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Compilado F.

Barragán

CONCEPTOS SOBRE SIKURI de ITALAQUE


Breves valoraciones bibliográficas sobre TemáTica Sikuriana
(posibilidades gentilicias: Sikuris de Italaque, de Escoma, de Chuma, de Moco-Moco, de Taypi-Ayca)

SIKURIS DE ITALAQUE (UNO)


Por: Boris Bernal Mansilla[*]
Italaque, pueblo ubicado en el municipio de Mocomoco del departamento de La Paz, guarda en su ser una
invaluable riqueza acuñada por tiempos milenarios y heredada de generación en generación. Este legado
majestuoso son los “Sikuris” expresión integral de saberes y conocimientos ancestrales.
Escuchar y sentir las melodías de los Sikuris de Italaque es la experiencia más cercana a lo que los monjes
hindúes llaman Shamadi;[1] la perfecta emulación a los latidos del corazón dan inicio a la armónica música
pentatónica; como gesto de creación divina es el sonido de las zampoñas, emanadas de un soplido
profundo. Todo pareciera que estos hombres convocan a seres celestiales para deleitarles con sus melodías.
Como danza es un andar lento, majestuoso, una verdadera reminiscencia de los pasos de los hijos del sol,
un verdadero acto místico de culto a su padre supremo.

LEYENDA DE ITALAQUE
Cuenta la leyenda que un anciano cortó un tallo de cebada para calmar el llanto desconsolado de un niño
con los sonidos del viento, así nació la zampoña o Siku. Así lo cuentan los poblares de Italaque y lo escribe
el R.P. Homero Elías: “Los padres del niño habían salido a cuidar sus chacras y a recoger la papa hecha tunta
que reposaba en unos charcos cercanos congelados.
La mañana era luminosa y el suelo blanco, cubierto con una capa delgada de hielo.
- Carambas esta wawa no se calla - Decía el anciano golpeando la cebada para sacarle el grano. Se acerco al
payo donde berreaba su nieto y le pregunto con voz de abuelo: - Que pasa contigo che.
Y el niño pego un grito tan fuerte que le cambio el color del rostro de barro a morado. El viento soplo fuerte
y le saco un dulce sonido a la caña de cebada. Entonces el anciano hizo una cosa muy rara: tomo varias
cañas de distintos tamaños y soplo a través de ellas; inundó la casa una música suave y armoniosa y el niño,
al oír aquello, dejo de llorar.
Así aquel hombre, sin darse cuenta, invento siku o la zampoña. Cuando los padres del niño llegaron a casa,
se regocijaron por aquel invento.
Estaban muy contentos y reían de la ocurrencia del abuelo sin saber que aquel era el origen de lo sikuris y
que su hijo perfeccionaría aquel instrumento musical
usado caña de carrizo y acompañándolo con el
bombo.
Cuando el niño creció reunió a sus amigos, con ellos
compuso melodías que tocaba una y otra vez,
mientras cuidaba el rebaño de llamas de su padre y
durante las fiestas del pueblo y posteriormente cuando
el Inca lo solicitaba”[2].
El Sikuri, hombre erguido, de facciones duras pero de sutiles movimientos y mirada armoniosa; su
vestimenta es un verdadero templo barroco recién tallado, que junto a catorce hombres constituyen una
tropa formada en un círculo de conexión inseparable, semejante a una danza de meditación.
“Ricas en vestimenta, brillantes en colorido, ofrecían el espectáculo más extraordinario que puede darse.
Muchos conjuntos ostentaban el penacho de plumas de flamenco o de avestruz, que en la parla aymara se
llaman respectivamente parihuana y suri, y que en continuo girar de los músicos se convertía en remolino
de blanco ondular. Había tropas ataviadas con levitones azules que llegaban hasta los pies y con una larga
bufanda de vicuña colgada del sombrero, en severo atuendo acorde con los adustos semblantes. Los había
de cortar vestimentas, con petos de cuero, airosos penachos de plumas de guacamayo, polainas
multicolores, ponchos de armoniosos colores, faldellines plisados, fajas, blusas, chupas y “chuspas”, camisas
con alzacuello, calzones partidos estilo “Chchuta”, bocamangas bordadas. El “achach – Kumu” (viejo
jorobado), una especie de payaso de cada conjunto, vestía de la manera más inverosímil pero siempre
ricamente y se contorsionaba inflado los carillos al soplar el pututu, cuya voz profunda resonaba con ecos
multiplicados formando una especie de fondo, de roncos estruendos, que siendo de notas muy distintas a
las de la zampoña, no se mezclaban con estas y por el contrario tenia si propia vigencia, bronca,
estremecida y prolongada como un lamento secular: Cada sicuri se movia pausadamente portando la
pesada “caja” que golpeaba al compás de la música pentatónica. El semblante imposible oscuro apenas
contraído por el refuerzo de un soplar constante que solía prolongarse por horas y días. Todo era armonioso
desde la “usuta” que calzaban hasta el alto sombrero sevillano o de plumas. El Sikuri era el complemento
multicolor del paisaje”[3].

