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Randall ColI i IlS

Cadenas de rituales
de interacción

ANTHROPOS
Cadenas de ritual" de illll.'r.lCCión I RandaU CoIllns ; proemio y traducción
de Juan Manuellranw. - Rubf (Ban:c:lona) : AJ1\~ EdItorial; M&ico :
Uni\'. AUlónoma MClropoli\anll.-.w.:apotzala); Méxko : Un;\'. Nacional
Au\.Ónorna de México. Fsc. deCknclll5 Polftlca5y Soc:Wes: ~tá: Editorial
Uni\"e,,¡dad Nacional de Colombia, 2009
XVII p. 538 p .; 20an. (Amom>. T<'J(!os y Tema~ Ciencia~ Sociales: 64)
TIL orig. "lmmtctlon R.Iru.al Cl\:lIns". _ BlbUozr:>lb p. SOI·S21. Indico
ISBN 978-M-7658-908-3

1. tnrWlCCIón socia! 2. l!moclono. AspccI ... oocloIó&Icoo: 1. lr.oRm. Juan


Monud. "",,,",k> y rnod. U. Unj\,. Aulónoma Metropo!itana·Azcapotzalco (Mb;ico)
IIL Fa<:. C1md... I'uIItic;>l y Soclales. uru\'. Nacional Autónoma (Máko) IV. EdllOrial
Univenidad Nacional de Colombia tBo!OIii) V. TItulo VI. CoIccdón

Titulo origi nal: Imemctiml Rillfal Clrains

Primer.! edición: 2009

o Princcton Uni\'. Prcss, 2005


O de la traducción: Juan Manuellmnzo, 2009
e Anthropos Editorial. 2009
Edita: Anthmpos Editorial. Rubf (Barcelona)
www.lUlthropos-edito rial.com
En coedición con la Universidad Autónoffi¡) Metropolitana, Unidad
Azcapot7.a1CO, Mé:Uco; con la Facultad de Ciencias PoJ[ticas
y Sociala; de la UNAM, México; y con la Editorial Universidad
Nacional de Colombia
ISBN: 978-84-7658-908-3
Depósito legal: B. 10.190-2009
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(Nariño, S.L), Rubi. Tel.: 93 697 22 961 Frut: 93 587 26 61
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tU por nin~n mallo . .... mcdaic:o. f.,.oqu(mlco. <kctn:lnico. tnaJRilico. ckctroóptico. por fot ...
cupb. "a..k¡uler 01"'.• in d pnmi ... praio por acnro de b ediloria1.
PREFACIO

Este libro ilumina laconlinuidad. desde la sociología clásica hasta


hoy, de una vfa teórica primordiaL La sociologfa rayó por vez pri-
mera a gran altura teórica cuando Durkheim propuso s u explica-
ción de algunas de sus cuestiones centrales, como qué es lo que
produce la memhresfa social. las creencias moraJes o las ideas con
que la gente piensa y se comunica. La cla\'e es que las tres están
ligadas al mismo mecanismo. Que las ideas sean s(mbolos de m em-
bresfa grupal evidencia que son los patrones morales -es decir;
emocionales- de la interacción social Jos que generan la cultura.
El pensamiento de Durkheim suele ser interpretado, y critica-
do, como una teoría global de la integración moral de la sociedad
in tOfO. pero yo lo interpreto a través de la mirada de Erving Goff-
man y el movimiento microsociol6gico, es decir, en el espiritu del
interacciorus mo simbólico, la etnometodología, el constructivis-
mo social y la sociologfa de las emociones; en el espíritu, que no
en la letra, pues yo emplazo el mecanismo ritual en el centro mis-
mo de la teoria para asl poder extraer la máxima capacidad expli-
cativa de las intuiciones de las perspectivas m icrosociológicas.
PartirdeJ mecanismo durkheimiano nos permite ver cómo las va-
riaciones en la intensidad de los rituales conducen a variaciones
en los patrones de me mbresía y en las ideas que los acampanan; y
eso ocurre no en el nivel global de la 'sociedad' en sentido amplio,
sino en el de membreslas que son locales. a veces efímeras, estra-
tificadas y conflictivas. No sigo a Durkheim ni a Goffman textual-
mente. pero me sirvo de la fecundidad de sus ideas para teorizar
un mundo social fluido y en continua variación.
El capitulo I esboza la historia intelectual de la teona social del
ritual. con mucho cuidado de librar lo esencial de la tradición dur-
kheimiana de interpretaciones que han medrado alrededor de ella
como lianas parásitas sobre la piel de un longevo árbol selvático.
Una vez desbrozada, la injelto con lo mejor de la microsociología
radical. En esto fue Goffman el pionero, aunque también él requie-
re algo de poda para despejar de entre sus aportaciones las más
útiles a este proyecto.
El capítulo 2 presenta mi foJtl1Ulnción del modelo tcórico, que
adopta el término de Goffman 'ritual de interacción' (en adelante,
RI). Es fmprobo librarse de los sedimentos terminológicos, de ma-
nera que no es necesario que lo llamemos asf. De un modo más
general podríamos lambién denominarlo 'mecanismo de foco com-
partido y consonancia emocional'. Este modelo de situaciones de
interacción varia a lo largo de dos dimensiones: en qué medida bro-
ta un foco de atención común (mutual (ocus) y cuánta consonancia
afectiva (emotiollal etltrainmelll) naceentre los participantes. Cuando
el foco común y la consonancia se intensifican, emergen procesos
de retroaJimemación positiva que gestan apasionantes experiencias
emocionaJes que son, a su vez, momentos cargados de significación
cultural e imanes motivacionales; estas experiencias crean, refuer-
zan o socavan una culturn. Para ilustrar este proceso de creación de
símbolos analizaré vfdeo-grabaciones de primera mano de la crea-
ción de nuevos sfmbolos nacionales durante la catástrofe del 11 de
septiembre de 200 l.
Los RI crean símbolos en interacciones de primer orden, cara a
cara, que son punto de arranque de series de circuitos u1teriores de
segundo y lereer orden donde esos símbolos pueden ser recirculados:
un sfmbolo imbuido de emoción sinmcional puede circular por las
redes de conversación o ser interiorizado como pensamiento en Clr-
cuilos mentales individuales. En último término, la inlensidad del
imeres humano por estos o aquellos símbolos -dd enlusiasmo o la
obsesión al aburrimiento o la indiferencia- depende de la repetición
periódica de RI, pues la significatividad de los sfmbolos deriva de la
intensidad emocional que alcanzan los rituales de primer orden en
que se los emplea. Pero a menudo encontramos sfmbolos fuera del
contexto interaccional que determina cuán vivos están y por eso ne-
cesitamos reglas de interpretación que primero los retrotraen a la
situación interaccional donde recibieron su presente significado
emocional y luego, desde ésta, los sigucna lo largo de su d.iscwrirpor
redes conversacionales y por la experiencia mental privada.
Los capítulos siguientes analizan las implicaciones del mecanis-
mo de los RI. El capítulo 3 presenta una teerla interaccional de las
emociones que destaca las diferencias entre las emociones concre-

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!aS que usualmente se mencionan -ira, alegría, miedo- y la emo-
ción social por anlonomasia que denomino energía emocional (EE).
Durkheim advirtió que quien participa en un ritual social logrado
se siente fuerte , confiado y pleno de resolución. Parte de la efer\'CS-
cencia colectiva de una inleracción muy centrada y emocionalmen-
te energizante pcrfunde a los individuos, que salen de la siluaci6n
llevando en sus cuerpos, por un tiempo, esa emoción generada en
grupo. A la inversa, un ritual social fallido zapa la confianza y la
iniciativa -reduce la EE- de sus participantes, y tam bién la de
quienes ocupan el lugar de paria (outsider) , vícti mas emocional-
meDIe maltratadas por quienes los excluyen de sus RI. Un RI es un
transformador emocional que trasmuta emociones-ingredientes en
emociones-resultados. Las emociones situacionales inmediatas, con
su escondida resonancia de mcmbresfa grupal, perviven de una si-
tuación a otra en forma de EE y con el tiempo forjan cadenas de
rituales de interacción (CRI). La rnembresía y sus límites, la solida-
ridad y la EE, alta o baja, son ru.-¡xx;tos que operan jUnios. Por eso la
estratificación de la interacción -interactuar con gente más o me-
nos poderosa o desde una posición de aceptació n o exclusión por
motivos de eslatus- aumenta o disminuye el nivel de EE de los
individuos. La estructura social - vista, en detaJle, como un tapiz
de CRI- es un proceso constante de estratiñcación de individuos
en términos de su EE.
Poder y privilegio no son meros efcctos de la dl'Sigualdad de
recursos materiales yculturnles. Lo que hace que ciertos individuos
resulten más impresionantes, atractivos o dominantes es el flujo
trans-situacional de EE; idénticos flujos situacionalcs ensombre-
cen a otros individuos y limitan su s fuentes de EE a la alternativa de
participar como seguidores o ser relegados a una pasividad margi-
nal. Los procesos emocionales que animan a unos individuos y si-
multáneamente desmoralizan a otros aconsejan a éstos que intcrac-
ulen sumisamente con aquéllos, asu miendo asf su primacfa socia1
-tome ésta la fom13 de liderazgo , popularidad, creatividad intelec-
tual o agresividad ffsica.
EJ capítul0 4 muestra cómo los RI producen la motivación persa-
nal que fluye de una siruación a otra. Tomando prestados algunos
conceptos de la teona de la elección rncional es posible desarrollar la
Teoría de los Rituales de lmeracción (TRI) al punto de predecir qué
ocunirá cuando los individuos pasen de una situación a atTa. A cier-
tos teóricos sociales esta mezcla puede resultarles desagradable y hasta
herética, y no hay duda de que la imagen del individuo egoísta y
calculador no parece encajar bien con la solidaridad moral de una

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micro<olectividad dw-kheimiana. Mi justificación es que, en reali·
dad, la teoria de la elección racional no modela las interacciones si·
tuacionales, sino que es una teoria de nivel 'meso' sobre la conducta
individual a medio pla1.o en una secuencia modal de situaciones,
Elegir significa decidir entre rutemati\'as y en la vida real éstas se
presentan gradualmente, en e1 curso de una serie de ocasiones. Las
anomalIas de la teoria de la elección racional derivan del hecho de
que los individuos no calculan muy bien las opciones de que hipoté-
ticamente g07.an en una micro-situación, pero esto impona poco, no
obstante, porque el elemento más I1til de ese mooeJo no es el cálculo,
sino la propensión individual a derivar. conscientemente o no, hacia
situaciones que of're7.can el mejor rendimiento costc-beneficio. Los
humanos no somos muy hábiles calculando costes y beneficios, pero
sí muy capaces de orientamos emocionalmente hacia esa misma meta
porque subconscientemente pcx:Jcmos juzgar cualquier cosa en tér·
minos de su contribución a. una motivación fundamental: obtener la
mátima energía emocional de los rituales de interacción.
Todas las situaciones p.,.edcn "'~~, en conjunto, como un mer-
cado de Rl . La noción reSuha .socio.ógic~ente menos chocante
si se compara con el ramiliar concepto de mercado matrimonial y
su ampliación al concepto de mercado de preferencia sexual (Ii·
gues competitivos en una bolsa de parejas potencialmente dispo·
nibles para relaciones románticas y sexuales a cono pla7.o, subdi·
vidido en mercados horno y heterosexuales, etc.) y a la idea de
dinámica de mercado en la rormación de amistades. Esta formu-
lación no pretende ofender la sensibilidad humanista: quienes
buscan amigos personales o parejas románticas tienen a menudo
un genuino compromiso con sus relaciones, se sienten a gusto en
un mismo horizonte de experiencia cultural y companen sus emo.-
ciones positivas espontánea y desinteresadamente. Pero ése es el
contenido microsocial de las interacciones; los aspectos de merca-
do aparecen en el nivel mesosocial , en el agregado de situaciones
entre las que los individuos, implícita o explfcitamcnte, eligen. No
todo el mundo puede establecer una relación amorosa o una amis-
tad íntima con quien quiero y la nómina de quienes ya están com-
prometidos y de los que están disponibles tiene un efecto inelucta-
ble incluso sobre el más romántico. Así pues, la totalidad de los RI
puede concepirse como un mercado.
LQ que llamo CRI es un modelo de motivación que tira de o
impulsa a los iodividuos de una situación a Otrd , guiados por pautas
análogas a las de un mercado, en función de las cuales el aceJVo de
recursos sociaJes de cada panicipante en un encuentro -su EE y

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sus slmbolos de membresla (o capital cultural ), acumulados en RI
anteriores- se combina con el de los demás. El modo Y medida en
que esos elementos encajen es la c1avc del tipo de RI que se produ-
eirá cuando esas personas se aglutinen. El gr.¡do relatÍ\"U de intensi-
dad emocional que alcanza cada R! se comparo impllcitamcnlc con
el deOtros RI accesibles dentro del horizonle social del indivklllO. y
eso le gula hacia situaciones en que se sicnle emocio nalmente mAs
im"Olucrado y le aleja de las que carecen de magnetismo emoth"O y
de las que le resultan afectivamente repulsivas. En conclusión, el
mercado de en.ergla emocional obleniblc de los RI es el mecanismo
centrnl que moti~lI a los individuos a 10 largo de su recorrido a t ...-
\'é$ de las cadenas de R! que constituyen sus vidas.
He propuesto hasta aquf una [coña de la motivación indivldual
basada en la posición que, en un momcntodado, seocupa en el con-
glomerndo de CRI que ronna un mercado de posibles rclacioncs 50-
ciall':5, ~ podemos in\'Crtirel cuadro y \'erlo desde otro ángulo. En
lugar de enfocar al individuo podemos \"CI" la estructuración de una
institución o una arena social en su conjunto como una urdimbn, de
CR!. La institución que ahora tengo en mente es la t'COnornfa en el
sentido \-ulgarciel tbmino: Jos m<.."rCados de trabajo, bierw:s e instru-
mentos financieros (Uamados también. 'mercados materiales). Se-
gún una conocida tc."Orta de la socio\ogla económica, los men::a.dos
materialC$ están ÚlSitos en reJ.acioncs sociales de confianza y respeto
a las reglas de juego implkitas --elaciones analizables como pautas
sodalC$ que fluctúan con la situación. Pero lo que la sociolog1a eco-
nómica designa bastante abstractamente como 'confianza' no C$ un
elemento estático ni un simple albero sobre el que se extiende la are-
na de los juegos económicos y porencima del cual son las motivacio-
nes económicas las que aportan la dinámka de la acción. La llamada
'incardinación social' es, de hecho, el centro mismo de la vidaec006-
mica. Todo RI erlCa1. croa solidaridad moral..-rn !<ioonimo de 'con_
fianza'-; pero las CRJ producen algo más que confianza: engendran
todo el ~ de moti\-ación individual; es siempre el mismo meca-
nismo. ya sconcnte hacia las actividades ecorlÓmicas o hacia reJ.aci<).
nes de puro lI"1Ito social. La bú5qooda de EE es el moti\"O que domina
todas las arenas insti tucionales; mAs aúo: ¿qué crea dh'Cl1KJS niveles
de EE ro la vida ecoo6m.ica Y motiva a trabajar con intensidades que
van del entusiasmo a la zanganería , a implicarse en iniciativas cm-
~ales, o rehuirlas, y a surn;m¡e a las hordas de im~ o a
retirnr dinero y atención de los ~ financieros? Los RI .
No hay solución de continuidad entre los mercados materiales y
el mercado de r6:l.itos emocionales de 106 RI ; ambos están moth'ado!¡

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por la obtención de EE. Por supuesto, participar en los mercados
materiales a menudo suele tener más de rutinario y opresivo que de
excitante, y consiste más en mantener las cosas en marcha que en
perseguir experiencias emocionantes. Como dirlan los crasos realis-
tas, la gente no trubaja para ejecutar rituales sino porque necesita
bienes materiales para sobrevivir: Mi réplica es: la motivadón social
determina incluso si la gente quiere sobrevivir Y, en condiciones más
normales, también para qué quieran los bienes matcriaJes. La varia-
ción de la motivación social detennina la variación de la intensidad
de la actividad económica. loque dinamiza los mercados materiales
es la demanda de hienes materiales que, como tales recursos, son
parte de los ingredientes imprescindibles para producir RI que pro-
ClU"Cl1 experiencias intensas. Hay bucles de retroalimentación entre
la economía materia] y la economía de los rituaJes; ambas son insu-
mo necesario de la otru. Max Weber postuló que la intensidad de la
motivación para participar en una fonna concreta de experiencia
religiosa impulsó la expansión del capitalismo moderno. En mi gene-
ralización de esa línea argumental, 10 que dicta la motivación para
trabajar: producir, invertir y consumir en el mercado material es el
mercado socio-interaccional de RI en su totalidad. Al nivel de la teo-
tia general no se puede explicar la conducta humana en esferas de
motivación separadas sin un denominador común a todas, o resultn-
tia imposible elegir entre ellas en situaciones concretas. La solución
teórica es concebir los mercados de RJ de alta intensidad y de bienes
materiales como una unidad, un continuo flujo recfproco. No pode-
mos derivar las motivaciones sociales de otras materiales, ni unificar
los dos ámbitos desde la vertiente material, pero sf desde lo social.
El capftulo 5 completa las aplicaciones del mecanismo de los RI
con una teona del pensamiento cuyo núcleo es que los RJ cargan las
ideas con grados diversos de significación de memhresfa al marcar-
las con cantidades distintas de EE. En consecuencia, unas ideas
son más fáciles de pensar que otras -para unos individuos concre-
tos sitos en una cadena de situaciones concretas. Esas ideas acuden
raudas a la mente o a la lengua; la interacción atrae menos a otras e
incluso parece como si una barrera tácita excluyera de ella a algu-
nas. El pensamiento es conversación interionzada -una idea teóri-
ca familiar desde Gcorge Herhert Mead- y por tanto podemos tra-
zar los vínculos íntimos de las ideas desde las conversaciones exter-
nas a las interiores yviceversa. El pensamiento más fácil de retrazar
empúicamente es el de los intelectuales, porque es de quien mejor
conocemos sus redes sociales con otros intelectuales. as! como su
pensamiento interior, exteriorizado en su obro. Desde ese punto de

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partida me ocupo luego de formas de pensamiento que son sólo
casi-oraJes, como los ensalmos verbales y los rituales internos que
tan a menudo hacen a nuestro ser interior muy distinto del exterior.
Mis ejemplos de análisis empírico de conversación inleriorizada se
inspiran en el análisis conversacional Este capitulo se apoya consi-
derablemente en la tmdición del intcraccionismo simbólico, desde
los clásicos a los análisis contemporáneos de Jonathan Tumer, Nor-
ben W¡Jey, Thomus Scheff y Jack Katz, entre otros. Concluye. no
obstante. que a la metáfora de Mead de las divisiones del sí mismo
(seJn -Yo, Mi, Otro Generalizad~ puede preferirse un modelo
centrado en la interiorización de la dinámica continua del foco de
atención y el Dujo de energb de los RI.
La segunda parte del libro apUca la leona general a áreas locali-
zadas en momentos históricos concretos de la vida social. El capitu-
lo 6 presenta una teoría de [a interacción sexual anali7.ada empíri-
camente a nivel micro; es decir. estudia Jo que la gente hace real-
mente en situaciones eróticas. Ante todo aclararé que no es una
teoría de los significados que el sexo pueda tener en una cultura ni
se reduce al nivel de los agregados estadísticos sobre qué actos sexua-
les realiza la gente y con qué frecuencia; es una teoría sobre el tipo
de interacciones que suceden efectivamente cuando la gente tiene
relaciones sexuales. A primera vista parece obvio, pero al examinar-
lo sociológicamente se abren muchas opciones de interpret..'lción.
Qué hace realmente la gente y qué considera eróticamentc estimu-
lante no puede explicarse por motivos individuales de búsqueda de
placer porque las prácticas que se definen como sexurues y las ro-
nas del cuerpo que se marcan corno objetivos eróticos varían histó-
rica y situacionrumente. Son el foco y la intensidad de los RJ los que
construyen eJ simbolismo erótico del cuerpo. La fonna elementru
de la acción erótica --el coit~encaja como de molde en el modelo
de RJ. No es extraño: la cópula es la culminación arqucúpica de un
proceso de efervescencia colectiva e implicación mutua que crea la
más primitiva fonna de solidaridad y las pautas morales más inme-
diatas; los sentimientos entremezclados de amor y posesión sexual
son la expresión ritual más intensa de la pertenencia a un grupo
cuyo cardinal es, habitualmente. de dos personas.
A partir de este modelo básico puedo mostrar. por ejemplo, cómo
la ubicación de objetos distintos de los genitales en el foco de alen-
ción de RJ eróticos construye su atractivo. Algunas formas de ritual
sexual generan escasa solidaridad entre los participantes -sexo
egoísta, bajo coacción o en general no orientado a la copanicipa-
ción con la pareja del momen t~ y su explicación social reside en

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que su Coco de atención es más externo que local, más las arenas y
escenarios de exhibición y negociación erótica a las que buscan
penenecery donde desean prestigiarse que la relación personal en-
tre los amantes. Los cambios históricos en los lugares de negocia-
ción y recreo sexual acaecidos en el siglo XX y en la variedad de
prácticas que por ende han devenido eróticas ilustran que el nivel
micro de la inlcmcción sexual está configurado por una arena ma-
yor, una concatenación de CRI que lo engloba. Entre otras cosas.
este hecho puede c.'l:plicar la expansión de Cormas específicamente
modernas de homosexualidad.
El capítulo 7 ofrece una visión microsociológica de la estratifi-
cación a fines del siglo xx y comienzos del XXI. Describo la estrati-
ficación desde abajo, desde el ángulo de las situaciones donde la
desigualdad se produce efectivameme. En illtimo análisis, este cri·
terio micro-empírico coincide con el esquema weberiano de clases
económicas, grupos de estalus y poder polftico, salvo que en lugar
de considerar estas macroestructuras como entidades sólo aprehcn·
sibles en forma agregada. estadfslica. muestro cómo put:-den ser re-
configuradasen ténninosde las dinámicas inlCJ1lccionalcs de la vida
cotidiana. En nuestros dras la experiencia social inmediata se ha
desligado en gran medida de las identidades basadas en calegonas
de macro-estratificación y concede más peso a las dinámicas de la
estratificación situacional, Los cambios en la distribución de los
recursos precisos para escenificar RJ y en las circunstancias que
otrora compelían a la geRle a participar en rituales estratificados. y
que hoy les permiten eludirlos. explica cómo ha ocurrido la notoria
evaporación de los hoy anticuados rituales de deferencia,
El capitulo 8 se ocupa de un conjunto de rituales menores que
se celebran en privado en situaciones de ocio, al margen de los de-
beres de las ocasiones serias. Históricamente, esos rituales han su-
frido auges y decadencias. lo que ofrece la oportunidad de estudiar
la variaciÓn en los ingredientes sociales usados para construir esos
pcquefios rituales de privacidad y sociabilidad. EIVing Goffman fue
el primero que los investigó pero, demasiado preocupado por mos-
trar sus propiedades generales. prestó poca atención a su variación
histórica. Irónicamente. su obra es coetánea de un cambio formida-
ble en los rituales de la vida cotidiana: el desmoronamiento de Jos
rituales de cortesfa formal claramente estratificados que demarca·
ban los Ifmites entre las categonas sociales. En Jos años sesenta
aJgunos observadores bautizaron ese proceso como 'el ascenso de la
contracultura'; yo prefiero llamarlo 'revolución goffmaniana', Esa
revolución, que propugna pautas de espontaneidad en vez de for-

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maHdad y la ocullaCión de signos palmarios de diferencia de clase y
que juzga impertinentes las maneras formales. caracteriza aún la
eslTlItificación situacionaJ en tomo al cambio de mi lenio. Éste es un
ca50 mAs de cambio en los rituales prevalecientes en la ,ida cotidia-
na . uno entre tantos como han suced ido a lo largo de 10l:i siglOl:i.
El capltuloS relata este cambio micro-estructural en los rituales
de la interacción infOl'TTlal usando como elemento trazado.-Ios ri-
tuale$ centrados en el tabaco. La:s coooiciones que desde el siglo XVI
dieron lugar a diversos tipos de rituales ligado!; al tabaco. y que
allUll'Tltaron el confficto sobre la legitimidad de estos. arrojan luz
sobre el ámbito llÚ.$ general de la ingestión de otro tipo de sustan-
cias. PodrtamOl:i valemos del mismo tipo de análisis para escribir
una historia social del alcoholo de otras drogas. No faltan estudios
!iObf'e estas sustancias, pero realizados generalmente desde OU'as
perspectivas teóricas; de ahl que el análisis de los rituales y contra-
rituales centrados en el tabaco pueda resultar lo bastante original
como para contribuir a destacar con ma'jOf claridad aspectos analf-
tm primordiales.
La oportunidad de cambiar nuestra gestall pen:epti\'a. por lo
menD!§ como $OclóIogos. es tc:xlavfa mayor por convivir cotidiana·

mente con un fenómeno tan relevante como poco analizado: el tl(l·


lO. tr.ls siglos de fracasos. del movimiento ami-tabaco. La tosca ex-
plicación ''\lIgar afirma que la evidencia médica actual JlI1leba el
riesgo de1 tabaco y que el movimiento para restringirlo y prohibirlo
ha venido de suyo, como una cuestión nomtal de polftica p(JbUca.
Pero si eso fuera lodo eslarlamos anle una aberTación teórica. Nues-
Iras teortas sobre los movimientos sociales, la poIfliea o los cambios
en los estilos de \ida apenas si regislrnn casos de cambios que ha-
yan slICedido simplemente porque los cientfficos hayan comunica-
do a la gente qué le convenía máli y ésta se haya OOI'1"egido en el acto.
Pero, por lo general. el mundo académico no pone en lela deju icio
esta burda explicación. y menos aún la KlCiologfa . quizá porque la
mayoria de los sociólogos pertenecen al ¡ropo de "tatus más com-
prometido con el movimiento anti-taOOco: no vemos su triunfo como
un fenómeno que ~icnl e:o:plicación porque lo contemplamos a
tra\'és de las categorias propugnadas por el propio movimiento. Los
participanlC$ Ideologiudos son malo!¡ analistas de su propia causa.
Por lo mismo. no ~mos anali:zar bien a la diana dellTlO\imlento
-los consumidores de tabaco, en todas sus variantes históricas-
micntnlSlos veamos unicamente como aCQl!;tumbrn presentáneles,
bajo las categoriasdeadictosode peleles de la publicidad. En cam-
bio, tomando distancia y viendo el pmceso histórioo en su conjunto

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se !lOS abrirá la posibilidad de alcanzar una compRnsión sociológi-
ca, y no $610 médica, de las formas adictivas o penistenlememe
compulsivas de ingenión de SUSlanCias en general..
Los riru.ales de ingestión corporal siem pre tie!len un aspeclO fi-
siológico, pero eso no jlUtifica ceder la precedencia teórica a cicnlÍ-
flCOS no sociales cuando se trata de explicar una conducta .social.
E.n tl/!nninos genernles, Jos RI !iO/l procesos que OC\.IJTen cuando los
CU Crpo$ hllll\al"lOil se acercan lo bastante como para que sus siste-
mas nerviosos sincronicen reclprocamente sus ritmos y anticipa·
ciones; la estimuladón del sustrato fisiológico que emcx:iona un
cuellJO individual procede de su conexión con los ciclos de retroali-
mentación que recorren los cuerpos de oIroS participantes. En ex
instante. cuando menos, es la inten\CCíón social la quede!ennina la
fisioJ.ogfa. Y este es el fuodamento normal de la interacción huma-
na, inl;luso sin ingestión alguna de alcohol. tabaco. drogas, cafeína
o alimentos. Cuando a un RI se le af\ade la ingestión de alguna de
esas sustancias. sus efectos fisiol6gi<XlOl esttn profundamente im-
bricados oon. y configurados por las pautas sociales.
Afinno. pues. una forma fuerte de oonstrucción $OCiaI. no 11610
de los procesos mentales conscien tl.'$ o de las emociones. también
de la experiencia oorpot al de cualquier cosa que ingiramos. Su na-
turaleza química tiene un efecto indeperJdi.ente. que en ocasiones
puede 5e'[' determinante -la estricnina no tiene el mismo efecto
que el azúcar; pero seria un elTOl' asumir que todas las sustancill$
pc:nenecen a la misma catcgoña extrema que la estricnina. No obs·
tanteo la mayor1a de las sustancias cuya ingestión es más usualtie-
nen efectos muy variados en contextos sociales distintos y son sus
U$OS sociales los que detenninan qué suponen para la genle que las
toma. Incluso en el caso del consumo de tabaoo a principios del
siglo XXI, el factor causal que domina su utilización no 50ll sus efec·
tOS físicos en s( mismos sino cómo se experimentan socialmente.
El efecto global de estos capltulos puede sugerir la pregunta de
si semejantesocio\og.ización no va demasiado \.ejoli. ¿No escapa a la
sociologta Jo que oonslituye nuestra experiencia privada, interior, lo
que nos hace únicos oomo individUO$? El modelo de Rl. ( no está
muy escorado hacia una imagen del ser humano como un dk:hara-
cnero elItrO\trtido que siempR busca oompal\fa numerosa. nunca
está solo y carece de vida inlCrior? El capitulo 9 aborda directamen-
le estas cuestiones. Como argumentaran I>urkheim y sus seguido-
res, en especial Marc:eI. Mauss. las estructuras sociales que se han
sucedido a t ... vts de la historia humana han producido W1iI plurali-
dad de individualidades COI'n'lativa oon la de las estructuras socia-

10
les: a mayor varia:lad de s ituacio nes sociales, más singularidad de
la e~periencia de cada indh'idoo y mayor multiplicidad de indivi-
dualidades. Más aún, no es sólo que algunas formaciones hisl.6riC8li
produzcan una variedad mayo r o menor de indÍ\~duaJjdades. sino
también que algunas sociedades --n nuestra, en especial- alum-
bran ideales o idcologfas indl\'Ídualistas. Las interacciones sociales
producen y moralizan símbolos. Yallf donde han recedido las inter-
acciones sociales rituales que f<':stejaban lo coIn::tiv{), en $U lugar
han surgido rituak:s situocionaIes centrados en lo que Goffman iden-
tificó como 'cuilo al individuo',
La individualidad adopta numerosas formas, muchas de las cua-
les 5011 exlJ'O\.'Crtidas; as! pue>, conviene mostrar cómo se crean so-
cialmcnte las personalidades orientadas hacia la interioridad. He
dibujado siete tipos de inlrO\'et'Sión, cada uno ligado a sus condicio-
llC.'I históricas originarias, Contm el prejuicio común de que el in-
tJ'O\'enido es un tipo de pcn;onalidad moderno, algunas de sus ''<l-
riantes resultan ser pcnonalidades bastante oomune5 en el mundo
pn=odcmo. E indllliO en el mundo actual hay más tipoo de intro-
versión que el individuo hiper-reflexivo o neurótico que algunos
aUtores identiflCan oon un Hamlet () un paciente freudiano y al que
e.ultan como emblema de la vida moderna. La mayoría de los tipos
de IntIm-ersión no sólo IIOn, de hecho, socialmente producidos sillO
que, además, cuando la situación lo demanda. despliegan tambi61
formas específicas de interacción social extnJo\"er1ida. Incluso en d
caso de las pen;onalicJades más extremas lo interior y lo exterior se
suceden y alternan en una secuencia sin fi n,

11
AGRADECIMIENTOS

Agradezco cspedalmente a Michele Larnont sus consejos sobre


la organización de mi argumentación. Por sus comentarios, criti-
cas, discusiones e infonnaciones estoy en deuda con Edward O.
Laumann, Ira Reiss, Arthur Stinchoombe. Me Hochschild, Bryan
Thmer, lonathan Thmer, Tom Scheff, Rebecca Li. Bob ticn, Yvcttc
Samson, Stephan Fuchs. David Gibson, Albert Bergesen, Mustapha
Emirbayer, Milch Dunier, Erika Surnmers-Effier, Regina Smardon,
Delrdre Boden, Emanuel Schegloff. Paul Ekman. Theodore Kem-
per, Bany Bames, Norbert Wiley, Gary AJan Fine. Arthur Frank,
HansJoas,James S. Coleman, Viviana Zelizer; E1ijah Anderson, Gcoff
Ingham, James Jasper; PauJ DiMaggio. Dan Chnmbliss, Danin Wein-
bcrg, Susan Watkins e lrma Elo.
Parte del capitulo 3 fue publicada en Thcodore D. Kemper (ed.)
Researc/l Agendas in (he Sociology o[Emotiotls. A1bany, SUNY Press.
1990. Una versión del capitulo 4 apareció en Rntiollality Qtld Sociery
5 (1993). Una versión del capitulo 7 se public6en Sociological7ñeory
18 (2000). SUNY Press, University of Chicago Press y American
Sociologica.l Association, re,¡pectivamentc, autorizan su reimpresión.

13
CAPITuLO 1
LA TEOIÚA DE LOS RITUALES
DE INTERACCIÓN, PROGRAMA

La teona de 10$ ri tuale5 de interacción (TRI) es la llave de la


mlcrosociologfa y ~ta, a su vez,la llave de buena pane de lo que
tiene may<lrescala. La Interacdón a pequet\a escala, aquf-y-aho-
ra y cara-a-<ara, es d lugar donde se desalT'OlIa la acción y el
escenario de 1('1$ actores socia les. Si existe agenc ia en la vida so-
daJ, aquf mor.!. La energfa del movimiento y el cambio, el ce-
mento de la solidaridad y la in movilidad del consetvadurismo
residen en eJla; e$ el há b itat de la intendonalidad y la condencia
yeJ terri torio de I()$ aspect()$ emocionales e inconscien tes de la
interacción humana. Uámesela comoquiera, es la localización
em pfri(;('l--6:peri men tal de nuestra p5icologfa social, nuestro in-
teraccionismo simbólico o estratégico, nuestra fenom enologfa
e.ustencia1isla, nuestra etnometooologfa y nuestras arenas d e
intercambio, negociación, juegos o elección racional. Estas posi-
cione5 teóricas, dedicadas a anal izar lo más intimo a la minima
escala, pueden parecer micro ya en extrem o y no obstant e hemos
de ver que la mayon a 00 lo son lo suficiente)' que algunas no
pasan de ser merns glosas de lo que sucede en el nivel micro-
interacciona!. Si logramos desalT'OlJ ar una teona suficientemen -
te poten te d el nivel micro podremos también d..".·elar algunos
enigmas del cambio social a nh'el macro y a gran escala.
Comencemos por aclarMdos puntos. Uno, eJ cenlrode la expU-
caci6n microsociol6gica no es el indivkluosioo la situación. Dos, la
poI.isemia del térnJino 'ritual' induce a confusión; exlxmdré en q~
sentido Ioempleo y por qué este enfoque rinde los resultados expli-
cativos deseados.

17
La situación y no el individuo como punto de partida

La elección de su punto de partida analltico es para el te6riro


una cuestión de decls.i6n e!ótrat~ca, pero noun mero e irrazonado
€k guslibus non disputa,ulum es/. Lntentaré probar cuánto más pro.
vo:d>oso Itsulta partir do: la situación y desanvllar d<:sdc <:Ila el indi-
viduo quo: a la in\'e~; desde luego, mucho mkI que la tan trillada
\'fa que, como si dijtramos, brinca desde el individuo hasta la ae-
ción o la cognición que palmariamcnto: le pcnenecen, soslayando
por rompleto la situación.
Una teoriade los rilualcsde interacción (RI ) y suscadenas(CRI)
es ante todo una teor1a de las situaciones, de los encuenlrOS tempo-
rales e ntre cuerpos humanos cargados de emociones y conciencia
por efeclO de la$ cadenas de encuentros vividas antenonnente. Al
decir 'actor social' o 'individuo humano' ¡;ignific:o un flujo easi-du-
radero yeasi-U"aIl$itorio en el espacloycl tiempo. Por más magnIfi-
ca o heroica que la individualidad nos pare:r.ca, deberfamos admitir
que esta perspectiva, de$de la que escrutamos el unlWI"$O y cuanto
rontiene, nace de las tendencias religiosas. polit ieas y culturales
espedficas de los últimos siglos. Es una ideología que defiende el
modo de pensar acerca de 1\OISOtJ"O!¡ , y de los otros, que nos p¡ueee
más digno; es pane del sentido común popular, pero de ningún modo
el punto de partida analItico óptimo para la micl"osodología.
No afirmo que el individuo no e:o:ista, sino que es algo más que
un cuerpo, aunque ~te sea ingrediente esencial en su construc-
ción. Mi estrategia analltica _y la dd fundadol"del análisis de los
rituales de interacción , Ervi~ Goffman-- parte de la dinámica de
las situaciones; de ellas puede derivarse casi cuanto queramos sa-
ber de los individuos, en tanto que precipitados que transitan a
tra\·~ de las s ituaciones.
Deto:ngámonos un instante aquf para escuchar una opinión 00ll-
traria. ¿No es evidente que los individuos son únicos precisamente
porque podemos observar que siguen actuando ~n patrones fa-
miliares ydaramente reconocibles a tra\"6I de distintas situaciones
y de cambios de circunstancias? Algo de verdad hay en este enun-
dado erróneo: da poI" probada la hipótesis de que los individuos no
cambian cuando cambian las si tuaciones: hasta qué punto es esto
cieno debe d ilucidarse empúicamente. Nos inclinarnosa aceptarlo
irreflexh'llmente como 'algo que sabe todo el mundo' porque nos 10
han remachado como un principio moral: todos somos únicos, 51:
tú mismo. no cedas a la pre$ión del ml.,dio social, sé fiel a ti mismo
- lemas pregonados en todos los discursos, desde los sermones de

18
los predicadores a las campañas publicitarias, y cuyos ecos resue-
nan por doquier. desde la cultura de masas hasta los gastadores de
las vanguardias mooemistas e hipenllodemistas del mundillo artís-
tico e intelectual. No sería propio quc como sociólogos asumiéra-
mos los prejuicios populares (aunque ése es exactamente el camino
del éxito como autor); al contrario. debemos verlos en perspectiva
sociológica e indagar qué circunslancias sociales instauraron la
hegemonIa de esa creencia moral y esas categorías sociales en un
momento histórico dado. El desafío. dicho en términos goffmania-
nos, consiste en descubrirlos origenes sociales del culto al individuo.
Sentado esto, puedo convcnir en que, bajo las condiciones so-
cirues contemporáneas. es muy probable que tooos los individuos
sean únicos; pero no a causa de una esencia individual inmutable:
para la TRI, los individuos son singulares en la misma medida en
que su tránsito a través de cadenas de interacción, y de la sucesión
de éstas a lo largo del tiempo. difieren de las de otros. Al reificar la
individualidad advocamos una ideología -una versión secular de
la doctrina cristiana del alma eterna-que renuncia a la posibilidad
de explicar c6mo las sucesivas cadenas de encuentros modelan in-
dividualidades únicas.
El individuo, dicho radicalmente, es una eRI. El actor indivi-
dual es el precipitado de sus situaciones de interacción previas, al
tiempo que un ingrediente de nuevas situaciones posteriores; un
ingrediente, no un determinante, ya que toda situación es una pro-
piedad emergente, no la mera consecuencia del individuo o indivi-
duos que panicipan en elJa (aunque también lo es, en pane). Las
situaciones lienen sus propias leyes y procesos, que son el objeto de
estudio de la TRI.
Goffman sentenció: 'no los ho mbres y sus querencias, sino las
querencias y sus hombres'. En un lenguaje neutro en cuanto al gé-
nero: no los individuos y sus interacciones, sino las interacciones y
sus individuos; no las personas y sus pasiones. si no las pasiones
y sus personas. Antes que 'tooo Pepe tiene su momento de gloria'
seria máscoITCCto 'cada momento de gloria tiene su Pepe'. Los inci-
dentes, por fugaces que sean. conforman a quienes les ocurren; los
encuentros hacen a quienes se encuentran. Los depones hacen a
los grandes atletas y la polftica conviene a algunos políticos en Ude-
res carismáticos, aunque todo el peso de prácticas como la redac-
ciÓn de noticias, la confección de anales. la concesi6n de galardo-
nes y la publicidad hiperbólica contribuyen a hacer ininteligible
cómo ocurre asf. Ver las realidades de la vida ordinaria sociológica-
mente requiere un salto gesláltico. una inversión de perspectivas.

