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Liborio Zerda

EL
DORADO

BIBLIOTECA POPULAR DE CULTURA COLOMBIANA

Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis Àngel Arango del Banco de la República, Colombia
Biblioteca Popular de Cultura Colombiana

Publicaciones del Ministerio


de Educaci6n de Colombia.

litografía y Editorial "Cahur".-:-Bogotó, 1947.

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Liborio Zerda

EL
DORADO

BIBLIOTECA POPULAR DE CULTURA COLOMBIANA

-TOMO 11~-

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I
Oeseoso de corresponder a 10 excltoclon con que me ha honrado el
senor Redactor del Popel Periodica IIustrado, para contribuir con mi pe-
queno contingente en esta bello e interesante publiccclcn quincenal, doy
p.rincipio extractando 10 porte principal sobre antigUedodes hallados en
10 laguna de Siecha, de un informe que di a 10 sociedad etnoloqlco de
i13erlin.Este extracta ira precedido de algunos consideraciones etnol6gi-
cas que se relacionan con el osunto de este escrito.

EI senor Bostian, Vicepresidente de ese Instituto, estuvo en Bogota, Y


me aseguro que mi informe hoblo sido publicado en sus anales, pero sin
10 copia fotogrOfica de uno pieza de oro, que 10 ccornpcfiobo,

Ahora dedico esta figura con algunos otras que representan los C05-
tumbres, los ldolos, utensilios y ceremonias religiosas de los Chibchas,
de los Panches, de los antiguos Chocoes y pobladores de Antioquia, para
ilustror estas Iineas en el Popel Periodico, si el senor Redactor tiene a
bj~n su publicaciOn.

Los condiciones en que fue colocado sobre 10 tierra el hombre pnrm-


tivo ("), debil por su naturaleza, de organizaci6n primorosa, pero muy
delicado; sometido a las necesidades mas imperiosas, pero sin los medios
adecuados para satisfacerlas como los demos animales, hicieron que pu-
siera en occion 10 unlco fuente de recursos de que podia disponer, y que
Ie ha dodo el predominio' sobre todo 10 creede, su actividad cerebral no-
dente bajo el impulso de su esplritu, ayudada por 10 magnifica dispo-
siclon meconlco de sus organos de relocion. En Sl mismo tenia, pues, a

( "') Llama hombre primitivo, 01 hombre de las selvas, tanto en el con-


Ifinente europeo y asi6tico, como en el de 10 America en 1o epoca primi-
tiva de su vida.

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pesar de su debilidad, el estímulo Que lo debía conducir al progreso y


perfeccionamiento.

Desnudo y estimulado por el hambre en su reciente aporición sobre


la tierra, se cubri6 con los hilos fibrosos de las plantas y con los pieles
de sus víctimas; de estos mismos tomó el alimento sencillo que le ofre-
cía la naturaleza, o el sangriento que le había conquistado el esfuerzo
de su brazo.

Pero un estímulo superiol al de la conservación domin6 hasta cierto


punto sus instintos salvajes, el amor de su compañero y las caricias de
sus hijos, pues éstos, fieles imitadares de sus costumbres, lo siguieron en
su 'vida errante, oyudóndolo en sus faenas.

Esta vida de relaciones de familia, necesaria paro la satisfacción de


su amor natural y de sus instintos materiales, fue complementado con
el perfeccionamiento del lenguaje, medio indispensable poro estrechar
más estos relacion,es y para satisfacer mejor sus necesidades. La orga-
nización de lo fonlilia fue, pués" el primer período de su vida sabre la
tierra, período al que poéticamente se ha llamado edad de 010.

A pesar de la naturaleza salvaje del hombre primitivo, y de sus muy


rudimentarias ideas y escaso lenguaje, domeñado por la vida familiar,
que fue su primera escuela en donde aprendi6 los rudimentos sociales,
pudo elevar su espíritu a la contemplación de los fenómenos naturales
Que se ofrecían a su visto: contempló el sol, y sinti6 su benéfica influen-
cia; viO descender el rayo de la nubi! tempestuosa, y le pareció un des-
tello del sol; sintió el color de lo lavo del volcán, se aproxim6 a él, ex-
periment6 su acción calcinante y destructora y comprendió finolmente
lo que era el fuego; pero una vez extinguido éste, se vio impotente
ante esta nuevo creación del Hacedor del universo. No obstante, la fa-
cultad de inves!igoción que le sirvió como de lazarillo en sus primeros
pasos, tal vez'-ayudada de la casualidad, o por efecto de la compara-
ción del color producido por el frote, o por el choque de das cuerpos,
con los impresiones que había recibido, le hicieron poseedor del secreto
de hacer fuego y del f¡at lus de sus conocimientos salvajes. iCuántQ~¡.
ideas nuevos surgirían de su mente hasta entonces en embrión, con est~
descubrimiento adquirido por el esfuerzo de su primitiva ciencia! j Y q~

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adelantos realizaría en las casos prócticos de su vida doméstica! E!


hogar doméstico vino a ser entonces el verdadero centro de lo familia.

Pasado este largo período, debió principiar el que los poetas llaman
edad de plato, es decir, la vida de relaciones entre los diferentes fa-
milias esparcidas en la superficie de la tíerra, entonces habitable. Lo
'edad de plota fue lo época en que principió el verdadero estada social
I que sigui6 a la simple asociación de familia; a esta última han retro-
gradado los pueblos primitivas de nuestro continente, refugiodos en lo
I parte rec6ndita de las selvas, perseguidos por la vorógine de la. conquis-
I ta; deprimidos, degradados de sus derechos y olvidados par nuestros an-
I tepasadas y por nosotras mismos. Con un esfuerzo de parte de nuestros
gobiernos, estas familias se pueden salvar aún del exterminio y atraer
a la civilización y al progreso.
Muy largo debió ser el período durante el cual los hombres reuni-
dos en el hogar doméstico por el culto y servicio del fuego vivierO!"en lo
infancia del estado social. Reducidos sus conocimientos útiles en los artes
manuales, o lo fabricación de vasijas de tierra cocida necesarias en sus
menajes; a la construcción de instrumentos de modero o de piedra,
para estas mismas artes manuales, para hacer sus chozas o cabañas y
para sus faenas agrícolas; y a la confección de armas poro la guerra.
}Los disenciones entre las diferentes familias, las condujeron natural-
(mente o lo guerra tumultuoso de familia contra familia y de tribu con-
i tra tribu, sin que ella tuviera influencia notable, ni en su exterminio,
ni para constitutuírse por el derecha de la fuerza, en agrupaciones que
fueron la base de un mejor estado social. Tal fue el estado en que en-
contraron los conquistadores y principalmente las misioneros cristianos,
las familias y tribus de los caribes, salivas, achaguas, jiraras, betoyas,
arllacas, etc.
A lo edad de plata. en la que tuvieron origen los flechas armadas
l.ccon
. aristas de pescado, las aljabas, dardos y masas de madera y los
~achas e instrumentos de piedra, siguió lo época del perfeccionamien-
i to de 'los instrumentos de piedra, hechos de cuarzo indiano, de exquisitos
I,silíceas, de obcidiana ,y en general de fragmentos de rocas duras, silf-
ceas o metam6rficas. Esta época se ha designado edad de piedra. M.
¡ Mortillet ha enseñado que la industria representado por los istrumen-
I\tos de silex, se perfeccion6 gradualmetne. "En los asientos inferiores del

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dlluviwn ( •• dct Abbeeville, las hachas son lanceoladas ó tallqdas en


grcMdcts fragmentos", dice M.Broca. En la capo arcilla-arenosa que re-
cubre el diluvium, que es por consiguiente, más moderna, las hachas son
elípticos, muy alargadas y tallados en pequeños fragmentos. En fin, en el
Cisiento, superficial, llamado terreno moved iso de los pendientes, las hachas
son pulidas, en .forma de cuña y semej~ntes a las Que se encuentran en
los dolmen •• ¿Estos modificaciones sucesivos de uno misma industria,
fueron debidos o perfeccionamiento de poblaciones nuevos? Los admi-
rables trabajos V descubrimientos de M. Lastet, sobre todos los Que ha
hecho en los cabernas de Perigord, en colaboración de M. Christy, per-
miten considerar como muy probable esto último suposición."

. Sir John Lubbock. recientemente ha subdividido la edad de piedl'lll,


en dos épocas diferentes: 1~ lo paleolítica, o de piedra tallado, Que se
manifiesta por la presencia de instrumentos groseros de piedra simple-
men~e tallados en fragmentos de guijarros fluviales muy antiguos, com-
pañeros de 105 restos de animales, muchos extinguidos, hallados en lOs
Qnti~uas cavernas; 2~ lo n.olítica, representado por instrumentos de
piedra pulimentado, acompañados de objetos de arcilla cocido de. una
fabricaci6l'l perfeccionado.

Con el perfecionamiento de los instrumentos de sílex, mejoró en sU


mayor grado el arte de los alfareros y principió lo extracción y fun41'-
ción de los metales Que fácilmente se encontraban en lo superficie de
10 tierra, tales como el cobre, el oro, 10 plato, etc., y aún socaboton
lo tierra poro extraer los, como lo demuestran los indicios de explotación
de estos metales hollados en el continente europeo, y entre nosotros en
Antioquia.

Esta época fue llamado edad de bronce, porque el cobre que ••••.••
en esto ligo, de la Que se han encontrado diversos instrumentos, fue el
metal más importante, tanto porque reemplazó lo modera y lo piedrq
en lo fabricación de instrumentos guerreros y agrícolas, como por(J~¡
con el oro V lo plato le dieron muy variados aplicaciones industrial"s JI!J
,. :':¡¡j,
artlsticas. 1':
:¡~'
',:1,

1". Se na •••• así .1 ••••• tor ••••" por las i••.,ltdllCie•••• diluvio", ••• "
.ca ,,'''ica ctletefM"a.

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Con estOs metales los hombres de esta edad perpetuaron lo memorio


de sus costumbres, de sus mitos y ceremonias religiosas, cuyo origen
fue muy anterior a la edad de bronce.
Durante esto época los tribus se asociaron en cuerpos de naciones
y fundaron sus gobiernos de uno manero regular. A ella se refiere el
grande acontecimiento del descubrimiento y colonización del Nuevo
Mundo. "En la edad de bronce, dice Bory de Saint Vicent, habían llegado
los hombres al punto en que los aventureros europeos del siglo XV, en-
contraron los pueblos sometidos a la dominación de Montezuma y de
los Incas. en los cuales el oro y la plata representaban en su usa habi-
tual los primeros metales de los tiempos heróicos en el antiguo mundo."
La civilización de los pueblos mejicanos, de los incas y de los chib-
chas estaba muy adelantada; sin embargo, la de estos últimos era un
poco inferior, debido a que sus relaciones con los pueblos más adelan-
tados eran muy difíciles.
El progreso de los pueblos en las artes, la industria, en los conoci-
mientos .científicos, económicos, sociales, políticos y religiosos, está
íntimamente ligado con la facilidad de sus relaciones mutuas, con el co-
mercio de sus productos, de sus ideas y aspiraciones. Hay en estas re-
laciones una especie de selección social natural, semejante a la selección
de las razas humanos con relación al tipo primitivo, y semejante a la
selección natural de las especies primitivas en la escala zoológica y en
el reino vegetal.
las asociaciones de las familias de los Chibchas, de los Ponches, de
los Andaquíes, Timanaes, Taporogos, Chocoes, etc., relacionados entre
sí por sus costumbres, por sus mitos y tradiciones, y por su lenguaje, se
constituyeron en verdaderos estados civiles, políticos y religiosos, goberna-
dos por' jefes que mantuvieron su autonomía e independencia. Estos pue-
blos caracterizaban la edad de bronce en estas regiones andinas, época
en la que, como veremos después, estaba muy adelantado entre ellos el
conocimiento de las labores, aplicaciones y usos de los metales preciosos.
Estos pueblos de lo edad de bronce eran mós aventajados que los de
la edad de piedra. Sus loserías eran mós finas y sus adornos más cuida-
dosos.
Por grandes que hubieran sido los esfuerzos hechos por los hombres
de fa edad de bronce para conseguir su constitución social regularizada

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~. definitiva, les fciltoba poro llegar o ete fin, un elemento de progreso


industrial, 'sin el cual los sociedades modernos tal vez no serían lo que
!ion .hOy: este elemento es el fierro. La edad de fierro, estó marcado por
le adquisición de este preciosísimo metal. En rozón de sus cualidades
excepcionales, el fierro se sustituyó al cobre y al bronce desde que fue
conocido. Muy sorprendente fue poro los conquistadores el estado de ci-
vilización en que encontraron los pueblos de loslncos, los Mejicanos y
I()sChibc;has; y éstos nodo hubieron tenido que odmiror de sus domina-
dores, si el tiempo les hubiera dejado alcanzar lo c;onquista de este im-
portante metal

Pero la ley del progreso social. no dio tregua o los tribus y nociones
americanos Que marchaban lentamente hacia él; era indispensable que
lo civilizodón europeo viniera en ayuda del continente descubierto por
Colón. Desgraciadamente muchos de los conquistadores de estos poíses
fueron aventureros insaciables en su sed de oro, y no comprendieron
la importancia de una selección progresivo y pa<:ífi<:ade estas populosas
naciones.

Los generadones presentes disfrutan de la benéfico influencia del fie-


rro y de lo imprenta, que son elementos poderosos de civilización. Con
esta nos toco, no solamente, levantar lo memoria de los edades y del edl~
ficio social de nuestros antepasados, sino también librar del extermin~
los innumerables tribus que existen degradados y envilecidos, fuera del
alcance protector de nuestros centros de población.
Este es el dorado que debiéramos conquistar.
(Papel Periódico Ilustrado. póg. 176 o 178) .

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Si es verdad que el descubrimiento del Nueva Reino de Granada, he-
cho por Cristóbal Colón, y que hoy constituye la Unión Colombiano en
honor de este intrépido navegante dio origen a innumerables hechos de
audacia y de valor inmortalizados con la gloria de los conquistadores de
este extenso territorio, y de ellos el de Vasco Núñez de Balboa, que des-
cubrió el mar del Sur u Océano Pacífico, descubrimiento que el arte ha
idealizado con su magnífico pincel, también 'es ,cierto que gran parte del
ardor con que acometieron sus gloriosas empresas, fue estimulados por el
deseo de la adquisición de las fabulosas riquezas, cuya historia se ha per-
petuado con el nombre del Dorado. No es de ertrañarse, pues, que la
historia gloriosa de la conquista esté acompañada de las relaciones exa-
geradas de las inmensas riquezas de los primitivos pobladores de estas
regiones.
La primera provincia de tierra firme de la América Ecuatorial que
poblaron los españoles, fue la de Santa-Marta, nombre que le fue dado
por el Adelantado D. Rodriga de Bastidas, por haber arribado a ella el
día 29 de julio de 1525, día consagrado en honor de Santo Marta. El
cuantiosa botín en oro que tomaron los conquistadores o los indios Gayras,
Tagangas y Bondas, fue el primer estímulo adquirido en la vía de la co-
dicio, y el primer paso que dieron en esas grandes y numerosos peripecias
guerreras que a tantos hombres costó la vida. La tropa española, seduci-
da más que por el brilla de sus armas por el brillo del oro conquistado,
sacrificó a su Jefe, quien quiso conservar estas tesoros para los gastos
generales de su expedición.

Al Adelantado Bastidas sucedió D. Pedro de Heredia, conquistador de


la provincia de Calamar y fundador de lo ciudad de Cortagena. Posterior-
mente D. Gonzalo Jiménez de Quesada, de inmortal memoria, salió de
Santa-Marta en fa famoso expedición que descubrió y conquistó el Nue-
vo Reino de Granada.

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L1BORIO ZERDA

·Después d~ los primeros encuentros que tuvieron los españoles con los
valeros~ Bandos en 1526, el capitón D. Pedro Vadillo recogió en 1527,
entre Santo-Marta y Ria-Hacha, una gran cantidad de oro que repartió
entre sus soldados en las llanuras del Orinoco. En el valle de Buritica,
Gorda de Lerma en 1529 recibió de los indios un rico tributo de paz; y
del valle de T ayrona regresó a Santa-Marta D. Pedro de Lerma con se-
~nta mil castellanos de oro. En la vuelto que dieron dichos conquistado-
res por el valle de Upar y Cesare, llegaron hasta los mórgenes del río
Lebrija y recogieron cuarenta mil castellanos de oro.

Al paso que los españoles adelantaban en sus conquistas y que adqui·


rían o monos llenos el oro de los indios, dado por su voluntad como tribute>
de paz o conquistado por la fuerzo de los armas, se ibo aumentando el
entusiasmo en los Jefes por el deseo de glorio y en los soldados por lo
sed insociable de riquezas.

Lo malicia y el temor de los indios explotaron esto pasión de oro de


sus adversarias, lIevóndolos de uno a otro confín de estos regiones en bus-
co del famoso Dorado de la fóbula indígena, que, como todo consejo,
encierra olguno verdad.

Desde que tuvo lugar la rendición de los Bandos y el reconocimiemo


de lo tierra hosta el Lebrija, fueron llamados tas provincias de Sont¡:¡-
Marta y de Urabó Castillo de Oro, y por los relatos de los indios, los es-
pañoles creyeron encontrar en el valle de Tayrana un cerro de oro o ·el
Dorado. Piedrahito dice: "EI valiente capitón D. Pedro de Ursúa, por los
años de 1552, poro servir honrado o su Monarca católico, quiso empren-
der lo conquista de los T ayranas, uno de los nociones más belicosas de
las Indios. Oyó la voz que celebraba las riquezas del Tayrona del cerro
y valle en que estaban los minerales de oro y platería en que se fundían
las primorosos joyas de filigrana en varias figuras de óguilos, de sapos
y culebras, orejeros, chagualas, medios lunas y canutillos, de que tan
vistoso y ricamente se arreaban todos los nociones que corren desde el
cabo de la Velo hasta los extremidades de Urabá", etc.

Los conquistadores que salieron de Santo-Marta con Quesada, subie-


ron el Opón, llegaron o Vélez, y allí tuvieron nuevo noticio del Doroclo.
De Vélez siguieron por tierra poro el valle de los Mliiscas o Reino de
Bacotá, en donde lo riqueza de sus moradores avivó el deseo de hatlpr

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EL DORADO

el Dorado. De Bacató, Vklez y Tunja fueron los conquistmiores a some-


ter al Suamos, en donde existía el templo del Sol. En una palabra, por
todas partes se difundió la creencia y persecución del famoso Dorado.

Todos los cronistas refieren que desde el arribo de los primeros conquis-
todores a las regiones ecuatoriales de América, obtuvieron el conocimien-
to de que sus moradores poseían muchas riquezas; pero D. Juan de Cas-
tellanos en sus Elegías de varones ilustres de Indias, en una versificación
llamada de octava rima, hace mós elegante y atractiva su narración.

Perdóneme el lector que antes de continuor en el asunto principal de


este escrito, copie la bella introducción del onciano poeta, en su canto
primero, como una muestra, poro los que no la conocen, del sabor que
deja su lectura:

A cantos elegiacos levanto


Con débiles acentos voz anciana,
Bien como blanco cisne que con canto
Su muerte solemniza yo cercana.

No penen mis amigos con espanto,


Por no los comenzar más de mañano,
Pues suelen diferir buenos intentos
Mil varios y diversos corrimientos.

Más adelante en la elegía a la muerte le D. Sebastián de Belalcáz:ar,


Adelantado de la Gobernación de Popayón, en el canto segundo, dice
de las riquezas de los Muiscas:

Desde que con aquella gente vino


Anasco, Belalcázar inquiría
Un indio forastero, peregrino
Quien en la ciudad de Quito residía,
y de Bacató dijo ser vecino,
Allí venido no sé por qué vía;
El cual habló con él y certifica
Ser tierra de esmeraldas y oro rica.

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y entre los cosos que les encamino


Dijo de cierto rey que, sin vestido,
En bolsos iba por uno piscina
A hacer oblación según él vida,
Ungido todo bien de trementina
y encima cuantidad de oro molido
Desde los bajos pies hasta lo frente,
Como royo de sol resplandeciente.

Dijo más las venidos sercontinos


Allí para hacer ofrecimientos
De joyas de oro y esmeraldas finos
Con otros piezas de sus ornamentos;
y afirmando ser cosas fidedinas,
los soldados alegres y contentos
Entonces le pusieron e! Dorodo
Por infinitas vía~ derramado.

(Pope' Peri6dico lIustrodo). Págs. 207 a 21 O) .

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III
Los antiguos ,habitantes de las altas regiones de los Andes colombIa-
nos, principalmente los de la nación Chibcha, tenían adoratorios en sus
poblaciones, tales como el gran templo de Iraca en Tundama, cerca de
Sagamoso, en donde los conquistadores creyeron encontrar el Dorado, y de
donde Sugamuxi era Cacique y Pontífice supremo; y los templos de Bacatá
y Chía, cerca de los cuales vivían los jeques o sacerdotes encargados de
su custodio y ceremonias religiosas. Eran suntuosos por sus ricos ador-
nos de oro y por las ofrendas que hacían a sus dioses de tejuelos de oro
.¡ figuritas del mismo metal, que representaban hombres, mujeres y ani-
males, y aun partes interesantes de sus mitos, de sus costumbres, de su
industria y de sus escasas presunciones metereológicas, y que deposita-
ban en vasos de tierra cocida de diferentes formas. En la puerta del
templo de Iroca en Sogamoso, según Piedrahíta, estaba la que repre-
ª,
senta lo figura 1 que era de oro y servía poro colectar las ofrendas;
en Antioquia se ha encontrado la misma de tierra cocida.

La magnificencia y riqueza de los, adornos del templo de Iraca, excitó


la codicia de los conquistadores y fue destruído por las llamas del in-
cendio causado por los soldados que entraron en él.

En los costumbres religiosas de estos pueblos había también lo de


ofrendar el oro, piedras preciosos y objetos que reputaban estimados
por sus dioses, en odoratorios retirados y casi inaccesibles a la profana-
ción humana. Estos adoratorios eran principalmente las lagunas, situa-
das en las empinadas cúspides de las montañas, pues las miraban con
veneración porque creían que en ellas habían nacido sus primeros pa-
'dres; y su imaginación fantóstica, daba existencia allí también a sus
dioses tutelares.

Las lagunas mós frecuentadas como adoratorios eran las de Guata-


vita, Suesca, Siecha, Ubaque, Chingasa, Teusacá, Churuguaco, Fúquene y

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otras menos conocidas, pero la más célebre en la historio de estas regia-
'nes, y en la que los resultados obtenidos por los primeros que intentaron
desaguarla, confirmaron lo opinión de los historiadores, es la de Gua-
tavita. Esta laguna era, según la tradición, el adoratorio principal de
los chibchas; está en el páramo de la cordillera que domina el puebla
del misma nombre, pueblo que fue una de las principales ciudades
antes de la conquista y residencia de la corte del prfncipe muisca,

la Ciudad de Guatavita era, cuando la' conquistó Q~sada, lo plazo


de armas mejor fortificado, y los soldados españoles hicieron en elfo
un rico botín; .Sus moradoreS,bastantes industriosos, .sabian fundir el
oro y amoldada, trabajaban joyas, tUlIjo. y piezas de oro maciso que
k» servian de adornos, de moneda. de cambio, ,de objetos conmemoro-
tiVO$de sus ,o¡¡tumbres, de sus creencias y funciones religiosas, '1 tom-
~i61'l poro orrojarlas a las I(Igunas como' ofrendo a sus dioses.

La laguna de Guatavita (figura 2) está situada a la distancio de


cerca de un miriámetro del pueblo, y en sus orillas se dice hablo un
templo; está colocado en una situación pintoresco, en una altura, de
3,199 metros sobre el nivel del f'!'Ior y mide 5 kilómetros de circunfe-
rencia. Hernán Pérez fue el primero que intent6 desaguorla desp~
de la conquista, .Y sacó, según refiere la historia, mil pesos en objetos
de oro. Posteriormente Antonio Sepúlved\l hizo ún contrato con el' réy
de España, Felipe 11, con el mismo objeto, y en' el desogUe porciol sacó
una esmeralda de gran valor y muchos objetos de oro por valor de
doce mil pesos.

Según el historialor Zamora, cronista del siglo XVII, los socerdo-


tes de los chibchos cuidaban del templo de Guatavita, procurando man-
tener en el pueblo lo creencia de que en la hermoso laguna vivía lo
Cociea, lo que huyendo de las acusaciones de infidelidad que le haera
el Cacique, se arrojó a la laguna con su hijo,.y residía en un magnífico
palacio construido en su fondo, creencia por la cual los indios se corn-
pladan en hacerla sus mós valiosos ofrendas.
Est~ historiador dice: "Divulgóse esta fábula por tC'~a lo naci6n de
los moscas y también por los extranjeros que, admirados del prodigio,
venían o ofrecer sus dones por calles diferentes de las que hasta hoy
permanecen las señales. Entraban en unos bolsos de junco, y en medio
de lo laguna arrojaban sus ofrendos con ridl<:ulas V vanos supersticio-

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Figura 1" de la relación de "El Dorado".

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Figura 4~ de la relación de "El Dorado"

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LAGUNA· DE SIECHA.-Figuro 3~ de lo reloción

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LAGUNA DE GUATAVITA.-f'igura 2~ de lo relación

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EL DORADO

nes. Lo gente ordinaria llegaba a las orillas, y vueltas las espaidas ha-
cían sus ofrecimientos, pues tenían por desacato el que mirasen aque-
llas aguas persora que no fuese principal o calificada. También es
tradición muy antiguo la de que arrojaron en ella todo el oro y esme-
raldas luego que tuvieron noticia de que no era otra cosa lo que bus-
caban los españoles. De, esto laguna salió aquello fama del Dorado
que a tantos ha hecho decir que el Cacique de Guatavita se bañaba en
trementina y sobre ello, ponío gran cantidad de oro en polvo, librea
can que entraba dorado y resplandeciente al socrificio."

Lo relación del podre Zamora lo confirman otros historiadores del


tiempo de la conquista, entre ellos figuran además del poeta D. Juan
de Castellanos, que es el más antiguo, el podre Simón, Quesada y Fresle,
autor de "El Carnero", narrador sencillo y testigo ocular de muchos
acontecimientos de esa época.

El Obispo Piedrahita, que escribió su historia de la conquisto en


1676, dice: "que los indios tenian templos y adoratorios, y de éstos
los más célebres eran los de Bacat6, Sogamoso y Guatavita, y ellos ado-
raban mucha diversidad de ¡dolos, coma son: figuras del sol y de la luna
formadas de plato y oro; y del mismo metal figuras de hombres y mu-
jeres; otros de madera, de hilo y cera, grandes unos y otros pequeños,
y todos estos indios con cabellera y mal tallados."

"Por mono de sus sacerdotes se ejecutaban las vfctimas de sangre


humana; y a sus ídolos se les hacían ofrendas de esmeraldas, de oro en
polvo o en puntas, lagartijas y gomas, casquetes, raposas y vasos, todo
de oro."
Agrego que "el Zipa de Bogot6 recogió sus tesoros que eran cuan-
tiosos, y los hizo transportar a un sitio ignorado hasta la fecha".

La laguna de Siecha fue como la de Guatavita y otros, adoratorio


donde practicaban los chibcnas las mismas ceremonias y en donde ha-
I dan sus oblaciones. La circunstancia de ser una localidad retirada de
las miradas profanos, era favorable en la próctica de sus mitos. Sin
embargo, los señores Tovor y doctor Aguilar, opinan que fue exclusiva-
mente en esto laguna donde se verificaba la ceremonia del Dorado y
en donde el Zipo arrojó sus riquezas; fundan su opinión en las obser-
! vaciones siguientes: 1~ en lo tradición conservada por un indio descen-

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LlBORtO ZEROA

diente de los aborígenes de esos comarcas, quien lo transmitió 01 señor


O. Luis Tovar, visabuelo de los autores de esta observación, y o quien
dijo existía en esta laguna un venado de oro, y muchos riquezas arro-
jadas por sus antepasados; 21(1 que la descripción que hace el historia-
dor Zamora de lo laguna de Guqtavita, cuadra mejor con la de Siecha,
porque Guatavita significa en idioma chibcha remate de cordillera, y
lo de Siecha está 01 S. O. de Guatavita, en el límite de la cordil~era.
31(1 que los indios naturalmente desconfiados debi~ron ocultar a los es-
pañoles el verdadero lugar donde depositaron sus riquezas. 41) que ·Ias
riquezas del Cacique de Chía fueron conducidos al oriente de este pue-
blo, y precisamente hacia eso porte queda la laguna de Siecha. 5' que
de esta laguna se ha sacado oro, algunos esmeraldas y objetas de oro
fabricados por los indios. y 61(1 que en contorno de la laguna de Siecha
se han encontrado figuras de borro cocido, que representan a los indios
en diversos actitudes y vueltos lo espalda."

Debe observarse que si la significación de lo palabra Guotavita (Re.


mate de cordillera t no corresponde a la laguna de Guatavita sino el la
d~ Siecha, menos corresponde ese nombre 01 pueblo que describen las
historiadores como la ciudad fortificada, rica e industrioso de que se
ha hablado ya; y Guasca debiera llamarse Guatavita, lo que no puede
ser.

Además no puede creerse que la concordancia de los historiadores


pudiera ocultar un error tan notable.

Todas las demás observaciones le los señores Tovar, confirman el


hecho de que, en general, las lagunas fueron adoratorios de los indios
en donde depositaban objetos de oro y piedras preciosas.

Es verdad que en lo laguna de Siecha se encontró uno magnífico


pieza de oro Que representa la ceremonia del "Dorado", y cuyo descrip-
ción es el asunto principal de estas líneas; pero este hecho no está en
oposición de los que demuestran <fue en lo laguna de Guotavita se veri-
ficaba esto ceremonia: pues la belleza de esto laguna, su situación y
sus mayores dimensiones, condiciones superiores o las de lo laguna de
Siecha era bastante poro llamar lo atención de sus moradores y paro
seducir su fantástica imaginación, además de que estaba inmediato 01
templo sagrado de que habla la historio.

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EL DORADO

la laguna de Siecha (figuro 3), estó situada 01 N. E. de Bogotó y


01 S. E. de Guotovita, en un páramo de difícil acceso; sus aguas puras
)' transparentes tienen una temperatura medio le 8 grados centigrodos,
y toman una bella coloración verde por reflexión de la luz; están con-
tenidos en uno concavidad casi circular, formado por la dislocación de
los capas de arenisco, cuya posición es visible en once copos que aflu-
yen sobre los constados norte y sur y en una inclinación de 45 grados
sobre el horizonte de E. a O. Presenta un contrafuerte de una enorme
masa de roca desprendida 01 O. por donde se asciende a la laguna, y
un manto de arenisca hacia el E. que la resguardo; y es éste el punto
desde el cual está tomada lo visto de la figura 3. Está en uno altura
de 3.673 metros 01 nivel del mar, y de 1.062 metros sobre Bogotá;
mide en su diámetro mayor 220 metros, y en su menor 34 metros.

La primera compañía que se organizó poro el desague de la laguna


de Siecha la formaron los señores Pedro y Miguel Tovar, doctor Miguel
Fey, general Santander, D. Bruno Espinoso y el maestro Leán. Constru-
yeron en tajo descubierto un canal de tres metros de profundidad y
cincuenta de largo, pero no obtuvieron resultado favorable.

Posteriormente, en el año de 1856, los señores Joaquín y Bernardino


Tovor, asociados a los señores Guillermo París y Rafael Chacón, termi-
naron el desague parcial y al bajar unos tres metros el agua de lo lagu-
na, encontraron algunos piezas de oro y vorias esmeraldas.

Ultimomente, en 9 de octubre de 1870, los señores Crowther y Hen-


rique Urdo neto fueron víctimas de su entusiasmo en esto empresa:
practicaron un socavón que perforó lo roca de arenisca en )una exten-
sión de 187 metros sobre el muro occidental. En la parte correspon-'
diente al fondo del socavón, faltaban solamente tres metros poro ter-
minar la perforación; pero lo dificultad de hacer respirable el aire
viciado por los emanaciones del lodo y por lo combustión de lo pólvora
empleada poro volcar lo roca, produjO la asfixia de estos señores y de
un peón. Con este occidente desgraciado terminó la empresa.

De las piezas de oro sacadas en 1856, lo más importante es lo que


hoy posee el señor Salomón Koppel. En mi opinión esto pieza represento
lo ceremonia del Dorado. Está compuesta (figura 4) de un disco de oro
fundido en forma de balsa, de 17 centfmetros de diámetro y figurada

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LIBORIO ZERDA

por una espiral concéntrico sujeto por hilos más gruesos, soldados, dos
perpendicularmente sobre los otros dos: los hilos colocados de atrás ha-
cia adelante, se prolongan por esta porte y forman un haz con otros
que estón soldados colateralmente y parece que esta reunión forma la
cabeza de la balsa, pues es hada este lado que concurren todos los ex-
tremos, y al que dan el frente todas las figuras colocadas en ella; sobre
estO balsa hay diez figuritas de oro de forma humana: una central mós
grande que las .demás, de 7 centímetros de alto; tiene en lo cabezo
un casquete o gorro, distintivo de los caciques, y en la mano un cetro
o tridente. En contorno están las nueve restantes, cuatro en un lado y
cuatro en el otro en semicírculo, de 3 V2 centímetros d~ alto; otra mós
pequeño, de :.1 centímetros, colocada delante de lo central lleva una
canasta en lo espalda y un tridente en la mano.
¡

Indudablemente esta pieza representa la ceremonia religiosa descrita


Por Zamora; es decir, al Cacique de Guatavita rodeado de las sacerdo-
tes indios sobre la balsa de juncos que los conducía al centro de la la-
guna, en el dIo de lo oblación. La figura más peq\Jeña que esá delante
del cacique, probablemente representa algún dignatario o miembro de
lo familia reol, encorgado de llevar en la canasta los objetos que de-
bieran ser arrojados en lo laguna como ofrenda.

Esto balsa de oro pesa 268 gramos, es decir, un poco más de 58 cas-
tellanos. Contiene uno ley de fino próximamente de 800 milésimos, un
poco más de 19 kilates, por consiguiente el volar del oro sin contar el
de estimación como objeto científico es de 147 pesos 700 milésimos.

Le: laguna de Fúquene fue en tiempos muy remotos un gran lago


que ocupaba toda lo porte plano comprendido entre Tausa y Puente de
Piedra, más allá de Saboyá. Vierten o ello los aguas de los ríos Susa y
Ubaté, formados por los ríos Playa, Salino y Hatoviejo, Tausa y Len-
guasaque, y da origen al río Saravita. A quinientos metros de la Laguna
estó el pueblo de Fúquene, que fue muy grande y populoso en tiempo
de los indios, hoyes pequeño y despoblado. Según el Obispo Piedrahita,
en el siglo XVII este pueblo estaba en lo orilla de lo laguna, lo que
prueba la grande disminución de sus aguas producida por el desmonte
de las tierras circunvecinas; entonces era llamado esta laguna Siguo-
cinsó, y medía de largo de S. o N. cinco miriómetros y dos de ancho,
hoy tiene solamente 1,5 miriómetros de largo y 0,5 de ancho.

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EL DORADO

En el centro tiene dos islotes y dos islas altas; en el más grande de


aquéllos había un templo indio y varios adoratorios servidos por cien
sacerdotes para atender a los peregrinos que llegaban constantemente
de todas partes a ofrendar sus joyas de oro, de las que después se han
encontrado algunas en la laguna.
Generalmente los joyas de oro fabricadas por los chibchas ofrecen un
grande interés en el estudio de lo civilización de estos pueblos primiti-
vos, pero no son tan hábilmente fabricadas, como los que hacian los
indios de Antioquia y del Tayrona. Se comprende fácilmente esto dife-
rencia, pues que a los Chibchas les faltaba el oro que era muy abun-
dante en los aluviones de Antioquia, del Tolima, del Cauca y del Cha-
có; éstos lo vendían en cambio de la sal y de las esmeraldas de aquéllos;
así, pues, era bien difícil la adquisición de este elemento poro la indus-
tria de los cundinamarcas, y por consiguiente lento el adelanto de este
arte. Esta es una de las razones porque no es creíble la inmensa riqueza
que el cacique de Chía ocultara a las pesquizas de. los soldados de
Quesada. Además compárense las cantidades de oro que según los da-
tos estadísticos se han podida extraer, con todos los elementos de la
civilización industrial venidos a Colombia después de lo conquisto, es
decir, con las máquinas" métodos metalúrgicos y de explotación de
minas, que en tanto tiempo han servido para desentrañar el oro de
nuestro suelo; compárese, digo, estas sumas, con las que pudieron ob-
tener los pueblos primitivos con medios sencillos y escasos recursos in-
dustriales, y por largo que sea el período de civilización industrial de
esos pueblos, se verá una gran parte de esos fabulosos montes de oro
que trastornaron la imaginación de .los conquistadores y los hizo tan
exigentes y tan crueles con eso raza infeliz.

(Papel Periódico Ilustrado. Págs. 21 O a 21 2) .

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IV
Después de fundados la ciudad de Panam6 en 1519 por D. Pedro
Arios Dóvila y lo de Santo Marta en 1525 ("') por D. Rodriga de Bastidos,
fue fundodo Cartagena, lo tercero ciudad importante del Nuevo Reino,
por D. Pedro de Heredia. El acto solemne de su fundaci6n tuvo lugar
el 21 de enero de 1533 con el nombre de Calamar, que fue el del pue-
blo cuyo sitio se le asign6, pero con el tiempo se le sustituy6 el de Cor-
tagena, nomhre que antes se le había dado a. la bahla.

Un año después, en 1534, resolvi6se una expedici6n 01 interior en


busca de "El Dorado" y del mor del Sur, ignorando la gran distancia
a que estaban de él, y en 8 de enero salieron 200 hombres de infante-
ría y 50 de caballería ricamente equipados a 6rdenes de D. Pedro de
Heredia, Gobernador de Cartagena. Penetraron por le izquierdo de la
bohío y llegaron 01 pueblo de Guoteno; siguiendo después el lecho seco
y ardiente de una quebrada encontraron un caserío en el que lograron
sorprender a un anciano Cacique quien les present6 una plancha de oro,
que dijo fué llevada del Finzenú. Deseosos de llegar a este punto lleva-
ron por guía a un niño hijo del Cacique, única persona que acompa-
ñaba el anciano y que m6s tarde fue víctima de su amor filial, pues

("') En el capítulo 11 dijimos: "La primera provincia de tierra firme


de lo América ecuatorial que poblaron los españoles, fue lo de Santo
Marta", y al expresarnos así no q.\lisimos decir que Santo Marta fue
lo primera ciudad que se fundó, pU?,!,ya t.~y~1~ se 'había fundado la t9
ciudad de Panamá, y antes lo fuero~r~iíai~~a'~lIrabá y Santa María
lo antiguo del Darién. Panamá no pudo extender su población por toda
lo prov!.rlfla;lIorque fue hostilizodo durante muchos años por los caci-
ques Urracó, Mucó y Bulobó; y lo provincia de Santa Morto continuó
recibiendo muchos pobladores atraídos por sus riquezas.

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L1BORIO ZERDA

poro solvar o su podre se comprometió en su lugor o guiorlos y murió


de frío y de fotliao.

Fueron conducidos 01 trovés de uno sierra bajo, pero de terreno fra-


goso paro la caballería, y llegaron a uno vosta llanura de más de
quinc;e leguas de contorno. En esa llanura había una pequeña pQblación
de veinte cosas espaciosas y bien ventilados, en donde residía lo Ca-
cica de Finzenú con su marido. Olvidando Heredia su antiguo conducto
humanitario y pacífico que la prudencia le había aconsejado en su pri-
mero expedición, ordenó el saqueo del pueblo, en el cual hallaron los
soldados 24 ídolos de madero chapeados de láminas de oro, reunidos de
dos en dos sosteniendo hamacas, en que se depositaban las ofrendas de
,oya,S de oro, traídas al santuario por los indios peregrinos. Yo Heredia
en uno exploración anterior, en otra dirección, había encontrado en el
pueblo del Cacique Cipagua, en el templo, un ídolo de oro macizo en
formo de puerco espín, el que tomaron 01 instante diciendo que no podran
consentir en tan bestiales idolatrías. Este ídolo pesó cinco arrobas y media
(68 kilogramos 750 gramos) y fue.la pieza más grande que los españo-
les hallaron en el Nuevo Reino en todo el tiempo de lo conquisto. Esto
fue algo más que "El Dorado".

El pueblo. del Zenú era también la necrópolis general de todo la co-


marca y se componía de un gran número de túmulos o sepulcros de tie-
rra, unos en formo cónica y otros cuadrados. Practicaban un hoyo en el
suelo, capaz de contener el cadáver del indio que moría, y lo deposita-
ban en él con sus armas, joyas e ídolos de oro, que colocaban a la iz-
quierda mirando 01 Oriente, y alrededor algunas vasijas con chícha,
también maíz y piedra para molerlo, sus mujeres y esclavos si los tenía
cuando era persona principal, las cuales se embriagaban antes de ir a
aquel terrible suplicio; luego cubrían todo con uno tierra roja dándole
lo forma conveniente 01 túmulo. Así era que las dimensiones de estos
túmulos representaban la duración del duelo y la categoría del indio en-
terrado, pues según su riqueza era lo cantidad de tierra amontonada y
lo chicha consumido.

los expedicionarios que acompañaban a Pedro de Heredia, sacaron


de algunos de estos sepulcros joyas y tunjos de oro por valor de diez,
veinte y hasta treinta mil pesos. A pesar de que Heredia persuadió a su
gente de que debían diferir el saqueo de los sepulcros hasta el regresa

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EL DORADO

del descubrimiento de Zenuforo, lo tierra de donde venía el aro, los $01-


dados escondieron en un paraje secreto 300.000 pesos que habían 50-
codo .rápidamente.
Lo codicia los había. hecho ton prácticos en la inquisición de estos
sepulcros que prendían fuego o lo paja de que con el tiempo se habían
cubierto y así se ponía de manifiesto hasta el más humilde túmulo. Des-
cubrían y perforaban el lodo izquierdo, lugar en el que precisamente
habían sido colocados las joyas de oro, y de este medo la operación era
menos larga y menos laborioso:

Todo este oro, de que se había hecho mención y mucho más que ad-
quirieron por lo violencia los españoles, no lo extraían los indios de!
suelo de estas comarcas, pues no era aurífero; lo obtenían de los ha-
bitantes del Zenufara can las cuales tenían relaciones comerciales, cam-
biando sus productos industriales, agrícolas y naturales por el oro de
las regiones que hoy constituyen el Estado de Antioquio y porte del
Cauca.
El coronel Acosta dice con bastante propiedad: "Ciertamente era pre-
ciso que estos habitantes fueran laboriosos para poder, después de pro-
veer a las necesidades de la subsistencia, reunir estas cantidades de
oro que representaban el tiempo consagrado en hilar, tejer, y fabricar
las hamacas y otras telas o en recoger lo sal o secar el pescado, que eran
los artículos que cambiaban por el oro que de tan lejos les venía."

Los naturales de aquellos comarcas llamaban FinzElnú a toda la hoya


del río Zenú; designaban con el nombre de Panzellú 01 país que se en-
cuentro posando lo sierro hacia el río San Jorge, y, finólmente, ZEll'lllfara
era la tierra rica en oro en que están situadas hoy las ciudades de Za-
ragoza y Remedios sobre el río Nechí y sus afluentes. La expedición de
Heredia no pudo llegar en esta vez hasta allí; los calamidades que lelO
sobrevinieron por lo mala estación los hicieron regresar desde lo cordi-
llera que separa estas dos regiones.
Lo fama que adquirieron las ricas regiones situados al oriente del
Zenú, estimuló los ánimos de los conquistadores poro arriesgar una
nueva expedición, compuesta de cuatrocientos hombres que salieron con
D. Alonso de Heredia, hermano del Gobernador de Carta geno, Pero esta
tentativa fué mucho más desastrosa que la anterior. Sin guías, porque

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UBORIO URDA

todos los indios habían muerto de extenuación y de frío en lo serranla;


caminando a la ventura llegaron a un pueblo pequeño, principio de
los dominios del poderoso Cacique Yapel 6 Ayopel. Este libró contra los
invasores un combate terrible, del cual les fué muy trabajoso solir
triunfantes a estos últimos: Después de una marcho penosísimo durante
ogunas dios mós, llegaron 01 caudaloso río Cauca, el que les opuso un
grande, obstáculo a la continuación de su marcha y su desaliento fue
mayor cuando vieron que estos poblaciones hulan incendiando' sus co-
sas. Extenuado de fatiga, de hombre y abatido su esplritu guerrero, lo
gente espoñola regresó a Cartagena muriendo en la retirado lo mayor
parte de lo tropa.

Lo intrepidez y constancia de los castellanos no cedieron en un punto


de lo firme resoluci6n de ir en busca de las riquezas de Zenufara y del
Doraclo cfe Dabayhe, que tan cruelmente habían burlado sus esperanzos
en expediciones arruinados. D. Pedro de Heredio con 210 hombres bien
equipodos, organizó otro expedición que marchó en 1536 de San Se-
bastión de Buenovista y penetró en barcos por el Atrato. Trasladados o
tierro siguieron uno penosísimo vía por terrenos anegadizos y poblados
de selvas seculares casi intransitables; combatidos por las lluvias cons-
tantes, por los insectos y por la falta de lumbre y de víveres, daban
tormento a los infelices indios que les servíal1 de guías, creyendo que
los hablan extraviado, no siendo otro la causo de esta penosa situación
sino la obstinación en adoptar una vía intransitable. Esta expedición
terminó como los anteriores: regresó a Calamar el resto de ello.

No era posible que estos contratiempos hicieron abandonar lo idea de


le conquista del famoso ídolo de oro macizo del Dabaybe, y los soldo-
dos más robustos, intrépidos y prácticos, en número de cien hombres,
capitaneados por D. Francisco César, o quien hobian aclamado corno
jefe, emprendieron viaje en 1537, soliendo de Son Sebastión resueltos
otrasmontor lo sierro de Abibe que en cerco de veinte años había sido
una barrero inexpugnable o todos los conquistadores.

Los españoles llamaban sierra de Abibe a una cordillera de monta-


ñas que forman uno roma de los Andes en dirección de Norte o Sur,
cubierta de selvas impenetrables, solamente accesible difícilmente por
entre el lecho de los ríos y de los torrentes. En esto cordillera había un
pueblo, residencia del Cacique Abibe, de quien tomó su nombre •

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EL DORADO

Francisco César lucho con toda clase de dificultades y peligros que


pusieron o prueba su constancia; trasmontó la cordillera descendiendo
al valle de Cuaca o Guaca solamente con sesenta y tres hombres y unos
pocos cabollos, treinta y siete soldadas habían perecido en esta difícil
y gigantesca empresa.

Los esfuerzos que hicieron los habitantes de este valle poro arrojar
de allí a sus invasores, fueron inútiles al principio por la actitud pacífica
de César que dominó el ardor bélico de los naturales, y posteriormente
el intrépido lidiar de estos indios sucumbió con la muerte de su jefe Qui·
nunchú, hermano del Cacique Nutibara, señor del valle de Guaca.
Este valle era entonces una de las regiones más pobladas y más culti-
vadas que las que hoy forman el Estado de Antioquia. Sus poblaciones
estaban formadas de casas grandes, bien construí dos y cómodas. rodeo-
das de árboles frutales. Los indios cubrían porte de su cuerpo con telas
que ellos mismos tejían, eran industriosos Y ricos en alhajas e idolos de
oro.
En la jornada de Guaco encontró César sepulcros construidos con arte,
de los que sacaron cuarenta mil ducados en oro labrado en diferentes
figuras; pero no pudiendo resistir a un nuevo encuentro con estos valero-
sas y numerosos indios regresó a Cartagena.
Algún tiempo después el Iict;!nciado Vadillo, Juez; de residencio, des-
pués de haber apresado a los Heredia injustamente y de mandarlos a
España poro librarse de estos rivales afortunados, salió de Son Sebastián
de Urabó o principios del año de 1538, llevando por segundo o Francisco
César, y con una de las más fuertes V numerosos expediciones que se
formaron en esos tiempos de conquisto. Después de muchos dificultades,
penalidades y combates con los pueblos gobernados por Nutibara, des-
cubrieron el valle de Noré o Nor!. A este descubrimiento siguió lo con-
quista de las regiones casi inaccesibles de Buriticó, en donde hallaron
algunos alhajas de oro y los hornillos, moldes y demás utensilios de
que se servían los indios poro fundir y modelar el oro en muy variadas
figuras.
En el pueblo de Corí, en la ribera izquierdo del río Cauca, hacia el
Sur, murió de muerte natural el intrépida y humanitario Francisco Cé-
sar, digno de mejor suerte y de mayores glorias.

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L1BORIO ZERDA

'Después de muchos días de penosa marcha, la tropa de Vadillo lIeg6


al territorio de Umbra, que llamaron de Anserma, de anser que en idio-
ma indio significa sol, pues allí encontraron fuentes abundantes en sal.
Eneste lugar terminó la expedición de Vadillo, pues sus soldados s~
sublevaron desconociendo su autoridad, instigados por lo codicio, que
siempre fue un mal consejero, aun cuando Vadillo fue también un mal
capitÓn.
Jorge Robledo completó las exploraciones de los regiones montañosas
del Estado de Antioquia; sujetó los pueblos de los Carrapo, los Picara
y los Poso. Combatió con una tribu guerrera que llamó de los Armados, y
al pueblo que se fundó allí le dió el nombre de Arma. Estos indios salieron
al encuentro de Robledo en escuadrones bien ordenados, cubiertos con
petos, diademas y brazaletes de oro; estaban bien armados con flechas,
dardos, hondas y macanas, con los que pusieron en apuros ti lo gente
ae Robledo.

En el territorio de Quimboyo uno de los Caciques le obsequió o Ro-


bledo un vaso ó copo de oro que podía contener dos azumbres de líqui-
do, y que pesó trescientos castellanos (1,380 gramos).

Ultimomente, en 1545, Robledo recorrió lo ribera derecho del' río


Cauca hasta frente de Buriticó, descubriendo los pueblos de la Pascua,
el Blanco, de la Sal, Zenufora y Mungica. En este último había fábri-
cas de compactar sal. Pedro Ciez:a de León, dice: "En este pueblo de
Mungica, desde donde atravesamos y descubrimos el valle de Aburrá
(hoy Medellín) y sus llanos, y en otro que ha por nombre Zenufara,
hallamos otras fuentes que nacen junto ci unos sierras cerco de los ríos,
y del agua de aquellos fuentes hacían tonta cantidad de sal, que vimos
las cosos casi llenos, hechas muchas formas de sal ni más ni menos que
panes de azúcar. Y esta sal la llevaban por el valle de Aburrá o los
provincias que están al Oriente. Y con esto sal son ricos en extremo
estos indios."

El mismo historiador asegura que desde Quimbaya hasta frente o


Caramanta, en la margen derecho del río Cauca, y en los sierras veci-
nas, había habitantes en número de más de den mil almas; que cultí-
vaban en terrenos limpios, aunque quebrados, grandes sementeras de
maíz, yuca, otros raíces y muchos árboles frutales. Conocían el arte de
hilar y de tejer telas de algodón, las que servían principalmente a 10$

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mujeres poro cubrirse, aunque escasamente, su cuerpo; tenían fábricas


de compactar sol, comerciaban con ello y con sus montos en cambio
del oro que sabían fundir y labrar en joyas diversas.

El estudio de la historia de la conquisto y descubrimiento desde el


Zenú hasta el territorio que hoy forma el Estado de Antioquia y parte
del Cauca, nos do el conocimiento de que sus pobladores vivían bajo
un régimen civil en parcialidades o nociones bastante adelantados en
la vida social y en los artes manuales; que poseían el sentimiento ínti-
mo del amor patrío por el que se sacrificaron defendiendo con gran
vigor sus familias y sus hogares de la crueldad y codicio de los invaso-
res extranjeros.

La costumbre de enterrar O los miembros de sus familias en túmulos


o sepulcros, con todos 'sus riquezas, era muy generalizada, no solamen-
te entre los habitantes de los valles del Zenú, del Finzenú, de Guaca
y de Antioquia, sino también en todo el Nuevo Reino conquistado. La
formo de los sepulcros variaba algún tonto de un pueblo o otro, lo mis-
mo que los ceremonias del duelo y del entierro; pero los ideas que te-
nían sobre su espiritualismo y que los conducían á sepultar las alhajas,
instrumentos de trabajo y los mujeres del difunto juntamente con él,
eran semejantes como veremos en un capítulo posterior.

Lo significación del nombre de Guaca o Huaca con que se conoela


aquel valle, en el idioma de sus habitantes, era semejante 01 que tenía
en idioma quichua, significaba ídolo, adoratorio. Sin embargo, dice Acosta
que el dominio de los lncas no llegó sino hasta Pasto, y estos pueblos
en tiempo del descubrimiento del Nuevo Continente no tenían relación
alguno con los del Sur.

Cualquiera que seo el origen de' esto palabra, hoy mismo se designa
por los naturales de Antioquia con el nombre de Guacos los sepulturas
() santuarios de los antiguos indios, en donde se encuentran momias con
cbjetos del arte cerámica de" esos tiempos, y figuras de oro muy variados
y muy bien ejecutados; la profesión del Guaquero o buscador de gua-
cas es un arte lucrativo en esos pueblos.

La figura 5 representa una vísta del corte vertical de uno de estas


guacas a sepulcros encontrados en Antioquia, cuya copio nos fue dada
desde '1856 por el señor Manuel Paz, antiguo miembro de lo Comisión

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lIBORIO ZERDA

CoroQráfica. Estos sepulcros son cuadrados, construidos con paredes de


arcillo (greda) y guijarros; tienen uno profundidad de dos o tres me-
tros. En esta clase de guacas se encuentro más oro que en los redondos
que son los más comunes. Contienen el cadóver del indio sentado en cu-
clillos, los brazos sobre los rodillas y los monos debajo de la cabezo.
Uno loza de piedra· cubre el hueco que en el fondo del sepulcro con-
tiene el oro que poseía el indio. En esta figura están tomadas del natu-
ral dos momias que pertenecen al museo nacional; su composici6n fue
arreglada y dibujada por el señor Alberto Urdaneta, teniendo ó lo visto
para el sepulcro el dibujo del señor Paz y los descripciones que de esto
clase de sepulcros hacen los historiadores. Una de las momias estó sen-
tado en posición natural sobre una silla de tierra cocida y parace que
fue persona de distinci6n; la otra momia está en cuclillos, acttitud en
que comúnmente se hallan en los sepulcros de Antíoquía y del Zenú.
En la parte superior de las paredes del sepulcro hoy unas ventanas rec-
tangulares que parecen ventiladores; en el contorno de los momias se
encuentran los objetos con que eran enterrados, tales como las flechas
y dardos, los vasijas con los alimentos y lo chicha y en el fondo el hueco
en que depositaban las alhajas de oro. Ordinariamente se encuentran
estos sepulcros' situados sobre la cumbre de los cerros o de los colinas
redondeadas o en las faldas de ésto.

Los Chibchas hacían guacas semejantes y con los mismos objetos, y


se han encontrado agrupados formando colinas artificiales, cuyo descu-
brimiento no se escapo alojo del próctico guaquero. También en algunos
lugares aprovechaban los cuevas naturales para depositar los cadáveres;
pero parece que esto sucedió en el tiempo en que alteraron sus costum-
bres por la persecución y violencias con que quisieron dominarlos los es-
pañoles.
Los cadóveres de los Usaques y de los indios principales los deposi-
taban en bóvedas can sus mujeres más queridos y sus sirvientes, o los
que se hacía tomar previamente el zumo de uno planta narcótica paro
privarlos de conocimiento; ponían, además, en el sepulcro los alimentos,
los armas y joyas de oro que pertenecían al difunto y algunas vasijas
con chicho. Al común de las gentes también los enterraban con los 'ob-
jetos de su usa, pero con menos ceremonias y aparatos. Todavla se en-
cuentran túmulos cubiertos con montones de tierra y reunidos en cemen-
terios. Los más conocidos han sido los del cerrillo del Santuario, cerco

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2. LA GUERRA.
'. EL COMERCIO.

3. LA MUSICA. 4. LA EMBRIAGUEZ. 5. LA AGRICULTURA.

e. LAa ARTES. 1. LA PESCA.

Figura 5" de la relación de "El Dorado"

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EL O ORAD O

del Puente Grande, distante cuatro leguas de Bogot6, y las necrópolis


de Pasea y Cóqueza: en esta última en un tiempo se sacaron veinticua-
tro mil ducados de oro. En Tunja se han hallado momias bien conserva-
das, algunas con mantas finas coma las Que usaban las Indios principa-
les. Estas momias estón sentadas; con los dedos pulgares atados juntos
con torzales de algodón.

En los guacas de los antiguos habitantes de Antioquio se han encon-


trado objetos arqueológicos muy importantes acompañando los momias
en los túmulos y adoratorios. Lo casualidad hizo descubrir una extensa
gruta Que e1"a adoratorio de los indios, en la cual hallaron entre otros
objetos unos estatuitas que el coronel Codazzi menciona como dioses de
la guerra, de la borrachera, lo pesco, el baile, lo músico, lo agricul-
tura y las artes; pero no las describió ni publicó sus diseños.

Las siete figuras que presentamos ahora son estas estatultas de 17


centrmetros de altura, fabricadas con oro fundido, huecas y muy bien
soldados.

'La 1~ es lo figuro de un hombre, tiene en sus manos uno sarta de


rectángulos de oro y otro en los pies. Probablemente ésta es la que Ca-
dazzi creyó que era el dios del baile, pero no tiene la actitud de bailar;
por otro porte, los hojas rectangulares que llevo en los pies y en las mo-
nos se parecen ó los montas pequeñas que tejían de algodón los indios
para c~brirse los mujeres los hombros y el vientre, y que los naturales de
Antioquia llamaban maure y los chibchas liquira; es mós natural creer,
pues, que es el símbolo del comercio de las mantas o telas; .y 01 dios ó
diosa de los telares ó de arte de tejer le daban otra forma como veremos
en otro capítulo.

La 2~ simboliza la guerra, pues esta figura es un indio armado de


una mozo; lIeya terciado a la espalda un carcax y cubierta lo cabezo
con una corona de plumas, troje natural de los guerreros indios. Las ar-
mas mós empleadas en en los combates de los indios eran mozos de ma-
dero muy duro y pesada, macanas que usaban como espadas de filo cor-
tante, lanzas, dardos ligeros de punta de macana O de hueso que arro-
jaban diestramente con los arcos o con un pequeño instrumento, que
Piedrahíta llama tiradera y lo honda para arrojar piedras ..

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. LI130RlO ZERDA

Lo 3{1 figuro está sentado en cuclillos y llevo en codo mono un cae·


cabel,instrumento musical muy común en estos tribus, fabricado con
'oro y muy sonoro. Es, pues, el símbolo de la músico. Los cascabeles eran
instrumentos con los que acompañaban sus danzas, pero a rrlÓSde éstos
usaban la chirimia, que es uno especie de dulzaino de sonido monótono.
También, tenían tamboriles y fotutos.

La 4{1 tiene formas de mujer, sentado en cuclillos, llevo en cado mono


la'lOvasija semejante o los de barro que llamaban charotes, en los que
or.dinoriomente hacían los indios sus Iibacianes de chicho y aún se en-
cuentran en los sepulcros. Por su forma se puede creer que simbolizo lo
embriaguez. La 'chicha era uno bebida' embric;lgante, pero no tan dañoso
como ·Ia que se usa hoy, porque entonces la preparaban haciendo ger-
minar el maíz, el que tostaban después, y la moceraci6n de éste en
QGUO ctlliente la hocion fermentar; es decir, que su preparación era se-
mejante (J lo cerveza de cebado.

lo 5{1 tiene dos bastoncillos o estacas en las monos. Es posible que re-
presente 01 agricultor en el momento de herir lo tierra paro sembrar el
grano; simboliza, pues, lo agricultura. la agricultura era un arte ve-
nerado y el gremio de 'los agricultores el mós importante y considerado .
. No .t.Emíanorados, pero sús azadas de' piedra y en algunos pueblos, de
cobre y aun de oro, eran suficientes paro labrar y desherbar la semen-
tera> y lo semiUa lo depositaban con los estacas que llevo lo figuro des-
crito.

Lo 6" probablemente es lo representación de los· artes de joyería y


, de alfarería. Lleva en uno mono un palillo figurando un buril o pincel y
en lo otro un objeto que puede ser el modelo. De' estos dos artes 10 mós
importante era lo de joyería, y de ésto hablaremos en un capítulo es-
pecial.

Lo 7{1 represento lo pesca, está formado de varios figuras de pesca-


dos. En lo pesco usaban de redes y atarrayas, de anzuelos de hueso o
de -concho de tortuga y los dardos manejados con destreza también ser-
vian paro este objeto. Sin embargo esta interpretación no nos satisface.

No fueron únicamente los vías del Zenú y del Opón las que siguieron
los conquistadores en busca del "Dorado", lo per~ecuci6n constante de
los riquezas del Nuevo Reino llevó o los españoles por donde quiera que

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11. Diosa de los telares.

16. Detalles del adorno de la jarra (tamañ.o na~ural).

17. Instrumentoff corta.ntes de piednl.

13. Hachas de piedra y maCAIls, de madera.


15. Jartl\ de 01'0, cuarta parte del tamaiío.

Figura 7'1 de la relación de "El Doradb"

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SEPULCRO DE LOS ABpRIGENES D;: ANTIOQUIA
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EL DORADO

la foma de ellas 6 las relaciones de los indios cautivos los guiaban; ni


la parte desierta y salvaje del territorio del Caquetá debía escaparse de
le¡ inquisición difícil y peligroso que emprendieron en busca del "Dora-
do". no encontrando sino lo obstinado resistencia que opusieron a su
",archa los habitantes de sus selvas seculares.

Jorge Espira, gobernador de Venezuela, partió de Coro con 300 hom-


l:..res,en 1535, y atravesó los llanos de Borinas y de Apure, después las
sananas de Cosanore y de Son Martín, siguiendo los faldas de las cor.di-
lIerías y no atreviéndose ó trasmontarlas en busca del país de los Muis-
co~. del que ya tenía noticio; se dirigió 01 Sur en busco de riquezas; com-
batió (:on los tribus de los Laches, Chiscas, Guoiquenés y Choques. Des-
pués de un crudo invierno pasado en unes barrancos del río Opio, si-
guieron los soldados de Espira el pié de lo cordillera al Sur y llegaron
a un c(lserío de indios que Juan Avellanedo llamó después Son Juan de
los Llanos. En este lugar tenían los indios un templo muy espacioso de-
dicado al sol, custodiado por un sacerdote-·ó r.lO"t!:! Y muchas mujeres
jóvenes, especie de sacerdotisas, que ("uidabon de los sacrificios y ofren-
das. En esto jornada murió en un combate con 105 choques, Esteban Mar-
tín, uno de los mejores compañeros de Espira; Este suceso más los en-
f'!rmed/ldes y padecimientos que SU'frieron, hicieron regresar a Espira en
moya de 1538 a Coro con 90 nombres solamente.

En su regresa, Espira advirtió rastro de ~oryañoles y presumió que de-


bían ser de las trapas de Frederman, su tenien're general, el que se des-
vió de esta ruta par no encontrarse con Espira y seguir solo su descu-
brimiento. Frederman atravesó los rías Aoure y Sarare, entró en Morba-
'Chare o Cosonare, y paso"do por :Casco ;os ¡:óramos, llegó a Pasea y
después a Bogotá.

Pedro de Limpias, soldado de la Expedición de Frederman, llevó a


Coro la primera noticia del famoso "Dorado", la que agregada a las
relaciones de los soldados de Espira sobre las riquezas del país que ha-
bían recorrido, dió pábulo á otra expedición dirigida por Felipe de Utre,
que salió de Coro en 1540 con 130 hombres. Este siguió el mismo ca-
mina de Espira, y cuando llegó á San Juan, cerca del Ariorí, tuvo la
desagradable noticia de que poco tiempo antes Hernán Pérez de Que-
soda con 250 hombres había pasado por allí en dirección 01 Sur.

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L1BORIO ZERDA

Quesada auxiliado por los consejos de Montalvo de Lugo que había


llegado de Venezuela, salió de Bogotá en busca del Dorado de Mocatoo;
siguió los páramos de Oriente en más de 50 leguas pasando por la re-
gión de Fosca, bajó a los Llanos, volvió al Sur y siguió la misma ruta
que Espira, atravesó una parte del territorio del Coquetá y llegó a Pasto.
S. las penalidades y miserias de Espira fueron muy qrandes relativamen-
te, en el camino que recorrió hasta San Juan de los Llanos, mucho ma-
yores fueron las de Pérez de Quesado que atravesando part.e del Ca-
quetá se vió precisado á sacrificar sus caballas poro alimentar escasa-
mente á su tropa hambrienta, desnuda y extenuado. Después de un año
de trabajas en busca del "Dorado" que no halló, regresó á Bogotá con
lo mitad de la gente.

Utre siguió los posos de Hernán Pérez de Quesada y gastó tam-


bién un año en busco del "Dorado". Engañáronse él y sus soldados
creyendo ver en los rocas distantes uno magnífico ciudad con sus edifi-
cios y vistosos construcciones; no pud~enda llegar o ello por ser fragoso
el terreno y muy lluviosa la estación, regresó a Coro conservando la es-
peranzo de volver á encontrar el "Dorado" en aquella ciudad, pero fué
asesinado por Carvajal antes de llegar á Coro.

Todo tentativo de conquisto sobre el Caquetó se suspendiÓ hasta que


en 1546 Gonzalo Díaz Pineda salió de Quito poro explorar el país de los
Canelos que así llamaban el territorio del Ccquetá y reconoció alguno
porte de él penetrando por Aguarico.

Finalmente, Francisco Pérez de Quesada, entró en el Caquetá por el


Putumayo, fundó a Mocoa, cerco del río del mismo nombre, y le fu~
conferido el gobierno de este territorio por el Virrey del Perú, D. André!;
Hurtado de Mendozo, en el año de 1557.

(Papel Periódico Ilustrado. Págs. 253 a 258).

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v
E cerro de oro del valle de los Tayronas o "El Dorado" de Santa
Morta, "El Dorado" de Dobaybe y en general "El Dorado" tal COM)
creyeron encontrado los conquistadores, fueron creaciones fantósticos,
que tuvieron origen en el deseo de adquirir riquezas y en los deslum-
brantes relaciones de los indios, que Se veían en lo necesidad de apla-
car algún tanto lo actitud bélico y las exigencias de sus dominadores.
Pero fuá uno verdad séncillamente representado en lo ceremonia que
placticaban los chibchas en los lagunas de los regiones superoncJin:)s,
principalmente en lo de Guotavito, ceremonia ejecutado con el ele·
mento mós v.alioso que poseían, que servia de investidura doroda y 01
mismo tiempo acompañada con lo ofrendo de figuras que revelan que
en estas naciones aborígenes había conocimiento de un arte muy im·
partante y bastante 'adelantado, el cual da la medida de Sll civilización,
considerando los escasos recursos instrumentales que poseían poro su
ejecución.

Lo incipiente civilización industrial que caracterizaba los tribus y


naciones del Nuevo Reino de Granado, en la época de lo conquisto, co-
rresponde indudablemente o/ principio de lo edad de bronce de los pri-
mitivos pueblos del continente europeo Y ó lo época del perfecciona-
miento de los instrumentos de silex aplicables entonces a las artes ma-
nuales y en lo agricultura; es decir, a lo terminación de lo épOCa
reolhítica ó de lo piedra pulimentado. Efectivamente, 01 lodo de los ins-
trumentos de metal tenían las hachas de piedras pulimentados, que
ordinariamente las hacían de serpentina verde, de obsidiana y de cuarzo
Iidiano sumamente duro y cortante, como los representados en lo figura
13. Juntamente con estos hachas se encuentran los macanas, instru-
mentos de madero muy duro que servían de espadas y lanzas poro lo
tjuerro y también poro comprimir la trama de hilo en los telares.

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Los nociones de estas regiones se formaron por el derecho de domi-


nio que adquirieron unas tribus sobre los otros, como consecuencia de
llUS contiendas intestinos. Además, sus mutuos relaciones, el cambio de

sus productos agrícolas e industriales, ofionzá ese dominio que debía


preparar su engrandecimiento social. Pero lo repentino llegado de los
soldados españoles les hizo suspender sus faneas domésticas y sociales,
poro otender 01 enemigo formidable que con lo potencio del arcabuz
y el auxilio de sus cobollos, venció lo velocidod de los dardos y el há-
bil manejo de la honda, del hocha y de lo mocano; y paralizó por sor-
presa el bélico ardor de esos pueblos generosos que defendieron su po-
tria y sus hogares.

En el estudio de los señales de lo condición intelectual del hombre


en los edades primitivas, dice Mr. Edward Burnet Tylor: "Sí se pregunto
a un anticuario su opinión sobre lo condición intelectual en que se de-
bió encontrar la humanidad primitivo, indudablemente recurrirá, poro
resolver esta cuestión, al examen de los útiles y de las armas de q,ue
los hombres se sirvieron en aquellos lejanos épocas, los cuales en efecto
nos don luz precioso sobre su civilización. Este examen enseñará cómo
los instrumentos de metal han sucedido o los hechos de piedras afilados,
de conchas y de huesos, cómo los hachas de piedra y los guijarros de
las puntas de las flechas que se encuentran en diferentes localidades,
1='ruebonque la edad de piedra ha reinado durante un período más o
menos lejano. Esto historia del hombre que nos revelo el estudio de los
instrumentos de que éi ha hecho uso, liS la historia de un progreso
ascensional y sín doda inconstante e interrumpido en coda tribu, o en
cada raza, pero un progreso general, en el que vemos crece y se des
arrollo lo industria humano."

Efectivamente de este modo se puede comprobar en porte el grado


intelectual a que habían llegado los antiguos habitantes de las regiones
Ecuatoriales de América, porque el estudio de sus instrumentos y utenO'
silios de menaje y sus armas poro lo guerra revelo en porte el estado
de su vida social; pero no es éste el único medio de llegar 01 recono-
cimiento de lo condición intelectual del hombre en las edades prehis-
tóricos, hoy otros medi9s muy importante que complementan este es-
tudio etno/ógico, estos son: el movimiento seguido en el progreso de
las artes manuales, el sistema general de su numeración, de sus jeroglí-
ficos o de sus figuras simbólicas e históricas; sus ideos sobre el espirituo-

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tismo y por consiguiente sus creencias religiosos, y finalmente su siste-


ma de gobierno. En cuanto nos seo posible trotaremos de estos medios
en relación con lo civilización de aquellos pueblos.

El arte de fundir los metales y de modelar con ellos utensilios, vasi·


jas, armas, objetos diversos e ídolos, fue uno industria característica
de la edad de bronce de los pueblos primitivos. Naturalmente los me-
tales que debieron entrar los primeros en el uso general, fueron aque-
llos o los que se podía dar más fácilmente los formas de utensilios or-
dinarios; aquellos que se podían sin grande esfuerzo modelar, plegar y
extender en láminas; aquellos que por lo acción de un color conveniente
~ podían reblandecer y fundir, y también los que más fácilmente se
encontraron sobre la tierra. En el continente europeo el metal que re-
unió estos condiciones en mayor grado fue el cobre. Hoy lugares de
Hungría, por ejemplo, en donde uno gran porte de los antiguedades
que se han descubierto son de cobre puro. En los sepulcros de Alemania
del Norte se han encontrado utensilios también de cobre puro. (Virchow).

El cobre no se encontraba en todas partes del mundo, y donde lo


había generalmente era en pequeño cantidad, incrustado en los mine-
rales; paro generalizar su uso fue necesario el comercio. Los antiguos
fenicios, mucho antes de lo construcción del templo de Salomón, se
proporcionaron el cobre de lo isla de Chipre (Kupros), de donde se
derivó el nombre de cobre; cameciaban también con el estaño, el que
iban o buscar 01 mar del Norte en regiones muy lejanos. Allí se encon-
traban los islas Cassisterides o del estaño, que llevan en el día el nom-
bre de islas Scilly, cerco de la costo septentrional de Inglaterra. Con
estos dos metales fundían sus armas y utensilios de bronce que carac-
terizo esto edad.

El célebre químico Klaproth hizo en 1807, el anólisis del bronce


encontrado en los sepulcros de los edades prehistóricos de esos regiones,
y halló qúe se componía de ocho o nueve portes de cobre por unos. dos
de estaño:

Los peruanos tenían instrumentos de cobre y de bronce que emplea-


ban en sus trabajos rurales, en los de esculturá y de minería. En Vil•.
cobamba, cerco del Cuzco, en uno antiguo mino de plata trabajado
par los Incas se encontró un cincel de doce centímetros de largo, com-

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UBORIOZERDA

puesto, según el análisis del profesor Vouquelín, de noventa y cuatro


parte:> de cobre por seis de estaño.

Según Humbaldt el cobre cortante de los peruanos es casi idéntico


01 de las hachas, de los antiguos galos, que corton lo madero como 10s
instrumentos de acero.

El arte de fundir y modelar los metales poro todo c10se de objetos


cinstt'umentos fue también practicado par los pueblos que habitaron
las regiones e~uatorioles, pero la clase de metales empleados en los
instrumentos de labor, y los circunstancias en, que éstos se encontraban
no eron las mismos en ambos continentes. Los, indios de 'estas regiones
encO(ltraban el cobre, lo mismo que se encuentro hoy, abundante en
el territorio del Estado del Tolima en riegos de pepitas o fragmentos
n:ldados.en aluviones terciarios; también lo hallaban desde tiempo in-
memorial en Riohocha, en Santa Marta y. en muchos otros portes del
interior; pero $egún parece no conocion el estaño, pues. hasta ahora fK>
hay indicio de que se hoyo encontrado este metal en nuestra suelo;
por consiguiente, 1'10 es extraño que no se hallen en los sepulcros o
Io_. de los indios, objetos, armas, ni instrumentos de' bronce. En
co.pensaci6n teníon 01 lado del cobre abundantemente el aro y '0
plato, cuyos <:ualidodes conocían perfectamente, pues sabian fundirlos
y modelorlO$ eón sorprendente habilidad. No destinaban estos metales
poro lo onstruccioo de vosijos y útiles de menaje, porque para estos
USOS tenían arcillas esméticas y refractarios con los que fabricaban to-
cIa.clase de obejtos' de alfareria; los empleaban en objetos de aclamo,
en lo construcción de instrumentos musicales, de labor poro los faenCJs
cgricolos y pora lo minería; en la fabricación de ídolos o tunjos, de fi-
guras de personajes y objetos históricos, etc. De cobre se han hollada
instrumentos de agricultura en los sepulcros de los indios de Quito, del
Cauca y del Ta!i~a. los indios de Verogua, según refiere Ccilón, cono-
cion el uso del cobre, del cual hacian hachas y otros utensilios muy vo-
riodos, labrados, fundidos y soldados.
dados.

Los indios Toyronas eran, según lo expreslon del historiador D. A,..~


tonio Julión, poderosos, no solamente porque su espíritu guerrero ,loS
hacia dominadores de las demós tribus de lo provincia de Calamar,
que es la de Cartagena, hasta la de Urabó, sino porque eran dueños d'e

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las minas de oro y plato que había en sus comarcas, y por tener en las
faldas del cerro de Tayrona fraguas poro la fundición de .los metales
y para labrar las joyas de diversos figuras, con que surtían las demás
nociones circunvecinas.

La población principal, la más comercial, I~ corte del indio Tayrona,


se llamaba Pocigiieicq¡ era plaza afamada por sus armas de macana,
arcas y flechas con que se defendieron tenazmente del arcabuz y de la
espada conquistadores.

Lo arcilla plástica y la arena con que fabricaban los moldes, eran


tan finas y dúctiles, que la impresión de las dedos recibida por el mol-
de o por el modelo que hacían, era transmitida en algunos objetos 01
'metal. Este hecho muy raro, pues que no se presento en todas los joyas
oue fabricaban, ha hecho creer que los indios poseían el secreto de
ablandar el oro por medio de una planta que le comunicaba la ductili-
dad de la cera. '

D. Antonio Julián, historiador de la Provincia le Santa Marta (1787),


refiere que hombres cuerdos de su época aseguraban que los indios
Tayronas conocían una yerba de la Sierra-Nevada, que tenía la virtud
de ablandar el oro. Este escritor no da asentimiento a esta conseja,
pero no se le ocurrió preguntar para qué necesitaban los indios los hor-
nillos y fraguas de fundición que él refiere tenían, si poseían el medio
sencillo de amasar el oro como la cera. "En el centro del valle de' Tay-
rano, dice, tenían los indios una fragua para la fundición de los oros
que de los ríos, quebrados y cerros se recogían; y como afirma el ifus-
trísimo Piedrahita, había también platería de joyas." Ademós de esto,
la palabra Tayrona en idioma indio significa fragua.

Este asunto no merece discusión, y no deberíamos tratar de él, si no


hubiera personas cuerdas del día, que no obstante los progresos de las
ciencias ,creen en la posibilidad de ablandar el oro con uno yerba; por
esta razón haremos algunas observaciones.

El estado pastoso o de blandura en un cuerpo, es un intermedio entre


el sólido y el líquido y no todos lo presentan; es un fenómeno físic')
producida en algunos por el color, como en la cera ..¡ en los metales,
o por la interposición del agua en otros, como en la arcilla.

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Del contacto de dos cuerpos diferentes puede resultar uno combina-


ción, por consiguiente un cuerpo diferente de aquellos; este fenómeno
químico es diferente del reblandecimiento a ablandamiento que produ-
ce el color. De estos hechos se deduce que ningún cuerpo se funde ni
ablanda por el contácta de otro sin intervención del calor o de un li-
quido. Por otro parte" los sustancias más activas sobre los metoles son
de origen mineral y éstos obran cambiando su naturalezo y no oblan-
dóndolos; los sustancias vegetales, por activos que sean, son muy débi-
les sobre los metales.

La simple inspección de los tunjos de oro con una fuerte lente sirve paro.
salir de este error, pues son muy roros los figuras que presentan lo im-
presión de los dedos y cosi todos conservan los imperfecciones del mol-
de, lo formo de los granos de arena amoldados, y restos de la tierra del
molde en sus sinuosidades.

No sqlamente conocían el arte de fundir y modelar los metales, sino


también sabían Iigarlos en proporciones convenientes, tanto para dor
la dureza y el temple necesarios a sus instrumentos de labor· y paro
hacer soldaduras de unión, como por economía del oro empleado según
su valor y escasez. El oro del Tolima y del Cauca tiene una ley de fino
que varío entre 800 y 920 milésimos y lo ligo es de plato; el oro de
Anti~uia tiene de fino de 500 a 936 milésimos con una ligo tambIén
de plata; el de Bucoramongo es de 890 milésimos a 950 y el de Girón
alcanza a 996 milésimos de fino, y en todos la ligo es de plata; sin
embargo son muchos los ob.ietos de oro fabricados par los antiguos i'n-
dios de estos regiones que tienen uno fuerte ligo de cobre y muchos ~on
de cobre puro.

Lo joyería de oro fue mejor ejecutada por los pueblos aborígenes de


Antioquia. Cuando el conquistador Badillo subiÓ la cordillera por el
lado del Cauca, en busco de las riquezas y del ídolo de oro maciso de
Dobaibe, "El Dorado" de Antioquio, llegando a los lomos de Burihcá
encontró hornillo. paro fundir el oro, moldes de yeso poro vaciarlo y
clgunos instrumentos paro labrar/o, lo que reveló el adelantado cono-
cimiento que tenían en esta clase de trabajos artísticas.

Codazzi dice: "Que las indios del territorio de Antioquia eran tan in-
dustriosos, que no solamente recogían el oro que les ofrecían las olu-

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viones de los ríos y quebrados, sino que lo sacaban también de las


entrañas de la tierra, trabajando con mucho ingenio las minas de vetas.
En Marmota los trabajos modernos pusieron en descubierto un socavón
de mina explotada por los indios, y los instrumentos de que se servían,
tales como barretones hechos de oro mezclado con cobre y con pirita
de hierro (marmaja), a cuya liga sabían darle un temple y dureza
semejante al del acero. De algunos sepulcros se han extraído también
utensilios semejantes por su composición a los barretones; crisoles para
fundir los metales, moldes de yeso y otros instrumentos de este arte."

Una de las piezas de oro que dan una alta idea del arte de joyeria
mdia en Antiaquia, es la representada en la figura 14 en el tamaño
natural. Es un ídolo que llevo en las manos una varilla con una sarta
de hojas de oro, cuadradas, semejantes a las montas cuadradas y pe-
queños que las indias tejían para cubrirse los hombros y el vientre, y
c:ue en Antiaquia llamaban maura; en Cundinamarca usaban estos mis-
mos mantas de algodón, llamadas I¡quiras, las que prendían en el pe-
cho, sin cubrirlo todo, con un alfiler grande de oro o plata, que tenia
lo cabezo como un cascobel y llamaban topo. También tejian de algo-
dón unas mantos rectangulares paro cubrirse el cuerpo las mujeres,
cesde la cintura, y se llamaban chircates, el que sujetaban con el
chumbe, foja de algodón.
Es muy probable que esta figuro represente la diosa de los telares o
el símbolo histórico del arte de tejer las mantas, pues es una verdad
reconocida que los indios figuraban en oro y aun en barro cocido sus
costumbres, artes y ceremonias. Además de llevar esta figura en la
mano las mantas, tiene marcados en los ojos cerrados y en la frente,
de arribo o abajo unos hilos y otro transversal en Iq boca, como poro
manifestar que la importancia de este arte está en el arreglo de los
hilos, es decir en el urdimbre de la tela, cosa que no debía perderse de
vista, pues la habilidad no es tanta en tejer cuanto en urdir. Este idolo
fue en contrado en una huaca 'cerca de Neiva, en la antiguo provincia
de Córdoba, del Estado de Antioquia; es hueca, por consiguiente unido
en sus bordes o contornos con mucha perfección, lo que demuestra que
los indios conocían el arte de soldar el oro, con ligas fusibles a uno tem-
peratura más bajo que la que necesito el oro de que está hecho lo pieza
poro fundirse.

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Generalmente se cree que todas las figuras que fabricaban los indios,
prlncipolmente las de oro, eran ídolos o dioses', pero es yn error; es
verdad Que tenían numerosos deidades por su tendencia a per!i0nificor
y deifiéclr hasta los animales y objetos inanimados, pero el mayor núme-
ro de estas figuras de oro son símbolos. Por ejemplo, lo figuro que aca-
bamos de describir como diosa de los telares fue un verdadero ídolo que
presidio el arte de tejer los montos yero adorado por los indios de An-
tioquia¡ y los figuras descritos en el capítulo anterior son símbolos entre
los cuales está en primer término el simba lo del comercio de los mantos.
Estas dos figuras son recíprocamente comprobantes de los interpreta-
ciones que les hemos dado.

Mucho más il'lgeniosa es, como trabajo artístico, la jarro de oro re-
presentada. en lo figura 15, o lo cuarto porte de su tamaño natural;
tiene adornos angulares o griegos en relieve que parecen jeroglíficos;
lo figuro 16 represento el tamaño natural de los adornos desarrollados
en un plano.

Que conocían los indias el modo de soldar las diferentes portes de


una misma pieza, con ligas de oro más fusibles, es un hecho que no se
puede dudar, porque siendo la. base de este arte primitivo lo fusión de
los metales, como lo es hoy también, lo práctico les enseñó o apreciar la
mayor o menor fusibilidad de las diferentes ligas de oro y cobre, pro-
piedad en que está fundado el arte de soldar los metales; además que
no hubieran podido unir las diferentes partes de un mismo objeto, de
otro modo que no fuera éste.

Aparentemente no se encuentra unión en las diferentes piezas de al-


gunos objetos, pero depende ésto de que perfeccionaban su obra con
e:1 pulimento del objeto de oro, por el frote con arena cuarzosa que acul-
taba los uniones, o can raspadores cortantes hechas de piedra lidiana
y de obsidiana vitrioso, coma los representados en la figuro 17, redu-
cidos a la 5" porte de su tamaño, encontrados en Antioquia y también
en <;:undinamarca. Terminaban el pulimento con pulidores de madera
dura o de fragmentos de cuarzita, de ágata o cornerina, de sílex resi-
"ita y de serpentina verde, redondeados por el frote de los aguas en el
lecho de los ríos y quebradas; estos instrumentos también se han encon-
trado en los sepulcros al lado de sus joyas; el uso de estas piedras o pu-
I¡dores se ha conservado tradicionalmente para pulir los piezas cerámi-

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cos o loceríos en los pueblos de Ráquira, Natá, etc., que heredaron estQ
industria de sus antepasados.

Por estos mismos medios hacían muchas clases de objetos útiles y de


adornos como alfileres, anzuelos, cascabeles muy sonoros, mascarones de
oro incrustados en lozas de tierra cocida y con argollas de una a otra
oreja.

¡Papel Periódico Ilustrado. Págs. 277 a 279).

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VI
El arte de la joyería indígena fue practicado también con bastante ha.-
bílidad por los chibchas, principalmente en Guatavita. En este lugar se
hollaron, después de la conquista, restas de hornos a fraguas de fundi-
ción, y de crisoles de arcilla refractaria con residuos del oro que fun-
dían.

Esta industria tuvo una influencia notable en el cambio de reglmen


político de la nación independiente gobernada por el cacique Guotavita.
C.omo los joyeros guatavitas eran afamadas en la noción de los chibchos,
solicitóbanlos los pueblos vecinos y muchos se esparcieron en ellas con
gran disgusto de su jefe y señor. Reconociendo el Guatavito el grave
perjuicio que recibía su reino con esta disminuci6n de sus vasaJlos mós
industriosos, ordenó boja graves penas que todos se redujesen a sus Es-
tedos; y notificó por bando que si algún señor o cacique extranjero
necesitase de alguno de sus joyeros, diese por cada uno de ellos, das va-
sollos que le asistiesen en su corte durante lo ausencia del artífice de
su nación. El Zipo tuvo noticio de este decreto y pidió con disimulo
muchos joyeros en varias ocasiones, y mondaba el canje correspondien-
te en hombres aguerridos y decididos o seguir sus órdenes secretos. En
seguido compró el auxilio del cacique de Guasca, quien dejo pasar se-
cretamente por sus dominios las tropas del Zipa y dada lo señal con
fuegos nocturnos o los soldados que tenía en Guatavita, sitiaron y asal-
taron por el interior y el exterior el cercado del cacique Guatavita, el
que rindió su vida en uno desesperado defensa. Desde esa época este
pueblo industrioso quedó incorporada entre los súbditos del señor de
Bocotá.

Recientemente ( 1882) se ha encontrado en' el pueblo de Quetome,


en un sitio llamado Chirajara, de lo haciendo de Susumuco, pertene-
ciente 01 doctor Emiliano Restrepo, uno huaea o depósito de muchos
figurítos de oro, producto de lo antigua joyería de los chíbcnos, que re-

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LIBORIO ZERDA

presentan personajes, animales deificados, mitos y ceremonias de estos


pueblos. Estando éstos en poder del señor Alberto Urdoneto, hemos po-
~do exominarlas cuidadosamente.
Estas figuras estaban contenidas en un vaso de borro cocido Uig.
18)., que presenta lo forma de un indio sentado, su nariz es encorvada
y el tipo en generol es muy semejante o los figuras mejicanas de esta
misma clase. llevo en la cabezo un gorro ceñido con un doble cordón,
y es abierto por encima o la manera de una ánfora con su respectiva
topa; en la mano izquierda empuño un cetro y en la derecho, apoyada
'sobre la rodillo, tiene Uno taza; el cuello está adornado con un collar
de puntos, atado por detrás con un cordón; en los orejas se ven los se-
fioles de perforaciones poro llevar orejeras. Todo el cuerpo está pinta-
do de ocre-rojo con excepción del gorro, la cara, el collar y la taza que
son blancos; en los carrillos están dibujadas unas figuras triangulares
y puntos sobre líneas transversales. Mide 25 centímetros de altura y
18 de anchoc!e un hombro 01 otro. lo actitud de este indio es la de un
Cacique en el momento de recibir lo ofrenda de sus súbditos. Esta ofren-
do estaba guardada en el interior. del in~, y es uno historia interesan-
te; así es que sin exageración alguna podemos decir que lo huaco de
Chirejaro es un fibro histórico cuya cubierta es de borro y cuyos caroc-
tel1!lsson de oro. Abrorr)Os, pues, este libro y estudiemos en él.
Todas estos figuras son uno demostración cloro de los opiniones que
hemos emitido anteriormente y aún surgen de su examen nuevas ideas.
En primer lugar, no teniendo los habitantes de Cundinamarca un siste-
ma de geroglíficos que reemplazara la escritura como los antiguos egip-
cios, ni pinturas simbólicas como los Aztecas, ni quipus como' los Pe-
ruanos, el único medio de que se sirvieron poro perpetuar su historio
doméstico, política y religioso, fueron los metales finos, cuyas propie-
dades conoclan y sabían modelar con bastante ingenio. Efectivamente
en codo uno de estos figuras se ve un símbolo histórico, o la figura de
un personaje interesante en el arden político o religioso, o la represen-
tación figurada de un mito, costumbre, orte o tradición; en una palabra,
para estos pueblos el arte de fabricar figuras de oro, de plata y de co:
bre,fue la base de lo historia objetiva de su noción. En segunclo lugar,
en estas figuras es notable el conocimiento que tenían del modo de fun-
dir y modelor estos metales; del modo de hacer ligas fusibles poro sol-
dar los piezas unas con otras; del método de hacer planchas muy del-

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EL DORADO

gadas y ee imprimir en ellas, por presión, la figura del objeto esculpido


en piedra dura.

En el mayar número, si no en todas las figuras de que .nos ,vamos a


ocupar, se notan con sorpresas hilos más o menos delgados, de una per-
fecta igualdad de su diámetro, contorneadas a la manera de un alam-
bre flexible, y en algunas partes cortados, sin que los joyeros indias tu-
vieran los instrumentos de que hoy se hace uso para trabajar los hilos
y objetos de la misma naturaleza. Una persona poco investigadora, y
ligera en el examen y discusión de los medios que pudieron emplear los
indios, diría que conocieron el arte de estirar los metales en alambres;
pero, ¿cómo, si no tenían instrumentos adecuados, tales como hileras
de acero o de cualquiera otra sustancia que pudiera reemplazarlo?
Ni tenían limas, ni cinceles cortantes capaces de dividir los metales, ni
instrumentos de bronce que en alguna manera reemplazaron el hierro
en los tiempos heroicos. Pero la dificultad desaparece examinando con
atención y cuidado estos objetos, aplicando el criterio comparativo y tra-
yendo a la discusión los medios imperfectos y primitivos conservados
tradicionalmente en algunos lugares. Hasta una época no mu remota
se practicaba en algunos pueblos, tales como Ubaque y Guatavita, el
arte de fundir y amoldar pailas, campanas y estribos de zapato, arte
que desapareció por la introducción de objetos de la misma especie
trabajados en el extranjero con perfección. En esta industria se mode-
laba el objeto en tierra porosa y refractaria; este molde seco se cubría
con cera negra de abejas estirodo en láminas del grosor defobjeto que
se quería amoldor y fundir, y con la misma cera se modelaban los ador-
nos, tales como hilos, letras, especie de cariótides, etc., fijándolas en 'su
lugar conveniente; una vez cubierto con esta capa de cera, se recubría
de cantidad suficiente de tierra amasada en una posta dúctil, dejando
una abertura conveniente para introducir el metal fundido. Se dejaba
secar lentamente este molde, dentro del cual estaba la figura de cera,
y finalmente se activaba la desecación con el fuego aplicac:fo al COntor-
no y a cierto distancio. En esto operación, el calor elevado a un alto
grado, líquida la cera que funde a 669 y sale por aberturas practicadas en
la parte inferior del molde y otra porción es absorbida por los poros
de la tierrCJ\ Estando aún caliente el molde, y cerradas las aberturas
de salida de la cera, se vierte el cobre perfectamente fundido por la
abertura de aquél y el metal se distribuye en todas los sinuosidodes,

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L1BORIO ZERDA

cacabando de hace~ cfesapa~ecer lo cero que hubiese quedado, pues que


,,1 'cabre funde 01 color rojo, es deci~, a 788 g~ados centígrados.'

No solamente es muy probable, sino' que es evidente que este mét<:l-


do fue empleado por los indios 'para modelar el mayor número de joy~s
'dI!' oro que· fabricaron, p~incipalmente las. huecos y los formados de hi-
lO!;,por las razones siguientes: 1~ Elestcidorudimerltal de su civiliza-
ci,6n en los artes manuales nQ les permitía emplear ning1.lllo de. los mé-
todos usadós en el día; 2~ No podían servirse sino· de los elementos cu-
yas propiedades les e~an conocidos, y conocían perfectamente las de lo
cero, Que es común en los bosques de estas regiones; 3~ La cera im-
pllra de las colmenos naturales es muy dúctil y. con el color dé los mo-
nOS .se presto fácilmente a !a confección de modelós, de hilos de un
'diámetro igual, de planchas de igual grosor y de toda ~Iase de adornos;
4' En las figuras de que nos vamos a ocupar, se nota que el cuerpo
'es de uno plancha fundido de medio a dos miiírnetrcis de grosor, y paro
figurarlcis ",iemb~ós tiene entalladuras cortadas con igualdad como
con un cincel, 'operación que no. podían practicar sobre uno lámina fun-
:'dic:lay de ese grosor sin instrumentos de acero apropiados, pero sí lo
:'pu!Jie~onprQC¡tic~rsobre el modelo hecko de una .plancha de cera, y con
'Un Cincel de piedra silícea y aún mós blanda, como (os que se han en-
<:i:lntradoen las huacas, representados en la figura 17; 5~En los objetos
finc;>s,formodos de hilos contorneados en espirales concéntric<;ls y en
algunos adornos, se ncito que hay separaciones de los hilos en algunas
.partes, y estos separaciones están llenes de la tierra del molde, qué es
de color negro y de aspecto bituminoso, carbonizada, es decir, de la
cera quemada en los poros del molde por el fuerte calor del oro intro-
ducido en ,él, que funde o i.2009, En algunas fi,guras de mayores dimen-
siones, en los ql.le,no hoy hilos, ni adornas,' sino simplemente planchas
~ formas abultódas, se nbta lo tierra del molde sin carbonizar, lo que
c:JemueslTaque en estos objetos los moldes fueran hechos de varias pie-
zas y que el modelo de cero había sido retirado antes de vacior el me-
tor fundido;6~ Finalmente, Piedrahita dice que los indios hacían ído-
Jos de oro,. <le hilo y de cera; pero se ocurre esta observación: sabiendo
trobaU:Jr el oro, el cobre y la plata, Qué importancia le pudieron dar a
lacera, materia despr,eciable poro figu~ar sus dioses y sus jefes? ¿No
.río más bien .que los españoles. vieron hechos ge cero íos modelos de

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FIGURAS HALLADAS RECIENTEMENTE EN UNA HUACA CERCA
DE QUET AME.

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OLL,A, DE BARRO QUE CONTCNIA EL TESbRO.-Figura 18 de la relación

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Que se servían en este arte poro confeccionor el moide? Los observacio-


r.es anteriores lo demuestran suficientemente.

Los figuras más importantes de lo colección encontrado en lo huaco


de Quetame son los siguientes, que hacen parte de lo historio de .los-
(¡ntiguos pueblos de Cundinamarco, es decir, son figuras simbólicas de
íos principales personajes y de las ceremonias notables en la vida pre-
histórica de esto noción.

Lo figuro 19 que mide dI' IlJrgo 14 V2 centímetros, peso 61 gramos


y contiene de fino próximalTU'nte 750 milésimos; representa el Zipo,
pues tiene, adem6s del cetro, el casquete o especie de copa de sombrero
sin alas que según los cronistn.s es el distintivo de este Cacique; llevo
largos orejeras, adorno que según sus leyes suntuarias solamente era
permitido a los caciques y al Gueso o Mojo; este casquete es formado
por un hilo en espiral. Es notable esta figuro, o pesor de su imperfec-
ción, por ser lo cabeza y el cuello abultados y por tener facciones ca-
racterísticos del tipo indio; el resto del cuerpo es hecho de una plancha
fundida V muy imperfecto.

La figura 20 es de mujer, con un collar de cuatro hilos; Ile.va en la


mono derecho un cetro y tiene el birrete o bonete distintivo de los ca-
ciques probablemente representa la C::cico. Pesa esta pieza 29 V2
gramos y tiene de lorgo 10 V2 centímetros.

La figura 21 es indudablemente un Je:¡ue, pues los historiadores, y


de ellos el Obispo Piedrahita, dicen que los sacerdotes llamados Jeques
llevaban en sus fiestas religiosas una corona en forma da mitra; la de
esta figura es rectangular, prolongado en los costados y '-on dos perfo-
raciones triangulares en cada lado. Esta figuro es la misma que los que
ocompañan 01 Cocique en la bolsa de "El Dorado"; lleva una insignia
en forma de cetro en la mano izquierda y otra bifurcado en la derecha;
tiene, además, una golilla de puntas. Es muy posible que represente uno
dignidad en la jerarquía de los Jeques. Mide de largo 14 V2 centímetros
y peso 62 gramos.

La figuro 22 es una ave con las alas extendidas, colocadas en el extre-


mo de una mesa rectangular alargada, de 6 centímetros de largo; visto
de perfil tiene el pico encorvado, ojos redondos y salientes; la forma
o lo que más se aproxima es a un loro o guocamayo. Este animal re-

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cuerdo la cer::?monio del sacrificio de centenares de loros y de guaca-


mayos que juntamente con el Mojo inmolaban los sacerdotes muiscas,
¡caro enviadas como mensajeros o lo luna, después de enseñorles su
idioma, porque así interpretaban mejor sus ruegos. Parece, pues, que
lo pieza rectangular es lo lápida propiciatorio en el sacrificio de estos
animales. El guacamayo de esta figuro, es hecho de un hilo de oro fuer-
IEmente lig::;do COi1cobre (500 milésimos).

Los joyeros ind'os fabricaban láminas de oro muy delgadas y flexi-


bles; es sorprendente la igualdad en el grosor de estas láminas, tonto
más cuanto que e!los no pudieron emplear laminadores de ninguno es-
pecie, que 5011 los instrumentos más o propósito poro estirar los metales
en hojas delgadas. Discurriendo en los medios de que. pudieron va-
Ic.rse poro laminar el oro, lo plato y el cobre, recordamos que los chinos
empleon el procedimiento siguiente: sobre uno piedra .de superficie ho-
rizontal y perfectcmente igual y pulimentada, cuyos contornos rectan-
!:;ulares tienen sus bordes levantados en formo de coja, previamente
calentado, se vierte en ella el metal fundido e inmediatamente se apli-
ca por encima uno lámina de piedra, de superficie igual a la primero
y también calentado, de manera que el liquido comprimido entre las dos
superficies se extiende en una hoja, tan delgada como se quiero, según
el greda de aproximación de los dos superficies, lo que se consigue com-
primiendo lo piedra de encima; el exceso de metal sale por uno canal
practicada en uno de los ángulos. El esquisto arcilloso opizarrado se
presta fácilmente o lo confección de este sencillo aparato, y es muy co-
mún en nuestros terrenOs secundarios y de transición; asi es que juzga-
n:os como muy probable que este método fue el que usaron los indios de
este continente. La terminación del pulimento, hemos dicho ya, que fue
fécil o los naturales con lo arena cuarzosa y con pulidores de modero
y de piedras rodadas en los ríos. Es de advertirse que los láminas encon-
tradas en las huocas de los indios no presentan huellas ni vestigio al-
guno de que hubiese sido estirado el metal por el golpe de un martillo
de piedra.

Lo figura 23 represento un Jeque con su mitra rectangular, es hecho


de una lómina delgado de oro dúctil, y se noto en sus formas, prinCipal-
mente en lo coro, que es un foc:símile obtenido por compresión de la
:ómina de oro sobre el modelo tallada en uno superficie duro, como en

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EL DORADO

una piedra; frecuentemente empleaban lo serpentina verde y el esquisto


silíceo.

En esta pieza es notable, en el reverso, la unión de los miembros in-


feriores con el tronco por medio de una soldadura de oro rojizo, es decir,
ligado con cobre, diferente del oro de que está, hecha la fig~ro, que
es ligado con plata y de una ley superior.