Así es, todo en perfecto equilibrio con la


naturaleza, sus instrumentos fabricados con los
insumos que la Pachamama brinda: el Bombo
hecho de la corteza de un árbol y las
zampoñas de las cañas de carrizo.
Demostrando la simpleza de la belleza y la
perfección de la vida, sin olvidar los ritos de su
propia fabricación y su constante contacto con
sus Achachilas o Deidades, “debes dejar
serenar a la brisa del amanecer que afine tu
zampoña”. Mencionan los sabios de la
comunidad. Solo el misticismo y la devoción a sus deidades explican el sentido de su música.
Kolla significa sanador, cuya cualidad y deber ser era llevar a lo recóndito del Incario el remedio del cuerpo y
del alma (ajayu). Por tal razón no podemos separar a los kallawayas de los sikuris de Italaque son
complementos necesarios del que hacer religioso y ceremonial prehispánico.
“La música se transmite de generación en generación y aun su instrumental pues las zampoñas o sikus
pertenecen a dinastías musicales y no se renuevan sino cuando ya no suenan por viejas y deterioradas.
¿Desde qué tiempo se escucha el Sikuri? ¿Habrá sido creación americana o vendría con las migraciones de
allende los mares origen que puede rastrearse ubicando las zonas de expansión del caramillo pánico?
¡Quien lo sabe, quien lo sabe! Mas su vigencia, tan trascendendental, tan adentrada que se hace cualidad
étnica acompañó a la vida del aymara sin estropearse sin apenas cambiar en su esencia. Pues el Sikuri, que
brota de las viejas cañas de la zampoña andina, aun en el huayño mas movido, es siempre triste, con cierta
dimensión de lamento, con cierta aura adolorida que transporta y enternece”, nos dice Salazar Mostajo.
Es así el Sikuri, imponente, majestoso, sencillo, místico y melancólico, una perfecta complementariedad. El
sonido individual de cada uno de los componentes hace que
converjan en una sola melodía, siendo el mecanismo del
clavicordio un infante comparado con ellos.
Italaque capital natural de los sikuris, eres último guardián del
folklore boliviano, llevas en tu ser este invaluable caudal. Que el
mundo conozca y aprenda ahora tus saberes de vida.
[*] Boris Bernal Mansilla; Escritor y Abogado, es descendiente del Cacique kutipa
de Italaque.
[1] Shamadi un estado de conciencia de “meditación”, “contemplación” o
“recogimiento” en la que el meditante siente que trasciende las limitaciones de
su cuerpo y alcanza la unidad con lo divino.
[2] ELIAS, Chávez Homero; “Cuentos e Historias de un Pueblo llamando Italaque,
Ed. Artes graficas Delfos 2005
[3] SALAZAR, Mostajo Carlos; "Warisata Mia"; Ed. Juventud - 2000
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SIKURIS DE ITALAQUE (DOS) y su aporte a la música autóctona:

Los “Sikuris de Italaque”, y el conjunto “Huaycheños”, ambos originarios de la provincia Camacho, fueron
distinguidos por la Prefectura del Departamento de La Paz.
El prefecto paceño, José Luis Paredes, fue el encargado de distinguir a los conjuntos oriundos de la provincia
Camacho, del departamento de La Paz. La condecoración se realizó en el Palacio Prefectural.
En la ocasión, la autoridad paceña consideró “justo el reconocimiento a la incansable labor de estos
embajadores de la música boliviana por mantener viva la cultura de nuestros pueblos”.
Aseguró que una de las labores de la Prefectura es preservar los tesoros culturales de La Paz, así como de
los patrimonios tangibles e intangibles del departamento.
“Me alegro que lo nuestro aún permanezca vivo en muchas regiones como en Camacho, mi provincia”
aseguró.

“SIKURIS DE ITALAQUE”
Hace 25 años los sikuris del pueblo de Italaque, “San Miguel de Italaque” empezaron su vida artística en el
Ayllu Taypi, perteneciente al municipio de Mocomoco.
Durante la fiesta de la Virgen del Carmen que se realiza cada 16 de julio, la tradición menciona que se debe
bajar la cuesta de Huallpacayo, acompañando al Sikuri hasta el pueblo de Italaque, población que se
encuentra distante a 24 kilómetros de La Paz.
La danza que acompaña a los Sikuris, es una manifestación lenta, la música se ejecuta sin apuro, el
conjunto toca la zampoña en un duelo con el viento, rescatando los soplidos que poco a poco se
transforman en notas musicales que inevitablemente llegan a las entrañas de quien los escucha.

