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Significado y Diversidad Cultural PDF
Significado y Diversidad Cultural PDF
SIGNIFICADO Y
DIVERSIDAD
CULTURAL
Eugene A. Nida y
William D. Reyburn
2
Sociedades Bíblicas Unidas
Sociedades Bíblicas Unidas es una fraternidad mundial de Sociedades Bíblicas
nacionales que sirven en más de 200 países. Su propósito es poner al alcance de cada
persona la Biblia completa o parte de ella, en el idioma que pueda leer y entender, y a un
precio que pueda pagar. Sociedades Bíblicas Unidas distribuye más de 500 millones de
Escrituras cada año.
Le invitamos a participar en este ministerio con sus oraciones y ofrendas. La Sociedad
Bíblica de su país, con mucho gusto, le proporcionará más información acerca de sus
actividades.
Título original: Meaning Across Cultures publicado por Orbis Books, Maryknoll, New
York, EE.UU. Derechos © 1981 Orbis Books.
Derechos de la versión en español © Sociedades Bíblicas Unidas, 1998 con el permiso de
Orbis Books.
ISBN 1–57697–672–6
Sociedades Bíblicas Unidas
Box 521168
Miami, FL 33152
EE. UU.
Traducción: Manuel Picado
Composición tipográfica: Jorge R. Arias
Portada: Luis Bravo
ex libris eltropical
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Contenido
Introducción
1. ¿Qué es la comunicación?
El modelo de la comunicación
Niveles de significación
El papel de los receptores
El marco de la comunicación
El ruido
El medio y el canal
La labor de las Sociedades Bíblicas Unidas
Las presuposiciones culturales
Los patrones de conducta
La interpretación de eventos
2. Traducir es comunicar
El receptor‐fuente
El mensaje
Los medios y canales
Los receptores
Diversos conjuntos de presuposiciones
Marco histórico de la Biblia
Exégesis y hermenéutica
3. La forma del mensaje
Transliteración
Estructuras morfológicas
La estructura sintagmática
Los recursos retóricos
La poesía
El lenguaje figurado
La estructura del discurso
El género literario
La dimensión de la forma
4. El contenido del mensaje
Hechos históricos específicos con significación religiosa
Hechos históricos y patrones generales de conducta sin especial significación
religiosa
Referencia figurada o ilustrativa a hechos u objetos
Nombres propios
Nuevos préstamos para particularidades culturales
5. El descubrimiento y el análisis de problemas
Las diferentes bases culturales de los traductores
Actitudes extremas en los ajustes de forma y contenido
Bases de forma y contenido en la lengua fuente
Bases en la cultura de la lengua receptora
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Rasgos textuales indicadores de problemas subyacentes
Análisis de la función e importancia de los rasgos textuales
6. El suministro de información adicional
Objetivos legítimos de una traducción
Tipos de problemas que justifican la información adicional
Notas y adaptaciones textuales inadmisibles en las traducciones bíblicas publicadas
por las Sociedades Bíblicas Unidas
Lugar de la información complementaria
La forma de las notas marginales
Implicaciones de las ayudas marginales en las Escrituras publicadas por las
Sociedades Bíblicas Unidas
Bibliografía
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[Page 5] Introducción
Toda comunicación entre culturas diferentes trae consigo problemas de
significado. En cualquier idioma las palabras tienen sentido sólo en relación con las
ideas, valores y circunstancias de vidas humanas concretas.
En español, por ejemplo, podemos decir «Dios perdona», aunque no entendamos
lo que las partículas per y donar tengan que ver con el acto de perdonar. Sin embargo,
en una de las lenguas del centro de Nueva Guinea se puede hablar del perdón de
Dios con sólo decir «Dios no cuelga mandíbulas». Del mismo modo, en nuestra
lengua «amamos con el corazón», pero en muchas lenguas del África Occidental se
ama «con el hígado». Por alguna razón nosotros nos referimos a la laringe como «la
nuez de Adán», mientras los uduks del Sudán la denominan «aquello a lo cual le
encanta la cerveza».
En una lengua de Nueva Guinea, cuyos hablantes no conocen las ovejas pero sí
valoran mucho sus bien cuidados cerdos, un traductor de la Biblia propuso sustituir
«pastor» por «porquerizo». Salta a la vista que tal ajuste crearía serios problemas,
pues en el contexto bíblico los cerdos se consideran como animales inmundos.
Este tipo de adaptación cultural puede descartarse por simplista. Pero, ¿cómo
responder al planteamiento de cierto [Page 6] profesor de teología que sostiene que
una traducción de equivalencia dinámica de la frase del Antiguo Testamento: «Así ha
dicho Jehová» debería ser: «Se me acaba de ocurrir una idea importante»? En ambos
casos, la mayoría de los lectores rechazarían enfáticamente estas sugerencias de
adaptación. Pero, ¿por qué se las rechazarían?
Cuando los idiomas en juego pertenecen a una misma familia lingüística y forman
parte de culturas estrechamente relacionadas, como el inglés y el alemán, los
problemas no son demasiado graves. No obstante, debe reconocerse que en inglés no
existe un equivalente satisfactorio para el término Gesundheit, dicho proferido cuando
alguien estornuda, o para gute Speise, fórmula con la que se inician las comidas.
Las dificultades de comprensión aumentan en proporción casi geométrica cuando
los idiomas pertenecen a familias diferentes y suponen diferencias culturales
profundas, como en el caso del inglés y el zulú. Cuando, además, las dos culturas se
sitúan en épocas muy distantes, como ocurre en el caso del español moderno y el
hebreo antiguo, las complicaciones llegan a ser enormes.
La comunicación de significados entre culturas requiere siempre ciertos ajustes en
la forma del mensaje, si se pretende que el contenido se transmita con exactitud y
fidelidad. Traducir estrictamente palabra por palabra inevitablemente conduce a
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deformar el significado del mensaje de la lengua fuente. Pero, ¿hasta dónde pueden
llegar tales adaptaciones?
La tendencia tradicional a conservar muchas de las figuras retóricas y los
símbolos culturales de la vida y los tiempos bíblicos también es fuente de graves
errores de interpretación. Esto sucede sobre todo si las Biblias que contienen tales
expresiones carecen de notas marginales o adaptaciones que ayuden al lector a
interpretar las expresiones aparentemente anómalas.
En muchos casos, los errores de comprensión de un texto bíblico son menos
graves por cuanto no está en juego ningún asunto teológico importante. Por ejemplo,
los africanos occidentales podrían leer en una traducción de la Biblia a su lengua
materna que un recaudador de impuestos «se golpea el pecho» como señal de
arrepentimiento. Esto podría parecerles bastante extraño en vista de que en su propia
lengua la expresión «golpearse el pecho» significa «enorgullecerse de los logros».
Para indicar arrepentimiento ellos dicen «golpearse la cabeza».
Este tipo de error de comprensión no es particularmente grave, pero existen
muchos otros casos en que un tratamiento insatisfactorio de algunos de los
problemas culturales básicos ha llevado a confusiones significativas. Durante largos
años en cierto idioma se usó un determinado término como equivalente de
«reconciliación». Posteriormente, los misioneros descubrieron que la práctica cultural
a la que se aludía difería de la reconciliación bíblica justamente en un aspecto crucial.
En esa cultura, el uso de dicho término inmediatamente sugería que la persona que
tomaba la iniciativa del acto reconciliatorio admitía con eso haber tenido la culpa de
la ruptura inicial de las relaciones. Tal expresión entonces resultaba completamente
engañosa a la hora de hablar de lo que Dios ha hecho para reconciliar a los seres
humanos con Él.
En el caso de «golpearse el pecho», se podría usar una expresión paralela como
«golpearse la cabeza». Al enfrentar el problema que plantea la traducción de
«reconciliación», se debe encontrar otro vocablo que no implique la culpabilidad de
quien tome la iniciativa, o recurrir a una frase que describa sin ambigüedad los
elementos esenciales de la reconciliación. Sin embargo, la mayoría de los problemas
atribuibles a diferencias [Page 8] culturales son mucho más complejos y se deben a
que diferentes culturas asignan valores distintos a unos mismos objetos.
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En el Oriente, por ejemplo, el dragón no se ve como un animal amenazante,
símbolo de un siniestro poder diabólico, como lo es en el libro de Apocalipsis. Por el
contrario, el dragón es símbolo de fortuna y buena suerte. ¿Habría que cambiar el
símbolo del dragón para ajustarse a los conceptos orientales? O ¿cómo debería
traducirse en Corea «vestiduras blancas» (de los santos), si para los coreanos el
blanco es símbolo de duelo y no de pureza? Más aun, la idea de blanquear las
vestiduras «lavándolas en la sangre del Cordero» resulta casi incomprensible en
muchas otras lenguas. Como trató de explicar una persona de las Filipinas: «La
sangre del Cordero no debe haber sido roja».
Apocalipsis 3:20 contiene una frase que en algunas lenguas se ha traducido por
«tocar a la puerta». Pero hay pueblos del sudeste de Asia entre los que traducir dicha
frase de esa manera podría dar pie a una interpretación errónea, porque tocando a la
puerta es como el amante le comunica a su chica su deseo de que se encuentre con él
en alguna parte. Sin embargo, para los bazanaki, pueblo del África Oriental, esta
misma frase implicaría que Jesús es un ladrón, puesto que solamente los ladrones
tocan a las puertas, para saber si hay alguien en la casa. Las personas honradas
llaman a los de la casa por sus nombres y al hacerlo ellos mismos se identifican.
La mayoría de las personas considerarían estos problemas de traducción como
dificultades menores que pueden superarse con sensatos ajustes de detalle. Así, en
lugar de «mujer» en Juan 2.4 se diría «madre» como se ha hecho en [Page 9] algunas
traducciones recientes, y en Apocalipsis 3.20 se emplearía «llamar» en vez de «tocar»,
tal como se ha hecho en virtualmente todas las traducciones españolas.
Pero, ¿cómo enfrentar la tesis de algunos estudiosos de la Biblia que afirman que
las personas señaladas en el texto bíblico como «endemoniados» solamente eran
«perturbados mentales»? Algunos eruditos insisten en que el uso que los
endemoniados hacen del término «Legión» (Marcos 5.9) indica que estos sufrían
realmente de una severa «crisis de identidad» y que, por tanto, esto debiera incluirse
en el texto. Por su parte, un teólogo alemán propuso recientemente que el término
Gott (Dios) se sustituyera en la Biblia por Wirklichkeit (realidad). De tal manera, en
Romanos 1.7 leeríamos: «Que la Realidad nuestro Padre y el Señor Jesucristo
derramen su gracia y su paz sobre ustedes». Este tipo proposición resulta inaceptable.
Pero, ¿cuáles son los criterios que permiten demostrar su inaceptabilidad? ¿Qué hace
que ciertos ajustes parezcan razonables y otros no? Si algunos cambios resultan
aceptables, ¿por qué no todos los demás? ¿No será necesario fijar algún límite a los
cambios que se pueden hacer?
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Si alguien traduce los textos teosóficos hindúes o los discursos de meditación
budistas, la necesidad de reflexionar cuidadosamente sobre las diferencias culturales
no es muy grande, pues esos textos no le dan mucha importancia a la historia. Pero
los textos bíblicos sí toman la historia muy en serio. El ingreso de Dios en la historia,
ya sea en la historia de su pueblo o por medio de la encarnación de su Hijo,
constituye el elemento crucial del relato bíblico. Y precisamente por esta razón el
traductor debe interesarse, seria y profundamente, en el problema de los cambios, de
manera que el contenido sea fiel al marco histórico original.
Algunos cambios son claramente necesarios. Por ejemplo, en la transliteración de
los nombres propios es necesario adaptarse a los sonidos de la lengua receptora. No
se puede esperar que los lectores hispanohablantes pronuncien los variados sonidos
guturales del hebreo. Es obvio también que se [Page 10] deberán hacer ciertos ajustes
en la forma de las palabras y en las categorías gramaticales. En el verbo hebreo, el
aspecto verbal prevalece sobre el tiempo; es decir, es muy importante distinguir la
acción concebida como completa de la concebida como incompleta, mientras que en
muchas lenguas suele dársele más importancia al tiempo verbal. Es evidente que
estas diferencias exigen algunos ajustes. Asimismo, las largas oraciones
características del griego del Nuevo Testamento deben dividirse en unidades de
sentido menores, si el significado original ha de comunicarse eficazmente en lenguas
tales como el español. Igualmente, expresiones como «entrañas de misericordia»,
«circuncisión del corazón» y «ceñir los lomos del entendimiento» necesitan adaptarse
si se quiere producir algo más que secuencias confusas de palabras.
En algunas situaciones, quizá sea necesario invertir el contenido de versículos
particulares. Pero, si se puede hacer eso, ¿por qué no cambiar también el orden de los
párrafos? Por ejemplo, ¿por qué seguir el orden de la narración de «El hijo pródigo»,
si la narración sería más eficaz si comenzara estando el joven en la pocilga y luego se
relataran los antecedentes mediante retrospecciones? ¿Por qué algunos traductores,
cuando la nieve no es muy conocida en determinada cultura, no vacilan en cambiar
«blanco como la nieve» por «muy, muy blanco», y, sin embargo, no aceptan sustituir
«la incircuncisión» y «la circuncisión» por «gentiles» y «judíos» respectivamente,
como en Romanos 3.30, aunque el versículo 29 indica claramente que eso es lo que
significa.
En culturas donde no se conoce la práctica del ungimiento, ciertas referencias a
este rito bíblico se traducen mediante términos que significan «comisionar» o
«designar para una tarea». Sin embargo, en sociedades que no practican el sacrificio,
los traductores se empeñan en hallar formas para describir tales usos, a pesar de su
extraño significado. ¿Por qué debería distinguirse entre uno y otro caso?
Numerosos traductores no dudan en sustituir «hienas» por «lobos» en la
expresión «lobos vestidos de ovejas», pero [Page 11] consideran inapropiado que
«oveja» se cambie por «cabra», aun cuando en la cultura local las cabras sean
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altamente valoradas y las ovejas se consideren como despreciables comedoras de
basura.
[Page 13] 1
¿QUÉ ES LA COMUNICACIÓN?
Para analizar la traducción, debe empezarse con un modelo adecuado de la
comunicación. Mediante ese modelo pueden describirse los factores y las relaciones
principales que intervienen en la comunicación de un mensaje en la lengua fuente. Se
requiere algo más complejo que respuestas prefabricadas a las preguntas: «¿Quién
dijo qué a quién en cuáles circunstancias y con cuáles propósitos?» Este resumen
taquigráfico de algunos de los elementos básicos de la exégesis puede ser de utilidad,
pero no es suficiente para un estudio concienzudo de los muchos factores que
complican la comunicación.
El modelo de la comunicación
En cualquier análisis de la traducción, el punto de partida debe ser el acto
comunicativo original. Esto significa que debe comenzarse con los tres elementos
esenciales de la comunicación: el emisor (E), el mensaje (M) y el receptor (R).
Mediante un diagrama, esto se representaría así:
[Page 14] Sin estos tres elementos básicos, simplemente no hay comunicación.
En este capítulo, el énfasis se pondrá en la comunicación dentro de una misma
lengua («comunicación intralingüística»). En el capítulo tercero, el modelo de la
comunicación se ampliará de modo que incluya la comunicación entre lenguas, es
decir, la traducción.
Para comprender un mensaje producido por un emisor, es importante saber todo
lo que sea posible acerca de ese emisor. Inevitablemente, tanto la forma como el
contenido del mensaje que el emisor codifica han sido determinados por muchos
factores relativos a su propia personalidad y experiencia. En términos generales, esta
información puede dividirse en dos tipos:
Para comprender las citas de las Cartas Paulinas, por ejemplo, es importante saber
que la mayoría de ellas provienen de la Septuaginta antes que del texto hebreo. Esto
no significa que Pablo no conociera bien el texto hebreo, sino que simplemente no
dudaba en citar la traducción griega, sobre todo en aquellos puntos donde ella
convenía más a sus propósitos.
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Para describir el mensaje es esencial distinguir dos elementos importantes:
1. La forma.
2. El contenido.
La forma consiste en todos aquellos rasgos que van desde los sonidos hasta el
plano del género literario. Muchos de los [Page 15] rasgos formales de cualquier
mensaje son obligatorios; es decir, los impone la naturaleza de la misma lengua, sin
que necesariamente el hablante esté consciente de que forman parte de su mensaje.
Estos rasgos incluyen los sonidos representados mediante el alfabeto, la forma de las
palabras, la sintaxis de las oraciones y muchos otros de los rasgos del discurso (por
ejemplo, el uso de la voz activa en oposición a la pasiva o la secuencia de las
cláusulas). Tales rasgos son todos obligatorios puesto que, en gran medida, son
determinados por las exigencias formales de la lengua misma.
No obstante, debe tenerse en cuenta que no todos los rasgos formales son
determinados por la estructura de la lengua. Muchos de ellos son optativos. Tal es el
caso del orden de las ideas en el discurso expositivo, la elección de formas literarias
(por ejemplo: parábola, alegoría, proverbio) o el empleo de mecanismos retóricos (por
ejemplo, las preguntas retóricas, el quiasmo, el paralelismo, el uso de la doble
negación para lograr mayor énfasis).
El contenido de cualquier mensaje se deriva principalmente de dos diferentes
conjuntos de relaciones:
1. La relación entre un símbolo verbal y otro. Este es el «significado formal», que
comprende los niveles sintáctico y retórico.
2. La relación entre los símbolos verbales y los rasgos del mundo no lingüístico. Este es
el «significado referencial».
Cuando hablamos del significado de un mensaje, la mayoría de las veces nos
referimos a este segundo tipo. De hecho, cuando se habla del mensaje bíblico, el
término «significado» a menudo se utiliza en por lo menos dos planos muy
diferentes:
1. El sentido inmediato de un determinado pasaje.
2. La significación superior o teológica del mismo.
[Page 16] En consecuencia, el significado de los pasajes referentes a la crucifixión
de Jesús se discute a veces en función de los acontecimientos reales descritos, pero
más a menudo en relación con la resonancia simbólica o metafísica de este hecho
decisivo en la «historia de la salvación».
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Salvo cuando se indique lo contrario, en este análisis el significado referencial se
limita al primer plano, pues éste es el nivel de significación que resulta primordial
para los traductores bíblicos. Esto no implica desestimar los niveles superiores de la
significación. Simplemente se considera que los niveles superiores son secundarios,
en el sentido de que se construyen a partir del primer nivel.
El primer nivel de significado, el cual consiste tanto en relaciones formales como
en relaciones referenciales, abarca dos aspectos diferentes: el cognoscitivo y el
emotivo. El primer aspecto tiene que ver con la comprensión conceptual de las
relaciones entre los símbolos verbales mismos y entre éstos y los objetos, eventos y
abstracciones no lingüísticos (el mundo práctico) que representan. El aspecto emotivo
comprende las maneras mediante las cuales los participantes del acto comunicativo
reaccionan emocionalmente ante las dimensiones formales y referenciales del
mensaje.
[Page 17] En el tratamiento del significado referencial, es básico establecer algunas
distinciones importantes en relación con los papeles que desempeñan los
participantes. Por ejemplo, el sentido que un emisor desea transmitir puede
formularse como la «intención». Ahora bien, que la intención sea o no comunicada
adecuadamente es otra cosa completamente diferente. Más aun, un emisor puede
haber tenido una intención absolutamente diferente del significado que en apariencia
posee el mensaje. Esto resulta particularmente cierto en el caso de la ironía, en la cual
la intención manifiesta contrasta deliberadamente con el significado usual de
determinado mensaje. Debe también tenerse en cuenta que jamás dos receptores
comprenden un mensaje de manera idéntica, ni reaccionan ante él de un mismo
modo. La comunicación absoluta nunca es posible, pues no existen dos individuos
que compartan completamente un mismo trasfondo lingüístico y cultural.
Al comparar la intención de un emisor con la interpretación de un receptor, no
debe esperarse la identidad. Sin embargo, por lo general las dos se aproximan lo
suficientemente como para que el proceso sea culturalmente funcional, y eso es, en
última instancia, lo que importa.
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Junto a la intención del emisor y el sentido percibido por el receptor, algunos
analistas del significado pretenden agregar un tercer factor: la «norma teórica»; se
trata de la forma cómo deberían entender un determinado mensaje los sujetos
pertenecientes a un contexto lingüístico y cultural específico. Algunos analistas
prefieren denominar la «norma teórica» con los términos «significado legal» o
«significado ideal».
Otros estudiosos desearían, por su parte, incluir un «significado atemporal», o sea
un significado que no dependería de las condiciones espacio‐temporales del entorno
cultural del mensaje. A esta dimensión algunos la han denominado el «significado
teológico» y otros el «significado hermenéutico». Este, sin embargo, es un asunto que
nos interesará únicamente después de haber analizado algo más a fondo los
elementos básicos de la comunicación entre lenguas.
[Page 18] Niveles de significación
Todos los mensajes tienen un primer nivel de significación. Se trata del significado
inmediato a menudo llamado «literal» de un pasaje. Es aquel en el cual la mayoría de
las personas pueden coincidir.
Existen, por supuesto, pasajes ambiguos u obscuros en razón de que no tenemos
el trasfondo necesario para comprender de lo que se está hablando, como es el caso
de Marcos 9.49 cuando se refiere a la necesidad de ser salados con fuego. Hay
también ambigüedades intencionales que ponen de manifiesto el propósito del autor,
como cuando el Evangelio de Juan 3.8 relaciona el Espíritu con el viento mediante el
uso del término griego pneuma. Sin embargo, en la mayoría de los casos de
ambigüedad intencional, el contexto señala el juego de palabras.
Rara vez las ambigüedades intencionales pueden reproducirse a la hora de
traducir y, en consecuencia, se hacen necesariamente algunas ayudas marginales si se
desea que el lector comprenda los rasgos formales implicados.
Por otra parte, es necesario identificar aquellas ambigüedades que se derivan de
la falta de comprensión de los propios estudiosos. Esto es preferible hacerlo mediante
anotaciones marginales o listas complementarias, pues tratar de reproducir tales
ambigüedades en la traducción sería injusto para el autor original, quien
evidentemente pensaba en uno u otro significado y de ninguna manera pretendía ser
oscuro. Esperar que el lector sin preparación aclare tales oscuridades no resulta
razonable ni desde el punto de vista del lector ni desde la perspectiva del autor
original.
Además del primer nivel de significación, muchos pasajes bíblicos tienen dos o
más niveles superiores. La esencia misma de la parábola está en contener un nivel
primario de sentido es decir, un relato de lo ocurrido en la historia ilustrativa y un
nivel secundario, el cual es justamente el punto medular de la historia. La historia de
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«La oveja perdida» (Lucas 15.1–7) [Page 19] no es simplemente una narración acerca
de un pastor que abandonó noventa y nueve ovejas para ir a buscar una que se le
había perdido. Entra en juego aquí un segundo nivel de significación: la actitud de
Dios ante los pecadores. De hecho, este segundo nivel es el verdadero significado de
la historia.
Las alegorías son narraciones en las cuales todos o casi todos los detalles
particulares poseen un nivel de significación superior o simbólico. En ellas los niveles
dobles de sentido son, por lo general, completamente evidentes y en muchos casos
las relaciones se establecen de modo muy específico.
En su mayoría, los niveles múltiples de significación se marcan por medio de
ciertos rasgos formales del contexto. Los sentidos simbólicos de las palabras «Adán»
y «Eva» hacen pensar que estos nombres son algo más que simples denominaciones
de un hombre y su esposa. La ausencia de importantes detalles históricos en el relato
de Caín y Abel puede también interpretarse como un indicador de que tales eventos
tienen más que un nivel simple de significación.
En ciertos casos, el énfasis particular que se logra mediante repeticiones
inesperadas puede ser portador de sentido. Tal es el caso de Rut, a quien se menciona
como moabita o de la tierra de Moab un total de ocho veces en el corto libro que lleva
su nombre. Algunos eruditos han pensado que este detalle puede ser importante para
comprender la intención subyacente en la escritura del libro: a saber, una defensa de
los judíos que se habían casado con moabitas y sufrían las consecuencias de la
censura de Esdras y Nehemías.
Incluso también resulta posible percibir algún nivel superior de significado en
aquello que no se dice. Un ejemplo de esto sería el tratamiento detallado que Lucas
hace de la vida y el ministerio de San Pablo, tratamiento cuyo final pareciera
quedarse corto respecto de lo que esperaríamos que fuera el clímax de la historia: la
condena y muerte de San Pablo. Sin embargo, tal procedimiento no se ajustaba
obviamente al propósito de Lucas. En ningún lugar de su Evangelio ni del Libro de
Hechos, Lucas deja ver una condena directa del movimiento cristiano por parte de las
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autoridades romanas. El que Lucas haya dado fin a su relato de Pablo indicando que
éste predicaba las Buenas Nuevas «abiertamente y sin impedimento», es decir,
omitiendo completamente cualquier mención de acontecimientos posteriores, puede
verse como un gesto que apunta hacia un nivel superior que no se hace explícito.
El papel de los receptores
No se puede analizar la comunicación de manera completa sin estudiar
cuidadosamente el papel que desempeñan los receptores del mensaje. En primer
lugar, es importante conocer sus antecedentes generales (es decir, procedencia étnica,
creencias religiosas, nivel de educación) del mismo modo que su base lingüística (por
ejemplo, lengua materna, cualesquiera lenguas suplementarias, y, en el caso de la
Biblia, la lengua en que las Escrituras existentes se leyeron). Para los cristianos del
siglo [Page 21] primero, para citar un ejemplo, las Escrituras fueron la traducción
griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta.
En ciertos casos, sería muy útil conocer la identidad de algunos receptores.
¿Quién, por ejemplo, fue Teófilo, aquel a quien Lucas dirigió su Evangelio y el Libro
de Hechos? ¿Su nombre, «amado de Dios», era meramente simbólico? ¿Se trataba de
algún oficial de gobierno ante quien Lucas presentaba su defensa y explicación del
cristianismo? ¿Era un cristiano o un pagano? O, ¿es posible que haya sido quien
financiara la publicación de estos libros? Téngase en cuenta que en la antigüedad era
frecuente que los escritos tuvieran una dedicatoria a su editor o benefactor.
Por tanto, comprender un mensaje es mucho más que simplemente disponer de
cierta información. El mensaje tiene sentido sólo a la luz de determinadas estructuras
englobantes de pensamiento, las cuales comprenden ante todo las presuposiciones
básicas y las creencias de la cultura o subcultura receptora. Sin embargo, estos
factores no pueden ser considerados hasta tanto no se examine un poco más de cerca
el marco del acto comunicativo.