Tenemos en nuestro poder un modelo de piedra, tallado en una placa


de exquisito silíceo, que presenta la figura de un Jeque semejante al
anterior, y es suficientemente dura para transmitir su imagen o una
lómina de oro por presión; así que, es un comprobante de lo que deja-
mos dicho del modo como fabricaban los indios esta clase de figuras.

La figura 24 pesa 57 gramos de oro (800 milésimos de fino) y tiene


de longitud 12 Yz centímetr05. Lleva en el hombro derecho uno' ca-
nasta con unas figuritas como avecillas imperfectamente fundidas; con
los dos manos empuña una arma compuesta de una varilla central que
tiene en cada extremo y en sentido opuesto unos ganchos fijados con
hilos; con la mano izquierda sujeta el extremo de esta varilla y el de
<;tra en forma de dardo de extremidad libre; con lo derecha tiene un
hilo o varilla fijo al gancho superior de la varilla central. Este instru-
mento presenta mucho semejanza con el que Piedrahíta describe como
instrumento de guerra, de lo 'manera siguiente: "Pero la más común ar-
ma que tenían para sus guerras, eran tiraderas, que son ciertos dardillos
de varillas livianas, a manera de carrizos, con puntas de macana, los
cuales tiran, no con amientos' de hilo, sino con palillos de dos palmos,
de grosor del jaculillo, prolongado con la tercia porte de la caña; éste
tiene dos ganchos ofijados y distintos cada cual de ellos en un extremo
de amiento que he dicho; con el uno ocupan el pie raso del dardillo y
con el otro lo aprietan con el dedo del índice corvado, hasta que el dar-
dillo se desembaraza, según la fuerza del que lo despide; y como no
tienen armas defensivas ni reporo de ropa que basten a resistirlas, no
deja de ser arma peligrosa aunque limpia de veneno." Aun cuando esta
descripción del Obispo Piedrahíta es algún tanto confusa, se ve el amien-
to de madera, que él menciona, en lo varilla central de lo figura, y el
dardillo libre en la mano izquierda junto al gancho de apoyo, y en la
derecha una cuerda o medio de lanzarlo. Este ínstrumento porece más
un armo de cazar aves que un arma de guerra, o pudo servir poro ambos

--.,. SI -

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cosos. ¿Esto figuro represento 01 Cacique en el día de regocijo y de co-


cería de aves? Así lo conjeturamos, por llevar además de lo tiradera
el birrete cocicol y prendido 0\ hombro lo conosto con figuras de aves.

Lo figura 25 es uno rono de oro, deidad muy importante poro estos


indios y símbolo de los meses lunares marcados por lo estación lluvioso,
de grande influencia en sus foenas agrícolas .. Trotaremos de ello en un
lugar oportuno.

Como lo figuro 26 hay muchas repetidos que hacen porte de lo rico


cofección del gazofilacia muisca hollado en Quetame. '" .

En materia de especulaciones científicas es permitido interpretar he-


chos más o menos probables, siempre que tengan bases racionales e his-
tóricos en qué apoyarse los conjeturas; precisamente estas condiciones
son las que hemos tratado de cumplir estudiando las figuras de oro des-
critos, en relación con los dotas históricos recogidos de los escritores
antiguos, y con los observaciones que lo práctico ilustrado puede sumi-
nistrar.

En otro capítulo describiremos figuras que fueron encontrados con los


que acabamos de describir, en el mismo lugar, y que presentan mayor
il~terés en su estudio porque representan hechos históricos de oquellos
pueblos, de muy mayor importancia que los Que dejamos relatados.

(Papel Periódico Ilustrado. Págs. 339 a 341)

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VII
En este capítulo vamos o ocuparnos de otro de los medios importan-
tes en lo interpretación de los condiciones intelectuales de los diferentes
rozas humanos primitivos, este es el estudio de sus creencias sobre el
espiritualismo y, por consiguiente, el de sus prócticas religiosos. Este
estudio es mucho más importante de uno manero comparativo, método
Que emplearemos en esto exposición, poro lo c~al tomamos los ejemplos
recogidos por Mr. Brunet Tylor en algunos paises, con los que conoce-
mos del continente descubierto por Colón.

Entre los pueblos salvajes del mundo entero, tonto en épocas remotos
como en lo actual, ha sido. muy dominante el fetiquismo, es decir, lo
idolatria o culto de idolos u objetos que según lo teorio de estos pueblos
estón animados de espiritus de diferentes especies y categorias.

Esto idolotria ton generalizado, tiene su origen en uno especie de fllo-


sofia espiritualista o animista, Que aunque grosero, es consecuente con
!;u generalización en todos los seres animados e inanimados. Poro esos
rozas primitivos, todos los fenómenos del mundo exterior, perceptibles
por sus sentidos o idealizados por su rústico pero vivo imaginación, eran
provenientes de uno fuerzo o entidad misterioso o quien tributaban ado-
roción y culto bajo diversos formas. Atribuián uno existencia personal,
inteligente, dotado de voluntad y de poder, o los animales, o los plantas,
Q los rocas, 01 sol yola uno, o los estrellas, o los vientos y tempestades,
01 fuego y 01 agua, y en general o todos los objetos de lo naturaleza.

Elevado o un alto rango lo idolatrio entre los tribus y nociones sal-


yojes más civilizados de lo América, lo formo más común del senti-
miento reliigiaso consistra en tributar adoración y culto en primer tér-
mino, o los objetos que por su aspecto, por su belleza o magnificencia
llamaban más su atención y cautivaban más fijamente su imagiopc:ióll;
tal era el culto del Sol y de lo Luno entre los Azte,cos, los. ;lncas y los

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L1BORIO ZERDA

<..hibchas. Este culto está marcado por el antropomorfismo de la filoso-


fía indtgena, pues no solamente les atribuían vida espiritual y existencia
oersonal, sino también uno formo semi-humana¡ así es que el sol y la
luna fueron, poro los Esquimales Anninga y Molino, poro los Mejicanos
'onatiuh y Mestli, para los Peruanos Inti y Quilla, y para los Chibchas
eran Zuhe y Chía, los que no solamente tenían formo humano, sino tam-
bién eran esposos celestiales que alternativamente presentaban 01 mundo
h'lbitado su faz radiante para prodigarle al hombre sus beneficios. Estas
deidades tenían lo mismo importancia que Helios y Selene poro los an-
tiguos griegos.
En la nación Chibcha, lo causa primera de las cosas existentes, o el
Creador del universo, no estaba comprendida en el grupo de entidades
materiales deificadas y salía fuero de los límites del antropomorfismo
con que caracterizaban sus espíritus benéficos y maléflcos. Este Creador
del Universo era Chiminigagua, una cosa grande, imposible de poderse
describir, de cuyo sena salieron unas aves negras encargadas de difundir
por todas partes un· aire resplandeciente con que se i1umin6 la tierra.

Descendiendo en el estudio de las deidades de los pueblos primitivoS


vemos que personificaban y espiritual izaban seres que creían que eXistfan
en el viento que sopla los nubes y despejo el sol, o que los reúne sobre
los montes y causo los lluvias fecundantes que hacen nacer y crecer las
plantas y madurar los frutos¡ espíritus que también presiden los com-
bates y causan los enfermedades y la muerte. Así los Mintiro ("), una cie
las tribus mas salvojes de lo Malaca, atribuyen las enfermedades a unos
t'spíritus o Hant"s. En sentido contrario, paro los Chibchas, el dios tute-
lar de los enfermos, principolmente de los febricltantes, era Cuchovlro,
cuyo espíritu residía en el arco iris y o quien ofrendaban pequeñas es-
meraldas y granos de oro poro alCanzar 10 salud perdido. Para los pe-
ruanos el dios de la salud era el Hueco Umifío, adorado principolmente
en la pravineia· de Manta en un templo suntuoso, <:Dn figura semi-hu-
. mano y representada en una, preciosa esmeralda, muy custodiado y re-
verendado.
La idea de lo existencia de los espíritus, en los objetos materiales,
fue taTJ ~rralgada en los razas inferiores, que hoy mismo en algunas

10) "'tturos • M. Ir.llet y Triar.

-5 ..••
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tribus existentes se conserva tal cual fue en sus antepasados o algyn


tonto modificado. En la América del Norte, por ejemplo, los indios creen
no solamente que los almas son como sombras y que todo en el universo
es animado, sino también que las almas de las hachas, de las vasijas
de barro y los de los demós objetos semejantes, lo mismo que las de las
hombres y de los animales tienen que atravesar la extensión de agua
que separa su domicilio en esta vida de lo gran ciudad en donde el sol
se acuesta en el horizonte lejano.

La teoría de los fantasmas entre las tribus y naciones primitivas, fue


la misma que es hoy para un campesino labrador de nuestros campos: un
fantasma es una sombra ligero que ando errante por todas partes cau-
sando terror y espanto, esta sombra es parecida a la persono a quien
perteneció en vida, y es insensible, no se puede palpar, pero ella sí pue-
de hacerse sentir y golpear cansando daño. Estos cualidades, mós las de
':ibedecer a determinados personas, explican a sus adeptos cómo sucede
que matando a un hombre se puede enviar su sombra a donde se quiera.
Según Herodoto: "Los Gites mondaban cada cinco años un hombre o
su dios Zamólxis y le encargaban de sus mensajes, después lo arrojaban
en el aire y lo recibían sobre sus lanzas."

En la India inglesa se refiere que 01 principio de este siglo dos Brch-


manes, creyendo que un hombre les había robado cuarenta rupias, le
cortaron la cabezo o su propia madre, o fin de que su sombra persiguie-
ra y atormentara hasta lo muerte al ladrón y a su familia: la vieja se
prestó gustosa o esto singular venganza. Este hecho no es aislado en lo
historia de esos pueblos, pues tiene relación con pré')ticas indianas bien
conocidas.

Los Muiscas'o Chibchas tenían el cuidado de señalar las revoluciones


lunares del año, principalmente los que tenían relación con sus siem-
bras y cosechas. Uno víctima humano estaba destinada a solemnizar
las cuatro lunas intercalares que dividían el siglo Chibcha; esta víctima
era un mazo de quince años de edad, criado en el templo del Sol; le lla-
maban Gueso, que quiere decir sin casa, pues no la tenía, tombién. le
daban el nombre de Quihico, que significa puerta y también baco, por-
que su espíritu estaba destinado a llevar la voz de su nación para hablar
de cerca a la luna sorda que no oía desde acá abajo sus lamentos. Igual-
mente hacían muchos sacrificios de loros, guacamayas y pericos; pero

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estos animales no eron sacrificados sino después de haber aprendido su


idioma, p.ues de este modo sus espíritus transmitían mejor sus mensajes
Q \0 luna.

Algunos pueblos del Nuevo Reino de Granado, tales como los Pijaos,
hobitantes de los serranías, y los Coyaimas V Natagaimas de los valles
<le Neiva, cr~ían que el hombre que moria inocente se convertía en un
dios, que proteg[a o aquel que le había hecho el beneficio de matar le,
y' también protElQíao su familia, pero no o los demós hombres, porque
era patrón muy especial. Poro convertir el hombre en un dios era nece-
sario darle muerte con este único fin. No se podio en este caso sacrificar
n un enemigo ni persono de su mismo puebla; los transeúntes hombres.
mujeres y niños eran las víctimas propicios en oros de lo amistad y pro-
tección espiritual. Los Japoneses también deificaban a los hombres vir.
tuosos después de su muerte.: próctica que encontramos en la antigua
mito!ogia griega.
Los Laches de lo provincia de Tunja adoraban su sombra que era un
tlios compañero del hombre, acordado por un gran beneficio del Sol
~Zuhé) el podre celestial; adoraban también los piedras, pues creía.,
(,ue los hombres después de muertos se convertían en piedras y que un
dio volverían a ser hombres.
Los ofrendas que se hacían en la laguna de Guatavita y 10 cerernonio
de "El Dorado", es decir, el sacrificio solemne que el Cacique hacia
coda año entrando en la laguna, con su vestidura de oro, en uno bolso
con toda su corte y con los sacerdotes, es la manifestación más explf-
dta de sos creencias espiritualistas o onimistas. AIIf invocaban la Caciea
milagrosa y o su hija, las que vivían en el fondo de ello en un lugar de-
lidoso y con todos los comodidades opetecibes, desde que en un mo-
mento de despecho se arrojó en ella huyendo de tos acusaciones de infi-
delidad con que ~a aquejaba su marido, un antiguo Cacique de aquellos
comarcas.
La teoria de los espiritus de los pueblos inferiores es más consecuent.
que lo de los pueblos medianamente civilizados de esto época, que han
alcanzado o entrever lo luz de lo verdadera filosofía, sin alcanzar una
completa ilustración en el conocimiento de los verdaderos causas de los
hechos V do los fenómenos ocurridos en el mundo real. Corna conse-
cuencia de los errores en que incurrieron aquellos rozas en los nocio-

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EL DORADO

nas sobre los espíritus, completan su creencia haciendo llegar al otra


mundo los espíritus enteros o mutilados, según el estado en que se en-
contraban sus cuerpos en el momento de la muerte.

Por ejemplo, uno tribu de Australia piensa que si un hombre no es


sepultado después de su muerte, su alma se vuelve una sombra errante.
Cuando uno de sus guerreros mata a su enemigo, se encuentra algunas
\eces embarazado pensando que va o desencadenar contra su propio
r.acién una sombra enemiga, y sale de esta dificultad cortándole el dedo
pulgar al muerto. De este modo la sombra no puede lanzar su dardo, y
así ando errante como sombra malévolo pero inofensiva" (Tylorl.

En casi todos los países del globo, en épocas diferentes, se han encon-
trado costumbres que concuerdan con lo teoría de los espíritus de lo fi-
losofía de las razas primitivas del nuevo continente; además de las que
dejamos expuestas, había la de matar no solamente las mujeres y es-
clavos del muerto, sino también sus caballos y sus perros paro enterrar-
los con él o quemarlos sobre su tÚmba. "Más allá de este mundo cono-
cido, en las regiones de las sombras y de los espíritus, lo sombra (fel
hombre montará en la sombra del caballo, y la sombra del perro per-
seguirá la sombra de la liebre; o bien, según la creencia de los Meji-
canos, la sombra del perro debe llevar lo de su amo más allá del río que
separa el mundo de los vivos del mundo de los muertos."

Los tribus y naciones del Nuevo Reino de Granada, principalmente


los del Zenú, Flnzenú, los Armas, los Tangos del Valle del Cauco, y lo
nadán Chibcha, enterraban los muertos con sus mujeres, cuando eran
personas distinguidos, con sus esclavos, alimentos, bebidos fermentados,
instrumentos de arte y agricultura, con sus armas, ídolos y joyas de oro,
de., tanto porque estaban persuadidos de que eran animados estos ob-
jetos y personas, cuanta porque creían en la inmortalidad de sus espí-
litus. Los Chibchas creían que los olmos salían de los cuerpos de los
que morían y bajaban al interior de lo tierra por unos caminos y ba-
rrancos de tierra amarillo y negro, teniendo que pasar por un gran río
en unas débiles bolsas fabricadas con telas de araño, motivo por el cual
respetaban mucho estos insectos y no los mataban. Llegando al ténmino
de este viaje encontraban sus labranzas, sus mujeres y servidumbre, sus
riquezas e instrumentos, en una palabra, todo lo que constituía sus ho-
!;a.res y sus afecciones más íntimos acá en la tierro.

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Lo historia de las ofrendas funerarias, dice Mr. Tylor, nos enseño


'también la transformación que ha sufrido esta creencia, que tuvo su
origen en uno filosofía salvaje y grosera, viniendo a ser en el día una
formalidod simbólica. "Para lo intengencia de los Vedas era una cosa
razonab'e quemar lo~ imtrumentos del socr¡ficio y del culto con el sa-
cerdote, o fin de q(:," se pudiero servir de el!os en el otro mundo; mien-
tras que el Hind~u de nuestros tie ••..•
pos se conforma con arrojar un hilo
de lana sobre lo torta funeraria que ofrece a su padre diciendo: Pueda
este vestido tejido de fono ser una ofrenda agradable a tus ojos."

Según Ovidio, las ofrendas de alimentos hechas a los muertos, que


en épocas primitivas era una próctiCliI salvaje, fueron transformadas
en su tiempo en una simple ceremonia, con la cual se manifestaba sen-
timiento de afectos. "Guirnaldas, dice, algunos granos de sol, trigo, es-
parcidas en la tierra; un poca de pan mojado en vino y violetas sem-
bradas sobre lo tumba, eran lo bastante poro apaciguar las sombras."

En nuestros tiempos, las coronas de inmortales, de rosas y de violetas,


<;on poro el hombre verdaderamente civilizada, un triste recuerdo con-
sagrado a la memoria de la persona amada y un testimonio tributado
Q .lo fe jurada de nuestra imortalidad. Pera quién sabe si para el común
de las gentes que obran por espíritu de frívola imitación, será lo con-
tinuación de la ofrenda salvaje!

Todos los hechos referidos demuestran que en todo el mundo ha ha-


bida alguna semejanza en la filosofía del animismo o espiritualismo,
y en las prácticas de las ceremonias religiosas de los pueblos primitivos
e inferiores, que sus errores han sido consecuencia de un modo particu-
lar y ano lago en la asociación de sus ideas, formulando un juicio falso
de las impresiones recibidos del mundo exterior, pero que se ha verifí-
cado y continúa aún una selección intelectual que conduce a todas las
razas 01 perfeccionamiento moral yola verdadera filosofía.

Al terminar estas líneas, viene a mi memoria el bello pensamiento


de Walter Scott:

"Lo creencia general, diremos aún universal, de los habitantes de la


tierra, en la existencia de seres sobrenaturales, está fundada en el sen-
timiento de la Divinidad que habla a nuestros corazones y prueba a
todos los hombres, excepto o un pequeño número de aquellos que SOJ1

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EL DORADO

sordos o lo voz celestial, que existe en nosotros una porción de sustancio


¿¡vino, no sujeta o los reyes de lo -muerte y de la disolución, y que,
".uando el cuerpo es incapaz paro retenerla, va o buscar su lugar como
un centinela que acaba de ser relevado."

(Popel Periódico Ilustrado. Págs. 341 o 343).

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VIII
En el estudio del sistema de numeraclon usado en los pueblos civili-
zados, naturalmente se principia por el conocimiento de las voces nu-
merales, uno, dos, tres, etc., palabras que consideradas abstracta mente
no tienen significación etimológica, pero que referidas o grupos de
cosos a personas nos enseña el uso o osociarlas o la serie de represen-
taciones simbólicas J, 2, 3, 4, 5, etc., ocostumbrándonos o ver con lo
imaginación en coda una de estos cifras una colección de unidades y
lo unidad mismo; de esta suerte podemos adquirir el conocimiento su-
perior de los números mayores que se pueden imaginar y también el
de las más pequeños fracciones de la unidad.

A medida que se desciende en la escala de la civilización de las di-


ferentes l"azas del globo y que nos aproximamos o los inferiores de lo
época actual o de las edades primitivas, se comprende que lo ideo del
número y de lo cantidad es más imperfecta y limitado, y que los sis-
temas usados paro contar son más figurados que filosóficos, por consi-
!1uiente poco adecuados para adquirir un conocimiento completo de lo
colectividad numérico y de lo fracción de lo unidad. Sin embargo hu-
bieron pueblos prehistóricos cuyos sistemas de numeración fueron mós.
aventajados que los demás.

Los instrumentos primitivos mós naturales en los variados y numero-


sos sistemas de numeración han sido los dedos de las monos y de las
pies; pero las tribus enteramente salvajes no alcanzaron a tener uno
ideo cabal de su uso; por ejemplo, uno tribu, de Australia descrito por
Mr. Odfield, cuenta uno y dos con los dedos y después dice 1Io01-t&o ••
que significa mucho. Este ejemplo demuestra el término más bajo de
los condiciones intelectuales de la especie humano, pues todos los de-
mós ejemplos que encontramos en los anales de las condiciones primi-
tivos de las rozas del continente de Colón y los historiadores par Mr
B.ul1tll Tylor, del Afnca y del costinente europeo, demuestron un grado

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de superioridad intelectual muy notable, aun cuando el sistemo ·de nu·


meroción de todos esos pueblos tuvo los mismas bases; es decir, que el
hombre principia en el caos de sus ideas a contar por los dedos.

Un ejemplo muy notable por lo semejanza de los condiciones inte-


lectuales que presenta con los del hombre primitivo de los selvas, es
t:1 célebre sordomudo Massieu, discípulo del sabio abate Sicord, el que
evocando sus recuerdos de lo infancia, decía después que se elevó o
un mundo intelectual superior, por los lecciones de su maestro: "YI:;¡
conocía los números antes que me los enseñaron; mis dedos me los ho~
bíon enseñado. No conocía los cifras, contaba sobre mis dedos."

En el mayor número de razas inferiores las palabras que les servían


poro designar los números tienen uno significación' especial y muchas
veces independiente de la colectividad numérica a que se refieren; '1
solamente por uno asociación de ideas particulares a cada puebla les
pudo servir para darse cuenta de la cantidad.

Muchos pueblos de Africa y entre ellos los Yolofs y los Foulohs, y


(¡tras de América como los Omaguas, contaban de lo manero siguiente
o de un modo semejante: principiaban con 'Ios dedos de las r;npnos y
llegando o cinco decían: una mono entera; 6, uno' de la aire mano; 7,
do. de la otra mano, y así hasta llegar a 10, el cual expre?aba diciemlo:
dos manos; poro 11, uno del pie; 12, dos del pie;. 15, tres manos; 16.•
uno del otro pie; poro expresor 20 decían: un indio; 21, uno de la ma-
llO de otro illdio, etc. En algunos pueblos dicen: 11, pie uno; pi~ dos, etc.

Algunos tribus como los Zamucas, usaban de un método semejante


01 anterior con otro clase de circunloquios; decían: la mano acabada
poro expresar 5; las dos manos acabad.s poro 10; y poro 20 los dos
pies acabados.

Los Zoulou. prinCIpian o contar por el dedo pequeño de la mano iz-


quierda (lecturas de Mr. Tylorl, cuando llegan Q 5 dicen una mono.
<entera; poro 6 dicen totisitupa, que significo toniad el pulgar, y hacen
un gesto o acción correspondiente; poro 1 señalan el indice con el cual
expresan el verbo comba, indicar ..

Los Jauras del Orinoco y los Guaraníes del Paraguay contaban por
veintenos como los Mejicanos; y según refieren los misioneros, algunos

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EL DORADO

de estos pueblos en sus cuentas hacían montones de maíz de 20 gra-


nos cada uno, diciendo un veinte, dos veintes, tres veintes y cinco vein-
tes para 100. Los Jaruros para expresar 40 decían noenipune que sig-
nifica dos hombres, derivado de noení, y conipuna, hombre.

Los misioneros que introdujeron la civilización cristiana en las tribus


del Nuevo Reino de Granada, dejaron anotaciones importantes que aún
no han sido publicadas, tales son los de los Padres Alonso de Neira y
Juan de Ribera llamadas "Arte y Bocabulario de la lengua Achague",
¡762; en él se encuentra el sistema de numeración de esta tribu que
es como sigue: (*)

1, Abacaija; 2, Sucha (a veces Suchamota); 3, Matarritay; 4, Re-


¡uni; 5, Abacaje (significa los dedos de la mano); 6, Aboibacoje (uno
y cinco); 7, Suchamatoybacaje (dos y cincol; 8, Matomtaybacaje (tres
y cinco); 9, Re;unicayacaba-baca;e; 10, Sllchamaccje (los dedos de
ambos mllilos); ¡5, Sucham-ac:aje ohoy-ri/¡ana; (tres cincos tres veces °
los dedos de la mano); 20, Abocoytacay (los dedos de pies y manos o
los dedos de 1 hombre, 4 cincos); 40, Suchám-óta tacay (los dedos de
¿ hombres). Dice Gumilla que "así aglomeraban hasta 2.000, 6.000,
10.000 dedos, con una algarabía notable, pero perceptible a fuerza
de trabajo."

El sistema vigesimaJ de los Mejicanos y de los Guaraníes etc., tam-


Lién se usaba en algunos pueblos del antiguo continente, coma los Bas-
cas, Que cantaban: uno, bat O unam; dos, bi o da o,,; tres, irú o tri; 20,
oguei o hugent; 40, berroguei o daouhugent; 60, iruroguí o trihugent,
etc. (Humboldt).

En los antiguos pueblos del Dorién se usaba de un sistema de nu-


meración vigesimal, que llama lo atención por el orden metódico que
observaban en lo sucesión de codo decena, y es según el doctor Lionel
Wafer (') el siguiente:

( *) Esta indicación la debemos al señor Lásaro Girón.


("') Viajes del doctor Lionel Wafer al Istmo del Darién y a los costas
del Nuevo Reino de Granada, de 1680 o 1685, traducidos y anotados por
el señor V. Restrepo. (Repertorio Colombiano, vol. 8, N9 46).

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. ul, Qu!,nc:hacua;. 2¡Poc:ua; 3, Pagua; 4, Paqueguo;5,' Aptoli;6,


,1.CÍric:a; 7, ClI9ol.a; 8, Pallc:opa; 9, Poquecopa;' 10, Ani~cgo; 11, Anj·
yego quenchacuo; .12, Anivego poc:uo; 13,' Ánivego pagua; 20, Tula
bog\lCl; 40, TOlla guaria, etc.
u[)e 10 para oba;o no~bron fácilmente el número particular de que
se trota sin hacer n;!1guna seña; pero cuando dicen anivego o 10 jlln-
ton los dos monos abiertos. Poro 11, 12, 13 hasta 20 pronuncian ani-
'.vego, Luntan las manos y vuelven a separorlas, tocan los dedos de lo
mano izquierdo, una por uno con el primero de lo derecho y dice": ani·
\lego quenchoeua; anivego poella; onivGgo pagua; etc., hasta el nú-
mero que quiere"n expresar, si es' inferior o 20.
"Cuando pronuncian tufo bogua,' es decir, 20, juntan las manos dos
veces, una por cada 10. Poro el 21 dicen tula bogua queRChacua; para
22 tula boglla paeua, etc. Poro expresar 30 juntan tres "-,,ces las ma-
nos y dicentul~ bogua anivego, es decir, 20 y 10,. y así hasta 40 .
••
lleguemos a ese número: juntan klS monos CUQtro veces y dicen tu'a
guano; 41, tulo guana eonYllgo; etc.; 50, tllla guona anivego, es decir,
40 y 10, etc. )
EJ doctor Lione! Wafer dice: "que eso manero de contar de uno vein-
tena a otro es la misma de sus antepasados, .y se aproxima mucho o
lo de los montañeses de Escocia e Irlanda; pues si los indios parasigni-
ficar 31, 32, etc., dicen 20 y 11, 20 y 12, etc., éstos poro expresar
los. mismos números dicen al revés 11 y 20, 12 y 20, etc., no habiendo
sino uno trasposición de palabras.u
. Hubiera sido mucho mós interesante el estudio del doctor Wafer,
acompañado de lo etimología de las palabras que usaban los Dariene-
ses· poro expresar coda número, pues es muy posible que tuvieron uno
significación especial independiente de lo colectividad numérico, que
significo juntando las monos y señalando los dedos.
En la Indio se empleo el método de contar por los dedos, pero no E!S
eí único, pues según Mr. Tylor, "desde tiempo inmemorial los letrados
de este país, además de sus series ordinarios de los números, imagina-
ton emplear otros. palabras como medio memotécnico poro retener las
techas'y otros números. En este caso poro decir uno, dicen "tierra" o
"luna"; paro dos dicen "ojo" o "brazo" o "ala"; para tres "romo" O

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TUNJOS DE· i.!.A HUACA DE CHIRAJARA

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Fig. 32.-SILLA ENCONTRADA EN TERRITORIO DE LOS PANCHES

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EL DORADO

-"fuego" o "cuolidad", porque ellos admiten tres romas, tres suertes de


fuego, tres cualidades o "gunas"; poro expresar cuatro dicen "edad"
o "Veda" porque hoy cuatro edades o cuatro vedas".
Un sistema semejante al anterior era el de la noción Chibcha, pero
mejor ordenado, de aplicaciones prácticos y aun filo~ófico, porque el
uso mnematécnico de /as voces numerales tenía una relación íntimo con
lo división del tiempo lunar, con los épocas de S1I3 faenas agrícolas y
de sus ceremonias religiosas. Esto nación contaba principiando por los
dedos de las manos y no solamente tenía los diez números dígitos como
base fundamental de su numeración, sino que para estos diez números
usaban nombres de uno etimoligía muy variada e importante y ade-
más los representaban con símbolos especiales. Los números son los
siguientes:
Ata, 1; basa, 2; mica, 3;muyhica, 4; hisca, 5; ta, 6; cuhupeva,
7; shuhull:a, 8; aca, 9; ubchihica, 10. Después de terminar con los de.}
GOS de las manos pasaban o los pies, repitiendo estos mismos nombres
cnteponiéndoles lo palabro quihicha que significa pie; así paro 11 de-
cían quihicha ata; 12, quihicha basa, etc., hasta llegar a 20 que desig-
naban con lo palabra gueta, derivada de gue, casa, y ata, uno; tambien
expresaban 20 con quihicha ubchihica, pie diez. Seguían contando 21,
guetas asaquí ata, osaquí significa más; 22, guetas asaquí basa o vein-
te más dos, etc., hasta llegar o 30, guetas asaquí ubchihica, o veinte
mós diez; 40 o dos veintes gue baso, dos casas; 60 o tres veintes gue
mica, tres casas; 80, o cuatro veintes, gue muyhica, cuatro cosas; 100
o cinco veintes gue -hisca, cinco cosos.
Este sistema era, pues, mixto del decimal y bigesimal. El señor Du-
(fuesne hizo prolijos investigaciones etimológicos can los mismos indios,
y. aseguro que " todos estos palabras son significativos, que todos
flenen raíces comunes con otros voces que indican los faces de lo luna
creciente o menguante, o con objetos relotivos o lo vida campestre y
cel culto religioso".
Veamos ahora los diversos significaciones que daban a los palabras
con que expresaban sus números dígitos v lo representación figurado
ú el símbolo que usaban, según resulto de los estudios del señor Du-

Quesne- arreglados conforme a un manuscrito antiguo que poseemos.


Uno.~Ata.--Otro cosa. Representaban este número con uno rana

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LIBORIO ZEROA

en acción de brincor, poro indicar la aproximación de las aguas y el


Gpresto de otra sementero.
Dos.-Bosa.-AI rededor. Expresa un cercado que hacían al rededor
de lo sementera pora defenderla de los animales que pudieran causar
doña; lo representaban por unas narices como parte de un disco lunar.
Tres.-Mica.--Cosa vario. Expreso lo variación de los faces de la
luno. Significa también escoger, buscar, hallor cosas menudos, paro
indicar la elección que debían hacer de las semillas poro la siembra.
lo representaban por das' ojos abiertos, probablemente coma signo de
observación.
Cuatro.-MuYhica.--Cosa negra. Expresa el cielo nublado, oscuro y
tempestuoso. La raíz muy significa crecer las plantas; con el beneficio
de las lluvias crecen las sementeras. El símbolo son dos ojos cerrados,
sígno de oscuridad.
Cinco.-Hisca.-Echane uno sobre otro. Esta significación hace alu~
sión ci la conjunción en cuyo tiempo celebraban los nupcias del sol y de
la luna, dogma copital de sus creencias. Significo también coso verde
y holgarse; con los lluvias los sementeras toman el color verde hermo-
so, y se alegraban con lo esperanzo de la cosecho abundante. Lo re·
presentaban con dos figuras unidas como símbolo de lo fecundidad.

Seis.-Ta.-Cosecha. Al sexto mes de lo siembra de lo semilla, co·


rrespondía lo cosecho del fruto. Se encuentra representado por uno
cuerda unida o un palo, los que servían para trazar el circulo de sus
casos y de sus labranzas. La formo circular la tomaban de la luna,
deidad de su predilección.
Siete.--Cuhupcua.-Sordo. Sus graneros tenían la forma de oreja o
de caracol. Expresa también el cuarto o cLladratura de la luna. Tenia
por símbolo d()S orejas y también una canasto para significar lo c~
secha.
Ocho.-Sunuza.-No tira a otra cosa. Significo también cola o robo.
Expresa el mes que viene al fin de las sementeras. Su símbolo era una
columna en forma de gavia y una cuerda con los que en sus calzadas
hacían los salemnidades y sacrificios. En el término de esto calzackl
ponían un gran palo, o él atabon al Gue•• o Moja que sacrificaban ti.
róndole con flechas, y ofrecían su sangre o la luno y al sol. El signifi-

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EL DORADO

codo colo O robo probablemente hace alusión o la cola que arrastraban


en las danzas de esta fiesta para figurar los años venideros.
Nueve.-Aca.-Bienes. El mayor de los bienes era la abundante co-
secha. Lo representaban por dos ranas unidas, o por lino rana de cuyo
cola se principio a' formar otro. Esta figuro es el símbolo del noveno
mes lunar en el que observaban la generación de estos animales.
Diez.-Ubchihica.-Luna brillante. Expresa el p!enilunio y hace alu-
sión a sus convites y regocijos. El símbolo es uno oreja.
Veinte.-Gueta.-CasQ y sementera. Era representado por uno rano
tendida, símbolo del reposo, de la abundancia y de la felicidad.
Es un hecho notable que estos pueblos incultos hubieron adoptado
el sistema de numeración decimal y bigesimal, viniendo a ser más tarde
el decimal el adoptado por los pueblos civilizados de la época actual,
por ser el más sencillo y más racional y filosófico, aun cuando intrín-
secamente no san comparables el sistema moderno con el decimal y
bigesimal de los pueblos inferiores de este continente y del europeo.
También es notable que diferentes naciones modernas hayan conser-
vado el sistema de agrupaciones de cinco en cinco y de veinte unidades
bajo una forma especial, es decir, el quinal y vigesimal, cuyo origen se
remonta a los tiempos primitivos en que se usaba la cuenta por los de-
dos. Con las cifras romanas se cuenta 1, 11, 11 hasta V y se sigue con
otra serie de cinco hasta llegar a X y así sucesivamente, teniendo siem-
pre en cuenta grupos de cinco unidades como si se contara en los dedos
de cada mano.
No obstante que los franceses fundaron el sistema decimal adoptado
hoy casi en todas las naciones modernas, conservan en su numeració'1
recuerdos tradicionales del sistema vigesimal de los épocas primitivas;
dicen aún, quatre vingt trci:z:e, cuatro veintes trece, en lugar de "na-
nantes-trois" empleando los términos de origen latino. Los ingleses di-
cen también en determinados ocasiones fourscore ond thirteen, cuatro
veintes trece usando lo palabra scoree, metafóricamente poro contar 20.
La razón de estas anomalías es, según Mr. Tylor, que la numeración
por veintenas o vigesimal fue propia de los pueblos célticos, se encon-
traba en los golas, ros irlandeses, los bajo-bretones, etc., y de ellos pasó
o los franceses y a los ingleses.
(Papel Periódico Ilustrado. Págs. 356 o 358).

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IX
las extensos llanuras que forman uno gran porte de los regiones
superandinas de los Estados colombianos, fueron el asiento de profun-
dos y grandes lagos, cuyos aguas depositaron en su fondo copos suce-
sivos y horizontales del terreno acarreado por los olas y por los lluvias.
Posteriormente o lo formación de este suelo acustre que debió ser lento
y de muchos años de duración, tuvieron lugar grandes cataclismos en
los cordilleras de arenisco y de rocas calcáreos que protegían y alimen-
taban estos depósitos, ocasionados por convulsiones de lo tierra. los
rocas fracturados y dislocados dejaron poso libre o uno inmenso masa
de agua, cuyo irrupción dejó vestigios palpables aún o los ojos menos
observadores y 01 espíritu más salvaje e ignorante.

los dilatados sabanas de Bogotá, los planicies del sistema de los


lagos de Boyacá, compuestos de los llanuras de Soracá, Chivató, Tunja,
Siochoque y Toco por uno porte, que vertieron sus aguos unos sobre
los otros, y de los extensos lagos del valle de leivo y de los de Tun-
domo, que comprende los fértiles llanuras de Santo Rosa y Sogomoso
por otra, son ejemplos, entre muchos que se podrían citar, de estas
formaciones lacustres.

Lo historia físico de los cataclismos que acosionaran el desagUe de


estos lagos, dejando enjutas estas sabanas, la encontramos escrito en
los accidentes geológicos que ofrece el suelo de estas regiones y en los
trastornos producidos por lo inmenso irrupción de los aguas hacia los
valles profundos.

los lagos andinos de lo reglon de Tunjo desaguaron por lo abertura


de las cordilleras que dieron paso a los aguas del lago de Sogamasa;
el río de este nombre conserva los señales de este gran suceso geológico,
hasta en su entrado en el río Saravita.

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L1BORIO ZERDA

El desborde de los oguas que formaban al lago Funzé en las sabanas


de Bacató, nos dejó el mós hermoso recuerdo de este acontecimiento,
el que se cuenta entre los maravillas de lo naturaleza, este es el salto
o cascada de Tequendama, c_uyas aguas, espumosas se precipitan con'
fragor a una hondura. de 146 metros. Para la fecunda imaginación de
los Chibchos lo causa de este desagUe debía ser sobrenatural; en sus
enoies cosmogónko5 se encuentra como autor de este grandioso aconte-
cimiento o Bochica, hombre mister'oso. sabio y bienechor, de rozo dífe-
rente de lo de los hombre;; de o;;t.;'; rcgia;-:es,pues era bianco y tenía
barba larga; llegó repentinamente de países lejanas acompañado de
uno mujer llamada Hl.IythClca,de sorprendente belleza, pero de excesi-
vo maldad. Esta mujer por arte mágico hízocrecer el Funzé y sus
afluentes, y sus aguas inundaron todo el valle de Bacatá, haciendo pe-
recer una gran parte de sus. habitantes. Indignado Bochica arrojó de
lo tierra a esta mujer y con su varo poderosa abrió las rocas de Tequen-
dema por donde. las aguas se precipitaron dejando enjuta uno porte de
la. fértil I!anura que poblaron y cultivaron después las gentes dispersas
r~tlnidas por Bochica, o quienes enseñó los artes, el culto del sol y les
hizo edificar templos y ciudades. Algunos pueblos creían que ChibdlCl-
ClIn, protector y báculo de los Chibchas para castigar sus excesos, lan-
zó repentinamente sobre la llanura los nos Tibitó y Sopó, causando
o!:SIO grande inundación.
A Bochica le deban dos hermanos o compañeros y las simobolizabon
a todos tres con un cuerpo de oro de tres cabezas, pues decían que te-
nían los tres u;, corazón y un solo espíritu. Este símbolo, de que habla
Duquesne, probablemente tiene relación con los tres nombres que, según
los cronistas, daban o este hombre misterioso: Bochica, NenquetebCl y
Zuhé.
Esto ingenioso fábula fue consecuencia natural de la tendencia que
tenían estas tribus a venerar las cosas y accidentes sorprendentes y ma-
ravillosos; pues no pud:endo darse cuento de las causas de los fenóme-
nos naturales y de los accidentes que dejaron las aguas en su solido tu-
multuoso es dispensable que los atribuyeran a un poder divina. Sin em-
bargo ,fueran observadores atentos de todo lo que se ofrecía o su vista, y
no, debían pasórseles desapercibidas las oscilaciones de los aguas en su
ascenso y descenso en la parte de la llanura que quedó inundada. Estas
cscilaciones de la parte inundada eran ocasionadas por los lluvias, los

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que en esas épocas debían ser mós abundantes y mós frecuentes que hoy
por la exuberancia de los bosques; y más regulares en sus períodos, pue's
sus siembras estaban subordinados o la estación lluvioso en relación con
las faces de lo luna. Los primeros gritos de los ranas les recordaban la
aproximación de las lluvias benéficos y necesarios paro sus sementeras,
pero 01 mismo tiempo aterradoras en su demasía por los terribles y des-
tructoras inundaciones de que eran víctimas. De un justo medio en lo
cantidad y duración de las lluvias dependía lo abundancia de la case~
cha y por cosiguiente lo felicidad de lo 'noción. He aquí por qué uno de
las deidades celestes era para ellos lo rana, dios precursor y creador de
los aguas; y por qué lo figura de este dios en sus diversas aptitudes
simboliza los diferentes faces de lo luna en relación con lo estación llu-
vioso o seco.

lo figuro de este animal grabada o pintado de uno manera indeleble


~obre los rocas en los lugares por donde se verificó el desogUe de los
lagos ondinos, tales como los Piedras de Pandi o Icononzo, Fúquene Aipe,
Gómeza, Saboyó, etc., no conmemoran, como se ha creído generalmente,
esos grandes cataclismos geológicos de que hemos hablado, porque du-
rante el tiempo en que acontecieron no podían ser habitados esos regio-
nes, pues el levantamiento de los Andes dejó estas grandes cuencas 'que
los aguas colmaron de sedimento y cuya desagUe los hizo posteriormente
habitables .. Ademós, es evidente que lo rozo que formaba esto nación
no podía tener el grado de cultura intelectual suficiente paro poder in-
terpretar ni aproximadamente la causo de estos trastornos gealógicas, y
¿e aquí el origen de los fábulas que constituyen su historia casmogónico,
inventados en vista de los inundaciones periódicos que ocasionoban los
lluvias; y del salto de Tequendama, único desagUe natural de estos 110-
!turas. Estas figuras son simplemente la representación simbólica de los
accidentes meteóricos que causaban los oscilaciones de los aguas en 'las
llanuras inundados y la solido de ellos por los cauces naturales, medio
que los libraba de los inudaciones, y beneficio atribuído a ese Neptuno
(¡.nf¡bio de cuatro patas.

las diferentes actitudes en que pintaban o los ranas paro simbolizar


estos accidentes meteóricos son los siguientes:

En actitud de brincar representaba la aproximación de los aguas y


también caracterizaba lo entrado del año muisca C:I:occam) que constaba

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L190RIO ZERDA

de veinte meses lunares (sunos), para los años civiles o de la vida co-
me,", y de treinta y siete, el año religioso, en el cual tenían lugar dife-
rentes fiestas y sacrificios. El primer mes del año se principiaba a contar
¿esde el día sigI,Jicnte al plenilunio que sigue al solsticio de invierno; un
cómputo enólogo observaban los indios del Perú y de Méjico, los Hindous
y los Chinos. Caracterizaba este signo, también, el principio del siglo,
que contaba de vcbte. años religiosos. Tonto los días como los meses V
los años se contaban por la ~e~ie nU!'l1cra I formo&' de las diez vo:~s de5d~
CIta, 1, hasta ub~hihi;;lI, 10; a;¡í d~d.:m>:ma el", p¡'jl':"e~a kldO; Sml.1 bo.a,
segundo luna, etc., SOCClm ata, año primero, soco m boso, año segundo,
ctc. El dio lo llamaban SUGI y la noche zo; se dividían en cuatro partes:
ln,o mena, la mañana desde la salido del sol hasta medio día; suomeca,
lo tarde desde medio día hasto ocultarse el sol; sosca, la primera mitad
de la noche, y sogil¡ la otro mitad hasta la salida del sol. El período
de tiemr>o mós corto era de tres días, y diez de estos períodos, o sean
treinta dklS, formaban un mes lunar o suna que significo gfon comino
empedrcc:b o celzodo para recordar el sacrificio humano que celebraban
en el término o plazo de la calzada que principiaba en la caso (tittlIUCI)
del cacique.

Tambi¿n tenían un año rural que contaba de uno e~tación de lluvias


<1 la siguiente, y constaba de doce lunaciones. Los J~es agregaban 01
fin del tercer año rural un mes o luna intercalar o~orda presidido en
la primera indicción por cuchupcuo. Tres años- rurales componían uno
de 37 h.:nas o religioso.

Los ¡ntercalaciones que hacían de algunos meses lunares tenían por


objeto referir o la mismo estación el principio del año rural y los fiestps
que celebraban el sexto mes, cuyo nombre era consecutivamente suno
(;ta, suna suhusa, suna ubchihica.

El año vulgar que constaba de veinte meses lunares servía poro los
negocios de la vida civil, como las compras '.1 ventas de sus producto¡
naturales, agrícolas y de sus manufacturas, ete., y también poro los
treguas en lo guerra. El grande año de 31 lunas intercalares o año as-
tronómico, se dividía en tres períodos agrícolas o sementeras y servlo
particularmente pora las faenas del campo y poro los ceremonias reli~
glosas; por esto razón el arreglo de las lunas intercalcres estaba enca-

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EL D.ORADO

rPendada a los Jeques, quienes los anunciaban al !>ueblo oportunamente


para suplir las deficiencias de este cómputo.

El siglo chibcha, que constaba de veinte años de treinta y siete lunas


c.oda uno se dividía en cuatro períodos o pequeños siclos de los que
el primero se cerraba en hisca, el segundo en Ubchihico, el tercero
en Guihicno hisco y el cuarto en gueta. Estos períodos representaban las
cuatro estaciones del grande año. Codo uno d;;! estos períodos contenían
, 85 lunas, que corresponden, según Humbaldt, a 15 años chinos y tibe-
tonos, y por consiguiente a las verdaderas ¡ndicciones usadas desde tiem-
po de Constantino. Los pueblos de raza tártaro tenían un siglo de 60
años dividido en cinco períodos presididos por doce animales.

La figura de dos ranas o sapos unidos era símobo de suno aco o no-
veno mes lunar, época en que observaban lo generación de estos ani-
males.

Lo rana en actitud recogido simbolizaba el tiempo seco, porque en


esta época se oculta en los lugares sombríos.

Una rana extendido o sin patas como signo de quietud o repaso re-
presentaba a suno gueto, luna sin influencia en las operaciones del cam-
po; era también símbolo de la felicidad en el goce de las cosechas y de
los bienes de la casa (gueta).

Algunas veces se ha encontrado lo figura de la rana con cabezo de


ho;n!:>re, y en nuestro concepto de este modo significaba la persona-
lidad de que estaba caracterizado este animal como dios inteligente
y poderoso en su elemento, el agua; otros veces el cuerpo de este ani-
mo! sin patas fue transformado (según Duquesne) en ídolo con uno
túnica o vestidura de hombre.
El escritor citado notó en otros figuras lo rano con colo, lo que le
hizo pensar que continuando el brinco señalaba los meses futuros, y
con la cola, señalaba los pasados. Agrego que lo <:010 fue usado por
los indios como símbolo en otros animales y que lo representaban en
los colas que llevaban arrostrando en sus procesiones y danzas astro-
lógicas.
La creencia de que las ranas son precursoras de los lluvias y vienen
¿el cielo con ellos, se ha transmitido desde esos remotos tiempos a los

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LIBORIO ZERDA

pueblos inferiores de la época 'presente: en algunas poblaciones de las


riberas del Magdalena se cree aún que en el principio del invierno
lIueven ranas, pues después de un prolongado silencio de estos onima-
les, durante el verano, los primeros chaporrones despiertan sus gritos y
se les ve saltar por centenares.

No solamente en los pueblos chibchas adoraban lo rana o sapo como


dios de los aguas; también en lo nación de 10$ Armas, de, los Anser-
mas, de los Huacas, y en general en todas las tribus aborígenes dd
territorio Antioqueño y del Cauca, exisitía la misma idolatría, pues en"
sus túmulos y adoratorios se han encontrado figuras de oro de este ani-
mal en sus diferentes actitudes al lado de la fígura del águila del mismo
metal.

Los lugares de donde se ha extraído mayor cantidad de objetos de


era en el Estado de Antioquio, en épocas recientes, han sido los huocas
del cerro de Peperita, cerca del río Cauca, y d~ Arma, en Son Juan,
Caramanto, Remedios, Yolombó, Angostura, Eliconia, Guiná, y de las
SErranias que comprenden el nacimiento de los rios Zenú, león, Uramá,
San Jorfle e Ituango, las vertientes del Cauca entre Antioquia, Cázares
y la cordillera del Frontino.

En la loma llamado del Pojarito, cerca de Yarumal, se encontró un


templo indígena, subterráneo, con entrada al oriente, formada en el cen-
tro de una gran sala llena de nichos de diversos dimensiones. En él ho-
bía grandes vasos de oro, lámparas, incensarios, figuras de animales,
principalmente águilas y ranas o sapos; también instrumentos y moldes
de yeso paro fobricar diversas piezas de oro fundido.

El adoratorio más notable hallado en este templo era el representado


en la figura 27, medía 120 centímetros de altura y 114 de ancho; hasta
ahora no ha sido descrito por ningún anticuario.

Este adoratorio estaba formado de una lápida de tierra cocido que


contenía incrustadas en ello uno águila eJe oro de 38 centímetros de altu-
ra y de' 66 de lo punto de una ala a la otra; de formo bastante elegante
y en actitud de alzar el vuelo; en sus gorras lleva dos ranas; en el con-
torno de ello hay doce ranas de oro y catorce figuras del mismo metal y
de formo humana colocadas alternativo y simétricamente con los ranas.
En el pie de la lápida hoy una ánfora o vasija de oro semejante a las

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EL DORADO

conopos peruanas; es hueca y tiene la figuro de dos leopardos unidos por


el dorso y con una abertura en la cabeza poro depositar las ofrendas,
pues se encontraron algunos tejue!os y joyas de oro en su interior.

Aparece en este adoratorio, así como en otras huacas, el águila como


cnimal simbólico y deificado. Para fijar con las moyores probabilidades
de exactitud la interpretación de este adoratorio debemos atender los
hechos siguientes:

El águila y la rana son animales esencialmente diferentes y opuestos


en sus costumbres; lo rana goza de la plenitud de sus funciones vitales
en la época de las lluvias, cuando el elemento que le es propio le pre-
sento las condiciones indispensables poro su crecimiento, alimentación y
reproducción; durante el verano se recoge silencioso en los lugares som-
bríos y húmedos en donde fecundo sus huevos poro que su progenitura
salgo en tiempo oportuno y encuentre el elemento que lo recibe en su
seno. El águila, por el contrario, en el invierno se oculto en su nido si-
tuado en alguno grieta de las encumbradas rocas; allí empolla sus hue-
vos, haciendo apenas las excursiones necesarias poro proporcionarse su
alimento, y alzo majestuosa su vuelo, se remonto en el aire aspirando
a las regiones etéreas, cuando han cesado los lluvias y el cielo se pre-
senta despejado y diáfana la atmósfera para poder ver a grande distancia
con su dilatada pupilo la víctima que ha de llevar a sus polluelos. Este
régimen de vida y estas costumbres no pasaron desapercibidas a lo inte-
ligencia y sagacidad de los indios de estos regiones.

Si entramos con lo mente en lo fecundo imaginación de lo raza su-


perandina de aquella época remoto, no es difícil ver con ellas, en el
águila, al dios aéreo precursor del buen tiempo, es decir, del verano, épo-
(.0 de un cielo sin nubes y de adorar lo foz radiante del sol.

Así como la rana fue uno de las deidades de esta raza, que anun-
ciaba los aguas y venía con ellas, el águila alzando su vuelo llevaba en
sus garras las ranas, es decir, se llevaba las lluvias dando lugar al ve-
rano.

Hemos dicho que de un justo medio entre el invierno y el verano, esto


es, lluvias aportunas y suficientes y un tiempo seco inmediato a lo co-
secha, dependía la abundancia de ésta y por consiguiente lo felicidad

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L1BORIO ZERDA

de estos pueblos. Para conseguir este fin era necesario hacer en el ado-
ratorio las ofrendas propiciatorias a estas dos deidades rivales.

Esta raza supersticiosa deificaba taml:iién al hombre virtuoso, y una


de las virtudes más aceptable para sus dioses era fa práctica de las fae-
nas agrícolas, coma indispensable para satisfacer la más imperiosa de
las necesidades.

He aquí por qué se encuentran en esta gran lápida o adoratorio re-


unidos los tres deidades más influyentes en las labores del campo y por
consiguiente en la felicidad civil de estos pueblos: el águila, la rana y
el agricultor.

(Papel Periódico Ilustrado, Págs. 358 a 360).

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x
La naclOn de las Chibchas poblaba las extensas llanuras de Bacató y
Hunsa(hoy Bogotá y Tunja); y comprendía también los valles de Fu-
sagasugó o de los Sutagaos; los de Pocho, Ebaté, Chiquinquirá, Moni-
quiró y de Leiva; por otro porte los de Chipaque, Quetame, Fómeque,
Ebaque, Guatavita y Tenza; se extendía por Santo Rosa y Sogamoso en
el valle de Tundama, hasta la porte alto de lo coridillera, cuyo falda orien-
tal confino con los llanos de Casona re. Su longitud desde el punto extremo
01 norte al partir de Serinza, hasta el Sumapaz en el sur era 45 leguas
y su mayor anchura de oriente a occidente de 15 leguas. Ocupaba una
superficie próximamente de 600 leguas cuadrados, con una población de
2.000 habitantes por cado legua cuadrado; así es Que se le calculan
I .200.000 habitantes 01 tiempo que llegaron los Españoles (Acosta).

Este grande territorio comprendía, pues, porte del que hoy llama-
mos Cundinamarca. El origen de esto palabro no es exactamente conoci:-
do, sin embargo de Que el cronista Herrero en sus Décadas de la histo-
rio de los Indios Occidentales, refiere que en Tacunga (República del
Ecuador), Luis Daza, soldado de Belalcózar, encontró un indio extran-
jero, quien dijo era de uno gran noción llamado Cundinamarca, distante
doce jornadas de ese lugar.

El doctor J?sé Vicente Uribe, que permaneció durante algún tiempo


entre los tribus contemporóneas de los Chocoes, Andóguedas, etc., es-
tudiando sus costumbres y su lengua, nos ha dado uno etimología de esta
palabro que es bastante interesante y arrojo alguno luz sobre su origen.
En el idioma de estos tribus, llamado emberabede (emberá, indio; bede,
lEngua), se puede descomponer lo palabro Cundinamarca en los siguien-
tes: Cundur, Candor; ina, altura; mara, estor sobre; ea, aquéllo. Así
creemos que habiendo tenido muchos analogias los lenguas de los indios
de los regiones ecuatoriales de América, como lo comprueba lo facilidad
con que les sirvieron de intérpretes o los españoles los indias de los cas-

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L1BORIO ZERDA

tos en 'las regiones altos del interior, y siendo natural la conservación de


eze lenguaje en las tribus actuales, es muy posible que el indio a que se
refiere Herrera en sus Décadas y también Castellanos en sus cantos e!e-
gíacos, quisiese significar la existencia de una nación rico y populoso
cllá en las altas regiones donde está el candor; y que este nombre dado
en lugares apartados de los Chibchas fuese conservado por los canquis-
tcdores.

Tres Jefes principales gobernaban esta numerosa población, carac-


terizada por unas mismas costumbres, unas mismas creencias reljgiosas,
una, misma forma de gobierno y un mismo lenguaje. Estos Jefes eran: el
Zipa, denominación que significa príncipe a gran señor; cuya residencia
t'ra en Bacatá (hoy Funza), centro de la hermosa llanura que entonces
estaba cubierta en gran 'parte de lagunas cruzadas por el río Funzhé,
cuyas inundaciones invernales aumentaban la extensión de aquéllos; el'
Zaque, Jefe cuyo título significa soberano y también gran señor, habi-
taba principalmente en Ramiriquí y últimamente trasladó su residencio
o Hunza o Tunja, y el Jefe de Iraca o el Suamós, investido Con el noble
ccrqcter de Jefe civil y de Jefe religioso a sumo-sacerdote.

Según el señor Poravey (1835) la palabra Zipa es muy semejante o


k. palabra Sope, que en lengua japonesa significa Jefe o encargado
de negocios; está compuesta de so o so que en japonés es hombre, y
de pó o pac, príncipe. La terminación po en idioma chino es el título de
virrey y pe, príncipe. El mismo autor dice que Zaque es semejante a
Seike, que en el Japón es el nombre de los gobernadores. Iroca es .se-
mejante a Irac, nombre de lo Caldea; también en la Biblia samaritano
se encuentra la palabra !roe o tiloc, con la que se designa la antigua
Eabilonia.

lo historio del reglmen político de estos pueblos de la antigua Cun-


<.Hnamarca, se encuentro' íntimamente relacionado con sus tradiciones
cosmogónicas, y es muy interesante, no solament~ oor esta circunstancia'
sino también por la semejanza que ofrece con los gobiernos del Tíbet y
del Japón, naciones con las que los Chíbchas tenían olgunas' analogías
en su lenguaje, y en sus calendarios. lA. Humboldt).

Aun cuando las tradiciones de los pueblos prehistóricas de las dos


Américas, casi separadas por el Istma de Panamá, no señalan relaciones

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EL D O-R A D O

, íntimos entre ellos, sin embargo, el origen de los revoluciones políticos


y religiosos de donde partió lo civilización de los pueblos de Anahuac,
de Cundinamarca y del Cuzco es muy semejante. Quetzalcoalt, hombre
misterioso, de carócter sacerdotal, fue el civilizador de aquellas gentes,
y llegó de Panuca desde los riberas del golfo de Méjico. Manco Capoc,
hijo del sol, apareció en lo laguna de Titicaco; estableció en el Cuzco
(ombligo) el centro de lo difusión de sus doctrinas y leyes civilizadoras.
60chico, llamado también Idacansasó Nemterequeteba, fue protector
y legislador sabio de los Muiscas o Chibchas y llegó o estos regiones del
oriente por el lodo de Poseo.

Uno de los primeros prodigios que hi.2;o Bochica, fue dar poso o los
aguas del río Funzhé, rompiendo lo roca del salto de Tequedoma; des-
pués hizo lo mismo que Manco-Capac en el Cuzco y Quetzalcoolt en el
Anahuac: ~eunió los tribus dispersas y bórboras, constituyó uno noción
bien organizado con sus respectivos Jefes; les enseñó el culto del sol, y les
dictó leyes sabias. Este hombre maravilloso, hijo del sol y gran patriarca
de Iraca, viendo Que los Jefes de vorias tribus se disputaban el mondo
o autoridad supremo, les aconsejó escogiesen por Zaque o soberano, uno
de ent~e ellos llamado Huncahua, reverenciado por su justicia y gran
sabiduria. El conseio de Bochico fue universalmente seguido, y Huicahua
llegó a someter todo el país que se extendía desde los llanos de San Juan
hasta los montañas de Op6n.

Eochica se entregó después a peregrinaciones y penitendas austeros


r desapareció misteriosamente en Iraca, en donde dejó delegada su au-
toridad en el sumo sacerdote de aquel santuario que fue venerado y
consultado de generación en generación.

Lo ciudad de Hunza era entonces lo mós poblado de todos y fue fun-


dado por Huncahua el primer Jefe de lo dinastía de los Zaques de
Cundinamarca_ Del nombre de su fundodor tomó el de Hunza, que los
E~pañoles cambiaron en Tunca o Tunja.

los peregrinaciones de Bochica fueron conmemoradas por los Chibchos


en sus calzodas o cominos empedrados que tenían en coda pueblo; prin-
cipiaban en la caso del Cacique y terminaban, después de recorrer una
extensión considerable, en uno plaza, en donde en uno columna en for-
mo de gavia o pOste de modero sacrificaban coda' quince -áños al Guesa

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LIBORIO ZERDA

o Mojo adolescente destinado a llevar sus mensajes a la luna, diosa Que!


,::rotegía sus labranzas, y también para sofemnizar los cuatro meses lu-
nares intercalares que dividian el siglo en su c6mputo del tiempo.' I
era indispensable que el Guesa fuera un niño sacado de la casa pOol
terna de un pueblo situado Gn los Hanos de San Juan, al oriente de la';
nación Cnibcna. Este niño era criado con ml!cna cuidado, encerrado en:
el templo del sol en Iraco, hasta que cumpliera diez años de edad; en
este tiempo solía acompañado para recorrer los caminos que Bochico, el
legislador de este pueblo, había seguido en lo época de sus prcdicocio-
I;es poro civilizar los tribus que constituyeron después esta noción. Cum-
plida esto ceremonia, volvía el Guesa al templo, en donde permanecía!
nasta que contaba tantos meses lunares o,sunos como los que encierra!
lo ¡ndicción del siglo muisco, es decir: hasta que cumpliese quince añosi
c.omunes. El día de la celebración del sacrificio; que marcaba la apertura
o principio de uno nueva indicción, o período da qUince años, era con-
ducido lo víctima en procesión por lo calzada o suna, nombre Que fue
dado por este sacrificio al mes lunar; la seguían una procesión de don-
zontes precedidos por los sacerdotes o Jeques, adornados con joyas de
era, y disfrazados como los sacerdotes egipcios en sus fiestas: unos re-
presentaban 01 Bochica, es d<:>cir,al Osiris de este puebro; otros nevaba"
emblemas de oro de lo diesa Chía, .sis o la Luna; otros se cubrían con
máscaras semejantes a las ranas o sapos para hacer alusión al primer
51gno del año ato; y -fina'mente representaban el símbolo del mal, 0
'
dios Tomogoto, figurado con un ojo, cuatro orejas y larga cola, el que
presidía la embriaguez. Este monstruo, cuyo nombre en lengua Chibch:t
~ignifica fuego o masa fundida que hierve, era considerado como un
espíritu maléfico; y el señor Duquesne creía que los indios referían a él
el recuerdo confuso de la aparición de un cometa. Esta procesión es,
según Humboldt, semejante o las procesiones astrológicas de los Chino;
yola fiesta de Isis.
Llegado el Guesa a la columna, se le ataba a elfo y uno lluvia de fle-
chas terminaba su existencia; recogían su sangre en vasos sagrados y le
arrancaban el corazón, paro ofrendarlos al sol yola luna. ~ste sacriif-
cio ofrece también algunas relaciones notables con el que los Mejicanos
tó:jecutaban al fin de su grande siglo de 52 años. !

lo figura 28 represeta el poste o la gavia de madera con el cable, lazj


de fique (Agave) con que se sujetaba 01 Guesa para sacrificarlo a ffc-

- SO-

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EL DORADO

chozas y ofrecer su sangre o la diosa tutelar, en medio de danzas y em-


briaguez.

Esta figura es de oro (750 milésimos), tiene de largo 15 centlmetros


y hace parte de la historio objetivo encontrada en Quetame; es una pieza
muy importante por ser la representación figurada de la ceremonia san-
grienta más notable de las creencias religiosas de lo nación Chibcho. Es
También el símbolo de Suhu:a u octavo mes lunar después de la cosecho
en el año agrícola.

Esta figura es mucho más interesante, si se atiende a que hasto hay


ncdie ha hecho mención de objeto alguno que la represente; y si se tiene
en cuento Que Humboldt dice lo siguiente: "Los peruanas conocían las
observaciones gnomónicas; tenían sobre toda veneración par los colum-
nas erigidas en la ciudad de Quito, porque el s<1I,'según ellos decían, se
colocaba inmediatamente sobre su cima, y que los sombras del gnomon,
t;ran allí mós cortos que en el resto del imperio de los Incos. los esta-
ros y columnas de los Muiscas no servirían también para observar lo
longitud de las sombras equinoxioles o solticioles? Esta suposici6n es
tanto más verosímil, cuanto que entre los diez signos del mes enCO,1-
iramos dos veces en los cifras ta y suhusa, una cuerda y uno estaca,
v Que los Mejicanos conocían el uso del gnomon filar."

El Zipa de Bacatá sujetó con las armas o fos Caciques de Guatavito,


de Guasco, Zipaquirá, Ebaté, Sutagasugó y Ebaque, los que dejaron de
ser independientes, pero conservaron su jurisdicción y lo suces:ón del
cacicazgo en sus familias; pero el Zipo se reservó el derecho de nom-
brar Caciques Ubsaques en cosa de no haber heredero natural, y en-
tonces el nombramiento recala en un Guecha o Jefe militar de las que
mantenía en las fronteras de los Panches, poro contenerlos en sus 'fre-
cuentes invasiones a los tierras de los Chibchos. Esto circunstancia hizc
muy aguerrido este pueblo gober",ado por el Zipo, el que fue progre-
sivamente ensanchando sus dominios o expensas del territorio muisco
gobernado por el Zoque de Hun:r:a.

El gobierno de los tres jefes o QUé estaba sometido esto noción, era
despático; tenían derecho sobre las riquezas y sobre las vidas de sus
5úbditos yero un grande honor de familia el que el soberpno eligiera Q
una muchacha poro mancebo con el nombre de thiguye;

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El Jefe supremo tenía en el lugar de su residencio uno gran caso


llamado thyttvG, encerrado en un cercodo de madera, ambos de forme
redondo, pues el tipo de esto figuro predilecto en sus sementeras y ha-
bitociones lo tomaban de lo luna (Chía).

El Zipa solía salir a sus cosos de ,campo o de recreo, de los cuales lo


principal estaba en T abio, en donde ..,ay dos fuentes naturales, uno de
<::gua,f~j.o y lo otrocalien,te, Que uniérdose o corto distancia formaban
el 'baño más frecuentado por la familia reel, sombreado por dos her-
mosas polmas.

Al occidente de. la sabana de Bac;atá, en un lugar llamado Tinasucó,


en temper~mento templado, tenía el Zipa otro casa de campo paro
pasar en ello algunos meses' (lel ,año. Fue también lugar de recreo del
.:n<)narca indio, Teusaquillo, situado en donde hoy está lo ciudad de
,Bogotá. A!íí, se retiraba' el ~.ipa, luego que pasaban los ceremonias y
fiestas' de los cosechas, y cuando lo llanura, quedaba .seca y asolado por
el verano (Acosta 1 •

los sucesores en el gobierno de los Estados, en esta noción eran los


sobrinos del CaciQue resPectivo, hijos de hermanos de éste, en orden
de su edad, y, en 'caso, de faltar éstos, seguían los hermonos del Caci-
que. los hijos no tenían más derecho que o los bienes muebles de su
podre.

Al sobrino sucesor en el mondo del Zipa se le confinaba desde pe-


c;ueño en un templo consagrado' 01 sol, y sumamente vigiladO poro que
observara una'severa abstinencia de carne y de sol, de reléiCTonessexua-
les y de lo luz del sol, pues solamente se le permitía ver la de la luna;,
de am solfa adolescente, después de haber' rendido juramento de lo fi-
delidad con que hob)o observado la ley que se le había impuesto, por":
que su infracción lo hacío indigno' de gobernar a este pueblo, yero
¿edorado vil. Recibido el juramento posaba C!' cacicazgo de Chía en
donde residía cómo príncipe reconocido hasta' Que llegase la época de
ocuPar la silla de manda del cacicázgo genera', como Jefe supremo.
Llegado esto época rendía el mismo juramento de fidelidad yero eo-
locado, e,n. uno rico ,illo de rt1adero guomec:ida de p'anchas de oro (fi-
guro 29); ponían le en la cobe~o uno corona o bonete de oro, distintivo
especial de su dignidad adem6s del cetro, y vestido con finas montos

- 82-

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EL DORADO

de algodón hacía juramento de que sería Jefe de un buen gobierno,


~le que mantendría la paz y haría justicia a todos SLG vasalJos, así como
lo habían hecho sus predecesores. Le daban esposo de familia distin-
guida conforme a su rango, pero no obstante podía elegir las thigu-
yes que quisiese.

La figura 29 encontrada en Quetame, en la hueco de Chirajaro, re-


presenta 01 Zipa, pues tiene su birrete o bonete característico y el
cetro, y está sentado en la sil/a cacical en el momento de entrar e••
posesión del manda. La silla tiene cuatro patos tendidos hacia atrás;
está formada de un hilo de oro en espiral concéntrico, y es ligeramente
coblada como una silla poltrona. Esta pieza de oro pesa 17 gramos.

La solemnidad de posesión del Zipa terminaba por la promesa que


le hacían sus vasallos de serfe obedientes y leales¡ y en reconocimien-
to de su fidelidad coda cual le ofrendaba una joya de oro o algunos
('n¡males coma conejos, cuyes, perdices y otras aves. La figuro 30 que
pertenece o la colección de Chirajara, representa al Zipa, pues se re-
conoce por su birrete y por el cetro, insignia de mando, que llevo en
la mano derecha; en la izquierda tiene una solvilla o azofate y está en
actitud de recoger las ofrendas de oro que le presentan sus vasal1os.
Esto figuro tiene 16 centímetros de largo y pesa 61 V2 gramos de oro
o 708 milésimos próximamente.

Este orden de sucesión en las sobrinos fue observado en todas los


Cacicazgos que componían la noción Chibcha; pero el Jefe no podía
entrar en posesión del manda sino después de haber sido confirmado
su autoridad por el soberano, el Zipa o Cacique general de Bacató¡ o
po el Zoque en sus respectivos dominios. Poro obtener esta confirma-
ción era necesario ir a rendirle vasallaje, con ofrendos mós o menos va-
liosas según sus riquezas.

El Guatovito, según Fresle, historiador en 1636, antes de perder ~u


independencia tuvo- bajO sumando al Jefe del gobierno de Bacató, (010)
como su teniente con el nombre de Cacique Ubsoque, titulo de mayor
distinción después del Cacique supremo, pues había Caciques guiquoes

(.) El Obispo Piedrohíto dice que no es cierto esto opini6n.

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de jerarquía inferior. Este Cacique de Guatovito pasaba por el mismo


ayuno (Zaga) y encierro; además, la primera jornada qúe debía hacer
01 ,entrar en el poder, era ir a la gran laguna de este nombre, en donde
hacía su recepción religiosa, llegando 01 centro de ello en una bolsa
de juncos, rodeado de los Jeques o sacerdot~s, embalsamado el aire con
el humo del moquc y de resinas odoríferas quemadas en braceros, cu-
bierta la piel del Cacique con polvo de oro, hac:ío sus ofrendas y la
Ciblucl6n finol en sus aguas cristalinas, ceremonia que conocemos con
el nombre de "El Dorado". Esta ceremonia tenía anualmente su dio
festivo, cuya solemnidad terminaba con danzas en contorno de lo 10-
gima, música de tamboriles, fotuto$" cascabeles y chirimías; con c{¡n-
ticos monótonos, pero acampasados, en los que se' repetía siempre la
antiguo historio de estos pueblos, de sus dioses, de sus héroes y bata-
llas; y acompañados de frecuentes Iibaciones de chicha, bebida popu-
lar; libaciones que hacían olvidar la imagen de la muerte, representa-
do en estas fiestas por das ancianos colocados en la entrada del Cer-
t:adQ del Cacique, tocando chirimía y cubiertos con una red de pes-
car, símbolo del término fatal del hombre.

Antes del acontecimiento trágico de la mujer del Cacique, que ya


hemos referido en el segundo capítulo, y a cuya memoria se destinaban
también las ofrendos orrojadas en la laguna, en este fugar adoraban
una deidad desconocida, pera que según los Jeques O· sacerdotes de su
culto, se manifestabo en la orillo del santuario en forma de dragoncilt"
Lo figura 31 represento este dragoncillo o culebra con grandes colm,-
1I0s y orejas; es de oro ligado con cobre, tiene 8 V2 centímetros de lon-
gitud y fue encontrado en lo huaca de Quetame; es muy común en los
santuarios de los antiguos indios.
Los <;;ociquesgozaban de. privilegio de ser conducidos en ondas de
madera, muy cuidadosamente trabajados y adornodl:ls con planchas de
oro y otros figuras como lo silto cacicol; a su paso por los tierras de
~us súbditos, recibían de éstos donativos o tributos de todo género, lla-
mados ta1ll101.

No se sobe si los jefes de los pueblos comorcanos tenían el mismo or-


den de sucesión que el de los pueblos chibchos, pero es muy pOSible
c;ue fuero semejante. La figuro 32 represento una silla de modero en-
ccntrada en territorio de los Ponches; tiene tallados en su respaldo

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EL DORADO

figuras de estilo indio, probablemente perteneció al jefe de esto tribu


o a algún personaje de distinción. Esta figuro es tomada del álbum
de la Comisión corográfica y dibujada por el señor Manuel Moría Pa%.
Cada Cacique Ubsaque ejercía su autoridad despóticamente en las
tierras y habitantes de sus dominios, pero era tributario del Zipa. El
Zaque de Hunza tenía también Cac:iques Ubsaqu,es tributarios, y en
frecuentes encuentros midió sus armas con el Zipa, del que defendió
con valor su territorio.
Las tierras veneradas de Iraca fueron gobernados por un Jefe su-
premo en el orden civil y sumo sacerdote en el orden religioso, que
residia en un grande y rico santuario. Este jefe, según lo tradición
chibcha, era sucesor de Bochica, o de Idacansos que significo "gran-
de luz de la tierra', pues fue el civilizador de estos pueblos y des-
cpareció después de sus peregrinaciones. La elección de este sacer-
dote se hacía alternativamente de entre los naturales de los pue-
blos de Tobozá y Firavitoba, los electores eran los cuatro Ubsaques
vecinos: el Gámezo, el Busbanz'Í, el Pesco y el Toca, porque así
lo dejó establecido Idacansas o Bóchico a su muerte, lo que pro-
bablemente ocultó poro dar mayor autoridad y mayor respetabilidad o su
legislación civil y religioso.
Idacansas fue venerado en olto grado pOr su sabiduría: conocía
el' movimiento de los astros; pronosticaba el buen o mal tiempo; lo
destrucción de las sementeras por la caida de los hielos; los acon-
tecimientos extraordinorios y las causos de los enfermedades. Su au-
toridad y saber se consultaba en todos los casos difíciles, y hasta
poro declarar lo guerra 01 enemigo fue oído s~ opinión. Estos facul-
tades fueron transmitidos como' herencia o los sacerdotes que les suce-
dieron, así es que o éstos se les consideraba y respetaba como agorero'
infalibles y divinas, boja cuyos auspicios se hacían peregrinaciones desde
tierras l'r.uy lejanos, poro oír de su boca el pronóstico de la bueno o
mala suerte, después de haber depositada lo ofrenda de oro en el templo.
Cuando entraron los Españoles en el valle de Iraco, ocupaba lo
!>ilIa sagrado el Sugamuxi,' que significo el encubierto o desapare-
cido, probablemente poro conmemorar con sU' nombre /o desaparición
de Idocansos. Del nombre de este último sacerdote se derivó el de 50-
~omoso, que lleva hoy ese valle.

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Según lo opinión de algunos sabios arqueólogos es posible. que este


Bochica o sacerdote de Iraca, lo mismo qUl! Manco-Capac y Quetzal-
coolt, fuesen hombres de raza europea, náufragos que llegasen o los
costas de América, o Escandinavos que después del undécimo siglo vi-
nieron a la GroelondiO, a Terra-nova y tal vez a Nueva Escocia. Pero
Humboldt dice que teniendo en cuenta la época de las primeras migra-
ciones de los Toltecas, sus instituciones monásticas, los símbolos del
Culto, e.l colendario y lo formo de los monumentos de Cholula, de Soga-
moso y del Cuzco se concibe que no fue del norte de Europa de donde
estc:>shombres misteriosos pudieron sacar su código de leyes, y que todo
parece demostrar Que fue del Asia Oriental, de los pueblos que estuvie~
ron en contacto con los Tibetanos, los Tártaros 5hamanistas y de los Ai-
nos barbudos de las islas de Tesso y de Sachalín, de donde pudieron te-
ner origen estos reformodores de los pueblos de Cundinamarca, del Cuzco
y de Anohuac.

El señor Paravey cree que Bochica es una palabra formado de Fo y


(heikio, nombre del fundador del Budhismo, religión antiguo de China,
que después pasó 01 Japón, En lengua japonesa la palabra Fo se pronun-
cia Bo, y Cheikia es Chaca de donde se formo la palabro Bocheka seme-
jente a Bochika. Esta analogía afirmo la opinión de Humboldt.

En lo jerarquía sacerdotal después del ,sumo sacerdote que VIVla en


$uamoz había sacerdotes de segundo orden en todos los pueblos de Cun-
dinomarcQ; .estos eran los Jeques encargados de los ceremonias religio-
sos, y llamados Chuques, por algunos historiadores, Estos vivían célibes,
pues para hacer' los ofrendas se exigía como condición indispensable la
pureza; los . faltas contra esta regla de su institución les hacía indignos
de ejercer su ministerio; eran parcos y abstinentes en sus comidas, hobla-
ban y comían poco y usaban lo COCaque tiene propiedades fortificantes,
'.! a esta plonta la llamaban Hoyo. En las solemnidades religiosas se cu-
!·rían la cabezo con Lino mitra de oro, lo que en los tunjos de lo bolsa
úe oro que hemos descrito, lo mismo que en otras figuras, es de forma
lectangular y características de la dignidad que representa.

Lo palabra Jeque, según Paravey, se deriva de Soke, nomf>re de una


secta religiosa del Japón o de Gikai que significa observaci6n de lo regla,
pues los sacerdotes indios eran observantes de ciertas reglas de su reli-
gión.

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EL DORADO

En 1537, cuando Gonzalo Jiménez de Quesada llegó a las altiplanicies


gobernadas por los tres Jefes de que hemos hablado, existla, pues, en
dios una nación importante, cuyo civilización ha sido reconocido por
un régimen polltico regular, por sus gobiernos hereditarios, por su ejér-
cito formado de soldados aguerridos y subordinados a uno disciplina
permanente en las fronteras enemigos! Por su cosmogonia, con uno filo-
sofla espiritualista semejante a la de otros pueblos de Asia Oriental; por
sus templos y altares y, lo que es más, por su sistema de numeración y
cómputo aproximado del tiempo y por la regularidad de sus trabajos
agrícolas en relación ·con los meteoros atmosféricos y con las faces luno-
les. Detenido esta civilización en una era atrasada, correspondiente o
lo edad de bronce, pero sin poseer este elemento preparador de mejores
tiempos, los pueblos que for'1'aron esta noción tuvieron que sucumbir
bajo lo acción de lo civilización del hierro conquistador.

(Popel Peri6dico Ilustrado. Págs. 369 o 373).

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ARTICULO 1
Consecuentes con nuestro propósito de estudiar los objetos arqueoló-
gicos que lleguen o nuestros manos, principalmente los pertenecientes
o la historia de lo antigua roza Chibcha, nos ocuparemos en este artículo
de lo pieza de oro que represento la plancho adjunta; fue encontrada
en las inmediaciones de Bogotá, y pertenece hoy 01 señor D. Antonio
Pulecio, quien bondadosamente lo ha puesto o nuestra disposición. Esta
figuro es de grande importancia en la cosmogonía de los pueblos de lo
antiguo Cundinamarca. Antes de describirla, recordaremos alguno de los
hechos históricos que dejamos relatados en los artículos de "El Dorado",
publicados en este periódico.

Paro la roza Chibcha, cuyas creencias religiosas eran de un orden su-


perior o las de otros tribus de las regiones equinoxioles, lo causa pri~
mera de todo lo existente, es decir, el creador del mundo, era un ser o
entidad que tenían mucha dificultad paro explicar su naturaleza; a éste
llamaban Chiminigagua, en el que estaba contenida o encerrada la luz;
de su seno salieron unas aves negras por cuyos picos brotaban destel!o.s
que dejaron iluminados los espacios. Este Chiminigagua no estaba com-
prendido en el aritropomorfismo que caracterizo las deidades de este
pueblo.

Después de este acontecimiento, es decir, del fiot luz de lo creaclOn


del mundo Chibcha, en el primer día vinieron los padres del género hu-
mano, De lo laguna de Iguoque, situado 01 Norte de Hunzo (Tunja), y
distante dos miriómetros de esto ciudad, salió una mujer de extraordi-
naria hermosura, llamado Bachue; y también Turochoque (de Turo, mu-
jer -choque, coso buena), lo que conducía un niño de. tres años de edad.
Esta pareja se estableció en uno bello comarca; y cuando el niño llegó
e lo edad adulto se casó con Bachue. De esto unión se derivó el género
humano. Después que la tierra fue numerosomente poblada, Bochue y su

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compañero volvieron o lo laguna de Iguaque, y convirtiéndose en ser-


pientes desaparecieron en sus aguas.

¿Qué razones hoy poro creer que esto estatuita de oro represente o lo
Bochue de lo fóbulo Chibcha? En primer lugar no se puede suponer que
(-1 artista indio empleara un trabajo ímprobo para figurar en oro una
mujer cualquiera, sino mós bien a uno mujer muy distinguido por algún
hecho tradicional digno de su atención y de su veneración; en segundo
lugar, el cronista Simón dice, (1), que los indios Chibchos veneraban a
esto mujer buena y ~ su compañero, en lo formo de estotuitos de oro, y
01 niño lo represery6bon en diferentes edades. Además de esto hoy uno
r¡otoble concordor<"cioentre los relaciones de los cronistas del Nuevo
~eino de Gronodo;\que hemos expuesto, y las figuras trabajados por los
artistas indlgenos de estos regiones y que han sido el asunto de estos ar-
ticulas.
La figura que acompaño o estas líneas es, ",iJes, sin duda alguno, el
símbolo de lo Bachue y de su esposa niño (2); lo llevaba en el brazo, y
a juzgar por dos barrillas laterales que tiene lo figuro del niño, parece
QUe lo conduce sentado en uno pequeño silla de mimbres. Bochue tiene
en lo otro mono uno insignia semejante o uno ove, probablemente ésto
¡,ería un loro, ~JMimol,de lo predilección de estos indios, pues que apren-
día o hablar en su lenguaje, yero el Intérprete enviado o Xué en sus
$ocrlficios. Esta pieza de oro peso 42 gramos 59 centigromos y mide de'
íorga 11 V;¡ centímetros.

Como complemento de esto corto narración, y paro desvanecer algu-


nos dudas que pudieron tener nuestros lectores por los oprecioCíones que
hemos hecho en los artículos sobre "El Dorado", no estará por demás
que hagamos algunos observaciones respecto del lugar que deben ocupar
los creencias religiosos o los mitos de los pueblos Chibchasen loS clos!-
ficaciones admitidos por los etnógrofos modernos.

En lo escalo social de los pueblos inferiOres hoy uno variedad de ,mitos


que revelan, no solamente el grado intelectual o que llegaron 'los rozas

(t) Notici •• historiole. 4e Tiema-fi •.•••


(2) 'Hiero CNerse «Iue •••• f •• N represento o ro Cocico d~ Guo-
•• vita y su hija, los «IR le arrojorOll o la r"UII., p.ro r. fiturit. pe_
tlueRO el •• 011 niño.

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que constituyen esos pueblos, sino también que las tendencias de las
socie!ades humanas han sido siempre las mismas, y que han pasado por
las mismas preocupaciones o por lo menos muy semejantes, s~gún el gra-
cia de cultura Que alcanzaron .. En el estudio d~ las supersticiones que
impropiamente se han llamado religiones, y Que más bien san cultos tri-
butados a diferentes deidades, es muy difícil llegar a un método claro
Que sirva de base general para formular una clasificación que reúna to-
das las condiciones de exactitud y de precisión que sería de desearse
tuvieran; es desde este punto de vista Que la clasi~icación adaptada par
Sir John Lubbock es la más aceptable como lo mós completa, por llenar
todos los vacíos que otros han dejado, pLles estó fundado en numerosí-
simas observaciones de los pueblas inferiores de todo el mundo, y en di-
ferentes épocas.
A pesar de que el estudio de los cultos religiosos de los pueblos sal-
vajes nos revelo generalmente groseras supersticiones, existieron pueblos
que aunque inferiores en el orden social, por sus mitos se levantaron
sobre los demás dElsu clase, o un grado intelectual bien notable. Es una
verdad comprobado que los países Que llegaron a un grado de cultura
social igual o semejante, poseyeron iguales o análogas creencias reli-
giosas, y es boja esta relación que los pueblos de la antigua Cundina-
marca, que llegaron a ún grado de cultura social análoga o lo de' los
pueblos del Perú, poseyeron creencias religiosas y cultos análogos a los
segundos; así lo prueba su historio y los crónicas que sobre estos pue-
blas corren publicados.
En general, se han clasificado los cultos religiosos según la naturaleza
del objeto adorado; así, por ejemplo, se llama fetichismo, de una ma-
nera general e impropia, el culto de los objetos terrestres; se llama tam-
bién de una manera general el culto de los ídolos idolatría; y sabeísmo
el culto de los cuerpos celestes, tan impropiamente cuanto que esta de-
signación no expresa el grado intelectual o que llegaron los pueblos que
profesaron este culto, pues en algunos nociones como las de los Chib-
chos, del Perú y México, el culto de los ostras estaba asociado a ideas
religiosos muy elevadas; mientras que otros tribus inferiores adoraban
el Sol y la Luna únicamente por ser estos cuerpos celestes brillantes o
sus ojos como brilla el fuego Que también ha sido deificado.
Los bases más racionales para lo clasificación de las creencias reli-
giosos de los pueblos inferiores, son, según Sir John Lubbock, el grado

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de r~peto Que se tiene por la divinidad y las ideas más o menos eleva-
dos Que se tengan de lo naturaleza de un días y de su poder divino. Lo
dasificación de este sabio es la siguiente:

19 El ateísmo: en los pueblos inferiores enteramente bárbaros, el


oteísmo es lo ausencia absoluto de ideas definidos sobre lo I'<istencia de
un dios, pero no lo negoción de (o divinidad. El primer término se en-
cuentra aún en pueblas verdaderamente civilizados, en gentes ignoran-
tes, y revelo en todo coso el grado más bajo de la condición humano .•
El segundo, o el de lo negación de un dios, es presuntuoso, audaz y cri-
minal; por fortuna es muy raro entre gentes ilustrados.

29 El fetichismo: es lo creencia de que se puede imponer, obligar o


forzar o la divinidad que se elige, a cumplir o ejecutar los deseos del
creyente. Esta creencia es más bien, según la expresión de Lubbock, una
anti-religión, pues el negro africano pretende que con un fetiche puede
ordenar o su dios y obligarle a obedecer. En esto forma de culto, si es
posible l'lamarle asi, está comprendido lo magia o hechicería. El térmi-
110 fetichismo pertenece ordin6riamente a la raza negro pero también
existe en multitud de pueblos de todo el mundo. Según Lubbock se pue-
le decir que es universal, pues la hechicería se encuentro aún en I.s
pueblos civilizados.

El fetichismo no tiene templos, ni sacerdotes, ni ídolos, ni sacrifiCIOS,


ni plegarias, (lO exige (a fe de lo vida futura, ní se ocupo de pñnclpio
de moral alguno; cualquiera cosa puede servir de fetiche: una planto,
una flor, uno roca, un anima', etc.

39 El totemÍSlllo o .doracÍÓlt de lo naturaleza: comprende el culto de


los ab;etas (lOturoles, tales corno los árboles, los lagos, los piedras, los
<-nimoles, los montañas, los ostras, ete. "Pero en esta faz religiosa (lO
~e pretende someter los dioses o lo voluntad del hombre; no obstante. no
se les constdera como creadores; no premian lo virtud, ni castigan el
vicio". Esto formo de culto se deriva del totem de los Pieles-Rojos, pero
en otros poises existen y existieran creencias on6logas.

En el totemismo los dioses no son sobrenaturales; sino simplemente


superiores al hombre, sin dejar de existir en la natÚralézo.

49 El shomoniSlllo: esto palabro tiene su origen en lo Siberio, per.:>


las creencias que comprende existen en diferentes portes de mundo. e"

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él las divinidades superiores (pues que tienen inferiores) son mucho


más poderosas que el hombre, y de una naturaleza diferente; residen
muy lejos de la tierra y solamente los Shamans pueden llegar hasta
ellos.

"El Shamanismo constituye un progreso considerable sobre el fe-


tichismo, pero no contiene dogma alguno."

Los Shamas de la Siberia pretenden que por una excitación que ter-
mina en éxtasis, el espíritu a nombre del cual hablan, les inspira y les
permite predecir el porvenir y recitar oráculos.

5\> La idolotría o antropomorfismo. En esta clase de religión las dio-


ses son de todo punto superiores al hombre, y hacen parte de lo na-
turaleza, sin ser cre9dores de ella, y atienden a las súplicas del cre-
yente; se les representa por medio de ídolos o imágenes. Comprende
también el culto de los astros.

Según Lubbock es un error la creencia de que la religián ordinaria


de los pueblos enteramente salvajes es la idolatría, porque esta farmo
de culto ha pertenecido a pueblos que por sus adelantos sacia les han
salida del estado que se puede designar con el nombre de salvajismo.
El culto de ídolos caracteriza un grado superior en los progresos so-
ciales, pues no se encuentra en ItJs razas más inferiores en la escala
sociel. Las tribus verdaderamente salvajes no tienen ídolos, sus cultos
pertenecen a una de las secciones que dejamos mencionadas.

Lubback cita en comprobación de esta verdad muchos ejemplos de


pueblas salvajes, de los cuales tomamos las siguientes:

"Entre las indios del Canadó no pudo comprobar Carver la existen-


do de ídolos. Con excepción de la Virginia, que, según lafiteau, tiene
un ídolo llamado Oki, en la América del Norte no existen ídolos.

"En Africa Oriental solamente encontró Burton los Wanyiko que Qdo~
ron unas estatuitas llamadas kisukas. Tampoco se han encontrado ído-
los en Africa accidental, y los objetos que se han designado como tales
son simplemente fetithes; y muy excepcionalmente se cito el ídolo que
representa a Agoye en Whydah, bajo la forma de un negro deforme,
11
ll

de cuyo cabeza salen serpientes y lagartos.

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"Los Viteanos, según Vv'i!l¡am, no conocen /0 idolatría

"Los naturales de lo Nuevo Zelanda, según Yate, aun cuando son


muy supersticiosos, no adoran ningún dios y no tienen símbolo alguno
(fue indique pueda ser ídolo.

"El culto de los antepasados entre los pueblos medianamente CIVI-


Ijzados, estó íntimamente relacionado con la idolatría, principalmente
cuando la imagen tiene formo humano. Parece que es tan natural ado-
rar a un Jefe cama adorer a' un ídoro, y de este coso se pueden citar
ejemplos."
No es extraño que los indios de los razas inferiores hubieron vene-
rado y adorado como a sus dioses a las hombres blancos. Esto sucediQ
e;1 Capitón Cook en el Pacífico, a Lander en el Africa occidental, y en
general o los conquistadores en México, en el Perú y en la antigua Cun-
dinomorco.

Después de las fases religiosos Que dejamos anotados, prescindiendo


óe los desarrollos históricos en que entro Lubbock paro demostrar la
exactitud de su clasificación, viene, según este sabio, la época en que
se consideró lo divinidad como enteramente sobrenatural y como autor
de la naturaleza.

Finalmente, se considera como la última foz religioso, oquella en que


lo moral se asocio o la religión con el conocimiento perfecto de los atri-
butos de un solo Dios creador del Universo.

Estos son los tipos de los cultos religiosos mós comúnmente esparcidos
en las diferentes razas humanos y o los cuales se pueden referir los de
las nociones primitivas.

Siempre es necesario tener en cuento que no hoy un limite preciso que


separe el culto religioso de cada pueblo, pues que en uno mismo pueden
existir los caracteres del culto religioso de algunos de los grupos de esto
clasificación, y esto según el grado del progreso social.

¿En cuól de las diferentes fases religiosas deben colocarse los mitos y
cultos religiosos de las indios Chibchas? Para resolver esta cuestión nos
1undaremos en los datos históricos consignados por los historiadores mo-
dernos, como Acosto, Plaza, y en algunos de los antiguos, como el Obis-

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po Piedrahíta, fray Pedro Simón Zamora, cuya autenticidad y respeta-


bilidad ninguna persona ha puesto en duda.

En los mitos de la nación Chibcha estaba comprendido el culto del


Sol y el de la Luna, culto que se ha designado con la expresión vaga de
::abeísmo, la que adoptaremos transitoriamente. Los Chibchas fueron sa-
beístas, pero no como los tribus miserables y bárbaras que no tenían
idea alguna de un dios, y que solamente estimaban el brillo y el calor
del Sol, y lo adoraron como adoraron el fuego, por sus efectos, sin que
hubiera acompañado a este culto una evolución ideal (3). El sabeísmo
de los Chibchos, fue como el de los Aztecas y el de los Incas, de ca-
rócter mós elevado, basado en una doctrina espiritualista según su inte-
ligencia, y con la veneración que se debe a entidades superiores 01 hom-
bre, aunque consideradas de su misma naturaleza corpóreo' lo que cons-
tituye el antropomorfismo; por esta razón el Bochica de lo tradición
Chibcho fue venerado y deificado como enviada del Sol, y se tenía lo
creencia de que después de su desaparición se había ido a unirse con él.
La palabra sabeísmo, pues, no expresa para ningún caso de este culta
el carácter que tuviera en los pueblos que lo practicaron, y menos de-
termina el grado de cultura religiosa a que llegaron sus adeptos.

Los pueblos Chibchas fueron politeístas; así lo comprueba lo historio,


y es natural que lo fueran, porque solamente los pueblos de una alto
cultura itelectual, guiados por la luz de la razón, y con el auxilio de la
verdadera filosofía, han podido comprender los atributos de un solo Dios
verdadero; los demás pueblos inferiores, aun cuando hayan gozodo de
un grado de cultura intelectual relativamente adelantado, sólo mente han
podido estimar las cualidades de cado ser u objeto de lo naturaleza, y
aún de determinados hombres en particular, cualidades atribuidas por su
ignorancia a un poder sobrenatural en cada uno de enos, y por esta
razón los razas inferiores o medianamente civilizados han creado mu-
chos dioses, en relación con los impresiones de sus sentidos y de su ima-
ginación.

Sería una excepción singular, sin igual en los anales antropológicos, el


C1uela nación Chibcha, compuesta de pueblos de condiciones intelectua-
les y naturales ton adecuados para los inventos fabulosos como lo re~

(3) Los esquimales están en este caso.

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velan sus explicaciones cosmogónicas, no hubieron sido idólatl"Qs, sino


únicamente del Sol y de lo Luna, y tonto mós cuanto que no siend& au-
tónomos, y siendo muy probable su origen común en el de la rozo ~i-
chuo-Aimoró, cruzado con los emigraciones del Norte, debieron conservar
los recuerdos tradicionales de sus aborígenes.

Lo historio demuestro que lo religión de lo raza Quichua y lo de los


Incas fue politeísto, aun cuando también fueron sabeístas. Ademós de
ésto, todos estos pueblos tenían notables anologías que hacenmós na~
tural su origen común y lo semejanza de sus mitos.

Bochica, hombre de rozo blonca, cuyo origen los etnógrofos expliccip


de uno manero mós o menos probable, fue paro los Chibchas un Profeto
enviado del Sol, o quien naturalmente debier.()n, no solamente reveren-
da'r, sino odorar, puességún un variante de lo bello fóbula cosmogónico,
opareció sobre el orc;> iris en el momento de herir lo roca del Tequen-
oama.

Como otro Atlante de la fóbula de lo antigua Grecia, Chibchacum se .vio


obligado o llevar la tierra sobre sus hombros, por haber sido ton des-
piadado con el pueblo Chibcha o quien estaba encargado de proteger,
inundando lo hermoso llanura y causando tantos desastres. Tales he-
chos no podían ser atribuidos sino o un dios que tuviera un gran poder
sobre lo naturaleza.

El historiador Acosta dice: "Adoraban o Bochico como Dios bienhe-


chor, y o Chibchacum como dios encargado particularmente de lo nación
Chibcha y con especialidad, de ayudar o los labradores (41, mercaderes,
y plateros, porque Bochica era también dios particular de los Usaques y
Capitanes, y de sus familias. Un culto semejante había entre los hin-
dus: Broma era ante todo dios de los sacerdotes, y Bischnou era reve-
renciado principalmente por el pueblo.

Los tradiciones Chibchas recogidos por los cronistas e historiadores de


esto rozo, consignan el nombre de Cuchaviro, protector de ;Ios enfermos
~rincipalmente de las parturientas y de los febricitantes, y adorado en el
- I
(41 Los indios del Perú tenion un dios protector de los agricultores y
del trabajo en lo construcción de los casas, se llamaba Huaco Huari
(Tschudi y Riverol.

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AOORATORIO DE LOS ABORIGENES DE ANTIOQUIA
Figuro 27 de lo reloción

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EL DORADO

arco-iris, a quien orfendaban esmeraldas. Esta era una deidad de orden


inferior, semejante a Umiña, dios de la salud, adorado en la provincia de
Manta, en el Perú, en un templo suntuoso. Era un idolo con figura me-
¿io humana, fabricado de una preciosa esmeralda.

Nemcotacaa, llamado también Fa, el dios de los pintores de los man-


tas y de los tejedores, y presidio las borracheras (5) y las rostros de
105 maderos que bajaban de los bosques. Lo representaban en formo de un
animal peludo a manera de oso, arrastrando la cola, y cubierto con una
manta. La mejor ofrenda que se le podía hacer a este Baco Chibcha, era
embriagarse con chicha, pues creían los indios que en e~te estado su
dios cantaba y danzaba con ellos.

Los linderos de 105 sementeras también tenían su deidad protectora,


como para d.;¡r mayor seguridad o sus propiedades: se llamaba Choque,
y también presidía los puestas de las procesiones y danzas astrológicos
de sus sacrificios; y le ofrecían los plumas y diademas con que se ador-
naban en los combates y en las fiestas.

Habrá sido sorprendente poro muchos de nuestros lectores, que el sa-


po, animal anfibio y tan pequeño, fuese un dios de los agricultores Chib-
chas, y se preguntarón qué fundamentos tiene esto creencia. El señor
Duquesne, Cura que fue (1795) de los indios de Gachancipá, hombre
investigador y de gran criterio científico, como lo reconoció Humboldt, Y
como lo demuestra su interpretación del calendario Chibcha, pudo rt:-
coger preciosos datos tradicionales y numerosas observaciones, pues que
su ministerio sacerdotal lo colocó en lo condición más ventajosa paro
hacer esta clase de investigaciones con sus indios feligreses, además de
que hizo estudios muy detenidos de los pinturas de los Chibchos y de su
historio, dice: "Los monumentos históricos de estos portes son senCillos

(5) Lo Huaco Soñacmamo, adorado en algunos provincias del Perú,


era dios de los bebedores, fue hallado en' Chanca; tenía lo formo de un
tinajón muy grande en medio de ocho tinojones de igual fígurci, cerc.odo
de muchos tinajas y cóntaros y de dos IIimpias de borro poro brindar o
lo Huaca. Hallábase llena de chicha, que por su ontigiiedad se había
convertido en agua. Después de la conquisto, el día de Corpus, lo feste-
jaban sacón dolo de su aposento cubierta con vestidos semejantes o los
que usoban los Pollas (Tschudi y Rivera).

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.:.omO sus primeros pobladores. Pero aunque no se encuentre entre eshs


gentes el fausto de los antiguos Egipcios, se vlln sus misterios. No ha-
llamos monumentos Faraónicos, pero sí algunos pequeños trozos de los
fundamentos sobre que se edificaron. Hablo de los jeroglíficos que se han
encontrado entre los indios Esta palabra griega quiere decir: imágene. o
figuras sagradas,"

Más adelante dice: "Tuvo también su lugar entre los ostras el sapo,
paro acompañar 01 escorpión, y a los demás animales de los Egipcios.
Jamás ha dacl9 esto sabandija mayor brinco del charco 01 cielo, y nunca
bajó el hombre más (alude o Bochical del cielo al cieno, y de la altura
de los ostras o quienes domina por su saoiduría ... Tal fue el cielo de
los Muiscas, lleno de animales como el de los Egipcios. En él vemos in-
troducidos al Bochica y a Chía, sus fundadores, como en aquél o Osiris e
Isis: los transformaciones de aquéllos en el carnero, en el toro y otros
animales celestes, se ven igualmente imitadas, entre estas gentes, en las
transformaciones de Tomagata, a que aludían los de sus cuadrillas."
Respecto a los transformaciones del sapo, dice: "Algunas veces lo ca-
beza del sapo se ve unida a lo cabeza del hombre; otras, el cuerpo sin
patas, transformado en ídolo: esto es, con una vestidura o túnica propia
del hombre." Esto es lo que ha llamado la ciencia moderna el antro-
pomorfismo de las creencias religiosas de los pueblos inferiores que tie-
nen grandes analogías entre si.

¿Qué. de extraño puede haber en que el sopa estuviera colocado en


el cielo de los. Chibchos, como dice Duquesne, cuando tuvieron un dios
de los tejedores y plateros, represetado' en figura de oso, aunque hoy
se pueda encontrar lo causa de este símbolo?, en tanto que el sapo
con sus gritos les recordaba la aproximación de las aguas, y lo nece-
sidad de los aprestos para los nuevos sementeras.

