Está en la página 1de 4

TEORÍA DEL APEGO

Quiero encuadrar el proceso de vinculación de apego: Bowlby y Mary Ainsworth (1960- 1063) lo formulan.

La vinculación de apego, en términos de proceso, es el movimiento emocional del bebé hacia la madre
buscando su proximidad y permanencia.

Una de las grandes innovaciones de Bowlby y M. Ainsworth es que pasan a considerarlo una necesidad
evolutiva de supervivencia, por delante del instinto gregario y del sexual, ya que proporciona la seguridad
emocional y física imprescindibles para que se pueda desarrollar el bebé como persona adulta.

Se considera que el vínculo es “seguro” cuando la figura cuidadora (en los primeros meses generalmente la
madre) esta receptiva no sólo física sino, y sobre todo, emocionalmente para acoger y contener las
necesidades emergentes del bebé. Cuando esta circunstancia no se da, el bebé, también por
supervivencia, bloquea el impulso hacia el cuidador (de ahí el nombre de Movimiento interrumpido) y los
gestiona de modos diferentes En este caso, hablamos de “vinculación insegura”, en alguna de sus
expresiones .

- Se desconecta del impulso: vinculo evitativo que puede llegar al aislamiento .


- Busca situaciones que le ofrezcan una seguridad máxima: Vínculo ansioso-ambivalente .
- Conductas desorganizadas, sin criterio fijo en los procesos de vinculación.

Apego desorganizado: el origen de la


sumisión
Cuando los padres producen sentimientos de terror y
desconfianza en sus hijos, los daños emocionales son
inevitables. Para sanar hay que recuperar la verdadera
personalidad.
Este tipo de apego, si bien no es el más frecuente, sí que es el más destructivo y el que
produce unos efectos más dañinos sobre la personalidad.

Con frecuencia, los psicólogos nos solemos encontrar en nuestras consultas a personas que han
experimentado en sus infancias este tipo de vínculo desorganizado.

De la confusión total al apego desorganizado


Mary Main, discípula y colaboradora de Mary Ainsworth, observó que, en la prueba de la
“situación extraña”, alrededor de un 5% de los niños se sentían extremadamente
angustiados ante la separación de su madre, tanto como para golpearse la cabeza con las
manos durante su ausencia.

Sin embargo, cuando ella estaba presente en la sala, se mostraban confusos. Estos
pequeños, de forma muy similar a las reacciones de animales asustadizos, parecían dudar si
acercarse o alejarse de ella.
Main asoció este tipo de reacciones a madres (también debería haber hablado de padres) con
graves trastornos mentales, tan afectadas por sus propios problemas que se
mostraban incapaces de atender de forma adecuada las necesidades de sus hijos.

Las investigadoras descubrieron que los niños de este tipo de familias estaban gravemente
desatendidos y que, en algunos casos, habían sufrido (o sufrían habitualmente) violencia física
o, incluso, abusos sexuales.

Para los pequeños que mostraban este tipo de apego desorganizado, sus padres, las personas
que supuestamente deberían protegerles, se habían convertido en fuente de angustia y terror.
Como todo bebé, estas criaturas necesitaban apego y cuidados e intentaban buscar consuelo
en sus progenitores.

Sin embargo, sus padres les generaban tanto temor que evitaban acercarse a ellos por miedo a
las reacciones exageradas y violentas que solían exhibir. Podemos imaginar la angustia
diaria que viven estos niños atrapados en familias en las que no se sienten ni queridos, ni
protegidos por sus padres.

Estos pequeños, además de no poder acercarse a sus progenitores en busca de ayuda y


seguridad, debido a su poca edad y su gran indefensión física y emocional, no pueden evitar
los estallidos de agresividad de los adultos ni tienen la posibilidad de escapar de su hogar.

La semilla de sumisión
A medida que crecen, estos niños aprenden a amoldarse a los mayores para que no se
enfaden con ellos y no les violenten. Su comportamiento sumiso y adaptado a los vaivenes de
sus padres, no supone más que un pobre intento de reducir los gritos o los golpes que reciben.

La violencia jamás cesa y, para el niño, el precio a pagar a corto y largo plazo por esta
desconexión de sus propias necesidades será muy alto. Al plegarse a los deseos de los demás,
estos pequeños interiorizan (y asimilan como auténtica) la idea de que para vivir (en sus
circunstancias sobrevivir) resulta imprescindible someterse a los demás y desconectar de
sus propios deseos y necesidades.

