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Badia Desde El Aire - Juan José Lahuerta
Badia Desde El Aire - Juan José Lahuerta
Y OTROS VUELOS
“Ya no construimos máquinas que puedan realizar las mil acciones de que un
solo hombre es capaz, sino que, al contrario, pretendemos que cada máquina
realice una única acción, pero sustituyendo a mil hombres.”
Hermann von Helmholtz
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globo. Si ese ojo saltón se desdoblase en su simétrico y apareciese Japón, esperados y apreciados por su ingeniosidad, pero también,
el rostro, nos encontraríamos con un semblante fatigado, o algo o sobre todo, por su valor político: en las maquetitas llenas de
trasnochado, por trasnochador, tal vez. Pero no hay nada de eso. ejércitos de autómatas, súbditos perfectos en un encierro ideal,
Lo que ocurre es que ese ojo Deum no se cierra nunca: no duerme, se representaba un mundo ordenado e inmutable, muy distinto,
ni siquiera parpadea. Ésa es su presencia: su postura, mantenida en verdad, del auténtico, en el que los hombres y los elementos
infinitamente, del ojo siempre abierto pero siempre relajado y sin parecen siempre empeñados en estorbar los planes de los príncipes.
lágrimas. Aunque, ¿podríamos albergar dudas sobre su potencia? Se dice que, retirado en Yuste, tras haber visto fracasar los objetivos
Claro que no. De ella nos habla elocuentemente la mata tupida fundamentales de su política, el melancólico Carlos V desplegaba,
de la ceja que lo corona, más bien cabellera, pelambrera espesísima, después de comer, ejércitos de soldaditos sobre los campos de
impresionante. O plumaje, porque no dejan su curva y su dibujo batalla de los manteles de su mesa, entre las copas, los cuchillos
de recordar un ala. Ojo alado, en efecto, o, para acabar, ojo de y los restos de comida, campos más visibles, abarcables y benignos,
águila: ¿cómo, si no, podría ser el ojo que todo lo ve? El poder sin duda, que los que él había incendiado a lo ancho y a lo largo
de su visión aérea, que es lo mismo que el poder a secas, se de toda Europa, mientras que por la habitación volaban los pájaros
demuestra en el contraste entre el ojo y el paisaje que se extiende mecánicos, inefables pájaros sobrevolantes que su ingeniero Juanelo
bajo él, entre su visión eternamente sostenida y las ruinas vacías, le construía. Del mismo modo, Sébastien Vauban y el relojero
sin rastro ya de los hombres que las construyeron, que se deslizan Gottfried Hautsch construyeron para Luis XIV, entonces aún
irremediablemente por el plano inclinado del tiempo. El fin del delfín de Francia, un ejército automático de cien mosqueteros
mundo, como advertía Pablo a los Corintios, llegará in icto oculi, y caballeros, más campante y menos hipocondríaco, sin duda,
en un abrir y cerrar de ojos, pero el instante del ojo Deum es la que el del emperador jubilado. Sometido a las leyes claras e
eternidad. La ira de Dios destruye el mundo en ese instante eterno. inexcusables de la mecánica, debía dar gusto señalar con el índice
Imagen de Su ira es ese ojo, gran bombardero avant la lettre. el destino de aquel ejército, ya que nadie se iba a revelar para
Separándose de la Tierra, convierte un mundo siempre en destrucción cortarlo. Sébastien le Preste, mariscal de Vauban, ingeniero militar,
en su espectáculo. No por nada aman los poderosos extender su comisario general de las fortificaciones del rey, restauró más
índice sobre la hermosa maqueta de un gran edificio, de un barrio de 300 fortalezas y elevó 33 de nueva planta en las fronteras de
entero, de toda una ciudad. Como los soldaditos y los autómatas Francia, así que no es muy difícil imaginar el dedo de Luis XIV
que las habitan, esas maquetas son un privilegio de los príncipes, extendido sobre sus dibujos y maquetas, tal como lo vemos
más o menos saturninos. Ésos eran los juguetes que los reyes sobre el plano de los Inválidos, ordenando su construcción en
cristianos enviaban a los sultanes turcos, o que los misioneros ese grabado con el que Le Corbusier remata su Urbanisme.