Hemos dicho en otro artículo, que hoy mismo, en algunos pueblos


miserables de las riberas del Magdalena, los naturol~s creen que con
las primeros chaparrones en el principio del invierno lIueven sopas del
delo y ¿no será esta idea restos tradicionales de sus antíguos creen-
cias religiosos?

Menos extraño parece que el sopa fuese un dios de los Chibchos,


siendo este animal el objeto de sus atenciones, pues que su figuro la

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adoptaron como símbolo cronológico en cómputo' del tiempo, y astro-


lógico en sus danzas y procesiones; si se recuerdo que los Egipcios, pue-
blo mucho mós adelantado en aquellos tiempos que los Chibchas y aún
Gue los Incas y Aztecas, que tenían uno filosofía religioso incompara-
blemente de carócter mós elevado que lo de· estos últimos, adoraban o
Ibis, animal semejante o uno gorzota; y a un animal mós inmundo que
el sapo, como lo es el cocodrifo, que les llevaba los inundaciones del
Nilo con el limo fecundante de sus riberas. Por otro porte, numerOsos
c!emplos históricos enseñan que no ha sido incompatible el culto de
los astros con la idolatría.

Después del culto de todas estas deidades que tenían los Cnibchas,
según lo refieren las historiadores y cronistas, viene noturalmente el
culto de los antepasados que, según lo clasificación de Lubbock, está
:omprendido en esto mismo sección. Prescindiendo de los datos que de-
jamos anotados, en los que se pone en evidencio que estos pueblos ado-
raron o Bochica, como o un dios ton poderoso que obligó a Chibchacum
o cargar con lo tierra y que rompió las rocas del Tequendama; como
profeta o enviado del Sol tiene su lugar en primer término en el culto
de sus antepasados. En segundo lugar viene Bachue, madre del género
humano, o quien, según Acosto, estaba encomendada lo protección de
las sementeras de legumbres, y quemaban en su honor maque y otros
resinas.

Pertenece también 01 culto de sus antepasados lo Cacico milagrosa


Que desapareció en lo laguna' de Guatavita, en cuyo fondo vivía con su
hija, en uno hermoso casa. En las cercanías de este lugar había un
templo y sacerdotes o Jeques; y decían éstos que en ello había unc,
deidad que se manifestaba en lo formo de serpiente; esta fábula tiene
olguna analogía con lo de Bachue. Entre los objetos da oro encontrados
en la laguna, en sus sepulcros y santuarios, se hallan los serpientes.

Cuando el conquistador Quesada llegó por el Norte 01 valle de Ne-


rnocón, el Zipa de Bacató salió. o su encuentro, y sus tropas llevaban
como enseño lo momio de uno de sus valientes guerreros. Esto costum-
bre establecida entre los Chibchas, revela que atribuian una influencia
poderoso o los manes de sus antepasados venerados para olcanzar lo
victoria.

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Después, el mismo conquistador y sus soldados hallaron en uno de


los aposentos de la casa de Quemuinchatecha, Zaque de Hunza, una
urna de oro eJl forma de linterna, adornada de esmeraldas, y en la cual
estaban encerrados los restos d2 algunos de sus antepasados venerados
con respeto religioso. Estas prácticas demuestran algo más que la vene-
ración con que los pueblos verdaderamente civilízados conservan las re-
liquias de sus antepasados: así lo ha consignado la historia de costum-
bres análogas en pueblos inferiores en la escala social. Si los cronistas
españoles nos hubieran dejado datos precisos de la cosmogonía y cos-
tumbres religiosas de los numerosos pueblos del valle de Guaca y de las
tribus de Antioquia, podríamos interpretar hoy las variodisimas figuras
de oro y de arcilla que se encuentran y que fueron trabajadas con tonta
habilidad. Respecto de lo gran lápida incrustada de sapos y de una ógui-
1", que dejamos estudiada en uno de nuestros artículos anteriores, es in-
dudable que fue un aqoratoric, o altar de ídolos porque fue hallada en el
fondo de un templo subterráneo en Yarumal y hacía porte de muchos
objetos del culto religioso, colocados en nichos tal/ados en este templo;
y entre estos objetos se cuentan pebeteros o incensarios poro quemar re-
sinas odoríferas, que era formo muy común de rendir homenaje o sus
dioses. Es notable también que la palabra Huaco o Guaco, usado para
designar estos templos, y por extensión los sepuJeros, y que es nombre
'de un valle de estas regiones tenga en idioma Quichua la significación
de ídOlo y adoratorio (6) .

Indudablemente que todos estas figuras de oro y de arcilla son ideo:


gráficos; pero ¿qué clase de ideas representaban?; esto es lo que no ex-
presa esta palabra, de una significación tan lata. Los idolos o figuras
simbólicas de sus dioses y sacerdotes son ideográficos porque represen-
tan ideas religiosas; los figuras de sus jefes, cpciques, zipas, etc., son
ic!eográHcas, porque representan ideas en el orden político y social; y las
que representan los personajes de sus fóbulas tradicionales, son ideogró-
ficas también, porque representan sus ideas cosmogónícas, etc., etc.

(6) Los Huacas eran dioses histáricos de los pueblos o provincias de'
Perú, de los cuales había figuras de piedra y de modero a quienes ofre-
cían sacrificios. En la cerámic. peruana hay Huacas y Conopas usados
como deidades (Tschudi y Rivera).

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EL DORADO

Si hiciéramos un resumen histórico de las ideas de los pueblos que no


llegaron a la altura de la verdadera civilización actual, encontraríamos
que el mayor número de ellas en la evolución mental y social que se lla-
ma civilización de aquellos pueblos es de arden religioso y cosmogónico,
pues que no pudiendo darse cuenta exacta de los fenómenos naturales,
y de algunos de los seres y objetos que forman la naturaleza, los atribu-
ven en gran parte a creaciones sobrenaturales. Debido a eso, cado pue-
blo ha tenido sus mitos y sus leyendas apropiados o amoldados o lo na-
turaleza que lo rodea: los antiguos Escandinavos veían en cierto noche
del año las almas de sus antepasados surgir del seno de los mares, con-
fundidas con las densas nieblas de sus regiones septentrionales. En los
montes de Hartz todavía se extremecen los aldeanos 01 pensar en el for-
midable espectro de Broken, fenómeno luminoso que se presento al le-
vantarse el Sol. Muchos pueblos del Polo tienen cierta veneración por
las auroras boreal es; y otros, como los indios Turbacos, veían en los vol-
canes la morada de divinidades superiores. Este razonamiento explica
por qué el cielo de los Egipcios, de los Hindús, de los Chinos y Japo-
neses, de los Aztecas, de los Chibchas y de los Incas, está lleno de dioses
cuyos atributos y poder estón subordinadas, no solamente a la imagina-
ción de estas diferentes razas, sino también a las circunstancias propias
del suelo en que viven, de los fenómenos naturales Que mós impresionan
sus sentidos, de sus necesidades y prócticas sociales y, en general, de
los acontecimientos que le son propios durante su existencia.

El régimen político y social de los Chibchas, como el de los pueblos de


sus mismas condiciones, era muy sencillo, pues que tenía muy pocas
ideas en este séntido, no sucedió lo mismo en el orden religioso y cos-
",agónico, el campo de sus ideas era vastísimo como lo es la naturaleza
misma en donde tuvieron origen estas ideas, siempre con la tendencia a
levantarse en alas de su imaginación a las regiones fantásticas del pa-
éer divino.
Por lo expuesto, es evidente que la religión de los Chibchas pertenece
a la idolatría de carócter antropomórfico, según lo clasificación de Lub-
back.

(Papel Periódico Ilustrado, Año 11. pógs. 225 a 229).

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ARTICULO 11
De Ic:¡~ noticias consignados en las crónicas de lo conquista de estos
países, relativas o las costumbres domésticas, o las prácticos sociales y
a la industria de los pueblos Chibchas y de sus comarcanos, encontra-
mos muchas que pueden complementar el estudio que de las antigueda-
des colombianas hemos publicado can el nombre de El Dorado. Aun cuan-
00 estos hechos históricos son conocidos, nuestro intento ha sido reunir-
los bajo una forma conveniente tratando de sacar deducciones que pue-
dan ser útiles en los estudios etnotógicos; pues de lo manera como los
relatan los cronistas no ofrecen grande interés, no obstante que son
un comprobante de que la antigua Cundinamarca fue formado de pue-
blos relativamente adelantados en la civilización de las primeras edades
de los habitantes indígenas de América.

Lo que dejamos relatado y discutido respecta de la joyería chibcha,


empleada como medio objetivo de estudiar sus costumbres y mitos; y
también su régimen político, su cómputo del tiempo y su cosmogonía,
demuestra suficientemente cuán avanzadas estaban estas gentes en el
camino de la civilización americano; pero faltan aún algunos cons~idera-
dones sobre las leyes sociales que los regían boja el amparo de un Go-
bierno regularmente establecido; y también el estado de algunas indus-
trias manuales, que son compañeras obligadas de la vida doméstico en
fa satisfacción de las primeros necesidades del hombre.

Lo organización regular de las primeras sociedades tuvo su origen


bajo el influjo de leyes físicos y orgánicos, antes que el carácter ind¡vi-
¿ual y colectivo en codo tribu les imprimiera o estas asociaciones de
familia el sello moral que les es distintivo, en los diferentes regiones
del globo.
Posteriormente vinle,fon las condiciones necesarios poro lo estabilidad
de las familias asociadas, y éstos fueron la moralidad de sus miembros

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y la subordinación consiguiente a leyes acordadas como indispensables


para gobernar las agrupaciones de familias, que constituyeron los pue-
blos y naciones primitivas. Por consiguiente, fue necesario también el
reconocimiento de una autoridad superior, la que, en algunos pueblos,
no obstante su estado incipiente, les comunicó uno influencia moral pro-
vechosa poro Que se consagrasen 01 trabajo, 01 desarrolla de pequeños
industrias yola práctica de buenos costumbres.

Todos estas condiciones se encontraron al tiempo de lo conquisto, re-


lativamente desarrollados en los numerosos pueblos andinos que forma-
ban lo nación Chibcha, aun cuando se hallaban en lo infancia de su
constitución político, y conservaban prácticas fradicionales de lo anti-
gua barbarie de los tribus que les dieron origen.

Los instituciones sociales y políticos de los pueblos chibchas eran di·


ferentes de los del Perú en ei período de los Incas. Hemos visto yo su
régimen polftico y religioso, y, según éste, el poder espiritual estaba se-
parado del poder temporal o político. Su gobierno, lejos de ser centroli"
todor, como el de la Monarquía teocrótica del Cuzco, tenía muchos ana-
logías con el sistema Federal. Lo intervención religioso fue de grande
influencia en los acontecimientos políticos de los Gobiernos seccionales
de esto Federación: en medio de los hostilidades de los guerras mós san-
grientas, no eran molestados los peregrinos, cuyo único pasaporte o sal-
vo conducto, era lo manifestación de Que el objeta de su peregrinaciQ,p
sería lo visita 01 templo de Iraca. Un poco antes de la llegada de los
Españoles, Tisquez:uz:a, el último Zipo de Bocotó, estaba poro-venir Q
los manos con el Zaque de Hunz:a, pero lo intervención del sumo sacer-
dote Nompanim (vaso del león), hiZ:9 que se arreglase entre los adver-
sarios uno treg!Jo de veinte lunas.

Uno de los mo!'\umentos mós interesantes en la historio de estos pue-


blos, es su Legislación civil y penal. Esta fue formada por leyes muy
concisas y poco numerosas, pero de grande influencia moral para esas
épocas.

El Zipa Nemequene fue después del Bochica, di~.tinguido legislador y


podarosa Soberano de una gran p.:Jrte de la antigua Cundinamarca. P-ie-
drahíta dice: "Viendo la grandezll a que había llegado su reino, y que
todo la seguridad de los Gobiernos se sustenta en los dos polos de ros

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premios y del castigo; y que aquéllos se mantienen de lo fortaleza de


las leyes, ordenó algunas, y los grabó en lo memoria de sus vasallos paro
que se gobernasen por ellas; y cumpliéronlas tan sin descuido y con
tanta puntualidad, que se fueron arraigando de suerte que hasta nues-
tros tiempos (1676) permanecieron en ellos."

Los leyes principales que dictó Nemequene o su pueblo fueron los


siguientes:
1(I Lo peno de muerte se imponía 01 homicida;

29 El rapto y violencia perpetrados por un hombre libre se castigaba


con la muerte; pero el coso do que cometía este delito, sufría la pena del
talión: presenciaba su deshonro pública, pena que "era considerado por
las indios como superior a lo muerte;

3{1 El adúltero era enterrado vivo en companla de- reptiles venenosos,


y una gran piedra cubría el lugar de este suplicio, para extinguir su me-
moria;

4{1 Lo cobardía en el servIcIo miÍitar, ya en la campana, ya en los


combates, se castigaba con la pena humillante de hacer llevar al co-
barde, por determinado tiempo, el vestido de mujer, y ejercer sus faenas;

5{1 Al desertor que huía del ejército durante la batalla, antes que el
Jefe ordenara la retirada, se le sentenciaba a muerte afrentosa;

6{1 Al ladrón ratero se le calOtigaba con Iq pena de azotes, y al ladrón

de mayor cuantía, o al ratero reincidente se le cegaba con fuego apli-


cado delante de los ojos, o se le perforaban éstos con punzantes espinos;
7{1 Se imponían penas inferiores poro corregir y castigar faltas o de-
litos leves: tales eran la pena de azotes para los hombres, y paro las
mujeres la de cortarles el cabello o rasgarles lo manta lchircate) con
que se cubrían;
8{1 El deudor moroso tenía la obligación de mantener un tigrillo o
<;;ato montés, y al guarda de éste, colocados en la puerta de su casa
hasta que pagase sus deudas;
9" El Fisco era el legítimo heredero de los bienes del indio que moría
sin herederos naturales;

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10{l Uno ley especial limitaba el uso de los adornós y de las joyas a
las personas' de distinción y pudientes; los Caciques feudatarios o Uso-
c;ues eran los únicos, después del Zipa, que podían llevar orejeras y los
mós ricos joyos;

11 {I Lo muerte de lo mujer en su alumbramiento daba derecho a los


padres de ésta, o a sus hermanos o parientes, o la mitad de los bienes
del marido; pero si el hijo vivía, el padre no tenía mós abligac[ón que
la de mantenerlo en casa de sus suegros.

la imposición de estas leyes es obro del progreso social, pues demues-


tro el reconocimiento expllcito de los derechos individuales como tam-
bién de la gravedad de la falta o del delito qUe se castigaba, y, por con-
s:guiente, del efecto moral que se deseoba obtener; sin embargo de que
la 2{1 de estas leyes tenía por sanción única la satisfacción de la ven-
90nza del agraviado, defecto común en lo legislación de casi todos los
pueblos primitivos; pero, por otra porte, el matrimonio fue reconocido
como una institución sagrado, pues que lo violación de los derechos con-
yugales se castigaba de uno manero tan severo, y lo unión de ros dos
sexos 10 verificabo la autoridad religiosa, pues como dice John Lubbock,
la autoridad es origen de la virtud.

El Zipa Nemequene ordenó que para lo aplicación de las leyes fuese


Presidente pereptuo del Consejo supremo de Justicia, el Cacique de
Subo; y el que ocupaba este puesto al tiempo de la conquista manifestó
mucha cordura y equidad en la administración de lo justicia.

Un hecho digno de atención es que los Chibchas, que eran esencial-


mente pacíficos y laboriosos, no esquivaban el servicio militar, y fueron
valientes en los combates o que los comprometlan constantemente sus
'belicosos vecinos los Ponches y Colímas, etc. de las regiones calientes.

Los leyes que castigaban severamente 01 cobarde y 01 desertor, son


un signo de disciplina militar y de lo grande estimo en que tenían el ho-
nor nacional. Todas estas condiciones fueron debidas únicamente 01 ade-
lanto moral de estos pueblos bajo la influencia de la vida social y labo-
I iosa que engendra y alimento los virtuoes sociales.

En los razas muy inferiores no se encuentran aquel/as cualidades;


aquéllos estón privadas de todo sentimiento moral, los jefes apenas se

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E"L oo RA OO

ocupan de los crímenes, a menos que ellos afecten directamente los in-
tereses de la tribu en !;lenero!.

Los Jefes y Magistrados de los Caribes, dice Du Tertre, lo mismo que


los Tapinambous, no administran justicia, pero el que se cree ofendido ob-
tiene de su adversario la satisfacción que le conviene, según lo guían
sus pasiones o le permiten sus fuerzas.
Las tribus de la grande hoya del Oiinoco, que según el historiador
Gumilla, muchas fueron agricultoras y tuvieron usos y costumbres de los
Chibchas, fueron inferiores a éstos" y carecieron _de sentimiento maral;
los venenos activos administrados furtivamente en sus bebidas, servían
o estos indios paro obtener satisfacción de sus enemigos.

¿Por qué se constituyeron pueblos relativamente mós civilizados en las


regiones altas de los Andes, tales como la nación Chibcha?
Para resolver esto cuestión tenemos que entrar primero en algunos
consideraciones de carácter general.

Aun cuando la geografía etnográfica del Nuevo Continente no ha dado


sino pasos muy ligeros en un estudio muy importante, sin embargo, las
razas americanas esparcidas en uno grande extensión de su territorio
pueden dividirse en variedades c<fmprendidas en secciones diferentes de
este Continente, las que sin constituir límites absolutos de uno clasifica-
ción etnolográfica, sí presentan geogróficamente uno distribución natural
que facilita su estudio. La parte Oriental de este Continente fue poblada
por uno raza que, según Bory de Saint-Vicent, probablemente salió de
las vertientes de los montes AlIegany y de los Apalaches, pueblos situa-
dos hacia el norte de la vasta hoyo del río Son-Lorenzo, hasta los cuarenta
y seis y cuarenta y siete grados. Los emigraciones de estos pueblos pasaron
las Floridas, y de unas en otros islas en el Mediodía, ocuparon los ribe-
ras orientales de lo región mexicano, las Antillas, y lo que se llamó en
tiempo de lo conquisto Tierra-firme, con los Guayonas, desde el territo-
rio de Cumanó hasta la línea siempre paralela o las costas. A esto raza
pertenecieron los Canadienses, los numerosos pueblos que con el nombre
de pieles rojos se van extinguiendo por el poder absorbente de lo Unión
Americana, también los naturales de Yucatón y de la tierra de Honduras;
los Caribes y los Galibis.

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los habitantes indígenas de estas regiones presentan analogías muy


marcadas que los agrupan en esta gran sección oriental. Fueron y son
los restos de esta raza, de cuerpo bien formado, ágiles, de temperamento
bilioso, y mós fuertes que los que ordinariamente se llaman salvajes; su
C";abezabien conformada, de figura oval (dolicocéfalo); la frente depri-
mida; cabellos negros, gruesos, duros y lucientes, y el color de la piel
cobrizo. No conocían otro medio de embellecerse que pintando su cuer-
po con el rocu o la chica.

la sección hiperboriana es diferente de la anterior, pues aun cuando


no son outóctonos sus habitantes, sus caracteres étnicos los separan de
aquéllos.

los variedades de la roza americana llamada meridional son las que


algunos antropologistas refieren a los habitantes de la parte Sur del Con-
tinente américano, esparcidos principalmente en el centro de este país
y sobre las regiones orientales, ocupaban la hoya superior del Orinoco,
lo totalidad de la hoya del Amazonas, el Brasil, eí Paraguay, y com-
prende a los Araucanos, raza diferente de la vecina que ocupo loscos-
tos occidentales, y que fueron los primeros habitantes que encontraron
los conquistadores mós alió del trópico, y cuyo volar y heroica resistencia
defendiendo su territorio, ha sido inmortalizada por los cantos de D.
Alonso de Ercilla. Los pueblos de la parte alta de las montañas de donde
nacen hacia el Norte el ría Paró y sus afluentes, y el ría Amazonas; y
hacia el Sur el Paranó o río de lo Plata, constituye el centro de esta in-
mensa· región, cuyos habitantes, según el viajero Augusto de Saint-Hi-
laire, tienen caracteres que recuerdan la raza de la China. Los tribus
comprendidos en lo grande hoya del Amazonas, en donde los Omaguas
habitan, sus primeros afluentes; los situados entre los Andes y el Océano
Atlóntico hasta el trópico meridional, tienen caracteres comunes, con
rrluy pocas excepciones: la cabeza redondo (dolicocéfalo) de un gran I

volumen, hundida en las espaldas por ser el cuelfo corto, es pesado, apla-
nada en el vértice; la frente ancho, muy deprimido; pómulos salientes;
ojos pequeños, nariz achatado, labios gruesos, boca grande; los cabellos
negros, lisos y rígidos; lo piel del coJor del cuero curtido.

los americanos de los costas occidentales eran enteramente diferen-


tes de los hombres del resto del Continente separados par la cadena de
los Andes, no solamente por caracteres orgánicos, sino por sus costum.

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tres, por el elevado' carácter de los primeros y por su avanzada civili-


zación. Los nociones de Yucatán y de Honduras, ribereñas del golfo de
México, no concuerdan con los pueblos que los conquistadores y cronis-
tas llamaron la nación Mexicana. Las historias de México y del Perú
revelan pueblos muy adelantados en una reciente civilización al tiempo
de la conquista, civilización y costumbres que aunque no databan sino
de cerca de catorce siglos atrás, los alejaban a estos pueblos de los de-
más que habitaban las otras secciones territoriales de este Continente que
dejamos descritas.

Según las opiniones del Viajero Charnay, las estatuas e inscripciones


recogidos por él en Yucatán, son de grande valor científico, principal-
mente porque demuestran que lo primitiva civilización americana partió
de los Toltecas, y que sus obras no tienen en manero alguno la antigue-
dad que se ha querido atribuírseles. La mayor parte de los ruinas de este
país están en perfecta conservación, lo cual no sería así si fueran muy
c.ntiguas, sobre todo teniendo en cuento el clima, lo naturaleza del sue-
lo y el modo como están construídos dichos objetos, condiciones que no
son o propósito para su conservación.

El señor Charnay, opino que muchos de los objetos no parecen tener


mós de siete siglos de existencia. Las ruinas de Grecia, donde el clima
se presto en gran manera paro su conservación, estón en peor estado que
las de Yucatán (1).

En uno situación geográfico intermedia del país de los Incas y de los


Aztecas, sobre lo región oriental de los Andes colombianos se encontra-

(1) "Mas, cualquiera que sea la ontigiiedad real de ciertos pue-


blos y de ciertas civilizaciones, las tradiciones son mucho mós favora-
bles al hecho de la población sucesiva que a la idea de una población
simultónea. La vida nómade parece haber precedido en todas partes a
los establecimientos fijos¡ el instinto de los desalojamientos ha anima-
C:!O constantemente a ciertos pueblos: del fondo del Asia un mundo bór-
bCiro ha inundado con sus flotas sucesivas el imperio romano y arrojado
a los Vándalos hasta el Africa¡ las inmigraciones de la Europa moder-
na a su turno han llevado a todas partes del mundo las razas que CJe-
ben renovar la población." (Domeneche, viaje pintoresco por los desier-
tos de la América del Norte).

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bala civilizada naclan de los Chibchas, que poblaba el extenso territo-


rio de la antiguo Cundinamarca. Esta noción estaba muy próximo, por
el Occidente, de los pueblos de las Armas y de otros del territorio antio-
queño, y de los del valle de Guaca, cuyas tribus se aproximaban por el
Sur a los límites de los dominios d" los Incas en los regiones ecuatoria-
les. El territorio de lo antiguo Cundinamarca se extendia por el Noreste
hasta el límite de los regiones del Orinoco, ocupados por numerosos tribus
cue tenían algunos de los costumbres y usos de los Chibchas, y que fue-
ron vecinas inmediatas de las tribus de lo costo de Tierro-firme, es decir,
de los descendientes de los montes Allegany y del país de los Apalaches,
que poblaron los regiones orientales de lo América Septentrional. Ade-
más de lo que dejamos dicho de los relaciones de estas tribus, la historio
de los Aztecas y la de las Chibchas refieren analogías muy notables en-
tre estos pueblos, y de ellos con los Asiáticos (2).

Esta breve exposición de la geografía etnográfico de los pueblos del


Continente americano, y los reflexiones sobre lo sftuación topográfico
del país de los Chibchos y de sus relaciones probables con otros tribus
y naciones, demuestran lo probabilidad de que lo noción Chibcha tuvo
su origen en la inmigración de tribus del NQ!te, del Sur y del Noreste

(2) En apoyo de lo que hasta aquí dejamos anotado, por vía de


comporoción, entre los pueblos Chibchos y los del Asia, citaremos las
siguientes líneas del Misionero Domeneche.
"Nuestra convicción, dice, en este interesante asunto, es que lo
América ha sido poblada por emigraciones voluntarias o occidentales de
Scytas, Hebreos, Tártaros, Hindus, Escandinavos y de Galos; que éstos o
sus familias, después de multiplicarse, se encontraron, se me:c1oron, y
que por el cru:amienta de las ra:as, la diferencia de los climas, los cam-
bios de vida y muchas atros ra:ones de la mismo naturate:o, perdieron
su carácter primitivo, poro formar esta combinación heterogéneo de co-
lor, de costumbres, de gustos, de lenguas y de religión que desvía ID
ciencia y los investigaciones del anticuario. Probaremos esto variedác1 d~
orígenes por la simple exposición de docllmentos históricos, fisiológicos
y religiosos, por las tradiciones, las antigiiedades y las costumbres C1eeste
pueblo (el de la América def Norte), que deseamos hacer conocer ínti-
mamente (1 nuestros lectores."

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sobre los planicies de los Andes colombianos; aglomeración de tribus cu-


yos elementos étnicos se confundieron paulatinamente por el cruzamien-
to, y boja lo influencia de un clima benigno muy diferente de aquellos
de donde partieron, y adecuado para la vida sedentario, condiciónTndis-
pensable en el desarrollo y progresa de los pueblos primitivos que alcan-
zaron una adelantada civilización. Esta suposición es apoyada por lo~
hechos siguientes.

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Figuras 35 a 46 de la relación de "El
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ARTICULO III
Las observaciones croneoscópicas demuestran que el tipo común en la
América del Norte fue el dolicocefálico, y en las regiones meridionales
el braquiocefálico (3); pero según los estudios del Profesor Broca, prac-
ticados en dos pequeñas series de cr6neos recogidos en diferentes luga-
res de Cundinamarco, la primera presenta un medio mesatlcefólico con
tendencias a la dolicocefalia¡ la otra es francamente braquiocefólica¡
por los dem6s caracteres esos cr6neos son semejantes. Según el señor

(3) Aun cuando los caracteres craneoscópicos no tienen un volar ob-


soluto en las clasificaciones de las rasas, son de una grande importan-
cia en el estudia de éstas, unidos a los demás elementos étnic;os que los
caracterizan.
Reh:ius llama dolicocéfalos los cráneos cuyo diámetro anteroposterior
es notablemente mayar que el transversal¡ y braquicéfolos aquéllos cuyo
diámetro antero-posterior no difiere natoblemente del transversal. El
Profesor Broca ha modificado esta clasificacián del modo siguiente:
Llama índice cefólico la relación reducida en centésimos, del diáme-
tro transversal máximo al diómetra antera-posterior máximo, y divide
los cráneos humanos así:
Dolicocéfalos
Puros Indice menor que 75 por 100
Subdolicocéfalos, ...........• entre 75 y 77.5 por 100
MESATICEFALOS entre 77 y 77. 9 por 1 00
Braquicéfafos

Suh-braquicéfalos entre 80 y '4. 9 por 1 00


PurOl ..•...••.•••. 85 y m6s por 100

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Girard de Riolle, estos dos series pueden pertenecer a los restos de dos
tipos diferentes en su origen, pero que se confundieron y amalgamaron
después.
Estos caracteres craneoscópicos de las dos series Chibchas; los varia-
ciones que se observan en sus cosmogonías pera que tienden a unificarse
por sus analogías, y las dialectos de su idioma, hacen sospechar que
muchos elementos étnicos de los tribus emigrantes que llegaron o los ex-
tensas sabónas de la antigua Cundinamarca, se confundieron en la raza
Chibcha.
Debe alejarse toda sospecho de que sea posible incurrir en error, en
el estudio de los caracteres osteológicos de la cabeza de estos razas, por
la costumbre que tuvieron algunas tribus americanas, de deformar el
cróneo comprimiéndolo. entre tablillas colocadas sobre la fre~te y el occi-
pucio; pues que ademós de que fueron muy pocas los-que emplearon este
mediO para hacer piramidal la cabeza del niño, el aumento anormal del
diámetro transversal sobre el _antera posterior, es muy fácil de recono-
cerse. En las tribus de las regiones ecuatoriales solamente los Ponches,
pueblo vecino de los Chibchas, situado al Occidente hasta las riberas del
Magdalena, y confinantes por el Norte con los Colimas, y par el Sur con
íos Sutagaos, tuvieron esta costumbre, y los soldados españoles después
de sus combates con estas indios observaron en sus cadáveres la extraño
configuración del cróneo aplanado.
Este hecho 01 pal"ecer aislado y de ninguno significación, tiene rela-
ción con la misma costumbre de algunas de las tribus de la América del
Norte, de las cuales es muy probable se derive la de los Panches. Los in-
dios Chinouks, que viven al sur de lo embocadura del Colombia, son el
tipo distintivo de las tribus del Norte del Oregón; en sus formas y fac-
dones se encuentran todos los caracteres de la raza Mangola, y entre
estos salvajes existe también lo costumbre de comprimir el cráneo sobre
10 frente y el occipucio entre tablillas durante la primera infancia, para
darle la forma piramidal, pero esta costumbre no se generalizó en todas
las tribus de esas regiones. Esta práctico encontrado en pueblos tonto
de lo América del Norte como de la América Meridional, separadas por
uno grande distancio, afirma lo opinión de que las emigraciones de 105

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pueblos nómodes que se derivaron del Norte, vinieron o poblar las re-
giones ecuatoriales trayendo sus costumbres, sus tradiciones, sus mitos
y preocupaciones religiosas, más las ideas que les sirvieron poro cons-
tituirse.

Lo causo de lo aglomeración de tribus emigrantes sobre estos sabanas


andinas, tiene su origen en una propiedad característica de lo especie
humana, y es el cosmopolitismo, propiedad que no posee ninguno otra
especie, ni género, ni familia del reino animal. A este respecto repeti-
.remos con M. Hollard: "En todos partes. en donde lo vida es posible en
la superficie de la tierra, donde quiera que se encuentre una planta, un
animal, allí se encuentra el hombre. Pero él. ha extendido sus dominios
modificándose bajo las influencias naturales; si cada región del globo,
cado clima, tiene sus huéspedes humanos, su población lleva un 'sello de
carácter particular. Las formas, las facciones, el colar; después sus cos-
tumbres, sus hábitos, el estado social, el carácter moral, cambian de un
grupo a otro grupo; de aquí, una diversidad de tipos o, según lo expre-
sión generalmente usado, de rozas humanas, parque estos tipos se per-
petúan en u.na filiación indefinido."

Lo filosofía ha reconocido, y biológicamente se demuestra, lo influen-


cia que el clima ejerce sobre las condiciones físicos del hombre; y, rela-
tivamente, en sus cualidades morales, es decir, las modificaciones que
imprimen en el carácter, en las pasiones, en los costumbres y aptitudes
del hombre, las diferentes condiciones físicas que presentan los locali-
dades habitadas por la especie humana; tales condiciones, son: lo lati-
tud; la altura sobre el nivel del mor, por las variaciones de lo presión.
atmosférica; la temperatura o influencia del color y del frlo; lo hume-
dad o sequedad del aire respirable y su tensión eléctrica; y to¡nbién I~s
relaciones naturales mós o menos íntimos con las plantas y los animales
salvajes.

"La belleza de la naturaleza, la suavidad del clima, la fecundidad del


suelo, lo abundancia de los recursos naturales de un país influencian con-
~ideroblemente lo moral de los habitantes, disminuyen sus necesidades

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t:sicas y dejan o sus facutades intelectuales tiempo bastante y más fuer-


za para desarrollarse." (Domenechel l41.

Estas influencias son muy notables, y se pueden apreciar mejor en


las diferentes tribus que habitaron o que habitan aún regiones diferentes'
par sus condiciones c1imatéricas: en unas por sus tendencias sociales: por
su inclinación pacífica y progresiva en los adelantos materiales y en el
perfeccionamiento moral, es decir, por su contracción a la vida domés-
tica, a lo práctica de las artes manuales, a las labores del campo; por sU
genio observador e inventiva, y en general por la aceptación fácil de le-
yes sociales aun cuando emanadas de una filosofía bárbara y salvaje. En
otras, por su carácter independiente indomable y guerrero; por su incli-
nación a la vida ois!ado y nómade, y por su insubordinación a las in-
fluencias y prácticos civilizadoras; y en todos, por los diferentes matices
de su organización física, correspondientes a la naturaleza del suelo y del
clima en que viven. En lo vida natural de los razas primitivas e inferio-
res es donde se deben estudiar estas influencias del clima para aprecior
E:n su verdadero valor las modificaciones que producen en la organizo-
ción física, en el carácter individual y en el régimen social.

Este estudio no es suficientemente concluyente respecto de los pueblos


altamente civilizadas; en ellos las influencias del clima sobre el hombre
quedan en mucho neutralizadas en la porte moral. y aun en la físico, por
la intervención de varios elementos modificadores de aquélla. Los pro-
gresos sociales, guiados por la actividad intelectual que perfecciona las
costumbres, las artes, las industrias y las comodidades para la vida, son
lo gran potencia can que la humanidad adquiere el predominio que tiene
s<;bre todas las causas que la combaten y la modifican, sin que por esto

(4) "Después de haber considerada la especie humana en sus matices


físicos, en la distribución geogrófica de 105 tipos contemporóneos, en la
influencia que le han hecho sufrir las fuerJ:as terrestres, las circunstan-
cias del suelo, las condiciones meteorológicas de la atmBsfera, la acti-
,idad del espiritu, el progreso de la inteligencia y esa maravillosa flexi-
bilidad de organiución que se plega a todos los climas, Humboldt ase-
turo que nuestro especie escapa fácilmente a las potencias de la natu-
raleza, pero que participa de una monera esencial de lo vida que anima
nuestro globo". (Domenechel.

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deje de estar sometida a su acción. Las influencias religiosas y la verda-


dera filosofía que combaten las pasiones, afirman este predominio sobre
todos los elementos noturales.
Los conquistadores españoles encontraron en América ecuatorial tri-
bus salvajes tanto mós guerreras y altivas cuanto' más ardientes y selváti-
cos eran los valles profundos de su nómade residencia, como si el excesivo
c.alor de la zona tórrida, y la lucha constante con las fieras indomables
en medio de la exuberante vegetación de las selvas seculares y de todos
los elementos bravíos, comunicase mayor excitación y actividad a su or-
ganización, mayor ardimiento a sus pasiones, más decidida inclinación a
SLl independencia y libertad sC!lvaje. Pero es natural que fuera así, por-

Que allí la vida es un combate constante entre los diferentes individuos


de las especies animales; allí la lucha por la vida es estimulada por e~
instinto de la conservación y por el derecho de la fuerza natural; es la
tendencia al equilibrio entre la exuberancia de la producción orgánica y
la ley de sustitución y de renovaciones rópidas, entre la actividad de la
fuerza vital y lo pronta destrycción y_transformación. ¡Tenaz combate!
que sin las gLorias del triunfo, ni las humiJlaciones de la derrota, es una
ley ineluQible por la especie humana aun cuando ésta busca, instintiva
y racionalmente el 'medio de sustraerse de ella y de hallar algún tér-
mino aceptable. Para muchas tribus este término fue el aislamiento o la
vida errante sin hogar ni, domicilio; y, para otros, la huído a las altas
regiones en busca de tregua y de descanso, 'es decir, fue la inmigración
a las altiplanicies andinas, en donde un clima frío o menos ardiente, de
aire más suave o mós puro, fuese más propicio para su cuerpo extenua-
do por una atmósfera abrasadora, quebrantado por los reptiles e insectos
venenosos, y debilitado por las emanaciones pestilentes de los esteras y
pantanos de las mórgenes de los caudalosos ríos en los valles ardientes.
Probab!emete estas fueron las causas que determinaron la aglome-
ración de tribus en estas altiplanicies, y la formación de pueblos relati-
vamente civilizados, bajo el infiujo de un benéfico clima sin tantos com-
bates por la vida. Humboldt dice: "Desde que los españoles llegaron al
Nuevo Mundo encontraron que los pueblas más avanzados en cultura,
eran los montañeses. Los hombres nacidos en las planicies, en climas
templados siguieron el dorso de las cordilleras."
No sin razones físicas creyeron algunos hombres inspirados por las
ciencias de la antiguedad, antes del descubrimeinto de la América, que

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los regiones ardientes de lo zona tórrido no podían ser habitadas por la


especie humano, pero lo ley de difusión de ésto y de su dominio universal
era inquebrantable por el hombre, y éste fue extendiendo su descenden-
cia en todos los ámbitos del globo, porque la especie humana es esen-
cialmente cosmopolita.
Pasaron los cataclismos terrestres que prepararon los comarcas su-
perondinas¡ huyeron los aguas que los inundaban y cuyos depósitos for-
maron estas niveladas lIonuros¡ y el hombre de las tribus errantes en
los valles ardientes, pudo hollar con su planto este suelo menos rico en
producciones naturales, pero sí muy fecundo y pródigo bajo lo acción de
lo mono del hombre, y sobre todo esto, menos mortífero e insalubre¡
menos abundante en gérmenes destructores, y mós adecuado o su pa-
cífico dominio yola vida sedentario.
Todavía humeantes los cráteres volcánicos testigos del levantamiento
de los cordilleras de los Andes¡ y, aún más que hoy fragoroso y aterra-
dor el Tequendama, por estor en su primitivo esplendor, pudieron enton-
ces los tribus de los regiones profundos escolar los cordilleras en busca
de tregua poro mejores tiempos. En presencio de uno naturaleza menos
temible, y casi risueño, las tribus congregadas .en los fértiles llanuras
regados por el Funzo, encontraron un trabajo reparador y productivo en
los labores del campo, y lo grandioso maravillo del Tequendoma cautivó
su poética imaginación, cuyos creaciones fantásticos formaron uno cos-
mogonía que yo hemos relatado.
Pero no debemos pasar adelante después de haber trotado muy ligera-
mente lo influencia del clima sobre los tribus primitivos poro explicar el
aumento de población en las altos regiones por la inmigración de 109
tribus nómades de los valles ardientes, sin dar cabido en este escrito a
una parte de los poéticas descripciones y filosóficos apreciaciones de
Caldos (5). Este sabio describe del modo siguiente los dos tipos opuestos
de lo rozo indígena de Colombia, en los cuales es muy notable la in-
fluencia del clima sobre la especie humana:
"Fijemos primero nuestros miradas sobre el morador de nuestras cos-
tCiS:demos la preferencia a los del Sur, ¿cuáles son los pasiones, cuáles

(5) Semanario del Huevo Rei.o de Granada. Influjo del clima sobre
los seres organizodos.

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las virtudes, cuál el carácter del hombre que hobita estos regiones? He
aquí lo que he recogido en mis viajes. El indio de las costas del Océano
Pacífico es de estatura mediana, rehecho Y membrudo; ,sus facciones
aunque no bellos, nodo tienen de desagradable: el pelo negro, grueso,
algún tonto ondeado; poco o ninguno barbo; lo piel bronceada, y mu-
cho más moreno que lo de los demás habitantes de lo cordillera. Sus mu-
jeres en poco se distinguen de los hombres. Lo belleza, los rasgos de-,
licados que distinguen su sexo en los demás pueblos de lo tierra, aqu'í
parece que faltan. Los pechos, lo voz, y un trozo de lienzo envuelto;
o lo cintura, son los únicos caracteres exteriores que las distinguen. Si'
los rasgos varoniles de su fisonomía los acercan o los hombres, sus ejer-
cicios los confunden con ellos. Cargo, recorre, nado, navego con lo mis-
mo intrepidez Y valentia: va o lo pesco y sigue 01 marido o lo cazo. Es
verdad que no se arma ni ataco o los fieros con volar; pero ve los com-
bates con semblante sereno Y sin estremecerse. Es verdad que hilo, lava,
teje, aderezo el alimento, aseo lo coso y su familia; pero con un aire:
de 'nobleza Y dignidad, con no sé qué de feroz que parece indicar que
obro por necesidad más bien que por inclinación. Tiene los pechos cor-
tos llenos, más bien piramidales que esféricos, y nunca lacios, o pasar
de traerlos siempre desnudos; el pelo suelto o llamado hacia la espalda
con un ligero trenzado; los orejas perforadas de donde penden peque-
i\as arcadas. Los amores en ellos son tranquilos, y manifiestan lo du.
reza de su constitución y de sus ejercicios. Apenas conocen los celos, esto
pasión terrible que enveneno todos los momentos. Ton taciturnos, tan
graves, tan serias en el tiempo de sus trabajos, y ton pacientes en lo
cosa, coma locuaces, bulliciOSOSe inquietos en sus festines. En éstos be-
ben, comen y danzan sin moderación y sin freno.

"Durante tres, cuatro y más días, oyen con igual placer. el sonido mo-
nótono de un tombor y de otros instrumentos ton rústicos como el país.
Cuando el indio remo largo tiempo, cuando derriba los árboles enormes de
sus selvas, cuando está cubierto de sudor bajo este cielo ardiente, entonces
se arroja 01 agua y se baño con el mayor placer. Si los olores gratos son
ton mortales o sus mujeres como o los nuestros cuando acaban de parir,
la dieta, el recogimiento, el abrigÓ, les son absolutamente desconocidos.
E'! baño, .el remo, los trabajos domésticas, en. uno palabra, todos los
ejerciciOS de su vida, en nado se alteran con el porto. Es ton generoso
y pródigo de lo que produce su país, como ovoro de lo que entro d. lo

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c9í'dillera o viene de regiones distantes. El r'\'\aí:t, lo yuca, el plótánO y


lo catne de 105 animales silvestres, son los únicos alimentos de que uso.
NadO desea: contento con su destino y con su país, mira con indiferen-
cia el resto de la tierra. Este es el indio de las costas del Sur." .....•••
••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• 0,.

"Si comparamos o éste con el indio de los demás costas que viven sobre
lo cordillera, veremos que aquél es menos bronceado, sus pasiones se pa-
recen a los de los que viven en las costas; el pelo cerdo y absolutamente
lacio. Estos son mós blancos y de carácter más dulce. Las mujeres tie-
ren belleza y se vuelven a ver en ellas los rasgos y los perfiles delicados
de este sexo. El pudor, el recato, el vestido, las ocupaciones domésticos
recobran todos sus derechos. Aquí no hay intrepidez, no se lucha con los
ondas y con los fieras. Los campos, los mieses, la dulce paz, los frutos
de la tierra, los bienes de una vida sedentario y laboriosa están derra-
mados sobre los Andes. Un culto regulado, unos principias de moral y de
justicia, una sociedad bien formada, cuyo yugo no se puede sacudir Im-
púnemente: un cielo despejado y sereno, un aire suave, una temperatura
benigna, han producido costumbres moderadas y ocupaciones tranquilos.
El amor, esto SORa tórrida del corazón humano, no tiene esos furores,
esas crueldades, ese carácter sanguinaria y feroz del mulato de lo costa.
Aquí se ha Puelsto en equilibrio con el clima, aquí las perfidias se lloran,
se cantan y toman el idioma sublime y patético de la poesía. Los ha-
lagos,. las ternuras, los obsequios, los humillaciones, los sacrificios, son
los que hacen los ataques. Los celos tan terribles en otros partes, y que
más de una vez han empapado de sangre (de otros costas) la base de
los Andes, aquí han producido odos, canciones, lógrimas y desengaños.
Pocas veces se ha honrado lo b'?lleza con la carnicería y con la muerte.
Las castas todas han cedido a lo benigna influencia del clima, y el mora-
dor de nuestros cordilleras se distingue del Que está o sus pies por ca-
racteres brillantes y decididos. Después de esto, ¿se dirá que no tiene
ninguna ¡nMuencia sobre nuestra ser el clima y lo temperatura?


• •
Es verdad que el indio natural de estas cordilleras es lento en todos
sus actos, pero en este defecto, común o los mestizos y descendientes de
lo rozo espoñola naturales de estos mismos lugares, encontramos uno

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influencia perniCiosa del clima: este defecto tiene su origen en la sllO-


vidad de la temperatura, en la humedad y ligereza de nuestra atmósfera;
condiciones que ocasionan la languidez de la organización y la depre-
sión de la energía muscular. Esta nifluencia alcanza a dominar también
a los que vienen de otros países; con mucha frecuencia vemos a los me-
jores tipos de los razas europeas, que después de su permanencia en
estos elevadas regiones, y baja la acción de nuestros climas ·enervantes,
se conforman con nuestras costumbres, y aun se connaturalizan con
nuestros defectos y vicios. Por esto, alguna persono de genio humoristi-
ea ha dicho con fundamento, que esta atmósfera enrarecido contiene par-
tículas de pereza que mina la organización del hombre. Es necesario
combatir estos defectos con una voluntad decidida, con la actividad cor-
poral, es decir, con la energía de que es capaz un elevado carácter,
secundado por un trabajo constante; en fin, con todos los recursos de la
civilización moderna que neutraliza las malas condiciones del clima. Esta
es una lucha por la vida, diferente de la que tiene que sostener el ha-
bitante de las regiones bajas, pero no menos fecundo en dañosos resul-
tados cuando el clima triunfa.

Los caracteres de los dos tipos descritos tan brillantemente por Cal-
das, tales como él los conoció en su tiempo (1808), cuadran perfecta-
mente y de una manera muy notable a los tipos de los habitantes de es-
tos mismas comarcas, en épocas mós remotas; estos caracteres corres-
ponden en todos sus faces al india de las costos y al natural de las re-
giones de Cundinamarca en tiempo de lo conquisto.

La historio de lo naturaleza físico de esos razas primitivas y de sus


costumbres domésticos demuestran esta concordancia.

Lo mujer del indio Achagua, habitante de los mórgenes ardientes


del Orinoca, no fue una campo ñero sino una esclava del hombre; los ma-
los tratamientos a que estaba sometida le hicieron adoptar el sacrificio
de sus hijas, al tiempo de nacer, antes que entregar/as o lo misma ser-
vidumbre. En sus matrimonios no
había ceremonias notables, y se toma-
bla mujer por necesidad, no tonto por amor. Después, además de lo crian-
za de los hijos y de los ocupaciones de la casa, tenían la parte más ac-
tiva en los labores del campo; mientras que el indio con su orco y ma-
cana, se enseñoreaba en el bosque o, adormecido por el color en su chin-

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,horro, esperaba el sangriento alimento, ligeramente tostado en el fuego


de su desmantelado hogar.

Lo vida de lo familia Chibcha presentaba caracteres especiales que


expresan sumo suavidad en sus costumbres y en sus relaciones, compa~
radas con las muy bárbaras condiciones de sus sociedades incipientes.
Esta suavidad de costumbres se revelo desde los formalidades de las
pretensiones matrimoniales: éstas principiaban por remitir el pretendien-
te una fina manta tejida de algodón, al padre del objeto de sus amores,
como misiva en requerimiento de lo esposo; si pasados ocho días no se de-
volvía la monta, era señal de que uno nuevo misiva obtendria una re-
s¡)lución favorable, siendo "aceptado par esposo; la devolución de la man-
ta era el medio indirecto y delicado de hacer cesar pretensiones Incon-
venientes sin exponer 01 moncebo o uno negativo humillante en pre-
!encia de su amado.

Sentado el feliz pretendiente en la puerta de la casa de su novia,


aguardaba impaciente la primera entrevisto nocturna, y procuraba ha-
cer notar su presencia por algún medio indirecto, cosa que no sería-difí-
cil a corazones entendidos y acordados. Se abría la puerto de lo estancia
y se presentaba la doncella india con un vaso o totuma de chicha, a la
que aplicaba sus labios paro ofrecerla después a su futuro esposo. Este
acto tan sencillo como inocente, constituía los esponsales Que estrecha-
ban la intimidad de sus afectos. Más o menos tarde, el Jeque o Sacerdo-
te encargado de los prácticos y ceremonias religiosos, y por consiguiente,
de la unión conyugal, según sus ritos, interrogaba o los esposos, que per-
manecían 'unidos por el cuello con sus brazos. La mujer protestaba que
respetaría y preferiría 01 Bochico, es decir, la imposición de sus leyes
divinas más que al hombre que iba a ser su marido, pero que a éste lo
,~maría más que a sus hijos, y a éstos más que a sí misma. Luego, el
varón hacía en alto voz y por tres veces la protesta de aceptar aquella
mujer por esposa. Esta ceremonia manifiesto claramente lo gran solem-
nidad e importancia que le daban a la unión conyugal legítimamente
autorizada por el Jefe respectivo, y el reconocimiento de uno autoridad
leligiosa competente poro realizar esta unión.

Jamós contraían matrimonio los parientes en primero ni en segundo


grado; y en este respeto por el parentesco de consanguinidad excedían a

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los Incas del Perú, quienes se unían o sus hermanos y o sus parientas
más inmediatos.
Los afectos filial y paternal eran los vínculos más sagrados que IllCIn-
tenían lo estabilidad de lo familia.

Todos estos hechos son pruebas que evidencian un grada de morali-


dad muy avanzado en las prócticos sociales ..

Aun cuando lo poligamia era permitido, no fue generalmente practica-


do, con excepción de los personas distinguidos y pudientes; pues un
hombre no podía vivir con mós mujeres que aquellos que podía mante-
ner con sus riquezas. Lo primero mujer concedida por el Jeque era lo
legítima esposo que entraba en el hogar conforme o sus ritos: los demás
eran tiguyes que se adoptaban sin estos requisitos. El Zipo y los Caci-
ques Usaques hacían en la elección de tiguyes un grande honor a las
familias de alta posición, y tenían muchas, porque eran ricos en oro y
en labranzas; entre las familias inferiores no había tiguyes, en ellas
había más moralidad.
No obstante que los leyes repnmlon la corrupcLon de costumbres, el
Bochica trotó de desarraigar la poligamia, pero no pudiendo conseguir lo
t~ict6 uno ley, cuya próctica encontraron los conquistadores, habiendo
pasado yo catorce siglos después de la muerte de aquel legislador, ségún
el cómputo del tiempo y los tradiciones chibehos. Conforme o esta ley,
íos mujeres legítimas del Zipa, del Zaque, de los Usaques y de los gron-
des señores, podían imponer o éstos lo prohibición de unirse o cualquiero
otra mujer hasta posadas cinco años después de la muerte de oquéllos.

Esta ley causó muy saludables efectos; pues los hombres procuraban
trato"r muy bien o sus mujeres, para no desagrodarlas y poro evitar esta
prohibición, o por lo menos poro conseguir que fuese por el tiempo más
corto posible; en general, los Chibchas eran buenos esposos, y humani-
tarios con sus semejantes; cuidaban o los enfermos y respetaban o los
ancianos.

'"
'" '"
De esta manero sencilla y recíprocamente· respetuoso se unían los dos
sexos paro constituir su familia y criar o sus hijos. boio un techo pajizo-

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de formo redonda o circulor, lobrado en su interior con cañas hábilmen.


te entretejidas, y sostenido por paredes formados con maderos vertical~
mente enterrados en el suelo, unidos y cubiertos de barro mezclados con
paja seco paro mantener su adherencia. Sus alojamientos eran espacio-
sos, bien ventilados y distribuídos convenientemente hasta para guar-
dar el grono y los frutos de sus sementeras; tenían puertas canstruídas
con cañas entretejidos, con cerraduras de madera, de forma dentada.
la forma circular de los casos, llamados tygttuas, la tomaron de lo
Luna llena, época de lo mayor veneración de este ostro; el interior de
sus habitaciones principales era revestido de cañizos atados con corde-
les de fique teñidas de varios calores, formando diseños caprichosos Qse-
rían quipos o figuras de uno escritura particular? Imposible es averi-
guarlo). Sus muebles consistían en bancos de modera, barbacoas de
cañas y esteras de junco y de esparto. En contorno de la estancia había
un cercado de fuertes maderos y tierra, para proteger su dominio. El as-
pecto general de la construcción de estas casas chibchas les valió o estas
comarcas el nombre de "Valle de los Alcózares" que les dio el conquis-
tador Jiménez de Quesona, por""lo impresión agradable que le causó su
vista exterior, principalmente las casas de los Caciques, que se levanta-
ban primorosas en medio de verdes sementeras ornadas de flores y es-
parcidas en diferentes sitios de la hermoso sabana en donde los conquis-
tadores admiraron le belleza de las poblaciones pajizos, lo fecundidad
de los campos y la abundancia de sus aguas.

Los Capitanes Lebrija y San Martin dicen en su relación "que aunque


da paja la población de Bacatá podría pasar por uno de las más bellas
de las que se habían encontrado en las Indias".

En la única parte en donde se encontraron restos de un antiguo edifi'


cio de piedra, es en el valle de Leiva, entre Gachantivá y Moniquirá.
Estos restos de arquitectura Chibcha fueron descubiertos en el año de
1847, por el señor D. Manuel Vélez. Lo parte visible de este edificio"
mide 33 metros 60 centímetros de largo, en dirección de Este a Oeste,
y 17 metros 60 centímetros de ancho. Tiene 29 columnas visibles, cilín-
dricas y bien talladas. El frente de este edificio miro 01 Levante del sol.

Es muy probable que estas ruinas fueran el principio del templo que
quiso levantar el Cacique Garanchacha, pretendido hijo del Sol, y de una

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doncella indio notural de Gachetó, lo que dio a luz una Huaco !ídolo)
c;ue se convirtió después en uno criatura humana. Esto fue criada y edu-
cado con grande veneración, y cuando llegó a mayor edad usurpó el
zacazgo matando 01 Zoque, que entonces residía en Ramiriquí. Garan-
checha quiso honrar al Sol su podre, consogróndole ese templo, para el
que hizo llevar piedras y columnas de parajes muy distantes para su
construcción; pero murió dejando apenas principiado el suntuoso edificio.

La plancho que odorna este artículo, es composición debido al lápiz


del señor Alberto Urdaneta; es una restauración del tipo de lo india Chib-
cha, tal cual debió ser al tiempo de la conquisto. Para ejecutoria se ha
tenido en cuento la descripción que de esta rozo hacen los historiadores
de aquello época; y los rasgos característicos de los tipos que se conser-
van aún, sin alteración notable. Lo indio está en lo ocupación mós co-
mún y constante de la mujer Chibcho; con el huso o rueca hila el al-
godón que servía poro tejer sus montos: el chircate que cubría su cuerpo
desde lo cintura, y la Iiquira, o lo manero de un pañuelo cruzado en el
pecho sin cubrirlo todo. Llevo el pelo largo y dividido por lo mitad, del
que procuraba conservar su lustre negro de ébano, con preparaciones
vegetales y legías que, según su próctica, embellecían y hacían abun-
doso lo cabellera; y no descuidaba, poro aparecer bien, el adornar su
coro y brazos con lo pintura del rocú y lo chico.

Lo plancho lleva como adornos varios objetos que constantenién~.


usaba en su menaje, en su industria y en su tocado. En el artículo próxi-
mo hablaremos de estos cosas.

(Papel Periódico Ilustrado. Año 11. Págs. 289 a 293).

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ARTICULO IV
Naturalmente de esta vida de relaciones y de afectos íntimos, deblan
surgir elementos de moralidad, de trabajo y de industria indispensables
para el progreso social en la pacífica y cómoda satisfacción de las nece-
sidades más imperiosas de la vida.

La agricultura fue la ocupación más natural y la industria mós impor-


tante para los pueblos de la antigua Cundinamarca, pues solamente los
tribus en extremo salvajes y nómades de los lugares bajos y calientes se
contentaban con los animales, raíces y frutos Que la naturaleza pródigo
les ofrecía espontáneamente; pero aquellos que vivían en un suelo menos
pródigo o privado absolutamente de elementos naturales paro su manu-
tenciÓn tuvieron que recurrir al cultivo de los campos, y esta necesidad
les hizo muy prácticos en el ejercicio de la agricultura,y desarrolló en
alto grado su genio observador e inventiva, armonizando oportunamente
los plantaciones de sementero con los diferentes épocas lluviosas y con
las faces de la luna: de aquí nació el cómputo del tiempo y el calenda-
rio mós regularmente calculado entre gentes que principian en la vida
civilizado, y cuyas bases principales pudieron ser los recuerdos de no-
ciones adquiridas anteriormente por las tribus inmigrantes de otros paí-
ses algo civilizados.

Los instrumentos empleados en aquello época poro lo preparoclon del


terrer.o y la siembra de los semillas eran de piedra o de modero: hachas
y cuchillos de piedra cilícea o de madero de macana, sumamente fuer-
tes para cortar los árboles o arbustos, y para limpiar el terreno de la
maleza que lo cubría ayudados del fuego; azadas y palas de piedra, de
hueso y de modero poro levantar y labrar lo tierra, y fuertes estacas poro
sembrar la semilla, he aquí todos los instrumentos agrícolas de que po-
dian disponer. Esta clase de útiles hacían excesivamente laboriosos y len-
tas sus operaciones agrícolas, pero en cQmbio, los agricultores eran nu-
merosos y la cosecho abundante; contaban siempre para estos faenas

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L1BORIO ZERDA

(,on las lluvias oportunas que ablondasen lo tierra y facilitasen algún


tanto su labor.

En contorno de los sementeras hacían un cercado de leños, poro limi-


tar la propiedad y para impedir que se causase daño en ella; su cuidado
estaba encomendado al dios Choquen, protector de los linderos y cerca-
dos.
En los climas fríos (109 a 169 C.) y en los templados (179 a 229 C.)
cultivaban muchas plantas alimenticias, principalmente el maíz común
.y el Hornada canilla o robo de sorra, las patatas, lo quinuo, los cubios,
los hibias, las chuguas r<;liadas y la variedad peruana; las arracachas,
lo yuca, y como condimento picante el ají, y como aromótico el paica
en los puches de mah: o mazamorra (1). Usaban también el jugo de la
coña de maíz y la miel de abejas de los climas cóHdos.•

Estos eran los frutos príncipales de sus faenas agrkolas, los que en
los mercados se cambiaban entre las tribus de los diferentes climas para
subvenir a su subsistencia, El maíz se cosechaba una vez en el año y dos
veces las papas ...

El Coronel Acesta dice que la patata debe reputarse como Originaria


del país de los Muiscos o Chíbchas; fúndase en que el conquistador Que-
soda fa halló cultivada en estos regiones, principalmente .en (o provincia

( 1) Los especies de plontGl alimenticios que usaban 101 Chibcha •••


designan con los nombres siguientes: %ea, mais, lo llamaban oba, el
maís amCl:rilfo~abtybo; el blonco, fuquie pquyhyza; el maíz arras, hi-
chuan muy; sorgum vulgare; el moís llamado de conillo o robo de zorro,
Salanum tl.lberosum; ia popa o petato Mamado iomza o iomuy; cheno-
pocIkJm, quinoe, lo plQ~O indígeno llamado quinua; tropeolumtubero-
sum; los cwbios, mellocoa tuberosa; los chuguos rosados; mel1ocoa peru-
viana, y tcnnbién ullucus tuberosus, las chuguas blancas o ullucus de
los indios Caconucos conium esculentum, los arracahas blanco. '1
amor", ttlbérculo feculento; conium xanthrori.za, lo arracocha morada;
yotropha manihot,.to yuco de lo tier •.• templado y cofiente; capsic;um,
",miClSespecies de ají _do como condimento; chenopodh,lm ombrosioi-
des, el. poicousocfo como condinulftto aromótico en el Sl,Iql,./e (M.lIamo-
1'",) •

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LA INDIA CHIBCHA

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EL DORADO

de Vélez, desde el año de 1537, esto es, en una época en que sólo es
verosímil suponer que este tubérculo haya podido exportarse de Quito,
Perú o Chile (2). Los indios Chibchos llamaban lo patata iom~ o iomuy,
y lo popo amarilla tiba iomYi todavía en Usme, pueblo situado 01 Sur de
Bogotó, es llamada lo popo, iomy. Hoy día en todos los pueblos de la
Sabana se llamo iomogó la parte de la cosecha de las popas que se re-
galo a los que ayudan a cogerla, y esta palabra con la mismo significa-
ción fue usada por los antiguos Indios.

En su alimentación agregaban a estos frutos el pescado Chimbe, y el


del río Funzay de otros ríos en Hunza, y unos pecesillos llamados guo-
puchos; también muchos animales silvestres, tanto aves como cuadrúpe-
dos, con excepción de los venados cuya carne saJamete la comían los ca-
ciques y algunas personas de distinción, con licencia del Zipo; a los de-
mós gentes res estaba prohibido por una ley de policía, pues se temía el
exterminio de este animal en los bosques inmediatos. (3).

(2) Se atribuye el mérito de lo primera introducción de los papas en el


Continente Europeo al marino Hawkins, quien, se dice, sacó este tubércu-
lo de Santa-Fe en 1563 o 1565, pero Humboldt dice que es más proba-
ble que los primeras patatas fuesen plaRtadas por Sir Wolter Roleigh en
sus tierras de Y oughal en 'rlanda.
( 3) Los animales que usaban los Chibchas como olimento eran: el
pescado del río Fun:co y de otros ríos que lIamabon Guo-muyhyca
pescado negro (Eremophilus Mutisi, de Humboldt), los españoles lo 110-
maroo pescado capitón; el pescado que llamaron los indios chichine gi.ii
que es el capitón pequeño; el pecesilfo· blanco Hemodo guapucho,
nombre' derivado del indígena, gua, pe:c, P9uyhyza, blanco Cgrundulus
Bogotensis de Volencl; lo pesquería tenío lugar en los posos llamados
chicuo o chupcua, hoy se llama chucuo lo male:ca o pantono hondo. Lo
ccme principal era la de venado, llamado por los indios chichico o guo-
hogUí, tenian el venodo de páramo (cervus virginionusl; el blonco lcer-
vus mexicanusl; el soche (cervus simplicicornis); el conejo llamado por
ros Cftibchos chen gUí o cupquy (Iepus brasilensis); el cui él curi sorvoje,
sucuy de los indios (cobaya aperea); el borugo o guordatinoco Ccoelo-
genus subnigerl; los toraasos (talpocotia rufipennisl; los tórtolo. o sum-
gní; de los indios (peristera); y muchos variedades de pato. (onos).

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Con el maíz: confeccionaban la chicha (%opCUQ o fabcua) bebida po-


pular (biohoty) muy diferente de la que hoy se hace con el mismo nom-
bre. Es sorprendente que lo necesidad universal de una bebida fermen-
tada pusiera en posesión o estos indios de un procedimiento cuyos re-
sultados explica satisfactoriamente la ciencia. Después de remojado el
maíz: lo dejaban germinar, como se hace en Europa con la cebada para
la cerveza, inmediatamente lo hacían secar, y tostado 01 fuego en un
tiesto de arcilla cocido, se reducía o polvo, el que desleído en agua ca-
liente se dejaba fermentar. En estas operaciones de germinación del
grano y de lo acción del agua caliente el almidón del maíz se convierte
en una materia azucarada Que por lo fermentación produce alcohol, a
que debe su propiedad enervante. Esta chicha es menos nociva que la
que hoy se confecciona con maíz cocido y miel del jugo de la caña de
azúcar.

Tonto en la preparaclon de los alimentos con el maíz, de cuya harina


hacían la mazamorra (5uque), o puches y también pon, como en lo fa-
bricación de lo chicha, empleaban como instrumento para pulverizar la
piedra de mo:Cr (hYl:G brohosuca) que ha venido hasta nuestros tiempos;
ésto es un trozo de roca arenisco de superficie plana y de forma cosí
rectangular, da 50 o 60 centímetros de longitud, 46 o 30 de ancho y 20
de grueso, colocada en posisión ligeramente inclinada sobre un montón
de piedras unidas con borro o sobre horcones de modero que le sirven de
apoyo. Sobre esto piedra se pone el grano que se quiere moler, y con otra
piedra de 30 centímetros de largo, cuyo sección transversal es cuadrada
o triangular, de 8 a 10 centícetros de lodo, de ángulos y extremidades
redondeados, y Que hace el oficio de maleta, se quebranta y muele el
grano por compresión y fricción, que le imprimen los monos con un mo-
vimiento de vaivén.
En la época actual es muy generol el uso pe este instrumento. Se ve
en acción constante en lo testera de lo chozo o rancho del indio o del
mestizo de nuestros campos, la piedra de moter, de uso inmemorial, y'
compañera de la mujer en sus faenas; mientras que en un rinc6n de la
cocina o de la estancia principal luce lo fogata de leños inflamados con
cuyo color se sazonO la apetitosa mazamorra.

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EL DORADO

Es lo cocinero uno muchacha


Agil, arrutanada, alta y morena
Que su saya de fulD can el chumhe
En su cintura arrega~ado lleva

Un poco cortos, negras y brillantes


de su crespo cabello las dos tren~os,
Rematando sus puntas en cachumbos
Graciosamente par lo espalda cuelgon;

Pero bella cascando masamorra,


O moliendo, en su trono que es la piedro,
A su vaivén cachumbos y mejillas
Arandela. y seno, todo tiemblo (4)

Este sencillo instrumento de molienda y pulverización es el mismo que


los mexicanos usan de.sde el tiempo de sus aborígenes y que se designa
con el nombre de metote. El señor Dreyer, farmaceuta militar de lo ex-
pedición de México, le hace un grande y merecido elogio. El metate sir-
ve en aquel país para moler el maíz y preparar las tortillas o gal!etas
(arepas entre nosotros) que son la base de lo alimentación del pueblo
(en el Cauca se uso mucha la sapo de tortilla). Teniendo el señor Dre-
yer necesidad de pulverizar grandes cantidades de medicinas, emple6 en
Pueblo el metate o piedra de moler para este objeto, y dice que repre-
~entando por ciento el rendimiento en polvo obtenido con siete sustan-
cias diferentes vegetales y minerales, con el mortero apenas alcanza de
50 a 60 por 100 con las mismas sustancias. He quí, pues, elevado a una
categoría importante el rústico y humilde instrumento de los aborígenes
de la América.

Uno de los artículos mós importantes en lo producción industrial de los


habitantes indígenas de la antigua Cundinamarco, fue la sol compacta-
da en ollas de barro, evaporando el agua salada de los fuentes de Zipa-
ouiró y Nemocón, hasta obtener en estas vasijas la sal solidificado en la

(4) Memoria sobre el cultivo del moí~ ell AntioquiCl pOr Gregorio 1

Gutiérre: Gonzólez.

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mism.:l forma. Procedimiento que es lo base de explotación de las minas


de sal en los tiempos actuales.
Para la confección de los alimentos y paro la fabricación de la sol en
Zipaquirá y Necocón, empleaban vasijas de barro cocido, las que sabían
hacer con mucha destreza, y paro ello tenían perfecto conocimiento de
los propiedades de las arcillas esmética, plástico y refractaria, que son
muy abundantes en los diferentes localidades de estas regiones.
Cuando lo expedición del conquistador Martín Galeano salió en \539
de Santo-Fe hacia el Norte con el objeto de fundar lo ciudad de Vélez,
paso ron por Tinjacá o pueblo de los olleros, en donde fabricaban los in-
dios gran cantidad de ollas y otros vasijas de arcilla cocido, de diversos
tamaños y formas, con los Que traficaban estas centes .. tan consagradas
a su industria, Que lo presencio de l~s conquistadores no los ¿;strojo jo-
mós de sus antiguos ocupaciones.
Lo alfarería fue lo primera de los artas que ocupó lo atención de los
pueblos Chibchas, pues así lo exigían sus necesidades domésticos e in-
dustriales. De arcilla cocida fabricaban ollas, chorotes, múcuras, tinajas,
tozas y cucharas para preparar los alimentos y poro el servicio de ellos,
y estos objetos se han encontrado en sus sepulcros' con residuos de ma-
terias orgánicos en perfecto descomposición húmica.

Hoy se ejerce esta idustria en los mismos pueblos en donde lo encon-


traron los conquistadores; pero entonces se ejecutaba con más atención
y cuidado tonto en los formas de los diferentes piezas como en lo orna-
mentación de ellas, la que consistía en dibujos con líneas espirales o es-
pecie de volutas, o en ángulos entrantes y salientes formando figuras ca-
prichosos! pintadas con arcilla blanco o con acres ferruginosos y después
bruñido toda lo superficie con fragmentos de cuarcita o de piedra (¡dia-
na, o de esquistos silíceos de grano fino, redondeados por el frote de las
aguas en el cauce de los torrentes y de los ríos. En Chipoque, pueblo si-
tuado 01 Sudeste de Bogotá, y detrás de la rama oriental de lo cordillera,
en el que existen restos de eso antigua roza indígena Que conserva las
costumbres de sus aborígenes, fabrican hoy, como fabricaban antes, ollas,
gachas, etc., de color pajizo o apízorroda, de una arcilla refractario muy
estimada por su gran resistencia al fuego. En Gochancipá y Tocancipá,
pueblos situados al Noreste de uno llanura pobre de vegetación, pero
rico en arcillas muy bellas para lo confección de ollas, tinajas, moyas,

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gochos, etc., que se consumen en los pueblos inmediatos en un radio


de más de 1O leguas.
En los dominios del Zaque de Hunza, y en toda la porte del Norte de
la noción Chibcha, lo alfarería era también una industria muy general,
y hoy ejecutan vasijas, de lo misma formo que los usadas en los tiempas
prehist6ricos, principalmente en los pueblos llamados Tobosá, Viracachó,
Tinjacá y R6quira; en este último es de fama proverbial lo cerámico, que
se fabrico de arcillas plásticos de exc(f.entes calidades. Lo descompasi-
ci6n del feldespato albito dej6 una arcilla blanco exenta completamente
de óxido de hierro, de lo cual se hacen crisoles refractarios que resisten
o la inmersión en el agua estando candentes sin sufrir alteraci6n alguno.

Llaman lo atención las formas esféricos, cilíndricos, cónicos, que sin


torno y simplemente con la mano daban a las diferentes vasijas; los di-
bujos ejecutados en diferentes líneas con notable simetría, y aún más, los
edornos caprichosos en relieve sobre alguno de estos vasijas en forma de
mascarones o cariátides o imitaciones de animales salvajes.
De arcilla cocido hacian también instrumentos musicales, especie de
dulsainas, de sonido suave y melodioso.

No solamente lo arcilla como materia plástica servía 01 artista indio


para confeccionar utensilios de uso doméstica, sino también paro obje-
tos de adorno en sus cosas o de ornamentación de sus templos y para
adoratorios o especie de Umas sagradas de tierra, que contenlan los imá-
genes de sus deidades tutelares y los figuras históricos de sus antepasa-
dos y de sus guerreros, trabajados en oro pOr el hábil y paciente joyero.
Esto industria de la joyerío de oro cansumío abundantemente crisoles de
arcilla refractaria, instrumentos indispensables paro este arte; estos cri-
soles también eran adornados con figuras en rieleve, tal es el represen-
tado en lo figuro 35, perteneciente o fa colección del señor Bendi)(
Koppel.
Lo industria de lo alfaréria Chibcna provela abundantemente de ollas
e crisoles de tierra cocido paro la compoctoción de lo sal en los fábricas
de este artículo en Zipaquir6, Nemocán, etc., etc., y en nuestros tiem-
pos este sistema es lo base de elaboración de aquellos salinos, sin que'
los progresos de lo idustria hoyon podido destruir aquellos procedimientos
primitivos.

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Los láminas adjuntos representan varios piezas de lo cerámica indí-
gena de Cundinomarco y Antioquio pertenecientes a la colección del se~
ñor Bendix Koppel, quien bondadosamente los ha puesto o nuestro dis-
posición para estudiarlas. En primer término (número 34) se encuentro
la notable figura del Zipo con sus insignias realés y una grande narigue-
ra cbl'nó las que usaba de oro este monarca; está sentado sobre las an-
clas o palanquín, en el que conducido por sus súbditos aslstia a los fun~
ciO"e~ religiosas o visitaba sus estados y también salía o los combates.

El número 35 representa un crisol de 10$ que usaban los joyeros Chib-


ehas; está adornado con un mascarón y argollas Idterales.

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ARTICULO V
Los figuras 36 y 37 >lo son jarras en forma de cariátides. El número
38 es una múcuro pequeña o alcarraza con su manija y una coro huma-
na en el cuello, adornada con dibujos blancos muy simétricos. La forma
de esta pieza es muy elegante y perfectamente contorneada. Fue encon-
trada en Subachoque (Cundinamarca).

Las piezas números 36 a 43 son también de tierra cocida, y fueron de


una grande importancia en lo industria y costumbres de esto rozo indí-
gena; el número 43 es un rolla con figuras grabadas en relieve de án-
gulos entrantes y salientes; se conjeturo que estos rallos o cilindros les
servían para pintor por impresión sus mantas de algodón; es muy proba-
ble que así fuera, o juzgar por el uso análogo que hacian de sellos paro
decorar sus piezas cerámicas y en la pintura de la piel; pero también ha-
cían uso del pincel poro los mismos objetos, pues en algunos -tiestas Sll
ven las huellas de este instrumento y la inseguridad de lo mono del ar-
tista. Las figuras 39, 40, 41 y 42 san sellos planos con su correspondien-
te mango; están grabados con figuras en relieve, singulares, muy varia-
das y simétricas. Con estos sellos cargados con tintas de arcilla blanca
y de acres ferruginosos decoraban sus piezas cerámicas las aborígenes de
105 pueblos de Antioquio, pues se observa en algunos la semejanza de
sus dibujos con los que tienen los sellos: este era un medio de abreviar
lo pintura.
Los figuras de los números 44 y 45 son jarrones de lo cerámico indí-
seno de Antioquio; su forma es elegante y recuerda el estilo etrllSCo; se
nota en ellas mayor corrección en sus contornos, y 10$ pinturas angula-
res que tienen son muy semejantes o los figuras del sello número 42, lo
Que hace creer que se empleaban los sellos poro la pintura de decoro-

.(.) Para inteligencia de este artículo "éanse las figuras o que s. re~
fiere lo página 312.

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dón de la ceréimico antioqueña. En algunos piezas los dibujos son real-


zados °
grabados y con mucha uniformidad; parecen fueran ejecutados
can sellos apropiados para imprimir sus figuras sobre la arcilla blondo.

La pieza del número 46 es también de Antioquia, muy cuidadosamen-


te ejecutada; tiene cuatro pies de apoyo, una manija y dos tubos late-
rales muy estrechos, únicos conductos de cOmunicación con el interior;
no parece, pues, que sirviera para contener líquido alguno, y pudo ser
una figura simbólico .


• •
la necesidad de proteger el cuerpo contra los rayos del sol y contra
los innumerables insectos de los climas abrosadores, tales como las ribe-
ras delOrinoco, del Magdalena, del Oarién, del Cauca, etc., hizo que los
naturales de estas regiones empleasen los gr~sas y resinas vegetales para
untarse la 'piel; costumbre que convirtieron los indios en uno especie de
afeite o de adorno, mezclando estas sustancias con el color negro del
jugo de lci planto llamado mue (¡aglla) y el naranjado y rojo de la •• eo
Iv¡xa) y de l~ c;hica, con los que se pintaban y adornaban con líneas V
figuras muy vóriadas y extravagantes. los tribus deIOr/noco, según el
historiador Gumilla, consideraban como desnudez lo falto de este a'feite
y adorno; y aun los niños no se presentaban ante el público, y menos o
los misioneros en la escuela, cuando no estaban untados y pintados, por-
que sentían verguenza de encontrarse desrtudos.

Todavía 'las tribus salvojes que se encuentran en nuestro extenso te-


rritorioconservan el uso de lo pintura tegumento!. El doctor Crevaux, en
la historio de su viaje de novegación, en los ríos Ariari y Orinoco, tia-
blondo de los indios que habitan en una oldea cerco del solto de Mai-
pure, dice: "Encontramos la gente de la aldea muy ocupado, pues er'J
dio de pintura, que hacen' oplicando o lo piel sellos rollos empapados °
en roeú y que representan arobescos. Esto' pintura es el verdadero graba-
do. en modera con impresión en pergaminos humanos.

Los rollos representados en la figura 43 de lo lámina de Que hemos


hablodo yo, fueron encontrodos en territorio de Cundinamarca, lo que
prueba que los Chibchas también se servíon de ellos paro su pintura so-
bre la piel.

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En las poblaciones de las elevadas regiones ee la antigua Cundina-


marca, el frío y el pudor fueron más exigentes, y aun cud·¡'do conserva-
ban el uso de pintarse la cara y otras partes del cuerpo, como un adorno,
usaban vestiduras de mantas tejidas de algodón. Afortunadamente poro
estas gentes, sus costumbres comerciales les facilitaban lo adquisición
del algodón, elemento indispensable y de gran consumo en lo industria
de los telares, el que obtenían de las tribus de los climas calientes en
cambio de esmeraldas, sal y otros productos de tierra fría y aun de los
mismos mantas.
El historiador Piedrahíta dice, hablando de los Chibchas: "En esto
nación los naturales son más políticos, andan todos vestidos, o que los
obliga el temple de lo región fría que habitan, cuando corre el viento¡
Sudeste, atravesando sus póramos que llaman Ebaque. Sus más ordina-
rios vestidos son de algodón, de que tejen camisetas, a lo manero de tú-
nicas cerradas que les Hegan poco más abajo de la rodilla, y de las mis-
mas mantas cuadradas que les servían de palio: las más comunes sonl
blancas, y la gente ilustre las acostumbra pintadas de pincel con tintas
negras y coloradas, y en los frentes medias lunas de oro y plata, can los
puntas a las partes de arriba ..
"Los mujeres usaban una manta cuadrada, que llamaban chircate, ce-
ñida o la cintura por una faja, que en su idioma llaman chumbe, y sobre
los hombros otra monta pequeña nombrada Iiquira, prendida en los
pechos con un alfiler grande de oro o plata, que tiene la cabeza como
un cascabel y es llamado topo."

No solamente estampaban con sellos de colores sus mantas de algo-


dón y las pintaban con pincel, como dice Piedrahíta, sino que conocían
el verdadero arte de lo tintorería, como lo demuestra la tela del tejido
diagonal y de listas de color que posee el señor Manuel Vélez.

Hoy se les da el nombre de camisetas a unas mantas cuadrados que


fejen los naturales de nuestro país, tanto indígenas como mestizos; a
estas mantos les dejan una abertura en la mitad para colocarlas en el
cuello y cubrir el tronco sin cerrarlas por las costados. Probablemente
las camisetas llamadas también ruonos, que hoy se usan por el vulgo,
fueron derivadas de los antiguos montos chibchas que, cerrados en los
costados, formaban la vestidura que cubría el cuerpo desde el cuello,
en la época a que se refiere la cito de Piedrohíta, pues uno túnica'

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chibcho,sin cerrar por los costados, es uno monto cuadrado, o uno ca-
miseta o ruano. El origen, pues, de la ruano fue la manto de lo túni-
ca chibcho de lo misma forma cuadrada que el ch¡rcate y demás telas
que fabricaban.
Los telas o montos de algodón fueron una mercancía muy impo~tan-
te y estimada en el tráfico comercial de estos pueblos industriosos; por
esto razón la industria del hilado del algodón y de la fabricacion de
las telas, fue muy atendida y cuidadosamente ejecutado, tanto más
cuanto que atribuíon 01 Bochica su invención, quien en sus predicado-
nes procuró enseñarles este arte, y les dejó, según sus tradiciones, di-
bujados con tinta indeleble, en diferentes rocas, la formo de los telares.
Lo indio chibcha, después de atender a sus ocupaciones domésticos, en
el tiempo que podía disponer, hilaba el algodón de lo misma manera
Que los pueblos primitivos del Continente Europeo y Que los postores del
medio día. El h1Íso o rueca (figura 331 era el instrumento de que se vo-
lían, y la formaban de uno varilla de modero de macana o de coño de
guadua (bombuscrl de 30 o 40 centímetros de longitud, el que en uno
de sus extremos tiene uno entalladura en formo de gancho paro sujetar
el hilo y en lo otro un tortera o peso de piedra labrado en diferen-.
tes formas paro facilitar y conservar el movimiento de torsión que con
los dedos de la mano derecha se imprime a todo el instrumento, mien-
tras que con la izquierdo se sujeta el hilo, y después con ambas mo-
nos se extiende lo placa de algodón preparada de antemano paro
hacer el hilo. Se comprende que solamente el hábil manejo de este sen~
ciUo y rústico instrumento puede dar hilos de igual grosor y de la finura
que se deseo.
Lo formo de los telares (quoyty), fue lo misma que lo de los que
usan los tribus contemporáneos que se hallan sin reducir o la vida civí.7
Iizada:dos gruesos palos redondeados e imperfectamente pulimentados,
colocados horizontal y paralelamente uno arribo y otro abajo sobre dos
estacas enterrados verticalmente en el suelo constituyen el marco del
telar. Sobre los radillos o moderas horizontales se envuelve el hilo, suje-
tando codo vuelto sobre uno varilla, cuyo largo es del ancho del telar.
Los hilos verticales juntos y paralelos se entrecruzan formando los planos
Que pasan o ser alternativamente uno anterior y otro pasterior, o favor
de otro varilla y de un hilo que va sujetando codo hebra del plano pas-
terior. Esto disposición constituye el urdiembre. Cuando el plano formado
por lo serie posterior de hilos poso adelante, por un esfuerzo de tracción

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que se ejecuta sobre la varilla que los sujeta y que se llama lizo, el an-
terior queda en su puesto, y por el espacio que dejan las dos planas pasa
la trama, haciendo descender luego sobre ella para sujetarla el cruza-
miento de los hilos por medio de la macana que es una regla ancho de
bordes tallados en bisel y redondeados, hecha de modera de palma de
macana. Esta operación se continúa alternativa y sucesivamente.

En los pueblos en que se conserva aún la raza indígena sin degene-


ración, y en donde sus costumbres tradicionales han sido inalterables, no
obstante la influencia que ha ejercido sobre ellos lo civilización contem-
poránea, conservan esta pequeña industria y la forma de estos telares
enteramente primitivos. En ellos hacen tejidos de lano, ordinorios, poro
sus camisetas a ruanas, y todavía en olgunos pueblos miserables algunas
mujeres usan el chircate de lona.

(Papel Periódico Ilustrado. Año 11. Págs 323 o 324)

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ARTICULO VI
Todos los productos, tanto naturales como los de la industria indíge-
na primitivo, principalmente la sal común compactada con el agua sa-
lada de las fuentes de Zipaquiró y Nemocón; las esmeraldas de Somon-
doco y de Muzo; los diferentes objetos del arte del alfarero; las joyas de
oro, de plata y de cobre que usaba como adornos esta roza; las mantas
de diferentes formas y pintadas de colores; el maíz, etc., eran los ar-
tículos comerciales que llevaban a las ferias o mercados que tenían esta-
blecidos tonto en los pueblos de las cordilleras como los de los valles
ardientes.

Las principales ferias o mercados tenían lugar cada tres días, en Tur-
mequé, en donde se compraban las esmeraldas de Somondoco, en cam-
bio de los tejuelos de oro, o de este metal en polvo; de mantas de algo-
dón, de sal y de productos agrícolas.

Ll.S Chibchas del Norte de la antigua Cundinamarca, los Agataes, los


Chipataes, y los activos e industriosos Guanes (hoy Girones) concurrían
a la afamada feria que tenía lugar en Zorocotó, del dominio del Cacique
del mismo nombre, en donde fundaron los españoles el Puente Real, so-
bre el río llamado entonces Soravita (hoy Suórez), allí dejaban las
Guones el oro de sus regiones para proveerse de sal, mantas de olgodón
y de los productos de estos pueblos, etc. Los concurrentes a esa feria se
congregaban alrededor de un enorme canto errótico aislado constituídQ
por una roca argentífera de la cual se extrajeron posteriormente mós de
ochenta marcos de plata.

la feria mós concurrida por' los Chibchas se verificaba en Coyaima


del Estado del Tolima), en territorio de los indios Poincos, a los que los
c.onquistadores llamaron Yaporogos, por el nombre de uno de sus Caci-
ques. los Poincos poblaban ambas riberas del Magdalena, desde la em-
bocadura del río que hoy se llama Coello hasta el de Neiva. A este mer-

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L1BORIÓ ZERDA

codo llevaban los Chibchas sol, esmeraldas, montos y telas de algodón,


joyas de oro, etc., y obtenían en cambio el polvo de oro de los ricos olu~
viones de estos regiones, loros y guocomayos poro sus sacrificios, algodón
para su mantos, yucas y otras productos de tierras cálidas.

El comercio, pues, que en las pueblos de los Incos no existía, entre los
Chibchos iba tomando un desarrollo de grande importancia, puesto que
en cada pueblo había un mercado, y en muchos de los de lo frontero y
del territorio vecino tenían ferias periódicos en los que traficaban con las
tribus extranjeros.

El libre cambio de los productos noturales, de los manufacturados y


de los agrícolas demuestro suficientemente que en esos pueblos existía
el derecho de propiedad mueble legalmente determinado y creemos que
también el de lo propiedad territorial.

Respecto de la propiedad entre los pueblos primitivos, dice Goguet:


"Lo primero ley establecido sería paro asignar y asegurar acoda ñabi-
tente cierto cantidad de terreno. En tiempo en que el cultivo no ero' aún
conocido, los ~;erras estaban en común, No había ni límites ni linderos
aue arreglasen .el reporto: cado uno tomaba su subsistencia en donde
juzgaba o propósito. Se abandonaban y se volvían a tomqr sucesivomen~
te los mismos cantones, según que eran mós o menos agotados; esta ma-
nero de ·";r.rirno era procticooo cuando se estableció la agricultura. En-
tonces fue necesa·rio para hacer que coda ciudadano gozase del fruto
de su trabajo. Estaba en el orden que aquel que habío sembradoestu-
viese seguro de cosechar el fruto. De aquí fueron emanodos los leyes so-
bre lo propiedad de la tierra, sobre la manera de dividirla y de gozarla."

Aun cuando son muy justos estas deducciones, no obstante en los tri-
bus ,inferiore¡ hoy olguna variedad en la formo de lo propiedad territo-
rial.

En muchas tribus que viven del producto de lo cazo, lo propiedad te-


rÚtorial pertenecia o pertenece a la tribu y no 01 individuo. "Los indios
de lo América del Norte, en general, no po¡een terrenos con título indi-
v'dutll,pero sí 'os posee lo tribu; mientrosque los Australianos, que son
mucho mQs avanzados en la vida socio', coda individuo posee un terreno
del que puede indicor sus límites exactos."

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La razón de esto diferencia es, según John Lubbock, que los Pieles
Rojas se mantienen con la caza de grandes animales, mientras que los
Australianos se nutren con semivulpas, reptiles, insectos, raíces, etc.; así,
pues, si los primeros hubieran dividido la tierra en lotes de propiedad in-
dividual, hubieron estado expuestos a morir de hambre en medio de la
abundancia, en tanto que los segundos encuentran ordinariamente ali-
mentos suficientes en la propiedad privada.

En Taití, en donde lo agricultura ha hecho progresos, "coda parte del


terreno tiene su propietario particular".

Aun cuando Sir John Lubbock cree que no siempre el ejercICIO de la


agricultura constituye en los pueblos inferiores, uno condición esencial
de la propiedad de fundo individual o propiedad territorial, entre los
Chibchas existía lo práctico de fa agricultura unida a otras costumbres
sociales en un grado tal que revela que estas gentes gozaban de este
derecho. No solamente es avanzada esta opinión por el hecho de que los
pueblos de Cundinamarca fo.rmaban una nación relativamente adelanta-
da en las prácticas sociales, sino porque así se puede deducir de las si-
guientes consideraciones:

1" Al tiempo de lo conquista la tierra de la antiguo Cundinamorca es-


taba muy dividida entre las familias de esta numerosa nación. Según
Acosta, a cada legua cuadrada correspondían por lo menos 2.000 habi-
tantes, por consiguiente para su subsistencia era necesario que el terreno
estuviese bien distribuído entre ellos. Se~ún su cosmogonía tenían un dios
protector de los linderos de los sementeras, el que se llamaba Choquen,
y presidía también los puestos de las posesiones, y le ofrendaban las dia-
demas de oro y los plumas con que se adornaban para ir a los combotes.

2" La noción Chibcho era esencialmente agricultora; los productos


agrícolas eran materias comerciales, como todos los demás objetos de su
industria y los productos naturales de la tierra: tales eran las esmeraldas,
el oro, la sal, y algunos animales silvestres, con excepción aeTos venci-
dos, los que por una ley de policía era prohibida su caza por temor de
su exterminación.

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3' Compruebo el derecho de propiedad lo ley que castigaba 01 deudor


moroso y que le imponía por córcel su cosa de habitación, con obligación
de mantener 01 guorda y a un tigrillo montés, hasta pogor lo deudo.

4' Según sus creencias, el hombre, después de su muerte,- goza6a en


otro mundo de sus mismos bienes, de sus tierras y sementeras.

5' De la forma federal de su régimen político se puede deducir m6s


naturalmente el derecho de la propiedad territorial de cada individuo;
no sucedía así naturalmente bajo el régimen de la monarquía teocrótica
de los Incas del Perú, en donde todos trabajaban poro el Soberano y no
había comercio. Un régimen semejante a este último era el de los Celti-
berianos, que, según Diodoro de Sicilia, se dividían anualmente las He-
rras, y los productos eran almacenados y distribuídos de tiempo en tiem-
po o los necesitados ..

Se puede argUir en contra de nuestras opiniones, que la propiedad te-


rritorial do el derecho de venderlo y no hay constancia ni presunción de
Que los Chibchos vendiesen sus ,tierras; pero según Lubbock no se sigue
como uno deducción natural, que lo propiedad de funelo implique el de-
recho de vender; y o este respecto dice Campbell (Sy.te",s of lonel te-
nure, pág. 151) : "Olvidamos muy fácilmente que lo propiedad de fundo,
tal como nosotros lo comprendemos, es decir, que fa tierra viene a ser
una mercancía, de lo que tenemos la propiedal absoluta que podemos
vender y comprar, como toda especie de mercancía, no es uno institución
antigua, sino un progreso. moderno al cual no han llegado sino algunos
puíses."
El progreso de lo civilización, que ha dado el derecho de vender lo
tierra, creó un medio de representación de los volores comerciales, y
este medio es lo moneda, que los Chibchas no tenían; por esta rozón lo
que hacían en sus ferias y mercados era cambiar recíprocamente sus pra-
auctos y articulos' comerciales. I

Los historiadores Joaquín Atosta y el Padre Sim6n, dicen que los Chib-
chas o Muiscas usaban monedas de diferentes dimensiones fundidos en
moldes uniformes¡ y agregan que estas monedas eran tejuelos de oro,
cuya circunferencia medían encorvando el dedo índice sobre el nacimien-
to del pulgar, pues no conocían lo medida del peso. Sus medidas usual.,

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eran la longitud del palmo (1), de la brazado y del paso; para el maíz
tenían una medido llamado hobo, nombre que daban también o este
grano.

Si fuero evidente Que los Chibchas o Muiscas hubieron tenido mone-


das de oro, hobrío sido el único pueblo americana de aquella época Que
las había usado, pero es muy dudoso este hecho. No es común el hallaz-
go de estos tejuefos de oro en los sepulcros indígenas, como debiera ser-
Io si hubieran servido de monedas, pues es sabido que ellos enterraban los
vodáveres con todos sus riquezas. Los pesos de los tejuelosde oro, Que
hemos visto, no guardan una relación cónstante entre sí, ni pueden te-
Ilerlo, pues para e.¡tas gentes habría sido imposible fijarla no conocien-
do los medias de apreciar el pesa. Creemos que es mós posible que estas
tejuelos fueran la forma más adecuada que daban al oro algunas tribus
de las regiones auríferas, para estimar aproximadamente lo cantidad que
vendían de este metal en cambio de otros objetos en los ferias o merca-
¿os. Se cree también que estos tejuelos o discos de oro fundido son mo-
nedas que los conquistadores usaron en los primitivos tiempos de su do-
minio en estos países, pero no es aceptable esta opinión, entre otros ra-
ZOnes: porque no hay ninguna crónica o dato histórico de aquellos tiem-
pos Que la dé o entender así, siendo un hecho muy importante quei no
habría pasado inadvertido; y tanto menos que en el principio de la con-
quisto los Jefes y los Jueces de residencia fueron encargados del arreglo
económico de las expediciones y de hacer efectivos los impuestos, o quin-
los reales que se pagaban inmediatamente en especies, y posteriormente
las leyes espoñolas que se dictaron o consecuencia de lo conquista, y las
reales cédulas que se promulgaron inmediatamente debieran influir en
un asunto público de tanta trascendencia, y nado nos refiere la histo-
ria. El oro fue en lo general enviada o España, y uno parte de su volar
volvía a lo América en mercancías y objetos necesarios a los conquista-
dores. Es de suponerse también que durante los tiempos heroicos de la
conquista, los Españoles no tuvieron necesidad de monedas; los frutos
del poís cogidos a los indios por el derecho de la" fuerza o -como tibuto,
les bastó a su subsistencia. Además, si estos tejuelos de oro hubieran

( 1) Palmo, iana;u un palmo ion ta; dos palmos, ionoboso, etc. Broza~
da, pcuaca; uno brazado, pcuaco, oto, etc. Jeme, Quyhyn; un jeme
Quyhyn oto, ete. Paso, gota; un posa gota oto, etc.

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sido monedas hechas por los conquistadores, éstos, conservando los próc-
ticas de un !,ueb!o civilizado, habrían marcado en ella su volar relativo,
aunque hubiera sido con la punta de su dogo.

Finalmente, es digno de notarse que tos artículos comerciales que fue-


ron el producto de la industria de aquellos remotos tíempos, sOn Tos-mis-
mos que hoy se fabrican y que se consumen en nuestros mercados. Los
industrias de aquellos épocas muy poco han adelantado en nuestros días,
son las mismos con ligeros modificaciones, y solamente aumentados en
corto número con las que dejaron los españoles como recuerdo de su do-
minación en lo época de fa Colonia; y lo que es mós de- admirar es que
los restos de la antigua rozo indigena y mestiza de ésto y de la espa-
ñola son tos ejecutores de estas pequeñas industrias que constituyen en
gran porte los riquezas de los Estados del interior de lo República.

Estos industrias, de a1guna importancia, han venido en escala un poco


mayor y algún tanto perfeccionadas por lo mano del cC!~:lizador, pero
los procedimientos han sido invariables y rutineros; lo rozo blanca muy
poco se preocupo con los artes, y solamente especula con El rendimiento
de los artefactos indígenas. En los Estados de Royacó, Santander, y por
te de Cundinomarca se fabrican tejidos de algodón, tales como mantc·.
de diversos colores, lienzos ordinarios, ruanas o ponchos, cobertores dl
coma v hamacas que se consumen tanto en las tierras fríos como en los
calientes de todo la República. En Eoyacá y Cundinamarca fabrican por
los mismos procedimientos primitivos telas de lana desde que los con-
quistadores introdujeron el ganado lanar, con cuyos vellones se hacen
camisetas, ruanas, montas y frozadas, telas que con el nombre de botón
se trafica en grande extensión de lo República, principalmente en Antio-
qui:l. Los ruanas o ponchos de lona del Sur del Cauca son afamados por
sus beilos y firmes tintes.

Pero la industria mós general y más importante por sus rendimientos


entre los pueblos descendientes de ia rozo indígena de los Estados del
interior es el hilado y fabricación de telas de fique (agave): con esta~
fibras se hacen cuerdas de diferentes grosores; cables, alpargatas, que
es el calzado que usa el pueblo pobre, se tejen telas gruesos poro SaCO!
llamados costales, que sirven poro el empaque de mercadería del co-
mercio interior y del de exportación, tales son la ropa de botón fabrica-
do en el país, el café, el cacao, la quina, el arroz, etc.; con estos cos-

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tales se hacen también las enjalmas para el transporte de los cargas.


Esto industria del hilado y tejidos del fique produce hoy uno crecido
renta o los poblaciones del interior.
El .curtido de los pieles es uno de los pequeños industrias importados
de España en tiempo de la Colonia; y se ejerce principalmente por los
naturales de Boyacó. -

Hemos dicho que lo cerómico es un objeto de comercio y de ocupación


de innumerables pueblos de los Estados colombianos, pero hoy se ejecuto
muy rudimentariamente: apenas para satisfacer, en su forma, a las ne-
cesidades de lo vida doméstica; mientras que los aborígenes la practi-
caban con más esmero, pues era objeto de lujo la plástico de ornamen-
tación y de la representación figurada de sus personajes más Interesan-
tes.
Desde tiempo de la Conquista lo alfombra más comúnmente usada en
nuestros habitaciones ha sido fa estero, o tejido de esparto en formo de
una trenza de diez cetimetros de ancho y que se une en su longitud por
~n hilo de fique. Los Chibchas usaron también en sus habitaciones este-
.)"as de esparto y de junco; pero los españoles enseñaron o los indios 6
,jer el esparto que encontraron aquí, en lo forma de lo estero que hoy
/e uso. Los Moros introdujeron en España, durante su dominación en ese
.país, el cultivo del esparto africano, que es uno gro'mlnea (Moero chloc-
tenosísimo) muy diferente botánica mente del esparto de Cundinomarca
y Boyacó, muy semejante o este en su formo, pero el de estos regiones
e~ un junco mucho más tenaz que la gramínea de Atrica. Esta industria
ha desmejorado mucho en estos últimos tiempos, y cosí toco o su térmi-
no de extinción, pues el esparto se está agotando y se ha recurrido 01
:.ISO de uno gramínea de tollo muy delgado, poco resistente, de color ver-

doso cuando está seca, que los indios llaman uche. Lo estera de estó,
gramínea, que es diferente de lo africano que se cultivo en España, es
muy poco durable; sería, pues, muy oportuno y conveniente paro el
!)als proteger el cultivo del esparto o junco de bueno calidad, poro cul-
'ivor esta industria que proporciona una ocupación lucrativo o una gran
ha~o de lo población indígena. Del esparto se hacen otros objetos,
)rincipolmente las escobas, de uso' inmemorial.
Todos estos romos idustrioles de que hemos hablado podrían llegar,
con alguno protección, a un grado de adelantamiento tal, que produje_

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ran una renta mós considerable que la que hoy rinden, la que se ealeu .•
la en los tres Estados del interior que hemos mencionado, en cerca c:kt
cinco millones de pesos anuales.

EL TEQUENDAMA y EL MITO CHIBCHA

En casi todos los pueblos del globo distantes de la verdadero dvili-


:z:ación, se encuentron mozcladas los tradiciones históricos de los ra-
zos y del suelo Que habitaron, con sus opiniones religiosos; hechos de;
esta naturaleza hallaron los deseúbridores de las regiones de Colombia,
entre los Chibchas, y también entre los tribus vecinas como los de los
Ponches, los Natagaimos, ete. Una porción del territorio de Cudinamar-
ea fue el teatro donde la fecunda imaginación de sus haibitantes sacó,
de la poderoso mono de sus dioses lo explicación de los fenómenos \\
agitOc:iones de lo naturaleza terrestre.

El viajero que sigue la ruta Que conduce a las comarcas del S. O. de lo


Sabana de Bogotá, y recorre los ensenadas que formo lo llanura en los
faldas de lo cordillera, después de hober revisado los vestigios del suelo
trastornado, es sorprendido en el descenso de lo serranía por lo ma-
jestuoso coída de los aguas del Funza en el salto Que este sitio mara-
villoso, no solamente poro satisfacer la curiosidad instintiva que nos
domina, sino porque es un sitio digno de serios estudios: se contemplo
cada· uno de estos lugares con respetuoso y melancólico recogimiento,
pues todos ellos fueron testigos impasibles de un gran cataclismo de la
natu'roleza cuyo recuerdo está íntimamente ligado a las creencias reli-
giosas profesados por un pueblo sencillo pero lleno de fe en los atribu-
tos de sus dioses tuetelares.