19
Noes fácil rompcroon marcos convcncionales tan hondamente arrai-
gados; pero cuanto más rigurosamente pensemos todo a través de
la sociologfa de la situación, más comprenderemos porqué nos com-
portamos como lo hacemos.
Pasemos a una fuente de confusión más sutil. ¿Postulo la prima-
cía de la estructura sobre la acción a nivel micro? ¿Es omnipotente
la estructura de la interacción; anula la posibilidad dc una agencia
activa? En absoluto. La retórica del dilema agencia-estructura es
un cenagal conceptual donde se e nmar,man muchas distinciones y
modalidades retóricas de distinta fuerza; para empezar. confunde
la distinción micro-macro -que abarca el aquí-y-ahora local y las
interconexiones entre las situaciones locales en un ámbito espacio-
temporal rnayor- con la distinción entre lo activo y lo que no lo es,
distinción ésta que nos lleva a inquirir sobre la energia y la acción,
que son siempre procesos locales en que seres humanos reales ha-
cen aJgo en una situación. Es cieno que una acción loca1 puede
incidir en otra, que una situación puede influir sobre otras muy
distantes. En qué medida se dé esa transmisión corresponde a lo
que denomino macro-patrones. Referi~ coloquialmente a los ac-
tos de una masa de inversores como el origen de un pánico bursátil
o al derrumbe del aparato logfstico de un ejército como desencade-
nante de una crisis revolucionaria es algo aceptable, pero bien en-
tendido que es una formulación taquigráfica de las realidades ob-
servables (es decir; de lo que un sociólogo 'micro' obselVana in situ).
Ese modo de hablar hace que, engañados por el tropo, nos parezca
que existe agencia a nivel macro, lo que no es exacto: la agencia,
caso de que usemos el término, es siempre micro; la estructura la
concatena en macro.
Los términos micro y agencia pueden situarse en el mismo polo,
pero no son idénticos. Existe estnlctura a todos los niveles. Las mi-
crosituaciones son estructuras, o 10 que es igual, relaciones entre
panes. En los encuentros locales -microsituaciones- hay siem-
pre agencia y estructura. El error que debemos evitar es identificar
la agencia con el individuo, incluso en el nivcl micro. Creo que ade-
lantaremos mucho más si no reificamos al individuo, si lo vemos
como un flujo temporal que las situaciones dinamizan. La agencia
-que prefiero describir como la energfa que anima los cuerpos
hwnanos y sus emociones y como la intensidad y el foco de la con·
ciencia humana- brota de las interacciones, de situaciones locales
y cara-a-cara, o precipita de cadenas de situaciones. Sí, a veces los
individuos humanos también actúan estando solos, aunque por lo
general eso ocurre porque sus mentes y sus cuerpos están cargados

20
con los efectos de encuentros situados anteriores; sus acciones soli-
tarillS son sociales en tanto en cuanto provienen de y se orientan a
la comunicación con otras personas; lo que las sitúa es su ubicación
en una CRI particular.
Me gusta poco la tenninología de la agencia y la estructura. Para
cartografiar el continuo situacio nal que va de lo local a lo ínter-local
nos basta con lo micro y lo macro. Los aspectos energi7.antes y re-
lacionales de la interacción están, con todo, estrechamente ligados.
Quizá una buena fónnula pUL'tla scr ésta: la estructura loca! de inte-
racción genera y conforma la eneryf.a de la situación. Esa energía
puede dejar trazas que se transmiten a olras situaciones por medio
de las resonancias emocionales de los cuerpos individuales, que se
difuminan con el tiempo, pero que pueden durar lo bastante para
cargar un encuentro ulterior; engendrando asf sucesivas cadenas de
efectos. De~mos observar esta realidad desde otro ángulo. Dedica-
ré mi atención teórica no a la agencia. sino a las emociones y la
energía emocional, cuya intensidad calienta o enfria la caldera de
los Rl; no haré hincapié en la estructura -ni, por el contrario, la
reduciré a mero telón de fondo de la agencia-, sino que m e con-
centraré en mostrar cómo funcionan los RI,

Tennino{og(as eu conflicto

Mi segunda acJar.lción obcdl!(:e a que podlia parecer desmesu-


rada la pretensión de basaren, y hacer girar sobre el ténnino 'ritual'
toda una teolia general de 10 m icro-socinl, Algunos sociólogos. no-
toriamente ¡;:mile Durkheim y su seguidor más creativo en el área
de la microsociologfa, Erving Goffman, usaron el ténnino funda-
mentalmente- en el mismo sentido que yo subrayo: un ritual es un
mecanismo que enfoca una emociÓn y una atención conjuntas, ge-
nerando una realidad temporalmente compartida. No obstante, no
hesidodel tooo fiel a esta tradición teórica, pues, por ejemplo. Coli-
man escribió en otra era intelectual y sus alianzas teóricas fueron
diferentes a las mfas; por ello habré de defender mi propia acepción
y evidenciar su utilidad en el abordaje de nuestros problemas.
Una dificultad mayor deriva de que 'ritual' sea una voz del len-
guaje coloquiaJ, con un sentido mucho más restringido (sinónimo
de fOlmalidad o ceremonia)l del que tiene en la familia de leorias

1, Ml\.s <koorirntlldor aún es $U uSO ro ¡;cntido pe)'ura!im para ~¡lInllkar una irre-
f1rxh'll acción mecánica <) una absurda Iljacióncon alguna ronna de mistiflcadón.

21
sociológicas neo-durkheimianas, La confusión aumenta porque exis-
te todo un cuerpo de investigación anlropológica cuya especialidad
es el ritual, y una subespeciaHdad de 'estudios rituales' dentro del
campo del estudio de las religiones; y todos esos usos tienden a so-
laparse oscuramente. unas veces con la tradición durkheimiana y
otras con el sentido limitado que tiene en el uso popular, Uno de mis
prolegómenos debe tratar de aclarar esas imbricaciones y diferen-
cias de connotación teórica,
Para situamos, veamos la principaJ divergencia que existe entre
las variantes antropológica y microsociológica, sin olvidar la hete-
rogeneidad de ambas, los antropólogos tienden a vc:J'el ritual como
parte de la estruCfUra de una sociedad. como el aparato fonnal que
mantiene su orden o que expresa su cultura y sus valores. o sea,
exactamente lo opuesto al enfoque microsociológico; en contraste
con la fluidez de las eRI, conciben el ritual como puerta hacia algo
más grande, superior y fundamentalmente estático, como mero re-
flejo de la macroestructura y no como fonna primordial de la ac-
ción microsituada. Un vetusto motivo antropológico suena asf: el
ritual, que acontece en el tiempo, revela lo atemporal; lo local mani-
fiesta la totalidad, A finales del siglo XX los diversos movimientos
teóricos que segufan ese enfoque se denominaban esuuctura1ismo,
antropologfa simbólica o semiótica y estudio de los códigos cultura-
les, En general, los estudios sobre las religiones usan también el
ténnino 'ritual' en un sentido más próximo al de 'puerta-hada-lo-
transcendental' de la anlropologfa cultural que al de 'manantial lo-
cal de acción' de la microsociologfa. Para el enfoque microsocio-
lógico, la situación es el punto d e partida explicativo; el enfoque
esUUcturalistalculturalista parte del extremo opuesto, de una ma-
croestructura omniabarcante de normas y significados, La microso-
ciología encara el reto de mostrar cómo su punto de partida puede
explicar que lo que frecuentemente parece ser una cultura omní-
moda e inmutable sea en realidad un flujo, situacionalmente gene-
rado, de nonnas y seDlidos imputados, ¡

2, Existe CIfra acepció n, proo,'eJlIente del campo de la eto1.o¡fa animal, que: la psJco.
logia del desarrollo infantil ha empleado .. '..:ces, Aqtú 'rifUall..z¡",;i6n· significa gestos
comunicativos.Mcviados que opcnm corno '.,fIaks' para otro organismo en cl proce-
so usual de acción, • difc:J'l'nda de los 'símbolos', que son com'enc:iones que refieren.
significados compartidos ("f", TomasclJo J 9'*. 87). En ese sentido, una 'ritualización'
es só1.ouna abreviatllnl utili1ada en la coordinació n de la acción prOCtlca. noUna fuen-
te de intersubjetividad simbólica, A pesar de qlH!n;\.a lenninología máso menos in\ief>.
le el uso que tiene en la I""rfa sociológica de lo$ Rl, en el capltWo 2 \"ereIllO$ cómo lo$
tTabajosde TomuclJo y otros in\'dtig.tdorcs d e elite ámbito corroboran, de hecho, par-
les importante de la llU.

22
Esto es alSQ más que un problema lemlinol6gico. Durkheim dotó
a la sociología de una mecánica de la interac:dón situada que aún
00 ha sido supernda; el modelo que desalTOUÓ para el caso del ritual
religioso es el que yo uso, pero de tal modo que nos permila apre-
ciar qut ingredientes confluyC'n en una si tuación y haeC'n que el
ritual tenga txilo o fracase. Goffman amplió 5U aplicabilidad al
moslnlr que el ritual impregna, en mayor o menor m«Iida, toda
nuestra vida cotidiana: tanto en el ámbito prorano como en el sacro,
el ritual tiene un papel clave en la configur.ICión del carácter indivi-
dual yde las lindes C'ntre los grupo$ estratificados. El modelo posee
aplicaciones potenciaJ.es aún maym-es, pero topa con una dificul-
tad: la historia intelectual del siglo xx atraviesa o rodea 1m temas
durkheimiaoos, a menudo defonnándolos de tal modo que los des-
plaza a posiciones muy divC'~entes. Direrentes movimiC'ntos han
instrumentado el estudio dd ritual al se"icio de una reconstruc-
ción C'VOlucionista de la historia, de la funcionalidad de las insti-
tuciones sociales o de la preeminencia de la cultura, y ninguno ha
fonnulado un mecanismo causal transparente que dilucide cómo
prodUCC,'n los inuaJientes situacionales magni tudes divclUS de so-
lidaridad, emoción y creencia.
Comenzart. pues. por un repaso histórico de la teorización del
ritual, atento a destacar la configuración micro-causal del moddo
de Durkhcim: pondrt especial atención en su programa teórico y
procu~ no confundirlo ron, sino di~1:inguirlo claramente de otras
formuladones}' pn;.gramas bastante diferentes que, por desgracia.
C'mplC'an la misma terminologla.
Mi intC'llCiÓll no es meramente 'volver a DurXheim y Goffman'.
quienes, romo toda otra figura intelectual del pasado. ,ivieron en
complejos medios intelectual.., que ya no son los nuestros. Si pode-
mos construir ,-entones di,'Cf3aS de sus pQStUfl\S es porque las Ul'
dieron usando mucDos hilos que ya exisúan y porque después se
recombinaron con los ITlO\imientos inteleduales de las siguienteS
generaciones. Ésa es la natunUeza de la ,ida intelectual: erigir inteT-
pretaciones antag6nicas del pensamienlo de indilliduOiS canónicos
que sean útües en postel""io!u maniobras inlelectuales. Su historia
es ilustrati\'lI porque !"105 dice de dónde venimos y con qué i~
dienles inlelectuales trabajamOiS ~ un mapa del Mar de los Sar-
gazas de las ideas que constituyen la escena inteleclual a principios
del siglo XXI. Por supuesto, he C'laborado mi pnlpia consuuoci6n
intelectual, a panir de Durlcheim y Goffman. con el fin de protno\'Cl"
mi propio proyecto intck..:;tual. y sus alianzas intelectuales en un
ternno más amplio. pero eso 00 significa que crea que hay un (¡ni-

23
ca modo objetivo de construir a Durkhcim y Goffman, como si la
trudición IntelecluaJ recibida sólo fuese una nube de impurezas que
tizna lo que una vez fuera una visión clara, pero sí propugno vehe-
mentemente que asumamos un criterio pragmático fuerte: mi modo
de construir un modelo de causalidad situacional inspirndo en Dur-
kheim y Goffman nos conducirá más lejos en nuestro afán por mos-
trar bajo qué condiciones ocurre una cosa y no otra en una situa-
ción, Las situaciones se repiten a menudo, también varfan y cam-
bian, y la TRI mueslnl cómo y por qué.

TradJciones de análisis del ritual

No pretendo repasar la historia toda de la literatura sobre el


tema del ritual -Sell (1992) hu escrito un compendio excelente-
sino que seleccionaré los punlos más útiles para situar nuestros pro-
blemas teóricos. Grosso modo. he reducido su leorla aJ ritualismo
subcognitivo. el ritualismo funcionalista y el programa que busca
códigos (y sus respectivos crlticos); los dos últimos suelen agrupar-
se en lo que ambiguamente se de nomina 'giro culturo!'. De las pos-
trimerlas del siglo XIX a las del xx esos programas se sucedieron en
panc y en pane concumeron en distintos momentos, solapándose
en ocasiones.

Ritualismo su/x:og"itivo

La idea del análisis del rituallJotaba en el aire a finales del siglo


XIX.La antropologfa y la sociologfa, disciplinas nuevas que se segre-
garon de otras precedentes, se erigieron en gran medida en tomo a
la discusión de este tema. Historiadores como Numa Denis Fustel
de Coulanges habían indagado las fuentes de la propiedad, la ley y
la política de la Grecia y la Roma antiguas y las habían descubierto
en un conjunto de cultos religiosos. participar en los cuales demar-
caba las fronteras entre familias, danes y coaliciones polfticns. En
la década de 1880, estudiosos de las religiones como William R~
bertson Smilh investigaron la religión semita antigua y descubrie-
ron su continuidad con prácticas vjvas aún. como las comidas co-
munaJes y los sacrificios de las tribus beduinas. Desde la d&:ada de
1890, clasicistas como Fmzer intentaron dar sentido aJ enjambre de
espfritus y dcidades menores que a barrotaban losarrabalcsdcl Olim·
po --cuyos dioses la trndiciÓn literaria griega habfa encumbrndo-

24
y hallaron su 5ignifiotdo en prácticas cotidianas efectuadas en los
santuarios y si tios sagrados de la antigficdad. Niet'L'lChe había tra·
bajado con t'l mismo matf'riaJ en una dirección convergente y a
comienl,os de la clOCada de 1870 habla subrayado lu diferencias
entre los cultos apolíneos, basados en estatuas de alabastro, y los
obscenos cultos dionisiacos, y habla re\'Clado el nexo entre t':Sa$ dis-
pare$ figuras ~ligiosa.s, un conflicto entre moralidades sociales di·
ferentes. A principios del siglo xx, esas líneas de trabajo cristaliza·
ron en la escuela de estudios clásicos de Cambridge, en tomo a Jane
EIIen Hanisol!, F.M. Comford y Gilbert MllffiIy, que interpretaban
programáticamente todo mito en ténninos de las pmcticas CÚltiCM
de sus creyentes originales. Otro estudioso de esta oorriente, R.R.
Manett (1914: 100) lo resumió lapidariamente: ~ la religión pri miti·
\'a se pensaba menos que se dan:r.aba •.
Comparndos oon sus sucesores. estos in\'estígadoresdel mundo
c!;1sioo y de la antropologia histórica n.o cuhh-aron mucho la abs-
tracciÓn. ni teorizaron sistemáticamente su programa de investiga·
ción. Su idea directriz era traducir mitos concretos a conjeturolS
sobt-e práctiCM cúlticas y correbdonar btas con restos an¡ueológi·
cos procedentes de antiguos lugares de culto. Un movimiento inte-
lectual popular -que perdura en nuestros dfas , revivido en cs¡x>cial
por el ala popular del pensamiento feminista- intentaba tkx:umen·
tal" el culto a la 'Diosa Madre', un rito de fertilidad consagrado a UM
diosa. supuestamente anterior a las demás religiones, luego suc:cdi·
lb por cultos androcéntricos, quizás a causa de migraciones de pue-
blos guerreros y conquistadores. Otra rama anatftica quiso formu·
lar 100 principios de la 'mentalidad primitiva'), poner de ~Iic\~ sus
d ifc:rcncias con el postf'riOl" pensamiento racional (un mO\imiento
tajantemente repudiado en el periodo post.-colonial); obras empa·
renl.ada$ con éstas \~eron las rafees de la filO5Ofla griega arcaica en
el desanvllo de coru.:eptos religiosos y en la milOlogla. Todos estos
enfoques usaron evidencia pruce<kllte de m ilOS y MIOS para elabo-
rar reconstrucciones históricas: y dado que intentaban idemificar
las etapas históricas precedentes ---<¡ue en ocasiones postulaban
como palrones e\'oluth'os universales--, sus teonas solfan ser baso
tame concretas. La obra de Freud Tóum y rabrí interpretó las des-
cripciones anuupológicas de: ritos uibales como prueba de una q,oca
remota en que los hijos realmente se rebelaban y asesmabru! a sus
padres, instituyendo luego ritos conmemoratiw.s empujados por
susscntimienlos de culpa. Fn.'\ld se apoyaba en una leona derivada
del desarrollo embrionario: la onlogenia recapitula la filogenia, es
decir, el desarrollo de la mente individual reproduce: su historia 00<-

25
lectiva. Los antropólogos de campo, a menudo ..ficionados (misio-
neros, médicos, viajeros), se centraron en registrar prácticas ritua-
les curiosas que pudieran luego ser interpretadas como \'e5tigios de
un periodo remoto de la historia humana.
Los movimientos intelectuales se despliegan generalmente como
un largo frente de investig¡¡d(ll"e$ que iICOfTlete un nuevo cuerpo de
materiales de estudio; las ideas oon que analizan SUli recién descu-
biertos datos, sus herramientas intelectuales se parecen mucho en-
tre si porque se las formula reoombinando ideas de los antecesores.
Como expuse en otro lugar (CoIUns 1998), cada generación de filó-
sofos opera denu-ode las alineaciones de las facciones intelectuales
existentes, loque limita los movimientos factibles para recombinar,
negar o abstraer las ideas vigentes; es práctica propia del culto a los
inteloctuall.':$, del que somos miembros practicantes, ele\"ar unos
pocos nombres como autores canóniCOll y tratarlos como si huble-
mn sido los únicos descubridores -<ostumbre inocua, de oml pal'
te, mientras la tomemos s6kI como una conveniente simplificación
sinóptica. Al tiempo que la antropología y la sociología ganaban
reconocimiento como disciplinas, Sil abordaje del ritual se orientó
más hacia la concepción de una teoria de cómo opera la sociedad.
Los antropólogos de campo se Uflieron al movimiento para enten-
der Las creencias ~n espe<:iallas que desde parámetros modernos
parecían irracIonales- fundándolas en la pnictica ritual: asl. por
ejemplo. en 1909 Van Gennep reunió un material ingente bajo el
esquema de los ritos de paso de un estatus social a otro.
La formulación de Ourkhcim es d epllOme de los logros intdcc-
tuall.':$ de los pioneros de los estudios clásicos, los historiadores de
la antigüedad y las religiones y los antropólogos de campo. Dlw-
kheim , un discfpulo de FOU!ltel de Coulanges, lideró una escuela de
sintetizadores ycom parativistas (l.vkes 1973, Foumier 1994, Alexan-
der 1982). Su$ protegidos _ Herui Hubert, Mareel Mauss, elC.-
crearon el programa 'durkheimiano', basado en la interpretación de
\0$ rituales I!'n relación con las estructuras sociales que $OStl!'nfan,
como en el caso de los análisis comparativos del sacriflcio (Hubert
y Mauss ]899.'1968) y la OI"OCión (Mauss 190911968). lAs {orma$
ekn~"taks tú fu vida religio.w de l>llRheim ( 19 12) fue la declara-
ción general de principiOli de ese rnoovirrtiento y todavfa hoy es la
fuente que mejor sintetiza los logros de aquellos in\"eStigadores.
¿ Por qu~ merece ese movimiento Uamarse ritualismo subrogni-
IÍ\U? La racionalidad - y más en general la creencia- es la superfi-
cie de la conciencia humana, su experiencia primaria -y nmmal-
mente de un modo tan idea1izado como los bellos milOS sobre los

26
dioses olímpicos o los sermones dominicales inspirados en el Viejo
Testamento hebreo. Aquella generación evolucionista solía interpre-
tar su programa y su método de análisis del rituaJ. con el que exca-
vaba bajo esa superficie. como una manera. de desentrai'lar la racio-
nalidad moderna y alcanzar sus fundamentos irracionales o sus raf-
ees históricas -y si estos tropos recuerdan la descripción freudiana
del ego emergiendo de las pasio nes del ello. no estará de más recor-
dar que Freud pcneneda a la misma generación que Van Gennep y
Durkheim y que companfan algunas de sus fuentes de materiales. J
Aunque los programas de investigación posteriores arrumbaron el
presupuesto evolucionista. a comienzos del siglo XXI aún es uno de
los temas de critica favoritos de los intelectuales; por eso impona
subrayar que la validez del programa que denomino rituaJismo sub-
cognitivo no depende de la suene del evolucionismo social.
Éste es el punto anaIftico: ideas ycrcencias -se las conciba como
esencias platónica'! o como productos de mentes individuaJes- no
se explican por si mismas; el programa subcognitivo inteRla enten-
der cómo emergen a partir de las prácticas sociales. Durkheim 10
fonnuló con claridad en 1912. primero en un caso especial y luego
con más gcnernlidad. El caso especial son las ideas religiosas; Dur-
kheim postuló que se las podía anali7.3r siempre como emblemas de
membresfa de un grupo congregado para celebrar rituales. El caso
más general abarca todas las categorías básicas del entendimiento
humano. los conceptos cosmológicos y las operaciones lógicas me-
diante lasque pensamos. Durkheim arguyó que también estossunen
del ritualismo que sustenta la m embrcsí.'l grupal; su evidencia-mar-
chamo de los procedimientos de su programa de investigación- pro-
cede de la comparación de patrones que muestran cómo varia la es-
tructura de las ideas con la estructura de los grupos.
Otro aspecto de la formulación de Durkhc.im amplfa y generali-
za temas entrevistos por Fuste!. Nietzsche y otros pioneros: la inter-
pretación subcogni tiva de los rituales -<amo la he bosquejado has-
ta aqul- explica la cognición en ténninos de las prácticas sociales.
en especial de las prácticas rituaJes; en su obra de 1912 Durkhcim

3. Tótem , '0011, de Frcud.:oc publicó en 1913, cuando el ;n\er& por.,.t05 fenóme-


nos estaba en su apogeo. Van Gcnncp había dado a la prensa Riles tk ~ en 1909;
Totmrirnl and Endo(;amy. de FmZt'r.)' 14 (onctWns mnlllú;>;S dans k$ sonilis Irz(irieu~
de U\'y·Bruht aparecieron en 1910; Lu (Orn=i ilimnr'aius tk la vil: nl/¡;U.<.K. de: nur..
khelm, en 1912, cl mlsmoallo que ~mis , de H:urison , From Rcligioo /O Philosoplry, de
Cornford,)' Four Slagu afGrrtk ~1igio'" de- MUITaY. La con\rm"" íd.¡o músÍClI que
Stra\ill'lkyescribi6 para un ballet inspirado en un rilO primiti\U-La co'lsagmci6rztk
la pri"",,,,,,,, _ ,",,, estrenó.,n Parb en 1912 .

27
afirma explkitamente que las pnkIicas rituales constituyen tam-
bien las creencias morale». La lógica del argumento y el peso de la
evidencia 50n tambib1 aquí comparatiV05: las moralidades varfan
con aJ"TegIo a la orgarnzac)6n de los grupos; mudanzas en la estruc-
tura grupal traslOman su moral. Nietzsche expresó lo mismo, de
manera tremendamente pol~m¡ca, al contrapone!" lo que Uamó 'mo-
mi de escla_ cristiana' con la moral heroiro-aristocrática de los
griegos antiguos. Es un hecho que de Jos diferentes tipos de prácti-
cas rituales documentados en grupos d~ yak> Iar¡o de ~pocas
históricas distintas ha emergido un extenso pon.or.lma de lllOnlIida-
des diversas. Durkhcim aprendió de su maestro, FU$l~ , que la par-
ticipación ritual demarca las lindes grupales y, por ende, 105 confi-
O("S de la obligación moral; Mauss, su disdpulo, mostró despu&
que mediante rituales podfan desarrolIaru momenu'ine05 intercam-
bios a través de esas rronteras (l~gr: , prácticas como el intercambio
ceremonial de dones) y erigir asf estructuras mayores. Nada más
propio que aplicar <"se ceremonial de intercambio de regalOli a la
sociedad de la Grecia hommca. como luego se hizo (Finley 1917).
Fustel y MaUS5 IllO$ttamn que la mecánica del ritual no es estática,
sino dinámica, y tamb¡~n conflictiva : la admisión de nuevos pu1id-
pantes a una celebración ritual puede establecer nUC\-as conexiones
sociales, y quienes son ritualmente excluidos de las estructuras &fU -
pales pueden también rebelarse y luchar hasta lograr ser adnútidos
como miembros, como CJlpuso Fuste! en su bosquejo de la historia
de la panicipación ritual en las coaliciones polfticas de las ciuda-
des- Estado antiguas. lo ..senda! de todo esto es que el análisis de
Durkheim ptopo!dona tanto una sociologfa del conocimiento como
una socKlk>gía de la moral, y que b ta nos!kva a una sodologta de
las emociotle$ capaz de explicar pasiones como la rectitud, la indig-
nación moral y el ansia de justicia vindicativa; IlO5l1eva a una socio-
logia que comprender.!. tanto la ira como el amor.
Muchos investigadores han continuado y ampliado la uadid ón
durkheimiana hasta nucstros días: Uoyd Wamer (1959), Kai Em-
son (1966), Mary Douglas (t 966, 1973), Basü Bcmst¿,.. (1971-1975),
Albert Berg...sen (1984, 1999), Thomas Scheff (1990), elC. Los prin-
cipios afianzados por las generaciones pioneras de estudiosos de
105 rituales constituyen logros perdurablC$ de nuestro acen'O de
oonocimiem.o sociol6gko, piedras sillares sobre las que su posteri-
dad ha edificado teorias mh complejas.

28
Ritualismo {imcWlfalista

A la generación de antropólogos y sociólogos que invesligó los


rituales durante las décadas centrales del siglo XX se la puede lla-
mar, globalmente, escuela del rituruismo funcionalista, paca indicar
su divergencia respecLO de la durkheimiana. El modelo subcogniti-
vo se subswnió en el programa funcionalista pero puede también
disociarse de él.
La meta del movimiento funcionalista era mostrar que todas las
prácticas institucionaJes de una sociedad encajan entre sí y colabo-
ran asostener sus estructuras como un todo. El enfoque cayó poste-
riormente en el descrédito a causa de su estatismo y, de hecho, la
moda de denigrare1 funcionaJismo se hagenera1izado hasta ta1 punto
que mere<:e la pena rt.'COnstruir los motivos intelectuales por los que
su método de análisis suscitó tanto entusiasmo en su época (la me-
jor fuente es aquf Goody 1995). Los antropólogos aficionados y los
estudiosos librescos del mundo clásico fueron dando paso a los in-
vestigadores de campo y, dentro de ese proceso, un grupo de segui-
dores de Malino",..sló comenzó a exhortar a que cada trabajodecam-
po estudiase una sola sociedad en su conjunto y anali7.asc todas!ous
prácticas como instituciones operantes relacionadas entre si: en ese
cometido se distinguieron sobremanera Evans·Pritchard y Meyer
Fortes, que analizaron una a una muchas tribus africanas, siempre
a lenlos a apreciar cómo su economía, su estructura polftica, su sis-
tema de parentesco, su religión y sus demás instituciones funciona-
ban lodas como partes de un sistema que se reforzaban mutuamen-
te: ninguna institució n em inteligible por separado: todas estaban
adaptadas unas a otras e incluso IL'Vcs cambios en curuquiera de sus
componentes no podían dejar de desaj ustar cl conjunto o bien de
poner en marcha movimientos compensatorios que de\'olvieran aJ
sistema su equilibrio. El pl"Qgr..ama fundonalista aportó a los traba-
jadores de campo una prometedora gama de nuevos quehaceres. y
que ofrecfa además un modo de mostrarse en polémico contraste
con los métodos de la vieja generación de antropólogos aficionados
o 'de sillón'. Los funcionaüstas repudiaron las interpretaciones his-
toricistas que sacaban los objetos del contexto de su sociedad en
que efectivamente funcionaban y los explicaban como 'vestigios',
evidencia de un perlodo histórico anterior. Pero si dieron la espalda
a la historia fue para superar las explicaciones históricas especula-
tivas (ya que un ftem cultural aislado debe tener ruguna fundón
propia en su contexto contemporáneo) y avam.ar hacia su objetivo
de mostrar la estructura social en funcio namiento. Los funcionalis-

29
las emn conscientemente sistemáticos; su meta em una teona ge-
neral del funcionamiento de las sociedades; su prioridad, tejer una
teoría sistemática de la interconexión entre las estructuras, previa a
una teoría del cambio estructural -dado que ésta sólo podría cons-
truirse cientfficamente sobre la base de aquélla .~
El programa rnndonalista era más fácil de aplicar en socieda-
des tribaJes aisladas y autocontenidas --o que, al menos, parecían
serlo----; su imagen directriz era un conjunto de estructuras que ope-
raban juntas como una unidad y por dio se diferenciaban de otros
unidades operativas situadas más allá de sus confines. Críticos pos-
teriores atacaron asimismo esta premisa argwnentando que los fun-
cionalistas cstaban prendados en exceso de la metáfora de la socie-
dad como organismo autorreproducthu, o, segUn un alegato ruter-
nativo, habrían modelado las sociedades tribales en consonancia
con la ideología que considera a l estado-nación occidental como
una identidad autosostcnida. (TIempo después se argüiría que tam-
bién las tribus tienen historia, que cambian con el tiempo y que en
gran medida las constituyen sus 'relaciones exteriores' comerciales
y de prestigio cultural, su geopolftica militar y sus alianzas de pa-
rentesco; vid. Chase-Dunn y Hall 1997.) La aplicación geneml del
programa funcionalista lo transformó en un programa que abarca-
ba toda ciencia sociológica y servfa también para estudiar socieda-
des modernas complejas -al cabo del tiempo, sería su misma pro-
minencia lo que más propiciase q ue sus Insuficiencias se discutie-
ran con tal amplitud. Asumieron entonces su liderazgo Talcott

4. ló>$ cóticas que d moYimienlo fundunali~ta dirigió eontnl i\1ll pred-.ord


Cluxptuaron ~ I>urtheim y su ~"SCUda porque ~5te ~ra un firme defell5O~ de la idea de
un .. ciencia gcncmJ d~ la sociedad. Y aunque su intClá (evoluclonlsUo) por el cambio
social era incomparable oon el del movimiento de loIl antropólogos funcionalilllaS,
Dur!thcim y Mauss allanaron el camino para que el programa funcionalisUo abordase
el estudio de ritoo> y ~ncias lI1.ás en su COntextO actual de acción social que C(lmo
\~Stigi05 aislados de una ~poca histórica anferior. Fue por 5U ~pe<::tiYll evolucionis-
ta que Dwkhelm pudo Interpretar la aparente sl mpliddad de la sociedad abori¡en
au~tral¡ana como una ·foona demental' que probarla ser d punto de panida C\'OIuti·
\'O de sociedades más complejas y. adem.b, revelarla 101 procesos ;malftkamcnte
~ntrales de la solidaridad y el simbolismo social. Por eso, aunque el líder organiza-
ti ..... de la que Ile"ó a oonocene OOmo E..cuela Brittnica de AntropOlogía Social fue
BronsiJaw Malinowski, ~UI miembr05 tendieron a adoptar formulaciones troricas
durkheimianas. Asf fue claramente en d caso de Radcliffe·Brown, cuya carrera ara-
d~mica se des;urolló en Sudáfrica y A\I5tno1ia, al maf5en det p1Jpo (E\'afl5oPtitchard,
FOl'treI;, ete.) que prm-mia del seminario de Malfllo"... ki en la Londol1 School ur &0.
rwmicr. RaddIffe-Brown mamuvo conl.aCtoeon la escuda de Durkheim. atllwb de
Ma1.l5S, desde mediados de la dkada de 1920 Ydesarrolló expHcltamente su tcoó. de
los riruaJes(Goody 1995).

30
Parsons y Robert Merton. ~ La teorfa funcionalista se convirtió en
una lista sistemática de funciones que mm sociedad deberfa satisfa-
cer; un modelo del cambio social consistente en la diferenciación de
estructuras especializadas en esas funciones y un análisis de las ten-
siones que brotan cuando las funciones no se cumplen correcta-
mente y de las respuestas que el sistema activd para recobrar cl
equilibrio. Parsons subrayó la idea de un sistema compartido de
valores, propio de cada sistema social, que lo guiarla auxiliado por
un bagaje de normas que suministrarían las din..><:trices para imple-
mentar esos valores en la conducta de los actores. En su versión
'Gran Teorfa', este programa se estancó en las controversias que,
entre los afíos cuarenta y sesenta, debatieron qué es funcional o
disfuncionaJ. qué determina cuál de entre varias altctnativas fun-
cionales valederas acaba por implementarse, y si la óptica funcio-
naJista es conselvadora porque ofrece una imagen complaciente de
la estratificación y la desigualdad e ignora los conflictos de inte-
reses que transen toda sociedad. Lentamente, el programa fue
perdiendo adeptos: unos lo repudiaron por su presunta parcialidad
ideológica y otros porque no veían ninglln modo de avanzar hacia
explicaciones empúicamente demostrables de1 tipo 'qué sucede efec-
tivamente bajo tales o cuales condiciones'.
El funcionalismo está hoy tan ampliamente desacreditado que
es probable que toda leona en otro tiempo asociada a él sea directa-
mente ignorada. A Durkheim se lo suele rechazar tachándolo de
evolucionista conservador por ver en su concepto de conciencia
colectiva una reificación similar a (de hecho, la fuente de) el offilÚ-
modo sistema de valores de Parsoos. Por mi parte, mantengo que el
punto fuerte de la tradición durk.heimiana no son sus tcorias de la
integración societal a nivel macro o de la evolución social, sino su
aportación a la microsociologfa. Durkhcim -sobre todo en Las for~
mas elemelltales- brindó un modelo de cómo la interacción en gru-
pos pequeños produce solidaridad y simbolismo compartidos, par-
tiendo del cual es fácil llegar a asumir (aunque, desde luego, Dur-
kheim no lo hizo y fácilmente podría haberse opuesto a ello) que
esos grupos puedan scr locales, efímeros o antagónicos, más bien
que panes integrantes de una sociedad mayor. La 'conciencia colec-
tiva' mora en ámbitos escuetos; no es la inmensa bóveda de un cielo

5. Hubo ¡r;uumisión reticular dim:1a: Panons asistió al seminario de MalinO\<'Ski


en la l.SE a principio!; de los llt\oS !reim.... ames de comenzar a trabajar en 5U ¡<'<Irla
e!ltruclumI-funcional slslemálica (Goody 1995: 27); Merton fue alumno de Pal'!OOl15 en
Harvanl a mediados de esa d&ada.

31
que cubre a todos los miembros de una sociedad -yen otro lugar
(Collins 1975) he defendido que la mecánica durkheimiana propor-
ciona, además, un elemento crucial para desarrollar una teoría del
conflicto, algo que, en el nivel macro, es viItualmente lo opuesto al
funcionalismo.
Una critica que a menudo recibe el análisis del ritual es que ge-
neraliza demasiado: si los rituales son omnipresentes, si todo es ri·
tual, ¿qué no lo es? En tal caso, el concepto noservirfa paro discrimi-
nar entre sucesos divcrros. La critica es más pertinente cuando se
rcl1ere al ritual entendido como algo funcional paro el equilibrio
social, algo que actúa como una válvula que evacua la presión de los
antagonismos o que exalta los vaJores compartidos. operando en
ambos casos en pro de la preservación o restauración del orden so-
cial: habrfa rituales siempre, lo mismo cuando todova bien que cuan-
do todo va mal. El análisis del rirua\ parece ejemplificar. a nivel mi·
ero. el sesgo conservador del funcionalismo: todo se interpreta como
parte de una tendencia de la sociedad a producir automáticamente
integración social. Pero aquí el problema es el funcionalismo. no el
análisis dc:l ritual: saquemos los rituales del contexto funcionalista y
seguiremos teniendo un claro modelo de los ingredientes que entran
en la facturn de un ritual. de cuáles son sus consecuencias y de cómo
la fuerza de esos ingredientes -que son variables- determina exac-
tamente cuánta solidaridad se genera. Los rituales pueden fracasar.
o tener éxito. con diversos niveles de intensidad, y se puede predecir
y contrastar lo que resulte de esas condiciones variables. Este análi-
sis del ritual no es tautológico.
En cuanto a mi propia versión de la leorla del ritual. confieso
ser uno de los peores pecadores: propongo que veamos rituales casi
en todas partes. Con esto no queda todo reducido a una vaguedad
que no explica nada interesante; al contrario. ofrece una teoría de
vasta aplicación capaz de mostrar cuánta solidaridad y compromi-
so con sfmbolos compartidos. y otros aspectos de la acción huma-
na, se producir.1n en una gran variedad de siluaciones, También se
la podrla fonnular -si ello contribuyese a mitigar los prejuicios
contrarios a la teolia del ritual- en ténninos (que más adelante
explicaré) de las causas y consecuencias de las variaciones en el
foco de alención común y la consonancia emocional, Afinnaré que
esta teoría es de aplicación universal y que no por ello es más vacua
que, por ejemplo, la Ley de Boyle, que relaciona volumen, tempera-
tura y presión, y que se aplica de manera útil en una inmensa varie-
dad de situaciones.

32
la aplicación de la teorfa fundonalista del ritualismo fue menor
que la del programa funcionalista en general pero hizo mucha$ apor-
tadones imponantcs al estudio de los mo:eanismos mediante los
que operan los rituales. Raddiffe-Brown ( 1922) es el paradigma de
los ritualista.s funcionalisla$: advirtió que un funeral opera como
una manera de reintegrar un grupo que ha perdido a uno de sus
miembros: mM alIé de 1115 apariencias ostensibles, el ritual se cele-
bro para los vivos, no para los muertos, y <:uanto mayor sea d de$ve-
lo por que el rilO, para dar mejor descanso al alma, se cdebre escru-
pulosamente, mayor será la arnel1llUl que el grupo sienta y su nece-
sidad de n:integnu~,· Ésta es b. interpn'tación subcognith'a, pero
desam>llada en la dirección de un programa que: aspira a enlen.der
la estJ\JCtura y la función de los grupos humanos. Radclilfe-Brown
no deja po.- ello de ser un funcionaJista 'micro', pero 00$ proporcio-
na materiales empúicos que trabajar; y que podemos reelaborar
como ingredientes rituales que resultan en consecuencias \"Illiables.

I:lrebetno5; a Etving Goffman las aportaciones más relevantes del


ritualismo funcicnalista: no se sentía int.en:sado por el tema de la inte-
gración ~"t.irucional de 1a!lOcicdad en su conjunto y se reservó el dero-
ello de elegir un nivel de análisis propio )' específICO al que aplicar su
funcionalismo: el nhoel de 106 requisitO$ funcionales de la situoción.
Goffman escribe como funclonalista cuando describe el ritual
como produclO de seguir ciertas nonnas de conducta que reafir-
man el orden moral de la sociedad,' pero mantiene consistentcmente
su ~nfasis en el nivel micro de b. intemoción inmediata y b. 'socie-
dad' que se reafirma)' hace sentir sus exigcncias no es una entidad

'- tomIoiho Durkheim (J9 t ll J9ró!) lnati>l> rit.,. do <luekt. poro .... tntmá6n "'"
evidenciarque .... dudoeraOOljplori(> PO'" el crupO, M~: YC<lnUOIÓQII'I' b
............ dot......,., .... el hmeraI, ~ .. I>uoom Wlactl>OCOM nepti.... m ulla ... un
tipo do< rf~ .. ",*",om. Ea,,, .-.. d n>«ani>m<> _ Jec:t... la Intqrw:ión
~ do Raddlffe._ (l9Zll lo. <mOCi<'><, c>>k<:tiva lnlclWo.)l<>f la """" '1""
rompanrn ... In,,,,,,, loo 1ndMd..... al lfUPO YlfttIOunt .... fucru.s.
7 . • Laa . . . do """"""'- _ unm. _ y <bIi""tario> ...,.., loo t..- oociab .. .
Por 1aII.... las ocaslnnrs do ~ ad.poo del .,..o... monI Y -w ¡oued.a ....
,..,.... El ooquI donde la> rqW ~ olnn .... funcioo ooxIaL •. Un flujo cono-
tanK do< aquieoDmcias.., dMmina por tnd.a lo. o<><.iedad )l<>f medio do aa. oboen.... •
a.o....,u.daI pornblipcloneo Y elptoCIaom.~ Ioo~ ... ~
dooontinuot)aI individuo_debo """""'-dnc~,c <»<no pcn.ono ~
\lo Y ..... firmar la calidad sacra do loo _ Geotoo _ ••~ no. pat'Kftl '"""""'"
acu<> onn, do hedo>. La. _ ... limas del mundn. (G<IIbnan 19W1967: 'JO).

33
misteriosa y remota, 5iJlQ que encama las demandas de sociabili-
dad del aqul-y-ahora. ' La propia situación tiene sus requisitos: no
arranca si los actores no realizan oon propiedad el trabajo de ac-
tuana. Asl se defi ne la realidad soeial misma. Las instituciones 50-
ciales en que la gente cnoe participar, su ubicación en ellu, los pape.
lf..'5 que se representan, ninguna de estas cosas existe en si misma;
sólo al ser actuadas devienen reales. Goffman es un oonstructivista
social -si bien piensa que los individuos tienen poco o ning6n
margen de acción respecto a lo que conSlrnyen: la propia situación
e:<presa las demandas que ellos se sienten impelidos a sat isfacer:
MM conocida es su idea de que el ser(~lf) de 1000 individuo se
actúa o oonslrnye en la situación; aquí se trata de nuevo de la cons-
Irncción de ese ser bajo constric<:ión soeial, u na constricción que es
más palpable por pl"Q'Venir de la posición que uno ocupa respectO a
0lr0!I : una \'eZ que un actor asume la linea de ser que procede que
adopte (y la situación de que se trata) se ve f<H7.ado a ser consistente
con ella. El rtteptor o la audiencia de e5aS construcciones tambitn
están ronsU"dlidos y bajo una presión innegable para que sigan el
juego que el actor plantea, se dejen llevar por el espúitu de la repre-
sentación y ob-~en y disculpen los lapsus que puedan amenazar la
definición de qui~nes !iOn y de ~ actúan conjuntamen te. Este allá-
1~ls es funcionalista - parte de unas necesidades funcionales e in-
tenta reve!arc6mo se satisfacen-, pero al operar a un nivel de mi-
cnxletalle sin precedentes en su época Golfman ayudó a !moquear
el camino que lleva a inquirir cómo sienten exadameme los panici-
pantes esa presión hacia la ronfonnidad ritual , y lo hiw de un modo
que hoy f)()!l pennite tI"ilrulmutar su funclonalismo micro en un
mecanismo de micro-producciÓfl de !iOlidaridades y realidades.
GoIfman define así ritual: . Uso elt6mino 'ritual' porque esa acti-
vidad, porinfonnal o secular que sea, ~nta para el mdi\idllO un
modo en que debt: dclincary atender a las implicaciones simbólicas
de sus actos cuando está en la inmediata presencia de un objeto de
especial valorpara~I ~(Goffman 195611965: 57). Esta fónnuJaesaná-
Ioga a la que Durkheim propuso en su anális.is del ritual religioso;

.. Lo.ac.pdónqur ......... .,.,.,-.. el ....11do """ ."""Iedad" lleno: en la TItl .. la mM


anlicuado. Lo. "",,;edad .... es una .b.tncddn Irjana.: oicniflca lo que • """....... dd
~ xx una ma"""" de du< >ka kabrúo querido decir.t ....... ndo. 1jII<'" hija .11... .
enl .... en ooc:\odad • .....",,, .... .uJir dd dr=lo <IomntIm ""'" participar en ""''''''"
.,.. """iaIa mundanu Lo. TItl ,.......u,....... aoepclón <lo .... _Iido ~Ir\,.;doo . la
"buena 0<JCkdad·.1a.-", riluall ... de l(Jo<b ~~ . a .... lido .. oimibr
'" """ lleno: en el si¡uIcn'e epi&nma <lo H..", D.ovId n..o.-e.u: .En mi t _ "'.... UU
.illa.; """ ""'" 1. ooIrdood. ¿,. """,la """'pootIlo. , .... .-.. la "",,!<dad • .