jesuitas regalaban a los mandarines chinos y a los señores del “Homenaje a un gran urbanista”, titula Le Corbusier, precisamente,
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esa última ilustración de su libro, antes del apéndice, y en efecto,
ahí vemos cómo al dedo que señala el plano responden no tanto
los súbditos perseverantes, cuanto el extensísimo paisaje que a
vista de pájaro se extiende tras el rey, en el que ondulan montes,
ríos y caminos, avanzan en grupos ordenados caballeros y soldados,
y París se perfila a lo lejos como fondo; y responde también el
ángel trompetero que necesariamente, como los pájaros de Juanelo,
sobrevuela la escena, retumbo del ojo del rey, que lo ve todo,
hasta lo que aún no existe, porque él lo ordena [fig. 2]. Las
trompetas anuncian la inmediata urbanización de ese paisaje,
ya poseído por la vista con alas. Dedo tendido y ojo, ojo y ángel,
ángel y pájaro mecánico, pájaro mecánico y avión bombardero.
Prolongación táctil y miembro eréctil del ojo, en fin, ese dedo
que señala compone el gesto del hágase lo que veo y quédese así:
maquetita, deshabitada ruina de nueva planta, vacía para siempre
–una bella destrucción.
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como las formas del humo: santa María de Barbará, Badía-Sanfeliu,
Polígono Badía, Ciudad Badía y luego, Ciutat Badia y Badia del
Vallès. Pero volvamos a las fotos. Con ellas podría provocarse
un extraño efecto de estereoscopia. Vemos, por ejemplo, una foto
de la familia Valls Sanfeliu [fig. 4], antigua propietaria del 90% de
los terrenos en los que hoy se asienta Badia, y vemos, del mismo
modo, en el mismo abrir y cerrar de ojos, la imagen aérea de la
ciudad nueva y vacía: poco a poco se superponen las dos figuras,
la de las torres prefabricadas, tan aérea y diáfana, y la de los cuerpos
y los rostros que surgen ya borrosos de las viejas fotografías, como
de un espejo turbio, y el resultado es una extraña radiografía
tridimensional en la que la caja torácica son los bloques y las
vísceras, ya muy difuminadas, la masa indistinguible de personas:
un fantasma diluido en un esqueleto, o un esqueleto irisado, en Fig. 4
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por sus profundidades, y si uno escarba, y mete los pies y las manos,
hasta las encuentra. Por eso, cuando pasa el arado, las grandes
empresas aéreas pierden sentido y se vuelven ridículas. El cuadro
de Bruegel al que me refería hace un momento es La caída de Ícaro,
aunque lo más cercano que hay en él es un labrador en primer
término, casi de espaldas. Esforzado en su trabajo, siguiendo al
animal, no está para levantar la vista y contemplar la majestuosa
ensenada que el pintor ha extendido ante nosotros; menos aún
para advertir cómo a la derecha, cerca de las rocas, dos piernas
diminutas chapotean en el mar: son las de Ícaro que ya ha caído,
o que ya ha llegado [fig. 5]. Cuanto más profundo es el surco,
desde más alto se produce la caída, y más tonta es. Ícaro quiere
volar, pero se abre el surco y cae, como la semilla: todo lo atrae
la tierra abierta, que es donde están los huesos, y donde estarán Fig. 5
también los huesos de Ícaro, ni más ni menos que para que alguien
los encuentre arando. Pues bien: la tierra, que acababa siempre
por atraer a los cuerpos volantes, es vencida ahora por la fotografía
aérea, cuyo instante desprecia la gravedad; todo lo verdadero que
hay en la tierra, los restos y las ruinas que encierra, los muertos
y enterrados, desaparece en la ingravidez de la gran distancia
fotográfica, en la vista de pájaro y su extraordinaria capacidad de
persuasión, que proviene, bien claro está, de una “majestad escénica”
antes nunca vista. En el espléndido paisaje de la pintura de Bruegel,
alrededor de cuya ensenada se despliegan montañas y ciudades,
todo queda sujeto por ese surco que nos recuerda la gravedad de
las cosas, su peso y su riesgo, en su destino último, que es bajar
a la tierra, su entierro. En la fotografía aérea, en cambio, el paisaje
es un puro panorama, y la tierra ya no es tierra, sino vista, o vista
captada, de manera que uno no tiene más que estirar el brazo
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para trazar sobre ella, sin peligro y sin esfuerzo, las líneas de su
invención. La tierra se ara con sudor, como dicen los tópicos,
y sobre el panorama, en cambio, vista lejana en la que nunca
entraremos, empresa militar, simplemente se deslizan los ojos.
