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Frigerio Repensando Monopolio Catolicismo 2007 PDF
Frigerio Repensando Monopolio Catolicismo 2007 PDF
Publicado en
Ciencias sociales y religión en América Latina: Perspectivas en debate. Pags. 87-118.
María Julia Carozzi y César Ceriani, eds. Buenos Aires: Biblos/ACSRM. 2007
Utilizando datos derivados del caso religioso argentino, el trabajo se propone repensar
el rol del catolicismo dentro del campo religioso latinoamericano. Se argumenta que para
evaluar más adecuadamente el tipo de influencia que ejerce dentro de éste, es necesario, en
primer lugar, reconsiderar el concepto de “monopolio religioso” y examinar más finamente
sus distintos efectos sobre variables que a menudo son consideradas co-extensivas:
creencias, identidad, legitimidad. En segundo lugar, es necesario debatir la utilización
ubicue y a-crítica del paradigma Bergeriano de la religión en general, y del catolicismo en
particular, como un “dosel sagrado”. Para ello se propone la utilización de algunas
proposiciones derivadas del paradigma norteamericano de la elección racional,
particularmente las que se refieren a la naturaleza de los monopolios religiosos y al proceso
de secularización. En tercer lugar, se afirma que una definición clara del concepto de
“identidad” y una explicitación de la/s teoría/s desde la cual se la analiza, que incluya una
diferenciación entre sus distintos niveles analíticos (personal, social y colectiva), ayudaría a
entender mejor los alcances y las limitaciones del “monopolio católico” en nuestro
continente. Finalmente, se analizan una serie de datos del Word Values Survey sobre la
evolución de las creencias y prácticas religiosas argentinas entre 1984 y 1999 para mostrar
que la realidad parece ser algo diferente de lo usualmente asumido desde la perspectiva
dominante del monopolio católico.
últimas dos o tres décadas a partir de la expansión acelerada de los evangélicos y de otros nuevos
movimientos religiosos que ha llevado a la creación de un “mercado religioso”.
Algunos ejemplos:
“Las principales instituciones historicas que habían dado sentido a los argentinos
durante el origen, desarrollo y apogeo del Estado de Bienestar (de los años 20 a los
70s) habían sido: el propio Estado… especialmente en lo referido a educación, salud,
trabajo y transportes, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica consideradas…..como
las fundadoras y garantes de la argentinidad y dadoras de identidad integradoras y
totalizadoras, los sindicatos y los partidos políticos….(…) Hoy estas instituciones
formadoras de imaginarios múltiples aparecen cuestionadas, desacreditadas y
perdiendo legitimidad en el conjunto de la población. (…) Por lo tanto hoy se da el
siguiente proceso: los barrios y periferias de las ciudades se están transformando en un
ACTIVO MERCADO RELIGIOSO con ofertas y demandas diferenciadas. Lo nuevo
al fin del milenio es que el antiguo monopolio religioso catolico en sectores populares
se esta quebrando… (…) (Los sectores populares) están buscando felicidades –bienes
simbolicos de salvación- en identidades religiosas alternativas a la oficial e
institucional. Por otro lado esto significa que cada vez es menor la clientela religiosa
cautiva. (…) El actual surgimiento de nuevas creencias en Argentina nos remite a un
mercado de bienes simbólicos que puso fin al antiguo monopolio católico en sectores
populares.” (Mallimaci 2001: 22-24, su énfasis)
La quiebra del “monopolio catolico” llevaría, según esta visión, a una situación de pluralismo,
y a un mercado de bienes simbólicos de salvación, en el que cada individuo ya no sería “cautivo” de
la oferta eclesial y buscaría nuevas creencias e identidades entre las crecientes ofertas religiosas o
armaría su propia síntesis, en un proceso cada vez más acentuado de individuación de las creencias.
Lejos de ser una visión meramente local, esta perspectiva es compartida por buena parte de los
estudiosos latinoamericanos hispanoparlantes, ya que se deriva de una visión mayor sobre las
relaciones entre religión y modernidad propuesta por autores de gran predicamento en la región -
especialmente Peter Berger y Daniele Hervieu-Léger, citas prácticamente obligadas al brindar un
panorama del campo religioso actual. Para comprobarlo, basta comparar los marcos teóricos de tres
importantes estudios cuantitativos sobre las creencias contemporáneas realizados en la ciudad de
Montevideo, Uruguay (Da Costa 2003: 5-37); en la de Guadalajara, México (Fortuny 1999: 17-29)
3
y en el partido de Quilmes, en el Gran Buenos Aires en Argentina (Esquivel et.al. 2001: 33-38 ;
Mallimaci 2001: 17-24).
