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El Baúl secreto El Baúl secreto

CONTENIDO

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciseis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidos
Capítulo Veintitres
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiseis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Despues

Sobre Él Autor
Libros De Pittacus Lore
El Baúl secreto El Baúl secreto

EN UNA GALAXIA DISTANTE, EL PLANETA PACÍFICO LORIEN FUE DECIMADO POR


LOS BRUTALES MOGADORIANOS.

Los últimos sobrevivientes de Lorien—los Garde—fueron enviados a la Tierra cuando eran


niños. Esparcidos por los continentes, desarrollaron sus legados y se prepararon para
defender su mundo adoptado.
Los Garde frustraron la invasión mogadoriana de la Tierra.
En el proceso, el Garde cambió la naturaleza misma de la Tierra. Los legados, poderes
extraordinarios del planeta Lorien, comenzaron a manifestarse en los seres humanos.
Estos nuevos legados asustan a algunos humanos, mientras que otros buscan formas de
manipular a la nueva Garde para su beneficio.
Y aunque los legados están destinados a proteger la Tierra, no todos los Garde usarán sus
poderes para el bien.

SOY PITTACUS LORE. REGISTRADOR DE LOS DESTINOS, CRÓNISTA DE LOS


LEGADOS.

LES CUENTO LOS CUENTOS DE AQUELLOS QUE DARÍAN FORMA A LOS MUNDOS.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO UNO

DANIELA MORALES
COMANDO DE LA GARDE TERRESTRE—WASHINTON, DC

Ella contempló el holograma del mundo mientras este hacia una rotación lenta por sobre
la mesa de conferencias de caoba pulida. Las luces en el techo abovedado de la sala de
reuniones se atenuaban automáticamente cuando el mapa de operaciones estaba activo, por
lo que quedó bañada en el vívido resplandor azul de la proyección. Pasó los dedos por el
respaldo de una de las veinte sillas de vinilo que rodeaban la mesa. Ella había estado sentada
allí, meses atrás, cuando fue asignada al equipo de "buenas obras y relaciones públicas" de
Melanie Jackson. Daniela aún recordaba las vibraciones positivas en el aire ese día, cómo
todos sonreían, incluso ella. La Garde Humana iba a dejar que ayudara a reconstruir la ciudad
de Nueva York. Su hogar.

Ahora, la habitación estaba vacía. No había ninguna reunión informativa programada


para hoy y el estado de ánimo en torno a la sede era decididamente desagradable.

Daniela sacudió la cabeza y se recordó que, a pesar de la reciente locura, la vida era
bastante buena. Esbozó una sonrisa incrédula, como lo hacía cada vez que consideraba lo
lejos que había llegado de Harlem. No como físicamente lejos, al menos no por el momento.
Nueva York estaba a tres horas en el tren, aún más rápido si la Garde Terrestre le asignaba un
helicóptero. Y a menudo lo hacia. ¿Cuán asombroso era eso?. Debería presentar una solicitud
para visitar a su madre una vez que ya no estuviera confinada en la sede. Había pasado
demasiado tiempo y su madre estaba preocupada. Especialmente si ella había estado viendo
las noticias.

Pensando en su madre, era difícil creer el abismo entre esta vida y su vida anterior.
¿Dónde había estado ella hace dos años? Ligando con chicos en el parque del río Harlem?
¿siendo despedida de su trabajo por ser grosera con los clientes? Ciertamente, no habría
estado dando vueltas en ninguna sala de reuniones militar de alta tecnología en edificios de
vanguardia justo abajo del bloque del Pentágono.

La invasión cambió todo, por supuesto. Ella desarrolló legados. Ella podría haber o no
haber robado un banco. Ella conoció a John Smith. Ella ayudó a salvar a la humanidad.

¿Y ahora? Ella había estado alrededor de todo el mundo. Visto un poco de mierda
sacada directamente de esas anticuadas películas de ciencia ficción que su padrastro—que
en paz descanse—solía mirar todo el tiempo. Ella había hecho amigos que ni siquiera eran
humanos. Había ayudado a reconstruir lo que los mogadorianos habían roto.

A Daniela le gustaba pensar que estaba haciendo la diferencia. Incluso si algunas veces
todo lo que hacia era sentarse en la playa y cuidar de Melanie. Ella frunció el ceño ante el
globo holográfico. Todos los lugares a los que podía ir, todo el bien que podía estar haciendo.
En cambio, ella estaba atrapada en la sede. Sin poder salir. Al menos hasta que las secuelas
de Suiza desaparecieran.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Parecía una asignación facilisma en ese momento. Pasar el rato en la mansión del
billonario gurú tecnológico Wade Sydal, quien, por supuesto, era un amigo de la bien conectada
familia de Melanie. Viajar en su nueva nave espacial que él creado por ingeniería inversa a
partir de tecnología mogadoriana. Comer langosta.

Daniela aún no podía comprender como todo se había ido al infierno. Aparentemente,
Sydal estuvo involucrado con algunas personas turbias quienes lo había ayudado a adquirir
tecnología alienígena del mercado negro. Sin decirles lo que estaba haciendo, Sydal llevó a
Daniela y sus compañeros de equipo de la Garde Terrestre, Melanie y Caleb, a Suiza para que
pudieran vigilar su espalda. La dama británica que le vendía el cieno mogadoriano tenia
algunos mercenarios y Gardes propios—Nigel y Taylor— Aunque en realidad estos eran
agentes dobles. Antes de que el acuerdo se pudiera incluso completar, el anormal de Número
Cinco y el maníaco de Einar aparecieron para hacer, como, un arresto ciudadano de todos los
adultos. Todo estalló. Ellos lucharon, más Garde apareció y ellos lucharon un poco más.

— Una locura, — susurro Daniela.

Sydal había sido asesinado en el proceso de rescatar a su escolta de la Garde Terrestre,


asustada como una pequeña perra . Había un montón de homenajes con imágenes poco claras
para él en la televisión. La historia oficial era que Einar lo mató, aunque ella estaba bastante
segura de que uno de los mercenarios británicos eliminó a Sydal con un cohete. Pero nadie en
la sede central estaba interesado en la versión de Daniela sobre los eventos, especialmente
no con el video del discurso desquiciado de Einar en las noticias por cable 24/7.

Daniela se sorprendió con cuan a menudo pensaba en el largo y aburrido discurso de


Einar. El definitivamente surgió como el tipo de chico que envía bombas por correo desde su
sótano, pero algo de lo que dijo en realidad tenía sentido, especialmente a la luz de todo el
asunto de Sydal-siendo-corrupto-como-el-infierno. Daniela no sabía nada sobre camaraderías
y conspiraciones. Nadie la puso al corriente de esas cosas mientras ella actuaba como la
compañera glorificada de la cara bonita frente a la Garde terrestre. Pero seguro sonaba como
que Einar y su gente tenían algo de carne legitima con la forma en que se trataba a la Garde
Humana. Había convencido a algunos de que huyeran con él, incluyendo a Caleb, quién
Daniela no creía que hubiera infringido una regla en su vida, y mucho menos desobedecido a
la ONU.

En última instancia, Número Nueve había dejado escapar a Einar y sus seguidores.
Después de una fea batalla, ninguno de ellos había querido pelearse de nuevo. En ese
momento, Daniela nunca consideró ir con Einar. Su instinto le dijo que se quedara con Nueve
y su gente. Él no la guiaría mal.

Pero Nueve regresó a la Academia con sus estudiantes y Daniela estaba atrapada aquí,
en la sede de la Garde Terrestre, con un grupo de adultos que la miraron con desdén y no la
dejaron irse.

Daniela dejó escapar un suspiro por la nariz. ¿Cuándo serían las cosas menos
complicadas?

¿Cuándo la dejarían salir de aquí?


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El mundo giró para que Europa se enfrentara a Daniela. Con solo presionar un botón,
ella activó la capa de operaciones. Un punto palpitaba sobre Suiza. Daniela metió su dedo en
el holograma y apareció un mensaje emergente de texto:

OPERACIÓN DE LIMPIEZA EN MARCHA.


SUSTANCIA EXTRATERRESTRE DESCONOCIDA NO REGULADA.

En el holograma, Daniela podía checar el progreso de todas las operaciones de la Garde


Terrestre. A veces los detalles eran vagos debido a los límites de su autorización de seguridad,
pero todavía podía tener una buena idea de en qué estaba trabajando la Garde Terrestre. Justo
ahora, apenas habían puntos brillantes en el mapa. Había solo unas pocas docenas de Gardes
humanos entrenado, para comenzar, y las operaciones habían sido reducidas desde Suiza. La
Garde, como Daniela, pudo reconstruir todos los edificios que explotaron en el mundo y
Melanie pudo sonreír toda bonita para las cámaras, pero todo lo que hizo falta fue un niño
islandés desquiciado divagando sobre tomar el planeta para quitar la confianza del público en
su nueva organización.

— No los escuché quejarse cuando me estaba reventando el culo formando piedra para
ellos, — murmuró Daniela, pensando en todos los cimientos que había complementado con
su visión de piedra. Pulsó unos pocos botones en una tableta montada en la mesa de
conferencias. — A ver quién todavía quiere nuestra ayuda…

Los puntos brillantes en la proyección se multiplicaron por diez. Aquí estaban las
solicitudes abiertas de los países para la asistencia de Garde Terrestre. Agitando los dedos
por el mapa, Daniela accedió a algunos de ellos al azar. Enfermedad en Kenia, un campo
petrolero amenazado en Egipto, los carteles de la droga en México—todos los posibles
trabajos para la Garde Terrestre. Más peticiones de las que ellos tenían personal para manejar.

— Oh, ¿Puerto Rico tiene un puente cerca del colapso? — Daniela preguntó al cuarto
vacío.—Podría ayudar con eso, si no estuviera encerrada aquí respondiendo las mismas
preguntas tontas una y otra vez.

Los funcionarios la habían interrogado sobre Suiza casi todos los días durante las
últimas dos semanas. Había diferentes rostros de diferentes gobiernos y agencias de
inteligencia, algunos de ellos eran agradables y otros eran bruscos y uno de ellos incluso trató
de sobornarla con galletas como si tuviera cinco años, pero sus preguntas eran todas iguales.

— ¿Qué pasó en Engelberg?

— ¿Sabes dónde podría estar escondida la Garde rebelde?

— ¿Crees que el Lorience conocido como Número Nueve tuvo algo que ver con el
ataque?

— ¿Caleb Crane te dijo que planeaba desertar?

Con un frustrado golpe de su mano, Daniela le dio una vuelta al mundo transparente.
El holograma borroso, las líneas azules parpadearon..
El Baúl secreto El Baúl secreto

Daniela siempre respondía sus preguntas honestamente. O lo intentó, al menos. Ella


realmente no sabía mucho. La única vez que torció un poco a la verdad fue cuando preguntaron
por Caleb. Por supuesto que se había dado cuenta de lo extraño que había estado actuando.
Ella sabía que Caleb y su camarilla de la Academia estaban enredados en alguna rareza. Ella
había sido asignada para ayudar a extraerlos de ese culto religioso loco hace un par de meses,
¿verdad? Recordó que, de camino a Suiza, parecía que Caleb estaba tratando de advertirle
que algo descontrolado podría pasar.

Pero Daniela se hizo la tonta. No eran una soplona. Le agradaba Caleb. Ella había
sobrevivido junto a él, Nigel y Ran en Patience Creek. El hecho de que hubieran elegido
diferentes bandos en Suiza no significaba que fueran malos, desertores o terroristas o
cualquier otra cosa que los tan-tan serios diplomáticos y generales implicaban cuando la
bombardearon con preguntas.

Daniela se preguntó, no por primera vez, lo que Melanie podría estar diciendo a los
interrogadores. Entonces, en Engelberg, ella había estado demasiado choqueada para decir
alguna cosa cuando Nueve dejó a Caleb y los otros ir. Pero, en el vuelo de regreso, Daniela
pudo ver una oscura mirada en el rostro de Melanie. No puedo creer que él los dejara escapar,
fue todo lo que le dijo a Daniela.

Las habían mantenido separadas desde su regreso—Daniela estaba atrapada en el


cuartel, pero estaba bastante segura de que Melanie tenía que regresar a la propiedad de su
padre en Maryland. O tal vez Melanie simplemente la estaba evitando. Probablemente no
apreciaba cómo Daniela literalmente le había dado una bofetada en medio de la batalla.
Daniela sonrió ante la memoria.

— La chica está allí llorando en lugar de usar su super fuerza--- , murmuró Daniela con
un gesto de incredulidad. — ¿Y no voy a darle una bofetada?

— No se supone que estés aquí —, respondió una voz.

Daniela se giró justo cuando un hombre en un traje muy caro entró en la habitación. Su
cabello castaño estaba peinado hacia atrás, su rostro brillante y sin arrugas, a pesar de que
probablemente estaba en sus cuarenta. Tenía un acento europeo que ella no pudo reconocer.
Ella lo había visto antes en los pasillos de la sede de la Garde Terrestre. Era un diplomático o
algo así. El tipo llevaba una tablet, la cual miraba cada pocos segundos, como si estuviera
demasiado ocupado para esta conversación.

— Lo siento—¿Quién eres? — Preguntó Daniela arqueando una ceja, incapaz de


ocultar la aspereza en su voz. Los tipos que pensaban que eran mejores que el resto siempre
la sacaban de ella. — ¿Desde cuando no puedo estar aquí?

El hombre atravesó la habitación y apagó el mapa de operaciones. El brillo azulado se


desvaneció, las luces normales regresaron.

— De hecho, justamente veníamos a hablar con usted acerca de eso, — Dijo el hombre,
con un poco de impaciencia en su voz. — He tenido que buscar por todo el complejo por
usted, señorita Morales.
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El “nosotros” del que hablaba se hizo evidente cuando un trío de pacificadores entró en
la sala. Daniela miró a los soldados con los ojos entornados. Tenían la cara de piedra, vestían
una armadura y llevaban esos cañones de collares de choque inhibidores que Sydal Corp
producía.

Un nudo subió por la garganta de Daniela. La vibra aquí era incorrecta.


¿Por qué estos chicos iban vestidos para el combate dentro de la sede?

— ¿Se supone que te conozco, hombre? — Daniela le preguntó al tipo del traje.
Casualmente circuló alrededor de la mesa.

El sonrió.--- Mi nombre es Greger Karisson. Usualmente, trabajo con tu amigo Nueve


en la academia, pero me han pedido que supervise la instalación de los nuevos protocolos de
seguridad de la Garde terrestre .

— ¿Protocolos de seguridad? ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

Greger miro su tablet, verificando algunos datos. — Ahora, de acuerdo a tu perfil


sicológico, existe una alta probabilidad de que interpretes lo que voy a decirle de manera
negativa. Vamos a mantener la cabeza fría y abordar este asunto con madures, ¿Bien?

— Quiero decir, que realmente me estas cabreando con ese tono y que nos conocemos
como hace treinta segundos, así que, no hay promesa.

Daniela pensó que uno de los soldados casi esbozó una sonrisa. Greger continuó como
si no la hubiera oído.

— La ONU ha determinado que, a la luz de los recientes eventos, se deben tomar


medidas para garantizar que la Garde no se convierta en una amenaza para el publico. En el
futuro, será obligatorio que toda la Garde tenga un chip inhibidor implantado.

Daniela estrechó los ojos. Ella había ido a Ran decir algo acerca de un clip inhibidor en
Suiza. El gobierno aparentemente los había implantado en ella y Kopano, sin su
consentimiento. Ella tuvo la sensación de que Greger aquí no estaba preguntando tampoco.

— Quieres meter una de esas cosas en mi cerebro, — dijo Daniela. — ¿ Y se supone


que debo ser madura al respecto?

— Es un procedimiento muy simple. Tenemos un sanador a mano. Una vez hecho, ni si


quiera sabrás que está allí.

— No he hecho nada malo, — Dijo Daniela, alzando la voz. — todo lo que he hecho es
ayudar a la gente.

— Tu servicio ejemplar esta todo anotado en tu perfil. — dijo Greger con una sonrisa.
—Si ese comportamiento continúa, no tendrás nada por lo que preocuparte.
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Daniela miró a los pacificadores. — Esto es alguna mierda de detención-y-cateo,
hombre.

— No sé lo que eso significa.

–- Si, claro que no. — Ella se acerco mas cerca del borde de la mesa de conferencias,
asegurándose de que esta estuviera directamente entre ella y los soldados. — Así que, ¿Qué?
¿Pones este chip en mi y me das un golpe de corriente cuando llegue tarde a una reunión?

Greger en realidad se rió. — Esto no es un castigo, señorita Morales. En el peor de los


casos. El último recurso. El inhibidor solo será utilizado si su conducta se vuelve peligrosa.

— ¿Y quién decide eso? ¿Usted?

— No, realmente, se te asignará un Guardián de la Paz entrenado como un controlador


que controlará tu comportamiento y la ayudará en el campo. Obtuvimos la idea de los Loriences
mismos, realmente. En su planeta de origen, tenemos entendido que ellos también tenían
mentores. Ellos los llamaban Cêpan.

Daniela respiró hondo. Ella estaba sin preguntas, a excepción de la más importante.
Aquí vamos. El momento de la verdad.

— ¿Que si digo que no?

— Me temo que no es opcional. El acuerdo que firmó con la Garde Terrestre en conjunto
con los Acuerdos de la Garde nos da discreción ilimitada para implementar las medidas de
seguridad necesarias para proteger a la raza humana.

— ¿Quién me protege a mi de usted? — preguntó Daniela bruscamente. — Soy parte


de la raza humana también.

— Eso, Señorita Morales, es una cuestión de controversia.

Las manos de Daniela temblaron. Esta repugnante persona simplemente le dijo que no
era humana.

— ¿No necesitas el permiso de mi mamá antes de, como, abrirme la cabeza?

— Una vez más, de acuerdo con su acuerdo con la Garde Terrestre, la organización
tiene la tutela sobre usted ahora, no su madre. ¿Alguna otra pregunta?.

Daniela se encogió de hombros, aflojandolos. Uno de los soldados detrás de Greger se


movió, mirándola de cerca. Ella estaba oficialmente sin maneras de detener lo que estaba a
punto de suceder.

— Supongo que lo tienes todo cubierto, — dijo ella fríamente. — Solo una cosa más.
¿Qué fue lo que dijiste acerca de mi perfil sicológico? ¿Acerca de como procesaría noticias
como el culo de totalitarias como esta?
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Greger miró su tablet. — Dije—

Daniela no dejó que terminara. Con un estallido de telequinesis, arrojó la mesa de


conferencias sobre los pacificadores. Solo uno de ellos logro sacar su arma a tiempo, el collar
electrificado se disparó de su cañón desviándose inofensivamente de la mesa. Los ojos de
Daniela brillaron de plateado mientras desataba una corriente de energía-de-piedra,
cementando la mesa a la pared de la sala de conferencias, atrapando a los pacificadores detrás
de esta. Paso por sobre el proyector de holograma roto, mirando a Greger.

— Honestamente, — dijo retrocediendo. — Esto es inútil.

— Mi trasero, — respondió Daniela. Le arrebató la tablet y, con un movimiento suave,


le dio una palmada en la cara al hombre con ella. Él cayó con un indignado grito, agarrando
una nariz rota .

Daniela se dirigió a la puerta, recordándose a sí misma del diseño del HQ. Habría más
guardias en todo el edificio, pero Daniela pensó que podría evitar a la mayoría si se escabullía
por la escalera de servicio. La forma más fácil de salir de allí sería a través de la cafetería.
Sabía que a algunos de los trabajadores allí abajo les gustaba fumar en el muelle de carga
trasero. No le darían ningún problema. Pero ella necesitaba ser rápida.

Salió de la sala de conferencias, giró por el pasillo e inmediatamente fue golpeada por
un enorme peso en el centro de su pecho.

Daniela en realidad escuchó sus costillas romperse. Ella solo logró un grito silbante y
golpeó el suelo, rebotando en las baldosas por la fuerza del golpe.

Melanie se paró sobre ella, con el puño hacia atrás, lista para golpear a Daniela de
nuevo. El rostro fotogénico de la Garde Terrestre parecía sombrío, con el pelo rubio recogido
en una cola de caballo, toda negocios.

Por supuesto. Ella sería una traidora. (sellout : vendida, traidora)

— Mantente abajo, Daniela, — dijo Melanie. Ella trató de sonar dura, pero Daniela vio a
través de ello—Ella sabia cuan fácilmente la chica se asustaba. — Voy a golpearte otra vez si
me haces hacerlo.

Daniela no podría haberse levantado si quisiera. Ni siquiera podía concentrarse lo


suficiente como para encerrar la cabeza de Melanie en un bloque de piedra. Ella no podía
respirar.

— Wow, realmente la dejaste en mal estado, — dijo una chica asiática mientras se
acercaba a Melanie. Parecía que acababa de salir de una pasarela, su cabello negro en un
moño, su delgado cuerpo en un vestido metálico sin mangas. Melanie miró su puño. — Me
dijo que la golpeara si salía sin escolta.

La chica desconocida se agachó junto a Daniela y le puso una mano suavemente en el


esternón. Sintió la sensación familiar de un legado curativo, los tentáculos de la energía
restauradora—pero no lo suficiente. Esta chica en realidad no la estaba ayudando; Ella solo
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estaba evaluando el daño. Daniela aún no podía ni siquiera suspirar. Ella arqueó su espalda
dolorosamente, tratando de encontrar un ángulo que alivie la presión.

— Le perforaste el pulmón, — dijo la sanadora, chasqueando la lengua. — Dios mío,


ustedes, la gente de la Garde Terrestre, son todos tan bárbaros.

— Solo curarla, ¿Podrías, Jiao? — dijo Melanie, apartando la mirada de los ojos
suplicantes de Daniela.

— No hasta que esté sedada, — respondió Jiao. Ella acarició la mejilla de Daniela con
el dorso de su mano. — Nada personal, querida. Pronto estaremos todos en el mismo lado.

Solo entonces Greger salió de la sala de conferencias. El sostenía un pañuelo en su


nariz sangrante. Daniela se habría sentido más orgullosa de ello si no estuviera sofocándose
lentamente.

— Bien hecho chicas, — dijo nasalmente mientras sacaba una jeringa del bolsillo de
su chaqueta. — Bien hecho.

Daniela cerro sus ojos. No había forma de que ella saliera de esto.

Su ultimo pensamiento, cuando sintió el pinchazo en el costado de su cuello y la


oscuridad vino, fue que debería haberse ido con Caleb y los demás.

Hace dos semanas ella había estado en Suiza. Hace dos semanas ella pudo haber
escapado.
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CAPITULO DOS

TAYLOR COOK
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA — POINT REYES,CALIFORNIA
DOS SEMANAS ANTES

— HEY, ¿TAYLOR VERDAD? ¿ESTA TODO BIEN?


Taylor parpadeo y se alejó de su ventana. Desde el otro lado de la nave espacial, la
chica de la Garde Terrestre que había aparecido con Caleb la estaba mirando preocupada.
Taylor pensó que su nombre era Daniela.
— ¿Qué? — preguntó Taylor con cansancio. Las comisuras de sus ojos picaban, sus
mejillas todavía estaban calientes por las quemaduras del viento.
— Te pregunté si estas bien, — dijo Daniela. — Estabas apretando los dientes.
Ella tocó su boca. — ¿Lo hacia? — ¿Ella lo hizo? Hizo un esfuerzo consciente por
aflojar su mandíbula. — Han sido unos largos largos… — ¿Días? ¿Semanas? — Estoy
cansada como el infierno, — concluyó Taylor. — Y demasiado cabreada para dormir.
— Eso fue una mierda loca, — dijo Daniela, riendo con incredulidad. — La más loca
situación en la que he estado desde la invasión.
— Si, — respondió Taylor. — Seguro fue una locura.
El profesor Nueve bajo por el pasillo desde la cabina, luciendo sombrío. Asintió hacia
Taylor antes de dirigirse a Daniela.
— La Garde Terrestre ya esta en mi trasero, — dijo. — Ellos tienen un transporte para
ti y Melanie esperando en la Academia. Te quieren de vuelta en Washington…
Taylor los desconectó y regresó a su ventana mientras la nave espacial de Lexa
descendió. Cuando apareció la Academia, Taylor pudo ver a Maiken Megalos dando vueltas a
toda velocidad por la pista. Maiken detuvo su carrera, mirando a la nave mientras ésta se
abalanzaba en lo alto. Entonces, se lanzó hacia la asociación estudiantil. Maiken era bien
conocida como una entrometida. Ella querría ser la única para dar la noticia de que el Profesor
Nueve y algunos de sus cargos rebeldes habían regresado al campus. Ella se lo diría a todos.

Lo que significaba que Taylor no tenía mucho tiempo para atrapar a Miki, si el tipo aún
estaba en el campus. Resultó que el maldito tweeb en realidad estaba ocultando un legado
que le permitió transformarse en viento y también estaba espiando para la Fundación. Él había
ayudado a Taylor a escabullirse fuera del campus una vez que convenció a la Fundación que
estaba de su lado. Ella tenía muchas ganas de darle un puñetazo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ella podría al menos hacer eso. Una pequeña victoria después de tanto fracaso.
Los motores de la nave espacial de Lexa ni siquiera estaban fríos, la rampa de salida
apenas en tierra, cuando Taylor hizo un silencioso camino fuera de la nave y se dirigió a la
asociación estudiantil. La mayoría de los otros estaban demasiado cansados para notarlo.
Nueve tenía que tratar con un pequeño grupo de Fuerzas de la Paz, Daniela y una todavía
sollozante Melanie estaban con él, probablemente preparando su regreso a la Garde Terrestre.
Nigel tenía a su madre, Bea, de la que preocuparse —los zarcillos negros que se enroscaban
bajo su piel se parecían mucho a lo que Taylor había visto en los soldados de Blackstone en
Siberia. La mujer no estaba bien, pero Taylor no estaba de humor para ofrecerle su curación.
Y luego estaba la dama espía, el Agente Walker, la responsable de "manipular" a Kopano y
Ran para para ese sombrío grupo, Watchtower, que operaba dentro de Garde Terrestre. Walker
estaba concentrada en cuidar de Rabiya, la teletransportadora de la Fundación que
supuestamente estaba ahora de su lado, su nuevo recluta miraba alrededor de la Academia
con ojos brillantes, como si estuviera encantada de estar aquí.
Eso no dejó a nadie para seguir a Taylor.
Bueno, nadie excepto Kopano.
— Conozco ese caminar, — dijo Kopano, sus largas piernas equiparando sus zancadas.
— Estamos a punto de hacer algo rudo.
Taylor lo miró, demasiado agotada para bromas. Francamente, ella no podía entender
como el podía ser tan optimista después de ser secuestrado, tener un chip instalado en la
cabeza y luego luchado en una batalla masiva contra un Lorience genuino. Pero Kopano
estaba siendo Kopano.
—Tengo que atrapar a Miki, — dijo Taylor, con voz áspera.
— Si, hablamos de él en el vuelo de regreso— respondió Kopano.
— Lo sé.
— Y decidimos no hacer nada precipitado.
Taylor aumento la velocidad. — ¿Quien decidió? Yo no.
Todas las voces del la asociación estudiantil se callaron abruptamente cuando Taylor
abrió las puertas dobles con su telequinesis. Ahí estaba Maiken, adelante y al centro,
probablemente acababa de terminar de contarle a todos cómo había visto aterrizar la nave de
Lexa. La chica se alejó de Taylor con una mirada nerviosa.
Taylor no podía culparlos por mirar fijamente. Su cara estaba quemada por el viento, su
cabello grasiento y enmarañado. Llevaba un traje de nieve negro resistente, totalmente
inapropiado para California, luciendo como si acabara de regresar de escalar el Himalaya o,
más precisamente, hubiera caído de una montaña. El traje estaba desgarrado en parches y
salpicado de barro y sangre, en su mayoría no la suya.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor escaneo la habitación. Maiken, Nicolas Lambert, Omar Azoulay, Simon Element,
una chica con el cabello acumarino cuyo nombre Taylor no sabía, y otros cuarenta.
¿Dónde estaba él?
Simon, el chico francés con el legado de transferencia de conocimientos, finalmente
rompió el silencio. — Mon Dieu. Taylor, ¿Qué te pasó?
Ella no dijo nada. Sus ojos rebotaban de mesa en mesa.
— Santa mierda, Kopano, — Exclamó Nicolas. — ¿Ellos te dejaron salir de prisión?
Kopano había seguido a Taylor dentro, un poco sin aliento por tratar de seguirle el paso.
Llevaba una camisa de vestir y pantalones, no un atuendo de invierno como Taylor, pero su
ropa estaba desgarrada y sangrienta. A diferencia de Taylor, inmediatamente procesó el hecho
de que estaban haciendo una escena.
— Hola chicos, — dijo tímidamente. — Volví. Y, um, no estaba en la cárcel. Es una larga
historia.
— Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que nos encantaría escuchar tu
historia — le dijo Maiken a Kopano, todavía mirando a Taylor.
Ahí.
En la parte trasera. Una mesa de tweebs.
— Bueno..., — comenzó a decir Kopano.
— Tú, — dijo Taylor, y ella señaló directamente a Miki.
Eso tomó a todos por sorpresa, excepto quizá a él. Los tweebs sentados con Miki se
volvieron todos para mirarlo, pero de pronto ellos estaban gritando y poniéndose de pie cuando
Taylor telequineticamente apartó la mesa del camino. Taylor se acercó a ellos, ignorando
preguntas y quejas, hasta que se acercó a Miki. Este ni siquiera se puso de pie.
— No voy a pelear contigo, — le dijo Miki. Todos a su alrededor intercambiaron miradas,
¿por qué querría Taylor pelearse con Miki?
— Bien, — dijo Taylor. — Si estás pensando en correr, no te molestes. Todo lo que
hicimos en el viaje a casa fue pensar en cómo detenerte
Miki la miró con los ojos entrecerrados, luego esbozó una sonrisa incierta. — Creo que
estás presumiendo. Pero tampoco voy a correr.
— No estaría corriendo, realmente, — dijo Kopano con ligereza en su voz — Breezing.
Ese es un término más preciso .
— Breezing, — dijo Miki — Me gusta. Tampoco lo haré.
—¿A quién le importa como lo llamamos? — espetó Taylor. — ¿Vendrás pacíficamente
entonces?
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Claro, — respondió Miki. — ¿donde vamos?
— El profesor Nueve quiere verte.
Detrás de ellos, Nicolas dejó salir un exagerado oohh que logró aligerar el momento.
Taylor agarro al pequeño chico por la parte superior del brazo y se marcho de la asociación
estudiantil sin otra palabra.
Kopano frotó sus manos.
— Así que, — dijo él. — ¿Qué hay para almorzar?
Afuera, Miki sacudió su brazo del agarre de Taylor.
— No tienes que arrastrarme todo el camino allá, — el mientras Taylor lo empujaba a
través del césped, hacia el edificio de administración. Cuando ella no respondió, agregó —
Estas lastimándome.
Taylor miró a Miki. Sus ojos estaban húmedos y fervientes. Ella ni siquiera se había dado
cuenta de lo fuerte que había estado apretando sus estrechos bíceps. Su mente estaba
singularmente enfocada en poner un pie delante del otro. Ella estaba operando sin dormir. Era
difícil calcularlo debido a las zonas horarias, pero estaba bastante segura de que estuvo
luchando contra mogadorianos en Siberia hace un par de días. De Siberia a Suiza. Siempre
en peligro. Desde Suiza de vuelta aquí. Había viajado por medio mundo, tomando siestas
intermitentes en jets privados o naves espaciales Loriences.
¿Qué había logrado con todo ese estrés? Ella tenía tres amigos menos, para empezar.
Su gran plan de infiltración había detenido a un miembro de la Fundación—uno—, y ella era la
madre de Nigel. Sin mencionar que casi parecía que la mujer quería ser capturada
Y ahora, ella tenia a Miki. No más topos ocultos en la Academia. Así que eso era algo.
Una pequeña victoria.
Pero ¿Que bien había hecho?
Mientras más Taylor veía del mundo fuera de Dakota del Sur, menos sentido tenia. Todo
era un desastre, y la gente corrupta en la cima, seguía alejándose con sus planes sombríos,
conduciendo a personas buenas como ella—como Isabella, Caleb y Ran—más hacia el borde.
¿Qué tan lejos tendría que llegar para ganar contra una organización como la Fundación, que
carecía completamente de moral y límites? ¿Cómo se vería “ganar” siquiera?
— Ow, – dijo Miki. — Taylor. Vamos.
Taylor se dio cuenta de que ella había estado enterrando sus uñas en su piel. Ella lo
dejó ir.
— Lo siento, — murmuró Taylor.
— Esta bien, — dijo Miki, frotando su brazo. — Así que, ¿Qué pasó? ¿Los atrapaste?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor miro a Miki otra vez. Ella sabía que él podía escapar si quisiera. Ella había estado
faroleando antes sobre tener un plan para evitar que él usara su Legado. Lo mejor que habían
sido capaces de pensar fue armarse con algunas aspiradoras de alto poder. Si Miki quería
volar fuera de allí, no podría detenerlo.
Pero él parecía aliviado de ser atrapado.
— Nosotros tenemos…. — Taylor paso las manos por su cara. — Tenemos a uno de
ellos. Un líder, creo. Pero no estoy segura de que importe.
— Oh, — dijo Miki, abatido. — Esperaba que me dijeras que todo había acabado.
— Lo siento, pero ¿recuerdame por qué te importa, exactamente? — le respondió Taylor.
— ¿No trabajas para esos idiotas?
— No de buena gana — dijo Miki. — Podría haberles contado sobre tus planes. Tus
reuniones secretas con el Profesor Nueve y los demás. Pero no lo hice.
— O tal vez esto es solo una cubierta para estar más cerca de nosotros y así puedas
hacer el máximo daño.
Miki se rió entre dientes. — ¿Es en serio? Eso es paranoico, Taylor.
— También estarías paranoico si hubieras visto la mitad de las porquerías que yo.
— No puedo culparte por no confiar en mí, — dijo Miki. — Yo tampoco confiaría en mí.
Así que si te hace sentir mejor, los dejaré encerrarme en las celdas debajo de administración.
No intentaré escapar, aunque ambos sabemos que podría. Me sentaré allí hasta que estén
listos para confiar en mi.
Cuando se acercaron a la fachada de cristal brillante del edificio de administración,
Taylor se ralentizó un poco. — ¿Cómo sabes que hay celdas debajo?, — Preguntó Taylor.
— Soy el viento. He explorado cada centímetro de este lugar. ¿No lo sabías?
Taylor negó con la cabeza. — No.
— Supongo que ahí es donde me va a poner el Profesor Nueve. Ya tienen a la doctora
Linda allí y a este bastardo mercenario, Alejandro. — Miki sonrió. – Creo que Isabela le dio una
patada. Eso fue genial de ella. Fue mi contacto con la Fundación. Realmente necesitaba una
paliza.
Justo como en la noche en que la había hecho desaparecer de la Academia, Taylor se
sorprendió por la sinceridad de Miki. A pesar de si misma, el comenzaba a gustarle.
— ¿Por qué lo haces? — Preguntó ella. — Trabajar para ellos, quiero decir.
Miki exhaló por la nariz. — ¿Alguna vez has oído hablar del Nome Nine?
— ¿Es como una pequeña versión del Profesor Nueve?
El resopló. — No gnome con un g, Nome con una n. Es de donde soy en Alaska.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Nunca he estado ahí. — dijo taylor.
— Si, No mucha gente lo ha hecho. Es tierra protegida para los indígenas. Hace unos
años, una de las grandes compañías de gas encontró una rica veta petrolera en el océano
justo fuera del límite de nuestras aguas. Mis padres estaban realmente convencidos de que
falsificaron el informe y que el petróleo estaba en nuestra tierra, pero el gobierno no escuchó
ni le importó. Dejaron que la empresa continuara con la construcción de una de esas grandes
plataformas en alta mar, a pesar de que siempre se derraman y aunque mi gente dependía de
esas aguas… bueno, para todo.
Taylor asintió. — ¿Okey? ¿Ocurrió un derrame?
— La cosa es que nunca hubo oportunidad de derrame, porque mis padres y algunos
de sus amigos la hicieron explotar. La prensa los llamó Nome Nine.
— Oh, — respondió Taylor. — Eso es intenso.
— Ellos fueron arrestados una semanas antes de que las naves de guerra
Mogadorianas se mostraran, así que la historia realmente no hizo noticia. Estaba en un
orfanato cuando desarrollé mis legados. Y ahí es donde la Fundación me encontró. — Miki
paso su mano a través del aire ante el recuerdo, aplanando la hierba con un estallido de
telequinesis. — Este abogado se presentó y dijo que podía hacer que mis padres salieran de
prisión, incluso a pesar que eran basicamente terroristas. No solo eso, el dijo que podía
impedir que la compañía de gas regresara y reconstruyera su plataforma.
Taylor ya sabia como terminaba la historia. — Y todo lo que tenias que hacer era trabajar
para ellos.
— Bingo, – dijo Miki. — No sabía lo que era la Fundación entonces. Entonces no había
ni siquiera una Garde Terrestre o una Academia. No me importaba de que lado estaba. Yo solo
quería ayudar a mis padres y salvar nuestro hogar.
Taylor tiró de un agujero en su abultado traje de nieve. Ella se sentía un poco culpable
por sostener a Miki tan brutalmente.
— Probablemente hubiera hecho lo mismo. — Admitió ella.
— La cosa es, que he estado pensando mucho sobre lo que mis padres hubieran hecho
en mi posición. O lo que ellos pensarían si le contara el trato que hice. — Miki miró sus
zapatillas. — Creo que ellos estarían enojados conmigo. Tan avergonzados que ellos insistirían
en regresar a prisión. Ellos son así de obstinados. Finalmente estoy listo para hacer lo que mi
mamá y papá me habrían alentado a hacer desde el principio. Y eso es explotar todo. Joder a
la Fundación. Ya he terminado de ser su títere.
La historia de Miki era mucho para procesar. Taylor había estado alrededor de un monto
de mentiras recientemente, pero él sonaba sincero.
Un momento después, ellos estaban de pie en frente del edificio de administración. El
profesor Nueve esperaba por ellos allí, flexionando los dedos de su mano cibernética. El
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parecía, como siempre, como si quisiera golpear algo. El llevaba esa expresión amarga desde
Suiza y su riña con su viejo amigo Cinco. Taylor sintió que Miki retrocedía ante la mirada de
Nueve.
— Todo bien, tu, — dijo Nueve, agitando su mano hacia Miki. — Dejame ver.
— ¿Ver qué?
— Tu sabes qué. — dijo Nueve chasqueando sus dedos. — Oí que has estado
ocultándonos algo, wendigo.
— Oh, Eso.
Con una mirada incierta en la dirección de Taylor, Miki se transformó. En un momento
estaba de pie junto a Taylor, y al siguiente se había ido,—excepto que no del todo. Si ella
entrecerraba los ojos, Taylor todavía podía distinguir las partículas de Miki mientras giraban en
el aire. Parecía una pequeña nube de polvo. Una brisa ahora, Miki flotó en el aire alrededor de
la cabeza de Nueve, antes de reaparecer al otro lado de Taylor.
— Lindo, — dijo Nueve, alisando su cabello. — Podríamos ayudarte con eso. Entrenarte.
Averiguar de que eres capaz.
— Lo sé, – dijo Miki. — Me gustaría eso.
Nueve puso su mano robótica sobre el hombro de Miki — Vamos adentro. — él miró a
Taylor. — La Garde Terrestre quiere hablar contigo. Ellos quieren hablar con todos nosotros.
Les dije que pueden esperar. Deberías descansar un poco.
— No aún, — dijo ella. — Hay otras personas con las que necesito hablar.
Nueve la miró de reojo. — ¿Qué? ¿Quién?
Taylor asintió hacia ella asociación estudiantil. — Mi gente.
— Tu gente… — Nueve levantó una ceja ante eso. — No sé lo que tienes en mente. Tal
vez deberíamos hablarlo primero. O, al menos, podría ir contigo…
— No te ofendas, — Le respondió Taylor. — Pero creo que esto es algo que nosotros la
Garde humana debemos discutir a fondo entre nosotros.
Los labios de Nueve se comprimieron. Su cara fue la que tochos hacían cuando
intentaban entender todos los ángulos. El autonombrado profesor era más bien del tipo que no
se andaba con rodeos, pero el estaba realmente intentando ser mas prudente. Para ver la
imagen completa.
— No vas a incitar a una rebelión en masa, ¿verdad?— pregunto Nueve. — Solo puedo
manejar, como, uno de esas al mes.
— Ellos ya saben que algo está pasando, — dijo Taylor — No podemos mantenerlos
en la oscuridad por siempre.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Nueve pensó esto último. — Confío en ti, – dijo finalmente. — Haz lo que tengas que
hacer.
Taylor volvió a la reunión de estudiantes. Esta vez, ella no abrió las puertas. En cambio,
se deslizó sin ser notada a través de la entrada lateral. Todos se centraron en Kopano, que
estaba sentado en una mesa central con un enorme tazón de burrito delante de él. Todos
hablaban a la vez, así que Taylor los observó y escuchó.
— Nos dijeron que te habían llevado para protegerte, — le dijo Lisbette a Kopano. —
¿Eso no es cierto?
Taylor se encontró a si misma haciendo un balance de Lisbette. Ella era de Bolivia. Ella
podía crear y manipular hielo. Estaba mucho más acostumbrada a usar su Legado para erigir
esculturas relucientes que, como, carámbanos apuñalantes, pero aún mostraba un buen
control. Ella podría ser útil.
— Uh, creo que esa es una forma de decirlo, — respondió Kopano. Se llevó un poco de
arroz y frijoles a la boca, utilizando la comida como método de desviación – Lo siento, chicos,
tengo mucha hambre…
— Dios mío, yo también, — dijo Maiken. — Siempre me muero de hambre después de
correr. Extendió la mano y agarro unos trozos de tortilla del plato de Kopano, comiéndolos a
alta velocidad. — En serio, sin embargo, Kopano, tienes que decirnos qué está pasando...
Maiken era Griega. Entrometida y habladora. Rápida como el infierno.
— No estoy seguro de que tanto puedo decirles. — dijo Kopano, Taylor pudo ver que
una parte de él estaba disfrutando de la atención. — Es una especie de alto secreto.
— ¿Nadie va a mencionar el cómo Taylor acaba de sacar a Miki de aquí como si ella
fuera algún tipo de policía? — Eso vino de Danny, un tweeb canadiense, cuyo almuerzo Taylor
había arruinado cuando tiró a un lado la mesa de Miki.
— Ella parecía enojada, — dijo Greta Schmidt, una garde alemana cuyo legado le
permitía ver en todos los diferentes espectros de luz.
— Ella siempre se ve enojada, — respondió Danny.
— No lo sé, — dijo Anika Jindal, dejando los cubiertos de plástico que estaba usando
en su almuerzo — Taylor siempre ha sido muy amable al curarme. Si está enojada con Miki,
probablemente tenga una buena razón.
Anika era nueva en la academia, mas nueva incluso que Taylor. Ella era de Dalhi y su
legado era el magnetismo. Ella todavía no tenia un buen control y, por lo tanto, frecuentemente
tiraba de objetos metálicos afilados hacia sí misma. Taylor la había curado varias veces.
— Olvídense de Taylor y Miki, — estalló Nicolas Lambert, el belga con súper fuerza,
mientras se levantaba por sobre Kopano. — yo quiero saber de que tratan estás misiones
secretas que ustedes chicos siguen haciendo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— En primer lugar, no son misiones secretas, — respondió Kopano inocentemente. —
Solo conseguimos tener problemas por escabullirnos del campus.
— Merde, Nic, deja que el chico coma. — dijo Simon. El estaba sentado en frente del
Marroquí respira-fuego Omar Azoulay, los dos involucrados en una partida de ajedrez. Omar
estaba mas enfocado en su siguiente movimiento que en toda la conversación a su alrededor.
—¿No te molesta que no nos digan nada? – Le preguntó Nic a Simon.
— No realmente, — le respondió este.
— Pues me importa a mi, — dijo Maiken
— Como, nosotros estamos aquí también, — continuó Nic, mirando a Kopano, que
seguía comiendo alegremente. – merecemos saber lo que esta sucediendo.
— Jaque mate, tu, tonto Frances, — dijo Omar.
— Ni siquiera es tu turno, — replico Simon distraídamente. Se estiró a través de la mesa
y agarró el brazalete de Omar. — ¿Olvidaste como jugar? Permiteme recargar esto.
— Me gustaría poder decirles más chicos, — dijo Kopano. — Estoy…
— Tu puedes decirnos mas, — interrumpió Nic. — Tu solo no quieres hacerlo. Ustedes
son una camarilla. Tratando de mantener toda la acción para ustedes mismos.
— ¿Cuanto tiempo has estado tu en la academia Nic? — La pregunta vino de una chica
con el pelo teñido de color turquesa que Taylor no había visto nunca.
— He estado aquí desde el comienzo, “Nemo”, — le respondió Nic con comillas en el
aire. — ¿Que importa eso?
— Así que haz estado a salvo aquí por casi dos años. Tu no sabes lo loca que es la vida
en el mundo real, — respondió Nemo. — Lo que sea que Kopano y los otros hayan estado
haciendo, estoy segura de que han estado ayudando a otros como nosotros.
— Ellos no deberían seguir manteniéndonos en la oscuridad. No es justo, — respondió
Nic con el ceño fruncido. — ¿Quiere decir que no soy lo suficientemente bueno para sus
misiones secretas? Mirame. Puedo hacer mas que nadar por un largo periodo de tiempo, al
menos.
Nemo puso los ojos en blanco. — Legado vergonzoso. Realmente agradable.
Alguien se aclaro la garganta junto a Taylor. Volvió la cabeza para descubrir que Nigel
se había acercado a ella a lo largo de la pared. Sus ojos estaban enrojecidos, su postura como
una flor marchita. Si alguien tuvo una semana más dura que Taylor, ese fue Nigel. Ella comenzó
a decir algo, a poner una mano en su hombro, pero él sacudió la barbilla hacia Kopano.
— ¿Dejarás que el chico grande se lleve toda la gloria?
Taylor volvió su mirada a Kopano, quien se había recostado en su silla y ahora se estaba
secando la boca con una servilleta mientras Nic se paraba por sobre él.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Mis amigos, en verdad, desearía poder decirles más acerca de nuestras muchas
aventuras, – declaro Kopano grandiosamente – pero estas están altamente clasificadas.
— Aw, eso es una mierda, — se quejó Nic. — ¿Clasificado por quién?
— Deberíamos decir algo al profesor Nueve o a alguno de los otros administradores, —
dijo Maiken. — Esta situación esta realmente distrayendo mi capacidad de aprender.
Taylor suspiró. Ella se apartó de la pared. Mirando más allá de las mesas abarrotadas y
los estudiantes discutiendo, Taylor vio que había algunos miembros del personal de cocina
rondando el buffet, además de un Guardián de la Paz que vigilaba la salida trasera. Ella no
podía decir si estaban escuchando a escondidas. No podía correr ningún riesgo.
Se volvió hacia Nigel. — ¿Nos puedes poner en una burbuja de sonido para que nadie
de afuera pueda escuchar?
— ¿A ti y a mi?
— No, — dijo Taylor. sacudiendo la cabeza. Ella señaló a la Garde en las mesas que
rodeaban a Kopano. — A todos nosotros.
— ¿Qué vas ha hacer?
— Hay demasiados secretos, — dijo Taylor. — Estoy harta de ellos.
Con eso, ella se dirigió hacia delante, en medio de sus compañeros de clase. Se
quedaron callados gradualmente al darse cuenta de que Taylor había estado parada allí
durante una buena parte de su discusión. Nic se apartó de Kopano y la evaluó.
— ¿Qué hiciste con Miki? — Preguntó.
Taylor levanto un dedo. Ella esperó hasta que sintió un cambio en el aire y ya no pudo
escuchar a los pájaros cantar fuera de la asociación estudiantil. Nigel había hecho lo que le
habia pedido.
— ¿Quieres saber lo que ha estado pasando? — Taylor miró directamente a Nic, luego
pasó a su lado, y todas las caras se giraron en su dirección.
— Uh, quiero decir, podrías ir a tomar una ducha primero… — dijo Lisbette en voz baja.
— Nosotros esperaríamos.
Taylor la ignoró, respirando profundamente. Podía decir por las miradas expectantes
que sus compañeros eran todos oídos. — Primero nos enteramos de la Fundación cuando me
secuestraron… — ella empezó.
Taylor les dijo todo.
Sobre la fundación y Bea Barnaby.
Sobre el topo en la Academia.
Sobre Watchtower, la organización clandestina trabajando con la Garde Terrestre.
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Sobre Sydal Corp y los vínculos del diseñador de armas con la Garde terrestre como
con la Fundación.
Acerca de todas las facciones interesadas en controlarlos, beneficiase con ellos o
simplemente erradicarlos.
Y luego Taylor les contó sobre lo que podría pasar después.
Era casi el atardecer cuando Taylor finalmente terminó de contestar lo que parecían
interminables preguntas de sus compañeros de clase. El tamaño de la multitud siguió
creciendo, sus compañeros de clase salieron para ir a buscar a sus compañeros de cuarto o
amigos, para hacerles saber que estaban pasando grandes cosas. Las clases se saltaron.
Todos los estudiantes llegaron eventualmente. Sentía que tenía que seguir explicando las
mismas cosas una y otra vez, pero se mantuvo paciente. En un momento, el Profesor Nueve
y el Dr. Goode aparecieron para mirar, pero respetuosamente se quedaron fuera de la burbuja
de sonido de Nigel.
Su boca estaba seca por hablar. Aún en su traje de nieve destrozado por la batalla,
ahora desabrochado hasta la cintura, Taylor regresó al dormitorio sintiendo que podía dormir
por un año. Por suerte, Kopano estaba a su lado y parecía feliz de dejarla apoyarse en su
hombro.
— Eso fue asombroso. — le dijo.
Taylor se frotó la mandíbula. — Estoy jodidamente agotada.
— Sabes, cuando la primera generación de Garde Humana obtuvo sus Legados, John
Smith nos llevó a todos a una visión y explicó todo sobre los mogadorianos. Durante mucho
tiempo, pensé que lo había soñado.
— Si, dijo Taylor con cansancio, — ya me hablaste de eso.
— Me recordate a él en este momento, — dijo Kopano.
Taylor resopló.— ¿A John Smith? ¿De Verdad? ¿Tu ídolo?
— Tú eres mi nuevo ídolo.
Taylor le apretó el brazo. — Me alegro de que estuvieras pensando en eso, porque todo
el tiempo que estuve hablando seguí pensando en Einar.
— Puaj, ¿Por qué?
— Todo su discurso sobre permanecer juntos. Sobre liberarnos. Es un loco, un imbécil
asesino, pero algunas de esas cosas tienen sentido. El quería sacarlo a la luz.
— Siento que un pero esta viniendo, — dijo Kopano. — Espero que venga un pero.
Mientras se acercaban a la entrada de los dormitorios, los ojos de Taylor comenzaron a
sentirse pesados. Su cama. Tan cerca. Ella tomó una larga pausa, reuniendo sus
pensamientos.
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— Pero, — dijo al fin, — estaba equivocado en una cosa, especialmente. Sobre
nosotros necesitando ser liberados. No necesitamos eso. Ya tenemos un lugar donde podemos
ser libres.
— ¿Lo tenemos?
Taylor agitó una mano delante de ella, abarcando los terrenos, las luces parpadeando
en los edificios, la Garde dando vueltas en pequeños grupos, probablemente discutiendo todas
las locuras que acababa de decirles. — Está aquí, — dijo ella. — Este es nuestro lugar. Y
vamos a luchar por el.
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CAPITULO TRES

CALEB CRANE
ROMA , ITALIA.
MIENTRAS ESTABA DE PIE EN LA PUERTA DE LA HABITACIÓN PRINCIPAL,que era
aproximadamente del tamaño de todo el primer piso de su casa en Nebraska, Caleb se
sorprendió de cómo cada centímetro de la villa parecía brillar. Había leído en alguna parte que
todo el oro extraído en la historia de la humanidad cabría en solo tres piscinas olímpicas. Caleb
pensó que este lugar debía dar cuenta al menos el valor de una bañera. Las baldosas de
mármol estaban salpicadas de oro. Venas de oro corrían por los enormes postes de madera
de la cama. La bizarra pintura en la pared—ángeles en topless con espadas de fuego
persiguiendo a un hombre sonriente en un auto de carreras reluciente— estaba alojada en un
marco de oro adornado.
Caleb no podía terminar de comprender el estilo. El chico que vivió aquí era super rico.
Lo tenía. Lo entendía. Pero ¿por qué sintió la necesidad de recordarse constantemente el
hecho? Algo estaba definitivamente mal con quien quiera que necesitara ser tan ostentoso.
Por otra parte, el propietario de la villa era parte de la Fundación , por lo que el mal gusto
era solo la punta del iceberg de sus problemas sicológicos.
La habitación estaba vacía, justo como el resto de las otras habitaciones que Caleb
había chequeado hasta ahora. El piso de arriba estaba limpio. Estaba a punto de ir a buscar a
los otros cuando algo lo golpeó en la parte baja de la espalda.
— Deja de mirar las tetas, — demandó una voz detrás de él. — Intentamos hacer una
infiltración aquí.
Caleb se giró para encontrar a Isabela sonriéndole burlonamente Ella sostenía un
nectarin* en una mano y un cuchillo en la otra, el mango continuaba apuntando a Caleb.
— No deberías acercarte sigilosamente a mi, – le dijo Caleb – apartando la mirada
cuando se dio cuenta como debió haber lucido para Isabela: como si estuviera comiéndose
con los ojos esa desagradable pintura. — Uno de mis duplicados podría haberte atacado.
— Oh, por favor, todos ustedes me aman, — respondió ella, rozándolo. — como sea. El
lugar esta vacío. Lo hemos revisado por completo.
— Justo como la última vez. — dijo Caleb amargamente.
Dos semanas habían pasado desde Suiza. Dos semanas desde que Caleb le había dado la
espalda a la Garde Humana y se unió a Einar (un psicópata), Cinco (también un psicópata) y
Duanphen (sorpresivamente normal en comparación). Despues de un par de dias
descansando en la pequeña nave espacial de Einar, ellos habían tratado de localizar a mas de
sus antiguos contactos de la Fundación. Incluso después del desastre en Suiza, todos ellos
acordaron que llevar a los miembros de la Fundación a la justicia era el mejor uso de su tiempo.
Bueno, Isabela pensó que deberían estar de fiesta y disfrutando de la riqueza que habían
acumulado, pero el resto de ellos quería hacer algo productivo.
En Grecia encontraron la finca de un conspirador desierta. Ellos trataron con otro
nombre con otra mansión, esta vez en Croacia. Nadie en casa. Y luego, ellos vinieron aquí. A
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la villa de un ex piloto de formula uno convertido en inversor ángel, aparentemente un gran
derrochador en el mercado negro de la Garde humana. Pero él se había ido, también.
—Parece que Roma será más divertido que Creta, – dijo Isabela alegremente. — Pero
la otra mansión era mucho más bonita. Este lugar es de poca clase ¿no crees?
— Me duele la vista, — dijo Caleb, siempre feliz de poder estar de acuerdo con Isabela
sobre algo. Se aclaró la garganta.— Además, no estaba mirando esas tetas antes. Solo para
que sepas."
Isabella consideró la pintura como si estuviera en un museo, golpeando su cuchillo con
su barbilla. — ¿Por qué no? ¿No te gustan?
Caleb abrió la boca pero no logró responder.
Artículos de ropa al azar estaban agrupados en el piso de la habitación o colgando
descuidadamente de cajones abiertos a medias. La puerta del vestidor estaba entreabierta,
con perchas vacías amontonadas apilados en una esquina. Por como lucían las cosas, el
conductor de autos de carrera debió haber empacado a toda prisa. Quizá sintiendo a los
ángeles vengadores de su pintura estaban finalmente alcanzando.
Isabela arrancó una camisa de seda color lavanda del suelo y la arrojó a la cara de
Caleb.
—Ponte eso y podemos ir a los clubes, — dijo Isabela.
Caleb se desenredó de la camisa e hizo una mueca. — Tienes que tomar esto más en
serio.
— oh, correcto, estamos en una misión. — Isabella bajo su voz hasta un susurro y
sacudió sus dedos hacia él. – Psh. Me hubiera quedado en la Academia si quisiera sermones,
Caleb.
—¿No te molesta que ninguno de las pistas de Einar sobre la Fundación haya
funcionado? ¿Qué no hemos logrado nada? ¿Que somos básicamente fugitivos sin un plan?
— Tenemos una nave espacial llena de dinero. ¿Para qué necesitamos un plan? — Ella
rozó su cuchillo contra el marco de la cama. — ¿Crees que esto es oro real?
— Isabela. Vamos.
— Tu deberías estar feliz de que no hayamos encontrado gente de la Fundación, — dijo
Isabella, sus ojos oscurecimiendose cuando se fijo en Caleb. — Einar y Cinco probablemente
quieren matarlos, tu y Ran dirían que no y tendría que escuchar toda la discusión.
— Dijimos que no mataremos a nadie. — respondió Caleb. — No somos asesinos.
Estamos intentando entregar esta gente a la justicia.
Isabella se burló. — Eres tan dulce.
— Quieres decir eso como un insulto.
— Obviamente, — Isabela agitó su cuchillo en el aire mientras hablaba. — ¿Quién crees
que ayudará con esta 'justicia', hmm? La Garde Terrestre quiere arrestarnos. Cada gobierno
piensa que somos terroristas. La Fundación compra su salida de cualquier problema. Si
quieres justicia, matarlos es lo mejor que podemos hacer
— Realmente no crees eso, — dijo Caleb en voz baja.
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Ella se metió la última rebanada de fruta en la boca y tiró el corazón. – Mira, estoy
contigo. Matar es una gran pérdida de esfuerzo. Nosotros tenemos un dicho —se correr o bicho
pega; Se ficar o bicho ven.— Si corres, la bestia te atrapa; Si te quedas, la bestia te come. ¿Lo
entiendes?
— Maldito si lo haces, maldito si no lo haces.
— ¡Exactamente! Entonces, si no hay nada que podamos hacer sin jodernos, nuestra
mejor opción es joder.
— No estoy seguro de que eso signifique lo que crees que significa.
— Olvida toda esta lucha. Podemos hacer cualquier cosa. – ella saltó en la cama. —
Tenemos dinero, tenemos poderes, podemos—ah!
Isabela perdió el equilibrio cuando la cama se movió de forma extraña bajo sus pies.
Ella se habría caído, pero Caleb dio un salto adelante y se apoyó en su hombro.
— Una cama de agua,—declaró Isabela, pisando el colchón ondulante.— Que ridículo.
Ahora sabemos que este hombre es malvado.
Isabela apartó el hombro de Caleb y navegó por las olas de la cama hasta que estuvo
de pie en las almohadas, directamente debajo del cuadro. Ella sostuvo su cuchillo por encima
de la cabeza.
— El debe obtenido como un pedido especial, ¿verdad? ¿A quién crees que lo pidió? ¿A la
Capilla Sixtina pero para perdedores cachondos?
Caleb sonrió y trató de pensar en una broma. Él no era el mejor cuando se trataba de
mantener una conversación, especialmente con Isabela. Antes de que pudiera formular algo
ingenioso, Isabela cortó su cuchillo a través del lienzo. Caleb se encogió.
— Quiero decir, alguien pasó tiempo pintando eso… — dijo débilmente.
— Si, y ellos obtuvieron un pago y luego probablemente pasaron una semana lavando
sus globos oculares. —Isabela se dejó caer sentada, el movimiento “accidentalmente”
hundiendo el cuchillo en la cama de agua. Ella lo dejó ahí, un hilo constante de agua
burbujeando alrededor del manga. — Oops.
— Asi que, somos vandalos ahora, — dijo Caleb. — Eso es por lo que dejamos la Garde
Terrestre.
Ella se levantó y le dio una suave palmada en la mejilla, con los dedos aún pegajosos
de el nectarin. —No sé por qué tu te fuiste,— dijo Isabela. — ¿Yo? Estaba cansada de que me
dijeran qué hacer. Puede que no quieras admitirlo, pero creo que también te gusta esto. Ella le
dio a la cama goteante una patada enfática. — Estás cansado de las órdenes. Pero tienes esa
pequeña cosa dentro—una conciencia o lo que sea— que se mantiene diciéndote que
necesitas hacer algo importante. Cuanto antes dejes de escuchar eso, más feliz estarás.
Una vez más, la mente de Caleb se llenó de oraciones a medias, ninguna de las cuales
respondería a Isabela. Su boca se abrió y realizó un esfuerzo consciente para cerrarla y que
no se viera como un idiota total. Isabela no se dio cuenta. Ya había comenzado a cruzar la
habitación, hacia el baño adjunto.
— ¿Ya revisaste aquí? — pregunto ella sobre su hombro mientras empujaba para abrir la
puerta.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— No, no aún. Yo…
El grito de Isabela lo interrumpió. Caleb se sobresaltó, embistiendo en el baño justo
detrás de ella. Casi esperaba encontrar algún asesino de la Fundación al acecho en la ducha
o una bomba colocada en el reluciente bidet. Pero no había ninguna amenaza en absoluto.
Ahí solo había un Jacuzzi.
Isabela agarro su brazo. — ¿Estas viendo eso? Creo que tiene remolino. – Ella se pasó
los dedos a través del cabello. — ¿Sabés cuan grasienta me siento encerrada en esa nave?
Ella no lucia grasosa para Caleb. Como era usual, su piel era perfecta, su cabello
impecable. Pero entonces, todo eso era gracias al legado cambia forma de Isabela. Caleb
había visto la verdadera forma de Isabela, las cicatrices de quemaduras que había sufrido en
un accidente antes de la invasión. El la miro de reojo, intentando ver a través de su fachada.
¿Podría realmente ser tan cínica con respecto a su situación? ¿Podía el ser realmente mas
feliz si ignorara el tirón de de su conciencia y se llenara con YOLO como Isabela recomendó?
¿Era él incluso capaz de eso? ¿La gente siquiera continuaba diciendo YOLO? Incluso pensar
en el acrónimo le daba ansiedad.
Isabela abrió la cubierta del jacuzzi y la empujó a un lado. Encendió los chorros, el
vapor subió de inmediato. Los espejos incrustados en oro de pared a pared sobre el lavabo
comenzaron a empañarse. Estiró su brazo alrededor de su cadera y desabrochó la falda,
saliendo de ella con el mismo movimiento fluido con el comenzó a quitarse la camisa.
Caleb tragó saliva.
Miró por encima del hombro a Caleb, como si lo hubiera olvidado por completo, aunque
obviamente era solo otro de sus juegos.
— ¿Vienes? — Preguntó ella, con un brazo cubriendo recatadamente su pecho.
— No, uh, yo—
— Entonces cierra la puerta, — dijo ella con un gesto — Estás dejando entrar el frío.
Sus mejillas ardientes, Caleb se retiró de la habitación. Cuando cerró la puerta detrás
de él, juró que podía escuchar a Isabela riéndose sobre la bañera de burbujas.
— ¿Enserio amigo? ¿Esa fue tu decisión?
Un duplicado estaba junto a Caleb. ¿Cuándo se había soltado?
— ¿Recuerdas cuando nos besó en la playa? — Preguntó el duplicado. – Eso fue
asombroso.
— Lo recuerdo, — dijo Caleb. — cierra la boca.
Caleb absorbió el duplicado y fue en busca de Ran y el resto quienes, con suerte, estaba
completamente vestidos. Encontró a la mayoría de ellos reunidos en la planta baja en la amplia
sala de estar de la villa—o tal vez el tipo rico que vivía aquí la llamaba de forma elegante como
un "sala de invitados" o un "salón"—Había un televisor de pantalla grande montado en una
pared, un seccional de cuero interminable y un bar. Eso lo convertía en una sala de estar, sin
importar cuántas esculturas desnudas estuvieran vigilando desde los bordes.
Duanphen notó a Caleb mientras el caminó dentro de la habitación. Ella se senté en el
bar, sus largas piernas cruzadas, arañando ociosamente sus dedos a través del oscuro rastrojo
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creciendo en su cuero cabelludo limpio. En el tiempo que Caleb había estado viajando con ella.
Duanphen no había dicho mucho. Ella era difícil de leer, pareciendo contenta de ir con la
corriente. Como Isabela, ella parecía feliz solo con estar fuera de su vida pasada y en un
mundo sin control. Incluso sentada, había disposición en ella, como si pudiera entrar en acción
en cualquier momento.
— ¿Encontraste algo? — le preguntó a Caleb.
El sacudió la cabeza. — ¿Ustedes?
Duanphen arrastró sus dedos a través del bar, haciendo garabatos en el polvo. — Este
hombre ha estado fuera por semanas. Incluso la criada dejo de venir.
— Otro callejón si salida, — dijo Caleb con un suspiro. — ¿Que deberíamos—?
— ¡Imbéciles! ¡Mentirosos!
Caleb y Duanphen se volvieron al grito. Al otro lado de la habitación, Einar caminaba de
un lado a otro detrás del sofá. Se pasó una mano por el pelo y dejó un mechón que
sobresaliendo. El chico Irlandés tan fastidiado como la primera ves que Caleb lo vio en su
colección de camisas y pantalones de vestir costosos, pero desde Suiza había dejado de estar
muy orgulloso de su apariencia. En Grecia, cuando descansaron en una mansión abandonada,
Caleb había sorprendido a Einar planchando una de sus camisas. Perdido en sus
pensamientos, él había dejado la plancha caliente demasiado tiempo y dejado una marca de
quemadura marrón en la manga.
Entonces, había tirado el aparato a la pared. Caleb había abandonado la habitación
antes de que Einar lo notara observando.
— Pensé que habíamos acordado no dejarlo ver televisión, –dijo Caleb.
— Intenta detenerlo, — dijo Duanphen perezosamente.
La pantalla grande estaba sintonizada a la BBC. Ahí estaba Einar, hablando
directamente a la cámara, su mirada sin parpadear, ya sea apasionada o desquiciada,
dependiendo de su interpretación. Caleb había visto este video antes. Él había estado allí
cuando fue filmado. El video fue capturado en el teléfono celular de Isabela justo antes de que
estallara la batalla. Nunca habían discutido subirlo a YouTube; Einar se había adelantado y
había hecho eso sin pedir permiso, conectando el teléfono celular de Isabela mientras el resto
dormía. Había esperado que su discurso fuera un llamado a la revolución para la Garde que
sufriendo bajo regímenes represivos—de la Fundación o cualquier otro—, en todo el mundo.
“Así es como lo hacemos. Uniéndonos. No acatando ninguna ley que aprueben para
controlarnos. No seremos sus peones. Ellos no serán nuestros maestros” despotricó el Einar
de la televisión.
Caleb deseaba poder eliminar el video de Internet, pero eso no serviría de nada ahora.
Estaba ahí fuera. Recogido por todos los servicios de noticias en el mundo. Al principio, Einar
había estado prácticamente mareado de que su mensaje estuviera siendo impulsado por los
principales medios de comunicación.
Ahora, sin embargo, Einar se dio cuenta de su error. Todos lo hicieron.
Parecía un loco.
Lo cual, Caleb suponía, era bastante preciso.
El Baúl secreto El Baúl secreto
El video se congelo en una imagen de Einar en donde un poco de saliva salia de su
labios. Esa imagen se mantuvo en la esquina superior de la pantalla cuando la transmisión
regresó al estudio, donde el presentador principal se sentaba detrás de un escritorio.
— El Garde terrorista conocido como Einar continuaría describiendo a la humanidad
como sanguijuelas antes de el y sus secuaces , uno de los cuales se cree es de hecho un
alíen Lorience, asesinaran al inventor y filántropo Wade Sydal. La Garde Terrestre aseguró a
la BBC que se están tomando medidas para llevar a estos perpetradores ante la justicia y para
prevenir futuros incidentes. Dos semanas han pasado desde entonces y la la Garde rebelde
permanece en libertad…
— ¡Terroristas!—gritó Einar, ahogando el resto de la transmisión.—Ellos ni siquiera
mencionaron la sustancia de mi argumento. No escucharon nada.
— No soy un secuaz, — se quejó Cinco.
El Lorience sentado en el sillón, de brazos cruzados, acurrucado sobre si mismo, vestía
la misma sudadera holgada de siempre, las manchas de hierba desvanecidas de sus rodillas
por la pelea en Suiza. Caleb no podía juzgarlo, pero pensó que cinco lucia más delgado desde
entonce. Honestamente, el trataba de no mirar en la dirección del Lorience muy a menudo.
Cinco era sensible sobre las manchas oscuras que lo desfiguraban, tenía un temperamento
peor que el de Einar y había casi matado a Caleb hace dos semanas atrás. No estaba ansioso
por provocar al Garde.
Un acusado de terrorista y una Garde psicótico. Por eso había abandonado a la Garde
Terrestre. En el calor del momento, después de esa sangrienta batalla, parecía tener mucho
sentido…
Caleb se sorprendió tocando el frasco de lodo negro que había guardado en Suiza,
ahora escondido en el bolsillo de su abrigo. Sydal había estado comprando toda una maleta
de esa sustancia pegajosa a Bea Barnaby—la madre de Nigel, miembro de la Fundación; él
todavía no lograba entenderlo. La sustancia había puesto a Cinco hecho una furia, lo que Caleb
supuso que no era sorprendente, ya que parecía ser la misma sustancia que lo había
desfigurado y todavía se retorcía bajo su piel. Caleb no les había dicho a los demás que había
robado un frasco. Ni siquiera estaba seguro de por qué lo había hecho en primer lugar. Solo
Isabela lo sabía y ella mantuvo silencio.
— Además, no fuimos nosotros lo que hicimos explotar a Sydal, — continuó Einar — No
es que sienta lo que sucedió. Pero estos periodistas están entendiendo todo mal. — Einar notó
que Caleb había entrado en la habitación y frunció el ceño. — Si tan solo nuestro plan no
hubiera sudo descarrilado…
Caleb lo miró fijamente, sin decir nada. Fue Caleb quien había roto el control psicológico
de Einar sobre Wade Sydal y los demás, impidiéndole que los tomara prisioneros. Einar todavía
estaba obviamente amargado por eso, y por la paliza que Caleb le había dado. Además, el
hecho de que Caleb pudiera usar sus duplicados para solucionar la manipulación emocional
del legado de Einar seguramente no le sentaba bien. Einar estaba acostumbrado a tener el
control.
— Caleb, — dijo una voz suave. — ¿Puedes venir aquí?
Con un suspiro de alivio, Caleb se volvió para mirar a Ran. Aquí, al menos, había alguien
en quien podía confiar para no hacer nada loco. Si Ran no hubiera dado un paso adelante
para unirse al equipo de Einar en Suiza, Caleb no creía que hubiera encontrado el coraje para
El Baúl secreto El Baúl secreto
hacer lo mismo. Caleb sabía que, para Ran, esta alianza era una cuestión de conveniencia.
Quería salir de la Garde Terrestre y Einar tenía transporte y las habilidades para evadir a sus
perseguidores.
Caleb entendió la posición de Ran. La habían tratado horriblemente,—le habían
implantado un chip inhibidor y obligado a participar en un programa de espionaje con la misión
de derribar a Einar. Caleb pensó que era extraño que la Garde Terrestre se hubiera molestado
en intentar derribar a Einar hasta que comenzó a matar a miembros de la Fundación. ¿No
sabían ellos sobre Einar de cuando él iba por ahí a secuestrando sanadores para la Fundación?
¿La Fundación simplemente había cubierto sus huellas o la Garde Terrestre lo había ignorado
deliberadamente? A juzgar por la relación simbiótica entre la Garde Terrestre, Sydal Corp y la
Fundación, Caleb pensó que era un poco de ambos.
Cada día desde Suiza, Caleb temía que Ran decidiera que estaba mejor por su cuenta.
Tragó saliva mientas mientras la seguía afuera de la sala de estar y regresaba al pasillo del
que había emergido, esperando que no fueran a tener esa conversación. Ella miró en su
dirección y debió leer su preocupación en su expresión porque se estiró para tocar su hombro.
— ¿Qué está mal? — le preguntó ella.
— Nada, yo—Caleb comprobó detrás de él para estar seguro de que estaban fuera del alcance
del oído. — Solo me preguntaba que estamos haciendo aquí.
— ¿En Italia?
— Con estas personas.
— Ah.
— ¿Crees que cometimos un error?--- Preguntó Caleb. — dos semanas y nosotros no hemos
hecho ningún progreso. Diablos, ni siquiera estoy seguro de cómo sería el progreso…
— Ellos son un medio para un fin,—respondió Ran. — Nunca confiaré en Einar después de lo
que le hizo a Nigel. Pero tiene razón en una cosa: tenemos más posibilidades de sobrevivir
juntos que separados.
Caleb asintió y se quedó en silencio. Reflexionó sobre el discurso que había pronunciado Einar,
el que ahora estaban usando los videos de televisión para etiquetarlo como terrorista. Lo
gracioso era que Caleb realmente estaba de acuerdo con lo que Einar había dicho acerca de
que los Garde necesitaban encontrar su propio camino, que ellos no podían confiar en las
personas en el poder. En realidad, había inspirado a Caleb a ponerse del lado de Einar.
No es que alguna vez le diría eso a Einar. Fue el mensaje correcto viniendo del
absolutamente peor mensajero.
Ran llevó a Caleb a través del comedor y salió a una amplia terraza que daba a una
calle secundaria de adoquines. La villa estaba a solo unos pocas cuadras de la Piazza di
Spagna, llena de turistas, pero aquí estaba tranquila. Situado al otro lado de la calle había un
pequeño café y una tienda de pasta, ninguno de ellos abarrotado. El sol de media tarde brillaba
y Caleb respiró profundamente el aire fresco. Una campana sonó en la distancia
— Es agradable aquí – dijo él. — Lástima que el resto del lugar apeste.
— En el café —dijo Ran en voz baja—. ¿Ves a esa mujer? Cuidado, no lo hagas obvio que nos
hemos fijado en ella.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb se acercó a la barandilla de la terraza y se asomó a los asientos al aire libre de
la cafetería. Por supuesto que vio a la mujer—ella era la única allí. Era de mediana edad, de
pelo oscuro, vestida con pantalones y un grueso jersey de punto. Totalmente ordinaria.
— ¿Qué hay de ella? — Caleb preguntó.
— Ella no ha ordenado nada, — dijo Ran. –Antes de ella, había un hombre sentado ahí.
El tampoco ordenó nada. El se fue, y ella vino minutos después. Se sentó en exactamente en
el mismo lugar.
— Hmmm, — gruñó Caleb.
Él miró más de cerca a la mujer y, mientras lo hacía, sus ojos se movieron en su
dirección. Caleb retrocedió para que no pudiera verlo.
— Definitivamente raro, — dijo Caleb. — Pero me he sentido paranoico todo el tiempo
desde que dejé la Garde Terrestre. Así que quizá no hay que saltar a ninguna conclusión sobre
una mujer.
— Si la Fundación supiera lo suficiente como para evacuar a las personas que hemos
estado buscando debido a Einar, ¿no sería razonable que pusieran centinelas aquí para
atraparlo? ¿Para atraparnos?
— No tuvimos ningún problema en Grecia, — dijo Caleb, pensativo. Echó otro vistazo a
la mujer. Ella extendió las manos frente a ella, mirándolas, como si estuviera revisando sus
uñas.
— Tengo un mal presentimiento, — dijo Ran. — Se que Isabela quiere quedarse aquí.
Todos podríamos pasar algún tiempo fuera de esa nave. Pero esto no está bien.
— ¿Qué está pasando? — Einar apareció en la terraza, Cinco y Duanphen detrás de él.
Caleb podía decir que él todavía estaba molesto por el informe de noticias y reprimiendo un
ceño fruncido.
— Creo que estamos siendo observados. – dijo Ran.
Einar se acercó a Caleb para poder echar un vistazo a la mujer. Cuando Einar apareció,
ella lo miró fijamente, mirándolo descaradamente ahora, sin siquiera molestarse en ocultarlo.
— Ella podría ser cualquiera, — dijo Caleb con cautela, de repente más preocupado por la
seguridad de la mujer que por la de ellos – O nadie.
Cinco puso la mano en el hombro de Einar. — Retrocede. Ella podría reconocerte.
— Solo una mujer, — dijo Einar, mirando a Ran. — ¿Eso es todo?
Ran vaciló. — Había un hombre antes. Mismo asiento. Parecía una vigilancia.
— Ya veo–respondió Einar. Aplaudió, con un vigor perturbador en sus ojos.—¿Vamos
a saludarnos?
Salió de la terraza sin esperar a ver si los demás lo seguirían. Ran y Caleb
intercambiaron una mirada, luego fueron tras él.
— No reaccionemos de manera exagerada,—dijo Caleb.
— ¿No te has estado quejando de que todas nuestras pistas de la Fundación son
basura? — Preguntó Einar. — Bueno, esa ahí abajo es una pista.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb ya podía decir que Einar no sería disuadido de acercarse a esa mujer. Pero al
menos podía asegurarse de que nadie resultara herido y de que no se metieran en ningún
problema mas grave.
— Uh, Cinco… — comenzó Caleb, aclarando su garganta para evitar que su voz se
quebrara. — No te ofendas, pero eres atraes demasiado la atención. Quizá deberías quedarte
en el aire. Hay muchas calles estrechas por aquí. Si se acerca una emboscada, podrás verla
y recogernos.
Cinco miró a Caleb con su único ojo que no parpadeaba.—¿Einar?—Preguntó, después
de un momento.
— Si, si, — respondió Einar. – Eso suena como un buen plan. Nuestra nave todavía
está flotando allí. Necesitaremos que la traigas de regreso por si es necesaria una salida rápida.
— ¿Qué hay de mi? — preguntó Duanphen. Le tomo a Caleb un momento el darse
cuenta de que ella estaba hablándole a él y no a Einar.
— Ve por Isabela, — dijo Caleb — Ella esta en la bañera.
— Por su puesto que lo esta. – murmuró Ran.
— Cuídanos la espalda desde la terraza —continuó diciendo Caleb a Duanphen. — Dile
que se prepare para cambiar de forma en una distracción. El Papa o algo así.
Duanphen asintió y corrió hacia las escaleras. Cinco fue con ella, dirigiéndose hacia el
techo, el lugar más discreto para que él saltara en el aire que la galería.
Segundos después, estaban en la calle, Einar a la cabeza, Ran y Caleb pisándole los
talones.
— No vamos a lastimar a nadie, — dijo Caleb, tratando de igualar el paso determinado
de Einar
— Eso depende de ella, ¿no es así? – Respondió este.
La mujer del café se había levantado mientras bajaban las escaleras. Ya estaba a mitad
de la calle, en dirección a la concurrida plaza más allá. Caminó hacia atrás, con los ojos fijos
en ellos, los labios curvados en una sonrisa. Haciéndoles el cebo.
— Suficiente, — dijo Ran. — Esto es una trampa. Seríamos estúpidos si seguimos.
La advertencia de Ran no detuvo a Einar. Caminó por el estrecho camino con los puños
apretados a los costados.
— ¿A donde vas? — llamó Einar a la mujer. — ¿Por qué no te quedas y charlamos?
— Oh, sé cuanto te gusta hablar, y hablar, y hablar, — respondió la mujer. Ella se detuvo
y se quedo de pie en la boca del callejón. Supongo no podría decir una palabra contigo, Einar.
Su inglés era perfecto. De hecho a Caleb le sonaba a acento sureño.
— Si me conoces, – dijo Einar entre dientes mientras continuaba acercándose a ella.
– entonces sabes que te haré hablar. Pero no quiero perder mi tiempo persiguiendo algunos
lacayos. Dinos quien te envía y donde podemos encontrarlos y quizá te deje seguir respirando.
— No eres tan aterrador como en la TV. — La mujer olfateó el aire. — Sin embargo,
apestas. Puedo oler tu decadencia desde aquí.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Un anciano encorvado dobló en la esquina y casi chocó contra la mujer. Ella extendió la
mano y le apretó la mano a modo de disculpa. Y luego, para sorpresa de Caleb, todo el infierno
se desató.
La mujer comenzó a gritar. "¿Dónde están? ¿Dónde están?” Sus ojos se movieron
salvajemente — ¡El diablo me ha poseído!
— ¿Qué demonios? — dijo Caleb.
Einar dejo de avanzar cuando la mujer cayó de rodillas, la gente de la plaza comenzó a
correr por la calle para ver de qué se trataba la conmoción.
— Deberíamos irnos. — dijo Ran. — Ella está atrayendo demasiada atención.
Mientras tanto, el anciano continuó su camino hacia ellos como si nada hubiera pasado,
completamente ajeno a la conmoción. De hecho, parecía más interesado en los tres Garde
que en la mujer en pánico detrás de él. Fue la sonrisa del anciano—la extraña torcedura de
sus labios agrietados—lo que provocó una alarma para Caleb.
— ¿Qué pasa con él? — Dijo Caleb, señalando al octogenario que se aproximaba Ran
y Einar, ambos distraídos por la mujer, dirigieron su atención al anciano solo cuando estaba
casi sobre ellos. Extendió una mano nudosa hacia la cara de Einar.
— Ha llegado el juicio para ti, abominación— pronunció el anciano, su acento de alguna
manera igual como había sido el de la mujer antes de que empezara a chillar en italiano.
Einar retrocedió, alejando a Ran y Caleb mientras lo hacía. Luego, con una fuerza
telequinética que hizo que el pelo de los brazos de Caleb se levantara, Einar envió al anciano
volando hacia la pared más cercana.
— ¡Jesus! — gritó Caleb. – ¿Qué hiciste?
— Vayan, — dijo Einar. — Regresen.
El anciano se desplomó contra en frontis del café, su caja torácica se elevaba y caía, la
respiración silbando en su nariz. Y, sin embargo, todavía tenía esa sonrisa demente y seguía
mirando a la Garde.
Ran rodeó a Einar, con los ojos muy abiertos. – ¿Porqué hiciste eso? Pudiste haberlo
matado.
— Necesitamos irnos inmediatamente. — insistió Einar.
El estaba en lo correcto. La calle tranquila fuera de la villa era ahora una escena en toda
regla. La mujer que primero los atrajo aquí todavía estaba temblando y abrazándose mientras
un grupo de personas intentaba entender lo que estaba diciendo. Cerca de allí, un puñado de
clientes del interior de la cafetería revisaban al anciano. Un italiano vistiendo un delantal
escrutó a la Garde.
— ¿Lo han atacado? — les preguntó.
Mientras Caleb miraba, el anciano agarro la pierna del portador del delantal y, mientras lo
tocaba, la cara del tipo joven cambió. El ya no estaba molesto haciendo acusaciones en
italiano. El estaba sonriéndoles y hablando en inglés.
— Solo un poco de diversión, amigo. — pronunció, sonriendo a Einar. — La próxima vez no
me veras venir.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— ¡Vamos! — Einar miró a Ran y Caleb. Se dio la vuelta y corrió hacia la villa.
Mientras él y Ran perseguían a Einar, Caleb tuvo un pensamiento que lo hizo sentir aún más
incómodo por este extraño encuentro. En Suiza, Einar recibió un disparo en la garganta por
Bea Barnaby y casi muere desangrado.
Y, sin embargo, esto era lo más asustado que alguna vez Caleb lo había visto.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO CUATRO

TAYLOR COOK
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA.

