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La Función de La Psicología Política PDF
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I
Cualquier acontecimiento de la realidad, sea objetivo o subjetivo, conductual,
cognoscitivo, intelectual o vivencial, pasa a formar parte de la experiencia
social sólo cuando es capaz de encarnar en una palabra, gesto, marca, objeto,
etc., mediante el cual se preserva y generaliza, esto, es cuando se estabiliza en
un símbolo y, por lo tanto, forma parte de la comunicación de una colectividad.
Por acontecimiento se entiende: todo objeto de experiencia posible.
Los acontecimientos que por sus propiedades inherentes, así como por las
propiedades de los símbolos en uso, son susceptibles de comunicación, se
pueden considerar –atendiendo a su potencial- como comunicables.
Concretamente, el sentido común, los contenidos de la conciencia cotidiana,
representan el acumulado de acontecimientos que son perfectamente
comunicables, es decir perfectamente expresables, comprensibles,
interpretables, reconstruibles.
En principio, por lógica, se puede hablar, asimismo, de una serie de
acontecimientos que son, por el contrario, incomunicables: son todos aquellos
para los cuales no hay símbolos que lo identifiquen, o incluso símbolos que los
recreen, o más aún, símbolos que los provoquen. En general, son
incomunicables todos los acontecimientos que no caben dentro del sentido
común, por “extraños, ilógicos, irrealistas” o cualquier otro esoterismo.
II
En todo caso, y a todos los niveles, el desarrollo de las relaciones humanas,
desde la aparición del lenguaje y la conciencia, pasando por los sistemas
normativos diversos, hasta las grandes creaciones de la ilustración como, por
ejemplo, la universalidad, la libertad o la individualidad, son actos simbólicos,
frutos de la comunicación, que en sí mismo se hicieron comunicables.
El axioma que se desprende es: lo que es comunicable enriquece a la sociedad,
la desarrolla. Por lo opuesto, puede argumentarse que la preservación del
poder y sus derivaciones, por ejemplo el consenso conformista, se basan en la
ocultación (v. gr. Canetti, 1961; Textos Situacionistas, 1963), o sea, en el
manejo de lo incomunicable.
III
Boletín de la AVEPSO. 1986. Volumen IX. Número 1.
IV
Dentro de la realidad social, se pueden reconocer tres niveles (o
probablemente cuatro) de situaciones de acontecimientos comunicables e
incomunicables; llamémosles niveles de comunicabilidad.
Teóricamente, todos forman un continuo, cuyos polos son, por un lado, lo más
íntimo de lo incomunicable, y por el otro, lo más público de lo comunicable. A
continuación se describirán los tres niveles, a manera de secuencia (v.
esquema anexo).
Al primer nivele se le puede denominar personal. Aquí, lo incomunicable se
refiere a aquellos acontecimientos o experiencias de los individuos que, por
razones de la dinámica social, no pueden ser ni creados –en el caso de no
existir- ni construidos –en el caso de haber tenido lugar- por el sujeto en
cuestión; es, como puede advertirse, similar a lo que comúnmente se le llama
inconsciente, pero que cabria mejor llamar inobjetivable (v. Heller, 1977).
De cualquier manera, dichos acontecimientos son desconocidos totalmente,
incluso por el sujeto que los anida, debido a que carece de símbolos con qué
catalogarlos; al no poderle dar nombre o imagen a una experiencia, ésta no
puede ser puesta frente al sujeto, por así decirlo, para reconocerla y dominarla.
El hecho de que una persona requiera de símbolos para reconocer su propia
intimidad, se debe a que la conciencia está hecha principalmente de lenguaje,
de que el lenguaje sólo exista por la comunicación, y por lo tanto la conciencia
puede ser considerada como la comunicación de un individuo consigo mismo.
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V
Cabe subrayar que todos los niveles (en tanto estén descritos
comunicativamente) son sociales en el mismo grado, tal como lo destaco el
feminismo al declarar que “lo personal es político”. Evidentemente, el ciclo
concreto de este proceso de comunicabilidad se realiza con la conversión de lo
“inconsciente” –inobjetivable- en público. Sin embargo, la polaridad real, ahí
donde se sitúa el papel de la psicología política, está entre lo público y lo
privado, toda vez que la esfera de lo privado comprende a los niveles
anteriores; asimismo, es específicamente en el nivel cultural, donde se puede
tener incidencia en las instituciones y estructuras sociales (el probable cuarto
nivel) y, por lo tanto, aquí residen las posibilidades de acción humana en la
transformación social.
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VI
Desde el punto de vista psicosocial, la frontera entre la vida pública y la vida
privada, como toda distinción entre comunicable e incomunicable, está dada
por la existencia y calidad de los símbolos y significados en la cultura, es decir,
los diversos acontecimientos están marcados con símbolos y significados tales,
que sólo son transmisibles y comprensibles en una esfera, y no pueden ser
expresados ni entendidos en la otra: las cosas públicas no caben en la esfera
privada y las cosas privadas no caben en la esfera pública. El paso –o puente-
de una esfera a la otra, está determinado por un específico procesamiento
simbólico.
