.
-G
La nave apenas logra volver a mi base en Georgia. Vuelo por
debajo del radar y trato de estar cubierta por las nubes lo
más posible a lo largo del camino. En este punto, la
aceleración es apenas más rápida que la de un coche o una
motocicleta ―la batería está casi muerta. Los cristales se
están desvaneciendo.
Me las arreglo para conseguir estacionar la nave en la
gran planta de procesamiento de pecanas en la parte
trasera. Supongo que es técnicamente ahora un hangar.
La mayor parte de mi energía y recursos son
inmediatamente centrados en encontrar la manera de
obtener y mantener la nave en marcha y funcionando para
bien. Empiezo a instalar varios adaptadores y conductos de
combustible que he creado en los últimos años, con la
esperanza de que todo mi trabajo no haya sido en vano.
Examino la investigación que he hurtado de los ordenadores
de Dulce para ver lo que los científicos han estado haciendo
para tratar de repotenciar la nave. Logro conectar las
carcasas de cristal a una salida eléctrica al igual que lo
habían hecho en Dulce. Por lo menos, eso debería
comprarme algunos días de valor y poder.
La única razón por la que la nave no tiene mi completa
atención se debe a que uno de mis sensores recoge alguna
actividad extraña en el viejo teléfono celular desechable de
Mark James. He estado monitoreando sus comunicaciones
desde que me involucré con él en la página web, sólo para
mantener control sobre él. Es algo que he hecho con todos
los que he trabajado desde el blog, aunque Mark es sin duda
la persona más cercana que he conseguido. Parece como si
alguien le hubiera enviado mensajes de GUARD diciendo
que se reúna con ellos. Comunicaciones que sin duda no
vinieron de mí.
En algún lugar, Mark dio un resbalón. El enemigo lo ha
encontrado.
Trato de advertir a Mark, pero es demasiado tarde.
Afortunadamente, se las arregla para escapar de un equipo
de agentes del FBI todavía leal a los Mogs, pero a costa de
su equipo, su camioneta y, por lo que puedo decir, un poco
de su estabilidad mental.
Le dispararon en el brazo mientras huía de la
emboscada, aunque jura que es sólo una herida superficial.
Está estresado, perdido y con sentimiento de desesperanza.
Cuando hablo con él en el chat comunitario que
construí para Ellos Caminan Entre Nosotros, suena
deprimido. De repente estoy preocupada de que él pueda
darse por vencido, incluso después de todo lo que ha
pasado. Y no puedo tener eso. No ahora que me he
acostumbrado tanto a estar en contacto con él. Me doy
cuenta de que él es la única persona con la que hablo con un
fundamento regular. Es lo más cercano que he tenido a un
amigo desde Zophie murió. Así que hago mi mejor esfuerzo
para tratar de remediar estas cosas con un nuevo vehículo y
las instrucciones del Rancho Yellowhammer. Todo eso
parece animarlo un poco a levantarse.
En Yellowhammer, Mark conecta la portátil robada de
Purdy a algún equipo de cómputo que dejé atrás,
permitiéndome copiar el contenido entero del disco duro a
un almacén en la nube. Aíslo los archivos de Purdy y
empiezo el ataque hacia sus servidores de seguridad
desconectándolos de la red Mogadoriana y del FBI. No
tengo miedo de ser capturada mientras entro por cada
rincón escondido de este disco duro. Lo que descubro es un
puñado de información acerca de ProMog y sus
especificaciones con el trato que los Mogadorianos tienen
con el gobierno de los Estados Unidos. Mientras trabajo,
Mark finalmente se las arregla para entrar en contacto con
Sarah. Como Mark pensó, ella estaba viajando con la Garde.
Ella es una invaluable fuente de información y la conexión
con mi gente aquí en la Tierra que estaba buscando.
Las cosas parecen ir suavemente.
Por lo cual no debería preocuparme si las cosas
comienzan a salir mal.
He instalado una nueva línea de energía en la nave que
utilizará el primitivo combustible de este planeta, cuando
recibo un mensaje de Mark diciendo que metió la pata y
piensa que los Mogs lo han encontrado en Yellowhammer.
Él pregunta si debe abandonarlo completamente o regresar
por sus notas y archivos. Le digo que es su decisión.
Vuelve al rancho con Sarah para empacar. Me quedo
esperando una palabra de él. Enfoco las cámaras en
Yellowhammer justo para verlos a él y a Sarah empacar
rápidamente.
Después todo se vuelve negro y no puedo recuperar
una conexión. Tengo todos los monitores llenos de estática.
Mi corazón cae hasta mi estómago.
Cada segundo que pasa me vuelve más impaciente,
más preocupada sobre que debí haberle dicho que dejara
todo y abandonara Alabama. Mientras espero, pongo un
programa en unos de mis monitores: los controles de la
bomba plantada en Yellowhammer. ¿Hasta qué punto debo
asumir lo peor y detonar la prueba de fallos, impidiendo que
los Mogadorianos obtengan alguna de las notas de Mark?
