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Los factores humanos de la cubanidad*

Fernando Ortiz **

En este tema, los factores humanos de tas, historiadores y geógrafos prehitlerianos


Perfiles D E L A C U L T U R A C U B A N A
la cubanidad, hay dos elementos focales y acerca de si la Isla de Pinos era o no parte in-
uno de referencia: la cubanidad, lo humano y tegrante de Cuba, y de si procedía una decla-
su relación. Tal parece, pues, en buena lógi- ración de Anchluss por parte de una potencia
ca, que primero habría que definir la cubani- vecina, para proteger una minoría irredenta
dad y lo humano, para después poder trazar de sudeten subfloridanos.
la relación de correspondencia entre ambos Acaso nos aproximemos al concepto de
términos. Acaso esto no sea una tarea fácil. la cubanidad reconociendo que Cuba es a la
Sería ocioso entretenernos en definir lo hu- vez una tierra y un pueblo, y que lo cubano
mano, pero parece indispensable tener una es lo propio de este país y de su gente. Decir
idea previa de lo que se ha de entender por esto podrá satisfacer a muchos, pero nada
cubanidad. puede cuando se aspira a la clasificación so-
¿Qué es la cubanidad? Parece sencilla la ciológica, psicológica o etnográfica de lo cu-
respuesta. Cubanidad es “la calidad de lo cu- bano y de la cubanidad.
bano”, o sea, su manera de ser, su carác- Distingamos ahora cubanidad de cubanis-
ter, su índole, su condición distintiva, su in- mo. El cubanismo, en sentido estricto, es el
dividuación dentro de lo universal. Muy bien. giro o modo de hablar propio de los cubanos.
Esto es en lo abstracto del lenguaje. Pero va- Por ejemplo, pedir frutabomba en un restau-
mos a lo concreto. Si la cubanidad es la pe- rant de Nueva York, como yo he oído, es un
culiaridad adjetiva de un sustantivo humano, cubanismo tan auténtico como alarmante. En
¿qué es lo cubano? sentido más amplio, cubanismo es todo ca-
Aquí nos encontramos fácilmente con un rácter propio de los cubanos, aun fuera de su
elemento objetivo que nos sirve de base: lenguaje. Aparecerse en Washington, como yo
Cuba, es decir, un lugar. No es que Cuba sea he visto, llevando un cocomacaco en la dies-
para todos un concepto igual. Nuestro com- tra es un cubanismo tan genuino como imper-
petente profesor de geografía nos decía la donable. Cubanismo será también la tenden-
otra tarde que Cuba es una isla; pero tam- cia o afición a imitar lo cubano, a quererlo o
bién dijo, con igual exactitud, que Cuba es a servirlo. Un anglosajón puede experimentar
un archipiélago, es decir, un conjunto de mu- cubanismo y sentirse cubanista, sin que por
chas islas, de centenares de ellas, algunas eso adquiera la genialidad de Cervantes ni la
de las cuales son mayores que otras, cuyos cubanidad, ni el estilo cubano ni el cervanti-
nombres han resonado en la historia. Ade- no. La cubanidad no puede entenderse como
más, Cuba es no solo una isla o un archipié- una tendencia ni como un rasgo, sino, dicién-
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lago. Es también una expresión de sentido dolo a la moda presente, como un complejo
internacional que no siempre ha sido acepta- de condición o calidad, como una específica
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da como coincidente con su sentido geográ- cualidad de cubano.


fico. Recordemos que aún hace pocos lustros Dando por definitivo el concepto de Cuba
era muy sostenida una discusión por estadis- y ciñéndonos aquí a lo humano, ¿quién será

* Fragmento de la conferencia leída por Ortiz en la Universidad de La Habana. Este trabajo forma parte de un ciclo
impartido por distintos especialistas —entre ellos don Fernando— sobre los aspectos significativos del concepto
de “cubanidad”, 28 de noviembre, en Revista Bimestre Cubana, La Habana, no. 3, marzo-abril de 1949, vol. XlV, pp.
161-186. En Medardo Vitier, Del ensayo americano, México, Fondo de Cultura Económica, 1945.
** (1881-1969) Etnólogo. lingüista, abogado, traductor, figura imprescindible en la investigación del folklore afrocubano.

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característica, inequívoca y plenamente cu- nes del cubano han variado tanto según las
bano? Hay varias maneras de ser cubano en épocas y las diversas fluencias etnogénicas,
lenguaje general y corriente: por residencia, y según las circunstancias económicas que
por nacionalidad, por nacimiento. Se es cu- lo han movido e inspirado, que apariencias
bano por formar parte de este núcleo huma- muy ostensibles, un tiempo apreciadas como
no que se llama pueblo o sociedad de Cuba. típicas, pocos lustros después se abandonan
Pero, ¿será físicamente característica esa cu- como insignificantes. Y porque rasgos muy
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banidad reconocida a quien habita en Cuba? marcados en el pueblo cubano no son ex-
No, porque en Cuba hay mucho habitante clusivos de este, sino que aparecen en pue-
que es extranjero. Se es cubano por tener blos de ancestralidad semejante, y hasta en
la ciudadanía del Estado que se denomina aquellos de razas distintas pero de análoga
Cuba; pero ¿será plena y típicamente carac- fermentación social. Al fin, hay que convenir
terística la cubanidad del ciudadanizado en en que, al menos por ahora, la cubanidad no
Cuba? No, porque aquí tenemos una ciuda- puede definirse sino vagamente como una
danía demasiado allegadiza, como ese bello relación de pertenencia a Cuba. Pero ¿cuál es
color tostado pero superficial que las belle- esa relación?
zas nórdicas vienen a ganarse en Cuba con Ya dijimos que la cubanidad no puede de-
las quemantes caricias de nuestro sol; ciuda- pender simplemente de la tierra cubana don-
danía más camisa que pellejo; ciudadanía de de se nació ni de la ciudadanía política que
“llega y pon”, como diría nuestro lenguaje se goza. [...] Y a veces se sufre. En la cuba-
popular; y conciudadanos hay en los cuales nidad hay algo más que un metro de tierra
su cubanidad apenas sobrepasa los bordes mojado por el primer lloro de un recién na-
de su carta oficial y se esconde solapada en cido, algo más que unas pulgadas de papel
el mismo bolsillo de sus dineros. blanco marcadas con sellos y garabatos sim-
¿Será cubano el nacido en Cuba? En un bólicos de una autoridad que reconoce una
sentido primario y estricto, pero con grandes vinculación oficial, verdadera o supositiva. La
reservas. Porque no son pocos los nacidos cubanidad no la da el engendro; no hay una
en Cuba que se han dispersado luego por raza cubana. Y raza pura no hay ninguna. La
otras tierras, adquirido costumbres y mane- raza, al fin, no es sino un estado civil firma-
ras exóticas y no tienen de cubano más que do por autoridades antropológicas; pero ese
el accidente de haber visto el primer sol en estado racial suele ser tan convencional y ar-
Cuba, ni siquiera el reconocimiento de su pa- bitrario, y a veces tan cambiadizo, como lo
tria nativa. Porque no son escasos los cuba- es el estado civil que adscribe los hombres
nos, ciudadanos o no, que, nacidos allende a tal o cual nacionalidad. La cubanidad para
los mares, han crecido y formado sus per- el individuo no está en la sangre, ni en el
sonalidades aquí, en el pueblo cubano, se papel ni en la habitación. La cubanidad es
han integrado en su masa y son indistingui- principalmente la peculiar calidad de una cul-
bles de los nativos; son ya cubanos o como tura, la de Cuba. Dicho en términos corrien-
cubanos, más cubanos que otros, que solo tes, la cubanidad es condición del alma, es
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son tales por su cuna o por su carta. Son complejo de sentimientos, ideas y actitudes.
aquellos, como el folklore expresa, que están Pero todavía hay una cubanidad más plena,
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aplatanados. Porque aun entre nosotros los diríase que sale de la entraña patria y nos
nativos de Cuba, entre nosotros los indíge- envuelve y penetra como el vaho de creación
nas cubanos, así los de antaño como los de que brota de nuestra Madre Tierra después
hogaño, hay tal variedad de maneras, carac- de fecundada por la lluvia que le manda el
teres, temperamentos y figuras que toda in- Padre Sol; algo que nos languidece al amor
dividuación de la cubanidad y de su tipismo de nuestras brisas y nos arrebata al vértigo
es tarea harto insegura. Porque las expresio- de nuestros huracanes; algo que nos atrae y