El marco de la comunicación
Ya sea que se trate de mensajes orales o escritos, el marco de la comunicación se
compone de tres factores:
1. Tiempo.
2. Lugar.
3. Papeles de los participantes.
A su vez, los factores temporales se dividen en tres fases:
a. Sucesos previos que pueden influir sobre la naturaleza de la comunicación.
b. El tiempo real de la comunicación.
c. Los sucesos posteriores, incluida cualquier respuesta por parte de los receptores que
se conozca.
La importancia de los sucesos anteriores a la comunicación se destaca de modo
negativo en las dificultades con que topan [Page 23] los estudiosos al tratar de
comprender 2 Corintios. Si supiéramos con exactitud cuáles fueron los sucesos que
impulsaron a Pablo a escribir como lo hizo, resultaría mucho más fácil comprender el
mensaje de su carta.
Algunos han creído que sería posible averiguar la respuesta de los receptores
originales de las cartas de San Pablo, examinando las formas en que las interpretaron
los Padres de la iglesia. Sin embargo, la mayoría de los escritos que ellos dejaron
corresponden a un período de doscientos o trescientos años después de escritas las
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Cartas Paulinas y, por lo demás, en cierta forma ellos estaban más distantes en el
tiempo que nosotros por cuanto hoy disponemos de una enorme cantidad de datos
históricos que no estaban al alcance de los exegetas de los siglos tercero y cuarto. Lo
que necesitamos saber y lo que en muchos casos ignoramos es cómo respondieron en
su tiempo los receptores. La falta de semejante información aminora notablemente
nuestra capacidad de interpretar algunos de los pasajes difíciles del texto bíblico.
El factor lugar se refiere al espacio en el cual sucede la comunicación. En las
circunstancias tradicionales, la comunicación oral implicaría que el emisor y los
receptores estuvieran en un mismo lugar. En nuestros días con frecuencia no es así,
pues la radio y la televisión ofrecen oportunidades inusuales de desplazamiento
tanto en el tiempo como en el espacio. Ahora bien, en lo que atañe a la comunicación
bíblica, el interés de los eruditos se centra en la ubicación del proceso comunicativo.
Esto hace que sean muy importantes para el investigador preguntas como: ¿Se
escribió en Éfeso el Evangelio de Juan y, por tanto, refleja un «punto de vista
típicamente efesio» acerca de Jesús?
Los papeles distintivos del emisor y de los receptores también son importantes
para comprender la comunicación. Dado un determinado mensaje, ¿se trata de una
relación entre un maestro y sus alumnos?, ¿entre un jefe y sus subordinados?, ¿entre
un solicitante y un gobernador? ¿o entre un profeta y su pueblo? Existe, pues, una
relación recíproca entre el emisor [Page 24] y el receptor y es importante conocer esa
relación para comprender y evaluar tanto el contenido como la forma.
Conocer los papeles de Pablo y Filemón es vital para comprender el significado de
la única carta estrictamente personal de Pablo. Si tan sólo conociéramos los papeles
del emisor y los receptores del libro de Rut, una buena cantidad de problemas se
aclararía casi de inmediato.
El ruido
A fin de comprender ciertos problemas ligados a la comunicación, es necesario
reconocer la existencia del factor ruido, el cual se define como todo aquello que
durante el proceso de transmisión pueda alterar el mensaje. Puede tratarse de ruido
físico de carácter externo que impida a los receptores escuchar adecuadamente, pero
puede ser también lo que llamaríamos ruido psicológico. Un ejemplo de éste podría
ser la interferencia en el mensaje a causa de prejuicios provenientes de lo que la gente
piensa que debería haberse dicho. Aparentemente, esto fue lo que ocurrió cuando
Pablo fue llevado ante el Concilio (Hechos 23.1–10). Los fariseos y los saduceos tenían
opiniones tan encontradas que no escucharon ni a Pablo ni se escucharon entre sí.
Otras formas de ruido psicológico pueden ser la falta de atención y la distracción.
Igualmente es posible considerar la influencia de las formas literarias sobre el
mensaje como un tipo de «ruido literario», pues las propias formas tienden a
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deformar la unicidad del verdadero acto de comunicación, al obligarnos a acomodar
la infinita variedad de la experiencia a un número limitado de moldes expresivos.
Los errores derivados del proceso de copiar repetidamente los manuscritos
también pueden considerarse como una forma de «ruido», por cuanto la acumulación
de estas modificaciones puede, con el tiempo, alterar el contenido del mensaje. Sin
embargo, los errores accidentales cometidos por los copistas [Page 25] son
relativamente fáciles de notar, pues suelen darse en contextos muy previsibles: por
ejemplo, la omisión de líneas que comienzan o terminan con una misma letra o
palabra, la sustitución de formas mejor conocidas o que calzan mejor en un contexto
o la sustitución de letras por otras que representan sonidos idénticos. Esto último
sucedía a menudo en el caso de manuscritos provenientes de dictado.
Sin embargo, de ninguna manera resulta tan fácil detectar los cambios que
introdujeron los copistas cuando se propusieron «mejorar» el texto. Por ejemplo,
cuando modificaron pasajes paralelos a fin de que fueran más consecuentes entre sí,
cuando suprimieron expresiones o las alteraron porque les parecían contradictorias
con ciertas perspectivas teológicas o cuando introdujeron elementos que en un texto
previo pueden haber sido sólo notas marginales. A menudo tales expresiones se
incorporaron en un manuscrito posterior porque parecían apropiadas o simplemente
porque un copista ulterior dio por hecho que otro precedente las había omitido, y
trató entonces de corregir el error poniendo al margen las palabras omitidas.
Todas las modificaciones hechas por los copistas pueden considerarse como
«ruido psicológico», ya se trate de errores cometidos inconscientemente por
distracción o falta de atención, o de alteraciones que los escribas introdujeron
deliberadamente debido a ciertos prejuicios que tenían relacionados con la
consecuencia textual, el contenido teológico o la fidelidad a la tradición.
Sin embargo, para el erudito bíblico en lo que se refiere al ruido el factor más
importante ha sido la pérdida, ocurrida a través de los siglos, de información acerca
del trasfondo cultural de la Biblia. Los autores originales y sus respectivos receptores
compartían más información de fondo, lo cual aseguraba que el mensaje fuera más
significativo. Un alto porcentaje de esos datos fundamentales se halla hoy fuera de
nuestro alcance y, en consecuencia, son numerosos los pasajes bíblicos que no se
pueden comprender cabalmente. No es porque estos pasajes [Page 26] fueran
disparatados u oscuros en el momento de su primera escritura. En verdad no existe
indicio de que algún pasaje bíblico fuera escrito intencionalmente a la manera de
oráculos délficos o mensajes cabalísticos. Los escritores de la Biblia tenían un mensaje
y, por lo general, un mensaje de carácter urgente. De ahí que no se tratara de cultivar
la oscuridad o la ambigüedad.
Nuestra falta de información acerca del significado de los textos originales de las
Escrituras no se limita a los datos relativos a los sucesos históricos o a las prácticas
culturales. En lo relativo a la estructura gramatical existen muchos aspectos sutiles
19
que no pueden interpretarse claramente, pues de las lenguas antiguas no poseemos el
conocimiento suficiente para establecer con certeza cómo se deben interpretar
determinadas estructuras lingüísticas. A modo de ilustración, tenemos el caso de
Juan 13.2, donde la estructura nos hace vacilar entre si «el diablo había puesto en el
corazón de Judas la idea de traicionar a Jesús» o si «el diablo había decidido que
Judas traicionaría a Jesús».
Además, hay una buena cantidad de palabras, sobre todo en el Antiguo
Testamento, que aparecen solamente una vez y no se conocen de otra manera.
Cuando el contexto no es claro, no se puede saber su significado con certeza. En
algunos casos, palabras afines procedentes de otras lenguas pueden darnos ciertas
pistas, pero siempre es peligroso depender de raíces similares, pues incluso en el caso
de lenguas estrechamente emparentadas pueden darse notables diferencias de
sentido.
El medio y el canal
Dado que los materiales bíblicos se presentan exclusivamente en forma escrita, se
tiende a pasar por alto algunos de los problemas de la comunicación relativos al
medio y el canal. El medio es el código de la comunicación: palabras (dichas o
escritas), dibujos, eventos rituales o hechos espontáneos que indican amor, odio, gozo
o sentimientos afines, etc. El canal [Page 27] es la vía por la cual se transmite el
mensaje: en los tiempos antiguos, palabras habladas o documentos escritos y, en
nuestros días, a menudo la radio y la televisión.
En la Biblia misma existen muchos elementos que reflejan la tradición oral. Esto
vale no sólo para ciertas partes de libros como Génesis, Josué y Jueces, sino también
en muchísimos otros casos que la gente no imagina. Es igualmente válido para el
Nuevo Testamento, en el cual muchos de los relatos sobre Jesús sin duda se
transmitieron oralmente por largo tiempo antes de plasmarse en forma escrita.
Puesto que existieron numerosos testigos presenciales de los hechos, su registro
escrito pudo haber parecido completamente innecesario, máxime si se tiene en cuenta
que muchos de los primeros cristianos creían que Jesús regresaría muy pronto para
«poner a los enemigos debajo de sus pies».
Toda una rama de la ciencia bíblica a saber, el análisis literario tiene como objetivo
primordial la reconstrucción de las fuentes más primitivas de los textos bíblicos.
Descubrir los supuestos niveles de tradición, tanto oral como escrita, resulta una
tarea compleja y llena de incertidumbres. Sin embargo, se trata de una labor
impostergable si se desea comprender el sentido de numerosos textos, sobre todo en
sus formas más antiguas.
Ante todo, el traductor bíblico tiene que ver con los documentos tal como se
ofrecen en su forma final preparados por uno o varios autores. Esto es lo que el
traductor debe traducir. Para comprender ciertos aspectos del Evangelio de Lucas, es
20
útil estudiar las implicaciones de los documentos o tradiciones relativas al trasfondo,
a los cuales Lucas mismo alude en su introducción (Lucas 1.1–14). Sin embargo,
descubrir la forma en que el propio Lucas interpretó este material es más importante
que saber cómo lo hicieron las fuentes primitivas. Tal orden de problemas lleva al
planteamiento de asuntos que no podremos exponer adecuadamente sino hasta
después de ahondar un poco más en algunas de las implicaciones más amplias de la
teoría de la comunicación.
[Page 28] A fin de comprender mejor algunos de los problemas de la
comunicación, resulta fundamental advertir que todo canal presenta ciertas
deficiencias básicas. La comunicación escrita es siempre deficiente en la medida en
que no refleja por completo todos los contrastes significativos de la lengua hablada.
Las diferencias en las pausas de final de frase y de curvas de entonación
normalmente marcan límites sintácticos importantes. No obstante, estos rasgos
generalmente faltan en los textos escritos o sólo se marcan de modo imperfecto. Los
textos griegos antiguos carecen de esos contrastes fonológicos, y, lo que es peor aún,
las palabras se escribieron juntas, sin espacio entre ellas.
Los canales de comunicación escrita tienen la ventaja aparente de conservar las
formas con más cuidado que las tradiciones orales, pero los manuscritos tenían que
copiarse a mano y las ediciones eran tan limitadas que si se quería una amplia
difusión del mensaje se hacía indispensable copiar y recopiar repetidas veces. De tal
manera, es comprensible que miles de pequeñas diferencias se deslizaran en la
tradición manuscrita de un texto tan extenso como el Nuevo Testamento.
En virtud de la historia particular del texto, no se presenta la misma riqueza de
variantes en el caso del Antiguo Testamento. Sin embargo, existen unas cinco mil
variantes, las cuales repercuten significativamente en la interpretación del texto.
Además, dado que la variedad de textos no es tan abundante en comparación con el
Nuevo Testamento, del cual la cantidad de manuscritos resulta sobrecogedora, a
menudo es prácticamente imposible determinar con algún grado de certeza la forma
del texto del Antiguo Testamento.
La labor de las Sociedades Bíblicas Unidas
La cuarta edición del Nuevo Testamento Griego, que publicaron las Sociedades
Bíblicas Unidas, contiene varios miles [Page 29] de variantes textuales muy
importantes para comprender el texto. Estas se han clasificado como A, B, C o D, de
acuerdo con su grado de confiabilidad. Por su parte, el texto griego de Nestle‐Aland,
que incluye idéntico texto crítico, tiene un aparato diferente: Proporciona una lista
completa de las variantes importantes, independientemente de que afecten o no el
significado, pero no las clasifica según su confiabilidad textual.
En cuanto al Antiguo Testamento, un comité para el Proyecto Hebreo del Antiguo
Testamento ocupó diez años en la revisión de más de cinco mil variantes textuales
21
con diferencias significativas y siguió la clasificación basada en el grado de
confiabilidad. El Comité ya publicó los primeros cinco informes preliminares de sus
resultados. El primero de los cinco informes finales se publicó en 1981, primero en
francés y posteriormente en inglés. Estos informes contienen todas las evidencias
importantes de los manuscritos hebreos antiguos, las versiones antiguas, las fuentes
rabínicas medievales y los estudios textuales modernos; todo junto con la explicación
de los argumentos que fundaron las decisiones del Comité.
Las presuposiciones culturales
Para los receptores de cualquier mensaje, buena parte del significado referencial
descansa sobre las presuposiciones culturales de una determinada sociedad. Las
presuposiciones comprenden las presunciones subyacentes, las creencias y las ideas
compartidas por las personas de modo general. Rara vez se definen o describen por
la sencilla razón de que parecen tan obvias y básicas que no exigen una formulación
verbal.
Como ejemplo, veamos la pregunta que los discípulos le hicieron a Jesús en Juan
9.2: «¿Por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres o por su propio
pecado?» Los discípulos nunca dudaron que el pecado debía haber sido la causa
oculta de tal infortunio: era una presuposición básica [Page 30] y, en consecuencia, se
daba por sentada. Sin duda, la respuesta de Jesús causó una verdadera conmoción.
Las presuposiciones implícitas acerca del mundo y la vida se pueden dividir para
efectos prácticos en cinco clases: 1) presuposiciones acerca de la tierra y los seres
vivos, 2) acerca de la historia y el destino, 3) acerca de los seres sobrenaturales, 4)
acerca de las relaciones interpersonales, y 5) relativas a la actividad intelectual.
1. La tierra y los seres vivos. Parece claro que la gente de los tiempos bíblicos veían
la creación como algo que había ocurrido en siete períodos de veinticuatro horas cada
uno, cosa que les daba una explicación de la creación menos fantasiosa que la de los
mitos babilónicos y les servía para santificar el séptimo día como período de reposo
prescrito religiosamente. Más aun, se creía que el mundo había sido poblado
únicamente por aquellos grupos descendientes de Sem, Cam y Jafet. Y puesto que
tanto en las personas como en los animales, la pérdida de sangre conduce a la
pérdida de la energía vital, se llegó a la conclusión de que «la vida estaba en la
sangre» y de este modo un sacrificio cruento llegó a ser una manera de simbolizar «la
vida».
22
También los seres vivos fueron objeto de clasificación: limpios e inmundos o, lo
que es lo mismo, los que se podían comer y los que no. Las listas de los animales de
cada grupo, incluidas las aves, brindan algunas claves del criterio clasificatorio, tales
como los que rumian y los de pezuñas hendidas. Pero no se halla en tales listas
ningún interés por explicar o justificar la distinción. Se acepta simplemente como uno
de los hechos básicos de la naturaleza sin el cual muchas otras distinciones vitales
tendrían poco o ningún sentido.
[Page 31] 2. La historia y el destino. Este orden de presuposiciones es importante, no
sólo desde la perspectiva del concepto de «pueblo elegido», sino también en lo que
respecta a las ideas de un futuro reino de Dios, una era de paz y el triunfo de la
justicia. Todas estas presuposiciones son únicas dentro del mundo antiguo.
El concepto de un pacto obligante tomado de la esfera de las relaciones
interpersonales, es uno de los elementos dominantes en el pensamiento del Antiguo
Testamento en lo que concierne a Dios y a su pueblo. Es a la luz de estas
presuposiciones que el profeta puede proclamar la esperanza y la victoria finales, no
obstante un futuro inmediato casi sin esperanzas. En razón del pacto de amor con
Dios, en último término su pueblo obtendrá el triunfo, un reino de paz y la
reivindicación de la justicia. Ahora bien, sin las presuposiciones que sostienen tales
proclamas de los profetas, esas palabras habrían sonado vacías o hubieran parecido
los sueños propios de un demente a los oídos del pueblo.
En cuanto al destino último de los seres humanos, la Biblia presenta dos tipos de
presuposiciones aparentemente contradictorias y nunca resueltas de manera
explícita. En el Antiguo Testamento, la muerte y el sepulcro, a veces aludidos como el
Seol, se describen como una morada de seres espirituales que poco a poco se van
perdiendo en el olvido. Por su parte, el Nuevo Testamento dibuja un cuadro
completamente diferente del paraíso y la morada celestial, donde Dios «enjugará las
lágrimas de los ojos de todos». En contraste con la recompensa del cielo, existe un
castigo en el infierno (gehena), lugar «donde el gusano nunca muere, ni el fuego se
extingue».
Todo reconocimiento de una revelación progresiva en las Escrituras y, sobre todo,
de cualquier diferencia significativa entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos,
inevitablemente debe contemplar ciertas diferencias en las presuposiciones. Esto de
ninguna manera invalida la inspiración divina; sí significa que la revelación tuvo
lugar en el contexto de sucesos reales y diferentes patrones de conducta y
pensamiento.
[Page 32] 3. Los seres sobrenaturales. La idea de un Dios personal y soberano reviste
en la Biblia un carácter tan primordial que en ningún lugar del texto se halla una
descripción o definición de él. Su existencia no tiene que probarse. Simplemente, Dios
se da por un hecho como la más elemental presuposición del mundo de los seres
sobrenaturales. No obstante, la existencia de otros seres del mismo orden, tales como
23
ángeles, demonios y el diablo, también constituye un presupuesto básico. Además,
los seres sobrenaturales se conciben dotados de poderes para bendecir y curar,
recompensar la fidelidad y castigar la negligencia. Mediante apariciones, sueños,
visiones, o por la echada de suertes, ellos se comunican con las personas y éstas
pueden entrar en contacto con lo sobrenatural gracias a sus oraciones y, en el
contexto del Antiguo Testamento, por medio de los sacrificios y las ofrendas.
Además, determinados objetos, como es el caso del Arca del Pacto, podían
impregnarse de tal poder sobrenatural que únicamente podían tocarlos personas
especialmente consagradas para hacerlo.
Ahora bien, al afirmar que estos sucesos y objetos constituyen presuposiciones
culturales básicas no se juzga sobre su realidad. Simplemente se dieron por sentados
y no se cuestionó su poder. Jesús se refirió a la mujer jorobada a quien había curado
en el sábado como «esta mujer, que es descendiente de Abraham y que Satanás tenía
atada con esta enfermedad desde hace dieciocho años» (Lucas 13.16).
4. Las relaciones interpersonales. En este nivel las presuposiciones suelen ser las más
complejas. El concepto de responsabilidad grupal y, a partir de él, el de culpa
colectiva puede plantear problemas especiales de comprensión. Sin embargo, tal
supuesto es necesario, si se quiere hallar sentido en muchos relatos del Antiguo
Testamento, tal como es el caso en la historia de la culpa de Acán, en la conquista de
Hai (Josué 7.1–26).
5. La actividad intelectual. Las presuposiciones acerca de la validez de cierto tipo de
actividad intelectual pueden resultar particularmente difíciles de comprender y de
apreciar para personas de una cultura diferente. Por ejemplo, desde el punto de vista
bíblico, la verdad no es una definición abstracta de la realidad o el ser, sino,
primordialmente, el pensamiento recto acerca del comportamiento moral. Así, la
sabiduría no es la capacidad intelectual para formular preguntas de orden filosófico y
elaborar sistemas de pensamiento convincentes. Más bien es la capacidad para
decidir con justicia en asuntos morales y humanos.
Dentro del contexto bíblico, los símbolos de la luz y las tinieblas no se ligan con el
saber y la ignorancia, sino con el estar liberado del mal o esclavizado por él.
«Conocer» al Señor, el pecado o la liberación no significa «saber acerca de ellos».
Significa vivirlos.
Pero presuponer la validez de una actividad intelectual dada también implica
aceptar ciertos procedimientos para establecer lo que es verdad. Por ejemplo, para
24
apoyar sus argumentos los autores del Nuevo Testamento citan pasajes del Antiguo
de una manera que sería inaceptable para los estudiosos de nuestros tiempos. Para
ilustrar con un caso, el Evangelio de Mateo (2.15) cita «de Egipto llamé a mi Hijo»
(Oseas 11.1), no obstante que en el contexto original claramente se hace referencia al
pueblo de Israel y no al Mesías. En forma semejante, el Evangelio de Marcos atribuye
a Isaías una cita cuya primera parte en realidad proviene de Malaquías. En la Carta a
los Hebreos (1.7), un pasaje del Antiguo Testamento en el cual Dios hace de los
vientos sus ángeles y de las llamas de fuego sus sirvientes, se cita a la inversa: «[Dios]
hace que sus ángeles sean como vientos y como llamas de fuego sus servidores».
[Page 34] Tales formas de citar el Antiguo Testamento estaban en plena
concordancia con los presupuestos contemporáneos relativos al uso del texto
sagrado. Si el manejo del Nuevo Testamento no se considera a la luz de lo anterior,
podrían producirse serias confusiones. Cuando Pablo puntualiza que el Antiguo
Testamento utiliza «simiente» y no «simientes» para referirse a Cristo (Gálatas 3.16),
no debería concluirse que Pablo no estaba al corriente de que en realidad «simiente»
aludía, en este contexto, a «descendientes» o «linaje». Simplemente usaba normas de
referencia escritural completamente aceptables en su tiempo y argumentaba con los
judaizantes de forma que ellos consideraban totalmente válida. Recurrir a las
Escrituras de esa manera descansa sobre presupuestos relativos a las pruebas
verbales que, en general, resultan extraños para quienes poseen presuposiciones
modernas en cuanto a cómo se debe citar a los autores.
Estos tipos de presuposiciones, que resultan tan básicos para comprender
adecuadamente el significado de toda comunicación, no existen, sin embargo, en el
vacío, aunque en su mayoría nunca se verbalizan. Siendo fundamentales para
moldear la visión del mundo, no necesitan especificarse; nadie se siente obligado a
formular lo que es evidente. Sin embargo, afirmar que las presuposiciones no se
verbalizan no quiere decir que sean racionalizaciones vacías. Todo lo contrario, en la
vida cotidiana de toda cultura tales presuposiciones se ponen de manifiesto tanto en
la repetición de patrones culturales de comportamiento como en las formas en que la
gente entiende e interpreta los acontecimientos.
Los patrones de conducta
Los patrones de conducta son los hechos que se repiten y que son típicos de una
sociedad. Es por medio de tales acciones que se pueden conocer más fácilmente las
presuposiciones básicas relacionadas con la vida y los valores.
[Page 35] La práctica de echar suertes para determinar la inocencia o culpabilidad,
el uso del Urim y el Tumim en la decisión de variados asuntos; el uso de cenizas en
las ordalías y la abstinencia sexual antes de una batalla, son indicadores de
presuposiciones significativas acerca de cómo obtener la guía y ayuda sobrenaturales.
25
El énfasis en los nombres, la importancia de las bendiciones o maldiciones
proferidas y la creación del mundo a partir de la palabra, revelan toda una
presunción acerca del poder del lenguaje. La importancia del matrimonio por
levirato, la virginidad de la novia y el acudir a la esclava de la esposa para procrear
hijos, que luego se reconocen como si fueran de la propia esposa, todas estas formas
apuntan a ciertos presupuestos acerca de las relaciones interpersonales en la esfera
del matrimonio y el sexo que son completamente extraños para muchas sociedades
modernas. Del mismo modo, los valores simbólicos asignados a las ovejas y cabras, el
tocar los cuernos del altar y el jurar por los «lomos» en realidad, los genitales
sugieren también toda una serie de presunciones diversas acerca del valor de ciertos
actos y objetos.
Sin embargo, todavía más importante que reconocer que tales patrones de
conducta tienen presupuestos subyacentes peculiares de la llamada cultura bíblica, es
el hecho de que estos diferentes patrones y sus respectivas presuposiciones forman
un todo coherente. Ello no significa que tengan coherencia desde el punto de vista de
un observador externo, sino que dentro de la estructura de la cual forman parte, tales
presupuestos constituyen un conjunto significativo de relaciones integradas.
La interpretación de eventos
No sólo los conjuntos de patrones de conducta indican con claridad la existencia de
presupuestos suyacentes acerca de la realidad y los valores. Las formas en que se
interpretan los [Page 36] eventos son también señal de factores importantes
relacionados con las presuposiciones.
En la época particularmente crucial en que habían sufrido graves derrotas por
parte de los filisteos (1 Samuel 4–5), los israelitas resolvieron llevar el Arca del Pacto a
la batalla, pues confiaban en que tal gesto los protegería de la derrota. Pero a pesar de
la presencia del arca, los israelitas fueron vencidos. Ahora bien, los filisteos fueron de
inmediato víctimas de la peste bubónica e interpretaron el hecho como un castigo del
Dios de Israel, por lo que buscaron cómo aplacarlo y devolvieron el arca junto con
algunos ratones de oro y réplicas de los tumores bubónicos. Las presuposiciones
relativas a un «tabú positivo» asociadas con objetos tales como el arca resultan
esenciales para comprender las acciones tanto de los israelitas como de los filisteos.
[Page 37] Esta misma historia, sin embargo, puede ser motivo de una
interpretación completamente diferente en sociedades que disponen de otros
conjuntos de presupuestos acerca del comportamiento. En algunos lugares,
demandar comida o agua a una mujer, estando a solas con ella, casi siempre se
interpretaría como una petición de relaciones sexuales. En una traducción dirigida a
una sociedad como la anterior, sería imposible, desde luego, cambiar la historia de la
conversación de Jesús con la mujer. Por eso sería de fundamental importancia valerse
de una nota marginal que explique correctamente la intención de Jesús y la
subsecuente sorpresa de sus discípulos.