¿Qué tal si detono la bomba demasiado pronto y termino
matando a Mark y a Sarah en el proceso? En este momento,
sola en mi refugio, todo lo que quiero en el universo es ver
el nombre de Mark aparecer en mi celular, él ha sido mis
ojos y mis oídos en estos meses. Hemos estado en constante
contacto.
No puedo perderlo.
No puedo creer que JOLLYROGER182, usuario de
Aliens Anónimos, quien se refirió a los Mogs como de
―aspecto raro, estúpidos de otro planeta‖ en su primer
mensaje para GUARD, se ha convertido en una valiosa pieza
no sólo para la causa Loric, sino para mí personalmente.
El reloj avanza. Miro el botón que destruirá
Yellowhammer. Me pregunto si tengo el suficiente valor
para presionar el botón después de todo este tiempo. ¿Debo
arriesgarme a sacrificar las vidas de Mark y Sarah para
evitar que la información caiga en manos de los Mogs?
Alivio surge en mi cabeza cuando mi móvil suena. Es
un mensaje de Mark, diciendo que fueron atacados pero que
todo está bien.
Lo llamo desde uno de mis desechables que tiene un
modulador de voz en él. Mi voz suena electrónica,
distorsionada en su lado de la línea.
—¿Qué tan lejos están tú y Sarah de la casa? —Le
pregunto en cuanto contesta.
—No lo sé ¿Tal vez un kilómetro y medio? Todavía
puedo verla en…
Presiono el botón. Hay estática en línea mientras el
micrófono de Mark capta el sonido del Rancho
Yellowhammer explotando.
—Eso debería ocuparse de los Mogs restantes en la
propiedad, eliminando nuestras huellas —digo.
Mark no suena muy asustado por el hecho de haber
estado viviendo sobre una bomba todo este tiempo, pero
estoy muy concentrada como para en poner mucha atención
a su preocupación. Mientras tanto, entro en el GPS de su
camioneta y agrego las coordenadas del refugio en Georgia.
Es momento de seguir adelante y luchar contra los
Mogs. Para unirme a mis compañeros Lorics.
El primer paso es finalmente presentarme yo misma
ante Mark y Sarah.

Cuando Mark y Sarah aparecen se ven desorientados, es


como una mezcla al verme a mí, a la nave y todas las armas
automatizadas que les apuntan al entrar en el rango de mi
sistema de seguridad. Los incrédulos silencios no duran, ya
que hacen un montón de preguntas. Evalúo la situación y
priorizo; Mark está febril y la herida de bala en su brazo está
totalmente infectada. La primera cosa que hago es darle
antibióticos que separo de otros materiales médicos. Estará
bien con eso. Por lo menos.
—Hijo de p... —Sostiene la ‗p‘ cuando mojo la herida
con alcohol.
—¿Está bien?—pregunta Sarah. Ella se mantiene a
unos pocos centímetros lejos de mí, y puedo ver la
preocupación en sus ojos, no sólo por la condición de Mark,
sino por el hecho de que alguien que ella no conoce se está
haciendo cargo.
—Él va a estar bien, —le digo—. Los antibióticos harán
la mayor parte del trabajo. Volverá a la normalidad en unos
pocos días.
—Pero tengo un gran partido de mañana, entrenador—
Mark dice rotundamente.
—Estoy confundida, —dice Sarah. Voltea a ver a
Mark—. ¿No sabías que era una mujer? ¿O Loric?
—Sólo pensé que como GUARD era tan bueno con los
ordenadores...—Mark comienza.
Ella entrecierra sus ojos un poco.
—¿Qué? —Mark pregunta—. Bueno, sí, yo supuse ella
era un chico. Mi error. 'GUARD' es técnicamente un género
neutral.
—Eres de Lorien. —Sarah dice más que preguntarlo.
Asiento.
—Y siendo más grande... Debiste estar ahí cuando el
planeta fue atacado.
Asiento de nuevo, esta vez más lento. El rostro de
Sarah parece suavizarse.
—Estaba en otra nave diferente que la de los Garde
elegidos —digo—. Estábamos sólo unos cuantos de nosotros.
—Ella...—murmura, y el nombre detiene mi corazón.
—¿Qué sabes de ella? —Pregunto, dando dos largos
pasos hasta estar sobre Sarah—. ¿La conociste? ¿Está con
Número Cuatro?
Ella niega con la cabeza.
—Los Mogs se la llevaron—dice, lentamente.
Trago saliva.
—¿Y Crayton? ¿Se lo llevaron también?
—Crayton, —Sarah suspira. Se tarda unos pocos
segundos para decir el nombre—. No. Lo siento... Fue
asesinado hace un tiempo. En España, justo antes de que
Ella se uniera a los demás.
El impacto de todo esto queda registrado en mi cara,
porque repentinamente Sarah no me mira como si tuviera
miedo de que vaya a dispararle con un cañón. En su lugar,
ella pone una mano en mi espalda y una silla debajo de mí
antes de incluso darme cuenta de que me estoy sentando.
—Por supuesto—dice ella—. Debería de haberme dado
cuenta de que no sabías. Estuviste en la otra nave con ellos.
Oh, Dios, lo siento.