KOPANO DEJÓ SU LIBRO EN LA HIERBA Y, bostezo teatralmente. — Este Holden


Caulfied es todo un llorón, ¿he?
Taylor se removió. Había estado tan perdida en sus pensamientos que se había
olvidado de parpadear y ahora sus ojos picaban al mirar el despejado cielo azul. Ella incluso
había perdido de vista el hecho de que Kopano estaba ahí, a pesar de que su cabeza estaba
apoyada sobre su muslo. Ambos estaban tendidos en césped fuera de la asociación
estudiantil. Un transeúnte que no supiera mucho podría pensar que ellos lucían bastante
tranquilos: una pareja ordinaria disfrutando del radiante sol en un día frio.
Taylor se baria burlado de eso. Como si ella pudiera relajarse. La única razón por la que
estaba tendida aquí afuera era porque Kopano había insistido. Ella preferiría haber estado
caminando debajo del centro de entrenamiento, mirando los monitores de seguridad y
esperando.
¿Qué? Bueno, ella no estaba muy segura todavía. La próxima cosa mala.
Ella miró a Kopano. — No conozco a Holden. ¿Cuál es su legado? ¿Es nuevo?
Kopano se rió y levantó su libro, sacudiéndolo. — Él es ficticio. ¿No estás leyendo esto?
Fue asignado para la clase de literatura.
— La clase de literatura fue cancelada, — respondió ella. —El profesor Kellogg estaba
demasiado asustado para seguir trabajando aquí, al igual que la mitad de la facultad
— Todavía se supone que debemos hacer la lectura
Taylor puso los ojos en blanco. — Hay cosas más importantes que hacer que la tarea,
Kopano. Además, lo leí en mi antigua escuela. Creo que tienes que ser un adolescente lleno
de angustia para sacar algo de él.
Kopano miró su libro. — Quizá es eso por lo que no me gusta. No estoy enojado en lo
absoluto. Solo quiero gritarle a este Holden—¡Anímate, amigo!—Y luego dale una palmada en
el trasero como lo hacen todos tus atletas estadounidenses.
— Quiero decir, deberías estar enojado — dijo Taylor. — La Garde Terrestre te forzó a
entrar en un programa de espionaje secreto y puso un chip en tu cabeza contra tu voluntad. —
Ella se rió con amargura. — A esas personas de Watchtower no les importan tus calificaciones.
Ellos solo quieren que hagas su trabajo sucio. ¿Por qué molestarse en continuar con la lectura?
— Estoy aquí hasta que la agente Walker decida que deberíamos reportar, — respondió
Kopano, bajando la voz como si estuviera contando un secreto a Taylor. — Y no creo que ella
planee hacer eso. Ahora que la gente como el Profesor Nueve y Malcom saben sobre
Watchtower, se cerrará. Así que ¿qué mas voy ha hacer mientras espero? .Me gustan las
clases. No quiero estar atrasado una vez que todo esté resuelto y las cosas vuelvan a la
normalidad .
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Regresar a la normalidad, — repitió Taylor y miró hacia otro lado.
Se cubrió los ojos con la mano, principalmente para que Kopano no pudiera ver el
desdén en su rostro. Él era tan ingenuo. Todavía pensaba que las cosas volverían a ser como
cuando los dos llegaron por primera vez a la Academia. El realmente pensaba que cualquier
día reanudaría las clases como lo había hecho antes.
Kopono se negaba a entender que basicamente era un fugitivo. O, en el mejor de los
casos, un desertor. Hasta ahora, el agente Walker había podido protegerlo. Siguió presentando
informes falsos con Watchtower que decían que ella y Kopano estaban investigando pistas en
su búsqueda de Einar, mientras que en realidad se escondían en la Academia y no hacían
nada de eso. Después de la pesadilla en relaciones públicas de Suiza, Taylor tuvo la sensación
de que la Grade Terrestre tenía cosas más importantes de las que preocuparse que el paradero
de Kopano, pero eventualmente volverían por él y Walker. Nada volvería a la normalidad.
—¿Por qué pareces enojado de repente? — Le preguntó Kopano.
Taylor se sentó. — ¿Honestamente? Tu constante positivismo me está volviendo un
poco loca.
Kopano no pareció tomarse esto personal. — ¿No recuerdas el voto solemne que te
hice cuando llegamos por primera vez aquí?
— Prometiste mantener mi experiencia en la Academia lo más aburrida y normal posible
— dijo Taylor. Entonces, ella golpeó suavemente la frente de Kopano. — Realmente haz
fallado, ¿verdad?
La sonrisa de Kopano vaciló. — Sí, pero…
— Está bien — dijo Taylor, culpable ahora por hacer que Kopano se sienta mal. Ella le
frotó el hombro. — Te libero de tu promesa. Ya no quiero más aburrido. No he querido eso
desde la noche en que Einar me secuestró.
— Obviamente lo aburrido esta fuera de discusión. —respondió Kopano, inflando el
pecho. – Pero tal vez no estaría mal relajarse a veces, ¿eh? Disfruta de un día soleado en
compañía de un joven y guapo admirador.
Taylor miró exageradamente a su alrededor. — ¿Dónde encontraría uno de esos?
Kopano la miró fijamente. — No me tomas en serio, pero estoy lleno de sabiduría. Debes
aprender a respirar, Taylor. Para disfrutar de la pequeñas cosas. Si se enfoca demasiado en
todo el trabajo que debemos hacer, te quebraras bajo la presión Los niños aquí creen en ti.
Necesitan que los guíes. Y para guiarlos, necesitas mantenerte cuerda.
Jesus. Taylor contuvo el aliento. Kopano tenía razón, pero continuaba siendo raro como
el infierno escucharlo.
¿Cuándo se había convertido en una líder?
Kopano debe haber sido capaz de leer la incertidumbre en sus ojos. — Sé mejor que
nadie que no viniste aquí para estar a cargo,— dijo él, y luego se rió entre dientes. "No querías
venir aquí en absoluto.
— Desde el día en que nos conocimos, has estado hablando sobre ser héroes y nuestra
responsabilidad de usar nuestros legados para el bien, —respondió Taylor.— Debes haberme
lavado el cerebro.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano le guiñó un ojo. — Tal vez el carisma mejorado es otro de mis legados.
— Tal vez sea la supermodestia.
— Sí, eso también, definitivamente, — respondió Kopano sin perder el ritmo. — De
todos modos, como estaba diciendo, es posible que no hayas querido ser un líder, pero eres
uno ahora. Y cuando eres un líder, es importante cómo los demás te ven actuar. Todos aquí
han visto las noticias, los videos de Einar, los bocazas que piensan que deberíamos estar
encerrados. Los pone nerviosos. Asustados, incluso. Pero si te ven aquí afuera, tranquila,
relajándote en mis brazos absurdamente musculosos—
Taylor resopló.
— Pensarán, hey, las cosas no son tan terroríficas. Ellos pensarán—oh, cierto, la vida es una
asombrosa aquí en la Academia y estoy haciendo algo bueno y este es un lugar por el que
vale la pena luchar.
— ¿Ellos pensaran todo eso solo por vernos juntos, uh?
— Sería más efectivo si nos besaramos un poco, sí… — Dijo Kopano pensativamente.
Taylor se rió y miró a su alrededor. Más allá en la hierba, un par de tweebs lanzaron un
Frisbee de un lado a otro sin tocarlo. Más allá, Lisbette Flores y Nic Lambert registraban las
medidas de un árbol para el proyecto de la clase de biología. Nic dijo algo— probablemente
grosero— y Lisbette lo golpeó con fuerza en el brazo con su sujetapapeles.
— Tienes razón, — le dijo Taylor a Kopano. Ella respiró profundamente el aire fresco. — Está
bien si nos relajamos un poco.
Y entonces, como si fuera una señal, porque nada podría mantenerse agradable por
unos cinco segundos, Taylor vio a Nigel. Los escuálidos hombros de Brit habían estado
encorvados más de lo normal desde que regresaron de Suiza hace un par de semanas. Si
Kopano pensaba que Taylor necesitaba relajarse, ella apenas podía imaginar lo que pensaba
de Nigel, quien estaba con un perpetuo ceño fruncido, se saltaba clases y apenas cuidaba de
si mismo.
— Uh-oh, — dijo Kopano mientras también miraba Nigel.
Taylor se puso de pie y Kopano siguió su ejemplo. Ambos supieron inmediatamente que
Nigel no estaba aquí para pasar el rato.
Vi un grupo de pacificadores reuniéndose en la entrada, — dijo Nigel sin ningún saludo.
— Greger Karlsson está con ellos. Están entrando. Algo está pasando.
— Quizás vengan a decirnos cuan buen trabajo estamos haciendo — sugirió Kopano a
medias.
— Ve a buscar a Rabiya, — dijo Taylor de inmediato. — Haz que ella cree un poco de
Loralite para que podamos teletransportarnos fuera si las cosas van mal. Y luego ustedes dos
se quedan fuera de la vista. Se supone que no debes estar aquí y no queremos darle a Greger
más excusas para causar problemas.
— En eso — dijo Kopano, y corrió hacia los dormitorios para buscar a Rabiya.
— Reúne a todos — dijo Taylor a Nigel. — Como lo hablamos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cuando Greger Karlsson y sus pacificadores llegaron al edificio de la administración, el
Profesor Nueve los estaba esperando con dos docenas de Garde a su espalda. Dos docenas
de estudiantes que Taylor había elegido porque podían manejarse solos. Dos docenas que la
escucharon. Y más vigilancia desde los dormitorios en caso de que fueran necesarios. Les
había dicho que podrían necesitar mostrar su fuerza. Ella había planeado esto y sus
compañeros se habían movilizado rápidamente.
— No eres bienvenido aquí Greger, — dijo Nueve, a modo de abrir la discución. — No despues
de la mierda que hiciste en Ran y Kopano.
— Irónico, — respondió Greger. — Porque eres tu eres el que no es bienvenido.
Taylor se paró unos pasos detrás de Nueve, con cara de piedra. Durante las últimas
dos semanas—mientras repetían el video de Einar en las noticias una y otra vez, mientras el
mundo se lamentaba por lo trágica que era la perdida de la vida de Wade Sydal, mientras los
lideres hablaban sobre cómo debía ser disciplinada la Garde— Taylor se había preparado
para esto. En realidad, ella comenzó a prepararlo el día en que regresó de Suiza.
Greger extendió un sobre con el sello oficial de la ONU. Se estremeció cuando Nueve
le arrebató el papel de la mano.
— Eso es de la ONU — dijo Greger, retrocediendo un paso. — ha sido despedido como
director de esta instalación de entrenamiento.
— Mentira.
Los pequeños cabellos en la nuca de Taylor se levantaron. Tuvo la repentina sensación
de estar siendo observada. Sin embargo, Greger y sus pacificadores mantenían sus ojos
cautelosamente en Nueve. Ella debe haber estado sintiendo la tensión en el aire. No era para
sorprenderse, considerando que eran un grupo de adolescentes que tomando una postura en
contra de una organización masiva de gobiernos múltiples.
— No seas tonto Nueve, – respondió Greger. — Después de todo lo que sucedió, ¿De
verdad esperabas que ellos te mantuvieran a cargo? Haz dejado que este lugar se salga de
control. El publico no tiene fe en ti.
Nueve abrió el sobre, pero ni siquiera miró la carta. Lo rompió mientras miraba fijamente
a Greger, luego dejó que el viento se llevara las piezas. Eso hizo que Taylor sonriera.
— Quieres que salga, — gruñó Nueve —necesitarás un ejército.
— Eso se puede arreglar, — respondió Greger
Sin embargo, los pacificadores que respaldan a Greger no parecían ansiosos por
convertir esto en una confrontación física. La Garde a la espalda de Nueve—Taylor, Nigel,
Nicolas, Maiken, y el resto—no hicieron más que parpadear. Ella les había dicho que
permanecieran estoicos y silenciosos, para no invitar problemas, pero también para aclarar
que no estaban jugando Este no era un día de campo. Esto no era capturar la bandera.
Greger miró a uno de los pacificadores y Taylor se dio cuenta de que era el coronel Ray
Archibald, el comandante de todo el destacamento de los llamados protectores de la Academia.
Ella no lo había reconocido en su armadura.
— ¿Bien, Coronel? El Lorience, conocido como Número Nueve, ahora se encuentra
ilegalmente en los terrenos de la Academia. — Greger hizo esta declaración como si Nueve
El Baúl secreto El Baúl secreto
no estuviera a unos pocos pies de distancia con una sonrisa salvaje en el rostro. – ¿Cómo
debemos proceder?
Las fosas nasales de Archibald se abrieron mientras Greger hablaba. Echó un largo
vistazo a Nueve y al resto de la Garde. Entonces, le respondió a Greger, su voz neutral y plana.
— Usted pidió una escolta al campus para entregar su mensaje, —dijo Archibald. — Esa
es toda la actividad para la que está autorizada mi gente en este momento, Sr. Karlsson.
Cualquier otra cosa deberá ejecutarse en la cadena de mando. Si no hay un problema de
seguridad de importancia aquí, regresaremos a la base.
Archibald no era estúpido. Podía ver cómo las probabilidades estaban en contra de sus
pacificadores. Pero Taylor pensó que detectó algo más en su tono. No le agradaba Greger. Él
no aprobó despedir a Nueve.
Taylor vio un destello de ira en los ojos de Greger cuando Archibald no jugó su papel,
pero lo cubrió rápidamente. Se enderezó la corbata y dirigió su atención a los estudiantes
alineados detrás de Nueve.
— Me gustaría recordarles a todos que ellos están sirviendo al placer de Garde Terrestre —
dijo Greger. — Sus acciones están reguladas bajo el Acuerdo de la Garde. Cualquier intento
de obstruir este cambio en el liderazgo de la Academia se considerará una grave violación de
su contrato. Habrá consecuencias y …
La voz de Greger se hizo cada vez más baja hasta que fue silenciada por completo, a
pesar de que su boca aún se movía. Taylor tardó un momento en darse cuenta de que Nigel lo
había silenciado.
— ¿Qué, Greger? — Nueve preguntó con una risa. — No puedo escucharte.
El enlace de la Garde Terrestre dio un pisotón e hizo un movimiento cortante con su
mano, pero su voz no fue restaurada Algunos de los Garde se rieron.
Archibald suspiró y sacudió la cabeza. — ¡Pacificadores! — Gritó. — Detrás de mi.
El coronel giró bruscamente sobre sus talones y llevó a sus soldados de regreso al
campamento. Greger corrió tras ellos, Alcanzando el oído de Archibald en cuanto estuvo fuera
del alcance de Nigel.
Cuando se fueron, hubo una exhalación colectiva de la Garde. Algunos se echaron a
reír, burlándose de la manera en que Greger había pisoteado. Nueve se volvió para mirar a
sus alumnos, quitándose mechones sueltos de pelo de la cara.
— Aprecio el apoyo, chicos — dijo.
— cuidamos su espalda, profesor, — dijo Nic.
— Con suerte, habremos enviado un mensaje — continuó Nueve. — Con un poco de
suerte, la Garde Terrestre se sacará la cabeza del culo, despedirá a Karlsson y podremos
volver al entrenamiento.
El Dr. Goode, quien había estado de pie en silencio junto a Nueve durante toda la
confrontación, se acarició la barbilla. — No estoy seguro de que sea tan fácil.
— No, – estuvo de acuerdo Nigel. — Esa estúpido irá a ponerse sus pantalones de niño
grande y luego regresarán.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Si es así, — dijo Taylor — estaremos listos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO CINCO

NIGEL BARNABY

ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA.

— BIEN, HOLA, QUERIDA, — DIJO BEA. — ¿CÓMO FUE la escuela hoy?

Nigel puso los ojos en blanco. Ella le había preguntado la misma cosa ayer. Y el día
anterior.

— Consigue un poco de material nuevo, mamá, — respondió mientras arrastraba una


silla a la celda de su madre, las patas chillando por el suelo de una manera que él esperaba
fuera más insolente.

— ¿No es eso lo que se supone que una madre debe preguntar cuando su hijo llega a
casa? — Preguntó Bea con la cabeza inclinada. Levantó una arrugada revista femenina, que
Nigel le había dado la semana pasada después de que ella le pidiera algo para leer. — He
leído este articulo acerca de ser una madre que se queda en casa tres veces, pero supongo
que todavía no puedo entender como funciona.

— ¿Lo dices enserio? ¿Has comenzado a pensar en este lugar como en casa?

—Hmm. Tú también, ¿verdad? — Bea sonrió. — Simplemente estoy contenta de que


estemos juntos".

Nigel frunció el ceño. Al principio, había sido un deleite ver a su madre encerrada en
esta celda del sub sotano, el lujoso estilo de vida de la poderosa mujer reducido a un frio
catre, un lavabo de acero inoxidable y un inodoro. Sin embargo, Bea no parecía en absoluto
perturbada por su entorno. Ella se sentó en su cama con las piernas cruzadas y la espalda
recta, imperiosa incluso en unos pantalones de chándal y una sudadera con capucha
sacados de las cosas perdidas, como si esta prisión fuera su dominio y ella se hubiera
dignado a permitir que Nigel la visitara.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Dos semanas. La mujer había estado aquí dos semanas y no parecía nada
preocupada.

— Correcto, podemos hacer la cosa de la familia feliz, — dijo Nigel, sentándose en frente de
su madre — La escuela estuvo bien,Supongo. Aprendí mucho.

Eso no era exactamente verdad. La clase de Nigel en chino convencional, en la que él


estaba fallando, había sido cancelada en su totalidad, para su alivio. Mientras tanto, su hora
de estudios sociales había sido supervisada por la doctora Susan Chen, decana de
académicos, que estaba sustituyendo al pequeño historiador poco claro que usualmente
daba las lecciones. Mientras su enseñanza era tan aguda como siempre, Nigel podía decir
por la cantidad de café helado que tragaba y la calidad de su desecha trenza que la Dra.
Chen estaba agotada. Ella estaba enseñando los nueve períodos ahora, además de sus
deberes habituales de asesoramiento.

La mitad de la facultad había renunciado o tomado repentinas licencias en las últimas


dos semanas. Más desde ayer, cuando Greger hizo su movimiento con el trabajo de Nueve.
Nigel no había hecho un conteo del personal de cocina y de mantenimiento, pero también se
había reducido considerablemente.

Había una gran cantidad de huecos en la población adulta en la zona, todo desde que
se conoció la noticia de la muerte de Wade Sydal y el video de Einar despotricando en la
escena como un pequeño Hitler islandés se había vuelto viral. La gente que había trabajado
en la Academia desde que se abrió de repente ya no estaba tan ansiosa por aparecer.

Todo esto irritó a Niguel a mas no poder. Los estudiantes aquí siempre habían tenido
poderes asombrosos que, como mínimo, los hacían capaces de al menos mutilar a cualquier
humano normal. Eso no era lo nuevo. La única cosa que había cambiado era la cobertura
noticiosa sobre cuán peligrosa podía ser la Garde si no se controlaba.

Gracias, Einar.

Así que, si. La escuela no estaba exactamente bien. Pero Nigel no le diria a Bea nada
de eso.

— Hablé con Jessa hoy, — dijo Nigel, cambiando de tema.

Los ojos de Bea se iluminaron ante la mención de su hija. — ¿Cómo está ella? —
Preguntó ella. Su expresión se tensó medio segundo después. — ¿Qué le dijiste?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Nigel se permitió disfrutar de la incomodidad de Bea por un momento. Su hermana,
Jessa, no sabía nada acerca de los vínculos de Bea con la Fundación y estaba claro que Bea
prefería mantenerlo de esa manera. Nigel supuso que era importante para Bea que al menos
uno de sus hijos pensara en ella como una buena madre.

— Bueno, para empezar, le dije que estamos vivos, — dijo Nigel rotundamente.

En el proceso de secuestrar a Nigel y huir a Suiza, Bea había conspirado para


asesinar a la escolta de la Garde Terrestre de Nigel y luego quemó su propiedad familiar.
Jessa estaba completamente en la oscuridad sobre ese plan y había pasado el último mes
creyendo que su familia estaba muerta. Nigel se había demorado en contactarla hasta que
Lexa pudo proporcionar una línea externa segura—era una certeza que la Garde Terrestre
estaba espiando todas las comunicaciones salientes de la Academia. Nigel iba y venía sobre
cuánto decirle a Jessa. Al principio, el había querido contarle todos sus secretos,
desenmascarar a sus padres de una vez por todas. Pero al final decidió que eso sería cruel.
Jessa tuvo una vida feliz y normal. Ella merecía quedarse así.

— Le dije que algunos terroristas anti-Garde intentaron matarnos en Londres —


continuó Nigel – Le dije que estás conmigo bajo la protección de la Garde Terrestre. Lo que,
no es del todo una mentira.

— Pero, ¿qué pasa con el dinero? — preguntó Bea — ¿Ella lo consiguió?

— Eso es todo lo que te preocupa, ¿No es así?

El dinero en cuestión era la considerable suma que Wade Sydal había pagado a Bea
por un suministro de fango mogadoriano. Sydal terminó explotando en su nave espacial de
imitación momentos después, gracias a un cohete disparado por uno de los mercenarios de
Bea. Entre las empresarias, Nigel pensó que Bea debía ser una de las más frías.

— Me preocupa asegurar que nuestra familia sobreviva en el mundo que se viene, —


respondió Bea. —Que hagamos más que sobrevivir. Que tengamos los medios para
prosperar.

— Estabas en MogPro, estúpida. — dijo Nigel, refiriéndose a la organización secreta


de humanos que apoyan a los mog de la que la Fundación había nacido. — ¿Pensaste que
nuestra familia y el resto de la humanidad florecerían bajo Setrákus Ra?
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Dada la información que teníamos en ese momento, nosotros pensamos que
estábamos respaldando al lado ganador — respondió Bea con un giro de su mano. —
Desafortunadamente, no conocíamos todas las variables. Nadie anticipó a los Loriences
armando a nuestros propios hijos, por ejemplo. La Fundación tiene un mayor conocimiento
de la situación actual. Esta mejor informada. Es más capaz de sacar provecho.

Nigel apuntó deliberadamente alrededor de la celda de Bea. — Mamá, no creo que te


hayas enterado de tu situación, mucho menos de lo que está pasando en el mundo.

— ¿Esto? — Bea sonrió, tirando de uno de los hilos deshilachados de su sudadera.


— Esto es solo temporal. Estoy feliz de permanecer bajo su custodia por ahora. Con Einar en
su pequeño alboroto, mi posición con la Fundación era bastante inestable. Pensé que
podrían matarme ellos mismos, aunque solo fuera para limitar su propia exposición. Es lo
que hubiera hecho, después de todo. Es por eso que tuve que cerrar ese trato con Sydal,
para guardar algo para ustedes, niños

— Y luego lo liquidaste, — dijo Nigel.

— Bueno, a pesar de todas sus grandes ideas, el hombre era un simplón. Nunca fue
realmente parte de la Fundación. Simplemente disfrutó de los recursos que le pudimos
proporcionar. Se acomodó con nosotros y con la Garde Terrestre, jugando en ambos lados.
Era solo cuestión de tiempo hasta que alguien lo cortara. Permanentemente, por así decirlo.
— Todavía no entiendo por qué

— ¿Están diciendo que lo maté? — Preguntó Bea con una inclinación divertida de su
cabeza. — En las noticias, quiero decir. ¿Están culpando a Bea Barnaby? ¿Los mercenarios
de Blackstone? ¿Ellos están hablando de la fundación? ¿Es esa la historia? ¿No?

Nigel la miró fijamente. Ella lo sabía. Por supuesto que sabía que su nombre no había
aparecido en relación con Sydal. A pesar de que el discurso de Einar estaba por todos lados,
las partes en las que él se quejaba sobre la conspiración habían sido olvidadas por los
desvaríos de un adolescente sin sus medicamentos.

— Esto es lo que imagino que está sucediendo — continuó Bea, sus ojos brillando, como si
hubiera estado esperando para soltar esta artimaña. — Se culpa a los Garde por lo que
sucedió en Suiza. La gente tiene miedo. El público se está dando cuenta de cómo una
selección aleatoria de adolescentes con superpoderes puede ser un peligro para la sociedad.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Se están dando cuenta de que una tonta escuela privada supervisada por un cuerpo
impotente como la ONU simplemente no es suficiente para proteger el mundo que
conocemos. Como resultado, la preciosamente idealista visión de quienes fundaron la Garde
Terrestre se esta desmoronando. — ¿Qué tan cerca estoy?

— Ni un poco, — mintió Nigel. — Tu cara está en todas las noticias. Y no eligieron una
buena foto tampoco ¿Tienes un poco de papada, verdad? La reina misma llegó a la tele para
llamarte una desgracia para Inglaterra. Incluso los otros conservadores creen que eres
escoria.

Bea se rió entre dientes. — Querido, la Fundación era solo una organización secreta
porque eso era más rentable en un mundo posterior a la invasión donde todos querían creer
que los Loriences y sus Legados nos llevarían hacia la utopía. Una Tierra unida en la que
todos unamos armas y nos mantengamos unidos contra invasores alienígenas no es un lugar
donde los anticuados capitalistas de libre mercado como tu difunto padre y yo pudiéramos
prosperar en extensión. Lo reconocimos. Entendimos que siempre iba a haber un periodo
prospero en el que todos los países del mundo pretendieran llevarse bien. Después de todo,
derrotamos una amenaza alienígena juntos, ¿no es así? Pero ese tiempo se está acabando.
Dime Nigel. Cuando la Garde Terrestre y la Academia se separen, ¿A quien llamarán los
lideres del mundo libre para arreglar las cosas? ¿Quizá una bien financiada organización
con infraestructura mundial ya establecida y un historial comprobado en control de Garde
peligrosa?, ¿y qué pasaría si esa misma organización, a través de una serie de compras de
acciones y una muerte trágicamente prematura, poseyera ahora una participación de control
en el mayor fabricante de tecnología anti-Garde del mundo, hmm?

Nigel la miró fijamente, obligándose a creer que todas eran las mentiras de una mujer
desesperada intentando meterse en su cabeza. — Estas diciendo tonterias.

— Le doy dos semanas mas antes de ser libre — dijo Bea. — Sé un buen chico y, una
vez que hayas terminado tu tarea, ve al edificio de la facultad y eligeme una oficina
agradable. Creo que el aire de California será agradable con—

Bea se dobló de repente, superada por un ataque de tos. Su postura severa se cayó justo
cuando su revista se deslizó al suelo. Nigel se puso de pie, encogiéndose ante los sonidos
que hacía. Tuvo que detenerse de ir a su lado. A pesar de todo el odio que sentía, ella seguía
siendo su madre. No era fácil verla enferma.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Después de un minuto, Bea contuvo el aliento. Se pasó la palma de la mano por la
boca. Nigel le tendió un pañuelo y se secó la nariz y las esquinas de los ojos.

Podía ver las venas negras ahora. Las oscuras astillas moviéndose debajo de la piel
de Bea como gusanos. En Suiza, Número Cinco había destrozado un frasco de ese líquido
viscoso en la cara de Bea y se lo había frotado en los cortes. Las cosas todavía estaban
dentro de ella, enfermándola.

— Podemos curarte, — dijo Nigel, parándose sobre Bea ahora, haciendo un esfuerzo
por mantener su voz firme. — Todo lo que tienes que hacer es proporcionarnos una lista de
nombres. Todos los que están en la Fundación. Cuéntanos de todas maneras que se han
adentrado en la Garde Terrestre y te arreglaremos antes de que el veneno te mate.

Bea levantó la vista hacia su hijo y Nigel se sorprendió por lo que vio en sus ojos. Ella
aprobó su técnica de negociación.

— Una oferta interesante — dijo Bea. — Pero voy a esperar un mejor trato.

— Es el único trato que obtendrás.

— Me temo que mi respuesta sigue siendo no, querido – dijo Bea. — Tal vez si realmente
creyera que me dejarías morir, estaría más abierta a la negociación. Pero tú y la chica Cook ni
siquiera pudieron dejar que esa horrible mierda de Einar muriera, después de todo lo que te
hizo en Islandia. Después de que él asesinó a tu padre.

— Él pagará por sus crímenes — dijo Nigel. — Y tú también.

— Tal vez. Pero mientras tanto, difícilmente creo que dejes que tu propia madre perezca.

– No sabemos qué te podrían estar haciendo esas cosas — respondió Nigel, intentando
una nueva táctica.

— La Fundación realizó experimentos, — dijo Bea. — Sé cuánto tiempo tengo. No estoy


preocupada. Tú tampoco deberías estarlo. Como he dicho, dos semanas. Máximo. Y luego
uno de mis sanadores vendrá aquí y me arreglará, si tu amiga Taylor no ha cedido ya.

Nigel dejó escapar un suspiro por la nariz. Ella no iba a renunciar a nada. Hoy no. Tal
vez nunca. Al parecer, su madre preferiría que ese fango mogadoriano se comiera sus
entrañas en lugar de traicionar a algunos de sus amigos ricos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Bien, entonces — dijo Nigel, haciendo un esfuerzo por mantener su voz relajada. —
Veremos cómo te sientes mañana. Adiós por ahora.

Su madre despidió de forma insoportablemente placentera, pero Nigel no pudo


escucharla por sobre el sonido de él arrastrando la silla fuera de su celda. Cerró la puerta de
vidrio a prueba de balas detrás de él sin mirar a Bea. No podía soportar ver su expresión de
suficiencia.

Nigel llegó a la mitad de la fila de celdas antes de soltar un rugido y arrojar la silla lejos
de él. Esta rebotó inofensivamente en una de las puertas de la celda y Nigel escuchó un jadeo.
Volvió la cabeza y vio, en una habitación estrecha idéntica a la de su madre, a la doctora Linda
Matheson. La psicóloga residente de la Academia, consejera y topo de la Fundación. Con el
cabello desgarrado y los ojos inyectados en sangre, se quedó presionada contra el fondo de
su celda, claramente sorprendida por su violento arrebato. Linda se relajó un poco cuando se
dio cuenta de que era Nigel teniendo una rabieta y no un asesino viniendo a matarla

— Nigel… — Comenzó Linda, teniendo algunas dificultades para captar el tono


calmante pero crítico que una vez tuvo en dominio durante sus sesiones semanales — ¿Está
todo bien?

— ¡Cierra la boca, Linda! — respondió Nigel, y continuó.

Pasó la celda donde Miki dormía de cara a la pared, roncando suavemente. La pequeña
y secreta cárcel de la Academia fue construida para soportar las habilidades telequinéticas de
la Garde, pero no fueron diseñadas para ser herméticas. La Garde Terrestre obviamente no
quería que nadie se asfixiara. Por lo tanto, pensó Nigel, Miki podría escaparse cuando quisiera,
pero no había intentado aún y Taylor no creía que lo hiciera. Al igual que esa chica, Rabiya,
que habían traído de Suiza, Miki quería ser bueno.

Alejandro Regerio, por otro lado, parecía ansioso por escapar. El chico guapo de la
Fundación, el matón a sueldo, se paró justo contra el cristal mientras Nigel pasaba por su celda.
La cara del chico aún estaba cortada por la paliza que Isabela le dio cuando se hacía pasar
por la doctora Linda. A Nigel le hubiera encantado haber visto eso. Después de que Isabela
escapó de la Academia, ella informó al profesor Nueve la ubicación de Alejandro— encerrado
en la cajuela del auto de la Dra. Linda. Nueve lo tomó bajo custodia, pero había dudado en
reportar su existencia a la Garde Terrestre porque hacerlo crearía preguntas sobre por qué
Isabela estaba fuera del campus una vez más.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— No puedes mantenerme aquí — le ladró Alejandro a Nigel, golpeando su mano contra
el vidrio. — Déjame salir, punk escuálido.

— Compañero, nadie da una mierda por ti — respondió Nigel, usando su legado para
lanzar su voz y que el sonido viniera de detrás de Alejandro. Esbozó una sonrisa cuando el
hombre se estremeció y giró, solo para descubrir que no había nadie allí. Todo lo demás podría
apestar, pero al menos él todavía podría meterse con este perdedor.

Nigel ignoró los gritos cargados de indignación de Alejandro. Marcó el código clave que
había recibido de Malcolm y empujó la pesada puerta de seguridad, la única salida de la
pequeña prisión de la Academia. O zona de detención. Aparentemente, así es como la Garde
Terrestre la había llamado cuando insistieron en instalarla. Por supuesto, Nueve y Malcolm
habían estado al tanto de las celdas, pero en más de un año de funcionamiento de la Academia
nunca habían visto la necesidad de usarlas.

Era gracioso que ahora la mayoría de los ocupantes fueran humanos.

Sin embargo, la Garde Terrestre los había querido aquí, pensó Nigel. Si Nigel hubiera
estado en un estado de ánimo más optimista, habría visto que la organización sentía que era
mejor prevenir que lamentar. Pero, en el estado de ánimo en que se encontraba ahora, a Nigel
le parecía otro ejemplo de la humanidad estando asustada de la Garde. Se preguntó, no por
primera vez, qué pensaría Ran de estas celdas. Su mejor amiga había perdido tantao la
confianza en la Academia y en Garde Terrestre que se había ido y había unido fuerzas con el
tipo que casi asesinó a Nigel, que mató a su padre con éxito y quién tenía a todo el mundo
hablando sobre el peligro que la Garde representaba para la humanidad. Y, locamente, ni
siquiera culpó a Ran por haberlo abandonado. Él no podía estar enojado con ella. Él solo la
echaba de menos.

Todo lo que Ran había querido hacer era dejar de pelear. Todo lo que Nigel quería hacer
era ayudar a la gente. Y parecía que todo lo que Garde Terrestre quería hacer, con la excepción
de las buenas personas de la Academia, era meterlos en jaulas.

Tal vez su madre tenía razón. Tal vez una guerra con la humanidad era inevitable. Tal
vez se estaba engañando a sí mismo para pensar lo contrario.

Maldición. Ella estaba en su cabeza otra vez.


El Baúl secreto El Baúl secreto
Más allá de detención había un pasillo frío con paredes de acero corrugado y una
iluminación estridente. Nigel se movió a través de el a un ritmo moderadamente rápido— los
pasillos subterráneos que lo llevaron de regreso a Patience Creek y al terror que había
enfrentado allí. Prefirió llegar a un espacio abierto tan rápido como fuera posible.

La prisión estaba escondida debajo del edificio de la administración. Nigel hizo una serie
de giros a través de los tétricos túneles de mantenimiento, imaginándose a sí mismo
caminando por sobre el suelo, bajo el sol. Estaba tomando la ruta de un topo desde la
administración hasta el centro de entrenamiento.

Empujó otra serie de puertas de seguridad hasta que se encontró en la cámara abierta
bajo la amada carrera de obstáculos de Nueve. La habitación siempre olía como a grasa, a los
engranajes y al cableado de las muchas trampas sádicas visibles en el techo. No hace mucho,
Nigel había disfrutado escondiéndose allí con el resto de los Seis Fugitivos, haciendo planes
para derribar a la Fundación. Allí estaba la mesa donde habían intercambiado ideas tomando
el té suministrado por Malcolm. Allí estaba el tablero de anuncios en el que habían pegado
todos sus pistas potenciales e información.

Casi parecía un juego.

La sala se sentía más grande ahora sin todos los demás reunidos aquí. O tal vez no
más grande, exactamente. Más vacía.

Desde Suiza, Lexa había colocado una fila de monitores y computadoras portátiles en
la mesa que los tres — Lexa, Nueve y Malcolm — tomaron turnos para mantenerse al tanto.
No había nadie más en la facultad en quien pudieran confiar la tarea y, aunque Nigel se había
ofrecido voluntario para ayudar, los adultos (y, bueno, Nueve) no parecían ansiosos por cargar
a sus estudiantes con esa responsabilidad. Las pantallas estaban sintonizadas a una telaraña
de cámaras alrededor de la Academia. Las vistas incluían la prisión subterránea de la que
Nigel acababa de llegar, pero esa no era la mayor preocupación. La mayoría de las cámaras
estaban enfocadas en el perímetro de la Academia, específicamente en el campamento de
pacificadores y las rutas patrulladas por los soldados del coronel Ray Archibald. Nueve y los
otros no habían salido y lo habían dicho, pero definitivamente esperaban que los pacificadores,
en algún momento, tomaran una mano más dura con el funcionamiento de la Academia. Hasta
ahora, los soldados no habían cambiado su rutina en absoluto. No estaban apuntando sus
armas hacia adentro. Pero había muchos de ellos. Y más eran transportados cada día.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Estaban armando un ejército ahí. Justo como Greger prometió. Taylor tenía el cuerpo
estudiantil preparado para resistir lo que viniera después, pero Nigel no estaba seguro de
cuánto tiempo podrían resistir Es por eso que necesitaba obtener información sobre la
Fundación de su madre— armados con eso, tal vez pudieran exponer la verdad y hacer que el
público viera que la Garde no era el verdadero enemigo.

Ugh. Ahora empezaba a pensar como Einar.

Malcolm vigilaba los monitores. Echó un vistazo en dirección a Nigel, pero por lo demás
no lo reconoció. Malcolm sostuvó su teléfono frente a él, con una expresión desconcertada en
su rostro.

— Este no es momento para selfies, Doc…

Nigel comenzó a retirarse casi tan pronto como comenzó la broma, su voz era un susurro
incómodo al final de su frase. Algo no se sentía bien.

— ¿Está solo, doctor Goode? — Preguntó una voz.

Nigel cerró la mandíbula cuando se dio cuenta de que Malcolm estaba en una video
llamada.

— Sí, Greger, estoy solo, — mintió Malcolm, deliberadamente no mirando en dirección


a Nigel.

— ¿Dónde estás, exactamente? — Preguntó Greger. — Eso no luce como tu oficina.

— Estoy haciendo algo de mantenimiento en el centro de entrenamiento — respondió


Malcolm. Nigel apreció con qué facilidad mentía el viejo científico. Aquí estaba el hombre que
una vez interrogado por Mogadorianos; él no iba a ceder nada a un tramposo burócrata como
Greger.

— Bueno. Te mantienes ocupado —dijo Greger.—Es muy importante que mantengamos


un sentido de normalidad en la Academia durante estos tiempos difíciles.

— Disculpe, Greger, — saltó Malcolm, con un tono en su voz. — Pero, ¿cómo obtuviste
exactamente este número?

A pesar de que no podía ver a Greger, Nigel podía escuchar la sonrisa sordida en su
voz. Él ignoró completamente la pregunta de Malcolm. — Siempre he encontrado que usted
El Baúl secreto El Baúl secreto
es un hombre pragmático e inteligente, Dr. Goode. Es por eso que te he nominado para que
asumas las operaciones en la Academia.

Las cejas de Malcolm se alzaron. — ¿Perdón?

— Tú y yo sabemos que Numero Nueve está fuera de control — continuó Greger —


Nunca se le debería haber dado una posición tan poderosa allí, pero, después de la invasión,
todos nos sentimos tan endeudados con los Loriences. Si bien ciertamente apreciamos lo que
su clase ha hecho por nosotros, considerando su reciente desempeño, simplemente no es
práctico mantenerlo por más tiempo.

— No estoy de acuerdo con esa evaluación — respondió Malcolm con frialdad.

— Ambos sabemos cómo termina esto — dijo Greger con un suspiro. — ¿No preferiría
estar a cargo allí, Dr. Goode, en lugar de dejar que la Garde Terrestre designe a un total
forastero? Sería una transición suave. Sin mencionar que su apoyo en estos asuntos ayudará
en gran medida a que nuestros Garde permanezcan felices y sanos.

— No respondo con amabilidad a las amenazas, Greger.

— No lo amenazaría, Malcolm. Me gustas. Simplemente estoy tratando de impresionarlo


con la gravedad de la situación.

— Ya veo—respondió Malcolm. — Considerarme no impresionado, Greger.


Amablemente toma tu trabajo y empujeselo en el trasero.

Malcolm se desconectó. Tan pronto como lo hizo, dejó escapar un suspiro irregular y
buscó una silla detrás de él. Nigel se adelantó, sacudiendo la cabeza.

— Bien jugado, Doc —dijo Nigel, finalmente dando un paso adelante. — Pon a ese
pendejo en su lugar.

Malcolm asintió, su mirada distante mientras miraba su teléfono vacío. Se dejó caer
hacia atrás en la silla, luciendo como si hubiera sido golpeado en el estómago.

—Dr. ¿Goode? — Preguntó Nigel. — ¿Qué pasa?

Malcolm levantó el teléfono. La ID de la llamada desconectada todavía se mostraba allí.

Sam.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Ese hijo de puta — dijo Malcolm en voz baja. – Me acaba de llamar desde el teléfono
de mi hijo.

Nigel tragó saliva. — Oh.

— Sí – dijo Malcolm mientras tiraba el teléfono sobre la mesa delante de él. — Su


implicación parece ser que la Garde Terrestre lo ha tomado prisionero

Sam Goode. Por lo que sabía Nigel, el tipo había estado trabajando para Watchtower,
la misma rama secreta de la Garde Terrestre involucrado con Ran y Kopano. Sin embargo,
Sam y Número Seis habían estado trabajando con el grupo voluntariamente. Sam había jugado
según las reglas y ahora sonaba como si Greger lo estuviera usando como influencia.(moneda
de cambio, apalancamiento) Así que tal vez no eran solo los estudiantes de la Academia los
que estaban en problemas con la Garde Terrestre.

— Estoy seguro de que su hijo está bien, Doc — dijo Nigel, tratando de sonar
tranquilizador y sincero, siempre una tarea difícil para él. — Lo he visto en acción una o dos
veces. Él entiende las cosas.

— Sí, Nigel, gracias… — respondió Malcolm distante. — Yo solo… pensé que nuestros
años de correr y encontrarnos unos a otros encerrados en celdas habían quedado en el pasado.
Yo—

Algo en uno de los monitores distrajo a Malcolm. Se inclinó hacia delante y entrecerró
los ojos ante canal de infrarrojo de una cámara que apuntada al océano.

— ¿Ves eso? — Le preguntó a Nigel.— ¿Esa firma de calor?

Nigel se inclinó sobre el hombro de Malcolm. Notó algo extraño en el aire sobre el
océano. Había algo ahí afuera dejando escapar estallidos esporádicos de calor, aunque nada
visible a simple vista.

— ¿Qué es eso? — Preguntó Nigel. — ¿Una tormenta?

— No — respondió Malcolm, alcanzando su walkie-talkie. — Eso está viajando


demasiado rápido para ser una tormenta. Eso—eso es algo más. Y se dirige en esta dirección.
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CAPITULO SEIS
KOPANO OKEKE
ASOCIACIÓN DE ESTUDIANTES
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA - POINT REYES, CALIFORNIA.

KOPANO ACABÓ EL ULTIMO BOCADO GRACIENTO DE su segundo sandwich de carne,


lamió la punta de sus dedos y luego se recostó en su silla con un eructo de satisfacción. —
Muy bien.
Al otro lado de la mesa, Simon picó una ensalada. — Fue horrible ver eso.
— Me siento muy bien,—declaró Kopano, frotando los costados de su vientre.
— ¿Cómo tienes una novia? — respondió Simón, sacudiendo la cabeza.
La cocina solo servía pastel de carne como una vez al mes y, mientras que muchos de
los niños de la Academia veían con desagrado las rebanadas grasosas de carne molida, a
Kopano le encantaban las cosas. Le recordó el kafta que solía comprar en un puesto fuera del
complejo de apartamentos de su familia en Lagos. Los cocineros no solían recalentar las
sobras de la noche anterior para el almuerzo, pero habían tenido poco personal desde ayer y
Kopano supuso que tenían que improvisar. Quien quiera que tuviera la idea francamente
brillante de emparedar un poco de carne entre pan de centeno tostado con rebanadas de
brillante queso naranja merecía un Premio Nobel. América era maravillosa.
La euforia inducida por el pan de carne de Kopano se atenuó ligeramente cuando vio a
Karen Walker entrando al comedor. El agente se había pegado principalmente al edificio de la
administración desde que los dos habían llegado. Kopano sabía que ella estaba ayudando a
Malcolm y Lexa con los sistemas de seguridad de la Academia y que había estado reportando
una serie de excusas a Watchtower mientras averiguaba su próximo movimiento. De ambos,
técnicamente. Se suponía que ella era la encargada de Kopano, aunque Walker parecía
bastante cómodo renunciando a esa responsabilidad de manera que Kopano pudiera regresar
a su vida normal aquí. Sin embargo, basado en la expresión sombría en su rostro y la línea
recta que hizo hacia su mesa, él podría decir que algo había cambiado.
— Necesito hablar con Kopano, — dijo Walker a Simon. El chico francés agarró su
bandeja y se marchó, dejándola tomar su asiento.
— ¿Que pasa, Karen? – le preguntó Kopano con una sonrisa. – Deberías comer un
emparedado. Luces delgada.
Walker ignoró su sugerencia. — Me han llamado oficialmente a Washington, — dijo. —
El caos después de Suiza hizo que la Garde Terrestre se enfrentara, pero parece que alguien
finalmente miró mis informes. Saben que tu inhibidor está caído y que perdí a Ran. Se supone
que debo reportar para el interrogatorio. Definitivamente voy a ser despedido. Tal vez detenido.
Se supone que vienes conmigo. Lo más probable es que seas asignado a un nuevo
controlador y tengas otro inhibidor instalado.
— Ya veo — respondió Kopano, su sonrisa vacilando.
Él había estado recibiendo muchas críticas de Taylor últimamente por su actitud positiva.
Ella pensó que debería estar más enojado por lo que le había sucedido. No estaba equivocada,
El Baúl secreto El Baúl secreto
pero no es como si Kopano estuviera feliz de haber sido secuestrado y reclutado. Estaba
enojado. Sin embargo, mostrar esa ira—dejar que eso lo cambiara — sería permitir que los
chicos malos ganen
— Creo que me quedaré aquí, — dijo Kopano después de una pausa. Miró a Walker a
los ojos y apretó los labios para hacerle saber que hablaba en serio.
— Me imaginé que dirías eso, — respondió Walker. — No te podría obligar a entregarte,
incluso si quisiera. Pero debes saber que ellos vendrán por ti, eventualmente. Podría significar
problemas para la Academia.
— Tal vez — dijo Kopano. — Pero creo en la Garde Terrestre. Creo que estas
conspiraciones se solucionarán y que volveremos a ayudar a las personas, como se supone
que debemos hacer.
— Espero que estés en lo correcto. — El tono de Walker era uno que a menudo Kopano
escuchaba de Taylor y Nigel —cansado escepticismo, como si fuera un tonto por ser tan
optimista. Aún así, siguió adelante.
— También deberías quedarte aquí, — sugirió Kopano. — Los instructores siguen
renunciando. Podrías enseñar una clase de espionaje. Eso sería dulce.
Walker pellizcó el puente de su nariz. — Tengo mucho que responder por—
— Mi, — dijo una voz detrás de Kopano.
Rabiya estaba de pie junto a Kopano, vestida con un chándal púrpura y un hijab de lycra.
Walker se estremeció visiblemente al verla, tal vez recordando cómo había sido cómplice en
el contrabando teletransportandor fuera de los EAU, un territorio no gobernado por la Garde
Terrestre.
— ¿Van a venir por mí también? — Preguntó Rabiya. Ella obviamente había estado
espiando.
— Sorprendentemente, ni siquiera fuiste mencionada. — dijo Walker. — No creo que tu
padre haya denunciado tu. . . tu emancipación
— Esta es una buena noticia, — dijo Kopano, abriendo los brazos. – ¿Ves? Todos
podemos quedarnos en la Academia. Eventualmente, la Garde Terrestre entenderá que no
somos peligrosos. Todo esto se acabará.
Walker frunció el ceño. Ella claramente no estaba de acuerdo, pero no dijo nada. Rabiya
puso una mano en el hombro de Kopano. — Vamos, — dijo ella. – Tenemos entrenamiento.
—Pensé que los niños de la Academia debían estar en mejor forma, —bromeó Rabiya sobre
su hombro. —¿Qué te pasa?
Doblado con las manos en las rodillas, Kopano inspiró profundamente y levantó el dedo
índice para indicar que necesitaba un minuto. La adicción al sándwich de Kopano lo había
doblarse a solo media milla de lo que se suponía era una carrera de cuatro millas, sintiendo
que su estómago estaba invadiendo sus pulmones. Podría usar su Legado para hacer que su
cuerpo fuera más liviano, pero ya había sido reprendido por eso antes, no era un ejercicio si
hacía trampa.
Rabiya dio la vuelta para pararse a su lado. Su chándal hizo un sonido rítmico mientras
trotaba en el lugar. Ella apenas había sudado.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Te ves mal — observó ella.
— Comí demasiado, —respondió Kopano, enderezándose con un gemido y frotándose
los costados.
— Lo sé. Te vi en el almuerzo. ¿Cómo lo llamaste? ¿Combustible para tus músculos en
constante crecimiento?
— No recuerdo haber dicho eso, — dijo Kopano, sofocando un eructo.
Rabiya agitó su mano a su alrededor. No había nadie más en la pista y estaban en la
sección que atravesaba el bosque. — Por lo menos, no hay nadie para ver si necesitas hacer
caca en tus pantalones.
— Yo no—! — protesto Kopano — Asqueroso.
Rabiya levando un pie atrás hasta su mano, estirando su tendón. — Entonces,
¿estamos corriendo o qué?
El estómago de Kopano burbujeaba al pensarlo. — Tal vez podríamos simplemente
caminar un rato.
— Bien por mi, — respondió Rabiya. — No creo que a nadie le importe si alcanzamos
nuestros objetivos de acondicionamiento físico hoy.
— No, – coincidió Kopano. — No lo parece.
El entrenador personal australiano—un antiguo corredor de distancia y medallista
olímpico que típicamente supervisaba su acondicionamiento— había dejado el campus con
algunos de los otros profesores después de que Greger anunciara el despido del Profesor
Nueve. El mismo Nueve estaba ocupado con sus propias clases, principalmente trabajando
con tweebs para desbloquear sus Legados principales, por lo que les había dicho a los niños
en el bloque de ejercicios de Kopano que se ocuparan de sus propios entrenamientos.
Solo Rabiya y Kopano habían aparecido en la pista. Los dos eran los únicos que
tomaban las clases en serio y ni siquiera eran estudiantes.
A raíz de Suiza, el Profesor Nueve apenas había parpadeado cuando Kopano le
presentó a Rabiya. Kopano había explicado el trato que hicieron con ella en contra de los
deseos del agente Walker y Nueve básicamente lo había dejado pasar. Después de perder a
dos estudiantes y un operativo de la Garde Terrestre, no era tan importante asimilar a Rabiya.
Nueve nunca agregó a Rabiya a la lista oficial de la Academia, pero la inscribió en clases. Para
los otros estudiantes, ella era simplemente una nueva llegada.
Con Ran e Isabela huyendo, Nueve había instalado a Rabiya en el dormitorio de Taylor.
— Tu novia es la americana perfecta, como las buenas chicas de las comedias, — le dijo
Rabiya durante una de sus otras carreras, una declaración que hizo que Kopano se sonrojara
en su mayoría porque él y Taylor no habían tenido una discusión formal sobre su relación. Sin
embargo, Kopano también sabía que Taylor todavía albergaba cierto recelo debido al papel de
Rabiya al emboscarlos cuando era un peón de la Fundación, y que fue solo Kopano abogando
por ella lo que evitó que Rabiya quedara atrapada en las celdas con Miki y Sra. Barnaby. Taylor
estaba ocupada organizando a los estudiantes en un ejército rebelde de todos modos. Ella no
tenía tiempo para nuevos amigos.
Así que Kopano se había encargado de mostrarle como funcionaban las cosas a Rabiya.
Le agradaba ella. Ella tenía un seco sentido del humor que lo sorprendió. Y, a diferencia de
El Baúl secreto El Baúl secreto
Nigel y Taylor, no hablaba constantemente de cómo todos ellos serían sometidos por una
camarilla asesina.
— Es una buena noticia que tu padre no haya denunciado tu desaparición, ¿verdad? –
Dijo Kopano, recordando su conversación con Walker. — Tienes que quedarte aquí.
—Sí. Buenas noticias, —dijo Rabiya. Ella intentó hacer que sus palabras sonaran
brillantes, pero había una nota de dolor en su voz. — Estoy empezando a pensar que el jeque
podría estar feliz de que me haya ido.
Kopano se rascó la barbilla. — Sabes, cuando mi papá descubrió que tenía Legados,
inmediatamente comenzó a pensar cómo podría obtener beneficios para mí. Me mantuvo en
secreto de la Garde Terrestre durante meses hasta que tuvimos problemas con algunos
hombres malos…
— Al menos fuiste valorado,—dijo Rabiya con un movimiento de cabeza. —Los hombres como
mi padre tienen la reputación de ser sobreprotectores con sus hijas. Él solía cuidarme mucho,
al menos hasta que comencé a mover objetos con mi mente. Después de eso, apenas podía
mirarme. Creo que le molestó que él ya no fuera la persona más poderosa de nuestra casa.
Cuando mi hermano se enfermó y la Fundación se acercó a nosotros, creo que lo vio como
una oportunidad para sacar toda esta locura de la Garde de su techo.
— ¿Cómo fue trabajar para ellos?, — Preguntó Kopano.
—Ellos nos trataron como estrellas de cine siempre y cuando hiciéramos lo que pedian—
respondió Rabiya. — Vi más del mundo en unos pocos meses con ellos que en mi vida entera.
Al principio, fue divertido. Todo lo que hice fue mover a las personas de un lugar a otro. Y
estaba ayudando a salvar la vida de mi hermano…
— Malas acciones por buenas razones — dijo Kopano. — Mi papá solía decir eso.
— No fue hasta que empezamos a secuestrar a los sanadores que vi realmente la forma en
que la Fundación pensaba de nosotros, — continuó Rabiya. — Como activos. Propiedad.
Cuando Einar me dejó atrás y nadie de la Fundación vino a salvarme, fue cuando supe lo poco
que me valoraban. — Rabiya suspiró — Cuando tú y tus amigos aparecieron y me rescataron,
vi lo mucho que se preocupaban los unos por los otros. Einar siempre habló mal de la
Academia como de la ONU tratando de controlarnos. Tal vez eso sea cierto de alguna manera.
Pero al menos aquí se defienden unos a otros.
El estómago de Kopano gruñó cuando hinchó su pecho, pero lo hizo de todos modos.
— Las intenciones de este lugar son buenas. — dijo, luego se detuvo, pensando en el despido
de Nueve. — Al menos, lo solían ser.
— Una fruta madura siempre atraerá la atención de los gusanos, — dijo Rabiya. — Mi papá
solía decir eso. Creo que estaba hablando de mantenerme alejada de los chicos, pero todavía
se aplica. De todas formas. Me gusta aquí. Incluso si no es todo como me lo imaginaba.
— ¿No lo es?
— Por un lado, no me imaginé tanto trotar, –dijo Rabiya con una media sonrisa. — No lo sé.
Entiendo que se llama academia, pero no pensé que se sentiría tanto como la escuela regular.
Esperaba un brillante joven Garde usando sus increíbles poderes para crear inventos y
maravillas que cambiarían el mundo. En su lugar, todos juegan un juego tonto en el que tratan
de empujarse mutuamente con telequinesis.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Empuje, lo llaman, – dijo Kopano con una risita. — Sabes, en mi primer día aquí, este tipo,
Lofton, se rompió la muñeca jugando eso. Ahora se ha graduado en la Garde Terrestre.
— Parece uno de los mejores y más brillantes.
Kopano bajó la voz, aunque no había nadie más alrededor. — No es todo lo que imaginé
tampoco. Pensé que estaríamos recorriendo el mundo ayudando a la gente y luchando contra
los malos. Como superhéroes. — Hizo una pausa. — Bueno, supongo que ha sido así, en
realidad. Pero todo es más complicado. Algo desagradable. Cuando te das cuenta de que los
malos no son personajes de dibujos animados y en realidad son personas, puede ser algo
intenso.
— Sé lo que quieres decir, —respondió Rabiya. Sus zapatillas de deporte crujieron en la pista
cuando rodearon una curva que les hacía ver la valla en la frontera occidental de la Academia.
— Como dije, se sintió como un juego con la Fundación. Hasta que me colgaron en un armario
de carne con esos enfermos amenazando con quemarme viva.
— Lamento que te haya pasado.
— Todos aquí han pasado por algo, de una manera u otra, — dijo Rabiya, después de un
momento. Ella se acercó y le dio un apretón a la mano de Kopano. — La única forma en que
realmente podemos superar esas malas experiencias es negándonos a que nos cambien.
— Esto es lo que he estado tratando de decirle a Taylor y Nigel, pero…
Le tomó un momento darse cuenta de que Rabiya no le había soltado la mano. Levantó
las cejas confundido, mirando a la pequeña chica. Su mirada apuntó hacia el frente, al punto
donde la línea de árboles se abría sobre el Océano Pacífico, con una expresión pacífica en su
rostro, como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de que estaba sosteniendo la mano de
Kopano.
— Rabiya, hey— dijo Kopano, liberando su mano.
— Lo siento, lo siento — respondió ella rápidamente, tirando de su mano hacia atrás para
poder tirar de su hijab, quizás deseando poder cubrirse la cara y ocultar el color creciente en
ella. — Estaba pensando en lo agradable que eres para ser mi amigo aquí cuando no conozco
a nadie y—no quise decir nada con eso.
— Es genial, — respondió Kopano sin convicción. Pensó que debería decir algo más para
aliviar la repentina incomodidad, pero fue entonces cuando notó un extraño resplandor en el
horizonte sobre el océano. Se detuvo en seco.
— Vamos, sigamos, — dijo Rabiya sobre su hombro — Prometo que no volveré a hacer las
cosas extrañas.
Pero la rareza, al parecer, ya se estaba acercando. Kopano señaló hacia el océano. —
¿Ves eso?
Kopano se hizo sombra en los ojos, tratando de obtener una buena vista en la zona del
cielo donde la luz del sol se curvaba de forma poco natural. Había una onda en el aire, algo
así como las líneas de calor del pavimento durante el verano. Y se estaba acercando.
— ¿Qué es—? — Rabiya dejó escapar un grito de sorpresa cuando un crujido de energía rojiza
se desprendió de la onda y luego otro. Era como una pequeña tormenta eléctrica que se movía
rápidamente.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano parpadeó y, de repente, la onda se había ido. En su lugar estaba un skimmer
mogadoriano. La nave con aspecto de insecto estaba abollada y cubierta de marcas de
quemaduras. Claramente, su sistema de camuflaje acababa de fallar. La nave apenas zafó los
árboles y entonces comenzó a descender hacia la pista, llegando rápidamente para un
aterrizaje de emergencia.
— ¿Ese es Einar y los demás? – Preguntó Rabiya.
Kopano entrecerró los ojos. Había visto bien la nave de Einar en Suiza. Esta fue golpeada,
como esta, pero en diferentes lugares. Este skimmer lucia como un modelo ligeramente
diferente.
— No, — respiró Kopano. — No. Este es alguien más.
— ¿Alguien más? — Rabiya levantó la voz, alarmada. — Mogadorianos?
El nudo en el estómago de Kopano volvió. Mogadorianos. Por supuesto. ¿Quién más estaría
volando una de esas naves? Taylor dijo que había encontrado a algunos de ellos durante su
visita infernal a Siberia...
— Regresa al campus, — dijo Kopano. — ¡Avisa a los demás!
— ¿Qué hay de ti? — Kopano apretó su molécula, haciendo su piel más dura que el diamante.
— Estas cosas no pueden lastimarme.
Rabiya no protestó. Un embudo de luz azul brotó de su palma, un irregular crecimiento
de Loralita apareciendo en la huella a sus pies. Ella la tocó y, en un instante, desapareció,
transportada a una de las piedras que había instalado en el campus.
Kopano podía esperar a que Rabiya regresara con ayuda. Juegar a lo seguro. Eso fue
la cosa más inteligente que hacer.
Pero vamos. Mogadorianos. Los verdaderos chicos malos. Aventuras. Acción.
Esto era por lo que había venido aquí.
Saltó hacia delante, sus pies golpeando contra la tierra apelmazada de la pista con su
aumento de masa.
El skimmer se tambaleó a medida que descendía, estallidos de energía carmesí salían
formando arcos de donde un panel de cromo se había desgarrado bajo el ala izquierda. La
nariz de la nave se movió hacia arriba cuando el piloto intentó retroceder y reducir la velocidad,
pero el skimmer todavía golpeó la pista a gran velocidad, terrones de tierra y rocas se
levantaron a su paso, la armadura chillando en señal de protesta mientras se despegaba del
lado inferior de la nave.
Al menos, pensó Kopano, no tendría que correr vueltas por un tiempo.
Mientras la nave se deslizo hasta detenerse, Kopano estuvo allí para recibirlo. Los
escombros rebotaron en su piel endurecida cuando cargó. No podía ver a través de las
brillantes ventanas delanteras del skimmer, pero el sabía cómo estaban distribuidas estas
naves. Sabía que la cabina estaba justo en el frente.
Kopano aflojó sus moléculas justo cuando llegó a la nave y entró directamente a través
de la armadura, a través de circuitos alienígenas y partes del motor sobrecalentadas y
directamente a la cabina del piloto. Sonrió ante la sorpresa en el rostro del piloto mogadoriano.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Debe haber sido una visión extraña, su forma fantasmal emergiendo de sus controles. Ella
incluso dejó escapar un grito de sorpresa.
— Booo, – dijo Kopano.
Se mantuvo solido el tiempo suficiente para agarrar al piloto por los hombros—ella
llevaba una especie de armadura de obsidiana que era fría al tacto—y luego ambos se
volvieron transparentes. Se dio cuenta, rápidamente, de que no había un regimiento de Mogs
esperando en el espacio detrás de ella. De hecho, el skimmer parecía vacío. Impar.
Todavía sosteniendo al piloto Mog, Kopano mantuvo su impulso. Los pasó a través del
el respaldo de su silla de piloto, de la cual ella ni siquiera había terminado de desatarse, y
luego salió por la pared lateral de la nave.
La mogadoriana volvió a gritar, esta vez enojada.—¡Suéltame, tonto!
— Como quieras.
Cuando llegaron a la pista, Kopano los volvió sólidos y arrojó a la mogadoriana al suelo. Ella
aterrizó con fuerza sobre su hombro y Kopano creyó que oir un hueso romperse.
— Hola, — dijo Kopano, de pie sobre la Mog. – Soy del comité de bienvenida. Quédate
abajo y no te haré más daño.
Incluso mientras decía estas líneas—bastante rudo, pensó, si solo hubiera más gente
alrededor para escuchar, hubiera sido genial— Kopano estaba tratando de no mirar
descaradamente a esta chica mogadoriana. Nunca antes había visto a uno de los alienígenas
en persona.
Su piel era gris pálida, casi del color de la piedra. Los costados de su cabeza estaban
afeitados, un mechón de cabello negro como la tinta que probablemente llegaba a su cintura
cuando estaba suelto se apilaba sobre su cráneo. Un tatuaje irregular comenzaba en el cuello
de su armadura, recorría su cuello y se curvaba alrededor de su oreja. Llevaba una armadura
negra parchada que estaba abollada en tantos lugares que no podía ser muy eficaz, incluyendo
un agujero en la coraza donde el usuario anterior debe haber recibido un disparo o una
puñalada directo en el corazón. La mog también era joven. Probablemente la edad de Kopano,
asumiendo que los mogs envejecieran de la misma manera que los humanos. Dieciséis o
diecisiete, máximo. Eso también era extraño. Nunca antes había visto a un joven mogadoriano.
Solo los viciosos y beligerantes cosas calvas que explotaban en cenizas en todas las noticias.
La Mog se apartó de él y saltó a sus pies. Ella era tan alta como él y extremadamente
delgada, su armadura demasiado floja en las articulaciones. La Mog le hizo algo al brazo en el
que había aterrizado, y torciendo con fuerza el hombro como si lo estuviera colocando de
nuevo en su lugar. Hizo una mueca y flexionó los dedos.
— Ow, – dijo secamente.
— Te dije que te quedaras abajo,– respondió Kopano, esta advertencia un poco más
temblorosa que la última. Ella era una vista bastante intimidante.
En respuesta, la Mog separó lo que parecía un pequeño palo grueso y pesado de su
cinturón. Le dio una sacudida y el mango se extendió en ambas direcciones. Un extremo se
abrió como una flor, terminando en mazo con púas hecha de obsidiana pura. Ella tiró el arma
de mano en mano.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— No estoy aquí para pelear contigo, — dijo el mog, pero luego pareció reconsiderarlo. — ¿A
menos que esto sea parte de eso?
— No lo es…—Kopano ladeó la cabeza. — Espera. ¿Parte de qué?
—El entrenamiento, — respondió ella. Entonces, ella sonrió, sus afilados caninos brillando. —
Por supuesto. Una iniciación. También era de esa forma en mi planeta— Entonces ella vino
hacia él, agitando su mazo hacia el pecho de Kopano. Él endureció sus moléculas y dejó que
el golpe conectara con su esternón, sonriendo con confianza.
Pang. La cabeza del mazo rebotó en Kopano con un sonido parecido al de un platillo. Su piel
no estaba rota, pero dolía. Una fría sensación se extendió por su torso, haciendo que Kopano
tropezara hacia atrás.
— Ow — gruño Kopano. — ¿De que esta hecha esa cosa?
En respuesta, ella se balanceó y esta vez Kopano se volvió intangible. El mazo pasó a través
de él y este—de alguna manera—fue más doloroso que el ultimo golpe. Sintió que él frio se
extendía por todo su cuerpo. El sentimiento lo sorprendió y fue todo lo que pudo hacer para no
volverse solido con el mazo todavía dentro de él. Dió un saltó hacia atrás, jadeando y
sosteniendo su pecho.
— Okay, — dijo él. — Dame eso.
Con su telequinesis, Kopano le arrancó el mazo a la Mog. Ella dejó escapar un grito de
sorpresa cuando el mango se soltó de sus dedos. El arma giró hacia Kopano, bajo su control.
Y luego se detuvo. Permaneciendo en el aire.
Se quedó mirando a la Mogadoriana. Su mano estaba extendida, su mirada enfocada en el
maso. Ella lo estaba jalando de regreso.
— tu… tu tienes telequinesis, — susurró Kopano. No sabía porqué estaba estaba susurrando.
— ¿Tu siempre hablas tanto en medio de una batalla? — preguntó la Mog.
Lucharon por el mazo, el arma flotando en el aire entre ambos. Ella era fuerte. Quizá tan fuerte
como Kopano, pensó. Quizá mas fuerte.
— Bien, creo que es suficiente, Ambos.
La voz vino de encima del hombro de Kopano, en la dirección de skimmer. La niña
mogadoriana no estaba sola después de todo.
Una rampa se extendió bruscamente desde el frente del skimmer, sin llegar hasta el
suelo mientras la nave destrozada seguía arrojando humo. El orador saltó de allí y se acercó.
Él no era mogadoriano. Parecía humano, con el pelo rubio enmarañado y una barba irregular
para combinar. Había un corte en su ceja que solo notó cuando un hilo de sangre goteó en su
ojo. Movió una mano sobre la herida, curándola.
— Aterrizaje brusco, — dijo el chico.
— Te advertí que todos los skimmers estaban dañados, –dijo la mog con tristeza.
— Está bien. Ningún daño hecho.
El lucia humano, pero no lo era. Kopano sabía exactamente quién era el pasajero de la
Mog, lo habría reconocido en cualquier parte. Escuchó el golpe de metal en la piel cuando el
El Baúl secreto El Baúl secreto
mazo de la Mog voló de regreso a su mano, Kopano estaba demasiado sorprendido como para
preocuparse por mantener el final de su tira y afloja telequinetico.
— Hey Soy—
— John Smith, — soltó Kopano. — Tú eres el John Smith.
— Si, —respondió John, frotándose tímidamente la parte posterior de su cuello. — ¿Te
importaría llevarnos con el Profesor Nueve?
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO SIETE
TAYLOR COOK
EDIFICIO DE ADMINISTRACIÓN
ACADEMIA DE GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA

— HASTA QUE EL ACTUAL PROBLEMA DE LIDERAZGO DE LA ACADEMIA se resuelto—


es de mi de quien habla, yo soy el problema—sería prudente para todo el personal de apoyo
de la Academia permanezca fuera del campus. Los sueldos se pagarán en su totalidad durante
este paro laboral.
Nueve levantó la vista del correo electrónico que mostraba en su computadora portátil
y sacudía la cabeza. Taylor, sentada en la silla frente a su escritorio, se mordió la mejilla.
— ¿Cuándo envió Greger eso? — Preguntó ella.
— Esta mañana, — respondió Nueve, cerrando el portátil con más fuerza de la
necesaria. – Esto es una mierda. Luché contra un señor de la guerra intergaláctico y ahora
estoy siendo humillado por un incompetente con iPhone.
— ¿Cuánto personal hemos perdido?
— No lo sé, –espetó Nueve, levantándose y yendo a la ventana. — la Dra. Chen y
Malcolm están tratando de mantener a la gente trabajando. Supuse que la solicitud de
quedarse sería mejor si procediera de un… de un humano,—dijo con amargura.
— Al menos los pacificadores no han venido para arrastrarte afuera, todavía — ofreció
Taylor. — Si. No aún, al menos. No hasta que Karlsson elimine todas las normas del campus
— Dio unos golpecitos con sus dedos de metal en el cristal. — Me pregunto cuántos miembros
de la Fuerza de Paz puedo tomar.
— Cuantos miembros de la Fuerza de Paz podemos tomar, — le corrigió Taylor — Deje
ir al personal si se quieren ir. No los necesitamos. Ustedes, la Garde original, hicieron mu bien
entrenándose ustedes mismos.
Nueve se volvió para mirarla. Ella esperaba ver el habitual ceño fruncido de ira
frunciendo el rostro de Nueve, el fanfarron al que estaba acostumbrada. Inesperadamente, sin
embargo, había una profunda tristeza en sus ojos.
— Esto va ha hacerme sonar como un abuelo, — dijo Nueve. — Pero realmente quería
una mejor vida para ustedes que la que tuvimos nosotros.
— Estas intentando…
El walkie-talkie en la cadera de Nueve cobró vida. — ¿Nueve? Adelante.
Ese era Malcolm. Tres pequeñas palabras, pero a Taylor no le gustaba la tensión en
ellas.
— Te copio — respondió Nueve en el dispositivo. — ¿Qué pasa?
— Un skimmer mogadoriano acaba de estrellarse junto a la pista
Las cejas de Nueve se dispararon. – Estás bromeando.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor se acercó más. — ¿Podría ser Isabela y los demás? ¿Tal vez volvieron?
— Tenemos una visual – dijo el Dr. Goode.— Kopano parece estar involucrado en una
batalla con un guerrero Mog.
La mano mecánica de Nueve se apretó alrededor de su walkie-talkie, el plástico crujió. — Es
solo una tormenta de mierda detrás de otra.
Taylor ya se dirigía a la puerta de la oficina. – Tenemos que ir alla
— El ascensor es demasiado lento, — dijo Nueve, señalando a Taylor con un gesto
hacia él mientras abría la ventana. – De esta manera
Nueve la enganchó alrededor de la cintura y, con su antigravedad, saliendo a toda prisa
por un lado del edificio. Después de teletransportarse por todo el mundo y transformarse en
viento, Taylor ni siquiera parpadeó.
En el suelo, Maiken se detuvo delante de ellos, con mechones de hierba levantados a su paso.
Rabiya aferrada a cuestas de la velocista, perdiendo el equilibrio cuando Maiken se detuvo.
Las palabras de Maiken salieron rápido y sin aliento. — ¡Ahí están ustedes! Rabiya!
Kopano! ¡La pista! ¡Mogadorianos!
— Maldita sea, más despacio, ya lo sabemos, – dijo Nueve. – ¿Rabiya? Llévanos allí.
—Sí, señor —respondió ella mientras canalizaba energía al suelo, un trozo de Loralita
creciendo.
Los ojos de Maiken estaban muy abiertos mientras miraba a Taylor. — ¿Estamos siendo
invadidos de nuevo?
Taylor recordó su experiencia en Siberia. Clamorosos mogadorianos saltando de la
oscuridad con sus armas de energía, disparando a los soldados a su lado mientras corría por
a través de la nieve, la sangre de otros caliente en cara. Ella se estremeció, pero trató de no
dejar que Maiken lo viera.
— Si están invadiendo, eligieron el lugar equivocado, —dijo Taylor con frialdad.
— Listo, — anunció Rabiya.
Todos ellos unieron sus manos—Maiken un poco renuente—mientras Rabiya tocaba la
estalagmita de Loralita recién formada. Hubo un destello de azul, una desorientadora
sensación de giro y luego estuvieron en la pista. Veinte metros por delante de ellos, un humo
negro y acre se elevándose de un skimmer destrozado.
Había una niña mogadoriana parada frente a Taylor. Debió haber estado
inspeccionando la piedra Loralita porque saltó hacia atrás con un grito de sorpresa cuando los
cuatro se materializaron alrededor de ella. La mog era alta, delgada y parecía enfadada.
Llevaba un arma que parecía una versión mejorada de uno de esos mazos medievales.
Reaccionando rápido, Taylor fue a empujar al mog con su telequinesis. Pero entonces,
ella notó a Kopano. Estaba parado justo allí sobre el hombro de la Mog, con una sonrisa
estúpida en su cara. Había un chico con él, rubio y con una barba desaliñada, inmediatamente
familiar.
— Oh, ahí está — dijo el chico rubio a Kopano, asintiendo a Nueve — Justo a tiempo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— ¡chicos! — Gritó Kopano, levantando sus brazos triunfalmente. — ¡Hechen un vistazo!
¡Es el maldito John Smith!
Por un minuto allí, cuando John y Nueve se abrazaron y rieron, Taylor realmente pesó
que las cosas estaba mejorando.
— Maldición John, es bueno verte, — declaró Nueve. El miró a la Mogadoriana. —Tengo
la sensación de que esto va a ser una historia increíble.
— Sí, — respondió John. — Larga historia corta, necesito tu ayuda. ¿Podemos ir a algún
lugar lejos de la nave en llamas?
Necesitaba su ayuda.
John Smith necesitaba su ayuda.
Tal vez si ella se pareciera más a Kopano—una fanática total—esa simple declaración
la hubiera emocionado.
Pero solo enfadó a Taylor.
Dejaron atrás el skimmer y se teletransportaron al campus. Taylor sorprendió a John
mirándola de la misma manera extraña y melancólica que él tenía cuando lo conoció
brevemente en Dakota del Sur.
— Te recuerdo, — dijo John, cuando Taylor lo sorprendió mirándolo fijamente. — Eres
una sanadora.
— Taylor Cook, — dijo ella, recordándole su nombre.
— Eso es correcto, — dijo John. – ¿Cómo te ha ido?
Taylor resopló, sin idea de cómo responder esa pregunta. Ella optó por la honestidad.
— Bastante de mierda, en realidad. Hay una conspiración global en marcha para
esclavizar a nuestra gente.
John se rascó la mejilla, mirando hacia otro lado. — Sí. Deberíamos hablar de eso.
— Después de que lleguemos a lo tuyo, — dijo secamente Taylor. — Lo que estoy
segura es muy importante.
Kopano los alcanzó y pasó un brazo por encima del hombro de Taylor. — Taylor me
contó todo sobre cómo la salvaste de Harvesters, — dijo, sonriendo alegremente a John. —
Sonó bastante rudo. Desearía haber estado allí para ver las miradas en sus caras.
— No fue la gran cosa, — dijo John. — Sucedió que solo estaba pasando.
— Si, no fue la gran cosa, – Agregó Taylor, sacándose el brazo de Kopano del hombro
y aumentando la velocidad — He estado en problemas mucho peores desde entonces. Todos
lo hemos estado. Pero supongo que no estabas “pasando” esa veces.
Kopano la miró con incredulidad. John tragó, sin contestar. Él no dijo mucho de nada el
resto del camino hacia el edificio de administración.
Todos entraron en la oficina de Nueve en el piso superior. Lexa, Malcolm y Nigel
subieron del subsuelo para unirse a ellos. Los adultos abrazaron a John y lo saludaron
calurosamente, como si un familiar perdido hace mucho tiempo regresara a casa. La agente
El Baúl secreto El Baúl secreto
Walker se unió a ellos también, aunque recibió un fuerte apretón de manos en lugar de un
abrazo.
Nueve se acomodó detrás de su escritorio. John, Malcolm y Lexa se sentaron en las
sillas frente a él. Kopano se dejó caer en el sofá de cuero a un lado, justo al lado de la niña
Mog, como si hubiera olvidado por completo que habían estado peleando hace diez minutos.
Walker se paró sobre el hombro de Kopano. El mog, para su crédito, parecía tan ansioso por
toda esta situación como Taylor se sentía. Maiken y Rabiya permanecieron junto a la puerta
de la oficina de Nueve, sin estar seguros de si deberían quedarse o irse, sin querer perderse
nada. Nigel se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados, sin hacer ningún comentario
mordaz por una vez. Taylor, mientras tanto, estaba detrás de Nueve. Una cámara de seguridad
en la computadora de Nueve mostró a un equipo de pacificadores que se acercaban a la verja
para investigar al skimmer ardiente y establecer un perímetro.
— Acaba de dar a Greger otra razón para irrumpir aquí — murmuró Taylor.
Nueve le dio una mirada. — El ya tiene todas las razones que necesita . Relajate.
— Mi plan original era aterrizar toda la nave aquí — dijo John tímidamente, oyendo. —
Pero luego decidí que el sigilo era un enfoque más inteligente considerando todo lo que estaba
sucediendo con la Garde Terrestre.
— ¿Qué quieres decir con "toda la nave?
Antes de que John pudiera responder, el Mog soltó un gruñido bajo y ominoso. Todos
giraron en su dirección. Taylor tardó un momento en darse cuenta de que el ruido no era una
amenaza; era su estómago retumbando.
— Yo… lo siento — dijo la Mog. Se movió incómodamente, su armadura rasguñando la
tapicería. — ¿Sería posible conseguir algo de comida?
Nueve miró a la demacrada guerrera por un momento. — Maiken? ¿Podrías ver lo que
queda del almuerzo?
— Claro, — respondió Maiken, y salió corriendo.
Taylor sabía cómo trabajaba Maiken. A la hipervelocista, puede que solo le tomara un
minuto o dos tomar un bocadillo y luego pasara la misma cantidad de tiempo difundiendo
chismes. Por la forma en la que hablaba, pronto todos sabrían que John Smith estaba aquí
con una extraña chica mogadoriana.
Eso podría mejorar la moral, pensó Taylor. Nada malo les podría pasar si el propio John
Smith estuviera cerca. Al menos, eso era lo que muchos de los estudiantes creerían.
— Probablemente deberíamos comenzar con tu nueva amiga, – dijo Nueve. – Estoy
intentando realmente ser cordial y uesa mierda, pero sabes que tengo una política permanente
para derribar a cualquier Mog que vea.
— Tu pupilo ya lo intentó, — dijo la mog con un ojo dirigido a Kopano. — No le fue bien.
— Pupilo, — repitió Nigel, riendo. — ¿Todos los mogs hablan como aristócratas? No me
extraña que a mamá les gustaran tanto.
Kopano frunció el ceño ante el Mog. — Um, creo que estaba ganando.
— No lo estabas, — dijo ella.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Cállense, todos ustedes — dijo Nueve, mirando a John. – ¿Por qué trajiste a uno de
ellos aquí, amigo? ¿Qué está pasando?
— Ella puede hablar por sí misma, — respondió John.
El mog se levantó de un salto. Los ojos de todos la siguieron, listos para problemas—
bueno, excepto John, que parecía mayormente divertido—Ella se inclinó profundamente.
— Soy Vontezza Aoh-Atet, verdadera hija del difunto general Aoh-Atet, co—
— Comandante de la nave de guerra mogadoriana Osiris, — terminó Taylor, sin darse
cuenta de que estaba hablando en voz alta hasta que todos en la habitación la miraban.
Vontezza ladeó la cabeza. — ¿Me conoces, humano?
— Sí, soy un gran fan de tu podcast, — dijo Taylor. — En realidad, estaba en un barco
de guerra Mog—o lo que quedaba de ella, como sea—en Siberia. Tu nave se escondía detrás
de la luna, enviando una transmisión en bucle. — Miró hacia John. — Preguntando por él.
John asintió. — Sí. Yo también lo escuché. Eventualmente.
La mirada de Vontezza se detuvo en Taylor, evaluándola. Taylor le devolvió la mirada.
Después de un momento de eso, Vontezza pareció satisfecha y volvió a Nueve reanudando
su discurso demasiado formal.
— El número Nueve de la formidable Garde Lorience. Tu misericordia es legendaria.
Nueve se rió. — ¿Lo es?
— Le dije que no tenía que hacer esta parte, — dijo John. — Ella insistió.
Vontezza ignoró su pequeña conversación —Solicito humildemente santuario en su
Academia para poder entrenar los dones que me otorgó su gente y usarlos para el
mejoramiento de la humanidad, comenzando así el camino de reparaciones durante siglos de
agresión mogadoriana
— Jesús, – dijo Nueve. — ¿Qué?
— Esto es absolutamente mental, — murmuró Nigel, pellizcando el puente de su nariz.
— ¿Dones? — Preguntó Malcolm. — Quieres decir…
— Ella tiene legados, doc, — dijo Kopano. — Telekinesis, de todos modos.
—Eso no es posible, — dijo Rabiya.
— Ella no sería la primera, en realidad, — dijo Walker.
Nueve hizo un gesto con la mano a Vontezza. — Está bien, está bien, siéntate. Me
haces sentir incomodo con todas estas cosas cortesanas.
— Como desees, — respondió Vontezza, sentándose en el borde del sofá junto a
Kopano.
Malcolm se dio la vuelta en su silla para poder mirar a Vontezza. — Esto es fascinante.
¿Cuándo recibió sus legados?
Vontezza se encontró con los ojos de Malcolm, su postura rígida como si estuviera bajo
algún tipo de inspección militar. — Desarrollé mi telequinesis al mismo tiempo que los humanos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Espera. ¿Durante la invasión? – Preguntó Kopano. — ¿Fuiste uno de los primeros
— Sí.
— Lorien te eligió, — dijo Kopano, con temor en su voz. — Aunque estabas en uno de
los buques de guerra enemigos.
— Sorprendió que no te viéramos en tierra tratando de matarnos, — dijo Nigel.
— Esta es realmente la primera vez que he estado fuera de esa nave de guerra en años
— dijo Vontezza. Sus pies se movieron y miró a Taylor como si estuviera apretando sus dedos
dentro de sus botas. —Mi padre era un general, al mando de un regimiento que se preparaba
para atacar la Tierra. Mi madre era una sacerdotisa y una erudita…
Nueve se echó a reír. — ¿Los mogs tenían eruditos?
— Sí, –respondió Vontezza, sin ofenderse por el sarcasmo. – Ella enseñó el Gran Libro,
los escritos de Setrákus Ra. Cuando le mostré mis legados, se mostró escéptica de su fe en
nuestro Amado Líder. Verás, él escribió que los legados serían imposibles para nuestra gente
sin su experimentación. Esa fue nuestra justificación para invadir Lorien y luego a la Tierra.
Verdaderamente creímos que estas otras razas estaban acaparando la energía Loric para sus
propios fines egoístas y que nunca podríamos progresar como personas a menos que la
controlamos nosotros mismos…
A medida que Vontezza continuó, Taylor no pudo evitar pensar en qué tan similares
sonaban los objetivos de la Fundación a los mogadorianos. Bueno, el grupo había crecido a
partir del contingente de MogPro. Tenía sentido que compartieran una visión del mundo jodida.
— Y luego fui arrastrada a la visión telepática de John Smith, –continuó Vontezza. —
Donde se reveló la historia de Setrákus Ra. Cómo era Lorience y traicionó a su gente, entonces
manipuló a los mogadorianos a la guerra…
— ¡Estaba en esa visión! — Dijo Kopano, dándole una palmada en la pierna. – Fue
dulce.
— Me alegra que te haya gustado, — dijo John con ironía. Kopano miró a Vontezza. —
Sin embargo, no te vi allí…
— Yo tampoco te vi, grandote, — respondió simplemente. – Muchos de los jóvenes
humanos estaban demasiado ocupados lloriqueando o entrando en pánico para notar mi
presencia.
— Un Mog fuerte y muy decidido en una habitación llena de humanos, — dijo Nigel. —
No te asustaste en absoluto, ¿eh?
— Supuse que era una especie de trampa e intenté un retiro táctico, – respondió
Vontezza. — Pero la puerta trasera de la sala no se abrió
— Oh, entonces te escondías en la parte de atrás — dijo Kopano.
— Retiro táctico, — espetó Vontezza.
— Bien, bien. ¿Qué pasó después? — Preguntó Taylor.
— Poco después de eso, Setrákus Ra resultó gravemente herido en la batalla. Había
un rumor de que estaba muerto. Debido a mi telequinesis, mi madre creía que yo era el legítimo
heredero del poder. Ella convenció a mi padre y ellos dirigieron un motín contra el capitán de
El Baúl secreto El Baúl secreto
nuestra nave de guerra. La tripulación estaba dividida casi a la mitad. Hubo una batalla… —
Vontezza cepilló una mancha en la placa del hombro de su armadura. — Mi madre fue
asesinada en la lucha, pero su lado, mi lado, terminó ganando.
Taylor no estaba segura de cuál era el protocolo cuando un mogadoriano te decia que
su madre había muerto. Kopano fue el primero en hablar. Kopano fue el primero en hablar.
— Lo siento por tu madre, —dijo.
Nueve hizo una mueca. — ¿Sabes cuántas personas perdieron a sus familias debido a
los Mogs? Eliminaron todo un planeta y habrían hecho lo mismo aquí.
Lexa asintió en acuerdo. John mantuvo su expresión neutral, sin pesar.
— Ella no eliminó ningún planeta, — dijo Rabiya desde la puerta. — No puedes culparla
por las acciones de su gente.
— No siempre podemos elegir de dónde venimos, — murmuró Nigel.
— Tienes algunos estudiantes inteligentes, — dijo John a Nueve.
— Dame un descanso, — respondió Nueve, cruzando los brazos.
— Entonces, ¿por qué terminaste escondiéndote detrás de la luna durante dos años?
— Preguntó Kopano.
Había un cansancio en los ojos oscuros de Vontezza que Taylor podía ver crecer, pero
ella respondió a Kopano obedientemente.
— Después del motín, me encontré repentinamente en control de la nave de guerra.
Todavía no entendía completamente lo que me estaba pasando, y mucho menos lo que todo
esto significaba para la sociedad mogadoriana. Elegí retirarme a una posición defensiva hasta
que pudiera decidir qué hacer — ella hizo una pausa. — Cuando mis compañeros se enteraron
de que Setrákus Ra todavía estaba vivo, hubo un segundo motín de quienes deseaban volver
a entrar en la lucha. Cuando recuperé el control de la nave, la invasión había terminado y
Setrákus Ra estaba muerto.
Taylor notó la forma en que los dedos de Nueve se clavaban en su brazo cibernético
mientras Vontezza hablaba. Setrákus Ra pudo haber muerto, pero el daño que causó no fue
olvidado.
— Maldita sea, —dijo Kopano. — ¿Cuántos motines puede tener una nave?
— Siete, –respondió Vontezza con una cara seria. – Hubo siete en total en mi época
como capitán de los Osiris.
La condición de su armadura tenía más sentido ahora. Eso sonaba como si hubiera
estado luchando sin parar. Taylor se encontró mirando el pinchazo en el peto de Vontezza,
donde parecía que una espada había sido hundida.
Justo en ese momento, Maiken volvió a la habitación con una bandeja de comida. Un
muffin de arándanos, un poco de pollo, pretzels, una manzana. Extendió la bandeja hasta
Vontezza, cuidando de no acercarse demasiado.
— Lo siento, uh, no sé realmente lo que comen ustedes, – dijo Maiken.
Vontezza tomó la bandeja. — Gracias. Esto es perfecto.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— ¿Cómo sobreviviste a todas esas batallas? ---- Preguntó Kopano, queriendo exprimir
más preguntas antes de que Vontezza comenzara a comer.
— Mi legado, — respondió ella, tocando el agujero en su armadura. — Me hubiera
muerto de no ser por eso.
— ¿Entonces, haz desarrollado un legado primario? — preguntó el Dr Goode. — ¿Qué
es? ¿Puedes controlarlo?
Vontezza hizo una mueca. — No necesito controlarlo. Funciona por sí solo.
Sin previo aviso, Vontezza tomó un tenedor de su bandeja y lo atascó en la suave carne
de su antebrazo. Taylor se quedó sin aliento. Kopano retrocedió. Maiken lucia como si pudiera
desmayarse.
La mogadoriana quitó el tenedor y levantó su brazo, mostrando tres pinchazos oscuros
con sangre fresca. Mientras miraban, las heridas se sellaron solas. Vontezza tomó una
servilleta y limpió la sangre. Fue como si nunca hubiera sucedido.
Podrías haber elegido una forma menos dramática de mostrarnos — le dijo John.
Ella ladeó la cabeza en respuesta. — Aprendí que poseía este legado cuando mi propio
padre clavó su espada en mi pecho mientras dormía. Ese fue el sexto motín. Según mi
tripulación, estuve muerto durante cinco horas antes de que mi carne volviera a crecer. — Miró
a John. — ¿Eso es menos dramático?
Nueve se rió con incredulidad. — Un mog que no puede ser asesinado. Eso es perfecto.
— ¿Por qué te quedaste allí tanto tiempo? – Preguntó Taylor. Su mirada se deslizó hacia
John Smith. — ¿Y por qué vienen aquí ahora?
— He estado intentando contactar a la Garde desde poco después de la invasión —
respondió Vontezza. — Pero la mayor parte de mi tiempo lo pasé tratando de mantener a mi
tripulación con vida y evitar que se mataran unos a otros. Te sorprendería cómo vuela el tiempo
cuando estás atrapado en una nave espacial con una población que no sabe nada, excepto la
guerra. — ella suspiró. — En este punto, estamos casi sin combustible y raciones. Ya no
tenemos la capacidad de ejecutar nuestros escudos y nuestro soporte vital. Gran parte de
nuestro equipo está dañado. La Osiris debe aterrizar ahora o lo que queda de mi tripulación
está condenado. — Su estómago volvió a gruñir y Vontezza miró con nostalgia la bandeja de
comida en su regazo. — Perdóneme, pero me gustaría mucho dejar de hablar ahora.
— Puedo hacerme cargo desde aquí.—dijo John. Vontezza asintió agradecida e
inmediatamente comenzó a devorar una pierna fría de pollo.
Nueve se inclinó hacia adelante, mirando de cerca a John. — ¿Por qué tengo la
sensación de que no me va a gustar lo que diras a continuación?
John se encogió de hombros. — Escuché la transmisión de Vontezza cuando estaba
limpieando los restos de un buque de guerra en China. Hicimos un trato.
—Hiciste un trato —repitió Nueve.
— Su nave de guerra aterrizará a salvo y el resto de su tripulación se entregará a las
autoridades y será enviada a Alaska con los demás. Excepto Vontezza se quedará aquí. Para
que ella pueda ser entrenada.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Quieres que tomemos un Mog, — dijo Nueve rotundamente, luego se rió. — ¿Tienes
alguna idea de lo que está pasando aquí? Técnicamente, esto ya no es mi oficina. Me han
despedido. Y no te ofendas, niña—Nueve hizo un gesto hacia Vontezza, que estaba
demasiado ocupada comiendo para notarlo.— Pero no me importan algun Mog en este
momento, ya sea tenga Legados o no.
— No permitiré que la envíen a Alaska, — declaró John. — Nunca deberíamos haber
dejado que Adam fuera y—
— ¿Es eso lo que es? — Preguntó Nueve. — ¿Te sientes mal por Adam y estás tratando
de compensarlo con esta desconocida? Él eligió ser encarcelado.
— John me habló de este Adamus y suena honorable, — dijo Vontezza, tragando un
gran bocado. — Lo que queda de mi tripulación ha aceptado reunirse con él en esta prisión del
norte y trabajar en la reeducación de los menos progresistas de nuestra gente. Llevarlos a la
luz no es fácil.
— Lo dejaste en claro con todos los motines, — dijo Nigel secamente.
— Si los mogs alguna vez encuentran un hogar en este planeta y coexisten con la
humanidad, entonces debemos mostrarles que somos capaces de hacer el bien, — continuó
Vontezza. — Deseo dar un ejemplo al asistir a tu Academia y, quizás algún día, unirme a Garde
Terreste. Quiero pagarle a la Tierra la violencia que ha hecho mi pueblo.
Nigel resopló. — Supongo que no tienes ninguna noticia en el espacio. No somos
exactamente las personas favoritas de la Tierra ahora mismo.
– Um, les gustamos mas que los mogadorianos, al menos, — dijo Maiken, haciendo una
mueca.
— Dijiste que hiciste un trato, —le dijo Taylor a John, con los ojos entrecerrados. —
¿Qué obtienes de esto?
— Necesito la tecnología de campo de fuerza integrada en el buque de guerra de
Vontezza.
Malcolm frunció los labios. — ¿Para qué, John?
— Para lo que estoy construyendo, — respondió.
John buscó debajo de su camisa, sacando un colgante con el azul celeste brillo de la
Loralita. Nueve hizo un ruido de reconocimiento, abrió un cajón de su escritorio y reveló su
propio colgante idéntico. Taylor se encontró agarrando el collar que Kopano le había hecho
para Navidad, que también contenía un trozo de Loralita, preguntándose por el significado de
estos artículos.
— Lo llamo Nuevo Lorien — Dijo John — Es un lugar donde nuestra gente puede estar
segura. Especialmente una vez que tenga suficientes generadores de campos de fuerza. El de
Vontezza será el tercero que he adquirido.
— Vas a sellarlo, — dijo Nueve, con una nota de incredulidad en su voz. — Como la
base de Setrákus Ra en Virginia Occidental.
— Sí — respondió John. — Ese es el plan.
Taylor estaba agradecida de que Kopano levantó la mano e intervino. — Estoy perdido.
¿Qué es el Nuevo Lorien?
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Es una cueva de mierda, — dijo Nueve con desdén. — Una cueva en el Himalaya
indio donde uno de nuestros amigos muertos solía esconderse. Ahora John pasa todo su
tiempo allí practicando el sitar o alguna mierda.
— Es más que una cueva — dijo John, mirando a Nueve. Tomó aire y con calma se
dirigió a Kopano. — Es más que una cueva. Es un santuario que los Loriences usarían en sus
visitas anteriores a la Tierra. Lo hemos estado construyendo. Yo, Marina y Ella…
— Ese es Número Siete y, um, el otro, — dijo Kopano como un aporte a los demás que
tampoco sabían eso o estaban más interesados en lo que John tenía que decir.
— Hay un pequeño pueblo cercano que es muy acogedor con de nuestro tipo —
continuó John. — He estado en conversaciones con el gobierno indio. La semana pasada,
acordaron otorgarnos el estatus de territorio autónomo.
— ¿Ellos qué? — exclamó Lexa.
Walker imitó tapándose los oídos. — No debería estar escuchando esto.
— Eres uno de nosotros, Karen, — dijo Nueve. — Te guste o no.
— Te dieron un país, — le dijo Malcolm a John con los ojos muy abiertos. — ¿Es eso
lo que nos estás diciendo?
— Territorio autónomo, — lo corrigió John, frotándose tímidamente la nuca. — Pero sí.
— Wow, ¡genial! ¿Cuándo puedo ir de visita? — Dijo Kopano.
— Cuando quieras, — respondió John. — Todos los Garde serán bienvenidos una vez
que tengamos el lugar seguro. Espero que podamos hacer clases y entrenarnos allí. — el miró
a Nueve — Algo así como lo que has configurado aquí.
— Pero sin la ONU mirando por encima de tu hombro, — dijo Nueve, con voz tranquila.
— Correcto.
– ¿Saben esto?, — Preguntó Malcolm. — La ONU, quiero decir. La Garde Terrestre.
— Esta fue una de esas situaciones en las que pensé que sería mejor pedir perdón que
pedir permiso, — respondió John. — Estoy tratando de mantener el lugar en secreto hasta que
sea seguro.
Nueve aplaudió sus manos. — Bueno, suena genial, John. Gracias por visitarnos para
informarnos que estás abriendo una Academia competidora.
John suspiró. — No siempre es una competencia, Nueve. Estoy tratando de planear por
adelantado. ¿No crees que sería bueno para nosotros tener un lugar donde podamos
entrenarnos si las cosas van mal? Sé que no tienes el mejor control sobre este lugar en este
momento—
— ¡Hey! – Taylor dio un paso adelante antes de que Nueve pudiera responder, de pie
junto a su profesor. — ¿Quién eres tú para aparecer aquí así? ¿Dónde demonios has estado?
Lo sé, lo sé—todos adoran al Todopoderoso Número Cuatro. Probablemente mi novio haya
pensado en tatuarse tu cara en el trasero.
— Novio, –repitió Kopano con una sonrisa. — Espera. ¿Qué?
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Se supone que eres tan asombroso — continuó Taylor, ganando fuerza. — Pero por
lo que he oído hasta ahora, te has estado escondiendo en alguna montaña mientras el resto
de nosotros estamos sufriendo aquí ¿Sabías que hay un grupo de idiotas ricos que se hacen
llamar la Fundación y que están tratando de esclavizarnos? ¿Acaso te importa?
— Por favor, Taylor, esto no es productivo, — dijo el Dr. Goode en un intento de calmarla.
— Nah, doctor Goode, con el debido respeto, pero Taylor tiene razón, — agregó Nigel,
apartándose de la pared para poder mirar a John. — ¿Me recuerdas, amigo? Tú me dejaste
en la banca durante la invasión por mi propia protección. Cortaste el cordón después de eso,
¿verdad? — Nigel hizo un gesto al Dr. Goode — El anciano de aquí no te lo dice por alguna
razón, pero su hijo ha sido secuestrado por la Garde Terrestre. Está encerrado en alguna parte.
Recuerdo que ustedes dos eran amigos muy cercanos. ¿No has comprobado esa relación,
verdad?
John se volvió hacia Malcolm. — ¿Es esto cierto?
— Eso creo, — dijo Malcolm. Levantó las manos. — Nos acabamos de enterar, John.
Sabes tan bien como yo que Sam y Seis pueden cuidarse solos.
— Oh, no lo dejes en paz, doctor Goode — dijo Taylor.
John se dio la vuelta para mirar a Walker. — ¿Sabes dónde podrían estar reteniendolos?
Ella sacudió su cabeza. — Cuando Watchtower reclutó a Kopano y Ran, los conocí en
una instalación secreta en Nueva Escocia. Ese lugar estaba siendo cerrado. Escuché hablar
sobre un nuevo centro de detención mejorado, pero solo dijeron los hechos que necesitaba
saber en ese momento, y nada mas y, si no necesitaba saberlo en ese momento, seguramente
no me dirían ahora que estoy AWOL (ausente sin permiso)
Taylor chasqueó los dedos para llamar la atención de John. — ¿Sabes lo que quiere
decir con 'reclutamiento'? La Garde Terrrestre puso chips inhibidores en Kopano y Ran Los
obligó a ir a una misión que realmente no querían hacer. Así que ahora estamos pensando que
quizás esta cosa de la Garde Terrestre en la que estamos trabajando no es tan noble después
de todo El único lugar que tenemos en el que cualquiera de nosotros se siente seguro es aquí,
esta Academia, y si no has notado la vibra general desde que entraste, te lo diré—nos estamos
aferrando a un hilo. Y estás aquí hablando de la India y los campos de fuerza y ayudando a
los mogadorianos. Déjame canalizar a mi amiga Isabela cuando digo, Es una maldita broma?
Los ojos de Kopano se agrandaron y Rabiya sonrió. Vontezza siguió comiendo,
básicamente ajena. Malcolm y Lexa miraron discretamente al espacio, mientras que Maiken
saltaba de un pie a otro como si no pudiera esperar para compartir los detalles de Taylor
regañando al héroe de la invasión. John solo la miró fijamente, digiriendo todo.
Nueve se aclaró la garganta, rompiendo el silencio. — Lo firmé todo.
John miró sus manos, dobladas sobre su regazo y reuniendo sus pensamientos. En
realidad, parecía castigado cuando finalmente se encontró con los ojos de Taylor.
— Sé que me he perdido mucho. He cometido errores. Después de la invasión, estaba
tan cansado de luchar. No podía enfrentar la posibilidad de que alguien más que me importara
pudiera ser herido Pero, por supuesto, la gente se está lastimando, y sentarme afuera no
ayuda… — Sacudió la cabeza. — No voy a poner excusas. Estoy aquí ahora y escucho lo que
estás diciendo. Pensé que podía tomarme mi tiempo con Nuevo Lorien. No pensé que
necesitaríamos un refugio seguro—todavía no, al menos. Esperaba que nunca. Pero pareciera
El Baúl secreto El Baúl secreto
que lo hacemos. Renunciamos a demasiado cuando firmamos el Acuerdo de la Garde. Pensé
que podríamos confiar en la ONU pero—
— Solo podemos confiar el uno en el otro, — dijo Taylor, encogiéndose interiormente
cuando se dio cuenta de que estaba haciendo eco a Einar.
— Estoy de acuerdo, — dijo John. — Es por eso que vine aquí. Necesito su ayuda.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO OCHO