Los presupuestos culturales, los patrones de conducta que los reflejan y las
interpretaciones que se dan a los objetos y los eventos forman un todo unificado. Es
decir, sencillamente no se puede alterar una parte sin que inmediatamente surjan
problemas en otros aspectos del sistema. Algunas personas, por ejemplo, han
sostenido que el endemoniado que gritó que su nombre era «Legión» sufría en
realidad de un complejo de inferioridad y que, por tanto, la traducción de esta
historia debía aclarar este aspecto. Pero si el endemoniado le hubiera contestado a
Jesús que tenía un complejo de inferioridad en vez de decirle que estaba poseído por
una «legión», su explicación hubiera sido anacrónica, por decir lo menos, y poco
esperable en una persona tan demente. Además, un problema todavía más complejo
se presentaría al continuar el relato: una cosa es liberar a un hombre de un complejo
de inferioridad y otra muy diferente lanzar tal complejo a un hato de cerdos.
Que un traductor moderno crea o no en los demonios es indiferente. Lo
importante es que los autores del evangelio tomaban a los demonios muy en serio y
que en la traducción es el punto de vista de ellos el que debe reflejarse y no las
presuposiciones nuestras.
Cierto traductor bíblico intentó una vez elaborar una versión del Nuevo
Testamento para la gente rural del sur de los Estados Unidos que carecía de
educación formal. En la narración del nacimiento de Jesús, se afirma que éste había
[Page 38] nacido en una choza pues no quedaba lugar en el hospital. Este tipo de
«modernización» del relato inmediatamente trae consigo una transposición cultural,
la cual resta credibilidad a lo que sigue de la historia. Los hospitales sencillamente no
calzan en una tierra donde los camellos y los burros eran los medios de transporte
27
principales. El escenario histórico de los eventos, las presuposiciones culturales y la
interpretación de los hechos son hilos de un mismo tejido bíblico. Si el traductor corta
el hilo en determinado punto, se deshace todo el tejido. En consecuencia, si se desea
hacer alguna transposición cultural a la hora de verter el mensaje bíblico, es
indispensable mantener la coherencia a lo largo de todo el texto.
Justamente eso fue lo que trató de hacer Clarence Jordan en la versión de Cotton
Patch, en la cual Roma se convierte en Washington, Anás y Caifás en copresidentes
de la Convención Bautista del Sur y Jesús no es crucificado sino linchado. Sin
embargo, Jordan no fue capaz de mantener la transposición íntegramente, pues
cuando Pablo, de acuerdo con Hechos 27.18, navega hacia Roma, la historia vuelve a
su entorno original en lugar de hacer que el personaje hiciera un rápido viaje en
avión.
Es importante hacer notar que esta versión adaptada culturalmente, aunque
excelente en muchos aspectos, no ha recibido ni la adhesión ni el aprecio de aquellos
que se hallan más cercanos a las transposiciones realizadas desde los puntos de vista
social, educativo, económico y geográfico. Solamente quienes por razones especiales
simpatizan con el punto de vista de Jordan en cuanto a la iglesia y la sociedad, han
sido capaces de apreciar la ironía nada sutil de sus modernizaciones culturales.
28
[Page 39] 2
TRADUCIR ES COMUNICAR
Hemos examinado ya los factores que intervienen en la transmisión de un mensaje
dentro de un mismo idioma, y sobre todo en relación con los idiomas bíblicos
tomados como fuente. Ahora debemos analizar cómo se aplica la teoría de la
comunicación a los problemas propios de la traducción. Es decir, la transferencia de
un mensaje desde su lengua fuente hasta una lengua receptora. El modelo de análisis
comprenderá los mismos elementos fundamentales anotados para la comunicación
dentro de un mismo idioma: la fuente, el mensaje, los receptores, el entorno y el
marco de referencia de la interpretación.
El receptor‐fuente
Los traductores, a quienes se puede considerar como la fuente inmediata de
traducciones, desempeñan siempre un doble papel, puesto que son, a la vez, receptor
y fuente. Sin embargo, son receptores secundarios, a menos que participen en una
comunicación original, como sucede por ejemplo en la llamada interpretación
simultánea. Por lo general, deben ser personas que hablen el idioma receptor como
lengua [Page 40] materna y que posean, además, una comprensión cabal del idioma
fuente. La lengua fuente y su contexto cultural, sin embargo, pueden haber sido
aprendidos mediante uno de los llamados «idiomas internacionales» que puede ser o
no ser el propio del traductor.
Más importantes que el dominio de una lengua y su marco cultural de
interpretación resultan, sin embargo, las actitudes de los traductores hacia tales
idiomas. Su identificación emotiva con uno u otro es decisiva. Aquellos traductores
que, por ejemplo, aprecian el griego o el hebreo más que su propia lengua materna
tienden a convertirse en traductores bíblicos muy deficientes. De modo casi
inevitable, se sentirán impulsados a trasponer a su propio idioma algunas de las
formas que aprendieron a valorar en la lengua extranjera.
Por otra parte, a veces el traductor llega a amar tanto la lengua receptora que ha
estudiado especialmente si él fue quien la dotó de forma escrita que llegue a
considerarla como su «propia» lengua. Cuando esto sucede, a menudo quiere
«purificarla» de todo préstamo foráneo, o bien piensa que debe conservar todas sus
exóticas diferencias para las generaciones futuras incorporándolas en las Escrituras.
No es fácil para quien «se enamora» de un idioma ser, al mismo tiempo,
completamente objetivo en cuanto a los puntos fuertes y débiles de ese idioma. Y
quede claro que todas las lenguas tienen puntos fuertes y débiles. Pero para ser
29
objetivos, los traductores necesitan estar muy al corriente de los recursos literarios del
idioma receptor.
El mensaje
Quizá la tarea más dificultosa para cualquier traductor sea la de pensar el mensaje en
función del marco de interpretación del idioma receptor. Habiendo estudiado el
mensaje en la lengua fuente, es casi inevitable que el traductor lo comprenda a la luz
del contexto lingüístico‐cultural propio de esa lengua. [Page 41] Pero es justamente
eso lo que el receptor común no puede hacer. Puesto que desconocen la lengua fuente
de otra manera la traducción sería innecesaria, los receptores deben interpretar el
mensaje a partir del único marco de interpretación que tienen: a saber, su propia
cultura receptora.
Dado que, al menos hasta cierto punto, los traductores siempre reconocen el
problema de la disparidad entre los idiomas fuente y receptor y sus respectivos
conjuntos de valores y presuposiciones, generalmente se hace algún esfuerzo para
corregir lo que podría parecer obstáculos importantes.
Un tipo de corrección que conduce a muchos errores es el préstamo, o sea la
introducción en la lengua receptora de términos extranjeros que se supone
conservarán en esa lengua el mismo sentido que tienen en la lengua fuente. Sin
embargo, tales términos raramente se comportan así. Las palabras que los traductores
mismos toman en préstamo no las incorporadas en otras épocas y que ya pueden
haber sido «naturalizadas» al punto de que muchos receptores no detectarían ya su
condición de préstamo no ingresan a un idioma revestidas de su propio contenido.
Más bien puede decirse que esos vocablos se incorporan a la lengua receptora
totalmente desprovistos de su contenido original. Las palabras adquieren su
contenido semántico por medio de su asociación con ciertos objetos y
acontecimientos. De una palabra como éstas, se puede afirmar que es una palabra
«cero», lo cual no equivale a decir que sea nada, sino que posee una ausencia
significativa de algo. Esto implica que inevitablemente se le dará algún contenido,
pero no necesariamente el que tuvo en el idioma del cual proviene. Los primeros
misioneros de la Iglesia Católica en América Latina confiaron en que iban a
comunicar el significado de Dios al introducir el término español «Dios» entre
indígenas que habían adorado al sol como la deidad suprema. Sin embargo, aunque
el término «Dios» era un préstamo, entre los indígenas pronto llegó a significar dios‐
sol, a quien luego llamaron Tata Dios.
[Page 42] En uno de los idiomas africanos, los misioneros protestantes insistieron
en introducir como préstamo el término griego pneuma (con la forma de nyuma) para
significar «espíritu», a pesar de que ese idioma poseía numerosos términos
equivalentes. Del mismo modo, los católicos tomaron Espíritu (del latín spiritus) para
incorporarlo al mismo idioma local. Pero tanto los catequistas protestantes como los
católicos tuvieron que explicar esos términos por medio de expresiones indígenas y
30
casualmente ambos lo hicieron por medio de un mismo término local. Al final de
cuentas, nada se había ganado pues las palabras tomadas en préstamo sencillamente
se interpretaron a la luz de las creencias ya existentes.
Con lo anterior no queremos afirmar que los préstamos nunca sean legítimos, sino
indicar que llenarlos de contenido no resulta nada fácil. En general, conviene más
recurrir a las frases descriptivas que a los términos extranjeros tomados en préstamo.
Los medios y canales
Puesto que la fe cristiana, en particular sus modalidades protestantes, se ha
expresado tradicionalmente más que todo en formas verbales, con frecuencia les ha
costado a los cristianos comprender que la comunicación religiosa en otras
sociedades puede emplear medios completamente diferentes.
Son numerosas las religiones en las cuales se dice muy poco acerca de las propias
creencias. De hecho puede no haber declaraciones formalizadas en cuanto a los
principios o dogmas de tal o cual fe. No se instruye a los individuos en materia
religiosa; sólo se espera de ellos que practiquen su religión mediante ofrendas a los
antepasados, sacrificios a los dioses del bosque o libaciones derramadas para honrar
a los espíritus del mundo animal. Cada uno aprende gracias a la ejecución de los ritos
y no por ser catequizado. Muchos hindúes, por ejemplo, rechazan el diálogo
religioso, pues lo [Page 43] sienten contrario a la naturaleza misma de la religión,
que, según ellos, es algo para experimentarse más que para discutirse. Sostienen que
experimentar es conocer, mientras que simplemente hablar acerca de las creencias
religiosas es perder su verdadero significado.
El énfasis sobre lo catequístico o la función verbal del cristianismo obviamente ha
llevado a que este parezca más una instrucción escolar que un culto de adoración. De
ahí que cuando se les ha preguntado a algunos africanos si son cristianos, hayan
agregado a su respuesta negativa esta acotación: «Es que nosotros no hemos
aprendido a leer».
En algunas modalidades del cristianismo es del todo posible saber muchísimo de
Dios sin conocerlo, y ser muy instruido en la fe sin realmente creer. No es que la
verbalización de la experiencia religiosa carezca de importancia, pero hay que
admitir que es eminentemente secundaria. La formulación de doctrinas es
únicamente una descripción de la realidad; por sí misma no es la realidad.
Para la traducción bíblica el problema fundamental consiste en que en muchas
culturas la religión no es primariamente un asunto de discursos verbales, sino una
serie de hechos rituales que «revalidan» la vinculación de los seres humanos con los
poderes y realidades sobrenaturales. En cierto sentido, este es precisamente el fuerte
de muchos movimientos pentecostales y carismáticos, los cuales hacen énfasis en la
experiencia mucho más que en la comprensión intelectual.
31
[Page 44] Los problemas relativos al canal son igualmente serios que los
concernientes a los medios de la comunicación. Se hace actualmente gran énfasis en
la distribución de la Biblia entre quienes no pertenecen a la comunidad cristiana y
esto es importante y estratégico. Pero encierra un sinnúmero de obstáculos
relacionados con la forma del mensaje mismo. La Biblia originalmente no se produjo
como un mensaje destinado a quienes eran ajenos a la comunidad de la fe. Por el
contrario, fue ante todo un mensaje para quienes ya habían aceptado la fe.
Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos originalmente como un registro
de la vinculación de Dios con quienes ya estaban en alianza con él. Si estos libros
ganaron un público lector considerable en el antiguo mundo pagano fue porque
contenían un código muy elevado de valores éticos y morales y porque diferían tan
notoriamente de los mitos grecorromanos acerca de la naturaleza de los dioses. Pero
el Antiguo Testamento nunca se concibió como un instrumento para la
evangelización o el proselitismo.
En cuanto al Nuevo Testamento, las Epístolas en particular versan sobre
problemas específicos de las comunidades de fieles, e incluso los Evangelios se
escribieron ante todo para consolidar la fe entre los creyentes. En un segundo plano,
estos documentos se redactaron con el fin de apoyar el testimonio de aquellos que
comunicaban su fe a otros. A medida que crecía el número de fieles, ellos
proporcionaron en forma escrita un sustituto del testimonio personal de quienes
habían estado con Jesús pero ya habían muerto.
Aunque las Escrituras fueron concebidas para acompañar el testimonio de la
comunidad creyente, no fueron elaboradas a la manera de «tratados». De hecho, en el
mundo antiguo, el costo de los libros era relativamente tan alto que una amplia
distribución del mensaje bíblico, mediante rollos escritos a mano, era totalmente
imposible. Aunque el saber leer y escribir era casi universal en el mundo antiguo, su
uso era mucho más comercial que recreativo y pocas personas eran lo
suficientemente ricas como para tener una biblioteca.
Hoy, sin embargo, las iglesias y las Sociedades Bíblicas se encargan de distribuir
las Escrituras, gracias a ediciones de precios favorables, entre muchas personas que
no han tenido con la iglesia relación directa alguna. La Biblia no es, pues,
simplemente un documento confirmatorio que la iglesia utiliza en su testimonio de
viva voz. Es un instrumento de la evangelización, y de hecho se le ha considerado su
«punta de lanza». Todo lo anterior significa, entonces, que las Escrituras se emplean
como un canal totalmente diferente de lo que fueron [Page 45] en su origen. Dado
que algunos desearían que la Biblia llegara ahí donde los misioneros no logran llegar,
y dado que incluso algunos pretenden que el Nuevo Testamento dé lugar por sí
mismo a una «iglesia neotestamentaria», no es de extrañarse que a la Biblia y al
traductor se les hayan planteado nuevas demandas. Algunas personas, por ejemplo,
quisieran que el traductor «completara el texto», añadiendo toda la información
relativa al trasfondo bíblico que pueda ser útil para que el lector moderno comprenda
32
todo lo que comprendía el lector original. Esto equivaldría a producir una
combinación de comentario y traducción muy semejante a los antiguos targúmenes
escritos para el pueblo judío, cuando a muchos de ellos ya les costaba entender el
hebreo. Hay quienes desearían ir todavía más lejos e insisten en que la Biblia sea
reescrita, de manera que contenga las mismas verdades pero revestidas de un ropaje
cultural completamente nuevo. Esto significaría reinterpretar los contenidos y, al
mismo tiempo, adaptar el estilo para adecuarlo a los lectores modernos.
Sin embargo, la mayoría de las personas rechaza vehementemente la idea de
reescribir la Biblia, tanto por el profundo respeto que les inspira el contexto histórico
de la revelación de Dios como por el gran aprecio que tienen por la integridad de los
documentos mismos.
Sí insisten, sin embargo, en que debe darse cierto trasfondo informativo en notas
marginales, de modo que el lector actual pueda comprender los rasgos distintivos del
relato bíblico. Se ha tomado conciencia de la necesidad de hacer ciertos ajustes del
texto mismo, pero obviamente deben señalarse límites al respecto. De otra manera, la
traducción dejaría realmente de serlo para convertirse en comentario. No existe, sin
embargo, un acuerdo general relativo a lo que se puede y debería hacerse para que
las Escrituras sean más significativas para las personas de hoy. Las razones
fundamentales por las cuales se necesita hacer algo diferente de lo que se ha venido
haciendo tradicionalmente, tienen que ver en gran medida con la forma, obviamente
[Page 46] otra, en que las Escrituras se usan hoy como un canal de comunicación.
Solucionar estos problemas es el interés primordial de los capítulos finales de este
libro.
Los receptores
En toda comunicación original, una fuente competente naturalmente procura prever
las formas en que los receptores responderán al mensaje o lo interpretarán. En otras
palabras, la fuente emplea lo que podríamos llamar «retroalimentación anticipada»; o
sea, se trata de percibir por adelantado la posible reacción de un auditorio ante
aquello que se dirá. En consecuencia, el escritor selecciona, entonces, las palabras y
emplea las formas discursivas más eficaces para transmitir el mensaje.
La retroalimentación anticipada en realidad es el mecanismo que permitió el
desarrollo del estilo retórico conocido técnicamente como «diatriba», un modo de
argumentación filosófica que aborda uno por uno los posibles argumentos de los
oponentes e intenta responder a ellos. Dicho recurso es muy común en las Epístolas
Paulinas y sobre todo en la Epístola a los Romanos, en la cual los argumentos de la
oposición frecuentemente se identifican como tales y en algunos casos incluso se
emplea la segunda persona plural para dirigirse a oponentes imaginarios (Romanos
2.1, 17; 3.1; 6.1; 7.1; 9.19).
33
Aunque en relación con su grupo original de receptores se espera que los autores
utilicen alguna dosis de retroalimentación anticipada, no se puede esperar de ellos
que prevean las formas en que todas las personas en cualquier tiempo y circunstancia
reaccionarán ante lo que ellos dicen. En cierto sentido, son los traductores quienes
deben emplear la retroalimentación anticipada al enviar un mensaje a un auditorio
distinto de aquel que tenía en mente el autor. Sin embargo, los traductores no gozan
de la misma libertad del autor original: revisar, reestructurar y corregir el trabajo
original con base en las posibles críticas.
[Page 47] El traductor debe reflejar fielmente la manera en que el autor original
previó los problemas de comprensión de su propio auditorio, pero, a la vez, puede
ayudar a su respectivo auditorio produciendo un texto que no lo despiste. En
consecuencia, al redactar la traducción y al proporcionar la información
suplementaria, el texto debe ser una representación clara y exacta del mensaje tal
como lo comunicó el autor primario. Esto evitará que los receptores del mensaje
traducido obtengan una idea deformada de lo que los receptores originales captaron
en él.
El modo en que los receptores de una traducción interpreten la forma y el
contenido de un mensaje depende en gran medida de que comprendan el marco
lingüístico‐cultural de base. Si comprenden las presuposiciones y valores, y
entienden el significado de los diversos patrones de conducta, tendrán poca o
ninguna dificultad para determinar lo que el mensaje original habrá significado para
los primeros receptores. No obstante, si carecen de esa información y no tienen fácil
acceso a ella, es inevitable que entiendan el mensaje de la traducción de acuerdo con
su propio marco interpretativo, en el cual desempeñarán un papel dominante sus
propios valores y presuposiciones. Si los receptores, por ejemplo, desconocen la
antigua práctica según la cual un hombre podía «casarse con su hermana»
(probablemente una referencia a una práctica similar a la tradición hurrita consistente
en adoptar a una esposa como hermana a fin de facilitar la transferencia de los
derechos de propiedad), sólo podrán interpretar la relación de Abraham con Sara
como una relación incestuosa y bien podrían concluir que la esterilidad de ella fue un
merecido castigo divino.
Para la interpretación del mensaje bíblico resulta, sin embargo, más dificultoso el
hecho de las «guerras santas», en las que no sólo los hombres, sino también las
mujeres, los niños y aun el ganado son objeto de exterminio. Tales hechos no solo le
resultan repugnantes al llamado mundo civilizado (aunque el bombardeo de
poblaciones civiles constituiría un paralelo [Page 48] moderno), son igualmente
inexplicables para muchos pueblos considerados primitivos, los cuales simplemente
no comprenden por qué no se les perdonaba la vida a las mujeres y los niños para
adoptarlos dentro del grupo tribal y aumentar así la fuerza y el bienestar comunales.
El exterminio del ganado, por su parte, se ve como algo completamente
disparatado.
34
Sin algún conocimiento de las presuposiciones relativas al carácter sagrado del
«Sábado», muchísimos lectores perderían el punto central de las objeciones que los
fariseos hicieron a los discípulos de Jesús cuando fueron, un sábado, a los campos de
trigo y arrancaron las espigas, las desgranaron y se comieron los granos. Los lectores
advierten la naturaleza reprensiva del acto de «robarse las espigas», pero no
comprenden por qué se podía o se debía objetar el hecho de desgranarlas y comerse
los granos.
En las sociedades donde el acto de escupir se usa para conceder una bendición
(por ejemplo, los shiluks en el Sudán), el hecho de que Jesús le escupiera la lengua a
un hombre, como parte del proceso de curarlo de su mudez, es totalmente
comprensible; pero en muchas otras culturas dicha práctica, además de extraña, sería
repulsiva.
Los traductores perspicaces advertirán que muchos de los relatos de las Escrituras
pueden dar lugar a interpretaciones equivocadas. Pero, ¿qué pueden hacer? No
pueden cambiar la naturaleza del relato sin dejar de ser fieles al texto, pues
justamente son traductores y no el escritor original. Algunos han concluido que
deben introducir en el texto toda la información útil para dotarlo del trasfondo que
permita la comprensión total de un pasaje, pero hacer tal cosa constituiría una
violación de la autenticidad del acto comunicativo original. Dado que los receptores
compartían con el autor un mismo trasfondo de datos y presuposiciones, ninguna
explicación de esta índole fue necesaria en la comunicación original. Traducir como si
los receptores primarios no hubieran comprendido el mensaje introduciría un
elemento anacrónico que resultaría [Page 49] fatal para la apreciación adecuada de la
integridad histórica del mensaje. Del mismo modo, no hacer nada en cuanto al
trasfondo informativo podría ser igualmente desorientador.
Pese a la falta de información adicional, muchos lectores de la Biblia no parecen
inquietarse demasiado por aquello que no comprenden o por lo que consideran
contradictorio o inconsecuente. A muchos se les ha enseñado que la Biblia no puede
contener errores y, por tanto, concluyen que cualquier problema de comprensión
debe achacárseles a ellos y no a algún defecto del texto. De hecho, la mayoría de la
gente sencillamente deposita su confianza en alguna persona considerada como guía
competente en tales materias, y presumen que si otros han enfrentado estos
problemas y siguen creyendo, ellos pueden y deben hacer otro tanto.
Si la iglesia posee un «sentido de comunidad» particularmente fuerte, sobre todo
si tiene considerable fuerza social, económica y legal, las personas permanecerán
como miembros de la comunidad, al menos nominal y estadísticamente, no obstante
la falta casi total de fe activa. En cierto sentido, su experiencia religiosa es
esquizofrénica, con dos diferentes mundos ideológicos que no llegan a resolverse y, a
menudo, dos formas de conducta que reflejan estas diferencias.
35
Un acercamiento más satisfactorio a las divergencias y conflictos entre las
presuposiciones bíblicas y las culturas receptoras consiste en comprender el
trasfondo de la vida y los tiempos bíblicos lo suficientemente bien como para poder
apreciar la manera en que la revelación divina nos ha llegado en medio de estas
suposiciones culturales e incluso a pesar de ellas. Es sólo entonces cuando se empieza
a comprender algo de los rasgos únicos de la revelación bíblica: la iniciativa de Dios
en la búsqueda de la humanidad, un concepto de la historia que espera el futuro
reino de la justicia, la transformación de los seres humanos por medio del amor y la
incomparable personalidad y ministerio de Jesús.
Pero de la misma manera en que Dios se reveló en la persona del Hijo, quien se
despojó de ciertas prerrogativas [Page 50] divinas, así la revelación de Dios en el
registro bíblico puede comprenderse solamente si se toman en cuenta las limitaciones
que imponen los presupuestos y los patrones culturales del marco lingüístico‐
cultural. Sin embargo, estas percepciones no son algo que el traductor pueda verter
dentro del texto de las Escrituras; deben adquirirse como resultado de la enseñanza
de la «comunidad creyente». El traductor únicamente puede proveer una cantidad
limitada de ajustes e información suplementaria. Una traducción no sustituye a un
comentario como tampoco un texto de la Escritura equivale a un sermón.
Diversos conjuntos de presuposiciones
En los apartados anteriores hemos hablado de las presuposiciones y valores de una
cultura como si constituyeran un todo unificado y coherente. Sin embargo, de ningún
modo es así. Dentro de la Biblia misma hay presuposiciones totalmente diferentes: el
henoteísmo creencia en un Dios que es superior a todos los otros dioses propio de
ciertas partes del Antiguo Testamento cede lugar al monoteísmo, que niega la
existencia misma de otras divinidades; el sistema sacrificial del Antiguo Testamento
es de plano rechazado en el Nuevo Testamento; la poligamia del Antiguo Testamento
se descarta en el Nuevo. Jesús mismo se refiere a ciertos aspectos de la ley con la frase
«oísteis que fue dicho», y luego procede a dar una interpretación completamente
diferente. Fueron justamente las divergencias de presuposiciones las que suscitaron
el primer conflicto dentro de la iglesia, a saber, la manera en que los gentiles serían
admitidos en la comunidad creyente.
La Biblia no refleja sólo diferentes conjuntos de presuposiciones de la vida de la
antigua Palestina, sino que también hace referencia a ciertos presupuestos del
antiguo mundo grecorromano. Los escritos juaninos indican claramente la lucha de la
iglesia primitiva contra las creencias del gnosticismo, basadas en un dualismo
primitivo del espíritu y la materia [Page 51] con el cual buscaron interpretar la
encarnación y la resurrección en términos dualistas, admitiendo así la muerte de
Jesús y la resurrección de Cristo.
Pero si estamos dispuestos a reconocer que existen divergencias en las
presuposiciones bíblicas, es aun más necesario comprender que hay conjuntos
36
encontrados de presuposiciones culturales en la mayoría de las sociedades modernas.
Dentro del mundo occidental, por ejemplo, el «punto de vista científico» se supone
que representa el pensamiento del «hombre moderno», pero generalmente esto dista
mucho de ser la verdad. Tal vez la mayoría de los intelectuales posee una «visión del
mundo científica y secular» que, en términos generales, podría caracterizarse por ser:
1. Una explicación de la vida basada en la evolución biológica.
2. Una interpretación mecanicista del universo, que no necesita de ninguna
«inteligencia suprema».
3. Una interpretación de la historia cuya esencia se basa en fuerzas puramente
humanas actuantes dentro de ciertos límites ecológicos.
4. Una serie de valores éticos que se han derivado de la naturaleza humana y son, por
tanto, esencialmente humanistas.
Tales puntos de vista se presentan acompañados de un rechazo de los seres
sobrenaturales, un repudio de lo mágico y una falta de interés en las actividades
religiosas.
