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M de Lojo
Rosa
aller etras N° 42: 73-90, 2008 Los viajeros intelectuales: Keyserling y Frank…
issn 0716-0798
La década de 1920 es conocida por ser aquella que termina con el golpe militar
contra el presidente constitucional Hipólito Irigoyen, y que por lo tanto cambió
para siempre la vida política en Argentina. También fue el período cuando los
renombrados intelectuales y escritores extranjeros (Tagore, Ortega y Gasset,
Keyserling, Frank) llegaron como visitas y fueron tratados, en todo sentido,
como si fuesen oráculos de quienes se esperaba una suerte de revelación
acerca del destino de la Argentina. Esto representó, a su vez, un tiempo
de preparación para el llamado ensayo nacional que florecería en la década
siguiente, con pensadores tales como Eduardo Mallea y Ezequiel Martínez
Estrada. Una de las obras más influyentes de Mallea, Historia de una pasión
argentina (1937), origina un debate con dos de estos intelectuales extranjeros:
uno de ellos, Frank, es visto como un modelo de héroe; y el otro, Keyserling,
es amargamente rechazado, pero ambos ciertamente establecieron temas
decisivos en la construcción de la propia imagen argentina.
Palabras clave: viajeros intelectuales, Keyserling, Frank, Mallea,
autoimagen de la Argentina, ensayo nacional.
The decade of 1920 is known to be the one which ended with a military coup
against the constitutional President Hipólito Yrigoyen, and so changed, for
ever since, Argentina’s political life. It was also the period when renowned
foreign intellectuals and writers (Tagore, Ortega y Gasset, Keyserling, Frank)
came as visitors, and were treated, in a sense, as if they were oracles from
whom it was expected a sort of revelation about Argentina’s destiny. It re-
presented, all the same, a time of preparation for the so called national essay
which would flourish in the following decade, with thinkers such as Eduardo
Mallea and Ezequiel Martínez Estrada. One of Mallea’s most influential works:
Historia de una pasión argentina (1937) raises a dialogue with two of these
intellectuals: one of them (Frank) is seen as a model and a hero; the other
(Keyserling), is bitterly rejected, but the two certainly established decisive
issues for the construction of Argentina’s self image.
Keywords: intellectual travelers, Keyserling, Frank, Mallea, Argentina’s
self image, national essay.
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3 María Teresa Gramuglio señala con justicia la influencia determinante de estos viaje-
ros en el giro peculiar que toma, en la década, el ensayo de tema nacional. “...en esa
inflexión, las imágenes de la Argentina que prodigaron los visitantes extranjeros fueron
tanto o más movilizadoras que los efectos del golpe militar”, “Posiciones, transforma-
ciones y debates en la literatura”. Nueva historia argentina. Crisis económica, avance
del Estado e incertidumbre política (1930-1943). Ed. Alejandro Cataruzza. Buenos
Aires: Sudamericana, 2001. 342 (véase 348 y ss). Ver también: Aguilar, Gonzalo y
Mariano Siskind. “Viajeros culturales en la Argentina”. Historia crítica de la literatura
argentina. El imperio realista. Tomo VI. Eds. Ed. Noé Jitrik, María Teresa Gramuglio.
Buenos Aires: Emecé, 2002. 367-89.
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Occidente en Alianza Editorial, 1981. Ver también Meditación de nuestro tiempo. Las
conferencias de Buenos Aires, 1916 y 1928. Ed. José Luis Molinuevo. México: Fondo
de Cultura Económica, 1996.
7 Entre los que respondieron explícitamente a Ortega, para asentir o rebatirlo, se
cuentan, por esos años: Emilio Coni, Roberto Giusti, Manuel Gálvez, Raúl Scalabrini
Ortiz, Victoria Ocampo, además de las huellas tácitas, pero reconocibles en la obra
de Mallea, de Canal Feijóo, de Leopoldo Marechal, como lo ha señalado Gloria Videla
de Rivero, “Ortega y Gasset en las letras argentinas: Mallea, Marechal, Canal Feijóo”,
Anales de literatura hispanoamericana, 20 (1991): 165-78. En el capítulo ya citado
María Teresa Gramuglio destaca también la reverberación de las ideas orteguianas en
Ezequiel Martínez Estrada, así como lo hace Nora Pasternac en Sur: una revista en la
tormenta. Los años de formación 1931-1944. Buenos Aires: Sur, 2002. 67.