Mis manos tiemblan. Me pregunto cómo murió
Crayton― protegiendo a Ella, sin duda. ¿Dónde podría estar
ella ahora? ¿Qué podrían estar haciendo con ella? Mis
manos tiemblan mientras trato de pensar qué hacer a
continuación.
La Chimæra que llaman Bernie Kosar se frota contra
mis piernas en la forma de un perro, mirándome con una
larga lengua de fuera. Su cola golpea contra el piso.
—Creo que le gustas—dice Sarah.
Me agacho, mirándole a los ojos oscuros.
—Conocí a muchos como tú una vez—digo, pensando
en esos días que parecen muy lejanos ahora, cuando Zophie
y Crayton y la pequeña bebé Ella y yo estábamos encerrados
en nuestra nave con una docena de Chimæras—. Espero ver
más como tú de nuevo algún día.
Él deja escapar un pequeño gemido y lame una lágrima
salada de un costado de mi cara.
—Uh, si te sirve de consuelo—Mark dice—. ¿Suena
como si Ella se hubiera convertido en una chica ruda? Ya
que aparentemente estuvo en Dulce y causó algunos daños.
Ella estuvo en Dulce. ¿Cuándo? ¿Qué tan cerca estuve
yo de ella?
Me limpio la mejilla con la manga y miro a Mark. Está
moviendo sus pies, su frente arrugada con preocupación.
Creo que está tratando de hacerme sentir mejor.
—Sí, así que, de cualquier manera, —continúa,
asintiendo a la parte posterior del hangar—. ¿Tal vez
podrías mostrarnos el interior de esta cosa? No he estado en
una nave espacial antes.
Sonrío un poco.
—Mantén los ojos abiertos, Jolly Roger, y tal vez la
pilotarás algún día.
—Mierda, —dice Mark a medida que avanzamos por la
rampa metálica a la nave—. Quiero decir… mierda.
—Espera que vayamos a la máxima velocidad, —digo—.
Si puede llegar a hacerla funcionar con los combustibles de
La Tierra.
—Cruza los dedos, —murmura Sarah. Sus ojos se
engrandecen mientras mira a su alrededor.
—La superstición no conseguirá que esta belleza esté
en marcha. Solo estaba dando los últimos toques en la
nueva línea de combustibles cuando ustedes dos llegaron.
Vamos a ver si fue exitoso.
—¿Quieres decir que vamos a despegar ahora mismo?
—Pregunta Mark
—No. Solo voy a poner en marcha los motores, con un
poco de suerte.
Él parece un poco nervioso.
Toco los paneles de instrumentos cuando llegamos a la
cabina del piloto. Lentamente parpadean sucesivamente. La
nave zumba a la vida en nuestro alrededor.
—Parece ser una buena señal, —dice Sarah.
—Aquí viene la verdadera prueba, —digo.
Toco algunos controles más. La nave comienza
lentamente a levantarse del suelo. A mi lado Mark toma de
la parte posterior una de las sillas montadas frente a los
controles y susurra una docena de maldiciones.
Estamos a pocos metros del suelo flotando en el
interior del hangar cuando la nave entera comienza a
temblar, entonces de repente cae unos cuantos centímetros,
lo que causa que mis dos compañeros humanos den gritos
de alarma. Pero la nave se recupera. Se nivela a sí misma
hasta que todos los sistemas se ven normales.
—Por Lorien, —Murmuro—. Creo que va a funcionar.
La nave funciona con la línea de combustible que he
instalado, además tenemos unos días de respaldo de los
cristales cargados.
—¿Eso… es bueno? —Pregunta Sarah.
—Es muy bueno, —digo.
Bajo la nave y la apago. Mark se ve un poco inestable
en sus pies. Hay un brillo de sudor en su frente.
—Creo que probablemente debería sentarme, —dice él.
Sarah toca su frente.
—La fiebre está disminuyendo.
Los llevo hacia abajo en lo que solía ser la oficina del
capataz cuando el hangar seguía siendo una planta de
procesamiento. Ahora llena de equipos de computación y
monitores.
Empezamos con la información comercial.
Aprendemos unos de otros.
Le doy a Mark y a Sarah un resumen abreviado de mi
historia, dejando de lado las partes de mí usando a Mark y
el seguimiento de todas sus comunicaciones… sin embargo,
por la expresión en sus rostros, supongo que se han dado
cuenta de eso. Sarah me pone al día sobre lo último de la
Garde, quiénes son y qué Legados han manifestado. Ella me
dice todo lo que sabe sobre los Mogs. Es más fácil conseguir
información ya que no tengo que usara Mark como el
intermediario entre nosotros o evitar hablar de mi
identidad. Me entero que no sólo se ha encontrado con
Malcolm Goode, sino que su hijo, Sam, se ha unido a la
lucha. No puedo evitar sonreír ante esto, saber que Malcolm
se ha unido con ese niñito de fuera de su oficina. No puedo
decir que están a salvo en medio de todo esto, pero por lo
menos están juntos.
Hago un montón de preguntas acerca de la niña Ella en
que se ha convertido y descubro que es fuerte, la joven
sensible de la Garde. Justo el tipo de persona que me
imagino que Crayton hubiera querido que fuera. Sarah ha
pasado una cantidad significativa de tiempo con ella, y
puedo decir que está preocupada por Ella mientras habla.