Nada que hacer: todos sin tierra. Nada hay que escarbar en una
fotografía aérea, que tampoco nunca nos araña, porque no tiene
huellas. Es verdad: esas fotografías aéreas con las que siempre se
muestra la imagen de Ciutat Badia no son más que la exasperación
de un proyecto de vaciamiento y desaparición, porque todo avión
es, primero, avión de reconocimiento, y, después, al fin, bombar-
dero. De hecho, la tierra de lo que hoy es Badia empezó a disolverse
en 1962, cuando se iniciaron los procesos de expropiación, que
terminaron en 1967, y acabó de hacerlo en 1973, cuando conclu-
yeron las obras, aunque las casas no se ocuparon hasta 1975. Ese
año, el 14 de abril (!), los Príncipes inauguraron una Badia aún
no habitada, vacía, fantasmal, sin nadie, en la que hasta los muebles Fig. 6
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breve texto dice así: la estructura urbana. Con este objeto se han dibujado sobre
los planos de Madrid, Barcelona, Valencia y San Sebastián
“La ordenación urbanística supone el acoplamiento de muy figuras simbólicas, cuyas líneas se superponen a las de comu-
complejos elementos en una organización que debe acusar, nicación y zonificación. Se ofrece con ello una explicación
como toda obra de arte, unidad y personalidad. Esto quiere rápida y sintética de cada organización estudiada.”
decir que todas las necesidades fundamentales: vivienda,
industria, comercio, administración, educación, esparcimiento, Dejaremos aquí de lado las conexiones que el urbanismo de
comunicaciones, etc., etc., deben resolverse ponderando de Bidagor tiene con la tradición organicista e intentaremos otra
forma adecuada la importancia y situación relativa de los interpretación más desmayada, casi desfallecida, de ese animal
órganos que deben satisfacerlas. Pues bien: la estructura que que se perfila en el plano de la ciudad, que surge de él como
resulta de una ordenación semejante suele comprender, casi una epifanía paranoica. A través de la lectura de los antiguos,
siempre, un centro o casco urbano fundamental, en el que se y especialmente de la teoría vitruviana de las proporciones, la idea
alojan la vivienda y el comercio, y que constituye algo así como del cuerpo humano como “pequeño mundo”, cuya armonía es
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imagen o reflejo de la armonía del cosmos, se convirtió en uno
de los más repetidos tópicos filosóficos, literarios y artísticos del
humanismo renacentista, de modo que resultaría fácil, en principio,
leer la declaración de zoomorfismo urbano de Bidagor –no parece
una broma y ni siquiera hay rastro de ironía en ella– como la
curiosa pervivencia de una tradición que, en fin, interpretaba
la ciudad –y, antes, la arquitectura, y, aún antes, los elementos
de la arquitectura– como un cuerpo. Aunque, más que con grandes
reflexiones, lo que dice Bidagor parece estar en relación directa
–y candorosa, pero ya veremos–, con los dibujos en los que, como
prueba de la perfección armónica y simbólica de un edificio o de
una de sus partes, un hombre o una mujer aparecen físicamente
representados en su interior. No tanto, pues, con los más abstractos,
del tipo de los del hombre ad circulum et quadratum, cuyo más
famoso ejemplo, aunque no el único ni el más bello, es de Leonardo,
sino con esos otros en los que el hombre o la mujer, dependiendo
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acorazados y armados con tenazas. ¿Es pues, como decíamos, de maldito, como Bataille– no iba a ser capaz ya de ver sino el ejemplo
estas tradiciones de las que proviene la interpretación de Bidagor? por antonomasia de lo informe. Las formas que surgían de esas
Sí, claro, pero sólo del modo enfermo en que podría seguirlas un nubes o de esos gargajos ya estaban previstas: eran storie magníficas,