RAN TAKEDA
ALGÚN LUGAR SOBRE EL MAR TIRRENO

— ¿VAS ALGUNA VEZ A EXPLICAR QUE DEMONIOS fue eso de allá? — dijo Caleb
bruscamente, sin hacer ningún esfuerzo por contener su impaciencia.
—Nosotros miramos por la ventana, — dijo Duanphen — No entendí lo que vi.
— Estaba en el suelo y no lo entendí, – le dijo Caleb.
— Ugh, No puedo creer que estemos de regreso en esta olorosa nave, — agregó
Isabella inútilmente.
Ran estuvo de acuerdo con todas estas afirmaciones, pero siempre le pareció más útil
guardar silencio y observar en lugar de unirse al coro confundido. Estaba parada en la puerta
de entrada a la cabina del skimmer, apoyada contra el marco de metal frío, con los brazos
cruzados. Todos estaban abarrotados allí. Cinco volaba la nave, manteniéndolos cubiertos y
a gran velocidad mientras huían de Italia. El resto de ellos se reunieron alrededor de Einar,
que se arrodilló en el suelo, con media docena de tablets tendidas delante de él.
— Te lo mostraré — murmuró Einar, hojeando los archivos de una tableta con
movimientos frustrados y maníacos de sus dedos — Sé que está en uno de estos.
Todas las tablets pertenecieron una vez a miembros de la Fundación. Ran no quería
saber exactamente cómo Einar las adquirió, aunque podía adivinar. Contenían las
identidades de otros miembros de la Fundación, sus contactos y lacayos, datos de ubicación
e historial de ofertas en la Garde que habían comprado en la subasta. Pero ni una sola tablet
contenía toda la información. No había una llave maestra que pudiera desbloquear toda la
red de sombras. La Fundación se mantuvo deliberadamente compartimentada—ningún
miembro tuvo acceso a más de un fragmento de todos los secretos de la organización.
Mientras viajaban por Europa, se enteraron de que las tablets se estaban volviendo
obsoletas rápidamente. La Fundación sabía que algunos de sus miembros habían sido
comprometidos y se estaban adaptando.
— Podrías decirnos, — dijo Caleb. — Usa tus palabras. Por lo general, amas eso.
— Es mejor que vean ustedes mismos a qué nos enfrentamos, — respondió Einar sin
levantar la mirada.
— Sigues diciendo eso.
— Sí, — estuvo de acuerdo Einar. — Porque sigues haciéndome repetirlo.
— Aquí van otra vez, — dijo Isabela con un giro de los ojos que Ran encontró tan
predecibles como Einar y Caleb discutiendo. — Déjenme saber cuando aterricemos en algún
buen lugar. Estaré en mi armario cuestionando las decisiones de mi vida.
Isabela pasó junto a Ran cuando salía de la cabina del piloto y se dirigía a la sala de
almacenamiento que había convertido en una habitación. Caleb mantuvo su saco de dormir
contra una mampara cerca de la rampa de salida. Cinco dormía en la cabina del piloto. Einar,
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que no dormía lo suficiente, se quedó en la armería de la nave, que carecía de armas, pero
ahora tenía mucho dinero robado, obras de arte y joyas. Duanphen y Ran compartían el
abarrotado espacio para pasajeros, que en realidad eran solo dos bancos duros a lo largo de
las paredes opuestas. Estaban prácticamente una encima de la otra todo el tiempo e Isabela
tenía razón sobre el olor. La nave entera apestaba a axilas, aliento rancio y nuggets de pollo.
Estos skimmers estaban construidos para transportar mogadorianos desde sus buques de
guerra hasta el combate en tierra. No eran hogares. Ni siquiera eran dormitorios.
Ran no se iba a enfurecer por eso como Isabela, pero definitivamente había estado
esperando un tiempo fuera de la nave. Fue la claustrofobia lo que los hacia estallar tan
rápido entre sí.
— Casi matas a un anciano, — le dijo Caleb a Einar.
— Pero no lo hice, — respondió Einar.— Créame. Pude haberlo golpeado más fuerte.
— Oh, ¿entonces todo estaba bajo control?
— Si.
— ¿Por qué no te creo?
— No me importa lo que creas, Caleb, – Dijo Einar entre dientes. Tiró una tableta a un
lado con una fuerza que sugería lo contrario, recogiendo otra en el mismo movimiento
enojado.— Deja de fastidiarme por cinco segundos para que pueda encontrar lo que estoy
buscando.
Duanphen miró a los dos chicos, como si no estuviera completamente segura de por
qué estaban peleando o si debía intervenir. Cuando miró en dirección a Ran, Ran le ofreció
una sutil sacudida de cabeza. No te molestes. Déjalo acabar
Esta lucha por el control entre Einar y Caleb había estado ocurriendo desde que este
desigual grupo se unió por primera vez. En la estimación de Ran, ambos chicos estaban
atravesando por graves crisis existenciales. Caleb había abandonado lo que Isabela
denominaba su "estilo de vida de Boy Scout" y ahora intentaba constantemente justificar esa
decisión controlando a Einar y manteniéndolos en la misión—incluso si esa misión era a
menudo tan escurridiza como la Fundación. Mientras tanto, la abundancia de confianza de
Einar había disminuido desde que su gran discurso en Suiza falló en convertirlo en un icono
para la Garde humana. En su lugar, había sido tildado de terrorista. Nadie se había unido a
su causa, excepto los que estaban a bordo de este skimmer e, incluso para ellos, asociarse
con Einar era una cuestión de necesidad. Einar casi había sido asesinado. Él no tenía ningún
plan. Él estaba en espiral. Hacer un escándalo de lo que sucedió en Italia era su manera de
ejercer cierto control, incluso si estaba totalmente fuera de lugar.
Así que Ran dejó que los dos discutieran. Si alguna vez fuera realmente necesario,
obviamente estaría del lado de Caleb. No hace mucho tiempo, Einar había usado su
telequinesis para romperle las costillas y casi mató a su mejor amigo. Pero, por ahora, sus
peleas no eran más serias que las quejas de Isabela sobre sus condiciones de vida. Estaban
liberando presión.
— ¡Ajá! — Gritó Einar, sosteniendo una tableta con ambas manos. — ¡Te dije que
estaba aquí!
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Finalmente, — murmuró Caleb. Se acercó a Einar para mirar la tablet. Duanphen y
Ran se unieron al grupo y pronto el piloto automático del skimmer se activó y Cinco también
regresó.
Con toda su atención, Einar parecía un poco restaurado a su antiguo y autoritario yo.
— Esta tablet proviene de un mercenario de Blackstone que eliminé en Islandia, –
explicó Einar. — Sin el conocimiento de la Fundación, a veces registran sus combates. Esto
es de después de la invasión, cuando la Fundación recién estaba comenzando.
— Reproducelo, por favor, — dijo Ran simplemente, habiendo tenido suficiente de la
explicación. Los labios de Einar se curvaron en un breve ceño fruncido, pero él hizo lo que
ella le pidió.
La pantalla cobró vida con un granulado video tintado de verde. Apareció un grupo de
mercenarios con armadura de metal—el traje de Blackstone con el que Ran estaba muy
familiarizada—atestado en lo que parecía una sala de estar suburbana con paneles de
madera en sus muros, alfombras de pelo largo y muebles con estampado de flores. Había
cinco mercenarios en total, todos ellos con guantes y cascos con viseras, y todos ellos
dedicados a luchar contra un adolescente flaco y retorcido.
— ¡Mi hijo está poseído!, – Gritó una resonante voz de barítono desde la pantalla. —
¡Hay un demonio en mi hijo!
— ¿Alguien por favor callaría al predicador? — Gruñó uno de los mercenarios.
Ran se centró en el chico del centro del grupo. Llevaba pantalones de pijama y una
camiseta sin mangas, manchas de acné visibles en sus estrechos hombros. Probablemente
alrededor de uno quince años. Tenía el cabello castaño, ondulado y salvaje que había sido
atado en una cola de caballo hasta que los mercenarios comenzaron a agarrarlo.
¿Cómo fue que este niño retuvo a un grupo de adultos entrenados en combate?
Telequinesis. No el control preciso que Ran había practicado en su época en la Academia,
sino la fuerza bruta y desesperada de un nueva Garde luchando por su vida. Los hombres
adultos fueron lanzados hacia atrás por repentinos estallidos de fuerza o de lo contrario se
estrellaron contra el techo. Objetos aleatorios de alrededor de la habitación giraron a través
del cuadro—en su mayoría ángeles de cerámica, pero también un gran crucifijo metálico que
golpeó la protección de la cara de un mercenario con la fuerza suficiente para abrirla.
— ¡No es el diablo, papá!, – Gritó el niño. — ¡Es un regalo! ¡Pude ver dentro de tu
corazón cuando te toqué! Vi tus pecados…
— ¡Mentiras! — Replicó el padre fuera de la pantalla.
Mientras los dos discutían, los mercenarios trataban de tirar al escuálido niño a camisa
de fuerza. Al parecer, esto fue antes de la invención de los inhibidores.
Harto de los gritos y de las chucherias rompiendo sobre sus hombros, el mercenario
con la máscara facial destrozada se lanzó hacia adelante y le dio un gancho derecho a la
mandíbula del niño. El golpe hizo caer de rodillas e inmediatamente algunos chicos de
Blackstone torciendo con fuerza sus brazos hacia atrás.
— Cuidado con él, Crenshaw, — reprendió uno de los otros hombres al golpeador. —
Lo quieren en una sola pieza.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Alguien tenía que hacerlo, — dijo Crenshaw. — Hecho jugando bien con estos
pinchazos.
— Estás comprometido, despeja el área de inmediato, — respondió el primero. —
Recuerda, sin contacto de pie—
Un repentino estallido de telequinesis arrojó a un lado a los mercenarios que sujetaban
los brazos del niño, permitiéndole ponerse de pie y pasar la mano por la visera rota de
Crenshaw. La boca del niño estaba ensangrentada, lo que hizo que su sonrisa torcida fuera
aún más desagradable.
Y luego, de repente, el cuerpo del niño quedó flácido y cayó al suelo como una
marioneta con los hilos cortados. Uno de los mercenarios comenzó a gritar: — ¡Sometan a
Crenshaw! Sometan—!
Pero fueron demasiado lentos. El mercenario Crenshaw ahora lucía la extraña sonrisa
del niño. Se sacó un arma de la cadera y abrió fuego contra sus colegas.
El video se cortó cuando el soldado que estaba haciendo la grabación se lanzó hacia
atrás al recibir un disparo en el pecho.
Caleb rompió el silencio en la cabina del piloto. — ¿Que hizo...? ¿Qué hizo ese niño?
— La Fundación describió su legado como transferencia de conciencia táctil, —
respondió Einar, repitiendo la escena en la tableta, esta vez en silencio.
— Es un poseedor, — dijo Cinco. — Un saltador de cuerpo.
— Sí, — confirmó Einar. – Su nombre es Lucas Sanders y con un toque puede
transferir su conciencia a otro cuerpo. Una vez en un nuevo cuerpo, él se puede transferir en
otro y en otro, todo con un toque.
Ran recordó a la mujer que observaba la villa en Italia, cómo había intercambiado
asientos con un hombre cuando ella apareció, razón por la que Ran se fijó en ella en primer
lugar.
— Pensé que era un equipo de agentes que controlaban, — dijo en voz alta. — Pero
era solo él. Tomando el control de los locales.
— Lo más probable, es que si — dijo Einar. — Tenemos suerte de que lo vieras
cuando lo hiciste. Si se hubiera acercado lo suficiente a nosotros para iniciar el contacto… —
Ran se dio cuenta de cómo la mirada de Einar se movió en dirección a Cinco, probablemente
imaginando el daño que se podría haber hecho si este tipo, Lucas, tomara el control del
Lorience. — Mientras está en un cuerpo anfitrión, Lucas no tiene su telequinesis. Sin
embargo, él es capaz de acceder a los recuerdos del anfitrión. Mirar a través de ellos. Así fue
como la Fundación quiso usarlo. Por pequeñas razones, como averiguar si tu esposa te
estaba engañando. O para obtener ganancias financieras, como robar secretos comerciales
directamente de la mente de un inventor. Pero Lucas demostró ser demasiado inestable para
ser útil. Al menos eso es lo que escuché.
— ¿Qué pasa con las personas que posee? — Preguntó Caleb.
— Informan que son conscientes de sus acciones, aunque no pueden detenerse. Lo
describen como un sueño.
— Sabes mucho sobre este tipo — dijo Caleb.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Lucas fue uno de los primeros reclutas de la Fundación, junto conmigo, — dijo
Einar, hablando con franqueza. — La mayoría de las veces nos mantuvimos separados,
excepto por algunos ejercicios de entrenamiento, pero vi lo suficiente para saber que estaba
completamente loco.
Caleb le lanzó a Ran una mirada para señalar la ironía de Einar llamando a alguien
más loco. Sin embargo, a Ran no le pareció irónico. Ella lo encontraba preocupante.
— Nunca escuche de él cuando estaba con la Fundación, — dijo Duanphen.
— No, llegaste más tarde, — respondió Einar. — Para entonces, Lucas estaba muerto.
O, al menos, se suponía que lo estaba.
— ¿Qué quieres decir? — preguntó Cinco.
— Lucas estaba loco. Está loco, — se corrigió Einar. — Su padre era un
fundamentalista cristiano que creía que los legados eran una plaga enviada por el diablo.
Lucas también creyó que, con la ilusión añadida de que era un arcángel, fue enviado por el
cielo para detener a aquellos con legados. O, en realidad, a cualquiera que no le gustara.
Hubo rumores sobre cosas que hizo en las misiones de la Fundación—asesinatos fuera de
los aprobados por nuestros controladores. Ataques a otros garde. Todo en nombre del juicio.
— Espera, — intervino Caleb. — ¿Por qué todas esas cosas religiosas suenan tan
familiares?
— El padre de Lucas es ... bueno, fue el reverendo James Robert Sanders. Reverendo
Jimbo. El líder de los segadores.
— Mataste a ese hombre, — dijo Ran.
— Sí, – estuvo de acuerdo Einar. — Y lo haría de nuevo.
Caleb se pellizcó el puente de la nariz. — Jesucristo.
— Así es exactamente como Lucas piensa de sí mismo, — dijo Einar.
— Un Garde que odia a su propia especie, — murmuró Ran. — Un arma valiosa en
manos de un grupo como la Fundación.
Cinco gruñó su acuerdo.
— La Fundación pasa la mayor parte del tiempo explotando Garde para obtener
ganancias, — continuó Einar. — Pero tampoco tienen miedo de eliminar a quienes creen
que son un peligro para la humanidad. Escuché que Lucas estaba entre comillas retirado.
Demasiados intentos de escape, demasiado difícil de controlar. Pensé que lo mataron.
Debería haber sabido que nunca eliminarían un activo tan valioso. Debió haber sido
encarcelado en alguna parte hasta que tuvieran una razón para dejarlo ir.
— Eres una buena razón, — dijo Caleb.
— Sí, parece que la mejor manera de controlar a Lucas es dejar que haga lo que ama,
— dijo Einar, frunciendo los labios. — Cazar a la Garde y juzgarlos.
— ¿Pero cómo nos encontró? — preguntó Duanphen.
Caleb miró las tablets aún esparcidas por el suelo a los pies de Einar.
— ¿Podrían estar rastreando esas?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Einar negó con la cabeza. — No. Aquí es donde la paranoia de la Fundación juega a
nuestro favor. Por su propia seguridad, sus computadoras no se pueden rastrear.
— Si tuvieran un rastreador en nosotros, nos atacarían veinticuatro / siete , — dijo
Cinco.
— Ellos saben a cuál de sus personas hemos identificado, – respondió Caleb. — Si
son lo suficientemente inteligentes como para evacuarlos de sus mansiones, es lógico que
también puedan estar vigilando esos lugares.
— Tal vez si Blackstone nos estuviera esperando, estaría de acuerdo, — dijo Ran. —
Pero era solo este chico. ¿Cómo sabría que era en Italia? Debe ser más que una conjetura
afortunada.
— Entonces, nos están siguiendo, — dijo Caleb, arrugando la cara. — Pero no de
forma consistente.
— No tiene sentido, — se quejó Cinco.
Ran se giró para mirar a Einar. — Más importante aún, si nos encontramos con este
chico otra vez, ¿cómo lo detenemos?
— Bueno, obviamente, no dejes que te toque, — respondió Einar. — Si el cuerpo que
posee cae inconsciente, Lucas es arrojado a su propio cuerpo. Es por eso que golpeé a ese
viejo tan fuerte…
— Esto es enfermo, — dijo Caleb, mirando a Einar. — Es incluso peor de lo que
haces. No podemos golpear a sus anfitriones solo porque tuvieron la mala suerte de que este
tipo los tocara .
— ¿Su legado tiene un rango? — Preguntó Duanphen. — ¿Necesita mantener una
cierta distancia de su cuerpo real?
— No, – respondió Einar. — Con toda probabilidad, el cuerpo de Lucas está bajo
vigilancia en las instalaciones de la Fundación en algún lugar. Al menos, si noqueamos a uno
de sus anfitriones, podemos enviarlo allí. Comprarnos algo de tiempo.
— Lo que deberíamos hacer es buscar su ubicación, — dijo Cinco— Cortar la cabeza
del monstruo. — Caleb le lanzó una mirada a Cinco y el Lorience levantó las manos. —
Metafóricamente.
— No es una mala idea, — dijo Ran. — Si Lucas decide amenazarnos, deberíamos
responder de la misma manera.
– Y si podemos encontrar esta instalación, podríamos desenterrar algo de la suciedad*
de la Fundación que realmente se adhiera, — dijo Caleb, dando vueltas a la idea.
Einar sonrió. Parecía energizado. Por fin, tenían una misión que no era solo tropezar
en callejones sin salida. Se agachó para recoger las tablets — Tengo una idea de dónde
empezar a buscar. Solo denme tiempo para investigar
— Aquí, déjame ayudarte, — dijo Duanphen. Cogió algunas de las tablets y siguió a
Einar fuera de la cabina.
Caleb sopló sus mejillas. — Bueno, supongo que debería ir a decirle a Isabela todo lo
que se perdió. Decirle que evite que hombres extraños la toquen.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ran levantó una ceja.
— Quiero decir, no usaré esas palabras exactamente …
Caleb salió de la cabina. Ran no pudo evitar sonreír un poco mientras lo observaba
intentar enderezar su cabello rubio mientras se iba. El chico era como una polilla a una llama
cuando se trataba de Isabela.
Con un gruñido, Cinco regresó al asiento del piloto. Estaban solos. Ran se demoró un
momento, sin saber cómo acercarse a hablar al intimidante Lorience. Había algo en su
mente, un pensamiento que le había estado molestando durante meses, uno que solo se
había vuelto más persistente con el descubrimiento de este personaje de Lucas. Ella tenía
una pregunta y Cinco era el único capaz de responderla.
Ella se adelantó y se sentó en el asiento del copiloto. El ojo de Cinco giró en su
dirección, pero él no dijo nada
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
Cinco giró completamente en su dirección, con una expresión de sorpresa en su
rostro. Su frente se frunció y se aflojó. Su boca se abrió y se cerró. Ran lo miró fijamente, su
propia expresión impasible. Ella sabía que Cinco estaba dañado; que las interacciones
sociales no siempre fueron fáciles para él. Ella le dio tiempo para responder. — Una
pregunta, — repitió finalmente. — Claro.
— La entidad Lorica viajó a la Tierra desde tu planeta moribundo, ¿verdad?
— ¿Eso es lo que quieres hablar? ¿Historia antigua?
— Es un punto de partida. Para ser honesto, tengo muchas preguntas, — respondió
Ran. — Las he tenido durante algún tiempo, en realidad, pero nunca ordené mis
pensamientos lo suficiente para preguntarles. He tenido mucho tiempo con mis pensamientos
en esta nave.
— Está bien, – Gruñó Cinco. Obviamente todavía estaba confundido por el enfoque de
Ran—ella ni siquiera entendía completamente por qué había elegido este momento o
incluso este Lorience para hablar—pero él decidió seguir el juego. — Sí. La entidad Lorica
huyó aquí durante la aniquilación de Lorien. Una parte de ella ya estaba aquí en realidad
porque algunos de los Ancianos anticiparon lo que Setrákus Ra estaba tramando pero. . . sí.
¿Por qué quieres saber sobre esa mierda?
— Los que no estudian historia están condenados a repetirla, — respondió Ran.
— UH Huh. Escuché eso antes.
Ran se relajó un poco en su asiento, sintiéndose cada vez más cómoda de que Cinco
no interrumpiera repentinamente la conversación ni perdiera el control.
— Esta entidad es un ser de energía pura. Tu gente no lo entendió completamente. La
mía ciertamente no lo hace. Pero todos estamos de acuerdo en que es capaz de otorgar
Legados.
Cinco se giró para mirar por el parabrisas hacia las nubes oscuras que pasaban por
allí — Lo resume bastante bien, — respondió con un bostezo.
— ¿Y crees que esta entidad es inteligente?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cinco frunció los labios. — ¿Qué quieres decir?
— Que no es un fenómeno como un terremoto o un tornado. Es consciente. Sabe lo
que está haciendo.
Cinco tamborileó con los dedos en el volante, pensando en eso. — No recuerdo
mucho de Lorien. Era joven cuando mis padres me lanzaron a través del maldito universo.
Pero sé que mi gente adoraba a la entidad como un dios. No de la forma en que los humanos
tienen dioses que pasan el rato en las nubes y juzgan a las personas cuando mueren. Más
como la madre naturaleza. Una fuerza nutriente de bondad general o algo de esa mierda.
— Así que no es algo que piense o se comunique como nosotros, — dijo Ran. — Es
algo que simplemente es.
— No dije que no se comunicara — La mirada de Cinco se oscureció y Ran temió que
no pudiera no decir más. El escogió una de las manchas oscuras en el dorso de su mano,
donde el líquido mogadoriano había lo había carcomido. — Algunos de los otros Garde—mi
Garde, los numerados—hablaron con la entidad. Uno de ellos incluso llevaba un poco de su
poder adicional por un tiempo. Ellos… A ellos no les agrado mucho. Nunca me dijeron lo que
les dijo o lo que vieron.
— Ya veo.
Cinco se aclaró la garganta. — Setrákus Ra afirmó que la energía Lorica no era nada
más que un recurso que podía ser aprovechado y utilizado. Ese fango que viste en Suiza—
que se crea al corromper la energía del Lorica. Setrákus Ra pensó que si podía dominar ese
proceso, podría dar Legados y quitarlos. Eliminar la aleatoriedad de todo.
Cinco extendió el brazo para que Ran pudiera ver dónde las manchas oscuras, como
costras, lo cubrían. Ella no podía jurarlo, pero pensó que la condición de Cinco había
empeorado desde que se defendieron en Suiza y que él había transformado todo su cuerpo
en un líquido viscoso y fluido. Esas cosas estaba destruyéndolo gradualmente.
— Lindo ¿verdad? — Cinco preguntó, refiriéndose a su piel. — Ese es el resultado de
todo el trabajo duro de Setrákus Ra.
— Lamento que te haya pasado, — dijo Ran.
Cinco simplemente gruñó en respuesta y tiró de las sudaderas hasta los nudillos. Ran
se quedó en silencio por un momento, tratando de encontrar cual era mejor frase de expresar
su próximo pensamiento.
— Sé que era un hombre atroz y malvado, — dijo Ran tímidamente. — Pero puedo
entender el deseo de Setrákus Ra de controlar Legados.
Los labios de Cinco se curvaron hacia atrás. — Puedes, — dijo rotundamente.
— Si la entidad es una forma de vida inteligente, ¿por qué otorgaría un legado a un
niño con tanto odio en su corazón?
Cinco fruncieron el ceño. — No siempre fui así.
— No, no – dijo Ran rápidamente. — No tú. El niño en el video.
— Oh. Él.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— ¿Por qué obtendría Legados? — Ran preguntó de nuevo. — Y ese poder. Para
tomar el control de otra persona. Para hacerlos prisioneros en su propio cuerpo. ¿Qué bien
puede hacer eso al mundo? Para esa materia… — Ran miró de reojo por encima de su
hombro. — ¿Cuál es el beneficio para una Garde como Einar? Manipulando a la gente—
— Me tranquiliza, — interrumpió Cinco, aunque sin malicia alguna. — Sé lo que
ustedes piensan de él. Sé que te ha lastimado. Dañó especialmente a tu molesto amigo
británico. Pero yo... Nunca he podido controlar mis emociones. Es incluso peor a veces
después de lo que me pasó... Lo que sucedió durante la invasión. Siento dolor y rabia y…
Solo lo pierdo (la cordura). Cuando se pone así, Einar puede ayudarme a sentir normal
nuevamente. Me ayuda a olvidar el inodoro que ha sido mi vida.
Cinco habló en voz baja, con poca inflexión. Era lo más que Ran le había oído decir a
la vez. Ella había esperado sacar algunas respuestas sobre la naturaleza de sus Legados de
su asociado Lorience. Ella nunca había esperado que él se abriera . No con su brutal
reputación. Ella pensó en poner una mano en su brazo, pero decidió no hacerlo. Mejor
mantener una distancia de compañerismo. Miró hacia el cielo, a la altura de la mirada de
Cinco.
— No lo sabía, — dijo ella. – Tal vez hay un uso y simplemente no lo veo…
— ¿Estás hablando de ese niño Lucas? ¿O a ti misma?
Ran sonrió para sus adentros. — ¿Es tan obvio?
— Presté atención a Suiza, — dijo Cinco — Dijiste que no querías ser el arma de
nadie
— Yo… — Ran se miró las manos.
Pensó en cómo se derrumbó el techo de su apartamento cuando los mogadorianos
abrieron fuego contra Tokio. Podía oír llorar a sus hermanitos. En pánico, empujó los
escombros con su telequinesis recién descubierta—ni siquiera sabía lo que estaba haciendo,
lo fuerte que estaba presionando. Ella se liberó. Pero sus hermanos dejaron de llorar
después de eso.
— He lastimado a la gente con estos legados, — dijo en voz baja. — Gente que no
quería lastimar. Traje a mi amigo a la vida pero fue… fue suerte. Y podría haberlo matado tan
fácilmente. No entiendo por qué la entidad me daría estos poderes. No entiendo a qué
propósito debo servir.
Cinco respiraron lentamente por la nariz. — Solía amar volar. Entonces Setrákus Ra
me dijo que, en Lorien, volar era casi tan común como la telequinesis. Es un poder sin valor,
dijo. Me dijo que mi legado más fuerte, el único que importa, es este... — hubo un destello de
plata cuando Cinco transformó brevemente su piel en el mismo metal que la columna de
dirección. — Mi piel. ¿Para qué sirve, excepto para absorber el daño y aliviar el dolor?
— Tú también has pensado en esto, — dijo Ran.
— Sí, tuve mucho tiempo para pensar después de la invasión. Estaba en una isla,
bastante seguro de que iba a morir cualquier día. Una chica que odia mis entrañas me
estaba mirando, preocupada de que pudiera hacer algo malo. — el resopló — Incluso ella
perdió el interés con el tiempo y siguió adelante. Solo fui yo hasta que Einar apareció, me
contó sobre estas personas de la Fundación y cómo querían esclavizar a los Garde. Como
dijiste antes sobre la historia... Era el ciclo que comenzaba de nuevo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Entonces, ¿crees que tenemos estos legados para luchar contra la Fundación? —
Preguntó Ran. — Que ese es nuestro propósito.
— No, no exactamente, — dijo Cinco — Creo que lo que somos—lo que un Garde
es— es un mecanismo de defensa personal. La entidad se preocupa por el Lorience y Lorien
o la humanidad y la Tierra solo en la medida en que pueda continuar existiendo. Necesita un
lugar para vivir. Nos dan legados para defenderlo. No estamos aquí para mejorar la vida ni
para salvar a la sociedad ni a nada de eso. Estamos aquí para asegurarnos de que una
antigua bola de energía siga ardiendo. Eso es lo que creo.
— Eso es… — Ran hizo una pausa. — Eso es sombrío.
Cinco mostró sus dientes, una aproximación de una sonrisa. — ¿Sabes quién
gobernó sobre Lorien? Un consejo de ancianos—los más antiguos y poderosos de los Garde.
Era un lugar tranquilo antes del final. Casi una utopía, escuche a los demás refugiados
decirlo. Pero Setrákus Ra me contó lo que sucedió antes de que existiera un Consejo de
Ancianos.
Ran no estaba segura de que ella quisiera saber qué diría Cinco a continuación. Ella
estaba recibiendo más respuestas de las que esperaba.
— Setrákus Ra era un mentiroso, — dijo en voz baja.
---Claro que lo era, —concordó Cinco. — Y tal vez esto fue una mentira. Pero al
escucharlo decir, que había muchos Loriences sin legados que querían controlar a los Garde,
o que no les gustaba que un montón de idiotas al azar tuvieran superpoderes. Hubo una
guerra.
— ¿Qué pasó? — Ran preguntó, aunque ella podía adivinar la respuesta.
— Los Garde tomaron el control del planeta y todo el Lorience normal que estaba contra ellos
fue destruido, — respondió Cinco simplemente. — Como dijiste, la historia se repite.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO NUEVE
NIGEL BARNABY
UNION ESTUDIANTIL
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA — POINT REYES, CALIFORNIA

MIENTRAS TIRABA SUS RAÍDAS CONVERSE EN el área común de su dormitorio, Nigel


podía de alguna manera escuchar a Kopano roncar a través de la puerta cerrada de su
habitación. No entendía cómo el gran muchacho podía dormir tan profundamente todo el
tiempo. Nigel estaba celoso. No había tenido una buena noche de descanso en semanas.
Siempre esperaba despertarse y encontrar a Bea de pie junto a él, tomando una taza de té y
sosteniendo un inhibidor pegado al cuello de Nigel.
Ran sufrió de insomnio, ¿verdad? Solía correr por el campus por la noche hasta que se
cansaba, ganando la batalla a su cuerpo. Sin embargo, ese no era el estilo de Nigel. A veces,
subía a la habitación vacía que él y Caleb una vez usaron para la practica de la banda y tocaba
una guitarra hasta que le dolían los dedos. Sin embargo, eso no lo ayudó a dormir.
Pensar en que los amigos que lo rescataron pasaban el rato con un asesino nunca le
tranquilizaba. Sorpresa sorpresa.
Con los zapatos puestos, Nigel salió de su dormitorio. Era casi el amanecer, de todos
modos. La academia comenzaba a cobrar vida. Oyó las duchas corriendo y gruñidos
somnolientos mientras se dirigía a la escalera. Las primeras clases del día comenzaban en
una hora. Nigel estaba bastante seguro de que estaba apuntado para la Física de los Legados.
Esa era una clase especial diseñada por el Dr. Goode donde ellos estudiaban las leyes
científicas que sus Legados estaban rompiendo, en un intento por comprender mejor sus
poderes. Lo habían puesto en esa clase para que pudiera aprender más sobre las ondas de
sonido. Fue algo interesante, hasta que una gran cantidad de líneas onduladas y las fórmulas
incomprensibles llegaron.
Se había saltado las últimas clases. Nadie había dicho nada. No hubo reprimenda en
su dirección. Incluso el Dr. Goode y los otros instructores restantes sabían darle espacio.
Tal vez él entraría esa mañana. La conferencia podría ayudarlo a tomar una siesta. Un
chico podía tener espanza.
Afuera, el aire de la mañana era húmedo y frío. El cielo apenas comenzaba a aclararse,
proyectando el campus en una bruma gris de ensueño. Nigel atravesó la hierba húmeda del
césped hacia la asociación de estudiantes. El otro día, su malvada madre había comentado
que estaba "más delgado que de costumbre", y cuando Nigel se miró en el espejo esa mañana,
notó que sus pómulos sobresalían mas de lo normal. Mejor trataba de comer algo.
Nigel encontró un pequeño grupo de otros madrugadores en el interior, todos ellos con
ojos llorosos y hombros hundidos como él. Los estudiantes estaban acurrucados cerca de la
línea de comida, involucrados en una discusión. Algo no estaba bien.
Todas las mañanas desde que el personal había atendido este lugar, la asociación de
estudiantes había olido a café y tocino. Pero no hoy.
La cocina estaba vacía.
El Baúl secreto El Baúl secreto
—¿Qué es todo esto, entonces? — Preguntó Nigel cuando se unió a los otros
estudiantes.
— No hay comida, – le dijo Omar Azoulay.
— Me muero de hambre, – se quejó Danny, el tweeb canadiense de catorce años, de
pelo castaño largo y suelto como algún banda de chicos rechazada. — ¿Qué se supone que
debemos hacer?
Nigel suspiró. El resto del personal de la cocina debía haber renunciado. Él no podía
culparlos por no quedarse ahí. Había muchos puestos de trabajo en el servicio de alimentos
que no requerían una autorización de seguridad. Dejar a los estudiantes hambrientos de
recursos parecía ser el plan de Greger para lograr que Nueve aceptara su terminación. El
enlace de la Garde Terrestre no debe haberse dado cuenta de cuán terco era Nueve—o de
cuánto lo apoyaba el cuerpo estudiantil.
— Controlate – le dijo Nigel a la gimoteante tweeb mientras saltaba sobre el mostrador
y entraba en la cocina. — El hecho de que la ayuda se hubiera largado no significaba que la
despensa estuviera vacía.
Nigel revolvió los gabinetes y encontrando rápidamente donde el personal almacenada
los muffins envasados y cajas personales de cereales. Tiró de estos contenedores y los hizo
flotar hacia la línea del buffet con su telequinesis.
— Ayúdenme a poner esto, — les dijo a los demás, que estaban allí de pie mirándolo.
— Dijeron que nos cuidarían si veníamos aquí,—dijo Danny. Parecía casi aturdido. ----
Ahora estamos solos. . . estamos por nuestra cuenta?
La palabra "Idiota" estaba en la punta de la lengua de Nigel, pero logró contenerla El
niño no solo estaba molesto por la falta de un desayuno saludable. Él estaba asustado. Muchos
de estos Garde no habían hecho más que ver la invasión en la televisión Desde entonces,
habían sido protegidos por la Garde Terrestre. Nunca se habían enfrentado a lo que Nigel y
sus amigos habían hecho.
– ¡Maldito infierno! Son un grupo lamentable. — Dijo Nigel, cruzándose se brazos. —
Se supone que ustedes son Garde. Los seres más temibles del planeta. Protectores del futuro
mundo. Y aqui los encuentro acurrucados como unos bebes mojados con miedo de hacer el
desayuno? Me avergüenza estar entre ustedes.
— Okey Nigel, lo tenemos. — dijo Lisbette — ¿Que deberíamos hacer?
— Que alguien revise los refrigeradores y saque los jugos. Pónganlos en esas bonitas
cosas que parecen floreros.
— Jarros, — dijo Lisbette — Se llaman jarros,
— No me importa como se llaman, — respondió Nigel. Señaló el espacio vacío en el
buffet donde se suponía que debían estar las bebidas. — Haces hielo, ¿verdad? Llénalo y
luego consigue las bebidas.
Lisbette le hizo una mueca, pero hizo lo que se le dijo. Omar levantó la mano.
— Mi familia era dueña de un restaurante, — dijo Omar. — Puedo hacer huevos
revueltos
El Baúl secreto El Baúl secreto
Nigel extendió las manos como si se les hubiera otorgado una bendición desde lo alto.
— Entonces, ¿Qué esperas? Hazlo. Incluso puedes usar esa respiración de fuego tuya para
asar las salchichas. Conseguiré que Nueve te de crédito extra por practicar.
—Asqueroso, – protestó Lisbette. — No quiero su escupida de fuego en mi comida.
—Alguien saque los plato y los cubiertos. Y que alguien más prepare café o los
profesores probablemente perdieran la cabeza… — Mientras Nigel repartía las tareas para los
demás, la ironía no se le escapó. Había crecido atendido por un equipo de obedientes
sirvientes. De hecho no podía revolver ni un huevo o encender la maquina de café por si solo.
Sus habilidades se aprovecharon al máximo juntando las rebanadas de pan para un sándwich
de mantequilla de maní y mermelada. Al menos el aristócrata en él sabía cómo dar ordenes.
Pronto, la asociación estudiantil estaba zumbando de actividad. Casi parecía normal. A
medida que más estudiantes ingresaban, algunos de ellos estaban demasiado cansados como
para darse cuenta de que era Omar detrás del mostrador de la cocina en lugar de los asistentes
habituales.
— Una pequeña batalla a la vez, — murmuró Nigel.
Al otro lado de la habitación, Nigel tomó nota de la entrada de la doctora Susan Chen.
La decana académica parecía haberse vestido a toda prisa. Ella abandonó su habitual termo
de café, dirigiéndose en su lugar directamente al tablero de anuncios donde se los anuncios
eran publicados. Nigel la encontró allí.
— Oi, Susan, ¿tú y los otros grandes maestros saben que todo el personal de cocina se
ha ido de vacaciones?
La Dra. Chen le dio una mirada cansada. — El señor Karlsson de la Garde Terrestre
envió un aviso anoche de que ningún personal humano debía presentarse para trabajar hasta
que se resuelvan los llamados “problemas de liderazgo” de la Academia. La cocina y el
personal de mantenimiento no viven en el campus, como la facultad, así que dudo que los
pacificadores los dejen regresar incluso si decidieron violar el decreto de Greger.
— Esa es su estrategia, entonces. — dijo Nigel con un resoplido. — Privarnos de
panqueques.
En el tablón de anuncios, el Dr. Chen escribió un aviso sobre las clases canceladas.
Nigel hizo una rápida revisión de la lista. Parecía que casi la mitad del personal de la Academia
tomaba permisos de ausencia indefinidos.
— Realizamos una reunión antes del amanecer. No todo el personal quiere ver a Nueve
reemplazado por un burócrata. Y algunos de nosotros, como yo, creemos que nuestra primera
responsabilidad es con ustedes, la Garde. Lo que estamos haciendo aquí es importante.
— Excelente, Dr. Chen, – dijo Nigel, acariciando el brazo de la mujer. — Solo asegúrate
de que si las cosas se ponen de cabeza, te mantendrás a ti y a tus compañeros maestros fuera
de peligro.
El Dr. Chen miró a Nigel con los ojos ligeramente abiertos. Ella estaba tratando de
mantener la cabeza fría, pero Nigel podía decir que estaba tan confundida como cualquiera.
No fue casualidad que Greger haya usado la palabra "evacuar" en su memo a los maestros.
Tu evacuabas zonas de guerra, no escuelas.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Espero que no llegue a eso, — respondió ella. — Yo y algunos de los otros
instructores enviamos cartas a la ONU, protestando por el retiro de Nueve. Con la resistencia
del alumnado también, espero que lo reconsideren. Sé que el incidente en Suiza pesa en la
mente de todos, pero dado el tiempo suficiente, espero que la Garde Terrestre vea la razón.
Además, Ray Archibald es un buen hombre. Sabe que su misión es protegerlos a ustedes, la
Garde, no hacer cumplir los caprichos de algún burócrata.
Sonaba un poco como si la Dra. Chen intentara convencerse de la posibilidad de que
prevalecieran las cabezas más frías. Nigel se rascó su mandíbula marcada, tratando de
mantener la voz de su madre y sus oscuras promesas sobre el futuro de la Academia fuera de
su cabeza.
— Esperemos que todos en la Garde Terrestre tengan su buen juicio, Dra. Chen— dijo.
— ¡Echale un vistazo! ¡Están hablando de nosotros!
Alguien había encendido la pantalla grande de la asociación de estudiantes para ver
uno de los programas de noticias de la mañana, que ya estaba en plena marcha en la costa
este de Estados Unidos. Nigel se erizó cuando vio a Melanie Jackson en la pantalla. La última
vez que había visto la cara visible de la Garde Terrestre estaba en Suiza, llorosa y mocosa,
llorando por el tecnócrata muerto, Sydal, que había estado tratando de comprarle líquido de
mogador a la madre de Nigel. Nigel recordó que, en el vuelo de regreso de Suiza, Melanie no
escucharía ni una sola palabra negativa sobre Sydal. Básicamente, ella estaba en estado de
shock, por lo que Nigel no la había juzgado tan severamente. Aún así, no podía olvidar cómo
sus ojos habían barrido el compartimiento de pasajeros, mirando a su compañeros Garde
como si fueran monstruosos.
Melanie se veía mucho mejor en la televisión que hace unas semanas atrás. Su cabello
rubio recogido en una pulcra cola de caballo, su cara maquillada para las cámaras, la chica
básicamente resplandeciendo. Llevaba un suéter color pastel y una prominente cruz de oro.
— Disculpe, Dra. Chen, —dijo Nigel, asintiendo a la pantalla. —Pero tengo la sensación
de que esto está a punto de ser una verdadera mierda de tv.
Nigel se acercó a la pantalla y el Dra. Chen lo siguió. Todos los demás en la asociación
de estudiantes ya habían dejado de hacer lo que estaban haciendo para mirar la pantalla.
— Estoy agradecido por la oportunidad de sentarme contigo hoy, George, con suerte
para calmar algunos de esos miedos — decía Melanie, en respuesta a una pregunta del
pacientemente sonriente anfitrión. — Yo estaba allí en Suiza, como saben. He visto de primera
mano como se ve cuando una persona como yo, con mis habilidades, deja de seguir ordenes.
La gente tiene razón al estar preocupada. Pero en la Garde Terrestre estamos tomando
medidas para asegurarnos de que nunca vuelva a suceder.
— ¿Qué tipo de medidas? —Preguntó el anfitrión.
— Antes de que—El labio inferior de Melanie se estremeció e hizo una espectaculo al
componerse. — Antes de su prematura muerte, Wade Sydal estaba trabajando en un
dispositivo capaz de interrumpir los Legados de la Garde. Realmente creemos que esta es la
razón por la que fue blanco de asesinato. El chip es del tamaño de una uña—sorprendente
¿verdad?—Y puede evitar de forma segura y remota que un Garde use sus legados.
— Al freírles el cerebro, —murmuró Nigel.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— En realidad, ya he instalado mi inhibidor, –continuó Melanie, echándose el pelo hacia
atrás e inclinando la cabeza hacia el anfitrión. — ¿Ves mi cicatriz?
El anfitrión se inclinó hacia delante. — No veo nada.
Ella sonrió. — Por supuesto que no. La cirugía es rápida y la Garde Terrestre tiene
excelentes sanadores listos para ayudar en la recuperación. Estuve fuera durante
aproximadamente una hora y ahora estoy completamente segura.
— Ellos… ¿Nos harán una cirugía cerebral? — preguntó Lisbette, mirando alrededor
de la habitación con los ojos muy abiertos.
— Esto es orwelliano, — dijo la Dra. Chen. —Mencionaste que estos chips se pueden
controlar de forma remota, — dijo el anfitrión.—¿Quién va a hacer eso? La Garde Terrestre,
supongo. Pero, ¿quién específicamente?
— Gran pregunta, — respondió Melanie. — En realidad estamos tomando prestado un
concepto de los Loriences para eso. En su planeta, tenían gente llamada Cêpans. Estas eran
personas sin legados que fueron entrenados para manejar a la Garde. Actuaron como
maestros, guardaespaldas y amigos. Comenzando en la Academia, a cada Garde se le
asignará un Cêpan que supervisará directamente su entrenamiento y controlará su
comportamiento para detectar patrones peligrosos.
— Haré algunos patrones peligrosos en sus caras si ese lote intenta ponerme un chip
— dijo Nigel.
La Dra. Chen negó con la cabeza. —Lo que está diciendo socava todo lo que hemos
construido aquí. Estamos tratando de darle la aproximación de una experiencia escolar normal,
al menos. No esta—esta niñera.
— ¿Y este proceso ya está en marcha? — Preguntó el anfitrión.
— Lo esta, – respondió Melanie. — Todos en la Garde Terrestre ya han recibido su
Inhibidor y han sido emparejados con un Cêpan. Se está desplegando a la Academia tan pronto
como lagunas cosas logísticas se resuelvan.
— ¿Qué le sucede a Garde que no está de acuerdo con esto? ¿Como el terrorista aún
libertad, Einar Magnusson?
— Bueno, gente como Einar y sus compañeros están en clara violación del Acuerdo de
la Garde, — dijo Melanie con frialdad. — Serán cazados, equipado con un microchip y
detenidos hasta que se determine que no son un peligro para ellos mismos o para los demás.
El anfitrión pareció considerar esto por un momento. Su tono cambió inesperadamente.
— Con el debido respeto, Señorita Jackson— y estoy tan asustada por la posibilidad de un
peligroso Garde criminal como cualquier otra persona, —pero esto me parece una corrección
excesiva en cierto modo. De lo que estás hablando es realizar una cirugía invasiva en
adolescentes antes de que hayan hecho algo malo.
Nigel aplaudió. — ¡Oh sí! ¡Este tipo lo entiende!
La sonrisa de Melanie nunca vaciló. — ¿Puedo decirte algo que mucha gente no sabe,
George? Sonará un poco loco porque, bueno, ahora vivimos en un mundo bastante loco
Cuando recibí mis legados—y cualquiera de los otros Garde de primera generación me
apoyarán en esto—también tuve una visión de la historia Lorica. Una advertencia, básicamente.
¿Y sabes qué? Setrákus Ra, el monstruo enfermo que invadió nuestro planeta y mató ¿a
El Baúl secreto El Baúl secreto
cuántos? ¿Dos millones de personas? El era un Lorience. Él tenía legados. Estaba loco,
obviamente, y no como el Lorience que nos rescató y firmó el Acuerdo Garde que hace posible
La Garde Terrestre—pero aún así. Imagínate si los Loriences tuvieran el buen sentido de meter
un simple microchip en Setrákus Ra cuando estaba un poco loco. Imagina cuántas personas
seguirían vivas. Diablos, es posible que ni siquiera tuviera Legados porque nunca habría
habido una invasión, si esas personas hubieran mostrado un poco de previsión.
— ¡No jodas! — dijo Nigel, pasando una mano por su Mohawk — ella realmente fue allí.
— Eso—Eso es mucho que asimilar, — respondió el anfitrión, ahora en desventaja — Y
debemos tomar descanso. Pero estaremos de regreso con—
Un tono fuerte sonó, ahogando la televisión y sus anuncios. A Nigel le tomó un momento
darse cuenta de que el sistema de PA de emergencia de la Academia había sido activado. El
sistema de mensajería de toda la escuela era controlado desde el campamento de
pacificadores y estaba destinado a notificar a los estudiantes sobre las amenazas entrantes.
Fuera de los simulacro de incendio cada seis meses, el sistema nunca se había utilizado en
todo el tiempo de Nigel en la Academia.
— Atención, estudiantes de la Academia de la Garde Humana. — Esa era la voz de Greger,
fríamente autoritaria, retumbando en los altavoces. — Se requiere que los siguientes
estudiantes se reporten de inmediato al campamento de pacificadores para un procesamiento
obligatorio. Daniel Abernathy, Omar Azoulay, Nigel Barnaby…
Todos en la asociación estudiantil se detuvieron cuando Greger repitió diez nombres en
orden alfabético. Nigel miró por las ventanas delanteras, donde podía ver las luces
parpadeando en los dormitorios, todos los compañeros de clase que aún dormían estaban
despiertos gracias al anuncio. Imaginó que podía escuchar al Profesor Nueve caer del techo—
Nigel siempre imaginó que Nueve dormía boca abajo debido a su Legado de antigravedad—
poniendose algo de ropa y maldiciendo una tormenta. Los mandos de la Garde Terrestre
estaban haciendo su movimiento.
Hubo silencio en la asociación estudiantil cuando Greger terminó su lista de nombres y
simplemente cortó su transmisión. Todos saltaron por los gritos de la televisión, un comercial
con niños pidiendo nuggets de pollo poniendo a un montón de Garde ansiosos. Omar llamó la
atención de Nigel desde la cocina. Tenía una sartén en una mano, una espátula cubierta de
huevo en la otra. Inclinó la cabeza con incertidumbre, como para preguntarle a Nigel si
realmente iban. Nigel negó enfáticamente con la cabeza.
Una silla chirrió por el suelo y Nigel se giró para ver a Danny nervioso levantarse de su
mesa. — Oi – dijo Nigel. — ¿A dónde vas, compañero?
— Yo… — Danny señaló hacia el techo, con temor en su voz, como si Dios mismo lo
hubiera llamado. —El mencionó mi nombre. Se supone que yo…
Nigel se pasó hasta bloquer la salida. — Oh, Danny Boy, — cantó — Your ass, yous
ass is showing… (Oh, Danny boy, tu trasero, tu trasero se esta mostrando: estas actuando
como un completo idiota)
Nadie se rió. Todo el mundo lo miró fijjamente. Nigel se rascó torpemente detrás de la
oreja. Así que tal vez parodias a medias de baladas irlandesas no iban a hacer el trabajo.
— Bien, entonces, escucha, Danny, y todos los demás, ya sea que los hayan llamado o
no, — comenzó Nigel, utilizando su Legado para aumentar su volumen un poco, dándose un
El Baúl secreto El Baúl secreto
vibrato líder. — A algunos de nosotros nos llamaron a la oficina del director, ¿sí? Por lo general,
eso significa detención, pero como van las cosas, parece que nuestros llamados guardianes
tienen en mente algo más drástico. Como una lobotomía. Ahora, no sé ustedes grupo, pero no
he hecho nada en absoluto de ser un buen pequeño Garde que escucha a sus maestros y se
revienta el culo en el entrenamiento.
El Dr. Chen, todavía de pie a pocos metros de distancia, levantó una ceja ante eso, pero
no interrumpió.
— No me registré para permitir que alguien me apuñalara el cerebro. Nadie aquí lo hizo.
No me importa si la Reina misma se tambalea aquí y me dice que es por el bien de la
humanidad. La Garde Terrestre no puede simplemente cambiarnos las reglas.
Varios de sus compañeros de clase—incluidos Omar y Lisbette—asintieron con la
cabeza. Pero al igual que muchos se quedaron de pie con los ojos vidriosos y los hombros
encogidos, pareciendo que desearían haberse escondido debajo de la cama esa mañana
Nigel hizo un gesto con la mano a la Dra. Chen. — Incluso la decana académica aquí
no cree que esto no es honesto ¿No es así, Susan?
La Dra. Chen miró a Nigel por un momento antes de volverse hacia los otros estudiantes,
con las manos en las caderas, adoptando una postura muy parecida a la que tenía cuando
estaba al frente del aula.
— Todo este... cambio en la política no fue realizado por mí ni por ninguno de los otros
administradores. Les sugeriría a todos no respondan al llamado hasta que el personal haya
tenido la oportunidad de discutir este asunto.
Internamente, Nigel dejó escapar un suspiro de alivio porque la Dra. Chen lo había
respaldado. Incluso Danny, asustado, volvió a su asiento cuando alguien con autoridad real
habló. El ambiente en la habitación cambió. Aunque algunos eran más brillantes que otros,
Nigel podía ver chispas de resolución en los ojos de sus compañeros de clase.
— Bien, entonces, – concluyó Nigel con una palmada. — Difundan la palabra. Nos quedamos
aquí. Nos cuidamos mutuamente. — Sus ojos se centraron primero en Danny y luego en
algunos de los otros que aún parecían romperse, emulando un gruñido que Nueve hubiera
apreciado. — Cualquier persona que se encuentre con la Garde Terrestre es un maldito traidor.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DIEZ

ISABELA SILVA
LE ROYAL,MANSOUR – CASABLANCA, MARRUECOS

— NECESITARÉ LA SUIT PRIVADA MAS GRANDE QUE TIENES. – Isabela no se molestó


en ocultar su acento portugués. Después de todo, la estrella del fútbol que fingía ser no hablaba
un inglés perfecto. — Y no debemos ser molestados.
— Por supuesto, por supuesto, – dijo el gerente del hotel, un obsequioso hombre de
mediana edad con un traje blanco vivo. — De hecho, nuestro penthouse está disponible.
— Perfecto, – respondió Isabella. — La tomaré.
Las risitas resonaron a través del lobby del hotel de azulejos beige y plateados. Isabela
vio a un par de chicas en sus veinte años, medio escondidas detrás de una de las cortinas
decorativas de seda que colgaban del techo. Las dos estaban bronceadas, bonitas y ataviadas
con vestidos de moda. Por un momento, Isabela las envidió. Las chicas tenían sus teléfonos
celulares fuera y estaban intentando sacar fotos de ella.
De él, en realidad. Hoy, Isabela era un hombre. Bronceado, magro, una sonrisa brillante,
oscuro cabello gelificado inmaculadamente. Ella podría recrear esta apariencia de memoria;
su hermana menor había adorado a la estrella del fútbol, tenía posters de él y sus abdominales
en todas las paredes de su habitación. Isabela había optado por la versión sin ese peinado con
horribles picos cortos con gel.
Les guiñó un ojo a las chicas, les disparó con una pistola-de-dedos que hizo que una
de ellas se desmayara, luego se inclinó sobre el mostrador. Bajó la voz para hablar con el
gerente del hotel, que estaba muy ocupado escribiendo en su teclado.
— Hermano, pensé que se suponía que este lugar era privado, — dijo, haciendo que la
voz de la estrella de fútbol sonara fría.
El gerente levantó la vista, vio a las chicas y rápidamente chasqueó los dedos en
dirección a un botones de constitución gruesa que pesaba por el vestíbulo para ahuyentarlas
— Mis mas sinceras disculpas, señor, — dijo el gerente.
— Tudo bem, — respondió Isabela, mostrando una sonrisa digna de aprobación. Ella
miró por encima del hombro. — ¿Donde esta mi asistente? Tú, trae la bolsa aquí.
A pesar de que llevaba un par de gafas de sol y una gorra de béisbol con el ala bajada,
Isabela vio los nerviosos tics de Caleb cuando se acercó al mostrador y dejó el bolso de cuero
frente al gerente. Al menos con su carácter de asistente, no cedió nada. No es que nadie—ni
siquiera el gerente, justo delante de él— le prestara atención a Caleb. ¿Por qué mirarlo cuando
podrían estar mirando a la superestrella del fútbol de Isabela? La única cosa que podría
arruinarlo era si Caleb dejaba escapar un duplicado. Ella rezó en silencio para que el chico
mantuviera el control. Isabela no podía soportar un minuto más en la pequeña nave espacial
de Einar.
Ella empujó la bolsa hacia el gerente.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Es genial si pago en efectivo, ¿verdad? Quiero mantener esta visita en secreto. Por
supuesto, puede tomar una buena propina para usted y poner el resto a crédito en el casino.
Tal vez quiera jugar un poco.
El gerente abrió la bolsa, miró los paquetes de euros cuidadosamente apilados y asintió
una vez. — Pero, por supuesto, señor. El efectivo siempre es bienvenido en Casablanca. Aquí
está la llave de su habitación.
— Lo aprecio, jefe, — dijo Isabela, porque imaginaba que el futbolista era el tipo de
persona que llamaría a los subordinados "jefe" irónicamente. Se apartó de la recepción y
extendió ambos brazos. — ¿Señoritas? ¿vamos?
Ran y Duanphen estaban a unos pocos metros de distancia, ambas de alguna manera
se veían aún más incómodas que Caleb, y ambas miraban a Isabela. Ella hizo una mueca para
recordarles sus roles—un par de chicas realmente calientes que no se verían fuera de lugar
con un atleta famoso. Isabela les había prestado un par de sus vestidos más ajustados de la
colección que estaba acumulando en esta gira mundial de robo de tiendas, luego les aplicó
mucho maquillaje en los ojos y brillo de labios hasta que ambas, las dos rudas Garde, casi
parecían unas auténticas groupies. Caleb ni siquiera podía mirar en su dirección, que era como
Isabela sabía que sus esfuerzos en cambio de imagen no se habían desaprovechado.
En respuesta a Isabela, Ran batió a medias sus pestañas de una manera que era menos
atractiva y más como si hubiera perdido una lente de contacto. Era mejor que Duanphen, al
menos, que simplemente se quedó mirando fijamente al atractivo y atlético hombre de Isabela.
Al menos ambas tuvieron la sensatez de meterse bajo los brazos de Isabela, permitiéndole
que las guiara por el vestíbulo hasta el ascensor. Caleb los siguió, arrastrando el equipaje.
Isabela sintió que el gerente y su botones continuaban mirando, por lo que no pudo
resistirse. Ella dejó que sus manos se desviaran casualmente hacia abajo hasta que
descansaban sobre los traseros de las chicas.
Ran giró la cabeza y susurró. — Voy a hacerte daño.
— ¡Bien! Hablar sucio. Eso es bueno—¡Yow! — Isabela saltó y apartó su mano mientras
una descarga eléctrica viajó por la parte trasera de Duanphen directamente a sus dedos.
— Oh, tu, perra, – murmuró Isabella.
Duanphen y Ran intercambiaron una mirada y luego ambas rieron. A pesar de que fue
a su costa, a Isabela no le importó. No había sido muy divertido las ultimo par de semanas, un
hecho que aún desconcertaba a Isabela. Eran libres, en posesión de una nave espacial y,
como, millones de dólares. Podrían ir a cualquier parte. En su caso, ella podría ser cualquiera.
— Jesus, ustedes van ha hacer que nos atrapen — Se quejó Caleb mientras presionaba
el botón del ascensor.
Ah. El aguafiestas. En el momento justo.
—Hecho, – respondió Isabela. – Escúchate.
— Significa atrapado. (tiene sentido en inglés)
— Sé lo que significa, idiota, — respondió ella. Isabela en realidad no había escuchado
esa expresión antes, pero había inferido de las sudorosas axilas de Caleb que aún temía que
las descubrieran.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Las puertas del ascensor se abrieron de inmediato y todos se amontonaron dentro. A
medida que ascendían hacia el penthouse—un piso al que solo se podía acceder con un pase
de la tarjeta dorada de Isabela—las chicas se movieron rápidamente a un lado del ascensor
para alejarse de las manos escurridizas del futbolista. Isabela movió las cejas hacia Duanphen.
— Te daré una sacudida eléctrica otra vez, – dijo ella.
— Me gustó un poco. – respondió Isabela con una mirada busrlona.
Ran puso sus manos sobre su cara — Isabela. Wow.
— Eso no fue exactamente discreto — se quejó Caleb.
Isabela se volvió hacia él. Ella era más alta que Caleb en esta forma, un hecho que
disfrutaba.
— Oh, relájate, — dijo Isabela. Ella enderezó su cuello. — Estamos dentro. Todo está
bien.
— Podrías haberte hecho ver como cualquiera, — dijo Caleb. — No tenias que elegir a
alguien famoso.
Ran señaló a Isabela. — ¿Este hombre es famoso?
— Es uno de los mejores futbolistas del mundo,—respondió Caleb. — Él también es
asqueroso, así que ella entendió bien esa parte.
— Mi hermana menor solía clickearlo todo el tiempo, — dijo Isabela encogiéndose de
hombros. — No lo entiendes. La gente se desvive por tipos como él. Pueden pagar con dinero
en efectivo y llevar a sus comensales sin que nadie se dé cuenta. Nadie se da cuenta. Se llama
esconderse a plena vista.
Antes de que Caleb pudiera formular una respuesta, llegaron al nivel del penthouse e
Isabela salió del ascensor. Hizo un pequeño sonido de arrullo al ver la habitación--
probablemente una imagen extraña del futbolista, pero como fuera. No había audiencia ahora.
Ella podría dejar de ser machista y disfrutar.
Un área común hundida equipada con elegantes muebles de cuero llevaba a un trío de
habitaciones; Las ventanas del piso al techo a través de una pared ofrecían una vista
panorámica de las olas blancas del Atlántico. Una mesa fue puesta con un surtido de galletas
y fruta fresca, una botella de champán en hielo y orquídeas frescas. Todo el cuadro estaba
ligeramente manchado por Cinco merodeando la comida.
— Estas galletas están secas, – comento él, masticando.
Por supuesto, Einar y Cinco ya estaban allí. Habían entrado por el exclusivo jardín de
la azotea del penthouse. Habían tenido suerte de que el piso superior del lugar estaba vacío
y había una ruta de vuelo discreta desde el océano. Incluso con Isabela como una distracción,
no había manera de que Cinco y su cara arruinada pudieran cruzar el vestíbulo con Einar, el
terrorista más buscado del mundo. Esconderse a simple vista solo funcionó hasta cierto punto.
Isabela volvió a su verdadera forma—bueno, su verdadera forma no quemada—y fue
a la mesa, entrecerrando los ojos a Cinco. La bandeja de galletas ya estaba medio vacía. Ella
abofeteó un biscotti de su mano.
— Deja de comerlas si no te gustan—ordenó.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cinco se frotó el dorso de la mano, frunciendo el ceño a Isabela.
— Tengo hambre.
— Come algo de fruta, – dijo ella, metiéndose una fresa en la boca y luego lanzando
una en dirección a Cinco. Él la atrapó con su telequinesis y la dejó girar en el aire mientras lo
examinaba.
— ¿Alguien los vio volando aquí? — Preguntó Caleb, dejando el equipaje al lado de la
puerta.
— Por supuesto que no, — respondió Einar. — No somos estúpidos.
Caleb estudió a Einar por un momento, claramente no convencido. Einar simplemente
lo ignoró, ya absorbido por el televisor de pantalla grande en la pared opuesta. Ese siempre
estaba viendo las noticias. Le encantaba revolcarse en cuanto el mundo lo odiaba.
Caleb se volvió para mirar a Cinco. El Lorience asintió una vez.
— Tuvimos cuidado — dijo Cinco rotundamente. – Puedes relajarte.
— Él nunca puede relajarse, — dijo Isabela. — No está cableado de esa manera.
Ran tiró del dobladillo del vestido que había tomado prestado de Isabela — Me gustaría
mucho cambiarme.
— Lo mismo, — dijo Duanphen.
— Pero ustedes se ven tan calientes, — gimió Isabela.
Ellas la ignoraron, sacando algo de su ropa normal y aburrida del equipaje y luego se
retiraron a una de las habitaciones.
— ¿Estás seguro de que este tipo de Blackstone estará aquí? — Caleb dirigió esta
pregunta a la parte posterior de la cabeza de Einar.
— No es solo un tipo de Blackstone, – respondió Einar con frialdad. — Él es el rey
Derek. CEO de toda la organización.
Einar deslizó la muñeca y lanzó una tableta en dirección a Caleb, una imagen de su
objetivo se mostrada en la pantalla. Derek King era un hombre de mandíbula cuadrada en sus
primeros cincuenta años, con una cabeza llena de cabello canoso que mantenía peinado hacia
atrás y agudos ojos verde esmeralda. En la imagen, apretaba su puño alrededor de unos
dados, encorvado sobre una mesa de dados. Tenía un par de cicatrices en la mejilla—metralla
de una batalla de hace mucho tiempo—las cicatrices no eran lo suficientemente malas como
para desfigurarlo, solo lo suficiente como para darle a su rostro un carácter desgastado. Era
muy guapo para ser un tipo mayor, supuso Isabela.
— No está mal, — dijo Isabela, mirando a Caleb por el rabillo del ojo. — No me importará
seducirlo.
Caleb la miró. Ella fingió no darse cuenta. Él tragó saliva y luego murmuró. — Si incluso
aparece.
— Es casi seguro que estará aquí, — dijo Einar con un suspiro de exasperación mientras
se alejaba de la televisión. — La foto que estás viendo fue tomada en este mismo casino. El
Grupo Blackstone ha sido acusado de delitos en una docena de países y está siendo
demandado por ciudadanos en una docena más. A pesar de la riqueza que su ejército privado
El Baúl secreto El Baúl secreto
ha generado, solo hay una cantidad limitada de lugares donde el Sr. King es bienvenido.
Marruecos pasa a ser su favorito.
— Lo conoces bastante bien, — respondió Caleb. — ¿Es tu mejor amigo o algo así?
— Sí, Caleb, él es mi mejor amigo, — respondió Einar con sarcasmo. — Tuvimos la
cena un par de veces, en realidad. Quería usar mis legados para "convencer" a algunos
gobiernos de permitir que Blackstone operara dentro de sus fronteras. Bea siempre lo rechazó.
Dijo que sería demasiada exposición. De todos modos, deberías estar contento de que
escuche cuando habló sobre los ochos duros y qué hoteles tienen los mejores masajes
gratuitos, de lo contrario no tendríamos absolutamente nada con lo que continuar.
Caleb recogió un albaricoque de la bandeja de bocadillos, luego lo arrojó de vuelta con
aire hosco. — ¿Y crees que podemos hacer que este tipo hable? ¿Un ex boina verde que ha
estado al mando de mercenarios durante una década? ¿Un tipo que ha conseguido millones
por limpiar los problemas de la Fundación?
— Ya no es un Boina Verde — respondió Einar. — Es un traje.
— Hablará — dijo Cinco rotundamente.
— ¿Sin matarlo?
— Obviamente, no puede hablar si está muerto, — respondió Einar con una risita. Le
lanzó a Isabela una mirada significativa. — Mientras Isabela pueda hacer su parte.
Ella agitó su mano en respuesta. — Por favor. Los viejos cachondos son mi especialidad.
Caleb la miró, comenzó a decir algo, pero lo dejó pasar. Fuera de objeciones, comenzó
a recoger desconsoladamente la bandeja de galletas.
— Crees que este hombre de Blackstone sabrá cómo encontrar a Lucas Sanders. —
Ran se unió a la conversación cuando salió de la otra habitación, vestida con unos pantalones
aburridos y una camiseta.
— Si asumimos que la Fundación mantiene a Lucas en un lugar seguro, entonces es
probable que Blackstone proporcione seguridad allí — dijo Einar. – El rey sabrá dónde está
colocada su gente. Isabela lo atraerá a algún lugar privado, sacaremos a sus guardaespaldas
y descubriremos lo que queremos saber. Y luego—Einar miró fijamente a Caleb. — Lo
dejaremos regresar al piso del casino y aumentaré su ira y envidia hasta el punto en que haga
una escena y sea arrestado. Eso cubrirá nuestra huida y, supongo, satisfacerá la racha
humanitaria de Caleb. Una persona mala es arrojada a una cárcel marroquí y nadie sale herido.
— Excepto los guardaespaldas si se nos acercan, – comentó Cinco, masticando. —
Pero no los lastimaremos demasiado.
— El cazado se convertirá en el cazador, — dijo Duanphen, acomodándose en uno de
los sofás.
— Todavía me siento bastante cazado, – dijo Caleb, mirando las galletas como si fueran
algún tipo de plan de batalla. — ¿Qué pasa si King no sabe desde dónde está operando el
imbécil que arrebata cuerpos?
— Entonces le sacaremos otra información, — dijo Einar. — Nos acercará más a la
Fundación.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb negó con la cabeza. — Sigues diciendo cosas así, pero no estamos llegando a
ningún lado.
Los ojos de Einar brillaron. Isabela podía decir que estaba tratando de mantener la
calma. Parecía más fácil controlar las emociones de los demás que las suyas. Pero Einar había
prometido no usar su Legado contra ninguno de ellos y hasta ahora se había apegado a eso.
No es que sus trucos funcionaran en Caleb, de todos modos. Pero aún así. Caleb era tan
molesto a veces; ella no habría culpado a Einar por darle un tiro.
— ¿Por qué viniste con nosotros? — Preguntó Einar. — ¿Para quejarme en mi oído sin
cesar?
— Para evitar que hagas un desastre más grande del que ya tienes, – Caleb respondió
bruscamente. — Para evitar que mates personas.
— Sé que todos estamos tratando de llevarnos bien y jugar para el mismo equipo ahora
— dijo Cinco — pero, solo para que quede claro, si decido matar a alguien, no podrás
detenerme.
— Te detuvimos en Suiza, — remarcó Ran desde el sofá, levantando una ceja.
—Sí, está bien, — dijo Cinco. — Pero tuviste ayuda.
— Estaba siendo blanda contigo, – respondió Ran.
Cinco se hecho a reír, pensó en eso y se encogió de hombros. – Bastante justo.
Einar y Caleb seguían mirándose, como siempre. Isabela agarró a Caleb por el brazo.
— Detente, ¿de acuerdo? — Ella tomó una respiración profunda y demostrativa del aire
filtrado de la habitación con olor a lila. — No huele como a fozo aquí. Este es un paso adelante.
Si este chico de Blackstone no se presenta esta noche, digo… ¿Y qué? Podemos esperar.
Relájate por un rato.
— Hay un Segador Garde asesino que nos persigue — dijo Caleb — No podemos
quedarnos aquí para siempre.
— Italia está muy lejos y dudo que ese repugnante tenga una nave espacial, —
respondió Isabela — Estamos bien, Caleb. En serio.
— Oh, ¿en serio? — Él soltó su brazo. — No te tomas nada en serio.
Isabela se encogió de hombros. Eso era cierto. Ella caminó por la habitación,
contemplando la vista desde la ventana. El Atlántico era azul pálido aquí, hermoso y de aguas
agitadas. El horizonte se extendía por siempre.
Ella podría desaparecer en ese horizonte. Sería fácil. Deslizar unas cuantas pilas de
dinero que Einar acababa de echar en su nave espacial. Cien mil o así la pondrían en marcha.
Ella podría ser cualquiera. Ella podría ir a cualquier parte.
Ella no necesitaba aguantar esta mierda. Esa terrible pequeña nave espacial y las
constantes disputas. Nadie la estaba cazando activamente o, si lo estaban, no tenían muchas
posibilidades de encontrarla. Ella no era una revolucionaria como Einar o una aspirante a
pacifista como Ran. Estas personas de la Fundación eran malas, obviamente, y merecían lo
que obtuvieran—pero a Isabela no le apasionaba ser la única en hacer justicia. Ella era
consciente de que algo malo iba a suceder, probablemente pronto. Ellos estaban jodidos.
Siempre iba a haber corrupción. Siempre iba a haber gente tratando de matarlos y explotarlos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Es mejor simplemente optar por salir de todo el conflicto estúpido y vivir la dulce vida que le
brindaban sus legados.
Entonces, ¿por qué ella no había renunciado? Habían pasado dos semanas de esta
mierda. Estaba más que cansada de esto.
En el reflejo de la ventana, vio la cara tonta y hermosa de Caleb, arruinada como de
costumbre por un poco de confusión interna. Ella realmente, realmente amaba atormentar a
Caleb. Eso era todo. Ella no se iría hasta que estuviera completamente aburrida de eso.
Uno de estos días, sin embargo. Puf. Desaparezco
—Pagamos por dos noches; no deberíamos quedarnos más tiempo que eso — Estaba
diciendo Caleb. — Todavía no sabemos cómo estamos siendo rastreados. Por no mencionar—
señaló a Isabela—todo lo que necesitamos es que tu alter ego publique algo en Instagram
que diga que está en España o Italia o en otro lugar que no sea aquí, y entonces la gente se
dará cuenta de que somos impostores.
Isabela cerró los ojos, por un momento dejando de escuchar el encanto del océano y
escapando. — ¿Cuáles son las posibilidades de eso? Eres tan paranoico. — Se apartó de la
ventana, miró a Caleb y se dirigió hacia el equipaje. — Si te hace sentir mejor, vigilaré su Insta.
Sacó la bolsa de maquillaje que contenía las piezas de su teléfono celular y las arrojó
sobre una mesa de cristal: el teléfono, su batería y la tarjeta SIM resonando. Comenzó a juntar
el dispositivo cuando se dio cuenta de que todos la estaban mirando.
— ¿Qué? – Preguntó Isabela.
— ¿De quién es ese teléfono? – Preguntó Caleb.
— El mío.
— ¿De quién fue el teléfono antes de eso?
— Ese bastardo de California, — respondió Isabela. Ella no podía recordar su nombre,
así que miró a Einar. — El que estaba pretendiendo ser cuando me robaste.
— Alejandro Regerio — Einar suministró el nombre mientras masajeaba sus sienes. —
¿Todavía tienes su teléfono?
— Uh, sí, sabías que lo tenía, – respondió Isabela. — Grabé todo tu estúpido discurso
aquí. Lo usaste para subirlo a YouTube.
— Sí, pero pensé que serías lo suficientemente inteligente para deshacerte de el
después de eso — respondió Einar. — No puedo microgestionar todo.
— ¿Por qué me desharía de eso? – Preguntó Isabela. Ella metió la batería en la parte
posterior del teléfono. — Esta cosa está prepaga. Todavía tiene minutos.
— Isabela — dijo Ran con calma. — La Fundación nos está siguiendo. No estamos
seguros de cómo. ¿No se te ha ocurrido que podrían estar usando el teléfono de uno de sus
antiguos empleados?
Isabela vaciló con los dedos preparados para deslizar la tarjeta SIM. Pensó en Italia,
donde ese monstruo de Lucas los había alcanzado por primera vez.
— No, – dijo Isabela. — De ninguna manera. Lo mantengo en piezas. Nunca lo armé en
Italia. No pueden rastrearlo si se desmonta.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— No sabes si eso es cierto, — dijo Caleb. — Podrían tener un dispositivo de rastreo
allí o algo así.
Cinco levantó el plato de fresas, que ya se había terminado, y bebió el jugo
ruidosamente. No se veía tan agitado como el resto de ellos.
— Miren, como alguien que pasó años intentando mantenerse fuera de la red, si la
Fundación pudiera rastrear ese teléfono, ya estaría sobre nosotros — dijo Cinco.
Isabela señaló a Cinco. — ¿Ven? Escuchen al loco.
— No deberíamos arriesgarnos, — dijo Caleb. Se adelantó con la mano extendida. ---
Venga. Vamos a deshacernos de la cosa.
Ella se alejó de Caleb. — Detente. La Academia tiene el número de este teléfono.
— Más razón para deshacerse de él — dijo Einar.
— ¿Qué pasa si necesitan llamarnos? — Isabela se centró en Caleb. — ¿Qué pasa si
quieres llamar a Taylor?
— Yo no estoy... Yo no… — Caleb negó con la cabeza. — Puedes robar otro, Isabela.
— ¿Soy la única que está viendo esto? — Preguntó Duanphen. Ella se había mantenido
al margen de esta última discusión desde su lugar en la televisión Ella señaló a la pantalla,
donde Al Jazeera estaba, recapitulando alguna historia de ese día, más temprano.
Una historia sobre la Garde teniendo chips en sus cabeza. Todos se callaron,
escuchando el último informe sobre el cambio en la política de la Garde Terrestre.
Einar fue el primero en hablar, aunque en voz baja. — Esto es mi culpa — dijo,
recostándose en el sofá. –Pensé que podía obligarlos a que nos hicieran justicia. En su lugar…
— En cambio, lo hiciste peor para todos nosotros, — respondió Caleb, aunque su
corazón no parecía en el reproche.
— Mi Cêpan era un cobarde de mierda, — se quejó Cinco. Las manchas oscuras que
rompían su piel se retorcían, una señal segura de que estaba enojado. — Esto es de lo que
estaba hablando, — le dijo a Ran. — Esto es lo que hacen cuando están asustados.
Ran no dijo nada. Parecía perdida en sus pensamientos, tocando el lugar en su sien
donde alguna vez un chip había estado instalado.
— Van a hacer eso a todos en la Academia — dijo Isabela con una risa incrédula. — Es
una locura
La urgente necesidad de correr la invadió de nuevo, pero no la necesidad de
desaparecer. Era una sensación de que no debería estar en la otra mitad del mundo en una
lujosa suite de hotel. Sus amigos—Taylor, Nigel, Kopano, incluso su tonto ex novio Lofton que
servía para la Garde Terrestre en algún lado—estaban en peligro. Ella quería hacer algo.
Caleb le quitó el teléfono celular de las manos antes de darse cuenta de lo que el estaba
haciendo. El metió la batería y lo encendió, luego le tendió el teléfono a Isabela.
— Llámalos, — dijo.— Diles que estamos aquí para ayudar.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO ONCE

TAYLOR COOK
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA

NUEVE ESTABA INDIGNADO.


