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Social 54 Social 54
Comunicación intercultural yEditorial
diversidad
Cohen-
Por un enfoque intercultural en la
Emerique, M. intervención social
El enfoque intercultural es el resultado de numerosas idas y venidas entre las prácticas de
Resumen
formación de los trabajadores sociales que intervienen con los migrantes y con un proceso
de investigación. Este enfoque emerge gracias al método de choques culturales creado
por Margalit Cohen-Emerique, que ha permitido, por una lado, el acceso a conocimientos
teóricos sobre la multiplicidad y la complejidad de los factores que interfieren en cual-
quier encuentro intercultural y, por otro, delimitar las zonas sensibles que aparecen en las
interacciones de ayuda y acompañamiento a los migrantes en dificultad.
ISSN 1135-8629
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y Aproximación teórica*
El enfoque Gracias a este método, se ha abierto una vía para formar a los profesionales
intercultural está en prácticas más eficientes. Se trata del enfoque intercultural, un concepto
más amplio y dinámico que la noción de competencia intercultural, dema-
constituido por
siado desvinculada de los contextos sociales y de los estatus de los prota-
tres etapas gonistas de la interacción. El enfoque intercultural está constituido por tres
etapas que permitirán mejorar tanto la capacidad de conocerse uno mismo
como la comprensión del otro, abriendo una vía a la gestión de los conflictos
de valores inherentes a la pluralidad de las actuales sociedades occidentales.
Estas tres epatas son: el descentramiento, el descubrimiento del marco de
referencia del otro y la negación y la mediación.
Estas zonas sensibles recortan las diferencias entre nuestras normas y las de
determinadas familias, y hacen aparecer terrenos –muy importantes para las
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Las dos etapas anteriores no son nuevas, de hecho, son las que caracterizan el
método etnológico. Pero los profesionales, que no son investigadores, han de
hacer frente a otra etapa: gestionar las diferencias que se derivan de los con-
flictos de valores y de las normas a través de la negociación y la mediación.
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Soy consciente de que, hoy, para los trabajadores sociales tanto de España
como del resto de los países europeos afectados por la crisis, la situación es
compleja: recorte de presupuestos, cancelación de proyectos, demandas cada
vez más numerosas de familias que se empobrecen…
Sin embargo, pienso que los análisis que se han desarrollado en este colo-
quio, así como mis propuestas, son válidas y realizables por varias razones.
En definitiva, lo que presentaré es válido para todos los usuarios de los ser-
vicios sociales y educativos, si entendemos que la intervención con los mi-
grantes actúa como una lupa de un proceso que es más difícil de identificar
cuanto más pequeñas son las diferencias sociales, culturales y lingüísticas.
Por todas estas razones, espero que mis propuestas despierten vuestro interés
y susciten cuestiones de debate.
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Teniendo en cuenta esta complejidad, diría que hay que evitar el pensamien- Que esta
to único, porque reduce las dificultades de las intervenciones a una falta de complejidad nos
conocimientos sobre las culturas, y todos sabemos que adquirir conocimien- permita evitar
tos siempre es alentador. Tampoco se pueden reducir estas dificultades a ac-
tendencias
titudes discriminatorias, ya que tan solo se consigue acentuarlas y deteriorar
las relaciones. Y tampoco se pueden atribuir tan solo a las diferencias de reduccionistas
clases sociales, aunque las relaciones de explotación también se deben tener
en cuenta en las relaciones con los migrantes. En definitiva, no se puede usar
el mismo principio de igualdad para todo el mundo sin tener en cuenta la
aplicabilidad y la eficacia. Lo más importante es que esta complejidad nos
permita evitar tendencias reduccionistas. Es evidente que todo esto requiere
tiempo, pero al final se acaba ganando calidad en la intervención y enrique-
cimiento personal y profesional.