La hermosa llanura de Bogotá, como todas las situados sobre los An-
des colombiano_s, fueron extensos lagos, sus aguas colmaron de sedi-
mento las profundos cuencas que dejaron los pendientes de los ramales
de las cordilleras. que se levantaron. del seno del continente; en su lodo
Quedaron confundidos las restos de los rocas trituradas{ de los plantas
desarraigados y de los animales colosales que perecieron en épocas an-
teriores por el enfriamiento e inundación de los regiones en que vivieron,
y que fueron arrostrados por sus hondos, los que, levantadas por el ím-

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pctu de los huracanes, se estrellaban al pie de las empinados cumbres


hasta un nivel muy elevado, como lo demuestran las señales que de-
jaron en ellas.
La época geológica de la formación de estos lagos corresponde 01 le-
vantamiento de lo gran cadena de los Andes; así es que despúés que
tuvo lugar este suceso debió seguir uno tregua de calma en las agita-
ciones de la corteza terrestre, durante lo cual se formaron estos depó-
sitos locustres; o por /0 menos durante este largo período' esas agitacio-
nes fueron impotentes paro arrojar los aguas de su lecho. Posterior-
mente acaecieron hundimientos de la cordillera, ocasionados por nuevas
y estupendas convulsiones de lo tierra, que dejaron descubiertos nive-
ladas sabanas. En la inmensa irrupción de los aguas del lago de Baco-
t6, se formó la catarata de Tequendama.

Se comprede fácilmente la influencia que debieron te'ner estos acci-


dentes, que dejaron huellas indelebles en las tradiciones le las tribus
que vinieron a habitar estas comarcas. Ya sabemos que paro los Chib-
chas la causa de la inundación de lo Sabana fue- la ira de su dios
Chibchacum, que indignado por los crímenes que cometieron, hizo ~a-
lir de madre los ríos y formó el lago Funzé; pero compadecido Bochica,
enviado del Sol, de sus desgracias, apareció sobre el orco-iris, e hirien-
do la roca con su vara de oro, abrió lo brecha por donde se precipitaron
las aguas formando el Salto de Tequendama, como recuerdo de su gran
poder divino.
¿Fue el aspecto de estos sitios, la causo de haberse imaginado tales
hipótesis acerca de las evoluciones del globo, estos pueblos que no es-
taban muy distantes de la verdadera civilización, corno lo indico Hum-
boldt? ¿o sería que las inundaciones de Bacat6 eran recientes, para que
su memoria se hoya podido conservar? Es más nautral y conforme con
la primera suposición la naturaleza de la formación de este suelo por
íos acontecimientos que tuvieron lugar en esas remotas épocas, sin que
por esto dejasen de influir también en la imaginación de aquellas gen-
tes las i'nundaciones periódicas de la Sabana, posteriores o su desogUe,
producidos en una grande extensión de su suelo por lluvias torrenciales
de esos tiempos, o juzgar por lo que sucede hoy, aunque en menor esca-
ia, pues han disminuído las lluvias a causa de los desmontes y por el
cambio de nuestro atmósfera menos preñada de vapores.

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El aspecto, pues, de estos sitios, las inundaciones periódicos y lo


maravillosa catarata, influyeron poderosamente en la imagincéión de los
Chibchas, preocupados siempre con el poder sobrenatural, poro formu-
lar sus explicaciones cosmogónicas.

Lento y silencioso se desliza el Funza hada el S. O. por en medio de


la empradizada Sabana, en cuyo manto de verdura le ofrece un lecho,
qpenas desnivelado por la acción de las corrientes del lago que huyó
de su superficie. Contorneándose a manera de una cinto amarillenta
cuando sus hondas crecidas lamen el lodo de las riberas, o con reflejOS
de plata si sus aguas tranquilas son puras y cristalinas. En sus inffexio-
r.es recibe numerosos riac;hueJos y quebradas que presurosos descienden
de los ramales de las montañas y van o acrecer el caudal de sus aguas.
Después de recorrer casi toda la llanura .en aquella dirección, replegan-
dose sobre sí mismo, cambia de rumbo al O. para seguir las faldas C1eia
serranía en donde modifica su prolongada lentitud, y principia a descen-
der con velocidad, estrellándose aquí y allí, contra lcis rocas desprEiñdidas
de los flancos escarpados que fueron testigos de lo agitación y destruc-
ción de estas comarcas, por la inmensa irrupción de sus primitivos aguas;
éstas, al pasar por allí causando tantos destrozos, dejaran sobre el peñón
de la hacienda de Tequendama las señales de su elevado nivel, que al_
canzó a más de 126 metros sobre el actual. Dejado este lecho tormentoso,
apacigua su furor en un suelo menos accidentado, coma para tomar
aliento y penetrar con fragor en el estrecho cauce que con el transcur-
so de los tiempos ha tallado en la dura roca cuyo resistencia no hubie-
ra podido vencer sin el auxilio de las sacudimientos de la tierra. En el
estrecho canal multiplica su velocidad, y la impetuosidad de la corrien-
te produce rugidos que son aumentados por ros ecos de la montaña y
por la exaltación del espíritu que casi adivino el horror de lo tormento
en el seno del peñón. llega por fin, y en uno corta extensión recobro su
colma; su lecho se prolonga sobre el abismo como una ancha lengua
que forma un escalón; contra ese ob3tóculo que se opOne a su descen-
so, es formidable el choque de la maso inmenso de agua que se desplo-
mo sobre la mole de orenisca.¡ Qué inmensidad de tuerzo déstruida en
lo percusión de este gigantesco martillo hidráulico! j Qué inmenso can-
tidad de efluvios eléctricos producidos por lo fricción, detención y pul-
verización de la corriente! efluvios que se difunden misteriosamente en
los espocios del grandioso anfiteatro rocolloso, y que si se pudieron

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recoger en uno botella de Leiden, colosal, sería uno chispo capaz, tal-
vez, de quemar el carbón diamante del Rajá de Matan, y CIe producir
uno luz que sería digna rival de la luz del sol. El torrente impetuoso, a
pesar de sus contorsiones, se arroja arqueándose en chorros espumosos
de la albura de lo nieve, porque del seno de sus gotas se devue'Iven
presurosos en reflexión total los rayos de luz que penetran en ellas,
y producen lo visión de uno cascado de perlas que 01 desatarse se pul-
verizan' en su caído, y se evaporan en el espacio, ascendiendo con la
corriente del aire desalojado en copos opalescentes que o veces hacen
aparecer los cambiantes del espectro solar.

Estos son los momentos en que los recuerdos unidos o los impresiones
justifican los creaciones fantásticos de lo imaginación del Tñ(¡io chib-
cha, pues que el observador que contemplo extasiado la magnificencia
del espectáculo, aunque poseído de terror porque tal parece que una
fuerzo irresistible lo arrastra hacia el abismo, ve allí, sobre el iris que se
levanta del seno de la bruma, lo imagen del que tiene sobre la natura-
leza un gran poder divino.

El hermoso anfiteatro que se desarrollo en semicírculo, y que sirve


de marco en este sitio 01 imponente cuadro de lo naturaleza, está for-
mado de rocas talladas perpendicularmente y sobrepuestos en copos
horizontales; de sus rugosidades y grietas se adhieren plantas acuáticos
y verdes helechos y sus cornizas elevados están bordados de árboles'
corpulentos.

Multitud de circunstancias concurren o hermosear el bello panorama


del Tequendama, que tan profundamente impresiono el olmo cuando
se ve por primero vez: el caudal de aguas en relación con lo prorundl-
dad del precipicio; los paredones rocallosos; el vigor de lo vegetaci6n;
el fragor que repercuten los cerros; lo corriente de vapores que se le-
vanta; el horizonte lejano de las tierras calientes; los restos de lo impe-
tuosa avalancha de rocas destrozados por 10 corriente que invadió lo
hoyo profunda desde el pie de lo cascada en todo el lecho que recorre
el río, que desde allí se llamaba Patio

Del fondo de la catarata surgieron fantasmas tradicionales que pro-


bc¡blemente fueron las antelias que en los contornos de este sitio, 01
levantarse el sol, se dibujan en lo bruma del Tequendama.

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Preguntad o los gentes sencillos, descendientes de la rozo chibCho,


que viven en los alrededores de esta estupendo maravillo, Que aparen-
temente les es tan indiferente como todo lo que los rodea, y os ref.ti~j
16n curiosos tradiciones Que recibieron de sus antepasados y que guar~
dan .religiosamente en su memoria, unidas a dolorasos recuerdos de'
esplendor de su Noción, recuerdos Que llevan a la tumba con la humi-
llación que les impuso lo conquisto.

los indígenas de aquellos comarcas dicen que tras de las aguas que
forman la cascada, existe en la concavidad de la peño un genio llamado
El Mojón, nombre que sin duda alguno es corrupci6n del Mohan chib-
cha, sacerdote, adivino o agorero; éste devoraría o Quien tuviera lo
pretensión de ir o visitado; en ocasiones suele dejarse ver éon un cuer-
po luminoso; pero 01 descubrir que \o miran se conv~erte en piedra. Por
el cauce del río boja a conseguir sus alimentos en los pueblos inmediatos,
disfrazado de campesino.

Esto narración, que consigue el vlOJero haciéndose insinuante y cré-


culo entre estos gentes, recuerdo lo creencia Que tiene el vulgo de los
montañas en tos seres sobrenaturales Que existen en los lugares agres-
tes y solitarios. En las montañas de Colombia se oye frecuentemente
hablar del ScalvClIje, que se supone ser un feroz animal con formo hu-
mano, y cubierto de bella todo su cuerpo. En la cordillera de Guanácos,
cuando hace mucho viento y llueve en abundancia, dicen los indios
·Que es lo madre de la laguna, que en formo de una gran bolo de agua
onda paseándose, soberbio, por toda lo serranía; y entonces nadie se
atreve par ningún motivo o pasar lo montaña.

'"
'" '"
Muchas personas han medido lo altura del Solto de Tequendama; se
cita como el primero el sabio botónico Mutis, quien verificó esta opera-
ción con un barómetro, pero en malos condiciones, y sin tener en cuen-
to las correcciones que en operación tan delicada es necesario hacer;
lo altura que dedujo parece algún tanto exagerada, y es de 25S varas.

En \ 790. el señor D. Domingo Esquiaqui, Brigadier Comandante de


Artillería, practicó esta medido con sandalesa, y fueron publicados sus
resultados en el número 88 del Popel Periódico de SOlitO Fe de Bogotá:
obtuvo. la altura de 2641j2 varas.

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EL DORADO

En 1801 el Barón de Humboldt midió lo cascado usando del proce-


dimiento d~1 descenso de los graves, y obtuvo 220 varas.

En 1807, Caldas, empleando el mismo procedimiento que, como se


sabe, está sometido a causas de error difíciles de evitar, obtuvo 219
varas. El Barón Gros y el Coronel Joaquín Acosta, en 1840, usaron de
uno sonda formado de uno cuerda de cáñamo y uno plomada suspen-
dida al nivel de la cascada, en la orilla izquierda del río; por medio di
un anillo colocado en el extremo de una pieza de modera, fue proyec-
tado lo cuerdo a 5 varas de distancio de lo roca, permaneciendo así'
durante dos dios y dos noches, paro dar lugar a la completa acción de
la humedad, con la" precaución de que un hombre' abajo se asegurara
que el plomo tocaba la tierra, y de este modo hallaron de altura 17'Y
varas o sean 140 metros, que se descomponen así: 8 m. 44 lo altura
del primer escalón del Salto, y 137 m. 56 el Salto desde el escalón o la
gran taza que recibe los aguas en '10 porte inferior.

'El resumen, en metros, de los medidas anteriores es la siguiente:

Mutis ........................•.. 204 metros.


Esquiaqui . 211,60
Humboldt . 176,00
Caldas ' . 175,20
Gros y Acosta . 140,00

Las diferencias de estas medidos dependen de los causas de error


en las procedimientos usados, y que dejamos anotadas. La medido que
merece más confianza es lo practicado por el Coronel Acosta y el Ba-
rón Gros, y si hemos citado los demás es más bien como recuerdo his-
tórico de las personas importantes que se ocuparon en esta operación .

* *
De regreso de la excurslon 01 Tequendama, 01 llegar 01 pueblo de
indias llamado Soacha, es muy natural consagrar un recuerdo a 10 fá-
bula chibcha de lo rozo de Gigantes que en otro tiempo habitaron esto,
Sabana; sus restos fósiles fueron hallados muy superficialmente, sea 01
labrar los indios sus sementeras, o 01 excava~ er-~uelo paro formar sus:
sepulturas, y por esto fue llamado el "Campo de la$ Gigantes". Los an-
tiguos habitantes de estos comarcas no pudieron conocer nI conservar

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L1BORtO ZEROA

recuerdos tradicionales respecta de la naturaleza de raza de Gigantes


a que pertenecieron estos restos antediluvianos; pero Humboldt hizo este
magnlfico descubrimiento poleontológieo en 1802, con el cual la cien-
cia de Cuvier restauró el mastodonte anyustldlnets,' 'o. de dientes angos-
tos, que pobló el Continente americano en épocas muy remotas.

,En toda la América han sido descubiertos los restos de la fauna gi.
gantesca antediluviano que dieron origen a fábulas semejantes sobre
la raza de Gigantes que habitaron la tierra. Entre las tribus del Cana-
dá existió también la fábula de los Gigantes, que de generación en
generación se trasmitió hasta la llegada de los primeros conquistadores;
esto tradición se conserva aún entre los indlgenas de Santa-Elena, si·
tuada a dos grados de latitud Sur, y un poco al Norte de Guayaqui'f.i
Cieza de León, que estuvo alll en 1550, asegura que en el seno de la
tierra fueron hallados huesos de grandes dimensfoner, y un molar del
que un fragmento dio a conocer que el peso total seria de más de media
libra.

Este mismo historiador dice que encontró en México osamentos enor-


mes. El Podre Acosta en sus crónicas diee que vio muchas osamenta s de
ésas. El hostoriador Herrera asegura que los numerosos huesos colosa-
les que se encuentran en su pols, hicieron creer a los indios Tlascaltecas
que hablan existido gigantes; agrega que se observaron muchos en
Mani, en Yucatán, de los que envió algunos Cortés 01 Rey de España;
desde los primeros tiempos de la conquista.

En muchos lugares de la mérica del Sur existe también restos fósiles


de animales gigantescos. Diego de Avaro y Figueroa fue el primero que
desde 1602 anunció la existencia de osamentas fósiles en los contornos
de la Torija, en Bolivia.

En 1832 el señor Matson llevó de Torija a Santa Cruz de la Sierra


muchas osamentas, o tiempo que Mr. D'Orblgny estaba en ese lugar,
y pudo reconocer el maxilar iferior y un gran número de dientes mola-
res del Mastodonte, los que este naturalista describió en su Paleontolo-
gla. D'Orbigny fue el primero que halló osamentas tósile~ en 1832, en
io Provincia de Moxos, en Bolivia.
El Jesulto Folhner, desde 1770, descubriendo las Pampas, dice que
sobre las riperas del río Carcarañán, uno de los afluentes del Paroná,

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EL DORADO

encontró muchos huesos de grandes dimensiones; y después estos lugo


res se hicieron notables por el descubrimiento del famoso esqueleto di
Megaterium de Luján, enviado 01 Rey de España por el Virrey de Bue
nos-Aires. D'Orbigny recogió en 1827 osamentas fósiles de muchos es
pecies, en San-Nicolás, 01 Norte de Buenos-Aires, sobre el Paraná,
cerca de la Bajada, Provincia· de Entre-Ríos.

También Darwin, en su viaje por los Pampas y por Patagonia, ha


ciendo estudios geológicos, recogió restos de mamíferos colosales qu
fueron descritos por Mr. Richard Owen.

El sabio naturalista Augusto de Saint-Hilaire envió al Museo de Pari


restos del Mastodonte recogidos en la Villa de Fanado, y en mucho
otros lugares del Brasil se han encontrado innumerables osamentas d
animales gigantescos.

El continente americano, princIpalmente la parte meridional, con


tiene en una grande extensión de la planicie superandina, hasta unl
altura de 4.000 metros sobre el mar, restos de la grande fauna de ani·
moles gigantescos que vivieron antes que los seres de la fauna cante m
poróneo y antes de lo formación de lo cadena de los Andes. En cuantl
o lo causo de lo destrucción simultáneo de estos animales que pobla·
ron la vasta superficie de América, Mr. D'Orbigny dice: "esto destruc
ción debe atribuirse o grandes perturbaciones acaecidas sobre el suel,
por uno de los levantamientos de las cordilleras, el que caus6 un mo·
vimiento violiento de los aguas del mar, o tal punto que éstos invadieror
los continentes, arrostrando y aniquilando los animales trerrestres de
Nuevo Mundo, y puede ser aun que 01 mismo tiempo ellas destruyerar
en Europa los mastodontes y los elefantes que solamente se encuentral
allí en estado f6sil."

Es, pues, evidentemente reconocido por la ciencia moderno, que ante


que los pobladores de los diferentes rozas humanos se extendieran el
los altiplanicies de los cordilleras del continente americano, tuvo luga
un estupendo cataclismo en lo superficie terrestre, que destruyó lo faunc
de los grandes mamiferos que dieron origen a la fábula sobre ros gi·
gantes, que se hallaron entre los tribus americanas al tiempo de la con·
quista.
(Popel Periódico lIustrodo. Año 11. Págs. }38 o 340.1

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JOSE DOMINGO DUQUESNE

(El Dorado).

Es muy posible que parezca a nuestros lectores extráño encontrar el


nombre de "El Dorado" asociada al de!' sabio DUQUESNE, encabezando
estas líneas, que se ocupan de las glorias y merecimientos de este hom-
bre tan ilustre en las ciencias y en las letras; pero si así fuere, sirvan
de excusa las razones que en seguida vamos a dar.

Prometimos que continuaríamos publicando todo lo que llegase a


nuestro conocimiento, relativo a la antigua civilización y a las costum-
bres 'de los Muiscas, contando siempre con la importante coperación del
PAPEL PERIODICO, cuyas ilustraciones son indispensables en escritos de
esta especie; y no hemos querido abandonar el título de "El Dorado"
con que designamos nuestros primeros artículos, porque si men es cier-
to que ellos tuvieron por principal objeto dar la verdadera significación
histórica de esta palabra, demostrando que fue una ceremonia religiosa
y política verificada con solemnidad por los jefes de esta Nación, y no una
fábula como creyeron algunos anticuarios notables, y menos inmensos de-
pósitos de oro, en pos de I.os cuales corrían los conquistadores; también
ahora puede servirnos de título para historiar la riqueza de la civilización
Muisca que fue "El Dorado", que el sabia DUQUESNE persiguió con tan-
to tesón y con tan brillantes resultados, pues parte de sus estudioS! ar-
queológicos fueron publicados en una de las obras mós importantes del
Barón de Humboldt.

Ademós es nuestro intento hacer de estos documentos un complemento


del opúsculo llamado "El Dorado", pues contienen los comprobantes de
la que dejamos referido en mucha parte de él; agregaremos la descrip-
ción de olgunas piedras de los Indios, que tienen figuras simbólicas, que

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LIBORIO ZERDA

poseemos, y que son diferentes de los que dsscribió DUQUESNE (1).

Hasta hoy solamente ha visto lo luz público uno de los Memorias


del arqueólogo DUQUESNE, lo que fl,le publicado por el Coronel Joa-
quín Acosta en su "Compendio Histórico del Descubrimiento y Coloniza-
ción de lo Nueva Granado". (1 848). Esta Memoria tue el resumen dé
trabajos anteriores; el conocimiento que hemos tenido de éstos ío debe-
mos 01 señor D. Albllrto Q\.Iijano, 'lI su publicoción es nuestro principal
objeto en estos artículos.

Pero antes de esto, debemos decir o nuestros lectores quién fue DU-
QUESNE, y de qué se ocupó durante su vida, pues de ese modo se apre-
ciará mejor el fruto de sus' profundos meditaciones y de su amor o lo
dencio.

oUQUESNE fue 1,11') ilustrado sacerdote, depositario de las últimos fra-


diciones de ros indios sus feligreses; y quien recogió con el postrer alien-
to de vida de esto raza próximo o exteinguirs~ las escasos palabras del
su lenguaje y reservadisimos misterios, que debían servirle poro levan-
tar el monumento mós importante en lo civilización de los habitantes'
de lo antiguo Cundinamorco.

,El doctor D. JOSE DOMINGO DUQUESNE nació el 23 de Fefrero de


1748 en Santa Fe de Bogotá, capital entonces del Virreinoto de Nuevo
Granado. (2. Sus padres fueron D. Juan Francisco Duq\.lesne, nat\.lral de
Montpellier y doña Claro Ignacio de lo Madrid de familia distinguida na-
tura! de Bogotá. Principió su carrero litE;raria en el Colegio Seminario o
cargo de los Jesuitas y posó después al Colegio de Son Bartolomé a cur-
sar teología y cónones, ciencias en las que obtuvo el titulo de doctor, y
posteriormente, en 1774, recibió las órdenes sacerdotoles. Desde sus pri-
meros estudios manifestó grandes optitudes paro lo correra de los letras
y ejercitó su ingenio en observaciones científicos, pues se retiere (3) que

( 1) Estos doculIlentos han llegada a nuestras manos después de pu-


blicado el opúsculo "El Dorado".

(2 ) Estos datos son tomados de la partida de bautismo, firmoda por


el doctor D. Cristóbal Caicedo.

(3) José María Vergara y Vergara.

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EL DORADO

interrogado en un examen de ciencias filosóficos sobre puntos controverti-


bles de difícil y complicada resolución, el joven DUQUESNE se limitó a
lo simple exposición de los opiniones que había estudiado en los autores
clásicos que le habían servido de guío, sino que aventuró uno
exposición original nacido de su fecundo imaginación, que sin desviarse
de los preceptos de lo ciencia era concluyente, dejando así asombrados o
sus examinadores.

Como misionero evangélico fue destinado primero 01 pueblo de Lengua-


zaque y después o Gachancipá en 1785, en donde por mós de veinte
años contribuyó eficazmente o lo civilización cristiano de los restos de
lo población Muisca de aquellos regiones, recogiendo en cambio /as tra-
diciones que le sirvieron poro sus estudios. Era natural que los íntimos
relaciones establecidos entre el Párroco y sus feligreses, o lo manero
de los de un podre cariñoso con sus hijos, estrechasen más y más lo con-
fianza entre ellos e hicieron desoparecer algún tonto el carácter reservado
y receloso de los indios, carácter engendrado por el servilismo, y se hi-
ciesen comunicativos poro revelarle los restos tradicionales de su antiguo
vida socio', conservados 01 través de los influencias modificadoras del
Nuevo Reino de Granada. DUQUESNE recogió con mucho trabajo y arti-
ficio los dotas necesarios paro escribir la historio religioso de aquellos
pueblos, consultando los relaciones de los antiguos cronIstas; también
paro reorganizar lo memoria de su lenguaje, casi extinguido entonces, y
escribir una gramática del idioma Muisca; y finalmente, para interpretar
según el sistema astronómico de esta noción, las figuras simbólicas del
calendario de piedra en el que dejaron los indios consigo nadas las revo-
lucil\lnes de sus tiempos.
D\.JQUESNE, después de haber sembrado la semilla del Evangelio en
estas dos Parroquias, regresó en 1800 o Santafé de Bogotá, por haber
sido nombrado por Carlos IV, Rey de España, Canónigo de merced de la
Iglesia metropolitano de esta dudado "Regresó, dice el señor José María
Vergara y Vergara, a su ciudad natal, después de ton largo ausencia,
trayendo el certificado de sus feligreses que acreditaba sus costumbres
purísimas y su consagración; y además uno piedra con geragllficos, su
explicación, uno gramática del idioma Muisca, uno vasto colección de
sermones y uno interpretación del antiguo y famoso enigma AElia Lelia
Crispis, que durante algunos siglos había sido lo desesperación de los
sabios anticuarios de Europa."

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LlBORIO ZERDA

Este ilustre sacerdote fue humilde en demasía, pues sus. aspiraciones


. no pasaron m6s allá de los límites de lo investigación científica en lo ar- .
queolog¡a chibcha, conservando los 'resultados que obtuvo en simples
manuscritos; esta verdad es confirmada por la circunstancia de no haberse
hallado impreso ninguno de sus trabajos en una época que ocupaba pues-
to distinguido en la sociedad, y cuando la imprenta publicaba cosas futiles
y de ningún valor; se limitó únicamente o presentar el resumen de su!l
manuscritos 01 señor Mutis, Director de la Expedición Botánica del Virrei-
nato; este resumen fue el publicado por el Coronel Acosta, y tiene por
titulo: "Disertación sobre el Colendo-,:io de los Muisco," indio. naturales
de este Nuevo Reino de Granado dedicado <!I señor doctor D. José Celes-
tino de Mutis, Director Genero" de lo Expedició,n Botánico. Por e~ doctor D.
José Domingo Duquesne de lo Madrid, Curo de lo iglesia de Gachancipá,
de los mismos indios. Año de 1795".

Antes que esta Memoria o disertación, escribió otras que tenemos o


la vista, que fueron sus primeros escritos en esto materia y que le sir-
vieron de base para confeccionar la Memoria que dirigió al señor Mutis,
en la que perfeccionó lo interpretación del Calendario Mufsco. Sin embar-
go, las primeros escritos que llevan por títulos: "Disertación sobre el ori-
gen del Calendario y geroglíficos de los Moscas". "Anillo Astronómico
de los Moscas". "Explicación de los simbolos del siglo o CalendariO de los
Moscas". "Tabla de los años Muisccs"; y otro que contiene un estudio
etimológico de algunas palabras del idioma de los h\uiscas, necesarios
paro el estudio de lo historio de este pueblo y poro la interpretación de
su Calendario, aún cuando contienen las mismas ideas que. la Memoria
publicada por el Coronel Acosta, tienen mayor amplitud en su desarrollo
y datos muy importantes, de los cuales prescindió en el resumen publi-
cado.

Cuando se medita en esta labor científica y se estudian estos manus-


critos, se siente el espíritu conmovido de admiración y de respeto por'
DUQUESNE, cuyo genio elevado sobre la generalidad de los hombres, se
hizo superior a la escasez de recursos y de libras de consulto, al aisla-
miento en medio de gentes ignorantes, en lo mós recóndito de este conti-
nente, sin que la luz del porvenir le dibujase una esperanza de gloria

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El. DORADO

como recompensa de su inquebrantable constancia en profundas e ingra-


tas meditaciones.

Can paca diferencia de tiempo llegaron también o Bogotó los natura-


listas Humboldt y Bompland;· era de presumirse que estos viajeros hubie-
ran tenido relaciones intimas con DUQUESNE; pero el primero dice
únicamente, hablando del manuscrito de DUQUESNE: "Me mostró este
manuscrito, en J 801, el célebre botánico D. José Celestina Mutis, obte-
niendo de DUQUESNE permiso para sacar el dibujo de la piedra pentó-
gana que había intentado (4) describir en su obro".

"Los noticias que poso a exponer sobre el Calendario de los Muiscas,


estón basadas en los materiales que ofrece lo Memoria española que
acabo de citar, añadiendo por mi parte algunas consideraciones relativos
Q la analogía que entre este almanaque y los cielos de los pueblos asiá-
ticos se observo."

Efectivamente todo lo que Humboldt publicó en su obro de los "Sitios


de las Cordilleras de América", con el título de "Monumentos de los In-
dios Muiscas", fue tomado de los manuscritos de DUQU¡:;SNE, y este
hecho enaltece más el timbre de su glorio imperecedero.

Lo Gramático del idioma Muisca que escribió DUQUESNE, debe ser


un trabajo muy importante o juzgar por el estudio de los etimologías de
algunas palabras consignados en uno de sus manuscritos; per9 esta Gra-
mótica, ha desaparecido j quién sabe si sería devorada por los insectos de
alguno antiguo biblioteca! o estará en algún estante guardada por el
egoísmo ignorante que pretende hacer valer los éosas en misterioso oscu-
ridad. Con el título de Paparrucho, escribió uno crítico burlesco de lo fi-
losofía peripatética.

El doctor DUQUESNE fue uno de los hombres mós ilustrados de su


época; docto en las ciencias eclesiósticas,. necesarios a su ministerio, lo
fue también en !as ciencias profanas: poseía extensos conocimientos, espe-
cialmente en lo bello literatura, yero muy versado en los lenguas latino,
griega, italiano y muísca. Colocado en uno elevado posici6n social fue
fervoroso realista; pero la persecuci6n y el destierro que lé 'impuso Mo-

(4) Nosotros creemos que la describió satisfactoriamente.

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LIBORtO ZERDA

rillo lo convirtieron en patriota ( 5 ). Ocupó puestos distinguidos, entre


ellos el de vice-doctorol, poro el que fue elegido por el Capítulo Me-
tropolitano el 7 de Septiembre de 1802. Desde 1804 hasta 1817, fue
Provisor y Vicario Capitular, en cuyo dignidad gobernó lo Iglesia du-
rante la vacante que hubo en lo Arquidiócesis, y en un largo perío-
do correspondiente o lo cruento lucho de nuestro emancipación polí-
tico. Se retiró de la vida pública desde 1819, y murió en Bogot6 el 30
de Agosto de 1822.

"DISERTACION SOBRE EL ORIGEN DEL CALENDARIO Y GERO-


GLIFICOS DE LOS MOSCAS.-(Por el doctor Duquesne.-1795l.

"El calendario de los moscas es una pieza original; los indios atri-
buían esto Invención 01 Bochica su fundador, y sirve de prueba el ha-
ber fundado sobre esta mismo idea todo su religión y todos sus cos-
tumbres, mir6ndole no sólo como una tabla astronómico paro el cóm-
puto de los tiempos sino como un cuerpo de legislación de ritos y ce-
remonias paro el Gobierno de la Noción. En efecto, el Bochlca puso
en planto su Calendario en los tierras de que se posesionó, pero traía
lo ideo de otro porte, y debemos pensar que la había recibido en aque-
llo misma escuela en que cursaron juntos todos los hombres.

"Nodo hoy ton natural como creer que los hijos de Naé extendidos
en los bostas llanuras de Senaor, convinieron entre sí en algunos regla-
mentos cómodos poro medir el tiempo arreglando por ellos los opera-
ciones de lo labranza y los negocios de lo sociedad. La medida más
sencillo de que pudieron servirse fue la luna, así por sus revoluciones
periódicas como por fa notable diversidad de sus fases, o los cuales
podían ligar sus diferentes ideas, poro sus juntos, sacrificios, estacio-
nes, teniendo todos en el cielo un libro público por donde gobernarse
con la moyor seguridad.

"Y~ no pienso en detenerme en probar una verdad que yo otros


I10n <lstoblecido con sólidos fundamentos; pero que habiendo holla-
do los padres de todos los naciones reunidos por bastante tiempo bajo
un Jefe, en unos mismos intereses y ceremonias, es constante que de

(5) Groot Historia Id.,ióstice.

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EL' DORADO

esto mismo fuente bebieron todos aquellos primeros elementos en que


después se han visto convenir todos los pueblos del orbe.

"Si conviniéramos en esto ideo daríamos uno salido fácil a mu-


chas' cuestiones embarazoso:; que han atormentado los ingenios que
se han querido fatigar voluntariamente. No habría necesidad de ha-
c;er paralelos entre los Egipcios o los Fenicios y los Indios paro buscar
en aquellos como en su fuente los símbolos de que usaron éstos poro
hacerlos sus descendientes. No habría que buscar los I¡badones, puri-
ficaciones y sacrificios yo entre estos gentes o los otros, poro preten-
der que los indios habían copiado de otros estos o semejantes cos-
tumbres.

"Conveniendo en ciertos usos que fueron comunes o los primeros


maestros del orbe, nos desembarazaríamos de estos dificultades. En-
tre tonto no pienso, como he dicho en detenerme en probar uno ver-
dad ton bien establecido, pero me serviré de ello poro ilustrar el ar-
gumento que trotamos, por lo cual se conocerá el fondo o político de
estos primeros habitantes.

"A lo verdod todos recibieron de Noé los primeros lecciones de As-


tronomía. Todos se conformaron en el Gobierno del año, y 01 princi-
pio fue poro todos el curso de lo luna lo regla general de los tiempos.
Esto luna intercalar, ton necesaria paro arreglar el movimiento de este
estro con el sol, fue conocido de todas los nociones, y aunque se pue-
do pretender que debieron este conocimiento a sus propios posteriores
observaciones, los Calendarios de América prueban que no les· fue
desconocido o sus primeros pobladores, los cuales fueron 01 mismo
tiempo mós cuidadosos en conservar estos primeros elementos que los
otros tal vez despreciaron.

"Si cotejamos el Calendario de los Moscas con los que usaron los
nociones del mundo antiguo, hallaremos que éste es una pieza original
que en nada se les parece sin embargo de haber tenido todos un mismo
principio. Lo ideo no puede ser más singular, o excepción de lo luna
intercalar que es un principio común sobre que ruedan todos. ¡Qué ar-
ticio! j Qué invención ton nuevo y raro conservar sin añadir ni quitar
ninguno luna, lo ad!ción de aquello luna ton extraordinaria que se
les hizo dificultoso de entender con el tiempo o los otros, y que hu-

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bieron de abandonarla o confundirla con vergonzoso ignorancia aun


aquellos pueblos que han sido reputados por m6s políticos y sagaces.
Cuántos. veces perdieron el hilo! j Cuántas pretendieron hallar1o, de
nuevo! Entre tanto los Moscas usaron de los reglas de sus mayores
por tantos siglos, sín tener que variar jamás el primer método que re-
cibieron. Siempre lograron sus cosechas, siempre tuvieron bien cono-
cidas sus respectivos estaciones, siempre conservaron el orden de su
cronología en aquello parte que necesitaron, y aun en toda la larga ca-
rrera de sus años se hubiera hallado arreglada tal ve% de algún modo,
si se hubiesen descubierto sus quípus que ocultaron, y en que lleva-
ban una cuenta tan sencilla como segura en todos los negocias que
consideraban de alguno importancia.

"Si echamos una ojeada sobre el mundo antiguo, apenas se encon-


trará en toda la antiguedod cosa de significación más variada que
el año. Casi no se puede creer que haya habido gentes que hayan te-
nido por año una luna, si no fuese igualmente cierto que hubo quie-
nes le tuvieron de un día solo. Los Egipcios, según Plinio, tenían el
año de una luna; los Arcades de cuatro. Los indios hablan ya logra-
do, por su plan de medir el tiempo, muchas cosechas, cuando los Cal-
deas, no se sabe cómo se gobernaban, ignorándose de qué manera
computaban los padres de la astronomía. Pasando de aquellos tiempos
mós oscuros a otros más conocidos, los Romanos desde su primera
fundación nos presentan un calendario de diez meses muy artificioso;
no hay cosa más especiosa que su primera fachada: las calendas, las
nonas, los idus, son unos nombres de mucha idea, pero qué importa
si le dejaran en la porte sustancial tan imperfecto, que el pueblb mis-
mo, según dice Macrobio, añadía al fin de los diez meses, tontos
números de días cuantos eran menester para que el principio del año
coincidiese con lo primavera, sin dar a este tiempo nombre especial
de mes, la que puso o Numa en la necesidad de ajustarlo. Con tada, o
por defecto de cálculo o par político, quedó tan defectuoso, que fue
preciso jue Julio César basase el año sobre un plan enteramente nue-
vO,que es el que nosotros hemos adoptado.

"En orden a los Hebreos no se sobe qué género de año usaron en


los tiempos antiquísimos; creen algunos que hayan sido solares. Se-
gún los diferentes estados del miserable pueblo, unos veces siguie-

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ron a los Egipcios ,otros o los Caldeas y o los Persas, y finalmente a


los Griegos. Estos se gobernaban poro el año por el sol, y por la luna
para los meses. En los libros de Moisés solo un mes, que es Abib, se
designa con su propio nombre, los demós tienen el de primero, se-
gundo, etc.

"Cuando este pueblo se halló en su libertad, usó de años de doce


lunas y al tercero de trece. Este plan nos recuerdo lo primera forma
de aquellos años antiguos del tiempo de Noé, CUY9 tradición es muy
natural que guardasen. Como quiera que sea, los Moscas, entre to-
cas las gentes" no tuvieron alteraciones ni variaciones en el gobier-
no del año; su fundador lo arregló sobre el pie que recibieron de los
hijos de Noé todos los hombres cuando la tierra era de un solo labio;
y cuando tuvo una lengua distinto le acomodó según sus ideas y el
genio de su idioma, en los términos en que lo hemos explicado, dén-
dole tonto regularidad, y tomando tantas precauciones, que asegu-
ró su perpetuidad por largos siglos entre sus hijos; estos contribuye-
ron por su parte a su conservación; pero convertida la observancia en
superstición, y entendiendo f>iniestromente lo doctrino de su legis-
lador, mancharon con feos borrones una de las piezas mós finas y me-
morables que nos han quedado de aquella respetable antigUedad.

"Los geroglíficos tuvieron a mi ver el mismo principio que los ca-


lendarios: Los Egipcios cultivaron con tanto empeño los símbolos, que
han pasado par inventores de ellos, entre muchos eruditos. Los monu-
mentos foraónicos que ellos levantaron en los tiempos de su moyor
opulencia, contribuyeron en uno gran porte o ponerlos en posesión de
esto glorio. Pero si atendemos 01 uso que hicieron los indios de los
caracteres y pinturas simbólicas, nos veremos precisados a dartes un
origen mós antiguo, y le habremos de buscar entre los primeros hom-
bres; éstos, así como escogieron lo luna para medir por ello los tiem-
pos, señalaron también sus faces con ciertas figuras alusivas o los fac-
ciones humanos, los cuales fueron" en mi modo de pensar, el funda-
mento no sólo de todos los símbolos sino de todas las letras. Así como
con el curso de la escritura fueron declinando ,los rasgos de lo pt'uma
o del estilo hacia unas u otros formas, de la misma manera varió el
pincel las líneas de los geroglíficos, según el genio y gusto de las
gentes.

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L180RIO ZEROA

"~i se cotejan los gerogHficos y cifras de los Moscas ya con los


signos de los meses de los Egipcios, yo con varias letras asiáticas,se
hallará toda la conformidad y analogía que es necesaria para estable-
cer este pensamiento: Libra es una oreja, como la de elbchihíca; Leo
y Pisis son el mica y muhica de los indios, y así de otros. La medheo-
ris, yet' thet, sirlaco y muchas otras letras asiáticas tienen una gran-
de afinidad con estos caracteres.

"Yo no decido sobre estas materias, someto mi JUICIO al de los


eruditos, y me contento sólo con este pequeño descubrimiento, que si
merece la aprobación de los doctos podrá contribuir de algún modo a
dar alguno moyor luz a varios lugares oscurOs de lo historio.

Papel Periódico Ilustrado. Año 111. Págs. 278 o 280.

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EL DORADO

Anillo astronómico de lo. Mosca.,

por el doctor D. Joseph Domingo Duquesne de la Madrid, 1795.

"1. DE LOS GEROGLlFICOS

HierogHphicos, según los dos palabras griegos Que componen esto


dicción, quiere decir imagen o figuro sagrado. Dióse este nombre o
aquéllas de que se servían los egipcios para representar los dogmas de
su teología o las máximas de su ciencia moral y política que se veían
esculpidas sobre piedras, pirámides, etc. No hubo rasgo o carácter entre
estos indios gentiles, que no mirase alguno de estos objetos, y principal-
mente 01 primero; y así se cegó voluntariamente Waltan para despreciar
los símbolos mexicanos, conociéndose que no los entendió, en el mismo
ejemplo que puso poro rebatirlos.

Las pinturas de los indios algunos veces eran uno pura escritura; ex-
plicaban sus pensamientos con imágenes, y faltando imágenes, con ca-
racteres. En el Podre Gorda se puede ver un ejemplo de la confesión de
los peruanos. Pero nuestros autores no explicaron los dichos caracteres,
ni nos han dado una lámina de ellos, en lo cual ha perdido mucho la
historio. Los egipcios nOs dejaron sus representaciones geroglíficas en
sus pirámides, los indios en sus diferentes piedras, pero los caracteres
de éstos no se entendieron y se perdió el antiguo alfabeto de aquéllos, y
de esto suerte estos dos nociones que cultivaron tonto los símbofas, se
han hecho igualmente célebres y oscuros, y así sus monumentos sirven
más paro atormentar los ingenios que para adelantar la erudición.

Pero todo esto que se admiró en los peruanos fue común o los Mos-
cas. Aunque muchos de los figuras simbólicas están tan enterrados, co-
mo las noticias de sus historias, no dejo de haber algunas descu6iertos

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LIBORIO %lR[)A

por donde pueda cualquiera certificarse de esta verdad. Todavía se en-


cuentran algunos piedras con animales grabados y distinguidas éon
líneas, ángulos, triángulos, etc. Se conservan algunas pinturas de colo-
res en piedras expuestas al sol y al aire, que no ha podido corror el
tiempo, y entre otras, una muy particular de que habla el Padre lamora
por estas palabras, tratando de una imagen que se halla en el pueblo de
Guaca: "Tiene barbas, sandalias y un libro en. la mano; y a sus pies
cinco renglones de caracteres tan incógnitos que no se ha podido enten-
der su significado. Están a su lodo dos compañeros con el mismo género
de vestido."

No es mi asunto la iconología de los Moscas, si hubiese de hablar de


sus diferentes imógenes, yo los que representan sus dioses, yo los que
simbolizan o sus héroes, y son lo mismo que los manes de los antiguos,
yo los que eran únicamente un voto u ofrendo -qiJe contenía lo petición
que hacían a sus númenes, me desviaría de mi principal argumento.
Pero me he sido preciso recordar o afirmar estas noticias para que a su
vista se hagan memorables los· geroglíficos que voy a dar, y en cuyo
explicación se conocerá mejor el genio, las costumbres, la idolatría y el
gobierno civil y político de los Moscas."

"11 DE LOS NUMERaS

Los Moscas contaban por los dedos, esto significa el verbo segitisue.,
cuya raíz es igiti, el dedo. Sólo tienen nombres propios para diez, en
concluyendo con ellos pasaban de las monos a los pies, anteponiendo a
coda uno la palabro qllihieha, que significo el pie: quihieha ata, el uno
del pie u once; quihicha bosa, doce, etc.

El número 20, expresado por la palabro gueta, caso y sementero, en


que encerraban todos los bienes y felicidades de esto noción,· era un to-
tal completo que cerraba todas las cuentas. Concluído un 20 posaban
o otro, que parece de la mismo especie, al que lIamaoan gueta bosa,
dos veintes gueta ..,iea, tres veintes, y de esta manera unían los unos
con los otros hasta completar un veinte de veintes, y así en lo demás.
Estos mismos números empleaban en sus medidos: iana, el palmo, que
era lo menor, y pcuacua, lo brazado que era lo mayor, y oaro eT suelo
~e goberoban por el paso gata al que regulaban por la r .;mo numera-

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1. Ata.-Los· bienes-otra cosa.

Ata: Un sapo en acción de brincar, que caro(;tr>-


riza la entrada del año.

2. Bosa.-AI rededor
Basa: Unos narices y los dos ventanas.,

~. Micc.-Porar - Hallar - Abrir - Buscar


Coger. Cosa varia.

Mica: Dos ojos abiertos y les narices.

4. Muihico.-Piedra de lo casa - cosa negra


Crecer.
Muihica: Do~ ojos cerrados.
5. Hisca.-Cosa verde - Alegría - Echarse un·)
sobre otro - Medicino.
Hisca: Lo Unión de dos figurcJs: Era símbolo d,~
la fecundidad.
6. Ta.-Labran:z:a - cosecho.
Te: E pJ!o y lo cuerd:J con que form:Jban el
círculo 0:0 su, coses y d:o sus labranzas.
7. Cuh·upcua.-Sordo.
Cuhupcua: Los dos orejas topados.

8. Suhusa.~No t;r~r de ot~o coso - lo raíz sig-


nifico tender - extender.
Sultusa: El palo y lo cuerda.-Significoba lo mis-

mo que los de Suhusa.


9. Ace.-Los bienes.
Aca: El sapo d2 cUY:J co'o p;incipia o b,m:Jrse
.otro.
10. Ubchiflico.~Lu,..,a resp'ondeciente - C?sa pin-
tado. Pintor .
.Ubchihica: Uno oreja; para significar los faces
de la luna.
20. Guet:..-Casa Y sementera - tocar.
Gueta: Un sapo extendido o echado.

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Figuras 48 y 49 de lo relación de "El Dorado"

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c.ión, encerrándose en esto todo la aritmética que necesitaban para su


c-on1crcio, Ggrícu!tura, ceso s, labranzas¡ <...te.

Las años pasados, meses, etc., los contaban poro atrás corno se va en
lo tobla. El año presente corresponde a Ata, el segundo o Dllc'ill, el te,-
cero a Mica, etc., y con el número 20 llenaban grandes eS¡J":'cios de
tiempo en el uso de su cronología. Los números cardinales: lo "rimero,
lo segunda, etc., Qllihino, corresponden en lo tabla a los n Ul11e,'Jks.

Cuando denunciaban la guerra asistían por 20 días seguidos en el


campo, cantando y alegrándose con la esperanza de la víctoda, y si
perdían la' batallo permanecían en el mismo campo otros 20 días llo-
rando y lamentando su negra y desdichada fortuna. Se dice que el Zip:J
Nemequene Y el Zaque Michua ajustaron una solemne tregua de 2.0
lunas;' y que el misterioso suerlo de su memorable Bochica durÓ en su
fantasía veinte veces cinco veintes de años, todo lo cual nos confirmo
en la ideo de su modo de contar que llevamos insinuado, para que no S\3
juzgue que procedemos voluntariamente en estas imputaciones.

No sólo tenían las Moscas nombres para sus números, sino tamb¡,~"
guarismos paro expresarlos. Descubrimiento también nueva y correlativo
a 103 símbolos. Tengo el gusto de servir al lector con una tabla de esta.;
cifras que verosímilmente san las mismas que usaban 103 peruanos y de
Que sólo nos había quedado lino generalísimo y confusa noticia que nos
suministra el Padre Gorda por estas palabras: "Suelen pintar los indio~
del Perú la confesión de todos sus pecados, pintando cada uno de los
díez mandamientos par cierto modo, y luego allí haciendo ciertas seña-
les cama cifras que significan los pecados que han heo;:ho contra aquel
mandamiento."

Este cierta modo y estas ciertas señales san las que hemos descúbier-
to. Son, pues, estas cifras unos compendias de los símbolos, de los cua-
les cada uno vale uno de los números a que corresponde. El método que
tenían de llevar estas cuentas es ~I sigu:ente: representaban, por ejem-
plo, diez sujetos que debían una determinada cantidad, en diez líneas, y
al pie de. la línea ponían la cantidad pagada, por donde se conocía lo
que quedaba restando, hasta enterar todo el débito que quedaba seña-
lado con el carácter correspondiente a Glleio, que en esta su aritmético
es (según parece) no sólo 20, sino una cifra igual a cualesquiera toto-

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les. Estos caracteres, en mi modo de pensar, ilustran mucho la historio


como veremos adelante."

"111 ORIGEN DE LOS NUMEROS

El circulo fue la figuro m6s usada de los Moscas; daban esta figura
a los cercados y palaciOS de los Zipas y Zaques, a sus casas particulares,
(J sus labranzas, a sus templos, en una palabra, a todas sus cosas. Fi-
jaban en la tierra un palo, de que hacían centro, y,con una cuerda des-
cribían alrededor el círculo.

.Este parece haber sido el origen de los números: como entre ellos la
cosa y la labranza hacían todos sus bienes, el círculo con que describían
uno y otro, fue lo medido m6s propia para expresarlos. Abstascua sig-
nifica dar esto vuelto y sus dos raíces tienen una significación muy
apropiado. Abos, alrededor, y bta, volver o otra cosa, y así de estos dos
palabras formaron los dos primeros números (Ata-Sósa), porque con-

en las mismos manos tenían uno imagen o representación del círculo,


pareCió esto lo más naturol y propio para explicarlo. Peroasi estos nú-
meros como los demás tienen otras significaciones muy acomodadas a
todos los objetos o que los aplicaban.

Los símbolos tienen los mismos nombres de los números, pero aplica-
dos o los meses; su representación es la siguiente: (1)

FOTOGRABADO

En estos nombres puede notarse la alusión que tienen tos números


con los letras de algunos orientales (que entre ellos son numerales), que
son significativos y tomadas en uno gran parte de los bienes; casa y sen-
1 idos del hombre.

( 1) Hemos agrupado en una sola columna tos símbolos que servían


a los indios para representar los números y la significación que tenían,
segiin Duquesne; evitando así la repetíción de dos columnas, que es
como están en el manuscrito de este autor.

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Estas figuras son dirigidas a expresar los meses y el año, cuya artifi~
ciosa distribución está simbolizada en estos aspectos, como vamos a ex-
poner con la mayor claridad."

"IV Ati40 DE LOS MOSCAS

Sin embargo de estor asistidos de las dos mayores luces, el sol y la


luna, entramos en una provincia muy oscura. Habiendo puesto Dios es-
tos dos grandes lumbreras en el cielo poro que todos los hombres pudie-
sen computar por ellas los días, las noches, los meses y las años, entra-
mos con ellas a registrar las profundas y lóbregas cavernas de la idola-
trla de esta nación y sus más remotas antigUedades. No nos ha quedado
otro medio, porque los autores que escribieron en el tiempo de su descu-
brimiento, no nos dieron noticia alguna fija en orden al año. Retrocedere-
mos, pues, a aquella edad, caminando con tiento sobre algunas huellas
y vestigios que han quedado aún estampados sobre sus labranzas, y el
método que guardaban algunos sobre el tiempo de las siemóras, junto
con otras noticias ya generales, yo particulares, que nos pondrán en es-
tado de conocer su antiguo año con la mayor seguridad.

En efecto, el año que vaya dar de los Moscas, es uno pieza com-
pleto y estoy perfectamente asegurado en orden o todo la que voy a ex-
poner. Me veo precisado a repetir esta advertencia, porque pudiéndose
colegir de aquí algunas importantes verdades que ilustren la historia
antigua, no quiero que se piense que me burlo con pensamientos inge-
niosos en uno materia en que interesa tanto lo erudición. Bien que,
creo que el lector erudito que se tome el trabajo de combinar bajo una
idea las noticias históricas que nos han quedado de esta· nación, si por
otra parte ha tratado con alguno frecuencia (y no superficialmente) a
los Indios; si ha penetrado su genio y su carócter misterioso y enfótico,
conocerá lo solidez de los fundamentos sobre que establecemos esta in-
terpretación. En fin, el lector juzgará como gustore: yo estoy certificado
de esta verdad.

Tenían los Moscas su calendario clescrito en las manos, teniendo en


cada dedo colocados mentalmente sus signos, según el orden de sus
r.úmeros, a manera que los músicos tienen en lo mano las cuerdas del

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sistema de Aretino. Este era el libro, a si se quiere, la tabla pública de


su calendario.

Los signos que tienen facciones humanos representan los diferentes


aspectos de la luna, Que sucesivamente se varían en cada mes.

Mica y Muihica figuran los dos Zísígías; Mica, en los ojos abiertos,
el plenilunio y la oposici6n; Muihica en los ojos cerrados, la conjunci6n
o girante.

Bosa y Cuhupcua, los primeras faces de la luna, y Ubchihica las cua-


Croturas.

El mes y lo luna tienen un solo y mismo nombre en su lengua: Chia, y


es lo palabro que representaba todo lo hermoso, lo brillante, lo honorí-
fico, porque la luz de este ostro era entre ellos el símbolo de lo belleza
y de la virtud.

Esto distribuci6n de faces en la mano está llena de artificio; pero co-


mo no sobemos o v¡¡¡-.tc fijo el Il~O que hicieron de ello los Moscas, nos
abstenemos por ahora de explicarla, contentándonos con insinuar io qti6
$ignifica respecto o lo Que nos consto Que ellos practicaron.

Cuhupcuo esla neomenia. No es esto uno neomenia tan puntual y


precisa como la de los hebreos, observada desde los lugares más altos y
anunciada con trompetas, es una primera fase vulgar y universóTmente
conocido; y como el novilunio en unos meses es más breve, en otros más
tardío, se colocó en el día cuarto paro que hubiese diferencio, o no ser
que queramos Que Boso represente lo neomenia de los unos y Cuhupcua
lo de los otros.

Contando desde Muihica hallaban al número 7 la primera cuodratu-


ra, en Ubc:hihica después de la neomenio; y contando desde Mica en-
contraban 01 número 8 lo segundo después de laoposfci6n, en el mismo
signo. Lo media oreja que lo caracteriza es un símbolo muy natural de
lo cuadratura.

Finalmente Bosa les dabo la última fase de la luna colocada al tercer


dedo antes de Muihica.

Esta distribución vulgor y acomodada de las fases de la luno, les da-

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ba dividido un mes en diferentes términos, de que podían servirse para


el arregla de los negocios públicos, yola verdad Ubchihica estaba des-
tinado tal vez poro sus juntas o cosas de religión (significo también
sentarse mucho en compañía) puede aludir a sus cacerías, y así le po-
demos considerar como señalado con una de aquellas letras que los ro-
monos llamaron nundinales.

Si parece artificioso esta tabla o digamos mejor esta mono astronó-


mico, de que no hemos explicado más que los primeros aspectos, lo es
mucho más el año, pues tenían dos especies de año; el uno vulgor de
veinte lunas y el otro de treinta y siete, 01 que por ahora llamaremos as-
tronómico, pero de tal suerte mezclados etre sí, que no sólo no se tur-
baban ni confundían, sino se ayudaban sirviendo el uno a dirigir, con-
servar y facilitar el uso y la perpetuidad del otro.

Ya hemos dicho muchos veces que los Moscas miraban como sagrado
el número 20. No podían menos que ajustar por él el año, porque de
otra suerte se hubieran confundido en todas sus cuentos. Los plazos
para los pagos en su comercio, las convenciones solemnes entre sus Je-
fes, el orden de los sucesos y la cronología de su nación, todo se debía
gobernar por este número: Gueta era el símbolo de la felicidad, y entre
esta gente supersticiosa hubieran sido menguados e infelices los años
que no se hubiesen sellado con este carácter; era, pues, ¡"iíexcusable entre
ellos el año de veite lunas.

Pero en este supuesto, icuántos inconvenientes! Los equinoxios se hu-


bieran mudado: esto les hubiera sido de poco cuidado a los indios, por-
que como distamos unos cuatro grados y r:nedio de la línea tenemos los
días y las noches perfectamente iguales. Pero los dos inviernos Y los dos
veranos que logramos en la Zona tórrida y que sólo consisten en que,
llueve o no llueve, se hubier~':l trocado; corriendo sus signos indiferen-
temente por un círculo perpetuo pasarían por todas los estaciones; Y se
hubiera trastornado también el orden de las siembras y jamás hubieran
podido hallar un punto fijo para gobernar sus labranzas, negocio im-
portante para toda gente, pero mucho más para ellos que hacían su
primer ídolo de la sementera, por cuya causa inventaron los otros años;
pudiéndose decir de los Moscas que Ceres fue la madre de todos sus
dioses.

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L1BOR 10 ZERDA

No hubo, pues, otro medio que ocultor un afIo particular en el año'


vulgClr de veinte lunas, pero con artificio ton fino y delicado que su uso
se facilitase, aun respecto del rucio pueblo, y que paro este fin se co-
rrespondiesen entre sí con tonto regularidad que en ninguna manero
pudiesen confundirse.
Para expicarla mejor debo suponer que un año lunor de doce luna-
ciones compone solamente lo suma de 354 días y seis horas, y así, es
once días mós corto que el solar .que consta de 365; es necesario, pues,
añadir una lunación entera al tercer año lunar, de suerte que tenga
trece lunaciones, y de esta manera vienen a coincidir el lunar y el solar
pasada la luna 37", pues 37 meses lunares componen lo misma suma'
de días que 36 solares. Este cómputo es muy antiguo y le han conocido
casi todas las naciones, 'i así sobre este principio ruedan todos los ca-
lendarios.

Entste supuesto se entenderá el año oculta de los Moscas, porque pa-


sadas las 20 lunas de un año, al siguiente, llegando a la 17" en que les
competía sembrar. seoún el mes por donde habían comenzada, la inter-
calaban, es decir, la dejaban pasar como inoficiosa, y sembraban en la
siguiente que era la 18', y de este modo, aunquecarrían perpetuamente
sin intermisión el círculo de 20 lunas, cada bienio intercalaban del modo
expresado la luna, a lo que correspondía el número die:: y siete.

Este método hubiera sido muy expuesto y confuso si no se hubiera


establecido bajo un pie fijo y con reglas fáciles y generales. Tenía, pues,
destinados para este objeto, cuatro signos: el primero Ata, y los tres
últimos del año Suhuso, al cual llamaban por esto, la cola; Aca y Gue-
te, Que eran los Que fenecían el año de veinte lunas y a los que por esta
razón podemos llamar terminales. Comenzando, pues, por Ata, tocaba
el número 17 del siguiente a Cuhupcua, a quien por esta intercalación
llamaban con toda propiedad el sordo, y se hacía lo siembro en el si-
guiente Suhusa 18. Pasado el año de veinte lunas, al siguiente tocaba
el númer 17 a Muihica, el ciego, y pasaba la siembra y representación
del primer mes a Aca. En el bienio de éste correspondía el 17 a Hisca,
y entraba Gueta en el fugar y en los ofir:ios de Aca¡ en su ~ienio era
17, Ta, y volvía el turo al primero, Ata.
Aunque Gueta, 20, es a quien toca el expresada oficio en la tabla
que hemos formado de este año, en la restante explicación por la mayor

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facilidad usamos del carácter Ubchihica, que es la- mismo para este
efecto.
Al año de veinte lunas llamaban Zoca m, que según sus raíces quiere
decir asir o aferrar de arriba, término muy significativo, que expreso la
unión del uno con el otro, esto es, del año de veinte lunas que pasó con
el de las otras veinte que sigue para seguir su vuelta en un continuada
círculo; palabra enérgica que corresponde a la xiuhmolpili con que los
mexicanos conocían aquella su célebre rueda de cincuenta y dos en cin-
cuenta y dos años, que en aquella -lengua quiere decir atadura de los:
años.
Para el otro año que estaba como embebido en éste, o no tenía voz
con qué significarlo, O le conocían por el de Cuhupcua, en cuya virtud~
para un año tan desconocido me permitirá el lector usar de términO!
nuevo, y le 1I0maremos Acrótomos; esta palabra griega significa una
cosa cuyas extremidades o partes últimas están cortadas, y así me pa-
rece que señala con toda propiedad el año de que vamos hablando.

Con lo que hemos expuesto se conoce la ideo del calendario, pero para
que se pueda formar un entero concepto de la correspondencia de todos
sus meses; hemos formado la tabla que lo contiene, y que poro mayor
claridad e individuación explicaremos en el número siguiente con todas
sus circunstancias."

"v DEL AlÍlO ACROTOMOS

(Año ostronómico o intercalar)

.EI año acrótomos se gobierno con tres signos terminales que están co-
mo partidos, para este intento, y que sin embargo conservan -las repre-
sentaciones de su número en el año que va continuando de 20 luna9
en el modo siguiente:
Sea Ata por suposición correspondiente o Enero como opto paro las
siembras; este signo tiene dos oficios en este -coso: ser primer mes en el
cño dé veite lunas que comienza, cuyo carácter no pierde jamás; y ser
~rimero del año acr6tomos, ruyo rarócter pierde en llegando a su térmi-
no que es lo luna 37. Señalo, pues, las sementeras que se deben hacer

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de doce en doce lunos, y que son otros tontos meses Enero del año ocrÓ.
tomos, en e! modo siguiente: (a Ato, y a los demás terminales les có-
rresponde la siembrQ primera de su respectivo año) conviene a saber, 2'
siembra Mka, 3" l-lis¡;o, 4" CLI!Jupcua, ¡noficioso intercalar, y así sigue
otro turno; entre tanto, Ata dejando este oficio a Suhusa c.ontinÚo go-
bernando su año de 20 lunos, que no se ha concluido, Suhusa en este
dTculo perpetuo y en esta situación es el mes 18; pero en el turno del
oño acrótomos le toca ser primero por exclusión de CC!iUPC:lll; en éste,
f;ues, señala las sementercs siguientes: 2" llbch¡¡,¡ca, 3<:l Baso, 4<:l núme-
ro 37, Muihica se elide por ¡noficioso; conduye su turno Suhusa, y er¡
su lugar y con lo representación d? Enero entra Aco que es nÚn'lNO
.¡ 9 en el año de 20 IU"1os;pero primero en el año acrótomos señala las
s~menteros siguientes: 2(1 Ata, 3<:l Mica, 4(1 Hisca intercalar nÚmero 37;
concluído este turno entra Ubdtihic.f!, último mes del año de 20 lunas y
;Jrimero en este turno del año acrótomoc; sus sementeras san 2<:l Basa,
3" Muil1ko, 4<:l la nLlmero 37 se elide y vuelve el turno a Ata. Este es el
';stema de! año de los indios Muiscos."

fn lo memoria que Duquesne presentó al célebre botánico Mutis y


_ue fue el re<:umen de sus estudios, dice:

"Esta intercalación que se verifica perpetuamente, dejando


pasar como ¡noficiosa o como sordo lo luna 37, nos hace conce-
bir que dentro de los dos años vulgares, de veinte lunas codo
uno, hoy otro año astronómico oculto que consto de 37 lunas,
de modo que lo luna 38 sería un verdadero enero, los Indios
sin penetrar la teoría de esta proposición, que ha sido embara-
zoso en otras naciones más cultas, por esta luna que ha sido
necesario añadir al fin de cada tres años lunares, por ser los
dos anteriores de doce lunas y el tercero de trece, tenían sumo
facilidad en la práctica de su intercalación, siguiendo el mé-
todo propuesto, conservando así el año astronómico, sin que el
pueblo notase diferencia alguna en sus años vulgares de veinte
lunas coda uno.

"El año vulgar de veinte lunas servía para las treguas en lo


guerra, como consto de su historia, para los compras y ventas
y otros negocios de lo sociedad. Pero el oño astronómico e in-

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tercalar de 37 lunas, que se contaba por tres seme¡,teras, ser-


vía principalmente a la agricultura yola religión, y así lleva-
ban su cuento con mucha prolijidad los Jeques (sacerdotes) Y
mayores a quienes corres¡>ondía, notando sus épocas con sa-
crificios más particulares, y grabándolas también en piedra
por medio de símbolos o figuras, como se ve en un pentágono
que tengo en mi poder y vaya explicar 01 fin de este papel.
"El siglo, pues, de los Muiscos constaba de veinte años in-
tercalares de 37 lunas cado uno, qU/3 corresponden o sesenta
años nuéstros y lo componían de cuatro revoluciones contados
de cinco' en cinco, cado uno de los cuales constaba de diez
años Muiscos, y quince nuéstros, hasta completar tos veinte, en
que el signo Ata vuelve o tomar el turno de donde comenzó lo
vez primero. Lo primera revolunción se cerraba en Hisca, lo
segunda en Ubchihica, lo tercero en Qulhil:ha Mi,ca y lo cuar-
to en Guata."

"6 DE l.AS SEMANAS, DIAS, nc.


Al dio artificial le llamaban Sua, esto es, un sol midiéndole de levan-
te o poniente, A la noche llamaban Za del ocaso hasta su levante. Al
t:ía fa dividían en" dos portes del levante 01 punto de la meridiano, lo
,nnñana Suamcl1o; y desde ésta 01 ocaso la tarde SUClmeca. Del ocaso
: ;esta el término de uno hora u hora y medio, 10 prima noche, Zasca; y
:'.esde lo uno de la noche al levante del sol, la madrugado CIl'!lIui. Estos
Han sus horas, distinguidos los dos puntos de madrugado y primo noche,
con dos comidos que eran y son las únicos que hacen.
Lo semana era de tres días,· y se conoce que usaban de ella porque
cedo tres días hacían en Turmequé, lugar perteneciente 01 Guatavita,
un mercado.
De suerte que así como los mexicanos hacian sus mercados de cinco
.:n cinco días poro dividir por este número los días de lo luna, como lo
<. tirma el Podre Torquemada; por uno analogía semejante hacían el mós
I ico los Moscas de tres en tres dios, por relación o lo memoria de que
r.~mos hablado."
1Popel Periódíco Ilustrado. Año 111. 1883-84, póginos 298 o 303.1

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Sacrificio de los Moscas y significados o alusiones de los nombres de sus


víctimas.

por el doctor Domingo Duquesne - 1795.

"Tenían los Moscas el cuidado de señalar los revoluciones del año con
las cosas más notables. No había siembro ni cosecha sin sacrificio. Tenían
en coda pueblo una calzada ancha y nivelada que salía del cercado o
casa del Cacique, y corría como por media legua, rematando en un palo
labrado en figura de una gavia, de que pendían al miserable cautivo
que ofrecían al Sol yola luna para obtener una cosecha abundante.

"Venían en mojiganga los indíos, repartidos en diferentes cuadrillas,


adornads de muchos joyas, lunas y medias lunas de oro; C1isfrazados unos
con pieles de osos, tigres y leones; enmascarados otros con máscaras de
oro, y lágrimas bien retratadas, a· los cuales seguían otros con mUCha'
gritería y risados, bailando Y brincando con descompasados movimientos;
otros traían unas grandes y largas colas, que iban pisando ros que los se-
guían, y llegando al término de la calzada disparaban todos sus flechas
y tiraderas al infeliz cautivo, matándole con larga muerte, y recibiendo
su sangre en diferentes vasijas, terminaban la bárbara funci6n con sus
acostumbrados borracheras.
"'Nuestros historiadores se admiran mucho del fausto y de la extra-
vagancia de estas procesiones, pero nos dieron una idea muy diminuta,
refiriendo de una manera general sus cuadrillas. En lo poco que descri-
bieron se conoce que esta mojiganga o procesión era un símbolo de su
Calendario, y, si las hubieran dibujado todas, nos ayudarían a formar
el concepto de sus signos, y de los caracteres que les atribuían.
"Pero la víctima destinada a solemnizar las cuatro lunas intercala-
res que partían el siglo, estaba señalada con muchas circunstancias. Era

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ésta un miserable mancebo, que precisamente había de ser natural de


cierto pueblo, sito en los llanos que llamamos hoy de San-Juan. Horq-
dábanle 'Ias orejas, le criaban desde mediano en el templo del Sol; en
llegando a diez años nuéstros, 'Ie sacaban para pasearle, en memorta de
los peregrinaciones del Bachica su fundador, a quien se figuraban colo-
cado en el Sol, y continuando en un matrimonio feliz con lo Luna y una
lucidísima descendencia. Vendíanle en precio muy alto, yero depositado
en el templo del Sol hasta cumplir quince años nuéstros, en cuya precisa
edad hacían el bórbaro sacrificio, sacándole el corazón y las entrañas
paro ofrecérselas al Sol.

"A este mozo le llamaban Guesa, y también Quihica: Guesa, que quie-
re decir mancebo, de aquí sale el verbo guesansuca, ir creciendo en edad,
pero esta palabra tiene mucho énfasis porque denota precisamente una
edad que no puede llegar a 20 años; y así para la juventud más crecida
o mayor, tienen otro término que es Guas-guacha (1 J. Esto es asr, y se
reconoce mós buscando las rarces de que está formada, que son gue Y sa,
partícula negativa que quiere decir literalmente sin veinte; por la histo-
ria se conoce ia imposición de este nombre.

"Mas, así como gue es la raíz de veinte (GuetaJ también lo es de esta


palobracas"a, y quiere decir sin casa, lo que encierra la otra circuns-
tancia que según la historia debía tener este miserable mozo, pues que
lo criaban en un templo del Sol, y en comprándolo debían colocarta en
otro templo, y por esta razón no tenía casa. Querían los indios que no
tuviese el menor comercio, y menos impuro, porque en este caso le
desechaban, y a esto miran directamente estas significaciones.

"Mas también puede significar casa oscura, porque gue es la casa, y


sa la noche, y es modo que se conforma con sus frases, lo que hace re-
lación a la conjunción de la luna.

"Quihica es la boca, y par alusión la puerta, pero en su lenguaje no


tiene otro término que éste para significar la puerta de la casa, a de

( 1 J Es muy probable que de esta palabra se derive la de Guache, que


el vulgo emplea hoy para designar a los masas mayores de veinticinco
años, pero está cayendo en olvido por creerse ofensiva, pues se usa para
designar un moso vulgar o demasiado plebeyo.

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cualquier otra cosa. Por tanto, la primera y obvia significación de es-


etsas dicciones, Gueza, quihica, es el mancebo, que es boca, o el man-
cebo que es puerta; según, pues, las explicaciones de arriba, puede d~-
cir, la puerta de la casa oscura, o de la noche oscura, o de la jilventud.

"$e debe suponer que en esta lengua, como en todas las orienta·
¡es, cada palabro es una definición, y las compuestas encierran mu-
chos sentidos, y son muy enfáticos en todas sus alusiones. Cuhucua-
que tiene la misma raíz que Cuhupcua, o por decirlo mejor, es la
mismo voz tomada adverbialmente, y significa señal. Muihica, se com-
pone de mili y de hica: mui es el palacio, lo casa grande; hica, lo pc-
lobra, y es lo mismo que decir en nuestra lengua la palabro de la ca-
sa grande o del palacio. Mas, esto raíz, mui, es raíz del verbo muisea,
que significa tender o extender, el participio del presente que tam··
bién es muisca, significa el hombre y esta palabra que denota toda
la nación, por lo cual los españoles (aun sin entender todavía la len-
gua de este pueblo) atendiendo a su prodigiosa multitud, carromp'c-
ron el vocablo y les llamaron Moscas. Los indios tuvieron en cuenta.
el mismo fin cuando aplicaron a toda su nación este verbo, estl) es:
gente extendida. Es muy enérgíca esta voz, porque alude al barro de
que Dios formó el primer hombre, y de aquí nació también la palabra
muisquien, que significa lo naturaleza, y muihica, cosa negra, por el
color del borro y el de la gente de la misma nación. Del mismo verbo
nace la palabra Miliso, mudada la partícula sea en so, como acastum-
bran estos indios, significa cosa tendida o arrastrada, y aplicaron es-
ta voz a significar lo culebra, y los indios de hoy (1790), llaman en
español a este animal rastra, conservando el significado de su lengua.

"Por este se vendrá en conocimiento de los misterios que encierran


la lunación designada con esta voz muihiea, que hace relación o las
casas de los indios, o sus personas, a su nación, a su lengua, a las cu-
lebras yola oscuridad de la conjunción, parque en sí encierro con un
enfasis particular todos estos significados, y unida o 10 voz Guesa, la
puerta de la caso o de /0 noche oscuro, o /0 boco de lo inocencia, de lo
juventud, etc.
"Esta víctimo (el Guesa) según la historia estaba dedicado al Sol;
véase aquí, pues, una representación del Jano de las otras naciones.
No era otro este dios multifirme que el Sol que gobierna el tiempo, que

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con una cara miro o lo posado y con otra o la futuro. Se han encon'-
trado también medallas que tenían cuatro coros, aludiendo o los cua-
tro estaciones. Lo etimología de puerto (quihica) es bien condcida,
pero se debe saber que lo imposición de este nombre no era sólo por-
que mirase los tiempos, sino porque le consideraban como una puerta
por donde entraban todos sus ruegos a l.os dioses. Así Ovidio, gran co-
mentador de la teología pagano, dice:

....Cur quamvis aliorum numina plocem,


Jane, tibiprimum thura merumqle fero?
Ut possis aditum per me qui limina servo
ad quos cumque voles, inquit, habere deos.

UNo es tiempo de examinar el origen de la fábula en los indios,


asunto que tocaremos en disertación separada, y que es igualmente
original porque hasta ahora no lo ha tratado ningún erudito. Pero
no es menester mU\:ha penetración paro conocer que las mismas cau-
sas que han movido a los Romanos para estas invenciones, intervi-
!'1!e!"o!"!~~t!'e !o~ !~d¡c::;.Tc:;tc $~fiv!~ ~sto ¡:iCiiu uqu~;:ús (j~r-lies. qUO~
fuerit OIlUl~Ulftprimus (dice) a quor erulft olftnium putabant initiulft
ideo ei stIplicabant vetut porentis. Los indios, según la histOria, ha-
bían colocado en el Sal a su padre y fundador Bochico, y asl les fue
fócil trotarlo con los mismos respetos; pero el verdadero motivo de los
Indios estaba en lo persuación en que estaban de lo sordera de la
Luna; estaba su caso cerrada yero necesario abrir la puerta, y esta
miserable víctima (el Gueso) era en su concepto la puerta por don-
de entraban sin estorbo sus ruegos.

u A más de esta era la boca de la naclon que rabiaba de cerca o la


luna sorda, y así no podía desentenderse de sus gemidos cuando lle-
gasen hasta el cielo, porque gritando ellos desde acá abajo no los oía.
Este era el modo de discurrir de esta gente iluso, y es bien claro
porque no hacían sacrificios de otros animales que de loros, papa-
gayos y pericos, y éstos no llegaban a las aras hasta que hubiesen
aprendido su lengua, porque sus víctimas habían de tener voz para'
gritar de cerco o la luna. Volaban, en su opinión, los pericos y los
loros después de muertos, aun más arriba que cuando vivos. Pero
si no bastó el águila a Júpiter, fue necesario que esta ave arrebata-
se o . Ganimedes: este es el infeliz y desdichado GuesQ, esto es, lo

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señal de sus años y lo víctima que se hacía a Cuhupcua codo quin-


ce años nuestros, es decir, codo cinco acrótomos¡ hasta que seña-
lado codo uno de los caracteres con una víctima particular conclu-
yese en el círculo del tiempo, una vuelta entero hasta veinte que ha-
cen 60 años nuestros, que era su edad privilegiada.

"Es verdad que el señor Piedrahita habla tan generalmente y po-


ne ton vagas todos los circunstancias de este sacrificio, que no pudo
determinar. Parece una solemnidad incierta y voluntaria, pero no
es así. No digo yo un sacrificio de tan prolijas circunstancias, que
efectivamente se conoce ser el compendio y la cifra misteriosa de to-
das sus supersticiones¡ pero aun las cosas de menos consideración, to-
do, grande o pequeño, es nivelado por sus reglas entre los indios.
Todos saben que éstos han sido la gente de las ceremonias, y que no
hay ninguna que no tenga su peso y su medida determinadas.

"En esta consideración, habiendo omitido nuestros autores todas


aquellos circunstancias que desestimaron por parecerles ridículas y' ex-
. travagantes o porque no eran necesarias para llenar los. intentos y obje-
tos de sus historias, nos vemos en lo necesidad de ilustrar esta par-
te, haciéndonos prolijos, contra nuestro genio, para satisfacer cumpli-
damente al lector, y para que no juzgue que trabajamos sobre nuestras
voluntarias imaginaciones.

"El Bochica (de cuyos caracteres trataremos separadamente) fue


el fundador, legislador y padre de los Moscas. Sea que viniese por la
Groenlandia a pasar por el Istmo de Panamá, por larguísimos rodeos y
giros interminables, o sea porque navegase desde el cabo de Son-Vi-
cente, como parece natural, es verdad averiguada que llegó por los /lo-
nas que hoy llamamos de San-Juan a tomar posesión de Sogamoso, y
desde 0111, de todos los hermososs países que habitó la extendida y nu-
meroso noción de los Moscas. Vivió largo tiempo (aunque no el que qui-
siesen los indios), como se puede creer de los p~imeros pobladores, ha-
biendo sido los maestros de sus hijos a quienes comunicaron los primeros
elementos de las artes, en los que después se ejercitaron, las leyes fun-
damentales de sus gobierno y el uso de los tiempos paro el arreglo de
las labranzas. A lo menos los fundamentos poro pensar que el Bochica
tuvo tiempo poro sembrar en sus nietos estos conocimientos. Hall6ndo-
se viejo, sea que quisiese despedirse de sus hijos y que quisiese repar-

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tides por sí mismo las tierras en que se establecieron; ú sea que les
que se encaminaron a Bacctá necesita"en d'O suc consejos y direcciÓ¡;
paro facilitar el poso al rio Funza, que anegaba los mejores y mos
extendidos campos; ya porque se detenian en algunos estorbos forma-
dos por el inmediato diluvio; ya porque las mismos campos bajos facili-
tasen la salida de los aguas, es de suponerse que él intervino en If) di-
rección de estos obras, y que visitó muchos de aquellos lugare3. Res-
tituido a Sogomoso, murió dejando por heredero de la suprema autori-
dad, que le competía coma a cabeza y padre de toda la nación, a su
primogénito.

"Es muy regular que un anciano de tanta' mérito, fuese el oráculo


de los Mascas cuando vivo, y que lo fuese de sus lágrimas y de sus
¿~seo.~ después de. muerto. Pero los indios no conocieron los límites
del, répetoy de los obsequios debidos a'l padre ypasarcn a los cul:tos
próp10s de ICI divinidad. Estas hombres quisieron pcrJjetuar lo memoria
'de. la, venid,\:! de! Bochica haciendo una colz,oda a carrera desde la boca
de, ,1~s~lanos o $ogamoso, Que tendrá coma cien leguas de longitud,
r:;uy ancha y con sus valladares o pretiles por una y otro porte, aunque
Y,o maltrotoday oscurecida con la paja y barr,izal que se ha criado en
elfo; por' la cual dicen que s~bió Bochica desde lbs Llanos 01 Nuevo
RéinO'.

"Dé aquí tomaron idea para hacer otras ."alzados. semejante;;, como
la de Bacatá, y en los lugares más señulados con las vestig'os del 80-
chica, hasta que pasó a ser adorna general de todos sus pueblos, y en-
trada de los templos y cosas de sus Caciques, en donrJe se ejecutaban
las danzas, procesiones :' sacrificios .•

"Par alusión a estas tradiciones a por la mayor opulencia de los Ca-


ciques se hicieron con el tiempo más célebres algunos lugares, y ca-
ma adoraban al Bochica, colocado en el Sol, pretendieron ennablecerlos
can templas más suntuosos que eran como, los santuarios de su mayor
veneración.

,"El templo de Sogamoso, dedicado al Sol, era el centro de su reli-


gión y el más privilegiado. Seguían a éste los de Bacató, Guachetó y
Guatavita; pero el principal era aquel que teníon en el pueblo en don-
de comenzaba la antigua y espaciosa calzada Que servía de memoria

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Figuro 50 de lo relación de "El Dorado"

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perpetuo de su establecimiento en este lugar y de los hazañas glori<l-


50S de su héroe.

"Esto es en pocas palabras la historia primitiva de los Moscas, desen-


redada de las fábulas de los indios que de ~stos pasajes hitóricos hicie-
ron innumerables misterios. Entre ellos se debe reparar el misterioso
sueño del Bochica que estuvo durmiendo en 50gamoso veinte veces cin-
co veintes de años, cuya portentosa época quisieron conservar a es-
fuerzos de las mayores crueldades.

"He aquí puesta en claro la historia del Guesa con todas sus circuns-
tancias. El 20 y el 5 veces 20 es misterioso en toda la secuela del sacri-
ficio; por eso dividieron los años terminales de cinco en cinco, acaban-
do de contar en el que habían comenzada y de esta manera cada cua-
tro acrótamos salía la víctima, del templo a recordar a 105 indios que
se acercaba esta estupenda solemnidad, pues que así acostumbraban
estarse avisando sucesivamente de varios modos de lo que tienen más
presente y nunca se les olvida. Era sacrificada la víctima al fin del quin-
to aCr'Ótomos, y ese mismo día era entregada a los sátrapas del tem-
pla de las Llanos el sucesor de esta desgraciada, y de esto manera se-
ñalado cado quinquenio con una víctima en cuatro actas detestables y
crueles, se concluía la lastimosa tragedia, y se contaba uno de los
señalados 20 que no .tenía cuando acabarse, y empezaba otra escena.

"Las indios tuvieron la crueldad de imponer a sus víctimas los nom-


bres y la representación de sus dioses: las historias de México están
llenas de estas narraciones; par lo que mira a las Mascas, ya que no
tuvieron al Guesa por el Bochica, le tenían por hijo suyo, por tanto el
paseo que le hacían dar par las poblaciones no carecía de misterio, era
este una especie de peregrinación que llevaba sus representantes de los
viajes del Bochica. Verosímil mente le tocaba. a cada templo de los me-
morables y dedicados al Sol par esto circunstancia, la compra de la víc-
tima en cada turno. Los templos eran cuatro, y servía esta distribución
de nueva señal para el gobierno de las años, porque empe¡aba nueva
edad cada vez que se concluían las cuatro estaciones; el que conozca
los libros de cuentas que usan los indias hallará verisimilitud en este
cómputo. Es de advertir que a las calzadas o camallones les daban el
nombre que o los años: suna ata, suna basa, etc, un camellón, dos ca-

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mellones, etc., porque como éstos eran los teatros de sus procesiones
y sacrificias eran también el libro en que se iban registrando.

"Aun cuando caminaban can el muchacho (el Guesa) buscando e"


todas partes quien lo c;omprara, esto era uno fórmula, pues no lo padían
vender sino. en el lugar de su destina. Y así, aunque par veneraci8n
campareciesen haciendo astentación de hacerse dueñas de uno víctim~,
entre ellos tan preciosa, se cuidaban mucha los mercaderes de panerle
unas precias excesivamente crecidas, cama que no podían venderla, y
esta cruel ficción había posada o costumbre y o misterio.. Así nacen las
casas entre el pueblo, y así crecen entre supersticianes. Lo cierta es que
aunque fuese caro paro que no. se hiciese camún, ya tenía su precio se ..•
ñalada y fijo, del que no podía posarse, y ya asegura que en cada
pueblo estaba ton bien repartido este preciQ entre los persanas a quie-
nes tacaba camprarlo, porque esta es lo canfarme can su genio y con su
político.

"Esta víctima, que era un sacrificio. pública de lo noción, bastaba


para. fijar los años, no sólo entre las magistrados y sacerdotes de los
templas que debían llevar una cuenta exacta del calendario sino en to-
dos los pueblos; pero como este sacrificio. se hacía en uno sola porte, a
lo que no. padían concurrir todas, es de presumirse que tendrían en los
demós atra ceremania igualmente cruel para solemnizar esto memora-
ble revalución de sus añas. El Podre Zamara asegura que ademós del
sacrificio del Guesa, el demonio. les había persuadido que no. había
otra mós grata a los dioses que el de algunas mancebos que no llegasen
o veinte años; así, aunque en los demós partes no fuesen ton costosas,
ni tan circunstanciadas estos víctimas, estaban señaladas can la edad,
que era el misterio. principal en semejantes ofrendas.

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EXPLlCACION DE LOS SIMBOLOS DEL SIGLO

Por el doctor José Domingo Duquesne (Fig. 48 pág. 317).

"Tengo en mi poder un manuscrito, que según parece contiene una


de estas revoludones del tiem¡:;o. Los amantes de la bella literatura gus-
tarán de leer en estos caracteres tan extraños, y mucho más cuando se
puede mirar como un pedazo del alfabeto chibcha, con cuyas notas
se podrá imponer y aun adelantar en otros semejantes; de suerte que es-
tos fragmentos que suelen encontrarse, no serán en adelante un mue-
ble vano, sino un adorno importante de un gabinete de Historia.

"Es una piedra chica, especie de jaspe negro, tersa, y su figura un1
pentágono. El primer lado es más largo que los otros, tiene de relieve
la figura de un sapo o rana, con cola y sin patas, e, sobre un plano limi-
tado por cuatro líneas; más adelante se encuentra una Hnea gruesa, f,
en forma de una culebrilla que en el dorso tiene dos líneas paralelas de
de iguales dimensiones. El segundo tiene grabado un sapo, a, en actitud
de brincar sobre un plano limitado por cuatro líneas como el anterior
El tercer lado contiene una línea gruesa en forma de un dedo, b, se-
iíalado con tres líneas gruesas transversales y en medio del dorso se le-
vanta una prominencia casi como una nariz, señalada por los Iodos con
dos puntos opuestos, uno en cada lado. El cuarto contiene otro línea
gruesa, e, coma la anterior; esta figura se distingue en que no ocupa
el centro, está hacía un lado del plano. El quinto, d, es como los dos
anteriores, conservando el centro como la primera. Uno de los planos
tiene un circulo, g, cortado por un segmento, en el cual hay uno espe-
cie de dibujo con doble línea en ángulo obtuso, h. En el otro plano se
ve un círculo menor, k, que tiene en el centro un punto, y está cortado¡
con un segmento, de cuyos extremos parten dos líneas .que se unen
hacia fuera formando un ángulo; en el mismo plano se encuentra la fi-
guro m que es una culebrilla; en su dorso se ven dos líneas paralelas;
hacía la cabeza tiene .un ángulo agudo puesto de lada yola cala un

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triángulo partido por una línea más gruesa tirado descuidadamente .


. . "'nterpretaeión.-Está simbolizada en esto piedra la primera revolu-
ción del siglo muisca, que comienza en Ata, y acaba en Hisco, el cual
incluye nueve' años y cinco lunas muiscas. Los indios, que paro toda
usan el círculo, aquí prefieren el pentágono, paro significar que hablan
de cinco años intercalares .

. . " •• El sopa en acción de brincar es el signo del principia del año


y del siglo.

"b. Esto especie de dedo señala en las tres líneas gruesas, tres años.
"Omitiendo, pues, r' tldo e, que está a un lado, cuento en el dedo d,
otros tres años, que, jantos con los del dedo b, producen seis. Lo cual
denota la intercalación de Quihieha ata, que sucede puntualmente .0
los seis años muiscas, como se ve en lo toblo¡ y es de mucho conside-
ración entre los indias por pertenecer 01 sopa que arreglo toda el ca-
lendario.

" •• Es el cuerpo de un sopo de colo y sin patos, es símbolo de


Quihieha ata; y por carecer de patos es fjguro muy propia para ex-
presar su intercalación, porque el mes intercalar no se computa para
la sementera, y así lo imaginaban sin acción y sin movimiento. Se ve
sobre un plano, como también el sapo Ata, poro significar que en
uno y otro parte se hab!a del sapo.

"f. Esta culebrillo representa el signo Suhuza, que es el que se inter-


cala después de Quihieha ata, a los dos años muiscos representados
en las dos líneas gruesos que tiene el dorso. Lo que corresponde al
año octavo, como se ve en la tabla.

"Como concluímos con los lados del pentágono pasemos al plano.


"La culebra m es una reproducción de Suhu:rG, y como está tendi-
da sobre una especie de triángulo, símbdlo de Hisea, significa que se
intercala inmediatamente después de Suhu:a al segundo año, la que es-
tá figurado igualmente en las dos líneas gruesas que tiene el dorso.
"Como el fin principal de esta piedra cronológica es señalar la in-
tercalación del signo de Hisea, por ser el término de lo primera revo-
lución de! signo muisca, para mayor claridad están contadas estos ·años
en los tres dedos, conviene o saber: b, e, d, que juntos producen nueve

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años, Que son los que don puntualmente esta notable intercalación,
Que sucede a los nueve años y cinco meses, como se ve en la tabla.
"9. Es un templo cerrado; h, es la cerradura Que hasta el día de
hoy usan los indios en sus puertas, y llaman candado cormo. Los agu-
jerosle las dos orejas sirven a las estacas que le ponen, y los dos gan-
chos interiores para asegurar la puerta. Significa la primera revolu-
ción del siglo, cerrada en Hisco, y para Que continuase el tiempo, era
necesario en su imaginación (es decir, en opinión de los indios) que
el Gueso abriese la puerta con el sacrificio de que hemos hablado y
cuyas circunstancias eran simbólicas, relativas a esta revolución del
siglo.
"El círculo menor, k, con los radios que estón en el otro plono, fi-
guran a CuhupcUG, esto es, la luna intercalar y sorda, y la unión y
conjunción particular del Sol con la Luna que veneran tan misterio-
samente yola que se dirigía esta revolución.
"La culebra m, es símbolo del tiempo. El óngulo es número cinco
como el de los Romanos: le usaban los indios para explicar cinco, por-
que contaban por los dedos levantando el dedo índice y el dedo medio
en alta, como todavla practican; esta figura y las líneas del dorso de
la culebra, que es una representación de SuhuSG, significan que se
deben tomar los terminales cinco veces, como ya hemos explicado.

"La culebra, por otra parte, ha sido el símbolo del tiempo en todas
las naciones. Esta primera revolución del siglo estaba consagrada prin-
cipalmente a las nupcias del Sol y la Luna, simbolizadas en el trión-
gula, no sólo según los indios, sino según otras naciones.

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EXPLlCACION DE LA TASLA DE LOS AÑOS MOSCAS

Por D. José Domingo Duquesne.- (Fig. 49-póg. 317)

"El círculo interior representa las 20 lunas del año muisca vulgar,
cuyos signos todos se intercalan en el espacio del siglo.

"El círculo segundo expresa los años muiscas a que corresponde lo


Intercalación de cada signo.
"El círculo tercero expresa el orden de esta intercalación.

"Ejemplo: Deseo saber en qué año muisca se intercala el signo


Mica. Veo en la tabla en el número tres en el círculo interior, hallo
en el segundo que le corresponde el número 36, y este es el año que
se busca; veo en el siguiente círculo que le corresponde el número
19, y así la intercalación de Mica es en orden la décima nona del
siglo.
"La intercalación de Gueta (20) es lo última del año muisca trein-
ta y siete, esto es, después de un siglo vulgar muisca de años de 20
lunas y mós diez y siete años, de suerte que, terminado el siglo, o
revolución astronómico de 20 años intercalares de 37 lunas, cada
uno, les faltan tres vulgares, para completar dos siglos vulgares. En
llegando, pues, a este caso, no hacían mós cuenta de aquellos tres
años vulgares de que no necesitaban para lo labranza, ni para la re-
ligión, ni para lo historio, y empezaban en Ata (a que habla llega-
do el turno) un año vulgar, nuevo, principio de un siglo nuevo en to-
do semejante al primero que hemos descrito.

(Papel Periódica lIustrado.-Año III-págs. 313 a 318).

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"EL DORADO"

Deducciones que se derivan de los manvscritos de Duquesne

Los memorias científicos del doctor Duquesne son uno fuente pre-
cioso de muchos consideraciones muy importantes en el estudio ar-
Queológico de los objetos de los Muiscas. El espíritu observador de este
sabio anticuario, fue favorablemente auxiliado por su posición como
misionero de las familias indígenas, restos de la antigua Nación chib-
cha; familias aferrados tenazmente o sus costumbres y a sus prác-
ticas civiles y religiosas tradicionales, conservadas sigilosamente en
el misterio de su hogar. La posición sacerdota.' de Duquesne, decimos,
mós el interés científíco que le ofrecía el estudio de las antigUeda-
des de este pueblo, guiado por un carócter benévolo e insinuante, le
facilitaron lo confianza de los indios para obtener sus revelaciones
Efectivamente, ellos le revelaron su sistema de numeración, las ba-
ses poro la interpretación del Calendario de piedra y los conocimientos
necesarios para hacer un estudio filosófico y muy detenido del cómputo
del tiempo de los Muiscas, y para poder relacionar todos estos hechos
con sus misteriosos ofrendas y sacrificios. Todos estos datos comparados
con las relaciones de los cronistas, fueron un material suficiente pa-
ro que el talento y el espíritu fecundo de Duquesne, aprovechando es-
tas círcunstancias, dejase para la historía sus importantes manuscritos
que hasta hoy ven lo luz público.

Sin las relaciones Intimas y frecuentes comunicaciones can los in-


dios, no se puede comprender como Duquesne hubiera podido interpre-
tar el Calendario le los Muiscas, y recoger tontos y tan interesantes
datos pora la historia de la antigua y sorprendente civilización Muisca.

Duquesne guardó el secreto del modo como obtuvo estas revelacio-


nes, pero las sospechas de que sin ellas le habría sido imposible escri-
bir los memorias que nos dejó, se convíerten en certidumbre haciendo

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un estudio detenido de ellas, pues muy poco de lo que contienen se en-


cuentra en los relaciones históricas de los antiguos cronistas, y nada,
absolutamente, relativo al calendario y 01 cómputo del tiempo, tal co-
mo él lo explico. En apoyo de esto, referiremos uno relación verbal que
se ha conservado entre algunos personas después de lo muerte de Du-
quesne, acaecida el año el 1822.

Con el frecuente trato que el doctor Duquesne tenía como Párro-


co de los indígenas de alguno de (os pueblos de Lenguosaque y Ga-
chancipá, éstos le obsequiaban repetidas veces con algunos objetos:
de oro que llamaban su atención y gustaba estudiar y conservar com~
curiosidades. Visto esto por los indios que conocían la bondad de su
Párroco y sus bellos cualidades, tomaron decidido interés en manifes-
torle el amor que le profesaban proporcionándole objetos antiguos, que
eran tan de su agrado, pues le causaban un placer inocente. Uno de
los indígenas principales, que era considerado como el señor de todos
los de esto familia, ya tan reducida, se presentó' 01 doctor Duquesne,
y' le dijo:

-"Como veo que al amo Cura le agradan las cosas de los antiguos
indios, nuestros mayores, quiero que vea objetos que le sorprenderán,
los que han sido confiados a mi cuidado y custodio, y cuyo existencia
es un secreto Que hemos conservado con mis compañeros bajo lo fe de
un juramento sagrado. Si el señor Cura Quiere verlos se los señalare-
mos, con la condición de que irá por la noche, dejándose poner uno
venda en los ojos; llevaremos los faroles de la iglesia para alumbrarnos
si así le parece bien.

"El doctor Duquesne, bondadoso y complaciente con los indios, ac-


cedió o estas condiciones sin restricción alguna.

'Salieron del pueblo, siendo ya muy entrada la noche, y después


de recorrer una larga distancio, le quitaron la vendo de los ojos al pe_
netrar en una cueva o subterráneo, de cuya entrada había sido remo-
vido uno gran piedra. Grande fue su admiración 0\ contemplar la mul-
titud de objetos del culto y de lo adoración de estos indios, objetos
también de su industria y del uso doméstico: mantas de algodón primo-
rosamente tejidas y pintados, piezas de lo cerámica indígena, mode-
lados con figuras humonas y de animales, joyas y figuras de oro, pie-

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EL DORADO

dras curiosamene labradas y esculpidas con figuras y símbolos varia-


dos, armas, y utensilios le menaje; todos estos objetos yacían encerra-
dos boja la tierra, en las sombras del olvido y conservados 01 través de
los tiempos, con lo misterioso veneración de un culto religioso tribu·
todo por unos pocos indios restos de esta raza desgraciado, aterrori-
zado por los furores de lo conquista.

FI señor Duquesne les dijo con serio insinuación:

_"No sería mejor que todos estos objetos que yacen aqui ocultos, sin
utilidad alguna poro el pueblo, y cuyo uso le puede ser provechoso, se
repartan entre sus familias, de uno manera justa y equitativa?

_"No, amo Curo, todas estas cosas' no nos pertenecen, fueron de


nuestros mayores, Y solamente hemos heredado la obligación de con-
servarlas en secreto y muy cuidadosamente, lejos de las miradas de
la codicio y del irrespeto que tantas veces ha ultrajado nuestros de-
rechos; yo soy quizá el último descendiente de las familias indígenas
principales a quienes pertenecieron, Y el único paseedor del secreto
del lugar de su existencia; algunos de mis compañeros lo soben tam-
bién, pero jamás han penetrado en este santuario, y este secreto mori-
rá con nosotros.

"Después de obsequiarle algunos objetos, y entre ellos piedras escul-


pidos con figuras simbólicas, Y de haberle enseñado su signifiCQclón,.
se le exigió al Cura que abandonase aquel lugar, por estor muy pró-
ximo el dio.
"El doctor Duquesne regresó o su feligresía del mismo modo que ha-
bía solido de ella, y jamás pretendió violar esta confian:z:a, comuni-
cada en virtud, de sus prendas personales".

Esta relación que hemos recogido de dos o tres personas dignas de


crédito, tiene todos los coracteres de verosimilitud, atendidos las ra-
zones siguientes: Apenas han tran,scurrido sesenta y dos años daspués
de la muerte del doctor Duquesne, y lo relación fue conservada entre
algunos miembros de lo familia Morgalla, sus parientes. Además, repe-
timos, cómo puede explicarse sin mediar relaciones de íntima con-
fianza entre los indios y el doctor Duquesne, lo pasibilidad de interpre-
tar su Calendario, de estudiar y arreglar con claridad el cómputo del

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LIBORIO ZERDA

tiempo del sistéma muisca, de hallar las etimologías o alusiones de sus


palabras mÓs importantes en sus misterios y sacrificios religiosos, y
muchos cosas mós que Duquesne ha dejado en sus manuscritos?
Menos dudosa será esto relación para los que hayan leído con cui-
dado lo interesante corto que nos dirigió de París el señor D. Manuel
Vélez, con motivo de lo publicación de El Dorado. Ello confirma la po-
sibilidad de lo existencia de la cueva o donde fue conducido Duquesne
por los indios. El señor Vélez dice:

"Poso ahora a hablar o usted del hallazgo que se hizo, ahora trein-
ta y ocho años (1846), en uno falda muy pendiente de lo cordillera,
entre Gachantivá, pueblo extinguido del Valle de Leiva, y los minas
de cobre de Moniquirá. Iba un indio c.n un perrito persiguiendo uno
zorra, y de repente, desáparecieron lo zorro y el perrito, porque se
metieron por un pequeño agujero. El indio, por recobrar su perro, co-
menzó o covor y de golpe cayeron todas los piedras con que los on-
tiguos habían topado o disimulado la puerta de la cueva, y lo pri-
mero que el indio vió en la puerta de ésto, fue una momia, perfecta-
mente bien conservada,. sentado en una silla bajo y con orco y flecho
en lo mono, y después multitud de otros momias y objetos varios. El
indio, espantado, nado tocó por el momento. Avisó a sus amigos y
compañeros y volvió con ellos, dispersaron los momias y las trotaron
de un modo el más irreverente. Encontraron y sacaron maravillas, y
tantos montos finos de algodón que con ellas se vistieron los indios
de ese territorio. Hallaron también alhajas de oro muy curioS<1s".

~I señor Vélez estuvo después en esta cueva, encontró varios cosas,


y entre ellas unas dos mantas, de las que uno regaló 01 Museo Britá-
nico y la otra tuvo la amabilidad de enviórnosla para nuestra colección.
¡Es, pues, un hecho indudable que el señor Duquesne obtuvo muchos
conocimientos revelados por los indios, y también es muy verosímil lo
relación del modo como obtuvo estas revelaciones; y lo verdad de es-
tos hechos se revelo par sus mismas palabras.
"Miraban los indios el Calendario, dice, no sólo como una tabla pa_
ra el cómputo de los tiempos, sino como un cuerpo de legislación, de
ritos y ceremonias poro el Gobierno de lo Nación" (1).

( 1) Disertación sobre el origen del Calendario de los Moscas.

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lSon aun más terminantes y expHcitas las siguientes frases que- ex-
presan una aseveración del convencimiento que tenia de la verdad de
los asuntos de que se ocupó en sus escritos.

"Estoy perfectamente asegurado en orden a todo lo que voy a ex-


poner. Me veo precisado a repetir esta advertencia, porque pudiéndo-
se colegir de aqui algunas importantes verdades que ilustren la ¡'is-
toria antigua, no quiero que se piense que me burlo con pensamientos
imaginarios en una materia en que interesa tanto la edici6n" (2).

'Reconocida la exactitud de las descripciones y apreciaciones de Du-


quesne, resulta como consecuencia inmediata de sus estudios, la posibi-
lidad de poderse interpretar Y describir otras piedras y figuras simb6-
licas de los indios que Duquesne no describió' ni estudi6.

,Este sabio dice, en uno de sus escritos, tratando del CalendariO chib-
cha grabado en piedra:
"Tengo en mi poder un manuscrito que según parece contiene una de
estas revoluciones del tiempo. Los amantes de la bella literatura gus-
tarán de leer en estos caracteres tan extraños, Y mucho más cuando
se puede mirar como un pedazo del alfabeto chibcha, con cuyas notas
se podrá imponer, y aun adelantar en otros semejantes; de suerte que
estos fragmentos que suelen encontrarse, no serán en adelante un mue-
ble vano, sino un adorno importante de un gabinete de historia".

¡Efectivamente todavia se encuentran algunas piedras con animales


y figuras humanos grabadas y distinguidas con Iineas entrantes Y sa-
lientes, etc., que se pueden considerar como otros tantos libros morfo-
gráficos, cuya descripci6n e interpretación es concordante con las ba-
ses descriptivas y de interpretación que nos dej6 el sabio arque610go
Duquesne, y este es el asunto de que vamos a tratar en relacl6n con
las figuras que son de dos piedras de los indios Muiscas, que hacen
parte de nuestra colección.
¡La primero figura es una piedra semejante a otro que pertenecía
C' la colección arqueológica de M. Jomard, sabio geógrafo y arqueólo-
go francés, cuyo dibujo se encuentra en la obra del Coronel Acosta. Te-

( 1) Años de los Moscas.