34
IraS argumentar que el rasgo dil.-tinti\'o de la rdigíón es la dhisión dd
mundo en dos ámbitos, el sagmdo Y el profano, afmna: ~[L}o$ ritos
son las reglas de comportamiento que prescriben cómo deberla oon-
<h.:irsc un hombn: ante CSI05 objetoo¡ sagrados. (Durt<hcim 191211965 :
56) Se huele aquí un tufillo l'uncionalista: la sociedad y sus objetos
sagrndoo; existen y obligan al indi\iduo a actuar ron respecto a esos
objetos de alguna forma que plasme las reglas y e.~ henchida de
simbolismo. Ahor.I bien, esas definiciones son .5610 la puerta de en-
trada. a los minuci(l5(J$ análisis que Durtcheim y Goffman efectúan y
que nos penniten estudiar no sólo qué rituaks han de producirse
sino también en q~ condiciones acaecen y son efectivos y en cu:iles
otras no suceden o fracasan. Las definiciones de Durkheim y Goff-
man suponen que los objetos sagrados están constituidos ante5 del
ritual; a nn,-el empírico micro eso implicaquc ya $e habían cclebr.Jdo
anteriormente otros rituaJes y que el caso presente replica otro ante.
rior: no se trata de un ritual aislado sino de tma CRI. Al relacionar a
DurXheim y Goffman nos percalafn05 de que los rituales no se limi-
tan a mostnlr respeto por los objetos sacros sino que también !laC1'1I-
lizan a !ruS objetos; y si el ritual no vueh-e a celcbraJ'$e al cabo de un
tiempo, esa sacnUdad e:<pira..
Miremos desde más cerca los principales tiJXlS de ritual que Golf-
man descubrió en la vida diaria. Están los saludos, los cumplidos y
otros intercambios \'erbalcs ~Ierrotipados que constituyen la rutina
amist0$3 o cortés de la interacción verbal. En apariencia, no signifi_
can nada. '¿Cómo estilr no es una petición de información y traicio--
na 5U espíritu mponder como si el intcriocutor quisiera conoct.'r de-
talles de nuestra salud : no ~ que 'buenas noches', 'hola' y'adiós'
tronsmitan ningún rontenido expreso concreto. Pero es fk.il apre.
ciar el efectO de esas Jocuciones comparando dómle se las usa y dón-
de no, y qué ocurre cuando se las espern en \'iUlQ. Pueden omitirse sin
mayores secuelas sociales en situaciones muy impersonales, romo
tma sumaria tnmsacción comercial ante tma taquilla, pero omitinas
cuando existe una relación personal o de \nito amistoso pr"O\'OCa un
sentimiento de desaire; no saludar a alguien a quien se oonoct.' o no
~ eoo ceremonialmente de su marena infumle la sensación de
que se igllOnl o menosprecia esa rel:.c:ión personal. (Ampliaré el terna
en el capftulo 6, en la discu$ión sobre los diversos liJXlS de besos.)
Lo!; diferentes tipos de rutinas COIl\-ersacionales menon:s actúan
e identifican dillenos tipos de Tdacioncs penonaIes. Son mc:onIa-
torios de en cuámo se timen unos individuos a o!rQ¡S, cuál es 5U
grado de amistad (esto es, de solidaridad ), intimidad o respeto, y
por qué es asl; y e:<pres3n, con matiUldas gradaciones que todo el

35
lo que genera la concepción de lo bueno; cuantO se le opone es c:1
mal. Al transferirse a slmbolos y objctO!l sagrados. d concepto de
bien moral se imbrica con las cree nci as sobre seres religiosos. o sus
equivalentes steularcs:

IN]u podernoo. <kjar & sentir Q\1t' ~ [senti mienlOOl <k fort.ale:r.a y
aprobación social por haber cumplido con n~", dcbcr-) p«w\c-
""n <k una causa externa, ptro cuyo origen y naturaleza "" ~­
rnoos percibir. P\:Jr dO. & ordinario. la conc:ebi~ botjo la forma de
un poder moral <1"", aunq.... inmanenre <'Jt~. ""fl"'S<"nta .....
oU<!$lro interior algo distinto a TlOS()(t'n$ mi$mos: C$O es la ool"lCl~n­
da mo."L.. [¡hiJ .. 2411.
ne.:m- que WI objeto. Ka indhidual o c:okcti\'O. inopira re>peIO
cuandQ 5U ~prn;entadón mental nt1 dotada de t.a.l fuera que ¡w.
tomálicamenre causa o Inhibe equis acciones al 1tIIUX"" de loda con-
si<kmción mal"'" ..
Jus c:tItUtCUUJeÚIS, ya Ú1ila <) panidosas. Cuan-
do obed«m1<lI' a alguien por moti.., de la autorn\a.d moral que le
fC<lOf>OCe~. ocguÍInC18 SUS opiniones 00 porque la. ju~ Aa-
¡,;... Yno ,-que en la I<ka ""oeDOf f<>nnam(>ll de, .,... prnon.a hooy
i~nr" U/\H cicl1a lndolc de <:nergla ff:liao que a\"8$O.Üa n...,.;rra
mluntad y la ¡""lino. en la di.".:xiñn lndicoda. E1l"e!1peto e;O la ...",,""
clón que e:cperimcnlalTlOl cuando oentimos que lObo-e I>08Otros ac;.
tu.a t$.II ~ interior y rot.a.lmcnte rspirirual ...
la violencia misma con que la s<x:iedad m>lXiona contra cuaI-
quin" intento de disidencia, con ti. baldón o con la. su¡nsi6n matnial,
a}uda a rdi:n;u- SU iJn¡:Ietio mediante la manit1:stación en ele anUente
arrebaro de SU <Xlmicción común [ibód.• 137-238; mfasis del origin;rJ.].

P:lra. Durkheim, que algo, aparte de su vnIor utililario, po!!ea valor


inlrÍr\lieCO. es la piedra de toque de la moralidad, Yde lo sagrado. El
respc:ro por los oojetol> sagrados, y por los sentlnUemos grupales que
hay tras ellos, supnll en \-aIor a toda ~ menUlleme mun-
dana e individual de sus'~ útiles o perniciosas'. Todo bien
puramente mundan;:, se sacrillca a los sentimientos mcr.ues.. Durlcheim
reelabora aquI su argumento sobre la solidaridad precontractual de La
divisiOO socúU dd rraba;o: noes el propio interés Ioque mantiene unida
a la sociedad.: más aún . sólo allf donde los inl=mbios utilitarios 15-
Un engastados en una monllml de solidaridad rirual puede ~ al-
gún grado de coopemción duradera en asuntos prácticns.»

13. Quld ~""" t. """" m:.tir""l"( ".unao maJi"'~ r pn;julcl<os


coni<ntco ..,¡,.." ~l eotiIo _""""ah", de, Our1<hrim <n 14''''''''''' tw-..t.uu. En
<><aS;""'" "'" oootl."" que .... "",11.1. do: 1.,. ~ que: ... " ... en t.. 0I>n<:eaI1lI·
.:Jor><. ""pooIa .. una , ....un'" "" la ·pOJco.ql. do: _ , ' do C<Iml",,_ .Id olsi<>
xx. ouyo<pltomt ... t. obn. ~ Jo ..-.. (I_lo. O"..aw le Son: "" dcdr. ..

62
La relevancia de los rituales de interacción para la teoría
sociológica general

E.l modelo de Durkheim aborda las cuestiones ccntra1es de la teo-


ria social y sus implicaciones impregnan por completo la microso-
ciologfa contemporánea. Planteada la cuestión básica '¿qué manó ......
De unida a la sociedad?' su respuesta es cJ mecanismo, dc intensidad
variable, de Jos tituales sociales: la cohesión de una sociedad tiene el
mismo calibre que Jo. efectividad con que se ejecutan sus EituaJes y
subsiste cllapsode ticmpo que sus ef..."'Ctosestán frescos en las mentes
de la gente y I"Cverberan en sus emociones. La cohesión de la socie-
dad varia de unos momentos a otros; pero la 'sociedad' que así se
conse"'n unida no es una unidad abstracta de un sistema social sino
justamente esos grupos de gente reunidos en lugares concretos que
sienlcn solidaridad recíproca por efecto de su participación litual y

afuma qu~ Ourkh.,olm se limila ,;olam~nle a repetir 10li a'l!umemOlttadidonales sobre


los e(CCtOl5 homogrnál.adon:s y bestialiUlnles del uiunfo eJe la turba IoObre la superior
racionalidad individual. Gr,tn parte de la moderna sociología del comJXN'Tami~nto 00.
lectivo y de 1015 fOO\imientouociaka --<OfTIO nu Mylh o(,lIe Madding Cro....d (1991) de
MePhaU-emplea """ modelo como témli"" dc commste ¡",me al que: aponan <"'idcn-
da de que norm.almcme los indhiduos "" S4! unen a Una multitud en IoOlitMosino en
pequc/los mldeos de amigo» que S4! brindan respaldo mutuo. En COIltra de <"Ita crflica
hay que haCl'f tres consider.w::i0fJe5:
Primero. la aplicadón a las masas del moderno análi~is de redes no ~""" la sigul_
ficati>id!ld de las influcocw ¡rupaks sobre 105 indi\'Íd"",,; simplemen1e sustituye un
modelo de cooducta grupal por otro. Una mejor interpretación de los datO!'> rezarfa lUÍ,
los grupos prim"";Q§ que forman la multitud fa'-o= y a mplilk:ln los cfC(;IOI!I de tsw
al enfocar IIObre ella su aten<:l<In y su consonancia emocional. Entre laj; a pre:doneoo de
entusiasmo. o decuaJ'Iul.". 0Irn emoción. del grupo rnayOl" y las de los miembros de los
grupos pequet\o!i SUTE'" el flujo bidJ.reo.:lonal de ITlroalin1ol'ntadÓfl que <"1 lo qllt' conf~
re a aqutUas la importancia que tienen para btOl!l. Puedo: dC(;jrse. ""<"l. que los ¡ru~
pequ<:tk>s enmm en COII5OnaJIcia redproca yque ",,;ul como conforman el grupo mayor.
Sc¡¡undo. Ourkhcim 00 taCha de anim:i1t:sca5 a [;u reuniones grupal"" ni considera
que n.-bajen a los indhidU()5 a un ni,·ellnfnahumano. Al conlr1lrio, apunta que esa.'!
<:oncurrer><:las..,n 1"" ~<N"'" en '1""'" " ,-"an y pon"" "" acción loo idrak. mo;.oln.
La d,~ncla de .al"" ....
~n.""n In que Itaa que haya indi,iduos heroicos. ah~dos y
del mas alto Vlllor-monl.
Tém:ro. la robinson.:lda de que el indi-.'iduo racional aiste anlC5 que la cxpcricllcia
50ciaI y que. por lo tanto. las masas ... tin formad.o.s .implemente por indhiduo.. cu)")
nl,,,ln:uurul de"..,,;ona!idad podrla. O no, n:sultarmenguado oo c:s de rocibo. t>urthcim
"" csI".".... por mostmr cómo b grupos forman y socializan a b Individuos y cómo
cre;¡n y les inculcan l;os COfl«pc1ones que oonforman toU ooonali<bd.
Hay otro pequefio malentendioo que deshacer: que Durkheim elige como objeto a
los aboril!~ para califICarlO! despecthwnente de seres primiti\'OS por debajo dd
umbrul de la nacionalidad f1lI)dema. POI" el c:ontrnrin, Durl<lwim sc centra en lu con·
gregactones aborige""" porque ""ne" de manifiesto nuesu-a. común hUDl:ulldad. Los
pro<'<'SOIl qu~ dest""" --el foco de atencioo y la emoción companida '1"" generan ef~ ...
\'C'SCr'OCla ookctiva- ...... iMn.icos en sus lenea, bAsicas a los que han o pendo a 10
largode toda la rustona y COntinuaD actuando toda\'1a hoy.

63
del simbolismo cargado cmotivamente en los rituales. Toda la pobla-
ción de Francia. los Estados Unidos o cualquier airo lugar que se
considere consiste en vesículas de solidaridad con grados di\'ers05 de
intensidad. Toda una población pucdeserarrastrada ocasionalmente
por una ave nida de solidaridad nacional. pero se trata de un suceso
bastante singular y de base ritual muy particular.
El modelo de Durkheim es, por tanto, enternmentc compatible
con el análisis de la estratificación y el conflicto grupal; de hecho.
aporta mecanismos clave para explicar su funcionamiento. Refor-
mulemos la pregunta asf: ¿qué mantiene unida a la sociedad como
un patrón de grupos estratificados en conflicto? La respuesta senci-
lla es que los rituales sociales. cuya operación crea o renueva la soli-
daridad interna deesos grupos; en los siguientes capltulos elaboraré
una versión más compleja de esta respuesta. Un factor de compleji-
dad es que algunos grupos disp:men de más recursos para realizar
rituales que otros: esos grupos privilegiados se hacen así con símbo-
los más impactantes. que infunden más energfa emocional a sus
miembros. y poseen una mayor solidaridad interna de la que pue-
den servirse para tiranizar a los que tienen menos. H¡Jando fino en el
análisis de los procesos de estratificación y escrutando el interior del
propio grupo congregado en tomo a su participación ritual ohscrva·
remosa individuos privik-giados respecto aotros por su mayorproxi·
midad al centro del ritual. Para decirlo en f.MlC8S palabras. los ritua·
les tienen un doble efectoestratificador. discriminan entre incluidos
y excluidos de él y, dentro del ritual, enrre lideres y seguidores; deahI
que sean los mecanismos cla\'e. y podrtamos decir que las armas
decisivas, en los procesos de conflicto y dominación.
Como bien arguyó Ourkheim, la dimensión utilitaria o econó-
mica de la vida social no es su fundamento , pues ésta precisa de la
existencia previa de alguna solidaridad precontl11ctual; los rituales
ponen las bases de una situación de confian7.a social y aportan los
significados simbólicos compartidos imprescindibles para que pue-
da celebrarse el intercambio económico. Mi ~mento referido al
conflicto social es análogo a éste: el conflicto no es la condición
primordial de la vida social-la guerra hobbesiana de todos COnll11
todos-; analfticamente, deriva de la solidaridad social porque, real-
mente, no es posible que un conflicto se active sin el mecanismo del
ritual social. que engendra las energfas y alianzas de los partidarios
de uno u otro bando, asf como las annas más efectivas de domina-
ción del otro. Esos patrones de rituales sociales confonnan también
los objetivos dcl conflicto. aqueUo por que la gente pelea. El estalli-
do de un conflicto, el incidente que desencadena la lucha abierta,

64
nace casi siempre de una cuestión de preeminencia entre ciertos
sfmOOlos y los sentinili'ntos sociales que ..ncaman. Esto implica
que la expÜcación del conflicto social---(jut muchos otros teóricos
y yo mismo sostenemos es el principal pl"OCe$O estructwador de la
vida social. sobre todo en el nivel macro de las grandes estructuras
(ColHns 1975, Mann 1986-93)-. demanda una microsociologfa
durkhcimiana de lo.¡ rituales de interacción.
El mecanismo central de la TRI opera asl: las ocasiones que
conjugan un alto grado de foco de at .. oc:Ión compartido (esto es,
un nivel elevado de intersubjetividad) con un alto grado de: conSl)-
nanda emocional - mediante la sincronización corporal. fruto de
la mutua estimulaciónlncltacl6n de: los sistemas nerviosos de 105
participantes- producen tanto sentimientos de membresla adhe-
ridos a sfmbolos cogni ti vos como enet"gfa emocional que los p."lni-
cipantes sienten y que les instila sentimientos de seguridad en 51
mismos. entusiasmo y deseo de q ue sus ac tos sigan la senda de lo
que juzgan moralmente OOITCCIO. Esos instantes de altísima inten -
sklad ritual constituyen experiencias insuperables. ThlC$ momen-
tos supremos de la vida oolectiva son los pasajes dal·e de la histo-
ria, aquellos en que aconlecen los sucesos significa tivos, tiempos
que desgarran y trasponen viejas estructuras y configuran otras
nuevas. Como senala Durkheim, son momentOS como la Revolu-
ción f"mcesa en el ve","o de 1789, momenlOS, podríamos anadir;
como los sucesos dave del movimiento por los derechos civiles en
los aflos $C$Cllta, el oolapsode los regímenes comunistas en 1989 y
1991, o, con un grado de significación que .:;610 el futuro aquila ta-
rá, la movilización nacional que los atentados del 11 de septiem-
~ de 2001 desencadenaron en los Estados Unidos. Todos los ci-
tados son ejemplos de movilizaciones rituales a gran escala, pero
podemos igualmente seftalar casos a menor escala observando
arenas de acción social más pequeflas.
la TRI es una looMa de la dinámica social -no sólo de su
estática. Muchos teóricos sociales suelen tildar al análisis ritual
deconser....ador y acusarle de idolatrar las tradiciones legadas por
el pasado y privilegiar y ser panc del mecanismo que reproduce
una estructura social que se pre tende sempiterna. Es innegable
que el análisis ritual ha servido a menudo a tales fines; y hasta
toorlas oomo la de Bourdieu, que combina a Durkheim y Man¡,
ven una imbricación del onlen simbólico O tultural y del orden
del poder económico que los reforzarla mutuamente; para Bouf'
dieu, el ritual reproduce la cult ura y, por ..nde, los campos ecollÓ-

"
micos.l' Esta visión pasa por alto el poder Inmsformador de la
nlO\iliudón ritual. La«pt'ricnda ritual intensa creaobjctossim-
bólicos nue\'t)5 y genera energías que impulsan los mayores cam-
bios sociales. El RI es un meo:anismo de cambio; y en tanto haya
ocasiones potenciales de movili:tación ritual podrán sobrevenir,
de mane ... $úbita y dnl' ticil. periodos de tnmsfonnaclÓn . Hl ri_
tual puede ser repetith'O y. literalmente. con$oCr....ador pero tam-
bién of"""" ocasiones para que el cambio $e abra camino.
Aqufla TRI se sitúa en un tfrmino medio entre el posmodcmis-
mo y teolias similares. que postulan que todo es flujo 5ituaclonal de
signifICados e identidades. y las visiones cuhurali stas que creen en
la existencia de unos guiones y repertorios fijos a los que repetida-
mente ~ recurre. Lamont (2000: 243-244. 271) ha expre$ado bien
ese COntmst.e mediante la evidencia que ha reunido de que hay _con-
diciones culturales y estrncllrrales que inducen a los indhiduos a
emplear mb bien unos criterios d e evaluación que otros.. El argu-
mento es llfUlIogo al de la TRI. que lo anicula e impulsa en el ni"el
microsltuadonal: las condiciones estructura!cs operativas consti-
tuyen ingredientes de los R1; los repenorioli C\JhunUes son creado-
nes de tipos concretos de RI, como hily oU'OS que los nevan a des-
aparecer. Uno de los telT\al principales de este libro son las condi-
ciones bajo las cuales el ritual opera en un sen tido u otro.
Los momentos de interacción ritual intensa no son episodios
señeros únicamente para los grupos. también para \as \idas indivi-

1.4. En ...., ..nUdo. Bourili<u .. un"""U~""""", do Ioqut Ibmo "" ...... _ .... w..
queda do: ~ . <Id alnotIw.Ji....... do Uvi-Stnous&, pOr onU «\>< &:...nIicu ( 197V
t971) ... -... ""I"'tad6n~ ~ 1<Jn\andoo. UvI~ por<on"- pono
ouI:npr qu< .., ... """~n<iu d< lA vd. ordir>aria el caplud Ilmb6tico ........ pIeo
"""pn:d<!tIU>rQ ¡rlaitA. Boun!;... ...-tla d 'bminoQ . ~. yd<nomi .... 'hibItu •.•
1oo~'I'-"'Iooincti>i<b;>o~ y~·. · prin<!po·.,·can """,·olmao:ro­
palJ\'oI> ..,.,.,,-01. En obnoo PlO'--" Bounlitu >dopoó _ ioo>co m"""",,,,1oIoIt:1cao \o-
,..... do ColIman y Ioo~, """"~ """ la \6cI<:ad< loo 'fri<' ic:o'y ""fÓ
""" la""""",un.,-.....lACtO< _..- __ al marcm d< loo ........ ~ l'Ho loo
oI<ctoo ~ ..,"""" ~ atructunol.........,. Paro IIounl ..... cuando loo 11>-
'¡;.>du.oo""'<w> IA""t..... U..<:Iuldo ........ deI ~i<.,,;J. Boo,nllcu l\I'9t) rq¡rodu.
O<n .;.m¡n ..... d'Icao:la d mioroo ' ipOd<nodm ...,;,.¡ .... ""lfIo:odo> .. '<:arI'4"'do: pO<In-'
--<lo ahI qu< 1o.11d< d< 'vioIo<n<:1a oImbó&a'. pon ... In)'u SU carict<rdo ~
pIQo de nuo:ro-domina<>ór>-; "" otra ~ ' ....... ir.ololsic:o u.. ..... al miomo bocho
............ r.cntn:cam.-'.~qu< " " ' _ d ... ru<".r:tJi ....... lt.i~
del que ~. U .... 1IJ)IicAd6n .1pIoa d< Qa~"'" ar¡u""",'aliYoligun..n Bourdieu
(2001). d<>nde_ aA"""""" lA ~<OtrU<tu"" profuroda <loe lA d<>rntNOCión do: ~
ro Il<) ha •...-;.00 d<o<I< d dumtnio mutullno c,n:mo do la. Irlbus d<1 M<dlt<rrinoo
anl"" huta 1M b¡"""¡" i<)t~ oocídoe-nw.. do: R.w.. deI .ido XX. V~ lo.
ct1tb a fIourd;"u d< 1Mnon, Y t.ar..u ( 1961), ...-"""",.1 dd>o", "",,,,,.1 _;,J.-.,-de
Boun!it:u , Uic Wacquan, (1002) YAndoenon (2001). Du~i...- (1OO2 ) Y Newman (2OOJ~

66
tabúes intelectuales. En cuanlo empresa intelectual. la TRI es una
suma de representaciones simbólicas impulsada porsu propia onda
de EE; otra ve~i6 n intelectu,..d de la misma efervescencia que im-
primió su l lal! a Durkheim y su grupo de im'eStigadores. a Goffrnan
y sus seguidores y. hoy, a los sociólogos contemporáneos de las emo-
ciones y de los procesos de la vida eotidiana. Mi intención con este
libro es mostrar algunos de los horizontes que se nos abren cuando
este movimiento intelectual pone proa al fut uro.

70
CAPíTuLO 2

EL MODELO DE FOCO COMÚN


y CONSONANCIA EMOCIONAL

El nucJ.:o de un ritual de inter.\CCiÓl\ es el proceso en que Jos parti-


cipantes desam::>lJan un furo de at<.--nción comun y sus mícro-riunos
~ y emociones entrom en oonsonancia recíproca. Esle capfm-
lo describe minuciosamenteesc ~ sin:i6xlose de un modelo grá-
f>eode $U evolución en d tiempo: un sutill1ujode ~ gest.il-
dos en un instante y que se disipan en lapsas de minmos, horas odias.
Lo$ ri tuales se oonstru)'ffi a partir de oombinaciones de ingredientes
que aJcanzan variados grados de intensidad y resultan en distintos
montos de ~ simbolisl"no y cnergCa emocional (EE) indi'1-
dual. El modelo llO6 permite e:<aminar en detalJe todas las partes del
proceso y \'a"qut\ariaclones ycontingeocias pueden 0CUJTÍr1.-n ellas )'
cómo inciden en sus rusultados: hay muchas clases diferentes de con-
ciencia ookctiva o intenuh;etivdad - tip:'llS di\~ de mem Nesfa
grupal. Simbolismo y tonalidad emociOnal de la experiencia. Al final
propondré una !eOlia explicativa de 00m0 las variaciones de Jos RI
generan la incalcul:lble dh~idad de L, vida social humana.
Las aportacionesemplricas de la m icrosociologla actual, en ~
(icular de los estudios de la con\'ersaclón \ "C:Tbal)' de la sociología de
las emociones, sirven panl reforzar en algunos puntOS el modelo
teórico. Para ilustrar la utilidad del análisis teórico me vald~ de
~strOS en vkku de in teracción natural humana: anali~ una
pclicula documental que " :trata a Los bomberus y los trnn.seIÍnte:s en
lascallesde Nueva Yort el ll de septiembre de 2001 , material brulO
que mllCStra \1vidamente cómo ciertas cond iciones de RI producen
efectos mernmente momentáneos mientra.'l que los de 0I:n\S resul-
tan mM durnderos_

"
tNGREDIEHTES DEL RITUAL EfEClOS DEl RITUAL
lOiduiobd grupil
EE indIYickIIl
s/rntIoII» lit IÑÓO"
~W

FIGURA 2.1 . Ritual de interacción

Ingredientes, procesos y efectos del ritual

L.. figuro 2. 1 presenta al ritual de interacción como un conjunlo


de procesos unidos por conexiones causales y bucles de retroali-
mentación. Todos los componentes del modelo son variables.
Un ritual de interacción (RI) tiene cualro íngrediemes o condi-
ciones iniciales principales:

L Dos o má.<; personas se encuentran físicamente en un mismo


lugar. de modo que su presencia corporal. esté o no en el primer
plano de su atención consciente. les afecta rcdprocamente.
2. Hay barreras excluyentes que transmiten a los panicipantes
la distinción entre quiénes toman parte y quiénes no.
3. Los p....rtfcipcs enfocan su atención sobre un mismo objeto y
al comunicárselo entre sí adquieren una conciencia conjunta de su
foco común.
4. Companen un mismo estado anímico o viven la misma expe-
riencia emocional.

Estos ingredientes se retroalirncntan lodos entre sí. Los mo1s


imponantes son los dos últimos. el foco compaltido y la emoción
común. que se refuerzan mutuamente. A medida que los panícipes
se centran cada vez más en su actividad compartida y lOman con-
ciencia de qué hacen y sienten unos y otros -y de esta misma per-
cepción. común a todos-cxpcrimentan su emoción común con tal
intensidad que domina su conciencia. A medida que el ritual proce-

72
de. c~ el entusiasmo de los componentes de un póblico que 1'10
cesa de aclamar. los panicipantes en un servicio religioso asumen
una acti tud más respetuosa y solemrlC' y los asistentes a un fullenll
sienten cómo su pena 5e agranda_ Otro tanto sucede a pequefta es-
cala. en una conversación: a medtda que la imCTaCC'ÍÓn se vuel\'C
más y más fascinante el ritmo y !!I tono I'mocional del diálogo atra-
pan a los interlocutores. (Más adelante e:q)(mdr~ la e\~dencia emp!-
rica 'micro' peninente.) El proceso cla\'C es el surgimiento de con-
50rulllcia mutua entn: la atención y la emoción de los panicipantes,
que crea una experiencia emociooatlcogniti\'a companida. Esta
producción microsituaciooal de momemos de intersubjetividad es
lo que Dur\helm denominó conciencia oolccth-a.
Los Rl tieitCn cuatro efectos principales. En la medida en que
los ingredientes se combinen ron acierto y logren acumular CM-
dos ni\'l'1cs de ooincideocia en el foco de atención y la emoción
compartKios, los panicipames experimentarán:

1. soI.idaridad grupal. scntimiemode mcmbresfa;


2. EE indivKlual: una sensación de confianza, comento. fuera,
t.'TItusiasmo e iniciativa par,¡ la acción;
3. slmbolos que representan el grupo; emblemas u otrns repf"C-
.5C1Itaciones (iconos, palabras. gestos)que los miembros sienten aso-
ciados a $Í Il1i$mos romo coIect¡\idad --$On los 'objetos sagrados' de
Duri<hcim. Las penoonas Imbuidas de ,¡entimientos de §()Üdaridad
grupal5e muestran re\~rentes 000 esos slmbo!os y los defienden de
las faltas de respeto de los gentiles, y más aún de los rent.ogados;
4. sentimientos de moralidad: la sensación de que surnarw al
grupo. respetar sus sfmbolos y defe nderlo!;¡ a amboos de los transgre-
sores es hacer lo correcto; a esto se une una percepción de la impro-
piedad Y la vileza mor.u inherente a vulnerar la solidaridad grupal o
a ultrajar ""S l'Cprc$entacioncs s irnhól kas.

&105 son \0$ componentes básiCQS de la leo;>rla.' En los ~¡grnfe:s


siguientes pre$Cntaré e'lideocia de cómo opera cada uno de clJ.os.

Ritualu formaks y rituales uawrn/es

A primem vista se dirla que en la lista ante,;O/" faltan pn:cisa-


meme I'q\lello6 elcmcmos que oompuncn la definicióll habituill de

73
'ritual', En el habla coloquial un ritual es una ceremonia fonnal que
hilvana un., secuencia de acciones estereotipadas: recitar fónnulas
verbales, cantar, hacer gestos tradicionales y vestir atuendos igual-
mente tradicionales, El análisis del ritual religioso de Durkheim
mostró que el formalismo y la actividad estereotipada no son ingre-
dientcs capitales, sino que subvienen al proceso central de la inter-
subjetividad y la emoción companida -o lo que es lo mismo, a la
experiencia de la efcn'escencin y la conciencia colectivas-- en tanto
en cuanto propician la convergencia en un foco de atención común,
La figura 2.110 muestra a su izquierda, donde una flecha segmenta-
da va de 'acción o suceso común (incluyendo formalidades estereo-
tipadas)' a 'foco de atención coincidente'. Las fónnulas estereotipa-
das pueden generar rituales sociales eficaces, si consiguen que los
panicipaDles experimenten, de hecho, una misma emoción, y rn.á!5
aún si, intensificando la conciencia mutua de su mutua conciencia,
logran acrecer su sentimieDlo de participación conjunta. Cuando
no lo consiguen, el ritual resulla puramente 'formar , una vacia re-
petición de simples fórmul as, incluso un ccremonialismo mueno.
El foco de ntención coincidente es un ingrediente esencial pum
que un ritual funcione, pero debe ocurrir espontáneamente, sin
inquietud explícita alguna sobre si sucede o no. Los ejemplos de
pequenos rituales de sociabilidad cotidiana de Goffman suelen ser
de este tipo. llamara cienas personas por su nombre de pila no es
algo que suela ser objeto de atención consciente mas no por ello
deja de ser un ritual a pequei\a escala; y, como \'eremos, la diferen-
cia entre conversaciones de alta o baja solidaridad ocurre al nivel
de unas carncleristicas ritmicas que no están sujetas a reglas for-
malmente reconocidas. Los ejemplos de Goffman son breves en-
cuentros sociales a pequef\a escala; pero también a una escala
mayor, de grupos públicos. se actúan rituales espontáneos, como
ocurre con las situaciones polfticas y militares -análogas a ritua-
les religiosos- que Durkhcim pone como ejemplo. Durante la re-
volución francesa, las masas congregadas improvisaban con fre-
cuencia rituales nuevos que, pese a estar faltas, en un primer mo-
mento. de los recursos de las actividades normalizadas, llegaban a
resultar muy eficaces porque alcanzaban niveles muy altos de foco
comun y emoción compartida, Como Durkhcim gustaba de recal-
car. es en situaciones como ésas donde se crean nuevos símbolos,
Podemos denominar 'rituales naturales' a las interacciones que
generan un foco de atención compartido y consonancia emocional
sin m.'Ct.'Sidad de protocolos formalmente estereotipados y 'rituales
formales' a los que se rigen por un aparato de procedimientos cere-

74
moniales quc todos reconocen. En lo que respecta a qué hace que
un RI funcione, los ingredientes. procesos y resultados básicos no
dificren entre unos y otros; ambos pueden alcanzar gI""cldos ahos de
intensidad y gcncror símbolos y sentimientos de membresfa . No
obstante. al margen de esas coincidencias, Jos detalles de realiza-
ción de un ritual--con todo lo diversos que pueden ser- incidirán
en qué tipo de catcgorfa de mcmbrcsfa simbólica resulte. En lo que
se refiere a afinnar y pregonar identificación con unos limites gru-
pales rígidos, como veremos luego, los rituales que siguen protoco-
los fonnalcs son más eficaces que los que surgen espontáncamente,
cuando el foco de atención y la emoción compartidos acaecen sin
premeditación -infunden sentidos de membresfa más lábiles, c.l:-
ceplo si cristalizan y perduran en fonna de símbolos, en cuyo caso
tenderán a incrementar la fonnalidad de los RI subsiguientcs, (Re-
pasaremos la evidencia peninente a este patrón en el capitulo 7,
'Esuutificación situacional',)

Rilllales fallidos, ritllales vados, rimales fol7ftdos

No todos los rituales tienen éxito. Algunos fracasan penosa. in-


cluso dolorosamente; otros se desvanecen mansamente; y otros, for-
malidades vacías sufridas bajo coacción, incitan rebdioncs que,
cuando triunfan. los abrogan con júbilo. Estas variaciones servirán
p31U refinar nuestra teoría y dilucidar qué condiciones hacen que
un ritual sea operativo. Los rituales fallidos son sustantivanlenlC
imponantes también ¡x>rque, si medimos y ¡x'SUmos todos Jos en-
cuentros de la vida diaria, dt.'Sde los más minúsculos hasta las mani-
festaciones públicas más masivas, de acuerdo con la magnitud de
su intensidad ritual, obviamente no esperaremos que ésta sea siem-
pre igual. Sostener que la vida se estructura en tomo a la diferencia
entre las situaciones rituales exitosas, socialmcllIe electri:tantes, que
generan emoción, motiwci6n y carga simbólica cuantiosas, y las
situaciones de rituaJidad inferior. nos obliga a aguzar la \-isla para
discernir qué diferencia a los rituales fuertes de los endebles. Los
individuos se sienten au-afdos ¡x>r las cantidades máximas de inten-
sidad ritual a su alcance, indiferentes hacia rituales menos prome-
tedores y repelidos ¡x>r el resto; caplaremos mejor sus atractivos si
nos fijamos en qué causa la indiferencia y la repulsión.
El fiasco de un ritual es más patente en el caso de los rituales
fonnales porque se anuncian púbJicamenle y todo el mundoenlien-
de con qué fin se celebran. Después nos ocuparemos de rituales

75
naturales que fracasan: concentraciones poIlticas o de otros tipos
que nocuajan, manif6taciones que no arrancan o p«JUdkls ritua-
les goffmanianos de la vida diaria que no resultan.
¿Con ~ criterio fallan':11l(l$ que un ritual ha tenido &i1O o Era-
casado? En el caso de Jos rituales fonnale$ tenemos Las ténninos
que usan sus panicipantes: 'un ritual \"llCKI', ·1l1('~nte .;erelllD-
nial', 'un muermo'. El modelo de Rl (de aquf en adelante, el Modelo)
de la figura 2. 1 pennite scntarun cliterio más geocml, \'álido Wlto
para Jos rituales naturales como pam Jos formales: 10 más inmedia-
to es el bajo ni\'el de efervescencia oolecti>'a, la ausencia del caracte-
rlstico rumor de a nimación, la e5Ca5a o nula coTlllOflaocia compar-
tida. El lado de los efcctos aporta otros signos de descalabro: poco o
ningún sentimiento de solidaridad grupal, nula sensación de que la
propia identidad ha}'acambiado ose ha}'a J'eiÚinnaoo, ausencia de
respeto hacia Jos sfmbolos del grupo Yuna EE deprimida -un 00.
caimiento que el ritual no ha disipado o, peor aun, un sentimiento
de fastidio, de tedio y de constricción o inclUM de abatimiemo, de
'fatiga de intcracd6n' y ansia de huir. Estas expresiones fonnan un
continuo ordenado de hasta qué punlo ha fracasado un ritual. des-
de el que frisa lo que se espem de él hasta el que inspira el más
\"hemcnle aborRClmiemo. Estos estados intensamente negativos
tienen tanta importancia como los positi\'os de similar intensidad:
pil'nsese en hechos históricos --como la destrucción de irnligen.es
religiO$aS dumnle la Refonna-o en momentos de la$ cadena,¡ per-
sonale!> de experiencia vital-la rebelión contr.l aquella formalidad
a la que uno rehusó YOI\'er a someterse.'
A este respectO. las caUSM del fracaso de un ritual natural son
análogas a las que vacfan un ritual fonnal: la multitud de una con-
c=tmción poIitic.a que. dispena SU atención por rosas ajenas al
orador o al sfmbolo enemigo al que deberían enfrentan;e, se agita
si n orden ni concierto _ individUO'! y pequd\o$ 5Uhgn,po!I que se
van desgajando hasta que se aduet\a de los que quedan una em<>-
ción depresh'a que les hace sentirse como rata,¡ que abandonan un
barw que ~ hunde-; o la rlCSta que se empantana ~n peqU1'1\o:s
reductos de con\'enaciones insustanciales y no genera efet>'ll.'SCCn-
cia cokctiva alguna. En este caso. los ingredientes ausentes 50n tan-
to la falta de un foco de atención comun - las diadas quedan muy

l . .........-.""""'Iun· ... 10 ~ do I\II!oO.., aonotleriJ>il por una mnda do t'd>clm


~ YroIoal,... .",...,... k>o ri' uab ~. i ..d ..~ .... t ..""t ... loo ritwoJe,o ...
- ..... ¡oIfrnanIanoo. En to.capI ...... ly 8 onabUl'l .... do<...,.ooI:n.t cambio ...
.... iIo:.o do lo .,.....'l~ oiluoclo>nal.