En estos estudios, luego de las críticas a la visión sociológica clásica sobre la secularización
que acompañaría a la vida moderna, con la consiguiente pérdida de importancia o desaparición de la
religión, son reiteradas las citas a los trabajos de Hervieu-Léger, según los cuales la secularización
sería “no la pérdida de la religión en una sociedad globalmente racionalizada, sino una
reorganización general de las formas de religiosidad” (1998:20), La diversificación religiosa, la
individuación de la creencia y la quiebra de la memoria colectiva serían rasgos principales de la esta
reorganización de la religión. Esta perspectiva resalta la continuada importancia de la religión, pero
(al menos en su versión local) acentúa una situación de “antes” y “después” que, brindando una
versión algo estereotípica del pasado monopolizado por el catolicismo, singulariza en demasía lo
novedoso de la dinámica religiosa actual. Ante la ausencia, al menos para el caso latinoamericano,
de datos cuantitativos acerca de la situación de las creencias religiosas en el pasado (digamos, de las
primeras cinco o seis décadas del siglo XX) la mayor parte de las investigaciones cuantitativas
cotejan la situación actual con el pasado supuesto brindado por esta perspectiva teórica. Por lo
tanto, los datos empíricos actuales son leídos comparándolos, explicita o implícitamente, con un
pasado determinado no por la empiria sino por la teoría, y lo novedoso de la situación actual lo es
respecto de un pasado hipotético. 1
Renée de la Torre (1999), en uno de los trabajos que examinan los datos de la encuesta sobre
creencias y religiosidad en Guadalajara, México, reconoce francamente este problema:
“Cómo precisar el cambio religioso sin tener claro el antes y el después? ¿lo que
hoy en día se aprecia como impacto de la secularización, podría ser una derivación de
procesos de larga duración, como , por ejemplo, la religiosidad popular? … (….) … no
contamos con estudios similares que nos permitan comparar el antes y el después en el
contexto espacial de Gudalajara, por lo que tan sólo podemos recrear un antes a través
de un imaginario del estado de las cosas poco preciso….” (1999: 130 ).
1
El grado de diversidad religiosa existente en el pasado argentino es un tema que recién comienza a
ser estudiado –al respecto, ver Bianchi (2004).
4
Esta limitación, inherente a casi todos los trabajos de investigación actuales sobre religión, no
2
es suficientemente reconocida. Y el “imaginario poco preciso” que utilizamos para recrear el
pasado, menos todavía. En la versión más usual, en este pasado el monopolio religioso católico
habría determinado tanto a las identidades religiosas como a las creencias de los individuos y
comprendería todas la prácticas religiosas socialmente legítimas. Esta visión funde dimensiones
cuya correlación no debería darse por sentada, sino que debería ser objeto de examen. Establece una
relación unilineal entre el monopolio de la legitimidad social, el monopolio de las creencias
religiosas existentes y su efecto sobre la identidad de los creyentes. Postula, por lo tanto –aún
cuando lo haga tácitamente- una fuerte identificación entre legitimidad, creencias e identidad.
Lleva implícita, asimismo, una determinada teoría acerca de las identidades –sobre qué serían y
cómo funcionarían. Por un lado, equipara a identidad con creencias (declarar una identidad religiosa
sería igual a poseer determinadas creencias). Por otro, tiene una visión de la construcción de
identidades que enfatiza el rol de las instituciones, que serían “dadoras” de identidad. Las
identidades serían otorgadas desde las instituciones y no tanto construídas desde/por los individuos.
Como sugieren los autores argentinos citados, las instituciones “dan sentido” y brindan “identidades
integradoras y totalizadoras”. Las identidades previas a la constitución de un mercado religioso
habrían sido totalizadoras y ahora serían parciales (Mallimaci 2001: 21-23; Giménez Beliveau y
Esquivel 1996: 117-118). Por lo tanto, respecto de la construcción de identidades, esta es una
perspectiva que enfatiza la supremacía de las instituciones y disminuye la agencia de los individuos.
El carácter más procesual e interactivo que se le asigna a la construcción de las identidades
actualmente parece estar desenfatizado en esta perspectiva.
Resumiendo, entonces, la perspectiva dominante sobre el monopolio católico: el catolicismo
era la religión monopólica que brindaba sentido, creencias e identidad a la población. Por una serie
de cambios sociales (ocurridos tanto en Argentina, como en otras sociedades latinoamericanas y a
nivel global con el advenimiento de la modernidad) se quiebra este monopolio y se crea un mercado
religioso. En él, cada individuo elige a qué grupo pertenecer (o realiza su propia síntesis de
2
La investigación de Da Costa (2003) es una bienvenida excepción a esta regla. Tomando cuatro
trabajos distintos (aunque comparables) logra una secuencia de datos de cincuenta años que muestra
una serie de interesantes altibajos en las creencias.
5
En los últimos años el paradigma del dosel sagrado de Berger ha sido criticado por diversos
autores. Entre los críticos se encuentran los sociólogos norteamericanos Rodney Stark, Roger Finke
y Laurence Iannaccone, principales propulsores del paradigma del mercado o de la elección
racional, así como el sociólogo inglés James Beckford, quien en su último libro Social Theory and
Religion (2003) realiza un fuerte cuestionamiento a la aceptación acrítica de las ideas de Berger.
Como parte de su rediscusión del concepto de pluralismo religioso, Beckford señala que la
concepción tradicional del término ha sido influenciada, en gran medida, por los “escritos casi
canónicos” de Peter Berger y Thomas Luckmann. Concentrándose principalmente en los trabajos
del primer autor, sostiene que “el punto de partida de Berger, la afirmación según la cual “a través
de la mayor parte de la historia humana los establishments religiosos han existido como monopolios
en la sociedad (1969: 134)” es, como mucho, una afirmación debatible, y probablemente,
equivocada” (2003: 82)
3
Sin duda estoy resumiendo y simplificando lo que llamo perspectiva dominante del monopolio
católico. De todas maneras, mi objetivo no es tanto realizar una crítica pormenorizada de este
paradigma sino ofrecer visiones alternativas de análisis.
