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INTRODUCCIÓN A LAS CORRIENTES ÉTICAS

Una corriente ética cuestiona el sentido de nuestros actos humanos y encuentra razones para decidir
si una conducta moral es válida o no, independientemente de la costumbre que se tenga de ella. En el
presente curso serán tres las corrientes éticas que guiarán nuestra reflexión en torno a la vida personal,
profesional y ambiental. Aunque más adelante se describirán con detalle cada una, es importante
clarificar el sentido de todas en su conjunto. En la práctica, estas corrientes éticas no se excluyen, sino
que se complementan.
Teleología
Nombre de la Deontología
(Ética de los fines o ética de la Utilitarismo
corriente ética: (Ética del deber)
virtud)
Aristóteles Emmanuel Kant John Stuart Mill (1806-1873) y
Autor o autores:
(384-322 a. C) (1724-1804) Jeremy Bentham (1748-1832)
La felicidad solo se alcanza
cuando el ser humano busca
Todo ser humano tiende a la La intención de nuestras el mayor bien para el mayor
felicidad, pero esta solo puede acciones no debe basarse en número de personas el mayor
Idea clave:
alcanzarse a través de una vida el interés propio, sino en el tiempo posible o cuando se
virtuosa. respeto al deber. consideran las mejores
consecuencias
(consecuencialismo)
A muchas personas les motiva
Cuando cada ser en este mundo El ser humano tiende a la
la satisfacción o el premio
cumple con su propia finalidad, felicidad, pero esta solo se
inherente a una buena acción,
decimos entonces que es puede alcanzar si procuramos
pero el verdadero acto moral
perfecto. En el caso del ser también la felicidad de los
debe ser desinteresado. Kant
humano dicha finalidad se demás, es decir, cuando
distingue entre actuar en
identifica con la felicidad buscamos el bien común. En
contra del deber (acto
(estamos hechos para ser este sentido, poco importan
inmoral), actuar conforme al
felices). Para alcanzar la las intenciones personales si
deber (acto amoral) y actuar
felicidad el ser humano debe al final nuestros actos no nos
por respeto al deber (acto
aprovechar sus capacidades conducen al bien común; por
moral). Para descubrir cuándo
Síntesis de su propias: el pensamiento y la eso para el utilitarismo lo más
un acto humano es un
pensamiento: voluntad, de una manera importante es considerar
verdadero deber (acto moral),
virtuosa. La virtud es un hábito siempre las consecuencias de
debemos valernos de ciertos
que consiste en un término nuestras acciones. Una acción
principios universales
medio entre dos extremos será moralmente buena si
(máximas):
viciosos: el exceso y el defecto. tiene buenas consecuencias
1. Actúa siempre de tal
Si cada acción humana se (consecución del bien común)
manera que tu acción pueda
realizara en su justo medio, el y moralmente mala si tiene
valer como ley universal.
ser humano sería feliz. Por esa malas consecuencias (no se
2. Trata siempre a tu persona,
razón el ser humano debe logra el bien común sino solo
como a los demás, siempre
esforzarse por superar los vicios el beneficio para unos
como un fin en sí mismo, y
y alcanzar la virtud. cuantos)
nunca como un medio.
El utilitarismo nos permite
Al convencernos de la comprender que debemos
necesidad de respetar los trabajar por el bien común si
deberes, estaremos en es que deseamos ser felices,
El pensamiento de Aristóteles condiciones de comprender la pues en la medida en que
nos servirá para comprender la razón de ser de los Derechos nuestro entorno esté bien,
naturaleza de la libertad, Humanos. Los derechos son nosotros también lo
Relación con los entendiéndola como la virtud de todos y, por consiguiente, estaremos. La intención de la
temas del curso: que hace posible alcanzar la todos somos responsables de ética ambiental es justamente
felicidad. También respetarlos y promoverlos. De cuidar del entorno, de nuestra
relacionaremos la virtud con los igual manera estos conceptos casa, y entender que todos los
valores. se aplican en la ética seres que habitamos el
profesional, pues enfatiza en planeta compartimos un
los derechos y obligaciones de destino común. De nosotros
los profesionistas. depende que ese destino sea
bueno.
Ética de primera generación. Ética de segunda generación. Ética de tercera generación.
Nivel de la ética:
Ética personal. Ética social. Ética ambiental.
Ética del deber (Deontología)
Kant
Introducción:
Para comentar:

 ¿Alguna vez alguien ha hecho algo por ti, no porque quisiera, sino
simplemente porque sabía que era su deber?
 ¿Alguna vez tú has hecho lo mismo por alguien, conocido o no, solo porque
sabías que debías hacerlo?
 ¿Qué dicen estas experiencias acerca de lo que es el deber?
 De acuerdo con Kant, hacer el bien es un deber de todos, que no debiera
tener ningún otro motivo que el respeto al deber mismo, sólo de esta manera
nuestra acción será moralmente válida. Es decir, y aunque suene
redundante, debemos hacer el bien y evitar el mal simplemente porque es
nuestro deber y punto; y no buscar la recompensa por hacer el bien o evitar
hacer lo contrario por miedo al castigo. Una persona, cuyo criterio se base
en estos principios, no es autónomo (Véase el tema “La formación del juicio
moral”)

El deber
Kant distingue tres tipos de conductas relacionadas con el deber: Actuar en contra
del deber, actuar conforme al deber y actuar por respeto al deber.

 Actuar en contra del deber es propiamente el acto inmoral. Por ejemplo, si


mi deber es ser justo, y soy lo opuesto, entonces soy inmoral, pues estaré
actuando en contra de mi deber.

 Actuar conforme al deber es un acto amoral, lo cual significa que no tiene


validez moral, aunque lo parezca. Superficialmente pareciera que la persona
está actuando de forma correcta; sin embargo, sus verdaderos motivos son
otros: la satisfacción personal, el prestigio, el premio, el “cielo”, etc.

 Actuar por respeto al deber es el auténtico acto moral, pues no hay ningún
interés ulterior para hacer las cosas, simplemente el reconocimiento racional
de que es necesario hacerlas.

Ejemplifiquemos: si le faltamos al respeto a alguien, estamos actuando en


contra del deber (acto inmoral). Si respetamos tan sólo para sentirme bien o
porque espero que el otro también me respete, o para que los demás me vean
y me feliciten, estoy actuando conforme al deber, pero mi acto es amoral. En
cambio, si respeto al otro, simple y sencillamente porque es mi deber respetarlo,
sin importar los motivos que tenga, entonces mi acto será moral.

Necesidad del respeto al deber


Seguramente alguien se ha preguntado: ¿por qué los actos deber ser morales, es
decir, sin buscar ninguna recompensa? La respuesta debemos buscarla en la
necesidad de la universalidad de la Ética. Si ésta atendiera a los motivos
personales, entonces estaríamos en serios conflictos con los motivos de los demás.
La persona responsable y autónoma es aquella que se guía por principios
racionales, es decir, universales (válidos para todos los seres humanos) y absolutos
(que no varían con las circunstancias); equivale a decir que la persona autónoma
no se guía por motivaciones particulares.

Máximas morales
Cuando el ser humano utiliza adecuadamente su razón, descubrirá que hay ciertos
principios racionales válidos para todos, independientemente de su cultura o de sus
motivaciones personales. A estos principios Kant les llamó: máximas. Una máxima
es un enunciado imperativo cuyo contenido depende de la razón y su ejecución
depende de la voluntad (Kant le llama también: Imperativo categórico). Dicho de
una manera más sencilla, una máxima es una regla que indica lo que debemos
hacer no en un nivel teórico, sino práctico.

La primera máxima de Kant se sintetiza en la siguiente oración: “Actúa de tal manera


que tu acción pueda convertirse en una ley universal”.

