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INTEGRANTES:
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 1
3.2 Epicureísmo................................................................................................................ 12
4. CONCLUSIÓN ................................................................................................................ 17
Bibliografía .......................................................................................................................... 18
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INTRODUCCIÓN
En lo que toca a la cuestión de la esencia, hay dos concepciones que pueden designarse con el
Ninguna de ellas aparece, naturalmente, en toda su pureza y puede decirse, por lo contrario,
que toda doctrina ética, es un compuesto de formalismo y materialismo, los cuales se han
mantenido como constantes a lo largo de toda la historia de las teorías y actitudes morales.
Sin embargo, el predominio del elemento formal en la filosofía práctica de Kant y del
elemento material en casi todos los demás tipos de ética, han llevado a contraponer
el kantismo al resto de las doctrinas morales y a presentarlo como uno de los primeros intentos,
Para Kant, en efecto, los principios éticos superiores, los imperativos, son absolutamente
válidos a priori y tienen con respecto a la experiencia moral la misma función que las categorías
El resultado de semejante inversión de las tesis morales conduce, por lo pronto, al trastorno de
todas las teorías existentes con respecto al origen de los principios éticos.
Dios, libertad e inmortalidad no son ya, en efecto, los fundamentos de la razón práctica, sino
sus postulados, De ahí, que el formalismo moral kantiano exija, al propio tiempo la autonomía
ética, el hecho de que la ley moral no sea ajena a la misma personalidad que la ejecuta. Opuestas
a este formalismo se presentan todas las doctrinas éticas materiales de las cuales cabe distinguir,
La de los bienes comprende todas las doctrinas que, fundadas en el hedonismo o consecución
de la felicidad, comienzan por plantearse un fin. Según este fin, la moral se llama utilitaria,
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que la bondad o maldad de todo acto dependa de la adecuación o inadecuación con el fin
propuesto, a diferencia del rigorismo kantiano donde las nociones de deber, intención, buena
voluntad y moralidad interna anulan todo posible eudemonismo (libertad, uso del libre albedrío)
en la conducta moral.
En una dirección parecida, pero con distintos fundamentos, se halla la ética de los valores, la
cual representa, por un lado, una síntesis del formalismo y del materialismo, y por otro, una
ética, Max Scheler, la ha definido, de hecho, como un apriorismo moral material pues en él
empieza por excluirse todo relativismo, aunque al mismo tiempo, se reconoce la imposibilidad
El hecho de que semejante ética se funde en los valores demuestra ya el “objetivismo” que la
guía, sobre todo si se tiene en cuenta que en la teoría de Scheler el valor moral se halla ausente
1. ESENCIA DE LA ÉTICA
La Ética busca descubrir y comprender las relaciones que se establecen entre el actuar
humano, los valores y las normas morales que se gestan y desarrollan en la vida social.
en el fundamento básico y necesario de la vida humana. Todo ello, por supuesto en un ambiente
social, que es el único propicio para la realización del hombre. Se hace imprescindible entonces
conocer y comprender los fundamentos de la vinculación que surge entre vida humana, valores y
sociedad.