— Me despierto—porque, lo siento, necesitaba dormir. Quiero decir, apenas dormí por
toda la mierda que corría por mi cabeza, pero sí cerré los ojos, ¿de acuerdo? Me despierto con
este tonto-del-culo de Greger haciendo anuncios a mis estudiantes, así que me apresuro a mi
oficina para intentar averiguar qué está pasando. Y ahí está John. Sentado detrás de mi
escritorio. Leyendo nuestros archivos.
Taylor estaba de pie frente al cobertizo de herramientas de la Academia, un lugar al que
nunca antes se había aventurado. Dio un tirón a la puerta antes de darse cuenta de que el
personal de mantenimiento que no había ido a trabajar esa mañana había dejado un candado.
Miró por encima del hombro a Nueve, que estaba mirando hacia la distancia y despotricando.
— Me da una mirada como… ¿Por qué no te ocupas de esto? — Nueve continuó. —
¿Por qué está este tipo de Greger en tu mierda?
Taylor suspiró. — ¿Tienes una llave para esto?
— ¿Qué? — Nueve se dio unas palmaditas en los bolsillos.—Maldita sea. No sé qué
hice con ellas.
Nueve agarró el candado y con poco esfuerzo lo sacó de la puerta del cobertizo. Aplastó
el inútil trozo de metal en su mano cibernética y la azotó en el aire, arrojando el candado a
través del campus. Taylor se encogió.
— Si eso golpea a alguien en la cabeza, voy a tener que curarlo,–dijo.
Nueve no la escuchó. – El tipo aparece por un día y piensa que está a cargo — se quejó.
Taylor examinó el interior del cobertizo de herramientas, que básicamente parecía una
versión más grande del que su padre tenía en casa. Ella comenzó a reunir lo que necesitarían:
martillos y clavos, un soplete, algunas tablas sueltas que yacían por ahí.
Mientras tanto, afuera, Nueve tiró el contenido de su carretilla al lado del cobertizo.
Treinta altavoces en una pila, sus cables enredados, algunos de ellos aún con trozos del panel
de yeso del que habían sido arrancados. Derribar el sistema de AP de la Academia lo más
rápido posible se había convertido en una especie de concurso esa mañana. Taylor no estaba
prestando atención a la cuenta, pero pensó que Maiken ganó. Ahora, los anuncios de Greger
solo llegaban al campus desde los lejanos altavoces del campamento de pacificadores.
Eso no lo había detenido. Los anuncios de Greger continuaron, repasando la lista de
estudiantes en orden alfabético, un lote cada hora.
— Él no está a cargo, — dijo Taylor mientras cargaba la carretilla vacía. — Es solo un
invitado realmente agresivo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Sé lo que la gente piensa de mí, — dijo Nueve en voz baja.—Soy el líder de la Garde
original. Lo entiendo. Pero también soy yo el único que se quedó. El que intentó construir algo.
Y John… — Las articulaciones en la mano metálica de Nueve crujieron.– El tipo siempre hizo
sus propios planes e hizo las cosas a su manera, ya sea que el resto de nosotros estuviéramos
a bordo o no. Él es el gran héroe, ¿verdad? Excepto que nadie sabe de todas las veces que
magníficamente la odió y casi nos mató a todos. Lo que fue como... cada semana.
Taylor le dio unas palmaditas a Nueve en el hombro. — ¿Te hará sentir mejor romper
algunas cosas?
— Sí. Sí, lo hará — Entonces, se fueron a trabajar.

Solo un camino conducía al campus desde el campamento de pacificadores. Ahí fue donde los
estudiantes construyeron su barricada.
Clavaron los clavos a través de tablas y las pusieron en bandas a través del pavimento.
Una cadena de estudiantes transportó escritorios desde las aulas hasta el patio donde
rompieron los muebles. Enredaron las patas de metal en zarzas de acero, fusionando las
secciones con el soplete o el aliento de fuego de Omar. Otros estudiantes tomaron los
escritorios de cerámica y los encajaron verticalmente en la hierba cerca del camino, creando
un muro bajo. En algún momento, John Smith se unió a ellos, ayudando en silencio a sus
esfuerzos de construcción con su visión de piedra.
— No detendremos a los pacificadores de marchar por el bosque, pero al menos no
podrán conducir un convoy directo a nuestra puerta principal, — dijo Nueve a Taylor,
limpiándose el sudor de la frente. Los dos estaban cerca de la asociación de estudiantes,
observando la construcción de barricadas desde una ligera altura. — Además, todos están
mucho menos asustados ahora que los tenemos trabajando.
— Deberías hacer un horario, – dijo Taylor, sacudiendo su mano que estaba cansada
por sostener el martillo. — Asignar estudiantes a las tareas que el personal de apoyo
normalmente haría. Consigue algunas personas para cocinar la cena. Organiza turnos de
patrulla.
— Buena idea, — respondió Nueve.
— Lo sé.
— Veremos si todavía te sientes así cuando estés arreglando un inodoro tapado, — dijo
Nueve con una sonrisa.
— Hmm. ¿Qué otros estudiantes aquí molestan a la mierda de--
Un ruido del bolsillo trasero de Nueve la interrumpió. Animada y familiar, Taylor identificó
rápidamente el tono de llamada como la canción de esa otra Taylor. Ella le dio a Nueve una
mirada de incredulidad cuando él rápidamente sacó el teléfono de su bolsillo.
– Di algo, — espetó él. — Te reto.
Ella levantó las manos. — Es genial. Yo también fui una jovencita una vez.
Nueve le frunció el ceño. Sus cejas se alzaron mientras miraba el identificador de
llamadas.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Huh, — dijo, presionando el botón para el altavoz. – Bien, bien, bien, — dijo en voz
alta. — Ya era hora de que mis agentes de campo informaran.
Hubo una larga pausa en la otra línea. La cara de Taylor se rompió en una sonrisa de
alivio cuando la familiar y nerviosa voz de Caleb respondió.
— Um, ¿Somos realmente agentes de campo?
— Estoy practicando para cuando tenga que testificar frente a la ONU, — respondió
Nueve.
— No somos agentes de mierda, idiota — La sonrisa de Taylor se hizo aún más amplia
cuando Isabela se puso en línea. — ¿Dejaste que se perforara el cerebro de todos, profesor
Man-Bun? ¿Llegamos demasiado tarde?
— ¡Isabela! ¡Caleb! —Taylor habló antes de que Nueve pudiera decir algo con los
dientes apretados, codeando más cerca del teléfono. — ¿Están bien chicos?
— Ah, bien, alguien inteligente está ahí, —dijo Isabela. Taylor pudo sentir el alivio
genuino detrás de las habituales criticas de Isabela — Hola, mi amiga más bella. ¿Qué hay
de nuevo?
Taylor se rió entre dientes. — Donde empezar..
— ¿Ya te acostaste con Kopano?
— ¡Isabela! — Miró a su alrededor para asegurarse de que Kopano no estuviera cerca, pero
estaba sacando los escritorios de un salón de clases.
— ¿Qué?
— Estamos bien, Taylor, — dijo Caleb. — Los seis estamos bien
Seis de ellos. Así que se mantuvieron unidos. El equipo de la Academia y los psicópatas
de Einar.
— No es que no quiera escuchar sobre la vida amorosa de Taylor, — dijo Nueve – Pero,
¿dónde diablos están?
— Uh, probablemente sea mejor que no lo digamos, — respondió Caleb. — En caso de
que alguien esté monitoreando la llamada. Pero vimos las noticias, vimos lo que está pasando
allí y pensamos que deberíamos llamar, ver si necesitan ayuda
— ¿Están mal las noticias?—Preguntó Isabela.—No pareces tener un lavado de cerebro.
— Hasta ahora todo es ladrar y no morder, — dijo Nueve.
—Solo quedan estudiantes y algunos profesores en el campus–agregó Taylor.—
Básicamente no hay clases. Te encantaría, Isabela.
— ¡Mi sueño!
— Podemos regresar, —dijo Caleb con firmeza. — Deberíamos regresar. Ayudarlos a
luchar.
— Probablemente no sea la mejor idea, —dijo Nueve. – Con suerte, todo esto se acabe.
Pero si la mierda golpea al fanático, me siento mejor sabiendo que ustedes están ahí afuera.
— Para salvarte, quieres decir, — dijo Isabela.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Yo jamás necesito ser salvado, — respondió Nueve.
Alguien en el fondo se rió.
— Además, John Smith acaba de aparecer de la nada, – agregó Taylor. — Tal vez para
ayudar, tal vez solo estorbar. No te preocupes Nueve. El se esta sintiendo un poco inseguro.
Isabela hizo un sonido de arrullo. — ¿Está tan bueno como en la televisión?
— Necesita afeitarse, — respondió Taylor.
— Me alegro de que ustedes se reprotaran — Dijo Nueve. — Si no estuviéramos
atrapados en el campus, yo mismo iría a derribar algunas puertas, pero como no puedo,
tendrán que hacerlo por mí. Estamos bastante seguros de que la Garde Terrestre ya ha tomado
a algunas personas, como Seis y el hijo de Malcolm, Sam.
— El que puede hablar con las máquinas, — dijo Caleb.
— Figuras que un tipo con su legado desaparecería el día antes de que anunciaran que
todos estamos recibiendo chips en nuestras cabezas — dijo Taylor.
— Podrían haber estado trabajando para la Garde Terrestre, pero no hay forma de que Seis y
Sam estén de acuerdo con este lío. Greger casi le dijo a Malcolm que los tiene bajo custodia
en algún lugar. Probablemente donde sea que estén manteniendo a la Garde que no cooperará,
— continuó Nueve. — No es que nosotros, aquí en la Academia de la Garde Humana, les
estemos diciendo que rompan las leyes o que saquen a alguien de una prisión secreta del
gobierno. Pero tampoco no les tamos diciendo que no lo hagan.
— Uh, espera un segundo, --dijo Caleb, y luego debe haber presionado el botón de silencio
porque todo el sonido se cortó de su extremo. Nueve miró a Taylor, y luego enmudeció su línea
también.
— Como alguien no conocido por su control de impulsos, déjame preguntarte — dijo Nueve,
— involucrarlos es una buena idea, ¿no? No vamos a empeorar las cosas dejando que el loco
de Einar y mi viejo amigo Cinco trabajen para nosotros.
Taylor pensó en el grupo único de personalidades al otro lado de esta llamada telefónica.
"El hecho de que no se hayan matado entre sí o que hayan sido noticia por explotar algo es
una señal alentadora. Además, necesitamos a alguien ahí afuera haciendo lo que no podemos .
Caleb volvió a la línea. – Así que, resulta que ya podríamos estar buscando esta prisión
secreta o, de todos modos, un lugar donde la Fundación tiene a la Garde peligrosa.
Taylor levantó una ceja. — ¿Lo están?
— Bueno, no hemos avanzado mucho hasta ahora…
— No les digas eso, —alguien—definitivamente Einar—dijo en segundo plano.
— Pero si tenemos alguna pista o si encontramos a Seis y Sam, definitivamente
trataremos de rescatarlos. — dijo Caleb. — Quiero decir, obviamente.
— Muy tranquilizador, — dijo secamente Nueve.
— Espera un segundo, — dijo Caleb. — Ran quiere hablar contigo.
La conexión se sacudió cuando pasó entre las manos y luego la función de altavoz se
desactivó para que la suave voz de Ran se escuchara de manera mucho más clara.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Hola, Taylor, Profesor Nueve, — dijo Ran. — ¿Nigel está con ustedes?
Nueve agitó la articulación de uno de sus nudillos mecánicos, luego usó su telequinesis
para hacer que el teléfono flotara más cerca de Taylor. Claramente, él no responder a eso.
— Oye, Ran, – dijo Taylor. — Él no está con nosotros en este momento. La última vez
que lo vi, se dirigía abajo del centro de entrenamiento para. . . a — ¿Interrogar sin sentido a
su malvada madre? Taylor no sabía cómo expresar eso, así que simplemente se calló. —
¿Quieres que lo traiga?
Ran vaciló. – No. Esta bien. Por favor, dile que llamé y estoy pensando en él.
— Lo haré — respondió Taylor. — Eso es todo… — Ran comenzó a decir, pero sonó
como si alguien le arrancara el teléfono de la mano. Una voz ronca apareció.
— ¿Estás ahí, nueve?
La expresión de Nueve se oscureció. — ¿Qué quieres, Cinco?
— Solo quería decir que estoy deseando salvar tu Academia porque eres un perdedor
y no puedes hacerlo tú mismo. Adiós, perra.
Y la línea se cortó. Taylor arrebató el teléfono antes de que Nueve pudiera lanzarlo
— Muy maduro — dijo ella.
— Ese tipo debería haberse quedado sumergido en un charco de cieno, – respondió
Nueve.
Con el teléfono en la mano, Taylor pensó abruptamente en llamar a su padre. Lo había
considerado a menudo durante las últimas semanas. Taylor se decía a sí misma que no llamó
porque no quería preocuparlo, pero eso no podía ser cierto—su padre obviamente ya estaba
preocupado ¿Qué le diría ella, sin embargo? Él había apoyado su loco plan para infiltrarse en
la Fundación, lo que implicaba destruir la granja familiar. Eso le había dado la bienvenida a
Taylor en la organización secreta, pero no había ayudado a derribarlos. De hecho, la situación
era peor que nunca. ¿Cómo podía ella decirle que todo había sido por nada? Ella temía esa
conversación, así que siguió posponiéndola.
Taylor le devolvió el teléfono a Nueve. — ¿Crees que nuestras familias están a salvo?
— Preguntó. — ¿Qué les va a pasar si no hacemos lo que quiere la Garde Terrestre?
Nueve se detuvieron, exhalando por la nariz — Hombre. Siempre olvido que ustedes
tienen familias y mierda.
— Eso es muy bonito, Nueve.
— No, quiero decir, eso casi nos lo hizo más fácil a nosotros OGs. No teníamos a nadie
que nos atara cuando estábamos huyendo. Bueno… a algunos de nosotros, al menos. —
Nueve sacudió la cabeza, saliendo de sus recuerdos. — Dudo que le hagan algo a sus familias.
Hasta ahora, ellos han sido todo relaciones públicas, ¿verdad? ¿Cómo se vería eso si
empezaran a amenazar a los padres? No. En este momento, quieren verse como cuerdos,
respetuosos de la ley.
— Espero que este en lo correcto, — respondió Taylor.
Mientras los dos se quedaron en silencio, John dejó a un grupo de estudiantes
acumulando escritorios telequinéticamente y caminó por el camino para unirse a ellos. Taylor
El Baúl secreto El Baúl secreto
se alegró de verlo participar, incluso si estaba claro que John tenía otros motivos para
presentarse en la Academia. Ella miró al cielo, casi esperando ver una nave de guerra
mogadoriana sobre ellos.
— Te recuerda algo de los viejos tiempos, ¿no? — Dijo John a Nueve mientras se
detenía frente a ellos. — Reuniendo lo que fuera que pudiéramos, haciendolo funcionar…
— En los viejos tiempos, simplemente salíamos a la carrera, — dijo Nueve.
John vaciló. — Esa es una opción, ya sabes. Si esto aumenta más, podríamos…
— ¿Huir a la India contigo?—Preguntó Taylor, alzando las cejas.—¿Estás bromeando?
— Sé que estarían renunciando a mucho, — dijo John con cautela. — Pero si puedo
hacer que Nuevo Lorien esté a salvo….
— Si hiciéramos eso, volveríamos a cero, — respondió Nueve. — No hay vida. En la
carrera, fugitivos, mirando por encima de nuestros hombros. ¿Recuerdas cómo era eso?
— Por supuesto.
Nueve miró a los estudiantes, muchos de ellos tomando un descanso ahora, pasando
jarras de agua. — ¿Y quieres eso para todos? – Él no dejó que John respondiera — No. Sé
que no.
— Queremos que funcione esta cosa de la Garde Terrestre, — agregó Taylor. — Pero
tenemos que mostrarles que no somos su propiedad. Deberíamos tener una opinión sobre
cómo se manejan las cosas, quiénes son nuestros instructores, si recibimos inhibidores o no.
John asintió. — Bueno, voy a visitar el campamento de Guardianes de la Paz para
avisarles cuándo y dónde está aterrizando el Osiris — dijo John. — Quizás te gustaría venir.
Taylor tardó un momento en darse cuenta de que John estaba hablando con ella y no
con Nueve. — ¿Qué? ¿Yo?
John se encogió de hombros. — La Academia debería tener un representante, ¿no
crees? Parece que podrías hablar por los otros estudiantes aquí
Taylor no sabía qué decir. Afortunadamente, Nueve estaba allí para llenar el silencio.
— Así que solo vas a caminar hacia los pacificadores y les dirás que hay una nave de guerra
mogadoriana planeando aterrizar en la costa mañana, — dijo Nueve rotundamente. — Ese es
tu plan.
Mientras hablaba, Nueve se acercó para estar junto a John en lugar de enfrente. Esto
les permitió a los dos evitar el contacto visual y, en cambio, contemplar el campus. Taylor
asumió que esto era una especie de ritual pasivo-agresivo.
— La Garde Terrestre debería estar feliz de ver a los últimos mogadorianos llevados
ante la justicia, — dijo John. – Y les voy a decir que negocié su rendición con la ayuda de
algunos estudiantes de la Academia.
— Pero no tuvimos nada que ver con eso –respondió Nueve.
— ¿No? — Respondió John. Él le sonrió a Taylor.--- Tu escuchaste la transmisión de
Vontezza mientras trabajabas para la Fundación y lo informaste a Nueve. Él me involucró
porque—bueno, ¿porque puedo volar en el espacio?
— Sin embargo, eso es mentira – dijo Taylor.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Uno inofensivo, — respondió John.— De todos modos, podría ser buena RP para la
Academia, que parece que ustedes realmente podrían usar en este momento. — John dudó
por un momento, un tic que Taylor sabía significaba que iba a decir algo que a Nueve no le
gustaría. — También podría traer a un par de sus estudiantes conmigo mañana. Podría ser
una buena experiencia de aprendizaje.
Taylor resopló. Así que ahí estaba. La pregunta. Nueve había mencionado que John se
había levantado temprano esa mañana buscando en la lista de la escuela. El necesitaba ayuda.
Nueve llegó a la misma conclusión, su tono se volvió brusco. — Quieres usar a algunos
de mis chicos, deja de jugar y solo pregunta, hermano.
John hizo una mueca. — El generador de campo de fuerza es una gran pieza de equipo.
Podría tener una mano con él, especialmente con los Mogs y la Garde Terrestre alrededor. La
capacidad de Kopano para atravesar la materia sería de ayuda.
— ¿No puedes simplemente copiarlo? — Preguntó Nueve
— Sí, pero no puedo estar en todas partes a la vez, — dijo John. — Solo tengo par de
manos.
Taylor casi dice algo. Ella no quería que Kopano fuera del campus en este momento.
Pero él estaría tan emocionado de ir a una misión con John, ella no se atrevió a hablar. Y
además, todavía estaba considerando la oferta de John que la pondría cara a cara con los
representantes de la Garde Terrestre. ¿Qué diría ella? ¿Qué querrían los estudiantes aquí que
ella dijera?
— Y también está este tipo Miki con fuerte telequinesis y transformación en viento, —
continuó John. — Haría que transportar el generador sea más fácil
— Miki está en tiempo muerto en este momento debido a que es un pequeño
despreciable espía.— respondió Nueve. Entonces, se encogió de hombros. — Pero si lo
necesitas, ve y tómalo. Ten en cuenta que puede que intente huir o te fastidie.
— Lo tendré en cuenta, — dijo John. — Entonces, sí, ese es mi favor.
— Dependerán de Kopano y Miki si quieren ayudarte, —dijo Nueve – Pero no tengo
ningún problema con eso.
John asintió. —Gracias. ¿Dijiste que el jefe de las fuerzas de paz de la ONU aquí es
Ray Archibald?
— Sí.
— ¿Qué piensas de él?
— Tipo militar. Una especie de polla. Tu sabes el tipo. Un poco como nuestro viejo amigo
Lawson.
— Lo suficientemente bueno, John miró a Taylor. — Ese es con quien hablaremos.
— Probablemente lo encuentres allá afuera en el lugar de tu choque, manteniendo un
perímetro al rededor de las ruinas. Malcom salió allí anoche para hacerles saber que no hay
invasores mogadorianos. No quería darles ninguna excusa para correr al campus. Les dijo que
eras tú.
— Entonces me estarán esperando.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Tal vez puedas obtener un chip en tu cabeza mientras estás allí.
— Eso no va a suceder
— No, —coincidió Nueve.—Supongo que Greger no ha llegado a" S "en el alfabeto
todavía.
— ¿Qué quieres que le digamos, Nueve? – Preguntó John.
Los labios de Taylor se apretaron por un momento. A pesar de que su mente estaba
acelerada mientras repetía las posibles conversaciones con los jefes de la Garde Terrestre, no
se había perdido las dos veces que John había asumido que ella venía con él. Ella comenzó
a decir algo, pero luego cerró la boca. ¿Por qué actuar como si fuera a dejar pasar esta
oportunidad de gritar a algunos idiotas poderosos? Se estaba convirtiendo en su pasatiempo
favorito.
—Bueno, cuando hayas terminado con Archibald, podrías hacerle saber atascar
inhibidores en el cerebro de mis estudiantes es una idea realmente terrible — dijo Nueve con
una mirada a Taylor.
— Definitivamente, – ella estuvo de acuerdo.
— Además, informe a Greger Karlsson que voy a sacarle los dientes.
—Pensé que sentarte detrás de un escritorio te hubiera impedido hablar así, — dijo John
con una sonrisa. Nueve no parecían divertido.
— Les diremos, — insertó Taylor. — Tal vez voy a filtrar un poco tu mensaje. Pero les
diré.
— Y probablemente, no menciones a Vontezza, — agregó Nueve.
— Obviamente, — dijo John con un suspiro. — ¿Algo más?
— Diles que respetas mi autoridad y que estoy haciendo un buen trabajo, — dijo Nueve.
— Lo tienes, — dijo John.
Nueve le dio un apretón en el hombro a Taylor. — Buena suerte. Y si no regresas en
una hora, dirigiré el grupo de búsqueda.
Taylor le sonrió, intentando no sentirse nerviosa. Este era el tipo de oportunidad de la
que Kopano estaba hablando—una oportunidad para liderar, para marcar la diferencia. O, al
menos, ver de primera mano a qué se enfrentaba la Academia.
— Entonces, – dijo Taylor, volviéndose hacia John. — ¿Estamos volando allí o qué?
— No hay razón para nada tan dramático, – dijo John con una sonrisa tranquila que hizo
que Taylor quisiera estrangularlo. — Vamos a caminar y decir hola.
Caminar directo allí. Al campamento de un grupo de soldados que querían instalar
microchips electrificados en su cabeza. Un tranquilo paseo para una visita corta. De repente
sonó como un plan bastante inestable para Taylor.
Pero cuando John Smith comenzó a alejarse, ella lo siguió.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DOCE

CALEB CRANE
LE ROYAL MANSOUR – CASABLANCA, MARRUECOS.

ERAN CERCA DE LAS TRES DE LA MAÑANA, y el piso del casino de Le Royal Mansour
estaba tan concurrido como lo había estado dos horas antes, cuando Caleb ocupó su puesto
en el balcón. Al principio, se sentía como si sobresaliera como un pulgar adolorido. Llevaba
pantalones de vestir y una camisa de vestir blanca que le ajustaban perfectamente, pero lo
irritaba por razones que no podía articular Había elegido un chaise lounge cerca de la
barandilla del balcón que le proporcionó una vista sin obstáculos de las filas de juegos de mesa
de abajo, pero que también lo tenía reclinado de una manera que se sentía demasiado
propensa. Demasiado expuesto.
Inclinándose sobre sus codos en el lujoso sofá con bochornosa ropa, Caleb se sintió
como un modelo en un mal anuncio de colonia. Se incorporó e intentó que su expresión fuera
neutral.
Era un tipo genial y estaba en su ambiente. Si… totalmente.
Caleb seguía esperando que alguien del personal de seguridad del hotel lo sacara. Pero
esto no era como América, donde no podías acercarte a un casino hasta que tuvieras veintiuno.
La edad de juegos de azar en Marruecos eran los dieciocho años y tuvo la impresión de que
la ley solo se aplicaba de manera flexible. Estaba bastante seguro de que esos eran un grupo
de chicos adolescentes fumando cigarrillos y jugando al póker justo debajo de él. Nadie lo
molestó en absoluto, a menos que contara a la camarera que le trajo una taza de té no
solicitada.
— Para calmar sus nervios y así pueda ganar en grande, – había dicho la camarera
mientras colocaba la taza humeante en la mesa de cristal junto a él.
¿Se veía nervioso? ¿Estaba dando esa vibra? Oh hombre. Caleb se mordió la uña del
pulgar, luego se detuvo porque sabía que eso lo hacía parecer sospechoso. Tomó un sorbo
del té demasiado rápido y se quemó la lengua.
Él era malo en esto. Como, muy malo.
Relajarse. No liberes un duplicado. Nadie te está prestando atención.
Continuó sentado, se recostó, se enderezó de nuevo y luego se reclinó, incapaz de
decidir cuál era la posición adecuada para una vigilancia. O, más bien, cuál era la posición
adecuada para una persona que no está vigilando.
Su mirada recorrió el fieltro verde de las mesas de blackjack y el giro negro y rojo de la
ruleta. Había un flujo constante de jugadores que observar, un ciclo predecible—un invitado de
ojos brillantes se abrió paso hasta llegar a un lugar en una mesa, observó cómo sus fichas
disminuían y luego dejó que una nueva víctima tomara su lugar. Las nubes de humo de cigarro
que flotaban en el aire le dieron a Caleb la sensación de que estaba mirando a hurtadillas a un
sueño sudoroso y febril.
El Baúl secreto El Baúl secreto
A medida que se acostumbró al chasquido de las fichas y el repicoteo de las barajas, y
una vez que se dio cuenta de que cada grito desde abajo no era porque alguien lo había
identificado, Caleb pudo dejar que su mente vagara un poco. Esperaba que sus amigos en la
Academia estuvieran bien. Caleb recordó su corta conversación telefónica ese mismo día.
— Se supone que sabes todos los secretos. — Caleb le había dicho a Einar después
de silenciar su línea. — ¿Alguna idea de dónde La Garde Terrestre estaría encarcelando a la
Garde no cooperativa?
— No, no sé dónde la Garde Terrestre almacena a sus delincuentes, – respondió Einar.
Se acarició la barbilla. — Pero tengo la sensación de que Derek King podría. Hay una razón
por la que la Fundación siempre los utilizó a él y a sus hombres para cazar a la Garde Está
conectado.
— Si tienen un lugar lo suficientemente fuerte como para albergar a Seis y Sam, podrían
estar usando el mismo lugar para esconder a esa zurrullo que salta de cuerpo, – dijo Cinco.
Caleb negó con la cabeza. — Pero eso significaría que la Garde Terrestre está
trabajando con la Fundación.
Einar sonrió. — Finalmente estás poniéndote al día. – Señalo al teléfono. — Dile a tus
amigos que iremos a buscar su prisión. De hecho, nos encantaría ayudar. Si King coopera,
podríamos tener alguna información para ellos tan pronto como esta noche
Rey derek. El CEO de Blackstone Group. El tipo que dio las órdenes a los mercenarios
que intentaron matar a Caleb y sus amigos en múltiples ocasiones.
El tipo que estaba justo allí, en la cabecera de la mesa de dados, con una sonrisa
estúpida en su bien parecido rostro. King llevaba un traje color canela con una camisa de vestir
lavanda profundamente desabotonada, su pecho bronceado y encerado. Una mujer rubia con
una enorme melena de pelo rizado y una figura de reloj de arena estaba metida bajo su brazo.
Estaba vestida con un escotado y brillante vestido rojo y azul, luciendo como una versión
humana de un fuego artificial. Derek puso su puño en la cara de la mujer, los dados apretados
allí. Ella frunció los labios y sopló sobre ellos.
— Blech, – dijo Caleb. Caleb no estaba seguro, pero pensaba que Isabela probó seis
apariencias diferentes antes de llamar la atención de King. Se había pasado por la mesa de
dados como una deslumbrante mujer del Medio Oriente, se retiró a un ascensor cuando King
no se interesó y regresó como una rubia de ojos frios con un traje elegante. Cuando eso no
funcionó, Isabela había reaparecido como una pelirroja pecosa con una sonrisa juguetona,
entonces una mujer llamativa claramente modelada según el estilo de Lexa de la Academia,
y, eventualmente, incluso un joven y ágil hombre. Estas fueron solo las apariencias que ella
eligió para que Caleb se diera cuenta, aquellas que miraron en su dirección y le guiñaron un
ojo, o le lanzaron un beso, o le mostraron brevemente un tramo de pierna.
Isabela. Ella no podía tomar nada en serio.
Después de horas de intentarlo, fue la voluptuosa reina de belleza del parque de
caravanas la que llamó la atención de King. Al parecer, los gustos de King se inclinaban hacia
el cliché. Mientras Caleb observaba, Isabela echó la cabeza hacia atrás y se rió alegremente
ante un comentario que King hizo. Caleb se estremeció.
— Solo veo un guardaespaldas. ¿Qué hay de ti?
El Baúl secreto El Baúl secreto
A Caleb le tomó un poco de esfuerzo no saltar sobre sus pies y luego más esfuerzo para
no soltar un duplicado. Ran se había puesto a su lado sin que siquiera se diera cuenta. Se
había cambiado de nuevo al vestido ceñido de Isabela, aunque esta vez había añadido un par
de leggings plateados.
— Jesus , — fijo él. — Me asustaste.
— Estabas muy concentrado.
Caleb se aclaró la garganta. — Sí, uh, yo solo veo al tipo grande también…
Él asintió discretamente hacia la sombra de King, un hombre bastante grande que
estaba a una distancia respetuosa de la mesa de dados pero que no se había movido desde
que King llegó. Llevaba un traje de carbón sobre su enorme cuerpo, el pelo rojo oscuro
recogido en una cola de caballo, una cicatriz que creaba un estrecho paso en su, por lo demás,
gruesa barba. Parecía un vikingo moderno
— No está usando un auricular, — observó Ran. — Si lo hiciera, pensaría que tal vez
hay más guardias. Pero es solo uno.
— Einar tenía razón, – admitió Caleb de mala gana. — King se siente seguro aquí. Este
fue un buen lugar para apuntarlo. — Apartó los ojos de Isabela por un momento para mirar a
Ran, buscando tranquilidad en su rostro típicamente sereno. — Estamos haciendo lo correcto,
¿no? Quiero decir, una parte de mí todavía siente que deberíamos estar corriendo de regreso
a la Academia.
Como de costumbre, Ran consideró sus palabras antes de hablar. — Este hombre, Rey,
es nuestro enemigo. Si podemos dañar a Blackstone, eso también dañará a la Fundación.
Además, él podría saber algo sobre Sam y Seis.
Caleb asintió. Habían pasado por todo esto antes, pero todavía estaba buscando una
razón para no seguir la idea de Einar de interrogar a King, a pesar de que el plan ya estaba en
marcha.
Volvió su atención a la mesa de dados. King se inclinó hacia adelante y tiró los dados.
Rebotaron contra la pared trasera y se escuchó la exclamación de la multitud reunida. Él debía
haber hecho rodar un número alto. ¿O no? Caleb no tenía idea de cómo funcionaban los dados.
Mientras Caleb observaba, Isabela se inclinó para susurrar algo al oído de King.
— Esto es asqueroso, — dijo Caleb.
Ran le palmeó la espalda con suavidad. — Es la misión.
Caleb suspiró. — Lo sé, lo sé. Es solo como... este chico es malvado Y Isabela es... No
lo sé. Olvídalo. No sé por qué me está molestando tanto.
Ran mostró una pequeña sonrisa. — ¿No lo haces?
— ¿Por qué me miras así?
— No hay razón — Ran levantó la barbilla hacia el piso de juego. — Está sucediendo.
Caleb miró hacia abajo para ver al crupier entregarle a King una bandeja llena de fichas. King
se lo entregó a su gran guardaespaldas, puso su brazo alrededor de Isabela y la escoltó lejos
de la mesa de dados. Estaban en movimiento.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb se puso de pie, luego se quitó algunas arrugas de la camisa para parecer sin
prisas. Ran enganchó una mano en su brazo y los dos avanzaron lentamente por el nivel del
balcón, dirigiéndose hacia el ascensor.
Abajo, King se separó brevemente de su guardaespaldas, el bruto se detuvo junto a la
ventana de un cajero para convertir las fichas en un fajo de dinero. King pasó este tiempo
dejando que sus manos vagaran por la espalda de Isabela. Ella dijo algo y King se rió
encantado. Caleb se preguntó qué era.
— ¿Este hombre realmente solo tiene un guardaespaldas?
Esa era Duanphen, uniéndose a ellos desde el otro lado del mirador, donde ella también
había estado vigilando.
— Eso parece, — dijo Ran.
— Bueno. Esto será fácil.
— No digas eso — respondió Caleb. — Nos traeras mala suerte.
Esperaron a que Isabela, King y el guardaespaldas subieran al ascensor. Caleb se
encogió de hombros.
— ¿Nos vemos lo suficientemente casual?
Ran arqueó una ceja. — Sí, Caleb
— la ultima a la derecha, — informó Duanphen.
Todos miraron hacia arriba, hacia la flecha dorada sobre los ascensores que marcaban
los pisos, observando el último a la derecha marcar arriba y más arriba hasta que, finalmente,
se detuvo. Piso quince.
— Sólo uno debajo de nuestro penthouse, – dijo Ran.
— Eso lo hará más fácil, — respondió Duanphen.
Caleb gimió. — La palabra con 'f' de nuevo. ¿Nunca has estado en una de estas
misiones antes? Estas constantemente salen mal.
— En realidad, la nuestra solía ir bastante bien, — dijo Duanphen. — Hasta que tu gente
de la Academia apareció en Suiza.
Caleb pulsó el botón, pidiendo otro ascensor. Una vez que estuvieron dentro, su pie
golpeo compulsivamente, un hecho del que no se dio cuenta hasta que Ran le dio un suave
codazo.
— Lo siento, — dijo Caleb.
Cuando las puertas comenzaron a cerrarse, Duanphen ladeó la cabeza hacia un lado.
Caleb siguió su mirada y vislumbró a una chica de cabello ondulado con una gruesa uniceja
que pasaba por el pasillo.
— ¿Qué es? — Le preguntó a Duanphen.
— Nada, — respondió ella. — Pensé que vi a alguien familiar.
Las puertas se cerraron y el ascensor silbó hacia arriba. Segundos después, los tres
entraron en un pasillo típicamente elegante—adornos dorados, luces empotradas y puertas
El Baúl secreto El Baúl secreto
con aldabas ornamentales. Había un espejo en el techo que Caleb pensó que era
innecesariamente vertiginoso.
En línea recta, frente a la puerta más cercana al ascensor, el guardaespaldas de King
estaba empezando a bajar su grueso cuerpo en una silla de mimbre de aspecto absurdamente
frágil. El guardaespaldas los evaluó a los tres con ojos aburridos y cansados, su trasero
colgando sobre el asiento como si no estuviera seguro de si debería terminar de sentarse.
Ran pasó su brazo por el de Caleb otra vez y salieron del ascensor al unísono, como un
par de niños desordenados que vienen de una larga noche. Duanphen los siguió, con el cuerpo
recto, sin molestarse en ningún tipo de treta.
— Este no es su piso, – dijo el guardaespaldas, decidiendo pararse después de todo.
— No inglés,—respondió Ran mientras se acercaban tambaleándose.
El guardaespaldas no lo compró, ni siquiera por un segundo. Su mano se lanzó dentro
de su abrigo, probablemente buscando un arma.
Demasiado lento.
Ran y Caleb se separaron y Duanphen se lanzó entre ellos. Agarró la garganta del
guardaespaldas y le envió un choque.
Las rodillas del guardaespaldas se tambalearon y pareció un momento que podría
desmayarse de inmediato. Sin embargo, era un hombre grande. Lo suficientemente grande
como para soportar una descarga. Se recuperó y logró lanzar un golpe desesperado en la cara
de Duanphen.
— Detente, detente, tú… despreciable,—dijo el guardaespaldas con un crujir de dientes.
Caleb sacó un duplicado para agarrar el brazo del guardaespaldas. El duplicado bailó
y se crispó cuando él también se sorprendió por el toque de Duanphen, pero detuvo al
guardaespaldas hasta que el gran hombre colapsó por los voltios. Duanphen se mantuvo en
contacto con él durante un par de segundos después de que estuvo abajo.
— Bien, bien — dijo Caleb — Esta fuera.
Duanphen dejó de electrocutar al guardaespaldas pero no respondió nada. Ella apartó
las manos y esperó.
— Tengo que sacarlo de la vista, —dijo Caleb mientras soltaba otro par de duplicados
para recoger al guardaespaldas inconsciente.
Mientras tanto, Ran probó la puerta de la habitación del hotel de King. Estaba abierto
Justo como lo habían planeado.
— Les tomó bastante tiempo. Este cretino fue extremadamente hábil con las manos.
Isabela—no es el estereotipo rubio de un salvavidas, sino la real, se situó sobre el cuerpo
propenso de Derek King. Caleb se encontró sonriendo con una combinación de alivio y
admiración al entrar en la habitación. Parecía que King había intentado desvestirse, pero solo
había logrado llegar hasta su cinturón y un zapato—el zapato con el que Isabela
aparentemente lo había detenido. Había un corte decente en su frente, la sangre goteaba en
su ojo. King siguió aturdido intentando levantarse y, cada vez, Isabela se recostó sobre su
espalda, presionándolo contra el suelo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Caliente, — dijo uno de los duplicados de Caleb mientras observaba a Isabela hacer
su gloriosa pose sobre el golpeado CEO. Caleb se encogió ante el comentario, pero no creyó
que Isabela lo escuchara.
— Quédate abajo, estúpido, – le estaba diciendo Isabela a King.
— ¿Quién—quién eres? — Murmuró King.
— Silencio, — Isabela lo reprendió, clavándole el talón en la espalda.
Mientras tanto, los duplicados habían logrado arrastrar al inconsciente guardaespaldas
de King en la habitación y lo tiraron al suelo. Una vez allí, comenzaron a rasgar
sistemáticamente las sábanas y usar los restos para atar las muñecas y los tobillos del enorme
hombre. No serían los lazos más seguros para un tipo tan grande, pero con suerte ya se
habrían ido para cuando despertara.
Duanphen se quedó en la puerta por unos segundos, mirando y escuchando por
cualquier alarma que surgiera de las habitaciones vecinas. Estaba tranquilo. Todo el encuentro
había durado menos de un minuto. Cerró la puerta de la habitación de King y la aseguró detrás
de ella.
— Vamos a levantarlo,–dijo Ran, llegando a pararse sobre King.
Caleb y Ran tomaron cada una un brazo y tiraron de King para que se levantara. Sus
ojos estaban vidriosos y parpadeaban, aún recuperándose del golpe en la cabeza de Isabela .
Isabela estiró la mano y le pellizcó la mejilla.
— Gracias por enseñarme los dados, — dijo.--- Adiós.
Ran y Caleb arrastraron a King hacia el balcón de su habitación. Al principio, cojeaba
junto a ellos, demasiado aturdido para defenderse. Pero, cuando Ran usó su telequinesis para
abrir las puertas del balcón y el aire nocturno se precipitó, algo se encendió en el cerebro del
hombre. Comenzó a meter los talones en la alfombra y sus palabras se hicieron más agudas.
— ¿Qué están haciendo?, – Exigió. — ¡No—no lo hagas!
Le pareció a Caleb como debía verse para King, como que estaban a punto de lanzarlo
sobre la barandilla de mármol del balcón.
— No vamos a hacerte daño, — dijo Caleb, tratando de sonar fríamente desapasionado.
— Ya me hicieron daño, — respondió King.
— No vamos a lastimarte más, entonces, — dijo Caleb. Sin embargo, no quería que
este tipo se sintiera demasiado cómodo, así que agregó sin convicción: — Al menos no
nosotros.
Una vez que estuvieron en el balcón, Ran agarró un cenicero de cerámica de una mesa
y usó su Legado para cargarlo hasta que resplandeció en rojo brillante. Sostuvo el objeto
brillante sobre el borde del balcón, lo agitó de un lado a otro dos veces, luego gruñó mientras
absorbía la energía de nuevo en su cuerpo, sin dejar que el cenicero detonara.
— ¿Qué demonios estás haciendo? — King le preguntó.
Cinco flotó desde arriba. Su parte de esta misión había sido flotar sobre el hotel y
esperar por la señal de Ran. King se encogió cuando el tuerto Lorience lo agarró por el frente
de la camisa.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Espe—espera… — tartamudeó King.
— Tu espera, — Cinco gruñó.
Cinco comenzó a elevarse de nuevo, sta vez con King en su agarre, pero dudó cuando
se dio cuenta de que Caleb todavía sostenía el brazo del hombre mayor.
— Puedes dejarlo ir ahora, — dijo Cinco.
— Voy contigo, — respondió Caleb. — Sé que este tipo es una escoria, pero no lo voy
a dejar solo con ustedes dos ni siquiera por unos minutos.
Los labios de Cinco se curvaron hacia atrás y comenzó a gruñir alguna amenaza, pero
Ran puso una mano en su hombro. Eso sorprendió a Caleb.
— Toma a Caleb, – le dijo a Cinco. — Limpiaremos aquí y estaremos allí pronto.
Desde el interior de la habitación del hotel, Isabela gritó: — ¡Oh, Dios mío, este tipo
tiene tantos relojes!— Claramente, el proceso de hurgar en el equipaje de King había
comenzado.
Caleb observó a Cinco, ambos aferrándose a King, que se había quedado
completamente en silencio desde que apareció el Lorience. Después de un momento, Cinco
se encogió de hombros.
— Lo que sea. Agárrate, – dijo.
Caleb no dudó en envolver sus brazos alrededor del cuello de Cinco a cuestas, a pesar
de que se sentía ridículo y torpe.
King estaba tratando de ser estoico ahora, pero dejó escapar un chillido cuando Cinco
se elevó, todavía sosteniendo al hombre mayor por el frente de su camisa de vestir. Caleb
pensó que podía oír el desgarrón de la tela. King también debió haberlo oído porque buscó a
tientas los antebrazos de Cinco para aferrarse.
No fue un gran vuelo, realmente. Más como un gran salto. Cinco los aterrizó en el jardín
privado de la azotea junto a su penthouse. Y allí estaba Einar, sentado en una pequeña mesa
de metal con un bistec a medio comer delante de él, rodeado por todos lados por vides
enrejados y flores que caían bajo la luz de la luna. Una vela parpadeó en la mesa, el fuego
brillaba en los ojos de Einar.
— Hola, Derek, — dijo Einar, un trozo de carne sangrante se detuvo justo delante de
sus labios. — Gracias por venir.
Caleb puso los ojos en blanco. ¿Cuánto tiempo había estado sentado Einar aquí en esa
posición exacta con ese filete tibio delante de él, todo para que pudiera pronunciar esa línea?
Cinco empujó a King hacia adelante. El hombre de negocios tropezó—él solo llevaba
un zapato. Con su telequinesis, Cinco sacó una silla de debajo de la mesa, frente a Einar, y la
inclinó para que King pudiera caer en ella.
— Einar, espera, espera— Había una nota de pánico en la voz de King cuando Cinco
acercó la silla a la mesa. Caleb se hizo a un lado, observando, con las manos juntas detrás de
la espalda.
— ¿Por qué estás tan asustado, Derek? — Einar preguntó con una sonrisa burlona. —
Solo quería ponerme al día.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Sé lo que has estado haciendo con la gente de la Fundación — dijo King. Miró por
encima del hombro a Cinco y a Caleb, su manzana de Adam se movía de miedo. El estómago
de Caleb giró al ser englobado con estos asesinos — Ya no estoy trabajando con ellos —
continuó King. – Te diré lo que quieras saber.
Einar enarcó las cejas, sorprendido. Al discutir este interrogatorio, todos esperaban
tener que recurrir a más amenazas, o posiblemente dejar que Einar manipulara a King con su
Legado. Einar dejó sus cubiertos y reconsideró a King.
— ¿Qué quieres decir con que ya no estás trabajando con ellos?, – Preguntó Einar. —
Nunca hice una misión para la Fundación que no usara Blackstone como personal de apoyo.
— Ellos cancelaron nuestro contrato, — dijo King. — No nos necesitas más. Ahora
tienen a los muchachos de la ONU.
Caleb dio un paso adelante. — ¿Qué quieres decir con eso?
King miró por encima de su hombro. — Después de Suiza, la Fundación se puso en
buenos términos con la Garde Terrestre. Creo que ese fue siempre su plan. Se presentaron
como una organización sin fines de lucro que ha estado rescatando a Garde de los países que
no son de la Garde Tierra.
— ¿La ONU compró eso?
— Claro. Esos imbéciles lo aceptaron con entusiasmos.
— Hay buenas personas en la Garde Terrestre, sin embargo — murmuró Caleb. —
Quiero decir, tiene que haber…
Caleb se dio cuenta tardíamente de que ya había descarrilado su interrogatorio. Einar
se veía exasperado e incluso King lo estaba mirando como si fuera el mayor idiota del planeta.
— Sí, hay algunos tipos de corazón sangrante en la ONU, — dijo King. — Pero la
mayoría de ellos tipos van a los mismos cócteles que la gente de la Fundación. – Miró a Einar.
— ¿Quién es el nuevo niño, Einar? Parece un poco ingenuo para estar corriendo contigo.
— No te preocupes por él, — dijo Einar. — Preocúpate por mí.
— Oh, lo estoy, — King tocó el bulto de su frente, hizo una mueca y sacó una servilleta
de la mesa para frotar la sangre. —¿Sabes cuántos hombres buenos perdí en esas
operaciones de la Fundación? Estaba llegando al punto en que el dinero que ellos pagaban no
cubría mis costos para capacitar a nuevos reclutas Me alegro de que me dejaran ir cuando lo
hicieron. Francamente, tu gente me asusta como el infierno. Te diré lo que sea que quieras
saber.
— ¿Cómo encontramos a Lucas Sanders? — Preguntó Einar.
— ¿Quién?
— El saltador de cuerpo, — elaboró Einar. – Blackstone lo aprehendió hace meses.
— ¿Ese maníaco? — Respiró King por la nariz. — Si lo supiera, te lo diría.
Los ojos de Einar se estrecharon con sospecha, pero Caleb intervino antes de que
pudiera hacer otra pregunta.
— ¿Sabes algo sobre una prisión construida para albergar a Garde?
El Baúl secreto El Baúl secreto
King pensó por un momento. — En realidad, la Fundación tenía un lugar en México.
Justo en el medio del desierto de Chihuahua. Lo compraron barato del gobierno mexicano y
estaban haciendo algunas mejoras. Algunos de mis empleados fueron asignados allí para
actuar como seguridad, limpiar los carteles, ese tipo de cosas. Parecía que se estaban
preparando para mantener a muchos de ustedes locos—tu gente allí.
— ¿Por qué estás hablando en pasado?, — Preguntó Einar.
— Perdí el contrato en ese lugar hace unas semanas, por eso, — respondió King con
una nota de amargura. — Esos cascos blancos de la ONU se hicieron cargo.
— Los pacificadores, – dijo Caleb.
— Sí. La Fundación dijo algo sobre un subcontrato de la Garde Terrestre. Supongo que
ahora que se están volviendo respetables no pueden asociarse con mercenarios como yo. La
historia de todos los grandes negocios, ¿verdad? Las cosas son ilegales hasta que no lo son.
Como la prohibición, ¿verdad?
— Ahórrenos las lecciones de historia, King, — dijo Einar.
— Lo siento, lo siento, — dijo King con una sonrisa nerviosa, recordándose a sí mismo.
— Mira, si estás tratando de localizar a Lucas Sanders o cualquiera de los otros Garde que la
Fundación ha escondido—aquellos con los que no pueden trabajar en el campo, de todos
modos—King miró a Einar. — Ese es el primer lugar que me gustaría comprobar.
— ¿Cómo nos están siguiendo? — Caleb y Einar hicieron esta pregunta al unísono,
luego se miraron el uno al otro. Cinco resopló, divertido.
— No los están siguiendo, –respondió King. — Nos están siguiendo. A los miembros de la
fundación cuyas identidades has comprometido. Todos tienen su futuro leído por esa
chica precognitiva que tienen.
Einar resopló. — Salma? ¿La que se viste como gitana? Ella solo puede ver ¿que?
¿Dos horas en el futuro? Solíamos bromear con el hecho de que ella no podía ver más allá de
su propia ceja, y esa es la gente que ustedes tienen en seguridad. Barnaby subastándola es
una cosa, pero ¿usarla contra nosotros? Insultante.
Caleb recordó a la chica que Duanphen había visto en el vestíbulo. Empezó a decir algo,
pero King habló sobre él.
— Supongo que ha estado practicando desde que te fuiste rebelde, — dijo King. — Sus
lecturas no son totalmente precisas, pero nos dio probabilidades de que nos visitaras. Dijo que
podríamos querer cambiar nuestras rutinas si estuviéramos por encima del cuarenta y dos por
ciento. No estoy seguro de cómo se les ocurrió ese número. Si los están siguiendo, así es
como. Están apostando por sus futuros más probables.
— ¿Qué porcentaje eras?, — Preguntó Einar.
— Veinticuatro,—dijo King con una sonrisa. —Siempre me gustaron las posibilidades.
— ¿Estaba ella aquí? – Preguntó Caleb. — ¿Salma?
— No, – dijo King —Mi lectura fue hace semanas. Supongo que mis probabilidades
cambiaron.
El Baúl secreto El Baúl secreto
La mirada de acero de Einar se clavó en King, sus dedos tamborileando sobre la mesa
Mientras tanto, King se había relajado en su silla, como si fueran viejos amigos conversando.
El hombre estaba siendo mucho más cooperativo de lo que habían esperado.
Pero entonces, si quisiera ocultarle algo a Einar, ¿no sería su mejor oportunidad hacerle
creer que no necesitaba usar su Legado?
— Está mintiendo, — dijo Caleb. — Esto es demasiado fácil.
Einar frunció los labios. — Maldición. Estoy de acuerdo con Caleb.
King levantó las manos. — ¿Qué quieres de—
Y así como así, el lenguaje corporal de King cambió. Estiró los brazos sobre la mesa,
golpeando el plato de Einar en su intento de agarrar las manos de Einar. Einar retrocedió y
Cinco se lanzó hacia adelante para empujar a King de nuevo a su asiento. El hombre de
negocios, de repente estremciendose de pánico, se dispuso a agarrar los lados de la mesa.
— Tienes que salir de aquí, — le dijo a Einar.
— ¿Qué le hiciste a él?, — Preguntó Caleb.
— Estoy haciendo que él se preocupe por mí, — respondió Einar, enderezando su puños
y mirando a King. — Soy el centro de su mundo ahora.
— Eres mi todo — estuvo de acuerdo King. Pero te he mentido antes. El psíquico de la
Fundación no me puso en un veinticuatro por ciento. Fue en un noventa y cuatro. Y fue hace
horas. Saben que estás aquí, Einar.
El estómago de Caleb se tensó. Miró a Cinco, el Lorience frunció el ceño a King. —
Deberías ir por la nave – dijo Caleb. — Puede que tengamos que reservar.
— Tiene razón, — dijo Einar, levantándose. — No deberíamos quedarnos aquí
— No – dijo King. — Realmente no deberías. También mentí sobre otra cosa. Sé dónde
está Lucas Sanders.
Einar se inclinó hacia delante. — ¿Dónde?
— Está en el piso de abajo, — dijo King. — Dentro de mi guardaespaldas.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO TRECE

TAYLOR COOK
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA

LOS PACIFICADORES SE ALINEARON EN EL CAMINO QUE LLEVABA de la Academia a


su campamento, sus armas hacia abajo, todos sus ojos brillando con diversos grados de
admiración, respeto y miedo. Mientras marchaba a través de sus filas, Taylor no pudo evitar
cuadrar sus hombros un poco. Era empoderante, ser visto de esa manera. A Kopano le hubiera
encantado. A pesar de que esas miradas no estaban realmente dirigidas hacia ella, Taylor era
al menos adyacente.
— Señor. ¡Smith! – Un pacificador de pelo oscuro con un acento grueso de Nueva York
empujó a algunos de sus compañeros de guardia. Taylor se preparó, pero él no estaba armado.
Se acercó a John e insistió en darle la mano. — Estuve en la ciudad durante la invasión. ¡Me
salvaste la vida, hombre! Siempre quise agradecerte. Me uní a los jodidos pacificadores debido
a ti.
— No tienes que agradecerme, — dijo John, dando unas palmaditas en el hombro del
pacificador.
— Yo tampoco compro todo este asunto del Inhibidor,—dijo bruscamente el Pacificador
— Probablemente por eso me están transfiriendo…
— ¡Dale un poco de espacio, LaRussa!, — Gritó uno de los otros pacificadores. Con
una sonrisa arrepentida, LaRussa se hundió de nuevo entre la multitud. Los escoltas que John
y Taylor habían escogido en el lugar del accidente los llevaron hacia adelante, profundizando
en lo que Taylor ahora consideraba territorio enemigo.
— ¿Siempre obtienes mucho de esto? — Preguntó Taylor, en voz baja.
— Sí, — respondió John. — Nunca deja de ser incómodo.
Taylor dirigió su atención al campamento. Ella había estado aquí antes, una vez durante
la odiosa odisea de su grupo fuera del campus y nuevamente durante su reunión supervisada
con su padre. Recordaba los edificios de metal desproporcionadamente bajos que servían de
barracones y comedores, la armería, las altas vallas con sus cámaras de seguridad montadas
y la incongruente área de picnic y la cabaña reservada para visitas familiares.
Lo que no recordaba eran las carpas. Los recintos de lona llenaban cada espacio entre
edificios, la población de pacificadores en el campamento había incrementado para llenarlos.
Taylor no podía estar segura del recuento, pero parecía que había al menos cinco veces más
soldados colocados aquí de los que habían estado durante su última visita.
Bueno, Greger les había prometido un ejército.
La academia tenía cámaras apuntadas al campamento de pacificadores. Ellos sabrían
si los soldados hicieran un movimiento, pero no eran capaces de ver el interior del campamento.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ella no sabía que habría tantos de ellos. Cuando Taylor regresara,ella sugeriría a Nueve que
colocaran a alguien por encima de la cerca para plantar algunos ojos mas.
Suponiendo que ella regresara.
Taylor esperaba ser conducida al edificio donde los pacificadores realizaban sus
reuniones informativas oficiales. En cambio, su silenciosa escolta los llevó directamente a un
remolque en medio del campamento. Los cuartos privados de Archibald. La idea de estar en
un espacio tan estrecho alarmó a Taylor más que estar entre todos los pacificadores. Afuera,
al menos John podría alejarlos volando.
— Puedes sacarnos pitando de aquí si esto es una trampa, ¿verdad?, — Le preguntó
Taylor a John cuando el pacificador se abría camino a la puerta de Archibald.
— Espero no tener que causar ninguna explosión. No queremos poner las cosas en
marcha — dijo John. Taylor le dirigió una mirada exasperada. — Pero sí. Estaremos bien
Atraparon a Archibald con una camiseta sin mangas y sus pantalones de uniforme,
arrastrando una afeitadora eléctrica por sus mejillas. El viejo soldado tenía una buena cara de
póquer, pero Taylor notó cómo sus ojos se abrieron un poco por encontrar a John en su puerta.
— ¿Coronel Ray Archibald? — Comenzó John. — Soy-
— Sé quién eres, — respondió Archibald. — Malcolm nos dijo que estabas en el campus.
¿Vienes a explicar la nave scout mogadoriana que estrelló ayer en mi Academia?
Taylor se erizó ante Archibald llamando al lugar suyo, pero mantuvo la boca cerrada.
— Lo estoy, — dijo John cortésmente.
Archibald se volvió hacia Taylor. — Y usted, Srta. Cook. ¿Estás aquí para ser procesada?
Creo que la llamaron alrededor de las cero novecientas.
— Demonios, no, — respondió Taylor.
— Bien, entonces — dijo Archibald. — Adelante.
Archibald se hizo a un lado y, con el mismo movimiento, despidió a la escolta del
Pacificador. Quería estar a solas con ellos. Interesante.
El interior del remolque de Archibald era tan espartano y limpio como el hombre mismo.
Las únicas decoraciones eran una pila de libros sobre tácticas de contrainsurgencia y una pila
de bandejas de cena de TV lavadas en el fregadero. De lo contrario, parecía que Archibald
apenas vivía aquí.
— Tienes suerte de que los pacificadores que los trajeron me sean leales — dijo
Archibald mientras cerraba la puerta — La mayoría de los demás aquí te habrían llevado
directamente a Karlsson.
— ¿Qué significa eso?, –Preguntó Taylor. — Pensé que supuestamente eras el jefe de
seguridad.
— Yo también – respondió Archibald. Dejó a un lado su afeitadora, encontró su camisa
y comenzó a ponérsela.— Mi posición de que no deberíamos estar en desacuerdo con los
estudiantes de la Academia y crear un ambiente peligroso no me ha hecho muy popular. Los
pacificadores que llegan por orden de Greger están en una línea dura de hacer cumplir las
nuevas políticas de la Garde Terrestre.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Sabes que esas políticas están algo incorrectas, ¿verdad? — Preguntó Taylor,
parándose frente a John. — La gente de la Fundación está manipulando a la Garde Terrestre.
Archibald suspiró. — Soy un soldado. En última instancia, solo puedo seguir órdenes.
Y ahora, después de Suiza, la actitud predominante hacia ustedes es que son armas peligrosas
que necesitan regulación.—Sus ojos se clavaron en John. — Esperaba que estuvieras aquí
para traerme buenas noticias.
Taylor se dio cuenta de que en su afán por desahogarse en Archibald, había empujado
a John al fondo. Ella se hizo a un lado y John la miró agradecido.
— Estoy aquí para informarles que mañana el Osiris, el barco de guerra mogadoriano
detrás de la luna descenderá a una distancia segura de la costa desde aquí.
— Jesús H. Cristo — respondió Archibald. — ¿Sabes que hay una orden permanente
para atacar a ese hijo de puta en cuanto esté dentro del alcance?
— Sí, no les dejes hacer eso, —respondió John – Gracias a los esfuerzos de Taylor aquí
y a otros estudiantes de la Academia, los mogadorianos han acordado rendirse y trasladarse
a Alaska. La guerra finalmente, oficialmente habrá terminado.
— Justo cuando comienza una nueva guerra, — murmuró Taylor.
— Informame, – dijo Archibald. — Dímelo todo.
Taylor se recostó y escuchó mientras John desentrañaba la historia justo como había
dicho. Fue Taylor quien se puso en contacto con el buque de guerra durante una misión en la
Fundación. Fue Taylor quien trajo esa información a Nueve, quien contactó a John. Los
estudiantes de la Academia habían ayudado a preparar a John para negociar con los mogs y,
en última instancia, habían contribuido a su rendición pacífica. Cuando el historial hubo
acabado, John le dio a Archibald las coordenadas para el aterrizaje del buque de guerra.
La forma seria de hablar de John hizo que la mentira sonara bastante bien. Archibald
miró a Taylor con un nuevo respeto. ¿Y qué si ella no se lo había ganado exactamente? Se
merecía el crédito por intentar detener a la Fundación, pero nadie en la Garde Terrestre iba a
darle una medalla por eso.
— Voy a pasar su informe a mis superiores, — dijo Archibald. — Lograremos asegurar
el área y prepararemos el transporte para los mogadorianos.
— Y asegúrese de que sepan que estamos aquí para ayudar, — agregó Taylor. — Usted
sabe, si no nos fuerzan a someternos a una cirugía cerebral en este momento.
— Está bien, Srta. Cook, — respondió Archibald. — Punto a favor.
Un walkie-talkie en el mostrador de la cocina de Archibald cobró vida. — Diríjase arriba,
señor.—Taylor reconoció la voz de LaRussa, el pacificador que se había arrojado efusivamente
sobre John afuera. — Estática en el camino.
Taylor se tensó. Eso sonó como una advertencia para ella.
— ¿Qué significa eso? — Preguntó John.
— Significa que mejor salgamos afuera, – respondió Archibald. — Karlsson está en
camino.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Efectivamente, un gran grupo de pacificadores se había reunido en un semicírculo frente
al remolque de Archibald. Llevaban una mezcla de armamento—los cañones de collar eléctrico
que Taylor había visto antes, pero también escopetas tradicionales y rifles de asalto. Era una
visión ominosa y Taylor inmediatamente sintió la necesidad de retroceder cuando salió detrás
del coronel. Al menos fue alentador que los ojos de algunos soldados se abrieran nerviosos
cuando John emergió detrás de ella.
Greger estaba de pie en medio de los pacificadores, con una sonrisa cursi en su rostro
excesivamente hidratado. El enlace se había puesto un chaleco antibalas debajo de su
chaqueta a medida. Taylor puso los ojos en blanco. Si iban a lastimar a Greger, seguro que no
sería con balas.
— Coronel Archibald, no estaba al tanto de una reunión con nuestro invitado más
estimado, —dijo Karlsson, mirando a John.
— Es un asunto de seguridad, — respondió fríamente Archibald. — Iba a informarte
ahora.
— Mm-hmm,—respondió Karlsson. Su sonrisa se amplió mientras miraba a Taylor. —
Hola, señorita Cook. La llamé hace horas, pero supongo que no debería esperar que un
adolescente sea puntual. Al menos apareciste, a diferencia del resto de tus compañeros de
clase.
Ante tantas armas y soldados, a Taylor le llevó un momento encontrar su voz. Ella había
visto peores y más mortales en Mongolia. No iba a ser intimidada por un matón y sus matones.
—No vine aquí para tu mierda de procesamiento — dijo ella, con voz intencionalmente
alta.
— Entonces está violando el Acuerdo de Garde y…
Taylor había estado pensando en este momento desde que John le pidió que lo
acompañara. Ella había estado pensando en todo lo que estaba mal con la Garde Terrestre y
la Academia, todo lo que tendría que arreglarse. Sin embargo, ella no había puesto nada de
eso en palabras; ella no había ensayado un discurso ni había consultado a los otros
estudiantes. Taylor decidió improvisar.
— Nop — lo interrumpió Taylor. — Ustedes en la Garde Terrestre han demostrado que
no tienen nuestros mejores intereses en el corazón, así que hemos terminado con todo el
asunto del Acuerdo Garde hasta que obtengamos algunos cambios.
Greger se rió entre dientes. — No está en posición de hacer demandas.
— En primer lugar, no queremos que se instale nada en nuestro cerebro u otras partes
de nuestro cuerpo, — continuó Taylor, sin inmutarse.—Queremos tener el derecho garantizado
a decir no a cualquier misión a la que la Garde Terrestre nos envíe—la Garde Terrestre o
cualquiera de sus programas de afiliados. Sí, sabemos todo lo que hiciste con Ran y Kopano,
Greg. Eso no va a a suceder.
— Greger, —corrigió el enlace irritado.—Esto es ridículo.
Taylor no se detuvo. Ella estaba en un rollo ahora. — Además, no queremos que
ustedes decidan quién está listo para graduarse o qué tipo de trabajos deberían hacer.
Queremos como un.. a…
— Un consejo, — le facilitó John.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Un consejo, — dijo Taylor. — Puedes tener algunos representantes de la ONU en él,
pero también debería haber una cantidad igual de Garde. Humano y Lorico. Los tipos como
usted han demostrado que no les puede permitir tomar decisiones para personas como yo.
— Esto no es un club de debate, —dijo Karlsson con un resoplido. — No puedes venir
aquí y comenzar a hacer demandas. El mundo no funciona así
Una vez más, Taylor lo ignoró. Archibald la escuchaba. Así eran los pacificadores. Su
mensaje iría a la gente por encima de Greger. Tal vez personas con las que se pudiera razonar.
— Hasta que nuestras demandas se cumplan y se haya revisado el Acuerdo Garde, no
saldremos de la Academia, –dijo Taylor.— No nos asustan. Y si intentan ingresar al campus
sin permiso, estamos preparados para defendernos.
Los labios de Greger hicieron una mueca. — Jovencita, estás vertiendo gasolina sobre
fuego. La Garde Terrestre ha determinado lo que es necesario para proteger a la humanidad
de los de tu especie. Estar firmemente regulado, a su vez, hará que todos los Garde estén más
seguros.
El hacia que todo pareciera tan sensato.
— Tonterias,—respondió Taylor.
— Solo estás empeorando las cosas, — dijo Greger. Se volvió hacia John, apelando al
Lorience.— Esperaba que estuvieras aquí para hablar con sensatez con Nueve y los demás.
Para liderar con el ejemplo. Para recibir tu propio inhibidor…
Las cejas de John se elevaron ante eso. Tal vez pensó que los Loriences estarían de
alguna manera exentos de la nueva regla de la Garde Terrestre. Después de un momento,
señaló con el pulgar a Taylor.
— No. Lo siento, – dijo John. – Estoy con ella.
— Los inhibidores son un compromiso, —dijo Greger, su voz más quejumbrosa ahora.
— Sé que parece invasivo, pero es lo mejor. Todos se sentirán más cómodos …
Taylor interrumpió de nuevo. — Creo que hablo por todos los Garde cuando digo que
nos importa una mierda tu comodidad.
— Uh, la cosa es que… no hablas por todos nosotros.
Los pacificadores se hicieron a un lado para permitir que Melanie Jackson pasara a
través de sus filas. La chica rubia de carteles de la Garde Terrestre se veía mucho mejor que
la última vez que Taylor la vio—cubierta de sangre y barro, llorando y temblando. Ella volvió a
su resplandor lista para la cámara, vestida con un ceñido uniforme azul y blanco de la Garde
Terrestre. Melanie cubrió a Taylor con una mirada condescendiente de chica mala que llevó a
Taylor de vuelta a la escuela secundaria.
Ella no estaba sola.
Caminando detrás de Melanie estaba la sanadora china Jao Lin, a quien Taylor vio por
última vez trabajando para la Fundación en Mongolia. Había cambiado su alta costura
financiada por la Fundación por un uniforme idéntico al de Melanie. Jiao sonrió cuando Taylor
la notó y movió sus uñas lacadas.
— Maldición, es tan extraño verte hacer todo este truco inspirador de líder. Cuando
estaba en la Academia, tenías miedo de tu propia sombra.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Eso vino de Lofton St. Croix. El flaco canadiense no se había librado de sus
enmarañadas y natureles rastas desde que se unió a Garde Terrestre, ni de su presumida
mueca. Su uniforme no le quedaba tan bien como el de Melanie o Jiao, probablemente debido
a las púas que sobresalían de sus antebrazos y hombros. Podía proyectar esas pequeñas
espigas a voluntad. Mientras miraba a Taylor, Lofton sacó una de sus púas de su brazo y
comenzó a limpiar sus dientes con ella.
— ¿Cómo está Isabela?, —Preguntó. — ¿Todavía tiene ganas de mí?
— Está bien, Lofton, acordamos que no hablarías, – dijo Melanie, y Lofton levantó las
manos en respuesta. Volvió su atención a Taylor. — Me alegro de que estés aquí, Taylor.
Honestamente. Incluso si estás loca y todo eso. Estamos aquí para aclarar algunos de los
conceptos erróneos del programa Cêpan y los chips inhibidores. Me gustaría ir al campus y
hablar con algunos de los estudiantes.
— No, — dijo Taylor de inmediato. — De ninguna manera, vendida.
— Creo que todos en el campus entienden lo que está pasando, — agregó John de
manera uniforme.
Melanie hizo una mueca. — Vamos chicos. Están siendo ridículos. ¿No creen que los
estudiantes merecen escuchar ambos lados?
Taylor la ignoró y se volvió para mirar a Greger. — Tienes nuestras demandas. Avísanos
cuando estés listo para hablar .
— ¿Ya te vas? — Preguntó Jiao. Los pacificadores se movieron y Taylor sintió un
imperceptible estrechamiento del círculo a su alrededor.
— Fácil ahora—dijo Archibald. Taylor tuvo la sensación de que estos soldados
escuchaban a Greger en lugar del coronel. El no podía ayudarlos.
Entonces sintió el primer tirón. Alguien empujándola con telequinesis. Tratando de
obligarla a ponerse de rodillas.
John debe haberlo sentido también porque rápidamente pasó el brazo por la cintura de
Taylor. Hubo una ráfaga de aire y luego los Pacificadores y la Garde Terrestre retrocedieron.
Ella estaba volando. Bueno, John Smith estaba volando, sosteniendo a Taylor contra él con
facilidad, como si no pesara nada.
— Lo siento, no quise presumir, — dijo John. — Pero eso se estaba poniendo feo.
— Definitivamente necesitábamos ser rescatarnos, —dijo Taylor al viento. Podía ver el
diseño completo de la Academia debajo de ellos: los dormitorios, el centro de entrenamiento,
los agentes pacificadores en la frontera, su improvisada barricada que de repente parecía
endeble. Sus ojos se humedecieron por el viento fresco. — Ellos no van a rendirse, ¿verdad?
— No, no lo creo, — dijo John. Comenzó a flotar hacia abajo, hacia la hierba clara del
patio. — Sé que quieres hacer un lugar seguro para nuestra gente. Es noble Yo también quiero
eso. Y sé que crees que ese lugar debería estar aquí. Pero debes considerar la posibilidad
muy real de que este lugar pueda caer.
Los hombros de Taylor se tensaron. Se apartó de John tan pronto como sus pies tocaron
el suelo. — Entonces, ¿qué estás sugiriendo? ¿Que nos rindamos y dejemos que la Garde
Terrestre ponga sus inhibidores en nosotros?
El Baúl secreto El Baúl secreto
— No. Por supuesto que no.
Ella se rió con incredulidad. — ¿Y que? ¿Debo convencer a todo el cuerpo estudiantil
que abandone la Academia y se mude a la India contigo?
— Sí.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO CATORCE

ISABELLA SILVA
LE ROYALMANSOUR – CASABLANCA, MARUECOS

— ¡OH POR DIOS, ESTE TIPO TIENE TANTOS RELOJES! – Gritó Isabela mientras hurgaba
en el equipaje de Derek King. Uno por uno, deslizó cinco relojes caros en su brazo, cada uno
de un metal brillante diferente. — ¿Quién viaja con cinco relojes diferentes?
— Se supone que debes estar buscando información, —dijo Ran desde la otra
habitación, donde ella y Duanphen estaban atando al enorme guardia de King.
— Información — murmuró Isabela. — No sé cómo se ve eso. —Levantó el brazo y
tintineó los relojes. — Esto pagaría el alquiler de mi familia por un año.
Isabela se preparó para otra reprimenda. A veces parecía que todas estas personas la
reprendían, incluso cuando había hecho un buen trabajo. Todos ellos sentados y observando
mientras Isabela desfilaba en sus diferentes formas, luego soportó horas de que perdedor-King
la tocara y soplara su aliento con olor a maní por todo el cuello. Tenía derecho a revisar sus
cosas y agregar los artículos más caros a su creciente tesoro en esa nave espacial. Era justo.
Sorprendentemente, Ran no dijo nada más. En cambio, Isabela escuchó un gruñido de
dolor y un golpe cuando algo golpeó el suelo.
Isabela se levantó de su cuclillas sobre el equipaje de King y gritó a la sala de estar. –
¿Qué fue eso? ¿Se despertó el gordo?
Duanphen apareció en la puerta de la habitación, con una extraña sonrisa en su rostro.
— Hola, — dijo ella.
— Uh, hola, — respondió Isabela. Ella comenzó a deslizar los relojes de King fuera de
su brazo. — No encontré nada. ¿Terminaron ustedes dos? — Ella arrojó un Rolex dorado en
dirección a Duanphen. — Mira eso. El tipo está cargado.
Duanphen atrapó el reloj en el aire con su telequinesis, lo hizo girar y luego lo lanzo de
vuelta, a la cabeza de Isabela. Isabela estaba demasiado sorprendida como para agacharse.
Ella gritó cuando el reloj la golpeó en la mejilla, abriendo un corte allí.
— ¡Vaca! – Gritó Isabela. — ¿Por qué—?
— Aw, Enserio, –dijo Duanphen con una sonrisa. —Tenías que saber que toda esa
codicia terminaría en consecuencias.
Isabela la miró fijamente. Era la voz de Duanphen, pero de repente tenía uno de esos
acentos americanos.
— Mierda, — dijo Isabela, dándose cuenta de que si bien podría haber sido el cuerpo
de Duanphen acechando hacia ella, no estaba Duanphen en los controles.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Sabes, cuando leí el archivo por primera vez, pensé—hey, esta chica y yo somos
bastante similares. Ambos nos probamos la piel de otras personas. Pero mientras más pensé
en ello, y ahora—al verte en acción— me di cuenta de que no somos lo mismo en absoluto.
No eres nada más que un insignificante mentirosa. Una ladronzuela. Robando la forma de
personas. Engañándolos. Todo para tu propio beneficio. Es francamente diabólico lo que haces.
Cuando Duanphen se acercó a ella, Isabela saltó a la cama y luego tropezó al otro lado,
colocando los muebles entre ellos. Puede que no le haya parecido así a sus compañeros, pero
Isabela había estado prestando atención cuando hablaron de este bastardo de Lucas. Ella no
podía dejar que él la tocara o él podría poseerla. O, si no era así, usaría la piel electrificada de
Duanphen contra ella. Isabela no estaba ansiosa por experimentar ninguno de los resultados.
Duanphen dio la vuelta para cortar el camino de Isabela hacia la puerta.
— ¿Yo, por otro lado? Cuando estoy dentro de una persona, estoy haciendo el trabajo
del Señor
— Mi inglés no es tan bueno, —dijo Isabela.—Pero eso sonó desagradable.
Isabela logró echar un vistazo a través de la puerta. Podía ver a Ran desplomada en la
otra habitación, su cuerpo al lado del guardaespaldas dormido. Al menos respiraba, pero
Duanphen debió de sorprenderla.
Ella necesitaba buscar evasivas. Ese era el movimiento correcto. Al menos hasta que
Ran se despertara o los chicos volvieran a verla.
Sin embargo, si a Lucas se le permitiera tocar a Cinco o incluso a Einar, el resto de ellos
no tendría ninguna posibilidad. Lo mejor era mantenerlo hablando, mientras descubría algo.
Afortunadamente, Lucas parecía feliz de batir sus encías prestadas, divagando a través
de Duanphen.
— Veo los corazones de las personas y decido si son dignas. Es mi vocación. No hay
mejor juez en este plano de existencia que yo. ¿Esta, por ejemplo? —Sacudió las
extremidades de Duanphen. — ¿Sabes cuántas personas ha herido? Una gran cantidad.
Golpear gente por una pequeña cantidad de dinero. — Disparó una patada alta dramática. —
Qué vida triste y lamentable vida. Qué desperdicio de potencial, deslizarse por callejones
oscuros, esconderse de la luz del Señor.
— No la conoces, — espetó Isabela. — Cierra la boca.
— Sé que ella confía en ti más que nadie en este pequeño grupo. Ella está enamorada
de ti — Duanphen hizo una mueca, como si hubiera probado algo agrio.—Asquerosa.
Antinatural.
Había otra opción además de buscar evacivas. Isabela podría ir a la ofensiva. Golpear
a este enfermo y envíalo de vuelta a su propio cuerpo. Eso podría significar lastimar a
Duanphen, pero no creía que a su amiga le importara. Ella solía hacer club de lucha. La chica
estaba acostumbrada a que la golpearan en la cabeza.
Isabela dejó que una sonrisa lenta y segura se extendiera por su rostro.¿Esta basura
de remolque extremista pensaba que podría meterse en su cabeza? Por favor. Ella inventó los
juegos mentales.
Duanphen arremetió hacia ella otra vez, entonces se detuvo abruptamente cuando
Isabela cambió de forma.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Había visto fotos del difunto reverendo Jimbo por todo el bar donde los Cosechadores
velaban por su líder asesinado. Había escuchado su voz en la grabación que Einar les
reprodujo. La aproximación de Isabela al padre de Lucas no fue perfecta, pero fue lo
suficientemente cercana.
— ¡Lucas! — tronó Isabela. — Estoy aquí con Jesús y ambos pensamos que eres un
pedazo de basura
— ¡Perra!, — Gritó Duanphen. — ¡Quítate esa máscara!
Duanphen saltó hacia adelante, sus dedos crujieron con electricidad. Fue un movimiento
descuidado e Isabela fue rápida, incluso como Jimbo. Se agachó bajo la mano de Duanphen
y barrio sus piernas. Duanphen tropezó hacia adelante, chocando contra la mesita de noche.
— Hijo, no puedo creer que hayas salido de mis bolas santas, — canto Isabela, saltando
sobre sus talones y hacia la sala de estar donde había más espacio para maniobrar. — No
tienes razón.
Con una mirada salvaje en sus ojos, Duanphen gritó y cargó tras ella. Isabela se quedó
quieta, la dejó venir.
Cuando él estaba casi encima de ella, Isabela usó su telequinesis para agarrar una
botella de champán sin abrir de donde descansaba sobre la mesa. La dejó volar, golpeando a
Duanphen justo en la sien. La botella explotó, espuma y champán arrojados por todas partes,
fragmentos de vidrio verde tintineando sobre la alfombra. Duanphen cayó en un montón
mojado a los pies de Isabela.
— Lo siento, –dijo ella, volviendo a su forma normal.
— Astuta, — gruñó Duanphen, sobre sus manos y rodillas. —Muy astuta.
Maldición. Duanphen debe haber tenido una cabeza excepcionalmente dura. Isabela
no había logrado desplazar a Lucas. No queriendo acercarse demasiado, bailó hacia atrás,
buscando a su alrededor algo más para golpearla.
— ¡Estás loco, sal de ella! — Gritó Isabela con frustración.
— Oblígame — respondió Duanphen petulantemente.
Mientras Isabela miraba, Duanphen tomó una de las piezas de vidrio más grandes de
la alfombra. La sangre goteaba por el costado de su cabeza, rosada donde se mezclaba con
el champán. Sus ojos se centraron en Isabela. Esa sonrisa torcida regresó, dando escalofríos
a Isabela.
— Oblígame — dijo nuevamente, más tranquila ahora, y luego el vidrio en el antebrazo
de Duanphen.
— ¿Qué estás haciendo?, – Gritó Isabela. — ¡Alto!
Fue su instinto correr hacia adelante e intentar evitar que Duanphen se lastimara.
Isabela se dio cuenta de que había cometido un error, pero ya era demasiado tarde.
—Te tengo, — susurró Duanphen, y pasó una mano ensangrentada por la mejilla de
Isabela.
El mundo se desvaneció. Una negrura se cernió sobre ella, como si alguien le hubiera
puesto una capucha sobre la cabeza.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Una brillante bola de discoteca giró sobre la cabeza de Isabela, colgando de las vigas
de madera entrecruzadas. Las luces estroboscópicas parpadearon y una máquina de niebla
arrojó una fría bruma.
— Oh no, — dijo Isabela.
Se paró en medio de un almacén vacío. Confeti, purpurina y vasos de plástico rojo
cubrían el suelo. Debería haber música—Isabela recordaba la música—pero el único sonido
era el latido demasiado rápido de su propio corazón, reverberando a través de los altavoces
montados cerca de la cabina de DJ desocupada.
— No, — repitió Isabela. — No, no, no.
Este era el lugar. Había estado de fiesta aquí solo unas semanas antes de la invasión.
Alguien dejó caer un cigarrillo en un charco de diluyente de pintura derramado y todo el lugar
se incendió. Ella no pudo salir.
Isabela se miró las manos. Onduladas cicatrices de quemaduras cubrían la parte
posterior. Ella trató de usar su Legado para transformarse, pero no funcionó.
Esto no era real. No podía ser. Hace un segundo, había estado luchando contra ese
monstruo en la habitación de hotel de King y ahora—
— Esto está en mi cabeza, — dijo Isabela.
Había fuego. Podía oler el humo, pero no ver las llamas. El sudor goteaba por la parte
trasera de su camisa.
Al otro lado de la habitación, una señal de salida brilló de neón. Isabela corrió hacia él,
necesitando desesperadamente salir de ese lugar. Pero incluso corriendo, se sentía imposible
de avanzar. La improvisada pista de baile del almacén se hacía cada vez más amplia. Y, de
alguna manera, cuanto más se acercaba a la salida, más pequeña se volvía la puerta,
encogiéndose en la pared como algo salido de Alicia en el país de las maravillas.
Isabela se pasó una mano por la cara. Le lloraban los ojos o tal vez estaba llorando. El
aire estaba caliente ahora. Le quemó los pulmones. Ella estaba en el infierno.
— No seas tonta, — se dijo. — Todo esto es una jodida mentira.
Se forzó a sí misma hacia adelante. Esta habitación no era tan grande, el aire no era
tan caliente. Si esto sucedía dentro de su propia mente—como un sueño—entonces debería
poder ejercer algo de control.
Isabela se obligó a llegar al otro lado de la habitación y—Así como así—estaba allí. Sin
embargo, la puerta de salida todavía estaba encogida. Era como el pequeño portal de una
casa de muñecas. Isabela necesitaba agacharse en el suelo para abrir la puerta con el dedo
índice. La luz se derramó desde el otro lado. Isabela se acurrucó cerca de la pared y poniendo
su ojo en la abertura.
A través de la puerta, pudo ver la habitación del hotel, donde parecía que solo habían
pasado unos segundos desde que había estado luchando con Duanphen poseída. Isabela se
dio cuenta de que estaba mirando a través de sus propios ojos, un hecho que la hizo sentir
tanto desorientada como enfurecida.
— ¡Déjame ir, bastardo! —Gritó en la pequeña abertura, pero no hubo respuesta. Nadie
podía escucharla. O—si Lucas podía—la estaba ignorando.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Duanphen se sentó en el suelo luciendo aturdida, la chica palidecía más y más mientras
la sangre se filtraba por la herida en su brazo. Ella se aferró a la herida en un esfuerzo por
detener el sangrado.
— La buena noticia para ti es que la Fundación no te quiere de vuelta, — oyó su propia
voz decir con un acento sureño terrible.—¡dios!, supongo que esas son también las malas
noticias.
Y con eso, Lucas le dio una patada a Duanphen en la cara con el pie de Isabela.
Duanphen no pudo ofrecer ninguna defensa en absoluto—su cabeza se echó hacia atrás y se
ladeó, inconsciente.
— Basta, — susurró Isabela.
Lucas desvió la mirada hacia Ran—ella todavía estaba fuera de combate, desplomada
junto al guardaespaldas. El aplaudió las manos de Isabela.
— Supongo que otros deberían estar aquí en cualquier momento, – declaró. El estaba
narrando. Debe haber sido capaz de sentir que ella estaba mirando.
Lucas se arrodilló sobre Duanphen y acunó su cabeza. Hizo que pareciera que estaba
tratando de ayudarla.
Tenía a Isabela posando así cuando Caleb irrumpió por las puertas del balcón.
—¡Santa mierda! — Exclamó Caleb, al ver los restos de la habitación, la carnicería a su
alrededor. — ¿Isabela?
Lucas hizo que Isabela extendiera una de sus manos.
—Caleb,–dijo su voz.— ¡Ayudame!
Atrapada en ese almacén perpetuamente incendiado, con los ojos presionados en la
abertura solitaria, la verdadera Isabela golpeó sus puños contra las paredes de su prisión.
— Caleb, — gritó ella. — ¡No!
Pero él no podía escucharla.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO QUINCE

CALEB CRANE
ISABLA SILVA
LE ROYAL MANSOUR – CASABLANCA, MARRUECOS

RAN ESTABA INCONCIENTE EN EL PISO JUNTO al guardaespaldas atado de manos y pies.