No obstante, para una buena mayoría de las personas del mundo moderno esta
visión científica del mundo es del todo extraña. Pueden haber rechazado la religión
organizada, pero de ninguna manera han abandonado la clarividencia, la astrología,
los médiums, las brujas y los amuletos (patas de conejo, monedas de la suerte e
imágenes). Algunos incluso alegan tener una perspectiva «científica» en ciertos
contextos de la vida, pero tienen miedo de que les eche una maldición una buena
[Page 52] persona y en ocasiones buscan sanarse con quienes proclaman «curas
milagrosas». No obstante su adhesión formal a uno u otro sistema de ideas, muchas
personas tienen curiosas combinaciones de creencias y rara vez o nunca tratan de
resolver las contradicciones subyacentes: creen lo que desean creer. En cierto sentido,
tratan de «diluir» sus riesgos, y parecen estar tan conformes con dudas de segunda
mano como lo están con una fe de segunda mano.
En vista de las importantes divergencias que en cuanto a presuposiciones pueden
existir dentro de una misma sociedad, no es de sorprenderse que haya enormes
contrastes entre la cultura bíblica y las demás culturas mundiales. Podría pensarse
que las diferencias resultarían particularmente marcadas si se comparara la cultura
bíblica con la de algunas sociedades actuales del África Central. En realidad, ambas
tendrían mucho en común: la poligamia, la creencia en milagros, la práctica de
bendiciones y maldiciones, la esclavitud, los sistemas para cobrar venganza, los
sacrificios y la comunicación mediante sueños y visiones. Los pastores navajos, por
su parte, encuentran en la Biblia muchos elementos paralelos a su propio sistema de
vida: el cuidado de las ovejas, la liberación de los malos espíritus, la responsabilidad
comunitaria, el discernimiento del clima por medio de la «lectura» del cielo, la
37
predicción de sucesos y la esperanza del fin de este mundo, luego del cual habrá
grandes cambios.
Por provenir de un tiempo y lugar particulares, el extremo occidental de la
Creciente Fértil, la Biblia es, en cierto sentido, el libro religioso más traducible que
jamás se haya escrito. Por esa latitud pasaron más patrones culturales y desde ahí se
difundieron más rasgos y valores distintivos que cualquier otro sitio en la historia del
mundo. Si se compararan las peculiaridades culturales de la Biblia con todas las que
existen en las culturas de hoy para lo cual habría que considerar unos dos mil grupos
humanos significativamente diferentes se encontraría que en ciertos aspectos la Biblia
está sorprendentemente más cerca de muchas de ellas que de la cultura tecnológica
del [Page 53] mundo occidental. En tal orden de cosas, es la «cultura occidental» la
que resulta anómala. Por eso, es precisamente en este mundo occidental, y entre el
creciente número de personas en otras latitudes que comparten su visión del mundo,
donde las Escrituras se aceptan menos.
El rápido crecimiento en el número de «iglesias autóctonas» es uno de los
aspectos importantes de la evolución del cristianismo que muestran esta diversidad
en la perspectiva cultural. Se estima que sólo en África, en los últimos veinte años,
más de quince millones de personas se han vinculado con las iglesias
«independientes» o «separatistas», que en su mayoría se sienten a gusto con la Biblia,
aunque están totalmente marginadas de las instituciones tradicionales del
cristianismo occidental. Espontáneamente, estas personas se identifican con las
Escrituras, pero se sienten fuera de lugar en las iglesias tradicionales de Occidente,
las cuales, de muchas maneras, ya no reflejan «la vida y la fe de la Biblia».
Aunque no es posible enfrentar a cabalidad los problemas del traductor sin tener
en cuenta las numerosas y a menudo notables diferencias entre la cultura bíblica y la
de otras sociedades, sería un error exagerar las divergencias. Como han apuntado
con frecuencia los antropólogos, son más las características que unen a los diferentes
pueblos en una humanidad común que las que los separan en grupos diferenciados.
Existen rasgos culturales universales y se repiten constantemente en los temas
bíblicos: el reconocimiento de la reciprocidad y equidad en las relaciones entre los
hombres, la respuesta a la bondad y al amor humanos, la búsqueda del significado de
la vida, el reconocimiento de la amplia capacidad de la naturaleza humana para el
mal y el propio engaño y su necesidad de algo más grande y más importante que ella
misma. Son estos los aspectos de la Escritura que, a lo largo de centurias y a través de
las fronteras culturales, han atraído a incontables generaciones.
Lo importante del reciente interés del mundo occidental por la Biblia, es el hecho
mismo de que las Escrituras vienen de otra edad y de una cultura lejana. Por mucho
tiempo se les ha dicho [Page 54] a los hombres modernos que sus problemas son el
resultado directo de una vida basada en la tecnología, caracterizada por la
urbanización y la industrialización. Sin embargo, muchos están descubriendo ahora
que los personajes retratados en la Biblia tuvieron los mismos problemas y
38
necesidades que tiene el hombre de hoy: la proclividad a pecar incluso cuando se
quiere hacer lo correcto, el sentimiento de culpa, la necesidad de perdón, el poder
para resistir la tentación y el deseo de amar y ser amado. El hecho de que estas
necesidades universales sean ejemplificadas dentro del contexto de sucesos históricos
concretos atinentes a la vida real, es lo que hace que la Biblia siga viva e interese tanto
a personas de tantísimas sociedades.
Marco histórico de la Biblia
Al compararla con documentos claves propios de tradiciones orales de otras
religiones, la Biblia resulta única en su retrato de hechos reales en que participan
seres humanos concretos. Mientras los documentos religiosos del hinduismo se
interesan primariamente en las hazañas de los dioses, el texto bíblico se orienta de
modo esencial hacia la actividad de Dios dentro de la historia humana. En contraste
con los tratados religiosos del budismo, centrados mayormente en principios éticos
derivados de la filosofía, y con el Corán, centrado en las exhortaciones y advertencias
del Profeta, la Biblia entierra sus raíces en la historia, puesto que es, en primera
instancia, un recuento de cómo Dios ingresa en la historia para revelar el poder, la
voluntad y la persona divinos. La fe bíblica se arraiga firmemente en los
acontecimientos, en un Dios que actúa.
Desde el punto de vista de la teología bíblica judeocristiana, la entrada de Dios en
la historia, en tiempos y lugares específicos, es a la vez pertinente y crucial. Es obvio,
por tanto, que los hechos registrados en la Biblia no se pueden alterar. No obstante, si
el significado de cierto evento depende de una serie de presuposiciones claramente
diferenciadas de las de la cultura receptora, ¿qué puede hacer el traductor a fin de
evitar equívocos graves?
No puede, en primer término, esperar una aclaración tal del mensaje que
cualquier lector lo pueda entender totalmente sin referencia alguna a los
presupuestos que fundamentan el relato bíblico. Es decir, el traductor no puede
aspirar a una transposición lingüístico‐cultural que encaje completamente dentro del
marco interpretativo de la cultura receptora. Proceder así significaría sustraerle al
mensaje su marco espacio‐temporal distintivo. Por lo demás, el propósito del
traductor no es hacer que el mensaje suene como si los hechos que relata hubieran
39
ocurrido hace algunos años en un pueblo cercano. Antes bien, su objetivo debe ser el
de traducir (y aportar junto con la traducción la información de trasfondo necesaria)
de tal modo que los receptores no se equivoquen al interpretar lo que entendieron los
receptores originales.
Ahí donde el mensaje simplemente suene un poco extraño para una cultura
receptora particular, el traductor no debe sentirse en la obligación de hacer ajustes o
proveer información suplementaria. Esa es precisamente la función de los
comentarios. Por supuesto, esto no significa que no se haga nada cuando una
traducción da lugar a un texto que podría tener un significado contrario, conducir a
error o carecer de sentido. En [Page 56] tales casos, algo se debe hacer ya sea por
medio de una adaptación en el texto, por llamadas que remitan a alguna fuente
informativa o por notas marginales en la misma página o en un glosario. Cómo y en
cuáles circunstancias hay que recurrir a estos procedimientos es el tema del Capítulo
6.
Se comprende a aquellos traductores deseosos de producir una traducción que
sea, al mismo tiempo, un comentario. Como ya hemos apuntado, este fue el carácter
de los targúmenes judíos primitivos: una mezcla de traducción y comentario. Ellos
nacieron de lo que muy bien podría llamarse un «interés evangelístico», pues muchos
judíos no entendían el texto hebreo y necesitaban algún auxilio para que les resultara
pleno de sentido. Es importante anotar, sin embargo, que los targúmenes resultaron
de una utilidad muy limitada y el principio en que se fundaban no fue seguido por el
cristianismo.
Como recurso provisional, tal procedimiento puede tener valor cuando se trata de
materiales tentativos y preliminares, pero en general las mismas personas a quienes
se destinan dichos textos acaban pronto repudiándolos, una vez que adquieren
mayor conocimiento de las Escrituras y la forma que ellas tienen en los idiomas
internacionales. A menudo, la combinación de traducción y comentario se rechaza
por considerársela otra forma de paternalismo por parte de quienes son incapaces de
ver que incluso las personas consideradas primitivas disponen de la capacidad
intelectual suficiente para hacer distinciones significativas entre el relato bíblico y la
información suplementaria indispensable.
[Page 57] Exégesis y hermenéutica
40
Puede definirse la exégesis como el proceso de reconstruir el acto comunicativo
determinando el significado o significados que para los participantes en la
comunicación haya tenido dicho acto. La hermenéutica, por su parte, consiste en
señalar paralelos entre el mensaje bíblico y los eventos actuales, así como en
determinar el grado de pertinencia actual de aquél y la respuesta apropiada del
creyente. Tanto la exégesis como la hermenéutica se incluyen dentro de la categoría
más amplia que es la interpretación.
La tarea del erudito bíblico consiste en aclarar los problemas de la exégesis. La del
predicador es ante todo ayudar a las personas a entender la pertinencia del mensaje
bíblico en los marcos lingüístico‐culturales de hoy.
Hay quienes han entendido mal la tarea del predicador y sencillamente la han
equiparado a la del exegeta. El origen de esta confusión no es difícil de imaginar,
dado lo increíblemente complicadas que son algunas de las traducciones que se han
usado. Ocurrió en cierta ocasión que los miembros de un comité de traductores
pusieron reparos para elaborar una traducción clara de un determinado pasaje, no
obstante estar de acuerdo en cuanto a su significado y a la forma en que podía ser
expresado con eficacia y exactitud en la lengua receptora. Se opusieron a producir un
texto perfectamente claro, dando como razón la siguiente: «¿Y qué tendrían,
entonces, que hacer los pastores?» Resueltas al menos algunas de las dificultades
exegéticas, obviamente los predicadores podrían empezar a predicar, antes que
simplemente dedicarse a la exégesis de los pasajes difíciles.
Los resultados empíricos de los diferentes enfoques hermenéuticos de las
Escrituras dependen, en gran medida, de que se pueda imitar literalmente la práctica
cultural bíblica. Hay prácticas culturales que se pueden imitar hoy en día (por
ejemplo, descansar el sétimo día, abstenerse de comidas «impuras», prohibir que las
mujeres hablen en la iglesia, etc.). [Page 58] Muchas personas efectivamente las
imitan creyendo que las prácticas recomendadas en la Biblia deben conservarse
porque, lejos de estar arraigadas en una cultura particular, son válidas para cualquier
cultura, aunque las presuposiciones que les dieron su significado original no tengan
vigencia en la cultura receptora. Cuando tales formas se adoptan como normas para
la vida actual, por lo general se sostiene que también siguen vigentes las
presuposiciones correspondientes.
Sin embargo, la mayoría de las personas interpreta las formas culturales bíblicas
de una manera completamente diferente. No tratan de duplicar los rasgos formales,
sino de comprender la relación existente entre las formas culturales bíblicas y las
presuposiciones respectivas y se empeñan en comprender esas relaciones al mismo
tiempo que sus significados.
Por ejemplo, cuando algunos de los creyentes tzeltales, en el sur de México,
leyeron las advertencias de Pablo en cuanto a abstenerse del matrimonio para servir a
Dios más fielmente, concluyeron que, al menos para ellos, prevalecía casi lo contrario.
41
Piensan que los jóvenes no están lo suficientemente maduros para servir al Señor de
todo corazón, sino hasta que se casan. Por tanto, para ellos lo importante de la
enseñanza de Pablo no es abstenerse del matrimonio, sino servir a Dios con plena
fidelidad. Esto implicaba para los tzeltales una conducta radicalmente diferente de la
que Pablo les recomendaba a los corintios.
Algunos protestantes se han deleitado citando la admonición de Jesús de que a
nadie se le llame «padre». Han evitado cuidadosamente este tratamiento, sin
percatarse de que, dentro de una comunidad de fe, «reverendo» o «doctor» denotan
exactamente el mismo tipo de distinción de clase o rango. La hermenéutica no se
centra primariamente en las formas culturales, sino en las relaciones de éstas con las
presuposiciones que las fundan o deberían fundarlas.
Cuando las formas bíblicas de conducta no pueden imitarse o podrían resultar
impracticables en el presente, surgen [Page 59] problemas hermenéuticos algo más
complejos. No obstante, algunas personas sostienen que todos los relatos descritos en
la Biblia se deben aceptar como acciones plenamente justificables. Consecuentemente,
las hazañas de venganza que Sansón realizó en contra de sus enemigos se ven como
justo desquite antes que la trágica consecuencia de vivir por la fuerza bruta.
Igualmente, muchos interpretan la astucia de Jacob para engañar a su hermano Esaú
como un ejemplo de la guía divina y predestinada más que como una grave falta de
justicia que contribuyó a la enemistad, el odio y el sufrimiento de generaciones. Una
hermenéutica adecuada de las Escrituras sólo puede basarse en las relaciones entre
los eventos y las presuposiciones asociadas a ellos. Tales relaciones hay que
considerarlas desde un enfoque integral del relato bíblico y no desde la estrecha
perspectiva de una ventaja momentánea.
Basados en ese tipo de hermenéutica, los predicadores proceden a establecer
paralelos con la vida moderna y no tienen que buscar mucho. Pueden así, ver en la
historia del Buen Samaritano una semejanza con la historia de un agente viajero
negro que cuida a un miembro del Ku Klux Klan gravemente herido en un accidente
automovilístico; o la parábola de El Hijo Pródigo puede sugerirle a un padre que
recibe a su hijo «hippi» que regresa a casa adicto a las drogas y con enfermedades
venéreas. La tarea del predicador es guiar a la congregación para que halle paralelos
pertinentes en la vida moderna y descubra cómo se puede vivir el evangelio en la
adoración a Dios y el servicio a los demás.
Algunos teólogos sostienen que el predicador debe abstenerse de hacer la
aplicación del texto bíblico para que los laicos la descubran por sí mismos. Pero si los
predicadores se limitan a ser exegetas, entonces habrán adoptado un papel del todo
diferente del de los antiguos profetas, quienes no vacilaron en declarar cómo podían
las personas enmendar injusticias. El ministerio expositivo de Jesús, ampliamente
caracterizado por el uso de parábolas, no deja lugar a dudas en cuanto a lo que sus
seguidores tenían que hacer si deseaban «heredar el reino».[Page 60]
42
La tarea del predicador es totalmente diferente de la del exegeta. Es también muy
diferente de la del traductor. Para ser eficaz, la hermenéutica tiene que depender de
la transposición lingüística y cultural, pero la exégesis debe limitarse al análisis
detallado de la comunicación original y a proveer una base histórica exacta y
significativa para la exposición posterior.
Por su parte, el traductor tiene que proveer el equivalente más cercano y natural
del mensaje en la lengua fuente, de modo que se pueda emplear con eficacia en la
tarea de transposición que los expositores realizan en el idioma receptor.
43
[Page 61] 3
LA FORMA DEL MENSAJE
Hay en todo mensaje dos elementos portadores de sentido: la forma y el contenido.
Si el traductor desea comunicar adecuadamente el significado de un texto, ambos
aspectos le resultarán cruciales, pues llevan consigo una serie de rasgos que
demandan ajustes o suplementos.
Los elementos formales comprenden todos aquellos rasgos que van desde la
transliteración de nombres propios hasta el género literario, y su significado es tanto
cognoscitivo como emotivo. Así, por ejemplo, las secuencias lógicas del pensamiento
de un discurso, sin consideración de su contenido, son primordialmente
cognoscitivas, pero los modos en que las ideas se ordenen y se relacionen suscitan
reacciones emotivas favorables o desfavorables.
[Page 62]
1. Transliteración.
2. Estructuras morfológicas (estructura de las palabras).
3. Estructura sintáctica (combinación de palabras para formar cláusulas y oraciones).
5. Versos métricos (es decir, estructuras poéticas).
6. Lenguaje figurado.
7. Estructura del discurso (esto es, organización del discurso en narración, descripción,
argumento y diálogo).
8. Género literario (por ejemplo: apocalíptico, profético, legislativo, epistolar).
Todos coincidimos en la importancia de hacer ajustes en el significado de ciertas
palabras y frases, pero algunos descuidan casi por completo los problemas de ajuste
relativos a rasgos puramente formales. En apariencia, estos rasgos son portadores de
poco o ningún significado, por lo que se tiende a considerarlos como aspectos más o
menos mecánicos de la traducción. Es cierto que algunos de los llamados niveles
inferiores de la estructura (sonidos, clases de palabras y sintaxis) implican ajustes en
44
gran parte obligatorios, si bien no dejan de producir diferencias sutiles de sentido; y
los llamados niveles superiores de la estructura (por ejemplo: rasgos retóricos,
estructuras discursivas, géneros literarios) traen consigo un número mayor de
elementos facultativos. Pero es esta precisamente el área donde el traductor se ve
confrontado con algunas de las decisiones más difíciles. Aquí el idioma pone en juego
valores importantes que se relacionan íntimamente con los asuntos de estilo.
Si bien los rasgos formales de la lengua parecen mucho menos importantes que el
contenido del mensaje, tienen, no obstante, un carácter extremadamente significativo.
Por eso, deben examinarse detenidamente para poder hacer un análisis adecuado de
las dificultades de traducción atinentes al contenido, las cuales, por su parte, serán
tratadas en el Capítulo 5.
[Page 63] Transliteración
La transliteración de los nombres propios plantea un sinnúmero de problemas,
atribuibles, por lo general, a la naturaleza esencialmente arbitraria de las estructuras
fónicas del lenguaje. Lo ideal sería tomar un nombre propio tal como se pronuncia en
el idioma fuente y ajustarlo a la forma fonológica natural más cercana en el idioma
receptor. Esto equivaldría a encontrar las series de sonidos correspondientes más
afines y producirlos en secuencias que no violaran las pautas normales del idioma
receptor.
Rara vez, sin embargo, los nombres propios se han transliterado de manera
sistemática. Con frecuencia, la base ha fluctuado entre dos o más idiomas fuente. Así,
para nombres idénticos los traductores de la Biblia a veces han usado como base el
griego y otras veces el hebreo. Otros traductores han interpuesto el latín, en el cual
los nombres griegos y hebreos han sufrido ya algunos cambios, y muchos otros
traductores simplemente han adoptado las formas de los nombres bíblicos tal como
aparecen en ciertos idiomas europeos modernos. Estos últimos, por lo general, han
elegido el idioma colonial propio del área o la lengua materna del misionero.
En muchos casos, la base para transliterar no ha sido la pronunciación de un
nombre, sino la ortografía tradicional y a menudo se ha adoptado un conjunto de
reglas totalmente diferentes, según la familiaridad del nombre. Por ejemplo, los
nombres ya en uso, por contactos previos con misioneros cristianos, se toman en una
forma radicalmente modificada o inclusive con la ortografía artificialmente correcta
del idioma oficial. Los nombres extraños, por su parte, se ajustan completamente a la
forma del idioma receptor. Nombres tales como Mateo, Santiago, Juan y Pedro casi
no sufren cambios, pero otros como Josafat, Nabucodonosor y Abimelec se alteran de
modo radical.
En repetidos casos, los traductores se han limitado a un ajuste parcial. Por
ejemplo, a veces han deshecho los grupos [Page 64] consonánticos intolerables por
medio de la inserción de vocales o cambiando algunas de las consonantes de manera
45
que el grupo resulte más pronunciable. Pero rara vez han cambiado la longitud de los
nombres o los han ajustado a los patrones regulares de secuencia vocálica. En
algunos idiomas hay patrones de armonía vocálica que determinan los tipos de
vocales que pueden aparecer en sílabas sucesivas. Es preciso atender a estas «reglas»
de secuencia para que la transliteración suene natural o parezca pronunciable.
Por otra parte, en algunos idiomas, es totalmente inusitado que los nombres
propios posean más de tres o cuatro sílabas. En consecuencia, algunos nombres
bíblicos excesivamente largos se acortan de acuerdo con los patrones regulares de
reducción propios de esos idiomas. No obstante, algunas personas han sostenido que
es del todo innecesario y aun desacertado efectuar esos ajustes de forma, pues los
nombres extranjeros según argumentan deben sonar extraños e inclusive ser difíciles
de pronunciar.
Por otro lado, la mayoría de los hablantes nativos de una lengua receptora se
sienten ofendidos por lo arbitrario y desmañado de muchas transliteraciones. No
desean que a los personajes bíblicos se les llame de una manera impropiamente
familiar, como sería el caso de llamar a Santiago «Santiaguito»; al apóstol Juan, «San
Juancho» o al patriarca Jacob, sencillamente «Cobo». Con todo, el efecto general de
conservar las transliteraciones dificultosas, y de inhibir así la lectura pública de las
Escrituras, suele ser completamente negativo. Las personas reaccionan contra tales
formas por considerarlas injustificadamente foráneas, difíciles de pronunciar y
también difíciles de recordar.
En algunas circunstancias, ciertas transliteraciones se objetan en virtud de la
hostilidad que suscitan los hablantes del idioma usado como base. Es el caso de los
hablantes del turco, quienes muestran fuertes reacciones emocionales ante las
transliteraciones basadas en el griego. Preferirían leer transliteraciones basadas en
cualquier otro idioma.
Normalmente no hay peligro de que los nombres, una vez transliterados,
parezcan demasiado familiares, pues siempre reflejarán su origen extranjero. Lo
importante es que no resulten causa de tropiezo para la lectura oral y que no sean
motivo de vergüenza para quienes no pueden recordar la manera de pronunciarlos.
En una revisión reciente de una versión española de la Biblia, se cambiaron, al menos
en algunos detalles, más de doscientos nombres. Para la mayoría de los lectores, los
cambios han resultado muy positivos, pues ahora pueden leer las Escrituras con
menos temor de pronunciar mal.
Estructuras morfológicas
46
Las diversas clases de palabras, tales como sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios,
a menudo asumen categorías gramaticales: por ejemplo, número (singular y plural),
clase o género, caso (agente, paciente, instrumento, etc.) y los tratamientos
honoríficos que se asocian, a menudo, con los nombres y pronombres. Hay afijos de
tiempo (por ejemplo, pasado, presente y futuro); existe el aspecto (la perspectiva
especial desde la cual el hablante ve subjetivamente un suceso: durativo, iterativo,
incoativo, resultativo, etc.) y también existen los modos, que normalmente se asocian
con los verbos. Los adjetivos y los adverbios frecuentemente indican grados de
intensidad: comparativo (más fino que), superlativo (el más fino de) y el absoluto
(finísimo).
Cuando las formas de las palabras son obligatorias (es decir, exigidas por una
determinada construcción sintáctica), al traductor no le queda otro camino que hacer
los ajustes [Page 66] necesarios. El sistema aspectual de los verbos hebreos debe
ajustarse al llamado sistema temporal de la mayoría de los modernos idiomas
indoeuropeos. De manera semejante, si se pasa del griego a una típica lengua de la
familia bantú, los tres géneros característicos del primero (masculino, femenino y
neutro) tienen que adaptarse a los doce o más géneros propios de la mayoría de los
idiomas de dicha familia lingüística. Ahora bien, cuando las estructuras morfológicas
son más bien facultativas que obligatorias, la tarea del traductor se hace más
compleja, pues en cada caso se verá obligado a decidir si la introducción de
determinadas formas es realmente compatible con el contexto.
Algunos traductores han intentado reproducir sistemáticamente las estructuras de
la lengua fuente, y al proceder de este modo han producido versiones muy
desmañadas. La distinción entre singular y plural normalmente es obligatoria en
griego y español, pero es facultativa en algunos idiomas. De hecho, es frecuente que
el afijo marcador de plural se emplee sólo al principio del discurso y que toda
referencia posterior al sustantivo carezca de él. Sin embargo, si el traductor sigue los
patrones del griego o del español y reproduce cada forma plural, el resultado será un
discurso sobrecargado de formas plurales.
La estructura sintagmática
La estructura de la frase incluye lo que tradicionalmente se ha considerado la sintaxis
de las cláusulas y oraciones. Para el traductor constituye una de las principales áreas
de ajuste.
Un ajuste particularmente común es el concerniente a la extensión de las
oraciones. Romanos 1.1–7, por ejemplo, se debe fraccionar en oraciones más cortas en
casi todos los idiomas, pues este tipo de fórmula epistolar compleja es en extremo
rara. La necesidad de traducir mediante verbos los sustantivos que designan sucesos
también exige reformar la [Page 67] sintaxis de las oraciones y, por su parte, la
sustitución de la voz pasiva por la activa inevitablemente conlleva cambios radicales
en la posición de los «satélites» gramaticales ligados al núcleo verbal.
47
El orden de las oraciones subordinadas también puede ser un factor importante
en la reestructuración, pues en algunos idiomas dichas subordinadas deben ir antes
de la principal y en otros se tiende a colocarlas después de ella. En numerosas
lenguas las oraciones subordinadas pueden ir antes o después de la principal, aunque
a menudo se dan leves diferencias de significado de acuerdo con la posición.
Los problemas de atribución pueden constituir dificultades mayores en algunos
idiomas. Como muestra de esto, piénsese en el caso de Hechos 27.23. En algunos
idiomas una traducción literal de «ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy
y a quien sirvo» podría dar la idea de que Pablo pertenecía a un ángel y le servía,
pues en tales idiomas las frases descriptivas siempre van unidas a los sustantivos
principales —ángel— en este caso y no a los subordinados, como Dios en el ejemplo
mencionado.
Cuando los atributos tienen que reformularse como verbos, el resultado puede ser
una alteración considerable de la forma sintáctica, aunque no del significado. Por
ejemplo, «falsos profetas» podría traducirse en algunos idiomas como «aquellos que
se dicen profetas de Dios, pero no lo son» o «aquellos que proclaman falsedades en el
nombre de Dios»; «falsos cristos» podría traducirse por «los que fingen ser Cristo».
