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EXPOSICION 250 ANIVERSARIO DE GOYA.

MUSEO DEL PRADO

La exposición comienza con los cartones para tapices, todos procedentes de los fondos del

Museo, que abarcan el período comprendido entre 1775 y 1792. El orden de exposición sigue un

criterio cronológico bastante acertado -excepto en El Pelele, que aparece fuera de su serie-; lo

desconcertante es encontrar cartones que estaban en restauración y ver una gama de colores que

difiere bastante en su brillantez entre unos y otros cartones dentro de la misma serie.

Como rasgo anecdótico sólo comentar el cartón de El Pescador con Caña que presenta sobre la

superficie pictórica uno dibujos a carboncillo en la parte correspondiente a la vegetación que parecen

muy posteriores y estilísticamente no de la mano de Goya.

La selección de los retratos parece bastante buena aunque no aporta mucho de valor a los

fondos del propio museo; hay que decir que la mejor colección de Goya está en El Prado, y parece un

poco extraño traer algunos cuadros de otros museos extranjeros para completar una serie de retratos

(aparte de algunos bocetos y cartones para tapices es lo que más se ha traído) que salvo excepciones

no son de lo mejor del pintor.

Excepciones las hay; La Marquesa de Pontejos, Mujeres Conversando (admirable estudio de luces

y sombras), El Sueño (que resulta pequeño para ser una sobrepuerta) y algún otro. Un logro

importante de la exposición es haber conseguido unir a estos cuadros la hermosísima Condesa de

Chinchón y la Marquesa de Santa Cruz.

No podían faltar los archiconocidos Carlos IV y familia, muy bien encuadrados dentro del

orden cronológico de la exposición y un retrato de Carlos III (del Banco de España) que demuestra

que el rey no posó para Goya (es exactamente igual al de El Prado, con su cara burlesca).

Siguiendo el recorrido de la exposición nos encontramos con parte de la obra religiosa de

Goya, aunque la mejor pintura religiosa creo que es la de San Antonio de la Florida (excelente iniciativa

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de Ayuntamiento la de abrirla gratis al público la primera semana de la exposición como un

complemento a la del Prado) y del Pilar, ambas dispensables -no vamos a mover los frescos-, y,

volviendo al Prado, muy destacable el Tránsito de San José.

El resto de la obra de Goya no perteneciente a los fondos del Prado consiste en retratos, de los

que la mayoría no son de los más significativos dentro del catálogo del pintor. Una cosa que sí me

llama la atención es la pintura de bodegones en Goya; el Prado posee algunos cuadros de este

género, y han traído otros cuantos que nos muestran su maestría al tratar el tema (con un mucho

heredado de Velázquez), y son Liebres, Chochas, Aves Muertas y Doradas, que parecen formar parte de

una serie.

En la sala circular en donde están las Alegorías se encuentra España, el Tiempo y la Historia,

muy apropiada. Allí se encuentra el discutido retrato de Josefa Bayeu (la Pepa, como él la llamaba), La

Condesa de Chinchón y Sabasa García. No se comprende qué hacen estos retratos en esa sala a menos

que pensemos que en algún sitio había que ponerlos.

Bien, como crítica a la exposición se pueden poner muchas objeciones en cuanto al tipo

criterio al presentar las pinturas. Porque lo que en principio parece acertado se ve, a medida que se

avanza en el recorrido, que no lo es tanto. Por un lado parece cronológico al empezar la muestra por

los cartones, pero luego parece que se piensa en presentar las obras agrupadas como en series (que

muy bien pudieran ser series dentro de un marco cronológico) pero esta hipótesis se nos cae cuando

vemos dentro del mismo grupo a la Marquesa de Santa Cruz (1797), Bartolomé Sureda (1806), la Condesa

de Chinchón (1800) y Sabasa García (1811) seguido uno detrás de otro, o a Luis María de Cistue y

Martínez (encantador retrato infantil) frente a El Dos de Mayo y El Tres de Mayo... No se comprende a

menos que hayan querido presentarnos las dos caras del pintor.

En todo caso una variada gama de criterios de exposición que no casan muy bien que

digamos unos con otros.

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Pero eso no es todo. Además podemos ver que faltan cuadros que están en Madrid (supongo

que montar una exposición no es tarea fácil, sé que hay que ponerse de acuerdo con los otros

museos, pedir cuadros prestados y demás), lo que no quita para que se echen falta cuadros como la

Alegoría de la Villa de Madrid (que sigue en la sede de la Comunidad), el Aquelarre (que queda muy

bien en el Lázaro Galdiano), o los que están en el Museo Romántico.

El balance general de la exposición de Goya en el Prado es bastante negativo desde el punto

de vista de organización, parece un acontecimiento hecho de prisa y corriendo, una exposición a la

que van llegando cuadros sobre la marcha, porque hay huecos para cuadros que vendrán cuando

acaben otras exposición a las que el Prado los ha prestado.

Que alguien me explique cómo es posible estar preparando una exposición sobre un pintor,

una exposición que se supone importante, antológica, y al mismo tiempo prestar obras de los

propios fondos sabiendo que no van a estar allí cuando se abra al público.

Independientemente del criterio que uno pudiera elegir para montar el espectáculo, parece

más apropiada para mostrar simplemente los cuadros sin ir mucho más allá. Porque si pensaban

seguir un orden explicativo coherente e ilustrativo acerca de la evolución del pintor no lo

consiguieron más que en dos puntos: abrir el recorrido con los Cartones y cerrarlo con las Pinturas

Negras.

De lo que queda en medio, mejor no hablar demasiado alto.

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