La Ética nos ilustra acerca del porqué de la conducta moral. Los problemas que la Ética
estudia son aquellos que se suscitan todos los días, en la vida cotidiana, en la vida escolar, en la
actividad profesional, etc. Problemas como: ¿qué comportamiento es bueno y cuál malo?, ¿se es
libre para realizar tal o cual acción?, ¿quién nos obliga a realizar esta acción?, entre estas dos
2. ÉTICA FORMAL
Las éticas formales tratan de eludir cualquier contenido moral. Lo que importa es la “forma”
misma de la moralidad. Las éticas formales no se interesan ni por los fines ni por las
consecuencias de los actos morales (no son teleológicos), sino que fundan la moralidad de un
acto en el hecho moral de que se percibe su obligación (es deontológico). La moral de Kant, para
quien el único motivo de actuación moral es la voluntad buena, aquella que se decide a obrar por
fuerza del imperativo categórico, o simplemente por deber, es una ética formal clásica;
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La moral tiene que ser independiente de lo que sucede en el mundo. Kant da por supuesta la
existencia de una conciencia moral ordinaria. La moralidad es lo que es. ¿Qué forma tiene que
tener un precepto para que sea reconocido como precepto moral? Kant examina esta cuestión
partiendo de que no hay nada incondicionalmente bueno, excepto una buena voluntad. La
atención se centra desde el comienzo en la voluntad del agente, en sus móviles e intenciones, y
por amor al cumplimiento de su deber. Por ello, establece un contraste entre el deber y la
inclinación de cualquier tipo. Pues la inclinación pertenece a una determinada naturaleza física y
psicológica, y no podemos, según Kant, elegir nuestras inclinaciones. Podemos elegir entre
El deber se presenta como la obediencia a una ley que es universalmente válida para todos los
seres racionales. ¿Cuál es el contenido de esta ley? ¿Cómo tomo conciencia de ella? Tomo
conciencia de ella como un conjunto de preceptos que puedo establecer para mí mismo y querer
que sean obedecidos por todos los seres racionales. La prueba de su auténtico imperativo es que
puedo universalizarlo.
Según Kant, el ser racional se da a sí mismo los mandatos de la moralidad. Cada uno de
nosotros es su propia autoridad moral – autonomía del agente moral. Por tanto, la autoridad
inmortalidad. Se necesita a Dios como un poder capaz de coronar la virtud con la felicidad; se
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es el supuesto previo del imperativo categórico. El deber del imperativo categórico sólo puede
aplicarse a un agente capaz de obedecer. En este sentido, debes implica puedes. Y ser capaz de
obedecer implica que uno se ha liberado de la determinación de sus propias acciones por las
La ética de Kant se plantea como una ética del deber puro. No puede haber ningún móvil,
distinto del puro deber, que justifique una acción moral. Si actuamos en virtud de alguna mira
egoísta, de la índole que sea, actuamos obedeciendo lo que Kant denomina “imperativos
hipotéticos”. Un imperativo hipotético es el que se ajusta a la fórmula general: “si quieres A, haz
B”. Se trata de establecer nuestra acción como medio para conseguir un fin. Pero Kant entiende
Distingue tres clases de principios prácticos: las máximas, los imperativos hipotéticos y los
imperativos categóricos:
las máximas son principios prácticos, pero de valor subjetivo. No son imperativos ni leyes. La
los imperativos hipotéticos son reglas de determinación de la voluntad que mandan algo con
vistas a un fin, es decir, una acción que es buena como medio para otra cosa, no como acción
buena en sí. Son preceptos prácticos o normas imperativas y en esto se distinguen de las
los imperativos categóricos deben ser absolutos o incondicionados, que obliguen a la voluntad
en cuanto voluntad, es decir, a toda voluntad. Y serán, por tanto, imperativos universales que
obliguen a todo ser racional, independientemente de todo motivo, finalidad o condición, no sólo
a las personas que deseen ciertos fines. Un principio general de la filosofía kantiana es que la
universalidad y la necesidad provienen sólo de la razón, son a priori. De igual suerte, en el orden
moral, una ley universal y necesaria tiene que derivar de la razón, ha de ser a priori: no puede
¿Cómo hallar entonces esta ley moral? Para determinarla, Kant procede a la distinción entre la
materia y la forma de la ley. Para ello, sienta la siguiente afirmación: “Todos los principios
determinación de la voluntad, son empíricos y no pueden proporcionar ley práctica alguna o ‘ley
moral’”.
Por consiguiente, la verdadera ley práctica universal del obrar moral que contenga el propio
los objetos de deseo, principios de obrar subjetivos que determinen la voluntad por el placer o la
Esta ley moral será un imperativo categórico que exprese la mera forma de la ley, como
suprema condición de todas las máximas y con independencia de las condiciones empíricas o de
los móviles de obrar materiales, reducibles al placer subjetivo y egoísta. Sólo es posible,
admitiendo en la razón práctica una forma a priori, paralela a las formas aprióricas de la razón
teórica. Es el imperativo categórico del deber que se expresa como proposición sintética a priori.