Que se preocupa por ella.
—Todo sucedió tan rápido en Chicago, —dice Sarah,
con sus ojos perdidos mirando a media distancia—. Ella
estaba teniendo algún tipo de visión y entonces de repente
los Mogs estaban allí. Nos superaban en poder.
—Escoria Mogadoriana, —murmuro.
—Conseguiremos traerla de vuelta, —Mark sonríe un
poco—. Y vamos a destruir un puñado de esos monstruos
pálidos en el camino. Cenizas a las cenizas. Polvo a…
—¿Enserio Mark? —Pregunta Sarah.
—¿Qué? —Sus cejas se unen por un segundo. Luego se
relaja un poco—. Tienes razón. Debí aguardar hasta después
que hayamos matado a Lo-Que-Sea-Él-Ra o algo.
Sarah no dice nada, simplemente sonríe un poco y
rueda sus ojos.
Ella se voltea a uno de los monitores a su lado, uno que
esta sintonizado en un canal de noticias de veinticuatro
horas. Sus ojos se amplían, y varios pequeños sonidos
provienen de su boca, pero las palabras no se forman.
—Oh, vamos, —dice Mark en voz baja, preocupado—.
No es tan malo. ¿Sarah?
—Oh, Dios, —se las arregla para decir.
Varios de mis equipos comienzan a sonar, me dice que
algo importante ha sucedido. Esa noticia de última hora.
—Sarah ¿Qué es esto? —Mark está a su lado en unos
pocos pasos rápidos, y entonces él también es incapaz de
formar palabras.
Es sólo cuando me uno a ellos que me doy cuenta de lo
que está mal.
Un buque de guerra Mogadoriana se cierne sobre la
ciudad de New York.
—Está sucediendo, —murmuro—. La invasión ha
comenzado.
No se trata solo de Nueva York; las naves están en
todas partes, sobre ciudades de todo el mundo. Vemos las
noticias en silencio conmocionados hasta que suena el
teléfono satelital de Sarah, y todos nos movemos a la vez. A
medida que Sarah habla con Número Cuatro, entro en
acción, abriendo mi laptop.
Reporteros están empezando a hablar de algún tipo de
conferencia de las Naciones Unidas… algo que ha sido
aludido en documentos de ProMog que había descubierto
en el computador de Purdy pero en realidad nunca entendí.
Esta invasión es tan diferente a la de Lorien: No hay fuego o
misiles, al menos, no todavía.
—Creo que pretenden ser diplomáticos con esto, —
digo.
—Eso explicaría por qué se han involucrado tan
amablemente con el gobierno —concuerda Mark. Él saca
una laptop de su mochil –la que le di antes de que intentara
entrar en Dulce– y comienza a escribir.
—Dame todo lo que tengas de esos condenados de
EEUU y los Mog que no me has enviado. Si los Mogs van a
hacerse públicos, nosotros lo seremos. Es hora de decirle a
este planeta todo lo que sabemos. Quiero esta información
en la primera página de cada sitio web, todos…
—Camino delante de ti, —dice con una sonrisa. —Te
estoy enviando un archivo Zip que incluye lo peor de lo peor
de ProMog y una colección de las publicaciones más
relevantes que hice para Ellos Caminan Entre Nosotros.
Algunos ni siquiera los he comprobado o subido.
Los archivos aparecen en mi pantalla, son el
complemento perfecto a la información bomba que he
estado armando de mi misma en los últimos años.
—Esto es genial, Mark, —asiento con la cabeza hacia él.
Se encoje de hombros.
—No voy a dejar que esos bastardos traten de tirar a la
raza humana.
—Parece que los demás están en la misma frecuencia,
—dice Sarah, colgando su llamada—. Sam acaba de
enviarnos un vídeo. Un corto de John usando sus poderes
para sanar a alguien y algunos clips de Mogs disparando.
¿Pensaba que podríamos hacer un video o algo explicando
lo que está pasando?
—Eso está bien, —dice Mark—. Podríamos relacionar
toda la información de ProMog a ello. GUARD… quiero
decir Lexa… Podrías, no lo sé… ¿colocar un video a la página
principal de YouTube o algo así?
—Fácilmente, —digo—. Ustedes dos concéntrense en
conseguir que esté listo. Voy a asegurarme de unos ajustes
de última hora de esta nave y asegurarme que esté lista para
viajar. Y completamente equipada; he acumulado un
arsenal de armas aquí.
Mark golpea con su puño el escritorio donde está su
laptop.
—Maldita sea, —dice—. Iba a usar ese video de John
todo Superman y saltando fuera de mi casa en llamas, pero
no lo encuentro.
—Por supuesto que no, —digo, tocando mi
computador—. Desaparecí el video de internet tan pronto
llamó mi atención. También me las arreglé para bloquear el
teléfono celular de donde venía. Aquí, solo te enviaré una
copia que guardé de mis archivos, junto con algunas otras
imágenes y filmaciones que he recogido durante años.
A medida que empiezo a alejarme, oigo susurros de
Sarah a Mark.