8 Edición utilizada: Historia de una pasión argentina. Prólogo de Marcos Aguinis. Buenos
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entorno formativo: una niñez y juventud económicamente privilegiadas, con todos los
recursos a su disposición, que, junto con sus sobresalientes dotes intelectuales y su éxito
precoz, habrían propiciado un sentimiento mesiánico y megalómano de superioridad
capaz de cegarlo y aislarlo de la realidad: “Lamentablemente, su idea de que poseía
poderes mágicos capaces de transformar el mundo –idea que compartió con una larga
serie de profetas religiosos, grandes y pequeños–, perjudicó su aptitud para trabajar
con sus prójimos o para conquistar la lealtad absoluta de éstos.” (24-5).
14 La religiosidad de Frank no era estricta y unilateralmente confesional. Hijo de una
familia judía neoyorquina, culta, acomodada y cosmopolita, Frank, aunque sin negar sus
orígenes, no fue educado en la práctica religiosa: “...era judío de nacimiento y no sabía
hebreo. Nunca había pisado una sinagoga. Mis lecturas del Antiguo Testamento eran
menos que escasas. Nada de Talmud y nada de Marx. Nunca había leído a Spinoza. Era
un norteamericano, un estudiante universitario norteamericano típicamente ignorante”
(Memorias, 90-1). Ya adulto, su fe se desarrolló en un sentido amplio, alcanzando una
comprensión profunda del cristianismo, más afín con el catolicismo que con la Reforma.
Frank destacó la influencia del visionario y heterodoxo William Blake como una marca
fundamental en su obra, en tanto integraba política y religión (Memorias, 243).
15 “Sabía que ellos explotaban mi prestigio, que se burlaban de mí cuando yo insistía en
la necesidad de ‘superar a Marx’. Yo era un místico, y para ellos esto era casi tan grave
como ser un débil mental. Sin embargo, pensaba que mis ideas, si eran válidas, los
conmoverían. (...) Me escuchaban mientras yo exponía en mis conferencias, ensayos y
libros, la tesis de que solo el hombre total e integral puede crear una revolución fecunda...
y no me hacían caso. Por lo que sé, nadie se apropió de la denominación comunismo
integral. (...) Esta definición privada me permitió decir, en una o dos ocasiones en que
hablé en asambleas públicas, “nosotros los comunistas’, sin mentir demasiado. O eso
pensaba yo. En realidad, aumenté la confusión que existía en torno de mi persona, y
por consiguiente, frustré mi intento de comunicación. Este fue un fracaso que habría
de pagar en los restantes años de mi vida” (Memorias, 303).
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Frank apunta que tales palabras “habrían de ser proféticas”, sin aclarar
puntualmente luego a qué se refiere. La derrota que se enuncia en
el título del capítulo no puede estar relacionada con la falta de éxito
o de repercusión inmediata. Por el contrario, no deja de destacar el
enorme eco en el público y en la prensa, que lo trata (aquí mencio-
na especialmente a Crítica) como “si hubiese sido un astro de cine
16 “La respuesta llegó en el número siguiente del Daily Worker. En un editorial firmado,
Earl Browder, el dirigente máximo, me acusaba de ser un tonto, un flojo, un burgués
irrecuperable. Corría el mes de mayo de 1937. Los días de mi ensayo de relación con
los comunistas, cualquiera fuera su forma o su sentido, habían terminado” (Memorias,
305).
17 South American Journey. New York: Duell, Sloan and Pearce, 1943. 72: “Jorge
Luis Borges, his generation’s finest stylist, brazenly devotes his genius to a literature
of fantasy and utter escape –incidentally lifting the detective story to a new height oy
literary excellence. Eduardo Mallea, a far deeper man, in his Historia de una pasión
argentina, reveals his sense –profund and potent– of Argentina’s destiny; and his
long story of Porteño life, La bahía del silencio... a novel whose very touch and sound
is like the city... shows the dissolvent pampa in the nullity, the white boredom of its
characters: wraiths of a spiritual, actionless limbo.” (72-3).