76
fragmentadas en relación con el conjunto del grupo-- como la au-
sencia de una emoción inicial compartida que pudiera ser intensifi·
cada y transmutada en una sensación de participación colectiva.
Lo.s conversaciones superficiales, mcilantes o de baja intensidad
abundan, en obvio contraste con las intercsantL"S, Nuestro modo
habitual de atribución causal nos hace tamal' a las conversaciones
por indicadores de las personalidades con que tratamos, cuando
son productos situacionales que, como veremos más adelante, se
explican por el grado de acoplamiento que se da entre los acervos
de símbolos significativos utili1.lldos en la plática y por el nivel de
sinergia que las EE de los participantes alcanzan en la situación
conversacional.
Las divergencias entre distintas celebraciones de Nochevieja
muestran nítidamente el contraste entre RI logrados y fallidos: unas
alcanzan un momento cumbre de genuino entusiasmo al sonar la
medianoche (en este aspecto, esas celebraciones combinan fonnas
tradicionales e interacciones naturales espontáneas) mientras que
airas se limitan a bias y convencionales felicitaciones por el nuevo
afio. ¿Dónde radica la diferencia? Según mis observaciones, los fes-
tejos que funcionan son aquellos en que, una hora o dos antes de
medianoche, la gente reunida se tmnsfonna en una masa ruidosa
--<:00 los usuales silbatos, carracas y quizá también petardos-- que,
sobre lodo, arma bulla en dirección a otros, apuntando a uno u
otro, mejor en su misma cara. Así comienza la dh'crsión; la gente
empie1.ll a trompetcarsc y a lanzarse serpentinas recfprocamente y
a menudo traspasa las ballocras del conocimiento previo involucran·
do a desconocidos en su interacción. Nótese que esta a1ga1..ara caJ"e-
ee de todoconlenido cognitivo; se asemeja mucho al componamien-
lo de los ninos pequefios cuando correlean a su aire dirigiéndose
ruidos unos a otros. En el conlexto de los ft!stejos de Año NUL'\'O no
se juzga hostil o transgresor, sino signo amistoso, el inumpir es-
truendosarnente en el espacio personal de otro persona, Incluso
corporalmente --------de manera moderada y lúdica, mediante el lanza-
miento de serpentinas o confeti. Esta mutua consonancia en la pro-
ducción del fragor alcan7.ll un crescelldo atronador cuando todo el
mundo converge en la cuenta atrás de los últimos segundos antes
de las 12. Alllegarsc al anticipado punto focal, se produce IIna ex-
plosión de gestos de solidaridad: la gente se besa y se abraza, inclu·
so absolutos desconocidos. Compárese con la fk-sla m ás circuns-
pecta: los invitados sostienen pláticas nonnales hechas de frases
inteligibles, lo que los disgrega en esferas disjuntas de mentalidad
semejante y les impide construir una inten.-ubjetividad más amplia

77
que abarcase a todo el gruJX). Las interacciones no se reducen a un
mlnimo denominador común, como es el caso de los lazos recipro-
cas coalcscidos mediante el ruido; la emoción compartida no devie-
ne animación; el clfmax de las campanadas a medianoche recibeun
insulso reconocimiento, inmediatamente después del cual los parti-
cipantes se declaran cansados y deseosos de retirarse a sus casas.
Los rituales consumados son aiTCbatadores; los rituales fallidos con-
sumen nuestras energías.
Hay Olro tipo de R1 a los que podemos denominar 'fOil:ldOS', en
los que se obliga a los individuos a fingir una pankipación sincera y
entusiasta. Estos rituales pan'Cen
.. ser especialmente agotadores para
quienes, movidos por voluntad propia TTI.ás que por alguna presión
social externa, participan en ellos y asumen con afán la carga de ha-
cer que funcionen; puede incluso que tengan éxito, en el sentido de
que haya olTOs que sintonicen con su onda y que su participación
exhiba un grado de animación mayor: Pero aún así no dejan de sen-
tirlos forzados, pues la consonancia mutua contiene un elemento de
intcncionalidud deliberada y consciente, no nuyc con Mtumlidad y
el ni\'el de efer.'eSCCncia colectiva es superior a lo que seria normal
habida cuenta de los ingredientes de atención compartida y estímulo
emocional disponibles. Ser el cordial anfitrión. la encantadora anfi-
triona, el alma de la fiesta o el animador del mitin puede suponer un
esfuerzo enorme. El agotamiento que provocan los rituales fOil:ldOS
es bien conocido en el caso de los efectos de las entrevistas de tmbajo
- yen especial los de la ronda de visitas ceremoniales que van apare-
jadas a las n~ociaciones dirigidas a obtener un empleo académico,
efectos coloquialmente conocidos como 'fatiga de interacc.ión'. Cuando
la posición social de un individuo le fueiLa a liderar un círculo de
constante interacción cortés, los efectos acumulativos del drenaje de
energía a que se somete pueden ser gravcs.l

3. En La d6;:ada de 1990, el rectorde una importan[~ unh-ersldad de Estados Uni·


dos, dlebre por su m:mcra afable y extremadamente sociable de dar la bienvenida a. y
de interactuar wteriOl1l1\.""1IIC con profe!lOres. I:Stooiantcs. ,'¡'¡I!an!eS. potenciales bcne-
faclo" '" y. de hecho. cualquiera que pasase po~ allí, sufrió un a»aP5Q al cabo de J>OCOIi
llI'Ios y hubode dimitir de Al J'lU""'tu. De nloo pude ob..e ...... r a mi mad..., -quien, COmo
esposa del cónsul general de Estados Unidos en ¡oqueUa !egKión de ultramaT, enI la
anfitriona princi pal del cuetTlO diplomático local- y ser ¡estilO de cónlO "" entregaba
<:(In intensa ercn~ia emocional al ciclo c:!iperodode ritualcs de socIabilidad; pero
liK' tr.ltaba dar:unente de UII:1 Clttenu:mIC puesta en C."5C1."fW. como lo del:UDOO su cambio
de humor apena:¡ la J'lUMta se C'tl"r,Iba tras el llhimo invitado: y periódicamente se
concedla un recew "j se marchaba a un hotel a la'r l1O\'Clas y a no ver a nadie dwante
una ..,mana. Thmer(lOOl ) ~firma que los humal1OOlde~ndelTlO$ de un linaje de pr!.
fII:lles basUlnle im0ci2~ y de ahí que en realidad no 5elII\loOS muy sociables por natu·
raleut y que' nos cueste tanto esflll't":Zo lIO'<Iener nuestro< riulllks. Pienso que exa¡t'Tllla

78
Los rituales for/.ados no crean, sino que minan la EE, La expe-
rie ncia de atravesar muchos de ellos tiende a fraguar ind ividuos
con aversión a L'SC tipo de situación ritual e incluso personalidadl'S
anti-sociales en apariencia. Pero lo que distingue a los rilUales foro
...aJos de los bienlogrados es precisamente su fa lta de nmuralidad y
el exceso de intencionalidad de su foco de a tención común y su
consonancia emocional; de ah! que los participantes, en lugar de
sentirse dinamizados por estos, hayan de apclI1ru· su propia energía
par.! dar la impresión de sentirse galvani7..ados. Es de suponer que
estos individuos que los rituales forLados apagan participarán tam-
bién, por lo general, en otros tipos, más efectivos, de interacción
ritual , y que será n L'S tos los que les procuren su EE positiva. Es esta
d iferencia entre los rituales fOI7.ados (y otros tipos de rituales falli·
dos) y los rituales bordados 10 que hace que las CRl se orienten
hacia éstos y den la popa a aquéllos.

¿Es imprescindible la pn'seucia corporal?

El ritual es esencialmente un proceso corporal. Lo que inicia el


proceso ritual es la convergencia de cuerpos humanos en un mismo
lugor. Hay un rumor, una agitación o como mfnimo una conciencia
de la mutua proximidad de los cuerpos. Goffman (198 1: I03)señaJó
que incluso «si no sucede nada digno de mención, las personas en
propincuidad a otras pemlanecen no obstante ruerta unas a otras y
actúan de tal modo que r"ciJiten su vigilancia a las demás,.. En tér-
minos de teona el,'olutiva, la el,'olución del animal humano le ha
dotado de un sistema nervioso que di rige su atención hacia sus con-
géneres: siempre existe la posibilidad de que surja una pelea o una
señal de aJanna o, dc1lado positivo, un contacto social oalgún gesto
sociable más gcnérico. 4 En conjunto, este segundo tipo de orienta-
ción , evolucionada hacia las interacciones positivas, parece más
imponante que la primem, no en V"dno conoibuyc a explicar por
qué los cuerpos humanos son (an sensibles a su mutua cercanfa, así

.....-kk""'la I"dall'-d a la Insodabilidooo., n".,.,lra hereocla blolóska; ademá~ , 5" Idea d..
que los humal\OS tencmos que trabaJardulOllT"lente pata !X>1JeT ..0 pi.. oue:s"..", rituales
parece prowolr de la observación de rituales fonadOOl.
-l. 8as:;indosc eo eo.idencia Pr-ocNente o., la paleootologi~. b dooístiea.la etolog1a
de los pri mat.., JI la fisiologla del """"bro, 111"",,· (2001, caps. 3 )14) ofn."", una n;c:úII.$.
nucdón plausible de nunlra trayecloria e\'Olulim en la que"""" hin<:al'lf en que b
sillJlUlaridad hurnana se den,... del desarrollo de clabo.ddas cxl'reIOlones emocionale •.
~'Onec' adM con los centros oogni¡i\'05 del cerebro. q\k' nos aopacitan para una ooonli·
nación !IOCial mllcho 1TIlI$ refinada qm.- la Úl'1 =10* 105 animales.

79
como su propensión a implicarse en la atención compartida JI la
consonancia emocional que los RJ generan.
No obslante, te; imposible efecluar un Rl si n copresencia COI'-
pooU; no es posible generar un foco de atención conjunto JI conso--
naneia emocional a tra\'é!¡ de los moderTlO5 medios de comunica-
ción, como el teléfono,la televisión, el vfdeo-teléfono o Internet? En
principio, ~ta es una euestión empfrica que puede investigarse ex·
perimentalmente: podcmosrompamr la cantidad de atención JI em<:>-
ción compartida que generan esos diversos medios interaccionales
JI SU$ efectos sobre el nivel de solidaridad, IQI< símbolos JI la EE indi o
vidual. Fal tos aún de e,idencia sistemática. apuntart los siguiemes

""'~
En primer lugar, ¿pueden celebrarse por teléfono rituales for-
males como una boda o un funeral ? La idea misma resulla indt>co-
rosa JI parece improbable que se haya siquiera inte ntado. excepto
en cireuru¡landru; excepcionales. ¿De qué adolecemn? De falta de
retroalimentación. de no ver a los demás presentes JI que nos vie-
ran, \o que seguramente mcnnaria la sensación de que se rindcnlas
honras debidas. Sin presencia corporal no es fácil expresar que se
participadel grupo Yreafinnar la propia identidad como miembro.
Sobre todo. faltarian 105 micro-detallesexpcrieociales: el semido de
un sepelio. por ejemplo, se desvir1úa ante la ausencia de signos vi·
suales inmediatos de 00'05 partici pantes - la incomodidad de sus
posturas corporales. SU$ rostros des.encajados JI todos esos conta-
giOSO$ comportamientos emocionales que nos arrru;tran a lo más
hondo de la pena común y hacen q\le las lágrimas asomen a los
o;os. En cienos tipos de ocasiones rituales --eo;pecialmcnte en las
celebr.lciones conmemorati\lOls que festejan a un individuo- algu·
nas personas pueden hacer llegar su felicitación por teléfono -y
tsta. CQ{l los meilios ad~'Cuados, puede incluso 5eI" audible pal1l tO-
dos los reuni~ pero esle acto es un segmenlO relalivamente pe-
qucilo de la interacción JI no puede esperal'5e que transmita sino
una sensación de participación defecti\-a: parecerla muy impropio
en el caso de una boda o un entierro, donde el papel del grupo es
acompañar en. JI SCT testigo del aclO. o crear una respuesta colectiva
a tI. A modo de experimento, se podria aparejar un ritual equivalen·
te a un congreso profesional , pero en el que la comurúcaciÓn entre
los participantes fuese exdusÍ\-amente telemática. Creo que ese ri·
tual congresual resultaria insalisfactorio para lodos; el molivo, que
los mensajes ,·"males deliberados son solamente una parte peque-
i\a de lo que origina sentimientos de panicipadÓn.

80
¿Fuociona mejor la vía audio,isual? La televisión emi te en oca·
siones una boda o un sepelio, los de alguna odebridad, normalmen-
te. Y, por e~mplo, en el 0(01\0 de 200 1 se retransmi tieron alguno!!
oon~ ondos por las YÍctimas del 11-5. Tales rituale. a gran
distanc:ia pueden inducir sensaciones companidas de emoción. 50-
lidaridady I\'Spt."to por los símbolos: ahora bien, analizándoloscon
cuidado, ¿qué detalles obran esos resultad~? El erecto princi pal
parett pI""O'o-enir de los planos en que la cámara enfoca el rostro de
los asistentes, más que de los que captan las fonnalidades de la rek-
1nación misma. La televisión se aproltima asl a la retroalimenta-
ción somática allogrnr de hecho que los miembros de audiencias
Il'mota!I ~ ,..,r allf a ()Irn$ persona$ que $OIl como clJos mis-
mos _y en IllQIllenlOlS escogidos por expresar la máxima implica-
ción en la ~monia 't la emoción más intensa. A la inversa. pode-
mos suponer que cuando las cámaras enfoquen a miembros de la
audiencia oon aspecto distante, abunido o ausente la audiencia
mediática se sentirá igualmente distanciada y asistirá a una cere-
mon ia que resultará fallida.
La tebisión combina imagen y sonido 't ambos elementos de-
ben disocianie. Ellcclor puede fácilmente hacer este experimento:
llpague el sonido mientras \'e un evento ritualista -una com~ti­
ción deponi\'3, por e~mplo- o, al revés, dc~ el sonido pero mire 11
otro lado. Está claro que cl sonido induce mM sensación de impli-
cación y mayor deseo de participar. Un súbito clamor de la multitud
o las voces que anticipan la inminente celebolción de un tanto ha·
rán que el espectadordistnúdo \uet\'3 a mirar la pantalla. Compan.'
""la situación CQn la de \ <eI" la imagen sin sonido: si la cosa se caldea
---el o:<.:¡uipo gana terreno, el tiempo se agota, el delantero le ha gana-
do la posíción al defensa_ se siente una irresistible tendencia a
prender de n\JC\'O el sonido. Lo que se cdl.'l en falla no es principal-
mente la explicación \'eIhaJ del ,¡emidode lo que está ocuniendo, O
las palabras de los locutores ---lo patenti7.a que la expcrieJlCia de
leer su btltulos no sea equivalente a la de escuchar el $Onido direc-
to--; para conseguir companir plenamente la sensación de exalta-
ción uno busca, sobn: lodo. el sonido de la multitud. Eseocialmen-
te, ése es el atractÍ\'O del depone--espeetáculo: el placer de esos mo-
mentos en que nueslras emociones ro7.arl el delirio anaslJada" por
una multitud unánime que exprr:sa. I"Ugiente una misma efusión.
Otras dos observaciones oonfuman la preferencia de las reunio-
nes grupaks por la participación oorp6rea. Después de vivir un mo-
menlO de panicipación lndirecta especialmente apasionante o subli-
me, uno siente que necesita oontán;elo a alguien: así. por ejemplo.

81
F!GlJfIA 2.2. Celebrando 111 W:IorIa ril8cl"lUlte pi! -.o contecto <XH¡¡ooaI
ritual. Tmp8$ estadouniderlses y 110. iétic:as en AlBmania
(abril da 1945). COrtesla da Getty lmages

cuando uno ha sido testigo de un encuentro deportivQ, unas eleccio-


nes políticas o alglin otro electrizante acontecimiento público querrá
companir su agitación COn algu.ien; y si é:;ta cs lo bastante intensa no
le bastan\ con u-;msrnitir la novedad (~;uia5 ,..-ces) COn las más , .... he-
mentes palabras: en instantes culminantes de victoria, o de suspense
seguido de un t<xito decisivo. el espectador enardecido ansia tocar.
abrazar o besar a alguien. La TRI sugiere a1glin ponnenorcontrasta-
ble empflicamente: la gnttifJCaCión obtenida del RJ deberla llegar al
má.~mocuando se comenta exaltadamente con alguien tambit<n exal-
tado por el mismo s' ottw; porel contrario, el entusiasmo del especta-
dor por la dramática experiencia que ha llivido disminuirá en la me-
dida en que la pen;ona a la que inl enta oornunicar su ardorlit muC5-
tre menos entusiasta, pasiva o indiferente.
El mismo patrón lit aprecia en celebraciones do..¡xxti-."3.S y en otrns
celebraciones de victoria -como en las famosas fotos de gente bcsán-
<b;e Y abr.uándose en la calLe tras el anuncio de la victoria en la Se-
gunda Guerra MlIJ1dial. El festejo de un triunrodcporti\"o es un sueeso
de intensidad predecible --<.'1cakndario de competición desemboca

81
FIGURA 2. 3. Sellando ellinal de la Segunda Guerra Mundial (agosto
de 1945). Cortesla de Philadelphia Newspapers loc.

en un e ncuentro decisi\"O o una final. En el momento cumbre, cuando


estalla la emoció n acumulada e n proporción a la tensió n vivida a lo
largo de toda la serie de encuentros previos, se produce un ritual infor-
mal e n que los jugadores se tocan reiteradamente mienu1lS re piten
unas pocas y s imples palabl1lS o gritos de victOlia; cuanto más impor-
lante el lIi unfo y mayor el suspense de que haya venido precedido
mayor será la magnitud y duración del contacto: la escala puede ir
desde chocar las palmas de las manos o abrazarse con fuerza, hasta
foonar una pila con sus cuerpos sobre la cancha .~ Es un ri tual estrati-

5. ElI~""no de 1"" celcbrnó",...". dq:>orti,":lS en E.!il~do!; Unidos ,"",ocb dif...........:ias


histOricas. Antes de 1970 las cclcbr.tcioncS5olfan ser más sobrias: no iban más allá de
:d¡¡Un apretÓn de manos. o dcestrcc ha,.."., los hombrosemre comp~neros de equipo

83
f!cado: los af>c~, no conformes CQn panicipar 'l6Io yoealmeme,
intentan ~ f1siearnem e cuanto pueden a Jos~, preten-
sión cuya ~ti'Sf-.K:ción generalmente se les impide: se preserva asl el
contacto corporal más pródigo o;xno un IÍlual que queda reservado a
la élile que ocupa el centro de la ceremonia; a los aficionados se le!
permite únieamente mirar, partici JXll" con sus "'lCCII y trabar contaclO
COI-pornI entre dios.
Que la asistencia a acoruecimic.nlos depo<t¡I'OS u ~ espectácu-
los TnaSÍ\'OS no haya disminuido a despecho de la expansión de la
teJey¡sión es otro dato que corrobora la preferencia por los rituales
con oopresen<::;a CO!p:)r.l!. y eso teniendo en cu enta que en muchos
deportes la televisión ofreee mejor visión de cunnto <)CUIl'e soIx-c la
cancha o el campo y de los detalles de la actuación de los deportistas.
No ,x",tante, a pesar de todo, m ocha gente prefiere ir al est.ao:lio, so-
bre todo paro asislir a un 'ernn encuentro' _ to es, unocuyas ~
cut.'1ICias soe cr« que serán impoMantes. de donde uno puede inferir
con bast.ante confianza que la a ser pal1C integrante de u na muJtilUd
man:lecida. Ver el lIex:mlCCimicnlO por teLevisión es \o mejor que se
puede hac...... sólo cuando no se ha ooru;eguido una entrada y en ese
caso k. experiencia preferida por los espcctadores (relativamente, aquí
Illmbién. a la magni tud de intensidad emocional que se espere que
~nere la CQmpetición) ron"iste en reuniJ'sc un grupo de aficionados
para verlo juntos, una mini-multitud que apona su eco para ac~n­
lar la animaciÓfl companida. Incluso en cI caso de los encuentros
inU'aSOl:fl<kntes -aquellos sin Implkaciones importantes para la cia .
~jficación gcncraI, ni de ot ... índole-- gran pan e del alr.>Ctivo de estar
en las gradas radica precisamente e n C5O!l momentos en el t~urso

....ud<.o pOo" u,," c>¡>c>tiaI .....isI..t. b lo pn",..,. .... iu.d del .igIo xx IOn ritu..1Ilplro
oonoIot....... -....dell<nft>l>do;....,.>. _dtl..,.,i"" al .......-"al ~
hlro< -una r"""", d. eOll'''''''' «>rporaIlimj,..oo y~'-'" un ~'"
O4nlf.... hw. <Id 1Jf'II"'. El <OIilu<l< Ii.... <Id oiP> XX t,'ifrnIt ,"""'vilo
t.:,'lo,nob.ecn
..... 100 Jtosador<'O .. ~oon pIonooon..."o...-.rportd y Í<Io'mtrI lO" """",,.,., oon ...
~ EM<> """,la _ ¡"",,- JlO.Uf><I<'o ritual<> ""'ta"'< inÍ<lnn.>lOl ...... _ib&oo a
la fnflu<nclo <1< la ~ <1< una ln.dkión ...."..,., _poo:nas .. .,.¡ .. <n OO>1lisio <1< la..
~_rud_p"""_d_do:u""'p;a1,,,<I<~riOwd<:<>rpnl
• "' ..... Todoo """" """ronco"",,," no obooan.c . ....riado..... <1< una ....1..... !»Ota bbi<a:
la ... blta ""'pelón d. ~ en"""",""", I-'<l» <1< la .. ~ I"'t",1 a'M el
......., <1< <""'ac'''~' ",..... "" ...".
po"""";' Y.. tOcnclo lo rI'I"oOCItln ~
!loa pr<>pop<;oo "",k _."" ...... Iidad. b.-.w: en 'omo a un minulOd< .. I,ación má>.l_
""" cwt.n<\Q no n.v.. al our¡i ....... '" do ooIKlaridad ritu,I~ . UDOO 10 .... iN.LI(J> <n
lao ~_ ~_ Gn.bedon<t. "" "..tIo:u1a y ,'kIto ...,.poctM. ......... <1< la
<d<Inci6ndd'-'¡ do Iot,.", .... osd< J!oto:< /d ....... 1961 (40squ'¿" <1< ..... -)
Yd< Mari. MdMin: en 111')8 (9 mi"",,," do< apbusooo) opano" elo,... <:>icI<n<ia: <n el
pri m<T ~dcon,,,,,,o O>r¡>OnI~iócnapm""""",,,,u.oo; ,,,,tI ..... ndo,
"' ,,"" ........ do: .bt-uoooon ... rorro""""..,. d. oquipO ycon at...,.... """" p<n<>naL

84
FIGURA 2.4. Amonlonamienlo ritual para celebrar la victoria:
campeonato ele hockey, liga de centros de ensef\anza
media (2002). Phi/ade/pIJla Inquirer, Peter Tobia

del j uego en los que la multitud colls uuye un sentimiento de antici-


pación de lo que va a s uet.'(]et· y un entusiasmo compartido.
Las competicio nes depot1ivas son tituales ideados para pnxlu-
cir situaciones de tensión dmmáticn y una victotia final : las reglas
relativas a la consecución de tantos y a cómo sí y cómo no está
permitido ganar posición de tiro, o impedir que el contmrio la al-
ca nce, han sido elaboradas y reformadas dum nte décadas pam 'me-
jorar el juego' - par... gencrar momentos de emoción colecti va. Es
consistente con esto que los emblemas deportivos se conviertan en
objetos sagrados, venemdos y tratados con ¡-espeto. Los deportistas
fam osos son objctos sacros, y lo son del mismo modo que cllfder
polftico, elcvado a emblema de la multitud de la que era centro de
atención, en la descripción de Durkhcim (l9 J 2/ 1965: 243-244) que
cité en el capítulo anterior. la finalidad c.'Cpresa del juego --obtener
el triunfo por medio del supctiOI" ejercicio dc habilidades atléticas,
y ~petando las reglas de la compctici6n- es su contenido supctÍl-
cial. Lo que motiva a la gente a ir al estadio es, ptimordialmente, la
e,'(periencia de asisti r a un Iitual de gran éxito, éxito que es conse-

85
cuencia de haber sido disel\ado para que todos los ingredientes ri-
tuales estén pl'C$entes en alto grado y, en espec ial , para que se pro-
dutta una intensa emoción en u n recintOo do~ la interncción cor-
pornl de una IDuhitud que sigue expectante el desarrollOo del juegOo
puede amplificarla. De!¡de que a mediados del siglo XIX apareciese
una masa entic;¡ suficientemente grande de espectadores, libres de
las ataduras del trabajo yel hogar. el tiempo de ociOode las 1l00deda-
des modernas ha estado dominado por este tipo de rituales.inven-
tados y Ji!ld\ados para suministrar a ese pUblico momentos de soli -
daridad ritual que anteriomlet1te habrfan pI"'OVistOo la religión, la gue-
ITa 00 las ceremonia!¡ politicas.
A los deportes no se les recon oce un estatus similar al de Ootros
rituale$ fOonnales; se los suele considerar 0 ::1 010 actividades llidicas.
la otra orilla de la ribera seria de la vida. Y, no ob$tante. son muy
efOCli~'OS en lOo referente a ruililar a sus asistentes momentos exal-
tado.!;. de """"rienda ritual y muchas ~ los prefieren a k>:S
ri tuales religiosos (comOo resulta evidente los domi ngos en que sus
respoe'CtiVO!l honuic.>s coinciden ). Los en~nlrOS depOrtivQ!! S<;In ri-
tuales naturnJesen tantOoen cuanlOo recaban de manera 00 ¡mencio-
nada 00 inconsó ente los ingredientes neees¡mo.¡ para el t xito del
ritual ; y asimismo son rituales programados, predecibles e ingenia·
doc<; (generadores, mediante tecllOlogias rituales, de lo que podrfa
considerarse una experiencia ritual a rtificial ) ""paces de cOongrrgar
un o::llectivo sinOotra fuente de coherencia ni más meta que el deseo
de experimentar momentos de máxima emoción ritual.
Este mrtanismo <>pela igualmente en el caso de Oo\n)S tipos de
espectáculOo. Asistir a un concierto en poco aventaja a escuchar dis-
cos, en loque a cal idad muslcal se ",r>en>; generalmente. la del disco
es mayor. Es la vi\'t'ocia de.'ler pane de una multitud focalizada lo
que confiere SU atrncti\'O a un conjuntOo popular, y más aún si el grupo
posee ya el estatus de objetOo sagrado --ew es k> que propot'Ciorla a su
grey la c:special emoción que le embarga por C$tar cerca de SU$ com-
ponentes, aunque sea a decenas de metros en un macroconciertOo. La
expetiencia central dt' un cQndeno pop es la del estado anlmiro de
los demás asistentes; es un ejemplQ canónico de intensif1rnc ión CfTI()-
cion.aI por retroalimenUICÍÓIl corpor.1I en todas sus modalidades Puede
decirse k> mi~mo de Io:s concÍ0ertQ5 de mUsita clásica, allJlQUl' su ta-
lante sea más sosegado, en armonla con su difen:nte atmósfera y
ambicnte-de-cw.e.llunbién aquí es la experiencia de asistir a un acon-
tecimientOo especial ~¡ sordo munnulJo de atención cuando la 0(.
questa se dispone a comcn7.ar. las miradas de todos puestas en los
intérlJretes-lo que hace de una noche en la 6pern (> la sala de O)JI-

so
ciertos una vivencia más significativa que la de escuchar la misma
mUsica solo en casa. El objeto no es simplemente que otros nos vcan
asistir a una celebmción de la alta cultura: en las circunstancias ac-
tuales se tmta nOlmalmellle de una multitud anónima. a diferencia
de las comunidndcs de alto estatus de antaño. más cerrndas y cuyos
miembros se reconocían mUlUamente entre la audiencia. Mis hipó-
tesis a este respecto son: que los participantes se identificarán como
personas adeptas a la alta cultura con mayol' o menor fuel'za según
haya sido más o menos entusiasta la reacción del público a la ejecu-
ción musical y que el efecto de la intensidnd ritual excede al de ser
reconocido por los demás. Los eft.'ctQS de los conciertos retransmiti-
dos por radio O televisión son más débiles.
De las concentmciom,"S políticas o religiosas puede d.;.'Cirse otro
tanto, Es posible asistir a distancia a mítines electorales. congresos
de partido y discursos oficiak'S importantes. por ejemplo. a tmvés
de la televisión; pero los militantl$ acérrimos quieren estar física-
mente presentes -lo que confilma la relación recíproca entre iden-
tidad y presencia física, Mi hipótesis es que asistir personalmente a
actos políticos acendrn [a militanda, siempre que los discursos sean
'de los buenos' ~n otras palabras, siempre que aviven la interac-
ción emre el orador y la multitud que, por su p.'me. acrecienta el
entusiasmo compartido-: en ese caso, quienes ya se idemificaban
con esa facción polItica o con su IIder verán reforzado su deseo de
participación, La reiteración de estas relaciones repetitivas consti-
tuye una CRI autorrefono:ante,
También las ceremonias religiosas pueden emitin;e por rndio y
televisión y hay oficiantes (sobre todo en los &tados Unidos) que se
han labrado una reputación como evolugelislus mediáticos (H:ldden
y Swann 198 1), Pero la retrasmisión de selvicios religiosos no sólo no
desplaza a la asistencia física sino que la aumenta y refuerza, Un tele-
evangelista de éxito no se limita a retransmitir su selmón o lo que
ocurre en el altar; las cámaras se csfuc'-um para que oyentes y televi-
dentes perciban la asistencia al scrviciode una nutridn congregación
en la pueden proyectarse. Los tde-evangelistns son estrellas mcdiáti-
cas, algo que JXllCncia su atracti\'O como objetos sagrados a los que
sus audiencias quieren acercarse, De hecho, se dCS3ta una \'crdadcm
fiebre por concurrir personalmente a la función precisamente cuan-
do ésta va a ser retr..msmitkla, porque eso incrementa el aura de estar
°en el centro de la acción' religiosa, El atmcti\'o del contacto personal
próximo -tan próximo como sea posible en una multitud- funcio-
na para las iglesias tr.ldicionales tan bien como pam las evangélicas:
las giras papales atraen a multitudes ingentes,

87
FIGURA 2.5. El predicador como objeto sagrado: Billy Gmham
con sus admiradores (1962). Cortesfa de Getty Imagas

Las cerem onias religiosas, como c ualquier otra experiencia ri-


tual colectiva , varian en intensidad. Los medios de comu nicación
audiovisual pueden proporcionar algo de esa sensación de atención y
emoción comp..1.nidas que inspira sentimientos de atracción, mem-
brcsía y respeto. pero los efectos más vividos son monopolio de las
concentraciones (isicas. Las experiencias de conversión --convcr-
tirse en 'cris tiano re nacido' o compl"Ometcl"sc dc alguna otnl mane-
ra a llevar una vida religio5.1. devo ta- ocurren principalmente du-
rante las grandes reuniones evangélicas (Johnson 197 1). La presen-
cia personal e n la multitud, elevada colectivamente a una enardecida
emoción companida. confiere el ímpetu pre:-iso para re:-onfigurar
la propia identidad. La vertiente posterior de la conversión religiosa
conllrnm tambié n la pauta: una fracción considerable de los 'cris-
tianos renacidos' abandonan la panicipación religiosa al cabo de
menos dc un afio; y son muchos los que han 'renacido' varias veces
(Bromley 1988, Richaruson 1978). Las concentraciones religiosas
grandes e intensas suscita n tales emociones y cambios en adscrip-
ciones y mcmb rcsfas: c uando sc re toma a una rutina dc scrvicios
religiosos más reducidos y colectivamente menos emotivos, y uno

88
se desliza hacia una asistencia cada vez más infrecuente. la EE y la
identificación también se d esvanecen.
Mi conclusión es que los m('(lios de comunicación pueden propor-
cionar cierta seJlS3ción de particip::lóón ritual-----aunque a un nivel de
inten<;idad menor- . sobre lodo mcdiame la transmisión de los sonidos
y voces de la audiencia y de planos que enfocan a mie mbros de ésta
semejantes a los telespectadores; JX'I'O lodCti los ejemplos citados se re-
fieren a reuniones masivas. y a ("Ctl:!moruas fo tnlalcs en L'l mayotia de
los casos. ¿Ocurre lo mismo en rituales nalurales a pequcna escala,
como las reuniones 'sociales'? En plincipio, se podría ceJcbrnruna fies-
ta por teléfono. pero no sé de nadie que lo haya hecho nunca Ya dije
que, como mucho, un invitado al que le resultase imposible asistir IX>-
drta llamar a b fiesta para hablar a los ffsicrunente presentes; pero eso
ratifica la sensación de que se llama porqw no se está y. de hIXho. ese
tipo de meJlS3jcs suelen menciona!" gcnernlmcnte cuán triste sustituto
de la presencia física es el contacto telefó nico; lo mismo vale para una
asistencia a distancia poI" medios visuales, como enviar un mensaje
grabado en soporte de imagen. A medida que aume nte el acceso a vi-
dcoconfercncias tendremos oponwtidad de constatarqué intensidades
alcanzan los rin.talcs sociales ejecutados por medio de imágenes y semi·
dos mediatos. Predigo que ni los eventos deIX)lÚVOS lti las visitas des-
aparecerán: por vívidas que resulten las retrans misiones slemprc se las
considcrnr.i un pobre sucedáneo de la solidaridad que crcu la presencia
corpornl - Tumer(ZOOZ) Ut.'g:)a conclusiones similares. La gente seguí.
rá citándose para tomar una copa o Wl café cuando tengan algo impor-
tante que discutir o cuando quienlll establccel"o expresar- un lazo penoo-
nal. Algo que distingue a la pn!SCocia corporal de la comwlicación a
distancia es que ésta no !>"Ucle incluir cl consumo de colaciones, aunque
nada impida que Jos comunic-..mtes se sin'Ufl algo, digan qué están be-
biendo e iuduso brinden; pero el caso es que casi nunca se hace y que
no beber juntos, chocando los vasos y llevándolos a los labios todos a un
tiempo parece una ptufanación del espíritu del titual potatotio." La sus-
tancia física ingcrida-alcohol, café, té, refrescos, la taJ1a de la fiesta, la
cena comlxu"tida o, en algún caso. la fumada conjunta- posee. por
SlIplle.10. cienos rasgos ol'ganolépricos intrínsecos, pero su apl"t.'CÍación
no es un placer solitario. como 10 seria s i varias personas inlentasen
celebrar una cena. por teléfono, t.-ada cual comiendo su propio plato
mienU11s departen por la línC3. La ingestió n de comida y bebida es pane

6. En las ¡I'3dicione:s:wec:u de ~ida « remonia!' el brirnJis a la salud ~ un CUOl>-


cido a quien ~ r$tifT\3 ~ er..e lúa mirándnk dj~lament~ a lQ5 oj<:l$ a la ,.,,1. qu~ 11<' vacla
el \0l'j0 d~ un trngo.

89
de la copru1:icipación corporal: esas sustancias, cuando se consumen
conjlmtmnente en la a tmósfera de una ocasió n de sociabilidad, devie-
nen sustancias rituales.1 Puede admitirse que por teléfono y quizá me-
diante imágenes grabad1S en vídeo (aunque su efecto se vea dIsminui-
do por la ausencia de comunicación recíproca) se puede producir al-
gún grado de intcrsubjelMdad y de humor compartido. pcroque palidece
comparado con los em:uentros corpóreos, c.~fa-a-cara.
En suma, la celebración de rituales relativamente fonnale.c; y a
gran escala mediante instrumentos de telecomunicación resulta
mejor. al parecer, que en el caso de los rituales naturales a pequefia
escala. Supuestamente, eso se debería a que los rituales a gran esca-
la operan con 5fmbolos estabk-cidos. cargados de tiempo a trás, en
el decurso de la iternción previa de una CRl. Los rituales relativa-
mente impersonales expresan la membresfa de grupos numerosos,
sólo una porción de cuyos miembros puede congregarse al mis mo
tiempo en un mismo lugar: de ahí que la comunicaciÓn a distancia
inrunda la sensación de pertenecer a algo grande. aunque será efec-
tiva únicame nte si hay como mínimo un contacto intermitente con
otros mie mbros que \-enercn los mismos símbolos. Otra virtud de
las emisiones audiovisuales es que transmiten la participación de la
audiencia, no sólo la de sus lfdercs o la de los oficiantes.
¿Cómo valoro, entonces, medios de comunicación re<::ientes
como el correo electrónico o Interne t? La mayorilt no puede SOSlC-
ner un (lujo interaccional en tiempo real: aunque las comunicacio-
nes electrónicas se sigan en cuestión de m in utos, ése noes el ritmo
de la panicipación oral inmediata, que, como \'eremos. se sincroni-
za a la décima de segundo. Cuando se lee un correo electrónico
pocoo nada se intensifica el foco de atención y blillan por su ausen-
cia las señales paralingOísticas de fondo que indican una atención
redprocamcnte cautiv:;¡da. La escritura puede inte ntarexprcsaruna
emoción, o inducirla, pero es raro que el correo eleclrónico se use
para este fin. Hi poléticamente, puede esperarse que cuaRlo más se
aproxime la secue ncia de mensajes alllujo del intercambio conver-
sacional más aumentará la posibilidad de que surja una sensación

7. El CIlnW;t<..... ritual ud hc<.:ho de beber junt"'" up!ka el lC'\t tabú ~ la scmación


d~ ignominia $Oclal- '1"" estigma ti:ea al bebedor $(Ilitario. Esa desaprObación se raclo-
naliU! tomarwlo tal práctica como indicador de alcoholismo; no OOslame. tiene más
scmido ime"""tarla CQffiO "",r.tTllOción de una .,,,,anda ritual. Puede muy bien ocu-
rrir que se beba mis "" gNlX' que cuando oc: e.l1i $(110. pero. gencrairrlcnl e. beberl.'Il
a.>mp'lI\la es algo QUe. a trn,'6¡ dcl ""Iode la solidaridad. multa bien \~Kl 0. M05~ en
el capitulo 8 que un m..canlsmo simi13r h~ contribuido a deslegltimar d :ociO de fumar
en la, postrimeriasde1 siglo XX.

90
de consonancia CQlecti\'a ---si La velocidad de respuesta pasa de mi-
nu tos a ,¡egundos. por ejemplo: pero incluso en tal caso es dudoso
que puedan acumularse sentimientos de solidaridad fuenes o que
un sfmbolo pueda cargarse de sign ifieaeiÓn coI~ti,'a.
Mi principal hipótesis apunta en sentido contrariQ: La tendencia
a prcseindir de las fónnulas cerernQniaks en el correo dectrónico
-los saludos. el d irigirse al destinatario po:r su IlOmbre.los votosde
despedida- Im pliCo'"! una menor solidaridad. El COm:(> dect"'mico
acaba u~ndose pano comunicaciones mera mente utilitarias y en
relaciones de inlCnsidad inferior. precisamente porque arrumba los
aspectos rituales.
La J'e\Itllución eltttl'Ónica que a.rranc6 de la computerizaeiOn
mash'a de los ai\os ochenta ido!a rá. sin duda. nüe\'(l$ medios de tele-
comunicación. A pesar de ello. la TRI mantiene la hipótesis de que
la comunicación cara-a-cara no dC$apa~ en el futuro. ni la gente
nnhelaro sustituir la presencia corporal por la CQmuniclCión elec_
trónica. La gente tvrlavía preferirá celebrur fiestas con sus amigos y
pequeruu veladas con sus Int imos: k>I; espectáculos y los depones
continuaron siendo más gmti (¡cantes en vivo : las concentraciones
pollticru; S/.-guirán generando más en tusiasrnQ que su retran$m i~ión.
Y eI 5CIltimiento de sacralidad SUp1"CrnQ con-espon-d.crá a aquellas
ocasione" a las q u (' la gen t(' an~ je asistir en cuerpo y alma: a 1m;
boxIas, los e ntien'OS y las más ahas expc:licncias rcligiO<Sa!l se asistirá
en pet'SOnli y cuando no ~ as! 1(1 exper;cnc;(I vi,~da resultará ;nfeno.._
Lo mismo con re<ipecto a la transmisiÓfl cuhunU_ La ensd'ianza
pOI" televisión,}'a usada en prOgI"".lmas de instruco;ión masiva. sicm-
pre ~ltará emQtivamente inferior al contaclQ docente-discente
en el mismo aula. induso $i se reduce a un bll-·... e reconocimiento
mutuo d(' si se está o no prestando a tención y al reciproco ajuste
anímico enln el ponen te y su aud iencia. Por ~ntico motivo es
improbable que la oompra electrónica. a ~r de su comodidad.
haga desaparecer las tiendas o 1Q5 celllros comerciales. La expe-
riencia misma de entrar en u n comcrcio es una escenificación.
multiplicada pOr el munnullode la gente(Rlt7.er 1999. MilIer 1998).
Ir de comprns a Jos estabJ.x:imicIltos que ofertan los surtidos mej<;>-
res y más variados combina elemenlQS del espectáculo. el museo y

8. No 0610 ....... ..di..,,,,,, _ que Iao d ...... dUIa",,1a son una ..perirncla
~: ~J doc.,."" que "" diri,g< • u 'cie-Modl<n<U ......'" con "'fl<"lal1.....0lIdad
No
la folla do m .-....li""",'odón d ir<d .. . ......... quo ........ Ia...wn una _~ floic ..
....... 1< _l<. 1'<>< r-q¡lo.,.....,.J. eo ndr. .:iifldl ;mpat1i,,,,,,, ctao.. cuanlo m M _
.".,..,.Ia r;oncurt"<rIcla Y loto po<quoO. ~Ia lmpotibl<- c:o!i/nl-Iat ••"'clot... do ....
<SIudian"", que ocupoon loo ban<:oJd<1 '<><>do.

91
la experiencia de una acción de masas y es parte esencial del 'lumi-
noso rutilar' y el 'frenes( de la vida urbana. Comprar algo puede
interpretarse como el acto de pagar la entmda a esa experiencia, no
menos que como pago por el valor utilitario del objeto adquirido.
Paro algunas personas, en momentos concretos, ir de compras es
meramente un acto utilitario, pero su componente de ritual social
es una parte importante de su cautivador encanto.
No digo que no vaya a producirse un enorme allmenlO de la
utilización de medios de tek'Comunicación, ni que las crasas pre-
siones de carácter económico y práctico no puedan desplazar grnn-
demente a los contactos cal'a-a-cam, que son inhcrentemente más
arduos y costosos. 1..0 que la TRI predice en este caso es que cuantas
más actividades sociales humanas se efectúen por medios telemáti-
cos, a bajos niveles de intensidad ritual, menos solidaridad y menos
respeto por los objetos simbólicos compartidos inducirán en la gen-
te y menos entusiasta será su motivación personal. en forma de EE.
Con una particular salvedad: quizá los futuros medios electrónicos
se disci\cn precisamente par.! incidir sobre los aspt."CtOS de la Asia-
logia humana que hacen funcionar los rimaJes.
Los RI generan altos niveles de atención focalizada y de conso-
nancia emocional; es concebible que los futuros instrumentos de
comunicación intenten tmnsmitir de un sistema nervioso a otro
justamente las señales que más potencian nuestras experiencias
compartidas. Esos chismes podrian ser peligrosos: si los RI de ma-
yor intensidad son los insta ntes supremos de la vida humana, unos
apamtos capaces de emitir tales señales ~'Ultarian tremendamen-
te atrayentes. sobre todo si pudieran intensificaranificialmenteesas
experiencias al máximo nivel y a voluntad. Un equipo capaz de pl~
ducir sublimes experiencias de RI bien podría crear una forma cx-
trema de adicción. Imaginemos otra contingencia: si los aparalos
no estuviesen bajo exclusivo control del receptor, si un agente c-'l:ter-
no pudiem manipularlos, serian potentfsimos dispositivos de con-
trol social. En tanto que posibles implicaciones de una TRI más
desarrollada, merece la pena pararse a pensar en estas posibilida-
des, acaso muy lejanas aún. Los avances de la microsociologfa vis-
lumbran peligros futuros frent e a los cuales nut'Stra comprensión
teórica es nut-stro mejor centinela.
El fin principal de todas eslas comparaciones es moslrar el efec-
lo de la presencia corpoml en la intensidad de los RI. La presencia
corpórea facilita que los humanos copresentes capten sus respecti-
vas sei'iales y cxpresiones corpomles; que compartan igual ritmo y
se abismen en movimientos y emociones recfprocos: que signifi.