buen heredero del urbanismo moderno. En primer lugar, Bidagor cultura poderosa y sintética: baste pensar en la importante tradición
no contempla la ciudad como un organismo político, sino como que consistía en aprovechar las superficies de algunas piedras muy
un sistema funcional zonificado –administración, vivienda, veteadas, como los jaspes, ágatas, ónices o alabastros, para representar
industria…–, y en segundo lugar –pero eso es consecuencia de lo paisajes o historias. Frente a esa confianza infinita en una natura
anterior–, para él, no es el cuerpo, de animal o lo que sea, el que pictrix, frente a un juego de arte y naturaleza tan difícilmente
justifica, armónica o simbólicamente, la ciudad o sus partes, sino superable, al que se dedicaron no sólo especialistas, sino pintores de
que, justo al revés, es contemplando la planta de la ciudad como la talla de Antonio Carracci, las formas que ahora pueden surgir
uno puede ver surgir de sus líneas zonales los rasgos del animal. de repente de lo informe, ¿qué serán sino, a lo mucho, un síntoma?
Si para los humanistas, el cuerpo era el microcosmos anterior a ¿Y qué saldrá de esas formas sino diagnósticos, y bien desconfiados?
todo y que todo lo contenía, para Bidagor, no es sino una forma En nuestros tiempos, y desde hace tiempo, interpretar las manchas
que se perfila en otra forma: nada más que una apariencia. Así, de tinta ya no es un estímulo de la imaginación del artista ni un
la tradición en la que Bidagor se enmarca es más bien otra, también juego de niños –que a veces, en vez de tinta, chafaban moscas en
humanista: la que se refiere al modo en que el azar es capaz de un papel doblado–, sino un test psicológico, el test de Rorschach.
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crear formas que para su poder querría el arte. Es aquella que Cuidado, pues, con lo que ves en las manchas. Freud, por ejemplo,
parte de historias famosas como la de Protógenes, quien incapaz siguiendo a Oscar Pfister, vio en el manto de la Virgen de santa
de pintar la espuma en las fauces de un perro rabioso, arrojó Ana, la Virgen y el Niño, un buitre que mete la cola en la boca del
contra la tabla, más rabioso él que el perro, una esponja empapada, Niño Jesús, y pudo hacer así grandes deducciones sobre la sexualidad
obteniendo así, sin quererlo, con las salpicaduras, casualmente lo de Leonardo. Bidagor, en las ciudades que analiza, aunque dice
que buscaba, y sigue en los no menos famosos consejos de Leonardo descubrir el cuerpo de un animal, lo que ve en verdad son ángeles,
a los artistas sobre la interpretación de la humedad de las paredes, además de un pájaro y un pez; y si ángeles y pájaros comparten
los nudos de los troncos de los árboles, las formas de las nubes plumas y alas y una cierta etereidad, también los peces son animales
y hasta el tañer de las campanas, para que vieran en ellos toda con cola y aletas, y bien resbaladizos. De Madrid, para empezar,
clase de figuras fantásticas o humanas, caballos o batallas, o en la surgen, según Bidagor, un par de ángeles rodeados de una corona
actitud de un pintor extravagante como Piero di Cosimo, quien, de pájaros [figs. 14, 15]; Barcelona es también un ángel, pero
dice Vasari, se fijaba en los vómitos o los escupitajos, descubriendo solitario, que avanza hacia el mar con cruz y palma [figs. 16, 17];
así formas justamente en el lugar en el que un moderno –y aún San Sebastián un pájaro majestuoso de alas desplegadas, tal vez
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un águila; Valencia un pez de cuya especie no me atrevo a opinar. los años sesenta se convirtió en el instrumento esencial de la
En su particular test sobre la interpretación de las manchas de las política de construcción de polígonos residenciales. Todavía en