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El descentramiento
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nes guía o zonas sensibles. Es en estas zonas donde el profesional tiene más
dificultades para comunicarse con el usuario migrante, donde hay más malos
entendidos e incomprensiones, donde los sentimientos son más violentos,
hasta el punto que las prácticas pueden ser un fracaso. Estas zonas sensibles
revelan a qué se aferra la persona, en qué cree, qué rechaza o qué le aver-
güenza. En resumidas cuentas, revela los fundamentos de su identidad.
Las creencias mágicas y las prácticas religiosas. Hay poblaciones que cues-
tionan su propio posicionamiento ante la dicotomía religión-racionalismo.
Todas estas zonas sensibles recortan las diferencias entre nuestras normas y
las de determinadas familias. En el marco de esta conferencia, sin embargo,
no las podré desarrollar. Las podéis encontrar en mi último libro: Pour une
approche interculturelle en travail social (Cohen-Emerique, 2011).
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Por otro lado, estas zonas sensibles han hecho desaparecer terrenos en los
que la intervención puede acabar siendo difícil. Existen dos puntos impor-
tantes a tener en cuenta a la hora de ejercer como trabajadores sociales.
Ante estas situaciones el profesional vive choques emocionales que le con- El profesional vive
dicionan a la hora de hacer una evaluación de la familia. El profesional ve a choques
esta familia conformada en un modelo de educación arcaico o con signos de emocionales que
malos tratos. Esta evaluación acostumbra a ir acompañada de un informe a
las autoridades competentes sobre la situación del menor, lo que refuerza la
le condicionan
estigmatización de los progenitores, sobre todo del padre.
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A todo esto hay que sumarle el hecho de que normalmente se debe actuar
con urgencia por las fuertes presiones sociales que se reciben. La escuela o
los vecinos os avisan en seguida si detectan negligencias o se dan cuenta de
que un menor ha recibido castigos corporales por parte de su familia, la cual
acaba siendo estigmatizada con muchos estereotipos. Todas estas presiones,
además del miedo a ser acusados por no haber atendido a una persona en
riesgo, os condicionan a la hora de intervenir. En estos casos, actuar rápido
es una garantía para proteger al niño/a y protegerse como profesional. Pero
hay que vigilar que la urgencia no pase por delante de la importancia.
¿Se pueden En general, aplicáis lo que habéis aprendido pero después hay una falta de
aplicar modelos reflexión y de investigación. ¿Se pueden aplicar modelos profesionales habi-
sin tuales sin permeabilizarlos, ni relativizarlos en función de otros contextos?
¿Si nuestras sociedades han cambiado, debemos entender que han devenido
permeabilizarlos
plurales?
ni relativizarlos?
He aquí algunos ejemplos de modelos profesionales que se aplicaron de for-
ma rígida y sobre los que habría valido la pena reflexionar para relativizar-
los, como mínimo en determinados momentos:
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• Otro de los papeles del educador es propiciar el diálogo directo entre pa-
dres e hijos, en el que la palabra de los hijos tiene un peso tan importante
como la de los padres. Esta concepción entra en contradicción con la
importante jerarquía que se establece entre padres e hijos, que existe en
muchas familias no occidentales y que exige al niño/a que calle y que no
mire a los ojos al adulto.
• Otro caso son las entrevistas en las que no se permite que asista un acom-
pañante que ayuda a la familia y, si se le permite, no se le deja intervenir
para fomentar el principio de apoderamiento de las personas atendidas.
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Por eso, hay que tener en cuenta un tercer nivel, el de los servicios socia-
les. Adaptando, negociando y acomodando los modelos profesionales, los
servicios evitarían la discriminación secundaria o estructural, y sus efectos
nefastos de generación de desigualdades.
Esta etapa es posible cuando ponemos distancia con los propios marcos de
referencia. Es una actitud de obertura y de escucha, en que incluso es preciso
cuestionarse a uno mismo. Esta actitud se basa en el interés por el otro –aun-
que su forma de ser nos pueda desconcertar–, lo que facilitará el proceso de
conocimiento y reconocimiento y permitirá un trabajo en común.