Duanphen también estaba inconsciente y parecía medio muerto, aferrada a los brazos de
Isabela. Mucha sangre. Demasiada sangre. E Isabela con los ojos desorbitados, agarrándolo
Caleb asimiló todos estos detalles rápidamente, segundos después de abrir la puerta
del balcón. Cinco lo había dejado allí, el Lorience voló a toda velocidad de regreso a su
skimmer cubierto. Einar se había quedado en el jardín del penthouse para vigilar a Derek King.
Si Lucas todavía estaba aquí, era demasiado peligroso arriesgarse a que los poseyera. Caleb
tenía que resolver esto.
— Ella me atacó, — dijo Isabela. — No sabía qué hacer.
Si Lucas había estado controlando al guardaespaldas de King, entonces él debería
haber saltado a Duanphen cuando ella usó su toque electrificado. Entonces, razonó Caleb,
debe haber usado a Duanphen para eliminar a Ran, pero encontró problemas cuando se fue
de Isabela. Caleb sabía que Isabela podía manejarse sola, podría ser cruel. Podría haber
noqueado a Duanphen y haber enviado a Lucas volando de regreso a su propio cuerpo.
O…
— Creo que la lastimé demasiado, — dijo Isabela temblorosa. — No quise hacerlo. Por
favor, Caleb, ayúdame a detener el sangrado.
Ella no sonaba bien, pero eso podría deberse a que Duanphen se desangraba en sus
brazos.
Aún así, solo había una forma de saberlo con certeza.
— Está bien, bebé, — declaró Caleb. —Estás a salvo ahora.
Rápidos pasos lo llevaron a través de la habitación, donde se arrodilló junto a Isabela.
Ella le sonrió y le agarró la mano.

— ¡Llámandome bebé! ¿Qué demonios te pasa, estúpido, estúpido chico? — Isabela se


enfureció, viendo a través de la pequeña puerta mientras Caleb se acercaba. Ella vio que su
mano se extendía para pasar a Lucas. Sus dedos rozaron los de Caleb en lo que se sintió
como cámara lenta.
La bola de discoteca que flotaba sobre su cabeza dejó de moverse, los rayos de luz
congelados en el aire. El almacén comenzó a desmoronarse en pedazos. Era como si el mundo
de Isabela fuera un rompecabezas y ese rompecabezas se deslizara de una mesa, las piezas
El Baúl secreto El Baúl secreto
liberandose unas de otras. A través de los huecos, podía ver el mundo real con sus propios
ojos: Caleb, Duanphen, la habitación del hotel. Se sintió arrastrada a ese espacio. Liberada.
Lucas la estaba dejando ir. Lo que significaba que se estaba haciendo cargo de Caleb.
Ella se preparó. Tendría solo unos segundos para reaccionar. Tendría que golpear a
Caleb con fuerza y rapidez, derribarlo antes de que Lucas pudiera crear algún duplicado. El
idiota tendría un buen golpe en la boca por caer tan fácilmente en la trampa de Lucas
— Vamos, — dijo Isabela, preparándose, apretando los puños en esta tierra de sueños
y esperando que eso le preparara las manos para cuando recuperara el control de su cuerpo.
— ¡Venga!
Pero entonces, de repente, el almacén volvió a su lugar.
Lucas todavía la tenía.

En el momento en que Isabela tomó su mano, su máscara asustada se desvaneció y Caleb


vio la misma sonrisa torcida que recordaba de Italia. Pero ahora, un instante después, esa
sonrisa se había ido, reemplazada por una ceja fruncida por la confusión.
— Tu… — Isabela sonaba desconcertada. Ella sonaba sureña. — No eres humano.
— Eso es grosero, — respondió el duplicado de Caleb. — Tengo sentimientos, sabes.
El duplicado agarró a Isabela en un abrazo de oso, apretándola con fuerza y
levantándola de sus pies. Ella gritó de frustración y golpeó con la cabeza el duplicado, nada
consciente del verdugón que se formó inmediatamente en la mejilla de Isabela.
— Vayan, — dijo el verdadero Caleb desde su lugar en el balcón. — No dejes que la
lastime.
Cuatro duplicados más cargaron dentro de la habitación. Junto con el original,
rápidamente sostuvieron los brazos de Isabela detrás de su espalda y aseguraron sus piernas.
Uno de ellos colocó un antebrazo debajo de su barbilla en un estrangulamiento suelto,
ignorando totalmente los dientes de Isabela mordiendo su carne.
— ¡Demonios! — Gritó Isabela. —¡Quíten sus manos de mi!
Los objetos se arremolinaban en el aire—los cristales rotos de la botella de champán,
una silla, un jarrón lleno de orquídeas. Uno de los duplicados de Caleb cayó bajo este
bombardeo de escombros telequinéticos, pero los otros pudieron mantener su agarre.
— Cúbrete la cara, — ordenó Caleb. — No dejes que apunte—
Un sofá explotó a través de las puertas del balcón. Caleb se apartó en el último segundo
posible. Una almohada cayó sobre su cabeza, pero por lo demás, la mayor parte del mueble
no lo alcanzó. El sofá rompió la barandilla del balcón y voló hacia la noche.
Mientras se levantaba, Caleb lanzó una mirada hacia abajo. Había luces intermitentes
rojas y azules en la entrada del hotel. Policía, en el mejor de los casos. Un escuadrón de
exterminio mercenario altamente entrenado, en el peor de los casos. De cualquier manera, su
cubierta aquí estaba reventada. Necesitaban moverse. ¿Dónde estaba Cinco con esa nave?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Los duplicados lograron cubrir la cabeza de Isabela con una funda de almohada,
haciendo que su puntería telequinética fuera menos precisa. Caleb envió dos duplicados más
a la habitación, uno para intentar despertar a Ran y el otro para atar un torniquete alrededor
del brazo de Duanphen. Esa clase de primeros auxilios que todos tomaron en la Academia
había sido útil.
— Caleb? — Einar llamó desde el balcón de arriba. — ¿Estás vivo? ¿Eres tú mismo?
Caleb levantó la vista. Podía ver solo la cabeza de Einar asomada por el borde de la
terraza.
— Estoy bien, — dijo Caleb. — Duanphen y Ran cayeron.
— ¿Muertas?
— No. Heridas. Y Lucas posee a Isabela.
Hubo una ráfaga de aire cuando el skimmer descendió a gran velocidad, sacando el
meticuloso cabello de Einar fuera de lugar mientras flotaba directamente sobre él. Una escotilla
se abrió en la barriga del barco, una escalera de cuerda que colgaba frente al chico islandés.
— Noqueala y vayámonos — dijo Einar bruscamente. — Tenemos lo que vinimos a
buscar.
De mala gana, Caleb volvió a mirar hacia la habitación del hotel, donde Isabela continuó
retorciéndose contra sus duplicados. Ella torció su cuerpo de tal manera que él se preocupó
de que ella pudiera dislocarse algo, pero los duplicados hicieron un buen trabajo al contenerla.
— No quiero lastimarla, — dijo Caleb.
— Es lastimarla o dejarla atrás, — dijo Einar, agarrando el último peldaño de la escalera.
— Decide rápidamente.
Isabela aplaudió mientras los Calebs aplastaban su cuerpo físico, el ruido resonaba en
el almacén vacío. — ¡Sí! ¡Eres más inteligente de lo que pareces! Sus labios se arquearon
hacia un lado cuando uno de los duplicados la abrazó por detrás. — Siempre buscando una
excusa para tocarme a tientas.
De repente, una cortina cayó sobre la pequeña abertura por la que había estado mirando.
Le habían cubierto la cabeza con algo para que Lucas no pudiera ver. Supuso que era un buen
movimiento, aunque significaba que Isabela estaba atrapada aquí sin nada que hacer.
— Necesito que lo saques.
Isabela saltó cuando la voz autoritaria de un hombre vino detrás de ella. Se dio la vuelta,
pero no había nadie allí.
— ¿Estás bromeando?—La voz de una mujer respondió a la primera. — Salma acaba
de registrarse. Ella dice que están cerca.
Había una grieta en la pared frente a Isabela. No se había vuelto a sellar después de
que la prisión mental se deshizo brevemente cuando Lucas intentó saltar al duplicado de Caleb.
Ella miró hacia atrás, a la pequeña puerta que se abría a sus propios ojos—aún sin ver nada
allí—y luego caminó hacia el sonido de las voces.
Tan pronto como se movió, la habitación se inclinó. Al revés.Como si estuviera dentro
de un cubo que había sido volteado de lado. Ella cayó hacia atrás, aterrizando justo al lado de
El Baúl secreto El Baúl secreto
la pequeña puerta. La grieta en la pared opuesta ahora estaba por encima de ella en el techo.
Y, para empeorar las cosas, el fuego que se había apagado cuando Isabela llegó a la puerta
ahora comenzó de nuevo, la habitación se estaba calentando, el humo ondeando por las
grietas invisibles.
— Oh, ¿entonces no quieres que vaya por ese camino?, — Dijo Isabela en voz alta, de
pie sobre lo que había sido la pared del almacén. Ella sonrió satisfecha. — Lástima que
conozca tus trucos ahora.
Isabela se agachó, sus piernas se tensaron. Esta era su mente. Lucas podría
mantenerla atrapada aquí y usar su trauma para mantenerla asustada, pero, en última
instancia, no hacia las reglas. Ella las hacia.
Fue como empujar la pared de una piscina. Isabela se imaginó a sí misma deslizándose
por el agua. Extendió las piernas y levantó los brazos y así fue. Flotó hacia la grieta en el techo,
girando a través del humo y las luces parpadeantes de la bola de discoteca.
Así se había sentido en esos momentos antes de que el fuego la reclamara. Bailando.
Libre.
Aterrizó en el techo, justo contra la grieta por donde entraba la luz.
— Ese tonto de Karlsson está perdiendo el control de la situación en la Academia, —
dijo el hombre. — Pero se ha presentado una oportunidad que no podemos dejar pasar.
Necesitamos poner a Lucas en posición.
— ¿Y si, en este mismo momento, está eliminando a Einar?, — Preguntó la mujer en
respuesta. — ¿Quieres asumir la responsabilidad de estropear eso?
Echando un vistazo a través de la grieta, Isabela pudo ver dentro de una habitación
blanca con poca luz. Sobre ella, luces fluorescentes perforaban un techo de concreto. Podía
escuchar el beep-beep constante de un monitor cardíaco y vislumbró una bolsa intravenosa
cerca.
Estaba mirando a través de los ojos de Lucas.
Isabela tuvo la sensación de que el cuerpo real de Lucas—abandonado temporalmente
mientras secuestraba el suyo—estaba acostado en una camilla. Sus muñecas y tobillos
estaban atados a barandillas que corrían a ambos lados. La habitación estaba completamente
desprovista de decoración—una celda, definitivamente—a excepción de la pared más cercana.
Allí colgaba una pintura de Jesús abrazando un cordero.
Una mujer se paró sobre Lucas. Tenía unos cuarenta años pero podría haber pasado
por más joven; sus labios y ojos tenían la piel tensa de alguien que tenia un trabajo regular
hecho. Parecía aguda y fríamente hermosa, pero estaba vestida con un vestido de lana
desaliñado y un cuello de tortuga. Un prominente crucifijo dorado colgaba de su cuello.
Al otro lado de la cama había un hombre de unos cincuenta años, piel bronceada de un
marrón coriáceo. Estaba bien construido y tenía una postura rígida, lo que sugería un trasfondo
militar para Isabela. Llevaba un traje azul oscuro que se abultaba en el pecho por la pistola
atada debajo. La atención de Isabela se dirigió a su mano derecha, que estaba cubierta por un
guante mecanizado con una interfaz digital en la parte posterior. Extraño. Se preguntó qué
haría eso.
El Baúl secreto El Baúl secreto
El hombre se encontró con la mirada de Isabela y ella reflexivamente retrocedió de la
grieta en la pared, aunque sabía que él no podía verla.
— Sabes que sus ojos están abiertos, — observó el hombre.
La mujer bajó la mirada hacia el rostro de Lucas, con un asco oculto en sus ojos. — Sí.
Él hace eso a veces.—Ella chasqueó los dedos sobre la cabeza de Lucas.—Voy a dispararte
personalmente en la cara cuando hayamos terminado contigo–le dijo, y luego miró al hombre.
—él no es consciente mientras está en este estado.
— Es mejor que no,—respondió el hombre. Golpeó una secuencia en el teclado en la
parte posterior de su guante. — Voy a sacarlo.
La mujer levantó una mano en señal de advertencia. — De nuevo, tengo que objetar. Si
él está en medio de repartir su juicio y traemos de regreso, estará muy molesto. Si se queda
sin pegar y nos vemos obligados a sedarlo, no será bueno para la misión en la que lo quieras
después.
El hombre la miró de soslayo.
— Por eso estás aquí. Eres su Cêpan. Debes mantenerlo tranquilo.
— No es tan fácil, Warden— respondió el Cêpan.
— Suenas asustada de él.
— Tengo miedo de todos ellos, –dijo entre dientes.
Isabela asimiló todo esto. La mujer era Cêpan de Lucas, parte de ese idiota programa
del que habían estado hablando en las noticias. Ella estaba a cargo de controlarlo. Y el
hombre—Warden— ¿se llamaba así o era su trabajo? ¿Podría ser esta la persona a cargo del
centro de retención de la Fundación?
— Los veo, — susurró Isabela a través de la grieta en el techo. --- Te veo.
Ella memorizó sus caras.

Uno de los duplicados de Caleb sacó a Duanphen al balcón. Seguía inconsciente y


parecía mortalmente pálida, pero al menos el duplicado había detenido el sangrado con una
sábana rota. Con Einar a bordo, el skimmer bajó la altitud suficiente para que la escalera
colgara justo al lado de Caleb. No estaba exactamente seguro de cómo lograría arrastrar el
cuerpo inerte de Duanphen allí. Afortunadamente, Cinco eligió ese momento para saltar del
vientre del skimmer, flotando hacia el balcón.
— Maldición, — Cinco hizo una mueca, después de mirar a Duanphen. — Aquí. Déjame llevarla.
Mientras Cinco voló de regreso a la nave, Caleb dirigió su atención a la habitación del
hotel. Sus duplicados seguían restringiendo a Isabela. Una corriente amortiguada de injurias
venian de debajo de la funda de almohada que cubría su cabeza—demonios, pecadores, juicio.
Caleb no podía entender la mayor parte, pero entendió lo esencial.
Con uno de los duplicados de Caleb sacudiendo suavemente sus hombros, Ran
finalmente se despertó. Su primera reacción fue golpear el duplicado lejos de ella.
— Cruel,— dijo el duplicado, frotando su mejilla.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Lo siento, — respondió Ran. Se estremeció todo el cuerpo, todavía sintiendo los
efectos de ser electrocutada por Duanphen. Sus ojos escanearon rápidamente la habitación—
el daño, la sangre, el equipo de duplicados riñendo con una Isabela encapuchada y gritando.
— ¿Que pasó? ¿Que esta pasando?
— Lucas, – informó el duplicado, mirando de reojo a Isabela. — La mayoría de mis
hermanos se divierten luchando, pero yo soy más un alma gentil. Creo que deberíamos intentar
hablar con este tipo. Quizás alguna mediación entre pares. Explicar que no queremos que nos
mate.
— Hmm, –respondió Ran.
Caleb absorbió el duplicado que aparentemente era uno de sus lados más suaves y le
gritó a Ran desde el balcón. — ¡Vamos, Ran! ¡Tenemos que irnos!
Ladeó la cabeza hacia Caleb, asintió y luego hizo exactamente lo contrario. En lugar de
ir hacia la salida, caminó hacia donde estaba Isabela y le quitó la funda de almohada de la
cabeza. Inmediatamente, los objetos comenzaron a azotar la habitación, lanzados por la
telequinesis de Isabela. Caleb se armó de valor, no estaba seguro de cuánto daño podrían
soportar sus duplicados, pero estaba listo para hacer más. No tuvo que molestarse. Ran
derribó cada lámpara voladora y cada fragmento de vidrio roto con su propio Legado. Cuando
el mocasín extraviado de King llegó disparado a su cabeza, ella lo tomo directamente del aire.
— Suficiente, — dijo. —Lucas Sanders. Me llamo Ran Takeda. ¿Por qué—?
Los ojos de Isabela se iluminaron, esa sonrisa torcida se extendió por su rostro. — La
chica que explota las cosas. Oh, sé todo sobre ti.
— ¿Por qué eres así?, —Preguntó Ran deliberadamente. ¿Por qué usarías tus legados
para hacernos daño? ¿Por qué trabajar para la Fundación?
— Ustedes son monstruos, –respondió Isabela.—Todos ustedes. Merecen lo que
obtienen.
— Eres uno de nosotros, — dijo Ran con calma. — Considera que tu padre no te dijo
nada más que mentiras.
— Considera que sigue siendo un pecado, incluso si lo haces por accidente, –dijo
Isabela con una risa enferma. — Sabes que es verdad, ¿verdad, Ran? Ni siquiera necesito
estar en tu mente para saber lo que eres. Lo que has hecho. Si tan solo alguien como yo
hubiera estado allí para detenerte.
Caleb vio la expresión de Ran nublarse a través de los ojos de sus duplicados. No
entendía exactamente lo que Lucas estaba diciendo, pero le había afectado.
— Deberíamos irnos, — dijo Caleb. – Cúbrele la cabeza y tráela.

— ¿A dónde lo envían, de todos modos?, —Preguntó la Cêpan de Lucas. El alcaide le


echó una mirada, pero ella no se inmutó. — Necesitas decirme. Si sale enojado, tengo que
poder hacer girar esto. Aliméntalo un poco sobre un llamado superior.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— California — respondió el alcaide. — La Academia. Aparentemente, un objetivo de
alta prioridad ha aparecido allí.
— ¿Más alta prioridad que Einar?
— Galácticamente.
Isabela retrocedió. Estaban enviando a este monstruo Lucas hacia sus amigos.
Necesitaba salir de aquí, necesitaba advertirles.
El guardián presionó un botón de su guante e Isabela consiguió su deseo. Ella pudo
sentir el voltaje que pasaba a través de Lucas—el guante debía haber estado conectado a su
inhibidor. Un rayo atravesó las paredes del almacén, rompiéndolas en partes. Un grito de ira y
frustración resonó en un volumen que parecía imposible, como si pudiera atravesar el cerebro
de Isabela. Instintivamente, se agarró las orejas y luego—

Un segundo, Isabela fulminó con la mirada a Ran mientras simultáneamente apartaba


la cabeza de los duplicados tratando de meter la cabeza en la funda de almohada. Luego, de
repente, se quedó completamente floja en los brazos de los Calebs, como si se hubiera
desmayado. Caleb se preguntó cuál podría ser esta nueva táctica de Lucas. No importaba; no
iba a caer en eso. Sus duplicados empujaron bruscamente la cabeza de Isabela dentro de la
funda de almohada y comenzaron a arrastrarla hacia el balcón.
El cuerpo de Isabela volvió a la vida, aunque no golpeó contra los duplicados con la
misma ferocidad temeraria que antes. Una corriente amortiguada de portugués molesto salió
de debajo de la tela.
— Espera, — ordenó Caleb a los duplicados. — Quítate eso.
Caleb salió del balcón por primera vez, exponiéndose potencialmente a un ataque. Pero,
habiendo escuchado al chico despotricar y delirar con su lánguido acento sureño, sintió que
había habido un cambio. El legado de Lucas no parecía hacerlo hablar con fluidez en otros
idiomas.
Isabela sacudió la cabeza cuando la funda de almohada se soltó. Se quitó un mechón
de pelo de los ojos y miró a Caleb con una mirada puntiaguda.
— Apuesto a que te encanta esto, – dijo, frunciendo los labios hacia él.
Caleb miró a Isabela a los ojos, buscando algún tipo de señal—no estaba seguro de
qué. — ¿Eres tú?
Isabela se reclinó en los brazos de sus duplicados, dejándolos cargar con su peso.
Incluso hizo un intento de levantar los pies. De repente parecía más como si estuvieran
practicando un número de baile que refrenándola.
— Esto no es tan malo, en realidad, — declaró Isabela. — He estado de pie toda la
noche.
— Es ella — dijo Ran rotundamente. Con una orden mental, Caleb consiguió que los
duplicados se relajaran. Ellos retrocedieron a una distancia respetuosa de Isabela, haciéndola
poner mala cara cuando casi pierde el equilibrio. El no los absorbió—todavía estaba el asunto
El Baúl secreto El Baúl secreto
de la policía local, que probablemente se acercaba a su ubicación. Sus copias aún podrían ser
necesarias.
— ¿Estás bien? — Preguntó Caleb. Dio un paso adelante para tocar el hombro de
Isabela.
Esperaba la respuesta aguda habitual, pero en cambio Isabela puso su mano sobre la
de él. Sus dedos temblaron.
— Ese bastardo… — ella dijo— Estuvo mal.
— ¿Qué le pasó a Lucas?—Preguntó Ran. — ¿A dónde fue?
Los ojos de Isabela se abrieron. — La Academia. Se lo llevaron de regreso para enviarlo
a la Academia.
Antes de que Caleb pudiera responder, sus duplicados se volvieron como uno hacia la
puerta. Gracias a seis pares de orejas, Caleb escuchó fuertes pisadas en el pasillo, el familiar
sonido metálico del chaleco antibalas, el ruido de las pistolas sacadas de sus fundas. Las
autoridades estaban aquí.
— Tenemos que salir de aquí — dijo. — Ahora.
Caleb dejó sus duplicados en una pared de cara a la puerta. Mientras los tres se
retiraban hacia el balcón, la puerta explotó hacia adentro, saltando las bisagras. Alguien arrojó
una granada explosiva en la habitación, chispas y humo blanco atestaron el aire. En respuesta,
Ran lanzó el mocasín cargado de King sobre los duplicados y hacia los policías infractores.
Caleb no podía ver a través del humo, pero escuchó gritos de dolor en respuesta a la
detonación. Volvieron a disparar a la habitación—balas, balas reales. Uno de sus duplicados
cayó, recibió un disparo en la frente. Los otros marcharon hacia adelante, absorviendo los
disparos hasta que no pudieron aguantar más, deteniéndose.
Isabela subió primero la escalera. Luego Ran. Caleb fue el último. Apenas había puesto
el pie en el peldaño inferior cuando el skimmer comenzó a ganar altitud. Se aferró fuertemente
a la escalera, el viento azotaba su rostro.
Volvió a mirar al hotel, al jardín del penthouse. Podía distinguir a Derek King derrumbado
sobre la mesa, una piscina oscura se extendía sobre el mantel. Había un cuchillo de carne
atorado en el costado de su cuello, la propia mano de King todavía agarrada al mango.
Einar había mentido. Einar había matado.
Y, sin embargo, después de lo que estas personas le habían hecho a él—a Duanphen,
a Isabela—cómo sin piedad habían tratado de lastimarlos...
Caleb no podía preocuparse.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DIECISÉIS

KOPANO OKEKE
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA – POINT REYES, CALIFORNIA

ESTE ES EL MEJOR DÍA DE MI VIDA, pensó Kopano. Casi lo dijo en voz alta, pero tuvo una
repentina visión de Taylor poniendo los ojos en blanco, por lo que guardó silencio. Mantuvo la
calma.
– Está bien, ¿ves esto aquí? ¿Debajo de la armería? Ese es el núcleo del buque de
guerra.
A pesar de que no él no era un geek, Kopano no pudo reprimir la sonrisa tonta. Pensó
en ese día durante la invasión, cuando se vio envuelto en una visión telepática y declaró a su
familia que era un Garde, solo para que le dijeran que todo era un sueño. Recordó cómo sus
poderes habían tardado en llegar, cómo había soportado las burlas despiadadas en la escuela,
cómo sus compañeros de clase lo habían atado a una portería de fútbol y le habían pateado
pelotas, desafiándolo a detenerlos con su inexistente telequinesis. ¿Dónde estaban esos niños
ahora? De vuelta en Lagos, haciendo apresuradamente su tarea de matemáticas para poder
jugar al billar. Oh, tal vez ganarían unos dólares—qué increíble. Muy, muy tonto, muchachos.
¿Y dónde estaba Kopano? ¿Ex víctima de sus calumnias y abusos?
Oh, solo estoy planeando una misión con John Smith. No es gran cosa.
— Kopano — dijo John. — ¿Estás escuchando?
Se limpió la sonrisa de la cara y asintió vigorosamente.
— Sí, John Smith.
— Solo John está bien, hombre.
— Está bien, John — dijo Kopano, luego hizo una mueca estudiosa y volvió su atención
a la laptop que John le había tomado prestada a Lexa.
En la pantalla se mostraba un plano tridimensional de un buque de guerra mogadoriano.
John tocó en el lugar del que había estado hablando—el núcleo—nombre apropiado ya que
estaba ubicado justo en el punto central de la nave, con arterias de conexiones que se
desplegaban desde allí a cada esquina de la nave espacial.
— Encontrarás el generador de campo de fuerza aquí, – continuó John. — Una vez que
Osiris aterrice y se apague, será seguro desconectarlo. No vamos a tener mucho tiempo con
los Agentes pacificadores mirando por encima de nuestros hombros, así que tendremos que
ser rápidos
Miki levantó la mano. Los tres estaban parados en un aula vacía, acurrucados alrededor
del escritorio de un maestro. El diminuto Miki parecía cansado y nervioso—Kopano supuso
que unas semanas encerrado en una celda le haría eso a una persona que estaba
acostumbrada a transformarse en viento. De todos modos, parecía agradecido de ser liberado,
aunque después de un muy severo y amenazador sermón del Profesor Nueve.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Tengo una pregunta,—dijo Miki.—Sin ofender, pero ¿por qué nos necesitas? Pensé
que tenías cada Legado.
John sacudió la cabeza. — No, eso no es lo que hago. Es cierto que puedo copiar
cualquier Legado que he visto, pero nunca antes había conocido a un Garde con sus poderes
Kopano resopló un poco. — ¿Entonces no puedes hacer lo que hacemos?
— Nop, –respondió John. — Todavía no, al menos. Y de todos modos, solo porque
pueda copiar un legado no significa que pueda usarlo bien. Sin mencionar que siempre es
mejor trabajar con un equipo. — John se frotó la nuca. — Es algo que a veces debo recordarme,
pero realmente lo creo.
Kopano aplaudió. — ¡Sí! Entonces, una vez que nuestro equipo esté en el núcleo del
buque de guerra, ¿qué necesita que hagamos para liberar el generador de campo de fuerza?
— Bueno, no voy a entrar con ustedes, — dijo John. — Tengo que vigilar a la Terrestre
y los mogadorianos, asegurarme de que no pase nada durante la rendición. Ustedes dos
entrarán sigilosamente mientras eso suceder.
Kopano y Miki intercambiaron una mirada. Ninguno de los dos había estado en un buque
de guerra mogadoriano antes, y mucho menos desarmado. La idea emocionó a Kopano, pero
Miki parecía inseguro.
— No se preocupen, –dijo John. —Les mostraré el camino.
John hizo clic en el plano, acercó un objeto del tamaño de un refrigerador en medio de
toda la tecnología mogadoriana.
— Ese es el generador allí, —explicó John. — Obviamente, los mogs no quieren que se
dañe, por lo que está rodeado por tres capas de armadura—acero de carbono, titanio y un
mineral nativo de Mogadore –Miró a Kopano—Puede que lo hayas visto en el arma de
Vontezza. ¿La cosa con aspecto de obsidiana?
Kopano asintió, tocando su pecho. —Sí. Me dolió cuando ella me golpeó.
— Así que puedes imaginar el dolor en el culo que es quitar esa armadura, incluso con
mis legados —respondió John. Miró a Kopano. — Lo que quiero que hagas es atravesar la
armadura, tomar el generador y liberarlo.
Kopano sofocó una mueca. El arma de Vontezza le había causado dolor cuando lo
atravesó. No estaba emocionado por volver a entrar en contacto con ese metal.
John notó su vacilación. — ¿No funcionará? Puedes hacer el intento, ¿verdad?
Kopano forzó una sonrisa. No podía decepcionar a John; no podría desperdiciar esta
oportunidad de hacer algo heroico en nombre de la Academia. Era exactamente el tipo de
oportunidad que había estado esperando.
— Sí, — dijo Kopano. — Puedo hacer el intento
Como demostración, Kopano recogió la computadora portátil y luego soltó sus
moléculas. Agitó su brazo, pasando la computadora inofensivamente por la parte superior del
escritorio. Luego, volvió a colocar la computadora portátil donde había estado, restaurando su
densidad. La pantalla parpadeó, pero por lo demás todo era normal.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Eso es bueno, — dijo John. — Pero el generador es mucho más grande que eso.
¿Crees que podrías probar con el escritorio?
Kopano bajó la mirada hacia el escritorio, crujiendo los nudillos. Era voluminoso y
metálico con cajones llenos de material didáctico. Kopano consideró el tamaño. Sí, era fuerte
y podía volcar este escritorio sin problema, pero era terriblemente grande para él levantarlo.
Puso su mano sobre el escritorio y aflojó sus moléculas. El portátil comenzó a caer al suelo,
pero Miki lo atrapó con su telequinesis.
— No veo cómo podré levantar algo como esto, — dijo Kopano, frunciendo el ceño.
— ¿Por qué no?, — Respondió John. —Si entiendo tu Legado correctamente, acabas
de cambiar la densidad de las moléculas del escritorio. Las haz alterado lo suficiente como
para que la computadora se haya caído, pero no tanto como para que el escritorio pase por el
suelo. Ese es tu instinto reaccionando. Te estás asegurando de no destrozar completamente
la habitación alterando la física. Pero si lo intentaras, ¿no podrías dejarlo completamente sin
peso?
Kopano lo consideró. Mayormente, había usado su Legado para atravesar cosas o
endurecer sus propias moléculas para volverse impermeable al daño. Nunca había
considerado jugar con el peso de los objetos para moverlos.
— Nunca he hecho algo así, — reflexionó.
— Estoy seguro de que Nueve estaba trabajando para eso — dijo John. — ¿Quieres
intentarlo?
— ¡Diablos! ¡Si quiero! — respondió Kopano.
Se agachó para agarrar el escritorio—la espalda recta, rodillas listas para levantar, en
forma. Cuando Kopano se concentró, se volvió consciente de las partículas del escritorio y de
cómo él las estaba separando, cómo ellas luchaban para mantener su forma contra la
manipulación de su Legado. Su cerebro dijo que el escritorio debería tener peso, que debería
ser demasiado difícil para él simplemente levantarlo. Pero Kopano no escuchó la parte lógica
de su cerebro.
Kopano le mostraría a John Smith que él podía ayudar. Que era digno de ser un Garde.
Levantó el escritorio perpendicular a su cuerpo. Llegó fácilmente, no ejerciendo más
presión en los músculos de Kopano que una caja de cartón vacía. Miki saltó hacia atrás, pero
John se quedó quieto, dejando que el escritorio pasara inofensivamente a través él mientras
Kopano lo maniobraba.
— Muy bien, — dijo John.
Kopano giró el escritorio a lo largo y lo levantó por encima de su cabeza, una parte
desapareció en el techo. A medida que se inclinaba, algunos de los cajones se abrieron y los
papeles revolotearon libres, recuperando su masa cuando salieron del escritorio y cayeron al
suelo.
— Esto es divertido — Kopano sonrió, equilibrando el escritorio sin peso e incorpóreo
en una mano ahora. — ¿Crees que hay un carro con el que tratar?
Presumiendo ahora, Kopano arrojó el escritorio de una mano a la otra. Se imaginó a sí
mismo haciendo malabarismos con los muebles más tarde en el sindicato de estudiantes, sin
darse cuenta de su error hasta que el escritorio se estrelló contra el suelo, entre él y John. Los
El Baúl secreto El Baúl secreto
cajones salieron volando, las baldosas del piso se rompieron y una abolladura de buen tamaño
se extendió por el escritorio. Al segundo que perdió contacto con el escritorio, se volvió sólido.
— Ops, — dijo Kopano.
— Buena esa — Dijo Miki secamente.
John le dio unas palmaditas en la espalda. — Cuando sea el generador, tal vez no lo
dejes ir hasta que esté completo, ¿de acuerdo?
Kopano asintió con la cabeza. — Lo tengo. Lección aprendida.
Miki miró alrededor del escritorio volcado para mirar a John. — Entonces, ¿qué se
supone que debo hacer?
— Transporte,—respondió John. — Habrá mucha atención en el buque de guerra y
necesitaremos mover el generador antes de que la Garde Terrestre tenga la oportunidad de
asegurar el área. Ellos no nos dejaran llevar esa cosa. Entonces, una vez que Kopano suelte
el equipo, quiero que lo transformes en viento hasta que despejemos el área. Luego, lo
teletransportaremos a Nuevo Lorien.
— ¿Tenemos que ir a Nuevo Lorien? –preguntó Kopano, tratando de no gritar la
pregunta con el entusiasmo.
— Sí, haremos una parada y lo dejaremos, —dijo John casualmente. Él reveló un
colgante de Loralita en su cuello, exactamente igual al que llevaba Nueve en la reunión en su
oficina. — Esto nos permitirá teletransportarnos allí. La piedra está codificada específicamente
para la Loralita en Nuevo Lorien.
— Dulce, — dijo Kopano.
— Y luego volveremos aquí lo más rápido posible, — respondió John. Su expresión se
oscureció. Kopano había escuchado lo que sucedió cuando él y Taylor visitaron el campamento
de la Garde Terrestre. — Tengo la sensación de que las cosas podrían empeorar pronto.
— Un problema, — dijo Miki, acariciando el costado del escritorio. — Nunca he movido
algo más grande que una persona en mi forma de viento. No estoy seguro de poder hacerlo.
— Bueno, tenemos el resto del día para trabajar—.
La puerta del aula se abrió, interrumpiendo a John y haciendo que Kopano se
estremeciera. Vontezza entró en la habitación, la muchacha mogadoriana todavía vestida con
su armadura abollada. Kopano dio un paso atrás, recordando su pelea el día anterior, y Miki
simplemente la miró. Sin embargo, no les prestó atención a ninguno de ellos, su imperiosa
mirada, en cambio, se clavó directamente en John.
— Te he estado buscando, —dijo, molesta—Vontezza, pensé que habíamos acordado
que permanecerías fuera de la vista, —dijo John diplomáticamente. — Algunos de los
estudiantes aquí podrían no estar preparados para alguien como tú.
--- No puedo sentarme en ese cuarto y hacer girar mis pulgares mientras el destino de
mi tripulación está en juego, –respondió. Por primera vez, notó a Kopano y Miki. — Hola, chico
grande y chico pequeño que no conozco.
Kopano se dio cuenta de que Miki estaba tratando de no mirar ni rehuir de Vontezza. —
Um, hey – dijo Miki. — Soy-
El Baúl secreto El Baúl secreto
Vontezza lo ignoró y, en cambio, se enfocó en la computadora portátil que John sostenía,
el plano de su buque de guerra todavía estaba allí. — Estás planeando. Sin mi.
— Porque no vas a ir, —respondió John, pellizcándose el puente de la nariz. — No
podemos arriesgarnos a que la Garde Terrestre descubra que existes
— Soy el capitán del Osiris —respondió Vontezza. —Puede que mi tripulación haya
aceptado rendirse, pero no puedo dejar que lo hagan solos. Debo estar allí para garantizar su
seguridad.
— Vontezza—
—Me necesitarás, —dijo. —¿Cuál es tu plan? ¿Enviar a estos dos Garde sin sangre
mientras posas para las fotos? Necesitarán una guía.
Kopano hizo una mueca. — Yo no—yo tengo mucha sangre. Y creo que podemos
encontrar el camino en un buque de guerra.
— ¿En serio? — Vontezza le arrebató el portátil a John y lo empujó hacia Kopano. —
Ahí está el mapa. Muéstrame qué camino tomarás, grandote.
Kopano deslizó su dedo trazando desde un lado del buque de guerra hasta su centro.
— Puedo atravesar paredes, ¿recuerdas? No necesito una ruta. Solo puedo—
Vontezza hizo un ruido como de explosión, aparentemente la versión mogadoriana del
timbre de respuesta incorrecta.
— ¿Qué pasa con la radiación?, – Preguntó Vontezza. – ¿Puedes pasar por eso también?
¿O derretirá tus moléculas como lo hizo con tanta gente?
La frente de Kopano se arrugó. Nunca había considerado lo que podría pasarle si
pasaba a través de algo tóxico. Su primer instinto era que abrir sus átomos a algún tipo de
nube venenosa probablemente fuera una mala idea. Sin embargo, John habló antes de poder
expresar esa preocupación.
— ¿Qué radiación?, — Preguntó John a Vontezza. —No mencionaste eso.
— Secciones enteras de los Osiris sufrieron daños durante los motines, — respondió
Vontezza. — Hay áreas de la nave que son inhóspitas incluso para los no nacidos. Meros
humanos trastabillando por los pasillos sin guía nunca llegaran al núcleo con vida. ¿Lo ves?
Me necesitan.
— Podrías decirnos cómo llegar allí, —murmuró Miki.
—No, —espetó Vontezza. Ella miró a John. — Ya he cambiado demasiado para venir
a esta escuela que se está desmoronando. Estaré allí mañana para asegurarme de que mi
tripulación sea tratada con dignidad.
Las fosas nasales de John se dilataron. Kopano se dio cuenta de que estaba luchando
por mantener la calma. Vontezza era arrogante, un poco mezquina e inquietaba a Kopano.
Pero él podía ver de dónde venía. Era, como siempre, la tendencia de Kopano a tratar de
suavizar las cosas.
— Quiero decir, supongo que es una buena luchadora — dijo Kopano. — No podía hacer
daño tener a alguien vigilando nuestras espaldas allí
Vontezza no dijo nada más, simplemente alzó sus cejas esculpidas a John.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Bien — dijo con brusquedad. — No quiero pasar más tiempo discutiendo sobre esto.
Sin embargo, si vas a venir, necesitas estar mucho más de incógnito
Vontezza se miró a sí misma—la armadura, la larga trenza negra, el mazo en la cadera.
— Incógnito. Por supuesto.
John exhaló por la nariz y se volvió hacia Miki. — Muy bien. ¿Quieres mostrarme cómo
funciona este viento? Podemos determinar que tan grandes son los objetos puedes cargar.
—¿Justo ahora? — Preguntó Miki.
— Justo ahora.
Miki se agarró al Lorience y los dos se transformaron en un remolino de partículas, que
brotaban de un extremo del aula a otro. Cuando reaparecieron, John se llevó el dorso de la
mano a la boca y tosió.
— Esa es una sensación extraña, — dijo.
— Te acostumbras — respondió Miki.
John hizo un gesto hacia uno de los escritorios más pequeños donde los estudiantes se
sentaron una vez. — Está bien, trata de llevar eso contigo. Haré todo lo posible para ayudar.
Podemos resolver esto juntos.
Se transformaron de nuevo, esta vez John no necesitó tomar la mano de Miki—y el
escritorio desapareció con ellos. Kopano intentó rastrear el remolino de sus partículas, pero
pronto abrieron una ventana y desaparecieron, trasladando su sesión de entrenamiento a un
área menos confinada
Kopano se dio cuenta de que estaba solo con Vontezza. Y ella lo miraba fijamente.
— Gracias —dijo. — Por reconocer mi rectitud.
— No hay problema, —dijo Kopano encogiéndose de hombros. Se quedaron allí
incómodamente por un momento. – Bueno, te veo luego.
Mientras Kopano se dirigió a la salida, Vontezza lo siguió.
— ¿Qué significa esta palabra? — Preguntó ella. — ¿De incógnito?
— Significa que quiere que te veas menos como un mogadoriano y más como uno de
nosotros — dijo Kopano. — Un humano.
Vontezza miró su equipo. Kopano también la miró—la piel cenicienta, el cabello negro
como la tinta, los dientes ligeramente afilados. Ella chasqueó la lengua contra el paladar.
— Sí, estoy dispuesta a hacer eso, —dijo, y luego se detuvo. — Pero ¿cómo?
Kopano se picó el lóbulo de la oreja pensando. —Quizás trata de obtener un bronceado
o…
Se detuvo cuando salieron del aula y se topó con un puñado de estudiantes. Kopano
pensó que tenían una clase programada en la sala y comenzó a caminar junto a ellos, pero
Nicolas Lambert le bloqueó el camino.
— Hijo de puta, Maiken no estaba mintiendo, –dijo Nic. — Realmente hay un mog aquí.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano tardó un momento en reconocer la tensión en el aire. Vontezza, detrás de él, lo
identificó mucho más rápidamente. Se detuvo en la puerta del aula, con una mano bajando
hacia el mazo en su cadera.
Kopano miró a los estudiantes reunidos detrás de Nicolas. Estaba Anika Jindal, que
podía manipular metales; ese tipo Ben de Brooklyn, que tenía una piel pegajosa que le permitía
aferrarse a las paredes; y un par de tweebs que Kopano había visto pero que no conocía
Kopano no habría considerado a ninguno de ellos como sus amigos exactamente, pero los
conocía a todos y pensaba que en general eran un buen grupo. Nunca los había visto como
ahora—enojados y fríos, todos mirando a Kopano a Vontezza.
Esto era una mafia.
— Chicos, —dijo Kopano tentativamente. — ¿Qué están haciendo?
— Mi hermano mayor, Nathan, era un piloto de helicóptero para el componente aéreo
belga, — dijo Nicolas, ignorando a Kopano y hablando directamente con Vontezza. — Estaba
evacuando gente de Berlín cuando uno de tus skimmers lo derribó. Él murió.
— Debes estar orgulloso, — respondió Vontezza. —Tu hermano pereció noblemente en
una victoria para tu planeta. Ese sacrificio es un gran honor para tu línea de sangre.
Kopano hizo una mueca. — Bueno. Lo que creo que intenta decir es…
— ¿Debería estar orgulloso? — Nic exclamó. Miró incrédulo a sus compañeros, todas
sus expresiones endureciéndose aún más. — ¿Mi hermano está muerto debido a ustedes
animales y crees que debería estar orgulloso?
— Un Mog mató a mi tía solo porque estaba en la calle, –dijo Ben. — ¿Debería estar
orgullosa también, perra?
— No perteneces aquí, — agregó Anika. — Deberías volver a tu propio planeta.
— Mi planeta está muerto, — dijo Vontezza rotundamente.
— Exactamente, — respondió Anika. — Ahí es donde perteneces.
Kopano levantó las manos. Seguía entre Vontezza y los demás, casi pecho con pecho
con Nicolas en el estrecho pasillo.
— Chicos, esto es estúpido, – dijo. — No digo que no deban estar enojado por lo que
sucedió durante la invasión, pero Vontezza no hizo nada de eso. Ella vino aquí para ayudarnos.
— Kopano, eres un idiota. ¿Por qué necesitaríamos ayuda de uno de ellos? — Escupió
Nicolas. — Es una locura que ella esté aquí, como si ya no tuviéramos suficientes problemas
— Levantó la barbilla y miró a Kopano a los ojos. — ¿Por qué no sales de aquí, hombre?
— Sí, ¿de qué lado estás?, — Dijo uno de los tweebs a Kopano.
— La guerra se acabó; ya no hay lados — Kopano no retrocedió. — Todos ustedes no
están pensando con claridad. Tal vez deberíamos hablar de esto con el profesor Nueve y John
Smith. Ellos pueden explicar—
— Basta de hablar — interrumpió Vontezza.
Cuando Kopano se dio media vuelta para mirarla, Vontezza desabrochó el mazo de su
cadera y extendió el arma, las espigas de obsidiana brillaban a la luz. Todos los estudiantes
retrocedieron, excepto Nicolas. La chica mogadoriana era una vista intimidante y ninguno de
El Baúl secreto El Baúl secreto
ellos había visto combate fuera del centro de entrenamiento. Kopano endureció sus moléculas,
listo para absorber los ataques desde cualquier dirección.
Se sorprendió cuando Vontezza arrojó su arma a Nicolas. El belga también se
sorprendió, apenas logrando atrapar a el mazo por su mango. — Quieres lastimarme como
retribución por tu caída — dijo Vontezza. — Entiendo y no te detendré.
— ¿Qué? — Respondió Nic. — ¿Estás loca?
— Debo decirte que no me pueden matar, — continuó Vontezza con suavidad, como si
estuviera leyendo un informe del libro frente a la clase. — Mi legado es la regeneración
Anika miró a Nic. — Dijiste que Maiken estaba exagerando sobre esa parte.
— Es una mierda, – respondió Nic, mirando a Vontezza. — No hay forma de que un
Mog obtenga un Legado.
— Es la verdad, –agregó Kopano. — Ella sana automáticamente. Lo vi.
— Esto es algo bueno para ustedes, — dijo Vontezza a los estudiantes, su mirada
recorriéndolos. — Pueden golpearme tanto como quieran y eventualmente mi cuerpo se
reconstruirá solo. Cada uno de ustedes puede tomar un turno.
Todos la miraron. Los ojos oscuros de Vontezza eran duros y sin parpadear. Ella
realmente lo decía en serio.
Ben y los tweebs ya no parecían tan fuertes en sus convicciones. Ellos retrocedieron en
el pasillo, tragando e intercambiando miradas nerviosas. Anika miró a Vontezza como si la
mogadoriana se hubiera vuelto más alien.
— ¿En serio nos dejarías tomar turnos para golpearte la cabeza?—preguntó Anika.
― Golpearme en la cabeza, cortarme la garganta, empalarme—Vontezza recitó estas
brutalidades sin inflexión. Ella miró a Nicolas—¿Serás el primero, entonces?
Nicolas no se había movido. Siguió ajustando sus dedos sobre la empuñadura del
mazo. Kopano podía decir que sus manos estaban sudorosas. Todos los demás lo estaban
mirando—no querían llevar esto más lejos, pero también estaban siguiendo las señales del
belga. No retrocederían hasta que él lo hiciera.

Kopano guardó silencio. Estaba preocupado de que cualquier cosa que dijera solo
pudiera provocar a Nicolas. Se quedó parado, esperando que la tensión se rompiera. O
esperando a que Nicolas tome un balanceo. Lo detendría, si llegaba el caso. No iba a dejar
que el belga superfuerte lastimara a nadie, incluso si Vontezza lo pedía literalmente.

Finalmente, Nicolas resopló—Eres un bicho raro, —dijo, mirando a Vontezza. — Un


animal. Y no deberías estar aquí. Deberíamos haber exterminado a todos los tuyos en el
momento en que perdiste la guerra.

Nicolas arrojó el mazo al suelo, donde se sacudió y abolló los azulejos. Frunció el
ceño a Kopano y luego comenzó a retroceder lentamente. Sus amigos lo siguieron.

Con su telequinesis, Vontezza tomó su arma y la aseguró. Ella asintió con la cabeza a
Nicolas.
El Baúl secreto El Baúl secreto
— Si cambias de opinión, estaré aquí —dijo. —Esperando
Cuando se fueron, Kopano exhaló un largo suspiro de alivio. Vontezza, mientras tanto,
no parecía afectado por todo el incidente.
—¿Realmente habrías dejado que te hicieran eso?, — Preguntó Kopano.
Ella lo miró, una pequeña vena latía en su cuello tatuado.
—No deberías haberte enfrentado a tus amigos, — dijo, esquivando la pregunta. —
Recordarán eso.
—Necesitamos cuidarnos los unos a los otros hasta que se solucione este desastre
con laa Garde Terrestre. Todos estamos del mismo lado aquí, —respondió Kopano. —Se
darán cuenta de eso, eventualmente
— Eres honorable, — dijo Vontezza. —Pero no apto para liderar
— Um, ¿gracias?
— Ahora, — dijo Vontezza, su mirada penetrante fija en Kopano. — Muéstrame cómo
podría ser más humano.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DIECISIETE

NIGEL BARNABY
ACADEMIA DE LA GARDE TERRESTRE – POINT REYES, CALIFORNIA.

— LOS ESCUCHE LLAMARTE ANTES, CARIÑO — dijo Bea Bernaby. una vez más sentada
en el borde de su catre con las piernas cruzadas. —Espero que no tengas ningún problema.

Nigel se sentó frente a su madre, la silla de metal abollada por su arrebato tras su
encuentro anterior. Él sonrió levemente. Bea aún no lo sabía, pero esta sería la última vez que
hablarían aquí. Le había llevado un día asegurarse de que ninguno de sus asustados
compañeros de clase decidiera huir del campus, pero Nigel tenía al fin una decisión sobre que
qué hacer con su madre.
― Sabes que nunca he sido muy autoritario, ― dijo Nigel. ―No es lo mío.
― Sí, supongo que es cuando debería culpar a tu comportamiento rebelde de ese
despreciable punk rock ― dijo Bea. Bajó la voz, como si le dijera a Nigel en secreto. ― Pero,
a decir verdad, tu padre y yo tampoco jugamos según las reglas. Lo obtuviste de nosotros.
Nigel se erizó. La mujer sabía exactamente cómo presionar sus botones. Saber lo que
ella estaba haciendo no parecía ayudar.
―No soy como tú,― respondió con más pasión de la que le hubiera gustado.
―No, por supuesto que no, ― respondió Bea con una sonrisa indulgente. ―Está
sucediendo como predije, ¿no? Esta pequeña y loca Academia está siendo puesta bajo control.
Cuando Nigel no respondió de inmediato, ella continuó, su voz más sincera que
burlona. ―Debes saber que será más fácil si no luchas contra ello. Más seguro Para ambos―
agregó, desviando la mirada de Nigel.
Taylor estaba de pie al fondo de la celda con los brazos cruzados.
―No puedes tener este lugar, Bea, ― dijo Taylor. ―O quizá lo hagas. Pero solo serán
muchos edificios vacíos. No puedes tenernos.
―Me agrada señorita. Cook ― dijo Bea. Ella volvió su atención a Nigel. ―Ella me
agrada. Ella desencadenó todo este conflicto de alguna manera, ¿no? Nuestros informes la
consideraban mansa y flexible, temerosa de sus propios legados. No esperábamos que fuera
tan volátil cuando la reclutamos.
―Me secuestraron― corrigió Taylor.
―Sí, bueno, admiro a una mujer joven con convicciones, incluso si estamos
fundamentalmente en desacuerdo. ―Bea bajó la voz nuevamente, hablando con
Nigel. ―Quizás ustedes dos deberían salir.
Nigel resopló. ―Mamá, soy gay.
Bea levantó una ceja y suspiró. ―¿Estas pequeñas rebeliones nunca cesarán, Nigel?
Nigel quería lanzarse hacia adelante y estrangularla. Bea, por supuesto, eligió ese
momento para doblarse en un ataque de tos, el dorso de la mano presionada contra su boca.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cuando se enderezó de nuevo, tenía los ojos enrojecidos y manchas de ciano negro en sus
pálidas mejillas.
―Última oportunidad de ser de utilidad, entonces, ― dijo Nigel en voz baja. ―Haz algo
bueno para variar.
― ¿Última oportunidad antes de qué?,―Preguntó Bea con voz ronca. ―¿Es la última
vez que me ofrecerán curarme a cambio de información? ¿Es por eso que Taylor está
aquí? ―Bea se burló. ―Por favor.
―Dinos a quién tiene la Fundación dentro de la Garde Terrestre ― dijo Nigel. ―Dinos
cada persona que ha sido comprometida.
Bea hizo una mueca, como si la pregunta fuera tonta. ―Tenemos fuentes, estoy seguro.
Al igual que esa desaliñada psicóloga que mantienes encerrada en el pasillo. Una cosita trise,
llora hasta quedarse dormida la mayoría de las noches. ―Se golpeó los labios pensativa y
Nigel notó el punto negro muerto debajo de la uña. ―Quizás haya algunos colaboradores de
alto rango dentro de la organización. Si existen, honestamente no sé quiénes son. Si estás
buscando algún enemigo mítico que puedas poner bajo arresto ciudadano y terminar con todos
tus problemas, estás perdiendo el tiempo. La Fundación es una hidra y nunca tendrás
suficientes espadas.
―Cuéntanos sobre Greger Karlsson, ― dijo Taylor.
― ¿Quién? ― Respondió Bea
Nigel estudió la expresión de su madre. Ella honestamente parecía desconcertada. El
nombre no había hecho sonar ninguna campana.
―Él trabaja para la Garde Terrestre― dijo Nigel. ―Lo pusieron a cargo de perforar
agujeros en nuestros cerebros.
―Oh, ese luchador sueco? ― Bea se rió entre dientes. ―¿Que quieres saber? Si
recuerdo nuestros informes correctamente, Karlsson era el tipo de hombre que nunca deja
pasar una promoción. Sin embargo, en última instancia, los burócratas como él cuestan diez
centavos la docena. No tienen poder real y se reemplazan fácilmente. No vale la pena la
inversión.
― ¿Qué tienes sobre él? ―Presionó Taylor. ―Sabemos cómo la Fundación utiliza a las
personas. ¿Qué están haciendo para que actúe así?
Bea ladeó la cabeza. ―A veces aplicamos presión, eso es cierto. Pero no tenía
conocimiento de ninguna operación relacionada con Karlsson. Si está involucrado en la
regulación de su especie, consideren que honestamente cree que es lo correcto. ¿Es ese un
punto de vista tan lejano, querido? ¿Crees que la Fundación está chantajeando a todas las
personas que creen que Garde es un peligro para la humanidad? Somos ricos, pero no tan
ricos.
Los labios de Nigel se comprimieron. Le dio la espalda a Bea para poder hacer contacto
visual con Taylor.
― ¿Algo más que quieras preguntarle?, ―Dijo Nigel. ― ¿O podemos dejar de perder
el tiempo?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor lo consideró por un momento. ― ¿Sientes algún remordimiento?, ― Le preguntó
a Bea. ―¿Por las personas que lastimaste? ¿Las personas que has matado? ¿Por el mundo
perturbado que ustedes, gilipollas codiciosos, han ayudado a crear?
―Oi, hay una interesante línea de preguntas, ― dijo Nigel, volviéndose para mirar a
Bea. ―Básicamente, mi encantadora amiga aquí se pregunta si todavía tienes alma, mamá.
Bea no parecía divertida. ―¿Siente remordimiento por salvar la vida de un asesino, Srta.
Cook? ― Respondió ella. ―¿Te molesta que al salvar a Einar, sin duda, hayas puesto en
peligro la vida de muchos otros?
―Sí, ―dijo Taylor sin perder el ritmo. ―Eso me molesta.
Bea asintió como si sospechara lo mismo. ―Cuando crezcas, aprenderás a dejar de
lado esos sentimientos.
―Tal vez, ―dijo Taylor. ―Pero hasta ese día, creo que me voy a sentir culpable por
muchas cosas. Como por lo que voy a hacerte.
―Bien, ―dijo Nigel, poniéndose de pie y apartándose del camino. ―Hazlo.
Taylor se apartó de la pared y se dirigió hacia Bea. Nigel al menos estaba contento de
ver a su madre estremecerse. Incluso como prisionera, Bea pensó que ella tenía el control.
Pero, cuando Taylor agarró bruscamente el rostro de la mujer mayor en sus manos, vio un
breve destello de miedo en los ojos de Bea.
―Relájate, Bea, ―dijo Nigel. ―Has ganado.
Bea dejó escapar un gemido mientras Taylor la curaba. Nigel pudo ver cómo las venas
del moco de Mogadorian crepitaban bajo la piel de su madre, las cosas de alguna manera
luchaban contra el Legado de Taylor. Le tomó un par de minutos ―Nigel había visto a Taylor
curar las heridas de bala más rápido―pero finalmente Taylor dejó ir a Bea y se limpió el sudor
de la frente. Bea se dejó caer en su catre, respirando pesadamente.
―¿Te sientes mejor ahora? ―Preguntó Nigel. Miró a Taylor. ―¿Curaste a la perra
mientras estabas en eso?
―Lo dudo ―dijo Taylor.
Bea lo miró con una mezcla de sorpresa y decepción. ―¿Por qué―por qué harías esto?
Mi salud era tu única ventaja...
Nigel puso los ojos en blanco. Siempre se trataba de los ángulos con su madre. Estaba
disgustada porque Nigel había perdido su única ventaja, como si se hubiera tenido algo de
demente orgullo de la posición de dura negociación de su hijo.
―Porque hemos terminado de hablar, ― le dijo Nigel. ―Había estado pensando que si
te mantenía aquí el tiempo suficiente, podría sacarte información. Tal vez incluso ver una
chispa de decencia en ese corazón negro tuyo. Pero, no solo eres un mal absoluto, eres
malditamente inútil. No creo que sepas nada que pueda ayudarnos. Creo que tienes miedo.
Quizás de Einar, quizás de algunos de tus viejos amigos de la Fundación que piensan que has
perdido el hilo. Has sido feliz aquí abajo, permitiéndonos mantenerte a salvo. Bueno, eso ya
terminó, amor.
Nigel tomó a Bea por el brazo y la levantó, quitándose las arrugas de su sudadera.
―¿Qué planeas hacer? ― Preguntó Bea, y por una vez Nigel pensó que detectó un
temblor en su tono.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Te entregaremos a la Garde Terrestre― dijo Nigel. ―Tú, Linda y esa idiota cuyo
nombre siempre olvido.
Bea se echó a reír. ―Seré libre antes de que se ponga el sol.
―Quizás,― dijo Nigel encogiéndose de hombros descuidadamente.―También
enviamos todas las pruebas que tenemos. Taylor y yo grabamos declaraciones sobre lo que
has hecho. Matar a esos soldados en Londres, el buque de guerra en Siberia, ese desastre en
Islandia. Cómo orquestaste la muerte de Sydal. Creo que cubrimos todo. Además, ya sabes,
todas las grabaciones de nuestras pequeñas charlas aquí. Esos no se ven muy buenos para
ti.
―Mis abogados…― Nigel calló a su madre abrazándola y dándole un besito en la
mejilla.
―Bea, no me importa,― dijo al oído. ―Si la Garde Terrestre es tan corrupta como tú
dices, entonces al menos lo sabremos con certeza cuándo te liberan. Y, si tal vez estás
sobreestimando tu propia influencia y te arrastran a La Haya encadenada, bueno, ese será un
día soleado, ¿no? De cualquier manera, ya no serás mi problema. Me estoy emancipando.
Su madre, por una vez, se calló. Eso estuvo bien―Nigel no creía que tuviera otro
discurso en él.
Nigel y Taylor escoltaron a Bea al pasillo donde los demás esperaban. El Profesor Nueve,
Malcolm y el Agente Walker ya habían sacado a la Dra. Linda y Alejandro Regerio de sus
celdas, los dos encadenados en los pies y la cintura. Regerio se dobló, jadeó, y Nigel
rápidamente se dio cuenta de que había intentado escapar y recibió un golpe en el estómago
de Nueve como recompensa.
―Lady Barnaby! ― Nueve exclamó. ―¡Bienvenidos a la fiesta!
―Esto es futilidad definida, ― dijo Bea, manteniendo la barbilla alta y el labio superior
muy rígido.
Nueve arrojó a Nigel un trozo de cadena. ―¿Quieres hacer los honores?
―Felizmente,― respondió Nigel, y comenzó a asegurar a su madre a los otros dos.
Cuando terminó, Nigel permaneció detrás de los prisioneros, dejando que Nueve y
Walker tomaran la iniciativa de escoltar al grupo arrastrando los pies fuera del subsuelo. Había
algo de humor, al menos, en la vista de su madre caminando detrás de la Dra. Linda.
―¿Estás bien? ― Taylor preguntó mientras se deslizaba junto a él.
―Oh, Estoy bien como la lluvia ― dijo Nigel, tratando de mantener su tono ligero bajo
la mirada inquisitiva de Taylor. ―Oficialmente soy un huérfano. Lo más libre que me he sentido.
―Tampoco soy muy cercana a mi madre, ― dijo Taylor. ―Quiero decir, ella no es parte
de una conspiración global, es un poco irresponsable y asquerosa cumplimiento promesas.
Pero, ya sabes, lo entiendo. Siempre pensé que algún día ella vendría y se daría cuenta de lo
buena persona que soy y querría pasar el rato conmigo
―Si Bea alguna vez piensa que soy una persona genial, saltaré de un puente― dijo
Nigel. ―Pero gracias. Y gracias por curar a la malvada moza.
—No hay problema. Salvándola de una muerte lenta, wow, realmente le enseñamos―
dijo Taylor.
Nigel resopló. ―Sí. Espero que haya aprendido la lección.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Su corta procesión salió de debajo de la Academia y continuó por el patio. Pasaron junto
a un pequeño grupo de tweebs que trabajaban en su control telequinético. Ninguno de ellos
dijo nada, pero Nigel pudo sentir que lo miraban fijamente. Sus hombros se anudaron, una
sensación de vergüenza surgió en él. Esa era su madre, allí. La reina malvada de la Fundación.
Todos miren el árbol podrido del que descendió.
El sol ya se estaba poniendo cuando cruzaron el césped y se dirigieron más allá de la
barricada. Omar y Lisbette estaban de guardia allí y Nigel sabía que había un par de otros
escondidos en los árboles, esperando para señalar si los Pacificadores intentaban algo. Casi
habían logrado pasar un día siendo una Academia no autorizada. Nigel se permitió una
pequeña sonrisa. Al menos su madre estaría equivocada acerca de su predicción de que sería
libre al atardecer.
Nadie habló El único ruido era el viento que azotaba el campus y el tintineo de las
cadenas. Finalmente, cuando la pista en ruinas apareció, la Dra. Linda se aclaró la garganta.
―Quiero disculparme por lo que hice ― dijo, su voz pequeña y áspera. ―Me doy cuenta
de que no es excusa, pero fui coaccionada―
―Incluimos eso en nuestro informe, Linda, ― dijo Malcolm, no sin amabilidad. Tocó la
unidad USB con toda su evidencia relacionada con la Fundación cargada en ella.
―Sí― agregó Nigel. ―Esperemos que los fascistas sean gentiles contigo, Doc. Y para
que lo sepas, no pensé que nuestras sesiones fueran una completa pérdida de tiempo.
―Gracias, Nigel, ― respondió Linda. ―Que amable de tu parte decir eso
Los restos del skimmer mogadoriano aparecieron a la vista. Estaba custodiado por un
puñado de pacificadores en trajes de radiación. Ellos se acercaron al grupo de la Academia,
todos izando esos cañones inhibidores con los que Nigel se familiarizó demasiado durante ese
juego de capturar la bandera.
―¡Espera!,― Gritó una voz desde cerca de los árboles. El coronel Archibald apareció
con otro grupo de pacificadores armados, aunque este grupo no levantó sus armas. Archibald
debe haber visto su aproximamiento en las cámaras de seguridad y haber salido a su
encuentro.
Nueve detuvo a su grupo, manteniéndolos a un alcance seguro de los Pacificadores. ―
¿Cómo te va, Archie? Te trajimos un regalo.
—¿Y ahora, Nueve? —Preguntó Archibald, entrecerrando los ojos hacia los tres
prisioneros. ―Sabes que tengo órdenes de llevarte―. Miró a Taylor. ―A todos ustedes.
Nigel resopló, pero por una vez mantuvo la boca cerrada. No hay razón para avivar más
las llamas.
Nueve se volvió para mirar a Walker. ―Tu turno, Karen. Si terminas en prisión, ha sido
un placer conocerte.
―Sí, buena suerte para ti también,―respondió Walker, aceptando la unidad USB de
Malcolm. Luego, dio un tirón a la cadena de Regerio y empujó al trío de prisioneros hacia
adelante. Con su otra mano, levantó su placa. ― ¡Coronel Archibald! Mi nombre es la Agente
Especial Karen Walker y estoy trabajando bajo el mandato de la agencia de inteligencia
conocida como Atalaya. Estas tres personas están acusadas de varios delitos capitales.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Solicito formalmente su asistencia y protección hasta que puedan transferirse a una ubicación
adecuada.
Archibald escuchó todo eso con su estoicismo habitual, luego gruñó algo a sus hombres.
Un par de pacificadores se acercaron para ayudar a Walker con sus cargas.
― ¿Crees que lo aceptara? ―Taylor murmuró a Nigel.
― ¿Y tú? ― Respondió Nigel.
―Creo que podemos confiar en Archibald,― dijo Taylor. ―Al menos lo intentará.
Nigel observó a los Pacificadores hacerse cargo de su madre. Esperó a que ella mirara
por encima del hombro o hiciera algún comentario sarcástico al despedirse. Pero Bea nunca
volvió a mirarlo. Todo había terminado entre ellos. Hecho. Nigel esperaba disfrutar de la
satisfacción de ver a su madre acorralada, pero todo lo que sentía ahora era la misma
sensación de soledad que prevaleció en sus primeros días en Pepperpont cuando se quedaba
despierto por la noche esperando que sus padres vinieran a recogerlo.
Estaba bien y verdaderamente solo ahora.
Con una breve mirada a sus soldados, Archibald cruzó el campo para acercarse al
Garde. Mantuvo sus manos levantadas todo el tiempo. Nigel notó manchas oscuras de sudor
en las axilas del hombre. Parecía que todos estaban igualmente nerviosos.
―Me van a transferir mañana,― dijo Archibald sin preámbulos. ―Quieren que yo
supervise esta rendición mogadoriana. Después de eso, seré reasignado a otro lugar. La
mayoría de los agentes de mantenimiento de la paz que fueron leales a mí también fueron
rotados.
―Bueno, ojalá pudiera decir que ha sido divertido, ― dijo Nueve bruscamente ―ve en
paz.
Archibald reprimió una mirada ceñuda ante el comentario de Nueve. ―Habrían asaltado
el campus hoy si no los hubiera estancado. Bueno, la llegada de John Smith también asustó a
Karlsson. Por ahora, quiere hacer las cosas lo más incómodas posible para ti, esperando que
te rindas. Pero mañana, cuando me haya ido y John se haya ido…
―Ellos vendrán. ― dijo Taylor
―Esto es una locura, ―dijo Nigel, agitando una mano en la dirección en que los
Pacificadores llevaron a su madre y a los otros conspiradores. ―Te das cuenta de que la
Fundación está jugando mucho con la Garde terrestre ¿verdad? ¡Te acabamos de entregar un
montón de pruebas!
―Y haré todo lo posible para asegurarme de que eso cuente para algo,―respondió
Archibald. ―Pero esto es un aviso, porque aprecié el trabajo que estábamos haciendo aquí,
lo crean o no. La coalición de la Garde Terrestre se está desmoronando. Estas personas de la
Fundación que buscan, simplemente se están aprovechando de la situación ―miedo,
desconfianza, corrupción― eso está en todas partes. Y no desaparecerá de la noche a la
mañana, sin importar cuántos malos traiga.
―Alentador,― dijo Nigel.
―Entonces, lo que estás diciendo es que vamos a tener que luchar―dijo Nueve
―O correr ― agregó Taylor.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cualquier otra cosa que se dijo, Nigel no lo escuchó. Se dirigió hacia la asociación
estudiantil. Su madre estaba detenida, derribada tanto como alguien como ella podría estar.
Su padre estaba muerto. Su mejor amiga estaba al otro lado del mundo con el asesino de su
padre. Y aquí, en la Academia, la que finalmente comenzaba a sentirse como casa para él,
estaba a punto de ser tragada.
Miedo, desconfianza, corrupción.
Y nada cambiaría. Eso fue básicamente lo que Archibald había dicho.
Nigel pensó en la invasión. Cómo había reunido a los primeros Garde humanos para
correr a luchar contra los mogadorianos. Había pensado que iba a ser un héroe.
¿Qué había hecho Nigel que hubiera hecho un poco de diferencia?
Se encontró de pie en la asociación de estudiantes. El lugar era ruidoso y activo, los
estudiantes se agitaban y charlaban mientras preparaban la cena. Omar Azoulay lo saludó
desde la cocina. Estaban trabajando sin que Nigel se lo pidiera esta vez. Se estaban cuidando
el uno al otro.
La televisión estaba sintonizada con las noticias, donde, por supuesto, los
presentadores hablaban sobre la situación con la Garde Terrestre. ―A esta hora, estamos
escuchando que hay escepticismo de muchos países europeos sobre el llamado programa
Cêpan, con muchos grupos de defensa que afirman que la instalación forzada de inhibidores
es un acto de extralimitación y tal vez al borde el abuso infantil. Si bien no se ha confirmado
nada, estamos escuchando rumores adicionales de que algunos países, como Alemania y
Canadá, están considerando retirarse de la coalición con la Garde Terrestre respaldada por la
ONU…
Nigel respiró hondo y miró a su alrededor. Olía a pan horneado y curry. Alguien se reía
en la cocina.
Su madre estaba equivocada. Ella siempre se había equivocado. No podía dejar que su
pensamiento lo infectara; él se negó a heredar su cinismo. Aún quedaba mucho por hacer en
el mundo. Comenzando aquí, protegiendo a estas personas, asegurándose de que tuvieran un
lugar seguro para aprender y crecer y convertirse en los héroes que este mundo desordenado
necesitaba.
Nigel aplaudió. ―Oi, ¿estás listo para enseñarme cómo hervir agua?, ― Le gritó a
Omar. ― ¿Tienes un delantal de repuesto para mí?
Cuando Nigel comenzó a cruzar la asociación de estudiantes, la televisión se apagó de
repente. También lo hicieron las luces del techo. Nigel miró por encima del hombro y vio que
las lámparas que iluminaban los caminos de la Academia también estaban apagadas.
La Garde Terrestre había cortado su poder.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DIECIOCHO

RAN TAKEDA
ESKIMMER DE EINAR― ALGÚN LUGAR SOBRE EL ATLANTICO

― ¿CÓMO TE ESTAS SINTIENDO? ― PREGUNTÓ RAN


― Estoy respirando ― respondió Dualphen ― eso es suficiente.
Duanphen se sentó contra una de las mamparas, su brazo herido acunado en su regazo.
Todavía se veía mortalmente pálida por toda la sangre perdida en Marruecos. Moretones de
color púrpura oscuro se extendían desde su sien hasta donde su ojo derecho estaba casi
cerrado por la hinchazón. Mientras Ran se agachaba frente a ella, los párpados de Duanphen
comenzaron a agitarse y su cabeza cayó hacia un lado. Suavemente, Ran le tocó la mejilla.
―Necesitas mantenerte despierta ahora, ― le dijo Ran. ―Puede que tengas una
conmoción cerebral.
―Isabela me golpeó con una botella de champán― declaró Duanphen.
―Sí, lo sé.
―Dije que lo sentía― dijo Isabela desde el otro lado del área de asientos de la cabina,
donde se acurrucó con las rodillas apretadas contra su pecho. Caleb estaba a su lado, mirando
a lo lejos mientras uno de sus duplicados caminaba adelante y atrás frente a él. Nadie se había
molestado en mencionar que Caleb había expulsado un clon. Todos estaban demasiado
cansados y nerviosos para molestarse.
―Está bien― respondió Duanphen soñadoramente a Isabela. Entonces, algo hizo clic
en su mente y se inclinó hacia delante para mirar alrededor de Ran. ―No estoy enamorado de
ti. Eso fue una mentira.
Isabela se sacudió el pelo. ―No te culparía si lo hicieras.
―Está bien― dijo Duanphen, inclinándose hacia atrás.
―Bien.
―Haríamos una buena pareja,― dijo Isabela pensativamente.
El duplicado dejó de caminar para mirar de Isabela a Duanphen y viceversa, pareciendo
considerar esta declaración. Caleb levantó la vista, se dio cuenta de que había un segundo
caminando y de inmediato lo absorbió.
―¿Cómo está su brazo? ―Preguntó Caleb.
Ran tomó la mano de Duanphen y cuidadosamente giró su brazo para poder examinar
la herida en su antebrazo. Los puntos no eran los más bonitos que Ran había visto en su
vida ―nadie los confundiría con el trabajo de un médico real―pero eran rectos y limpios y
habían detenido con éxito el sangrado.
―Se ve bien, en realidad― dijo Ran.
―Una de las únicas cosas que mi idiota Cêpan me enseñó fueron los primeros
auxilios,― dijo Cinco mientras salía del asiento del piloto, el skimmer marcando curso a México.
El Lorience había sido el que había cerrado el corte de Duanphen, sus gruesas manos
El Baúl secreto El Baúl secreto
sorprendentemente gentiles. Ahora, se puso de pie sobre el hombro de Ran y miró su
obra. ―¿Quieres que me turne para mantenerla despierta?
Ran se puso de pie, arqueando la espalda.
―Sí. Gracias.
Cinco ocupó su lugar en el suelo frente a Duanphen, su único ojo la miraba de cerca.
Habían llenado a Duanphen de algunos analgésicos que Einar había escondido y ella estaba
lo suficientemente loca como para poner sus piernas en el regazo de Cinco. Él no los movió.
En cambio, le dio unas palmaditas incómodas a Duanphen en la espinilla―le había roto el
hueso durante su primer encuentro, o eso decía la historia, luego la llevó de regreso a la nave
de Einar y le hizo una férula.
Lucas los había llamado monstruos. Sin embargo, Ran no creía eso. Ninguno de ellos
era una causa perdida.
―¿Alguna noticia de nuestros amigos de la Academia?,― Preguntó Einar. Se sentó en
el brazo del asiento del copiloto, su cuerpo en ángulo de cara a ellos. No levantó la vista de su
tableta cuando habló.
Isabela se desenroscó lo suficiente como para revisar su telefono. Ahora que sabían
que la Fundación estaba usando un Garde precognitivo para rastrearlos, un pequeño teléfono
con tapa no parecía tan importante. Habían intentado llamar a la Academia mientras huían del
espacio aéreo marroquí, pero la llamada fue directamente al correo de voz. Isabela había
dejado un mensaje― Profesor Dumdum, es Isabela. Hay un Garde que te arrebata el cuerpo
y que está súper metido en Jesús que se dirige a ustedes ¡Vuelve a llamar, por favor! ―, Pero
no habían recibido una respuesta. Eso no era un buen augurio.
―No hay servicio,― dijo Isabela. ―Tal vez una vez que estemos al otro lado de este
océano…
―Es posible que la Garde Terrestre cortara su comunicación―dijo Einar
contemplativamente. ―Es lo que haría
―¿No deberíamos ir allí? ― Preguntó Caleb. ―Si están en peligro…
―Podemos hacer más para ayudarlos al no volar directamente a las garras de la Garde
Terrestre― dijo Einar cortante.
―No, en cambio estamos volando directamente a una prisión Garde,― respondió Caleb.
Miró a Ran, probablemente esperando que ella lo respaldara. Pensó en Nigel y los demás en
la Academia, ya rodeados por agentes de la paz que planeaban esclavizarlos, y ahora Lucas
se dirigía allí con algún propósito nefasto. No era una decisión fácil de hacer.
Ran sacudió la cabeza de mala gana. ―Pueden cuidarse solos―, le dijo suavemente a
Caleb. ―Y, en este momento, creo que podemos hacer más para ayudarlos desde afuera.
Caleb no respondió. Bajó la mirada a sus pies, con las manos empuñadas frente de él.
Claramente, algo todavía lo estaba comiendo, y Ran no pensó que fuera el destino de sus
amigos en la Academia.
―¿Ya tenemos un plan?,― Preguntó Isabela.
Ran se preguntó lo mismo. Ella fue a pararse al lado de Einar, mirando la información
mostrada en su tableta. Ella vio el plano de un gran edificio en forma de cubo que se dividía
en muchas cajas más pequeñas. Una prisión muy eficientemente construida. Einar le dirigió a
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ran una mirada agria―le gustaba ser el que tenía el control y aún no estaba listo para hacer
toda su cosa informativa― pero cedió cuando Ran lo miró plácidamente.
―Esta es la prisión donde King dijo que Lucas estaría alojado. Los lugareños solían
llamar al lugar La Caldera…
―La caldera ,― dijo Isabela.
―Ellos sacaban confesiones de delincuentes allí,―dijo Einar asintiendo. ―O los
carteles podían rentar celdas para torturar a sus enemigos. El gobierno mexicano lo cerró por
corrupción hace unos años y así es como la Fundación lo compró rápidamente. Desde
entonces, han instalado una serie de actualizaciones de alta tecnología.
―¿Aprendiste todo esto de King?,―Preguntó Ran. Einar asintió nuevamente.
―Fue lo suficientemente amable como para concederme acceso al servidor interno de
su empresa. Blackstone todavía tenía detalles de la prisión de cuando aún proveían personal
en los primeros días, antes de que la Fundación hiciera una limpieza para poder alquilarla a la
Garde Terrestre
Se le ocurrió a Ran que ellos no habían llevado a cabo el resto de su plan en Marruecos.
Habían querido arreglar que King fuera arrestado en el piso del casino, pero se habían
desviado corriendo por sus vidas. Eso significaba que King todavía estaba en juego.
―King cortará tu acceso pronto, ¿no? ― Preguntó Ran. ―Podría advertir a la
Fundación.
Einar vaciló. ―Sí. Tienes razón. Me aseguraré de descargar lo que necesitamos. En
cuanto a advertirles, tendremos que arriesgarnos.
Caleb hizo un ruido, como una risa solitaria que se quedó atrapada en su garganta. Él
estaba mirando a Einar de la forma habitual en que solía hacerlo justo antes de que estallara
una discusión. Pero, por una vez, no dijo nada. Se quedó allí sentado apretando los dientes.
Ese silencio le preocupaba a Ran.
―¿Qué pasa, Caleb?, ―Preguntó ella.
―Sí,― agregó Einar, encontrando los ojos de Caleb. ―¿Tienes algo que agregar?
La pregunta quedó suspendida en el aire por un par de segundos y algo pasó entre los
dos muchachos; Ran no estaba segura de qué. El skimmer se balanceaba de un lado a otro
con el fuerte viento y Duanphen dejó escapar un gemido.
Finalmente, Caleb habló. ―¿Quiénes eran esos tipos allá atrás?¿Los que vinieron
disparando?
―Si tuviera que adivinar, era un destacamento de seguridad asignado a King,
mantenido fuera del sitio para que no delataran la trampa,― dijo Einar encogiéndose de
hombros. ―O podrían haber sido policías locales. Interpol. Pacificadores. Seguridad del hotel
demasiado apascionada. En la actualidad, no hay escasez de personas a las que les gustaría
dar unos tiros a los de nuestra especie.
―Nunca pensé que sería así,―respondió Caleb, mirando hacia el suelo otra vez. ―A
ti, tal vez. Pude ver por qué querrían dispararte. Te lo has ganado. Pero no les importó a quién
golpearon cuando entraron en la habitación. ―Caleb se golpeó la frente. ―Uno de mis
duplicados recibió una bala aquí mismo. Ese podría haber sido yo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ran ni siquiera había considerado esto. Había estado en suficientes situaciones
peligrosas desde el desarrolló de sus legados que algunas pocas balas ya no la perturbaban.
―Y desatando a ese tipo, Lucas, sobre nosotros…―Continuó Caleb, sus ojos se
dirigieron a Duanphen. ―Ella podría haber muerto. La cortó como si ni siquiera fuera una
persona.
―Está enfermo,―agregó Isabela. ―Más loco que cualquiera de ustedes.
―Por eso lo vamos a atrapar, ¿no? ― preguntó cinco con brusquedad― ¿Podemos
volver a hablar sobre el crackpot?
― La Caldera,― corrigió Einar, pero todavía estaba mirando a Caleb. ―¿Qué dices,
Caleb? ¿Deberíamos seguir adelante?
Sorprendió a Ran escuchar un poco de paciencia en las palabras típicamente cortadas
de Einar. Caleb se cruzó de brazos y rotó los hombros―Ran podía decir que había algo que
le molestaba, parecía demasiado atormentado para que esto solo se tratara de un disparo a
un duplicado―pero finalmente asintió con la cabeza. ―Adelante. Cuéntanos cómo llegamos
a Lucas.
―No será fácil,― dijo Einar, revisando los planos de la planta en su tableta. ―La prisión
está a cincuenta millas al oeste de la ciudad más cercana, en medio del desierto. Solo un
camino llega allí y el área circundante no es más que matorral.
― ¿Era nuestro plan conducir y tocar la puerta? ―Preguntó Isabela.
―Solo estoy pintando un cuadro,―dijo Einar. ―Hay un muro…
Ran le quitó la tableta de las manos a Einar y la volteó para que el resto pudiera ver el
diseño de la prisión. El hizo una pausa por un momento, luego se aclaró la garganta y continuó.
―Como pueden ver, hay un muro a quinientos metros con un punto de control inicial.
Luego, más allá de eso, otro tramo de campo abierto cubierto por francotiradores en las torres
de vigilancia. Más allá de eso está la entrada principal fortificada.
―Entonces, no vamos por ese camino,― dijo Cinco― Tenemos una nave que puede
volverse invisible. Aterrizamos en el techo y nos abrimos paso.
―Esa parece ser la mejor opción, pero todavía hay problemas,― dijo Einar. ―Por un
lado, robé este skimmer de la Fundación. Ellos conocen sus capacidades. No sé con certeza
lo que ellos pueden superar el modo sigiloso de nuestro skimmer. Pero sí sé que han instalado
armamento antiaéreo en su techo. Existe la posibilidad de que podamos ser atacados.
―¿Esta nave tiene algunas armas?,― Preguntó Caleb. ―¿Podríamos disparar de
vuelta?
Cinco gruñó. ―No. Las armas están abajo. Honestamente, esta mierda apenas se
mantiene unida.
Isabela lo miró fijamente. ―Estamos sobre el océano y ¿recién ahora nos estás diciendo
eso?
―Pensé que todos lo sabían, ― dijo Cinco. Golpeó el piso de metal debajo de él y el
skimmer pareció gruñir en respuesta. ―Estaremos bien.
―Es fácil para ti decirlo, ―respondió Isabela. ―Puedes volar.
―Bien, digamos que aterrizamos en el techo, ―dijo Caleb. ― ¿Entonces qué?
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Bueno, incluso si los tomamos por sorpresa, todavía habrá algunos centinelas que
pasar. Pero entonces, a medida que nos movamos adentro…―Einar destacó el piso principal
de la prisión. ―Este piso es el cuartel de los guardias. El personal trabaja en turnos de cinco
días, durmiendo en las instalaciones.
―Estaríamos abriendo una brecha en su punto más fuerte, ―dijo Caleb con el ceño
fruncido.
―Sí, ―dijo Einar. ―No es lo ideal.
― ¿Cuántos chicos tienen?
― ¿Según las habitaciones de este plano y suponiendo que cuentan con personal
completo? Yo estimaría uno trescientos.
―Puedo con trescientos, ―dijo Cinco encogiéndose de hombros. Isabela resopló.
―Suenas como el Profesor Nueve.
Cinco la fulminó con la mirada. ―Retira eso.
―Estos pacificadores no serán como los que protegen la Academia, ― dijo Einar. ―No
creo que incluso tú puedas hacer esto solo, Cinco.
Cinco se marchitó un poco cuando Einar habló. ―No lo estaría haciendo solo, ―
murmuró. ―Ran está bien. Caleb es un pequeño ejército por su cuenta. Podemos tomarlos.
Ran tocó con el dedo la tableta de Einar. ― ¿Se vuelve más fácil? ¿Asumiendo que
podamos atravesar los barracones?
―El segundo piso alberga el centro médico, la sala de control, la oficina del alcaide y la
armería, ―respondió Einar. ―Suponiendo que podamos empujar a través de los cuarteles, es
probable que encontremos una segunda ola de pacificadores esperando en la armería.
―¿Qué podemos hacer desde la sala de control? ― Preguntó Caleb.
―Sus cámaras de vigilancia se encuentran allí. Las defensas internas de la prisión
también funcionan desde allí…
―¿Qué tipo de defensas? ―Preguntó Cinco.
―Puertas de titanio para las celdas, mecanismos de dispersión de gas en los
respiraderos y baldosas electrificadas. Ellos no suponen que la Garde escape de este lugar,
mucho menos irrumpir.
―Oh, hay trampas,―dijo Isabela. ―Por supuesto.
―Suena como la carrera de obstáculos de Nueve,― dijo Caleb.
Einar continuó. ―La planta baja es el área central de procesamiento, una cafetería para
prisioneros y un pequeño patio para hacer ejercicio. Los dos niveles del sótano no son más
que celdas de aislamiento. Ahí es donde encontraremos nuestro objetivo.
―Una vez que lleguemos a la sala de control, tendremos la ventaja ―reflexionó Ran.
―Sí y no,― respondió Einar. ―Aquí también hay algo que llaman la Llave maestra. Es
un mecanismo remoto relacionado con la biometría del guardián que le da el control de los
sistemas de la prisión. Tendremos que rastrearlo.
Isabela se inclinó hacia delante, su voz ahora más seria. ―Vi a este guardián. Sé cómo
es él. La Llave maestra es un guante tonto que usa.
Caleb levantó una ceja. ― ¿Como sabes eso?
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Alguna cosa se puso loca cuando Lucas intentó saltar a tu duplicado,― respondió
Isabela. ―Pude ver a través de sus ojos. Estaba en una celda con él guardián y una de esas
personas cêpan. El alcaide activó su inhibidor para traer a Lucas de vuelta a su propio cuerpo.
—¿Podrías cambiar de forma al alcaide?
―Por supuesto, ―respondió Isabela. ―Me aseguré de memorizar la cara del bastardo.
―Tal vez esa podría ser una forma más fácil de pelear desde el techo,―sugirió
Ran. ―Al menos para Isabela.
―Tienen escáneres de retina en la puerta principal,―dijo Einar, mirando a
Isabela. ―¿Puede tu cambio de forma vencer a esos?
Ella pensó por un momento. ―Tal vez
―Tal vez,― repitió Caleb. ―Te arriesgarías mucho.
Isabela se volvió para mirar a Caleb, y Ran notó una expresión de resolución en el
rostro de la brasileña que nunca había visto antes.
―Quiero strapar a este tipo,― dijo con frialdad. ― Lo que me hizo―no le puede pasar
a nadie más.
Einar se aclaró la garganta. ―Bueno, nuestras opciones parecen ser la fuerza bruta o
el subterfugio, ninguno de los cuales parece tener una alta probabilidad de éxito.
― ¿Por qué no los dos? ―preguntó Cinco, mirando a Einar ―Sin ofender, pero si se
trata de una pelea, tú e Isabela no serán de mucha ayuda. Mejor probar todos los ángulos.
―Estaremos superados en número y dispersos, en cualquiera de los dos casos― dijo
Einar. Miró la tablet, como si lo hubiera traicionado al no presentar una forma más fácil de
entrar.
―Suena como una misión suicida, ― dijo Duanphen, con la cabeza colgando hacia un
lado. ―Divertido.
―No podemos pensar así,―respondió Ran. ―Taylor nos dijo que podrían estar
reteniendo a otros Garde en este lugar. Sam Goode, número Seis, tal vez otros que la Garde
Terrestre y la Fundación han tomado prisioneros. Si podemos llegar a las celdas y liberarlos,
la batalla podría volverse a nuestro favor.
Caleb comenzó a marcar sus dedos. ―Luchamos para entrar. Nos hacemos cargo de
la sala de control. Localizamos al Guardián y su Llave maestra. Llegamos a las celdas y
comenzamos a soltar a la Garde. Encontramos a Lucas…
Un silencio se instaló sobre la cabina. Ellos no solo estaban contemplando la dimensión
de la misión que tenían delante, Ran lo sabía. También estaban lidiando con una pregunta
más grande, una que habían evitado discutir a pesar de que probablemente todos habían
pensado en ello.
Fue Ran quien finalmente dijo en voz alta. ―Cuando lleguemos a Lucas, ¿qué hacemos
con él?
―Tiene que ser detenido,― dijo Isabela.
― ¿Y cómo logramos eso?,― Preguntó Ran. ―¿Específicamente?
Cinco gruñó. ― Bien. Yo seré quien lo diga. Lo matamos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ran miró a Cinco, manteniendo su expresión neutral. ―El está confundido. Dañado.
¿Eso lo convierte en un monstruo? ¿Deberíamos ser nosotros quienes decidimos que no hay
forma de salvarlo?
Cinco se encontró con su mirada por un momento, luego miró hacia otro lado.
Honestamente, Ran no estaba segura de las respuestas a sus propias preguntas. Ella no había
tomado una decisión sobre qué hacer con el desquiciado hijo de los Segadores.
Isabela no hizo gofres. ―Me meo en eso. He visto su mente, Ran. No hay forma de
salvar a este.
―Estoy de acuerdo con Isabela, ― dijo Duanphen débilmente.
―Tiene un inhibidor dentro de él y no puede saltar a mis duplicados,―dijo
Caleb. ―Podríamos contenerlo. Hacerlo prisionero.
Isabela se alejó de Caleb. ― ¿Y qué si se escapa? Entonces, al que lastime a
continuación estará con nosotros.
Einar se pellizcó el puente de la nariz. ―Prometí no lastimar a ninguno de los nuestros.
Pero Lucas… No lo sé.
― ¿Dónde se detiene esto?,―Preguntó Ran. ―¿Cuándo nos convertimos en algo peor
que aquellos contra quienes luchamos?
Otra fuerte ráfaga de viento hizo que el skimmer se balanceara de un lado a otro. Cinco
se levantó y fue a los controles, sin mirar en dirección a Ran. Isabela se sentó junto a Duanphen
para asegurarse de que no se durmiera. Einar tomó su tablet de Ran y dejó la cabina. Caleb
se recostó contra la pared y cerró los ojos, sus piernas rebotando sin descanso. Ran se quedó
allí, esperando.
Nadie tenía una respuesta para ella.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO DIECINUEVE