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nemos duda de que este dibujo hoyo sido hecho con fjdelidod en el
número de sus líneas, pues M. Jomard no da de el/a ninguna ínterpre~
tación, pero ve en algunas de sus figuras flechas y carcaj, cuando los
Muiscas no usaban este último.

Al describir esta piedra, como también la segundo, haremos notar


los analogías que nemos encontrado entre el número de los líneas
profundos y salientes, y de los puntos que caracterizan las figuras,
y también éstos en su conjunto, con los datos del cómputo del tiempo,
recogidos por Duquesne, y algunos otros de lo historio de estos pueblos.
Estas concordancias muy notables, son una cuestión iconogrófica de
grande interés cientffico, cuyos deducciones no tenemos lo pretensión
de asegurar como evidentes; pero sí que siendo numerosos, constitl)'en
un proceso de grande verosimilitud. ',-

Domas grande mérito e importancia, en la interpretación de las fi-


guras de estos piedras, o los líneas y puntos que les sirven de adornos;
fUl'ldados en la siguiente observación de Duquesne:

.... "El método que tenían (los indios) de I/evar estas cuentas, es
el siguiente: representaban, por ejemplo, diez sujetos que debían una
determinado cantidad, en diez lineos, y al fin de las líneas ponían la
cantidad pagada, por donde se conocía lo que aun se restaba, hasta en-
terar todo el débito que quedaba señalado con el carácter correspon-
diente a Gueta, que en esta su aritmética es no sólo 20, sino uno ci-
fro igual a cualesquieros totales". (1)

'Eran, pues, las líneas en su número, según este ejemplo, empleadas


por los indios poro representar cantidades.

"Lo figuro 50 presenta desarrollado la piedra en los seis caros que


tiene.

¡<:> El plano A presenta uno figuro animal con cabezo humano, y el


cuerpo con sus cuatro miembros de sapo. "Algunos veces, dice Du-
quesne, se encuentro lo cabezo del hombre unido o lo del sopa y otros
01 cuerpo". El resto del cuerpo de esto figuro es una túnica o chírcote.

( 1) Memorias sobre los números, por el doctor Duquesne.

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Es decir, que este animal tiene en esto figuro el carácter antropomór-


fico o de personalidad que le daban los indíos consíderándalo como uno
deidad influyente en los meses lluviosos en los años agrícolas, es decir,
destinados paro los siembras.

'Los miembros de estos figuras están recogidos como poro brincar, ac-
titud que, según Duquesne, caracterizo lo entrado del año, como sím-
bolo correspondiente o Ata Iuno) que expreso lo primero luna del
año y del siglo.

Doce puntos forman un círculo, figura adoptada paro sus semen-


teras y poro sus cosos: este orco O circulo principio en una mono y
termino en lo otro, rodeando la cabeza como poro indicar que se deben
contar doce meses lunares o sunas, paro formar un año agrícola de
los tres en que se divide el año astronómico o intercalar de 37 lunas.

('En el faldón de la túnica, se ven siete líneas negros salientes, que


nos recuerdan el siguiente pasaje de Duquesne: "Comenzaban o con-
tar el mes lunar (suna) desde lo oposición o plenilunio figurado en
Ubchihica, que significo luna brillante; contando siete días en los de-
dos, comenzando en Ata, que sigue a Ubchihicu, hallaban lo cuadratu-
ra en Cuhupcua; contando de allí siete encontraban lo próximo inmer-
sión de lo luna en Muihica, que significa coso negro y 01 día siguiente
la conjunción simbolizado en Hisca, que en su concepto era uno unión
de lo Luna con el Sol, Que representaba los nupcias de estos dos ostras,
dogma capital de su creencia, y el objeto de sus más execrables cui-
tas; contando después ocho días, hallaban la otra cuadratura en Mica,
que significa caso vario, como queriendo significar lo perpetuo va-
riación de sus faces".

Lo repetición de las dos períodos lunares, de siete días codo uno,


parece estor indicado en los dos líneas negros salientes que están entre
los pies del sapo y sobre lo túnica,

:,Las tres líneas que están cruzados en el plano, en lo cabezo y en los


pies de la figura, y Que se ven repetidos en los demós figuras, pueden
representar, o los tres períodos de las faces lunares, o los períOdos de

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tres días, que constituían las diez semanas del mes lunar, cuya cuen-
ta llevaban en los diez dedos de las manos.
29 La figura del plano B representa, por su cabezo con ojos, y por su
formo en general un sopa sin patas y cubierta can una túnica. Du-
quesne dice: "Observando varios piedras con la debida atención, he
notado que figuran también el cuerpo del sapo sin patas, lo que repre-
senta el signo de Gueta (20), o también un signo de quietud, sin que
influya en los operaciones del, .campo .... otros el cuerpo sin patas
transformado en ídolo; esto es, con uno vestidura o túnica propia del
hombre" .

:En el pie de la figura, y sobre lo túnica del sapo, se notan cinco lí-
neas negros salientes y cuatro blancas, que son entrantes, sin contar
las extremos, que son parte del contorno de la figura que, como tos
demós, estÓ en relieve. La repetición de 4 veces las 5 líneas negros,
expresa,da así, puede repre.sentar un año civil o de 20 lunOs, el que
también está expresado por el sapo sin patas de lo figura, que es sím-
bolo de Gueta (20).

Como Duquesne dice: "Cada bienio intercalaban una lunar o la 17~


). sembraban a la 18~" intercalación que tenía ademós, .el objeto de
hacer el cómputo del año astronómico de 37 lunas, el que marchaba
ocultamente al lado de los años civiles de 20 Lunas; 'as dos líneas grue-
sas, negras y trasversales, marcadas en lo túnica del sapo, indican este
período bien al intercalar; y las líneas blancas, que en la piedra son pro-
fundas o entrantes, representan los tres años agrícolas que componen
un año astronómico o intercalar de 37 lunas (12 -1- 12 -1- 12 -1- 1),
Esta interpretación la-veremos más detallado en las líneas de la figura
del plano C.

39 El plano C está dividido en dos porciones casi iguales: en una se


ve la figura de la rana o sapo, como en el anterior, sin patas y con
túnica, así es que se le pueden aplicqr las mismas observaciones que
hicimos para la prime;a. Se encuentran las dos líneas trasversales, tan-
to arriba como abajo de la túnica, y están divididas cada par en do-
ce puntos o rombos, correspondientes a un año agrícola de doce lunas;
una línea intermedia separa estos grupos poro expresar la in-
tercalación de una luna correspondiente al segundo año agrícola y
formar un tercero de trece lunas, y todos el de 37 lunas, astronómi-

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Figura 51 de la relación de "El Dorada"

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Figuras 52 o 59 de lo relación de "El Dorado"

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EL DORADO

co. "Cada bienio intercalaban los Jeques una luna a la 17~ y sembra-
ban a la 18". En esta figura cada grupo de doce rombos está dividido
en series de 6 cado uno, porque cada seis lunas, o sunas tenía fugar
una ceremonia religiosa, dedicada a la Luna para suplicarle fuera bue-
na la sementero. Duquesne dice: "no había siembro ni cosecha sin
sacrificio" .

En la parte inferior de la túnica, las 5 Hneas negras y las 4 blan-


cas que las separan son factores dé 20 lunas del año vulgar o civil.
Duquesne dice: "el 20 y el 5 veces 20, eran misteriosos en toda la
secuela de sus sacrificios; por eso dividian los años terminales de 5
en 5, acabando de contar en el que habían comenzado, y de esta ma-
nera coda 4 acrótomos, salía la víctima del templo a recordar a los
indios que se acercaba esta estupenda solemnidad. Era sacrificada la
víctima al fin del quinto acrótomos". He aquí el segundo valor de es-
tas rayas Y líneas de la figuro.

Los dos rectángulos de la otra mitad de esta caro C, expresan tam-


bién los dos primeros años agrícolas de doce lunas, pero, además, sus
cuatro lados corresponden a los cuatro períodos o estaciones, dos de
lluvia y dos de verano. Duquesne asegura que "se han encontrado
también medallas que tenían cuatro coros, aludiendo o las cuatro es-
taciones del año".
'La línea intermedia que separo estos dos rectángulos de la figura
de la rana es la designación del tercer año agrícola intercalar, que
completa el astronómico de 37 lunas.

49 La figura del plano D es de uno expreslon iconográfico muy cla-


ra y preciso: es la formo de una mujer cuyos manos están en acti-
tud de contar con los dedos; y por su cabeza redondo Y sin pelo ni
adornos, revela ser la luna o Chía, deidad influyente en las operacio-
nes agrícolas, y a quien por su sordera a indiferencia, era necesario
dirigir súplicas y sacrificios. El arco que rodeo su cabezo en forma de
aureola, tiene 20 puntos salientes correspondientes a esto cifra desig-
nada por Gueta; cifra venerada por los Muiscas, por ser base de su
sistema de numeración, por servir en el cómputo del tiempo de sus
años o ciclos vulgares de 20 lunaciones, y para su siglo de 20 años as-
tronómicos o religiosos.

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'La intercalación más notable, señalada por Duquesne, es la del


signo de HisCG l/por ser el término de 1'0 primero revoluci6n del siglo
Muisca", y en la falda del chircate de la figura de la Luna se notan
9 líneas negras o salientes, que son las que dan precisamente esta
notable intercalación a los 9 años muiscas y cinco meses como se ve
en la tabla arreglada por Duquesne.

,Las referencias más notables relativos a esta figuro de la Luna,


y a su aureola de 20 puntos, y que apoyan la interpretación que he-
mos dado de ella, son las siguientes:

l/El número 20 en el que se encerraban todos los bienes y felicida-


des de esta Naci6n Muisca, era tln total completo que cerraba todos
sus cuentas.

"Los Moscas miraban como sagrado el número 20. No podían me-


nos que ajustar por él el año, porque de otra suerte se hubieran con-
fundido en todos sus cuentas. Los plazos para los pagos en su co-
mercio, las convenciones solemnes entre sus jefes, el orden de los su-
ceses y la cronología de su Naci6n, todo se debía gobernar por este
número: Gueta era el símbolo de la felicidad.

'''El mes y la luna tienen un solo y mismo nombre en su lenguaje,


Chía, y es la palabra que representa todo lo hermoso, lo brillante, lo
honorífico, porque la luz de este astro era entre ellos el símbolo de la
belleza y de la virtud". (Duquesnel.

A esto debe agregarse la personalidad que daban a la Luna bajo


la formo de una mujer.

59 En el plano E encontramos la figuro de un Jeque con su mitra


o gorra, característica de su dignídad sacerdotal. El Jeque estaba en-
cargado de arreglar las intercalaciones para que el pueblo pudiera ser-
virse de ellas en las aplicaciones del cómputo del tiempo, por esto lo
vemos en la figura aludido, con los manos juntos en actitud de ~a-
cer la cuenta de los meses lunares que constituyen el año, para hacer
la intercalación correspondiente. En su cuello tiene un cintill.o o :0-
llar de 13 puntos, denotando el tercer año agrícola de trece lunas,
que es el resultante de la agregación de uno luna sorda o inactiva co-
rrespondiente a la que se ha intercalado en los anteriores.

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.En lo falda del chircote (capisayo) del Jeque se ven las siete Iineos
negros o salientes que indican el término de lo primero cuadratura de
lo Luna en Cuhupcuo y el de la segundo en Muihico; y paro la terce-
ra contobon ocho, desde esta último hasta Hisco; cuento que hacíoJ
el Jeque en los dedos, pues dice Duquesne que "tenían los Moscas
su calendario descrito en los manos, teniendo en cada dedo coloca¿os
mentalmente sus signos, según el orden de sus números".
(La' figura que está inmediata o lo del Jeque, en este plano, es un']
culebra de dos cabezas, para representar en lo una, con ojos, el tiem-
po que pasó y que fue conocido o visto; y en la otra, sin ojos, el
tiempo venidero, desconocido. La culebra fue, según Duquesne, el sím-
bolo del tiempo entre los Muiscas.
Aquí debemos notar que los padres del género humano chibcha
o muisca, se convirtieron en culebras y desaparecieron en el agua de
un lago.
1 Lo culebra de esta piedra tiene en un extremo cuatro líneas grue-
sos en el dorso y cinco en el otro: las primeros recuerdan la salid::!
del Gueso coda 4 años, para avisar el estupendo sacrificio a que es-
taba destinado, recorriendo los cominos o sunas de Bochica, y los orras
cinco, el término señalado para el sacrificio.
69 La sexta cara de esta piedra o calendario, está formoda por una
pirámide cuadrangular, cuyas caras están marcadas con la letra Si
está truncada, pues que parece que se rompió, pero es muy probable
que fuera completa. Es muy notable en este calendario la piramide, si
se tiene en cuenta que fue muy usada entre los indios de la América
del Norte, principalmente entre los Mexicanos, que la llamaban
Teoeoli. Los Muiscas dividían su siglo, de 20 años intercalares o 05-
tronómicos, en cuatro períodos o revoluciones. La primera revoluciór.
se cerraba en Hisco, la segunda en Ubchihica, la tercero en Quihicho
hisca, y la cuarta en Gueta; y debemos notar que las cuatro faces de
la pirámide corresponden a los cuatro revoluciones del siglo. Esta co-
rrespondencia es más notable si se atiende a que en la base de la pi-
rámide hay una corona o anillo de 80 puntos o rombos, número que e,¡
múltiplo de 20, cifra sagrada, como para expresar cuatro períodos
máximos de 20 lunas cada uno.

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ILa segundo piedro marcada con el número 51 tiene seis caras (.on
figuras en relieve: lo coro a tiene la forma de dos esferas unidas por
una porción ciHndrica, como la unión de dos gérmenes; la b es muy
semejante o un renacuajo pequeño; lo c es también semejante a un
J'enacuajo sin cola, y lo d tiene la forma de una túnica con cabezo
rudimental, es decir, no bien determinada; esta figura recuerda la q'ue
describe Duquesne, del sapo o rana sin patos con lo vestidura o capi-
sayo del hombre Muisca. Lo coro f es la figura de un hombre y la e
lo de uno mujer; comparadas sus cabezas, lo del hombre es más pe-
queño que lo de lo mujer; parece, pues, la de un adolescente. Estas dos
figuras por su aspecto general y por su gorro o sombrero, recuerdan lo
descripción que hacen los historiadores de los padres de la humanidad
Muisco, Bachue y su joven esposo, nacidos de las aguas de lo laguna
de Yguaque. El hombre lleva las manos unidos como en actitud de
contar, y es muy natural que el padre de los Muiscas les enseñara lJ
contar con sus manos y o seguir la cuento en los pies como lo in-
dico el arco de unión que llevo en éstos; estQ figuro no puede indi-
car otro cosa.

,Es, pues, muy natural que esta piedra fuese uno especie de libro
iconográfico del génesis de la especie humano Muisco, y del animal
más íntimamente relacionado con el cómputo del tiempo, y con sus
trabajos agrícolas.

Otra consecuencia muy importante, de los estudios de Duquesne,


es que los Muiscas fueron idólatras, que tuvieron varios dioses y que
su idolatría fue antropomórfica (1) Duquesne dice, en los manuscri-
tos que dejamos publicados, que no es propio trotar en ellos, de lo
iconología de ros chibchas, materia que ofrece tratar por separado por
ser muy importante.

( 1) De este asunto hemos tratado muy extensamente en un ca,i.


tulo de n"estro estudio EL DORADO.

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EL DORADO

:Por nuestra parte hemos ajustado a la descripción e interpretación


de estas piedras, a los datos históricos que pueden servir para este
fin, y a las observaciones y datos que Duquesne expone en sus ma-
nuscritos; nuestros lectores notar6n las concordancias que hemos ha-
llado entre estos datos y explicaciones y las figuras de los piedras
Muiscas.

Papel Periódico lIustrado.-Año 111. P6gs. 355 o 359.

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NOTICIA SOBRE LAS ANTIGUEDADES DE LA NUEVA GRANADA

Por .1 señor D. Monuel Vélez

Nuestro compatriota y amigo el señor D. Manuel Vélez, residente


en París desde 1855 fue estudioso e inteligente observador de las an-
tigiiedades de los indios de Antioquia y de la antigua Cundinamarca;
en sus excursiones arqueológicas llegó a reunir una muy variada y ri-
ca colección de objetos indígenas, de los que muchos regaló o sus
amigos y otros fueron destinados 01 Museo Británica de Londres; y la
casualidad ha hecho \legar o nuestras manos un precioso documento
en el que el señor Vélez refiere el descubrimiento que hizo de las
ruinas de un antiguo edificio, levantado por los indioss en lo antigua
Provincia de Tunjo. En el Boletín de lo Sociedad Geográfica de París,
correspondiente 01 mes de Agosto de 1847, encontramos este documen-
to con una 'noto final que dice:

"Este artículo es tomado de una corta dirigido o M. Boussindoult


(por el señor Vélez) y comunicado o M. Jomard por el Coronel
Acosta" .
'La importancia que tiene este documento, que es desconocido en
Colombia, y lo estimación que debemos al señor Vélez, nos han impul-
sado a publicarlo tan pronto como lo hemos encontrado paro ogregar-
lo o nuestro opúsculo "El Dorado" .
.EI artículo dice lo siguiente:
"Recorriendo en diversas ocasiones lo provincia de Tunja, única-
mente con el objeto de reconocer el país, recogí lo relación vaga de la
presunto existencia, en el cantón de Leiva, de algunas ruinas perte-
necientes a un templo o a un palacio del tiempo de los antiguos indí-
genas. Esto relación variaba codo vez que reiteraba preguntas que
tendían o i1ustrarme sobre lo existencia de algunos vestigios de edifi-

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cios anteriores a la conquista, y no afirmando persona alguna el ha-


berlos visto, principié a dudar de la verdad de tal rumor. Sin emba~,go,
interesándome vivamente este asunto, emprendí un viaje en junio 'de
1846, a pesar del tiempo y del trabajo que había de costarme esto,
a fin de fijar mis incertidumbres. Después de haber reconocido el can-
tón de Leiva en diferentes sentidos, sin encontrar lo que buscaba, des-
pués de haber llegado a las cercanías de Moniquirá, siguiendo la di-
rección de Gachantivó a aquel lugar, al través de una bella planicie
ligeramente inclinada, entregado 01 cultivo, descubrí uno piedra que,
a cierto distancio, me parecía desde luego haber sido trabajado por
la mono del hombre. Aproximándome, reconocí que esta piedra era una
especie de columna de 4 varas 2/6 de longitud, sobre 3 V2 de diáme-
tro. Pensé QUe esta piedra, aunque groseramente trabajada, hubo de
servir de columna. Recorriendo el terreno, encontré esparcidas aquí
y allí otras piedras semejantes a la primera; al fin se presentaron a
mi visto trece piedras de las más gruesos, colocados como en un círculo
de 50 varas de circunferencia. Me pareció que debieron provenir de
algún templa o palacio que remonta a tiempos dejanos. Algunas de es-
tas columnas tienen una forma aplastada u oval, cada una tiene enta-
lIaduras en sus extremidades, las que indican dartlmente que por este
medio se servían para tomarlas y transportarlas fuera de la cantera
hasta el lugar que ellas ocupan.

"En tanto que desesperaba de encontrar las ruinas de un edificio, ob-


jeto principal de mi viaje. Los indígenas de una cabaña me señalaron
un lugar distante cerca de 400 varas de las trece últimas columnas;
me dirigí allí inmediatamente, y cual, fue mi alegría al reconocer las
ruinas! ellas me causaran una viva emoción. Encontré columnas ci-
líndricas muy bien trabajadas, fijas en tierra, y ocupando una super-
ficie de 45 varas de largo sobre 22 de ancho. Estas ruinas van de
Oriente a Occidente en el sentido de la longitud, algunas están colo-
cadas en línea recta en la misma dirección, can esta particularidad,
que en una de las filas las columnas están de tal manera aproxima-
das que su distancia respectiva no pasa de media vara. La circunfe-
rencia no sobrepasa de media vara (sic); en cuanto a su longitud,
no pudo ser determinada; estos restos están de tal manera deterio-
radps que la mós alta no tiene más de una vara y 1/3 sobre el suelo,
otras son apenas visibles, los rangos a los cuales pertenecen se en.

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cuentran interrumpidas. Los diámetros de estas columnas de uno igual-


dad perfecta, son entre sí de una exacta semejanza, Y ton bien tor-
neadas en forma cilíndrica que me parecieron mejor trabajados que
los que se emplean actualmente en Bogotá¡forman por su ligereza y su
elegancia, un contraste notable, con los trece enormes fragmentos men-
cionados más arriba.
"Es imposible afjrmar que el edificio de que se troto tuviera so-
lamente 45 varas de longitud sobre 22 de ancho, porque en este es-
pacio las columnas se tocan. En toda lo extensión de este terreno,
sobre una superficie considerable, se encuentran fragmentos de co-
lumnas esparcidos así como otras piedras, que parecen fueron traba-
jadas en algunas de sus caras. A 100 varas de aquí encontré igual-
mente un terreno lleno de malezas y un número considerable de pie-
dras que un exámen rápido me hizo sospechar habían sido trabajadas.
Las columnas que existen enterrados en el suelo son en número de 29.

"En todo 10 que VI, no observé señal alguna de mortero de cal ni


de otro cimiento; puede ser que levantando algunas de estos colum-
nas es encuentre.
"El examen de estos vestigios me hizo una grande impresión, Y ad-
Quirí lo certidumbre de que el territorio que los contiene y que pre-
sente cerca de dos millas de extensión, debió ser ocupado por una gran
ciudad, y, según mi opinión, por uno noción mucho más antigua que
la de los Muiscas.

"Como la superstición está siempre dispuesto a interpretar mal to-


do lo Que pertenece a los naciones idólatras, los gentes del país lla-
man las ruinas del templo o del palacio en cuestión, el infiernito. "Mi
opinión es que estos ruinas remontan o uno grande antigUedod, porque
estos columnas, tonto las que están enclavadas en el suelo, como las
que se encuentran esparcidos en lo planicie, contienen los marcas de
las injurias del tiempo, y señales no equívocas de mutilaciones y de
deteriorociones antiguos. Juzgo también que lo que ha contribuido o
su deterioro, es que estas ruinas han debido servir de contera para
las necesidades de la Villa de Leiva, del pueblo de Moniquirá y del
Convento del vollecito de Sonto-Exelwmo, cuyos contornos no presentan
. .,; montañas ni eminencias. Así, leiva, sobre todo, deb·') tomor mct,~'¡a-

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L1BORtO ZERDA

les da estos resros de columnas de un transporte fócil, poro con.truír sus


templos y sus conventos. Me inclino a esta opinión, tanto mós que
después de haber visitada estas ruinas, pasé por la parroquia de Mo·
niquiró, que estaba enteramente desierta, y en. la Iglesia y en la Ca-
so del Cura, únicos edificios existentes, reconocí otras piedras, en un
todo iguales o las de las ruinas.

"La ignorancia, que siempre ha reinado en lo Provincia de Tunja,


explico la negligencia y la falta de atención respecto o estos monu-
mentos tan interesantes y dignos de ser estudiados. Los habitantes del
lugar únicamente han tenido conocimiento de ellos hasta el día; y
bien que, boja lo relación de lo importancia y de lo grandioso, no
sean comparables a las que se han descubierto en Guatemala y en
Yucatón, por lo menos atestiguan la existencia de poblaciones anti-
guas muy avanzadas ya en civilización.

Otro motivo que me da el convencimiento de la antiguedad de es-


tos restas, es que la Provincia·~. Tunja, en mi opinión, es el lugar
de lo Nuevo Granado habitado desde los tiempos más remotos. Esto
está probado por lo ausencia de tierra vegetal, lo que se noto muy ge-
neralmente, de tal suerte que algunos territorios; tales como el cantón
de Leiva, san desiertos, atravesados por hoyos ocupadas por rocas IIe-
r.as de hendeduras y presentando la imagen de la miseria y de lo
desolación, mientras que en otro épocQ fueron cultivados, fértiles y po-
blados. Lo Que me afirmo en esta opinión, es Que en la Provincia de
Tunja, en general, no hay bosques; por ejemplo en Sogamoso las gen-
tes del pueblo cocinan con lo boñiga seco, y cultivan con cuidado el
sauce, a fin de emplearfo en las construcciones de sus cosas. A esto se
agrega Que allí se ha destruido el bosque con lo imprevisión más de-
plorable, como en la mayor porte de la Provincia de Tunja, y tal agota-
miento es un hecho Que demuestro lo existencia de poblaciones an-
tiguas.

"Al princIpIO de este año vi también en Tunja dos piedras llama-


dos los Cojines del Diablo. Sobre uno colina o seis cuadras (600) va-
ras de lo parte habitada de la ciudad, y en dirección, del Oeste, se
encuentran una roca trabajado, ocupando un espacio de cerco de cua-
renta varas, sobre montado solamente de dos prominencias que afee-
""on lo formo de piedras de moler, pero un poco más grandes. Lo más

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EL DORADO

alta tiene de V2 o 2/6 de vara; el contorno es perfectamente circula,r


en la parte superior; más hacia lo alto de la colina estas dos piedras
están un poco en declive, lo que ha dado lugar a lIamarlas cojines;
son iguales y de tal manera próximos una de otra que solamente los
separo 1f4 de varo. Tienen el aspecto de haber sido trabajadas. Me
arrodillé sobre una de ellas, y dirigiendo mis miradas alrededor, gocé
de una vista magnífica de la ciudad y de la planicie de Tunja. En
esta posición se encuentra el frente al Oriente. Tal vez los habitantes
de estos lugares adorarían allí al sol al levantarse, como lo hacían
los Peruanos. Debió costar grandes esfuerzos para trabajar toda esta
roca, a fin de igualar su superficie dejando solamente los dos cojines
prominentes .

. "Después me dirigí a Ramiriquí, por Boyacá, paro ver las grandes


columnas llamados comúnmente las Vigas de Piedra, o Vigas del
Diablo. En un rodeo, a poco distancio del río de Ramiriquí, encontré
tres grandes columnas echadas por tierra. Las dos primeras que des-,
cubrí son más gruesas en el medio que en sus extremidades; tienen
Jna forma elíptico, pero sus contornos son perfectamente redondeados,
y trabajados con tal arte, que se las podría hacer entrar en la cons-:
trrcción de un edificio actual. sin terier que retocarlas. Una tiene 7
varas y un cuarto de largo, y casi la misma circunferencia que la otra.
Ambas presentan en sus extremidades entalladuras que han facilitado
en todas el poderlas tomar y transportarlas. La otra columna se halla
o alguna distancia de las precedentes, tiene la misma circunferen-
cia sobre 4 112 varas de longitud; no es cilíndrica, pues tiene caras
que no pude contar porque está enterrcda hasta la mitad; una de
sus extremidades es más gruesa; en cuanto a sus caras se presentan
en el mismo orden.

"Cuando me desmonté del caballo, creí de mi deber examinar atenta-


mente estas piedras, y algunos habitantes de la localidad me rodea-
ron, burlándose 'de mi, y según les comprendí, se imaginaban que yo
era un tonto.o un maniático; cuando les dije que esas piedras ha-
bían sido trabajados por los antiguos indígenas, quedaron desconcer-
tados y sorprendidos. Esto me recordó lo que sucedió a Mr. Bullock,
viajando por México, cuando fue a visitar la pirámide del sol o de
Teotihuacán: como interrogase a este respecto al cura de Otumbra,
éste no pudo decirle nada, no sospechando aun de su existencia, aun

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LIBORIO ZEROA

cuand~ estaba a la visto de los ventanas de su cosa.


"EI doctor Mancó, curo de Ramiriquí, me hizo conocer en seguida
que en otro lugar de su parroquia existían cinco o seis columnas en
todo semejantes o las que acababa de ver.

"Mi amigo el Coronel Acosta, que escribe uno historia de la con-


quisto de lo Nueva Granado, me ha comunicado, según manuscritos
inéditos, que los grandes piedras de Ramiriquí existentes entre Moni-
ouirá y Gachantivá, (o 4 leguas casi de Ráquira) fueron conducidas en
tiempos de la Conquista a la planicie de Tunja, en donde los indios las.
emplearon en la construccián de un templo. Pero los autores de· este
relata no han podido escribir tales cosas sino apoyándose en relacio-
nes hechas por los indios después de la conquista¡ luego estos versio-
nes propagadas por el vulgo, no merecen más crédito que lo que se
cuenta en Ramiriquí de las columnas atribuídas al diablo.

"La nación que ha sabido trabajar estas piedras ha debido segura-


mente alcon:z:ar cierto grado de civHizoción y de inteligencia: así, no
debe creerse que estos hombres fueron ton estúpidos paro Ir a tra-
bajar piedras enormes a' cinco leguas de distancia y conducirlas en
'seguida pOr valles profundos y rutas pendientes, cuando lasteníPn
en Tunja mismo y las podían extraer de excelentes canteras. Esta pie-
dra es la arenisca a asperón con el que se construye en Bogotá, Tun-
ja, Chiquinquirá, etc. Las piedras de las ruinas que he visitado, tanto
en el valle de Leiva, como en Ramiriquí, son todas de arenisca. Ade-
más, lo circunstancia de haber encontrado estos ruinas adherentes al
suelo, con rangos o series de columnas enclavados en medio de enor-
mes piedras, destruye enteramente lo que refieren estos autores inéditos.
"He llegado a convencerme que estos países han sido habitados por
pueblos más antiguos y más civilizados que los que encontraron los
espoñoles en tiempo de la Conquisto. Por ejemplo, en el Territorio
de San-Agustín, en lo porte elevado de lo provincia de Neivo, se en-
cuentran monumentos célebres, tales como lo gran mesa de piedra, sos-
íenida por cariátides, y llamada de los sacrificios, estatuas de gran-
des dimensiones, y multitud de otros objetos artísticamente trabajados.

" Luego, como en tiempo de lo conquisto los españoles no encon-


traron en estos lugares más que los Pijaos, los Pantágoras y otras tri-
bus, que aun cuando eran notables por su bravura, eran bárbaros, no

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EL 09RAOO

se puede, pues, de ninguna manera atribuírseles la construcción de


estas obras en el día arruinadas, que, sin dudo alguna, remontan o
tiempos. más antiguos y mós civilizdos.

"En el valle de Medellín, de la provincia de Antioquia, los españo-


les no encontraron sino uno pequeña tribu bien pobre y ¡muy igno-
¡ ante; mós Piedrohita refiere que hallaron, en compensación, sepul-
cros de una grande riqueza. Lo que hoy de cierto es que en 1833, he
visto sacar de uno de estos sepulcros tres mil caste,lanos de oro en
joyos muy curiosos. Es, pues, presumible, que antes del tiempo de lo
conquisto de lo América por los españoles, habían existido ya en estos
localidades pueblos poderosos y ricos, que causas difíciles de deter-
minar habían debilitado o hecho desaparecer.

"Otro prueba de este orígen antiguo y de lo presencia de pueblos


numerosos en este país es lo siguiente: En Antioquia, en el cantón de
Santa-Rosa, mis parien,tes excovaron u~ terreno de aluvión de grani-
to, llamado Guadalupe, por medio de lo pólvora, y gastaron mucho
tiempo y dinero. Cuando llegaron o una profundidad de ocho varas,
se encontraron un lecho de árboles frondosos, bien conservados, espe-
cialmente de encinas, semejantes o los del bosque de encina. Bajo
este tejido de bosques sumergido por algún cataclismo, se descubrió
uno armo de los antiguos indígenas, llamada macana, de madero de
palmera, de dos varas de largo, terminado en formo de lanzo en uno
de sus extremidades, y teniendo en lo otro una lámina estrecho en
formo de espada adornado de relieves muy curiosos.' Obsequié esto ar-
ma al doctor Jervis, quien lo envi6 o Inglaterra.

"Creo deber agregar que, después del último viaje que hice 01 can-
·ón de Leiva, visit6 también una gran gruta que sirvi6 a los indios
poro enterrar sus muertos, y descubierto lo casualidad por los habi-
tantes del país hace dos años. En la dirección de Gachantivá, cantón
de Leiva, en el seno de la cordillera en donde se encuentran los mi-
nas de cobre de Moniquiró, y o corto distancio de esto, corre el río
que más abajo formo el Suárez, siguiendo un curso impetuoso, En
esto barranco un hombre perseguía con un perrito un zorro, cuando,
de repente, el zorro y el perro desaparecieron por un agujero. Trotan-
do aquel hombre de agrandar el agujero, o fin de, encontrar su perro,
se desprendieron algunos piedras y dejaron descubierta una gruta

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L1BORIO ZERDA

muy grande lleno de momias, de vestidos y de diferentes objetos. En


la entrodo de la gruta estaba una de estos momias, sentada sobre una
silla de modero, baja y sin brazos, teniendo un orco y uno flecho, en
actitud de uno persona pronto o lanzar fuero su dardo: se aseguraba que
llevaba también una corono de oro en lo cabezo. El hombre, espan-
tado, no se atrevió a tocar nada. Corrió hacia los vecinos poro preve-
nirlos, volvió acompañado de muchos de ellos, penetraron en lo gruta,
arrancaron de las momias los vestidos que los cubrían, y las arroja-
ron después. Sacaron gran cantidad de objetos curiosos que eran inca-
paces de apreciar, sobre todo vestidos, montas de algodón muy finas
y muy bien conservadas, con las cuales se vistieron en toda lo comarca.

"Llegué en Junio de 1846 para visitar esto gruta, subí con mucho
trabajo la cuesta desde la embocadura del río, llevando un guía; se-
guf durante 400 varas una dirección casi vertical, arrastrándome para
osirme o los arbustos' que encontraba. En los cercanías de lo gruta des-
cubrí desde luego huesos en gran número, tales como los restos de
los momias, que habían arrojado de una manero ton deplorable. En-
trando el primero reconocí q'Je esto caverna estaba tallada en una roca
calcárea, lo que explica cómo todos los cadáveres se habían conservado
y momificado, y cómo las mantas y demós objetos de que estaban re-
vestidos se encontraban en un estado perfecto, después de transcurri-
do tanto tiempo.

"No pude penetrar en toda la extensión de la gruta, porque aun


cuando, con excepción de la entrada, la altura interior fuese al menos
como la de nuestras habitaciones, no estaba provista de velos encen-
didas; además, por consecuencia de lo sequedad del terreno calcó reo,
el polvo que levantaba 01 caminar me fatigaba demasiado. El hecho
de haber excavado los sepulcros en una traed de ésto naturaleza, tan
apropiado para la conservación de los cadóveres, prueba lo sagacidad
de los indios.

"Hecho este descubrimiento por gentes ignorantes nos apresuramos


a rescatar de sus manos lo que hubiesen sacado de allí y yo disperso,
y sin duda no era esta la parte menos curiosa. Sin embargo, víen
poder del doctor Gorda, Cura de Guateque, algunas esmeraldas, en-
tre éstas una grande, no trabajada, y otra que tenía las señales de un
mal trabajo.

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EL DORADO

"Insistiendo, pude adquirir la pequeña silla de madera, un busto


de tierra cocida; dos fragmentos de manta de algodón; un collar de
huesos muy artísticamente trabajado, ligado por medio de un cordón
que forma un tejido curioso; dos figuras pequeñas de animales, en oro;
arracadas de tumbaga, de buen gusto y muy ricas; una cabezo de un
ciervo pequeño, con sus cuernos, recubiertos de uno capo de cera ne-
{;ra de abejas, circunstancia que me hizo pensar que esto sustancia
debió ser empleada como bálsamo paro conservar/a.

"El Museo de esta ciudad (Bogotá) ha perdido la preciosa piedra


que contenía el Calendario de los antiguos indígenas, y que el Barón
de Humboldt describe en una de sus obras. Después se ha descubier-
to, en el pequeño convento de San Diego, cerca de la ciudad, otra pie-
dra que era propiedad del señor Quijano, y que poseo en la actualidad.
La piedra descrita por Humboldt, es pentágono, más grande que la
del señor Quijano; ésta es un pequeño cuadrado largo, de basalto, que
contiene signos semejóntes a los de la piedra que el Museo perdió.
Tal coincidencia corroboro lo opinión expresada por los señores Duques-
ne y Humboldt, respecto al Calendario de los Indios, de que tales
piedras eran de uso vulgar. Lo piedra que poseo tiene dos signos, la
mitad borrados, así, he pensado que interesa hacerla acompañar de
un dibujo fiel, que la reproduzca en todas sus partes".

DESCRIPCION DE ALGUNOS OBJETOS INDIGEHAS

El señor D. Manuel Vélez ha tenido la amabilidad de enviarnos al-


gunos objetos de los Indios, restos de su antigua y rica colección.
Nuestro propósito es, después de haber dado a conocer su interesante
comunicación arqueológica dirigida a M. Boussingault, describir algu-
nos de ellos, presentando los principales en un grabado en madera.

,Hoy hace parte de nuestra colección el fragmento de una manta


de algodón, compañera de la que posee el Museo Británico de Lon-
dres, regalada por el señor Vélez. Esta manta es una 'tela de algo-
dón de hilos gruesos, que tiene de longitud 54 centímetros y 52 de an-
cho. Cada centímetro cuadrado contiene 20 hilos pareados en la ur-
·dimbre y 10 sencillos en la trama, de un grosor uniforme y bien tor-
cidos; está adornada con franjas o cintas de hilos teñidos del color-

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LIBORIO ZERDA

moreno del hábito de los carmelitas ,de diferentes anchos y algún ton-
to deteriorado el color por la acción del tiempO.
En nuestra primera parte de "EI Dorada" dijimos que los indias Muiscas
e Chibchas usaron mantos de algodón decoradas con pinturas de im-
presión, hechas con rollos de arcilla cocido, grabados con figuras va-
riadas, los que cargados de colores, los aplicaban sobre la tela. PO"
€ste medio se pintaban también la piel. Piedrahita dice que pintaban
sus mantos con pincel; pero este fragmento de manta, encontrado en
lo gruta de Moniquirá, nos ofrece un ejemplar de tela tejida con hilo
previamente teñido; es decir, es uno demostración de que los indios
conocían el arte de teñir las fibras vegetales. Este estudio es muy in-
teresante Y trataremos de él en un artículo separado.

En la misma gruta se halló el cintillo () collar representado en la


figura 52; este fue fabricado con el marfil de los dientes de algún
animol de grandes dimensiones; tiene el aspecto de haber perteneci-
do o los defensas del Mastodonte angustidens. Este. collar tiene de lon-
oitud 52 centímetros; está compuesto de 134 piezas, de lo forma de
lo suela. de zapato, y coda una de los mayores mide 2 1\2 centíme-
tros de largo,. por 1 de ancho; por media de uno perforación los une
entre sí uno trenza de hilos de algodl5n sobre uno de sus costados,
muy ingeniosamente tejido. En estos regiones no pudieron encontrar
los indios dientes de grandes dimensiones, sino los del Mastodonte, fó-
sil antidiluviano. De grande veneración debieron ser estos huesos par~
lo roza chibchri, a juzgar por lo fábula de los gigantes, tan general-
mente esparcida en los pueblos ame¡'¡canos.
Después que los cronistas que .siguieron a los conquistadores de la
América, relataron las variadísimas fábulas ql\e sobre los gigantes
hallaron en este continente entre los indígenas que lo poblaban, fue
en 1703 que se descubrió el Mastodonte en el Estado de Nueva York,
entonces Albany .. En 1739, un oficial francés, M.. de Longueil, atrave-
só los bosques vírgenes que bordan los riberas del Ohío, y los indios
que le escoltaban le señalaron en las márgenes del Gran Lago Salado
las osamentas de aquel animal gigantesco. El oficial francés llevó a
París un fémur, uno defensa y tres dientes malares y los remitió o los
naturalistas Daubenton y Buffon; el primero declaró que los mofares per-
tenecían o un hipopótamo y que la defensa y el gigantesco fémur eran

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Figuras 60 o 67 de lo relación de "El Dorodo"

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EL DORADO

de un elefante, Buffon no participó de las opiniones de Oaubenton, de-


claró que todos estos huesos pertenecieron a un elefante, cuya rasa
110 había vivido sino en los tiempos primitivos de nuestro globo, y de-

signó o este cuadrúpedo fósil con el nombre de Elefante del Ohio.


Desde eso época diferentes viajeros naturalistas se preocuparon en la
investigación del grande animal fósil del continente americano, y se
hicieron nuevos descubrimientos.

El nombre de Mastodonte fue dado por Cuvier 01 esqueleto, restau-


roda con los restos fósiles de este animal antediluviano, por lo formo
de sus dientes molares; este nombre se derivo del griego mostos emi-
nencia, y de odontos, .diente. Su organización es muy semejante a la
del Elefante, aunque de dimensiones un poco mayores que las de éste,
provisto de dos largos defensas en la mandíbula superior y dos pe-
queños en la inferior en la especie perteneciente a la época miocena,
y con s610 dos defensas la especie perteneciente o lo época. pliocenQ,
tiene cinco dedos en sus pies, y lo nariz debi6 ser prolongada en la for-
mo de la trompa del elefante. Difiere de éste último porque sus mue-
las estón erizadas de gruesos puntos o mamelanes c6nicos, dispues-
tos en colinas transversales; cuando son gastados por la edad, presen-
tan discos más o menos anchos; mientras que el elefante ofrece en sus
molares uno corona plana desde lo salida de los en das, y la cima mar"
coda con numerosas cintos de esmalte paralelos entre sí o en rambos
No existe viva ninguno especie del género Mastodonte, y de las veinte
conocidos hasta hoy, las mós importantes son las siguientes: el gran
Mastodonte 1M. giganteuml; el Mastodonte de larga trompa 1M. lon-
girrostris): el Mastodonte de los cordilleras 1M. andiuml: el Mastodon-
te de dientes angostos (M. angustidends): el Mastodonte de Humboldt
(M. Humboldtii): el Mastodonte pequeño (M. minutus). ete.

El Mastodonte angustidens, llamado así por la forma angosta de


sus dientes, se encuentra a poca profundidad del suelo aluvial de las
altiplanicies colombianas por ejemplo en la Sabana de Bogotá, cerca
de Soacha, y en el Valle de Leiva, a inmediaciones de la cueva en don-
de encontr6 el señor Vélez el collar de placas de marfil de los defen-
sas de este animal, y que figura en la plancha objeto de este artículo.
la organización gigantesca de esta especie, como todas las dem6s se-
mejante a la del elefante, es propia de los climas ardientes, Y no de
los frias y la existencia .de sus restos fósiles sobre las planicies de nues-

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L1BORtO ZERDA

tras montañas frías, no se puede explicar sino por el levantamiento


de lo gran cadena de los Andes que hizo perecer lo fauno colosal de
estas regiones.

la especie que ha llamado mós lo atención por sus grandes dimen-


siones, es lo deSignado por Cuvier con el 'nombre de Mostodonte gi-
ganteum, que antes había sido llamado por Buffon Elefante del Ohío~
y los indígenas del Canadá y de la Luisiana, en donde es abundante
lo considera como el podre de los Búfalos y lo hacen figurar en SU$
recitaciones tradicionales; uno de ellos, recógida por Fabri, es lo si-
guiente :

"Cuando el Gran Manitau descendió sobre lo tierra paro ver si 10$


seres que había creado eran felices, interrogó a todos los animales. El
Aurache (Búfalo) le respondió que estaría contento con su suer,te 'en
las jugosos praderas cuyo yerba le llegaba hasta el vientre, si no tl.i-
viera sin cesar los ojos vueltos o lo montaña poro vislumbrar al padre
4e los Búfalos, que descendería con furia poro devorarlo o él y a los
suyos".

Los indígenas Chovonais creen que estos grandes cnima:es VIVieron


en tiempos muy remotos con una raza de hombres gigantes, pero que
el Grande Señor los destruyó o todos con los golpes de sus rayos,;

,Según el célebre Cuvier el animal de Ohía es el mós grande de lo


fauno fósil: su altura mide desde encima de lo espaldilla cerca de
tres metros; su alimentación debió ser de tallos tiernos, de hojas, so-
bre todo de raíces y de las partes carnosas de los vegetales; en apoyo
de esta presunción se cita el descubrimiento le Mr. Barton, Profesor de
la Universidad de Pensilvanio, quien halló en Virginia, en una profun-
didad de cerca de dos metros en un banco calcáreo, osamentas comple-
tas del gran Mastodonte en medio de las que había uno masa de pe,
queños ramos de grama, de hojas, etc., medio molidos; el toda parecía
envuelto en una especie de saco que se ha considerado como el estó-
mago de este animal, sin terminar la digestión de las materias vegetales.

En los Estados Unidos del Norte generolmente se halla el Mastodon-


te en el piso subapenino. Distante algunas millas de la ribero. izquier-
do del Ohío se encuentro el Gran Lago Solado, y sobre sus bordes, en
un lodo fétido a 1 metro 35 centímetros de profundidad, se han hal!a-

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do estas osamentas en una posición vertical, como si simplemente los


animales se hubieran sumergido en el lodo.

,Se ha consideiodo que el Mastodo~te fue propio del continente ame-


ricano, y en toda su extensión dio origen a los fábulas de los gigan-
tes humanos; sin embargo en el continente europeo también existi6,
y es mós sorprendente que ollí, en medio de lo civilizaci6n, se hubiese
creído en la existencia de los pretendidas gigantes de lo especie hu-
mana, creencia favorecido por el charlatanismo, como se ve en lo si-
guiente relación del Profesor Zimmerman.

IEn 1577 un fuerte huracán desarraig6 uno encina cerco del claustro
de Reyden, en el cantán de Lucerna, y en el suelo se descubrieron gran-
des osamentos, las que fueron examinados en 1584 por el doctor Fé-
Iix Plater, médico de Bale, quien atribuyó estos restos o un gigante
de 19 pies. de altura.
Un cirujano llamado Mozuryer, encontr6 en lo ribera izquierdo del
R6dano, cerca de León, dientes y otros restos de un Mastodonte. Co-
mo este animal era desconocido en eso época, Mazuryer publicó que
estas osamentas habían sido hallados en un sepulcro descubierto por
él, construído de ladrillos, que tenía de largo 30 pies sobre 15 de
ancho, y que sobre las ruinas había leído lo inscripción: TeutoboelH.ls
Re., que aludía al nombre del rey teutón, bárbaro que invadió los Igo-
lias o la cabeza de los Cimbrios, y libró batalla contra Marius cerco
de Aquoe Sextioe, llamado hoy Aix, de donde habiendo sido vencido,
fue llevado prisionero o Roma para adornar el corteja del vencedor.
fue, pues 0111, sin dudo alguna, decla Mazuryer, la tumba de este
Rey, que, según el testimonio de autoridades romanas, sobrepasaba con
lo cabezo todos los trofeos enarbolados sobre las lanzas. El esqueleto
hallado tenia 25 V2 pies de largo sobre 10 de ancho. El Rey Luis
XIII tomó grande interés por el descubrimiento de Mazuryer, y este
charlatán recorrió la Francia y lo Alemania haciendo valer su rela-
ción y exhibiendo el esqueleto del voluminoso Rey teutón.

En 1832 fue enviado el pretendido TEUTOBOCCHUS 01 Museo de


Historio natural de París, en donde el señor Bloinville comprobó que
el esqueleto pertenecía o un grande animal Poquidermo, de lo fami-
lia de los Proboscidianos, restaurado por Cuvier y llamado Mastodonte
por este naturalista.

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L1BORIO ZERDA

•,Las figuras 53 a 55, representan animales alados, principalmente


la 53, que por su forma, sus ojos salientes y su pico encorvado,· S,
parece a un loro, ave sagrado, porque aprendía a hablar en su Je~uaje
y sacrificada en las aras de la diosa Chía, le llevaba las súplicas del pue-
1)19 religioso. Estas figuras son hechas de un esquisto negro y de serpen-
tina verde .

• Las piezas 56 y 57 son silbatos hechos de tierra cocido: uno con lo


figura de uno flor, y otro con lo de un pez con sus aletas y ajas, El
sonido que producen es muy variado en su tono, y es ocasionada por
la corriente de aire que se arrojo con la boca sobre el bisel se lo aber-
tura libre, y en algunos bosta arrojar suavemente el aliento de la
respiración para producir un sonido muy agradable, cuyo tono puede
hacerse variar cerrando y abriendo unos agujeros inmediatas o lo
embocadura ..

Las· figuras 58 y 59 tienen forma humano, y estón perforados en


io .cabeza para cargarlas en un cintillo; así fueron encontrados con
otr.as figuras de animales y de frutos o simientes vegetales menos in-
,teresantes. Observóndolas con atención, se nota que la figura 58 tie-
,ne las manos unidos y en la cabeza algún adorno en forma de alas;
pero el cuerpo, desde la cabeza a las pies, es cónico, y "1uy semejan-
te a la extremidad caudal de la crisálida de un gusano. piloso lla-
mado Mi/que por los indígenas y que devora las papos. A esto cri-
sólida, por su mavimienta giratario en diferentes sentidos, le atri-
buyen los indios la. virtud de ser adivino y de orientarse en una direc-
ción determinada; esta idea singular bien púdo tener su origen en las
supersticiones de los primitivos indígenas, y por esto le dieron la fi-
gura, mitad persona y mitad crisólida. La larva llamado Muque per-
tenece a una mariposa o lepidóptero del sugénero de' los Sátiros, fami-
lia de insectos diurnos, cuyas transformaciones debieron ser sorpren-
dentes paro el indio observador.

La figuro 59 con coro humana y brazos apenas diseñados, tiene


u~a vestidura como uno túnica. Esto nos recuerdo lo imagen de 80-
chica que los indios cargaban religiosamente, y el que según lo his-
torio tenía túnica talar. El Padre Simón dice que aun después de la
conquisto adoraban los indios la figuro del .80chica; pues uno vez
"entrando cierto religioso o lo caso de un indígena de Cogua, o quien

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EL DORADO

estaban ayudando o bien morir con uno cruz de romo bendito, la to-
mó en sus monos y halló que estaba oculta en su interior lo imagen del
Bochica".

Hoy día los gentes ignorantes del vulgo, principalmente en los cam-
pos y en los poblaciones pequeños, conservan algunos hábitos supers-
ticiosos de sus antepasados: cargan en los gargantillas, y aun en el rosa-
rio, dientes de animales, frutos secos y otras figuras extravagantes, pa-
lO preservarse de los moles que les puedan causar sus enemigos o per-

sonas malquerientes. Ellos dicen que son contra el maleficio.

Estos objetos, son, pues, especie de talismanes o figuras sagrados,


cuyas pretendidas virtudes recuerdan los primeros grados de los su-
persticiones numanas llamados hoy fetichismo y totemismo.

Papel Peri6dico Ilustrado. Año IV. Pógino 54 a 60.

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EL DORADO

El culto a los animales en tos diferentes rasas de la especie humana.

Estudio poro "EL DORADO"

Parece en primero consideración, que la veneración y culto que los


pueblos inferiores han rendido a los animales y a sus imágenes, fuese
el grado más baja del estado intelectual de la especie humana, pero
un estudio detenido de la historia de los diferentes pueblos del globo
demuestra Que no es así. El célebre antropalogista Lubbock, dice: "El
culto de los animales ha reinado generalmente entre las rozas que han
llegado o un grado de civilización un poco m6s avanzado que el ca-
racterizado por el fetiquismo".

Desde tiempos los más remotos se ha tratado de investigar la cau-


sa de la generalización de este culto. Diodoro de Sicilia suponía, en
el mito de la guerra de los gigantes con los dioses, que estos fueron
vencidos y se ocultaron durante algún tiempo en el cuerpo de algunos
animales, y que los hombres continuaron adorándolos en estos formas.
Lo explicaci6n de este hecho mitol6gico es de carácter enteramente
local, y no es aplicable o lo universalidad del culto.

Plutarco pretendió encontrarla en lo costumbre de representar con


frecuencia los animales pintados sobre estandartes y banderas; pero
muchos pueblos han adorado los animales sin usar estandartes; y ade-
más sería necesario buscar lo causo de lo representaci6n de los ani-
males sobre los estandartes.

Se ha creído también que el culto de los animales fue consecuencia


del uso de coseos o máscaras representando animales diferentes. Pe-
ro esta explicaci6n es también de carácter particular, pues que no to-
dos los pueblos que han adorado los animales han usado máscaras o
cascos. Es más natural creer que los pueblos que usaron máscaras de

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llBORIO ZERDA

animales, como los Egipcios, los Persas y los Chibchas, lo hicieron así
para simbolizar los animales que adoraron o veneraron, porque se
adoraban con ellas en sus funciones astrológicas y religiosas.

·EI profesor lubbock cree que el culto de los animales tiene su ori-
gen en lo costumbre muy general de dar primero a las personas y des-
pués a las familias, el nombre de algunos animales, como sucede entre
los tribus de los Pieles-Rojas.

Aun cuando es muy cierto que entre lbs salvajes ha sido frecuente
la costumbre de dar ICls nombres de los animales a los personas, a los
familias, y aun o los lugares y poblaciones, este hecho enteramente
particular, no puede explicar lo general aceptación de un animal co-
mo dios de toda una Nación formada de numerosos pueblos y familias.

Es verdad también que el totem de los Pieles-Rojas, según dice


Schoolcraft, que es un símbolo del nombre de uno de sus mayores, es
ordinariamente un cuadrúpedo, un pájaro, o cualquiera otro animal,
que constituye también el sobrenombre de ¡la familia. Pero este uso
sería en todo caso una causa particular para ser venerados entre estas
tribus los animales escogidos como totem, Quedando siempre en pie la
dificultad de no poderse generalizar esta explicación 01 culto de los
animales en todos ,los pueblos de la tierra.

Nos parece mós natural y acertado buscar una causo general, o que
comprenda, por lo menos, el mayor número de cosos y de circunstan-
cias; y Que aun cuando sus aplicaciones particulares sean muy varia-
das, estas puedan tener el mismo origen o alguno muy semejante. Ta-
les condiciones los encontramos reunidas en la explicación que vamos
a dar.

En atra ocaslon hemos dicho Que los razas inferieres, salvajes o se-
mi'civilizados, en la imposibilidad intelectual de conocer los verdade-
ros atributos de la divinidad, han deifcodo los individuos y objetos
de lo naturaleza Que más directamente impresionan sus sentidos y su
imaginación, y cuyas cualidades particulares les son mós fáciles de
apreciar, seo que estos cualidades obren maléfico o benéficomente. Es
por estos razones que el sabeísmo fue el culto más natural entre los
salvajes; pues, ¿Quién de ellos podría desconocer los beneficios del ca-
lor, del sol y de su luz como la de los demós astros? Pero entre los

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EL DORADO

tribus fTlás adelantados en civilización este culto vino o ser antropomór-


fico, es decir, que les dieron o los astros. existencia personal con todos
sus cualidades adorables.

El culto de los animales, y lo idolatría de sus imágenes, tuvo in-


dudablemente su origen en el fácil conocimiento que puede adquirir
el salvaje de las cualidades naturales de coda uno de estos seres del
leino animal; y siendo este ton generalmente esparcido en lo superfi-
cie de lo tierra, su culto ha tenido que ser enteramente universal, en
el mismo grado de desarrollo intelectual de las diferentes razas hu-
manos. Sus diferencias han consistido únicamente en el predominio
de determinados especies animales en algunas localidades, en las cir-
cunstancias particulares de estos mismos locolidades y en los in-
fluencias atribuidos, según lo observación del hombre salvaje a los
especies animales sobre los fenómenos de la naturaleza. ¿Cómo pueden
ser desconocidos del salvaje, en codo localidad, los cualidades y atri-
butos del león, del tigre, del elefante, de cocodrilo, del ibis, del sapo,
etc., y más generalmente aun las del águila y de la serpiente?

Los Pieles-Rojos veneran el bisonte, el oso y el lobo. (Mullerl. Al-


gunos tribus del Brasil y del Plata adoran el jaguar. (Mullerl. El dios
de los tejedores Chibchas se llamaba Fó, y lo representaban en forma
de un oso cubierto con una manta. También adoraban el sopa, la ser-
piente y el águila. (Prescott y Duquesne). Entre estas tribus los lo-
ros y guacamayos eran sus mensajeros divinos; y a juzgar por los figu-
ras de oro, de cobre y de piedra de estos animales, comO también del
lagarto y del sapo, todos alias fueran evidentemente sus deidades, pues
los cargaban en sus cintillos o gargantillas y los depositaban en sus
sepulcros.

Los peruanos adoraban animales diversos: Los Callas de esta Na-


ci6n rendían devoción a las llamas blancas (!lomo conopo) como las
Siameses 01 elefante blanco; los Antis a 'los pumas y a los uturunca,
que son los tigres; además eran objetos del culto de todos estos pue-
blos el cóndor, el águila, las alpacos, vicuñas, huanacos, papagayos,
lagartijas, etc., íddlos que figuraban de borro cacido, de esquisto ne-
gro, de granito, de plata y de oro, y que depositaban como lo hacían
los Chibchas, en sus huacas y sepulturas; eran especies de dioses pe-
nates llamados choncas o conopas. El ídala llamado Paucar entre los

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LIBORtO ZERDA

PeruQI'IOSera un grande loro de borro cocido. El Obispo de Weflington


dice: "Los Moorls veneran muy particularmente las arañas; sus sacer-
dotes les enseñan que las olmos van 01 cielo sobte los hilos de lo
Virgell; y tienen gran cuidada de no romper los hilos de. araño y los
hilos de fa Virgen que encuentran en el camino". (Lubbockl

Los Chibchos tenían mitos semejantes a los Maorís; creían que


las' olmos de los que morlan bajaban al centro de lo tierra, y paro
negar al término de su viaje, en donde eran felices, tenían que pasar
un gran _río en débiles balsas de telas de araño, y por esto venera-
ban a este animal a tal punto Que era prohibido darle muerte. Según
El'I11an, los Samoyedos tenían en gran veneración alosa blanco, por
-ser el animal más fuerte criado por la Divinidad, así como los Ostia-
kos veneran 01 oso negro. (Lubbockl .

El Indú adoro muchos animales, pero principalmente al elefante,


01 buey, al mono, 01 águila yola serpiente. lDuboisl.

Los antiguos Egipcias tenían también muchos deidades animales, y


entre ellos al ibis y 01 cocodrilo; este último les llevaba en las inun-
daciones le las aguas del Nilo el limo Que fecunda sus riberas. En
Módagascor creen que el cocodrilo está dotado de un poder divino;
le dirigen súplicas poro obtener su perdón y buscan su protección por
medio' de encantamientos fantásticos.

Pero el animal universalmente deificado en todos los tiempos es


la serpiente, y ha sido el símbolo del tiempo, de la eternidad y de
la salud.

Este animal· tiene en algunos especies cierto atractivo poro el hom-


bre, pues llaman la atención lo elegancia de su figura y sus movi-
mientos rápidos y ondulados; y en otros su fuerzo y talla desmesura-
da; al mismo tiempo es horrorosa mente aterrador por su mortífero ve-
neno; su vida es misteriosa, retirado en la espesura del bosque, escon-
dido en el zarzal, en la montaña y en los valles. Por otra parte es fá-
cil su domesticidad, dominado por la música de un instrumento rústi-
co, obedece o la voluntad de los juglares. La serpiente se encuentra
en todos partes del mundo, vive largo tiempo y cor:nbia por épocas de-
terminados su vestidura de escamas, apareciendo cÓn co!ores más
vívidos y mirada más centellante.

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EL DORADO

Todas estos condiciones de 10 serpiente han influido en lo ima-


ginoción del salvaje paro que le atribuya un carácter ~ivjno.

El profesor Muller trata de explicar en su Mitología científica


par qué en algunos pueblos es considerada la serpiente como un dios
benéfico, y hace notar que es el emblema de la naturaleza estéril
e impura, pero que también es símbolo de la salud y de la juventud.
Muchos pueblos de la ontigUedad adoraron la serpiente, entre ellos
se cuentan, según M. Fergusson, el Egipto, la India, la Fenicia, Ba-
bilonia, la Grecia; y también otros historiadores refieren que exis.-
tió el culto de este animal en las tribus de México, del Perú V de la
antigua Cundinomarco.

Los Lithuonios tenían en coda familia una serpienee corno su dios


penate o doméstico. (Lord Karmes. Histo" of Man).

En el día se adoro aun en una gran porte del Asia, principalmen-


te en Persia, en Cachemira, y en Cambodge, en el Thibet, en la In-
dia, en c::hina, en Ceylán y entre los Kolmukos.

En Africa se conserva el culto de este reptil en algunas portes del


alto Egipto y en Abisinio.

'Smith, en la relaci6n de su Viaje o las costos de Guinea, dice


que "lo primera divinidad de los indígenas es una magnífica ser-
piente de naturdleza inofensiva. Guardan estas serpientes en un tem-
plo o casa fetiquista, construído expresamente en uno breña o zorzal,
y se les ofrecen sacrificios de cerdos, cabras, gallinas, etc".

Entre los Viti, "la personificación de la idea abstracta de la vida


eterna es el dios Ndengei, el que no experimento emociones, ni sen-
saciones, ni deseos, únicamente está sometido a el hambre; la repre-
sentan en forma de serpiente, que es el símbolo de la eternidad eÁ
el mundo entero" (Lubbock).

En el Continente Americano viven las serpientes de varladisimas es-


pecies y tamaños en los climas ardientes, en los templados Y aun en
los fríos de los elevadas regiones de los Andes; así no es extraño que
los numerosas tribus que lo pa\:jlaron, adorasen este reptil y, según al-
gunos historiadores, principalmente los Aztecas, los Natches, los Ca-

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ribes, Is Muiscas, los Peruanos, los Monitarris, los Mondans y otrOs


muchos.

los Antis del Perú adoraban las grandes serpientes que llamaban
Ámaru. los indios dál Cuzco y de Guamachuco refirieron o los misio-
neros que cuando Chacochumo, general.de las tropas delinca, se en-
contraba en esta provincia con su ejército,' se le apareció una serpien-
te vellosa, extraordinariamente larga, gruesa, como el muslo, cO,n una
cabeza semejante a la de un siervo y lo llamaban Uscaiguai; tenia
campanillas de oro en lo 'Colo, por la que' la consideraban cama el dios
de las riquezas' y la adorolXI" paró canseguirlas. En una segunda apa-
rición anunció este dios que regresaría al cielo, y toda la nación la
vió elevarse, hasta que desapaAtci6. (1 l

En el Ecuador las indiós daban <l la serpiente el nombre genérico


de machac a amatu, y los Maynos el de machacuí. Trapa mochocuí
ql,lieredecir ep el lenguaje de estos Ultimas, fóntosmo o visión povoro-
sa de lo '~tro vida: es ésta una culebrillá de dos palmas' de largo y del
grosor del dedo pulgar; fue m~y temida de los indios porque creían
que era el anuncia infalible' de la muerte de quien lo viera o de algu-
no de sus parientes muy cercanas. (Historllí del Ecuador, por Velazco).
M.Charlevai refiere que cuando el cOnquistador Alvarez trató de
pasar del Paraguay al Perú, "vió el templo y lo residencia de uno
monstruoso serpiente que los indígenas habían elegido para su dios, o
la 'cual' alimentaban con carne humana";

En el culto de la serpiente este reptil ha posado, ,en los diferentes tri-


bus y razas, desde el simple fetiche al totem americano, y finalmen-
te, al cu'lto antropomórfico, es decir, que algunos' puel:Jlos semicivili-
zados la han considerado como un dios dotado de personalidad; tam-
bién se han imaginado que algunos de sus per.sonajes históricos deifica-
GaS se transformaron en este reptil aterrador. Los ejemplos siguientes
son muy notables:

De los Givims o, Hivitas (Avims o Avitasl, de que habla el Deute-


ronomio (Gén. c. IIv. 23), y el libro de Josué le. XIII v. 3>, descen-

(Muños. Corto sobre la superstición del Perú, por un Religioso agus-


tinci 1.555. El autor atribuye este mito a la aparición del demonio).

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EL DORADO

dieron Cadmus y su mujer Hermione, los que, según las Metamorfosis


de Ovidio, fueron cambiados en serpientes y recibieron honores divi-
nos; y según el Abate Domenech, es por alusión a esta fábula de las
metamorfosis que lo palabra givim en fenicio significa serpiente.

En Epidaura, ciudad del Peioponeso, fue adorado Esculapio, dios de


lo Medicina, bajo 110formo de uno serpiente. Colocado este reptil so-
bre el altor o en la mano de lo diosa Higea, hijo de Esculapio, era el
símbolo de la salud y fue adorado en esto forma.

La historia de los Chinos considera como el verdadero fundador de


su imperio a Fo-Hi, que es aun un personaje mitológico. Tenía el
cuerpo de serpiente y la cabeza de buey; éste daba el nombre de
Long, que significo dragón, o sus ministros. Este -hambre-serpiente,
inventó lo escritura y se la enseñó al pueblo chino; también encontró
los ocho tigramas.

Uno de los diez grandes caribes, elevados al rango de dioses, era


Racamán, que simbolizaba los frutos, fue representado por una ser-
piente con la cabeza de hombre, que vivía sobre un árbol ofreciendo
frutas a los pasajeros y después se convirtió en estrella. (Bachiller).

En la Edad de oro de las tribus del Anahuoc, Quetzalcootl, hombre


blanco civilizador de las gentes de estas regiones, cuyo nombre signi-
fica serpiente revestida de plumas verdes (pájaro-serpientel, entra-
ñaba la idea -de este animal sagrado, que en diferentes rozas y tri-
bus del Continente Americano aparece constantemente con el carác-
ter de una deidad. Quetzalcoatl, en el décimo año de su reinado, fun-
dó un nuevo templo, destinado o reemplazar al- antiguo. Su forma era
la de una pirámide de grandes dimensiones, en su parte superior de-
bía llevar una rotunda ,consagrado al dios del aire. Una escalera gi-
gantesca se elevaba _exteriormente hasta su cima, y servían de rampas
en cada lado serpientes de ..figuras monstruosas, presentando en sus
gargantas abiertas 01 pie del monumento, una cabeza coronada con la
diadema de Quetzalcoatl. Pero este profeta no tuvo el tiempo suficien-
te para terminar su obra. (Brasseur de Borbourgl.

Los antiguos mexicanos, que adoraron la serpiente, adoraron tam-


bién a Cihacohuo, la mujer-serpiente, que fue la madre del género
humano. Humboldt dice de cierta alegoría del almanaque ritual y as-

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trológico de los Aztecas: "Es esto uno divinidad cuyo enorme nariz se
ve adornado con lo figuro de la culebra de doble cabezo o onfisbeno
misterioso, tiene en su mano un Jliquipili o bolso de incienso; de un va-
'so roto que est6 colocado sobre el hombre, sale uno serpiente; otro,
<Iesongr6ndase y hecho pedazos, se hallo delante, y la tercera, tam~
bién en trozos, se encuentro encerrada en uno caja lleno de agua, de
la que brota una planta; un hombre se descubre o lo derecho de un
jarro, yola izquierdo uno mujer engalanado de flores, probablemen-
te lo voluptuoso Tlamesquimili, que también se lo pinto con los ojos
. vendados .... Evidentemente indica dos ideas muy diferentes la fi-
S;W'0 de lo serpiente en las figuras mexicanos; en los relieves que mor-
con.la divisi6n dtt¡l año y los cielos, s610 expreso el tiempo oevum; y
es el genio del mal, un verdadero cacodaimon, pintado lo serpiente en
reloci6n con cihuac:ohualt.. lo madre de 101 homb•.•• (lo mujer-serpien-
te) o aplastada por el Gran Espfritu, cuando tomo la forma de una de
las divinidades subalternas".

Los Chibchos en sus tradiciones m¡ticas tenlon a Bochue, madre de


t05 hombres, a quien adoraron: esto mujer se tronsform6 en uno ser-
piente que desaporeci6 con su esposo en las aguas de laguna de lo
19uaque, que est6 cerca de SÓchica. La Bachue de los Muiscas, fue,
pues, la mujer-serpiente, como la madre del género humano de los
Mexicanos y es muy probable que lo represente lo serpiente de lo
figuro 62 que lleva uno pequeño serpiente en el dorso, pues el esposo
de Bachue fue un niño que se convirti6 también en serpiente. Es in-
dudable que los Muiscas adoraron lo serpiente, pues los· cronistas re-
fieren que tenfan los indios uno deidad que se les manifestaba miste-
riosamente o los sacerdotes y Mohanes, en las orillas de las lagunas,
que eran sus adoratorios, en lo forma de dragoncillo, o serpiente con
Grejos y grandes colmillos (21. Adem6s, de esto, en sus huoc:as, y se-
pulturas se han descubierto serpientes y dragoncillos de oro, de co-
bre y de piedra, de variadas figuras y dimensiones, como los represen-
tadas en los números 60, 61 y 62, que hemos copiado con toda fide-
lidal de los originales de oro hallados en los sepulcros.

(2) Los cronistas y misionero. atribuyen esto idolatrío a influendas


_1 delllOllio pero no .•• 10be li los indios 10 conocieron oñ.

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EL DORADO

Es muy notable lo semejanza de los serpientes de oro de los Muis-


cas, números 61 y 61, con lo Ceraste o serpiente -áspid, de los anti-
guos Egipcios, número 63.

Los Egipcios adoraron la serpiente, y al mismo tiempo su figuro


les sirvió de símbolo en su escritura fonético.

Lo Ceraste, serpiente propio de las márgenes del Nilo, es muy ve-


nenosa; se distingue por dos prominencias que o manera de cuernos
e de orejas le sobresalen en la cabezo; estos cuernos se ven exagera-
dos en en los dibujos egipcios, por lo costumbre que estos tenían de
exagerar el rasgo más notable de cado figura, o fin de Que se pudie·
ron reconocer con facilidad en e1 dibujo ejecutado rópidamenee.

Usaron los Egipcios lo figuro de la Ceraste en sus geroglíficos, así


como los de lo rana, el lagarto, el cocodrilo, lo culebra, lo víbora y el
áspid.

Los Muiscas también usaron en sus geroglíficos lo serpiente, lo cu-


lebra, la rano y EII lagarto. Lo figuro de lo culebra número 60 es lo
Que más comúnmente se hallo pintado sobre las piedras y en sus
modelos.

Parece Que lo Cerllste de los Egipcios no tenío significación figura-


tivo, sino Que se usaba como símbolo fonético, yo poro expresar un
pronombre simple, masculino singular de tercera persono, o yo el so-
nido de .\o a, como se ve en el cartucho 64 del Faraón lIIephereus, pri.
mer Rey de lo XXIX, dinastía en donde Champolión ha leído 1110;-
phoroué o Naphrouo.

La Ceraste de ese cartucho está pintado en geroglífico lineal, p~ro


más comúnmente la pintaban como se ve en la figura 63.

los figuras 65 y 66 son de otros serpientes que empleaban como


geroglífícos los Egipcios: lo núme,'o 65 parece que era lo famoso cobro
copella tan abundante en lo India, y que domesticon los juglares por
medio da la música.

Según el viajero M. Aubin, que en muchos años de observociones asi-


duos y difíciles, reconstruyó e interpretó casi completamente el siste-
ma de escritura mexicana, esto presento dos grodos da de:arro1:o. [;.1

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los representaciones comunes, de que los autores se han ocupado casi


exclusivamente, es muy semejante esto escritura o los rebu$ que lo in-
fancia mezcla en sus juegos. Así como los rebus, es generalmente fo-
nético, pero también es con frecuencia confusamente ideográfico y
simbólico.

"En los documentos mexicanos históricos o administrativos de un


orden superior, lo escritura figurativa, constantemente f.onética, no
es ya ideogrófica sino por abreviación o por impotencia".

Lo palabro Ittcootl, dice el mismo autor, significo serpiente de ob-


sldiana, y es el nombre del cuarto Rey de México; tiene por rebus
en todas los pinturas populares, uno serpiente (cootll, figura 67, guar-
necido de puntas o lan%os de piedra obsidiana (¡tstti), pudiéndose in-
terpretar fonéticamente por el sonido de lo palabro, a ideográficamen-
te por su acepción gramatical (3).

Loogrupación de todos estos hechos semejantes, que hemos presen-


tado respecto del culto. de los animales, ,es muy importante en lo his-
torio de los pueblos inferiores, porque demuestro, en primer lugar que
todas los sociedades humanas han posado por el mismo grado de
desarrollo intelectual; y en segundo lugar, porque sus analogías mós ¡n-
mediatas respecto de la serpiente hacen presumir Que ciertos pueblos
han tenido el mismo origen o íntimos relaciones entre sí; presunción
apoyado por lo onologlo de sus costumbres, de sus creencias religio-
sos, de sus artes y conocimientos en el cómputo del tiempo, y de sus
tradiciones mlticas que en otro parte hemos estudiado yo.

Papel Periódico Ilustrado, número 80. Año IV. Pág. 117 o 120.

(3) Esta figuro es tomada de la obro del abate Brasseur de Sour-


bourg.

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EL DORADO Y LA CONQUISTA DE LOS MUZOS

'la conquista de la Nación de los Muzos y el descubrimiento de sus


ricos veneros de esmeraldas, estuvieron íntimamente relacionados can
la infatigable persecución de "EI Dorado" ensueño fantástico de gran-
des y desconocidas riquezas, al cual se debe en gran parte el descu-.
brimiento y conquista de extensos territorios de lo América quinoccial,
y que dio origen a hechos heroicos y o esfuerzos titánicas no exen-
tos de actos de crueldad por porte de los conquistadores.

,El relato de los acontecimient,os que se sucedieron en los diferentes


expediciones que intentaron el sometimiento' de las tribus belicosas que
habitaron el país de Muuzua, y de la obstinada resistencia que opu-
sieron éstas o los invasores castellanos, ofrece grande interés, pero
es mucho mayor presentándose los hechos agrupados en un solo cuadro,
histórico, en el cual se puedan estudiar también lo naturaleza de estos
tribus, sus costumbres sociales, su régimen político y su carácter gue-'
rrero e indomable.

No fue solamente el instinto de lo propia conservación el que guió


a las parcialidades de esto nación indígena o congregarse para repeler
lo agresión de lo conquisto; fue el reconocimiento de su propio dere"
cho natural paro la defensa de sus intereses y de lo independencia de
sus familias y de sus hogares, pues comprendieron bien que los Espa-
ñoles buscaban con vehemencia las riquezas auríferos de su suelo y
las que poseían labradas, como adornos, y alhajas, o como ofrendas
a sus dioses, sin detenerse en los medios de adquirirlas; fue, en fin,
el amar o la patria hollada por lo planta de hombres desconocidos, cu-
ya superioridad no fue bastante poro humillar lo altivez de su raza.
Algunos historiadores de la conquisto consideran o los Muzos como uno
porción de lo gran Nación de los muiscas, pero atendida su situación
topográfico, sus costumbres, cosmogonía, lenguaje y ritos religiosos,

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N adquiere el convencimiento de que estos tribus formaban uno Nar


dón independiente y muy diferente de los Muiscas. Según los escasOl
datos que hemos recogido, relativos a lo raza de estos indios, fueron
de estatura regular, fuertes, de miembros vigorosos y bien formados,
piel cobriza, pelo negro y lacio, ninguna barba, facciones regulares y
de un aspecto semejante o lo rozo Malaya.

'El territorio de los Muiscas está situado 01 Nordoeste de \0 ciu-


dad de Bogot6, a 15 miriámetros le distancia de esto capital, y hoy
tiene su principal población a los 59 25' 32" de latitud Norte, y a OQ
12'-20" de longitud occidental. Forma uno hoya o valle estrecho de
96 miriámetros de superficie, comprendidos entre los ramales que se
desprenden de la cordillera que separa este valle de lo altiplanicie de
los Muiscas, de los cuales los pueblos confinantes más inmediotos eran
los' de Saboyá, Chiquinquirá, Simijaca, Susa, Fúquene, Ebate, CaruPíl
V Tausa. El ramal que se desprende de esto cordillera en el \Imite de;
Sur, y que principio en el alto de Chaquira y termino en el de Ca,>
rancho, separaba o los Muzos de 10l! dominios de los antiguos Coli-
mas (hoy distrito de Lo Palmo, Estado dI;! Cundinamarco): en los fol.
dos de aquello serranía s~ hallan respectivamente los pueblos indíge~
nos Topaipí y Yacopí. El ramal Que forma el Umite del NQrte se des·
prende de lo peño de Saboyá y va o terminar en el alto o cerro de Car-
bol, por cuyo pié paso el río Zarbí (hoy Minero), 01 valle llamado po,
los conquistadores "Otro-Mudo". En el Occidente limito el territoric
de los Muzos uno cordillera en donde se encuentro el cerro de Itocc
que entraña las ricos minas de esmeraldas; esta cordillera corre, po
ralela o otro más distante, al río Magdalena, y en medio de las dos s'
hallo el estrecho valle que fue habitado por los Pauras. Estos son lo
limites naturales del territorio que ocupó lo naciO'n de los Muzos,
pero parece que sus dominios se extendían hasta las márgenes ,del
Magdalena, según se puede colegir de lo tradición del origen de es-
tas tribus.

los habitantes indígenas de estos comarcas fueron muy numero-


sos y adquirieron gran celebridad por su carácter altivo y guerrero;
no obstante, antes de la conquisto fueron vencidos y sojuzgados PO"
los Pauras, tribu feroz e implacable en lo guerra. Los Muiscas tamo
bién llegaron a dominarlos, no tanto por su valor y pericia militar
cuanto por el número de sus combatientes. Pero su val¡¡¡r sacudió

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El DORADO

el yugo de sus contrarios, arrojando a los Muiscos o los confines de


Saboyó y Moniquirá, y o los Pauras, al estrecho valle que media en-
tre el Carare y el Magdalena. Los Muzos no tenían Jefe civil para
el gabierno de su Noción: los familias estaban congregadas bajo lo
autoridad poterna, que era el Jefe natural de coda uno de ellas;
pero en coso de guerra formaban un consejo de los ancianas mós ex·
'perimentados, que intervenían en todos los asuntos polítiCOS, yi 01
combate eran conducidos por el indio mós valiente y mas audaz acla-
mado como jefe militar.
"El matrimonio no era el resultado del amor, era arreglado por lo
autoridad paterno. Llegado lo mujer o los quince o diez y seis añas,
los padres acordaban su matrimonio Y le daban esposo o lo hija sin
que ello lo eligiese. El hombre iba por tres días consecutivos o visi-
tar o su prometido, lo halagaba y llenaba de caricias, recibiendo en
retribución de estas manifestaciones golpes y polos; pero posadas los
tres días es colmaba yo y aceptaba al esposo; le preparaba lo príme-
ra comido, envióndosela con lo modre o pariente mós inmediato. El
esposo asistía, acompañado de lo suegra, o lo labor de uno semente-
ro destinado (1 lo desposado, y 01 coba de un mes de estas recípro-
'\:as manifestocione!> quedaba realizado el matrimonio. Entregaba en-
tonce!> el hombre o su !>uegra las donas para su mujer, que eran unos
faldillas adornadas de caracolillas llamados suches.

IEra natural, pues,. que siendo el yugo conyugal uno imposición sin
intervenci6n del amor, no escaseasen las infidelidades de lo mujer,
y esto ofensa hacía frecuente el suicidio en el hombre, atravesándose
el corazón con un dardo envenenado. Pero algunas veces el marido
se daba por satisfecho rompiendo el mobiliario y los útiles del me-
naje; se iba después 01 monte mós recóndito, donde se estaba du-
rante uno luna, hasta que lo mujer, después de haber provisto la co-
sa de nuevo mobiliario y útiles de cocina, iba a buscarlo, 110 hallaba
y lo trotaba ton cruelmente como cuando había sido su novio; en-
tonces se hacían las paces y volvía la tranquilidad del hogar.

Cuando el suicidio era el desenlace del conflicto conyugal, ero


obligada .10 mujer o permanecer tres días con el cadóver en el rega-
zo, y en esta actitud debía llorar durante ese tiempo, sin tomar ali-
mento ni bebida, pues cuando mós se le concedía un paco de chi-

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cha; posado el tiempo del duelo, era arrojado ignominiosamente de


la coso, andaba errante por el campo y tenía que cultivar la tierra
P9ra sustentarse. El cadóver era desecado 01 color de una hoguera, 'f
colocado sobre uno camilla o barbacoa que le servía de túmulo, acom-
pañado de sus armas de guerra, lo enterraban al año de acaecida
su muerte.

Pasado el entierro, los parientes, tanto de la mujer como los del


difunto, se reunían, 'la buscaban, la llevaban a la casa, y devolvién-
dole su posición' y honra le daban esposo por segunda vez.

Por muerte natural, del marido, el hermano mayor tomaba en he-


rencia a la viudo, con la cual se casaba, siguiendo el mismo cere-
monial. Daban a sus hijos, a la edad de cinco años, nombres toma-
dos de los animales, de los plantas, de los rocas y de otros objetos
'naturales. Conservaban los cadáveres de sus muertos con betumen,
después de secados 01 fuego .

•EI castigo del homicidio aro entre los MUZQSun acto de venganzlJ
a, que tenía derecho lo familia de lo víctima y los que llevaban ,su
mismo apellido; pero algunos presentes eran bastantes poro satis-
facer y obtener el perdón de los agraviados.

Daban el título de padres al Sol yola Luna, aun cuando creían


que estos ostras habían sido criadas después que Are había poblado
,su tierra. Are era un espíritu o sombra que apareció en el principio
del Mundo, en postura reclinada en el otro lado del río Magdalena; y
se ocupó en labrar figuras de hombres y de mujeres sobre modero,
,los, que arrojaba al río paro que adquiriesen vitalidad y fuesen o mul-
tiplicarse y poblar el suelo de Muuzua. Poblado lo tierra de los Mu-
zas lo sombra de Are desapareció.

Los adoratorios en donde los Muzos rendían culto o sus deidades, es-
taban situados en dos altos peñascos, que llamaba Fura- Tena, que en
su lengua significan mujer y hombre los que, según sucosmogonía,
fueron dos gigantes que se transformaron en montañas separadas por
el río Zarbí, que se precipita tumultuoso hacia el Norte del valle y
va a regar el llamado "Otro-Mundo". En aquellos rocas hacían fre-
cuentes sacrificios y ofrecían o sus dioses, oro y esmeraldas. El nom-
bres de estos peñascos les sirvió o los españoles paro designar o una

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india distinguida por los Muzos, ·Ios que o pesar de su natural altivez
tributaban grandes homenajes o fa ofamada Furotena, señora muy
rico y poderoso que residía en el pueblo indígena de Muzo, yero po-
seedora de los ricos veneros de esmeraldas de los inmediaciones de
Itoco. Esto indio gozaba de gran nombradía entre los suyos, porque
sobresalía por sus riquezas, por sus virtudes y hermosura.

Se refiere que prendado de su fama Tisquesusa, penúltimo 'Zipa


de los Muiscas, resolvió nocerle uno visita, aprovechando 'lo tregua
de veinte lunas que debía durar lo paz con el Zaque de Hunza, acor-
dada entre estos dos campeones por mediación del sacerdote de Iro-
ca; pero no pudo realizar sus deseos por lo llegado intempestiva
de los españoles. Todos las tribus que constituían lo Noción de los
Muzos hablaban el mismo lenguaje y tenían algunas palabras seme-
jantes o las de los Muiscas, y entre ellas se nota Furo. que en ambos
significo mujer.
·Las tribus de los Cdlimasi que confinaban por el Sur con los Mu-
zos, de los cuales fueron sus aliados, tenían grandes analogías con es-
tos últimos; hablaban un idioma parecido 01 Muzo, en el cual no se
pronunciaba lo L, pero era de un sonido agradable. Habitaban los
tierras que constituyen hoy el Cantón de Lo-Palmo y se llamaban
Tapace, piedra-ardiente, pero los Muiscas les dieron el nombre de
Colímas, que significo crueles o sanguinarios, nombre que revelo su
carácter implacable en la guerra y sus carnicerías constantes con sus
enemigos. Esto noción tenía por tradición que habían venido sus an-
tecesores, junto con los Muzos, de los montañas de lo otra orilla del
Magdalena; tradiCión semejante o la de los Muzos, y que es un in-
dicio de lo dirección que seguían los razas emigrantes que les dieron
origen, probablemente siguiendo los márgenes del Magdalena. Se-
gún esto mismo tradición, los antecesores de los Muzos y de los T 0-
paces o Colimas, a su llegado combatieron y desalojaron a los Muis-
cas que ocupaban los valles escabrosos y profundos de aquella par-
te de lo Cordillera central y los arrojaron o lo porte alto, y se esta-
blecieron en su lugar, tomando codo parcialidad el nombre de algu-
nos objetos o de lo localidad en donde se situaban; "Así unos se
nombraron ClIripíes, es decir, habitantes del lugar del Curí o Gua-

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mo, órbol notable de este nombre; otros CapCU'l'Clpíes, a habitantes d't


los barrancos", U. Acostal.

Una vez que hemos visto quienes eran los Muzos los f,ugares que
habitaban, cuales fueron sus costumbres y creencias, haremos la re-
lación de sus combates con los cOnquistadores españoles en las dife-
rentes expediciones acometidas para su reducción a la Corona de
CU5tilla.

El capitán D. Luis Lanchero, natural de Simancas de linaje distin-


guido que había servido en la Guardia de honor del Emperador Car-
Jos V. en diferentes empresas y excursiones, por lo que se halló en el
$itio V saqueo de Roma con el Condestable de Barbón, vino a dar prin-
cipio a la Conquista V reducción de las indios del valle de Muuzua.

El eco dé la fama que corría en todo la Europa de las gr<3ndes ri-


Quezas del Nuevo Mundo decidieron a lanchero, como a otros mu-
chos, a buscar fortuna en los inmensas regiones de la América ecua-
torial, y partió el año de 1534 en compañía, V como soldado, de D.
Jerónimo de Hortal, a quien se había nombrado Gobernador de Tie-
rra-Firme, desde las bocas del Marañón hasta lo ensenada del puer-
to de la Burburata, Que era el término del gobierno de los conqu~a-
dores alemanes. Llegados a la fortaleza de Paria nombró Hortal por
su Teniente General o Alonso de Herrero 010110, Cabo del Presidio;
can este nombramiento creyéndose lanchero desairado en la posi-
d6n que ocupaba y menoscabado en sus derechos, prorrumpió en que-
jos las m6s ofensivos paro Hortal, quien lo hizo poner en prisión jun-
to. con su compañero de resentimiento, Juan de Castro, Permanecie-
I'on en la fortaleza de Paria hasta Que fueron embarcados en el bu-
Que de guerra que debía seguir en los descubrimientoi sobre Cobu-
ga. lanchero solicitó se le quitasen los esposas de hierro Con Que
iba aprisionado porque le causaban daño, y apenas se vio libre se su-
blevó y quiso vender caro su vida, pero Rodriga de Niebla, autorizado
por Harta 1, calmó el tumulto y ofreció presentar o los presos en la
córcel de Cabuga; asi lo cumplió, y a poco tiempo de entrados en
ello, Lanchero V Castro la escalaron, se defendieron con volar de su.
perseguidores, y corriendo infinitos peripecias y peligros, ortibor'o(n
o Morocaibo, a tiempo que Fredermán emprendía la expedición de
conquisto del Nuevo Reino, y con él llegaron o Santofé.

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'Lo fama de, lo osadía y cualidades guerreros de este intrépido Ca-


pitán no fue de gran confianza poro Hernán Pérez de Quesada, Go-
bernador entonces del Nuevo Reino en el dominio de los Muiscas, y
rropuso lo conquisto de los Muzos y Colimas, tribus populosas y be-
licosos que llamaban lo atención por s\Js frecuentes excursiones so-
bre lo altiplanicie conquistado, y, poro alejarlo, dio el mondo en jefe
de esto expedición o Lanchero.
Poro este guerrero, cuyos glorias adquiridos en el antiguo Conti-
nente ,había abandonado con lo miro de hollar "El-Dorado" de fama
universal, y cuya adquisición se le ofrecía como premio de esta em-
presa, no era de grandes dificultades la que, por demás, le daba lo
ocasión de buscarlo' allí donde sus valerosos moradores se defendían
tenazmente de lo invasión de los huestes españolas.
Con una pequeña partido de veteranos, compuesta de cuarenta
~oldados de infantería Y algunos de caballería, acometió Lanchero
su difícil y orriesgado empreso. Atrovesando la provincia de Eboté,
llegó o los puertos de Muzo, por el lodo de Turtur, o fines de 1539.
Prevenidos los Muzos, pues habían recibido noticio de los Saboyaes,
de lo invasión española, salieron o su encuentro, y pelearon con va-
lor; pero o pesar de ser su ejército numeroso, tuvieron que ceder la
entrado 01 ímpetu de los guerreros castellanos, quienes perdieron en
la contiendo seis compañeros muertos y ocho heridos.

Unos y otros se aprestaron paro nuevo lid. Los Muzas no desma-


yaron, no obstante lo admiración que les causó el grande esfuerzo y
valentía de aquel puñado de extranjeros cuyos armas arrojaban fuego
atronador y mortífero. Lanchero, por su parte, creía que sería des-
doroso o su nombre y bueno fama de guerrero abandonar el compo
a 10.000 indios, armados solamente de flechas y macanas, cuando
o su lodo contaba todavía con corozones decididos y valientes.
Los Muzos dejoron penetrar en su territorio a sus enemigos sin
oponerles más resistencia, pues estaban seguros que la muerte les es-
peraba con su cortejo de aflicciones, de hombre y de desolación. Cuan-
do vieron que los españoles no tenían más alimenio que sus propios
caballos, les acometieron repentinamente con gran furor, les mata-
ron doce soldados, e hirieron otros tontos. Lanchero, sostuvo con
su gente" por tres días más 01 ataque tumultuoso de los indios, que

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estaban resueltas a marir todos antes que rendirse a los conquista-


dores; pero viéndose herida en el pecho y casi perdida su tropO,
resolvió la retirada con la mayar reserva hacia el territario de lOs
Ponches, saliendo. por el valle de Chinga, a la planicie de las
Alcózares.

Las triunfos de los Muzos les dieron tal asadía, que con frecuen-
cia sufrían sus asaltos los pueblas confinantes de la altiplanicie de
los Muiscas, a tal punto que el Gobierno del Adelantando. Lugo resol-
vió seriamente reprimir y castigar tales invasiones. Para este efecto fue
encargado del mando de una nueva expedición sobre los Mu%as el Ca-
pitón Melchor de Valdés, con cien hombres de infantería y algunos de
caballería.

Valdés, era guerrera de reputación, activo, emprendedor y valiente,


cualidades que siempre se buscaban en los campeones a Quienes se
les encamendó el sometimiento de los Muzos y Calimas.

No. fue más afortunado Valdés que su antecesor Lanchero: apenas


tocó lo tierra de los Muzos, le cargaron con ardimiento. cuatro mil fle.
cheros, que le pusieron en confusión, perdiendo. los caballos y parte
del bagaje. La presencia de ónimo de Valdés, restableció el orden
del combate, y lograron rechazar a la muchedumbre indígena, lo que,
incontrastable en su propósito de aniquilar a los invasores, convocó a
los pueblos camarcanos, sus aliados, descompusieron las estrechos co-
minos, practicaron hoyos y precipicios, hicieron estacadas de púas enve-
nenados y grandes palizadas; en fin, pusieron todos los obstáculos que
su imaginación les sugería, poro retardar el paso de los espoñles mientras
les llegaba el refuerzo de sus tropas; además talaron los campos, des-
truyeron los sementeras y alejaron todo clase de alimentos y de recur-
sos. Hambrientos y extenuados de fatiga, los soldados de Valdés no
quisieron dar un poso atrás, penetraron en el territorio venciendo
cuestas casi intransitables, hasta llegar 01 río Zarbí "de rápidos y cre-
cidos caudales". AHí tenían su campomento los Muzos, allí espera-
ban o su enemiga dispuestos en emboscadas, y dividido el resto . .de
su ejérCito de manera que 01 posar los primeros sesenta soldados de
Valdés, una porte se encargó de atacarlos, mientras que lo otro im-
pedía el poso a los que íntentaban atravesar lo corriente, El combate
fue sangrienta y reñido por entrambos portes, en tal grado, que los

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anales de la Conquista lo consignan cama una de las batallas más


heroicas por parte de los españoles y mós impetuosa y ordenada por
la de los naturales que defendían su suelo con valor incontrastable.

Los expedicionarios repasaron el Zarbí, dejando en el campo mós


de treinta compañeros, muertos, y emprendieron su retirada sobre
Santafé, no sin ser molestada su retaguardia por los infatigables indios.
Los Muzos perdieron en la refriega mós de quinientos combatientes.
Después de la muerte de Hernón Pérez de Quesada, acaecida en el Ca-
bo de la Vela, por un rayo que cayó en la nave llamada Capitana, que
lo trojo de regreso de España, el' Adelantada Lugo partió para la Pe-
nínsula, dejando el Gobierno a. cargo de Lope de Montalvo, hombre
de buen carócter, algún tanto descuidado en el gobierno civil, pero
consagrado o los asuntos del gobierno militar o de conquista; viendo
este Gobernador que la audacia de los Muzos aumentaba cada día, po-
niendo en peligro los pueblos conquistados, determinó enviar al Capi-
tón Diego Martínez con orden de someter a los Muzos. Deseaba Diego
Martínez se le encargase de esta expedición, por ser reputada la mós
difícil en el Nuevo Reino, y por tanto la que mós prometía a su honra y
a lo glorio de las armas de Castillo. Marchó en 1545 con 160 hom-
bres, tomando la vía de los Furatena. Desde el momento en que la
expedición de Martínez penetró en el !erritorio de los Muzos, se vio
constantemente acometido por estos intrépidos indios; pero vencien-
do las dificultades mós con la constancia que con la pericia militar,
logró avanzar seis leguas al interior, hecho inaudito y digno de los
mayores elogios de los conquistadores. Tocóle en suerte que uno de
sus soldados descubriese lo muestra de la existencia en este territorio
de las ricos minas de esmeraldas que mós tarde eclipsaron la fama de
',El-Dorado" .

No muy repuestos los españoles de los fatigas de esta jornada, y an-


antes de poder acordar la prosecución de ello, se les presentó a su
frente el grueso del ejército indiano, y trabóse la lucha con tal encar-
nizamiento, que por muchos horas la victoria fue indecisa, y no se
veía sino cadóveres destrozados y raudales de sangre. Los lanzas y
arcabuces, destruyeron vidas sin cuento, y las flechas y macanas indí-
genas, diestra y vigorosamente dirigidas, no eran detenidas por las
armaduras castellanas, e inoculaban su mortífero veneno, cuyo UnlCO
remedio era el hierro y el fuego. Si al frente del ejército español lidia-

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roncan bravura Povedo, Oñate, Rivera y Mortínez, o la vanguardia


<le lo muchedumbre indígena sobresolío Itoco, Jefe del campo enemigo,
que enardecía a sus tropas con la acción y con las frases expresivos
c,ue les dirigía a nombre de su libertad en peligro, por lo que tantCls
veces habían tomado las armas y por lo que tantas víctimas de su ra-
za habían sido tronchados como troncha el huracón la tupida mies.

pi la historia cuenta numerosos hechos de prodigios y de valor en


la conquista de'l Nuevo Reino, ninguno alcanzo a los ejecutados por
Martín Oñate, que después de ilustres hazañas quedase el último pa-
ra proteger lo retaguardia de sus compañeros, y sufrir él solo la car-
go de más de tres mil indios. Muerto su caballo, perdidos sus armas,
bañado en sudor y en su propia sangre, empuñó una de sus espuelas,
y con esta arma miserable armado su brazo vigoroso, dio muerte a
sesenta enemigos antes de rendir su gloriosa vida 01 número de com'"
batientes. "Suceso espantoso, dice Piedrahita, y que no me atrevería
a escribirlo a no haberlo hecho antes el cronista Herrero y estar ve-
rificado con la universal tradición de los indios".

"!Con la muerte de Oñate se aseguró todo el campamento, porque


asombrados de que así batallase un solo. español desarmado, y temien-
do irritor de nuevo a los demás, dieron vuelta o sus alojamientos, don-
de mezclaron el gusto de la victoria con el sentimiento de ver tan
menoscabado la flor de su ejército".

Los españoles, viendo mós su triste situación que el estrago que


habían causado en las filos indígenas, no supieron aprovechar el es-
panto y postración de su enemigo, y resolvieron perder todos sus es-
fuerzos y ventajas, emprendiendo retirada por el lodo de Vélez. En
lo época en que el Mariscal Quesada y el Oidor Beltrán y Góngora re-
gresaron o Santafé en 1550, uno de los novedades hollados fue lo de que
los Muzas, desengañados de que no era común en el ejército español
el arrojo de Oñate, hacían nuevos y desvastadoras irrupciones en los
fronteras de los Muiscas. No obstante que por una Real Cédula es-
tcba prohibido que se consintiese ni se diese la conquisto de los Mu-
zos o persono alguna que no fuese elegido por el Real Consejo, los
Oidores eligieron 01 Capitán Pedro de Ursúa, y para empeñarle viva-
mente en esto comisión peligroso, le ofrecieron que sometidos los Mu-
zos y fundando algún pueblo que fuese un centro de civilización y de

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apaciguamiento de estos indios, le darían la conquista de "El Dora-


do", cebo codiciado que hi%o tantas vlctimas y trocó en desengaños ton-
tos esperan%as!

~Era tal lo fama de Ursúa, que en los primeros aprestos para su jor-
nada se alistaron en sus filos hombres de lo mós florido de Véle%, de
Tunja y de Santafé, en número de 105 infantes y 20 de caballería,
armados de lanzas y acompañados de perros feroces. La expedición
marchó en el año de 1551, por lo vía de Vélez, se situó en Saboyá y
a fuerza de correrías artificiosas, logró pacificar con suavidad a estos
¡"dios alialos de los Mu%os. No quiso penetrar por los fronteras de Si-
mijaca, pues sabía que las defendían hoyos, púas envenenados, pali-
zadas y despeñaderos, con los que los indios procuraban resguardar
los estrechos cominos por donde pudieron ser invadidos, principalmen-
te los entrados de Fura- Tena, y Turtur. Penetró Ursúa con cautela en
el territorio de los Muzos, situó su campamento en lugar apropiado,
desde el c:ual haría sus excursiones sobre los tropas enemigos. Los
Mu2.os, capitaneados por sus valientes jefes Quirinaca y Atabí, y coli-
gados con los Pauras, no se recelaron de que los' Españoles penetra-
sen por aquello vía, y aunque hicieron frente con más de cinco mil
combatientes, no resistieron el impetuoso ataque de /as tropas de Ursúa,
como si la fama de este caudillo hubiese llevado el pánico 01 corazón de
los Muzos, c~dieron el campo aterrorizados de los armas españolas. En
1I11ade los correrías que hizo Ursúa al valle de Po uno, se vio en peli-
gro y le fue forzoso retirarse.

Cansados los Muzos de batallar contra unos enemigos poco nume-


rosos pero formidables por su pericia y volar, resolvieron ofrecerles
que si los dejaban tranquilos en sus dominios, les harlan una sementero
muy grande, de manero que pudiesen vivir con sus frutos sin necesidad de
que les asaltasen sus provisiones. Ursúa, por su porte, los invitó a que
celebrasen de paz uno feria muy concurrido en los inmediaciones de su
campamento. Los jefes, indios principales, co."1currieron sin descon-
flan%a, y el traidor Ursúa los mandó inmolar indefensos. Ton grande
telonía y atrocidad, lejos de aplacar los ánimos por el temor, los exal-
tó más, y juraron vengarse de lo crueldad del jefe de los castellanos,
o morir en /0 contiendo.

