Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
M.Jacobson
¿Qué valores organizan nuestra práctica diaria? ¿Cómo interpretamos los hechos que se
dan en clase? ¿Qué sentido damos a los comportamientos, las actitudes o los resultados
de nuestros alumnos, y por qué? Si yo como maestro uso mi empatía con mis alumnos, o
les recomiendo a ellos que lo hagan... ¿para qué lo hago? ¿Para conseguir que el alumno
venza sus resistencias y rápidamente colocar mi discurso? ¿O entiendo la empatía como
un medio de conocimiento interpersonal y de conexión emocional, como un medio de
intimidad, de adopción de otras perspectivas...?
¿Qué hago con las quejas de mis alumnos? ¿Y con sus emociones negativas? ¿Voy a
silenciarlas, para que no obstaculicen, y dirigir su atención hacia los objetivos del día?
¿O voy a escucharlas, voy a aprovechar la ocasión para analizar cuáles son las condiciones
que suscitan esas emociones, y voy a hacer algo para transformar dichas condiciones?
¿Voy a organizar mi aula y mis actividades para que los alumnos logren ser esencialmente
productivos? ¿O voy a ir más allá? ¿Me voy a plantear que quiero contribuir al desarrollo
de personas que estén preparadas para afrontar los grandes retos humanos (como la
sostenibilidad del planeta o la convivencia con la diversidad, basada en la justicia y la
igualdad)?
Es interesante reflexionar sobre el porqué de nuestras decisiones, qué creencias nos llevan
a actuar de una forma u otra. Si elegimos afrontar los grandes retos humanos y construir
1
personas autónomas, reflexivas, con pensamiento crítico, creativas, honestas, justas,
compasivas y preocupadas por mejorar la vida de las personas, de su sociedad y del
planeta, entonces tenemos que entender que todo lo que hagamos con nuestros alumnos
tiene que ir dirigido a eso.
Es importante que como maestros nos posicionemos, tomemos una decisión, y pensemos
hacia dónde nos queremos dirigir cuando enseñamos: hacia donde queremos dirigir la
educación.
“En plena clase, un alumno tira su estuche al suelo, con la cual cosa provoca un gran
ruido y distrae la atención del resto de alumnos”.
Cuando planteé este mismo ejemplo a algunos de sus compañeros maestros en las
capacitaciones que dimos en Guatemala, algunas de las respuestas fueron:
Como ven, no hubo una respuesta única. Todas las respuestas son distintos pensamientos
que surgieron de forma casi automática ante un mismo hecho: un niño que lanza un
estuche. La pregunta que sigue y que quiero que respondan es: ¿Según lo que han
pensado, qué emoción o sensación les provoca este hecho? Algunas respuestas podrían
ser: enfado; inquietud; desesperación; sorpresa; pena...
De nuevo, vemos que un mismo hecho puede desencadenar en nosotros una gran
variedad de emociones distintas. Ahora, teniendo en cuenta lo que cada uno de ustedes
ha pensado ante este comportamiento del niño, y la emoción que éste ha despertado en
ustedes... ¿Qué es lo que harían? ¿Qué respuesta o acción llevarían a cabo? Algunas
respuestas fueron:
2
- Ignorarle, no hacerle caso.
- Avisarle, decirle que no lo vuelva a hacer.
- Preguntarle si le pasa algo.
- Quitarle el estuche.
- Preguntarle por qué lo ha hecho.
Una vez más, observamos que aparece una amplia diversidad de acciones que se podrían
llevar a cabo ante un mismo hecho.
¿Qué es lo que nos lleva a pensar, sentir y actuar o responder de una forma u otra? Nada
menos que nuestras creencias. Cada persona, des del momento de su nacimiento, elabora
su modelo del mundo según sus vivencias. Según este modelo, cada uno de nosotros
interpretará el entorno que le rodea de una forma u otra.
Los hechos se perciben de forma subjetiva y personal, y eso es lo que determina nuestra
manera particular de ser y de entender las cosas (nuestras creencias), la cual guiará
nuestras actitudes y nuestra manera de afrontar las cosas. Las creencias son, básicamente,
juicios y valoraciones sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo y el
entorno. Este conjunto de juicios, valores y esquemas de interpretación propios se han
formado a base de nuestra experiencia vital, y son los que determinan nuestra
personalidad, y explican en gran parte cómo vamos a pensar ante un hecho, cómo nos
vamos a sentir y qué es lo que vamos a hacer al respeto.