En esta máxima Kant destaca el aspecto universal de la Ética. Si analizáramos


racionalmente nuestras acciones, nos daremos cuenta de que hay algunas que
fomentan el bien común, mientras que otras lo perjudican. Por ejemplo, ¿cómo
podría yo saber si robar es un acto inmoral o moral? Para responderme tengo que
pensar por un momento: “¿qué pasaría si robar se convirtiera en una ley universal
y todos robaran?; es evidente que todo sería un caos, pues no habría ningún tipo
de respeto por la propiedad privada ni por el esfuerzo de los otros para conseguir
sus cosas. Robar es, por consiguiente, un acto contrario al deber, es decir, inmoral.
Por el contrario, si respeto la propiedad ajena, y en mi mente pienso que esa acción
se convierta en una ley para todos, entonces el mundo sería mucho más justo, y se
podría dar la convivencia; por lo tanto, respetar es un deber y, por consiguiente, una
acción moral. En este sentido, las motivaciones nada tienen que ver, la razón nos
impulsa a encontrar la manera correcta como debemos vivir unos con otros.

La otra máxima de Kant se enuncia más o menos de la siguiente manera: “Actúa de


tal manera que trates a los demás, como a ti mismo, siempre como un fin y nunca
como un medio”.

Para comprender la segunda máxima de Kant debemos partir de la manera como


nos relacionamos con los demás. En ocasiones podemos tratar a los otros, ya sea
como personas o incluso como cosas. Tratar a alguien como “cosa” significa
reducirlo a un aspecto instrumental, es decir, que nos servimos de él para obtener
un beneficio propio. En cambio, tratar al otro como persona implica el
reconocimiento de su propia valía y libertad, así como el reconocimiento de su
propia dignidad y el respeto de todos sus derechos.
ÉTICA DE LAS PROFESIONES O ÉTICA PROFESIONAL

La ética anida en la conciencia moral de todo ser humano y le sirve de motor, de


freno o de dirección al momento de actuar. Por otra parte, el comportamiento ético
es un componente inseparable de la actuación profesional, en la que pueden
discernirse, al menos, tres elementos:

 Un conocimiento especializado en la materia de que se trata,


 Una destreza técnica en su aplicación al problema que se intenta resolver
y
 Un cauce de la conducta del profesionista cuyos márgenes no pueden ser
desbordados sin faltar a la ética.

Hay quienes atropellan, consciente y sistemáticamente, esos márgenes, la


mayoría de las veces, no por un afán de lucro inmoderado como ocurre en otras
profesiones, sino porque en el accionar diario las instancias de control se
difuminan en beneficio de una mal entendida convivencia armónica; muchas
veces a estos colegas se les califica como profesionales inmorales o que están
faltando a la ética sin que exista un Código Profesional que sancione o respalde lo
enunciado. Pero hay otros que ignoran y ni siquiera se preocupan de los límites
éticos; de ellos se dice que son amorales.

La ética profesional está constituida por el conjunto orgánico de derechos y


obligaciones morales, deriva sus finalidades y normas específicas, de la condición
básica de persona en armonía con los anexos que implican exigencias del bien
común.

Deberes y derechos del profesional


En virtud de su profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y
derechos especiales:

Derechos:
La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre. La
vocación debe entenderse como la disposición que hace al sujeto especialmente
apto para una determinada actividad profesional. Quien elige de acuerdo a su propia
vocación tiene garantizada ya la mitad de su éxito en su trabajo. En cambio, la
elección de una carrera profesional sin tomar en cuenta las cualidades y
preferencias, sino, por ejemplo, exclusivamente los gustos de los padres, o los
intereses de la familia, fácilmente puede traducirse en un fracaso que, en el mejor
de los casos, consistiría en un cambio de carrera en el primero o segundo año, con
la consiguiente pérdida de tiempo y esfuerzo.