El afortunodo y desleal Ursúa, no se detuvo aaseguror su domi-

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nación, teniendo en perspectiva la conquisto de "El Dorado", se apre-


suró a fundar una villa, o la que dió el nombre de Tudela, en memoria
de la en que había nacido. Ursúa regresó o Santafé a dar cuenta a
16 Audiencia del resultado brillante de su expedición, pero los colonos
de Tudela apenas resistieron cuarenta días las hostilidades de los Mu-
:z:os, que vueltos de su estupor se organizaban nuevamente para arro-
jar o sus enemigos adueñados de su tierra. Los vecinos de Tudela se
vieron obligados o abandonarla en 1552, perseguidos constantemente
por los indios, los que quemaron el pueblo casi a la vista de (os Es-
pañores. Transcurrieron cinco años antes de que se pensara en una
nueva expedición sobre el país de Muuzua, hasta que el capitán Lan-
chero, que era encomendero de Susa, población sobre la que los ex-
cusiones de los Muzos hacían los mayores estragos, queriendo vengar
sus antiguas derrotas, pidió a la Audiencia se le confiara nuevamen-
te el sometimiento de esta nación indomable, y lo fundación de una
nuevo población. La Real Audiencia aceptó, y Lanchero marchó en
1555 con ochenta hombres bien armados, trescientos indJos Volcanes
y una jauría de perros de presa, que fueron los enemigos 'más e~car-
nizados de los indios. Nombró Lanchero por su Teniente general a
Francisco Morcilla, soldado valeroso que había militado en los guerras
civiles del Perú. Entr6 por el Valle de Jesús, términos de lo provin-
da de Vélez. Los Muzos, mandados por sus jefes Quirimaca y Nay-
món, con su acostumbrado volar, y confiados en tos triunfos que ha-
bían obtenido, recibieron con brío a tos castellanos, no dóndoles tre-
gua ni descanso; asaltaron y tomaron el ~olvorín, obstruyeron los ca-
minos, envenenaron los armas y aún los provisiones que dejaban, pero
al fin las tropas españolas salieron triunfantes, pues la muerte de To-
maca uno de los jefes Muzos mós arrojados hizo aflajar el brío de
sus vasallos, y Quirimaca, jefe general, tocó retirado o su ejército.

'.0fragosidad de los cominos, las pali:z:ados y demás obstáculos que


encontraban los Españoles, interrumpían lo marcho o caso paso; tra-
bajosamente habían avanzado seis leguas en el interior de aquellas
comarcas, y hallándose escasas de víveres, se dio orden al Teniente
Morcilla para que con veinte hombres tomase la vanguardia para ir
prudentemente en su solicitud, y al Capitán Juan de Rivera que se
quedase con dos compañeros para recoger o los rezagados y a los en-
fermos. Cuando estuvo separado Rivera a un cuarto de legua del grue-

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so de la tropa, fue acometido repentinamente; combatiendo cuerpo a


cuerpo, pudo salir o una colina rosa, donde hizo alto y esperó resuel-
to 01 enemigo con el valor que siempre le acompañó en el peligro;
allí peleó y se defendió, a)'udado de sus dos compañeros contra quin-
ce mil indios que lo cercaron en diferentes veces, hasta que la tropa
mandada por Lancero llegó en su auxilio y los puso en confusión y en
completa derrota, la que terminaron con sangrienta carnicería los pe-
rros feroces.
'Pasados algunos días después de la victoria, ocupados en curar los
heridos y enterrar a los muertos, regresó Morcilla con los provisiones
consistentes en raíces y en frutos de Pisbae o Chontaduros, a las que
se agregó la carne de los caballos. Refocilados algún tanto, emprendie-
ron su marcha sobre el Zarbí; llegaron a las ruinas de la antigua Tu-
dela, pero no pareciéndole o Lanchero o propósito este lugar poro fun-
dar una ciudda, eligió otro mós distante, en el que fundó la Villa de
la Santísima Trinidad de los Muzos, en sitio abierto, cercano del ce-
rro de Itoco, en donde pocos años después se dio principio al laboreo
de sus minas de esmeraldas, cuyo fama rivalizó la de "El-Dorado".
~La Villa de Trinidad de los Muzos fue fundada en 1559. Fueron
los primeros Alcaldes el Capitón Alonso Ramírez Gasco y Alonso Gon-
zález. Después de permanecer allí algún tiempo como jefe militar
Luis lanchero, disponiendo lo más conveniente para su prosperidad
y crecimiento, resolvió dejar el gobierno de la provincia de 105 Mu-.
zos a su Teniente general D. Francisco Morcilla, y regresó con veint~
soldados a Vélez, y de allí pasó a Tunja, en donde murió agobiadO'
de fatiga y por la renovación de la herida que llevaba en el pecho.
Trinidad de los Muzos es hoy un triste pueblo de casas pajizas, edi-
ficadas sobre las ruinas de la antigua villa lundada por Lanchero; lo
que sería de construcciones considerables, a juzgar por los cimientos
de antiguas casas de ladrillo y de piedra, y por los recuerdos tradiciona-
les de sus cinco iglesias y dos pequeños conventos; los amplios solares
y huertas están invadidos por árboles corpulentos y por añejas matas
de cacao, testigos de la ineficacia del transcurso de los tiempos para
que penetre la acción de la civilización en estas apartadas regiones,
a pesar de la riqueza de sus minas de esmeraldas y de la feracidad de
su suelo.
,Papel Periódico I/ustrodo.-Número 82. Año IV. Pág. 164 a 167.

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EL DORADO Y LA CONQUISTA DE LOS MUZOS

',lo consecuencia inmediata más importante como resultado de las


expediciones sobre los Muzos, fue la pacificoción 'de estas tribus y su
sometimiento al yugo colonial¡ pero más tarde lo elaboración de sus
ricas minas de esmeraldas, vino o ser uno fuente de riqueza que hizo
ingresar año tras año, cuantiosos sumos en los arcas de lo corono de
Castillo, y enriqueció a muchos empresarios,

las esmeraldas eran conocidas en el antiguo continente, desde mu-


cho tiempo antes del descubrimiento de la América, pero su calidad
y riqueza quedaron en un lugar inferior, y aun desaparecieron del co-
mercio con la importación de las esmeraldas del Nuevo Reino. Siberia
daba desde esas remotas épocas al comercio sus apreciados berilos,
y los primeros esmero Idas conocidas en el mundo desde tiempo inme-
morial provenían de Africa y se sacaban de las montañas que sepa-
ran lo Etiopía del Egipto. Se dice que la esmeralda que adorno lo tia-
ra del Soberano Pontífice proviene de esta localidad, y el fundamento
dE' esta opinión es que esta esmeralda existía en Roma desde el tiem-
po de Julio 11, que vivió antes de la conquista del Nuevo Reino de
Granado. Esta esmeralda tiene de largo en el sentido de su eje, 27
milimetros sobre 34 de diámetro; apenas es ligeramente transparen-
te. Las antiguos minas de esmeraldas de Africa se perdieron, y Me-
hemet AIí, Virrey de Egipto, hÍ2:o ejecutar algunas investigaciones en
el alto Egipto para encontrarlas nuevamente. En efecto, en el mon-
te Zabaca, de la cadena arábigo, se encontró el terreno removido por
una antigua explotación, y Koenig Bey remitió al Museo de Histo-
ria Natural de París, muestras de roca de esquisto micáceo con pe-
queñas esmeraldas de un verde bello, pero opacas y muy semejantes
a la que pertenece al Sumo Pontífice.

;los conquistadores de la América, en la persecución de "'EI Dorado"


recogieron cuantiosas sumas de oro en ídolos y joyas labradas por los

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tlBORIO ZEROA

indios, y también gran número de esmeraldas, de mucho valor algu-


nas de ellas, cuyo origen les era desconocido. Refieren los Capitanes
San Martín y Lebrija, que los castellanos encontraron entre los tesoros
Gel Zaque de Hunza, mil ochocientas quince esmeraldas, entre las cua-
les había muchas de gran precio. En sus mercados los indios Muiscas
comerciaban con esmeraldas, pues las estimaban como piedras precio-
sas, los ofrendaban a sus deidades, y las enterraban con sus cadáve-
res. Todos eseos hechas "fueron indicios -suficientes paro sospechar lo
existencia en este territo.riode ricos minas de esto precioso piedra¡ los
conquistadores anduvieron constantemente en su solicitud, hasta que
el .capitán Pedro Fernández Valenzuela de~cubrió las minas de 50-
mondoco en la nación de los indios Teguos. Estos indios trabajaban los
minas con barretones de madera, en tiempo de lluvias, por lo escasez:
del agua en la altura paro lavar los tierras.

Gonzalo Jiménez de Quesada visitó personalmente las - minas de


Somondoco, .para llevar al Rey de España, exacto relación de aquella
riqueza; de lo cual ,en lo "repartición que se hobía hecho de los esme-
raldas' reéogldos, se distribuyeron siete mil, y entre ellos muchas de
un gran tamaño y muy' bellas (Herrero, Década VI, lib. V., p. 308).

Ségún los cronistas de México, también se encontror0'1 "esmeraldas


eh ese país, en donde los Emperadores indios los ap,eciabon como pie-
dras preciosos de ~ran valor y aun usaban algunos oradarse la nariz:
para ponerse en ello un cristol de excelente esmeralda (Herrero, Dé-
cada IV, p. 182). Estas esmeraldas pudieron provenir de los minas
cescubiertas después en Haddom, en el Conneticut. Se cuenta que cuan-
do Hernán Cortés regresó de México, llevó cinco muy bellas esmeral-
das en el año de 1540, los que perdió en la guerra de Argel.

"En el Perú, Francisco Pizarra halló entonces esmeraldas en Manto,


en donde un india le regaló uno del tamaño de un huevo de po' ama A
cllí también- adoraban una esmeralda que tenía las dimensiones de
un huevo de avestruz, y la hacían sacrificios como o madre de todas
los esmeraldas, y lo mejor ofrenda que se podía hacerla era lIevarle
esmeraldas paro que fuese propicia a las súplicas de sus hijos. Este
era el dios Umiña que atendía preferentemente a los enfermos. En .Eu-
ropa siempre se ha hablado de las esmeraldas del Perú, y desde el tiem-
po de \o Conquisto"se ha confundido con el nombre de Esmeraldas del

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ESMERALDA DE MUZO. (Tamaño notural Fig. 68.)

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EL· DORADO

Perú las llevadas del Nuevo Reino de Granada, sin que se haya sabi-
do con certidumbre cuales fueron esas minas; pero desde que las mi-
nas de Muzo se fueron conociendo en el mundo comercial, parece que
hubieran desaparecido las de aquellos lugares. Es, pues, de suponerse
que no habiendo existido minas de esmeraldas en el Perú, y habiéndo-
los encontrado allí los Españoles es muy posible que el comercio indí-
gena de las esmeraldas de Somondoco y de Itoco alcanzara hasta aq'ue-
Ilas regiones antes de lo Conquisto. '

En ninguna parte del mundo existen minas de esmeraldas, ni han


existido de la calidad y en la abundancia de las del Nuevo Reino de
Granada, en los yacimientos de Somondoco y del Territorio de los Mu-
zos, los que han sido el adorno de muchos coronas de los Monarcas de
Europa y de Asia.

La primera muestra de la mina de las esmeraldas de Muzo, la ha-


lló el aapitán Juan de Penagos en 1545, cuando hizo su entrada al
territorio de estos indios el capitán Diego de Martínez; descubrió una
guaca y en ella uno hermosa esmeralda en su ganga, lo que era in-
dicio de haber sido extraída de alguna mina inmediata de este lugar.
Con esta muestra se hicieron muchas averiguaciones y diligencias, has-
ta que D. Alonso Ramírez Gasco, primer alcalde de Trinidad de los
Muzos, descubrió la riqueza del cerro de Itoco, en 9 de agosto de
1564.
Los trabajos de estas minas se comenzaron en el año de 1568, lle-
vando acequias de agua a la cumbre del cerro para lavar el mineral.
Poco tiempo después de principiado el laboreo, se extrajeron dos esme-
raldas que, llevadas a España, fueron valoradas en 24.000 castella-
nos ($ 48.000). Cuarenta años después de su descubrimiento, en 1612,
según refiere el Padre Simón, ya habían ingresado en las cajas rea-
les trescientos mil pesos del derecho de quintos de la Corona.
Monardes refiere que en '10 flota que partió para España en el año
de 1574, se remitieron del Nuevo Reino entre muchas, tres esmeral-
das tan hermosas que se apreciaban en sesenta mil ducados ($ 139.
800). "Con que no podemos creer, dice Solórzano, que serían menores
que el Catino o plata de esmeraldas que hoy guardan y estiman tan-
to los genoveses, habido en la presa de Almería, cuando las ganó de
los Moros el Rey D. Alonso de Castillo, llamado el Emperador, la cual

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LIBORIO ZERDA

llamaban antiguamente los Castellanos Santo Grial: porque se quiso


decir que en aquel plato cenó la ceno del Cordero Cristo Señor nuestro
con sus discípulos, aunque esto último no es cierto".

En la flota del año de 1587, el Padre Acasta regresó a España y vio


que llevaban dos cajones que contenían cada uno, por (o menos, cua-
tro arrobas de esmeraldas. "Los esmeralda'! de este cerro de Itoco --di-
ce Zamora-- han hecho olvidar las de Somo,ndoco en la noción de los
Teguas, cuyo verde llenó de esperanzas a un Carlos V en la primera
manifestación que le hicieron los conquistadores de este Nuevo Rei-
no. Oesde el año de 1640 hasta 1650 creció el precio de los esmeral-
das, y en grandes partidas 'los conducían de Muzo a Códiz, con el fin
de venderlas al gran Mogol".
O Francisco Tovar Alvarado, regaló en el año de 1660, 01 Rey de
España, un collar de estas esmeraldas, compuesto de veinticinco pie-
dras, cuyo volar se estimó entonces en diez mil pesos.
En la explotación de tos minas de Muzo, en tiempo de la Colonia,
se practicaban socavones profundos, y por ser el terreno deleznable,
el mós rico de ellos se derrumbó, sepultando a los trabajadores, y poco
antes de derrumbarse dio una esmeralda pura y muy transparente de
cerca de diez y ocho onzas de peso (540 gramos), que fue remitida 01
Virrey Ezpeleto, como una joya digna de enriquecer el Museo de Ma-
drid. El Virrey del Perú, mondó en 1764, el primer reconocedor cien-
tífico de estas minas, que fue D. José Antonio de ViIlegas y Avenda-
ño. Este inteligente mineralogista volvió a hallar la veto principal que
había desaparecido en trabajos anteriores, y restableció y arregló su
laboreo.

En épocas mucho más recientes, siendo 'las minas de Muzo de propie-


dad de lo República, fueron trabajados a cargo del señor D. José Pa-
rís, hombre distinguido y muy ilustrado, amante de su patria y muy
emprendedor en obras de carácter nacional, a quien debemos, como ob-
sequio hecho a la nación, la magnífica estatua de Bolívar, obro del in-
mortal Tenerani. El señor París pasó por grandes conflictos en la ex-
plotación de estas minas, porque en ellas el filón o veta de roca en-
cajante no va siempre acompañada de la cristalización de las esme-
radas; 'acontece que se trabajo meses y aun años, y aparecen man-
chas de una tierra blanquecina que los mineros llaman ceniceros, an-

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EL DORADO

tes que encontrarse un nido o depósito de las preciosas piedras anhe-


ladas; y si no se encuentra un nido de esmeraldas bien formadas que
indemnice los gastos de la explotación, puede arruinarse el empresa-
rio. Decimos que el señor París posó por uno de estos conflictos, que pu-
so a prueba su constancia y decisión; transcurrieron algunos años de
trabajo constante, sin que la mina produjera un rendimiento suficien-
te poro continuar su elaboración; estaba casi arruinado; le sucedió lo
que a Bernardo de Palissy: habra agotado todos sus recursos y aun
empeñado su crédito; pero en los supremos momentos de prueba fue
hallado un lecho de esmeraldas y iqué esmeraldas! llevadas a Europa
por los años de 1839 y 40, causaron grande entusiasmo por su belleza
y por la riqueza de sus quilates: fueron mal vendidas, porque el señor
París apenas obtuvo de los agentes europeos, seiscientos mil pesos, de
las que fueron valoradas posteriosmente, por aproximación, en más de
un millón de pesos. De las esmeraldas extraídas de las minos de Muzo
en el presente siglo, una de las más hermosas y más notables por su ra-
ra perfección, por su formo y por su color, fue exhibida por el Duque
de Oevonshire en lo exposición de Londres, en el año de 1851: tiene
seis centímetros de largo y de 4 o 5 de diámetro; y pesa 260 gramos,
¿imensiOnes extraordinarias en cristales de las cualidades de éste. Es
de creerse que esta esmeralda fue de las llevadas a Europa por el se-
ñor París.
La escuela de Minas de París posee uno magnífico muestra de estas
I

esmeraldas: tiene 16 miIImetros de diámetro, y es notable también


por la pureza de sus formas y por el tinte de su color. En el Museo de
historia natural de aquella ciudad existen dos bellísimas muestras de
esmeraldas en su ganga, provenientes de Muzo. Todas estas muestras
pertenecían al Museo mineral6gico de Bogotá.

Desde el año de 1850 los trabajos de las minas de Muzo se ejecutan


a tajo abierto: se abandonó el antiguo sistema de socavones, pues, es-
tos, en un terreno pizarraso y deleznable, son inseguros y muy peligro-
sos paro los trabajadores. En esta época fue director de la explotación
Mr. Fallon, hombre muy competente por su inteligencia y actividad.
En el año de 1851 el señor Ancízar, miembro de la comisión Coro-
gráfica, visitó este territorio y describió el sistema de elaborar las mi-
nas, que, según los informes que hemos obtenido, es el mismo que se
practica hoy dio.

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EL DORADO

"Lo mina actual presenta una excavación circular de 120 varas de


profundidad, por un lado, y 20 a 30 por lo parte inferior del plano in-'
c1inado. La abertura mide a flor de tierra cerco de 200 varas de diá-
metro, y en el fondo de 40 a 50 varas; por consiguiente, los paredes
$On rápidos, formadas de pizarra desmenuzada, que rueda a la pro-
fundidad desde que algún peso extraño perturba el equilibrio momen-
táneo de lo tierra. En lo más alto y alrededor del hoyo, hoy estanques
grandes llamados tarnbres, donde recogen el agua de varios acequias,
para lanzarla oportunamente hasta el fondo o patio, de donde sale por
una perforación, boja de uno colina, hasta caer en lo próxima profun-
da quebrada que desagua turbulenta y negra en el río Minero. Poro
descubrir lo veta de esmeraldas bajan los trabajadores por la pared ca-
si vertical con admirable destreza, labrando con un golpe de barro
pequeños agujeros en que colocan' sucesivamente los pies, sin detener-
se ni vacilar, hasta el lugar designado para el banqueo o corte per-
pendicular de lo pared, o manero de escalón. El espectador que por
primero vez presencia aquello maniobro, se estremece esperando ver
despeñarse de un momento o otr<\ los peones 01 fondo empedrado de la
grande excavación; ni faltan ejemplares de mineros que por afianzar
mal el pie, o por caer de m6s arriba una piedra y darles contra las pier-
nas, han descendido velozmente y despedaz6dose contra el pavime,,-
to del patio: lo cierto es que sólo el hábito o lo emulación puede ins-
pirar a los mineros la audacia ..y la indiferencia con que corren, cual si
,fueran hormigas, por las pendientes paredes, haciendo rodar las pie-
eras sueltas y la tierra del lugar donde asientan el pie, que o detener-
le un poco, carecería de apoyo, precipitándose indefectiblemente el
peón. Puestos en fila en el lugar designado para el banqueo, comienzan
o dar golpes de pala, y uno larga falo de tierra se deslizo de por si
hasta la zanja que círculo el patio. Cuando esto zanja se llena, el ca-
pataz hace ruido con un cuerno y el talTlbrero, a quien corresponde es-
tar preparado, abre la compuerta del tambre, enviando, desde lo alto
del cerro hasta el patio, un torrente impetuoso de agua, que bien diri-
gida, arrastra cuanta piedra y tierra encuentran en la zanja, y la
arrojan, por el socavón del desague, fuera del patio. Esta operación,
repetida muchas veces, conduce por fin al descubrimiento de vetas
horizontales o diagonales de calizo y cuarzo, en cuyo seno deben ha-
llarse las ansiadas esmeraldas. Su presencia lo anuncia el cuarzo cris-
tclino verdoso, los pequeños cristales llamados verdacho, los filones de

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hierro combinado con azufre en trozos brilantes, amarillos o irisados,


hasta que por último se da en los gangas o cristalizacianes aglomera-
das, en cuyo centro brillan las preciosas piedras. (Ancízarl. En este
distrito minero se conocen otros minas, además, tales son las de $or-
que, Sorquesito y Coscuez, reconocidas como abundantes, situadas
en la misma serranía; y las de Yacopí, en la del límite del Sur, denun-
ciadas últimamente.

Las minas de MUZQ tienen desde tiempo de la Conquisto diferen-


tes vetos y bocas-minas abiertos. Las principales eran conocidas con
los nombres de Camero, del Perejil, de Plasmera, de Coronados, de
Hoyo-antiguo, de Jer6nimo Díaz, de Quebrada-grande, del Peñ6n, de
Ruiz ~ de Beta-Real.

Los esmeraldas de estos yacimientos se encuentran agrupados so-


bre espato calisa laminoso, asociado de cuarzo blanco lechoso y de
cristalizaciones brillantes de pirita amarillo de hierro, que hacen
un bello contraste, a veces, en el fondo negro del calizo compacto
fuertemente carburado. Muchos crístales se encuentran aprisionados
por el cuarzo opalino. Suelen encontrarse asociados las esmeraldas
de una piedra de color pajizo traslucido, llamada Parisita, en honor
cel señor Pads, que la envió a Europa para que fuese anilizada; tam-
bién es llamada Mucita y se cree que es un carbonato de tantano.

La formaci6n del suelo de las minas pertenece a las capas infe-


riores del terreno cretáceo llamado neocomiano; se compone de are-
nisca blanca arenisca rojiza, de marnes negros, esquistos arcillosos
apizarrados, y de calc6reo compacto gris y con frecuencia teñida fuer-
temente en negro por ser bituminoso o muy carburado.

,Las esmeraldas son un compuesto de varios sustancias pertene-


cie'ntes a los cuerpos que los mineralogistas llaman silicatos. Los pri-
meros analísis de las de Muzo fueron hechos por Vauquelin y Klo-
proth, y posteriormente por el, señor Lewi, catedrático que fue en el
instituto Químico de Bogotá, practic6 en este laboratorio, en el año
de 1846, un análisis completo. El señor Lewy hallá que los esme-
raldas contienen agua y una materia orgánico que parece ser un hi-
drocarburo, y que puede representarse la composición de la manera
siguiente:

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ltBORIO ZERDA

Materia organlca 0-12


Agua •.. '" '" •.•.•••• 1·66
Materia mineral •.. 98-22

100.00

La moteriaminerol se compone de:


J..wy Kloproth
$lUce ••••••• " 67-90 68-50
Alumino ... 17-90 15-75
Glucino .. 12-40 12-50
Oxido de cromo ... 0.30
Magnesia 0.90
Soda .•. oo •••• 0.70

99-80 97·05

Lewy atribuía el color de las esmera Idos a la materia org6nica¡ pe-


ro' esta opinión no ha prevalecido por las razones siguientes: Los se-
ñores Wohler y Rase calcinaron una porción de las esmeraldas de Mu-
zo, hasta el calor de fusión del cobre, y no se decoloraron, fenómenó
que debiera producirse si el color verde fuera debido o la materia or-
gánico hidro-carbonado¡ únicamente perdieron 1-62 por 100 de su
peso, cantidad que corresponde a las cifras del anólisis de Lewy. Ana-
lizados las esmeraldas por los químicos citados, hallaron 1-86 por 100
de óxido de cromo, y Lewy juzgaba que ton pequeño cantidad de cro-
mo no pOdía dade el color verde a las esmeraldas; pero Wohler y Rase
fundieron 7 gramos de vidrio, sin color, con 13 miligramos de óxido
de cromo, que corresponde a 1-30 por 100 del peso, y obtuvieron un
vidrio homogéneo, transparente, y de un color verde idéntico 01 de
las esmeraldas analizadas. De estos experimentos concluyeron que es
el óxido de cromo, y no la materia orgánica, el que coloro los esme-
raldas.

No todas las esmeraldas son verdes, pues este color es un acciden-


te, que los hace muy apreciadas; porque las hay también de otros co-
lores, teniendo todas una composición semejante.
Cuando posee un hermoso tinte verde, limpio y transparente, es uno

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de los piedras, en su género, más bellos y estimables en el comercio;


con estos cualidades, los de Muzo no tienen rivales, y son los únicos de
su especie conocidos en el mundo.
Los esmeraldas blancos y transparentes, los azules y los de un co-
lor ligeramente verde agua, se llaman berilo; los últimos se designan
también con el nombre de agua marina. Los berilos de mayor precio
en lo joyería son los de Cangayum, en el distrito de Combotor, de lo
Indio Oriental. El berilo tallado más precioso que se ha conocido de
este distrito, pertenecía o Mr. Kope; peso 184 gramos y costó 12.500
francos. Muzo también ha dado esmeraldas blancos o berilos.

Los berilos de Salzbour y de Siberia son azules; de diferentes in-


tensidades. En Siberia también hoy esmeraldas pmarillas, amarillas
vtrdosas, amarillas naranjadas y amarillas rojizas, las de la isla de
Elba son rosados.
~Ls mejores agua-marinos son las de lo provincia de Minas-Geraes .
en el Brasil.
Todas estas esmeraldas de colores fueron considerados durante al-
gún tiempo como pertenecientes o especies particulares diferentes dEl
las verdes; pero el Abate Hauy los reunió con las esmeraldas de Mu-
zo en una solo especie minero lógica, por sus formas y modificaciones
cristalinas; Y posteriormente se reconoci6 la exactitud de esto reunión
cuando Vauquelin, descubri6 en ellas lo g'ucina; y con más certi-
dumbre aun, desde que se hizo el análisis completo de estos piedras,
del cual resulta que tienen leí misma composición.

Cuando están lapidadas las esmeraldas, según su color tienen ana-


logías con otras piedras. La verde se puede confundir con la dioptasa
(silicato de cobre), y con el granate ouwarovita; cuando es amari-
llo o verde amarillosa, se parece 01 topacio, 01 cimofano Y ql peridoto;
los azules no se distinguen de los safiros y lo cordierito; y los blan-
cos transparentes, con frecuencia se han admitido' como diamantes.
El brillo distingue la esmeralda blonca del diamante; el dicroismo de
lo cardiecita; lo densidad de las demás.
¡'Los minas de Muzo han dado últimamente, en el año de 1884,
una hermosísima esmeralda, perteneciente hoy 01 doctor Manuel An-
tonio Angel, accionista de lo actual Compoñía de explotaci6n de es-

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LIBORIO ZIRDA

tos minas. Esta esmeralda estó representada en el grabado adjunto,


en ras dimensiones naturales. Es un prisma exagonal de 5 V2 centi;.
metros de largo, 7 Y2 en su mayor diagonal en lo base y 21 Y2 de
perimetro; tiene 437 gramos de peso ;es decir 2.126 y V2 quilates.
Su color es de un verde subido, pero tiene en su interior algunas grie-
tas .0 jardín que mancha su pure:z:a. El señor Angel lo estimo en cua-
tro mil libras esterlinas.

(El valor de las esmeraldas dependen no solamente del número de


sus quilates (1) sino también de su pure:z:a, color y transparencia;
se puede decir de una manera general, que oscilo entre 10 francos el
quilate de las esmeraldas pálidas talladas, hasta 300 francos el
quilate de los perfectamente puras y de un verde hermoso y trans-
parente. Cuando están sin lapidar se calcula el valor según estos
dos términos y sus intermedios, y se rebaja un tonto por ciento equi-
valente a la pérdida que sufra por lo lapidación. 80ece de 800t apre-
cio la esmeralda perfecta, de cualquier tamaño que sea, en lo cuar-
ta porte del precio del diamante de igual peso.

(1) Según Jac.ques Bnru, la palabra KARET o QUILATE~ viene de


una planta de Africa l!amada KOUARA, cuyas semitlas, pequeñas ha-
MI rajal marcadas con Ult punto negro, de la misma especie de nues-
tras PEONIAS o CHOCHOS, tienen s.nsiblemente el mismo peso, y
SQn empleadas e" India para pesar 1011 diamantes y tal piecfras precia-
sas. El valOl' del quilate varia poco de va país Q otro. La tabla si!Juien-
h contiene el valor en miligramos de los quilates de algunos paíres:

Francia o" 0.205-500


Inglaterra ... 0.205-409
Alemania .. , 0.205-400
,España .......•. o ••••••
0.205-393
:India Oriental 0.219
Los diamantes en bruto se venden con frecuencia proporcionalmen-
te 01 cuadrado del peso ovaluado en quilates; se multiplica el cua-
drado del peso por' 50 francos que vale el quilate. Paro los diaman-
tes tallados, se admite que pierden lo miead de su peso por la lapi-
oación, y se multiplican 50 francos por el cuadrado del doble del peso
del diamante.

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EL DORADO

'El terreno neocomiano de la formaci6n cretócea de Colombia, es


muy extenso, y en muchas localidades, su naturaleza es idéntica al
de las minas de Muzo; así es que no exageramos al asegurar que es-
ta fuente de riqueza nacional es casi inagotable.

Papel Periódico lIustrodo.-Número 84.-Año IV. pógs. 181 o 184.

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EL DORADO

EShldio de 'las momias y las ceremonias fúnebres de algunos pueblas.

,Las momias o restos humanos desecados por los efectos de la na-


turaleza, o artificialmente por la mano del hombre, son muy intere-
santes en los estudios arqueológicos, pues nos presentan uno set"ie
de generaciones de algunos razC?s, con sus mitos, sus costumbres fu-
nerarios y religiosos y sus preocupaciones o necesidades sociales. Des-
de que los antigiiedades egipcios llamaron la atención de los anti-
cuarios, la historia de otros pueblos ha ido aglomerando hechos y ob-
servaciones que consideradas aisladamente pueden ser tan sólo curio-
sidades históricas; pero que de su agrupación comparativa pue-
den deducirse consecuencias importantes para los estudios antropoló-
gicas: cuando los hechos son de carácter general nace de ellos la con-
sideración de que el hombre en su primitivo desarrollo social ha pa-
sado por las mismas faces en todos los puntos del globo; pero cuando
se recapitulan en un solo cuadro histórico costumbres que no son de
carácter general pero que guardan ciertas analogías entre sí, nace la
sospecha y aun suele adquirirse el convencimiento de que ciertos pue-
blos emigrantes las han llevado a grandes distancias, transmitiéndolas
como hábitos sociales, o por el poder de la imitación. Ademós, dice Ga-
nol, el estudio comparado de los usos y costumbres, de los diferentes
pueblos, es de grande -utilidad científica; la aproximación de Ips he-
chos arroja luz para unos y otros.
Es, pues, nuestro propósito seguir brevemente la historia compara-
tiva de la momificación natural y artificial de los Egipcios y Guanchos
y de las costumbres análogas, más las ceremonias fúnebres de algunos
pueblos americanos, hasta los Chibchas y Peruanos.

Se cree que la palabra momio, o mumia de los latinos, se derivo,


según el jesuita Kircher, de moum o mum, palabra persa que significa

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L1BORIO ZERDA

cero o sustancia aromático; y según el Padre Martini, de Moumya,


voz árabe que significa cuerpo desecado. Algunos sabios hacen deri~
var la palabra momia de ammomum, nombre de una planto aromá-
tico probablemente usada en los embalsamientos. Serapion, en el Lé~
xico de Brumon, aseguro que este nombre quiere decir pez-asfalto, mez-
cla de pez y de asfalto usado para la conservación de los cadáveres.

Una momia, es, pues, un cadáver conservado por cualquier medio


artificial; pero las hoy también naturales, que son los cadáveres que
se secan sin putrefacción, espontón ea mente por los medios de la na-
turaleza. Como las momias son objetos de la solicitud de los orqueó-
lagos, se conservan con grande interés y cuidado en los principales
museos de Europa y de América.

,En el Museo del pequeño Louvre existe uno momio egipcio de un


hombre que Champolicm ha llamado Siophis; está cubierto aun de sus
bandeletas y cartones de tela, como la preparó el embalsamador; tiene
figurado en el pecho un gran collar, y en el medio de éste un pectoral
con los figuras de Osiris, de Isis y de Horus, deidades de los antiguos
egipcios.

~EI Briti. Museum es algo mós rico que el de.1 Louvre. Fue una gran
novedad histórico y científico el hallazgo de la tumbo de Cleopatra; y
lo momio que contenía el sarcófago descubierto, estaba intacta; fue
llevado a Londres, en donde los egipt610gos creen reconocer en ella
las restas de la famosa Reino de Egipto.

Mr. Lee. Cónsul general del gobierni británica cerco del Pachá de
Egipto, llevó a Trementon Castle, uno momio perfectamente conser-
vada, sacada de las sepulturas reales de Thebas; el cuerpo estaba en-
vuelto en algunos centenares de anas de vendajes, y de franjas con
bordados de cerca de Quince pies de largo por cinco a catorce pulgadas
de ancho. El féretro estaba decorado con magnificencia y cubierto de
figuros simbólicos y de geroglíficos. Por un estudio comparativo de 105
geroglíficos trazados en la corona del cofre con los vocabularios de
nombres propios, tradUcidos por Champolion, se ha comprobado que es-
ta momio era de uno de los Faraones. Tenía la frente cubierto de uno
posta compuesta de aromas, en la que encontraron granos enteros de
cebado. (Julia Fontenellel.

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EL DORADO

Es indudable -dice Ruelle-- que lo observación de los cadáveres


secados por lo arena en los grandes desiertos, hizo nacer en los Egip-
cios la idea de las primeras nociones de la desecación artificial. Debe,
pues, colocarse en primer término lo momificación por los medios na-
turales. Los cadáveres sepultados bajo los arenales abrasadores de los
desiertos de lo Libia perdieron su humedad natural y su graso; lo are-
na es absorbente y el color es desecante; seca y acartonado, lo piel y los
músculos avellanados, pierden de su peso y se presentan ligeros, con-
servando sus formas y los actitudes que les dio la agonía en los últi-
mos instantes. Cambyses, según Herodoto, perdió su armado casi en-
tero en su expedición al templo de Júpiter Ammon, el simoum del de-
sierto los sepultó boja lo arena Y fueron desecados.

¡En los subterráneos Y en las cuevas naturales en donde la atmósfera


es fría, lo evaporación rápido, el suelo ca1cáreo o absorbente Y lo tran-
quilidad del aire propicia para su purificación, dejando depositar por
su propio peso los gérmenes de fermentación Y de putrefacción, lo
momificación es natural y rápida; y aun es más fácil en una atmós-
fera, si, como lo de los Andes, es ligera y poco cargada
de gérmenes corruptores. Tales son las condiciones en que se encuen-
tran los Andes colombianos, en los que en cuevas naturales deposita-
ron los indios los cadáveres de sus familias, hallándose hoy después de
algunos siglos, perfectamente momoHcados. Los condiciones favora-
bles poro la momificación espontánea se encuentran también al aire
libre en muchos lugares de la América: Humboldt erlcontró en México
verdaderas momias naturales; y algunos viajeros que visitaron los cam-
pos de las batallas de la conquista, en un suelo privado de lluvias, en
los desiertos del Perú, han hallado cadáveres de Peruanos y de Espa-
ñoles, secos ':1 bien conservados.

La observación de los efectos de la naturaleza, indudablemente


guió la mano del hombre en los primitivos procedimientos de momifi-
cación artificial o de los medios de embalsamamiento. Entre los egipcios
y los Guanchos fue llevada esta práctica a una perfección que no al-
canzaron otros pueblos contemporáneos. En otros muchos fue practi-
cada la momificación artificial, pero no con el carácter general que
entre los Egipcios, que según lo opinión de algunos anticuarios, fue im-
puesto por los legisladores, poniendo en juego los afecciones de fami-

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LIBORIO ZERDA

lia y las creencias religiosas, para cumplir con sabios preceptos higié-
nicos.

Después de la expulsión de los Hycsos del imperio egipcio, y bajo


los dinastías que se sucedieron, se levantaron los monumentos más
espléndidos del arte egipcio. Entre estas construcciones se cuentan los
tumbos talladas en los rocas. La cadena Iibica, situada ''01 oeste de Te-
bas, fue excavada en una extensión de dos leguas, y contiene millares
de cómaras sepulcro les dispuestos en muchos pisos. En todos estos tum-
bos se encuentran momias, papirus con inscripciones geroglíficas, pe-
queños estatuas y multitud de objetos diversos depositados 01 lodo de
los muertos.

Los momias egipcios --<lice Kircher- son cuerpos atiborrados de


sustancias odoríferas y balsámicos, propias poro detener el trabajo
de la descomposición pútrido; pero el clima de aquellos localidades era
propici?, mós que en cualquiera otra parte, poro ayudar a lo deseca-
ción. Respecto de la causa que mantuviera esta costumbre de embalsa-
mar los cadáveres entre los pueblo segipcios, hay diversos opiniones.
Entre los historiadores antiguos, Herodoto dice que el embalsama-
miento era un medio de sustraer los cadáveres de la voracidad de los
c¡nim~J1es,que faltaban 01 respeto del hombre. Según Diadoro de Si-
cilia, esta práctica nacía de los afectos de familia: la piedad filial y
el amor a sus deudos.

Algunos anticuarios, paro dar uno explicación satisfactoria, han re-


currido a los mitos populares, entre los cuales existía lo creencia de
que el alma permanecía en el cuerpo en tanto que este subsistía; pe-
ro otros la atribuyen a que los sacerdotes y sabios enseñaban 01 pue-
blo, que posadas treinta o cuarenta mil años, en cuyo término debía
verificarse uno gran revolución en el universo, para principiar su re-
nacimiento, las almas volverían o sus mismos cuerpos, yero necesario,
poro que esto sucediese, conservar los cadáveres preservadas de la co-
rrupción. Según este mita, se podía comunicar este beneficio o ~os
animales, y por esto razón también los embalsamaban. Pero no se
comprende como siendo indispensable su integridad, los mutilasen ex-
trayéndoles los intestinos; o no ser que 'creyesen en lo regeneración de
esto parte, pues según Plutarco sacaban los intestinos del cadáver y des-

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EL DORADO

pués de haberlas mostrada al sol los arrojaban por ser la causa de to-
dos las faltos que el hombre había cometido.
;6ory de Sain- Vicent dice: "El uso de conservar los cuerpos muertos,
que solamente fue nacional entre los Egipcios y los Guanchos, es de-
cir, entre lo noción mós sabio y los hombres menos instruídos, es lo
pruebo de uno sensibilidad profunda en los naciones en las cuales se'
generaliza". Pero poro Volney, fueron únicamente, ideas de carácter
higiénico las que motivaron la momificación entre los Egipcios, Esta
misma opinión es lo de Julio de Fontenelle, y agrego a ella las ideas
religiosos: los necesidades higiénicos los explico por el gran conocimien-
to que tenían los Egipcios de los leyes de esto ciencia, que, según Prós-
¡:ero Alpino, fue de los ciencias que mayores progresos alcanzó entre
ellos; este pueblo fue muy ilustrado y su civilización se transmitió a
los Griegos, de éstos o los Romanos, Y de los Romanos a los demás
pueblos. Los inundaciones del Nilo, que cubren anualmente uno in-
menso extensión del territorio, hacía imposible Y peligroso el enterra-
miento de los cadóveres en un suelo húmedo y anegadizo, que facili-
taría lo putrefacción Y lo infección del aire en los portes altos, el;!'
donde se encontraba acumulado uno poblQción muy denso, que daba
anualmente muchos muertos. La desecación de los cadóveres fue el
expediente apropiado para obviar esto dificultad, y uno de los medios
mós adecuados lo hallaron en el empleo del natron (subcarbo:niGto de
soda), muy abundante en los numerosos lagos de aquel territorio; es-
ta sustancio natural tiene lo propiedad de impedir lo corrupción ca-
davérico. Estos necesidades higiénicas se constituyeron en u'n' culto
religioso afianzado por sus opiniones sobre los destinos de lo huma-
nidad,
Según Rouille, la operaclon del embalsamamiento de las cadóveres
egipcios, se reducía o dos partes esenciales: la desecación paro privar-
los de la grasa y de la humedad naturales, y después lo preservación
del cuerpo desecado de la humedad exterior y del contacto del aire
La naturaleza del clima y sequedad de la atmósfera eran favorable!
para llenar la primera condición; y para la segunda se recurría al pro·
cedimiento ingenioso que encontraran mós apropiado, ayudada de le
constitución del suelo y de los subterráneos en donde eran depositado~
los cadóveres, Estas vastas cavidades, de donde, según dice Pelletan
se extrajo el material poro los monumentos suntuosos de Tebas, estár

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01 abrigo de los inundaciones del Nilo, y se encuentran en ellos mi-


llares de cadáveres momificados, que representan centenares de ge-
neraciones sustraídas de lo putrefacción; sus paredes están cubiertos
de pinturas de un trabajo minucioso, pues que el espacio correspon-
diente a coda persono está formado de pequeños cuadros con figuras
que no tienen más de dos a tres pulgadas de alturas. Hoy también ba-
jos relieves de tintes iguales muy vivos, y la parte de roca que no se
prestó o algún trabajo de pintura o de escultura está barnizado con
un' betún sólido muy durable. Estos cuadros representan escenas do-
mésticas terminados por un convoy fúnebre.

Según Herodoto, cuando moría una.' persono de consideración, to-


das las mujeres de su casa se cubrían lo cabeza y aun la cara con Io-
do, se descubrían el seno, y dejando el muerto en lo caso, corrían
por lo ciudad acomp,añados de sus parientes, golpeándose el pecho,
demostración de dolor que ejecutaban también los' hombres con el pe-
cho descubierto. Posado esto ceremonia, era conducido el cadáver 01
lugar del embalsamamiento.

Los embalsamadores eran determinadas personas encargados por lo


ley de practicar esta operación, 'y ajustaban el precio con los intere-
sados, según tres procedimientos diferentes más o menos costosos. El
mejor de ellos era el siguiente: tendido el cuerpo en el suelo, se prin-
cipiaba por extraer por los narices uno porte del cerebro con un ins-
trumento encorvado, y el resto era destruído por medios de sustancias
que introducían en el cráneo. Después el escribano señalaba sobre el
flonco izquierdo del vientre lo porción que se debía cortar. El encar-
gado de ejecutar esta incisión, cortaba con una pieClra de Etiopía los
tejidos en lo extensión señalado por 10 autoridód e inmediatamente se
ponía en fugo, porque los asistentes lo perseguiqn. a pedradas y con
improperios, pues se consideraba como odioso y criminal al ejecutor
de uno herido violenta sobre alguno de sus semejantes. (Diodoro).

Por la incisión sacaban los intestinos; limpiados y pasados por vin:>


de palma, eran, colocados en un cofre. paro' presentarlos 01 sol, dirigién-
dole un discurso uno de los embalsamadores, en honor del difunto y a
su nombre. Se llenaba la cavidad del vientre con polvos de mirra, de
conela y otros aramos, con. excepcí6ndel incienso. Después de cerrada

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Figuro 69 de lo relación de "El Dorado".

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EL DORADO

la incisi6n con una sutura, se salaba el cadáver cubriéndalo con natrun


durante setenta días.

Transcurridos estrictamente los setenta días, era lavado el cuerpo


y cubierto de bandas de tela de algod6n barnizados con goma de Ara-
bia, lc:omíl, de que los egipcios hacían uso como cola. Los miembros
de la familia hacia n construír un estuche de modero de sicomoro, de la
forma del cuerpo, y en él encerraban 01 muerto y lo colocaban en
el lugar destinado o su dep6sito.

El segundo procediimento consistío en inyectar en el vientre un 11-


(luido untoso extraído del cedro; no se practicaba incisi6n alguno ni
se extraían los intestinos. Se salaba con natrum durante el tiempo
prescrito, y en el último día se hacía salir el aceite inyectado.

El tercer procedimiento fue destinado a los pobres. Se reducla Unl-


comente a inyectar el cuerpo con un licor llamado surmaía, y se cu-
bría de natrum duronte setento días.

En opini6n de los egipci6lagos, las relaciones de Herodoto y de Dio-


doro son deficientes, pues no hablan de la desecaci6n, operaci6n indis-
pensable antes de aplicar las bandas engomadas; es de suponerse tam-
bién que la introducci6n de las polvos. aromáticos en el vientre debi6
practicarse después de solado el cadáver. El estudio detenido de las
diferentes especies de momias egipcias, revelo que se practicaban al·
gunas operaciones minuciosas y que se usaban otras sustancias resino-
sas y bituminosas, tales como el pez-asfalto, de que nO hablan los
historiadores antiguos. Todas estas sustancias tienen la propiedad, usa-
das como barniz, no solamente de preservar de la cosrupci6n, sino de
alejar los gusanos y los necr6foros que devoran los cadáveres.

El señor Rouger,' miembro de una comisión científico destinada o


Egipto, dice que los embalsamadores lavaban el cadáver con el licor vi-
noso y balsámicO que Herodoto y Diodoro lIamon vino ·de palma. y
después de lIenarlo de resinas odoríferas y de betumen, lo colocaban
en estufas en donde se secaba y se impregnaba de las sustancias re-
sinosas.

Lo siguiente reseña histórica de Julia de Fontenelle es muy intere-


sante, y nos dice que según autores antiguos se encuentran seis espe-

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des de momias egipcias: "La primera especie es la que lleva el nombre


de momia cfe Seropion, fue preparada con el pez-asfalto. La segundu
e~pecie es la momia de Arabio: representa los nobles egipcios, y su
preparación se hacía con áloes, azafrán, m,ina y otros aromas; esta
especie no se encontraba sino en> las tumbas de los Reyes y de las
héroes de Egipto. La tercera especie es la momia de los plebeyos egip-
cios: fue preparada con betumen de bajo precio. La cuarta especie er.1
preparada con el pez-asfalto. La quinta era de los cadáveres de los
jóvenes muertos violentamente se exponían estos cuerpos al sol, y
cuando estaba avanzada la desecación, se les espolvoreaba con mir,'J
y óloes, se les rociaba en seguida con un licor alcohólico y se les ha-
cía secar a la sombra. La sexta especie se preparaba sumergiendo los
cuerpos en la arena, dejándolos así expuestos a un sol ardiente para
apurar la desecación.

Este mismo autor refiere que el señor Passalacque, hóbil arqueólo-


go, ha observado que las momias tienen posiciones determinadas en los
brazos y en las manos; en cuanto o la del cuerpo y de la cabe::a, siem·
pre estón en línea reCta. Las actitudes siguientes son las que más co··
múnmente se encuentran: "Los hombres y los niños recién nacidos
tienen los brazos extendidos a lo largo del cuerpo; las mujeres de cier-
ta edad tienen los dos brazos cruzados sobre el pecho, o bien un solo
braza colocado así y el otro extendido al costado del cuerpo; las jó-
venes tienen entrambos brazos a lo largo del cuerpo, pero el antebra·
zo replegado y las dos manos sobre el pubis: esta actitud era símboio
de' la castidad. La mano izquierda de las momias está ordinariamente
cerrada y la derecha abierta; y los anillos o amuletos, cuando se en-
contraron, los llevaban en la mano izquierda y jamás en la derecha.

"El ataúd de las momias egipcias es esculpido y construído con dos


fragmentos de leño de sicomaro; la parte inferior tiene mayor profun-
didad que la tapa; en los ataudes griegos sucede lo contrario, y ade-
mós son formados de planchas pequeñas reunidas.

Las verdaderas momias egipcias tienen, algunas veces, por encima


de la envoltura de tela, una redecilla de avaloria. Los más ricas y las más
difíciles de hallar están rodeadas de un cartonaje de tela atado por
detrás" .

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"Los anillos, collares, amuJetos, cinturones, brazaletes, etc. se en-


cuentran en su lugar respectivo, sobre las carnes y debajo de los ven-
dajes. Los manuscritos en papirus se encuentran ordinariamente colo-
cados sobre el pecho, o debajo de los brazos o entre las piernas. Suele
encontrarse grandes escarabajos con inscripciones sobre el pecho de /0
momio; los pequeños están en un cordón unidos a otros objetos en el
cuello o en el puño cerrado de la mano izquierda. Los mós grandes
escarabajos sin inscripciones se hallan en el vientre, y se encuentran
así de tiempo en tiempo los cuatro genios de infierno egipcio, o cabe-
zas humanos, de cionocéfolo, de chacal y de gavilán, modelados en ce-
ro, con el ojo de osiris, etc".

jSegnú M. Rouger, miembro de la comisión cientffica o Egipto, se


encuentran las momias envueltas todas de fa misma manera; las di-
ferencias consisten en el número de vendas que las rodean, y en lo
calidad de los telas. La cabeza está cubierta con un fragmento de
tela cuadrado, de tejido muy fino, cuyo centro forma sobre la caro
uno especie de máscaras; algunas veces se encuentran hasta cinco o
seis aplicados unos sobre las otros; el último está pintado o dorada y
representa las facciones ~e la persona embalsamada. Los objetos que
se encuentran después de los últimos vendajes, son Idolos de oro, de
bronce, de tierra cocida y barnizada, o de madera pir!,tada o dorada.
M. Porisot, dice que el culto de los animales unido a la superstición
de la metempsicosis, extendió la conservación de los cadáveres por
medio de la momificación hasta los cuerpos de los animales sagra-
dos. "El ibis figura del dios Thoth, era el señor de Hermópolis; el car-
nero, figuro del gran dios Ammon, era el señor de Tebas". Los ani-
males sagrados fueron considerados por los Egipcios como símbolos
de la sabiduría, del poder y de la bondad de la Divinidad, y los co-
locaron en el cielo erltre los signos del Zodiaco. Al lado de los Reyes
sepultaron las momias de los ibis, de las serpientes, de los cocodrilos,
de los monos y de otros muchos animales".

'Papel Periódico Ilustrodo.-Número 86. Año IV. Págs. 226 o 228.

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Estudio cte los momias y las ceremonias fúnebres de algunos pueblos

11

Después de los Egipcios, los pueblos que practicaron la momifica-


ción artificial con bastante perfección fueron los antiguos habitantes
de las Islas Canarias, llamados también Felices o Afortunadas. Este
pueblo se llamaba Guanchos, palabra que se deriva de guan, que sig-
nifica hombre. Estas islas estón situadas en las castas occidentales de
la parte Norte del Africa, y hoy no continen ni los restos de su an-
tigua raza indígena, caracterizada por su elevada estatura. Los Guan-
chos pertenecieron a los pueblos del antiguo continente, Y según Hum-
boldt, quizó a la raza caucósica, pues entre sus alimentos contaban
con los cereales y con la leche de las cabras.
Este mismo naturalista dice que la estructura del cróneo de los
Guanchos Y de los antiguos Egipcios tiene algunas analogías, y que
los dientes incisivos de las momias de los primeros son romos como los
dientes de las momias halladas en las orillas del Nilo. (Viaje a las
Regiones Equinoccioles).
; Los geógrafos antiguos antes de Aristóteles, no consiguieron nocio-
nes exactas sobre las Islas Canarias, porque los Cartagineses, único
pueblo que extendió sus excursiones maritimas hacia el Oeste, y al Nor-
te, tenía interés' en ocultar estas regiones destin'óndolas como un lugar
de asilo para los tiempos de turbulencia Y de desgracias públicas. La
estructura geológica y sus volcanes, han hecho sospechar que estas
islas son los restos de una cadena de montañas que unidas al Conti-
nente, se separaron sumergiéndose por algún cataclismo. (Humboldt).

;La relación de los procedimientos de momificación usados por los.


antiguos Guanchos, que presenta mayor interés, es la de Bory de,

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Saint-Vicent, y o el'la nos referimos en gran porte de lo Que sobre


este asunto vamos a exponer.
J
Los Guanchos llamaban sus momias Xaxos, y conservaban estos res-
tos con gran cuidado y veneración, no descuidando los medios que les
fueron conocidos o transmitidos poro precaverlos de la corrupción. Si
entre los Egipcios era apedreado ignominiosamente el que practicaba
lo abertura del vientre del cadáver, entre los Guanchos los embalsama-
dores vivían solitarios, retirados y ocultos a los miradas del pueblo,
porque eran considerados como seres abyectos. Los Guanchos entrega-
ban los cadáveres de sus mujeres a obreras encargadas del oficio de
embalsamar; los hombres únicamente se encargaban de los cadáve-
res de su sexo. Entre las Egipcios se aguardaba o que principiase lo
putrefacción poro entregar 01 embalsamador el cadáver de uno mujer,
principalmente si era bella.

Tendido el cadáver sobre uno mesa de piedra, el operadar practica-


ba una abertura en el boja vientre con un cuchillo de piedra obsidia-
ncí~ (tobona); por ella se le extraían los intestinos poro lavarlos inme-
diatamente; también se lavaba el cuerpo, principalmente los ojos, las ore-
jas y el interior de la boca, con agua en lo que se disolvía lo mayor
cantidad posible de sol. En las cavidades del vientre y del pecho se
introduclan plantas aromáticos, entre las cuales se ha encontrado
siempre el c:henopodium ambrosioides; y en seguido se exponía a los
ardores del sol el cadáver así preparado, o en su defecto, en una estu-
fa. Durante la desecación se le hacían unciones con un unguento pre-
parado con grasa de cabra, polvos de plantas aromáticos, corteza de
pino, resina, brea, piedra pomez, y otros materias absorbentes.

ILas diferentes operaciones del embalsamamiento duraban quince


días, tiempo suficiente para lo conservación y paro que quedase la
momio seca y ligera. Después de embalsamado el cadáver se envolvían
los momias en unos socos hechos de pieles de cobra preparados expre-
samente durante lo vida, y se les ataba con correos unidas por nudos
corredizos. Finalmente, se celebraba con magnificencia la ceremonia
fúnebre. Los Momias de los Reyes y de los personas de distinción, eran
colocados en ataúdes de uno solo pieza, excavados en el leño de una
sabina modera reputado como incorruptible; operación semejante
practicaban los Egipcios con el leño del sicomoro. Lo último morada de

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estas generaciones de los Guanchos así momificada, fueron las caver-


nas excavadas para este objeto, como fue costumbre entre los Egipcios.
Para las gentes del pueblo se usaba un procedimiento menos costoso:
se hacía secar el muerto al sol, después de introducirle en el vientre
un licor corrosivo, que según Bory de Saint-Vicent, era el jugo lechoso
y acre de un euforbio, planto que se ha encontrado en los xaxos. Este
jugo corrosivo corroía todas las partes interiores que el sol no podía
secar, y después se las cubría con pieles.
,Los xaxOs, tales como se les encuentran, son muy ligeros, pues no pe-
san por lo general, más de seis a siete libras; tienen un color de cur-
timbre y un olor agradable; muchos están perfectamente conservados
con sus cabe l/os y barba; frecuentemente les faltaban las uñas. En al-
gunos no se encuentran señales de incisión en el vientre; en otros se
ve lo marca de una gran cortada sobre el costado. En los hombres los
brazos están colocados sobre tos lados, y_ en las mujeres cruzadas las
manos sobre el bajo vientre.
,Humboldt, dice que estas momias se encuentran adornadas, con
frécuencia, con pequeños discos de tierra cocida, atados por cordones
que parecen haber servido de signos numéricos, que se asemejan a los
equipos de los Peruanos, Mexicanos y Chinos.

~En la Isla del' Fierro, se han hallado, sobre la mesa en donde se ha-
bía depositado el cadáver, los muebles y objetos de su uso durante su
vida. Sobre los momias de algunas personas de distinción se levan-
taban tumbas a amontonamientos tumulares; estos monumentos eran
de forma piramidal y de piedras secas, es decir, sin argamasa o ci-
mento en la unión. El muerto llevaba sus vestiduras, colocado sobre
tablas de pino con la cabeza hacia el Norte.
M. Jouannet examinó algunas momias de los Guanchos, que tenían
los ojos, las narices y la boca llenos de asfalto, como algunas mo-
mias egipcias.
IEn vista de las analogías que ofrece el sistema de momificación de
los Egipcios y de los Guanchos, no es infundada la suposición de lo pro-
cedencia egipcia de los habitantes indígenas de las Islas Canarios, o
por lo menos de sus relaciones íntimas: suposición apoyada por las ob-
servaciones de Humboldt, y porque no se puede admitir como un he-

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cho casual la notabilísima concordancia en los procedimientos de ion-


servación de los cadáveres en estos dos pueblos que ocupaban r6s ex-
tremos oriental y occidental de la parte norte de Africa.

Al terminar esta parte debemos consignar una observación muy im-


portante de M. Despreux, americanista Y"'viajero ilustrada que escri-
bió en México, en 1843: "Durante mi permanencia en las Canarias,
dice, pude proporcionarme tres momias, un hombre y dos mujeres
conservadas según el antiguo sistema egipcio. El hombre es de una
estatura gigantesca, lo que se conformo con los tradiciones de los anti-
guos atlantes. Las mujeres tienen los cabellos largos, negros, espesos y
trenzados con tiros de cuero teñidas de encarnado o de verde; el vestido
estó plegado por delante, y una especie de :zárope corto las cubre ·el pe-
cho .. El calzado se compone de una suela fijada 01 pie con correas teñidos
de encarnado, y guarnecida de pedacitos de obsidiana muy bien trabaja-
dos. El hombre tiene por vestido uno túnica y un monto fijado sobre el pe-
cho por un nudo llamado tomares. iCuál sería mi placer cuando, lle-
gando al interior de los Andes, encontré a las mujeres vestidas del
mismo modo, y que su peinado era idéntico al de mis momias". Ade-
más; de esto, sus monumentos son piromidales, como los de América, y
las armas encontradas en los túmulos idénticas a las de .Ios indios.

111

Aunque en los pueblos de lo América no existía el uso general de


los embalsamamientos como entre los Egipcios y Guanchos sí se prac-
ticaba, casi en todos ellos, la conservación de los cadáveres, princi-
palmente de sus personajes más distinguidos, con procedimientos mós
o menos imperfectos, pero en ellos se nota como un recuerdo de aque-
lla .costumbre egipcia y guanche, y sus ceremonias funerarias son el
reflejo de los honores y prócticas fúnebres usados por los Indus y por
los Scitas y generalizados en una gran parte del Norte de la Europa.

No entramos a discutir las probabilidades de una emigración egip-


cia sobre el Nuevo Continente, porque sale fuera de íos límites del es-
tudio de los momias; pero sí haremos notar que es posible esta de-
mostración, apoyada en el estudio de las costumbres, de las ceremo-
nias religiosos, y de los monumentos egipcios y americanos. También

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es posible que la América recibiera emigraciones accidentales de Guan-


chos arrastrados por las corrientes marinos.

La historio refiere los estrechos relaciones que existieron entre los


Egipcios y los Fenicios, y que estos últimos como intrépidos navegantes
fueron encargados por los primeros de ejecutar muy peligrosos viajes.
"En las Islas Azores, casi en el centro del Océano Atlántico, y más
al N. O. de los Canarias, se han hallado estatuas y me9allas Fenicias.
En 1873, se ha hallado en el Brasil una piedra con inscripciones feni-
cias que han sido traducidas. La inscripción es de una piedra conme-
morativa, rudo monumento erigido por algunos fenicios de Sidonia, al
parecer refugiados o desterrados de su pars nativo, entre los años
9<? y 10 del reinado de Hiram. Estos temerarios o desgraciados cana-
neos (patronímico que usaron poro denominarse) salieron del puer-
to de Aziogaber (hoy Akaba, puerto del mor Rojo) y navegaron por
doce novilunios o lo largo de la tierra de Egipto; etc." Según los seño-
res Yatte y Moultin, en la desembocadura del Tauton, en Massachus-
setts, hay otro inscripción fenicio. (Escobar y Girón. Memoria sobre
las probabilidades de una emigración egipcia a la Améri.:a. Bogotá).

,Respecto de los Guanchos se sobe lo siguiente que apoyo los pro-


babilidades de una emigración occidental sobre la América: El doctor
Viera, Cura que fue en las Canarios, refiere en 'su historio ge-
neral de estas Islas: Que en 1770 un pequeño buque cargado de tri-
go, y destinado o pasar de lo isla de Lanzarote a Santa-Cruz de Te-
nerife, en momento en que ninguno de la tripulación se hallaba a bar-
co, fue arrojado a lo ancho del mar. Las corrientes de las aguas de
Oriente a Occidente, lo condujeron a la América y se encalló en los
costos de la Guaira (Venezuela). El historiador Gumilla, en su Orinoco
Ilustrado, refiere como un hecho evidente que un barco cargado de
vinos, yendo de Tenerife a Palma, fue arrojado par una borrasca 01
interior del Océano, y los corrientes lo condujeron, o pesar de los pi-
lotos, a Trinidad de Barlovento, sobre las Costas de América.

Uno de los hechos más interesantes y más significativos relativo a


este asunto es el siguiente: El doctor Le ':ijlongeon, que visitó las ruinai
de Yucatán en 1875, descubrió en Chi'é:hen-Itza uno estatua de un
hombre acostado sobre una plancha de piedra sepulcro!. El grabado
de esto estatua fue publicado en ~Ia América prehistórica del Marqués

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de Nadilloc, y presento un tipo de fisonomía y de adornos de la cabe-


zo enteramente egipcios; y su actitud es diferente de los que presen-
tan las demós estatuas encontrados en Chichen-Itzo y en otros ciuda-
desde' Yucatón; las sandalias de formo particular son los mismos que lle-
van los momias a xaxos de los Guanchas en los Islas Canarios.

No hemos podido prescindir de estos hechos antes de principiar las


anotaciones históricos de los costumbres funerarios y de los COnstruc-
ciones sepulcro les de lo América del Norte, porque creemos que la es-
tatua de Chichen-Itza, de que hemos hablado, debe tener alguna rela-
ción con los momias de los Guanchos, pues según algunos historia~
dores, en Yucatón embalsamoban los cadóveres: los sacerdotes saca-
ban los entrañas y las depositaban en ónforas adornados de cabezas
humanas o de animales. ()

>,Entre los antiguos construcciones de lo América del Norte, disemi-


nados en un inmenso territorio, se encuentran los montecillos hechos
por lo mono del hombre, perteneciente o uno rozo bastante adelanta-
do en los construcciones de circuitos de defensa, de reductos y de for-
tificociones en general.

'Los' anticuarios del Norte, para distinguir esto rozo desconocido, pe-
ro cuyo existencia se ha reconocida por sus restos mortuorios y por
los monumentos que ha dejado, lo ha designado con el nombre de
Mound Builders, o constructores de montecillos, par ser los que mós
comúnmente se encuentran. De estas montecillos destinados o diferen-
tes usos, y ritos las más numerosos, san los mound, sepulcrales de for-
mas variadas comparables o las construcciones tumulares de las primi-
tivas rozas del antiguo Continente; en ellos las cuerpos fueron inhu-
modos, ya en posición horizontal, yo con sus miembros replegados so-
bre el tronco y sentados en su posición natural con lo barbo apoyada
sobre los rodillos, actitud en la que se encuentran generalmente los
momias de lo América del Sur, Unos veces estón aisladas bajo de es-
tos mantecillos artificiales, otras reunidos en forma de cementerio, y
los tipos mós comunes son los siguientes:

.En el Missouri cubrían los codóveres de una envoltura de arcilla que


endurecían por lo acción del fuego. En Kanzas amontonaban sobre el

( 1) Herrera, Déc. IV. l. IX. Cap. VII.

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difunto piedras que formaban con el tiempo· un verdadero cerrillo (Re-


port Peabody Museum); esto costumbre lo vemos reproducido en nues-
tros montañas coloinbianas y en muchas partes de lo América del Sur.
En otras partes de las regiones de los Maund-Builders, se han descu-
bierto los cadáveres envueltos en una tela gruesa o en bandeletas de
cortezas vegetales. Squier describe un sepulcro, en el que encontró
el suela nivelado cubierto de una capo de cortezas, sobre ella el cadá-
ver rodeodo ge utensilios de piedra, algunos adornos, dientes perfora-
dos y finalmente cubierto todo con otra capo de cortezas sobre la cual
se levantaba un túmulo de tierra amontonado.

No es menos frecuente el hallarse los muertos reunidos, acostados so-


bre el costado izquierdo y 01 lado vasos llenos de alimentos, y algunos
objetos diversos de su uso doméstico. En Modisonville, en el valle del
pequeño Miamí (chio) descubrió Mr. Putnam más de seiscientos cadá¡
veres, rodeados de numerosos vasos de tierra cocida decorados con dibu.')
jos lineares, denteJados o angulosos, algunos de estos vasos con meda-
llones figurando cabezas humanas, al lado de estos pipas de piedra,
puntas de flechas, cuchillas de obsidiana, martillos y hachas de piedra
pulido, utensilios de hueso '1 adornos de cobre. (Horvord University.
Junio 1881.

IEn el Wiscansin se hallan cadáveres momificados envueltos en bon-


deletas de corteza y sentado~ con la cara vuelto hacia el nacimiento
del sol. En el Tennese se han encontrado multitud de momias deposi-
tadas en los cavernas, y sus caracteres revelan que pertenecfan a la
roza de los Mound-Builders. Cerca de Esparto, como a unas quince
mUlas se halló en una de estas cavernas restos humanos momificados
y perfecatmente conservados en canastas de junco hábilmente trenza-
das; y con este motivo dice Nadoillac que este hecho no es aislado,
porque Heywood refiere haber visto cerca del Cairo, sobre el Smith's
Fork esqueletos de hombre y mujer depositados en canastos. En api-
ni6n del Marqués de Nadaillac, las sepuleuras más curiosas de la Amé-
rica del Norte, son las que contienen los cad6veres, ya entre lajas de
piedra bruta, ya en cámaras sepulcro les que recuerdan los Chambered
Earrows de Inglaterra. Los montecillos con cámaras Sépulcrales pre-
sentan trabajos más importantes y complicados. El túmulo de esta es-
pecie más notable es el de Grave Greek; en la Virginia, en la confluen-
cia de este río con el Ohio. Este montecillo contenía das cómaras se-

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pufcrales, una superior y otra inferior: en la superior había un solo


esqueleto y en fa inferior dos de hombre y de mujer, al lado de, esta
había otro con diez cadóveres sentados. Se presume que éstos eran
los de infelices víctimas inmoladas en honor del jefe, al cual estaba
consagrada la tumba, y se hallaba rodeado de numerosos adornos, de
.collares, brazaletes de metal y fragmentos de piedras esculpidas.

"Uno de los descubrimientos no menos importantes para la historia,


de las poblaciones americanas, dice el Abate Domenech, (2) es el de
las momias encontradas particularmente en el Kentuky, y sobre todo
en la gruta del Mammouth, cerca de Louisvil!e. Esta gruta encierra
una cantidad prodigioso de nitro, y es o lo presencio de esta sustancia
que se atribuye la preservación del cuerpo humano. Una de estas mo-
mias fue hallada a tres metros debajo del suelo, colocada entre anchos
piedras y cubierta con una laja plana. El cuerpo en cuclillos, can las
rodillas "replegadas sobre el pecho, los brazos cruzados y las manos co-
locadas una sobre la otra a la oltura del mentón. Todo el cuerpo es-
taba perfectamente conservadoj la piel semejante a un cuero de color
amarillosoj no se descubrió ni sutura ni incisión que indicase qUé los
vísceras hubiesen sido retiradas. El cuerpo no tenía ni vendajes, ni sus-
tancias bituminosas o aromáticos, pero tenía cuatro envolturas. La pri-
mera interior se ~omponía de una tela hecha de hilos dobles torcidos de
uno manera particular, y de grandes plumas entrelazadas con mucho
arte. La segunda envoltura era de la misma tela, pero sin plumas. La
tercera consistía en una piel de gamo sin pela, y la cuarta y última al
exterior de otra piel de gamo con pelo. Estas momias han preocupado
mucho a los anticuarios americanos, porque parece pertenecían a un
pueblo anterior a los Pieles Rojas, y sirven de argumento poderoso con-
tra los partidarias de las razas autótonas. Las momias americanas, en
su mayor número están envueltas al estila egipcia, y no se han encon-
trado sino en las cercanías de los grandes ríos, es decir, cerca de los lu-
gares a donde los bajeles pudieron llegar".

Es indudable que estas razas conocían los efectos de lo naturaleza


para conservar los cadáveres, pues aun cuando no se ho reconocido

(2) Voyoge pittores que dons !les grands Déserts du Nouveou Mande.

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operación previa, el cuidado con que aplicaban estas envolturas, reve-


la la seguridad de obtener este resultado. Además, es sorprendente Y
muy significativo, que las momias naturales de esta clase, que se en-
cuentran en la América del Norte, tengan la misma actitud, en cucli-
llos, con los miembros recogidos, y estén cubiertas con algunas envol-
turas, como las momias naturales Y artificiales de los pueblos de la
América del Sur ..
El rito funerario que practicaban los antiguos habitantes de los va-
lles del Ohío y del Mississipí,. enterrando los cadáveres de las personas
de distinción con sus mujeres Y servidumbre, a los cuales se les in-
molaba en honor del difunto, y acompañado de sus armas, utensilios
de menaje con alimentos, joyas y otros objetos, le encontramos igual-
mente entre los Mexicanos, en la América Central Y en muchos pue-
blos y naciones de la América del Sur, como entre los Chibchas y Pe-
ruanos. No se pueden, pues, juzgar estos hechos como casuales y ais-
lados; ellos tienen gran significación en la historia de las razas ame-
ricanas. Si por una parte encontramos restos de las costumbres de los
antiguos Egipcios, por otra vemos reproducido en toda la América, una
de los ritos fúnebres de una gran parte del Norte de Europa. Herodoto
refiere que los Scytas hacían los honores de la sepultura de sus Reyes
en un cantón llamado Gerrhes. "Llegados a este lugar después de lar-
gas preparaciones, se colocaba el cuerpo sobre un lecho, de verdura y de
hojas amontonadas. En seguida se plantaban alrededor piquetes en los
que se ponían al través trozos de leño que se cubrían de ramas de
sauce. En el espacio vacío de la fosa, se depositaba una de las con-
cubinas del Rey, a quien se hapía estrangulado, el copero, el cocine-
ro, el escudero, su sacerdote, uno de sus servidores, caballos, las prin-
cipales cosas de su uso Y 'copas de oro. Hecho esto, los asistentes lle-
naban la fosa con tierra, trabajando todos a cual más para levantar
sobre el sepulcro un montencillo muy alto" .•

Veamos ahora igual costumbre en América .


.En Teotihuacán se enterraban los Príncipes Y los Señores, Y sobre
sus sepulcros mondaban levantar montecillos de tierra, que se ven aun
y que parecen como colinas hechas a mono". (Sahagún, Historia de
Nueva España).
En la Florida, lo mismo que entre los Nahuas, se enterraban con el

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cadóver de los señores, sus mujeres y sus servidores, y las armas, des-
tinada a acompañorlos y a servirlos en el otro mundo.

En lo provincia de Durango, en el valle del río Nazas, se descubrió


uno caverna de grande extensión, que encerraba millares de momias
de una raza diferente de la que encontraron los conquistadores. Cada
momia estaba cubierta de un manto de hojas de agave primorosamen-
te coloridos. Los cuerpos estaban en un estado de conservación
completo.

Las tribus de la raza Nahuatl verificaban sus ceremonias fúnebres


con gran solemnidad y aparato. Los preparativos, ofrendas y sacrifi-
cios, que se ofrecían 01 difunto, revelan los ideas elevadas que tenían
sobre uno vida futura después de la muerte. Para los Aztecas, los gue-
rreros muertos en el combate, iban inmediatamente o habitar lo coso
del Sol, los gentes inferiores eran transportados o los demás astros que
pueblan el espacio, según su jerarquía social; en ellos permanecían de-
terminado tiempo, mientras llegaban o su verdadero destino. Durante
este tiempo, que era de cuatro años, los parientes del difunto ofre-
cían al codóver alimentos, bebidos y flores, y honraban su memoria
con fiestas y danzas. IBoncroft, t. 11, p. 618). Ideas análogas y de
metempsicosis tenían otros pueblos de esto raza Nahuatl.

Los ceremonias fúnebres de los pueblos de los provincias de México


y de la América Central eran muy semejantes de un lugar a otro, pe-
ro variaban en algunos detalles. Cuando un Aztecano moría, eran lla_
mados algunos ancianos que dirigían el funeral. Después de ponerle en
la boca una especie de piedra verde, adornaban el cuerpo' con sus ves-
tidas. Un sacerdote derramaba sobre él agua lustral, repitiendo las pa-
labras prescritas por el rito funerario. "Es esta el agua que has recibi-
do viniendo al mundo", (3), .
le ponía .un cántaro con agua entre los piernas, agregando: "Esto
te servirá paro hacer tu viaje". Renovando en seguida una parte de
los fragmentos de papel de agave que habían cortado previamente
poniéndose/os al cadáver, repetían: "Este te ayudará a pasar entre
las dos montañas que tratan sin cesar de aproximarse y chocar una
contra la otra", Después poniéndole otros; "Con este puedes sin te-

(3) Brasseur de Bourbourg. Histoire du Mexico. t. 111, p. 569.

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mor tomar el camino en donde se encuentran la gran serpiente que


guarda el paso. Con este encontrarás el lugar en donde se ve el cai-
mán que se llama Xochitonal. Este te protegerá en los ocho desiertos
por donde circula el camino, y este te servirá poro evitar el corte de
los cuchillos de piedra que el viento hace mover sin cesar en el Itzé-
hecayan". (4) Las mantos con que se envolvía el muerto eran desti-
nadas o protegerlo contra el frío. Se le enterraba junto con un perro
pequeño, que debía acompañarlo y guiarlo en el poso del río profundo
Chiucnahuapán, o los Nuevos Torrentes de agua. En el sepulcro se co-
locaban al lodo del muerto las armas o útiles de su sexo y estado: un·a
hacha y flechas paro el soldado, can el manta del dios de la guerra,
al mercader con el manto del dios del comino, etc., después los pa-
rientes hacían sus ofrendas, de alimentos, pulque, vestidos, útiles y flo-
res. El fin manifiesto de este rito era aseguror 01 difunto una existencia
semejante a la que tenía sobre la tierra. Algunos Chicchimecas, se en-
tregaban a danzas y fiestas que duraban muchos días. (Sahagún, His.
gen. de las cosas de Nueva España).

Las ceremonias fúnebres de las Reyes y jefes Aztecas estaban some-


tidas a los mismos ritos pero con mayor magnificencia y ornato. El
cuerpo era preparado con plantas y cortezas de ciertas árboles, después
cubierto con mantas ricamente bordadas y adornadas de piedras pre-
ciosas; y colocado sentado sobre un trono elevado, las personas prin-
cipales de su corte y servidumbre le ofrecía sus homenajes cama si es-
tuviera vivo. Con manifestación de dolor relatabn su vida y sus vir-
tudes, suplicándole aceptase sus ofrendas. Los nobles le presentaban
esclavos para ser sacrificados en su honor, y mantas de una magnifi-
cencia correspondiente a su rango; las mujeres le presentaban los
manjares que le fueron agradables; durante esta ceremonia, sus mós
antiguos servidores, entonaban el Miccacuicatl, o canto fúnebre; Que
era la señal de los sacrificios humanos principiando por el sacerdote
encargado en vida de guardar los ídolos. (Bl'Gsseur de Bourbourg).

Al quinto día después de la muerte del Jefe, llevaban en procesión


el cadóver al Teocalli, en donde 10 enterraban o lo quemaban para
sepultar sus cenizas; desfilaban en 'primer término los señores princi-
pales llevando los estandartes de la casa real o las armas y divisas del

(4) Torquemada. Monarquía Indiana.

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difunto, después los sacerdotes con los incensarios y los servidores lle-
vaban el muerto sobre una litera. Desde que se aproximaba al templo
salían a recibido los Coácuiles a sacerdotes; estos se preparaban para
ejercer sus funciones con ayunos, y, según algunos' historiadores, prac-
ticaban en esto ocasión las mismas costumbres que las del rey. Según
otros, se transfiguraban en demonios, llevando ropas cubiertas de ca-
bezas horribles cuyos ojos eras figurados con lóminas de mico; o des-
nudos, con el cuerpo pintado de negro y agitando bastones que debían
servir para atizar el fuego de la hoguera sagrado.

Lo cremación fue usada por las primeras tribus nómodes, que por
este medio podían transportar los restos de sus parientes. Esto costum-
bre duró mucho tiempo, y los conquqistodores lo encontraron en al-
gunos lugares, principalmente usado poro las jefes y señores principa_
les. Brasseur de Bourbourg dice que lo cremación la usaron los Tolte-
cos; Torquemada y Clovijero lo señalan entre los Chichimecas, y Vey-
-tia, en su Historio antiguo de México, dice que los cuerpos de los pri-
meros reyes Aztecas fueron quemados y posteriormente sepultados en
los Teócalli o pirámides sepulcrales.

En estos funerales se inmolaban los concubinas del jefe; su deber


era servirle durante su poso por los nueve firmo mentas. A estas víc-
timas se agregaban las de personas de su servidumbre y los esclavos.
El número de sacrificios fue aumentado con el tiempo y con la solem-
nidad de los entierros. Entre los Mistecas, ql.le habitaban la prOvincia
de Oajaca, se sacrificaban dos esclavos y tres esclavas, y a todas estos
víctimas los adormecfan con plantas narcóticas. En honor del Rey Ne-
zahualpilli se sacrificaron sucesivamente doscientos hombres y cien
mujeres; algunas veces el jefe antes de morir designaba o aquellas de
sus concubinas que debían seguide.

Cuando se enterraba el cadáver en el Teócali, o las cenizos y res-


tos Que dejaba el fuego, si era quemado, se colocaban a su lado los
alimentos y bebidos y todos los objetas de uso junto con los restos de
sus mujeres, los Que en Michoacon eran siete, de los familias más dis-
tinguidas; una de ellas estaba encargada de guardar lo esmeralda sa-
grada que el jefe había llevado suspendida en sus labios; otra de las
Joyas, fa tercero, debía presentarle la copo de pulque, y así de las
demós en oficios diferentes.

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Se escogían entre los esclavos los que podían ser más útiles o su
señor; en Michoacón se les daba muerte con golpes de mozo, y entre
los Aztecas los sacrificadores les abrían el pecho, estando tendidos
sobre lo piedra sagrado, y les arrancaban el corazón poro arrojarlo o
lo hoguera, retirando prontamente el cadáver. El historiador Goma-
ra del siglo XVI dice que el cadáver de la víctima era enterrado, y
otros aseguran que era quemado en uno hoguera cercano de 10 del je-
fe. Las cenicas, los osamentas calcinados, los restos de los ornamentos
se reunían poro colocarlos en uno urna, adornado con lo efigie del
Rey, y se depositaba en el Te6ca1i o los pies del dios que se quería
particularmente honrar. El Barón de Humboldt hizo notar la grande
analogía de construcción que se observo entre los Teócalis mexicanos
y el templo de Belus en Babilonia, (5). Este monumento piramidal te-
nía ocho asientos :su altura era de un estadío; lo anchura de su
base igual o su altura; el muro que formaba el circuito exterior, tenía
dos estadíos en cuadro (un estadio olímpico, común, tenía 183 me-
tros; el estadía egipcio no tenía sino 98 metros. Humboldt). Lo pirá-
mide era construída de ladrillos y de asfalto; tenía un templo o daos
en su cima, y otro cerco de su base; el superior, según Herodoto, te-
nía uno mesa de oro y un lecho; pero según Diodoro de Sicilia, este
templo tenía un altor y tres estatuas. En los Teócalis mexicanos se
distinguían, como en el templo de Belus, el naos inferior del que se
mostraba sobre lo plataforma de lo pirámide, y así lo hace notar Cor-
tés en su Historia de la Conquista. (Humboldt).

Diodoro refiere que el templo de Belus servía de observatorio o los


Caldeos. Lo historio refiere que los sacerdotes mexicanos (teopixqu¡)
observaban también la posición de los astros desde lo altura de los
Teócalis y anunciaban al pueblo, 01 son de trompeta, los horas de lo
noche. (Humboldt.
Finalmente los Teócalis o pirámides mexicanos eran al mismo tiem-
po templos y sepulcros. Lo pirámide de Belus era también templo de
este dios Y' sepulcro.

Humboldt, dice, además que los obras de los primeros habitantes


de México tienen un medio entre los de los pueblos Scytas y los mo-

(5) Esta analogía había sido dotada par M. %aega.

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numentos antiguos del Indostán, analogia que concuerda con la seme-


janza de las ceremqnias funerarias de estos mismos pueblos.

Hemos dicho ya que el doctor Le Plongeon descubrió en Chichen-


Itza una estatua de tipo egipcio con sandalias cuadradas, idénticas a
las que llevan las momias de los Guanchos, pueblo que parece tuvo
relaciones íntimas con los Egipcios. Esto clase de estatuas se han ha-
llado también en Méx;co y en Tlascala. (Nadaillac).

Debemos hacer mención de las dos estatuas ?escubiertas por Wal-


deik en Palenque. La expresión- del rostro es tranquila y sonriente, se-
mejante o las estatuas egipcias: el tocado -de la cabeza recuerda el de
las estatuas asirias. El zócalo lleva un cartucho cen una inscripción
en geroglíficos; tiene en el cuello un collar y estrecha con la mano de-
recha contra el pecho un instrumento dentado. La mano izquierda re-
posa sobre un geroglffico del cual desciende un adorno simbólico.
(Stephens) .
Los señores Escobar y Girón creen reconocer en el instrumento cita-
do que esto estatua estrecha con la mano derecha 01 geroglffico sim-
bólico del dios egipcio, Ammom. (Memoria sobre las probabilidades 4e
una inmigración egipcia ala América, Escobar y Giró ••).

Los monumentos de lo América Central presentan rasgos caracterís-


ticos semejantes a los de las antiguas construcciones egipcias, según lo
afirman los viajeros, Stephens, Wiloinson y otros. En estas construccio-
nes existen numerosos nichos y ventanas en los muros de mamposterfa
que nan llamado lo atención por lo semejanza que presenta su figura
con lo letra tau de los egipcios. En las Floridas los edificios tenían. es-
tos nichos, y en el templo subterráneo de Yorumai, en Antioquia, tam
bién los reconoció Cadazzi. En el valle de Yucal, en! el Perú, hay ven-
tanas en las antiguos ruinas que tienen lo formo de lo tau. Esta letra
en los geroglíficos egipcios significa; lo vida.

A estos hechos se debe agregar que los antiguos historiadores del


tiempo de la Conquista, refieren que en Yucatán embalsamaban los
cadáveres: íos sacerdotes les sacaban las entrañas y las encerraban
dentro de unos vasos de tierra cocida adornados con la figura de bulto
del difunto, o de animales; este rito es muy semejante al de los Egip-
cios, quienes encerraban las entrañas del cadáver en un cofre para

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presentarlas al sol. Las construcciones de montecillos tumulares fueron


extendiéndose a las regiones ecuatoriales, y de ahi a la América del
Sur. El Podre Acuño encontró innumerables túmulos o montecillos en
las planicies de Terraba, en Costa-Rico, centro de un imperio indio po-
deroso. En otros puntos, como en Honduras, cerco de San Salvador,
las tumbas son amontonamientos de piedras, que se ha juzgado son
mós recientes que los montecillos, porque en tiempo de la Conquista, y
aun mucho· después, los indios conservaron fa costumbre de depositar
una piedra al pasar cerca del lugar que alguna tradición les seña-
laba como sepultura de alquno de sus antepasados, probablemente po-
ro cumplir con algún rito misterioso.

Papel Periódico Ilustrado. Año IV. pógs. 238 a 245.

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Estudio de las momias y ras ceremonias fúnebres de algunos pueblas.

IV
\ Pasando de Norte a Sur el Istmo de Panamó se penetra en el terri-
torio llamado Coyba o Cueva, por los Españoles, que comprende las
provincias llamadas también "Castilla de Oro". Coyba, significa en el
idioma de las tribus del' Darién ,lejos o lugar lejano. Interrogados los
indios por los conquistadores de donde sacaban el oro, contestaron Coy-
ba, es decir, de un lugar lejano, y los Españoles tomaron este nombre
para designar el país.
En algunos distritos de Coyba, cuando algún Jefe o Señor moría,
procuraban conservar su cadáver convirtiéndolo en momia; para esto,
lo sentaban sobre una piedra, y al contorno formoban una grande ho-
guera sin que el fuego lo tocase, a fin de que solo el calor los secase,
pues toda la grasa y la humedad naturales le salían por las uñas de
los pies y de las manos, y trasudaba por la piel y se enjutaba. Des-
pués lo colocaban en determinado lugar de la casa o en una cueva, al
lado de la momia del Jefe su antecesor, de tal manera, que se padía
ver el número de Caciques que habían gobernado el país, según su or-
den de sucesión. Si el Cacique moría en un combate, o por cualquier
accidente, no pudiéndose encontrar el cadáver, su lugar quedaba VQ-
da en la serie de momias que representaban sus dinastías. Este modo
de secar los cadáveres se usaba principalmente en las provincias de
Comagre y de Chimán. En otras provincias de Coyba, después de se-
cado el cadáver, al fuego, lo envolvían en muchas telas de algodón.
(Oviedo, Hábitos y costumbres de los habitontes de lo Provincia de
Coybo) •
Las ceremonias fúnebres del Jefe o Tiba se celebraban con cánti-
cos o areytas, que se componían especialmente para enaltecer las vir-

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tudes y serVICIOSdel muerto; cónticos Que repetían los niñOs a fin de


de Que no fuese olvidada su memoria, pues era el compendio de la
historia de su vida.

En algunos lugares de las provincias de Coyba, al instante que mo-


ría un Jefe. o Señor, todos los de las cercanías se reunían y excavaban
una fosa de quince pies de largo y otro tonto de ancho, y unas dos
tOesas de profundidad, con un poyo en el contorno; en él se sentaba
la momia del cacique sobre una manto o tapiz de algodón teñida de
colores brillantes, después de adornado el cadóver con sus joyas de
oro, en su contorno se colocaban sus armas, ídolos, calabazas llenas
de agua, alimentos, maíz, frutas y flores. (Oviedo). Las mujeres del
cacique, que debían enterrarse con él, descendían a la foso a sentarse
o su lado, vestidas con sus telas mós ricas y adornadas con
sus joyas mós valiosos. Durante dos días, los concurrentes de
ambos sexos danzaban en contorno de lo faso, contando sus oreytos
históricos de lo fuerza, el valor y demás cualidades del Jefe que ha-
bían perdido, y la intrepidez y resolución de las mujeres que le acom-
pañaban en el viaje a lo otra vida. Estas danzas eran animados con
frecuentes I¡baciones de su licor popular.

-Esto costumbre de enterrar al Jefe con sus mujeres, criadas y de-


más personas de su servidumbre, se observaba en muchos pueblos del
Territorio de Coyba, principalmente en Panamá, Pócora y Notó, en la
costa del mar del Sur y en sus inmediaciones; porque el Tuyra les ha-
bía enseñado que acompañarían o su señor en lo otra vida, en donde
desempeñarían a su lado los mismos oficios que sobre la tierra; mien-
tras que los demós indios que morían de muerte natural o por cual-
quiera otra causa, no tendrían esto gracia; su cuerpo y su almo se
convertirían en aire o en la nada. El oficio de criado, servidor o noboria
del Jefe, era un puesto muy solicitado, para gozar de la inmortalidad.
También se sacrificaban en honor de su Jéfe, los agricultores, ente-
rrándose con una macana y provisión de maíz, para que no faltase en
la otra vida quienes desempeñasen sus faenas agrícolas.

Las mujeres, los criados y servidores antes de darse la muerte se


reunían para embriagarse y cantar los oreytas históricos de la vida de
su Señor; disponían en una olla (toreba), el zumo de una planta ve-
nenosa, el que tomaban, al ir a la tumba, con una conc;ha de ostra

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o con un fragmento de calabazo; algunos hacian beber del tósigo pri-


mero a sus hijos, y después lo tomaban ellos. (Oviedol.

En el departamento de Chiriquí, del Estado del Istmo, se hicieron


interesantes descubrimientos arqueológicos: en las tumbas de sus an-
tiguos habitantes, al lado de los cadáveres momificados naturalmente,
se hallaron ídolos, armas y medallas que los arqueólogos han juzgado
pertenecer a épocas muy remotas y que tienen a la vez caracteres de
las obras chinas y de las egipcias. (Zeltner, Notes sur 'es sepulflures
'indiennes du departement de Chiriq'llíl.

'Según el historiador Gumilla, fue general entre las tribus del Ori-
naco el rito funerario de enterrar con el difunto sus armas, alhajas y
demás objetos que les habían pertenecido; también usaron la crema-
ción. Los Caribes, cuando uno de sus capitanes moría, la ceremonia que
reputaban más honorífica, era la de poner el cadáver en una hamaca,
custodiado por sus mujeres, los que se remudaban en continua centi-
nela durante treinta días, para impedir que las moscas reposasen sobre
el cuerpo del difunto. Llegado el día del entierro, los miembros de la
familia le ponían al lado sus flechas, arcos, macana y demás objetos
de su profesión, y al otro lado una de sus mujeres para que le acompa-
ñase y sirviese. Posado un año, sacaban los restos, y encerrados en
una coja, los colgaban en el techo de sus casas para perpetua me-
moria. (GumiHo, El Orinoco Ilustrado).
No obstante que fue muy general lo costumbre de danzar en los en-
tierros, algunas tribus de estas regiones se manifestaban sensibles y
dolorosamente afectadas por la pérdida de algún miembro de su fa-
milia, y aun daban a conocer su sentimiento guardando un año de lu-
to. Gumilla nos refiere que los Betoyes se congregaban junto lo se- a
pultura: los muchachos en un lado y las muchachas en el otra, y tras
de éstos los hombres 'J las mujeres, respectivamente. Principiaba lo
función entonando ::!l viudo o la viuda una lamentación acompañada de
lágrimas que en coro repetía la concurrencia: jAí asidí moni jubí! Aí,
asidí! iAy de nosotros, que ya se nos murió! iAy de nosotros 1 Esta
clase de lamentaciones las encontraron también los conquistadores en-
tre las tribus de Chile.
Las tribus de los Jiraras y Ayricas, de las llanuras que baña el Orino-
ea, tenían manifestaciones externas de dolor muy semejantes a las

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usados por los pueblos civilizados de lo época presente: los viudos, 10$
hermanos y los hijos se teñían de negro todo el cuerpo con la infusión
de joguo, la que da un tinte que dura mucho tiempo. Los parientes
c!e segundo grado de consanguinidad se teñían solamente los pies, las
piernas, los brazos y las manos y parte de la cara; los demás paríen~
tes se teñían los pies y las manos, y se salpicaban con ese tinte la ca-
~Q. Además los viudos y viudas rehusaban contraer nuevo matrimonio
durante un año. (Gumillal.

Como hemos visto, las ceremonias de las funerales y entierros que


usaban los tribus de Costilla de Oro son muy semejantes a los de los
pueblos mexicanos y de lo América del Norte, y no es posible dejar de
reconocer que estos costumbres fueron transmitidos por los razas que
emigraron a las regiones ecuatoriales de lo América del Sur.

'En la expedición que Heredia emprendió en 1534, saliendo de Car-


tagena para explorar las regiones del Zenú, atravesaron una alta sierra
de terreno fragdso, y llegaron a una vasta llanura de más de quince
leguas de contorno, y en ella hallaron una pequeña población indí-
gena de veinte casas espaciosas y bien construídas, rodeada de innu-
merables túmulos o montecillos de tierra como los de los Mound-Buid-
lers de la América del Norte. Era este el cementerio general de toda
la comarca, que a juzgar por los descubrimientos que hicieron en ellos
los españoles, su fundación debió ser en una época muy remota, pues
en algunos de estos túmulos había árboles colosales, que revelaban
una larga existencia, Estos montecillos tumulares tenían, unos una
forma cónica y otros eran cuadrados o piramidales; su altura era va-
riable, y entre ellos había uno ton alto, que se distinguía a la distan-
cia de una legua.

Los naturales del Zenú tenían las mismas costumbres funerarias


que las habitantes de Castillo de Oro, del Missisipi y de México; luego
que moría un indio abrían una sepultura en suelo capaz de contener
el cadáver, sus armas, joyas e ídolos de oro, que colocaban a la iz-
quierda miranda al Oriente; al contorno algunas tinajas con bebidas
fermentados, maíz, la piedra para mo!edo, sus mujeres, se¡vido¡es y
esclavos, si el muerto era un Jefe o persona distinguida, los cuales se
embriagaban antes de entrar en la tumba; luego cubrían todo con tie-
rra roja que traían de una larga distancia. Después comenzaba el

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duelo, que duraba mientras había que beber, y entre tanto los con-
currentes seguían amontonando tierra sobre el sepulcro para levantar
el túmulo; así es que éste era tanto más elevado cuanto más duraba
la ceremonia fúnebre, según la riqueza y posición del personaje muer-
to. En alguno de estos túmulos, en los que el lujo de fomilia había de-
positado todas sus riquezas, encontraron los Españoles objetos de oro
en forma de estatuitas y figuras de animales, por valor de diez, veinte
y treinta mil pesos. (Coronel Joaquín Acosta, Historia del descubrimien
to y colonización de la Nueva Granada).
En el valle del Cauca y en el de Aburrá (Antioquia) se han descu-
bierto sepulturas en las cuales el cadáver momificado se hallaba sen-
tado al lado de sus armas, alhajas de oro, vasijas de tierra cocida,
con alimentos y bebidas, que revelan que se practicaban los mismos
ritos que en el Zenú y en Castillo de Oro.
Los pueblos Chibchas enterraban sus muertos con respeto y mani-
festaciones de dolor. A los Zipas, Zaques y dignidades religiosas y civi-
les, .Ies hacían entierros con gran pompa funeraria, Durante seis días
lloraban la pérdida del miembro de su familia y cantaban con lúgu-
bre entonación la historia 'de sus servicios a la Nación, como guerreros
o jefes, y la de sus merecimientos y cualidades como buenos ciudada-
nos. Los Jeques, (sacerdotes) antes de dar sepultura al Zipa, le ex-
traían las entrañas Y llenaban las cavidades que éstos dejaban con
resinas derretidas para impedir la corrupción. Envuelto después el ca-
dáver en sus mantas o telas de algodón, lo introducían en el tronco
hueco de una palmera, adornado con planchas de oro, por dentro Y por
fuera; en este ataud era depositado en un subterráneo construído en
lugar apartado, lejos de toda profanación, lugar que debía ser elegido
y preparado desde que principiaba el reinado del Zipa. U. Acosta,
Historia del descubrimiento Y colonización de la Nueva Grapadll)

'El cadáver de este Jefe, lo mismo que los de los Usaques y de los
principales señores del pueblo Chibcha, eran sepultados con sus ar-
mas de guerra, alhajas de oro, dioses penates, mobiliario de la cosa,
y revestidos con sus mejores mantas. Al lado se enterraban también sus
mujeres más queridas Y algunas personas de su servidumbre, indispen-
sables para su asistencia en el otro mundo; a éstos se les hacía tomar
el zumo de una planta narcótica (borrachero o datura arborea) paro I

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privar/os del conocimiento, práctico idéntico o la EJe los Mistecas de


México y los de Costilla de Oro. También acompañaban 01 muerta va-
si;as con alimentos y con la chicho, bebida preparado con el maíz fer-
mentado.

En el día se encuentran aun, túmu!os o montecillos artificiales hechos


con lo tierra que cubría los cadáveres, reunidos en lugares determinados;
otros sepulcros se ven aislados o cubiertos por los raíces de algún añoso
roble. En los montes de Fusagasugó y Pasca los túmulos están formados
por piedras amontonadas, dentro de los cuales se hallo el cadáver con
hachas de piedra pulimentada, y con ollas, instrumentos de labor y de
guerra. En algunas poblaciones del Estado de Boyacá, en los antiguos
dominios del Zaque de Hunza, se elegían las rocas escarpadas, los
empinados cumbres; en las grutas naturales y en las grietas de los ro-
cas se hallan conservados las momias al través de los tiempos, con to-
das sus alhajas de oro, cubiertas con sus montas de algodón finas, y
en la misma posición que se les dio forzosamente después de la muer-
te: están colocados en cuclillos. Cerco de Moniquirá y de la Villa de
Leiva se descubrieran cuevas espaciosas que contenían muchas mo-
mias naturales en perfecto estado de conservación, con sus mantas de
algodón, armas y joyas de oro, etc. etc.

Lo momia de la figura 69 fue hallado en una cueva del páramo


de Toquilla, que se eleva a 4.000 metros sobre el nivel del mar, situa-
do en ia parte de la Cordillera Oriental que paso por el Estado de Bo-
yacó. Esta momia es el cuerpo de una muchacha de unos doce años,
pesa 3 kilogramos 151 gramos; su estatura, desarrollados sus miem-
bros es de 1 metro 27 centímetros; el cróneo es enteramente braqui-
céfalo, pues la relación de sus diámetros transversal y antera-posterior
es de 91 a 100; las mandíbulas con un prognotismo notable. Su posi-
ción es sentada en cuclillos; el codo derecho, metido entre las piernas,
I!ega hasta la región pubiana; los puños, atados con una cuerda de al-
Godón estón a la altura de las rodillas; la piel, seca y avellanada, tie-
ne lo impresiÓn de una tela ordinaria en que estaba envuelta. Na pre-
senta señales de haber sido sometido o ninguna preparación paro su
conservación.

Los indios Muzos, vecinos y enemigos de los Chibchas, conservaban


sus cadáveres con betúmen o asfalto natural, los secaban al calor de

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una hoguera, y colocados sobre una camilla o barbacoa, los enterra-


ban con sus armas de guerra, sus esmeraldas, alhajas y mobiliario
(Piedrahita, Historia del Nil6VO Reino de Granada)

En una extensísima porción de la América del Sur, comprendida en-


tre el Ecuador y los 359 de latitud, y principalmente sobre las vertien-
tes occidentales da los Andes y las costas del Pacífico, se encontraba
el poderoso imperio del Perú, formado de dos naciones de la misma
raza: Los QuichuGS y los Aymaras, que no se distinguían sino por el
lenguaje, pues estaban sometidos al mismo régimen polítkó; tenían
los mismas costumbres y los mismos principios religiosos, entre los cua-
les eran notables sus ceremonias fúnebres y el respeto y veneración
por los 1ncos, aun después de muertos. Los Emperadores de Quito o
Serys, tenían un gran mausoleo, en donde eran sepultados sus 'cadá-
veres reunidos. Este mausoleo era de forma cuadrada y piramidal, fa-
bricado de piedra y cubierto de guijarros y de arena, teniendo así la
apariencia de un montecillo. La puerta miraba al Oriente, cerrada con
pared doble, y solo se abría para dar entrada 01 cadáver real. Antes
dE; ser depositado éste, era embalsamado, y lo rodeaban en este lu-
gar de retiro sus insignias reales y los tesoros que antes de morir ha-
bra ordenado que se enterrasen con él. Sobre cada uno de los cadáve-
res, correspondía un pequeño nicho, en el que se colocaba una figura
de barro, de piedra o de metal, y en cuyo interior hueco ponían ple-
drecitas de diversos colores y tamaños, que representaban su edad y
los años y meses de su reinado. (Marcos de Niza, Conquistll de la Pro-
vincia de Quito y cerem~nias de los Indios).

Los Incas eran embalsamados con tanta destreza y habilidad, que


parecía que estaban vivos, y' en este estado se han conservado duran-
te siglos. Sus vísceras, depositadas en vasos de oro, eran conservadas
en el magnífico templo de Tampu, a cuatro leguas de Cuzco, y el cuer-
po, cubierto con sus más ricos vestidos y empuñando su cetro de oro,
sentado sobre una especie de trono, en posición muy nautral, se deposi-
taba en la porte principal del templo, delante de lo figura del Sol.
El cuerpo de Huaina-Capac se encontró en tan buen estado, que pare-
cía vivo; tenía los ojos hechos de uno telilla de oro, tan bien puestos,
que parecían naturales, y todo el cuerpo aderezado con cierto bálsamo.
En la cabezo conservaba uno cicatriz de uno pedrada que recibió en lo

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-guerra; veíase su cabellera muy canosa y entera, y su aspecto le daba


una apariencia de _ochenta años.

LaCoya, o mujer delinca, se emba!samaba del mismo modo y se


ponía en la porte del templo dedicado a la Luna. Allí se celebraban
las ceremonias con grande solemnidad: durante tres días les ofrenda-
ban joyas de oro y de plata, maíz, coca, y otros objetos. Tanto con los
Incas como con los Señores de la familia real, era costumbre que se
enterrasen las mujeres legítimas, los concubinas preferidas, los cria-
dos, llamas, armas de guerra, alimentos y vestidos. La mujer o sir-
viente que prefería lo vida al sacrificio de acompañar a su Señor en el
sepulcro, era mirado con desprecio general y llevaba una vida misera-
ble. Cado barrio de la ciudad, salía con banderas, armas, vestidos y
otras insignias reales, cantando himnos que celebraban los hechos, gran-
deza y sabiduría del difunto; ceremonia que se repetía cada aniversa-
rio y aun cada plenilunio y novi!unio. Los súbditos lloraban diariamen-
te durante cuatro lunas. (Tschudi y Rivera. Anti!liieda~es Peruanos).