6
Desde su perspectiva, los conflictos entre visiones del mundo que se ven al comienzo de la
modernidad
“reflejan más una disminución en la capacidad de los que tenían poder para suprimir
disidencia que una pérdida de fe en una única fuente de verdad. Las preguntas sociológicas
interesantes no versan sobre la credibilidad de algún tipo de aserción religiosa de verdad sino
sobre las condiciones sociales que permitieron que una variedad de creencias, practicas y
organizaciones adquirieran aceptación, permiso o legitimidad. El acento debería estar sobre el
poder y la violencia más que en la supuesta pérdida o disminución del monopolio sobre la
verdad y el surgimiento del relativismo filosófico. (Beckford 2003: 83-84)
Una segunda e importante visión crítica del paradigma bergeriano es la propuesta por los
sociólogos de la religión norteamericanos que proponen el paradigma de la elección racional. En un
articulo que va en camino de convertirse en clásico, Stephen Warner (1993) llama la atención hacia
el desarrollo de un nuevo paradigma interpretativo dentro la sociología de la religión. Este nuevo
paradigma, se diferencia del antiguo -representado principalmente por los trabajos de Peter Berger
(1970, 1971) sobre la religión como "dosel sagrado" - en varios puntos:
- se inspira más en la historia norteamericana que en la experiencia europea sobre el desarrollo
de la religión (Warner 1993: 1045).
- no visualiza a la religión como propiedad de la sociedad toda, sino más bien como de grupos
específicos que la integran (Warner 1993: 1046-1047).
- tiene una visión crítica de la teoría de la secularización (Warner 1993: 1048).
- propone que la separación entre iglesia y Estado ( disestablishment ) es normal (Warner
1993: 1053).
7
- considera que los cambios que en una situación de pluralismo religioso se producen dentro
de los grupos religiosos, en el mercado religioso y en la afiliación de los individuos son naturales
(Warner 1993: 1064-1065). La existencia de distintos grupos religiosos compitiendo en el mercado
no es considerada una degeneración de la religión - algo negativo para su naturaleza, como afirma
Berger (1971) - ya que en Estados Unidos, los grupos prácticamente nacieron dentro de una
situación pluralista (Warner 1993: 1053-1054).
El nuevo paradigma, denominado "market theory of religion" (Warner 1993: 1051);
"economics of religion" (Iannaccone 1998); "supply-side analysis" (Warner 1997: 91) o
"economic/rational choice approach to religion" (Stark y Iannaccone 1993) , resulta -como todos
estos nombres sugieren- de la aplicación de teorías económicas y de la elección racional (rational
choice ) a los fenómenos religiosos. Además de la utilización explícita de conceptos económicos
("economía religiosa", "firmas religiosas", "monopolio", "desregulación del mercado"
"consumidores"), el modelo incluye una atención focalizada más en la oferta religiosa que en la
demanda. A los propósitos de este trabajo me interesa más su perspectiva novedosa respecto del
funcionamiento de los mercados religiosos y de los efectos del pluralismo, la competencia y el
monopolio en la actividad religiosa de una sociedad que sus presupuestos sobre la acción
individual derivadas de la teoría de la acción racional (ver Frigerio 2000 para un análisis crítico
más detallado sobre sus ideas principales). 4
A continuación reseñaré algunas de sus principales proposiciones:
1) El pluralismo es la situación natural de las economías religiosas 5
Esta es una diferencia importante respecto del paradigma bergeriano, ya que para ellos, debido
a la segmentación natural de las preferencias (religiosas y de otra índole) de los consumidores
(según su clase social, sexo, edad, experiencias de diverso tipo), el estado natural de una economía
religiosa es el pluralismo -la existencia de un mercado religioso con diferentes firmas compitiendo
por clientes- y no el monopolio religioso.
4
En una de sus últimas formulaciones, definen al “principio de la racionalidad humana” de la
siguiente manera: “dentro de los límites de su información y comprensión, restringidos por las
opciones a su alcance, guiados por sus preferencias y gustos, los hombres intentan realizar
elecciones racionales.” (Stark y Finke 2000: 38)
5
Para ellos, las economías religiosas consisten en: 1) un mercado constituído por 2) un conjunto de
clientes actuales y potenciales y 3) una variedad de firmas (religiosas) que intentan satisfacerlos. Su
principal variable es su grado de regulación (monopolio o pluralismo).
8
"Una única firma religiosa puede monopolizar la economía religiosa sólo en la medida en
que puede emplear la fuerza coercitiva del estado para regular y restringir a sus competidores."
(Stark y Iannaccone 1993: 252)
Los autores desconfían incluso, de que alguna vez haya existido un monopolio católico
efectivo:
"Porque estas preferencias de los consumidores son fuertes, las economías religiosas
nunca pueden ser plenamente monopolizadas, ni siquiera cuando están respaldadas por el
poder cohercitivo total del estado. De esta manera, aun cuando se hallaba en la cúspide de
su poder temporal, la iglesia medieval estaba rodeada de herejías y afectada por
divergencias internas. " (Stark y McCann 1993: 113)
Según estos autores, cuando las fuerzas represivas son fuertes, todas aquellas religiones que
compiten con la religión monopólica apoyada por el estado deberán operar de manera oculta.