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primera, mientras que las otras tres son una derivación de la formulación principal.
1. Fórmula de la ley universal. La primera es la fórmula general, y dice así: Obra sólo según
una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal.
dada su condición, pero si pienso un imperativo categórico en seguida sé qué contiene. En efecto,
puesto que el imperativo no contiene, aparte de la ley, más que la necesidad de la máxima de
adecuarse a esa ley, y ésta no se encuentra limitada por ninguna condición, no queda entonces
nada más que la universalidad de una ley general a la que ha de adecuarse la máxima de la
acción, y esa adecuación es lo único que propiamente representa el imperativo como necesario.
Por consiguiente, sólo hay un imperativo categórico, y dice así: obra sólo según aquella
máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal (Fundamentación
así: Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la
naturaleza.
Puesto que la universalidad de la ley por la que suceden determinados efectos constituye lo
que se llama naturaleza en su sentido más amplio (atendiendo a su forma), es decir, la existencia
de las cosas en cuanto están determinadas por leyes universales, resulta que el imperativo
universal del deber acepta esta otra formulación: obra como si la máxima de tu acción debiera
3. Fórmula del fin en sí mismo: la tercera formulación es la siguiente: Obra de tal modo que
uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un
hombre su propia existencia, y en este sentido dicha existencia es un principio subjetivo de las
acciones humanas. Pero también se representa así su existencia todo ser racional, justamente a
consecuencia del mismo fundamento racional que tiene valor para mí, por lo que es, pues, al
mismo tiempo, un principio objetivo del cual, como fundamento práctico supremo que es, han de
poder derivarse todas las leyes de la voluntad. El imperativo práctico será entonces como sigue:
obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier
otro, siempre como un fin, y nunca solamente como un medio (ibid., pp. 103-104)
4. Fórmula del legislador universal: «Obra siguiendo las máximas de un miembro legislador
universal en un posible reino de fines» (ibid., pp. 117-118). De este modo el ser racional puede
dignidad. Y en esto consiste también la autonomía de la voluntad, que radica, según Kant, en
explicación de Kant lleva a aclarar el principio: sólo una buena voluntad es algo
incondicionalmente bueno. Y así, la voluntad es buena porque se impone a sí misma la única ley
que puede compartir todo ser racional: la de actuar de acuerdo con el imperativo categórico que
no es más que una forma de querer, una forma sin un contenido moral concreto. El fundamento
de este imperativo categórico sólo lo puede analizar una crítica de la razón pura (práctica)
3. ÉTICA MATERIAL
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1) Hay cosas buenas para el hombre: el bien supremo (placer, felicidad, dios)
3.1 Aristóteles
En el libro I de la Ética a Nicómaco plantea Aristóteles un problema clave para la ética: cada
actividad humana persigue un bien que es, por tanto, su fin, como ocurre con la medicina, que
tiene por fin la salud, o con la construcción, que tiene por meta la casa; pero los distintos fines
tiene a su vez otros, porque siempre cabe preguntas: “salud, ¿para qué?”, “edificios, ¿para qué?”.
En esta jerarquía de fines, los subordinados tienen menor importancia porque no se buscan por sí
El pensamiento griego no podía soportar la idea de que una serie de elementos subordinados
entre sí fuera infinita. Por eso, según Aristóteles, todas las actividades humanas tienden a un fin,
y todos los fines son a su vez medios para un fin último, que da razón de los restantes.