“LOS HUAYCHEÑOS”
El nombre original de este grupo musical autóctono es “Conjunto 5 de noviembre de Puerto Acosta”, y que
nace a orillas del lago Titicaca, en abril de 1965. Puerto Acosta es la capital de la provincia Camacho,
denominada antiguamente “Huaycho” (Ave propia de la región).
Sus fundadores fueron Javier Mantilla Vera, director del grupo y sus componentes, Fernando Mantilla, Raúl
Mantilla, Octavio Machicado Gironda, Héctor Pantoja, Luis Ibañes Machicado y Sonia Arancibia (vocalista).
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El empedrado de la Plaza de Italaque: una obra colonial de significado milenario


Fue en el año 1596 que “Charazani forma una parroquia,
Mocomoco otra, Carajina y Camata se reúne en la misma,
Umanata debe unirse a los indios de Canchis de Usadca
(Usata) para formar la Nueva reducción y parroquia de
Italaque”[1]. Este acontecimiento marca la fundación de
Italaque, siendo la iglesia el núcleo concentrador de las
actividades.
Esta iglesia abarco tres parcialidades o unidades
territoriales: Huarcas, Canchis y Pacaures, regida por un
cacique por parcialidad. Cada parcialidad a su vez estaba
constituida por los ayllus mayores de ese tiempo. Es así
que a Huarcas pertenecían los ayllus de Kollana, Cupi,
Hilacata y Taypi; Pacaures con los ayllus de Lupaca y
Kollana; la parcialidad de Canchis con los Ayllus de
Pomacanchis y Hayhuacanchis.
Fue hasta finales del siglo XVII que Italaque logra consolidar y establecer su organización territorial en 49
ayllus, con las antiguas comunidades de: Sulluphia Punama, Huayckayapu, Ituraya, Huari Huari,Pumujri,
Cariquina Grande, Tamampaya Canchi, Huyu Huyu, Huayancka, Acopata, Saphia, Pocke, Huatacana, Liani,
Taipi Ayca-Llijilliji, Morocarca, Chiñaya, Jancohuma, Pantini, Huatascapa, Huilsasi, Cariquina Chico, Cancanani,
Khellahuyu – Sallacuchu – Jacari, Chiiluni, Kallinsani, Tirackahua, Kaarani, Ticaata, Chajana, Pallallani,
Chualluma, Cutu Cutu, Pampajasi, Quillihuyu, Jichuiri, Pacolla, Phaluhuyu, Cutini Caarani, Hisca Molino,
Yocarhuaya, Jotijoti, Salapata Paripampa, Pacaures, Chojasquia – Jottilaya, Canllapampa – Tacaraca, Kanko –
Iyahuaya, Cajcschi, Jotilaya[2].
Esta organización en 49 ayllus no deriva de la voluntad subjetiva, ni del capricho de algunos. Luego de
realizar números estudios interdisciplinarios de arqueología, arquitectura e historia ligados a la cosmovisión
y la tetralectica andina en Italaque los dos últimos dos años; pudimos constatar:
“La plaza principal de Italaque presenta en su arquitectura particularidades no encontradas en
construcciones de la región realizadas en la colonia, siendo un único referente la plaza principal de Juli en el
Perú. Es de significativa preponderancia los aditamentos y detalles indígenas palmados en el arco de la
iglesia como el empedrado de plaza principal de Italaque”.
La estructura y composición del empedrado de la plaza principal de Italaque, constituye una forma simétrica
y orgánica de49 (cuarenta y nueve) cuadrados divididos en 4 (cuatro) partes iguales de 1 (metro cuadrado) =
1 m2,cada uno, los cuales están distribuidos en siete cuadrados iguales a los cuatro lados de la plaza[3].
Estos 49 cuadros empedrados repartidos en siete a los cuatro lados de la plaza representan a los ayllus del
Italaque así como la Wiphala representa a las MARKAS y SUYUS: significado de UNIDAD en la diversidad
geográfica de los Andes.
Donde no se conoce el
INDIVIDUALISMO y el
EGOISMO, donde el
hombre no vive de falsas
ILUSIONES.
Es así que a cada ayllu o
comunidad de Italaque se le
designaba un cuadrado del
empedrado de la plaza: para
su cuidado, protección y
mantenimiento, siendo el
cumplimiento del mismo un
deber ser categórico para su
comunidad[4].
Esta forma graficada en el empedrado de la plaza principal de Italaque es el reflejo cósmico que representa
la organización del sistema comunitario y armónico de los Quechuas y Aymaras. Es la expresión de las
relaciones socio económico dentro el sistema QAMAÑA (existencia) de hermandad en la reciprocidad y
solidaridad humana.
[1] SANGINES T.; “Los Andes Orientales: Historia de un Olvido”; IFEA CERES, Cochabamba 1985.
[2] La Documentación recopilada y recolectada sobre la construcción del empedrado de la Plaza de Italaque, establece que la
misma fue iniciada a mediados del siglo XVII, por encargo del párroco de la población y administrado por los caciques de Italaque
de ese entonces. (Fuente: Archivo Histórico de Chuquisaca; Archivo de Capitular de la Catedral de La Paz; Archivo Parroquial de
Italaque)
[3] Realizados los análisis de carbono-14 14C por el laboratorio “LABCLINICS” de la ciudad de La Paz a muestras líticas y sílice
tomadas de la base del empedrado de la plaza de Italaque se determino una antigüedad de inserción a la base aproximada de
300 años.
[4] Libro de Actas; Central Agraria Cantón Italaque; 1985.

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