El proceso que convierte lo público en privado puede denominarse
ideologización; éste consiste en retirar del ámbito de la vida pública ciertos
acontecimientos y, por ende, en hacer que cada vez menos cosas sean
comunicables ahí. En rigor, consiste en el proceso mediante el cual los
símbolos (v. gr.: palabras, emblemas, sucesos, ideas) van perdiendo su
significado, y así mismo acontecimientos que pudieran tener un significado
relevante carecen de símbolos a través de los cuales expresarse. La dinámica
ideológica es la del desgaste de los símbolos de la vida pública; esto se logra
por la confusión y saturación de todos los símbolos disponibles para designar
cualquier significado incluso los incompatibles, por ejemplo: llamando
solidaridad a la sumisión, sumisión a la disidencia, disidencia a la solidaridad, y
así sucesivamente.
Este proceso de empobrecimiento cualitativo de la comunicación, de
desimbolización de la realidad social, es constatable empíricamente en la
publicidad comercial o la propaganda gubernamental, en las burocracias de
todo tipo y en la institucionalización administrativa de actividades de cualquier
índole (deportes, festejos, etc.
La demagogia, los clises, los slogans, o sea, las frases vacías, son el resultado.
Actualmente, y en general, el bagaje simbólico de la vida pública sólo alcanza
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VII
No obstante, hay reiterados indicadores de este proceso en cuanto tal. El más
representativo de todos parece ser el de la tarea poética, cuya dinámica se
ajusta puntualmente a la de la tarea política arriba nominada, según se puede
intuir a partir de la serie de citas, extraídas de la propia poesía, que a
continuación se acotan.
Ezra Pound define a la poesía como “palabras cargadas de sentido” (citado por
Molina, 1985), para T. S. Eliot (citado por Pacheco, 1980), el acto de hacer
poesía consiste en:
Lo que hace la poesía es darles nombres nuevos a las viejas palabras, es decir,
reconstruye la comunicación social. Se trata, evidentemente, de la dinámica
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VIII
Si bien es cierto que la comunicación más representativa es lingüística y, por
ende, la forma de poesía más representativa es literaria, es necesario precisar,
sin embargo, que la dinámica poética no está circunscrita al lenguaje, sino que
se extiende a todas las formas de simbolización y significación que comprende
el sentido etimológico del término “poesía”, es decir, a todas las formas de
poíesís –que significa “hacedor, creador” y anteriormente “yo hago”-
(Corominas, 1983).
Poíesís es, también, poesía del espacio, del color, de la vida en general; así,
pues, como manifestaciones del proceso de politización, es posible considerar
todas las formas de la creatividad, incluyendo la contenida en los modos de
vida.
Las diversas formas de poíesís, y, por lo tanto, de los procesos de politización,
son empíricamente visibles en los grupos y movimientos culturales que han
tenido incidencia transformadora en la sociedad contemporánea. El
surrealismo, la bauhaus, el freudo-marxismo, el boom latinoamericano, el
feminismo, la revuelta juvenil, el movimiento gay, la teología de la liberación,
etc., presentan los rasgos de originalidad (v. Moscovici, 1976) inherentes al
proceso de politización. Estos son, igualmente ejemplos de los sujetos sociales
a los que enfocaría la psicología política, aun cuando por razones del carácter
inédito y novedoso del acto de politización, el análisis debe ser, sobre todo,
programático y atendiendo a sujetos y eventos potenciales.
En todo caso, el factor psicosocial de análisis no radica en el canal de
expresión, sino en su calidad comunicativa. Una tercera aproximación
(paralela, no sustitutiva de las anteriores) a la función de la psicología política,
se describe como el análisis de las condiciones, procesos y posibilidades de
comunicación de la sociedad consigo misma.
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IX
Se ha intentado argumentar teóricamente, la necesidad conceptual y la
configuración de una psicología política. Por ello se presume que no cabe
malinterpretar ni el título ni su tarea, como un mero acto “voluntarista” de
psicólogos en busca de “militantismo” o “activismo”.
Por lo tanto, se hace inadmisible una impugnación que no se base en
argumentos –teóricos o empíricos- compatibles con la razón en ciencias
sociales.
PSICOLOGIA POLITICA
ANALISIS DE LAS CONDICIONES, PROCESOS Y POSIBILIDADES DE CONVERSIÓN
DE LO PRIVADO EN PÚBLICO
NIVELES
DE COMUNICATIVIDAD
INCOMUNICABLE vs COMUNICABLE
IDEOLOGIZACIÓN
POLITIZACIÓN
REFERENCIAS