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Cuando los daños provocados por el delincuente se limitan a lo económico, la pena de muerte
es inadmisible, pues pierde proporcionalidad con el daño causado.
Cuando los delitos son contra la vida o la integridad sexual de la víctima, el principio de
proporcionalidad del castigo al daño infligido nos aproxima a la justificación de la pena
máxima.
Le disuade a la gente de cometer crímenes graves, seria “Poner un ejemplo duro” que
haga descender las tasas de criminalidad.
Es el castigo adecuado para ciertos crímenes, muchos de los que viven en prisión
merecen morir es justo que alguien pague con la propia vida por las vidas ajenas que
arrebató o arruinó.