3
Veamos otro ejemplo. Imaginemos que el niño que ha tirado el estuche es Juan. Juan es
un alumno al que podríamos llamar “ejemplar”: hace siempre los deberes, es estudioso,
le gusta participar en clase y además, muestra un gran respeto por todos sus compañeros
y maestros. Podríamos decir que la creencia que tenemos desde hace tiempo sobre Juan
es la de “Juan es un alumno ejemplar, un buen alumno”.
¿Cuál sería el primer pensamiento automático que nos vendría a la cabeza si Juan fuera
el que tirara el estuche? Según la creencia que tenemos sobre él, es muy probable que
pensáramos algo como: “se le habrá escapado...”, “alguien lo estaría molestando...” o
incluso “¡debe haber sido otro!”. ¿Cómo nos sentiríamos? Probablemente
desconcertados, sorprendidos... ¿Qué es lo que haríamos? ¿Le regañaríamos y le
castigaríamos? Seguramente no. Quizás le daríamos un pequeño aviso, y la cosa quedaría
ahí.
Ahora imaginamos que el alumno que ha tirado el estuche es Carla. Carla es una
estudiante a la que podríamos llamar “de armas tomar”. Es inquieta, le cuesta
concentrarse, casi nunca trae las tareas hechas, a menudo se distrae en clase y acaba
distrayendo también a sus compañeros. La creencia que tenemos sobre Carla podría ser
la de “Carla siempre está distraída, no es una alumna ejemplar”. Supongo que ya ven
como sigue ahora la historia. ¿Cuál sería el primer pensamiento que aparecería en nuestra
mente si hubiera sido Carla la que tiró el estuche? Me imagino los típicos pensamientos
automáticos (¡que sin duda todos hemos tenido alguna vez!) de “ya está otra vez”, “¿qué
ha hecho ahora?”, o “¡es que no puede estarse ni dos minutos quieta!”. ¿Qué emociones
despertarían estos pensamientos en nosotros? Ya ven que seguramente no son las mismas
que con el caso de Juan. ¿Y nuestra respuesta o acción? ¿Será la misma?
4
¡Fíjense cuantos pensamientos distintos puede despertar un mismo hecho! Todos somos
maestros, más o menos con la misma formación... Sin embargo, ante un hecho tan simple
y cotidiano como un “mal comportamiento” de un alumno, la cantidad de respuestas
distintas que podemos dar es casi infinita. Como ven, todo depende de las creencias de
cada uno, y de cómo éstas se han formado. Seguramente tendrán mucho que ver con
nuestras propias experiencias previas, con cómo nos han educado, los valores que nos han
inculcado cómo hijos, cómo alumnos, cómo maestros...
Cómo hemos dicho, una emoción tiende a impulsar hacia una acción. Por eso, emoción
y motivación (de la que hablamos en el bloque anterior) están íntimamente relacionadas.
Encaminar las emociones de nuestros alumnos, y la motivación consecuente, hacia el
logro de objetivos es esencial para lograr que presten atención y conseguir que sus
actuaciones y sus resultados en clase sean más satisfactorios para todos.
5
El efecto Pigmalion y la profecía autocumplida
El gran poder de las creencias se basa en el hecho de que tienen una gran tendencia a
convertirse en verdad. Cuando creemos en algo de verdad, nos comportamos de manera
congruente con esta creencia. Nuestros gestos, palabras y acciones responden a nuestras
creencias. Por otro lado, los alumnos aprenden no tan solo de lo que los maestros decimos,
sino también de lo que hacemos, de cómo somos y cómo nos comportamos.
En la actualidad, cada vez está más claro que las creencias que tengan los maestros acerca
de la enseñanza, del aprendizaje y de sus estudiantes afectan a sus procesos de
planificación, instrucción y evaluación en el aula. Pero la importancia del tema no solo
radica ahí; además, se plantea que entre las creencias que los profesores tienen sobre la
6
enseñanza, el aprendizaje y sus prácticas docentes se produce también una estrecha
relación con repercusión al aprendizaje de los alumnos. Es decir, el desempeño
académico del estudiante puede verse influenciado por las creencias de su profesor.