Finalidad de la Profesión. La finalidad del trabajo profesional es el bien común. La


capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un
mejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el beneficio de la
sociedad. Sin este horizonte y finalidad, una profesión se convierte en un medio de
lucro o de honor, o simplemente, en el instrumento de la degradación moral del
propio sujeto.

El beneficio propio. Lo ideal es tomar en cuenta el agrado y utilidad de la profesión;


y si no se insiste tanto en este aspecto, es porque todo el mundo se inclina por
naturaleza a la consideración de su provecho personal, gracias a su profesión. La
profesión deja, al final de cuentas, una de las satisfacciones más hondas.

Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial en


triple sentido: capacidad intelectual, capacidad moral y capacidad física.

La capacidad intelectual consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de su


profesión, lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados. Estos
conocimientos se adquieren básicamente durante los estudios universitarios, pero
se deben actualizar mediante las revistas, conferencias y las consultas a bibliotecas.

La capacidad moral es el valor del profesional como persona, lo cual da una


dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que
encuentra. Abarca no sólo la honestidad en el trato y en los negocios, no sólo en el
sentido de responsabilidad en el cumplimiento de lo pactado, sino además la
capacidad para abarcar y traspasar su propia esfera profesional en un horizonte
mucho más amplio.

La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a las cualidades corpóreas,


que siempre es necesario cultivar, como buenos instrumentos de la actividad
humana.

Los Deberes Profesionales


Los deberes son exigencias, imposiciones indeclinables, recaídas sobre la
responsabilidad del individuo, que mientras mejor los cumple, más derecho tiene a
la feliz convivencia social.

El deber puede catalogarse en el grupo de las obligaciones morales. Estas son


deudas morales de obligado acatamiento por la fuerza de la razón sana del
individuo. El cumplimiento del deber es un rasgo enaltecedor, relevante de la
conducta humana. En el orden privado, habla elocuentemente de la educación del
individuo y de la pureza de sus propias concepciones y en el ámbito público afianza
sus relaciones sociales.
Valores y actitudes que debe desarrollar el egresado de la universidad:
 La justicia social (con sus implicaciones fiscales y su ideal de un reparto más
equitativo de la riqueza).
 La participación activa y democrática en las instituciones de todo tipo,
incluyendo la toma de decisiones en el seno mismo
de la [Universidad]
 El respeto a las diferencias legítimas entre las
personas y los pueblos, que incluiría una mayor
sensibilidad hacia la situación de colectivos como las
mujeres, los discapacitados, los indígenas, etc.
 El diálogo basado en argumentos y razones como
reconocimiento de que la dignidad de la persona
exige escuchar a todos y tener en cuenta las
aspiraciones legítimas de todos, además de que
constituye el mejor medio para prevenir los conflictos
y buscarles solución”.

Conclusión
Para concluir, el buen empleo y uso de los conocimientos morales e intelectuales
que nos provee la ética como dogma de comportamiento, es la clave que nos llevará
al éxito, no sólo como personas, sino también como entes que desempeñamos
funciones en una sociedad en la que cualquier manera de pensar o actuar nuestra
influirá directa o indirectamente.

BIENES INTERNOS Y EXTERNOS EN LAS ACTIVIDADES SOCIALES


Adela Cortina

Los bienes internos de una actividad social son aquellos que normalmente
consideramos como vinculados a la existencia misma de la actividad, puesto que
son las metas o fines que le confieren sentido y la legitiman socialmente. Así por
ejemplo, el bien interno de la actividad agrícola es la producción de vegetales sanos
y nutritivos para servir de alimento a personas y animales; el bien interno de la
actividad gana der a es la producción de carne apta para el consumo, o bien la
crianza de animales domésticos para otros fines; el bien interno de la actividad
médica es la prevención de enfermedades y la recuperación de la salud de las
personas, o en su caso la disminución del sufrimiento; el bien interno de la actividad
docente es el correcto aprendizaje del alumnado; el de la judicatura es administrar
justicia de modo imparcial, y el de la educación familiar es la correcta asimilación
por parte de los hijos de unos hábitos y costumbres socialmente valiosos. Una
característica fundamental de los bienes internos es que son producidos casi
exclusivamente por la actividad social que los tiene encomendados. Esto significa
que normalmente no pueden ser realizados fuera de ella: sin una buena práctica de
la agricultura no habrá alimentos vegetales, sin una correcta actividad médica
difícilmente se curarán los enfermos, sin una adecuada labor docente es poco
probable que haya un buen aprendizaje por parte de los alumnos, y si los padres no
encaran en serio su tarea educadora, difícilmente podremos tener ciudadanos bien
educados en los valores básicos. En síntesis, si una actividad social no proporciona
adecuadamente el bien interno que le corresponde, nadie lo puede hacer en su
lugar, de modo que la sociedad entera se vería perjudicada.