EN LA VÍSPERA DE LA BATALLA.
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA ― POINT REYES, CALIFORNIA

― LO SIENTO, ― DIJO TAYLOR― MI ANTIGUA COMPAÑERA DE CUARTO hubiera sido


mucho mejor en esto.
Taylor levantó un espejo para que Vontezza pudiera examinar su obra. Se había
necesitado una pequeña cantidad de corrector y rubor para poner algo de color en la cara de
Vontezza, el maquillaje no era fácil de aplicar a la luz de las velas y con Vontezza
constantemente alejándose de su pincel. Ahora, la mogadoriana se burló de su propio reflejo
y apartó el espejo.
―Asqueroso―dijo Vontezza. ―Me veo como un payaso.
Desde el sofá en el lado opuesto de la sala, Kopano se echó a reír. Taylor se apartó de
Vontezza para mirarlo. Toda esta terrible experiencia era su culpa, ofreciéndo voluntariamente
a Taylor para enseñar a un mogadoriano a maquillarse. Como si ella no tuviera suficientes
problemas.
Captando la mirada de Taylor, Kopano levantó las manos. ―Lo siento. Debería haber
sabido que no serías buena para maquillarte, siendo una belleza tan natural.
Taylor gimió ante su torpe intento de salvar la situación. También Rabiya, que había
estado observando toda la demostración de maquillaje desde la puerta de su habitación.
Vontezza se pasó las manos por la cara, lo que solo empeoró las cosas. Taylor se
encogió y Rabiya ahogó una carcajada. Al sentir que la observaban, Vontezza se levantó
bruscamente y se dirigió al baño.
―Esto es idiota―, gruñó ella. Agarró la parte delantera de la camisa de franela que se
había puesto en lugar de su armadura y retorció. Esta ropa también es inútil. Odio este planeta.
Tal vez estaba exhausta por los últimos días. Tal vez era su dormitorio, donde había
compartido tantos recuerdos con Ran e Isabela. Pero cuanto más agitada estaba Vontezza,
más divertida se volvía la situación. Taylor se encontró relajándose por primera vez en mucho
tiempo.
―Odio este planeta, ― repitió Taylor, ocultando una risa mientras se dejaba caer en el
sofá junto a Kopano.
―Ten cuidado, ― dijo Kopano en un susurro escénico. ―Si la haces enojar mucho, te
hará golpearla con una maza.
Vontezza no los escuchó. Estaba demasiado ocupada frotándose salvajemente la cara
con agua y jabón.
Al principio, Taylor estaba molesta porque Kopano ofreció voluntariamente sus
inexpertos servicios de cambio de imagen a Vontezza. Pero ahora, se sentía agradecida por
la distracción. Ella se apoyó contra Kopano y él la rodeó con el brazo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Tienes un gran corazón,― dijo, sintiéndose repentinamente sincera en su estado
alocado. ―Estás como patológicamente determinado a ayudar a todas las personas con las
que tienes contacto. Incluso los mogadorianos.
― ¿No es por eso que estamos aquí?,― Preguntó Kopano. ―Pero sí, tienes razón. Soy
genial.
Taylor se rió suavemente y se inclinó para besar su mejilla. Sintió que Rabiya
desaparecía de nuevo en su habitación en ese momento y se sintió algo mal por el PDA. Pero,
oh, bueno. Esta podría ser su última noche en el campus y esta era su habitación. Aprovecharía
cualquier momento de felicidad que pudiera.
Vontezza salió del baño con el pelo suelto, la masiva trenza se deshizo en una cortina
ondulada de color negro que cayó sobre sus caderas. Lo empujó hacia un lado para que
cubriera sus tatuajes.
―Mi gente vivió entre la población de la Tierra durante años, ― dijo. ―No debería ser
tan difícil mezclarse.
―Fue entonces cuando nadie sabía que existían los mogadorianos,―respondió
Kopano.
―Había una maestra en mi escuela con cabello oscuro y tez pálida, ―dijo Taylor,
recordando. ―Alguien rayó su auto después de la invasión
― ¿Porque era mogadoriano? ―Preguntó Vontezza.
―No, obviamente no, ― respondió Taylor. ―Solo porque parecía uno de ustedes.
Vontezza la miró sin expresión. ―No entiendo el punto de tu historia, rubia. Soy una
nacida de verdad, no un débil maestro. Y no soy dueña de un automóvil.
Taylor suspiró, apoyándose en Kopano. ―Es divertido tenerte cerca
―No, ― respondió Vontezza. ―No lo soy.
Rabiya salió de su habitación y arrojó un manojo de ropa a Vontezza. La mogadoriana
lo tomo en el aire como si le hubieran arrojado un cuchillo.
―Pruébalo,― dijo Rabiya.
Vontezza desenredó la ropa y la tendió frente a ella. Un hijab azul oscuro y una bufanda
a juego.
―No es que usar un hijab sea discreto en este país,― dijo Rabiya. ―Pero al menos no
podrán decir que eres mogadoriana.
―Esto es aceptable.
―Buena idea,― dijo Taylor a Rabiya.
―Sí,― respondió Rabiya, apartando la vista de ella y Kopano. ―Gracias.
La puerta de la sala se abrió y Nigel asomó la cabeza. Hizo una doble toma cuando vio
por primera vez a Rabiya parada en la puerta de la habitación de Ran, luego frunció el ceño y
miró a Taylor.
―Bien, ― dijo Nigel a modo de saludo. ―Reunión de todos en la asociación estudiantil.
¿Estás lista?
Taylor se liberó de debajo del brazo de Kopano. Fue lindo mientras duro.
―Estoy listo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cuando se quedaron sin velas y linternas a pila, los estudiantes de la Academia hicieron
antorchas. Cortaron ramas verdes de los árboles, envolvieron las camisas de algodón de
gimnasia alrededor de sus extremos, las sumergieron en queroseno y dejaron que Omar
respirara sobre ellas. El camino desde los dormitorios hasta la asociación de estudiantes
estaba iluminado por una fila de estos y Kopano no pudo evitar sonreír ante el ingenio de sus
compañeros de clase. Sacó una de las antorchas del suelo y la cargó, agitando la llama hacia
adelante y hacia atrás.
―Cuidado con eso, ― dijo Nigel
―Esto es genial, ¿no te parece?,―Preguntó Kopano. ―Como una película.
―Estamos bajo asedio, amigo. Pero me alegro de que te estés divirtiendo.
Kopano entrecerró los ojos hacia la asociación de estudiantes. Podía ver sombras
dando vueltas allí, todos los estudiantes e instructores que quedaban en el campus, ―excepto
por el puñado que hacía guardia en la barricada. Olía a hamburguesas y perritos calientes.
―Sí, tal vez estamos en problemas, ― respondió Kopano a Nigel, palmeando el hombro
huesudo de su pequeño amigo. ― ¿Pero no lo sientes? Estamos juntos. Vamos a ganar.
Taylor los miró por encima del hombro. ―¿Está siendo irracionalmente positivo de
nuevo?
―Lo sabes, ― respondió Nigel. ―Kopano, cuando perforaron ese inhibidor en tu
cabeza estabas como ‘Oi, esto es genial, ¡no duele tanto como pensé que lo haría!
Kopano sonrió. ―¡Eso suena como yo!
Se estaban burlando de él, pero Kopano podía sentir que su positividad estaba
funcionando. Vio cómo la postura de Nigel se enderezaba y cómo Taylor caminaba un poco
más alto. Sabían que tenía razón.
Al acercarse al sindicato de estudiantes, se toparon con John y Nueve yendo en la
misma dirección.
― ¿Estás lista para inspirar a todos? ―Nueve le preguntó a Taylor.
― ¿Estás seguro de que no quieres hablar?,―Respondió ella.
―Será mejor viniendo de ti, creo, ― respondió Nueve. ―Probablemente solo maldeciría
un montón.
―Podría decir algo, si quieres, ―agregó John.
Taylor dudó. ―Honestamente, probablemente sea mejor si te quedas ahí y miras, eh―
―Silenciosamente guapo, ― suministró Nigel.
―Claro, ―continuó Taylor. ―Esto. La gente se siente cómoda sabiendo que estás aquí.
Los hace sentir seguros. Pero cuando se trata de hablar sobre nuestra situación, creo que eso
debería venir de uno de nosotros. Tal vez una vez que los tenga acostumbrados a la idea,
puedas participar.
―Tiene sentido, ― respondió John, manteniendo abierta la puerta de la asociación de
estudiantes para ellos. Cuando Taylor entró, Kopano notó cómo John la miraba. Él no la estaba
mirando de reojo ni midiéndola―era peor que eso. John miró a Taylor de la misma manera
que Kopano a menudo se sentía mirando a Taylor. Con una mezcla de admiración y anhelo.
La sonrisa de Kopano vaciló un poco.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Como fue el último en cruzar la puerta, Kopano puso una mano sobre el hombro de
John. ―¿Tienes novia en la India, John Smith?
― No exactamente,―dijo John, dándole a Kopano una mirada extraña. ―Tuve un…
bueno, tuve algo por un tiempo, pero no funcionó. Es, eh… es complicado.
―Compli-―oof―
Antes de que Kopano pudiera hacer su siguiente pregunta, Nicolas Lambert chocó
hombros con él. La asociación de estudiantes estaba abarrotada, así que Nic tenía una excusa,
pero Kopano podía decir que lo había hecho a propósito. John no se dio cuenta y de todos
modos probablemente se sintió aliviado de alejarse de Kopano. Nic le lanzó una mirada a
Kopano, luego se puso de pie con Anika y Maiken.
Nigel se deslizó junto a Kopano, mirando a Nic. ―Ese idiota te lo ha dado porque
defendiste a la chica mog―dijo. Kopano le había contado a Nigel sobre el incidente antes y
vio la ira estallar en los ojos de su compañero de cuarto. Nadie odiaba más a los matones que
su amigo británico.
Kopano sacudió la cabeza, agradecido en el momento en que Vontezza se había
ofrecido voluntario para merodear por el bosque en el perímetro de la Academia en lugar de
asistir a la asamblea iluminada por antorchas.
―Lo superará― dijo Kopano. ―¿Qué va a hacer? ¿Golpearme el hombro y maltratarme?
Puedo manejar eso.
―Así es como las tonterías como esa comienzan, ―respondió Nigel
sombríamente. ―Podría ser necesario cortar de raíz si queremos un frente unificado adecuado.
―Está bien, ― dijo Kopano con un gesto de su mano. ―Déjalo ir.
Los ojos de Nigel se entrecerraron y siguieron rastreando a Nicolas. Kopano respiró
hondo y dirigió su atención a otra parte. Miki se paro con sus viejos amigos en los tweebs,
asintiendo alentadoramente cuando uno de ellos demostró una pequeña chispa saltando de
su uña―un Legado recién descubierto. El resto de la facultad, incluidos Malcolm y el Dr. Chen,
se reunieron en el segundo nivel, observando a los estudiantes desde arriba. Kopano hizo un
recuento rápido. Había alrededor de una docena de maestros allí, menos de una cuarta parte
de su número original. Aún así, no está mal. Los respetaba por sobresalir.
Todos estaban juntos. Unificados. Kopano pensó que eso era asombroso. Extendió los
brazos, puso uno alrededor de Nigel y al otro alrededor de Simon, quién paso a estar junto a
él y los apretó.
―Para esto hemos estado entrenando, ― declaró Kopano. ―Puede parecer que
estamos en problemas, como si este es el final―pero no lo es. Este es el comienzo.
―Está bien, amigo― respondió Nigel, dándole palmaditas en la espalda. ―Cálmate.
La habitación quedó en silencio respetuoso cuando Taylor se subió a una mesa en el
centro. Las antorchas proyectaban sombras dramáticas en su rostro mientras miraba a los
estudiantes reunidos, tratando de hacer contacto visual con la mayor cantidad posible de ellos.
Kopano le había dicho que hiciera eso. Contacto visual y buena postura, le había dicho. Había
puesto los ojos en blanco, por supuesto, pero él estaba acostumbrado a eso.
―Hoy les dije a los representantes de la ONU lo que esperamos de ellos, ― dijo Taylor.
Hablaba normalmente, pero su voz se transmitía bien. Eso lo hizo Nigel. ―Les dije que nos
El Baúl secreto El Baúl secreto
negamos a dejar que nos pongan inhibidores. Les dije que queremos tener una mayor
participación en el tipo de misiones que se nos asignan una vez que nos graduemos de la
Academia. ―Ella levantó la vista hacia el balcón y asintió con la cabeza al Profesor
Nueve. ―Les dije que queremos ser representados por personas en quienes confiamos, que
tienen nuestros mejores intereses en el corazón.
―Y luego nos quitaron la electricidad― dijo Maiken. Algunos estudiantes se quejaron
en respuesta.
―Sí, me dijeron que esto no es una negociación, ― respondió Taylor. ―No les importa
lo que queremos. Los cabreamos al ignorarlos hoy. Tengo información bastante confiable de
que mañana intentarán sacarnos por la fuerza.
Un murmullo ansioso atravesó la multitud. Kopano notó muchas miradas nerviosas
entre los estudiantes. Sin embargo, muchos de sus compañeros de clase parecían animarse
ante las noticias.
―Sé que se siente como nosotros contra el mundo en este momento, ― continuó
Taylor. ―Pero eso no es cierto. No todos en la ONU son malos. Miren hacia la galería…—Hizo
un gesto hacia donde estaban el Dr. Chen y los instructores restantes. ―Hay personas dentro
de estos muros que están de acuerdo con nosotros y creen en la Garde. Antes de que
apagaran nuestra electricidad, vi gente en las noticias discutir en nuestro nombre.
―Hubo tantos que dijeron que deberíamos estar encerrados, ― murmuró Simon.
Kopano frunció el ceño.
―Quiero creer que las personas son buenas, ― dijo Taylor. ―Quiero creer que la ONU
volverá a sus sentidos. Pero hasta que eso suceda…luchamos.
Otro murmullo atravesó la habitación. Kopano sintió que sus compañeros de clase se
acercaban un poco más.
―No queremos hacer daño a ninguno de los agentes pacificadores. Pero vamos a
defendernos, ―la voz de Taylor se hizo un poco más fuerte, un poco más dura. ―Vamos a
mostrarles que no seremos intimidados.
Estaba más concentrado en un par de tweebs en la parte de atrás de la habitación,
ninguno de ellos mayor de trece años, los dos acurrucados juntos y mirando cerca de las
lágrimas.
― ¡Diablos sí!,―Gritó alguien, Kopano no estaba seguro de quién. Estaba más
concentrado en un par de tweebs en la parte de atrás de la habitación, ninguno de ellos mayor
de trece años, los dos acurrucados juntos y pareciendo cerca de las lágrimas
―Sé que esto es mucho pedir ― continuó Taylor, suavizando su tono ahora. ―Algunos
de ustedes están a un millón de millas de su hogar. Ya extrañan a sus familias y sus viejas
vidas. Y ahora estoy aquí arriba pidiéndoles que básicamente se conviertan en forajidos. ―Ella
sacudió su cabeza ― Es una locura, lo sé. Si me dijeran la primera vez que vine a esta
Academia que algún día estaría dando un discurso como este, probablemente me habría
orinado un poco.
Hubo algunas risas ligeras en la multitud. Taylor dejó que desapareciera antes de
continuar.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Tal vez, están pensando, el acuerdo que ofrece la ONU no suena tan mal. Dicen que
solo usarán los inhibidores como último recurso. Tu eres una buena persona. Nunca
necesitarán darte una descarga o controlarte. ―Señaló hacia las puertas de la asociación de
estudiantes y la noche oscura más allá. ―No vamos a evitar que nadie se vaya y se una a
ellos. Yo no contendré a nadie que quiera ir a lo seguro, que no quiera tomar el riesgo.
Taylor hizo una pausa, como si estuviera esperando que alguien hiciera una carrera
repentina en dirección a puerta. Todos miraron a su alrededor, mirándose, esperando lo mismo.
Nadie se fue.
―Pero si están considerando eso, déjenme contarles sobre un sanador que conocí
cuando la Fundación me secuestró por primera vez, ― dijo Taylor. ―Se llamaba Bunji, aunque
no podía decirme eso porque Bunji no podía hablar. Una versión temprana del inhibidor lo
había electrocutado tantas veces que era básicamente un vegetal. Sin embargo, sus legados
aún funcionaban. Había una mujer con él―una enfermera, tal vez, o una de estas personas
que intentaban hacer pasar por Cêpan,― y ella podía hacer que Bunji usara su Legado curativo.
Lo tenían entrenado para eso. Ya no era una persona. Era un medio para un fin.
Kopano había escuchado esa historia antes y todavía su estómago se revolvía ante la
idea. Mirando a su alrededor, pudo decir que la historia tuvo un efecto similar en muchos de
sus compañeros de clase.
―Le hicieron eso a un sanador,―continuó Taylor, su voz baja. La parpadeante luz de la
antorcha hizo que Kopano pensara en contar historias de fantasmas. ―No alguien con un
legado peligroso. Solo alguien que no escuchó. Alguien que no haría lo que le pidieron.
¿Podemos realmente confiar en que eso no nos sucederá? ¿No deberíamos tener algo que
decir sobre cómo vivimos nuestras vidas y cómo usamos nuestros legados?
Los murmullos en acuerdo fueron más fuertes ahora. Kopano sonrió ferozmente. Ya
nadie miraba la puerta.
―Tal vez se hayan dado cuenta de que sigo diciendo que la ONU en lugar de la Garde
Terrestre, ― dijo Taylor, su voz se elevó nuevamente. Ella era buena en esto. ―Hacen que la
Garde Terrestre suene tan bien, ¿verdad? Esfuérzate mucho en la Academia y un día podrás
usar un uniforme genial y pasar el rato con Melanie Jackson. ―Taylor resopló. ―Hay tres
Garde por ahí con los Pacificadores que afirman representar a la Garde Terrestre. Una de ellas
es Melanie. Una de ellas es una niña que solía trabajar para la Fundación. El otro es un burro
total. Solo tres. ¿Cuántos de nosotros hay? ―Taylor miró fijamente alrededor de la habitación.
Luego, señaló a Nueve y John. ― ¿Cuántos Loriences hay por allí? Ninguno. ¿Y cuántos hay
aquí?
Taylor hizo una pausa, apretó los labios y entrecerró los ojos. Su cara enojada. Su rostro
decidido.
―La Garde Terrestre no está ahí afuera, ―dijo Taylor. ―No pueden llamarse así. La
Garde Terrestre está aquí. Somos nosotros. Somos la Garde Terrestre
—Malditamente cierto —gritó Nigel. ― ¡Somos la Garde Terrestre!
Kopano se unió ― ¡Somos la Garde Terrestre!
Maiken. Simon y Miki ― ¡Somos la Garde Terrestre!
Nicolas. Omar Rabiya ― ¡Somos la Garde Terrestre!
El Baúl secreto El Baúl secreto
Todos ― ¡Somos la Garde Terrestre!
―Bien, ― dijo Taylor, una vez que los gritos disminuyeron. ―Entonces, si están
conmigo, esto es lo que haremos…

―Nuestro objetivo es mantener la Academia y evitar que cualquiera de nuestra gente caiga en
las garras de la Garde Terrestre― dijo Taylor a la sala. Levantó la vista hacia el balcón, donde
John y Nueve estaban juntos. ―Pero si sentimos que esa es una pelea perdida, tenemos un
plan de respaldo. ¿John?
Quizás fue un poco llamativo que John eligiera flotar desde el segundo nivel para poder
pararse junto a Taylor en la mesa, pero a ella no le importó. En realidad, fue un alivio tener la
atención en otra persona por un tiempo. Todos esos ojos brillantes que la miraban estaban
empezando a asustarla.
Ellos confiaron en ella. Realmente pensaron que ella sabía lo que estaba haciendo.
John explicó lo que había estado construyendo en la India. Taylor, un poco aturdida por
dar su propio discurso, realmente no escuchó. Sus ojos encontraron a Kopano en la multitud.
Él le dirigió un pulgar hacia arriba.
―Con un generador de campo de fuerza más, podré asegurar el área, ― decía
John. ―Pero no queremos revelar la existencia de Nuevo Lorien antes de que sea seguro, lo
que significa que ustedes tendrán que aguantar hasta que tenga todo instalado. ― el miró a
Taylor , luego A Nueve ―Con suerte, no llegar a correr. Queremos mantener esta Academia
abierta. Queremos trabajar con la Garde Terrestre…
―Pero también queremos vivir libres, ― agregó Taylor. Ella miró a su alrededor. ―
¿Alguna pregunta?
Por supuesto que hubo preguntas.
En algún momento, Taylor y John bajaron de la mesa. Nueve y Malcolm descendieron
del segundo nivel para explicar cómo funcionarían las cosas. Eligieron líderes de equipo.
Algunas personas acudieron a la guardia, otras para descansar y aún más para trabajar en las
defensas para mañana. Taylor dejó que la actividad la rodeara y la llevara hacia adelante. Ella
habló con tantos estudiantes como pudo. Por supuesto, muchos de ellos parecían nerviosos,
pero también estaban resueltos y optimistas.
Se sentían listos.

El ánimo de la reunión era muy bueno. Taylor hizo un buen trabajo. Pero Nigel sabía que para
que un movimiento como el de ellos tuviera éxito, alguien tenía que estar dispuesto a
ensuciarse las manos. Estaba feliz de tomar esa carga.
Era el hijo de su madre, después de todo.
Nigel recordó cómo muchachos como Nicolas operaban en Pepperpont. Las pequeñas
agresiones como un choque en el hombro o un comentario sarcástico que no parecía tan malo
al principio ―nada que no pudieras tolerar― que gradualmente se convertian en humillaciones
más grandes y finalmente crueldades brutales. Esos idiotas de la escuela preparatoria habían
El Baúl secreto El Baúl secreto
lastimado a Nigel lo suficiente sin legados. ¿De qué eran capaces personas como Nicolás y
sus compinches si se les dejara hacer lo que quisieran?
Así que, después de que la reunión terminara, Nigel mantuvo un ojo en Nicolas.
Observó desde las sombras cómo Nicolas tenía una conversación tranquila con Anika
y un par de tweebs en el césped frente a los dormitorios. Observó cómo ese tipo Ben se unió
a ellos, todos ellos acurrucados juntos, tramando algo.
Era el mismo grupo del que Kopano le habló; la mafia de aspirantes a linchadores que
se había puesto en la cara de Vontezza. Nigel tampoco estaba loco por tener una Mog en el
campus, pero si John Smith la defendía, entonces pensó que debía ser lo suficientemente
decente. Nigel estaba más preocupado por el tipo de daño que Nicolas y sus amigos podrían
hacerle a la Academia. ¿Estaban tan enojados por la presencia de Vontezza que se venderían
a la Garde Terrestre?
Cuando los seis dejaron la extensión del césped iluminada por antorchas hacia el
Edificio Académico vacío, Nigel comenzó a sospechar aún más. Había estado en la Fundación
lo suficiente como para saber cómo era una conspiración.
Nigel silenció sus pisadas para que los demás no lo oyeran cruzar el suelo de baldosas
detrás de ellos. Gracias a que todas las luces estaban apagadas, fue fácil seguirlos. Observó
al grupo avanzar en fila dentro de un aula vacía del primer piso. Suponiendo que no había
nadie cerca, Nicolas y su equipo ni siquiera se molestaron en cerrar la puerta.
Nigel avanzó por el pasillo, sin saber exactamente qué debía hacer. Sería solo uno de
él contra otros seis. Sabía que debía buscar ayuda. Ese sería el movimiento inteligente. Pero
había sido un día largo y algo dentro de Nigel se había desgastado en el camino. Estaba
cansado de cábalas sombrías y reuniones secretas. Estaba cansado de perder.
―¿Qué te dijo antes de irse? ―Esa era la voz de Anika. Nigel estaba parado afuera de
la puerta, con la espalda contra la pared, escuchando.
―Dijo que nos protegería― respondió Nicolas. ―Dijeron que esos bastardos ni siquiera
lo verían venir.
Eso era todo, entonces. Otra traición. Nicolas se había puesto en contacto con alguien
del otro lado y había arreglado mantener a salvo a su pequeña camarilla. Probablemente
también habían revelado el secreto de Nuevo Lorien.
Antes de que supiera lo que estaba haciendo, Nigel se lanzó a la habitación. Estaba tan,
tan harto de esto. Las visiones pasaron por su mente―los rostros burlones de los chicos de
Pepperpont mientras se cernían sobre él, los túneles oscuros debajo de Patience Creek, Einar
susurrando en su oído, la espalda de su madre mientras ella se alejaba de él. Quería hacer
daño a alguien.
Nigel silbó. Era un pequeño truco en el que había estado trabajando en el centro de
entrenamiento. Usó su Legado para aumentar el volumen en una sirena penetrante y
rechinante. Luego, moldeó las vibraciones en una flecha, enfocó y apuntó el silbato justo al
tímpano de Nic. Derriba el más grande primero, esa era la regla del patio de la escuela.
Nic aulló y se cayó del escritorio en el que había estado sentado, agarrándose los
costados de la cabeza. El grupo se había organizado en círculo y ahora todos se pusieron de
pie alarmados. Una bolsa de tortilla chips que uno de los tweebs sostenía se derramó por todas
El Baúl secreto El Baúl secreto
partes. Mientras Nic se retorcía en el suelo, cinco pares de grandes ojos en pánico se centraron
en Nigel.
― ¿Qué estás haciendo? ―Gritó Anika, estremeciéndose cuando Nigel redirigió su
silbido en su dirección. ― ¡Basta!
Algo no se sentía bien.
Por un lado, Anika sostenía una caja de pañuelos delante de ella para alejar a Nigel.
También hubo demasiados bocadillos para una conspiración. ¿Y no era ese Sharing Bear―
un viejo juguete de la Dra. Linda con el que una vez intentó que Nigel mantuviera una
conversación terapéutica unilateral― en el piso junto a Nicolas?
Nigel dejó de silbar, mirando a los demás. Pero nadie trató de atacarlo. Nic, gimiendo,
logró sentarse. Se tocó la oreja con cautela e hizo una mueca.
―Bien, entonces, ¿qué demonios es esto? ―Exigió Nigel. ―Si crees que vas a
vendernos el resto a la Garde Terrestre―
― ¿De qué estás hablando? ― Gritó Nic. En ese momento, estaba enojado y un poco
sordo. ― ¡No nos estamos vendiendo, gilipollas!
―Estamos de tu lado, ― dijo Ben nervioso. ―Quiero decir, pensé que lo estábamos.
Nigel señaló a Nic. ―Escuché sobre lo que pasó contigo y la mogadoriana. Te vi
tratando de intimidar a Kopano. Conozco tu maldito tipo…
—Sí, tratamos de asustar a ese psicópata Mog —respondió Nic bruscamente. ―Pero
no lo hicimos―ugh, realmente me lastimaste la oreja, hombre.
Anika se adelantó con las manos en alto, su voz gentil. ―Nos dimos cuenta de que
todos perdimos gente durante la invasión,― dijo. ―Pensamos, en lugar de expresar nuestros
sentimientos sobre otras personas, ―o extraterrestres horribles―que deberíamos hablar
sobre lo que nos pasó.
Nigel se pasó una mano por los ojos―Cojones. Acabo de agredir a un grupo de apoyo
―No lo hagas sonar tan flojo ―gruñó Nicolas.
―Cuando entraste, Nic nos estaba contando sobre la última conversación que tuvo con
su hermano, ― dijo Anika. ―Antes de que lo mataran en la invasión.
Nigel dio un paso atrás. En ese momento, deseó tener el Legado de Kopano para poder
ser transparente y hundirse en el suelo. Los demás lo miraban fijamente, temerosos de lo que
podría hacer a continuación. Paranoia, cinismo, rabia―ese era el legado de su madre para él.
Nigel sintió que podría estar enfermo. –
―Lo ... lo siento, ―tartamudeó. ― Me iré.
Tenía las mejillas calientes y los ojos estaban húmedos cuando Nigel salió de la
habitación. Él quería correr. Para llegar lo más lejos posible.
Mientras tropezaba por el pasillo oscuro, Nigel era vagamente consciente del
movimiento detrás de él. Una mano fuerte agarró su brazo y lo hizo girar. Nicolas, de pie, un
pequeño chorro de sangre visible en la copa de su oreja. Nigel se preparó. Había sido golpeado
antes. Se merecía ser golpeado de nuevo.
―Hey, hey, hombre, detente― dijo Nic torpemente
El en forma belga se cernía sobre Nigel, pero no parecía enojado. Le tomó un momento
a Nigel registrar la desconocida expresión en el rostro de Nic. Simpatía. ―He oído, eh, lo que
El Baúl secreto El Baúl secreto
te pasó, ― continuó Nic. ―Quizás deberías quedarte. Habla con nosotros. O solo escucha. Ya
sabes, si quieres.
De alguna manera, Nigel se encontró presionado contra el pecho del chico más grande.
Él se estremeció. Nic le dio unas palmaditas en los hombros y le apretó la nuca.
―Está bien,― dijo Nigel. ―Pero no le digas a nadie sobre esto.
Nic resopló. ―Sí. Tu tampoco.

Horas después de su discurso, Taylor se asomó a través de una maraña de patas de escritorio
de metal, mirando al bosque. Era tarde y todo estaba en silencio. No había fuerzas de paz
acechando por ahí. Sus cuatro horas de servicio de guardia —se había ofrecido como
voluntaria para un turno tarde— estaban casi terminadas. Había pasado todo el tiempo
repitiendo su discurso y las discusiones posteriores. ¿Dijo ella las cosas correctas? ¿Olvidó
ella algún detalle? ¿Podrían ellos decir lo nerviosa que estaba? De pie frente a sus compañeros
de clase y fingiendo que no era solo una chica de granja de Dakota del Sur sino una líder,
alguien que sabía de lo que estaba hablando.
―Claramente los engañé, ―se dijo suavemente a sí misma.
Los pasos detrás de ella sacaron a Taylor de sus pensamientos. Se dio la vuelta para
ver a Maiken acercarse. El turno de Taylor había terminado.
―Ve a dormir un poco, ― dijo Maiken. ―Te ves del asco.
―Gracias, ―dijo Taylor secamente.
Taylor avanzó hacia los dormitorios a lo largo del camino iluminado con antorchas.
Levantó la vista, vio una sombra en la pared cerca del techo y saludó a Nueve. Él le devolvió
el saludo desde su posición estratégica. Conociendo a Nueve, probablemente no dormiría esta
noche. Y, a pesar de lo que dijo Maiken, Taylor tampoco sentía que pudiera hacerlo.
Se le ocurrió que, por primera vez en horas, era libre. No le quedaba nada que hacer.
Ella podía respirar.
No perdería ese tiempo durmiendo.

Taylor llamó suavemente a la puerta de los dormitorios de Kopano. Ella pensó que se parecía
un desastre; cabello ondulado y enmarañado, ojos cansados. A ella no le importaba. De todos
modos, estaba oscuro.
Kopano llegó a la puerta rápidamente. Llevaba solo sus pantalones de pijama, que eran
demasiado cortos para él―había crecido unos centímetros en los meses desde su llegada.
Sostenía una vela, la pequeña luz parpadeaba en sus ojos oscuros. Se iluminó cuando la vio,
una mirada de la que Taylor nunca se cansaba.
―Bien, ―dijo Taylor. ―Todavía estás despierto.
―Debería estar durmiendo, ―respondió Kopano, inclinándose en su puerta. ―Necesito
levantarme muy temprano para mi misión con, ah, cómo―se―llame.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor inclinó la cabeza. ―John Smith. Tu ídolo.
Kopano chasqueó los dedos. ―Sí. Él.
Taylor se sacudió esta rareza. ― ¿Está Nigel aquí?
Kopano pareció un poco abatido porque estaba en su puerta preguntando por su
compañero de cuarto. ―Um, no, en realidad. No sé a dónde se ha ido.
―Bien, ―respondió Taylor y puso ambas manos sobre el pecho de Kopano,
empujándolo de regreso a su habitación. ―Voy a pasar la noche.
―Estás―
Antes de que Kopano pudiera responder completamente, Taylor se puso de puntillas
para besarlo. Ella necesitaba esto. El cambio se acercaba. El peligro estaba en el horizonte.
Todo eso. Taylor no sabía qué podría traer el mañana para ninguno de los dos. Esta podría ser
su última oportunidad de actuar de manera irresponsable. Ella la iba a tomar.
Kopano la levantó con un brazo y sus piernas le rodearon la cintura. Puso la vela en el
suelo. Ella cerró la puerta con su telequinesis.
Nadie durmió mucho esa noche.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTE

KOPANO OKEKE
EL OSIRIS―PFEIFFER BEBACH, CALIFORNIA

―ES DEMASIADO TEMPRANO PARA ESTES SONRIENDO de esa manera, ― dijo Miki,
quitándose el sueño de los ojos.
―Sí, estoy de acuerdo, ― dijo Vontezza, su tono agudo apenas amortiguado por el hijab
y la bufanda envueltos alrededor de su cabeza. ― ¿Qué te pasa, grandote? ¿Has perdido la
cabeza?
Kopano aspiró profundamente el aire frío de la mañana. El sol aún no había salido y los
tres estaban parados afuera del edificio de la administración, esperando que John Smith
terminara una reunión de último minuto con el Profesor Nueve. Kopano intentó reducir la
potencia de su tonta sonrisa, pero no fue fácil.
―Lo siento, ―dijo. ― ¿Pero no es esto emocionante? Estamos a punto de hacer algo
que ayudará a garantizar la seguridad de nuestra gente. ¡Es genial!
―Mi gente, ― respondió Vontezza sombríamente, ―está a punto de entregarse a una
vida en un centro de detención.
― ¿No es acaso donde el resto de nosotros nos dirigiremos si la ONU se sale con la
suya? ― agregó Miki, igualmente cansado.
Kopano dejó escapar un suspiro y agitó las manos. ―Ustedes dos. Todo estará bien.
Yo se esto. El mundo es bueno.
― Idiota, ―se quejó Vontezza.
Por supuesto, Kopano no podía decirles la verdadera razón por la que seguía sonriendo,
a pesar de las circunstancias de vida o muerte que enfrentaban ellos y sus compañeros ese
día. No sería caballeroso.
―Un calcetín en la puerta no te habría matado,―se quejó Nigel esa mañana cuando
Kopano salió de su habitación.
Eso también había hecho sonreír a Kopano. No podía evitarlo. Era un día glorioso.
En ese momento, John salió del edificio de administración. A diferencia de los demás,
parecía relativamente descansado. En algún momento de la noche anterior, se había cortado
la irregular barba rubia. Kopano supuso que quería parecer fresco y autoritario para sus
interacciones con los militares.
― ¿Bien para ir? ― preguntó John.
Vontezza señaló con el pulgar a Kopano. ―Éste no dejará de mostrar sus dientes.
El Baúl secreto El Baúl secreto
John lo consideró por un momento y finalmente decidió que no valía la pena comentarlo.
Se giró hacia Miki. ―Así que dirigiré el vuelo al sitio de aterrizaje, mantente fresco para mover
el generador.
Miki tosió en su puño. ―Eso es bueno. Todavía estoy un poco cansado de ayer.
― Pero mírame, ¿de acuerdo? ― Dijo John. ―Asegúrate de que lo estoy haciendo bien.
―Claro, ― respondió Miki, luego miró a Kopano y Vontezza. ―Para que lo sepan, la
transformación del viento puede ser un poco extraña al principio. Recuerden que son aire y
que el aire no necesita respirar.
Vontezza frunció el ceño. ―¿Qué?
Kopano asintió sabiamente. ―Genial mantra.
―No es... ― Miki suspiró y extendió las manos. ―Hagámoslo.
Todos unieron sus manos. En un segundo, Kopano pudo sentir los dedos fríos de
Vontezza y las palmas sudorosas de Miki y luego al siguiente― Whoa, su cuerpo se deshizo,
se estaba levantando, girando hacia el cielo, moviéndose rápido. Quería gritar―no con miedo,
sino como se hacía en la cima de una montaña rusa―pero no tenía la boca para hacerlo.
Kopano pudo ver en 360 grados. El cielo oscuro sobre él, el destello de un amanecer
anaranjado al este, el océano al oeste y la Academia a la deriva debajo de él.
Volaron hacia el sur. Kopano era vagamente consciente de los demás, sus partículas se
entremezclaban. Se sentía igual que cuando podías sentir a alguien parado detrás de ti. Sin
embargo, no podía hablar con ellos. No podía decirle a Miki lo increíble que era su Legado. No
podía hacer nada, la verdad. No estaba pilotando el curso, solo era un pasajero. Entonces,
Kopano se relajó y disfrutó la vista.
Eventualmente, su mente regresó a los dormitorios y a esa mañana. Taylor en su cama,
durmiendo boca abajo, con un mechón de pelo rubio en la boca. Roncaba un poco y Kopano
se había preguntado cuándo fue la última vez que ella realmente había dormido. No quería
despertarla, así que se inclinó para besar su mejilla y se fue sin decir una palabra. Ella merecía
todo el descanso que pudiera obtener.
Voy a vincularnos telepáticamente a los cuatro ahora que nos estamos acercando, dijo
la voz de John en su cabeza, haciendo que Kopano volviera a estar alerta.
Era lo suficientemente extraño ser incorpóreo sin la extraña rareza añadida de la
telepatía de John. Por primera vez esa mañana, el vértigo de Kopano dio paso a la
incomodidad. Esperaba que el Lorience no hubiera estado leyendo su mente hace un segundo.
No lo hacía, dijo John en respuesta.
Oh, ¿me escuchaste?, Kopano pensó de regreso, concentrándose por una vez en no
ser demasiado abierto
El Baúl secreto El Baúl secreto
¡Odio esto! ¡Exijo que mi carne sea restaurada! , La voz interior de Vontezza llegó como
un chillido que hizo latir la mente de Kopano.
Kopano sintió una repentina sensación de hundimiento y su estómago cayó. Eso no
debería haber sido posible, teniendo en cuenta que era viento y no tenía cuerpo. Sin embargo,
la sensación de caída solo duró un segundo, y luego volvió a girar sin peso por el aire.
Lo siento, perdí mi control por un segundo allí, pensó John.
No te preocupes, respondió Miki, su mente un susurro. Nos tengo
Vontezza está enloqueciendo un poco, así que la saqué del enlace telepático, agregó
John.
Kopano decidió no preocuparse por el hecho de que casi se había caído del cielo. En
cambio, dirigió su atención a lo que estaba debajo. Venían del norte, sobre el océano, pero
Kopano ya podía ver―
Trajeron un ejército, pensó a los demás. Guau.
Un barco de guerra mogadoriano realmente los enloquece, respondió John.
Volaron sobre un inmenso portaaviones. Una docena de aviones esperaban en su
cubierta, con sus pilotos y su tripulación dando vueltas, listos para la acción. Flanqueando el
portaaviones había media docena de cañones siniestros, sus embudos eructando humo,
cañones a lo largo de sus costados brillando al amanecer.
¿Están navegando hacia la Academia después de esto? Miki preguntó.
Esperemos que no, respondió John.
Tanto armamento, agregó Kopano. ¿No les dijiste que los mogs se estaban rindiendo?
Lo hice. Pero ellos son toda una exageración. Probablemente hay una bomba nuclear
en alguna parte.
¿Seriamente? Kopano respondió. Eso es intenso.
Voy a llevarnos alrededor. Obtengan una vista de todo.
Ellos soplaron sobre la tierra. La playa de Pfeiffer estaba aislada, su arena brillaba de
color púrpura en algunos lugares, formaciones rocosas sobresalían dramáticamente de las
olas. Estaba rodeado de acantilados con un solo camino viable. John había elegido un buen
lugar para que el Osiris se aterrizara; Si algo salía mal, los mogs podrían ser fácilmente
contenidos.
El ejército se aseguraría de eso. Había miles de soldados allí abajo. Kopano reconoció
los cascos blancos de los Pacificadores, pero también los uniformes verdes del Ejército y los
Marines de US. Había tanques estacionados en el estacionamiento. Kopano solo podía ver
hasta ahora, pero las carreteras parecían bloqueadas por millas.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Un tramo abierto de playa estaba marcado y cercado para la zona de aterrizaje. Había
barricadas y trincheras instaladas alrededor de eso, soldados fuertemente armados que las
tripulaban. Solo había un camino despejado que se alejaba de la zona de aterrizaje― que era
donde caminarían los mogadorianos―y conducía a docenas de camionetas blindadas que se
utilizarían para el transporte de prisioneros.
Arreglaron todo esto en menos de un día, pensó Kopano. ¿Qué posibilidades tendría la
Academia contra un ataque de esta magnitud?
No lo sé. Pero incluso esta cantidad de mano de obra no atravesará el campo de fuerza
que quiero construir, respondió John. Voy a llevarnos más cerca, buscar la tienda de comando.
Miki, asegúrate de no arruinarlo. No sería genial si saliéramos al azar de la nada.
Volaron más abajo, hacia el estacionamiento donde se instalaban las carpas a una
distancia segura de la playa. Ellos circulaban entre soldados que fumaban cigarrillos y tomaban
café de los termos. Luego, barrieron un área acordonada donde los reporteros y sus equipos
se estaban preparando para obtener cobertura de la llegada del buque de guerra.
El campamento militar estaba organizado como un sistema nervioso, por lo que
encontraron la tienda de comando en el corazón. Un grupo de hombres muy serios estaban
allí, revisando imágenes satelitales de la playa circundante. Ray Archibald estaba entre ellos.
Ninguno de ellos se dio cuenta cuando una ráfaga de viento dispersó sus papeles.
Bien, voy a separarme de ustedes aquí, dijo John Mantendré el enlace telepático
mientras pueda. Miki, había algunas rocas con vista al lugar de aterrizaje donde creo, ustedes
chicos, podrían esperar sin ser notados.
Vi el lugar, respondió Miki.
¿No te preocupa que intenten capturarte o algo así? Kopano preguntó.
No. Al menos, no hasta que el buque de guerra esté caído, respondió John.
Se separó de ellos y Miki tomó el control total de su formación de viento.
Sorprendentemente, se movieron más rápido y Kopano se sintió más seguro: Miki era mejor
en esto. Cuando John apareció sobre la tienda de comando, dándose a conocer flotando
suavemente hacia el suelo con las manos levantadas, el resto de ellos voló hacia los
acantilados que daban a la playa.
Miki los dejó en una estrecha saliente muy por encima del lugar de aterrizaje. Un
afloramiento de rocas les bloqueó de la vista de los soldados de abajo, pero les fue posible
asomarse y disfrutar de la enorme muestra de fuerza del ejército. La saliente se introducia en
una cueva poco profunda y, cuando su cuerpo recuperó su forma, Kopano se dio cuenta del
sabor de la sal y el aleteo de las alas de los murciélagos.
Las piernas de Kopano se tambalearon debajo de él. Vontezza se derrumbó sobre sus
manos y rodillas, dejando escapar un estremecimiento de cuerpo completo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Gah! ¡Odiaba eso! ―Gritó ella.
―Es una droga ― dijo Kopano. ―Después de pasar el último año encerrado en un
buque de guerra, pensé que amarías el cielo abierto.
―Pensaste mal― respondió Vontezza.
Miki se sentó en las rocas con una exhalación pesada. Parecía pálido y agotado. El viaje
hacia el sur le había quitado algo.
― ¿Estás bien?- Preguntó Kopano.
Miki asintió con la cabeza. ―Incluso con John haciendo la mayor parte del trabajo, eso
fue un largo camino para mí. No he practicado mucho.
― ¿Estarás bien para llevarnos de vuelta?
Miki se mordió el interior de la mejilla. ―Sí. Sí, no te preocupes.
Vontezza se levantó y se presionó contra el borde, mirando al comité de bienvenida del
buque de guerra. ―Este ejército patético no sería rival para el Osiris si tuviera toda su fuerza.
Kopano decidió no responder a eso. ―Así que. ¿Qué hacemos ahora?
―Esperamos, ―respondió Vontezza. ―El cielo se está aclarando. No será mucho
Tenía razón.
Chicos, la voz telepática de John hizo que Kopano saltara. Esta aquí.
Kopano levantó la vista. Al principio, el Osiris no era más que un disco oscuro contra el
cielo pálido―Kopano pensó que podría haber sido un avión no tripulado, o un Frisbee de alto
vuelo. Eso no duró. Desde abajo, Kopano escuchó gritos de soldados y el crujido metálico de
los sistemas de misiles apuntando. Los aviones de combate bociferaron por encima, volando
en formación hacia el buque de guerra. Parecían insectos zumbando frente a una luna.
―Es enorme―susurró Miki.
Kopano solo pudo asentir. Por una vez, se quedó sin palabras. La playa se oscureció
cuando el Osiris ocultó el sol. Ver los buques de guerra en su pequeña televisión en Lagos no
le había hecho justicia a los enormes buques. La máquina de guerra en forma de escarabajo
hizo temblar las rodillas de Kopano. A medida que bajaba y descendía obedientemente hacia
la zona de aterrizaje, Kopano se sorprendió de haber pensado alguna vez que el ejército de
abajo era impresionante.
Se le ocurrió un pensamiento aterrador. ―Estás seguro, estás seguro de que tu gente
no disparará y abrirá fuego,―dijo Kopano a Vontezza. ―¿Verdad?
La muchacha mogadoriana miró al Osiris con orgullo. ―Inhabilité la mayoría de los
sistemas ofensivos antes de irme,― dijo. Se pasó los dedos por el mazo en su cadera. ―Dejé
a mi armero Koramu a cargo. No traicionaría mis deseos. Está locamente enamorado de mí.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano parpadeó. ―Enamorado… ¿Tienes novio?
―No, ―dijo ella bruscamente. ―¿Puedes callarte ahora? Deseo disfrutar de los últimos
momentos de libertad de mi gente…
Por más amenazante que pareciera el Osiris, Kopano todavía recogió detalles que
daban indicio de su tumultuoso último año. Un lado parecía que hubiera sido mordido; púas
dentadas de metal apuntando hacia afuera indicaban que una explosión masiva había
emanado del interior de la nave. Rizos negros de humo surgieron de los huecos en la armadura
del buque de guerra. El cañón a lo largo del vientre del Osiris se dejaba caer inútilmente, los
gruesos carámbanos derritiéndose a los lados.
La nave aterrizó con un gemido que sacudió el valle. Los helicópteros volaron en
círculos sobre su cabeza y Kopano volvió al refugio de la cueva, tocando el hombro de Miki
para que él hiciera lo mismo. Vontezza, sin embargo, mantuvo su vigilia desde las rocas.
La rendición cayó más rápido de lo que Kopano hubiera pensado. Una voz retumbante
en un megáfono gritó instrucciones al buque de guerra. Una rampa se desplegó a su lado. Los
soldados de abajo prepararon sus armas.
Los mogadorianos salieron del buque de guerra en una columna regida por dos
columnas, desarmados y sin armadura, con las manos en la cabeza. Kopano se acercó para
poder mirar con Vontezza. Esperaba que todos los mogs estuvieran erguidos y afilados como
ella. En cambio, parecían mayormente desaliñados y tristes, flacos y desnutridos. Muchos de
ellos cojearon o tropezaron mientras caminaban por la pasarela y por el camino acordonado
de la playa. Los más débiles recibieron gritos de soldados blandiendo sus rifles de asalto. Hubo
un momento en que Kopano temió que un soldado pudiera disparar a toda la tripulación solo
porque un mogadoriano hambriento se desmayó. Cuando la hilera de mogs llegó a los
soldados, fueron manejados bruscamente―arrodillados, golpeados y atados con cremallera y
luego empujados hacia los transportes blindados.
Vontezza contuvo un aliento tembloroso. Cuando Kopano se volvió para mirarla, había
escondido su rostro detrás de la bufanda de Rabiya.
― ¿Estás bien?,― Preguntó.
―Cállate, ― respondió ella. ―Sí.
Kopano miró a la horda de Mogs arrastrando los pies. ―Es un poco triste, de verdad.
―Recuerda que habrían esclavizado a todo nuestro planeta,―dijo Miki.
―Aún así, ―respondió Kopano.
―Eres débil, ― dijo Vontezza en voz baja.
Hey. La intrusión telepática de John Smith los hizo saltar a todos. La tripulación está
fuera de la nave, pero los soldados no harán un barrido hasta que todos los mogs estén
encerrados en los transportes. Esta es su oportunidad de entrar. Sean rápidos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Miki dio un paso adelante con las manos extendidas. ―Escuchaste al jefe. ¿Listo?
Kopano tomó la mano de Miki, pero Vontezza dudó.
―¿Recuerdas el mapa de mi nave, sí?,― Preguntó ella. Miki asintió con la cabeza.―
Hay una antecámara cerca de la entrada. Llévanos a ahí. Será más seguro acercarse al
generador desde allí.
Vontezza agarró la mano de Miki y luego volvieron a estar en lo alto, flotando desde los
acantilados, una brisa suave con un propósito. Kopano miró de cerca a los mogs, pálidos,
delgados, con los ojos muertos, mientras los soldados los detenían. ―Los monstruos no son
tan duros ahora, ― dijo un soldado. Se alegró cuando los pasaron por encima y atravesaron
la entrada abierta del Osiris.
El interior del buque de guerra era tan imponente como Kopano esperaba. Intentó
asimilar tantos detalles como pudo mientras Miki los atravesaba por los cavernosos pasillos.
Los mogadorianos no diseñaban para la comodidad sino para la funcionalidad. También
parecían extraordinariamente parciales a los paneles cromados y la iluminación carmesí
apagada. Había signos en todas partes de los motines que Vontezza había descrito―paneles
de techo colapsados, marcas de quemaduras, profundas cicatrices causadas por láser en las
paredes. El equipo desechado cubría el suelo―armaduras, pistolas y otros equipos―como si
los mogs hubieran dejado caer todo ese armamento al salir por la puerta.
Kopano perdió el rastro de los pasillos retorcidos y giratorios. Afortunadamente, Miki
había estado prestando atención al mapa. Los puso en medio de una cámara ramificada.
Cuando volvió a poner las piernas debajo de él, el olor casi derribó a Kopano. El buque de
guerra apestaba―basura, derrame de combustible y carne cocida se mezclaban. Sus ojos se
humedecieron.
―Bonito lugar,― dijo Miki con cautela.
Los ojos de Kopano se movieron rápidamente, buscando peligro. Sorprendentemente,
esta sección parecía haberse mantenido mucho más limpia y libre de batallas que los otros
espacios por los que pasaron.
Vontezza agarró una mochila perdida del suelo y se acercó a la pared del fondo, que
estaba cubierta de piso a techo en pequeños cajones etiquetados con letras mogadorianas.
Seleccionó uno de estos cajones, lo abrió y sacó tres bolsitas que depositó en su mochila.
Cuando se movió hacia otra, Kopano dio un paso adelante.
―Uh, ¿qué estás haciendo?
Ella señaló por el pasillo. ―El generador esta por ahí. Mi gente debería haber dejado el
camino desbloqueado.
―¿Qué pasa con todas las fugas de radiación?,― Preguntó Kopano.
Vontezza suspiró. ―Mentí sobre eso. Vayan. Hagan su encargo. Me pondré al día.
―Pero-
El Baúl secreto El Baúl secreto
Ella giró para mirarlo, sacudiendo una bolsa en su dirección. Parecía que estaba lleno
de basura.
―Estos son nuestros muertos honrados,― dijo Vontezza. ―No permitiré que sus restos
caigan en manos de los humanos. Déjame hacer lo que debo y luego me reuniré contigo.
Kopano intercambió una mirada con Miki, el niño más pequeño se encogió de hombros
en respuesta. Sin otra palabra, corrieron en dirección al núcleo.
No encontraron trampas ni mogadorianos extraviados en su camino, solo más paredes
con cicatrices de batalla, bolsas de raciones descartadas y pedazos de armadura rotos. En
cuestión de minutos, Kopano saltó por escalones de acero corrugado a la sala de máquinas.
Al igual que en los planos, el generador blindado esperaba en una ubicación central. La
habitación estaba caliente —los motores aún se enfriaban por el descenso del buque de
guerra— y misteriosamente silenciosa.
Kopano chasqueó los nudillos y miró a Miki. ―¿Listo?
Miki hizo un gesto hacia el generador. ―Todo tuyo, grandote.
―Realmente no quiero que ese apodo se ponga de moda,― respondió Kopano.
Kopano se volvió transparente y atravesó la armadura blindada del generador. Se
deslizó por las dos primeras capas sin problemas, luego se detuvo al llegar al caparazón más
interno, el que estaba hecho del mismo material de obsidiana que la maza de Vontezza.
Respiró hondo y se recordó a sí mismo que estaba haciendo algo heroico por sus amigos.
Luego empujó hacia adelante.
Kopano jadeó cuando una sensación helada recorrió cada una de sus moléculas. Era
como si millones de agujas apuñalaran sus células. La necesidad de endurecer su forma en
defensa propia lo invadió, pero sería mortal hacerlo ahora, y dejaría a Kopano unido a la
aleación mogadoriana de forma permanente. Se concentró en soportar el dolor e instó a su
cuerpo hacia adelante.
El generador apareció a la vista. Los confines del caparazón más interno eran apretados;
no hay espacio para que Kopano se vuelva completamente sólido. Envolvió sus brazos
alrededor del generador, se apretó lo más que pudo, abrazando la cosa. Incluso entonces, su
espalda todavía estaba parcialmente dentro de la obsidiana, su columna aullando de dolor.
Kopano se concentró. Era como una cirugía, en cierto sentido. Se imaginó el esquema
del generador, recordándose a sí mismo qué piezas tenía que llevar consigo y cuáles podía
cortar y dejar atrás, tal como John le había indicado. Luego, se sintonizó con la maquinaria,
alineando sus moléculas con las suyas, mientras luchaba por no exponerse al peligroso
material detrás de él. Estaba bastante seguro de que lo tenía controlado.
―Puedes hacer esto― se susurró a sí mismo.
Sosteniendo el generador, Kopano se arrojó hacia atrás. Una lluvia de chispas cayó en
cascada cuando el generador se desconectó de sus bobinas. Miki tuvo que saltar a un lado
El Baúl secreto El Baúl secreto
cuando Kopano y el equipo del tamaño de un refrigerador volvieron a la relativa seguridad de
la sala de máquinas. Se puso de pie con cuidado, todavía sosteniendo el generador―este no
tenía peso mientras él mantuviera su agarre. Ahora que él podía verlo completo, parecía una
batería gigante. Colocó la pieza en un área despejada y, con una exhalación feliz, se volvió
sólido.
―Fácil, ― declaró Kopano a Miki. ―No hay problema.
Miki señaló su pecho. ―Estas sangrando.
Kopano miró hacia abajo. De hecho, manchas de sangre empapaban la parte delantera
de su camisa. La apartó de su piel y vio que su pecho y brazos estaban cubiertos de pequeños
pinchazos, tan pequeños que Kopano ni siquiera sentía ningún dolor. Por un momento, se
sintió mareado. ¿Qué hubiera pasado si hubiera permanecido presionado en esa aleación más
tiempo?
―Está bien,― suspiró Kopano. ―Tal vez no tan fácil―
Miki fue al generador y puso una mano contra él, listo para transformarse
nuevamente. ―¿Dónde están Vontezza y John? Deberíamos pagar la fianza.
―John Smith —dijo Kopano en voz alta, al mismo tiempo que pensaba con fuerza las
palabras. ―Estamos listos para partir.
No hubo respuesta. Kopano no se había dado cuenta de que sucedía, pero parecía que
el enlace telepático se había cortado.
Miki olisqueó el aire. ―Hueles-?
Humo. Golpeó las fosas nasales de Kopano antes de que Miki pudiera terminar su
oración.
Un grito de angustia resonó desde arriba. Kopano y Miki se giraron cuando Vontezza
entró tambaleándose en la sala de máquinas, chocando con fuerza contra el rellano de arriba.
Ella estaba en llamas. Toda la espalda de la niña mogadoriana estaba envuelta en
llamas, su ropa y carne crujían, se despegaban. Sus ojos oscuros los buscaron.
―¡Váyanse!, ― Gritó ella con voz ronca. ―¡Corran!
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTIUNO

RAN TAKEDA
KIMMER DE ERINAR ― DURANGO MEXICO
LLEGARON A MÉXICO CON LA SALIDA DEL SOL. RAN había pasado todo el vuelo cuidando
a Duanphen, lo que significaba que ninguno de ellos había dormido. Duanphen yacía en uno
de los bancos de metal frío en la estrecha sala auxiliar adjunta a la cabina, y Ran se sentó en
el banco opuesto con las piernas dobladas debajo de ella. La luz del sol se filtró a través de
las rejillas en la pared y Duanphen se sentó un poco, protegiéndose los ojos.
―¿Cómo te sientes?,― Preguntó Ran. Tocó la frente de la otra chica, aliviada de que
no tuviera fiebre. Eso era bueno. Significaba que su herida no se había infectado.
―Mareada. Exhausta, ― respondió Duanphen. ― ¿y tú?
Ran se encogió de hombros. ―Complicada.
Duanphen entrecerró los ojos. ―Es eso…¿Es eso un sentimiento?
Antes de que Ran pudiera responder, número Cinco llamó desde la cabina.
―¡Ya casi llegamos!,― Gritó. ―Todos, junten su mierda.
Ran se puso de pie. Duanphen se sentó con cautela, todavía favoreciendo su brazo
herido. ―Las puntadas improvisadas de Cinco se veían rojas y a carne viva.
― ¿Estás segura de que estás preparada para esto?,― Preguntó Ran, hablando en voz
baja para que los de la cabina no escucharan. Su plan para atacar la prisión de la Fundación
era, en el mejor de los casos, casual. Era desesperado y Ran tuvo la sensación de que todos
a bordo de este skimmer estaban yendo hacia una muerte segura.
Duanphen asintió una vez. ―Estaré bien. Además, ¿qué otra opción hay?
―Podríamos dejarte en el camino, ―respondió Ran. ―Si no estás preparado para
pelear…
―La batalla me encontrará, eventualmente, ― dijo Duanphen. ―Siempre lo ha hecho.
Ran frunció el ceño ante eso, pero no dio más argumentos. Todos sabían en lo que se
estaban metiendo cuando se unieron a Einar. Ran misma había estado buscando una salida
del control de la Garde Terrestre, una forma de evitar usar los legados que a menudo odiaba.
Pero hoy seguramente los volvería a usar. Dañar a la gente. Sería por una buena causa, se
dijo, liberar a otros Garde del control de la Fundación. Para evitar que Lucas lastime a alguien
más. Esa fue razón suficiente.
Ran frunció el ceño ante eso, pero no dio más argumentos. Todos ellos sabían en lo que
se estaban metiendo cuando se unieron a Einar. Ran misma había estado buscando una salida
del control de la Garde Terrestre, una forma de evitar usar los legados que a menudo odiaba.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Pero hoy seguramente los volvería a usar. Para herir personas. Sería por una buena causa,
se dijo, para liberar a otros Garde del control de la Fundación. Para evitar que Lucas lastime a
alguien más. Esa era razón suficiente.
Desde la invasión, Ran sintió que había sido impulsada a lo largo de un peligroso río.
De Patience Creek a la Academia a Islandia a Suiza a aquí. Y cada vez que intentaba liberarse
de la corriente, las aguas la atrapaban. Tal vez este era su destino―todos sus destinos―estar
siempre peleando.
El skimmer se sintió muy pequeño, de repente. Deseó poder salir y correr hasta dejar
de pensar.
―Voy a buscar a los demás, ― le dijo a Duanphen.
Ran se metió en el compartimento trasero. Se dirigió hacia el armario de
almacenamiento que Isabela había convertido en su habitación privada, deteniéndose en el
pasillo cuando escuchó voces. Caleb estaba allí con ella.
―Hablas mientras duermes, ―dijo Isabela, la queja más suave de lo habitual.
―Lo siento,―respondió Caleb en voz baja. ―Yo… Soñé con el hotel.
Ran se asomó por la esquina. Caleb e Isabela yacían en el suelo, apoyados en algunas
almohadas, la cabeza de Caleb descansando sobre su pecho. Isabela jugó ociosamente con
su cabello, mirando al techo. Ellos no la notaron, así que Ran volvió la cabeza y se apoyó
contra la pared exterior. De repente extrañaba mucho, mucho a Nigel. Alguien con quien hablar,
alguien en quien apoyarse y en quien confiar. Cuando esto terminara, se dijo, tendría que hacer
las paces con él.
―El cuchillo estaba saliendo de su cuello, ―dijo Caleb, su voz casi un susurro. ―Lo
sigo viendo.
―No lo pienses, ―dijo Isabela con firmeza. ―Ese hombre nos habría matado a todos.
No merece una pizca de tu simpatía
―Esa es la cosa, ― respondió Caleb. ―No, no me siento mal por eso. Soy… Me alegro
de que esté muerto. Eso es lo que me da miedo. ¿Qué pasa si me convierto en alguien como… ?
―Silencio,― dijo Isabela. ―Nunca serás como Einar.
Las piezas hicieron clic para Ran. Durante la pelea con Lucas en Marruecos, Einar se
quedó solo con Derek King y aprovechó la oportunidad para asesinarlo. Caleb debe haberlo
visto. Ahora tenía sentido por qué a Einar no le preocupaba que King informara sus acciones
o cortara su acceso al servidor de Blackstone. Estaba fuera de escena.
Ran sintió frío. Todos eran cómplices de lo que Einar había hecho. Lo habían escuchado,
lo habían dejado en libertad, habían viajado por todo el mundo con él. Al igual que Caleb, Ran
no sabía cómo sentirse. Tal vez el mundo era un lugar mejor sin Derek King. Tal vez ahora era
más seguro para su gente. Pero, ¿qué les dio a ninguno de ellos el derecho de decidir eso?
¿Y no estaban conduciendo al mundo más cerca de la guerra que Cinco predijo cínicamente?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Se aclaró la garganta y se paró en la puerta. Isabela y Caleb dejaron de hablar
inmediatamente y la miraron.
―Es hora, ― dijo simplemente. ―Nos reuniremos en la cabina.
―Oh, dios, ―respondió Isabela. ―Estuvimos casi a punto de morir en la madrugada.
Ran se permitió una sonrisa tensa, luego se volvió para irse. Detrás de ella, escuchó a
Isabela hablar en voz baja con Caleb.
―Sabes, no es demasiado tarde para huir―dijo.
―Realmente no quieres decir eso, ¿verdad?,― Respondió Caleb.
Isabela suspiró. ―No. Supongo que no.
Ran regresó a la cabina. Como de costumbre, Cinco inclinado en el asiento del piloto y
Einar sentado a su lado, pegado a una de sus tabletas. Duanphen se paró detrás de ellos,
pasando por algunos tramos, aunque lentamente.
―No me gusta este plan,―le decía Cinco a Einar cuando Ran entró. ―Estarás
demasiado expuesto. Podemos tomarnos un par de días para determinar la situación y
encontrar una mejor manera de ingresar
―Estaré bien,―respondió Einar despectivamente. Cinco se recostó hoscamente,
apenas levantando la vista de sus controles cuando Einar levantó la tableta para él. ―Mira, tu
viejo amigo va a hablar.
―Siempre le encantaron los discursos,― murmuró Five. Cuando Ran se acercó, pudo
ver que Einar estaba viendo una transmisión en vivo a menudo pausada de una red de noticias.
Un buque de guerra mogadoriano descendió a lo que parecía la costa de California. Se inclinó
sobre el hombro de Einar para ver más de cerca.
―¿Qué está pasando?,― Preguntó Ran.
―Una locura, ¿no?,― Respondió Einar, mirándola. ―El último buque de guerra
mogadoriano se está rindiendo. Aparentemente, John Smith organizó esto con la ayuda de tus
amigos de la Academia. Se supone que John pronto dará una declaración a la prensa sobre lo
que piensa de los cambios al Acuerdo de Garde. Huele a truco de relaciones públicas para mi.
―Espero que sea mejor para hablar que tú,― dijo Isabela cuando entró en la cabina,
Caleb se apiñó detrás de ella.
Ran se dio cuenta por la mirada cuajada en el rostro de Einar que el comentario dolía.
Nunca había superado cuánta atención negativa había recibido su gran discurso en Suiza.
―Quizás es por eso que Taylor y esos chicos no han respondido nuestras llamadas,―
reflexionó Caleb. ―Demasiado ocupados con esto.
Las noticias se separaron del buque de guerra y la línea de mogs que salía de sus
confines, cambiando a un área de prensa abarrotada donde John Smith estaba rodeado de
El Baúl secreto El Baúl secreto
soldados y reporteros. Teniendo en cuenta que estaban huyendo y que les habían disparado
recientemente, era extraño ver cómo los soldados reaccionaban a John, prácticamente
golpeándose entre sí fuera del camino en sus esfuerzos por darle la mano y saludarlo.
―También ayudé a derribar a los mogadorianos,―dijo Cinco en voz baja. ―Nunca
nadie me ha saludado.
―Un día, nos respetarán así― dijo Einar, su voz casi melancólica.
―No, ― respondió Ran. ―Ellos no.
Puso una mano sobre el hombro de Einar y la apretó hasta que pudo sentir sus huesos
debajo de sus dedos. Einar hizo una mueca y la miró bruscamente, con las cejas arqueadas.
Cinco también notó la tensión y se volvió para evaluar a Ran. Ella mantuvo su expresión fría y
neutral.
―Los humanos saben lo que John sacrificó durante la invasión. Saben que él luchó
junto a ellos, ―dijo Ran, mirando a Einar. ―¿Qué has hecho que esté cerca de eso?
―Me he sacrificado, ― dijo Einar. ―Yo—
―No has hecho nada más que lastimar a la gente, ― Ran continuó sobre él. ―Quizás
tuviste una crianza problemática. Quizás la Fundación te lavó el cerebro. Quizás ahora creas
que estás defendiendo a la Garde. Todas estas son excusas que usas para justificar la
destrucción que causas.
Einar la fulminó con la mirada. ―¿De dónde viene esto, de repente?
―Cuando terminemos en México, dejaré este grupo. Estás enfermo —dijo ella, mirando
a Caleb e Isabela. ―Y nos estás enfermando contigo.
Einar finalmente se apartó del agarre de Ran y se levantó para que él estuviera frente a
ella. Soltó la tableta y Cinco la atrapó. El Lorience parecía más interesado en la transmisión
que en interponerse entre Ran y Einar. Caleb, Isabela y Duanphen también se quedaron en
silencio. Quizás este no era el momento más apropiado para esta confrontación, ya que todos
estaban a punto de realizar una redada en una prisión secreta, pero Ran necesitaba sacar esto
de su pecho.
―No te necesito, ― le dijo Einar a Ran. ―Todos ustedes, mocosos de la Academia, no
han sido más que problemas desde el día en que rogaron unirse a nosotros. Me alegrará no
tener que cuidarlos. Ninguno de ustedes tiene el estómago para hacer lo que realmente hay
que hacer.
―Tú tampoco, ― dijo Ran.
Einar se burló. ―Por favor―
―Si realmente quisieras unir a los Garde y mantenerlos a salvo de la humanidad,
entonces te entregarías y pagarías lo que has hecho, ― dijo Ran. ―Pero eres un cobarde.
Entonces, en cambio, quieres convertirnos a todos en monstruos como tú.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Los pequeños pelos de los brazos de Ran se erizaron. Los dientes de Einar estaban
apretados, como si estuviera haciendo un esfuerzo concertado para no atacarla, y aun así ella
sintió su telequinesis irradiando de él. Ella sintió que él quería destrozarla. Caleb y Duanphen
se adelantaron. Isabela miraba con los ojos entrecerrados. Y Cinco…
―Oh,― dijo Cinco―Oh, mierda.
Eso hizo que Ran se detuviera. Había escuchado Cinco maldecir muchas veces, pero
nunca había escuchado su voz sonar tan pequeña, como un niño pequeño.
Levantó la tableta donde había comenzado el discurso de John Smith a la prensa,
subiendo el volumen. Inmediatamente, Ran se dio cuenta de que había algo mal con la forma
en que él habló.
―Sé que ha habido algunas personas que dicen que no les gustan los cambios al
Acuerdo de Garde y que no creen que los inhibidores sean el camino a seguir,―dijo John,
hablando por una docena de micrófonos.―Pero creo que es una gran idea.
Los ojos de Ran se entrecerraron. En la pantalla, John sonrió torcidamente.
―Si dios quiere― dijo, ―tendré un inhibidor en mi cabeza para el final del día.
Eso no estaba bien. Ran no conocía tan bien a John, pero sabía que él nunca―
La Fundación sacó a Lucas de Marruecos debido a un objetivo de alta prioridad.
Todos esos soldados estrechándole la mano a John.
―Ahora, si me disculpan, ― dijo John, todo buenos modales. ―Hay toda una Academia
rebelde que tengo que controlar. Incluyendo algunas personas que están justo aquí debajo de
nuestras narices.
John saltó al aire y alzó el vuelo. Fue una maniobra inestable, no un despegue suave, y
casi derribó a un camarógrafo en su camino.
―Ese era él,― dijo Isabela, con voz temblorosa. ―Lucas. Él…el…
― Él tiene a John, ―dijo Cinco ―― Él es imparable.
Ran recordó Patience Creek. Fue una mogadoriana esa vez, una mujer con un arma
que le permitió extraer una parte del poder de John. Apenas había sobrevivido a eso.
Lucas iba a la Academia. Afirmó, como John, que los iba a poner bajo control. Pero Ran
había visto la brutalidad de Lucas, su apatía hacia la vida humana. Él no se detendría con
cortar a sus antiguos compañeros de clase. Él los mataría.
Ella hizo contacto visual con Einar, los dos todavía estaban incómodos juntos. Ran dio
un paso atrás. Einar asintió con la cabeza. Por ahora, los dos acordaron dejar de lado sus
diferencias.
―Cinco, ―dijo Einar, tratando de encontrar algo de su pomposa confianza y
competencia habituales. ―Acelera. Tenemos una prisión para atacar.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTIDÓS

TAYLOR COOK
NUEVO LORIEN―LOS HIMALAYAS ― INDIA

ERA TEMPRANO ESA MAÑANA, CUANDO TODAVÍA estaban de buen humor. Cuando
pensaron que podían ganar. Antes de que todo se fuera al infierno.
―¿Todos me han agarrado? ―Preguntó Nueve.
Cuatro manos apretaron a Nueve afirmativamente. Su bíceps, sus hombros, su espalda.
Él dio una pequeña sacudida en respuesta.
―Me gusta esto― dijo. ―Es relajante.
Taylor suspiró y pellizcó el brazo de Nueve. Parecía estar de mejor humor esta mañana
que en los últimos días. Tal vez él estaba sintiendo el mismo vértigo extraño que afectó a Taylor
a veces cuando enfrentaba probabilidades imposibles. Aun así, necesitaba dejar de joder.
―Date prisa― le dijo. ―Tenemos mucho que hacer.
―Sí, sí,― respondió Nueve. ―Está bien, nunca antes había intentado esto, así que si
nos teletransportamos directamente a un volcán―mi error.
―Oi, ―se quejó Nigel ―Estás asustando a Simon con esa charla.
―En realidad no,― respondió Simon. ―Es muy improbable que haya una piedra
Loralita dentro de un acti―¡Ulp!
Nueve levantó la mano y apretó el colgante de Loralita que colgaba de su cuello. Hubo
un destello de luz azul y la sensación de estar de cabeza que fue lo suficientemente
desorientadora como para cortar a Simon. En un momento, los cinco estaban acurrucados
juntos en la oficina del Profesor Nueve y al siguiente estaban en la otra mitad del mundo.
Lo primero que notó Taylor fue el frío. Era diferente al frío húmedo del norte de California;
enérgico y mordaz. Ella dejó caer la mano del brazo de Nueve para poder abrazarse a sí misma,
frotando sus brazos.
―No me abrigué lo suficientemente,― dijo Rabiya con una mirada compasiva a Taylor.
Nueve extendió sus brazos. ―Bueno, aquí está. La cueva más bonita en la que
viviremos.
Se encontraron en la parte trasera de una caverna abovedada donde un gran
afloramiento de Loralita sobresalía del suelo. Las paredes de piedra eran de un pulido gris
azulado que reflejaba la brillante Loralita; Taylor tuvo la sensación de que las paredes habían
sido fregadas o raspadas recientemente. En el centro de la caverna había una mesa redonda
de madera, lo suficientemente grande como para acomodar cómodamente a al menos veinte
personas, un símbolo lorico que combinaba con el colgante de Nueve quemado en su centro.
La luz del sol se colaba por la entrada de la cueva junto con una pequeña ráfaga de nieve.
Una chica sentada en el borde de la mesa, de espaldas a ellos, con un bloc de dibujo
en su regazo. Cuando Nueve hizo su declaración, ella se volvió para mirarlos con los ojos
brillantes. Tenía el pelo castaño rayado con blanco que le caía suelto sobre los hombros.
Llevaba un abrigo de invierno de cuerpo entero con ribete de piel, desabrochado, una camiseta
que representaba una caricatura de Vishnu debajo. Cuando saltó de la mesa se hizo evidente
que, aunque no tenía más de catorce o quince años, la chica era alta y desgarbada, todo codos
y rodillas, como si acabara de sobrellevar un crecimiento rápido y repentino en un corto periodo
de tiempo.
―Oh, wow, hola, nueve,― dijo la chica, tratando de enmascarar su evidente entusiasmo
con un poco de frío.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―¿Ella? ―Exclamó Nueve, prácticamente gritando, sin escalofríos. ― ¡Mierda! ¿Eres
tú?
Y luego se abrazaron, los brazos de la chica―Ella― alrededor del cuello de Nueve, él
la levantó para que sus largas piernas patearan en el aire, ambos riéndose.
―Uno de los OGs,― explicó Nigel a las expresiones en blanco de los estudiantes de la
Academia. ― ¿Número diez, creo? ¿Tal vez? Telepática y clarividente. Creo que ella murió
una vez.
―Interesante, ― dijo Simon. Se subió las gafas por el puente de la nariz mientras
miraba a su alrededor, cuidando de memorizar cada detalle de la caverna.
―Es tan bueno verte, ―dijo Nueve, sosteniendo a Ella con el brazo
extendido. ―Maldita sea. ¿Con qué te están alimentando aquí? Estas tan alta.
―Detente, ― dijo Ella, tirando de su abrigo alrededor de ella y apartándose. ―Odio
esta altura. Todos los días pienso en usar mi Aeternus para volver a cambiar.
―No,― dijo Nueve con un gesto despectivo. ―Te queda bien.
Nueve arrojó el cumplido casualmente; ya estaba caminando junto a Ella para ver mejor
la cueva. Sin embargo, Taylor podía decir que la chica estaba prácticamente desmayada, como
si Nueve acabara de hacer su vida. Nueve estaba, por supuesto, tan ajeno como siempre, y él
ni siquiera los había presentado. Taylor se encargó de extender su mano en dirección a Ella.
―Hola, ― dijo ella. ―Soy Taylor. Somos de la Academia.
Ella le estrechó la mano y Taylor rápidamente le presentó a los demás. La chica Lorience
miró a cada uno de ellos en turnos, estudiándolos, con un destello azul brillante en sus ojos
que no era el reflejo del Loralita.
―Es bueno conocerlos a todos en persona, ― dijo Ella. ―John dijo que podríamos
tener algunos invitados pronto. Espero que te guste el lugar.
―Un poco frio para mi gusto, ―dijo Nigel.
―Te acostumbras, ― respondió Ella.
―Himalayas, ― dijo Nigel con asombro. ―¿Tienen clubes de rock aquí?
Ella se rió entre dientes. ―No. No realmente.
Nueve se dirigió a la mesa, donde recogió el cuaderno de bocetos de Ella. El dibujo era
de ellos, bueno, no exactamente, sino cinco formas que se recortaban bajo el resplandor de la
piedra Loralita. Ella era una muy buena artista.
―Sabías que veníamos, ― dijo Nueve.
Ella se encogió de hombros con timidez. ―Tuve un indicio.
―¿Lo estás haciendo mucho?,― Preguntó Nueve. ― ¿Mirando hacia el futuro?
Ella sacó un mechón de pelo de sus ojos. ―No realmente. Conocer el futuro cambia el
futuro. Es muy confuso. Intento no echar un vistazo.
―Así que no tienes idea de cómo nos va hoy, ― dijo Taylor. ―Si ganamos.
Ella sacudió la cabeza. ―Si te dijera que serás victoriosa, entonces podrías volverte
engreída y no hacer las cosas que te hicieron ganar en primer lugar. Y si te dijera que vas a
perder―
―Todos podríamos saltar de la montaña, ― interrumpió Nigel. ―Lo tengo.
―Sí conozco tu plan, sin embargo, ― dijo Ella, sonriéndole de una manera que Taylor
encontró un poco espeluznante. ―Me parece bastante sólido. No es que lo hayas preguntado.
Pero ya que estás preocupada.
―Sabes lo que estamos planeando, ― repitió Taylor, sin creerlo. ―Planeas usar Loralita
para teletransportar escuadrones de estudiantes alrededor del campus. Juegar al gato y al
ratón con los Pacificadores hasta que los agotes. ―Señaló a Rabiya. ―Eso significa confiar
mucho en ella. No confías por completo en ella porque solía estar con la Fundación.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor miró a Rabiya. Estaba a punto de contradecirla, pero sabía que eso sería
condescendiente. Rabiya la miró fríamente y no dijo nada.
―Sin embargo, puedes confiar en ella,―continuó Ella. ―Al menos en cuanto a esta
batalla. ―Hablando rápidamente, Ella se volvió hacia Simon. ―Estás aquí porque puedes
transferir conocimiento. Genial Legado, por cierto.
Simon se inclinó a medias. ―Gracias. No recibe suficiente respeto.
― Vas a transferir tu conocimiento de este lugar a algunas piedras para que la Garde
pueda teletransportarse aquí desde cualquiera de las Loralitas que hayan colocado alrededor
del campus. Por si necesita retirarse. Es inteligente. Podría salvar algunas vidas.
Finalmente, ―Ella se volvió hacia Nigel. ―Y estás aquí porque no tienes nada mejor que hacer
hasta que comience la lucha.
Nigel sonrió de lado. ― En realidad, se suponía que debía limpiar los baños, pero parece
una pérdida de tiempo cuando podríamos estar saliendo a toda prisa está tarde.
Nueve aplaudió. ―Oh hombre, Ella, ¡extrañé esto! Es como un espectáculo de magia.
Taylor fingió no molestarse por la facilidad con la que Ella expuso sus pensamientos.
Aparentemente, los telepáticos no eran mucho de límites. ―No sé si vale la pena decir esta
próxima parte, ― comenzó Taylor.
―Ve por ello, ― dijo Ella. ―Hablar es divertido.
―Esperábamos echar un vistazo alrededor, ya que hay una probabilidad de cincuenta-
-cincuenta de que podríamos estar viviendo aquí, ― dijo Taylor.
―Es más que solo esta cueva, ¿verdad?,― Preguntó Nigel. ―Tenemos mucha gente…
―Déjenme darles el recorrido, ― respondió Ella, pasando su brazo por el de Taylor y
tirando de ella hacia la salida. ―John ha estado un poco extraño sobre este lugar desde su
visión. Insistiendo en que establezcamos el campo de fuerza antes de permitir que alguien
venga aquí. Pero, bueno, estoy bastante orgullosa de lo que hemos construido y creo que
deberíamos mostrarlo.
― Espera un segundo, ―dijo Nueve, poniéndose al día con ellos. ―No nos mencionó
ninguna visión.
―Le dije que mantenga la cabeza en el presente, pero no escucha,― dijo
Ella. ―Supongo que vio algún tipo de explosión aquí. Como si estuviéramos siendo
bombardeados o algo así. Y es por eso que está tan empeñado en el campo de fuerza.
Taylor y Nueve intercambiaron una mirada. Se suponía que este era su lugar seguro
para retirarse; al menos, eso es lo que John les había prometido. Ahora, de repente, se habló
de explosiones y bombardeos.
―Oi, ¿entonces vamos de una Academia sitiada a la próxima Hiroshima?, ―Preguntó
Nigel, expresando la ansiedad de Taylor. ―¿Eso es lo que estoy oyendo?
Ella suspiró. ―John podría haber visto uno de un millón de futuros posibles. No significa
nada. Además, ¿quién querría bombardearnos? No estamos lastimando a nadie.
Taylor frunció el ceño ante eso. A pesar de ser un poco extraña e invasiva, Ella parecía
una chica dulce. También había pasado los últimos dos años viviendo en la utopía montañosa
de John Smith. Ella ya no sabía cómo era el mundo real.
― ¿Qué piensa Marina de todo esto?,―Preguntó Nueve. ― ¿Está cerca?
Los labios de Ella se fruncieron y sus ojos se movieron a un lado. Taylor no necesitaba
ser telepático para captar esa señal; La chica tenía malas noticias.
―Marina, um, bueno, ella y John se pelearon un poco, ―dijo Ella, tratando de parecer
diplomática y adulta. ―Se fue hace unas semanas. No hemos sabido nada de ella.
―¿Por qué pelearon?,― Preguntó Nueve.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Cuando Marina vio que Cinco había regresado, ella…―Ella le dio a Nueve una mirada
y se encogió de hombros, como si pudiera llenar los espacios en blanco ―De todos modos, a
John no parecía importarle. Así que supongo que Marina se fue a buscar a Cinco sola.
El drama entre los Garde no le interesaba mucho a Taylor, por lo que se adelantó un
poco. Ella enterró sus manos en los bolsillos de su sudadera cuando llegó a la boca de la
cueva. Como ella fue la primera en salir, también fue la primera en saltar hacia atrás, gritando
de sorpresa al encontrarse cara a cara con un monstruo. La cabeza de un águila en el cuerpo
de un león, con enormes alas que se movían constantemente para sacudir la nieve.
Simon patino hasta detenerse a su lado. ―¡Mon dieu! Es un grifo
Era un grifo. Y luego no fue un grifo. Ante los ojos de Taylor, la enorme bestia se convirtió
en un beagle totalmente adorable. Una quimera. Taylor había oído hablar de las criaturas, pero
nunca se encontró con ninguno de los animales Loriences. En los días posteriores a la invasión,
la Garde Terrestre los había puesto a todos bajo custodia. El perro jadeó alegremente hacia
ella, luego la paso para poder tocar las piernas de Nueve.
―Bernie Kosar! ―Nueve gritó. ―¡Mi amigo!
―Lo siento,― dijo Ella a Taylor y sus sorprendidos compañeros de clase. ―BK anida
aquí arriba. Vigila. Se asegura de que no recibamos invitados inesperados que se
teletransporten.
Taylor asintió en silencio. Ella ya estaba más allá de la presencia de una Chimera,
demasiado impresionada por la vista.
―Hermoso, ― dijo Rabiya. Taylor asintió de acuerdo.
Estaban en lo alto de la ladera de la montaña, rodeados por todos lados por picos
cubiertos de blanco. Desde el rellano rocoso en el que se encontraban, un camino de regreso
conducía a un pequeño pueblo. Docenas de pequeñas cabañas pintorescas estaban
espaciadas uniformemente a lo largo del camino. Al principio, a Taylor le pareció que las casas
seguramente se derrumbarían de la ladera de la montaña. Entonces, notó los cimientos de
piedra que las unían a las rocas debajo. No los unía―las conectaba. Era como si las bases de
las casas se hubieran levantado completamente formadas por las rocas. Esa no era una
construcción ordinaria. Legados las habían construido.
Había más casas de aspecto nuevo en el pueblo, intercaladas entre la construcción
original de los aldeanos, mezclándose. Espacio suficiente para unos cientos de nuevos
ocupantes, al menos.
―Sé que no lo parecen, ― dijo Ella, ―pero las casas son cálidas. Tenemos agua
corriente. Electricidad la mayor parte del tiempo. ―Ella miró a Nueve. ―John quiere poner un
centro de entrenamiento, pero estaba esperando que tú ayudes a construirlo.
Nueve sonrió ante eso pero no dijo nada. Al igual que Taylor, estaba mirando el cuadro
e imaginando las posibilidades.
― ¿El campo de fuerza será lo suficientemente grande como para proteger todo
esto? ―Bueno, técnicamente, serán tres campos de fuerza improvisados, ― respondió
Ella. ―Pero si.
Un camión retumbó en la carretera que conducía al pueblo. Taylor dio un paso adelante
para mirar más de cerca, su estómago se apretó cuando vio soldados armados saltando de la
parte trasera del camión.
―No te preocupes, son geniales,―dijo Ella, sintiendo su agitación. ―Son los ocho
nacionalistas de Vishnu. Una pequeña milicia que se dedica a protegernos.
Nigel se rascó la mejilla. ―Huh. Esa no ha sido nuestra experiencia con los muchachos
del ejército.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Sí, bueno, los aldeanos también son agradables aquí, ― continuó Ella. ―Tratamos
de no aprovecharnos de su hospitalidad. Ayudamos allí donde podemos y nos protegen de los
extraños.
Taylor contempló el pintoresco pueblo. Era frío y remoto. Estaba aislado y seguro.
Estaba más lejos de casa de lo que jamás había estado. Miró a Nigel y descubrió que él la
estaba mirando. Alzó las cejas en pregunta. Ella dejó escapar un suspiro, su aliento se empañó
ante ella.