Cuando la represión disminuya, un pluralismo vigoroso renacerá (Stark y McCann 1993: 113). Esta
es una visión contraria a la de Berger para quien, como vimos, el pluralismo multiplica las estructuras
de plausibilidad que compiten entre sí, relativiza sus contenidos religiosos y hunde por tanto a la religión en
una crisis de credibilidad (Berger 1971: 183-185)
5) Lo más importante son las variaciones en la oferta religiosa
Se enfatizan las variaciones en el comportamiento de las firmas religiosas, más que las
variaciones en las necesidades religiosas de los individuos o las modificaciones en contexto social
que podrían producirlas. (excepto por la regulación del mercado)
6) No habría secularización sino desacralización de la sociedad
Se distingue también del paradigma antiguo por su diferente visualización del proceso de
secularización, sobre todo cuando ésta es considerada como un proceso creciente de pérdida de
importancia de la religión para los individuos .
El proceso que caracteriza a la sociedad moderna no es el de secularización, sino el de
desacralización de la sociedad.
" Una firma religiosa monopólica intentará ejercer su influencia sobre otras instituciones
y de esta manera, la sociedad se verá sacralizada. Por sacralizada, entendemos que los
aspectos principales de la vida, desde la familia a la política, estarán imbuídos de símbolos,
retórica y rituales religiosos. (...) Cuando el Estado ya no reconoce las exigencias de una firma
10
La combinación de las proposiciones de Beckford (2003) con algunos de los presupuestos del
paradigma norteamericano nos permitirían tener una visión alternativa de los procesos que
caracterizan al campo religioso argentino –y probablemente también de muchos otros países
latinoamericanos. Nos permitirían explicar mejor la no sólo “reestructurada” sino creciente
importancia de la religión en la vida de los individuos, muy claramente reflejada -como veremos
más abajo para el caso argentino- en las encuestas del World Values Survey realizadas durante los
últimos quince años. Podríamos, asimismo, percibir la importancia de la progresiva desregulación
del mercado religioso (no de su creación) a partir de la década de 1980 en este incremento de las
creencias religiosas. Siguiendo los argumentos de Stark, Finke y Iannaccone, este cambio podría
explicarse no tanto por la “crisis económica” como propone Carballo (2005) ni por la crisis del
Estado de bienestar y otras instituciones tradicionales, como propone Mallimaci (2001), sino por la
efectiva y progresiva desregulación del mercado religioso que tiene lugar desde 1983, fecha del
retorno de la democracia al país –una variable importantísima y muy poco considerada en los
análisis contemporáneos de cambio religioso. La desregulación permite que una serie de creencias y
11
prácticas, antes presentes pero de manera menos desarrollada y apenas toleradas como “religiosidad
popular” sean capitalizadas por diversos grupos que recién en los últimos veinte años pueden actuar
libremente (Frigerio 1999). 6
Para entender mejor la situación y la influencia del catolicismo en la sociedad argentina,
además de repensar la relevancia del paradigma bergeriano del dosel sagrado, es necesario también
proveer otra visión, más explícita, del funcionamiento de las identidades religiosas. Una concepción
que resalte su carácter construído, contextual, relacional, y que enfatice la agencia de los individuos
en esta construcción, no como aceptadores pasivos de identidades otorgadas desde instituciones
religiosas o de otro tipo. Una perspectiva que enfatice explícitamente, también, la necesaria
disociación de la construcción de la identidad del plano de las creencias y prácticas religiosas.
Siguiendo el resumen que Weigert et al. (1986) realizan de los aportes de distintos autores
ubicados dentro de la corriente del interaccionismo simbólico, podemos definir a la identidad como
6
Podemos, siguiendo con las metáforas económicas, considerar a la religiosidad popular como un
verdadero “mercado negro” de creencias religiosas: una fuente algo riesgosa, cuando el mercado
está regulado, de símbolos, ideas y prácticas religiosas diferentes a las reconocidas y brindadas por
la institución. Quizás también de identidades personales, y eventualmente de identidades sociales y
colectivas en la medida en que ser “devoto” de algún santo puede ser aún más importante, en más
contextos, y ciertamente en la construcción del self del individuo, que ser “católico”.
12
"una definición socialmente construida de un individuo” (1986: 34). Más específicamente, como
una dimensión tipificada o socialmente expresada del self (afirmación que deriva de Stone 1962).
Según Weigert et al., “un individuo posee un self que es tipificado situacionalmente a través de una
variedad de identidades. Las identidades constituyen el self en el contexto de la acción social "
(1986: 40) -o sea, nuestro self sólo es socialmente asequible a través de las identidades que se
atribuye o le atribuyen.
Una característica de los individuos en sociedades complejas es que varias y cambiantes
definiciones del self están disponibles como identidades. Una u otra identidad puede ser presentada
por el actor o impuesta por otros interactuantes mientras cada uno negocia por el control de la
situación o, al menos, por establecer un consenso de trabajo. Los individuos deben enfrentar la tarea
de continuamente manejar identidades múltiples dentro - y a través- de situaciones sociales.
(Weigert et al. 1986: 46).