En cambio, los bienes externos, por contraste frente a los internos, son aquellos que
una persona o institución obtiene con ocasión del servicio que presta a la sociedad,
pero no son específicos de una actividad en particular, sino que pueden obtenerse
en el desempeño de cualquiera de las múltiples actividades sociales. Son ejemplos
de bienes externos el dinero, la fama, el prestigio o estima social y el grado de poder
e influencia social. Una persona puede, por ejemplo, ingresar en la profesión de
farmacéutico y ejercerla de modo correcto produciendo el bien interno ligado a su
profesión: en este caso, colaborar a la recuperación de la salud de los enfermos
mediante la preparación de medicamentos. Esta persona, supongamos, puede
desempeñar su profesión de un modo tan excelente que logra una buena
reputación, unos ingresos saneados y una posición social influyente. Eso significaría
que el farmacéutico ha logrado cierta cantidad de bienes externos a su actividad
mediante la realización de los bienes internos a la misma, aunque a menudo es
necesario que acompañe la buena suerte, dado que no siempre el trabajo bien
hecho proporciona beneficios tangibles de inmediato. Cuando tales beneficios por
fin llegan, en principio será correcto, legítimo, moralmente inobjetable, éticamente
adecuado, que quien ha proporcionado excelentes bienes internos en su actividad,
pueda disfrutar de los bienes externos que en justicia le correspondan.

Toda persona que ingresa en una profesión o ejerce una actividad socialmente
legitimada como necesaria o conveniente, tiene derecho a obtener los bienes
externos que normalmente lleva aparejado el ejercicio de dicha profesión o
actividad. Pero atención: lo que legitima socialmente la actividad es la producción
de los bienes internos, y no la obtención de los bienes externos. El farmacéutico de
nuestro ejemplo no puede argumentar válidamente que prefiere utilizar su profesión
“para fabricar venenos a modo de armas” y “para fabricar drogas de diseño”, porque
así obtendrá más dinero y más poder que con el ejercicio habitual de la profesión;
porque lo que legitima socialmente la existencia de esa profesión no es la obtención
de dinero y poder, sino el servicio a la salud de los enfermos. Sólo en el ejercicio
recto de la profesión será legítima la obtención de ciertas cuotas de dinero y poder
e influencia social, que en ocasiones pueden llegar a ser altas.

Por otra parte, constatar que las tareas humanas tienen unos bienes internos que
han de ser prioritarios sobre los bienes externos no debe ser excusa para
proporcionar menos bienes externos a las personas que llevan a cabo sus tareas
con la debida profesionalidad y diligencia. Por ejemplo, si los maestros desempeñan
su trabajo con entusiasmo y entrega, a pesar de que a menudo no cuentan con los
medios adecuados para llevar sus clases de la mejor manera, y sin embargo no se
les reconoce socialmente y económicamente el esfuerzo que realizan, acabarán por
desmoralizarse, perderán la ilusión primera, y a la larga pueden, o bien abandonar
la profesión, o bien convertirse en personas corruptas en el sentido que comentaré
a continuación.