—Ella es buena.
—No sabes ni la mitad, —él dice en respuesta.
Empiezo una inspección final de la nueva línea de
combustible de la nave, tratando de meter días de trabajo en
unas pocas horas. Hago una pausa solo cuando Sarah
comienza a gritar, y veo en la televisión como la lucha
estalla en Las Naciones Unidas. Número Cuatro está ahí,
luce poderoso y constante mientras se enfrenta a Setrákus
Ra, el líder de los Mogadorianos. Sarah se pone pálida
mientras mira pero no dice nada. Cuando la alimentación
de la TV se corta, solo asiente con la cabeza.
—Estoy lista para grabar la voz.
Vuelven a trabajar. Yo también. Pasan las horas, y
cuando por fin me tomo un descanso para agua y una barra
energética encuentro a Mark y Sarah todavía acurrucados
sobre la laptop de Mark.
—¡Oye! —Dice Mark—. ¡Ven a ver esto!
Él y Sarah se apartan colocando un video en pantalla
completa y pulsando el botón reproducir.
—Este es nuestro planeta, pero no estamos solos en la
galaxia. —La voz de Sarah llega atreves de los altavoces, fría
y medida, en el vídeo se aleja una imagen de La Tierra. Las
imágenes cambian al video de YouTube de Número Cuatro y
luego a él cerniendo sus manos brillantes sobre alguien que
apenas conozco como el secretario de Defensa. John parece
ser que lo está curando. Sarah continúa.
—Hay extraterrestres entre nosotros, extraterrestres
buenos, refugiados del planeta Lorien. Este es John Smith,
uno de los Lorics de la Garde… un chico bendecido con
increíbles poderes, el lucha por la Tierra ahora. Por su
hogar.
El video cambia a los clips de Mogadorianos con
cañones arreando a los humanos alrededor en lo parecen
ser las calles de New York.
—Las naves por encima de nuestras ciudades ya no
son amables. Son los Mogadorianos… los extraterrestres
malos que destruyeron el planeta natal de John Smith.
Han venido aquí para esclavizarnos y tomar la Tierra por
su propia cuenta. Incluso han encontrado aliados en
nuestro propio gobierno.
Varios documentos y fragmentos de textos que
aparecen en pantalla… Yo los reconozco como archivos de
ProMog. El clip de repente cambia a un gráfico que muestra
la ubicación de los buques de guerra Mog. Se parece a una
captura de pantalla que Mark tomó de una de las estaciones
de noticias.
Sarah concluye:
—No estamos solos. Ellos caminan entre nosotros.
Debemos unir fuerzas con los Lorics y luchar contra los
Mogadorianos.
El vídeo termina.
—Así que, si hacen clic en cualquier parte del video, los
llevara a la página web y para todos los archivos que hemos
puesto juntos, —dice Mark—. Y habrá un enlace en la
descripción, obviamente. ¿Crees que está bien?
—Es lo mejor que podemos hacer en corto plazo, —dice
Sarah. Ella muerde su labio mientras mira fijamente la
pantalla.
—Es genial, —digo—. Súbanlo a Ellos Caminan Entre
Nosotros, en caso de que tiren el video.
Cuando se ha subido, manipulo unas pocas líneas de
códigos y algoritmos para que el vídeo se encuentre en la
parte superior de cada búsqueda en internet y en toda la
página principal de YouTube. El número de vistas se
dispara en el transcurso de unos pocos minutos, más rápido
que ni los contadores pueden mantener el ritmo. Incluso
con todo lo que está pasando en el planeta, el video se
extiende. Mark dice que ―será viral‖. El mundo de repente
se llena de preguntas, que, por primera vez, somos capaces
de ofrecer algunas respuestas.
En poco tiempo se está mostrando en las estaciones de
noticias en todo el mundo.
Pude haber tenido dudas acerca de muchas cosas de
este planeta, pero en la forma en que se extiende la
información aquí ha demostrado ser más impresionante de
lo que jamás podría haber imaginado.
Mark continua con su computador mientras Sarah
trata inútilmente de conseguir contactar con Número
Cuatro con su teléfono satelital. Ella nunca cambia su vista
de las noticias.
La noche cae. Vuelvo a mi trabajo en la nave. Podría
tomarme un tiempo para llevar a cabo unas pruebas antes
de irrumpir en la batalla. Pero no tengo ese lujo ahora… no
con los buques de guerra estacionados sobre las ciudades de
todo el mundo. Aun así, me tomo mi tiempo para triplicar la
comprobación de mi trabajo y ejecutar todas las pruebas de
diagnóstico que se me ocurren.
Lo último que necesitamos es un fallo de los sistemas
en medio de una pelea con los Mogs.
Es de día afuera cuando por fin me siento satisfecha
con mi trabajo y vuelvo hacia el hangar. Mark está
desplomado sobre el escritorio, con la boca abierta mientras
duerme, ronca suavemente.
Sarah me da una sonrisa débil.
—Se desmayó al actualizar el recuento de vistas. Me
imagine que querría descansa, —Sarah se queda mirando el
teléfono en sus manos, y es obvio que todavía no ha podido
ponerse en contacto con Número Cuatro.