El ordenamiento de las identidades en términos del grado y tipo de compromiso que cada actor
tiene con ellas constituye la estructura de compromisos identitarios . Los individuos ofrecen para
su validación una identidad principal o maestra (master identity) que representa una organización
implícita de todas las otras identidades (Weigert et al. 1986: 51; 53). Así, un individuo que en
distintos contextos puede identificarse como padre, sociólogo, argentino, católico, peronista, blanco
y tenista, puede -aunque no siempre- reivindicar una de estas identidades como la principal y las
otras como subordinadas. La principal será reivindicada en una mayor cantidad de contextos
sociales que las subordinadas. Podrá, además, afectar el desempeño de los roles que expresan a sus
otras identidades. 7
Sostendré aquí que el hecho de que un individuo posea varias identidades con las cuales puede
llegar a identificarse es una característica común de las sociedades complejas -explicitada desde los
primeros estudios realizados desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, y no es una
condición reciente característica de las sociedades posmodernas.
7
La reivindicación de una identidad maestra puede ser establecida por los deseos del individuo o
por las exigencias de un movimiento social o grupo religioso al que éste pertenece, o puede, en
determinadas ocasiones, ser impuesta por el medio social. Tal es el caso de la raza en EEUU que se
transforma habitualmente, lo quieran los individuos o no, en la identidad principal que afecta
principalmente casi todas las interacciones sociales. La mayor o menor injerencia en el
establecimiento de una identidad principal por parte del individuo, de un grupo al que pertenece o
del medio social en que se desenvuelve resulta vital para comprender la lógica de los actos de
identificación que un individuo realiza y sus estrategias de reivindicación identitaria.
13
Las identidades son siempre situadas, emergentes, recíprocas y negociadas (Gekas 1982: 11).
El carácter eminentemente situado y performativo de las identidades hace que, para una adecuada
conceptualización de la identidad quizás sea mas correcto, en vez de utilizar este vocablo, hablar de
actos de identificación, puntuales, momentáneos , cuya coherencia en el tiempo depende de la
relevancia de esa identidad dentro de la estructura de compromisos identitarios del individuo.
Para el caso de los estudios sobre religión en Latinoamérica, la falta de una definición clara de
qué entienden los autores por identidad parece, en reiteradas ocasiones, denotar la continuidad
implícita de nociones esencialistas del concepto. El uso adjetivado del concepto, como cuando se
señala la existencia de identidades “sincréticas” o “porosas” remite -aún cuando se lo utilice como
metáfora- a la existencia de algún tipo de sustancia compartida por distintos individuos (Frigerio
2005) .
Este uso invita a reflexionar si, no se estarán señalando como propiedades de las identidades
atributos que en realidad lo son de los sistemas de creencias religiosas. Desde el punto de vista aquí
propuesto, las identidades serían respuestas situadas a la pregunta “quién soy yo?”, que en cada
contexto podría ser respondida de manera divergente (“católico” o “umbandista” o “espiritista” )
pero sin implicar mezclas. El sincretismo sería más una característica de los sistemas de creencias
(personales o grupales) -respuestas a la pregunta “que creo yo”?. En qué medida lo que un
individuo cree acerca de la realidad determina –para él y para otros- quién es (o sea, qué
importancia tienen estas creencias religiosas para definirse como persona) es un tema que debe ser
investigado y no automáticamente asumido.
Además, para lograr una efectiva movilización colectiva de sus miembros en pro de los objetivos
que propone, el grupo debe lograr un cierto grado de correspondencia entre la identidad personal del
individuo y la identidad colectiva propuesta por el movimiento. Esta tarea de “correspondencia
identitaria” (identity correspondence) supone esfuerzos adicionales y específicos (Snow y McAdam
2000: 47).
Resulta indispensable, por lo tanto, diferenciar entre la identidad personal de los individuos,
sus identidades sociales y la identidad colectiva propuesta por el grupo. Cada uno de éstos
términos denota un fenómeno social (y un objeto de estudio) diferente -aunque ciertamente
interrelacionados. La identidad personal sería " la conceptualización que la persona realiza de su
continuidad como sujeto y de los atributos que la caracterizan y la diferencian en relación a otros
seres humanos. Es un producto de la actividad reflexiva. Es el concepto que el individuo tiene de sí
mismo como un ser físico, social, espiritual y moral" (Carozzi 1992 apud Goffman 1986: 56-57) En
este caso, la identidad reclamada responde a la pregunta Quién soy yo? Y la respuesta sirve para
diferenciar al individuo del resto de sus congéneres.
La identidad social sería "la categoria de persona adjudicada a un individuo mediante
mecanismos de auto-atribución y atribución por otros, en el curso de la interacción. " (Carozzi
1992, mi énfasis) . Estas categorías deben ser sociales, es decir reconocidas por los miembros de
una sociedad como agrupando a individuos con alguna/s característica/s similar/es (aunque no
organizados para la acción colectiva) . Asimismo, que sean atribuídas principalmente -y que sean
relevantes- durante las interacciones sociales . En este nivel es donde adquieren mayor relevancia
las identidades ètnicas, raciales, religiosas 8.