Las expectativas altas se forman por alguna razón: el maestro tiene datos (relevantes o
irrelevantes) que lo incitan a mirar de otra forma a algunos alumnos y a esperar más de
ellos. Esta espera se traduce en comportamientos que pueden ser sutiles, pero que son
enormemente eficientes para favorecer el aprendizaje de los alumnos.
7
Veámoslo con un ejemplo: una esposa cree que su matrimonio fracasará; como siente
miedo y pesimismo ante el destino de su matrimonio, sus comportamientos y actitudes
no ayudan a que la relación entre ella y su marido mejore; al fin, se acaban divorciando.
Otro ejemplo (más cercano a nuestro ámbito): un maestro cree que uno de sus alumnos
no vale para los estudios; como tiene esta creencia muy arraigada, adopta una actitud de
pesimismo y de mensajes y conductas poco alentadoras para el muchacho; al final, el
alumno acaba repitiendo curso.
Una profecía declarada como verdad (aunque pueda ser falsa), puede influenciar
suficientemente a una persona como para que sus reacciones cumplan esa creencia.
Nuestras expectativas sobre las habilidades de un alumno pueden influir más de lo que
creemos en cómo se ve a sí mismo este alumno.
Una vez más, es interesante analizar cuáles son las creencias que tenemos, en este caso,
hacia nuestros alumnos, y cómo estas creencias determinan nuestra forma de tratarles y
de dirigirnos a ellos. Si creemos que un alumno de nuestra clase no va a pasar de curso,
es muy probable que no lo haga. Sin embargo, si nuestra creencia es que con esfuerzo y
ayuda puede pasar, es mucho más probable que al final de curso, el alumno pase. Porqué
nuestro comportamiento y actitud hacia este alumno habrá sido distinto y,
consecuentemente, su respuesta probablemente también lo será.
8
El error como fuente de aprendizaje
Existe una anécdota atribuida al famoso Thomas Alva Edison, el inventor de la bombilla
eléctrica. Según el científico, cuando estaba inventando la bombilla eléctrica y ya había
hecho 100 intentos frustrados, le preguntaron por qué seguía insistiendo. ¿Para qué servía
lo que hacía, si ya lo había provado 100 veces y la bombilla seguía sin encenderse? Su
respuesta fue: ¡ya sé 100 maneras de cómo no se hace una bombilla eléctrica!
Para Edison, cada uno de sus fracasos era un paso que le acercaba más al éxito, o nunca
mejor dicho, a la luz. Él entendía el fallo o el error como un camino para conseguir lo que
queremos. Se trata de una cuestión de perspectiva: ¿Qué enfoque le damos al error? ¿Lo
vemos como un sinónimo de fracaso? ¿Lo vemos tan solo como un señal que nos dice
que “así vamos mal”? ¿Qué sentido le damos a los errores de nuestros alumnos? ¿Qué
explicación damos a que un alumno se equivoque? ¿Cómo les hacemos saber que se han
equivocado?
Debemos conseguir que nuestros alumnos pierdan el miedo a equivocarse, y que para
ellos, los errores sean elementos motivadores que les ayuden a replantearse las estrategias
que utilizan y buscar nuevas alternativas. Para ello, debemos darles la oportunidad de
equivocarse. Muchas veces, ya sea por miedo a que se hagan daño o que sufran, tendemos
a sobreproteger a nuestros alumnos, y a no dejar que se equivoquen. A menudo, con la
mejor de nuestras intenciones, les damos “la respuesta rápida”, les indicamos cómo
resolver el problema, cómo deben hacerse las cosas... sin dejar que ellos prueven, se
9
equivoquen, experimenten por su cuenta, y
vuelvan a provar. Les negamos la oportunidad de
resolver sus propios retos o conflictos. Cuando
vemos un charco, en seguida nos sale un “¡no te
metas en el charco, que te vas a mojar!”. Acaso si
el niño se moja, no va a aprender a limpiarse la
ropa? ¿Acaso si se cae, no va a aprender a curarse
los rasguños?
10
El efecto iceberg
Observen esta imágen y respondan: ¿Qué es lo que más les llama la atención?