El tratamiento de la coordinación y la subordinación puede ser particularmente
compleja. Por ejemplo, en Romanos 1.5, «la gracia y el apostolado» en griego es,
desde el punto de vista sintáctico, una estructura coordinada. Pero desde la
perpectiva semántica la relación es de subordinación. En consecuencia, muchas veces
se ha traducido por «el privilegio de ser apóstol» o «la designación de apóstol», en
tanto que una frase posterior, «obediencia de fe», [Page 68] aunque subordinada en la
estructura sintáctica, está semánticamente coordinada y de aquí que haya sido
vertida como «fe y obediencia» o «creer y obedecer».
Al discutir tales problemas, muchos traductores insisten en que ciertas
construcciones sintácticas «pueden emplearse» en la lengua receptora. Aunque esto
podría ser cierto, es importante saber en qué medida tales expresiones son naturales
y con cuánta frecuencia se dan en una clase particular de discurso. Si una
determinada construcción sintáctica (por ejemplo, la voz pasiva) aparece en una
traducción bíblica con una frecuencia mayor en un 15% a la que podría tener en otro
texto parecido en la lengua receptora, el traductor debe hacer un gran esfuerzo para
reestructurar algunas de las oraciones. En general, una diferencia superior a un 5%
debe considerarse sospechosa; no obstante, dada la extrema dificultad de concordar
satisfactoriamente tipos de discursos, un 15% parece mucho más razonable.
Los recursos retóricos
Una gran cantidad de rasgos de la estructura del lenguaje y del estilo pueden
incluirse dentro de los recursos retóricos: por ejemplo, el paralelismo, el quiasmo, la
ironía, la exageración, la atenuación, el lenguaje figurado, el discurso directo
48
incrustado, la personificación, la pregunta retórica, la declaración parentética y la
exclamación. Bastará una breve discusión de unos pocos de estos recursos para
ilustrar algunos de los problemas básicos.
En el aspecto retórico, la alternancia del discurso directo e indirecto acaso sea uno
de los cambios más frecuentes. En algunos idiomas, el discurso directo es obligatorio
de principio a fin, y por ello una oración como «les encargó que no contaran a nadie
lo que habían visto» (Marcos 9.9) tiene que verterse así: «Él les encargó: “Ustedes no
deben contarle a nadie lo que han visto”».
[Page 69] Otras lenguas van un poco más lejos y transforman todo discurso
implícito en explícitamente directo. Así, por ejemplo, «ellos alabaron a Dios» tiene
que convertirse mediante la forma directa en: «Ellos dijeron: Dios es grande». Hay
incluso otros idiomas en los que se prefiere marcadamente el discurso indirecto, y
esto significa cambiar un sinnúmero de citas directas por sus correspondientes
indirectas.
Sin embargo, la mayoría de las lenguas emplean tanto el discurso directo como el
indirecto y esto puede ser particularmente útil en el tratamiento de algunas series de
citas directas muy enmarañadas que se encuentran en ciertos pasajes de los escritos
de los profetas, en los que pueden hallarse, por lo menos, cinco diferentes
incrustaciones. Alternando con buen tino los discursos directo e indirecto, es posible
en tales casos establecer las relaciones de un modo mucho más claro que si se intenta
traducir literalmente según la estructura hebrea, la cual, por lo general, también
emplea las citas directas.
Por su parte, las fórmulas epistolares son recursos retóricos que a menudo deben
modificarse a fin de que el lector sepa con exactitud quién le escribe a quién. Pero los
ajustes más difíciles son los que deben hacerse en el caso de las preguntas retóricas.
Algunos idiomas utilizan muy poco la interrogación retórica o, cuando la emplean,
exigen una respuesta inmediata.
En Romanos 8.31–35, las preguntas retóricas tienen un marcado acento dramático,
pero vertidas de modo literal, en algunos idiomas resultan completamente fuera de
tono. Lo vemos en el versículo 34, donde a la pregunta «¿Puede alguno, entonces,
condenarlos?» le sigue inmediatamente una oración que comienza con «Cristo Jesús
es el que …» El lector tiene que leer varias palabras más para darse cuenta de que
Jesucristo no puede ser el que condena. Esto despistaría aun más en un idioma que
normalmente exigiera responder de inmediato toda pregunta retórica. Veamos otro
caso en el capítulo primero de Hebreos. En este pasaje las preguntas retóricas son tan
complejas e intrincadas (por [Page 70] haberse incluido en ellas citas directas que no
son preguntas) que una buena cantidad de traducciones utilizan la oración
declarativa para poder verterlas.
49
El uso epistolar de «nosotros» en lugar de «yo» puede inducir a error en algunos
idiomas. Por ello, normalmente debe sustituirse por el singular, siempre y cuando el
traductor esté seguro de que se trata de una referencia a la primera persona singular.
Ciertamente, este parece ser el caso en Romanos 1.5: «Dios me ha dado el privilegio
de ser un apóstol».
Como recurso enfático, la doble negación es bastante común en griego, pero
cuando se traduce al inglés debe eliminarse. Si el idioma receptor se asemeja al griego
en este aspecto particular, la doble negación puede aprovecharse en algunas
situaciones. No obstante, algunas expresiones positivo‐negativas es mejor traducirlas
de otra manera. Por ejemplo, quizá «no muchos días después» resultaría más natural
si se tradujera como «pocos días después», y podría ser preferible traducir «no
pocos» por su equivalente positivo «muchos».
Para resolver los problemas planteados por los recursos retóricos, el traductor no
debe limitarse a hacer las adaptaciones formales exigidas por el idioma receptor, pues
aunque de esa manera se consiga que las formas resultantes no desorienten ni sean
demasiado confusas, eso es insuficiente.
Los rasgos retóricos producen cierto impacto en el lector por cuanto no
constituyen la forma usual de decir las cosas; por tanto, contribuyen notablemente al
estilo y al valor del discurso. Al traducirlas, entonces, no se les debe rebajar al nivel
de expresiones ordinarias y triviales.
[Page 71] Si los modelos retóricos de un idioma receptor conducen a perder efecto
dramático en determinado punto, hay que intentar compensar la pérdida en otros
puntos del texto o con otros medios, de manera que la traducción tenga el mismo
nivel de dinamicidad y eficacia que el texto original.
La poesía
Traducir satisfactoriamente la poesía es quizá la tarea más ardua que pueda enfrentar
un traductor. La poesía ofrece rasgos tan distintivos que a menudo se la clasifica
como uno de los dos tipos básicos de discurso, de los cuales el otro es la prosa. Sin
embargo, no es que sea absolutamente distintiva, pues casi todos los tipos de
discurso (enseñanza, historia, predicciones, relatos personales y estados anímicos)
pueden trasladarse a una forma poética como poesía didáctica, épica, profética o
lírica.
50
Lo distintivo de la poesía no es la estructura básica del discurso, sino el carácter
de sus versos en tanto medidos con la acentuación de palabras, la acentuación de
frases, el alargamiento de las vocales, el número de pies poéticos, el número de
sílabas y palabras y el paralelismo formal. Los medios para medir tales versos
difieren muchísimo de un idioma a otro, pero siempre se mantiene algún sistema
básico en cuanto a la extensión que generalmente incluye algún tipo de paralelismo
estructurado. La rima, tan común en los idiomas europeos occidentales, es
relativamente rara si se consideran todos los tipos de idiomas y estructuras poéticas
que existen.
Aunque la característica de los versos métricos es el elemento más señalado de la
poesía, no constituye en modo alguno su único rasgo distintivo. Normalmente la
poesía emplea muchas más expresiones figuradas que la prosa y un poema, visto
como un todo, puede tener más de un nivel de sentido figurado. La poesía también se
inclina al empleo de expresiones nuevas, es relativamente compacta (es decir,
comunica por frase mucho más que [Page 72] la prosa), es de enorme complejidad en
su estructura sintáctica, pero generalmente muestra oraciones y cláusulas más cortas
que las correspondientes al discurso de la prosa. Ninguno de estos rasgos, ni su
combinación, provee un criterio para definir la poesía en contraste con la prosa, pero
tomados en conjunto, en combinaciones y grados diversos, sí sirven muy bien para
describir las formas poéticas.
Sin embargo, lo importante para el traductor es que lo considerado como
sumamente poético en un idioma no necesariamente lo es en otro. Las acusaciones a
los enemigos de Israel lanzadas por los profetas del Antiguo Testamento en forma
poética son extremadamente eficaces en hebreo, pero traducidas al español o a algún
otro idioma occidental europeo a menudo carecen de verdadera calidad poética. Eso
se deberá en parte a que los manifiestos, los ultimatums y las denuncias modernos no
se escriben en forma poética, y aunque en hebreo la estructura poética ayudaba a que
las palabras de los profetas parecieran más dignas de los mensajes divinos, no es
posible trasladar esta misma cualidad a muchos otros idiomas.
Aunque la mayoría de los traductores bíblicos han reconocido que las formas y
valores poéticos difieren ampliamente de un idioma a otro, algunos todavía se
empeñan en reflejar las estructuras originales imprimiendo prosa como si fuera
poesía por medio de algún tipo de sangría poética de los versos. Pero la simple
impresión de la prosa como poesía no la convierte en discurso poético. Cuando los
materiales traducidos no poseen los rasgos esenciales de la poesía en el idioma
receptor, no deberían imprimirse como poesía. Si se hiciera, entonces debe respetarse
y seguirse el sistema de ese idioma.
La New English Bible (Nueva Biblia Inglesa) es un notable ejemplo de la falla que
hemos mencionado, pues en ella se usa un sistema de triple sangrado que solo refleja
el sistema acentual de los versos hebreos. No hay relación alguna entre este sistema
de acentuación de la poética hebrea y el tipo normal de sangrado que se utiliza en la
51
poesía inglesa, la cual depende del paralelismo y la subordinación del pensamiento.
[Page 73] El intento de imponer el sistema hebreo de acentuación sobre un sistema de
sangrado inglés resulta a la vez afectado y extraño.
Uno de los rasgos importantes de la poesía hebrea es el paralelismo de los versos,
con una cantidad de variantes que incluye el cruce de rasgos semejantes o
correspondientes llamado quiasmo, el paralelismo positivo y negativo, la
correspondencia de estrofas y muchos más. Para el traductor, las estructuras más
problemáticas son los versos completamente paralelos, en los cuales dos versos dicen
esencialmente lo mismo, aunque con palabras diferentes. Si el idioma receptor no usa
tales estructuras de pensamiento, las formas resultantes pueden ser del todo
desorientadoras. En primer lugar, el lector puede pensar que el autor original fue
neciamente repetitivo. A su vez, si las expresiones no parecen ser completamente
redundantes, el lector puede concluir que el autor trataba de decir otra cosa, en vez
de percibir que su intención era recalcar el primer verso por medio de una expresión
cabalmente paralela en el siguiente.
En numerosas ocasiones, los traductores han intentado resolver los problemas de
paralelismo completo reduciendo los dos versos a uno. A su vez, para compensar la
pérdida del énfasis propio de los dos versos hebreos, han introducido elementos
enfáticos que reflejan de algún modo la fuerza original. En su traducción de la poesía
hebrea, Ronald Knox se propuso eliminar en lo posible el paralelismo, pues sentía
que no armonizaba con el estilo del inglés moderno. Muchos discutirán si se justifica
la eliminación de esa estructura poética, pero todos coincidirán en que Knox ha
salido muy airoso al lograr suprimirlo sin deformar seriamente el énfasis del escrito
fuente.
En virtud del carácter sumamente especializado de los rasgos poéticos de
cualquier lengua fuente, a menudo es imposible trasladar a la lengua receptora
incluso unos cuantos de los elementos más distintivos. Sin embargo, es preciso hacer
el máximo esfuerzo para tratar de compensar la pérdida hasta [Page 74] donde sea
posible. Casi inevitablemente, esto conducirá al empleo de expresiones figuradas en
un porcentaje muy superior al que es normal en el discurso no poético del idioma
receptor. Puede igualmente conducir a que se emplee en poesía una cantidad de
figuras discursivas que quizá sean totalmente nuevas y novedosas en el idioma
receptor. Por lo mismo, inevitablemente se tenderá a recargar el canal de
comunicación, pero tal recargo es de esperarse en la poesía, la cual se caracteriza
precisamente por ser muy compacta.
El lenguaje figurado
Bajo este rubro pueden clasificarse todos los sentidos figurados propios de palabras
individuales y frases idiomáticas; es decir, las combinaciones de palabras cuyos
significados no pueden deducirse de los significados de los términos aislados.
Muchas veces tales expresiones se clasifican como «semánticamente exocéntricas»,
por cuanto el significado del todo es diferente del que daría la suma del significado
de las partes. Puesto que el lenguaje figurado se relaciona íntimamente con las
peculiaridades culturales de una comunidad lingüística, sólo en contadas ocasiones
puede traducirse literalmente.
Lo que nos interesa aquí no es la forma particular en que las expresiones
figuradas difieren de un idioma a otro. Lo importante es que las expresiones
figuradas son de uso universal y que en grados variables se emplean para indicar
muchos tipos de experiencias, sobre todo actitudes y reacciones de carácter
psicológico.
Proporcionalmente, el lenguaje figurado es mucho menos frecuente que el
lenguaje literal y de ahí su mayor efecto. Además, por ser tan especializado en su
significación y estar ligado de modo tan estrecho a los rasgos y las actitudes
culturales distintivas, su empleo acentúa el valor emotivo de la comunicación, al
hacerla mucho más propia y personal. Ahora bien, dado que muchas frases
idiomáticas provenientes de la lengua fuente no pueden traducirse a la lengua
receptora, la sustitución por giros no figurados inevitablemente trae consigo una
pérdida del efecto característico de aquéllas. Esto resulta especialmente cierto en los
pasajes poéticos, en los cuales el lenguaje figurado es elemento imprescindible.
El traductor sensible, consciente de que se pierde el efecto de muchas expresiones
idiomáticas y significados figurados que no pueden verterse en la lengua receptora,
debe intentar compensar esta pérdida mediante el uso cauteloso de modismos que
puedan traducir expresiones no idiomáticas del texto fuente. Por ejemplo, al traducir
«paz» como «reclinarse en el corazón», al traducir «amar» como «esconder a otro en
el corazón» y al reproducir el sentido de «confiar» como «recostar todo el peso
personal sobre», se da alguna posibilidad de compensar, al menos en cierta medida,
la pérdida del efecto original.
El problema de la pérdida de efecto al traducir modismos con expresiones no
idiomáticas se refleja de forma interesante en las reacciones de muchos lectores ante
las traducciones del lenguaje figurado de la Biblia. Cuando se les habla de las
expresiones figuradas que otros idiomas emplean para traducir lo que se expresa en
53
lenguaje literal en español, suelen sorprenderse y se sienten complacidos de ver que
la Biblia puede ser [Page 76] tan expresiva. Ahora bien, cuando descubren que
algunos modismos de las Escrituras casi se pierden en el proceso de traducción (por
ejemplo, «hambre y sed de justicia» en algunas lenguas tiene que convertirse en
«desear muchísimo la justicia» y «heredar la tierra» se traduce como «recibir lo que
Dios ha prometido», mientras «ceñir los lomos de vuestro entendimiento» suele
interpretarse como «prepárense para pensar»), los lectores sienten que a la Escritura
se le está robando algo de su significado. En realidad, no hay pérdida de significado
referencial, sino pérdida de efecto, la cual debe mantenerse en un mínimo.
El problema de la concordancia entre los niveles de efecto es, sin embargo, un
problema totalmente diferente de las complicaciones de traducir el contenido
semántico del lenguaje figurado. El próximo capítulo tendrá como tema central esta
serie de dificultades.
La estructura del discurso
Existen cuatro tipos básicamente diferentes de estructuras discursivas: narración,
descripción, argumentación y diálogo.
El discurso narrativo consiste en una serie de hechos y participantes relacionados
temporalmente. El descriptivo es esencialmente un conjunto de características de
objetos o eventos espacialmente relacionados. El argumentativo se constituye de una
serie de eventos, estados o circunstancias relacionadas lógicamente. Por su parte, el
diálogo consiste fundamentalmente en una serie de preguntas y respuestas, o de
enunciados y negaciones en las que las formas relacionadas se condicionan unas a
otras de modo intenso.
En los textos verdaderos, por lo general, se observa una combinación de tipos de
discurso. Lo que comienza como narración, a menudo contiene descripción. Así
mismo, en la argumentación se pueden entremezclar tanto lo narrativo como el
diálogo. En sentido técnico, este último debe distinguirse de [Page 77] la
«conversación», la cual se presta mucho más para estructurarse como narración,
descripción o argumentación.
El discurso narrativo comienza normalmente con algún tipo de marco espacio‐
temporal (esto es, cuándo y dónde ocurrieron el hecho o los hechos) y con la
presentación de al menos algunos de los participantes. La secuencia de los eventos
sigue un orden temporal, pero puede haber «retrospecciones» mediante las cuales el
narrador provee de información previa a los lectores. Pueden presentarse también
«anticipaciones», por medio de las cuales el autor informa a los lectores de algo que
ocurrirá o es posible que ocurra posteriormente en la historia.
Aunque es usual que haya una correspondencia relativamente estricta entre el
orden temporal y el lingüístico, es decir que los hechos se describan en orden
54
cronológico, en modo alguno las retrospecciones son desacostumbradas. En efecto,
parecen ser prácticamente universales en la relación eficaz de historias. No deben
considerarse simplemente como una técnica que le permite a la fuente insertar
información que podría haberse olvidado. Por el contrario, dicho recurso le permite
al narrador de la historia comenzar los acontecimientos en un punto decisivo y,
después de haber captado la atención de los oyentes, suplir algunos de los
antecedentes necesarios. El discurso narrativo, por lo general, finaliza con algún tipo
de afirmación sumaria o la resolución de la trama, la cual explica el meollo de la
historia.
El discurso descriptivo suele comenzar a partir de un punto y entonces procede a
detallar de manera sistemática las variadas características de algún objeto o suceso.
La descripción del aspecto de una persona, por ejemplo, no salta del color del pelo al
tamaño de los pies y luego al ancho de los hombros, sino que con frecuencia se inicia
por la cabeza y continúa espacialmente con las otras partes del cuerpo. Otro tipo de
orientación descriptiva puede abarcar una serie de características organizadas según
una esfera semántica particular. De este modo, se puede describir un edificio
comenzando por el tipo [Page 78] de construcción, luego el plano de los diferentes
pisos, después el sistema de decoración y así sucesivamente.
El discurso argumentativo, por su parte, puede aparecer a lo largo de cualquier
tipo de relación lógica; por ejemplo, causa‐efecto, razón‐resultado, propósito‐
resultado o genérico‐específico. Así, por ejemplo, se puede establecer una
proposición general y luego proveer todas las razones por las que tal afirmación es
cierta.
Lo importante de las estructuras discursivas es que ellas en sí mismas son
portadoras de significado, particularmente en cuanto al foco y el énfasis, y sólo raras
veces es posible alterar la estructura discursiva sin cambiar sustancialmente la
intención del autor. Algunas personas han sugerido, por ejemplo, que la historia del
Hijo Pródigo sería mucho más eficaz si se comenzara cuando el joven está cuidando
los cerdos como un último recurso para no morirse de hambre. Los sucesos anteriores
se podrían introducir, entonces, mediante retrospecciones y finalmente se describiría
su retorno y la recepción por parte del padre. Si bien para ponerle más vida a la
historia, la adaptación podría justificarse, se violaría gravemente la estructura
discursiva empleada por Lucas.
En verdad, el hijo pródigo no es el personaje central de esta historia, como puede
observarse mediante el cotejo de las tres diferentes historias en el Capítulo 15 del
Evangelio de Lucas. Las figuras centrales son la mujer que pierde la moneda, el
pastor que pierde una de sus ovejas y el padre que pierde a uno de sus hijos. El
regocijo de la mujer, el regocijo del pastor y el del padre constituyen el tema central
de estas historias y, como es obvio, el personaje central necesita ser presentado al
puro principio de cada una de ellas. La historia de El Hijo Pródigo es en realidad un
relato acerca del amor de Dios y no acerca de las hazañas de un hijo desobediente.
55
En Marcos 6.16–18, se presenta un registro de hechos particularmente difícil, el
cual comprende dos retrospecciones mayores y otras menores. Aunque algunos
preferirían reestructurar la historia en un orden puramente cronológico, si se hiciera
resultaría muy difícil destacar lo que preocupaba a [Page 79] Herodes. Este oyó
hablar de la predicación y el ministerio de sanidad de Jesús y concluyó que debía ser
Juan, el mismo a quien había decapitado. La ansiedad de Herodes es lo único que
hace pertinente la historia de Juan el Bautista.
En muchos idiomas no es posible, como sí lo es en español, introducir
retrospecciones simplemente por medio del pluscuamperfecto. Quizá sea necesario
decir, por ejemplo: «Herodes dijo esto porque unos meses antes él había mandado
hombres para prender a Juan …». La segunda retrospección mayor se puede
introducir con «Herodes echó a Juan en la prisión porque previamente Juan había
dicho que Herodes no debía haberse casado con Herodías, quien antes había sido la
esposa de Felipe, hermano de Herodes …».
En este pasaje del Evangelio de Marcos, la secuencia misma de los sucesos no es
tan importante como la conexión entre razón y resultado. Para Marcos, la
significación de esta historia reside en el «porqué» de lo sucedido y no en los hechos
mismos. En algunos idiomas puede ser realmente necesario reordenar el pasaje de
manera que el orden lingüístico corra parejo con el orden de la historia; pero si tal
cosa se hace, deben marcarse muy claramente los elementos focales y establecer
explícitamente las razones que provocan la acción, a fin de compensar lo que se
pierde por el reordenamiento lingüístico.
Al intentar trasladar de modo sistemático y fiel una secuencia de eventos, puede
que se infieran en el lenguaje receptor relaciones que quizá no existen en el
documento fuente. Así, en una traducción de Marcos 15.37–39, la relación entre el
grito doliente exhalado por Jesús, la ruptura del velo del templo y la afirmación del
centurión podría ser mal comprendida. Algunos podrían imaginar que el centurión
mismo vio romperse el velo del templo y que esta fue la razón por la cual exclamó
que Jesús debía ser «el Hijo de Dios». La ausencia de tal conexión se puede señalar en
algunos idiomas mediante una partícula adversativa al inicio del versículo 39;
inclusive en dicho versículo se podría comenzar un nuevo párrafo como recurso para
señalar la ruptura.
[Page 80] Hay ciertamente numerosos pasajes de las Escrituras en los que un
traductor se vería tentado a introducir reformas estilísticas. Los múltiples casos en
que Pablo emplea anacolutos, es decir, oraciones que comienzan de una manera y
terminan con una estructura diferente, son un ejemplo de lo dicho. Algunos
traductores desearían atenuar el carácter antigramatical de tales expresiones
supliendo las formas apropiadas; sin embargo, el estilo de Pablo, intensamente pleno
y desbordante y en parte caracterizado por esas secuencias antigramaticales, refleja
con exactitud el movimiento espontáneo y complejo de su pensamiento. Las fisuras
56
sintácticas de la estructura ayudan a mostrar algo de la intensidad emotiva que debe
haber conmocionado al apóstol cuando dictó sus cartas.
La tarea del traductor no es la del corrector. Los traductores no están para mejorar
el original, sino para reflejarlo concienzudamente. En otras palabras, no tratarán, por
ejemplo, de aclarar las relaciones oscuras entre las ideas expresadas en la Primera
Epístola de Juan, pues el escritor mismo no lo hizo. Al traductor no le corresponde
refundir el original.
No es difícil normalmente hacer ajustes en el orden de las cláusulas de una
oración, pues en términos generales resulta fácil compensar los cambios de énfasis o
foco. Sí es en extremo problemático alterar la «secuencia de ideas» de un discurso
amplio, sin introducir rasgos de significado que podrían ser del todo ajenos a la
intención de la fuente. En el discurso narrativo, es legítimo hacer algunas
modificaciones menores en el orden de los elementos dentro de un entorno narrativo
y se puede justificar la modificación limitada del orden en que aparecen algunos de
los componentes de un mismo episodio, por ejemplo, en un grupo de sucesos muy
ligados dentro de un marco espacio‐temporal particular. Introducir modificaciones
que vayan mucho más allá de estos límites siempre es arriesgado.
De modo similar, en el caso del discurso argumentativo se podrían mejorar
algunos textos mediante cambios en el orden en que los conceptos específicos se
relacionan con las afirmaciones [Page 81] genéricas; sin embargo, por lo general, el
resultado es alguna deformación de la intención original. Como muestra de lo
anterior, piénsese en el comienzo de Juan 1 en el cual a ciertos traductores les gustaría
introducir «Jesucristo, quien fue llamado el verbo de Dios». No cabe duda de que así
el texto sería mucho más comprensible para algunas personas. Pero deforma
seriamente la estructura de los primeros dieciocho versículos, los cuales se pensaron
cuidadosamente para irnos llevando poco a poco al clímax, que es la encarnación.
También algunos traductores han pensado que sería mejor incorporar la mayor
parte de Génesis 2 dentro de Génesis 1, para lograr un relato de la creación a primera
vista más coherente. Aunque la propuesta sin duda se apoya en motivos muy loables,
deforma los antecedentes históricos de los documentos y a la vez confunde relatos
que reflejan orientaciones teológicas muy disímiles.
En la tradición secular y particularmente en la actitud de la iglesia hacia las
Escrituras, siempre se ha respetado enormemente la integridad de los documentos
fuente. En buena medida, esto refleja un profundo sentido de responsabilidad hacia
el autor original. La tarea del traductor se ha definido siempre en función de la
representación fiel de lo que el autor original quiso decir y no de lo que el traductor
quisiera que hubiera dicho.
Si conociéramos mejor los respectivos patrones de las estructuras discursivas de
las lenguas fuente y las receptoras, estaríamos en mejor disposición para modificar
57
considerablemente la forma y, a la vez, conservar los valores connotativos y focales.
Pero en vista de lo relativamente restringido del corpus de los textos del Antiguo y
Nuevo Testamentos y lo limitado de nuestros conocimientos de la teoría del discurso
y su particular aplicación a los diversos idiomas receptores, hay mayor probabilidad
de que la alteración radical del texto conduzca al error que a una solución válida. Por
otra parte, en comparación con las estructuras más o menos obligatorias de los
sonidos, las palabras y la sintaxis, el plano del discurso [Page 82] ofrece mayor
número de estructuras facultativas. Aunque los valores de las estructuras discursivas
correspondientes pueden no ser idénticos, en su mayoría resultan más o menos
equivalentes.