Estudiamos para obtener un título, y queremos el título para conseguir un puesto de trabajo; y, si
seguimos preguntando ¿para qué?, acabaremos reconociendo un fin último de nuestros actos:
El fin último natural de las acciones humanas es, pues, la felicidad, porque mientras tiene
sentido preguntar “construir casas, ¿para qué?”, y responder “para ser felices”, carece de sentido
preguntar, “felicidad, ¿para qué?”. Sin embargo, hay discrepancias a la hora de determinar en
qué consiste la felicidad, ya que unos la cifran en el dinero, otros, en recibir honores. Por eso es
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preciso trazar los rasgos que ha de tener una actividad para que la identifiquemos con la felicidad
y después buscar cuál de nuestras actividades los posee. La felicidad será, pues,
un bien perfecto, es decir, que se busca por sí mismo y no por otro superior a él, a diferencia
un bien suficiente por sí mismo, o sea, que hace deseable la vida por sí mismo, de manera que
quien lo posee ya no desea otra cosa, aunque no es incompatible con gozar de otros bienes;
el bien que se consigue con el ejercicio de la actividad más propia del ser humano, según la
Para aclarar estas dos últimas características intentará Aristóteles dilucidar cuál es la función
más propia del ser humano, y distinguir entre las acciones que tienen un fin en sí mismas y las
Con el recurso a la función más propia del hombre enlazamos con la moral del mundo
homérico: cada ser humano tiene una función (ser soldado, gobernante) y sus obligaciones
morales consisten en desempeñarla bien y en intentar adquirir las virtudes adecuadas para ello.
Pero Aristóteles va más allá del mundo de una comunidad y se pregunta si hay una función
propia, no del soldado, del músico o del deportista, sino una función propia del ser humano
como tal. Si existiera una actividad en la que se expresara esa función, en el desempeño de esa
actividad a lo largo de la vida entera consistiría la felicidad, y la virtud que preparara para su
Por otra parte, las acciones que tienen el fin en sí mismas son más perfectas que aquellas
cuyos fines son distintos de ellas. Por ejemplo, charlar o pasear con los amigos son acciones que
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se realizan por el disfrute mismo que proporcionan; mientras que ir a un lugar determinado no se
Las acciones más perfectas ni necesitan de algo más, ni hace falta que terminen, porque lo que
queremos conseguir con ellas en ellas mismas se contiene; por eso, si existe una actividad propia
del ser humano, que tiene que ser un bien perfecto y autosuficiente, será del tipo de acciones que
propio del ser humano, se desea por sí mismo y puede ejercerse con continuidad, ya que la
Sin embargo, el ejercicio continuo de la vida contemplativa es imposible para los seres
humanos, por eso se realizará también moralmente quien viva según su intelecto práctico, es
decir, dominando sus pasiones para lograr la felicidad. Y en esta tarea nos ayudarán las virtudes,
La virtud dianoética es la prudencia, que constituye la “sabiduría práctica” porque nos ayuda a
deliberar bien, sobre lo que nos conviene en el conjunto de nuestra vida; a discernir, a tomar
decisiones, entre el defecto y el exceso, orientado a las demás virtudes: el valor, por ejemplo,
Un hombre que vive según las virtudes es un hombre feliz, pero para serlo necesita vivir en
una ciudad regida por leyes buenas, porque el logosque nos capacita para la vida contemplativa y
para tomar decisiones individuales prudentes también nos habilita para vivir en sociedad. Por eso
la ética exige la política; el bien supremo individual (la felicidad) requiere una poliscon leyes
justas.
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3.2 Epicureísmo
Para los epicúreos, el principio supremo moral es la búsqueda del placer (hedonismo). Pero
estos placeres deben procurar tranquilidad de espíritu. De ahí que Epicuro se incline por placeres
de tipo espiritual, que son los que pueden procurar la ataraxia o ánimo sereno.