Seguro que habrá diversidad de respuestas, pero me gustaría que todos nos fijáramos en
la gran diferencia que existe entre la pequeña cantidad de hielo que sobresale de la
superfície del agua, en comparación a la gran cantidad de hielo que se esconde bajo la
misma. Normalmente, para que la punta de un iceberg sobresalga a la superfície del agua,
primero debe existir una base suficientemente grande y fuerte de hielo debajo para que
ésta punta se deje ver. Como podemos observar, la parte del iceberg que se ve por encima
del agua no representa ni una cuarta parte del conjunto total del iceberg. De hecho, en la
mayoría de los casos, el 90% de la totalidad de un iceberg se encuentran bajo el agua.
¿Qué pasó con el famoso barco transoceánico Titanic? ¿Cuál fue uno de los motivos
principales por los que se hundió al chocar contra un iceberg? Una de las explicaciones
que más peso ha tenido a lo largo de la
historia es que las personas que estaban al
mando de la tripulación ignoraron la gran
cantidad de hielo escondido debajo de la
punta del iceberg que visualizaron. Cómo
consecuencia, el barco chocó con el bloque
de hielo escondido bajo el agua, el cuál
provocó finalmente su naufragio.
11
esconde bajo el agua? Es decir, ¿qué es lo que no podemos ver a simple vista? ¿Qué es lo
que sólo podemos conocer cuando nos submerjimos bajo el agua?
Espero que me hayan podido seguir... Si no, aquí van algunas pistas:
Ustedes mismos pueden ampliar la lista. Lo importante es que entendamos que para
asegurar un buen proceso de enseñanza-aprendizaje, debemos tener mucho en cuenta
todo lo que hay “debajo”, todo lo que no se puede ver. En definitiva, todo aquello que
nos ayuda a comprender y a conocer más a nuestros alumnos.
¿Cómo podemos ir más allá y conocer lo que está escondido en nuestros alumnos, lo que
hay “abajo”? Muchas veces, para conocer o descubrir sólo hay que preguntar. ¿Qué hay
de malo en que un maestro pregunte a sus alumnos algo que no sabe? Debemos quitarnos
la limitadora creencia de “el maestro lo sabe todo”. Quizás nuestros propios alumnos
tengan algo que enseñarnos al respeto. Quizás si les preguntamos a ellos qué es lo que les
preocupa, o qué es lo que quieren hacer, o les presentamos diversas opciones para que
ellos elijan la que más les convence, conseguimos que aprendan mucho más.
12
● Un alumno llega a primera hora de la mañana con cara de sueño. Se pasa toda la mañana
poco concentrado y en alguna ocasión debemos llamarle la atención para que no se
duerma.
¿Qué es lo que hay “arriba”? ¿Cuál es la punta del iceberg? Dicho en otras palabras: ¿Qué
es lo que se ve “des de fuera”, lo que podemos observar, lo que se ve?
Arriba La cara de sueño, los ojos entrecerrados, los bostezos, la distracción y poca
concentración...
¿Qué es lo que hay “debajo”? Es decir, ¿qué es lo que puede explicar la punta del iceberg?
¿Cuáles son los motivos, las razones, los sentimientos, la situación familiar... que podría
explicar lo que vemos “arriba”?
● Un compañero de nuestro equipo docente nos dice que la programación que hemos
preparado para explicar nuestro temario es inadecuada.
Arriba Las palabras del compañero, su tono de voz, su mirada, su expresión facial,
sus gestos al hablar...
Abajo Se siente poco valorado en el equipo; no le caemos bien; quiere ayudarnos;
hoy tiene un mal día; él sabe más del tema que nosotros...
● Los niños están alborotados en clase. De repente, uno de ellos empieza a chillar y a
gritar desconsoladamente.