92
quen y CQnVhoren Su coincidente focu de at..,nción y, por tanto, la
existencia de un estado de imCniubjetividad. La mutua sintoniza-
ción de los sistemas nerviosos hu manos es la clave: la comparación
con \ilirios meo::Iios de telecomunicación C\~dcncia la im~ancia
de la modulación ,"QCal y muestra que la función pri ocipal de la
focal ización \isual es seguir lo que hacen <:> e:<:perimentan <:>U"OS par-
ticipantes de la audiencia . Si fuese po6ible t .. J.e..aex>plardirectamen-
te sistemas nen~osos, el efecto sería el mismo que en situación de
copreseocia corpórea.

Mlcro-procesos d e eouaouancla colectiva e u 101 rituales


naturale.

El Modelo no es!iÓlo lUla construcción teórica; es también una


d.r:.cripctÓll, más o menos prtcisa. de sucesos que son obsen."bk:s en
los encuentrof¡ sociales. E.$ cier10 que Durl;hcim no hiw más que
bosquejar \os COl1(.-..,ptOli básioos y que c.;,rrman nllilCil CXpuSQ de for-
ma sistemática cuáles fuesen exactameme los procesos de los RI ro-
tidianos. ni menos atin examin61as causas y efectos de sus variacio·
nes. Esto es lo que yo intento hacer. guiado en parte por la lógica
impllcita en el a nálisis de Durkheim. pero afladiéndole refinamlen-
lOS dcm-ados de los logros de la imtsligadÓll micro-imeraccional
posterior: Buena pane de la evidencia má.'i f<'<;Unda ha sido recopi la-
da por im-e>tigadorcs de lo micro-social : etnomeuxl61<:>gQS, sociolin-
güistas, antropó!.<>go$ del lenguaje O pSicólogos. Est" $ escuelas de In-
vestigación tienen sus propias agendas teóricas por lo que, para ser-
\'ir a mis propios fines, he cxtr.údo sus hallazgosde su COf\te.>;!O lcóric:o
natal y los he rein~ considerando cómo encajarian. oorregi-
rian (o , acaso, refutruian) la TRI. En conjunto, d resultado ha sido
alentador. Además. en la actualidad contamos con la investigación
micro-soclológlca desarrollada por Thomas Scheff y litiS CQl¡,bora<;k-..
res y eon el enfoque microsituacional en la sociolog!a de las emocio-
nc:s. Croo que mucha.~ de estas lineas de ínvestigación son oongroen-
tes con un modelo refInadode foco oomÍln y C()I1SOnaneia emocional.
Un buen ejemplo microsituaeional de acumulación progresiva
de efervescendacolec1Í\"3en un ritual natural es la risa conjunta. El
cuerpo produce ritm ícamente el sonido de l-l risa repi tiendo inspi-
raciones seguidas de cspirndones emreoonadas y fonada!;; en los
arrebatos de hilarid:td, OCUrrr in\'ohmtariamcme. Casi toda la risa
-$Obre 1000 la de mayor intensidad y más gratificantOo- se produ-
ce oolec1i,."mentc. Y una ''el que oomienr.a, se retroaJimenta.

93
He aqul un ejemplo en que una joven habla asu hermana de su
elCperiencia de nadar dcsnuda (Jdfcr,.¡()O 1985):

O¡;,ia: ___ ha)' <los silios dondd'a¡¡ua <:.O.li""l" ~ntr' 3 ~j.6n y si t'anim ...
much'a1lr,'jIUIll <tU" ,i'sll"'''''''' "" b d..m..l
Edna: r ..
j~ ej~ .. j~lahjl.,j6.p.i
O1;'ia: "IJOHH JOHH JOHHlI JA JA ay)\johh)\::)Io: :)jo
&!na: ...[jjj JOII JO.1 JAHH JA lA JA JA JO H JJJJAH I)

Los corchetes ( 1senala que ambas pen<lOflas vocali7..an a la \=.


Aqu r, Ednll inicia una risita contenida al tiempo que Oli\'ia \'lI aoen-
mando $U énfasis hasta llegar a SU 'golpe'; la cursi ..... . dedI4chu signi-
fica énfasis \-.xaI, pero si observamos bien \'C1'e1TlOS que Edna ya ha
anticipado que algo .... cuece. El s igno .. indica que la sucesión de
tumos de palabra tOS ajustada, sin intervalo algullO entre las dOC\!-
dones: Oli llia empi eza a rel/"'5C e.:o;actamcnte en el instante en que
Edna interrumpe brewmcnte SUS ril¡ila$. Aa::mtinuaciÓll, OBvia eleva
La voz lindkado en may6 sculas) y Edna, tfa!¡ una pequefla pausa y
una risita mAs, se le suma. Bl"elts instantes después Olivia empieu
a sosega~ y dism inuye d ri tmo graduallTlC1lte (los dos puntos :
indican que la sflaoo se alarp): Edna sigue riéndose a mandíbula
batiente con el ritmo nonnal, a boqueadas, pero cuando 01ivia se
ha calmado casi del todo Edna deja de Il'lr abruptamente.
Ll risa 5uele comenzar a l"Cl5ulta.sdcalguna una apostilla o inci-
den te h urTlOl"f¡;tico, pero luego es frecuente que se sostenga porcfectO
de comentarios o gestOS subsiguientes que, e n SI mismos, no SOIl
graciosos, pero que e n el OOfltelClO del ritmO eslableddo contribu·
yen a provocar nuC\'OS estallidos de espástica espiración coIccti\'lI.'
Veamos otro ejem plo (tomado de J elfer.,;on 1985):

Joc: AteMió que \icnc:l'insp«tóh


CaroI: je joh.joh.joh.ljoh JA JA JA JA] JA lA lA lA
[¡aja eh!
.\1 i«:
J ames: {Eh , : vamos a ver, \-amoos a \"eI"

La cham .a de Mike 'iOh, si es papole!. coincide con el instante


en que: Carol pasa de la risi ta a la eal"Clljaday la hace ~ntuartoda­
via más su siguiente serie de lA JA JA , que 5C aquieta cuando James

9. """ .. pIb cien". 11"''''''''' <iroocubtenoo en ~......,,,,,, ~ ~I ma-


1<rial <'lima ~ r-.I. mil • loo ...¡.too ~xp<ri .......lakt o:uando ,.. ~ do
_;Jo ... _ .... ndo ,_. b. .ud~ ~ ycwmdod '"""" .. nu.-.->
( ~...,th.ol)' Moo. t970: r.o.int t992, 2(lOO: v...... y FI)'" t9l\6, Duoh " iÚ. t911'/),

"
interrumpe con un acto de habla diferente (sugiriendo qué debe-
rlan hacer a continuación), en respuesta al cual Carol intemJmpe
su risa tajantemente (signo de admiración).
La risa ilumina el fac tor de consonancia. tanto rftmica como
colectiva. del ritual micro-inleracciona l'o y. al tiempo, revela u n
motivo ca pital de la alracción que la gente siente por los RI de
elevada intensidad: quizá los mayores placeres humanos proven-
gan de abismarse plena. corporalmente en in teracciones sociales
muy sincronizadas (McClel1and 1985). Po r eso es tan placentero
rcfn;e -de o tro modo. una mera disru pción incontrolable del
ritmo respiratorio-- a la par. Esa risa ejemplifica el patron gene-
ral de toda efervescencia colectiva y explica por qué las personas
se sienten a lrafdas por los RI más inlensos y porqué éstos gene-
ra n sentimientos de sol ida ridad. Los símbolos que representan
esas interacciones son reco rda torios de interacciones grupales
que los miembros del grupo gustarlan de repelir en fu turos en-
cuentros, yque , además, tienen para ellos hondas connotaciones
de placer. lo que favorece que se los consagre como objetos vene-
rados a cuya defensa se obligan .

Los /limos conversacionales. medio de consonarlcia nlmica

La efervescencia colectiva de los rit uales naturales no se limita


a esta llidos pasajeros como los de risa. Los métodos de a nálisis de
Jos micro-detalles de la conversació n. en los que los etnometodó-
logos fueron pio neros, revelan el amplio proceso a través del cual
se desarrolla y acumula progresivamente un estado de ánimo enar-
decido. Como veremos, la consonancia ocu rre especialmente cuan-
do se da un mutuo acompasamiento en ri tmos annónicos -de
hecho. ritmos compartidos a distintas frecuencias temporales que
van desde los tumos de habla de una conversación hasta el nivel

10. Kan: ( 1999) ha tkmosll';ulo la imporlancia deo la p"r1kipa.cióro social y. aún mis.
deol foro deo Mención rornÚll. parn que brote una m:a j ubilo:;a. Sin:iln,lo$eck flIlT\3ciones
de visilanlo; de la caseta de 1oo;""fJO'ios defOflTlamo; de u n parque de " lr.oa:ioncs. Kal:"
pone de manifleslo que los indi,'kh.K:I6 no se rn:n ~ulom:l1k~men(e anle sus irná,gencs
diswnion:adas. Loque hacen o; llamar a otros mkmbroo ck s u grupo (nonnaIn..:me, ....
famil;") parn que acudan}' ,..,an la imagen. na-; lo cual se animan mUluamenle . U!iillldo
...... m<1\'imlenl ,," rorpornlc:s )' SUS rilm,," ' 'OCales. a ~f~ jumos. La ¡eme que pasa a su
lado -y que ,... l:I!i misma~ im:\gcno en loo. o!Sp<'jo>.- no se !>URJa a la risa deol gnlpa
familiar. No di el t'6!1muJo cómko Jo que mu",,. a m:a: es la oonsonancia liOciaI. blOl!i
ejemplos mucstnn con claridad meridiana las ~ de inclusión yexduslooque la
~ cokct¡\,,, de h.1 O.T risas ""'pn,sa )' re-cn:a.

95
de las resonancias fnfimas del diapasón paralingtifstico de los to-
nos vocales. 1l
La elnomctodologfa surgió como un programa tc6rico radical-
mente micro-rcduccionista que subrayaba la producción local---cs
decir; siluacional- de la sensación de que la estructura social es
algo real. Alentó un ultra-micro-empirismo que dio lugar a investi-
gaciones de la interacción social con un grado de detalle sin prece.
dentes, en especial merced a la utilización de las nuevas grabadoras
portátiles que aparecieron en los años sesenta y setenta. El norte
teórico de estas im'cstigacioncs era la elucidación de elnométodos,
esto es, de los proct..-dcres mcdianle los que los actores sostienen la
sensación de realidad de la estructura social, los métodos tácitos del
razonamiento de sentido comun. A la etnometodologfa le interesa
la cognición y la estructura (pese a que, en cierto sentido, se la cree
ilusoria, una mera creencia cok.-cliva); la TRI durkheimiana se cen-
tra en la emoción y la solidaridad; enfocan, pues, 10 microsocial
desde ángulos distintos. ' ! No obstanle, es fácil probar que los des-
cubrimientos más importantes de las investigaciones de inspiración
etIlometodológica ponen de manifiesto los ml.'C3nismos centrales
del modelo de consonancia rítmica.
El tipo más frecuente de interacción cotidiana es la conversa-
ción corriente, esmdiada con gran precisión desde los ai'los setenta
por medio del análisis de grabaciones. Las conversaciones exhiben
un grado muy alto de coordinación social -----del orden de décimas
de segundo, de hecho. Sacks, Schcgloff y Jeffcrson ( 1974) detalla-
ron un conjunto de 'reglas' de sucesión de turnos de palabra que
parecen regir las conven;aciones y que pueden reinlt.-rpretarse como
un proceso durkhcimiano, loda vez que es patenle que las 'reglas'

11 . Tambi<'n aquí ~i m sienta p~nte al subrapr la importancia del ritmo


compartido para lograr un estado de ~fer\""'"""n<;1a wle.;;lh,,: • Y ptH:S un ~I imicnto
ooleclivo no J"II.II!<.le .. ~presane ~l mismo cokctr,-amcme e:.:cepto a condid6n de obser-
\"ar un cien o orden que permita una co-cper:w:i6n y unos mo-.~mienlos al unisono. e'/Q'I
~IOS y grilOS tiend<:-n ",lIura/mento! a dc:-....rur rltmlC<l$ y rc¡ulaR'!i, de donde: provie-
nen los cantos y las danl:llll. [ ... 1 la VOl humana no basta a esle fin y '" la ~fu<:n;il
rntdianle poxC'<.limienlos anirlciale¡¡: ~ entrechocan bumennes (en el ritual aborigm
au.m "H:.nn), .., \"oItean "bounado....... a< prnhable Que er.o.< insm"""nlOS 1... 1'" "n·
plccn primnrdialmcnle paru conrerir una CXprl'SiÓfl nús adecuada a la agitación que se
ilente. Pero. al tiempo que la eJlp!l$lI\. la refuerzan. (Durk.heim 19 1211965: 241).
12. Con lo cual C$ whcn:me Que los etnomelodólogO$ IIc-ndan a Uamar'miembros'
a 5US 5ujelOSde bludlo. comodando por..,ntado que te.. indi\iduos oon PT""'~amcnte
}"3 p:u1e de una eulturn; en esto! n;:,.peclo, Jos etnometodó)ogos asumen los supue>;l"" de
la anlropologla. rognlti\-::r, (D'Andrade 1995). En cambio, la Ir:adición de Jos estudios
!oQb", R1 opt~ por p:u1ir de la Inlerncción fisiea entre ClJ<'r¡)O\I huma rlOS y dem'llJ" la
cuhu,." del modoen que coon.linan su alenc:lón. POrelile motl\"O en alguna ocasión se
motejó a Gnffman de 'etólogo dd animal humano'.

96
no se s iguen sie mpre y que las interacciones se malognm de mane-
ras muy concretas cuando se infringen unas paniculares pamas. l )
Las reglas esenciales del tumo de palabra son éstas: no se habla
a la vez; cuando una pc~na concluye su tumo, habla alTa. Su rigor
no se aprecia plenamente hasta que no se constata la precisa coor-
d inación de tempos con q ue esto se ejecuta: en una conversación
que discurre sin problemas el lapso que lranscurre entre el silencio
de fin de tanda de una peP.iOna y la toma de palabra de la siguiente
dura uOIma lmente menos de una décima de segundo; otro! JXlSibili-
dad es que se pnxfuzcan bn.!vísimos solapamientos de las tu mos
(más o menos de una décima de segundo de duración también).
Consideremos el siguiente ejemplo (tomado de Heritage 1984: 236):

E: '" Oh, d~fo, qué almuerzo 11111 grato. Tenía que haber:te llamado lI:tIIl
[tec::s pero me:] e:[encan:lÓ. Ha sido scncUJ.:uncnte Jc:Ii:cio{:so.l
M: [( (f) ) O h::: ] [() [Burn:>]
Me a1~{gró que] (\init5a;)]
E: [y tUli a:}1II i g a s ] son tan encantado:ras _
M: .. Oh:::r:yalocre:o]
E: [ y C5a PJa:t , ¿no es un bclle:[:zón?]
M: [¿a qu)e es bonita?
(.)
E: Oh: es una chica preciosa. _
M: .. sr, también )'o creo que's gua[pa.
E: [peresa Reinum 'n::
(.l
me dn MIE:DO._

Dos mujeres, que acaban de salir de un almuerzo festivo, charlan


entusiáslicamente. Leer la trascri¡x:ión varias veces en \'O"l.alla ayuda
a captar el ritmo. La cursiva (Oh, cariño, qué almuerl.O tal! grato.
Tenfa que habc: rtc Uamado a:antcc:s) indiC3 énfasis; los dos puntos
(:), que la sflaba se alarga; los paréntesis \'acfos () o que contienen un
sonido ininteligi ble <O seflaJan que la voz del sujeto es demasiado
tenue o inarticulada; los paréntesis que conuenen una palabra (vinie-
ras) indican que la voz se difumina, cosa que ocurre usualmente cuan-
do alguien empieza a hablar al mismo tiempo q ue Olro.

13. E.<a< 'nodas' Ion sólo la mili ...... que el ob.o.r.'3dor liene de cancleriur esa.
rq¡uIaridadr:!!. s"ña t=ÓncO aswnirque existe un ~ión cultural al que los aclorn se
remiten panl ",ha cómo hablar. Al CQlllrano. creo que el mecanismo de coordinación
ñ\mlca est1daooen la propia naturaJez.a hunWUI (y posib .... lfl"nte, de bl:<.:ho, en la de
muchos 0Il'\)S animales) y que a lu ilCl.:loncs que lo ,w.......,. se w skme un;~·
menleCQ.no actOS de rulMIU"a de la solidaridad. s..cksl!l al. cKpusicroll OUI ar¡¡umcntOOl
al modo de los eslructuralista6 de la escuda de búsqucda-de<6digos. quizti porque 5C
dlriglan a la audicnda ~mica que les cm nw llC«:!Iible, la lingübtica antropológica.

97
EveJyn (E) marca un rilmo y Marge(M ) es comod contrapunto
en un duelo. su acompañamiento. Sus fm5eS no dicen nada impor-
tante. pero transmiten un significado sociaJ rotundo mediante el
cumplimiento casi impecable de las reglas de cambio de luma. El
signo de iguaJdad (=) indica que una persona empieza a hablar no
bien deja de hacerlo la otra. Prácticamente todas las réplicas entran
a compás. El punto entre p.'l.réntcsis (.) marca lapsos de una décima
de segundo o menos; son las únicas pausas en este diálogo y son tan
pequeñas que. de hecho. son imperceptibles. En las convenciones
del análisis conversacional. un nú mero entre paréntesis indica el
tiempo de silencio entre frases. Por ejemplo, (1 ,O) es un intervalo de
un segundo. Son fracciones de tiem po ínfimas, pero muy significa-
tivas socialmente. La percepción humana capta lo que sucede en
fracciones tempornles de hasta dos décimas de segundo; pordeoojo
de esa medida las señales se vuelven borrosas e inconscientes. Eso
significa que una cesura de un segundo dura, en realidad. cinco
pulsos de conciencia; pam-pam-pam-pam-pam. En una CQnveJ'S.'\-
ción. UII mutismo de un segundo retumba como un silencio ensor-
dl-ccdor; incluso intervnlos menores pro\'QCan la sensación dI.' que
la flui dez del tralo se ha rolO."
He aq uí una manera más sociológica de enunciar las reglas de
tumo: una conversación bien conseguida no contiene pausas ni
solapamientos; no se producen embarazosas pau5.'\s en las que no
se sabe qué añadir o qué replicar y el testigo del tumo se pasa con
un grado minimo de indecisión o forcejeo. Y cua ndo hablo aquf
de una conversación lograda me refiero a su éxito social. a que.
como ritual cOllversacional . generesolida lidad entre quienes con-
versan. El ajuste de la sucesión de tumos conversacionales, [o mis-
mo que el grado de solidaridad de los Rl en general. varia. Hay
oom'ersaciones que resultan violentas y carcntes de solidalidad
por estar llenas de cesuras, mientras que otras se cargan de irrita-
ción y host ilidad porque los participantes no dejan de interrum-
pirse y de quitarse la palabra de la boca unos a otros. La conclu-
sión más sobresaliente de todo ello es que un rit ual com'ersacio-
nal cabal debe ser ritmico: un hablante empieza a hablar en tomo
a mm décima de segundo después de que el 0 11'0 haya acabado. a
compás, como si tuviese que continuar una melodía.

t4 , En la com-.:n:ación amerlor nO existen pausas s..,dalmente I1.'OOnocibl",,: si hay


una peque/\a cant idad d~ :ooIapamknt~ - iooicaoc.s p<>r los con:he!e5 [ 1cuando anl-
bos inlc:rloculores habla n a la "ez_ . pero nada f ........ de k> nonoal: (lCurr.,nju.tocuan-
do JI'ln"Cl> que quioen habla esl:\ aalhando l u frn~; la Otro I"'rs<'lna empieza a hablar
pan> evllar que haya un tiempo m~o. ~ en cua nto advi.,n e n el Mtlapamicnlo una
de "Uas calla y croe la JI'lJal:>r.. ~ la 01 03.

98
Podtmos caracterizar a las que siguen este patrón comoO')IIVet'S!I-
cío~ de alta solidaridad: las pláticas cordiales y las controversias
enlre amigos, por ejemplo, Pero la solidaridad es una variable: no
todas las conversacíol\eli son de ~ lipoyesjuslame nte su variabi-
lidad Ioque, de hecho, quc,..,mosexplicar. Unas ime,1lCdones ~ne_
ran má!¡ solidarid:.d que otrn5 y e!¡Oocas}Qna diferencias en el cam-
po de los C!lcuentros sociales que COIlsti tu'J'!'fl !a vida reaL t u 're-
glas' de tumo de paJ:.bro. pueden infringirse de dos maneras: dos (o
más) personas no abdican de su t umo y hablan a la vez, o bien la
sucesión fal la porque al cesar una de hablar la otra no prosigue de
inmediato. No es necesario que el silencio sea muy largo para que
indique un menoscabo de la solidaridad: lo que coloquialmente se
llama 'un silencio embara7A)SO' suele durar del orden de .segundo y
medio. o menos. L'l p,,,ut,, básica de una con\"Crs.'lciÓll con un n¡vd
de solidaridad nonn.'Il es que los turnos se sucedan COOI"dilladan1Cllte
a tempos de dOCimas de S<.'glmdo: un silencio de medio segundo
supone ya un relr.ISO de varios tie mpo::>!; y pausas más dilatadas se
pemben ~ubjetivamente como inmensos "bismo:s.
Como ejemplo de ese tipo de fracaso, e n lo que a te;...... soIidari·
dad se. refiere , consideremos el siguiente ( Heritage 1984: 248):

A: ~ E."b molesto pOr algo. O qu~'


( 1.0)
A: ,SI o nu?
(1 ,5)
A: {Eh?
B: No.

Obviamente. la relación es tensa, A}' B podI1an ser ~ e hijo,


o~cónyuges, en un mal momento. lo sorprl"ooentcen este ejem-
plo es que, después de t~, los intel"\'alos de silencíoen realidad no
50n muy largos, perocn ticmpocoII\'eBaCíonal un segundo y medio
parece una eternidad. Los oon\'ersantes son capaces de percibir si-
lencios aún menores, que \'Íven COlllO 'silencios bochornosos'. y,
romo obsen'Ó Goffman (1967), el bochorno es sfmoma de que u na
reladón social no funciona como uno esperaba.
La solidaridad tambi"n puooe quedar ""rccnada si la regla 'sin
pararse ni pisarse' seoonculca en sent ido rontrario: ése es e! patrón
de I"s d isputas a¡¡ria~ en que los interlocu tores intentan hablar a la
ve z y, tlpicamente, cada \= más alto y más deprisa oon objeto de
apabuUar al otro. 'Tener la palabra' e$ el ....:sultado de un condeno
Uid to sobrl" quf" n \"a a ser el centro de atención; una eOlwersación
es un RI que, con am:glo a las 'regla,¡' eoncenadru;, tr.."bda el fOC(l
de un panicipanle a otro. La solidaridad ritual se rompe cuando
nadie quiere hablar.....e foco de atención se evapora- o cuando los
pankipantes quieren mantener un foco de atención cornun pero
discrepan $Obre qu~ debe ocuparlo y, por ende. sobre q~ pala-
bras (las de quién) se con\'Ct1iran en el objetQ simbólico al que se
amoederán atención y aprobación rituales. "
V6lse el siguiente ejemplo (Scilt.-gIoff 1992: 1335):

A: . nos pT"e<:"'upa la in,e¡ndad lurilQriaJ d~ V1~lnam dd Sur y por


e\IO·5<amoo. a:Ut. Pero nur$tra pri"""" pruocu paclón en lo qur se rdk",
a n,,~tm penonaJ. Iot/o$ los jef~ militares cuentan con n~lra lealtad
priorild(ria.
S, [Ah, ¿nQ. no blart\Ollo altl por la dI' doctri na d.la ON IJ>
A: IN,,:: :
B: I¿No 0"$1"""" allr ba.Jn la (la () ,
A: (¿Do d6náa pndido sacar una Idea úm I<:M1ta?
H: ¿A qul-: se ,-q", 'r ?
A: A la doctrina de la ONU.
B: Esea"",," alU rn ~~I6n de la ONU. ¿no?
A: ¿Es qu';rla . Mi",. \"a uOled y le p"'gunta a Lo. de la ONU y.., le ",ínin'n
la cara. No ...
B: Estamos all! en defensa - de nur$tros prQPi.os lnt~.
A: ISI.
R: I¿No ''''mos
~ band<t-a d.la ONU ?
A; V"""", _M/[ no hay ni UJU. bandera de la ONU. No ha)' ni ngu na fuena de
Nadonn Unidas. las N:w::1ones Unidas nuoca han hecho nada en este
~W .
((p;1usa))
A: (Yo -
B: (No. Creo (que cs::ta \oez) - creo q~ se <qui<'OCtl .
A: ÚJ lanlento por UstL-d, p<'"I"O "'" p.o.'oc.. qo<:·d)erf.o. comprobar "lJ datOll.
B: Creo que w.y - ah I( }
A: (Me voy «M1t.,....,r para no dttirle a uSled usted no
t~...., kIea de lo q't!Stl blan[do,
B: [Me [gustarla que usted --'_ S IL! da,O$.
A: [Sólo le sugiero que
[hable , 00ffiprt>eM su~ dal()$.
B: (Me gustana que: lo ¡,kifflt usted.
B: Porqu·e$Q'. 1o que:"" kido en _ en \o¡ ptri6d~.

15. ""'00 q.,.npIoo i!uolnn la .... <Ir Sirrllr>t! <Ir <¡U< <1 oon/IklO .. eomt,;m una
~.".. de _bilidad. o dir.. "OO><iIo de la oboolu ... "'''''''''' de Iuot oocilot.o. """ su"""'"
<1 ........... toda .... . - o d ""ido. P"""""," do/lnir d conOicoo romo un dlucn.o
anueon l«>~· dominaruna ailuaci6ndt~oocw .• "",_ <lfooo
_ n y lo C<lftOI)N""'"
"""",,,,,,,,t ... propio _ P""""'' '
• lo ~ <Ir! "'...
~ Iao lm p _ do ... ~ ....... """""" ...... <n uno pnw""" d '*""-..,.,...
oonIIi.:oo .-IoIm,o (CoII .... ... _r.dónl,

100
I~ ''3.1IlOf en "'¡>rQemadÓ<l '
A: [Pues ~I que let "111:100; periódico!;:.
B' ¡Que a;t:IlTI05:J1! reprcs.entando" la ONU.
A: {Perdone, pero lile tengo qu·ir.
A: Mi,..,. '" ~ug\erQ que. si tal e,¡ el C"a.W cambie \L~iW de periódicos_
B: BlIfflO. c..mfl.)n poder llamark Otnl "'z y ~rle.
A: M" u.t.aria que " sttd 1" oorn~ y'mor>CeS me Ilamasoe.
B: Asi lo ( hArt!.
A: r~De a<:uefd<>?
B: ~ PQI" seguro",,, /o """_
A: Mm t.-,,-..s
r>nChes_

A med ida que la disputa se acaloro los interlocu to~ empiezan


a inlem,¡mpirse y poco después los dos hablan a la vel du rante no
poco t iempo. Incluso ClJanOCo al final intenum claU$urn r la discu-
sión y regresar a una eones!a nonnal no pueden C\'Ílar nuevos rOl'-
cejeos y solap.lmiemos. El patrón de 105 énfasis muestra asim ismo,
a lo largo de: todo el diálogo. un profuso rosario de pullas verbales.
No pretendo que esto sea un tratado CQmpleto de sociolingt1fliti·
ca, asl que pre¡cindiré de muchO(; detalles, p!:ro po<kmos presentary
discutir algunas obje(:iones. ,. La regla 'sin par;~ TÚ pisarse' puede
diferirentrecuJturn.s; al fm)' al C3boes una generalización basadaen
grabaciones de hablml1es estadounidenses y btilánkos cuya lengua
materna es el inglts y podrla no ser universalmente válida. Según
OOscr.'aciooc:s apenadas por participantes en sim]l'O$ÍOoS donde se ha
presentado este ,noddo C(lm~ional, ha)' sociedade< trihales en
las que son habituales pausas bastante largas desde que un interlocu-
tor calla hasta que el siguiente 10lna la palabra -de hecho, apresu·
rarse a n:plicar se considera una i nconl:<Xión. Esto sugiere una re-
formulación, que no twxesariamente el rechazo, del modelo de la
con"CTsad ón como un proceso de coon:linadón ntmÍC3 generador
de solidaridad." El proceso cla"e es el mantenimiento de u n ritmo

dil-I>- y lo act_ ".. .". ,"'. "". . . .


16 El anát;s;,;~l-un"", do bo~i .......ipe\
oi&Nfkado..,..,,~,U31 do k>t <DUnCiadooo ~ run<1(!n <1< la ~ IemItlca In"..,.
1<1 "" la c>IrU<Iu .... """;,,¡ """'" """'" ¡:.-.>-
caual<s(lkri'. t98-4, Sclqklf 1992). Al ~ """ ... ~_ In ~.d_
IWo com...-1orW K",,'ro m la producción <1< la _Ión <1< rnlidad <1< .. """"'.
'ura ....-wm .........1. mi; ""'" en'" "'<!:O,,~ n:o¡>onI<OhIeo do '" ""ri.bilidad
m',." ,duaeon.. d¡f","" .....
17. Tlombótn hoy.....-ia<:ión ~IhUl~ en,n: cl--. El habla <1< las ~ <1< d ue
~ .. ~ ...... Il>CIuJr_ ,i,ubeoo ""'" Jo <Ir 1M _ d o ..... olor...-.
ILab<w 19721: "'" P"~"'" QCUrRn no _,.",~ linom n-'io <1< Iat fJ..s<,o;
",>«1< inkoio'oc (.ol lo> """"""" la apcricnda .... b;c.¡,.,,1 q... hoy""'"""' '', . ... """
u no duda tnln' _ _ ahftna,!va$ tuáI ......... ptWim:l pal>bn qu< prOmm<ir. Y pOI"
ao 1.. PC"'O""Ql'" .,.,....n ..... """iI.' """"... 1...1","""" .. " CS!il<> <1< pen",miorn'o

101
común, sea cual sea. Cuando se 108m. el resultado es solidaridad;
cuando se {rustra, sea por hablar demasiado pronto o por hacerlo de
fomm demasiado vacilante, el resultado se percibe como una intru-
sión agresiva o como expresión de desafección, rcspectivameme. ' •
Una \"Cnlaja de trascender el marco de referencia que interpreta
la acciÓn en ténnmos de seguimiento de regla.; es que pelmite apre-
ciar que las COll\"Crsaciones han de construirse en el propio curso
tempoml de la acción y cómo, en ese proceso. atraviesan m omentos
cruciales en que el diálogo (y. por tanto, la relación social) puede
mantenerse o hundirse. Muchas cOll\'ersaciones no logron levantar
el vuelo; un pie inicial puede ser rehusado o no despenar una res-
puest..'! suficiente como para pl"Opiciar un aumento progresivo de la
coordinación titmica. Una vez que una conversación despega, pro-
duce una inercia que la autosustenta; pero, como todos sabemos por
experiencia, esa inercia varia inmensamente en función de qlÚénes
sean los interlocutores. De hecho, estamos ante uno de los principa-
les procedimientos por cuyo medio se actúan las Lindes de las divisio-
n es .sociales; podria decirse --en una gruesa apmximadón - que son
miembros del mismo grupo de estatus quienes plH..-den mantener entre
si ri tuales conversacionales que inducen una elevada consonancia;
los miembros de otros gmpos de cstatus no serán capaces de conse-
guirlo. Este factor es un ingrediente capital de la fortuna de un RI
conversacional, au nque también hay casos en que, siendo los partici·
pantes los mismos, el asunto tanto puede acabar bit."Jl como mal.

mh reflex ivo, mcilarnn mA. que Olra ... E\enuldn (197 1·75) describe un (enómeno si·
mila~que opone el 'codi¡;<"> dabo ... dn' de la el....., media ~I 'código limilUdo' del habla de
la d~ ~n.: bla lIuye con más facilidíld porque consisle en grnn medida e n txpre.
sionl'S fonnularias y clid>és. De la TRI .., desprende la hipólcsis de que este tipo de
pausas dubitati\'a5 causan mayo<" datIo a la soI.idarid;¡d com~io-nal cuando OCUlTl"fl
emre clases, n ~ir, cuando un¡¡ pal1e n tá habituada a u n ritmo h itado que la 01",
pane no ""Iisr""",. En cambio, las(xmversacÍOf>e1i mire ""non"" dr clase media·alta
""OltIodan «m mÁS f ..dtidad """" paU:l/l.' de ¡ndcri<ión _~in '1"" f'O'" dio dejt de ""r
c ieno que 1"" enun.::iadn!S cnnfl!O;ionados roruOnnl' al código elaoorndo engendrarán
igualrnmte mayor 8Olidarid;¡d cuantO""" cnnlinuo fluya el ritmo de $U p~a.
18. Otra o bjeción Inmscuhl1l"3l aot,,:ola '1"" hay cuJ luru.o en '1"" "" ¡ipiro que \'llri""
1"''"'''''''-'1 hablen a La \'C>:' En no poc:1S ocasiollQ ~ ha dQcrito '1'''' 1"-11 reuniones socia-
leo; ¡taHan"" oonsiSlen .... muhlpleo; animadas co,wenaciones de un "", I,..,mo al otro de
la TIl<."Sa y donde t<l<ios kl'I imitados imentan participar eu lod.as ..Uas a la \'C>:' Es un
""... complejoqu .. aguanla al inlrlpidootudiO!iO que lo """""la a un anál isi~ a (ondo.
N n ....~tá del todo claro, por ejcn,p1o, ~i e;o:isten simulul nealllcnlc v:uins drculo$ de c:ún.
""..ación dlstint"" en 10000cua1c:s \-..no. lndh·iduuscon.::ret<» intenlaóan panlcipar Il·
muh4nearncnt~; .,.te hecho 1lO\-ul""raóa la regla que proxribe Io!i AOI ... pamicm.... ""
lo q ue ata/\<: a cada una de Ja,¡ com "Cn3CÍ<:mes particulares. Por otra pane, podrla ,..,..
que am bos interloculOrn habla~n a la "el!, lo que denocarfa mita de al .. n.::lón a las
pa1ab~ del otro ~ una a STO;"-. pugna por Ile...a r la voZ canlanlc (\"~ase la l"\;d~n<,;ia en
Corsam ~ RJuo 1990). Hay que csludiarlocon precislón yen mlcro-delalk.

102
Un ejemplo muy aoccsible a la obserI.-oción ~ los ~miool; es la
apertura ~I tumo de preguntas al fmal de una lección o una corúeren-
cia. A mI':I1udo, $Obreo.ienc un Ias¡¡o ~ilencio; en ese momento, la ~
riencia subjetiva de los miembro!; de la audiencia "" QUI' no se les OC\>-
In: qué decir. No OOstlmte. una ,=
que a1gukn rompe d hieIo-n(lO>
malmente la po'f$OIla de ma)'Ol" ($atUS entre los asistentes, al efectuar
la primera interpelación-Ia síguK:n tc pn'gunta OC()tituIIlbrn IIcgarIrn$
una pausa mM bre.~ y <bpoésde la tercern o la cuarta cuestión em-
piezan a set"\'aria$ las manos qtIC se Ie\-antan a la \'eL Esto muestro que
la audiencia nocarece decapita! simbóli.c:o-deo:>sa:'i que decir'- sino
de EE --de confianza para pensar y IlabIarde elJas-.; noesel cas() que
no tenga nada que decirsino que no puede pensaren algo que <h:i.ren
tanto la atención del grupo no vire h.'lda una fCll1l"la de interacción en
la que se sienta iocluida: ni tampoco ocurre esto pon:¡ue d disertante
sea aburrido". suele ser d oradoc de más wto quien nlás inhibe al pU-
blico. algo cntcndiblc como un proceso de monopolización del foc:ode
atención: se le encumbrn sobre un pcde$taI tan ele...ado y nimbado de
ta! aura (sacrnlidad durldteimiana) que nadie osa aproximarse," pero
una ' "el iniciado el contacto (y los miembro!;¡ de la audiencia dotados
de superior estatu'S!IOf\ poi" w ma)"UI" p!"O'>isión de EE los m.-\s aptos
para ello) d fOCQde atención se tr:msfOlTIla de flujo unidireQCional en
intercambio bidireccional. el impclso motrU empieza a fluir en scnti-
do in\"CnIO Y las preguntas se suceden mIllO atraídas por un inlán.
La transferenc ia de 1."1 iniciativa de la conversación de un in tcr-
locutor a otro es igualmente un proceso de a1temaocia de tumos. El
modelo clásico de análisis cofwersacional de Har"l'ey Sacks y sus
colaboradores 10 e;o;pooe de una forma simplificada: quien conclu-
ye frnse detennina quién hablará a continuación . bien cont inuando
uno mismo. b ien dirigiéndose a ot ro para que sea 6;te quien prosi-

111. Dudhdm ......... ~I ¡""'I.o "" ... modU.I. <Id 01.,....10 ko.:ir"¡' ", .. u,iIi .. ,,~
rndorpolhlko. Se ,..¡¡".." •• la. panicular aclil"" del loomI>o-. que ... di"", • lo mulll·
tud. <ti el calO de.,.... hoyo Iugrado enl ...... "" curnurUaod6n ron d1a. Su .ni><> p<.lII<'<
""" ,,,,,,diJocurn¡:¡,. «UI: ra.:u1uorIa IidScuIoo en clrcun .....-.:W _ l e o ; .... """'" ..
rrrucoIran 1rnp<n'Woo: • '" pcnoamI<n,o 1< ~""""" , Qdao tao r><>nnao y f " , , _ co<
~ ...... tipo < I r . - - Eo pon¡u. .Io:n"' ......In"""",, uno ... .-,U...,u "".t.ncko.
de Iuorza.,...1< ~ Ypugna p<JI" .bri""".,....,. 1"'''''' de 6,. \o"t."CeS 1"""- ........
""" If,domi... una fu.".u monI .... p<ri<>rd< la que 6 .. <1 w.ic:o in",""""". Por .....
....., ~ lo «UI: '" ha denominado .......OO';' lo ""- de lo ~ ""'.
""'" Ahon bien." oum">1<} ~_1 de''''''''''''>Ir> muy rnL 1< Ilcp dcodt el
pro>pIo ¡pupool Q<><" d~ 1.00 Kn'lmienoo&_ .... pOlobnoouocio.an ~ ....
)'. ... <1 vado ... que ho):on sido ourntnUodooo y ampIlflao"•. ...,(...,.,."' ... .... ~
KnUmlm_ t-oo .. >o:<JIa< po>oI<Jna.b «UI: Inducen ,'UCh"" ••""""',...... «O"" .u Into-
rior y O<Jdtran SU L()DO .itol. r . DO .. 1IóIo Un I,,,h...id..o d «UI: habla, OS Un ,",po
."""modo, Y1"""""'1r."~d,, . (o....thc:im 191 U I96S, H 1).

103
ga. David Gibson (1999, 2001) apona un modelo más preciso basa-
do en el análisis de numerosas secuencias de tumo de palabra en
reunio nes de geslOres de grandes compañfas. Gibson descubrió que
hay un reducido rcpcnorio canónico de modos de transferir el tur·
no de intervención de una persona a otra y que otras secuencias
posibles de cambio de luma son extremadamenle infrecuentes e
incluso pueden desatar reacciones punitivas. En la secuencia más
usual una persona habla y a ira responde (en la representación de
Gibson, AB:BA, A habla a 8 y luego 8 habla a A). Si este modo se
prolonga, deviene una suerte de ping-pong conversacional en el que
dos personas monopolizan la conversación y reducen al resto a la
condición de meros espectadores. La ini lación que a estos les pro-
.... oca su papcl --sin manera de meter baza una \'ez los otros dos se
han enfrascado en su coloquio- pcnnite apreciar la fuer-m de la
situación. Otra pauta tfpica consiste en que quien habla se dirija a
todo el grupo (o deje caer en el aire una obsef\'3ció n). Gibson lo
cifm asf: AO:XA, paro. indicar que nonnalmente el siguiente tumo
lo asume a lguien perteneciente al grupo y que replica directamente
a A. Incluso si se produce URa intemlpción (y en lugar de AB:BA
ocurre AB:XA, siendo X alguien a quien ni B ni A se hablan dirigi-
do), lo normal es que este entrometido se inmiscuya en la conversa·
ción en curso bien interpelando a quien acaba de hablar (AB:XA) o
bien a quien lo habla sido p.ara que replicase (AB:XB) y no a una
tercera persona totalmente al margen hasta el momento. Podria
decirse que un grupo convers."lcional se parece al juego de pasar un
balón en COITO, siendo dicho baló n, en este caso, el foco de aten-
ción. Este foco implica a los pn.--sentcs en el st."guimknto de sus
evoluciones de uno a otro y cuando alguien, en un momento dado,
se inco!1Xlra al grupo lo hace abordando a quien acaba de dejar de
scr el centro de atención o a quien habfa sido señalado pnra ser el
nuevo centro. La metáfora de la pclota no es del todo idónea; más
bien seria como la imagen en UIUl pantalla de u n balón que al dt'S-
plazarsc dejase tras de si durante un cierto intervalo una eslCla visi-
ble de panfculas electrónicas a lo largo de su rcconido. De nuevo, el
Rl conversacional aparece como un flujo de consonancia en torno a
un foco de atención; y continúa siéndolo incluso cuando ese foco
está en d isputa. Gibson (200 1) hace hincapié en que las constriccio-
nes cstructuraJes que respectan a quién ocupa el foco de a tención
-quién se adueña temporalmente del espacio de atenció n escaso-
son uno de los detenninantes clave de cómo se actún la influencia
social en las situaciones, no siendo las organi7.aciones fonnales nin-
guna excepción.