ciudades, que, como solía decirse al hablar de su crecimiento, son 1983, a sus 77 años, entrevistado por Fernando Terán, quien lo
manchas de aceite, Bidagor muestra una tendencia clara a lo que llama “máximo dirigente del urbanismo español entre 1939 y 1969”,
flota y, aún más, a lo que vuela. O a lo que va de un lado a otro Pedro Bidagor decía que “el paralelismo entre organismo y ciudad
sin pasar por la mitad, si seguimos la definición que Santo Tomás es una gran tarea en la que sigo creyendo”, y que “descubrir la
dio de los ángeles. En todo caso, lo que está claro es que el cuerpo organización funcional de una ciudad es el primer paso para el
ha desaparecido, se ha volatilizado. Cuerpo volátil, ciudad pluma. planeamiento orgánico de la misma. Localizar adecuadamente sus
Nada tiene de extraño que Bidagor haya compuesto sus demos- órganos, nuclearlos jerárquicamente y facilitar el funcionamiento
traciones sobre la forma de la ciudad como una sucesión de de los sistemas es la tarea”. O sea, que no había dejado de ver
páginas dobles: en las de la izquierda, el plano y su “interpretación surgir el cuerpo de un animal dibujado en los perfiles de la ciudad.
orgánica”; en las de la derecha, vistas aéreas. Ésa es la vista del ¿De la ciudad? Bueno, más propiamente de su plano o de su vista
ángel y del pájaro, que es, a su vez, la forma de la ciudad, de aérea: una mancha, ya lo hemos dicho. ¿Y quién podrá ver formas
modo que ésta se convierte en un tranquilo espejo, y Narciso, en en esa mancha gigantesca sino el oculo Deum? Nadie como Le
un inesperado urbanista. Pero, bien pensado, ¿no era Narciso uno Corbusier, de cuyas ideas sobre la ciudad Bidagor se consideraba
de los mitos de la paranoia crítica? Crítica o no, paranoia. Se heredero en la entrevista antes mencionada, fue tan aficionado a
puede acabar viendo en la ciudad la forma de una cebolla, y llorar contemplar la ciudad desde el avión: así, desde la altura, perfilaba
–por usar los ojos. los grandes trazos territoriales de Buenos Aires, Montevideo, São
Paulo o Río de Janeiro, y así, en la distancia, Argel o Barcelona
se le revelaban como mujeres tumbadas junto al mar. Como los
5 príncipes que jugaban con paisajes de copas y manteles, ejércitos
de autómatas y pájaros mecánicos, Le Corbusier amaba ver los
aviones pasando entre las maquetas de sus rascacielos cartesianos,
Abreviando, y por si alguien no lo sabe, diré que Pedro Bidagor como si lo hiciesen entre las columnas del Partenón, pero aún
no hablaba de “ordenación de ciudades” por capricho: él fue más sostener el rascacielos con la mano y luego ponerlo sobre la
el primer director general de Urbanismo en España, impulsor, ciudad, como quien dispone sobre el tablero una pieza en la gran
entre otras muchas cosas, de la primera Ley del Suelo y de las jugada maestra, final: eso es lo que hace su mano en la película de
figuras del Plan Provincial, del Plan Comarcal, del Plan General Pierre Chenal, Bâtir [fig. 18]. Jugada de aviador: los pilotos italianos
de Ordenación Urbana y del Plan Parcial, que desde mediados que en 1911 realizaron los primeros bombardeos aéreos de la
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historia declararon eufóricos que desde 80 metros de altura, lanzar
siete u ocho bombas sobre la población de los oasis de Tanguira
y Ain Zara, en las afueras de Trípoli, les había hecho sentir el
verdadero sentido del poder de Dios sobre la vida y la muerte. El
oculo picto Deum se alza sobre las ruinas, y el avión desde el que
Le Corbusier trazaba sus planes provoca delirios. Él, Le Corbusier,
trazaba sobre las ciudades grandes curvas, como recuerdo de las
curvas de las mujeres de Argel; uno de sus muchos fantasmas,
Bidagor ya no veía firmes cuerpos de mujer, sino ángeles y pájaros