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nos enamora como hembra que es para no- estudiar un intrincadísimo complejo de ele-
sotros a la vez una y trina: madre, esposa e mentos emocionales, intelectuales y voliti-
hija. Misterio de trinidad cubana, que de ella vos. No solo en las manifestaciones de las
nacimos, a ella nos damos, a ella poseemos individualidades destacadas en la vida cuba-
y en ella hemos de sobrevivir. na por la relevancia de sus personalidades,
Hay algo inefable que completa la cuba- sino también en todas las sedimentaciones,
nidad del nacimiento, de la nación, de la en las cumbres, en las laderas, en los valles,
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convivencia y aun de la cultura. Hay cuba- en las sabanas y hasta en las ciénagas. Toda
nos que, aun siéndolo con tales razones, no cultura es esencialmente un hecho social. No
quieren ser cubanos y hasta se avergüenzan solo en los planos de la vida actual, sino en
y reniegan de serlo. En estos la cubanidad los de su advenimiento histórico y en los de
carece de plenitud, está castrada. No basta su devenimiento previsible. Toda cultura es
para la cubanidad tener en Cuba la cuna, la dinámica. Y no solo en su transplantación
nación, la vida y el porte; aún falta tener la desde múltiples ambientes extraños al sin-
conciencia. La cubanidad plena no consiste gular de Cuba, sino en sus transformaciones
meramente en ser cubano por cualquiera de locales. Toda cultura es creadora: toda cul-
las contingencias ambientales que han ro- tura es creadora, dinámica y social. Así es la
deado la personalidad individual y le han for- de Cuba, aun cuando no se hayan definido
jado sus condiciones; son precisas también bien sus expresiones características. Por esto
la conciencia de ser cubano y la voluntad es inevitable entender el tema de esta diser-
de quererlo ser. Acaso convendría inventar tación como un concepto vital de fluencia
o introducir en nuestro lenguaje una palabra constante; no como una realidad sintética ya
original que sin antecedentes roces impuros formada y conocida, sino como la experien-
pudiera expresar esa plenitud de identifica- cia de los muchos elementos humanos que a
ción consciente y ética con lo cubano. Aquel esta tierra llamada Cuba han venido y siguen
genial español, tan dominador del lengua- viniendo en carne o en vida para fundirse en
je y sensible a las necesidades del espíri- su pueblo y codeterminar su cultura.
tu, que se llamó Miguel de Unamuno, pensó Se ha dicho repetidamente que Cuba es
que de la misma manera que en el hombre un crisol de elementos humanos. Tal com-
habría que distinguir su humanidad, condi- paración se aplica a nuestra patria como a
ción genérica e involuntaria de su persona, las demás naciones de América. Pero acaso
de lo que es en él su hombría, condición es- pueda presentarse otra metáfora más preci-
pecífica y responsable de su individualidad, sa, más comprensiva y más apropiada para
así en el campo de las realidades de España un auditorio cubano, ya que en Cuba no hay
convenía diferenciar los conceptos de la his- fundiciones en crisoles, fuera de las modestí-
panidad y de la hispanía. Pienso que para simas de algunos artesanos. Hagamos mejor
nosotros los cubanos nos habría de conve- un símil cubano, un cubanismo metafórico, y
nir la distinción de la cubanidad, condición nos entenderemos mejor, más pronto y con
genérica de cubano, y la cubanía, cubanidad más detalles: Cuba es un ajiaco.
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plena, sentida, consciente y deseada; cuba- ¿Qué es el ajiaco? Es el guiso más típico
nidad responsable, cubanidad con las tres y más complejo hecho de varias especies de
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virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza legumbres, que aquí decimos “viandas”, y de
y amor. trozos de carnes diversas, todo lo cual se co-
Hemos dicho que la cubanidad en lo hu- cina con agua en hervor hasta producirse un
mano es sobre todo una condición de cul- caldo muy grueso y suculento y se sazona
tura. La cubanidad es la pertenencia a la con el cubanísimo ají que le da el nombre.
cultura de Cuba. Pero ¿cuál es la cultura ca- El ajiaco fue el guiso típico de los indios
racterística de Cuba? Para saberlo habría que taínos, como de todos los pueblos primitivos

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cuando, al pasar de la economía meramente fuego de los trópicos, que la otra tarde aquí
extractiva y nómada a la economía sedentaria nos pintara con fino arte el doctor Massip.
y agrícola, aprendieron a cocer los alimentos Cazuela singular la de nuestra tierra, como la
en cazuelas al fuego. Guiso análogo lo han de nuestro ajiaco, que ha de ser de barro y
conocido todos los pueblos, con variantes muy abierta. Luego, fuego de llama ardiente
materias alimenticias según su peculiar eco- y fuego de ascua y lento, para dividir en dos
logía, y se conservan a veces como supervi- la cocedura; tal como ocurre en Cuba, siem-
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vencias de la remota vida agraria. Así vemos pre a fuego de sol pero con ritmo de dos es-
en Europa la llamada olla podrida —que en taciones, lluvias y seca, calidez y templanza.
francés se dice pot-pourri—, el cocido, el po- Y ahí van las sustancias de los más diversos
taje, el sancocho, la minestra, etc. Ese “pla- géneros y procedencias. La indiada nos dio
to único” y primitivo de la cocina cavernaria el maíz, la papa, la malanga, el boniato, la
consistía en una cazuela con agua hirvien- yuca, el ají que lo condimenta y el blanco
do sobre el hogar, a la cual se le echaban xao-xao del casabe con que los buenos crio-
las hortalizas, hierbas y raíces que la mujer llos de Camagüey y Oriente adornan el ajia-
cultivaba y tenía en su conuco según las es- co al servir. Así era el primer ajiaco, el ajiaco
taciones, así como las carnes de toda clase precolombino, con carnes de jutías, de igua-
de alimañas, cuadrúpedos, aves, reptiles, pe- nas, de cocodrilos, de majás, de tortugas, de
ces y mariscos que el hombre conseguía en cobas y de otras alimañas de la caza y pesca
sus correrías predatorias por los montes y la que ya no se estiman para el paladar. Los
costa. A la cazuela iba todo lo comestible, castellanos desecharon esas carnes indias y
las carnes sin limpiar y a veces ya en pudri- pusieron las suyas. Ellos trajeron con sus ca-
ción, las hortalizas sin pelar y a menudo con labazas y nabos las carnes frescas de res, los
gusanos que les daban más sustancia. Todo tasajos, las cecinas y el lacón. Y todo ello fue
se cocinaba junto y todo se sazonaba con a dar sustancia al nuevo ajiaco de Cuba. Con
fuertes dosis de ají, las cuales encubrían to- los blancos de Europa llegaron los negros de
dos los sinsabores bajo el excitante supremo África y estos nos aportaron guineas, pláta-
de su picor. De esa olla se sacaba cada vez nos, ñames y su técnica cocinera. Y luego
lo que entonces se quería comer; lo sobran- los asiáticos con sus misteriosas especias de
te allí quedaba para la comida venidera. Así Oriente; y los franceses con su ponderación
como ahora saboreamos en Cuba los “frijo- de sabores que amortiguó la causticidad del
les dormidos”, que son los dejados de una pimiento salvaje; y los angloamericanos con
comida para la del día siguiente, así se hacía sus mecánicas domésticas que simplificaron la
siempre con el ajiaco original; era siempre cocina y quieren metalizar y convertir en cal-
un guiso “dormido”. Al día siguiente el ajiaco dera de su standard el cacharro de tierra que
despertaba a una nueva cocción; se le aña- nos fue dado por la naturaleza, junto con el
día agua, se le echaban otras viandas y ani- fogaje del trópico para calentarlo, el agua de
maluchos y se hervía de nuevo con más ají. Y sus cielos para el caldo y el agua de sus ma-
así, día tras día, la cazuela sin limpiar, con su res para las salpicaduras del salero. Con todo
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fondo lleno de sustancias desechas en caldo ello se ha hecho nuestro nacional ajiaco.
pulposo y espeso, en una salsa análoga a Por su nombre mismo ya el ajiaco es un
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esa que constituye lo más típico, sabroso y ajiaco lingüístico: de una planta solanácea
suculento de nuestro ajiaco, ahora con más indocubana, de una raíz idiomática negroafri-
limpieza, mejor aderezo y menos ají. cana y de una castellana desinencia que le da
La imagen del ajiaco criollo nos simboli- un tonillo despectivo al vocablo, muy propio
za bien la formación del pueblo cubano. Si- de un conquistador para un guiso colonial.
gamos la metáfora. Ante todo una cazuela Y así ha ido hirviendo y cocinando el ajiaco
abierta. Esa es Cuba, la isla, la olla puesta al de Cuba, a fuego vivaz o a rescoldo, limpio o