El fenómeno de la corrupción
Esta distinción entre los bienes internos y los externos permite entender en
profundidad en qué consiste el fenómeno de la corrupción: el corrupto es aquel que
deja de lado la consecución de los bienes internos de la actividad social en la que
ingresó y se dedica casi exclusivamente a procurarse bienes externos. Desde este
punto de vista, no sólo son corruptos los funcionarios que se apropian dinero público
o los ciudadanos que intentan sobornar a otros, o quienes aceptan los sobornos,
sino también cualquiera de nosotros en la medida en que vamos olvidando la meta
legitimadora de nuestra actividad o profesión y nos dejamos llevar por la rutina de
esperar la paga sin procurar la excelencia en la tarea y sin gozar de la tarea por sí
misma. Trabajar en cualquier actividad con la mirada puesta únicamente en los
beneficios económicos, o en el posible ascenso, o en la fama que se espera
conseguir, es también una manera de ser corrupto.

La corrupción de las distintas actividades e instituciones se produce cuando


aquellos que participan en ellas dejan de buscar los bienes que les son internos y
por los que cobran su sentido, y las realizan exclusivamente por los bienes externos
que por medio de ellas pueden conseguirse: las ventajas económicas, las ventajas
sociales, el poder. Con lo cual esa actividad y quienes en ella cooperan acaban
perdiendo su legitimi¬dad social y, con ella, toda credibilidad. "Corrupción", en
definitiva, en el más amplio sentido de la palabra, significa "cambiar la naturaleza
de una cosa volviéndola mala", privarle de la naturaleza que le es propia,
pervirtiéndola.”

Pero debemos advertir de nuevo que en muchos casos las personas comienzan con
gran empuje y altos de moral en el ejercicio de una profesión, y sin embargo las
políticas de la institución a la que pertenecen o la actitud de minusvaloración de la
sociedad en general hacia a esa profesión en particular, puede llevar a muchos de
sus miembros a la desmoralización. Es muy importante, para evitar la corrupción,
que se analice con mucho cuidado cuáles son las causas que la provocan. Porque
sin duda los bienes internos han de ser prioritarios para el que ingresa en una tarea
social, pero es de justicia reconocer que esa labor merece una adecuada
recompensa que se expresa en la expectativa legítima de una porción de bienes
externos. Y si tales expectativas se ven repetidamente frustradas, no debería
sorprender que aparezcan comportamientos poco profesionales y que la corrupción
avance. En estos casos se puede producir un círculo vicioso del que es preciso salir
cuanto antes: la institución o la sociedad no recompensa adecuadamente a sus
profesionales porque opina que éstos no buscan la excelencia en el servicio, y los
profesionales dejan de buscar la excelencia porque sienten que se les niega
injustamente una porción de bienes externos que tienen merecida. Probablemente
la mejor manera de salir de ese círculo vicioso sea establecer un diálogo serio y
continuado entre las partes y comprometerse a cumplir escrupulosamente lo
acordado en ese diálogo en relación con el equitativo reparto de los bienes externos.
Esos acuerdos deberán ser renovados periódicamente para introducir en ellos los
necesarios ajustes.

Si nos preguntamos cómo hemos llegado a conocer cuál es la naturaleza propia de


una profesión o de una institución social y cómo sabemos cuáles son realmente los
bienes internos que ha de realizar, la respuesta más sencilla es que la humanidad
en su conjunto ha realizado avances en este terreno a lo largo de miles de años de
experiencia histórica. No sólo ha habido hallazgos importantes en el terreno
científico-técnico, sino también en el terreno moral y político. Algunos de esos
progresos en el terreno ético son los que se refieren a la conciencia moral en torno
al papel que deben desempeñar las profesiones e instituciones sociales. Esa
conciencia ética no es estática, sino dinámica: sus contenidos están
necesariamente sometidos a revisión continua para adaptarse a los nuevos retos y
circunstancias, pero eso no significa que no haya un núcleo de contenidos más o
menos estables y confiables, que son los que permanecen tras cada proceso de
revisión crítica.

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