Cieza de León, (Crónica, cap. LXII) dice: "De manera que en maA-
dar hacer las sepulturas magníficas y altas, adornodas con sus losas y
bóvedas y meter con el difunto todo su haber, mujeres y servicio, .Ymucha
cantidad de comida y no poco de cántaros de chicho, a vino del que
ellos usan, da o entender que ellos tenían conocimiento de la inmorta-
iidad del ánimo, y que en el hombre había más que el cu'!rpo mor-
tal". En algunas provincias, principalmente en los del Sur, variaban el
modo de sepultar a los vasallos. En algunas de estas partes, los caba-
lleros de sangre real, 1:uracas y otros magnates, eran depositados en
grandes vasos de oro o de plata, en formo de urnas herméticamente
cerradas. Gómara, Hist. Gen. cap. 122).

En el declive occidental de las cordilleras, construían con adobes,


sepulcros en formo de hornos; y en lo sierro los hacían de piedra, cua-
drados, ovales o en formo de obeliscos; 'In estos enterraban los cuer-
pos de los familias principales; los de lo plebe se hallaban en hilera o
en semidrculos en los cuevas o hendeduras de los rocas, o enterrados
en el suelo, y sobre ellos amontonaban piedras: de estos amontonamien-
tos de piedra se hallan en Honduras y en los montes de Fusagasugá,
en Colombia. Tschudi y Rivera dicen que muchos de estos túmu!os pe-

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ruanos son idénticos a los que se encuentran en Asia y en la América


del Norte.

En general, de cualquiera manera que fuese el modo de enterrar los


cadáveres los antiguos peruanos, era en una postura en cuclillos,
con el rostro hacia ,el oriente. Dicen Tschudi y Rivera: "Los cadáve-
res se hallaban en los sepulcros revestidos de mucha ropa y envoltorios
que describiremos tales como lo~ hemos hallado en más de cincuenta
momias que hemos desenterrado. A primera vista no se distingue más
que una estatua tosca y sentada, en la cual tan solo es visible una ca-
beza redonda, las rodillas y los pies. Una fuerte red de cabuya con ma-
llas bastante anchas aprieta una estera tosco, de juncos, en la cual es-
tá envuelto el cadáver. En los sepulcros del alto Perú se encuentran
momias en esteras de totora, muy parecidas a las colmenas, con una
abertura cuadrada del lado de la caro. Quitada la estera, se descubre
una faja ancha, de algodón, que envuelve todo el cuerpo de abajo arriba,
fijadas cañas a los costados, a veces un palo a lo largo de la espalda;
aespués de destada la faja se ve un paño de lana, rojo o de varios co-
lores, que envuelve completamente la momia; y en la parte inferior,
uno o dos trapos de algodón como sábanas, cosidos, como el paño, alre-
dedor del cadáver; quitados estos, encontráronse algunos vasitos, ador-
ros, el huafqllí con la coca; y en la mayor parte de las momias un
conopa de piedra, de borro, de plato o de oro, colgado del cuello. La
cubierta interior es un paño de algodón bastante fino, probablemente
blanco al principio, pero 'teñido de amarillo rojizo por el tiempo y cosi-
do como las coberturas; apartada ésta, se ve el cadáver desnudo, solo
la cabeza envuelto con dos o tres fajas, de las cuales la superior es
de un tejido fino y casi siempre con listones de diversos colores; la
inferior es más angosta y más densa, a veces solo de juncos, ordinaria-
mente de algodón amarillo. "La postura del cadáver es agachado, dan-
do las rodillas a la barba, l,os brazos cruzados delante del pecho o sos-
teniendo la cabeza, con los puños tocando las mejillas. las manos están
en general amarradas y en el mayor número de las momias una soga
gruesa de tres o cuatro vueltos por el cuello; y obsérvose un palo que
pasa del suelo por entre las piernas hasta la garganta, y que sirve para
sostener mejor el cadáver. En la boca se halla casi siempre una pe-
queña rodaja de cobre, de plata a de oro.

"la mayor parte de los cadáveres estón bastante bien conservados.

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No hay duda que el arte de embalsamar fue conocido de los Perua-


nos; pero probablemente solo de cierto dase de lncas, que, teniéndola
en secreto, lo ejecutaban únicamente en los cadáveres de los Reyes y
de sus mujeres legítimos, pues no fue de uso general".

Debemos hacer notar aquí que, además de la semejanza que presen-


tan los ritos funerarios de los Mexicanos y de los Peruanos, éstos, la
mismo que los Yucatecos y los Egipcios, encerraban los entrañas del
muerto en vasijas especial,es. Los momias peruanos, muy semejantes
en sus envolturas o las de los Guanchos, de las Islas Canarias, tenlan
uno red que los envolvía, como lo usaban en sus momias los Egipcios.
En los costos del Perú, el sol abrazador y lo arena calcinado secaron
los cadáveres; y en el interior el aire puro y fino de la Cordillera los
convertían en momias naturales.

Después de lo conquista, los indios reducidos conservaron la costum-


bre, 01 posar por ciertos sitios de lo Cordillera, de depo~tar codo un?
uno piedra en el montecillo que cubría algún sepulcro. Esta misma cos-
tumbre, hemos dicho, yo, lo tenían los indios de Honduras y cerca de
Son-Salvador, poro cubrir los codóveres de sus muertos.

'>Los sepulturas indígenas de Chile se encuentran diseminadas en to-


do la extensión del país, desde el sitio de Blanco-Encolado hasta los
r:lárgenes del río Valdivia, y según es la localidad, así es lo impor-
tancia que tienen. (José Toribio Medina, Aborígenes de Chile, 1883).
Los indios de Chile, lo mismo que los del Perú, levantaban sobre sus
sepulcros, montecillos o pequeñas eminencias de forma redondeada.
Así como en el Zenú, el tamaño de estos túmulos estaba en relación
con la importancia del personaje que contenía.

Refiere el historiador Rosales que durante los ceremonias del entie-


rro, se hacían grandes Iibaciones de chicho, y en danzas y cánticos apro-
piados se celebraban los méritos del difunto. Se le depositaba adorna-
00 con los mejores vestidos que tenía, con las joyas y las armas de
su uso,. y si era hombre, y si era mujer, con el huso que le servía paro
hilar y lo piedra de moler el maíz con gran provisión de este grano y
de otros alimentos. Sobre ia tumba le hacían fuego durante un año,
paro que éste no le faltase en las necesidades de la otra vida.

En las regiones del Sur de Chile se han encontrado momias bien

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en lo posición que tiene el hombre antes de nacer. (José Toribio


conservados naturalmente, encerrados en los cuevas y en ros sepulcros,
Medina) .

Hemos recorrido los pueblos principales de casi toda la América,


en este estudio histórico de las ceremonias fúnebres y de la conserva-
ción de los cadóveres o momias; en él hemos hecho notar las mismos
prócticas, los mismos ritos; y si el arte de conservar los cadáveres no
fue de uso general como entre los Egipcios y Guanchos, lo práctico de
él en los personajes más importantes .de los pueblos americanos aparece
como el reflejo o imitación de iguales costumbres de los antiguos habi-
tantes de las Canarias o de las márgenes del Nilo. Parece como si 01
partir del Norte se hubiera extendido hasta el Sur de lo América lo
mismo ola de difusión de aqLiellos antiguos usos y costumbres que en
muchos países fueron modificados o debilitados, como la onda de luz
se debilito hasta extinguirse o medido que se aporto del centro de don-
de partió, sin que pierdo del todo los caracteres que sirven poro re·
conocerla.

Número 88. Año IV. Papel Periódico Ilustrado. Págs. 260-263.

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Ncta. sobre el origen de los ~ndjos americanos.


V
Cuál es el origen de los habitantes primitivos de leí América? He
aquí una cuestión que no solamente los sabios se han propuesto su re-
solución desde que este Continente fue descubierto por Colón, sino
que también la natural y sencilla curiosidad del espíritu humano, aun
de las personas menos interesadas por los ciencias, ha formulado con
'frecuencia. Pero esta cuestión presenta dos faces diferentes: es la pri-
mera, si los Americanos son autótonos, es decir, si su génesis o primitI-
va aparición sobre la superficie de la tierra tuvo lugar en el Continen-
te mismo; la segunda es, si lo humanidad tuvo un origen común, confor-
me a los libros mosaicos, cuyo punto de partida fue al an:tiguo Conti-
nente, ¿cómo se pobló la América? La primera hipótesis ha dado ori-
gen también CI lo pretensión de que la antiguo civilización de 10 Amé-
rica fue el centro de emigraciones que la llevaron a el Asia y a Eu-
ropa. No nos ocuparemos de todas estas cuestiones por ser innecesa-
rias al objeto que nos proponemos Y para el que nos es bastante la
opinión que decididamente ha sido aceptada y defendida por la mayo-
da del mundo científico.
Las notas que constituyen este estudio son el resumen compendIoso
de las observaciones y opiniones que nos han parecido mejor fundadas
v autorizados por las notabilidades científicas de mayor reputación,
comprobadas por datos históricos incontrovertibles Y por estudios ar-
cueológic:os de las costumbres, de lo civilización, de las teogoníos, Y
aun del lenguaje de los' pueblas de ambos continentes. Si nos atreve-
mOs a tratar de asunto tan difícil a la par que tan importante poro la
etnología prehistórica de la América, es con el objeto de complemen-
tar, en lo que nos sea posible, las observociones que dejamos publi-
cadas en un opúsculo sobre la civilización chibcha de los pueblos de la
antigua Cundinamarca.

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Considerando geológicamente el Continente Americ~no puede ser


ton viejo como el llamado antiguo, pues suficientemente ha demostra-
do esta ciencia que hay razones para juzgar que fue simultánea la
formación de ambos, y simultánea }ambién su aparición sobre la su-
perficie de los mares. Pero se puede llamar nuevo al descubrimiento y
conquistado por Colón, atendida la difusión de la especie humana en
sus vastas regiones en uno época en mucho posterior a los primeros si-
glos históricos del Continente Europeo y Asiático.

Los viajes de Humboldt, fueron a este respecto muy fructuosos pa-


ra la ciencia. "Examinando, dice, atentamente la constitución geoló-
gica de la América, y si se reflexiona acerca del equilibrio de los flui-
dos esparCidos por la superficie de la tierra, no cabe admitir la opinión
de que el Nuevo Continente surgió de las aguas con posterioridad al
antiguo. Obsérvase en aquel la misma sucesión de capas roquisas que
en nuestro hemisferio, y parece probable que los granitos y pizarras de
los montañas del Perú, sus yesos y gredas nacieron al nacer en los Al-
pes de Suiza las rocas análogas. El globo entero ha sufrido, a no du-
darlo, las mismas catástrofes. Encontramos supendidas en los picos de
los Andes, a uno altura que excede a la del Monte Blanco, conchas
pelágicas; huesos fósiles de elefante se hallan esparcidos en las regio-
nes equinoxiales, siendo cosa de admirar que no es al pie de las pal-
meras, en las llanuras ardientes del Orinoco, sino en las mesetas más
frías y elevadas de las cordilleras, donde se ven estas osamentas. En el
Nueva como en el Antiguo Mundo, 'generaciones de especies destrui-
das han precedido a las que hoy pueblan la tierra, las aguas y el aire".

La fauna fósil del piso terrestre llamado neOComlano, perteneciente


o la formación cretácea de Colombia, fue estudiada por el Prof. Alcides
D'Orbigny, en una colección recogida por el señor Boussingault, y en
ella encontró aquel célebre paleontologista, un ochenta por ciento de
especies animales, que, comparadas con la fauna del piso neocomiono
de Francia, presentan uno identidad muy notable.

Los deducciones que propone D'Orbigny son el resultado de un exa-


men minucioso, riguroso, bien comprobado, discutiendo con cuidado
todos los cosos de esta importante cuestión, y en conclusión dice: "Que
le ha parecido necesario establecer esta concordancia notable de los re-
sultados de la geología y de la paleontología para probar que la identi-

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tidcd de lo composición geológico y de lo poleontológico, y sobre to-


do lo presencio de especies análogos en los terrenos colombiano y fran-
cés anuncia una contemporonidod completo en lo época de estos for-
maciones" .

"De lo presencio simultáneo de los mismas especies en los terre-


nos neocomiano de Colombia y de Francia puede surgir otro observo-
dón. Las fósiles remitidos por Bcussingault fueron recogidos entre los
4 y 7 grados de latitud Norte, es decir, en la región más caliente de
la zona ecuatorial, y los que les son análogos en Francia pertenecen o
las regiones templados. Comparados estos dos países en cuanto o su
fauna actual, no solamente no presentan ninguno especie de identidad
f>íno que tienen géneros muy diferentes. Según las leyes Que presiden
hoy o lo repartición de los seres fue necesario, paro que las especies
idénticas viviesen en los dos países a la vez, que lo temperatura fuese
casi igual entre el mor neocomiano colombiano y el parisiense. Esta
uniformidad de temperatura no podía provenir entonces sinO del calor
propio del globo terrestre. Se puede concluír que en esa época lo tierro
tenía aun un calor propio suficientemente fuerte paro impedir lo apo-
rición de las diferencias Que existen hoy entre los 4 y 49 grodos de
latitud" .

Antes de estas observaciones se había comprobado yo la uniformi-


dad de la repartición de las mismas especies en los terrenos siluriano,
devaniano y carbonífero en todas las regiones, y D'Orbígny lo hizo no-
tar respecto de los terrenos carboníferos de Bélgica y de Bolivia; pero
la comprobación de identidad geológico y paleontológico del terreno
cretáceo de ambos continentes la dio el suelo colc;>mbiano, y es una
adquisición preciosa para la ciencia.

Si la uniformidad d~ lo fauno fósil es comparable en ambos conti-


nentes hasta una época en que lo temperatura del suelo pudo ser uni-
forme, no debe sorprendernos que desde el momento en que cesó esto
uniformidad, las influencias diferentes del globo estableciesen necesa-
riamente diferencias en las especies animales en ambos continentes
en uno época posterior.
No es sin reconocer lo ontiguedod del Continente Americano, y
por consiguiente lo de los razas que lo poblaron, que lo físico univer-
sal, lo historio, los tradiciones cosmogónicos, las teogoníos y mitos re-

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Iigiosos, las lenguas, las geraglíficos, las monumentos y las institucio-


nes políticas, arrojan una clara luz que nos deja entrever el origen
probable de los numerosos pueblos y naciones del Nuevo Mundo, apo-
yando también la unidad de lo especie humana.

Mientras que el poligenismo, creando especies diferentes, ex¡plica


lo pluralidad de los tipos por la diversidad de los orígenes, y conse-
cuente con este principio niega el poder de las influencias físicas y so-
ciales, y las de los medios en la variabilidad de los individuos de la
misma especie, el monogenismo, que sostiene la unidad de lo espe-
cie humano, ve en sus diferentes tipos diferencias de roza dependien-
tes de la diversidad de las medios, de las influencias físicas, de la lo-
calidad, del cruzamiento y de multitud de otras causas fisiológicas.
En la exposición de nuestra tesis seguiremos esta última doctrina,
sostenida y desarrollada por una escuela numerosa de sabios, a cu-
yo frente se encuentra el nombre inmortal del viajero Prusiano, que
visitó y estudió nuestro suelo, y también uno de los más distinguidos
antropologistas contemporáneos, el señor Quatrefagues.

¿Cómo se puede explicar la difusión de la especie humana en el


Continente Americano? Una de las propiedades de la humanidad es el
cosmopolitismo, propiedad característica que no posee ninguna otra
especie, ni género, ni familia del reino animal. "En todas partes, en
donde la vida es posible en la superficie de la tierra, dondequiera que
se encuentre una planta, un animal, {dice Mr. Hollardl allí se en-
cuentra el hombre. Pero él ha extendido sus dominios modificándose
baja las influencias naturales; si cada región del globo, cada clima,
tiene sus huéspedes humanos, su población lleva un sello de carác-
ter particular. Las formas, las facciones, el color; después sus costum-
bres, sus hábitos, el estado social, el carácter moral, cambian de un
grupo a otro; de aquí una diversidad de tipos,. o, según la expresión
generalmente usada de razas humanas, porque estos tipos se perpe-
túan en una filiación indefinida". Este ser esencialmente cosmopo-
lita se ha extendido, pues, en la superficie de la tierra, por emigra-
ciones accidentales y voluntarias, siguiendo la superficie de los ma-
res; y por viajes o emigraciones voluntarias por el interior de los
continentes. El señor Quatrefagues ha demostrado con gran precisión
}- exactitud que tres circunstancias pueden favorecer o impedir los emi-
graciones de los pueblos: las corrientes atmosféricos, las corrientes ma-

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rinas y las relaciones geográficas. Para su demostración pone en con-


tribución la física general, que nos da la solución de estos problemas
de la manero siguiente, respecto de las corrientes aéreas.

El calor de las regiones ecuatoriales dilata el aire y lo desaloja en-


tonces en corrientes ascendentes que desequilibran la maso otmosfé-
rica, que es reemplazada por corrientes de los polos sobre el Ecuador,
corrientes que constituyen los vientos alisios. Cuando llegan estos vien-
tos al Ecuador se calientan y se levantan a su turno, sin chocarse de
manera que este movimiento es incesante.

Suponiendo inmóvil la tierra, los alisios serían en su carrera perpen-


diculares al Ecuador; pero como estas corrientes aéreas se retardan,
respecto del movimiento giratorio de la tierra sobre su eje, toman una
dirección de Este a Oeste; así es que los alisios que soplan del Norte
se dirigen del Nordeste al Sudoeste, y los del Sur del Sudeste al Nor-
doeste. Estas corrientes se oponen a las emigraciones marinas del Asia
sobre la Polinesia pero las favorecen en sentido contrario. Entre cada
corriente ascendente de los alisios hay una zona limitada de cada lado
por el punto en donde principia la ascensión: esta es la zona de las cal-
mas o de los vientos variables, llamada anillo de las nubes (c1oud
rirng) porque el aire' estó allí cargado de vapores condensadas.

Mós alió de los vientos alisios sigue la región de los vientos gene-
rales, separada de los primeros por una región intermedia anóloga al
c10ud ring, en donde hay también calmas completas o vientos varia-
bles, temidos por los marineros.

En estas grandes corrientes atmosféricas se forman, pues, zonas bien


distintas y de determinada extensión. El cambio de las estaciones oca-
siona transportes de toda esta masa aérea de Sur a Norte y de Norte
a Sur; y de estos movimientos resultan alternativas en las direccio-
nes de los vientos .. de las que los pueblos marinos saben aprovecharse.

Ademós, todos los años los alisios cambian su dirección y esta in-
versión determinan los monzones. Estas corrientes tienen una duración
variable en el Océano Indico, soplan alternativamente los alisios y los
monzones durante seis meses; pero no sucede lo mismo en el Océano
Pacífico, donde. no presentan esta reguloridad de cambias, y los monzo-

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nes van algunas veces en esta región hasta las Islas Sandwich y
Tahití.

Estas dos clases de vientos generales producen, pues, en la superfi-


cie de los mares movimientos regulares en épocas determinadas de que
pueden aprovecharse los pueblos marinos en sus viajes, o a los que for-
tuitamente pueden encontrarse sometidas las flotas inespertas, O dé-
biles. Estos fenómenos observados por mucho tiempo estón determina-
dos gráficamente en las cartas arregladas por el Capitón Kerallet, y
también han sido discutidos en los trabajos del Comandante Moury pa-
ra utilidad de los navegantes en el servicio del comercia.

Simultóneomente con las corrientes atmosféricas pueden obrar las


corrientes marinas, producidas par las mismas causas que producen
aquellas y favorecidas por los deshielas de las regiones polares.

El agua del mar que se caliente por el calor ecuatorial tiende a dila-
tarse esparciéndose al Sur y al Norte, pero los vientos alisios la detie-
nen y la llevan hacia el Ecuador. En este caso también influye lo ve-
locidad del movimiento giratorio de la tierra de Oeste a Este, y se
produce en los aguas uno doble corriente de Este a Oeste, llamado co-
rriente ecuatorial. Estas corrientes se bifurcan dirigiéndose al Sur y
al Norte, separados por otra intermedia que marcha en sentida contra-
rio, del Oeste al Este.

En el Océano Atlóntico la corriente ecuotoriol se dirige del golfo de


Guinea sobre la América, y en el Coba de San Roque se rompe y se bi-
furca. Una de sus romos se dirige al Sur y sigue los costas orientales
con el nombre de Corriente del Brasil; 10 otra marcha hacia el Norte,
siguiendo las costas de las Guoyanas, llega al mar Caribe, y después
de penetrar en el estrecho que forma la Isla de Cuba y la Península
de Yucatón, se divide en un brazo que con torneo el golfo de Méxi-
co y otro que se dobla al Este, y reuniéndose al anterior en el estre-
cho de Bahama, va a salir al Océano para formar la gran corriente co-
nocida con el nombre de Gurf·Stream que se dirige a las costos occi-
dentales de Europa.

Del Polo Artico desciende una corriente glacial por la costa oriental
de Groenlandia, que uniéndose a la que parte del mar de Bafin forma
con ésta la conocida con el nombre de Corriente de los Estados Unidos;

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esta sigue las castas de este extenso país, y en tiempos remotos pudo
bvorecer las emigraciones que partieron del Continente Europeo que
llegaron a Is!anda y a Groenlandia y de estas partes se dirigieron o
fueron arrojadas sobre las costas americanas.

En el Océano Pacífico también hay una corriente ecuatoriol doble


que se desprende de las inmediaciones de las costas occidentales de
América, y otra cO!1tra-corriente que partiendo del Asia se dirige a
la América. La rama de esta corriente ecuatorial que se dirige hacia
el Sur, se subdivide entre Nueva Holanda y la Nueva Zelanda, y una
de estas nuevas ramas pasa por el Cabo de Hornos y se remonta en
el Océano Indico. La del Norte, que es la mós importante en el Océano
Pacífico, sufre una inflexión entre las Filipinas y el Japón, y encor-
vóndose regresa a lo América; se subdivide sobre las costas de
California, y una de sus ramas sigue las costas mexicanoS
hasta el Golfo de Panamó. Esta corriente ecuatorial del Norte
es anóloga al Gu!.f-Stream, y lleva el nombre de Corriente de Tesson,
del nombre del primero que describió su marcha; los japoneses desde
tiempo inmemoriol la llaman Kuro-Sivo o Río Negro.

Si las direcciones de todos estas corrientes marinas han favorecido


las emigraciones voluntarias, las involuntarias o accidentales debieron
cie seguir las mismos rutas. El Kuro-Sivo arroja sobre América cuer-
pos flotantes. Mr. Morton refiere que en 1833 un junco japonés, car-
gado de mercaderías, fue abandonado en el mor y la corriente lo lle-
vó sobre las costas de América; y agrega que "accidentes semejantes
a este han podido tener lugar en los antiguos períodos de la historia
americana" .
Hamilton Smith refiere igualmente, que otro junco japonés, aban-
donado con equipajes, fue arrojodo sobre los costas de California, en
donde lo halló un buque inglés a dos días de distancia de este lugar.
Los conquistadores españoles encontraron en las costas del Pacífi-
co las pruebas de que a favor de las corrientes marinas fueron fóciles
las comunicaciones de la América con el Asia. En las crónicas de Gó-
mara, compañero de Cortés, en la conquista de México, dice: "Que
€n 1.538 un religioso llamado el hermano Marco, hizo un viaje o un
lugar occidental nombrado Cíbolo, a su regreso refirió las riquezas y'
bellezas de este país, y D. Antonio de Mendoza consideró el proyecto

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de conquistarlo. Envió con este fin tropas comandadas por Francisco


Vásquez de Cornada, de las que una parte siguió las costas ~ llegó
hasta los 40 grados, de latitud, es decir, hasta el Oregón. En este pun-
to, dice, nuestras gentes vieron sobre la costo del mar, navíos que te-
nían las arboladuras doradas y las proas plateadas, cargadas de mer-
caderías. Se juzgó que fuesen provenientes de Katay o de la Sino, por-
que los de adentro hacían señales de haber flotado ya durante trein-
ta dIos". Treinta días es el tiempo necesario paro la travesía del Ja-
pón o la América. (Quatrefoguesl.

Las di'recciones de las corrientes marinas de que hemos hablado, y


los ejemplos citados, prueban que lo América ha podido ser accesible
o los asióticos por el N. O. a los europeq.s por el Nordeste y a los afri-
canos de Oeste por los corrientes ecuatoriales que se rompen en el Ca-
bo San-Roque.

Las relaciones geográficas de la América con el antiguo Continente


son evi,dentes, pues que casi se tocan. por el Nordeste, la Europa está
inmediata a la Islanda y ésta 0)0 Groenlandia; y por el Nordoeste, el
Asia está apenas separada de la América por el estrecho de Behring,
Que en tiempo del Capitán Cook sólo tenía ocho leguas marinas y hoy
tiene más de veinte leguas de ancho, y está interrumpido por las dos
islas de San Diomedes, de las que la más grande está casi equidistan-
te de ambos continentes y reduce la distancia a la mitad. Prescindien-
do de estas islas, el estrecho de Behring no imposibilitaría la comuni-
ción, porque en el invierno el veto los une íntimamente.

El señor Daboy de Thiersant demuestra que la constitución geoló-


gica de ambos continentes en el estrecho de Behring enseña que estu-
vieron primitivamente unidos por un istmo destruido 0\ fin de la época
¡:-Ieocena. Esta demostración está fundada en la disposición de los te-
rrenos de aquella localidad y en el aspecto de las costas paralelas, prin-
cipalmente desde la península de los Kouriles hasta el Cabo Tchou-
Katska, que indican un trabajo reciente de la naturaleza .

.Se halla situado el Kamchatka al frente de Aliaska, el una en Asia


y el otro en América; entre estas dos penínsulas se encuentra"'" las is-
las Aléuticas, Que como una cadena terrestre establecen uno relación
tal entre ambos continentes, que, según Peckering, es muy difícil de-

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cir donde comienza la América y en donde termina el Asia. M. Qua-


trefagues cree que es muy posible que estas islas sean las restos del
hundimiento de un verdadero puente continental que existió en épocas
lejanas.
Consultado el comandant!3 Maury sobre la posibilidad de lo comu-
nicación de ambos continentes Y del paso de las poblaciones asiáticas
a lo América, por el estrecho de Behring, afirmó que para hacer es-
to travesía no eran necesarios poderosos bajeles, pues sus mares son
muy calmados, Y un tronco de árbol basta para pasar de uno o otro
continente, operación tonto más fácil cuanto que los pueblos de es-
tos regiones han sido buenos navegantes y prefieren contornear las
islas embarcados en sus canoas que atravesarlas directamente. Lo ro-
ma de un árbol les sirve de velo y un fragmento de leña lo usan como
timón, y can semejantes arreos se internan en el mar con sus familias.
El capitón Bay, comandante de un ballenero, vió en 1855 que los in-
dios pasan de este modo de un continente 01 otro.
Además de estos hechos, el siguiente es un apoyo no despreciable
en favor de la comunicación del Asia con lo América: Lo raza de los
Techuktchis habita las costos del Océano en entrambos continentes; en
Asia se ven estos tribus en lo isla terminal y en los costos del estrecho
de Behring, Y en la América se les encuentro un poco más abajo has-
ta en las islas Aléuticas, separados de sus hermanos del Asia por los
Esquimales puros.
La raza turanense, pudo, pues, atravesar el istmO o el estrecho y
extenderse en la América. Esto rozo fue constituída por el conjunto de
numerosoS naciones designados con el nombre de Esdtos por los grie-
gos y los Romanos, y que ocupó todo el Norte de lo Europa Oriental
y del Asía.

Papel Periódico Ilustrado. Número 89. Año IV. Págs. 277-279.

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Notas sobre los orígenes de los indios americanos

JI

Entre los datos históricos que se registran como prueba de la anti-


gua comunicación y relaciones del Asia con la América, hay uno muy
importante, relativo a la historia de la China. El sabio orientalista
Guignes publicó en 1761 una Memoria intitulada Investigaciones so-
bre los navegaciones de los Chinos, del lacio de lo AmlÍrica; en ella
manifiesta que largos y concienzudos estudios dieron a conocer a es-
te historiador que los libros Chinos, y entre ellos el de Ma-touan!in, y
la obra titulada Pi<a:n-y-tien, contienen hechos importantes relativos
a la América. Estos libros hablan de un país llamado Frou-Sang situa-
do al este de la China, más alió de los mares Y a una distancia que lo
separa bien lejos del límite del Asia. Guignes cree que segÚn docu-
mentos chinos el Fou-Sang estaba en América.
Es verdad que Klaproth, orientalista prusiano, combatió la opll110n
de Guignes con fuertes argumentos, y creía que el fou-SlIl'ig era el
Japón; pero M. Paravey ha defendido científicamente las opiniones
de Guignes y además hace notar que el FOlJ-'ScllIg, que la historia chi-
na describe como un país rico en oro, plato '1 cobre, y el'l el c¡ua no se
l1C!liaboel hieri'o, no podía ser el Japón, que no posee aquellos meta-
les e:l abundancia, y sí tenía el hierro usado en su industria desde
tiempo inmemorial. Se cita otro hecho de grande valor, y aun cuan-
do él se refiere al año de 1718, viene en apoyo de la demostración de
que existió desde tiempos anteriores al descubriimento de Colón, co-
municación entre Asia y América, y revela el origen de algunas rozas
emigrantes que poblaron estas últimas regiones. Un colono de la Lui-
siana, llamado La. Page du Prazt, (1) ávido de investigaciones cien-

(1) Histoire de la Lousione ••• aver leurs origines. 1.758.

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tíficas, entró en relaciones con Moncacht Ape, natural de este lugar.


Este indígena fe refirió que animado del deseo de saber el origen de
su raza, resolvió emprender un viaje con este objeto. Partió en direc-
ción del Nord-Oeste, atravesó el Mississipí y el Missurí, pasó los Mon-
tes Rocallosos, alcanzó a Columbia y al Oregón hasta los 47 grados;
cilí supo que hombres barbados venían todos los años a tomar en es-
tos lugares maderos de tinte y jóvenes indígenas que se llevaban co-
mo esclavos; estos hombres barbados usaban armas de fuego que cau-
saban espanto a los naturales. Moncacht aconsejó a los indígenas ar-
masen uno emboscada contra los invasores. En efecto, cuando llega-
ron nuevamente, fueron atacados y muertos algunos,. Examinados los
cadóveres vieron que eran de estatura más pequeña que los america-
nos, muy blancos, de cabeza abultado, de cuerpo grueso respecto de
la tolla, los cabellos largos pero desde la mitad de lo cabezo y los ves-
tidos de algodón suave y de diferentes colores.

Es claro que conforme o estos caracteres, aquellos hombres eran de


origen asiótico, pero como dice Quatrefagues, no podían pertenecer o
las poblaciones salvajes del extremo oriental del Asia; tampoco po-
dran ser Chinos, pues éstos no poseen largos barbas: sus facciones y
sus armas revelan que debieron ser Japoneses. Además, se sabe que
las primeros conquistadores del Japón eran de roza blanco y de esta-
tura pequeña; mucho después fue que llegaron a este territorio gen-,
tes de roza ararilla. Los Ainos del Norte del Japón forman una roza
particular de tipo blanco y especial menee muy barbados y superiores
o sus vecinos en cultura y en la suavidad de su carácter.

El eminente naturalista que hemos citado, agrega que en la exten-


si6n del territorio que existe entre el Nord-Oeste de la América y lo
parte del Asia comprendida entre el Estrecho de Behring y el Sur del
Japón, se encuentran fos elementos étnicos suficientes para explicar
el origen de todas las razas americanas. "Principiando por el Norte
se hallan las poblaciones boreales idénticas en entrambos continentes.
Después se encuentran los Tchouktchis, población especial cuya existen-
cia en este lugar se atribuye con evidencia a emigraciones, y que pre-
senta grandes analogías con los Pieles-Rojas. Los Ainos, situados al
Norte del Japón, en los que los antropolagistas han reconocido ele-
mentos de la raza blanca, bien determinados, son muy barbados y su-
periores a los pueblos vecinos. Vienen después los poblaciones ama~

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rillas, más hacia los trópicos; y, finalmente, en lo porte boja del Ja-
pón, poblaciones negros que explican el tinte especial de los Califor-
nianosJl,

A estos apreciaciones debemos agregar el siguiente pasaje de las


opiniones de Humboldt: "La raza americana tiene relaciones muy sen-
sibles con la de los pueblos mongol liS que encierran los descendientes
de Hiongnu, conocidos con los nombres de Hunos, Kalkos, Kalmukos Y
Surattos" .
Este ilustre vIajero es más explícito en el pasaje siguiente: "Creo
heber demostrado en la obra intitulada Panoramas de las Cordilleras
y MO!'lUmento3 da los pueblos indígenas de América, que los pueblos
occidentales del antiguo continente habían tenido relaciones con el
Asia oriental mucho antes de la llegado de los Españoles. Lo analogía
de los calendarios mexicanos, tibetano y japonés, de las pirámides de
gradas orientadas con toda exactitud, de los antiguos mitos acerca de
las cuatro edades o los cuatro cataclismos del mundo y la dispersión
de la raza humano después de uno gran inundación, son otros tontos
indicios en apoyo de esta creencia. Lo que se ha publicado después de
mi libro, en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, acerca de los
singulares esculturas ejecutados casi en .estilo india, halladas entre las
ruines de Guatemala y Yucatán, da todavía mayor valor a los analo-
gías que señalaba" (2).
r-qoobstante que las relaciones del Asia con la América son suficien-
tes paro explicar la existencia de las tres razas principales en este úl-
timo continente, la Europa ha contribuido también; las comunica-

ciones de la América con el antiguo Continente por el Nord-Este se


han puesto fuera de toda duda, porque existen documentos históricos
severamente anotados, que enseñan que mucho tiempo antes de los
descubrimientos de Colón habían arribado emigraciones de Europa a
la Amórica por el Nord-Este.
Desde el siglo IX de nup.stra Era, y en los siguientes, los Escandina-
vos cuentan en sus crónicas las relaciones que establecieron con lo

(2) Clladros de la Nat·urale.l:a, por A. de Humbo!dt, traducción de


B. Giner, pág. 180.

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América. En aquella época la Groenlandia estaba habitada; numerosas


co:onias islandesas y escandinavas se habían establecido allí y tenían
un comercio floreciente; estas colonias se extinguieron poco a poco, y
se atribuye su extinción al enfriamiento progresivo e intenso de esta
vasta región. Los historiadores consideran como evidente que los No-
ruegos y los Daneses poblaron la Groenlandia y descubrieron la Amé-
rica, y que la fecha de este acontecimiento fue posterior al descubri-
miento de la Islanda, por los Escandinavos en el año de 861; pero el
señor Federico Lacroix cree que fue en una época anterior, y se fun-
00 en una Bula de Gregario IV, dirigida en 835 al Obispo de Ham-
burgo, en la que le habla de los misiones de la Groenlandia. El señor
Lacroiz dice que según las crónicas danesas los escandinavos descu-
brieron la América en el año de 770.

Según Carlos Rafn, Qn p.1 año de 863 el danés Garder, descendiente


de una familia sueca, fue el primero que hizo conocer entre los Nor-
mandos la !slanda; y en el año de 983 el irlandés Arí Marsson fue
arrojado por las corrientes marinas sobre las costas americanas, a las
cuales dio el nombre de Grande Irlanda lIrland it Mikla).

Este país fue visitado por Eríc Le Roux en 983 de nuestra Era, y
tres años después estableció la primero colonia, compuesta de Islan-
deses emigrados, sobre lo costo Sur-Oeste, y en uno de los golfos se
estableció Eric Le Roux, por lo que le limaron Ericsfiord; Heriu!f, su
compañero, se radicó en un promontorio que se llamó Heriulsnes, y
Einar, Rafn y Kétil, en los golfos o que dieron sus nombres.

Como se ve, pues, la raza escandinavo extendió sus descubrimientos


a regiones mós distantes que la Groenlandio, y que la América boreal.
El anticuario que hemos citado, Carlos Rafn, encontró en los archivos
de (as familias escandinavas los nombres y porte de !a historio de nue-
ve exploradores, y en su libro de A!ltig¡¡edades americanas, refiere que
Biorn, hijo de Heriulf, de origen islandés, en un viaje que hizo o lo
Groen!andia en el año de 986, se aventuró mós lejos y después de al-
gún tiempo fue arrojado al Sud-Oeste, en donde encontró otras tie-
rras enteramente desconocidas. Este intrépido navegante participó su
descubrimiento a Leif, hijo de Eric Le Roux, quien deseoso de cono-
cerlo se embarcó con treinta compañeros en el año de 1.000; partie-
ron en la dirección señalada por Biarn y descubrieron a Helluland,

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llamada así por las piedras planas que encontraron allí (hoy Terra-
Nova) a Maryland o Tierra de Madera (la Nueva Escocia) y la isla
de Nautrecket. Continuando en sus viajes llegaron a una región en la
que según su explicación "el sol se levanta a las siete y media de la
mañana y se oculta a las cuatro y media de la tarde", en los días
mós cortos". Con estos datos se ha calculado que este lugor estó en
la punta de MassQchusset. A esto región la llamaron Vinlend, porque
un alemón que los acompañaba encontró viñas que había conocido
en su patria. (3)

También han conservado los Escandinavos la tradición de un prínci-


pe galo llamado Madow, que con el deseo de conocer el fin del mar
o un nuevo mundo, se dirigió en su nave al Oeste. Después de gran-
des peligros halló una tierra no conocida. Regresó a su país y arregló
una expedición con todos los elementos necesarios para estoblecer una
colonia; emprendió un viaje de colonización, pero no se volvió a sa-
ber de él en su país natal. (Brasseur de Bourbourg).·

Humboldt considera la relación anterior como muy antigua, por-


que en 1.121 un Obispo de Graenlandia, llamado Eric, se embarcó pa-
ra llevar la fe cristiana a los descendientes de los galos expediciona-
rios; y algunos etnólogos han creído que de estos galos de Madow
desciende la tribu de los Mandans de la América del Norte, que viven
en medio de los Pieles-Rojas, no obstante que son muy diferentes de
estos.

Algunos escritores, apoyóndose en Spínola y Delamare, aseguran que


pescadores Vascos llegaron a la América en 1390, persiguiendo las ba-
llenas y de lugar en lugar arribaron a Terra-Nova, en donde desembar-
caron para secar el producto de la pesca, y dieron a algunos puntos
de estas regiones nombres que aun se conservan, tales como el Cabo
Bretón, la Bahía de Tolosa '.1 do:> Cabo rus (4). P"ro confirmon también
el hecho de que mucho antes Que los Vascos los Islandeses conocieron
la América. Todas estas apuntaciones históricas, relativas a los Islan-
deses, a los Vascos y a los Escandinavos en general y muchos otras,

(3) Hoy en América 1l0l0 vid sH'vesf're que en Colombia se llama


,agrcís: esta es el VITIS TII..AEFOLIA, que descubrió Mr. WHldenovClw.
(4) SentiL'le!le des Pyré:teés, 1.847.

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afirman la opinión de que parte de los pobladores de las Américas vi-


nieron voluntario o occidentalmente del Antiguo Continente desde
tiempos muy remotos, y contribuyeron con su sangre, con sus cos-
tumbres, creencias y civilización a formar las variadísimas tribus y no-
ciones que habitaron este Continente.
* * *
Veamos ahora algunos de las relaciones encontradas en América. El
iroqués Cusic refiere en la historia que escribió de su país natal, que
la tribu de los Tuscaroras, que habitaban un valle de la Carolina del
Norte, vió llegar a la c.osta un navío náufrago. Los indígenas recogie-
ron la tripulación, compuesta de hombres que estaban cubiertos de
pieles. Agrega le leyenda indígena que fueron transportados o la mon-
taña por los alcones. DQspués cambiaron de locoHdad, multiplicándo-
se prodigiosamente, excitaron los celos de los naturales y fueron dis-
persados y devorados por un monstruo de cuatro patas. Lo segundo
parte de esto leyenda es como todas las leyendas americanos, mezcla-
do de consejos imaginarios. Prescindiendo de la conclusión imaginario,
queda como un hecho histórico posible el arribo desde· las regiones
septentrionales de una colonia ~ náufragas que poblaron parte de los
tierras de la Carolina, probablemente cruzándose con las gentes ya
establecidas, y enemigas, después de luchas desastrosas.

Las tradiciones indígenas hacen mención de las emigraciones de


los Quichés. Según ellas, estos pueblos llegaron de una regi6n frío
y lejana, situado al Oriente; pasaron un mar nebuloso y arribaron a
regiones tombién frías y tristes, de donde se dirigieron 01 Sur. En los
pormenores de estas emigrociones se cuento que su marcha fue lenta
y lleno de penalidades por los rigores del clima boreal, cuyos tormen-
tas de nieve amenazaban su ruina extinguiendo el fuego que encen-
dían paro calentarse. Atacados por los pueblas por donde posaban, tu-
vieron que sostener luchas encarnizados antes de llegar al suela donde
se radicaron sus descendientes. (Brasseur de Bourbourg).

Se comprende también par las tradiciones de los indígenas, que del


Nard-Este se desprendieron las emigraciones que poblaron la parte
Sur de la Unión Americano. Todas estas tribus señalan el Oriente co-
mo el punto por donde vinieron sus ascendientes, posando el Mississipí.
Unicamente los Chippeways refieren al Oeste su salido, y con bastante
1undamento se juzga que fueron descendientes del Asia. Dicen estos

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indios "que habitaban un lugar muy apartado hecia el Oeste, de don-


de una nación maléfico los había desalojado; atravesaran un lago lle-
no de islas y de neveras y desembarcaran cerca de la' ribera del Co-
bre". El señor A. Adair cree que estos relatos no pueden aplicarse si-
no a una emigraclon salida de la Siberia, que pasaría el Estrecho de
Behring siguiendo las islas Aléuticas. (Adlli" History of the Americon
Indian:¡) •

Si la antigua nación mexicana, principalmente la parte occidental,


tenía pueblos en los que predominaba y aun predomina en los indí-
genas la sangre de las razas amarillas del Asia" en la parte oriental
muchas tribus cuentan en su origen sangre proveniente de las razas
del Norte de la Europa. Los hechas siguientes que refiere la historia
lo comprueban: Fue en las regiones septentrionales, dice el Abate
Brasseur, que existió la úFtima Tula, de que hablan todas los geógrafas
antiguos mu:ho tiempo antes de la Era Cristiana, y que los comentadores
modernos colocan alternativamente en Dinamarca a en Islanda. Pera
al misma tiempo los .anticuarios prueban con las tradiciones indígenas
y con los dotas históricos y geográficos de Europa, que este nombre
de Tulo había sido dado a muchas localidades distintas.

El anticuario danés Carlos Rafn, en una carta dirigida 01 Abate


Brasseur de Bourbourg, le dice: "En un mapamundi islandés que data
de la mitad del siglo XII, se encuentra al Nord-Oeste, lejos de los otros
países de Europa, el nombre de 'sland; más lejos, hacia el Oeste, se
halla el nombre de Tilo. Se sigue, pues, que el ontiguo geógrafo islan-
dés, aplicó el nombre de Tila o de TuJa a uno de los lugares ameri-
canos de3cubierto por los habitantes del Norte".

Por otra parte, un manuscrito de origen indio, llamada Cakchiquel,


dice: "Cuatro gentes (vinac) vinieron de Tulan, del lado por donde
el sol se levanta, este es un Tulán. Hay otro en Xibalbay, y otro donde
el sol se acuesta, y es de allí de donde nosotros venimos; y del lado
en que el sol se acuesta hoy otro: allí estó Dios; es por lo que hay cua-
tro Tulanes; y es .allí donde sol se acuesto a donde nosotros venimos a
Tulon, de la otra parte del mar en donde está aquel Tulan; y es allí
que fuimos concebidos y engendrados por nuestros madres y por nues-
tros padres".

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El señor Viollet-Le-Duc juzgo que estos cuatro Tulan corresponden


G lo sucesión de cuatro establecimientos hechos por los Islandeses o
los Escandinavos, después de su partida del Norte de lo Europa hasta
su llegado a la América Central, y agrego:

"Tulan, en Xibalbay, es la ciudad construido por los Nahuas, des~


pués de su colonización en Tamoanchan. El tercer Tulan, al oéciden-
te del lado americano del Océano, puede ser el Tilo designado par
Rofn, que deberá colocarse en los Estados Unidos; y, en fin, el Tulan
en donde está el dios, que corresponde a Tula o Tunan, una de las
capitales toltecas del Anahuac, a 14 leguas 01 norte de México, que
en el día eS la pequeña ciudad de Tu!,a, en el camino de Querétaro".
Las analogías anotadas entre los datos geográficos de los Escandi-
navos y las tradiciones indígenas de Tulan, y el hallazgo de piedras
rúnicas en el trayecto que debieron seguir estas expediciones no pueden
ser hechos fortuitos; ellos señalan hasta la evidencia de los emigracio-
nes que vinieron del Norte de la Europa y que se establecieron sucesi-
'lamente en diferentes lugares designados con el mismo nombre.

las piedros rúnicas de que hemos hecho mención han sido halladas
~ estudiadas en el corriente siglo. En l824 el groenlandés Pélinut en-
,"ontró en la Isla de Kingiktorsoak, arriba del mar de Bafin, casi fren-
~te del estrecho de Lancaster y Barrow, una piedra rúnica perfectamen-
te grabada cuya traducción, según los sabios anticuarios, es la siguiente:
Erling, hijo de Sigvat, y Biarne, hijo de Thord, y. Endride, hijo de
Odd, erigieron estos 'frogmellt03 de piedra, y desembaro%cron •• ~ugar
el s6bado antes del día de Gagudag (25 de abril) en l135.

Posteriormente, en l859, el doctor Henry Rínk, inspector de la


Groenlandia meridional, envi6 a la Sociedad Real de Anticuarios del
Norte, un fragmento de una piedra rúnica hallado en Igalikko, cerco
de las ruinas de Brottahlid.

Es cloro, pues, Que los datos geográficOS e históricos que dejamos


'tlnotados, demuestran la posibilidad de que la América fue poblado par
emigraciones voluntarias o occidentales, ya siguiendo estas las comu-
nicaciones de tierra-firme o salvando los estrechos del mar, ya impul-
sadas a favorecidos por los vientos y las corrientes marinos y siguien-

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do los costos de los continentes. Los pueblos que Vinieron del Nord-
Oeste, siguiendo el Estrecho de Behring, naturalmente debieron dirigir-
se hacia el Sur de la América, extendiéndose en toda la porte compren-
dida entre el Océano Pacífico y lo gran codeno de los Andes, que divi-
de todo el continente desde los regiones de los Esquimales hasta la Pa-
togonio. Los emigraciones que descendieron del Nor-Este por lo
Groenlondia, comunicarían con lo tierra del Labrador, continuorion ex-
tendiéndose hacia el Sur sobre los mórgenes del Ohí6 y del Mississipl,
en el litoral del Canadá; más tarde, hacia lo provincia de lo Florida.
en lo Luissiono, y sobre las costos del Golfo de México hasta Yuca-
tán y aun más sobre el Ecuador. En esto extensísimo región oriental de
la América, comprendido entre el Océano Atlántico y lo cadena de los
Andes, es en donde fueron más numerosos y variados los tribus indl-
genos que hallaron los conquistadores españoles, lo que hace presu-
mir que los pobladores de una y otro banda de los Andes fueron mez-
clándose lentamente y adquirieron los caracteres étnicas quedan cier-
to semejanza general o los diferentes tribus y pueblos americanos.

Siguiendo este sistema que desarrollo extensamente el señor Viollet-


Le-Duc (5) podremos deducir con él. que si los pueblos que vinieron
del Nord-Oeste pertenecían o las razas Turónicas y. Malayas, y los
que vinieron por el Nord-Este eran Escandinavos o Indogermónicos,
difundiéndose progresivamente hacio el Sur del Continente, debieron
encontrarse primitivamente en el punto mós estrecho de la América
Septentrional, comprendido entre los Costos del Océano Pacífico, cerco
de Tehuontepec y las costos del Golfo de México. No es de suponerse
Que llegasen simultáneamente o las localidades en donde se encontra-
ron, por consiguiente los emigraciones que llegaron últimos debie-
ron luchar y disputar el suelo o los anteriores, establecidos en todo el
territorio de lo América del Norte, de México y de la América Central,
Después de lo lucho vino la tregua, y can el imperio del vencedor lo
imposición de sus leyes, el cruzamiento de los costos y lo confusión de
su lenguaje y de sus costumbres.

Esto explicación aparentemente hipotético alcanzo toda la fuel'%a


de lo reolidad si se ponen en contribución de ellas las crónicos y apun-

( 5) Ruines Americaines, 1.863.

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taciones históricas de los navegantes y conquistadores, los eSCasOs pe-


ro importantes documentos históricos hallados entre los naturales, de
los cuales hemos hecho ya algunos citas, documentos estudiados, inter-
pretados y aun restauradas por lo paciente y hábil inquisicián de los
viajeros y antrapologistas; como también el estudio de los costumbres
y mitos de estos pueblos, y finalmente los monumentos y construccio-
nes americanas.
No obstante de que Humboldt, dice: "Las nociones de América, con
excepción de las que se avecinan al círculo polar (los Esquimales) for-
man una sola raza, caracterizada por la conformación del cráneo, por
el color de la piel, por la extrema rareza de la barba y por los cabe-
llos aplanados y lisos: "es evidente, según datos históricos y estu-
dios étnicos de los pueblos americanos, que los tres principales razas
del antiguo Continente tenían sus representantes bien coracteri:z:ados
entre las tribus y naciones hollados en América, con lo único circunstan-
cia excepcional de que los tipos primitivos fueron modificóndose por la
mixtión de las rozas aborígenes, por las influencias físicos y de locali-
dad, y por los hábitos salvajes; y aun cuando existe una aparente uni-
dad de ro:z:a, las tribus són muy diferentes. Este hecho lo reconoció tam-
bién Humboldt, pues dice: "Aun cuando los pueblos indígenas del Nue-
vo Mundo estón unidos por relaciones íntimas, ofrecen en sus faccio-
nes móviles, en su tinte mós o menos moreno y en la altura de su ta-
lla diferencias tan marcadas como las de los Arabes, los Persas y los
Eslavos que pertenecían o lo ra:z:a caucósica".
Los partidarios de la unidad de la raza americano, exceptúan o los
Pieles-Rojos como uno rozo particular característica de lo América del
Norte, pero esta opinión ha sido destruída, porque si bien es cierto
Que tienen caracteres étnicos que les son propios y que marcan dife-
rencias muy notables con los demós tribus y pueblos indígenas, su for-
meciÓ", tiene explicación satisfactorid, como se comprende por Cas
referencias siguientes: Mr. Hambersham, americano encontró en For-
moza una ra:z:a roja enteramente semejante a los Pieles-Rojos. Otros
viajeros han testificado Que existen también en lo Palinesia, en la Me-
!lesia, en Coreo y en otros países; finalmente, se sobe que existe en
Africo, en una localidad que atraviesa este país de Este (1 Oeste, par-
tiendo de Abislnia, que es el centra de esto pobloci6n de piel-roja, se-
mejante o lo americano. El Almirante Fit:z: Roy ha demostrado que es-

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te tipo puede aparecer por el cruzamiento y por la acción de c1rCUI


tancias especiales, pues lo ha visto entre las familias inglesas cru;
das con polinesianos. Un origen semejante ha podido tener lo rozo
los Pieles-Rojos de la América.

Popel Periódico lIustrado.-Número 90. Año IV.


Págs. 292-295.

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Hotas sobre los orígenes de los j~díO$ americanos

Si la geografía y la historia del Asia Oriental y de lo Europa del


Norte, y las tradiciones populares de la América Septentrional, ofrecen
un interesante campo a los estudios antropológicos, porque arrojan al-
guna luz sobre el origen probable de los pueblos americanos y sobre
la marcha que siguieron los emigraciones del Asia y de la Europa so-
bre el Continente Americano, no menos interesantes son para este aSun-
to las antiguos construcciones americanos, estudiadas desde fines del
siglo pasado, y que hoy llaman tanto la atención del mundo científico.
En los extensísimas valles del Missisipi, en el Ohía, y en general en
todo el país; desde el IlIinais hasta los confines de México, se han des-
cubierto numerosas construcciones y entre ellas muchas a manera de
fortificaciones en circuitos o reductos cerrados; y dentro o fuera de ellas
montecillos artificiales, túmu!os de tierra o de piedra que contienen es-
queletos cuyos caracteres osteológicos no concuerdan con los de las
tribus que existían al tiempo de la Conquista, lo que hace presumir
que estos valles fueron habitados en épocas remotas por razas dife-
rentes que desaparecieron. En estos mismos lugares se hallaron cami-
nos cubiertos, especies de criptas, que, según Viollet-Le-Due, son se-
mejantes a los oppida de la Europa Occidental ;y también 'rocas cu-
biertos de figuras, que se supone son inscripciones geroglíficas; momias
con sus vestiduras de matas o telas de algodón, semejantes a las egip-
cias y guanches; objetos de piedra silicio, de hueso y de cobre. Todas
estas antiguedades de la América del Norte son análogas o las hue-
llas que dejaron los poblaciones de nuestras regiones ecuatoriales, prin-
cipalmente en las riberas del Orineco, en Sinú y en la antigua Cundi-
namarca.
Los antiguas construcciones de la América del Norte pertenecieron
(1 uno raza hoy desconocido, y: que los americanos llaman Mound

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Builders, constructores de montículos, porque al lado de sus fortifico-


ciones y recintos, o en el interior de ellos construyeron innumerables
montecillos de tierras, diseminados en los valles del Mississipi, del Chío,
del Missouri, y en muchos otros portes de aquelfas extensas regiones.
Garcilasa de lo Vega hace alguno mención da ellos; pero el canocimiel'l-
to exacto de su existencia se obtuvo o fines del siglo posado, por con-
secuencia del comercio establecido por los Americanos con los indios
Que viven mós allá de tos montes Aleganis. Carver, en 1.776, y Harte,
en 1791, fueron los primeros que señalaron los mounds. Brackenridge
los describió; en 1814, y dice "Aproximándome al más grande de en-
tre ellos, sentí lo mismo admiración que se experimento contemp!on-
do los monumentos de Egipto". De 1845 o 1847, más de doscientos
mounds fueron descubiertos por los señores Squier y Oov;s.

Estos montículos artificiales, son de formas muy variados: redondos"


aveies, cuadrados, poligonales, o triangulares. (1) Su altura también
es variable, desde olgunos centímetros hasta 30 metros; y el diámetro
de uno a trescientos metros. Algunos de los mounds que parece fueron
destinados o la próctica de ciertos ritos religiosos, están terminados por
una plataforma, o lo que se asciende por una rompa bien construida.
Son muy numerosas también en el Estado de Washington, en donde. no
excede su altura de seis a siete pies; e igualmente abundon en los Es-
tados del Sur, como en la Luisiana y en los valles de Arkonsos y de Rio
Rojo. Sobre estos regiones los mounds parecen menos antiguos, como
si los constructores hubieron ido invadiendo progresivamente el terri-
torio de Norte o Sur. En todas las costos del Golfo de México, desde lo
Florida hasta Texos, se encuentran construcciones semejantes. En Te-
><05 y en lo Carolina del Sur, los mOllnds son con más frecuencia cóni-
cos y aparecen como uno transición para llegar o los Teacollis de Mé-
xico. Los movnds de California, del Oregón y de los valles de El-Colora-
do, no son menos interesantes aun cuando son de menores dimensio-
nes. En Yucotón y en Chiopos, los monteeillos artificiales sirven de base
a monumentos muy notables, que revelan una adelantado civilitación.
4-os de Honduras son de grandes dimensiones; y M. Boyle los halló tam-

( ,) Nadoil1ac, La América 'rchi.tóric:c, 1.883. De este escritor he-


mos tomado lo parte descriptivo de los •• oun4 •.

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bién en los desiertos que se extienden en todo lo costo del territorio de


los Mosquitos, cerco del Istmo de Panam6.
Los conos Y los pir6mides se encuentran encerrados de!'1tro de re-
ductos o fortalezos; los montecillos destinados o los ritos religiosos es-
tón 01 lodo de los mounds, tumulares; Y cerco de los mounds de figu-
ras de cnimales se levantan los poligonates y triangulares.

Mr. $quier ha intentado clasificar todos estas construcciones de tie-


9
rra, y los divide en seis grupos: 19 Los construcciones defensivas; 2
Los recintos sagrados; 3'>' los templos o adoratorios; 4'>' Los monteci-
Ilos de los sacrificios; 59 Los montecillos tumulares; y 69 Los monteci-
Ilos en figuras de animales.
Todas estos construcciones fueron ejecutados con los materiales en-
contrados o lo mono; cuando en lo localidad eran abundantes los pie-
dras, se servían de ellos uniéndolas con borro; jamós se encuentran en
ellos el mortero.
19 Toclas les fortalezas estón situados en los inmediaciones de los
dos y en puntos dominantes, Y presentan la forma de reductos, de mu-
ros, de parapetos, de fosos, de circunvalaciones; construídas con regu-
laridad Y que revelan grande inteligencia en el arte de los construccio-
nes poro la defensa de un enemigo invasor. El General Harrison dilo
o lo Sociedad de Historio del Ohío: "Indudablemente que estos forti-
ficaciones no fueron levantados poro detener uno invasión súbito; lo
altura de los muros, lo solidez de su construcción, señalan que el pe-
, ligro contra el cual fueron destinados poro proteger los poblaciones,
se renovaba constantemente. La guerra Y 10 lucho han sido en todo
tiempo lo triste dependencia de 10 humanidad, Y el Nuevo Continente
no podía estar mós exento de ello que el Antiguo. Estos trabajos fue-
ron absolutamente extraños o los indios: entre ellos sus fortificacianes
son palizados, en formo de circunvalaciones cuyo altura es de doce
a quince pies, con oberturas, poro que los sitiados puedan lanzor sus
flechas" .
Todo lo extensión del territorio comprendido entre los Aleganis Y los
Montañas Rocallosas est6n cubiertos de recintos limitados con fortifi-
caciones colosales, generalmente construidos de tierra. Squier ha re-
conocido un sistema de fortjfjcaciones combinado con arte, que se ex-

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tiende diagonalmente, en el Estado del Ohío, desde las ~rtientes de


los m<:>ntesAlegonis. Los ruinas de los fortificaciones de Aztolán, si-
tuados sobre uno de fos brazos del río Rock, forman un porolelogromo
de tres costados de construcción de tierra, y el cuarto, formado por el
río, tiene uno grande analogía con los recintos del Ohío; pero según
algunos arquelólogos no presentan la regularidad' de las fortalezas de
los Mound-S:¡ilders. Es muy digno de notarse que Aztalón significa
ce.rca d1!1agua. Mós hacia el Ecuador, en Nicaragua, cerca de Juigalpa,
existen los ruinas de un cerco de trincheras que se extienden en mu-
chas millas del territorio; su anchura es de tres a cuatro metros; pero
presenta, de distancia en distancia, reductos de forma oval, cuyo gran-
de eja alcanza a veinticuatro metros; en cada uno de ellos se encuen-
tran alternativamente dos o cuatro montículos artificiales.

29 Mr. Squier designa con el nombre de recintos sagrados o cier-


tas construcciones Que se encuentran, principalmente en el Estado del
Oeste; tienen una forma regular, cuadrada o circular, algunas veces
elíptica o paligonal. La perfecta regularidad de los figuras, lo igualdad
de sus lados y sus óngulos rectos, demuestran que los constructores te-
nían conocimiento de los métodos de medir las superficies y de calcu-
lar los ángulos y los diámetros. Es'')s recintos están situados o los már-
genes de los ríos, como los fortalezas, con lo diferencio de que éstos
están sobre puntos dominantes, como en los alturas, a veces inaccesi-
bles, mientras que los primeros están en los valles dominados; así es
que se cree no podían servir de defensa.

39 Los adoratorios o templos son, según Squier, pirámides o cerros


truncados, a cuya cima se llega por planos inclinados o rampas. En la
parte superior presentan una plataforma que se juzga estaba destina-
da a los sacrificios o a la próctica de ritos religiosos. Su formo es varia-
ble: redonda, oval, cuadrada, ete. El más notable de estos mounds es
el de Cahokia, en el IIlinois: se elevo en medio de sesenta más, que
varían de treinta a sesenta pies de altura, que cubren una superficie
de seis acres. (W. de Hasse, Am. As. ChicGgo, 1867). Este gran
mGilnd domina a los demós; tiene una altura de 9] pies, o la cual se
llega por cuatro azoteas sucesivas; su base mide 560 pies sobre 720;
la plataforma superior tiene J 46 por 310 pies, y se calcula que en su
construcción entraron veinte millones de pies cúbicos de tierra. Tenía

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en la parte superior un cono. pequeño, que fue demolido, y se hallaron


en él numerosos osamenta s humanas, astillas de sílex, puntas de fle-
chas, fragmentos de lacería s, restos de ofrendas y de sacrificios.

El profesor Swallow describe uno de estos mounds cuya eje mayor


tiene 900 pies en su base y 570 en su cima. Ofrece el hecho interesan-
te de contener una cámara interior, formada de estacas gruesos de mo-
dera de cedro, unidas entre sí por fragmentos de caños. (Arundinario
Moc:rospermo), y revestidos por pañete bruto en el exterior, y alisado
con cuidado y pintado, de rojo en el interior. Los excavaviones han da-
do allí numerosos piezas cerámicas, de los cuales había una modelado
~obre un cráneo humano.

49 Los montecillos artificiales, que según Squier fueron destinados o


los sacrificios, son de forma cuadrado o de paralelogramos, otros veces
son redondos o elípticos. Tienen un altar colocado al nivel de su sue-
lo, y formado de capas sucesivos y horizontales de cascajo o pedriscos,
de tierro y de arena. Los altares están construidos, de piedras planos,
de adobes o de ladrillos de arcilla. Tiene señales de haber sufrido un
fuego violento, que, sepún opini6n de algunos anticuarios, era el me-
dio de purificar las ofrendas que se hacían Q los dioses. Entre los ob-
jetos hallados en estos mounds, bajo de los altares, se encuentran ha-
chas de piedra, lanzas y puntas de flecha, de obsidiana, de cuarzo y
de manganeso, muy bien trabajados. Todos estos objetos fueron calci-
nados, pera se encontraron algunos intactos. En otros se han hollado
adornos de cobre cubierto de uno hoja delgado de plata, retorcidas por
la acci6n del fuego. Esto clase de mounds siempre est6n dentro de
recintos.
59 Mejor caracterizados son los mounds tumulares o montecillos
destinados 01 enterramiento de los cadáveres, con los ceremonias fúne-
bres que en todos tiempos han sido ejecutados con el respeto debido
o la memoria de los difuntos y al destino del espíritu o de su sombra
imperecedero. Esto clase de mounds son los más numerosos; se encuen-
tron en todos portes en donde esto ra%o de los Mound-Builder exten •.
di6 sus dominios y todos ellos presentan unos mismos caracteres. Estos
túmulos se refieren Q ritos muy diversos, y presenton todos los formos
usadas en el Cohtinente Europeo .

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El mound sepulcral más interesante es el de Grave-Creek, en lo con-


fluencia de este río con el,Chío, cerca de Wheeling, en lo VirginiaOc_
cidental (2). Este montecillo de dimensiones considerables, contenía
dos cámaras sepulcrales, una o 30 pies encima de la otra. Lo cómara
superior contenía un solo esqueleto, y la infejor dos, uno de hombre y
otro de mujer. Al lado de estos restos había numerosos adornos de mi-
co, collares de conchas, brazaletes de cobre y algunos fragmentos de
piedra esculpida. De la cámara inferior se penetraba a otro mós grande,
en donde se hallaron diez esqueletos sentados. El señor Abellard, nieto
de José Torulinson, propietario del terreno en que se hallaba este
tumulus hizo practicar, en su presencia, 1838, dos excavaciones, una
horizontal en la base y otra vertical en la cima, para reconocer la cons-
trucción del mOlllld. La excavación de la cima era un pozo de diez
metros de circunferencia, y en fa profundidad de once metros y medio
encontró lo bóvedo o cómara superior, y en ella se halló una inscrip-
ci6n que ha llamado la atención de los sabios anticuarios. Se compone
esta inscripción de veintidós caracteres colocados sobre tres líneas, de
uno cruz y uno móscara grabadas sobre una piedra dura, de color os-
curo, de forma elíptica, de cuarenta y cinco milímetros de longitud so-
bre 40 de ancho y 5 milímetros de grueso. Los sabios no estón de aCuer-
do sobre la naturaleza y origen de los caracteres de etsa inscripci6n.
Del exámen resulta que cuatro de ellos son semejantes a los etruscos;
cuatro a los de la inscripción de Thugga, (Africa); cinco al antiguo
rúnico, usado por los Escandinavos; seis o los caracteres louariks; siete
al viejo persa; hablado por los antiguos Irlandeses; diez o los caracteres
fenicios; y quince a los celtiberianos. Dos sabios anticuarios de igual
reputación científico, Mr. Rofn, de Dinamarca, y M. Jamard, de Fran-
cia, opinaron de diferente modo respecto de esta inscripción. M. Rafn
dice que después de haberla observado, a primera vista se creería que
fuese de origen ceftiberiano, y agrega que los caracteres tienen mucho
analogía con la escritura de la antigua gaelica, o del anglo-sajón de los
bardos. M. Jomard, aludiendo probablemente a /0 opinión de Rofn, dice:
"Se han comparado los caracteres de esta inscripción a los rúnicos, y a
otros caracteres de las antiguas lenguas del Norte; pero la analagío es
menos notable que con los antiguas líbycas. Se encontraró iguolmen-

(2) Dr. Joly, Noturc, 1.783. T. 1. p. 168.

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te mucha analogía con el alfabeto celtiberiano, o mós bien ibérico, lo


que no tiene nada de sorprendente, porque es probable que este idio-
ma tenga su origen en Africa. Se sabe desde luego que ·10 Iberia fue
una de las primeros y de las mós interesantes conquistas de Cartogo. (3)

De cualquier manera que sea, el hecho final es que dentro de es-


te túmulo la mano del hombre del Antiguo Continente inscribió estos
caracteres en tiempos prehistóricos, y son un comprobante de las emi-
graciones que vinieron a la América.
69 El sexto grupo de lo clasificación de Squier, de las obras de los
Mound-BuH,ders, es de los mounds en forma de animales Y del hom-
bre; estas obras son de un carócter particular. Algunos americanistos
juzgan que puede ser que estos mounds estuvieran destinados o la con-
memoración del totem, o el signo distintivo de la tribu constructora;
este signo era ordinariamente un animal: el óguila, el lobo, el aso, el
tigre, la tortuga el zorro y otros; estos animales eran figurados en los
montecillos de tierra. Mr. W. Pidgeon los descubrió Y describi6 en
1853. El VVisconsin es el centro prinCipal de estos construcciones, Y las
figuras de estos mounds son de grandes dimensiones. Hasta óe sesen-
ta metros de extensión.
En el Ohío, en una colina que domina el Bl'Ifsh-Creek, se halla cons-
truida una serpiente colosel; sus repliegues desarrolladas dan cerca de
700 pies de longitud, y parece que tiene un huevO en la garganta, re-
presentado por un montecillo elíptico, cuyo eje mayor mide 160 pies.
Puede ser una alegoría o una deidad, porque la serpiente representaba
un papel importante en la mitología de los antiguos Americanos. (Na-
daillacl .
Ademós de los seis géneros de construcciones de que hemos hecho
mención, según la clasificación de Squier, pudieron considerarse como
un séptimo grupo las construcciones hidraúlicas o canales que recien-
temente se han reconocida en el Missourí. El doctor Swallow, Direc-
tor de la exploración geal6gica de. aquel Estado, llamó la atención de
los arqueólogos a un canal de 50 pies de ancho sobre 12 de profun-

(3) Voyoge Pittoresque dons les gronds deserts du Nouveon Monde


par Em. Domenech, pág. 292.

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didad. Después se han descubierto, en uno extensión de setenta millas,


uno serie de canales, interrumpidos y obstruídos por los temblores, que
ponían en comunicación el Mississipí con los lagos Big, Cushion y Co-
!!ins. (Cortos de Mr. Carltan citados por Conatl. Según Schoblcr!lf, los
Mound-Builders navegaban en estos canales, en barcos que hacían d.
troncos de árboles excavándolos con el fuego, de lo mismomonero
c;ue hoy construyen sus barqueta! algunos tribus indígenas. Este mis-
mo sistema fue usado en Europa en el origen de la navegación.

'"
'" '"
Existe otro clase de monudentos antiguos en la América del Norte,
que ocupan inmensas regiones, en los territorios de California, de Ari-
zona, de N[¡evo-Méxica, de Lo-Nevado, de El-Colorado y del Pais de
los Mormones. Hace paco tiempo que estos países eran enteramente
desconocidos, pues después de la Conquisto quedaron desiertos, y sola-
mente algunos miserables tribus los poblaban; pero lo influencia de lo
civilización americana los ha cruzado en todas direcciones de ferro-
carriles, '! los arqueólogos han podido estudiar y admirar las numero-
sisimos ruinas de una rozo industrioso, que es preciso no confundir con
los Mound.Builders. A esto roza don los americanistos del Norte el
nombre de Cliff-Dwellers, hombres que habitan las rocas, pues que sus
habitaciones aparecen en la porte más encumbrada de ellas, en grietas
inaccesibles y en los lugares en dandI¡! hoy hacen sus nidos las águilas.
Les ruinas de los Cliff-Dwelrers, demuestran que en estos regiones de-
!liertas habitaron poblaciones activas, inteligentes e industriosas, pues
01 lado de los ruinas de sus pueblos se hallan fortificaciones, cisternas,
rocas cubiertos de geroglíficos, figuras esculpidos, o pintados, que han
resistido a los injurias de los siglos.

',En sus relaciones el cronista Cabeza de Vaca (4) cito muchos pue-
blos en ruinas y otros aún habitados al tiempo de lo Conquista: mu-
chos, dice, eran más grandes que lo ciudad de México. Los cosos, fre-
cuentemente de muchos pisos, retirados unos de las otras, fueron cons-
truidos de piedra. Los pisos superiores eran los habitaciones de los fa-

(4) Alvaro Núñe: Cabezo de Vaca. Relación y Comentarios de lo


acaecido Eln las dos jornadas que hi.zo a los Indios. Valladolid 1555.

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rrilias y los inferiores servíon de depósitos o almacenes pera los víve-


res. Por medio de escaleras portátiles se comunicaban los diferentes
~isos, de manera que, quitado este medio de comunicación era difícil
~u acceso y los habitantes podían defenderse de los enemigos que los
atacasen en su domicilio. En cada una de estas construcciones podían
,,¡vir muchas familias.

El profesor Hclmes que ha sido 'de los primeros en e~tudiar estas rui-
nas adopta,' lo clasificación siguiente:

19 Lowlands, ciudades o pueblos en donde moraban poblaciones ver-


daderamente agrícolas, situadas siempre en los valles mós fértiles, a
inmediaciones de los rlos.

29 Cave-Dwellings. Cavernas artificial mente agrandados, con fre-


cuencia cerradas y consolidadas con muros y paredes de adobes de ar-
cilla.
39 Cliff-Housscs. Fortalezas construídas en los grietas de las rocas
inaccesibles, o en sus altos cúspides, en donde probablemente se reti-
r:.'lban los habitantes de los ciudades cuando les amenazaba algún pe-
ligro.
En los ciudades de los Cliff-Dwellers, se observo en las construccio-
r¡;s lo mismo regularidad de las obras de los Mound-Builders: los ha-
(¡¡raciones estaban agrupadas en 'formo de círculos o paralefogramos.
Las casos eran de piedras talladas, cuidadosamente aparejados y uni-
das con borro.

Estos pueblos, aunque diferentes entre sí, conocieron las mismas ar-
tes y ejecutaron los mismos industrias y las mismas costumbres: de-
bieron, pues, tener el mismo origen. Si hubieran sido tribus nómades y
sin residencia fija, durante' el transcurso de algunos siglos no se pa-
¿ríon explicar sus sorprendentes construcciones.

¿Qué se hicieron estos rozas vigorosas e inteligentes? ¿Los actuales


!.dígenas habitantes de la América del Norte son sus representantes o
cescendicntes? A estos preguntas contestan los anticuarios de dos ma-
r.eras diferentes: para unos los Pieles-Rojos, posteriores a los Mouncl-
1"llilden. no presentan en sus costumbres ni en su industria esta unifor-

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midad tan notable en la raza que construyó aquellas obras sorprenc:fán:"


teso Con excepción de los indios Creeks ninguno de estas tribus poSee
una tradición de alguno significación respecto de sus mayores y que se
remonte o mós de un siglo. No tiene noción alguno sobre el origen· de
los mounds. Los Mound-Builders, que sostuvieron constantes luchas
con nuevos invasores, pudieron ser vencidos y desalojados de las regió-
nes que habitaban, y arrojados hocio el Sur. Allí se confundirían con
otras razas.

Para otros no es aceptable esto deducción; y si bien es cierto que no


se encuentro ninguno construcción atribuible o los últimos razas ameri-
canas, comparable a las de los Mound-Builders, existen testimonios h¡s~
tóricos de (os conquistadores españoles, respecto del estado sociol en
que encontraron las tribus americanas, que son muy importantes.
Garcilaso de la Vega, en su Historio de la Conquista de lo Florido,
refiere el modo como los indios de eso época fundaban SllS ciudades:
"Llevaban -dice-- cantidades considerables de tierra, con la cual
formaban uno plataforma de dos o tres picos de altura, y bastante .1CIn-
cha poro construír diez o doce casos, y según la necesidad, quince o
veinte. Era allí donde se alojaba el Cacique, su familia y sus principa-
les servidores. Al pie clel fTlontecillo artificial, trazaban un cuadrado,
según lo extensión que querían dar o la ciudad; tos principales Jefes
establecían allí sus morados; el pueblo se agrupaba a su contorno".
En otro porte este mismo historiador. describe la ciudad de Guachoule.
situada cerca de las fuentes de la Cooso, no lejos del país de los Acha-
Jeques, y dice que la casa del Jefe estaba situada sobre uno eminen-
cia terminado por una plataforma. En esto construcción se encuentra
mucha semejanza con la de los mo-unds.

El valle del Mississipi, principalmente las regiones que forman los


Estados de Alabama, de la Florida y de lo Georgia, eran habitados en
tiempos de la Conquisto por naciones belicosas que cultivaban la tie-
rra;vivían en ciudades fortificados, y sus templos estaban situados so-
bre eminencias frecuentemente artifjciales y adoraban al Sol. Las for-
tificaciones eran murallas de tierra que rodeaban las ciudades; y te-
nían torres de defensa y muchos fosos, en los que navegaban en sus ca-
noas. Esto roza indígena fue la que rechazó al conquistador Narvóez
cuando quiso apoderarse de la Florida; y contra ello luchó también Her-

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n6ndez de Soto, durante cuatro años, antes de someterlo al yugo es-


;.:añol. El profesor Sco!lhall, en su obra sobre el origen reciente del hom-
bre americano, demuestro que los '.roqueses tenían un gobierno que
comprendía cinco naciones: cuyos habitantes sobran cultivar la tierra,
y conservaron su independencia por cerco de dos siglos, luchando con-
tra los Holandeses y contra los Franceses; conocían lo navegaci6n y
sabían construír cosas y tenían poblaciones. No debemos sorprender-
nos que 01 tiempo de lo Conquista se encontraran estos numerosas po-
blaciones de la América del Norte en un estado de decadencia relativa,
.¡ que estas tribus no correspondiesen, ni con mucho, a los Antiguos
Mound-Builcfers, pues que en estos el progreso de su constitución social
fue interrumpido a cado poso por guerras sangrientos, como lo demues-
tro el sistema defensivo Que establecieron. Estos luchas y derrotas debie-
ron de aniquilar todos los elementos de prosperidad, y lo disociaci6n fue
ia consecuencia natural de lo inseguridad, del constante botollor y de la
impotencia. Diseminados los restos de esto antiguo roza industrioso, en
un inmenso territorio, se resolvieron en parcialidades o tribus. Entre-
Gados o la vida errante y salvaje, perdieron las nociones de los medios
()vilizodores, y hasta los tradiciones de su origen. Finalmente se modi-
ficaron en su naturaleza Hsico por los influencias del c1imo, por el
cruzamiento con inmigrontes de otros rozas y por los hábitos nueva-
mente adquiridos. Este fen6meno se observo de uno manero muy no-
icb!e en todos los países de entrambos Américas.

Papel Periódico Ilustrado. Número 91. Año IV. pógs. 308-311.

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Notes !lobre los ori¡Je¡¡es de tos indios c.mericancs.

IV.

A medido que se ovanza hacia el Sur, en el territorio del bojo Mé-


xico, se noto que las construcciones eran de un carácter mós levanta-
do, mós numerosas, más regulares y los tllmlllu~ tenían fa forma de
grandes pirámides. Algunos anticuarios han creído que en esta diferen-
cia se encuentra lo marcho ascendente del genio de los Americanos
hacia un estado de civilización más adelantado, opinión que el Abate
l:rasseur de Bourbourg, apoya, fundado en que, aun cuando los emi-
graciones secundarios, o las cuales pertenecieron los Quiches que se
difundieron en lo América Central, no pudieron ser ton numerosos que
poblaron estas extensas regiones, si pudieron en su tránsito mezclar-
se más o menos por cruzamiento con las poblaciones ya radicadas, y
les enseñaran a construír estos grandes obras. Esta civilización pro-
gresiva bien pudo ser el origen dé las importantes construcciones de los
Aztecas y de Yucatán.

El cruzamiento de las razas que llegaron en emigraciones diferen-


les, está comprobado por la circunstancia de que, siendo evidente lo
venido de poblaciones de la raza Ariana, en lo general no se ha con-
servado el tipo primitivo en todo su pureza, y todos los rasgos holla-
dos en los individuos en sus utensilios, en sus mitos, en sus costum-
bres y en sus construcciones, aun en los grandes monumentos del boja
México y de Yucotón, parece que pertenecen o descendientes mesti-
zos, de lo rozo blanco en alto grado, y de los razas' asiáticos, y aun
de lo Maloyo.

Algunos viajeros que han visitado el país de los Notches, los costos
orientafes de lo América del Norte y lo Florido, refieren que los notu-'

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L180RIO ZERDA

ra!es de estcs regiones pretendían haber venido a ocupar este territorio,


después que la América Central había sido ocupada por gentes blan-
cas, y no tenían conocimiento de quienes habían hecha aquellas cons-
trucciones ni con Qué fin.
Las construcciones monumentales de México fueron de un orden mós
grandioso, y pertenecían a la civilización de pueblos bastante adelan-
tados y radicados definitivamente en estas localidades. Estas obras no
se puede confundir/as con los establecimientos de un arden inferior
pertenecientes a pueblas de épocas muy remotas, y que según parece
ocuparon transitoriamente las valles del Mississipi, del Missourí y del
Ohío. No obstcrlte estas diferentes construcciones, en opinión de hom-
hres versados en lo arquitectura, presentan analogías muy notables.
la naturaleza de los obras mexicanos revela que fueron el resultado
de una civilización comparable a la de los pueblas asiáticos. Se cree
que México recibió su cu!tura de los pueblos situados hacia el Norte, los
que indudablemente fueron emigrantes de algunas naciones del Asia,
y a este respecto Humboldt se expreso en los términos siguientes:
"Si las lenguas no prueban sino muy imperfectamente lo antigua
c.omunicación entre los dos mundos, esto comunicación se manifiesta
de una manera indudable en los monumentos, en los cosmogonías y
en las instituciones de los pueblos de la América y del Asia.
"Un corto número de pueblos, bastante lejanos unos de otros, los
[truscos, los Egipcios, los Tibetanos y' los Aztecas, ofrecen sorprenden'-
tes analogías en sus edificios en sus instituciones religiosas, en sus di-
visiones del tiempo, sus ciclos de regeneración v sus ideas místicas".
Según el mismo ilustre viajero, cuya autoridad hemos invocado, "las
cbras de los primeros habitantes de México tienen un lugar intermedia
entre las de los pueblos Scitas y los monumentos antiguos del Indostán".
Aunque los pueblas qLle sucesivamente se esparcieron en el territorio
mexicano, entre ellos los Toltecas, Chibchimecos, Acolhues, Tlascal-
tecas y Aztecas, tuvieron sus diferencias en el orden político, todos
hablaron el mismo lenguaje, profesaron el mismo culto, y lo que es
mós notable, entre sus edificios levantaron muchos pirámidoles que
consideraban como los cosas de sus dioses. (Teocallis).
Estos Teocallis, de lo misma formo pero de dimensiones variables
(,;on pirámides de muchas gradas, y sus Iodos seguran exoctamente la

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¿irecc;én del meridiano y del paralelo del lugar; orientación que tam-
biín tenían las pirámides egípcias. Una escalera proporcionado con-
ducía o lo cllsp¡de truncada de lo pirámide, en lo que, sobre una pla-
taforma, se hallaban una o dos capillas de forma de torres, que conte-
nían los ídolos colosales o quienes estabo consagrado el Teocalli, y su
mterior servía de sepulcro o los reyes y a los nobles.

Las pirámides de Teotihuacán estaban situadas en el valle de Mé-


>:ico, ocho leguas 01 Norte de la ciudad, y en el plano llamado Mi-
coatl a comillo de las muertos. Dos de ellas, consagrados al Sol y a la
Luna, estaban rodeadas de otras pequeñas, que formaban calles diri-
g;das de Norte a Sur, y de Este a Oeste. Humboldt hace notor que
en Egipto se ven también, alrededor de las pirámides de Clteops y de
Myccrinu5, ocho pirámides pequeños, colocadas con simetría y parale-
1:Js a los lados de las grandes.

,En el descenso de la Cordíllera, hacia el Golfo de México, hay un


bosque llamado Tajín, en el que se levanta la pirámide de Papantla,
construído con piedras de corte regular y de tamaño extraordinario.
las gradas estaban adornadas con esculturas, geroglificos y pequeños
nichos dispuestos con mucha simetría. Según Humboldt el número de
nichos parece que hace alusión a los 318 signos, simples y compuestos
de los dios del Calendario civil de los Toltecas llamado Cempohuali-
huita.
Se dice que el más grande y más antiguo de estos monumentos pi-
ramidales es el de Chalula: se encuentra en el camino de Cholula o
Pueblo. Fue orientado según los cuatro puntos cardinales; tiene cua-
tro gradas o cortes de 54 metros de altura total, y' su base es mayor
que las de Egipto; mide 439 metros de lado. En su interior había uno
pieza cuadrado constrnuída con piedras y sostenido por vigas de ci-
prés; contenía figuras de borro y un gran número de vasos pintados y
barnizados con arte, 01 lado de cadáveres momificados. En la cima
de; esta pirámide había un altar dedicado a Quetzolcoatl. "Es imposi-
ble {ex::lama Humbaldtl, leer las descripciones que Herodoto y. Dio-
doro nos han dejado del templo de Júpiter Belus, sin sorprenderse de lo
semejanza que ofrece este monumento babilónico con los Teocallis del
Anah uoc" .

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L1BORIOZEROA

Tanto lo pirámide consagrada al dios Belus, como los Teocallis me-


xicanos, servían al mismo tiempo de templos o adoratorios, y de sepul-
cros. los sacerdotes mexicanos (TeopisquO observaban la posición de
los astros desde la altura del Teocalli, y anunciaban al pueblo, con el
r~ido de trompetas, las horas de la noche; y, según refiere Diodoro de
Sicilia, el templo de Belus servía también de observatorio astronómi-
co o ros Caldeos.

En los edificios mexicanos los pied¡Qs están unidos con mortero, y


los grandes piedras que forman las puertas triangulares de los pasajes
ee las fortalezas, tienen en su interior esculturas de personajes cuyo
tipo es, según Charney, muy diferente de los personajes de las escul-
turas de Palenque. Las esculturas mexicanos están modeladas y escul-
pidas en piedra en un estilo muy semejante al egipcio.

Un hecho muy notable, que mereció lo atención de Humboldt, es lo


semejanza de un busto mexicano esculpido en basalto negro muy duro,
con las estatuas egipcias, principalmente el velo o calántica de la ca-
te;za de Isis y de muchas otras estatuas de este país~ con el tocado del
l.,usto mexicano y mucho más la semejanza de este tocado con el paño
estriado que cubre las cabezas que existen enclavadas en los capite-
les de las columnas de Tentyris, y termina la descripción de este busto
mexicano diciendo:

"Entre los pueblos del Antiguo y Núevo Continente, existen puntos de


notable semejanza, lo prueban lo que hemos indicado del 'ca/ántica de
la cabeza de Isis con el tocado mexicano, las pirámides de grados análo-
gas a las del Foyum y Sakharah, el uso frecuente de la pintura gero-
glifica, los cinco días complementarios que añadían al año mexicano,
y que recuerdan las epagómenas del año menfítiCO, no obstante que el
año mexicano es diferente del egipcio".

los edificios de Yucatán, como los de México, se distinguen de los


áemás de la América del Norte, no solamente por ser aquellos de carác-
ter permanente, y por ser el resultado de una civilización más adelan-
tada, sino porque las piedras que los forman están unidas con mortero
a argamasas, mientras que las otras están unidos en seco sin mortero.
Son muy interesantes las observaciones que en este asunto hace el se-

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i:cr Viollet-Le-Duc: (1) "Cuando el mortero aparece en una construc-


ción, se puede asegurar que los hombres que la han hecho han tenido
en sus venas sangre turanense o finnesa. No son propias las construc-
ciones en piedras secos, o sin mortero, sino de los Arianos y de los Se-
mitos puros; no obstante, la presencia de la sangre ariana, en dosis
bastante, puede aparecer de uno manera evidente en los constructo-
les de las obras de Yucatón y de México. Si fue propia de los Ariano-
semitos o de los Semitos solos, unir las piedras sin mortero, es a los
Arianos puros, que se deben atrib,-,ir las construcciones de madero.
Dondequiera que veamOs aparecer una construcción de maderos reu-
nidos, podemos estor seguros que la influencia de las razas aria nos se
ha hecho sentir. Todos los monumentos, los más antiguas de- la India,
bien que sean tallados en la roca, o construidos de piedras, dejan ver
L'na tradición perteneciente a las construcciones en madera. Lo mismo
sucede con los monumentos asirías, los egipcios y aun los jónicos".

"Si los monumentos de México no estón construidos con madera, es


imposible no reconocer, en su disposición general y en ciertos de sus
miembros arquitectónicos, tradiciones de las construcciones de made-
ro. Si, al lodo de estos tradiciones, se comprueba la presencia de tipos
oe figuras humanos, pertenecientes a las razas blancas, seró necesa-
rio admitir que estos extraños monumentos fueron levantados por pue-
blos formados de una mezcla de razas blancas venidas del Nord-Es-
te, y de razas amarillas, aborígenes, o llegadas del Nord-Oeste, es-
tablecidas éstas en México antes de llegar las primeras" .
.Las ruinas de los monumentos de la América Central son de un or-
den superior a los construcciones de los Mound-Buitders. En opinión
de viajeros ilustres que los han estudiado, estos ruinas recuerdan los
c.onstrucciones de los Egipcios y de los Asirios, de los Indús y de los
Chinos, pues son templos, palacios, monalitos, estatuas, bajos relie-
ves, que presentan muchas y sorprendentes analogías con las de aque-
llos países.
,Estudiando los magníficas fotogra~ias que de estos sorprendentes
monumentos tomó M. Charney, la imaginación se remonta a épocas re-

\ 1\ Ruines Americoines por D. Chorney. Texte par M. Viollet-Le-


Due. Architeete du Gouvernement.-París, 1863.

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lIBORIO ZERDA

motos de una civilizcción omericano prehist6rico, cuyos principales cen-


iras fueron México, Yucatón y Guatemala; civilización de lo cual los
pueblos conquistados par los Españoles solo conservoron los rostros de
tradiciones confusas y de relaciones da rozas emigrantes diseminados.
E~tos pueblos, como la generalidad de los Americanos, estobon yo en
uno decadencia notable; no obstante los conquistadores quedaron ma-
ravillados de su enérgica resistencia y de su organización político y re-
ligioso, aunque mezclada de elementos de barbarie.

Existen otros onalogíos que son 01 presente de un gran valor en ta


cuestión que venimos trotando. El culto de lo serpiente fue muy gene-
ral en lo América: en primer lugar, lo enseño el gran m.un. de Brush-
Creek. en el 011;0, que figuro una serpiente colosol, tragándose un
huevo; y en segundo, se cito uno escultura mexicano semejante o· lo
anterior. Ambos figures, dice Nadoillac, se refieren visiblemente a /0
cosmogonía de lo India, yola concepción del huevo del mundo, de
Gonde solió un Dios creador. Sobre los edificios sagrados de Chiopos y
de Yucatón, sobre los muros del gran templo de México, 01 pie de los
edificios de Quemado, y sobre los monumentos del Cuzco, se encuen-
tro lo serpiente, y en e/los ve Humbo!dt un recuerdo de lo serpiente
Koliyo o Kof.jnago, vencida por Vichnou, mito de grande significación
en los onoles de lo India. Los indios de América no tenlon ninguna
ideo del elefante, ni conservaban tradición alguna que hiciese alusi6n
(l su existencia anterior. Los huesos f6siles del mastodonte, que les sir-
vieron para idear sus fóbulos de rozas humo nos de· gigantes, después se
han hollado como resultado de lo destrucción de estos provoscidlanos
en todo el continente por un cotaClismo general; pues, como dice Hum-
boldt, no es .al pie de los palmeras de los regiones ardientes del Orl-
noca donde yacen, sino en las altos y fríos planicies de los Andes. Su-
puestos los condiciones del clima, necesarios paro lo vida de este ani-
mal el transporte de sus restos o esos alturas inadecuadas paro su
el(istencia, no se puede atribuir sino 01 leyantamiento de esto enorme
cadena de montañas, fenómeno necesariamente anterior Q lo apari-
ción dei hombre en los regiones habitables de lo América. Sin embargo
"<€le esto Yef'dad, muchos de los principales monumentos de Chiapos y de
Wucatán tienen como decorociones trompas de elefantes: y en uno de los
~a¡os relieves del palacio de Palenque la capucha de uno figura hu-
mano imita lo cabeza de elefante, hecho Que recuerdo que Goneso, el

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dios de lo sabiduría de lo mitología india, está figurado con la trom-


pa de este animal. En el Museo de La-Paz, en Bolivia, se conservan
dos V,lSOS de lo antigua cerámica aymara, y en cada uno de ellos hoy
figurado, con color negro, un elefante lIevondo un palanquín. Todos
esos descubriimentos, y muchos otros, se citan, como recuerdos del
I\sia, conservados por los pobladores de lo América.

Parece fuera de toda duda pues, que pueblos numerosos se han di-
rigido durante siglos del Norte 01 Mediadlo, unos empujondo o los otros,
como Lino 010 impele la ola que le precede. El Marqués Naidollac
"comparo estos invasiones sucesivas a aquellas de los razas bárbaras,
cue, en los primeros siglos de lo era cristiana, se di~putoron los frag-
mentas del Imperio Romano, o mejor el de los Arias, que del fondo del
Asia se arrojoron en ardas compactas sobre la India y sobre lo Per-
sia, y después sobre diversos lugares de lo Europa, llevando o los ven-
cidos, como precio de su derroto, una civilización seguramente superior
e la que ellos habían poseído hasta entonces".

"Una lucha prolongado -dice Humboldt- entre dos sectas religio-


sos, la de los Brohamanes y la de tos Budistas, terminó por emigracio-
r.es de los Chomons 01 Tibet, a lo Mongolia, a la Chino y 01 Jap6n. Si
las tribus de roza tártaro han posado sobre lo costo Nord-Oeste de lo
América, y de allí 01 Sud y al Este hacia los riberas del Gilo y a las
Gel Missaurí, como parecen indicarlo los Investigaciones etimol6gicas,
no debe causar sorpresa enconUor entre los pueblos semi-bárbaros del
Nueva Continente, ídolos y monumentos de orquítectura, una escritu-
ra geroglífico, conocimiento exacto de la duración del oño, tradiciones
,obre el primer estado del mundo, que recuerdan los con()(;imientos de
los p~eblos asiáticos en los artes y en las opiniones religiosos".

los profundos estudios de los ame(iconistassobre lo historia de los


(Q:tos del Norte, demuestron que los pueblos que se establecieron su-
cesivamente en lo América Central, los Olmecas~ Toltecas, Mistecas,
Lopotecos, Chichimecos y Aztecas, son ramas de lo rozo conquistadora
"omado Nahuotl; y Que antes que éstos, habían llegada los Mayos,
c.ve fueron desalojados y se refugiaron en otros ~egiones meridionales.
Les tradiciones refieren que el imperio Maya fue fundado por un
('~Iviedo del $01 llamado Votán, que vino de países donde hace 50mb ••
del otro lodo del mor. Este misionero de la civilización Mayo estoble-

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dó un imperio después de uno serie de combates, de victorias, de de-


rrotas y de luchas intestinas con los pueblos que le fueron tributa-
rios. En la historio de los pueblos escandinavos de los tiempos heroi-
cos, existe el nombre de Vodcin u Odln, que reinó entre los Scytas, y
cuya raza dio reyes o un gran número de pueblos.

Posteriormente a la época de la civilización Mayo, esto raza fue


'vencida por nuevas invasiones de la roza Nahuatl, y de las naciones
sometidas unas aceptaron e! yugo de las invasoras y otros se retiraron
a Yucatán, a Guatemala, y es posible que a la América del Sur, en dan-
ce sus descendientes, mezclados con otras razas, conservaran tradicio-
ICes, hábitos y costumbres semejantes o los de los pueblos del Norte.

* 01<

Muy interesantes son, en el estudio de los aborígenes de lo Amé-


rica, las pinturas y figuras grabadas sobre las rocas, que tonto han preo-
cupado lo imaginación de los anticuarios, y los que por su carócter ge-
neral y uniformidad, tienen una alta significación respecto de las emi-
graciones que se extendieron por toda lo América, pues que sin este
hecho no se puede explicar su existencia en todo el Continente, la se-
mejanza de sus formas y lo identidad de su situación en ias inme-
diaciones de los ríos, y del material con que fueron ejecutadas, sin que
se puedan atribuír a un sencillo entretenimiento del pintor, porque es-
tán en alturas casi inaccesibles, que debieron de exigir un trabajo ím-
probo. Unas son trazadas con color rojo, o blanco, otras grabadas en
hueca a uno profundidad que varía entre un cuarto y medio pulgada.

Haremos un breve resumen de lo pictografia y grabados principa-


les de lo América del Norte, que pertenecen a una remoto antigiie-
dad. Entre éstas se encuentran los de las riberas del San Juan, o diez
millas de distancia, próximamente, de la desembocadura del Plato. En
ella se ven una serie de hombres, cuadrúpedos y de aves de cuello lar-
go y patas largas, dirigidos todos en el mismo sentido, y según algu-
ros escritores parece que se refieren a emigraciones. Cerco de Ma':-
Elmo se encuentron multitud de figuras que cubren uno superficie de
60 pies cuadrados: éstos son hombres, lagartos y otros animales.

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Dice Bandelier (2) que en las inmediaciones de los ruinas del río
Pecas hay pinturas que representan impresiones de pies de hombres o
ee niños, una figura humana y un círculo que contiene cúpulas seme-
jentes a las que existen en los l'I'legalitos.
En las riberas del Zuñí, afluente del Colorado-Chiquito, hay dibujos
c,ue, según Molhausen, parecen verdaderos geroglíficos.

Cerco de lo capital actual de los Mormones, los rocas del gran La-
go-Salado, están cubiertas de grabados que recuerdan las pinturas
egipcias; (3) algunos de estos son figuras humanos de tamaño natu-
tal, esculpidas en un granito azul, a más de 30 pies sobre el suelo
En el Vermont, el rio Conecticut baña rocas que contienen graba-
GaS, en una veinte cabezas, y en otra la figura del hombre. Exploradas
las cavernas de Nicaragua se hallaron en las paredes figuras semejantes
o las del Conecticut, y se juzga que son de remota antigUedad. Una
figura muy interesante, cerca de Nihapo, representa una serpiente cu-
bierta de plumas, ¿Sería la imagen de Quetzalcoatl? Es muy probable,
según el significado de esta palabra, o nombre del civilizador del
Anahuoc.
Como inscripciones geroglíficas, se citan las de Cahorca, en cuy<...':;
cercanías se levanta un montículo de rocas, de forma redondeada. $0-
bre la superficie plana de estas piedras hay numerosos signos en series
lineales, y de figuras simétricas. En las rocas del Arizona ray figuras
semejantes.
\Las Montañas-Blancas,. entre Columbus de Lo Nevada y Benton
de California, contienen figuras grabadas sobre las rocas, que repre-
~entan al hombre, animales y signos particulares. En las Montañas-
Negras, cerca de las fuentes del Tennessee, descubrió el Profesor Kerr
figuras de la misma clase, y entre ellas el Sol y la Luna, pintados con
ocre rojo en alturas inaccesibles.

Sobre una roca que domina el Big-Harpeth, exi~te grabada la figura


cel Sol, de dimensiones colosales.

(2) Ruins of Río pecos, Bandelier, p. 92.


(3) Ren'lY and Brenchely, A. Journey to the Great Solt Loke City,
London 1.862.

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Más h;:;cia el EcuGdor, en HondLlras, se ve la extensa superficie de


una roca cubierto de figuras del hombre( de animales, de plantas gra-
badas en hueco, en uno profund!dad de dos pulgadas.

Esto pintura y grabado era en general figurativa o artística, llama-


do Kirio!ógica, reproduce con mayor o menor exactitud, la imágen
de los objetos y revelo el grado más rudimental en el sistema gráfico
de trasmisión de las impresiones humanos. Vino después de ésta, como
un progreso; la pintura simbólica o gerog!ífiCQ que representa. de una
manero abreviado o convencional lo imagen de los objetos; y final-
mente lo fonético, en lo que lo imagen o geroglífico trota de repre-
sentar el nombre del objeto, y no el objeto mismo. Estas tres clases de
pinturas se hoHaron entre los Mexicanos, principalmente en sus manus-
critos, que han sido el objeto de estudios muy detenidos, pues son los
anales que trazan los primeros inmigraciones de este pueblo.

Estos manuscritos, dice Humboldt, se parecen a los rollos de po-


pirus, encontrados en las envolturas de las momias egipcios, y deben
considerarse como de un género mixto, porque los caracteres geroglí-
ficos aislados están agrupados con imágenes o figuras que representan
Lino acción personal.

Los Aztecas tenían verdaderos geroglíficos poro el agua, el aire, la


tierra, el viento, el día, la noche, la media noche, !a palabra, el mo-
vimiento; los tenían también paro lo? números, los días y los meses
del año solar. Estos signos, agregados a la pintura de un suceso, de-
terminan si la acción tuvo lugar de día o de noche; asimismo signifi-
can la edad de las personas, y si hablan o no. También tenían los Me-
xicanos geroglíficos fonéticos.

Las imágenes o geroglíficos convencionales marcan un período ade-


lantado en la evolución intelectual del hombre. Estos se encuentran
~jrabados sobre granito y sobre pórfido, en los monumentos de Chiapas,
en Yucatán, sobre los muros de Palenque, en Chichen-Itz:a, y en mu-
chas otras partes de lo América Central.

Las-Casas dice Que en tiempo de lo Conquisto había entre los na-


turales quienes conocían la escritura y la lectura correcta de estos
signos; pero la clave se perdió con el tiempo, porque eran geroglífi-
cos hieráticos o de carácter sacerdotal, pues solamente los sacerdotes

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estaban iniciados en ella, y se encontraba en los manuscritos mayos.

El Obispo Diego de Landa habla de un sistema gráfico, del cual se con-


servaba un alfabeto de 33 signos, escritos sobre papel de agave, so-
bre pieles preparadas o sobre telas de algodón. Muchas hojas se ha-
llaron reunidas entre planchas de madero, ricamente adornados, y se
los llamaba Ánaltees. (4).