Por tanto, se trata de interesarse no tan solo por las diferencias culturales
del otro sino también por sus trayectorias y proyectos migratorios, por las
experiencias que le han enriquecido así como por los traumas que han hecho
fracasar sus proyectos. También se deben tener muy presentes las experien-
cias de discriminación, cómo se viven y cómo se gestionan. Sin olvidar los
cambios inherentes de cualquier estancia larga en un país nuevo, sobre todo
en lo que concierne a los jóvenes de la segunda generación.
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Tras haber realizado muchas prácticas, hemos constatado que para los tra-
bajadores sociales no es fácil localizar estos marcos de referencia en esta
categoría de usuarios –usuarios que pueden ser parecidos a todos los otros,
a alguno específico o quizás a ninguno. Se trata de unas dificultades que van
mucho más allá de sus culturas. Me detendré a explicar una de ellas, que es,
por otro lado, la más importante.
Por todo ello, creo que es conveniente detenernos en este punto de descodifi-
cación y comprensión de los procesos de aculturación, ya que interfieren di-
rectamente en vuestras prácticas. Unas prácticas focalizadas en la evolución
de la persona, de su crecimiento personal y de su inserción social.
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De ejemplos como este se han podido extraer dos temas críticos en relación
con las representaciones del proceso de aculturación.
Todo ocurre como si el individuo pasara de forma continua –sin desfase, sin
transición, sin equívocos– de la tradición a la modernidad, de la religión a
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Este ejemplo también demuestra que nos olvidamos de los ajustes, del compromi-
so que cada una de nosotras, como mujeres, hemos tenido que hacer para ganar
terreno en la emancipación, tanto en el plano personal como en la vida en pareja.
Esta visión etnocéntrica del cambio, que aún está muy presente en el pensa-
miento común, radica en las teorías evolucionistas; unas teorías que hoy se
cuestionan, como lo demuestra el caso de Japón. Esta visión también refleja
la influencia del dogma del progreso técnico que durante tanto tiempo ha
influenciado en el pensamiento occidental. Un poder técnico que modifica
mentalidades y que, implícitamente, tiende a afirmar la superioridad de nues-
tro modelo. Con las redes sociales nos han llegado muchos ejemplos que se
han convertido en una explosión comunicativa, pero que no han modificado
los fundamentos de las concepciones y de sus creencias.
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en las redes. Pero sin que estos cambios atenten contra el sentido o los valo-
res que la persona da a su vida. De esta forma, preservan el sentimiento de
pertenencia al país de origen, como lo demuestra el hecho de que muchos se
construyen una casa, realizan visitas periódicas, envían giros mensuales para
la familia o participan en proyectos de desarrollo en los pueblos…
Considerando estos datos, ¿cuál será el papel del profesional ante esta prime-
ra generación de migrantes?
Hay que tener muy clara la concepción de integración que hay implícita en
lo que dicen y en lo que hacen, para que no se interfiera en sus objetivos
de trabajo. Este principio es igualmente aplicable para los inmigrantes que
hacen de interventores, ya que, si no lo tienen en cuenta, pueden acabar
proyectando sus propias estrategias de aculturación y sus concepciones de
integración tanto a los compatriotas como a otros emigrantes. En cambio,
si desde el principio se tiene esta idea muy clara, los profesionales podrán
descubrir las múltiples formas de integración de esta primera generación, así
como las que hay entre sexos.
Hay que ir con cuidado con las relaciones de poder inherentes a los papeles
de mayoritario-minoritario en la relación país de acogida y migrantes. Es una
condición esencial para crear un verdadero clima de aceptación.
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Estas son las acciones que os propongo para que exploréis e intercambiéis
entre vosotros.
Os daré algunas orientaciones para evitar las confusiones y las malas inter-
pretaciones ante la complejidad de estos procesos, ya que esta complejidad
es clave a la hora de tratar con adolescentes, sobre todo los procedentes de
la inmigración.