El primitivo significado de la palabra «bueno» no expresa una consonancia con cierto orden
de carácter ideal o real, sino que traduce en el fondo una relación con nuestras potencias
apetitivas. Por agradarnos una cosa y traernos placer, la llamamos buena; porque otra nos
desagrada y nos acarrea molestias, la llamamos mala.. No es el principio ético un bien objetivo
en sí, sino que el placer subjetivo se convierte en principio del bien. “El placer es el principio y
el fin de la vida feliz». “Una teoría no errónea de los deseos acierta a dirigir toda elección nuestra
y toda aversión hacia la salud del cuerpo y la imperturbabilidad del alma, pues éste es el fin de
una vida feliz; y todo lo que hacemos, lo hacemos para evitar el dolor del cuerpo y la turbación
del alma”.
solicitan el apetito, sino que había que aplicar una regla de razón y cálculo que tuviera en cuenta
la vida entera y todo lo sopesara razonadamente, para no decidirse por un momentáneo placer,
que después acarrea dolor, o por un placer pequeño, avariciosamente abrazado, que venga a
aguar uno mayor en perspectiva. Son imprescindibles la razón y la prudencia; sin ellas y sin la
virtud no hay placer. “Principio de toda vida dichosa y, por ello, el sumo bien es la prudencia; es
superior a la misma filosofía; de ella se desprenden las demás virtudes, pues sin prudencia, sin
moralidad y sin justicia, no es posible vivir dichoso, como viceversa, sin placer tampoco se
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puede vivir racional, moral y justamente. Las virtudes, en efecto, se desarrollan a la par con el
vivir agradable y dichoso, y de éstas, a su vez, nos es dable separar la vida dichosa” (Carta a
Meneceo, 132)
3.3 Estoicismo
Los estoicos propugnan un hombre virtuoso que actúe de acuerdo con su razón y que domine
¿En qué consiste el bien moral? Cleantes acuñó el concepto básico de “vivir conforme a la
naturaleza”. Se expresaba comúnmente con esta norma un fin y orientación de la vida. Otra
fórmula rezaba así: bueno es lo conveniente, o lo que es justo y debido. Por ser el hombre un ser
racional, lo debido viene a concretarse en “una conducta a tono con la naturaleza racional del
La ética de Bienes, refiere el mérito de las acciones, a la relación que las mismas guarden con
el último fin de la vida, frente al cual los demás actos sólo son medios.
supremo, que se considera como la finalidad más alta de la existencia del hombre, los defensores
hombre se propone fines y elige los medios que pondrá en práctica para lograr sus fines u
objetivos. Pero este planteamiento supone la existencia de una jerarquía de los fines para saber
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que fines tienen un valor relativo y cuales tienen un valor absoluto. Su principal defensor,
Aristóteles, enseña que el bien de cada actividad es el fin a que la misma tiende. Todos los actos
del individuo, persiguen una finalidad determinada y en la consecución de esta estriba su propio
El eudemonismo,
El idealismo ético
El hedonismo
La más común de las variantes es el eudemonismo, en la voz griega significa felicidad. Según
Según el idealismo, la finalidad última no es el logro de la dicha, sino la práctica del bien. El
El Hedonismo, sus seguidores piensan que la felicidad reside en el placer. Los placeres más
altos son los de la sensibilidad; otros prefieren los goces serenos que provienen de la actividad
intelectual y artística.
Las doctrinas que hemos mencionado representan la “ética terrestre.” Porque busca la
felicidad en este mundo. El cristianismo considera la vida terrenal como un simple tránsito hacia
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la dicha celestial. Lo que la persona siembra acá en la tierra lo cosechara en el cielo. El premio y
Según la ética material de los valores, no toda ética material ha de estar sujeta a lo concreto y
empírico de este mundo; no toda ética material ha de ser de bienes y de fines. Los seres humanos
no sólo poseemos razón y sensibilidad, sino también una intuición emocional por la que
captamos el contenido de los valores –su materia–, sin necesidad de extraerla de la experiencia:
3.5.1 Scheler
Scheler expone su teoría como contrapuesta a la “ética formal” de Kant, aunque acepta
diversos supuestos de la misma. Pretende probar que su teoría no incurre en los errores que la de
Kant atribuye a las éticas materiales. Ante todo, viene el reproche de que toda ética material ha
de ser ética de los bienes y de los fines. Scheler establece su ética material de los valores
puramente ideal.