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sucio, vario en cada época según las sustan- bal Colón. Nadie sabe dónde nació el género
cias humanas que se metieron en la olla por humano, y de ahí que toda historia comience
las manos del cocinero, que en esta metáfora por una inmigración, por unos primeros po-
son las peripecias de la historia. Y en todo bladores que vinieron de alguna parte aun
momento el pueblo nuestro ha tenido, como cuando poco o nada se sepa de su oriun-
el ajiaco, elementos nuevos y crudos acaba- dez. Y, luego, en el transcurso de los siglos,
dos de entrar en la cazuela para cocerse; un todo pueblo, tal como el de Cuba, ha tenido
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conglomerado heterogéneo de diversas razas invasiones, injerencias, y exóticos contactos
y culturas, de muchas carnes y cultivos, que genésicos, materiales y espirituales, que en
se agitan, entremezclan y disgregan en un el ámbito de la ecología propia le han ido
mismo bullir social; y, allá en lo hondo del dando su peculiar sazón. Pero pocos países
puchero, una masa nueva ya posada, produ- habrá como el cubano, donde en un espacio
cida por los elementos que al desintegrarse tan reducido, en un tiempo tan breve y en
en el hervor histórico han ido sedimentan- concurrencias inmigratorias tan constantes y
do sus más tenaces esencias en una mixtura caudalosas, se hayan cruzado razas más dis-
rica y sabrosamente aderezada, que ya tiene pares y donde sus abrazos amorosos hayan
un carácter propio de creación. Mestizaje de sido más frecuentes, más complejos, más to-
cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de cul- lerados y más augurales de una paz univer-
turas. Caldo denso de civilización que borbo- sal de las sangres; no de una llamada “raza
llea en el fogón del Caribe. cósmica”, que es pura paradoja, sino de una
[...] Acaso se piense que la cubanidad haya posible, deseable y futura desracialización
que buscarla en esa salsa de nueva y sintética de la humanidad.
suculencia formada por la fusión de los lina- Desde su prehistoria, a esta isla de Cuba
jes humanos desleídos en Cuba; pero no, la han estado viniendo indios. Primeramente
cubanidad no está solamente en el resultado los más arcaicos, los ciboneyes, los guana-
sino también en el mismo proceso complejo jabibes, y después los taínos; y acaso algu-
de su formación, desintegrativo e integrativo, nos caribes en aventura; en el siglo XVI los
en los elementos sustanciales entrados en su caribes, los guajiros, los jíbaros, los macuri-
acción, en el ambiente en que se opera y en jes, los taironas y otros indios continentales,
las vicisitudes de su transcurso. víctimas de la esclavitud por los conquista-
Lo característico de Cuba es que, siendo dores; después, los indios de Yucatán y de
ajiaco, su pueblo no es un guiso hecho, sino México, que van entrando en Cuba como es-
una constante cocedura. Desde que amanece clavos o soldados y figuran en nuestras his-
su historia hasta las horas que van corriendo, torias locales como indios campechanos y
siempre en la olla de Cuba es un renovado guachinangos, hasta que en el siglo XIX, al
entrar de raíces, frutos y carnes exógenas, un acabarse la trata negrera, un gobernador de
incesante borbor de heterogéneas sustancias. Yucatán vende indios de su tierra a los ha-
De ahí que su composición cambie y la cuba- cendados de Cuba, y hasta estos años del
nidad tenga sabor y consistencia distintos se- siglo presente cuando las convulsiones re-
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gún sea catado en lo profundo o en la panza volucionarias de las cercanas naciones conti-
de la olla o en su boca, donde las viandas nentales y la comunicación fácil por su vecin-
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aún están crudas y burbujea el caldo claro. dad nos han traído oleadas de expatriados
Puede decirse que, en rigor, en todo pue- políticos, no pocos de ellos con sangre abori-
blo ocurre algo semejante. No se sabe toda- gen. Desde 1492 arriban los blancos de Euro-
vía dónde estuvo situado el Paraíso Terrenal, pa y ya no cesan de llegar. Si ya en las cara-
patria de Adán y Eva, a pesar de lo mucho belas de Colón hubo castellanos, andaluces,
que lo buscó por estas tierras hermosas de catalanes, gallegos, vascos, judíos, italianos
América el gran buscador que fue don Cristó- y algún inglés, ya no acabará en los siglos la

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entrada de mediterráneos, alpinos y nórdicos zado en nuestra tierra en cría de generacio-
de las más apartadas procedencias. Con los nes. Cuba es uno de los pueblos más mez-
blancos de Diego Velázquez, y acaso antes, clados, mestizo de todas las progenituras. Y
en los clandestinos cabotajes a la rapiña de cada una de las llamadas grandes razas, al
indios, ya vinieron los negros. Con el blanco llegar a Cuba, ya es por sí una inextricable
conquistador a caballo vino el negro de pa- madeja de dispares ancestros. Acaso los in-
lafrenero, con el hacendado del azúcar vino dios fuesen los más homogéneos de linaje.
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el negro de la faena, y para la alegría corte- Los negros fueron sacados por la trata de to-
sana santiaguera tuvo Pánfilo de Narváez a das las costas africanas y de sus regiones in-
Guidela, un negro bufón. Y jamás ha cesa- ternas correspondientes; desde las playas de
do la fluencia étnica de gentes melánicas en Mauritania por Senegambia, Guinea, Gabón,
Cuba; desde el África, durante siglos y como Congo y Angola, en el océano Atlántico, has-
esclavos; luego desde las islas vecinas, so- ta los puertos de Zanzíbar y Mozambique, en
bre todo de Jamaica y de Haití, en aproxi- el océano Índico. Y en las cargazones arriba-
mada servidumbre. En fin, por el siglo XIX, ron africanos de muy diversas razas melanoi-
cuando hay que cerrar el torrente de la trata des, tanto que se da la sarcástica paradoja
de negros, se abren arroyos de inmigrantes de que muchos de los negros que poblaron
braceros, atados por indisolubles contratos Cuba, como los congos o bantú por ejemplo,
de peonaje y procedentes de todas las razas, no pueden hoy ser tenidos por negros por-
entre ellas la amarilla, con los culíes de Ma- que la ciencia antropológica lo tiene prohibi-
cao y Cantón. Y ha proseguido la inmigración do; y, por otra parte, no son raros los etnólo-
mongoloide, ahora como comerciantes, pes- gos que sostienen no haber en África grupo
cadores, hortelanos y probablemente como humano alguno que no tenga alguna mezcla
espías, de muchos asiáticos de China y el de raza blanca.
Japón. Quizás ahora comprendemos mejor el ¿Qué se dirá de los blancos, tan agriados
sentido del tema: los factores humanos de la ahora entre sí por cuestiones de razas, no
cubanidad. ¿Cuáles son los elementos huma- solo por las naturales y admisibles por los
nos fundidos con la vida cubana para produ- antropólogos como términos de clasificación,
cir la cubanidad? sino por esas razas mitológicas y artificia-
Los factores humanos de un pueblo sue- les, creadas por los déspotas en delirio de
len estudiarse de varias maneras: por sus ra- barbarie para pretextar crueles iniquidades
zas componentes, por los episodios históri- y egoístas depredaciones? ¿Qué diremos de
cos de sus presencias, por las antecedencias esas razas germana, francesa, inglesa o ita-
alienígenas de sus indígenas instituciones y liana, que no existen sino en la fantasía de
por las culturas injertas en la troncalidad pro- los que se empeñan en convertir un cambia-
pia; pero sobre todo y mejor, por el mismo dizo concepto de historia en un hereditario
proceso en virtud del cual los elementos na- y fatal criterio de biología? ¿Qué diremos de
tivos y los foráneos se van conjugando en un esa misma raza española, que es pura ficción
dado ambiente por sus linajes, necesidades, pero que se exalta oficialmente cada año el
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aspiraciones, medios, ideas, trabajos y peri- día 12 de octubre, el “día de la raza”, con sa-
pecias, formando ese amestizamiento crea- humerios retóricos, tal como en La Habana
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dor que es indispensable para caracterizar un celebran cada 16 de noviembre, con incien-
nuevo pueblo con distintiva cultura. sos litúrgicos, el cristianizado mito pagano
Parece fácil clasificar los elementos huma- de un san Cristóbal que tampoco ha existido
nos cruzados en Cuba por sus razas: cobrizos jamás? ¿Habrá acaso la milagrosa realidad
indios, blancos europeos, negros africanos y de una raza en la grande y abigarrada na-
amarillos asiáticos. Las cuatro grandes razas ción vecina de Angloamérica, donde también
vulgares se han abrazado, cruzado y recru- se ha querido descubrir en su rebumbio de