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Los psicólogos y los sociólogos que han hecho investigaciones sobre estos
temas no siempre se ponen de acuerdo. Ahora bien, todos reconocen el fracaso
de la sociedad de acogida en cuanto a la integración de muchos de estos niños/
as. Por mi parte, repito, hay que ir más allá de los debates estériles sobre la
circunscripción de esta generación en una identidad unidimensional y simpli-
ficada, que para los psicólogos es consecuencia del origen cultural, y para los
sociólogos, consecuencia del estatus de inferioridad o discriminación.
Estos debates son peligrosos tanto para los profesionales –que no tienen un
marco educativo para sus intervenciones– como para estos adolescentes que
se dirigen a los servicios sin referentes identitarios a la búsqueda de una
valoración. A causa de la imagen esquemática que reciben de ellos mismos,
acaban no identificando ni las semejanzas ni las diferencias tanto con sus pa-
dres como con los otros jóvenes. Tampoco reciben ningún apoyo ni empatía
relativos a su demanda indetitaria específica.
En cuanto a los hijos –a diferencia de los padres, para los cuales los cambios
son superficiales, como ya se ha dicho anteriormente– la construcción iden-
titaria pasa a ocupar el primer plano y afecta a la totalidad existencial.
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influencia de las normas del grupo de iguales, que hoy tienen un papel muy
importante en el proceso de socialización.
Se puede afirmar que estos niños están socializados en estas dos culturas. No
obstante no debemos olvidar que:
• Los dos ejes de socialización que los articulan pueden ser antagonistas en
ciertos dominios, sobre todo para los niños procedentes de los países del sur.
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The last but not the least, acompañar significa escuchar las experiencias de
exclusión y de racismo que han vivido estos jóvenes, aunque estos jóvenes
os hagan sentir mal porque os devuelven una imagen poco lúcida de nuestra
sociedad. También sería interesante llevar a cabo acciones contra todo tipo
de discriminación o racismo.
Es así como el joven podrá superar las crisis y los dolorosos conflictos que
vive, tanto en el terreno interpersonal como en el intra-psíquico, y encontrar
progresivamente el camino hacia la construcción de una identidad mestiza,
sintética, que preservará sus dimensiones ontológicas y pragmáticas. Por su
lado, el educador descubrirá recursos que le servirán para garantizar, en una
relación real, un acompañamiento pleno de sentido y preparado para hacer
valoraciones. El peligro sería desarrollar una relación basada en una “iden-
tidad anzuelo”, es decir, que el educador tan solo percibe del joven lo que
espera, y el joven, en el mismo sentido, le presenta esta identidad que no es
nada más que un anzuelo. En este caso, se falsea la relación educativa y se
puede romper sin haber entendido el porqué.
Si se hace, pronto, una inversión importante con los padres y los hijos, mu-
chos de ellos conseguirán un ascenso social y se inserirán en todas las ins-
tancias de la sociedad. De esta forma, se reducirá el número de personas ex-
cluidas socialmente. En este sentido, he tenido la suerte de vivir experiencias
en crèches parentals1. (ACEPP, 2008).
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La negociación y la mediación
Es una etapa muy importante, pero plantea muchas cuestiones que todavía
no se han respondido.
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¿Cómo hay que actuar cuando un padre azota violentamente al hijo porque le
ha faltado el respeto? Para este padre es un castigo para enderezar el espíritu
de su hijo, que ha infringido la regla fundamental del respeto a los padres
dentro de la sociedad de origen. En cambio, para nosotros, el comporta-
miento del padre se puede entender como un acto de malos tratos que podría
acabar haciéndole comparecer ante el juez, puesto que se considera que los
castigos corporales pueden ser un riesgo físico y psicológico para el niño.