El género literario
Existen en todos los idiomas diversas clases de formas literarias. Algunas de las más
comunes son: cartas, biografías, novelas, ensayos, poesía y narraciones de
acontecimientos. En cuanto al texto bíblico, algunos de los géneros literarios más
distintivos se encuentran en los escritos apocalípticos (por ejemplo: el Apocalipsis y
partes sustanciales de Daniel y Ezequiel), los discursos proféticos, los reglamentos
legislativos y las colecciones de proverbios.
En cierto sentido, los Evangelios representan un género literario bastante
particular. Aunque contienen una gran veta de naturaleza biográfica, esencialmente
no pertenecen al género. Ante todo, son documentos apologéticos orientados a
convencer a los lectores de la verdad de la revelación de Dios en Cristo y de ahí que
no sigan un orden estricto de desarrollo biográfico ni intenten dar el tipo de
descripción y antecedentes informativos esperables de un tratamiento de carácter
biográfico. Todo su interés se centra en la significación única de Jesucristo como
revelación de Dios y en virtud de tal propósito algunos de los rasgos más familiares
de la biografía humana por ejemplo, las descripciones de la apariencia personal no
son pertinentes.
En la medida en que los valores de ciertos géneros literarios difieren de un idioma
a otro, no es de extrañar que algunos hayan pensado que ciertas formas literarias de
las Escrituras son anticuadas y podrían mejorarse. Por ejemplo, alguien ha
recomendado que las Epístolas Paulinas sean refundidas como ensayos y que la
Epístola a los Romanos se reestructure al modo de un «ensayo legal».
[Page 83] Una reestructuración de Romanos 1.4 dio como resultado la siguiente
versión: «Este hombre Jesús claramente se identificó a sí mismo como Hijo de Dios,
nuestro Superior y Administrador, mediante la manifestación de divina supremacía
espiritual, sufriendo voluntariamente la muerte y demostrando la completa
recuperación de la vida». Hay aquí un grave error exegético al interpretar a Jesús
como el agente de su identificación como el Hijo de Dios mediante la «manifestación
de divina supremacía espiritual», cuando en realidad Dios es el agente primario. A su
vez, la traducción de «Señor» por «Superior y Administrador» es totalmente
58
impropia de su personalidad y «sufriendo voluntariamente la muerte» resulta una
adición injustificada.
Lo que es aun más cuestionable en esa traducción es el hecho de fallar seriamente
en cuanto a reflejar el espíritu y el tono de la Epístola a los Romanos.
Esta carta revela un profundo interés personal por la vida espiritual de la
comunidad cristiana de Roma. La pomposidad verbal simplemente nada tiene que
ver con el ministerio de Pablo, pues deliberadamente evitaba las palabras altisonantes
y eligió basar sus argumentos en el poder del Señor crucificado y resucitado. Los
traductores no deben aspirar a reescribir el texto, sino a reproducir el espíritu y el
significado del documento original. En su empeño procuran conservar en lo posible
las formas originales, siempre y cuando ello no conduzca a una deformación grave
del contenido.
La dimensión de la forma
La dimensión de la forma alude a las categorías de transliteración, estructuras
morfológicas, estructuras de la frase, recursos retóricos, versos métricos, lenguaje
figurado, estructura discursiva y géneros literarios. Puede considerarse como un
continuum que va desde los grupos de rasgos más obligatorios y formalmente
condicionados hasta los más facultativos y menos condicionados.
[Page 84] Cuando alguien se ocupa de niveles como la transliteración, no vacila en
hacer adaptaciones radicales, pues las estructuras son casi por completo arbitrarias y
su carga semántica es mínima. Sin embargo, no se cambia de modo significativo el
género literario de una comunicación porque éste es en sí portador de mucho sentido
y tiene muchas más estructuras paralelas en diferentes idiomas.
En cuanto a las estructuras morfológicas, aquí la necesidad de adaptación se hace
menor, aunque no se vacila, casi, en hacer numerosos ajustes, pues muchos de los
cambios morfológicos son obligatorios y las modificaciones no representan notables
alteraciones de significado. Aunque en grado menor, lo mismo vale para los cambios
en la estructura de la frase.
Los rasgos de los mecanismos retóricos, los versos métricos y el lenguaje figurado
implican menos adaptación, pues se intenta conservar en lo posible sus valores
formales; es decir, su impacto. Siempre que se necesiten cambios, se debe poner
algún empeño en compensar cualquier pérdida acudiendo a otros efectos retóricos
que correspondan.
La necesidad y las posibilidades de adaptación se reducen mucho más todavía
cuando se abordan los planos de la estructura discursiva y el género literario. En
principio, deben rechazarse las alteraciones o transposiciones extensas, pues
inevitablemente conducen a notables cambios de sentido y violan las unidades
59
formales más extensas que dan cuerpo al propósito de la comunicación original. En
virtud de los rasgos especiales de la fuente y el idioma receptor, en el caso de ciertos
textos el orden de los rasgos de la dimensión formal puede justificar determinados
cambios. No obstante, el principio fundamental sigue en pie: conforme se va de las
estructuras más restringidas y menos significativas hacia las más inclusivas y
cargadas de sentido, va disminuyendo significativamente el grado en que los
cambios formales son aconsejables y necesarios.
60
[Page 85] 4
EL CONTENIDO DEL MENSAJE
El contenido de un mensaje es lo que tradicionalmente se ha considerado como su
significación. No obstante, puesto que el significado de cualquier mensaje está
íntimamente ligado a los presupuestos y valores culturales de una sociedad, es
necesario estudiar el contenido desde el punto de vista de cómo las culturas de la
lengua fuente y de la lengua receptora interpretan y evalúan hechos, objetos,
abstracciones y relaciones.
Sin embargo, sería erróneo abordar la dimensión del contenido simplemente
como otra manera de hablar del «significado». Como ya se anotó en el capítulo 3, los
diversos rasgos formales de los mensajes también pueden tener diferentes
significados. Por supuesto, el contenido de un mensaje parece estar más
estrechamente relacionado con lo que en general se concibe como «el significado de
un enunciado», pero al describir la significación del contenido, no hablamos sólo de
los significados de palabras u oraciones individuales. También nos referimos a los
significados de los eventos y objetos que son elementos integrantes del contenido. En
cierta forma, se trata de un significado en un nivel superior de significación.
Por ejemplo, el significado literal de Lucas 22.52–54 es que Jesús se negó a luchar
contra los que venían a arrestarlo [Page 86] en el Huerto de Getsemaní o a huir de
ellos. Nosotros interpretamos este hecho esto es, le damos un sentido de nivel
superiorcomo la negativa de Jesús al empleo de la fuerza. Sin embargo, en otras
culturas puede que se aplique un conjunto de presuposiciones completamente
diferentes y que se obtengan resultados absolutamente distintos. Entre los guaicas de
Venezuela, para citar un caso, este tipo de comportamiento es prácticamente
inconcebible. Ciertamente, cualquier hombre guaica sería visto como cobarde o falto
de juicio si no se defendiera o cuando menos intentara escapar.
De modo parecido, el que Jesús haya sanado al ciego Bartimeo (Marcos 10.46) nos
parece una maravillosa bendición. Pero un escritor budista interpretó esta historia
como una maldición, argumentando que, después de haber recobrado la vista, aquel
hombre fue capaz de ver toda la fealdad y la miseria de la existencia humana. Sólo un
conjunto de presupuestos tan diferente como el del budismo tradicional, puede hacer
posible una interpretación tan distinta del contenido de nivel superior.
Desde el punto de vista de las dificultades afrontadas por los traductores en el
tratamiento de rasgos culturalmente diferentes, los principales problemas son:
1. Términos cero,
2. hechos u objetos figurados o ilustrativos y
61
3. hechos y objetos históricos.
La distinción de (2) y (3) resulta muy importante cuando se trabaja con el texto
bíblico, puesto que las Escrituras hacen tanto énfasis en los hechos específicos
históricos de Dios. Así, por ejemplo, la alusión al asno que le habló a Balaam
(Números 22.28–30) es muchísimo más importante como elemento de contenido que
la referencia figurada a ese mismo animal en la descripción de Isacar, cuando en
Génesis 49.14 se compara la fuerza de éste con la de un asno.
Por la misma razón, debe concederse un peso diferente a los hechos y objetos que
tienen importancia religiosa especial, [Page 87] en contraste con aquellos de carácter
esencialmente mundano. Por ejemplo, en el mensaje bíblico el sacrificio tiene una
importancia mucho mayor que el tipo de liderazgo comunal basado en un grupo de
ancianos que se autoperpetúa.
Con base en estos diferentes tipos de contenido y su peso relativo en el sistema de
prioridades, los principales rasgos del contenido pueden representarse mediante el
siguiente esquema:
1. Acontecimientos históricos específicos con significación religiosa.
3. Hechos y objetos figurados o ilustrativos.
4. Nombres propios: personas y objetos geográficos.
5. Préstamos nuevos para singularidades culturales.
En el caso de los rasgos formales abordados en el capítulo 4, parece mejor
comenzar con aquellos en los cuales las modificaciones podrían hacerse más
fácilmente y avanzar poco a poco hacia aquellas estructuras formales que son más
difíciles de modificar. Sin embargo, en el caso del contenido, parece más conveniente
iniciar con los rasgos que pueden ser cambiados en menor medida y luego continuar
con los que pueden ser alterados con mayor facilidad.
Hechos historicos especificos con significacion religiosa
Aunque ciertos hechos históricos en las Escrituras podrían originar considerables
equívocos por haber conjuntos de presuposiciones muy diferentes con respecto a su
validez y significado, el traductor no está autorizado para modificar lo que según el
texto ha ocurrido. Por ejemplo, el que Jesús fuera [Page 88] circuncidado al octavo día
de su nacimiento, en algunas sociedades se interpreta no sólo como una manera
espantosamente cruel de tratar a un recién nacido, sino también como algo sin
sentido, pues se piensa que tal práctica sólo puede aplicarse a quienes hayan
62
alcanzado la pubertad. En relación con el culto a la fertilidad, la circuncisión es vista
como simbólicamente pertinente, pero resulta incomprensible en tanto operación que
se haga a los infantes.
Aunque los traductores no puedan cambiar los sucesos del relato bíblico, sí
deberían introducir alguna nota marginal que explique el significado de la
circuncisión como un rito que alude a la participación en el pacto de Dios con Israel.
Aquí podrían ser de utilidad las referencias cruzadas a otros pasajes de la Escritura
en que se menciona y explica la circuncisión. Por lo demás, resulta particularmente
útil consignar unas pocas palabras explicativas en un índice o glosario.
Lo anterior no significa que toda aparición de la palabra «circuncisión» deba
tratarse como referencia específica al suceso histórico. En algunos contextos, el
vocablo alude a «los judíos» y generalmente así debería traducirse. En otros
contextos, una frase como «circuncidado del corazón» puede verterse como
«dispuesto de corazón» o «consagrado de corazón». En estos contextos, los términos
«circuncisión» o «circuncidado» se usan en sentido figurado y no es obligatorio
tratarlos de la misma manera que cuando se refieren a un suceso histórico específico.
Algunas personas pueden ver ciertos eventos específicos como hechos sin
particular significación religiosa, mientras que otras ven en ellos implicaciones
religiosas importantes. El que Jesús hiciera vino en las Bodas de Caná es
precisamente ese tipo de evento. Sin embargo, ya sea que se interprete o no el suceso
como una prefiguración de la Eucaristía, lo que importa es representar con exactitud
los detalles del evento.
No se puede, en favor del movimiento pro temperancia, alegar que Jesús hizo
«jugo de uva sin fermentar» en vez de [Page 89] «vino». Los intentos de algunos para
sostener que el vino mencionado en el Nuevo Testamento era simplemente agua
caliente vertida sobre pasas no pueden ser fundamentados por las pruebas
lingüísticas, históricas o arqueológicas.
Por ejemplo, en algunas sociedades los leprosos no son excluidos de las relaciones
interpersonales normales y, en consecuencia, la exclusión de leprosos mencionada en
algunos relatos bíblicos parece totalmente inhumana. Para que los lectores
comprendan algunas de las reglas concernientes a los leprosos, es importante que se
63
añadan acotaciones marginales o un glosario que explique el punto de vista de la
Biblia.
La «impureza» atribuida a las mujeres en período de menstruación es, del mismo
modo, seriamente cuestionada en sociedades que perciben la menstruación como un
símbolo de fertilidad y no como un signo de «intocabilidad». Igual ocurre con las
prohibiciones relativas a los alimentos. Considerar «impuro» determinado alimento
resulta particularmente arbitrario y sin sentido en sociedades donde las personas han
prosperado como consecuencia de comer precisamente ese alimento.
Consecuentemente con lo anterior, para ayudar al lector a comprender las
presuposiciones subyacentes en la relación bíblica puede hacerse necesaria alguna
explicación mediante glosario y abundantes referencias cruzadas. Pero en ningún
caso debería el traductor cambiar el texto a fin de adecuarlo al [Page 90] punto de
vista de la cultura receptora. El traductor debe dar a conocer de un modo
consecuente el punto de vista bíblico, por cuanto éste forma parte del marco cultural
total de la Biblia.
Aunque ciertos sucesos históricos particulares no conciernan a temas importantes
del mensaje bíblico, uno no está autorizado para cambiar el carácter que tales hechos
ofrecen en el relato bíblico. Pese a que Mical se burló de David por haber bailado
desnudo delante del Señor (2 Samuel 6.20), no puede alterarse el relato, como quería
un traductor, para que diga que lo había hecho en paños menores.
Quizá alguno quiera cuestionar el hecho de que el asno de Balaam realmente haya
hablado. Sin embargo, ningún traductor fidedigno haría que el pasaje insinuara que
si bien Balaam creyó que su asno había hablado, en realidad no había sido sino la voz
de la conciencia.
De manera similar, la práctica de echar suertes, a la cual frecuentemente se hace
referencia en las Escrituras, es completamente desconocida para algunas culturas
receptoras y, en tal caso, se impone algún tipo de explicación marginal.
En algunos casos, los traductores se han mostrado reacios a emplear las
descripciones bíblicas de acontecimientos, pues éstas parecían implicar significados
contrarios. Es el caso de la predicción de Jesús de que vendría «sobre las nubes», la
64
cual puede tener un sentido completamente diferente en algunas partes del Oriente.
Allá solo se asocia con las nubes a los alborotadores.
[Page 91] De igual manera, en la India algunos traductores han argumentado que
sería preferible decir que Abram mató para los visitantes celestiales una oveja gorda
en vez de un ternero. Esto porque ahí existen prejuicios muy difundidos contra el
consumo de carne de res. Sin embargo, no se puede adaptar culturalmente el texto de
esa manera sin correr el riesgo de deformar el relato.
Hay quienes se interesan menos en los acontecimientos del texto bíblico que en
hechos que no están específicamente anotados. Por ejemplo, en Marcos 9.14, el texto
dice que los maestros de la ley discutían con los discípulos. Un editor insistió en que
los traductores debían indicar por qué estaban discutiendo. Más aun, quería saber
qué hacían ahí los maestros. Además, puesto que los discípulos no respondieron a la
pregunta de Jesús: «¿Qué están ustedes discutiendo con ellos?», el editor insistió en
que se insertara alguna respuesta.
Estos son, sin embargo, aspectos de los acontecimientos que el escritor decidió
omitir del texto, y un traductor bíblico no está en condiciones de intercalarlos.
Volviendo al caso anterior, obsérvese que, en primer lugar, no sabemos lo que
Marcos habría introducido si lo hubiera creído pertinente. Lo que sí resulta
significativo es que evidentemente no consideró esencial para su propósito incluir esa
información y, por tanto, la omitió.
El traductor debe hacer lo mismo que Marcos. En cualquier relación de un suceso
existen siempre numerosos elementos que podrían añadirse, pues jamás ninguna
descripción es completa. La selección es uno de los rasgos esenciales de todo discurso
y aunque los traductores podrían no estar de acuerdo con lo que el autor original
consideró digno de registrarse, están obligados a aceptar las limitaciones de la
primera selección. La selección es siempre una prerrogativa del autor.
Sin embargo, en algunas circunstancias podrían presentarse problemas con la
secuencia del pensamiento, lo cual podría remediarse de manera sucinta sin recurrir
a la inserción injustificada de información adicional. Por ejemplo, Hechos 1.12 [Page
92] y 13 dice que los discípulos, «después de entrar en Jerusalén, subieron al aposento
donde se alojaban». Pero esta afirmación puede parecer muy confusa en ciertas
lenguas, pues implicaría que Jerusalén era una especie de edificio o que la ciudad era
una colección de habitaciones antes que un conjunto de casas. Por eso, resultaría más
natural decir: «Entraron a la ciudad de Jerusalén y subieron a la habitación de una
casa donde vivían». Este tipo de complemento mediante los llamados clasificadores,
tales como «ciudad» y «casa», es algo muy diferente de intercalar información
completamente nueva.
La Parábola del Sembrador es en extremo significativa para muchos orientales.
Sin embargo, resulta absolutamente desconcertante para quienes no estén
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familiarizados con el método de siembra al voleo. Ahí donde sólo se conoce la
siembra con plantador, parece inconcebible que alguien intente cultivar algo sobre un
sendero o espere que las plantas crezcan si no hay suficiente profundidad en el suelo.
El disparate de tirar semillas en un sendero, sobre terreno rocoso o entre matorrales
espinosos confunde tanto a algunos lectores que no logran captar el significado de la
narración.
Por otra parte, no se puede eliminar el proceso de siembra y sustituirlo por el de
plantar. De este modo, la parábola perdería una parte considerable de su
significación. En este pasaje debe conservarse la siembra al voleo aunque se haga
necesario explicar la naturaleza de tal método. En muchos casos es de gran utilidad
disponer de un cuadro que ilustre ese procedimiento. Aunque esto no siempre
logrará persuadir a los receptores de que la práctica descrita en la Biblia es sensata de
todos modos la mayoría piensa que los usos de los extranjeros son raros e ineficaces
sí proporcionará algunas bases para comprender el texto de la parábola.
Para ciertas culturas, podría ser necesario explicar la presencia de «flautistas» o
«músicos» en un funeral (Mateo 9.23), pues hay sociedades en las cuales esto podría
significar que los «dolientes» se alegraban de que la persona hubiera muerto.
También podría necesitarse alguna nota marginal para [Page 93] explicar la
importancia de la «puerta» de la ciudad, no como el lugar por donde se entra y se
sale, sino como el centro de los negocios, de las actividades jurídicas y de las
reuniones de ancianos, equivalente en otras culturas a la «plaza de la ciudad».
También, casi siempre se requiere alguna explicación para las referencias al uso
de vestidos de cilicio (una tela áspera) y cenizas como símbolos de duelo. Igualmente,
a la prohibición de «cocinar el cabrito en la leche de su madre» (Deuteronomio 14.21)
puede dársele algún sentido explicando que probablemente aludía a la práctica de un
culto a la fertilidad.
Para algunas sociedades, la severa exhortación a que los judíos no se casen con
extranjeros es comprensible, pues son numerosas las sociedades endogámicas, es
decir, sociedades en las que se prohíbe casarse con personas que vengan de otros
grupos sociales. Para otros pueblos, estas rígidas restricciones para casarse con
extranjeros que viven en la misma región, pueden requerir alguna explicación y
referencia cruzada.
Cuando una traducción atañe a hechos históricos ya sean eventos específicos o
modelos de comportamiento habituales cuyo significado puede desorientar o
confundir, es importante dotar al texto de algún auxilio marginal que ayude al lector
a comprender mejor cómo percibían los mencionados sucesos los receptores
originales del mensaje.
Los traductores no pueden alterar los acontecimientos. Sin embargo, un uso
sensato de la identificación clasificatoria y de información complementaria ya sea en
66
el margen, el índice, el glosario o mediante las referencias cruzadas, puede proveer
algunas bases para una comprensión más satisfactoria.
Referencia figurada o ilustrativa a hechos u objetos
En contraste con el tratamiento de acontecimientos históricos reales, la referencia
figurada o ilustrativa a hechos u objetos impone el uso de principios y
procedimientos de traducción algo diferentes. Como se apuntó más arriba, es
necesario referirse [Page 94] concretamente a la circuncisión cuando el texto habla de
un sujeto particular que es circuncidado. Pero cuando se trata de un uso puramente
figurado de «circuncisión», se podría cambiar la figura por un equivalente no
figurado, máxime si la figura original no es inteligible en la lengua receptora.
De igual manera, en los pasajes que hablan del derramamiento de sangre en el
altar, hay que emplear el equivalente literal de «sangre». Pero cuando las Escrituras
hablan de que el cristiano es «salvado por su [de Cristo] sangre», puede traducirse
«salvado por su muerte» o «salvado por su muerte sacrificial», pues «sangre» es un
sustituto figurado de «muerte». Sin embargo, algunas personas opinan que el
término «sangre», por estar ligado al sistema de sacrificio, posee connotaciones
religiosas tan importantes que debería mantenerse a toda costa. Según ellos, debería
emplearse la expresión «salvado por el hecho de haber derramado Cristo su propia
sangre».
Al igual que en el caso de acontecimientos históricos, también podrían
presentarse opiniones divergentes en relación con el alcance simbólico o el
significado religioso de ciertos usos figurados. Por ejemplo, «pasa de mí esta copa»
(Lucas 22.42) puede ser comprendido simplemente como «sálvame de esta
experiencia» o «no permitas que pase este sufrimiento». Otras personas, en cambio,
piensan que «copa» es una alusión a la Eucaristía y, por tanto, sienten que el símbolo
debe mantenerse. Si fuera necesario, podría explicarse en una nota al pie o bien en el
propio texto se podría traducir «copa» por «copa de sufrimiento».
[Page 95] Las expresiones usadas en los votos por ejemplo «Te juro por Dios» (2
Samuel 2.27) y «delante de Dios» (Gálatas 1.20) deben considerarse como expresiones
figuradas con significado religioso especial y su versión en las lenguas receptoras
puede diferir bastante. Por ejemplo, en 2 Samuel 2.27, puede ser deseable el empleo
de «tan seguro como que Dios vive» o «tan cierto como que Dios existe», o incluso
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«prometo ante Dios mismo» o «Dios mismo está escuchando lo que digo y por eso
puedes estar seguro de que es verdad». Esta última traducción también sería
apropiada en Gálatas 1.20, pues Pablo está haciendo una afirmación enfática.
En razón de las diferencias obvias entre las culturas en cuanto a ecología y
artefactos, muchas personas concluyen que la traducción es imposible. ¿Deberían
emplearse las imágenes «blanco como la nieve» o «blanco como la lana» con quienes
nunca han vista la nieve o sólo conocen la lana grisácea o café? El que Jesús haya
dicho que no se debe remendar ropa vieja con tela nueva podría parecer bastante
extraño en lugares donde es práctica común. En efecto, la ropa puede estar tan
recubierta de parches que es casi imposible determinar cuál era la tela original del
vestido.
Sin embargo, la verdad es que los problemas del sentido figurado o ilustrativo no
son tan complejos como parecen, y pueden resolverse de varias maneras, según el
grado de paralelismo formal y funcional entre los respectivos objetos o acciones (esto
es, entre las culturas fuente y receptora) y según el uso común en la lengua receptora.
El primer tipo de adaptación formal implica pasar de la forma o significación más
específica a la más genérica. Por ejemplo, puede ser que en una cultura no haya
piedras de molino, pero siempre puede hablarse de «atarse una pesada piedra al
cuello y lanzarse al mar». En el caso de «blanco como la nieve», puede emplearse una
expresión genérica no figurada tal como «muy muy blanco». La expresión «quitaré
yo mi carne con mis dientes» (Job 13.14) puede convertirse en «estoy dispuesto a
arriesgar mi vida». La frase «ceñid los lomos de [Page 96] vuestro entendimiento» (1
Pedro 1.13) puede verterse, por su parte, como «tengan la mente lista para la acción».
«Lavarles los pies a los santos» puede traducirse como «ser hospitalario con los
creyentes», aunque en esta expresión pueda darse el matiz de «humilde servicio». Por
supuesto, en Juan 13.5, donde Jesús lava los pies a sus discípulos, no puede
emplearse una expresión tan genérica, pues en este contexto la referencia se hace a un
acontecimiento específico.
En determinados casos, la traducción literal es impracticable en razón de valores
simbólicos especiales asociados con ciertos objetos culturales. Así, por ejemplo, en la
cultura balinesa la víbora es considerada como una serpiente del paraíso y, en
consecuencia, «generación de víboras» (Mateo 3.7, 12.34; 23.33; Lucas 3.7) difícilmente
constituiría una censura. Sin embargo, es viable comunicar el sentido de esta frase
mediante la sustitución por un término más genérico; por ejemplo, «sabandijas».
En algunas circunstancias resulta posible conservar el uso figurado, aun cuando
resulte extraño, si se identifica su función añadiendo alguna expresión genérica. Por
ejemplo, «unges mi cabeza con aceite» (Salmos 23.5), puede traducirse como «me das
la bienvenida ungiendo mi cabeza con aceite». Sin embargo, en otros contextos,
«ungir con aceite» puede verterse como «nombrar» o «encargar», si ese es el
significado ahí. No obstante, se puede conservar algo de la frase original y añadir lo
68
que se llamaría un clasificador definitorio; por ejemplo, «nombrar poniendo aceite
sobre la cabeza».
Otra forma de resolver el problema de las expresiones figuradas que no son
comprensibles en la lengua receptora consiste en variar tales expresiones de
metáforas a símiles. En lugar de «cachorro de león, Judá» (Génesis 49.9), puede
decirse «Judá es como un joven león». «Ustedes son la sal de la tierra» (Mateo 5.13)
puede verterse como «Ustedes son como la sal para toda la humanidad».
En ciertas regiones, de acuerdo con el contexto, «yugo» es equivalente a
«mecapal» (una banda trenzada que se coloca en la frente y se usa para transportar
carga pesada), pero en otras partes del mundo el equivalente más cercano podría ser
«alforjas». Aunque estos términos serían apropiados como traducción de «yugo» en
Mateo 11.29, por supuesto, serían completamente inadmisibles al hablar de «yugos»
en relación con bueyes, en cuyo caso puede requerirse algún equivalente descriptivo,
así como una nota marginal.
Sin embargo, pueden suscitarse numerosos problemas a la hora de hacer ciertas
sustituciones. Si los objetos sólo tienen paralelismo funcional pero carecen de toda
semejanza formal, pueden encontrarse serias objeciones, sobre todo por parte de los
receptores más educados, quienes argüirán que la traducción es incorrecta. Por
ejemplo, algunos traductores han utilizado «jabalí» por «león» y, aunque en ciertos
contextos figurados quizá sea aceptable, resulta problemático en otros. Tal es el caso
de Judá en tanto «jabalí» (Génesis 49.9), que suscita la cuestión de los animales sucios
y limpios con todas las asociaciones derivadas.