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gentes y colores una raza elegida por Dios y La región central de Cuba se solía deno-
con “un destino manifiesto”? minar Cubanacán, con vocablo traído de los
Sería fútil y erróneo estudiar los factores indios. Y en la toponimia de la misma re-
humanos de Cuba por sus razas. Aparte de gión conservamos otro de igual origen: si-
lo convencional e indefinible de muchas ca- guanea. El primero de ambos vocablos qui-
tegorías raciales, hay que reconocer su real zás representase la región intermedia entre
insignificancia para la cubanidad, que no es las sierras de Oriente (Giba o Cuba) y los
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sino una categoría de cultura. Para compren- saos, saonas o sabanas de la llanada, don-
der el alma cubana no hay que estudiar las de están la cana y el guano, exceptuando
razas sino las culturas. En unas mismas ra- las montañas cavernosas de Trinidad, los
zas hay culturas distintas; comparad el indio cibaos, o sea la comarca de la sigua o la
lucayo y el indio azteca, el blanco de España siguanea. Muy probablemente, ciboneyes,
y el blanco de Escandinavia, el negro de Am- guanajabibes, y lucayos también, o sea los
panga y el negro jamaicano, el amarillo de indios protocubanos, fueron todos unos
Cantón y el esquimal del Ártico. En una mis- mismos, distinguidos por geografía y no por
ma nivelación de cultura hay razas diversas; su raza, ni por su cultura, que era igual: la
observad en Cuba cuán abigarrado es cual- cultura cubanacana, de ciba y cana, de cue-
quiera de los partidos políticos, o esta mis- verío y palmar. Poco nos queda de esa cul-
ma concurrencia polícroma en nuestra queri- tura en Cuba: algunos pedruzcos majadores;
da universidad. acaso el uso del bajareque para guarecemos
¿Cuáles son las culturas que se han ido y de la barbacoa para asar jutías, peces y
fundiendo en Cuba? Toda la escala cultural tortugas; quizás el uso del cuero del mana-
que Europa pasó en más de cuatro milenios, tí para hacer bastones y pegar cuerazos; y
en Cuba se ha experimentado en menos de también, a buen seguro, el recuerdo de esas
cuatro siglos. Lo que allí fue subida por es- sartas de conchas y corales que lucen en
calones, aquí ha sido progreso a saltos y nuestras playas las mujeres del día, bellas
sobresaltos, después que al correr del siglo y desnudas como la mítica Guarina; y como
XVI Cuba dejó de ser una de las grandes is- esta, tan pintadas de rouge en los labios y
las más perdidas del mundo y convirtióse en mejillas, de noire en las cejas y ojeras, de
“llave de las Indias”, puesta en la encrucija- polvos blancos en las caras, y de cremas en
da de las Américas, donde se cortejan y be- sus carnes visibles. Afeites son estos que
san todos los pueblos y civilizaciones. ahora compran ellas con marcas de París sin
La primera cultura de Cuba fue la de los ci- pensar que ya los usaron, como bija roja,
boneyes y guanajabibes, la cultura paleolítica. negra jagua, nacaradas cascarillas de con-
Nuestra arcaica edad de piedra; mejor, nues- cha y emoliente grasa de caguama, aquellas
tra edad de piedra y palo; de piedras y made- damas de la primera sociedad de Cuba, tan
ras rústicas sin bruñir, y de conchas y espinas salvajes como distinguidas y tan cuidado-
que eran como piedras y púas del mar. Cíba y sas como las civilizadas y elegantes de es-
cigua significan “piedra”, cibao la “serranía”; tos tiempos en la faena biosocial de realzar
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guana y cana significan “palma” y guanao y sus hermosuras. Quizás debamos también a
caonao los “palmares”. Los ciboneyes eran esos protocubanos, habitadores de cíbaos
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los hombres de los peñascales y cavernas; los y caonaos, los símbolos de la serranía y de
guanajabibes eran los habitantes de las selvas la palma como emblemas de Cuba, los cua-
donde reinaban las palmas. Parece confirmar les se han ido transmitiendo las sucesivas
esta teoría el hecho de que en la abrupta co- culturas hasta pintarlos en nuestro escudo
marca oriental, única que tuvo el nombre de republicano. De todos modos, bien poco de-
Cuba (y Cuba viene de ciba), la palma escasea, bemos a los ciboneyes y a los guanajabibes,
y parece más importada que autóctona. a esa gente cubanacana.