—Por lo visto Número… John es un Garde bastante
impresionante. Estoy segura que todavía está luchando.
Sarah asiente un poco con la cabeza.
—Sí. Por supuesto lo es.
Se calla, y se siente como si la energía hubiera sido
drenada de la habitación. Después de estar sola durante
tanto tiempo, quizás no soy la mejor en una pequeña charla.
Y así tomo un par de botellas de agua de una pequeña
nevera y golpeo un lado de la cabeza de Mark.
El salta, surgiendo a la vida.
—¿Qué? ¿Dónde? —Sus ojos se mueven alrededor y su
respiración se acelera hasta que recuerda dónde está—. Oh,
correcto. ¿De qué me perdí?
El teléfono de Sarah empieza a sonar antes que
cualquier de nosotros pueda contestar.
—Es él, —medio grita ella mientras salta en sus pies—.
Él sabrá lo que está pasando en New York.
—Justo a tiempo, —dice Mark a través de un bostezo—.
Nuestro salvador extraterrestre.
Sarah responde al tercer timbre. Su cara se ilumina a
pesar de que todo va mal en el planeta.
—¿John? —Pregunta ella, sin aliento, y los pocos
segundos antes que la voz en el otro extremo de la línea
responda son una eternidad.
—Bien, —Mark rueda una silla hacia mí. Extiende los
brazos sobre su cabeza y los agrieta a su cuello—. ¿Y ahora
qué?
—He esperado años a que esta pelea llegara, —Señalo
la nave—. Yo digo que nos unamos al resto de la Garde y le
mostremos a los Mogadorianos lo que esta vieja chica puede
hacer. No sirve de nada escondernos más en las sombras.
—Demonios, sí. Vamos a patear algunos traseros Mogs.
—Es hora que llevemos la lucha a ellos, —miro a Mark.
No puedo evitar sonreír un poco—. Quiero ver si Ella me
recuerda cuando la liberemos.

Fin.
AGRADECIMIENTOS
Hola. Por cuarta vez.
Bien, realmente no sé ni siquiera qué decir en esta ocasión
porque muchos chicos se han pasado de guays con nosotros
debido a las circunstancias que se presentaron en esta
traducción. No saben lo agradecido que estoy con ellos.
Antes que seguir con una ñoñada de mi parte y ponerme
cursi, sentimental o enojón, quisiera mencionar y reconocer
el esfuerzo que tanto, Samuel Llano, Jesse Alexander y Majo
Flores, quienes sin ser parte del equipo de traducción de
ECEN, nos ayudaron con la mitad del trabajo. Sin ustedes
chicos, no lo habríamos logrado. Gracias.
Y bien. Ya se viene The Fate of Ten y como lo hicimos desde
hace casi un año cuando tradujimos La Venganza de Siete,
esta vez lo haremos de nuevo. No sé hasta cuántas personas
llegará nuestra traducción, pero para todos aquellos que
hayan llegado hasta este pedazo del archivo, quiero
hacerles la invitación a ayudarnos en el proceso de
traducción del sexto y penúltimo libro de la saga
(necesitamos de todo), que por si no lo sabían estamos a un
año todavía de que todo esto termine. Quienes estén
interesados en apoyar a ECEN, fans traduciendo para fans,
están cordialmente invitados a mandarnos un mensaje a
nuestra página en Facebook o a nuestro Twitter
(@ECENLorics)
Gracias al equipo de traducción, esta ocasión conformado
por: Cynthi Altamirano, Mayra Marín, el tío Isaac Crespo y
La Chica Que No Debe Ser Nombrada. Lo logramos una vez más.
Se me olvidaba, Karlette. Envidio esos dotes de
manipulación que tienes tú.
Nos vemos en la siguiente, Lorics.
—Samuel Maldonado. [Samuu.]
Postdata: Que no me olvidé de ti, José Páez.
Postdata 2: Si creen que el archivo termina aquí, se
equivocan, sigan leyendo. Sólo no se traumen. ¿Vale?
Prólogo
(Traducido por: Carolina Guillen)

La puerta delantera tiembla. Lo hace siempre, cada vez que la


puerta de seguridad metálica desciende para cerrarse, incluso
desde que se mudaron al apartamento en Harlem tres años
atrás. Entre la entrada principal y las paredes finas como el
papel, siempre están al corriente de las idas y vueltas del edificio
entero. Silencian el televisor para escuchar; una chica de 15
años y un hombre de 57, hija y padrastro, que raramente se ven
a los ojos, pero quienes han puesto sus muchas diferencias a un
lado para observar la invasión alienígena. El hombre ha pasado
gran parte de la tarde mascullando oraciones en español,
mientras la adolescente ha visto las noticias con asombro
sumida en silencio. Le parece una película, tanto así que el
miedo no se ha colado realmente por ella. La joven se pregunta
si el atractivo chico de cabello rubio, que intentó luchar contra
el monstruo, está muerto. El hombre se pregunta si la madre de
la chica, una mesera en un pequeño restaurante fuera de la
ciudad, sobrevivió al ataque inicial.
