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D E R E C H O R O M A N O

Carlos E. Tejeiro

LA AMBICIÓN DE UN EMPERADOR
GUERRA, FÉ Y PODER

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES


POR:
LAURA GALINDO

ln.galindo28@uniandes.edu.co • Fecha: 12 de octubre de 2010 • Cód: 200921627


El emperador Constantino el Grande.

L a figura que se ha construido sobre Constantino, hasta nuestro tiempo es mítica y a la vez nos invita a
reconocer a un gran guerrero de la antigüedad, que quizás sin él, el mundo no hubiese logrado a co-
nocer la institución que más ha durado en la historia, la iglesia cristiana.

Quizás lo que hay detrás de todo esto es que el propio Constantino, hoy en día reconocido por el
mundo como el padre de la iglesia cristiana, tanto de oriente como occidente, no hubiese tenido como objetivo la
consolidación de la religión cristiana, de hecho esta religión que en su tiempo solo era profesada por los esclavos
y los pobres, pero para aquella época esta muchedumbre de gente seguidora de otro Dios, causaría tarde que
temprano un conflicto con la creencia pagana del imperio romano; y es posiblemente que ante esa amenaza de
no poder lograr su objetivo de ser el gran emperador durante la época del bajo imperio romano, fuese lo que lo
haya motivado, a exaltar a la iglesia cristiana, usándola como elemento aglutinador de la multitud cristiana ya
ampliamente asentada en el imperio, un imperio, que junto con su religión y demás instituciones, ya estaba en
decadencia, y hacía falta algo nuevo y vigorizante para volver a consolidarlo. Por lo que se puede lo que se puede
ver de varios relatos de algunos romanistas, sobre Constantino, es que a este le interesaba en particular el cristia-
nismo porque este no solo respaldaba su victoria, sino también tendría como efecto la reorganización de su impe-
rio. Razón por la cual, las iglesias cristianas que existían por doquier se convirtieron en su apoyo político. Fue
entonces así, como Constantino intuyó que la religión “cristiana”, podía servir de fuerza vigorizante y unificado-
ra al servicio de su gran proyecto de dominación imperial.1 Pues al fin y a la postre este era el objetivo de este
ambicioso César, dominar plenamente todo el imperio romano, tanto el de oriente como occidente, el imperio
más grande que ha visto la historia de la humanidad.

Constantino, proclamado "Augusto" por las legiones romanas de Galia, después la muerte de su padre (el
"Augusto" Constancio Cloro) en el 306 d.C., debió enfrentarse a Maxencio quien reclamaba para sí el titulo impe-
rial. La noche anterior a la batalla de Ponte Milvio, tuvo una visión reveladora. Como lo relata, Eusebio de Cesa-
rea2 , Constantino vio en sueño 3 la cruz de Cristo resplandecer sobre el disco del sol 4, mientras que una voz mis-
teriosa le prometía: In hoc signo vinces. Por eso, aseguran los historiadores, durante la batalla los legionarios cons-

1 Constantino usó la iglesia para conseguir la unidad del imperio. Pero ni siquiera esto resultó conforme a lo planeado. La iglesia estaba
profundamente dividida respecto a varios asuntos. Tratando de lograr una unidad más grande, el emperador convocó a un concilio, patro-
cinadopor él, con el fin de permitir a los dirigentes religiosos que se reunieran en uno de sus palacios.

2 Quien sería después consejero eclesiástico del emperador.

3  El sueño, como también el apologista Lactancio refiere, indujo a Constantino, seguidor del culto solar como lo había sido su padre
Constancio Cloro, a reconocer en el Sol, summus deus con muchos nombres, al Dios de los cristianos: un Dios omnisciente y omnipoten-
te, Dios Único que superaba y sustituía al Olimpo de los dioses paganos. Constantino entonces buscó en Él la suprema salvación del im-
perio de Roma.

4 Según otros relatos, cuentan que fue un ángel el que se le apareció en un sueño y le dijo: “Bajo este signo conquistarás”.

1
tantinianos, ostentando sobre su lábaro y sus escudos una cruz con el monograma cristiano5, desbarataron a las
huestes adversarias y el mismo Maxencio murió ahogado en las aguas del Tíber.

Un hecho muy importante marcaría luego la libertad religiosa del imperio, en el Edicto de Milán (313).
Este fue emitido por Constantino "Para dar a los cristianos y a todos los demás el poder de seguir la religión que
uno quiera", como recita en latín el documento imperial: Ut daremos et christianis et omnibus liberam potestam sequendi
religiones quam quisque voluisset.

Posteriormente, en el año 325 Constantino convoca en Nicea6 un concilio cristiano ecuménico7 . Este
concilio de Nicea sanciona como herética la interpretación arriana de la doctrina trinitaria, confirmando la fe
cristiana según el símbolo apostólico acogido en el “Credo” como todavía hoy lo conocemos. Este fue quizás uno
de los elementos más importantes a la hora de determinar el futuro del imperio, de hecho la historia nos muestra
como a Constantino no le importó dar a su hermana en bodas para concedérsela a Licinio y así tras este acuerdo
atrajo a Licinio como aliado, pero sin importar el lazo que lo unía a este, luego lo enfrenta, hasta que satisface su
gloría al derrotarlo y hacerlo rendirse a sus pies pues luego de haberlo convencido de su proyecto unificador, solo
bastaba que pasara el tiempo, para poderlo gobernar, siendo está otra muestra de su insaciable sed de poder.

La heroica victoria, del hombre que se hacía llamar a si mismo el “Liberator Urbis” (de acuedo a una de
las inscripciones dentro del Arco, hecho en un su nombre), o como el “Fundator quietis”, refuerzan la alusión
que de hecho es interesante, pues no logra llegar a citarlo como el fundador de la Paz de Augusto. 8 (Wright,
1987) Quizás dejando en evidencía que tras el logro de consolidar la iglesia católica y de dominar el imperio,
unos siglos despues traería más guerras y que la lucha por el credo no fue un fin, sino un medio para lograr su
sed de poder y dominación.

Hoy en día el centro de la Iglesia universal está en Roma al lado del Capitolio, donde su roca (Capitolii
immobile saxum) fue consagrada por la piedra bíblica; y el Imperio Romano se transformó en el gran monte que,
según la visión profética de Daniel, había brotado de esa piedra9 . Hoy sólo quedan algunas ruinas de lo que en su
tiempo fue la gran polis romana, pero quizás el legado más importante que dejo Constantino, fue el estableci-
miento perpetuo de la religión con más poder en el mundo, ese poder que Constantino consiguió a través de las
lanzas.

5 Un monograma de las dos primeras letras de la palabra griega: Christos, un P yuxtapuesta a la letra X.

6 El Concilio de Nicea no hizo otra cosa que re-expresar la tradicional fe cristiana sobre la divinidad de Cristo, profesada desde el princi-
pio por los apóstoles. Lo hizo por medio de una definición dogmática cuya intención principal era rechazar la herejía arriana, que negaba
la divinidad del Hijo, contra la doctrina tradicional.

7 Un concilio ecuménico es una asamblea celebrada por la Iglesía Católica con carácter general a la que son convocados todos los obispos
para reconocer la verdad en materia de doctrina o de práctica y proclamarla. El término concilio proviene del latin concilium, que signi-
fica "asamblea". Ecuménico proviene del latín oecumenicum, traducción a su vez del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo) habi-
tado.

8 Wright, D. H. (1987). The True Face of Constantine the Great. Dumbarton Oaks Papers, 41, 493-507.

9 V. SOLOVIEV, La Russia e la Chiesa universale, (II ed.) Milano 1960.

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