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 7
Ninguno de los relieves de la cultura indo- aquí descubierto, es hoy día el alimento de
cubana que hoy sobreviven en nuestra cultu- muchos pueblos en continentes lejanos, que
ra presente puede con certeza ser adscrito a también gustan del boniato, del maní, del
su cultura primitiva, la cual no fue sino el pró- tomate y otros alimentos que la civilización
logo de la segunda cultura india, la taína, la blanca encontró en Cuba y otras Antillas. En-
que descubrió Colón al llegar a Cuba, la que tre nosotros conservamos varias raíces y tu-
sí nos ha dejado vocablos, tradiciones, hé- bérculos de los cultivados por aquellos in-
Perfiles D E L A C U L T U R A C U B A N A
roes, cosas y técnicas que aún perduran entre dios, sobre todo la yuca.
nosotros y hasta por el resto del mundo. Los Los taínos tuvieron técnicas notables. De
taínos fueron una rama de los indios aruacos sus tejidos de algodón se extendieron por
de Suramérica que invadieron y dominaron Europa las enaguas de las mujeres y las re-
las Antillas. En Cuba ocuparon tan solo su des de los hombres para pescar; particular-
parte oriental. Eran procedentes de Haití, la mente las jamacas, las camas de los indios
isla vecina, y su invasión de Cuba no había que pasaron a ser las de los conquistadores
pasado a las regiones centrales y occidenta- andariegos y de los navegantes y pescado-
les de las sabanas y selvas, a donde no se res de todos los mares. Los taínos ya tenían
extendió su cultura. Si los taínos tuvieron un máquinas simples, pero eficaces e ingenio-
caudillo Hatuey, que fue el dominicano Máxi- sas. El cibucán era a su modo el ingenio de
mo Gómez de su época, el valiente cubano la complicada industria de la yuca, la que
Guamá no pudo ser un Maceo y llegar en in- producía casabes, xaos-xaos, alcoholes, al-
vasión hasta Guanes, el extremo de Vueltaba- midones, venenos y catibías. La cunyaya, tra-
jo, la antigua comarca de los guanajabibes. piche elemental que les servía para extraer
Taíno significaba una categoría social de jugos de las raíces y frutos, aún se emplea
distinción nobiliaria y de señorío. Los taínos por campesinos montunos para exprimir ca-
eran de más avanzada cultura. Eran neolí- ñas de azúcar y sacar guarapo. Las jabas y
ticos, como se diría en la antropología de jabucos de nuestro pueblo proceden de la
Europa. Era la edad de la piedra con puli- cestería india. Los taínos tuvieron su quími-
miento, digamos de la piedra bruñida y de la ca, conocieron tóxicos, y los hicieron y los
madera labrada. quitaron. Y trataron metales, aunque blan-
Ya los taínos en su nomadismo marine- dos, el cobre y el oro; y trabajaron el guaní,
ro habían hecho guerras y ganado victorias, pero no las piritas de hierro ni el bronce.
conquistas de tierras ajenas y esclavos en De su lenguaje nos quedan vocablos, sobre
los vencidos. Como veis, ya iban en camino todo en la geografía, en la fauna y en la flora
de ser civilizados. Y habían ganado la prime- y en alguna tradición folklórica. Cuando evo-
ra revolución, la de establecer la agricultura, camos una figura tribal y bárbara de caudille-
que los hizo sedentarios y les dio la pobla- jo político le decimos cacique, como el régulo
ción estable y creciente, la abundancia y se- taíno, y caciquismo a su régimen personal y
guridad de alimento, la intercomunicación, la autoritario. Acaso ofendiendo la memoria de
disciplina y el sosiego indispensables para los verdaderos caciques indios, que eran de-
. . . . . . . . . . . . . . 02

las meditaciones, las experiencias, los inven- mocráticos y comunitarios de gobierno.


tos y la solidaridad fecunda. De su misma música nada sobrevive. Ni
.mayo-diciembre

Los taínos nos dejaron muchos de sus ali- los instrumentos, ni las melodías, ni los can-
mentos, con preferencia los vegetales. Por tos, ni los bailes de sus areítos, pese a las
todo el mundo se gustan hoy varias frutas afirmaciones reiteradas de los románticos,
cubanas, sobre todas la piña, “la reina de más dados a la fantasía que a la verdad. Un
las frutas”, como dijo el mismo rey don Fer- supuesto y dominicano areíto de Anacaona
nando el Católico al saborear una que llegó no es sino un couplet francés, que fue amu-
a su egregio paladar. El maíz de los taínos, latado como canción de guerra contra los

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 8
blancos, por los negros de Haití. Pero de mentaria cubanidad, nacida de la solidaridad
sus artes plásticas, aunque algunas se han social de su grupo humano, de su arraigo en
perdido totalmente y las restantes están casi el territorio, de la cohesiva identidad de su
olvidadas, aún nos quedan restos con autóc- peculiar cultura y de la conciencia de su uni-
tonos símbolos que un día revivirán, cuan- dad ancestral, si bien es dudoso que algún
do se reanime de nuevo en pasión defensi- grupo de los indios taínos de Cuba se sintie-
va nuestro anémico nacionalismo espiritual. ra con personalidad histórica propia y distin-
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Nos quedan tiestos de su alfarería religiosa ta de sus congéneres y progenitores, los taí-
con sobrenaturales imágenes; dujos labra- nos de Haití. No hay duda de que esos indios
dos con incrustaciones y taraceos de estili- se sentían taínos, pero es difícil asegurar que
zados dibujos; idolillos de cuarzo, blancos también se sentían cubanos.
como genios fantasmales, para las diademas En un octubre sin huracanes del cielo, sur-
de guerreros y sacerdotes; y esas bellas ha- gió del horizonte un huracán humano. Lle-
chas amigdaliformes, perfectas de color, ta- gó Cristóbal Colón. Con él llegaron el hie-
llado, perfiles y pulimento como los brillan- rro, la pólvora, el caballo, la rueda, la vela,
tes de las joyas del día. la brújula, la moneda, el capital, el salario,
Muy poco fue incorporado a la cultura de la letra, la imprenta, el libro. [...] Y un vérti-
Cuba de la religión taína, de sus dioses, cos- go revolucionario sacudió a los pueblos de
mogonías y ritos; quizás alguna superstición Cuba, arrancando de cuajo sus instituciones
de la siguapa. La religión de los taínos, ape- y destrozando sus vidas. Se saltó en un ins-
nas conocida por la relación de fray Ramón tante de las soñolientas edades de piedra
Pané, no había evolucionado aún a esa fase a la edad muy despertada del Renacimien-
de metafísicas sutilezas que son los ritos de to. En un día pasaron en Cuba milenios y
la antropofagia. Los taínos ni se comían a edades; se diría que miles de “años-cultura”,
sus semejantes para asimilar sus energías vi- si fuese admisible tal métrica en la cronolo-
tales, ni se comían a sus dioses transustan- gía de los pueblos. Si estas Indias de Amé-
ciados para adquirir su gracia. rica fueron Nuevo Mundo para los pueblos
Todo lo sacro de los indios murió y se fue europeos, Europa fue Mundo Novísimo para
con ellos. Los ídolos que hoy encontramos en los pueblos americanos. Fueron dos mundos
las cuevas están ya sin vida como los cráneos que recíprocamente se descubrieron y en-
vacíos de sus creyentes. Todo, menos una ce- trechocaron. El impacto de las dos culturas
remonia de liturgia y de magia; un rito sagrado fue terrible. Una de ellas pereció, como ful-
de los taínos, aquí descubierto por Cristóbal minada. Los indios se extinguieron. Se decía
Colón, que luego, ya profanado, se incorporó hace poco que aún quedaban algunos, aun-
a la nueva cultura de Cuba y aún sigue siendo que mestizados, por las sierras de Santiago
rasgo consuetudinario de cubanidad. Tal es la y de Pinar del Río; pero nada científicamente
fuma del tabaco. Muchachas civilizadas y pai- puede asegurarse de si eran vástagos de la
sanas mías que me escucháis; si ha poco ha- indiada cubana o de las numerosas cargazo-
béis tolerado que os recuerde el origen salvaje nes de lucayos, guanajos, guajiros, jíbaros,
. . . . . . . . . . . . . . 02

de vuestros adornos y cosméticos, permitidme macurijes, taironas, yucatecos, guachinangos


que os diga ahora que cuando fumáis con co- y floridanos que fueron traídos a Cuba y que,
.mayo-diciembre

quetería un cigarro, no hacéis sino realizar un juntos con los negros sometidos a la mis-
rito de nuestros antepasados de los bárbaros ma infelicidad, se huyeron a vivir libres por
tiempos de Hatuey; el regalo más temprano, las cimas de los montes, fundando poblados
más aceptado y más deleitoso de los hechos y palenques, en escondida y abigarrada ci-
por Cuba a la cultura universal. marronería. La básica sedimentación huma-
Ya en los indios, sobre todo en los taínos, na de la sociedad fue suprimida y a Cuba
que eran agrarios, debió haber alguna rudi- hubo que transmigrar toda su población, así