El tercer nivel de identidad sería el de la identidad colectiva. Este concepto ha sido definido
recientemente en una reseña de trabajos sobre el tema como “la conexión cognitiva, moral y
emocional de un individuo con una comunidad mayor (…)” (Polletta y Jasper 2001: 285). En otra
reseña actual, Snow (2001) coincide en que las discusiones acerca del mismo “sugieren que su
esencia radica en un sentimiento compartido de “sentirse unido” (“one-ness”) o “sentirse un
8
En las situaciones sociales siempre existe una disputa entre los distintos individuos que participan
de ellas por reivindicar para sí o atribuir a los otros una determinada identidad. Por ejemplo, la
reclamada por quienes practican religiones afrobrasileras puede ser “umbandista” (o “africanista”);
pero quizás les sea imputada la de "brujo" o "sectario" si prevalece en la situación social la
identidad que le es atribuída por otros (miembros de la IURD, activistas del movimiento anti-sectas,
etc.). identidad social
15
9
Melluci es otro importante teórico de (nuevos) movimientos sociales que enfatiza el carácter
construído de la identidad colectiva, así como la necesidad de un componente de agencia colectiva.
En su definición de identidad colectiva, afirma que " Es una definición interactiva y compartida,
producida por varios individuos y que concierne a las orientaciones de acción y al ámbito de
oportunidades y restricciones en que tiene lugar la acción. Es interactiva y compartida porque es
una definición que debe concebirse como un proceso, porque se construye y negocia a través de la
activación repetida de las relaciones que unen a los individuos...... (la identidad colectiva) es un
proceso a través del cual los actores producen las estructuras cognoscitivas comunes que les
permiten valorar el ambiente y calcular los costos y beneficios de la acción" (Melucci 1995: 44).
10
En una reseña reciente, McAdam y Snow (1997: XVIII) han definido a un movimiento social
como “una colectividad actuando con algún grado de organización y continuidad fuera de los
canales institucionales para el propósito de promover o resistir cambio en la sociedad de la que
forma parte”. Esta definición refleja bien las utilizadas dentro de la escuela norteamericana del
estudio de movimientos sociales.
16
Frigerio 1997). Alternativamente, un individuo puede adoptar una identidad personal religiosa (ser
un converso) pero sin una clara conciencia de pertenecer a un colectivo social , sin llegar a formar
una identidad colectiva. Un individuo puede ser haber adoptado la identidad personal propuesta
por el grupo (ser un converso) y puede "pasar" (en términos de Goffman 1986) de su identidad
social en todo contexto que no sea el religioso.
Aplicando esta conceptualización para el caso del catolicismo en Argentina y Latinoamérica,
podemos reevaluar qué consecuencias prácticas puede traer –o no- el hecho de que la mayoría de la
población se identifique como católico. Estrictamente hablando, que un censo brinde la información
de que un 90% de la población es católico significa, ni más ni menos, que ese porcentaje ha optado,
ante la pregunta sobre afiliación religiosa, por la identidad social de católico. Cada individuo que
así se identifica ha realizado un determinado acto de identificación ante un/os tercero/s que no nos
dice nada, sin embargo, sobre su identidad personal: no sabemos qué lugar ocupa el ser “católico”
en su estructura de compromisos identitarios, si tiene alguna relevancia para su self, su sentido del
yo. Lejos de ser una identidad principal que estructure las otras probablemente sea un identidad
secundaria que sale a relucir sólo en algunos momentos de la vida del individuo.
El hecho de que una persona haya optado por la identidad social de católico tampoco nos dice
mucho sobre la correspondencia que pueda (o no) haber entre ésta y su identidad colectiva de
católico -si se siente parte de un “nosotros” católico con la suficiente intensidad como para actuar
colectivamente en beneficio de este grupo.
Desde la perspectiva aquí adoptada, la identidad social de católico no nos dice nada sobre la
identidad personal del individuo ni sobre su identidad colectiva. Mucho menos nos dice sobre sus
creencias, ya que según lo aquí expuesto éstos son dos niveles de análisis aún más inconexos. Las
identidades o las identificaciones dicen poco sobre las creencias de quienes las adoptan: unas son
respuestas a la pregunta “quién soy yo” y otras a la pregunta “en qué creo yo”.
Un monopolio sobre las identificaciones sociales no necesariamente se traduce en un
monopolio de las identidades (identificaciones) personales, ni tampoco sobre las identidades
(identificaciones) colectivas. Y mucho menos sobre las creencias.
Esto último ha sido notado, pero suficientemente problematizado, por algunas de las
investigaciones recientes a las que hicimos mención anteriormente. Para Guadalajara, señala
Fortuny:
“La pertenencia religiosa no resultó predictiva de lo que los encuestados creen en
cuestiones intrínsecamente religiosas. Es decir, el hecho de que un habitante de
17
Guadalajara se considere católico no implica que sus creencias se ajusten con exactitud
al dogma institucional.” (5 7)
Sin embargo, como muestra este último ejemplo, es común que las discrepancias notadas entre
las identidades religiosas y las creencias que profesan los individuos se vean como un fenómeno
específicamente contemporáneo, ligado a la mayor individuación de las creencias religiosas, y al
crecimiento del bricolage religioso. Sin duda que, en una situación con mayor diversidad religiosa,
habrá más elementos con los cuales realizar un bricolage, pero, como argumentamos arriba, la
reivindicación de una identidad social siempre (aún en el pasado “monopolizado por el
catolicismo”) nos dirá poco sobre las creencias de una persona. La novedad radicaría no tanto en la
nueva situación religiosa, sino en los datos y perspectivas que ahora tenemos para analizar el
comportamiento religioso.