¿Cómo hay que actuar cuando una madre exige a su hija de nueve años
que le ayude en las tareas domésticas, una actividad que no tan solo forma
parte de la socialización de las hijas, sino que, además, permite descargar de
obligaciones a una madre que tiene que criar a muchos hijos? Para nosotros,
a esta edad, la necesidad primordial es que viva su infancia de una forma
lúdica y que se dedique a la escuela. Dos actividades esenciales para su de-
sarrollo y para su futuro.
¿Cómo hay que actuar cuando a una chica musulmana le prohíben salir y le
castigan violentamente si transgrede las reglas de su religión? Aquí, nosotros
consideramos que a su edad necesita una vida social y sentimental.
Todos estos casos y muchos otros ilustran las difíciles cuestiones de los lí-
mites de la tolerancia a la diversidad y del respeto de los modelos culturales
diferentes cuando se vulneran los principios fundamentales de nuestras so-
ciedades. Las leyes y los reglamentos no nos aportan soluciones, de hecho,
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en Francia tan solo se han promulgado tres leyes, para el resto de casos no
existe ningún marco fijado. Y en los otros países europeos, donde no existe
ninguna ley que regule este tipo de cuestiones, he constatado que los actores
del terreno no saben cómo actuar ante situaciones como por ejemplo: ¿hasta
qué punto el respeto de los valores de la sociedad de acogida es posible sin
que el inmigrante acabe marginado o en una situación de riesgo? ¿Hasta qué
punto podemos adaptar nuestro principios sin dañar los fundamentos de la
intervención social?
Unos dilemas, por otro lado, comprensivos, ya que superan de lejos el marco
de vuestras intervenciones. De hecho, están en el centro de muchos debates
filosóficos y políticos que afectan a las sociedades modernas y democráticas
respecto a la gestión de las diferencias culturales (Wieviorka, 1996). Debates
sobre: ¿Cómo podemos vivir juntos dentro de la pluralidad? ¿Estado repu-
blicano o multicultural? ¿Integración o asimilación? ¿Igualdad o equidad?
(La igualdad es derecho formal; la equidad es de hecho y se refiere más bien
a una noción moral.) Cuestiones que, actualmente, en Francia son tratadas
en muchos artículos referentes a los migrantes: ¿Cómo pasar de la igualdad,
fundamento de la República, a la equidad? ¿Hay que aplicar la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, que se basa esencialmente en la con-
cepción occidental? O más bien hay que construir una universalidad a partir
de las filosofías propias de cada civilización? Las respuestas a todas estas
cuestiones, que son muy diferentes según cada pensador, están lejos de en-
contrar un consenso.
Todo ello es muy poca cosa para guiar a los profesionales sobre el terreno
en aspectos relacionados con la problemática central: es imposible, teniendo
en cuenta la heterogeneidad de las sociedades modernas contemporáneas,
adoptar un relativismo cultural absoluto, el cual, aunque impide privilegiar
una cultura a expensas de las otras, no es ninguna garantía para clarificar
los conflictos que surgen cuando coexisten diferentes culturas. Pero también
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Pero tras haberla aplicado unos cuantos años, esta medida se ha considerado
excesiva, incómoda, e incluso que iba en contra de los valores canadienses, y
el término acomodamiento razonable ha llegado a adquirir una connotación
peyorativa. Por esta razón, en 1998 se creó una comisión de consulta sobre
las prácticas de acomodamiento vinculadas a las diferencias culturales y re-
ligiosas, con el nombre de comisión Bouchard-Taylor.
Esta vía plantea la cuestión de cómo vivir juntos, basada en un ideal de ar-
monización intercultural, según las modalidades y los ritmos variados.
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Este es el marco general en el que podrían darse las condiciones para la ne-
gociación en trabajo social.
Todas estas propuestas abren vías para desarrollar una reflexión que se ha
convertido en el tema central: cómo construir una sociedad pluralista y soli-
daria ante la globalización.
• De orden psicológico
• De orden cultural
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• De orden institucional
• De orden político
Margalit Cohen-Emerique
Doctora en Psicología
Experta en relación y comunicación intercultural
cohen-emerique@wanadoo.fr
Bibliografía
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