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 9
la clase de los dominadores como la clase tumbres y de azares distintos; todos con las
de los dominados. Curioso fenómeno social ambiciones tensas o disparadas hacia la ri-
este de Cuba y muy trascendente para la cu- queza, el poderío y el retorno allende al decli-
banidad, el de haber sido desde el siglo XVI nar de su vida; es decir, siempre en empresas
igualmente invasoras, con la fuerza o a la de audacia pronta y transitoria, en línea para-
fuerza, las clases, las razas y las culturas, to- bólica, con principio y fin en tierra extraña y
das exógenas y todas ya desgarradas, con el solo un pasar para el medro en este país.
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trauma del desarraigo original y de su ruda No creemos que haya habido factores hu-
transplantación. manos más trascendentales para la cuba-
Los castellanos trajeron a Cuba de España nidad que esas continuas, radicales y con-
su cultura, la cual se impuso predominante. trastantes transmigraciones geográficas,
Ella constituye nuestra troncalidad cultural, económicas y sociales de los pobladores;
con sus virtudes, que son grandes y muchas, que esa perenne transitoriedad de los pro-
y sus vicios, que son menos y menores. pósitos y que esa vida siempre en desarraigo
Con los blancos llegó la cultura de Cas- de la tierra habitada, siempre en desajuste
tilla y envueltos en ella vinieron andaluces, con la sociedad sustentadora. Hombres, eco-
portugueses, gallegos, vascos y catalanes. nomías, culturas y anhelos; todo aquí se sin-
Pudiera decirse que la representación de la tió foráneo, provisional, cambiado, “aves de
cultura ibérica, la blanca subpirenaica. Y tam- paso” sobre el país, a su costa, a su contra
bién desde las primeras oleadas inmigrato- y a su malgrado.
rias arribaron genoveses, florentinos, judíos, Ya en esos elementos hay factores de cu-
levantinos y berberiscos, es decir, la cultura banidad. Todo español por solo llegar a Cuba
mediterránea, mixtura milenaria de pueblos, ya era distinto de lo que había sido; ya no
culturas y pigmentas, desde los normandos era español de España sino un español in-
rubios a los subsaharianos negros. diano. Esa inquietud constante, esa impulsi-
No tenemos por qué extendernos ahora vidad tornadiza, esa provisionalidad de acti-
a referir sus rasgos, bien conocidos y en su tudes, fueron las inspiraciones primarias de
edad de más esplendor. Pero digamos que nuestro carácter colectivo, amigo del impulso
mientras unos europeos trajeron la econo- y la aventura, del embullo y de la suerte, del
mía feudalesca, como conquistadores en juego, del logro y de la esperanza alburera.
busca del saqueo y de pueblos que sojuz- Con los blancos llegaron los negros, pri-
gar y hacer percheros, otros venían movidos mero de España, entonces cundida de escla-
por la economía del capitalismo mercantil y vos guineas y congos, y luego directamente
aun del industrial que ya alboreaba. Eran ya de toda la Nigricia. Con ellos trajeron sus di-
varias economías que venían, entre sí revuel- versas culturas, unas selváticas como la de
tas y en transición, a sobreponerse a otras los ciboneyes, otras de avanzada barbarie
economías, también varias y mezcladas, pero como de los taínos, y algunos de más com-
primitivas y de imposible adaptación a los plejidad económica y social, como los man-
blancos advenedizos en aquel ocaso de la dingas, yolofes, hausas, dohomeyanos y yo-
. . . . . . . . . . . . . . 02

Edad Media. rubas, ya con agricultura, esclavos, moneda,


El mero paso del mar ya les cambiaba su mercados, comercio forastero y gobiernos
.mayo-diciembre

espíritu; salían rotos y perdidos y llegaban se- centralizados y efectivos sobre territorios y
ñores; de dominados en su tierra pasaban a poblaciones tan grandes como Cuba; cultu-
dominadores en la ajena. Y todos ellos, gue- ras intermedias entre la taína y la azteca; ya
rreros, frailes, mercaderes y villanos, vinieron con metales pero aún sin escritura.
en trance de aventura, desgajados de una so- Los negros trajeron con sus cuerpos sus
ciedad vieja para reinjertarse en otra, nueva espíritus —¡mal negocio para los hacen-
de climas, de gentes, de alimentos, de cos- dados!—, pero no sus instituciones, ni su

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 10
instrumentario. Vinieron multitud de negros El aporte del negro a la cubanidad no ha
con multitud de procedencias, razas, lengua- sido escaso. Aparte de su inmensa fuerza de
jes, culturas, clases, sexos y edades, confun- trabajo, que hizo posible la incorporación
didos en los barcos y barracones de la trata y económica de Cuba a la civilización mundial;
socialmente igualados en un mismo régimen y además de su pugnacidad libertadora, que
de esclavitud. Llegaron arrancados, heridos franqueó el advenimiento de la independen-
y trozados como las cañas en el ingenio y cia patria; su influencia cultural puede ser
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como estas fueron molidos y estrujados para advertida en los alimentos, en la cocina, en
sacarles su jugo de trabajo. No hubo otro el vocabulario, en la verbosidad, en la orato-
elemento humano en más profunda y conti- ria, en la amorosidad, en el materialismo, en
nua transmigración de ambiente, de cultura, la descrianza infantil, en esa reacción social
de clases y de conciencias. Pasaron de una que es el choteo, etc.; pero sobre todo en
cultura a otra más potente, como los indios; tres manifestaciones de la cubanidad: en el
pero estos sufrieron en su tierra nativa, cre- arte, en la religión y en el tono de la emoti-
yendo que al morir pasaban al lado invisible vidad colectiva.
de su propio mundo cubano; y los negros, En el arte, la música le pertenece. El ex-
con suerte más cruel, cruzaron el mar en ago- traordinario vigor y la cautivadora originali-
nía y pensando que aún después de muertos dad de la música cubana es creación mulata.
tenían que repasarlo para revivir allá en Áfri- Toda la música original, de belleza regala-
ca con sus padres perdidos. Fueron los ne- da por la América al otro mundo, es música
gros arrancados de otro continente como los blanquinegra. El mismo conde de Gobineau,
blancos, es verdad; pero ellos vinieron sin pontífice de los racismos, dio a las razas ne-
voluntad ni ambición, forzados a dejar sus groides la soberanía estética. No nacieron en
libres placideces tribales para aquí deses- Cuba los spirituals del Norte (negros cantan-
perarse en la esclavitud; mientras el blanco, do su dolor y su esperanza como en los sal-
que de su tierra salía desesperado, llegaba a mos cristianos de los protestantes anglosajo-
las Indias en orgasmo de esperanzas, trocado nes) ni tampoco el jazz (música danzaria de
en amo ordenador. Y si indios y castellanos negros ajustados a los ritmos de la mecánica
en sus agobios tuvieron amparo y consuelo de aquellos blancos musicalmente incultos);
de sus familias, sus prójimos, sus caudillos pero poseemos una gloria de tangos, haba-
y sus templos, los negros nada de eso pu- neras, danzones, sones y rumbas, amén de
dieron hallar; más desgarrados que todos, otros bailes mestizos que desde el siglo XVI
fueron aglomerados como bestias en jaula, salían de La Habana con las flotas para es-
siempre en rabia impotente, siempre en an- parcirse por ultramar. Hoy baila música afro-
sia de fuga, de emancipación, de mudanza, cubana, es decir, mulata de Cuba, el mundo
y siempre en trance defensivo, de inhibición, entero; y en los cabarets ricos y pobres de
de disimulo y de aculturación, a un mundo las noches neoyorkinas, el arrollao de la con-
nuevo. En una tal condición de desgarre y ga criolla arrastra las muchedumbres en gozo
amputación social, desde continentes ultrao- anestesiante de sus angustias neuróticas.
. . . . . . . . . . . . . . 02

ceánicos, año tras año y siglo tras siglo, mi- En la religión, el negro, desconfiado de la
les y miles de seres humanos fueron traídos clerecía dominadora y colonial que lo mantu-
.mayo-diciembre

a Cuba. En mayor o menor grado de disocia- vo y explotó en la esclavitud, fue comparan-


ción estuvieron en este país así los negros do sus mitos con los de los blancos y creando
como los blancos; todos convivientes, arriba así en la gran masa de nuestro bajo pueblo
o abajo, en un mismo ambiente de terror y un sincretismo de equivalencias tan lúcido
de fuerza; terror del oprimido por el castigo, y elocuente que vale a veces lo que una fi-
terror del opresor por la revancha; todos fue- losofía crítica y le abre paso más desemba-
ra de justicia, fuera de ajuste, fuera de sí. razada hacia formas más superiores y libres