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18 Cabe señalar que Frank resumió sus ideas –dirigiéndose expresamente al público
hispanohablante– en un texto titulado “Primer mensaje a la América Hispana”. Revista
de Occidente <Madrid> (1930). La palabra mensaje sin duda no es casual, y no puede
escindirse de la carga de revelación profética y trascendental, que tanto Frank como
sus discípulos (el caso del joven Mallea) atribuían a estas ideas renovadoras en tanto
vía de salvación continental.
19 Victoria –criatura maravillosa sobre quien, dice Frank, habían caído tres maldiciones:
52-3. En este tomo, que termina de escribir en 1953, Ocampo se refiere extensamente
a su amistad con Frank e incluye parte de la correspondencia mantenida con el escritor
norteamericano. Puso punto final a esta Autobiografía en 1953.
21 Esta fue, en efecto, la idea original. Dice Victoria Ocampo en el citado tomo de su
Autobiografía: “En principio se trataba de una revista cuyo papel sería poner en con-
tacto los escritores de América del Norte con los de América del Sur, al mismo tiempo
que revelar a nuestros lectores las nuevas generaciones de escritores argentinos y lo
mejor de los europeos. El proyecto era ambicioso. Los hechos probaron que nada es
más difícil que establecer un contacto entre el Norte y el Sur de nuestro continente.
Cuestión de dólares, entre otras cosas.” (69).
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Desde luego que Sur pudo haber representado para Frank solo una
decepción menor al lado de otras, como la deriva histórica de la
Argentina hacia el fascismo (ya en 1942, fecha de su tercer viaje a
nuestro país, Frank fue intimidado y agredido por un grupo parapo-
licial de extrema derecha, después de haber sido declarado persona
no grata por el gobierno de Castillo)22 y luego hacia la democracia
incompleta y el eterno retorno de los golpes de Estado.
22 Frank narra detalladamente este episodio en South American Journey, 215 y ss.
Cabe notar que en ese momento los intelectuales, horrorizados ante lo ocurrido, no
pueden creer que los agresores fuesen argentinos: “Now, they had to know the fas-
cizing nature of their own government and its sinister, immediate connection wirh the
kind of violence they read about in Europe” (218).
23 María Rosa Oliver, perteneciente al mismo estrato social de Victoria Ocampo, la co-
nocía (de lejos) por relaciones familiares y proximidad de iglesia y vecindario. La había
visto recitar, aunque sin trabar amistad, que empieza solo cuando Frank las relaciona
(ver María Rosa Oliver. La vida cotidiana. Buenos Aires: Sudamericana, 1969. 259).
En cuanto a Mallea, joven provinciano de la burguesía ilustrada, le había sido presen-
tado a Victoria por Ricardo Güiraldes en Amigos de Arte. Victoria no había retenido el
nombre, y la vinculación real entre ambos empezó recién al año siguiente de la visita
de Frank, con el motivo de la revista.
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1977.
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con “el tranquilo andar de los sembradores en la pradera norteamericana” (HP, 120),
aunque le constaba que era un neoyorquino nativo y un hombre de ciudad.
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28 También el Frank joven prefería considerarse así, en Nuestra América, donde apunta
que la esencia de su obra, antes que crítica e histórica, es lírica y estética.
29 Su pensamiento tiene en este sentido afinidades considerables con el de Carl G.
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Los ataques al conde se concentran tanto sobre sus ideas como sobre
su personalidad. El contraste con la presentación de Frank es violento
y nítido, en lo físico (Frank era un hombre bajo, de aspecto sobrio, y
así lo destaca Mallea)31 y en lo ético:
donde Keyserling narra su periplo por los países más remotos: Japón, China, India,
Ceylán, Birmania, y también la América del Norte. Esta obra, junto con Figuras simbó-
licas, fue lo primero que Victoria Ocampo leyó de la producción de Keyserling.