104
Un proceso semejante opera en las grandes concentracio nes
públicas, como mflines o congresos polflicos. Salvas de aplausos
interrumpen repetid.'\S vcres al fogoso orador polftico, pero adviér-
tase que la audiencia comienza a construir su ovación segundos
antes del golpe de efecto que el orador ha preparado. Al revisar la
grabación parece como si fuese la multitud In que. lanzando un
paroxfsl.ico clamor coordinado, hiciera decir al orador las palabras
que ella va a ovacionar (Atkinson 1984, Clayman 1993). Examinan-
do los microdetalles de la secuencia vemos a orador y audiencia
acoplados en un mismo ritmo; los enunciados retóricos de aquél
lienen un patrón de énfasis y pausas, de repeliciones y crescelldos,
que es lo que da a las alocuciones públicas su inconfundible lona
retórico y que alertan a la audiencia de que algo se avecina y del
momento en que han de aunarse para lograr el máximo efecto. Lo
mismo vale pam la audiencia: las grabaciones de aplausos o abu-
cheos muestran que el sonido de ésla crece con un ritmo especffico:
unas pocas voces o aplausos desatan una rápida acumulación de
sonido a la que acaba por incorporarse lodo el público; por el con-
trario, una ovación faUida "e cómo esa "eJoz aceleración cesa en
algún momento y ese refrenamiento scñala tácitamente a los que
aún no se sumaron que si lo hacen, en lugar de adherii'SC triunfal-
mente a un foco de atención común quedanin en evidencia como
una minoría aislad.,. Por motivos simüares, es más difícil rucanzaruna
masa critica de pm1idpanles para abuchear que para aplaudir. La
regla general en la micro-interacción es que los procesos de solida-
ridad son más hólcederos que los de conflicto. Como expondré en
otro momento, esto comporta que sea m ucho m ás fácil oi'g3uizar
un conflicto a d islólncia y contra un adversario óluscnle que en una
situación inleracrional inmediata.
En el siguiente ejemplo (tomado de Clayman 1993: 113),
bbbbbbbb indica un abucheo sostenido, .u.uxx significa aplausos;
z:z:z:zzz sci'lala que la audie ncia emite un munnullo de sonidos incon-
gruentes. Las mayúsculas (XXXXX, BBBBSS) simboli7.an una ova-
ción o abucheo fuertes: x-x-x-x-x-x y h-b-b-h-h-b consignan ruidos
débiles, y x x x x, o bien b b b b, son aplausos o abucheos aislados.