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 11
de concebir y tratar lo sobrenatural. O pasa cambios, transigencias y contactos con los
al agnosticismo o al protestantismo presbite- herejes y las civilizaciones progresistas; pero
riano, metodista, o bautista; o, sugestionado también nos obligaron al contrabando con-
por el misterio insoluto de la posesión enaje- suetudinario, casi siempre consentido y a
nante, entra en las creencias experimentales menudo coparticipado por las autoridades,
y étnicas de la metempsicosis, del espiritismo que por eso siempre fueron vistas como in-
medianímico y reencarnacionista, y del Kar- trusas, pasadizas, opresoras y corrompidas.
Perfiles D E L A C U L T U R A C U B A N A
ma sancional y perfectivo de la teosofía, sin Y los contrabandos habituales nos deforma-
jerarquías autoritarias y anubladoras de su ron la vida colectiva, forzándola a un cons-
discernir. Y este impulso evolucionario de la tante recubrimiento convencional de hipo-
transformación religiosa del negro influye mu- cresía, al hábito de la ilegitimidad impune y
cho en la actitud del blanco humilde, también a la cínica indiferencia cívica, sin sanciones
con sobra de supersticiones pero cada vez de castigo ni de mérito. Las leyes aquí no
más capaz de una libre superación. La cul- fueron leyes. Los gobernadores ponían las
tura propia del negro y su alma, siempre en pragmáticas reales solemnemente sobre sus
crisis de transición, penetran en la cubanidad cabezas y decían con reverencia que las aca-
por el mestizaje de carnes y de culturas, em- taban, pero que no las cumplían. Las Leyes
bebiéndola de esa emotividad jugosa, sen- de Indias solían ser letra muerta, y morteci-
sual, retozona, tolerante, acomodaticia y de- na fue la de las encíclicas, sínodos, pastora-
cidora que es su gracia, su hechizo y su más les, sermones y catecismos. Las constitucio-
potente fuerza de resistencia para sobrevivir nes liberales promulgadas en España fueron
en el constante hervor de sinsabores que ha impedidas en Cuba por la rebeldía de los
sido la historia de este país. En esa poliét- peninsulares y hasta con la connivencia de
nica masa humana de gentes desarraigadas la suprema autoridad. Los capitanes genera-
de sus tierras y nunca bien resembradas en les de Cuba fueron varias veces destituidos
Cuba, los apremios económicos y las circuns- o muertos con veneno por sus mismos pai-
tancias territoriales, agrarias, mercantiles y sanos, tan “patriotas” intransigentes como
bélicas fueron dando arraigo a los núcleos intransigentes privilegiados, cuando temían
humanos de Cuba, pero sin lograr su inte- la mengua de sus provechos.
gración normal. Así se crearon curiosas pecu- Los batallones de “voluntarios” fueron el
liaridades cubanas. La ganadería traída por ejército de los mercaderes, más armados y
los españoles fue aquí extensiva, pero sin la combativos contra las mismas autoridades
trashumancia de la mesta castellana y hecha militares de su España, cuando estas querían
en sabanas y hatos corraleros, circulares y sin reprimir sus monopolios y abusos, que contra
cercados, propicia el abigeato. La producción los cubanos quejosos de las justicias. Siglos
agroindustrial del azúcar creó las plantacio- enteros duró ese régimen de vida transitiva,
nes latifundarias con absolutismo de señorío cruel, doble y a contraley. Las otras culturas
y esclavitud. Y la esclavitud fue aquí, como que fueron entrando en Cuba no lo cambia-
en todas partes, corrompida y corruptora; en- ron durante mucho tiempo y con frecuencia
. . . . . . . . . . . . . . 02

vileció a los esclavos y a los amos, a negros fueron sus copartícipes y beneficiarias.
y a blancos por igual. El tabaco, en cambio, Pocos lustros después de la conquista y
.mayo-diciembre

creó la vega hortelana con campesinos blan- poblamiento de Cuba por los mediterráneos,
cos y economía familiar, pero, clase media es- ya la visitan y sacuden los franceses; y lue-
casa y humilde, sin defensa ni poderío. go los ingleses y los holandeses, con sus
El comercio, trasatlántico y coartado por corsos y saqueos y sus tráficos comerciales.
la metrópoli desde su origen, nos creó el co- Ya es la cultura blanca de la Europa ultrapi-
mensalismo filibustero, por el cual nos vi- renaica. A aquellos se debió el régimen in-
nieron abundancias, comodidades, inter- ternacional del comercio intérlope sostenido

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 12
por una sorprendente estructura de bucane- que en nosotros ha sido latente por sus in-
ros, filibusteros y pechelingues, superpuesta variables egoísmos, por sus frecuentes tor-
a la armazón oficial española; y todos aquí pezas, a veces por sus maldades y a menudo
hicieron contrabando: los gobernadores, los por sus desprecios. No es un problema de
obispos, los hacendados, los mercaderes, los gratitud, sino de objetividad. Según el pén-
letrados y los plebeyos; contrabando de co- dulo de nuestra historia, el cubano se aleja
rambres, de azúcares, de tabacos, de tejidos, o se acerca emotivamente al gran foco veci-
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de joyas, de lujos, de esclavos, de armas y no. Ahora está otra vez candente el contacto
de libros. Sin el régimen comercial filibuste- con el norteamericano. Hay quien por la ma-
ro, más organizado y poderoso que el guber- ñana es anexionista y por la tarde abomina
nativo, no puede ser explicada la historia de del Tío, según suba o baje la cotización del
Cuba, toda ella contrabandeada. Los ingle- azúcar, que es termómetro del patriotismo
ses en 1762 conquistan La Habana, abren el para los espíritus en almíbar. Sabemos del
puerto y muestran las ventajas del comercio vecindaje, su historia, sus hábitos, sus petu-
libre, que tendría que ir concediendo España. lancias, sus prepotencias, su sequedad fría y
Muchos oficiales de los que tomaron La Ha- desdeñosa, su absorbente imperialismo. [...]
bana pronto lo fueron también de las tropas Sabemos que esa poderosísima industria sa-
separatistas de Jorge Washington. Las colo- carífera, que nos domina y es dominada por
nias angloamericanas fueron Estados Unidos el anónimo extranjero, a pesar de haber ga-
de América y desde entonces el mundo an- nado en una sola zafra unas utilidades ma-
glosajón ha venido influyendo extraordinaria- yores que el valor de todo el capital inver-
mente en nosotros por razón de su proximi- tido en ella, no ha regalado a Cuba ni una
dad, por sus instituciones democráticas, por modesta fundación benéfica o educativa que
su libertad religiosa, por su maravilloso pro- testimoniase al pueblo cubano la realidad de
gresismo técnico y por el peso grave de su algún don espiritual del industrial forastero
imperial economía. A esa cultura angloame- que se llevó nuestra dulzura. Pese a todo, de
ricana debemos, a lo largo del siglo XIX, la ese poderosísimo Niágara de fuerzas que es
máquina de vapor, que transformó la produc- la civilización norteamericana nos llegan co-
ción azucarera. En Cuba tuvimos ferrocarri- rrientes que nos arrastran pero que nos ele-
les antes que España y las otras naciones van a la espuma, corrientes que nos llevan
de Europa. La máquina de vapor nos trajo lejos, en zozobras, pero sin hundirnos. ¿Será
el gran capitalismo industrial, cuando toda- verdad que Cuba es una isla de corcho? ¿Aca-
vía el régimen del trabajo era la esclavitud. so lo que en nosotros perdura de los ante-
¡Esclavos, máquinas, tierra virgen y capita- pasados desnudos nos capacita para sortear
les! ¡Todo en grande y a una, todo actuando los oleajes, saltos, remolinos, escollos, reco-
en conjunto! Fue la opulencia más sibarítica, dos, rápidos y fangales de nuestra historia?
unida a la miseria más abyecta. El porvenir estará en aprovechar la corriente
A la misma civilización anglosajona debe- pero sin sumergirse en ella.
mos la pronta e intensa movilización de nues- Pocos años después que los anglosajo-
. . . . . . . . . . . . . . 02