Cierto traductor sustituyó «oveja» por «caballo» en una traducción dirigida a
indígenas de Canadá que eran amantes de los caballos. Sin embargo, sus colegas
misioneros le objetaron fuertemente su versión y, por su parte, los indígenas la
rechazaron de plano por considerarla paternalista. En regiones donde los camellos
son desconocidos, algunos traductores han intentado sustituirlos por los búfalos de
agua. Pero hacer esto en forma consecuente conduce al disparate, pues resulta difícil
imaginar dos animales más disímiles que el camello y el búfalo de agua tanto en lo
concerniente a la forma como en lo relativo [Page 98] al medio. Cuando las formas y
las funciones de los objetos son demasiado divergentes, resulta mucho mejor pasar
de la expresión figurada a la no figurada o introducir términos prestados sobre todo
si los mismos términos se necesitan en otros contextos no figurados y explicarlos
luego en un glosario.
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Se dan, no obstante, situaciones en las cuales las expresiones figuradas de una
lengua tienen equivalentes figurados en otra. Por ejemplo, la descripción de la
enorme riqueza de Judá mediante la expresión «Lavó en el vino su vestido» (Génesis
49.11) encuentra un paralelo cercano en shilluk: «lavar sus ropas en aceite». Por
supuesto, estas expresiones no deben interpretarse literalmente ni en hebreo ni en
shilluk. Se trata sólo de una forma idiomática de describir la riqueza por medio de
una imagen de consumo aparatoso y derrochador.
La cláusula «crujían los dientes contra él» (Hechos 7.54) en algunas lenguas se
entiende literalmente como «masticarlo». A veces puede encontrarse un modismo
paralelo, como en el yao: «les picaban los dientes», que significa que estaban ansiosos
por destruirlo. El modismo «Desataste mi cilicio» (Salmos 30.11) debe traducirse en la
lengua bamileke como «tomaste de mi mano el bolso de duelo», pues en la sociedad
bamileke las mujeres normalmente se cuelgan del brazo un bolso de rafia para
indicar el luto. Esto no significa, sin embargo, que en todos los contextos «cilicio»
pueda traducirse por «bolso de duelo». Simplemente, en algunos contextos figurados
resulta aceptable esta figura paralela.
Hasta cierto punto, la aceptabilidad de figuras retóricas sustitutas depende de la
perspectiva cultural sobre correspondencias literales. Por ejemplo, en balinés no
parece haber razón que impida traducir 2 Timoteo 2.4 como «ningún guerrero lleva
una bolsa de mercado», lo cual sería una versión figurada de una expresión más
prosaica: «involucrarse en los asuntos civiles».
No obstante, en algunas lenguas se presentarían serias dudas en torno a la
traducción de Mateo 23.24 («coláis el mosquito y tragáis el camello») si se tradujera
del siguiente [Page 99] modo: «quitáis la paja, pero dejáis una vaca muerta en la
charca». Las dos expresiones son equivalentes funcionales; sin embargo, cada una
representa un conjunto de circunstancias tan heterogéneas que las personas
culturalmente inseguras probablemente sostendrían que el traductor había
distorsionado el mensaje.
Traducir la frase de Job 13.14, «quitaré yo mi carne con mis dientes» como «voy a
arriesgar mi vida» (VP) resulta mucho más aceptable, pues tal versión no parece
implicar mayor desviación ni tampoco depender en exceso de las peculiaridades de
la cultura local.
Cuando en determinada sociedad se manifiesta una marcada tendencia hacia lo
literal, sobre todo si esa tendencia ha sido muy reforzada por ciertas formas de
enseñanza bíblica, debe observarse gran prudencia a la hora de introducir figuras
sustitutivas. Cuando éstas se emplean para dar sentido a expresiones que de otra
manera serían disparatadas o equívocas, puede ser útil agregar en el margen una
versión literal de la frase en la lengua fuente.
Nombres propios
70
Podría parecer fuera de lugar hablar de nombres propios en una sección dedicada al
contenido, pues es justamente la falta de contenido lo que caracteriza a los nombres
propios. Sin embargo, la evidente falta de contenido trae consigo numerosos
problemas, ya sea a causa de semejanzas casuales o porque tales términos tengan
mayor significación en la lengua original que en la receptora.
En el préstamo de nombres propios siempre se debe estar alerta ante la
posibilidad de que la forma transliterada se parezca a alguna palabra de la lengua
receptora que tenga un significado completamente inaceptable. Si se diera tal caso,
sería preciso hacer algún ligero ajuste en la forma del nombre a fin de evitar
cualquier interpretación errónea.
[Page 100] El traductor debe tener en cuenta que en particular los nombres
hebreos con frecuencia poseen significados connotativos importantes y que, de
hecho, a menudo fueron asignados para conmemorar algún hecho relacionado con el
nacimiento de la persona o como una predicción de su futuro papel. Cuando el
sentido de un pasaje depende de la etimología literal de un nombre, es de particular
importancia que se agregue la información suplementaria correspondiente.
En algunos casos, el texto mismo proporciona tales datos, pero es mucho más
frecuente que las relaciones no sean lo suficientemente específicas y las explicaciones
textuales deben ser complementadas con ayudas marginales. Véanse, por ejemplo, las
típicas notas marginales a propósito de Adán, Caín, Abel, Set, Abraham, Jacob, Esaú
e Ismael.
Puesto que en ciertas culturas el significado de los nombres es muy evidente y
constituye un rasgo importante, algunos traductores misioneros han llegado a la
conclusión de que sería mejor verter todos los nombres que presuntamente tengan
etimologías claras. En consecuencia, en vez de transliterar Jacob como nombre
propio, se emplearía como equivalente un término autóctono que signifique
«estafador». Esta no es, sin embargo, una salida legítima. En primer lugar, se hace así
una distinción muy tajante entre nombres que tienen etimología y nombres que
carecen de ella. Luego, este procedimiento sugeriría que los personajes bíblicos eran
miembros de la sociedad de la lengua receptora antes que pertenecientes a una
cultura completamente diferente. En tercer plano, el nombre tendría una referencia
constante a una relación o a un papel antes que a la persona particular, lo cual
tendería a deformar la función de aquél.
En el caso en que se presenten variantes formales del nombre de una persona o
diferentes nombres para un mismo sujeto, las variantes deberán reproducirse en una
sola forma. Por ejemplo, en hebreo a veces se presenta confusión entre las letras d y r,
lo cual trae como resultado que una misma persona pueda ser llamada al mismo
tiempo con un nombre que tiene [Page 101] la d y en otros contextos con el que tiene
la r. Igualmente, aquellos personajes del Antiguo Testamento a los que se hace
71
referencia en el Nuevo Testamento deberían tener en ambos textos una misma forma
del nombre.
En el tratamiento de los nombres propios de carácter geográfico, puede ser de
gran utilidad el empleo de clasificadores, sobre todo cuando es la primera vez que
aparece la palabra. De tal modo, debe hablarse de «la ciudad de Jerusalén» en vez de
simplemente «Jerusalén» o del «río Jordán» en lugar de sólo «el Jordán». El uso de
tales clasificadores no añade ninguna información al texto. Es sólo un medio de
ayudar al nuevo lector a comprender algo del significado de las palabras vacías.
Con bastante frecuencia es posible traducir la parte genérica de ciertos nombres
de lugar y obtener así el resultado de los clasificadores. Por ejemplo, Kiriat‐arba
puede verterse como «ciudad de Arba» y Kiriat‐jearim puede verterse como «ciudad
de Jearim». En otros casos, resulta viable traducir un nombre propio, lo cual lo hace
aún más significativo. Por ejemplo, Ramatlehi puede traducirse como «Colina de la
Quijada» y Alón‐Bacut como «Roble de los Lamentos».
Nuevos préstamos para particularidades culturales
Si se toma en préstamo un término para «camello», es posible añadir un clasificador y
obtener la forma «un animal llamado camello». Inmediatamente, esto señala al lector
que se trata de un animal y en numerosos contextos prácticamente eso es lo que se
necesita (por ejemplo, Marcos 1.6). Para todos los nuevos préstamos es fundamental
incluir alguna frase descriptiva en el glosario o índice. En casos como el del «camello»
resulta, además, de gran utilidad el empleo de dibujos.
En el préstamo de palabras como «rubí», «amatista», «topacio» y otros afines,
también se puede emplear clasificadores; por ejemplo, «una piedra preciosa llamada
rubí» o «una joya [Page 102] de rubíes». En un contexto como el de Apocalipsis
21.19–20 es posible traducir «todas las clases de piedras valiosas» y luego, si la lengua
receptora tiene términos suficientemente precisos, usar designaciones de color. La
verdadera forma de los nombres podría ser luego introducida en el margen, si acaso
resultara necesario.
Al introducir nuevos préstamos, deben siempre tenerse en cuenta los términos ya
existentes en la lengua, ya sean palabras autóctonas u otros préstamos previos de la
misma palabra o un término similar.
En una lengua de Filipinas, para designar al «lobo» se tomó el término español
«lobo». Pero, previamente la palabra española «globo» se había tomado en préstamo
y se había transformado en lobo. Ahora bien, los hablantes de esa lengua podían
percibir que la expresión del Nuevo Testamento «globos cubiertos con piel de ovejas»
tenía más sentido que «lobos cubiertos con piel de ovejas», sobre todo porque lobo en
el sentido de «globo» era muy conocido mientras con el sentido de «lobo» se usaba
muy poco.
72
A fin de evitar los préstamos, algunos traductores han utilizado equivalentes
descriptivos. Ellos pueden resultar de enorme utilidad. Por ejemplo, un «ancla» sería
«una pesada pieza de hierro para impedir el movimiento del barco» y una «tienda de
campaña» sería una «vivienda hecha de tela».
73
[Page 103] 5
EL DESCUBRIMIENTO Y EL ANÁLISIS
DE PROBLEMAS
Tener conciencia de las dificultades es quizá lo más importante en la búsqueda de
soluciones para los problemas concernientes a la forma y el contenido. La mayor
parte de los problemas quedan sin solución porque los traductores no se dan cuenta
cabal de ellos. De hecho, el conocimiento de la dificultad generalmente significa ya
gran parte de su resolución. Sin embargo, darse cuenta de los problemas de forma y
contenido depende en gran medida de la formación de los traductores y de sus
actitudes mentales.
Las diferentes bases culturales de los traductores
A partir de la conciencia que tengan de las dificultades propias de la traducción, en
términos generales los traductores bíblicos pueden distribuirse en cuatro clases. Ellas
comprenden dos conjuntos de subclases paralelas, de los cuales uno corresponde a
los misioneros y el otro a los nacionales. Como es evidente, cualquier clasificación
exhaustiva debería tomar en consideración las diferencias existentes dentro de cada
clase; [Page 104] no obstante, nuestra sumaria clasificación resulta apropiada al
objetivo de llamar la atención hacia ciertos problemas.
Los traductores misioneros difieren mucho unos de otros en cuanto a la
sensibilidad que tengan ante los obstáculos propios de su tarea. Ello depende
esencialmente de su grado de identificación con la lengua y la cultura receptoras y no
de su conocimiento de los textos y el entorno cultural de la lengua fuente, aunque a
este respecto también pueden darse diferencias notables.
Si los traductores misioneros tienden a evaluar en forma negativa al pueblo
receptor, tanto en lo referente a su lengua como en cuanto a su cultura, muy
probablemente resultarán ciegos ante los obstáculos de comunicación, pues tenderán
a considerar cualquier cosa autóctona como «manchada por el pecado» o «poseída
por Satanás». En el otro extremo, encontramos algunos misioneros con una actitud
tan romántica ante los rasgos exóticos de la lengua y la cultura en la cual trabajan
que, a todo costo, quieren conservarlo todo.
El traductor misionero que evita la actitud romántica ante la lengua receptora y
rechaza el paternalismo y las apreciaciones negativas tajantes al evaluar la cultura de
la lengua receptora, se hallará en una posición mucho mejor para reconocer los
problemas reales de comunicación entre la lengua fuente y la receptora. De tal
manera, tendrá mayor criterio para encontrar soluciones apropiadas.
74
Los traductores nacionales también se agrupan en dos clases: los que muestran
inseguridad respecto de su propia lengua, y los que no exhiben tal conducta. Los
traductores nacionales que han sido «enajenados» de su propia cultura, a menudo
topan con grandes obstáculos en la búsqueda de soluciones correctas para los
problemas de traducción. Habiendo sido educados casi exclusivamente en una
lengua extranjera y habiendo presumido generalmente la superioridad de la cultura
ligada a ella, este tipo de traductor se inclina a ser incluso más prejuiciado contra la
lengua receptora que la mayoría de los misioneros extranjeros. Puesto que con toda
[Page 105] probabilidad piensan en la lengua extranjera antes que en la propia lengua
materna, esos traductores pueden de manera completamente inconsciente trasladar a
su idioma muchas ideas, casi palabra por palabra, sin advertir que están empleando
formas de expresión que no son nada naturales. Más aún, a menudo les resulta difícil
a tales personas aceptar el consejo de aquellos compatriotas que tienen una limitada
educación formal en la lengua extranjera que dominan ellos.
Existen, sin embargo, traductores nacionales que en su juventud pueden haber
sido enajenados de su propia cultura, pero que por una u otra razón invirtieron
completamente sus actitudes, incluso al extremo de percibir su herencia autóctona de
una manera tan romántica como la de ciertos lingüistas aficionados. Estas personas
con frecuencia insisten en depurar su idioma de préstamos y rechazan las
expresiones que no coinciden perfectamente con el sistema nativo de
presuposiciones. En consecuencia, les resulta casi imposible traducir la Biblia, pues es
esencial que sean expresadas en la traducción ciertas ideas completamente nuevas.
Además, estas ideas inevitablemente van en contra de muchos conceptos
tradicionales. Normalmente no es necesario importar palabras nuevas, pero sí hay
que introducir ideas novedosas que pueden encontrar resistencia por parte de
algunas personas.
Por otra parte, la mayoría de los traductores nacionales poseen un equilibrio entre
conocimiento y juicio. Su conocimiento de los documentos en la lengua fuente puede
ser limitado y para compensar esta deficiencia necesitan comentarios y libros sobre el
acervo bíblico. Por lo demás, tales traductores podrían recurrir a un misionero que les
provea de información complementaria.
Aunque muchos traductores nacionales tienen un excelente dominio de su propia
lengua, a menudo su conocimiento de ella no es sistemático. Saben qué suena bien,
pero es frecuente que no sepan el porqué. Conocen todas las piezas del rompecabezas
cultural, pero nunca han pensado en juntarlas. De ahí que puede ocurrir que no
comprendan todas las consecuencias [Page 106] de algunas versiones, por cuanto no
han reflexionado mucho acerca del cómo y el porqué de sus propios patrones de
vida.
Actitudes extremas en los ajustes de forma y contenido
75
Existe cierta noción tradicional según la cual únicamente las personas que tienen
opiniones teológicas liberales se inclinarían a amañar el texto bíblico. Por tanto, a fin
de garantizar exactitud y fidelidad a la palabra del Señor, se da por un hecho que los
traductores deben provenir de una tradición teológica conservadora. Aunque tal
razonamiento parezca ampliamente justificado, la situación real es a menudo muy
diferente.
La motivación de tales cambios puede haber sido muy loable, pues generalmente
se han hecho con el pretexto de «mejorar el texto» y «hacérselo más inteligible a los
nativos». Pero esas «mejoras» a menudo ponen de manifiesto un concepto bastante
superficial de la revelación, y el afán evangelístico que mueve a hacer el texto más
legible con frecuencia nace de la subestimación de la capacidad de los receptores.
Como [Page 107] resultado de lo anterior, los hablantes de la lengua receptora que
tienen algún nivel de educación, muchas veces han llegado a repudiar las intenciones
de los traductores, por considerarlas no otra cosa que un paternalismo nocivo.
En contraste con la tendencia a ir demasiado lejos a la hora de hacer
transposiciones formales y culturales al texto, algunos traductores no han ido lo
suficientemente lejos al efectuar ajustes legítimos ante los requerimientos de los
idiomas receptores. Pero, nuevamente, de esto no han sido culpables exclusivamente
las personas teológicamente conservadoras, como a menudo se ha insinuado.
Quizá la falta de criterio equilibrado con respecto al grado de adaptación
permisible sea básicamente consecuencia de no haber llevado a cabo el programa de
traducción en estrecha cooperación con alguna comunidad de cristianos. Con
demasiada frecuencia los traductores trabajan aislados de una comunidad de [Page
108] creyentes y sin tener presente los deseos y expectativas de los posibles
receptores. Una traducción producida en tales condiciones luego se publica, y a
menudo se promueve con tácticas de alta presión y el resultado es que los lectores
frecuentemente terminan más confundidos que instruidos.
La tarea primordial del traductor bíblico no es la de trabajar para la iglesia, sino
con ella. Pues como las Escrituras surgieron inicialmente como respuesta a las
necesidades de una comunidad de creyentes, así también la traducción de ellas debe
nacer de ese mismo compromiso con la comunidad e interés por ella.
Bases de forma y contenido en la lengua fuente
Aunque numerosos traductores bíblicos poseen un conocimiento excelente no sólo de
las lenguas del texto original, griego y hebreo, sino también de los respectivos
presupuestos y patrones culturales de comportamiento, existen, sin embargo, muchos
otros cuyas bases son bastante limitadas.
Para quienes no saben pero reconocen su ignorancia, siempre hay esperanza,
puesto que existen numerosos libros auxiliares a disposición de los traductores. Sin
embargo, gran parte del material bibliográfico es algo técnico y los traductores
deberán leer bastante antes de obtener la información específica que requieren. Por
tal razón, se ha llevado a cabo un amplio programa tendente a la elaboración de
manuales de traducción y guías para la lectura de varios libros de la Biblia.
Para quienes no tienen conocimientos de fondo en materia bíblica, pero creen
tenerlos, hay muy poca esperanza, pues realizan su trabajo con poca o ninguna
conciencia de los errores que introducen en sus traducciones. En gran parte esto se
debe a que nunca se han tomado la molestia de comparar sistemáticamente las
presuposiciones bíblicas con las que han asimilado de su propia herencia religiosa o
con las propias de la cultura receptora.
77
[Page 109] Para los interesados en obtener un conocimiento más amplio de la
cultura fuente, existen básicamente dos tipos de ayudas:
2. Libros de carácter general como manuales bíblicos, enciclopedias y guías tan útiles
como: Arqueología Bíblica, de Ernest Wright; El Antiguo Israel: su vida e instituciones, de
R. de Vaux; y Arqueología de la Biblia: libro por libro, de Gaalyah Cornfield.
Bases en la cultura de la lengua receptora
Resulta mucho más fácil obtener información pertinente sobre la historia de los
tiempos bíblicos que conseguir la correspondiente a la cultura de la lengua receptora.
En virtud de la forma como los comentarios brindan información generalmente al
tratar del pasaje con el cual está más relacionada, el traductor puede disponer de los
datos necesarios para comprender el trasfondo cultural de un determinado pasaje
bíblico. De ninguna manera sucede así en lo que respecta a la información sobre la
cultura de la lengua receptora. Esta información debe recogerse de otras maneras
muy diferentes y tiene que analizarse sistemáticamente antes de aplicarse a
problemas particulares.
En ocasiones podría contarse con la ayuda de colegas nacionales de inteligencia y
perspicacia sobresalientes y con disposición para proveer las informaciones del caso.
Sin embargo, esta situación ideal es absolutamente excepcional. Lo más probable es
que los traductores necesiten estudiar la cultura en alguna forma sistemática y
objetiva, pues sólo así podrán recurrir luego en el momento oportuno a la
información necesaria.
[Page 110] Semejante procedimiento podría parecer de rigor para los misioneros,
aunque innecesario para un traductor nacional de quien se espera que conozca su
propia cultura. Sin embargo, el problema es que a menudo los traductores nacionales
conocen sólo superficialmente su cultura, en general porque se han educado lejos de
ella. Pero incluso si esos traductores han vivido toda la vida en su propio medio, su
conocimiento de la cultura propia puede ser tan asistemático y fragmentario que no
están en capacidad de percibir fácilmente las diferencias significativas que hay entre
los modelos locales de comportamiento y los mencionados en las Escrituras.
Por ejemplo, los traductores nacionales pueden estar convencidos de que los
niños de origen incestuoso nunca alcanzan la madurez. Pero la historia de Lot y sus
dos hijas, cuyos niños llegaron a ser los patriarcas de Moab y Amón, no resulta jamás
conflictiva para las creencias autóctonas principalmente porque el marco histórico
total del relato bíblico les parece tan distante y ajeno.
78
De igual manera, los traductores pueden saber que en contraste con los
empinados techos pajizos de su localidad, las viviendas de los tiempos bíblicos eran
principalmente de techo plano y fabricadas de madera, maleza y tierra apisonada. Y
sin embargo rara vez se detienen a pensar lo difícil que es para las personas de la
cultura receptora entender la historia de los hombres que bajaron al paralítico por el
techo de la casa donde Jesús estaba viviendo. Asimismo, pueden leer la historia de las
relaciones de Absalón con las concubinas de David sin percatarse de que este relato
puede tener un significado completamente diferente para los miembros de la cultura
local.
A fin de poder apreciar las estructuras de una cultura, todo traductor necesita
familiarizarse con algunos de los tratados generales de antropología, en particular los
escritos desde una perspectiva más popular. Al respecto, pueden citarse: Para
comprender la antropología: La historia y Para comprender la antropología: La cultura
(Estella: Editorial Verbo Divino), de Jesús Azcona.
[Page 111] Para evaluar algunas nuevas direcciones de estudio etnográfico, en las
cuales se trata a los indígenas como personas reales y no simplemente como parte de
estructuras sociales, puede leerse The High Valley, de Kenneth E. Read (New York:
Charles Scribner’s Sons, 1965).
Si se requieren estudios más amplios y análisis más profundos, se puede realizar
alguna investigación sistemática de la cultura local mediante el seguimiento de
revistas profesionales como Antropológicas, del Instituto de Investigaciones
Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y América Indígena,
publicación del Instituto Indigenista Interamericano, también de México. Sin
embargo, nada puede sustituir a la vinculación prolongada con las personas
concretas y la participación en la sociedad local, lo cual significa observar
incansablemente y hacer preguntas inteligentes. No se trata de preguntas tales como
«¿Qué quiere decir eso?» o «¿Por qué hace usted tal cosa?» Mucho más significativas
resultan interrogantes como las siguientes: «¿Cada cuánto hace usted eso?»; «¿Quién
más suele hacer esto?»; «¿Qué ventaja tiene hacer eso?» En todas las averiguaciones
de este tipo, permanentemente hay que distinguir entre las razones reales e ideales
del comportamiento y las presuposiciones reales e ideales que fundamentan las
diversas actitudes y valores.
Quizá más importante aún que el conocimiento técnico de una cultura sea una
imaginación atenta que perciba el ridículo en una expresión y pueda descubrir por
qué razón las personas ríen secretamente por algo que se ha dicho. Se debe ser capaz
de imaginar cómo van a reaccionar los sujetos ante una frase como «levante sus ojos».
¿Significará esto levantarlos de una mesa, como era el caso en una lengua del Oriente
Medio, o entornarlos dentro de la cabeza como en una suerte de trance, cosa que se
da en una lengua oriental? ¿La comparación de Isacar con un asno salvaje (Génesis
49.14) es un cumplido o un insulto? Cuando uno afirma que «El Señor es mi roca»,
¿se trata de una ayuda o de un obstáculo? Y la oración «él ata su pollino a una vid y
79
lava sus vestidos en vino» [Page 112] (Génesis 49.11), ¿quiere decir que Judá es un
mentecato o es tan rico que puede gastar en una práctica tan inútil?
A medida que se aprende más acerca de la cultura bíblica y la cultura receptora, y
se tiene oportunidad de estudiar y comparar las semejanzas y las diferencias, va
tomando lugar una evolución muy importante. Al principio, es casi inevitable que
uno se sienta impresionado por las diferencias, pero poco a poco comienza a percibir
más y más semejanzas y a descubrir bajo la superficie de las divergencias muchos
rasgos culturales comunes. Estos son en esencia los universales o tendencias
universales de la cultura que posibilitan la comunicación entre personas que hablan
una misma lengua y entre aquellas que hablan lenguas diferentes.
Rasgos textuales indicadores de problemas subyacentes
Cuando uno examina un texto que debe traducirse a otro idioma, se presentan ciertos
rasgos que de manera inmediata apuntan a la existencia de problemas subyacentes, al
efecto de reproducir su significado en una lengua receptora. La serie que va a
continuación comprende algunos de los rasgos más comunes causantes de
dificultades:
(1) Frases idiomáticas. En la medida en que reflejan rasgos culturales muy
específicos, las frases idiomáticas son una fuente probable de complicaciones en la
traducción. Una expresión como «sobre Edom echaré mi calzado» (Salmos 60.8) tiene
que analizarse cuidadosamente y su sentido debe determinarse a cabalidad antes de
cualquier intento de traducción, pues ella hace referencia a la posesión de la tierra y
no a su rechazo.
(2) Sentidos figurados. Difieren de las frases idiomáticas en que la extensión
figurada del sentido afecta sólo a una palabra dentro de una expresión determinada.
Deben ser objeto de recelo por cuanto ellos también suelen estar íntimamente [Page
113] ligados a peculiaridades culturales. En la frase «el que siembra para su carne»
(Gálatas 6.8), el término «carne» no puede tomarse literalmente. Alude a los deseos
naturales del ser humano.
(3) Objetos inexistentes en la cultura receptora. Palabras como «león», «camello»,
«mostaza», «barco» o «filacteria» identifican objetos que para algunas culturas no son
originarios. Eso no significa que los lectores de la cultura receptora no sepan o no
puedan aprender lo que son tales objetos. Sí significa que a menudo hay que
brindarles alguna asistencia, de modo que la información necesaria pueda
transmitirse adecuadamente.
(4) Actividades que podrían parecer extrañas a los miembros de la cultura receptora. Si,
por ejemplo, las prácticas agrícolas de una comunidad han probado durante siglos
que el cultivo mixto es altamente benéfico, puede resultar absolutamente
incomprensible que se ordene no sembrar los campos con mezcla de semillas
80
(Levítico 19.19). Quienes utilizan bueyes para arar generalmente estarán de acuerdo
con que un buey y un burro no podrán arar juntos (Deuteronomio 22.9). Sin embargo,
para los que no estén familiarizados con el uso de animales de tiro, tal prohibición
carece de sentido. Muchas personas encuentran que pisotear el grano usando bueyes
es una práctica dispendiosa, máxime si los bueyes no están abozalados.