Además de equiparar identidad con creencia con legitimidad social, el paradigma dominante
sobre el monopolio católico tiene otra limitación: sólo puede, en virtud de sus presupuestos teóricos,
explicar el declino del monopolio católico y la formación de un mercado religioso, con la
subsiguiente pluralización religiosa, la subjetivación de las creencias y la diversificación de las
identidades. De la misma manera que el paradigma tradicional de la secularización sólo estaba
teóricamente preparado para “ver” la desaparición de la religión, la visión dominante acerca de la
18
Una de las primeras conclusiones que se pueden extraer de los datos expuestos por Carballo
(2005: 230) es que sube de manera progresiva y notable la cantidad de personas que se definen
como “una persona religiosa”: de un 62% de los entrevistados en 1984 a 81% de ellos en 1999.
Disminuye la cantidad de personas que se definen como “no religiosas” (de 25% a 12%), así como
el porcentaje de quienes se consideran “ateos convencidos“ (de 5% a 3%).
11
No me propongo en este trabajo analizar dicha información en detalle, sino meramente utilizarla
para mostrar cómo las tendencias en las creencias religiosas parecen ir en contra de lo usualmente
supuesto según la teoría dominante del monopolio católico y su posterior resquebrajamiento con la
creación de un mercado religioso.
19
Aumenta, asimismo, la cantidad de personas para las cuales la religión es “muy importante” (de
40% en 1991 a 55% en 1999) o “bastante importante” (de 24% en 1991 a 37% en 1999) y baja de
manera notable la cifra de aquellos que la consideran “no muy importante” (de 22 a 4%) o “nada
importante” (de 14 a 1%) (Carballo 2005: 233). Desafortunadamente, la serie no provee datos para
1984.
Contra la teoría clásica de la secularización, este aumento muestra que la religión no pierde,
sino que gana importancia. Por otro lado, que no sólo se recompondría, sino que crece
notablemente, en línea con los presupuestos del paradigma norteamericano que postulan que una
desregulación del mercado religioso llevaría, ante la presencia de nuevas y eficaces firmas
religiosas, a un crecimiento de la economía religiosa.
No sabe 8% 4% - - 4%
12
Aquí hay que señalar una posible limitación de la forma en que los datos fueron obtenidos, ya que
la única creencia “no católica” para la que tenemos datos secuenciales (la reencarnación) también
aumenta, de 27% a 42%. Las creencias de que “el futuro puede revelarse en sueños” o que “los
familiares muertos pueden ayudar a los vivos a resolver sus problemas” obtienen porcentajes
significativos (46% y 40%) pero sólo fueron medidos en 1999. Otra creencia que mide alto en 1999
es en la ayuda de los ángeles (alcanzando el 62% de los entrevistados) pero ésta no se puede
considerar ajena al mundo católico. Datos adicionales de 1999 sobre “la utilización de prácticas
esotéricas” muestra, sin embargo, que éstas no parecen gozar de gran popularidad. El porcentaje de
quienes en ese año declaran practicar yoga, meditación o control mental, consultar a terapeutas
alternativos, curanderos, adivinos o tomar flores de Bach es bajo, oscilando entre un 4% y un 6%
(Carballo 2005: 257). Sin embargo, hay que considerar que probablemente haya una relativamente
alta creencia en los poderes de estos especialistas, y un menor consumo de sus servicios, como
muestra la investigación de Esquivel et. al. (2001) para el barrio de Quilmes –o, quizás, una menor
predisposición a reconocer públicamente su utilización.
21
El pecado 49 % 68 % 74 % 78 %
La reencarnación 27 % 44 % - 42 %
13
Alternativamente, si el porcentaje de quienes se identifican como católicos era antes más alto que
el 78% actual, esta disminución en las identificaciones no se corresponde con una disminución en
las creencias que podrían considerarse católicas.
22
Como se desprende del cuadro 3, las frecuencias de los niveles de asistencia se mantienen
prácticamente inmodificadas a lo largo de quince años: Los porcentajes de quienes asisten
regularmente (una vez o más por semana) son bajos y se mantienen, o suben levemente (de 21% en
1984 a 24% en 1999) , el porcentaje de quienes asisten una vez al mas se mantiene en 18% a lo
largo de la década y media y quienes van una vez al año, menos o prácticamente nunca se mantiene
en casi la mitad de los entrevistados (48 % en 1984, 49% en 1999).
Estos datos sugieren que las modificaciones importantes en los indicadores de creencias que
hemos visto más arriba no pueden ser explicadas por un mayor contacto con la institución religiosa
ni con sus agentes. Es hora de preguntarnos, entonces, cómo adquieren (o modifican) los sujetos sus
creencias religiosas? Claramente hay mecanismos de transmisión de creencias, de socialización
primaria y secundaria, que no se reducen a la actividad de instituciones religiosas, ya sean
14
dominantes o minoritarias. Aunque no podré brindarlo aquí, es evidente que es necesario un
nuevo modelo acerca de la adquisición de las creencias religiosas.
14
Esto nos remite nuevamente al tema de la “religiosidad popular” –al respecto ver Carozzi 2005,
Martín 2003; Semán 2000 y 2001; Parker 1993; Forni 1986.