tras riquezas naturales, el consiguiente incre- nes, entraron en Cuba los franceses, expulsa-
mento rapidísimo de la población, que en dos de Haití, mudados de La Luisiana. Crean
.mayo-diciembre

treinta años se triplica, y la afortunada mun- cafetales de más riqueza que los ingenios,
dialización de muchas costumbres nuestras crean comercios con su metrópoli; en nues-
que una generación atrás eran míseramente tro Oriente crean un foco de cultura refinada
provincianas. La vecindad de esta poderosa que da envidias a La Habana. Pero un obis-
cultura es uno de los más activos factores po de Cuba predica su exterminio y expulsión
de la cultura nuestra; positivos o negativos, —como ahora se hace contra los judíos—,
pero innegables. No nos ciegue el resquemor y se les persigue, destierra y confisca. Mas

Los factores humanos de la cubanidad


Fernando Ortiz 13
ellos vuelven, pasados el vendaval napoleó- na, al monetarismo de ciertos sectores de
nico y la reacción absolutista, y reconstruyen Cuba, a la sensibilidad musical de su pueblo,
arruinadas haciendas, hacen nuevos inge- a cierta tonalidad idealista y mesiánica de su
nios, fundan ciudades en bahías desiertas y patriotismo.
nos traen la Marsellesa, el romanticismo, las [...] Los asiáticos, entrados a millares des-
elegantes modas y las exquisiteces de la cul- de mediados del siglo último, han penetra-
tura de Francia. Todo lo que en Cuba brillaba do menos en la cubanidad; pero, aunque re-
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por culto o por bello quería ser francés. Lite- ciente, no es nula su huella. Se les imputa la
ratos y pensadores se afrancesan y triunfan pasión del juego; pero ya era nota de cuba-
en las cortes de París las bellas damas cu- nidad antes de que entraran los chinos. Aca-
banas; la Merlin, la Fernandina [...]; aún hoy so han propagado alguna costumbre exótica,
día llora sobre las ruinas en la afrancesada pero escasamente. Más de una vez se advir-
aristocracia de Polonia una anciana que fue tió como extraordinaria en estas últimas dé-
bella princesa y es de Camagüey. cadas cierta tendencia a la minucia y finura
En el siglo XIX las Américas española y por- del detalle y a la frialdad ejecutiva en varios
tuguesa se acercan espiritualmente a Francia y políticos encumbrados, profesionales del sa-
a Italia, de donde nos llegan las vibraciones li- ber y poetas laureados, caracterizados ade-
berales que España nos negó. Nuestra América más por alguna ascendencia amarilla. Pero
gusta por eso de ser América Latina. de todos modos, el influjo asiático no es no-
Aun debiera hablarse de otras culturas, de table fuera del caso individual.
los aportes del judío, del chino, del germano. Pero si de todas esas culturas ha recibido
[...] Judío y judaizantes los tenemos des- efluvios la cubanidad, ¿en cuáles se alquita-
de el descubrimiento. El judío está presen- ró más la cubanía? Como ocurre en el ajiaco,
te al descubrirse en Cuba el tabaco y en su lo sintético y nuevo está en el fondo, en las
desarrollo comercial; al fundarse la industria sustancias ya descompuestas, precipitadas,
azucarera en las Antillas y a lo largo de su revueltas, fundidas y asimiladas en un jugo
complicada historia. Y sangre judaica, si exis- común; caldo y mixtura de gentes, culturas
te una sangre tal, ha fluido y fluye en la his- y razas.
toria de Cuba en gotas o a raudales, desde Los negros debieron sentir, no con más
las arterias de ambos Reyes Católicos, hasta intensidad pero quizás más pronto que los
las de patriotas libertadores, presidentes de blancos, la emoción y la conciencia de la cu-
la República, generales, magnates, hacenda- banía. Fueron muy raros los casos de retorno
dos, letrados, médicos y mercaderes, des- de negros al África. El negro africano tuvo
de regatones a banqueros, sin excluir a pre- que perder muy pronto la esperanza de vol-
lados y familiares de la Santa Inquisición. ver a sus lares y en su nostalgia no pudo
Dada la milenaria mixtura ibérica, ¿habrá al- pensar en una repatriación, como retiro al
gún hijo de España seguro de no tener en acabar la vida. El negro criollo jamás pensó
su corazón algunos glóbulos de la sangre en ser sino cubano. El blanco poblador, en
judaica que tuvo Cristo? La cultura judía ha cambio, aun antes de arribar a Cuba ya pen-
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solido estar siempre escondidiza entre la de saba en su regreso. Si vino, fue para regresar
otros grupos, para evitar ser perseguida. Si rico y quizás ennoblecido por gracia real. El
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nos llegó con los españoles de todas las mismo blanco criollo tenía, por sus padres
regiones, tanto o más se infiltró en Cuba y familiares, conexiones con la Península y
so capa de portugueses, de flamencos, de se sintió por mucho tiempo ligado a ellos
italianos, de británicos, de franceses, hasta como un español insular. Nativos blancos de
de alemanes y luego de norteamericanos y Cuba fueron en ultramar generales, almiran-
polacos. Ellos debieron contribuir bastante tes, obispos y potentados. [...] Y hasta hubo
a la internacionalidad mercantil de La Haba- catedráticos habaneros en la Universidad de

Los factores humanos de la cubanidad


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Salamanca. Nada de eso pudo lograr ni ape- Norteamérica independiente y de la Francia
tecer el criollo negro, ni siquiera el mulato, revolucionaria.
salvo los pocos casos de hijos pardos de no- Un siglo de conmociones fue uniendo, fun-
bles blancos, que obtuvieron privilegio de diendo y refundiendo en una común concien-
pase transracial y real cédula de blancura. En cia cubana a elementos heterogéneos. Pero
la capa baja de los blancos desheredados y la nación no está hecha, ni su masa está in-
sin privilegio, también debió chispear la cu- tegrada. Todavía hoy, sin cesar, siguen lle-
Perfiles D E L A C U L T U R A C U B A N A
banía. La cubanía, que es conciencia, volun- gando corrientes exógenas, blancas, negras
tad y raíz de patria, surgió primero entre las y amarillas, de inmigrantes, de intereses y de
gentes aquí nacidas y crecidas, sin retorno ideas, a rebullir y disolverse en el caldo de
ni retiro, con el alma arraigada en la tierra. Cuba y a diferir la consolidación de una defi-
La cubanía fue brotada desde abajo y no llo- nitiva y básica homogeneidad nacional.
vida desde arriba. Hubo de llegar al ocaso El estudio de los factores humanos de la
del siglo XVIII y al orto del XIX, para que cubanidad es hoy de más trascendencia que
los requerimientos económicos de esta so- nunca para todos nosotros. Perdonadme lo
ciedad, ansiosa del intercambio libre con los esquemático y elemental de estos apuntes.
demás pueblos, hicieran que la clase hacen- Es a vosotros, jóvenes estudiantes cubanos,
dada adquiriera conciencia de sus discrepan- de cubanidad y cubanía, a quienes correspon-
cias geográficas, económicas y sociales con derá agotar la investigación, la experiencia, el
la Península y oyera con agrado, aún enton- juicio y hasta la práctica. No desmayéis en su
ces pecaminoso, las tentaciones de patria, estudio. En ello os va la vida.
libertad y democracia que nos venían de la
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