El hombre silencia el televisor para así poder escuchar lo
que ocurre afuera. Uno de sus vecinos sube a tropezones por las
escaleras, pasa de su piso gritando todo el camino: —¡Están en
el bloque! ¡Están en el bloque!

El hombre chasquea los dientes con incredulidad.


—Este amigo está perdido. Esos monstruos pálidos no se
molestarán en pasar por Harlem. Estamos a salvo aquí.—Le
asegura a la chica.
Enciende el volumen otra vez. La joven no está segura de
que él esté en lo correcto. Ella se desliza hacia la puerta y
observa por la mirilla. Afuera, el pasillo está oscuro y vacío.
Como el centro de la ciudad detrás de ella, la reportera de
la televisión parece hecha polvo. Tiene tierra y cenizas por todo
el rostro, y rastros de lo mismo en su cabello rubio. Hay una
mancha de sangre seca en su boca, donde debería llevar lápiz de
labios. La reportera luce como si apenas pudiera conservar la
compostura.
—Reiteramos. El ataque inicial parece haber disminuido,
—dice, con voz temblorosa. El hombre la escucha con atención—
. L-los... Los Mogadorianos, han tomado las calles en masa y
parecen estar, ah, tomando prisioneros, además hemos
presenciado otros actos furtivos de violencia a l-la... la menor
provocación.
La reportera ahoga un sollozo. Detrás de ella haycientos de
extraterrestres pálidos uniformados marchando por las calles.
Algunos de ellos giran la cabeza y apuntan sus vacíos ojos
negros hacia la cámara.
—Jesucristo. —Dice el hombre.
—De nuevo, reiteramos, estamos-eh... estamos siendo
autorizados a trasmitir. L-los... los invasores al parecer nos
quieren aquí...
Escaleras abajo la puerta tiembla de nuevo. Hay un
chirrido de metal desgarrándose y un gran estruendo. Alguien
no tenía una llave. Alguien necesitaba derribar la puerta del
todo.
—Son ellos. —Dice la chica.
—Cierra la boca—responde el hombre. Silencia el televisor
de nuevo—. Es decir, mantente en silencio.
Escuchan fuertes pisadas subiendo por las escaleras. La
joven retrocede lejos de la mirilla cuando escucha otra puerta
siendo derribada. Los vecinos del piso inferior empiezan a
gritar.
—Escóndete—le dice el hombre—. Hazlo.
Los puños del hombre se aprietan sobre el bate de béisbol,
sacado del armario de la sala, cuando la nave alienígena nodriza
apareció en el cielo. Se desliza más cerca de la puerta
temblando, colocándose a lado de ella, de espaldas a la pared.
Puede escuchar el ruido del pasillo. Un fuerte estruendo, la
puerta de su vecino ha sido arrancada de sus goznes, palabras
ásperas en un brutal inglés, gritos, y finalmente el sonido como
de un relámpago comprimido siendo disparado. Han visto las
armas de los alienígenas en la televisión, observando con
asombro los chisporreantes rayos azules que disparan.
Los pasos se acortan, deteniéndose afuera su temblante
puerta. Los ojos del hombre están abiertos, sus manos
aferrándose al bate. Él se da cuenta de que la chica no se ha
movido. Está congelada.
—Despierta estúpida.—Chasquea—. Largo.
Señala con la cabeza la ventana de la sala. Está abierta, la
salida de emergencia esperando afuera.
La joven odia cuando la llama estúpida. Sin embargo, por
primera vez en lo que puede recordar, hace lo que su padrastro
le dice. Ella escala por la ventana de la misma manera que se ha
escapado de ese apartamento muchas veces antes. La chica sabe
que no debería ir sola. Su padrastro debería huir, también. Da
media vuelta en las escaleras de incendios para llamarlo y está
buscándolo en el apartamento cuando la puerta es derribada.
Los aliens son mucho más feos en persona que en
televisión. Su peculiaridad congela a la joven en su camino.
Observa con fijeza la piel pálida del primero en pasar por la
puerta, sus ojos negros sin pestañear y sus extraños tatuajes.
Hay cuatro extraterrestres en total, cada uno de ellos armados.
Es el primero quien se percata de la chica en las escaleras de
incendios. Detiene sus pasos, levanta el arma al nivel de ella.
—Ríndete o muere —dice el extraterrestre.
Un segundo después, el padrastro de la niña golpea el
extraterrestre en la cara con su bate. Es un poderoso golpe, el
anciano se ganaba la vida como mecánico así que tiene
antebrazos gruesos conseguidos con 12 horas de trabajo al día.
Hace un agujero en la cabeza del alíen y este se desmorona en
cenizas.
Antes de que su padrastro pueda regresar el bate sobre su
hombro, el alienígena más cercano le dispara en el pecho.
El hombre es lanzado hacia atrás en el apartamento, sus
músculos se tensan, su camisa arde en llamas. Se estrella contra
la mesa de café, rueda sobre los vidrios rotos deteniéndose en la
ventana entrecerrando los ojos hacia la chica.
—¡Corre!—Su padrastro de alguna forma encuentra la
fuerza para gritar—. ¡Corre, maldita sea!