13
“Recuerda: cada uno de los niños de uno clase tiene
una historia que conducte a un mal comportamiento o
al desafío. Nueve de cada diez veces, la historia que
hay detrás del mal comportamiento no te hará
enfadar. Te romperá el corazón”. -Annette Beaux-
Debajo de la superfície puede haber un sin fin de aspectos a tener en cuenta, y que muchas
veces desconocemos. No siempre estos aspectos son fáciles de ver o de interpretar. A
menudo, tendemos a centrarnos sólo en lo visible, en lo objetivo, en lo superficial... E
ignoramos las razones, los motivos reales, las emociones o sentimientos que se esconden
debajo. Como consecuencia, a veces damos respuestas o indicaciones que quizás no se
ajustan a lo que realmente necesita el alumno en aquel momento. ¿Y si el niño que está
gritando tiene una enorme dificultad por controlar sus impulsos y emociones, y ésta es la
única manera que tiene de expresar su malestar? ¿Nuestra respuesta más adecuada va a
ser la de castigarle o regañarle? ¿O quizás tendremos que indagar el porqué de esa
dificultad y tratar de buscar la manera de ayudarle a regular su ira? Si intentamos conocer
bien a nuestros alumnos, saber qué emociones despiertan en ellos ciertas situaciones,
podremos comprender más el porqué de sus comportamientos. Para profundizar más en
este ejemplo y poder comprender mejor la importancia del efecto Iceberg en el proesco
de enseñanza-aprendizaje, vean el Anexo 2.
En este bloque hemos hablado también de la importancia de las creencias, tanto de las
nuestras como las de nuestros alumnos. Y es que justamente las creencias son algo que
se encuentra “debajo” del agua, algo que no se puede ver a simple vista y que no siempre
es fácil de adivinar y conocer. Sin embargo, representan algo esencial si realmente
queremos comprender algunos comportamientos o actitudes de nuestros alumnos.
Para los que visualizaron el video de El Circo Mariposa: ¿recuerdan cuando el director
del circo, ante el enfado y la actitud pesimista de Will (un joven que acaba de unirse a la
compañía y al que le faltan los brazos y las piernas), le empieza a decir cosas tan agresivas
como “el hombre, si es que se le puede llamar así, al que el mismo Diós le dio la
espalda...”? Recuerden cuál fue su respuesta cuando Will le pregunta:
14
- ¿Por qué dice todo eso?...
- “Porqué tú lo creíste”
El director supo connectar emocionalmente con el chico, empatizar con él, entendiendo
que la creencia que explicaba la tristeza y el desánimo de Will era que ni él mismo se
creía hombre. A partir de ahí, el director empezó a plantearle retos, a darle oportunidades,
para que Will dejara de pensar que no era digno de actuar en el circo. Fue así, cuando
álguien por fín creyó en él, y le dió un espacio y una oportunidad para que él mismo viera
su valía, que Will logró sacar lo mejor de sí y ofrecer uno de los mejores espectáculos del
circo (¡para los que aún no han visualizado el vídeo, espero que les hayan entrado ganas
de verlo!).
Y es que una de las claves para comprender lo que se esconde detrás de los
comportamientos, las actitudes, los esfuerzos o desmotivaciones de nuestros alumnos (es
decir, para poder conocer cuál es la base del iceberg), es la empatía.
La empatía es la capacidad que tienen los seres humanos de percibir y entender las
necesidades y sentimientos de otra persona. Una persona empática se pone en el lugar de
la otra persona y responde en relación a sus emociones y necesidades. Esto facilita la
comprensión mutua y fomenta una comunicación más respetuosa y asertiva. Por ello, se
concluye que la empatía es una ventaja social, pues mejora las relaciones interpersonales
y fomenta el carisma. Un entorno empático es un ambiente inteligente. Para leer más
sobre empatía y cómo aplicarla en el aula, ver Anexo 3.
Terminamos este tercer bloque con una frase que resume la importancia de tener siempre
en cuenta lo que queda “debajo del agua”, y cómo la empatía y el establecimiento de lazos
afectivos fuertes con nuestros alumnos nos ayudan a ello. Me gustaría que leyeran e
intentaran analizar cada una de las frases atentamente:
15
“ Hablo porque conozco mis necesidades, dudo porque no conozco las tuyas. Mis
palabras vienen de mi experiencia. Tu entendimiento viene de la tuya. Por eso, lo que
digo, y lo que tu oyes, puede no ser lo mismo. Si tu escuchas acuradamente, no solo
con tus oídos, sino también con tus ojos y tu corazón, puede que consigamos
comunicarnos”.
Herbert G. Lingren
16