(5) Presuposiciones implícitas que sean contrarias a las de la cultura receptora. Las
presuposiciones pertenecientes al tabú (positivo) asociado con el Arca del Pacto
pueden ser contrarias a creencias propias de la cultura receptora.
(6) Expresiones relativas a las vivencias psicológicas. Las expresiones de «amor»,
«odio», «gozo» y «placer» suelen estar en íntima relación con alguna parte del cuerpo
por ejemplo «corazón», «entrañas» o «riñones» pero en cada caso pueden [Page 114]
entrar en juego conjuntos de asociaciones muy diferentes. En las Escrituras, por
ejemplo, el «corazón» es primordialmente el centro de la percepción intelectual y la
conciencia moral, antes que el núcleo de las emociones como es el caso en la mayoría
de las lenguas europeas.
(8) Formas lingüísticas completamente diferentes de las de la lengua receptora. Rasgos
tales como las preguntas retóricas, el uso de «nosotros» cuando el referente es «yo» y
los imperativos en tercera persona (por ejemplo: «hágase la luz») pueden plantear
serias complicaciones en el trabajo de traducción.
(9) Secuencias de acontecimientos en orden no histórico. Cuando los sucesos narrados
en un texto se dan en un orden no cronológico, el traductor deberá estar atento a
dificultades posibles e incluso probables. Por ejemplo, en Marcos 1.43 el texto dice
que Jesús despidió a un leproso, mientras que el versículo 44 contiene las
instrucciones que Jesús le dio antes de que el hombre saliera.
(10) Estructuras poéticas. Plantean dificultades a la hora de seleccionar formas
equivalentes, pues las de la lengua fuente y las de la receptora casi nunca son iguales.
Por otro lado, el hecho de que las estructuras poéticas se inclinen hacia un alto
porcentaje de lenguaje figurado permite prever [Page 115] aun más complicaciones.
También debe tenerse en cuenta el persistente paralelismo que caracteriza las
estructuras poéticas hebreas. Es difícil encontrar estructuras paralelas similares que
81
no sean equívocas como también lo es compensar la pérdida de énfasis que ocasiona
el uso de otros mecanismos equivalentes.
(11) Unidades mayores del discurso. Los traductores tienden a pasar por alto algunos
elementos importantes propios de las unidades mayores del discurso, como es el caso
de los conectivos (partículas que relacionan un término con sus antecedentes y
consecuentes), las expresiones del entorno (lugar y tiempo) y los indicadores de
género literario.
En griego, por ejemplo, la marca que identifica el género de la parábola suele ser
el pronombre indefinido tis, el cual combinado con antropos a menudo se ha
traducido erróneamente como «cierto hombre», aunque debería reestructurarse como
«había una vez un hombre».
Existen muchos otros rasgos textuales que les complican el trabajo a los
traductores, pero estos once tipos son algunos de los más comunes.
Análisis de la función e importancia de los rasgos textuales
Una cosa es estar atento a las dificultades implícitas en determinados rasgos
especiales de forma y contenido, y otra muy distinta el estar en condiciones de
analizar adecuadamente la función e importancia de tales rasgos. Para descubrir el
significado funcional de rasgos formales, el traductor tiene que ver sobre todo con el
«impacto» y la propiedad con respecto al contenido. En verdad las preguntas
retóricas causan más impacto que las simples afirmaciones, pero si la lengua
receptora no emplea preguntas en tales contextos, ¿cómo se podrá lograr un impacto
similar? A menudo esto puede hacerse mediante una oración negativa o afirmativa
particularmente [Page 116] enfática. En otras ocasiones, se puede usar una pregunta
retórica negativa precedida de una frase introductoria apropiada por ejemplo:
«Nadie debería preguntar jamás …» seguida de la pregunta. Existen numerosas
formas de resolver estos problemas. Lo importante es que se reconozca la fuerza de la
expresión de la lengua fuente y sobre esta base se determine cuál sería el equivalente
más cercano en la lengua receptora.
A veces, sin embargo, los problemas de forma no son simplemente cuestión de
impacto, sino más bien de propiedad contextual. En este sentido, la poesía es una
estructura formal particularmente delicada. La poesía puede hacer que el tema
adquiera carácter trivial, si se emplea en las denuncias pronunciadas por los profetas.
Por otra parte, verter los salmos, como se hizo en la American Standard Version, de
modo que resulten completamente inapropiados para la lectura en público es
sustraerles mucho de su valor intrínseco y original.
Para determinar el impacto y la propiedad de los rasgos formales en el texto de la
lengua fuente, se deben consultar los comentarios analíticos. Es de lamentar, sin
embargo, que muchos de tales comentarios dan por supuestas las cuestiones de
82
forma y se concentran casi exclusivamente en los problemas de contenido. No
obstante, una amplia lectura en este campo ayudará al traductor a adquirir mayor
sensibilidad ante los valores asociados con los rasgos formales.
También resulta de utilidad leer lo que los traductores profesionales han escrito
acerca de la traducción de obras literarias.Textos clásicos de teoría de la traducción,
editado por Miguel Ángel Vega (Madrid: Ediciones Cátedra, 1994) es muy útil, y Style
in Language, editado por Thomas A. Sebeok (Cambridge: MIT Press, 1960) también
puede ser valioso en la provisión de mayor sensibilidad ante algunas de las
dificultades que encierra la traducción literaria. En francés, el libro La qualité en
matière de traduction, editado por E. Cary y R. W. Jumpelt (New York: The McMillan
Company, 1963) es un excelente compendio de puntos de vista sobre la traducción.
[Page 117] En alemán, el volumen Zielprache, escrito por Fritz Güttinger (Zürich:
Manesse Verlag, 1963), trata de manera particularmente eficaz algunos de los asuntos
importantes de la traducción literaria. Vea también la Bibliografía selecta, al final.
Para determinar cuáles son las más apropiadas formas correspondientes en una
lengua receptora, no se puede depender de análisis basados únicamente en rasgos de
la lengua fuente. Más que eso, uno debe basar su juicio sobre ciertos principios
esenciales de la traducción, los cuales se han formulado en libros tales como: La
traducción: teoría y práctica, Traducir sin traicionar y Traducciones bíblicas para el uso
popular, todos los cuales dirigen su atención principalmente sobre los problemas de
encontrar equivalentes satisfactorios en las diversas lenguas receptoras.
Para las técnicas relativas al estudio del significado del fondo cultural de las
Escrituras y a las posibles reacciones de los receptores pertenecientes a una lengua y
cultura diferentes, quizá el análisis más completo pueda hallarse en Exploring
Semantic Structures. En este libro se exponen y se ilustran pormenorizadamente los
diversos procedimientos de análisis.
Para aquel traductor que se interesa ante todo en las dificultades de significado
derivadas de particularidades culturales, y sobre todo de rasgos de contenido que
tienen significación simbólica particular, se puede resumir el procedimiento
pertinente como el proceso de determinar aquellos rasgos del objeto o acontecimiento
que sirven para diferenciar ese objeto y ese acontecimiento de cualesquiera otros
semejantes o afines. En otras palabras, se deben establecer los rasgos «necesarios y
suficientes» de todo objeto o acontecimiento, de modo que estos se distingan de
cualesquiera otros.
Por ejemplo, el apretón de manos puede describirse como poseedor de tres
componentes esenciales:
(1) Dos personas extienden una hacia otra la mano derecha. (Generalmente uno de
los sujetos toma la iniciativa del acto.)
83
(2) Los dos individuos se toman de la mano.
[Page 118] (3) Las manos (y los brazos) se mueven hacia arriba y abajo una o más
veces antes de soltarse.
Existen, por supuesto, numerosos rasgos especiales de tal práctica que son
pertinentes en ciertas situaciones. Es usual, por ejemplo, que el sujeto de rango
superior sea quien primero extienda la mano, aunque en la expresión de
agradecimiento sea el receptor de los beneficios quien tome la iniciativa. Las manos
pueden estrecharse con firmeza o sólo tocarse ligeramente, según el grado de
intimidad de los sujetos, la frecuencia con que se hayan encontrado y la formalidad
de la ocasión. Por último, el movimiento vertical puede ser vigoroso o suave, la
tensión muscular puede ser mucha o poca y la acción puede prolongarse o concluirse
abruptamente, también según numerosos factores que incluyen el tipo de ocasión, el
estado físico y anímico de los participantes y el sexo de éstos.
No obstante, aun habiendo descrito todos los rasgos formales del apretón de
manos, no se puede decir que se haya tratado el significado cultural del proceso. En
efecto, los variados significados son casi siempre más complejos que los rasgos del
acto mismo. Un apretón de manos puede significar que unos amigos se encuentran
luego de un período de ausencia o puede indicar que dos personas que previamente
no se conocían acaban de ser presentadas, en cuyo caso el movimiento de las manos
es mucho menos pronunciado. Un apretón de manos también puede utilizarse para
concluir un trato, expresar agradecimiento por un favor y para despedirse.
Al igual que en el caso de casi todos los sistemas de comunicación, el apretón de
manos se puede dar para transmitir intenciones que no concuerdan con la expresión
manifiesta. Por ejemplo, un anfitrión puede apresurar la partida de un huésped
tomando la iniciativa de darle la mano. Los especialistas en esta estrategia son los
hombres de negocios, quienes la utilizan para deshacerse de vendedores y
solicitantes. Un apretón de manos en tales ocasiones conserva la apariencia de la
cordialidad a la vez que comunica claramente el deseo de que la persona se vaya. De
modo semejante, uno puede exclamar [Page 119] «te queremos tanto» mientras la
curva de entonación y el tono de voz comunican precisamente lo contrario «a saber,
«francamente, detestamos tenerte aquí».
Si se hiciera un estudio pormenorizado de todas las variadas formas del apretón
de manos empleadas en el mundo occidental y de las maneras en que ellas
comunican significados, sin duda los resultados alcanzarían para llenar un libro,
dada la enorme complejidad de este patrón cultural. En otras sociedades, tipos
similares de actividades pueden exhibir una complejidad semejante. Las formas en
que los miembros de algunas tribus del África Occidental suenan los dedos al
saludarse transmiten mensajes igualmente complejos. De ahí que no sea aconsejable
dar por sentado que un elemento particular en determinada cultura tiene siempre un
84
solo significado. En realidad, es muy raro que un patrón de comportamiento
ampliamente usado tenga una significación única.
La circuncisión en realidad tiene numerosos significados diferentes, no obstante
que en sí mismo el acto sea relativamente simple: (1) una intervención quirúrgica (2)
consistente en la eliminación del prepucio. Sin embargo, los significados culturales de
esta práctica son muchos y variados. Para los judíos, simboliza la identificación con el
«pueblo de Dios» y tiene, en consecuencia, implicaciones tanto étnicas como
religiosas. La circuncisión era, por ejemplo, un requisito para el matrimonio con
personas de otros pueblos (ver Génesis 34.14–17) y llegó a ser un factor determinante
para simbolizar la relación de una persona con la ley mosaica. La circuncisión era el
símbolo capital para los judaizantes de la iglesia primitiva (ver Gálatas 2.3–5). Sin
embargo, en el mundo occidental, para la mayoría de los no judíos, la circuncisión es
sólo un medio de garantizar mayores condiciones higiénicas, si bien algunas
personas que se atienen a lo que dicen ciertos psiquiatras se inclinan a ver en el
asunto numerosos elementos encubiertos de la rivalidad y conflicto entre padre e
hijo.
Por otra parte, en numerosas sociedades, la práctica de la circuncisión constituye
un rito de fertilidad asociado a la [Page 120] madurez sexual y en ellas se convierte en
un símbolo de virilidad y de ingreso en la vida adulta. En tales sociedades, la
circuncisión tiene también muchos otros significados encubiertos, pues está rodeada
de enorme discreción, ceremonias especiales y cambios importantes en el rango y la
condición social.
El lavado de pies es un acto que tuvo en los tiempos bíblicos un significado
simbólico considerable, pero prácticamente ha perdido todo sentido en el mundo
occidental. La práctica original consistía en: (1) usar agua (2) para lavar los pies (3) de
otro. Normalmente un esclavo del menor rango era el encargado de ejecutar esta
tarea, la cual no era sólo un acto de hospitalidad, sino que también debe de haber
contribuido a mantener limpio el interior de la casa. El lavado de pies llegó a ser de
tal modo el símbolo de la hospitalidad, que en algunos contextos la expresión misma
parece haber perdido al menos algo de su sentido original. Es el caso, por ejemplo, de
1 Timoteo 5.10, pasaje en el cual «mostrado hospitalidad a los creyentes» es una
versión más correcta que «lavado los pies a los creyentes». En algunas iglesias, el
lavado de pies se mantiene como rito, pero ya no se conservan ni su vigencia cultural
ni las presuposiciones asociadas con esta práctica, por lo que tampoco queda mucho
de su significado original.
En el tratamiento de todos los problemas semejantes que atañen al contenido del
mensaje, hay que distinguir cuidadosamente dos niveles de análisis:
1. La determinación de los rasgos que definen con precisión el acontecimiento o el
objeto en estudio.
85
2. La descripción del significado que un determinado rasgo tiene en la cultura de la
lengua fuente.
No deberá pensarse nunca que el significado se desprenderá automáticamente de
los rasgos de la forma, del mismo modo que tampoco se presume que la significación
de una palabra se hará patente a partir de los sonidos que la constituyen.
[Page 121] La tarea del traductor es mucho más compleja que el simple estudio de
los rasgos de contenido de la lengua fuente que tengan significación simbólica. El
traductor también debe analizar los rasgos de objetos y acontecimientos distintivos
de la lengua receptora, a fin de determinar hasta qué punto las formas y los
significados son paralelos. No puede esperarse nunca que sean idénticos, pero se
debe encontrar al menos alguna base funcional común o, en su defecto, rechazar la
correspondencia por inválida e inadecuada.
El traductor no está autorizado para modificar los rasgos esenciales de un objeto o
un acontecimiento, salvo cuando estos puedan usarse en sentidos figurados o
ilustrativos, en cuyo caso se deberá proceder con cautela. La mayor parte de las notas
marginales resultan particularmente importantes en las áreas donde falta
correspondencia cultural. Ahora bien, sin un examen detallado de las diferencias
exactas de forma y significado es casi imposible elaborar ayudas marginales
satisfactorias. Para un tratamiento sistemático de los problemas concernientes a los
rasgos distintivos del significado, es recomendable la lectura de Componential Analysis
of Meaning.
86
[Page 123] 6
EL SUMINISTRO DE INFORMACIÓN
ADICIONAL
Una vez analizados los problemas de traducción surgidos de la falta de
correspondencia entre la forma y el contenido, se impone ahora examinar cómo
puede proveerse la información adicional necesaria. Sin embargo, preguntémonos
antes qué es legítimo esperar de una traducción, y cuáles son los límites a los que se
puede llegar al adaptar el texto al idioma y la cultura receptores.
Objetivos legítimos de una traducción
Ante todo, una traducción debe ser el equivalente natural más cercano al mensaje
emitido en el idioma fuente. Esto significa que no puede ser la versión palabra por
palabra del original, pues el resultado sería una grave deformación del mensaje. Por
otra parte, esto significa también que una traducción no puede contener
transposiciones lingüísticas y culturales de tal tipo que tergiversen el marco histórico
de la comunicación. En consecuencia, el área lícita de equivalencia de una traducción
debe ubicarse entre estos dos extremos.
[Page 124] Desde el punto de vista negativo, no se puede esperar que la
traducción sea comprendida por una gama de personas más amplia que aquella que
fue capaz de comprender el mensaje original. De hecho, una cantidad relativamente
menor comprenderá la traducción, puesto que los participantes originales de la
comunicación fuente y receptores compartían una información considerable que no
está al alcance de los receptores en el segundo idioma. Si incluso algunos de los
receptores originales no entendieron todas las implicaciones del mensaje, con mayor
razón no es dable esperar que el texto de una traducción sea tan explícito que elimine
toda falta de comprensión.
En segundo término, no se puede esperar que cada parte de un texto sea
enteramente comprensible sin referencia al texto total. Desafortunadamente, algunos
traductores se muestran tan ansiosos de que los receptores comprendan en su orden
de aparición todos y cada uno de los versículos, que quieren verter dentro de cada
pasaje toda la información que se halla explícitamente en secciones posteriores de la
comunicación. Es preciso tomar como una unidad cualquier discurso válido y debe
esperarse de los receptores en un segundo idioma que deduzcan el significado en la
misma forma que lo hicieron los receptores en el primero, aunque ciertamente
aquéllos necesitarán alguna información más explícita, ya sea incorporada en el texto
si está estructuralmente implícita, o añadida al margen o en apéndice, si es esencial
para la comprensión.
87
En tercer lugar, es un error procurar que la traducción sea más clara de lo que el
autor quiso que fuera el original. Si hay indicios de que el autor original fue
deliberadamente oscuro o ambiguo, entonces la oscuridad o ambigüedad deben
mantenerse, quizá con una nota marginal que explique esa oscuridad o ambigüedad
intencionales. Si por otro lado, como suele suceder, la oscuridad o ambigüedad se
deben a limitaciones por parte de los eruditos para comprender lo que el autor quiso
decir, entonces se debería, a fin de hacer justicia al propósito del autor, colocar en el
texto el significado más probable y cualquier alternativa en el margen.
[Page 125] Desde el punto de vista positivo, puede establecerse que una
traducción no debe inducir a error al lector común y corriente para quien se destina
la traducción. Si esto sucede, es evidente que el traductor ha fallado en una u otra
forma. O la traducción misma debe corregirse, si el problema esencial es una mala
interpretación de los componentes semánticos de las expresiones usadas, o bien se
debe proveer al margen la información compensadora o correctiva, si es que el
contenido cultural del texto original se presta al equívoco, desde la perspectiva de las
presuposiciones de la cultura receptora.
Además, una traducción no debería ser una cadena de palabras sin sentido, de las
cuales el lector común y corriente no pueda extraer ningún significado razonable. En
tal caso, o la traducción misma debe ser corregida para reflejar más adecuadamente el
significado del original, o, si el texto original es de suyo totalmente incomprensible,
debe entonces indicarse en una nota marginal la imposibilidad de asignarle con
certeza un significado al pasaje.
Como ya se anotó, en Marcos 9.49, por ejemplo, la frase «todos serán salados con
fuego» no tiene sentido lógico y como los mismos eruditos no saben a ciencia cierta
qué significa, es imposible determinar cómo se podría expresar más claramente. Una
nota marginal que indique que la expresión es igualmente enigmática en el texto
original, sería lo más recomendable en este caso.
Más aún, ninguna traducción debe producir en el lector común y corriente el
deseo de rendirse ante la lectura del texto a consecuencia del exceso de aspectos
formales. Si el texto está sobrecargado formalmente, lo cual a menudo resulta del
abuso de combinaciones de palabras raras y dificultosas, debe reestructurarse
sistemáticamente de manera que el lector común y corriente vaya captando el
mensaje del texto a un ritmo razonable. Esto no significa, sin embargo, que el ritmo
de comprensión de un libro como la Epístola a los Hebreos deba ser el mismo que el
del Evangelio de Marcos. Tal nivelación [Page 126] de la carga comunicativa
indudablemente no sólo viola la estructura formal del mensaje, sino que sería
incompatible con la complejidad del contenido.
Tipos de problemas que justifican la información adicional
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De acuerdo con las expectativas legítimas de una traducción satisfactoria, la
información adicional se justifica cuando concurren los siguientes tipos de
problemas, de los cuales señalamos sólo los principales:
[Page 127]
1. Divergencias importantes en los textos originales.
2. Interpretaciones del texto significativamente diferentes.
3. Acontecimientos históricos que podrían confundir o carecer de sentido.
4. Eventos ilustrativos.
5. Expresiones figuradas.
6. Objetos que difieran en forma o función.
7. Expresiones vacías.
La importancia de una variante textual depende de dos factores:
1. El uso tradicional de determinada versión en traducciones de las Escrituras
publicadas previamente (por ejemplo: versiones de la tradición bizantina del Nuevo
Testamento griego) y que, en consecuencia, abundan en traducciones tales como la
versión Reina‐Valera.
2. El peso relativo de la evidencia textual.Cuando la prueba textual es aplastante en
favor de uno u otro lado de una variación textual, no es necesario incluir ésta en una
lista de variantes interpretativas, a menos que el pasaje figure prominentemente en
una tradición particular de traducciones. En términos prácticos, esto significa que
para el Nuevo Testamento Griego publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas, no
es recomendable introducir notas textuales para las interpretaciones alternativas si la
variante escogida está clasificada como A o B, a menos que la alternativa represente
el Textus Receptus y ocupe un lugar prominente en la tradición de la iglesia.
Al mismo tiempo, es poco realista e induce a confusión al lector común y corriente
introducir todas las interpretaciones alternativas que, a lo largo de los años, han
defendido diversos eruditos. Esto produciría un volumen de notas marginales tan
extenso como el texto bíblico mismo. Es preciso seleccionar las diferencias
importantes y éstas no irían, para la Biblia en su conjunto, más allá de unos
trescientos o cuatrocientos pasajes.
Al abordar hechos históricos o culturales que puedan inducir a error o carecer de
sentido, se puede proveer una nota marginal para explicar la pertinencia del evento.
En algunas [Page 128] ocasiones también se podría proporcionar en el texto mismo
una expresión identificadora, la cual se combinaría con la expresión literal original
para formar lo que se llamaría un «doblete semántico».
Por ejemplo, si ungir con aceite en tanto símbolo de designación para una tarea
especial es enteramente desconocido, en algunos pasajes se puede emplear, como ya
se anotó, una frase como «designar mediante el derramamiento de aceite sobre la
cabeza». La inclusión de «designar» sirve como expresión genérica para identificar la
referencia a la unción, la cual de otro modo resultaría confusa. En buena cantidad de
contextos, sin embargo, la acción de ungir puede ser totalmente secundaria a la
función de designar y, en tales casos un verbo que indique «designar para una tarea»
quizá sea suficiente.
Toda expresión genérica para denotar una función debería ser sucinta. Una
expresión extensa podría resultar anacrónica, pues sugeriría que el autor original se
había visto obligado a proveer abundantes explicaciones de algo que habría sido
perfectamente evidente para sus lectores.
En ciertas áreas del África Occidental, el poner ramas al paso de un jefe o alto
oficial constituye un grave insulto y, en consecuencia, la acción de la multitud que
arrojó ramas al paso de Jesús a su entrada en Jerusalén sería totalmente
malentendida, a menos que las Escrituras tengan alguna explicación, ya sea en el
texto o al margen. Sería posible identificar la significación del suceso añadiendo en el
texto un calificador genérico como, por ejemplo, «para honrar a Jesús, echaron ramas
en el camino». Esto, a su vez, podría complementarse al margen con una explicación
más completa.
De manera similar, la sorpresa de los discípulos frente al hecho de que Jesús
hablara con la mujer samaritana, cuando se suponía que ningún rabino debía hablar
en público con una mujer, se podría indicar modificando ligeramente la pregunta que
los discípulos no se atrevieron a hacer: «¿Por qué estás hablando con ella, si eres
rabino?» (Juan 4.27). Luego se podrían dar más detalles en el margen.
90
[Page 129] En ese mismo relato, la petición de un vaso de agua por parte de Jesús,
lo cual en algunos contextos africanos se interpretaría como una solicitud de
relaciones sexuales, resultaría menos propensa a la mala interpretación si se afirmara
en el texto lo siguiente: «Sintiéndose sediento, Jesús le dijo: Dame agua».
Cuando los hechos históricos se refieren por medio de expresiones idiomáticas, se
justifica el manejo de tales expresiones de la misma forma que cualquier expresión
figurada. Viene al caso mencionar Lucas 13.1 donde la afirmación «aquellos cuya
sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos» podría ser entendida por
algunos como que Pilato se deleitó sádicamente mezclando la sangre de sus víctimas
humanas con la sangre de los animales sacrificados. El sentido, por supuesto, es que
Pilato ordenó la matanza de las víctimas humanas mientras ellas ofrecían sacrificios,
y este sustituto no figurado podría emplearse en el texto de una traducción.
En ocasiones, los hechos o las situaciones ilustrativas plantean al traductor aun
mayor dificultad que los sucesos reales. Algunos de los hechos o situaciones pueden
ser relativamente sencillos, como es el caso de Génesis 49.12, que habla de Judá como
de una persona cuyos «ojos están inyectados de sangre a causa del beber vino» y
cuyos «dientes están blancos de beber leche» (aunque también es posible interpretar
el hebreo como «sus ojos son más oscuros que el vino y sus dientes más blancos que
la leche»). El punto central de esta afirmación no es condenar a Judá por bebedor o
glotón, sino recalcar su prosperidad y, por tanto, la posibilidad de que tuviera
plenitud de vino y leche para beber. Este aspecto del significado se puede indicar en
el texto, introduciendo una frase como «a consecuencia de su prosperidad». Esta
misma expresión calza con el contenido del verso precedente.
En ocasiones, un acontecimiento ilustrativo puede ser muy complejo, como es el
caso del relato de la mujer que se había casado con siete hermanos, todos los cuales
murieron (Mateo 22.25–28). La pregunta planteada por los saduceos era
perfectamente lógica en el contexto bíblico, pero en muchas partes [Page 130] de
África preguntar quién sería el esposo de la mujer después de la resurrección
resultaría absolutamente absurdo, pues cualquier mujer que al parecer cause la
muerte de siete esposos sería indudablemente una bruja y ninguno de los siete
desearía tener nada que ver con ella. Por supuesto que no se puede reestructurar este
evento ilustrativo, pero sí se podría proporcionar alguna información adicional de
modo que el punto central de la respuesta de Jesús no se pierda a causa del asombro
que algunos podrían experimentar ante la pregunta aparentemente absurda de los
saduceos.
En muchos casos las metáforas se deben convertir en símiles. Por ejemplo, en
lugar de «Yo soy el pan de vida» (Juan 6.35), podría ser mejor «Yo soy como el pan
que hace que la gente viva».
Cuando no exista una expresión figurada relacionada, o cuando no sea posible el
símil, se hace necesario utilizar una expresión literal. «Honrar de labios» puede
92
[Page 143] Bibliografía
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