volátiles y siniestros cuando levantaba la vista sobre la ciudad. No
quiero forzar más las cosas, pero si ésa es la pendiente por la que
se deslizan las visiones, no me extraña que, cuando los responsables
de Ciutat Badia se alejaron un poco del plano que habían dibujado,
o tal vez cuando, despegando desde el cercano aeropuerto de
Sabadell, divisaron sobre el terreno sus primeras trazas, viesen
aparecerse ante ellos claramente, no una mujer, ni un ángel, ni
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ilustran los folletos turísticos, en los que los accidentes y las además, para traer el baile al mundo, y no la Redención; y Cojuelo
ciudades surgen en gran volumen, y la vista de pájaro, escorzada para decir, renqueando, en lugar de “yo soy la Verdad”, “yo soy
y dinámica, es lo que se impone. España a vista de pájaro, en fin, la Mentira”, veraz y voraz. Al contrario de Dios, que nos observa
eso es lo que vieron: una España anamórfica. El gran panorama: desde arriba para abolirnos en una totalidad majestuosa, el diablo
ver para querer. Todo encaja: la miseria se aleja con la vista aérea, siempre nos propone acompañarlo en sus vuelos: él nos llevará
hasta hacerse invisible. Ésa es, en efecto, la vista de la invisibilidad, aquí o allá, y desde allí nos lo enseñará todo, pero no como gran
porque elude los detalles. Si los polígonos son los lugares del panorama, sino como montón de detalles, todos mezquinos.
abandono, de la real ausencia de la casa, del común y del Estado, No suelen ser grandes crímenes, sino pequeños vicios y miserias
¿qué mejor invención que el mapa que contiene al Estado, al corrientes, lo que el diablo nos muestra cuando levanta los tejados.
común y a la casa? Un puro espacio físico se convierte así en “Todo esto te daré”, podría decir. ¿Y quién lo querría? Cualquiera
remedo de un espacio social, tan pacificado como imaginario. lo querría: pajareando y picoteando, el diablo nos da a entender
Aunque, bien pensado, ¿por qué remedo? Si el mapa es el de el mundo. Vuela bajo y usa farol: enfoca. Como en el frontispicio
España, será un refrito. ¿O es que no vieron en la mancha de aceite de Le diable à Paris, en el que el diablo es un hombre delgado,
de Badia, quo modo Deus, una piel de toro? con levita, bastón y linterna, cargado con un gran cesto de cartas
–los deseos y las cosas que debe hacer o decir–, que contempla
ajustando su monóculo el plano de París desplegado a sus pies
6 [fig. 19]. Ese plano, al contrario de aquel mapa, no sustituye a la
ciudad, sino que está a punto de ser agujereado por una mirada
que, como el rayo de sol a través de una lupa, lo encenderá. Así,
Si tuviésemos que creer en la publicidad, diríamos convencidos punto por punto, prende el diablo la ciudad, y la deja hecha un
que nuestra sociedad ha eliminado las grandes miserias, aunque colador, aunque colador ya lo era. Cojuelo, lisiado, danzarín, el
multiplica las pequeñas, a las que cada vez concede más espacios del diablo es un vuelo que no da forma, sino que encuentra
especializados en los márgenes de la ciudad, en los rincones de vida, la otra vida traducida a ésta, así que empecemos: “Daban
la casa, en las arrugas del cuerpo. El ojo deum corresponde a la en Badia, por los fines de julio –eso es verdad (N.d.T.)–, las once
primera parte de este enunciado: sobrevuela el solemne paisaje de de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar
ruinas clásicas en que su mirada convierte al mundo, y no se la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo
entretiene en los detalles. El diablo, en cambio, a la segunda. El y patarata de la muerte”, etc., etc.
diablo Cojuelo, rengüelo, claro está, lisiado porque cayó de muy
alto al ser arrojado del cielo, pero capaz aún de volar; Cojuelo,
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