23
Imagen de la Iglesia
los valores estaban por debajo del 40%) y por ende, cuando se suponía había mayor monopolio
religioso. 15
Esta buena imagen de la Iglesia quizás ayude a explicar el numero creciente de entrevistados
que están de acuerdo en que “hay únicamente una verdadera religión”, que pasa de un 36% en 1984
a un 50% en el 2000. Por el contrario, decrece la cantidad de quienes piensan que “no hay una
verdadera religión, sino verdades y significados fundamentales que se pueden encontrar en todas las
grandes religiones”, pasando de un 48% en 1984 a un 35% en el 2000 (no se consignan datos para
1991, 1995, 1999) (Carballo 2005: 232). Estos datos parecerían ir en contra del crecimiento de la
tolerancia religiosa, y quizás también revelen una actitud negativa hacia una mayor individuación
de las creencias.
El examen -aún superficial- de estos datos cuantitativos sugiere un panorama más complejo que
el descripto por el paradigma dominante del monopolio católico. Los datos de Gallup sobre
creencias religiosas reseñados por Carballo (2005) sugieren que lejos de salir de una situación de
conformidad con las creencias de la Iglesia y hacia una mayor diversidad religiosa, pareceríamos
estar ante un fenómeno inverso. De hecho, estos guarismos muestran que había índices bastantes
más bajos de creencia a principios de la década de 1980. Insinúan, por lo tanto, que no estaríamos
saliendo de una situación de monopolio, de un dosel sagrado que se está resquebrajando, sino que
vamos en la dirección de una mayor religiosidad y quizás, de una mayor catolicización, o al menos
cristianización- de la sociedad. 16
Esta afirmación que reconocemos provocativa, en base a una lectura de datos que precisan ser
mejor examinados y contextualizados, sólo pretende ser un llamado de atención hacia la aceptación
acrítica de los supuestos dominantes sobre la situación “anterior” del campo religioso argentino
signada por el monopolio católico y el contexto actual, que estaría caracterizado por un mercado
religioso (reciente). Propone la necesidad de repensar o al menos reconocer los paradigmas desde
15
Los datos de 1984 pueden ser inusualmente bajos por la asociación que se podía establecer entre
la Iglesia Católica y el régimen militar de los años anteriores. Este es un tema para ser analizado en
profundidad pero que está fuera del alcance de este trabajo.
16
Es claro que esta afirmación necesita ser relativizada ya que no poseemos datos fidedignos
anteriores a este año. Quizás si tuviéramos información comparable sobre las creencias religiosas en
la década de 1960 o de 1970 podríamos apreciar una situación de “monopolio religioso”. Es
sugestivo, sin embargo, un dato que aporta un cuadro de Parker (1993: 244) que señala que en 1958
un 89,4 % de la población se identificaba como católica, porcentaje que sube en 1978 (93%) y 1984
(93,3%) para decaer levemente en 1988 (91,2%).
25
los cuales analizamos la realidad religiosa contemporánea, y sugiere que la utilización de otras
perspectivas teóricas nos llevaría a lecturas bien distintas de nuestra realidad religiosa
contemporánea y de los cambios que habría sufrido.
concibe a sí mismo ni permite predecir si actuará por el bien de su religión. Quizás solamente un
tercio o un cuarto de la población realicen una verdadera correspondencia identitaria –hagan
coincidir su identidad social religiosa con la personal y con la colectiva. La reivindicación de
determinada identidad social, por otro lado, como vimos, tampoco nos dice mucho sobre la
naturaleza de sus creencias religiosas ni de sus prácticas.
Además de poseer el monopolio de los bienes legítimos de salvación y de las identidades
sociales religiosas, la influencia del catolicismo podría ser pensada de otras maneras y como
afectando a comportamientos que van más allá de los (considerados) puramente religiosos. Es muy
clara su influencia en las opiniones dirigidas a evaluar lo religioso: por ejemplo, son innumerables
los ejemplos de periodistas que no se dicen católicos, que están contra la religión y el catolicismo,
pero que al evaluar a religiones no católicas lo hacen según el padrón de religiosidad del
catolicismo (Frigerio 1993). Desde la antropología cognoscitiva podríamos considerarlo un marco
interpretativo (Carozzi 1998), un esquema, un modelo de comprensión de los valores y prácticas
religiosas.
O siguiendo las ideas del antropólogo belga-brasilero Pierre Sanchis, el catolicismo podría ser
considerado un habitus, que moldea la experiencia religiosa aún de quienes ya no se consideran
católicos sino umbandistas, espiritistas o pentecostales (Sanchis 1993: 9). Estos individuos vivirían
sus religiones nuevas de acuerdo a disposiciones inconcientes generadas durante su socialización
primaria. Desde la perspectiva de Ann Swidler (1986) podría ser considerado un “recurso cultural”,
una de las varias herramientas a disposición de los individuos en la caja de herramientas que es la
cultura.
En todos estos sentidos, la influencia del catolicismo -aún siendo importante para comprender
la cultura latinoamericana- se haría presente de maneras más matizadas y menos obvias que las
dadas por sentado usualmente. Estas formas necesitarían, para ser desentrañadas, de nuevas
perspectivas y conceptualizaciones teóricas.
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