Con el tiempo, estas personas acaban llegando al extremo de no vivir su propia vida, jamás
actúan por sí mismos y únicamente realizan lo que los demás le indican u ordenan. Por otra
parte, la violencia recibida en casa, también les induce a reprimir mucha rabia.

Rabia reprimida

Esta rabia que no pudieron expresar de niños no desaparece, sino que se va acumulando en su
interior durante toda la infancia y la adolescencia, hasta la edad adulta. Tiempo en el que estalla
o bien, volcándose sobre ellos mismos (desarrollo de tendencias autodestructivas o
enfermedades psicosomáticas) o bien, dirigiéndose hacia los demás, convirtiéndose en
padres que justifican la violencia o, incluso, que maltratan a sus propios hijos.

Baja autoestima

Como consecuencia de las infancias traumáticas vividas, estas personas desarrollan una muy
baja autoestima. Nunca nadie les ha dicho lo validas que son, muy al contrario, los mensajes
que reciben por parte de sus padres son demoledores: “no vales para nada”, “eres torpe”, “no
conseguirás nada en la vida”, etc.
Los malos tratos, las convierten en personas desconfiadas, en continuo estado de alerta, al
igual que cuando eran pequeños y cualquier acontecimiento podía desatar la ira de sus padres.

En sus relaciones personales también experimentan sentimientos contradictorios. Por


un lado, desean tener pareja y formar una familia, pero por otro, se sienten muy incómodas y
vulnerables en situaciones de intimidad emocional, por lo que les resulta difícil mantener una
relación estable.

Otro patrón habitual en estas personas es el de la represión de sus emociones. En su


infancia, aprendieron que la expresión espontánea de sus estados de ánimo no estaba
bien vista, llegando, incluso, en ocasiones, a ser recibida con golpes o palizas.

Vemos, pues, que son personas ancladas en su trauma que reviven constantemente los
miedos de su infancia y los maltratos que sufrieron. En lugar de disfrutar su vida, se encuentran
dentro de un bucle insano del que les resulta muy difícil salir.

El caso de Marcos
Por desgracia, como dije al principio, muchas de las personas que acuden a terapia han
sufrido distintos tipos de violencias en sus infancias y están gravemente afectadas por ello.

El caso de Marcos ejemplifica los dramáticos efectos a largo plazo de este apego desorganizado.
Con una madre irascible que montaba en cólera cuando sus hijos se salían de la estricta línea
educativa que ella marcaba en casa y un padre alcohólico que reaccionaba de forma violenta
cuando no le dejaban descansar su borrachera, Marcos y sus hermanos vivían
permanentemente bajo un régimen de terror.

Tanto en su vida personal, como en la laboral, Marcos sentía que todo el mundo se
aprovechaba de él. El joven se mostraba incapaz de protestar o de poner freno a situaciones
claramente abusivas. Ante estas, prefería callarse para que los demás estuvieran contentos y no
se enfadaran con él.

Además, a Marcos le horrorizaba discutir y prefería ceder en lo que fuera necesario antes
que pelearse con alguien.

Conectar con uno mismo para sanar


Estos casos suelen requerir tiempo y paciencia para sanar porque resulta imprescindible
que la persona asimile (y asuma) las experiencias y los maltratos recibidos y, también, que
comprenda que ni papá, ni mamá, van a cambiar para convertirse en los padres amorosos que
necesitó en su infancia.

La ayuda para salir del pozo, no va a venir de los padres, sino de la persona misma. La sanación
se centrará en conectar con la auténtica esencia de uno mismo. La sanación no depende de
nadie externo, sino que debe surgir del interior. A veces se hace necesario empezar casi desde
cero a reconstruir la propia personalidad.

Tras el profundo trabajo realizado, por fin, esta será mucho más sana y auténtica. Dejar atrás el
pasado y los patrones que nos dieron seguridad es un proceso que cuesta trabajo, es un duelo
que hay que atravesar, pero cuando personas como Marcos consiguen liberarse y conectar
consigo mismos, comprobamos que el esfuerzo merece la pena.
http://www.mentesana.es/blogs/ramon-soler/apego-desorganizado-sumision_1574

También podría gustarte