31 “Era un hombre de pequeña estatura, con una luz joven y brillante en los ojos claros,
la llama de pelo suelta, la nariz roma y pequeña, y el andar lento de esas naturalezas
a quienes el ejercicio permanente de la inteligencia impone un ritmo armónico y sin
precipitación...” (HP, 120); “Su modo de vestir era sencillo, su apariencia civil sobria
y franca, con algo deportivo en su ligero traje de “tweed” claro” (123).
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Dice Mallea:
Toda su interpretación la reduce a la tierra, a lo telúrico, pero
por esto: porque la tierra lo posee y pierde él la posibilidad de
someterla a una meditación no aterrada. Al ir a gritar su horror
ante tantos seres aprisionados por la tierra, es él quien revela
el modo como está repentinamente poseído, y sólo de tiempo
en tiempo su espíritu confiere a aquellos seres que pueblan
la América Hispana, al liberarse él mismo, la esperanza de su
liberación. Él mismo es víctima de la condición que les depara,
ya que cuanto más auténticamente desprevenido y generoso es
un espíritu, menos capaz es de concebir una zona de humani-
dad entregada a la absoluta prevención y la sordidez. Y así se
engaña el filósofo de Darmstadt: el mundo que ve no es el que
rendiría su imaginación en estado de pureza; el mundo telúrico
que de pronto lo circunda no es otra cosa que el reflejo de su
propio espanto telúrico... El mundo que percibe el miedoso está
lleno de miedos. (HP, 136)
32 Así, la visión de un ser híbrido y gigantesco, que abre el capítulo titulado “El miedo
original”. “Un cuerpo indefinible, mujer, serpiente, amiba y pulpo al mismo tiempo;
manos y pies desarrollándose como tentáculos, escurridizos como pseudopodos, y una
angosta cabecita femenina” (45).
33 Por cierto que la crispación de las imágenes, encadenadas en este derrotero, suele
conducir a afirmaciones disparatadas, como cuando Keyserling dice que en los prostí-
bulos porteños “no reina el desenfreno escandaloso sino el silencio de la procreación
concentrada, y en los intervalos, la serenidad del descanso después del trabajo”
(Meditaciones…, 37).
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34 “Rencor” y “despecho” son dos palabras que Mallea repite para referirse a las im-
presiones sudamericanas de Keyserling (“oscuro fondo (a la vez rencoroso y aterrado,
resentido, no sin un extraño y remoto despecho) del que no podía desligarse el autor
al hablar de las cosas sudamericanas”, HP, 138).
35 “Comenzó una vida totalmente nueva, en la cual, una vez que hubo echado nuevas
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Por otra parte, Mallea sabe admitir lo que otros (Ortega, Oliver, la
misma Victoria) también admitieron: esos destellos de brillante inte-
lección objetiva que Keyserling lograba alcanzar, entre impresiones
injustas o arbitrarias. Uno de ellos –concede Mallea– es su valoración
de Sudamérica como el mundo más rico en el orden emocional, el
único orden que para Keyserling podría conducir, con sus fuerzas
creativas, casi mesiánicamente, a la regeneración de la humanidad.
Mallea se niega a darle razón, en cambio, en cuanto a la teoría de la
gana, emparentada sin embargo, para el báltico, con esa misma de-
licadeza y sensibilidad36, y a la que dedica todo un capítulo del libro.
Otros ensayistas, como Martínez Estrada, prestarán más atención a
ese componente imprevisible e irreductible a la medida racional, que
Keyserling creyó ver en el comportamiento de los argentinos (sobre
todo de algunas argentinas) y que a él por lo menos le resultaba
difícilmente descifrable. Más allá de las connotaciones personales
que en el filósofo pudieran estar implícitas, lo cierto es que hoy sigue
desvelando a los ensayistas contemporáneos un parecido enigma, y
que algunas frases de las Meditaciones..., leídas ahora, poseen, en
ese sentido, una estremecedora sugestión:
Bibliografía
Aguilar, Gonzalo y Mariano Siskind. “Viajeros culturales en la Argentina”.
Historia crítica de la literatura argentina. Ed. Noé Jitrik. 6. El
imperio realista. Ed. María Teresa Gramuglio. Buenos Aires:
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