―Entonces, ― dijo Ella, ya que los invitados de la Academia se habían quedado


callados. ― ¿Qué piensan? ¿Podrían vivir aquí?
― Es agradable, ― dijo Taylor. ―Creo que podría ser bueno. Para un respaldo.
La serenidad de la vista se vio interrumpida por el zumbido incesantemente del bolsillo
de Nueve. Sacó su teléfono celular, frunciendo el ceño.
―Maldición, tengo un mejor servicio en el Himalaya que en la Academia, ― se quejó.
Nueve sostuvo el teléfono para que Taylor pudiera ver. ―Recibimos como veinte mensajes de
Isabela.

De vuelta en la Academia, Rabiya creó una piedra Loralita en el centro de la asociación de


estudiantes, la masa cobalto rompió las baldosas.
―Lo arreglaremos más tarde,―dijo Nueve.
Ella hizo otro dentro de la entrada a los dormitorios. Otro afloramiento surgió del centro
de entrenamiento. Colocó una en el lado de la Academia de su improvisada barricada, saliendo
de la carretera central que conducía al campus.
Finalmente, Rabiya creó un trozo de Loralita en la playa, escondido entre algunas rocas.
En ese momento, ella y Taylor estaban solas. Todos en la Academia seguían un estricto
sistema de amigos, por lo que Taylor tuvo que quedarse ociosa mientras Rabiya hacía su
trabajo. Nueve y Nigel se habían ido a organizar a los estudiantes en escuadrones, mientras
Simon estaba ocupado imbuyendo pulseras con conocimiento de Nuevo Lorien. Esas pulseras
se distribuirían entre los estudiantes en los que podrían confiar para evacuar a otros si fuera
necesario―Maiken, Nemo, Omar y, ante la insistencia de Nigel, Nicolas.
Caminando a lo largo de la playa mientras esperaba, Taylor pensó en el mensaje de
Isabela para ellos. Un cosechador enloquecido que resultó ser un Garde, trabajando en
nombre de la Fundación, que podía robar cuerpos. Y se dirigía a la Academia. Por supuesto,
podrían agregar eso a sus problemas. Isabela no respondió su teléfono cuando intentaron
devolverle la llamada, así que no pudieron hacer nada más al respecto.
―Creo que el mejor plan,― había dicho Nueve, ―es no dejar que ningún extraño te
toque.
Taylor se golpeó el dedo del pie con algo duro en la arena. Una botella de champaña
vacía. Se agachó y sacudió la arena del cristal verde. Ella y sus amigos deben haber dejado
esa botella aquí en la víspera de Año Nuevo después de sacarla de la fiesta de la facultad. Ella
sonrió suavemente. Ese eraun buen recuerdo. Una buena noche. Bueno, hasta que Nueve
había venido a contarle a Nigel sobre el fallecimiento de su padre.
―Ya terminé,― dijo Rabiya, llegando detrás de ella. Miró la botella en la mano de
Taylor. ―Veo que además de organizar una defensa de la Academia también estás recogiendo
basura.
Taylor no se había dado cuenta de cuán lejos había vagado de Rabiya y la Loralita. ―Lo
siento,― dijo ella. ―Me metí un poco en mi cabeza.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Rabiya se encogió de hombros con indiferencia y comenzaron a retroceder por la
orilla. ―Realmente te gusta aquí ―dijo Rabiya después de un momento, cuando vio a Taylor
mirando al agua. ―No te quieres ir
―Es gracioso, porque nunca quise venir aquí, ― respondió Taylor. ―Pero ahora me
siento apegada. Es como el lugar donde realmente crecí.
Rabiya asintió y volvió a guardar silencio. Taylor estaba sorprendida por su propia
franqueza. Supuso que se sentía muy sentimental en lo que podría ser uno de los últimos
momentos tranquilos del día. ¿Qué había dicho Ella sobre Rabiya? Que Taylor podía confiar
en ella, al menos en la batalla de hoy. Eso significaba que había algo en lo que Taylor no podía
confiar.
― ¿Crees que está bien?,― Preguntó Rabiya. ―Kopano, quiero decir. ¿No estás
preocupada?
Ah. O en alguien.
Taylor no sintió ninguna hostilidad ni posesividad. Tal vez era una persona más grande
que eso, o tal vez simplemente tenía mucho más de qué preocuparse que el pequeño
enamoramiento de Rabiya por Kopano. Cuando llegaron a la Loralita, Taylor le sonrió a la otra
chica de una manera que esperaba que fuera tranquilizadora.
―Kopano estará bien, ― dijo Taylor. ―Nada puede lastimar a ese chico.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTITRES

KOPANO OKEKE
EL OSIRIS ― PFEIFFER BEACH, CALIFORNIA.

TAN PRONTO COMO VOLTEZZA GRITÓ su advertencia una forma irrumpió en la habitación
detrás de ella, moviéndosea una velocidad que no era humana. A la luz carmesí de la nave
mogadoriana y con la adición de las llamas que saltaban de la espalda de Vontezza, Kopano
al principio confundió a su atacante con algún tipo de demonio―directamente de los aburridos
cómics bíblicos que su madre solía llevar a casa en lugar de los buenas cosas de superhéroes
Ese era el pensamiento en el cerebro de Kopano cuando el demonio golpeó a Vontezza en el
costado de la cabeza con la fuerza suficiente para romperle el cuello. El cuerpo de la
mogadoriana se derrumbó y cayó por los escalones corrugados, aterrizando en un montón de
llamas a los pies de Kopano.
En el fondo de su mente, Kopano sabía que Vontezza se regeneraba. Ella estaría bien.
Más probable. Aun así, sus instintos eran lanzarse hacia adelante e intentar ayudar a apagar
el fuego en su espalda.
Sin embargo, se quedó corto cuando vio quién estaba en el rellano de arriba.
John Smith. John Smith era el demonio.
―Siempre quise matar una de esas cosas,― dijo John, su voz extraña y
vibrante. ―Todas esas alimañas corriendo por nuestro hermoso planeta. No se puede tolerar
Kopano lo miró fijamente. No sabía qué decir. Estas palabras no tenían ningún sentido
viniendo de John. El Lorience probablemente había matado toneladas de mogadorianos
durante la invasión. También organizó esta rendición pacífica y nunca llamó a los mogs algo
así como "alimañas". ¿Qué demonios estaba pasando?
―Estoy aquí para aceptar tu rendición,―continuó John. ―Tú y luego esos otros
rebeldes en esa Academia. Dijeron que se supone que debo mostrarte misericordia. ―John
se miró las manos, flexionando los dedos. Brillaban al rojo vivo. ―Pero la misericordia podría
ser difícil teniendo en cuenta la cantidad de poder que hay en este.
―John, ¿qué―? ― Kopano comenzó a decir pero se detuvo. No era estúpido. La forma
en que John habló, la forma en que sonrió, la forma en que había despachado tan cruelmente
a Vontezza. Ese no era John. Kopano no sabía cómo, pero la Garde Terrestre había encontrado
una manera de tomar el control del Lorience. Esto era peor que un Inhibidor, sin embargo.
Alguien más―alguien claramente trastornado―estaba en posesión del cuerpo de John.
―No es tan malo donde ellos los pondrán,― dijo John, comenzando a bajar las
escaleras hacia la sala de máquinas propiamente dicha. ―Un poco caluroso. La comida no es
genial. Pero a veces te sueltan para hacer la obra de Dios.
Kopano miró por encima del hombro. Miki se quedó allí, congelado, una mano todavía
en el generador de campo de fuerza.
―¡Miki! ―Gritó Kopano, llamándole la atención. ―¡Regresa a la Academia! ¡Avísales!
Miki abrió la boca como para objetar, pero debe haber hecho los mismos cálculos
mentales que Kopano. Si volaran juntos, John estaría justo detrás de ellos. Incluso podría
adelantarlos y llegar primero a la Academia.
Alguien necesitaba quedarse para detenerlo.
Y esa persona era Kopano.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Ahora, ahora, ― dijo John. Apuntó su mano abierta a Miki, un florecimiento de llamas
se derramo de esta.
Miki era viento antes de que el fuego lo tocara. El generador del campo de fuerza
desapareció con él, un remolino de partículas, Miki indistinguible de la máquina. Kopano vio
cómo las llamas se enroscaban y ondulaban ante la repentina corriente de aire que surgía y
salía de la sala de máquinas.
―Pequeño bicho resbaladizo,― dijo John, y apuntó otra bola de fuego a Kopano.
Kopano se lanzó hacia adelante. Se volvió transparente, atravesó el fuego y agarró la
escalera en la que se encontraba John. Los escalones perdieron su densidad y John, fuera de
balance, cayó a través de ellos. Kopano lo agarró mientras caía, se enganchó la parte delantera
de su camisa y endureció las moléculas de su puño. Golpeó a John en la cara, le rompió la
nariz y lo hizo rebotar en uno de los muchos paneles de control de la habitación.
―Si estás ahí, John Smith…― Dijo Kopano, intentando evitar que su voz
temblara. ―¡Lucha! ¡Lucha contra esta cosa que tiene control sobre ti!
John se puso de pie, riendo y sorbiendo sangre por la nariz.
―Lo tengo en un lugar muy acogedor. Una pequeña nave espacial que le gusta imaginar
a veces, viendo a una chica desangrarse. Tal vez pueda oírte, pero no hay nada que pueda
hacer ― dijo John. ―Fui puesto en esta Tierra para detener cosas como él. Cosas como tú.
Kopano se mantuvo firme, listo para esquivar a un lado en cualquier momento. A este
le gustaba hablar. Eso era bueno. Eso podría comprarle a Miki unos preciosos segundos para
volver y dejar que los demás sepan a qué se enfrentan.
― ¿Qué eres? ―Preguntó Kopano. ―Debes ser… debes ser una especie de Garde.
―Soy una bendición,―respondió John, nasalmente, agitado. ―Estos legados son
corrupción. Una afrenta al Todopoderoso. Fui hecho para erradicarlos.
―Suenas como mi mamá, ―contestó Kopano. ―Ella reza por mí todo el tiempo.
Una gran sonrisa se extendió en el rostro de John. ―Por eso es que te encontré primero.
¡Las oraciones de tu madre fueron respondidas!
John saltó hacia él. Era rápido y súper fuerte, pero Kopano había notado algo sobre la
forma en que manejaba el fuego. Era impreciso. Quien controlaba a John Smith no era tan
hábil para usar sus legados. Tal vez ni siquiera sabía por completo qué podía hacer John. Una
pequeña ventaja era mejor que nada.
Kopano dejó que John pasara a través de él, su puño se estrelló contra el núcleo
blindado donde solía residir el generador de campo de fuerza. Entonces, Kopano lo agarró por
detrás y los volvió transparentes. Apretó a John hacia adelante, dentro de la armadura, hasta
que su cara y pecho se superpusieron con esa aleación mogadoriana. John siseó de dolor. Tal
vez, pensó Kopano, si pudiera lastimarlo lo suficiente, este poseedor huiría del cuerpo de John.
―¡Suéltalo! ―Gritó Kopano. ―¡Vuelve de donde vienes!
Metal chilló cuando John soltó una poderosa ola de telequinesis. Las capas del núcleo
se despegaron como los pétalos de una flor, luego se aplastaron contra el suelo, lejos de los
dos. John se liberó del agarre de Kopano, giró y extendió las manos, arrojando a Kopano a
través de la habitación con otro estallido de telequinesis. Kopano se volvió transparente para
no chocar con ninguno de los equipos.
―Hay tanto poder en este cuerpo―dijo John, riendo. ―Dios, es muy fácil. Todo lo que
tengo que hacer es pensar en algo y―
John extendió su puño y, en un abrir y cerrar de ojos, estaba cubierto de hielo. A medida
que crecía, el hielo creció y se convirtió en una lanza puntiaguda, que lanzó directamente al
pecho de Kopano.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano dejó que el hielo lo atravesara, se alejó y lo rompió con un golpe de su puño
endurecido. John apenas pareció darse cuenta. Ya había pasado a disparar rayos de plata de
sus ojos, convirtiendo partes de la nave de guerra mogadoriana en piedra.
Estaba jugando, se dio cuenta Kopano. Joder.
―Tanto poder,― dijo John, mirándose las manos nuevamente. ―Esto es lo que se
siente ser un dios.
A la izquierda de Kopano, un tanque de refrigerante que había sido dañado en su lucha
de repente explotó, rociando niebla fría en los confines húmedos de la sala de máquinas.
Kopano saltó hacia atrás para salir del camino.
Cuando levantó la vista, John se había ido.
Tal vez había perdido el interés. Tal vez había provocado accidentalmente el legado de
teletransportación de John y se había enviado al otro lado del planeta. Tal vez se dirigía a la
Academia.
Desde arriba, Kopano escuchó voces y botas. Los soldados se estaban abriendo paso
en el buque de guerra. Tal vez se sintieron atraídos por los sonidos de la batalla o tal vez John
Smith los condujo aqui. De cualquier manera, necesitaba irse.
Kopano se agachó sobre el cuerpo aún humeante de Vontezza. Para cualquier
definición, la chica estaba muerta. Pero ella podría volver de eso, ¿no? No podía dejarla atrás.
Kopano palmeó algunas llamas en la espalda de Vontezza y comenzó a recogerla.
El piso de metal crujió cuando algo se movió detrás de él. Kopano se dio la vuelta justo
a tiempo para ver a John reaparecer; invisibilidad, por supuesto, nunca había salido de la
habitación. Sostenía una sección rota de tubería que había recogido en alguna parte,
balanceándola hacia el pecho de Kopano.
Una vez más, Kopano se volvió transparente. John se quedó allí, sosteniendo la tuberia
en el espacio fantasmal del hombro de Kopano. Kopano se preguntó cuánto tiempo este tonto
continuaría así. John tenía muchos trucos capaces de hacer daño, pero Kopano solo
necesitaba un movimiento para evitarlos a todos.
―Puedo hacer esto todo el día, ― dijo Kopano con una sonrisa.
―Puedo ver los hilos que te conectan al poder, ― dijo John casi soñadoramente, su
mirada se volvió desenfocada. Él agitó al aire, señalando desde el corazón de Kopano al
suelo. ―Es espantoso. Luz azul que viene del suelo, enviada desde el inframundo. Me
pregunto qué pasará si yo…
John hizo un movimiento cortante.
Kopano aulló cuando su hombro explotó de dolor. Se había vuelto sólido alrededor del
tubo que John sostenía dentro de él. Hueso y músculo fueron destruidos cuando el cuerpo de
Kopano reafirmó su masa. Fue agonía; como recibir un disparo desde el interior de su cuerpo.
Sus legados se habían ido. John los había arrancado.
―Ajá, ahí estás, ― dijo John. Tocó la mejilla de Kopano con su mano libre. ―Humano
de nuevo. Eso se siente bien, ¿no?
Con su otra mano, John agitó la tubería que ahora estaba hundida en el hombro de
Kopano y le sacó por su espalda.
El dolor era insoportable. Aun así, Kopano agarró el cuello de John con su mano de
trabajo. Le arañó. Lo desgarro.
El metal emitió un sonido de rasgadura cuando John usó su fuerza superior para sacarlo
de Kopano. Y eso fue todo.
Los ojos de Kopano se volvieron hacia su cabeza y colapsó.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Los ojos de Kopano se abrieron una vez cuando John lo arrastró por el tobillo fuera del buque
de guerra mogadoriano. Su cabeza golpeó el piso de metal y se sintió helado por todas partes.
Había un agujero en él―no solo en el hombro, faltaba una parte más grande de él. Intentó
usar su telequinesis para alejar a John de él y no pudo. Seguía cortado.
Un destello de calor en el hombro de Kopano lo hizo gemir. John miró por encima de su
hombro.
―Allí, allí, amigo,―dijo John. ―Te repararemos.
Kopano apretó su puño con fuerza. Apretó algo allí, frío y afilado contra su piel.
Necesitaba aferrarse a eso. Incluso si se desmayaba de nuevo, necesitaba
hacerlo…necesitaba…

Kopano volvió una vez más, esta vez con el sol brillando en su rostro. Sintió la arena en sus
mejillas. Unas manos firmes lo sujetaban. Le estaban haciendo algo a su hombro herido. El
dolor seguía allí, pero más lejos ahora, un dolor distante, como si fuera el hombro de otra
persona que se había desgarrado. Se sentía drogado y con sueño; fue una lucha mantenerse
despierto, concentrarse.
Dos médicos de pacificadores de rostro sombrío se arrodillaban sobre él. Uno de ellos
se dio cuenta de que estaba alerta y lo miró a los ojos.
―Has sido gravemente herido,― dijo simplemente. ―No intentes moverte.
Había un peso alrededor de su cuello. Un collar. Kopano miró más allá de los médicos
y vio a un tercer Pacificador sosteniendo uno de esos cañones inhibidores. Kopano estaba
conectado a su cable de acero electrificado. El Pacificador lo miró de cerca, con el dedo en el
gatillo, listo para darle una descarga ante la menor provocación.
― ¿Qué has conseguido allí?,― Preguntó el Pacificador que estaba parado sobre él. ―
¿En tu mano?
Uno de los médicos abrió los dedos de Kopano y levantó el medallón de John. Kopano
se lo había arrancado durante su pelea. No podía dejarlo teletransportarse a Nuevo Lorien.
Fue una pequeña victoria, pero tal vez protegería a los demás.
―Algo extraño, ―dijo el médico, arrojando el medallón a la arena. ―Empacalo
Kopano sintió que podía liberarse si quisiera. Su legado había vuelto. Pero él estaba
débil. Muy, muy débil. No creía que pudiera reunir la energía. Había perdido mucha sangre.
Demasiada, tal vez.
Pero espera. Si podía usar su Legado, eso significaba―
John Smith. ¿Dónde estaba John Smith?
―¿Tiene alguna idea de lo que ha desatado aquí?,― Gritó una voz familiar.
Kopano volvió la cabeza lo suficiente como para poder ver al coronel Archibald
caminando de un lado a otro por la arena, con un teléfono satelital presionado contra su oído.
Las mejillas del hombre estaban sonrosadas de ira.
―Con el debido respeto, señor, no me importa lo mucho que quiera que la situación de
la Academia sea un éxito― ladró Archibald al teléfono. ―El activo que ha seleccionado es
completamente inestable.
Archibald hizo una pausa para escuchar una respuesta. Kopano podía decir por su
agarre de nudillos blancos en el teléfono que Archibald no estaba contento con lo que se le
dijo.
―No tengo ojos en él, señor. Está suelto y ha tomado posesión de algunas municiones
pesadas. Grado nuclear. Si no lo saca ahora, está poniendo en peligro la vida de todos los
estudiantes de la Academia ―gruñó Archibald al teléfono.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Kopano sintió un pinchazo en el hombro. La oscuridad comenzó a arrastrarse en los
bordes de su visión ya borrosa. Se estaba desvaneciendo. Apretó los dientes, intentó
mantenerse despierto.
Lo último que escuchó antes de volver a la inconsciencia fue el último y sombrío
pronunciamiento de Archibald.
―Es probable que los mate a todos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTICUATRO

ISABELLA SILVA
LA CLADERA―DURANGO, MEXICO

LA CIUDAD DE DEL NORTE ERA, según la estimación de ISABELA, apenas Una ciudad. Era
uno de esos lugares intermedios, utilizado por personas en su camino hacia algo mejor. No
más de una docena de edificios sobresalían de la tierra, todos ellos construidos
convenientemente a lo largo de la carretera―una estación de servicio, una posada
destartalada, una pequeña y triste cantina. Más allá de los edificios había remolques
estacionados, algunos de sus lados de vinilo blanqueados por el sol y sucios, otros relucientes
nuevos y plateados, que se destacaban bajo el sol del desierto. Había, en un conteo rápido,
más casas móviles que edificios.

Del Norte era el primer lugar habitable en el camino a La Caldera. Es donde pensaron que
algunos de los guardias de la prisión tendrían ojos. Un buen lugar para llamar su atención.

Isabela caminaba dejandose caer pesadamente hacia adelante con las manos atadas frente a
ella. Ella tropezó teatralmente, arrastrando un pie detrás de ella. Einar le dio un fuerte tirón en
el brazo y la empujó hacia adelante. Ahora eran solo ellos dos, caminando justo en el medio
del camino donde todos los podían ver. No más esconderse.

Un hombre que llenaba su camioneta en la estación de servicio los miró al entrar en la


ciudad. Einar estaba erguido y orgulloso, su piel pálida ya se estaba poniendo rosa por el sol
del desierto. Isabela, a su lado, se parecía mucho a su prisionero. Le dirigió una mirada
implorante al hombre de la estación de servicio.
―Creo que será divertido cuando te den una descarga ―dijo Isabela a Einar en voz
baja. ―Definitivamente te darán electrocutarán, ¿verdad? Y te vas a caer por todos lados.
Pero entonces estaré por mi cuenta y ...
― ¿Qué? ―Preguntó Einar. ― ¿Qué estás diciendo?
Isabela lo miró a la cara. La mente de Einar estaba claramente en otro lugar, cuando
definitivamente debería estar en este plan muy peligroso y estúpido que Isabela ya lamentaba
haber acordado.
Ella le siseó. ―Estaba preguntando qué pasaría si te golpearan con un inhibidor.
―Oh, ― dijo Einar. ―La Fundación me envió algunas de las pruebas beta para Sydal
Corp. Por lo general, si pudiera mantener la conciencia, solo me dejaría fuera durante tres
minutos más o menos.
―Tres minutos que estaré por mi cuenta, ― respondió Isabela. ―Suponiendo que no
te electrocuten demasiado.
―Tres minutos que mi vida estará en tus manos, ―dijo Einar distraídamente. ―Confío
en ti, Isabela. Esto funcionará.
Las palabras eran confiadas, pero el tono estaba mal. Einar sonaba herido y tembloroso.
― ¿Qué está mal contigo? ―Espetó Isabela. ― ¿Estás teniendo un golpe de calor?
Einar parpadeó, dudando. ― ¿Crees que Takeda tenía la razón? ¿Sobre mí?
―Oh, Dios mío, ―gimió Isabela. ― ¿Eliges ahora desarrollar una conciencia?
Einar la empujó por los escalones de madera de la cantina y atravesó las puertas
batientes. El interior del restaurante estaba oscuro y bochornoso. Un gran insecto―Isabela
pensó que era una especie de híbrido mutante de cucaracha / escorpión―se deslizó por las
El Baúl secreto El Baúl secreto
tablas del piso. Un hombre y una mujer de mediana edad, probablemente marido y mujer,
estaban parados en el mostrador. Observaron abiertamente a los dos recién llegados. Solo
había otro cliente, un viejo inclinado que apenas levantó la vista de su plato de huevos y frijoles.
―Desayuno,― exigió Einar. ―Por favor.
Sin decir una palabra, la pareja corrió hacia la cocina. Sin embargo, Isabela vio el
reconocimiento en sus ojos. Incluso aquí, en este remoto pueblo mexicano, conocían a Einar.
Era la persona más buscada del mundo.
Arrastrándola con las manos atadas, Einar llevó a Isabela al mostrador. La empujó sobre
un taburete y se sentó a su lado.
―Siempre he tenido conciencia, ―dijo Einar después de unos momentos de pesado
silencio. ―No soy… No soy un monstruo.
Isabela resopló. ―Está bien.
―Todos no hemos tenido el lujo de ser pacifistas a tiempo parcial como Ran,― continuó
Einar. ―Algunos de nosotros no tuvimos más remedio que pelear.
―Bien, bien― respondió Isabela―Tal vez puedas debatir esto con Ran después de que
hayamos terminado.
―Para que nuestra gente sobreviva, alguien tiene que estar dispuesto a ensuciarse las
manos,― continuó Einar como si no la hubiera escuchado. ―Alguien tiene que luchar contra
la Fundación a su nivel, en el polvo, con violencia y sangre, para que los mocosos de su
Academia puedan seguir siendo honorables.
Isabela estaba a punto de responder cuando el esposo regresó de la cocina con dos
platos de gomosos huevos y frijoles gelatinosos. Tan pronto como los dejó frente a ellos, se
lanzó rápidamente a la cocina, probablemente para salir por la misma puerta trasera que su
esposa. Isabela miró por encima del hombro y notó que el viejo también se había ido. Estaban
solos.
Einar arrastró un tenedor entre los frijoles, rompiendo el hollejo sobre ellos.
―Pero tal vez Ran tiene razón, ―dijo Einar. ―Quizás necesito decidir cuándo es el
momento… cuando es hora de parar. Cuando haya hecho lo suficiente.
Isabela estudió la expresión turbia y conflictiva en el rostro de Einar. Pensó en Lucas,
cómo el chico la había atrapado dentro de su propio trauma, cómo casi había matado a
Duanphen y probablemente los habría matado a todos. Se inclinó cerca de Einar.
―Hoy no es el día en que te ablandas, ¿de acuerdo?, ― Le dijo al oído. ―Quizás eres
un monstruo. Pero estás en lo correcto. Necesitamos un monstruo para luchar contra un
monstruo. No me importa lo correcto y lo incorrecto. No me importan los ganadores y los
perdedores. Quiero sobrevivir. Quiero que mis amigos sobrevivan. Y para eso, tienes que
seguir siendo malo.
Afuera, cuatro juegos de neumáticos se detuvieron. Las puertas del camión se abrieron
y se cerraron de golpe. En la tranquilidad del restaurante, podían escuchar el sonido metálico
del armamento. Isabela empujó sus muñecas contra los lazos que las mantenían juntas.
Einar respiró hondo y apartó su comida intacta.
―Hazlo, ―dijo con calma. ―Haz que se vea bien.
Isabela sonrió. ―Sabes que lo haré, bebé.
Ella se lanzó hacia adelante, agarró la parte posterior de la cabeza de Einar y golpeó su
cara contra la barra. Gritó de dolor, se abrió un corte en el puente de la nariz. A pesar de que
el golpe no lo había noqueado, Einar dejó que su cuerpo se aflojara contra Isabela. Ella le
rodeó el cuello con las manos atadas y lo tiró de su taburete. Él era ligero. El chico necesitaba
comer más.
Respirando pesadamente, Isabela arrastró a Einar por la puerta principal. La dura luz
del sol del desierto la saludó. Lo mismo hicieron treinta guardias armados. Todos llevaban una
El Baúl secreto El Baúl secreto
armadura estampada con camuflaje del desierto, presumiblemente el uniforme de La Caldera.
Los guardias empuñaban una mezcla de cañones inhibidores anti-Garde y rifles de asalto
tradicionales.
―¡Alto el fuego!,― Gritó el hombre puntual cuando Isabela salió a la luz.
―¡Ya era hora!,―Gritó Isabela mientras arrojaba a Einar al suelo. ―Me atraparon hace
cuatro horas y ¿acabas de llegar? ¡Inaceptable!
Desde que entró a la ciudad, Isabela no había sido ella misma. Había tomado la forma
de un hombre de mediana edad con cabello plateado y bronceado coriáceo. Agregó algunos
moretones alrededor de los ojos y algunas marcas de desgaste en sus manos, para que
pareciera que el alcaide de La Caldera había peleado. Ella ni siquiera sabía el nombre del
alcaide y solo lo había escuchado decir algunas oraciones. Eso tendría que ser suficiente.
Isabela avanzó con la confianza de que sus propios hombres no le dispararían,
preocupada de que en cualquier momento pudieran ver a través de su disfraz y hacer
exactamente eso.
―Este niño idiota se descuidó y me dejó caer sobre él,― dijo Isabela bruscamente,
asintiendo con la cabeza ante la forma doblada de Einar. Le tendió las muñecas al guardia
más cercano. ―Deja de mirar y suéltame.
El guardia vaciló, mirándola. Desde su lugar tirado en la tierra, con aspecto sangriento
e inconsciente, Isabela sabía que Einar estaba usando su Legado. Amplificando la confusión
y el desconcierto en los guardias. Pero treinta eran muchas mentes para controlar.
El guardia hizo a un lado su arma, sacó un cuchillo de su cinturón y liberó las manos de
Isabela. Se giró para mirar al líder del equipo y lo mismo hizo Isabela, hablando rápidamente,
sin dar tiempo a los guardias para encontrar el equilibrio, para recordar su entrenamiento.
―Tenemos que movernos, ― ordenó Isabela. ―Tienen un cambiaformas en el
interior―Levantó la mano desnuda, donde el alcaide llevaba su guante mecánico. ―Tiene mi
llave maestra. ―Hizo un gesto a Einar. ―Su gente está en camino. Han planeado una fuga.
Uno de los guardias se había agachado para mirar de cerca a Einar. Ella silbó entre
dientes. ―Mierda, señor, ese es Magnusson.
―¿Crees que no lo sé? ―Espetó Isabela. ―Pon un inhibidor en él rápidamente antes
de que venga y nos haga actuar como gallinas.
Otro guardia se cuadró, apuntó su inhibidor y disparó un collar alrededor del cuello de
Einar. Apretó el gatillo y Einar gritó de genuino dolor, su cuerpo arqueándose mientras la
electricidad saltaba por sus sinapsis.
Ese era el plan. Hacerles pensar que Einar no era una amenaza. Hacerles creer que
Isabela era el auténtico. Permitirles acercarse y crear más confusión.
Sin Einar usando su Legado para confundir aún más a los guardias, los treinta hombres
y mujeres reunidos alrededor de Isabela ahora la miraban con cautela, nerviosos. Algunos de
ellos apretaron sus armas. Otros, sin embargo, la observaron respetuosamente, esperando
órdenes. No los había comprado a todos, pero estaba llegando allí.
―Tengo que transmitir esto por radio,―dijo el líder del equipo, buscando un walkie-
talkie atado a su hombro.
Isabela lo detuvo. ―No. Alertarás al cambiaformas de que lo sabemos. Es perder
nuestra ventaja―. Los ojos del líder del equipo se estrecharon, pero Isabela continuó. Señaló
a uno de los guardias con un cañón inhibidor. ―Dame con esa cosa si no me crees. No puedo
soportarlo.
Ella esperaba poder soportarlo. Isabela tenía mucha práctica manteniendo una forma a
través del dolor y la incomodidad. Cuando la pandilla de Einar la había atrapado en California,
ella se había mantenido en forma a través de un accidente automovilístico y una paliza.
Mientras pudiera mantenerse consciente, podría vencer al Inhibidor.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Eso no será necesario, ― dijo el líder del equipo. Sacó un telescopio mecánico de su
cadera. ―Tengo el escáner de retina portátil.
Isabela tragó saliva. Preferiría correr el riesgo de ser electrocutada. No estaba segura
de haber dominado la forma del alcaide hasta el más mínimo detalle. Echó un vistazo a Einar.
El estaba fuera. No había ayuda allí.
Ella se mantuvo firme ante el líder del equipo. ―¿Para qué estamos perdiendo el
tiempo? ― Ella abrió mucho los ojos. Al mismo tiempo, aumentó sutilmente la hinchazón en la
mejilla del alcaide y agregó un vaso sanguíneo reventado por su pupila. Si fallaba la prueba,
tal vez podría culpar a su ojo morado. ―Hazlo.
El la escaneó. Isabela se obligó a no parpadear cuando el láser rebotó en su pupila.
El dispositivo emitió un pitido. Isabela no podía decir si era un buen sonido o un mal
sonido. El líder de equipo la miró por un momento. Ella esperó. Un guardia a su izquierda
levantó un poco su rifle y se preparó para utilizarlo. Isabela lo miró sin parpadear.
El líder del equipo alcanzó su walkie-talkie.
Y se lo tendió a ella.
―Señor, si nos violan, al menos deberíamos llegar a Lyon,― dijo. ―Dale un aviso.
Isabela sofocó un suspiro de alivio; sería bueno mostrarles eso. En cambio, ella asintió
con impaciencia. Ella no sabía quién era Lyon o qué se suponía que debía decir, pero ahora
que estos hombres habían comprado su artimaña, sería ventajoso causarles problemas en la
prisión. Tal vez los hombres allí irían y arrestarían al verdadero director, facilitarían las cosas.
―Hazlo así― le dijo al líder del equipo, luego se dio la vuelta para inspeccionar a
Einar. ―No puedo creer que lo tengamos. Todos aquí obtendrán una medalla.
El líder del equipo habló por su walkie-talkie. ―Este es Roberts, solicitando una línea al
Jefe de Seguridad de Lyon.
―Lyon, aquí, ― respondió una voz ronca. ―¿Cuál es la situación allí, Roberts?
― ¿Estás con Warden Pembleton?,― Preguntó el líder del equipo, Roberts.
―No en este momento, ― fue la respuesta. ―¿Tú también lo necesitas?
―No, ― dijo Roberts con firmeza. ―Porque yo estoy con el alcaide. Tienes un impostor
allí, Lyon. Pon a todos los escuadrones en alerta.
Ella agarró el hombro del guardia más cercano y lo empujó hacia un camión.
― ¡Muévanse! ―Bramó ella. ― ¡Estamos bajo ataque!
En cuestión de segundos, se habían amontonado en sus SUV blindados y estaban
avanzando por el camino del desierto hacia la prisión. Estaba a solo cinco millas de distancia.
Un corto viaje con estos motivados soldados haciendo cerca de cien, todos ellos listos para
patear traseros contra un enemigo que estaban dejando entrar en ese momento. Isabela viajo
en el asiento delantero junto a Roberts y otros dos guardias. Habían llevado a Einar en un
camión separado, exprimiéndolo una vez más con el inhibidor para estar a salvo.
―Señor, si no le importa que le pregunte, ¿cómo llegaron estos monstruos a usted?
Ese era Roberts, sin apartar la vista de la carretera mientras recorrían el terreno
quemado. ―No pensé que hubieras dejado La Caldera en semanas.
Isabela no tenía una respuesta preparada para eso, así que se chupó los dientes y
entrecerró los ojos. ― ¿Eres mi oficial superior, Roberts? ¿Te informo a ti?
― Lo siento, señor ― respondió Roberts rápidamente.
La prisión apareció, elevándose a través de la bruma de calor que desdibujaba el
horizonte. Una fortaleza de arenisca rodeada de vallas altas, tan ominoso como Einar lo había
descrito. El lugar estaba completamente sin sombra por el calor abrasador. Nada podría vivir
aquí afuera. Isabela tuvo la sensación de movimiento en la azotea, los francotiradores
observaron su aproximación casual.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Roberts reunió el coraje para hablar de nuevo. ―¿Cómo cree que vendrán a por
nosotros, señor?
Isabela abrió la boca para ignorarlo otra vez. Mientras lo hacía, una bengala subió desde
el techo de la prisión. Un cohete. Atravesó el cielo azul y explotó a unos cien pies sobre el
edificio.
Al principio, Isabela no estaba segura de lo que había sucedido. ¿Algún tipo de tiro
errado o de advertencia? Parecía que el cohete simplemente hubiera explotado en el aire.
Pero entonces el familiar skimmer de Einar apareció a la vista, su sistema de camuflaje
falló cuando el humo negro salió de un agujero en su costado. Isabela se inclinó hacia delante,
esforzándose contra su cinturón de seguridad. La pequeña nave se inclinó sobre su costado,
evitando un segundo misil, pero luego se salió sin control. El skimmer se estrelló contra el
tejado de la prisión, levantando un exceso de llamas y polvo. Incluso a esta distancia, el
impacto sacudió el SUV.
―¡Vete! ―Gritó Isabela, sin hacer nada para ocultar el pánico en su voz. ―¡Llévanos
allí ahora!
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTICINCO

TAYLOR COOK
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA ― POINT REYES, CALIFORNIA

TAYLOR LEVANTO LAS MANOS JUNTO CON SU VOZ. ―¡Profesores y estudiantes que no
están en condiciones de pelear! Los teletransportaremos a un lugar seguro. Tomen todo el
equipaje que puedan llevar para los estudiantes que se quedan atrás. ¡Es posible que debamos
seguirlos rápidamente y no podremos buscar nuestras cosas!
La asociación de estudiantes estaba llena de actividad, la mayoría en torno al nuevo
crecimiento de Loralita en el centro de la sala. Una fila se había formado allí, compuesta
principalmente por maestros que no deberían ser puestos en peligro y el Garde más joven que
no sería útil en una pelea. Había una pila de mochilas apiladas allí. Nueve había ordenado a
todos que empacaran lo que él llamaba "bolsas para insectos"―ropa tibia, comida y agua, y
cualquier cosa pequeña de casa que no pudieran soportar dejar atrás.
En un destello de luz azul, apareció Rabiya, que regresaba de otro viaje al Himalaya.
Ella solo regresó por unos segundos antes de acercarse al Dr. Chen. La decana de académicos
se tambaleó un poco, con múltiples mochilas colgadas sobre sus hombros, cargando todo lo
que podía para los estudiantes. Un par de jóvenes tweebs la estabilizaron, estos dos también
acurrucados cerca de Rabiya, todos ellos uniendo sus manos.
―Es un poco desorientador, así que quizás quieran cerrar los ojos,―dijo Rabiya al
grupo lo que rápidamente se estaba convirtiendo en su advertencia habitual.
―Querida, siempre he querido doblar el espacio y tiempo,― respondió la Dra.
Chen. ―Hagámoslo.
Y con eso, Rabiya los teletransportó.
Lexa dio un paso delante de Taylor y Nueve, con una bolsa de portátil colgada del
hombro.
Con todos nuestros sistemas caídos, no soy bueno aquí―dijo. ―Voy a Nuevo Lorien.
Cuidaré de los pequeños.
―Ella estará feliz de verte,― dijo Nueve. Los dos se abrazaron y luego Lexa se dirigió
hacia la piedra Loralita.
El Dr. Goode se acercó a ellos a continuación. No llevaba equipaje. En cambio, sostenía
un cañón inhibidor, que debía haber estado estudiando en su laboratorio
―Me quedo, ― dijo con firmeza. ―He estado en muchas peleas antes.
Nueve sacudió la cabeza. ―No, Malcolm. No lo creo. Si algo sale mal aquí, te
necesitamos a salvo. Tienes mucha sabiduría y mierdas. ― Bajó la voz a un susurro, pero
Taylor todavía podía oír. ―A diferencia de mí, en realidad sabes cómo administrar una
Academia. Donde sea que termine.
Malcolm frunció el ceño, considerando esto. ―Puedo ser de utilidad. ¿Quizá deba
recordarte que estas personas encarcelaron a mi hijo?
―Y tenemos gente allá afuera que lo está buscando, ― dijo Nueve. Bajó la voz. ―Si
las cosas van mal hoy, le diré a Sam que dices hola cuando lo vea en la cárcel, luego espere
a que nos rescaten.
Taylor tocó el brazo de Malcolm. ―Gracias por todo, Dr. Goode. Pero no queremos que
se quede nadie que no pueda teletransportarse por su propia cuenta.
Malcolm suspiró. Resignado a irse, empujó el cañón inhibidor en dirección a Taylor.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Aquí, ― dijo. ―Dale a esos canallas de la Garde terrestre una muestra de su propia
medicina.
Taylor sonrió. ―Lo haremos.
La multitud en la asociación estudiantil disminuyó gradualmente a medida que más y
más personas eran teletransportadas a la seguridad. Taylor miró a los Garde restantes. No
eran tantos ahora.
― ¿Crees que esto es suficiente?,― Le preguntó a Nueve en voz baja. ―¿Para
detenerlos?
Nueve le sonrió. Ella podía decir que él estaba disfrutando esto. ―Incluso si no es así,
les vamos a dar una pelea increíble.
Las puertas de la asociación de estudiantes se abrieron de golpe y Maiken entró a toda
velocidad. Maiken había sido asignada para vigilar la barricada con un par de personas más.
Taylor sabía lo que significaba su presencia aquí. Antes de que Maiken pudiera comenzar a
hablar sin aliento, Taylor se dirigió a la puerta.
―¡Está sucediendo!,― Dijo Maiken. ―¡Ellos vienen!

Solo había un camino directo a la Academia. Una salida. Un camino sinuoso que solo se
enderezó al salir del bosque. Eso le había dado a Taylor un descanso todos esos meses atrás.
Solo había un camino directo a la Academia. Una salida Un camino sinuoso que solo se
enderezó al salir del bosque. Eso le había dado a Taylor algo en que pensar todos esos meses
atrás. Le hizo parecer a ella que la Garde estaba atrapada en el interior.
Taylor no podía contar a los pacificadores que marcharon por el bosque en una línea
regimentada. Cien. Quizás doscientos. Sabía que había más en el campamento. Esta era solo
una primera ola. Greger Karlsson probando su resolución. Aun así, los Garde eran superados
en número algo así como cuatro a uno. La barricada que habían armado ayer y en la que ahora
se escondían se sintió de repente endeble. La maraña de escritorios y mesas no detendría a
un ejército. No por mucho tiempo.
Pero la Garde detrás podría.
Los soldados se detuvieron a unos cincuenta metros de distancia, vestidos con chalecos
antibalas y llevando cañones inhibidores. Algunos de ellos sostenían ganchos de sujeción
sujetos a cuerdas, probablemente destinados a derribar la pared al azar de los estudiantes. La
Garde se asomó por las aberturas de la barricada o miró por encima. Los pacificadores
seguramente sabían que estaban allí; definitivamente podían verlos a través de los huecos.
Pero Taylor se había encargado de asegurarse de que la piedra brillante de Loralita detrás de
los estudiantes estuviera oculta detrás de una gruesa mesa de almuerzo. Ella no quería que
los Pacificadores supieran de eso. Aún no.
Taylor pensó en capturar la bandera, cómo equipo tras equipo había sido derrotado por
un escuadrón organizado de Pacificadores, al menos hasta que Isabela rompió el juego.
En aquel entonces, todos habían estado presumiendo, tratando de llamar la atención de
Greger y lucir bien para la Garde Terrestre. Habían estado trabajando en equipos, sí, pero
también habían estado trabajando para si mismos.
Ahora estaban juntos. Eran una Academia unida.
― ¡ESTÁN VIOLANDO EL ACUERDO DE GARDE! ― La voz de Greger sonó a través
de los árboles, resonando en un megáfono. Taylor no podía verlo realmente. Sin duda estaba
a una distancia segura detrás de los Pacificadores. ―RINDANSE INMEDIATAMENTE O
SEREMOS OBLIGADOS A USAR…¡A USAR LA FUERZA!
Taylor tenía su propio megáfono. Era Nigel, de pie junto a ella. Cuando Taylor le gritó, él
amplificó su voz.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―¡NO QUEREMOS LUCHAR CON USTDES!, ― Respondió Taylor. ―¡PERO SI ME
ATACAS, ESTAMOS DENTRO DE NUESTROS DERECHOS BAJO TU PRECIOSO
ACUERDO GARDE PARA DEFENDERNOS!
Con su mensaje entregado, Nigel apretó el hombro de Taylor.
―Buena suerte, ― dijo.
―Tú también, ― respondió Taylor.
Nigel salió corriendo de la barricada, tocó la piedra Loralita y se teletransportó. Tenía
otro papel que desempeñar.
―Recuerden, no lastimen a ninguno de ellos demasiado―dijo Taylor, con su voz
bajando por la línea de Garde colocada a su lado de la pared. ―Céntrense en desarmarlos.
Los inhibidores están conectados a su armadura mediante cables de tracción. Queremos―
―Lo sabemos, Taylor― dijo Nicolas a su izquierda. ―Estamos bien. Estamos listos.
Ante un comando tácito, los pacificadores comenzaron a avanzar. Sus caras eran
estoicas y duras. Taylor no reconoció a ninguno de ellos. Los familiares, los que habían
trabajado con Archibald, se habían ido.
―¡Empujen!,― Gritó Taylor.
Como uno, la Garde avanzó con su telequinesis. Para los pacificadores, se debe haber
sentido como una ola de fuerza sobre ellos. Algunos cayeron de espaldas, luchando por
mantener el equilibrio en el suelo. Otros se agacharon y resistieron el estallido telequinético
como un fuerte viento, intentando levantar sus armas todo el tiempo.
―¡Dame granadas!, ― Gritó uno de los Pacificadores. Taylor escuchó el putt-putt de
dos lanzagranadas y luego el aire entre el Garde y los Pacificadores se llenó de pedazos de
metal y luces intermitentes. Habían usado este truco durante la captura de la bandera. Todos
los restos causaron estragos en el control de precisión telequinético de Garde. A Taylor le
dolían los ojos al mirar a la nube.
Pero estaban listos para eso.
―¡Maiken! ― Gritó Taylor. ―¡Anika!
En un borrón, Maiken se precipitó alrededor de la barricada, corriendo a toda velocidad
mientras tiraba con su telequinesis. Arrastró algo de la granada a su paso. El resto, Anika lo
empujó por el suelo con su control magnético. Un par de de pedazos de metal se soltaron de
la barricada, atrapados en el tirón de Anika, pero nada sin lo que no pudieran vivir. Solo así, el
aire estaba despejado.
Sin embargo, los pacificadores habían recuperado terreno. Estaban más cerca.
―¡Garfios! ―Gritó uno de los Pacificadores. ―¡Quiero poder ver a nuestros objetivos!
Un puñado de soldados se adelantó para intentar lanzar sus ganchos a la barricada.
Fue una pérdida de esfuerzo. Taylor ni siquiera necesitó dar la orden; el Garde a lo largo de la
pared golpeó a un lado los ganchos con facilidad, dejando las cuerdas flojas tumbadas en la
hierba.
―¡Empujen! ― Taylor gritó de nuevo. Una vez más, el Garde los embistió con
telequinesis. Más pacificadores se doblaron bajo la presión y retrocedieron. Otros seguían
llegando, presionando hacia adelante y apuntando sus armas. Los collares de choque nunca
podrían atravesar los huecos de la barricada, por lo que los Pacificadores no se molestaron en
dispararlos. Los dardos tranquilizantes, por otro lado―los proyectiles sonaban como lluvia
cuando rebotaban en la cubierta metálica retorcida del Garde.
Algo silbó en el oído de Taylor. A su izquierda, Ben de Brooklyn jadeó cuando un dardo
lo clavó en el cuello. Cayó sobre la hierba, casi derribando al Garde a su lado. Estuvo
inconsciente en segundos, el sedante funcionaba rápido. Uno de los tweebs lo agarró, lo llevó
a la piedra Loralite y lo teletransportó a un lugar seguro. Fue el único dardo que no fue
interceptado por su bloqueo o telequinesis.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Está bien, les advertimos― dijo Taylor entre dientes. ― ¡Desarme!
Como uno, el Garde dejó de empujar con su telequinesis y comenzó a tirar.
Arrancaron pistolas tranquilizantes y cañones inhibidores de las manos de los
pacificadores. Las armas estaban unidas a sus armaduras, pero eso estaba bien. De hecho,
fue perfecto. Taylor se concentró en dos pacificadores, arrancó sus armas y luego enredó sus
cuerdas. Luego tiró de ese cordón doblado y lo utilizó para colgar a un tercer soldado. Junto a
ella, Nicolas atrajo a dos Pacificadores que había unido de manera similar al grupo de Taylor,
haciendo que sus cables se retorcieran aún más. Omar usó las cuerdas de los ganchos de
agarre para enredar a algunos pacificadores más. Todos los Garde usaron la misma técnica―
arrancaron armas y las usaron para unir a los Pacificadores en un gran grupo.
A estas alturas, los soldados estaban más centrados en gritarse unos a otros que en
luchar contra los Garde. Chocaron sus cabezas y se golpearon entre sí, cayeron al suelo
pateando montones e intentando alejarse unos de otros. Algunos de ellos se las arreglaron y
comenzaron a soltarse de su armadura. Ya era demasiado tarde para eso.
La vista hizo sonreír a Taylor. Se las habían arreglado para atrapar prácticamente toda
la primera ola juntos. Todos ellos conectados.
― ¡Tiren! ― Taylor gritó. ―¡Ahora! ¡Halen!
Con el poder combinado de su telequinesis, los Garde atrajeron a los pacificadores que
se esforzaban hacia ellos. Rodaron por la tierra o intentaron agarrar las raíces de los árboles
de manera ineficaz. Algunos de ellos intentaron liberar sus armas del desorden de cuerpos y
cuerdas, pero fue en vano.
―¡Ábranlo! ― Taylor gritó.
Con su superfuerza, Nic hizo a un lado un trío de mesas de cafetería apiladas, creando
una gran brecha en la barricada. Arrastraron a los soldados a través de la abertura. Gritando y
aferrándose, algunos de los Pacificadores lograron agarrar trozos de la barricada,
esforzándose por detener su impulso. Los Garde eran más fuertes.
Taylor retrocedió mientras el revoltijo de soldados clamaba detrás de su muro. Ella
retrocedió hasta que estuvo justo al lado de la piedra Loralita.
Pronto, todo el escuadrón fue abandonado a sus pies.
Se agachó y agarró el tobillo del Pacificador más cercano. Luego, extendió la mano y
tocó la piedra Loralita.
Un destello de luz azul y, de repente, el sonido del agua atronadora.
Taylor estaba parada en una ladera con vista a las Cataratas del Niágara. Ella había
estado allí una vez con su padre cuando era una niña. Funcionó tal como dijo Nigel. Que
imaginara un lugar con una piedra y la Loralita la levaría allí.
A ella y al centenar de pacificadores con los que estaba conectada .
Los soldados yacían en la ladera, parpadeando y desorientados. Uno de ellos se volvió
hacia su lado y vomitó. Otro casi rodó al agua, pero fue detenido por un par de sus amigos.
Taylor se paró sobre todos ellos.
―Viaje de ida, chicos, ―dijo.―Disfruten sus vacaciones.
Ella se imaginó a la Academia, tocó el Loralita y se teletransportó a casa.
Cuando reapareció, solo unos segundos después, se escuchó un grito de otro Garde.
Delante de ellos, los árboles estaban casi despejados de Pacificadores. Los pocos que Taylor
no había teletransportado se estaban retirando.
―¡Mierda! ―Gritó Nic felizmente. ―¡No puedo creer que eso haya funcionado!
―Deberíamos hacer eso de nuevo―dijo Anika
―Podríamos intentarlo, ―dijo Taylor. ―Pero no creo que caigan en la trampa dos veces.
Vuelve a sellar la pared.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor miró a sus compañeros de clase. Algunos de ellos, como Nic y Anika, parecían
animados y listos para más acción. Pero había otros cuyos ojos parecían un poco hundidos o
estaban sudados. Uno de los tweebs, creyó que se llamaba Danny, se inclinó por la cintura
para recuperar el aliento. La telequinesis era un músculo y no todos estaban listos para una
pelea prolongada.
―La segunda ola va hacia ti ―dijo la voz de Nigel en su oído. Los Garde más cercanos
a Taylor saltaron al escuchar a Nigel también. ―Principalmente a pie, pero tienen un par de
camiones. Podrían intentar embestir.
Taylor se volvió hacia el edificio administrativo. La forma de Nigel era visible en la azotea,
el lugar más alto de la Academia. A partir de ahí, él podría vigilar las cosas y luego llamar
órdenes. Con toda su tecnología comprometida, él era lo más cercano que tenían a los walkie-
talkies. Taylor hizo un gesto para indicar que lo había escuchado.
―Está bien, ― dijo Taylor. ―Hay otro grupo entrando con vehículos. Prepararse.
Taylor se asomó por un hueco en la barricada. Los pacificadores aún no eran visibles.
Se acercaban más despacio. Cautelosamente.
Algo zumbó por encima. Drones. Cuatro de ellos salieron del bosque y comenzaron a
dar vueltas en una formación alrededor del Garde.
― ¡Derríbenlos! ―Gritó Nic.
Taylor entrecerró los ojos y vio el destello de algo en los árboles. Vio a uno de los
Pacificadores, acurrucado detrás de un roble, esperando. Llevaba gafas y una máscara antigás.
― ¡Espera! ―Gritó Taylor, pero ya era demasiado tarde. Sus compañeros de clase se
acercaron con su telequinesis, agarraron fácilmente los drones y los aplastó contra el suelo
Tan pronto como los robots golpearon, sus cargas explotaron. El gas lacrimógeno color
mostaza se extendió en una nube alrededor del Garde, asfixiándolos.
El siguiente grupo de pacificadores marchó hacia adelante. Gafas protectoras,
máscaras de gas, pistolas tranquilizantes y palos de choque manuales que eran básicamente
productos de ganado.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Taylor. El aire le quemó la garganta. Escuchó las
revoluciones de un motor y llantas chirriar, pero no pudo ver el camión a través del humo. Ella
saltó de la barricada segundos antes del choque: escritorios y mesas volando por el aire, vidrios
rotos, gritos.
Taylor gritó con tos tosca.
―¡Retrocedan! ¡Vuelvan a los dormitorios!
El Baúl secreto El Baúl secreto

CAPÍTULO VEINTISEIS

CALEB CRANE
LA CALERA―DURANGO, MEXICO

EN EL SKIMMER OCULTO A LA VISTA, ELLOS MIRARON DESDE arriba como Isabella y


Einar se entregaban a los guardias de La Caldera. Tan pronto como estuvieron razonablemente
seguros de que los dos no serían ejecutados, Cinco giró la nave hacia la prisión. Aceleraron.
Un rayo dirigido a sus enemigos.
―Abróchense, aterrizamos duro,― advirtió Cinco ―Nos pondré justo sobre el techo.
Justo en sus gargantas.
En el asiento del copiloto, Caleb se puso los cinturones cruzando el pecho y los apretó.
Detrás de él, en los bancos, Ran y Duanphen también se aseguraron. La pierna de Caleb
rebotó de arriba a abajo. Él estaba ansioso. Siempre se ponía así antes de una pelea. Las
batallas en las que había estado antes―Patience Creek, el cuartel general de los Harvesters,
Suiza― se habían apoderado de él. Nunca había cargado voluntariamente hacia una muerte
segura. Su padre probablemente hubiera estado orgulloso, incluso si actualmente tomara todo
el autocontrol de Caleb no expulsar un duplicado mordiéndose las uñas.
El desierto ardiente pasando por debajo de ellos. La prisión apareció a la vista. Más
cerca.
El sudor goteaba en el cuello de Caleb.
Más cerca. Casi ahí.
Se encendieron luces rojas en la consola del skimmer. Sonó una alarma.
― ¡Mierda! ―ladró Cinco. ―¡Nos están pintando!
― ¿Qué significa eso? ―Preguntó Caleb.
―Significa―
Caleb no vio el cohete disparado desde el techo de la prisión, pero lo escuchó. Un
chillido de alta velocidad y luego una explosión que lo tensó contra sus contenciones. El aire
quemado entró en la cabina, picando los ojos de Caleb.
En los controles, Cinco dejó escapar un gruñido salvaje. Su piel era de metal ahora
cuando activó su Legado, tocando el rodamiento de bolas de acero que mantenía oculto detrás
de su parche en el ojo. Luchó con los controles y los giró hacia la izquierda. Caleb colgaba de
su asiento, solo los cinturones le impedían caer hacia adelante en el parabrisas roto del
skimmer. Un segundo cohete silbó, rosandolos, pero sin hacer más daño.
Una sirena de advertencia se mantuvo incesantemente desde la consola. La escritura
mogadoriana inundó la pantalla. Caleb no necesitaba entender el idioma para saber qué
significaba eso. No volarían volando este Skimmer. Si Cinco no pudiera mantener la nave bajo
control, no sería un problema de todos modos. Todos estarían muertos.
Tirando del cinturón de seguridad, Caleb miró el compartimiento detrás de ellos. Un
enorme agujero se había abierto en el costado de su nave, a solo unos metros de donde Ran
y Duanphen estaban atadas. A medida que la nave giró, su banco comenzó a soltarse de sus
amarres, tirado por la succión del aire. Ran parecía aturdida, sangrando por un corte en la sien.
Duanphen la sostuvo con un brazo, el otro luchaba por quitarse el enredado cinturón de
El Baúl secreto El Baúl secreto
seguridad. Un par de puntos de sutura en su antebrazo se salieron por la tensión. Duanphen
apretó los dientes.
―¡Aguanta!, ―Gritó Caleb. Soltó un trío de duplicados y estos se arrojaron al
compartimento trasero, empujando a las chicas y su banco, sin prestar atención a su propia
seguridad. Una pieza de metralla se desprendió de la abertura y rasgó la cabeza de un
duplicado, pero los otros dos lo lograron. Arrojaron su peso en el banco, manteniendo a Ran y
Duanphen, impidiéndoles salir volando.
―¡Prepárense―! ―grito Cinco.
Golpearon el techo con un impacto discordante y ensordecedor, y rodaron. Hormigón
batido debajo de ellos. La consola del skimmer parpadeó y emitió un pitido. Todo tipo de daño
catastrófico siendo reportado, nada de eso importaba.
La cabeza de Caleb golpeó el techo de la cabina y por un momento todo se volvió negro.
Cinco lo abofeteo con fuerza en la mejilla. Caleb parpadeó de nuevo a la conciencia.
Estaba al revés. Todo estaba al revés.
―¡Si estás vivo, tienes que moverte! ― gritó Cinco. ―¡Estamos expuestos!
Disparos. Las balas golpearon contra la armadura comprometida del skimmer.
Pequeños agujeros se abrieron a centímetros de Caleb, rayos de sol brillando a través del
humo y el polvo.
Cinco puso su hombro en el parabrisas del skimmer y lo quitó. Con un rugido, voló desde
la nave espacial y cargó contra sus atacantes.
Caleb se desabrochó y cayó al techo del skimmer, que ahora era su piso. Agachándose
para evitar balas perdidas, se metió en el compartimento trasero y encontró a Duanphen y Ran
también desabrochadas. Estaban chamuscadas y cortadas, pero ninguna de sus heridas era
tan grave. Los tres intercambiaron miradas. No había tiempo para las palabras. Sabían lo que
había que hacer.
Salir ahí afuera, se dijo Caleb, Protegernos.
Hizo tantos duplicados como pudo. Se encontró mirando a través de quince pares de
ojos.
Los Calebs se dirigieron a la carga al tejado, surgiendo a través del agujero en el lado
del skimmer. Muchos de ellos fueron eliminados inmediatamente cuando los guardias de la
prisión apuntaron con sus rifles. Sin inhibidores. Sin dardos tranquilizantes. Estos hombres no
estaban aquí para tomar prisioneros, solo deternerlos.
Ran, Duanphen y Caleb siguieron la pared de Calebs, agachados. Caleb contó al menos
veinte guardias en la azotea, con otros saliendo de la escalera en el extremo más lejano. Cada
duplicado que cayó, Caleb intentó reemplazarlo. Sus músculos se sentían tensos y
deshidratados, tenía calambres, pero no por el calor. Se estaba exigiendo demasiado.
Caleb apretó los puños e hizo más. Más cuerpos para arrojar a estos bastardos.
Delante de ellos, Cinco se estrelló contra un grupo de guardias. Arrancó sus armas con
su telequinesis, atravesó sus visores con sus puños endurecidos. Cuando uno intentó escapar,
Cinco convirtió su piel en goma y lo enganchó por los pies, lo levantó y lo golpeó de frente
contra el techo.
Mientras avanzaban, Ran recogió trozos de escombros, los cargó y los arrojó a una
barrera de guardias. La explosión resultante derribó a muchos de ellos y dispersó a otros.
Un par de guardias dieron vueltas alrededor del skimmer estrellado e intentaron ir por
detrás de la Garde. Caleb no los vio venir. Estaba demasiado concentrado en lo que les
esperaba adelante.
Duanphen vio lo que estaba sucediendo. Empujó las armas de los guardias a un lado
con su telequinesis, agarró a cada uno por el cuello y los electrocutó hasta que colapsaron.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Desde el otro lado del techo, un francotirador puso su punto de mira en Cinco. El primer
disparo golpeó inofensivamente en su pecho metálico, pero el segundo golpeó a Cinco en uno
de los espacios oscuros , manchados de ciano que su Legado no cubria, justo debajo del cuello.
A través de los oídos de sus muchos duplicados, Caleb escuchó el sonido húmedo y
succionador que hizo la bala al entrar en el cuerpo de Cinco.
El Lorience gruñó y cayó de rodillas. Había sido herido. Caleb casi se había convencido
de que eso no era posible.
Caleb envió una oleada de duplicados corriendo hacia adelante para cubrir a Cinco. Se
apretaron unos junto a otros a su alrededor mientras Cinco jadeaba.
―¿Estás bien?,― Preguntó Caleb con cinco bocas diferentes.
Mientras los duplicados de Caleb observaban, la bala reapareció, expulsada del cuerpo
de Cinco por el ciano congelado. Tenía los labios húmedos de sangre, pero asintió una vez
con la cabeza a Caleb, luego voló hacia adelante en un borrón. Cinco agarró al francotirador,
lo hizo girar y lo arrojó desde el techo.
Otra explosión generada por Ran y los guardias comenzaron a retroceder. Los
duplicados de Caleb abordaron algunos de ellos mientras intentaban escapar, los inmovilizaron
y los golpearon hasta que quedaron inconscientes.
Un guardia en la puerta de la escalera les disparó salvajemente con su arma. Con su
otra mano, gritó en un walkie-talkie. ―¡Este es Lyon! ¡Estamos abrumados aquí! ¡Necesitamos
refuerzos!
―¿Cómo sé que es realmente Lyon? ―Fue la respuesta a través del walkie-talkie.
― ¿Qué? ― Gritó Lyon. ―¿Estás lo―
Cinco estaba sobre él. Agarró el walkie-talkie y lo estrelló contra la cara del guardia,
luego lo empujó fuera del camino.
A Caleb le gustó lo que escuchó. Su artimaña con Isabela y Einar realmente había
funcionado. Los guardias estaban desorganizados y desconfiados.
De repente, la azotea estaba en silencio. Los disparos se habían detenido. A su
alrededor, los guardias gemían de dolor o estaban inconscientes. Al menos, Caleb esperaba
que estuvieran inconscientes. En realidad, se dio cuenta sombríamente, no le importaba.
Se pusieron a cubierto en el hueco de la escalera. Caleb recordó el mapa. Su siguiente
piso, abajo, sería el cuartel de los guardias. Encontrarían más resistencia allí.
―¿Todos bien? ―Preguntó Caleb. Se dio cuenta de que estaba gritando. Todos los
disparos lo habían ensordecido un poco.
―Sí, ―dijo Duanphen, asintiendo. Parecía pálida y un poco mareada, apoyada contra
la pared para recuperar el aliento. Caleb no estaba seguro de cuánto tiempo más duraría.
―Bien, ― respondió Cinco, pero luego tosió, más sangre brotando de sus pulmones.
La escupió en los escalones. ― Bien, ―dijo con firmeza, antes de que Caleb pudiera
preguntarle de nuevo.
Ran no dijo nada. Se encontró con los ojos de Caleb y miró hacia otro lado, su boca era
una línea dura. Este ataque iba contra todo lo en lo que ella creía, sin embargo, ella había
venido de todos modos.
Bajaron las escaleras hacia los barracones. Uno de los duplicados de Caleb abrió el
camino, listo para absorber más disparos si algún guardia los atacaba.
Antes de que pudieran llegar al siguiente rellano, la puerta del cuartel se abrió de golpe
y un escuadrón de guardias llenó la escalera. Cinco gruñó y comenzó a lanzarse hacia adelante,
pero Ran puso una mano sobre su hombro para detenerlo. Ella había notado lo mismo que
Caleb a través de los ojos de su duplicado.
Estos guardias no se dirigían hacia arriba. Se dirigían hacia abajo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―¡Aseguren el arsenal!,― Dijo uno de ellos. ―¡Luego descubran lo que le pasó al
alcaide!
Esperaron a que los guardias bajaran rápidamente las escaleras, luego Caleb y los
demás se metieron en los barracones. Estaban buscando el camino de menor resistencia.
―¡Está demasiado tranquilo en el techo!,― Gritó un guardia. ―Quiero ojos a―¡Oh!
Un segundo grupo de guardias estaba saliendo del cuartel tan pronto como Caleb y los
demás entraron. Duanphen sorprendió a dos de ellos antes de que levantaran sus armas.
Cinco golpeó la cabeza de otro a través de la pared de yeso. Los duplicados de Caleb y algo
de la precisa telequinesis de Ran se encargaron del resto. Todo terminó en segundos sin un
solo disparo.
―Misiles, rifles y francotiradores,― Cinco gruñó irregularmente. ―Estos imbéciles no
son tan duros de cerca.
El resto de los barracones parecía desierto. Los atravesaron rápidamente, pasando por
literas, montones de revistas y mesas redondas con múltiples juegos de póker abandonados
en progreso. Segundos después, llegaron a las duchas― duchas comunales, pisos cerámicos,
el fuerte aroma a moho.
―Este es el lugar―, dijo Caleb.
Ran asintió y dio un paso adelante. ―Apártate.
Se arrodilló y colocó sus manos sobre los azulejos. Pronto, una sección entera de ellos
brilló con la energía carmesí del Legado de Ran. El suelo vibró ligeramente debajo de ellos y
Caleb dio otro paso atrás. Él sabía que ella estaba abarcando más abajo, cargando más que
solo la capa superior del piso. Einar había notado este punto en el plano. Les dijo que podría
ser un atajo.
Con la carga lista, Ran saltó hacia atrás y se cubrió en el pasillo con el resto. Fue a la
cuenta de tres que el piso explotó, enviando una lluvia de azulejos y piedra pulverizada al
pasillo.
Cuando el polvo se despejó, Caleb envió un par de duplicados para mirar por el agujero.
El agua salía de las tuberías que parecían haber sido cortadas por la mitad por la precisa
detonación de Ran. Abajo, un pasillo vacío esperaba. Estarían justo afuera de la oficina del
alcaide y de la sala de control.
―Vamos,― dijo Cinco.
Flotó hacia abajo, luego ayudó a los demás cuando saltaron del piso de arriba. Ran fue
la último en dar el salto. Caleb pensó que ella dudó, tal vez titubeó un poco en el borde. Cargar
el piso debía haberle quitado algo.
Cinco atrapó a Ran cuando ella saltó. Ella comenzó a alejarse de él, pero Cinco la
sostuvo por la parte superior del brazo.
―Hey, ― dijo Cinco ―¿Que demonios?
El levantó la mano. Donde había tocado el costado de Ran estaba cubierto de sangre.
―Un rasguño, ― dijo Ran. ―No es nada.
Su voz sonaba débil. Caleb dio un paso hacia ella. ― ¿Ran? Estas…?
Bruscamente, Cinco tiró de la camisa de Ran, exponiendo su abdomen. Dos agujeros
oscuros y arrugados desfiguraban su estómago. Heridas de bala. Los ojos de Caleb se
abrieron; ella debió ser golpeada durante esa primera batalla en el techo.
―Estoy bien,― dijo Ran, mirando las heridas. ―Ni siquiera duelen.
Tan pronto como ella dijo eso, las piernas de Ran se doblaron. Cinco la agarró por la
cintura y la sostuvo en alto.
―No, no, no―gruñó Cinco. ―Realmente me agradas, Ran. No te estás muriendo
conmigo.
Ran sonrió vagamente. ―Eso es lindo, Cinco.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Cinco señaló a la sala de control. ―Entra y revisa los monitores, ―le dijo a
Caleb. ―Deben tener un sanador encerrado aquí. Tienen que.
―Necesitamos encontrar al alcaide y esa cosa de la Llave maestra —dijo Caleb. ―Para
desbloquee el lugar.
―Einar está en eso, ―dijo Cinco― Lo logrará.
―Deberíamos revisar su oficina. Tal vez dejó algo atrás ― dijo Duanphen.
Se separaron. Caleb fue a la sala de control y los demás a la oficina del alcaide.
Tan pronto como entraron en la sala de control, un guardia salió de detrás de la puerta
y apuntó con una pistola al pecho de Caleb. Sacó un duplicado justo a tiempo para absorber
el primer disparo, luego arrancó el arma del hombre antes de que se pudiera disparar un
segundo. Caleb hizo flotar el arma hacia sí y apuntó al guardia.
Alzó las manos. ―Está bien, chico, está bien. Lo siento. Solo estoy haciendo mi trabajo
―Me hubieras matado,― dijo Caleb rotundamente. Pensó en Ran, con un tiro en el
estómago en la otra habitación, tal vez muriendo si no tenían suerte y encontraban a un
sanador encerrado aquí. ―Matarías a todos mis amigos.
―Simplemente nos estamos defendiendo,― dijo el guardia. ―De ustedes.
El dedo de Caleb apretó el gatillo. No disparó. En cambio, expulsó el clip del arma,
luego usó su telequinesis para lanzar el arma vacía a la cara del guardia. El arma lo golpeó
justo entre los ojos y lo dejó inconsciente.
Duanphen apareció en la puerta. ―Escuché un disparo.
―Se acabó,― dijo Caleb. ―Ayúdame a buscar.
Los dos se enfrentaron a una abrumadora red de pantallas y paneles de control. El
primer pensamiento de Caleb fue probar algo en una de las computadoras―abrir las celdas,
por ejemplo―pero todo estaba protegido con contraseña. Caleb se volvió hacia las pantallas.
―¿Dónde está el maldito alcaide?
―Ahí,―dijo Duanphen, señalando a una de las docenas de monitores que transmitían
cada centímetro de la prisión.
En la pantalla, el alcaide condujo a un gran grupo de guardias a través del área de
entrada del primer piso. El alcaide en cuestión también llevaba un cañón inhibidor con Einar
sujeto a su correa. Esa era Isabela, un hecho que Duanphen también se dio cuenta
rápidamente.
―No, espera, allí, ―dijo Duanphen, señalando a un monitor diferente.
El alcaide―el verdadero alcaide―dirigia un segundo grupo de guardias, todos ellos
fuertemente blindados. Se dirigían por una escalera, en camino a colisionar con Isabela y Einar.
Caleb entrecerró los ojos hacia el monitor, tratando de ver el guante mecánico que controlaba
los sistemas de la prisión. Lo vio.
―Dile a Cinco que no hay nada que encontrar en la oficina del alcaide,― dijo
Caleb ―Necesitamos ir a ayudar a los demás.
Cuando Duanphen se fue, Caleb se tomó un momento para hacer un balance de los
monitores que transmitían las vistas de las celdas, rezando para ver un sanador allí.
En una pantalla, Daniela Morales estaba parada con la oreja presionada contra la puerta
de su pequeño compartimento. Ella debe haber sido capaz de decir que había algún tipo de
disturbio en la prisión. Caleb hizo una mueca al darse cuenta de que su presencia aquí
significaba que la Garde Terrestre se había vuelto contra Daniela. Eso tal vez fuera un poco su
culpa.
En otra pantalla, una joven terminó un set de flexiones. Solo cuando se puso de pie y
golpeó furiosamente sus puños contra la puerta reforzada, Caleb se dio cuenta de quién era.
Número seis.
El Baúl secreto El Baúl secreto
En una celda diferente, Caleb vio a Sam Goode. Estaba acostado en su catre con una
vía intravenosa conectada a su brazo.
Y allí, en otra pantalla, Caleb vio al enemigo. Un niño flaco con rizos salvajes, también
inconsciente en su cama, mientras una mujer vestida como una maestra de escuela dominical
lo vigilaba. Lucas.
Finalmente, Caleb vio a un niño con cabello oscuro y rizado, acurrucado en su cama y
tiritando. Caleb tardó un momento en recordar su nombre. O, de todos modos, su apodo.
―Albóndigas, ― dijo Caleb. ―Claro que sí, Vinnie Meatballs.
Caleb salió corriendo de la sala de control y se dirigió a la oficina del alcaide. Llegó justo
a tiempo para ver a Cinco terminar de vendar el costado de Ran usando un botiquín de
primeros auxilios que había encontrado. La oficina del alcaide estaba decorada de una manera
que sugería que su dueño sería totalmente genial encarcelando y torturando a los
adolescentes―las cabezas de animales de taxidermia que iban desde búfalos hasta leones
de montaña, una alfombra de piel de oso, una imagen ampliada del alcaide dándole la mano
a Dick Cheney . Caleb se alegró de ver que el lugar había sido destruido cuando Duanphen y
Cinco buscaron la Llave maestra.
―Hay importantes refuerzos y un sanador si podemos liberarlos de las celdas― informó
Caleb. ―El verdadero director y muchos guardias se dirigen al primer piso. Einar e Isabela…
Cinco asintió, luego miró a Ran. ―¿Estás lista?
Ella no se veía bien para Caleb. Ran estaba pálida y parecía incapaz de enderezarse
por completo. Cinco tuvo que soportar la mayor parte de su peso.
―Terminemos esto, ―dijo Ran.
―Te quedas cerca de mí, ― respondió Cinco―Explota cosas. Yo me ocuparé de ti
―Puedo hacer eso, ― respondió Ran.
―Aquí, déjame ayudarte, ― dijo Caleb
Hizo un duplicado para acomodarse en el otro lado de Ran. Podrían necesitar a Cinco
para luchar, después de todo. Él creó un segundo duplicado para tomar el punto cuando
salieron de la oficina del alcaide y comenzaron a emprender otra batalla―todos ellos heridos,
ensangrentados, tal vez incluso muriendo. Pero siguieron presionando. Solo podían seguir
adelante.
―Espera, ― dijo Duanphen, deteniéndose en la oficina. ― ¿Que son esos?
Caleb los había omitido en su rápida lectura de la oficina. Colgando de un clavo al lado
de la cabeza montada de un ciervo había dos colgantes extraños. Estas parecían las últimas
incorporaciones a la asquerosa colección de trofeos del alcaide. Los dos medallones emitían
un tenue resplandor azul que era inconfundible para Caleb― Loralita. Cada uno de ellos estaba
grabado con un símbolo Lórico que no entendía.
―¿Qué demonios? ―Dijo Cinco. Con su mano libre, tiró de uno de los colgantes de la
pared. ―Mi gente hace esto, ellos…―
Los dedos de Cinco rozaron la Loradita. Hubo un destello de luz azul.
Por un breve momento, a través de los ojos de su duplicado que sostenía a Ran, Caleb
vislumbró una extraña cueva. Una cueva al otro lado del mundo. Una cueva llena de rostros
familiares. Las caras que Caleb vio estaban aterradas y asustadas. Estaban huyendo de algo.
Y luego, estando demasiado lejos de Caleb, el duplicado se evaporó. Su ventana a
Nuevo Lorien se cerró.
Caleb y Duanphen se miraron el uno al otro. El otro colgante quedó en la pared,
balanceándose suavemente.
Cinco y Ran se habían ido.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTISIETE

NIGEL BARNABY
ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA―POINT REYES,CALIFORNIA.