De todas 'las inscripciones de lo América del Norte, la que más ha


I~amado lo atención de los anticuarios, es la de Dightan-Rock, situada
en la embocadura del Tauton, en la bohío de Narangoset, doce leguas
al Sur de Bastan. En lo superficie pulimentado de esta roca hay gra-
bado un gran número de signos que se consideran como geraglíficos
kiriológicos y simbólicos. Los Pieles-Rojos que habitaban este lugar en
tiempo del establecimiento de los primeros europeos, conservaban una
trac:.:ición antiguo, según lo cual extranjeros habían llegada navegando
en casas de madera, y subieron el río Tautón, llamado entonces Assa-
('net. Estas extranjeras, después de vencer a los indígenas, grabaron
ccracteres en la roca, que en el día estó cubierto par las aguas del río.
Los señores Yottes y Moulton, en su Historia del Estado de Nuevo York,
cpinan que esto inscripción es de origen fenicio, por lo semejon:z:a que
tienen algunos de estos signos, con tos caracteres fenicios. M. Mothieu,
escritor froncés, pretende que los geroglíficos del Tauton fueron tra:z:a-
dos por Atlántidas; dice que In,' hijo de 11Ideos rey de Atlántido, es
nombrado en lo iniscripción como Jefe de una expedición que fue has-
t(. la América con el objeto de establecer relaciones de comercio; que
este mismo In fue padre de una familia distinguida de China, y vivió
cesde el tiempo de Yas, cuarenta y ocho años después de la desapari-
ción de la Atlántido, 1.800 años antes de la era cristi,ano. SegÚn el
mismo escrit:¡r, estos caracteres son los que emplean los Chinos en su
,;¡stema numérico y que se parecía o los usados por los Romanos, los
cuales pretendían haberlos recibido de los Pelosgianas, quienes a su
vez los tomaron de los Atlóntidas.

(4) Pedro Mártir. Dec. IV, lib. VIII. Juan de Villogutiérrez y So-
")rr\cyor, Hist de la Ccnquisto de la Provi'nciCl de ItzCl, Madrid, 1701.

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En oplnlOn del Abate Domenech, (5) esta inscripción indica sola-


mente un hecho histórico, un combate en el cual hubo cierto ryúmero
de muertos, y se refiere a un guerrero ilustre, que él y sus descendien-
tes quisieron perpetuar el recuerdo de esta empresa militar. Pero cual-
quiera que sea la verdadera interpretación que se dé a estas figuras
e inscripciones todas ellas están demostrando que fueron ejecutadas por
una roza anterior y diferente de la que encontraron los conquistadores
que descubrieran estas regiones.

Los Iroqueses y los Hurones, según Laffitau, pintaban sobre made-


ra geroglíficos de gran semejanza con los de los Mexicanos, lo que
hace presumir que algunas tribus Toltecas se mezclaron a las nacio-
nes que en otros tiempos vivían a las orillas del Mississipi y sobre el
Océano Atlántico.

Papel Periódico Ilustrado. Número 92. Año IV. Págs. 324-327.

(5) Voyage píttores dans les Grands Deserts du Noeveau Monde,


par rAbbé E. M. Domenech, 1 862.

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Notas sobre !~s orígenes de :Ios indios americonos.

No .existe ningún dato histórico que confirme las relaciones entre


los tribus y nociones de lo América Austral y los pueblos que
vivieron 01 Norte del Istmo de Panamó. Sin embargo, es de suponerse
que existieron estos relaciones, pues los viajeros que han estudiodo los
poblaciones indígenas de entrambos Américas, hallaron sorprendentes
analogías en sus tradiciones, en sus teogonías, en sus costumbres fu-
!1erorias, en sus tradiciones, y en su pictografía.

Humboldt dice: "Los Caribes del Orinoco conservan tradiciones que


parecen indicar comunicaciones antiguas entre las dos Américas. Tol
hecho merece atención particular, cuolquiero que sea el grado de en-
vilecimiento y de barbarie que encontraron los europeos 01 fin del siglo
XV, en todos los pueblos no montañeses del Nuevo Continente".
Los ·Mexicanos tenion lo tradición de largas emigraciones, cuyo re-
cuerdo se ha conservado en los 'geroglíficos y en la escritura picto-
grófica de esta gran Nación. En ellas se encuentran fijadas los épo-
cas y las causas que motivaron estos desalojamientos de emigrantes,
los nombres de los Jefes que los condujeron desde las regiones desco-
nocidos del Aztlón y de Teolhuocán, sobre las planicies del Ana-
huac; y no es absurdo suponer que pueblos acostumbrados a viajar en
legiones desconocidas, se aventurasen, después de luchar con tribus
radicodas, sobre los regiones meridionales, mós alió del Istmo, en cu-
yos inmediaciones habían construído ciudades papulosas; y también que
las tribus combatidos por hordas más numerosas y guerreros, fuesen
desalojados e impelidas hacia el Sur.

En lo América boreal las emigraciones del Norte, difundieron los


.:'ementas de las tres razas principales del antiguo continente, de los
.ue, por cruzamiento, se derivaron los numerosas tribus que lo pobla-

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L1BORIO ZEROA

r:;n. Fenómeno igual debió suceder en lo América Austral, según se


r,ue de colegir también de los tipos de los tribus que se encontraron
en ello y de algunos datos históricos.

Respecto de la existencia de las razas negra y blanca, las opiniones


son contradictorias: algunos antropologistas, entre ellos Humboldt, Gobt,
neau I D'Orbygny, opinan que con excepción de los verdaderos- tipos
de los negros y de los blancos, se encuentran en América todos los i"~
termedios de estos razas y de sus mezclas con la amarilla, Sin embar-
go, el profesor Quatrefogues, cuyo opinión es respetable, asegUt'Q
1<3 existencia de las verdaderas razas negra y blanco, y se apoyo .n at-
gunas refaci.mes históricos y en el dicho de los viajeros.

López de Góma~o, dice que cuando Núñez de Balboo oyó hablar del
mar del Sur, partió en su busca, con 140 hombres, y atraves6 el estr.-
cho del Oarién. En su marcha batió al Cacique Careca, y en los
dominios de este encontr6 algunos prisioneros o esclavos negros; pre-
!;untando a los indios de donde eran estos negros, únicamente pudQ sa.
ber Que en lo vecindad de esta tribu había hombres de este color, CM"
los que estaban en constante guerra, t 1 )

La existencia de una tribu aislada, de piel negra, fue camproba-


ca en medio de razas. muy diferentes, en la Isla de San Vicente, si-
tuada en la entrado del Golfo de México. Esta tribu fue conocido cQn
••1 nombre óe Caribes negros desde 1492 hasta 1495, Se dice que los
españoles no pudieron engañarse en el conocimiento de ésta; además,
podía ser el resultado del cruzamiento de verdaderos negras con lo ra-
za indígena o amarilla, cuyos descendientes, de piel negra, cOnser-"
varían el pelo lasio. Por otra parte: la tribu de los Charruas del Bra.
sil, exterminada par su ferocidad, era de tipo negro.

Como prueba de la posibilidad de emigraciones africanos sobre a/


Continente americano, dice Quatrefagues:

"La corriente ecuatorial ha llevado cuerpos flotantes de Oriente a


Occidente. Este hecf1a fue testificado porCol6n, en. su segundo viaje,
en el que descubrió la isla de Guodolupe; encontró 0111 un tim6n que

( 1) Historio Genercat de los Indias, por Francisco Lópezo Góm.ro


1'oragoza. 1554.

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no podía pertenecer a las bajeles dlil sus compañeros. Este solo testi··
monio basta paro explicar lo presencia de los negros en América; si
éstos han sido poco numerosos, depende únicamente de que no son
muy dados a las costumbres marinas". Agrega o estas observaciones,
que es de notorse que todos los puntos del Nuevo Mundo, en don-
de se encuentran tipos negros, son precisamente aquellos o donde vie-
nen o chocar las corrientes que parten de Africa. Lo corriente ecuato-
r¡al que parte del Golfo de Guinea se bifurca en el Coba San Roque; una
,.~ma se dirige al Sur, siguiendo las costas. del Brasil, y lo otro sigue 01
mar Caribe y continúa en el Golfo de México; es decir, que estas co-
rrientes bañan las castas de los países en qonde se encuentran las tri-
bus de piel negra. En la América del Norte se halló, en California, uno
tribu de piel negra en lugares o donde llego el Kuro-Siva, que pudo
traer lo roza de este color, que habita la parte boja del Jap6n.

Si estos hechos no son suficientes poro evidenciar la emigración de


la raza negra africano, sí tiene una gran significación en la historia
de los caracteres étnicos de lo raza de piel negra de lo América
Ecuatorial.
En cuanto o la verdadero raza blanco, se cree que es menos difícil
de lo que parece lo demostración de su existencia en América Meri-
dional, o pesar de que las influencias de los climas, de los ardores del
sol sobre su desnudez, y aun más el cruzamiento, han podido· cambiar
sus caracteres distintivas. Se citan los siguientes ejemplos:

Cuando Cristóbal Colón llegó a Guananí (San Salvador), lo prime-


ro tierra de· América, que descubrió, encontró allí uno rozo indígena,
de lo cual dice: "Son de mediano estatura, bien proporcionados, tienen
el aire vigoroso, y su color es ligeramente aceitunado como el de los
Canarios y el de las gentes del campo, tostado por el sol". En Santo
Domingo encontró uno población .mucho más bello y más blanco que
los que había hollado en otras islas.
Pedro Mártir de Anglería, que escribió en el siglo XVI, époco muy
próxima 01 descubrimiento de América, hablando de los indios del Gol-
fo de Paria, en donde desembocan algunos brazas del Orinoco, dice:
"Utrius que sexus indigenae albi veluti rastratis praeter eos qul
sub sole versatur". Más adelante: "Pariae ¡ncolae albi¡ capitis oMan-
gis, pro~nsis, f1l1vis". Quatrefagues insiste sobre el volar de lo pala-

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!:ra flovii, la que no puede traducirse sino por rubios (blondsl. El his-
toriador Gómaro dice de los indígenas de Cumanó (Vene%uelo\:

"Los mujeres que permanecían en sus casas estaban desnudas eran


bellos y blancas; los indios que ibon o los campos son ennegrecidoS o
tostados por el sol". Esto mismo acontece a la ro%a blanca europeo. (21.
De épocas posteriores se encuentran aun datos bien interesantes.
El marinero Dixan vio en el Port-Fronc:ais los tipos de la raza blanca
entre ¡as tribus salvajes. "Gustan de pintarse, dice, con diferentes eo-
Icre5, de suerte que no es fácil descubrir el tinte de su piel. No obs-
tante, pudimos con instancias y con presentes comprometer a uno mu-
jer o que se lavara lo coro y los manos. El cambio que esta ablusi6n pro-
dujo en su coro nos causó grande sorpresa. Su tinte tenía todo la fres~
curo V el colorido de nuestros jóvenes inglesas lecheras, y el encarna-
cio de lo juventud que brillaba en sus mejillas, constrataba con la blah-
Cl,lra de su cuello, y le daban un aire encantador. Sus ojos eran negros
y de una vivacidad singular; tenían también negras las cejas y admira-
biemente arqueadas. Su frente era tan limpia que se podía seguir en
cila las venas a%ulosos hasta en sus más pequeñas sinuosidades. En
fin, hebría podido posar por una belleza aun en Inglaterra; pe-
ro. esta perfección de facciones es destruido po, lo costumbre singu-
lar del botoque".
Prescindiendo de \0 porte exagerada que puedo tener esta descrip-
c.ión, por lo impresión que causó en Dixon encontrar belleza en una in-
dia, es de notarse que el azulado de las venas no es visible sino 01 tra-
vés de una piel verdaderamente blanca. Por otra parte: esto relaci6n
se hallo confirmada por la siguiente apreciación del señor Mourelle,
~:egundo Comandante de la favorita, en 1780: "Mejor vestidas, dice.
muchas de los mujeres salvajes de este lugar, podrían disputar las gra-
dos can las mós bellas mujeres españolas".
La Perouse, que visitó el Puerto de Francia en 1785, a 1788, vio
niños blancos como los europeos, pero que la exposición al aire en-
I'elgrece o vuelve el color moreno muy pronto.

R~pecto o lo roza amarilla, es un hecho evidente y fuero de todo

.. (11 Historia Gener,,, de las 'n"ios, por Francisco Lópu de Gómo•.••


1.55".

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duda, que existe er1 América Meridional, lo mismo que en la Sep-


tentrional, porque así lo demuestran los caracteres étnicos de las
tribus de este continente, y las analogías de las costumbres de las
tradiciones religiosos, y del régimen político de los principales pue-
blos y naciones americanos comparadas con las asiáticas.

Humboldt dice: "Observaciones recientes (1 .816)' pruebdn¡ que no


solamente los habitantes de Hunalaska, sino también muchos pue-
blos de lo América Meridional, indican, por caracteres ostealógicos de
la. cabeza, que hoy un paso de la raza americana a la mangólica".

Entre los testimonios más recientes, tenemos los siguientes: El se-


ñor de Castelnau, que recorrió la América del Sur, y conoció los tipos de
sus tribus, fue después Cónsul General de $iam, y viendo a sus servi-
dores siomeses, se creía en América: tal era la semejanza de estos
razas.
Según el Príncipe Neuwied, los Chinos, en América llamaban a los
Bocotudos sus paríentes, admirados de su recíproco semeja.nza.
Sin embargo de que son numerosos los ejemplos que se citan como
pruebas de la existencia en América, de tipos de los tres rozas prin-
cipales del Antiguo Continente, en lo general los tribus americanas, én
tiempo de la conquisto, estaban formadas de mezclas en diferentes
proporciones, de sangre de aquellas razas, a tal punto, que algunos
viajeros ilustres juzgaron que el Nuevo Continente estaba poblado por
una raza especial y única; pero las tribus presentaban entre sí dife-
rencias muy notables considerados en los pormenores de su filiación.

¿Cómo vinieron las razas que formaron la población de la Améri-


ca del Sur? Las ramas de la gran corriente del Pacifico, llamada Kuro-
Sivo, que llevó emigraciones a los costas de México, pudieron también
traerlos a las regiones ecuatoriales, arrojados por la continuación de
le, corriente de California, que entra en el golfo de Panamó. El Gulf-
Stream fadlito las relaciones entre las Canarios y las costas del mor
Caribe. (3) Las hordas traídas por estos corrientes, y los del Norte,
venidas por Tierra-firme se irán mezclando y extendiéndose en el in-
terior de Tierra-firme y en el litoral de ambos Océanos. Las innu-
merables islas del Pacifico, que han desaparecido por los cataclismos

(3) Amegino. (Antigiiedod del Hombre>.

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submarinos, seria n también otras tantas estaciones para las emigra-


ciones marinas que alcanzaron las costas de la América Meridional.
Investigaciones científicas permiten creer en la exi~encia de lo A.t-
lántida; y en opinión de muchos escritores, antes de su desaparición
por alguna convulsión submarina o continental, la América estaba uni~
da a el Africo, según lo indican los formaciones geológicas y las direc-
ciones de los cabos y prQmontorios de entrambas continentes, 'f según
se· puede conjeturar por la situación de los islas intermédios y por los
U)ndajes que se han practicado en esto dirección. Según esto doctri-
na las islas Azores, las Canarias, la de Madera,. la de Cabo-V,rde,
los Lucayas, y, en 'general, las Antillas, son restos de este undimien,.
to, son los puntos mós culminantes de este continente que desapareció
debajo de los aguas, antes de lo cual pudieron pasar por esto parte
pobladores de la América. Sin necesidad de recurrir o este sistema
más o menos probable, hemos visto ya las que cO!l!'ientes marinos son
suficientes poro explicor la población del Nuevo Continente par emi-
grac;iónes accidentales o voluntarias de diversas regiones del Antiguo
f Mundo.

Lakey cree que las pueblos salvajes de las dos Américas se derivan
de la raza mongólico o scita; y que la civilización americana provi-
no del Sur del Asia y del Egipto; su opinión la funda en los caracteres
de las lenguas, en las formas osteológicas o anatómicos, en los cono-
cimientos astron6micos, en los mitos, en los geroglíficos y pigtogrofias,
en los hábitos y costumbres, y en los construcciones orquitect6nicas, y
de ornamentación de sus edificios (41.

(En 1.669 publicó Jorge Horn un libro sobre los orígenes de los ame-
ricanos, y en él dice: "Todos los indicios son de Que por el Istmo de
Panamá se hallaron los orígenes de la población que se extendió o uno
y o otro lodo; que lo América Septentrional se civilizó primero, habien-
00 recibido co'municaciones por tres portes: los Fenicios del Oriente,
los Scitos del Septentrión, los Chinos de! Occidente, y, por intervalos,
también otras gentes. (51

El Abate Brasseur de Bourbourg ha tratado de demostrar, con un

(4) An ¡"quierer into the .ri,in .1 the Antiq •• f Arnerico.


(5) Geor,i Horni. De originibu$ Amerieo"is. Hemipoli. 1.669.

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gran fondo de erudición, fundándose en las costumbres, en los mitCJIS


y e:'\ las lenguas, "que las p~blccianes de México, de la América Cen-
tral, hasta las embocaduras del Orinoco, son Caribes, de lo mismo ro-
zo Que pObló a Cuba, Haití, y las demás Antillas, y Que los Caribes
se extendieron hasta el Perú. (61

Este sabio historiador hace derivar estos pueblos de los Cares del
antiguo continente: cree Que" los Cares deiaron hueHas de su paso en
los Canarias, coma éstas las dejaron en las Antillas; y que esta raza
ocupó una "grande extensión en lo América: cita a Cares o Ceriar; en
Honduras; "Caribe, Carácera, Carabacos, Cerecell, Corios, etc. en la
,.••.
mérica ecuatorial.
D'Eckestein, a quien cita el historiador Brasseur, dice que lo rozo
de los Cares, dominó el antiguo mundo antes Que los Arios, y fueron
los predecesores de los Fenicios. Los Cores, extendieron sus relaciones
y poder en Europa, Asia y Africa. Se les designaba con el nombre de
Barbarophania (Que hablan lo lengua de los Bárbaros I nombre Que fue
generalizado por los griegos y por los romanos; y que en Asia
fueron los vecinos mós notables de los griegos, y célebres por su antI-
guo dominación en los mores. Por todos estos circunstancias, y por los
demostraciones y analogías relativas a sus costumbres y ritos, Bras-
seur de Bourbourg, dice, no debe sernos sorprendente Que se encuen-
tren los Cares o Caribes en todo lo América.
El señor. Bachiller y Morales opoya las opiniones de Horn, escritor
antigua, quien juzgo Que los emigraciones de América portieron del
Istmo de Panamó, en donde se hablaba una lengua que era común en
los islas mayores, y cuyos nombres se encuentran usados en gran nú-
mero del resto de las Indios Occidentales. Este sabio americonista cu-
DORO, fundado en largos y eruditos estudios, se pronuncia en contra
del origen yucoteco de lo santiguas habitantes de Cubo y Hoitl, y de-
muestro los estrechas relaciones de los Caribes de estos islas con los de
11erra- Firme, en donde tuvieron su origen.' (71 Como corroboración
de su opinión emitido desde 1.842, cito el siguiente pórrafo de Pes-
chel: "Las pequeños y grandes Antillas, como. los Bahamos, fueron

(61 Revue Orientele et Americeine. t. VII. póg. 288.


(7) Cuba Primitiva. Origen de los ¡'ndios de las Antillas mayores
y de les LucClyes. Habono-1883.

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habitadas antes de 1.492 por una rozo en extremo pacífica que Van
Mortius ha llamado Tcini. Los restos de su lengua que nos quedan,
aunque no don cloro indicio de su origen, se ha visto recientemente que
están relacionados con los Araguas de Sud-América que aun habitan
los Guayanas". (The Roces of Man, 1876).

'El señor Bachiller dice: "Si se examino 10 situaci6n de los Antillas,


parece indicarse que su población, si no ha sido anterior o la forma-
ción de los islas de! ,A...rcnipié!ago, de etfas y del mar Caribe, vino por
porte del continente meridional en que existían numerosos caribes, e
indios semejantes a los que hallaron en las islas los conquistadores es-
pañoles. Todos unos, como dijeron 01 verlos, y con idénticos costum-
bres". El mismo autor ogrego más adelante, refiriéndose o las anota-
ciones históricos de Brasseur de Baurbourg: "De estas curiosos inves-
tigaciones históricos, resulto mucho conjetural: los pueblos de Africa,
los Etiopes de Occidente, los Carel, los Carias, los Caribes y demás
pueblos que se citan, no pueden borrar los variedades de la especie
americano (nosotros diríamos los variedades de los rozas america-
nos); no es posible que un hijo de América confunda a un Yucoteco
Con un Floridono, ni o un Caribe con el primero. Hoy en el Yucoteco
más de Asia que de otra parte, hasta en su mirada. No quedQ dudo
c;ue al descubrir las españoles lo América, no encontraron las ro%os
~ue construyeron los edificios cuyos ruinas, casi egipcios, se encoritro-
ron mucho después. No queda duda que ni íos Mexicanos ni los Pe-
ruanos, eran tampoco la familia que desde los vertientes del Orinaco
hasta las islas de su Archipiélago constituían la raza Caribe". Efec-
tivamente. los razonamientos del señor Bachiller son concluyentes, y
se ha exagerado mucho lo difusión de lo raza Caribe; pero 01 mismo
tiempo creemos que los observaciones del Abate Brasseur de Bourbourg
comprueban o venido a lo América de emigraciones de lo raza de los
Cares, y que contribuyeron con su sangre o la formación de lo rozo
de los Caribes.

LDs variados tribus americanas nos enseñan que al través de los


tiempos hubo confusión de los diferentes sangres de sus oborígenes, y
que en unos puntos predomino la sangre de uno de los rozas primi-
tivos, y en otros, las de otra concurrente, de donde resultan los se-
mejanzas ya en un sentido, ya en otro, de sus facciones, de sus hóbi-
tC's y costumbres, y aun de sus fenguajes, y de aquí, que todos encuen-

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tren razones mós a menOs plausibles para sostener sus oplr1lones sis-
kmótlcas diferentes, respecto del origen de las razas amer:canas.

Desde les rE;giones del Istmo de Panamá, en toda la América del Sur,
~e repiten las figuras y geroglíficos de la América del Norte, ya gra-
bados sobre las rocas, yo pintados con tinto rojo indeleble, a pesar del
transcurso de los siglos, y colocados en alturas casi inaccesibles. En
úmbas Américas se nota que estas pinturas y g~abados están en las
orillas de los rías.
No trataremos por ahora de los gerog1íficos existentes en el terri-
torio colombiano, de los que nos ocuparemos en lugar carréspondiente;
y seguiremos desde Venezuela hacia el Orinoco por toda la porte Nor-
te y Oriental de lo América del Sur.

El señor Aristides Rojas tomo como punto de partido de lo zona


de los gerogHficas, del territorio Vénezolano, la roca de San Estlilian.
En este sitio, entre las numerosas geroglíficos, y figuras de Campanero,
cice, sobresalen los que imitan una embarcación, líneas en forma de
fortjficaciones, Y una serie de medias lunas que van elevándose hasta
llegor o lo imagen del sol. (81 Dibujos semejantes o estos se hallan
:¡rabados en la cordillera que recorre la costa desde el Estado de Bar-
quisemeto, como también cerco de Siquisique, del Estado de Falcón,
cuyas dilatadas regiones fueron habitados por los Caiquetios. En el
Estado de Yarocuy son abundantes las rocas grabadas, principalmente
en el río Son Pedrito, entre Yaritagua y Urachiche; pero, según el se-
ñor Rojos, son mós notables los descubiertas por el señor Muñoz To-
var en los cerrillos de Padilla, en colinas de gneis, aisladas en medio
del valle que se extiende al Este de Yaritagua. En estas figuras no se
ven las de animales, sino círculos algunas veces conexionados con II~
neos rectos y curvas que forman compartimentos rectangulares; en
otros portes hay líneas caprichosas que terminan en círculos sencillos,
mientras que del lado opuesta tienen un punto central.

:En el Estado de Carababo, se hallan, 01 Oeste de Valencia, figuras

(8) Estudios I"digenos, por Aristides Rojas. 1878 Caracas.

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entre las cuales,en opinión del señor Rojos, sobresale el Ibis, símbo-
lo del corazón entre los Egipcios.
"Al Norte de Victoria, sobre una meseta de la lomo Moya, se en-
cuentran muchos rocas con figuras humanos y de animales. Esto clo-
se de rocas esculpidos se hallan también en el descenso de lo monto-
ño, hacia los vertientes del río Tuy y sobre lo costo del mor Caribe".
Los extensísimas regiones del Orinoco contiene numerosos pinturas e
inscripciones misteriosos, desde la desembocadura de este gran río hos-
to lo Cordillera de los Andes. Humboldt, vi6 estos figuras sobre el gra-
nito y la syenito, el Sur de Encaramado, en un espacio comprendido
entre los ríos Orinoco, Cosiquiori, Negro y Atabapo, y tombién en los
desiertos de Parima.

Son muy notables los de Caicaro, en lo desembocadura del río Apu-


re, en el Orinoco; y los de Son Rafael de Capuchino, frente a Cabru-
ta. Al Sur de Coicoro hoy uno roca llamado por los indios Tepu-Mere~.
(roca pintada) .con imágenes del Sol y de lo luna, y figuras de oni-
moles gigantescos.

'En un sitio llamado "los-Escudillas" distante 24 kilómetros del Ori-


noca, existe uno roca granítico con figuras esculpidas, entre las que
sobresale lo rano y uno barco. El señor Aristides Rojas dice que los
C/loimos, Cumonogotos, Tamanocos y otros naci ones originarias del
pueblo Caribe, adoraban el Sol y lo luna, y que paro ellos la rano fue
él dios de las aguas, mito anólogo ai de ios Muiscas.

El hecho más notable es el siguiente: Un misionero franciscano, lla-


mado Ramón Bueno, tuvo que refugiarse en uno coverna formado por
lo separaci6n de algunos rocas, en lo cadena de montañas que sigue
desde lo aldea de Urabana (vertientes del Orinoco a 79 de latitud);
encontró en sus paredes geroglífiCos o caracteres reunidos en muchos
grupos, y sobre lo mismo línea. Humboldt obtuvo uno copio, y aun
cuando duda de lo fidelidad con que hubieron sido copiados por el mi-
sionero, cree que puede haber alguno semejanza can el alfabeto fe-
r.icio. En esto comarca hoy multitud de rocas cubiertos o grandes al-
turas, de imágenes del Sol y de la luna, de figuros de animales, ~
los astros y de signos simbólicos y geroglíficos.

En los catorotas del Orinoco, se ve, en sus rocas, los imógenes del
Sd y de la luna; y entre estas rocas hay uno llamado K.rí, es decir

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roca de lo Luna, porque tiene una mancha blanca que resplandece a lo


It"jos, con rayos plateados, y en ella .veían los indios la imagen de este
estro. En la rOCa basóltica, que se halla en la isla de Vi.vitari, frente
(J Kerí, veneraban un disco, en el cual veían la imagen del Sol, que
:tomaban Comosí. Estas dos rocas singulares tienen su frente, la pri-
mera al Poniente, y la segunda al Levante, circunstancia muy intere-
sante en los ritos de estas tribus. Se ha creído por algunos anticuarios
que la palabra Camosí es semejante a Camasch, nombre del Sol en uno
de los dialectos fenicios. (Humboldtl.

Mr. Schomburgk, que visitó las regiones del Orinoco por los años de
1835 o 1849, fija lo zona de los geraglíficos en una extensión com-
prendido entre los 79 10' y 19 40' de latitud Norte; y entre los 579 30'
y 669 30' de longitud Occidental del Meridiana de Greenwich.

En las Guayonas se éncuentran figuras toscas que representan el


Sol, fa Luna y animales grabados sobre rocas de granito, y ,Humbaldt
dice: "Que ellos atestiguan la existencia anterior de pueblos muy di-
ferentes de los conocidos en el Orinoco. Cualquiera que sea la signifi-
{cción de estas figuras y el fin con que fueron esculpidos, no por esto
tienen menor interés; aun suponiendo que lejos de ser simbólicas sean
el resultado de los ocios de las pueblos cazadores, es necesario siem-
(re admitir la existencia de una raza muy diferente de la de los hom-
bres que habitan hoy los orillas del Orinoco. (9 l

Wallace, .viajero inglés, en 1848 halló multitud de rocas con ge-


roglíficos en las regiones del Amazonas, en las serranías de Monteale-
['re, en la desembocadura del río Bronco y en las orillas del Vaupés.
Todas estas figuras parecen haber sido ejecutadas por la misma rozo,
pues son de. fa misma naturaleza que las del Orinoco; imógenes del
:JoI y de la Luna, de animales, embarcaciones, caras humanos, figuros
r;eométricas etc.

Siguiendo más hacia el Sur de la banda occidental de la América


Meridional, entramos en las saledodes del Paró y de Piahuy, en dan-
Ge los grabados y pinturas de ocre rojo recuerdan que estos soledade,
tueron habitados, o que por ellas pasó una roza semejante o los del
Jrinoco, O desprendida de su seno. No se pueden otribuír estos dibu-

(9) Viaje o los regiones e-quinoxioles. Liv. VII, cap. XXXIV.

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jos del Brasil y del Uruguay, a les tribus Guaraní que encontraran los
Españoles, nado induce a suponer que estos salvajes tan degradados
t~vieran intención de perpetuar hechos que debieron de tener lugar el'\
toda la América; ni que dispusieran de las medios adecuados poro eje~
cutar estos pinturas y grabados. Se componen estas de hombres en oc-
titudes muy variadas, de animales, de figuras geométricos, espirales,
arobescos, etc. 110}
M. Phillippe Roy señala en la sierra de Onza, sobre las rocas que do-
minan lo ribera derecha del Río-Doce, dibujos trazados con tinto ro-
jo, yo aislados, yo agrupados, sin orden aparente.
Inscripciones geroglíficas fueron hallados en Cearó, por M. 1. Whil-
field, en las partes más poblados de bosques en el interior; las que,
según algunos anticuarios, recuerdan las de Escandinavio. El señor A.
de $oir.t-Hilaire cito rocas semejantes en Tijuco. (I})
Refiriéndose a otra región del Brasil, cuento Franz Keller, que cer-
co de los CQta~atas del Madeira descubrióQlgunos grabados en uno
piedra de superficie pulimentado, especialmente semi-círculos. Mas ha-
cia el Poniente halló ot;a piedra cubierto con líneas espirales y anillos
concéntricos. Prosiguiendo sus investigaciones encontró otro con líneas
perfectamente ordenados, que no es posible, dice, atribuirlos o simples
entretenimientos de los indios. Los geroglificos de los cercanías de lo
CotC!rata del Madeira, recuerdan los situados a 'millares de leguas de
distancio en lo Catarota dé Corantín, del Esequivo en las mórgenes
del Orinoco.

Papel Periódico /lustrado. Número 93. Año IV. Págs. 340 o 343.

( 10) Debret, Viaje pint, e histórico al Brasil, 1839.


(11) Second voyage QU Brasil. Tam. 2 p. 73.

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EL DORADO

Notas sobre los origenes de los indios omericanos.

VI.

Al tratar de los aborígenes del territorio colombiano, es necesario


recordar que el hecho dominante en todas las leyendas recogidos en 'a~
nociones americanos mós adelantados, fue la venido o estos países d~
l>xtranjeros blancas y barbadas que les enseñaron o los indios yo ra·
dicados nuevos doctrinas, les instruyeron en los artes y les impusie-
ron leyes que corregían sus costumbres salvajes. Los jefes principoles
de estas emigraciones a misioneros, de una nueva civilización, fueron:
Quetzalcoatl, o lo. serpiente cubierto de plumas en el Anahuac; Ida-
<::anzas, Luz del Universo, llamado también Nenqueteba, en Cundina-
marca, y Manco-Copac, el hijo del Sol, en el Cuzco. Es muy notable
lo identidad de los medios de que se valieron para civilizar a los pue-
blos que encontraron, según lo tradición, en estos regiones de la Amé-
rica, separadas por grandes distancias. por inmensísimos bosques y
desiertos, en medio d€' los cuales se han hallado, como lozas de unión
'Je estos tres grandes centros, vestigios que atestiguan el paso de uno
civilización muy remota del mismo carácter. Estos' tres personajes apa-
recen semejantes, en sus costumbres y en sus propósitos, como SI hu-
bieron partido de un origen común. Algunos escritores han juzgado
que fueron náufragos del Continente Europeo, de profundos conoci-
mientos sociales, o Escandinavos, que con sus emigraciones posaron dE
!as regiones boreal es, de la Islandia y de la Groenlandia o lo Améri·
ea, y se esparcieron 01 acaso en el Nuevo Mundo; pero Humboldt, opo-
yrdo en el estudio de los costumbres y civilización que introdujerc!'l
Eonestos países, principalmente en los épocas de las primeras emigra-
c:ones de los Toltecas, y en las instituciones monásticos, en los sim-
(Jolos del culto, en los calendariOS y formos de los monumentos de Cho-

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lulo, de $ugamuxi y del Cuzco, juzgo- como más acertado la suposi-


ción de que estos tres emigrantes o viajeros no tomaron los códigos ql.Ze
impusieron o los pueblos de que se hici •. on Jefes supremos, del Nor-
te de la Europa, sino más bien del Asia Orientar: de ros pueblas que
camunicon con los Tibetanos Samanistas y con los Aihos barbados de
las Islas de Jeso y Sacalin.

Naturalmente ocurren ras cuestiones de si los pueblos de lo an-


tiguo Cundinamarca haUados por los Españoles, serían ¡os restos de
una antigua nación en decadencia, cruzada con tribus conquistódoras
que invadieron estas altiplanicies; y si hubo uno civilización anterior
en épocas muy remotos que dejara en lo roza Chibcha vestigios de sU
paso.

Aun cuando lo Conquisto española, posó sobre estos países como


un cataclismo destructor, que todo lo aniquiló, o juzgar por los eSCa~
50S trodiciones recogidas por los cronistas, la civilización de los Chib-
chos se remonta a lo época de lo aparición de Idaconsos, época en mu~
eho posterior al desague de los lagos superandinos: sus numero~Qs co-
sos de modera y de tierra, bien construídas, de amplios alojamientos,
y cuyo aspecto y forma le valió o estos comarcas el nombre español
de 'Valle de los Arcállares; su interior, cómodamente omueblado, no
carecío de gusto en sus adornos de caños y de cordones de fique te-
ñidos de vistosos coiores; estaban resguardados por cercados de tierra
y madero, semejantes' a los circuitos hallados en lo América del Nor-
te, y además la sencillez de las costumbres de los indios, su régimen
palítico.y religioso, su sistemo de computar el tiempo, lo agricultura
~ las artes a que estaban consagrados, y el gran templo de Iroca en
$ugamuxi, demuestran que no estaba en decadencia absoluta esto na-
ción, que ofrecía muchos puntos de semejanza con los pueblosPe-
ruanos y Mexicanos, con los Asiáticos y aun con los Malayos.
En ausencia de datos históricos relativos a las rózas que contribu-
yeron a formar lo roza Chibcha, encontramos algunos hechos y tra~
diciones, preciosas porque son de gran significación étnico, y porque
forman un proceso concluyente en asunto tan importante.

Uno de estos hechos está consignado en la historia del Padre Si-


món y en lo del Obispo Piedrahito, pero como simple exposición his-
tórico, de Jaque hasta ahora no se ha fijado conclusión alguno, aun

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cuando es suficiente poro juzgar que concurrieron rozas diferentes en


lo formación de lo rozo Chibcha o Muisca.

'En lo historio tradicional de los dinastías de los Jefes socerdotoles


de traca, los indígenas referían que en cierto vacante del puesto de
esto dignidad, perteneciendo lo sucesión o los Tobaza, según el or-
den establecido por los electores, acaeció que un caballero de Fira-
bitoba, de barba larga y rubia, usurpó el poder con el auxilio que le
prestaron seis hermanos suyos, aprisionaron 01 elector de Gómeza y
le impusieron públicamente penas severos y después lo muerte, por
haberse opuesto o este atentado. Convocado el pueblo por los Electo-
res libres, ordenóronJe el desconocimiento de lo autoridad i1egitima del
Bermejo, llamado así en el lenguaje de los indios, y se declaró lo gue-
rra 01 temible usurpador; pero este hombre de aptitudes superiores,
triunfó de sus contrarios. Los Electores promulgaron entonces lo im-
posición de lo peno capital poro los que secundasen los intentos del
déspota; y los Sugomuxi, que formaban lo mayor porte del ejército
del Bermejo, lo abonc!anoron posándose o los filas de los Electores. El
usurpador perdió lo vida en el encuentro de los ejércitos, pero dando
muestras siempre de los grandes dotes con que naturalmente había si-
do privilegiado. Los hermanos de éste defendieran el cadóver con au-
dacia y volar, y lo sepultaron en un lugar desconocido, poro sustraer-
lo de los vejaciones de sus enemigos.

¿A Qué rozo pertenecía este hombre de barbo rubio, de intrepidez y


valor, dotes no comunes, cuyo superioridad era reconocido, que ha-
bía violado los derechos sagrados de lo sucesi~n en el puesto del gran
Sacerdote de Iroca, atentado imposible de ser ejecutado por un indrgeno
"aturalmente inclinado o lo superstición y 01 respeto de sus dogmas
y doctrinas religiosas y políticos? Evidentemente que este hombre y
sus hermanos fueron de diferente rozo de lo de los demós indios; de-
bieron de tener compañeros, y es muy probable que fueron descen-
dientes de los emigrantes que llegaron con Idacansos, no confundidos
enteramente con los indios aborígenes.

lSegún los tradiciones de los Muiscas, Nemquetebo o Idoconsos lle-


gó o Cundinamarca de los regiones de Oriente en donde estón situados
las extensos mórgenes del Meto y del Orinoco; y debemos recordar
c.quí ro que dice Pedro Mártir de Anglería de los naturales del Golfo

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de Paria, en la desembocadura de uno de los brazos del Oril'1Oco:"Po-


riae incolae albi, capittis oblongis, protencis, flabis". La palabro flabis
(rubios) expreso uno cualidad físico, de grande significación étnicó,
en esta raza de "Tierra-Firme", probablemente relacionada con los
poblaciones de la antigua Cundinamarca, como vamOs o verlo.

La existencia en una época muy remoto de una rozo diferente y su-


perior o lo rozo Muisca, lo demuestran muchos hechos, y entre ellos
las calzadas o cominos empedrados; de los que el principal en C\Jn-
dinamo reo, recorda una grande extensión, atravesando la Cordillerá
Oriental en dirección de los llanos de San Juan, regados por leís ver-
tientes del Arauca y del Meto, afluentes del Orinoco. Aun cuando de
estos caminos dicen los cronistas que los construyeron los Muiscas po-
ro conmemorar lo venida de Idoconsas, esta es una explicación tradi-
cional de los indios, que no satisface, porque esta obro colosal, qú'e de-
bió de exigir mucho tiempo, muchos esfuerzos y un gran número de ope-
rarios, mós tiene el carócter de necesario en la vida de relación de
los pueblos que unía, que de mero capricho o de simple recuerdo de'
un acontecimiento interesante. Por otra porte, estos caminos son de la
misma naturale::a que los que recordan las regiones de lo América Me-
ridianol, desde el Ecuador hasta Chile, y cuyo ejecución se atribuye a
lo rozo de los Incas. El camino empedrado que de Cundinamarca se di-
rigía 01 Oriente, uniendo estas altiplanicies con las mórgenes del Me-'
ta y del Arauca, no es una obra única aislado en el territerio colom-,
biano: existen vestigios de otros, En el Estado del Tolima, separado por
el Magdalena de Cundinamarca, existen los restos de una gran calza-
da o camino empedrado, que atraviesa lo Cordillera Oriental en direc-,
ción de los Llanos regados por las vertientes de Ariari, que también
desemboca en el Orinoco (1). Esto es otro vía de relación de estos re-
giones con los valles del Tolima, en donde yacen las ruinas de San
Agustín.

De la arquitectura de orden superior o lo pracficada por los Muis-


cas, solamente se conocen los restos de un antiguo edificio, descubier-
to por el señor D. Manuel Vélez, en Gachantivó, a ¡mediaciones de la

( ,) El conocimiento- de este comino lo debemos al señor D. Nazorio


LortJnzana, que nos refirió verbalmente su descubrimiento por la Com-
pañía quinera de Colombia.

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Villa de Leiva, (Estada de Boyacá). Estas ruinas constan principalmen-


te de 29 columnas cilíndricas de piedra, enterradas verticalmente y
muchas otras, y fragmentos trabajados por la mano del hombre, espar-
cidos en una extensión de dos millas, y que en opinión del señor Vé-
lez debió de ser el asiento de una ciudad perteneciente a uno nación
más antigua que los Muiscas.

lo único tradición de este pueblo, que puecfe aplicarse a estas rui-


nas, es la siguiente: Un hombre extraordinaria, llamado Gorancha-
cha, que pretendía ser hijo del $01, usurpó el Zacazgo de Hunza, y
para vencer a su padre, ordenó la construcción. de un gran templo de
piedra y madera; hizo acopio de mc:1teriales, y principió lo obra; pero
no tuvo tiempo de verlo terminada. En este hombre se ve el tipo de tino
raza diferente de los Muiscos de la Conquista, pues que conocía la
arquitectura de piedra, el modo de labrar columnas, y por consiguien-
te tenía obreros inteligentes en el arte; ademós, se llamaba hijo del
Sol, preocupación análoga a la de lo raza de los Incas, que dej6 en
el Perú sorprendentes construcciones de piedra.
No muy distante de las ruinas de Gachantivá, se hallan los de San
Agustín, en el Estado del Tolima, concordantes con los caminos empe-
drados de estas regiones. Se componen de numerosos restos de uno
c.ntiguo escultura colosal, y aun de dimensiones menores; se distinguen
entre estos monumentos piedras talladas en figura de mesa sostenida
por cariátidas, tal es la llamada piedra de los sacrificios, semejante
a los clolmenes célticos hallados en la antiguo Iberia; (2) también hoy
en San Agustín uno construcción de lámina de piedra verticales y cu-
biertos con otra horizontal semejante a los oppiclo o caminos cubier-
tos, de origen céltico, que se hallan en España, y que se juzgo fueron
destinados o la proclamación de los Jefes. Todos estos trabajos hacen
suponer que existió en aquellas localidades del Tolima, en tiempos muy
remotos, uno raza vigoroso e inteligente, desconocida de los indios, pues
cuando penetraron en estos comarcas los conquistadores españoles so-
lamente encontraron las tribus de los Pijaos, de los Pant6goras y otras,
lotables por su brovura, pero incapaces de ejecutar estos obras y aun
ee dar razón de su origen.

(2) Dolmen es lo polabra céltico, que significo mesa, pi~dro. Créese


que estos monumentos sirvieron de altar d. socrificiDS.

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No cabe dudo que las ruinas de Gachantiv6 en la antigua Cundino-


P!arco, pertenecen a lo misma época yola misma raza a que perte-
:.ecen las ruinas del Valle de San Agustin, y las calzadas o caminos em-
¡:edrod05 que se dirigen al Oriente, en entrambos Estados.

¿Qué se hicieron aquellas ciudades donde moraban los habitantes de


Gachantivá y de San Agustín? Desaparecieron cubiertos por el polvo
de los siglos, como desaparecieron multitud de pueblos cuyos vestigios
COnfirman su existencia, desde las regiones de la América del Norte,
hasta los extremos de la América del Sur. "Los grandes edificios de
Tiahuanuco, en la América Meridional, dice Humboldt, sirvieron de mo-
delos á los monumentos que en el Cuzco levantaron las Incos; y hor-'
das' de cazadores salvajes atraviesan hoy las vastas llanuras del alta
Canadá, de la Florido y de los desiertos limitados por el Orinoco, el Co-
~iquiore y el Guainío; comarcas, que, a juzgar por los diques de cón-
~iderable extensión, por las armas de bronce, por las piedras es-
culpidos que allí se encontraron, fueron en un tiempo asiento de pue-
blos industriósos" ..
Prp,boblemente de aquellos pueblos extinguidos que dejaron huellCls
de s~u paso hacia el Sur, cruzados con tribus bárbaros, provinieron lós
habitantes de las altiplanicies de Cundinamarca, de épocas mós re-
cientes; Nación que apenas conservaba las enseñanzas y los. restos de
una civiii:l:ación anterior debiiitada por los guerras continuadas en lo
disputo de un suelo que si exigía labor para adquirir la subsistencia,
era de climas benignos y apropiados para la radicación definitivo.
Dijimos ya en otro porte de "El Dorado", que los diferentes dialec-
tos de los numerosos pueblos que componían lo Noción Chibcha, los
variantes de sus mitos, con tendencia a confundirse en uno solo de lo
misma significación, y los caracteres cranoscópicos encontrados por el
Profesor Broca, en dos series de cráneos que le fueron enviados de es-
tas regiones chibchas; caracteres que corresponden en uno serie o los
braquicéfalos, y en otra, a un medio mesaticefólico con tendencia o lo
dolicocefalia, prueban que de la fusión de rozas diferentes provino la
roza chibcha, y que en úna época anterior existió uno roza distinta,

*
*
A las analogías señalados por Humboldt, entre los Muiscas y los

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Japoneses, M. Paravey, agregó, en 1826 nuevos detalles positivos que


los confirman, y aun también con los Arabes y los Vacas. (3)

Comparó Poravey uno o uno' ros caracteres numerales, cursivos y


geroglíficas de ros Muiscas, descubiertos por Duquesne, con los formas
cursivos de los caracteres japoneses, del ciclo de horas, y señaló entre
ellos una identidad tanto más evidente que en el Japón, un mismo ca-
rócter se abrevia hasta de diez maneras diversos, cuando se traza en
lo forma cursivo. Mostrados los caracteres de los Muiscas, por Siebold,
a algunos sabios japoneses en Nangasoki, estos reconocieron que son
idénticos, en mucho, o su escritura cursivo.

¡En lo serie de los diez números o de los días que se cuentan en el


Japón, agregando Ka a coda nombre del número, como lo hacen los
Chinos, y algunos pueblos del Cáucoso, se reforma el numeral del día,
este hecho tiene analogía con la terminación de fos numerales de ros
días Muiscas, ya bajo la forma de ea o de la ha aspirada; siendo no-
labilísima la identidad de los nombres de los días 29, 39 y 59. Japo-
neses y Muiscas respectivamente: 29 Bous-Ka, Bo~-a; 39 Mi-ka, Mi-ea;
59 Its-ka, His-ea( etc.

Humbo!dt nos ha enseñado que en el Japón, en China, y en Cundi-


no marca las lunaciones se dividen en tres décadas, y entre ellos las
intercalaciones tienen lugar como entre ros Griegos. Igualmente obser-
vó que el ciclo de 60 años de los Joponeses y de los Chinos, dividido
en cuatro indicaciones de quince años codo uno, usado en Europa en
tiempo de Canstantino, existió también entre los Muiscas, según los
descubrimientos de Duquesne. Este período de 60 años, dice Paravey,
este artificio de series periódicas, es de origen puramente Caldeo o 50-
beno, pues que esta división sexagesimal en los oños, en los días y en
los horas, dio nacimiento o la división astronómico en minutos, se-
gundos, etc.

No solamente estudió Poravey las relaciones de tradición, de cuI-


ta, de lenguaje, de arquitectura, de gobierno, de Calendario, que exis-

(3) Memoire sur I'origine japanais, arabe et basque de fa civiliza-


tíon des peuples du plateau de B090ta d'aprés les tra'(lilux recens de
M. Al. Humbdldt et Siebold, par M. De Poravey. París 1835.

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tieron entre los Japoneses y los Muiscas, sino que investig6 01 mismo
tiempo si los primeros, ton intrépidos navegantes, como los Vascos de
los Pirineos, recibirían, como estos últimos y como los de Cundinomar-
ca antiguo, colonias sabenees, fenicios o de árabes antiguos. Hace no-
tar en su estudio que el nombre de Sabences o Sobenos, pueblo co-
merciante y .novegantes -de lo Caldeo antiguo, se encuentro en el Ja-
pón en el nombre de la lengua de este pueblo, llamado el Sewa o Sebo.
Este nombre de Sebo o Chiba se encuentro también en lo palabra Chib.
cha, nombre con que se designaban los Muisccis, y nombre de su len-
guaje (cha en Muisca y so en Japonés, significo hombres). Se encuen-
tra igualmente en los nombres muiscas de los lugares llamados Suba,
SWoehoquo, Zipaquirá, citados también por Humboldt; y en el de
Cibola, país del Norte de California.

Estas nombres de Sobo, Sobl, que se encuentran en lo lengua Chib-


cha, se han conservado en el Jop6nen los palabras sobol, nombre de
los mercaderes, como eran los fenicios y los Sobences; en lo polabra
sobaini" que sirve paro designar el que tiene un empleo, como los
Sobenees civilizadores; y, finalmente en el nombre de Sobo, del trigo
negro o .sorraceno, trigo de los Arobes o de los pueblos del país de
Soba.

El nombre de 1roca, en donde estaba el templo del Sol, en Sugamu-


xi, y residencio del Idaconsas, civilizador 6~ este pueblo, es anófogo
eal lugar de residencio de los Sobences, la Caldea, que es llamada tam-
bién lroe, el lrae-arábigo. Lo Biblia Samaritano ha dado este mismo
nombre de lrae o Llloe o lo antiguo ciudad de Babel, l/amado aun
Hilloc o HIRach, donde existen ruinas cuyos ladrillos est6n cubiertas
de geroglíficos.

Uno de los nombres de Idacansos fue Nemquethebo, y dice Humboldt


que si se escribe N.meque-ThebCl contiene, como Turmequé, lugar don-
de se hacia cada tres dIos un mercado célebre entre los Muiscos, el
nombre de M.que, es decir, Mecque o Mecah, mercado célebre también
en Arabio, y lugar sagrado en donde se adoraba 01 Sol y lo Luna, como
lb hocion los Sabences y los Muiscos.

En cuanto a los relaciones con los Voscos, pueblo cuyos palabras

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han sido reconocidas como árabes, hebreas o fenicias (4) parece que
Humbaldt las sospechó, pues observa que tanto los Vascos cama los
Muiscas proceden por veintenos en su numeración. Veinte se expresa
por oguci en Vasco, y en Muisca por gue, que significo casa.

A esta notable idel'ltidod de sonidos debe agregorse, según Paravey,


que uno se dice fito en Japonés, de donde se puede sacar fácilmente,
foto, foto, boto, lo que significa hombre o ser hermanos; y se dice oto
en Muisco y bot en lengua Vasco; hoy, pues; aquí relación de sonidos
de este número entre pueblos Que se aproximan par otros lados.

Sucede lo mismo con el número dos: bi, en Vasco bis de los Lati·
nos, pronunciado bo, bus, bos, da el baso de los Muiscos, y fouto de los
Japoneses, pues en el Japón la b se cambia en f, y lo t en ts, de suero
te que fouto ha podido venir a ser foutso, bouto, basa. También se ex-
presa en Japonés el dos diciendo ni, que es evidentemente el bi de los
Vascos y el bis conocido generalmente.

M. Paravey hace observar que los Vascos, no menO!!!hábiles en el


mor que los Phocenses, son citados como los primeros navegantes en
el mar del Norte y hacio lo Américo; y que en Terro-Nova, la tierro
de Boeeoleos, llevo aun el nombre Vasco e Italiano de la merlliza o
baecrloo.

Finalmente observo que el arte de trabajar los metales, conocido de


los pueblos de Cundinamarca, fue cultivado por los Vascos y por los
Japoneses.

Este ilustre anticuario cito dos hechos muy importantes relativos a


lo presencia de los Arabes de los Caldeas, de los Indus y de los So-
bences en algunos puntos de la China y del Jap6n, de donde pudie-
ron venir o la América: los habitantes de las Islas Lciov-Kieou, 01 Sud-
Oeste del Japón, san barbadas, de facciones árabes, usan turbantes y
vestidos rayados cama los Arabes. En el fo-Kien, sobre /0 costo Sud-
Este de la Chino, frente al Japón, vive un puebla de más de 20 millo-
nes de habitantes, diferente de los Chinos, por su lenguaje llamado
tchiu-teheo, por sus facciones y por su intrepidez cama navegantes,
e,¡náloga Q lo de las Vascos y Japoneses; Y. M. Paravey, demuestra que

(41 Anden Journa' Asiatique. t. 111, p. 229.

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estas son colonias que partieron de Arabio y del Mor Rojo, en los flo-
tas de Ophir, bajo el nombre de pueblo Ou.

Estos hechos son apoyados por los libros Chinos y por lo relación his-
tórico del viaje de dos Arabes a la China, publicada por el sabio Aba-
te Ronudot, en el que describe o los Chinos del año de 851 como un
pueblo bórbaro visitado por innumerables mercaderes Arabes, Judíos y
Sabences, los que penetraron en el Japón y se mezclaron o sus habitan"
tes, y con la rozo tártaro, lIevóndoles su culto de los astros, su lengua-
je, su calendario, sus ciclos. Fue entonces según Paravey, que los nú-
merosos bajeles debieron de ser arrastrados por la corriente tempestuoso
de los mores de la Chino y del Japón, sobre las costas occidentales de
las dos Américas; pues que los señores Votentyn, Raempfer y Kotse-
bue citan Casos de que juncos japoneses, fueron traídos a los costos
americanos por los tempestades, y después regresaron o su país. De
esta manero se explico como han podido lIegor sobre las planicies de
Cundinamarco los emigrantes que vinieron con Idacansos o con Bochi.
ea, civilizador de los Muiscas. De la mismo ~anera debió de llegar Ama-
I¡baca, que civilizó los Tomanocos sobre las riberas del Orinoco. Respec-
to de las regiones accidentales del río Magdalena, encontramos en un
curiosísimo libro de Menasseh Ben Israel, teólogo y filósofo hebreo (51
Que troto este rabino Portugués de probar Que lo raza hebrea fue lo
primitiva pobladora de algunas regiones americanos, seguido de las
Tórtaros, quienes les hicieron lo guerra hasta reducirla a las montañas
recónditas. El autor apoyo su opinión en relaciones históricas de Amé-
rica, Asia y Oceonía, y en el relato de Montesinos, Judío, llamado Ahron
levi: se refiere 01 territorio colombiano.

En 1644 llegó Montesinos o Amsterdam, y declaró con juramento,


delante de varios Portugueses, la siguiente relación: Dos años antes sa-
lió del puerto de Honda, en los Indias Occidentales, paro hacer un via-
je a lo Gobernación de Papían (Popay6n I o provincia de Quito, llevó
por compañero y arriero o un indio Itamado Francisco, o quien los in-
dias que iban con él denominaban Cacique. Durante lo travesía de lo
montaña, los penalidades del comino les hicieron prorrumpir en que-

(5) Origen • fos Am~rlc:anos. Esto es, Espetoftu de ¡lraol. Libr.


de Menoneh Den Isroel. AlIlsterdam. , 650.

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jas por su malo suerte, a la que se creían acreedores, lo mismo que 01


mal trato que. les daban ros Españoles, por haber perseguido o una gen-
te muy bueno; pero el india Francisco les decía que en breve se verían
vengados por eso gente oculto y poderosa. De regresa Montesinos, en
Honda, buscó 01 india Francisco, y solicitó de él le llevase o donde es-
taba aquello gente oculta, y después de vencer lo repugnancia del in-
dio, emprendieron viaje. Caminaron nueve dios y llegaron a un río ma-
yor que el Duero, en donde Francisco, que conocía yo que Montesinos
era de la rozo Judaico, le dijo: "Aquí has de ver a tus hermanos",
Hicieron .uno señal con una bandera arreglado con paño de algodón,
lo que fue contestado con un huro.azo y otra bandera; de allí a un ra-
to, tres hambres y una mujer vinieron en uno canoa, miraron deteni-
damente a Montesinos, y después de los informes del india, le abra-
zaron y recitaron el versa del Deuteronomio, cap. 6.4; y agregaran,
sirviendo de intérprete Francisca, y haciendo gesticulaciones:
19 Mi padre es Abraham, Isaac, Jacob, Israel, y después, Rubén;
29 Los que quisieren venir a vivir con nosotras, les doremos tierras;
3Q Joseph vive en medio del mor; 49 Saldremos unos pocos o ver y a
pisar; 59 Un día ,",obraremos pocos; 69 irá mensajero; 79 Francisco
dirá un poquito mós; 89 Donas lugar poro que nos apercibamos; 9Q En-
vío 12 hombres de todos, que escriban".
Después de decir esto, otras tres hambres volvieron o repetir lo mis-
mo; pues lo canoa llevaba unos y traía otros, hasta que hubieron pasa-
do 300, mós o menos. A Montesinos no le permitieron pasar 01 otro lado.
:Estas gentes, según lo descripción de Montesinos, eran de cuerpo
bien formado, tenían el cabello largo algunos, otr.os cortado por parejo,
y en lo cabezo .llevaban rodeado un paño.
No tenemos dotas poro juzgar del grado de verdad de lo relación
de Montesinos; pero él lo dió jurado hasta en lo hora de lo muerte, y
al ser cierta no se puede creer que estos gentes estuviesen radicados en
las regiones del Couco, ya bastante explorados por los conquistadores, sino
más bien en las regiones montañosos de Antioquía, cuyos habitantes:
mestizos presentan hoy rasgos de lo rozo Judaico, al decir de las co-
nocedores.
)EI Abate Brosseur, tratando de la existencia de la raza hebraica, en
América dice: "La fuente común de las diez tribus de Israel, llevadO'

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cautivas por Salmanazar, ha sido empleado por un gran número de es-


critores. Lo magnífico compilación de Lord Kingsborough será sin duda
el último y más notable de los monumentos levantados a este sistema.
No por esto queremos negar de una manero absoluto que hubiera Is-
raelitas en América, antes del. siglo XV: etsamos íntimamente persuadi-
dos de lo contrario; solamente rechazamos todo sistema que tenga pot
objeto hacer de lo antiguo civilización americano la dependencia espe-
cial de uno Noción cualquiera que sea, africano, europea o asiático. He-
mos tenido io ocasión frecuente de admirar entre los pobladores indíge-
nas de México y de América Central, tipos Judíos y Egipcios: más de una
vez hemos observado·, también en estos centros, perfiles semejantes o
los del Rey de Judá, esculpidos entre los ruinas de Karnak, y hemos visto
indios que, en su feo desnudez, se asemejan, sin equivocación alguno, a
las bellos estatuas egipcias del Museo del Louvre o de Turín, Multitud
de extronj8los, Franceses, Belgas, Alemanes, e Ingleses, han notado con
gran sorpresa, como nosotros, en ciertos villorrios guatemoltecos las cos-
tumbres órabes de los hombres, y las costumbres judíos de los mujeres de
f!lolin y de los riberas del lago de Amatitlán, ton perfectos y tan bellos
como en las cuadros de Horacio Vernet",

*. *
••
Lo pictogrofío!rimb6/íco hollada en el territorio colombiano, fue eje•.
cutada por una rozo 'diferente de los indios, conquistados por los Es-
pañoles, En general tiene el mismo carácter que lo de los valles y cor-
dilleras de Venezuela, y de los márgenes del Orinoco; y aun cuando
hasta hoy ha sido imposible descifrarla, parece que pertenece a lo mis-
mo rozo, o m~ido que fueron extendiéndose de Norte o Sur, los emi-
grociones que 'os ejecutaron. Todos tíenen figuras comunes en todo
el Continente,

Oiego Gorcio Palacios, en su corto al Rey de España, en 1576, 'ha-


bla de los figuras pintados en el Itsmo del Oarién, reconocidos por los
conquistadores desde 1.520. M. Pinard, descubrió no hoce mucho
ti,empo, en Panamó, muchos rocas de las montañas costaneras cubier-
"$ de gerogllficos dignos de estudio.

'En el ~stado del Cauro, se hallan piedras grabados, en la margen

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izquierda del río "Chinchiná" y en- el "Alto-del-Chagualo", cerca de


lo Aldea de María; en estas dos localidades las figuras más notables
son triángulos isóceles en los que el ángulo formado por los lados igua-
les está dividido parcialmente por una línea que les da el aspecto de
cuñas; hay también líneas en forma de X, y otras formando ánguloS
perfectos. Semejantes o estos son los grabados de la piedra de la que-
brada llamado "La-Fria", cerca de la aldea de Pereira; pues hay mu-
chos triángulos, pero acompañados de líneas curvas terminadas en
espirales concéntricas. También se encuentran piedras pintadas con
figuras simbólicas sobre las riberas del majestuoso Río Cauca, cerca de
Timba, entre Cali y Gelima, y en el páramo de Guanacas. Interroga-
dos los indios sobre estos caracteres, deelan que ellos existían ya cuan-
do sus antepasados llegaron a estas regiones. En esta parte es impor-
tante hacer notar que en el Cauca se encuentra el nombre de Tuhía,
de una ciudad, y el de Tulcán, en el Ecuador, que recuerdan el de
Tula o Tulán, ciudad de los Toltecas, en el Anahuac, y también nom-
bre de los Escandinavos o de las regiones del Norte de la Europa. (6)
Al mismo grupo de monumentos de San Agustín, y de calzadas de pie-
dra en el Estado del Talima, pertenecen innumerables geroglíficos gra-
bados sobre rocas de arenisca y de pórfido que cubren su suelo. En un
sitio denominado "Seboruco", seis leguas distante de la ciudad de Nei-
va, y sobre las orillas del Magdalena, hay una piedra enorme con una
inscripción de 120 figuras grabadas, a la altura de veinte varas so-
bre el nivel actual de las aguas; en medio de ellas se encuentran cin-
co figuras humanas, de las que una es de mujer y cuatro están co-
gidas por las manos; al del extrema izquierdo está separada, pero
en la misma línea, inclinada como en actitud de contemplar la co-
rriente del caudaloso río; parece que la emigración que representan
hubiese sido detenida en su marcha por la profundidad de su cauce;
la del otro extremo apoya su mano derecha sobre un grande corazón
que nos imaginamos puede simbolizar la fuerza de voluntad de que
estuvieran animados para vencer este obstáculo. No aseguramos que
esto sea la interpretación que deba darse o estas figuras; transcribi-
mas únicamente la impresión que han causado en nosotras; pues que
aquellas gentes figuraban en sus pinturas y grabados los objetos que -
veían y las impresiones que recibían.

(6) Véase el artícufo 11, pág. 294 de este periódico. 188S,

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Estos figuras humanas de "Seborucb" y sus actitudes, nos recuer-


dan lo tradición de los Tapace o Colimas y lo de los Muzos, pueblos con-
finantes con los Muiscas, y separados por el río Magdalena de los re-
giones del Tolima, y en cuyos mórgenes estón los piedros de Seboruco.
Esto rozo fue conquistadora, pues o su llegado combatieron con los
Muiscas, los desalojaron orrajóndolos o lo porte alto de lo cordillera,
y se establecieron en su 'lugar. Referían el arribo de sus anteposados
o la margen opuestá del Magdalena, es decir, o los regiones del To\i-
mc. ¿E,I paso def río ,Ay\agdoleno pOf estas emigraciones tendrá oiguna
relación con lo inscripción de Sebo ruco? ¿Será uno pógina histórica
de este grande acontecimiento? Es posible, pero muy difícil de compro-
bar; todo lo mós que se puede alcanzar es uno presunción.

Los demás figuras de lo piedra de "Seboruco" son misteriosos y ocu-


pan uno grande extensión de su superficie; entre ellos hoy notables
corazones que se repiten, unos sencillos, otros con líneas en forma de
cruz o con espirales que parten de su base en sentido opuesto. Aquí
encontramos la mismo figuro de lo piedra de lo quebrado "Lo-Frío"
del Estado del Cauco, distante mÚchas leguas de "Sebo ruco", y sepa-
parados por lo cordillera central. Esto figura es lo U, de cuyos extre-
mos porten espirales concéntricas en sentido opuesto. Igualmente lla-
man la atención líneas quebrados en ángulos y pareados en posición
horizontal como el símbolo de los aguas de 10$ antiguos Egipcios; 10$
figuras de la rana, de la serpiente, la mano y lo coro del hombre, la-
gartos, la figura de lo P, y otros en T, sencillas y dobles, rombos, {¡n-
nulos, etc.

De caracteres semejantes esuro inscripción geroglífica grabada, en


uno piedra situado 01 sur de la ciudad de Honda, en las mórgenes de
la quebrado "Luiso" a inmediaciones del río Magdalena; en ello la
imaginación puede ver tombién figuras egipcios, pues tiene .scudiltGs
Q especies de cestas en forma de segmento de esfero, idénticos o la
figura egipcio que significo totalidad o maestría, y otras cestas con
una línea por debojo que en geroglífico egipcio Significo "Señor de lo
tierro"; esta figura no eS aislado en este lugar, se hallo también en
Venezuela en lo piedra llamado de los Eseudíllcls. En lo "Luisa" se re-
piten las caras humanas triangulares y redondos, rambos inscritos, la
cruz, triémgulos; y, además, es notable una figura humano de dos co-

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bE;zas muy imperpfecta, la planta de un edificio, la mano del hom-


bre, grecas, etc.
Lo pictografía más interesante de Cundinamarca, por estar en un
grupo de rocas el más numeroso conocido en estos regiones, es el del valle
Facotativá, se encuentran' un grupo de rocas gigantescas llamadas
mente al pie de la cordillera que la limita por este lado. Este valle o
explanada está separado del resto de lo Sabana por una serie de coli-
"lOS que se dirigen de Norte a Sur; al principio, y cerca del pueblo de

Facatativá, se encuentran 'un grupo de rocas gigantescas llamadas


"Piedras de Tunja", 01 Sur: el encuentro de las colinas con la cordille-
ra Occidental, forma una garganta en donde comienza la regián de
"Corito" localidad poblada de cantos roquisos de enormes dimensiones,
cubiertos de antiguas pinturas con tinta roja, que ha resistido la acción
de lo intemperie en siglos numerosos. Más hocia el sur, sobre la cordi-
llera, y en una altura moyor que el valle, (100 metros próximamen-
te) se encuentro la planicie denominada "Valle de la Chaguya" en
donde termina, por este lado, la región de los piedras pintadas; y con-
tinúa en "Fute", cerca del Tequendama. En todas estas piedras de su-
perfilZie pulido por el embate de los aguas del antiguo lago que las cu-
bría, se hallan figuras muy variadas, pero semejantes o los que he-
mos estudiado ya; se nota en ellas la ausencia de animales colosales
que caracterizan las piedras pintadas del Orinoco y de las Guayanas,
tal vez por na hallarse en la Sabana estos animales, Los principales fi-
guras de estos tres grupos, son: líneas en zic-zoc pareados y en posi-
ción horizontal unos, otras verticales; círculos con puntos centrales o
sin ellos; dobles o triples círculos concéntricos; con rombos inscritos
otros; rombos sencillos o dos y tres veces inscritos o en series verticales;
cuadrados en series horizontales o aislados; rectángulos ligados entre
sí en series verticales; ángulos en diversas combinaciones; triángulos
inscritos y con puntos; series de puntos; la figuro de la H, aisl.ada o
en series verticales; pentágonos dobles, inscritos y con puntos; series
de líneas dobles en formo de escuadra; líneas cruzadas en formo de
X: cruces de doble línea grandes, otras pequeñas, en series o en gru-
pos ordenados; líneas que figuran plantas de fortificociones, de
(¡oble o triple línea con ángulos rectos o ogudos; reductos exagonales
;'gados por caminos de doble línea; diseños semejantes a plantas de
6dificios; líneas triples que figuran ríos que se encuentran; dos fi<;/I.I-

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ros semejantes, la uno 01 geroglífico Muisca de gueta o veinte, sr","


bolo de la abundancia, y la otra, el gerogtifico de hisc;a o cinco, símbo-
lo de la conjunción y de lo fecundidad, descritos por Duquesne; uno fi-
guro semejante o la seraste lineal de los Egipcias, muchas veces repe-
tido; uno bello figura de grecas; las imógenes de la Luna y del Sol,
la de este se halla en una piedra con cuerpo humano, figurado tosca-
mente con varios líneas, tiene un brazo tendido, y la mono posada sobre
una figuro humano pequeña lo figuro de la rano, muchos veces repetido,
en algunas con cabezo romboidal, y en otros, de carócter ontropom6r-
fico; lo figuro del hombre y de lo mujer en Hneos angulosas; lo impre-
si6n de lo mano muchos veces repetido.

Lo figura de la mano aparece en estas rocas como en los de "Sebo-


ruco" y la "Luisa", en el Tolima; en las de Soboy6, en Boyacó, no
como un capricho del pintor, pues como hemos dicho yo, tuvo que ven-
cer grandes dificultades poro ejecutorIa en alturas cosi inaccesibles; in-
dudablemente es una representación significativa, pues que se encuen-
tro en todo lo América; nos parece importante citor los ejemplos si-
guientes:

En los rocas del Ohío y del Wyomuig, hoy monos 01 lodo de gel'Oglí-
fi~os (7). En uno roca del "Monte-del-Moro" en lo Sierro de Zuñí,
hay manos pintockJs 01 lado de fortificociones y de zic-1:oc, idénticos
a los de Facatativó. los montañas de Ojaca tienen algunos grutas en
aonde existen figuras pintados con ocre rajo, y entre ellos se distin-
guen impresiones de monos de color negro. En Sonoro descubrió Pinord
uno roca bosóltica cerco del río Busaniag, grabada, y una de sus ca-
ras tiene una mono debajo de dos círculos concéntricos. Estos impre-
siones de manos, se ven también, según Stephens, sobre los muros de
los ruinas de los edificios antiguos de Uxmal ,en lo América Central.
En Venezuela 01 Norte de Victoria, en la colina "Tovar" se encuentran
muchos rocas que contienen lo impresión de lo mono 01 lodo de coros
humonas, de serpientes, de lo imagen del Sol y de lo luna, etc. (8)
También en el Estoo de Guarico, en la cordillera que se extiende en su
suelo, hoy dibujos hechos con ocre rojo, y 01 lodo de figuras geométri-
cas se ven lo figuro de la rano y de la mono del hambre. Finolmen-

(7) WhitUesey, Ánn. Ass. Indianáp~'is. 187!.


(8) Estudios Indígenos, por Aristides Rojas. 1.87 8.

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te, en el Perú, en el valle de Paucar- Tambo, hay una gruta de que ho-
b~an los viajeros, llamado Infiernillos: sobre sus paredes se ve lo figu-
ro de la mano repetido muchas veces, con tinto rojo; en la entrada
hoy figuras toscas de personajes de los dos sexOs.

Papel Periódico lIustrado.-Número 94.-Año IV. Págs. 355 o 359.

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Notos sobre !Os origenes de los indios americano..

VII

~n lo época en que los Españoles conquistaron lo América, el Im-


perio del Perú se extendía por todo lo costo del Océano Pacífico, des-
de lo línea ecuatorial, próximamente, hasta los treinta y siete gra-
nn~_J:l",Jntjturl:SUL Hor.lo_f'IJ=<;ÍlLSf'_dUotobcu;¡n_"aIios 9artes mós olió
de las pendientes orientales de lo Cordillera de los Andes, confinando
con los regiones del Brasil, habitados por tribus bárbaros. (1)
Lo población de estos regiones lo constituían entonces varios tri-
bus, pero los Quichuos, y los Aymaros dominaban el pais: estos eran
romos americanos muy semejantes por su aspecto físico y por sus cua-
lidades morales; de lenguaje diferente, pero de idéntico naturole4o, o
pertenecientes o lo mismo familia. En los castos del Pacifico vivían
tribus diferentes de los regiones ondinas: familias de uno rozo de pes-
cadores, de estatura pequeña, que se habían establecido en esos regio-
nes bajos desde tiempos muy remotos. Estos habían yo disminuido con-
siderablemente por lo invasión de los Y.••ncas, raza conquistadora que
adquirió una gran cultura, pr¡ncipa~mente las tribus de los Chim •••
Mós tarde las Quichuas, habitantes de los regiones montañosos de los
Andes, y bajo el dominio de los Incas, sometieron a los Yuncos. (2).
En el territorio conquistado por los Incos, estaba comprendido el de
Quito. El nombre de esto tierra fue dado por los tribus de los Quitvs
primitivos pObladores compuestos de familias dispersos, bárbaras y de

( 1) Ciezo de León. Crónica del Perú. Gorciloso de lo Vega, C~m•••-


torias Reales.
(2) Girord de Riolle, Les Peuples de L'Afirque et de A'Amerique.
formo de bolsos, de moderas unidos unos con otros. Esto clase de em-

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idiomas muy variados. Estos pueblos fueron. conquistQdCis por una No-
ción de extranjeros emigrantes, los que, según su misme¡.tradición, lle-
garon a lo América, por el Occidente, navegando en embarcaciones de
borcociones, sobre los Que se puede construír una habitQción ocoberti-
%0, se han usado desde tiempo inmemorial en aquellos costas. (31.

Lo Nación conquistadora de los Quitus tenía por Jefe o un Scryris,


Iseñor 1 llamado Caran. los Caras o Caraques, construyeron uno ciu-
dad sobre la bahía, llamada Cara; y sobre las ruinas de esta, que eran
eJe piedra muy bien labrada, fundaron los Españoles una pequeña ciu-
dad que conservó el mismo nombre, pero fue abandonada por lo insa-
lubl'ldod del clima.

1.os Caraques se extendieron hacia el Norte en busco de mejores cli-


mas, sObre la mismo costa del mar; y se internaron siguiendo el río que
hoy se /loma Esmeraldas, novegando en sus balsas hosta las cercanías
CJeQuito. Esto Nación fue numerosa confundiéndose con los Quitus, y
(;c)nserVaron este np'mbre; fundor~n un gobierno civil regular, e impu-
sieron su idioma, que era muy semejante al de los Incas del Perú; se;
vestía.n con pieles. y con telas de lona y de algodón, y computaban su año
solo':"por los solsticios de uno manera semejante o lo astrología perua-
na. Todas estos circunstancias aoólogos entre estos dos pueblos hen
hecho creer que provirneron del mismo origen. Tanto los tradiciones
de los Incas como la de los Scyris refieren al Occidente su arribo so-
bre .los costas americanos; por esta parte tuivéron sus navegaciones
los Peruanos, según los tradiciones de los indios de leo y Aric~ (4). A
este respecto, el Padre Velasco, en su historio, hace uno apreciación
bastante juicioso: "Se conoce claramente, dice, que lo parte principol
de su establecimiento, fue donde al presente. existe la isla de Dovis o
de Pascua, donde permanecen aun muchos monumentos; y que habien-
do sido esta porte del gran continente sumergida, o o lo menos mucho
mayor de lo que es ahora, se hubieran botado los· hombres en sus bol-
sas por no perecer en el conflicto; echóndose de esta suerte a /0 vo-
luntad de los' corrientes, fueron, sin duda, orrojado~ por los vientos o
los costas americanas. {"Así lo imaginó también Acosta). Los Caras

(3) Historio del Reino de Quito, pQr el P. Don Juan Velosco. 1844
(4 ¡ Acosta, Hi.taria de Indias.

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adoraban el Sol y lo Luna, y para su culto construyeron en Quito dos


templos: de piedra labrada el del Sol, de forma cuadrado y cubierta
piramidal, estaba en una altura, tenía la puerta 01 Oriente paro que
los primeros rayos del Sol fuesen a herir su imagen de oro brillante co-
locada sobre el altor. Lo puerta estaba guarnecida de dos grandes co-
lumnas que eran los obser~(ltorios de los solsticios, en los cuales
se hadan las dos fiestas principales del año; en contorno tenía el templo
doce columnas mós pequeños o gnomones poro señalar par su orden,
con la sombra del Sol, el primer día de cada mes. El templo dedicado
a la Luna, en una altura inmediata a la del Sol, era redondo, (5) can
varias ventanas redondas en contorno, dispuestas de manero que siem-
pre entraban por alguna de ellas los rayos de la Luna, que iluminaban
su imagen de plata colocada en medio del templo. Tenía este un cie-
lo azul, echo de lienzo de algodón, adornado con muchas estrellas de
plata.
"Es muy digna de notarse que en estas regiones se encuentron los
nombres de Caran, Cara, Caras, Caraque., semejantes o derivados de
Cares, nombre de la raza, que en opini6n del profesar Bourbourg, vino
¿el continente antiguo o poblar las regiones ecuatoriales de América,
(,sunto de que hemos tratado yo en el artículo V.

El país gobernado por los Incas fue conocido con el nombre de TCl-
vanti.uuyu, que significa las cuatro partes del mundo (6) porque es-
tc.ba dividido pollticamente en cuatro partes, cada una de las cuates
se distinguía por un nombre especial. El centro de este imperio fue
el Cuzco, que significo ombligo, y de él partían cuatro grandes cami-
nos, que conducían respectivamente o coda una de las cuatro seccio-
r.es en que estaba dividido el país. El Cuzco estaba igualmente divi-
dido en cuatro barrios, correspondientes o los cuatro partes del impe-
rio, y en coda una de ellos habitaban familias que usabon un vestido
especial y distintivo de la regi6n o que pertenecían.·

.EI nombre de Perú se dice que tuvo su origen de lo palabro pehí o

(S) Los Muiscas tenían también templos para •• Sol y l. Luna. en


donde veneraban sus imógene •• El de lo Luna o Chía ero redondo.
(6) Ondegardo, ReJociqnes primer ••. MS. Gorciloso de lo Vegof
Comentarios Reoles.

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bel'Ú, que en el idioma indígena significa río. (7) Los indias pronun-
ciaron esto palabra en contestación a alguna pregunta que .en rela-
c.ión 01 país les hicieron los Españoles, y estos creyeron que este eró
el nombre del lugar. Sin poner en duda la explicación de Ondegardo,
nos parece importante lo que a este respecto dice Paravey: En los tiem-
pos rematas de Salomón las flotas de Ophir y de TharsíS, penetraron
en el mor de Purvaíl\l o del Oriente extremo; porque Purvo o Peruvo,
es, en 5anscrito el nombre de la playa oriental; de aquí se derivan los
nombres de Perou y de Paro, con tal o cual otra terminaci6n, nom-
bres muy frecuentes en el país situado 01 este de la India y en las re-
giones americanas: tales son Paragllo o Pcllawan, uno de las islas Fi-
lipinas; Poroguoy, río célebre de la América Meridional; Perl)u O Perú,
país de los 1ncas; Purac:é volcán de Colombia; Perote y Porote,en Mé-
xico, Pará, río afluente del Amazonas; Purus, otro afluente; Pet'IIosa,
Poracotu, Pcroná, embocaduras del Amazonas; Poromaribo, en Gua-
vana; Panamá, por alteración de Paramá, en el Istmo de Colombia, y
muchos otros nombres semejantes.

Estas flotas semi-fenicias y judías, agrega Paravey, fueron tripu-


ladas por Nabathon05. o por marineros Ismae'itas y Arabes, que, los
rrimeros, llevaron alguna civilización alas lugares marítimos de los
Indias y de· lo Chino.

La civilizoción incócica partió del Cuzco, de donde se difundi6 en


todo el país. Los tradiciones indígenas refieren que en tiempos muy
remotos las antiguos rozas peruanas, corno todos los demás pueblOl
americanos, estaban sumergidos en lo barbarie, pero el Sol, padre de
la naturaleza y lumbrera de todas las generaciones, envió o dos d",
sus hijos, Manco Copae y Momo Oello, poro que, congr~ndolos erl
habitaciones cómodos y arreglados, les e";s~basen los artes y les dic-
tasen leyes civilizadoras.

'J:sto tradición es una de las que revelaron los indios Pot<'o.Ionoscuan-


do fueron interrogadas sobre su origen; pero era aun más general la
creencia de que ciertos hombres barbados y blancos salieron de las ori-

(7) GarcilOso, Comentarios Reales. Ondegardo, Relaciones Prime-


ras. M5.

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E LDO. R A D °
Has del lago Titicaca y sojuzgaron a sus habitantes y las condujeron
por la vía de las enseñanzas y prácticas civilizadoras que les eran des-
c.onocidas, hasta entonces. Estos fueron los primeras indicios hallados
en este pueblo, de una grande emigración llegada de regiones desco-
nocidas.
Del estudio de los monumentos antiguos, o de sus ruinas existentes,
deducen los señores Rivera y Theschudi, que el arte peruano pas6 por
cos épocas diferentes: una antes y otra después de la llegada del pri-
mer Inca. A la primera corresponden las majestuosos restos del pala-
CIO llamado ruinas del gran Chimu, en el departamento de la Liber-
tad¡ las ruinas de Huanuco el viejo¡ las del templa de Pochamoc¡ los
de las islas del lago Titicaca¡ la formdable pirámide¡ colosos de piedra
y estatuas de Tiahuanaco, en lo orilla meridional del lago Chucuito. A
la segunda época o periodo incácico corresponden las ruinas del depar-
tamento del Cuzco y de otras lugares.

La antigua ciudad del Cuzco fue el centro de la civilización de los


IlIcas, progresivamente fue creciendo en población y en riqueza ma-
ft;rial. Esta población vigorosa e inteligente levantó muros colosales pa-
ra su defensa.

De la misma naturaleza era todo el sistema de fortificaciones de to-


do el- país, y su construcción igual a todas las construcciones que ca-
racteriza aquella época prehist6rica. Obras sólidas, de aspecto im-
ponente, aunque toscas, levantadas con grandes bloques de rocas, cu-
yos bordes, tallados perfectamente, hacian una unión intima, y atra-
cedas las piedras grandes con las pequeñas sin orden ni simetrfa, sino
segÚn lo irregularidad de su forma.

En todo el Tavantisuyu, principalmente en los regiones centrales de


las llanuras elevadas, se hallan innumerables vestigios de una civili-
:tación antigua y de una raza fuerte e industriosa: restos de templos,
c'e palacios, de fortalezas, de montañas terraplenedas, de cominos mi.
Iiteres muy extensos, de acueductos y de otras obras que recuerdan
las construcciones mexicanos y las de lo!) Maund-Builders, de la Amé-
rica del Norte. Mucho de los caminos o calzodas, semejantes o los de
los Chibchas, recorrían diferentes portes del imperio; pero los más
considerables eran los que, partiendo de Quito, llegaban 01 Cuzco, y

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de allí seguían necio el Sur, hasta los regiones de Chile, que fuerClp
conquistados por los Incas. Uno de estos cominos recorría lo gran tlQ~
nura de la región elevado, y el otro las tierros bajos a orillas del Po:".
,dfico. En el primero habla leguas de galedas tollados en raca duro;
ctravesaba los ríos por puentes suspendidos, construídos de bejucos y
de troncos de árboles, con pisos de tablas y barandas laterales; salva-
ban los precipicios de los barrancos con construcciones de ladrillo' y
piedra de poredes sólidas. Se calculo que lo extensión del comino prin-
cipo!, o juzgar por sus vestigios, tenío mil quinientos o dos mil miilas
de longitud. En todo esto exténsión se levantaban columnas de piedra
que medían distancias, próximamente de uno legua. Componíanse es~
tos vlas de grandes lajas de piedra cubiertos en algunos partes C(ln
una mezclo bituminoso. (8).

1$1 el origen de estos pueblos es un misterio indescifrable, es UAO


verdad que se derivaron de emigraciones de polses lejanos. En el estu-
dio d6 los' analogías que presento n los instituciones, los costumbres. y
las practicos religiosos de los Peruanos 'con .los pueblos del antiguo CO~-
tinente, se pueden citar autoridades respetables que s.e han ocupado
de este asunto. Prescott hace observar muchos puntos semeiantes entre
las instituciones peruanos y algunos de los gobiernos del Asia Oriental:
estas miSl'nos observaciones los había hecho Humboldt.
Como. en todos los pueblos americanos que habían llegado o un
grado superior de adelantos sociales, los Peruanos y los Chibc~ te-
nlan grandes"anologías con los Egipcios en los mismos puntos indico-
d~, como también en sus ideas sobre uno existencia futuro que los
incitaba o dade suma importancia a lo conservación de sus cadáveres
y a sus ceremonias fúnebres (91 y también en lo formo de algunos de
sus constrUCFiones, principalmente de los puertos de sus edificios.

Los Incas extendieran sus dominios, en virtud del derecho de conquis-


to, tanto 01 Norte como al Sur de lo América Meridional'. El IncCl

(8) Prescott, Historio 4e lo conquisto del Perú.


(9) De estos hechos hemos tratado )'0 lO'l0lftellte en los .rtículot
.re tu ••.mios, publicodo. en este periódico, ,.9r,,0. 139 )' l~O
toMO IV.

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Huayria Capac, de grandes dotes militares, trajo su ejército conquis-


tador hasta el Ecuador, y agregó el poderoso reina de Quito al impe-
rio del Perú. El padre de éste, el famoso Topo Inca Yupanqul, habla
ya, a mediados del siglo XV, avasallado los tribus bárbaros e infe-
r;ores del territorio de Chile, y fijó los límites de su reino E:n el do
Maule.

Los indios chilenos llamaban a los primeros hombres de los cuales


desciende, gluche, que significa hombres del principio O primitivos;
también los designan con las palabras peñí epaf'uft, es decir, herma-
nos hepatun, y con estos nombres los invocaban junto con sus deida-
des, en sus funciones relig iosas (1 O) •

:Respecto del origen de los tribus que poblaran o Chile, las tradicio-
nes de los naturales no dan noción de lo que se puedo sacar alguna
deducción satisfactorio; únicamente los hacen derivar de estirpe ex-
tranjera, y que sus progenitores llegaron de las partes OcCidentales, es
decir, del Pacífico.

El cronista D. José Pérez Gorcía adopto la doctrina de las invasio-


nes sucesivas que siguieron el camina del Norte hacia el Sur: "No ca-
biendo ya, dice en el Perú, sus habitadores, los Antisuyos, de lo par-
te Oriental, juntándose con, los Chinchasuyos de hacia el Norte, vero-
símilmente declararon lo guerra a los Collasuyos que estaban hacia
Chile, los cuales, como eran menos, huyeron de los más y entraron en
Chile y lo poblaron con el nombre de moluches, cuyo voz acredito es-
ta Nación, pues molum es decir declarar guerra, y che gente, y mo-
luches, gentes a quienes se les declaró la guerra. (11)

\Esta doctrina de las emigraciones del Norte, ha sido apoyado por


el sabio americanil?ta Brasseur de Bourbourg, quien comparando los
tradiciones indígenas del Perú con los cánticos históricos de los Amau-
tos (sacerdotes) dice que ellos han transmitido el recuerdo de las
primeras tribus que muchos siglos antes de nuestra era habían poble-
do 01 Perú, desde los costos que se hallan boja el Ecuador hasta los
confines de Chile. Estas tribus habían llegadO indistintamente de los

(1 O) Molina.
(11) Histqria cte Chile, inédita, citada por D. José Toríbio Medino.

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Andes de Tierra Firme y por el mor del Sur; permanecieron en paz du-
rante un período de cerca de dos siglos, y después se hablan levanto-
do querellas entre ellas sobre lo posesión de los fuentes y de los pas-
tos, lo que produjo los primeros guerras.

Poro este sabio anticuario, Chire fue poblado por emigraciones lle-
gados del N~rte. El foco de los primeros rozas sud-americanos estuvo
radicado en los orillas del Orinoco, en tribus que se hallaban en dife-
rentes grados de civi!izoc!ón y de barbarie, pero que perteneclcn.o
fa mismo familia, y se extendieron por todo lo de América del Sur. (2),
.'
Hay uno opinión ant<!lrior o lo que dejemos expuesto, que se refiere
e6pecialmente a Chile, y fue iniciado por el Podre Gregario Gordo! Sé-
gún .6sta, los primeros pobladores de Chile fueron los habitantes de lo
l=riSlandia o lo Frisia. Los Frisios eran expertos navegantes desde épo-
cas muy remotos, conocían el arte náutico ton bien. que se cuento que
eY oño mil de nuestra era, varios nobles del pais, seguidos de algunos
aVl!lntureros, emprendieron uno expedición que se cree llegó hasta Cu-
bo .. ( 13 J El Podre Gorda agrega: Que de Frisio parece derivarse ef
nombre' de fresolano, Que usaba lo familia de que hace mención Er-
cillo en su poema.
Otro, historiador (14) dice que "supuesto la destreza en lo nove-
gación de los Frisios, V el deseo de ver tierras nuevos, no es difícil di.
ducir Que los aborígenes de Chile y aun los del Perú, desclendondt!
ellos; y que esto suposición es apoyado por .el famoso D. Alonso de Er-
cilla, o quien lo india Glaura, refirléndole sus aventuras, le aseguró.
que ero descendiente de lo antiguo sangre de Frisia.
Cuando llegaron los conquistadores Españoles o Chile hallaron entre
estos indios lo figuro del óguila de dos cabezas, figura que era muy
común en 'Frisia. Broxhormio acepto esto opini6n y se esfuerzo en de-
mostrar Que los irlandeses fueron de los antiguos Frislos. O 5 )

Lo uniformidad de la pictografío Americano, es el complemento del

(121 'opo( Vuh. El libro Sagrado. París 1.861.


(131 Hormi. o. originibu. americonis. Lib. IV.
n4J Sufrido Pedro, citado por D. José Toribio Medino.
(15) José Toribio Medina. Aborisenea l. Chite, 1.883.

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estudio Que venimos haciendo del problema de lo difusión del género


humano; y lo de las regiones peruanas es tan interesante como las
demós que dejamos anotadas. Todas las figuras del Perú, son sin duda
alguna, correspondientes a tiempos anteriores a la dinastía de los In-
cas, y los principales son los sIguientes: "La Piedra del León", llama-
do así en Macaya, parque tiene un grupa que figuro la lucho del hom-
bre con un puma. Los grabadas sobre granito, hallados en Caldera, cer-
ca de Arequipa, que representan figuras de animales, flores y fortifi-
c?ciones. En el pueblo de Huaitaró, de lo provincia de Castro-Virey-
no, existen los ruinas de un grande edificio, con uno gran masa de
granito que contiene grabados toscos, semejantes o los de Caldera.
Cerca de Noria se ven los llamados "Pintados de las rayas" que son
figuras geométricas variados. En la provincia de Toracap6 hoy rocas
de anchos superficies, con figuras humanas ~ de onimoles, grabodas
con notable ejecución; y contienen también caracteres que parecen
escritos verticalmente. El profesor Liberani, descubrió en el Valle de
Santa Moría de Catamorca (República Argentina) figuras animadas, 01
lodo de puntos, de líneas y de figuras geamétricas; todos ellos repetidos
en lo misma línea. Amehgino cree que son caracteres de un sistema de
escritura completo: porte de él compuesto de figuras simbólicos, y otro
porte de caracteres fonéticos. (16) Según Montesinos, esto escritura fue
proscrita por Pachocuti, Inco tradicional, predecesor de los lncos his-
tóricos. (1 7 ) .
Chile no podía quedar fuero de este cuadro, cuyos páginas históri-
cos son uno continuación de lo vida de los pueblos del antiguo Perú.
Según los observaciones del doctor Fhilippi, cerco del pueblo de Ma-
chuco, en las inmediaciones de Atocomo, existe en el comino de "Los
Pintadas" uno pared de piedra trabajado artificialmente, perpendku-
lar, y cubierto en uno extensión de seis pasos, con figuras de huonu-
tOS de todas tamaños, perros, zorros, serpientes, pájoros, imágenes del
hombre, sin coros o imperfectamente dibujados. (18).
\Siguiendo hacio el Sur, en el valle de Ri6pantu, de lo provincia de
Santiago, se encuentro una piedra de cuatro metros de largo, cubierto

( 16) Lo anhgilet:lod del hombre, por Ameghino.


(17) Memoria hist6rieo dero antigilo Perú.
(18) Viaje al Q$ierto Q Atacama, pá,. 64.

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de grabados que, segÚn Humboldt, acusan lo exi~ia de una raza


diverso de lo que los Españoles y los Peruanos encontraron en Chile,
(19) pues no conocía el significado de ellos.
En la cordillera cuyos faldas son el asiento de Malloa, pueblo de lo
provincia de Colchaguo, se ve en los piedras perfectamente represen-
tado la imagen del Sol. ( 20) .
...•

lIo *
En la épocCl del reinado de los Incas, no se usaba en el Perú ningún
sistema de escritura geroglífica o fonético; únicamente conocían, po-
<o los usos ordinarios, los quipes, que son cordeles que llevan cardeli-
l/os de longitud variable y con determinados nudos. El color de los hi~
los, el núm~ro y lo distancia de los nudos, y lo formo, tenían uno sig-
nificación histórico o numérico. (21) Garcilaso de lo Vega refiere que
los caltipos que relataban lo historia de los Incas, eran ejecutados y cui-
dadosamente conseravdos por el Quipo-Camoyol.

!$e orlota como un hecho digno de atención, pues que enlazo entre
sí pueblos muy distantes unos de los otros, que los quipos fueron cono-
cidos también por los indios Porahuas, antes que los lncas; por los Ca-
ribes y los TQmonacos de 10$ llanuras del Orinoco; por 10$ ¡ndiosd.
MéxicQY del Canadá; y, además, los usaron en tiempos muy remotos
en la Chino, en !a Indio, y en otros paises del Asia. Los Chinos antes
de ,gobernar el Emperodor Fo-Fli (3.300 años antes de Jesucristo) no
conadan lo escritura y se servian de qvipos. Se encuentra en los escri-
tos de Confucio un pasaje que lo confirmo: "Lo.s hombres dé lo t1nti.
guedad, dice, se servían de cuerdas con nudos, para dar órdenes. los
Que ,.les sucedieron los sustituyeron con signos y figuras". (22 L

/Servíonse los pueblos del Anahuac, antes de lo introducción de lo


pintura geroglífico, de esos hilos y nudos de colores. Boturin'i, logró ob-
tener verdaderos quipos mexicanos llamados Cl'&pohuoltzitzin. El uso
de tos geroglíficos y de lo pintura simbólico reemplazó en México eo-

(19) JOVI'ltCl! of Anfhropologieol Institute. 1.873.


(20~ Aborígenes de Chile, por José Toribio Medino, 1883.
(21) Saffray, Noture, t. 11. pág. 405. 1876.
l22) Soffray. Noture.

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mo en la China, el de los nudos que se hallaran en el país de los


ilascaltecas.

Humboldt, dice, hablando de los quipos: "En las grandes emigracio-


nes de los pueblos, los de América pasaron del Norte al Sur, como tos
Iberos, los' Celtas y los Pelasgos refluyeron del Este al Oeste; y es fó-
cil que ros antiguos habitantes del Perú atravesaran la meseta de Mé-
xico, pues Ulloa, familiarizado con el' estilo de la arquitectura perua-
na, nos dice que llamó su aeención la extraordinaria semejanza que
presentaban, por la distribUción de las puertas y nichos, algunos edifi-
cios de la Luissiana Occidental, con los tambas mandados construír por
los Incas; siendo no menos notable que las antiguas tradiciones reco-
gidos en Lican, antigua capital del Reino de Quito, nos indiquen} que
ros Puruays, conocieron los quipos, mucho tiempo antes que los descen-
dientes de Monco-Capoc les subyugasen".

Hemos terminado esta revista de. etnología americana, en' la que


hemos agrupado brevemente los hechos m6s íntimamente relacionados
entre si, y con el problema del origen de la primitiva población del Nue-
vo Continente y de su antigua civilización, sin' m6s pretensi6n que de
dor una ligera idea de una de las fases de esto gran cuestión que ha
preocupodo grandes inteligencias y numerosos escritores, como también
la de incluir en ello los pul'1tos m6s notables, relativos o los primitivos
pobladores de las regiones colombianos, cuyo historio es poco conocido.
Con temor hemos emitido nuestros opiniones sobre hechos concretos,
y según nuestro entender bien determinados; y de muchos que hasto
ahora no se han ocupado las anticuarios. Como deducciones de este bre-
ve estudio histórico, creemos se pueden formular los siguientes con-
clusíoryes:

1 <? Los razas americanos no SOn autótonas, es decir, no se desarro-


llaron por vio de evolución. Los pobladores del Nuevo Continente vi-
nieron del antiguo desde tiempos muy remotos.

29 Los civilizaciones prehistóricas de algunas naciones' de Améri-


ca fueron el resultado de emigraciones, de pueblos adelantados en. la

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vidQ sociol, derivados de diferentes portes de Asia, de Europa 't df


Afric:o.
~9' Los guerras sangrientos en la disputo del suelo conquistado, en..
tre las emigraciones que se suced'eron en el trans:urso de los tiem-
pos, con las ya radicados, aniquilaron los centros de civilizaci6n, que-
dando ton solo vestigios de su origen, restos de su antiguo esplendor,
en pueblos gObernados aun por un régimen po~ltíco regular, tales co-
mo los Mexicanos, íos Yucotecos, los Chibchas y los Peruanos; y hordas
errantes entregadas a lo vida nómade y salvaje.

49 La aparente uniformidad físico y moral de las tribus y pueblos ho-


llados por los Españoles, provino del cruzamiento de las rozas degra-
dodos, de lo influencia de climas uniformes y de la vida salvaje. No
obstante estos tribus presentaban en los caracteres de su filiación di-
ferencias,. muy notables que destruian esa uniformidad de la pretendido
especie americana.

Papel Periódico Ilustrado. N9 96. Año IV. Págs. 373 o 376.

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INDICE DE "EL DORADO"

CAPITULO I . 5
[lAPITULO II . .. 11
[)APITULO III . .. '" . 15
~APITULO IV '" "" "" . ., . 23
~APITULO V ..... ..,. '" "" '" . 35
«:APITULO VI '" '" '" " . 45
:f
tAPITULO VII ..... 53
CAPITULO VIII '" 61
>CAPITULO IX . .' . (lil
"f"1
CAPITULO X . ..
ARTICULO I . ail
ARTICULO II . .. •• '3.' ••. , ••• lOS
!RTICULO III .... ... . .. 1:13
ARTICULO IV . .. ... . ... 121
ARTICULO V '" '" '" '" '" '" . .. 135
ARTICULO VI .,. . .. '''' . 141
El Tequendama y el Mito Chibcha . . .. .. .. 148-
Jose Domingo Duquesne .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 1,57
Anillo astron6mico de los Moscas: .. .. .. ... ... .. ·1617
I De los Geroglificos .. .. " .. .. .. .. .. 167·
II De los numeros ..... ... .... '" . .. ..... . .. 1'69:
III Orlgen de los numeros . .. . .. .. .... 1'7()'
.;....,38.-
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INDIOJil

r;i~=:;l~
:L':':' :.....:.:.'.::..• ~.:.":P1
S~:"'ifi~tOl:lé los M~scas y significados a alusiones de los J
¡,.í,mblesde sus vlctimas ..... '" ... '" '" '" 1'1
f>:p:lcaeión.~~ los símbolos del siglo ..• " " " " " .. 18',
f'.",) i IcacióUde la tabla de 198 Moscas " " " .. " ..... -191
]"1,.1 ¡CCI0nes que se derivan de los manuscritos de Duquesne 19Z
.·l':i"iasObrelas antigiied;tdes de' la Nueva Granada " .. 20'.
;'JC, dpclón. de. algunos objetos ~ndígenas " " " , .. , .. 2lf
¡;::j c'ltoa lOs animales en las diferentes razas de la especie
j ni,luana .. ;.:. '" '" '" ... '" ... '" ' .. '" '"
223
El p(li4do y
la conquista de los Muzos " . I •• " ••• , ••

133
El !Jul',adoy la conquista de los MUZOB (29) .. " ..•. ,.
241f
Est.udqde)as momias y las ceremonias fúnebres de algunos
PUf ':)los ..... '" '" '" ... '" '" " .. " ." .. " .
258
las momias y las ceremonias fúnebres de algu-
F13:l:::nO:~e
!
nos P~~blos (29) '" '" '" '" '" '" '" '" .
26a
}l~stl1dio'e las momias y las ceremonias fúnebres de algu-
"

n el,S pueblos (39) '" '" '" '" '" '" ..


272
E;~t\H:j)') de las momias y las ceremonias fúnebre sde algu-
lle;¡; pueblo~ (49) '" '" '" '" '"
28$
Nota. ')breel origen de los indios americanos (19) " .. "
297
NnUi )bre el origen de los indios americanos (29)
307
Nn:. 'b~ el origen de los indios americanos (39) ., '"
31a
Nr.".h '; ..•bre el origen de.los indios ..americanos (49) " " •
331
¡..':. ).~ sobre el origen de los indios americanos (59) " '"
343
No,::" ,sobrt!el orige.n de los indios americanos (69) .. "
355
Hn :. ,~cbre:,e,lorigen de los indios americanos (79) " " •
378
- ~86 -

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