¿Qué son estos valores? Los valores no son cosas, no son realidades que podamos encontrar
en el mundo: simplemente valen. Los valores son inespaciales e intemporales, aunque para
realizarse necesitan de seres espaciales y temporales. Pero los valores en sí mismo gozan de una
cierta idealidad, que los hace sustraerse a las condiciones del espacio y del tiempo. De ahí que
los valores tampoco sean relativos a las distintas épocas. Los valores son inalterables. Lo único
épocas en las que no se han captado valores que ahora se captan y, posiblemente, en un futuro se
Los valores son también bipolares: poseen un polo bueno o positivo y uno malo o negativo.
La tarea moral consiste en realizar los valores positivos y en evitar los negativos.
¿Cómo sabemos cuáles son unos y otros? Aquí podríamos interpretar la captación de los
valores desde un ángulo relativista. Para los distintos individuos los valores pueden ser mejores o
Para Kant, toda ética material es empírica y a posteriori. La ética formal es a priori. Pero
Scheler reclama que el conocimiento de los valores no viene de esta experiencia común, ni es
empírico. La decisión no puede ser nunca fruto de una operación intelectual o racional. Aquí
expone Scheler su teoría de la intuición eidética de los valores, del mismo orden de la intuición
de las esencias lógicas que enseño Husserl. Los valores son percibidos por una intuición
intuición de los valores es a priori; pero este apriorismo es distinto del a priori formal kantiano.
El error de Kant está en haber confundido el a priori con lo formal, y todo lo a posteriori con lo
material y empírico.
Los valores son fruto de una intuición emocional porque los valores no se razonan: se captan.
Ahora bien, para que los valores se nos den, a esta captación intuitiva le hace falta una
preparación intelectual. Un hombre inculto tendrá mucho más disminuida su capacidad para
intuir determinados valores, y sólo captará los más brutos y primarios. En este sentido, la ética de
los valores no es una ética popular: a los elementales criterios de “bien” y “mal” opone una serie
La jerarquía de los valores: de menos valiosos a más valiosos, la establece Scheler así: 1)
valores útiles; 2) valores vitales; 3) valores espirituales; 4) valores religiosos. Los valores
restantes valores. Bueno será realizar los valores positivos, y malo realizar los valores negativos,
preferir los valores inferiores y no realizar los valores positivos, que se consideran dignos de
realizarse. Porque la tarea moral no se agota en “preferir” unos valores a otros; si no se realizan
de modo efectivo, la vida moral queda incompleta. La ética de los valores tiene en común con las
éticas formales el no desear directamente que los hombres sean “buenos” ni se realicen los
valores por algo: los valores deben ser realizados por ellos mismos, porque son algo superior,
que vale y que debe ponerse en práctica. Los valores son autónomos, atendibles por sí mismos.
Ni son algo que el hombre crea, ni tampoco algo que Dios crea.
valorista funda una moral autónoma en donde los valores se dan a la persona humana, y
voluntad libre.
4. CONCLUSIÓN
La distinción entre éticas materiales y éticas formales –distinción propuesta por Max Scheler–
es una distinción de los tipos extremos de fundamentos que cabe atribuir a la moral o la ética. La
distinción propuesta por Scheler era, por lo demás, una generalización de la distinción de Kant
entre la materia y la forma de la “facultad de desear”. Pero Kant entendía la materia en el sentido
subjetivo (inmanente al sujeto deseante) que afecta a cualquier objeto empírico que pueda ser
apetecido por la facultad de desear regulada por el principio del placer, de la felicidad subjetiva
ligada a la consecución del acto. Kant llama imperativos (y no meras máximas o reglas
subjetivas que pueden darse arbitrariamente en la facultad de desear) a las reglas objetivas que
Bibliografía
Dussel, E. (2014) catorce tesis de ética: (El fundamento esencial del pensamiento
crítico). México.