DESDE EL TEJADO DEL EDIFICIO DE ADMINISTRACIÓN, Nigel observó cómo todo


lo que su madre había prometido sobre la Academia se hizo realidad. Estaba cayendo. Justo
como ella dijo que lo haría.
Habían comenzado muy bien. Nigel había vitoreado cuando Taylor logró teletransportar
a todo ese primer escuadrón de Pacificadores, su plan loco funcionaba a la perfección. Además,
hubo pacificadores que intentaron colarse por la playa. Chocaron sus lanchas directo contra
una serie de icebergs que Lisbette había escondido en las aguas poco profundas. Con la
mayoría de los otros Garde unidos con Taylor, Nueve se teletransportó personalmente allí para
manejar a los desconcertados Pacificadores que vadeaban en tierra.
Ahora, Nigel observó a sus compañeros alejarse de una nube de gas lacrimógeno en
expansión. Su barricada había caído, el camino hacia el campus estaba desbloqueado,
excepto por algunos escombros dispersos. El Garde se refugió en los dormitorios. Un equipo
de pacificadores con máscaras de gas los persiguió. Nigel sabía que Taylor tenía otro truco
bajo la manga, pero no creía que fuera suficiente. Había demasiados soldados.
En un destello de luz, Nueve se teletransportó desde la playa usando la piedra Loralita
de la azotea. Estaba arañado―nudillos ensangrentados, una marca de quemadura en el cuello,
pero por lo demás ileso.
―¿Te divertiste?, ―Preguntó Nigel.
―Me sentí bien, no he tenido un entrenamiento sólido en mucho tiempo― respondió
Nueve, crujiendo el cuello. ―¿Cómo nos vemos?
―Está intentando la maniobra del dormitorio, ―dijo Nigel. ―El otro lado tiene
demasiados hombres, Nueve. Seguirán viniendo.
― Y aquí yo esperando que se retiraran una vez que les mostramos nuestras caras
malas ―dijo Nueve.
―¿Te estás riendo?,― Respondió Nigel. Sacudió la cabeza. ―Bien podríamos estar
jugando a capturar la bandera allí abajo, amigo. Seguirán enviando más hombres. No hay
razón para que no lo hagan. Todo lo que estamos haciendo es incomodarlos. Sería igual de
efectivo encadenarnos a los árboles o quemar nuestros sostenes, ¿sí?
Nueve lo miró. Nigel sabía que eso sonó como una sugerencia. Que a menos que
lastimaran a los Pacificadores―realmente los lastimaran― no había forma de que detuvieran
su ataque a la Academia. Pero Nigel no era así. No era como Einar, dispuesto a sacrificar todo
por la causa. No mataría a los pacificadores, sin importar lo mal que se pusieran las cosas.
―Solo digo que no podemos ganar,― continuó Nigel. ―El resto de nosotros debería
evacuar al infierno de aquí. Déjenlos tener este basurero.
Nueve hizo una mueca cuando se refirió a la Academia como un basurero, pero lo dejó
pasar. ―Si saben que vamos a correr, comenzarán a buscarnos,― dijo Nueve ―Si comienzan
a buscarnos y encuentran a Nuevo Lorien antes de que John conecte toda su red de campos
de fuerza―
―Sí, sí, lo sé,― interrumpió Nigel. ―Aguantamos hasta que recibamos la señal.
Conozco la situación. No quiere decir que no me siento como un verdadero idiota aquí
El Baúl secreto El Baúl secreto
arriba… ―Nigel se asomó por el borde del techo. Había visto suficientes fuerzas de la paz
cargar a los dormitorios. Se aclaró la garganta. ―Mantén ese pensamiento, inicia la trampa
Nigel sonrió mientras imaginaba a los cincuenta o más agentes de la paz que habían
atacado al Garde. Justo en ese mismo momento, probablemente estaban pateando sofás o
mirando debajo de las camas, buscando al Garde que creían que estaba escondido allí.
Excepto que los Garde no se estaban escondiendo. Tan pronto como el equipo de Taylor llegó
a los dormitorios, usaron la piedra Loralita para teletransportarse al centro de entrenamiento.
―¡AHORA! ―Gritó Nigel, canalizando el sonido para que sacudiera las ventanas del
centro de entrenamiento. Taylor y los otros Garde salieron del centro de entrenamiento con un
grito de guerra y cargaron hacia los dormitorios. Los pocos agentes de la paz que vigilaban el
exterior del edificio parecían completamente asustados. Pronto, colapsaron bajo golpes
telequinéticos, o fueron eliminados con dardos redirigidos de sus propias armas tranquilizantes.
Un grupo de Garde, incluido Nic, se separó para volcar los camiones que los Pacificadores
habían utilizado para atravesar la barricada.
Mientras tanto, Nigel corrió hacia el otro lado del techo, el lado más cerca de los
dormitorios. Nueve se unió a él y enfocaron su telequinesis. Juntos, comenzaron a derribar los
escudos de la explosión.
Cuando Nigel se enteró por primera vez de la pequeña cárcel debajo de la Academia,
se preguntó con qué otras características de "seguridad" estaba equipada su escuela con
potencial para mantener a los estudiantes en línea. Resultó que había paneles de titanio
instalados sobre cada ventana en los dormitorios, en caso de que un Garde perdiera el control
y necesitara ser encerrado. Si hubiera electricidad, podrían haber derribado esos escudos con
presionar un botón. En su lugar, tuvieron que usar la telequinesis.
Nueve y Nigel sellaron las ventanas que podían ver mientras Taylor y su Garde corrían
a los lados y tiraban de las placas de metal. Pronto, todas las ventanas del edificio fueron
cerradas. Entonces, Lisbette erigió una gruesa barrera de hielo a través de las puertas
delanteras. En cuestión de minutos, habían atrapado con éxito a cincuenta pacificadores
dentro del edificio
―Bien, entonces, ―dijo Nigel. ―Trabajo bien hecho.
Otra pequeña victoria sobre los Pacificadores, que pudieron celebrar exactamente por
el tiempo que le tomó a Nigel hacer ese comentario. Luego, el doble de soldados que acababan
de encerrar en los dormitorios salieron a la carga entre los árboles y humo.
― Mierda, ― dijo Nueve. ―Tengo que bajar allí.
―Llévame contigo, ― dijo Nigel. ―Ya terminé de jugar al megáfono humano. Todas
nuestras trampas están saltadas. Lo haremos a puño limpio de aquí en adelante.
― ¿Qué dice eso que ustedes británicos dicen? ,―Preguntó Nueve mientras agarraba
a Nigel. ―Una vez más en las perras?
― Sí, ― dijo Nigel secamente. ―Eso es.
No se molestaron con la Loralita. En su lugar, Nueve corrió directamente por el costado
del edificio y tocaron el suelo a toda velocidad. Bueno, Nueve lo hizo. Nigel perdió rápidamente
el ritmo con Lorience. Era un derviche de cabello negro volador y brazo mecánico
brillante―transportando un Pacificador aquí, arrancando la pistola tranquilizante de uno de allí.
La última ola de pacificadores hizo el caos en el suelo. Nigel escuchó a Taylor gritar por
encima de la refriega.
― ¡Usen los tranquilizantes contra ellos! ¡Manténganse firmes!
Sin embargo, ella no podía mantener a la Garde unida. Había demasiados enemigos.
El Garde se dispersó y comenzó a pelear batallas individuales o se apartaron a uno de los
edificios donde había una piedra de teletransporte. Los pacificadores los invadieron.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Unos metros por delante de Nigel, Anika envió una nube de dardos tranquilizantes
volando hacia sus tiradores. Mientras lo hacía, otro Pacificador la empujó por detrás, le clavó
un palo de choque en la espalda y la electrocutó. Anika cayó al suelo y el Pacificador se quitó
un collar de choque de su cinturón, pero Nigel silbó bruscamente en su oído y el Pacificador
cayó hacia atrás.
Maiken se acercó y arrebató el collar de la mano del pacificador. Mientras Nigel se
arrodillaba junto a Anika e intentaba ponerla nuevamente de pie, Maiken cruzó las líneas de
los Pacificadores, arrancando su equipo al pasar. Eso funcionó bien hasta que uno de los
soldados disparó un cañón inhibidor al suelo—perdió por completo Maiken con el collar, pero
el cable de tensión enganchó sus piernas y cayó sobre su cara a toda velocidad. Los
pacificadores estuvieron sobre ella antes de que pudiera volver a levantarse.
―Vamos, vamos, ― le dijo Nigel a Anika, tratando de ayudarla a pararse. ―Tenemos
que sacarte.
Un instante después de que Nigel puso a Anika en pie, había tres agentes Pacificadores
presionándolos. Con un grito, Nicolas los interceptó. Derribo a dos de los soldados
golpeándolos en el cuello con el brazo extendido, luego pateó a otro en el pecho―la fuerza
envió al hombre a volar por el campo. Nicolas se metió en el corazón de otro foco de
Pacificadores. Mientras lo hacía, Nigel notó tres dardos tranquilizantes que sobresalían de su
espalda. No duraría mucho.
―¿Puedes disparar? ―Esa era Nemo, quien de repente estaba justo al lado de Nigel.
Ella sostenía una pistola tranquilizante en cada mano y flotaba una tercera cerca con su
telequinesis. Había un corte en su cuero cabelludo, haciendo que su cabello color aguamarina
se volviera de color púrpura oscuro.
Nigel arrebató el arma del aire. ―Gracias ...
Un Pacificador estaba sobre ellos, tratando de arrancar a Anika apenas consciente de
Nigel. Apuntó el arma que Nemo le había dado y disparó un dardo al cuello del hombre. Cuando
levantó la vista, Nemo se había ido. Otro grupo de pacificadores estaban llegando.
Arrastrando a Anika, Nigel huyó al edificio más cercano. El centro de entrenamiento.
Llevaría a Anika allí y luego volvería por otra persona. No dejaría que se llevaran a ningún
Garde. Eso era lo mejor que podía hacer.
Nigel abrió las puertas del centro de entrenamiento. La piedra Loralita crecia a pocos
metros de distancia, la sádica carrera de obstáculos de Nueve se cernía detrás de ella. Estaba
casi allí cuando la Loralita se encendió y―
―¿Ustedes idiotas piensan que son los únicos que saben cómo usar estas estúpidas
rocas?
¡Guau! Un puño golpeó a Nigel justo en el vientre, el puñetazo con la fuerza suficiente
para levantarlo por completo. Se desplomó sobre sus manos y rodillas, vomitando y jadeando.
Anika cayó a su lado.
Melanie Jackson se quitó la máscara de gas y la arrojó a un lado. Lofton St. Croix se
había teletransportado con ella, con púas que sobresalían de sus hombros y brazos, listos para
la batalla. Sus uniformes de la Garde Terrestre ni siquiera estaban un poco sucios.
―Sabía que pondrían una piedra aquí―, dijo Lofton con orgullo.
Melanie chasqueó los dedos hacia él. ―Ponles collares,― ordenó.
Ella frunció el ceño a Nigel. ― ¿Por qué están luchando con nosotros? Sabes que la
Garde Terrestre está haciendo lo correcto aquí.
Nigel estaba demasiado sin aliento para responder. No es que él hubiera sabido por
dónde empezar con estos estúpidos vendidos. En cambio, cuando Lofton se acercó blandiendo
un collar de choque, Nigel los empujó con su telequinesis. Melanie y Lofton usaron su propia
El Baúl secreto El Baúl secreto
telequinesis para estabilizarse, permitiendo que Nigel los empujara hacia atrás unos metros.
Pero eso era todo lo que Nigel necesitaba.
Solo necesitaba llevarlos al curso.
―Deja de ser un imbécil,― dijo Lofton, comenzando a avanzar de nuevo.
Nigel conocía cada una de las trampas de Nueve. Sabía que había un tronco de secoya
unido a cadenas que se balanceaba desde el techo desde el principio. Había sido golpeado en
el culo tantas veces que nunca olvidaría ese estúpido ariete. Extendió la mano con su
telequinesis y abrió el compartimento en el techo, dejó caer el tronco―
Melanie vio lo que estaba haciendo. En el último momento, simplemente levantó la mano
y agarró el tronco, sosteniéndolo sobre su cabeza como si no pesara nada.
―No sé quién construyó su centro de entrenamiento de contrabando,― dijo
Melanie. ―Pero el de Washington es muy―¡Hhkk!
El collar inhibidor se rompió alrededor del cuello de Melanie y la sacudió antes de que
pudiera terminar de hablar. Cuando sus músculos se contrajeron, Melanie perdió el control
sobre el tronco y lo dejó caer sobre sí misma, sujetándola al suelo.
―Pon eso en tu cartel, perra―dijo Taylor.
Taylor estaba en la puerta del centro de entrenamiento, sosteniendo el cañón inhibidor.
Le dio a Melanie una descarga extra para asegurarse de que estaba fuera, luego arrojó el arma
a un lado. Los ojos de Taylor estaban enrojecidos; había rastros de sangre en su cabello y
manchas de suciedad en sus mejillas. Tenía dos pistolas tranquilizantes metidas en sus
pantalones y una mirada en su rostro que fue lo suficientemente salvaje como para congelar a
Lofton en su camino.
―Tú, ― dijo Taylor.
Lofton hizo una pausa por un momento, luego dejó caer el inhibidor y levantó las manos
para agarrarse a los lados de la cabeza. Miró a Nigel aterrorizado.
― ¿Qué estás haciendo? ―Lofton gritó. ―¡Tu ataque sónico está destruyendo mi
equilibrio!
Lofton se cayó, dándose la vuelta torpemente y luego se quedó quieto. Nigel logró
aspirar el primer aliento sólido desde que Melanie lo golpeó y se puso de pie tambaleándose.
Miró a Lofton. No le había hecho nada al chico. ¿Qué carajo en realidad?
Lofton abrió un ojo. ―Amigo, dijeron que viniera a pelear o a la prisión de Garde. Solo
finge que me dejaste en mal estado y me quedaré abajo. Mi Cêpan nunca sabrá la diferencia
ahora que Melanie está fuera.
―Cristo, ―dijo Nigel, dándose una palmada en la frente. ―Eres un imbécil.
Nicolas entró en el centro de entrenamiento con el cuerpo inconsciente de Maiken
colgado sobre su hombro. La dejó al lado de Anika, luego cayó de rodillas frente a Taylor. Ella
inmediatamente se puso a trabajar sacando dardos de su espalda y curándolo.
―Estamos perdiendo,― dijo Nicolas sin aliento. ―Por cada uno que derribamos,
aparecen otros dos. Además, creo que tienen un sanador propio. Juro que noqueé al mismo
tipo dos veces.
―Esa es Jiao,― dijo Taylor fríamente. ―Necesitamos encontrarla. Sácala de la pelea.
Nigel se asomó por la puerta. Todavía había batallas sucediendo en todo el terreno.
Mientras observaba, Omar hizo retroceder a un grupo de pacificadores con su aliento de fuego.
Cerca, un grupo de tweebs guiaron el tranquilizante a las espaldas de algunos soldados. Una
nueva nube de gases lacrimógenos floreció cerca de la asociación estudiantil, y Nigel observó
a Nueve salir de su interior, con una máscara de gas sobre su rostro.
―No podemos ganar, ―dijo Nigel a Taylor sin rodeos. ―Tenemos que empezar a sacar
a la gente.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Una enorme pieza de metal apareció de la nada frente al centro de entrenamiento y se
estrelló contra el suelo, rompiendo trozos de hierba mientras se deslizaba hasta detenerse
justo en frente de Nigel. Su primera reacción fue que los pacificadores estaban arrojando
refrigeradores invisibles sobre ellos. Afortunadamente, antes de que Nigel pudiera expresar
ese estúpido pensamiento, apareció Miki, tropezando hacia él. El niño parecía un desastre
genuino― demacrado, con círculos oscuros debajo de los ojos, cerca de la extenuación. Se
derrumbó y Nigel se adelantó para atraparlo.
―John Smith― dijo Miki débilmente― Viene a matarnos.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTIOCHO

ISABELA SILVA
CALEB CRANE
LA CALDERA―DURANGO,MEXICO

LA PELEA EN LA PRISION YA ESTABA EN MARCHA, cuando el camión de Isabela se detuvo


en la entrada principal. Los otros SUV se detuvieron cerca, su escolta se apiló y las armas
estaban listas. El cuerpo de un guardia salió volando del techo, obviamente arrojado―y
aterrizó directamente en el parabrisas de uno de los camiones. Isabela ahogó una sonrisa. Eso
tenía que ser una buena señal, ¿verdad? Sus amigos no solo habían sobrevivido al accidente
del skimmer, estaban ganando.
―¡Vayan! ¡Vayan! ―Bramó Isabela como la guardia. ―¡vayan allá y pateen algunos
traseros!
Mientras los guardias corrían en formación a través de la entrada, Isabela alcanzó al
que estaba manejando a Einar. Todavía estaba atrapado en el extremo de un inhibidor, los pies
se movían robóticamente debajo de él mientras el guardia lo arrastraba. Una muy-no-Einar
línea de baba goteaba de la esquina de su boca. ¿Cuántas veces lo habían electrificado en el
camino hasta aquí? ¿Eran esos tres minutos que necesitaba para juntar toda su mierda
acumulativos?
Isabela puso su hombro en la guardia de Einar y le arrebató el inhibidor. ―Lo tomaré
desde aquí, oficial ―dijo Isabela. ―Este bastardo es mi prisionero.
El guardia no se opuso. Después de todo, Isabela era su jefe. Se unió al resto de sus
camaradas mientras abrían las puertas de la prisión. Pisotearon la entrada central― una gran
sala dividida por una serie de vallas y puntos de control. Isabela recordó por la discusión de
Einar sobre la prisión que el piso aquí podría ser electrificado en cualquier momento para
derribar a un Garde escapando. Ella revolvió sus pies incómoda.
―¡Quiero que ese alcaide impostor sea traído aquí lo antes posible!,―Gritó. ―Tengan
cuidado. Él tiene mi Llave maestra.
― Algunos de los guardias establecieron un perímetro en la sala principal mientras que
otros se separaron para revisar los pasillos auxiliares. Los ojos de Isabela se fijaron en la
escalera cerrada que conducía a las celdas de abajo. Tenían que bajar allí.
Algo explotó en un piso más alto y el agua comenzó a gotear del techo.
Con los guardias distraídos, ella sacudió el inhibidor alrededor del cuello de Einar.
―¿Einar?,― Dijo en voz baja, por el rabillo de la boca. ―¿Estás conmigo?
La cabeza de Einar se inclinó hacia un lado y se balanceó sobre sus pies; sus ojos
tenían problemas para enfocarse en ella. Isabela resistió el impulso de chasquearle los dedos
en la cara.
―Dele otra descarga, señor,― sugirió uno de los hombres. ―Si crees que él esta
consciente.
Gritos. Un segundo grupo de guardias entró en la habitación desde el nivel superior, sus
armas levantadas y listas. Superaron en número al escuadrón en el que Isabela se había
metido en al menos dos a uno. Aun así, Roberts y el resto de su gente tomaron posiciones
defensivas a su alrededor. Ella tenía a los guardias apuntando sus armas el uno al otro, así
que al menos eso iba según el plan.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―¡Apártate, hombre!. ―Ordenó el verdadero Alcaide Pembleton cuando entró en
escena. Su voz era más retumbante y pomposa de lo que Isabela le había dado
crédito. ―¡Estás siendo engañado!
―¡Impostor! ¡Ponganlo bajo custodia! ― Roberts le gritó.
―¡Pasó la retina, Roberts!,― Dijo uno de los guardias del lado de Pembleton.
―Igual que el nuestro― respondió Roberts. ―Él―
―¡Roberts! ― Pembleton llamó por nombre, nitido y claro. ― ¡Whitehall! Stewart! Big
Stewart! ¡Jeffries!
Isabela tardó un momento en darse cuenta de lo que Pembleton estaba haciendo.
Estaba recitando el apellido de cada hombre en su lado del enfrentamiento. Cuando terminó,
agitó una mano en su dirección.
―Ahora tú, monstruo, ― dijo sombríamente. ―Nombra al menos a cinco de mis
hombres y tal vez no te volaremos la cabeza de inmediato.
Docenas de rostros en blanco y deslumbrantes se enfrentaron a Isabela. Sus fusiles
apuntaban en su dirección. Incluso los hombres con los que había entrado parecían dudosos
ahora, escépticos. Ella sintió que algunos de ellos se daban la vuelta para ponerla en la mira.
Había escuchado un nombre en el walkie-talkie. Cual era…?
―¡Lyon! ―Gritó, tratando de igualar el estilo del director.
―Lyon cayó ―, dijo Pembleton con frialdad. ―Pero buen esfuerzo.
Uno de los guardias a su lado hizo una ronda.
Un terror sombrío y tembloroso se apoderó de Isabela. La sensación de ansiedad era
tan poderosa que la hizo querer acurrucarse en una pelota. Ella ni siquiera podía correr; No
había lugar al que ir. Sin escapatoria. Sin otras formas para cambiar. Nunca antes había estado
tan asustada, incluso cuando los Harvesters la tenían atrapada en un armario de carne, incluso
cuando Lucas la tenía atrapada dentro de su propia mente. Así fue como ella supo que estaba
a punto de morir.
Tres de los guardias gritaron, arrojaron sus armas y salieron corriendo por la puerta
principal. Otros huyeron a los pasillos contiguos o subieron las escaleras, balbuceando y
chillando, con la mente rota. Algunos de ellos dispararon al aire, rociando sus armas al azar
contra amenazas invisibles―una pareja resultó herida de esa manera, cayó, llorando y
gimiendo.
El propio guardián hizo lo que Isabela haría si no estuviera congelada en su lugar. Se
agachó en una bola, se cubrió la cabeza y se meció de un lado a otro, susurrando tonterías.
Pronto, la habitación estaba casi vacía, excepto por algunos guardias restantes que se
escondían debajo de los escritorios.
Einar sonrió.
―Conocerme, ― dijo,―es temerme.
El terror lentamente se filtró de Isabela. Todavía le temblaban las manos cuando volvió
a transformarse en su verdadera forma y luego le entregó a Einar el cañón inhibidor. Con una
sonrisa burlona ante el mecanismo, se desprendió del collar.
― ¿Por qué tu no…? ―Isabela tragó un bulto ácido. ―¿Por qué me hiciste eso?
―Lo siento, ― dijo Einar rápidamente. ―Demasiada gente en la sala. Imposible ser
preciso. El miedo no durará mucho una vez que estén lejos de mí. ― Dudó. ―Podría haber
optado por una más… permanente solución. Excepto que no quería arriesgarte a ti ni a nuestro
nuevo amigo aquí a quedar atrapados en el fuego cruzado.
Einar dijo todo eso mientras cruzaba la habitación para detenerse sobre Pembleton.
Isabela se preguntó si estaba diciendo la verdad sobre por qué no hizo que los guardias
simplemente se mataran entre ellos. Quizás Einar realmente se estaba volviendo suave. Lo
que sea. A Isabela no le importaba; que él le salvara la vida era lo único que importaba.
El Baúl secreto El Baúl secreto
El alcaide los miró con los ojos húmedos y un labio con puchero, luego se lanzó hacia
adelante para aferrarse a la pierna de Einar. ―¡Gracias a Dios que estás aquí!
Los labios de Isabela se curvaron hacia atrás en una mezcla de deleite y asco. Ver a un
hombre que solo hace un momento rezumaba confianza y estaba listo para matarla convertido
en un niño patético por la manipulación emocional de Einar era extraño, por decir lo menos.
―Sí, gracias a Dios por mí,― dijo Einar con frialdad. Tiró al alcaide por la
corbata. ―Ahora, ¿debemos ir a un lugar seguro? ¿A las celdas, tal vez?

Caleb y Duanphen caminaron cautelosamente por el pasillo. Sin Cinco y Ran, serían
superados en número si se toparan con demasiados guardias. Al mirar los monitores, Caleb
supo que había un montón de ellos en la armería, preparados y esperando órdenes.
Desafortunadamente, la escalera estaba en ese extremo del piso, lo que significaba que tenían
que improvisar.
Gruñendo, tres Calebs forzaron a abrir las puertas del ascensor. Caleb se asomó al eje
vacío y vio que la caja estaba atascado en el nivel del suelo. Sonó una alarma―algo allí abajo
impedía que las puertas se cerraran. Él intercambió una mirada con Duanphen.
―No queremos quedar atrapados,― dijo.
―¿Tienes una idea mejor? ― Preguntó Caleb.
Ella sacudió su cabeza.
De todos modos, Caleb envió un duplicado primero. Cuando su doble aterrizó en el
techo del ascensor, alguien en el interior gritó. Eso fue extraño.
El duplicado de Caleb abrió la rejilla de mantenimiento y cayó al elevador. Un guardia
inconsciente estaba tumbado en la entrada, las puertas del ascensor chocaban repetidamente
contra un lado de su cabeza. Un segundo guardia― despierto, pero acurrucado en una bola―
se estremeció contra la pared trasera del elevador.
―¿Se ha ido? ― Preguntó el guardia. ―¿Se ha ido?
El duplicado de Caleb parpadeó. ―¿Eh?
―Einar los atrapó,― informó Caleb a Duanphen. ―Venga. La costa está clara.
Se dejaron caer en el ascensor, el guardia se alejó de ellos. Duanphen extendió la mano
y, tan suavemente como pudo, electrocutó al hombre aterrorizado hasta que se desmayó.
―¿Era realmente necesario? ― Preguntó Caleb.
―Sí,―respondió Duanphen. ―Los trucos de Einar no funcionan para siempre.
Se abrieron paso a través del nivel del suelo de la prisión, encontrando algunas armas
desechadas en el piso donde los guardias las dejaron caer por miedo. El camino hacia las
celdas del sótano estaba completamente despejado, cada barrera y puerta ya estaban
desbloqueadas.
―Ellos han estado aquí, ―dijo Caleb. ―Deben haber encontrado al alcaide.
―Sí, ―coincidió Duanphen. ―Ellos-
Tuvieron suerte de que el primer disparo alcanzara una cerca de eslabones de acero
divisora y rebotara, de lo contrario, Duanphen y Caleb no habrían tenido la oportunidad de
agacharse y correr cuando los guardias abrieron fuego. Duanphen tenía razón―la
manipulación emocional de Einar no duró mucho. Una docena de soldados de La Caldera ya
se habían reagrupado. O tal vez estos eran los de la armería. No importaba. Estaban
disparando.
Los dos se arrojaron escaleras abajo, hacia los bloques de celdas. Caleb hizo un par de
duplicados para intentar frenar a sus perseguidores, pero fueron abatidos antes de que
pudieran hacer algo. Afortunadamente, había esquinas estrechas en las celdas, que les
El Baúl secreto El Baúl secreto
cubrían y les permitían avanzar. Aunque, si Caleb recordaba correctamente los planos,
rápidamente se quedarían sin pasillos para esconderse.
―Prisión,― dijo una voz. ―Hazme un favor y electrocuta a cualquiera que lleve una
pistola.
Caleb patinó hasta detenerse frente al orador. Un chico de aspecto aturdido que llevaba
un par de gafas unidas con cinta adhesiva. Su voz sonaba metálica. Casi mecánico.
Sam Goode.
Gritos de dolor surgieron detrás de Caleb y Duanphen cuando el piso electrificado de la
prisión se activó debajo de los guardias que lo perseguían. ―¡Retrocedan! ―escuchó Caleb
a uno de ellos gritar. ―¡Están en el sistema! ¡Que alguien llegue a la sala de control y anule
estos pisos!
―Eso es lo que pasa con las prisiones de alta tecnología,―dijo Sam tambaleándose
hacia adelante y frotándose el brazo donde acababan de extraer un tubo intravenoso. ―Es
muy fácil hablar con ellos.
―Buen trabajo, bebé, ― dijo Seis. Salió de una de las celdas, flexionando los dedos,
claramente ansiosa por pelear. ―Nos compraste algo de tiempo.
―Habrá más por venir, ―dijo Sam con un suspiro. ―Siempre hay más guardias en
lugares como estos. ―Finalmente, sus ojos se posaron en Caleb y Duanphen. ―Ah. Aquí hay
algunos más de nuestros rescatadores.
―Caleb, ¿verdad? ― Dijo Seis.
―Uh, sí, señora,―respondió Caleb, sin perder nunca la oportunidad de ser
extremadamente torpe frente a una chica que no conocía.
―Señora, mierda, ¿te golpearon en la cabeza o algo así?
Seis miró a Duanphen. ― ¿Y tú?
―Duanphen― respondió ella, luego apoyó su hombro contra la pared, sosteniendo su
brazo donde se habían soltado algunos de sus puntos. Caleb había olvidado lo herida que
estaba. Demonios, hasta ese momento, cuando casi colapsó frente a Sam y Seis, no se había
dado cuenta de lo cansado que estaba él mismo. Le dolían los músculos, sus células vibraban,
sus oídos resonaban. Había sido un día duro.
―Estás herida, ―dijo Seis, mirando a Duanphen. Ella miró por encima de su
hombro. ―Hay un sanador, creo. ¡Daniela! ¡Trae al sanador! Seis se volvió para mirar por el
pasillo. ―Podríamos querer que ella levante una pared hasta que podamos encontrar una ruta
de escape― dijo pensativamente.
―Tienen una nave ¿verdad? ―Sam le preguntó a Caleb.
―Se estrelló, ―respondió Caleb. ―Tu papá esperaba encontrarte. Creemos que la
Garde Terrestre se volvió contra ti por lo que podrías hacerle a sus inhibidores.
Sam tocó su sien. ―Sí. Nos hicieron pusieron chips a todos. Me mantuvieron
inconsciente la mayor parte del tiempo para que no pudiera meterme con ellos. Pero me hice
cargo de ellos en cuanto me despertaron y me liberaron.
—¿Dónde están los otros? ―Einar dijo que estabas aquí con Cinco y Ran.
Caleb la miró. Ella lo había dicho tan casualmente. Seis debe haber captado la extraña
mirada que Caleb le dirigió, porque sus cejas se fruncieron.
―Huh. Estoy extrañamente bien siendo rescatada por Cinco y ese chico terrorista que
realmente parecía agradable― dijo.
― ¿Hablaste con él? ¿Einar? ―Preguntó Caleb.
―Sí, ― respondió Sam por los dos, luego miró a Seis. ―Me llamaste bebé hace un
segundo.
―Ugh. ¿Lo hice? Lo hice. ― Seis negó con la cabeza. ―¿Qué está mal conmigo? Me
siento súper optimista, a pesar de que este es un grupo total.
El Baúl secreto El Baúl secreto
― Einar debe haber usado su Legado en ti. Pronto desaparecerá, ― dijo Caleb. ―¿A
dónde fue él?
Seis se encogió de hombros alegremente. ―Ni siquiera estoy enojada por eso. ―
Señaló sobre su hombro. ―Se fue por ahí. Buscando a alguien. Nos dijo que nos
encargáramos de los prisioneros.
Caleb comenzó a ir en esa dirección, luego recordó que Seis le había hecho una
pregunta. ―Oh. Cinco y Ran se teletransportaron accidentalmente. ―Levantó el colgante
Lorico restante. ― ¿Esto es tuyo?
Seis le quitó el amuleto. ―Genial. Gracias. Este es nuestro boleto fuera de aquí.
Daniela condujo a un grupo acurrucado de Garde alrededor de la esquina. Con la
excepción de Vincent, la mayoría de ellos eran completamente desconocidos para Caleb.
Todos llevaban el mismo traje marrón y parecían estar a punto de morir de hambre.
―¡Oh, maldita sea, estás aquí! ― Gritó Daniela, saludando a Caleb lanzando sus
brazos alrededor de su cuello. ―Einar dijo que lo estabas. Gracias por liberarnos, amigo.
Caleb estaba feliz de ver a Daniela, por supuesto, pero no podía sacudirse la forma en
que ella hablaba de Einar. Era el mismo tono que Seis usaba. Como si Einar fuera su viejo
amigo.
Los había hecho como él. De esa manera, ninguno de los otros Garde haría preguntas
o se interpondría en su camino mientras Einar trataba con Lucas.
Nunca habían tomado una decisión sobre Lucas. Si algo de las noticias que habían visto
era alguna indicación, el saltador de cuerpos estaba en posesión de John Smith. Podría estar
haciendo un daño incalculable en ese mismo momento. Caleb sabía que tenían que devolver
a Lucas a su propio cuerpo. ¿Qué hacer con él después de eso? Caleb no estaba seguro.
Pero sabía que no quería que Einar tomara esa decisión por su cuenta.
―Voy a ir a ver a los demás,― dijo Caleb. Miró a Duanphen. ―¿Estás bien?
Ella asintió. Vincent se paró nerviosamente delante de ella y comenzó a curar sus
heridas.
―Date prisa para poder teletransportar a todos fuera de aquí― le dijo Seis, sosteniendo
su colgante. ―Y dile a Einar que dije hola
Caleb corrió por el pasillo en dirección a Einar. Después de redondear un par de curvas,
encontró la celda de Lucas. Caleb podía decirlo porque el cuerpo inconsciente del alcaide
estaba acurrucado afuera de la puerta junto al cuerpo de una mujer fuera de lugar
extrañamente vestida como una madre suburbana. Esa debe haber sido el Cêpan de Lucas.
Caleb supuso que era una buena señal que esos dos todavía estuvieran vivos. Quizás Einar
había aprendido la moderación.
Sin embargo, ¿lo quería restringido? ¿Qué se debería hacer con un Garde como Lucas?
Agotado, Caleb se frotó la frente y evitó que un duplicado se soltara. No estaba de humor para
debatir sobre ética con uno de sus clones.
Antes de que Caleb pudiera acercarse, Isabela salió de la celda. Sola. Cerró la puerta
detrás de ella y usó el guante del alcaide,― ella lo usaba ahora, la real― para cerrarla. Ella
saltó cuando se dio cuenta de que Caleb estaba allí, luego sonrió levemente y caminó hacia
él.
―Por favor― dijo ella, ―¿podemos irnos como el infierno de este lugar?
Caleb estiró el cuello para mirar más allá de ella. ― ¿Qué está pasando? ¿Dónde está
Einar?
Isabela puso sus manos sobre el pecho de Caleb y lo empujó suavemente hacia atrás,
alejándose de la celda.
―Déjalo en paz― dijo.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb la miró con los ojos entrecerrados, intentando discernir si estaba bajo alguna
manipulación emocional. Sin embargo, sus ojos eran tan agudos como siempre.
―Se acabó, Caleb, ― dijo Isabela. ―Nadie está saliendo de esa celda.
El Baúl secreto El Baúl secreto
CAPITULO VEINTINUEVE

ACADEMIA DE LA GARDE HUMANA


NUEVO LORIEN
LA CALDERA
EL FIN

TODOS DEJARON DE LUCHAR CUANDO JOHN SMITH descendió al centro del campus.
Los pacificadores y la Garde por igual, ninguno de ellos sabía qué hacer cuando el ser más
poderoso del planeta aterrizó en medio de ellos. Emitió un vivo resplandor blanco―el legado
Lumen de John― que emanaba de su cabeza y hombros, creando una especie de efecto halo.
El niño con problemas en el control del cuerpo de John pensó que esto veía genial.
El objeto plateado que John acunó en sus brazos hizo que todos se detuvieran. La cosa
parecía una bala gigante y, en cierto modo, lo era. En la costa, en Beach Pfeiffer, los militares
tenían los misiles a mano en caso de que el buque de guerra mogadoriano atacara. A pesar
de que la cabeza nuclear tenía la advertencia nuclear amarilla y negra, no sería lo
suficientemente poderosa como para provocar un evento a gran escala. Solo destruiría,
digamos, dos cuadras de la ciudad.
No es que Lucas supiera nada de eso cuando arrojó el arma en la hierba con un ruido
sordo, causando que los Pacificadores más cercanos se precipitaran hacia atrás. Todo lo que
Lucas sabía era que podía hacer que la cosa explotara. Lo cual era perfecto para lo que había
planeado.
Mientras los demás se concentraban en el brillo de John o su bomba, Taylor se
concentró en las manchas de sangre salpicadas en su camisa. Sus manos temblaron.
―Kopano,―Taylor susurró, escondiéndose detrás de la puerta del centro de
entrenamiento. ―¿Qué, qué le hizo a Kopano?
Nigel le apretó el hombro. ―Es un sobreviviente. Estoy seguro―estoy seguro de que
está bien.
Pero Nigel no parecía seguro. Taylor agarró el collar que Kopano le había regalado y
trató de concentrarse en la batalla que tenía por delante.
No les había tomado mucho tiempo poner todo juntos una vez que Miki describió lo que
sucedió en el Osiris. El repentino giro de John hacia el lado oscuro. La advertencia de Isabela
sobre el ladrón de cuerpos. Todo tenía un sentido horrible.
―¿Por qué se detuvieron? ― Las palabras de John se transmitieron a través del
campus mientras se dirigía a los Pacificadores. ―¡Pongan a estos animales en
línea! ―Cuando ninguno de los soldados respondió de inmediato, John puso los ojos en blanco
dramáticamente. ―Sheesh. Tengo que hacer todo, ¿eh?...
Los ojos de John se dirigieron a la Garde más cercanas―Lisbette― y muvió el brazo
en su dirección. Un muro de fuego explotó de John y rodó hacia ella, evaporando rápidamente
el muro de hielo que Lisbette convocó para protegerse. El poder crudo del fuego, pura furia sin
un objetivo, envolvió a un par de pacificadores también. Otros agentes pacificadores se
apresuraron y abordaron a Lisbette, no para tomarla bajo custodia, sino para palmar las llamas
que quemaban su ropa.
―ALTO! ― una voz retumbó en un megáfono ―¡DETEN ESTO DE UNA VEZ!
Más tarde, cuando Taylor tuvo la oportunidad de pensar, ella casi admiró a Greger
Karlsson por su coraje. En algún momento, una vez que los Pacificadores comenzaron a ganar,
se acercó al campo de batalla, vestido con una armadura ajustada que le prestó uno de sus
El Baúl secreto El Baúl secreto
soldados. Ahora, se encontraba a veinte yardas de John Smith y pisoteó su pie, haciendo todo
lo posible para parecer autoritario.
―¡No estás autorizado para llevar ese cuerpo al combate!, ―Gritó Greger. ―La
situación aquí está bajo control. Debes volver a la base de inmediato para que podamos
instalar un inhibidor en el número Cuatro. ―Miró la ojiva inactiva y tragó saliva. ―¡Esas son
tus órdenes! ¡No esta locura!
John hizo una pausa para considerar esto. Una sonrisa torcida se extendió por sus
labios.
―Hay un éxodo justo debajo de la nariz, hombrecito― dijo John. ―¿No ves eso? ¿No
sabes lo que está en juego?
―¡Te di una orden! , ―Gritó Greger. ― ¡Estás ...!
―No, ― dijo John simplemente. Sus ojos brillaron plateados.
Taylor jadeó cuando el rayo plateado golpeó a Greger en la frente y volvió su cabeza de
piedra. Su cuerpo se balanceó por un momento, su rostro se congeló para siempre en una
máscara de miedo y luego cayó. Antes de cortar la mirada-de-piedra, John barrió un rayo a
través de otros Pacificadores.
―Oops, ―dijo.
La quietud después de la llegada de John finalmente se rompió. La gente en el patio
corría en todas direcciones―los pacificadores huían a su campamento, la Garde corría hacia
los edificios que contenían piedras Loralita. Algunos de los más valientes pacificadores
intentaron golpear a John con dardos tranquilizantes, pero estos fueron desviados por
telequinesis y sus tiradores rápidamente derribados por la misma fuerza.
―¡RETIRADA! ― Gritó Nigel desde la puerta del centro de entrenamiento, su voz
transmitida por el campus. ―¡SALGAN DE AQUÍ!
Un rayo quemó la tierra a los pies de Nigel y lo envió volando hacia atrás, donde Nicolas
logró atraparlo. El cielo se había nublado de repente con nubes oscuras y siniestras. Más rayos
cayeron del cielo, atravesando edificios y prendiendo fuego a la hierba, haciendo añicos las
ventanas.
―¡Este lugar es un monumento a la corrupción!, ― Gritó John, con los brazos abiertos,
al mando de la tormenta. ―¡No se puede permitir que se continue!
El suelo comenzó a temblar poderosamente. Un terremoto retumbó a través de la
Academia. Detrás de Taylor y los demás, la compleja carrera de obstáculos comenzó a crujir
peligrosamente. Al otro lado del camino, los dormitorios se movían imposiblemente, un edificio
entero balanceándose sobre sus cimientos.
―John Smith se contiene, ¿saben?,― Dijo John, o dijo el chico que controlaba a John,
mientras derribaba a un tweeb que huía con una explosión de telequinesis. ―Él no quiere
asustarlos a todos con lo que puede hacer. No sabe lo hermoso que podría ser todo b―
Un puño de metal golpeó a John en la mandíbula y lo dejó fuera de balance. Por un
momento, los temblores cesaron y el cielo comenzó a despejarse.
―Muy bien, hijo de puta, ―dijo Nueve, adoptando posición de pelea con John. ―Sal
de mi campus.
En el centro de entrenamiento, Taylor corrió hacia Nigel. Él se retorció y tosió cuando
Nic lo dejó en el suelo, saliendo humo de su chaqueta de mezclilla chamuscada.
―Estoy bien, estoy bien, ― dijo Nigel, apartando sus manos y tratando de ponerse de
pie. ―Tenemos que ayudar a Nueve.
―No, ― respondió Taylor rápidamente. ―No. Tienes que asegurarte de que todos
salgan. Teletransportarse a Nuevo Lorien. Espera a tanta gente como puedan. Pero no esperes
demasiado. Tienes que destruir la Loralita allí, Nigel. No puedes dejar que nos siga.
―Él puede volar allí ― dijo Miki. ―Él puede volar rápido.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Taylor señaló la puerta, hacia donde el generador de campo de fuerza estaba siendo
golpeado por granizos. ―No puede volar a través de eso, ―dijo, esperando que fuera cierto. ―
Llévatelo a Nuevo Lorien. Lexa y Malcolm descubrirán cómo conectarlo. Solo tenemos que
ganar tiempo y adelantarnos a él. Isabela y los demás están buscando a este secuestrador de
cuerpos. Ellos vendrán.
Miki agarró a Nicolas. ―Eres fuerte, ¿verdad? Ayúdame a llegar a el generador.
Con un movimiento de cabeza de Taylor, Nicolas se lanzó hacia la tormenta para tomar
la maquinaria. Mientras tanto, Taylor sintió movimiento detrás de ella. Se giró a tiempo para
ver a Lofton, con Melanie en sus brazos, alcanzar la piedra Loralita.
―Uh, lo siento, pero no quiero morir, ― dijo Lofton, justo antes de teletransportarse a
otro lugar. Washington, probablemente.
―Imbécil, ― murmuró Nigel.
Con Nueve distrayendo a John, el terremoto había disminuido un poco, pero el daño ya
estaba hecho. Una viga se soltó del techo y atravesó la carrera de obstáculos. El edificio no
estaría en pie por mucho más tiempo.
―Tienes que ir,―dijo Taylor a Nigel. ―Vé.
―¿Qué hay de ti? ― Preguntó Nigel. ―¿Qué estás haciendo?
Con su telequinesis, Taylor agarró un arma. Un marcador negro del tablero de borrado
en seco donde se publicaron sus tareas de entrenamiento. Ella comenzó a garabatear
apresuradamente algo en el interior de su antebrazo.
―Sé a lo que nos enfrentamos― dijo. ―Tengo una idea.

―¡Creo un terremoto! ¡Toda la Academia se está derrumbando!


―¡Oh Dios! ¡Mi brazo! ¡Mi brazo está roto!
― ¡El Profesor Nueve no puede luchar contra él solo―tenemos que regresar!
―¡Tiene una bomba!
―¡Duele! ¡Duele mucho!
Los gritos dieron la bienvenida a Cinco y Ran y, brevemente, a un Caleb, cuando se
teletransportaron a Nuevo Lorien. Cinco se preparó para el peligro y abrazó a Ran para
protegerla, pero nadie les estaba prestando atención. No estaban en medio de una batalla,
estaban en medio de una retirada. Había otras personas teletransportándose a la cueva a
través de la misma piedra Loralite, apareciendo nuevas formas cada pocos segundos.
―Estudiantes,― dijo Ran débilmente, tan desconcertado por el repentino cambio como
Cinco. ―¿La Academia?
Los ojos de Ran rebotaron sobre las caras. Vio a Miki derrumbarse contra una pared.
Vio a un pequeño grupo que atendía a Lisbette, que de alguna manera había sufrido
quemaduras graves. Alcanzó a ver Nicolas arrastrando una gran maquinaria fuera de la cueva,
hacia una tempestuosa tormenta de nieve, Lexa trotando a su lado.
―¡John Smith está matando a todos! ― Gritó un tweeb llamado Danny cuando apareció
junto a ellos. ―Él est―Danny cerró la boca cuando vio a Five, su piel manchada cubierta de
sangre, su único ojo ceñudo. ―Oh.
Malcolm Goode inmediatamente atravesó la multitud cuando notó a Cinco y Ran. Su
boca se abrió en estado de shock. ―¿Cinco? ¿Ran? Cómo-?
Cinco agarró a Malcolm por la parte delantera de su camisa y lo empujó hacia atrás
hasta que su espalda golpeó la gran mesa en el centro de la habitación.
―¿Qué es esto?― gritó Cinco. ―¿Por qué estoy aquí?
El Baúl secreto El Baúl secreto
Jadeando un poco bajo el agarre de Cinco, Malcolm notó que el colgante aún estaba
agarrado a su puño. Tocó la mano de Cinco.
―Tu―debiste haberte teletransportado. Este es Nuevo Lorien, lo que John―
―No me importa, ―dijo Cinco. Soltó a Malcolm y dejó a Ran gentilmente sobre la mesa.
Estaba sangrando a través de las vendas que Cinco apresuradamente aplicó en la oficina del
alcaide. Se sentía mareada, podía sentir que se desvanecía. Aun así, le sonrió gentilmente a
Malcolm. Se alegró de ver su rostro. Se alegró de verlos a todos.
―Ella necesita un sanador,― dijo Cinco con brusquedad. ―Ahora.
Los ojos de Malcolm se volvieron. ―No veo…―Sacudió la cabeza. ―Taylor, nuestra
sanadora, continua en la Academia. Hemos sido atacados y ...
Con una mirada salvaje en los ojos, Five se volvió hacia la piedra Loralite desde la que
se habían teletransportado.
―Tengo que volver,― gruñó. ―Mis amigos, mis únicos amigos, están en medio de su
propia pelea. Tratando de salvar tus traseros…
―¿Hay… hay Loralita allí, Cinco? ―preguntó Malcolm con cautela. ―Porque si no la
hay, entonces no hay manera…
La piel de Cinco se volvió metálica y su puño se apretó. Parecía cerca de perder el
control. A pesar de que le dolía, Ran se inclinó hacia delante y le puso una mano en el hombro.
―Detente, ― dijo ella. ―Necesitan nuestra ayuda aquí, Cinco. O en la Academia.
Cinco respiró temblorosamente. Sus labios estaban rojos con su propia sangre por
alguna herida en lo profundo de él que continuaba ignorando. Miró a Ran con ojos húmedos y
temerosos. Temía por ella, se dio cuenta.
―Necesitas un sanador ―dijo Cinco― Necesitas―
―Me dijeron que hay un médico en el pueblo,―dijo Malcolm. Le gritó a través de la
habitación a una chica con una cara muy magullada que Ran apenas reconoció como
Maiken. ―Maiken! Necesito que corras―
En un destello de luz, alguien nuevo se teletransportó a la cueva. Una lenta sonrisa se
extendió por la cara de Ran.
―¡Recuento! ― Nigel gritó sin aliento. ―¿En cuanto vamos?
Rabiya le gritó desde la boca de la cueva. ―¡Casi todos! Todavía faltan Taylor y Nueve…
Una chica rubia desgarbada ―Ella, se dio cuenta Ran― se levantó de donde había
estado meditando en uno de los pocos lugares despejados de la caverna.
―Lo siento,―dijo Ella, mirando a Nigel. ―Él viene.
Ran reconoció la expresión de la cara de Nigel. Estaba en conflicto. Dudando sobre
algo. Ella no sabía qué―toda esta situación era básicamente un caos para ella―pero sabía
que la decisión lo estaba carcomiendo.
―Tienes que hacerlo,―dijo Miki, su voz pequeña y débil. ―No podemos arriesgarnos.
Destruye la piedra.
― Espera, ―espetó Cinco. ―¿Qué?
Ran apretó el brazo de Cinco. Destruir la piedra los aislaría de la Academia. De un
sanador. Pero si eso era lo que la Garde necesitaba hacer, Ran se arriesgaría con el médico
de la ciudad.
Nigel respiró hondo. Ran también conocía ese movimiento y sonrió de nuevo, incluso
mientras continuaba desangrándose. Así fue como Nigel se preparó para una de esas notas
chillonas de punk rock que tanto amaba. Del tipo que podría romper cristales. O piedra.
Pero entonces la vio. Sus ojos se abrieron. El aliento silbó fuera de él mientras dudaba.
―¿Ran?,― Dijo. Detrás de él, la piedra Loralita se iluminó de nuevo.
El Baúl secreto El Baúl secreto

John Smith movio una mano sobre su rostro donde Nueve se había roto la mandíbula, curando
el daño. Luego, se echó a reír, prácticamente sonriendo de placer a Nueve.
―Un verdadero demonio en la carne ― dijo John. ―Este día sigue mejorando.
―Amigo, ―dijo Nueve. ―Estás loco.
Un relámpago golpeó el suelo a su alrededor, pero Nueve se lanzó hacia adelante,
cargando hacia el cuerpo poseído de su mejor amigo.
El suelo tembló, pero eso era de poca importancia para alguien con el legado
antigravedad de Nueve, equilibrio y la velocidad. Se arrojó a través de una ráfaga de fuego,
esquivó un carámbano punzante y apuntó un puñetazo a la sien de John. Solo un buen tiro―
eso es todo lo que necesitaba. Eso sería suficiente para que todo se detuviera.
Sintió que se le escapaba la fuerza. Sus legados se debilitaron. Cancelados.
Estúpidamente, Nueve esperaba que este impostor no supiera cómo hacer eso.
John atrapó su puño en el aire, crujió su dedos a través de los nudillos metálicos de
Nueve y tiró. En un momento que Nueve encontró humillantemente familiar, John arrancó su
brazo cibernético de los amarres en su hombro. En el mismo movimiento, le dio un rodillazo a
Nueve en el estómago y lo dejó en el suelo.
―Oh, bueno, ― dijo John, mirándolo. ―Buen intento, socio.
Con su telequinesis, John envolvió el brazo metálico de Nueve alrededor de su cuello y
comenzó a estrangularlo. Nueve arañó el metal, jadeando y tosiendo, tratando de pasar los
dedos por debajo para obtener aire. Sin embargo, sin su fuerza aumentada, había poco que
pudiera hacer. Nueve comenzó a ver manchas. El mundo se oscureció.
― ¡Alabado sea! ―Taylor gritó. ―¡Recé y gracias a Dios que has venido!
John aflojó el agarre del cuello de Nueve cuando se volvió para mirar a Taylor caminando
hacia él con los brazos en alto por encima de su cabeza. Ella tropezó un poco―el suelo todavía
temblaba―y se estremeció con cada granizo que la golpeó en la mejilla. Pero ella vino, pelo
húmedo, los ojos muy abiertos y llorosos, como una especie de visión apocalíptica.
Y en su antebrazo había dibujado el símbolo de los Cosechadores. La serpiente y la
guadaña que había visto tatuado en la granja de su padre hace tantos meses, incluso antes
de saber que era Garde.
―He estado esperando tanto tiempo para que la cosecha llegue!, ―gritó bajo la lluvia,
tratando de recordar todos los estúpidos tópicos que había escuchado en el pasado. ―¡El
sacrificio de las serpientes que se arrastran desde nuestra Tierra corrupta! Me puedes ayudar,
¿verdad? ¡Puedes quitar estos horribles legados!
John le sonrió y dejó caer a Nueve, el Lorience completamente olvidado. Entonces ella
vio algo en su rostro― era como un niño, con los ojos brillantes de entusiasmo, encantado de
encontrar un espíritu afín.
―Lo sabía, ― dijo John. ―Siempre supe que habría otros como yo allá afuera. Aquellos
que entienden su propia enfermedad.
John dejó a Nueve en el barro y se deslizó hacia Taylor. Mientras se acercaba, usó su
telequinesis para levantar la ojiva nuclear, la bomba reluciente flotando cerca.
―Este cuerpo tuvo una visión, ―dijo John, refiriéndose a sí mismo. ―Me mostró lo que
tengo que hacer. Me mostró el camino.
Taylor recordó lo que dijo Ella― la visión de John de una explosión en Nuevo Lorien.
Cómo eso lo llevó a buscar los generadores de campo de fuerza. Cómo la intromisión en el
futuro solo arruinó las cosas. Al mirar hacia adelante, John solo había asegurado que llegaría
este momento. A Taylor le resultó difícil mantener su leal sonrisa en su lugar con el
conocimiento de lo que este monstruo estaba planeando hacer.
El Baúl secreto El Baúl secreto
― ¿Puedo ayudarte? ―Preguntó Taylor.
―Puedes ser mi testigo, ―dijo John grandiosamente. Aterrizó frente a ella y le tomó la
mano. ―Ven ahora. Vamos a ver a dónde se ha escabullido el mal.
―Primero, ―dijo Taylor, deteniéndose. ―¿Rezarás conmigo?
John vaciló, por lo que Taylor aumentó la potencia de su sonrisa. La Academia parecía
desierta ahora, pero ella quería comprarle a Nigel un poco más de tiempo para poner a todos
fuera del camino y destruir la Loralita en Nuevo Lorien.
―Por supuesto, ―dijo. Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás. ―Padre nuestro ―
Taylor se lanzó hacia adelante y apuñaló un dardo tranquilizante en el cuello de John.
Su ira fue inmediata y terrible. El suelo tembló violentamente y el frente de la asociación
de estudiantes se derrumbó, la fachada de piedra desmoronándose. Rayos irregulares se
estrellaron contra el suelo junto a Taylor, derribándola.
John sacó el dardo de su cuello. Él parpadeó sus ojos. La fulminó con la mirada.
―No deberías haber hecho eso― se quejó. ―¡Serpiente!
Entonces él estaba sobre ella. Su mano alrededor de su garganta. Y subieron volando,
sus dedos generaron calor que quemó parcialmente la piel de Taylor. Ella luchó, pero John era
demasiado fuerte y el tranquilizante no estaba funcionando lo suficientemente rápido.
La condujo hacia abajo, a través del techo abierto de la asociación de estudiantes, y la
estrelló de espaldas contra la piedra Loralita. Taylor sintió que se le rompían las costillas, como
mínimo. El aliento salió de ella. John la sostuvo allí, luego extendió la mano con su telequinesis
y llamó a la ojiva nuclear. Taylor trató de alejarla con su propia telequinesis, pero apenas pudo
frenarlo.
La bomba tocó la palma de John.
Nigel, pensó Taylor. Por favor. No lo dejes entrar.
Sujetándola debajo de él, John presionó su mano libre contra la Loralita.
Un destello azul.
No, pensó Taylor. Lo habría gritado si pudiera. ¡NO!
Y luego, estaban en la cueva. Nigel estaba parado a solo unos metros de distancia. Más
allá de él, las caras aterrorizadas de todos los demás Garde. Taylor vio a Ran,―de alguna
manera, Ran estaba allí,―ensangrentada y pálida, tambaleándose hacia ella.
―Demasiado tarde, ― dijo John. De alguna manera, Taylor sabía que no estaba
hablando con ellos. Estaba hablando con alguien más en otro lugar. ―Llegaste tarde.
John― la cosa que controlaba a John― no dudó. Vertió todo su poder en la ojiva
nuclear. Fuego y rayos y telequinesis presurizada. Pura ira, canalizada hacia la bomba.
Se rio mientras explotaba.
La sala se llenó de luz blanca.

En una prisión subterránea a cientos de millas de distancia, Einar e Isabela se pararon sobre
el cuerpo de un niño. Para un monstruo así, pensó Isabela, no era tan aterrador en persona.
De hecho, él estaba algo triste. Sus rizos oscuros se desplegaron en la almohada debajo de
él, sus costillas asomando a través de su traje, círculos oscuros bajo sus ojos entreabiertos.
Se veía tan pequeño y tan, tan joven.
― ¿Qué debemos hacer? ―Preguntó Isabela, mirando a Einar.
―No debemos hacer nada, ― dijo Einar.
Einar sostenía la pistola del alcaide en su mano. La golpeó contra el costado de su
muslo.
―Pensé que podría ser un líder. Pensé que era tan dotado, tan inteligente. Pero yo soy
como… Soy como él, ― dijo, mirando a Lucas. ―Estoy mal.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Isabela no dijo nada. Ella se alejó de Einar. Algo en ella la hizo sentir tranquila. Algo
dentro de ella le dijo que se fuera.
―Déjanos. Saca a los demás de este infierno, ―dijo Einar. ―Déjame hacer esto. Así el
resto de ustedes puede ser bueno.
En México, un disparo.
En el Himalaya, John Smith recuperó el control sobre su propio cuerpo con un grito
frustrado. Luchó contra el sedante que recorría su sistema, luchó para recuperar el control de
la peligrosa fuerza de sus Legados que habían sido descargados tan descuidadamente.
Llegó demasiado tarde. Demasiado tarde para retirar todo ese poder.
Su cueva se iluminó en blanco. Nuevo Lorien. Se fue en un instante.

Ran Takeda respiró hondo. Lo contuvo…


Se detuvo.
Abrió todas sus moléculas.
Ella hizo espacio.
Fue uno de los primeros trucos que aprendió. Sentada en la playa fuera de la Academia,
empujando la energía furiosa dentro de ella a un huevo, y luego arrancándola de el. ¿El
resultado? Un huevo duro.
Se lo había hecho a Nigel en Islandia. Lo cargó, y retiró la energía. ¿El resultado? El
corazón de su mejor amigo comenzó a latir.
Ran hizo eso ahora. Ella atrajo energía. Absorbió calor, fuerza y destrucción. Ella dejó
que todo se acumulara dentro de ella.
Mas.
Y mas.
Y luego, silencio.
La cueva estaba en pie. Tranquila y fria. Los Garde y sus aliados parpadearon, dejaron
caer sus manos que habían estado protegiendo sus caras y se levantaron del suelo. Todos la
miraron.
Ran vibró. Ella estaba al rojo vivo. Se sentía como el sol.
Ella se paró sobre la ojiva. La bomba estaba fría y vacía.
Estaba dentro de Ran ahora. Luchando para soltarse. Desgarrándola.
Nigel fue la primera cara que vio. Fue su expresión la que le hizo saber a Ran que era
malo. No podía decir que todo su cabello, se había quemado. Apenas era consciente de que
estaba brillando. Que había grietas en su piel abriéndose, quemando energía brillante a través
de ellas, ansiando su liberación.
― ¿Ran? ― Dijo Nigel, con lágrimas en las mejillas. ―Qué…¿Qué hiciste?
―Nakama, ―dijo ella, sus palabras chisporroteando con enegia. ―Te quiero. Lo siento.
Sin pensarlo, ella extendió la mano para tocar la mejilla de Nigel, para limpiar sus
lágrimas. Él la dejó, a pesar de que su toque dejó huellas digitales quemadas en su mejilla. Él
trató de no estremecerse. Intentó ser fuerte como ella.
―No, Ran, ― dijo Nigel. ―No.
―No puedo…―La voz de Ran apenas era un susurro ahora. No podía encontrar aire
que no estuviera hirviendo. Sus entrañas se estaban derritiendo. ―No puedo aguantarlo.
Vio a John Smith tropezar hacia ella, como si fuera a desmayarse. Pero alguien lo
empujó a un lado.
―No tú,― le dijo Cinco a John. ―Haces que valga la pena.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Y luego, los brazos de Cinco la rodearon. Su piel de metal se derritió tan pronto como
la tocó, el acero fundido goteando, acumulándose en el piso de la cueva. Eso no lo detuvo. La
sostuvo y salieron volando de la cueva.
Una vez, hubo una profecía sobre Cinco dibujada en una de esas paredes.
Ahora, él eligia su propio destino.
Arriba, arriba, arriba.
El Himalaya desapareció debajo de ellos. El cielo se oscureció.
Más Alto.
Ran escuchó a Cinco estremecerse. Su agarre se aflojó. Podía ver hueso en sus brazos,
donde su piel se había quemado. Ella lo miró, quiso disculparse, decirle que se fuera, pero
Ran no pudo hablar. La energía era demasiada. Estaba saliendo de ella.
Era hora.
Ella buscó el ojo de Cinco. Él la miró de regreso. En paz.
―Tenías razón, ― susurró. ―Tenemos estos legados por una razón.
Muy por encima del Himalaya, la chica que hizo explotar las cosas detonó por última
vez.
El Baúl secreto El Baúl secreto
DESPUES

LABORATORIO ULTRA SECRETO ―LOCACION DESCONOCIDA.

―PENSÉ QUE ESTAS COSAS SE VOLVIAN CENIZAS CUANDO las mataban, ― dijo un
hombre, sonando aburrido.
―Solo aquellos que nacieron de tanques lo hacen ― respondió una mujer ―¿No leíste
el informe?
―Le heche una ojeada ―respondió el hombre. ―Eso es bastante fascinante. La
división de clonación está en eso, ¿verdad?
―Sí. Ojalá me hubieran asignado allí en lugar de estar aquí abajo tratando de averiguar
por qué este no se descompone como los otros.
Los ojos de Vontezza Aoh-Atet se abrieron de golpe. Jadeó, llenando los pulmones que
habían estado inactivos durante―¿días? ¿semanas? ―No podía estar segura. Se sentó de
golpe sobre la losa fría de metal e hizo una evaluación rápida de su situación. Estaba desnuda
en una habitación bien iluminada que olía a formaldehído. Había una línea de marcador
dibujada en su esternón, presumiblemente donde los dos científicos―en ese momento,
tropezando lejos de ella en estado de shock―planeaban abrirla con la serie de escalpelos que
brillaban en una mesa cercana.
―Inaceptable,― dijo, luego se lanzó de la mesa y golpeó al científico masculino en la
garganta.
La mujer gritó y se lanzó por un botón en la pared. Eso podría llamar ayuda,
probablemente. Vontezza no podía permitir eso. Al menos, no hasta que encontrara su
armadura.
Vontezza barrió las piernas de la mujer con su telequinesis y luego saltó sobre ella. Hizo
flotar un bisturí, lo agarro del aire y lo presionó contra el cuello de la mujer.
―¿Dónde estoy? ―Preguntó Vontezza. Ella notó el extraño emblema en la bata de
laboratorio de la mujer. Un logotipo para algo llamado Sydal Corp. ―¿Cuánto tiempo he estado
muerta?
―Estás... estás en Vancouver,― tartamudeó la mujer. ―Y semanas, creo. No lo sé. Me
acaban de transferir aquí.
― Vancouver, ― dijo Vontezza, saboreando la palabra desconocida. ―¿Qué tan lejos
está eso de Alaska?

La destrucción completa de la estación de investigación de Sydal Corp en Vancouver


no se informó en las noticias.

LA HAYA―HOLANDA DEL SUR, PAÍSES BAJOS

―Indique su nombre y función para el registro.


―Karen Walker Antiguamente de la Oficina Federal de Investigaciones de los Estados
Unidos. Antiguamente agente de la organización clandestina conocida como MogPro. Más
recientemente, asignado a una operación de alto secreto conocida como Watchtower dentro
de la Garde Terrestre.
― Por favor comience, Sra. Walker.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Señoras y señores de la corte, lo que tengo en la mano es un frasco de Loralita
corrompida, mejor conocido como ciano mogadoriano, una sustancia creada por Setrákus Ra.
Esta muestra fue recuperada por un agente de la Garde Terrestre, Caleb Crane, después de
que sirvió en un destacamento de protección para el fallecido Wade Sydal. Es mi testimonio
jurado que el Sr. Sydal operaba fuera del Acuerdo Garde para promover su propio interés, en
sus esfuerzos por reproducir tecnología alienígena peligrosa. Él fue financiado en estos
esfuerzos por un grupo de personas que se hacen llamar la Fundación…

LA COSTOSA VILLA DE ALGUIEN―SANTIAGO, CHILE

Caleb hizo una última vuelta a través del agua caliente, luego salió de la piscina infinita y se
secó. El sol de la tarde cayó sobre sus hombros, un agradable alivio del frío de Nuevo Lorien.
La toalla era hinchada y suave,los ricos suaves, pensó Caleb. Por supuesto, la villa era
decadente, al igual que todos los lugares donde Isabela decidió quedarse. Caleb suspiró. Le
gustaba aquí, pero también lo ponía nervioso. Estos espacios le recordaban demasiado a las
guaridas abandonadas de la Fundación por las que habían viajado todos esos meses atrás.
Todavía sentía la necesidad de mirar por encima de su hombro. Quizás eso nunca
desaparecería.
―Olvidé preguntarte por quién pasas esta vez― dijo Caleb mientras cruzaba la cubierta
hacia donde Isabela se reclinaba en una tumbona.
Se echó las gafas de sol por la nariz y lo miró. ―¿Realmente quieres saber eso, Boy
Scout?
Caleb lo pensó. ―No. Supongo que no.
Esta era la tercera vez que Caleb había venido a ver a Isabela y la tercera mansión
diferente que ella había estado allanando. No le preguntó cómo encontró estos lugares o de
dónde obtuvo su dinero. Tenían un acuerdo tácito de que ciertos temas estaban prohibidos.
Como mexico La única vez que Caleb mencionó eso, una nube oscura se había colocado
sobre Isabela por el resto de su visita. Ella no quería pensar en eso―en la responsabilidad o
la pelea o cualquiera de las cosas que habían hecho.
Ella quería vivir la buena vida.
Así que, Caleb la dejó.
Se sentó en la tumbona junto a Isabela. Duanphen se levantó del lado opuesto de
Isabela y se zambulló en la piscina. Después de todo, Duanphen había decidido quedarse con
Isabela en lugar de ir a Nuevo Lorien. Eso hizo feliz a Caleb. Se sintió bien sabiendo que
alguien estaba cuidando a Isabela.
Hubo otro cambio que Caleb nunca comentó. Cada vez que Isabela se registraba y lo
invitaba a una de sus mansiones, estas inevitablemente tenía algún tipo de piscina. Y en esas
piscinas, con solo Caleb y Duanphen alrededor, ella llevaba su verdadera forma. Cicatrices y
todo.
―Me estás comiendo con los ojos,― dijo Isabela.
Caleb tragó saliva. ― Lo siento.
Ella sonrió, nunca más feliz que cuando podía hacerlo sentir incómodo. ―No me
importa.
―¿Has estado viendo las audiencias?,― Preguntó Caleb, ansioso por cambiar de tema.
Isabela resopló. ―Por supuesto no. ¿Qué soy yo? ¿ Una aburrido?
―Pienso que van bastante bien,― continuó Caleb sin convicción. ―Podríamos salir
pronto de la clandestinidad.
―Me gusta esconderme,― dijo Isabela. ―Creo que a ti también te gusta.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Caleb tomó su camisa y se la puso. Luego, tomó su medallón y se lo puso sobre la
cabeza. La piedra de Loralita que se abría a la cueva en Nuevo Lorien brillaba a la luz del sol
de la tarde.
―Sabes, estamos construyendo algo allí, ―dijo Caleb. ―Creo que será bueno.
Podríamos usar tu ayuda, si quisieras…
Isabela le dio un manotazo. ―Cada vez con esto. No Caleb. No quiero construir nada
en una cueva de monjes bajo un campo de fuerza. Estoy bien.
― Sin embargo, todavía tienes tu colgante, ¿verdad?
Ella suspiró. ―Sí. Sí. La fea cosa está envuelto en un calcetín en mi bolso-.
―Porque eres bienvenida cuando sea. Yo extraño…―Él miró hacia otro lado. ―Todo
el mundo te extraña.
Isabela se levantó bruscamente. Caleb había presionado demasiado, había roto uno de
sus acuerdos tácitos.
―Voy a entrar,― dijo. ―¿Tú?
―No,― respondió Caleb. ―Tengo que volver.
―Está bien,― dijo, y lo beso en la mejilla. ―Nos vemos la próxima vez, Caleb.
―Nos vemos,―respondió Caleb.
Caleb observó a Isabela caminar hacia la piscina. Estaba a punto de tocar la piedra
Loralita y teletransportarse a casa cuando ella se volvió hacia él.
―Caleb?
―¿Sí?
―No dejes de preguntarme, ¿de acuerdo?, ― Dijo Isabela.
Caleb sonrió. El podía hacer eso…

LA HAYA― HOLANDA DEL SUR, PAÍSES BAJOS.


―Indique su nombre y función para el registro.
―Coronel Ray Archibald. Ex jefe de seguridad de la Academia de la Garde Humana-.
―¿Su declaración, Coronel?
― En mi tiempo en la Academia, tuve el placer de presenciar a varios jóvenes talentosos
Garde darse cuenta de su potencial. Es mi creencia que la misión de la Academia y la Garde
Terrestre fue pura, al menos al principio. Sin embargo, estas instituciones fueron corrompidas
gradualmente por fuerzas externas insidiosas que―
—Disculpe, coronel, pero hemos escuchado testimonios jurados de sus hombres de que
su juicio puede estar nublado. ¿Puedo preguntar por qué lo relevaron de su deber?
―Permití que un Garde que estaba bajo mi custodia quedara libre.

NUEVO LORIEN― LOS HIMALAYAS, INDIA


―¡Nos teletransportamos! ¡Nos teletransportamos! ¡Fue asombroso! ¿Podemos hacerlo otra
vez?
Obi y Dubem, los dos hermanos pequeños de Kopano, se lanzaron contra él. Riendo,
Kopano los envolvió a ambos en un abrazo, apretándolos fuertemente. Había pasado más de
un año desde la última vez que los vio, cuando se escapó de Lagos en medio de la noche.
Ahora estaban allí, en lo alto de estas extrañas montañas, mirándolo con los ojos muy abiertos
y brillantes.
Era el día de la familia en Nuevo Lorien.
―Leemos todos tus correos electrónicos,― dijo Dubem a Kopano a toda prisa.
El Baúl secreto El Baúl secreto
―Una y otra vez,― agregó Obi. ―No puedo creer que hayas peleado con el gran John
Smith― dijo Obi. ―¡Y casi lo venciste!
Dubem golpeó el esternón de Kopano. ―¡Hasta que te arrancó el corazón del pecho!
―¿Se ha disculpado alguna vez?,― Preguntó Obi. ―¡Debería!
― Silencio sobre eso,― dijo Kopano, mirando a su alrededor, asegurándose de que
John no estuviera al alcance del oído. ―A John no le gusta hablar de ese día. Y, de todos
modos, no era realmente él.
Kopano se frotó el hombro al recordarlo. Cualquier dolor persistente estaba en su mente.
John se disculpó, justo después de curar personalmente el hombro de Kopano. Fue John el
que vino a buscar a Kopano después de todo el caos de ese día. El coronel Archibald no había
discutido. Había dejado ir a Kopano sin hacer una pregunta.
Los dos no hablaron mucho. Era extraño estar cerca de John. Aunque no fue realmente
él el que casi había matado a Kopano,―y tantos otros,― verlo le trajo extraños recuerdos. Los
Garde estaban todos aquí, un lugar que John construyó, pero el propio John tendía a mantener
la distancia. Kopano esperaba que se volviera menos raro con el tiempo. Después de todo,
John solía ser su ídolo. Pero ser un héroe, Kopano había aprendido, no siempre era glorioso.
―¿Qué quieren ver primero?,― Preguntó Kopano a sus hermanos. Hizo un gesto por
el camino a una casa larga que había sido construida recientemente en las afueras del pueblo.
La que tenía LA CASA DE LA DIVERSIÓN DEL PROFESOR NUEVE pintado con spray con
una siniestra escritura en el lateral. ―¿Quieres probar la carrera de obstáculos? ¡Puedes
entrenar como un auténtico Garde!
―Primero, necesito un baño. ¿Este lugar tiene baños? –
Eso vino de Udo. El padre de Kopano deambuló por el camino desde la cueva,
frotándose los lados de su prodigiosa barriga cervecera. Palmeó a Kopano bruscamente en el
hombro.
―Te ves más alto. Eso está bien,―dijo Udo. Se frotó los brazos. ―Hace mucho frio
aquí. ¿Dónde está el extraterrestre que calienta las cosas?
Kopano puso los ojos en blanco―tan a menudo expuesto a los ojos en blanco, se sintió
bien hacérselo a otra persona,―y miró más allá de su padre. El camino detrás de él estaba
vacío. No había nadie más.
―¿Dónde está mamá?,― Preguntó Kopano.
Sus hermanos se miraron los zapatos. Udo se aclaró la garganta.
―Ella no quería venir,― dijo Udo con franqueza. ―Ella pensó que la Academia te
curaría. ¿Esto―? ―Agitó los brazos. ―Esto, ella no entiende nada. Le dije que eran
vacaciones gratis, pero no, la mujer no escuchaba. Ella me dijo que rezaría por ti.
Kopano forzó su sonrisa para no vacilar. ―Sí. También rezaré por ella.
Udo clavó el codo en las costillas de Kopano. ―La linda chica que nos teletransportó
aquí, habló muy bien de ti. ¿Es tu amiga?
― No, papá,― gruñó Dubem, hablando en nombre de Kopano. ―Esa fue Rabiya. Ella
es solo su amiga. Taylor es la novia.
Kopano le sonrió a su hermano. Realmente era un estudiante de los muchos correos
electrónicos de Kopano. Se apartó de su familia por un momento, miró a su alrededor y vio a
Taylor parada en un mirador con su propio padre.
―Ella está allá arriba,―dijo Kopano. ―Todos cenaremos más tarde. Te lo ruego, papá,
por favor no hables.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Arriba, Taylor vio a Kopano apuntándola y le devolvió el saludo. Toda la semana, él había
estado llenando su cabeza con advertencias sobre su padre. Udo no se veía tan mal desde
donde estaba, pavoneándose, fingiendo que no estaba impresionado por nada. Ella vio la
forma en que Udo no paraba de acariciar a Kopano en la espalda. Estaba orgulloso, le diría a
Kopano más tarde, él simplemente no quería demostrarlo.
Brian Cook silbó entre dientes. Su propio padre había llegado más temprano ese día y
nunca intentó ocultar su asombro.
―Bastante lejos de Dakota del Sur,― dijo. ―De California, incluso.
Taylor asintió. Se pararon en su posición elevada favorita, a solo una corta caminata
desde la boca de la cueva. Ella venia aquí a menudo para mirar las montañas y el pueblo de
abajo. Se construían nuevos edificios todos los días― más cabañas a lo largo del camino de
regreso, una nueva ala en la escuela que compartían con los aldeanos, un hospital más grande
para que pudieran traer pacientes del exterior. Estaba creciendo. Estaban reconstruyendo lo
que habían perdido.
También vivían bajo el brillo perpetuo de un campo de fuerza, la tenue luz azul siempre
visible en el cielo. Taylor esperaba que no lo necesitaran para siempre. El territorio que les
había sido otorgado por el gobierno indio era un poco gris. La ONU no reconoció su existencia,
pero los países vecinos sí. Nadie los había movido aún, especialmente con las audiencias en
curso.
―¿Te gusta más?,― Preguntó su padre, rompiendo un silencio que Taylor no se dio
cuenta de que había prolongado. ―Que California, quiero decir.
―Creo que sí,― dijo Taylor. ―Es un cambio. Pero creo que es bueno.
No mencionó lo que habían perdido para salvar este lugar. A quiénes habían perdido.
―Bueno, es un largo camino desde los Estados Unidos, suponiendo que tu amigo
teletransportador no me traiga a escondidas cada vez que quiero verte―, dijo Brian,
suspirando. ―¿Cuánto cuesta un boleto de avión a Nepal, de todos modos?
―Estamos construyendo algo aquí, papá,― dijo Taylor, dirigiéndose a él. ―Pero no
queremos hacerlo solos. Los Loriences tenían a esta gente llamada Cêpan. No tenían legados,
pero ayudaron a entrenar a los Garde. Les ayudó a asegurarse de que estaban haciendo lo
correcto. Estamos buscando personas así, que quieran vivir aquí y ayudarnos.
Brian asintió con la cabeza. ―Sí. Por supuesto. Parece una buena idea. ―Entonces,
se dio cuenta de lo que Taylor realmente estaba diciendo. ―Espera. Te refieres…
― Destruí la granja,― dijo Taylor. Ella señaló colina abajo a una de las cabañas
nuevas. ―Lo menos que puedo hacer es conseguirte una finca de montaña.

LA HAY― HOLANDA DEL SUR, PAÍSES BAJOS


―Indique su nombre y trabajo para el registro.
―Beatrice Barnaby. Soy una filántropa
―Sra. Barnaby, su nombre ha aparecido bastante en nuestra investigación.
―En verdad, no tengo idea de por qué.
― ¿La Fundación, tal vez?
―La Fundación era una organización con la que estaba muy tangencialmente
involucrada. Su propósito era localizar a los Garde de naciones ajenas a la Garde Terrestre y
proporcionarles los medios para escapar de las condiciones a menudo terribles en sus países
de origen. Desde nuestros primeros días, tuvimos el pleno apoyo de la Garde Terrestre.
Nuestros propósitos eran estrictamente humanitarios. Toda esta charla conspirativa es pura
locura.
El Baúl secreto El Baúl secreto
NUEVO LORIEN —HIMALAYAS, INDIA

Día de la familia. Después de meses en el Himalaya, era la primera vez que el Garde dejaba
entrar a extraños. Tomó planificación. Necesitaban contactar a las familias, en primer lugar.
Luego, los que querían visitar, tenían que diseñar planes para escabullirse. Muchos de sus
padres estaban bajo vigilancia constante. Nigel ayudó en todo lo que pudo―desde la logística
hasta el teletransporte. Fue bueno para él estar siempre trabajando.
Pero entonces llegó el día y había gente feliz a su alrededor y Nigel quería vomitar.
Obviamente, nadie vendría a verlo.
Así que bajó la montaña, atravesó el pueblo y salió a uno de los caminos más
peñascosos que conducían más abajo. Había hecho todas estas caminatas en los últimos
pocos meses. Convirtiéndose en un verdadero amante de la naturaleza. Nada punk rock en
absoluto.
Sabía que a Ran hubiera amado aquí. Eran días como hoy en los que la extrañaba más.
Nigel tocó las cicatrices en su mejilla donde sus huellas digitales todavía estaban
quemadas. Taylor ni siquiera le había preguntado si quería que las curara. Ella lo sabía bien.
Eventualmente, Nigel llegó a una corriente azul cristalina alimentada por el hielo en la
cima de la montaña. El agua burbujeaba y se doblaba mientras corría hacia abajo sobre el
terreno rocoso. Siguió a lo largo del banco curvo hasta llegar al campo de fuerza, tanlejos como
pudo llegar. El agua se estrelló contra la barrera de energía y se desvió a izquierda y derecha,
creando un charco helado.
Algo llamó su atención. Movimiento más allá del campo de fuerza. Él entrecerró los ojos.
―¿Qué diablos es eso?,― Preguntó Nigel al aire.
Nigel se metió en el agua, sin importarle el frío que empapaba sus zapatillas. Había algo
familiar allá afuera, golpeando su cabeza contra la barrera una y otra vez. Necesitaba mirar
más de cerca para estar seguro.
―De ninguna manera,―susurró Nigel.
Nigel corrió de regreso al pueblo, subió la ladera de la montaña y entró en la cueva.
Para entonces, todos los visitantes habían sido teletransportados, por lo que el espacio estaba
vacío, excepto el que estaba de guardia sobre la piedra. En ese momento, era Marina. La chica
Lorience había regresado a Nuevo Lorien poco después del éxodo de la Academia. El estado
de su relación con John Smith era un tema popular en la montaña, aunque nunca hablaron de
eso cuando asistía a las sesiones semanales de terapia grupal que Nigel y Nic habían
organizado.
Marina se puso de pie de un salto cuando Nigel irrumpió. ―¿Está todo bien?
―Necesito… ―Tomó aliento. ―Tengo que salir.
―¿Debo llamar a los ocho nacionalistas de Vishnu? ―preguntó Marina ―¿Necesitas
una escolta?
―No, no, ― jadeó Nigel. ―Seré rápido.
Nigel tocó la piedra Loralita e imaginó uno de los trozos más pequeños que habían
escondido fuera del límite del campo de fuerza. En un destello de luz, estuvo de pie en un
matorral nevado a las afueras de Nuevo Lorien.
―Por favor sigue estando allí, por favor sigue estando allí…―Dijo Nigel mientras
trotaba de regreso a la montaña, hacia el resplandor azul de su escudo, a lo largo del lecho
seco del río.
Fue una tortuga gigante lo que Nigel vio fuera del campo de fuerza, aunque para cuando
la alcanzó, la Chimæra se había transformado en un carnero, golpeando sus cuernos
ineficazmente contra la barrera de energia. Nigel se rió entre dientes y se pasó una mano por
los ojos. La criatura era terca. Al igual que su antiguo dueño.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Nigel silbó. ―Oi, ¿te acuerdas de mí, amigo?
La Chimera giró la cabeza, vio a Nigel y se transformó nuevamente en su forma de
tortuga. Esa era su forma preferida. La que Nigel había visto por última vez cuando huyó hacia
el océano, delante de los soldados de la Garde Terrestre que querían encarcelarlo.
La tortuga giró y apoyó la barbilla sobre los pies empapados de Nigel. Lo recordaba.
Por supuesto que si. Nigel se inclinó y acarició su cabeza lisa.
―Hola, Gamora,― dijo Nigel, sonriendo por primera vez en meses, recordando cómo
Ran había llamado a su antigua mascota. ―¿Dónde has estado, amigo?

LA HAYA― HOLANDA DEL SUR, PAÍSES BAJOS


―Diga su nombre.
―Yo…
― Diga su nombre, por favor.
―Einar. Mag―Magnusson.
―Me gustaría que el tribunal tenga en cuenta que mi cliente está equipado con un inhibidor
que envía una descarga de baja intensidad a través de su sistema cada seis segundos. Eso
hace que sea extremadamente difícil para él concentrarse durante un período sostenido.
Además, las condiciones en las que se encuentra recluido distan mucho de ser ideales y―
―Comience, por favor, señor Magnusson…
― He… He last―lastimado a gente. Muchas personas. Secuestrado. Asesinado. La
Fun―fundación. Me llevó. Me moldeó. Estoy―estoy aquí ahora para asumir―asumir la
respon―responsabilidad. Se sus nombres. Aquellos―aquellos que se beneficiaron. Quienes
me ayudaron. ¿Final―finalmente escucharán?

NUEVO LORIEN― LOS HIMALAYAS, INDIA


―Me gustaría decir que todavía estoy muy en contra de esta idea,― dijo Malcolm, quitándose
los guantes de goma. ―Incluso ahora que te he ayudado a hacerlo. No me gusta.
John Smith se sentó de donde había estado acostado de lado. Fue un procedimiento
simple realmente. Solo un pequeño corte en su sien, la inserción del chip y luego listo. Taylor
le pasó los dedos por la cabeza y lo curó. John podría haberlo hecho él mismo, pero le había
pedido que estuviera aquí para que ella también pudiera contribuir.
―Dos veces un enemigo ha podido usar mis poderes contra nuestra gente. No puedo
permitir que eso vuelva a suceder,―dijo John.
Malcolm sacudió la cabeza. ―Bueno, como solicitaste, le he dado controles remotos
con clave biológica a Nueve, Seis, Sam , Marina…―Se giró para mirar a Taylor.
Ella se tocó el bolsillo delantero donde había metido el delgado control remoto. El
dispositivo que daría una descarga a John Smith en sumisión no era más grande que un lápiz
labial.
―Todavía no entiendo por qué, ―dijo Taylor a John. ―¿Por qué yo? Los otros
Loriences y Malcolm los tienen, pero. . . ¿Por qué confiar en mí con esto?
―Porque confío en que harás lo que sea necesario, ―respondió John. ―También
confío en todos los demás, obviamente. Pero tenemos historia. Pueden dudar, en el momento.
No creo que lo hagas.
Taylor se rió entre dientes. ―No creo que Nueve vacilara.
―No, ―admitió John. ―Estoy sinceramente sorprendido de que ya no me haya dado
una descarga todavía. Por diversión. ―Saltó de la mesa. ―Deberíamos ponernos en marcha.
Nos están esperando.
El Baúl secreto El Baúl secreto
Los tres dejaron la cabaña de John― solo una de las muchas a lo largo del camino que
conduce a la cueva, no más grande ni más pequeño que ninguna de los otras. Había otros
Garde caminando en la misma dirección. Lisbette y Nicolas se acercaban. Sonrieron y
saludaron a Taylor, pero disminuyeron la velocidad cuando notaron que estaba con John.
Recogiendo el ambiente, John se inclinó y fingió atar su zapato para que pudieran pasar.
―Lo superarán, ―dijo Taylor a John, su expresión de dolor obvia. ―Quiero decir, me
rompiste la espalda y lo supere.
―Lo sé. ―dijo John en voz baja. ―Sin embargo, durante un año soñé con llenar este
lugar con nuestra gente. De hacer grandes cosas. Y ahora, están aquí, está sucediendo y…
no me siento como uno de ustedes.
―¡John Smith! ¡Deja de usar tus encantos sombríos en mi mujer! ―Gritó Kopano. Cargó
desde atrás y agarró a Taylor por la cintura, apretando y besando su cuello hasta que casi se
cayeron del camino. A pesar de sí mismo, John se echó a reír.
―Alto, alto, bruto, alto, ― dijo Taylor, abofeteando a Kopano.
Soltó a Taylor, solo para poder saltar y frotarse las manos. ―Estoy tan emocionado,
chicos! ¡Iremos a vivir! ¿El mundo de quien crees que salvaremos primero?
Kopano le dio una palmada en la espalda a John y luego siguió corriendo. Taylor se
volvió hacia John.
―¿Ves? Serás uno de nosotros nuevamente en muy poco tiempo.
―Ow― dijo John, frotando su hombro ―Ahora no estoy seguro de querer serlo.
Entraron en la cueva y la encontraron llena de Garde, todos reunidos alrededor de la
enorme mesa de madera que John había tallado. Sus conversaciones no se detuvieron cuando
entraron John y Taylor.
―Tus padres suenan totalmente rudos,―le decía Seis a Miki.
―Sí, son bastante geniales,― respondió Miki. ―Deberías venir a saludarles esta noche.
Seis le acarició la barbilla. ―Siento que realmente podría entrar en el ecoterrorismo.
Sam gimió. ―Por favor, no digas cosas así, Seis.
―Realmente deseo que dejes de convertir mis trampas en piedra,― le dijo Nueve a
Daniela, frotándose el bíceps. ―Tengo que seguir cincelando los engranajes. Es un dolor en
el culo.
―Lo siento, hermano. ― Daniela se encogió de hombros. ―Pero la visión de piedra lo
arregla todo.
―Además, ― continuó Nueve, volviéndose hacia Rabiya, ―teletransportarse de un
lado del curso al otro no lo califica para el mejor tiempo.
―Eso dices, ―respondió Rabiya.
―¿Has oído hablar de esta banda Journey?,― Preguntó Caleb a Nigel.
―Sí, amigo, apestan,― dijo Nigel.
―Lo sé. Mi papá los ama,― dijo Caleb. ―Tal vez deberíamos arruinar algunas de sus
canciones con versiones mal interpretadas.
Nigel sonrió. ―Sí. ¡Nigel y los Clones se reencuentran en una gira de venganza, que
pronto llegará a un pueblo muy poco preparado!
Taylor rodeó a Nigel y Caleb con sus brazos, sonriéndoles, asimilando todo. Había casi
cuarenta de ellos aquí y muchos más aún presionaban su camino dentro. Era como una fiesta.
―¡Está bien, todos! ―Lexa gritó, llamando su atención. Se inclinó sobre una
computadora portátil conectada a un proyector holográfico que mostraba un globo giratorio
sobre su gran mesa. Esa había sido idea de Daniela. ―¡Estamos en línea!
El sitio web era simple. Escriba "GARDE" en cualquier motor de búsqueda y el resultado
superior lo llevará a una pantalla negra con una sola pregunta y un cuadro para ingresar texto.
La pregunta: "¿CÓMO PODEMOS AYUDAR?"
El Baúl secreto El Baúl secreto
Al principio, una vez que Lexa creó el sitio web, no pasó nada. Pero luego su bandeja
de entrada comenzó a hacer ping, los mensajes se desplazaron hacia abajo más rápido de lo
que Taylor podía seguir. Lexa los sacó uno por uno en el proyector y los leyeron juntos. Algunos
de ellos eran groseros y extraños, algunos obviamente falsos, algunos simplemente
preguntaban si todo esto era real. Pero había otros…
Una madre enferma en Ghana que estaba siendo estafada por su medicina.
Un niño que intenta separarse de una pandilla en Colombia.
Un conservacionista en Sri Lanka que estaba preocupado por los cazadores furtivos de
elefantes.
Cualquier cosa que parecía real y necesaria, Lexa arrastró al mundo y llenó un punto
con los detalles de la solicitud. Pronto, todo su mapa estaba brillando. Estas personas no eran
como las que la Fundación "ayudó". Esto no era por pago o por estatus. Se trataba de hacer
el bien. Sobre servir a la humanidad.
La sala quedó en silencio al darse cuenta lentamente de cuánto trabajo había que hacer.
Luego, sin darse cuenta de que lo estaban haciendo, todos se volvieron hacia John. Estaban
buscando dirección. Todo fue un poco abrumador.
John estaba sonriendo. Ni siquiera había notado sus ojos sobre él.
―Es perfecto, ―dijo en voz baja. ―Tal como lo imaginé.
Taylor dio un paso adelante y aplaudió.
―Entonces, ―dijo Taylor. ― ¿Donde empezamos?

Espero que hayan disfrutado de esta traducción


El Baúl secreto
El Baúl secreto El Baúl secreto

SOBRE EL AUTOR

PITTACUS LORE terminó de contar la historia de la invasión de la Tierra en la serie Soy El


Número Cuatro y ahora está listo para contar otra historia. Se desconoce su paradero.

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