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AMOR PROPIO

Esa delgada línea entre el ego y el autoestima no es fácil de distinguir. Las lecciones que
aprendemos a lo largo de la vida nos enseñan a moldear cuándo tenemos que poner
nuestras necesidades como prioridad y cuándo es importante ser humilde y entregar a
otros lo mejor que tenemos.

El amor propio es el resultado de un proceso de crecimiento y autoconocimiento en


el cual aprendemos a respetarnos como individuos, a pesar de los defectos y
reforzando nuestras virtudes.
Cada día se presentan situaciones que nos ponen a prueba esta capacidad de amarnos a
nosotros mismos: enfrentamientos con familiares, hijos o pareja, nuevos retos laborales,
limitaciones sociales, la adversidad. Pero con la misma frecuencia se presentan
oportunidades de conocer de qué material estamos hechos. Poco a poco podemos ir
cultivando la raíz de donde brota el amor propio.

1) Confianza: si sabemos de lo que somos capaces y cuales son nuestras fortalezas es


más sencillo emprender actividades que nos den confianza para lograr resultados exitosos.
Tener talento para relacionarse, habilidad para la comunicación, capacidad para
organizar, destrezas para hacer esquemas y cumplir objetivos a tiempo van señalando
algunos rasgos de la personalidad que debemos desarrollar para afianzar la confianza en
sí mismos. No está mal decirnos de vez en cuando: “soy bueno o talentosa para esto y
puedo hacer la diferencia”.
2) Honestidad y expectativas: así como es importante descubrir las fortalezas
individuales también hay que ser honestos cuando detectamos áreas en las que no somos
tan buenos. Reconocer las limitaciones de cada quien abre la posibilidad de mejorarlas.
Pero hay que ser honestos para poder fijar expectativas reales ante un reto. De esta manera
podremos madurar para asumir las decepciones o los fracasos que se crucen en el camino.
3) Exigente pero respetuoso: una cosa es exigirse a uno mismo altos estándares de
calidad y otra muy distinta es latigarse por fallar, incluso en aquellos casos donde
intervienen factores externos que no podemos controlar. Son muchos los elementos que
influyen en el éxito de un objetivo y sin duda uno de ellos es el compromiso personal con
una meta, pero no siempre podemos asumir la responsabilidad total de un problema.
Quererse también implica respetarse a pesar de las limitaciones.
4) Disfrutar de las pequeñas cosas: el placer se manifiesta de muchas formas y cada
quien lo experimenta en cosas distintas. Comer un helado, ver una película, caminar,
correr, quedarse en casa con la familia. El disfrute es necesario para mantener el equilibrio
entre el amor por uno mismo y lo que entregas al entorno. Para algunos dar es sinónimo
de amor, así que tratemos de recibir también la satisfacción de regalarnos tiempo de
calidad individual, sin culpas ni remordimientos.

5) Perdonar: es tan frecuente la alegría como la tristeza en cada acción cotidiana. Pero
es importante no quedarnos amarrados a sentimientos que suelen hacernos más daño a
nosotros mismos que a la persona que lo produjo. Perdonar no tiene que ver sólo con un
acto de bondad hacia el prójimo, el perdón es la capacidad de seguir adelante y avanzar
en nuestras vidas como individuos. Saber perdonar es entender que nadie es infalible y
aunque sentimos que ese daño nos afecta profundamente, en cualquier vuelta de la vida
podríamos estar en una posición en la cual necesitemos el perdón de otra persona.

Nadie tiene la responsabilidad de completar lo que nos falta. Nos corresponde a


nosotros encontrarnos y actuar conforme a lo que nos sucede en nuestro interior. Debemos
promulgar los mismos valores que sentimos como propios y trabajar por escucharnos y
fomentar nuestra autoestima.
Solo de esta manera generaremos relaciones saludables a través de las cuales lograremos ser
personas que aman de verdad y que son amadas sin dependencias. Es decir, solo si nos
queremos y nos valoramos podremos forjar una unión vigorosa que no someta y que
no sea sometid

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