La adolescente se lanza hacia abajo por la salida de
incendios. Cuando llega a las escaleras, escucha disparos en su
apartamento. Trata de no pensar en lo que eso significa. Un
rostro pálido asoma la cabeza por la ventana y la toma como el
objetivo de su arma.
Deja atrás las escaleras, dejándose caer en el callejón más
abajo, justo cuando el aire a sus alrededor se pone vibrante. El
bello de sus antebrazos se levanta y la joven puede decir que hay
electricidad corriendo por el metal de las escaleras. Pero está
ilesa. El alíen la ha perdido.
La adolescente salta sobre algunas bolsas de basura y corre
a la entrada del callejón, mira escondida desde la esquina la
calle donde creció. Hay un grifo contra incendios lanzando agua
en el aire, que le recuerda las fiestas de verano del edificio. Ve
un camión de correos volcado, con el capote echando humo,
como si fuera a explotar en cualquier momento. Más abajo de la
cuadra, estacionada en medio de la calle, la joven ve la nave de
los extraterrestres, una de las muchas que ella y su padrastro
vieron descender desde la nave descomunal que aún se cierne
sobre Manhattan. Reprodujeron ese video una y otra vez en las
noticias. Casi tanto como repitieron el video del chico rubio.
John Smith. Ese es su nombre. La mujer que narraba el
vídeo lo mencionó.
—¿Dónde está él ahora?—Se pregunta la chica.
Probablemente no salvando a las personas de Harlem, de eso
está segura.
La joven sabe que debe salvarse a sí misma.
Está a punto de correr cuando reconoce otro grupo de
aliens saliendo de un apartamento cruzando la calle. Tienen a
una docena de humanos con ellos, algunos rostros le son
familiares del vecindario, un par de niños que ella recuerda de
unos grados menores al suyo. Con un arma apuntándolos, los
obligan a arrodillarse en el piso. Un enorme alíen camina entre
la línea de personas, golpeando un objeto pequeño contra su
mano, como un gorila afuera de un club. Están haciendo un
conteo. La joven no está segura de querer ver lo que viene
después.
Hay un ruido de metal a sus espaldas. Se da la vuelta para
ver a uno de los extraterrestres descendiendo por las escaleras
de incendios de su apartamento.
Corre. Ella es rápida y conoce las calles. El subterráneo
está sólo a unas cuantas cuadras de ahí. Una vez, en un reto, la
adolescente bajó hasta la plataforma y se aventuró por los
túneles. La oscuridad y las ratas no la asustaron ni de cerca
como esos aliens. Ahí es a donde ella va. Puede ocultarse dentro,
quizás incluso llegar hasta el centro, intentar encontrar a su
madre. La joven no sabe cómo va a darle la noticia sobre su
padrastro. Ni siquiera ella puede creérselo. Aún espera
despertar.
La adolescente dobla por una esquina y tres alienígenas se
interponen en su camino. Su instinto la hace tratar de
retroceder, pero su tobillo se tuerce y las piernas se doblan
debajo de ella. Cae, golpeando la acera con fuerza. Uno de los
extraterrestres hace un ruido, uno áspero, la joven se da cuenta
que se está riendo de ella.
—Ríndete o muere, —dice, y ella sabe que en realidad no
tiene elección. Los aliens ya tienen sus armas apuntándole.
Rendirse o morir. Ellos van a matarla, no importa lo que ella
escoja. Está segura de eso. Levanta las manos para defenderse.
Es un reflejo. Sabe que no hará nada contra sus armas.
Excepto que sí lo hace.
Las armas de los aliens dan un tiro hacia atrás, fuera de
sus manos. Vuelan veinte metros en la cuadra.
Miran a la chica, sorprendidos y confusos. Ella tampoco
tiene idea de lo que acaba de suceder.
Pero ella puede sentir algo diferente en su interior. Algo
nuevo. Es como si fuera un titiritero, con cuerdas que conectan
cada objeto en la cuadra. Todo lo que necesita hacer es tirar y
empujar. La adolescente no está segura de cómo lo sabe. Sólo se
siente natural.
Uno de los aliens se precipita, y la joven agita su mano de
derecha a izquierda. Él sale volando por las calles, agitando las
extremidades y cae de golpe sobre el parabrisas de un coche
aparcado. El resto intercambia una mirada y empiezan a
retroceder.
—¿Quién está riendo ahora?—Les pregunta, levantándose.
—Garde. —Uno de ellos murmura en respuesta.
La joven no sabe lo que eso significa. La manera en que
ellos lo dicen, hace que la palabra suene como una maldición.
Eso la hace sonreír. Le gusta que esas cosas que destruyeron su
vecindario le teman ahora.
Puede luchar contra ellos.
Ella va a matarlos.
La chica alza una mano en el aire y el resultado es uno de
los aliens flotando por el suelo. La chica agita su mano hacia
abajo con suficiente rapidez, aplastando al alíen contra la parte
superior de su compañero. Lo repite hasta que todos se
convierten en polvo.
Cuando ha terminado, desciende la mirada a sus manos.
Ella no sabe de dónde proviene este poder. No sabe lo que
significa.
Pero va a usarlo.

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