DO: ... y si las titul:adones ú::n icamc:nle (.).h ,"a" aSt".TeI r~ma de esta campatla. (1,0)
(;eQrge 8,,~h "'....ne ncl$t(tw"" que Mich~eJ Dukalcis y Uo.,-d BCIl\5Cnju>Jtotl.
(0 ,6)
~~~~oooo"""xxxxxxoooooooo""xx">.~~xxxx.
AUn : ¡lrlrlrb
AUD:XXXXXXX¡X\....'(XXXXXXX>..'"'OOiXXXXXJ(J{~,~-~-->:hxhXllXll (8.s)
AUD: [I::H ••••• WoRBBlJBHIlIlll8BIlBIl BBBBBBBBBBBBbblrb-b (2.9)
MOD: Is.:M<lor 8cntscn _

lOS
Esta ovación, tras 1m comienzo ralo, cre'ce con fuerza y se man-
ticue dunmte una unidad rítmica tfpiea en el caso de un aplauso,
unos 8 segundos (ovaciones más entusiastas añadcn a la primera
una o más unidades adicionaJes de 8 segundos), Hacia la mitad del
segmento de aplauso hay un conato fallido de incitar un abucheo;
un nuevo intento logra elevar un sonoro abucheo ya hacia el finaJ
del intervalo de aplauso e incluso [o sobrepuja juslO en el instante
e n quc el moderador intcnta dcvo[ver la palabra a los participantes
en el debate, por cuyo ef'l.:cto, y pese a su éxito en ese momento, el
abucheo decae rápidamente; el aplauso se apaga algo más despa-
do, como muestran las cifros entre paréntesis: el abucheo dura 2,9
segundos, 8,5 segundos los aplausos,
Los procesos de coordinación títmica son casi siempre incons-
cientes, El éxito o el fracaso de un ritual natural se siente más que se
piensa, por lo mcnos inicialmente, sin perjuicio, por supuesto, de
que las peniOnas reflexivas pueden hacerlo objeto de interpretación
verbal comentándolo consigo mismas o con otras: el contcnido de
estas cOll\'ersacioncs está constituido por un cielto rcpenorio de
sfmoolos culturales -luego veremos de dónde proviene la signiA-
cadón de eslOs símoolos y cómo se propaga de una CRI a otra. La
posesión de un patrimouio de sfmbolos compa.itidos es uno de los
ingredientes indispensables para que un RJ logre consumar su acu-
mulación de efervescencia colectiva (al igual quc su carcndaooadyu-
\'a a su fracaso), Lo que aquí examinamos, diseccionándolo analfli-
camente, es el micro-mecanismo quc engendro la solidaridad situa-
donal, es decir, lo que carga un repertorio de símbolos verbales con
una significación social duradera o 10 disueh'e en la insignificancia,

Evidcllcia experim clltal y micro-observacional dc la coordinación


rftmico. y la CO'lsollancia cmociOllal

Hay otros aspectos de la interacción, además de la sucesión dc


tandas dc imcrlocución, que también se coordinan ritmicamente,
algunos de ellos en un gmdo finfsimo, Los vídl'OS de con\'crsaciones
naturales muestran que tanlO quienes hablan como quienes escu-
chan tienden a sincronizar sus movimientos COrporall'S con el ritmo
al que hablan (Condon y Ogston 1971; Kendon 1970, 1980; Capella
1981), Los movimientos corporales son rápidos y sutiles: cabeceos,
parpadC()S, etc, A mcnudo son tan rápidos quc la visión nomla1 no los
capt... y sólo resultan perccptibles usando el avance 'fotograma a foto-
gr.una' ( 1/24 de segundo), Bucna pune de estlllínea de investigación

106
soe centra en inter..occiollCli e ntn' m~.,,)' bebés. la situación de alta
solidaridad pOr ~lencia. Los M Ona tQ(O de pOCaS sem.!l.nas o meses
sillCronizan sus ,'(lCa.!iza,ciones )' !TJO\'imientQ(O ron M de los adultos
mucho antes de aprender a hablar(Condon y Sandler 1974<1. 1974b;
Contole y (hn 1981). lo que lIcv.o a pensar que la siocronizack'>n
rítmica puede ser la base del habla - un desarrollo de Rl QUe 5I.ICCcIc
naturalmente. En Iassalas<\JIla de los hospitales, los bebé$ seoonta·
¡mn a menudo de los nantas que escuchan e incluso ajustan sutOrIO
al dc lasotrnS ''OreS (HmrlCld ~I al. 1994: 83). FJ anl1lisis de e""",falo.
gramas re..,oeIa que esa sinerooización puede ocurrir tambibl entre
las ondas ccrebr..Jes rítmicas de adullOS, o de nii\o!; y ~ultos. que
charlnn (Condon y S:mdler 1974<:1, 1974b). Si esa sincronización no
sucede. Jo más seguro es que existan rrooteras grupalei que la inhi-
ben: es mcnQIS probable que surja en con~iones entre blancos y
negros que entre per,;onas de la m i1lma Identidad <'tnica.
Junto a los tiempoos de gestQ(O u ondas cerebrales los oon\'eI"$a-
cionalista5 registran la sincroflfa d e otro5 valio!; rnsgos vocalt'S: el
tono )' la amplitud del diapasón, el volumen . el tempo, el acento, la
duración de las silabas -5OI1i.do:s. aeonados o arrastmdos- (Gre-
gOl)' 1983. Hatfield ~1 al. 1994: 28). Los hablantes tienden a adaptar
sus patrones de habla rcdprocamente en el trnnscursode laoonvel'
sacjón (Gregory 1983. Jaffe y Feldstein 1970, Wamer 1979, Wamer
el al. 1983). Etickson y Schult7. (1'982: 72 ) lo resumen MI: _Habida
cuenta de que ningún metrónomo marca el tiempo cuando la gente
habla. ha de ser su misma habla la que actúa oomo m"trónomoo.
Hay con\'en>aCiones en que la sineroni zaeión viene y "a. aumenta y
dism inuyc Cfl distinlO5 momcntos: en cambio, las parejas que ent(t-
blan y sostienen largas ooll\~iones son notonas porque su sln-
cn)Il(a es y se mantiene alta (CapeUa y Planalp 198 1: CapeUa 1981).
Los psicólogos han hecho patente la '-'OITClación Cfltre sincroniza-
ciÓn rítmica y solidaridad en numen:GlS clases de micro<:unducta. En
la dimensión vocal, los interlocutores soe encuentron tanto más agrnda-
bies mutuamente cuanto más estrechamen te se coonIina el ri tmo de
su COfW(:f~ (Hatfiekl d al. 1994: 29. 41-44). E.~to "ale tambiffi
para los movimientos oorpor-..Ies: de entre una muestra de parejas jó-
\Ule:S.1as que docta...ron $entir una mayor empatIa mutua Clan aque_
llas cu)'Qf> mCMmicntos, grnbadol!l <."11 vld..o, mor;truban.:l más alto ni-
\-eI de sincronJa y de mimetismo postura!. La sincronía más ostensible
se observa entre pare;as que \il'Cll Jos priffil.'I'05 momentos del ooncjo:
paulatinamcnle MI.'! ClICfJlOS se OIi!:man más y más uno hacia otro e
inmenos en sus reciprocas miradas remedan mutuamente sus postu-
ras y ademanes como si se hubieren vuelto espejos: la SirKTOllización,

107
al comienzo incompleta e intennilenle, se acrecienta hasta aduei\arse
por completo de sus cuerpos. Los en..unorados recientes pueden per-
manecer en ese estado de mutua absorción durante horas y más horas
(Perper 1985: 77-79).
La psicología experimental y una meticulosa observación direc-
la han t"C\.'elado lo frecuente que es entre los seres humanos que
acontezcan sincronizaciones y mimetismos con un altísimo grado
de sintonfa. Tristemente. gran parte de estos estudios tienen, por el
momento. una limitación: sabemos que la sincronización y el con·
tagio emocional abundan. pero apenas disponemos de evidencia
sobre cuándo OCUITen en mayor grado, cuándo menos y cuándo
nada en absoluto. Los psicólogos han tendido a abordar esta cues-
tión comparando individuos, tratando de identificar qué rasgos de
carácter están más o menos correlacionados con la susceptibilidad
al contagio emocional (Hatficldual. 1994): locua] nos deja ayunos
de saber qué dinámicas logran que unas situaciones alcancen una
aha sincroni7.ación y qué otras no. Su método experimental consis-
te principalmente en pedira los sujetos del experimento que descri-
ban en unos cuestionarios sus conductas y sentimientos habituales.
una técnica que los arranca del Aujo situacional y los convierte en
abstracciones y un enfoque que privilegia los rasgos individuales.
La micro-sociologfa radica1, en cambio, se inclina a creer que, dado
un proceso situacional --o una cadena de ellos-- suficientemente
fuerte. no hay limite a la maleabilidad humana. En ténninos de la
figura 2.1. tanto los experimentos psicológicos como los análisis
mict"O-(lbscl"\'acionales han acumulado evidencia rele\'ante sobre
estados anímicos compartidos, acciones conjuntas y, en alguna
medida, también sobre consonancia titmica. Lo que en buena parte
falta documentar es el foco de atención común y creo que es preci-
samente éste el que marca la diferencia entre las situaciones que
alcan7.an elevadas cotas de contagio emocional, y de todos los de-
más aspectos de la consonancia titmica, y las que logran tan sólo un
ni\'e1 bajo o fracasan del todo. Ésta es la virtud cardinal de los ritua-
les: al constituir W1U congregación, demarcana del exterior. organi.
7.'lr el espacio fisico local. coreografiar las acciones y dirigir la aten·
ción hacia las mismas cosas: el ritual foca1iza la atención de la con-
currencia en pleno sobre un mismo objeto y simultáneamente la
hace consciente de ello. Este mecanismo debe ser objeto de una
investigación más amplia y minuciosa.
El sociólogo Stnnford Grcgory ha propuesto un práctico instru-
mento para estimare! grado de solidaridad que ocurre en una inter-
acción: un ap.'lrnto que anali7.'l registros sonoros de conversacio-

108
nes. Aplicándoles la ill$trunwll tación adecuada para Su análisis
mediante la transformada rápida de Fourier (TRF), Gregal)' y sus
colaborndon:s (1 993. 1994) han comprobado que cuanto lTI.á.$ ah-
soriJ.eme 5C toma una conversadÓn m~ se sincronizan. progresiva-
mente, las frecuencias \'OCalcs audibles. Esta sincronizaciÓn ntmi-
ca se produce en lapsos de tiempos menores que los segmentos de
0,2 segundos que duran los pulsos en que se subdivide la conciencia
humana. En las corwersaciones de alta solidaridad las micro-fre-
cuencias de los tonos vocales conver¡en alrededor de una frttuen-
cia fundamental que ocupa una región del rango sonoro situada
por debajo de aquella en que se emite la informaciÓn oogni1Ívamcn-
te significativa. Rllrando electroflicamen te las frecuencias mAs al-
tas (las que transm iten el contenido de lo que se dioe).la grabación
suena como un zumbido gral'e que es, casi litemlmente, 'eI munnu-
Uo de la solidaridad'. bl" bien puede iIoCI" un medio 00 intrusi....., y
no ,'Croal de i",'CStigar la solidaridad en distintas si tuaciones.
La sincrunizaciÓn de 10$ movimientos COfl>Ornl.es es obsnvable
en grandes grupos movilizados para una acción colectiva. Anali-
zando un macro-ritual-..na mani festación política- Wohlstein y
McPhaiI (1979) dC$CUbrinon que, mln" los manifestantes, la mi-
cro-coordinación de sus movimientos no sólo superaba la de un
grupo cualquiera de trallSeÚntes sino también la de los miembros
de una banda d" música MI un desfile. Esto sería loesperabk si, <k
los tres. fuese el grupo de los manifestantes el que poseyera el nivel
más alto de exa1tación emocional y 5Qlidaridad Y ello repercutitse
en una mayorooincKkncia de sus acciones conjuntas y de su foco
de atencm común.
En el micro.nivd extremo la sincronización sólo puede SCT in-
consciente. fuisten sincronizaciones gestuales qu" OCurTeTl en lap-
sas de 2t miliscguudos (0 ,02 segundos). siendo que los humanos
tardamos en responder cons.cientemente a un estímulo no menos
de 0,4 o 0,5 segundos -hay atletaS capacn de: responder en 0,25
segundos (Kendon 1980. Hatfieklt!t al. 1994: 38). El únioo modo de
00seTV;U" esos patmnes es por medio de grabaciones de vfdeo a cá-
mara lcnta-un fotograma tarda en pasar 42 ms.; los participantes
en una conversación son capaces de sincronizar sus gestos, de he-
eho. en la mitad de ese tiempo. Otros conductas sincronizadas. como
las ondas cerebrales o el rango de: tonos \'OCales (la mayor o menor
medida en qu" vanan los micro-lol>05), ni siquiera pueden regiJ-
trMSC sin instrumentO$ espe.;fficamcnte disel\adi;>$ para dIo. En-
tooces. ¿cómo es qu" la gente ron sigue sincronizarse? Puede infe.
rirxque, una \'Cz acoplados al mismo ritmo, son capaces de antid-

109
par cuándo sonará la próxima nota. Chapple (1981) lo denominó
consonancia rltmica (rlJytllmic entraimnellt): los individuos que in·
teractúan con soltura efectuan una serie de reaj ustes que hacen que
sus ritmos converjan, de ah! que sepan 'seguir el compás' de cuanto
hagan los otros, si bien más JXlr anticipación que por reacción.
Es merced a la convergencia ritmica que la alternancia de tur-
nos puede ajustarse con tanta pl-ecisión, hasta el punto de que en
una CQm'ersación de alta solidaridad los intervalos entre interlocu-
ciones duran menos de una décima de segundo, por debajo de lo
que puede pcrcibirse sin medios técnicos: . Digo: 'Te llamaré más
tarde' y en el mismo instante en que modulo la prosodia de 'tarde',
acentuando con precisión su cntonación, tu adviel1es cxactamente
la cadencia de mis movimientos y en la pausa inmediata pronun-
cias tu 'Adiós' pam finalizarla llamad:h (Sudnow 1979; 114). En su
libro Talk's Body, el etnomctodólogo David Sudnow comparó la ex-
periencia de aprender a tocar jal'.2 al piano con la de mecanografiar.
Ambas, observó, son actividades corporales en las que se es compe-
tente cuando dejan de consistir en tra nscribir notas (musicales o
\'erbales) y puede uno abandonarse al ri tmo e improvisar frases muo
sicales o lingOlsticas. As! es como los adultos alientan a hablar a los
niños pequeños: no explicándoles el sentido de las palabras. sino
moldeando juntos ritmos orales, ritmoS que al principio consisten
solamente en sonidos sin significado o en la repetición reiterativa y
lúd ica de unas pocas palabras.
El contagio emocional es un hecho socio-fisiológico. La sociofi ·
siologfa (Ban::has y Mendoza 1984) muestra cómo afecta la expe-
riencia social reciente o en curso a la psicología individual. La inter·
acción cara a cara no es algo que sucede meramente entre indivi-
duos entendidos como sistemas cognitivos o actores corpóreos: es
también una interacción entre sistemas fisiológkos. Desde una óp-
tica evolutiva no tiene nada de sorprendente que los seres huma·
nos, como muchos otros animales, estén neurológicamente mode-
lados para responder unos a otros, ni que hallen m uy gratificantes
las situaciones sociales que motivan dichas respuestas.
De entre todos los ri males inleraccionalcs, la conversación cor-
tés - h.'\blar sin otra pretensión que mantener un contacto amisto-
so-- es el más básico: y la solidaridad que ese ritual construye e
intcnsifica brota de su coordinación rltmica. Ahora bien, si su pro-
ceso fundllme ntal consiste en mantener una charla nuida, enlonces
lo que se decidll decir responderá a la panicipación que de uno se
espere --<on indep.-ndencia de que lino crea o no que lo que dice es
cieno, impol1ante o siquiera que valga la pena contarlo. Una con-

110
versaci6n puooe resultar así doblemente ritualista: formalmente,
en tanto sigue las pautas del Modelo; y, sustantivamente (esto es, en
un sentido próximo a su uso común, pcyorati\'O). porque ejecuta la
Uturgia por mor del acto en si y no tanto movido por su contenido
aparente. El contenido de la conversación se escoge a tenor de los
ritmos de interacción. En palabras del poeta William Buder Yeats.
son éstas "canciones que se reescriben por amor a su mclodfa_.

lA ateución cotljwlta. clave del desarrollo de s(mbolos compartidos

La coordinación rltmica y la consonancia emocional son com-


ponentes inexcusables de los RI. pero estos ingredientes precisan
también, a su vez, de un foco de alención común. George Heroert
Mead (1925, 1934) lo denominó 'adoptarel rol del otro' y lo conside-
raba la clave constitutiva de la conciencia humana. Un formidable
volumen de investigaciones sobre desarrollo cognitivo pone de ma-
nifiesto la importancia del foco común: destaca aquf la evidencia
reunida por Tomasdlo (1999), procedente de experimentos con, y
observación de nii'los pequeños. chimpancés, otros primates yotros
animales, asf como de estudios comparntivos con niños autistas.
Al poco de nacer, los bebés humanos participan ya con sus cui-
dadores adultos en pseudtHfiáJogos con el mismo flujo ritmico de
tumos alternos, delicadamente modulado, que posee una conversa-
ción deaha solidaridad. Los bebés se implican también en acciones
de sintonía afectiva, y mirnetizan e intensifican emociones. En tér-
minos de la TRJ, aquí se encuenlnln y operan varios componentes
del Modelo: t'L"Unión corporal. consonancia emocional ycfer\'escen-
cia colectiva. Podemos inferir que también está presente un efe<:to
importante: un vínculo de solidaridad, cuando menos en la forma
de apego a un adulto en particular, padre. madre u otro, a cuyo
cuidado esté. Parece, asimismo. que los bebés adquieren en estas
interacciones un nivel de EE determinado; esto puede inferirse del
caso negativo: los niños criados con poca interncción con sus cuida-
dores muestran acusados rasgos depresivos (véanse los estudios
sobre huélfanos de la Segunda Guerra Mundial y sobre monos
amamantados por simulacros mecánicos de sus madres en lugar de
por hembras vivas: Bowlby 1965. Harlow y Mcars 1979). En témú-
nos del modelo del 'yo', el mi y el 'Otro Gcncmlizado' de MC<ld. el
niño involucrado en este tipo de consonancia rftmica y emocional
con los adultos no posee ninguno de esos componentes del 'sf mis-
mo'. Existe el componente de acción que Mead denominó 'yo', pero

111
La acción dd bebé se orienta firmemente a la conSQOancia con la
acción dd aduho y, por lo tanto, consiste mayormente en la EE
propia del patrón de solidaridad !iOClal que ambos comparten. No
existe un 'yo' oognitivamente independiente.
Hacia los nut....<e-doce meses ocurre un cambio tnlSCcndental que
Tomasello r.a!if¡ca de 're-.oludón': el nil\o ya es capaz de companir
un mismo punto de atención o:m un adulto; por ejemplo, ambos se-
flaJan o realizan una a.xión que apunta al mismo objoeto. Esta inll'r-
acción tiene tres componentes -dos pt.TSOruIlI y el objoeto al que jun-
~nte prestan su atención-, pero ahora el nifIo no $ÓIO manirlCSta
tenerconcicncia del objoelo o de la oua persona sino también de que
el focodcatenciónde Ia()(ra penona es el mi>lmoquc el :suyo. Estoes
\o que la TRI denomina foco de atención mutuo. El acto de !le/\alar Y
las ge>ticulaciooes hacia un objeto suelen ir acompal\3d.a1l de vocali-
zaciones --d acto de nombrar y referir al objeto-: cs el comienzo
del lenguaje en tantoque empleode sfmbolos que ticotn un signifIca-
do compartido (Bruncr 1983). Estos gestos \-ocaks son aut!nticos
símboJaoi, no 5610 ·signos'; encaman proocdimientos pnkticos, dirigi-
do!! a la coosccución de resultados fácticos. que han de1.'ClÚdo habi-
tua\e!¡ en la reiteración de la experieneia de pmcticarios con esa ()(ra
pen;ona concreta: son rdercncias mentales. A panir de este momen-
10 los nii\os aprenden a hablar en la lengua oompartida por los adul-
tos. Por el contrario, \os ni/\os autistas, que tienen problemas para
aprender a hablar, tienen asimismo St....'CI""olS dificultades para coordi-
narsu atención y para jugarCOfl otn)S nil\os.
En opinión de Toma.scllo, el pn:JC"e5() de atención conjunta eme ....
ge una vez que el nit\() adscribe al otro un !iCntido intencional. un
dc$eo que antl!Cede a la acción; el rtiilo no dispone de una noción de
se conscientemente representada como dut'l\o de un si mismo in-
tencional que pt"O)'eCta sobre el adulto -pues 00 existe aún el apa-
rato simbólico en cuyos ténnil"lOS podrfa fonnular tal representa-
ción- sino que toma constancia de que el otro es ·como yo'.
Con esto queda. completo por entero el Modelo: del lado de los
ingredientes hay un foco de atención común que potencia Y!le une
a la consonancia emocional preexistente; del lado de los efectos.
oomien:r.an a crearse símbolos. En este punto se produceotmcam-
hin en la conducta del nil\O. A partirdel primer aho empieza a apa-
recer la timidez, así como la ooqueleria, en presencia de otros, o
ante el espejo; el nilkl dcsam:>lla una autoimagen desde el punto de
vista de los otros. En la terminologia de G.H. Mead. el sf mismo del
ni!'lo dispone ahora de un 'mf, parejo a su capacidad de asumir el
rol del otro.

11 2
U 'reYOluci6n de 10<'1 nlleVe n~', vCa atención conjunta, o foco
romUn, es pal'1l el Modelo el punto de innexi6n crucial que arroja aJ
nitIo al profuso mundo humano de Jos simbolos companidos. Sin
embargo. las penon;u; pueden adoptar orientaciones muy di~
hacia los símbolos, por \o que. sil"\itndooos de la sfntesisde Toma-
sello, COfJ\<endri que polIef1Vl5 a la ~l¡uienle etapa del desanuUo
infantil. Entre los tres Y Jos ci nco al'los los ninos empk.'2aJl a \"er a
otras penonas no sólo como a¡c1Ites Inlendonalc::s , 5ino también
como a¡c1Ites men talcs -es decir, no sólo se aperciben de que de-
trás de las acdoncs de los ~ hay un deignio, sino que recono-
cen tambi&l que 105 011"05 poseen proce!KJS mentales que 110 tienen
por ~ 1"e\<eJars.e en la acción.. En la '1"e\'Olución de b; n.-<e ~'
el nIDo adhiere su atención a la del adulto y percibe sus setlas \-erba-
les 110 como meros IJIQVÍmientos ffsicos que hace con La boca (simi-
lares al gesto ({sico que harfa con un dedo) $ino como referencias
intenciona.d.al!. como actos de comunicación. El " itlo com ienza a
acceder. un mundo de p lO5 simbólicos compartidos y da ciega-
mente por \'álido e l slgnifkado que el aduho le comunica. A dife-
rencia de esto. el ni/lo en la transición de los tre5-a-cinco ai\a!¡ em-
pieza. captar que lo que los otl"05 aflnnan no coincide ~­
mente con lo que realmente cre<'n o 00Il lo que efectivamente ha.cen:
el universo del nitIo se expande P.-\l1I abarcar la posibllidad de ~n­
cias falsas y menti .....I!l. O. "510 por el lado posil;"'O. el nil\o percibe
que los demás 110 5kmpn- \-en el mundo igual que él y que las cosas
pueden mirarse desde pcrsp.."di \'llll di ferentes.
Ellbminode Mead 'Olro Gcnen d lzado· es la fonna mru,; sencilla
de englobar ese cambio por el que la ~tación del mundo que
tiem eI,f mismo se toma lT\lb abstracta . plK':'l el nitlo. ademh de
adoptar y asumk la ópclca de otnu personas concretas, es capaz
aOOD adoptar el punto de \'Ista de 01I'0Il en general, como una suer-
te de Intenecció" o resuha nte de todas sus pen¡pectn'WI. Esto trans-
forma asimismo el prupIo ter Interno del "ino; ya puede inleriori-
zar nonna5 y alltnt'ntar su aUlodirecdón bajo tnDucncia social sin
perder, al tiempo, la mAs viva acruaei6n de.el" un agente autorre-
flexivo y a Ulónomo. Es la edad a que Jo. n.ltIoe se vuel\'ffi delibera-
dammlC traviesos, los 'tt'nibb' de 00. Y tm a1\os que muestran , y
hasta hacen gala de iJU cn:ckm .. autonom'" respecto de ]u deman-
das de sus J8(ins -esta aap. supone un distanciamiento de la pre-
viii Y lrmleIldamcnte poderou incarnll"UlClOO tocial, fruto inm.-dia-
tode la condenda de la atención coajunta que emerge en la ·mool:u-
ción de Jos nUl'\"Ii' tne5eS'.

113
Éste cs también el momento en que el habla c.'l:terna empie7.a a
interiorizarse: primero, los niños se hablan a sí mismos, o a imagi-
narios compañeros de juego, en voz alta; luego, paulatinamente,
ese habla deviene conversación sub-oral, interior. Empie7.ll a emer-
ger aquí el ulterior ni\'eI de reflexividad que, en la teona del sf mis-
mo de Mead, es un 'yo' capaz ya de manipular intencionadamente
representaciones simbólicas para, distanciándose del aquf-y-ahora
y de las demandas sociales inmediatas, discwrir salidas altemati-
\'as a una situación. En este sentido, Mead concibe el 'yo' como un
'yo' aduho que sólo emerge como agente independiente en su pleno
sentido reflexivo una vez que previamente el Otro generalizado ha
cristalizado.

Los sfmbolos. medio de pendstencla y almacenaje


de la soUdarldad

Los nh'des dcvados de consonancia emocional-efcrvcsccncia


co[ecliva- son efimeros. ¿Cuánto tiempo pueden perdurar la soli·
daridad y el estado emocional generados en un RJ? Depende de la
transformación de las emociones inmediatas en emociones durade-
ras, esto cs, de la medida en que queden almacenadas en sfmbolos
aptos para re-evocarlas. Estos súnbolos, a su vez, difieren en cuanto
a la solidaridad grupal que evocan y, parlo tanto, en lo concerniente
a qué recuerdos o significados simbólico/emocionales sean suscep-
tibles de afectar a las interacciones grupales, y a las idenlidades
personales, en situaciones rUluras.
Consideremos ahora un abanico de situaciones todas las cuales
engendran emoción colt:cti\'u. En el nhd más bajo están las situa-
ciones en que se congrega cieno numero de personas. pero con muy
escasa convergencia de su foco de atención. Podrla ser la gente re-
unida en un lugar público de espera. como una sala de embarque de
un aeropuerto, o que hace cola ante una taquilla de \'enta de entra-
das. Los estados de ánimo congenian poco aquf; posiblemente in-
cluso se produzca impaciencia e irritación si los focos de atención
de los individuos y sub-grupos enrran en conflicto. De estas situa-
ciones nada persiste. excepto el ansia, transitoria, de aca bar con
ellas y dejarlas alrás cuanto antes.
En situaciones de intensidad algo mayor -como transitar por
una ajetreada calle urbana o entrar en un restawunte o un barCOIlCll-
nidos- hay como un zumbido de animación. Es palpable la diferen-
cia entre un estabk'Cimiento atestado y otro casi \'ado_ Un genlfo,

114
aun sin foco común, genera más interucción tácita que un grupo poco
numeroso, y eso instila la sensación de sumergirse en una atmósfera
de sociabilidad. No existen una interucción ni Wl foco de atención
explfcitosen tales lugares y. sin embargo. JlOS(.'Cn ciena rorma de atnJ.c-
ción social que invita a acudir. Formar parte de una muchedumbre
proporciona de algún mooo la sensación de estar 'donde se CUt:cen
las cosas', incluso aunque personalmente 0 0 se participe en acción
concreta alguna; la seducción de 'las briUamcs luces de la ciudad' no
reside tanto en la ilwninadón visible como en la excitación de fondo
que suscita el zambullirse en una multitud de cuerpos humanos.!O
Como observa Dmkheim. el primer paso conducente a la acumula-
ción de 'electricidad' de la efervescencia colectiva es la densificación
de una población de cuerpos disper.;.a. No obstante. la ausencia de
sfmholos que pudieran identificar posterionnente a quien allí estuvo
y que al "ocrlos en una nueva ocasión logrnran rc-suscitar aquel senti-
do de membresía, tiene por efecto que apenas pueda surgir de aquí
algún sentido de solidaridad con un g¡'Upo identificable y nada que
pueda hacer durar algún sentido de identificación.
Las masas que actuando como audiencias adquieren un foco de
atención común pueden alcanzar un nivel de intensidad algo ma-
yor. En estos casos. el momentáneo sentimiento de solidaridad pue-
de llegar a ser muy fuerte, siempre y cuando la multitud participe
activamente en la acción colectiva -aplaudiendo, vitoreando. abu-
cheando, etc. Como ya vimos. esos sucesos transitoriamente com-
panidos implican una considerable coordinación micro-temp:nal,
un requisito de la consonancia colectiva dueño de una tremenda
potencia de demarcación que se hace intensamente tangible cuan-
do los límites que marca son conculcados: piénsese en lo embarazo-
so que resulta aplaudir intempestivamente o arrancarse a abuchear
cuando nadie más se suma. La sensación de identidad y solidaridad
colectivas se refuel7.a en la medida en que la muchedumbre pasa de
una obscn'ación pasiva a la participación activa. Esta experiencia
no se reduce a responder a lo que hagan otros miembros de la mul-
titud (y de quienes están sobre el escenario, el terreno de juego o el
podio); también comporta. influir sobre los otros: cuanto más se

20. Esla oua comparación puede ayudar a &claror el ml!CaJ1i .......: una O\üa de
cuerpos humanOli and.mdo por la calle es moderndamcme cxcitame, mieotras que: una
multitud de aUlOmÓ'.i1es eOla autopista sólo es un embotellamiento de lráfu:o. Amboo
""" caMI:!i de uta ..... no enfocada., pero la de los autolTlO\iUstas Can'C<' incluso de la
tran.wcción mínima que Oc"",, ~'TIlre los cuerpos de 1"" ,·¡andantes. Katz (199'9) ha
mosirado que los oonductOIYS se siemen JJ)l\s fms .... dos pn:cisamente en los momen·
tos en que la auso::nda de reuualimentadÓll mutua se hace más palpllbk.

115
abandona uno a la consonancia mutua más inlCnsamente se pani-
cipa de ella_l'EI placer de una actuación se crea en gran medida en
los momentos en que se tiene oportunidad de aplaudir; por eso una
ovación no es una mera respuesta pasiva_ (Mirado desde el lado de
la audiencia, el intérprete o el orador poUtico son instrumentos uti-
lizados por el público para promO\'cr su propia sens.1.ción de acción
colectiva.) Thles efectos quedan más que patentes en las experien-
cias colectivas en que una multitud se entrega a una actividad fre..
nética, y en especial a actos destructivos o violentos. De ahf que
tomar parte en un disturbio étnico (Horowitz 2001) no sea sólo un
modo de exteriori7.ar una identidad étnica preexistente, sino toda-
\'fa más un modo de reforLarla, de re-crearla o incluso de crearla.
Cuanto mayor sea la consonancia emocional mayores serán sus efec-
tos identitarios y solidarios; y la consonancia logro niveles de inten-
sidad más allos mediante la actividad que medianle pasividad.11
Las masas foca1i:t...adas adquieren frecuentemente sfmbolos aptos
pam prolongar la sensación nacida de la experiencia: habitualmente
se adopta como tal lo que quiera que centrase conscientemente la
atención de la audiencia. Paro los forofos deportivos es su equipo
(encapsulado, u~'Ualmente, ~n emblemas sintéticos); para los adep-
tos del entretenimiento son sus intérpretcs-o quizá la mú!'.ica, obra,
serie o pclfcula misma-Io que llega a consagrru-se como objeto sa-
grado durkhcimiano. No obstante, a largo plazo la solidaridad de las
masas foca1i7.adas resuha bastante débil: sus símbolos, por más car-
gados que resulten en momentos de multitudinaria efervescencia
cok-ctiva, no son capaces de conjurar de nuC\'O el mismo gentfo, que,
en conjunto, no es, para la mayoria de sus participantes, sino una
masa anónima.I J No hay modo de que los miembros de aquella mu-
chedumbre se reconozcan o identifiquen entre sf, sal\fO por ¡ntcree-

21. u.u.,......,ncía .... h.'1Ct:rla '"la me:dcana' a1n:dcdo.- .... Wlcstadio 1''''''''
de mallí·
fldloe$lulX'ndamenle Josdh'l'l"SOS oomponerlles: uno sienle primero cómo !le a<.rTCa la
acción&;-: la multitud)' lu.cgo se siente impulsado a b'lllltanIC: 11 La \'""" que quieno:s están
aliado, ju51Q en el momelllQ m qu~ le aJc::um. la ola . y en ese lru!tante le embGup la
seruaci6n de que e. uno mismo quien compele a unine lO qulenn ~u1n mh allá de 6.
22. Enalgüt. ptlnloenlre la ,iolencla hnmidda de Jos dlsl urbio¡; ~lniCQS y lasada_
mociones y abucheos de Jos p(iblioos <k-poni-.us se shúa la cekbntdón de una ,icloria.
" la proles\a. d e cal';\cleT do-sllUCli\'O. la organización .... 1o!i hooli/Cfms del fOlbo! bril:l-
nieu ejemplifICa cómo una inlensa c%periellda cokcli." Jc participación en actos \->0-
!en!!» llega a 5<'r el principal atr.lCli\'O de la OCIl5ioo, programado y ejeculado delibena·
dameflle (Bufon! 1991). De httho, esas actividades se oon\'knrn en adiccíOl'l('S, 110
1a1l1 0 a la ,iolencía en si cuanlO lO la ucitadón y a la kkntidad coIe-cli,'lI que la ,,;olenda
produc-e (Kíng 2(01).
23. ~ multiludr$ se compono:n gencr-,¡lmen ledc pequet\os subgropos de wnlgosy
cunocidos. pero oto!! Mlb¡¡ruJlO'l !lOO anÓni fl1005 unos respeclO de otros.

11 6
sión de aquello que aplauden. A quienes por azar se encuentran jun-
tos en un estadio deponivo en un momento apoteósico, pasado el
instante de delirio no les une un lazo muy fuene que digamos. Quizá
compartan cien os símbolos colectivos -tal vez luzcan el mismo
emblema-, pero su solidaridad es asaz cspt.'Cífica de esa sola situa-
ción y queda restringida a aquella" ocasiones en que vucken a parti-
ciparen un C'o'cnto deponivo o un espacio de conversaciÓn que giren
justamente en tomo a esos símbolos, Todos estos casos ejemplifican
identidades colectivas secundarias, grupos cuyos miembros no se
conocen personalmente entre sí. Bcnedict Andcrson ( 199 1) los bau-
tizó con el célebre apelativo de 'comunidades imaginarias'. que no es
del todo exacto: lo que imaginan -aquello de lo que disponen de
una imagen-- es el símbolo que centra su atenciÓn; la 'comunidad'
es una experiencia episódica y volátil que sale a la luz solamente en
momentos de elevada intensidad ritual.
Las muchedumbres focali7.adas desalTollan procesos de efer-
vescencia colectiva en los lapsos en que son espe<:ladoras activas,
más bien que en los que se conducen de manera rnerJ.rnenlc pasi-
va, pero como sus sentimientos de solidaridad perdurJ.n mediante
símbolos que les vienen dados desde fuera no tienen muchas oca-
siones de utilizarlos en sus propias vidas como ingredientes para
construir RI igualmente apasionames; son símbolos recibidos de
forma pasiva que deben esperar para su repostaje a la pr6.tima
celebración de un conderto. un encuentro o un m itin -o, en el
mejor de los casos, se los puede recircularen li tuales conversacio-
nales (de segundo orden). un meta-ritual reflexivo que refiere a los
rituales primarios.
En contraste con las situaciones en que son masas anónimas
quienes cargan de emoción los símbolos. existe n otras en que se les
infunden una mcmbrcsía de grupo cspt.'CíFica. En cl ni"el de los
encuentros individualizados, los RI que crean un nivel de intersub-
jetividad temporal tan atractivo que se desea repetirlos generan, y
actúan, lazos personales. Ya señalé que el empleo vocativo del nom-
bre de pila es un ritual que afirma cl carácter individual de la rela-
ción. Uamar a alguien por ese nombre en el transcurso de un en-
cuentro es algo más que mostrar que uno lo sabe; habitualmente,
esos rituales de apelación personal se repi ten en casi todos los en-
cuentros sucesivos, y más de una \'cz en t..-se caso, pese a que a esas
alturas es más que obvio que se 10 conoce. Lo que se comunica es
que se piensa en esa persona como indhi duo ---con su biografía, su
previa historia de relaciones, o sea, su CRI- y que como tal se le
trata en la actual situación. El ri tual de apelación personal-al menos

11 7
en las ocasiones de sociabilidad- es un acto colectivo: inspira el
sentimiento que intima a responder recíprocamente y a creer que,
en este marco, todos deberian llamarse así unos a otros; es la puesta
en obm. de un lazo persona], entre un individuo y otro individuo.
Las sociedades tribales en las que los miembros de un mismo grupo
de parentesco desconocen sus respectivos nombres propios ofrecen
un iluminador contraste: se refieren a, y se dirigen unos a otros
recurriendo a un titulo o un ténnino de relación: esposa, hermano
de la hermana, segundo hijo, etc.N En las sociedades occidentales
hay situaciones paralelas en que se llama a los individuos no porsus
nombre sino por su tflulo o posición. En el continuo de relaciones
estos encuentros se sitúan entre la reticulación, ritualmente seitala-
da, de las CRI individualizadas y la mera coparticipación situado-
nal anónima de los miembros de una multitud momentáneamente
focali7.ada; son situaciones intennedias en las que se reconoce dón-
de encaja uno en el grupo, pero no qué le diSTingue dentro de él
como individuo.
Los rituales de uso vocati\!O del nombre personal son un caso
de símbolos utilizados con objeto de que la membresía perdure de
una situación a otra. Ilustra también que a mayor grado de memo-
ria simbólica y de pervivcncia de la membrcsia le corresponderá
una mayor identificación personal con esos símbolos, Para un ac-
cidental moderno nada es más intensamente personal que su nomo
bre propio. Sin embargo, como muestra la comparació n entre so-
ciedades, no hay nada intrinseco o natural en el hecho de identifi-
carse uno mismo como un individuo único, o en que asi 10 hagan
otros. Lo que sa.<¡tiene esas identidades. tanto en lo que incumbe a
nuestro sí mismo como al de los demás. es el constante flujo de
rituales de apelación por el nombre propio.
Los rituales conversacionales cotidianos que consisten en narra·
tivas personaJes contribuyen en un grado similar a la perduración de
las identidades de membresfa personales. Esas charlas suele \'Cr.iaJ"
sobre qué le ha ocupado a uno en el dfa de hoyo hacer relación de
pasadas experiencias. Gron parte del toma y daca de las relaciones
amistosas descansa en la buena disposición recíproca para actuar
como oyentes comprensh'OS de esos relatos, asi como paro, llegado el
momento, saJira escena y ofrecer algunos sucedidos propios. POOrla·
mos denominar a estas prácticas 'cin:ulación de capital cultural par-

24. Debo ~ta info rTl1llClón. rruto de obsen'OCloncs y entre\istas realizada. rn Toga
y MaJ~v.i a finaks de Jos atlos nO\=ta. a Dana Redstone y Kirsten Smith. M~Wi$ (19381
1965) ofTttC' un gran muestr:uio de \"ll5taS eompan.clon o cnlrc numcro5a.'l MJCicdado.

118
ticulruista', en contraposición al capital cuJtw-aJ generalizado, que
conocen bien y al que tienen amplio acceso grupos sociales mayores
cuyos miembros no tienen por qué conocerse necesariamente en tér-
minos de identidades personales. No cabe duda de que el contenido
de esos relatos personales es en buena medida 'paja', cosas de las que
se habla por hablary por matar el ruto que se pasajuntos. Esas histo-
rias no tienen porqué ser cicrt.as. lmpona mis que sean emocionan-
tes: queengrande7..can los pequeños infortunios de la vida diaria)' los
transfonnen en aventuras o humomdas y a las mínimas ad ....ersida-
des en manirios y escándalos locales, para que de ese mooo sírvan
como apta materia prima para las representaciones dramáticas que,
sobre la escena conversacional, colaboran a que una plática sea ani-
mada y absorbente. Cuanto Goffmao obsCl'Vó en relación con las ac-
tuaciones escenificadas en general conserva su validez aquí en lo que
a] ritual con\'er.;.acional en particular concierne: la audiencia se su-
merge en el espúitu de la representación -que se abstiene de cues-
tionar- y adopta el lona emocional de la situación -el que quiera
que fa\'OI'\!zca más que crezca el nivel de la efen'CSCCllcia colectiva
del momento. Las conver.;acioncs conseguidas de este tipo generan y
cimientan lazos 50Ciales que, por la natwulcza particularista de sus
contenidos, tejen relaciones sociales particuJares.
La conversación de sociabilidad suele referirse a terceros, en es-
pecial a personas que los participantes conocen. Esos relatos atn-
plfan el material dramático de que se dispone para potenciare! éxito
de un ritua] con\'~cional; y tienen un efecto añadido de gran im-
portancia estructuraJ para la petVi"'encia de la mcmbresfa grupal:
esas narraciones (o chismorreos) sobre terceros hacen circular las
identidades de esos individuos por cl enu-amado social de los conVCT-
sanIes (Fuchs 1995). Los nombres individuales y los relatos sobre
ellos son símbolos que la Qntidad de efervescencia momentánea de
las convcrsaciones en que juegan algún papel carga de signl6cación.
Asf pues, una persona puede con\"Crurse en símbolo tanto por
observación directa -un polftico, un Irder religioso o una figura del
deporte devienen asf emblemas para quienes los han vistoen el foco
de atención de un ritual colectivo-- como indiT\.'Cta -vfa las histo-
rias y cualidades anexas a su nombre. en tanto en cuanto sean lema
de animadas com"ersacioncs. Que en estos dramas conversaciona-
les se hable bien o mal de ella importa menos que la intensidad con
que se menciona su nombre. En los rituales conversacionales mejor
conseguidos la exactitud de los relatos es una considemción menor;
y cuanto más se alejan de su fucnte original más irrelevante se vuel\'e.

119
Este patrón no 5610 es ,'álido en el caso reputaciones muy difun·
didas y famosas, bienCQllClCida!¡ entre penonas que son desconoci·
das entre si. si no también P.ll11 el de pen<)na5 cuya reputaci6n es
solamente local, circumaita a redCil concretas de pel'5Onas que tie-
ncn vlncuJos pel"$Onalcs con aquella de quien cotillean. Aquf, la cir>-
culación de Q.a nepuuoción retroo.limenta los encuentros cam-a-eara:
cuando se conoce a a1guinl de quien se han okio historias o des-
cripcionc:s, o que ha oldo de UOO, el diálogo que se inicia posee un
oori:wnte de profundidad suplementario; de qu~ se hable y qUl! tipo
de relación 5C- actúe 00 vcndri dctt'flllinado únicamente por 105
repertoriO$ $imbólieos inmediatos de que dispongan para hablar
ambos interlocu tores; el nimbo o halo reputacional con que cada
uno fulgure en la mente del OU'O inddiri en los pasos oonv~rsacl()­
nales que den y en $U intetpn:taciÓll.
Hasta aquf he ensayado este análisis en el caso de 1a.~ com-.:rsa·
dones de sociabilidad, en un marco de relaciones amistosas e infor-
males; pero idén ticas fQmlllll de creación y !iOStenimiento de memo
bresías e idemidades nacen a partir de interacciones más serías,
iocluyendo los encuentros utilitarios en el ámbito de los negocios y
la "ida profesional. Tambi~n los encuentros del mundo laboral tie-
nen estructura de RJ : cargan con significación de ~mbresfa eJ.e.
Imntos cuhuraJe¡, como, por ejemplo, la comunicación que fonna
pane del trabajo o las discusiones tr.ilSCtnicas 50bre ta.. tareas en las
que se informa del curso de I.as cosas y se planifican los .uguientcs
pasos y que se propagan " la oom"CJ$lCi6n cuasi·sociable cn el tajo.
Entre 106 slmbolos culturales asl ungidos de significaci6n se indu·
y~n tanto la información panicular sobre la que aC<JSlUmbrn a char-
lar la gente de esa red como el saber propio del oficio, en su sentido
más general -la jerga técnica con que 106 ingenieros hablan de
equipamientos, los acrónimos de los (:OI"l"t'c\ores de bolsa y los agen-
tes de inversión, el estilo de negociación caracterlst icode los ejecu·
tivos de una rama industrial concreta. El acceso a, y el éxito en, una
red ocupacional concreta no depende únicamente de haber adqui·
rido el capital cultural generalimdo de ese grupo ~I que pueden
saber muchas personas que ni se conoccn entre 51-; pesa tamb¡~n
el conocimiento panicular dequién hizo qué, quécuniculum tiene
tal. qui~n esIU\'Q en relaci6n oon c uál y 'cn qu~ annano están ocul·
tos los cadáveres'. Ésta fonna dc conocintiento, capital cultural pa ....
ticularizado o repertorio simbólict:> aCilSO tenga ma}'QT importancia
que la otra, SQbre todo en el caso d e la vi ..a dinámica de situaciones
m uy inestables, como las trall5llcciones mercantiles, donde elliem·
po '" un factor crltico o, de fonna análoga, en d ClLSO de cientlflCOll

120
o de otros intdectuales que pugnan por lograr una innovación en la
vanguardia de su área antes de que 0 11'0 se les adelante. Igual que
suct..dia antes, en el espacio de la sociabilidad personal, las redes
con suficientes nexos sociales rcdundames como paro conseguir
que sus símbolos circulen al menos por algunos circuitos cerrados
rcfucr-...an, también aquí, la significación de esos símbolos -se oye
habJardd tema JXIrdoquier y, probablemente, cada \"t!zquc alguien
pasa d cuento 10 exagero un poco más-, amplificando asi las repu-
taciones simbólicas.1.5 Subrayemos que esas jergas especializadas
son algo más que saber local, son sfmbolos de rnembresía cuya efL'C -
tiv¡dad es proporcional a la magnitud de su carga emotiva. La idea
de 'comunicaciones instrumentales propias del puesto de trabajo'
parl.-cc excluir quc éste pueda poseer alguna cualidad emocional.
Craso error. Es justamente la emoción, la tensión, el entusiasmo
especial inhercme a sus encuentros profesionales propios lo que
transmuta esos fragmentos comunicativos en símbolos galvani7.3-
dos; devienen en 'rumores' en el sentido original, no peyorativo, del
término: clementos de sentido a los que acompaña un n¡morco que
los inviste de una significación capital.
En suma, los símbolos pueden hacer que la mem bresía grupal
circule y perdure más allá de situaciones de clt"Vada pero fugitiva
intensidad emocional de vanos modos diferentes: como objetos si-
tuados en cl foco de atención de masas emocionalmente consonan-
tes pero, en todo otro respecto, anónimas; o como símbolos funda-
mentados en identidades y narrativas personales extraídas de ritua-
les convcrsacionales que definen el víncu lo entre los interlocutores
y los objetos simbólicos de los que departen.lo Genera1mente, estos
dos tipos de sfmbolos operan en dos circuitos de relaciones sociales
bastante diferentes: los sfmbolos de públicos, admiradores, hinchas
y seguidores circulan de una concentración de masas a otra y tien-
den a disiparse en el fnlerin; los símbolos de ide ntidades y repula-
ciones personales son la calderilla de las relaciones de sociabilidad
(y también de las relaciones de negocios) y su intensidad momentá-

25. en ~t" -..pecto, 8urt (1992) exagcra ~u M(ad, sobre \QoI ]a~ que ti~nden
pu~ntes por encima de Jos "anos de bs redes. La redu r.d,mci" es un cnmp]ememn
lmponante de los enlaces·pue nte porque ~fue"'.lI1a repuu><:i6 n, recurso <¡ti<' ~ !Ief"
todada más imponante que ta ;n(orm3Ción ....casa cuando de lo que.., trolla es de
forjaruna coalición.
26. Una ter<:na manera en que tos sIm bo!"" pueden hllc~quecin:ul e)' ~rdun: la
!ioens.acIÓll de membresfa ¡nrpaJ r:s n:cin:ut¡mdo en com-cn.acione.. imeriores que oon-
ronnan el pcrwunientode la mente indi,idual. Tale< ~lmbolos son deri,·ac~dc lo!¡
otros dos tipO$, de cuya interiorizaci6n ""cen."J ..1di:l.logo inlcrior puroen luego modi-
ficarlos "J dnarrollarlos. A~ las CQmplejidades de <!Sle lema en et capitulo 5.

121
nea es nonnalmenlc menor que la de los símbolos de audiencias,
pero la frecuencia de su uso, y en redes que se autorrefuer7.an, hace
que acaben porpennearel sentido de realidad de los participnnle5. n
Tanto los símbolos generalizados de los públicos masivos como
los símbolos panicularizados de las redes personaJes hacen que la
carga emocional de los RI perdure; pero exhiben patrones tempora-
k'S diferentes y están sujetos a contingencias distintas. Los símbo-
los generalizados de los públicos masivos dependen de la congrega-
ción reiterada de grandes grupos cuyos miembros individuales ape-
nas influyen sobre si una reunión se llega a verificar o no y con qué
éxito; y, como las interacciones corrientes de la vida cotidiana no
suelen procurarles medios para recargarse al mismo nivel, son pro-
clives a una mayor volatilidad. Esto es caractenstico de los movi-
mientos polfticos y religiosos: y por lo que respecID a símbolos eco-
nómicos companidos de forma generalizada -los índices bursáti-
les; el prestigio de un producto en boga-, también están sujetos a
oscilaciones turbulentas en su significación colectiva y, por ende,
en su valor sodal y econÓmiCO. l l Los ljlmbolos particulari7.a.dos de
identidades individuales y de membresías de redes cuyos partici-
pantes se conocen personalmente poseen mayor inercia. Eso nosig-
nifica que sean algo fijo; las idenlidades y las reputaciones pueden
cambiar, en especial cuando cambian los vínculos entre las perso-
nas concretas que constituyen la red, y todavfa más si sus fonnas
vinculares C1,"Olucionan hacia una menor dispersión y una mayor
redundancia. Estos cambios de membresfa y reputación son de vi-

27. Do:jo de lado aquf la ~tión de c6mocrtU.3Jl Jo. sfmbolos de un cin:uito a olro.
Lo principal es que!(" slmboloe: que una audic-ncia compane pu~ Ulilit.arSe tambitn
'"" =les D()n,,,f33cionalC$ penonales, por más que , dclndo a ~u fácil disponibilidad.
a porten escasa :l-ignificad6n a la rdadón perwnal )\ en colRC\leTICia. su interaunbiD
en una CDfI'-enadón sociable no establ=a Ia:ws muy Citn:-chos; ,-ale decir que no gl'roe-
rn una fuene soIid:U"idad de membr-esta. Casi cualqulnd puede COrl'''O$IIrsobm los rqui_
p"" depol"tÍ\"OS Iocale.: esa ~úca nodi f""""'Í:I a 00. bu<:nos amigos de doscstrec/w¡o;
colabonw.l!X"eS o de dos 5OCÍO!I ~ La diferenciación de vfnculos sociales puede
p""'" nir, en ClUIlbi o. menos do:! (Cma que del tiempo que k>s COIl\"enames "" collC'ed,""
par;!. hablar-..obre ~. Singul;um,""Ie. ,""In: lo!! ¡m" nes (con ~ in"""tario de mem-
m-e.Úl5 simbólicas. a ca..... de su ümitada experi~ncia laboral) la fu.,rza del \"ínculo de:
una amiswl penonal se aprecia no tanto en la singularidad de fU CQDlenldocornQ '"" la
mutua dlsposid6n a habbr sobre hé~ del mundo Ikl espectáculQ u mrnr; objetos
.a¡p-ados Inlemunablemenle.
Olro posible liadUC10 enu-r eslOS d rcuilOS se e ncuenlrn enln: los profeslonales ~
organi •.an aC\.DI poIf1icos o religiosol 1} especl-llocu.lo!!. Para ellos. IoIs/mbolr:. pílbliOOiO
iIOn panicul.ariS\Il5. no gcn<:Tllliudos; fonnan pane de SUI ronvcnaciones u-asctnicns
y sociables, pero nodcsde la 6ptica dcl pt'iblioo cnlUliast:l (o no). sino desde la d e quien
co;ct personahn.,me familiarizado con 1... n:UT".. tlvas oolidilUlA.'l de 51l!ó protagoIlÍSlaS.
28. Des.a.rroll:m< este punto,"" el cr.pftulo 4.

122
tal importancia en el dominio de las relaciones profesionales y de
negocios; de hecho, son esencialmente esos cambios los que consti-
tuyen una carrero.

Creación de s(mbolos de solidaridad tras ell / -$

Un suceso singuJar nos pennite observar con nitidez el contras-


te entre lazos de memhl"esfa personales y sfmbolos impersonales de
masas anónimas: la destrucción de las torres del World lrade Cen-
ter en Jos atentados del 11 de septiembre de 2001. Este ejemplo
re\fCla también la dinámica y la cualidad emergente de los símbo-
los, los subsecuentes estratos por los que se los puede circular y los
usos a que pueden servir una vez creados. Mi análisis se basa en 9/
I J, un documental montado a partir de imágenes grabadas de los
bomberos y de la gente que estaba en las calles próximas al World
lrade Center en los momentos inmediatos al a tentado (Naudcl y
Naudct 2002).
Aplicando la TRI resulta evidente que fueron los bomberos, y no
las torres mismas, quienes dc\'¡nieron símbolo de solidaridad gru-
pal de las masas anónimas que estaban en los edificios y sus aleda-
ños, mientms que para los bomberos fueron las tOITCS las que se
con\lirtieron en sfmbolos. Veamos cómo ocuniÓ.
El vfdeo muestra a los lfÍandantes en Jos momentos posteriores
al choque del primer avión con las torres y durante el desplome de
éstas. Una masa sin un foco de atención común muta en multitud
focali7.ada. o en un conjunto de ellas; y no muy densas: los planos
muestran a la gente arracimada en grupos de unas diez o veinte
personas. El humo atrae su atención; todos miran en la misma
dirección, profieren exclamaciones y se acercan más unos a otros.
inicialmente, expresan estados de ánimo de asombro, sorpresa y
una creciente sensación de conmoción. Dejando apane su foco de
atención campan ido, los transeúntes apenas interactúan o con-
versan. De la ausencia de signos \'i.nculares goffmanianos se infie-
re que la multitud se compone de extraños, reunidos ú nicamente
por el acontecimiento que companen. Al principio son espectado-
res pash'os; luego, cuando la primera torre cae y sus escombros
vuelan por el aire, huyen; su acción dispersa todavfa más la masa
y vemos por todas parles a personas corriendo cuunlO pueden.
Muchos de los que estabun más cerca de las torres, o que acaba-
ban de salir de ellas, parecen anonadados.

123
FIGURA 2.6. Gente huyendo del área del WOtld Trade Cerner
al desplomarse la primera lorre (11 de septiembre de 2001).
APNrlOtId Wlde Photos, Paul Hawthome

En general, el vídeo no muestra fuertes e.'(presiones emocionales


ni su transmisión social. Ni siquiera abundan las expresiones de mie-
do. Hay planos de empleados de la primera torre bajando las escale-
ras y atravesando el vestibulo superior en dirección a la salida. sere-
nos y en orden; no ex:teriorizan ningún pánico. nose apelotonan ni se
empujan. Parece que el orden mismo con que procede la evacuación
induce el contagio emocional y contiene la vivencia del miedo esto
sería consistente con la teoría de las emociones de William James: es
la huida lo que infunde pavor; los componentes de una multitud que
sale de estampida se sentirán por ello más asustados todavía. Sólo
entre los transcuntes se advierten. ocasionalmente. e:<presiones de
miedo. Repasando en detalle esos casos vemos que se trata de indivi-
duos aislados físicamente: no de quienes se han apiñado y hablan
entre sf. sino de los que están corporalmente alejados. en los márge-
nes o las partes menos densas de la mu1titud.
Tomemos ahora por ténnino de comparació n a los bomberos.
a quienes vemos durante su rutina previa en el parque. dirigiéndo-
se en sus vehfculos hacia las torres, en el vestfbulo de una de ellas
y. finalmente, a su posterior regreso. En la película no se ve a nin-

124
gún bombero con clara expresiÓn de miedo, pero tampoco de 'va-
lor' -en tanto que emociÓn especial-; aquf no hay más que una
interpretación de su conducta una vez transcurridos los hechos _
Los bomberos siguen el protocolo normal en su trabajo; y es gra-
cias a eso que pennanecen impávidos, pues les facilita algo en que
ocuparse -algo que no sea huir- y que ejecutan colectivamente_
Tampoco tienen la sensaciÓn que ocurra nada anormalmente peli-
groso, por lo menos al principio; entiéndase, que el incendio se
localice en el septuagésimo piso de un edificio cuyos ascensores
no funcionan supone una dificultad panicular; pues han de llegar
hasta él subiendo por las escaleras, pero, por lo demás, se trata de
su labor de cada dia: llegar hasta el fuego y apagarlo, En el puesto
de mando (donde se encuentran la mayoría de los bomberos que
aparecen en el vídeo) no hay el menor signo de que alguien crea
que hay peligro de que el edificio se demlmbe, ya que el incendio
afecta a plantas muy altas, Incluso cuando las luces se apagan, se
cona la electricidad , empiezan a caer cascotes y los jefes ordenan
a sus ho mbres que evacuen el edificio, siguen actuando con calma
y localizan las salidas sin atropellarse y sin caer en el pánico,
Podria uducirse que los bomberos están entrenados y son exper-
tos en esa clase de tarea ---apagar incendios en rascacielos-; en algu-
nos casos puede haber riesgo de que un inmueble colapse, pero ésa
parece ser una contingencia remota que no merece mayor considera-
ciÓn, Es de suponer que pane de su preparación sm'C para prevenir
que se quemen o se asfLxien. que es el peligro normal en su trabajo;
pero, en sr mismo, el gran tamaño de los edificios del World 'frade
Ccnter; no supone ninguna diferencia para su experiencia subjetiva.
Hay que subrayar que el 'adiestramiento' por sí solo no garantiza que,
en situaciones de alta presiÓn, se produzca la actuaciÓn esperada:
existe una considerable evidencia de que la instrucciÓn militar y po-
licia! no impide que un alto porcentaje de soldados se queden petrifi-
cados cuando estalla el combate o que los agentes de policía pierdan
los nelVios y empiecen a disparar como locos y sin dar una (Kccgan
1977; Collins, en preparaciÓn).
El 'entrenamiento' no f,.'S sólo cuestión de aprendi7.ajc; cs, sobre
todo, el establecimiento de una identidad con un grupo que pone en
práctica sus competencias colectivamente. Sostener una identidad
colecti\'U es una actividad continua, una CRI; y eso es lo que \'Cmos
en las imágenes de los bomberos en el vídco. El 'valor' que los profa-
nos k'S atribuyen es una variante de la 'excelencia ordinaria' (mumla-
nity ofexcellence) de Chambliss (1989) - la sensaciÓn que los miem-
bros de una ocupaciÓn de élite tienen de que, si sólo concentran con"

125
FIGURA 2.7. BombefO ele la dudad ele Nueva yon.: en proceso ele devenir
sfmbolo de herolsmo (14 de septiembre ele 20(1 ). APmorld
Wide Photos. Doug Mitts

cienzudarnente su atención en sus habilidades y no dejan que nada


les distraiga, son capaces de realizar cosas que para eUos son pura
rutina y para los demás imposibles impensables. En este caso, su
preparación evita que el miedo les distraiga: su centro de atención
colectivo y sus protocolos de procedimiento lo excluyen del centro de
su experiencia. La TRI aporta aquí la idea de que la excelencia ordi·

126
naria se fundamenta en la participación grupal, en el hecho de tener
un foco de atención y un estado emocional cok'Cti\'os y en tranquili-
zarse mutuamente, centrándose en sus tareas de rutina. El resultado
es su capacidad para realizar su trabajo bajo presión, logro que re·
troalimenta su identidad y su solidaridad grupal.
En el vídeo vemos numerosas muestras de solidaridad entre los
bomberos, tanto antes como después de los alentados. Los autores
h.J.blan rodado pn.'Viarnente durante un mes la rutina cotidiana del
grupo; hablan centrado su interés en la iniciación de un bombero en
periodo de pmeba -que incluye superar algunos rilUaIcs un tanto
humillantes, como tener que hacer el trabajo sucio del parque- y al
que los bomberos veteranos dan ánimos mientras aguardan con im·
paciencia su \"Crdadera iniciación, que será cuando participe en la
extinción de su primer fuego. El video muestra también la solidaridad
del grupo al final del dio., el regreso de los bomberos, sus abrazos y sus
afectuosas felicitaciones mutuas por haber n.'grcsado con vida. En las
imágenes subsiguientes se aprecia que los bomberos se comportan en
el parque como si fuese su casa; es aquí donde prefieren reuni~ tras
la catástrofe, antes que, individualmente, con sus familias.
La comparación de los bomberos con el gentío de la calle mues-
tra, de un lado, a un grupo muy focalizado y con alta solidaridad
que obtiene su EE - no un entusiasmo febril; otra fonna, mús temo
perada, de EE- del acto de afromar unido una tarea peliaguda y,
de otro, una muchedumbre meno.s enfocada y con ~ solidari-
dad que expresa estupefacción y, en sus áreas menos densas, miedo.
Lo que los bomberos poseen, y la masa no, es una solidaridad pre-
via que aquéllos reciclan y aumentan a lra\'és de la experiencia de
trabajar jumas en el desastre, mientras que éSla, sin identidad pre-
via, cuenta solamente con un centro de atención transitorio: el edi-
ficio que "e arder y, luego, dcsmoronarse; carece de cualquier res-
paldo social fuerte y de toda tarea im'cstida de alguna significación
colt!Ctiva duradera,
Sin embargo, esa multitud cuenta con muchos de los ingredien-
tes de un RI natural: agrupación corporal, un mismo foco de aten-
ción y un estado emociona) compartido, ¿Por qué los individuos
que la integran no transmutan el pasmo y el temor generales en
solidaridad? Los rituales son transformadores emocionalcs y pue-
den metamorfosear emociones negativas en positivas, El incendio y
la caída de las torres son el centro de atención de cuantos camI»-
nen esa masa; ¿por qué no devienen las torres símbolo de membre-
sIa? Las torres ciertamente representa n una experiencia muy nega-
ti va pero eso, en sí mismo, no obsta para llegar a ser un símbolo: el

127
emblema de la cris tiandad, la Cruz, simboli1.a un hecho negativo en
extremo, una crucifL"(ión; pero es un sfmbolo que transforma el su-
frimiento en una consagración ritual de la que se emerge fortaleci-
do y triunfante. De hccho, algo así surgió también de la c."lamidad
del 11-5, con el inmenso brote de solidaridad nacional que se exten-
dió en los días y meses siguientes. La imagen de las torres ardiendo
y dl.'Splomándose es un acontecimiento tempoml fugaz, pero fue
grabado y reproducido una y otra vez por la prensa gráfica y la
televisión en las horas y los días posteriores. La imagen estaba dis-
ponible para ser transfonnada en símbolo, pero no lo fue: por Jo
menos, no para la multitud de quient.'S fueron testigos, desde la in-
mediatez o a u'a\'és de los medios audiovisuales, del drama.
EstructlU"a1mente, las masas de las calles no tienen modo de vol-
ver a congregarse, de reconstituirse como grupo. No disponen de
otra idemidad colectiva que la de testigos oculares de la tragedia,
categoría de confines vagos que comprende a quienes estaban en las
torres, a los viandantes en las inmediaciones -que experimentaron
con grados de conciencia dh'Crsos lo que sucedfa- y, más difusa-
mente, a quienes lo vieron u oyeron a través de Jos medios de comu-
nicación e incluso, allf donde estos no llegan, a quienes sólo escucha-
ron contar a otros lo ocunido. Este grupo nunca cristali?..6 una iden-
tidad. SI cristalizaron luego las identidades 'neoyorquino' ---cuya
membresía abarcaba a todos los habitantes de la ciudad, a pesar de
que la inmensa mayoria no se vio involucrada en el desastre con mayor
proximidad que la gente de cualquier otro lugardcl mundo- y 'ame-
ricano' ---como la entidad nacional objetivo del atemado. Lo eviden-
cia que e n los días y scmanas siguientes la gente empc1.35C a lucir
símbolos que combinaban ambas identidades: gonns o faldas con
emblemas de Nueva York y la bandera de las barras y estrellas, Pero
lo que sobre todo dio unidad a esos otros símbolos fue el símbolo
principal que emergió del suceso: los bomberos, como emblemas de
solidnridad y valentía_
Sin embargo, el vídeo pone de manifiesto que ellos se ven a si
mismos bajo una luz muy diferente a la de las masas de cspt.."Ctado-
res, luego admiradores. Según su propia percepción, habían fraca-
sado: no llegaron hasta el fuego, no apagaron el incendio y no saJva-
ron a nadie. RenuC\'aO su solidaridad felicitándose mutuamente al
retomar a la base, pero no hay ningún sentimiento de munfo_ Las
torres en ruinas son para ellos un poderoso foco de atención, un
sfmbolo negath'o que los empuja a voker y se expresa en su ardien-
te deseo de regresar alll y empezar a desescombrar en busca de
supervivientes -su nccesidad de sentir que han logrado algo. Asf

128
reafirman su identidad como 'el grupo que trabajó del principio al
fin de la catástrofe', tomando posesión de ésta simbólicamente.
La excavación de las ruinas es en gmn medida una acción ritua-
lista. Dada la magnitud de los daños, es en extremo improbable que
pueda rescatarse a alguien con vida; y así es. no hay supervivientes.
Sin embargo, continuar allí se conviene en una obsesión y lo mis-
mo eft-ctuar las opemciones peninenles. porque la acción, por sr
misma, sostiene la esperanza. El vfdeo muestra su común centro de
atención colectivo mientras cavan entre los cascotes. exacerbado
cuando alguien grita '¡Silencio!' y se pasa la voz; es ostensible que el
propósito de esa petición es poder escuchar a posibles víctimas vi-
vas, pero tiene el efecto adicional de focalizar la atención del grupo
y de proporcionarle más energfa colectiva. Al principio. aparecen
en el video pasándose rápidamente recipientes colmados de escom·
bros; en sccuencins posteriores se les ve trabajar más despacio. La
emoción inicial se atempera poco a poco. V, no obstante, cuando
siete semanas y media después (New York TImes, 3 de noviembre de
200 1) la alcaldfa de la ciudad. con una actitud más realista y prácti-
ca, ordena cerrar la 'Zona O' a toda uherior acción autónoma y dis-
crecional por parte de los bomberos. con la finalidad de introducir
maquinaria pesada pam despejar el área, estallan apasionadas pe-
leas enlrC los bomberos y los agentes de policía que intentan hacer
cumplir esa orden. Los bomberos secomponan con la Zona Ocomo
si fuese un lugar sagrado de su propiedad y se sienten ultrajados
cuando se les intenta expulsar de él.
TI-as el II·S se desalTollan dos tipos de acciones ritualistas.
uno de los cuales nutre y deviene símbolo material del otro: los
bomberos, que previamente posefan una identidad grupal y soli·
daridad ritual. sufrieron muchas bajas en sus filas y. qui:r.ás, un
daño mayor todavía en su sentimiento de orgullo profesional; de
ahr que se aferrasen a Jos edificios en ruinas por s u rndole de Jugar
simbólico donde afirmar su panicipación colectiva. Su ritual con·
sistía en regresar a la zona de demolición y tratar de locaJi1.ar ca-
dáveres; dado que, implícitamente. el lugar les penenece -son los
únicos que tienen autorización para e ntrar aUr- éste centr3 sus
emociones y - puesto que son los únicos que están en el corazón
mism o de la tragedia- reafinna poderosamente su identidad.
La masa de testigos pasi\"OS, cercanos y lejanos. carece de una base
claramente organiz.-.d.."\ pal".l fundar una identidad, pero pronto su aten-
ción se apana de su foco inicial, las torres, y se fija en los bomberos y
en su actividad simbólica. En las primeras horas y en los días poste-
riOI\.--S al dcsmoronamienlo. cuando los bomberos regresan de sus la-

129
F _ 2.8. Ola 2 o;Ie noviembre o;Ie 2001. Bomberos o;Ie Nueva York
!oleaje M con la poIiáa lIf1 .., intento o;Ie accede< al solar
del WTC. la. bOlllt..... 06 'lisien IM1iIoome OXlilopleto buscando
00 ele:to sil imólíco --las labonIII de lIIIYamemo de d(as
lIIlIeIionIs se hablan rea/Izado lIf1 traje de Iaena
y"'lonn8lid!tdes. Ridlartl Peny, Thtro New Ycri" JinM

hui es de búsqueda se erv;uenlnm con multitudes alineadas en las ace-


ras que los vitorean agitando banderas nacionales. ~ $011 las imá-
genes a las que Jos medios de comunicación de masas otorgan máxi-
ma difusión, y que acabaron siendo adoptadas como s(mbokJ de al-
cance nacional . En el vfdoo. los bombelos dicen que no se sienten
hll oes -pues ni hicieron. ni lograron nada; intentaron llevar a cabo
$U trnbajo pero, de he..:ho, fracasan;m. Dentro, en su e.<:p::liencia su!>-
jetiva, eUos no son sus propios s(mbo!os; lo que s( perciben como un
srmbolo es algo ttlerno a ellos, las tom::s denuidas."

29. [)"od< _ p<np<eti,.... ... i<;JO"1ft <Id WorId tndr Ceno.,.. 01 <ni> un oImbolo.
Pan loo ' <rr"OrioI». Iiu _ ...... &in duda un oImbok> det perfil urbant> do N .......
York l' ron.t I'en" ,w>o. simboll ,aban.t poderfi ....... ¡uo y mililarp-.bol do Eotadoo
Unidoo -lo"",,) e.idt, .. 1oo que una ponp<eth.. .. toma ~ hootil po.>«k 1" u una drfI·
nldón "'" ~Iano do loo 01"""""" de .. na idm,;dad pupaI que loo po "'"'* miembro. de
_ ..... po. u...n.1o .'....I6o'...nbih1 que: Ioo<bfooo drll'en....., n...... 11<, ' m . _
un oImbolo mi.l)" .. tendido do la ooIIduidad ..udounl<lense 1rOS.t 11 -5. ni tampoco
loo l.. , ........ _jeroo """ Iuchan>n ron .... 0<CII<SI1"1Idora ~ m"""""" ..;\andI) OU"O
"""",,,o. En IlÍn3W'Odo<OtQO<2O(III owP6 un po ........ de ronwutción de atalUJsPm-
bólicocomo 01 que h1rode loo bomboroo embletn&o de lo ooüdaridad yol ronje de loo
p.,.,.". Unidoo.

130
La experiencia de los esp«tadores se sitúa en un estrato dife-
~ntede la ~alid;¡d social. Al transfonnar a los bombero:sen hél"lle$,
la atención de la gente con\"ergt' sobre aquel gn.¡po de pe~ con
mayor nivd de EE, confian7.a y sentido de propósitO; de d;e modo
hacen de ellos em blemas de 5U propia solidaridad cok<:tiva frente al
desastre: aclamarles es su mane ... de participar de la experiencia
junto a ellos. Los espectadores combinan varios emblemas: la ense-
i\a nacional , los lomos de la ciudad de Nueva York'" y los bombe-
1""05. Durante las semanas y meses siguientes, esos slmbolos apa~­
cen unidos ~petidameme en los rituales masivos que empier.an a
oftciarse ---en encuentros deportivos. conciertos. o actos poIltkos.
Al llegar a este punto, esos slmbolos cil"CUla n ya por una cadena de
RI que "" autorrcfucrza: la presencia de los sfmbolos, frescos en la
memoria y henchidos de emoción, motiva y facilita la creación de
nuevas c:oncentrociones om':lTIOIliaIc$, y cuando el público que asiste
a eUas concentra su atención sobre los símbolos los recarga con una
emoción reno .....Ida, preparándolos asl para que puedan ser n'Utili-
zados en un nlli."\'O ciclo.
Este vkt.oo dOCUl1X'11tal, junto con noticias emitidas con posterio-
ridad, documenlan los suce:sívos ni\-'Cles de efectos, a corto y largo
plazo. de los RI: pri~ está la experiencia bruta, que hemos podido
ver desde dos ~-as, la de la multitud de los espectadores Y la
de los bomberos lTlO\ilizados: a continuación ocurre la tnmsIorma-
ción de esas expericnci.as en sfmbolos -b!; diversos tipos de partici-
pantes escogieron aspectos diferentes de su experiencia a la llora de
COfl\'rrtilb en emblemas de corunemoración emocional y solidari-
dad gn.¡pal. Lo primero es intl'l"$ubjetividad situacional, transitoria;
lo segundo, la prolongación )' re-creaci6n de la experiencia a otro
nh'el., como intersubjeli\idad cristalizada simbólicamente. Algo más
distante, en el tiempo y en los tipos de redes sociales involucmdas,
hay un segundo oNen de circuladÓll de estos símbolos recién crea-
dos entre ~n:lS nada próximas a las expcrio..'IlCia$ iniciales. Más
adelante. a medid;¡ que los nUC\-'OlS símbolos se k"dimenlan ~ el
horizonte de )os \iejos slmbolos que ya ernn pane de la rutina social
normal, SU utili1.aci6n ref1e:dva deviene cada \~Z más artificiosa, más
condicionada por las contingencias prácticas de la escenilkoci6n de

JO. El ..... pcnonalizad6 <1< ""","....,. oimboloo Iuo d . bld. Giuli.lnl, En oo ••


<*10 d .,.,..... tranof".....,....,.. ... un IIJ ~ ~~ ... """"'~ "nlOO <Id 11oS.1
akoJde ..... muy Impop.l ... ' .... "" ~ .. .-..oyonru' ................ <1< su ~'.·"'m<cc-iM p<"" ti
uoo ... ~ P<JIicial<r. ~...... '" poIltbdo oquridad <iu<bdaBa y <noopínlón
~ qu< tu <2Iftr.I poli""'" <Otabo ~

131
las ceremonias y más entn':\~ 00ll tácticas de autopmmoción
personal)' de ventajismo faccioso. En este conttxtode uso más am-
pito, la intensidad tmoc:ional que en su frescura primera poseytran
aquellos s(mbolo5 empieza a ajarse , pues, como les sucede a todos \os
símbolos, su vida depende de la intensidad de las OOlK"entrocione:s en
las que se les \'Ueka a invocar.

El mundo está lleno de símbolos. Unos nos son propios, aque-


llos que, en mayoro menor medida, nos resultan signiHcaliv05. OlroS
nos son ajenos. demarcan otros grupos, en fonna claramente risi-
ble cuando remarcan su fron tera frenle a eXlraIIos de quienes des-
conffan o a enemigos. ocuando asenan la exclusiÓfl de 101> de arriba
o los de abajo del mogo que se sic.nte como propio. Otros slmbolos
se perciben sólo episódica y confusamente. Nos circunda un dilata-
do espectro de. slmbolos e identidades grupales, unos \'ivos, OU"OS
agonir.antes. otros mucnos; y, entre los vivos, los hay cuyas signifl-
CiIcion.e.s son invisibles desde mrestras posicione!;, al no estar lo bas-
tante próximos como para llegar a sentir toque transmi ll'n.
Tomar literalmente un slmbolQ, como si su significado no fuese
más allá dd que tirne para los participantes, seria enga1larse, algo
tan ingenuo como el nitIo pequeoo qur cree que '¿Cómo estás! le
invita a infonnar acerca de su salud o como el adolescentr lado
qut inte'l""l'la un 'Y, dime, ¿cómo te van las cosas! como peticiÓfl
de alguna re$pUClIta tran.quílizadora y no como pie para JHUPOncr
un lema de COlwersoción. NoestanalTlO$ ("1l n~;or posición si tratá-
semos a los slmbolos religiosos como si fuesen una explicación au-
tosuficicnte de las occiones de quienes los invocan.
Las tribus del \-aJ.ledc Baliem, en las tierras altas de Nueva Gui-
nea, dicen que no luchan de noche porque los esplritusde 105 mue!'-
tos saJen tras el ocaso y los vivos deben permanecer en sus caool'las
(Gamer 1962), expl.icaciÓfl que resulta insatisfactoria en el marco
de los usos normales de unas tribus que, enzarzadas en inacabables
venganzas de &aJ\gr"C oon sus .'ccillO!l y en incursiones y batallas
concenadas en sus fronteru. limitan 5U5 contiendas de muchas
maneras: las suspenden cada ve~ que hay un mueno o un herido
grave. eventualidad que conlleva ceJcbnrr tOda un rosario de ctte-
mollÍa$ en las aldeas; acuerdan lambién, tácitamente, treguas de
descanso a lo ~ de un dla de batalla, incluso cuando nadie ha
resultado herido todavía; si llueve no !;e lucha, porque la lluvia 15-

132
tropearla sus pinturas de guerra: y no atacan mientras el enemigo
se encuentre celebrando una victoria o un 1Uner.l1. La mención de
los espfritos de los muertos como explicación de porqué no pelean
de noc¡'" perte",-"", a un I~pertorio más amplio de j1Jstíficaciones y
ocuerdos nJtinizados que limita el grul'SO de sus c hoques a unos
detenninados lugares y tiempos. Las reuniones de las tribus para
hac~ la guerra son los rituales de membresfa más intensos e im-
portantes para a;tos grupos. yes a partirdc. yen tomo a el1asque se
forman y mamicnen otras representaciones simbólicas. Los pre-
suntos espfri tus noctf\-agosjuegan en su universo simbólico un rol
análogo al de! esplritu del g1.ICrrero más recientemente abatido poc
el enemigo. cuyo desasosiego. según la cultura lribal. mUl"'-'C a sus
conmililoocs a regresar al campo de batalla en busca de \'Cnganza.
Dieho a las claras: sus combates se enrisU"an UIlO tras otro como
una cadena de rituales que reafinnan la membresfa por medio del
antagonismo: sus sím bolos religiosos son mementos de las emacio-
llC5 sentidas en las lides -y. especialmente. en los momentos culmi-
nantes en que alguien es herido de muerte- y que sirven para re-
imucar/oomucar el siguiente ri tual de la cadena.
la evidencia conlcmpor:1nca confirma que las creencias rc!igi<:>-
sas depeOOl-n de la internttión social (Sta", y Bainbridge 1985). NOT'
malmente, las personas que se unen a un culto religioso minoritario
no sueLen estar muy famili.;niz.ac!a.s, ni comprometidas, con las creen-
cias que bte pIl.'<.Iica y su atr.,cción poi" él nace de un oontaclo propi-
ciado poi" amigos. parientes oronocidos: sus creencias se desarrollan
al hiJo de su p;u1icipación en las acthidades cúlticas. Ocurre tamb~n
en las dcnominaciQnC$ principales que Jo,¡ fdi~ más adeptos a
sus doctrinas son aquellos ~ tienen más amigos que también son
correligionarios: los 1II7.OiS sociales faVOl"l:ttn la participación ritual y
ésta la creencia. Ouienes ~n de lazos personales en un culto o
una iglrsia tienden a abandon.ma. tra.~ lo cual sus creencias van difu_
minándose hasta desap.veoer.
El an:\.lisis del contc:ni<lo de un demento cultural nos pennile des-
cribir algunos dc los aspecto,; C<JgnÍti\"os dc alguna rndena de situocio-
ne!I.5OCiaIes. El marco cultural, o justi6cación nativa de la acción. cs.
en el mejordc los casos. una cxpIkación ad hoc del hecho: '¿poI"qué los
Tales hacen tal c.osa.r - 'Ellos dicen que porque X: o porque as{ es como
se hacen las cosa!'l en su pane del mundo·. Estas respuestas pueden
oonstiruir una etapa Cn el camino hacia una explicación, pcm son in-
admisi!Jks como meta final de UfI.,"l teoría sociológica.
En a poyo del enfoque cultural suele citarse la máxima de Gar-
finkel (1967) que proclama que las personas no son 'marionetaS de

133
SUS juiciOS' (judgenU!lua¡ dopeS). Si con CSto $e quiere decir que los
individu05 r>O l'3n de aquí para allá simplemente a impulsos de sus
reg1as cultW'llles compartidas, nada hay que objetar; pero si se in-
terpreta en el sentido de que las persooas son conscientes de las
fuenteS de su conducta, y hasta de sus pensamienlOS y emociones,
entonces caben pocas dw:l.u de que sea inoorrecto, En el COlidiano
discurrir de nuestra lida fundamos nuestras actuaciones en la atraC-
ción o repulsión emocional que nos hacen sentir cienos pensamien-
tos y situaciones; rMa \'eZ reflexionamos sobre ello y, cuando lo ha-
cemos, nuestras conc:lusiOl1C$ suden $er muy inexactas.
La acción social tiene un inrnel1llO componente Inconsciente,
que lo es, precisamente, porque al centrnr nuestra atención en un
objeto de acción colecti\'a, o en los simbolosdem'Ud05 de ~l, eJ pro-
ceso social con el que, al obrar así. entnunos en consonancia queda
fuera de nUdltTO campo de atención, Porde.soontado, hay ocasiones
singulares en que podemos pasar al'nw,xIo observador' y hact-r obje·
to de atención a la misma acción social en que antes estuvimos
irreflexil'amente lncardinado$, pero eso nO<\ coloca en una situa-
dón diferente--,la de un observador de-s.egundo-orden- en la que
}'a r>O somos aaOI'C$,J\ la acción en $1 limita la reflexividad e induce
a creer en los sfmbolos y los objetos simbólicamente enmarcados
que, en ese instante, ocupan nuestra atención.
Paru concluir, \'a/llO$ con algunas reglas para de:oenmarw\ar dm-
bolos, la inwsúgación sociológica OJX"ra mejor cundo puede partir
de los Rl Y observar cómo la intensidad y el foco de la interacción
engendr.m simbolos de Jos que se echará mano en int.ernCcÍOfles su-
cesil'l\S; pero en ocasiones confrontamos sfmbolos ya COlJSOÜdadoIi.
¿Cómo abon:lamots la intCfl1l'Clacl6n de su semido social?
Para empezar. estimemos la intensidad simbólica del objeto,
¿Recibe un trato de respeto, como u n objeto sacro o un ámbito aparte
de la "ida corriente? ¿Se k consagra una zona espacial separada.
una ubicación ffsica panicular a la que hay que a proximarse siem-
pre con miramiento? ¿Hay especificaciones especiales relativas a

l l. Eol" .., y* no _1ICl,~.........,....., (lI)'a> pau .... do _ oodfII ....


o..han cor.dent<menl< petUpOibleo ........ J>OOIO>< la. .... ""'" "'-, ...ando cor.denoe.
mrnc.. A1mnm..lirmpo.y ... tant<>_OCIo~c,aeda­
moa IUrn.dooIfocodo .... or¡urdoftiwldo_ln~ I'odri>m<-.. claro, """"""
00'11 ~"'-":totionaI ). ~. una """"*'1:10 dooI pmoamócnlo. un~
do la lIoC.'Ihldood - . ¡ do WIO _ .", .. 'modo ... ~ 1n,.J.Ctuol', .... En

_ un _ humano pu<da boa<; 1""'>'" p<>domooo


... ~ _ _ oimuI"'-rnmte. v_ . . .
lUIDO, ~n..p. _inodoctuol Y ~ ~ do cuaIqui«.,...
_~ ... _ - l a _ y
can<t<ri_M Iuo ru.d<o d<
oboct\...,;oo <UnO pooiciooa. dentro do ....dos ><>cioleo en Fuehr. ( 200 t ~

134
quién puede acceder a.!1 y a quiéll se excluye? ¿Se 10 defiende 0011
fier.l vehemeocia y 0011 fe absoluta en la justkia de tal defensa? A la
inversa, ¿atrae a crlticos furibundos que sienten igualmente justifi·
cada.¡ ~u, diauibas? ¿Se lo considera algo cuyo valor t.-a$iende lo
penonal, y que es, O deberla ser, ampliamente compartido? ¿Se lo
cree inconmensw-able con los valores meramente utilitarios? La
atribución de un \'alor trolSCendemal es propia tantode los sfmbolos
positi~ como de los negatiw)$; la caTKR de aquellos súnbolos que
son positi\'OS para unas personas y negatiws paTa 0U'a.!I es especial-
mente intensa.
Nuestro análisi$ se siente atraldo por los símbolos más cargados
en este respecto, pero debem05 atender tambi.!n a los que parecen
slmbolos periclitados, santos lugares abandonados o \'I'$tigios de
emblemas antaflo atrayentes y hoy en decadencia, como esos mo-
numemos de los parques públicos, cubiertos de deyecciones de pa.
loma o desfigurados por las pintadas -la superposición de un em-
blema sobre otro.
El siguiente paso consiste I'n reconstruir lo I1lI'jor que Sl'a posi-
ble los RI que circulan a ese emblema. ¿A quiénes congregaba, en
qut numero, con qut frecuencia y con qut progntma? ¿Out emo-
ciones se expresaban; qut actividades eran foco de atención; cuál
era la intensidad de la efCIVeSCencia colecti\'iI genenoda? ¿En qut
T1lI':dida 105 individuos participantes salían cargados de EE: qut al'-
don.esles lIlO\'Ía kta a emprender? ¿En qu.! consistlan las ~ras
a la participación de ()(J'O$: quién quedaba ritualmente segregado
de quién? ¿A quién situaba por er>Cima de quitn?
Estas cuestiones SI' proponen compilar una historia de la parti_
cipación ritual en tomo a símbo105 que han iIObrevivido hasta hoy,
pero tarnb~n de aquellos que, en olvidadas lontananzas por donde
)'iI nadie 'liaja, asoman semiffitl'!Tados de las arenas de la interac·
ción social , A \'eCes esa reconstrucción histórica no puede ser nada
más que un ideal pero, cuando es inevitable, hay que proceder a
una historia oonjetw-al. porque incluso un esquema hipotético de
quién ofició quf acción ritual es mejor guía, a efectos de conceptuar
el signiflCildo de los slmboloos, que ool\S~ emes aut05uficien-
tes e independientes de los pnxesos sociales. Excepto para épocas
hi~1.óricas remotas, l:u regla$ para de$enmaraJ'lar símbolos son, en
gl'nenU, el camino real hada un mejor programa de investigación,
Pero la tarea no acaba con la reconstrucción de aquello5 roo-
mentOlli primordiales en que el ritual esplen.dla en toda su parnxtsti-
ca intensidad, Es lKCe$WÍo tmur también la circulación 5CC1.111da-
ria de los slmbolos, ¿Quién usa esos emblemas - incluyendo sus

IJ S
representaciones verbales y otros emblemas-de-emblemas- en otras
situaciones imeraccionales, más allá de la propia concentración del
grupo de pnrticipantes rituales? ¿En qué abanico de situaciones cir-
culan estos símbolos? ¿S<: convierten en objeto de sucesivas conver-
saciones con conocidos, de integración por parte de otros ceremo-
niales públicos, de debate con antagonistas opuestos a esas prácti-
cas rituales? En resumen, hay un primer dominio, propio de los
ri tuales vivos y de Jos sfmbolos que cargan de significación, y un
segundo dominio en el que esos símbolos se circulan en los Rl que
componen las redes sociaJes circundantes, se los tmte como emble-
mas positivos o negativos, o, rcflexivaml.."Ille, como meras noticias,
cotilleos o información rcputacio naJ. Así devienen representacio-
nes de grupos localmente lejanos o ausentes.
Porúhimo, los símbolos pueden también circular ulteriormente
por un tercer orden: que es lo que hacen con ellos los individuos en
sus soledades, cuando se ven libres de la presencia de Jos demás.
¿Llevan los símbolos consigo a lodas partes, física mcmc, o accedcn
a ellos en solilario, como la persona religiosa que viste un emblema
visible o visita un santuario? El nivel de circulación más íntimo está
dentro de la mente individual, cn las conversaciones internas, fan-
tasías que constituyen el pensamiento y el ser interior. El acceso a
este tercer orden de circulación simbólico es aún más ímprobo que
al segundo, pero, puesto que estoy delineando un programa máxi-
mo, un ideal al que deberla tender la sociología de los rituales y de
la vida simbólica, no hay ningún mal en incorporarlo a la liSia, aun-
que sea casi enteramente inalcanzable en el estado actual de nues.
tras investigaciones. Podría dl..'Cirsc que ésta es una sociologfa que
sólo puede soñarse y; de hl..'Cho, comprende una sociología de los
sueños, pues no en vano los sueños se componen de imágenes, inte-
riorizadas o sinteti7.adas a partir de fragmentos Inleriorizados, ex-
traídas de los símbolos que circulan en los Olros dos órdenes de
interacción social y dcl pensamiento que acaece en la mente duran-
te la vigilin. Llevemos nuestnl ambición hasta el final: una sociolo-
gfa plena de la circulación simbólica seria una sociologfa de las vi-
das imcriores de los seres humanos, no menos que de sus vidas
externas. El plan de investigación debe partir de la evidencia dispo-
nible sobre sfmbolos públicos intensamente cargados y avanzar en
la elaboración de hislOrias, cada vez más completas y numerosas,
de su creación y circulación.
Concluiré con un breve ejemplo. En las posuimerlas del siglo xx,
cn los Estados Unidos de América, la cuestión de la posesión de ar-
mas por parte de ciudadanos civiles atrajo considerable atención

136
pública. Ambas partes del debate ~n a las rumas un respdo y
un estatUS especial, Muchos partidarios de su tenencia se conducen
oon ellas de un modo que, de acuerdo con los criterios antes expues-
tots, coincide exa.clalTlCnte C(I11 el que nos harla COIUiderarios objcto$
simbólica5 -:> Jo que es Jo mismo, como pane de un culto a las al"-
ma5-: po!" ejemplo, les asignan lugares destacados en sus hogares y
\'ehlcuJos: colgadas en algUn lugar promin.enle de una pared, en ¡w.
marios arrnen)$ 1) en panoplias. Sus oponentes las tratan igualmente
como algo anonnal, pero I>egilti\'(), como emblemas del mal: no oh$.
tante, MI mismo afán porguardarlas bajo llave, los gatillos amordaza-
dos y fuera del akance de Jos rrtenOf"eS, tien.e como ¿eocto recakar
más aún su car.\ctcr especial y el es tatus distinti\'O dequi.enes pueden
acceder a ellas. No hay duda de que todas esas restricciones y la clau-
sura ffsica de \as armas, en tanto q ue prácticas de seguridad, suelen
estar conscientemente moI.Í\'adas por (lI)/lSideraciones utililarias: pero
a menudo las justificaciones utilitarias encubr= práctica$ simbóli-
cas, a las que no debilitan sino refuerzan.
Mocho se ha did}/) para justificar la lmoocia de annas y para criti-
car esas justificaciones: que es un derecho consagrado por la Constitu·
cIón, que es parte de la herencia litK.'I"taria estao:Iourudeme y OOflMituye
un baJuane frente a la creciente ingerencia dd Estado, que se emplean
pam. el tiro deponh'O Y la can\, y que !iOlI medioosde defensa contra la
delincuencia, un refucr;:o bienvenido !XX las fuerL.aS del bien que lu-
chan contra \as bien armadas fuerzas del mal. La -'OCioIogIa del rirual
00 admite C!ilOS argumentos liternlmenlC. Apane la ino::msistcncia de
los argumentos, y de las prácticas mismas," las razones que se ofrecen
deunaoonducta o práctica \;gente, sobr!, todo en oasiones dedebate y
justificación pública, 00 son explkadones ~ Má$ bien ~
riamos inquirir porqué cien:u pl'nl(lrul$lk.ogan a creen en e!;a$ razones
o, más !»en, en ~ cira.mstancias apelan a ellas. ¿Es porque tales eran
sus CI~ que rr:sohYn:>n que al fm debian ten<.... artnaS o las adqu>-
rieron primero--inducidos poramigos y oonocidos, que ya las poseían,
si las prácticas re/.igiofias sin'Cll aquí de indkio- y se hicieron con sus
juSliflCllciones >.oerbaIes mAs tarde?
Debemos preguntar asim ismo: ¿qut hacen con ellas sus dueflOl5:
es su acti\idad tan in tensamente ritual ista como parn califJCar\05
de miembros de un culto a las annas (o, de h«ho, de di\'enos eul-

ll. Eo un h.d". qUe mucho .. Il......plc\o.ri<. do<.""'" la. cmpkan en "",¡vioJoo:\co.


~ <>dnrwk"'-; J><'" <&n>hitn.,... onuchao __ -'00 oIfIoo .u","",_ J la<
~_~p(Itm ... panter':;li"'do<C:OLLVhnoola.~
Ir"... do< ar¡u ........ _ y 0YI<Ien<U en "',ri¡!>t y lUJoo$i (199-()yCooky ~ (2000~

"7
tos a las armas)? ¿Son las armas el centro de alención de reuniones
grupales que Ir.lllSpiran un estado animioo rompanido? Podemos
in\"CStigar en este caso 105 rituales primarios que aoont~n en las
ferias de armas, en las galerlas de liro Yen las armcrlas y analizar
los aspectos rirualislaS de la caza paralelamente oon los protocolos
y tradiciones peculiares de la acampada masculina. A medio cami-
no en el continuo de la exclusividad y la idenli ficación se situarlan
los parqu es temálicos dedicados a las armas o los ejercicios de fan-
wfa oon pseudo-annas (oomo 105 juegos de gtleml. con arm.as 1lt'U-
málicas qllt' disparall pinlUra). El CullO más fávido a el de los gru-
pos pa... militarC:S y sus maniobrns de gut'mI.
Habremos de a ludiar también la circulación de segundo orden
de símbolos de las armas. Al nivel más banal, ¿cuándo y oon qulbl
habla la gente sobre armas?" La fonna de habla r sobre ellas de
quienes lienen armas. es decir. d e quienes panidpan en liNaJes
primarios enlomo a las annas, ¿t'!> muy distinta de la de quienes no
las pClSt'Cn? En un círculo más externo aun de circulación simbólica
se sitüan los modos y maneras romo los medios infonnati\"os, las
alocuciones de los políticos y. por supuesto. kos medios de entreteni-
miento de masas, difunden I"C¡)fesentaciones emblemátk:as de las
armas,Jo preconcebidas para recittular por los cin::uitos OOI1\"('rsa·

)J. La ""*>'i6n mi-> _íble pon. otw.on-ar una"",,_ _ ~ ......... "" .......
d\ar_un~""bb a ... d i<nu. oacandoocolaci<lrt_comoqufUpodo
........ noca.llarfa .n u.... li"udOn pdicn>sa o cuiI ...-fa - . . para IntImNl... a ""
a11anador dotoaIW>te y ~. El dUcuno _ ooootumbno o .............. en lo
armo:ria ro."""....,. íma¡:irurioot <Ir armas no ~~ muy aJ....iodu <Ir
IassilWocion<o . ..........,K:ao do! propio .... ' o alas orm:u.. Ea< "",,'midc>dnmitloo ..
una r.,.....,do charlaW>rl1a. pon) loo <~ lo tOman rnQ). ... ~ y quid I!lo ~
~ tombitn. v.. h<cho. k> QU< <OÜlI ~ "" . 1"""-'<nido do _ fanIa$la. Al
...... _o<urTe"""Ia~_ .... anno .. prindpoolmmte~ ....
~¡.n f""tQ<ar.
:W. lao annat QU< a.,..--.. en pdkWu y ....... tdc--ioMu puedo: ~
como ~ foalr. do rituaJ.• •~ Tlpiam<nte . el rKW>o() a La. armas .. un

ionnolO ......
~fomdo .... _
mm"" _un
punlo culmi ... nl. do! d ....."" (sin !rnp>t\lU" si <1 ~ ...-..,¡ "" "'II'1do el
<Ir la O <Id mi .. ~), """"",,,ioona ""
y, • ..........do. WI motinlivo do membrnia ImpIlcilOqu< dem;oro.
ca • .,.......,. __ annadoodeloo mrroo<in:unSlaJ1 .... MuI,itud <Ir imoeo!~ .......
,iflno la .xpoolción. 1M,."..... do loo Idevidm..,. y ... .t.<1o. o .......da do~. """'"'
.t nlv<t do ~ ... la -'<dad. La TRl .., ¡:wqunta si la operi<nda ritual do!
entrolmimlmoo tdc-isivo índuot. la ......,.. ~ de r.,.".. ."io>I<no.a: podrIa
........xr QU<'" """,,,,,,Mio rata vet ..-..:endkn. 1oo tircull,. ~ de d n:u1ad6n
>imbOlioca -..,....,. do <XJRVefNdOn p<>pul&r o que \00 niIIOo .-.pr-eom.... ~ en
.... ju.p ......w.tivooo. La .....ut.n . "",0aI parad i n.............. oí. y~ _ clrcu·
b<i(\noImI>lo\iaI ~ 0... a arll<Wano oon el prin>« ord<n do! culto o ........
mu )\ ""•• .,n • • í panlcípacCft eJe . ..1", cond""" . 1... ___ ............. a ......

138
cionaJes inmediatos de quienes las poseen, conformando o refor-
zando los ecos emocionales que sus almas dL'Spiertan en ellos. En
general, es de esperar que la existencia de un discurso publico de
carácterexahado --en la contro\'ersia política a favory en contra de
las rumas- intensifique la división entre las facciones: la oposición
externa fomentará un sentimiento de mcmbresía todavía más fuer-
te en el interior del culto a las armas, quizás conviniendo a algunos
cazadores a la antigua en partidarios más intensamente ritualistas
de las armas como emblemas simbólicos.J.5
Por Ultimo, hay un tercer nivel de circuJación de símbolos; el
uso individual privado y solitario. Algo de esa circulación es obser-
vable en forma de acción ritualista, siempre que se trate de manipu-
lar un objeto físico: mucha gente dedica tiempo a empuñar sus ar-
mas, desmontarlas, limpiarlas y montarlas de nuevo, a mirarlas y
admirarlas. Muchos de los individuos más intensamente aficiona-
dos a las armas dedican buena parte de sus ocios a rellenar muni-
ción; en las ferias de annas las herramientas y repuestos necesarios
par.! recargar vainas vacfas con explosivo y bala ocupan una exten-
sa superficie. Esta práctica no está desprovista de sentido utilitario,
ya que recargar uno mismo los proyectiles es más barato que com-
prarlos nuC\'os, pero las muchas horas que los devotos de las armas
dedican a recargar munición sugiere que se trala de una afilmación
ritualista de su membresía -algo parecido a la oración privada que
el miembro de un culto religioso pronuncia en contacto directo con
alg(an objeto sagrndo, como las cuentas de un rosario, por ejemplo.
En el nivel más íntimo de circulación simbólica intcntarfamos
dL'SCUbrir quién piensa en armas y por medio de convcr.;aciones

cotidian:urlcnte -al margen de las Ntinas del propio culto- contrn otros 5eres huma·
nos: contra o por parte de criminales, contra fanú[iares o conocidos (wxidental o In·
tencionadamerne). "ca,..... de una dJscu~1ón i,,,,:unda orlel agr;>'.. miemo de algiln otro
conflicto. etc. No cabe duda de que estos usos de armas ·de·J;¡·\'ida·reat' son mucho
más caóticos que los ordenados rituales del culto a la.. antllU. Podrla ocurrir que los
diferentes wt..:lmbito. de USO tu,;cmn poco que . f f en!", ~f.
35. AsI fue como. en los EsI:lOOs Unidos de finalc:. del 5ig!o XIX Y comien ZOi del
liigto xx. d movimiento por la temperancia (prohibición del alcohol) robu.tedó kas
identidades wcialeli d e ambas partes y la frontera que las "'JXU'3ba. Según d análisis
de Gusfidd (1%3). el movimiento pruhibicionista fue una o fensiva dirigidaconll'3 el
bar como lugar de: reunión ritual de: los ''aro'''''' inmigrantes. en panicular por pane de
bl:rnco5 proU::;\JUIteo> de origm anglos¡ljóo . o l>Of\"urop:G (lI'.4S P), Nr.Uc:s aUlóctonos y
mujero de el""" alta y ~a . I..¡o imposición de la prohibición fomenló a'U ,""z un
oontn""Kl'VinlicnIO aún mayor en el que I.rt!; {¡""I.... .,!mCM'" con,·iltieron en .,mblema
de 1... pen¡onas deUbel'3d:ur",m., modernas. juvenil"" y Uberadas sexualmen le. En ..".
sumen, Jo. man:ado",s ~imb61 icos atra';r:san un desarroUo hislórico que ~tlI COI'1fOl'
mado tan to po~ SI.I.'j pankipanu:s como pOf' SUli wnfIk1OS.

139
imenores o situaciones imaginarias de qué estofa. ¿En qué CRI se
incardinan estas ocasiones<ogitaciones? Y, ¿qué consecuencias tie-
Den tales pensamientos internos y tales escenarios de ensueño? ¿En
quiénes, en qué tipos de CRI las rum.as permanecen inofensivas en
su interior y en qué otras cadenas de interacciones intcrnas ye.'!:ter-
nas los s[mbolos de las armas resurgen yentran en acción? Un caso
extremo serian las tristes y obsesivas lucubraciones que llevan a un
adolescente a comparecer en su instituto armado para vengar un
agravio, poniendo en práctica acciones previamente ejercitadas en
la galeriu de tiro.
Estas cuestiones son dificiles de investigar pero, desde la pers-
pectiva de la TRI, no imposibles. Los pensamientos se ¡nteriorizan
a panir de los sfmbolos de rituales de primer y segundo orden y su
carga de EE procede de cuanto va acaeclendo, un momento Iras
otro, en el correr de la cadena que constituye una personalidad in-
dividual. Una sociología del pensamiento no es más que otro de los
problemas -bien que particulannente dificultoso-- que constitu-
yen una soclologfa de las CRI.
Casi toda la experiencia simbólica de la vida cotidiana es menos
dramática que los ejemplos esbozados, pero nuestra meta se man-
tiene siempre Idéntica: que el análisis de la dinámica de los RI ocu·
pe siempre el centro de atención, sea ésta expcditamente observa-
ble o debamos reconstruirla a panirde cua1esquiera indicios dispo-
nibles. As! lo haremos luego --con los ejemplos de la formación de
símbolos sexuales en el capitulo sexto y de sfmbolos del tabaco en el
octavo- y podremos observar la creación de prácticas simbólicas,
su auge y su decadencia.

140
CAPITULO 3

LA ENERCIA EMOCIONAL y LAS EMOCIONES


TRANSITORIAS

i...al>~ son ingredientes y resultados ct.'IItralesde Ios RJ Y


ha llegado el momentO de tló1Udiarlas en detalle, lo que oos aportani,
"ntre otros beneficios, otorgar el relK:..-e que men:oe a la contribución
de la socio\ogfa de las "mociones a la trona macro-sociológica. Si-
gujendo una via algo sinuosa, veTemos cómo una penpecth'a '"roo-
ciooaJista' de Ja JT1aCro-I:$tTUCI\lI'a y, poroonsiguiente, de la pookión
de los indi ..klOOI' en ella, proporciona pistas que l'IOIl conducirán has-
ta una trona sociológica de las diferellCias de personalidad
Las emociones ocupan, implícitamente, una posición Ct"'I,JoCial en
la teoría sociológica &"neraI. Cuanto m:l.$ IlO!I e:sfort.arnO:S por que
los conceptos sociológicos sean ernpfricos y prttisos, más ~teme
resulla lo mucho que muchos,j" 10& más importantes hunden sus
cimientos en procesos emociooalcs. Durkhcim planteó la cuestión
IXntrnl de la socio\ogfa: ¿qu~ mamiene unida a una sociedad? Su
respuesta son los mecanismotl que producen !iOIidaridad moral, que,
como heargumentado antes, Johacen focaHzando, intensiftcando y
transformando emociones. La sociología de Parsons --<jue adoptó
diado más r"';ficado y mc:llO$ agenclal de Durkheim- fonmuó el
aq¡umento en ttrminos equi\'llientcs: lo que mantiene unida a una
sociedad SQn sus \'lli~; pero los ..alores, en tanto en cuanlO exis-
tan -y dejando por ahora abierta la cuestión de hasta qué punto y
en qué clrc:t.lnstancias se los compw1e--, son cogniciones embebi-
da!¡ de emoción. En el área de la leona sociológica del conflicto,los
conceptos centrales de Weber también implican emoción: la legiti-
nUdad que subyace al poder estable, la escala ordinal de los grupos
de e5U1tusque impregna de estratificación la .ida cotidiana entera,
\a.o¡ COSJnO\~siones rc:llgi()Sa.l; que CQnfonnaron la mou\-..ción <k al-
gunos de los periodos cruciales de la evolución económica, etc.

141
Cuando intentamos operacionalizar estos conceptos en télminos
de variables observables resulta innegable que se trata de tipos con-
cretos de emociones. Marx y EngcJs son qUi7.á quienes más alejados
estuvieron de pretender teorizar procesos emocionales: cn su análi-
sis todo es estructuraJ (incluso la alienación, que parn Marx es una
relación ontológica., no psicológjca.); pero es evidente que en el aná-
lisis marxiano de la moviü7..¡¡ción y el conflicto de clases las emocio-
nes deben jugar algún papel -ya sea la desconfianza mUlua cntre
clases fragmentadas que les impide moviliza.rse unidas, ya la solida-
ridad de las clases dominantes, que las clases oprimidas adquieren
sólo en situaciones revolucionarias. En este aspecto, la teorla dd
conflicto de Marx y Engcls se asemeja a lo que serla una versión
dinámica de las tesis de Durkheim,
Asf pues, la sociología de las emociones es reboante paro las cues-
tiones centrales de la sociología. Lo que cohcsiona a un., sociedad---el
'cemento' de la solidaridad- y lo que mue...e a conllicto-la energía de
los grupos movilizados- son las emociones; y también la estrntifica-
ción se sustenta en ellas --en los sentimientos jerárquicos. sean de
dominancia, servilismo, resentimiento, etc.- Si explicamos qué con-
diciones hacen que la gente sienta tales o cuaJes tipos de emociones
habremos aportado WUl parte sustancial de una lcoria sociológica fun-
damental, Esa leona ha de contener. por descontado, una componente
estructural y otra cognitiva, pero la dimensión emocional le añade algo
esencial para WUl teoria realista, su dinámica.!
Las teorías sociológicas clásicas tienen en cuenta implfcitamente
las emociones, pero no sueJen referirse a éstas explfcitamente debido
a la primada que en ellas tiene lo macro o, cuando menos, a su prefe-
rencia por tratar la "ida social a un considerable nivel de agregación
y abstracción -hablan de entes llamados 1egitimidad' o '"al ores' que
levitan en alguna parte de un cielo conceptual situado por encima de
la gente real que vive situaciones corrienles. Pero si nos comprome-
temos con una traducción micro de la sociología - no una reducción
a lo micro, sino una fundamentación de los conceplos macro en inte-
racciones reales que transcurren en las macro-dimensiones del espa-
cio y el tiempo-- no podemos obviar la importancia de los procesos
emocionales, En otras p..,]abras, el rédito que la traducción micro de
los conceplOS macro rinde es la emoción.

l . Donde e$!e desarrollo ha sido rllob r:xp!k:j!O r:$ m lo.s esfuerzos de la IcQl'Ía Ik 10$
mo\'imienlos soclale!i por in<:OlJlOl'lll']"" emociol1C'5 a ~ explio;acionco (Jll5per t 997;
Good....i n. JMpery PoIleta 200 t ).

142
La mayor1a de las teorías micro no ha destacado este aspecto,
por 10 general. Mead y el internccioni$mo simbólico subrayan lo
procesual, lo emergente y la cognición; Schutz y La fenomcno1ogla
deslaCallla rutina y la cognición: la teoría del inten:am!,;o acentúa
su ~nf:lSis en las conductas y sus nendimientos; la teorla de los esta-
do.. de expectativa iI\$iste tambitn en la cognición. Las emociones
t'$Un presentes en todas estas teorías, sin duda, pero no iIOfI ele-
mento central de ninguna !k ellas.' De atTo lado, e'!itá el flOlt<;iente
campo de La socioIog:Ia de las emociones, considerado hasta fechas
recientes como un enclave especi.alizado si n relación con las cues-
tiones básicas de la 5OCiologfa.' p~ no hay que su tilizar mucho a
algunas de las sociologías micro más sobresalientt'$ para que COITO-
barcn que La micro-dinámica central !k las emociones es un proce-
$O social - y de tal naturakza que nos servirá para desentra1\:u-las
cue:niones macr(l$(lCiológicas arriba mencionadas.
Una de estas teorías es la etnometodología de Garflnkel. A prime-
ra vista, parece enfocada a otro n;"'t'I: su inte~ poi" la construcción
de la ""a1idad ordinaria y su profusa utilización de abstnocciones fe-
nomenológicas hacen que parezca una teoría esenciall1X'11te cogniti-
\"a. CiooouTel (197 J ) llegó incluso a denominar a SU \"tT.!ión particul3l"
'SocioIogCa Cognitiva'. f>esc, a todo, erro que la emoción está en el
núcleo mismo de la ctnometodolog1a. La más importante aportación
de Garfinkel fue Il1OI'itrar que los ~res humanos disponcrnos de capa·
cidades cognitivas intrínsecamente limitadas y que conslrUimos el
orden 50ciaI ordinario uSlUldo sistemáticamente prácticas que flO(5

l. Nn"'n' •. _t..a,,-\tT y Th)'e (1999). dondt. .. ~ un nv>dtIu qut I'C"


m[.. ;"oqrv"'~ enla_d<[ i n""""mb;oraclonal . ~~otU .
pan un lupr om,no] en 10 T _ d<J ConIJd Mect!vo (A/f«1 C-tI'Dl11too<ory ~ pero
~ ... loODl>&lclmouna _ _ IoJ""""'d.Ia~delal<rnQd(¡.

...... oouna _.......,.¡ de la _....:-IaI • nr.d mIcro(ooobota" .... _ _ M""KI ...


DO<> ' _). V_1ambib> la nota 4.
3. Ea ... }11 " " . . MI. U. Im..,.'ipcIón do 1M anocioDco "" _ _.udo • abordar
r<den'<n'Ia'I1< ",,_..-ionao ~ (".¡J, Borbalco 1'1911). s.a.I!n: loo pro.
. . - - d< l..-iptIón ... ooocloIocIo de Iaa em<JC_..- Kernper ( [9\lO). Entn.
las u.Iiciooa dislad de 1000 d<nciao 0<ICiaJa.1o ...- fm>d¡""" .. lo que nW .., ha
ocupado d< \ao ~ 0l1J>'IU" un "f'O<lU van COl" al .,""""" de lo ooc>oIo¡pa.
,,",oobodec:. .., par!< • _ F...,d der+... Iao......,.,_ d.* pub ....... --en el cap.
!uIo 6 ~ ...... ..,..0I controrio. Jo hlpOttsb_a . 1n lo pum.. . .... ~
01,..........,
de m\'OSlipcl(.ln nW p¡.uoiblt. y ....... ".,.,..,.que"" mAs pm-a'M>de ~
1o. ...... Mad EnWlIO _ _ ,,-..,considtTw.l'roudun~mkro,\o
fuo <1< \ao oituac_ f.omU ...... <iurotu< la prirn<n. inhnl;a Mi.,........ "'u _ P<'"
der.- .~ mAs oobre ..... rnlunao oIruaclon<t ~. ''''~ d< la 1m..
de loo RI con ..... con'.m~ la ,'Ida adulta que mirando lo >id;, oduI .... . !raWo del
oIl;<tIvo <1< lo. prim<nolnbnda.

143
pe!miten evitar reconocer cuán arbitrario es el orden sociaJ que cfec-
th'aJllente confeccionamos. Mantenemos nuestras convenciones no
porque creamos en ellas. sino porque evitamos. aplicndamente. po-
ncrlas en entredicho. Garfinkcllo demostró con sus experimentos de
ruptura. en los que poma a personas en situaciones donde se \'efan
obligados a rL'COnocer la indicialidad y la reOexividad de éstas (es
decir, que estaban basadas en la asunción tácita del significado con-
textua! de las cosas; y que el intento dejustificar las propias interpre-
taciones conduce a una regresión infinita). Es interesante que las
reacciones de sus sujetos experimentales fuesen siempre intensamente
pasionales: los accesos emocionales fuenes de nerviosismo. inquie-
tud. agitación. muestras de ansiedad y. a veces, conmoción eran freo
cuentes (Garfinkel 1967: 44. 221-226). En ocasiones. al calar que se
les había puesto en una situación en la que habían construido una
realidad que luego habían descubierto que CTll ilusoria. respondían
con tristeza, perplejidad o ira. En una palabra, cuando se ve obligada
a reconocer que, tácitamente, construye sus mundos socia1es, y que
no lo hace simplemente reaccionando a un mundo que está objetiva-
mente ahI, sino de manera convencional y arbiu-aria, la gente expre-
sa emociones intensamente negativas.
Los experimentos de ruptura de Garfinkel r'e\'elan un mundo
muy durkheimiano: el objeta sagrado es aquf la realidad social con·
vencional; al profanarla. las experimentos provocan efcctos idénti-
cos a los que tendrla la trasgresión de un tabú ritual en un tribeño,
un sacrilegio contra la Biblia en un cristiana o una ofensa a la ban-
dera en un patriota. Según la teoria de Durkheim. a los objetos sa-
grados los arropan sentimientos morrucs ycuando alguien los afrenta
ese sentimiento posith'O de solidaridad moral se toma negativo. se
transfolTlla enjusta ira dirigida contra el malhechor. Lo mismoocu·
rre en los experimentos de Garfinkcl: quien transgrede las conven-
ciones cognitivas cotidianas cscandaJiza. La estrategia de Garfinkcl
es para1c1a a la de Durkheim: n.'velar las condiciones que sustentan
un hecho social empleando como man:ador el rechaza que se des-
ata cuando se las niega. Durkheim se ocupó del suicidio y el crimen
como procedimiento para destaQr por contraste la solidaridad so-
cia!, que es su opuesto; Garfinkel amplió ese método a la construc·
ción de la realidad como un todo. No debe inducirnos a engano que
la etnometodologfa no se ocupe explfcitamente de las emociones.
La construcció n de realidad social en la vida diaria es un proceso
emociona.! y cuando esa realidad se fructura las emociones que la
sostienen se manifiestan con tremenda intensidad. GarfinkcJ pro-
bó, además. que las ¡¡mites de la cognición humana imposibilitan

144
que el orden social pueda funda mentarse en un acucrdo racional
consciente. En el contexto de su critica al utilitarismo, Durkheim
(l893fI964) sostu\'O lo mismo.
Pero si lo que manliene unida una sociedad no es la cognición,
¿qué es? Garfinkel nunca deja el nivel de las prácticas cognitivas (que
toma principalmente de Schutz), por más que se lrnte de una pecu.
liar fonna de cognición: práeticas cognitivas para salir del paso sin
demasiada cognición. La etnometodologfa parece insinuar la exis-
tencia, subyacente al orden social, de un misterioso factor X que la
noción misma de indicialidad nos impedirla explorar. PCTO acepte-
mos gentilmente el reto: vayamos ~ allá del plano cognitivo y ad-
mitamos que el factor X es la emoción.
La TRI nos facilita una imagen de la máxima resolución de cómo
el proceso de interacción trnnsfonna las emociones: los RJ se inician
a partir de ingredientes emocionales (emociones de toda laya) que
intensifican mediante el enardecimiento colectivo que Durlrnd m
denominó 'efervescencia colectiva' y resultan en otros tipos de emo-
ciones (principalmcnlc. solidaridad moral, pero también. t:n algunos
casos, emociones agresivas como la im). Esto nos pennite dictami-
nar que el flujo de emociones que atra ...icsa las situaciones es factor
crucial de las concxlones micro-a·micro cuya concatenación resuha
en la cooJcscenciade pautas macro. El más importante deesos patro-
nes de CRJ es el que, desde una óptica macro, aparece como estratifi-
cación, El orden social se manufactum en el nh'el micro; o sea, por
todas panes: en situaciones transitorias y grupos locuJes que pueden
estar estratificados, o no, en ténninos de clase, etnia o género, o divi-
didos cntre sí de algún otro modo -vesfculas de solidaridad moral
que los RI producen de forma variable y discontinua a lo largo y
ancho de un..1 población. Si ahora 5(,.'gllimos a los cuerpos humanos
individuales que se dcspla7.an de un encuentro a otro, observaremos
que la historia de sus encadenamientos -que los sociólogos denomi·
nan, convcncionalmente, posiciones e.n la estructura social- cursa
en fonna de emociones, y de cogniciones CI1fl;Udas emocionalmente,
que serán los ingredientes del encuentro subsiguiente: y que la opera-
ción de los R1 intensifica, transforma o menoscaba esos ingredientes
emocionales de tal modo y manera que los cuerpos humanos dejan
atrás la situación repostados de unos efectos emocionales que, a su
vez, predisponen qué haya de ocunircn sus próximas situaciones,· A

.:l. En ""le punto la Tooria del CQntro] Afectivo l'f'Opue>tóI p:>r UciSc (1979, t987) y
Smith-l.o\i n (1990) 5" aline<I hombro ron hombro ron la loona de las CRI -que ofrea:
un modelo má& elaborado del p~ sltuacional .. n si. La Tt:Orla del Conlro1 Af«llm

145
INDICE

PROI!MJO. Una sociología radical de las cadenas de rituales


de intenloC:Ción, por hUln Manud Inmw.. VII

Prefacio
Agradecimientos ............................. ............................................ .
"
PAII:TE I'lUMERA
MICROSOCIOLOOlA RADICAL

"11

de la teorfa de Jo.; interacción ..................... 54


La me.-anc:1.a de ],os ritual"" de interacción p;ora la teoI1It
MXI<»ógica general.. ........................................... 63
1,1 .e'u, b ,""ra,ifica"i,;" ,,,,,ial l' fum"r ,,'" Lr,', fenómeno•• 00-i,les
muy ,¡¡f<'rente,. res~ .1 lu ,'uJI d "..-i<,>I"I:' 1 It",d,1I C"lIim ,os[iene
'1"" ,,<> "iltI ,·,L." sin" 1" m.WM'.\ de I,,~ .l\pCC"" de nue1M"> "iUd'
'" "H'n,," i",)'u1.."¡,,, p"r unJ lucua c(lnni,,: 1,,, rifU.,1~5 de
imeLle-á'''' C,dm,¡, de rJllt .. h'l d" "u,',-,."",,,, e, u,,,, ~r~n obra
d" ,,-,m.' ",(i"lo~ic-" que ¡mt'm., c!e",rnoll"r un,\ ·mi"n",,,.inl,,~f,,
r.,,[i, ,¡j'. ¡\ flrm" que !t" ri tu"lc, dic.,e,·'. ,,,1.-"';\,, d~ er,·OI· >;",1,,)1<),
,k 1',·n"""",,i., ~nl p.ll > ;" lunden ~"cr~j" "",,"c'i, ,,,al en 'u. part icip.ll L10S,
mL"IU'·.1> <ju,·I,,, r;tuale, blli,h" 1" tI,.{'n;lI'- T"J", flu;mo, de un.l
,"u.,.:;"". ot ... \ J{r.lÍdos 1'''''1." ;mer.,"";,,,,," '1"" [H)' "in'cen m.l\'i>r
he",·f;,-;" """ >ei"n,,1. ,\.\01" nm"!n' ,-.'pi',11 ,i ,,,h,;1'w.
l'cn'.lmie",,, s,' e"pli"" wrn<> i II"-r;\H"I,,,-i,-.., de convc""óolles
I h,,~ el l'rop,,,

hahid" en el cursod~ IJ, ,i{u"c;"n,,, \' d~ "h, 'lue el scr indi,·idu.lI


[C',uh,> {oul,' eOn!i[luJn1l'nte C,,,,,{ru;d,, d~ l\lcr~ .,len",,_
1,.1 pri",n.l p.n,' de C",I",,,,¡ á,· >'<Ir",I,·; d,- ",¡aMÓ"" se lusa
en 1,,, ~n,;li,i> disien, d,- Durkh"im, \k~d, Gulfmdn,' en
b ;"vc"i;;.,.:i"" mier",,,,:i,,I,;;;ie,' ,obre ,'on" .. ,,~e;on<·s. r;, ",os
,-mp"",I,> •. emociones ~' cre.lti, idad i m,·k'~,u,1. 1.., \c¡:ulld, p.ne
di,,,,,,,' b.l",l 'lue pumo las c.,J~nJ> .tl· ruu.'Ic, dc i",~r.ccio"
"",ti """"n .,([;viJ"k~ ~'''''{> d '""", IUmor ,> b t'''''~lific~ción 50C;.,1.
1',\1' e¡""'l'lú. J",crihe 1", ri, u.,le, de i ro{",."~ci,,n cro qu~ consiste
cu.11'1,,;er ,iro de rdac;ún 'e~u.,I-dc-,J,· {""ur,,' <1" lo [11~nU p.'\5""d,,
1'<>,. la ",",,,,,.h,,(,;,,,, ¡,,\_"O l.l l11"O'U{UC"'" .11 ,iemp" que ohord.'
", II.lIIJr.,lcz:\ e"",ci()"ol \' ,i",h,;li~.1_ I',,,~ lih", "" ,ólo concem;r.¡
~ I',i,-,;I"~,,,, ,,,,,i,ilo);<>$ y ~"""I'''h.~",. ,in" ,.1",hién ,,1m ;m,·res.1e1os
,'" c,""p'" t.ln d,,'erso, ~"n,,-' l., ,""",Ii.!.,,1 h",,,.\n.,.I,,, e",u'¡ios
rdi¡;i"""" I.,tcori" de l., li{orJtur.,_

K¡\r>.! /Al.i CULLl:-.lS e' p" >fe),.r .1" ~"" ",I,,~ia en l. U ni'-cr,id.,d
,k [\-""",1 "an;.,. b .Hllnr de ""ce lilir",> "mr,' 1,,, 'IOC d,'\,~~a
.\'" ,,,I"g/:~ <f,' la. fil",Q(i.1>, en" leon.., gl<,I,.,1 del (,¡ml",.
III¡"I", 1"''' (200;1.

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